KOJÈVE, A. - La Concepción de La Antropología y Del Ateísmo en Hegel (OCR) (Por Ganz1912)

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LA CONCEPCION
DE LA
\ ' í

ANTROPOLOGIA
Y DEL ATEISMO
EN HEGEL
la pléyade

A. KOJEVE
l
*
Título del original francés
INTRODUCTION A LA LECTURE D E HEGEL
Gállimard - París

Traducción de
JUAN JOSÉ SEBRELI

Revisión a cargo de
ALFREDO LLANOS

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723


© by EDITORIAL LA PLÉYADE — Sarandí 748 — Buenos Aires

Impreso en la Argentina —Printed in Argentina


ganzl912
VI
CURSO DEL AÑO ESCOLAR
1938-1939
(Texto íntegro)
P rim er a c o n f e r e n c ia

INTRODUCCION: FILOSOFIA Y SABIDURIA


\

En los siete primeros capítulos de la Fenomenología del Espí­


ritu Hegel habla de la Filosofía. En el Capítulo V III va a ocuparse
de otra cosa.
Empleo el termino “filosofía” en el sentido preciso, propio,:
estricto. Hablo de la “filo-sofía”, del amor a la Sabiduría, de la
aspiración a la Sabiduría, por oposición a la “Sofía”, a la Sabiduría
misma. Pero no es ya del Filósofo sino del Sabio, es de la Sabi­
duría de la que Hegel habla en el Capítulo V III, pues el “Saber
absoluto” {Das absolute Wissen) al cual se refiere no es más que
la “Sabiduría” opuesta a la “Filo-sofía” (y a la Teología, así como
a la Ciencia vulgar).
Antes de comenzar la interpretación del Capítulo V III quisiera
decir algunas palabras respecto de la Sabiduría en relación con la
Filosofía.
En lo que concierne a la definición del Sabio, todos estamos
de acuerdo. Es además muy simple y puede ser dada en una sola
frase: Sabio es el hombre capaz de responder de manera compren-
sible, satisfactoria, a todas las preguntas que se le puedan plantear
respecto de sus actos y que pueda responder de tal modo que el
conjunto de sus respuestas constituya un discurso coherente. O'
también, lo que es igual: el Sabio es el hombre plena y perfecta­
mente autoconsciente.

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Basta darse cuenta del sentido de esta definición para com­
prender por qué Platón, por ejemplo, ha podido negar la posibilidad
de realizar este ideal de la Sabiduría.
En efecto, se puede proponer cualquier pregunta concerniente
a cualquiera de nuestros actos: el de lavarse, por ejemplo, o de
pagar los impuestos, para llegar después de algunas respuestas que
suscitan cada vez un nuevo “por qué”, a los problemas de las
relaciones entre el alma y el cuerpo, entre el individuo y el Estado,
a las preguntas relativas a lo finito y lo infinito, a la muerte y a la
inmortalidad, a Dios y al mundo, y finalmente al problema del
saber mismo, de ese lenguaje coherente y significativo que nos
permite formular preguntas y responderlas. En síntesis, en tanto
se progresa, por así decir, en el plano vertical nos encontraremos
muy rápidamente ante el conjunto de preguntas llamadas filosóficas
o “metafísicas” .
Por otra parte, partiendo del mismo acto trivial y progresando
en el plano “horizontal” se terminará, menos rápidamente sin
duda, por recorrer todas las Ciencias enseñadas en las Univer­
sidades modernas. Y se descubrirán, tal vez, otras aún inexistentes.
En una palabra, poder contestar todas las preguntas relativas a
uno cualquiera de nuestros actos, es, en resumen, poder responder
a todas las preguntas posibles en general. Por tanto: “responder a
todas las preguntas. . . etc.”, es realizar la enciclopedia de los
conocimientos posibles. Ser perfecta y completamente autocons-
ciente es disponer —al menos de modo virtual— de un saber
enciclopédico en el sentido exacto de la palabra.
Hegel, al definir al Sabio como el Hoinbre-del-Saber-Absoluto,
como el Hombre perfectamente autoconsciente, es decir, omnis­
ciente, al menos en potencia, ha tenido, no obstante, la audacia
sorprendente de afirmar que ha realizado la Sabiduría en su propia
persona.
Habitualmente cuando se habla d‘el Sabio, se lo presenta según

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t
I
otro aspecto, que pareciera ser más accesible que la omnisciencia.
i\\: Así los estoicos, por ejemplo, entre quienes la idea del Sabio juega
Pl
un papel central y que, al contrario de Platón, han afirmado su
posibilidad y aun su realidad, lo definen como el hombre perfecta­
mente satisfecho por lo que es. El Sabio sería pues el hombre que
no quiere nada, que no desea nada: no quiere cambiar nada ni
en sí mismo ni fuera de élj por tanto no actúa. Es simplemente
y no deviene, se mantiene en la identidad consigo mismo y está
satisfecho en y por esa identidad.
i. Pero para Hegel, esta segunda definición del Sabio por la
satisfacción no es sino una paráfrasis de la primera, de aquella por
k el perfecto conocimiento de sí. Y acepta las dos definiciones
ii precisamente porque las identifica.
Por supuesto, no se trata de demostrar aquí esa tesis. Porque
su demostración está dada por el conjunto de la Fenomenología
del Espíritu, o más exactamente por sus siete primeros capítulos.
' Señalaré sólo que la afirmación según la cual la perfecta satisfac­
ción implica y presupone plena auto conciencia, es más aceptable
que la afirmación inversa, por la cual el hombre que es perfecta­
r mente autoconsciente, está necesariamente satisfecho por lo que
i;. es, por aquello de lo cual toma conciencia. En síntesis, para de­
L- mostrar la primera afirmación basta decir: dado que sólo se puede
i estar satisfecho sabiendo que se lo está, tomando conciencia de su
satisfacción, se deduce que la satisfacción perfecta implica una
>.• autoconciencia absoluta. Pero no insisto sobre este razonamiento,
pues sé que nosotros, “modernos”, somos demasiado “románticos”
para dejarnos convencer por argumentos llamados “fáciles”, es
decir, evidentes. Me contentaré entonces con recurrir a nuestra
experiencia psicológica: vano esfuerzo por creer que estamos satis­
fechos; basta que alguien nos formule la pregunta “por qué”
respecto de nuestra satisfacción, a la cual no podríamos responder,
para que la satisfacción desaparezca como por encanto (aunque

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la sensación de placer, de felicidad, de alegría, o de simple bien­
estar resistiera durante cierto tiempo esa prueba). Se puede hacer
esta experiencia con uno mismo. Sin embargo, podemos conten­
tarnos también con leer el diálogo lón de Platón, donde se ve
precisamente a un hombre que se cree satisfecho por lo que es y
que deja de serlo únicamente porque no puede justificar esa satis­
facción respondiendo a las preguntas de Sócrates. La escena es
absolutamente convincente.3
En términos generales se tiende a subestimar las dificultades
de la satisfacción y de sobrestimar las de la omnisciencia. También,,
por una parte, los pensadores que creen en el mito de la satisfac­
ción fácil (mito inventado por los moralistas) y, por otra, man-

1 Sin embargo, es necesario expresar aquí una aclaración muy impor­


tante. Creo que Platón llega en efecto a convencer a todos aquellos que
leen y comprenden su diálogo. Sólo que el número de personas que leen
a Platón es restringido, y el número de aquellos que lo comprenden es
todavía más restringido. No tiene sentido entonces decir que la escena en
cuestión es “convincente'’ en general: no puede convencer, por así decir,
sino a aquellos que quieren ser convencidos. Y la misma observación puede
formularse respecto de mi argumento "fácil". Es sin ninguna duda “evi­
dente”. Mas no es convincente sino para quienes están dispuestos a rendirse
a la evidencia. Sin embargo, como dije, «.irnos suficientemente “román­
ticos” para saber que se puede distinguir entre la evidencia (teórica) y la
convicción (existencia!). De manera general, todo lo que dije es sólo con­
vincente para aquellos que ubican el valor existendal supremo en la
Autoconciencia. Empero, a decir verdad, aquellos ya están convencidos de
antemano. Si para ellos la Autoconciencia es un valor supremo, es evidente
que no pueden estar plenam ente satisfechos sino por una satisfacción
consciente de sí misma. Inversamente, llegando a la plena autoconciencia
estarán por eso mismo en absoluto satisfechos, aunque no vivan en el placer
positivo, y aun si — por momentos— fueran desdichados . Para ellos satis­
facción y autoconciencia son sólo dos aspectos de una sola y misma cosa.
Pero para el común de los mortales esa identificación de ninguna manera
se da implícita. Por el contrario, tiende a separar las dos cosas y al pre­
ferir la satisfacción la creen mucho más accesible que la plenitud de la
autoconciencia, es decir, la omnisciencia. Volveré m is tarde sobre esta
cuestión. Por el momento se trata de ir más adelante.

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tienen el ideal del Sabio y saben que es extremadamente difícil de
realizar, no tienen en cuenta ni la omnisciencia que creen accesible
ni la satisfacción que consideran demasiado fácil, sino una tercera
definición: identifican la Sabiduría con la perfección moral. El
Sabio sería pues el hombre moralmente perfecto.
Hegel cree poder mostrar que esa tercera definición equivale
a la segunda y, por tanto, a la primera.
No creo que se pueda seriamente discutir que el hombre
perfecto está satisfecho por lo que es. Aun los cristianos están
obligados a afirmarlo desde que identifican la santidad con la
perfección, y no, como lo hacen habitualmente, bien con una
imperfección mínima, con un mínimo de pecado, o, por el con­
trario, con el máximo de la conciencia de la imperfección, del
pecado. En consecuencia: quien habla de la perfección moral,
habla necesariamente también de la satisfacción por lo que se es.
Para comprender por qué es así, basta reflexionar sobre el
concepto de la perfección moral, haciendo abstracción de su
contenido. En lo que concierne a ese contenido, las opiniones
pueden ser divergentes: se ha discutido mucho sobre el contenido
de la moral que el Sabio ha creído realizar perfectamente. Pero
esto no nos interesa, por el momento. Basta observar: o bien el
concepto de perfección moral no tiene sentido, o es necesario
entender por ello una existencia humana que sirve de modelo a
todos los hombres, cuyo fin y móvil últimos se realiza según ese
modelo. Si entonces el Sabio realiza en su persona la perfección
moral es menester decir que su existencia sirve de modelo tanto
a él como a los otros-, quiere parecerse indefinidamente a sí mismo
y los otros quieren parecerse a él. Esto equivale a decir que el
Sabio está satisfecho por lo que es. Está satisfecho subjetivamente .
en sí mismo, puesto que no hay nada en él que lo impulse a
superarse, a cambiar, esto es, a negar, a no aceptar lo que ya es.

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Y está satisfecho objetivamente por el “reconocimiento” universal,
pues nadie quiere forzarlo a cambiar el estado que lo satisface.
Dije que el concepto de perfección moral sólo tiene sentido a
condición de ser umversalmente válido, es decir, aceptado como
modelo por todos. Esto puede parecer refutable si se considera que
hemos tomado el hábito de hablar de varios tipos existenciales
irreductibles, es decir, de varias morales esencialmente diferentes.
Y por cierto que no tengo ninguna intención de poner en duda ese
pluralismo, es decir, ese relativismo ¿tico. Quiero expresar sola­
mente que en esas condiciones no tiene ya sentido hablar de
perfección. Porque en ese caso el concepto de “perfección” es
estrictamente idéntico al de “satisfacción subjetiva” . En efecto,
afirmar la pluralidad de tipos existenciales o morales, es afirmar
que el reconocimiento por todos no está implicado en el ideal de
la perfección realizable dentro de cada lino de esos tipos: basta
pues que se crea a sí mismo perfecto para ser perfecto; pero creerse
perfecto, es evidentemente estar satisfecho por lo que se es. Por el
contrario, estar satisfecho por lo que se es resulta en verdad creerse
perfecto, es decir, en nuestro caso ser perfecto. Es pues sólo afir­
mando que no hay sino un único tipo de perfección moral, como
se completa el concepto de satisfacción cuando se habla de la
perfección del satisfecho: a saber, se completa el concepto de satis­
facción subjetiva por el de satisfacción objetiva, esto es, de la
satisfacción por el reconocimiento universal. No obstante, como
dije, aun en ese caso hay que decir que el hombre verdaderamente
perfecto está satisfecho por lo que es. Sólo la afirmación inversa
es la que parece discutible: parece que se pudiera estar satisfecho
sin querer y se pudiera servir de modelo a todos los demás.
Ya dije que no puedo reproducir la demostración hegelíana
de la teoría según la cual el hombre satisfecho es moralmente
perfecto, es decir, que sirve de modelo a todos los demás. Recordaré
sólo que se llega a ello al mostrar que el hombre no puede estar

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satisfecho sino cuando es reconocido universalmente; esto es, señala
que el hombre sólo puede estar satisfecho a condición de ser per­
fecto (y (|ue no es perfecto, por lo demás si no está satisfecho).
Y llena a identificar al hombre con la Autoconciencia. Es decir,
que el argumento no es todavía convincente sino para aquellos
que quieren ser convencidos (que son accesibles a la convicción
por el razonamiento). Dicho de otro modo, Hegel muestra que la
primera definición del Sabio (por la Autoconciencia) coincide con
las definiciones por la satisfacción y por la perfección (“moral” ).
Mas no demuestra nada a quien niega la primera definición, es
decir, a quien niega que el Sabio debe ser necesariamente auto-
consciente. (La única cosa que Hegel puede decir es que no se
puede demostrar nada a aquellos que lo niegan). O más aún, no
llega a mostrar que el hombre satisfecho es tomado como modelo
por todos. Demuestra sólo aquello que es evidente desde el co­
mienzo, que el hombre plenamente satisfecho y perfectamente auto-
consciente sirve de modelo “moralmente perfecto” a todos aquellos
que ubican el valor existencial supremo en la autoconciencia, es
decir, aquellos que —-por definición— aceptan el ideal que ese
hombre realiza.
A primera vista el argumento de Hegel es pues una simple
tautología, Y parece que también hay en él un pluralismo irreduc­
tible que priva al concepto de perfección de su sentido. Pero
Hegel no aceptaría esa interpretación. Diría que su concepto de
perfección es válido, puesto que es umversalmente válido (como
todo concepto), porque aquellos que lo rechazan no tienen con­
cepto de nada.
Discutiendo la segunda definición del Sabio, hemos encon­
trado una situación análoga, y dije que habría que discutirla. El
momento ha llegado.
Vimos que para Hegel las tres definiciones de la Sabiduría
son rigurosamente equivalentes. El Sabio es el hombre perfecta-

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.mente autoconsciente, es decir, plenamente satisfecho por lo que es,
esto es, que realiza en y por su existencia la perfección moral, o
en otros términos, que sirve de modelo a sí mismo y a todos los
demás. Se entiende, y esta restricción es importante: a todos
aquellos para los cuales existe, es decir, a aquellos que lo compren­
den, que saben que es, y que saben lo que es. Dejemos de lado,
por el momento, esta restricción. El Sabio es pues reconocido
umversalmente. Es decir, no hay más que un solo tipo de Sabiduría
posible. Al afirmarlo se choca con la tesis contraria al pluralismo
existencial. ¿Cómo llega Hegel a demostrar su tesis? En realidad
no puede demostrarla sino partiendo de la primera definición de
la Sabiduría puesta como axioma. En cuanto a esta demostración
■es muy simple. Admitamos, en efecto, que el Sabio es perfecta­
m ente autoconsciente. Vimos que la perfecta autoconciencia equi­
vale a la omnisciencia. Con otras palabras, el saber del Sabio es
. total-, el Sabio revela totalidad del Ser por el conjunto de su
pensamiento. No obstante, puesto que el Ser obedece al principio
de la identidad consigo mismo, no hay más que una sola y única
totalidad del Ser, y por consiguiente un solo y único saber que lo
revela enteramente. No hay pues más que un solo y único tipo
de Sabiduría (consciente) posible.
Sin embargo, si el ideal de la Sabiduría autoconsciente es único
es menester decir que el Sabio que la realiza, también realiza la
perfección moral y, por consiguiente, está satisfecho por lo que es.
Basta pues suponer que el Sabio es plenamente autoconsciente para
poder afirmar que en la Sabiduría (necesariamente única) la auto-
conciencia, la satisfacción subjetiva y la perfección objetiva coinci­
den plenamente. Dicho de otro modo, para llegar a esta triple
definición hegeliana basta suponer que el hombre es Autoconciencia
en su “esencia” y en su existencia misma, que es por la Autocon-
ciencia y sólo por ella que se distingue del animal y de la cosa.

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A partir de esa suposición se "puede deducir efectivamente la triple
definición de la cual hablamos.
Una ve/ más, no se trata de reproducir aquí esa deducción
que surge del conjunto de los siete primeros capítulos de la Feno­
menología fíat Espíritu. Mas diré que es irrefutable.
1lespués de haber leído los siete primeros capítulos de la
Fenomenología del Espíritu, se advierte que basta definir al hombre
por la Autoconciencia para llegar necesariamente a la conclusión
de que debe existir un ideal del Sabio, que no puede haber más
(| cío un solo tipo de Sabio, y que el Sabio responde a la triple
definición hegeliana. Por lo menos, es lo que habría dicho el
mismo Hegel. Pero si profundizamos un poco más se ve que Hegel
presupone algo más que el simple hecho de la existencia de la
Autoconciencia. Supone que esta Autoconciencia tiende natural y
espontáneamente a extenderse, a expandirse, a propagarse a través
de todo el dominio de la realidad dada al hombre y en el hombre.
En efecto, el movimiento dialéctico de la Fenomenología del Espí­
ritu se efectúa siempre según el esquema siguiente: una situación A
se ha constituido, y Hegel la describe; luego dice que el hombre
que la realiza debe necesariamente tomar conciencia de ella una
vez que se ha dado; en fin, muestra cómo la situación A cambia
como consecuencia de esa toma de conciencia y se transforma en
una situación nueva B; y así sucesivamente. Pero puede suceder
que la toma de conciencia en cuestión sea mucho menos necesaria,
menos natural, menos universal de lo que Hegel piensa. Puede
ser que en el caso normal el propio hombre autoconsciente se
oponga a una extensión de esa conciencia que tiende a encerrarse
en ella, a rechazar en el inconsciente (en lo automático, etc.) todo
lo que supera el campo ya consciente. Mas si es verdaderamente
así el movimiento dialéctico que conduce a lo ideal (y a la
realidad) de la Sabiduría, deja de ser necesario. Para que ese
movimiento llegue a su término es menester que en cada giro

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dialéctico haya efectivamente una Autoconciencia que tienda a
extenderse sobre la nueva realidad. Y nada prueba que tal Auto-
conciencia deba necesariamente estar presente en el momnto que
se tiene necesidad de ella. ,
Por tanto, para que las deducciones de la Fenomenología del
Espíritu sean válidas es indispensable suponer no sólo la Autocon­
ciencia sino también una Autoconciencia con tendencia a exten­
derse siempre lo más posible. Esa condición suplementaria es,
según mi criterio, muy importante. Volveré después sobre ello.
Por el momento quisiera simplemente decir que, a mi modo de
ver, la discusión sólo puede plantearse sobre las premisas de la
Fenomenología del Espíritu y no sobre las deducciones que se reali­
zan. Personalmente creo que al haber aceptado las premisas de
la Fenomenología del Espíritu no puede hacer ninguna objeción
a las conclusiones que Hegel extrae de ella. En todo caso hasta el
presente no he oído hablar de ninguna objeción seria de ese ca­
rácter, Aceptando el punto de partida se llega necesariamente
al resultado final, es decir, al concepto del Sabio en la triple
definición.
Mas no hay que olvidar que el resultado final de la Feno­
menología del Espíritu tiene un doble aspecto. Por una parte,
Hegel deduce el triple ideal del Sabio; por otra, afirma que ese
ideal es realizado, en primer termino, por él mismo, esto es, por
el autor de la deducción en cuestión. Pero es evidente que las
deducciones de la Fenomenología del Espíritu sólo pueden demos­
trar la posibilidad, por así decir, ideal del Sabio. Sin embargo, la
Fenomenología del Espíritu no puede demostrar la posibilidad real
del Sabio, y menos aún su realidad. En efecto, Platón, que
parte del mismo supuesto que Hegel (Hombre = Autoconciencia)
reconoce, ciertamente, que el Sabio que tenemos en cuenta es el
ideal necesario del pensamientoí o sea, del discurso, pero niega que
ese ideal pueda ser realizado por el hombre. (Entiéndase por el

18
■■
liomln c rml, que vive en un Mundo real durante el lapso limitado
por su nacimiento y su m uerte).
Ahora bien, como aquí se trata de una cuestión de realidad,
es decir, de hecho, el escepticismo platónico no puede ser refutado
por Ilegel sino por la presencia de un hecho.
Volveré sobre la cuestión de la realidad del Sabio. Por el
momento sólo quiero hablar de las dificultades llamadas “teóricas”,
desarrollando las observaciones que ya formulé anteriormente al
prometer volver sobre ellas.
Vimos que no se puede plantear sólo la cuestión de hecho
sino también la cuestión de derecho: podemos poner en duda el
punto de partida de Platón-Hegel, es decir, la identificación del
hombre y de la Autoconciencia y la afirmación de que la Auto-
conciencia tiende siempre a extenderse lo más posible. Ciertamente
la deducción de la Fenomenología del Espíritu no es hipotética.
Porque sin ninguna duda la Autoconciencia no es un “axioma”
arbitrario que se pueda negar sino un hecho indiscutible. Sólo que
se lo puede interpretar de manera diversa. Se puede negar que la
Autoconciencia revele la “esencia” del hombre. O más aún, para
hablar un lenguaje corriente, se puede decir: bien que la Auto-
conciencia es una especie de enfermedad que el hombre puede y
debe superar; o bien que haya, junto a hombres conscientes, hom­
bres inconscientes que sean, no obstante, aunque de otro modo,
igualmente humanos. Pero al hacerlo se niega la universalidad
de la Sabiduría. Lo que significa: poner en duda la identidad de
las tres definiciones del Sabio.
Ahora bien, la negación de la identificación begeliana de la
perfección-satisfacción con la Autoconciencia no ha sido de ningún
modo inventada por mí. Efectivamente ha sido negada. Basta
evocar a los pensadores hindúes que dicen que el hombre se acerca
a la perfección-satisfacción en el dormir sin sueños, que la per­
fección-satisfacción se realiza en la noche absoluta del “cuarto

19
estado” (turia) de los brahmanes, o en el Nirvana, en la extinción
de toda conciencia, de los budistas. De manera general, basta
pensar en todos aquellos que buscan la perfección-satisfacción en
el silencio absoluto, que excluye hasta el monólogo o el diálogo
con Dios. Se puede pensar también en el Ideal que Nietzsche ha
llamado “chino”, el ideal del “ciudadano” (en el sentido no hege-
liano del término) completamente “embrutecido” en y por la
seguridad de su bienestar (ver Le Gai Savoir, libro I, parág. 24).
Se puede pensar, en fin, en el ideal de “salvación” por el “éxtasis”
(inconsciente) erótico o estético, musical, por ejemplo.
Es así que no hay duda de que los hombres han sido satisfechos
en el inconsciente puesto que voluntariamente han quedado en la
identidad con ellos mismos hasta su muerte. Puede decirse de
alguna manera que han realizado la (o una) “perfección moral”
puesto que hubo hombres que los han tomado como modelo. [Se
emplea entonces la palabra “perfección” en sentido impropio,
puesto que la universalidad del ideal del Sabio no juega ya ningún
papel. Además Nietzsche ha encarado seriamente la posibilidad
de que el ideal que él llamaba “chino" deviniera universal. Y no
parece absurdo: es posible si nada se le opone. Y entonces podría
hablarse de una perfección satisfecha en el sentido cabal del
término], •
Y bien, esos son hechos que aquí se oponen a Hegel. Y
evidentemente él no puede responder. Cuanto más puede oponer
a los hechos de los “Sabios” inconscientes el hecho del Sabio cons­
ciente. ¿Y si ese hecho no existiera. . . ? En todo caso, Hegel no
puede refutar, por definición, “convertir” al “Sabio” inconsciente.
No puede refutarlo, “convertirlo” más que por la palabra. Ahora
bien, al comenzar a hablar, o a escuchar un discurso, ese “Sabio”
acepta ya el ideal hegeliano. Si es verdaderamente lo que es: un
“Sabio” inconsciente, rehusará toda discusión. Y entonces no se

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podrá refutarlo sino como se “refuta” un hecho, una cosa o una
bestia: destruyéndolo físicamente.
En realidad Hegel podría decir que el “Sabio” inconsciente no
es un ser verdaderamente humano. Pero eso sería una definición i'
arbitraria. Es decir: la Sabiduría hegeliana no es un ideal nece­
sario sino para un tipo determinado de ser humano. O sea para
el hombre que ubica el valor supremo en la Autoconsciencia; y es
sólo ese hombre el que puede realizar ese ideal.
Con otras palabras: el ideal platónico-hegeliano de Sabiduría
sólo vale para el Filósofo.
Comprendemos ahora mejor qué significa la precisión mencio­
nada, es decir, que Hegel presupone en la Fenomenología del
Espíritu no simplemente el hecho de que el hombre es por esencia
autoconsciente, sino aun que la autoconciencia del hombre tiende
natural y necesariamente a extenderse lo más posible. Esta preci­
sión significa que Hegel presupone la existencia del Filósofo: para
que el movimiento dialéctico de la Fenomenología del Espíritu
pueda llegar a su término, marcado por la idea —y la realización—
de la Sabiduría, del Saber absoluto, es necesario que en cada giro
dialéctico haya un filósofo preparado para tomar conciencia de la
nueva realidad que se ha constituido. En efecto, es el Filósofo y
sólo él, quien quiere saber a toda costa dónde está, darse cuenta
de lo que es, no ir más lejos antes de haberse dado cuenta de ello.
Los otros, aun siendo autoconscientes se encierran en aquello de
lo cual han tomado conciencia y siguen impenetrables a los hechos
nuevos en ellos y fuera de ellos. Para ellos “cuanto más cambia
todo tanto más es la misma cosa”. O en otras palabras: “siguen
fieles a sus principios”. (También, para ellos, “una guerra es siem­
pre una guerra”, y, “todas las dictaduras son equivalentes”. En
síntesis, no es por ellos mismos sino únicamente por el Filósofo
que advertirán —y esto sin entusiasmo— un cambio esencial de la

21
“situación”, es decir, un cambio del Mundo donde viven y, por
consiguiente, de ellos mismos.
Por tanto, el hombre que tiene en cuenta la Fenomenología
del Espíritu, esto es, el hombre que termina necesariamente en el
ideal platón ico-hege! ¡ano del Sabio y que considera que podrá
realizar un día ese ideal, no es simplemente el hombre a secas.
Es el Filósofo.
Podemos precisar ahora la noción de “Filósofo”. Si la Filo­
sofía es el Amor-a-la-Sabiduría, si ser Filósofo significa querer
devenir Sabio, el Sabio que quiere devenir Filósofo es forzosamente
el Sabio platónico-hegeliano, es decir, el hombre perfecto y satis­
fecho que es en esencia y por completo consciente de su perfección
y de su satisfacción. Es evidente, en efecto, que la Filosofía no puede
ser sino una forma de la Autoconciencia. Si las ciencias, las Mate­
máticas, por ejemplo, se vinculan a lo real que les asigna un conte­
nido (o sea un sentido) por intermedio del espacio-tiempo, la
Filosofía no se vincula con lo real más que por la Autoconciencia.
Sin ese pivote de la Autoconciencia las especulaciones filosóficas
llamadas “metafísicas” son tan “formales”, vacías de contenido,
es decir, desprovistas de todo sentido, como las especulaciones de
matemática pura. La Filosofía que es algo más que un simple
“juego del espíritu” comparable al juego de cartas, implica y
presupone el ideal de la Sabiduría entendida como Autoconciencia
plena y perfecta.
Podemos ahora confrontar al Filósofo y al Sabio.
Primeramente: Si la Sabiduría es el arte de responder a. todas
las preguntas que se puedan formular con respecto a la existencia
humana, la Filosofía es el arte de plantearlas; el Filósofo es el
hombre que acaba siempre por formularse una pregunta a la cual
no puede ya responder (y a la que no responde, aunque quiera a
toda costa hacerlo, más que dejando de ser filósofo, sin devenir
por ello un Sabio: es decir, respondiendo ya sea con algo que está

22
en contradicción con el resto de su discurso, ya con alguna refe­
rencia a un “inconsciente” incomprensible e inefable).
Segundo: Si el Sabio es el hombre satisfecho por lo que es,
esto es, aquello a través de lo cual asume su Autoconciencia, el
Filósofo toma conciencia de su estado de no-satisfacción; el Filósofo
es esencialmente un descontento (lo que no significa por necesidad
un desdichado) y está descontento, en tanto que Filósofo, por el
sólo hecho de no saberse satisfecho. Si se pretende ser mal inten­
cionado puede decirse que el Filósofo está descontento porque no
sabe lo que quiere. Mas para ser justo es menester decir que está
descontento porque no sabe lo que quiere. Tiene deseos, como
todo el mundo. Pero la satisfacción de esos deseos no le satisface
en tanto que filósofo, en tanto que no los comprende, es decir, en
tanto que no los inserta en el conjunto coherente de su discurso
que revela su existencia, o sea, en tanto que no los justifica (esa
justificación toma por lo general aunque no necesariamente, la
forma de una justificación “moral” ) . Y por eso el ideal de la “Sa­
biduría” o de la “satisfacción” inconsciente no existe para el filó­
sofo: el simple hecho de no comprender su bienestar, su placer,
su alegría o su felicidad, es decir, su “éxtasis” va lo toma descon­
tento, insatisfecho. Pero si la satisfacción consciente se traduce
por la identidad consigo mismo, ¡a conciencia de la no-satisfacción
provoca y revela un cambio: el Filósofo es el hombre que, esencial­
mente, cambia, y que cambia conscientemente, que quiere cambiar,
que quiere devenir y ser el otro que no es, y esto sólo porque no se
sabe satisfecho por lo que es. Ahora bien, puesto que la autocon­
ciencia se traduce por un discurso (Logos) y puesto que un discurso
que revela un cambio se llama discurso dialéctico, puede decirse
que todo Filósofo es por fuerza un dialéctico.1

1 Su dialéctica, según la primera definición de la Sabiduría, puede


estar al fin de cuentas reducida a una serie de preguntas (referidas a su
existencia) y de respuestas.

23
Tercero: Si el Sabio sirve de modelo para sí mismo y los
otros (se entiende, los filósofos, o sea para aquellos que se dirigen
al ideal realizado por el Sabio), el Filósofo es por así decir, un
modelo negativo: no revela su existencia sino para hacer notar que
no es necesario ser como él, para mostrar que el hombre no quiere
ser Filósofo sino Sabio. El Filósofo cambia, por tanto, cuando sabe
lo que es necesario ser y (mando sabe lo que es necesario devenir.
Dicho de otro modo, en esos cambios realiza un progreso.2
El discurso dialéctico del Filósofo que revela su cambio, revela
un progreso. Y puesto que todo progreso revelado tiene un valor
pedagógico, se puede decir resumiendo que toda Filosofía es nece­
sariamente (como lo ha visto Platón muy bien) una dialéctica
pedagógica o una pedago'gía dialéctica, que parte de la primera
pregunta relativa a la existencia de aquel que la plantea y termina
finalmente, al menos en principio, en la Sabiduría, a saber, en la
respuesta (aunque no sea más que virtual) de todas las preguntas
posibles.
El hecho que un hombre baya decidido leer la Fenomenología
del Espíritu prueba que gusta de la Filosofía. El hecho que com­
prenda la Fenomenología del Espíritu prueba que es un Filósofo,
puesto que leyéndola y comprendiéndola aumenta en efecto la
conciencia que tenía de sí mismo. Cuando se es un Filósofo existe
interés en sí mismo y tendencia a desentenderse de todos aquellos
que no son filósofos, es decir, de aquellos que, por principio,
rehúsan leer la Fenomenología del Espíritu y por tanto a extender

2 Por otra parte, es evidente que si el término “progreso” sólo tiene


sentido en relación con un cambio consciente, todo cambio consciente es
necesariamente un progreso. En efecto, dado que la Autoconciencia implica
y presupone la memoria, se puede decir que todo cambio en el dominio
de la Autoconciencia significa úna extensión de esta última. Pero no creo
que se pueda definir el progreso. de otro modo que diciendo que hay
progreso cuando se va de A a B, si puede comprenderse a A a partir.de B
sin que se pueda comprender a B a partir de A.

24

f
su autor,onciencia. Abandonándolos a su propia suerte y volviendo-
hacia sí el Filósofo aprende por la Fenomenología del Espíritu que
aun siendo Filósofo es un “amateur de la Sabiduría”, tal como;
ella está definida en ese mismo libro. Es decir, comprende que
quiere devenir Sabio: o sea un hombre perfectamente autocons-
c.iente, plenamente satisfecho por esta toma de conciencia y que
sirve de modelo a todos sus “colegas” . Cuando se advierte en el
Sabio el ideal humano, en general el Filósofo se atribuye a sí mismo-
en tanto que Filósofo, un valor humano sin par (puesto que, según,
él, sólo el Filósofo puede devenir Sabio).
Toda la cuestión se reduce a saber sí el Filósofo puede verda­
deramente esperar para devenir Sabio. Hegel le dice si: pretende
haber alcanzado la Sabiduría (en y por la Fenomenología del
Espíritu). Pero Platón le dice no: el hombre no alcanzará jamás-
la Sabiduría.
Para poder decidirse es menester saber qué significan esas dos:
actitudes. Es indispensable comprender: l 9 qué significa la acep­
tación del ideal de la Sabiduría y la negación de su realización-
(el caso Platón) ; 29 qué significa la afirmación de un hombre-,
cuando dice que es un Sabio (el caso Hegel).

25
S egu nda c o n fe r e n c ia

INTRODUCCION: FILOSOFIA Y SABIDURIA


(Continuación y fin)

Hemos llegado al siguiente resultado:


La Filosofía no tiene sentido ni razón de ser sino en el caso
que se presente como el camino que conduce a la Sabiduría, o por
lo menos, en la medida en que ral:! guiada por el ideal del Sabio.
A la inversa, la aceptación del ideal del Sabio conduce necesaria­
mente a la Filosofía concebida como medio de alcanzar ese ideal,
o bien, de orientarse en y hacia ól.
En lo que concierne a la definición del Sabio y del Filósofo,
Platón, que marca el comienzo de la filosofía clásica, está de
acuerdo con Hegel, que señala el fin. Sobre la cuestión del Sabio
la única divergencia fundamental posible es la que subsiste entre
Hegel y Platón. Es decir, que aun aceptando el ideal del Sabio
y la definición platónico-hegeliana, se puede ya afirmar, ya negar
la posibilidad de realizar la Sabiduría, de devenir efectivamente un
Sabio, después de haber sido un filósofo.
Veamos ahora que significa esta divergencia. Se puede, por
cierto, como Platón, negar la posibilidad de realizar la Sabiduría.
Entonces, de dos cosas, una. O bien el ideal del Sabio no se realiza
jamás en ninguna parte, y entonces el Filósofo es simplemente un

26
loco, que pretende o quiere ser lo que no puede y (todavía más
grave) lo que sabe que es imposible. O, por el contrario, no es
loco, y entonces su ideal de Sabiduría es o será realizado, y su defi­
nición de Sabio es o será una verdad. Puesto que por definición el
ideal de Sabiduría no puede ser realizado por el Hombre en
el tiempo, es o será realizado por otro que no es el hombre, fuera
del tiempo. Sabemos que tal ser se llama Dios. Ahora bien, si se
niega con Platón la posibilidad del Sabio humano, se debe negar
la Filosofía, o afirmar la existencia de Dios.
Afirmémosla y veamos qué significa. Por una parte, la verdad
revela lo que es; por otra, sigue eternamente idéntica a sí misma.
Revela pues un ser que continúa en la identidad consigo mismo.
Es así que por definición, el hombre que sigue siendo eternamente
filósofo cambia siempre. (Y puesto que el mundo implica el hombre
cambiante, ese mundo cambia en su conjunto). El discurso hu­
mano no contiene pues la verdad sino en la medida en que revela
al ser otro que no es el hombre (y el mundo) ; no es verdad sino
en tanto revela a Dios, que es el único ser perfecto, satisfecho y
consciente de sí y de su perfecta satisfacción. Todo progreso filo­
sófico es pues, en realidad, un progreso no antropológico, sino
teológico. La Sabiduría significa para el hombre no la perfecta
toma de conciencia de sí sino el conocimiento perfecto de Dios.
La oposición Platón-Hegel no es pues una oposición en el seno
de la Filosofía. Es una oposición entre la Filosofía y la Teología,
es decir, entre la Sabiduría y la Religión. Desde el punto de vista
subjetivo se puede presentar esta oposición de la siguiente manera:
el Filósofo espera llegar a la Sabiduría (que es, para él, autocon-
ciencia) por un proceso continuo de pedagogía dialéctica, donde
cada paso está condicionado y determinado por el conjunto de los
pasos precedentes; el Religioso, por el contrarío, no puede esperar
llegar a la Sabiduría (que es para él, conocimiento de Dios) sino
por un salto brusco, por lo que se llama “conversión” que está,

27
por lo menos en parte, condicionada por un elemento exterior al
proceso que a eso conduce y que se llama “revelación” o “gracia” .
Desde el punto de vista objetivo se puede presentar la misma
oposición de la manera siguiente: el saber al cual se considera
que debe llegar el P’ilósofo no puede revelarse como absoluto o
total, es decir, como entera y definitivamente verdadero, sino reve­
lándose como circular (lo que significa que desarrollándolo se
llega al punto de donde se ha partido); el saber al cual llega
el Religioso es, por el contrario, absoluto o total sin ser circular.
O bien si se prefiere: el círculo del saber religioso o teológico no
está cerrado más que por un “punto singular”, que interrumpe
la continuidad de la línea; ese punto es Dios. Dios es un ser par­
ticular (puesto que es esencialmente diferente del Mundo y del
hombre) y que, no obstante, es absoluto y total. El saber es pues
total desde que implica un perfecto conocimiento de Dios. Así, el
resto del saber absoluto, que conduce hacia el Hombre y el Mundo,
puede ser parcial, es decir, abierto, no circular. Para el Filósofo
ateo, por el contrario, la circularidad es la única y sola garantía
de totalidad, esto es, de verdad absoluta del saber. Pasando del
saber a la realidad empírica se puede expresar la misma oposición
diciendo: dado que el saber del Sabio no revela otra cosa que el
Hombre-en-el-Mundo, la realidad que transforma ese saber total
y circular en verdad es el Estado universal y homogéneo (es decir,
exento de contradicciones internas: de luchas de clase, etc.). El
filósofo no puede entonces llegar al saber absoluto sino después de
la realización de ese Estado, esto es, después de la conclusión de la
Historia; para el Religioso, por el contrario, la realidad universal
y homogénea que busca su saber total no es el Estado sino Dios,
que es considerado ser universal y homogéneo en cualquier mo­
mento de la revolución histórica del Mundo y del Hombre; de
tal manera, el Religioso puede llegar a su saber absoluto en cual-

28
momento histórico, en cualesquiera condiciones reales; basta
<| u í <t
para ello que Dios se revele (en y por) un hombre.1

1 No me detengo más en estas cuestiones porque tendré que ocuparme


de ellas al comentar el Capítulo V III. Quisiera sólo recordar que la
historia de la filosofía confirma ese modo de ver las cosas, a saber, que
el hecho de negar la posibilidad del Sabio es transformar la Filosofía en
Teología y negar a Dios es necesariamente afirmar la posibilidad para
el hombre de realizar (un día) la Sabiduría.
Platón que ha negado esa posibilidad, ha visto muy bien que su dis­
curso dialéctico, pedagógico, filosófico, sólo puede tener un sentido a condi­
ción de ser teológico, siempre relacionado, en conclusión, con el
el Uno perfecto trascendente. Y la Sabiduría a la cual cree conducir su
filosofía es (según la V II Epístola) una “conversión” que culmina en una
contemplación de Dios en el silencio. Aristóteles, que ha querido eliminar
del platonismo el ¿XtzGóv trascendente y mantener el valor absoluto del
discurso, ha afirmado inmediatamente la posibilidad de realizar la Sabi­
duría sobre la tierra. La situación es todavía más significativa (porque es
menos consciente) en Descartes. Niega la posibilidad de la Sabiduría,
puesto que define al hombre por el error (en tanto que Hegel lo define
como el ser que suprime el error por la acción). Y para poder desarrollar
su sistema desde el comienzo debe introducir un Dios trascendente: no es
la totalidad, es decir, la circularidad del sistema lo que garantiza su verdad
en cada una de sus partes sino la relación directa de sus partes con el ser
total singular, es decir, con Dios, que es así la única garantía de toda
verdad. Spinoza, por el contrario, que quiere eliminar el elemento trascen­
dente del cartesianismo, desarrolla su sistema en un libro titulado Etica
en el cual aborda la Sabiduría humana. Kant, al descubrir lo trascendental,
cree poder eludir lo trascendente; o más todavía, lo que es igual, cree poder
evitar la alternativa de la afirmación o de la negación de la Sabiduría
suponiendo un progreso filosófico infinito o indefinido. Pero sabemos que
eso sólo era una ilusión: por cierto no hay necesidad de Dios en cada una
de las dos partes de su “sistema”, mas no puede negárselo si se quiere
realizar un sistema de esas dos partes, es decir, unirlas; en realidad aban­
dona el “sistema” y se contenta con unir las dos “Críticas” por medio de
una tercera “Crítica” ; y sabe muy bien que esa unión tiene el valor no de
una verdad sino de un simple “como-sí”. Basta transformar la tercera
“Crítica” en tercera parte del “sistema” para que ese sistema se torne
teológico.

29
En última instancia, y de manera totalmente general, hay tres
tipos de actitudes existenciales posibles, y sólo tres:
La primera, que se puede negar el ideal platónico-hegeliano
del Sabio. Dicho de otro modo, se puede negar que el valor su­
premo esté encerrado en la Autoconciencia. Al decidirse por esta
actitud uno se decide contra toda especie de Filosofía. Pero hay
más. Es menester decir que al fin de cuentas esa decisión priva
de sentido a todo discurso humano, cualquiera que éste sea. En
su forma radical, esa actitud culmina en el silencio absoluto.
Por tanto: Primeramente, al rechazar el ideal de la Sabiduría
uno se decide contra todo discurso significativo, por un silencio
absoluto o un “lenguaje” privado de toda clase de sentido (“len­
guaje” matemático, musical, etc.). En segundo lugar, al aceptar
ese ideal pero negando que el hombre pueda realizarlo, se opta por
ün discurso significativo, cierto, pero que se relaciona con una
realidad esencialmente distinta de la mía; se opta por la Teología
contra la Filosofía. En fin, en tercer lugar, se puede optar por la
Filosofía. Mas entonces se está forzado a admitir la posibilidad
de realizar un día el ideal de la Sabiduría.
Hegel opta, con pleno conocimiento de causa, por esta tercera
actitud. Y no se contenta con elegirla. En la Fenomenología del
Espíritu trata de probar que es la única posible.
En realidad no llega a ello. No puede refutar a aquellos que
aspiran a un ideal existencial que excluye la Autoconciencia, o al
menos la extensión indefinida de esta última. En cuanto a la Teo­
logía llega sólo a mostrar que la existencia del Religioso es necesa­
riamente una existencia en la infelicidad. Pero puesto que él mismo
dice que el Religioso está satisfecho con su desdicha no puede
refutarlo sino acudiendo nuevamente a la extensión de la Auto-
conciencia. Sin embargo, esta extensión no interesa más al reli­
gioso desde que cree haber llegado al pleno conocimiento de Dios.
En síntesis, la Fenomenología del Espíritu muestra solamente

30
que el ideal del Sabio, tal como lo define, es el ideal necesario de
la Filosofía, y de toda filosofía; es decir, de todo hombre que ubica
el valor humano en la Autoconciencia, que es precisamente una
conciencia de sí y no de otra cosa.
Esta restricción no es de ningún modo una objeción a la
Fenomenología del Espíritu. En efecto, Hegel escribe la Fenomeno­
logía para responder a la pregunta: “¿Qué soy yo?”. Pero el
hombre que formula esa pregunta, es decir, el hombre que antes
de continuar viviendo y actuando quiere tener conciencia de sí,
es por definición un Filósofo. Responder a la pregunta “¿qué soy
yo?”, es necesariamente hablar del Filósofo. Con otras palabras,
el hombre del cual se habla en la Fenomenología del Espíritu
no es simplemente un hombre, sino el Filósofo (o más exactamente,
se trata de diversos tipos humanos sólo en la medida en que esos
tipos están integrados en la persona del Filósofo que aquí se analiza,
esto es, de Hegel preguntándose “¿qué soy yo?” ). No es nada
extraño entonces que Hegel llegue a demostrar al hombre que lee
la Fenomenología del Espíritu (y que es por consiguiente él mismo
un Filósofo) que el hombre que se describe en la Fenomenología
tiende (cada vez más conscientemente) hacia el ideal de la Sabi­
duría y que al final lo realiza. En efecto, el hombre que da una
respuesta completa a la pregunta “¿qué soy yo?” por definición
es un sabio. Es decir, que respondiendo (en el sentido ajustado
del término) a la pregunta “¿qué soy yo?” no contesta con segu­
ridad: “soy un filósofo” sino “soy un Sabio” .1
En consecuencia: La respuesta a la pregunta que se formula
en la Fenomenología del Espíritu es a la vez la prueba de la
realidad de la Sabiduría y una refutación por tanto a través de
Platón y de la Teo-logía en general. Toda la cuestión consiste,

1 Y el Discurso del Hombre que se sabe Sabio no es la Fenomenología


del E spíritu, que aun es una filosofía (es decir, un discurso de quien aspira
a la Sabiduría) sino la ciencia realizada, este es, la Enciclopedia.

31
-sin duda, en saber si la respuesta que se ha dado al término de la
Fenomenología del Espíritu, o más exactamente por el conjunto
de esta obra (o por sus siete capítulos primeros) constituye verda­
deramente una respuesta total, una respuesta a todas las preguntas
posibles relativas a la existencia humana, y por consiguiente, a la
existencia de aquel que la propone. Es así que Hegel cree demos­
trar la totalidad de; la respuesta por su circularidad.
Esta idea de circularidad es, si se quiere, el único elemento
original que aporta Hegel. La definición que da o presupone es
la de todos los filósofos. La afirmación de que la Sabiduría es reali­
zable ya ha sido formulada por Aristóteles. Los estoicos también
han afirmado que la Sabiduría ya ha sido realizada. Y es más que
probable que ciertos epicúreos hayan hablado del Sabio en primera
persona. Sólo que ninguno de esos pensadores ha indicado un
criterio adecuado para la determinación del Sabio. En la práctica,
siempre se está seguro del hecho de la satisfacción: ya sea en su
aspecto subjetivo (la “inmovilidad” , la ausencia de deseos, etc.);
ya en el aspecto objetivo de la identidad consigo mismo, del
acuerdo consciente consigo (que es habitual que se presente desde
el punto de vista ético). Pero jamás se llegaba a demostrar que el
que pretendía la Sabiduría realizaba, en efecto, la plenitud de
la Autoconciencia. De tal manera hemos visto que sin este aspecto
de la Sabiduría hasta el mismo ideal carece de sentido.
Creo que Hegel es el primero en hallar una respuesta (no
digo: la respuesta) al interrogante referido, a saber, si el conoci­
miento que se tiene de sí y por consiguiente, el conocimiento que
se tiene en general, es o no total, insuperable, inmodificable, vale
decir, universal y definitivamente válido o absolutamente verdadero.
Según Hegel la respuesta se obtiene por la circularidad del cono­
cimiento o del Saber. El “Saber absoluto” del Sabio es circular,
y todo saber circular (no hay, por otra parte, más que uno solo
posible) es el “Saber absoluto” del Sabio.

32
Cuando se formula cualquier pregunta se llega, tarde o tem­
prano, después de una serie más o menos larga de preguntas y
respuestas, a una de las preguntas que se halla en el seno del Saber
circular que posee el Sabio. Partiendo de esta pregunta y avan­
zando lógicamente se llega sin duda al punto de partida. Se
advierte de tal manera que se han agotado todas las preguntas-
respuestas posibles. O, en otros términos, se ha obtenido una
respuesta total: cada parte del Saber circular tiene por respuesta
rl conjunto de ese Saber, que por ser circular constituye el conjunto
do todo Saber.
Se tiene conocimiento que Hegel ha afirmado que su saber
es circular, y que la circularidad es la condición necesaria y sufi­
ciente de la verdad absoluta, es decir, completa, universal y defi­
nitiva (o “eterna” ). Pero se pasa por alto generalmente (y es sólo
por la Fenomenología del Espíritu que se lo aprende) que la
concepción de la circularidad tiene, como toda concepción hege-
liana, un doble aspecto: un aspecto ideal, o si se prefiere, abstracto,
y un aspecto real, o si quiere, concreto o “existencia!” . Y sólo la
unión de los dos aspectos constituye lo que Hegel llama el Begriff
(el concepto-concreto).
El aspecto real de la “circularidad” de la Sabiduría es la
existencia “circular” del Sabio. En el Saber absoluto del Sabio
cada pregunta es su propia respuesta; pero tan sólo lo es cuando
ella pasa por la totalidad de las preguntas-respuestas que forman
el conjunto del Sistema. Del mismo modo que en su existencia, el
Sabio sigue en la identidad consigo mismo, se ha encerrado en
sí mismo; mas queda en la identidad consigo porque pasa por la
totalidad de los otros, y se ha encerrado en sí mismo porque
encierra en él la totalidad de los otros. Lo cual (según la Feno­
menología del Espíritu) significa simplemente que sólo puede ser
Sabio un ciudadano del Estado universal y homogéneo, es decir,

33
del Estado del Tun aller und Jeder, donde cada uno no es sino
para y por el todo, y el todo para y por cada uno.
El Saber absoluto del Sabio' que realiza la perfecta conciencia
de sí es una respuesta a la pregunta: ¿qué soy yo? Es menester
por lo tanto que la existencia real del Sabio sea “circular” (es
decir, para Hegel es necesario que sea Ciudadano del Estado Uni­
versal y homogéneo) para que el Saber que revela esa existencia
pueda ser también circular, esto es, una verdad absoluta. Por
tanto: sólo el ciudadano del Estado perfecto puede realizar el
Saber absoluto. A la inversa, puesto que Hegel supone que todo
hombre es Filósofo, es decir, constituido para tomar conciencia
de lo que es (en esos hombres Hegel se interesa y sólo de ellos
habla), un Ciudadano del Estado perfecto termina siempre por
comprenderse en y por un saber circular, o sea, absoluto.
Esta comprensión entraña una consecuencia muy importante:
la Sabiduría se realiza, según Hegel, al final de la Historia.1
También esto es umversalmente conocido. Siempre se supo
que para Hegel no sólo el acontecimiento de la Sabiduría concluye
la Historia 1 sino que únicamente al final de la Historia ese adveni­
miento es posible. Lo sabemos, si bien no siempre comprendemos
muy bien por qué. Y no se lo comprende en tanto que no se sabe
que el Sabio debe ser por necesidad Ciudadano del Estado univer­
sal (es decir, que no puede expandirse) y homogéneo (o sea no
transformable). Y no lo saltemos en tanto no comprendemos que
ese Estado es la base real (la “infraestructura” ) de la circularidad
del Sistema absoluto: el Ciudadano de ese Estado realiza en tanto

1 Ya que, según los análisis <)r la Fenomenología del Espíritu, el


Estado en cuestión marca necesariamente el fin de la Historia de la huma­
nidad (se entiende: de la humanidad autoconsciente o aspirante a esa
^ conciencia).
1 Lo que es trivial, pues si lo sabemos todo, no existe efectivamente
ningún medio de progresar o de cambiar (se entiende: para el Filósofo,
ya que ese problema sólo se presenta para él).

34
<|ur Ciudadano activo la circularidad que revela por su Sistema
en tanto que Sabio contemplativo.2
Para Hegel existe un doble criterio de la realización de la
Sabiduría: por una parte, la universalidad y la homogeneidad del
Estado donde vive el Sabio, y, por otra, la circularidad de su Saber.
Por un lado, en la Fenomenología del Espíritu, Hegel describe el
Estado perfecto: baste observar al lector la realidad histórica para
ver que ese Estado es real, o al menos para convencerse de su
realización inminente. Por otro lado, mediante la Fenomenología
del Espíritu Hegel ha mostrado que su saber es circular. Y por eso
lia creído poder afirmar que ha realizado efectivamente en su
persona el ideal de toda Filosofía, es decir, la Sabiduría.
¿Cuál es nuestra actitud frente a todo esto?
Dije que nos encontramos en presencia de tres posibilidades,

2 A partir de esa concepción se comprende la actitud de Hegel frente


a Platón. Según Hegel, Platón tenía razón al negar la posibilidad del Sabio.
Porque el Estado “ideal” de Platón (que según Hegel sólo refleja el Estado
real de su tiempo) no es el Estado universal y homogéneo; el Ciudadano
de ese Estado no es “circular” y el Saber de ese Ciudadano, que revela su
realidad de Ciudadano, tampoco lo es. De ese modo, cuando se ha tratado
de afirmar la posibilidad del Sabio en el seno de ese Estado no-perfecto,
se ha debido transformar el ideal mismo de la Sabiduría, llegando a la
caricatura del “Sabio” estoico y escéptico. Hegel ha mostrado en la Feno­
menología del Espíritu que esos pretendidos “Sabios” no son de ningún
modo autoconscientes. Y desde que tal “Sabio” toma conciencia de sí, ve
inmediatamente que no realiza la perfección. Asimismo ve que no puede
realizarla. Y es así que piensa, tornándose cristiano, que la perfección ha
sido realizada por Dios fuera del Mundo y del Hombre. De tal manera,
el pretendido “Sabio” convertido en cristiano recupera la concepción pla­
tónica, es decir, teológica. Pero él recupera a Platón; es más consciente
que él. Es decir, sabe por qué no puede ser Sabio; sabe que no puede serlo
porque el Estado en el cual se halla no es perfecto. Podrá entonces tener
idea de un Estado perfecto y tratar de realizarlo. Y en el momento en
que lo haga, devendrá (dejando de ser platónico y cristiano) hegeliano:
más exactamente será Hegel, el Sabio real, es decir, el aristotélico, el estoico,
el escéptico triunfante. Si se quiere todavía hay algo de Platón: la filosofía
hegeliana es una teología-, sólo que su Dios es el Sabio.

35
y sólo de tres. Creo que podemos eliminar la primera sin discusión.
En primer lugar porque es, estrictamente hablando, indiscutible,
y además porque el hecho mismo de estudiar la Fenomenología del
Espíritu prueba que la satisfacción silenciosa (a la cual se reduce,
en síntesis, esta primera posibilidad) no nos seduce en exceso. El
único dilema serio sigue siendo para nosotros éste: Platón o Hegel,
esto es, el dilema: 7><?-logía o Filosofía..
Es así que estamos en presencia de un hecho. Un hombre
como Hegel, que ciertamente no está loco, pretende haber reali­
zado la Sabiduría. Antes de decidirse por o contra la Filosofía
o la Teología, es decir, por o contra la afirmación de la imposi­
bilidad de realizar la Sabiduría, es necesario ver si Hegel ha tenido
o no razón de afirmar que es un Sabio, si por su ser mismo no ha
desentrañado ya la cuestión que nos interesa.
Y para resolver esta cuestión es menester observar: 1“ si el
estado actual de cosas corresponde efectivamente a lo que para
Hegel es el Estado perfecto y el fin de la Historia, y 29 si el Saber
de Hegel es en verdad circular.
La respuesta a la primera pregunta parece muy fácil a pri­
mera vista. ¿El Estado perfecto? Posible, sin duda, aunque esta­
mos muy lejos de esto. En efecto, al redactar la Fenomenología
en 1806 Hegel sabía muy bien que el Estado no estaba todavía
realizado en acto en toda su perfección. Afirmaba sólo la presencia
en el Mundo del germen de ese Estado y la existencia de condi­
ciones necesarias y suficientes para su expansión. ¿Pero podemos
negar con certeza la ausencia de tal germen y de tales condiciones
en nuestro Mundo? Y aunque quisiéramos negarlo no llegaríamos
a resolver el interrogante de la Sabiduría hegeliana. Porque no
podemos ciertamente afirmar, partiendo de tentativas hechas, que
el Estado mencionado es imposible en principio. Mas si ese Estado
es posible, la Sabiduría también lo es. Y entonces ninguna nece­
sidad habría de refugiarse en cualquier religión; ninguna nece-

36
salad de, subordinar la conciencia que tengo de mí mismo a una
(«una de conciencia de lo que yo no soy: de Dios, o de una
perfección inhumana cualquiera (estética u otra), o de raza, pue­
blo o nación.
¿Qué significa entonces para nosotros el hecho de que el
Estado perfecto previsto por Hegel todavía no está realizado?
En esas condiciones la filosofía de Hegel, sobre todo la antro­
pología de la Fenomenología del Espíritu deja de ser una verdad,
puesto que no revela una realidad. Pero no es por ello necesaria­
mente un error. Sólo sería si se pudiera demostrar que el Estado-
universal y homogéneo es imposible. Sin embargo, no se puede.
Aquello que no es ni un error ni una verdad, es una idea, o si se
prefiere, un ideal. Esta idea no podrá transformarse en verdad
sino por la acción negadora que al destruir el mundo que no
corresponde a la idea, creará por esa misma destrucción el Mundo
conforme al ideal. Con otras palabras, no se puede aceptar la
antropología de la Fenomenología del Espíritu sabiendo que el
hombre perfecto (el Sabio), del que se trata finalmente, no está
aún realizado sino a condición de querer actuar en vista de la
realización del Estado hegeliano indispensable para la existencia
de ese hombre, actuar o por lo menos aceptar y “justificar” tal
acción, si ella se ejecuta por alguien en alguna parte.
No obstante, esto no nos exime de ninguna manera del estudio
del segundo criterio hegeliano, el de la circularidad.
Tanto menos cuanto que es infinitamente más importante que
el primero. En el primer caso: final de la Historia. El Estado
perfecto, se trata de una comprobación de hecho, es decir, de algo
esencialmente incierto. En el segundo caso: circularidad, se trata
de un análisis lógico, racional, donde no es posible ninguna diver­
gencia de opinión. Por tanto, si vemos que el sistema de Hegel
es efectivamente circular, debemos sacar en conclusión que a pesar
de las apariencias (y tal vez aun del buen sentido) la Historia se

37
ha cumplido y que, por consiguiente, el Estado donde este sis­
tema ha podido ser realizado es el Estado perfecto. Además,
como sabemos, es lo que ha hecho el propio Hegel. Después de la
caída de Napoleón ha declarado que el Estado prusiano (al que,
por otra parte, él detesta) es el Estado definitivo o perfecto. Y no
podía hacerlo de otro modo, dado que estaba convencido de la
circularidad de su Sistema.
Todo el interrogante se reduce para nosotros a éste: si la Feno­
menología del Espíritu es efectivamente circular, debemos acep­
tarla en bloque, y todo lo que de ella derive; si no lo es, tenemos
que considerarla como un conjunto hipotético-deductivo, y veri­
ficar todas las hipótesis y todas las deducciones una a una.1
Es necesario comenzar por estudiar la Fenomenología del
Espíritu desde el punto de vista de su circularidad. Sólo que antes
de hacerlo es menester: l 9 saber qué es lo que significa la exigencia
de esa circularidad, y 29 comprender por qué la verdad absoluta,
ciertamente verdadera, no puede ser sino circular.
Es así que mi curso de este afio estará consagrado a la discusión
de esas dos preguntas previas.

