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Soler Díaz, J.A. (2020) Ídolos. Una lectura historiográfica para un recurso de
narrativa social prehistórica. P. Bueno Ramírez y Jorge A. Soler Díaz Ídolos.
Una lectura historiográ...

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Jorge Soler Díaz


University of Alicante
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P R I M I T I VA B U E N O R A M Í R E Z y J O R G E A . S O L E R D Í A Z

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ÍDOLOS. MIRADAS MILENARIAS M ARQ, e ne ro – a b r i l 2 0 2 0 / M AR, m ayo – o c t u b re 2 0 2 0

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Traducción José María Galán Boluda
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Yasmina Campello Carrasco
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Francisco Martín Díaz A 27-2020

I.S.B.N
978-84-09-17935-0

ÍNDICE 22 ÍDOLOS, MIRADAS MILENARIAS. INTENCIONES Y PROPUESTAS DE LA EXPOSICIÓN Y SU CATÁLOGO
Primitiva Bueno Ramírez y Jorge A. Soler Díaz

28 CUERPOS E IDENTIDADES DESDE EL PALEOLÍTICO AL NEOLÍTICO EN EUROPA. LAS FIGURITAS IBÉRICAS


Primitiva Bueno Ramírez

40 ÍDOLOS. UNA LECTURA HISTORIOGRÁFICA PARA UN RECURSO DE NARRATIVA SOCIAL-PREHISTÓRICA


Jorge A. Soler Díaz

54 ÍDOLOS DEL NEOLÍTICO FINAL/CALCOLÍTICO EN LAS PAREDES ROCOSAS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA.


UNA MIRADA DESDE EL SURESTE PENINSULAR
Virginia Barciela González

69 UNA VISIÓN GENERAL SOBRE LAS FIGURAS ANTROPOMORFAS EN EL ARTE RUPESTRE ESQUEMÁTICO
DE LAS ISLAS DEL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL
Liliana Spanedda

83 FIGURILLAS NEOLÍTICAS EN EL SUDOESTE DE ASIA Y EUROPA


Svend Hansen

93 LA PLÁSTICA DE PEQUEÑO FORMATO DEL NEOLÍTICO Y EDAD DEL BRONCE EN LOS BALCANES Y CÁRPATOS:
FORMAS, CONTEXTOS E INTERPRETACIONES
Ilia Palaguta

114 DEL BARRO A LA PIEDRA: CONTRASTE ENTRE LAS REPRESENTACIONES ANTROPOMORFAS


EN LA EUROPA CENTRO MERIDIONAL
Daniela Hofmann

130 VASIJAS ANTROPOMORFAS EN EL NEOLÍTICO EUROPEO


Valeska Becker

140 FIGURILLAS DE ARCILLA EN EL NEOLÍTICO Y EDAD DEL COBRE DEL SUR DE IBERIA
Rafael M. Martínez Sánchez, Primitiva Bueno Ramírez y José Antonio Linares Catela

154 LAS IMÁGENES DE PIEDRA DE LEPENSKI VIR


Dušan Boriċ

167 FIGURITAS EN LA EUROPA ATLÁNTICA


Chris Scarre

177 ¿ECOS DEL SUR? FIGURAS EN PIEDRA EN LOS MEGALITOS DEL NOROESTE IBÉRICO
Ramón Fábregas Valcarce, Carlos Rodríguez Rellán y Alexandre Paz Camaño
192 LOS ÍDOLOS PLACA DEL SUROESTE IBÉRICO: HISTORIAS, CONTEXTOS Y PRÁCTICAS
Katina Lillios

203 PLACAS DECORADAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA. IMÁGENES HUMANAS ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE
Primitiva Bueno Ramírez

217 LOS ÍDOLOS ESPÁTULA DEL INTERIOR PENINSULAR


Rodrigo Villalobos García, Germán Delibes de Castro, Pilar Zapatero Magdaleno, Elisa Guerra Doce,
Javier Fernández Eraso, José Antonio Mujika Alustiza y Primitiva Bueno Ramírez

229 LA MATERIALIZACIÓN DE LA IMAGEN HUMANA EN EL IV Y III MILENIO A.C. EN EL SUR DE PORTUGAL:


UNA MIRADA A LOS RECINTOS DE PERDIGÕES
António C. Valera

245 LAS MÚLTIPLES FORMAS DE LO SAGRADO:


LAS IMÁGENES PORTABLES DEL NEOLÍTICO FINAL Y LA EDAD DEL COBRE EN EL SUR DE ESPAÑA
Sonia García Pérez, Víctor Hurtado Pérez, Leonardo García-Sanjuán y Marta Cintas-Peña

265 REPRESENTACIONES SIMBÓLICAS, DESIGUALDADES SOCIALES E IDEOLOGÍA DE LAS SOCIEDADES DEL


NEOLÍTICO RECIENTE Y DEL CALCOLÍTICO DE ANDALUCÍA ORIENTAL
Gabriel Martínez Fernández y Vicenta López Reyes

289 UNOS SON MÁS IGUALES QUE OTROS. LOS ÍDOLOS EN LA COLECCIÓN SIRET
Ruth Maicas Ramos

303 EN LA OTRA ORILLA. ICONOGRAFÍAS MEGALÍTICAS MUEBLES EN EL EXTREMO ORIENTAL PENINSULAR


Jorge A. Soler Díaz

323 FIGURITAS CICLÁDICAS: UNA INTRODUCCIÓN


Panagiota Sotirakopoulou

343 DIOSAS DE LA CERDEÑA NEOLÍTICA (V-IV MILENIO A.C.)


Giacomo Paglietti

353 FIGURITAS PREHISTÓRICAS DE LAS ISLAS MALTESAS


Isabelle Vella Gregory

368 IMÁGENES ANTROPOMORFAS DE LA EDAD DEL BRONCE Y HIERRO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA


Rosa Barroso Bermejo

379 CARTOGRAFIANDO EL ARTE MUEBLE IBÉRICO DE LA PREHISTORIA RECIENTE


Mª Ángeles Lancharro Gutiérrez y Primitiva Bueno Ramírez
JORGE A. SOLER DÍAZ

Para Carmen Cacho Quesada


ÍD O LOS . U NA LE CTU R A H I STOR I OG R Á F I C A
PAR A U N R ECU R SO D E NA R R ATI VA
S OCI AL- P R E H I STÓR I C A

Desde hace unos años se ha puesto en crisis el término “ídolo” para referirse a un conjunto enormemente Los “ídolos” como imágenes de la Diosa
sugestivo de iconografías antropomorfas que caracterizan la segunda mitad del IV y la primera del III milenio Madre y de la deidad megalítica
a.n.e. en la Península Ibérica. En la primera década del s. XXI, autores que abordan su investigación toman con- En la definición del conjunto subyacían interpre-
ciencia del peso ideológico que atiende el término, acudiendo al diccionario -«la imagen de una deidad objeto de taciones que, revisadas ahora pueden resultar
culto» (Hurtado, 2010: 139) -, o haciendo ver el origen de esa acepción en los textos clásicos de la investigación un tanto inocentes, como aquella que asumía
del arte prehistórico postglacial (Breuil, 1935), escritos desde la asunción de una conciencia que interpreta el el éxito de una idea religiosa que, evocando una
pasado, muy influenciada por nuestra cultura religiosa (Bueno, Balbín y Barroso, 2008: 47). Se hacen valer voces deidad femenina, afectaba un territorio inmen-
que al final del siglo XX preferían el uso de términos como «representaciones ideológicas» o «simbólicas» para so, desde Próximo Oriente a las Islas Británicas.
abordar lo que se enunciaba como «productos sociales elaborados por hombres y mujeres sobre sí mismos La revolución de las dataciones de radiocarbo-
y sobre el mundo que les rodea, guardando la intención o no de legitimar el orden social existente» (Escoriza, no en los años setenta del s. XX trastocó esos
1991-92: 139). presupuestos que sustentaban el origen orien-
Términos como “ideomorfo”, común en la nomenclatura propia del arte prehistórico, “ideotécnico”, éste tomado tal de estas representaciones antropomorfas y
de la semántica propia de la arqueología procesual (Lull y Micó, 1998), encabezan ahora trabajos, donde se su expansión con la difusión del megalitismo
dan a conocer nuevas series de estos objetos que, sin duda y de diferente manera, evocan lo antrópico (Soler, y la metalurgia, dando fuerza a hipótesis que
2017; Valera, 2015). No obstante, el carácter más exitoso que guarda el vocablo en nuestra contemporaneidad, hacían de la Península Ibérica solar de su gé-
el peso de la tradición bibliográfica y la definición tipológica que desde hace décadas reúne a un conjunto enor- nesis. No obstante, el cambio interpretativo no
memente atractivo de elementos materiales (Almagro Gorbea, 1973), hace que perviva la voz “ídolo”, si bien fue inmediato, no despejándose del todo la idea
desprovista de esa carga que le aporta su significación etimológica (Hurtado, 2010, 139). de que las iconografías evocaban un principio
femenino, como representación de una deidad
En estas líneas abordaré el proceso de investigación del conjunto de piezas e imágenes señaladas con esa
o como elemento vinculado a su culto.
acepción, partiendo de las premisas que expusieron aquellos prehistoriadores orientalistas que en los inicios
del pasado siglo visualizaron en ellas, deidades u objetos de su culto. Luego daré cuenta de la voz de aquellos En lo que afecta a las realizaciones muebles,
otros que en ese debate hicieron prevalecer el origen occidental de buena parte de estas figuras antropomor- su significación religiosa es patente desde su
fas, discutiendo algunos su vinculación con lo divino, o proponiendo su única asimilación a una deidad propia primera presentación pública, si bien con consi-
de lo megalítico. Señalaré la crisis de ambos discursos cuando, en el final del s. XX, se avance en la definición deraciones y propuestas sumamente originales
tipológica de los objetos, exponiéndose una variedad formal que abrirá dudas a la hora de considerar una sola que luego no encontraron tanto eco, al verse
significación religiosa. El desarrollo de la arqueología social permite actualizar la visión de esos elementos superadas por el desfase cronológico de los
como recurso propio de la narrativa del sistema tribal, durante el Neolítico y el Calcolítico en el mediodía de la paralelos orientales que las sustentaban con
Península Ibérica. respecto a la temporalidad de los períodos de

