Hechos 1,4-26
Hechos 1,4-26
Hechos 1,4-26
HECHOS 1:4-26
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Y estando juntos, les ordenó:
—No salgáis de Jerusalén, sino esperad la promesa del Padre, la cual
oísteis de mí,
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porque Juan ciertamente bautizó con agua, pero vosotros seréis
bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
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Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo:
—Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?
Usted tal vez ha notado que algunos de los comentaristas han criticado a los
apóstoles por haber hecho esta pregunta. Creen que los apóstoles se
equivocaron al hacerla. Pero, creemos que la respuesta que el Señor les
dio, indica que no se equivocaron en lo absoluto. Su pregunta fue legítima
y natural, y nuestro Señor la contestó como tal y no les reprochó nada.
reino sobre esta tierra. Ésa era su esperanza. Y ésta a propósito, es todavía
la única esperanza para esta tierra. Dios no ha acabado su trato con esta
tierra. Dios tiene un propósito eterno para la tierra, y fue precisamente en
cuanto a este reino de Dios de lo que hablaron y que incluía el
restablecimiento de la casa real de David. Éstas fueron las cosas de las
cuales habló Jesús después de Su resurrección. Vimos en el versículo 3
que les habló “acerca del reino de Dios.”. Veamos ahora la respuesta que
Jesús les dio, aquí en el versículo 7:
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Les dijo:
—No os toca a vosotros saber los tiempos o las ocasiones que el Padre
puso en su sola potestad;
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pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu
Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y
hasta lo último de la tierra.
Éste, pues, un mandamiento personal que es para usted y para mi, estimado
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Dios quiere que los seres humanos se salven. Esta es nuestra misión. Pero
para poder propagar el evangelio necesitamos poder. Esa fue su promesa -
“recibiréis poder.” Y necesitamos de la guía del Señor. Ante esta gran
tarea, no hay ningún poder en nosotros, aunque sí hay poder en el Espíritu
Santo. Es el Espíritu Santo quien se mueve a través de una persona, a través
de alguna iglesia, o por medio de un programa de radio. La cuestión es si
nosotros le permitimos actuar por medio nuestro.
Por último, este testimonio para Cristo debe llegar hasta los confines de la
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Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y lo recibió
una nube que lo ocultó de sus ojos.
¿Qué clase de nube sería? ¿Sería una nube común de vapor de agua? De
ninguna manera. Ésta fue la misma nube de gloria, la gloria ‘shekina’ que
llenó el tabernáculo en los tiempos del Antiguo Testamento. En su oración
como Sumo Sacerdote, Él había orado lo siguiente en el capítulo 17 del
evangelio según San Juan, versículo 5: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú
al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo
existiera.” Cuando Cristo nació en el mundo, fue envuelto en pañales.
Cuando salió de la tierra, fue envuelto en nubes de gloria. Así fue como el
regresó a la derecha del Padre celestial.
Mientras los apóstoles observaban esta escena, dos ángeles con el aspecto
de hombres se les aparecieron y les comunicaron un mensaje importante.
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Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se
iba, se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, 11los
cuales les dijeron:
—Galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha
sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al
cielo
Fue Jesús glorificado quien subió al cielo. Este mismo Jesús, el Jesús
glorificado vendrá así como se fue, y al mismo lugar. El profeta Zacarías
en el capítulo 14 de su profecía, versículo 4, nos dijo lo siguiente: “En
aquel día se afirmarán sus pies sobre el monte de los Olivos, que está en
frente de Jerusalén, al oriente; El monte de los Olivos se partirá por la
mitad, de este a oeste, formando un valle muy grande; la mitad del monte
se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur.” Volviendo ahora
al capítulo 1 de los Hechos, leamos el versículo 12:
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Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del
Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, recorriendo la distancia que la
ley permitía recorrer en sábado.