1 Además, no basta que la Fenomenología del Espíritu sea circular:


la Lógica (o la Enciclopedia) debe serlo también, y lo que es más impor­
tante: hasta el sistema en su conjunto, es decir, el conjunto de la Feno­
menología y de la Enciclopedia. Es precisamente allí donde la no-circula-
ridad del sistema de Hegel se hace evidente. Mas sólo puedo decirlo acá
al pasar y sin demostrarlo. -

38
T ercera c o n fe r e n c ia

INTERPRETACION DE LA INTRODUCCION
AL CAPITULO V III (págs. 549-550, línea 10)

El Capítulo V III sigue inmediatamente al Capítulo donde se


trata de la Religión o la Teología, es decir, del saber del Religioso,
que realiza la perfección privada de autoconciencia. Entre el Reli­
gioso (cristiano) y el Sabio hegeliano, o sea el propio Hegel, el
hombre perfecto y satisfecho por el cumplimiento y la realización
de la conciencia que tiene de sí mismo, nada se interpone; no es
posible ningún tipo de existencia intermedia. Las soluciones inter­
medias, los compromisos de todo género, han sido eliminados desde
hace tiempo. El hombre no se satisface ya sino por el Saber
■absoluto. Y toda la cuestión consiste en elucidar si este Saber es
para él, como para Hegel, el autoconocimiento perfecto, o, como
para el Religioso, el conocimiento de otro absoluto distinto de él,
de Dios.
En ambos casos, el contenido (Inhalt) del Saber es el mismo.
¿Y cómo sería de otro modo, dado que el Saber es absoluto, es
decir, total? La diferencia no está sino en la Form, como dice
Hegel. Tanto para el Religioso, como para el Sabio, es el Ser
propio el que se revela a sí mismo en y por, o, mejor aún, en tanto
que Saber absoluto en su circularidad, encerrado en ella misma.
Pero para el Religioso, la totalidad del Ser está fuera de él (aunque
él mismo esté en el interior de e lla ); el Ser total es otro que él, y
el Saber absoluto por el cual ese Ser se revela a sí mismo es otro
que el Saber humano; es ese Ser-oíro que se comprende en y por
el Saber absoluto, y el Religioso no lo comprende sino por ese su
saber. Por cierto, el Religioso también tiene un conocimiento de
sí mismo; mas esc conocimiento es absoluto cuando pasa por
el Saber absoluto que el Ser-otro tiene de sí. Si el Religioso
es perfecto por su conocimiento, ese conocimiento es el de Otro,
y no es consciente de sí de una manera absoluta más que en la
medida y por el hecho de que es él mismo en y por el Otro. En
una palabra: el saber religioso, teológico, cristiano, es absoluto;
sin embargo, no es un Sich-selbst-Wissen, un saber de sí; no es el
conocimiento según el hecho que es el hombre que sabe que realiza
la totalidad acabada al que revela por su conocimiento, según el
hecho que el Yo cognoscente es el Yo conocido.
El Sabio, por el contrario, relaciona todo con él. Sin aban­
donar, empero, su dignidad de Sabio, sin olvidar que su Saber es
un Saber absoluto, es decir, el Saber. Es decir, que si relaciona
todo con él, es porque se reduce a su Saber total, y es así él mismo
el Todo. Mas lo es permaneciendo como sí mismo. El sabio
vincula estrictamente consigo el mismo contenido total que el Reli­
gioso relaciona con su Dios; consigo, tomado en su realidad total
de Ciudadano del Estado universal, y consigo, considerado en su
totalidad ideal de poseedor del Saber absoluto.
La oposición es clara. Y es evidente que no hay nada que
se interponga entre estos dos puntos extremos. Desde que el Esclavo
trabajador ha compartido el Mundo con su Amo, anulando me­
diante su trabajo la realidad autónoma de la Naturaleza inhu­
mana; o en otros términos, desde que el hombre judeo-cristiano ha
compartido la esfera de Parménides entre él mismo y su Dios (que,
para nosotros, está hecho a su imagen, y que, para él, es la imagen
según la cual él ha sido hecho), a partir de esa participación total,

40
rl hombre no puede ya proyectar su Saber sobre una realidad
tialural y reconocerlo verdadero, como lo hacía el Filósofo pagano,
por el movimiento circular de los astros. Debe relacionarlo consigo
mismo o con Dios, no pudiendo vincularlo con uno y otro a la vez,
puesto que no hay más que un solo absoluto posible.
Y las dos actitudes extremas se realizan: una por la antropo­
logía de Hegel, la otra por la elaboración de la teología cristiana.
Son evidentemente inconciliables y ninguna puede ser superada^
Y si se puede imponer una a otra, es sólo a través de un salto
brusco; pues no hay transición posible, dado que no existe nada
entre las dos. Estar en una es decidirse contra la otra; rechazar
una es establecerse en la otra. La decisión es absolutamente única,
y simple en lo posible: se trata de decidir por sí mismo (es decir,
contra Dios) o por Dios (esto es, contra sí mismo). Y no hay otra
"razón” para la decisión que la decisión misma.
Por supuesto, presentando las cosas de este modo, me aparto
del texto de la Fenomenología del Espíritu.
Para Hegel también las dos actitudes son, en definitiva, las-
únicas posibles. Y sabe que se excluyen mutuamente. Pero para él
sólo existe una simple yuxtaposición: hay jerarquía, el Sabio está
“por encima” del Religioso. Y si Hegel sabe que el pasaje de una
de esas actitudes a la otra no puede ser sino brusco (un giro total),
cree que ese tránsito es necesario: el hombre que ba devenido
cristiano debe necesariamente terminar por elevenir Sabio.
Sólo hay jerarquía para el filósofo, es decir, para el que
admite desde el comienzo la superioridad de la Sabiduría hegeliana,
que admite que el Saber —aun absoluto— es un valor sólo si es
Sich-selbst-Wissen, Saber de sí.1

1 De este modo, para el religioso, no existe jerarquía. El Saber del


Sabio ateo no es un Saber de menor valor; no es un Saber para nada; es
un error total y absoluto. Como lo ha formulado muy bien San Pablo:
el Saber del Sabio y del Religioso son entre ellos como locura y verdad, y

41
Asimismo, no hay pasaje necesario de la Religión a la Sabi­
duría más que para el Filósofo, es decir, para aquel que va desde
el comienzo a la búsqueda de la Autooonciencia, o sea de aquel
que está dispuesto a extender indefinidamente la conciencia que
tiene de sí mismo, esto es, dispuesto a extender el dominio del Ser
del cual se revela el conocimiento como si fuera conocimiento de sí.
Para convencerse de ello, basta recordar lo que Hcgel ha
dicho al final del Capítulo V II. Hay allí un texto (pág. 546,
lineas 8-30) verdaderamente único en su genero, un texto cuyo
contenido debía ser demostrado por su propia forma. En esc texto
Hegel resume la doctrina teológica cristiana tal como ella se ha
constituido definitivamente al final de la Religión “absoluta”. En
lugar de “Dios”, Hegel dice; “Espíritu” . Mas la forma del texto
es tal que leyendo en vez de “Espíritu” ; “Espíritu divino'’ se
tendría un resumen absolutamente correcto de. la teología cristiana,
mientras que leyendo; “Espíritu /tamaño” se tendría un resumen
correcto de la antropología hegeliana. Dicho de otro modo, Hegel
muestra por la forma misma de ese texto que el hombre ha esta­
blecido finalmente una idea de Dios tal que podía ser, sin modifi­
carla, aplicada al hombre. El teísmo cristiano se transforma en
antropoteísmo hegelíano, desde que se suprime la idea de la
trascendencia del Ser, es decir, desde que aquel que habla relaciona
lo que dice con él mismo y ve en lo que dice no un conocimiento
de lo que no es (del Dios trascendente) sino un conocimiento de sí.
Es menester reconocer que ese texto es muy impresionante.
Y convincente. Sólo que Hegel no dice en ninguna parte por qué
el hombre debe abandonar la trascendencia y terminar por rela­
cionar el Saber teológico a sí mismo. Ese pasaje de la teología
a la antropología es, sin duda, posible, puesto que Hegel lo ha

de ningún modo — como para el saldo— etapas sucesivas de la realización


reveladora de una sola y misma verdad, o sea la del Sabio.

42
realizado. Pero no se advierte por qué es necesario. Como lo dije,
sólo es necesario para Hegel, o en general, para el Filósofo.
Ni en el Capítulo V II ni en el Capítulo V III Hegel dice
nada del por qué y cómo del pasaje de la trascendencia a la inma­
nencia del Saber. Y tampoco lo explica en otra parte.
Para Hegel el pasaje del trascendentalismo del Religioso al
inmanentismo del Ciudadano y del Sabio, no se efectúa directa­
mente. Entre ambos está el seudo-trascendentalismo o el seudo-
inmanentismo del Intelectual, que relaciona su existencia y su
saber a la Verdad, a lo Bello y al Bien “en sí”, a la “Sache selbst”,
a la “cosa misma” . Como el valor supremo del Religioso (Dios)
esos valores del Intelectual son “trascendentes” en el sentido de
que ellos existen independientemente de él, de su existencia real,
y por consiguiente, de las condiciones exteriores (naturales y so­
cíales) de esta existencia, de manera que ellas puedan ser alcan­
zadas directamente por el particular aislado. Por otra parte, esos
valores son “inmanentes”, tanto como los valores del Ciudadano
y del Sabio, en el sentido de que el hombre los alcanza en la vida,
sin trascenderse realmente, sin dejar de ser lo que es: Hombre-
viviente-en-el-Mundo (natural y social). La inmanencia de esos
valores preserva al Intelectual de la “conversión” del “monasterio”,
del “sentimiento de pecado”, de la imposibilidad de complacerse
en la vida “mundana” : porque lo Verdadero, el Bien y lo Bello
son valores de “este mundo” . Por el contrario, la trascendencia de
esos valores impide que el Intelectual actúe como revolucionario o
Ciudadano: porque al no estar fuera del Mundo, esos valores son,
no obstante, otra cosa que ese Mundo y no se tiene ninguna
necesidad de hacer algo en el Mundo para “realizarlos”.
El pasaje del Religioso al Intelectual está descrito al final del
Capítulo IV, el del Intelectual al Ciudadano, al final del Capí­
tulo V. Pero Hegel no explica casi la necesidad de esas dos tran­
siciones, como tampoco dilucida, al final del Capítulo V II, la

43
exigencia del pasaje de la Teología a la Sabiduría. En realidad,
el Intelectual del Capítulo IV, que se contenta con “entender
todo” permaneciendo “fuera de toda disputa” es tan inatacable
como el Religioso “antimundano” del Capítulo IV y el Teólogo
trascendentalista del Capítulo V II. Al terminar el Capítulo IV
Hegel dice que el Religioso debe concluir por comprender que el
Mundo en el cual vive es su Mundo, y por lo tanto debe aceptarlo.
Pero esto no es necesario sino para, aquel que quiere a toda costa
darse cuenta de su existencia real “mundana” ; pero el Religioso
puede desinteresarse indefinidamente. En resumen, el Religioso
no deviene intelectual más que a condición de devenir, por lo
menos un poco, Filósofo; pues no vemos por qué debe devenirlo
necesariamente. Del mismo modo, Hegel observa muy justamente
que el Intelectual que está “fuera de toda disputa” y que pretende
comprender todo, no se comprende, en realidad, a sí mismo, y no
llega jamás a explicar su propio pimío de vista. Mas aun aquí
la objeción no es válida sino para aquel que no quiere contentarse
con la seudo-filosofía de los valores “eternos" transpcrsonales. Y
nada dice que el hombre no pueda, indefinidamente, no ser con­
trariado por el absurdo de eso que él llama la “objetividad impar­
cial”. En síntesis, acabamos de ver que no es de ningún modo
necesario relacionar la totalidad del Saber consigo mismo y que
se puede, por el contrarío, contentarse indefinidamente con el saber
absoluto íeo-lógico.
Cualquiera sea, la concepción hegeliana es muy clara: en el
Saber teológico el sujeto cognoscente y el objeto conocido están
fuera uno del otro, mientras que en el Saber absoluto del Sabio
ellos coincidenP1

1 Por cierto, se podría objetar que la Religión conoce también una


coincidencia de sujeto cognoscente y de objeto conocido: se podría evocar
la “unión mística” del hombre y de Dios. Pero personalmente creo que la
Mística no tiene nada que ver con la Religión y la Teología. El hecho

44
Tal es el resultado en el que desemboca Hegel al final del
Capítulo V II: el Saber religioso, teológico, cristiano es absoluto:
es un saber total y definitivo en cuanto a su contenido; pero se
relaciona con una realidad (universal) distinta que la mía propia;
el segundo paso consiste en relacionar consigo mismo ese Saber,
que ya es total y absoluto.
Y eso es lo que Hegel dice en la primera parte de la pequeña

de que la Mística se vincule frecuentemente con la Religión no prueba


nada, ya que el Arte, que sin duda es en esencia distinto que la Religión
se vincule a ella también. Por otra parte, la Religión es siempre un tanto
hostil a la Mística. Mas poco importa por el momento. Lo que interesa
es que la “unión mística” se efectúa necesariamente en el silencio. El
Dios al cual se une la mística es siempre, en principio, inefable. Es decir,
que la perfección que persigue el místico pertenece a la categoría de las
perfecciones “inconscientes” que hemos eliminado desde el comienzo. El
místico excluye todo conocimiento: tanto el Bewusstsein, la Conciencia
exterior, como el Selbstbewusstsein,la, Autoconciencia. Con otras palabras,
no hay Saber místico aunque sí, en cambio, hay un Saber filosófico (cientí­
fico, en el sentido hegeliano) o religioso (teológico). En realidad, el
Místico habla casi siempre de su Dios “inefable” . Pero entonces, si sigue
siendo Religioso, si sigue siendo “ortodoxo”, desarrolla un Saber teo-lógico
que no se diferencia del Saber teo-lógico trascendentalista que Hegel
considera al final del Capítulo V II, y que no toma en cuenta la experiencia
mística vivida en la unión del objeto y del sujeto. O bien si quiere consi­
dera esa unión, desarrolla una teología “heterodoxa”, antropoteísta, que
se acerca más o menos al Saber absoluto que Hegel aborda en el Capí­
tulo V III. Puede decirse, si se quiere, que el Saber absoluto no es otra
cosa que la toma de conciencia absoluta de la experiencia mística de la
unión del sujeto cognoscente y del objeto conocido. Sólo que no tiene
sentido llamar a Hegel “místico” porque su saber es esencialmente “ra­
cional”, “lógico”, puesto que está expresado por el Discurso, el Logos.
Retomando el tema de mi Introducción, podemos distinguir tres tipos de
satisfacción absoluta: 1* la satisfacción irracional, muda, del Místico (y es
como si Hegel hablara de esto cuando se refiere a la A ndacht, a la “unión
mística”, en el Capítulo V II, pág. 495 y s.) ; 2'' la satisfacción parlante,
que es: a) religiosa, si se está satisfecho hablando de un Ser que no es él
mismo, y b) hegeliana, si sólo se está satisfecho hablando de sí mismo.

45
Introducción al Capítulo V III, que se resume justamente con la
conclusión obtenida al final del Capítulo VIL
Dice (pág. 549, líneas 3-12) :
“El Espíritu de la Religión manifiesta-o-revelada [es decir,
cristiana] no ha superado todavía su Conciencia [exterior] en tanto
que tal. O bien, lo que es igual: su Autoconciencia objetivamente
real no es el objeto-cosificado (Gegenstand) de su Conciencia
[exterior]. [Ese Espíritu] mismo en tanto que tal y los elementos-
constitutivos que se distingucn-o-difcrencian en ese Espíritu, se
sitúan en la representación-exteriorizante {V orstellung) y en la
forma de la objctividad-cosificada. El contenido de la representa­
ción-exteriorizante [religiosa o teológica] es el Espíritu absoluto;
y se trata únicamente de la supresión-dialéctica (Aujheben) de esa
única (blossen) forma [de la objctividad-cosificada]. O mejor:
puesto que esta forma pertenece exclusivamente a la Conciencia
[exterior] en tanto que tal, la verdad o realidad revelada de esta for­
ma ya debe darse (sick ergebev) rn las formaciones-concretas [de
la Conciencia, estudiadas antes en la /•'enomnwlogía del Espíritu]”.
Por otra parte, el Saber absoluto del teólogo cristiano es la
cúspide del Bewusstsein, de la Conciencia exterior. Y ese saber
no da cuenta del “wirkliche.í Selbst-beivusstsein”, del hombre real
que conoce lo que es. El Saber del Teólogo es una Conciencia
(de lo exterior) pero no una Autoconciencia. Basta pues trans­
formar el Bewusstsein en Selbsbewusstsein, la trascendencia en
inmanencia, para alcanzar el Saber absoluto del Sabio, que es la
cumbre de la Autoconciencia. (Por cierto que el Sabio no puede
operar esa trascendencia sino porque es “absoluto” , es decir, total ■
y definitivo en su propia realidad consciente y no puede serlo más
que en su calidad de Ciudadano del Estado “absoluto” universal
y homogéneo).
En la última frase del pasaje citado, Hegel dice que esa trans­
formación de la Teología en Sabiduría, en Saber absoluto, es

46
^necesaria, y que esa transición se ha operado ya en las formaciones
concretas de la Conciencia estudiadas en los siete Capítulos ante­
riores de la Fenomenología del Espíritu. Toma en cuenta al hom­
bre descrito al final del Capítulo V I: Napoleón, el Ciudadano
napoleónico, el propio Hegel en tanto que ciudadano del Imperio
(supuesto como universal y homogéneo) de Napoleón (considerado
ya en principio como realizado). Ese Hombre es la Wahrheit,
la verdad o realidad-revelada de la Form teológica: porque es él
quien realiza la perfección de la que habla el Teólogo y que en
él es sólo una idea abstracta, puesto que Dios, que debe realizarla,
|;no existe.
He aquí cómo razona Hegel. La Form en cuestión, es decir,
la Teología cristiana, ha sido efectivamente elaborada: es un hecho
psicológico, una idea real en tanto que idea. Por tanto, de dos
cosas una: o bien corresponde a una realidad-objetiva (Wirklich-
^keit) o no corresponde. En el primer caso hay pues una realidad
en el mundo que efectúa la idea que el cristiano se forja de su
|Dios, y visiblemente esa Realidad no puede ser otra cosa que
lo. realidad humana. En el segundo caso, la idea absoluta es un
[ideal “abstracto”. Hegel presupone que toda idea concebida por
el hombre tiende necesariamente a realizarse, y que ella puede y
debe ser realizada (si no es absolutamente falsa). Por tanto, la
"dea cristiana debiera producir por necesidad un nuevo tipo de
existencia humana. Mas, la circularidad de la Fenomenología del
Espíritu prueba que los análisis que allí se han hecho agotan todas
¡las posibilidades existenciales. En consecuencia, la idea cristiana
ya debe estar realizada. No hay más que buscar entre las existen-
idas descritas en la Fenomenología del Espíritu aquella que corres­
ponda a esa idea. Y se encuentra entonces al Ciudadano napoleó­
nico, o si se prefiere, al propio Hegel.
Partiendo del hecho de la existencia de la Teología (cristiana)
y presuponiendo la circularidad de la Fenomenología del Espíritu,

47
Hegel deduce la necesidad de una realización de la idea cristiana
por el Hombre-en-el-Mundo. Esa idea es por tanto una Wahrheit,
una verdad en el sentido que corresponde a una realidad-objetiva
(que es precisamente el hombre de 1806). Pero no basta. Porque
la Wahrheit no es sólo la realidad. Es la realidad revelada (por la
palabra), es decir, la realidad consciente de sí misma. Afirmar
la existencia de la Wahrheit de la “Form” teológica, es afirmar la
existencia no sólo del Ciudadano “absoluto” sino también del
Ciudadano auto consciente, esto es, del Ciudadano “absoluto” deve­
nido Filósofo (o más exactamente, ya que ese Ciudadano es
“absoluto”, devenido Sabio). Es pues afirmar (o presuponer) la
existencia del propio Hegel. Y eso es lo que he dicho en mi Intro­
ducción; el pasaje de la Teología (cristiana) a la antropología
(hegeliana) no es necesario sino para y por el Filósofo (que es
aquí el propio Hegel). Nada me prueba que el advenimiento
de ese Filósofo sea necesario. Nada me prueba, en efecto, que el
ciudadano del Estado perfecto no pueda permanecer (relativa­
mente) inconsciente y pueda, por tanto, mantener la Religión, la
Teología (cristiana) considerando ese Estado no como su propia
obra sino como la obra de Dios.
Sea como fuere, esta primera parte de la Introducción, que
resume el razonamiento del Capitulo VII, muestra bien en qué
difiere el Sabio y su “Saber absoluto”, del Religioso y su “Religión
(o Teología) absoluta”. Esta primera parte nos muestra al Sabio
en y por su oposición con el Religioso. En la segunda parte de la
Introducción, por el contrario, donde indica el tema del Capí­
tulo V III, Hegel habla del Sabio o del “Saber absoluto” conside­
rándolo en sí mismo (págs. 549, línea 13; 550, línea 2 ): ,
“Ese acto de superar el objeto-cosificado de la Conciencia
[exterior] no debe ser tomado como la unilateralidad que consistiría
en el hecho de que el objeto-cosificado se muestra como volviendo
al Yo-personal. Por el contrario, [considerado] de manera más

48
precisa [ese acto es] tal que, por una parte, es el objeto-cosificado
en tanto que tal, que se manifiesta al Yo-personal como desvane­
cido, y por la otra, y más todavía (vielmehr) es la alienación-o-
exteriorización de la Autoconciencia que establece la cosidad; y
que esa alienación-o-exteriorización tiene un significado-o-valor
no sólo negativo o negador, sino [aún] positivo [teniéndolo] esta
última no sólo para nosotros o en sí sino [también] para la propia
Autoconciencia. El principio-negativo-o-negador (das Negative)
del objeto-cosificado, es decir, su acto-de-suprimirse-dialécticamen-
te a sí mismo, tiene una significación o valor positivo para la
Autoconciencia-, lo que significa: la Autoconciencia sabe-o-conoce
la nulidad (nichtig-keit) del objeto-cosificado. Lo sabe, por una
parte, por el hecho de que se aliena-o-se-exterioriza ella misma;
porque en esa alienación-o-exteriorización se plantea a sí misma
en tanto que objeto-cosificado; o [bien puede decirse], en razón
de la unidad-integrante (Einheit) inseparable del Ser para sí que
plantea el objeto cosificado como si [fuera] ella misma. Por otra
parte, hay en esto, al mismo tiempo, ese otro elemento constitutivo
[que es el hecho] de que la Autoconciencia ha suprimido dialécti­
camente y retomado en sí misma esa alienación-o-exteriorización
y esa objetividad cosificada; [el hecho] por tanto [que la Auto-
conciencia] está cerca de sí (bei sich) en su Ser-otro”.
Para llegar al Saber absoluto es menester “superar” la oposi­
ción entre el objeto del Saber absoluto y su sujeto, es decir, el
hombre que lo posee: es necesario relacionar el Saber absoluto, esto
es, total y definitivo, consigo mismo. Y Hegel acaba de explicarnos
lo que esto significa.
No se trata ni de solipsismo, ni de “idealismo” ni de subjeti­
vismo: “el objeto exterior-o-cosificado no vuelve al Yo-personal” .
El Sabio que relaciona la totalidad de su Saber a si mismo no
afirma pues de ningún modo que es la totalidad del Ser, tomado
en su aislamiento particular, en su intimidad interna, puramente

49
subjetiva. Eso no es de ningún modo mi Yo (ni el “Yo-abstracto”,
Ich, ni el “Yo personal”, Selbst), tampoco mi pensamiento ni otra
cosa del mismo género, que es el Todo.
Para que el Saber pueda ser absoluto, dice Hegel, es decir,
para que haya coincidencia del sujeto y del objeto del Saber, es
indispensable que el objeto-exterior se; haya manifestado él mismo
a la Conciencia exterior en tanto que evanescente. Esa frase tiene
en principio una significación teológica. Sabemos que en el Cris­
tianismo la Religión se suprime a si misma en tanto que Religión.
Es así cómo Hegel interpreta el relato evangélico: la Teología cris­
tiana es la Teología del Dios muerto en tanto que Dios. El Cristia­
nismo es ya ateísmo inconsciente, es decir, simbólica. El Saber
absoluto no hace más que tomar conciencia de ese ateísmo o
antropoteísmo, y expresarlo racionalmente mediante el concepto
(Begriff = Logos).
Dicho de otro modo, no se puede “suprimir” (aufheben) la
Religión en cualquiera de sus formas. No se puede “suprimirla”
definitivamente sino en su forma cristiana. (Cuando se suprime
un Dios “desde fuera”, no se (ruede sino reemplazarlo por otro
Dios; para que el Dios desaparezca por completo es necesario que
él se suprima a sí mismo, y es precisamente el Dios cristiano el
que se suprime en tanto que Dios para devenir hombre.) El
ateísmo del Sabio no (Hiede establecerse como consecuencia de una
Teología cualquiera: nace de la Teología cristiana, y sólo puede
nacer de ella. (Más exactamente, se trata no del ateísmo sino del
antropoteísmo. Por otra parte, ese antropoteísmo hegeliano presu­
pone la Teología cristiana, puesto que aplica al hombre la idea
cristiana de Dios.)
Sabemos que la Religión no hace sino proyectar hacia el más
allá la realidad social donde nace. Es menester decir que el Sabio
sólo es posible después de la realización del Mundo histórico
donde ha podido constituirse y perfeccionarse la Religión cristiana.

50
Pero no hay ninguna necesidad de pasar por la antropología
hcgeliana para llegar a este resultado. Se lo puede extraer direc­
tamente del texto citado, relacionando la palabra “Gegenstand”,
objeto-exterior, con el Universo real, es decir, con el Mundo na­
tural y humano o social.
Hablemos primero del mundo social. El “objeto exterior” del
hombre es aquí otro hombre. Mas en el Capítulo IV Hegel ha
mostrado que no sirve de nada a un hombre suprimir completa­
mente a otro hombre, o sea matarlo. Porque el hombre muerto
carece de interés.1
Lo que puede contar es únicamente la anfo-supresión del otro.
Pero el hombre que se “suprime” a sí mismo frente a otro se
somete al otro como esclavo, se somete a su amo. Por tanto: para
que haya Saber absoluto, es necesario que el objeto se “suprima”
a sí mismo. Y en el plano social eso significa que es indispensable
que exista el fenómeno de la Servidumbre y todo lo que sigue, o
sea la dialéctica del Amo y del Esclavo, es decir, el conjunto de la
evolución histórica de la humanidad, tal como está descrita en
la Fenomenología del Espíritu. Con otras palabras, el Sabio sólo
es posible en el Estado que realiza esa evolución y donde todos
los ciudadanos se “suprimen” a sí mismos, de modo que ninguno
es ya, para otro, un Gegen-stand, un objeto-exterior-y-cosificado;
donde ya no hay, en otros términos, intereses particulares que se
excluyan mutuamente.
De igual manera, relacionando la frase en cuestión con el
Mundo natural, vemos que la Sabiduría sólo es posible en un
Mundo que se presta a la acción técnica del Hombre, donde el
desierto, las bestias feroces, las intemperies, etc., se pliegan a la
voluntad humana. '

1 Esa supresión no-dialéctica sería el equivalente del ateísmo (de la


Comedia burguesa) y no del antropo-teísmo (del Ciudadano hegeliano).

51
Asi, pues, podemos decir: el Saber absoluto, es decir, la Sa­
biduría, presupone el logro total de la Acción negadora del hom­
bre. Ese Saber es posible solamente: 1* en un Estado universal y
homogéneo donde ningún hombre es exterior al otro, donde no
hay ya ninguna oposición social no suprimida; 2° en el seno de
una Naturaleza dominada por el trabajo del Hombre, Naturaleza
que, al no oponerse más al Hombre, ya no le es extraña. Si, en el
Saber absoluto, el Sabio puede con todo derecho afirmar la iden­
tidad del Ser-en-tanto-que-tal con el Ser que es él mismo, es por­
que hace la experiencia del hecho que los conflictos en el interior
del Estado están suprimidos definitivamente, porque no hay ya
oposición evidente entre él y el Mundo (tanto social como natu­
ral) . Antes de esa experiencia (Erfahrung) la afirmación de la
identidad del sujeto y del <ibjet o no puede ser sino gratuita.
Pero aún esto no basta. No basta saber que el Mundo, que
el Estado en cuestión se prestan a una identificación real con
ellos. No basta, [¡ara llegar al Saber absoluto, comprobar (con
Kant) el “azar trascendental" que nos permite aplicar al Ser real
nuestro Saber abstraen» y dominarlo así por esc Saber. Es menester
todavía reconocer lo que Kant olvida, y eso que dice Hegel: que
la “cosidad se establece por la alienación de la Autoconciencia” .
Hay que reconocer que no existe “azar trascendental”, que no
hay identidad dada, sino identificación activa consciente y volun­
taria, realizada por el propio I lumbre en sus luchas (sociales) y
por su Trabajo.
Desde el punto de vista teológico, la frase en cuestión signi­
fica que no es suficiente decir que un Dios no existe para supri­
mirlo definitivamente. Es necesario aún, como lo ha dicho muy
bien Hume, comprender por qué se ha afirmado su existencia,
hay que comprender el por qué y el cómo de su creación por el
pensamiento del Hombre. Es decir, que sólo se puede realizar la
Sabiduría después de haber destruido la Religión por su interpre-

52
tación antropológica, tal como la encontramos en el Capítulo V II.
Es menester comprender que el Hombre crea sus dioses proyec­
tándose a sí mismo, tomándose como ideal, en el más allá.
De manera general, hay que saber que el Ser en su totalidad
no se reduce al Ser dado; hay que saber que esa totalidad del
Ser implica un Ser creado por el hombre autoconsciente, que se
exterioriza o se aliena (sich entaussert) por la acción, y que realiza
fuera de él las ideas que se forja en su interior. En síntesis, sólo
cuando se sabe que se es Acción negadora se logra que el hombre
pueda llegar a la Sabiduría y afirmar en un Saber absoluto su
identidad con el Ser tomado en su totalidad. Sólo comprendién­
dose de la manera en que se es comprendido en y por la Feno­
menología del Espíritu (o en y por sus siete primeros capítulos)
el filósofo puede devenir Sabio.
Pero para devenir Sabio es necesario que el Hombre se com­
prenda así. En otros términos, no basta ser Acción creadora, ser
Ciudadano-trabajador en el Estado perfecto. Es menester saber
que se lo es, es indispensable tomar conciencia de sí. Y eso lo
expresa Hegel al decir que la auto-supresión del objeto y su opo­
sición por el sujeto deben existir no sólo “en sí” o “para nosotros”
sino también para la propia Autoconciencia.
Es decir, que para llegar al Saber absoluto no basta ser “filó­
sofo” en el sentido corriente del término, no basta razonar a
partir de algo que no se es. Mas no basta tampoco ser Hombre
integral. Es necesario aún razonar sobre ese hombre integral que
se es. O como dice Hegel, el hombre debe “suprimir-dialéctica-
mente” y retomar en sí mismo la alienación o el objeto-exterior
“realizado” por la Acción de la Lucha y del Trabajo.
No se trata de un Zurück-keren del objeto en el sujeto, sino
del Zurück-nehmen del objeto (puesto por el sujeto) por el sujeto,
dice Hegel. Es decir: la identificación del Sabio con el objeto de
su Saber es activa en el sentido que implica y presupone la Acción

53
de la Lucha y del Trabajo en y por la cual el Hombre ha supri­
mido efectivamente la oposición entre él y el Mundo natural y
social, entre el sujeto y el objeto. La quietud satisfecha de la
sabiduría contemplativa no es posible sino después del esfuerzo
victorioso del Trabajo y de la lucha. Pero acabamos de ver que
es la Sabiduría lo que debe resultar al cabo de ese esfuerzo. El
Hombre crea un Mundo exterior por la Acción sólo para “reto­
marlo” en sí mismo por la Contemplación comprensiva. Se trans­
forma el mundo natural por el trabajo para comprender ese mun­
do y se hace por la lucha Ciudadano del Estado perfecto para
comprenderse a sí mismo. El Estado perfecto y por consiguiente
toda la Historia no están sino para que el Filósofo pueda llegar
a la Sabiduría escribiendo un Libro (“Biblia) que contenga el
Saber absoluto.
Por cierto, el Estado es necesario. Y no solamente como se
lo pensaba antes de Hegel, para mantener el cuerpo del Sabio.
Es necesario para el Sabio en tanto que Sabio, es necesario para
engendrar la Sabiduría. Mas el Sabio y su Sabiduría son la justi­
ficación última del Estado y de la Historia. El Estado debe ser
homogéneo y universal con miras a la homogeneidad y la univer­
salidad del Saber que allí se desarrolla. Y el Sabio lo sabe. Sabe
que el Estado “absoluto” no es, en suma, más que un medio para
llegar a la satisfacción consciente de ella misma por la identifica­
ción real y verdadera con la Totalidad del Ser en el Saber absoluto.
La Segunda Parte de la Introducción expone un análisis de
las condiciones reales, existenciales del Saber absoluto, es decir, un
análisis sumario del Sabio. Pero se puede también relacionar ese
pasaje no con el Sabio sino con la Sabiduría misma, esto es, ver allí
un análisis de la estructura formal del Saber absoluto. Mas dado
que no hemos llegado todavía a ocuparnos del Saber absoluto,
pasaremos a la tercera y última parte de la Introducción.
En la primera parte Hegel ha hablado del Religioso y de su

54
Saber teológico por oposición al Sabio y a su Saber absoluto. En
la segunda parte habla del propio Sabio, o si se quiere, del Sabio
en su relación con su Sabiduría, el Saber absoluto. En fin, en la
tercera parte, Hegel hablará del Sabio en su relación con el Filó­
sofo. En otros términos, hablará del devenir de la Sabiduría (del
“Saber absoluto” ) a partir del conocimiento filosófico. Al mismo
tiempo, esta última parte de la Introducción indica el tema de la
primera parte del Capítulo (pág. 550, líneas 2-10) :
“[Todo] esto es el movimiento [dialéctico] de la Conciencia
[exterior]; y esta es, en ese movimiento, la totalidad de sus elemen­
tos-constitutivos. La Conciencia [exterior] debe comportarse de la
misma manera con el objeto-cosificado, [a saber] según la totalidad
de las determinaciones específicas de ese objeto; ella debe haberlo
concebido así de acuerdo con cada una de esas determinaciones.
Esa totalidad de las determinaciones especificas del objeto-cosifi­
cado la transforma en sí, en realidad-esencial espiritual, y para la
Conciencia [exterior] lo deviene en verdad por el acto-de-discernir-
o-comprender (Auffdssen) cada una de esas determinaciones-
específicas como [lo que es] el Yo-personal, es decir, por ese
comportamiento espiritual ante esas determinaciones que acaban
de ser mencionadas”.
Se trata del Saber absoluto. Y vemos que ese Saber se
caracteriza antes que nada y sobre todo por su “Totalitat” (palabra
que se repite tres veces en esas ocho líneas). Decir que el Saber
es “absoluto”, es decir, universal y definitivamente válido, o sea
que es “total”, que implica en sí, por lo menos virtualmente, todas
las determinaciones posibles del conocimiento y del Ser, del sujeto
y del objeto. Y Hegel dirá más tarde que esa totalidad del Saber
se revela por sü circularidad.
En la primera frase del pasaje citado Hegel expresa que el
movimiento dialéctico descrito en el pasaje precedente constituye
la totalidad de elementos-constitutivos de la Conciencia. En otros

55
términos, el Sabio es el Hombre integral, es decir, el que integra
en su existencia todas las posibilidades existcnc.iales del hombre.
Evidentemente, no puede integrarlas sino después que ellas hayan
sido realizadas una a una en el curso de la Historia. Por ser así
la integración del proceso del advenimiento histórico del Hombre,
el Sabio, en consecuencia, concluye ese proceso y sólo puede apa­
recer al final del mismo. Y es únicamente porque integra la
totalidad de las posibilidades existenciales que su Autoconcicncia
es un Saber absoluto.
Sin embargo, en la segunda frase Hegel dice que. el hecho
de integrar en y por su existencia la totalidad de las posibilidades
existenciales no basta'para que haya Sabiduría actual, es decir,
“Saber absoluto” . Esa integración o Sabiduría virtual se encuentra
en cada Ciudadano del Estado absoluto. Pero es sólo el Ciudadano-
filósofo el que puede realizar la Sabiduría efectiva. Porque para
actualizar la Sabiduría es necesario tomar conciencia de la tota­
lidad que se integra en sí. Y puesto que el Hombre es siempre
“Hombre-en-el-Mundo”, tomar conciencia de la totalidad en sí
mismo en tanto que “sujeto” es también tomar conciencia de la
totalidad del Mundo o del “objeto” . Sólo cuando se toma con­
ciencia de esa doble totalidad se reconoce su homogeneidad abso­
luta, es decir, la identidad profunda del sujeto y del objeto, del
“Hombre-en-el-Mundo” y del “Mundo-que-implica-al-Hombre”.
Al ser total, el “Saber absoluto” es tanto conocimiento de si como
Ciencia del Mundo. Y es sólo en y por esa identificación que
efectúa el Sabio en el “Saber absoluto’.’, que la totalidad homogé­
nea del Ser es Espíritu, esto es, Ser-reaf-y-conjciércíe-de-su-realidad.
Del mismo modo que el Hombre integral se ha realizado poco
a poco, en el curso de la Historia, el Saber integral tiene también
una historia. Y esa historia es la historia de la Filosofía, la his­
toria de las tentativas efectuadas por el Hombre para comprender
el mundo y para comprenderse a sí mismo en él. Además, las

56
etapas de la evolución existencial y de la evolución filosófica no
son más que dos aspectos complementarios de una sola y misma
evolución. Y es esa doble evolución la que Hegel ha descrito en
los siete capítulos iniciales de la Fenomenología dii Espíritu.
El Sabio es, por una parte, el Hombre o el Ciudadano que
toma conciencia de sí, y por otra, el Filósofo que alcanza su fin.
Pero, para tomar conciencia de sí es menester tomar conciencia
de su devenir, de ese devenir integral e integrado del Hombre que
Hegel ha descrito en la Fenomenología del Espíritu. El Ciudadano
sólo es plenamente consciente de sí en la medida en que ha leído'
(o escrito) la Fenomenología del Espíritu: de la manera en que
la hemos leído hasta aquí, es decir, en su aspecto antropológico o
“existencial” . Pero el Filósofo, al devenir Sabio, debe también
él integrar su devenir en tanto que Filósofo tomando conciencia:
debe tomar conciencia del devenir o de la historia de la Filosofía.
Debe él asimismo leer o escribir la Fenomenología del Espíritu,
pero debe leerla según el aspecto que hemos descuidado, en su'
aspecto “metafísico”, o como Hegel dice aquí, desde el punto
de vista “de la relación de la Conciencia con las determinaciones
del objeto que trata de comprender como también de las determi­
naciones del yo”. Por cierto en el texto de la Fenomenología del
Espíritu ambos puntos de vista están reunidos, y no se puede efec­
tivamente disociarlos. Mas, en principio, la actitud filosóffica pre­
supone la actitud existencial. Y por eso la Fenomenología del
Espíritu debería ser leída dos veces: una vez como lo hemos hecho
hasta aquí (hasta el final del Capítulo V II), en tanto que feno­
menología genética del hombre activo, y una segunda vez en su
plano metafísico, desde el primero al último capítulo, en tanto que
fenomenología genética del filósofo, o más exactamente, del Sabio.
Y eso es lo que indica Hegel al decir que para llegar al “Saber
absoluto” es necesario retomar una a una las etapas filosóficas
descritas en los Capítulos I al VII. Por otra parte, eso es lo que-

57
hará él mismo en la primera parte del Capítulo V III, que es un
resumen de los siete capítulos iniciales de la Fniorm tiologla, pero
un resumen de su segundo aspecto, del aspecto mrtafí.üco sola­
mente, hasta aquí descuidado en nuestra interpretación. Al análisis
de este aspecto debo consagrar mi próxima lección.

58
C uarta c o n fe r e n c ia

INTERPRETACION DE LA PRIMERA PARTE DEL


CAPITULO V III (págs. 550, línea 11; 559, línea 9)

El texto mismo del último Capítulo de la Fenomenología


del Espíritu puede ser dividido en tres partes. La primera (de
aproximadamente seis páginas) trata del Filósofo; la segunda
(cinco páginas) del Sabio; la tercera (tres páginas) de la Sabi­
duría o, como expresa Hegel, de la “Ciencia” (Wissenschaft).
Dicho de otro modo, en la Primera Parte se trata del camino
que conduce a la Sabiduría o a la Ciencia; en la segunda, del
soporte real, existencial de la Sabiduría, es decir, del hombre que
desarrolla la Ciencia, el Saber absoluto; en la tercera, de ese mismo
Saber, tomado en tanto que tal, independientemente del camino
que sigue y de las condiciones reales de su producción. Se puede
decir también que la primera parte trata del Sabio y de su Sabi­
duría en la medida en que representan el resultado global y defi­
nitivo de la evolución (temporal) de la humanidad, mientras que
la segunda habla de ese resultado con independencia de su origen,
aislando de alguna manera el último momento del tiempo (que
es la existencia del Sabio) del conjunto de la extensión temporal;
la tercera parte relaciona ese último momento del tiempo con la
eternidad: relaciona el Sabio, que completa la Historia, con la Sa­
biduría, o con el “Saber absoluto”, que por ser eterno, constituye
la Eternidad.

59
En fin. empleando la terminología de la que Hegcl mismo se
sirve en el Capítulo V III, es necesario decir que la primera parte
de ese capítulo trata del Beiousstsein, de la Conciencia-exterior;
la segunda, del absolutes Wissen; la tercera, de la Wissenschaft, la
Ciencia. El Bewusstsein es el Filósofo; el absolutas Wissen, es el
Sabio que realiza la Sabiduría; la Wissenschaft es la Sabiduría,
misma.
Comprobamos que lo que Hegcl dice al empezar el Capí­
tulo V III, el conjunto de los siete capítulos iniciales de la Feno­
menología del Espíritu, es decir, toda la Fenomenología propia­
mente dicha, es un análisis del Bewusstsein, esto es, de la Con-
ciencia-de-lo-extenor {Hegcl lo dice también en el Prefacio y en
otros lugares). Por supuesto, ese término debe ser tomado aquí
en el sentido más amplio, ya que Hegel da el título de Bewusstsein
(en el sentido estricto) a los tres primeros capítulos; por oposición
al cuarto que llama “Selbstbewusstsein”, el quinto se llama “Ver-
nunft”, etc. Hegel quiere decir simplemente que en toda la Feno­
menología del Espíritu (esto es, en siete capítulos) se trata de una-
situación donde existe una conciencia exterior, o sea, una distinción
entre el objeto y el sujeto (que se relaciona con ese objeto), entre
el Hombre y el Mundo en el cual vive el Hombre. Así, el “Srlbsl-
bewusstsein”, la Autoconciencia, es una autoconciencia en el inte­
rior del “Bewusstsein”, de la Conciencia-de-Io-exíertor en sentido
amplío: el Hombre toma conciencia de sí cuando sabe {o cree
saber) que vive en un Mundo que le es exterior. Lo mismo suce.de
para la “Razón”, el “Espíritu” y la “Religión” (Capítulos V, VI
y V II). En todas esas actitudes un Mundo se opone al Hombre,
un objeto es opuesto al sujeto, y es decir que estamos en la actitud
general del Bewusstsein en su sentido amplio.
El término genérico para todos los fenómenos estudiados en
la Fenomenología del Espíritu es pues Bewusstsein (y Hegel llama
frecuentemente a todos esos fenómenos: “Gestaltungen des Be—

60
wusstseins”). Es así que allí donde hay conciencia de lo exterior,
existe también ese “exterior”. Allí donde hay “Bewusstsein” hay
también “Gegen-stand”, ofrjéío-cosificado opuesto a la conciencia
que se relaciona con él. Dicho de otro modo, hay necesariamente
dos planos paralelos: el de la Conciencia, y el del Objeto. Se
puede decir también que el Ser, en su totalidad real, presenta dos
aspectos diferentes pero complementarios, opuestos aunque se rela­
cionan uno al otro: un primer aspecto que revela la totalidad, y
un segundo que es revelado por el primero. En su primer aspecto
la totalidad del Ser es el Hombre-en-el-Mundo (el Hombre tomado
en su totalidad espacio-temporal, es decir, en tanto que humanidad
en el conjunto de su historia) ; en su segundo aspecto la totalidad
del Ser es el Mundo-donde-vive-el-Hombre, o sea la Naturaleza.
Si, por tanto, la totalidad del Ser existe en tanto que evolución o
“movimiento”, hay necesariamente dos evoluciones paralelas: la
del Hombre y la del Mundo; o, si se prefiere, la de la Conciencia-
exterior y la del Objeto-cosificado.1
Pero sabemos (y Hegel lo repetirá en su pequeña Introducción
al resumen de la Fenomenología del Espíritu, Capítulo V III) que
la Fenomenología del Espíritu no trata ni de la totalidad del Set
tomado en tanto que totalidad, ni de su aspecto natural. Se trata
del Hombre y del Hombre solamente; allí se trata del Bewusstsein
y no del Gegenstand des Bewusstsein.2, .12

1 Tomada aisladamente, de manera abstracta, o sea con independen­


cia del Hombre, la Naturaleza es Espacio y no Tiempo; es decir, no
evoluciona. Mas el Mundo real implica en realidad al Hombre. Poro
el Hombre es Tiempo, movimiento, evolución. Por tanto, el Mundo que
involucra al Hombre evoluciona también. En efecto, el Hombre lo puebla
de casas, automóviles, etc., que son tan “naturales” como los astros, y que,
no obstante, cambian y modifican el aspecto del Mundo esencialmente.
2 Y ésta es precisamente la causa por la cual la Fenomenología del
Espíritu es algo distinto que la “ Philosophie des Geistes” de la Enciclopedia:
es una Fenomenología y no la Ciencia. En la “Ciencia” expuesta en la

61
Es incontestable que la Fenomenología del Espíritu trata del
Bewusstsein y no del Gegenstand des Bewusstsein. Y sin embargo,
existen en la Fenomenología del Espíritu dos planos superpuestos
o paralelos. Si se trata de una evolución en la Fenomenología del
Espíritu no puede ser otra que la de la Conciencia-exterior. Pero
esa evolución es también necesariamente doble. En efecto, el Be­
wusstsein tiene en sí mismo dos aspectos diferentes pero comple­
mentarios, opuestos aunque se relacionan uno al otro. Es que la
Conciencia (humana) revela no sólo el aspecto inconsciente (na­
tural) del Ser sino además la totalidad del Ser. Es decir, que se
revela también ella misma puesto que forma parte de esa totalidad.
Es, por un lado, Conciencia-exterior, y por otro, Autoconciencia.*1
Pero la Fenomenología del Espíritu está escrita de tal manera
que cada frase (o casi cada frase) se relaciona a la vez con los dos

“Enciclopedia” el hombre es estudiado como formando parte de la totalidad


del Ser, es decir, también como parte integrante de la Naturaleza. En
otras palabras, el Hombre es considerado allí en su realidad consciente,
o sea, en su Historia real. En la Fenomenología del Espíritu, por el con­
trario, se habla del Hombre que hace abstracción del Mundo. Esto es, se
habla del Hombre abstracto, irreal si se quiere. Se habla, dicho de otro
modo, de la Conciencia-exterior sin hablar del Oójcío-cosificado con el
cual esa Conciencia se vincula. Se habla no de la Conciencia real, sino de
la noción abstracta de la Conciencia, lo que significa hablar de posibili­
dades ideales de la Conciencia, es decir, de tipos existenciales, sociales y
políticos y no de la manera concreta en que esos tipos se realizan en la
Historia; y se habla también de tipos ideales de relación con el objeto,
o sea de posibilidades filosóficas, religiosas o estéticas, y no de realizaciones
de esas posibilidades en la historia de la Filosofía, de la Religión y del Arte.
1 Aquí es menester todavía tomar la palabra en su sentido amplio.
Todos los fenómenos estudiados en la Fenomenología del Espíritu (y no
sólo los del Capítulo IV , titulado Selbstbewusstsein) son a la vez Con­
ciencia-exterior y Autoconciencia. Lo que viene a significar también que
toda Autoconciencia es una Autoconciencia en el interior de la Conciencia-
exterior y en otros términos, el Hombre del cual se habla en los siete
capítulos a partir del comienzo de la Fenomenología del Espíritu, toma
conciencia-de-sí en tanto que opuesto al mundo en donde vive.

62
aspectos de los cuales acabo de hablar. Se pueden leer los siete
primeros capítulos de la Fenomenología de extremo a extremo
considerándolos como una descripción de la Autoconciencia, es
decir, de las diferentes maneras en que el Hombre se comprende
a sí mismo. Se obtiene así la interpretación antropológica, que
es la de mi curso. Pero se pueden también leer los mismos siete
capítulos como descripción de la Conciencia-exterior, esto es, de
las diferentes maneras en que el Hombre toma conciencia del
Mundo y del Ser en general. Y se obtiene entonces la interpreta­
ción metafísica, de la que hablé en mi curso y que Hegel resume
en el Capítulo VIII.
Veamos ahora todo lo que esto significa para la idea del Sabio
y de la “Ciencia”.
Tomemos, en principio, el plano “antropológico”. “El ser
verdadero del hombre es su acción”, dice Hegel. O sea: el Hombre
se crea por la Acción negadora de lo dado, y después de cada etapa
creadora toma conciencia de lo que ha creado, es decir, de lo que
él es después de haber devenido. Por tanto, un saber que corres­
ponde al Hombre no puede ser absoluto, o sea definitivo sino en
el momento en que cesa definitivamente la Acción negadora, esto
es, en el momento en que el Hombre está plenamente “reconci­
liado” con lo dado y “satisfecho” en y para sí. Pero Hegel afirma,
por una parte, que en el instante en que escribía la Fenomenología
del Espíritu esa acción ya había cesado, y pretende que los fenó­
menos estudiados en la Fenomenología del Espíritu agoten todas
las Acciones negatrices-creadoras posibles. Por otra parte, muestra
que cada negación creadora es la negación de un dato que resulta
de todas las negaciones-creadoras anteriores. Dicho en otras pala­
bras, el Hombre que vive al final de la Historia realiza la existencia
humana en su plenitud absoluta: el ser de ese Hombre implica
todas las posibilidades humanas. Ese Hombre es, como sabemos,
el Ciudadano del Estado absoluto. (Prácticamente, es Napoleón).

63
Pero no basta ser ese Ciudadano para ser un Sabio. El Sabio es el
Ciudadano plenamente consciente de lo que es. Pero si el Ciuda­
dano integra en y por su existencia activa, la totalidad de las
tomas de conciencia de esas posibilidades. Dicho de otro modo,
integra las tomas de conciencia parciales de las realizaciones par­
ciales, que están descritas en la Fenomenología del Espíritu. Vale
decir, deviénese Sabio si se escribe (o se lee) una Fenomenología
del Espíritu que contenga la lista completa de tas tomas de con­
ciencia parciales. Llegado al final del Capítulo V il, el Hombre
es plenamente consciente de sí en el sentido estricto del término:
1? porque sabe todo lo que es, y 2" porque es efectivamente todo
lo que el Hombre puede ser.
Y por tanto, para ser un Sabio no basta halar escrito (o leído)
la Fenomenología del Espíritu en su aspecto "antropológico” . En
efecto, la Ciencia del Sabio es verdadera. Es decir que revela
la realidad. Pero lo que es real, es el I lumbrc-rn-el-Mutulo. El
Hombre sin el Mundo es una abstracción lan inexistente como
el Mundo sin el Hombre. Uno hubiera podido existir sin el otro.
Pero el Sabio no se preocupa por lo que hubiera p o d id o (o hubiera
debido) ser: debe comprender lo (pie es. Pero lo que es, es la
Naturaleza poblada de seres humanos, son los hombres vivientes
en el seno de una Naturaleza que los hace nacer y los inata. El
saber del Sabio que revela el Ser en su realidad concreta no revela
ni al Hombre tomado aisladamente, ni al Mundo tomado aisla­
damente. La Ciencia revela al Hombre y al Mundo, Tanto puede
decirse que el Mundo se revela por el Sabio, corno que el Sabio se
revela por el Mundo (o más exactamente, por la revelación del
M undo). Pero es más correcto decir que es la '¡'vialidad del Ser
real la que se revela ella-misma a sí-misma y por sí-misma en tanto
que “Sistema de la Ciencia” absoluta. O bien, para usar el len­
guaje de la Fenomenología del Espíritu, puede decirse que en la
“Ciencia” el Bewusstsein o el conocimiento del Mundo, coincide

64
con el Selbstbewusstsein o el conocimiento de sí. En efecto, tomar
plena conciencia del Mundo real es tomar necesariamente también
conciencia plena de sí, puesto que el Yo está implicado en el
Mundo, ya que es una realidad “mundana”, que actúa en el
Mundo, y sufre el contragolpe de su acción. A la inversa, tomar
conciencia de sí en tanto que real, es tomar forzosamente conciencia
del Mundo donde el Yo se ha realizado.
Sólo que esta coincidencia de la Autoconciencia y de la Con­
ciencia-exterior únicamente es posible en el momento en que las
dos Conciencias son totales. Del hecho de que el Todo necesita
ser idéntico a sí-mismo no se deduce de ninguna manera que una
parte de ese todo deba ser idéntica a otra parte. Por cierto, toda
Autoconciencia tiene por complemento necesario una Conciencia-
exterior: toda Conciencia es a la vez Bewusstsein y Selbstbewusst­
sein. Pero en tanto la Autoconciencia no es total, la Conciencia-
exterior correspondiente es una perspectiva; revela un aspecto del
Ser real, pero no el Ser en su realidad, es decir, en la totalidad
de sus aspectos. Por supuesto, no puede advertirse que una pers­
pectiva no es sino una perspectiva entre otras, mas que a condición
de superarla, es decir ubicándose en otra perspectiva. Aquel que
está ubicado en su propia perspectiva, que se solidariza con ella,
sin duda ve no una perspectiva, sino una visión total de la realidad.
Cree que lo que posee es la “Ciencia”. Y decirlo significa en
realidad decir que posee una “ideología”. Ya que tener una ideo­
logía, es afirmar que el Mundo (natural y social) es efectivamente
tal como aparece a partir de un punto de vista particular, sin que
sea ese punto de vista la totalidad de todos los puntos de vista
posibles.1

1 Observo, al pasar, que la idea hegeliana del “Saber absoluto” está


representada en la física matemática moderna por la idea del “tensor
universal” que representa lo real no en un único sistema de coordenadas
privilegiadas, sino en todos los sistemas de coordenadas a la vez.

65
De tal manera, toda teoría parcial con la cual el hombre se
solidariza es por fuerza una “ideología”, que tiene para aquel que
se solidariza con ella, el valor de una teoría total u “objetiva” .
Y mi perspectiva, (poco importa que sea individual o colectiva)
engendra necesariamente una “ideología” en tanto que mi teoría
del Mundo no es la teoría del Mundo, es decir en tanto ella no
implica todas las teorías posibles en general.
Dicho de otro modo, la supresión de la oposición entre el
Bewusstsein y en el Selbstbewusstsein no es posible sino después
de la integración total de cada uno de los dos. Cada etapa dei
Selbstwebusstsein tiene por complemento una etapa del Bewusst­
sein. La integración debe ser doble entonces; es menester por
consiguiente escribir (o leer) la Fenomenología del Espíritu en
sus dos aspectos. Y es sólo en el momento en que se han integrado
todas las auto-revelaciones parciales del Hombre y paralelamente
todas las revelaciones parciales del Mundo a través del Hombre,
que la Autoconciencia coincide con la Conciencia-exterior y que
el Saber es así total y absoluto.
Antes de esta integración, es decir, antes del advenimiento
del Saber absoluto, el Bewusstsein os siempre lo opuesto del Selbst­
bewusstsein. El filósofo, al desarrollar su Saber parcial o relativo,
habla siempre tarde o temprano, de un (¡egen-stand, es decir, de
un Ser otro que él.2
Lo que caracteriza la situación que precede al advenimiento

2 Sabemos, por otra parte, que en este punto hay una dificultad en el
propio seno de la Fenomenología del Fspiritu. En la última página — bas­
tante oscura— del Capítulo V I, Hcgcl opone todavía a Napoleón — que
representa al Bewusstsein— ■a él mismo, que representa el Selbstbewusstsein.
Y parece que esperaba un “reconocimiento” de algún modo “oficial” de su
filosofía por parte de Napoleón. No obstante, la última línea de esa página
habla del “Dios revelado”, que en todo caso es el Hombre, de modo que
ya no habría más Gegen-stand. Todo esto no está muy claro, pero por
el momento no tiene mayor importancia para nosotros.

'66
de la Ciencia, es la separación entre el Bewusstsein y el Selbstbe-
wusstsein. Ya que cuando se posee esa Ciencia, vemos que esa
separación es el índice infalible de la relatividad del Saber, de su
\ carácter incompleto, abierto, provisional; en una palabra: filosó­
fico. Por cierto el Filósofo como el Sabio, cree que. su Saber es
total o absoluto. Pero el hecho de que se distingue todavía entre
el Hombre y el Mundo, entre el Selbstbewusstsein y el Bewusstsein,
' prueba que su Saber es sólo una de las perspectivas posibles, que
ese Saber relaciona al Hombre revelado parcialmente a una reve­
lación parcial del Mundo. Pero tal Saber parcial, fragmentario,
puede y debe ser superado.1
Por tanto, una vez más la Filosofía está superada y la Ciencia
! se alcanza en el momento en que la Autoconciencia coincide con la
' Autoconciencia-exterior. Y esa coincidencia se efectúa en y por
la integración de todas las revelaciones parciales de los elementos
constitutivos de los dos aspectos de la Conciencia, descritos en la
Fenomenología del Espíritu. Esa integración se realiza en y por
la Conciencia del autor (y del lector) de los siete Capítulos inicia­
les de la Fenomenología del Espíritu, escritos (y leídos) tanto en

1 Esa separación del Bewusstsein y del Selbstbewusstsein, caracteriza


la “R eflexión filosófica” . Y como acabo de decir, toda Filosofía propia­
mente dicha es una “Reflexionsphilosophie”. Aquella que no lo es, es la
“filosofía” del propio Hegel. Pero ésta no es ya una Filosofía: es la “Cien-
t cia”. El “Reflexionsphilosoph” reflexiona sobre el Ser, ubicándose o cre­
yendo ubicarse juera de él. Con otras palabras, ese Filósofo no llega jamás
a explicarse a si mismo puesto que se excluye de su reflexión. En la
“Reflexionsphilosophie” se reflexiona sobre el Ser que se quiere revelar
en lugar de ser el Ser que se revela por su propia existencia. En otros
términos, la “Reflexionsphilosophie” es siempre abstracta: Se elimina el
■ Ser que describe y no se describe así más que una abstracción, ya que
el Ser real implica en verdad aquello que lo describe. También en el plano
■ existencia!, el “Reflexionsphilosoph” es siempre más o menos “Estoico”,
|- más o menos el Intelectual (del último parágrafo del Capítulo V ) que está
li o cree estar fuera del juego.

