Formación - Fuentes de La Catequesis

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5.

FUENTES DE LA CATEQUESIS

90. Las fuentes de las que bebe la catequesis deben considerarse como interconectadas:
la una llama a la otra, y todas derivan de la Palabra de Dios, de la cual son
expresión. Dependiendo de los sujetos y de los contextos, la catequesis puede
acentuar una de las fuentes frente a las otras. Esto debe hacerse con equilibrio y
sin hacer catequesis unilaterales (por ejemplo, una catequesis solamente bíblica o
solamente litúrgica o solamente vivencial…).
Entre las fuentes, la Sagrada Escritura evidentemente tiene preeminencia por su peculiar
relación con la Palabra de Dios. Las fuentes, en cierto sentido, pueden ser también
formas de catequesis.

La Palabra de Dios en la Sagrada Escritura y en la sagrada Tradición


91. La catequesis extrae su mensaje de la Palabra de Dios, que es su fuente principal.
Por eso, “es fundamental que la Palabra revelada fecunde radicalmente la catequesis y
todos los esfuerzos por transmitir la fe”. La Sagrada Escritura, que Dios ha inspirado,
toca profundamente el alma humana, más que cualquier otra palabra. La Palabra de
Dios no se agota en la Sagrada Escritura, porque es una realidad viva, operante y
eficaz

¿Sabemos que es la inspiración divina?

Dios nos habla en el AT. en el NT, el Unigénito del Padre es la Palabra definitiva de
Dios

92. La Iglesia vive su misión en expectante espera de la manifestación escatológica del


Señor. “Esta espera nunca es pasiva, sino impulso misionero para anunciar la Palabra de
Dios que cura y redime a cada hombre: también hoy, Jesús resucitado nos dice: “Vayan
por todo el mundo y proclamen la Buena Noticia a toda criatura” (Mc 16,15).

En la línea de la Tradición, el pensamiento y los escritos de los Padres de la Iglesia


juegan un papel importante. En cuanto expresión de la experiencia eclesial del pasado
y de la continuidad dinámica que existe entre el anuncio de los primeros discípulos y el
nuestro, es bueno que la vida y las obras de los Padres encuentren un lugar adecuado
entre los contenidos de la catequesis.

El Magisterio
93. Cristo dio a los apóstoles y a sus sucesores el mandato permanente de anunciar el
Evangelio hasta los confines de la tierra, prometiéndoles la asistencia del Espíritu Santo
(Cf. Mt 28,20; Mc 16,15; Jn 20,21-22; Hch 1,8) que los haría maestros de la
humanidad en relación con la salvación, transmitiendo la Palabra de Dios
oralmente (Tradición) y por escrito (Sagrada Escritura). El Magisterio preserva,
interpreta y transmite el depósito de la fe, es decir, el contenido de la Revelación.
Básicamente, todo el pueblo de Dios está obligado a custodiar y difundir el depósito de
la fe, ya que es tarea de toda la Iglesia anunciar el Evangelio a todas las gentes. Pero la
autoridad para ensenar oficial y legítimamente el mensaje salvífico en el nombre de
Jesucristo pertenece al colegio de los obispos. Por lo tanto, el Romano Pontífice y los
obispos en comunión con el son los sujetos del Magisterio eclesial. Ellos tienen la
responsabilidad primaria de instruir al pueblo de Dios sobre los contenidos de la fe y de
la moral cristiana, así como de promover su anuncio en todo el mundo (Cf. LG 25).

94. La verdad salvífica en si es siempre la misma e inmutable. Sin embargo, en el


tiempo la Iglesia conoce mejor el depósito de la Revelación. Así pues, hay una
profundización y un desarrollo homogéneo, en la continuidad de la Palabra misma de
Dios. Por eso, el Magisterio presta servicio a la Palabra y al pueblo de Dios recordando
las verdades salvíficas de Cristo, clarificándolas y aplicándolas frente a los nuevos
desafíos de las diferentes épocas y situaciones, haciendo de puente entre la Escritura y
la Tradición. La catequesis es, entre otras cosas, una mediación de los pronunciamientos
del Magisterio.

