Entrevista Del Terapeuta
Entrevista Del Terapeuta
Entrevista Del Terapeuta
INTRODUCCIÓN
La entrevista es el procedimiento de evaluación más empleado. En función de los datos reco-
gidos, se decide qué otros métodos de evaluación se van a utilizar y el contenido de estos. La en-
trevista sirve para definir y analizar tanto los problemas como los comportamientos positivos del
cliente. Además, cumple, en mayor o menor medida, otras funciones: ofrecer la oportunidad para
establecer una buena relación terapéutica, reestructurar el modo que tiene el cliente de ver sus
problemas, aliviar su tensión, motivarle hacia el tratamiento, aumentar sus expectativas de éxito,
establecer los objetivos del tratamiento y evaluar los resultados de la intervención.
Ventajas de la entrevista:
- Permite al entrevistador formular las preguntas en función de las respuestas del entrevis-
tado.
- Permite considerar tanto conductas verbales como no verbales y la relación entre ellas.
- Permite obtener información de personas que no pueden responder por escrito o de situa-
ciones en las que no puede emplearse la observación directa.
Limitaciones de la entrevista:
- El entrevistador puede inducir a las personas a dar respuestas que confirmen sus hipóte-
sis. Puede lograr esto a través de las preguntas que hace y de sus reacciones verbales y no
verbales a lo comunicado por el entrevistado.
La entrevista al cliente necesita ser complementada con otros métodos de evaluación tales
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como entrevista a otras personas, cuestionarios y escalas (al cliente y a otras personas), autorre-
gistros, observación, pruebas cognitivas objetivas, registros psicofisiológicos, pruebas médicas y
datos de archivo/documentos históricos.
ESCUCHA ACTIVA
Saber escuchar es fundamental en terapia. Al escuchar, a) se facilita que los clientes hablen
sobre sí mismos y sobre sus problemas y comuniquen información relevante; b) aumentan las
probabilidades de llevar a cabo una intervención terapéutica exitosa; y c) se anima a los clientes a
ser más responsables de su proceso de cambio y a ver al terapeuta más como un colaborador que
como un experto. Algunos obstáculos para la escucha efectiva son: a) no tener interés por el
cliente o sus problemas; b) la tendencia a juzgar los mensajes del cliente; c) experimentar reac-
ciones emocionales ante el comportamiento del paciente (p.ej., ansiedad, frustración, enfado) que
resulta difícil controlar; d) distracciones asociadas con las propias preocupaciones; e) variables
situacionales como el exceso de calor o frío, el ruido o la hora del día; f) no encontrarse bien o
sentirse cansado (p.ej., por exceso de trabajo o falta de sueño); g) la tentación de responder a la
información que el cliente todavía no ha comunicado formulando preguntas antes de tiempo; y h)
la presión que uno se impone para resolver problemas o encontrar respuestas.
Tanto el exceso como el defecto de escucha son problemáticos. En el primer caso, si el tera-
peuta se limita básicamente a escuchar, el cliente puede no recibir la ayuda necesaria; en el se-
gundo, puede no sentirse comprendido y el terapeuta puede estar satisfaciendo sus propias nece-
sidades en vez de las del paciente. La escucha implica tres actividades:
b) Procesar el mensaje, es decir, saber discriminar las partes importantes del mismo y es-
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tablecer su significado. Aquí, los valores y creencias del terapeuta y su estado emocional
pueden conducirle a interpretar sesgadamente el mensaje, de modo que oiga lo que quie-
re escuchar.
c) Emitir respuestas de escucha. Entre estas, hay varias que se pueden manifestar mientras
se escucha, tales como mirada amigable, asentimientos de cabeza, inclinación y orienta-
ción corporal hacia el cliente, sonrisa si fuera apropiado y comentarios breves del tipo
"ya veo", "sí", "entiendo", "uhm"). Además, una vez que el terapeuta interviene, comuni-
ca al cliente que le ha escuchado activamente mediante respuestas verbales de distinto ti-
po congruentes con lo que ha manifestado el cliente.
EMPATÍA
ACEPTACIÓN INCONDICIONAL
sobre los pros y contras y consecuencias personales y sociales de los mismos; pero esto debe ser
visto como una muestra de interés hacia él y las metas del tratamiento en vez de como críticas o
descalificaciones.
