Quetzalcóatl Nació en Amatlán: Identidad y Nación en Un Pueblo Mesoamericano

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Quetzalcóatl nació en Amatlán: Identidad y nación en un pueblo mesoamericano

UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA

Quetzalcóatl nació en Amatlán: Identidad y nación en un


pueblo mesoamericano

T E S I S

Que para obtener el grado de:

MAESTRO EN ANTROPOLOGIA SOCIAL

Presenta

FERNANDO VALENTÍN ZAMORA DÍAZ

Director de la tesis: Dr. Casey Walsh.

Lectores y revisores: Dra. Leticia Gándara, Dra. Marisol

Pérez Lizaúr, Dra. Elena Bilbao.

México D.F. 2007


2

Prefacio ...................................................................................¡Error! Marcador no definido.

Introducción.................................................................................................................. 4

Capítulo I. Santa María Magdalena de Amatlán de Quetzalcóatl. ................................... 34

Capítulo II. La fiesta de Magdalena. .................................................................................. 40

Capítulo III. La fiesta de Quetzalcóatl. .............................................................................. 74

Conclusiones ............................................................................................................... 102

Epílogo ........................................................................................................................... 116

Bibliografía ............................................................................................................... 119

Prefacio

La idea que más me gusta de todo lo que aprendí en el

postgrado en Antropología Social en la Universidad


3

Iberoamericana es ese “dar, recibir y devolver” en torno al

cual escribió Marcel Mauss su ensayo sobre El Don. Entiendo

agradecer como aceptar lo recibido, con sencillez y afecto,

con la esperanza de devolver: A la Universidad, al CONACYT, a

quienes me han enseñado.

Agradezco las clases de la doctora Leticia Gándara. Le

agradezco haberme admitido al postgrado, haber sido la

primera, amable, cara que vi en el departamento de Ciencias

Sociales y ese amor por la disciplina que no disminuyó en los

últimos momentos de su vida. Agradezco al doctor Robichaux

que haya logrado convencerme de que la antropología es algo

más que una conversación interesante en torno a una mesa con

“quesos y vinos tintos”. Agradezco a la doctora Pérez-Lizaur

por enseñarme a pensar el sentido de ser mexicano y al doctor

Walsh por haberse perdido conmigo en una mítica montaña de

Morelos en busca de un tema para esta tesis. Agradezco a la

doctora Carmen Bueno por haberme enseñado a mejor redactar

mis “aventuradas aseveraciones” y a la doctora Bilbao por la

minuciosidad con la que revisó cada borrador. Agradezco a

Lila por su interés en los casos difíciles y a mis padres,

por supuesto: A mi madre por asesorarme en el trabajo de

campo de mi perenne adolescencia y a mi padre quien al fin de

su vida llegó a la conclusión de que él, más que ingeniero,

hubiera querido ser antropólogo y poeta. No debe haber estado

tan equivocado. La antropología y la poesía tal vez son una

misma cosa.
4

Introducción.

El objetivo de esta tesis es dar cuenta de lo que se entiende

por pertenencia, lo que significa sentirse parte de una

comunidad en el estado de Morelos: Amatlán de Quetzalcóatl.

Con este fin, trabajé en la localidad durante cinco

meses repartidos a lo largo de cuatro años a partir de mi

primera estancia larga en el pueblo que tuvo lugar entre el 9

de junio y el 9 de julio del 2003. En aquel tiempo, me

establecí en la región como parte del trabajo de campo que

exigía el plan de estudios de la maestría en antropología

social en la Universidad Iberoamericana. Mi asesor, el doctor

Casey Walsh, mis compañeros de cátedra y yo, recorrimos el

estado de Morelos. Finalmente yo decidí trabajar aquí

haciendo la comparación entre dos celebraciones que se llevan

a cabo en Amatlán: la fiesta de María Magdalena (el 22 de

julio de cada año) y la fiesta de Quetzalcóatl (cada último

domingo de mayo).

Con miras a dar cuenta de dicha comparación, parto de la

hipótesis de que existen sedimentos culturales 1 nahuas en la

fiesta de María Magdalena, que no están presentes en la

fiesta de Quetzalcóatl.

1
La metáfora geológica del sedimento se refiere en este trabajo a la idea de que
existen imaginarios, filiaciones étnicas y otro tipo de costumbres, rituales y
formas de organización social que permanecen suspendidos, pero que más tarde se
posan al fondo de una cultura impuesta. Esta idea fue utilizada por Gruzinsky (lo
citan Good y Morayta en 2003:25), para explicar los procesos de occidentalización
de diversos grupos étnicos en Mesoamérica.
5

Desde que comencé a recorrer las calles del pueblo en el

2003, me di cuenta que tendría que descartar una primera

intuición que me había hecho pensar que los sedimentos nahuas

están presentes en la fiesta de Quetzalcóatl (que es más bien

una tradición inventada) y no en la fiesta católica de María

Magdalena.

Hobsbawm y Ranger, en The Invention of Tradition,

afirman que “cuando las genuinas y antiguas tradiciones

perduran por fuerza de adaptación, no se necesita inventar o

revivir tradiciones nuevas”. Es precisamente frente al desuso

deliberado o por falta de capacidad de adaptación de las

tradiciones antiguas que las tradiciones inventadas se

construyen e imponen, muchas veces desde las necesidades de

poderes hegemónicos (Hobsbawm y Ranger 1983: 8-9). Me

interesaba saber si la fiesta de Quetzalcóatl era una de

estas tradiciones inventadas “impuestas desde la necesidad de

los poderes hegemónicos”.

El estudio de los sedimentos culturales (particularmente


el calpulli) fue la columna vertebral de mi trabajo de campo:

he buscado investigar la forma en que estructuras propias de

la organización social de Mesoamérica en tiempos

prehispánicos siguen presentes en Amatlán para encontrar en

este pueblo concreto aquello que Claudio Lomnitz define

“inalienable”. Haciendo una primera, parcial, definición de

trabajo, defino inalienable aquí, como lo que la mayoría de

un grupo piensa común a todos sus miembros. Posteriormente

trabajaré más a fondo en esta definición.