í l
' 67
el plano “antropológico” como en el plano “metafísico”. Así para
operar en el Capítulo V III el pasaje de la Filosofía a la Ciencia,
basta para Hegel resumir los siete capítulos precedentes. Y lo hace
en la primera parte de este capítulo. Mas, como ya dije, el resu­
men se hace en el plano “metafísico” . Y ello justifica mi método
de interpretar la Fenomenología del Espíritu. En el fondo, llegados
al punto en que estamos, debiéramos releer el conjunto de los siete
capítulos que ya hemos leído en su aspecto “antropológico”, com­
prendiéndolos ahora en su aspecto “metafísico” y continuar la
lectura del Capítulo V III después de esa revisión.
No leeré pues el Resumen contenido en la primera parte del
Capítulo V III. No obstante, esa parte tiene una pequeña Intro­
ducción y una pequeña Conclusión, donde Hegel no resume el
contenido “metafísico” de la Fenomenología del Espíritu, pero se
refiere a ese resumen. Como yo también he hablado de ese resu­
men, traduciré e interpretaré esa Introducción y esa Conclusión.
Tales textos confirmarán y completarán lo dicho anteriormente.
Tenemos en primer término las dos frases del comienzo de la
Introducción. Hegel dice (p. 550, líneas 11-20):
“Por una parte, el objeto-cosificado es por tanto Ser-dado
(Sein) inmediato, es decir, una cosa en tanto que tal; lo que
corresponde a la Conciencia [exterior] inmediata [es decir, a la
Sensación], Por otra parte [el objcto-cosificado] es un acto-de-
devenir-otro que sí-mismo, [es] su relación (Verhaltinis), o su Ser
para alguna otra cosa, [y es también] Ser-para-sí; [es asi] la de­
terminación-específica (Bestimmtheit), lo que. corresponde a la
Percepción. En fin, [el objeto-cosificado] es Realidad esencial o
Entidad-universal, lo que corresponde al Entendimiento. [Tomado]
en tanto que Todo-o-conjunto el objeto-cosificado es el silogismo,
es decir, el movimiento [dialéctico] de la Entidad-universal [que
pasa] por la Determinación-específica (Bestimmung) [para ir]
hacia la Particularidad, así como el movimiento inverso [que va]

68
de la Particularidad hacia la Entidad-universal [pasando] por la
Particularidad [tomada] en tanto que suprimida [dialécticamente],
es decir [por] la Determinación-específica”.
En este texto Hegel habla del objeto-cosificado, del objeto de
Bewusstsein, y no de la Conciencia que reflexiona sobre sí-misma,
es decir de la Autoconciencia; habla del Mundo y no del Hombre.
Es pues de “metafísica” y no de “antropología” de lo que se tratará
en el Resumen que sigue.
El Bewusstsein revela el Gegen-stand. Pero el Bewusstsein
tiene tres aspectos: 1) la Conciencia-inmediata, es decir, sensible,
que es la Sensación; 2) la Percepción; 3) el Entendimiento. Por
tanto, el Gegenstand, el objeto, debe tener también tres aspectos.
La forma más elemental, la más inmediata de la Conciencia-
exterior es la Sensación. Y la Sensación es siempre particular; es
un hic et nunc aislado, privado de toda relación: tanto con lo que
no es como consigo mismo; no existe relación verdadera entre lo
que siente y lo que es sentido. La Sensación es “algo” pero no
una “cosa” ; es una “cosa en tanto que tal” (Ding überhaupt),
que es lo que es sin oponerse a otra cosa y sin depender de otra
cosa. Y puesto que la Sensación revela al objeto-cosificado, es
decir al Ser, es menester que haya en el objeto, en el Ser, un
aspecto que corresponda a la Sensación. Pero en efecto: ser, es
siempre ser hic et nunc, ser, es siempre ser “algo” ; ser es siempre
ser lo que se era antes de haber devenido otra cosa, independiente
del hecho de que haya otra cosa, sin relacionarse con lo que es y
lo que no es; ser es siempre ya ser antes de su determinación de
serlo y antes de la determinación del ser por sus relaciones internas
y externas.
Pero la Sensación sólo es un elemento constitutivo de la Con­
ciencia-exterior, elemento aislado artificialmente, porque en reali­
dad se integra siempre en una Percepción. Mas la Percepción es
algo determinado. Es pues esencialmente relación: relación entre
lo percibiente y lo percibido; relación entre aquello que es perci­
bido, es decir, entre la cosa misma y sus cualidades; y relación
de esas cualidades entre ellas. Y ya que la Percepción es, puesto
que se inserta en el Ser y lo revela, el Ser mismo tiene un aspecto
que corresponde a la Percepción. Ser, es también y siempre ser
algo de determinado; ser, es ser tal o cual cosa; ser, es existir para
sí, oponiéndose a todo lo que no se es, excluyendo de sí lo que
no se es, y por eso mismo, es existir para esa otra-cosa y por esa
otra-cosa, en y por la Relación de lo Mismo que se es sí-mismo
con lo Otro que no se es; ser, es estar determinado o fijado por
esa relación, es ser la relación; ser, es también relacionarse consigo
mismo: es distinguir lo que. se es de lo que se es, y es al mismo
tiempo ser todo lo que se es; ser, es ¡mes ser otro, siendo sí mismo,
es devenir otro de lo que se es; ser, no es ser sólo ser “algo”, sino
ser una “cosa” que es siempre, deterininada-y-específica, no es sola­
mente ser aislado o ser uno y único dentro de sí mismo, sino tam­
bién ser especificado, o sea ser, por una parte, como son ciertas
otras cosas, y, por la otra, ser otro que las oirás otras-cosas.
Pero la Conciencia-exterior real no es jamás únicamente
Sensación y Percepción; siempre es también Entendimiento. Cuan­
do percibo esa mesa, no percibo que es una mesa; no es mi per­
cepción la que me revela que esa mesa es una realización de
la mesa. Por tanto la mesa real no es solamente una “cosa” que
tiene una forma perceptible, sino una “mesa”, es decir, una cosa
determinada que responde a la palabra “mesa”. No sólo hay '
Sensaciones y Percepciones sobre la tierra: ay también palabras
que tienen un sentido, esto es conceptos. Pero la palabra o el
concepto, al dejar intacto el contenido específico o determinado
de la cosa perceptible, separa ese contenido del hic et nunc de la
Sensación del ser de esa cosa. Esa mesa es aquí y ahora, pero esa
mesa puede también ser más tarde y en otra parte; la mesa, por
el contrario, es siempre y no está en ninguna parte. No obstante

70
la palabra “mesa” que corresponde a la mesa se percibe y se siente
aquí y ahora: es, al ser concepto, una “cosa” y “alguna cosa”,
exactamente como esa misma mesa, a la que corresponde por igual.
La palabra concepto es cómo son las cosas; también forma parte
del Ser. Lo cual significa que el Ser real es también, en lino de
sus aspectos. Concepto. Ser, es también ser universal: ser, es ser
más y otra cosa que lo que se es aquí y ahora, es ser más y otra
cosa que lo que se es en la determinación-especifica de su ser.
. Toda Conciencia-exterior real es un todo formado por la
sensación de lo particular, por la percepción de lo específico y por
el entendimiento de lo universal; y ese Todo es un movimiento
dialéctico que integra las Sensaciones particulares especificándolas
en las Percepciones que unlversaliza el Entendimiento, o un movi­
miento que a la inversa, hace penetrar el Entendimiento universal,
especificado por la Percepción, en la particularidad sensible. Y
puesto que la Conciencia-exterior real es una realidad que revela
al Ser real, el Ser real es también ese Todo formado por dicho
Movimiento-dialéctico trinitario. El Ser es realmente tal como se
forma en y por la Acción negatriz o creadora del Trabajo humano;
ya que ese Trabajo parte de un concepto universal que se especifica
por su realización material perceptible, y que se inserta así, en el
hic et nunc particular de la Sensación. Por el contrario, el Ser es
realmente tal como se revela por la Conciencia-exterior, que parte
de lo particular de la Sensación para llegar a lo universal del
Entendimiento pasando por lo específico de la Percepción.
La Conciencia-exterior revela esos tres aspectos del Ser. Y la
‘‘Reflexio nsp hilosop hic” revela los tres aspectos de la Conciencia-
exterior, Para Hegel, se trata ahora de suprimir la oposición entre
la Conciencia y su Objeto. Es necesario que la Conciencia-exterior
comprenda que es ella misma el mismo Ser que es su Objeto-
cosificado. Y a ese fin basta descubrir la unidad-integrante de los
tres aspectos del Objeto-cosificado y ver que ella coincide con

71
la unidad-integrante de los tres aspectos de la Conciencia-exterior.
Con otras palabras, la Conciencia-exterior debe saber que ella es
su Objeto-cosificado en cada uno de sus aspectos y por consiguiente
en su totalidad.
Dice Hegel (p. 500. líneas 20-21):
“Es pues según esas tres determinaciones-específicas que la
Conciencia-exterior debe tener-o-conocer el objeto-cosificado como
(siendo) ella-misma”.
Pero como ya dije, no se trata de describir en la Fenomeno­
logía del Espíritu, el Ser en su totalidad completa: esto será el
tema de la “Ciencia”, tal como será expuesta en la “Enciclopedia” .
La Fenomenología del Espíritu (en sus siete capítulos) muestra
la oposición de la Conciencia y del Objeto y no describe más que
la Conciencia. El aspecto “metafísico” de la Fenomenología des­
cribe la Conciencia en tanto que revela el Objeto, pero no el
Objeto en sí revelado por la Concien ria. Se trata sólo de com­
prender cómo ha podido nacer la identificación de la Conciencia
del Objeto que caracteriza a la "Ciencia”. Y comprenderlo, es
pasar revista a todas las etapas de la revelación del Objeto por
una Conciencia que todavía se siente opuesta a él. Es así que, en
la medida en que ella se cree opuesta al Objeto, se opone real­
mente a él en tanto que Conciencia: la Conciencia que se siente
opuesta al Objeto está realmente opuesta en tanto que Sujeto real,
es decir, en tanto que Hombre, Para comprender el advenimiento
de la “Ciencia” se trata también de pasar revista a las etapas o a
las posibilidades de la existencia humana. Pero en el Resumen que
va a seguir, no se pasará revista más que a su aspecto “metafísico” .
En otros términos, no se retomarán las actitudes exlstenciales en
tanto que existen ríales; no se recordará sino el elemento cognitivo
implicado en cada una de ellas; tampoco los aspectos del Ser
revelados en y por esas diferentes actitudes cognitivas, sino esas

72
mismas actitudes en la medida en que ellas sean revelaciones dé­
los diferentes aspectos del Ser.
Y Hegel dice al respecto (p. 550} líneas 21-27) :
“Sin embargo, no se trata [en la Fenomenología del Espíritu]'
del saber [tomado] en tanto que comprensión-conceptual pura del
objeto-cosificado; al contrario, ese saber debe ser mostrado [allí]
(aufgezeigt) en su devenir [es decir en sus elementos-constitutivos]
únicamente en el espíritu que pertenece-en-verdad a la Conciencia
[-exterior tomada] en tanto que tal; y los elementos-constitutivos
del concepto propiamente dicho, es decir, del saber puro, [deben
ser mostrados] en la figura de formaciones-concretas de la Con­
ciencia [-exterior]’1.
Por tanto, cada una de las etapas recordadas es una forma
particular de la oposición entre la Conciencia y el Objeto. En
esas etapas, el Objeto no es el Ser total revelado, es decir, el
Espíritu o el Logos. No lo es, porque sólo una parte de la Tota­
lidad se revela en cada etapa; pero la parte que se revela no
coincide efectivamente con la parte reveladora. Es sólo el Sabio
el que integra todas las actitudes cognitivas posibles, es solamente
esa integración total que efectúa el Sabio la que suprime en la
“Ciencia” la oposición “filosófica” entre el Sujeto cognoscente y
el Objeto conocido.
Hegel lo dice en la frase siguiente (p. 5)50, líneas 28-37) :
“A causa de ello, en la Conciencia [-exterior tomada] en tanto
que tal [como fue estudiada en los siete capítulos iniciales de la
Fenomenología del Espíritu], el objeto-cosificado no aparece toda­
vía como la entidad-esencial espiritual según acaba de ser explicada
por nosotros [en el Capítulo V III donde ya hablamos desde el
puntq de vista del Saber absoluto]. Y el comportamiento (Ver-
hahen) de la Conciencia [-exterior] hacia el objeto-cosificado no
es ni la consideración de este último en esa Totalidad tomada
en tanto que tal [que hace de él una entidad espiritual] ni la.

73
consideración en su forma-conceptual pura-o-abstracta (reinen Be-
griffsform), sino, por una parte, forma-concreta de la Conciencia
[-exterior], [y] por otra, cierto número (Anzahl) de tales formas
concretas, que reunimos [en la Fenomenología del Espíritu] y en
las cuales la Totalidad de elementos-constitutivos del objeto-cosi-
ficado y del comportamiento de la Conciencia [-exterior] no puede
ser mostrado, sino en tanto que) disuclto en sus elementos-consti­
tutivos” .
Por tanto, para pasar de la Filosofía a la Sabiduría es necesario
integrar todas las Filosofías posibles. Mas no se lo puede hacer en
tanto no se hayan integrado realmente; todas las posibilidades exis-
tenciales, y no se haya tomado conciencia de esa integración. Pero
para hacerlo efectivamente, es menester integrar también las Filo­
sofías tomadas en tanto que Filosofías. En otros términos, es
necesario integrar los elementos cognitivos implicados en todas las
actitudes existenciales, hay que integrar todos los aspectos de
la existencia consciente dirigidos hacia el Objeto y no proyectada
en sí misma. Mas todas esas etapas necesarias de la revelación
progresiva del Objeto ya han sido descriptas en los siete capítulos
iniciales de la Fenomenología del Espíritu. Para efectuar su inte­
gración, que permite pasar de la Filosofía a la Sabiduría, basta
con pasarles revista una vez más, para comprobar que se comple­
mentan mutuamente sin contradecirse y forman así un todo homo­
géneo, del cual no se puede quitar ni agregar nada.
Eso dice Hegel en el párrafo que termina la Introducción
(p. 550, líneas 39-41) :
“Por tanto, en [lo concerniente a] ese aspecto de la compren­
sión (Erfassens) del objeto-cosificado [para lo que se refiere a la
comprensión del objeto], tal como existe en la forma-concreta de
la Conciencia [-exterior], basta recordar las formas concretas ante­
riores que ya han sido estudiadas [en los siete capítulos previos de
la Fenomenología del Espíritu]”.

74
Sigue ahora el texto de la primera parte del capítulo que no '
comento. Diré solamente:
Guando Hegel se ha referido a la Sensación, a la Percepción,
y al Entendimiento, no ha tenido en cuenta sólo la Sensación, etc.,
en el sentido lato de los términos, es decir los fenómenos que
describe en los tres capítulos iniciales de la Fenomenología del
Espíritu. Esas tres formas de la Conciencia-exterior se reencuen­
tran, sublimadas en todas las actitudes existenciales; más exacta­
mente, en todos los aspectos cognitivos de esas actitudes. Cada
actitud existencial es consciente; y puesto que toda Conciencia es
Sensación, Percepción y Entendimiento, cada actitud existencial
es una forma específica de la revelación del Ser por la Sensación,
la Percepción y el Entendimiento; y puesto que esas revelaciones
son reales, el Ser mismo es tal como aparece en esas revelaciones.
Por otra parte, lo que Hegel resume, no son sólo los tres capitules
titulados “Sinnliche Gewissheif’, “Wahrnehmung” y “Verstand”,
sino el conjunto de los siete capítulos fenomenológicos.
Por otra parte, cada etapa existencial es ya una integración
de las etapas anteriores: una integración también de sus aspectos
cognitivos. La última etapa será pues una integración de todas las
etapas en general: y la Totalidad no se alcanza todavía, sólo
porque la integración que representa esta última etapa se opone
aun a los elementos que ella integra. Dicho de otro modo, en
la última etapa todos los aspectos del Ser ya han sido revelados,
y son revelados en su unidad. El Ser ha sido revelado aquí en su
Totalidad: el contenido del Saber alcanzado en esta última etapa
es total, es decir absoluto o absolutamente verdadero. Pero exclu­
yéndose de su propio contenido, el Saber de esa etapa todavía se
opone a ese contenido total. El Ser es ahora una Totalidad
revelada, pero una Totalidad revelada que aun se aparta de su
revelación. El Ser revelado es ahora total, y sin embargo opuesto
a cualquier cosa, es el Dios trascendente de la Teología cristiana.

75

..'A - ,
¿s i I . ..
Esa Teo-Iogía es, por definición, la última etapa de la “Reflexión”'
sobre el Espíritu. Para pasar de allí a la “Ciencia” que es el Ser
revelado o Espíritu, basta pues suprimir el elemento de trascen­
dencia. Se trata de identificarse con el Dios cristiano; hace falta
saber y poder decir que el Ser total de que habla la Teología
cristiana es, en realidad, el Hombre mismo que habla.
Eso lo dice Hegel en la pequeña Conclusión de su Resumen.
En ese Resumen Hegel ha mostrado otra vez cómo y por qué
el Hombre que deviene Sabio, llega a suprimir el “Teos” de la
Teología y pasa así a la “Lógica” lisa y llana, es decir, a su propio
pensamiento discursivo (Logos) comprendido como “pensamiento
de Dios antes de la creación del Mundo” . Ha mostrado cómo el
Hombre llega a ser y a saberse finalmente Dios, el Dios creador
y revelador de la Teología cristiana, el Dios trinitario absoluto
que encierra en sí la Totalidad del Ser y de su Revelación.
En la Conclusión Hegel dice en primer término (pp. 555,
línea 4, desde abajo; 556, línea 3) :
“Aquello que era en la Religión [en general, y sobre todo en
la Teología cristiana, un] contenido, es decir [la] forma de la repre­
sentación-exteriorizante de una enlidad-otra, es aquí [esto es en el
Saber absoluto], actividad, (T u n ) propia del Yo-personal (Selbst).
[Es] el concepto [que] liga [las cosas de modo] que el contenido
sea la actividad propia del Yo-personal. Pues como lo vemos, ese
concepto es el saber-o-el-conocimiento [del hecho] que la actividad
del Yo-personal [efectuada] en el interior de sí-mismo es la integri­
dad (aller) de la entidad-esencial (Wesenheit) y la integridad
(aller) de la existencia empírica (Daseins) ; [es] el saber-o-el-
conocimiento de ese Sujeto como [lo que es] la Substancia, y de
la Substancia como [lo que es] ese saber-o-ese-conocimiento de la
actividad del Sujeto” .
A primera vista esto es simple en extremo. Basta leer un
manual de teología cristiana (subrayo: cristiana), donde Dios

76
es efectivamente un Ser total e infinito, y decir después de haberlo
leído : el Ser del que se trata, soy yo mismo. Es simple por cierto.
No obstante, todavía hoy nos parece un absurdo, una “enormidad”
sin igual. Llamamos loco a aquel que lo afirma abiertamente. Lo
que significa que es extremadamente difícil afirmarlo (se entiende:
seriamente). Y es un hecho que han corrido milenios de pensa­
miento filosófico, antes que Hegel osara decirlo. Es que, en primer
lugar, no era fácil llegar al concepto del Dios cristiano. Y luego
al llegar a él, no era fácil identificarse con ese concepto, aplicarlo a
uno mismo. Hegel nos dice que esto no es posible sino para
el Ciudadano del Estado universal y homogéneo. Porque sólo ese
•Ciudadano, es decir, el Hombre que ha realizado efectivamente
la totalidad trinitaria de la existencia por la circularidad del movi­
miento que, partiendo de lo Particular, se eleva después a lo Uni­
versal pasando por lo Específico, es únicamente ese ciudadano
quien puede afirmarlo sin ser loco, quien puede afirmarlo porque
es Sabio, quien puede afirmarlo revelando así una realidad, es
decir, enunciando una Verdad absoluta.
Y para hacerlo, no basta creer en sí mismo, como se cree en
Dios. Del mismo modo que la Religión es una Religión, y no
un “estado emocional”, estrictamente “privado” sino en la medida
en que es una Teo-logia, la Sabiduría es Sabiduría y no “megalo­
manía”, sólo en la medida en que es una Lógica. No obstante
únicamente se puede llegar a esa Lógica después que se haya
escrito la Fenomenología del Espíritu, es decir, después de haber
integrado -—por su comprensión— todas las actitudes posibles de
la Autoconciencia y de la Conciencia-exterior. Pero esta simple
integración de lo que ya ha sido basta para realizar lo que aún
no había existido: la Sabiduría.
Hegel dice en el párrafo que termina la Conclusión (p. 550,
líneas 4-9):
“Lo que hemos agregado aquí, [es decir, en el Resumen que

77
precede] es únicamente: por una parte la similitud de los ele­
mentos-constitutivos particulares-y-aislados cada uno de los cuales
representa en su principio la vida del Espíritu total-o-entero
(ganzen), [y] por la otra, el mantenimiento (Fésthalten) del con­
cepto en la forma de concepto, [de ese concepto] cuyo contenido
resultaría de los elementos-constitutivos mencionados [en la Feno­
menología del Espíritu aun sin ese. Resumen integrante], y ya
resultaría él mismo [independiente de ese Resumen, pero sola­
mente] en la figura de una forma-concreta de la Conciencia
[-exterior]”.
La “forma-concreta de la Conciencia-exterior” que resulta de
esa integración, es la Sabiduría o, como dice Hegel, el “Saber
absoluto”. Si se quiere, es el Sabio tomado en tanto que “reci­
piente” vacio de Sabiduría: el Resumen dado en lo que precede
lo hace apto para que se lo colme; la Ciencia desarrollada en la
Enciclopedia lo colmará efectivamente.
El Resumen contenido en la primera parte del Capítulo V III
ha mostrado cómo el Sabio nace de la evolución filosófica de la
Humanidad. Esa parte muestra al Sabio en sus relaciones con
la Filosofía o con los Filósofos. Ahora en la segunda parte, Hegel
pasa a describir a ese Sabio, es decir, al Hombre que, identificán­
dose con la Totalidad del Ser, tiene no obstante, una realidad
particular aislada-, pues el Sabio también es el “Señor tal”. Pero
en su Sabiduría, tomada en tanto que Ciencia, él es tan universal
e infinito como el mismo Ser que su Ciencia revela. En la tercera
y última Parte del Capítulo V III, Hegel hablará de esa Ciencia
que se dispone a exponer en la segunda parte de su “Sistema de
la Ciencia”, parte que no ha sido escrita jamás y que ha sido
reemplazada por la “Enciclopedia de la s Ciencias filosóficas”.

78
Q u in t a c o n fe r e n c ia

INTERPRETACION DE LA SEGUNDA PARTE DEL


CAPITULO V III (páginas 556, línea 10; 561, línea 27)

En la primera parte del Capítulo V III, Hegel ha resumido


el contenido “metafísico” de los siete capítulos iniciales de la Feno­
menología del Espíritu. Ese resumen, o más exactamente esta
integración, suprime la oposición entre el Sujeto y el Objeto que
se encontraba en cada uno de los elementos integrantes. El Saber
no es más una reflexión sobre el Ser; no es más Filosofía. El
Saber es absoluto; es el propio Ser que se revela en y por ese
Saber, o en tanto que ese Saber. Y ese Saber, esa auto-revelación
del Ser, es la Wissenschaft, la Ciencia. Mas esa Ciencia total que
revela al Ser en tanto que tal, aparece en el Ser como una realidad
particular. Esa realidad objetiva (Wirklichkeit), esa existencia
empírica (Dasein) de la Ciencia es el Sabio, que Hegel llama “das
absolute Wissen”, “Saber absoluto” (“Das absolute Wissen”), es
el Hombre-que-posee-el-Saber-absoluto, igual que “Selbstbewussl-
sein” es el Hombre-Autoconciente, y “das Gewissen” el Hombrc-
dotado-de-conciencia-moral, etc. Es necesario entonces distinguir
entre el Sabio de carne y hueso y la Sabiduría, entre el “recipiente”
real y vivo de la Ciencia y esa misma Ciencia. Y Hegel ha estable­
cido esta distinción en la Conclusión de la primera parte.
Hegel ha distinguido allí el Saber tomado en tanto que “Be-
griff” (“concepto” ) : es la Ciencia, de ese mismo Saber tomado

79
en tanto que “forma-concreta de la Conciencia exterior” (“Gestalt
des Bewusstsein”) , es decir, en tanto que hombre real: es el Sabio,
o el “Saber absoluto” . Y ha dicho que el Sabio se constituye antes
que la Ciencia.
He aquí lo que esto significa. Por una parte, cada actitud
existencial descripta en la Fenomenología del Espíritu es una inte­
gración real o existencial de todas las actitudes anteriores. La
última actitud es pues una integración completa de todas las acti­
tudes anteriores posibles. Por otra parte, cada actitud es cons­
ciente, de manera que con cada nueva actitud la Autoconciencia
se expande de más en más; la última actitud realiza entonces la
plenitud de la Autoconciencia. Y esta existencia real plenamente
consciente de sí misma, esa Autoconciencia plenamente realizada
en la existencia-empírica, es el Sabio, es decir, el “Saber absoluto”
en tanto que “Gestalt des Bewusstsein”. Así el Sabio aparece al
final de los siete capítulos de la Fenomenología del Espíritu como
su resultado. Pero, en tanto que tal, aún se opone al Mundo;
es una “Gestalt des Bewusstscins”, de la Conciencia-exterior. Para
suprimir esta oposición debe integrar no solamente la totalidad
de las actitudes cognitivas, conscientes de la realídad-cosificada,
del Gegen-stand. Así lo hace volviendo a pensar la Fenomenología
del Espíritu en su aspecto metafísico, es decir, escribiendo el Resu­
men contenido en la primera parte del Capítulo V III. Lo que
existe antes de ese Resumen, es el Sabio en tanto que “Gestalt des
Bewusstseins”, en tanto que Hombre-en-el-Mundo; sigue a ese
Resumen la Sabiduría, la “Ciencia” en tanto que “Begriff”, en
tanto que concepto que “comprende” en si, “comprendiéndola”,
la totalidad del Ser. O más aún: lo que existe antes de ese Re­
sumen, es decir, antes de la Fenomenología del Espíritu, es el
hombre capaz de escribir la Fenomenología del Espíritu, es Hegel
en tanto que autor de la Fenomenología del Espíritu; lo que existe
después de la Fenomenología del Espíritu, es el hombre capaz de

80
escribir la “Logik”, o más exactamente el hombre; que escribe esa
“Logik”, o mejor todavía es esa misma “Logik” , esto es, la Ciencia,
Y el Resumen termina con la distinción de esos dos aspectos de la
Sabiduría realizada, entre el Sabio y la Ciencia. En ese Resumen
Hegel ha mostrado cómo y por qué el Sabio realiza y perfecciona
la evolución histórica real de la humanidad, y cómo y por qué la
Ciencia realiza y perfecciona la evolución ideal, filosófica o meta­
física.
La primera parte del Capítulo V III trata pues de la génesis
histórica y metafísica del Sabio y de la Ciencia, mientras que la
segunda parte trata del propio Sabio. En cuanto a la tercera
parte, trata de la Ciencia, tal como será expuesta en la segunda
parle del “Sistema” (que por otra parte Hegel no ha escrito).
La segunda parte del Capítulo V III tiene tres Secciones, En
la primera sección Hegel desarrolla el concepto del Sabio: dice lo
que es el Sabio en tanto que generador de la Ciencia, En la
segunda sección, Hegel habla de la realidad del Sabio y dice
qué es: primero en la Wirklichkeit (en la realidad-objetiva), es
decir, en el Espacio real o en el Mundo; después en el Zeit, en
■el Tiem po; y al final en el Ti empo-objetivamente-real o en la
Realidad-objetiva-temporal, es decir, en la Historia. En la tercera
sección, Hegel habla de la Actividad del Sabio, es decir, de la
actualización de su Ser real (descripta en la segunda sección) y
por tanto de la realización de su Concepto (descripto en la pri­
mera Sección). Pero esa Actitud del Sabio es precisamente la
producción de la Ciencia, de la Wissenschaft, la cual será tema
de la tercera parte del Capítulo V III de la Fenomenología del
.Espíritu y que será expuesta en la “Logik”,
Continuaré con la interpretación de la primera sección de la
segunda parte, y la primera etapa de la segunda sección.
En la primera sección Hegel desarrolla Una vez más, el con-

81
cepto de Sabio, tomado en tanto que generador de la Ciencia y
distinguido por esa misma Ciencia.
Dice al comienzo (p. 556, líneas 10-15):
“Esta última forma concreta del Espíritu, [es decir] el Espíritu
que da a su contenido completo-real-o-verdadero, simultáneamente
la forma del Yo-personal, y [que] por eso [mismo] realiza su con­
cepto, aun permaneciendo en esa realización dentro de su concepto,
[esta última forma concreta del Espíritu] es el Saber absoluto. Es el
Espíritu que-se-sabe-o-se-eonoce en la forma-concreta-del-Espíritu,
o [en otros términos es] el Saber-que-comprende-por-el-concepto”.
“Das absalute Wissen", el “Saber absoluto” no es la Sabiduría,
sino el Sabio: es el hombre de carne y hueso que, por su Acción,
realiza la Sabiduría o la Ciencia. En efecto, Hegel dice que es una
“Gestalt des Geistes”. Es una “forma-concreta” semejante a las
formas estudiadas en los siete Capítulos precedentes. Hegel dice
allí: “Gestalt des Geistes”. Pero una línea más arriba, al final de
la primera parte, ha dicho: “Gestalt des Bewusstseins”. Por tanto,
es todavía una realización de la Conciencia-exterior. Con otras
palabras, se trata de un hombre real que vive en el Mundo y para
quien aún existe un Mundo exterior, una realidad objetiva (Wirk-
lichkeit) diferente de su realidad subjetiva, del Selbst. Pero esta
“Gestalt” es la última, dice Hegel. O sea que no puede ser supe­
rada por una “Gestalt de Bewusstseins”. En efecto, el resultado
de la actividad (del Tun) del Sabio, la realidad producida por él
y por consiguiente supera su realidad dada, es la Ciencia. Pero
la Ciencia no es ni Subjetiva ni Objetiva; no es más una realidad
subjetiva y particular que se opone a un Ser objetivo y universal;
es ese Ser en tanto que revelado en su Totalidad real. Por otra
parte, el Ser-que-se-revela-a-sí-mismo-a-él-mismo-en-la-Totalidad-
de-su-realidad, es decir, la Realidad-objetiva autoconsciente, o la
Autoconciencia objetivamente-real, es el Geist, es el Espíritu. Así,
siendo en tanto que hombre real una “Gestalt des Bewusstseins”,

82
el Sabio es, en tanto que participante de la Ciencia, una Gestalt
des Geistes. Y ser una Gestalt des Geistes, es ser 61 mismo Geist.
Porque la Ciencia es la revelación de la Totalidad del Ser, y el Ser
total revelado es el Espíritu mismo y no sólo una “forma-concreta
del Espíritu” . Por eso Hegel puede definir el “Saber absoluto”, es
decir, el Sabio generador de la Ciencia, como: “el Espíritu que da
a su contenido completo y real -o-verdadero la forma del Yo per­
sonal” . En la medida en que el Sabio se distingue de la Ciencia,
es un individuo humano, un “Yo personal”. De tal manera, la
Ciencia es también su Ciencia; y lo es en un doble sentido: es
un Saber que en verdad le pertenece, por ser su obra o el resultado
de su acción; y es un Saber que lo revela él-mismo a sí-mismo, es
un Saber en el cual él es el contenido, un Saber que es Auto-
conciencia.
No obstante, Hegel dice: ese contenido del Saber es el conte­
nido completo y real del Espíritu. El Sabio realiza en su realidad
concreta la integridad de la existencia humana consciente de sí:
su contenido, al ser total, es por tanto el contenido. Y ese conte­
nido es “real-o-verdadero”, es decir, revelado en su realidad y
realizado en su revelación. El Sabio piensa todo cuanto es suscep­
tible de ser pensado y durante la vida del Sabio, todo lo que es
pensable, ya está efectivamente realizado: la totalidad de su Saber
es así reconocida como verdadera por la totalidad de la realización.
Su Saber también es el Saber; y el “contenido” de ese mismo
Saber que es él mismo, también es el contenido en general, es
decir, el contenido del Espíritu. O, como dice Hegel: el Sabio
es el “Espíritu que realiza simultáneamente su concepto y perma­
nece, referido a esa realización, dentro de su concepto” . En y por
el Sabio el Espíritu realiza su concepto que “comprende” todo (en
el doble sentido de “contener” y “conocer” ) ; y al realizar su
concepto en y por el Sabio, el Espíritu permanece dentro de
su concepto, pues si el Ser del Sabio (como de todo hombre)

83
es su Acción, la Acción es ahora la acción de producir la Ciencia,
es decir precisamente el concepto que comprende todo, el concepto
de la Totalidad comprensiva y comprensible, o sea el concepto del
Ser que es Espíritu. En la medida en que el Sabio coincide con
su Ciencia, coincide con la Ciencia; y al ser la Ciencia, es Espíritu.
Por eso I-fegel puede decir que el Sabio es “el Espíritu que-se-sabe-
o-se-conoce en la forma concreta del Espíritu” . El Sabio es un
Yo-personal, es decir, una “Gestalt”; pero sabe que el contenido
de ese Yo es la Totalidad revelada o comprendida del Ser, sabe
entonces que ese contenido, que es suyo, es también el contenido
del Espíritu; sabe que la “Gestalt” que es él mismo es la “Geistes-
gestalt” , Y puesto que él es y lo sabe, puede decirse que es el
Espíritu que se sabe o se conoce en tanto que “Gestalt” en y por
el Sabio o en tanto que Sabio. Así el Sabio no es otro que el
“begreif endes Wissen”: es el Saber que comprende todo porque
contiene todo, y que contiene todo porque comprende todo.
En el párrafo siguiente Hegel hace más precisa esta definición
del Sabio (p. 558, líneas 15-19}:
“[No es] sólo en sí [que] la verdad [objetiva] es perfectamente
idéntica a ia certeza-subjetiva. Ella es también la forma-concreta
de la certeza-subjetiva de sí, O [en otros términos] es en la forma
[— ella tiene la forma] del saber-o-drl-conocimiento de sí en su
existencia-empírica (misma}, es decir [que tiene esa forma] para
el Espíritu que-sabe-o-conocc” .
En el Sabio, la “Wahrheit” (es decir, la revelación compren­
siva de la Wirklichkeit, de la realidad-objetiva) coincide con la
“Gewissehe.it” (es decir, con la c.cxtc:Aa.-subjetiva) o el Saber que
el Sabio tiene de sí. Es decir: por una parte, el Sabio realiza
efectivamente, en y por su existencia concreta y activa, la idea que
se hace de sí mismo, vale decir, el “ideal” que considera realizar;
y por otra parte, la conciencia que tiene de sí es una conciencia
total, en el sentido de que es una conciencia de la Totalidad del

84
Ser. Y el Sabio lo sabe. En él, la “Wahrheil” tiene la “Gestalt”
de la “Gewissheit seiner selbst”. Es decir: Sabe que es él mismo
la Totalidad real que revela por su Saber. O más aún, como dice
Hegel: la Wahrheit tiene una existencia-empírica (Dasein) pues
es el Sabio real, es decir, un hombre de carne y hueso quien realiza
el Saber absoluto. Y ese Saber absoluto existe, para ese Sabio real,
en tanto que un “Saber-o-un-conocimiento de sí”.
Sabemos ya que es únicamente por ser un conocimiento de sí
que el Saber absoluto del Sabio difiere del Saber absoluto delj^
religioso (cristianismo). Y eso es lo que Hegel recuerda en el
párrafo que sigue (p. 556, líneas 19-22) :
“La verdad [es decir, la Ciencia,] es el [mismo] contenido que,
en la Religión, es aún no-idéntico a su certeza-subjetiva. Pues esa
identidad [de la verdad-objetiva y de la certeza-subjetiva] consiste
en el hecho de que el contenido [Teológico, es decir Dios,] ha reci­
bido [en la Ciencia] la forma-concreta del Yo-personal [entiéndase:
humano]” .
En el Saber teológico la Verdad revela una realidad esencial­
mente otra que la del Saber y de su soporte empírico: Dios es
otra cosa que el Teólogo y la Teología. En el Saber del Sabio,
pbr el contrario, el Objeto del Saber, el Saber mismo y el sujeto
que lo posee son uno sólo. Y Hegel dice que esa coincidentia
oppositorium tiene lugar porque “el Contenido del Saber teológico
es Dios: se puede decir que el Sabio es el hombre que ha sabido
y ha podido identificarse con Dios en ese sentido, que relaciona la
totalidad de su Saber no con un Ser en parte distinto de él, sino
el Ser que es él mismo, ya que ese Ser es todo el Ser.
Por cierto, no se trata aquí de una unió mystica, y el término
Dios no es aquí más que una metáfora: no hay Ser al cual el
Sabio se una, pues él es el Ser total; y es “Dios” únicamente en
el sentido de que la totalidad de su Saber que es la totalidad de la
Verdad, es sólo un desarrollo del sum qui sum: es efectivamente

85
todo lo que es; y lo dice y es todo lo que dice. Con otras palabras,
su Ser es su Saber de su ser: es la Revelación del Ser porque él es
el Ser revelado. O más a ú n : el Saber que tiene de su Ser es su Ser
mismo; él es el Saber, y es por ser Saber que es lo que es, es decir,
Sabio.
Así se expresa Hegel en el párrafo siguiente (p. 556, líneas
22-27):
“Lo que por eso [mismo], se ha constituido en elemento de la
existencia-empírica, es decir, en forma de la objetividad-cosificada
[existiendo] para la Conciencia [-exterior], es la realidad esencial
misma, a saber, el concepto. El Espíritu, apareciendo-o-revelándose
a la Conciencia [-exterior] en ese elemento, es la Ciencia”.
La Ciencia es producida por el Sabio, el Sabio es el productor
de la Ciencia. En la medida en que el Sabio es un Dasein, una
existencia-empírica, es decir, en la medida en que es un hombre
real, es también un “Bewusstsein”, una Conciencia-exterior que se
encuentra en presencia de un objeto-cosificado, de un “Gegen-
stand”. Mas para el Sabio, ese objeto-cosificado no es ya el Mundo
o la Naturaleza; sino su Ciencia o el Begriff, el Concepto. Vive
y actúa, pero no vive sino por la Ciencia, y no actúa sino para
la Ciencia. Y puesto que vive y actúa como hombre real, el pro­
ducto de su existencia activa, es decir, la Ciencia o el Concepto,
tiene también una existencia-empírica, un Dasein: si el Sabio es
un hombre de carne y hueso, la Ciencia es un discurso (Logos)
efectivamente pronunciado o un Libro (“Biblia” ). Ese Libro es
producido por el Sabio; y al mismo tiempo se le “aparece” como
un Gegen-stand, como un objeto-cosificado, como una cosa exte­
rior. Pero el contenido de ese objeto, es el mismo Sabio. No
obstante, el Ser que se produce a sí mismo y se revela él mismo
es el Espíritu. Y el Espíritu que existe empíricamente en la forma
del Discurso, del Logos, del Concepto, es la Ciencia, la Wissen-
schaft, expuesta en un Libro.

86
El Sabio se identifica con esa Ciencia, y esa Ciencia revela
la Totalidad del Ser. El Sabio se identifica con esa Totalidad:
su Yo es un Yo Universal; realiza en su existencia personal la
integridad consciente del Ser. Pero el Saber del Sabio es su Saber
en un doble sentido: es su obra, y él revela el Ser que es él mismo.
Además, al ser Universal, el Yo del Sabio permanece siendo su Yo;
es un Selbst, un Yo-personal, el Yo de un hombre concreto llamado
Georg Wilbelm Fñedrich Hegel.
Hegel dice en el párrafo siguiente (p, 556, líneas 28-32):
“La naturaleza, los elementos-constitutivos y el movimiento-
dialéctico de ese Saber resultan pues [del análisis que precede] de
tal modo [que puede decirse] que ese Saber es el ser-para-sí puro
de la Autoconciencia. Ese Saber [absoluto, es decir, el Sabio,] es
[el] Yo que es este Yo y ningún otro, y que es. de manera instan­
tánea mediatizado, es decir, un Yo suprimido [-dialécticamente o]
universa?’.
La Particularidad no es destruida, sino “suprimida-dialéctica-
mente” en la Ciencia universal, en el Sabio: se conserva en Jo que
tiene de esencial y se sublima en esa su esencia. No se trata (como
en la mística teológica que prueba, en vano por otra parte, de dar
cuenta de la unió mystica), de unirse a una Totalidad dada,
esencialmente diferente de la Particularidad que soy; no se trata
de renunciar a su Particularidad o Personalidad, de perderse en
el Absoluto. No, el Sabio deja de ser una Particularidad, una
Einzelkeit, porque deviene él mismo universal, mientras permanece
lo que es: un Particular. Su Particularidad y su Personalidad se
conservan en su Totalidad: sigue siendo un hombre y sigue siendo
ese hombre, sigue siendo G. W. F, Hegel. Se reduce, por cierto,
a su Saber y su Saber es universal; pero es no obstante su Saber,
que ningún otro que no sea él ha podido realizar.
Sólo es esto posible en el “Saber absoluto” hegelíano, es decir,
ateo, antropo-teísta o ego-teísta. El Saber teológico, que tiene por

87
contenido a un Ser absoluto otro que el hombre, anula la indivi­
dualidad humana en lugar de suprimirla-dialécticamente conser­
vándola y sublimándola. El Sabio no es una síntesis de lo Particu­
lar y de lo Universal (es decir una verdadera “Individualidad” )
sino porque su Saber contiene el mismo Yo que es él mismo.
Hegel lo expresa en la siguiente forma (p. 556, líneas 32-39) :
“Ese Yo [del Sabio] tiene un contenido que él distingue de
sí mismo. Pues ese Yo es la Negatividad-negatriz pura, es decir el
acto-de-dividirse-en-dos: es [pues] Conciencia [-exterior]. [Pero]
en su propia distinción [del Yo], ese contenido es el Yo. Ya que
ese contenido es el movimiento [dialéctico] del acto-de-suprimirse-
dialécticamente a sí mismo, es decir [precisamente] la misma Nega­
tividad-negatriz pura que es [el] Yo. En ese contenido [tomado]
en tanto que distinguido [del Yo], [el] Yo se refleja en sí mismo.
[Y] el contenido es comprendido-conceptualmente sólo por el hecho
de que [el] Yo está cerca (bei) de sí mismo en su ser-otro”.
El Yo del Sabio es una Conciencia-exterior que se opone a
un objeto-cosificado: el Sabio se distingue, de su Ciencia, y la
Ciencia se distingue de su objeto. Hay pues tres cosas distin­
tas: el Sabio, su Libro y el Mundo real que implica a ambos.
Todo acontece en la tierra, en el seno de la existencia-empírica,
del Dasein. El Sabio sigue siendo ún hombre,- continúa expresando
por su existencia la esencia misma del ser humano, es decir, la
Negatividad. Y por eso continúa oponiéndose a un no-Yo, a un
objeto-cosificado, que —no siendo él-— debe ser suprimido por
él si quiere realizarse a sí mismo. Pero la supresión del objeto-
cosificado y por consiguiente de la oposición entre el Yo y ese
objeto, se efectúa ahora no ya por la Acción (que sólo “niega”
un objeto particular y no puede jamás suprimir la objetividad en
tanto que tal, es decir, la oposición del Sujeto y del Objeto
en general), sino por la Ciencia misma que al revelar la Totalidad
del Ser, suprime en esa totalidad revelada todas las oposiciones

88
existentes, sobre todo entre el Sujeto y el Objeto. La Ciencia del
Sabio es pues negatriz; y es aun la Negatividad-negatriz en tanto
que tal, puesto que suprime no el Objeto, sino la oposición misma
del Sujeto y de Objeto. Pero la Negatividad es el Hombre, es el
Yo. La Ciencia es el Yo; ella es el Sabio que la ha creado. Así,
objetivándose en tanto que Ciencia, el Yo del Sabio “permanece
en ese Ser otro junto a sí mismo”, como dice Hegel.
Mas, si la Ciencia es el Sabio, si el Sabio es la Ciencia, la;
Ciencia debe tener la misma esencia que el propio Hombre. Es
decir, que debe ser Movimiento-dialéctico, es decir, Devenir-crea-
dor-que-procede-por-negaciones. Tal es lo que ella es, en efecto,
como lo expresa Hegel en el párrafo con que termina la primera
sección de la segunda parte del Capítulo V III (pp. 556, línea 39;
557, línea 3) :
“Dando una-idea-más-precisa de ese contenido, [se puede
decir que] no es más que el movimiento [-dialéctico] mismo que
acaba de ser mencionado. Ya que ese contenido es el Espíritu
que se examina a sí mismo en tanto que Espíritu, haciéndolo para
sí mismo; [y puede hacerlo] en razón del hecho que en su obje-
tividad-cosificada [misma] tiene [aquí] la forma-concreta del Con­
cepto” .
Ahora continúa la segunda sección. Como ya dije, Hegel
habla allí de la realidad del Sabio que acaba de definir en la pri­
mera sección. Y el análisis se efecúa aquí en tres etapas: l 9 el
Sabio en la Wirklichkeit, en la realidad-objetiva; 2I? el Sabio en
el Tiempo; 3- el Sabio en el tiempo objetivamente-real, es decir,
en la Historia.
La Introducción a esta segunda sección comienza así (p. 557,
línea 41-2) :
“En lo que concierne a la existencia-empírica de ese Concepto,,
[es necesario decir que] l i Ciencia no aparece en el Tiempo y
[en la] realidad-objetiva antes que el Espíritu haya llegado a esa:
Conciencia-exterior acerca de sí mismo. En tanto que Espíritu
que sabe-o-conoce lo que es, el Espíritu no existe antes, y [no
existe] en ninguna parte además [sino allí, donde existe] después
de la culminación-o-la-perfección del trabajo [que consiste en el
acto] de tomar su formación concreta imperfecta, de procurarse
para su Conciencia [-exterior] la forma-concreta de su realidad-
esencial, y de acordar-o-igualar así su Autoconciencia con su Con­
ciencia [-exterior]".
Hegel dice aquí lo que sabemos desde antes. En el Tiempo
y en la realidad-objetiva, es decir en la Historia, la Ciencia no
puede aparecer en cualquier momento. Antes de poder desarrollar
la Ciencia, el Hombre debe definirse él mismo como Hegel acaba
de hacerlo en la primera sección. Lo que significa que él debe
haber escrito los siete capítulos iniciales de la Fenomenología del
Espíritu (y sabemos que no puede hacerlo sino en tanto que
Ciudadano del Estado Universal y homogéneo que perfecciona la
historia y que constituye así esa “W ollendung des Geistes" déla que
habla Hegel). La Ciencia total sólo puede resultar de un esfuerzo
total del hombre, es decir del conjunto del esfuerzo humano colec­
tivo realizado por la evolución perfecta de la Historia universal.
Es únicamente entonces que la coincidencia del Selbstbewusstsein
y del Bewusstsein, proclamada por la Ciencia, es verdadera en
tanto que teoría, porque sólo entonces es real.
Antes de cumplir el esfuerzo histórico total, no es posible
el Saber absoluto, precisamente porque antes de cumplirlo no
existe todavía la realidad total o absoluta que debe revelar. En
el Mundo real tal como existe antes de perfeccionar la Historia,
no puede haber Sabio. Y por consiguiente, no puede haber tam ­
poco Saber objetivamente-real, es decir, un Libro que contenga
la Wissenschajt.
Así dice Hegel en el párrafo con que termina la Introducción
(p. 557, líneas 12-16):

90
“El Espíritu que existe en y para sí [que se] distingue-o-se-
diferencia en sus elementos-constitutivos, [es decir, que no está
todavía integrado en y por la comprensión sintética que es la
Ciencia,] es [el] Saber que existe-para-ri: [esto es[ la comprensión-
conceptual en tanto que tal, [que tomada en tanto que Saber] no
ha alcanzado aún la substancia; (o con otras palabras, ese Saber)
no es en sí mismo [el] Saber absoluto” .
El “Saber absoluto” que es “an sich selbsf’, es el Sabio. Antes
de su advenimiento la Ciencia no existe más que como una simple
posibilidad. Existe en tanto que posibilidad porque el Ser es siem­
pre total y porque siempre tiene la forma del Concepto, dado que
un día será efectivamente revelado en su totalidad por el Saber,
Pero la Ciencia no será real en tanto que Ciencia sino en el
momento en que pueda insertarse en tanto que Ciencia en la
totalidad real del Ser. Allí se insertará en forma del Libro escrito
por el Sabio. Es ese Libro, y por consiguiente también el Sabio,
que son la Wirklichkeit (la realidad-objetiva) de la Ciencia abso­
luta (de la Wissenschaft). Y sólo en el momento en que la Ciencia
ha devenido real en tanto que Ciencia en forma del Libro, el Ser
real será en verdad revelado a sí mismo por sí-mismo; sólo entonces
será realmente Espíritu.
Hablar del Espíritu, es pues hablar de la Ciencia; y hablar de
la Ciencia, es hablar de su Wirklichkeit, es decir, del Sabio en
tanto que actuando (al escribir el Libro) en el Mundo real.
Hegel aborda el aspecto precedente en la primera etapa de
la segunda sección.
En esa primera etapa Hegel dice en primer término (p. 557,
líneas 7-8) :
“Es así que, en la realidad-objetiva, la substancia percipiente,
está allí en esbozo, es decir [antes de la] forma-concreta-conceptual
de la substancia”.

91
Esta afirmación tiene un doble significado: uno antropológico
y otro teológico. Y en la interpretación antropológica puede rela­
cionarse lo dicho ya sea con el Hombre histórico;, ya con el Sabio.
En la Fenomenología del Espíritu, la palabra Substanz signi­
fica generalmente: Comunidad, Pueblo, Estado, en oposición, por
una parte, al individuo aislado o al Particular, y por otra, al
hombre que reflexiona sobre la Cómunidad o el Estado y los revela
por la palabra. Aquí se trata de la Wisscnde Substanz, de la
“substancia cognoscente”. Dicho de otro modo, se refiere a lo que
Hegel ha llamado más tarde “objektiver Gcist”. Se trata de la
civilización o de la cultura colectiva del Pueblo, en el sentido más
amplio de la palabra. En cuanto a la “Forrn” o a la “Begriffs-
gestalt”, es la Filosofía en tanto que tentativa de comprender la
cultura, de reflexionar no sobre la comunidad en sí, sino sobre
la cultura de esa comunidad. Hegel expresa que la Substanz es
anterior a su Form. Dice aquí de lo colectivo lo que ha dicho
en el Capítulo V del individuo humano: “el hombre debe primero
realizarse objetivamente, y sólo después podrá tomar conciencia
de lo que es” . Como el individuo, lo colectivo o el Pueblo debe
en principio crearse en tanto que entidad histórica por su Acción,
y después una filosofía podrá revelar la esencia de esa nueva
realidad humana colectiva, es decir, comprender el sentido y la
significación de su cultura. En otros términos, Hegel rechaza en
filosofía cualquier especie de “revelación”. Nada puede venir
de Dios: nada puede venir de una realidad extra-mundana, extra­
humana, no temporal. Es la acción creadora temporal de la
humanidad, es la Historia que genera la realidad que revela
la filosofía. Así, comprender plenamente esta realidad, es decir,
arribar a la Filosofía perfecta o a la “Ciencia”, es comprender la
realidad humana en el conjunto de su devenir creador, es com­
prender el sentido total de la Historia.

92
En consecuencia: si se relaciona el término “Begriffsgestalt”
con la Ciencia, el fragmento en cuestión dice que esa Ciencia
presupone la totalidad perfeccionada de la evolución histórica. La
Ciencia nada recibe de afuera y nada crea por sí misma, sólo
revela aquello que es; revela el Ser en su Totalidad tanto espacial
como temporal. Por eso el saber del Sabio es su Saber, suyo
solamente. Como todo hombre, es heredero de su pasado; y puesto
que la Ciencia no hace más que revelar ese pasado que es suyo,
revela al propio hombre, a sí mismo.
En fin, puede verse en la wissende Substanz la entidad cons­
ciente o antropo-morfa opuesta al individuo humano y al Hombre
en general. Vale decir, que puede relacionarse esa expresión con
Dios. Entonces la afirmación significa que “Dios”, es decir, la
Teología que habla, existe antes del Concepto, o sea antes de
la Filosofía y por tanto antes de la Ciencia. Sabemos que para
Hegel una Religión, o más exactamente una Teología, también
revela la cultura colectiva de la cual forma parte. Pero lo hace
sin saberlo, exteriorizando el contenido que revela, substanciali-
zándolo. 'Esa “Substanz” es precisamente el Dios de la Teología
en cuestión. La “Begriffsgestalt” de la cultura colectiva es, por
el contrario, la Filosofía. Hegel dice entonces que la Teología
existía necesariamente antes que la Filosofía. Lo cual significa:
la Teología cristiana precede a la Ciencia. La Religión puede
existir sin Filosofía; pero la Filosofía no puede aparecer sin que
haya una Religión. Es decir: en primer término existe la Acción
que crea la cultura, luego la revelación teológica de esa cultura,
que habla de ella creyendo hablar de un Dios trascendente, y sólo
después llega la revelación filosófica de la cultura, que se con­
tenta sobre todo con vincular al Hombre, con el contenido que la
Teología atribuye falsamente a un Dios.

93
En el texto que sigue Hegel desarrolla su idea (p. 557,
líneas 24):
“Pues la substancia es el En-sí aún no desarrollado. O [en
otros términos es] la-base-o-el-fundamento y el Concepto [tomado]
en su simplicidad-indivisa aún inmóvil; [la substancia es] pues la
interioridad-o-intimidad, es decir, el Yo-personal del Espíritu que
todavía no está allí [en-la-existencia-empírica] en tanto que Yo
personal. Lo que está allí [en-la-existencia-empírica] está [allí] en
tanto que entidad-simple-o-indivisa aún no-desarrollada, y [en tanto
que] entidad-inmediata. Es decir, [lo que está allí es] el objeto-
cosificado de la Conciencia [-exterior] en tanto que tal. que-repre-
senta-como-exteriorizante”.
La Wirklichkeit es lo primero que aparece en la realidad
objetiva, es el contenido material de la cultura o la realidad cul­
tural bruta, indivisa, no diferenciada, y también: inmediata, no
reflexiva, no explicada. Y ese contenido se presenta en principio
a la “conciencia exteriorizante” en forma de un Gcgen-Stand, de
un objeto-cosificado. Pero la realidad humana que se representa
en forma del Gegenstand es una realidad llamada divina.
Además: la Filosofía y por consiguiente la Ciencia, aparecen
en la realidad-objetiva en tercer término, están precedidas por la
revelación simbólica de la realidad humana en y por la Teología;
y presupone por su parte la creación de la realidad humana por la
Acción histórica temporal.
No obstante, pueden extraerse de ese hecho, por una parte,
ciertas consecuencias relativas al carácter de la Filosofía y de la
Ciencia, y de la vida cultural real y de su transposición teológica,
por la otra. Tal lo que hace Hegel en el pasaje que sigue y que
pone fin a la primera etapa. ■
Dice primero (p. 557, líneas 24-29):
“En razón de esto, el conocimiento [filosófico] no tiene en

94
principio más que un pobre objeto-cosificado, en relación con el
cual la substancia y su conciencia [-exterior teológica] son más ricas.
[Y el conocimiento filosófico es más pobre] porque es la Conciencia
[-exterior] espiritual, por la cual eso que existe en sí existe única­
mente en la medida en que es [un] Ser-estático para el Y o-personal
y [el] Ser estático del Yo personal; es decir [en la medida en que
es un] Concepto”.
Al comienzo, la vida cultural o histórica real, así corno su
transposición teológica, son siempre más ricas que la Filosofía que
esa vida engendra. La Filosofía no revela jamás la totalidad de la
vida que la hace nacer. Y revela menos de esa vida que la Teología
correspondiente. Y Hegel explica por qué. No comprendo (filosó­
ficamente, es decir conceptualmente) que exista para mí nada que
no sea mi Ser. Pero al comienzo en tanto que dura la evolución
histórica, la vida colectiva del Pueblo es siempre más rica que la
vida privada del Particular-aislado que es el Filósofo. El Filósofo,
que por su Filosofía sólo se revela a sí mismo, (ya que toda Filosofía
es siempre Autoconciencia y únicamente Autoconciencia) revela
menos de lo que revela el Teólogo que representa (simbólicamente,
■ es verdad) la Autoconciencia de la Comunidad en tanto que tal,
y por consiguiente menos de lo que es esa Comunidad. Sólo el
Ciudadano del Estado universal y homogéneo, donde la oposición
de lo Particular y de lo Universal se “suprime” puede revelar la
Totalidad de la realidad humana revelándose a sí mismo. Sólo
la Filosofía de ese Ciudadano puede ser total', y además, por eso
es Ciencia o Sabiduría y no ya Filosofía.
Sin embargo la Filosofía es siempre menos “rica” que la
realidad histórica correspondiente y que su Religión, es más “clara”
que ellas. Pues la misma cultura en general no tiene conciencia;
y la Teología cree hablar de otra cosa que no son el hombre y su
cultura, de modo que no tiene Autoconciencia. Pues dice Hegel

95
(p. 557, líneas 29-31) : sólo la Autoconciencia es verdaderamente
reveladora, ya que sólo el Yo personal puede ser revelado:
“El estado-manifiesto-o-revelado que la substancia tiene en
esa (Conciencia-exterior teológica) es en realidad [un] estado
oculto-o-secreto. Pues (en esa Conciencia) la Substancia es el Ser
estático aún privado del Yo-personal. Pero lo que está manifiesto-
o-revelado a sí [es] únicamente la certeza-subjetiva de sí mismo” .
Comprendemos ahora cómo se efectúa en la realidad objetiva
histórica el pasaje de la Filosofia a la Ciencia.
Hegel habla de lo que se acaba de comentar, en el pasaje que
•sigue (p. 557, líneas 31-39) :
“Por consiguiente, [no son esos] en principio, más que los
elementos-constitutivos abstractos de la substancia [que] pertenecen
en verdad a la Autoconciencia [filosófica], Pero en la medida en
que esos elementos-constitutivos, [tomados] en tanto que movi­
mientos-dialécticos puros, progresan moviéndose por sí mismos, la
autoconciencia [filosófica] se enriquece [cada vez más], hasta el
momento en que haya [1"] arrancado a la Conciencia [-exterior
religiosa] la totalidad [ganze] de la substancia; [29] absorbido en
sí la suma [ganzen\ de la estructura de ese.nc.ialidades reales de esta
última, y [3“], en la medida en que ese comportamiento negativo-
o-negador respecto de la objetividad-cosificada sea a la vez [un
comportamiento] positivo, [es decir un] acto-de-afirmación, que
produzca la substancia original y la restituya asimismo para la
Conciencia [-exterior que es ahora la conciencia del Sabio]” .
Aunque por ser más “pobre” que la realidad histórica que
revela, cada filosofía es “abstracta” ; cada una revela ciertos ele­
mentos constitutivos de la realidad, pero ninguno advierte el hecho
de que esos elementos no existen aislados tal como aparecen en la
filosofía en cuestión. Pero en el curso de la Historia, la Autocon­
ciencia filosófica deviene progresivamente más rica. Así sucede a

96
medida que se enriquece la vida de lo Particular, acercándose cada
vez más a la vida colectiva o “universal”. Al final de la Historia,
en el Estado universal homogéneo, la vida colectiva o “pública”
(cultural, social, política) coincide por completo con la vida “per­
sonal” que deja de ser sólo vida “privada”. Así, la Autoconcicncia
filosófica del ciudadano de ese Estado final revela la totalidad de
•la vida cultura! y política real. De pronto, el exceso que podría
ser revelado por una Teología, no existe ya: el Religioso no tiene
más razón de ser, por eso desaparece. Mas esta destrucción de la
’Gegenslandlichkeit, es decir de la realidad divina, es a la vez
la posibilidad de la realidad humana-, es la misma realidad que se
niega en tanto que divina y se establece en tanto que humana.
En ese momento el Filósofo es un Sabio, y la Filosofía es Sabiduría
o Ciencia. Esta Ciencia vuelve a crear la realidad humana para
la Conciencia-exterior. La realidad humana es nuevamente un
objeto. Y en efecto, la historia descripta en un libro es tanto
un objeto que existe para la Conciencia, como la propia historia
real. Sólo que ese objeto habiendo sido creado conscientemente
por el hombre (por el Sabio), no es más un objeto-cosificado,
exterior, trascendente: es objeto inmanente del conocimiento, vale
decir, el Concepto.
Esta “construcción” o “deducción” de la realidad humana
se efectúa en y por la Fenomenología del Espíritu. Es pues en y
por la Fenomenología del Espíritu que el Filósofo deviene Sabio.
Y la realidad humana conscientemente construida en la Fenome­
nología del Espíritu no puede ya referirse a otra cosa que al
hombre que la construye: el Saber absoluto de esa revelación no
podría ser Teo-logia. Será simplemente “Lógica” a secas: será
la Ciencia propiamente dicha, la segunda parte del “Sistema” de
la cual la Fenomenología del Espíritu es la primera parte.
Esta Ciencia revela por completo la Totalidad de la realidad

97
objetiva. Entre la realidad y la Ciencia no hay ya más que una
sola diferencia: en la realidad el Todo es anterior a las partes,
mientras que en la Ciencia las partes preceden al Todo.
Hegel expresa (pp. 557, línea 39; 558, línea 3):
“Por consiguiente, en el Concepto que se sabe-o-se-conoce en
tanto que Concepto [, es decir en la Ciencia] los elementos-
constitutivos se presentan antes que el Todo pleno-o-realizado,
cuyo devenir es [precisamente] el movimiento [-dialéctico] de esos
elementos-constitutivos. En la Conciencia [-exterior], por el con­
trario [, es decir, en la conciencia “ingenua” y en la Conciencia
religiosa], el Todo existe antes que los elementos-constitutivos, pero
[ése Todo es allí en tanto que un Todo], no-comprendido-por-el-
concepto”.
La realidad es analítica, la Ciencia sintética. La Conciencia,
tanto “ingenua” como teológica o filosófica, se encuentra siempre
en presencia de un Todo, frente a una vida real completa e indi­
visa, que en principio ella no comprende. No la comprende y no
la revela sino descomponiéndola. Cada una de esas revelaciones
es pues abstracta. Por eso en la Teología, para el Religioso, la
realidad total “recóndita” o el Dios creador, es anterior a su
desarrollo revelador en y por la creación, ese desarrollo no agota
jamás el Todo divino recóndito. La Ciencia, por el contrario,
construye el Todo a partir de sus elementos constitutivos (despren­
didos del Todo y revelados uno a uno por la Filosofía en el curso
de la Historia). A la inversa de la Teología, sabe que el Todo es
la integración de sus elementos constitutivos. Pero esos elementos
son mundanos, humanos, temporales. Para la Ciencia, el Todo
también es así. La Totalidad det Ser revelado por la Ciencia no
es Dios: la Totalidad del Ser es el mismo Ser que es el ser de
aquel que lo revela; la Conciencia-exterior del Sabio es pues tam­
bién una Autoconciencia.

98
En la Fenomenología del Espíritu, Hcgel construye la Historia
integral a partir de elementos constitutivos de la realidad humana.
Y construye en esa Historia las diversas teologías sucesivas. Muestra
que esas Teologías son obras humanas, y que por consiguiente, el
Ser revelado por ellas no puede ser sino el ser humano. Al crear
la Ciencia, la Fenomenología del Espíritu, destruye necesariamente
toda Teología, como también toda filosofía. Así, además, como
toda ciencia en el sentido corriente del término: la física newto-
niana en particular, que es el horror de Hegel.
La etapa consagrada al análisis de la realidad-objetiva del
Sabio y de la Ciencia ha terminado. Vemos que se trata siempre
de un antes y un después. Comprender la realidad-objetiva de la
Ciencia, es comprender su realidad temporal. Por eso Hcgel habla
en la segunda etapa de la relación entre el Sabio (y su Saber)
y el Tiempo.

