Habilidades Parentales en Adolescentes Presentacion

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Habilidades o competencias parentales:

Las habilidades parentales o competencias parentales son conocidas como los conocimientos y


capacidades con las que cuentan padres, madres y cuidadores para poder guiar
su comportamiento parental de manera práctica, en las distintas situaciones que se dan en la vida
familiar, la crianza y en los diversos ámbitos del desarrollo del niño o niña. Permitiendo potenciar
su bienestar y garantizar sus derechosLos principales beneficios de conocer y fortalecer las
competencias parentales hacia las relaciones basadas en el buen trato con sus hijos adolescentes
donde se verán reflejados en las diversas dimensiones de su desarrollo, por ejemplo: mejorar su
autoestima, habilidades sociales, capacidad de resolver problemas, habilidades cognitivas, mejor
rendimiento académico, regular sus emociones y enfrentar de mejor manera situaciones que le
generen estrés o ansiedad, entre otros.

La importancia de que generan estas competencias parentales son:

Brindar el apoyo y la comprensión a las personas que más queremos en la vida, es lo más hermoso
que podemos hacer para ellos. Nada hay en el mundo que no satisfaga más al mundo juvenil que
el apoyo y la compresión de los padres ante una metida de pata, una locura, un momento
importante, una decepción amorosa o un logro que no sólo es alegría para el que logra algo, sino
para los padres y por ende para toda la familia. Lo difícil es saber, como padres, cuándo es el
momento de dar apoyo y comprensión sin antes haber entablado una relación íntima de amigos
con nuestros hijos e hijas.

La mayoría de las madres y los padres pueden asumir el cuidado, educación y protección de sus
hijos/as, sin embargo, hay otros que no poseen, ni han desarrollado las competencias para una
práctica parental acorde a las necesidades de niños y niñas.

Las causas de estas incompetencias pueden tener su origen en historias familiares, personales y
sociales y que en la mayoría de los casos se relacionan con historias anteriores de maltrato,
abandono, exclusión social, protección inadecuada o inexistente, pérdidas o rupturas en la infancia
de estos padres y madres u otros adultos con dificultades para el ejercicio de la parentalidad.

Las competencias parentales están determinadas por un origen biológico, pero son moldeables
por experiencias vitales e influenciadas por la cultura y los contextos sociales.

Ser padre o madre hoy en día es un reto enorme, especialmente por el trabajo, La presión social,
La priorización económica para poder sustentar a la familia e hijos y la sociedad de consumo cada
vez nos invitan a romper más y más las relaciones afectivas con la propia familia porque solo
interesamos nosotros, individualmente, como sujetos. Estar pendiente de cada detalle de la vida
de nuestros hijos e hijas es extremadamente difícil, porque muy pocas de las veces, no pasamos
tiempo con ellos o ellas, y si lo hacemos rara vez, sólo es una vez a la semana o al mes y creemos
que con eso está subsanado el abandono durante la semana.

Tener hijos implica monitorear sus pasos, no como detectives, pero si como amigos, amigas,
hermanos y hermanas. No podemos pisar sus talones o seguirles a todas partes, no, eso sería
torturador para nosotros como padres o madres y peor para los chicos y chicas, sería fatal que el
padre o madre lo estén siguiendo a todas partes, ya no tendría vida privada y autonomía que tanto
busca, sería, en resumen, negarles lo que le corresponde por derecho una vida privada y un
derecho a relacionarse y socializar con quien quisiere y compartiere sus sueños y estados de vida.
Los jóvenes no aceptan que el padre sea un policía o inspector de conducta. No lo soportan. Si el
padre o la madre se comportan de esta manera el hijo o la hija se hará un o una rebelde y todo lo
que el padre o la madre diga carecerá de sentido, porque el hijo o la hija, siempre con sus actos y
actitudes lo desautorizarán. Desde este presupuesto nos queda decir que la autoridad se gana no
con la promulgación de normas o reglamentos, sino con ejemplos en la propia vivencia y
convivencia con nuestros hijos e hijas.

