2 Con Violencia B 4 Efectos Sentencia C.R. JD C. S.CM S Daños y Perjucios

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CAMARA CIVIL - SALA L

Expte. n° 57.345/2012 “Cortiellas Rial, Javier Darío c/ Scortichini,


Camila María s/ daños y perjuicios” -Juzg. 33-

En Buenos Aires, a de julio


de dos mil diecinueve, encontrándose reunidos en Acuerdo los
Señores Jueces de la Sala “L” de la Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Civil a fin de pronunciarse en el expediente caratulado
“Cortiellas Rial, Javier Darío c/ Scortichini, Camila María s/ daños y
perjuicios” de acuerdo al orden del sorteo la Dra. Iturbide dijo:
I. Contra la sentencia que luce a fs. 475/484, en la que el señor
juez de primera instancia admitió la demanda interpuesta por Javier
Darío Cortiellas Rial contra Camila María Scortichini y condenó a
esta última a abonarle al actor la suma de $ 350.000, en el plazo de
diez días, expresó agravios la demandada a fs. 502/522, los que no
fueron respondidos dentro del término de ley. A fs. 526 se dispuso el
llamamiento de autos para dictar sentencia, resolución que se halla
firme y consentida, por lo cual las actuaciones se encuentran en
condiciones de dictar el pronunciamiento definitivo.
II. Al promover la demanda, Cortiellas relató que el día 17 de
mayo de 2010, alrededor de las 15:00 horas, mientras se encontraba
trabajando en la computadora en su domicilio, advirtió que se
encontraba conectada al Facebook Camila María Scortichini, a quien
conocía por tener una amiga en común. Tras conversar por Facebook,
la aquí demandada aceptó la invitación de Cortiellas para dirigirse a
su casa, a fin de “pasar el rato juntos”. Una vez en su departamento,
luego de tocar la guitarra, fumar y tomar alcohol juntos, el accionante
expresó textualmente que “realmente la pasamos bien, por lo cual yo
me le insunié (sic) porque pensé que sentíamos la misma atracción.
Ella sentía lo mismo por mí, sin embargo me propuso jugar antes,
para romper el hielo. Jugamos a las damas, donde quien ganase
podría pedir algo como premio. Al ganar le pedí tener relaciones, y a

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ella le pareció bien, pero antes nos bañamos juntos. Ya en la
cama, jugamos, nos dimos masajes, pero no tuvimos
relaciones sexuales” (fs. 256).
El demandante continuó narrando que más tarde
Scortichini le propuso ir a un bar, al cual se dirigieron en taxi,
donde continuaron tomando cerveza y del cual regresaron al
departamento de Cortiellas. Allí, la joven decidió ir al baño,
tomó un blíster de un medicamento (a pesar de la
recomendación por parte de aquél de que no lo hiciera), y tras
continuar fumando y bebiendo alcohol, ella comenzó a
convulsionar y cayó al piso.
Al volver en sí, la joven no reconoció a Cortiellas, y
como parecía incapaz de ubicarse en tiempo y espacio,
comenzó a preguntarle por otro hombre, a gritar y a desvariar.
Salió del departamento, golpeó las puertas de los vecinos
gritando “auxilio”, y se retiró posteriormente del edificio
mientras llegaba la policía, a quien alguno de los vecinos había
dado aviso de la situación.
Finalmente, la aquí demandada regresó al departamento
a buscar sus pertenencias, llamó a su padre y se dirigió con
efectivos policiales a radicar una denuncia criminal a la
comisaría. Esta última dio inicio a la causa penal N°
17939/2010 sobre abuso sexual (art. 119, 2º párrafo del Código
Penal), que tramitó ante el Juzgado Nacional en lo Criminal y
Correccional N° 30, y que finalizó con el sobreseimiento del
imputado.
En definitiva, Cortiellas expresó que en ningún momento
golpeó, amenazó ni forzó a Scortichini a permanecer en su
vivienda ni mucho menos a tener relaciones sexuales, y sin
embargo se vio avasallado en su confianza, fue detenido y
acusado falsamente por un delito aberrante, debió tolerar el
secuestro de sus pertenencias como si fuera un delincuente y,
en consecuencia, reclamó en esta sede civil el resarcimiento
del lucro cesante, del daño psicológico y del daño moral que
habría experimentado a raíz de una acusación calumniosa, por
un