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la Prehistoria peninsular que acogían los “ído-
los”. En el volumen Religions néolithiques de
l’Iberie, Luis Siret realizó un esfuerzo tan bri-
llante como considerable, al recoger piezas
que consideraba neolíticas localizadas en el
oriente y con menos profusión en el occiden-
te del mediodía peninsular. Elementos que a
su modo de ver sustentaban una religiosidad
prestataria de creencias orientales. Tomaba
las referencias de la publicación de los hallaz-
gos que en Troya y Micenas había descubierto
H. Schliemann, atribuyendo a los fenicios su
difusión y consignando su mayor eclosión en
la tercera etapa o etapa final de la secuencia
neolítica que planteó para el sureste ibérico,
fase que, por la presencia de metal, ya podía
consignarse como eneolítica (Siret, 1995: 45-
46 y 66; Mederos, 1996).
Altamente sugestivas, las referencias que to-
maba de representaciones religiosas orientales
nos parecen ahora inverosímiles (Fig. 1: A - C),
como subyace en la evocación de la Labrys
minoica con el bitriangular que caracteriza las
representaciones marmóreas, luego asimiladas
a la Cultura de Almería (Siret, 1995, Fig. 17); o
la relación que propuso entre decoraciones
concretas de la cerámica simbólica localizada
en Los Millares con las divinidades orientales
aladas, los pulpos micénicos o las palmeras
púnicas (Siret, 1995: 71-74 y 90). Pero fuera
de esas equivalencias, lo más interesante de la
aportación de Siret era el concepto de antropo-
morfización, defendiendo que la morfología del
“ídolo” no se tomaba directamente de la figura
humana, sino que se inspiraba en la naturaleza,
animales, vegetales y también en objetos, para
Figura 1. A-C. Interpretaciones de L. Siret (material sin escalar). A: 1. Pulpo pintado sobre un vaso de la dotarlos de rasgos humanos (Siret, 1995: 73).
necrópolis de Pitané (Eólida), 2 y 3: Pulpos pintados en rojo sobre un vaso de la necrópolis de Los Millares
(Almería) (Siret, 1994 [1907], Lám. III.); B: a. Palmera sobre una moneda púnica, b y c: Motivos simplificados Esa perspectiva permitía introducir dobles lec-
de palmeras en placas de pizarra localizadas en Los Millares (Siret, 1995 [1908], Fig. 27); C. Símbolos de la
deidad fecundadora: a. Pecho de Artemis Pérsica, b-d. Vasos eneolíticos de Almería (Siret, 1913, Fig. 96). D. turas, haciendo ver que los zigzags que repre-
Escena grabada en vasija. Sepultura 15 de Los Millares (Almería). E-G. Representaciones de motivos oculados sentaban el cabello del ídolo cilindro marmóreo
de Turquía y Europa Occidental recopiladas por J. Dechelette (1908, Fig. 237, 229 y 231): E: Fragmentos de
vaso con decoración oculada de Hissarlik; F: Cilindro en calcárea de Folkton Wold, Inglaterra y G: Vaso con
de Museo Arqueológico Nacional de Madrid
ojos procedentes de la Galería Cubierta de Årby, Kalundborg, Dinamarca. evocaban a su vez el agua (Siret, 1995: 74). De
ellas, la más sugestiva era la que establecía a
partir del triángulo púbico de la escultura de Al-
mizaraque (Fig. 6: L), para resolver que cuando
dos triángulos se representaban enfrentados y
unidos por su vértice (bitriangular), el motivo
podía significar la unión entre los dos sexos,

ÍDOLOS MIRADAS MILENARIAS 41


como símbolo de la generación de la vida. La Madre Tierra del Mediterráneo (Piggot y Daniel, 1951: 5 y 13). Son conceptos generalistas que para los “ídolos”
alusión a la fecundidad se reforzaba en el friso de la Península Ibérica refrendó V.G. Childe, destacando las raíces orientales de las representaciones oculadas
decorativo de los vasos de las sepulturas 15 y observadas en el repertorio formal que compiló Siret. Childe las interpretó como una adaptación de las figuras
17 de Los Millares, al representarse el bitriangu- femeninas con ojos de lechuza -Owl-eyed female figurines-, características de la imaginería sumeria y troyana
lar junto al ciervo y las ciervas (Fig. 1: D), porque (Childe, 1947: 267 y 272). También propuso la significación funeraria de esas imágenes en el occidente, res-
éste, ahora tomando una referencia de Plinio, pondiendo su concepto al ciclo que rige la vida: «La antigua diosa de la fertilidad se transformará en una diosa
significaba la fuerza reproductora por la rápida de la muerte. Después de todo, dado que todas las cosas vivientes brotan del vientre de la madre tierra, es a su
renovación de la cornamenta tras el desmogue mismo vientre a donde tienen que retornar al morir» (Childe, 1978: 137).
(Siret, 1995: 78).
La definición más exhaustiva del concepto difundido lo proporcionó O.G.S. Crawford, quien abrazó las ideas
Su buen criterio tipológico, demostrado en la de Childe, en cuanto a la expansión desde oriente de los agricultores en pequeñas bandas por mar y tierra,
pervivencia de la clasificación cerámica que portando con ellos los ritos que ingeniaron para obtener circunstancias favorables del nuevo rol que juega la
elaboró para la Cultura de El Argar, le permitió naturaleza con respecto a la subsistencia de los grupos humanos. La «vieja deidad femenina» de los cazadores
agrupar piezas según su morfología en precio- recolectores, se recicla para, sin dejar de lado a los animales, centrar su interés en las plantas y el tiempo fa-
sas láminas a tinta, construyendo grupos que, vorable para su crecimiento (Crawford, 1991: 22). La representación que se extiende es la del rostro -face- (Fig.
ampliándose y actualizando su denominación, 2: B) en el que destacan los ojos, encontrando un punto primigenio en el Valle de Khabur, en el Este de Siria,
se mantendrían en clasificaciones ulteriores donde M. Mallowan consignó en los años 1937-38 un ámbito en sus excavaciones en Tell Brack al que llamó
(Almagro Gorbea, 1973). La trascendencia de Eyed Temple, en atención a los cientos de figuras que atribuye a la representación de Ishtar, cuya característica
sus trabajos publicados en francés (Siret, 1893, principal son los ojos (Fig. 2: A). Su asimilación a la deidad femenina mesopotámica de la fecundidad se hacía
1906/07, 1908 y 1913) servirá para situar el ver por la representación, en el cuerpo de algunas de otras figuraciones, guardando el mismo canon oculado
Sureste y sus propuestas en el mapa europeo, (Crawford, 1991:25).
quedando recogidas a la vez que criticadas en
Tras exponer los nexos con las islas centrales del Mediterráneo, Italia, Tesalia y Anatolia, nada impedía que la
el Manuel d’Archéologie Prehistorique Celtique
deidad se expandiera desde Tell Brak hasta Almizaraque, Almería, cuyos huesos largos decorados son una clara
et Gallo-Romaine, suscrito por J. Dechelette.
representación de la «Face-goddess», conservando incluso las múltiples cejas de las figuras del templo sirio
Éste, en su valoración sobre «los orígenes del
(Crawford, 1991: 51 y 54). En la identificación de la deidad femenina juega a favor el triángulo que se observa en
ídolo neolítico» desestimó algunas de las evo-
la base del friso decorativo de alguno de los ejemplares oculados sobre hueso largo que, por entonces, acaban
caciones del nexo micénico, vislumbrando, más
de trascender de la Cueva de la Pastora de Alcoy (Fig. 2: C), y en lo que afecta a las placas antropomorfas portu-
que pulpos, rostros desprovistos de boca y de
guesas, los paralelos chipriotas y cretenses que Childe ha identificado, de modo que podían subscribirse cultos
otros detalles de la cabeza, y centrados en la
contemporáneos en diferentes regiones peninsulares a una deidad común (Crawford, 1991: 54). No terminará
representación de los ojos, nariz, cejas y lo que
ahí la difusión del concepto religioso agrícola, extendiéndose para alcanzar desde la Península Ibérica, Breta-
estimaba como tatuaje facial. El prehistoriador
ña, Irlanda y Gran Bretaña (Crawford, 1991: 63, 88), algo que luego sostendrá H.N. Savory (1968), al observar
galo atribuía la expresión del rostro a una dei-
conexiones de la «Eye Goddess» de Los Millares, con los motivos oculados localizados en el Languedoc y las
dad femenina, guardiana de las sepulturas, de
Islas Británicas.
amplio espectro en lo geográfico (Fig. 1: E - G),
al estar presente no solo en vasos de Hissar- Las propuestas de Childe, encuentran su aceptación en la Prehistoria hispana de la mano primero de Isidro
lik o Los Millares, sino también en otros sitios Ballester Tormo y décadas después de Mª José Almagro, apuntando ésta algunas de las directrices que trazara
escandinavos y franceses, constituyendo una Crawford. En la línea interpretativa que, a mediados de la década de los cuarenta, desarrolla el primero es de-
de las representaciones más occidentales, la terminante su localización en el contexto funerario de Pastora, lo que a su modo de ver resuelve la asimilación
observada en el cilindro pétreo localizado en la de los motivos pintados en los huesos largos a una «divinidad funeraria, protectora de las sepulturas», cuya
tumba megalítica de Folkton Wold de Yorkshire iconografía, bien caracterizada por los llamados “ojos de lechuza”, podía ser «una de las múltiples influencias
(Dechelette, 1908: 594-602). orientales llegadas a nuestras costas» (Ballester Tormo, 1945: 137 y 139).