No podremos comprender a nuestros hijos si no conocemos ¿cómo son el liceo y en la casa, o qué
amigos tienen, ¿qué es lo que más les gusta o disgusta? Y lo primordial dentro de todas las cosas
es saber ¿cómo nos ven como padres y madres? Es difícil, si no hemos creado espacios de
confianza, de comunicación y diálogo en el seno de la familia. Crear lazos es primordial para
comprender a nuestros hijos, comprender sus etapas de desarrollo, sus actitudes, sus actos, sus
formas de celebrar, de festejar, de sufrir y de llorar. Si no existe estos lazos comprenderlos será
imposible, porque primará, nuestras reglas, normas y nuestros parámetros de vida y no los de
ellos o ellas que desean ser escuchados, apoyados y comprendidos ya que la sociedad misma,
cuando son jóvenes, los denomina como los incomprendidos, porque nadie los entiende.

Al comprender al joven, lo estamos apoyando, y de hecho respaldando y en parte


responsabilizándonos de todos los actos y acciones que pueda realizar de orden moralmente
bueno o malo. Dependerá los padres en gran medida la creación de espacios para que los hijos
confíen y se abran a ellos sin miedos, ni temores para que todos los riesgos que nuestro mundo de
hoy nos presenta no les convierta en una presa más del alcohol, las drogas, la prostitución, el
pandillaje, el suicidio y la depresión.

De acuerdo al modelo de Barudy y Dantagnan (2005) las competencias parentales son:

EMPATIA: Es la capacidad de los adultos responsables de percibir y comprender las necesidades de


los niños y las niñas, a través de sus expresiones emocionales y gestuales para responder de
manera oportuna a sus requerimientos.

REDES: Es la oportunidad que tienen los padres y madres para pedir, recibir y ofrecer ayuda a sus
redes familiares y sociales, lo que incluye a instituciones formales de la comunidad y a
profesionales de la salud y de la educación.

MODELOS DE CRIANZA: Es poder reconocer las necesidades de cuidado y protección de los hijos e
hijas y responder a ellas de manera práctica a través de pautas de crianza, favoreciendo su
desarrollo.

APEGO: Son los recursos emocionales y cognitivos que tiene las madres y los padres para
vincularse con sus hijos e hijas.

Tanto el desarrollo del apego como la práctica de las competencias parentales pueden contribuir a
la crianza, protección y adecuado desarrollo de los niños y niñas y evitar situaciones de negligencia
parentales que redundarán en un mal trato y vulneración de derechos.
Los profesionales y técnicos del área de la educación y de la salud, tenemos la obligación, como
adultos significativos de la comunidad de implementar, ejecutar y evaluar estrategias para apoyar
a los padres, madres y otros familiares o adultos significativos para los niños, niñas y adolescentes
y poder influir positivamente en estos adultos que se encuentran en condiciones de incapacidad
de ejercer su parentalidad de manera adecuada.

Adolescentes en el siglo xxl

Es difícil como padres comprender a los actuales adolescentes de hoy en día, pero no imposible, a
lo que me refiero con actuales es como ellos están conectados completamente a la tecnología, los
niños de ahora pasan mucho más tiempo conectado a la como también nosotros mismos, dentro
de estas características vemos que ellos evolucionan como personas en el sentido de que son:

● Más inteligentes y “tienen menos miedo” a la autoridad.


● Conectados hacia afuera y desconectados hacia dentro.
● Tendientes a la gratificación Inmediata.
● Sin matices en la expresión.
● Hipersexualizados.
● Menos tiempo en casa
● Complacientes
● Poca capacidad de observación y reflexión
● No saben poner limites
● Inconscientes

Necesidades de los adolescentes:

