De Joan A Sandra, Historia de Una Trans Operada y Arrepentida Me Dijeron Que Había Nacido en Un Cu

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HISTORIAS

De Joan a Sandra,
historia de una trans
operada y arrepentida:
"Me dijeron que había
nacido en un cuerpo
equivocado y les creí"
Su caso, alertan los psiquiatras, representa los peligros de la
polémica Ley Trans. En 2016, tras años de depresión y
ansiedad, se sometió a una vaginoplastia. Hoy se arrepiente:
"Yo me confundí, pero también me confundieron... En realidad
soy un hombre femenino y así tendría que haber seguido"

PREMIUM El 27 de junio de 2016 Joan Mercado Rodríguez se hizo una


vaginoplastia en el Clínic de Barcelona tras 12 años de
QUICO ALSEDO hormonación y pasó a ser, con todas las consecuencias,
Castellar del Vallés
(Barcelona) Sandra Mercado Rodríguez. Tenía 29 y ahí empezó "un año
FOTOS: DAVID muy feliz, porque te entra una euforia increíble", recuerda.
RAMÍREZ
"Crees que has arreglado tus problemas. Que vas a ser feliz al
Actualizado Miércoles, fin".
2 noviembre 2022 -
22:39
Hoy, seis después, se encuentra "peor que nunca": "Voy de
terapia en terapia. Tengo pensamientos suicidas. Sé que me
engañaron: en realidad, no te pueden cambiar de sexo, porque
todas tus células tienen cromosomas masculinos. Es mentira
Ver 6 comentarios
que te cambien de sexo. Y te destrozan la salud, te
convierten en paciente de por vida, en esclava de una cosa
Ley Trans Cuando Noa falsa, que es el género. Nuestro sexo es el que es, es biología.
pasó a ser Noah:
"Tienes dudas, pero tu El género es una construcción, cambia. El sexo no».
hijo te las quita. Nos
dijo: '¿por qué no me Comienza a contar con los dedos de una mano: «Tengo el
hicisteis chico?'" suelo pélvico destrozado, el estómago también, tuvieron que
cambiar la uretra de sitio, lo hicieron sin mi consentimiento...
Todo para ponerme una vagina que es pura estética, que es
falsa, con la que no puedes gestar, que es lo propio de una
mujer. Una vagina que sólo se quiere cerrar, como las de todas
las mujeres trans. Que te la construyen dándole la vuelta a tu
pene, metiéndolo para adentro... ¡Al menos yo tengo
orgasmos, que muchas otras que han quedado fatal ni eso!».

«En realidad», sigue, «yo soy un hombre, un hombre


femenino, y así tendría que haber seguido. Pero todo lo que
psicólogos y psiquiatras me dijeron es que había nacido en el
cuerpo equivocado, que mi solución era operarme, y yo les
creí. Su único argumento fue que jugaba con muñecas, que me
gustaba el rosa y que era pasiva en la cama. Es decir: el
sexismo de toda la vida. Nadie me animó a seguir con mi
biología masculina y con mi género femenino, a aceptarme.
Me timaron».

PREGUNTA. ¿Se plantea denunciar al Clínic?

RESPUESTA. De eso no puedo hablar

[El Clínic, a preguntas de este diario, tampoco facilita


información alguna respecto de este caso amparándose en la
protección de datos].

Dice Sandrita, que se ha quedado con ese nombre aunque a


ratos se refiera a sí mismo en masculino: «Nadie trató los
motivos reales de mi depresión y mi ansiedad: los insultos de
mi padre, que me llamaba 'mariconazo', era alcohólico y nos
maltrataba a mi madre y a mí. Lo difícil que era crecer así en
este pueblo, donde todos me vejaban, y se reían de mí».

Este pueblo, a tres cuartos de hora de Barcelona, es Castellar


del Vallés (24.000 habitantes). «Es un sitio duro para crecer
siendo maricón", dice. "Y más en los primeros noventa, que
había mucho 'skinhead', mucho franquista. Como mi padre».