La liturgia
95. La liturgia es una de las fuentes esenciales e indispensables de la catequesis de la
Iglesia, no solo porque la catequesis puede tomar de ella contenidos, lenguajes, gestos y
palabras de fe, sino sobre todo porque se pertenecen mutuamente en el acto mismo de
creer. La liturgia y la catequesis, entendidas a la luz de la Tradición de la Iglesia,
aunque cada una tiene su propia especificidad, no deben yuxtaponerse, sino que deben
entenderse en el contexto de la vida cristiana y eclesial, y ambas están orientadas a
hacer vivir la experiencia del amor de Dios. El antiguo principio lex credendi lex orandi
-La fe profesada (lex credendi), debe quedar recogida en la fe celebrada (lex orandi) y
manifestarse en la fe vivida (lex vivendi)- recuerda, de hecho, que la liturgia es un
elemento constitutivo de la Tradición.

96. La liturgia es “el lugar privilegiado de la catequesis del pueblo de Dios”. Esto no
debe entenderse en el sentido de que la liturgia deba perder su carácter celebrativo y
transformarse en catequesis o que la catequesis sea superflua. Si bien es cierto que las
dos contribuciones mantienen su especificidad, debe reconocerse que la liturgia es
fuente y culmen de la vida cristiana. La catequesis, de hecho, comienza con un primer
encuentro efectivo del catequizando con la comunidad que celebra el misterio, y esto
equivale a decir que la catequesis tiene su pleno cumplimiento cuando participa en la
vida litúrgica de la comunidad. No se puede, por tanto, pensar la catequesis solo como
preparación para los sacramentos, sino que debe ser entendida en relación con la
experiencia litúrgica.”. Por lo tanto, la liturgia y la catequesis son inseparables y se
nutren mutuamente.

Sin embargo, la dimensión mistagógica de la catequesis no se reduce a la simple


profundización de la iniciación cristiana después de haber recibido los sacramentos, sino
que también incluye la inserción en la liturgia dominical y en las fiestas del año
litúrgico con las que la Iglesia alimenta a los catecúmenos y a los niños bautizados
mucho antes de que puedan recibir la Eucaristía o acceder a una catequesis orgánica y
estructurada.

El testimonio de los santos y de los mártires


99. Desde los primeros siglos, el ejemplo de la Virgen María y la vida de los santos y de
los mártires ha sido una parte integral y eficaz de la catequesis: desde las acta martyrum
hasta las passiones, desde los frescos en las Iglesias y los iconos hasta las historias
edificantes para los niños y personas analfabetas. Los testimonios de vida y de muerte
por el Señor ofrecidos por los santos y los mártires han sido auténticas sequentiae sancti
Evangelii, pasajes del Evangelio capaces de anunciar a Cristo y de despertar y alimentar
la fe en Él.
100. La Iglesia considera a los mártires maestros ilustres de la fe, que, con los esfuerzos
y sufrimientos de su apostolado, permitieron la primera expansión y formulación de la
fe misma. En los mártires la Iglesia encuentra su germen de vida: «semen est sanguis
christianorum». Esta ley no pertenece sólo al cristianismo primitivo, sino que es válida
para toda la historia de la Iglesia hasta nuestros días. Precisamente el siglo XX, llamado
también el siglo del martirio, resultó ser especialmente rico en testigos que supieron
vivir el Evangelio hasta la prueba suprema del amor. Las apariciones de la Virgen María
reconocidas por la Iglesia, las vidas y los escritos de los santos y de los mártires de cada
cultura y de cada pueblo son una verdadera fuente de catequesis.

La teología
101. La Revelación de Dios, que sobrepasa la capacidad de conocimiento del hombre,
no por eso se opone a la razón humana, sino que la penetra y la eleva. Por eso, la
búsqueda creyente de la inteligencia de la fe —es decir, la teología— es una exigencia
irrenunciable de la Iglesia. ≪La labor teológica en la Iglesia está ante todo al servicio
del anuncio de la fe y de la catequesis≫; penetra con inteligencia critica los contenidos
de la fe, los profundiza y los ordena sistemáticamente, con el aporte de la razón. Sin
embargo, Cristo no debe ser explorado solamente en la reflexión sistemática con el
mero razonamiento, sino que, en cuanto verdad viva y ≪sabiduría de Dios≫ (1 Co
1,24), es una presencia que ilumina. La aproximación sapiencial le permite a la teología
integrar diferentes aspectos de la fe. Así pues, la teología ≪contribuye a que la fe sea
comunicable y a que la inteligencia de los que no conocen todavía a Cristo la pueda
buscar y encontrar≫. La ciencia teológica hace su contribución a la catequesis y a la
práctica catequística en general a través de las diversas especializaciones que la
caracterizan: la teología fundamental, la teología bíblica, la teología dogmática, la
teología moral, la teología espiritual…; y más específicamente con la catequética, la
teología pastoral, la teología de la evangelización, la teología de la educación y de la
comunicación.

