Reygadas - Todos Somos Etnógrafos
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y el trabajo de campo
en las ciencias sociales
Incluye bibliografías
ISBN 978-607-02-5632-5
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Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita
del titular de los derechos patrimoniales
11 Introducción
ras exóticas de quienes había que obtener información, misma que no era
suficiente ni confiable, debería ser depurada, clasificada y procesada me
diante métodos científicos. Si bien existía una relación intersubjetiva en
tre ellos, ésta era presentada como si fuera la interacción entre un sujeto
cognoscente (el antropólogo) y un objeto por conocer (el nativo y su cultura).
Se trataba de una versión cientificista de las antiguas discusiones acerca
de si los indígenas americanos tenían alma o sobre la supuesta inferiori
dad de los pueblos africanos. En este modelo hay un único o principal sujeto
productor de conocimiento (el antropólogo) y un único tipo de saber vá
lido (el conocimiento científico). Las otras formas de saber y los otros su
jetos cognoscentes eran invisibilizados, demeritados mediante un proceso
de exotización o bien se les asignaba papeles claramente secundarios y su
bordinados. El modelo colonial presuponía una desigualdad gnoseológi
ca entre el antropólogo occidental y los pueblos que éste estudiaba. Con
base en este supuesto gnoseológico se construyó una manera de hacer an
tropología que excluía a sus sujetos de estudio de cualquier participación
epistemológica relevante: “ellos” sólo podían producir conocimientos sub
jetivos, parciales, poco sistemáticos, fragmentados, mientras que sólo “no
sotros” podíamos generar conocimientos válidos desde el punto de vista de
la disciplina.
El modelo colonial de conocimiento antropológico aparece con niti
dez en el paradigma evolucionista predominante en el siglo xix, que veía la
ciencia positiva como el escalón más alto en el desarrollo del pensamien
to humano. Sin embargo, también se encuentra en la mayoría de los casos
en el difusionismo y en el estructural funcionalismo de finales del siglo xix
y principios del xx.
La antropología posmoderna
En la década de los años ochenta del siglo pasado se desarrolló, en particular
en los Estados Unidos de América, una corriente de pensamiento antro
pológico conocida como “antropología posmoderna” (Geertz et al. 1991),
que hizo una profunda crítica de las etnografías clásicas. El cuestionamien
to abarcó varios aspectos de la antropología, entre ellas el positivismo, la
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Una interpretación de segundo o tercer orden, como señalara Clifford Geertz (Geertz
1987 [1973]).
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Clifford Geertz sí planteaba un criterio de evaluación: una buena etnografía sería aque
lla que permitiera comprender mejor a otra cultura y facilitar la comunicación con los
miembros de la misma; sin embargo, otros exponentes de la corriente potmoderna no
brindan ningún criterio para la evaluación de las etnografías.
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“Dejado a sí mismo, el sentido común es conservador y puede legitimar prepotencias,
pero interpenetrado por el conocimiento científico puede estar en el origen de una nueva
racionalidad” (Santos 2009: 55-56).
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Para una aproximación a la etnografía colaborativa en general véanse los trabajos de
Buford y Patillo-McCoy (2000), Lassiter (2005), y Srinivas (1996).
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Las presentes reflexiones sobre la producción del conocimiento antropológico son con
secuencia de una experiencia de etnografía colaborativa realizada junto con Dorothy Silva,
que es empleada de una empresa en Madrid sobre la que he estado investigando durante
los últimos años (Silva y Reygadas 2013). La etnografía que realizamos reunió las cuatro es
trategias de colaboración arriba mencionadas, pero intentó dar una nueva vuelta de tuerca
a la investigación colaborativa, que consistió en incorporar a una persona del grupo es
tudiado, en este caso Dorothy Silva, como coautora que participó en todas las fases del
proceso, desde la concepción inicial del texto, el diseño, el trabajo de campo y la redacción
de resultados. No negamos la importancia de las fronteras disciplinarias y profesionales,
tampoco la diversidad de formaciones, experiencias y trayectorias ni las relaciones de po
der que atraviesan cualquier relación humana, incluyendo el trabajo de investigación. Pero
consideramos que ubicarnos ambos como autores con pleno derecho y con responsabili
dades compartidas es una manera fructífera de realizar etnografía colaborativa, de copro
ducir conocimiento. De ninguna manera pretendemos que un esfuerzo cooperativo de
este tipo sea mejor que una etnografía clásica realizada por un observador externo o que
un testimonio escrito por un insider. Es simplemente una manera entre otras de hacer in
vestigación, mediante la cual quisimos ofrecer diversas perspectivas del fenómeno que es
tudiamos, “desde afuera” y “desde adentro” (Buford y Patillo-McCoy 2000; Lassiter 2005;
Srinivas 1996). Fue una etnografía de una empresa europea realizada por dos latinoame
ricanos. Esta “inversión” de las posiciones clásicas de los sujetos de la investigación an
tropológica no fue resultado de una intención poscolonial, sino fruto de las circunstancias
de las vidas de los autores. Tampoco pretendimos que esto nos otorgara alguna ventaja o
desventaja epistemológica; es una manera de investigar entre otras, que deberá estar sujeta
a vigilancia metodológica, igual que todas las demás.
