Alhambra 7 - Trascendencia

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Módulo 7.

Transversal
7.1 EN LA DISTANCIA. VISIONES DE LA ALHAMBRA
Por Claudia Hopkins (Universidad de Edinburg) y Cynthia Robinson (Universidad de
Cornell, New York)

Part I. Por Claydia Hopkins

La Alhambra de Granada ha tenido toda una vida propia fuera de España, en la literatura, la
música, el arte y la arquitectura. En Gran Bretaña, el interés en la Alhambra despegó sobre todo
con el Romanticismo, un movimiento que rechazó la tradición clásica y valoró la experiencia
subjetiva, lo medieval, lo gótico y lo oriental.

Yo diría que hay muchas Alhambras y la versión de más éxito fue la Alhambra romantizada que
popularizó el escritor norteamericano Washington Irving en ‘Cuentos de la Alhambra’ in 1832. La
Alhambra de Irving retrataba un paraíso oriental, evocando la sofisticación de una cultura
perdida. Su obra se convertió en un gran éxito en poco tiempo y acabó haciendo de la
Alhambra un santuario exótico para viajeros de otros países.

Las ideas de Irving influyeron en muchos otros autores británicos. Muchas veces hablaban de la
Alhambra como un lugar mágico, que hacía soñar a los visitantes con un pasado nazarí. Por
ejemplo, en 1845, Richard Ford, el autor del primera gran guía turística de España, contó a sus
lectores que a la luz de la luna, los espacios interiores de la Alhambra de alguna manera aumentan de
tamaño y que el fantasma del último rey nazarí se puede aún oír paseando por las estancias, mientras
lamenta la pérdida del que fue su hogar. Artistas como el pintor escocés David Roberts
consolidaron visualmente esta Alhambra romantizada en cuadros y numerosos grabados. Su obra
fortaleció la imagen romantizada de la Alhambra porque la pintó de forma que pareciera aún más
increíble de lo que es. Por ejemplo, transformó los interiores bastante compactos de la Alhambra en
espacios grandes que casi recuerdan al interior majestuoso del una catedral gótica. Y la alusión fue
intencionada; tenía que ver con la antigua teoría, descartada ya hace mucho tiempo, de que el
estilo sarraceno había dado lugar al estilo gótico. Las obras de Roberts cotizaron muy altos precios
en el Reino Unido.

Sin emabrgo, la persona que realmente hizo que los británicos conectaran con la Alhambra fue
Owen Jones, el primer arquitecto británico en estudiar la Alhambra desde una perspectiva racional.
Incluso hizo que la Alhambra fuera tangible para los británicos al crear una versión reducida del
Patio de los Leones en el nuevo Palacio de Cristal en Sydenham, cerca de Londres, en 1854. Owen
Jones tuvo una enorme influencia en la arquitectura británica.

Por otro lado, en esa época se vendía papel pintado, tejidos, objetos de decoración, todo al estilo
Alhambrista. Muchas familias adineradas decoraban habitaciones completas con este estilo.
Había también baños públicos, teatros y salas de música – generalmente espacios dedicados a
actuaciones y de “conducta frívola”. El Alhambra Theatre, en Leicester Square, Londres, fue uno de
los espacios de ocio más atrayentes en la Inglaterra victoriana. Fue clausurado en 1870 por un
periodo de 2 años, a causa de una representación del popular baile francés “cancán”, considerado
inmoral en esa época.

Un poco más tarde, se construyeron muchos cines con detalles alhambristas y con la palabra
“Alhambra" en su nombre. Por ejemplo, “the Alhambra Cinema en Dunfermline”, cerca de
Edimburgo, Escocia, es un pequeño edificio de tres plantas construido en 1922 con ladrillo rojo,
que hace alusión a la Alhambra. Pero su interior es de estilo art deco. Obviamente, esto no tiene
nada que ver con la Alhambra real pero es un ejemplo de cómo el atractivo exótico del monumento se
había convertido en una herramienta de marketing en la lluviosa Gran Bretaña.