La vinculación de esas piezas localizadas en Las líneas interpretativas expuestas serán las que pervivan en los trabajos donde se asienta la tipología de las
contextos dolménicos con lo micénico abría el piezas reconocidas bajo la voz “ídolo”. El principal es el que realiza MªJ. Almagro, cuando categoriza los “ídolos”
camino para la identificación de la deidad fune- del “Bronce I Hispano”, término cronológico cultural de escaso recorrido que durante unos años se asimiló al
raria megalítica occidental con la Diosa Madre Eneolítico o al Calcolítico. Hay más referencias, pero por la entidad del trabajo que recoge la monografía, de
oriental, un paradigma que se asumirá con na- algún modo podría considerarse el texto culmen del forzado paradigma que sostiene el nexo de lo oriental y lo
turalidad en textos de valoración del arte pre- megalítico, dando por sentado esas nociones que, sólo por repetidas, cobraron fuerza a lo largo del siglo XX.
histórico británico, conectando aquellas repre- Los elementos reconocidos con la voz “ídolos” son claramente religiosos, tratándose de objetos de culto, de la
sentaciones dolménicas inglesas con la Diosa «divinidad megalítica» y del equivalente oriental que es la «Gran Diosa Madre» (Almagro Gorbea, 1973: 15, 324 y

42
335). Esta diosa , «creadora de la vida y de la re-
surrección», tiene sus orígenes en el Paleolítico,
si bien su concepto es propio del Neolítico, esta-
bleciendo su origen en Anatolia, para encontrar
una enorme difusión -«su dispersión geográfica
y su reino es de una gran extensión, pues abar-
ca desde las costas orientales de Siberia hasta
las costas atlánticas de Iberia, Islas Británicas y
Norte de Europa» (Almagro Gorbea, 1973:324) -,
algo que solo encuentra su lógica si al mapa de
las venus paleolíticas, se suman las represen-
taciones del PPNB y las imágenes occidentales
vinculadas al megalitismo.
La evolución que a lo largo del tiempo mostraba
la deidad no atendía tanto al concepto como a
la forma, anotando un proceso de estilización
y de esquematización en los inicios del Calco-
lítico con respecto a las antiguas figuras estea-
topígeas. “Estilizada” la «divinidad» representa
«el gran principio esencial y básico de la vida
y, como tal, también el de la fertilidad y la fe-
cundidad», algo que, en su opinión, le eximía de
identificar el género de las representaciones,
permitiéndose subscribir que la «divinidad» po-
día mostrarse como mujer, hombre o de manera
híbrida, reuniendo los dos sexos (Almagro Gor-
bea, 1973: 324).
Como testimonio de la fuerza de aquel concep-
to queda en el nomenclátor de enclaves de la
arqueología peninsular aquel abrigo descubier-
to en agosto de 1970 en Segura de la Sierra,
denominado como “Cueva de la Diosa Madre”,
a propuesta del Director del Museo Arqueológi-
co de Jaén (González Navarrete, 1967), tras el
reconocimiento en lugares destacados de la pa-
red de cuatro motivos aislados con rasgos asi-
milados al rostro -cejas, ojos, y líneas de tatuaje
facial (Fig. 5: A)- que se sumaban a lo que por
entonces ya constituía un amplio repertorio de
Figura 2. A-C. El tema oculado en el Mediterráneo a partir de O.G.S. Crawford figuraciones en lo mueble y en lo rupestre con-
(material sin escalar). A: “Ídolos” de Tell Brack (Siria) tomados de M. signadas como “ídolos”.
Mallowan; B: Mapa de la difusión de la “Face”; C: Ídolo de la Cueva de la
Pastora, Alcoy (España) según I. Ballester; D: Plaqueta en hueso con relieves.
Cava della Signora, Castelluccio, Sicilia (Italia); E. Vaso con motivo oculado
La reivindicación del componente autóctono
de Drachmani, Grecia (Crawford, 1991 [1957], Figs. 2, 1, 17, 13 y 6).
Aunque la línea interpretativa orientalista ex-
puesta fue la que predominó (Almagro Gorbea,
1973: 323), antes de que en los años setenta
la investigación desvinculara el origen del me-

ÍDOLOS MIRADAS MILENARIAS 43


galitismo del Egeo, hubo algunas voces discre-
pantes, cuyas interpretaciones contribuyeron a
definir mejor las piezas que se contemplan bajo
la voz de “ídolo”. En lo que afecta a la Península
Ibérica, fue mérito de I. Ballester (1945) trazar
el estado de la cuestión con ocasión de presen-
tar los oculados valencianos de la cavidad de
Pastora y del poblado de la Ereta del Pedregal
de Navarrés, recuperando interpretaciones que
quizá a día de hoy estarían olvidadas.
E. Frankowski, expone sus ideas en los prolegó-
menos de un trabajo sobre estelas funerarias,
donde se valora a los ideomorfos prehistóricos
sobre placa característicos del occidente (Fig.
3: A) como imágenes humanas a las que no
conviene llamar «ídolos ni representaciones de
la diosa protectora de los muertos», entre otros
motivos porque no existía una clara intención de
realizar imágenes por sexuadas, explícitamente
femeninas (Frankoswski, 1920: 27). Desde la
etnografía comparada el antropólogo polaco
hacía ver la posibilidad de que esas represen-
taciones fueran realmente dobles del muerto,
negando las equiparaciones con las diosas pro-
tectoras que había hecho valer Dechelette, o las
comparaciones con el Oriente que anticipó Siret
(Frankoswski, 1920:29 y 34).
En las mismas fechas, el prehistoriador Nils
Åberg tampoco suscribía las premisas orienta-
listas, exponiendo en su síntesis, La Civilisation
Énéolithique dans la Péninsule Ibérique que,
en atención a su variedad formal (Fig. 3), los
“ídolos” debían de haberse originado en algún
lugar del mediodía peninsular, próximo a la fron-
tera hispano portuguesa (Åberg, 1920: 44-45).
En cuanto a su significación, aunque no ponía Figura 3. “Ídolos” del Occidente Peninsular. Ejemplos recogidos en la bibliografía de 1886 a 1921 (material sin escalar). A. “Placas
en duda su carácter religioso o cultual y su li- funerarias en los dólmenes ibéricos”, según E. Frankowski (1920: 25 y Fig. 6). “1, Anta da Idanha-a-Nova, 2. Idanha-a-Nova, 3. Carvalhal
gazón con el mundo funerario, abría un abanico (Alcobaça), 4. Avis, (Alentejo), 5. España (colección Rotondo), 6. España (colección Rotondo), 7. España (colección Rotondo), 8. Anta
6 do Herdade dos Cavaleiros (Ponte de Sor), 9. Portimão (Algarve), 10. Ponte de Sor, 11. Anta Grande Comenda da Igreja (Montemor-
de posibilidades interpretativas. Lo evidente es o-Novo), 12. Mértola, 13. Barbacena (Elvás), 14. Algarve, 15. Castelo da Vide (Portalegre), 16. Aljezur, 17. Valle do Touro (Alcobaça),
dotar a una representación de rasgos básicos 18. Alentejo , 19. Barrocal, 20. Aljezur, 21. Aljezur” (Frankowsky, 1920, Fig. 6), Imágenes tomadas del autor de Estacio da Veiga (1887):
15, 16, 20 y 21; L. Siret (1995 [1908]: 17 y 19; L.Siret (1913): 6, 7, y V. Correia (1917): 1-5, 8-14 y 18; B. “Ídolo” falange. San Martinho
humanos estilizados, para hacer humano algún (Apollinairo, 1896, Fig. 6; Siret, 1995 [1908], Lám. IV: 4); C-D. “Ídolos” de Moncaparacho (Åberg, 1921: Fig. 31-32); E. “Ídolo” cilindro del
concepto del ámbito de las creencias: «un dios Museo Arqueológico Nacional (Siret, 1995 [1908], Fig. 5); F. Pieza calcárea de Folha das Barradas (Cartailhac, 1886, Fig. 185); G.Pieza
o una diosa, el alma de los muertos, un espíritu calcárea de San Martinho, Sintra (Apollinairo, 1896, Fig. 8; Siret, 1995 [1908], Lám. X: 1); H. “Idolo” de la Colección Pidal, Badajoz (Siret,
1995 [1908]: Fig. 3).
protector, o cualquier otro ser que estaba rela-
cionado con los vivos en la tierra y los muertos
en las cuevas y las tumbas megalíticas». De
igual modo que Frankowski (1920: 23), Åberg
asumía que las primeras producciones recogían