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total de $ 225.000, en los términos de los arts. 1078, 1089, 1090, 1109
y concordantes del Código Civil.
III. Al dictar la sentencia de primera instancia, el Dr. Liberti
admitió la acción, como lo dije en el considerando I, y condenó a
Scortichini a abonar al accionante la suma de $ 350.000 ($ 300.000
por daño moral y $ 50.000 por lucro cesante). Para así decidir,
consideró que la demandada habría expresado en la causa penal que
los hechos que denunció no ocurrieron (fs. 479 vta.), por lo que su
denuncia sobre la base de sucesos inexistentes debe ser calificada de
temeraria, o al menos culpable o negligente, “pues nadie puede
acusar a otra persona de un delito de suma gravedad como el que dio
inicio a las actuaciones penales para luego desdecirse…” (fs. 480
vta), y por consiguiente juzgó reunidos los requisitos que el
ordenamiento civil exige, en los preceptos mencionados en el
considerando anterior, para que proceda la reparación por acusación
calumniosa.
IV. Al verter sus agravios en esta instancia, la accionada
cuestionó, sobre la base de diversos fundamentos a los que haré
referencia más adelante, la procedencia de los resarcimientos por daño
moral y por lucro cesante admitidos por el a quo, y solicitó el rechazo
de la demanda instaurada en todos sus puntos (ver punto V, número 3
in fine del escrito de expresión de agravios a fs. 522 vta).
V. Aplicación de la ley en el tiempo
Frente a la existencia de normas sucesivas en el tiempo, cabe
ante todo aclarar que, de conformidad con lo dispuesto en el art. 7 del
nuevo Código Civil y Comercial de la Nación y como ya lo vienen
sosteniendo de manera uniforme las Salas de esta Cámara, la situación
jurídica que da origen a esta demanda, al haberse consumado antes del
advenimiento del actual Código Civil y Comercial, debe ser juzgada –
en sus elementos constitutivos y con excepción de sus consecuencias
no agotadas– de acuerdo a la normativa vigente al momento de los

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hechos (Kemelmajer de Carlucci, Aída, “La aplicación del
Código Civil y Comercial a las relaciones y situaciones jurídicas
existentes”, p. 100, Ed. Rubinzal Culzoni; Caputto, María
Carolina, “Aplicabilidad del nuevo Código ante la apelación de
una sentencia anterior”, en Rev. La Ley, 30/10/1025; CSJN,
5/2/98, D.J. 1998-2-95, La Ley, 1998-C-640; fallo plenario
recaído en la causa “Rey, José c/ Viñedos y Bodegas Arizu
S.A.”, La Ley 146-273, con nota de Nieto Blanc, “Retroactividad
de la ley y daño moral”, en J.A. 13-1972- 352).
Ocurre que el nuevo Código Civil y Comercial es
aplicable a las relaciones y situaciones jurídicas futuras; a las
existentes a la fecha de su entrada en vigencia, tomándolas en
el estado en que se encuentren, y también a las consecuencias
no agotadas de las relaciones y situaciones jurídicas
constituidas bajo el amparo de la antigua ley. Únicamente es
aplicable el nuevo cuerpo legal a las relaciones o situaciones
jurídicas que no se encuentren agotadas aún en cuanto a sus
efectos o contenido (“no consumadas”), y siempre que tengan
origen legal (por ejemplo, los intereses derivados del
resarcimiento de un daño que no hubieran sido pactados por
las partes) (Jalil, Julián Emil, La aplicación del art. 7 del Código
Civil y Comercial y su impacto en el sistema de responsabilidad
civil, Revista de Responsabilidad Civil y Seguros, octubre de
2015, Buenos Aires, La Ley, p. 151 y ss.). Es por ello que, más
allá de considerar que en lo atinente a la aplicación temporal
del nuevo Código Civil y Comercial ha de seguirse una
hermenéutica que no limite su efectiva vigencia, pues como
recordaba Vélez en su nota al viejo artículo 4044 –luego
derogado por la ley 17.711–, “el interés general de la sociedad
exige que las leyes nuevas, que necesariamente se presumen
mejores, reemplacen cuanto antes a las antiguas, cuyos
defectos van a corregir”, en este caso puntual, debe atenderse
a aquella limitación por aplicación del principio consagrado en
el artículo 7 del nuevo

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ordenamiento legal (cfr. CNCiv., Sala B, voto del Dr. Parrilli, en autos
“Martinez, José Eduardo c/Varela, Osvaldo, Héctor y otros s/daños y
perjuicios”, 6/8/2015).
Siguiendo esa línea de ideas, coincido con quienes afirman
que, con Código viejo o nuevo, la interpretación que guíe las
decisiones judiciales no puede desconocer la supremacía de la
Constitución Nacional, ni los tratados de derechos humanos en los que
la República sea parte, no ya porque lo consagre el nuevo Código
Civil y Comercial de la Nación en sus artículos 1 y 2, sino porque así
lo manda la Constitución Nacional en sus artículos 31 y 75 inciso 22.
Tampoco pueden ignorarse los valores que inspiran nuestro
ordenamiento jurídico porque éstos se sintetizan en el mandato de
“afianzar la justicia” contenido en el Preámbulo de nuestra
Constitución, que no es letra vana (ver voto del Dr. Parrilli en los
autos ya citados).
VI. La solución del caso
1. Encuadre preliminar. El análisis de la cuestión desde una
perspectiva de género.
El examen de un litigio de estas características no puede ni
debe prescindir, en 2019 y en la Argentina, de un encuadre preliminar
desde una perspectiva de género.
Si bien no es tarea fácil definir "perspectiva de género", vale la
pena mencionar que es una categoría de análisis que permite
identificar el impacto del género en los roles, prácticas, normas, para
evitar que se perpetúen los estereotipos que promueven la desigualdad
y discriminación, especialmente en los sujetos vulnerables como las
mujeres, las niñas y las adolescentes (Yuba, Gabriela, “Comentario a
la ‘Ley Micaela’. Ley nacional 27.499, ADLA, 2019-3, p. 37).
Se ha dicho en el seno de la Organización de las Naciones
Unidas, hace ya casi un cuarto de siglo, que la violencia contra las
mujeres es un obstáculo para alcanzar la igualdad, el desarrollo y la