La cultura cristiana
102. La cultura cristiana nace de la conciencia de la centralidad de Jesucristo y de su
Evangelio, que transforma la vida de las personas. Penetrando lentamente en las
diversas culturas, la fe cristiana las ha asumido, purificado y transformado desde el
interior, con lo cual ha hecho del estilo evangélico su rasgo esencial, ha contribuido a la
creación de una cultura nueva y original, la cristiana, que a lo largo de los siglos ha
producido verdaderas obras maestras en todas las ramas del saber.
El Evangelio no es una ideología, es un estilo de vida, es vida misma, se encarna en un
tiempo y lugar especifico, por asume la cultura.
Ha actuado como un soporte y vehículo para el anuncio del Evangelio y, en el curso de
los cambios históricos, a veces
marcados por conflictos ideológicos y culturales, ha logrado preservar valores
evangélicos genuinos tales como, por ejemplo, la originalidad de la persona humana, la
dignidad de la vida, la libertad como condición de la vida humana, la igualdad entre el
hombre y la mujer, la necesidad de ≪rechazar el mal y elegir el bien≫ (Is 7,15), la
importancia de la compasión y de la solidaridad, el consuelo del perdón y de la
misericordia, la necesidad de la apertura a la trascendencia.

103. Sin embargo, a lo largo de los siglos, se ha llegado, especialmente en sociedades


moldeadas por la cultura cristiana, a una crisis cultural, fruto de un secularismo
exasperado que ha llevado a un falso concepto de autonomía. Se han aceptado como
criterios solo aquellos basados en el consenso social o en las opiniones subjetivas, a
menudo en contraste con la ética natural. Esta ≪ruptura entre Evangelio y cultura es sin
duda el drama de nuestra epoca≫52. Parece, pues, evidente que es necesaria una nueva
comprensión de la capacidad unificadora de la cultura cristiana53, que permita que el
Evangelio libere energías de verdadera humanidad, paz, justicia, cultura del encuentro.
Estas energías que están en la base de la cultura cristiana hacen a la fe más
comprensible y deseable.

104. La cultura cristiana a desempeñado un papel determinante en la preservación de


culturas precedentes y en el progreso de la cultura internacional. Por ejemplo, ha sido
capaz de interpretar según un nuevo espíritu las grandes conquistas de la filosofía griega
y de la jurisprudencia romana, para convertirlas en patrimonio de toda la humanidad.
También ha dado forma a la percepción de lo bueno, de lo justo, de lo verdadero y de lo
bello, suscitando la creación de obras —textos literarios y científicos, composiciones
musicales, obras maestras de arquitectura y pintura—, que seguirán siendo a lo largo del
tiempo un testimonio de la contribución de la fe cristiana, constituyendo su patrimonio
intelectual, moral y estético.
105. Este patrimonio, de gran valor histórico y artistico, es una fuente que inspira y
fecunda la catequesis, en cuanto transmite la vision cristiana del mundo con la fuerza
creadora de la belleza. La catequesis podra valerse del patrimonio cultural cristiano en
su intento ≪de conservar en los hombres las facultades de la contemplacion y de la
admiracion, que llevan a la sabiduria≫ (GS 56) y educar, en el momento de la
fragmentacion, en la vision de la ≪persona humana integral, en la que destacan los
valores de la inteligencia, de la voluntad, de la conciencia y de la fraternidad; todos los
cuales se basan en Dios Creador y han sido sanados y elevados maravillosamente en
Cristo≫ (GS 61). El ingente patrimonio cultural cristiano, presentado segun el
pensamiento de sus autores, puede mediar efectivamente la interiorizacion de los
elementos centrales del mensaje evangelico.

La belleza
106. La Sagrada Escritura presenta de manera inequívoca a Dios como fuente de todo
esplendor y belleza. El Antiguo Testamento muestra la creación, con el hombre en la
cima, como algo bueno y bello, no tanto en el sentido del orden y la armonía, sino en el
de la gratuidad, libre del funcionalismo. Frente a la creacion, que debe ser admirada y
contemplada por sí misma, hay asombro, extasis, reaccion emocional y afectiva. Las
obras del hombre, como el espléndido templo de Salomon (Cf. 1 Re 7-8), merecen
admiracion, en cuanto estan ligadas al Creador.