44
de modo esencial esa significación antrópica, considerando que las realizaciones geométricas más abigarra- los “ídolos” con esa obra culmen en su tipología
das perderían ese sentido primigenio, absorbiendo otros valores, porque a la vez que podían ser la expresión que abraza el origen oriental (Almagro Gorbea,
de un poder particular -«puissanse particulaire»-, en atención a la riqueza expresiva de la decoración de los 1973), perdurando años después esa interpreta-
ídolos cilindro (Fig. 3: E), también podían entenderse como amuletos que procuraban beneficios -«amulettes ción, sin ningún tipo de cambio, en textos escri-
qui portaient bonheur»- pensando en las placas esquisto perforadas, con decoración geométrica abigarrada y tos desde la perspectiva del arte rupestre.
sin rasgos antrópicos evidentes (Åberg, 1920: 45-46). De algún modo el punto de inflexión en la valo-
En el marco europeo y en lengua anglosajona P.J. Ucko (1968: 443) pondrá en duda que las figuras antropo- ración de esta temática ideomorfa se hace ver
morfas pudieran haber servido para un sólo propósito o representar la “Diosa Madre”, significando valores de en los inicios de los años ochenta, en el seno del
fertilidad, procreación o sexualidad. A. Fleming también será crítico con Crawford, A. Fleming al subscribir que I Coloquio Internacional sobre Arte Esquemáti-
las equiparaciones entre Tell Brack (Fig. 2: A) y Folkton Wold (Fig. 1: F) eran más reveladoras «de la fe de los pre- co, celebrado en Salamanca en 1982, encuen-
historiadores que de la de los constructores de megalitos» (Fleming, 1969: 247). Disertando sobre ese mito, se- tro donde subyacía el problema de la relación
ñaló varios inconvenientes al sostenimiento de una deidad femenina megalítica común y equiparable a la Diosa de esa manifestación rupestre con la del Arte
Madre mediterránea: la regionalización del megalitismo, como problema a la hora de estimar ritos y creencias Levantino. Para Antonio Beltrán, la mejor solu-
comunes; la debilidad de los argumentos que sustentaban la vinculación de las construcciones funerarias occi- ción era considerar un origen y desarrollo ple-
dentales con las del Egeo; la dispersión y menor presencia en áreas megalíticas del norte y el noroeste europeo namente distinto para ambas manifestaciones,
de los motivos oculados característicos de las figuras antropomorfas peninsulares; o la no identificación de dando por hecho que el Levantino sería propio
sexo en las cerámicas con decoración simbólica y en las piezas denominadas “ídolos”. Subrayaba que la clara de una mentalidad de «cazadores recolectores
expresión sexual en la representación de la vasija localizada en el sepulcro de falsa cúpula de Monte Outeiro, con conocimiento de la agricultura y el pasto-
Aljustrel (Schubart, 1965; Fig. 5 H), no permitía extrapolar el género femenino para todas las representaciones reo», mientras que el Esquemático se debía a
aludidas en la clasificación de referencia (Almagro Basch, 1966). En un exceso de escepticismo, incluso llegaba «metalúrgicos poseedores de una cultura urba-
a dudar del motivo triangular asociado al pubis (Fig. 4: A y 6: L), proponiendo que también podía representar na» que habría llegado a España procedentes
una tela, un taparrabo, haciendo ver que la distinta función que se adivinaba en algunas piezas, como los ídolos de Oriente Próximo» (Beltrán, 1983: 38-40). En
placa portables por su perforación, o los betilos estáticos por localizados a la entrada de sepulcros, podía ser frente se posicionaba, Francisco Jordá (1983:
indicativa, de significados diferentes (Fleming, 1969: 247-253). 8), tras las lecturas de la «novedosa escuela in-
glesa de prehistoriadores» que hacían ver que
Desfavorecidas por el aislamiento político y por ende científico que, con respecto a Europa, se vivió en Portugal la cultura megalítica no había sido un producto
y España en aquellos años, esas voces en inglés no alcanzaron la investigación peninsular, donde la Academia de una «colonización oriental, sino una creación
hace valer una corriente orientalista que hace del Sureste el centro colonizador de la península, y que concibe del Occidente Peninsular».
la “Cultura de Los Millares” como «originada al servicio de las creencias que los primeros pueblos metalúrgi-
El catedrático de la Universidad de Salamanca
cos traen hasta el Occidente Europeo desde el Mediterráneo Oriental» (Almagro Basch, 1966: 19). Por exiliado
consignaba el “ídolo” –«funerario, impersonal y
de ese constreñido entorno académico, tuvieron una especial trascendencia las opiniones de Pedro Bosch
esquemático»- como un elemento de relación
Gimpera, quien desde Méjico defendió el carácter indígena del megalitismo, siendo enormemente interesante
entre «el hombre y el más allá, entre la vida y la
recordar la doble perspectiva que con respecto a los ídolos sostuvo el investigador catalán, vinculando con el
muerte», estimándolo como una creación cuyo
desarrollo occidental de la cultura megalítica portuguesa figuraciones concretas como los cilindros marmóreos
concepto básico en última instancia debía proce-
o las placas de esquisto, y dejando fuera de lo oriental de manera expresa aquella realización femenina que
der «del viejo fondo cultural epipaleolítico penin-
dispone las manos apoyadas sobre el triángulo pubiano de Garrovillas de Alconétar (Fig. 6: C) «con la imagen
sular» (Jordá ,1983: 9). Presentes en las tumbas y
de la figura humana en relieve» (Bosch Gimpera, 1975: 215). Por otra parte atribuyó a los contactos con el
también en las representaciones del Arte Esque-
Mediterráneo desde el Sureste, los ídolos violín, reconocidos como “almerienses” en la bibliografía portuguesa
mático, consideraba que los “ídolos” eran figuras
(Valera, 2012), cuyo último origen había que buscarlo en el Egeo a través de Sicilia (Bosch Gimpera, 1966: 268).
femeninas que alcanzaban su importancia en
Ese era también el origen de las figuraciones marmóreas de la Cultura de Almería (Fig. 4: F-G), no defendiendo
distintos cultos funerarios y otros, como pudiera
nunca la existencia en el Sureste de «una verdadera colonización forastera y egea», sino más bien de relaciones
ser el de la caza expresado en el panel de Los Ór-
de tipo comercial (Bosch Gimpera, 1966: 286 y 1975: 233).
ganos de Jaén (Ibíd., 10). Se trataba en cualquier
Menos preocupados por las atribuciones religiosas concretas y defensores de un origen peninsular para los caso exponentes de una religiosidad más com-
ojos apotropaicos u oculados y los soles, identificados tanto en la cerámica como en el arte rupestre (Martín pleja, recogida en distintas temáticas del Arte
y Camalich, 1982: 274), los occidentalistas quedaron en sotto vocce, incluso unos años después de que C. Esquemático en atención a los motivos fálicos,
Renfrew se valiera de las dataciones radiocarbónicas, para desvincular del Egeo el origen del megalitismo astrales o arborifomes, que, aunque tenía hondas
occidental y de la metalurgia. Hay que hacer notar que en el marco de la investigación peninsular, la edición de raíces en las culturas neolíticas, no desestimaba
Before Civilisation, the Radiocarbon Revolution and Prehistoric Europe (Renfrew, 1973), coincide en el tema de pudieran tener antecedentes más antiguos.