Hoy en día la Alhambra sigue inspirando a gente de todos los países, incluido por supuesto el
Reino Unido. Personalmente pienso que con la islamofobia que reina hoy en día es importante
celebrar la Alhambra como un hito extraordinario de una cultura musulmana que ha hecho una
contribución duradera y positiva a Europa.

Part II. Por Cynthia Robinson

Mi primer contacto con la Alhambra fue de manera tangencial, ya que yo estaba viviendo en Granada
ocupada en la realización de mi tesis doctoral sobre los reinos de Taifas. Me alojaba en un carmen
muy cerca de la Alhambra. Pasaba los días traduciendo poesía árabe y por la tarde, a las cinco o a
las seis, nuestra casera nos invitaba a la terraza a tomar un vino de Jerez mirando a lo lejos la
Alhambra. La veía desde fuera, y poco a poco me conquistó la idea de estudiarla. Al principio me
daba un poco de miedo, ya que para los especialistas de arte árabe es como el techo de la Capilla
Sixtina. La Alhambra es una obra maestra de la que se ha escrito mucho, y es abrumador
aproximarse a su estudio, pero a lo largo de los últimos cinco o seis años, he ido poco a poco
aproximándome, trabajando y publicando sobre ella.

En principio, y sobre todo, es una construcción que nos impacta por su unicidad. Es
increíblemente hermosa y es muy inspirador pasear por su interior; pero lo que más me impacta
son todas esas preguntas en torno a ella que aún no tienen respuesta. Es lo que me interesa más:
¿qué paso exactamente en cada uno de sus espacios? ¿Cuál era su propósito?

¿Cómo era la vida en su interior?. Sabemos que la Torre de Comares era la sala de trono, pero el
debate sobre qué era el Palacio de Leones sigue abierto. Me parece muy interesante el debate
abierto en torno a las ideas de Juan Carlos Ruiz Souza, sobre la posibilidad de que hubiera sido una
madraza o una zāwiya.
Particularmente estoy interesada en el uso y función de la poesía, especialmente en
ceremonias, y su conexión con otro tipo de literatura que quizás no está grabada en sus
paredes, pero que puede referirse a ciertas actividades áulicas dentro de la Alhambra.

También me interesa la cultura visual mudéjar, siendo muy llamativa y reveladora su relación con
la Alhambra, como un lugar para el intercambio, de encuentro entre Cortes, la de Castilla, la de la
España cristiana, por un lado; y la nazarí, por otro. Con diferentes lenguas pero con un lenguaje
visual en común.

En la actualidad me encuentro trabajando en un proyecto que se adentra en las primeras décadas


del siglo XVI que analiza la Alhambra y otros edificios en Granada como parte de una cultura
islámica muy específica en términos de la religiosidad nazarí. Es un tema que, extrañamente,
creo que ha sido poco estudiado, lo cual es sorprendente si se piensa lo extenso de los estudios
sobre Alhambra.

La Alhambra es un lugar al que siempre vuelvo, que revisito si vuelvo a España, es como refrescar
mi contacto visual con su decoración, sus patios, sus vistas. Es un lugar, un grupo de ideas, una
estructura a la que volveré, siempre que pueda, por el resto de mi vida.
Módulo 7. Transversal
7.2 EN LA DISTANCIA. MIRADAS DE LA ALHAMBRA VISTA POR UN
HISTORIADOR DEL ARTE ALEMÁN
Por Henrik Karge
Profesor/catedrático de Historia del arte en la Universidad Técnica de Dresde, Alemania


