Dignidad Del Anciano y Su Mision en La Iglesia y El Mundo
Dignidad Del Anciano y Su Mision en La Iglesia y El Mundo
Dignidad Del Anciano y Su Mision en La Iglesia y El Mundo
Documentos
La dignidad del anciano
Y su misión
En la Iglesia y en el mundo
INDICE
Introducción
Sentido y valor de la vejez
El anciano en la Biblia
Problemas de los ancianos: problemas de todos
La Iglesia y los ancianos
Orientaciones para una pastoral de los ancianos
Conclusión
INTRODUCCIÓN
I
SENTIDO Y VALOR DE LA VEJEZ
Está muy difundida, hoy en efecto, la imagen de la tercera edad como fase
descendiente en la que se da por descontada la insuficiencia humana y
social. Se trata, sin embargo de un estereotipo que no corresponde a una
condición que en realidad esta muchos más diversificada, pues los ancianos
no son un grupo homogéneo y la viven de modos muy diferentes. Existe
una categoría de personas capaces de captar el significado de la vejez en el
transcurso de la existencia humana, que la viven no sólo con serenidad y
dignidad, sino como un período de la vida que presentan nuevas
oportunidades de desarrollo y empeño. Y existe otra categoría – muy
numerosas en nuestros días - para la cual la vejez es un trauma. Personas
que, ante el pasar de los años, asumen actitudes que van desde la
resignación pasiva hasta la rebelión y el rechazo desesperados. Personas
que, al encerrarse en si mismas y colocarse al margen de la vida, dan
principio al proceso de la propia degradación física y mental.
Es posible, pues, afirmar que las facetas de la tercera y de la cuarta edad
son tantas cuanto son los ancianos, y que cada persona prepara la propia
manera de vivir la vejez durante toda la vida. En este sentido, la vejez crece
con nosotros. Y la calidad de nuestra vejez dependerá sobre todo de nuestra
capacidad de apreciar su sentido y valor, tanto en el ámbito meramente
humano como en el de la fe. Es necesario, por tanto, situar la vejez en el
marco de un designio preciso de Dios que es amor, viviéndola como una
etapa del camino por el cual Cristo nos lleva a la casa del Padre (cf. Jn
14,2). Sólo a la luz de la fe, firmes en la esperanza que no engaña (cf. Rom
5,5), seremos capaces de vivirla como don y como tarea, de manera
verdaderamente cristiana. Ese es el secreto de la juventud espiritual, que
se puede cultivar a pesar de los años. Linda, es una mujer que vivió 106
años, dejó un lindo testimonio en este sentido. Con ocasión de su 101°
cumpleaños, confiaba a una amiga: “ Ya tengo 101 años, pero ¿ sabes que
soy fuerte? Físicamente estoy algo impedida, pero espiritualmente hago
todo, no dejo que las cosas físicas me abrumen, no les hago caso. No es que
viva la vejez por que no le hago caso: ella sigue por su camino, y yo la
dejo. El único modo de vivirla bien es vivirla en Dios”.
Rectificar la actual imagen negativa d3e la vejez, es, pues, una tarea
cultural y educativa que debe comprometer todas las generaciones. Existe
la responsabilidad con los ancianos de hoy, de ayudarles a captar el sentido
de la edad, a apreciar sus propios recursos y así superar la tentación del
rechazo, del auto – aislamiento, de la resignación a un sentimiento de
inutilidad , de la desesperación. Por otra parte, existe la responsabilidad con
las generaciones futuras, que consiste en preparar un contexto humano,
social y espiritual en el que toda persona pueda vivir con dignidad y
plenitud esa etapa de la vida.
II
EL ANCIANO EN LA BIBLIA
III
PROBLEMAS DE LOS ANCIANOS:
PROBLEMAS DE TODOS
Marginación
Entre los problemas que experimentan los ancianos, a menudo, hoy, uno –
quizás más que otros- atenta contra la dignidad de la persona: la
marginación. El desarrollo de este fenómeno, relativamente reciente, ha
hallado terreno fértil en una sociedad que, concentrado todo en la eficiencia
y en la imagen satinada de un hombre eternamente joven, excluyente de los
propios “ circuitos de relaciones” a quienes ya no tienen esos requisitos.
Responsabilidades institucionales eludidas, con las consiguientes
deficiencias sociales; la pobreza, o una drástica reducción de los ingresos y
de los cursos económicos que puedan garantizar una vida decorosa y la
posibilidad de gozar de atenciones adecuadas, y el alejamiento más o
menos progresivos del anciano del propio ambiente social y de la familia,
son los factores que colocan a muchos ancianos al margen de la comunidad
humana y de la vida cívica.