ÍDOLOS MIRADAS MILENARIAS 45


De la mano de Pilar Acosta se empezó a per-
filar otra interpretación que en cierta manera
recuperaba, adaptándola, la antigua propues-
ta de Breuil en cuanto a la doble raíz del Arte
Esquemático. Sin entrar a valorar la definición
del ideomorfo, se abordaba su identificación
parietal, considerando que todos los motivos
consignados como «ídolos» –oculados, placas,
segmentados, triangulares, halteriformes y tri-
lobulados- tenían su origen en el Egeo o en el
Oriente Próximo (Acosta, 1967). No obstante,
el desarrollo de la pintura rupestre esquemáti-
ca abría la puerta a un componente autóctono,
enraizado en el Arte Levantino (Acosta, 1984:
33) que, definido como «esquematismo», había
hecho perdurar motivos, estilizándolos. Dentro
del mismo cabían tanto figuras humanas como
símbolos astrales como «esteliformes». Su con-
junción con las ideas que iban a introducir los
colonos orientales durante el Bronce I, esto es,
los «ídolos», iba a producir una eclosión que la
investigadora definía como «Fenómeno esque-
mático» (Acosta, 1968: 181), haciendo ver que
los indígenas, influenciados por las ideas de
los colonos, serían también responsables de la
plasmación de los nuevos motivos en las pare-
des rocosas (Acosta, 1968: 183).
En trabajos posteriores se matizaría el fac-
tor foráneo, para sin descartarlo, rebajarlo en
su fuerza. Las cerámicas ofrecían una buena
amalgama de motivos que permitían retrotraer
la figuración esquemática al VI milenio a.n.e.,
proponiéndose la génesis neolítica del Arte Es-
quemático (Acosta, 1984: 44-45). Esos motivos
de raíz neolítica se harían notar en las realiza-
ciones calcolíticas, dando una personalidad
propia a los “ídolos” peninsulares, estimulados
por un componente foráneo, muy matizado ante
la fuerza de lo indígena. De ese modo, los ideo-
Figura 4. Desarrollos del cuerpo a partir del bitriangular (material sin escalar). A. Escultura en barro del hábitat de Vilanova de São
morfos se convertían en elementos singulares, Pedro (Savory, 1968, 160 Fig. 53: C); B. Vaso con decoración simbólica. Millares, sepultura 21 (Leisner y Leisner, 1943, Taf. 22, 3: 6), C.
por el aporte indígena a un concepto religioso Falange con triángulo púbico inciso. Cabecito de Aguilar, Mojácar (Leisner y Leisner, 1943, Taf. 29, 2: 1) D. “Ídolo” bitriangular en barro.
Cueva de la Pileta de Benoaján (Almagro Gorbea, 1973: 63); E. “Ídolo” tolva localizado en la sepultura 16 de Los Millares (Siret, 1995
que estimaba de «procedencia mediterránea, [1908], Lam. III) F. “Ídolo” de la “Cultura de Almería”: Llano de Rueda I (Leisner y Leisner, 1943, Taf. 2.4: 12) G. “Ídolo” de la “Cultura de
más o menos próxima o remota» que afectaría Almería”: Tijola (Leisner y Leisner, 1943, Taf. 4. 3); H. “Ídolo” violín o plano en piedra de El Pozuelo, Huelva (Leisner y Leisner, 1952:
Lam. X: 34 y 35); I. “Ídolo” violín o plano en hueso. Cova de la Barcella, Torremanzanas, Alicante (Soler, 2002, II, Lám 195: 96); J. Placa
de modo directo la costa. Ejemplo de esa con-
con “ídolo almeriense”, Lapa do Bugio (Gonçalves, 2006, Fig. 15) K. “Idolo” rupestre. Los Órganos, Jaén (López y Soria, 1988: 51) L.
vergencia era la equiparación del motivo astral “Ídolo” oculado del yacimiento de La Pijotilla, Badajoz (Hurtado Pérez, 2010, Fig. 2), M. “Ídolo” en madera de Cueva Sagrada, Lorca
-soliforme- con los ojos, considerando al prime- (Ayala, 1987, Fig. 2A), N. Antropomorfo modelado en barro del yacimiento de La Pijotilla, Badajoz (Hurtado Pérez, 2010, Fig. 12).

ro como una representación de raíz peninsular


(Acosta, 1984: 45 - 49).

46
Más humanos que divinos cerámica simbólica de Los Millares / Almizara-
Desde el arte rupestre y tras tratar de codificar en la reunión Salamanca una tipología básica con todos los mo- que, en el Este (Leisner y Leisner, 1943, Tafs. 12,
tivos asimilados al Arte Esquemático (Bécares, 1983: 146-148), Julián Bécares suscribirá al final de la década 1: 61; 20, 1: 6; 22, 3: 6 y 28, 1: 34; Fig. 5: F) y del
de los ochenta que todas las formas y representaciones rupestres asimiladas a la noción de “ídolos” responden Anta Grande de Olival da Pega, de Reguengos
a un mismo concepto, consignando dos tipos principales de figuraciones: las que evocan el cuerpo, señalando de Monsaraz, en el Oeste (Fig. 5: G), observán-
en algunos casos brazos o atributos sexuales y las que resuelven como intención principal la representación del dose en relieve en un fragmento cerámico de La
rostro, acompañando a los ojos las líneas que se interpretan como cejas por quedar por encima y las también Pijotilla (Hurtado , 2010, Fig. 6). También se de-
curvadas, y frecuentemente quebradas, líneas de tatuaje facial infrayacentes (Bécares, 1990: 87-89). Aunque talla en el repertorio rupestre, en atención a los
la aclaración tipológica fue de enorme interés, reconoce de modo explícito la incapacidad para discernir si motivos con expresivos ojos y líneas curvadas
todas las representaciones evocaban en su varianza una misma «divinidad» o si, por el contrario, lo hacían de supra e infraoculares que en los sesenta tras-
«divinidades», diferentes a la vez que complementarias, por considerar su asociación algún tipo de sincretismo cienden de los conjuntos de Segura de la Sierra
comprensible, siempre que se asumiera una «cultura común» en un amplio territorio. La extensión de algunos de Collado Guijarral o de la Cueva de la Diosa
oculados, a tenor de nuevos descubrimientos, permitía matizar las distribuciones de Acosta. Es el caso de Madre (Fig. 5: A y B). Guardando una propor-
los oculados sobre huesos largos, antes propios solo del Levante y el Sureste, y a lo largo de la década de los ción exagerada, el rostro desprovisto de boca
ochenta, tras los descubrimientos de Extremadura y Madrid, consignados en el centro y el oeste peninsular también corona el cuerpo en otras representa-
(Bécares, 1990: 90-91). ciones rupestres, como el que se reconoció en
el de Cantos de la Visera de Yecla (Hernández,
La noción básica para representar el cuerpo la proporciona el bitriangular (Fig. 4), como expresión nítida-
2011-2012, Fig. 22), en los que dan nombre a
mente presente en lo rupestre y en la decoración cerámica, y evocada en lo mueble. Su representación es
la Cueva de los Oculados de Henarejos (Ruiz,
imposible en tres dimensiones, de no ensanchar la unión de los vértices de los triángulos, como se consigue
2006, Fig. 3), o en los que, entre otros ejemplos,
en el modelado de las figuras de barro, ejemplificadas por la llamada “venus de Benoaján”, así denominada
de manera reciente se han dado a conocer en el
por sus protuberancias simétricas en el cuerpo superior y el triángulo grabado en el inferior, asimilado al
Cabeçó d’Or de Relleu (Soler, Barciela y Ferrer,
sexo (Fig. 4: D). El bicono, o bitriangular rotado, es el referente geométrico con el que pueden relacionarse
2018)
distintas figuraciones. Las falanges de ungulados emulan ese concepto antrópico (Fig. 4: C), obteniéndose
con un ligero trabajo, tras la correspondiente desarticulación del esqueleto del animal sacrificado. Dando En lo mueble, ahora de nuevo en la formaliza-
más desarrollo al cono inferior, los llamados “ídolos tolva” (Fig. 4: E) obedecen a la misma idea corpórea, ción en tres dimensiones, sin negar la clara in-
tratándose de una manufactura escultórica no siempre aprovechada para dotar de pechos la recreación de tención de destacarlo no es tan nítida la sola
cuerpo, cuya cabeza no tiene rostro. representación del rostro, pues el soporte que
lo asume evoca en sí mismo el cuerpo, si se
En su expresión rupestre y en distintas realizaciones muebles planas en piedra o hueso la forma corpórea
piensa en las falanges con el motivo de Los
bitriangular alcanza un carácter más antropizado, dotándolo de un tercer triángulo, a modo de cabeza (tritrian-
gular), que se dispone sobre el superior del cuerpo bitriangular (Fig. 4: H-I). Como en el caso de la falange, aquí Millares y Almizaraque (Fig. 5: J y E), o en los
no hay intención de mostrar una expresión sexuada, aunque en atención al referente rupestre y a la distinta huesos largos que acogen el motivo oculado;
morfología del cuerpo inferior recientemente se ha considerado la posibilidad de que algunas de estas figu- en los cilindros; o en los afines marmóreos de
raciones óseas o pétreas evocaran mujeres u hombres por quedar vestidas por una falda (triángulo) o túnica morfología bitriangular por aplanados y estre-
(rectángulo) (Barciela y Molina, 2015: 67-68 y 73), y no faltan propuestas que, desde referentes etnográficos y chados en su centro, con el motivo oculado
en atención a su tamaño, valoran las falanges como evocación de individuos de diferente sexo y edad (Maicas, sencillo o más complejo, como con detalle se
2010; 122). hace ver en aquel de la Colección Pidal (Fig. 3:
H), o en los símiles que asume el tipo VII de la
Es difícil, si no imposible, dotar a las figuras tridimensionales de los rasgos que se observan en los antropo- serie de “ídolos” de La Pijotilla, Badajoz (Hurta-
morfos plasmados en el roquedo o sobre alguna superficie plana, donde la figura bitriangular o tritriangular en do, 1980: 176-183; Fig. 4: L); y, en barro, en la
alguna ocasión se acompaña de trazos que expresan mejor las extremidades, como se hace ver en la expresiva figura afín del quinto foso de Marroquíes (Sán-
representación grabada en el “ídolo placa” de Lapa do Bugio, Azóia (Monteiro, Zbyszewski, y Ferreira, 1967; Fig. chez, Bellón y Rueda, 2005, Lám. V); o en la re-
4: J), o en las rupestres pintadas, donde las extremidades se acompañan de otros rasgos, como el tocado que presentación oculada en madera que proporcio-
caracteriza uno de los tritriangulares de Puerto Palacios, Cádiz (Acosta, 1968, Fig. 23: 1), o de la indicación de
na la Cueva Sagrada de Lorca (Fig. 4: M), cuya
sexo, como se observa en uno de los dos antropomorfos recientemente descubiertos en el Abrigo de Justo de
forma aplanada se asemeja a la sección de ese
Yechar, Murcia (Fernández y Lucas, 2016).
vaso de Monte Outeiro (Schubart, 1965), de pa-
Del mismo modo que la figura humana evocada a partir de lo bitriangular / tritriangular representa el cuerpo, redes hiperbólicas y base en casquete esférico,
se observa una intención de evocar el rostro (Fig. 5), o mejor dicho, partes concretas del mismo –cejas, ojos y que dispone el esquema ocular superpuesto al
mejillas (tatuaje facial)-. Solo, sin el cuerpo, se manifiesta en dos dimensiones, en la decoración que ofrece la triángulo pubiano. Esa evocación del cuerpo en