6

En torno al concepto de inalienabilidad busco

aproximarme a lo que la gente en este barrio entiende de sí

misma en tanto que parte de una organización social que les

otorga pertenencia y los hace sentirse parte del pueblo.

Las ideas de un grupo sobre lo “común” a todos se

materializan en bienes y derechos comunitarios (Anderson

1993:21-25) 2 Tratar de entender cuáles son estos bienes y

derechos fue el punto de partida para investigar los

imaginarios que los fundamentan: es con base en los bienes y

derechos que el grupo entiende comunes a todos sus miembros

que es posible abstraer ideas sobre lo que la gente piensa

propio, esto es, inalienable.

Los dos pilares teóricos sobre los que me fundamento

son, por un lado la articulación entre este concepto,

inalienable, y nación y modernidad como las define Claudio

Lomnitz en Modernidad indiana y por el otro, los ejes

teóricos o etnocategorías que ha desarrollado la

investigadora Catherine Good en Presencias nahuas en Morelos


(trabajo escrito en colaboración con Miguel Morayta) y

publicadas por Saúl Millán y Julieta Valle (coordinadores) en

La comunidad sin límites: estructura social y organización

2
De acuerdo con Anderson (1993), toda identidad colectiva es imaginada, entre
otras cosas porque nunca se llegarán a conocer entre sí todos los miembros
posibles de una comunidad (es imposible el consenso de individuos en el flujo del
tiempo). No hay sin embargo oposición entre identidades imaginadas y ciertas
realidades concretas: toda identidad colectiva es imaginada, pero se objetiva en
prácticas reales. Es importante destacar que el imaginario de las comunidades no
es estable en el tiempo, sino que se transforma constantemente: La comunidad
carece absolutamente de “esencias” naturales o culturales, lo cual no significa
que no puede tener algo esencial que la defina y que sin embargo no
necesariamente tiene fundamento orgánico. Por ejemplo, Anderson (1993) afirma que
lo único propio de una nación en tanto que construcción imaginada es que se
transforma durante toda clase de procesos históricos: Es el cambio lo que produce
estabilidad y pertenencia.
7

comunitaria en las regiones indígenas de México (2003). A las

etnocategorías de Good aumento un concepto propio del estudio

de Bonfil en su clásico de la antropología mexicana México

profundo, una civilización negada (1984): la autonomía.

Entre 1993 y 1996, Claudio Lomnitz, profesor de historia

y antropología en la universidad de Stanford, escribió una

serie de ensayos sobre la implicación del proceso capitalista

conocido como globalización en el nacionalismo mexicano hacia

fines del siglo XX. Modernidad indiana es una recopilación de

textos enfocados a proponer una identidad propia del pueblo

mexicano con miras al futuro.

En los primeros artículos de Modernidad Indiana, Lomnitz

recapitula la necesidad y dificultad que ha tenido en la

historia de nuestro país la construcción de un nacionalismo

propio y las consecuencias que dicha dificultad ofrecen a la

construcción de un estado-nación mexicano.

Lomnitz desarrolla su concepto de “lo inalienable”

(1998), con base en un diálogo con textos clásicos de la


literatura antropológica mexicana: Manuel Gamio (1916),

Gonzalo Aguirre Beltrán (1977) y Guillermo Bonfil Batalla

(1984), además de pensadores como Andrés Molina Henríquez

(1909) o Enrique Florescano, entre los más célebres.

En Modernidad indiana, Lomnitz retoma el tema

fundamental de nuestra ciencia antropológica, esto es: ¿qué

significa ser mexicano?

Con base en esta cuestión, Claudio Lomnitz sienta las

bases para discurrir en torno a la significación de


8

“pertenecer” o no a un país sustentado justamente en la

noción de inalienable a la cual opone otro concepto teórico

capital en este trabajo: la modernidad, entendida aquí como

una diferenciación real del pensamiento hegemónico y la

moralidad políticamente reinante. Más adelante trabajaré

sobre esta definición.

Lo inalienable en el discurso de Modernidad Indiana,

surge en torno a la complicada construcción del concepto

“indio” que tantas discusiones ha suscitado en la literatura

antropológica de México. Lomnitz se aproxima a esta

categoría, “lo indio”, como parte esencial del ser mexicano y

discute la forma en que “lo indio” ha adquirido connotaciones

distintas a lo largo de nuestra historia.

Las ideas de Lomnitz se oponen claramente a quienes

piensan que son la raza (mestiza) y/o el idioma (español),

las bases capitales en la definición de Patria o Identidad

Mexicana y dialoga con esa idea que sugiere que es tan

importante la construcción de un estado nacional mexicano 3 ,

sólido y homogéneo y que tanta relevancia ha tenido en la

elaboración de una escuela de antropología propia y en los

programas políticos que emanaron de los primeros estudios

antropológicos del México Independiente. En este sentido,

3
Como se desprende de la discusión que proponen Michael Hardt ys Antonio Negri
en Imperio (2000), el estado nación es parte de uno de los muchos procesos
históricos que ha sufrido el capitalismo en su desarrolo (Hardt, 2000: 117). Así,
independientemente de sus propias ideas al respecto, los trabajos de Gamio y
Vasconcelos pueden pensarse como inscritos en un momento particular del
desarrollo de un país que ya desde entonces busca insertarse en el desarrollo
histórico propio del capitalismo.
9

Lomnitz discute con textos clásicos como Forjando Patria de

Manuel Gamio y La raza cósmica de José Vasconcelos.

Lomnitz critica también algunas de las soluciones que

socorrieron al nacionalismo revolucionario y deshecha la idea

de Guillermo Bonfil de la existencia de un “México Profundo”

opuesto conceptualmente a un “México imaginario” (1984).

A partir del estudio de Lomnitz (1999), entiendo nación

como:

1. Lo común a todos los miembros de un grupo, lo

inalienable, esto es, lo que no puede negociarse4.

2. El sentimiento de pertenencia a una comunidad5.

3. La organización, referida a territorio, historia,

lengua, religión y raza común a todos.

4. Un filtro ideológico que media entre la modernidad y la

inalienabilidad.