99

Jk
S exta c o n fe r e n c ia

NOTA SOBRE LA ETERNIDAD, EL TIEM PO


Y EL CONCEPTO (Cf. p. 5.r)8, líneas 3-4)

Desde que se habla de la aparición de la Ciencia en la realidad


concreta del Mundo histórico, es menester hablar de un antes y
un después, es decir, de un devenir, y por consiguientes del Tiempo.
Planteándose el problema de la relación entre la Ciencia y la
Realidad-objetiva, hay que plantear la cuestión entre la Ciencia
y el Tiempo, Esto hace Hegel en la segunda etapa de la segunda
sección de la segunda parte del Capítulo V III.
El problema que abordamos aquí está lejos de ser nuevo.
Puede decirse que se plantea desde que existe la filosofía. En
efecto, todas las filosofías han buscado y generalmente pretenden
haber encontrado, la verdad o al menos verdades. Pero, la verdad
en el sentido ajustado del termino es algo que se considera inne­
gable e inmodifícable: es válida “universal y necesariamente”,
como suele decirse. O sea, que no está sometida a cambios: ella
es eterna o no-temporal. Por otra parte, no hay duda que se la
encuentra en cierto momento de! tiempo y que existe en el tiempo,
puesto que existe por y para el Hombre que vive en el Mundo.
Desde que se plantea el problema de la verdad, aun de manera

100

111-innii'nM^KatiiÉÉMaáltti
parcial, se plantea necesariamente el problema del tiempo, o
particularmente el de la relación, entre el tiempo y lo eterno, o
entre el tiempo y lo intemporal. He aquí el problema que Hegel
plantea y resuelve en la “segunda etapa” en. estudio.
Para hablar con Hegel, podemos apelar al conjunto coherente
del conocimiento conceptual que aspira a la verdad: Begr'tf/, Con­
cepto. En efecto, la verdad es siempre un “concepto” en sentido
amplio, es decir, un conjunto coherente de palabras quc-ticncn-
un-sentido. Puede plantearse entonces el problema preguntando
cuáles son las relaciones entre el Concepto y el Tiempo.
Hegel responde a esa pregunta desde las primeras palabras
de la segunda etapa, y conviene aclarar que responde de manera
bastante inesperada. En efecto, helo aquí (p. 558, líneas 3-4) :
“Die Zeit ist der Begriff selbst, der da cjí” ; “El Tiempo es el
Concepto mismo, que está ahí [en-la-existencia-empírica]”. Y hay
que subrayar que al escribir esta extraña afirmación, Hegel ha
pesado bien sus palabras pues ha dicho exactamente lo mismo
en el Prefacio de la Fenomenología del Espíritu, donde se lee
(p. 38, líneas 33-36) : “En lo que concierne al Tiempo [es menester
decir que] es el propio Concepto que existe empíricamente”.
Está bien claro: “Die Zeit is der daseiende Begriff selbst” y
al mismo tiempo es demasiado incomprensible. Para poder com­
prender mejor lo que Hegel quiere decir, es útil pasar revista a
las soluciones del problema que han propuesto antes que. él Platón
y Aristóteles, Spinoza y Kant. Tal es lo que haré en las Confe­
rencias VI a V III.
Se trata de establecer una relación, positiva o negativa, entre
el Concepto y el Tiempo. Pero evidentemente, no existe aquí más
que un limitado número de posibilidades, como lo muestran las
fórmulas siguientes:

101
I. C = E
1. E . . a. fuera del T,
II. G = E’/ se relaciona con. . .
2. T b. en el T.
III. C = T

[IV. C == T

G. Simboliza el Concepto. No un Concepto determinado,


sino el Concepto, es decir la integración de todos los conceptos, en
sistema completo de los conceptos, la “idea de las ideas”, o la Idea
en el sentido hegeliano (Cf. Logik) y kantiana de la palabra.
T, designa el Tiempo o la realidad temporal. E, representa lo
contrario del Tiempo, es decir, la Eternidad, la realidad no-
temporal en el sentido positivo. E’, significa “eterno” por oposición
a “Eternidad”. Del mismo modo que esta mesa es, sin ser el Ser,
el Concepto puede ser concebido como eterno sin ser la Eternidad:
“participa” de la Eternidad, es una función eterna de la Eter­
nidad, etc.; pero la misma Eternidad es otra cosa que el Con­
cepto). En fin T ’ es lo “temporal” que se diferencia del Tiempo
como lo “eterno” de la Eternidad.
Las fórmulas pueden leerse de la siguiente manera: 1* posi­
bilidad: el Concepto es la Eternidad. No se relaciona con nada:
evidentemente no se relaciona con el Tiempo-, y no se relaciona
tampoco con la Eternidad, puesto que es la Eternidad. Es la
posición de Parménides. '(Mas dado que el punto de vista par-
menidio plenamente desarrollado y verdaderamente comprendido
lo conocemos a través de Spinoza, hablaré de él discutiendo esa
posibilidad). 3* posibilidad: el Concepto es el Tiempo, y no se
relaciona ni con la Eternidad ni con el Tiempo; ésta es la posición

102
de Hegel. Las posibilidades 1 y 3, por ser identificaciones, no
pueden subdividirse. Por el contrario, la posibilidad 2 se subdivide
en dos posibilidades, la primera de las cuales tiene por su parte
dos variantes; se obtienen así tres tipos de filosofía posibles, y todas
las otras filosofías además de las de Parménides-Spinoza y de Hegel
pueden dividirse entre esos tres tipos.1
Existe todavía la posibilidad 4: el Concepto es temporal. Pero
no es más que una posibilidad filosófica. Pues ese tipo de pensa­
miento (escéptico) torna imposible toda filosofía negándole la
idea de la verdad: el concepto, al ser temporal, cambia esencial­
mente; es decir, no hay saber 'definitivo, por tanto no hay saber
verdadero en el sentido propio del término. La posibilidad 3 es,
por el contrario, compatible con la idea de verdad; ppes si todo
lo que es en el tiempo (es decir todo lo que es tem.poral) cambia
siempre, el Tiempo en sí, es lo que no cambia.
Además, la 2* posibilidad se divide en dos. Por ser eterno,
y no Eternidad, el Concepto se refiere a algo distinto. De ahí dos
variantes: l 9 la variante antigua o pagana según la cual el
Concepto eterno se refiere a la Eternidad; variante que formula
con claridad Platón y Aristóteles (que están de acuerdo en esté
punto); y 2" la variante moderna o judeo-cristiana, que formula
certeramente Kant: el Concepto eterno se refiere al Tiempo. Por
su parte, la primera variante implica dos tipos posibles: l 9 el
Concepto eterno que. se refiere a la Eternidad que está fuera del

1 Por lo menos en lo que concierne al problema que nos interesa.


Además, ese problema expresa el contenido esencial de toda filosofía, de
manera que puede decirse que no hay más que cinco tipos filosóficos
irreductibles, es decir, esencialmente diferentes: un tipo imposible (posibi­
lidad 1: Parménides-Spinoza) ; tres tipos relativamente posibles, pero insu­
ficientes (posibilidad 2: Platón, Aristóteles. K an t); y un tipo verdadero,
que trata asimismo de desarrollar, de realizar; personalmente creo que no
está aún realizado (Hegel y Heidegger representan esa posibilidad 3 ),

103
Tiempo (Platón), y 2° el Concepto eterno que se refiere a la
Eternidad en el Tiempo (Aristóteles).1
El universo de las ideas, la idea de las ideas, es en Platón
lo que en Hegel se llama Bcgriff, Concepto (o en la Logik, Id e a ).
El Mundo de los fenómenos, es lo que Hegel llama Dasein, Exis­
tencia-empírica. Para simplificar hablemos de “Concepto” y de
“Existencia”. La Existencia es cambiante por esencia, es decir,
una entidad temporal. Por otra parte, no hay cambio sino en la
Existencia: es decir, que la Existencia no sólo es temporal, sino
el Tiempo mismo. El Concepto, por el contrario no cambia esen­
cialmente. Es pues por esencia otra cosa que difiere de lo temporal,
y distinta del Tiempo. Se estaría tentado de decir con Parménides
(y Spinoza) que es la Eternidad. Pero Platón no lo dice; pues
cree haber descubierto que el Concepto (es decir el Logos, la
palabra, o el discurso-dotado-do-im-.srntiV/o) se refiere a algo que
es distinto del propio Concepto (o la palabra). (Este es el punto
donde se hace necesario atacar a Platón, y a los filósofos platoni­
zantes, desde Platón a Kant, si se quieren evitar las consecuencias
antropológicas desagradables que sus filosofías implican). El
Concepto no es la Eternidad. Es sólo lo eterno. Por consiguiente
es menester plantear el problema do las relaciones entre el Con­
cepto eterno por una parte, y el Tiempo y la Eternidad por
la otra.
Primero consignemos un hecho que Platón no ignora: el
hombre real, que existe empíricamente, pronuncia discursos que
tienen un sentido. Por tanto: los conceptos y por consiguiente el

1 Es evidente que la segunda variante (moderna) no puede ser sub­


dividida de la misma manera que la primera (antigua), porque no puede
haber Tiempo en la Eternidad. Sin embargo hubo filósofos cristianos que
lo han afirmado, explícita o implícitamente; pero o bien han hecho juegos
de palabra desprovistos de sentido, o han realizado, sin notarlo, el tipo
hegeliano (ateo) de filosofía.

104
Concepto integral, subsisten en el Tiempo, aun siendo eternos por­
definición, es decir, esencialmente otra cosa que tiempo. (Están
en el cambio, pero no cambian; son forzosamente otra cosa que
el cambio). Si simbolizamos la existencia temporal (el ITombre-
en-el-Mundo) por una línea, debemos representar el Concepto
por un punto singular sobre esa línea: ese punto es esencialmente
otro que los otros puntos de la línea (Fig. 1). Sin embargo, para
Platón, el Concepto se refiere a otra cosa que a sí mismo. (En
este punto Platón ha criticado a Parménides-Spinoza); en este-
punto Hegel critica a Platón y a los demás filósofos; para él, como
para Parménides-Spinoza, el Concepto no se vincula con nada,
sino a sí mismo). Mas al ser eterno, el Concepto debe vincularse
con la Eternidad, dice Platón. (Aristóteles lo sigue, pero Kant se
opone y dice que e! Concepto de lo eterno se refiere al Tiempo).
Pero, expresa Platón, la Eternidad no puede estar sino fuera del
Tiempo (lo que niega Aristóteles, que descubre la Eternidad en
el Tiem po). Debemos completar nuestro esquema de la manera
que indica la figura 2.
Vayamos más lejos. La aparición de los conceptos, y aun del
Concepto en la existencia, no es un fenómeno único. En todo caso
el Concepto puede aparecer en cualquier momento del tiempo. La
línea que simboliza la existencia implica pues varios puntos singu­
lares eternos (Fig. 3). Mas por definición, la Eternidad, es decir,,
la entidad a la cual se vincula el Concepto, es siempre la misma;
y la relación del Concepto con esa entidad es también siempre la
misma. Por tanto: en todos los instantes del tiempo (de la exis­
tencia del Hombre-en-el-Mundo) la misma relación con una sola
y misma entidad extra-temporal es posible. Si queremos simbolizar
la concepción de Platón, debemos modificar nuestro esquema de
la manera que se indica en la figura 4.
Volvemos a hallar aquí el esquema de la metafísica del'

105
-a -
Fig. 1.

“Teología”
(Platón)

—« l -
Fig. 2.

“Escepticismo l
pesimista”
- * £ í --------- & ---------- 9 ---------- 9 ---------- ------------- o
Fig. 3. “Relativismo”

“Mística”

“Escepticismo
optimista”
o
“Criticismo”
(Kant)

I
Timeo: un tiempo circular, cuya circularidad (y de lo que. es en
el tiempo, el ser temporal) está determinada por la relación de lo
que es en el Tiempo con lo que es fuera del Tiempo, y simultánea­
mente volvemos a encontrar ese famoso “punto central” que una
teología cristiana, es decir, para mí una variante del Platonismo,
debe introducir por fuerza en el círculo hegeliano que simboliza
el saber absoluto o circular. Es evidente que el círculo dibujado
puede simbolizar la totalidad del Saber: tanto del Saber que se
vincula con el Hombre-en-el-Mundo (temporal), como del Saber
que se relaciona con lo que está fuera de ese Saber, es decir, fuera
del Hombre-que-existe-en-el-Mundo, y del Mundo que implica al
Hombre-existente (es decir temporal). Esc “punto central” (que
aparece necesariamente desde que se interpreta el Concepto como
una relación con algo distinto, del Concepto, es decir, desde que
introducimos el elemento de la trascendencia en el Saber) ha sido
llamado Dios. Por otra parte, hemos visto que ese esquema teísta
no tiene nada de específicamente cristiano, puesto que lo hemos
extraído de la concepción platónica.1
Digamos que el “punto central” es Dios. Podemos hacerlo,
puesto que para Platón el áv á/.zBiv, simbolizado por ese punto
es también Osá?.
Pero poco importa el nombre. Veamos mejor qué significa
¡a cosa. Y con ese fin, transformemos, o precisemos el dibujo.
En primer término, simplifiquemos. El Concepto puede repe­
tirse en el Tiempo. Pero su repetición no lo cambia, no cambia
tampoco su vínculo con la Eternidad : en pocas palabras no modi-

1 De manera general, es c! esquema de todo saber mono-teísta, es


decir, de todo Saber que reconoce una. trascendencia, y un solo trascendente.
Y puede decirse que toda filosofía reconoce una trascendencia: salvo el
acosmismo de Parménides-Spinoza (posibilidad 1) y del ateísmo de Hcgel
(posibilidad 3 ).

107
fica nada. Podemos suprimir entonces todos los radios del círculo.,,
excepto uno (Fig. 5). (Excepto uno, porque el hecho de la pre­
sencia del Concepto en el Tiempo tiene una importancia capital;
pero el punto sobre la circunferencia simboliza el Saber humano
que se efectúa en el Tiempo). Y ahora, veamos qué se simboliza
por ese radio.
El radio simboliza la relación entre el Concepto eterno y la
Eternidad, o Entidad-eterna. Esa relación también es no-temporal
o eterna. No obstante, es una relación neta en sentido estricto,
es decir, una relación entre dos cosas dijerentes si se quiere. El
radio se extiende (en el Espacio, puesto que ya no hay Tiempo
en él). Hemos procedido bien simbolizándolo por una línea pun­
teada para distinguirla de la línea llena temporal). Sólo la rela­
ción en cuestión es incontestablemente doble (Fig. 6). En efecto,
por una parte el Concepto (-eterno) -situado-cn-el-Ticmpo, es decir,
la Palabra, se eleva por su sentido hasta la entidad que revela ese
sentido; y por otra parte, esa entidad desciende por el sentido
hacia la Palabra, que ella crea así en tanto que Palabra, a partir
de su realidad cambiante, sonora, fonética. Sin la Palabra, la
Eternidad no estaría representada en el Tiempo y, por consi­
guiente no sería accesible para el Hombre. Y sin la Eternidad,
la Palabra no tendría sentido y no chivaría al Hombre por sobre
el Tiempo y el cambio; y no habría verdad para el Hombre.
(O, tomando por ejemplo del Concepto un concepto: la palabra
“Perro” revela la esencia del perro, y sin esa palabra esa esencia
no sería revelada al hombre; pero la esencia del perro realiza el
sentido de la palabra; el perro permite desarrollar la palabra
“Perro” en un juicio, al decir: “el perro es un animal con cuatro
patas cubierto de pelos, etc.” ). De manera general: se va de la
palabra a la cosa, y se vuelve de la cosa a la palabra. Y esa doble-
relación constituye la verdad o la revelación de la realidad, es

108
decir, el Concepto en el sentido propio. Y por otra parte, esa
doble relación agota la verdad o el Concepto: el Concepto (eterno)
sólo se relaciona con la Eternidad, y la Eternidad se revela exclu­
sivamente por el Concepto. El estar en el Tiempo, no tienen pues
relación con el Tiempo y lo temporal. La relación doble, o sea
circular, del Concepto (eterno) y de la Eternidad, corta el círculo
temporal. Mientras que el cambio en tanto que cambio permanece
inaccesible al Concepto. En otros términos no existe verdad en lo
temporal; ni antes ni después del Concepto. A través del Con­
cepto, se puede ascender de lo temporal a la Eternidad; y recaer
al instante en lo temporal. Pero después de la caída se es exacta­
mente lo que antes se ha sido. Para vivir en el Concepto, es decir,
en la verdad, es menester vivir fuera del Tiempo en el círculo
eterno. Vale decir: el círculo eterno del Saber absoluto, aun
estando en el Tiempo, no se vincula con él; y el conjunto del
Saber no es absoluto sino en la medida en que implica un círculo
eterno que únicamente se relaciona con la Eternidad. Por eso debe­
mos representar la concepción platónica del Saber absoluto de la
manera que indica la figura 7. O sea, que encontramos el esquema
del Saber teológico. (El círculo con un punto en el centro no era
más que una simple variante gráfica de ese esquema).
Vemos así que la diferencia entre el sistema teológico y el
sistema hegeliano ateo apunta muy alto. Hablando en lenguaje
meta físico, podemos decir que se tiene un Sistema teísta propia­
mente dicho, esto es, francamente trascendentalista y mono-teísta,
desde que definimos el Concepto (es decir, el Saber absoluto)
como una entidad eterna que se relaciona con la Eternidad, por
hallarse esta última fuera del Tiempo.
Veamos qué significa esto para el Mundo temporal de los
fenómenos. El conocimiento de ese Mundo (y del hombre que
allí vive) se simboliza por el gran círculo. Suprimimos pues el

109
pequeño círculo del Concepto eterno (Fig. 8). Entonces se hacen
posibles dos interpretaciones. P r i m e r o , podemos decir que el arco
tiene dos límites fijos, definitivos, infranqueables (Fig. 9). Encon­
tramos así el esquema del Saber que he llamado “místico” en el
sentido amplio de la palabra. Al suprimir a Dios en un sistema
teológico dado, puede llegarse a un sistema místico, donde es
posible hablar de todo menos de Dios, que es esencialmente inefa­
ble, y si se fuera terminante diríamos que tampoco puede decirse
de Dios que es Dios; cuanto más puede decirse que es inefable.
Y el ser inefable puede revelarse a través de cuanto se quiera:
por el “éxtasis”, por la música, etc., menos por la Palabra.1
Pero en lo que concierne a las otras cosas, es decir, a las
entidades temporales, se puede decir todo. En otros términos,
el Saber que a ello se vincule puede, en principio, ser total, defi­
nitivo; puesto que el Tiempo es limitado y por su contenido
puede agotárselo a través del Discurso, tanto a él como a su
contenido. Sólo al decir todo cuanto puede decirse de la realidad
temporal (mundana y hum ana), se alcanza su limite, es decir,
ese más allá, Pero la comprobación de su presencia prueba que
no puede contentarse con el Discurso, aunque sea total. Nos vemos
obligados a sobrepasar el Discurso por un silencio “místico”, “extá­
tico”, “algorítmico”, “sonoro” o no.
S e g u n d o , puede decirse que después de la supresión del pe­
queño círculo que simboliza el Concepto eterno, el arco del gran
círculo no tiene límites (sus dos puntos “al final” se encuentran
sobre el pequeño círculo eliminado) ; figura 8. En ese caso tenemos
el esquema del Saber escéptico o relativo, es decir el esquema de la
ausencia del Saber verdadero en el sentido restringido del término.
El Saber se relaciona con el Tiempo, es decir con el cambio. Pero

1 En Platón la tendencia "mística” es muy neta: el |v ctXafióv 36 “>®*


vela” en y por una contemplación silenciosa.

110
como el Tiempo ahora no tiene límites, el cambio no se detiene
jamás. No hay pues Saber eterno o definitivo: no hay episteme,
no hay más que la doxa. Por otra parte, aun en ese caso, puede
decirse que el círculo está cerrado. Se plantea entonces el ideal
del Saber absoluto hegeliano, es decir circular (Gf. Fig. 11).
Pero ese ideal permanece siempre como ideal: efectivamente, el
círculo del Saber real no se cierra jamás (Fig. 10). Es la forma
optimista del escepticismo. Es el escepticismo del “por qué” eterno,
de la humanidad “que aprende siempre”, que se encamina sin
desmayo como un solo hombre hacia un fin que no alcanzará
nunca. Y la verdad sigue siendo “blanca”, según la definición
del Diablo del “Pozo de Santa Clara”. Es también la “tarea
eterna” (ewige Aufgabe) del Criticismo kantiano. Además, en
las dos variantes del Saber escéptico, la filosofía en tanto que
camino que conduce efectivamente a la Sabiduría, sin duda es
cosa imposible.
Por el contrario, al introducir en un sistema “místico” o
“escéptico” dado el Concepto eterno, es decir, la verdad discursiva,
siempre se obtiene un Sistema Teo-lógico, aunque el término Dios
no intervenga explícitamente. Pues en ese caso la verdad revelaría
por fuerza un Ser situado fuera del Tiempo, es decir, del Mundo
y del Hombre.
Y una vez más, ¿qué significa el Sistema teológico (no místico
o escéptico) para el conocimiento del Mundo temporal?
En principio, puede decirse todo del Mundo y del Hombre.
El Saber que a ello se refiere es total. Sólo el Saber relativo al
Tiempo y a lo temporal permanece en sí mismo relativo: es una
doxa. Sólo relacionándoselo en conjunto con el Saber eterno
vinculado con la Eternidad, puede decirse algo definitivo sobre
lo temporal.
T om em os el m undo : En el lenguaje teológico, según el

111
.•sentido estricto del término, debe decirse que los acontecimientos
en el Mundo, así como ese mismo Mundo, son contingentes: no
existe pues Saber absoluto que a ello se refiera. Pero si por un
imposible se conocieran los designios de Dios y su voluntad crea­
dora, podríamos tener una Ciencia verdadera del Mundo. Usando
un lenguaje teológico simbólico puede decirse que sólo hay Ciencia
relativa al Mundo en la medida en que ese Mundo implica ele­
mentos geométricos. En efecto, Kant nos ha mostrado que para
transformar el algoritmo en Discurso, es menester relacionarlo con
el Tiempo, o el Espacio. Aquí está excluido por definición, rela­
cionarlo con el Tiempo; no se puede sino relacionarlo con el
Espacio (que en esta concepción, es un Espacio fuera del Tiempo).
Y en efecto, puede hablarse de la geometría: el círculo es también
una palabra con un sentido (y puede decirse lo que es), por
oposición a una integral no-espacializada, por ejemplo, que no se
puede expresar más que por un algoritmo. Por tanto el Sistema
teológico puede fabricar una geometría real, es decir, una física
geométrica y no otra. Ahora bien, esta física puede decirnos que-
la tierra es redonda, pero no puede decirnos por qué atrae a los
objetos pesados (porque la fuerza de atracción como toda fuerza,
no sólo es un fenómeno espacial, sino además esencialmente tem­
poral) ; y por tanto no puede decir qué es la tierra en tanto que
Tierra, planeta sobre el cual crecen los árboles y viven los hombres.
E n c u a n t o a l h o m b r e se está frente a él en la misma situa­
ción. No hay Ciencia verdadera que le concierna más que en la
medida en que se relaciona con la Eternidad. Puedo demostrar
la existencia de Dios: es una verdad eterna. Pero no puedo, con
el mismo derecho, demostrar mi existencia, sino concibiéndome
como una idea eterna en Dios. En cuanto a mí, en mi existencia
temporal o mundana, nada puedo saber. Además: precisamente
«es, el Saber absoluto relacionado con la Eternidad el que torna

112
imposible un Saber absoluto relativo a lo temporal. En efecto,
hablemos, por ejemplo, de la teología cristiana. Lo cpie importa
verdaderamente para el cristiano, es el hecho de saber si será
salvado o condenado a consecuencia de su existencia mundana o
temporal. Pero el análisis del concepto eterno que revela a Dios,
muestra que no se lo puede saber, que jamás se lo puede saber.
Si el cristiano no quiere ser “místico”, es decir, no pretende re­
nunciar por entero al Discurso, necesariamente debe ser escéptico
en cuanto a su existencia temporal. Puede hacer cuanto quiera,
más no tendrá la certeza de proceder bien.1
Abreviando, en el Sistema teológico existe un Saber absoluto
en y por el Bewusstsein, pero no existe Saber absoluto por y en
el Selbst-bewusstsein.
En fin, se puede presentar el Sistema teológico en su aspecto
antropológico si se explica que significa en él la idea de la libertad
humana (es decir, la idea del propio Hombre, puesto que sin
libertad el hombre no es más que un animal}.
No tenemos necesidad de definir aquí la libertad.12
Todos tenemos “idea de lo que es”, aunque no sepamos definir
la libertad. Y esa “idea” que tenemos nos basta para poder decir:
El acto libre se ubica, por así decir, fuera de la línea de la
evolución temporal. El hic et nunc, representado por uñ punto
sobre esta línea, está determinado, fijado, definido por el pasado
que, a través de él, determina también el porvenir. El hic et nunc
del acto líbre, por el contrario, es inexplicable a partir de su
pasado, no se fija o se determina por él. El ser dotado de libertad
al encontrarse en el espacio-tiempo, debe poder desprenderse del

1 Pero el cristiano admite que la decisión de Dios es conforme a la


razón humana.
2 En realidad, o esa palabra no tiene sentido, o bien es la N egaivndad
de la cual habla Hegel, y que un Descartes y un Kant tienen en cuenta sin
hablar explícitamente. Pero poca importa.

113
hic et mine, para elevarse por sobre él y tomar posición con
respecto de él. Pero el acto libre se relaciona con el hic et mine;
se efectúa en condiciones determinadas dadas. Es decir, el conte­
nido del hic et mine debe conservarse aun desprendido del hic
et nunc. Pero lo que mantiene el contenido de una percepción
aun desprendida del hic et nunc de la sensación, es precisamente
el Concepto o la Palabra-que-tiene-un-sentido. (Esta mesa está
ligada al hic et nunc; pero el sentido de las palabras: “esta mesa”
está en todas partes y siempre). Por eso todo el mundo está de
acuerdo en decir que sólo un ser que habla puede ser libre.1
En cuanto a Platón, que cree que se puede enseñar la virtud
y enseñarla por la dialéctica, es decir, por el Discurso, es evidente
que para él el acto libre tiene la misma naturaleza que el acto del
conocimiento conceptual; allí no existen según él, más que dos
aspectos complementarios de una sola y misma cosa.
Para Platón, el Concepto es (D) eterno y (2°) se relaciona
con la Eternidad, que está (3“) juera del Tiempo. Aplicando esa
definición del Concepto al acto libre, se llega al siguiente resultado.
Del mismo modo que el Concepto no se relaciona con la
realidad temporal donde reina la doxa, el acto libre es también
imposible en esa realidad. En y por el acto libre, el hombre se
vincula con algo que está juera del Tiempo. Es decir, como
Platón Ib dice en su mito bien conocido: el alma elige su destino
antes del nacimiento. Hay elección, por tanto hay libertad. Pero
esa elección se efectúa juera de la existencia temporal, la cual
está absolutamente determinada en su evolución. Platón adopta
en su mito la idea de la metempsicosis: la elección puede ser reite­
rada, y las elecciones diferentes entre sí. Pero a decir vrdad, esta

1 Hegel invierte, es verdad, ese aserto al decir que sólo un ser libre
puede hablar; pero él también mantiene la conexión estrecha entre el
lenguaje y la libertad.

114
hipótesis no encaja con el conjunto del Sistema platónico, donde
lo no-temporal no admite variaciones. También se llega demasiado
pronto a la concepción (gnóstiea y cristiana) de una elección
única, fijada por el vínculo entre la Etemidad-cxtra-tranporal
(o Dios) y el agente libre. Es la idea del Angel que se decide una
vez por todas y fuera del tiempo propiamente dicho, para o contra
Dios y deviene Angel “virtuoso”, Angel por siempre “caído” o
Diablo.1
De manera general toda esta concepción no llega a explicar
la existencia temporal en tanto que tal. es decir, en tanto que.
Historia. Aquí la Historia es siempre una comedia y no una tra­
gedia : lo trágico es antes o después, en todo caso fuera de la vida
temporal: esta misma vida realiza un programa fijado de ante­
mano y no tiene pues ningún sentido ni valor, tomada en sí misma.
En definitiva, se puede decir aquí: todo Sistema del Saber
absoluto íío-lógico ve en el Concepto una entidad eterna., que se
relaciona con la Eternidad. Y a la inversa, esta concepción del
Concepto, una vez desarrollada, termina necesariamente en un
Saber ico-lógico. Si como en Platón la Eternidad está fuera del
tiempo, el Sistema es rigurosamente mono-teísta y radicalmente
trascendentalista: el ser de Dios es en esencia otro que el ser de
aquel que habla; y ese ser divino es absolutamente uno y único,

1 Esta concepción se aclara también en el dogma del pecado original:


en Adán el hombre integral se decide libremente una vez por todas. Aquí
el acto es en el tiempo; pero no se relaciona con el tiempo; se relaciona
con el eterno mandamiento de Dior, ese Dios está fuera del tiempo. En
cuanto a la libertad del hombre propiamente dicha, es el escollo de toda
teología, y en particular de la teología cristiana. Aun si la elección divina
es una co-operación con el hombre (lo cual es demasiado “herético” ) los
actos humanos están juzgados en bloque por Dios, de modo que la libertad
sigue siendo un acto único, situado fuera del tiempo y relacionado con la
Eternidad.

115
es decir, eternamente idéntico a sí mismo o excluyendo todo
cambio.
Por relación al Mundo natural ese Sistema de una teoría
puramente geométrica, que puede cuanto más operar con la noción
de “movimiento” puramente incorpóreo (como lo hace Descartes),
pero no con la noción de fuerza: esc Sistema admite una cinemá­
tica o foronomía, pero excluye la dinámica. Por tanto, no explica
los fenómenos biológicos, donde el Tiempo es constitutivo. Y con
relación al Mundo humano, ese Sistema explica con rigor la
existencia “angélica” pero priva de sentido y de valor a la vida
histórica, es decir, a la existencia temporal del Hombre.

J16
S É P T IM A CON FERENCIA

NOTA SOBRE LA ETERNIDAD, EL TIEM PO


Y EL CONCEPTO
( Continuación )

He discutido demasiado extensamente la concepción platónica


que corresponde a la posibilidad II, 1, a.
Pasemos ahora a Aristóteles, es decir a la posibilidad II, 1, b.
Aristóteles ha visto las dificultades de Platón. Y al mismo
tiempo ha hecho un gran descubrimiento.
Como Platón, Aristóteles ha definido el Concepto como eterno.
Es decir, que lo ha definido como una relación con otra cosa. Y
esa otra cosa es tanto para él como para Platón, no el Tiempo,
sino la Eternidad. (Sólo hay episteme en el cosmos donde hay
ideas, es decir entidades eternas que tienen la Eternidad por
residencia). Pero Aristóteles ha visto lo que Platón parece no
haber descubierto. O sea, que la Eternidad no está fuera del
Tiempo, sino en e1 Tiempo. Por lo menos existe lo eterno en el
Tiempo.
En efecto, Platón razonaba como sigue: Todos los perros
reales cambian; el concepto “perro” permanece, por el contrario,
idéntico a sí mismo; debe pues relacionarse con una Eternidad
situada fuera de los perros reales, es decir, fuera del Tiempo. (Esa

117
Eternidad es la “idea” de perro, y por consiguiente, en definitiva,
la idea de las ideas.) A lo que Aristóteles respondía: por cierto
el concepto “perro” se relaciona con la Eternidad; pero la Eter­
nidad subsiste en el Tiempo, pues si los perros reales cambian, el
perro real, es decir la especie “perro” no cambia. Siendo eterna
la especie, aun ubicándose en el Tiempo, es posible relacionar el
Concepto con la Eternidad en el Tiempo. Hay pues un Saber
absoluto relativo al Mundo temporal, en la medida en que ese
Mundo implica la Eternidad. En otros términos, Platón ha olvi­
dado que hay en el río de Herádito torbellinos permanentes. Son
los animales y las plantas. El eje eterno e inmutable de los “tor­
bellinos” es el telos o la entelequia y es esa misma entelequia la
que aparece, con relación al Concepto, como la idea del “tor­
bellino” . Pero hay también plantas, y finalmente el Cosmos. Por
tanto, dice Aristóteles: el propio Tiempo es eterno. Es circular,1
pero el círculo se recorre eternamente.12
El Cosmos tiene pues la misma estructura que el animal. El
Sistema Aristotélico da así una explicación de la vida y una con­
cepción biologista del Mundo.
Teológicamente hablando, la concepción que relaciona el
Concepto eterno con la Eternidad en el Tiempo equivale al Poli­
teísmo. Por cierto Aristóteles, está demasiado alejado de la men­
talidad totémica para afirmar que los animales y las plantas son
dioses. Pero cuando dice que las plantas son dioses, está mucho
más de acuerdo con su Sistema que Platón. Pero en definitiva, la
diferencia no es muy importante: monoteísmo o politeísmo, en
ambos casos se trata de un saber leo-lógico. La revolución cósmica
se repite eternamente y sólo porque hay una repetición eterna
existe un Saber absoluto relativo al Cosmos. Pero es una sola y

1 Como en Hegel.
2 Mientras que en Hegel el recorrido es único.

118
misma eternidad la que se manifiesta en y por el retorno eterno
del Tiempo, En otros términos, hay un dios supremo, el Dios
propiamente dicho que mantiene el Cosmos en su identidad y
torna así posible el Saber conceptual, Y esta Eternidad divina,
aun al manifestarse por el curso del Tiempo, difiere esencialmente
de todo lo que está en el Tiempo. El Hombre puede, en rigor,
también hablar de sí, tomado en tanto que especie, cuando habla
de Dios. Entre él, tomado en tanto que individuo histórico y el
Dios eterno del que habla, la diferencia sigue siendo esencial.
Todavía es como en Platón, un Saber absoluto del Beivusstsein
y no del Selbst-Bewusstsein (ya que la especie no tiene Selbst-
Bewusstsein ni tampoco Selbst o Yo personal; cuanto más dice
“nosotros” pero nunca “yo” ).
El Sistema aristotélico explica pues la existencia biológica del
Hombre, pero no su existencia verdaderamente humana, es decir
histórica. Y lo vemos mejor pasando al plano antropológico, es
decir, planteando cí problema de la libertad.
Por cierto que Aristóteles habla de libertad. Pero todo el
mundo habla de libertad. ¡ Hasta Spínoza! Pero si no hacemos
juego de palabras, si tenemos en cuenta la noción verdadera de la
libertad (explicitada en la concepción hegelíana, tal como ha sido
formulada en la Fenomenología del Espíritu}, es menester decir
que el Sistema de Aristóteles es incompatible con ella. En efecto,
sabemos que ese Sistema excluye, por definición, a un Dios creador.
(Por definición, pues Etemidad-en-el-Tiempo significa: eternidad
del Mundo, retorno y retorno eterno). Ahora bien, allí donde no
hay lugar para la acción creadora de Dios, menos habrá para
la acción creadora del Hombre. El Hombre padece la Historia,
pero no la crea: no es libre en el Tiempo. En este punto Aristó­
teles no supera a Platón. Pero su Sistema es aún menos aceptable
que el Sistema platónico, pues aún excluye el acto libre trascen-

119
dente. En efecto, al estar la Eternidad en el Tiempo y el Concepto
eterno relacionado con la Eternidad en el Tiempo, toda posibilidad
de salir juera del Tiempo queda excluida. No se está fuera del
Tiempo sino estando en el Tiempo. Una existencia temporal que
se pudiera elegir fuera del Tiempo sería incognoscible conceptual­
mente, porque no sería eterna en el Tiempo, mientras que el
Concepto no puede relacionarse más que con una Eternidad en
el Tiempo. Abreviando: el Hombre no sabe en qué medida
cambia, y al no saberlo, no es libre (por definición); y en la
medida en que sabe, no cambia y no es libre tampoco, en el
sentido normal de la palabra.
En efecto, tanto para Aristóteles como para Platón, no se
puede tener un Saber absoluto del Hombre sino relacionando al
Hombre con la Eternidad. El alma individual es demasiado pe­
queña para que pueda ser conocida, dice Platón en la República-.
para conocerla es necesario verla en grande, es decir, es menester
contemplar la Ciudad. Pero, para Aristóteles, el Estado eterno de
Platón no es más que una utopía; en verdad todos los Estados
cambian y perecen tarde o temprano, no hay pues Saber político
absoluto relacionado con una de las formas posibles del Estado.
Pero, por suerte, hay un ciclo cerrado en la transformación de los
Estados que se repite eternamente. Ese ciclo puede ser compren­
dido conceptualmente; y hablando de él, se puede captar por
conceptos los diferentes Estados y el Hombre mismo. Por cierto.
Pero si es así, la Historia no tiene nada que ver con lo que hoy
llamamos “Historia”, y en esa Historia el Hombre es cualquier
cosa menos libre.
La variante aristotélica del Sistema platónico, que reemplaza
la geometría por la biología, explica al Hombre en tanto que
individuo histórico y libre, no lo explica tampoco, como lo hacía
Platón, en tanto que Angel caído.

120
Junto a las grandes filosofías ha habido siempre teorías más
o menos bárbaras o barbarizadas. Se ha barbarizado también la
noción platónico-aristotélica del Concepto; ya sea por una nega­
ción vulgar y absurda, ya por una aceptación desfigurante.
La negación vulgar consiste en decir que el Concepto lejos
de ser eterno, es temporal como cualquier cosa existente en el
Tiempo. Es nuestra posibilidad 4, de la cual no hablaré pues
suprime la idea misma del Saber real o verdadero. Es el escepti
cismo o el relativismo, lo que Platón ha denunciado con el nom­
bre de “Sofistica”, lo que Kant ha criticado llamándolo “Empi­
rismo”, y que Husserl ha vuelto a denunciar muy recientemente
con el nombre de “Psicologismo” . No hablemos más de esto.
Digamos más bien algunas palabras respecto de la aceptación,
desfigurante que no es menos absurda, aun siendo menos eviden­
temente absurda. Se continúa diciendo que el Concepto es eterno»
Pero aun siendo eterno, está en el Tiempo; lo que significa, dicen,
que se relaciona con lo que está en el Tiempo, es decir, con lo
Temporal. (No con el Tiempo sino con lo temporal, o sea con
lo que esta en el Tiempo). Y relacionándose con ello se relaciona
con el Tiempo, existiendo, en el Tiempo, antes que lo temporal
propiamente dicho. Es la noción bien conocida del a priori o de'
la “idea innata” que precede a la experiencia.
Es contra ese “apriorismo” (llamado por K ant “dogmatismo” )
que se dirige la célebre primera frase de la Introducción de la
Crítica de la razón pura', no hay ninguna duda, dice allí Kant
aproximadamente, que la experiencia en el tiempo, es decir, la
realidad temporal, precede siempre el concepto que aparece en
el tiempo en tanto que mi Saber. Y, en efecto, no hay ninguna
duda posible a ese respecto. El Apriorismo vulgar no parte de un
pretendido hecho sino para llegar a una concepción verdadera­
mente insostenible: tanto en el plano gnoseológico, como en el

121
plano antropológico (donde entonces se trata el famoso “libre
albedrío” ). Basta desarrollar algo ese Apriorismo para llegar ya
sea al Escepticismo, ya al Relativismo, ya a Kant; ya, en fin,
al retorno a Platón y Aristóteles.
Kant, como todo filósofo digno de ese nombre, sabe muy bien
que no se puede ni definir el Concepto como temporal, ni rela­
cionarlo con lo temporal (lo que por otra parte viene a ser igual).
Para él, como para Platón y Aristóteles, el Concepto es eterno.
Pero al ser eterno, y no la Eternidad, el Concepto debe relacio­
narse con algo y relacionarse en el sentido estricto del término, es
decir, relacionarse con otra cosa que consigo mismo. Pero al ver
las dificultades que encontraron Platón y Aristóteles relacionando
el Concepto eterno con la Eternidad, Kant ha tenido la audacia
inaudita de relacionarlo con el Tiempo (entiéndase, no con lo
temporal, es decir, con lo que está en el Tiempo).
Toda la concepción kantiana se resume en esta célebre frase:
“El concepto sin la intuición es vacío; la intuición sin el concepto
es ciego” .
Pero antes de hablar de esta fórmula kantiana, quiero men­
cionar en dos palabras otra solución del problema, a saber, la de
Spinoza.
Como ya dije, el Sistema de Spinoza es la encarnación per­
fecta del absurdo. (Y por eso cuando se trata de “realizar” su
pensamiento, se experimenta el mismo sentimiento de vértigo que
en presencia de una paradoja de la lógica formal o de la teoría
de los conjuntos).
Mas, cosa curiosa entre todas: el error o el absurdo absoluto
es, y debe ser, tan “circular” como la verdad. Así el Saber abso­
luto de Spinoza (y de Parménides) debe ser simbolizado por un
círculo cerrado (privado de punto central), figura 1. En efecto,
si Spinoza dice que el Concepto es la Eternidad, mientras que
Hegel afirma que es el Tiempo, lo que tienen en común es que el

122
Concepto no es una relación. (O si se quiere, sólo está en relación
consigo mismo.) El Ser y el Pensamiento (conceptual) son una
sola y misma cosa, decía Parménides. El Pensamiento (o el Con­
cepto) es el atributo de la substancia, que no difiere de su atributo,
expresa Spinoza. En los dos casos, esto es, en Parménides-Spinoza
y en Hegel no existe “reflexión” sobre el Ser, es el propio Ser
que reflexiona sobre sí mismo en y por, o —-mejor aún— en
tanto que Concepto. El Saber absoluto que refleja ¡a totalidad
del Ser es tan cerrado en sí mismo, tan “circular” como el propio
Ser en su totalidad: nada hay fuera de esc Saber, como no hay
nada fuera del Ser. Pero hay una diferencia esencial: el Ser-
concepto de Parménides-Spinoza es Eternidad, en tanto que el
Ser-concepto de Hegel es Tiempo. Por consiguiente, el Saber
absoluto espinocista también debe ser la Eternidad. Es decir,
debe excluir el Tiempo. Con otras palabras: no hay necesidad
de tiempo para realizarla; la “Etica” debe ser pensada, escrita y
leída “en un abrir y cerrar de ojos” . Y ese es el absurdo de la
cosa. [Plotino, no obstante, aceptaría esta consecuencia.]
Ese absurdo ya ha sido denunciado por Platón en su “Par­
ménides” . Si el Ser es verdaderamente uno (o más exactamente,
lo U no), es decir, si excluye lo diverso, todo lo diverso y, por
tanto, todo cambio, vale decir, si es la Eternidad que anula al
Tiempo: si el Ser es lo Uno, no se podría hablar, recalca Platón.
En efecto, el Discurso habría debido ser tan uno como el Ser
que revela, y no podría ni tolerar el termino “uno” . Además. . .
En el fondo, se trata siempre del Tiempo. El Discurso debe ser
intemporal: así es que sin tener el tiempo, el hombre no puede
ni pronunciar una sola palabra. Si el Ser es uno, o lo que viene
a ser igual, si el Concepto es la Eternidad, el “Saber absoluto” se
reduce para el Hombre al silencio absoluto.1

1 Platón lo acepta: el Uno es inefable.

123
Digo: para el Hombre., O sea para el ser parlante que vive
en el Tiempo, que tiene necesidad de tiempo para vivir y para
hablar (es decir, para pensar por el Concepto). Pero lo hemos
visto, el Concepto en tanto que tal no está (o por lo menos
no parece estar) necesariamente ligado al Tiempo. El Universo
de los Conceptos o de las Ideas puede ser concebido como un
universo del Discurso: como un Discurso eterno, en donde todos
los elementos coexisten. [Eso dice Plotino.] Y en efecto, pareciera
que existen relaciones no-temporales entre los Conceptos: todos
los teoremas de Euclides, por ejemplo, existen simultáneamente
en el conjunto de sus axiomas. [Y Plotino insiste en ese hecho.]
Habría un Discurso no-temporal.1 La idea del Sistema espinocista
no es pues absurda: es simplemente la idea del Saber absoluto.
Lo que es absurdo, es que ese Sistema esté fabricado por un
hombre, que ha tenido necesidad de tiempo para fabricarlo. Tam ­
bién en Plotino ese Sistema pertenece a la Inteligencia eterna.
O más aún: el Sistema puede existir fuera del Tiempo; pero no
hay acceso a ese Sistema a partir de la existencia temporal. (El
Sistema espinocista es la “Logik” de Ilegel, para la cual no habría
y no podría haber Fenomenología del Espíritu que conduzca a
ella; o bien es el Sistema de Descartes, al cual no se podría acceder
por un “Discurso del Método”.)
La “Etica” está hecha según un método del cual no se puede
dar cuenta en un lenguaje humano. Pues la “Etica” explica todo,
salvo la posibilidad de ser escrita por un hombre que vive en el
tiempo. Y si la Fenomenología del Espíritu explica por qué la
“Logik” aparece en tal momento de la historia y no en otro, la
“Etica” demuestra la imposibilidad de su propia aparición en
cualquier momento del tiempo. Abreviando, la “Etica” no ha

1 Como hay, según la justa observación de Descartes, movimientos no


temporales.

124
K
“Saber absoluto”
(Spinoza y “Teología"'
Hegel) (Platón)

“Ateísmo’'
‘Teología (Hegel)
monoteísta”
(Platón)

“Teología”
(Platón)
“Teología
politeísta”
(Aristóteles)

“Acosmismo”
(Spinoza)
Fig,3.
Fig.S.

“Escepticismo5*
y
“CiUieismo”
(K an t)

Fig. 4. Ffg.7.
podido ser escrita, si es verdadera, sino por el propio Dios; y noté­
moslo bien, por un Dios no encarnado.
Podemos formular la diferencia entre Spinoza y Hegel de
la siguiente manera: Hegel deviene Dios pensando y escribiendo la
“Logik”, o si se quiere, es deviniendo Dios que la escribe o
la piensa. Spinoza, por el contrario, debe ser Dios por toda la
eternidad para poder escribir o pensar su “Etica” . Ahora bien,
si un ser, que deviene Dios en el tiempo no puede ser llamado
“Dios” sino a condición de servirse de ese término como de una
metáfora (correcta, por otra parte), el ser que es Dios desde
siempre es Dios en el sentido propio y estricto de la palabra. Ser
espinocista, es efectivamente reemplazar a Dios Padre (además
sin Hijo) por Spinoza, manteniendo en todo su rigor la noción
de la trascendencia divina; es decir, que Spinoza es el Dios
trascendente que habla, por cierto, a los humanos, pero que les
habla como Dios eterno. Y esto es evidentemente el colmo del
absurdo: tomar a Spinoza en serio, es en efecto ser —o volverse—
loco.
Spinoza como Hegel, identifica al Hombre (es decir, al Sabio)
con Dios. Parece pues que en los dos casos se podría decir indis­
tintamente, que no hay nadie más que Dios, o bien que no hay
nadie más que el hombre. Pero en realidad las dos afirmaciones
no son idénticas, y si la primera es aceptada por Spinoza, sólo la
segunda expresa el pensamiento di' Hegel. Eso es lo que Hegel
quiere decir, expresando que el Sistema de Spinoza no es un pan­
teísmo, sino un a-cosmismo: es el Universo o la totalidad del Ser
reducido sólo a Dios, pero a un Dios sin Mundo y sin hombres.
Y decirlo, es decir que todo lo que es cambio, devenir, tiempo,
no existe para la Ciencia. Pues si de eso se trata en la “Etica”,
no sabemos cómo ni por qué aparecen tales cosas.
Sirviéndonos de nuestros círculos simbólicos podemos repre-

126
sentar la diferencia entre los Sistemas de Hegel y de Spinoza de
la siguiente manera:
Partamos del símbolo del Sistema teísta. Es en su forma pura,
el Sistema de Platón. Pero simboliza a la “posibilidad 2” en
general (Fig. 2). Para Aristóteles se debe inscribir varios pequeños
círculos en el grande a fin de simbolizar la relación de la Eter­
nidad con el Tiempo (Fig. 3 ); pero esos círculos debieran em­
palmarse; en síntesis, volveríamos a encontrar el símbolo platónico
con un pequeño círculo único. (Es decir: todo teísmo verdadera­
mente coherente es un monoteísmo.) En cuanto a Kant, todavía
puede servir el mismo símbolo, pero es necesario dibujar el pe­
queño círculo en línea de puntos, para mostrar que la teología
de Kant no tiene más que el valor del “como si” (Fig. 4). En
conclusión, el símbolo del Sistema teísta vale para todo Sistema
que define el Concepto como una entidad eterna en relación con
otra cosa que ella misma; poco importa que esa otra cosa sea la
Eternidad en el Tiempo o fuera del Tiempo, o el propio Tiempo.
Pero volvamos a Spinoza. Partiendo del Sistema teísta, Hegel su­
prime el pequeño círculo (reducido previamente por sus predece­
sores, a un punto singular) : Fig. 5. Spinoza por el contrario,
suprime el gran círculo: Fig. 6.
El símbolo es pues el mismo en ambos casos: un círculo
cerrado homogéneo. Y esto es importante. Porque vemos que
basta negar que el Concepto sea una relación con otra cosa que él,
para fundamentar el ideal del Saber absoluto, es decir, circular.
Y en efecto, si el Concepto se relaciona con otra realidad, un
Concepto aislado puede ser asegurado como verdad por la inade­
cuación con esa realidad autónoma. En ese caso hay evidencias,
o sea, verdades parciales. Pero si el Concepto es el Ser mismo
revelado, no puede garantizarse como verdadero sino por sí mismo.
La misma demostración no difiere más de aquello que debe ser

127
1

demostrado. Y ello significa que la verdad es un “Sistema”, como


dice Hegel. La palabra “sistema” no se encuentra en Spinoza.
Pero allí está la cosa. Haciendo abstracción del Parménides, es
el único filósofo que ha comprendido que el principio de todo o
nada vale para el Saber: o sabemos todo o no sabemos nada;
pues sólo viendo que se sabe todo, se advierte que se sabe verdade­
ramente algo. Por eso el estudio de Spinoza es tan instructivo, a
pesar del absurdo de su punto de vista. Spinoza plantea la idea
del Saber total, es decir, “sistemático” o sea “circular” . Sólo que
su Sistema es imposible en el Tiempo. Y todo el esfuerzo de
Hegel consiste en crear un Sistema espinocista que pueda ser escrito
por un hombre que vive en el Mundo histórico. Y por eso, aun
admitiendo con Spinoza que el Concepto no es una relación, Hegel
lo identifica no con la Eternidad, sino con el Tiempo. (Ver a ese
respecto, el prefacio de la Fenomenología del Espíritu, p. 19 y
siguientes.)
Veremos más adelante qué significa esto. Por el momento
quiero subrayar una vez más que los símbolos de los dos sistemas
son idénticos. Sólo difieren por su procedencia (que np se advierte
en el dibujo) : supresión del pequeño o del gran círculo. Y esto
corresponde bien con la realidad. Se comprende que un Saber
temporal puede finalmente englobar la totalidad del devenir. Pero
no se comprende que un Saber eterno pueda absorber todo lo que
es en el Tiempo: por la simple razón que nos absorbería a
nosotros mismos. Tal sería el Saber absoluto del Bewusstsein que
habría absorbido completamente al Selbstbewusstsein. Y esto
evidentemente es absurdo.
Me detengo. Para saber qué significa la identificación del
•concepto con la Eternidad, es necesario leer el total de la “Etica” .
Pasemos pues, o volvamos a Kant.
Kant está de acuerdo con Platón y Aristóteles, es decir (contra

128
Parmcnides-Spinoza y Hegel) que el Concepto es una entidad
eterna, en relación con oira cosa que ella misma. Sólo que ese
Concepto eterno se relaciona no ya con la Eternidad, sino con
el Tiempo.
Por otra parte, puede decirse que Kant definió el Coneepto
como una relación precisamente porque ve la imposibilidad del
espinocismo (tal como lo había hecho Platón para evitar la impo­
sibilidad del Eleatismo). Tal vez Kant no leyó a Spinoza, Pero
en la “Deducción trascendental de las Categorías” y en el “Esque­
matismo”, dice por qué es imposible la concepción espinocista del
Saber: es imposible, porque para nosotros, es decir, para el hom­
bre, “el concepto sin intuiciones vacío”.
El Concepto parmenídeo-espinocista (y hegeliano) que no
está en relación con un Ser otro que él, pero que es el Ser que se
revela él mismo a sí mismo, ese Concepto parmenídeo-espinocista
se llama en Kant el “Yo trascendental” o la i‘trascendentale Syn-
thesis der AppercepUon”.
“Trascendental” significa para Kant: lo que. hace posible la
experiencia. Ahora bien, la experiencia por esencia es temporal,
y todo lo que es temporal pertenece al dominio de la experiencia.
“Trascendental” significa pues: aquello que torna posible lo tem­
poral en tanto que temporal. Kant dice que la entidad trascen­
dental es “antes” que el Tiempo o “fuera” del Tiempo. Lo trascen­
dental es “eterno” o como dice el propio Kant, “a priori", es decir
que precede “a lo temporal tomado en tanto que temporal”. Decir
que hay episteme, Saber absoluto, verdad estrictamente verdadera,
es decir, que hay conceptos universal y necesariamente válidos; es
decir conceptos válidos, por una parte, en todo momento del
Tiempo, y por otra, excluyendo al Tiempo de sí (es decir, que
no pueden ser modificados jamás) ; es pues manifestar que hay
conceptos a priori, o sea trascendentales, esto es, eternos.

129
Pero el Concepto eterno (como toda entidad eterna) no es
eterno en y por sí mismo. Es eterno porque proviene de la Eter­
nidad por su origen. Pero el origen del Concepto eterno es el “Yo
trascendental” o la “Síntesis trascendental” . Ese Yo o esa Síntesis
no son eternas■son la Eternidad. La Autoconciencia trascendental
de Kant, es pues la substancia de Parménides concebida como
sujeto espiritual, es decir, Dios, Es la Eternidad real que se revela
ella misma a sí misma en y por el Concepto. Es la fuente de todo
Ser revelado por el Concepto, y la fuente de toda revelación con­
ceptual del Ser, es la fuente eterna de todo Ser temporal.
Solamente, dice Kant, nosotros, hombres, podemos decir del
“Yo trascendental” que es y que es uno; pero es todo lo que
podemos decir. Con otros términos, Kant acepta la crítica plató­
nica de Parménides: si el Concepto es la Eternidad, entonces el
Saber absoluto se reduce a la única palabra o “8v” y no hay
Discurso posible. (Por otra parte, hablando estrictamente, tam­
poco se puede decir del “Yo trascendental” que es y que es uno.
Pues como lo veremos enseguida, no se puede aplicar en ese caso
las categorías del Ser y de la Cantidad. Cuanto más puede decirse
que es “algo” y no Nada; pero no se puede decir que es una
cosa con tales o cuales cualidades; ya que ese Ser, del cual sólo
podemos decir que es, es un Sein, que como lo dirá Hegel, no
difiere del Nickts, de la Nada.)
El Sistema parmenídeo-espinocísta es imposible, dice Kant.
La unidad de la Eternidad esencial autoconsciente tiene doce
aspectos, que son las famosas doce categorías-conceptos. Esos doce
aspectos de la Eternidad son evidentemente eternos; “preceden”
a todo lo que es en el Tiempo, están “antes” del Tiempo; son
pues válidos en todo momento del Tiempo, y al excluir el Tiempo,
no pueden modificarse; son a priori. Pero el error (o la ilusión)
de Parménides-Spinoza consiste en que creían que lo eterno que

130
proviene de la Eternidad revela esa eternidad determinándola,
es decir, calificándola. Para Parménides-Spinoza, los conceptos-
categorías son atributos del Uno que es, pudiendo ser atribuidos
a él. Pero para Kant., no es nada.1
No es nada, porque es imposible. Y al final del parágrafo 16
de la 2^ ed. de la “Crítica de la razón pura” Kant explica por qué.
No sería posible una determinación de la Eternidad por los
conceptos-categorías eternos sino por un Entendimiento {Ver-
stand), “por la Autoconciencia. de lo cual dice allí, sería dada
al mismo tiempo toda la Multiplicidad {das Mannigfaltige)”;
o mejor aún: por un Entendimiento tal, que los objetos de sus
representaciones existen por el solo hecho de la existencia de esas
mismas representaciones; en otros términos, por un Entendimiento
divino ( “arquetipo” ). Pues en efecto, el Ser que, pensándose
a sí mismo, piensa todo cuanto puede ser pensado, y que crea los
objetos pensados por el solo acto de pensarlos, es Dios. Spinoza
tenia razón al llamar “Dios” al 6v-8v de Parménides que coincide
con el Concepto que lo revela. Pero ha cometido el error de olvidar
que sólo Dios puede aplicar ese Concepto a sí mismo. Ya que
para nosotros que no somos Dios, aplicar nuestro Concepto a Dios,
es relacionar el Concepto a otra cosa que a ese Concepto, El
Concepto que es relación, en el sentido lato de la palabra, es decir,
en relación a otra cosa, es, cuanto más, eterno, pero no la Eter­
nidad. Es decir: o la base del espinocismo es falsa (el Concepto
no es la Eternidad) ; o si el Concepto es la Eternidad, sólo Dios
puede hacer espinocismo. Afirmar que no se es Dios y escribir la
“Etica”, significa no saber qué se hace, es hacer algo de lo cual
no se puede rendir cuenta, es hacer algo “absurdo” .
Pero, en principio, según Kant, Dios podría escribir la “Etica” .
1 Para Plotino, no pueden ser atribuidos al Uno. Pero pueden serlo
al Uno-que-es, que para él es la segunda hipóstasis: la inteligencia o el
Cosmos inteligible.

131
Toda la cuestión consiste en saber sí un hombre (Spinoza) puede
ser Dios. Para Kant eso es imposible, porque el Hombre no puede
sacar nada del contenido de su Autoconciencia: tomado en sí
mismo, el Yo humano es un punto sin contenido, un recipiente
vacío, y el contenido (múltiple) debe serle dado (gegeben), debe
venir de otra parte. O lo que es igual: no basta que el Hombre
piense para que haya conocimiento verdadero; además, es nece­
sario hacer que el objeto que piensa el Hombre exista, y que exista
independientemente de su acto de pensarlo. O mejor todavía,
como dice Kant: la Conciencia humana necesariamente tiene dos
elementos constitutivos: el Begrijf o Concepto, y la Anschauung
o la intuición y esta última presentando un contenido (múltiple)
dado al Hombre y no producido por él, o de él, o en él.
El Concepto que tiene un ser que no es Dios es, por tanto,
una relación; en otros términos, puede ser eterno, pero no es la
Eternidad. Y por eso el espinocismo es “absurdo” . Es absurdo
porque Spinoza no es Dios.
Pero aún está la concepción de Platón-Aristóteles, que admite
que el Concepto (humano) es una relación, pero una relación que
se vincula con la Eternidad y no con el Tiempo. Es decir: la
Eternidad (o Dios) implica lo múltiple en su propia unidad, y crea
lo múltiple que revela a través del Concepto. Lo múltiple, al ser
el desarrollo eterno de la Eternidad en sí misma, es él mismo la
Eternidad: es el Universo (múltiple) de ideas-conceptos que no
tiene nada que ver con el Mundo del espacio-tiempo. Pero es la
misma eternidad que se desarrolla en ese Universo; no es nuestro
Concepto, solamente eterno, que lo produce. Por tanto, ese Uni­
verso nos es dado; y nuestro Concepto se refiere a ello. O sea,
nuestro Saber absoluto no es el Saber que Dios tiene de sí mismo;
es el Saber que tenemos de Dios, de un Dios esencialmente distinto
que nosotros, de un Dios trascendente. Es Un Saber teo-Iógíco en

132
el sentido estricto del término, un Saber de la relación del Concepto
eterno con la Eternidad (y no con el Tiempo).
Según K ant también esto es imposible. Por la simple razón
que la relación de lo eterno con la Eternidad debe ella misma
ser eterna o no-temporal, en tanto que nuestro Saber no sólo está
en el Tiempo, sino lo que es más grave, él mismo es temporal:
necesitamos tiempo para pensar.
En principio, dice Kant, puede haber una Intuición (An-
schauung) no espacio-temporal. En principio podemos aplicar los
conceptos-categorías a cualquier multiplicidad dada. Un ser no
divino podría, en principio, desarrollar un Saber absoluto que
revele el Universo no espacio-temporal de las Ideas platónicas.
Pero el ser no-divino que se llama Hombre no lo puede hacer. Si
el espinocismo no es posible sino para Dios, el Platonismo sólo
es posible para una inteligencia no-divina distinta de la inteligencia
humana, para una inteligencia “angélica”, por ejemplo. Pues una
vez más (y este es un hecho irreductible e inexplicable, según
K ant; cf. al final del parágrafo 21): para nosotros humanos, lo
múltiple dado es siempre algo múltiple dado en forma espacio-
temporal.
Sólo podemos pensar a condición que nos sea dado algo
múltiple. Pero lo múltiple debe ser: en su conjunto y en cada
uno de sus elementos. Es pues el Ser uno y único de Parménides
el que debe diferenciarse en un Ser múltiple. Mas para nosotros,
lo idéntico no puede ser diverso sino a condición de ser Espacio
o de ser en el Espacio. [En efecto, dos puntos geométricos idénticos
no pueden diferenciarse entre sí más que por su posición en el
espacio; y el espacio no es otra cosa que el conjunto infinito de
puntos rigurosamente idénticos en cuanto a su carácter intrínseco
(que por otra parte es ausencia de todo “carácter” ) y sin embargo
diferentes unos de otros.] Pero para que allí haya conocimiento

133
hay que identificar lo diverso: todo acto de conocer es una síntesis,
dice Kant, que introduce la unidad en lo múltiple (dado). Sin
embargo para nosotros, lo diverso sólo puede ser idéntico en el
Tiempo o en tanto que Tiempo.1
Por tanto, el conocimiento, es decir la identificación de lo
diverso, no puede efectuarse más que en el Tiempo, porque
la identificación de lo diverso ya es Tiempo. Se supo siempre que
el Concepto humano aparece en cualquier momento del Tiempo;
y sabemos que el Hombre tiene necesidad de tiempo para pensar.
Pero Kant es el primero que ha visto que esto no es accidental,
sino esencial al Hombre. El Mundo donde el Hombre piensa es
necesariamente un Mundo temporal. Y si el pensamiento humano
efectivo se relaciona con lo que es en el Tiempo, el análisis kan­
tiano muestra que el Tiempo es el que hace posible el ejercicio
efectivo del pensamiento. En otros términos, no podemos servirnos
de nuestros conceptos eternos sino a condición de vincularlos con
el Tiempo en tanto que tal, es decir, a condición de “esquemati­
zarlos”, como dice Kant. Por tanto: el “Yo trascendental”, que
es sólo Autoconciencia, es el Dios de Spinoza: y nosotros nada
podemos decir; el “Yo trascendental” , fuente de las categorías-
conceptos que se relacionan con algo múltiple no espacio-temporal,
es decir con Jo múltiple eterno, es el Yo tal como lo concebía la
filosofía platónico-aristotélica o prc-kantiana en general; pero ese
Yo no es humano, ya que puede pensar fuera del Tiempo.12

1 En efecto, identificar el punto A con el punto B, es hacerlo pasar


de A a B; de manera general, identificar dos cosas diferentes, es expresar
que ha cambiado una sola y misma cosa; y el Tiempo es el conjunto
infinito de todas las identificaciones de lo diverso, o sea de todos los
cambios, cualesquiera sean.
2 No basta, como lo hacen Platón o Descartes, geometrizar la física;
seria necesario, además, geometrizar el pensamiento del filósofo que opera
esa geometrización, es decir, excluir el Tiempo de ese mismo pensamiento;
pero esto es imposible. El ideal del “tensor universal” de la Física relati-

134
Unicamente el “Yo trascendental” es origen de categorías esque­
matizadas, o sea de Conceptos relacionados con el Tiempo, que
es el “Yo trascendental” humano, que posibilita el pensamiento
humano efectivo.
El pensamiento humano se efectúa en el Tiempo, y es un
fenómeno temporal. En tanto que tal, es puramente empírico:
es una doxa. Pero para que sea posible aplicar el Concepto
(eterno) a lo temporal en primer término es necesario “esquema­
tizar” el Concepto, es decir, aplicarlo al Tiempo en tanto que tal.
Esta última aplicación se efectúa “antes” del Tiempo o “fuera”
del Tiempo. Es a priori, vale decir, inmodificable y siempre válido.
El Saber absoluto es por tanto el conjunto de relaciones entre el
Concepto (eterno) y el Tiempo; es el conjunto de “Synthetischen
Grundsatze”, o sea la ontología de Kant.
Veamos ahora qué aporta esa concepción kantiana para el
Mundo y para el Hombre.
En el Mundo natural, el Tiempo está representado por el
movimiento. El Concepto temporalizado se relaciona con el movi­
miento real. Y eso que torna posible el Concepto temporalizado,
es decir, el “esquematismo” o la relación con el Tiempo “anterior”
al Tiempo, corresponde a aquello que hace posible el movimiento
real, o sea la fuerza. Decir que el Concepto (eterno) está en
relación con el Tiempo, es enunciar entre otras, una concepción
dinámica de la materia y del Mundo, es decir, una física de las
fuerzas. La filosofía kantiana reencontrará necesariamente la física
newtoniana. Y a la inversa, sí el Mundo es efectivamente tal como

vista moderna es el ideal de un conocimiento no-temporal: todo el conte­


nido seria dado simultáneamente en esta fórmula; sin embargo aun sin ese
tensor es posible, no es más que un guarismo, y no un Discurso; todo pensa­
miento discursivo se desarrolla necesariamente en el Tiempo porque la
atribución del predicado al sujeto ya es un acto temporal.