La Alhambra de Granada pertenece a dos mundos: Fue erigida en su mayor parte en el
curso del siglo XIV como residencia de los nazaríes, la última dinastía islámica en la
Península Ibérica. Es un complejo arquitectónico que se explica por la tradición
palaciega de al-Andalus: En el siglo X, los primeros califas de Córdoba ya habían
construido en los alrededores de su capital una magnífica ciudad residencial –Madinat
az-Zahra– que decayó poco después. En la mezquita de Córdoba y en Madinat az-Zahra
se hallan los modelos de un arte ornamental de alta complejidad que se desarrollaba
en el curso de los siglos siguientes hacia una sistemática siempre más fina, hasta
llegar a un apogeo de refinamiento y elegancia en el Patio de los Leones de la
Alhambra. Esto se evidencia si se mira la bóveda de la Sala de las Dos Hermanas en el
lado norte del Patio de los Leones. Innumerables bóvedas en miniatura, compuestas
de ladrillos y yeso, se agrupan rítmicamente y forman figuras estrelladas. El conjunto
de una tal bóveda de muqarnas, denominada con un término árabe, recuerda a una
cueva de estalactitas o a panales de miel. La riqueza de la decoración arquitectónica
llega a un nivel inconcebible por el espectador y a pesar de eso está encuadernada en
un rígido sistema geométrico cuya regularidad queda siempre palpable.

Con la conquista de Granada por el reino de España en el año 1492, la Alhambra se


convirtió en una parte de otro mundo, el de la Europa cristiana. Los Reyes Católicos
Fernando e Isabel ya prefirieron el palacio lujoso a gran altura sobre Granada como
residencia propia y durante los siglos siguientes los viajeros no estaban cansados de
elogiar el esplendor de los patios y las salas árabes y de los jardines circundantes. En
los años alrededor de 1830 la pasión de los europeos y norteamericanos por la
Alhambra alcanzó su punto culminante: Descripciones entusiásticas de viajeros se
unieron con narraciones literarias –maravillosas y espantosas– de las vidas de los
últimos nazaríes; sólo sean mencionados los cuentos del americano Washington
Irving. Numerosas imágenes hechas por artistas viajeros reforzaron la fama de la
Alhambra además. El resultado era una extraña inversión de la estimación de la cultura
cristiana y la islámica: Mientras que la mayoría de los viajeros británicos y
centroeuropeos no hacían caso de los edificios de la España católica, tendían casi
exclusivamente a Andalucía y se entusiasmaban por los monumentos de la cultura
islámica perecida.
Así la Alhambra, bien accesible por su situación en el sur de España, formaba un
puente para el entendimiento de la arquitectura y el arte ornamental islámicos por
parte de los europeos. Los eruditos alemanes Karl Schnaase y Franz Kugler, que como
primeros autores concibieron sistemas universales de historia del arte y la arquitectura
en los años después de 1840, hallaron en las sutiles decoraciones de la Alhambra una
llave para comprender los principios de formación artística en el mundo árabe. El
arquitecto británico Owen Jones, que había publicado entre 1842 y 1845 la primera
monografía de la Alhambra proveída de levantamientos exactos de las paredes
decoradas, dedicó una parte importante de su famosa obra The Grammar of Ornament
(1856) al conjunto palaciego de Granada y levantó sus decoraciones a un modelo del
arte ornamental de todos tiempos. Así la Alhambra se convirtió dentro de pocas
décadas de una visión de ensueño de la literatura europea a un monumento de origen
de la estética moderna.
Módulo 7 Transversal

7.3 LA ALHAMBRA VS EL PALACIO IMPERIAL DE BEIJING


Por Gao Bo

Doctora en Traducción e Interpretación de Chino/Español. Universidad de Beijing

Tanto la Alhambra como el Palacio Imperial de Beijing (conocido también como


Ciudad Prohibida) se consideran como impresionantes monumentos históricos
mundiales. Por una parte, cada uno conlleva su propio estilo y, por otra parte, en
profundidad, comparten algo en común a pesar de las enormes distancias geográficas

y culturales.
Igualmente, los motivos para su construcción varían en los dos casos. La Alhambra,
como palacio y fortaleza de un reino musulmán dentro de la península ibérica, se
levanta sobre la colina de la Sabika, uno de los puntos más elevados de la ciudad de
Granada buscando una situación estratégica defensiva contra los posibles ejércitos

enemigos y, a la vez, transmitir un claro símbolo de poder.

En comparación, el Palacio Imperial, se construyó en el reinado Yongle, siglo XIV y


sirve como vivienda para el emperador y la familia real así como la oficina imperial y la
corte, que permite la celebración de importantes actividades del imperio y casi no

tiene que ver con la defensa.