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paz, pues aquélla vulnera y anula o disminuye el goce, por
parte de las mujeres, de sus derechos humanos y sus
libertades fundamentales. Así, la histórica falla en el objetivo de
proteger y promover esos derechos y libertades en los casos
de violencia contra las mujeres resulta una preocupación a la
que deberían dirigir sus esfuerzos todos los Estados (Cuarta
Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing,
China en 1995, letra D, punto 112, disponible en
https://www.un.org/womenwatch/daw/beijing/platform/violence.
htm).
En efecto, nuestro país cuenta con dispositivos legales
del orden internacional, nacional y provincial tales como el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
la Convención Americana sobre Derechos Humanos y los
tratados específicos sobre las mujeres, entre los cuales se
encuentran la Convención Sobre la Eliminación de todas las
Formas de Discriminación contra la Mujer (ratificado el 15 de
julio de 1985) y su Protocolo Facultativo (ratificado el 20 de
marzo de 2007) y la Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención
de Belém do Pará de 1994, ratificada el 4 de septiembre de
1996). Estos tratados se complementan con una importante
jurisprudencia sobre violencia de género de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos y la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, y con instrumentos no
vinculantes, como la Declaración y la Plataforma de Acción de
Beijing y las Recomendaciones Generales adoptadas por
organismos de derechos humanos de las Naciones Unidas
como “herramientas de interpretación autorizadas” de las
respectivas convenciones (Sbdar, Claudia, “La
transversalización de la perspectiva de género: un enfoque
necesario”, publicado en https://www.cij.gov.ar/nota-26575-
La-transversalizaci-n-de-la-perspectiva-de-g-nero--un-enfoque
necesario.html).

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En particular, a través de la Convención sobre la Eliminación


de todas los Formas de Discriminación contra la Mujer, los estados
partes condenaron la discriminación contra la mujer en todas sus
formas, se obligaron a eliminarla, a adoptar las medidas adecuadas
que la prohíban y a “establecer la protección jurídica de los derechos
de la mujer sobre una base de igualdad con los del hombre, por
conducto de los tribunales nacionales competentes y de otras
instituciones públicas, la protección efectiva de la mujer contra todo
acto de discriminación” (art. 2 inc. b). Este artículo consagró el
derecho de la mujer a la protección de sus derechos y a acceder a la
justicia en los casos en que sea víctima de algún tipo de
discriminación, y nuestro país confirió jerarquía constitucional a dicho
convenio (art. 75, inc. 22).
A nivel de derecho interno, nuestro país también se ha
comprometido desde hace años con el enfoque de género desde los
poderes públicos del Estado. Así, el 11 de marzo de 2009 fue
sancionada la Ley N° 26.485 de protección integral para prevenir,
sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en
que desarrollen sus relaciones interpersonales. Las disposiciones de
dicha ley son de orden público y de aplicación en todo el territorio de
la República (con excepción de las de carácter procesal) y tiene, entre
otros, los objetivos de promover y garantizar el derecho de las
mujeres a vivir una vida sin violencia, el desarrollo de políticas
públicas de carácter interinstitucional sobre violencia contra las
mujeres y el acceso a la justicia de las mujeres que padecen violencia
(arts. 1 y 2, incs. “b”, “d” y “f”). En definitiva, la ley 26.485 garantiza
todos los derechos reconocidos por la Convención para la Eliminación
de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia
contra la Mujer, la Convención sobre los Derechos de los Niños y la
Ley 26.061 de Protección Integral de los derechos de las Niñas, Niños

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y Adolescentes y, en especial, los referidos a una vida sin
violencia y sin discriminaciones, a la salud, la educación y la
seguridad personal, a la integridad física, psicológica, sexual,
económica y patrimonial, a que se respete su dignidad, a gozar
de medidas integrales de asistencia, protección y seguridad, a
gozar de acceso gratuito a la justicia en casos comprendidos
en el ámbito de aplicación de la ley 26.485, a la igualdad real
de derechos, oportunidades y de trato entre varones y mujeres,
y a un trato respetuoso de las mujeres que padecen violencia,
evitando toda conducta, acto u omisión que produzca
revictimización (art. 3).
A su vez, a nivel provincial, existen distintas leyes y
decretos que han tomado como objetivo la educación y
capacitación en y con perspectiva de género, tales como el
Protocolo de Atención Integral a víctimas de violencia de
género de Tierra del Fuego, cuyo objetivo es brindar
orientaciones y líneas de actuación para la atención de
víctimas de violencia de género y promover la incorporación de
la perspectiva de género en los operadores y agentes de la
Administración Pública; el dec. 2305/2015 de Neuquén que
reglamenta la ley 2786, que establece en distintas áreas la
incorporación de la perspectiva de género en la formación de
sus equipos, como en la información de contenidos y currícula
escolar y académica, en la formación de fuerzas de seguridad,
abordajes en las distintas áreas según su incumbencia y
monitoreo y coordinación de políticas públicas con perspectiva
de género; el Protocolo de Intervención en Situaciones de
Violencia de Género en la Provincia de La Rioja, conforme ley
9921, sancionada el 01/12/2016 que alude a la formación de un
fuero unificado con magistrados y funcionarios con perspectiva
de género y capacitaciones en todos los niveles sobre violencia
de género; la ley 5924 de la CABA sobre la Incorporación del
Enfoque de Género en todas las Producciones del Sistema
Estadístico de CABA, sancionada el 07/12/2017, entre otros,
además