Como trasfondo de lo común a todos los miembros de un grupo,

hay siempre una visión totalizadora que parte de la

definición de lealtades primordiales surgidas de ideas como

reconocimiento, tradición, herencia del pasado y vínculo con

el futuro. En Amatlán, estas lealtades se encuentran

fuertemente relacionadas con el sistema de cargos a través

del cual se organiza la fiesta patronal de María Magdalena.

4
Y que sin embargo se negocia a lo largo del tiempo, en función de lo que
Lomnitz define como Modernidad, como veremos más adelante.
5
Max Weber (citado en Lomnitz, 1999) define comunidad como un tipo de relación
social en que la acción se inspira en un sentimiento compartido de pertenencia a
un todo social.
10

Dicho sistema se encuentra en estrecha relación con lo

que los nahuas entendían como calpulli, centro de la

organización social prehispánica (Redfield, 1928).

Para entender la construcción ideológica de nación en el

Amatlán del siglo XXI es importante ir atrás en el tiempo

para tratar de entender las ideas que, con respecto a lo

inalienable, tuvieron las dos culturas que entraron en

contacto en Mesoamérica para dar origen a lo que hoy llamamos

México. Para este efecto, trabajo con base en la pregunta

teórica: ¿qué entendían por nación y pertenencia los nahuas y

los castellanos del siglo XVI? Y ¿Cómo estas ideas al entrar

en contacto se transformaron una a la otra para formar una

idea de lo que significa pertenecer a un pueblo como Amatlán?

Para abordar esta pregunta, he utilizado las ideas de

Lomnitz sobre lo inalienable en confrontación con los

conceptos de barrio y calpulli como han sido conceptuados en

Robert Redfield (1928) y Eric Wolf (1998).

Entre los nahuas, la idea de nación estaba constituida

en torno a rubros como parentesco y tierra de cultivo común 6 .

Para el hombre mesoamericano del siglo XVI, era fundamental

la relación entre estos rubros para la construcción de

6
La tierra de cultivo común era la base del calpulli que, sin embargo,
comprendía una serie de relaciones simbólicas mucho mayores, como ha demostrado
Redfield (1928). No se puede reducir el calpulli a la tierra comunal como no se
puede reducir tampoco la tierra comunal al ejido (cosa que se pretendió luego de
la revolución mexicana). Los problemas que han tenido todos los gobiernos desde
el primer México Independiente hasta la fecha en el entendimiento de la
organización comunal de los pueblos de sedimentos prehispánicos es un tema
fundamental en el entendimiento de los errores en la administración del campo y
sin embargo, no corresponde retomar aquí semejante discusión.
11

nociones como “bárbaro” en oposición a “civilizado” (Wolf,

1998: 231).

Los dominios de los estados indígenas no correspondían

con los límites de una sola unidad lingüística o territorial:

Tenochtitlan, Texcoco o Azcapotzalco, albergaban emigrantes

de muchas zonas (incluyendo hablantes de diversas lenguas de

raíces diferentes). Así, entre los nahuas, la idea de nación

no tenía el carácter geográfico o lingüístico propio del


7
estado nacional europeo. Nacionalidad en Mesoamérica

implicaba (y aún hoy implica) una relación directa con la

noción de parentesco que a su vez, —como las nociones de


comunidad y otras ideas claves para la articulación de sus

sociedades—— gravitaban en torno a la tierra, al calpulli

(Lomnitz, 1999: 23).

Robert Redfield (1928), demuestra que el calpulli fue

piedra angular de la organización social indígena. Es a

partir de esta noción de calpulli que busco dar cuenta de lo

que resulta inalienable en una sociedad concreta y actual que


subsiste y trabaja en el centro de México.

Tanto Morgan (1980) como Bandelier (1878) (citados en

White 1982); Waterman y otros estudiosos de la organización

social del México antiguo coinciden en que la unidad social

fundamental en la cultura náhuatl era la institución del

calpulli. En 1928, Redfield demuestra que dicho sistema de

7
La idea de nación que han propuesto en México autores como Manuel Gamio o José
Vasconcelos corresponde con una forma de pensar lo inalienable propia de Europa y
no de los pueblos Mesoamericanos.
12

organización social continúa presente en los barrios de

Morelos. (Redfield 1928:28)

La tierra del calpulli pertenecía a un linaje, no a un

individuo. Los individuos podían venderse a sí mismos, pero

no al calpulli. (Redfield, 1928: 282) Lomnitz (1999) afirma

que es en torno a esta entidad, y en torno a la organización

social que de su cultivo emana 8 , que los nahuas construyeron

una propia noción de pertenencia a un grupo cultural.

El linaje y la tierra estaban patrocinados por una

deidad. Los lazos del calpulli con la cosmogonía se

materializaban en lazos de parentesco y alianza entre los

jefes de los distintos grupos que a su vez reflejaban el

ciclo solar.
De acuerdo con Claudio Lomnitz (1998), para los antiguos

mesoamericanos la idea de nación no dependía tanto de lo

étnico o lo sanguíneo como de la identificación con un

conjunto de prácticas en comunidades con dinámicas propias de

organización social hacia el interior y el exterior de ellos


mismos. Se trata de una diferencia sustancial con respecto a

los defensores del mestizaje como fuente de homogeneización

nacional. La organización social mesoamericana, afirma Wolf

(1998), pretendía reflejar la estructura del cosmos: Como en

otras culturas, la organización de la tierra y el derecho –o

8 Calpulli es una forma de organización social que parte de la tierra comunal pero
es importante no confundir al calpulli con la tierra comunal. La tierra es parte
del calpulli, pero no lo comprende por completo.
13

no- a recibir sus frutos era, para el hombre de Mesoamérica,

reflejo de la organización total del Cosmos9.

Todo aquello imprescindible en la concepción del

universo en la cosmovisión náhuatl, tenía relación con el

calpulli. El sacrificio y la esclavitud, por ejemplo, eran

entendidos como formas válidas de utilizar la energía de

quien era separado de una u otra forma de su comunidad.