 La familia es la principal forma de organización de los seres humanos. Es una agrupación social
basada en lazos de consanguinidad o en el establecimiento de un vínculo reconocido socialmente.
la familia constituye también un sistema de relaciones o de afecto en donde todos los de nuestro
grupo familiar interactuamos. El adolescente se ubica en este sistema de relaciones el cual
determina la conducta de sus miembros que es interdependiente y mutuamente regulada. La
familia se encuentra incluida en su entorno social con el cual está en interacción constante, lo que
transmite a sus miembros los valores y creencias propias de la cultura a los cuales pertenecen. El
adolescente vive la interacción con su entorno social, aquí la familia cumple un rol de modulador,
permitiendo con ello que el impacto de los factores culturales, como por ejemplo la moda o
socioeconómicos, no perturben su desarrollo evolutivo. Esto es un aspecto importante, por
ejemplo, frente a fenómenos como el de la influencia del internet o de los videojuegos en el
adolescente, aquí la familia ejerciendo la función de modulador puede desempeñar un efecto de
protección frente a su uso indiscriminado que evitaría la aparición de conductas adictivas que
algunos ya llaman “ciberadicción”.

Afecto:

El afecto tiene diversas manifestaciones, como realizar un esfuerzo para el mantenimiento de la


familia o conseguir las mejores condiciones de vida para su bienestar.
Actualmente se ha comprobado que las expresiones de afecto, como las palabras cariñosas, las
caricias, los besos, los elogios, los actos amables, el reconocimiento de logros y cualidades, son
acciones necesarias para que niños, niñas y jóvenes crezcan emocionalmente y puedan mantener
relaciones de confianza, seguridad y respeto con los demás. Para todas las personas el afecto es
importante porque favorece la autoestima, es decir, el valor que cada quien se dá y con una
autoestima alta, hay menos riesgos y mayor seguridad.

COMUNICACIÓN: Es decir proporcionar la oportunidad para poder escuchar lo que tiene que decir
el otro (en este caso el adolescente), que pueda expresar emociones y sentimientos. Se debe tener
en cuenta que por todos los cambios que están aconteciendo, esta es una etapa donde se sentirá
en ocasiones vulnerable, con baja autoestima y por lo tanto el rol del adulto es el de acompañar,
mostrarse disponible para cuando lo necesite, explica la experta.

Invertir en el afecto es otro aspecto relevante para crear cercanía con el adolescente y
demostrarle cariño, manifestarle el afecto que se siente por él. Las familias saludables tienen el
hábito de hacerlo desde que sus hijos son pequeños por lo tanto no tendrán dificultad de
mantener ese lazo en la adolescencia. En los casos en los que no aconteció de esta manera, el
intento de establecer una relación adecuada de manera sincera siempre tiene buenos resultados.

SUPERVISION DE LA CONDUCTA:

El conjunto de conductas que comprenden el cuidado de los hijos, sus actividades y la adaptación
de las actividades fuera de casa, y tiene que ver con los esfuerzos de los padres para averiguar qué
están haciendo sus hijos por medio de la solicitud y el control, esto es más fácil cuando los padres
tienen una buena comunicación con sus hijos, ya que no se sentirán presionados cuando les
pregunte a que sitio van.

El ambiente familiar es consecuencia de las aportaciones de todos los miembros de la familia y en


especial de los padres. Los que integran la familia crean el ambiente y pueden modificarlo. De la
misma manera, éste tiene la capacidad de modificar las conductas erróneas de los miembros y de
potenciar al máximo las que se consideran correctas

FOMENTO DE LA AUTONOMIA:

La autonomía es la capacidad para desenvolverse por cuenta propia y en consonancia con nuestro
entorno social y cultural. En el desarrollo de niños y adolescentes esta capacidad es fundamental
porque les da seguridad y confianza en sí mismos. Los hace responsables, les da disciplina y
fomenta el razonamiento lógico que se da durante la realización de tareas. Por el contrario, un
niño sin autonomía es dependiente, requiere ayuda continua y tiene poca iniciativa.

Parentalidad positiva

La parentalidad positiva se refiere al comportamiento de los padres fundamentado en el interés


superior del niño/a y adolescente, que cuida, desarrolla sus capacidades, no es violento y ofrece
reconocimiento y orientación que incluyen el establecimiento de límites que permiten el pleno
desarrollo del niño/a y adolescente. Esto es conocido como Parentalidad Positiva, la que se ve
reflejada en: el buen vínculo, desarrollo socio-emocional, cómo se organiza la vida cotidiana,
formas de comunicación, satisfacción de necesidades básicas, búsqueda de apoyo, entre otras.
Principios que sustentan la parentalidad positiva:

Vínculos afectivos cálidos, protectores y estables para que se sientan aceptados y queridos por
ustedes, esto genera completamente una autoestima mucho más elevada.