135

1
sostiene la física de Newton, es menester aceptar la filosofía de
Kant como una verdad dada.
Pero aun dejando de lado el hecho de que el Mundo newío-
niano es tan inhabitable para el Hombre como el Mundo geomé­
trico de Platón, podemos señalar una insuficiencia en la con­
cepción kantiano-newtoniana del Mundo puramente natural. En
efecto, la imposibilidad de relacionar el Concepto con la Eternidad
significa en conclusión la imposibilidad de tener un conocimiento
geométrico absoluto del Mundo. Dicho de otro modo, se niega la
noción del Cosmos, es decir, de la estructura eterna o estática del
Universo natural. Y por tanto, no se explica la existencia de
estructuras eternas en el Mundo: en particular no se puede expli­
car, como lo hace Aristóteles, la especie biológica. De manera
general, no se da razón de la estructura puramente espacial: se
explica por la fuerza el movimiento de planetas, por ejemplo, pero
no la estructura del sistema solar. Y la imposibilidad de explicar
aquí es absoluta: el hecho que en el Mundo real las leyes se
aplican a entidades estables es, para Kant, un '‘azar trascendental”.
Se puede decir que es así y es todo lo que se logra.
Por cierto, Kant desarrolla en la “tercera Crítica” una teoría
del ser viviente. Pero esta teoría no rige sino a la manera de un
“como si”, ya que la tercera “Crítica” carece de equivalente en
el “Sistema”,1 Y lo que vale para el animal en particular, vale
también para el animal en general, es decir, para el Cosmos:
también aquí la cosmología (por otra parte, leibniziana) sólo
tiene un valor “regulativo”. Y lo mismo es para Dios: siendo Dios
la Eternidad, no hay Saber posible relativo a Dios.
En definitiva, si el Saber kantiano es cerrado: total y defini­

1 Esto precisamente porque el conocimiento propiamente dicho parte


de la relación entre el Concepto y el Tiempo, y no entre el Concepto y la
Eternidad.

136
tivo o absoluto, se reencuentra el esquema teísta o platónico de
dos círculos (Fig. 2). Pero al no relacionarse el Concepto con
la Eternidad, el pequeño círculo permanece para siempre pura­
mente hipotético (Fig. 4). Sólo al suprimirlo, se obtiene no ya
el círculo cerrado único de Hegel (Fig. 5) sino el círculo abierto
sin límites fijos del Escepticismo (Fig. 7). En efecto, al estar el
Concepto eterno relacionado con el Tiempo, no hay adecuación
absoluta posible. Cuanto más, es el eterno infinito del Tiempo
el que pude colmar por entero los cuadros de conceptos-categorías
eternos. El pensamiento que es en el Tiempo no llega jamás. Por
eso Kant dice que el Saber absoluto es una “unendliche Aufgabe”,
una tarea infinita.
Veamos ahora qué significa la concepción kantiana en el
plano antropológico.
El Concepto es eterno, pero se relaciona con el Tiempo. Si
el Concepto es eterno, es que hay algo en el Hombre que lo ubica
fuera del Tiempo: es la libertad, vale decir el “Yo trascendental”
tomado en tanto que “Razón práctica” o “Voluntad pura”. Si
hay relación del Concepto con el Tiempo, hay también aplicación
de la “Voluntad pura” a la realidad temporal. Pero en la medida
en que hay concepto a priori (que aquí significa: acto de libertad),
la relación con el Tiempo se efectúa “antes” del Tiempo. El acto
de libertad, aun relacionándose con el Tiempo, está fuera del
Tiempo. Es la famosa “elección del carácter inteligible”. Esa
elección no es temporal, pero determina toda la existencia tem­
poral del Hombre, en la cual no hay libertad.
Vuelve a encontrarse aquí el mito de Platón. Sólo que en
Platón, el Concepto se relaciona con la Eternidad, mientras que
en Kant, se relaciona con el Tiempo. Y esta diferencia se traduce
por el hecho de que la “elección trascendental” no se efectúa,
como Platón, en vista de lo que el Hombre es (o “ha sido” fuera

137
del Tiempo, sino en vista de lo que es (o “será” ) en el Tiempo.
En Platón se trata de una afirmación, en Kant de una negación.
Allá se trata de devenir en el Tiempo lo que se es eternamente'
aquí de no ser eternamente lo que se ha devenido en el Tiempo;
allá, aceptación de la Naturaleza eterna, aquí negación de la Natu­
raleza temporal. O mejor, allá, libertad del Angel que adhiere
a Dios o se separa; aquí, libertad del Hombre caído que niega su
pecado en un acto único extratemporal.1
Aquí, como en la descripción del Mundo natural, hay un
progreso. Pero aquí como allá, hay una insuficiencia irreductible.
El Hombre como ser histórico continúa siendo inexplicable: no se
comprende ni el Mundo de cosas concretas en donde vive, ni la
Historia que crea por actos libres temporales.
En definitiva llegamos al siguiente resultado.
La posibilidad (I) está excluida, porque es irrealizable para
el Hombre. La posibilidad (IV) lo está igualmente, porque su­
prime la idea misma de una verdad en el sentido lato del término.
La posibilidad (II) da explicaciones parciales. Pero en ninguna
de las tres variantes se llega a explicar la Historia, es decir al
Hombre tomado en tanto que creador libre en el Tiempo; en
todo caso, si en la variante kantiana o “criticista” se puede hablar
con rigor de una evolución histórica infinita, es imposible arribar
a un Saber absoluto relativo a la Historia y por tanto al Hombre
histórico.
En consecuencia, si la filosofía quiere llegar a un Saber
absoluto relativo al Hombre, tal como lo concebimos actualmente,
debe aceptar la posibilidad ( III). Eso ha hecho Hegel, diciendo
que el Concepto es el Tiempo. Se trata de ver qué es lo que
significa.
1 Exactamente así es necesario concebir el acto cristiano: puesto que
tiene que ser compatible con la gracia divina eterna, el acto cristiano debe
ser “trascendental”.

138
O ctava c o n f e r e n c ia

NOTA SOBRE LA ETERNIDAD, EL TIEM PO


Y EL CONCEPTO
( Continuación y final}

Con Hcgel pasamos a la tercera posibilidad: la que identifica


el Concepto y el Tiempo.
En los albores de la filosofía, Parménides identificó el Con­
cepto con la Eternidad. El Tiempo no tenía entonces nada que
ver con el Concepto, con el Saber absoluto, la epistema o la verdad,
con el Hombre; en fin, en la medida en que éste, por ser portador
del Concepto, es la existencia empírica del Saber en el Mundo
temporal. Además, esta existencia temporal del Concepto en el
Mundo es inexplicable desde el punto de vista de Parménides.
Para él, la existencia temporal del Hombre es tan inexplicable
como para Spinoza, que también identifica el Concepto con la
Eternidad.
Con Platón la existencia del Hombre deviene necesaria para
el Saber. El conocimiento verdadero, es decir, el Concepto, es
ahora una relación. El Saber absoluto implica pues necesaria­
mente dos elementos, y uno de ellos puede ser llamado con rigor
“Hombre”. Pero el Concepto es eterno, y se relaciona con la
Eternidad situada fuera del Tiempo. Lo Eterno, por cierto, no

139
es la Eternidad. El Concepto eterno es otra cosa que la Eternidad'
y está ya —si es que puede decirse— más cerca del Tiempo que
el Concepto parmenídeo-espinocista. Mas no siendo la Eternidad,
por lo menos se relaciona con la Eternidad y la Eternidad con
la que se relaciona nada tiene que ver con el Tiempo.
Sólo en Aristóteles el Tiempo penetra en el Saber absoluto..
La Eternidad con la cual se relaciona el Concepto (eterno) ahora
está situada en el Tiempo. Pero el Tiempo no se introduce en
el Saber absoluto sino en la medida en que el propio Tiempo
es eterno (“eterno retorno” ).
Kant es el primero en romper con esta concepción pagana y
en tener en cuenta, en la propia metafísica, la antropología judeo-
cristiana prefilosófica de la Biblia y de la Epístola a los Romanos,
que es la antropología del Hombre histórico dotado de “alma”
inmortal. Para Kant, el Concepto —aun siendo eterno— se rela­
ciona con el Tiempo tomado en tanto que Tiempo.
No queda sino una sola posibilidad de ir más lejos respecto
del acercamiento entre el Concepto y el Tiempo. Para ir más
allá y para evitar las dificultades de concepciones anteriores, se
debe identificar el Concepto y el Tiempo. Así lo hace Hegel y ése-
es su mayor descubrimiento, lo que hace de él un gran filósofo,,
un filósofo de la jerarquía de Platón, de Aristóteles y de Kant.
Hegel es el primero en identificar el Concepto y el Tiempo.
Y, cosa curiosa, lo expresa con precisión, en tanto que en los demás-
filósofos en vano se buscarían las fórmulas explícitas de las que
me he servido en mi exposición esquemática. Hegel ya lo decía en
el Prefacio de la Fenomenología del Espíritu, donde se encuentra
la frase paradójica que cité: Was die Zeit b e t r i f f t s o ist sie der
daseinende Begriff selbst"; “En lo que concierne al Tiempo, el
propio Concepto es el que existe empíricamente” . Y lo repite
de manera textual en el Capítulo V III.

140
Esta afirmación marca un hito extremadamente importante
en la historia de la filosofía. Si prescindimos de Parménides-
Spinoza, se puede decir que existen dos grandes períodos en esta
historia: el que va de Platón a Kant, y el que comienza con Hegel.
Y ya dije (por supuesto, sin poderlo demostrar) que los filósofos
que no identifican el Concepto y el Tiempo no pueden dar cuenta
de la Historia, esto es, de la existencia del hombre que cada uno de
nosotros cree ser, o sea del individuo libre e histórico.
La reforma introducida por Hegel tenía entonces por fin
principal el deseo de dar cuenta del hecho de la Historia.
En su plano fenomenológico, la filosofía (o más exactamente
la “Ciencia” ) de Hegel describe la existencia del Hombre que se
observa vivir en un Mundo donde sabe que es un individuo libre
e histórico, Y en su plano metafísico, esa filosofía nos dice cuál
debe ser el Mundo donde el Hombre puede aparecer de esa ma­
nera. En fin, en el plano ontológico, se trata de ver cuál debe ser
el Ser mismo para poder existir en tanto que tal Mundo. Y Hegel
responde diciendo que esto sólo es posible si el Concepto real (es
decir, el Ser que se revela él mismo a sí mismo por un Discurso
que existe empíricamente) es Tiempo.
Toda la filosofía o “Ciencia” de Hegel puede por tanto ser
resumida en la citada expresión: “El tiempo es el concepto mismo
que está ahí en la existencia empírica”, es decir, en el Espacio
real o el Mundo.
Mas, por supuesto, no basta haber leído esta afirmación para
saber qué es la filosofía hegeliana; como no basta decir que el
Concepto eterno se relaciona con el Tiempo para saber qué es la
filosofía de Kant, por ejemplo. Es necesario desarrollar esas fór­
mulas condensadas. Y desarrollar la fórmula por completo, es
reconstruir el conjunto de la filosofía en cuestión (suponiendo que

141
su autor no se haya equivocado en su desarrollo de la fórmula
fundamental).
Naturalmente, no puede tratarse de reconstruir aquí el con­
junto de la filosofía hegeliana a partir de la identificación del
Concepto que existe empíricamente y del Tiempo. Debo conten­
tarme con hacer algunas observaciones del todo generales, análogas
a las que hice al hablar de otras concepciones de la relación entre
el Concepto y el Tiempo.
La filosofía de Hegel tiene por fin dar cuenta del hecho de
la Historia. De ello puede deducirse que el Tiempo que identifica
con el Concepto es el Tiempo histórico, el tiempo en el cual se
desarrolla la historia humana, o mejor aún, el Tiempo que se
realiza (no en tanto que movimiento de los astros por ejemplo,
sino) en tanto que Historia universal.1
En la Fenomenología del Espíritu, Hegel es muy radical. En
efecto, dice (al final del antepenúltimo párrafo del libro y al
comienzo del último (pág. 563), que la Naturaleza es Espacio,
en tanto que el Tiempo es Historia. Dicho de otro modo: no hay
Tiempo natural, cósmico; no hay Tiempo sino en la medida en
que hay Historia, vale decir, existencia humana, o sea existencia
parlante. El hombre que, en el curso de la historia, revela el Ser
por su 'Discurso, es el “Concepto existiendo-empíricamente” (der
daseiende Begriff), y el Tiempo no es otra cosa que ese Concepto.
Sin el Hombre, la Naturaleza sería Espacio y sólo Espacio. El
Hombre sólo está en el Tiempo, y el Tiempo no existe fuera del
Hombre; el Hombre es pues el Tiempo, y el Tierhpo es el Hombre,
esto es, el “Concepto que está ahí en la existencia empírica”
espacial de la Naturaleza (der Begriff der da ist).

1 Identificar el Tiempo y el Concepto vuelve pues a comprender la


Historia como historia del Discurso humano que revela al Ser. Y sabemos
que, efectivamente para Hegel, el Tiempo real, o lo que es igual, la
Historia universal es en resumen historia de la filosofía.

142
Mas en otros escritos Hegel es menos radical. Admite la
existencia de un Tiempo cósmico y de un Tiempo histórico.1 Pero
al hacerlo Hegel identifica el Tiempo cósmico con el Tiempo
histórico.12
Sin embargo, poco importa por el momento. Si Hegel iden­
tifica los dos Tiempos, si no admite más que un solo Tiempo,
podemos aplicar al Tiempo histórico (que es el único que aquí
interesa) todo lo que dice del Tiempo en general.
Pero, cosa curiosa, el texto decisivo sobre el Tiempo se encuen­
tra en la “Filosofía de la Naturaleza” de la Jenertser Realphilo-
sophie. Ese texto ha sido traducido y comentado por Koyré en
un artículo nacido de sus Cursos sobre ios escritos juveniles de
Hegel; artículo decisivo que es la fuente y la base de mi inter­
pretación de la Fenomenología del Espíritu. Me contentaré aquí
con reproducir en breves palabras, los principales resultados impli­
cados en el análisis de Koyré.
El texto en cuestión pone en evidencia que el Tiempo que
Hegel ha tomado en cuenta es el Tiempo que para nosotros, es el
Tiempo histórico (y no biológico o cósmico). En efecto, ese
Tiempo está caracterizado por la primacía del Porvenir. En el
Tiempo que consideraba la Filosofía pre-hegeliana, el movimiento
iba del Pasado hacia el Porvenir, pasando por el Presente.3 En

1 En efecto, quizá no se pueda prescindir del Tiempo en la Naturaleza,


porque es probable que por lo menos la vida (biológica) sea un fenómeno
esencialmente temporal.
2 Ese es, a mi modo de ver, su error básico, pues si la vida es un
fenómeno temporal, el Tiempo biológico tiene por cierto otra estructura
que el Tiempo histórico o humano; toda la cuestión está en saber cómo
coexisten esos dos Tiempos y probablemente coexisten con un Tiempo
cósmico o físico, que difiere de ambos por su estructura.
3 Tal vez el Tiempo donde priva el Presente sea el Tiempo cósmico o
físico, en tanto que el Tiempo biológico estaría caracterizado por la pri­
macía del Pasado. Parece que el objeto físico o cósmico no es más que una
simple presencia (Gegencuart) en tanto que el fenómeno biológico funda-

143
el Tiempo del que habla Hegel, por el contrario, el movimiento
se engendra en el Porvenir y va hacia el Presente transitando por
el Pasado: Porvenir —> Pasado —» Presente (—» Porvenir). Y esa es
la estructura propia del Tiempo específicamente humano, es decir,
histórico.
En efecto, consideremos la proyección fenomenológica (esto
es, antropológica) de ese análisis metafísica del Tiempo.*1
El movimiento que engendra el Porvenir, es el movimiento
que nace del Deseo. Entiéndase del Deseo específicamente hu­
mano, es decir, del Deseo creador, o sea del Deseo que se dirige
hacia una entidad que no existe en el Mundo natural real y que
no ha existido en él. Sólo entonces puede decirse que el movi­
miento se engendra por el Porvenir: porque el Porvenir, es preci­
samente lo que no es (aún) y lo que no ha sido (ya). Pero,
sabemos que el Deseo no puede dirigirse a una entidad absoluta­
mente no existente sino a condición de dirigirse hacia otro Deseo
tomado en tanto que Deseo. En efecto, el Deseo es la presencia
de una ausencia: tengo sed porque hay ausencia de agua en mí.
Es pues la presencia de un porvenir en el presente: el acto futuro
de beber. Desear beber, es. desear algo que es (agua) : es pues
actuar en función del presente. Pero actuar en función del deseo
de un deseo, es actuar en función de lo que no es (aún), es decir,
en función del porvenir. El ser que así actúa está por tanto en un
Tiempo donde priva el Porvenir. Y a la inversa, el Porvenir sólo

mental probablemente es la M emoria en el sentido amplio, y que el fenó­


meno específicamente humano sin ninguna duda es el Proyecto. Pudiera ser
además, que las formas cósmicas y biológicas del Tiempo no existieran en
tanto que Tiempo sino por relación al Hombre, es decir, al Tiempo
Histórico.
1 En el plano ontológico, se trataría de estudiar las relaciones entre
la Tesis = Identidad, la Antítesis = Negatividad y la Síntesis = Totalidad.
Pero no hablaré de ello.

144
puede privar si hay, en el Mundo (espacial) real, un ser capaz
de actuar de esta manera.
Sin embargo, en el Capítulo IV de la Fenomenología del
Espíritu, Hegel muestra que el Deseo dirigido hacia otro Deseo
es necesariametne el Deseo del Reconocimiento que —al oponer
el Amo al Esclavo— engendra la Historia y la mueve (en tanto
que no es definitivamente suprimido por la Satisfacción). Por
tanto, al realizarse el Tiempo donde priva el Porvenir engendra
la Historia, que dura tanto como dura ese Tiempo; y ese Tiempo
no dura más de lo que dura la Historia, es decir, en tanto que se
efectúan los actos humanos cumplidos en vista del Reconoci­
miento social.
Pero si el Deseo es la presencia de una ausencia, tomado en
tanto que tal, no es una realidad empírica: no existe de manera
positiva en el Presente natural, o lo que es igual, espacial. Por
el contrario, es como una laguna o un “hueco” en el Espacio:
vacío, nada. (Y es, por así decir, en ese “hueco” donde el Porvenir
puramente temporal viene a alojarse en el seno del Presente
espacial). Por tanto, el Deseo que se relaciona con el Deseo, no
se relaciona con nada. “Realizarlo” entonces, es no realizar nada.
Relacionándose sólo con el porvenir no se llega a una realidad, y
por consiguiente, no se está realmente en movimiento. Por otra
parte, si se afirma o acepta la realidad presente (vale decir,
espacial) no se desea nada; no se relaciona pues con el porvenir,
no se supera el Presente, y por consiguiente tampoco se mueve.
En consecuencia: para realizarse, el Deseo debe relacionarse con
una realidad, pero no puede hacerlo de manera positiva. Debe
pues relacionarse negativamente. El Deseo es por fuerza el deseo de
negar lo dado real o presente. Y la realidad del Deseo procede

145
de la negación de la realidad dada.1 Pero lo real negado, es lo real
que ha dejado de ser: es lo real pasado, o el Pasado real. El Deseo
determinado por el Porvenir no aparece, en el Presente, como una
realidad (es decir, en tanto que Deseo satisfecho) sino a condición
de haber negado algo real, esto es, algo Pasado. La manera en la
que el Pasado ha sido (negativamente) formado en función del
Porvenir, es lo que determina la calidad de lo real Presente. Y
únicamente el Presente así determinado por el Porvenir y el Pasado
es un Presente humano o histórico.12 Por tanto, de manera general:
el movimiento histórico nace del Porvenir y pasa por el Pasado
para realizarse en el Presente o en tanto que Presente temporal.
El Tiempo que toma en cuenta Hegel es por consiguiente, el
Tiempo humano o histórico: es el Tiempo de la Acción consciente
y voluntaria que realiza en el presente, un proyecto para el por­
venir, formándose dicho proyecto a partir del conocimiento del
Pasado.3

1 El deseo de beber es una ausencia de agua; pero la calidad de ese


deseo (la sed) está determinada no por la ausencia en tanto que tal, sino
por el hecho de que es una ausencia de agua (y no de otra cosa) y ese
deseo se realiza por la “negación” del agua real (en el acto de beber).
2 En efecto, decimos que un momento es “histórico” cuando la acción
que se efectúa, se hace en función de la idea que el agente se forma del
porvenir (es decir, en función de un Proyecto) : se decide una guerra
por venir, etc.; se obra pues en función del porvenir. Pero para que el
momento sea verdaderamente “histórico” es necesario que haya cambio;
es menester, en otros términos, que la decisión sea negadora con relación
a lo dado: decidiéndose en favor de la guerra por venir se decide contra
la paz reinante. Y mediante la decisión por la guerra futura se transforma
la paz en pasado. Pero el acto histórico presente provocado por la idea
del porvenir (por el Proyecto), está determinado por ese pasado que él ha
creado: si la paz es segura y honorable, la negación que se relega en
pasado es el acto de un loco o de un criminal; si es humillante, su negación
es un acto digno de un hombre de Estado, etc.
3 Tomemos como ejemplo de un “momento histórico” la anécdota
célebre del “Rubicón”. ¿Qué hay en el presente propiamente dicho?
U n hombre se pasea por la noche a la orilla de un pequeño rio. Dicho en

146
Trátase pues del Tiempo histórico, y Hegel dice que ese
“Tiempo es el propio concepto que existe-empíricarnente”. Deje­
mos de lado por el momento el término “Concepto” . Hegel dice
que el Tiempo es una X, algo que existe-empíricamente. Pero se
puede deducir esa afirmación del propio análisis de la noción
liegeliana de Tiempo (histórico). El Tiempo donde prevalece el
porvenir no puede realizarse, no puede existir sino a condicióni

i liras palabras, algo en extremo trivial, nada de “histórico” . Pues aunque


rl hombre en cuestión fuera César, el acontecimiento no tendría nada de
“histórico” si César se paseara así solo a causa de un insomnio cualquiera.
El momento es “histórico” porque el paseante nocturno piensa en un golpe
do Estado, en la guerra civil, en la conquista de Roma y en la dominación
mundial. Y notémoslo bien: porque él tiene el proyecto de hacerlo, pues
todo está aún en el porvenir. El acontecimiento en cuestión no sería pues
“histórico” si no hubiera una presencia real ( Gegenwart) del porvenir en
el Mundo real (primeramente en el cerebro de César). El presente es “his­
tórico” sólo porque hay en él una referencia al porvenir, o más exactamente
porque es una función del porvenir (César se pasea porque piensa en el
porvenir). Y es en ese sentido que se puede hablar de una primacía del
porvenir en el Tiempo histórico. Pero esto no basta. Supongamos que el
paseante sea un adolescente romano que “sueña” con la dominación mun­
dial, o un “megalómano” en el sentido clínico de la palabra, que alienta
un “proyecto”, por otra parte, idéntico al de César. De pronto el paseo
deja de ser un “acontecimiento histórico”. Lo es únicamente porque es
César, paseándose, quien piensa en su proyecto (o se “decide”, es decir,
transforma una “hipótesis” sin relación precisa con el Tiempo real en un
“proyecto de porvenir” concreto). ¿Por qué? Porque César tiene la posi­
bilidad (pero no la certidumbre, pues entonces no habría porvenir propia­
mente dicho, ni verdadero proyecto) de realizar sus planes. Pero esa
posibilidad es todo su pasado y sólo su pasado el que la asegura. El pasado,
vale decir, el conjunto de acciones de lucha y de trabajo efectuados en el
presente en función del proyecto, esto es, del porvenir. Es ese pasado lo que
distingue el “proyecto” de un simple “sueño” o de una “utopía”. Por
consiguiente, sólo hay un “momento histórico” donde los presentes se
organizan en función del porvenir, a condición de que el porvenir penetre
en el presente no de manera inm ediata (unm ittelbar, en el caso de la
utopía), sino al estar mediatizada (V erm ittelt) por el pasado, o lo que
es igual, por una acción ya cumplida. 1

147
de negar o destruirse. Por tanto, para que haya Tiempo, en nece­
sario que haya otra cosa además del Tiempo. Desde luego, esa
otra cosa es el Espacio (de algún modo, el lugar de la detención).
Por consiguiente, no hay Tiempo sin Espacio; el Tiempo es algo
que está en el Espacio.1 El Tiempo es la negación del Espacio
(de la diversidad); pero si es algo y no nada, es porque es la
negación del Espacio. Mas no se puede negar en verdad sino
lo que existe realmente, vale decir, lo que resiste. Pero el Espacio
que resiste es pleno: es la materia extensa, es el Espacio real,
vale decir el Mundo natural. El Tiempo debe existir en un
Mundo; es entonces algo que “ist da”, como expresa Hegel, que
está ahí en el Espacio, y que está ahí en el Espacio empírico, esto
es, en un Espacio sensible o en un Mundo natural. El Tiempo
destruye ese Mundo dejándolo caer a cada instante en la nada del
pasado. Pero el Tiempo no es otra cosa que esa destrucción
del Mundo; y si no hubiera Mundo real que se destruyera, el
Tiempo sólo sería nada pura: no habría Tiempo. El tiempo que es,
es pues algo que “existe empíricamente”, o lo que es igual, que
existe en un Espacio real o en un Mundo espacial.
Pero, hemos visto que la presencia del Tiempo (donde pre­
valece el Porvenir) en el Mundo real se llama Deseo (dirigido
sobre otro Deseo) y que ese Deseo es un Deseo específicamente
humano, y la Acción que lo realiza, el Ser mismo del Hombre. La
presencia real del Tiempo en el Mundo se llama Hombre. El
Tiempo es el Hombre y el Hombre es el Tiempo.
En la Fenomenología del Espíritu Hegel no lo dice textual­
mente porque ha evitado la palabra “hombre”. Mas en las Con­
ferencias, de Jena dice: “Geist ist Zeit”, “el Espíritu es Tiempo”.

1 Ya dije que el Deseo, es decir el Tiempo, es un “hueco” ; mas para


que haya un “hueco” es menester que haya un espacio donde exista el
hueco.

148
!Yn> en ITegel “Espíritu” significa (y sobre todo es ese contexto)
“Espíritu humano” u Hombre, en particular Hombre colectivo, o
sra, el Pueblo o el Estado, y en síntesis, el Hombre integral o la
humanidad en la totalidad de su existencia espacio-temporal, es
decir, la totalidad dei la Historia universal.
El Tiempo (se entiende: el Tiempo histórico, con el ritmo:
Porvenir-» Pasado -» Presente) por tanto, es el Hombre en su
realidad integral empírica, o lo que es igual, espacial: el Tiempo
es la Historia-del-Hombre-sin-el-Mundo. Y en efecto, sin el Hom­
bre no habría Tiempo en el Mundo; la Naturaleza que no alber­
gara al Hombre sólo sería un Espacio real. El animal, por cierto,
también tiene deseos, actúa en función de sus deseos, negando la
realidad: come y bebe, como lo hace el hombre. Pero los deseos
del animal son naturales; se dirigen hacia lo que es, y están deter­
minados por lo que es; la acción negadora que se efectúa en
función de esos deseos no puede negar esencialmente, no puede
cambiar la esencia de lo que es. El Ser en su conjunto, es decir
en su realidad, no es modificado entonces por sus deseos “natu­
rales”, no cambia en esencia en función de ellos: permanece
idéntico a sí mismo y es así Espacio y no Tiempo. Un animal,
por cierto, transforma el aspecto del Mundo natural donde vive,
pero muere y da a la tierra lo que le ha tomado. Y puesto que
su primogenitura lo repite idénticamente, los cambios que opera
en el Mundo también se repiten. Y la Naturaleza en el conjunto
sigue siendo lo que es.12 Por el contrario, el Hombre transforma
el Mundo fundamentalmente por la Acción negadora de sus
Luchas y de su Trabajo, Acción que nace del Deseo humano

1 En cuatro dimensiones.
2 Si hay tiempo, es el Tiempo biológico, el Tiempo circular de Aristó­
teles; es la Eternidad en el Tiempo: es el Tiempo en que todo cambia para
seguir siendo la misma cosa.

149
no-natural dirigido hacia otro Deseo, vale decir, algo que en
verdad no existe en el Mundo natural.1 Sólo el Hombre crea y
destruye en esencia en función de la idea que se hace del Porvenir.
Y la idea del1Porvenir aparece en el presente real en forma de un
Deseo dirigido hacia otro Deseo, o lo que es igual, de un Deseo
de Reconocimiento social. Pero la Acción que nace de ese Deseo
engendra la Historia. No hay pues Tiempo sino donde hay
Historia.
Por tanto: “die Zeit ist der daseiende Begriff selbst” significa:
el Tiempo es el Hombre-en-el-Mundo y su Historia real. Mas
Hegel también afirma: “Geist ist Zeit”. Es decir, el Hombre es
Tiempo. Y acabamos de exponer lo que esto significa: el Hombre
es Deseo dirigido hacia otro Deseo; o lo que es igual, Deseo de
Reconocimiento; o sea Acción negadora efectuada con el fin de
satisfacer ese Deseo de Reconocimiento; es Lucha sangrienta por
Reconocimiento; o sea Acción negadora efectuada con el fin
de satisfacer ese Deseo de Reconocimiento; es Lucha sangrienta
por el prestigio; en síntesis, relación de Amo y Esclavo; vale decir,
Trabajo, evolución histórica que llega finalmente al Estado uni­
versal y homogéneo y al Saber absoluto que revela al Hombre
integral realizado en y por ese Estado. En definitiva, decir que
el Hombre es Tiempo, es decir todo lo que Hegel expresa del
Hombre en la Fenomenología del Espíritu. Y es decir también
que el Universo existente y el propio Ser, deben ser tales, que el
Hombre asi concebido sea posible y pueda realizarse. La frase que
identifica el Espíritu y el Tiempo resume pues toda la filosofía
de Hegel, así como las otras fórmulas esquemáticas enumeradas

1 Así, el olivo del tiempo de Pericles es el “mismo” olivo del tiempo


de Venízelos; pero la Grecia de Pericles es un pasado que jamás vuelve a
ser presente, y Venízelos representa con relación a Pericles un porvenir que
aún, jamás ha sido pasado.

150
ron precedencia resumen toda la filosofía de un Platón, de un
Aristóteles, etc.
Pero en esas fórmulas esquemáticas se trataba del Concepto.
Ahora bien, el propio Hegel no dice sólo: “Geist ist Zeit” sino
u n “die Zeit ist der Begriff der da ist”.
ji

Por cierto, son éstas dos maneras diferentes de decir lo mismo.


Si el Hombre es Tiempo y si el Tiempo es el “Concepto existente-
empírieamente” puede decirse que el Hombre es el “Concepto
que existe-empíricamente”. Y en efecto lo es, pues al ser el único
ser parlante en el Mundo, es el Logos (o Discurso) encamado,
el Logos devenido carne y que de tal manera existe como una
realidad empírica en el Mundo natural. El Hombre es el Dasein
del Begriff, y el “Concepto que existe empíricamente” es el
Hombre. Por tanto, decir que el Tiempo es el “Concepto que
existe-empíricamente”, es decir que el Tiempo es el Hombre a
condición de concebir al Hombre como Hegel lo hace en la
Fenomenología del Espíritu. Todo lo que Hegel dice del hombre
en la Fenomenología, en consecuencia, también vale para el
Tiempo. Y a la inversa, todo lo que puede decirse de la “apari­
ción” (Erscheinung) o de la “Phanomenologia” del Tiempo (esto
es, del Espíritu) en el Mundo, Hegel lo expresa en la Fenomeno­
logía del Espíritu.
Por tanto, para comprender la identificación paradójica del
Tiempo y del Concepto, es menester conocer el conjunto de la
Fenomenología del Espíritu. Por una parte es necesario saber que
el Tiempo del que se trata, es el Tiempo humano o histórico, o
sea, el Tiempo donde prevalece el Porvenir que determina el
Presente y que transita por el Pasado; y por la otra, cómo define
Hegel el Concepto.1

1 El Concepto hegeliano está identificado con el Tiempo hegeliano.


No podemos identificar el Concepto pre-hegeliano con el Tiempo pre-

151
Me queda por recordar brevemente qué es para Hegel el
Concepto, el Begriff.
En el Capítulo V II de la Fenomenología del Espíritu, Hegel
ha dicho que toda comprensión conceptual (Begreifen) equivale
a una muerte. Recordemos sus consideraciones.
En tanto que el Sentido (o la Esencia, el Concepto, el Logos,
la Idea, etc.) está encarnado en una entidad que existe empírica­
mente, ese sentido o esa Esencia, así como esa entidad, viven. En
tanto que, por ejemplo, el sentido (o la Esencia) “perro” está
encamado en una entidad sensible, ese Sentido (Esencia) vive:
es el perro real, el perro viviente que corre, bebe y come. Pero
cuando el sentido (la Esencia) “perro” pasa a la palabra “perro”,
es decir, deviene Concepto abstracto que es diferente de la realidad
sensible que revela por su Sentido, el Sentido (La Esencia) muere:
la palabra “perro” no corre, no bebe, no come; el sentido (la
Esencia) deja de vivir en él; esto es, muere. Y por ello la com­
prensión conceptual de la realidad empírica equivale a una muerte.
Bien sabe Hegel, por cierto, que no hay que matar a un perro para
comprenderlo según su Concepto, vale decir, para nombrarlo o
definirlo, y que no es menester esperar a que muera para poder
hacerlo.1 Dice Hegel, sólo si el perro no fuera mortal, vale decir
esencialmente finito o limitado en cuanto a su duración, no
podría desprenderse de él su Concepto, o lo que es igual, no se
podría hacer pasar a la palabra no-viviente el Sentido (la Esencia)
que está encarnada en el perro real; en la palabra (dotada de
sentido), o sea en el Concepto abstracto, en el Concepto que
existe no en el perro (que lo realiza) sino en el hombre (que lo
piensa), esto es, en otra cosa que en la realidad sensible que

hegeliano; ni el Concepto hegeliano con el Tiempo pre-hegeliano, ni el


Concepto prehegeliano con el Tiempo hegeliano.
1 Observemos no obstante, que una comprensión conceptual o “cientí­
fica” del perro lleva en realidad, tarde o temprano, a su disección.

152
el concepto revela por su sentido. El Concepto “perro” que es mi
Concepto (de perro), el Concepto que por tanto, es otra cosa que
el perro viviente y que se relaciona con un perro viviente como
con una realidad exterior, ese concepto abstracto sólo es posible
si el perro es esencialmente mortal. Es decir: si el perro muere o
se destruye cada instante de su existencia. Mas ese perro que se
destruye a cada instante, es precisamente el perro que dura en
el Tiempo, que cada instante deja de vivir o de existir en el
Presente, para destruirse en el Pasado, o destruirse en tanto que
Pasado.1 Si el perro fuera eterno, si existiera fuera del Tiempo o
sin el Tiempo, el Concepto “perro” jamás estaría separado del
propio perro. La existencia-empírica (Dasein) del Concepto
“perro” sería el perro viviente, y no la palabra “perro” (pensada
o pronunciada). Por consiguiente no habría Discurso (Logos) en
el Mundo; y puesto que el Discurso que existe-empíricamente es
sólo el Hombre (que habla, por cierto) no habría Hombre en el
Mundo. El Concepto-palabra se desprende del hic et nunc sen­

1 Por tanto: para Aristóteles sólo hay un concepto “perro” porque no


hay un perro real eterno, a saber, la especie “perro” que está siempre en
el presente; para Hegel, por el contrario, sólo hay un concepto “perro”
porque el perro real es una entidad temporal, vale decir, una entidad
esencialmente finita o “mortal”, una entidad que se destruye cada instante;
y el Concepto es el ahora permanente de esa destrucción de lo real espa­
cial, y dicha destrucción es otra cosa que el Tiem po. Para Hegel también
el Concepto es algo que se mantiene (si se quiere “eternamente”, pero
en el sentido de: en tanto que dura el Tiem po). Mas para él única­
mente el Concepto “perro” se mantiene (el Concepto, es decir la destruc­
ción temporal del perro real, dicha destrucción dura en efecto, tanto como
dura el Tiempo, puesto que el Tiempo es' esa destrucción en tanto que
tal); mientras que para Aristóteles es el perro real el que se mantiene
(eternamente, en el sentido estricto, puesto que hay eterno retorno), por
lo menos en tanto que especie. Por eso Hegel desentraña lo que Aristó­
teles no puede explicar, esto es, el mantenimiento (en y por el Hombre)
del Concepto de un animal por ejemplo, perteneciente a una especie-
extinguida, (aun sin restos fósiles).

153
sible, pero no puede desprenderse sino porque el hic et nunc, vale
decir, porque el ser espacial es temporal, porque se destruye en el
Pasado. Y lo real que desaparece en el Pasado se mantiene {en
tanto que no-real) en el Presente en forma de Palabra-Concepto.
El Universo de) Discurso (el Mundo de las Ideas) es el arco
iris contemporáneo que se forma por encima de una catarata y
la catarata, es lo real temporal que se destruye en la nada del
Pasado.1

1 Ya Kant ha visto que el conocimiento conceptual implica la Me­


moria y Hegel mantiene esa idea (platónica en última instancia). La
Er-innerung, es decir, la interiorización de lo real objetivo que se efectúa
en y por el Concepto que revela lo real pero que existe en mí, también
para Hegel es Erinnerung, esto es, recuerdo. Pero sólo hay Memoria donde
hay Tiempo, donde lo real presente se destruye y deviene lo real pasado.
D e manera general, Hegel precisa en su teoría del Concepto, solamente
(y por consiguiente la transforma) la teoría kantiana del Sehem atum us.
Para Kant, los Conceptos (Categorías) se' aplican a! Ser dado (S e in )
porque el Tiempo les sirve de “esquema”, es decir, de intermediario o de
“mediación” ( Verm ittlwng¡ en U rge]). Mas esta “mediación” es sólo
pasiva: el Tiempo es contemplación, intuición, Anschauung. Por el contra­
río, la “mediación” en Hegel es activa; es el T at o el T ttn , la Acción
negadora de lo dado, la actividad de Lucha y de Trabajo. Pero esa Nega­
ción de lo dado (del S e in ) o del “presente” es el Tiempo (histórico) y
el Tiempo (histórico) es esa Negación activa. De tal manera, en Hegel
como en Kant, el Tiempo es lo que permite la aplicación del Concepto del
Ser. Mas en Hegel, ese Tiempo mediador del pensamiento conceptual está
“materializado” : es un m ovim iento (Reivegung) y un “movimiento” dialéc­
tico; vale decir, activo, por tanto negador, esto es, transformador (de Lo
dado) y en consecuencia creador (de lo nuevo). Si el Hombre puede
comprender (revelar) el Ser por el Concepto, es porque transforma al
Ser (dado) en función de ese Concepto (que entonces es un Proyecto)
y lo toma conforme a él, Pero la transformación del Ser dado en función
del Concepto-proyecto, es precisamente la Acción consciente y voluntaria,
el T u n que es Arbeit y K am pf. Para Kant el Ser es conforme al Concepto,
y la “mediación” por el Tiempo sólo permite pasar de uno al otro sin
modificar a ninguno de los dos. Y por eso Kant no puede explicarnos
esa conformidad del Ser y del Concepto: para él es un dato, es decir un
azar (trascendentales Z u fa tlin k e it). Hegel, por el contrario, explica esa

154
l’or c ierto, lo Real dura en el Tiempo en tanto que real. Mas
|»>r el hecho de durar en el Tiempo, es su propio recuerdo; realiza
i cada instante su Esencia o su Sentido, y equivale a decir que
realiza en el Presente lo que queda de él después de su destrucción
en el Pasado: y ese algo que queda de él y que vuelve a realizar
es su Concepto. En el momento en que lo Real presente cae en
el pasado, su Sentido (Esencia) se desprende de su realidad
(Existencia); y allí es donde aparece la posibilidad de retener ese
Sentido fuera de la realidad haciéndola pasar a la Palabra. Y esa
Palabra revela el sentido de lo Real que realiza en el Presente su
propio Pasado, vale decir, ese mismo Pasado que se mantiene
“eternamente” en la Palabra-Concepto. En pocos términos el
Concepto sólo puede tener una existencia-empírica en el Mundo
(y esa existencia no es otra que la existencia humana) si el Mundo
es temporal, si el Tiempo tiene una existencia-empírica en el
Mundo. Por ello puede decirse que el Tiempo es el Concepto que
existe-empíricamente.*1
i

conformidad (que consiste para él en un proceso de conformación) por


su ontología dialéctica: el Ser deviene conforme al Concepto (al final de
la Historia) por la totalidad acabada de la Acción negadora que trans­
forma al Ser en función de ese mismo Concepto. Por tanto: en Kant, el
Tiempo es “esquema” e “intuición pasiva” ; en Hegel, es “movimiento” y
acción” consciente y voluntaria. En consecuencia, el Concepto o el a priori
en Kant, es una “noción” que permite al Hombre conformarse al Ser
dado, en tanto que en Hegel, el Concepto a priori es un “proyecto” que
permite al Hombre transformar el Ser dado y hacerlo conforme con él.
1 En el plano ontológico esta comprobación “metafísica” (o cosmo­
lógica) significa: el Ser debe tener una estructura trinitaria, puesto que es
“síntesis” o “totalidad” que reúne la “Tesis” o “Identidad” a la “Antítesis”
o “Negatividad” (esa presencia de la negación del Ser en el Ser existente
es precisamente el Tiempo). Para comprender mejor la identificación del
Concepto y del Tiempo, es útil proceder de la siguiente manera. Formemos
el concepto del Ser, vale decir, de la totalidad de lo que es. ¿Cuál es la
diferencia entre ese Concepto “Ser” y el ser mismo? Desde el punto
de vista del contenido son idénticos, puesto que no se ha procedido a
ninguna “abstracción”. Y por tanto, a pesar de lo que pensaba Parmé-

155
Por consiguiente, no hay Concepto en el Mundo mientras
que no haya en ese Mundo Tiempo que exista-empíricamente. Mas
hemos visto que la existencia-empírica del Tiempo en el Mundo
es el Deseo humano (vale decir, el Deseo que se dirige hacia un
Deseo en tanto que Deseo). En consecuencia: no hay compren­
sión-conceptual sin Deseo. Pero el Deseo se realiza por la Acción
negadora, y el Deseo humano se realiza a través de la Acción de
la Lucha a muerte suscitada por el prestigio. Y esa Lucha se
realiza por la victoria del Amo sobre el Esclavo, y por el trabajo
de este último al servicio del Amo. Es ese Trabajo del Esclavo lo
que realiza el Deseo del Amo satisfaciéndolo. Por tanto — Hegel

nides, el concepto “Ser” no es el Ser (en tal caso no habría Discurso, el


Concepto no seria L ogas). Lo único que distingue al Ser del concepto
“Ser”, es el Ser del mismo Ser; porque el Ser es en tanto que Ser, pero
no es en el concepto “Ser” (aun “estando” presente en su contenido, es
decir, en tanto que sentido del concepto “Ser” ). El concepto “Ser”
se obtiene sustrayendo el ser al Ser: Ser menos ser igual a concepto “Ser”
(y no igual a Nada o “Cero” ; pues la negación de A no es Nada, sino
“no A ”, vale decir “Algo” ). Pero esa sustracción a primera vista para­
dójica, “imposible”, del ser del Ser, en realidad es algo totalmente “co­
rriente” ; se efectúa literalmente “a cada instante” y se llama “Tiempo” .
Porque es el Tiempo el que a cada instante arranca al Ser, es decir, a la
totalidad de lo que es (en el Presente), su ser, haciéndolo pasar al Pasado
donde el Ser no es (o ya no es). Mas para que haya Tiempo es necesario
que “haya” un Pasado (el Presente puro o “eterno” no es Tiempo) : el
Pasado y el Ser que ha caído en el Pasado (el Ser pasado), por consi­
guiente, no son Nada: son “Algo”. Pero sólo se es algo en el Presente.
Para ser algo, el Pasado y el Ser pasado deben pues mantenerse en el
Presente aun dejando de estar presentes. Y la presencia del Ser pasado
es el concepto “Ser”, es decir el Ser al cual se ha arrancado el ser sin
transformarlo en Nada pura. El concepto “Ser”, si se quiere es el “re­
cuerdo” . del Ser (con significación doble: es el Ser que “se recuerda” y
“se recuerda” de su ser). Mas al nivel en que nos hallamos generalmente
no se habla de “memoria” . La “Memoria” que tenemos en cuenta se llama
“Tiempo” (o con mayor exactitud, “Temporalidad”, ese “médium” general
del Ser, en el cual “además” del Presente hay otra cosa: el Pasado y el
Porvenir; pero aquí no me referiré al Porvenir). De manera que si existe

156
lo dice expresamente en el Capítulo IV— no hay Concepto sin
Trabajo; es del Trabajo del Esclavo que nace el Denken y el
Versland, el Entendimiento y el Pensamiento, esto es, la compren­
sión conceptual del Mundo.
Ahora comprendemos por qué. El Trabajo y sólo el Trabajo
es el que transforma al Mundo de manera esencial, creando
realidades verdaderamente nuevas. Si no hubiera animales sobre
la tierra, Aristóteles tendría razón: el Concepto estaría encarnado
en la especie eterna, eternamente idéntica a sí misma, y no existiría
como lo ha pretendido Platón, fuera del Tiempo y del Mundo.
Mas no se comprendería, en efecto, cómo el Concepto podría

un concepto “Ser” es porque el Ser es temporal (y puede decirse que el


Concepto es el Tiempo, o lo que es igual, la coexistencia del Presente
y del Pasado). Asimismo, es evidente que el Ser es “conforme” al concepto
“Ser” puesto que éste es el propio Ser menos el ser. Puede decirse entonces
que el Ser es el ser del Concepto “Ser”. Por ello el Ser que es (en el
Presente) puede ser “concebido” o revelado por el Concepto. O más exac­
tamente, el Ser es concebido “a cada instante” de su ser. O bien: el Ser
no es sólo Ser, sino aun V erdad, es decir adecuación del Concepto y del
Ser. Esto es simple. Toda la cuestión reside en saber de dónde procede
el error, Para que ello sea posible, es necesario separar el Concepto del
Ser y oponérselo. El Hombre es quien lo realiza; y con mayor precisión,
el Hombre es el Concepto separado del Ser; o mejor aún, es el acto de
separar el Concepto del Ser. Y lo hace por la Negatividad-negadora, vale
decir por la Acción, y aquí es donde interviene el Porvenir (el Pro-yecto).
Ese desprendimiento equivale a una inadecuación (sentido profundo de
errare hum anum est) y otra vez es menester negar o actuar para llegar
a la conformidad entre el Concepto ( = Proyecto) y el Ser (devenido
conforme al Proyecto por la A cción). La adecuación del Ser y del Con­
cepto para el Hombre, es pues un proceso (B ew egung), y la verdad
{W ahrheit) es un resultado. Y sólo ese “resultado del proceso” merece el
nombre de “verdad” (discursiva) ya que únicamente ese proceso es Logos
o Discurso (el Ser frente a su negación por el Hombre no habla, pues es
el Concepto separado del Ser que es en la Palabra o Logos, o en tanto que
Palabra-Logos). Hegel expone cuanto acabamos de decir en un pasaje
del Prefacio de la Fenomenología del Espíritu, que da la clave de la com­
prensión de todo su sistema.

157
existir fuera de la especie, cómo podría existir en el Mundo tem­
poral en forma de palabra. Entonces no comprenderíamos cómo
podría existir el hombre, es decir, ese ser que no es un perro, por
ejemplo, y en el cual el Sentido (la Esencia) “perro” existe no
obstante en igual medida que el perro, puesto que existe en él la
palabra-concepto: “perro”. Para que esto sea posible, el Ser reve­
lado por el Concepto debe ser en esencia temporal, esto es, finito
o con un comienzo y un fin en el Tiempo. Sin embargo esto no
es el objeto natural, ni aun el animal ni la planta; es sólo el
producto del Trabajo humano que es esencialmente temporal.
El Trabajo humano es el que temporaliza el Mundo natural
espacial; entonces, es el Trabajo el que engendra al Hombre en
ese Mundo, es el Trabajo el que transforma el Mundo puramente
natural en un Mundo técnico habitado por el Hombre, o lo que
es igual, en un Mundo histórico.
Sólo el Mundo transformado por el Trabajo humano se revela
en y por el Concepto que existe empíricamente en el Mundo sin
ser el Mundo. El Concepto es pues el Trabajo, y el Trabajo es el
Concepto. Y si, como lo observa certeramente Marx, el Trabajo
es para Hegel “das Wesen des Menschen”, “la esencia misma
del Hombre”, puede decirse también que para Hegel, la esencia del
Hombre es el Concepto. Por eso Hegel no sólo dice que el Tiempo
es el Begriff, sino también que es el Geist. Pues si el Trabajo
temporaliza el Espacio, la existencia del Trabajo en el M undo es
la existencia del Tiempo en ese Mundo. Ahora bien, si el Hombre
es el Concepto, y si el Concepto es el Trabajo, el Hombre y el
Concepto también son el Tiempo.
Si así fuera, es menester decir en primer término, que no hay
comprensión conceptual sino donde existe una realidad en esencia
temporal, vale decir, histórica, y en segundo término, que sólo la
existencia histórica o temporal es la que puede revelarse por

158
el Concepto. O en otras palabras, la comprensión conceptual es
necesariamente dialéctica.1
Empero, de ser así y si la Naturaleza es sólo Espacio y no
Tiempo, habría que deducir de ello que no hay comprensión-
conceptual de la Naturaleza. No comprenderíamos en sentido
estricto, sino ahí, donde hay Tiempo; es decir, no comprende­
ríamos verdaderamente más que la Historia. En última instancia,
sólo es la Historia lo que podemos y debemos comprender dialéc­
ticamente.
Habría que decirlo. Pero Hegel no lo hace. Y creo que ése
es su error básico.
Desde luego, en Hegel hay una fluctuación. Por una parte
dice que la Naturaleza es sólo Espacio. Por otra, advierte que la
vida (biológica) es un fenómeno temporal. De allí la idea que
la Vida (Leben) es una manifestación del Espíritu (Geist). Mas
I legel también descubre y asimismo es el primero que lo expone
con precisión, que la existencia verdaderamente humana sólo es
posible por la negación de la Vida (como sabemos, el riesgo de
la vida en la Lucha por prestigio es constitutivo para el Hombre).
De allí una oposición del Leben y del Geist. Pero si esta oposición
existe, la Vida no es histórica. No hay entonces dialéctica bio­
lógica; por consiguiente no hay comprensión-conceptual de la
Vida.

1 Porque la comprensión “dialéctica” no es sino la comprensión histó­


rica o temporal de lo real. La dialéctica revela la estructura trinitaria del
Ser. En otros términos, en y por su dialéctica lo real se revela no sub
especie aeternitatis, vale decir fuera del Tiempo o en tanto que eterna­
mente idéntico a sí mismo, sino como un Presente situado entre el Pasado
y el Porvenir, esto es, como una Bewegung, como un movimiento creador, o
bien aun como un resultado que es un proyecto y como un proyecto que
es un resultado, un resultado que nace del proyecto y un proyecto engen­
drado por un resultado; en resumen, lo real se revela en su verdad dialéctica
como una Síntesis. (Ver apéndice I, volumen III.)

159
Mas Hegel afirma esta comprensión. Imagina (siguiendo a
Schelling) una biología dialéctica, y la expone en la Fenomeno­
logía del Espíritu (Capítulo V, A, a). Por cierto, niega la com­
prensión-conceptual o dialéctica de la realidad no-vital. Pero esto
lo conduce a decir únicamente que el Mundo real es un ser
viviente. Este es el origen de su filosofía absurda de la Naturaleza,
de su crítica insensata de Newton, y de su propia física “mágica”
que ha desacreditado su sistema en el siglo xix.
Sin embargo hay más aún. La comprensión dialéctica no se
aplica sino a la realidad histórica, vale decir, creada por el Trabajo
en función de un Proyecto. Afirmar, como lo hace Hegel, que
toda comprensión es dialéctica y que el Mundo natural es com­
prensión, es afirmar que ese Mundo es la obra de un Demiurgo,
de un Dios creador concebido a imagen del Hombre trabajador.
Y en efecto, tal es lo que expresa Hegel en su Logik, al decir que
su “Lógica” (esto es, su ontología) es “el pensamiento de Dios
■antes de la creación del Mundo” . Se deduciría que Hegel com­
prende el Mundo porque el Mundo es creado en función del
Concepto que tiene Hegel. Y es así cómo estamos en plena para­
doja: el antropoteísmo hegeliano deja de ser una imagen; por
consiguiente Hegel es Dios, Dios creador y Dios eterno. Pero un
Hombre no puede afirmar (sin ser loco) que ha creado el Mundo.
Si el pensamiento que se revela en la Logik es por tanto el pensa­
miento creador del Mundo, no es por cierto el pensamiento de
Hegel. Es el pensamiento de otro Creador que Hegel, otro que el
Hombre en general; es el pensamiento de Dios. Y la Logik, a pesar
de su título, no es por consiguiente simple lógica; como la Etica de
Spinoza, es teología, es decir, lógica, pensamiento o discurso
de Dios.1

1 Personalmente no creo que esta consecuencia sea necesaria. No veo-


ningún inconveniente en decir que el Mundo natural se sustrae a la com­
prensión conceptual. En efecto, esto sólo significaría que la existencia

160
Pero dejemos el Mundo natural. Comprobamos que Hegel ha
realizado un inmenso progreso filosófico identificando el Concepto
y el Tiempo. Porque al hacerlo, o lo que es igual, al descubrir el
saber dialéctico, ha encontrado el medio de establecer una feno­
menología, una metafísica y una ontología de la Historia, esto es,
del Hombre tal como lo concebimos hoy y tal como es en realidad.
Veamos cuál es la consecuencia decisiva para el Hombre que
surge de ese descubrimiento.
El Concepto es Tiempo. Tiempo en el sentido estricto del
término, es decir, un Tiempo donde hay un Porvenir también en
sentido lato, esto es, un Porvenir que no devendrá jamás ni Pre­
sente ni Pasado. El Hombre es la existencia-empírica del Concepto
en el Mundo. Es pues la existencia-empírica en el Mundo de un
Porvenir que no devendrá jamás Presente. Mas para el Hombre,
ese Porvenir es su muerte, ese su Porvenir que jamás devendrá
su Presente; y la única realidad o presencia real de ese Porvenir,
es el Saber que tiene el Hombre en el presente de su futura muerte.

de la Naturaleza se revela mediante el algoritmo matemático, por ejemplo,


y no por conceptos, vale decir, por palabras que tienen un sentido. Sin
embargo la física moderna no arriba a ese resultado: no podemos hablar
de la realidad física sin contradicciones; desde que se pasa del algoritmo
a la descripción verbal, se contradice (corpúsculos-ondas, por ejemplo).
No habría pues discursos que revelen la realidad física o natural. Esta
(como ya la presentaba Galileo) no se revelaría al Hombre sino por el
silencio articulado de algoritmo. No se comprende conceptual o dialéctica­
mente (no se puede hablar de) la materia fisica sino en la medida en que
ella es la “materia prima” de un producto del trabajo humano. Pero la
propia “materia prima” no es ni moléculas ni electrones, etc., sino madera,
piedras, etc. Y son cosas, si no vivientes ellas mismas, por lo menos exis­
tentes a la escala de la Vida (y del Hombre en tanto que Ser viviente).
No obstante, parece que el algoritmo siendo no-temporal, no revela la Vida.
Pero la dialéctica tampoco lo hace. Se supone entonces que habría que
combinar la concepción de Platón (para la estructura matemática, vale
decir, geométrica del Mundo) con la de Aristóteles (para su estructura
biológica) y la de Kant (para su estructura física, dinámica), reservando
la dialéctica hegeliana para el Hombre y la Historia.

161
Por tanto, si el Hombre es Concepto y si el Concepto es Tiempo
(vale decir, si el Hombre es un ser esencialmente temporal), el
Hombre es esencialmente mortal; y sólo es Concepto, o lo que es
igual, Saber absoluto o Sabiduría encarnada, si lo sabe. El Logos
no deviene carne, no deviene Hombre, sino a condición de que
quiera y pueda morir.
Y esto nos hace comprender por qué la “posibilidad III”
adoptada por Hegel, aparece tan tarde en la historia de la filosofía.
Negar que el Concepto es eterno, decir que es Tiempo, es negar
que el Hombre sea inmortal o eterno (por lo menos en la medida
en que piensa que es en verdad un ser humano). Mas el hombre
no acepta su muerte sino en último extremo; y también en su
último extremo la filosofía ha aceptado la “posibilidad I I I ” .1
“Alies endliches ist dies, sich selbst aufzuheben”, dice Hegel |
en la Enciclopedia. Sólo el Ser finito se suprime dialécticamente
a sí mismo. Si por tanto el Concepto es Tiempo, vale decir, si la
comprensión-conceptual es dialéctica, la existencia del Concepto
y por consiguiente la del Ser revelado por el Concepto es esencial­
mente finita. En consecuencia, la propia Historia debe ser en
esencia finita; el Hombre colectivo (la Humanidad) debe morir
como muere el individuo humano; la Historia universal debe tener
un fin definitivo.
Sabemos que para Hegel ese fin de la historia está marcado
por el advenimiento de la Ciencia en forma de Libro, vale decir,
por la aparición del Sabio en el Mundo o del Saber absoluto. Y
ese Saber absoluto, es el último momento del Tiempo, o sea un
momento sin Porvenir, ya no es un momento temporal. Si el

1 De tal manera apreciamos que la expresión “antropo-teísmo” no es


más que una metáfora: el Saber absoluto circular, es decir, dialéctico,
revela al ser finito o mortal; ese ser no es pues el ser d ivin o ; y es el ser
humano; sin embargo el Hombre sólo puede saber que es suyo a condición
de saberse mortal.

162
Saber absoluto deviene en eí Tiempo, o mejor aún en tanto que
Tiempo o Historia, el Saber devenido ya no es temporal o histó­
rico: es eterno; o si se quiere, es la Eternidad revelada ella misma
a sí misma. Es la Substancia de Parménides-Spinoza ique se revela
por un Discurso (y no por el Silencio), precisamente porque es el
resultado de un devenir histórico; es la Eternidad que ha engen­
drado el Tiempo.
Esto es lo que explicará Hegel en la segunda etapa de la
segunda sección de la segunda parte del Capítulo V III.