Por otro lado, uno de los factores que mas me han impresionado de la Alhambra es el

uso del agua y sus albercas, porque es algo no habitual en la Ciudad Prohibida.

En la Alhambra, por todas partes, se nota el papel importante que desempeña el agua.
Pienso que quizá ante todo, como los musulmanes vienen del desierto, tengan un
deseo especial por el agua y por supuesto, el agua también tiene mucho que ver con
su religión. Según el Corán, el paraíso espiritual es un jardín, donde suele haber un
estanque central, conectado con cuatro canales, que simbolizan los cuatro ríos del
paraíso. Por ejemplo, el patio de Leones está diseñado exactamente según esta idea.
Además, el ritual islámico también necesita agua para purificarse. Aparte de la
religión, el agua tiene funciones prácticas en la Alhambra. Por una parte, sirve para
aliviar la temperatura porque en Granada el verano suele ser muy cálido y seco. Por

otra parte, el agua puede regar los jardines y embellecer el ambiente.


En comparación, en la Ciudad Prohibida, no tenemos tantos juegos con el agua.
Tenemos un canal de protección alrededor del palacio. Para el abastecimiento del
agua, tenemos pozos dentro del palacio, pero no hemos diseñado estanques ni
surtidores de agua. No prestamos tanta atención como los musulmanes el agua en la
construcción por lo menos en lo que respecta a la Ciudad Prohibida.

A pesar de estas diferencias, no olvidemos que comparten algo común muy importante,
que es la tolerancia cultural. El Palacio Imperial de Beijing se construyó en la dinastía
Ming, por los Hanes, una civilización agrícola, fieles creyentes del budismo,
confucionismo y taoísmo. Y gracias a la conservación de sus sucesores, la dinastía
Qing, una civilización nómada, que vinieron de la pradera, creyentes del budismo
tibetano, hoy en día llegamos a ver esta majestuosa construcción. Y la sensata
decisión de conservar en vez de demoler la herencia del régimen anterior, ha sido toda

una manifestación de la tolerancia cultural.

Pasa igual con la Alhambra, donde abunda la coexistencia de estilos islámicos y


cristianos, imagen, por tanto, de la tolerancia cultural y religiosa. Sin esta tolerancia
y generosidad, no podríamos apreciar estos maravillosos momentos históricos, que

son testigos de la historia.

La tolerancia cultural, debe convertirse en una tendencia a nivel mundial,


pudiendonos ofrecer una salida para resolver los conflictos bélicos entre países y
regiones del mundo actual, muchos de los cuales están originados en choques

culturales.
Módulo 7
7.4 EN LA DISTANCIA. MIRADAS DE LA ALHAMBRA VISTA DESDE FRANCIA
Christine Mazzoli Guintard
Historiadora medievalista y especialista del Islam medieval. Departamento de Historia de la
Universidad de Nantes y al laboratorio de investigacion UMR6566

La Alhambra tiene para mí los sabores de la magdalena de Proust. Descubrí su existencia en los
años 70 en mi primer manual de iniciación al idioma de Cervantes.
En estos años los manuales escolares no tenían casi ninguna ilustración, pero sí que había una
de la cúpula de mocárabes de la sala de Dos Hermanas. Y es a través de este manual escolar que
descubró la existencia de una civilización nueva, la de al-Andalus, que estaba entonces
descubriendo.
Me hicieron falta unos 10 años para poder pasar la puerta de la Justicia de la Alhambra y descubrir
los maravillosos palacios de la Alhambra. Y me di cuenta de que los palacios estaban insertados
en una ciudad palatina que representa un eslabón en la muy muy larga historia urbana del Islam
medieval, una historia urbana que empieza en el siglo VII y se acaba en el siglo XV.
Eslabón fundamental es la Alhambra, situada por encima de Granada, ubicada al lado de Granada,
y ambas ciudades no pueden separarse ¿Por qué esta asociacion y este papel fundamental de la
pareja Alhambra-Granada en la historia del Islam medieval? Porque esta pareja representa el
último eslabón, y un eslabón fundamental, de esta muy larga historia urbana.
Me explico: al origen, los primeros tiempos de la historia urbana, o sea, los de la ciudad-campo,
de los siglos VII y VIII, la ciudad de Fustat, la de Qairawan, imponen un modelo urbano que procede
de Oriente.
Este modelo lo encontramos en la ciudad califal, la del siglo X, sea Bagdad, Córdoba o Fustat-El
Cairo, un modelo de la centralidad donde el espacio religioso del poder y el político están ubicados
uno al lado del otro y simbolizan el poder teocrático del califa.