PARA SABER MÁS

Los psiquiatras estallan contra la Ley


Trans. "Puede traer mucho dolor y
arrepentimiento a muchas personas"
QUICO ALSEDO

Cuando Noa pasó a ser Noah. "Tienes


dudas, pero tu hijo te las quita. Nos
dijo: '¿por qué no me hicisteis chico?'"
QUICO ALSEDO Madrid

Sandrita sonríe e ilumina un tanto el humilde salón de la casa


de su madre, donde vive. Pero sus ojos están vidriosos: «Y eso
es lo que quiero que contéis, lo que no cuentan: que el cambio
de sexo de verdad es imposible, que muchos de esos niños
nunca van a ser felices, que van a experimentar con ellos,
porque estos tratamientos son experimentales. Que la cirugía
tiene que ser la última opción, no la primera, como dice la
nueva Ley, que es una locura sexista y confunde género con
sexo».

Sandrita es un caso extremo de lo que los críticos con la Ley


Trans (entre ellos el Colegio de Médicos de Madrid y las
sociedades españoles de Psiquiatría y Endocrinología) teman
que puede pasar si se aprueba tal y como la han impulsado
Podemos y el PSOE. Es decir, que muchos adolescentes, quizá
con algún problema de salud mental propio de esa edad, sean
blindados en su pretensión de cambiar de sexo, que ni siquiera
se permita a los profesionales de la salud mental tratarles con
la excusa de evitar terapias de conversión (esto es, que no se
considere la transexualidad una enfermedad) y que, como
consecuencia, se dispare el número de arrepentimientos en el
futuro.

Ella va mucho más allá: «Lo que propone la Ley Trans sí son
terapias de conversión: intentar curar la homosexualidad
obligando a la gente a encasillarse en géneros, mentirnos
sobre quién podemos ser, jodernos la vida a los homosexuales,
impedir que nos aceptemos».

Sandra, cuando era Joan,


en una foto del álbum
familiar.
PREGUNTA. Pero empecemos por el principio, por favor.

RESPUESTA. Vale. Yo salgo del armario con 15 años, le digo a


mi madre que soy homosexual. A ella le da miedo sobre todo
por mi padre. Mi padre siempre se empeñaba en que yo
eligiera azul, me llevaba al parque con una pelota, me ponía la
camiseta del Real Madrid. Pero yo sólo quería 'barbies'. Mi
madre me las escondía debajo de la cama.

P. ¿A qué se dedicaba su padre?

R. Era paleta. Luego mi madre le dejó. Tenía problemas con el


alcohol y la ludopatía. No sé de él desde hace muchos años,
imagino que estará fatal. Maltrataba a mi madre y también a
mí, me llamaba de todo. Él ya veía que algo no iba bien
conmigo. Luego, los fachas de este pueblo, pues claro, al ver a
un niño tan femenino, con voz dulce, una maricona... me
decían que me iban a matar. Todo me llevaba a la disforia, a
pensar que mi cuerpo estaba equivocado. Te vas odiando, en el
fondo es odio a uno mismo.

P. ¿Cuándo se comienza a tratar?

R. Con 17 empecé con psicólogos y psiquiatras. Y ninguno


miró mis traumas, mis maltratos. A la vez, empecé a conocer la
noche, a salir, y mi padre veía por dónde. Iba al Gayxample, en
Barcelona. Ahí conocí a muchos trans y decidí que yo era eso.
En realidad tienes una homofobia interiorizada, muy dentro,
has interiorizado lo que te rodea, no aceptas que eres un
hombre gay.

P. ¿Dónde comienza a tratarse?

R. En Sabadell, y luego me pasan al Clínic. Cuando mi padre


desaparece empiezo a transicionar. Me empiezan a hormonar
con 18. Bueno, ya me hormonaba antes, porque en aquella
época era fácil conseguir cosas en las farmacias. Nos
contábamos entre nosotras si funcionaba esto o lo otro: 'Mira
qué caderas me está dejando esto que me pincho, cari'.