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de distintos fallos de la Corte IDH y decisiones de la Comisión IDH y


el Tribunal Europeo de Derechos Humanos que abordaron la temática
de la perspectiva de género, la capacitación y formación en cuestiones
de género y DD.HH., disponiendo cursos, programas y protocolos de
actuación. En esa misma línea, la Oficina de la Mujer de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, desde el año 2009 creó talleres de
capacitación en género hacia el interior del Poder Judicial, destinados
a remover los obstáculos que impiden la defensa de las mujeres.
Finalmente, la incorporación de la perspectiva de género en la
planificación institucional es una de las misiones de la OM y a partir
de la sanción de la Ley Micaela, la capacitación en temáticas de
género es obligatoria, y su sanción supone la herramienta necesaria
para instalar en cada institución la capacitación en temas de género y
violencia contra las mujeres de manera ordenada y articulada, no
quedando librado a la buena voluntad o decisión aislada político
institucional de cada provincia, debiendo las provincias y Ciudad de
Buenos Aires, como siguiente paso, adherir a la misma. No es un
mero paso formal, sino la puesta en marcha de un programa de
acciones a través de la Autoridad de Aplicación que cada provincia
determine, a fin de impartir una capacitación transversal e integrada
sobre género para los tres poderes del Estado (Yuba, Gabriela, op. y
loc. cit.)
Los jueces y juezas no podemos permanecer ajenos a estos
relevantes principios. En efecto, el art. 7 de la ley 26.485 establece
que “los tres poderes del Estado, sean del ámbito nacional o
provincial, adoptarán las medidas necesarias y ratificarán en cada
una de sus actuaciones el respeto irrestricto del derecho
constitucional a la igualdad entre mujeres y varones”. Y más allá de
esta insoslayable disposición legal, ocurre que —como es evidente, y
afortunadamente— la importancia fundamental del enfoque de género
de los problemas jurídicos (y también económicos y sociales) resulta

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una preocupación fundamental de la sociedad contemporánea,
al menos en los países comprometidos con una idea de Estado
constitucional y convencional respetuoso de los derechos y las
libertades fundamentales, paradigma al que los magistrados no
podemos permanecer ajenos en absoluto. En palabras de
Basterra: “La preocupación por las cuestiones de género y
violencia contra la mujer se ha instalado con más fuerza en el
centro del debate público en forma más o menos reciente. Los
miembros de la comunidad perciben estos temas como asuntos
de legítima preocupación, lo que obliga al Estado a ubicarlos
como materias prioritarias dentro de la agenda pública. La
situación de vulnerabilidad extrema que sufren constantemente
las mujeres en la sociedad actual es un tema sumamente
complejo dado que exige un profundo análisis de las
condiciones históricas, sociales, políticas y económicas.”
(Basterra, Marcela I., “La capacitación obligatoria de los
agentes estatales en la temática de género. La "ley Micaela" y
el enfoque gender mainstreaming”, en Diario La Ley,
27/02/2019, p. 1 y ss).
En definitiva, las políticas públicas se diseñan e
implementan para resolver problemas colectivos considerados
prioritarios. Entendiendo que el Estado “no es una estructura
estable ni monolítica, y por tanto, puede y requiere
transformarse” es posible proyectar un cambio institucional en
favor de la igualdad de los géneros. Así, la inclusión de la
perspectiva de género en las instituciones conlleva un cambio
en el funcionamiento del aparato público y de la cultura de las
organizaciones; la invisibilización de la violencia de género
encuentra un claro y firme contrapeso en la sistematicidad que
desde hace tres años adquirió la consigna #ni una menos y las
marchas que bajo ella se organizan, las que además han
producido un efecto educativo en la ciudadanía. Al contar con
la participación de todos los sectores de la sociedad, las
movilizaciones mencionadas han derivado en una

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concientización masiva sobre la violencia de género (Sbdar, Claudia,


op. y loc. cit).
2. El marco jurídico del pretendido resarcimiento por
acusación calumniosa.
Una vez aclarado lo anterior —lo cual, insisto, me parece
imprescindible en un caso de estas características—, corresponde que
me refiera a las normas y principios jurídicos que rigen la
indemnización por acusación calumniosa.
De acuerdo a lo establecido en el art. 1089 del Código Civil,
“si el delito fuere de calumnia o de injuria de cualquier especie, el
ofendido sólo tendrá derecho a exigir una indemnización pecuniaria,
si probase que por la calumnia o injuria le resultó algún daño
efectivo o cesación de ganancia apreciable en dinero, siempre que el
delincuente no probare la verdad de la imputación”, mientras que el
precepto siguiente disponía a renglón seguido que “Si el delito fuere
de acusación calumniosa, el delincuente, además de la indemnización
del artículo anterior, pagará al ofendido todo lo que hubiese gastado
en su defensa, y todas las ganancias que dejó de tener por motivo de
la acusación calumniosa, sin perjuicio de las multas o penas que el
derecho criminal estableciere, tanto sobre el delito de este artículo
como sobre los demás de este Capítulo”.
Al comentar el art. 1090, el Dr. Vázquez Ferreyra (conf. su
aporte en Bueres-Highton (dirs.), Código Civil y normas
complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial, tomo 3A,
Buenos Aires, Hammurabi, p. 282) ha señalado que la acusación
calummiosa es una especie de calumnia con tratamiento particular en
dicho artículo, cuyos requisitos son la imputación de un delito de
acción pública, que se formule la correspondiente denuncia ante la
autoridad pública (policial o judicial), la falsedad del acto denunciado
y el conocimiento de la falsedad por parte del denunciante, esto es, el
dolo delictual como factor subjetivo de atribución.