163
N o v e n a c o n f e r e n c ia

INTERPRETACION DE LA SEGUNDA PARTE


DEL CAPITULO V III
( Continuación )

Retomamos la lectura del Capítulo V III de la Fenomenología


del Espíritu en donde nos detuvimos (al final de la quinta con­
ferencia) .
Se trata de la segunda sección de la segunda parte, consagrada
el análisis de la existencia del Sabio en el Mundo.
Ese análisis de la existencia-empírica. (Dasein) del Sabio se
efectúa en tres etapas. He comentado la primera. Hegel ha
hablado de la relación del Sabio con la Wirklichkeit, la realidad-
objetiva. En la segunda etapa se refiere a la relación entre el
Sabio y el Tiempo. En fin, en la tercera etapa sitúa al Sabio
en el Tiempo objetivamente real, es decir, en la historia.
Hegel procede, en consecuencia, por abstracción. En verdad,
como sabemos, no puede separarse Wirklichkeit y Z eit: la realidad-
objetiva es temporal, y el Tiempo no es posible sino en la medida
en que es objetivamente-real. Pero debido a su necesidad de
analizar, Hegel los separa. Ha expuesto (en la primera etapa)
sobre la Wirklichkeit, sin hablar del Tiempo, y ahora se refiere
(en la segunda) al Tiempo diferenciado de la realidad-objetiva;

164
«lidio de otro modo, se expresa sobre el Tiempo abstracto o la
noción del Tiempo.
Hegel formula la definición del Tiempo en la primera pro-
posidón de la segunda etapa, donde dice (pág. 558, líneas 3-5) :
“El Tiempo es el propio Concepto que está ahí [en la exis­
tencia-empírica] y que se presenta (vorstellt) a la Conciencia
|-exterior] como [una] intuición (Anschauung) vacía.”
Ya he comentado largamente las primeras palabras de esta
proposición. No hay motivo para volver a ella.
La primera parte del fragmento se refiere, como ya dije, al
Tiempo en general, esto es, también al Tiempo real o a la Historia,
de la que Hegel se ocupará en la tercera etapa; pero la segunda
parte indica que aquí, en esta segunda etapa, Hegel se refiere al
Tiempo abstracto. Aquí el Tiempo es “leere Anschauung”, “intui­
ción vacía”. Es el Tiempo del que habla Kant, del que hablan
los filósofos en general: es el Tiempo tomado aisladamente, “abs­
tracción hecha” de lo que está en el Tiempo; es el “recipiente
vacío” que contiene en efecto la realidad temporal, pero que es
considerado en tanto que ese recipiente vacío. Y ese Tiempo, dice
Hegel: “stellt sich dem Bewusstsein vor”. Se presenta en la con­
ciencia de-lo-exterior; se presenta como algo que está fuera de la .
Conciencia. Es el Tiempo que no es (o mejor, que no es sola­
mente) mi Tiempo. Es el Tiempo cósmico, del cual el Hombre
participa, pero que él no crea. Y es también la noción del Tiempo
que está en mí, por oposición al Tiempo mismo que está también,
fuera de mí.
Por otra parte, Hegel identifica el Tiempo y el Concepto.
Hablar del Tiempo abstracto para él, es hablar también del Con­
cepto abstracto. Y así lo dice: “el Tiempo [se entiende: el Tiempo
abstracto] es el Concepto mismo, que es tomado como una entidad
vacía que se presenta a la conciencia-de-lo-exterior desde afuera”.
Y esa es la concepción ordinaria del Concepto: es el Concepto

165
“subjetivo” que es o puede estar separado de su contenido real;
es el vaso vacío que contiene la realidad y es también el Concepto
que existe fuera de mí, independientemente de mí, etc. Se inter­
preta al Tiempo como se interpreta al Concepto: si el Concepto
es opuesto a la Realidad, es decir, si el Saber es una relación,
entonces el Tiempo es él mismo opuesto a la realidad y a la inversa.
Y desde que se distingue entre el Concepto y la realidad, se debe
también distinguir entre el Concepto y el Hombre; si el perro es
distinto del concepto “perro”, ese concepto es distinto de mi
concepto de perro; el Concepto es una “idea” más o menos pla­
tónica, es una entidad no-real (un vacío colmado por una entidad
distinta de él) que se presenta a la Conciencia de lo exterior
desde afuera. Y puesto que en realidad el Tiempo y el Concepto
no forman más que uno, desde que se dice todo esto del Con­
cepto, es necesario afirmarlo también del Tiempo. Es lo que se
hace generalmente. Sólo que en la frase en cuestión Hegel no
expresa como yo: Die abstrakle Zeit. Dice Zeit simplemente.
Parece que para él, el Tiempo en general (es decir el propio
Tiempo real o la Historia) es "cine leere Ánschauung, die sich
beuüusstsein i/or-stellt” , Y en efecto esto esi" lo que piensa según
demuestra a continuación,
A primera vista, la proposición citada contradice todo lo que
se ha dicho anteriormente sobre el Tiempo en la Fenomenología
del Espíritu. Pero en realidad no hay tal. Y para notarlo basta m
desarrollar un poco la frase elíptica en cuestión. Mas desarrollán­
dola (y Hegel mismo la desarrolla en lo que sigue) vemos aparecer
un aspecto esencial de la concepción hegeliana del Tiempo, que
antes evoqué y que ahora trátase de analizar más detenidamente.
Según Hegel, la filosofía prehegeliana que opone el Concepto
(y por consiguiente el Tiempo) a la Realidad, no es un error acci­
dental. En el momento en que ella aparece sobre la tierra, no es
de ninguna manera un error. Es verdadera, para su época, pues

166
el Concepto y la Realidad no coinciden desde el comienzo; no
coinciden sino al final. Por el Trabajo el Hombre suprime la
oposición inicial entre él y el Mundo natural; por sus luchas
lo Particular suprime la oposición inicial entre él y lo Universal, es
decir, entre el Mundo social y político. Y en tanto que el esfuerzo
del Trabajo y de la Lucha no terminen, la oposición sigue siendo
real. En tanto que así sea el Hombre tiene entonces razón al decir
que el Concepto y la cosa no constituyen uno. Y en tanto que
así sea, el Tiempo no coincide tampoco con la Realidad, y es
exterior al Hombre.
La filosofía prehegeliana no es falsa. Pero deviene falsa. Y lo
deviene solamente en, por y para el Saber absoluto, para el cual
el Concepto (y el Tiempo) coincide con lo Real, o mejor aún,
es esa coincidencia. Pero el Saber absoluto, que es universal y
homogéneo, no puede aparecer sino en una Realidad que lo sea
igualmente: presupone la homogeneidad y la universalidad del
Estado, es decir, del Mundo humano, y la “supresión” de la oposi­
ción entre ese Mundo y el Mundo natural. Mas esto tiene lugar
cuando el Deseo humano es satisfecho plena y efectivamente.
Entonces ya no hay Acción negatriz: el Hombre se reconcilia
con el Mundo dado (que pasa a ser el resultado de su esfuerzo
enteramente cumplido) y con lo que es él mismo en y por ese
Mundo. Pero el Deseo, y la Acción que nace de él, son la mani­
festación del Tiempo humano o histórico, vale decir, del Tiempo
propiamente dicho. El Hombre reconciliado con lo que es, no
supera ya lo real dado. Deja entonces de crear la Historia, dicho
de otro modo, deja de ser el Tiempo. Y si el Estado universal y
homogéneo, y la Ciencia que lo revela, completan la Historia,
completan también el Tiempo. .
Por tanto, en el momento en que el Concepto, y por consi­
guiente el Tiempo, coinciden con la Realidad-objetiva y dejan de
ser exteriores al Hombre, el Tiempo deja de ser un Tiempo

167
histórico o humano, esto es, Tiempo en el sentido propio de la
palabra. El Concepto y el Tiempo coinciden en, por y para el
Saber absoluto del Sabio. Y por cierto, el Sabio aparece en el
Tiempo. Pero su advenimiento “al final de los tiempos” marca
el fin del Tiempo. Porque el resultado de su acción temporal,
que es la Ciencia, ya no es el Tiempo; la Ciencia es la Eternidad
que se revela ella misma a sí misma.
En tanto que dura el Tiempo, en tanto que en verdad hay
Tiempo, el Tiempo y el Concepto son pues necesariamente abs­
tractos. Y la filosofía prehegeliana que lo afirma es, por consi­
guiente, verdadera no sólo para su Tiempo, sino para todo el
tiempo: permanece verdadera hasta el advenimiento del Saber
absoluto, o sea, hasta el fin de la Historia, vale decir, hasta el fin
del Tiempo en tanto que tal.
En otros términos, en el momento en que el Tiempo deja de
ser abstracto, deja de ser Tiempo. El Tiempo humano o histórico, i
el Tiempo propiamente dicho, es necesaria y esencialmente abs­
tracto. Por una parte es abstracto en el sentido en que es opuesto
a la Realidad-objetiva. Y en efecto, en tanto que el Hombre se
opone a la Naturaleza que para él es la Realidad-objetiva, la
Naturaleza es Espacio y no Tiempo: el Tiempo es en el Hombre
y por el Hombre solamente; sí se quiere, es subjetivo. Y en el
momento en que el Hombre “suprime” su oposición frente a la Na­
turaleza, suprime asimismo el Tiempo. Por otra parte, el Tiempo
es abstracto también en el sentido que es exterior al Hombre.
Porque en tanto que el Hombre no ha realizado el Estado univer­
sal y homogéneo, lo particular difiere de lo Universal, y el Tiempo
de lo Particular; es decir, mi Tiempo no es el Tiempo en general:
el porvenir social y político no es mi porvenir; muero antes del
fin de la Historia y nazco después de su comienzo. Pero en el
momento en que se suprime la oposición de lo Particular y de lo
Universal, la Historia se detiene y el Tiempo también se suprime.

168
Por tanto el Tiempo, es el Hombre mismo. Suprimir el Tiem­
po, es también suprimir al Hombre. En efecto: “El ser verdadero-
del Hombre es su Acción”, se entiende, la Acción que triunfa. Es
decir que el Hombre es el resultado objetivo de su Acción. Ahora
bien, el resultado de la acción del Sabio, esto es, del Hombre
integral y perfecto que consuma el devenir de la realidad humana,
es la Ciencia. Mas la existencia empírica (Dasein) de la Ciencia
no es el Hombre, es el Libro. No es el Hombre, no es el Sabio
de carne y hueso; el Libro es la aparición (Erscheinung) de la
Ciencia en el Mundo, siendo esta aparición el Saber absoluto.
Por cierto, el resultado objetivo de la acción se desprende*
siempre del agente y lo sobrevive. Pero en tanto ese resultado no
es total o perfecto, es decir, universal y homogéneo (inextensible
y exento de contradicciones), tiene él mismo un porvenir, puesto
que cambia y perece. Está pues no solamente en el Tiempo,
sino que es Tiempo. Es decir, que es histórico o verdaderamente
humano. Y por eso el resultado de la acción de un hombre se
realiza siempre en y por, o mejor aún, en tanto que una nueva
acción humana. El resultado de la acción del Sabio es, por el
contrario, perfecta. El no cambia y no puede ser superado: en sin­
tesis, no hay porvenir en realidad. Por consiguiente, ese resultado
no es un acontecimiento histórico propiamente dicho, no es un
verdadero momento del Tiempo. Y decirlo, equivale a sostener
que no es ya una realidad humana. Una vez más, la “existencia-
empírica” de la Ciencia en el Mundo no es el Hombre, sino
el Libro.
Ciertamente, esa existencia es “empírica”, y en tanto que tal'
tiene duración: el libro perdura también; se deteriora, se reimpri­
me, etc. Pero la enésima edición no difiere en nada de la primera:
no se puede modificar nada en él; no puede agregarse nada. Aun-,
cambiando, el Libro sigue siendo idéntico a sí mismo. El Tiempo
en que perdura es pues natural o cósmico, pero no histórico o

169
humano. En verdad, el Libro, para ser un Libro y no papel encua­
dernado y entintado, debe ser leído y comprendido por hombres.
Pero los lectores sucesivos no cambian nada en el libro. Y si para
leer el libro, el Hombre debe vivir, es decir, nacer, desarrollarse y
morir, su vida reducida en io esencial a esa lectura (pues no lo
olvidemos, con el Estado universal y homogéneo, el Deseo está
plenamente satisfecho, ya no hay más Lucha ni Trabajo; la His­
toria ha terminado, no queda nada por hacer, y sólo se es Hombre
en la medida en que se lee y comprende el Libro que revela todo
lo que ha sido y podía ser hecho), no crea nada nuevo; el porvenir
de Pablo que aún no ha leído el Libro no es más que el pasado de
Pedro que ya lo ha leído. El Tiempo en que dura el Hombre-
lector-del-Libro es pues el Tiempo cíclico (o biológico) de Aris­
tóteles, pero no el Tiempo lineal histórico hegeliano.
En consecuencia, una vez más: realizar el Saber absoluto en
forma de un Libro, es decir, hacer coincidir el Concepto integral
con lo Real tomado en su totalidad, esto es, anular la diferencia
entre lo Real y el Tiempo y por lo mismo suprimir la exterioridad
del Tiempo en relación con el Hombre, es suprimir el Tiempo
mismo; y por consiguiente es suprimir al propio Hombre en tanto
que individuo libre y temporal. El Tiempo es el Concepto que es
el Hombre: entiéndase el Hombre histórico, vale decir el Hombre-
del-Deseo, o sea el Hombre no satisfecho por lo que es y por lo
que él es, en síntesis, el Hombre que transforma lo dado por
la Lucha y el Trabajo. Y por eso el Tiempo es siempre y esencial­
mente “abstracto” es decir, exterior a la Realidad natural que es
objetiva por relación al Hombre, y exterior al propio hombre.
Es eso lo que dice Hegel en el párrafo del que no he citado
más que el comienzo, deteniéndome en un punto y coma (pág. 558,
líneas 8-12):
“El Tiempo es el Concepto mismo que está ahí [en la exis­
tencia-empírica] y que se presenta (vorstellt) a la Conciencia

170
|-exterior] como [una] Intuición (Anschauung) vacía. A causa de
ello, el Espíritu aparece-o-sc-revela necesariamente en el Tiempo.
Y aparece-o-se-revela en el Tiempo en tanto que no ha captado-o-
comprendido (erfasst) su Concepto puro; es decir, en [tanto que]
no ha anulado (tilgt) el Tiempo. El Tiempo es el Yo personal
puro exterior contemplado-intuitivamente [y] no captado-o-com-
prendido por el Yo-pcrsonal. [El Tiempo es] el Concepto [que
sólo] es contemplado intuitivamente. En el momento que el Con­
cepto se capta-o-se-comprende a sí mismo, suprime dialécticamente
su forma temporal, comprende-conceptualmente (begreijt) la con­
templación-intuitiva y es contemplación-intuitiva-comprendida-
conceptualmeritu y que comprende-conceptualmente” .
En las Conferencias de jena Hege! decía: Geist ist Z eit: “El
Espíritu es Tiempo”. Aquí dice: Der Geist erscheint in der Z eit;
“el Espíritu aparece en el Tiempo”. ¿Ha cambiado de parecer?
No creo. Se trata, para mí, de una simple diferencia terminológica.
Allí Geist significaba tanto como Voiks-geist) tratábase del Espíritu
en vías de devenir. Aquí, se trata del Espíritu devenido, es decir,
del Espíritu realizado y perfecto que se revela a sí mismo en y por
o en tanto que Wissemchaft (Ciencia absoluta), o como aquí dice
Hegel: “que ha captado-o-comprendido su Concepto” . O bien
aún: allá “Geist” significaba “Hombre”, en tanto que aquí esa
palabra se relaciona con un Libro.
El Libro, que es el resultado de la actividad del Sabio, es
decir, el Libro que actualiza el Saber absoluto por ser la existencia-
empírica de la Ciencia, no es por cierto una entidad puramente
natura!, comparable a una piedra, por ejemplo. Tiene un Sentido;
es un Discurso; es una entidad que revela ella misma su Sentido a
sí misma. Por una parte, el Libro es en consecuencia, una entidad
espiritual, Y puesto que su contenido es total, puesto que no
revela más que su propio contenido, es menester decir que es el
Espíritu integral: der Geist. Pero, por otra parte, ese Libro no

171
es por cierto un ser Humano. Revela su contenido sin modificarlo;
carece pues de Deseo, no es una Acción. Dicho de otro modo,,
sigue eternamente idéntico a si mismo, no tiene porvenir verdadero.
Por tanto, no es Tiempo. Y puesto que su contenido eterno sólo
se refiere a sí mismo, no es solamente eterno: es la Eternidad.
Mas el Libro es el resultado de la actividad del Sabio, que, en
tanto que Hombre y Ciudadano del Estado perfecto, integra toda
la evolución histórica de la humanidad. Así, esa misma historia
no es en síntesis sino la historia del Libro, o más exactamente de
la evolución del Saber que conduce a ese Libro. Y esa historia
del Libro es el Tiempo. Por tanto: si Geisi significa el Espíritu
realizado o exístente-empíricamente en tanto que Libro {que se
desprende del Hombre integral o del Sabio después de la c.aídiL
de este en el pasado absoluto, es decir, después del final de la
Historia), ya no se puede decir que el Espíritu es Tiempo; es
necesario decir que es Eternidad. Pero Parménides y Spinoza
se han equivocado al creer que la Eternidad puede ser revelada
(por el Discurso-Logos) sin el Tiempo. Y Platón se ha equivocado
al creer que la Eternidad es independiente del Tiempo, del mismo
modo que Aristóteles se ha engañado diciendo que la Eternidad
existe en el Tiempo en tanto que Eternidad. En fin, K ant se ha
engañado también pensando que la Eternidad precede (ontológi-
camente) al Tiempo. No, dice Hegel: la Eternidad (revelada por
el Discurso) es el resultado del Tiempo, ella es el Tiempo que ha
muerto de muerte por así decir natural; y solamente esa Eternidad
presupone el Tiempo y de él resulta, siendo su integración la que
puede ser revelada por la Palabra (Logos) humana. Ella no existe
en e! Tiempo en tanto que Eternidad, porque en tanto que
dura en el Tiempo, es é! que existe y no la Eternidad. Mas la
Eternidad, o el Espíritu (integral) aparece en el Tiempo. Pues
el Libro ha sido escrito en un momento determinado del Tiempo,

172
Y no puede ser escrito sino en el último momento del Tiempo
puesto que él proviene de la totalidad del tiempo. Es decir, que
está ya, en potencia, en el primer momento del Tiempo. Y es
cía presencia virtual del Espíritu integral en el Tiempo (o sea
la presencia del fin del Tiempo en su mismo comienzo y durante
toda su duración; o bien aún: la finitud esencial del Tiempo)
la que Hegel llama “aparición del Espíritu en el Tiempo”. Ahora
bien, esta “aparición”, que es el Tiempo, no es otra cosa que el
Hombre en su evolución temporal, es decir, precisamente lo que
Hegel ha llamado Geist en las Conferencias de Jena. En esta
acepción es menester decir: Geist ist Zeit.
En consecuencia, como sostiene Hegel: “el Espíritu aparece
en el Tiempo en tanto que no ha captado-o-comprendido su Con­
cepto, vale decir, en tanto que no ha “anulado el Tiempo”. Y esta
anulación del Tiempo se efectúa, en el último momento del
Tiempo, en y por la Ciencia. En efecto, en y para la Ciencia, el
Objeto y el Sujeto coinciden; el Hombre no habla sino de sí mismo;
es una Autoconciencia y no una Conciencia-exterior. Mas el
Hombre ya no se relaciona con un Gegen-Stand, con un objeto-
cosificado opuesto a él; tampoco tiene necesidad de negar para
mantenerse en la existencia conservando su identidad consigo
mismo. Y el Hombre que no niega más, no tiene porvenir ver­
dadero (puesto que acepta para siempre el presente dado). Ya
no es, por tanto, el Tiempo hegeliano o histórico. Ese Hombre
es el Ciudadano del Estado perfecto que está plena y definitiva­
mente satisfecho por ese Estado. En consecuencia, ya nada cambia
y nada puede cambiar en ese Estado universal y homogéneo. No
hay más Historia, el porvenir es un pasado que ha sido; la vida
en él es pues exclusivamente biológica. Ya no hay más Hombre
propiamente dicho. Lo humano (el Espíritu) se ha refugiado,

173
después del fin definitivo del Hombre histórico., en el Libro. Y
este último ya no es el Tiempo., sino la Eternidad.1
Puede decirse entonces, como Hegel lo hace en el texto citado,
que el Tiempo es el Concepto que sólo es “contemplado-intu itiva-
mente” (angeschaut) y no “comprendido-conceptualmente (be~
griffen) ”. En efecto, la Amchauung es la contemplación de algo
que está afuera del que lo contempla: es un estado de la Con­
ciencia-exterior y no de la Autoc.onsciencia. Pero efectivamente no
hay Tiempo sino allí donde hay Bewusstsein, Conciencia-exterior,
es decir, existencia humana en el sentido propio de la palabra, o *■
existencia de un ser que se opone radicalmente al Mundo natural
"y que lo transforma esencialmente con miras a “suprimir” esa
oposición. En e] momento mismo en que lo consigue, la Conciencia-
exterior deviene Autoconciencia, el Sujeto coincide con el Objeto,

1 El hecho que al final del Tiempo, la Palabra-concepto (L ogos) se


desprenda del Hombre y exista-empíricatnente ya no en la forma de una
realidad-humana, sino en tanto que Libro, ese hecho revela la fin ítu d
esencial del Hombre. No es solamente tal o cual hombre que m uere: el
Hombre muere en tanto que tal. El final de la Historia es la m uerte del
Hombre propiamente dicho. Después de esa Muerte quedan: P cuerpos
vivos con forma humana, pero privados de Espíritu, es decir, de Tiempo
o de potencia creadora; y 29 un Espíritu que existe-empíricamente, pero en
forma de una realidad inorgánica no viviente en tanto que un Libro que,
no siendo siquiera vida animal, nada tiene que ver con el Tiempo. La
relación entre el Sabio y su Libro es entonces rigurosamente análoga a
la del Hombre y su m uerte. Mi muerte es muy mía; no es la muerte
de otro. Pero es mía solamente en el porvenir; porque puede decirse:
“voy a morir” pero no: “estoy muerto”. Lo mismo para el Libro. Es mi
obra, y no la de otro; y se trata de mí y no de otra cosa. Pero yo no estoy
en el Libro, no soy ese Libro sino en tanto que lo escribo o lo publico, es
decir, en tanto que es todavía un porvenir (o un proyecto). El Libro una
vez aparecido se desprende de mí. Deja de ser yo, igual que mi cuerpo
deja de ser después de mi muerte. La muerte es tan impersonal y eterna,
es decir inhumana, como es impersonal, eterno e inhumano el Espíritu
plenamente realizado en y por el Libro.

174
la Ciencia aparece sobre la tierra, y el Tiempo es anulado por la
anulación del Deseo y de la Acción histórica, o humana.
En el pasaje que termina el párrafo, Hegel desarrolla aún su
idea. Dice allí (pág. 558, líneas 12-20):
“Por consiguiente, el Tiempo aparece-o-se-revela como el
destino y la necesidad del Espíritu que no es realizado-o-perfecto
(vollendet) en él mismo [como] la necesidad de enriquecer el
sector que la Autoconciencia tiene en la conciencia exterior, de
poner en movimiento [dialéctico] la inmediatez del En sí [que es]
la forma en la cual se halla la Substancia en la Conciencia
[-exterior] o a la inversa, tomando al En sí como la entidad-
interna-o-íntima, [como la necesidad] de realizar y de revelar
aquello que no existe en primer lugar sino interiormente-o-íntima-
mente, es decir, de consagrarlo a la Certeza-subjetiva de sí mismo”.
Es siempre la misma cosa. El Tiempo, es la Historia; pero
la Historia es esencialmente finita. Y la Historia, es la transforma­
ción progresiva del Bewusstsein: es decir, en resumidas cuentas,
es la Historia de la Filosofía. Pero esa historia de la Filosofía
presupone una Historia en el sentido corriente del término, el curso
de la cual “pone en movimiento al En sí” y “realiza y manifiesta-
o-revela lo que al comienzo sólo es interno-o-íntimo. Por tanto, la
transformación esencial de la Naturaleza y la realización objetiva
de la idea subjetiva no se hacen sino por la Acción de la Lucha y
del Trabajo. En tanto que el Hombre trabaja, hay Historia, hay
Tiempo, y el Espíritu no está en ninguna otra parte que no sea
en el Tiempo en donde existe en tanto que esas Luchas y esos
Trabajos del Hombre. Mas en el momento en que la Historia
es “realizada-o-perfecta {vollendet'” ) , es decir, en el momento en
que el Hombre ha realizado todo, la Historia se detiene defini­
tivamente y el Tiempo se anula, el Hombre muere o desaparece
en tanto que Hombre histórico y el Espíritu subsiste en tanto que
Espíritu que no cambia más y el cual es así Eternidad.

175
Ahora siguen las explicaciones de esta concepción del vínculo
entre la Eternidad, el Tiempo y el Concepto (pág. 558, líneas
.21-28) :
“Por esta razón debemos decir que nada es sabido-o-conocido
[de eso] que no está en la experiencia (Erfahrung) ; o como se
expresa también para decir lo mismo: [de eso] que no es presente-
o-dado (verhanden) como una verdad sentida, [o] como [algo]
sagrado en lo cual se cree, etc., según las [diversas] expresiones
de las que es habitual servirse. Porque la experiencia es precisa­
mente el hecho de que el contenido, y ese contenido es el Espíritu,
[existe] en sí, [es decir, que] es substancia y por consiguiente objeto-
cosificado de la Concienciaf-exterior]” .
Es por cierto, una paráfrasis del comienzo de la Introducción
a la Crítica de la razón pura. En el Tiempo, dice allí Kant, lo
real precede al conocimiento. Y Hegel lo acepta, evidentemente:
en tanto que el Concepto es Tiempo, se refiere a otra cosa que
a sí mismo, y en esa relación la cosa está antes que el Concepto.
Pero Hegel usa el término Erfahrung en el sentido más amplio.
Entre otras cosas entiende por ello la experiencia religiosa. En la
frase en cuestión dice entonces, también, lo siguiente: para que
la Eternidad pueda ser revelada, hace falta que exista ante todo
el Tiempo. Mas en el Tiempo el Concepto está fuera de lo Real.
De igual manera debe ser para el concepto de Espíritu: el con­
cepto de Espíritu debe ser concebido como siendo exterior al
Espíritu real. Por tanto, el Espíritu que es exterior a su Concepto
(es decir, exterior al Hombre), es Dios. En consecuencia: en
tanto que dura el Tiempo, es decir, hasta el advenimiento de la
Ciencia, el Espíritu revela al Hombre en forma de un Saber teo­
lógico. En tanto que dura la Historia, existe necesariamente
Religión, y si se quiere, Dios, Mas la causa última y la razón
profunda de la existencia de la Religión (y de Dios) está implicada
en la naturaleza misma del Tiempo o de la Historia, es decir del

176
Hombre. (No es Dios quien crea al Hombre antes del Tiempo;
es el Hombre quien crea a sus Dioses en el curso de la Historia).
En efecto, dice Hegel, la Experiencia (Erfahrung) religiosa y otra,
“es el hecho de que el Espíritu existe en tanto que objeto-cosificado
de la Conciencia-exterior” . Pero la oposición entre el Conoci­
miento y lo Real, es precisamente el Hombre. Porque el Hombre
es la existencia empírica (Dasein) de la revelación del Mundo, ya
que dicha revelación es aún estando en el Mundo, distinta que
el Mundo (natural) que revela. Y esa Conciencia-exterior no
llega al Saber sino relacionándose con un objeto-cosificado. Así,
[jara que el Hombre pueda conocerse a sí mismo, debe previa­
mente objetivarse, exteriorizarse, devenir un Mundo: “el Hombre,
dice Hegel, debe realizarse en primer término y objetivarse por
la Acción, antes de poder conocerse” . Y la objetividad del Hom­
bre, es precisamente la existencia de sus Trabajos y de sus Luchas,
o sea, la existencia de la'Historia que es el Tiempo. Ahora bien,
en tanto que dura el Tiempo, en tanto que hay Plistoria el Objeto
permanece exterior al Sujeto y el Hombre no se reconoce pues en
sus obras objetivas; el Mundo histórico que ha creado se le aparece
como un Mundo creado por otro que él: por un Espíritu, cierta­
mente, pero por un Espíritu que no es el suyo, es decir, por un
Espíritu divino. Y por eso hay necesariamente Religión (y Dios)
en la medida que hay Hombre, Historia y Tiempo.
La Religión es entonces un epifenómeno del Trabajo humano.
Por esencia es un fenómeno histórico. Así también en su aparición
teológica, el Espíritu es por esencia un devenir. Por tanto no
existe Dios revelado fuera de la Historia. O más aún, la Eternidad
no puede ser una Verdad, es decir, una realidad revelada por el
Hombre (por el Discurso Logos-humano) sino a condición de ser
el resultado de un devenir, esto es, del Tiempo. El “espíritu
absoluto” hegeliano no es entonces “Dios” en el sentido moral de
la palabra: ese Espíritu es su propio devenir, estando ese devenir

177
revelado en su integridad por la Palabra y asi transformado en
Verdad; y el devenir que es Espíritu, es el Tiempo o el Hombre,
es la Historia humana.
Esto lo dice Hegel en el párrafo siguiente {pág. 558, líneas
28-31) :
“Pero esa substancia que es el Espíritu es el devenir de sí
mismo, el devenir del Espíritu que deviene para sí lo que es en sí.
Y solamente en tanto ese devenir se refleja en si mismo es en sí en
verdad el Espíritu’’.
El devenir del Espíritu que es la Historia o el devenir histórico
de la humanidad, no es otra cosa que el devenir de la Ciencia
que es el “Espíritu absoluto” o el Espíritu devenido, es decir,
realizado o perfecto y revelado él mismo a sí mismo por sí mismo.
En consecuencia, es el Hombre, si se quiere; pero el Hombre
muerto, o si se prefiere, el Hombre devenido Dios. Por cierto,
un “Dios” que se ha constituido en el Tiempo o en tanto que
Tiempo, a partir del Hombre, no es verdaderamente Dios. Mas
el Hombre que ha devenido “Dios” no es tampoco verdadera­
mente un Hombre. Sea como fuere, la Historia es para Hegel el
devenir del “Espíritu absoluto”, es decir del Espíritu perfecta­
mente revelado y plenamente realizado en y por la Ciencia; la
Historia es por tanto el devenir de la Ciencia, y esto es decir que
ella es la historia de la Filosofía.
Esto es lo que dice Hegel efectivamente (pág. 558, líneas
28-33) :
“El Espíritu es en sí el movimiento[~dialéctico] que es el cono­
cimiento; [a saber] de transformación del En-sí mencionado [más
arriba] en Para-sí, de la Substancia en Sujeto, del objeto cosificado,
de la Concienciad-exterior] en objeto-cosificado de la Autocon-
ciencia, es decir, en [un] objeto-cosificado que es en igual medida
suprimido-dialécticamente, o [en otros términos] en Concepto”.
Sin embargo, Hegel agrega en la frase siguiente, ese movi­

178
miento dialéctico que es Tiempo o Historia, es decir, en conclusión,
historia del conocimiento humano o de la Filosofía, ese movi­
miento-dialéctico es un movimiento circular. La Ciencia, que
revela ese movimiento en tanto que realizado, debe en consecuencia
ser también ella circular (pág. 558, líneas 33-34) :
“El movimientof-dialéctico que es el Espíritu] es el círculo
que vuelve a sí mismo, que presupone su comienzo y [que] no lo
alcanza (erreicht) sino al final”.
El Tiempo de Hegel (es decir el Tiempo histórico o humano)
es pues un circulo y no difiere del Tiempo aristotélico o biológico
sino por el hecho que no es cíclico: el círculo hegeliano sólo puede
ser recorrido una sola vez.
En efecto, el “movimiento-dialéctico” circular, es el Tiempo,
es decir, la Historia. Pero la Historia, es la oposición entre el
Hombre y el Mundo (natural). El comienzo del “movimiento”,
es lo que no está en el movimiento; es la ausencia de oposición
entre el Hombre y el Mundo, o lo que es igual, es la ausencia del
Hombre. Por eso Hegel dice: “el Círculo presupone su comienzo” ,
es decir: el Tiempo presupone el Espacio; el Hombre presupone el
Mundo; la identidad del Hombre y del Mundo es antes del
Hombre. Dicho de otro modo, esta identidad es la identidad no-
revelada del Mundo, que es recóndito o mudo porque todavía no
implica al Hombre. Mas, este origen del Hombre no existe para
el Hombre. Porque el Ser-para-el-Hombre es el Ser-revelado-por-
cl-Conccpto y desde que hay revelación del Ser, ya existe el
1lombre que lo revela por su Discurso. Y el Hombre es la Acción,
es decir la oposición entre el Hombre y el Mundo, esto es, pre­
cisamente el “movimiento-dialéctico” o el Tiempo. El Tiempo
(humano) tiene entonces un comienzo en el Mundo: la Historia
comienza en un Mundo (natural) ya existente. Pero la Historia
os la historia de la Acción humana, y esa Acción es la “supresión-
dialéctica” de la oposición entre el Hombre y el Mundo. Y la

179
“supresión” de la oposición es -la “supresión” del Hombre mismo,
es decir, de la Historia y por tanto del Tiempo (hum ano). En
consecuencia, el fin del “movimiento” es también Identidad,
como lo es su comienzo. Sólo al final la Identidad es revelada por
el Concepto. El “movimiento”, es decir, la Historia que es en
última instancia el proceso de la revelación del Ser por el Discurso,
no alcanza (erreicht) por tanto su comienzo sino al final: es que
sólo al final de la Historia la identidad del Hombre y del Mundo
existe para el Hombre, o en tanto que revelada por el Discurso
humano. La Historia que ha comenzado tiene necesariamente un
fin: y ese fin es la revelación discursiva de su comienzo. (Siendo
ese “comienzo”, como sabemos, el Deseo antropógeno, el “fin” es
la comprensión de ese Deseo, tal como está expuesto en la Fenome­
nología del Espíritu). Mas si el comienzo del Hombre, de la
Historia y del Tiempo no existe, para el Hombre, sino al final
del Tiempo y de la Historia, este fin ya no es un nuevo comienzo
ni para el Hombre ni del Hombre, sino verdaderamente su fin.
En efecto, la identidad revelada del Hombre y del Mundo suprime
el deseo que es precisamente el comienzo de la Historia, del Hom­
bre y del Tiempo. El Círculo del Tiempo no puede ser recorrido
más que una sola vez; la Historia se acaba, pero no recomienza
más; el Hombre muere y no resucita (por lo menos en tanto que
Hombre) -1
Pero aun no siendo cíclico, el Tiempo es necesariamente

1 Pasando al plano ontológico puede decirse que la unicidad del


Círculo proviene del hecho que el Ser (que implica el Hombre) implica
la Antítesis o la Negatividad. La vida biológica procede por posiciones; la
Historia procede por negaciones: entonces es imposible rehacer la histo­
ria, porque todo progreso histórico es una negación de lo que es y ha sido.
Y la Historia progresa en la medida en que haya posibilidad (actualizada)
de negación; pero cuando no la hay, se detiene definitivam ente.

180
circular: al final se alcanza la Identidad del comienzo. Sin esa
identidad (es decir sin el Mundo natural) la Historia no habría
podido comenzar■ sólo se termina con el restablecimiento de esa
Identidad; mas entonces se termina necesariamente. Se vuelve
por último al punto de partida: a la nada del Hombre.
La Ciencia, que revela la totalidad integrada del Hombre, es
decir, el curso realizado de la Historia, debe ser por tanto también
circular. Y esa circularidad de la Ciencia es el único criterio de su
verdad absoluta, es decir, de su adecuación perfecta a la totalidad
de la Realidad. En efecto, si lo Real (humano) es un devenir,
ninguna de sus revelaciones parciales o “instantáneas” son verda­
deras en el sentido estricto del término: siendo lo Real cada vez
“suprimido” por la Acción, el Concepto que lo revela correcta­
mente en un momento dado dejará de ser verdadero en otro. Es
el conjunto del “movimiento”, es decir, el conjunto integrado de la
Historia, del Hombre y del Tiempo, el que no cambia; es pues
la totalidad del devenir lo que permanece eternamente idéntico a
sí mismo y es, por consiguiente, la revelación de esta totalidad
la que sin duda es verdadera.
La Ciencia, por consiguiente, debe ser circular y sólo la Cien­
cia circular es la Ciencia realizada o absoluta. El advenimiento
de esta ciencia es así la prueba del fin del Hombre, de la Historia
y del Tiempo. Cuando el Discurso humano, partiendo de un punto
cualquiera y progresando necesariamente (conforme a la necesidad
lógica) vuelve a su punto de partida, se advierte que la totalidad
del Discurso está agotada. Y el agotamiento del Discurso es tam­
bién el agotamiento de la Historia, es decir, del Hombre y del
Tiempo.
Como el Tiempo, la Historia y el Hombre, la Ciencia es
circular. Pero si el Círculo histórico es recorrido una sola vez,

181
el Círculo de la Ciencia es un cicio que se repite eternamente.1
Hay una posibilidad de repetición en la Ciencia y esa repetición
también es necesaria. En efecto, el contenido de la Ciencia se
relaciona únicamente consigo mismo: el Libro es su propio con­
tenido. Pero el contenido del Libro es sólo plenamente revelado
al final del Libro. Mas puesto que ese contenido es el Libro
mismo, la respuesta dada al final de la pregunta para saber qué
es el contenido, no puede ser otra que el conjunto del Libro. Así,
llegado al final es menester releer (o repensar) el Libro; y este
ciclo se repite eternamente?
La Ciencia no solamente es circular, sino también cíclica. Sin
embargo, en un ciclo, el porvenir también siempre es un Pasado.
No hay Porvenir verdadero. Es decir, no hay Tiempo propia­
mente dicho, Tiempo humano o histórico. Si quiere decirse que
el movimiento dialéctico de la Ciencia es Tiempo, es necesario
decir que es un Tiempo cíclico, esto es, un Tiempo sin primado
del Porvenir; el Tiempo es la Eternidad; abreviando, es el Tiempo
biológico de Aristóteles. Y por eso la “existencia empírica” de
la Ciencia no es el Hombre histórico, sino un Libro de papel, vale
decir, una entidad natural. Por cierto, el Libro debe ser leído y
comprendido por hombres para ser Libro, o sea, otra cosa que
papel. Mas el Hombre que lo lee ya no crea nada y él no cambia
tampoco; ya no es Tiempo con primado del Porvenir o Historia;
dicho de otro modo no es Hombre en el sentido estricto de la
palabra. Ese hombre es también un ser casi natural o cíclico:12

1 Es que en la Ciencia ya no hay Negatividad'. el Saber absoluto no


modifica, el Ser que él revela, porque nace en el momento en que el Hombre
está satisfecho por lo que es y en consecuencia no actúa más.
2 En la Logik el Ser se revela finalmente como la Idea. La respuesta
final a la pregunta: ¿Qué es el Ser? es: “ El Ser es la Idea” , Pero si
se pregunta; "¿Qué es la Idea?” es menester responder: “Es et Sein que
es el N ichts, es decir, que es el Wcsen, etc., etc.” . Dicho de otro modo, es
necesario releer la totalidad de la Logik.

182
es un animal razonable, que cambia y se reproduce permaneciendo
eternamente idéntico a sí mismo, Y ese “animal razonable” es el
absoluter Geist, el Espíritu devenido o realizado-y-perfecto; es decir
muerto.
Lo que continúa es una especie de conclusión.
Hegel comienza por resumir todo lo que ha dicho sobre la
relación entre el Espíritu, o el Ser-revelado-por-el-Concepto, y el
Tiempo (pág. 558, Línea 34; pág. 559, línea 7) :
“En la medida pues en que el Espíritu es necesariamente esa
distinción-o-difcrenciación en el interior de sí, su totalidad se
ubica, [cuando ella es] contemplada-intuitívamente, frente-de-y-en-
oposición-a (gegenüber) su Autoconciencía simple-o-indivisa, Y
puesto que esa Totalidad [del Espíritu] es la entidad-distinguida-o-
difercnciada, ella es distinguida-o-diferenciada en su Concepto
puro contemplado intuitivamente que es el Tiempo, y en su
contenido que es el En sí. La Substancia [tomada] en tanto que
Sujeto tiene en ella misma una necesidad, que es en primer lugar,
interna-o-íntima, de representarse (darzustellen) en ella misma
tal como es en sí; [a saber] en tanto que Espíritu. No es más que
la representación (Darstellung) objetiva-y-cosificada, realizada-y-
perfecta que es al mismo tiempo la reflexión de la Substancia, es
decir su devenir [que la transforma] en Yo-personal” .
Este texto no aporta nada nuevo. Ya me ha servido para
comentar los textos precedentes, de modo que todo lo que he dicho
hasta aquí puede servir de comentario a ese texto. Me contento
por tanto con traducirlo.
Lo mismo ocurre con el pasaje que sigue, donde Hegel dice
con todas las letras que la Ciencia sólo puede aparecer al final
de la Historia, es decir, que sólo hay verdad absoluta si la Historia
tiene un fin {lo que equivale a afirmar: si el Hombre es esencial­
mente m ortal).

183
He aquí la traducción de ese célebre fragmento (pág. 559,
líneas 7-9):
“Por consiguiente, en tanto que el Espíritu no es realizado-y-
perfecto en sí, [es decir, en tanto que no es realizado-y-perfecto]
en tanto que Espíritu-del-mundo[-histórico], no puede alcanzar su
realización-o-su-perfección como Espíritu autoconsciente [es decir
filosófico]”. -
El Weltgeist, es la Historia de la humanidad. El selbstbewusst-
sein Geist es la Ciencia.
Por último, en una Nota al final (pág. 559, líneas 9-12),
Hegel escribe lo que ya dije respecto de la Religión o de la
Teología, comentando el pasaje sobre la Erfahrung:
“En el Tiempo, el contenido de la Religión [cristiana] expresa
lo que es el Espíritu [humano] antes de la Ciencia [hegeliana];
pero esta última es la única en ser el verdadero Saber que el
Espíritu [humano] tiene de sí mismo.”
En tanto que duran el Tiempo, la Historia y el Hombre,
el Ser revelado es concebido como un Espíritu trascendente O'
divino. Y la supresión de la trascendencia del Espíritu (que
entraña la supresión de la Teo-logía) marca el fin del Tiempo,
de la Historia y del Hombre. Pero es solamente al final del
Tiempo, cuando se revela la Realidad, cuando aparece en otros
términos, la Verdad. Porque en realidad o en verdad el Espíritu-
Eternidad es el resultado del Tiempo y de la Historia: es el
Hombre muerto, y no un Dios resucitado. Y por eso la realidad
del Espíritu eterno (o absoluto) no es un Dios trascendente que
vive en el Cielo, sino un Libro escrito por un hombre que vive en
el Mundo natural.

184
D écim a c o n fe r e n c ia

INTERPRETACION DE LA SEGUNDA PARTE


DEL CAPITULO V III
( Continuación y fin)

Pasamos ahora a la tercera y última etapa de la segunda-


sección de la segunda parte del Capítulo V III.
La segunda parte trata del sabio. En su segunda sección se
analiza la aparición del Sabio en el Mundo real. Y este análisis
se desarrolla en tres etapas.
En la primera etapa, Hegel ha hablado de la relación entre
el Sabio que es la Ciencia encarnada (a la cual Hegel llama das
absolute Wissen) y la Wirklichkeit, la Realidad-objetiva, conside­
rada independientemente del Tiempo. En la segunda etapa, se
trataba la relación entre el Sabio y el Saber absoluto y el Tiempo.
Hemos visto que el Saber absoluto aparece en el último momento
del Tiempo; el advenimiento de la Ciencia en el Mundo agota
el Tiempo (lo que significa: la Historia, porque el Tiempo de
Hegel es esencialmente el Tiempo humano o histórico) ; la Ciencia
misma no es más un fenómeno esencialmente temporal, pues la
Ciencia realizada es la Eternidad que se revela ella a sí misma.
Pero la separación de la Realidad-objetiva y del Tiempo es
puramente artificial. De hecho, la realidad-objetiva es en esencia

185
temporal, y el Tiempo es necesariamente real, esto es, objetiva­
mente real. Para analizar las relaciones entre, el Sabio y el Mundo
real es necesario por tanto reunir los análisis de las dos primeras
etapas: es menester hablar de la Realidad-temporal, o lo que es
igual, del Tiempo real. Y eso hace Hegel en la tercera Etapa.
Para Hegel, por lo menos en la Fenomenología del Espíritu,
el Tiempo es el Tiempo humano, es decir histórico. Por consi­
guiente, la Realidad-temporal o el Tiempo real es para él, no la
Naturaleza que dura en tanto Cosmos o Vida orgánica, sino la
Historia y solamente ella.
En efecto, al indicar en la primera frase el tema de la tercera
Etapa de su análisis, Hegel no habla sino de la Geschíchte, de la
Historia.
Dice allí (pág. 559, líneas 13-15) :
“El movimiento[-dialéctico] que consiste en el acto del Espíritu
de hacer surgir de sí (con sich hervorzutreiben) la forma de su
Saber, es el Trabajo que cumple el Espíritu en tanto que Historia
objetivamente real.”
En la primera Etapa dialéctica (tesis) el tema fue la Wiktich-
keit. En la segunda etapa (anti-tética) se ha hablado de la Zeit.
En la. tercera etapa (sintética) el tema debe ser la wirkliche Zeit.
Ahora bien, Hegel dice: wirkliche Geschichte, Los términos Zeit
y Geschichte son pues rigurosamente equivalentes. Dicho de otro
modo, el Sabio no aparece en el seno de una Naturaleza que dura
en el Tiempo cósmico o biológico, sino en la wirkliche Geschichte,
es decir, en el seno de un “Mundo” que es esencialmente histórico.
El advenimiento de la Ciencia en el Mundo no puede ser com­
prendido sino en y por la Historia.
Mas el fragmento citado confirma lo que he dicho anterior­
mente, a saber, el hecho que para Hegel la Historia de la huma­
nidad se reduce en última instancia a la Historia de la filosofía.
Dice, en efecto, que “el trabajo cumplido por el Espíritu (es decir

186
por la humanidad) en el curso de la Historia” consiste en la pro­
ducción de un Wissen, de un Saber. Y ese Saber es el Saber que
el Espíritu (es decir el Hombre) tiene de sí mismo. El progreso
histórico es pues, en conclusión, un progreso de la Autoconciencia,
es decir, un progreso filosófico, progreso que culmina en el “Saber
absoluto” que es la plenitud de la Autoconciencia, esto es, en el
Sabio o en el Hombre integral que expresa su autoconciencia total
en y por la Ciencia. Por cierto, la Historia es una síntesis de la
Wirklichkeit y de la Zeit. Y es decir que la Filosofía (que como
acabamos de ver, es la Historia comprendida) presupone, por una
parte, la existencia de una Naturaleza independiente del Tiempo
y por consiguiente del Hombre; es la Wirklichkeit, la Realidad-
objetiva. Por una parte, la Filosofía presupone la Zeit, el Tiempo
mismo, es decir, el Hombre-del-Deseo-y-de-la-Acción. Por tanto
no hay Filosofía sin Naturaleza y sin Acción histórica en el sentido
correcto de la palabra, efectuada en el interior de esa Naturaleza.
Mas para Hegel, la Realidad-objetiva y el Tiempo, o sea la Natu­
raleza y la Historia (“Acción de la Lucha y del Trabajo” ), no
son sino elementos constitutivos (Momente) de la realidad ver­
dadera, que es el Wissen, es decir el Discurso que revela el Mundo
y el Hombre histórico, y que es así Filosofía. El Hombre propia­
mente dicho, verdaderamente real en tanto que Hombre, es pues
el Filósofo. El Hombre-natural o el animal de la especie Homo-
sapiens por una parte y el Hombre-de-la-Acción-histórica, es decir
el Hombre-de-la-Lucha-y-de-Trabajo por la otra, no son sino las
condiciones necesarias de la realidad verdaderamente humana que
es la existencia filosófica del Hombre. Hay una Naturaleza para
que el Hombre pueda batirse y trabajar. Pero el Hombre se bate
y trabaja con el fin de poder hablar de lo que realiza, con el objeto
de tomar conciencia-de-sí como del ser que ha hecho lo que ha
hecho batiéndose y trabajando. Pero la Autoconciencia y la Filo­
sofía son una sola y misma cosa. El Hombre lucha pues y trabaja

187
para poder devenir filósofo, o más exactamente, para poder de­
venir Sabio y producir la Ciencia.
Por cierto, el no-filósofo no duda. Al luchar y trabajar cree
perseguir otros fines. Pero lo cree precisamente porque no es filó­
sofo, porque no es verdaderamente autoconsciente: no sabe lo que
es, ni lo que hace, ni por qué lo hace.
Aunque no lo nota, en realidad el Hombre tiende a devenir
Filósofo. Pero sólo aquellos que tienden a ello conscientemente
son filósofos. Y para aquellos que comprenden la Historia y no
solamente la crean o la padecen, es decir precisamente para los
filósofos, la Historia en su conjunto es una historia de la filosofía,
que evidentemente se detendrá en el momento mismo en que
aparezca la Sabiduría que “suprime” la Filosofía.
Esto es claro y convincente a primera vista. Pero se puede
tener dudas al respecto, y yo ya las he formulado en mis dos pri­
meras conferencias.
Allí dije que la identificación de la Historia con la historia de
la Filosofía se impone desde que se formula la hipótesis siguiente:
la Autoconciencia tiende necesariamente a extenderse lo más posi­
ble; dicho de otro modo, el Hombre toma siempre plena con­
ciencia de las modificaciones creadas en él por las transformaciones
del Mundo exterior, natural, social o histórico. Mas, personal­
mente, no pienso que esa hipótesis sea verdadera: pienso que el
Hombre no es naturalmente Filósofo; creo, expresado en otros
términos, que hay que hacer esfuerzos incesantes para expandir
cada vez más la Autoconciencia que, por naturaleza tiende a
mantener fijos esos límites, y creo que el hombre podría muy bien
no hacer esos esfuerzos. En todo caso, los análisis antropológicos
de la Fenomenología del Espíritu no permiten emitir esa hipótesis.
Se puede comprobar el hecho de la existencia del Filósofo, pero
no se lo puede explicar; no podemos “deducir” la existencia filo-

188
sóíica a partir de la existencia humana, tal como aparece en la
Fenomenología del Espíritu. '
Por cierto, para Hegel, esto no tiene importancia, pues él
dispone del hecho en cuestión. Escribe al final de la Historia, y
comprueba que, en realidad siempre ha habido filósofos para tomar
conciencia de los hechos históricos creados por los hombres y de
las modificaciones del Hombre engendradas por esos hechos. (La
cuestión sólo deviene importante para aquellos que no piensan
que viven en el momento en que la Historia ya está realizada.)
Hegel puede por tanto afirmar que en efecto, la. Historia e;s
siempre consciente de sí misma, vale decir, que es una historia
de la Filosofía. Y habiendo comprobado ese hecho, puede decir
que el Hombre en tanto que tal es en última instancia, Filósofo.
O en otros términos: que la Autoconciencia humana tiende nece­
sariamente a extenderse cada vez más, a expandirse lo más posible.
En efecto, así dice Hegel en un pasaje de la Introducción a
la Fenomenología del Espíritu que comienza así (pág. 59, líneas
6- 12) :
“Pero, el fin es impuesto al Saber [absoluto] con tanta nece­
sidad como la marcha del progreso. Ese fin está allí donde el
Saber ya no tiene necesidad de ir más allá de sí mismo, donde
el Saber se encuentra consigo mismo, y donde el Concepto corres­
ponde al Objeto-cosificado [y] el Objeto-cosíficado al Concepto.
Así, el progreso [que conduce] a ese fin no puede por consiguiente
ser detenido [en su curso]; y [la] Satisfacción no puede ser encon­
trada en ninguna etapa anterior.”
Si la Autoconciencia es la Filosofía, y si la extensión progre­
siva de esa Conciencia es la historia de la Filosofía, esa historia
necesariamente se detiene en el momento en que toda nueva ex­
pansión deviene imposible. A la inversa: es imposible que esa
historia se detenga antes, pues la Filosofía no puede ser satisfecha
por una Autoconciencia que todavía es capaz de extenderse.

189
Sabemos que para Hegel la imposibilidad de la extensión de
la Autoconciencia está garantida y revelada por la circularidad del
Saber que expresa esa Conciencia. Mas poco importa por el mo­
mento. Sólo señalamos que, para Hegel, la tendencia a superar
los límites que son visiblemente límites, caracteriza la Autocon­
ciencia en tanto que tal.
El esquema de la evolución histórica sería pues el siguiente:
El Hombre actúa y transforma así el Mundo dado. Viviendo en
ese mundo, es él mismo modificado en función de esa transfor­
mación del M undo: de algún modo sufre el contragolpe. Al ser
transformado necesariamente adquiere consciencia de esta su trans­
formación. Al tomar conciencia de sí, comprueba que está todavía
en desacuerdo con el Mundo dado (aún transformado), que la
idea que se forma de sí mismo independientemente de su existencia
en el Mundo (Begriff) difiere de su realidad en el Mundo
{Gegenstand). Vuelve entonces a actuar para transformar aun
el Mundo dado, con el objeto de tornárselo adecuado. Y el juego
continúa necesariamente, en tanto que el Hombre no comprueba
un acuerdo perfecto entre él y el Mundo (entre el Begriff y el
Gegenstand). En ese momento la Historia (es decir, la Acción)
se detiene definitivamente, y el Filósofo ha alcanzado su fin, esto
es, la Sabiduría, porque ahora es imposible (estando suprimida la
Acción) modificarse y superar así la conciencia que ya se tiene
de sí mismo. Eso es lo que Hegel quiere decir en el pasaje citado.
Tal razonamiento sólo es justo si todo hombre de acción es un
filósofo, y si todo filósofo es un hombre de acción. Pero si el Hom­
bre que actúa no hace filosofía o si el filósofo no actúa, de nada
sirve el razonamiento. Admitamos que el hombre que ha actuado
no toma conciencia de sí después de la acción. Al engañarse
entonces respecto de sí mismo, podrá muy bien no ver la insufi­
ciencia de su actitud, es decir, no advertir el desajuste que aún
subsiste entre la idea-ideal y la realidad. Entonces dejará de actuar

190
y se detendrá antes de haber llegado al fin verdadero de la Historia
que ya no puede ser superado. Y en esta hipótesis jamás habría
Sabiduría en la Tierra. Por el contrario, si el Filósofo no actúa,
él no podrá transformar el Mundo, no se cambiará por lo tanto
a sí mismo; la Historia se detendrá entonces aquí aun antes de su
término absoluto; y el filósofo jamás devendrá un Sabio.
Una vez más Hegel puede apelar al hecho del Sabio que es
él mismo. ¿Pero puede explicarlo verdaderamente? Lo dudo. Y
dudo, por tanto, que él sea el Sabio que realice la Historia, pues
es precisamente la capacidad de explicarse a sí mismo lo que
caracteriza a la Sabiduría.
Creo que Hegel no tiene derecho a afirmar que la Conciencia
que no se trasciende a sí misma indefinidamente no es una Con­
ciencia humana. Sin embargo, eso es lo que afirma en el pasaje
siguiente, donde opone al animal que vive solamente, no el ser
que toma conciencia de su vida, sino el ser capaz de extender
indefinidamente su Conciencia. Dicho de otro modo, Hegel opone
al animal no el Hombre-consciente-de-sí, sino el Filósofo (pág. 69,
líneas 13-23) :
“Lo que está limitado a una vida natural [es decir animal],
es incapaz por sí mismo de ir más allá (hinauszugehen) de su
existencia-empírica inmediata [esto es, dada]. Pero tal ser es impul-
sado-más-allá (hinausgetrieben) de esa experiencia [dada] por
otro. Y el hecho-de-ser-arrancado-y-arrojado-fuera (Hinausgeris-
senwerden) es la muerte de ese ser [natural o animal]. La Con­
ciencia [Bewusstsein en el sentido amplio, es decir, el Hombre],
por el contrario, es para sí mismo su Concepto; por eso mismo
[ella es] de-manera-inmediata el acto-de-ir-más-allá (Hinausgehen)
del límite (Beschrankte) y [por tanto] de sí mismo, puesto que ese
límite le pertenece-como-propia (angehort). Para la Conciencia
humana el más allá está planteado al mismo tiempo que la entidad-
particular (Einzelnen) que estaría al borde del límite, como [por

191
¡ejemplo el caso] en la intuición espacial [donde hay un espacio
exterior en cada límite]. La Conciencia [humana] sufre pues por
sí misma esa violencia (Gewalt) [que consiste en el acto] de dete­
riorar (verderben) la satisfacción limitada.”
El animal, si se quiere, tiene una especie de “Autoconciencia”
(que Hegel llama “Selbst-gefühF, Sentimiento de sí). Pero esa
■“conciencia” animal no puede trascenderse. Si el animal cambia,
si se supera, su “Autoconciencia” se anula en lugar de trascenderse,
vale decir, deviene nada: muere o desaparece deviniendo otro
animal, (la evolución biológica no es una Historia). Y por eso,
para Hegel, el animal no es Autoconciencia, Selbstbewusstsein, sino
solamente Selbst-gefühl, Sentimiento-de-sí. La Autoconciencia que
•caracteriza al Hombre es pues necesariamente una Conciencia que
se extiende o se trasciende siempre. Y Hegel lo expresa efectiva­
mente en la segunda parte del pasaje citado.
Con otras palabras, Hegel tiene en cuenta en ese pasaje el
mismo esquema de la evolución histórica del que acabo de hablar:
acción —>toma de conciencia de sí —» acción. Y en esas condi­
ciones, la Historia es en efecto una historia de la Filosofía y debe
ncesariamente progresar hasta que la Filosofía devenga Sabiduría.
Por cierto, Hegel nota la dificultad que presenta toda exten­
sión de la Autoconciencia. Habla de Gewalt: es menester hacerse
“violencia” para comprobar que ya no se es lo que se ha sido. Pero
según Hegel, el Hombre que no llega a hacerse esa “violencia” no
es un ser humano en el sentido estricto de la palabra.
Mas, esta afirmación parece paradojal. Y en efecto, Hegel
mismo debe aportar restricciones. Debe admitir que hay seres
autoconscientes, a los que todo el mundo llama hombres, y que
no obstante rehúsan extender la conciencia que tienen de sí mismos.
ÍEn consecuencia, Hegel expresa (págs. 69, línea 23; 70, línea 6):
“Al [experimentar] esta violencia, el temor (Angst) puede
por cierto retroceder ante la verdad y querer conservar para sí lo

192
que está amenazado de perderse. Pero no puede encontrar su
tranquilidad-o-quietud (Ruhe) [si lo hace], A menos que quiera
detenerse en la Inercia-perezosa e irreflexiva (gedankenloser Trág-
heit). Porque el pensamiento ataca a (verkümmert) la irreflexión
y su in-quietud trastorna la Inercia-perezosa. O más [aun, el
temor del cambio] puede consolidarse en la forma de sea Sensi­
blería (Empfindsamkeit) que asegura encontrar [que] todo está
bien en su género. [Pero] esa seguridad sufre también violencia
por parte de la Razón, que encuentra que algo no es precisamente
porque ese-algo es un género [y no una Individualidad “única en
su género”]. O [bien en fin] el miedo (Furcht) de la verdad puede
disimularse para sí y [para] los otros detrás de una ilusión-enga­
ñadora (Scheine) que permite creer que es precisamente el celo
ardiente por la verdad la que hace que le sea tan difícil, sino
imposible, encontrar una verdad distinta que la única verdad de
la Vanidad (Eitelkeit) que consiste en ser siempre más inteligente
todavía que toda idea que se extraiga de sí mismo o de los otros.
Esa Vanidad que es capaz de tornar-vana-o-hacer-fracasar (veréis.
tein) toda verdad [universal] y de regresar de esa verdad a sí
misma, que se nutre de su propio entendimiento, el cual siempre
se arregla para disolver todas las ideas y para no encontrar en
lugar de todo contenido [objetivo] más que el Yo abstracto (Ich)
seco y estéril (trockne), [esta Vanidad] es una Satisfacción que
es necesario [desdeñosamente] abandonar a sí mismo. Pues ella
huye de lo Universal y no busca sino el ser para “sí”.
Hegel reconoce aquí tres actitudes esencialmente no filosó­
ficas, es decir, tres casos donde el Hombre se niega a cambiar
objetivamente, y por tanto también a extender su Autoconciencia
más allá de los límites dados.
Tenemos en primer lugar la “gedankenlose Tragheit”, la
''inercia irreflexiva”. Es el “Embrutecido” que cuanto más sufre
la Historia, como una piedra “sufre” las leyes de su caída. Es

193
incapaz de aceptar consciente y voluntariamente un cambio; sobre
todo el cambio que puede significarle su muerte. Mas tampoco
puede rehusarlo, consciente y voluntariamente. También, cuando
el caso se presenta, es conducido a la muerte como se conduce la
bestia al sacrificio. Ahora bien, acabamos de ver que para Hegel,
eso es lo que caracteriza precisamente al animal. Pero aun siendo
muy severo para esa “inercia irreflexiva” ¿puede en verdad afir­
marse que el hombre que se embrutece en y por esa “pereza inte­
lectual” deja completamente de ser hombre?
Y además no hay que olvidar que lo contrario de ese hombre
inerte e indolente, vale decir, el hombre de acción que protesta,
replica, trata de cambiar lo que no le gusta, no es lo que se
entiende generalmente por “filósofo” . Es más bien ese “bruto
rubio”, esa “bestia rubia” de la cual Nietzsche hablaba con
nostalgia. Es el Hombre que realmente transforma al Mundo por
su acción, y que en consecuencia, por contragolpe, se transforma
a sí mismo; pero nada dice que el tome conciencia de su propia
transformación, o que aceptará las palabras de aquel que le diga
que ha cambiado.1 En síntesis, el Hombre de acción no es de
ningún modo, por definición, un filósofo. Según la definición de
Hegel, “la bestia rubia” no es menos bruto que el bruto inerte,
pasivo y conformista, Pero es evidente que uno vale más que otro.
Y esto prueba que se está en presencia de una realidad humana:
pues la realidad puramente natural no tiene grados de valor, es
absolutamente homogénea desde ese punto de vista.
Y para volver al filósofo: ¿no es característico que sea preci­
samente él quien a los ojos del “vulgo” tenga Ja actitud de la
“Sensiblería”, de la “Empfindmmkeit”, de la cual habla Hegel en

1 La experiencia muestra por ejemplo, que los hombres que han hecho
una Revolución no se mantienen en el poder precisamente porque con­
tinúan siendo, o por lo menos creen que siguen siendo lo que eran antes
de la Revolución: vale decir, no conformistas.