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Cuando llegaron, subieron al aposento alto, donde se alojaban Pedro
y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo
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Nos alegramos que María la madre de Jesús estuviera allí. Ella entonces
estaba libre de cualquier duda que hubiera existido con relación al
nacimiento virginal de Jesús. En aquellos momentos, la actitud de los
apóstoles y de los creyentes era una actitud de unidad, de oración, y de
espera.
EL NOMBRAMIENTO DE UN APOSTOL
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En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (los
reunidos eran como ciento veinte en número), y dijo:
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—Hermanos, era necesario que se cumpliera la Escritura que el
Espíritu Santo, por boca de David, había anunciado acerca de Judas,
que fue guía de los que prendieron a Jesús, 17y era contado con
nosotros y tenía parte en este ministerio. 18Éste, pues, que había
adquirido un campo con el salario de su iniquidad, cayó de cabeza y se
reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron.
Vemos aquí a Simón Pedro hablando otra vez. Ahora tengamos en cuenta
que esto ocurrió antes de que el Espíritu Santo viniera en Pentecostés. A
este hombre le faltaba recibir la plenitud del Espíritu Santo, así como nos
falta recibirla a usted y a mí. Ahora ciertamente dio una descripción de
Judas, ¿no le parece? Continuemos pues con los versículos 19 y 20 de este
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Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera
que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama (que significa
“Campo de sangre”), 20porque está escrito en el libro de los Salmos:
“Sea hecha desierta su habitación
y no haya quien more en ella”,
y:
“Tome otro su oficio”.
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Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con
nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre
nosotros, 22comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que
de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho con nosotros
testigo de su resurrección.
Creemos que la elección de un sucesor para Judas Iscariote fue más bien
gestionada por Pedro, sin la presencia y guía del Espíritu Santo.
Recordemos que el Espíritu Santo aún no había venido. Matías
evidentemente era un buen hombre. Eso fue indiscutible. Satisfizo todos
los requisitos de un apóstol, lo cual significaba que tuvo que haber visto al
Cristo resucitado, ya que ese era un requisito indispensable. Continuemos
con los versículos 23 al 26 de este capítulo 1 del libro de Hechos:
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Entonces propusieron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía
por sobrenombre Justo, y a Matías. 24Y orando, dijeron: «Tú, Señor,
que conoces los corazones de todos, muestra cual de estos dos has
escogido, 25para que tome la parte de este ministerio y apostolado, del
cual cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar».
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Entonces echaron suertes sobre ellos, y la suerte cayó sobre Matías; y
fue contado con los once apóstoles.
No vemos cómo el echar suertes pudiera tener relación con la dirección del
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Espíritu Santo, ni que Dios pudiera revelarse por este procedimiento. Esa
no es la forma cómo Dios guía. Surge entonces la pregunta: ¿Fue pues
Matías el que ocupó el lugar de Judas? Nosotros creemos que no. Más
bien, cuando el Señor Jesucristo mismo lo consideró oportuno, nombró a
alguien para ocupar el lugar de Judas Iscariote. Resulta significativo que no
volveremos a encontrar en el relato ninguna otra mención a Matías. Nada
quedó registrado sobre su ministerio, si realmente lo tuvo. Creemos que el
Espíritu Santo ciertamente ignoró a Matías. Ahora también creemos que
aquel que el Espíritu de Dios eligió, no fue otro que Pablo el apóstol.
Alguien podría preguntar con qué autoridad hacemos esta afirmación.
Escuchemos lo que el mismo apóstol Pablo dijo en su carta a los Gálatas
capítulo 1, versículo 1: “Pablo, apóstol (no por disposición de hombres, ni
por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los
muertos)”. Lo que Pablo dijo fue que había sido escogido por Dios el
Padre y por el Señor Jesucristo. ¿Cómo fue elegido? Por medio del
Espíritu Santo, a quien Dios había enviado al mundo. El ministerio del
apóstol Pablo ciertamente justificó el hecho de que él fuera quien debía
tomar el lugar de Judas. Otros comentaristas Bíblicos creen que fue Matías
quien ocupó el lugar de Judas.