P. ¿Y cuál es su estado mental en esa época?

R. Voy a un montón de psicólogos y psiquiatras, y todos dicen


lo mismo en sus informes, que los tengo todos: «Viene con
ansiedad, depresión y pánico». Pero todos dicen que es que
estoy en el cuerpo equivocado. Ninguno se preocupa por qué
me pasa realmente.

P. En esos años usted está convencida también, ¿no?

R. Totalmente. Son años durísimos, encadeno mil trabajos y no


retengo ninguno. Date cuenta de que yo iba a todas partes con
mi DNI de Joan, pero con esta pinta de tía. Trabajo vendiendo
seguros, en mil tiendas, en una fábrica textil... Luego también
me prostituyo unos meses, la verdad.

P. Lamentablemente un clásico de la transexualidad hasta hoy.

R. Sí, fue horrible. Puse un anuncio en Internet, iba por la zona


del Camp Nou. Tenía dos clientes, dos chavales majos, pero
era... Uf, después de hacer el... Bueno, el trabajo... Te quedas
muy mal, es tremendo. Y luego, en fin, las drogas.

Sandrita admite que


estuvo «muy enganchada»
“Nadie trató los
a la coca, el éxtasis, los
porros. «Quería curar mi
motivos reales de
dolor como fuera». De esa mi depresión y
época guarda un par de mi ansiedad”
fotos de ella con Alaska,
colgadas en su habitación.
Aceleró su transición
quirúrgica, a la que
apuntaba desde que llegó a la Unidad de Género del Clínic,
cuando se inauguró, en 2007. «Nunca jamás valoraron otras
cosas que mi disforia, como ahora se quiere hacer: blindar a
los adolescentes que dicen que son trans e impedir que traten
sus trastornos los psicólogos y psiquiatras».

PREGUNTA. ¿Por qué nunca se valoró eso?

RESPUESTA. Porque yo era la candidata ideal. Sólo tenían en


cuenta el género, el aspecto, como quieren hacer aún más
ahora. ¡Y yo no podía ser más femenina en género! Sólo me
afirmaron. En diciembre de 2016 el psiquiatra me hizo el test
para ver si era apta para la cirugía. Un test completamente
sexista, pero de eso te das cuenta luego. Y en junio me operé.
La cirugía es brutal, de las más duras que existen. Una
castración de cuatro horas, pero eso tampoco te lo cuentan
bien. Pasas meses para recuperarte. Te meten el pene para
adentro. De su tamaño dependerá la profundidad de tu vagina.
Con el capuchón te hacen el clítoris. Es la leche.

P. Pero dice que ese primer año fue feliz.

R. Sí, seguía en mi delirio, no sabía qué había hecho. Al año me


entra una infección enorme en la uretra. Me operan, me la
cambian de sitio sin mi consentimiento, te admiten que es
todo experimental. La vagina se empieza a cerrar. Aún hoy
tengo que meterme hasta el fondo un dilatador para evitarlo,
constantemente. Tu salud empieza a empeorar. La dismorfia,
el verte mal, va a más. Te habían dicho que te iban a convertir
en mujer, y te das cuenta de que era mentira. Te salen morados
por todo el cuerpo, los 20 años de hormonas te destrozan la
circulación, pero ya no puedes dejarlas, porque quizás sería
peor. Tengo una inflamación crónica en el estómago.
¿Queremos esto para estos niños? Esa es mi pregunta.

P. Pero, insisto, hay muchas personas que sí aseguran estar


satisfechas tras operarse...