Asistencia
Aún hoy día para entender y asistir a los enfermos ancianos no
autosuficientes, sin familia o con pocos medios económicos, se recurre-
siempre con mayor frecuencia- a la asistencia institucionalizada. Pero el
hecho de recluirlos en un instituto puede trasformarse en una especie de
segregación de la persona respecto al contexto civil.
Algunas opciones socio- asistenciales y las instituciones que de ellas han
surgido, comprensibles en un pasado que tenía un contexto social y cultural
distinto, están superadas actualmente y son categorías a las nuevas formas
de sensibilidad humana. Una sociedad consciente de sus propios deberes
hacia las generaciones más ancianas que han contribuido a edificar su
presente, debe ser capaz de crear instituciones y servicios apropiados. En la
medida de lo posible, los ancianos deberán poder permanecer en el propio
ambiente, gracias al apoyo que se les prestará mediante, por ejemplo, la
asistencia a domicilio, el day-hospital, centros diurnos, etc.
En este panorama, no sobra una referencia a las residencias para ancianos.
Por el hecho mismo de que ofrecen alojamiento a personas que han tenido
que dejar su propio hogar, habrá que insistir en que en ellas se ha de
respetar la autonomía y la personalidad de cada individuo, garantizándole
la posibilidad de desarrollar actividades vinculadas a sus propios intereses;
y se han de prestar todas las atenciones que requiere la edad que avanza,
dando a la acogida una dimensión lo más familiar posible.
Formación y ocupación
La mentalidad actual tiende a relacionar íntimamente la información con la
actividad de trabajo. He aquí el motivo de la carencia de programas de
formación para la tercera edad. En una época en la que el training y la
actualización constantes son una condición indispensable para seguir el
paso de la rápida evolución de las tecnologías y sacar los beneficios
correspondientes e incluso de orden material, los ancianos- cuyo saber ya
no se puede colocar en el mercado del trabajo- se ven excluidos de las
políticas de educación permanente. Esto desatiende sus crecientes
solicitudes y expectativas al respecto.
Participación
Está comprobado que los ancianos, cuando se les presenta la oportunidad,
participan activamente en la vida social, tanto a nivel civil como cultural y
asociativo. Lo confirma el hecho de que tantos puestos de responsabilidad
estén ocupados por jubilados – por ejemplo, en el campo del voluntariado –
así como su peso político no indiferente. Es preciso rectificar las imágenes
erróneas que se dan del anciano, así como los prejuicios y desviaciones
comportamentales que, en nuestros días, han menoscabado su figura.
IV
LA IGLESIA Y LOS ANCIANOS
“La vida de los ancianos [...] ayuda a captar mejor la escala de los valores
humanos, enseña la continuidad de las generaciones y demuestra
maravillosamente la interdependencia del pueblo de Dios”. (8) La iglesia
es, de hecho, el lugar donde las distintas generaciones están llamadas a
compartir el proyecto de amor de Dios en una relación de intercambio
mutuo de los dones que cada cual posee por la gracia del Espíritu Santo. Un
intercambio en el que los ancianos trasmiten valores religiosos y morales
que representan un rico patrimonio espiritual para la vida de las
comunidades cristianas, delas familias y del mundo.
Los ancianos con sus exigencias espirituales, tendrán que ser tenidos en
cuenta también por los distintos sectores de la pastoral especializada: desde
la pastoral familiar- que no puede descuidar su relación con la familia no
sólo en el ámbito de los servicios sino en la vida religiosa- hasta la pastoral
social sin olvidar la pastoral de los agentes sanitarios.
Al compartir “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los
hombres de nuestro tiempo”. (10) La Iglesia- además de entregarse a ellos
con materna solicitud, mediante obras de asistencia y de caridad- pide a los
ancianos que continúen su misión evangelizadora, no sólo posible y justa
también en la vejez, sino transformada por la misma edad en algo
específico y original.
CONCLUSIÓN
“La mies es mucha” (Mt 9,37). Estas palabras del Señor se aplican muy
bien al campo de la pastoral de tercera y de la cuarta edad, un campo
que, por su misma amplitud, requiere la obra y el esfuerzo generoso y
apasionado de muchos apóstoles, de muchos agentes de pastoral, de
testigos que sepan convencer acerca de la plenitud que puede
caracterizar esta etapa de la vida siempre que esté fundada en la “roca”
que es Cristo (cf. Mt 7, 24-27).