(Lomnitz, 1988: 37) El sacrificio servía para afirmar una

idea del cosmos enraizada en lo absolutamente inalienable.


Para el hombre mesoamericano, el individuo era una

energía valiosa sí, pero sólo en dependencia con su propio

calpulli. Un hombre que perdiese el calpulli por un crimen,

por guerra o por cualquier otra razón, se convertía en paria,

ser sin raza, sin nación, un alienado. Lo mejor que podía

sucederle a la energía atrapada en este hombre era

reutilizarse en el sacrificio ritual.

Esta dependencia calpulli-individuo era la única forma

de vivir digna, armónica y honrosamente. Lo inalienable era


pues, la organización social misma. Organización que emanaba

del cultivo de la tierra comunal y que se concebía como

reflejo “natural” del cosmos que producía unidades de

parentesco a partir de las cuales se construían linajes y

9 Es así que, a partir de lo que se piensa como “natural” en diversas sociedades


humanas podríamos entender lo que tal o cual cultura concibe como “orden”
universal. Y si bien no parece existir un continuo entre naturaleza y cultura,
cualquier concepción de lo que es “natural” en un grupo está enraizada en una
noción cultural relativa a una sociedad humana en determinada geografía y tiempo.
Para los aztecas era tan “natural” suponer que el calpulli reproducía el orden
del cosmos como para los españoles creer que el complicado sistema político,
legal y judicial del imperio era un reflejo “natural” del orden divino.
14

todos los elementos de organización social que produjo la

cultura de Mesoamérica10.

Resumiendo: Para los indígenas la idea de nación estaba

fundamentada en la institución del calpulli. La tierra era

el origen de la organización social, último inalienable. Un

hombre sin calpulli era energía desperdiciada que podía —y

debía— ser legítimamente sacrificado.

Del otro lado del espectro, para los castellanos del

siglo XVI, la idea de nación estaba enraizada en conceptos

religiosos con base en un último inalienable: la noción de

alma (Lomnitz: 1988, 43). Si el último inalienable

mesoamericano, la tierra, derivaba en lazos de parentesco, en

la visión castellana, el alma derivaba en lazos sanguíneos


11
que se extendían a genealogías o linajes propios

estrechamente relacionados con la herencia sanguínea y la

geografía12.

10
De esta relación entre el orden terreno y el orden divino se desprende la
importancia de lo que cada cultura entiende como mundo metafísico. Más allá de la
noción de verdad o falsedad de un sistema de creencias metafísicas, dichas
creencias encarnan en prácticas concretas: El orden terreno (incluso la división
del trabajo y las fuerzas de producción) depende claramente de lo que tal o cual
cultura ha llegado a entender como “orden universal” u “orden natural”. Se trata
de un orden que siempre busca fundamentarse en creencias metafísicas.
11
Esta idea genealógica del mundo es propia del mundo europeo, como puede verse
en obras como la Comedia de Dante que implica que también el cielo tiene diversos
niveles que en la tierra se fundan en la sangre y la geografía. Todos aquellos
seres humanos con alma son iguales en dignidad, pero para el hombre de Europa en
el siglo XVI, hay distintos niveles entre una sangre (raza) y otra; entre el
hombre criado en un territorio geográfico, y otro.
12
Todas estas nociones resultan importantes para entender las políticas del
virreinato español en México, el origen de la lucha entre criollos y peninsulares
y la importancia que en el gobierno novohispano tenían ideas como aquella de que
un español “perdía pureza” por el único hecho de haber sido educado en la Nueva
España. Con base en estas nociones se entiende la distinción entre criollo y
peninsular. Aún hoy es lugar común en ciertos ámbitos suponer que la geografía
(particularmente el clima de una cierta región) cambia el carácter de la gente
que ahí nace. No es de extrañar que los españoles supusieran, durante todo el
virreinato, que los hijos de españoles nacidos en México (los criollos) eran
distintos de los nacidos en la Península Ibérica: estaban “viciados” por el clima
enrarecido de estas tierras.
15

En Castilla, a partir de la reconquista, comenzaron a

adquirir significación los certificados de limpieza de

sangre. Ya para el siglo XVI, a cualquier hombre o mujer de

la Península le resultaban fundamentales los orígenes

biológicos. Para el español en general y para el castellano

en particular, lo inalienable estaba en el alma,

intrínsecamente relacionada con la sangre que a menudo era

entendida también como receptora del honor. La sangre era la

noción sobre la cual sustentaban su pertenencia o no a un

linaje, a una nación y a una comunidad. La confiabilidad de

un individuo, como demuestra la literatura, estaba

estrechamente relacionada con el origen y la pureza de su

sangre.

La otra columna sobre la que se fundaba la idea

castellana de nación, era la geografía. La nación de un

hombre o una mujer se relacionaba en un primer momento con su

lugar de nacimiento 13 y en un segundo momento con su lugar de

crianza.

La sangre y la geografía eran para el conquistador del

XVI, dos ingredientes con los que se constituía su

nacionalidad. La idea religiosa del último inalienable en la

concepción castellana, esto es el alma, tenía relación

indisoluble con la sangre.

13
Ésta sigue siendo básicamente la noción que priva en nuestro país desde el
punto de vista constitucional. Así lo constata el artículo 30 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 con respecto a los mexicanos
“por nacimiento” (Artículo 30, A).
16

Ahora bien, los conquistadores 14 estaban convencidos de

que, si bien el hombre mesoamericano era inferior

racialmente, alma tenía. Para el gobierno novohispano dicha

confianza en el alma indígena daba sentido a la noción de

“República de indios”. Los negros, por su parte, en la idea

de pertenencia castellana, no tenían ninguna posibilidad de

redención. No poseían el último inalienable sobre el que

todos los otros estaban basados. Los esclavos negros no eran

redimibles ni como seres libres ni como nación. Al español


blanco y católico del siglo XVI le resultaba imposible un

concepto tal como “nación negra” (Cfr. Lomnitz, 1999).