R. Y muchas otras no, pero les da miedo contarlo. Tengo


amigas que se han tenido que operar siete veces, que se les
cierra y no les cabe ni un dedo. Yo empecé a perder el pelo en
la cabeza, y me salía en sitios en que no tenía que salir. Y
empecé a pensar. «Y si me quedo calva, ¿sigo siendo mujer?».
Y llegué a la pregunta: ¿qué es ser mujer?

P. No sé qué decirle: según esta Ley, parece que una decisión


personal.

R. Ahí, con 32 años, me di cuenta de que no me habían


convertido en mujer, sino en un hombre operado. Los cerebros
del hombre y la mujer son casi idénticos, no hay tanta
diferencia, el activismo trans es neurosexista también. Estuve
fatal un par de años, me dediqué a recuperar todos mis
informes médicos. ¿Sabes lo que llegó a escribir el psiquiatra
que autorizó la cirugía? Que yo era una mente de mujer en un
cuerpo que no me pertenecía. ¿Cómo no me va a pertenecer mi
cuerpo, que es todo lo que tengo? Me di cuenta de que había
sido un conejillo de Indias. Me habían timado.

P. Y usted lo había permitido...

R. Yo me confundí, pero también me confundieron: yo jugaba


con muñecas y por eso tenía que ser chica, la femineidad que
ellos dicen. ¿Por qué? ¿Es que no puede un hombre llorar, ser
sensible, ponerse un vestido? Y luego, claro, para ellos la
prueba definitiva era que soy homosexual. En realidad, mi
problema era ese: yo era un gay rodeado de una
heterosexualidad obligatoria. Lo mío era un delito. Ni siquiera
había salido del armario y ya recibía insultos, bullying... ¡Eso
fue lo que me machacó, y no mi sexualidad!

P. ¿Por qué dice que esta ley promueve el sexismo?

R. Porque es lo de toda la vida: que si te gustan las muñecas


eres niña, y tienes que amputarte. Fui muy estúpido,
interioricé todos sus tópicos.

P. Ya no sé si hablarle en masculino o en femenino.

R. Ni yo. Me dan igual los pronombres, la verdad. Yo sé que soy


hombre, aunque parezca una mujer, que es el aspecto que
quiero tener. Y ahora, ¿qué hago con mi cuerpo? ¿Cómo
reconstruyo todo esto? En Estados Unidos hay un foro [se
refiere a Reddit] con 42.000 personas como yo, que dicen que
se equivocaron, que vivieron una mentira.

P. Pero, ¿por qué es una mentira? Aunque no haya estadísticas


específicas, los psiquiatras dicen que a la mayoría de las
personas les funciona...

R. Es que el sexo no son sólo los genitales. Y además, tu vagina


es puramente estética, no puedes gestar. Mi pecho es de las
hormonas, pero si las dejo de tomar puedo tener una
osteoporosis brutal. Y si las sigo tomando, un ictus, o
trombosis. ¿Es eso vida? Para nada te garantizan que vas a
estar contenta contigo misma. A mí me prometieron que la
disforia desaparecería operándome, y es al revés, cada vez
estoy peor. Le pasa a muchas mujeres trans que conozco y que
se han operado: sólo quieren operarse más. Ya no puedes
parar. Yo tengo impulsos de autolesionarme. Los traumas se
resuelven, no se cambian por estereotipos sexistas.

P. O sea, pese a la vaginoplastia, y a parecer mujer, usted no se


siente mujer.

R. Pero a ver, otra vez: qué es sentirse mujer. Se lo pregunto a


las transactivistas que me amenazan y acosan, y sólo me
responden con estereotipos rancios y sexistas. Para ellas, ser
mujer es maquillarte. Para mí es nacer con el sexo femenino,
cosa que yo no hice. Soy hombre y puedo maquillarme. ¿Y? A
quién le importa.

