Identidad Latinoamericana
Identidad Latinoamericana
Identidad Latinoamericana
Que el rasgo más característico es la de ser fruto de una confluencia de diversas culturas
porque, tal como lo desarrolla Quijada en su artículo, una vez que fueron introducidos los
elementos de la cultura occidental en los pueblos de América, éstos fueron asumidos de tal
forma que incluso nuestra latinidad resulta de esta asimilación del pensamiento y la
identidad europea. Si bien nuestro origen es indígena, la toma de conciencia de lo que
somos recibe una muy relevante influencia occidental, además de presentarse en una época
histórica marcada por la necesidad de sentirnos parte de un todo que trascendiera nuestras
limitaciones geográficas, por una parte, pero también en el alcance de nuestras capacidades
y potenciara el desarrollo del modo de pensamiento propio.
Que ha pasado por diversas etapas de ida y vuelta, entre lo que somos a nivel local y lo que
queremos ser en relación a un marco más amplio y universal. Está presente esa dicotomía
entre lo que nos es propio, lo autóctono, el modo particular de pensar y de ver la realidad y
una irresistible atracción por lo externo que nos mueve, pero que muchas veces también nos
condiciona y en algunos aspectos nos impide hacer un camino propio como sociedad.
Por tanto, la identidad latinoamericana es una obra en construcción porque hay muchos
elementos que la conforman, especialmente aquellos que constituyen nuestro origen, que
aún son desconocidos, han sido marginados, o no se han interpretado de manera objetiva
por la marcada presencia de lo ideológico en nuestro desarrollo histórico-político-social,
por tanto, delimitarla implica un trabajo de exploración de la verdad inconcluso.
2. ¿La clasificación propuesta por Darcy Ribeiro ayuda a entender mejor cómo somos
los latinoamericanos?
La propuesta de Ribeiro representa una clave de lectura y compresión de la realidad
latinoamericana, de su historia y de las características de los principales actores de su
sociedad y cultura: los pueblos que la conforman, es así que, en lo personal, significó un
gran aporte para distinguir aquellos que representan la reserva de nuestros ancestros,
identificándolos como el referente de nuestra identidad más autóctona, de los grupo
siguientes que serían el resultado del proceso de mestizaje y las trasformaciones que este
proceso de deformación cultural originó, dando a luz el perfil de una nueva raza. Esto,
como dije, permite reconocer el origen de los elementos que nos integran como sociedad,
da una clave de interpretación sobre el origen, el sentido y el alcance de lo que fuimos y lo
que somos hoy.
Entiendo que el planteamiento del profesor Jaime se refiere a la unidad que sustentaba esa identidad
natural de la que participaban nuestros pueblos autóctonos, previa al proceso de colonización. Este
concepto de identidad natural me llamó la atención, no pude evitar contemplar el crecimiento y
desarrollo de la identidad de nuestros indígenas, su forma de vida, sus creencias y cultos, sus
estructuras sociales, como se contempla la aurora del amanecer ¿hay algún proceso natural más
evidente que el despunte del sol al iniciar el día? Seguro sí, pero a mí se me ocurre ese y pensar en
cómo nuestros ancestros iban erigiendo su propia cultura e identidad en estas tierras que le habían
sido dadas por Dios me llena de luz y calor, como lo hace el sol al despertar. Estoy completamente
de acuerdo con que no siempre fuimos un pueblo cuya diversidad fuera la cicatriz de una herida que
casi nos arrebata la vida, no siempre fuimos diversos por causa de la imposición de una cultura
ajena y el mestizaje de razas, creencias y culturas, pero pienso que siempre ha habido diversidad. El
hombre en sí es un ser único e irrepetible, tiene impresa en su propia existencia el rasgo distintivo
respecto a los demás y a las demás cosas; es un proceso natural en el establecimiento de los grupos
sociales que cada uno responda a la realidad que le circunda y que los caminos que se encuentran
para ello varíe según las experiencias personales e inherentes a cada grupo o sociedad, esto se
evidencia en la diversidad de etnias aborígenes, cada una con características propias que las definen
y las diferencia de las demás.
Es por eso que me pregunto ¿realmente es posible aseverar que no siempre fuimos un pueblo
diverso? ¿qué relación guarda la diversidad con la unidad? ¿Es necesario ser iguales para estar
unidos o es posible tener una conciencia clara de lo que somos y de lo que cada uno aporta a esta
unidad tan anhelada, desde esa diversidad tan distintiva del ser humano? Creo que corremos el
riesgo de señalar erróneamente la diversidad como parte del problema sobre nuestra identidad, sea
la diversidad que participa de la identidad natural de nuestros pueblos, sea la que se da como
consecuencia de los acontecimientos históricos de la colonización. Como lo dije en el foro anterior,
la diversidad es sinónimo de riqueza y creo que verla con desdén limita nuestra mirada y nos
condena a obstinarnos en la búsqueda de una igualdad que es intrínsecamente imposible para el
hombre. En este sentido concuerdo con el pensamiento de Leonardo, la lucha como empresa
política, por la unidad de los pueblos en América, en Europa, en África y en todas partes ha sido un
esfuerzo más teñido de utopía que de realidad y los ejemplos que él argumenta lo dejan más que
evidenciado.
Por lo tanto, me pregunto cuál es la causa de que en el desarrollo de la historia de Latinoamérica las
generaciones posteriores hayan dejado olvidada aquellos rasgos tan propios de nuestros pueblos
testimonio, renunciando a conservar la raíz de nuestra identidad más originaria. ¿Será posible que la
causa esté en la incapacidad de reconstruir la conciencia de unidad y de reciprocidad que, en todo
pueblo, es lo que sustenta y les hace aspira al bien común? ¿Será que la herencia de ambición, de
abuso de poder, de egoísmo, de exclusión, y violencia recibida por las culturas extranjeras se
mezcló con la sangre de las razas nativas generando una sepsis severa de la cual padecemos aún
hoy? Pienso que el problema no está en la diversidad sino en la falta de unidad que acecha también
al hombre desde Caín y Abel y que, aunado a una conciencia tan perturbada como la de
Latinoamérica fruto de las experiencias dolorosas de nuestra historia, se nos ha hecho muy difícil
atinar al camino de la solidaridad, la fraternidad y la caridad, único camino posible para recobrar la
identidad más honda del hombre y fundamento de su dignidad: la de ser hermanos, hijos de un
mismo Padre.