AUTENTICIDAD
Aunque un terapeuta debe ser sincero con el cliente, debe también conjugar la sinceridad
con el tacto, la diplomacia y la oportunidad para no perjudicar al cliente o a la relación terapéuti-
ca. En ciertos casos, la franqueza puede ser percibida como crítica, hostilidad o rechazo. La situa-
ción terapéutica requiere saber qué decir o expresar, cómo y en qué momento. Se han distin-
guido varios componentes de la autenticidad: a) Conductas no verbales tales como contacto
ocular, sonrisa y orientación corporal hacia el cliente. b) Poco énfasis de su rol, autoridad o esta-
tus por parte del terapeuta. c) Espontaneidad o capacidad para expresarse con naturalidad. d) Au-
torrevelación.
Las autorrevelaciones por parte del terapeuta –esto es, su ofrecimiento controlado de infor-
mación sobre sí mismo y sobre sus reacciones a la situación terapéutica– producen autorreve-
laciones recíprocas por parte del cliente y aumentan la confianza de este en el terapeuta. El tera-
peuta debe elegir hacer autorrevelaciones cuando considere que esto va a ser beneficioso para el
cliente. Sin embargo, las autorrevelaciones no suelen emplearse durante la fase de evaluación,
sino durante la terapia.
CORDIALIDAD
El exceso de cordialidad puede tener efectos perjudiciales en algunos casos. Por ejemplo, el
cliente puede sentirse demasiado abrumado o puede malinterpretar las intenciones del terapeuta,
o bien, en el polo opuesto, puede llegar a enamorarse del terapeuta. Igualmente, la intimidad y
cordialidad típicas de muchas relaciones terapéuticas pueden ser aversivas para determinados
clientes tales como delincuentes y personas hostiles. En estos casos, y especialmente en las pri-
meras etapas del tratamiento, es preferible un estilo de interacción amable, pero no tan cercano, y
que satisfaga las mayores necesidades de autonomía. Por otra parte, la cordialidad manifestada
variará a menudo en función de la fase de la terapia; conforme avanza esta, muchos clientes nece-
sitan menos demostraciones explícitas de aceptación y aprobación.
COMPETENCIA
La competencia es la capacidad del terapeuta para ayudar a sus clientes a resolver sus pro-
blemas. Por lo tanto, en un sentido amplio, incluye todas las habilidades necesarias para ello, ya
sean de autoconocimiento, de autocontrol, relacionales o técnicas. Aparte de las características
personales, fruto de la propia historia de desarrollo, la competencia de un terapeuta está directa-
mente relacionada con su nivel de experiencia terapéutica (la cual se suele definir como número
de años de práctica psicoterapéutica, aunque sería mejor definirla como el número de horas de
trabajo con pacientes) y con su nivel de entrenamiento en la aplicación de programas específi-
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cos de tratamiento.
Aunque la competencia real es importante, mayor parece ser el impacto de la percepción que
el cliente tiene de la misma. Es decir, no basta con que un terapeuta sea competente, sino que el
cliente debe percibirlo como tal. La competencia, ya sea real o aparente, aumenta la confianza
del cliente hacia el terapeuta, y ambas cualidades están asociadas a mejores resultados del tra-
tamiento. Los terapeutas percibidos como competentes tienden también a ser percibidos como
creíbles.
Los clientes infieren la competencia en gran medida a partir de la conducta observable del
terapeuta. Según Cormier y Cormier (1991/1994), las conductas que contribuyen a la percep-
ción de competencia son: contacto ocular, disposición frontal del cuerpo, fluidez en el discurso,
preguntas pertinentes y que estimulan el pensamiento, indicadores verbales de atención (segui-
miento del discurso, falta de interrupciones, respuestas de atención), seguridad al presentarse,
explicaciones o asociaciones entre las diferentes conductas de los clientes, preguntas que ayudan
a que se concrete la información y ausencia de contradicciones en la información proporcionada.
A esto puede añadirse que el terapeuta sepa hacer pensar en soluciones, sugerirlas o aplicarlas.