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Ahora bien, la acusación calumniosa no solo puede
configurar el delito del art. 1090 del Cód. Civil, ya que, en
ausencia de dolo, también puede dar pie a un cuasidelito en los
términos del art. 1109 del mismo ordenamiento, imputable a
título de culpa, en cuyo caso es procedente hablar
simplemente de acusación o denuncia culposa (CNCom., Sala
C, 11/03/2008, “Repetto, Jorge M. c. Lua Seguros La Porteña
SA”, LA LEY Online). En igual sentido, se ha resuelto que la
acusación calumniosa, el factor subjetivo de atribución de
responsabilidad no se limita al dolo (art. 1090, Cód. Civil), sino
que a falta de este, la acusación puede ser culposa como
cuasidelito civil” (TSJ Neuquén, 07/09/2006, “Diluca, Osvaldo
H. c. C.A.L.F.”, La Ley Patagonia, 2007803). Ahora bien, a
efectos de encuadrar una conducta en la figura de la acusación
calumniosa culpable, cabe exigir que el denunciante haya
actuado con una negligencia grosera al efectuar la imputación,
por cuanto debe procurarse preservar el interés social en la
investigación y represión de los delitos (CNCiv, Sala H,
25/08/2006, “Ayala, Francisco c. Clínica Bazterrica SA y otros”,
La Ley Online); en igual sentido —exigiendo “culpa grave o
grosera”—: CNCiv, Sala F, 18/08/2005, “S., H. C. y otro c.
Meda, Silvia M.”, RCyS, 2006 795; ídem., Sala B, 15/02/2001,
“L., R. J. c. H., M. A.”, RCyS, 2001750; ídem., Sala I,
19/12/2000, “S., SA c. H., H. R. y otro”, ED, 195561; ídem.,
Sala E, 22/11/2000, “M., D. E. c. I., A. A.”, LA LEY, 2001F1003;
ídem., Sala I, 26/09/2000, “C., S. O. c. Sabores & Fragancias”,
LA LEY, 2001C744; CNCont. Adm. Fed., Sala I, 30/11/1999,
“Banco del Buen Ayre c. Estado nacional y otro.
Por su parte, el Código Civil y Comercial establece en su
artículo 1771 que “En los daños causados por una acusación
calumniosa sólo se responde por dolo o culpa grave. El
denunciante o querellante responde por los daños derivados de
la falsedad de la denuncia o de la querella si se prueba que no
tenía razones justificables para creer que el damnificado
estaba implicado”. Es decir, ahora la ley dice en

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forma clara que se exige un factor subjetivo agravado (dolo o culpa


grave) y requisitos especiales para la procedencia de la acción
indemnizatoria (ausencia de razones justificables), recaudos éstos que
tanto la doctrina como la jurisprudencia exigían para obtener un
resarcimiento cuando regía el Código Civil (cfr. CNCiv., Sala G, L.
298.843 del 10/10/00; L. 290.884 del 6/6/00; L. 283.531 del 21/2/00;
L. 262.249 del 24/8/99; L. 242.182 del 29/5/98; L. 345.489 del
3/6/02; v. también Kemelmajer de Carlucci, en Belluscio, Código
Civil Comentado, pág. 259 y doctrina y jurisprudencia citados en
nota 30; Aguiar, "Hechos y actos jurídicos en la doctrina y en la ley",
t. V, vol. 2, pág. 115; Cazeaux y Trigo Represas, "Derecho de las
obligaciones", 2a. ed., t.4, pág. 297; Borda, "Tratado de Derecho
Civil-Obligaciones", 8a. ed., t. II, pág. 231, n° 1354, ap. 2; Pecach,
"Responsabilidad civil por denuncia o querella precipitada o
imprudente", en J.A., 65-117, n° 5; Parellada, "Responsabilidad
emergente de la denuncia calumniosa o negligente", en JA, 1969-III
694, ap. IX). Aun cuando las nuevas normas no se apliquen
concretamente al caso sometido a consideración de la Sala, el cual se
analizará, como ya lo dije, conforme a la ley vigente al momento del
hecho dañoso, indudablemente aquéllas consagran los criterios
doctrinales y jurisprudenciales ya aceptados en la materia.
3. La solución de la controversia sometida a consideración de
esta Sala.
En este último apartado del presente considerando, corresponde
que deje sentado mi voto en cuanto a la concreta solución que cabe
dar al litigio sometido a la jurisdicción de este Tribunal.
Adelanto que, desde mi punto de vista, resulta muy claro que los
hechos que originaron el presente caso, analizados a la luz del derecho
que corresponde aplicársele, conducen a admitir los agravios vertidos
por Scortichini, a revocar el fallo apelado y a rechazar la demanda.

