Textos
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Cuantos se dedican a los discursos han de dedicarse a ellos en razón de las obras. Pues
igual que no resulta ningún beneficio del discurso médico si no conduce a la salud del
cuerpo humano, así tampoco, si el filósofo sostiene o enseña a alguien un discurso, no
resulta de ello ningún beneficio a menos que conduzca a la virtud del alma humana
(Musonio Rufo, en Tabla de Cebes / Disertaciones / Fragmentos menores / Manual /
Fragmentos, Musonio Rufo / Epicteto, Gredos, Madrid, 1995, p. 79).
Lo que hace: quita el hastío del ocio, forma y desarrolla el alma, reglamenta la vida,
dirige las acciones, demuestra lo que debe hacerse y no hacerse, se sienta al timón y
dirige el curso de los que están a merced de las olas por entre los escollos. Sin ésta [la
Filosofía], nadie está seguro. Séneca, Cartas a Lucilio, pp. 56
Si contemplas a un hombre que permanece impertérrito ante los peligros, entero ante
los placeres, feliz ante la adversidad, sosegado en medio de las tempestades; que ve a
los hombres desde una altura superior Séneca, Cartas a Lucilio, pp. 110
Todos ellos (los estoicos) están de acuerdo en suponer que la virtud es una cierta
disposición (diáthesis) del principio director del alma y una capacidad generada por la
razón acordada, segura e infalible. Y piensan que la parte pasional e irracional del alma
no se distingue de la racional por una determinada diferencia y por naturaleza, sino
que la misma parte del alma, a la que llaman mente y principio director, al desviarse
completamente y transformarse en pasiones y cambios de estado o disposición se
hace vicio o virtud […] por el exceso del impulso que se hace fuerte y consigue dominar
(Crisipo citado por Plutarco en Crisipo, Testimonios y fragmentos I, Gredos, Madrid,
2006, p. 311).
¿Por qué la estupidez nos tiene cogidos con tanta tenacidad? En primer lugar, porque
no la rechazamos con firmeza y no nos esforzamos con todo nuestro ardor hacia la
curación; luego, porque aquellas cosas que han sido encontradas por los sabios no las
creemos lo suficiente ni las cogemos con el corazón abierto (Séneca, Cartas a Lucilio, p.
157).
Pues no creas que hay ninguna virtud sin trabajo, pero algunas virtudes necesitan
estímulos, otras, frenos (Séneca, Sobre la felicidad, p. 104).
El hecho de tener que subir una montaña no exige hacerlo corriendo (José Barrientos).
“No digo que el sabio ha de ir siempre con el mismo paso sino por el mismo camino”.
Séneca, Cartas a Lucilio, p. 66
La parrhesia, el hablar franco, es esta forma esencial de la palabra del director, es una
palabra libre, no sometida a reglas, liberada de los procedimientos retóricos, en la
medida en que debe de adaptarse a la ocasión y a la particularidad del auditor. Es una
palabra que, por parte de quien la pronuncia, significa compromiso y constituye un
cierto pacto entre el sujeto de enunciación y el sujeto de conducta. El sujeto que habla
se compromete, en el momento mismo en el que dice la verdad, a hacer lo que dice y
a ser sujeto de una conducta que une punto por punto al sujeto con la verdad que
formula. (Michel Foucault, Hermenéutica del sujeto, pp. 100-101).
En esa misma tranquilidad prepárese el alma para las dificultades y, contra los
contratiempos de la Fortuna, fortalézcase el alma en medio de sus favores. El soldado,
en tiempo de paz, se ejercita sin tener enemigo alguno, levanta empalizada y se fatiga
con un trabajo superfluo, para que pueda ser eficiente en el trabajo necesario (Séneca,
Cartas a Lucilio, p. 61)
Nunca un general crece tanto en la paz que no se prepare a una guerra que, aunque
no se haga, ha sido declarada (Séneca, Sobre la felicidad, p. 26).