ÍDOLOS MIRADAS MILENARIAS 47


soportes que acogen el motivo oculado (placa,
cilindro, bitriangular…), alcanza su plenitud en
las «figuras humanas», sistematizadas a partir
de la presentación de las propias de La Pijotilla
de Badajoz (Hurtado, 1980). Reconocidas como
«ídolos antropomorfos», disponen una cabeza
proporcionada sobre el cuerpo entero detallado
y sexuado que, por recoger los rasgos carac-
terísticos de aquellos - ojos y líneas de tatuaje
facial - se consideran su evolución (Hurtado,
1981: 88).
Andando el tiempo, el esquema de “ídolos”
que sintetizó J. Becarés, enriquecido con más
figuraciones esconde una gran variedad, descu-
briéndose figuras desnudas femeninas, como la
del triángulo pubiano de Almizaraque, presen-
te desde el inicio del proceso de investigación
(Fig. 6: L), las estilizadas con pechos que apor-
ta La Pijotilla (Fig. 6: N); masculinas como las
antropomorfas que puede ejemplificar el “Ídolo”
de Llerena, Badajoz (Fig. 6 H) que porta un obje-
to asimilable al pétreo localizado en la Cova da
Moura de Torres Vedras (Fig. 6: I) o en aquel que
marca cadera del Malagón, Granada (Fig. 6: M);
representaciones vestidas, si se valora como
evocación de lo textil las decoraciones geomé-
tricas de las placas y de los “ídolos” sobre hueso
largo (Jordá y Blázquez, 1978: 119-123; Bueno,
2010: 62-70), o desde el mismo razonamiento
¿por qué no? cubiertas por una prenda clara y
monocolor como puede pensarse al contemplar
las representaciones marmóreas sin indicación
de algún detalle anatómico, salvo la cabeza
con pelo y expresivo rostro, en el tercio supe-
rior como se ejemplifica en el ídolo bitriangular
marmóreo de la colección Pidal, o en el cilindro Figura 5. Desarrollos del rostro (material sin escalar). Motivos en diferentes materias. Pintura rupestre. A. Cueva de la Diosa
Madre, Segura de la Sierra, Jaén (González Navarrete, 1967, Lam. 7); B. Pintura rupestre. Collado Guijarral, Segura de la Sierra
de decoración abigarrada del Museo Arqueoló- (González Navarrete, 1967, Lam. 10); C. Vaso. Sepultura 21 (Leisner y Leisner, 1943, Taf. 22, 3: 6); D. Cilindro. Museo Arqueológico
gico Nacional que también publicó L. Siret (Fig. Nacional (Siret, 1995 [1908], Fig. 5); E. Falange. Almizaraque, Cuevas del Almanzora (Siret, 1995 [1908], Lám. IV); F. Vaso. Tholos de
Almizaraque, Cuevas del Almanzora (Leisner y Leisner, 1943: Taf. 28, 1: 34); G. Vaso. Anta grande de Olival de Pega (Leisner y Leisner,
3: E y H).
1951, Est. XXX: 14); H. Vaso. Monte Outeiro, Alentejo (Leisner, 1965, Taf. 128; 1), I. Cilindro. La Pijotilla (Hurtado, 2010, Fig. 5: 16), J.
Falange, Los Millares, Santa Fe de Mondújar (Siret, 1995 [1908], Lám. IV); K. Placa. Cabacinhitos, S. Manços, Évora (Gonçalves 1992,
Sin extremidades, o por el contrario, con largos
Fig. 27); L. Hueso largo. Almizaraque, Cuevas del Almanzora (Siret, 1995 [1908], Lám. 5); M. Cova del Penyó, Xaló (Soler, 2017, 7. 35:
brazos en relieve como se expresan de manera 10); N. Hueso largo. Almizaraque, Cuevas del Almanzora (Siret, 1995 [1908], Lám. V).
nítida en la placa antropomorfa de Garrovillas
de Alconétar (Fig. 6: C) y las similares halladas
en el Anta da Horta o en Espadanhal (Bueno,
2010, Lams.III y IX: 1ª izq), o que se interpretan
si se contempla de nuevo el betilo apuntado del
dolmen de Casainhos de Loures (Fig. 6: A), los
ídolos sobre huesos largo de Extremadura donde

48
parecen conformarse en forma de 7 vuelto (Soler,
2017: 318), o los del Levante, donde desde la evo-
cación a lo cruciforme, las bandas horizontales
inferiores pudieran ser brazos y piernas (Soler,
2017: 352; Fig. 6: B). Con la cabeza destacada
como los tritriangulares o las placas antropomor-
fizadas, o carente de ella como los bitriangulares
o las falanges, generando una plástica (excep-
cionalmente no desprovista de decoración), que
quizá tan solo pretendiera la representación de
individuos (Maicas, 2010, 122), en atención a los
dos centenares de falanges que L. Siret (1995:
49) recogió en una cincuentena de sepulturas
colectivas, contabilizando un número mínimo de
decoradas con el tema oculado.
Una novedad con respecto a aquel esquema de
figuraciones publicado en 1990 se abre con la
anotación de la posible representación en un
mismo soporte de varias identidades. Es algo
que puede proponerse con la contemplación de
la mencionada placa de Lapa do Bugio (Fig. 4:
J), si se le da una identidad al soporte -la pla-
ca- y otra al motivo antropomorfo tritriangular,
y que es del todo evidente en la pieza publicada
de Mértola con un motivo oculado con cejas y
tatuaje facial superpuesto otros geométricos
que incluyen una banda con siete motivos an-
tropomorfos tritriangulares (Fig. 6: D). Lo mis-
mo se deduce desde el análisis reciente plan-
teado para los ídolos oculados sobre huesos
largos, observando figuraciones en doble “Y” en
un ejemplar de Almizaraque (Fig. 6: F), y en el
que se realizó sobre lince de Eras de Alcázar,
Úbeda, inserto entre tres pares de ojos (Soler,
Figura 6. Identificaciones de motivos en “Ídolos”. A-C. Brazos en el betilo del dolmen de Casainhos, Loures, en el hueso largo decorado 2017, Fig. 7.28: 13 y 18). Hay además motivos
de Huerta de Dios, Casas de Reina, Badajoz (Enríquez, 1983, Lam II) y en la placa antropomorfa de Garrovillas de Alconétar Cáceres, oculares que, por repetidos, sugieren más de
Siret (1995 [1908], Lám. VIII: 11); D-E. Vinculación de antropomorfos tritriangulares en la placa de Mértola (Gonçalves, 2006, Fig.
10) de forma similar a los “ídolos” violín o planos ejemplificados en uno de la Cova d’En Pardo, Planes (Soler, 2002, II, Lám. 85: 5); F.
una identidad en distintos contextos funerarios
Vinculación de pares de ojos con antropomorfo en doble “Y”. Dibujo y calco sobre hueso largo. Almizaraque, Cuevas del Almanzora de las provincias de Valencia, Almería y Alican-
(Siret, 1995 [1908], Lám. V; Soler, 2017, Fig. 7.28: 13); G. Vinculación de antropomorfos tritriangulares y bitriangulares. Calco. Las te, expresando una relación o vínculo entre ellas
Viñas, Alange, Badajoz (Martínez García, 2002, Fig. 2.2); H-I. “Ídolo” antropomorfo de Llerena (Enríquez Navascués, 2000: Fig. 4)
con objeto acaso similar al betilo con mango de Cova da Moura, Torres Vedras (Almagro Gorbea, 1973, Fig. 16); J-K: identificación (Soler, 2017, Fig. 7.43), algo que no es insólito si
de bitriangular en “ídolo” sobre hueso largo, Almizaraque, Cuevas del Almanzora (Siret, 1995 [1908], Lám. VI). Representaciones de se recuerdan las lecturas de filiación que provo-
bitriangulares. Calco, Moriscas II, Helechal, Badajoz (Martínez Perelló 1995, Fig. 13). Figuras antropomorfas de diferente sexo halladas
en Almizaraque, Cuevas del Almanzora (L), El Malagón (M) y La Pijotilla, Badajoz (N) (Siret, 1995 [1908], Fig. 6; Arribas, 1977, Fig. 1 y
ca el conjunto de figuras entrelazadas observa-
Hurtado, 1981, Fig. 3d). das entre las representaciones rupestres de la
Cueva de Los Letreros de Vélez-Blanco, Almería
(Martínez, 1988).
Sin duda, toda esa varianza abre nuevas vías in-
terpretativas. En la representación evidente del
cuerpo entero, en lo cronológico se sabe que