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Ante todo, aclaro que si bien el art. 1103 del Cód. Civil
dispone textualmente que “Después de la absolución del
acusado, no se podrá tampoco alegar en el juicio civil la
existencia del hecho principal sobre el cual hubiese
recaído la absolución”, en la especie esta norma no resulta
aplicable, puesto que en el proceso criminal no se ha dictado la
absolución de Cortiellas, sino su sobreseimiento: y como bien
se ha señalado, es criterio mayoritario que “el sobreseimiento
definitivo no hace cosa juzgada en los mismos términos que la
absolución, básicamente argumentando que la ausencia de
referencia normativa impide recurrir a la analogía como
mecanismo interpretativo en una norma restrictiva de derechos,
y que su dictado no implica un proceso “completo” en el cual
haya tenido adecuada intervención la víctima” (Borda, Tratado
de Derecho Civil Argentino, Obligaciones, 1966, t. II, p. 437;
Llambías, Tratado de Derecho Civil, Obligaciones, t. IV-B, p. 94;
Bustamante Alsina, Teoría general de la responsabilidad civil,
4ª ed., 1973, p. 525; Trigo Represas – Compagnucci de Caso,
Responsabilidad civil por accidentes de automotores, 1987, t.
2b, p. 650; fallos de la CSJN del 25/11/60, JA 1961-II-566 y del
28/11/62, JA 1963-II-82). Ello al margen de que, por lo demás,
lo que se encuentra en discusión y resulta determinante en
este caso concreto para considerar la procedencia de la
demanda por acusación calumniosa no es el acaecimiento
material de los hechos ni la forma en que aquellos se
sucedieron exactamente, sino si se hallan reunidos los
elementos necesarios para que se tenga por configurada una
acusación calumniosa con la entidad suficiente para generar en
la demandada una obligación de indemnizar daños y perjuicios.
Para llegar a la conclusión de que dicho interrogante
debe responderse por la negativa, me basaré en primer lugar
en la declaración del oficial de policía Osvaldo Abel Galiñanes
obrante en la causa penal, quien expresó que al llegar al
departamento del aquí

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actor escuchó gritos de auxilio y en particular la frase “me tienen


secuestrada, me quieren violar”, y manifestó que al llamar
insistentemente a la puerta identificándose como policía, al no ser
atendidos y continuar los gritos de auxilio, procedió a franquear la
puerta de ingreso (fs. 1 vta. de la causa penal). En dicho testimonio
aclaró que Scortichini, quien se encontraba mareada y en un estado de
gran nerviosismo, tenía una leve hinchazón en el párpado derecho, y
le manifestó espontáneamente que el sujeto que se encontraba en el
departamento, minutos atrás, la había manoseado, golpeado e
intentado abusar, y que no recordaba cómo había llegado a dicho
domicilio ni quién era el aquí accionante.
Tal declaración resulta análoga a la del oficial Cristian
Castañares, que luce glosada a fs. 11. A su vez, el trauma leve en el
párpado superior derecho fue advertido por el Dr. Larregina, quien
examinó a Scortichini una vez que, con posterioridad al hecho, fue
trasladada e ingresada a la consulta médica por el SAME (ver fs. 8).
Asimismo, en la causa penal obra la declaración del Sr. Juan
Manuel Vivas, quien no conocía a las partes ni tenía vínculo ni
parentesco con aquéllas, y tampoco interés alguno en las actuaciones
que afectase la veracidad de sus dichos. Ese testigo afirmó que el 18
de mayo de 2010, a las 5:30 horas aproximadamente, se encontraba
durmiendo en su domicilio particular (Monroe 5558, PB, “2” de esta
Ciudad), cuando escuchó un fuerte ruido de golpe de puerta y, al
mismo tiempo, la voz de una mujer que pedía “SOCORRO” (sic),
para luego, después de unos minutos, cesar el mismo (sic, fs. 89).
Dado que los mencionados ruidos provenían del edificio lindero,
separado de su vivienda por una medianera sin techo, procedió a
comunicarse con el número de emergencias “911” solicitando la
presencia en el lugar de efectivos de la policía.
A fs. 94, el Sr. Daniel James Clarke, domiciliado en Monroe
5552, primer piso, departamento 10, C.A.B.A., afirmó que alrededor