194
el texto citado? Porque lo que Hegel tiene en cuenta aquí es igual­
mente la actitud del “Todo comprender-todo perdonar”, lo que
significa justificar todo y aceptar todo. Es la famosa “objetividad”
que se espera del sabio y muy particularmente del “filósofo” que
también se considera que está allí para decir: “más esto cambia,
más es la misma cosa”. Por cierto, se puede y es necesario decir
que ese “filósofo” no es sino una caricatura, un “sofista”. Sin
duda, el filósofo puede y debe comprender todo sin perdonar
"nada” . Pero además es menester no olvidar que aquellos que
no “perdonan”, tampoco siempre “comprenden”. Y la experiencia
muestra que sin la intervención del hombre que actúa sin com­
prender, el deseo filosófico de cambiar todo lo que se puede, y
por tanto debe ser cambiado, generalmente sigue siendo ineficaz.
En efecto, se puede responder (con Aristóteles) que el hombre
también se sirve de las bestias para realizar sus fines. Pero la
respuesta no me parece muy convincente; lo sería si las bestias en
cuestión no siempre obedecieran y pudieran a veces “protestar”.
Donde quisiéramos dar razón a Hegel, es cuando habla de la
l’.ilelki'il, de la “Vanidad”, de lo que se llama “Individualismo”.
El hombre que no ve en lo que ocurre más que las “emociones”
q u e é l experimenta; el hombre que quiere únicamente cultivar

s u Yo que cree ser “personal”, pero que en realidad, por hallarse

aislado y encerrado en si, es vacío y abstracto, o lo que es igual,


rigurosamente semejante al Yo de todo otro “individualista” ; el
hombre apolítico y asocial de la falsa trascendencia, que cree estar
"au-dt'ssus de la mélée”, y que se contenta con observar los
cambios y los conflictos de otros para poder complacerse beata­
mente en la comprobación repetida de su propio acuerdo; ese
hombre del geistiges Tierreich parece merecer en verdad el nombre
de “bestia sabia o intelectual” que le da Hegel. Pero a pesar de
ello, o si quiere decirlo mejor, en razón del desagrado que él

195
inspira, es necesario decir también que aquí no hay más que una
metáfora.
En fin, y ésa es la objeción más grave, tenemos aún al Reli­
gioso, que tampoco es autoconsciente, según Hegel, puesto que
habla siempre de un Yo esencialmente distinto que el suyo. Ahora
bien, no es por azar que Hegel no lo menciona en su lista.1 Y no
lo menciona porque a todas luces es imposible hablar aquí de exis­
tencia animal, aun empleando un lenguaje metafórico.
Sin duda aquel que es, o cree ser filósofo, debe considerarse
infinitamente superior al Religioso que sólo es Religioso. Porque
el Filósofo es el único que puede comprender y expresar el sentido
real y verdadero de lo que los otros se contentan con hacer o
padecer. De manera general, un hombre (individual o colectivo)
es superior a los otros en la medida en que los comprende, sin
poder ser comprendido por ellos. (Por otra parte, ésa es la única
definición posible del progreso) . Pero decir, como a veces Hegel
parece hacerlo, que el filósofo es el único en representar la realidad
humana, verdaderamente es dar pruebas de una “deformación
profesional” .3
Pienso que Hegel tiene razón en decir que sin Filosofía no
hubiera habido Historia. No habría Historia comprendida, pues
la Filosofía es precisamente verstandene Geschichte, por ser la
Autoconciencia de la realidad humana en toda su extensión. Y no
habría historia real, pues si el Presente histórico está codetermi-

1 No obstante, Hegel hubiera podido hacerlo. Pues el Religioso que


fija su Autoconciencia (en forma de una Conciencia exterior) sobre un
Dios eternamente idéntico a sí mismo, se opone también él a todo cambio
esencial de la vida humana; se opone siempre a una Revolución social, y
jamás acepta los cambios que ella aporta, por lo menos en tanto que
Religioso.
a Por otra parte, el hombre no puede ser “superior” sino a! hombre;
no es en verdad superior a la bestia o a la piedra; es esencialmente “otra
cosa”, eso es todo.

196
por el Pasado, debe serlo por el Pasado comprendido: en
i i . k Ih

(•tolo que el Hombre no toma conciencia de su nueva situación


ni el Mundo comparándola con la antigua, tampoco puede ver la
(imtradicción (es decir la Negación) que ella implica; por tanto
no podrá negarla por su acción, y así su acción en ella no será
verdaderamente humana o histórica. Y en realidad, siempre ha
habido una Filosofía en el fondo de toda Revolución. La Historia
lio es sino una Revolución permanente puesto que progresa por
negaciones de lo social dado.
Pero nada prueba que habrá siempre filósofos, en tanto que
baya hombres sobre la Tierra. Dicho de otro modo, la Historia
poilría detenerse antes de alcanzar su término verdaderamente
infranqueable. Es necesario hacer esfuerzos para que no sea así.
() más aún: no basta decirse que un Filósofo llega siempre tarde
o temprano; cada uno debiera decirse, aunque sin razones convin­
imos, que tal vez él es el único en poder devenir ese filósofo
esperado.
Y luego no hay que olvidar que, prácticamente, si la Historia
es comprendida por filósofos, es creada por aquellos que general­
mente no lo son. Mas Hegel lo sabe bien, porque dice que sin el
Imperio creado por Napoleón su propia filosofía no sería posible.
Por cierto hablando de Napoleón, subraya que ése es un caso de
Ih'wusstsein, y no de Selbstbewusstsein (pág. 471, líneas 5-4 desde
abajo). Y tiene razón, pues efectivamente Napoleón no era un
filósofo. Pero en verdad es ir demasiado lejos decir que ese gran
hombre no era un ser verdaderamente humano.
Volvamos al texto del Capítulo V III.
Por tanto, para Hegel, la Historia se reduce en conclusión,
a. la historia de la filosofía. También en el pasaje que sigue al
fragmento que he citado y donde, según éste, debe tratarse de la
wirkliche Geschichte, de la “Historia objetivamente real”, sólo se
rrfiore a la historia de la filosofía.

197
En la primera parte de ese pasaje, Hegel precisa una vez más
la diferencia entre la Filosofía y la Religión, es decir, la Teología.
En la segunda, habla del nacimiento (con Descartes) de la Filo­
sofía cristiana, después de la destrucción de la Teología cristiana
en la época del Renacimiento. Finalmente, en las frases que ter­
minan el pasaje en cuestión, resume la historia de la filosofía
cristiana, vale decir, moderna, hablando (sin nombrarlos) de Des­
cartes, Spinoza, Leibniz, la filosofía de la Ilustración, Kant, Fichte,
Schelling. .
No traduzco ese pasaje (págs. 559, línea 15; 560, línea 5
desde abajo), pues es casi incomprensible sin comentarios, y un
comentario aunque fuera poco satisfactorio, demandaría meses.
Quisiera tan sólo explicar por qué en ese Resumen, Hegel
habla de la filosofía en el sentido corriente de la palabra, es decir,
de los sistemas metafisleos de Descartes, Spinoza, etc., en tanto
que en el propio texto de la Fenomenología del Espíritu, no ha
hablado y no ha evocado sino las doctrinas antropológicas de esos
filósofos, de Kant sobre todo.
Para comprenderlo hay que recordar que la Sabiduría (o el
Saber absoluto), es una síntesis de la Conciencia-exterior y de
la Autoconciencia. La Filosofía en la medida en que conduce
al Saber, es pues la tentativa de tal síntesis. La Filosofía tiene
por consiguiente un doble aspecto. Por una parte constituye la
Autoconciencia: por ese aspecto de la Filosofía, el Hombre sabe
lo que es en tanto que opuesto al Mundo exterior. En esc aspecto
(“subjetivista” ) la Fiolosofía es una antropología. Y sólo de esa
Antropología filosófica se trata en los siete primeros capítulos de
la Fenomenología del Espíritu. Porque' en esos capítulos el Be-
witsstsein ha sido opuesto a! Selbslbewusstsein. Así la Antropología
subjetivista filosófica es completada, por una parte, por la Cien­
cia en el sentido corriente de la palabra, que revela el Objeto
o el Mundo natural, y por !a otra, por la Religión o la Teología,

198
que revela inconsciente y simbólicamente el Mundo social.1 Pero
toda Filosofía digna de ese nombre aspira a un Saber total. Es
decir, que busca una síntesis del Bewusstsein y del Selbstbewusst­
sein. Y en ese aspecto (sintético) es “metafísica” o Filosofía en
el sentido lato de la palabra.2
Pero la síntesis del Bewusstsein y del Selbstbewusstsein sólo
se opera en el Capítulo V III, más exactamente en el Resumen
de los siete primeros capítulos que se hallan en él. Es pues única­
mente en el Capítulo V III, después de ese Resumen, que podemos
comprender la Metafísica de los filósofos del pasado. En los siete
primeros capítulos de la Fenomenología del Espíritu, esos filósofos
aparecen en tanto que representantes del Bewusstsein. Aquí, por
el contrario, las filosofías aparecen como otras tantas tentativas de
síntesis del Bewusstsein y del Selbstbewusstsein. Sin duda, esa
síntesis no se logra plenamente sino al final de la Historia, en la
Ciencia hegeliana. En tanto que la Historia continúa, hay contra­
dicción real entre el Hombre y el Mundo, y toda síntesis (o
“acuerdo” filosófico) sólo puede ser falso, estando ella misma en
desacuerdo con la Realidad. Y por eso las Filosofías se “suprimen”
una a otra. Por eso hay una historia de la Filosofía, mientras que
no puede haber historia de la Sabiduría. Ya la historia de la filo­
sofía, es la historia de las tentativas necesariamente abortadas para
realizar la Totalidad del pensamiento antes de haber realizado la
Totalidad de la existencia,3

1 Es en su aspecto antropológico que la Filosofía pasa a la Literatura,


Y determina en general la “cultura” de una época. Es igualmente en ese
aspecto que contribuye a la realización del movimiento histórico, revelando
.il Hombre las contradicciones implicadas en él y en su Mundo e incitán­
d o l o así a la Acción.
- Sentido del cual la Literatura y la “cultura general” no tienen la
menor idea. '
Siendo la existencia total, como sabemos, la existencia del Hombre
ipir- lia realizado su vida o su Historia, es decir, del Hombre que ha muerto.

199
Son esas tentativas prematuras de síntesis metafísicas las que
Hegel resume y critica en la tercera y última etapa de la segunda
sección de la segunda parte del Capítulo V III.
Pasemos a la tercera y última sección de la segunda parte
del Capítulo V III.
Hegel acaba de decir (en la tercera etapa de la segunda sec­
ción) cómo y por qué la Sabiduría resulta de la evolución de la
Filosofía, cómo y por qué esta evolución no ha podido detenerse
más que con el advenimiento del Saber absoluto hegeliano. Dicho
de otro modo, Hegel ha explicado, filosóficamente, el porqué y el
cómo del advenimiento del Sabio.
Ahora, en la 3? sección, será tema el propio Sabio. Hegel
dirá allí qué es el Sabio que realiza y perfecciona la historia de
la Filosofía.
Ahora bien, “el verdadero ser del Hombre es su Acción”.
Decir qué es el Sabio, es decir lo que hace. Y puesto que el Sabio
no hace otra cosa que su Ciencia, hablar del Sabio es hablar del
nacimiento de la Ciencia, de la Acción del Sabio que produce la
Ciencia.1
Mas, el Sabio es el Filósofo que ha conseguido explicarse a
sí mismo. Hablar del Sabio es entonces decir cómo el Sabio se ve
a sí mismo. Y la mejor forma de decirlo, es mostrar en qué su
comprensión (correcta) de sí difiere de la autocomprensión (insu­
ficiente) del Filósofo. Así, Hegel expone sus ideas respecto de la
actividad del Sabio oponiéndolas a las ideas sobre la actividad
del Filósofo, tales como fueron expuestas por los dos últimos filó­
sofos, es decir, por Fichte y Schelling.
Este método de exposición torna el texto, ya muy corto,
demasiado difícil (págs. 560, línea 37; 561, línea 5) :
1 Hegel habla de esta misma Ciencia en la 3>!* Parte del Capítulo V III.
Se proponía exponer la Ciencia en la segunda parte del “Sistema”, pero
esa parte jamás ha sido escrita.

200
“Pero el Espíritu se nos ha mostrado como no siendo ni el
repliegue (Zurückziehen) solamente de la Autoconciencia en su
interioridad-o-intimidad pura-o-abstracta [como lo piensa Fichte],
ni el simple hundimiento ( Versenkung) de la Autoconciencia en
la Substancia [o en el Ser-dado natural] y [en] el no-ser de su
distinción-o-diferenciación, [como lo piensa Schelling], No, el
Espíritu es ese movimientó[-dialéctico] del Yo-personal que se
alicna-o-se-exterioriza él mismo (sich seiner selbst entausert) y
se sumerge (versenkt) en la Substancia y que en tanto que Sujeto,
se ha adentrado en sí [mismo a partir] de esta Substancia, transfor­
mándola en objeto-cosificado y [en] contenidof-objetivo del Sujeto],
que suprime-dialécticamente esa distinción-o-diferenciación de la
Objetividad-cosificada y del contenido [del Sujeto].”
Para interpretar este texto en detalle, sería necesario exponer
en primer término las ideas de Fichte y de Schelling, lo cual
resultaría demasiado largo. Por falta de lugar, me contentaré
con un comentario muy superficial.
Se trata del Espíritu. Pero el Espíritu se revela en y por la
Ciencia, que es el Selbstbewusstsein del Sabio, la Autoconciencia
del Sabio. Hablar del Espíritu, es por tanto hablar también del
Sabio.
Hegel dice en primer lugar que el Sabio no se refugia (en
contra de lo que pensaba Fichte) en su “Interioridad-o-intimidad”
subjetiva. La actividad del Sabio nada tiene que ver con la acti­
vidad del Poeta que se aísla del Mundo y se repliega. Pero luego,
dice Hegel, esa actividad tampoco tiene nada que ver con la acti­
vidad del Sabio (en el sentido corriente de la palabra) que se
pierde en el Objeto y olvida su “Yo personal”. El Sabio, a pesar
de lo que se piense con frecuencia, no es de ningún modo “desinte­
resado”, de ningún modo “objetivo” . Continúa (al contrario de
lo que pensaba Schelling) relacionando el Mundo a sí. Pero (en
contraposición con lo que pensaba Fichte) por oposición al Poeta,

201
es un Mundo (real) el que relaciona consigo, y no un “universo”
imaginario.
El Sabio en su Acción es “el movimiento-dialéctico del Yo-
personal”, dice Hegel. El Yo del Sabio es pues un Yo que se opone
a un Mundo y que suprime a la vez esa oposición, que es absorbido
por el Objeto y se crea al mismo tiempo en tanto que Sujeto. Mas
Hegel ha dicho exactamente la misma cosa del Hombre histórico
en general. Nada asombroso, por otra parte, puesto que Hegel
habla aquí del Espíritu, y puesto que el “movimiento-dialéctico
del Espíritu” para él no es otra cosa que la Historia. Por tanto,
en la medida en que el Espíritu se revela en su “movimiento”
por el Saber, el Sabio rehace en su pensamiento la Historia univer­
sal. Y, en efecto, en las últimas líneas del Capítulo V III Hegel
dirá que el Sabio o la Ciencia, en la medida en que se han vuelto
hacia el Pasado, es decir hacia el Tiempo, o sea hacia el “movi­
miento” del Espíritu, no es otra cosa que begrifene Geschichte,
la “Historia comprendida-conceptualmcntc”. Esa Historia está
vinculada con el “Yo-personal” del Sabio, siendo ese Yo el fin
último y la coronación de la Historia; pero por su parte ese Yo
se relaciona con el Mundo histórico real, porque él no es nada
más que la comprensión de ese Mundo. Así, la actitud del Sabio
es simultáneamente en el más alto grado “subjetiva” o “intere­
sada”, y en el más alto grado “desinteresada” u “objetiva” .
En el pasaje que sigue, Hegel desarrolla aún su idea. Y dice
(pág. 561, líneas 5-15) : .
“Esa primera reflexión a partir de la inmediatez [, es decir,
la Negatividad descubierta por Fichte], es el acto del Sujeto de
distinguirse-o-diferenciarse de su Substancia; vale decir [es] el
Concepto que se desdobla, [o más aún es] el acto de adentrarse
en sí mismo (Insichgehen) y el devenir del Yo (Ich ) puro-o-
abstracto. [Pero como lo ha comprendido Schelling,] en la medida
en que esta distinción-o-diferenciación es la actividad pura-o-

202
abstracta del Yo (Jch) [, es decir de la identidad descubierta por
Schelllng], el Concepto es la necesidad y el advenimiento (Auf-
geben) de la existencia empírica (Dasein), cuya realidad-esencial
(Wesen) es la Substancia y la que se mantiene (besteht) para sí.
Pero [, y allí está la Totalidad descubierta por Hcgcl,] la perma­
nencia (Bestehen) de la existencia-empírica para sí es el Concepto
postulado en la determinación-específica (Bestimmtheit}; y esa
permanencia por eso mismo es, además, el movimiento [dialéctico]
del Concepto [que se mueve] en sí mismo (an ihm selbst); [el
movimiento que consiste] en descender en la Substancia simple-o-
indivisa, [es decir, en la Identidad schellingiana] que sólo es Sujeto
[o Espíritu] como esta Negatividad [fichteana] y movimiento[-dia-
léctico, es decir como esta Totalidad hegeliana]”.
Nuevamente es una confrontación de las concepciones de
Fichte, de Schelling y de Hegel. Empero, esta vez el texto todavía
es más difícil, porque se trata de un resumen muy condensado de
principios últimos de la metafísica de estos tres pensadores.
Retengamos tan sólo que Hegel opone el “Yo-abstracto”, al
‘7 c h" de Fichte, y a la “Substancia” de Schelling, la “Negati­
vidad” y el “movimiento-dialéctico del Yo personal (Selbst)” . Y
es decir, una vez más, que les opone la Acción y la Historia. Dicho
de otro modo, la “Substancia” (es decir, el Ser dado y el Mundo
natural), no puede devenir “Sujeto” o “Espíritu”, o en otros tér­
minos, no puede revelarse ella a sí misma por la Palabra, sino a
condición de realizarse en la forma de un Mundo temporal histó­
rico. de un Mundo, por tanto, que implique el Hombre actuante.
Y si el Sabio quiere realizar plenamente el Espíritu revelando
mediante la Ciencia la totalidad, del Ser, debe por tanto primero
eomprcnder-conceptualmente el devenir del Espíritu, es decir, la
Historia. En efecto, el Ser que es “Substancia” no es Ser-revelado
o “Espíritu” sino en la medida en que implique al Hombre; revelar
el Ser en su totalidad, es pues revelar- al Hombre; pero el Hombre

203
es Acción y la Acción es “movimiento”; devenir, Tiempo o Historia.
Por consiguiente, no hay Ontología (o Logik) sin Fenomenología,
o Antropología previa, que revele al Hombre y a la Historia.
Sigue en fin, una tercera y última presentación de la misma
idea en el pasaje que termina la tercera sección y la segunda parte
en general (pág. 461, líneas 16-27):
“El Yo [Ich; aquí, el Yo del Sabio] no debe [en contraposición
con lo que piensa Fichte] fijarse en la forma de la Autoconciencia.
por oposición a la forma de la Substancialidad y de la Realidad-
cosiñcada como si tuviera miedo de su alienación-o-exteriorización
(Entáusserung). La Fuerza del Espíritu consiste, por el contrario,
[en el hecho] de permanecer idéntico a sí mismo en su alicnación-
o-cxteriorización, y de no postular, en su calidad de cntidad-
existente-rra y para-sí, el Ser-para-sí sino como [un] elemento-
constitutivo (M omente), con el mismo criterio que el Ser-en-sí.
El Yo [es decir, aquí: el Sabio] tampoco es, [ pesar de lo que
piensa Schelling], una tercera-entidad, que arroja las distinciones
-o-diferenciaciones al abismo de lo Absoluto y proclama su igual-
dad-o-identidad en ese Absoluto. No, el Saber [encamado en el
Sabio] consiste, por el contrario, en esa inactividad aparente:
que no hace más que contemplar la manera en que la entidad-
distinguida-o-difcrcncíada se mueve[-dialécticamente] en sí misma
y vuelve a su unidad-unificante.”
Siempre es igual. A la Autoconciencia aislada de Fichte, y
al Absoluto schcllinguiano donde la Autoconciencia se aniquila,
Hegcl opone “el movimiento-dialéctico de lo opuesto a la Unidad
unificante”. Y ahora sabremos qué significa. En el plano de la
Realidad, significa que la unidad total y homogénea del Ser es
no dada (pues la Unidad frente a la Oposición es incognocible),
pero se crea en y por el Tiempo que opone el Hombre o el Sujeto
a la Naturaleza o al Objeto. Y en el plano de la Revelación-por-
la-Palabra, eso significa que la Ontología o la revelación coneep--

204
tual del Ser (que debiera ser expuesta en la Logik en el seno de
la segunda parte del “Sistema” ) debe ser el “Resultado” de una
revelación conceptual previa al Devenir, o sea de la Historia,
es decir, del Hombre (que ha sido expuesta en la primera parte
del “Sistema”, esto es, en la Fenomenología del Espíritu).
Hegel habla de la “inactividad aparente” del Saber absoluto,
vale decir, de lo que constituye el ser mismo del Sabio. “Inacti­
vidad”, porque el Sabio (como siempre se ha dicho) no hace sino
contemplar lo que es, sin cambiar nada. Pero tal inactividad es
sólo “aparente” porque el Sabio contempla la Acción y por­
que es solamente por la contemplación de la Acción, es decir,
del “movimiento” del Devenir o de la Historia, que llega a la
contemplación del Ser que está en Identidad eterna consigo mismo.
La Ciencia presupone pues esencialmente la Acción. Y por eso
la Ciencia es ella misma, si se quiere, una Acción, en el sentido
que ella es un movimiento circular perpetuo. Dicho de otro modo,
ella es dialéctica. Mas no es dialéctica sino porque el Ser que
revela es dialéctico. Y el Ser es dialéctico porque implica afectiva­
mente el Hombre, o la Acción, y porque el Ser que implica el
Hombre se realiza y se revela en y por el Tiempo, es decir, en y
por la Acción humana histórica.
La Acción del Sabio, o sea de la Ciencia, se desprende del
Llombre y pasa al Libro. El “movimiento-dialéctico” al cesar
de ser movimiento del Mundo o Historia, deviene movimiento de
la Palabra-Concepto o “Dialéctica” en el sentido corriente. Y ese
desprendimiento del Hombre o ese pasaje del “movimiento” a la
palabra-concepto, se producen porque al estar exentos de contra­
dicciones, el Mundo y el Hombre ya no pueden “moverse”. Dicho
de otro modo, el Mundo está muerto: ha pasado, con todo lo
que implica, comprendido en ello al Hombre. Por estar muertos,
el Mundo y el Hombre-en-el-Mundo ya no pueden servir de soporte
material al Concepto “dialéctico” que continúa “viviendo” o

205
“m uriéndose” . El soporte m aterial del “m ovim iento” perpetuo del
C oncepto está d e ahora en adelante en el Libro que se llam a
Lógik: es el Libro (B iblia) que es el Logos eterno en cam ad o.
E l Sabio n o actúa pues en tanto que Hom bre. Pero n o actúa
así únicam ente porque el Hombre n o puede actuar ya desde el
m om ento en que la Sabiduría deviene posible. Y a la inversa,
la Sabiduría deviene posible sólo en el m om ento en que todos los
objetivos hum anos posibles ya están efectivam ente alcanzados.

206
U n d é cim a c o n f e r e n c ia

INTERPRETACION DE LA TERCERA PARTE


DEL CAPITULO V III (págs, 561, línea 28; 564)

La segunda parte del Capítulo V III trata del Sabio (que


Hegel llama das absolute Wissen o das Wissen a secas), es decir
tic! Hombre que produce la “Ciencia”, la Wissenschaft, es decir la
revelación completa y perfecta de la totalidad acabada del Ser.
O bien aún: se trata del Dasein, de la existencia empírica de la
“Ciencia” en el Mundo natural. En la tercera parte, por el con­
trario, el tema será la “Ciencia” misma, tomada en tanto que tal,
es decir independientemente del Sabio o del Hombre que la
produce, o lo que es igual, independiente de su Dasein, de su
existencia-empírica en el Mundo. En todo lo que precede, vale
decir en el conjunto de la Fenomenología del Espíritu, Hegel ha
mostrado el porqué y el comienzo de la aparición (Erscheinnung)
i!e la “Ciencia”. Ahora, en este último parágrafo de la Fenomeno­
logía del Espíritu, explicará brevemente qué es esa misma Ciencia,
qué es la Wissenschaft que se propone desarrollar in-extenso en la
segunda parte del “Sistema” (del Sistema der Wissenschaft del
cual sólo poseemos la primera parte, es decir la Fenomenología
del Espíritu que, como lo veremos, no es más que una Introducción
¡i la “Ciencia” propiamente dicha, debiendo ser ésta expuesta en
la segunda parte, vale decir, antes que todo en la Logik) .

207
Hegel comienza por recordar el resultado a que arriba a
través del desarrollo de la Fenomenología del Espíritu, que refleja
la evolución real de la historia universal (pág. 561, línea 28; 431):
“En el Saber [es decir en el Sabio] el Espíritu ha terminado
■entonces el movimiento[-dialéctico] de su encarnación-en-formas-
concretas, en la medida en que esa encarnación está afectada
por la distinción-o-diferenciación no superada de la Conciencia
[-exterior], [En el Saber o el Sabio,] el Espíritu ha alcanzado el
elemento puro de su existencia-empírica, [a saber] el Concepto.”
Hegel repite aquí lo que sabemos desde hace tiempo. El
Wíssen, el Saber, es el Sabio o el autor de la “Ciencia” y de la
“Introducción” a la Ciencia, es decir, de la Logik y de la Fenome­
nología del Espíritu. Pero en la persona del Sabio, dice Hegel,
“el Espíritu realiza el movimiento de sus figuras concretas” . Gestalt,
Gestalten, Gestaltung, o lo que es igual, las “formas concretas”
del Espíritu, es simplemente el Hombre histórico. Con el adveni­
miento del Sabio, afirma Hegel, se realiza la serie de fenómenos
históricos y sociales, vale decir verdadera y específicamente hu­
manos. El advenimiento del Sabio es pues el último aconteci­
miento histórico. Y Hegel recuerda que la evolución histórica es
“la distinción-o-diferenciación superada de la Conciencia-exterior” .
Lo cual significa que el Hombre propiamente dicho o el Hombre
histórico es opuesto a la Naturaleza, y que la Historia durará en
tanto que el Hombre no haya alcanzado a “suprimir” esa oposición
por la Acción negatriz de la Lucha y del Trabajo. Desde el
momento en que aparece el Sabio y por consiguiente, la Ciencia,
la oposición en cuestión ya está suprimida. En otras palabras, el
Hombre no tiene más Deseo; está perfecta y definitivamente
satisfecho por lo que es, por lo que él er; no actúa ya, no trans­
forma más el Mundo, y por consiguiente no se cambia ya a sí
mismo. En conclusión, ha devenido... sabio, muy sabio. Y el
Sabio que revela lo que es por la Palabra o el Concepto, lo revela

208
«Infinitivamente: pues lo que es entonces permanece eternamente
idéntico a sí mismo, no siendo ya modificado por la inquietud
(IJnruhe). La Ciencia del Sabio es la Ciencia a secas, es decir,
un Saber verdadero en el sentido estricto de la palabra, verdadero,
universal y definitivamente.
Ahora bien, la Verdad es la coincidencia de lo Real o del
Objeto-cosificado (Gerenstand) y del Concepto (Begriff). Puede
decirse entonces que, en y por el Sabio, el Concepto ha “alcanzado-
o-ganado” lo Real. Pero puede decirse también que lo Real
“alcanza o gana” en y por el Sabio, su Concepto. Mas, el Ser que
se revela por el Concepto o por el Discurso (Lagos) no es sola­
mente Ser pura y simple (Sein) sino Ser espiritual, es decir,
lispíritu real (Geist). Por tanto, puede decirse también que, en
y por el Sabio (que produce la Ciencia absoluta, dicha Ciencia
revela enteramente, la totalidad del Ser), el Espíritu “alcanza-o-
gana” el Concepto. Esto es lo que Hegel expresa en el pasaje
citado.
A partir.de ese momento, dice, la existencia-empírica (Dasein)
del Espíritu en el Mundo es el Concepto. Pero es un Concepto
que ya no está en oposición con su Objeto (Gegenstand), que no
está fuera de la cosa que revela. Trátase pues de un Concepto
que no tiene ya por soporte material la existencia del Hombre
liislórico, actuante, negador. Trátase del Concepto que ya no es
el Tiempo. Trátase del Concepto que ya no cambia y que perma­
nece eternamente idéntico a sí mismo, vale decir idéntico al Ser
idéntico que revela a ese mismo Ser. Y sabemos que el soporte
material de ese Concepto “eterno” ya no es el Hombre histórico,
ni tampoco el Sabio, sino el Libro que revela por el Discurso
(que materializa en forma de palabras impresas) su propio con­
tenido, a saber el System del Wissenschaft que tiene por prime­
ra parte la “Wissenschaft der Phánomenologie des Geistes”, la

209
í
“Ciencia de la Fenomenología ( = las apariciones-reveladoras) del
Espíritu”.1

1 El papel que atribuyo al “Libro” puede parecer exagerado, si sólo


se tiene en cuenta el texto del Capítulo V III. Quisiera, para justificar mi
interpretación, citar un pasaje que se encuentra al final del Prefacio
( Vorrede) de la Fenomenología del Espíritu en donde Hegel dice (pág. 58,
líneas 7-15) : “Debemos estar convencidos que la verdad tiene por destino
abrirse camino cuando su tiempo ha llegado y que por consiguiente la
verdad no aparece jamás demasiado pronto, y nunca encuentra un público
que no esté maduro. Y [debemos] también [estar convencidos] que el
individuo tiene necesidad de ese efecto producido en el público a fin de
que aquella que no es aun sino su causa solitaria haga sus pruebas y se
considere verdadera (bewa.hren ) para sí [-mismo] por ese efecto, y [con
el objeto] que haga la experiencia del hecho de que la convicción que
en principio no pertenece sino a la particularidad, sea algo universal”.
Está suficientemente claro. Para ser aceptada como verdadera, la filo­
sofía debe ser reconocida universalmente, es decir reconocida en definitiva
por el Estado universal y homogéneo. La existencia-empírica (Dasein) de
la Ciencia, no es entonces el pensamiento privado del Sabio, sino su palabra
universalmente reconocida. Y es evidente que en realidad ese “reconoci­
miento” no puede ser obtenido más que por la publicación de un libro.
Pero existiendo en forma de libro, la ciencia se desprende efectivamente de
su autor, vale decir del Sabio o del Hombre.
Por otra parte figura en el Capítulo V, A, c, un pasaje que confirma
el texto citado del Prefacio. Hegel dice allí (págs. 236, línea 36; 237,
línea 10) : “Cuando se opone. . . la obra ( W erk) de un Hombre a sus
posibilidades internas-o-íntimas, a sus capacidades o a su atención, es única­
mente la obra la que debe ser considerada como realidad-objetiva real o
verdadera de ese hombre; [y esto] aun si él mismo se equivoca, y volviendo
de su actividad (H andlung) a sí mismo, cree ser en ese elemento interno-o-
íntimo otra cosa que él no sea en la Acción (T a t). La individualidad que
transformándose en [una] obra, se confía al elemento objetivo-y-cosificado,
se libre, en verdad por eso mismo al peligro de ser cambiada o pervertida.
Pero lo que hace al carácter de la acción, es precisamente [la cuestión de
saber] si esta acción es un ser. objctivamente-real que se mantiene o simple­
mente una obra de pura-intención ( Gemeintes) que se desvanece (nichtig
vergeht) en sí misma. La objetividad cosificada no cambia la acción en sí,
sino que muestra solamente lo que ella es; vale decir [que la objetividad-
cosificada permite ver] si la acción es [algo] o si no es nada”. Está claro
que la T a t (Acción) y la W irklichkeit (realidad-objetiva) del Sabio no son
su pensamiento, sino su libro.

210
I<as lies frases que siguen después del texto citado forman
una si i ci le de Nota intercalada. Es un texto bastante oscuro, donde
llrgel explica qué significa el término “Concepto” o más exacta­
mente. el hecho que la existencia-empírica (Dasein) del Espíritu
es de ahora en adelante ya no una Gestalt des Bewusstsein, vale
decir una realidad humana, social o histórica, sino el Concepto
111isi 1 141.

Dice (págs. 561, línea 32; 562, línea 1):


“| Considerado] según la libertad de su Ser-dado, el contenido
es el Yo-pcrsonal que se exterioriza-o-se-aliena, es decir, la unidad
unificante inmediata del acto-de-conocerse-sí-mismo. El movi-
miento[-dialóctico] puro de esa exteriorización-o-alienación, cuando
so lo considera en el contenido, constituye la necesidad de este
uliimo. El contenido distinguido-o-diferenciado, [tomado] en tanto
q u e dclerminado-específicamente, existe en la relación [y] no en sí.

Y |es| su inquietud [consistente en el acto] de suprimirse dialécti­


camente a sí mismo, vale decir [que es] la Negatividad. La nece­
sidad, es decir [la] distinción-o-diferenciación, es pues tanto el
i personal como el Ser-dado libre. Y en esa forma egotista-y-
egoísta, donde la existencia-empírica es de una manera inmediata
IVnsamicnto (Gedanke), el contenido es Concepto.”
El texto es bastante difícil. Es además uno de esos textos-
ideograma, donde Hegel consigue dar en algunas líneas un resumen
de las ideas que están en el fondo de todo su Sistema. Es una
nueva manera de presentar las relaciones entre el Ser, el Hombre
y la Ciencia, que es la revelación del Ser por el Hombre; o lo
que ex igual: las relaciones entre la Eternidad, el Tiempo y el
Concepto.
Ahora bien, ya he hablado largamente de todas estas cosas.
Si quisiera traducir el lenguaje “cabalístico” del pasaje en cuestión
|a l lenguaje “normal”, lo cual sería demasiado extenso, hubiera
debido repetir entonces aquello que dije varias veces. No lo haré;

211
ya que pienso que ese texto no aporta nada verdaderamente nuevo
y sólo confirma lo dicho con anterioridad.
Al haber escrito esta Nota explicativa (que podría ponerse
entre paréntesis), Hegel vuelve a la última frase del pequeño
Resumen citado, donde decía que en el Sabio y por el Sabio
“el Espíritu ha alcanzado-o-ganado el Concepto” (pág. 562, líneas
1-3):
“Habiendo alcanzado el Concepto, el Espíritu desarrolla en­
tonces la existencia-empírica y el movimientof-dialéctico] en ese
éter de su vida [es decir, en el Concepto] y es [así] Ciencia”.
Cuando, en y por el Wissen o el Sabio, el Espíritu “alcanza”
su Concepto, deviene “Ciencia” (Wissenschaft). Y esa Ciencia
será sujeto en lo que sigue, o sea en la tercera y última parte del
último capítulo de la Fenomenología del Espíritu y es esa Ciencia
la que debía ser desarrollada en la segunda parte del “Sistema”,
es decir, ante todo en la “Logik”.
Veamos primero que la Wissenschaft no es una Ciencia del
Espíritu. Es el propio Espíritu que es Ciencia: der Geist ist Wis­
senschaft. En efecto: el Espíritu, es el Ser revelado por el Logos,
el Discurso, el Concepto; y el Logos, el Discurso o el Concepto
que revelan el Ser son en definitiva la Ciencia. El Espíritu es
pues la Ciencia, y la Ciencia es Espíritu. O mejor aún: la Ciencia
es la revelación del Ser (Sein); pero el Ser revelado por la Cien­
cia es Espíritu, y no es Espíritu sino en la medida en que es
efectiva y realmente revelado por la Ciencia. Pero el Ser no es
real y efectivamente revelado por la Ciencia sino en la medida
en que la propia Ciencia es real y efectiva. La Ciencia debe ser;
debe formar parte del Ser, insertarse en el Ser; debe entonces
aparecer también en la existencia-empírica (Dasein) del Ser, es
decir en el M undo, y tener allí una realidad; debe pues mante­
nerse en el Mundo. Para que esto sea posible, el Mundo (y por
consiguiente el Ser) deben implicar al Hombre. Ya que el Hombre

212
r* precisamente el Concepto o el Logos que revela el Ser. El
Hombre, que existe en el Mundo, y que está así en el Ser, revela
el Ser cuando habla del Ser. O mejor aún: en tanto que realidad
humana, el Ser habla él mismo de sí mismo y se revela así él mismo
a vi mismo. Sólo que en tanto que la revelación del Ser no es
completa, se puede distinguir entre el Ser (que no es sino una
palle de la Totalidad) y la revelación del Ser. Y es el Concepto
diferenciado del Ser que revela el que es el Hombre propiamente
dicho. Mas el Concepto tiende a unirse con el Ser; y tiende a
englobar la totalidad del Ser. Y ese “movimiento” del Concepto
hacia la Totalidad es el devenir del Hombre, es decir del Tiempo
o la Historia. Al final de ese “movimiento” el Ser coincide con el
Concepto y el Concepto con el Ser. El Hombre deja de existir.
Pero el Concepto total, que se desprende del Hombre propia­
mente dicho (del Hombre opuesto al Mundo, del hombre que
sólo es una parte del Ser total) y que coincide con la totalidad
del Ser, cr la Ciencia y existe en tanto que Ciencia en el Libro.
Y esa Ciencia es la totalidad revelada del Ser, o lo que es igual,
el Espíritu. La “existencia-empírica” (Dasein) y el “movimiento-
dialéctico (Bewegung) no están ahora fuera del Concepto, es decir
en el Ser no-revelado opuesto a su revelación por el Hombre, sino
en el propio Espíritu real, esto es en el Concepto total o en la
Ciencia que “existe-empíricamente” en forma de Libro. El Con­
cepto que no se opone más al Ser, ya no modifica al Ser) (No es
más Deseo, Acción, existencia humana histórica o temporal). Si
hay todavía “movimiento”, ese movimiento ya no perturba a la
Eternidad: es un movimiento cíclico, un retorno eterno sobre
vi mismo. Y ese “movimiento” cíclico eterno es la Ciencia. Ahora
bien, puesto que ese “movimiento” del Espíritu es el proceso de la
revelación del Ser por el Discurso-Logos o el Concepto, puede
decirse que la “existencia-empírica” del Ser revelado, o sea el
Espíritu, está desde ahora en adelante reducida a la “existencia-

213
empírica” del Concepto total o de la Ciencia, al Libro que mate­
rializa esa Ciencia. Ya que aun si el Hombre desaparece total­
mente de la Tierra, el Libro permanecerá. El Mundo, vale decir,
la totalidad real del Ser existente, implicará pues un Discurso-Logos
o Concepto. Por consiguiente, ese Mundo será la “existencia-
empírica” del Espíritu. Es pues a causa del Libro y no a causa
del Hombre (que ya no aportará nada nuevo, pero sin el cual el
Libro no sería posible) que en lo sucesivo el Ser es Espíritu.
Ahora se trata de saber qué es la Ciencia. En otros términos,
es necesario ver en qué se diferencia la existencia del Espíritu en
forma de Libro, de su existencia en forma de Hombre. O mejor
a ú n : es menester apreciar en qué se diferencia la revelación eterna
del Ser de su revelación temporal, en qué se diferencia el objetivo
final de la Historia de esa misma Historia. O bien en fin, puesto
que la Realidad temporal o la Historia se describe o se revela por
la Fenomenología del Espíritu, es necesario saber en qué se dife­
rencia de la “Ciencia” propiamente dicha o de la “Logik” a la
cual ella sirve de Introducción, o de vía de acceso, tal como
la Historia real es el camino que conduce a la Sabiduría y a la
Ciencia, siendo ésta el resultado de la Acción del Sabio que pre­
supone el conjunto de la Acción histórica de la humanidad.
Sobre esto hablará Hegel (pág. 562, líneas 3-8):
“En la Ciencia [propiamente dicha, es decir en la Logik] los
elementos-constitutivos del movimiento-dialéctico del Espíritu no
se presentan ya [como en la Fenomenología del Espíritu] en tanto
que formas-concretas determinadas-y-específicas de la Conciencia
[-exterior]; [se presentan] por el contrario, habiendo vuelto la dis-
tinción-o-diferenciación de la Conciencia[-exterior] al Yo-personal,
en tanto que Conceptos determinados-y-específicos y en tanto que
su movimiento[-dialéctico] basado en sí mismo.”
La Fenomenología del Espíritu describe las Gestalten des
Bewusstseins, es decir las formas concretas o plásticas, espaciales

214
tic mui Conciencia que revela el Ser, aun siendo y sabiéndose otra
cosa, que el Ser que ella revela. Dicho con otras palabras, la
Fenomenología del Espíritu describe al Hombre: es una Antro­
pología. Pero la Fenomenología del Espíritu describe la Bewegung,
(?1 “movimiento” del Espíritu en sus formas concretas. Y esto
dignifica que la Fenomenología del Espíritu es una antropología
genética histórica: describe al Hombre en su devenir; lo describe
tal como se crea a sí mismo en y por, o mejor todavía, en tanto
que, la Historia universal. Como Hegel lo dirá al final del capí­
tulo, la Fenomenología del Espíritu es la begriffene Geschichte,
“la Historia comprendida conceptualmente” en su conjunto defi­
nitivamente realizado.
En la Wissenschaft o “Ciencia” propiamente dicha, por el
contrario, o sea en la segunda parte del “Sistema”, “la distinción-
o-diferenciación vuelve al Yo personal”, expresa Hegel. Vale decir:
si el Hombre histórico se relaciona con el Mundo en y por o en
tanto que Acción negatriz que crea una “distinción” real u objetiva
entre el Sujeto y el Objeto, el Sabio no se vincula con el Objeto
¡ti producir la Ciencia, sino en y por su pensamiento o su contem­
plación pasiva. Dicho de otro modo, ya no hay en él oposición
real entre el Concepto que revela la cosa y la cosa revelada por
el Concepto. O sea que allí donde está el Sabio, ya no hay más
I lumbre propiamente dicho. No hay sino Concepto. Por consi­
guiente, la relación entre el Sujeto y el Objeto no modifica ya ni
ttl Sujeto, ni al Objeto. Ya no se sale de la Identidad, y el “movi­
miento” o desarrollo de la Ciencia no crea entonces nada nuevo.
En consecuencia ese “movimiento” no tiene Porvenir. Por consi­
guiente no hay Tiempo, ni Historia. Ese “movimiento” es, si se
quiere, “eterno”. Es el “movimiento orgánico” del Concepto
dril tro de sí mismo; es decir el desarrollo “dialéctico” del Concepto
(¡i saber: del concepto del Ser,) como Discurso “total” o que

215
vuelve perpetuamente sobre sí mismo, puesto que está en su con­
junto su propia conclusión la que lo incita aún a desarrollarse.
Todo esto se confirma en el pasaje siguiente (pág. 562, líneas
8-20), en donde Hegel desarrolla y comenta lo que acabo de
exponer al comparar la Fenomenología del Espíritu y la “Ciencia”
propiamente dicha o la “Logik”, o lo que es igual, al comparar
la primera y la segunda parte del “Sistema” :
“Si, en la Fenomenología del Espíritu, cada elemento-consti­
tutivo es la distinción-o-diferenciación del Saber y de la Verdad
[es decir, de la realidad revelada], y el movimientof-dialéctico] en
el cual esa distinción se suprime-dialécticamente, la Ciencia por
el contrario [es decir la Logik] no contiene ni esa distinción-o-
diferenciación ni su supresión-dialéctica. A la inversa, el elemento-
constitutivo [de la Ciencia] al tener la forma del Concepto, reúne
la forma objetíva-y-cosificada de la Verdad y [la] del Yo-personal
que sabe-o-conoce en [la] unidad-unificante inmediata. El elemento
constitutivo [de la Ciencia] no se presenta como el movimiento
[-dialéctico que consiste] en un vaivén entre la Conciencia[-exte-
rior] o la representación-exteriorizante y la Autoconciencia. No.
La forma-concreta pura del elemento constitutivo, [es decir la
forma concreta] liberada de su aparición-reveladora en la Con-
ciencia[-exterior], [por tanto la forma que es] el Concepto puro,
y la progresión[-dialéctica] de ese Concepto, se relacionan única­
mente con la determinación-específica pura del elemento-consti­
tutivo.”
La historia del Hombre, es decir el Tiempo, perdurará tanto
como subsista una diferencia entre el “Saber” (subjetivo) y la.
“Verdad” (objetiva) o la Realidad-revelada-por-el-Saber. Es decir,
que la Historia perdurará mientras haya en el Mundo un ser que
se equivoque y que poco a poco él mismo elimine sus errores. Pero
ese ser es el Hombre y solamente el Hombre. Pues el animal y la
Naturaleza en general, no se equivocan. O si se quiere, la Natu­

216
raleza se equivoca también. Sólo que si ella se equivoca, su error
(mi monstruo por ejemplo, o un ser viviente no adaptado a su
medio) es eliminado inmediatamente: muere o se destruye sin
poder mantenerse temporariamente en la existencia. Sólo el Hom­
bre puede mantener el error en el Mundo, haciéndolo durar en
Iorina de Discurso erróneo. Y la Historia es la historia de los
l liscursos erróneos del Hombre, que poco a poco devienen ver­
dades. Y no es esto únicamente porque cambian para devenir
conformes a la Realidad, sino porque el Hombre, al trabajar y
luchar, transforma la propia realidad, con el objeto de tornarla
conforme a sus Discursos que al comienzo no se ajustaban a ella.
Y en el momento en que la conformidad de la Realidad y del
1)¡sourso está por completo realizada, por tanto, en el momento
en que el Hombre ya no puede equivocarse porque al no haber
ningún Deseo no trasciende más lo real dado; en ese momento
la Historia se detiene. Entonces, el Saber subjetivo es a la vez
objetivo; y equivale a decir que es verdadero, definitiva y comple­
tamente. Y ese Saber “absoluto” es la Ciencia.
En la Ciencia hay también un “movimiento”, pues ella es un
Concepto “dialéctico” o un “Discurso que se desarrolla. Mas ese-
“movimiento” ya no es un movimiento temporal, es decir histórico,
humano, activo. Ya no se trata, dice Hegel, de pasar del Sujeto
al Objeto y “viceversa”. Dicho con otras palabras, ya no se trata
de rectificar el Saber contemplando lo Real, como quien dice
“haciendo experiencias”, ni “rectificar” lo Real luchando y trans­
formándolo por el Trabajo. El “movimiento” subjetivo revela el
“movimiento objetivo” sin modificarlo; ahora, pero ahora sola­
mente, puede decirse: ordo et connexio rerum Ídem est ac ordo et
connexio idearum. También puede sostenerse que el “movimiento”
se efectúa en el Concepto, o sea en lo Real revelado, o en la reve­
lación verdadera, o sea real. Es el “movimiento” del Logos o del
Discurso que, al estar exento de contradicciones, permanece, aun

217
cuando se desarrolle, en identidad consigo mismo. Ese “movi­
miento” es “eterno” . O más exactamente es la Eternidad real que
se revela ella misma a sí misma en tanto que “movimiento” del
Logos. No es ya el “movimiento” temporal de la Acción negatriz;
es ei “movimiento eterno”, vale decir lógico, del Discurso.
El “movimiento” lógico de la Ciencia reproduce el “movi­
miento” del Ser. Pero, el Ser se “mueve” en el Tiempo, o más
exactamente en tanto que Tiempo. Y el Tiempo es la Historia;
y la Historia es el Hombre. Por tanto: el “movimiento” real de
la Historia universal corresponde rigurosamente al “movimiento”
ideal de la Ciencia. Y el “Sistema” para ser completo, debe repre­
sentar o contener no sólo al “movimiento” eterno o lógico del Ser
revelado que es el Concepto, sino también el “movimiento” real
o histórico del Concepto que es Ser real u Hombre. Es así que el
“Sistema” tiene necesariamente dos partes o dos aspectos comple­
mentarios: la Logik y la Fenomenología del Espíritu (pág. 562,
líneas 20-30) :
“A la inversa, a cada elemento constitutivo-abstracto de la
Ciencia corresponde una forma concreta del Espíritu en tanto que
tal (überhapt) que aparece-o-se-revela, [al estar esas formas con­
cretas descriptas en la Fenomenología del Espíritu]. Igual que el
Espíritu, que existe-empíricamente no es más rico que la Ciencia,
no es más pobre [que ella] en su contenido. Reconocer [como se
hace en la Fenomenología del Espíritu] los Conceptos puros de
la Ciencia en esa forma de figuras-concretas de la Conciencia
[-exterior], [es lo que] constituye el aspecto de la realidad de la
Ciencia según la cual su realidad-esencial, [es decir] el Concepto
que se plantea en la Ciencia en su mediación simple-o-indivisa
en tanto que pensar (Denken), desglosa los elementos constitutivos
de esa mediación y se representa (darstellt) según la oposición-o-
el-conflicto (Gegensatze) interno-o-íntimo.”
La Historia no es ni más rica ni más pobre que el Ser. Es

218
' '-nlrnti'. No so puede desarrollar en el Tiempo sino lo que es;
•. la. Totalidad eterna del Ser no es nada más que todo , lo que
luí Hilo en el 'Tiempo. El Ser se crea; pero creándose no se supera
,r mí. misino; ya que fuera del Ser, nada hay: la Nada. Y por esa
iiiidtna razón no hay Porvenir más allá del Tiempo. La Totalidad
espacio-temporal no es pues ella misma ni espacial ni temporal.
No t-H otra cosa que el propio Ser revelado a sí mismo por el
<loncepto. Dicho de otro modo, esa Totalidad es el Espíritu. Pero
no es Espíritu sino en la medida en que ella implica el-Concepto.
Y bien, el Concepto implicado en el Ser, es el Hombre. Y el
"movimiento” del Concepto en el Ser, es decir el “Movimiento”
nal del Concepto, es la Historia.
Por consiguiente, la Lógica y la Fenomenología del Espíritu
tienen un solo y único contenido. Unicamente, el “movimiento”
cierno de la “Ciencia” aparece en la Fenomenología del Espíritu
en forma de “movimiento” temporal de la Historia. Así, cada
etapa de la Fenomenología del Espíritu corresponde a una etapa
de la “Logik” y viceversa. Y no se entiende verdaderamente la
antropología de la Fenomenología del Espíritu sino comprendiendo
la ontología de la “Logik” que dice lo que es por toda la eternidad
el Espíritu que aparece (erscheint) a sí mismo en la forma tem­
poral, histórica o humana descripta en la Fenomenología del
Espíritu. Por el contrario, no se comprende la “Logik” sino com­
prendiendo la Fenomenología. Ya que sin ella el “movimiento”
eterno del Discurso es vacío y desprovisto de sentido. No se com­
prende qué es el Espíritu más que sabiendo cómo aparece en su
i-sistencia-empírica (Dasein). Ahora bien, la “existencia-empírica”
del Espíritu es el Hombre, la Historia o el Tiempo.
El “Sistema” no tiene entonces sentido sino a condición de
tener dos partes: una Fenomenología antropológica, y una Lógica
mitológica. Una es incompleta sin la otra; sólo el Todo tiene
M-ntido: el Todo, donde como en el Ser mismo, la Eternidad del

219
Logos se realiza por el “movimiento” temporal reproducido en la
Fenomenología del Espíritu.
Con otras palabras, el “Sistema de la Ciencia” es necesaria­
mente circular o cíclico. Al haber leído la Fenomenología del
Espíritu, se es impulsado necesariamente hacia la “Logik”. Pues-
al comprender entonces que se ha podido escribir o leer la Feno­
menología del Espíritu no puede más que comprenderse lo que es
en una identidad eterna consigo mismo, es decir comprender el
Ser en tanto que tal, que es el tema de la “Logik”. Y después
de haber leído la “Logik” necesariamente también se vuelve a ser
impulsado hacia la Fenomenología del Espíritu. Pues aprendiendo
al final y por el conjunto de la “Logik” que el Ser es Espíritu
o Idea, es decir, Ser revelado a sí mismo, vemos también que esa
revelación sólo es posible porque el Ser es Tiempo y Devenir. Mas
para comprender el Ser en tanto que devenir, es menester leer la
Fenomenología del Espíritu.
Todo esto será explicado por Hegel en las dos páginas con
que termina la Fenomenología del Espíritu. Lo dice previamente
en forma condensada en el primer párrafo de ese pasaje final,
dando allí idea del Círculo científico. Y en lo que sigue, comenta
ese texto condensado.
He aquí lo que dice en ese texto (pág. 562, líneas 31-40) :
“La Ciencia contiene en sí misma esa necesidad de enajenarse
(entáussern) de la forma del Concepto puro; y exige por consi­
guiente el pasaje del Concepto a la Concienciare xterior]. Pues
el Espíritu que-se-sabe-o-se-conoce a sí mismo, precisamente por­
que sabe-o-comprende (erfasst) su Concepto, es la igualdad-o-la-
identidad (Gleichheit) inmediata consigo mismo, que es, [cuando
se la toma] en. su distinción-o-diferenciación {Unterschied), la
certeza[-subjetiva] de la entidad-inmediata, vale decir la Conciencia
[-exterior] sensible [que es] el comienzo del cual hemos partido [en
la Fenomenología del Espíritu]. Ese [acto del Espíritu por el cual]

220

hi deju-salir-o-se-libera (Entlassen) de la forma de su Yo-personal
■■■ la libertad y la seguridad supremas de su Saber de sí.”
Por una parte, este texto puede estar vinculado ya a la Feno­
menología del Espíritu, ya a la “Logik”, ya, por último, al “Sis-
lema” en su conjunto. En los tres casos se trata de un saber
arcillar, es decir cíclico. Por otra parte, se puede dar una inter­
pretación antropológica del mismo, relacionándolo no sólo con la
Ciencia en tanto que tal, sino aun con la “existencia-empírica”
de la Ciencia, vale decir con el Libro y el Hombre que lo ha
escrito, o sea con el Sabio.
Relacionemos en primer término el texto con la Ciencia y
lomemos este término en el sentido estricto. Dicho de otro modo,
relacionemos el pasaje con la “Logik” o con la segunda parte del
“Sistema” en general. El texto significa entonces:
La “Logik”, dice Hegel, implica necesariamente el pasaje
(Übergang) del Concepto a la Conciencia-exterior. Pero el Be-
wusstsein, es el Sujeto opuesto al Objeto. Y el Sujeto cognoscente
que es otra cosa que el Objeto conocido, es el Hombre, vale decir
el Hombre propiamente dicho, o el Hombre histórico descripto en
la Fenomenología del Espíritu. La “Logik” implica entonces por
fuerza un retorno a la Fenomenología del Espíritu, en la cual la
"Logik” se destaca necesariamente, como se lo observa leyendo
■el último capítulo de la Fenomenología del Espíritu.
,tPor qué es ese Übergang, ese pasaje necesario? Porque, dice
I legcl, el Espíritu que “capta su Concepto” es “Identidad-o-
igualdad inmediata consigo mismo”.
En la “Logik” como en la Fenomenología, el Espíritu al final
apta, su Concepto”. Ya que sólo al final del desarrollo lógico
el “Ser” (Sein), del cual se ha partido, se revela como “Idea”,
rs decir Concepto-existente y Existencia-concebida o comprendida-
eonccptualmente. Pero lo que caracteriza al Sein o al Ser-estático
dado, es precisamente su homogeneidad y su unidad, vale decir su

221
identidad absoluta consigo mismo. La “Idea”; o lo que es igual,
la identidad absoluta del Concepto y del Ser no es pues otra cosa
que el Sein. Así, llegando al final del desarrollo lógico, se es remi­
tido al comienzo. La “Logik” es pues circular en sí misma,
O más exactamente: es cíclica. Ya que al haber vuelto al
comienzo, es necesario rehacer el camino ya recorrido. En efecto,
el Sein que se encuentra o se reencuentra al comienzo de la
“Logik”, siendo absolutamente idéntico a sí mismo, absolutamente
homogéneo y absolutamente universal, no es el Sei-revelado (Idea).
Pues el Ser se revela por el Concepto. El Ser-revelado implica por
consiguiente una dualidad o una oposición; una diferencia-o-dife-
renciación (Unterschied), como dice Hegel. Ahora bien, el Sein
es idéntico a sí mismo: es homogéneo y universal en su homoge­
neidad, todo lo colma él mismo; entonces no hay lugar en él para el
Concepto. No es pues revelado en tanto que tal. Por otra parte,
el comienzo de la “Logik” no es el propio Sein, sino el concepto
“Sein” (una palabra con un sentido). En consecuencia, desde el
comienzo hay otra cosa [Andares) que el Sein. Mas el Sein es
homogéneo y universal (Identidad — Tesis). La otra cosa, tenien­
do en cuenta lo que el Sein no es (Negatividad ~ Antítesis), no
puede ser más que la Nada pura (Nichts). Pero siendo el Sein
absolutamente universal, no hay nada fuera de él. “Existe”
entonces la Nada solamente si el Sein mismo es Nada. Y el Sein
que es Nada (es decir la Nada que es) necesariamente es Devenir
( Werden; Totalidad — Síntesis). Que quiere decir: el Sein se
aniquila en la misma medida en que es; vale decir que es en el
Tiempo, o todavía mejor, que es el Tiempo, el Tiempo que es.
Y sólo así se revela en tanto que Sein, que puede ser (o devenir)
la palabra significativa o el concepto: Sein, etc., etc. Progresando
así con necesidad, yendo de etapa en etapa, se concluye en el Ser-
píenamente-revelado-en-su-totalidad-por-el-Concepto, es decir en
la “Idea” que siendo absolutamente homogénea, universal e ídén-

222
di.i ti sí iiiímii;>, idéntica a su ser y a su propio concepto, es esc
mismo ’Wi'ói” cierno (o pie y postemporal) del cual se ha partido.
M.ii. ese Sfln es revelado; es la palabra o el concepto: “Seín”.
I'oi i.iiilo. .. etc., etc.; y se recorre indefinidamente el Círculo sin
[iui!i-i iIr icnerse jamás.
l,u "Logik”, la segunda parte del “Sistema”, es pues cíclica en
ni misma. Pero hay más: pues el “Sistema” completo es un ciclo
prrpr! no.
En efecto. El comienzo de la “Logik” es la palabra: Sein.
Ahora bien, para hablar con Kant, sin el Sein mismo esa palabra
está vacía (de sentido) : sin esa palabra, el Sein es ciego (no-
revelado o mudo). La “Logik” presupone pues una dualidad o
una oposición (Entzweiung) del Sein y del Concepto. En la
misma “Logik”, esa dualidad se “suprime-dialécticamentc” en y
pni la Idea. Pero para que el “movimiento” pueda llegar a la
Idea, es menester que comience. Y para que pueda comenzar,
es preciso que ya sea,-y por tanto que haya habido un dualismo
del Concepto y del Ser. Mas el Concepto del Ser que es opuesto
-il Ser en el Ser, es el Hombre. Más exactamente, es el Deseo
iicgm.lor que engendra la dualidad o la desunión (Entzweiung)
en el seno del Ser idéntico o de la Idea eterna, que transforma esa
Idea en Sein opuesto al Nichts y en Objeto opuesto al Sujeto. No
nbstmUe, ese Deseo es el origen del “movimiento” descripta en la
Fcimmt nología del Espíritu: es el origen de la Historia que ter­
mina finalmente en la producción de la “Logik”, después de
haberse comprendí do-conceptualmente o revelado ella misma a
sí misma en y por la Fenomenología del Espíritu.
Al llegar al final de la “Logik”, es decir, a la Idea, se es
lemiiido a su comienzo (vale decir al Sein) : y se reitera el ciclo.
Pem el cielo de la “Logik”, tomado en su conjunto, nos remite
¡i su origen, o sea hacia la Fenomenología del Espíritu. Y el
"Sislema” completo es así un ciclo perpetuo.
/
223
Resta saber si la Fenomenología del Espíritu, es decir, la
primera parte del “Sistema”, es también cíclica en sí misma. Y
bien, relacionando el texto citado con la Fenomenología del Espí­
ritu, vemos que efectivamente lo es.
En efecto, la Historia real (y por consiguiente también su
revelación en y por la Fenomenología del Espíritu) arriba al
Saber absoluto, es decir al Sabio o a la Ciencia encarnada, a la
“Logik” que tiene una existencia empírica en el Mundo en forma
de Libro. En y por ese Libro, el Espíritu ha “captado-o-compren-
dido su Concepto”. Vale decir, el Ser y el Concepto coinciden
allí absoluta y perfectamente; el Ser es revelado por entero a través
del Concepto que desarrolla el sentido del Libro, y el Concepto
se realiza por completo en el Ser y por la existencia del Libro.
Mas a pesar de ello hay una diferencia ( Unterschied) entre el
Sabio y el Libro. Y sin esa “diferencia” el Concepto no habría
podido ser un Libro, no habría podido realizarse en el Mundo,
y el Ser, al no ser en verdad el Concepto, no sería realmente reve­
lado, no sería por completo Espíritu o Idea. Sin embargo el Libro,
es decir el Saber que difiere del Sabio, es un objeto sensible: es a
través de las Sensaciones, por la “sinnliche Gewissheit”, que el
Sabio toma contacto real con él; a través de las sensaciones él lo
•escribe y se lo lee. Para comprender la Ciencia real es menester
leer el Libro impreso en negro sobre el papel blanco. Y para com­
prender el sentido del Libro en cuestión, es necesario comprender
la posibilidad deferida. Mas no se la comprende si no se empieza
por comprender la naturaleza y la posibilidad de la sensación que
da el Libro impreso. Vale decir: es necesario comprender qué es
la sensación en general, y para hacerlo es preciso reiterar el ciclo
•de la Fenomenología del Espíritu, en cuyo primer capítulo, trata
precisamente de esa “sinnliche Gewissheit” o Sensación (“certeza
•subjetiva sensible” ) que aquí Hegel llama “sinnliches Bewusstsein”.
Esto significa que jamás el Saber puede trascender lo Real

224
sensible. Pues el Espíritu también es un ser sensible, y el ser no-
sensible o “suprasensible” no es más que una vana fantasía. Sin
lu Sensación y todo cuanto le sigue, la “Logik” misma es sólo un
conjunto de palabras carentes de sentido (de las cuales, por otra
parte, no se comprende ni el origen ni la existencia). Pues la
palabra “Sein” de la que parte sólo está “llena” de sentido por
la. pura Sensación que revela al Ser en tanto que Sein, vale decir,
en tanto que Ser absolutamente universal en su perfecta homo­
geneidad que excluye todas las diferencias y distinciones, cualita­
tivas o de las otras. Y la Sensación revela el Sein al Hombre-del-
Ileseo (Begierde) , que será el único capaz de escribir un día la
“l.ogik”, o sea el único capaz de realizar el Concepto insertándolo
un día en el Ser existente-empíricamente, transformando así el Ser
que no es más que Sein en Espíritu o Idea, y al comprobarse de
tal manera verdadero el resultado final de la “Logik” que sostiene
que el Ser es Idea; resultado que, si fuera posible alcanzarlo sin
pasar por la Historia real creada por ese Hombre y por la revela­
ción a través de la Fenomenología del Espíritu de esta Historia
realizada, sería simplemente falso (y por otra parte inconcebible
en su misma falsedad ) .
Igual es para todas las etapas de la “Logik”. Ella no tiene
sentido en su conjunto sino porque hay una experiencia (Erfah-
rung) del Ser que deviene, vivida por el Hombre en el curso de su
Historia, de la Historia que crea el devenir consciente y voluntario
que sólo torna al Ser accesible al Concepto, Concepto que nace
de la oposición entre el Sujeto y el Objeto, de la oposición que
constituye la experiencia y que tomada en sí misma, es el Deseo
untropógeno o el Deseo que se realiza y satisface por la Acción
negatriz y creadora de la Lucha y del Trabajo, y que forma en
su conjunto la Historia universal.
La Fenomenología del Espíritu es pues tan cíclica como la
“Logik” y el “Sistema” entero.