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“En sí mismas, las categorías no producen una desigualdad profunda y persistente. Esto
depende de su combinación con una segunda configuración: la jerarquía. La desigualdad
categorial depende de la conjunción de un límite bien definido que separe dos sitios con
un conjunto de lazos sociales asimétricos que conecten a los actores en ambos […] La des
igualdad categorial sobrevive, por último, en la medida en que los sitios se asocian de ma
nera desigual a los flujos de recursos que sostienen su interacción” (Tilly 2000: 111-112).
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mente, para bien y para mal, por la inmediata relación intersubjetiva que man
tiene con ellas en la práctica de campo, y no necesariamente por el supuesto
valor práctico que, en un futuro más o menos distante, les será devuelto como
producto de la investigación. Puede que el producto de la investigación etno
gráfica sea más o menos útil a esas personas en el futuro, pero esa quimérica
posibilidad, distante en relación con la práctica de campo, no debería llevar
nos a descuidar nuestro compromiso moral con esas personas, aquí y ahora.
(Díaz de Rada 2010: 58-59).
Reconocimiento y cuestionamiento
de los diferenciales de poder
Por lo dicho hasta aquí pudiera parecer que tengo una visión idílica del pro
ceso de producción del conocimiento antropológico, como si fuera una co
munidad igualitaria en la que “todos somos etnógrafos” y no existieran
asimetrías y diferenciales del poder. Nada más lejos de mi intención. Si
propongo un enfoque de igualdad gnoseológica es porque considero que
existen enormes desigualdades y porque creo que la investigación antro
pológica, al igual que todo proceso social, está atravesado por relaciones
de poder. En la práctica, las relaciones entre las personas que participan
en la investigación no corresponden a una “situación ideal de habla”, a la
Habermas (1987), en la que imperan la igualdad y la simetría entre los par
ticipantes y todos aspiran al acuerdo, todos dicen la verdad y en la que
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Después de demostrar que todos son filósofos, aun cuando a su manera, in
conscientemente, porque incluso en la más mínima manifestación de una
actividad intelectual cualquiera, la del “lenguaje”, está contenida una deter
minada concepción del mundo, se pasa al segundo momento, el de la crítica
y el conocimiento, esto es, se plantea el problema de si: ¿Es preferible “pensar”
sin tener conocimiento crítico, de manera disgregada y ocasional, es decir,
“participar” de una concepción del mundo “impuesta” mecánicamente por
el ambiente externo, o sea, por uno de los tantos grupos sociales en los que
uno se encuentra incluido automáticamente hasta su entrada en el mundo
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consciente (y que puede ser la aldea o la provincia, que puede tener origen
en la parroquia y en la “actividad intelectual” del cura o del vejete patriarcal
cuya “sabiduría” dicta la ley, de la mujercita que ha heredado la sabiduría de
las brujas o del pequeño intelectual avinagrado en su propia estupidez e in
capacidad para obrar), o es mejor elaborar la propia concepción del mundo
de manera consciente y crítica, y, por lo mismo, en vinculación con semejan
te trabajo intelectual, escoger la propia esfera de actividad, participar activa
mente en la elaboración de la historia del mundo, ser el guía de sí mismo y
no aceptar del exterior, pasiva y supinamente, la huella que se imprime sobre
la propia personalidad? (Gramsci 1975 [1948]: 11-12).
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