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de las 6:00 horas del día en que se produjeron los hechos,
escuchó pasos provenientes de las escaleras que comunican el
primer piso con el segundo, y posteriormente sonó el timbre de
su departamento. Al asomarse al pasillo para ver qué sucedía,
escuchó gritos provenientes de la planta baja, “como que
discutían una persona de sexo femenino y una de sexo
masculino, logrando interpretar que la mujer pedía auxilio con
frases tales como “AYUDA”, no distinguiendo si decía algo
más”.
A su vez, el Sr. Luis Fernando Bruna, quien vivía en el
mismo edificio que el Sr. Clarke, en el departamento 6 de la
planta baja, afirmó que alrededor de las 6:00 horas escuchó
ruidos provenientes de las escaleras que comunican la planta
baja con el primer y el segundo piso, como así también ruidos
que provenían del pasillo. Dado que los sonidos persistían y
que tocaron el timbre de su departamento en dos
oportunidades, en una de las cuales una mujer expresó
“AYUDENME, ME QUISIERON SECUESTRAR” (sic, fs. 96
vta.), el dicente procedió a llamar también al número 911.
Aunque la transcripción de estos pasajes bastaría para
considerar que la aquí demandada contó con razones
suficientes para proceder como lo hizo (y que en modo alguno
obró con dolo ni con culpa grave al realizar la denuncia), dado
que en sede criminal se dictó el sobreseimiento definitivo de
Cortiellas y que mi colega de grado admitió la demanda
interpuesta por aquél sobre la base de las supuestas
contradicciones en las que habría incurrido Scortichini en las
sucesivas declaraciones que realizó a lo largo del
procedimiento penal, me referiré específicamente a esta
cuestión.
En este sentido, ante todo, precisaré que de la lectura
integral de los dichos de Scortichini que surgen de fs. 9, fs. 43,
fs. 46 y fs. 147/150, se advierte que la aquí demandada en
momento alguno afirmó que hubiera mentido acerca del
acaecimiento material de los hechos, y a fs. 147 vta. especificó
categóricamente que cuando

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comenzó a sentirse mal en el bar en el que se hallaba con Cortiellas,


aunque le pidió que la llevase a su domicilio, él se dirigió con ella al
departamento de aquél, y cuando la joven despertó y preguntó por
otro hombre, “en ese momento Javier se volvió loco y no recuerdo
bien qué pasó, sólo que de repente yo estaba tirada en el piso boca
arriba, queriendo salir del departamento y Javier se tiró encima mío,
con sus piernas me trabó mis piernas y con su mano me tapó la boca
No sé qué quería. Yo trataba de gritar “auxilio, por favor ayúdenme”
pero él no me dejaba ir y me seguía tapando la boca. No recuerdo
bien qué sucedió, sólo que forcejeamos en el suelo y él me pegó en la
cara, supongo que para me callara. No sé cómo logré incorporarme y
salir de la casa” (fs. 147 vta). Si bien tales hechos no derivaron en
una sentencia de condena en sede penal, ni siquiera en un
procesamiento (decisión que no corresponde valorar en el presente
voto), no puede ignorarse que la realización de una denuncia a causa
de tales sucesos en modo alguno puede juzgarse calumniosa,
maliciosa ni injustificada. En un procedimiento de estas
características, donde quien reclama una indemnización es Cortiellas
y la accionada es la mujer que ha sufrido los hechos a los que aludí
precedentemente, entiendo que confirmar la condena a Scortichini
sobre la base de que sus declaraciones en el juicio criminal no
hubieran sido idénticas resulta sumamente injusto, pues no puede
exigírsele a quien ha sido víctima de un episodio semejante que
prescinda de la profunda conmoción y angustia que naturalmente
debió causarle, que reaccione con absoluta frialdad y que declare con
total precisión acerca de cada detalle, especialmente en los momentos
siguientes a haber atravesado una situación de tal gravedad para
cualquier mujer.
Finalmente, aclaro que la negativa de Scortichini a ser
revisada, a tomar los medicamentos de protocolo para el caso y al
dosaje de sangre y orina (ver fs. 21, 22, 29/30, 37/39, 43/44, 46, y fs.

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52/55 de la causa penal) en modo alguno puede considerarse
como un elemento que perjudique su posición procesal. Ocurre
que seguir un temperamento semejante implicaría atentar
contra la autonomía de la víctima, quien evidentemente es libre
de aceptar o no tales procedimientos (que el Estado debe
poner a su disposición, pero jamás obligar compulsivamente a
realizar en contra de su voluntad), y por otra parte forzaría a la
mujer, para no ver afectada su credibilidad en un futuro
reclamo, a realizar determinadas conductas que en numerosos
casos podrían significar para ella una revictimización, recordar
y mentalmente “volver a vivir” lo sucedido, en el contexto de un
proceso que ya de por sí resulta profundamente doloroso y
traumático.
En definitiva, en función de todo lo expuesto, considero
que más allá de la solución dada al procedimiento en el Fuero
Criminal y Correccional (la cual, insisto, así como no debe ser
valorada por esta Sala, tampoco la vincula en su decisión en
las presentes actuaciones), la denuncia realizada por
Scortichini, al haber sido efectuada con razones más que
suficientes para proceder como lo hizo, dista mucho de
configurar una conducta desplegada con el dolo o la culpa
grave que la figura de la “acusación calumniosa” exige en
nuestro derecho, por lo que propondré a mis colegas admitir
las quejas de la recurrente y revocar la sentencia impugnada,
rechazando la demanda promovida por Cortiellas.
VII. Costas
La revocación del fallo recurrido en lo atinente a la
atribución sustancial de la responsabilidad civil impone adecuar
las costas de la instancia anterior (art. 279 del Código
Procesal).
El Código Procesal establece que, como principio
general, “la parte vencida en el juicio deberá pagar todos los
gastos de la contraria, aun cuando ésta no lo hubiese
solicitado” (art. 68, primer párrafo del CPCCN). El hecho
objetivo de la derrota rige como