Entorno estructurado como guía y supervisión para que aprendan las normas y valores.

Estimulación y apoyo al aprendizaje cotidiano y escolar para el fomento de la motivación y de sus


capacidades.

Valoración de los hijos e hijas, mostrando interés por su mundo, validando sus experiencias,
aplicándose al tema de sus propias preocupaciones, respondiendo a sus necesidades.

Capacitación de los hijos e hijas, potenciando su percepción de que son competentes y capaces de
cambiar las cosas e influir sobre los demás.

Educación sin violencia, excluyendo toda forma de castigo físico o psicológico degradante

ORIENTACIONES PRÁCTICAS PARA PREVENIR Y AFRONTAR LAS CONDUCTAS DE RIESGO DE


NUESTROS HIJOS ADOLESCENTES.

En la época en la que vivimos es muy difícil prevenir y afrontar conductas de riesgo de nuestros
hijos, porque nuestra carga laboral, cada vez es más fuerte y las personas que cuidan a nuestros
tesoros no tienen la capacidad de hacerlo, u en todo caso, las que aparentemente las tendrían que
cuidar y formar abusan de ellas y ellos o las deforman en vez de formarlos. Por eso, quiero darles
unas orientaciones prácticas para hacer frente a esos problemas que se presentan en todos los
estratos sociales y en casi todas las familias de una u otra manera.

La primera regla: tener confianza con ellos o ellas. La más importante de las reglas, es la confianza,
sin ella es imposible lograr que una hija o un hijo nos cuenten los problemas que acaecen en su
corta vida de adolescente o joven.  Si no confían nuestros hijos e hijas, tenemos que ganar su
confianza propiciando, por ejemplo, espacios de confianza, ya puede ser saliendo un fin de
semana con toda la familia y dándonos tiempo para cada uno ellos en las noches, en las mañanas
o cuando nuestro tiempo no esté tan ocupado por la actividad laboral, o invitando a pasear bajo la
luz de la luna o de la ciudad a nuestros hijos e hijas para adentrarnos en sus mundos confiando
cosas nuestras para que ellos nos cuenten las suyas.

La segunda regla: es la de conocer muy bien sus estados de ánimo de nuestros hijos e hijas. No
conocer los estados de ánimo, sería un pecado capital, porque nuestros ojos y sensibilidad paterna
o materna no podrían percibir los momentos de ansiedad, ira o depresión que se genera en los
jóvenes. Conocerlos es indispensable para advertir cualquier problema y hacerle frente. Porque,
por ejemplo, cuando hay abusos sexuales, las mujeres en especial, empiezan a deprimirse, a
sentirse asqueadas, no quieren salir de su habitación, no quieren bañarse, se vuelven amargadas,
y mucho más si empiezan a consumir drogas o alcohol se revelan en contra de los padres o
madres, se escapan de casa, y finalmente se lían con pandillas y olvidan por completo los
principios morales inculcados en casa o en otros lugares. riesgos 
La tercera y última regla: es la de conocer a nuestras familias, amigos y vecinos que rodean a
nuestros hijos. Si no conocemos a las personas que viven en nuestras casas exponemos a nuestros
hijos e hijas a sufrir un secuestro, una extorción, manipulación o violación en el peor de los casos.
Debemos conocer muy bien los antecedentes de las personas con las que convivimos y de las
personas que nos rodean. No podemos permitir confianzas con vecinos, amigos, tíos o primos.
Debemos creer siempre a nuestros hijos y no a los supuestos agentes agresores. Debemos darles
espacios de libertad para que no caigan en las drogas. Debemos conocer sus parejas sexuales si lo
tuvieren. Por sobre todas las cosas debemos crear y afianzar las relaciones maduras y
responsables con los miembros de nuestro grupo humano que nos rodean y rodean a nuestros
hijos e hijas.    

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