Resumiendo: Para los castellanos del XVI, la idea de

nacionalidad estaba estrechamente relacionada con las

nociones de sangre y geografía que estaban a su vez

determinadas por el alma y el lugar de nacimiento y crianza

del individuo en un complejo juego entre lo terreno y lo

cósmico que pensaban reflejo (justo como en el caso nahua) de

la jerarquía divina. Así, un hombre sin genealogía y nacido


en un continente considerado geográficamente inferior

(África, por ejemplo) podía ser utilizado legítimamente como

esclavo.15

14
Sería interesante discutir la diferencia de concepción de “lo inalienable” en
los diversos contingentes en pugna durante el virreinato: el gobierno imperial,
la audiencia, la República de Indias, los conquistadores y diversas facciones de
la iglesia tenían opiniones muy distintas en torno a la viabilidad de un alma
indígena, la única que seria capaz de concretarse en una nación.
15
Evidentemente estamos hablando aquí de generalizaciones en torno a los pilares
ideológicos que constituían la estructura política y económica del imperio. La
discusión, sin embargo era amplia; tanto que hubo frailes que llegaron a afirmar
que eran los europeos los carentes de alma y los indígenas los “inocentes
primigenios”, los más dignos de acceder al reino de Dios. No es aquí, sin
embargo, el lugar para esta importante reflexión.
17

Lo que cada cultura entiende por nación es un proceso

histórico largo. Lo innegociable se negocia con base en lo

que se entiende como nación y que se encuentra al centro de

la pugna entre modernidad e inalienabilidad como las define

Claudio Lomnitz (1998).

Durante la colonia aparecieron en el antiguo territorio

náhuas, nuevos bienes inalienables: los títulos primordiales

que otorgó España a los indígenas sobre los antiguos calpulli

se transformaron en la mayordomía y el sistema de cargos,

como demuestra Robert Redfield en su artículo The Calpolli-

Barrio in a Present-Day Mexican Pueblo, publicado en 1928 en

la revista American Antropologist.

Este trabajo de Redfield en torno al calpulli y su

supervivencia en el México de principios del siglo XX resulta

capital para entender la supervivencia de formas de

conceptuar y utilizar la tierra aún hoy en Morelos. Si bien

ha habido cambios sustanciales en toda la región desde aquel

1928 (sobre todo desde el punto de vista de la cultura


material, cuando Redfield escribió su artículo, no existía la

carretera entre Tepoztlán y Amatlán, por ejemplo), mi

experiencia en el campo me permite constatar que la relación

del pueblo con la tierra sigue siendo la misma: La

organización social emanada de la unidad de tierra llamada

antes calpulli y hoy tierra patronal, daba en tiempos

prehispánicos, en 1928, y aún hoy, origen a una organización

social de la que se desprenden las lealtades fundamentales

que entendemos como pertenencia.


18

A partir de la independencia, hubo una nueva

transformación de lo que significa nación mexicana con base

en nuevos inalienables que entraron en contacto con conceptos

precedentes. En todo el país, el ministerio de educación

comenzó a aleccionar a niños de todas las etnias y culturas

de la antigua Nueva España, para que entendieran como

privativos de su propio ser como mexicanos ciertos símbolos:

La virgen de Guadalupe, la religión, la bandera, eran vistos

como representantes de aquello que nadie podría quitarles.

Desde los primeros años del México independiente, se

buscó también una separación ideológica del imperio español.

Se idealizó así un pasado romantizado: Se ensalzó y sacralizó

a figuras como Cuauhtémoc y Quetzalcóatl. De acuerdo con

Bonfil, ésta sería la génesis del “México imaginario” opuesto

a la realidad del “México profundo” (Bonfil, 1984).

Luego de la revolución, el país transformó sus imágenes

de lo innegociable. A las nociones de todo lo que significaba

ya la bandera, a los héroes míticos (indígenas e


independentistas), la educación oficial añadió las

instituciones emanadas de las muchas luchas revolucionarias:

PEMEX, SEP, UNAM, Luz y Fuerza se esgrimen aún hoy como

inalienables de México y de lo que significa ser mexicano.

En Amatlán, como en toda Mesoamérica, hubo una mezcla de

todas estas ideas. Estas mezclas se han ido transformando en

el contacto con imágenes y nociones nuevas.

Algunos conceptos permanecen, otros se transforman a lo

largo del tiempo. El cambio cultural sigue siendo el centro


19

de la investigación antropológica. Los conceptos, las ideas

que la gente tiene sobre sí misma y su entorno social, han

ido formando, en este pequeño pueblo, sustratos culturales

que a menudo parecen contradictorios. Los niños en Amatlán

conocen los colores nacionales y saludan a la bandera igual

que lo hacen niños y niñas en todo el país, sin embargo, hay

eventos en su vida cotidiana determinados claramente por una

forma particular de entender lo inalienable, esto es, el

sistema de cargos cuyo origen se remonta a una cosmovisión

prehispánica.

Las ideas en torno a lo propio se manifiestan en hechos

concretos: La fiesta de María Magdalena en Amatlán de

Quetzalcóatl con su mezcla de imaginarios católicos y

prehispánicos, refleja lo que se piensa como nación en este

barrio de Tepoztlán cuyo nombre oficial (Amatlán de María

Magdalena de Quetzalcóatl) recoge en sí mismo una serie de

conceptos que afirman la idea del alma en el sentido católico

y del calpulli en el sentido prehispánico.


Hacia el fin de la Revolución Mexicana se ha sumado al

área de Morelos una tercera noción cuya falta nos haría

imposible entender lo que significa pertenencia y nación en

un pueblo como Amatlán en el siglo XXI: la modernidad.

Lomnitz (1999: 9-15) afirma que el concepto “nación” es

un filtro ideológico que sirve para mediar la modernidad.

Gracias a dicho filtro, las sociedades humanas aplican la

modernidad selectivamente o selectivamente se distancian de


20

ella. Nación es un filtro ideológico que media, esto es,

negocia, entre lo inalienable y lo moderno.