225
Y ese carácter cíclico de la Antropología que es la Fenome­
nología del Espíritu tiene una explicación antropológica inmediata.
El Sabio (es decir el Hombre perfecto) de Hegel, no tiene
nada que ver con el “Sabio” de Plotino, por ejemplo, que en el
éxtasis del Saber absoluto se elevaba (al decir de Porfirio) algunas
pulgadas del suelo. No, el Sabio hegeliano permanece firmemente
apoyado sobre sus pies. Su propia ciencia no tiene sentido y
deviene verbalismo hueco si se la separa de la Sensación y del
Deseo y de todo cuanto allí se desprende.
Por cierto, el “Sabio” de Plotino también come y bebe: de lo
contrario no hubiera podido elevarse por sobre sus pies. Pero
en tanto que Sabio, es decir en su Ciencia, hace como que lo
olvida, como que se desinteresa, que no tiene necesidad. Mas
Hegel nos dice que ello es absurdo. Es necesario advertir y rendir
cuenta del hecho que hay que comer y beber para poder escribir
el Libro de la Ciencia, y para que ese Libro tenga sentido. Pues
si el Ser deja de ser arcano e inefable, es decir no-revelado en
esencia, puramente natural, y por tanto mudo o bestial, es porque
ha sido revelado por el Hombre en el curso del Tiempo como
consecuencia de su Acción histórica que es imposible sin Deseo,
el cual aun siendo humano, vale decir negador, no puede nacer
y subsistir sino apoyándose en un Deseo natural o animal (que
niega).
. En resumen, decir que el Ser se revela por el Tiempo histórico
o en tanto que Tiempo histórico; o lo que es igual, afirmar que
la “Logik” no puede ser escrita o leída y comprendida sino después
que se haya escrito o leído y comprendido la Fenomenología del
Espíritu, es decir también que el Sabio no puede negar lo Real
sensible en él o fuera de él. Si él mismo no actúa o no desea nada,
es porque para él y en torno de él ya nada hay que hacer o que
desear. Pero el Deseo y la Acción le son tan esenciales como al
hombre vulgar. Pues él debe recordarlos, y sólo es ese recuerdo

226
{lir-iunerung) de la Acción y del Deseo, relatado en la penóme-
Hnlogla del Espíritu, lo que hace de él un Sabio, es decir, un
1Ifiiulii'r perfecto capaz de revelar esa misma Totalidad homogénea
y universa! del Ser que vive bebiendo, comiendo y recordándose
dr ludo lo que ha resultado del Deseo de beber y de comer que
un día fue rechazado, “por primera vez”, por un Deseo de Reco­
nocimiento, específicamente humano, o mejor aún, antropógeno.
Y cuando Hegel dice en la primera línea del pasaje citado,
que esa vuelta a la Sensación es “la libertad y la seguridad su­
pe 'inas” del Saber que el Sabio tiene de sí mismo, lo dice oponien­
do conscientemente el Sabio al Asceta neoplatónico o cristiano
que huye del Mundo, y del cual ha hablado en el Capítulo IV
tlli irndo (pág, 168) de él que no puede ser “sino una personalidad
llmiiuda a sí misma y a sus propias pequeñas acciones, que no
lepara más que en sí misma y que es tan desdichada como pobre”.
Y eso es lo que hay que tener en cuenta si no se quiere ceder
• ln tentación de dar a la Fenomenología del Espíritu una inter­
pretación teológica.
Ll Espíritu es Wissenschaft, Ciencia. Y la Ciencia es absolutes
W iistn, saber absoluto, es decir una Gestalt des Bewusstsein, un
§rr viviente en el Mundo natural. Ese ser es el Logos encamado.
Pcm no es un Dios que nace y muere, vive, come y bebe no
ni mi,míe su divinidad, sino que podría pasar sin esas cosas. No,
•I ser que Hegel tiene en cuenta es Logos porque come y bebe,
Unce, vive y muere y muere completamente, sin resucitar. Su
nlid.ul espiritual es la revelación (discursiva) de su realidad
fltihle, y no puede ser separada. Pues tal desprendimiento signi-
•rla 1«ira el Logos no una elevación hacia el cielo luminoso,
l i t io mui disolución en la noche de la nada (“diese Na c h t . . . ”),
o sen, simplemente la muerte.
I’or eso es menester decir que el Geist hegeliano que es Wis-
fffn< hnft y absolutos Wissen, no es Dios sino Hombre: es el Sabio

227
que efectivamente ha alcanzado la perfección, que no quiere ni
puede negar la imperfección temporal que lo ha hecho nacer y
que está plenamente “satisfecho” por el solo hecho de haber com­
prendido y explicado, si se quiere “justificado”, esa imperfección,
mostrando que sin ella no hubiera podido comprender.

228
D uod écim a c o n f e r e n c ia

INTERPRETACION DE LA TERCERA PARTE


DEL CAPITULO VIIT
(Continuación y fin)

Eli el pasaje donde Hegel habla de la civcularidad del


"Sistema” se ha dicho que llegando al final de la “Logik” se es
remitido a su comienzo y que al efectuar esc movimiento circular
«r advierte la necesidad de superado, es decir, de pasar a la Feno­
menología del Espíritu.
Pasar de la “Logik” a la Fenomenología del Espíritu, es pasar
do la identidad o de la coincidencia perfecta del Sujeto y del
Oh jeto, del Concepto y de la Realidad, del Bewusstsein y del
Sellist.bewusstsein, a su oposición o “diferencia” (Unterschied)
(Cgúii el decir de Hegel.
Al lora bien, la distinción entre la Conciencia-exterior y la
AiMneón ciencia que caracteriza a la Fenomenología del Espíritu,
picsiipone una diferencia real entre la Conciencia en general y la
Kralidad no-consciente. O si se lo prefiere, una distinción real
f i l t r e el Hombre v el Mundo.

Por consiguiente, un Sistema que se descompone necesaria­


mente en dos partes, a saber, en una iíLogik,i v en una Fenomeno­
logía del Espíritu debe por cierto ser “realista” según es hábito
H<rplur.

229
Esta comprobación es decisiva para la comprensión de Hegel.
Pues, engañados por la expresión hegeliana: “Idealismo absoluto”
(absoluter Idealismus), se ha afirmado con frecuencia que el
Sistema de Hegel es “idealista”. Pero en realidad, el Idealismo
absoluto hegeliano no tiene nada que ver con lo que corriente­
mente se llama “Idealismo”. Y si se emplean los términos en
su sentido usual, es necesario decir que el Sistema de Hegel es
“realista”.
Para convencerse bastará citar algunos textos que se encuen­
tran en el escrito de juventud titulado: Diferencia entre los Siste­
mas de Fichte y de Schelling (1801).
Allí dice Hegel por ejemplo (vol. I, págs. 47, 48, 77) :
“Ni lo Subjetivo por sí mismo, ni lo Objetivo [por sí mismo]
colman la Conciencia. Lo Subjetivo puro es en igual medida una
abstracción como lo Objetivo puro. . . Es en vista de la identidad
del Sujeto y del Objeto que postulo las cosas fuera de mí con
la misma certeza[-subjetiva] que me postulo a mí mismo: las cosas
existen de manera [subjetivamente] tan cierta como que yo mismo
existo. (So gewiss Ich bin, sind die D inge). [Hegel es todavía más
“realista” que Descartes]. . . Se encuentra en ambos [a saber en
el Sujeto y en el Objeto] no sólo el mismo derecho [a la existencia],
sino también la misma necesidad. Ya que si sólo uno ha sido
relacionado con el Absoluto, y el otro no, su realidad-esencial
estaría entonces planteada de manera-desigual (ungleich); y la
unión de ambos [sería entonces] imposible; [imposible también] por
consiguiente, la tarea de la filosofía [que tiene precisamente por
finalidad] suprimir-dialécticamente la escisión-u-oposición (Entz-
weiung) [del Sujeto y del Objeto].”
Está claro. Pero la “demostración” del “Realismo” que se
encuentra en el Capítulo V IH de la Fenomenología del Espíritu,
revela aspectos del problema que son poco conocidos, aun siendo
muy importantes.

230
Hegel plantea el principio del “realismo” metafísico en el
pasaje que sigue inmediatamente a aquel en que ha demostrado
la necesidad de pasar de la “Logih” a la Fenomenología del
Espíritu, que ya he comentado.
Después de haber demostrado esa necesidad, Hegel continúa
ramo sigue (pág. 503, líneas 1-4):
“Por tanto esa alienación-o-exteriorización (Entausserung)
todavía es imperfecta. Expresa la relación (Beziehung) de la
Ccrtezaf-subjetiva] de sí misma con el Objeto-cosificado; tal Ob­
jeto, precisamente porque se encuentra en la relación [con el
Sujeto], todavía no ha alcanzado su plena libertad-o-autonomía
(Freiheit)
Y no basta pasar de la “Logik” a la Fenomenología del
Espíritu. En la Fenomenología del Espíritu se aborda la relación
entre el Bewusstsein y e] Selbstbewusstseih, entre el Pensamiento
y la Realidad. El Objeto no aparece allí sino en la medida en que
está relacionado con el Sujeto. Mas para un Reinhold, para un
Fichte, esa relación del Sujeto y del Objeto se efectúa en el
interior del Sujeto, siendo el Sujeto sólo uno de los aspectos de
la actividad subjetiva. Para Hegel, por el contrario, la dialéctica
«lid Sujeto y del Objeto, que se efectúa en el interior del Sujeto
y que está descripta en la Fenomenología del Espíritu, no tiene
sentido si no se supone la existencia de un Objeto propiamente
dicho, es decir, de un Objeto exterior al Sujeto e independiente
de él. O como dice Hegel: es menester dar al Objeto “su plena
libertad (seine vóllige Freiheit) " .
En resumen, apoyándose aquí en Schelling, Hegel acaba de
plantear {contra Fichte) la necesidad absoluta de una metafísica
“realista”.
En el texto que sigue (pág. 563, líneas 4-11), Hegel indica
brevemente la naturaleza de esa metafísica “realista” de la que
acaba de proclamar la necesidad. '

231
“El Saber se conoce (kennt) no sólo a sí mismo, sino aun
a la [entidad-negativa-o-negatriz (Negative) de sí mismo; es decir
que conoce] sli límite (Grenze). Saber-o-conocer (wissen) su
límite significa: saber (toissen) sacrificarse. Ese. sacrificio (Auf-
opjerung) es la alienación-o-la-exteriorización en la cual el Espí­
ritu representa (darslel.lt) su devenir [yendo] hacia el Espíritu en
forma de un proceso (Geschenhens) libre contingente, que con­
templa intuitivamente (anschauend) su Yo-personal (Selbst) puro
como el Tiempo fuera de sí, e igual su Ser dado (Sein) como
Espacio.”
Ese pasaje contiene en primer lugar una suerte de “deducción”
del Realismo, que puede ser mal comprendida si se la loma
aisladamente.
El pasaje está dirigido contra Fichte. Y hablando de Fichte,
Hegel usa aquí el lenguaje de este último (Grenze, etc.). Así, el
texto parece hablar de un acto del Sujeto, que postula al Objeto
asumiendo su propio límite. Esto parece ser el Fichte puro, es
decir el “Idealismo”. Mas al leer atentamente, y al comparar
lo que dice Hegel con lo que expresa en otras partes Fichte, se
advierte que aquí se trata de una polémica. En primer termino
no es el Yo o el Sujeto (Ich) el que pone el Objeto o el límite,,
sino el Espíritu (Geist). Sin embargo, Hegel no deja de repetir
(y lo repetirá todavía algo más abajo) que el Espíritu no es origen
o comienzo, sino fin o resultado. El Espíritu, es el Ser-revelado,
es decir, una síntesis del Ser (objetivo) y de su Revelación (sub­
jetiva). No es el Sujeto, sino el Espíritu (y por tanto el Ser) que
se establece en tanto que Espacio y Tiempo, o como lo vere­
mos de inmediato en tanto que naturaleza (— Sein) e Historia
( — Hombre — Sujeto — Selbst). Luego, Hegel no dice como
Fichte que el Saber establece (setzl) su “límite” (es decir el
Objeto). Dice tan sólo que lo “conoce” (kennt). Hegel quiere
expresar simplemente que el Saber no puede comprenderse, es

232
decir explicarse o “deducirse” sino suponiendo la existencia de un,
no-saber, o sea de un Objeto real, vale decir, exterior e indepen­
diente del Saber que lo revela. Y esto es exactamente lo contrario
de lo que expresa Fichte.
No hay pues “deducción” del Realismo en el sentido fichteano
del vocablo. No hay sino una “deducción” en el sentido hegeliano
de la palabra, es decir, una deducción a posteriori o una compren­
sión conceptual de lo que es. No se trata como en Fichte, de
deducir el Objeto o lo Real a partir del Sujeto o de la Idea.1
Partiendo del Espíritu, o sea, de una síntesis de lo real y de lo
ideal, Hegel renuncia pues a deducir uno de otro (como lo ha
dicho muy claro en el texto del escrito de 1801 que he citado).
Los pone, o lo que es igual los presupone a ambos. Y los “deduce”
más tarde al margen del Espíritu que es su resultado común..
En otros términos, sólo trata de comprender sus relaciones, siendo
éstas el devenir del conocimiento, a partir del hecho según el cual
adquiere el conocimiento absolutamente verdadero, donde coinci­
den lo real y lo ideal. No obstante, Hegel sostiene que encon­
trándose en posesión de la Verdad, o sea de la “Ciencia” o del
“Sistema”, es menester olvidar su origen, que no es coinciden­
cia, sino oposición e interacción de lo real y lo ideal indepen­
dientes. No es necesario creer que si la Ciencia es un Saber, el
Ser es Saber (o Sujeto) también. El Ser es Espíritu, es decir,
síntesis del Saber y de lo Real. Y el “Sistema” mismo no es un
juego del Sujeto en el interior de sí mismo, sino el resultado de
una interacción entre el Sujeto y el Objeto; y es así que es una
revelación del Objeto por el Sujeto y una realización del Sujeto
en el Objeto. ' ■¡

1 En realidad es absurdo querer “deducir”, vale decir demostrar el


Realismo. Ya que si se quisiera deducir lo real a partir del conocimiento,
Hería el Idealismo el que tendría razón, y no habría realidad independiente
dol conocimiento.

233
Hegel parte del Espíritu del cual dice que es un “resultado”,
Y quiere comprenderlo como resultado, vale decir, lo describe
como resultante de su propio devenir {das V/erden des Ceistes
zurrí Geiste). Al ser el Espíritu la coincidencia del Sujeto y del
Objeto (o como Hegel dice aquí: del Selbst y del Sein), su
devenir es un camino que conduce a esa coincidencia, a lo largo
del cual se mantiene por consiguiente una diferencia entre ambos,
de la que sólo puede dar cuenta un Realismo metafísico,
Al decirlo, Hegel formula dos postulados en extremo impor­
tantes. Primero, Hegel sostiene que “el devenir del Espíritu”
tiene la forma l‘des freien zufálligen Geschehens”. Repite pues
lo que ya sabemos: o sea que la “deducción” sólo es posible más
tarde o como quien dice a posteriori. Decir que el devenir del
Espíritu es “contingente y libre” es sostener que partiendo del
Espíritu, que es el final o el resultado del devenir, puede recons­
truirse la marcha de este último, pero no puede prevérselo a partir
de su comienzo, ni deducir el Espíritu. Al ser el Espíritu la
identidad del Ser y del Sujeto, puede “deducirse” de él la oposi­
ción anterior de ambos y el proceso que la imprime. Pero par­
tiendo de la oposición inicial no podemos deducir su supresión
final ni el proceso que conduce a ello. Por tal motivo ese proceso
(la Historia en particular) es un desarrollo libre (freí) de aconte­
cimientos contingentes (zufailig).
En segundo término, Hegel expresa que el Espíritu en su
devenir {es decir, la Totalidad revelada del Ser) es necesaria­
mente doble: por una parte es Yo-personal (Selbst) o Tiempo, y
por otra Ser-estático (Sein) o Espacio; lo cual es muy importante.
En principio esto es una nueva afirmación del Realismo. Pues
es bien evidente que el Realismo es necesariamente dualista, y que
un dualismo ontológico es siempre “realista”.1 Toda la cuestión
1 La afirmación que todo es Objeto o “materia” equivale a aquello
que dice que todo es Sujeto o “espíritu” ; las afirmaciones “materialistas”

234
consiste en saber cómo definir los dos términos ontológicamente
opuestos en el Realismo. Asimismo Hegel sostiene, que es necesario
oponerlos en tanto que Tiempo y Espacio. Y al decirlo resume
de alguna manera su filosofía e indica lo que hay de verdadera­
mente nuevo en ella. No obstante, tomada aisladamente, esta
afirmación parece paradójica. Nadie ha pensado jamás en dividir
la totalidad del Ser en Espacio y Tiempo. En la medida en
que la filosofía (occidental) ha sido “realista”, entiéndase dualista,
ha dividido la totalidad del Ser en Sujeto y Objeto, en Pensa­
miento y Realidad, etc. Pero sabemos que para Hegel el Tiempo
es el Concepto. De pronto, en lugar de ser paradójica, por el
contrario, la división de Hegel pareciera trivial: es la oposición
cartesiana (para nombrar sólo a Descartes) de la Extensión del
Pensamiento. Mas en realidad, Hegel ha hecho un gran des­
cubrimiento reemplazando el término “Pensamiento” por el de
“Tiempo” . Pero ya he tratado de demostrarlo y no insistiré.
Sin embargo, el texto en cuestión es interesante además por
otra razón. Hegel identifica allí el Espacio y el Sein, el Ser
estático-dado, lo cual es trivial y muy cartesiano. Por el contrario,
la identificación del Tiempo y del Selbst (Yo-personal), es decir
del Hombre es nueva. Pero es ésa la concepción hegeliana del
Hombre = Acción = Negatividad que conocemos y de la que no
es momento de hablar. Lo que quisiera subrayar, es que aquí
Hegel opone el Yo-personal ( = Tiempo) al Sein (— Espacio).
El Hombre es pues Nicht-sein, No-ser, Nada.1 Oponer el Tiempo
al Ser, equivale a decir que el Tiempo es la Nada. Y no cabe
duda que el Tiempo debe, en efecto, ser comprendido como un

r “idealistas” o “espiritualistas” coinciden, pues ambas están igualmente


define al comienzo como Ser (Sein) y Nada (N ich ts) o sea como su síntesis,
desprovistas de sentido.
1 En efecto, en la Logik la Totalidad del Ser, es decir, el Espíritu se
que es Devenir.

235
aniquilamiento del Ser o del Espacio. Mas si el Hombre es
Tiempo, él mismo es la Nada o el aniquilamiento del Ser espacial.
Y sabemos que para Hegel la Negatividad que es el Hombre,
consiste precisamente en ese aniquilamiento del Ser, que es la.
Acción de la Lucha y del Trabajo por la cual el hombre se man­
tiene en el Ser espacial destruyéndolo, es decir transformándolo
por la creación de realizaciones inéditas en un verdadero Pasado,
inexistente y por tanto no-espacial. Y esa Negatividad, es decir
la Nada anhilante en tanto que Tiempo en el Espacio, es lo que
hace al fondo mismo de la existencia específicamente humana,
vale decir verdaderamente activa o creadora, o lo que es igual,
histórica, individual y libre. Esa Nada también hace que el
Hombre sea transitorio en el Mundo espacial: nace y muere en
tanto que Hombre. En consecuencia hay una Naturaleza sin
Hombre: antes el Hombre y después el Hombre, como enseguida
lo dirá Hegel.
En fin, relacionando el mismo texto al Conocimiento, es me­
nester decir que el Hombre propiamente dicho, o lo que es igual
el Hombre, opuesto al Ser uno y homogéneo espacial, o el Indi­
viduo libre histórico que Hegel llama “Selbst”, “Yo personal”,
es necesariamente Error y no Verdad. Porque un Pensamiento
que no coincide con el Ser, es falso. Por otra parte, cuando el
error específicamente humano es en última instancia transformado'
en verdad de la Ciencia absoluta, el Hombre deja de existir en
tanto que Hombre y la Historia, llega a su fin. La supresión del
Hombre (es decir del Tiempo, de la Acción) en provecho del
Ser-estático (o sea del'Espacio, o lo que es igual, de la Naturaleza)
es pues la supresión del Error en provecho de la Verdad. Y si la
Historia es en verdad la Historia de los errores humanos, el propio
Hombre tal vez no sea más que un error de la Naturaleza que
“por azar” (¿libertad?) no ha sido eliminado de inmediato.
Según rni modo de ver, la dimisión de la Totalidad-del-Ser-

236
revelado (o como dice Hegcl, del Espíritu) en Espacio y en
Tiempo no es ni una paradoja ni una trivialidad, sino una verdad
descubierta por Hegel. Y si se admite esta verdad, es necesario
decir que en filosofía “Realismo” no significa en definitiva nada
más que “Historicismo” . Quien dice “Realismo” dice dualismo
ontológico. Y al señalar los dos miembros de la oposición esencial
“Espacio” y “Tiempo”, se introduce en la filosofía la noción de
la Historia, planteando de tal manera no sólo el problema de una
Antropología o Fenomenología del Hombre histórico, sino también
el de una Metafísica y de una Ontología de la Historia. Decir
que la Filosofía debe ser “realista”, significa en última instancia
que debe sostener y rendir cuenta del hecho de la Historia.
Y creo que es muy justo. Si no fuera posible que hubiera
lo que ontológicamente se llama “Negatividad”, metafísicamente
“Tiempo” o “Historia” y antropológicamente “Acción”, el “Idea­
lismo” (Monismo) tendría razón: no sería superfluo oponer onto­
lógicamente el Ser al Pensamiento, y no habría entonces necesidad
de superar a Parménides. En efecto, no creo que se pueda definir
lo Real propiamente dicho, de otra manera que como lo hace
(entre otros) Maine de Biran: lo Real, es lo que se resiste. Mas
se está por completo equivocado creyendo que lo Real resiste al
Pensamiento. En verdad no resiste ni aun al pensamiento falso;
y en cuanto al pensamiento verdadero, es justamente una coinci­
dencia con lo Real.1 Lo Real resiste a la Acción y no al Pensa­
miento. Por consiguiente, no hay en verdad “Realismo” filosófico
sino allí donde la Filosofía sostiene y da cuenta de la Acción, vale
decir de la Historia, del Tiempo. Y el “Realismo” o lo que es

1 En efecto, si digo que puedo pasar a través de esa pared, la pared


no resiste de ninguna manera lo que digo o pienso: en cuanto a ella, puedo
decirle cuanto se me ocurra; y no empieza a resistir más que cuando quiero
realizar mi pensamiento por la Acción, es decir si me llevo verdaderamente
por delante la pared. Y así siempre.

237
igual el “Dualismo” filosófico significa entonces: “Tcmporalismo”
o “Hístoricismo”.1

1 No tiene sentido oponer, como generalmente lo hace el “Realismo”,


el Sujeto cognoscentc al Objeto conocido. Ya que habiéndolos opuesto no
se comprende más su unión o su coincidencia en el conocimiento verdadero.
Si se quiere sostener lo “Real” no es necesario oponer el Mundo (natural)
a un “Sujeto” ubicado no se sabe dónde y que tiene por única función
el conocimiento de esc Mundo, es decir, que lo revela por el discurso o el
concepto. No es necesario oponer el Ser al Pensamiento o al Sujeto
cognoscente. Es menester oponer el S er.natural al Ser humano. O para
decir con Hegel: en el plano fenomenológtco se opone el Sein al Selbsf,
en el plano metafssico, el Espacio al Tiempo; en el plano ontológico la
Identidad a la Negatividad. En otros términos, es necesario ver en el Hom­
bre algo más que un Sujeto cognoscente; hay que oponer el Hombre al
Mundo (natural) precisamente en la medida en que es ese algo más
(A ndares).
El conocimiento verdadero —y es del cual se habla generalmente—
es impersonal (selbst-los), es decir inhumano. En él, el Sujeto (el Pensa­
miento, el Concepto, etc.) coincide con el O bjeto. Y puede decirse que es
el Objeto que se revela a sí mismo en y por ese conocimiento. En efecto,
supongamos que un hombre comprendido como “sujeto cognoscente” se
reduzca al conocimiento (adecuado) de una sola realidad particular: de la
realidad “perro”, por ejemplo. No sería entonces nada más que la revela­
ción de esa realidad “perro”. Es decir, que estaríamos en presencia de
la realidad “perro” revelada. Con otras palabras, estaríamos en presencia
del perro “consciente” de sí, y no de un hombre que tuviera conciencia del
perro. Y en ese caso estaríamos en presencia de un verdadero perro (y de
un ser natural) y no de un hombre que tuviera forma canina. O bien,
para hablar como Hegel, habría solamente Sentim iento (mudo) de sí
(Selbst-gehühl) y no Conciencia (parlante) de sí (Selbstbew usstsein).
O mejor aún: el concepto estaría encarnado en la cosa que “revela” y no
existiría fuera de ella en tanto que palabra. El “Realismo” no tendría
entonces ningún sentido, en vista que así no habría separación entre Sujeto
y objeto,
Para que haya “Realismo”, hace falta que el concepto (el conoci­
miento ) se oponga a la cosa (al obj eto), Pero solamente el conocimiento
hum ano o “subjetivo” es lo que se opone al objeto con el cual se relaciona,
materializándose fuera del objeto en el discurso, Pero ese conocimiento
“subjetivo” es por definición un conocimiento que no coincide con el
objeto. Por tanto, un conocimiento falso. El problema que demanda una
solución “realista” es pues el problema del error y no el de la verdad.

238
Volvamos al texto, empero.
Después de haber opuesto el Ser dado o el Epacio al Yo-
personal o al Tiempo, Hegel precisa la naturaleza de dos entidades
opuestas, hablando primero del Espacio (pág. 563, líneas 11-15) :
“Ese devenir del Espíritu mencionado en último término,
[a saber] la Naturaleza, es un devenir viviente inmediato. La Natu­
raleza, el Espíritu alienado-o-exteriorizado, no es en su existencia-
empírica nada más que la alienación-o-exteriorización eterna de
su mantenimiento estable (Bestehens) y el movimiento[-dialéctico]
que produce el Sujeto.”
El Sein o el Espacio, es la Naturaleza, el Mundo natural no-
consciente. Y ese Mundo es eterno en el sentido que está fuera
del Tiempo. La Naturaleza, es la “ewige Entausserung” del
Espíritu. Aun aquí hay devenir (Werden) o movimiento: pero
como en Descartes, se trata de un movimiento no temporal o

Ahora bien, al plantear el hecho del error, es necesario plantear el problema


de su origen. Y evidentemente, no es la contemplación cognitiva pasiva,
abriéndose al objeto y tornándolo accesible, lo que puede explicar el origen
del error que se oculta al objeto y lo disimula. Si entonces el lugar del
error o del conocimiento falso — entiéndase opuesto al objeto— es el
hombre o el “Sujeto”, éste debe tener por apoyo todavía algo distinto que
la contemplación pasiva de lo dado. Y ese algo en Hegel se llama Nega-
tividad, Tiempo y Acción (T a t, T u n , H a ndeln). (No es pues por azar que
el hombre comete errores cuando pierde su sangre fría, se apresura o no
tiene tiempo suficiente, o . . . se empecina en decir n o ).
Por tanto el “Realismo” no tiene sentido sino en la medida en que se
opone: por una parte al Mundo natural o al Ser dado {Sein) revelados
por el Concepto, es decir, el Ser con su Conocimiento, y por otra parte el
Hombre comprendido en tanto que Acción negatriz del Ser dado. O puede
decirse aun que el Conocimiento (la Revelación) se relaciona indistinta­
mente tanto con el Ser-natural como con el Ser humano, tanto con el
Espacio como con el Tiempo, tanto con la Identidad como con la Negati-
vidad; no hay pues oposición entre el Ser y el Conocimiento; una oposición
no existe sino entre el Ser natural (conocido) o el Sein y el Ser-humano
(conocido) o el T u n ; en cuanto al error y el conocimiento “subjetivo” en
general, presuponen esa oposición ontológica.

239
geométrico; y los cambios naturales (el devenir biológico) no
transforman la esencia de la Naturaleza, que por lo tanto per­
manece eternamente idéntica a sí misma. Ese “movimiento” na­
tural (la “evolución” ) produce, por cierto, el Subjekt, vale decir
el Hombre o más exactamente el animal que devendrá Hombre.
Mas el Hombre una vez constituido en su especificidad humana,
se opone a la Naturaleza y engendra así un nuevo devenir, que
■transforma esencialmente el Ser dado natural y que es el Tiempo
el que lo aniquila, es decir la historia de la Acción negatriz.
El “Realismo” hegeliano no es pues solamente ontológico,
sino aun metafísico. La Naturaleza es independiente del Hombre.
.Al ser eterna subsiste antes de él y después de él. Como acabamos
de verlo es en ella donde nace. Y como lo veremos inmediata­
mente, el Hombre que es Tiempo desaparece también en la Natu­
raleza espacial. Ya que esa Naturaleza sobrevive al Tiempo.1
1 Por tanto la desaparición del Hombre al final de la Historia no es
una catástrofe cósmica: el Mundo natural sigue siendo lo que es por toda
la eternidad. Y tampoco es eso una catástrofe biológica: el Hombre per­
manece con vida en tanto que animal que es, de acuerdo con la Naturaleza
o el Ser-dado. Lo que desaparece, es el Hombre propiamente dicho, es
decir la Acción negatriz de lo dado y el Error, o en general el Sujeto
opuesto al Objeto. En realidad, el fin del Tiempo humano o de la Historia,
vale decir el aniquilamiento definitivo del Hombre propiamente dicho o
del Individuo libre e histórico, significa simplemente la cesación de la
Acción en el sentido estricto del término. Lo cual significa en la práctica:
desaparición de las guerras y de las revoluciones sangrientas. Y aun la des­
aparición de la Filosofía; puesto que no cambian los principios (verda­
deros) que se hallan en la base de su conocimiento del Mundo y de sí.
Mas todo el resto puede mantenerse indefinidamente: el arte, el amor,
el juego, etc., etc.; en resumen, todo lo que hace feliz al Hombre. Recor­
demos que ese tema hegeliano entre muchos otros, ha sido retomado por
Marx. La Historia propiamente dicha, donde los hombres (las “clases” ) lu­
chan entre ellas por el reconocimiento y luchan contra la Naturaleza por el
trabajo, se llama según Marx “Reino de la Necesidad” (Reich der N otw en-
digkeit) ; más allá (jenseits) está situado el “Reino de la Libertad” (Reich
der Freheit) donde los hombres (al reconocerse mutuamente sin reservas)
ya no luchan y trabajan lo menos posible (estando la Naturaleza definiti-

240
El Sein o el Raum, es la Naturaleza eterna, vale decir no-
temporal. En cuanto a la entidad opuesta, que es Selbst (o sea el
Hombre) o Zeit, no es otra cosa que la Historia.

vamente domeñada, es decir en armonía con el Hombre). Cf. E l Capital,


Libro III, Capítulo 48, fin del 29 párrafo del Capítulo III.
N ota de la Segunda edición.
El texto de esta Nota (1 de la pág. 434) es ambiguo, para no decir
contradictorio. Si se admite “la desaparición del Hombre al final de la
Historia”, si se afirma que “el Hombre permanece en vida en tanto que
anim al", precisando que “lo que desaparece, es el Hombre propiamente
dicho”, no es posible sostener que “todo el resto puede mantenerse indefi­
nidamente: el arte, el amor, el juego, e t c . . . ”. Si el Hombre vuelve a
devenir animal, sus artes, sus amores y sus juegos deben también devenir
puramente “naturales”. Por tanto habría que admitir que, después del
final de la Historia los Hombres construirían sus edificios y sus obras de
arte como los pájaros construyen sus nidos, las arañas tejen sus telas, ejecu­
tarían conciertos musicales a la manera de las ranas y las cigarras, jugarían
como juegan los cachorros y se entregarían al amor como las bestias adultas.
Mas no puede decirse entonces que todo ello torna feliz al hombre. Habría
que decir que los animales post-históricos de la especie Homo-sapiens (que
vivirán en la abundancia y en plena seguridad) estarán contentos en fun­
ción de su comportamiento artístico, erótico y lúdico, dado que por defini­
ción se contentarán con eso. Pero hay más. “El aniquilamiento definitivo
del Hombre propiamente dicho” significa también la desaparición definitiva
del Discurso (Logos) humano en el sentido estricto. Los animales de la
especie H om o sapiens reaccionarán por reflejos condicionados a señales
sonoras o mímicas, sus llamados “discursos” serán así semejantes al pre­
tendido “lenguaje” de las abejas. Lo que desaparecería entonces, no sería
tan sólo la Filosofía o la búsqueda de la Sabiduría discursiva, sino aun esa
misma Sabiduría. Pues ya no habría en esos animales post-históricos,
“conocimiento discursivo del Mundo y de sí”.
En la época en que he redactado esta nota (1946), el retorno del
Hombre a la animalidad no me parecía descabellado en tanto que perspec­
tiva de porvenir (por otra parte más o menos próxim o). Pero poco después
he comprendido (1948) que el fin hegeliano-marxista de la Historia ya no
era un porvenir sino desde luego un presente. Al observar lo que pasaba
a mi alrededor y reflexionando sobre lo que ha pasado en el mundo después
de la batalla de Jena, he comprendido que Hegel tenía razón al ver en
ésta el final de la Historia propiamente dicha. En y por esa batalla,
la vanguardia de la humanidad ha alcanzado virtualmente el término y el

241
Tal es lo que Hegel expresa a continuación (pág. 563, líneas
16-20) :
“En cuanto al otro aspecto del devenir del Espíritu [que es]

objetivo, es decir el fin de la evolución histórica del Hombre. Lo que


se produjo desde entonces no fue más que una extensión en el espacio de la
potencia revolucionaria universal actualizada en Francia por Robespierre-
Napoleón. Desde el punto de vista auténticamente histórico, las dos guerras
mundiales con su cortejo de pequeñas y grandes revoluciones no han tenido
por efecto sino alinear en las posiciones históricas europeas (reales o vir­
tuales) más avanzadas, las civilizaciones atrasadas de las provincias peri­
féricas. Si la sovietización de Rusia y la comunización de China son otra
cosa aún que la democratización de la Alemania imperial (por intermedio
del hitlerismo) o la ascención de Togo a la independencia, entiéndase la
autodeterminación de Papus, es sólo porque la actualización chino-soviética
del bonapartismo robespierano obliga a la Europa post-napoleónica a
acelerar la eliminación de numerosas secuelas más o menos anacrónicas
de su pasado pre-revolucionario. Desde entonces, ese proceso de elimina­
ción es más adelantado en las prolongaciones norteamericanas de Europa
que en la propia Europa. Puede decirse que desde cierto punto de vista,
los Estados Unidos han alcanzado ya la etapa final del “comunismo” mar-
xista, dado que prácticamente, todos los miembros de una “sociedad sin
clases” puede apropiarse desde ahora de todo cuanto le parece, sin trabajar
no obstante más que lo que su voluntad les dicta.
Ahora bien, viajes comparativos efectuados (entre 1948 y 1958) a los
Estados Unidos y a la U.R.S.S. me han dado la impresión que si los norte­
americanos aparentan ser chino-soviéticos enriquecidos, es porque los rusos
y los chinos no son más que norteamericanos pobres todavía, por otra parte
en vías de rápido enriquecimiento. Fui impulsado a concluir que el “Ame­
rican way of life” era el género de vida propio del período post-histórico,
la presencia actual de los Estados Unidos en el Mundo prefigura el futuro
“eterno presente” de la humanidad entera. Así el retorno del Hombre a
la animalidad me parecía no ya una posibilidad por venir, sino una certeza
presente.
A consecuencia de un reciente viaje al Japón (1959) he cambiado
radicalmente de opinión en este punto. Allí pude observar una sociedad
que es única en su género porque es la única que ha hecho una experiencia
casi tres veces secular de vida en período del “final de la historia”, es decir,
en ausencia de toda guerra civil o exterior (a raíz de la liquidación del
“feudalismo” por el plebeyo Hideyoshi y del aislamiento artificial del país
concebido y realizado por su noble sucesor Yiyeasu). Sin embargo la exis-

242
I.l ///.'.loria es el devenir que sabe-o-conoce [y que] se mediatiza;
es el Espíritu alienado-o-exteriorizado en el Tiempo. Pero esta

leuda de los japoneses nobles que dejaron de arriesgar su vida (aun en


duelo) sin comenzar a trabajar, no fue nada menos que animal.
La civilización japonesa “post-histórica” se ha comprometido en vías
dlametralmente opuestas a la “vía norteamericana”. Sin duda que no ha
bullido más Religión en Japón, ni Moral, ni Política en el sentido “europeo”
o histórico” de estas palabras. Mas el esnobismo en estado puro crea
disciplinas negadoras del dato “animal” o “natural” que superarán, sin
esfuerzo, en eficacia a aquellos que nacieron en Japón o en otras partes,
de la Acción “histórica”, vale decir de las Luchas guerreras y revolucio­
narias o del Trabajo forzado. Por cierto, las cimas (en ninguna parte
igualadas) del esnobismo específicamente japonés del Teatro No, la cere­
monia del té, y el arte de los ramos de flores fueron y siguen siendo
imlrirnonio exclusivo de nobles ricos. Pero a pesar de las desigualdades
económicas y sociales persistentes, todos los japoneses sin excepción están
actualmente en estado de vivir en función de valores totalmente formali­
zados, es decir completamente vacíos de todo contenido “humano” en el
sentido “histórico”. D e tal manera y en última instancia todo japonés,
en principio, es capaz de proceder por puro esnobismo a un suicidio per­
fectamente “gratuito” . La clásica espada del samurai puede ser reempla­
zada por un avión o un torpedero que no tiene nada que ver con el riesgo
de la vida en una Lucha realizada en función de valores “históricos” con
■"iiLenido social y político. Lo que parece permitir que se crea que la
interpretación recién esbozada entre el Japón y el Mundo Occidental culmi­
nará en definitiva, no con' una re-barbarización de los japoneses, sino en
una "japonización” de los Occidentales (comprendiendo a los rusos).
Puesto que ningún animal puede ser esnob, todo período post-histórico
"Japonizado” será específicamente humano. No habría pues “aniquila­
miento definitivo del Hombre propiamente dicho”, en tanto que haya ani­
mal™ de la especie H omo sapiens que puedan servir de soporte “natural”
a lo que hay de humano en los hombres. Pero como dije más arriba en la
nula, uri “animal que está de acuerdo con la Naturaleza o el Ser dado”
es un ser viviente que no tiene nada de humano. Par seguir siendo
luunann, el Hombre debe seguir siendo un “Sujeto opuesto al Objeto”,
aunque desapareciera “la Acción negatriz de lo dado y el Error”. Lo que
«Imilfim que aun hablando desde ahora de manera adecuada de todo lo
que es dado, el Hombre post-histórico debe continuar separando las “for­
mas" de sus “contenidos”, haciéndolo ya no para trans-formar activamente
u estos últimos, sino a fin de oponerse a sí mismo como una “forma”
¡unit a él y a los otros, tomado en tanto que cualesquier “contenidos”.

243 '
alienación-o-exteriorización es de igual manera la alienación o
exteriorización de sí misma: la entidad-negativa-o-ncgatriz (A'e-
gativa) es la entidad negativa-o-negatriz de sí misma.”
El Selbst, vale decir, el Hombre propiamente dicho o el
Individuo libre es el Tiempo; y el Tiempo es la Historia, sólo
la Historia. {Que además es “das wissende Werden”, “el devenir
cognoscente” del Espíritu, o sea, en definitiva, evolución filosófica.)
Y el Hombre es esencialmente Negatividad, pues el Tiempo es
el Devenir, o lo que es igual el aniquilamiento del Ser, o del
Espacio. El Hombre es pues una Nada que aniquila y que sólo
se mantiene en el Ser (espacial) negando el ser, y cuya Negación
es la Acción. Mas si el Hombre es Negatividad, es decir Tiempo,
no es eterno. Nace y mucre en tanto que Hombre. Es “das Ne-
gative seiner selbst”, dice Hegel. Y nosotros sabemos lo que eso
significa: el Hombre se suprime en tanto que Acción (o Selbst)
cuando deja de oponerse al Mundo, después de haber creado el
Estado universal y homogéneo; o bien en el plano cognitivo:
el Hombre se suprime en tanto que Error (o “Sujeto” opuesto al
Objeto) después de haber creado la Verdad de la “Ciencia”,
En los textos que siguen y que terminan el Capítulo V III
y por tanto la Fenomenología del Espíritu en general, Hegel
precisa su concepción de la Historia. Y ello demuestra que la
inserción de la Historia en la filosofía es para Hegel su descubri­
miento principal y decisivo.
Hegel expresa en primer término: (pág. 563, lineas 20-29):
“Ese devenir [es decir la Historia] representa (stellt dar) un
movimientof-dialéctico] y una sucesión lenta-e-inerte (trage) de
espíritus. [Es] una galería de imágenes, cada una de las cuales
[al estar] dotada de la riqueza completa del Espíritu, acciona con
tanta lentitud e inercia precisamente porque el Yo-personal debe
penetrar y digerir [aquí] esa riqueza total de su substancia. Dado
que el cumplimiento-o-la-perfccción del Espíritu consiste en el

244
,Sabt,r-o-el-conocimiento de lo que él es, [vale decir de] su subs­
tancia, ese Saber es su acto de penetrar-el-fondo-de-sí en el cual
abandona su existencia-empírica y trasmite su forma-concreta al
recuerdo-interiorizante (Erinnerung)
Está claro y hay poco para agregar. Cada etapa del Devenir,
O sea, cada Mundo histórico, es “mit dem vollstándigen Reichtum
des Geistes ausgestattet”. Es decir: nunca, en ningún momento
del Tiempo existe un Espíritu fuera del Mundo histórico humano.
No hay trascendencia; la Historia es el devenir del Espíritu, y el
Espíritu no es más que ese devenir histórico del Hombre.
En cuanto a la terminación de la Historia, es el Wissen, el
Autoconocimiento, vale decir la Filosofía (que deviene finalmente
Sabiduría). El Hombre crea un Mundo histórico sólo para saber
qué es ese Mundo y para conocerse a sí mismo en él. Ahora
bien, ya he dicho que el concepto “Perro”, por ejemplo, no puede
desprenderse del perro real y materializarse en la palabra “Perro”,
o en otros términos, no puede haber conocimiento conceptual o
discursivo (Wissen) del perro, sino porque el perro muere o de­
viene Pasado. Y es lo mismo que Hegel acaba de decir, para el
Hombre y su Mundo histórico. No se puede conocer un Mundo
histórico sino porque es histórico, es decir, temporal y por consi-
K»'<■nte finito o mortal. Pero no se lo conoce en verdad, vale decir
conceptual o filosóficamente, sino en el Erinnerung: es el recuerdo
(Erinnerung) de un pasado real que es la interiorización (Er-
innerung) de esa realidad, esto es, el pasaje de su “sentido” (o
I "eicueia” ) de la Realidad exterior en el Concepto que está en mí,
que está en el interior del “Sujeto”. Y si la Totalidad de la His-
tot'in Nnlo puede ser comprendida así (en y por la Fenomenología

f itl dritu) al final de la Historia, un Mundo histórico particular


[ Itúli > pi icdr ser comprendido después de su fin o de su muerte en
i 1m I le tona.

245
Por otra parte lo dice el propio Hegel en la “Rechtsphilo-
sophie” (Vol. VI, pág. 17) :
“Siendo pensamiento-o-idea (Gedanke) del Mundo, la filo­
sofía aparece en el tiempo sólo después que la realidad-objetiva
cumple-o-perfecciona su proceso-de-formación-educativa (Bildungs-
prozess) y que ella se ha realizado (fertig gernacht) . . . Si la filo­
sofía pinta su gris, es que una forma-concreta de la vida ha enve­
jecido; y no se [deja] remozar por su gris, sino únicamente conocer-
o-comprender (erkennen) : el ave de Minerva levanta vuelo al
anochecer.”
Este pasaje célebre, escrito quince años después que la Fe­
nomenología del Espíritu, es el mejor comentario del texto que
interpreto.
En el pasaje que sigue a ese texto, Hegel todavía desarrolla
su idea (págs. 563, línea 29; 564, línea 2):
“En el acto-de-penetrar-dentro-de-sí, el Espíritu se sumerge
en la noche de su Autoconciencia. Pero su existencia-empírica
desaparecida se conserva en esa noche. Y esta existencia empírica
suprimida dialécticamente, [es decir la existencia que ya] ha pasado
pero que es nuevamente-engendrada a partir del Saber, es la exis­
tencia-empírica nueva: [es] un nuevo Mundo [histórico] y una
nueva forma-concreta del Espíritu. En esta última el Espíritu debe
comenzar otra vez en la inmediatez de esa forma, y debe crecer-y-
m adurar de nuevo a partir de ella; [debe hacerlo] de manera tan
inefable como si todo aquello que lo precede estuviera perdido
para él y nada hubiera aprendido de la experiencia de los Espí­
ritus [históricos] anteriores. Pero el Recuerdo-interiorizante (Er-
Innerung) ha conservado esa existencia; y [ese Recuerdo] es
la entidad-interna-o-íntima, y en realidad una forma sublimada
(hdhere) de la substancia. Por tanto, si ese Espíritu, que no
parece partir más que de sí, empieza su formación-educativa
(Bildung) otra vez a partir del comienzo, está al mismo tiempo

246
i*ii un grado más adelante (hóhern) que en el cual [la] ha
i onirnzado.”
Trátase del aspecto fenomenológico de la dialéctica del Ser;
y ese aspecto es la Historia. En cuanto al ritmo de la Historia, es
tal romo lo he indicado anteriormente: acción toma de con-
i inicia. —s- acción. El progreso histórico, que representa lo que es
verdaderamente histórico o humano en la Historia, es una “media­
ción” por el Saber o por el Recuerdo comprensivo. La Historia
es pues doblemente una historia de la Filosofía: por una parte,
existe por la Filosofía y para la Filosofía; por otra hay Historia
porque hay Filosofía y para que haya Filosofía, o, finalmente,
Sabiduría. Pues es la comprensión o el Saber del Pasado, que
por estar integrado en el Presente, transforma ese Presente en
Presente histórico, es decir, en un Presente que realiza un progreso
con relación a su Pasado.
Esta dialéctica de la Acción y del Saber es esencialmente
icmporal. O mejor aún. ella es el Tiempo, es decir, un Devenir-
no-idrntico, donde hay verdadera y realmente un progreso y por
lauto un “antes” y un “después”.
liso dice Hegel (pág, 564, líneas 2-5):
“El reino-de-los-Espíritus que se ha formado-y-cducado de
esta manera en la existencia-empírica, constituye una sucesión
l Anfeinanderfolge) donde uno [de los Espíritus históricos] ha libe­
lado al otro y donde cada uno ha recibido del precedente el
imperio del Mundo.”
Ahora bien, si ese Devenir dialéctico es el Tiempo, significa
qur hay un comienzo y un fin. Hay pues un objetivo (Ziel) que
yu no ¡ruede ser superado.
De ese objetivo hablará Hegel de inmediato (pág. 564, líneas

"El objetivo (Ziel) de esa sucesión [es decir de la Historia


vmnl] es la revelación de la profundidad; y esa revelación es

247
el Concepto absoluto. Esa revelación, por consiguiente, es la
supresión-dialéctica de la profundidad del Espíritu, es decir su
expansión-o-su-extensión (Ausdehnung); [en otros términos esa
revelación es] la Negatividad-negatriz de ese Yo-abstracto (Ic h )
existente-en-el-interior-de-sí-mismo; [Negatividad] que es la alie-
nación-o-la-exteriorización de ese Yo, vale decir de su substancia.
Y [esa revelación es también] el Tiempo de ese Yo-abstracto [el
Tiempo que consiste en el hecho] de que esa alienación-o-exterio-
rización se aliene-o-se-exteriorice en sí misma y, [existiendo] en su
expansión-o-extensión, exista así igualmente en su profundidad,,
[vale decir en] el Yo personal (Selbst).”
El objetivo de la Historia, su término final, es “el Concepto
absoluto”, es decir, la “Ciencia”. En esa Ciencia, dice Hegel, el
Hombre suprime dialécticamente su existencia temporal o “pun­
tual”, o sea verdaderamente humana, por oposición a la Natura­
leza, y él mismo deviene Extensión (Ausdehung) o Espacio. Pues
en la “Logik” el Hombre se limita a conocer el Mundo o el Sein,
y al ser su conocimiento verdadero, coincide con el Mundo, o lo
que es igual con el Sein, esto es, con el Espacio eterno no-temporal.
Pero, agrega Hegel, en y por la Ciencia, el Hombre suprime igual­
mente esa su extensión o su Exteriorización (Entausserung) y
permanece “puntual” o temporal, es decir específicamente hu­
mano: sigue siendo un Selbst, un Yo-personal. Mas como Hegel
lo dirá de inmediato, no permanece de esa manera sino en y por
el Er-innerung, en y por el Recuerdo comprensivo de su pasado
histórico, Recuerdo que forma parte de la primera parte del
“Sistema”, vale decir, la Fenomenología del Espíritu.
En efecto, he aquí lo que dice Hegel en el pasaje final (pág.
564, líneas 12-24) :
“El fin [que es] el Saber absoluto [o el Sabio autor de 1a,
Ciencia], es decir, el Espíritu que se sabe-o-se-conoce en tanto que
Espíritu, tiene por camino [que conduce] a él el Recuerdo interio-

248
rizante de los Espíritus [históricos], tales como existen en ellos mis­
mos y cumplen la organización de su reinado. Su conservación
en el aspecto de su existencia-empírica libre-o-autónoma, que apa-
rece-o-se-revela en la forma de la contingencia, es la Historia
[vale decir la Ciencia Histórica vulgar que se contenta con relatar
los acontecimientos], Y en cuanto a su conservación en el aspecto
de su organización comprendida-conceptualmente, es la Ciencia
del Saber que aparece (erscheinenden) [es decir, la Fenomeno­
logía del Espíritu]. Las dos tomadas juntas [la Historia crónica y
la Fenomenología, o lo que es igual[ la Historia comprendida
conceptualmente, forman el Recuerdo-interiorizante y el calvario
del Espíritu absoluto, la Realidad-objetiva, la Verdad [o Realidad-
revelada] o la Certeza[-subjetiva] de su trono, sin el cual sería la
entidad solitaria privada-de-vida. [Y es] tan sólo del cálice de
ese Reino-de-los-Espíritus que asciende hacia él el aroma de su
infinitud.” ’
La “Ciencia” propiamente dicha, es decir la “Logik” o la
segunda parte del “Sistema”, Ciencia que revela el Ser eterno
0 la Eternidad real, está necesariamente precedida de una primera
parte, que se refiere al Devenir del Ser en el Tiempo o en tanto
que Tiempo, es decir a la Historia. Por una parte, es la Ciencia
histórica en el sentido corriente del término, que consiste en el
Recuerdo “inefable” de la humanidad; y, por la otra, es la com­
prensión conceptual o filosófica del pasado conservado en y por
ese Recuerdo “inefable”, y esa comprensión es la Fenomenología
del Espíritu. Se deduce que para Hegel, la Fenomenología del
Espíritu no puede ser comprendida sin un conocimiento previo
de la historia real, del mismo modo que la historia no puede ser
verdaderamente comprendida sin la Fenomenología del Espíritu.
1le tenido entonces razón en hablar de Atenas, de Roma, de
Luis X IV . . . y de Napoleón al interpretar la Fenomenología del
Espíritu. En tanto no se vean los hechos históricos a los cuales;

249
se refiere ese libro, nada se comprende de lo que allí se dice, Pero
la Fenomenología del Espíritu difiere de una “historia universal”
en el sentido corriente del termino. La historia relata los aconte­
cimientos. La Fenomenología del Espíritu los explica o los torna
comprensibles, revelando su sentido humano y su necesidad. Es
decir que reconstruye (“deduce” ) a partir de eses rasgos humana­
mente esenciales, la evolución histórica real de la humanidad. Los
reconstruye a priori, “deduciéndolos” del Deseo antropógeno (Be-
gierde) que se dirige hacia otro Deseo (siendo así Deseo de Reco­
nocimiento) y que se realiza por la Acción (T a t) negatriz del Ser
dado (Sein). Pero una vez más, esta construcción “a priori” no
puede ser efectuada sino más tarde. Es menester primero que
la Historia real se acabe; luego hace falta que sea contada al
H om bre1; y sólo entonces d Filósofo al devenir Sabio, puede
comprenderla reconstruyéndola a priori en la Fenomenología del
Espíritu. Y es esa misma comprensión fenomenológica de la His­
toria la que transforma al Filósofo en Sabio; pues ella es quien
suprime al Tiempo definitivamente y así hace posible la revelación
adecuada del Ser realizado y perfecto, es decir, eterno e inmutable,
que se efectúa en y por la “Logik
Todavía una observación referente a la cita de Schiller
(extraída de su poema Freundschaft) con la cual se termina
la Fenomenología del Espíritu. Esta cita no es textual, Y las
modificaciones aportadas (conscientemente o no) por Hegel, son
reveladoras.
No me detengo en el hecho de que Hegel dice "Geisterreich”
en lugar de “Seelenreich”, aunque esa substitución (muy “mo­
derna” ) sea en extremo significativa. Lo que importa sobre todo
es que Hegel dice “dieses Geisterreich” en lugar de “das ganze

1 Por otra parto, no hay historia real sin recuerdo histórico, es decir
sin memorias orales o escritas.

250
Seeienrekh” . Al hacerlo quiere excluir a ¡os “Angeles” de los que
habla Schiller; quiere subrayar que el Ser eterno c infinito, es
decir, el Espíritu absoluto (que en Schiller es Dios), surge única­
mente de la totalidad de la existencia humaría histórica. El pasado
temporal del Ser- eterno es pues humano, y solamente humano.
Si se quiere hablar de “Dios” en Hegel, no hay que olvidar que
el pasado de ese ‘Dios” es el Hombre: es un Hombre que ha
devenido “Dios” y no un Dios que ha devenido hombre (y que,
por otra parte, vuelve a devenir Dios). Y la tercera modificación
del texto de Schiller que aporta Hegel tiene el mismo sentido.
Schiller dice: “die Unendlichkeit", Ilegel escribo: '‘sane Unend-
lichkeit". La Fenomenología del Espíritu termina eon una nega­
ción radical de toda trascendencia. El Scr-ctemo-infinito-revelaclo,
es decir, el Espíritu absoluto, es el ser infinito o eterno de ese
mismo Ser que ha existido en tanto que Historia universal. O sea
que lo infinito en cuestión es lo infinito del Hombre. Y la “Cien­
cia” que revela ese Ser-infinito es pues doblemente una Ciencia
del Hombre: por una parte es el resultado de la Historia, vale
decir un producto de! Hombre: y por la otra habla del Hombre:
de su devenir temporal o histórico (en la Fenomenología del
Espíritu) y de su ser eterno (en la “Logik"). La “Ciencia” es
pues Selbstbewusstsein y no Bewusstsein. Y el Sabio, llegando al
final de la Fenomenología del Espíritu, puede decir que la “Cien­
cia” propiamente dicha que va a desarrollar ahora (en la “Logik")
es en verdad su Ciencia o su Saber.
Pero como he dicho varias veces, el Sabio no puede hablar
de la Ciencia como de su Ciencia sino en la misma, medida en
en que puede hablar de la muerte como de su muerte. Ya que
pasando a la “Logik" el Sabio suprime por completo el Tiempo,
es decir la Historia, o lo que es igual su propia realidad verdadera
y específicamente humana, que en la. Fenomenología del Espíritu
ya i's sólo una realidad pasada: abandona definitivamente su

251
realidad de Individuo libre o histórico, de Sujeto opuesto al Objeto,,
o de Hombre que es esencialmente distinto (Andcres) que la Na­
turaleza.
El propio Hegel lo sabe muy bien. Por io menos lo sabía
desde 1802. Pues en su escrito de 1802 titulado Glauben und
Wissen se encuentra un pasaje donde lo dice claramente y que
quisiera citar terminando mi comentario de la Fenomenología del
Espíritu.
En ese pasaje leemos (Vol. I, pág. 803 sig.):
“Toda la esfera de la finitud, por el hecho de ser en sí misma
alguna cosa, lo sensible, se abisma en la Fe real-o-verdadera frente
al pensamiento y la intuición (Anschauung) de lo Eterno; [el pen­
samiento y la intuición] devienen por tanto aquí una sola y misma
cosa. Todos los pábilos de la Subjetividad son quemados en ese
fuego devorante; y la misma conciencia de. ese don-de-si-mismo
(Hingebens) y de ese aniquilamiento ( Vernichtens) es aniquilada
(vernichtet)
Hegel lo sabe y lo dice. Mas dice también en una de sus
cartas, que ese saber le ha costado caro. Habla de un período
de depresión total que ha vivido entre los veinticinco y los treinta
años de su vida: de una “Hipocondría” que iba “bis sur Erlah-
mung aller Krafte”, “hasta la parálisis de todas sus fuerzas” y
que provenía precisamente del hecho de no poder aceptar el nece­
sario abandono de la Individualidad, es decir en realidad de la
humanidad, que exige la idea del Saber absoluto. Pero finalmente,
ha superado esa “Hipocondría”. Y al devenir Sabio por esa acep­
tación última de la muerte, ha publicado, pocos años después, la
primera parte del “Sistema de la Ciencia” titulado Ciencia de la
Fenomenología del Espíritu, donde se reconcilia definitivamente
con todo lo que es y ha sido, declarando que ya jamás habrá nada
nuevo sobre la tierra.

252
INDICE

Pá6~
■Curso del año escolar 1938-1939 ............................................................... 7

Primera conferencia ■
Introducción: Filosofía y sab id u ría..................................................... 9,

tgunda conferencia
Introducción: Filosofía y sabiduría (continuación y fin) .. .. 26

ercera conferencia
Interpretación de la introducción al capítulo V I I I ....................... 39

Uiirta conferencia
Interpretación de la primera parte del capítulo V I I I ...................... 59

(hiiula conferencia
Interpretación de la segunda parte del capítulo V I I I ................ 79

a conferencia
Nula sobre la eternidad, el tiempo y el c o n c e p to ....................... 100

¡ttimn conferencia
Nula sobre la eternidad, el tiempo y el concepto (continuación) 117

253
Octava conferencia
Nota sobre la eternidad, el tiempo y el concepto (continuación
y f i n ) ............................................................................................ .. . . 139

Novena conferencia
Interpretación de ¡a segunda parte del capítulo V I I I ..................... 164

D écim a conferencia .
Interpretación de la segunda parte del capítulo VIII (continua­
ción y f i n ) ................................ ........................................................... 185

U ndécim a conferencia ,
Interpretación de la tercera parte del capítulo V I I I ................. 207

D uodécim a conferencia
Interpretación de la tercera parte del capítulo VIII (continua­
ción y fin) . . . .............................................................. .. ................ 229

254
Este libro se terminó de
imprimir el 6 de julio
de 1972, en los Talleres
“El Gráfico/Impresores”,
Nicaragua 4462, Bs. As.

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