ÍDOLOS MIRADAS MILENARIAS 49


las tritriangulares obtenidas recortando hueso Aunque perdura el concepto de que evocan la Diosa Madre (Gonçalves, 2004: 49), y no es difícil localizar comen-
aparecen desde finales del IV milenio a.n.e. (So- tarios en cuanto a su carácter de deidad (Pascual, 2012: 29), es cierto que entrado el s. XXI hay muchas resis-
ler, 2017, 314) y que los «ídolos antropomorfos» tencias a la hora de refrendar ese concepto incluso para las piezas más antropomorfizadas que caracterizan el
son de mediados del III milenio a.n.e. (Hurtado oriente europeo. Resulta poco convincente asimilar la enorme variedad que ofrecen las representaciones bal-
2008: 8). Mientras que las primeras de sencilla cánicas a imágenes de esa deidad (Ucko 1996: 301) con las que la relacionó su principal investigadora, Marija
manufactura tienen un arranque nítidamente Gimbutas, quien asumía su adoración en el seno de sociedades agrícolas, igualitarias, pacíficas y ginocéntricas
tardoneolítico y una amplia distribución por (Lillios, 2008: 63). Se pone sobre la mesa el sentido social que pudieron alcanzar aquellas representaciones
afectar al mediodía peninsular. Las segundas pretéritas, al ser portadoras de una serie de significados que harían comprender o aceptar mejor las relaciones
elaboradas esculpiendo piedra o trabajando el entre la gente y su mundo. Desde la narrativa que supuso su puesta en escena, las imágenes podrían expresar
hueso o el marfil, asumen la representación de un principio de autoridad, a la vez que simbolizar las relaciones entre individuos, consignándose como elemen-
un rostro proporcionado con respecto a un cuer- tos idóneos para la manipulación y la negociación social (Bayley, 1996: 295).
po volumétricamente bien resuelto y detallado.
Son representativas de una sociedad calcolíti- Imágenes para una narrativa de interés social
ca, presentando una distribución sureña más Los que de manera tradicional se refieren en la Península Ibérica como “ídolos”, se valoran en el s. XXI como
constreñida, al no observarse en la Comunidad objetos que podrían significar distintos valores, jugando diferentes roles en ejercicios altamente rentables para
Valenciana o en la Región de Murcia. ¿Signifi- equilibrar y mantener el orden en sociedades todavía no jerarquizadas, por la tenencia de la tierra, la producción
can lo mismo?, o ¿se valieron de ellas para lo y la disposición de su rédito, proclives al conflicto, y por tanto necesitadas de recursos de mediación y pacto.
mismo?. Sin perder de vista, la cronología, el Símbolos de poder o bienes de prestigio, a la vez que de rememoración de los ancestros, como elementos que
contexto cultural, el tiempo invertido en la ma- contribuyeron a reafirmar la identidad o que incluso hicieran referencia a individuos concretos (Valera, 2015:
nufactura o la habilidad del artesano, podemos 253).
hacernos las mismas preguntas, si a las prime-
ras se les compara con otras contemporáneas Su consideración como figuras vinculadas al culto o el reconocimiento de los ancestros se ha abordado en
también sin rostro detallado, como las mar- los últimos años por diferentes investigadores, introduciendo aspectos que las sitúan como elementos de alto
móreas de la cultura de Almería con la cabeza rédito social. Las aportaciones sobre los llamados “ídolos placa”, han revestido un enorme interés, tanto por su
destacada, mostrando algunas los brazos en regionalización y significación identitaria, al considerarse un tipo más propio de talleres del Alentejo (Bueno,
posición de orante (Fig. 4: F - G) que P. Bosch 1992), como por su vinculación con el megalitismo, interpretándose como la manifestación mueble de las gran-
consideró foráneas. des estelas o de las lajas dolménicas que contienen motivos esquemáticos. Todas las placas, las claramente
antropomorfas por sus rasgos y contornos, y las más abundantes de forma trapezoidal y decoración geométri-
El trabajo invertido en la manufactura y la ca- ca , evocan figuras humanas: imágenes vestidas con mantos de lino o lana bordados o pintados con vivos colo-
lidad de la misma, el mayor detalle figurativo res que las cubrirían por completo, expresados por decoraciones geométricas de distinto grado de elaboración.
o la regionalización de las figuraciones son La fórmula geométrica más extendida de estas decoraciones (la definida como “clásica”), franjas horizontales
factores que, unidos a los análisis de contex- rellenas de triángulos, es también la de mayor diacronía, además de constituirse en la base decorativa de otros
tos, tumbas, depósitos o hábitats, donde se productos manufacturados, como los que se relacionan con las cerámicas decoradas del IV y III milenio a.n.e.,
localizan en espacios domésticos y también o las decoraciones de los soportes megalíticos (Bueno, 2010: 47 y 62-70).
entre el material amortizado y propio del relle-
no de los fosos, no favorecen pensar que las En lo más genérico, la forma de la placa se asemeja a la del útil pulimentado, coincidiendo en depósitos ubica-
figuras son expresiones religiosas vinculadas dos en lugares señalados del monumento megalítico -por ejemplo, Trincones I de Valencia de Alcántara-, todo lo
a una deidad de extenso culto (Pascual, 2012: que invita considerar una trasposición de significados entre estos objetos antropomorfos y las hachas, de otra
parte expresadas en el arte megalítico europeo, algo que, se propone, podría relacionar mitologías antiguas de
33). Por más que se vieran como figuraciones
carácter ancestral con representaciones antropomorfas de valor individual (Bueno, 2010: 58).
que expresaran «el gran principio esencial y
básico de la vida», y que, paradójicamente, no Otra interpretación, presupone que los motivos geométricos de las placas contienen una información heráldica,
se considerara contradictorio el hecho de que indicando la decoración la filiación genealógica y de linaje de los individuos de las élites del suroeste de Iberia,
hubieran representaciones de diferente sexo (Lillios, 2008: 63). La hipótesis es ciertamente difícil de demostrar, resolviendo uno de sus apoyos en el hecho
(Almagro Gorbea, 1973: 324), esa diversidad las de que la variante más abundante de “ídolos placa”, aquella decorada con motivos únicamente geométricos
aproxima más que a un solo concepto religioso, -tipo clásico-, incluye piezas con bandas más estrechas y abigarradas, con trazos que sugieren una ejecución
a expresiones diversas con la característica por parte de una mano distinta a la del resto, como si posteriormente se hubiera querido disponer una infor-
común de representar rasgos humanos, mación adicional. Otras, por el contrario nos llegan con espacios vacíos, dando a entender una reserva que
guardando formatos que podrían haber los siguientes en el linaje no llegan a aprovechar. Con más ejemplos, esa varianza, se interpreta, obedece a la
generado distintas tradiciones de estilo. generación de un sistema de anotación que sería de «naturaleza secuencial y posiblemente acumulativa y/o