En Modernidad Indiana (1999), Lomnitz analiza lo que se

entiende por indígena en la modernidad mexicana. Definir

modernidad es un trabajo vasto. La que utilizo aquí ha sido

elaborada con base en Lomnitz (1999) quien afirma que tal

definición misma está construida con base en conceptos que

utilizan los individuos (mediante aquellas ficciones

comunitarias de las que habla Anderson) para definir lo que

no puede intercambiarse: Modernidad es un concepto

íntimamente ligado con inalienable.

Lomnitz define modernidad en un intento de aproximación

hacia lo que nuestra nación debería ser. Con base en el

entendimiento de lo que modernidad es (y no es) podemos

conceptuar a la nación mexicana desde un extremo distinto a

lo inalienable: México debería aspirar a la modernidad en la

medida en que modernidad implica inteligencia

(particularmente ciencias y artes) independiente de la


moralidad políticamente reinante. Siguiendo a Max Weber,

Jürgen y Habermas, Lomnitz define a la modernidad como “un

régimen social en que la ciencia y el arte no están

subsumidos a una moralidad políticamente reinante. La

modernidad es un régimen en que existe libertad y autonomía

tanto para el desarrollo del pensamiento, como para su

expresión pública. En un régimen moderno existe clara

división entre lo que es público y lo que es privado. Hay


21

oposición real entre estado y sociedad civil” (Lomnitz,

1999:11).

Para Lomnitz, son tres los elementos que distinguen la

modernidad:

1. Relación independiente del régimen político con

la producción científica, tecnológica y

artística.

2. Forma independiente de construcción de lo

público y lo privado.

3. Comunicación de ideas y expresiones científicas

y artísticas que pueden superar las fronteras

nacionales (Lomnitz, 1999: 11)

Lomnitz afirma que la modernidad no es un momento histórico

que se alcanza o no, sino un estado de negociación

constante entre las entidades gobernantes y los individuos

gobernados. Dicho estado de negociación transformaría

regularmente los conceptos en torno a lo que es y no es

negociable. Así, en la medida en que la idea de nación media


entre lo inalienable y lo moderno, nación es un aparato

conceptual mediador.

Puede parecer contradictorio afirmar que en la

modernidad, las sociedades humanas “negocian lo

innegociable;” sin embargo, es importante subrayar que lo que

se piensa inalienable varía con el paso del tiempo. Lo que

las diferentes generaciones acuerdan como “nunca

transformado” o negociado a lo largo de su historia se

transforma en el tiempo con base en ideas sobre lo que la


22

modernidad es y gracias al filtro conceptual, a la ficción

comunitaria de nación.

Quiero reafirmar aquí que la modernidad, como la

entiende Lomnitz, es algo muy distinto al régimen social de

la modernización. A diferencia de la modernidad, la

modernización refiere al “proceso continuo de generar y

asimilar formas de producción y de consumo a la vanguardia de

la tecnología y del gusto tal y como éstos se piensan en el

sistema-mundo” 16 (Lomnitz, 1998: 10). La modernización y la

modernidad no siempre son parte de una misma estructura

económica construida con base en un régimen de producción,

basado a su vez en el trabajo asalariado y el consumo global.

Estos factores no redundan siempre en un sistema de expresión

científica y artística independiente de los poderes

hegemónicos.17

Definiré ahora el sistema de cargos. Se trata del

sistema sobre el que se basa la organización social en

Amatlán y que da origen a la fiesta católica. El sistema de

cargos es, como demuestra Redfield en The Calpolli-Barrio in

a Present-Day Mexican Pueblo (1928), la piedra angular de la

organización social de las comunidades mesoamericanas y sirve

aún como elemento de cohesión, identidad y organización

social en el centro de México. Para entender el sistema de

16
Como ha planteado Immanuel Wallerstein en su teoría expresada en El moderno
sistema mundial (1989).
17
Para una discusión más amplia en torno a la diferencia entre modernidad y
modernización (conceptos muy diferentes) refiero otra vez a Lomnitz quien pone el
siguiente ejemplo: “Franco llevó modernidad (refrigeradores) a España. En Rusia y
China, sus regímenes modernizaron y el Chile neoliberal impulsó modernización
pero no la modernidad” (Lomnitz 1998 25).
23

cargos utilizo otro pilar metodológico: los ejes de la

organización comunitaria. Se trata de un aparato conceptual

utilizado por Catherine Good en el texto Presencias nahuas en

Morelos (2003).

Los ejes de organización comunitaria, fueron propuestos

por primera vez por Catherine Good quien los ha expuesto en

diversos textos y foros académicos a partir de sus estudios

de los nahuas del Alto Balsas en Guerrero (Good, 2003: 28).

Estos conceptos organizativos o ejes incluyen:

1. Trabajo.

2. Reciprocidad.

3. Historia.

Es con base en estas tres nociones que, afirma la

antropóloga, se puede entender la organización comunitaria de

los nahuas.

Los ejes de Good están relacionados de muy diversas

formas con el sistema de cargos que produce la fiesta de

María Magdalena en Amatlán de Quetzalcóatl. La fiesta


patronal, producto del sistema de cargos, es a un tiempo

tequitl (trabajo), reciprocidad e historia.

Catherine Good trabajó estas categorías durante dos

décadas de investigación. Apunta con ellas a tres áreas

importantes de significación en la vida cotidiana de una

comunidad, esto es: un concepto particular de trabajo

(tequitl), un sentido particular de continuidad histórica

colectiva y un sistema social basado en ideas cosmológicas de

reciprocidad que se encuentran, todos, en estrecha relación


24

con la organización del calpulli tal como lo entendió

Redfield y como he expuesto.

Las áreas de significación de Good son parte de la

herencia cultural de Mesoamérica. Están presentes en todas

las regiones del país en las que se distinguen todavía

sedimentos culturales mesoamericanos18.

