Formación - Fuentes de La Catequesis
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Formación - Fuentes de La Catequesis
FUENTES DE LA CATEQUESIS
90. Las fuentes de las que bebe la catequesis deben considerarse como interconectadas:
la una llama a la otra, y todas derivan de la Palabra de Dios, de la cual son
expresión. Dependiendo de los sujetos y de los contextos, la catequesis puede
acentuar una de las fuentes frente a las otras. Esto debe hacerse con equilibrio y
sin hacer catequesis unilaterales (por ejemplo, una catequesis solamente bíblica o
solamente litúrgica o solamente vivencial…).
Entre las fuentes, la Sagrada Escritura evidentemente tiene preeminencia por su peculiar
relación con la Palabra de Dios. Las fuentes, en cierto sentido, pueden ser también
formas de catequesis.
Dios nos habla en el AT. en el NT, el Unigénito del Padre es la Palabra definitiva de
Dios
El Magisterio
93. Cristo dio a los apóstoles y a sus sucesores el mandato permanente de anunciar el
Evangelio hasta los confines de la tierra, prometiéndoles la asistencia del Espíritu Santo
(Cf. Mt 28,20; Mc 16,15; Jn 20,21-22; Hch 1,8) que los haría maestros de la
humanidad en relación con la salvación, transmitiendo la Palabra de Dios
oralmente (Tradición) y por escrito (Sagrada Escritura). El Magisterio preserva,
interpreta y transmite el depósito de la fe, es decir, el contenido de la Revelación.
Básicamente, todo el pueblo de Dios está obligado a custodiar y difundir el depósito de
la fe, ya que es tarea de toda la Iglesia anunciar el Evangelio a todas las gentes. Pero la
autoridad para ensenar oficial y legítimamente el mensaje salvífico en el nombre de
Jesucristo pertenece al colegio de los obispos. Por lo tanto, el Romano Pontífice y los
obispos en comunión con el son los sujetos del Magisterio eclesial. Ellos tienen la
responsabilidad primaria de instruir al pueblo de Dios sobre los contenidos de la fe y de
la moral cristiana, así como de promover su anuncio en todo el mundo (Cf. LG 25).
La liturgia
95. La liturgia es una de las fuentes esenciales e indispensables de la catequesis de la
Iglesia, no solo porque la catequesis puede tomar de ella contenidos, lenguajes, gestos y
palabras de fe, sino sobre todo porque se pertenecen mutuamente en el acto mismo de
creer. La liturgia y la catequesis, entendidas a la luz de la Tradición de la Iglesia,
aunque cada una tiene su propia especificidad, no deben yuxtaponerse, sino que deben
entenderse en el contexto de la vida cristiana y eclesial, y ambas están orientadas a
hacer vivir la experiencia del amor de Dios. El antiguo principio lex credendi lex orandi
-La fe profesada (lex credendi), debe quedar recogida en la fe celebrada (lex orandi) y
manifestarse en la fe vivida (lex vivendi)- recuerda, de hecho, que la liturgia es un
elemento constitutivo de la Tradición.
96. La liturgia es “el lugar privilegiado de la catequesis del pueblo de Dios”. Esto no
debe entenderse en el sentido de que la liturgia deba perder su carácter celebrativo y
transformarse en catequesis o que la catequesis sea superflua. Si bien es cierto que las
dos contribuciones mantienen su especificidad, debe reconocerse que la liturgia es
fuente y culmen de la vida cristiana. La catequesis, de hecho, comienza con un primer
encuentro efectivo del catequizando con la comunidad que celebra el misterio, y esto
equivale a decir que la catequesis tiene su pleno cumplimiento cuando participa en la
vida litúrgica de la comunidad. No se puede, por tanto, pensar la catequesis solo como
preparación para los sacramentos, sino que debe ser entendida en relación con la
experiencia litúrgica.”. Por lo tanto, la liturgia y la catequesis son inseparables y se
nutren mutuamente.