Este modelo había llegado de Oriente. A partir del siglo XI, cuando se impone por todas partes
el modelo de la ciudad con alcazaba, donde una alcazaba está ubicada en un espolón al lado de
la ciudad, modelo que se encuentra ya en Granada con la alcazaba zirí, el primer espacio del Islam
donde se desarrolla este modelo urbano es al-Andalus. Y conforme se va avanzando en la historia
urbana del Islam medieval, al-Andalus se convertirá en su protagonista más destacado, el
Occidente musulmán en general desempenará el papel esencial, dejando atrás un Oriente que se
deja sobrepasar por Occidente.
En los ultimos siglos de la Edad Media, el Oriente ha dejado de fundar ciudades mientras
Occidente continúa con la fundación urbana: se trata, claro, de la fundación de la Alhambra, y se
trata, algunos años mas tarde, de la fundación de Fas la Nueva por el sultán merini. Entonces, la
Alhambra es eso, el espacio del poder, y, a través de la Alhambra, se puede leer toda la historia
del poder nazarí, sus formas, su naturaleza.
El mejor símbolo es, sin lugar a dudas, la torre de Comares, que es la torre de un poder, a la vez,
visible e invisible.
A través de la torre de Comares, el sultán observa que los ciudadanos y los subditos perciben esta
presencia que es a la vez visible por su fuerza arquitectural y a la vez invisible porque el sultán
queda escondido por las altas murallas. Es por eso que la Alhambra representa, en la historia
urbana, el punto álgido, es decir este momento definitivamente suspendido, el momento del último
tiempo de la historia urbana de al-Andalus. Es por este motivo que volveré seguramente muchas
veces a la Alhambra para bajar hacia la ciudad desde la Puerta de la Justicia y también para
observar la ciudad desde la torre de Comares. Es decir, que la Alhambra seguirá teniendo, para
mí y por muchos años, el sabor de la magdalena de Proust.
Módulo 7
7.5 LA MIRADA DEL ANTROPÓLOGO
José Antonio González Alcantud
Departamento de Antropología Social. Universidad de Granada

El punto de vista que adoptamos sobre la Alhambra no es tanto el de la arqueología o la historia


del arte, por sólo citar los más conocidos sobre el monumento nazarí, sino el de la antropología
sociocultural. Para esta última disciplina, la Alhambra formaría parte de la categoría de los
“monumentos vivos”, en la medida en que tiende a decantarse por los aspectos actuales de la
monumentalidad tanto como “invención” como “uso” cotidiano. Esto nos ha llevado a interrogar a
los protagonistas directos del monumento desde los trabajadores más humildes hasta los políticos
y gestores más conspicuos.

Con este sentido de fondo procuramos emancipar la Alhambra del horizonte orientalista, complejo
estético y antropológico bajo cuyas mil veladuras se ocultan otras dimensiones del monumento
más pedestres y/o reales. La Alhambra en sí misma es una aportación singular a la estética
occidental y oriental. Se encuentra en un gozne cultural al cual cada vez con mayor frecuencia se
le llama “andalusí”, para designar la fortaleza simbólica del concepto y espacio de al-Ándalus, en
el que se inserta históricamente la Alhambra.