El tequitl, o la concepción particular del trabajo como

la define Good resulta capital en el entendimiento de las

18
Uno de los temas fundamentales para la aproximación a investigaciones como la
que he realizado, consiste en pensar cabalmente el término con el que deberían
referirse los grupos sociales con raíces prehispánicas. El nombre “indio” parte
de un equívoco geográfico y se encuentra fuertemente cargado de connotaciones
racistas y negativas. El término indígena supone la existencia de un grupo
verdaderamente originario de un lugar geográfico, como si alguien pudiera nacer
equivocadamente en un sitio que no le corresponde. Esta palabra, indígena, parte
de la misma idea de nación castellana del siglo XVI y no sirve para denominar a
grupos con identidades nacionales distintas a la occidental. Helen M. Mulhare
(1960) acuña el término posnahua y lo define como “población que comparte
identidad común basada en consensos perceptiblemente comunes en origen y herencia
y que emplean esta identidad como principio de organización, creando fronteras
sociales con otros grupos” (Mulhare, 1960:4). En 1990, Rodolfo Stavenhagen acuñó
el término ethnikon que, sin embargo, no ha sido consensualmente aceptado por la
tradición antropológica. Richard Berg acuñó el término pueblismo y apunta
(1974:25, citado en Mulhare) que “en Mesoamérica es difícil distinguir identidad
étnica de identidad comunitaria”. Berg utiliza el neologismo para afirmar que,
cuando miembros de una comunidad combinan el pueblismo con la creencia de su
singularidad étnica y emplean ésta con respecto a los que no son sus miembros,
resulta una microetnia. De acuerdo con esta idea, habría pueblismo tanto en la
España rural (Pitt-Rivers, 1971:7-13,31-33) como en Tzintzunzan (Foster,
1948:274) o Tepoztlán (Lewis, 1951). Algunos autores igualan identidad étnica con
identidad lingüística, lo cual conduce frecuentemente a errores; por ejemplo, los
tlaxcaltecas tienen varias lenguas y sin embargo se ven a sí mismos como un solo
ethnikon (Gibson, 1967 citado en Mulhare). De acuerdo con mi experiencia con la
gente de Amatlán, casi nadie se identifica ni con la palabra indio ni con la
palabra indígena; la mayoría se autoadscribe como mexicanos, morelenses y en
algunos pocos casos, como campesinos. La utilización de la palabra campesino como
propone Warman en Y venimos a contradecir (1976) trata de sustituir la
connotación racial de “indio” con la connotación marxista de clase social. El
problema con dicho término es que en el siglo XXI la gente en pueblos como
Amatlán no vive sólo del campo (si bien su relación con el campo es fundamental
para su vida cotidiana). En general en este trabajo he evitado utilizar el
término “indio” o “indígena”. Son términos que me molestan por las profundas
cargas denigrantes que arrastran. Llamo a su organización social “de raíces
prehispánicas”, cosa que, cuando menos en el pueblo que me ocupa no parece
violentar a nadie e incluso les haría sentirse orgullosos. Si bien estoy
convencido de que ésta es una discusión fundamental en el ámbito de la
antropología mexicana (y más, en el ámbito de la propia identidad como nación
mexicana), no creo que baste un trabajo como éste para argumentar a favor de uno
u otro términos o proponer uno nuevo. Por lo pronto, aquí defino a las personas
de Amatlán como “personas con organización social de sustratos prehispánicos”; es
una forma larga de llamar a un grupo de estudio, pero se mantiene al margen de
una discusión en la que todavía falta un enorme trecho por recorrer. Además, si
bien largo, este término no ofendería a nadie en este pueblo. En el fondo ellos
son, como yo mismo, mexicanos y nada más, pero cuando me pregunto: ¿qué es ser
mexicano? La discusión vuelve al mismo lugar en el que comenzó.
25

implicaciones que tiene la organización de la fiesta patronal

en Amatlán. Se trata de un concepto organizador central en

la vida náhuatl que incluye toda actividad relacionada con la

producción material y sin embargo se extiende a empresas tan

distintas como hablar, dar consejos, persuadir, convencer,

enseñar, curar, hacer ofrendas, rezar, tocar música,

acompañar en los rituales y tener relaciones sexuales. (Good

2003: 28). Tequitl es un concepto amplio capaz de aplicarse a

todo uso de la energía humana —física, espiritual,

intelectual y emocional— con miras a cumplir un propósito

específico en bien de la comunidad. Se trata de un concepto

que demuestra una alta valorización cultural del trabajo y de

la experiencia del trabajo (Good 2003: 28) y que reconoce las

aportaciones de todos los individuos, incluidos hombres,

mujeres, niños y ancianos.

La reciprocidad es el segundo eje propuesto. Afirma Good

que los nahuas utilizan no sólo los bienes personales,

también el trabajo como base del intercambio. La reciprocidad


es una estrategia que permite extender y consolidar las

relaciones sociales a partir de una lógica contraria al

capitalismo que —como ha sido estudiado ampliamente— funciona

con base en la acumulación individual.

Así, los nahuas buscan crear y acrecentar su capital

social, no su riqueza personal (Good, 2003: 29) de forma que

la circulación del tequitl incesantemente vincula a todos los

miembros de una comunidad con el resto del grupo.


26

El tercer eje consiste en una particular

conceptualización de la historia común. Good encuentra que

los nahuas de Guerrero utilizan ciertas palabras o frases

para referirse a los procesos históricos que viven juntos en

tanto que grupo o comunidad. “Ihcsan”, por ejemplo, implica

el pasado de todos; un pasado antiguo que se encuentra

íntimamente ligado con el presente que habitan hoy los vivos

y que habitarán mañana los que están por nacer.

Ihcsan puede ser traducido como “lo de antes, lo de

mucho más antes” (Good, 2003).

Esta idea náhuatl del pasado no se basa en una idea

lineal y cronológica del tiempo: el pasado siempre rige al

presente y ——por extensión—— al futuro.

Hay otros conceptos lingüísticos que demuestran esta

noción particular de la historia: Cotona expresa la acción de

mantener continuidad con los que vivieron antes. Textualmente

significa jalar un mecate hasta que es posible romperlo. En

sentido figurado, cotona se refiere a la ruptura con una


tradición que, de acuerdo con Good (2003) casi siempre se usa

en forma negativa: “no se puede romper el mecate” implica que

no pueden (o no deben) romperse los hilos con el pasado.

Cotona es también una forma de reciprocidad no sólo con los

miembros vivos de la comunidad, también con los antepasados.