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sustento para la imposición de condena en costas, pues la persona que


promueve una demanda lo hace por su cuenta y riesgo, debiendo
hacerse cargo de los gastos provocados a quien se vio constreñido a
defenderse, si no quedó demostrada la necesidad de accionar
(CSTucumán, Sala Lab. Cont. y Adm., 10/6/97, LLNOA, 1998-847).
En consecuencia, por no existir razones fundadas que
conduzcan a apartarse en este caso concreto de la regla general que
rige en la materia, considero que deben imponerse las costas de ambas
instancias a cargo del actor vencido.
VIII. Conclusión
En virtud de las consideraciones precedentemente expresadas,
si mi voto fuera compartido, propongo al Acuerdo admitir los agravios
vertidos por Camila María Scortichini, revocar la sentencia de primera
instancia y rechazar la demanda deducida por Javier Darío Cortiellas
Rial, con costas de ambas instancias al actor vencido (arts. 68,
primera parte y 279 del Código Procesal). ASÍ VOTO.

Por razones análogas a las expuestas por la Dra. Iturbide, los


Dres. Pérez Pardo y Liberman votan en el mismo sentido.

Con lo que terminó el acto.

Gabriela Alejandra Iturbide

Marcela Pérez Pardo Víctor Fernando Liberman

///nos Aires, de julio de 2019.-


Y VISTOS: lo deliberado y conclusiones establecidas en el Acuerdo
precedentemente transcripto el tribunal decide: admitir los agravios
vertidos por Camila María Scortichini, revocar la sentencia de primera
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instancia y rechazar la demanda deducida por Javier Darío
Cortiellas Rial, con costas de ambas instancias al actor
vencido.
Atento lo normado por el art. 279 del Código Procesal,
procedemos a adecuar los honorarios regulados en autos.
A tal fin, tenemos en consideración el monto reclamado
en la demanda, prudentemente actualizado al sólo efecto
regulatorio, la doctrina que emana del Plenario dictado por esta
Excma. Cámara en los autos “Multiflex c/ Cons. Prop.
Bartolomé Mitre 2257/59”, la labor profesional desarrollada,
representación invocada, etapas cumplidas, resultado obtenido
y las pautas que emanan de los artículos 6, 7, 9, 37, 38 y cc.
de la ley 21.839, modificada por la ley 24.432 y el art. 478 del
C. Procesal.
II.- En consecuencia, por su actuación en primera
instancia, fijamos los honorarios del Dr. Federico Arturo Ravina,
en su carácter de letrado patrocinante de la parte actora, en la
suma de pesos setenta mil cien mil ($ 70.100), los del Dr. Jorge
Monastersky y los del Dr. Juan Matías Salimbeni, quienes
intervinieron en su rol de letrados apoderados de la
demandada, en la suma de pesos ochenta y nueve mil
doscientos cincuenta ($89.250) para cada uno y los de la perito
psicóloga, licenciada Claudia Mabel Caloiero, en pesos treinta
y un mil ($31.000).
En cuanto a los honorarios de la mediadora Dra. Martha
Susana Carro, de conformidad con lo dispuesto por el art. 21
inc. 3º del dec. 91/98, reglamentario de la ley 24.573,
modificada por ley 26.589, el artículo 1º, anexo 3 inc. g) del
dec. 1467/11, modificado por los decretos nº 1086/2019
reglamentarios de la ley 26.589, que determinan la retribución
de acuerdo a una escala cuya base en el caso está dada en
virtud del monto que se tuvo en cuenta para regular los
honorarios de los abogados de las partes, se fijan en la suma
de pesos diez mil seiscientos ($15.000), equivalentes a 341
UHOM.
III.- Por la actuación en Alzada, que dio lugar a la sentencia de
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fs. 475/484, teniendo en cuenta que los trabajos profesionales fueron


desarrollados luego de la entrada en vigencia de la ley 27.423 (B.O.
22/12/2017) y que la observación del PEN efectuada al art. 64 y otros
concordantes de dicha ley (ver Dec. 1077/17 del 21/12/2017), induce
al análisis de caso concreto para evitar la afectación del normal
funcionamiento de las administración de justicia y el ejercicio de la
abogacía, hágase saber que dichos emolumentos serán regulados a la
luz de las pautas arancelarias previstas en dicha normativa.
Consecuentemente, en atención a lo normado por los arts. 16,
21, 30, 51 y conc. de la ley 27.423, Acordadas nº 8/2019 dictada por
la Corte Suprema de Justicia de la Nación, fíjanse los emolumentos
del Dr. Ravina, en la cantidad de 12 UMA, equivalentes a la suma de
$ 25.500 y los del Dr. Salimbeni, en 17 UMA, equivalentes a $
32.250.-.
Regístrese, notifíquese y devuélvase.
Se hace saber que la eventual difusión de la presente sentencia
está sometida a lo dispuesto por el art. 164, 2° párrafo, del Código
Procesal y art. 64 del Reglamento para la Justicia Nacional.
Firmado: Gabriela Alejandra Iturbide, Marcela Pérez Pardo y Víctor
Fernando Liberman.

Carolina B. Gotardo
Secretaria adscripta
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