La teología
101. La Revelación de Dios, que sobrepasa la capacidad de conocimiento del hombre,
no por eso se opone a la razón humana, sino que la penetra y la eleva. Por eso, la
búsqueda creyente de la inteligencia de la fe —es decir, la teología— es una exigencia
irrenunciable de la Iglesia. ≪La labor teológica en la Iglesia está ante todo al servicio
del anuncio de la fe y de la catequesis≫; penetra con inteligencia critica los contenidos
de la fe, los profundiza y los ordena sistemáticamente, con el aporte de la razón. Sin
embargo, Cristo no debe ser explorado solamente en la reflexión sistemática con el
mero razonamiento, sino que, en cuanto verdad viva y ≪sabiduría de Dios≫ (1 Co
1,24), es una presencia que ilumina. La aproximación sapiencial le permite a la teología
integrar diferentes aspectos de la fe. Así pues, la teología ≪contribuye a que la fe sea
comunicable y a que la inteligencia de los que no conocen todavía a Cristo la pueda
buscar y encontrar≫. La ciencia teológica hace su contribución a la catequesis y a la
práctica catequística en general a través de las diversas especializaciones que la
caracterizan: la teología fundamental, la teología bíblica, la teología dogmática, la
teología moral, la teología espiritual…; y más específicamente con la catequética, la
teología pastoral, la teología de la evangelización, la teología de la educación y de la
comunicación.
La cultura cristiana
102. La cultura cristiana nace de la conciencia de la centralidad de Jesucristo y de su
Evangelio, que transforma la vida de las personas. Penetrando lentamente en las
diversas culturas, la fe cristiana las ha asumido, purificado y transformado desde el
interior, con lo cual ha hecho del estilo evangélico su rasgo esencial, ha contribuido a la
creación de una cultura nueva y original, la cristiana, que a lo largo de los siglos ha
producido verdaderas obras maestras en todas las ramas del saber.
El Evangelio no es una ideología, es un estilo de vida, es vida misma, se encarna en un
tiempo y lugar especifico, por asume la cultura.
Ha actuado como un soporte y vehículo para el anuncio del Evangelio y, en el curso de
los cambios históricos, a veces
marcados por conflictos ideológicos y culturales, ha logrado preservar valores
evangélicos genuinos tales como, por ejemplo, la originalidad de la persona humana, la
dignidad de la vida, la libertad como condición de la vida humana, la igualdad entre el
hombre y la mujer, la necesidad de ≪rechazar el mal y elegir el bien≫ (Is 7,15), la
importancia de la compasión y de la solidaridad, el consuelo del perdón y de la
misericordia, la necesidad de la apertura a la trascendencia.
La belleza
106. La Sagrada Escritura presenta de manera inequívoca a Dios como fuente de todo
esplendor y belleza. El Antiguo Testamento muestra la creación, con el hombre en la
cima, como algo bueno y bello, no tanto en el sentido del orden y la armonía, sino en el
de la gratuidad, libre del funcionalismo. Frente a la creacion, que debe ser admirada y
contemplada por sí misma, hay asombro, extasis, reaccion emocional y afectiva. Las
obras del hombre, como el espléndido templo de Salomon (Cf. 1 Re 7-8), merecen
admiracion, en cuanto estan ligadas al Creador.
108. La Iglesia, por tanto, toma en cuenta que el anuncio del Resucitado para alcanzar el
corazon humano debe resplandecer de bondad, verdad y belleza. En este sentido, es
necesario ≪que toda catequesis preste especial atencion a la via de la belleza (Via
pulchritudinis)≫54. Toda belleza puede ser un sendero que ayuda al encuentro con
Dios, pero el criterio de su autenticidad no puede ser solo estetico. Es necesario
discernir entre la belleza verdadera y las formas aparentemente bellas pero vacias, o
incluso nocivas, como el fruto prohibido en el paraiso terrenal (Cf. Gn 3,6). Los
criterios se encuentran en la exhortación paulina: ≪tomen en cuenta todo cuanto hay de
verdadero, noble, justo, puro, amable, honorable, virtuoso y digno de elogio≫ (Flp 4,8).
CAPÍTULO III
EL CATEQUISTA