50
cronológica», una especie de registro genealógico, que incluyera el cómputo del número de generaciones desde antropomorfo/sol que superan la realidad hu-
el ancestro importante o fundador (Lillios, 2008: 66-67). mana y que deben aludir a personajes míticos»
(Bueno, 2010: 40-41), como ocurre con los san-
En mi reciente aproximación a los llamados “ídolos sobre hueso largo”, partiendo de la observación de varias
tos cristianos. La observación de los motivos
identidades en un único soporte y tomando en consideración que, de igual modo que las placas, estos elemen-
rupestres, siempre más libres en su ejecución,
tos podrían acompañar en la muerte a algún individuo destacado que en vida los portara -como se hace ver en
abre nuevas perspectivas narrativas a la hora de
las señales del cordaje que presenta uno de los ejemplares hallados en la Cova del Barranc del Càfer nº2 de Pe-
abordar ese vínculo, observándose imágenes
dreguer (Soler, 2017, 341 y Fig. 7.34: 9)-, estos elementos también podrían haber conformado depósitos como
donde se determinan ojos/soles radiados ais-
el que se descubre en la tumba 3 de La Pijotilla, Badajoz (Hurtado, Mondéjar y Pecero, 2000: 254). Localizados
lados, otras con ese mismo motivo puesto en
en distintos contextos, son conjuntos de elementos nunca iguales que guardan un estilo decorativo con estre-
relación con antropomorfos con cabeza coro-
chas similitudes entre las piezas que integran cada uno de ellos, al igual que diferencias entre los conjuntos,
nando sus hombros, y otras donde el motivo es
según los yacimientos. Ello hace pensar en una realización sincrónica y por contadas manos. El depósito en la
en sí mismo cabeza destacada de un desarrollo
primera mitad del III milenio a.n.e. de 25 ejemplares en la Cueva de la Pastora de Alcoy, una cueva funeraria cen-
corpóreo (Soler y Barciela, 2018: 198-199).
tral en un territorio identitario (Soler y Roca de Togores, 2012: 237-248) datada en su uso desde mediados del
IV milenio a.n.e., se revela como la expresión de una conducta de apropiación de la cavidad y de su contenido Las representaciones muebles llamadas “ído-
funerario. Las diferentes expresiones sintácticas de los motivos decorativos plasmadas en “ídolos” parecidos los” y sus correlatos rupestres se interpretan
pero nunca iguales, o la representación de distintas identidades en un único soporte guardando entre ellas en el s. XXI como elementos centrales en una
distintas relaciones, sugiere que estos elementos fueran vehículos o expresiones de un relato oral que hiciera narrativa que hace de los ancestros un valor
referencia a la trasmisión del linaje. Su depósito expresaría un auténtico gesto de reivindicación social por de enorme rédito social. Son propuestas que
parte de quienes lo practicaron, sirviéndose de una iconografía de éxito en un mediodía peninsular que en esa participan de la renovación del estudio del
temporalidad acoge sociedades agrícolas en distinto grado de desarrollo (Soler, 2017). panel del Arte Esquemático, bajo una pers-
pectiva social. Nunca concebido como una
Con una sociedad algo más compleja se vincula el “ídolo antropomorfo”, considerado el más reciente dentro
manifestación inocente, el arte es un recurso
de lo que se consigna como un dilatado proceso de representación simbólica. Descartando su caracterización
que expresa ideología para cohesionar a una
como exvotos o representaciones personalizadas de individuos (Hurtado, 2010: 179), se han interpretado como
formación tribal sujeta a un territorio, en vías
un auténtico símbolo de poder que manifestaba la preeminencia de algunos, al asumir en un formato más hu-
de transformación hacia una ordenación je-
mano los rasgos propios de la simbología mítica, como «signo de identidad de la expresión ideológica-religiosa
rárquica, sustentada en iniciativas por parte
que subyace» en las «sociedades de carácter parental entre el IV y el III milenio a.n.e.». Expresión mítica a la
de algunos de los miembros para ostentar un
vez que religiosa que, en cualquier caso se seguiría mostrando sobre diferentes soportes que alcanzarían a
poder desde la reivindicación del linaje. Para
convivir con esa figura más humana (Hurtado , 2008: 9-10). La naturaleza ebúrnea de algunas de estas piezas,
cuando se alcanza ese nuevo orden, se hace
y la observación del motivo oculado en placas de marfil, advierte del aprecio de las élites que habitaban La
ver el final del Arte Esquemático, un recurso
Pijotilla por estas figuraciones, no debiendo obviarse su manufactura en materiales tan próximos y fáciles de
vinculado a reforzar el parentesco como siste-
obtener como el barro (Hurtado, 2010: 184-198). Entre los materiales selectos el oro ocupa un lugar preemi-
ma de organización social (Martínez, 2002: 71
nente, reconociéndose hasta la fecha contadas realizaciones con el motivo oculado en contextos funerarios o
y 85), sistema que se ve superado alcanzada
no del Bajo Guadalquivir, cuya naturaleza aúrea reforzaría la imagen que guarda el motivo oculado con lo solar
la Edad del Bronce. Coincidirá con el ocaso de
(Murillo, 2016, 305- 306).
los motivos artísticos esquemáticos, la desa-
Sirva ello para reafirmar que el valor más reseñado en esas iconografías muebles vinculadas al megalitismo parición de los objetos muebles antropomor-
que se designan como “ídolos” es el de los “ojos”, siendo enormemente interesante a los efectos de su significa- fos o ginemorfos, tradicionalmente definidos
ción, la relación que guardan con los soles o esteliformes. Las prácticas agropecuarias se rigen en lo temporal como “ídolos” por perder ese sentido que los
por el sol y la luna, astros que de manera tradicional alcanzan significados vinculados a la vida y a la muerte, hacía enormemente útiles para la inhibición de
cuya aparición y posición marcarían rituales condicionados por su luz. Hacia el amanecer se orientan las bocas conflictos y el funcionamiento del sistema so-
de las cuevas más idóneas para la habitación que en algún momento de su uso sirven como lugares funerarios, cial, hasta que la sociedad clasista dispusiera
y, en su emulación, la mayoría de los sepulcros de corredor megalíticos disponen la entrada hacia el este, con mecanismos de presión social más explícitos
la cámara funeraria al oeste, esto es hacia la oscuridad, al ámbito del ocaso que en la noche rige la luna. Cabe (Nocete, 2001: 98).
imaginar en su interior el impacto que pudieran provocar las imágenes de los ortostatos, generando un efecto
No puede obviarse que los “ídolos” constitu-
de teatralidad, en un espacio sacro que recoge mensajes que une el pasado con el presente mediante la evoca-
yen un conjunto destacado del arte mueble
ción a los ancestros (Bueno, Balbín y Barroso, 2008: 49- 50).
esquemático, y que su interpretación se ve
De la vinculación sol / ojos se ha señalado, que se trata de la «asociación más común en todo el Arte Es- enormemente beneficiada por las líneas de in-
quemático ibérico, que une de modo constante figuras antropomorfas con imágenes solares en tipos mixtos vestigación que de modo general afectan esa

ÍDOLOS MIRADAS MILENARIAS 51


manifestación artística expresada no solo en la res, sino que se hace ver la expresión de distinciones en un grupo social (Fig. 4: F - G). El análisis de un sinfín
pared rocosa de abrigos dispuestos en un amplio de aspectos abarca un extenso panorama que advierte de una compleja realidad, donde se intuyen espacios
territorio sino también en la penumbra de los ortos- de rituales, algunos solo para mujeres; diferencias de rango en los antropomorfos masculinos, con el intere-
tatos dolménicos (Bueno et al. 2008). En lo social, sante detalle de destacar a algunos con cabezas radiadas, expresiones de ritos de paso con menores y adul-
también son de especial interés las lecturas que tos, o relatos que hacen alusión a una subsistencia estrechamente vinculada al mundo simbólico (Martínez,
ofrecen las composiciones de los paneles rupes- 2002: 74-83).
tres, donde las figuras antropomorfas no se inter-
Al espejo de esa riqueza temática será difícil proponer que todas las figuras clasificadas como “ídolos” sig-
pretan como divinidades.
nificaran lo mismo. La varianza de las figuraciones, no invita a suponer un valor equivalente, no debiendo
Si en el caso de la representación de “Los Órganos” sustituir el paradigma de la deidad o del objeto vinculado a su culto, por otro únicamente sustentado en la
ya se propuso una escena vinculada a la caza don- reivindicación del ancestro. Habrá que profundizar en los contextos, abordar la territorialidad y cronología de
de los antropomorfos bitriangulares oculados juga- las imágenes, dirimir las diferencias que hay entre piezas corpóreas con las que centran su atención en el
ban diferentes roles, al estimarse deidad el mayor rostro, o explicar por qué lo ginemorfo no está claramente vinculado a lo oculado. En la unidad que aparentan
y mera danzante el menor (Jordá, 1983: 10), ahora subyace la representación humana, mostrando las distintas oculadas, algún rasgo tan común y complemen-
las lecturas prestatarias del método estructuralista tario a la presencia de ojos, como el que señaló J. Dechelette en los inicios del siglo pasado, cuando observó
han ido poniendo sobre la mesa la posibilidad de la carencia de boca. Será en cualquier caso verdad que todas esas piezas formaron parte de una narrativa
observar procesos de organización característicos social que de seguro guardó discursos tan comunes como diferentes, porque distintas , por únicas, fueron las
de las sociedades segmentarias neolíticas (Martí- situaciones y las vidas humanas que se valieron de ellas, para invocar la naturaleza, agradecer la fertilidad,
nez, 2002: 67). De tal forma, que no se identifican construir el paisaje, animar al trabajo en el campo, reglar la producción, afianzar la identidad, manipular a los
ídolos en el panel de las Viñas de Alange, Badajoz más dóciles para imponerse a los iguales, o desde la negociación y trato, revindicar una posición de preemi-
repleto de figuraciones tritriangulares y bitriangula- nencia o mando.

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ÍDOLOS MIRADAS MILENARIAS 53

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