Un mundo andalusí que es propiamente autóctono. Por eso cuando hemos preguntado a nuestros
informantes –una sesentena- de quién es la Alhambra, a quién perteneció en el pasado y ahora
mismo, contestan sin dudar que a los granadinos. Se entiende por granadinos a los autóctonos de
todos los tiempos. No se concibe que sea una creación extranjera en suelo patrio; ha sido
autoctonizada. Cuando se pasa a otro nivel sólo se ve en el horizonte propietario “a la Humanidad”.
Ni la región andaluza, ni la nación española y el pueblo árabe son considerados propietarios con
la “complètude” que lo son los granadinos o la Humanidad. Ellos son los depositarios de la
genuidad.

Si para los visitantes musulmanes la Alhambra se inscribe en el universo de la nostalgia, en la


pérdida de lo que no ha de retornar, para los custodios autóctonos, los granadinos, el palacio-
ciudadela alhambreño es un paraíso epicúreo. Un lugar que han cuidado y adornado frente a la
usura del tiempo con singular cuidado, sabedores de que han de disfrutarlo usándolo a diario. No
como una imagen etérea del paraíso sino como una realidad exigente. Cuando para los autóctonos
es nostalgia, lo es de su propia existencia, de su experiencia de la Alhambra. Esta nostalgia es
más perceptible cuando está asociada a sentimientos personales suscitados e inscritos en la
memoria social y colectiva del paisaje urbano de la Alhambra, tanto de la Calle Real como de la
zona de Fuente Peña. En muchas ocasiones aquellas personas que han habitado en la Alhambra
han llorado su pérdida como lugar privilegiado de sus vidas. La experiencia es un hecho vital que
remite a las primeras edades. Alguien nos aseguró que la Alhambra no existe sin los niños, sus
cantos, sus juegos, su presencia.
Ya recordé hace años un olvidado análisis del semiólogo Roland Barthes que decía ante una foto
de la Puerta del Vino:

“Esta fotografía antigua me impresiona: es que, ni más ni menos, tengo ganas de vivir
allí. Estas ganas se sumergen en mí hasta una profundidad y por medio de unas
raíces que desconozco: ¿calor del clima? ¿Mito mediterráneo, apolinismo?
¿Desheredamiento? ¿Jubilación? ¿Anonimato? ¿Nobleza? Sea lo que sea (de mí
mismo, de mis móviles, de mi fantasma), tengo ganas de vivir allí, con tenuidad, y
esta tenuidad jamás la foto de turismo puede satisfacerla”.

La Alhambra no defrauda, o lo hace en medida pequeña. Y en ello incide su vitalismo. El carácter


vital de la Alhambra fue percibido por muchos intelectuales que la habitaron o trataron de una
manera u otra. Desde Manuel Gómez Moreno hasta Emilio García Gómez. En un artículo titulado
“La vida de la Alhambra” de 1898 Gómez Moreno escribió, por ejemplo:

“La Alhambra no es una ruina de tiempos antiguos. Antes de remover los siglos
invocando una civilización pasada, seduce su mismo espíritu, que juzgábamos
muerto; si la fantasía intenta reanimar allí cuentos añejos, ha de negar tributo a la
poesía desbordada por todas partes. La Alhambra encanta aún sin evocar recuerdos,
e infunde en nosotros no la dulce melancolía de las cosas que fueron, sino placidez
y deleite de ser vivo. Y esta vida es como a pesar suyo, puesto que los hombres
parecen confabulados para robarla todo germen de animación”.

Por su parte García Gómez sostenía que la Alhambra había tenido suerte con sus moradores,
con haber estado siempre habitada ininterrumpidamente: “Ha tenido suerte la Alhambra con sus
moradores, porque nunca estuvo desierta (…) Sólo casi en nuestro tiempo pasó, vacía, la
Alhambra a las manos puras y cuidadosas de la Arqueología”.

En esa óptica de buscar la dimensión viva del patrimonio, hemos confrontado el valor de uso con
el de cambio, posicionándonos en contra del empleo abusivo del patrimonio como parte de la
industria cultural regida por los intereses del turismo. Restaurar el valor de uso exige limitar de
manera drástica el hecho económico abstracto para devolverle a la Alhambra, si es que alguna
vez lo perdió, el halo vital.

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