Sandrita es uno de esos casos que la Sociedad Española de


Psiquiatría cree inciertos, y de los que hay ahora, según sus
rectores, una «avalancha»: ella no rechazaba sus genitales con
cinco o seis años, simplemente «era femenino». Fue en la
adolescencia cuando se convenció de que debía transicionar,
de que vivía en el cuerpo equivocado. «No te imaginas la
cantidad de casos que hay ahora, en redes sociales, es
increíble. Y la Ley Trans les dice que corran a operarse. ¿Le
dices a una anoréxica que deje de comer, la animas a ello?
Pues eso mismo hace esta ley, pero la disforia no para».

PREGUNTA. Sin embargo, ¿qué hacer con esos niños de cinco


años que ya dicen que les dan asco sus genitales?

RESPUESTA. Necesitamos más ciencia, no hay suficiente. No


está claro qué pasa con ellos luego. ¿Y si les destrozan el
cuerpo para nada, como a mí? ¿Cómo pueden dejar que un
menor decida eso? ¿Sabes la frustración de haberte
equivocado en esto después de un sacrificio semejante?

P. ¿Ha tenido vida de pareja en este tiempo?

R. Uh, eso genial. Tengo a mi novio desde hace 10 años, muy


buena persona, no el típico garrulo hetero que le dan morbo
los trans, que también he conocido. A Joan lo encontré en una
red social y desde entonces estamos juntos. Y ha sido muy
difícil para él, imagínate: me conoció con pene, luego me
desvirgó cuando me puse vagina, y ahora vuelvo a decir que
soy hombre, él tiene que aceptar que está con un hombre.
Muchos sacrificios, pero con mi madre somos un equipo.

P. ¿Y su madre?

R. Sí, buff... También, primero tuvo que aceptar que se le había


'muerto' su hijo, porque eso es lo que te dicen los psicólogos,
que mueres como hombre y nace una mujer. ¡Imagínate que
locura! ¡Si tú eres lo que dice la biología! Quiénes nos creemos
que somos. Ella me ha acompañado y siempre va a estar ahí.

P. Este tema parece completamente polarizado desde lo


ideológico. Ahí, ¿dónde se ubica?

R. Yo siempre he sido de izquierdas, claro, además aquí en el


pueblo siempre ha habido mucha ultraderecha, mucho
franquismo. Y ahora veo que este Santi Abascal dice lo mismo
que yo, y digo: «Madre mía, si luego este tío quiere curar a los
homosexuales». No, la homosexualidad sí está en el reino
animal, ¿eh? Lo que no está son los géneros, lo fluido, lo no
binario... Pero es que esta izquierda, en esto, se equivoca
totalmente. Totalmente.

No crean que Sandrita,


que se expresa con mucha
“Me dijeron que
propiedad aunque dejó los
estudios en Tercero de la
iba a
ESO -«mi madre me sacó convertirme en
del cole porque hasta los mujer, pero me
profesores se burlaban de timaron. Sólo soy
mí por ser gay»-, cuenta un hombre
todo esto con tono operado”
victimista. Para nada.
Habla con la energía que
recibe, explica, en las
redes sociales, donde
«mucha gente me dice que le he mostrado que puede vivir su
homosexualidad con calma, intentando aceptarse».

PREGUNTA. ¿Y ahora, qué?

RESPUESTA. Buff... Es trabajar mucho la cabeza. Ahora me he


aceptado como macho, mi biología. Soy un macho al que le
gusta vestirse de mujer. Como, yo qué sé, tantos cantantes en
los 80, que jugaban a la ambigüedad. Y ahora empujamos a los
niños a hormonarse. Parece que vamos hacia atrás.

P. ¿Qué le dicen por la calle, Sandrita?

R. Me dicen 'guapa'. Y yo digo: «No, guapo, que soy un tío». Ahí


es cuando rompes los estereotipos de verdad, y te cargas el
género, que es la verdadera cárcel. Y entonces la terapia de
conversión se la haces tú a ellos.

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Comentarios
02/11/2022 23:32 horas
#1
Gracias Sandrita por tu historia. Buena suerte!

Ver 6 comentarios

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