107. En el Nuevo Testamento toda la belleza se concentra en la persona de Jesucristo,


revelador de Dios y ≪resplandor de su gloria, semejanza perfecta de su ser≫ (Heb 1,3).
Su Evangelio es fascinante porque es una noticia hermosa, buena, alegre, llena de
esperanza. El, ≪lleno de gracia y verdad≫ (Jn 1, 14), asumiendo sobre si la humanidad,
ha contado a traves de las parabolas la belleza de la accion de Dios.
Plenitud
En su relacion con las personas ha dicho bellas palabras que con su eficacia sanan las
profundidades del alma: ≪Tus pecados quedan perdonados≫ (Mc 2,5), ≪Tampoco yo
te condeno≫ (Jn 8,11), ≪tanto amo Dios amo al mundo≫ (Jn 3, 16), ≪Vengan a mi
todos los cansados y abrumados por cargas, y yo los hare descansar≫ (Mt 11,28). El ha
realizado bellas acciones: ha sanado, ha liberado, ha acompanado tocando las heridas de
la humanidad. Soportando la crueldad de la condena a muerte como alguien que ≪sin
forma ni belleza≫ (Is 53,2), ha sido reconocido como el ≪mas bello de los hombres≫
(Sal 45,3). Asi, ha llevado a la humanidad, purificada, a la gloria del Padre, donde El
mismo ≪se sento a la derecha del trono de Dios en las alturas≫ (Heb 1,3) y asi ha
revelado todo el poder transformador de su Pascua.

108. La Iglesia, por tanto, toma en cuenta que el anuncio del Resucitado para alcanzar el
corazon humano debe resplandecer de bondad, verdad y belleza. En este sentido, es
necesario ≪que toda catequesis preste especial atencion a la via de la belleza (Via
pulchritudinis)≫54. Toda belleza puede ser un sendero que ayuda al encuentro con
Dios, pero el criterio de su autenticidad no puede ser solo estetico. Es necesario
discernir entre la belleza verdadera y las formas aparentemente bellas pero vacias, o
incluso nocivas, como el fruto prohibido en el paraiso terrenal (Cf. Gn 3,6). Los
criterios se encuentran en la exhortación paulina: ≪tomen en cuenta todo cuanto hay de
verdadero, noble, justo, puro, amable, honorable, virtuoso y digno de elogio≫ (Flp 4,8).

109. La belleza esta siempre e inseparablemente impregnada de bondad y de


verdad. Por eso, contemplar la belleza provoca en la persona sentimientos de
alegria, placer, ternura, plenitud, sentido, abriendola asi a lo trascendente. El
camino de la evangelizacion es la via de la belleza y, por tanto, toda forma de belleza es
fuente de la catequesis. Mostrando el primado de la gracia,manifiesto especialmente en
la Santisima Virgen Maria; dando a conocer la vida de los santos como verdaderos
testigos de la belleza de la fe; destacando la belleza y el misterio de la creacion;
descubriendo y apreciando el increíble e inmenso patrimonio liturgico y artistico de la
Iglesia; valorizando las formas mas elevadas del arte contemporaneo, la catequesis
muestra concretamente la belleza infinita de Dios, que se expresa tambien en las obras
del hombre (Cf. SC 122) y conduce a los que reciben catequesis hacia el don bello que
el Padre ha hecho en su Hijo.