CONFIANZA
La confianza es la percepción del cliente de que el terapeuta trabajará para ayudarle y de que
no le engañará o perjudicará de ningún modo. La confianza viene determinada por la percepción
por parte del cliente de varias características del terapeuta: 1) competencia; 2) sinceridad (a la
cual contribuyen la congruencia entre la comunicación verbal y no verbal, y la consistencia entre
las palabras y los hechos); 3) motivos e intenciones del terapeuta (cuanto más claro tenga el
cliente que es por sus intereses y no por los del terapeuta que este está trabajando, mayor será la
credibilidad); 4) aceptación sin juicios de valor de las revelaciones del cliente; 5) cordialidad;
6) mantenimiento de la confidencialidad; 7) dinamismo y seguridad del terapeuta manifestados
a través de los gestos, la mirada, el volumen, la entonación, el lenguaje vivo y la muestra de inte-
rés.
Es labor del terapeuta conseguir que los pacientes se sientan lo suficientemente seguros y
confiados como para poder expresar sus dudas, preguntas, reservas y temores acerca de la infor-
mación que reciben. El no hacerles caso, cortarles o criticarles conduce a una relación de poca
confianza que favorece el retraimiento, el engaño e incluso el abandono.
DIRECTIVIDAD
La conveniencia de ser más o menos directivo depende de una serie de factores tales co-
mo:
- Tipo de problema: a mayor gravedad del cuadro y menor grado de autocontrol por parte
del cliente, mayor directividad.
- Locus de control del cliente: cuanto más externo, mayor directividad, al menos inicial-
mente.
- Libertad de elección que el cliente cree que tiene: a menor libertad percibida, menor
directividad. Por ejemplo, conviene, en general, ser menos directivo con un cliente que
no viene a la consulta por propia iniciativa.
- Fase de la terapia: cuanto más avanzada la terapia, más debe animarse al cliente a tomar
la iniciativa (p.ej., planificar el orden del día de las sesiones y las actividades entre sesio-
nes) y a hacer las cosas por sí solo.
- Sexo, cualificación profesional y edad del cliente. Según un grupo de investigación, las
mujeres y las personas con mayor cualificación profesional prefieren una menor directi-
vidad, mientras que la preferencia por esta es más acusada conforme aumenta la edad
En general, se aconseja ser lo menos directivo que las condiciones permitan. Siempre que
sea posible, es mejor ayudar al cliente a descubrir soluciones que dárselas directamente; y en caso
de hacer esto último, es más aceptable plantearlo en forma de sugerencias que de algo que hay
que hacer. Las acciones o tareas que conviene que el cliente realice entre sesiones deben ser acor-
dadas con este en vez de simplemente prescribirlas. En lugar de decirle a un paciente “si quiere
lograr X, tiene que hacer Y”, funciona mejor decir “esto es algo que suele funcionar para lograr
X, veamos si puede adaptarlo a su caso”. Por otra parte, si un paciente va a llevar a cabo alguna
acción que el terapeuta considera nociva, este puede hacerle reflexionar sobre las consecuencias
de la misma en vez de decirle directamente que no la haga o enumerarle dichas consecuencias.
Además de todo lo dicho, como pauta general se aconseja que el terapeuta evite lo siguien-
te: exclamaciones de sorpresa negativa, expresiones de excesiva preocupación, juicios moralistas,
manifestaciones de impaciencia, falsas promesas, discusiones políticas o religiosas, afirmaciones
dogmáticas, manifestaciones de intolerancia, tranquilizaciones innecesarias, disputas o polémicas
con el cliente, agobiar al cliente con sus propias dificultades, quitar importancia a los aspectos
positivos del cliente, culpar al cliente por sus fallos y criticar, amenazar, ridiculizar o rechazar al
cliente.
COMUNICACIÓN VERBAL
La comunicación verbal entre cliente y terapeuta es una parte fundamental del proceso tera-
péutico. Con relación al cliente conviene estar atento a aspectos como los siguientes: ¿Qué dice,
es específico, se contradice, habla coherentemente, divaga, hace preguntas, pide que le tranquili-
cen respecto a su problema, comprende lo que le pasa, comunica mensajes latentes? Por otra par-
te, el proceso terapéutico se resentirá más o menos gravemente si el terapeuta se expresa de modo
poco claro o ambiguo, es poco específico en sus intervenciones verbales, emplea un lenguaje po-
co adaptado al cliente, es excesivamente prolijo o conciso, o no enfatiza las ideas importantes.
En este apartado consideraremos algunas de las competencias verbales básicas del terapeuta,
las cuales se enumeran en la siguiente tabla.