CAPÍTULO III
EL CATEQUISTA

1. LA IDENTIDAD Y LA VOCACIÓN DEL CATEQUISTA


110. ≪Tambien en la constitucion del cuerpo de Cristo hay variedad de miembros y de
ministerios. Uno mismo es el Espiritu, que distribuye sus diversos dones, para el bien de
la Iglesia, segun sus riquezas y la diversidad de los ministerios≫ (LG 7). En virtud del
Bautismo y la Confirmacion, los cristianos se incorporan a Cristo y participan en su
oficio sacerdotal, profetico y real (Cf. LG 31, AA 2); son testigos del anuncio del
Evangelio con la palabra y con el ejemplo de la vida cristiana; pero algunos ≪tambien
pueden ser llamados a cooperar con el Obispo y los sacerdotes en el ejercicio del
ministerio de la Palabra≫1. En el conjunto de los ministerios y de los servicios, con los
cuales la Iglesia lleva a cabo su mision evangelizadora, el ≪ministerio de la
catequesis≫2 ocupa un lugar relevante e indispensable para el crecimiento de la fe. Este
ministerio introduce a la fe y, junto con el ministerio liturgico, engendra a los hijos de
Dios dentro de la Iglesia. Por lo tanto, la vocacion especifica del catequista tiene su raiz
en la vocacion comun del pueblo de Dios, llamado a servir al plan salvifico de Dios en
favor de la humanidad.

111. Toda la comunidad cristiana es responsable del ministerio de la catequesis, pero


cada uno segun su condicion particular en la Iglesia: ministros ordenados, personas
consagradas, fieles laicos. ≪A traves de ellos, en la diversidad de sus funciones, el
ministerio catequetico ofrece de modo pleno la palabra y el testimonio completo de la
realidad eclesial. Si faltase alguna de estas formas de presencia, la catequesis perderia
parte de su riqueza y significacion≫3. El catequista pertenece a una comunidad
cristiana y es una expresion de la misma. Su servicio es vivido dentro de una comunidad
que es el sujeto principal de acompanamiento en la fe.

112. El catequista es un cristiano que recibe un llamado particular de Dios, aceptado en


la fe, ese llamado lo capacita para el servicio de la transmisión de la fe y para la tarea de
iniciar en la vida cristiana. Las causas inmediatas para que un catequista sea llamado a
servir a la Palabra de Dios son muy variadas, pero todas son mediaciones que Dios, a
traves de la Iglesia, usa para llamar a su servicio. Para este llamado, el catequista
participa de la mision de Jesus que conduce a sus discipulos a la relacion filial con el
Padre. Sin
embargo, el verdadero protagonista de toda autentica catequesis es el Espiritu Santo
que, mediante la profunda union nacida del catequista con Jesucristo, hace que los
esfuerzos humanos sean efectivos en la actividad de la catequesis. Dicha actividad tiene
lugar dentro de la Iglesia: el catequista es testigo de su Tradicion viva y mediadora que
facilita la insercion de los nuevos discipulos de Cristo en el cuerpo eclesial.

113. En virtud de la fe y de la uncion bautismal, en colaboracion con el Magisterio de


Cristo y como servidor de la accion del Espiritu Santo, el
catequista es:
a. Testigo de la fe y custodio de la memoria de Dios; al experimentar la bondad y la
verdad del Evangelio en su encuentro con la persona de Jesus, el catequista guarda,
nutre y da testimonio de la nueva vida que se deriva de El y se convierte en un signo
para los demas. La fe contiene la memoria de la historia de Dios con las personas.
Custodiar esta memoria, despertarla en los demas y ponerla al servicio del anuncio es la
vocacion especifica del catequista. El testimonio de la vida es necesario para la
credibilidad de la mision. Reconociendo sus debilidades ante la misericordia de Dios, el
catequista nunca deja de ser el signo de la esperanza para sus hermanos;
b. maestro y mistagogo que introduce al misterio de Dios, revelado en la Pascua de
Cristo; como icono de Jesus maestro, el catequista tiene la doble tarea de transmitir el
contenido de la fe y conducir al misterio de la fe misma. El catequista esta llamado a
comunicar la verdad sobre el hombre y sobre su vocacion suprema, abriendo al
conocimiento de Cristo y, al mismo tiempo, introduciendo en las diversas dimensiones
de la vida cristiana, ensenando los misterios de la salvacion contenidos en el deposito de
la fe y celebrados en la liturgia de la Iglesia;
c. acompanante y educador de los que le confio la Iglesia; el catequista es experto en el
arte del acompanamiento5, tiene habilidades educativas, sabe escuchar y entrar en las
dinamicas de la maduracion humana, se hace companero de viaje con paciencia y con
sentido de gradualidad, con docilidad a la accion del Espiritu, en un proceso de
formacion, ayuda a los hermanos a madurar en la vida cristiana y a caminar hacia Dios.
El catequista, experto en humanidad, conoce las alegrias y las esperanzas del hombre,
sus tristezas y angustias (Cf. GS 1) y sabe como relacionarlas con el Evangelio de Jesus.

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