Otra palabra que demuestra esta forma particular de

concebir la historia comunal es tococolhuan que se refiere a

los antepasados colectivos del grupo social. Los tococolhuan


27

son precisamente quienes se encuentran al otro lado del hilo

que no debe romperse.

Para Good, la idea de continuidad histórica resulta

capital en el entendimiento de cualquier sociedad con pasado

nahua. También para estudiar la forma en que la organización

social prehispánica sigue reproduciéndose hoy en día con base

en instituciones como la tierra comunal y la fiesta patronal.

En los ejes teóricos de Catherine Good, el vínculo con

un pasado vivo no niega el cambio. La transformación, esto es

la negociación entre lo inalienable y lo moderno, tiene en

las regiones de Mesoamérica una lógica propia: Pueblos como

Amatlán son arenas en las que se enfrentan las ideas nahuas

de inalienable con instancias supralocales que ejercen

dominio económico, político y religioso. Comunidades como la

que estudio aquí, construyen estrategias de resistencia en

busca de defender sus modos de vida, su derecho a la toma de

decisiones sobre los usos reales y posibles de recursos

culturales, ideales y simbólicos.

Los ejes de Good cumplen funciones que ordenan y

legitiman la organización comunitaria; sus modos de

comunicación hacia el interior y el exterior del grupo y sus

propios símbolos y procesos rituales (Good 2003: 30).

Ahora bien, he decidido incorporar a estas tres

etnocategorías otro concepto definitorio de lo nahua que

incorporo del trabajo de Guillermo Bonfil Batalla: La

autonomía (1984)
28

En México profundo (1984) Guillermo Bonfil afirma que en

las culturas mesoamericanas la autosuficiencia del grupo

juega un papel cardinal. Se trata de una tendencia que debe

leerse a varios niveles: familia, linaje, barrio, comunidad y

pueblo.

La demanda de autosuficiencia frente a las instancias

supralocales tiene consecuencias claramente visibles. Una de

las más notables es el escaso margen de excedente y, en

consecuencia, el bajo nivel de acumulación presente en

pueblos con sedimentos prehispánicos (Bonfil 1984: 57-58).

Todas estas herramientas conceptuales me han servido

para aproximarme a la gente de Amatlán desde la perspectiva

del antropólogo social.

Desde que conocí el pueblo en 1998, me he interesado en

conocer la perspectiva de la gente con respecto a la

aseveración de que Quetzalcóatl nació en estas montañas. A

partir de este interés primigenio surgió la idea de esta

tesis con base en la siguiente pregunta ¿qué es lo


verdaderamente inalienable para la gente en este barrio de

Tepoztlán?

Hoy por hoy, la gente en la región no se alimenta ni

viste como describen en sus trabajos Redfield, Lewis y Felipe

Bock. Los jóvenes en Amatlán usan playeras, tenis y jeans. A

los dieciséis o diecisiete años, los varones viajan a Canadá

para trabajar y enviar remesas a sus familias. Sin embargo,

la relación con la tierra ha cambiado poco. La tierra de la

patrona sigue estando al centro de un debate sobre lo que es


29

inalienable y lo que el pueblo “debería ser” en un entorno

que busca la modernidad dentro de la construcción del estado

nación mexicano. La negociación entre uno y otro polos del

continuo inalienable-moderno, se vive día con día: en la

escuela, en los hoteles; en la sucursal de Alcohólicos

Anónimos; en la iglesia; entre los ayudantes, los mayordomos,

los brujos y las parteras. Entre los que atienden hoteles y

aún entre los extranjeros que han venido a fundar hoteles en

los que ofrecen limpias y temascales. La nación en este

pueblo de Morelos se negocia minuto a minuto, entre lo

inalienable y lo moderno.
34

Capítulo I. Santa María Magdalena de Amatlán de Quetzalcóatl.

Santa María Magdalena de Amatlán de Quetzalcóatl es uno de

los quince pueblos o barrios de Tepoztlán. Está a noventa

kilómetros al sur de la ciudad de México, a dieciocho al

oriente de la ciudad de Cuernavaca, capital de Morelos, y a

seis kilómetros al noroeste de Tepoztlán. Su nombre significa

“lugar de amates”.

El pueblo se levanta a una altura de mil seiscientos

metros sobre el nivel del mar. Está rodeado de bloques

rocosos de piedra volcánica y caliza a los cuales la

población ha puesto nombres relacionados con el imaginario

local: Tepeshinola es el cerro de la Señora Tonantzin;

Tetzacualli es el cerro de la puerta; Texamitle, es el falo

de Quetzalcóatl.

En toda la región crecen diversas variedades de encino:

amarillo, ancho, de pescado, además de oyamel y ocote. Don

Felipe Alvarado, el Tata y cronista del pueblo, dice que


antes había pumas, venados y cenzontles, que ya se han

extinto. Todavía hoy pueden encontrarse, sin embargo,

ocelotes, gatos monteses, tejones, jilgueros y pájaros

mulatos.

A la entrada del pueblo hay una placa que dice: “La

Magdalena Amatlán, tierra natal de Ce-Acatl Topiltzin

Quetzalcóatl, rey del imperio Tolteca, años 843 a 895. Aquí

dio sus primeros pasos con sus sandalias de oro”. Delante de

dicha placa termina la carretera, comienza la principal calle


35

del pueblo, Morelos, que conduce hasta la iglesia de

Magdalena.

Amatlán es una ayudantía. El ayudante del pueblo se

elige cada tres años y depende del presidente de Tepoztlán,

cabecera del municipio. Otros puestos importantes en la

administración del barrio incluyen al representante de bienes

comunales, (elegido por los comuneros en asamblea, su puesto

dura un tiempo no especificado) y el mayordomo, encargado de

toda actividad relacionada con la patrona del pueblo. El

mayordomo se propone personalmente. Se apunta en una lista de

espera con cinco o seis años de anticipación. Su cargo dura

un año en el que coordina a unas nueve personas en la

producción de la fiesta de la patrona.

En la clínica de salud de Amatlán, están registrados

1200 habitantes distribuidos en 250 casas familiares.

Las calles están hechas de piedra o terracería y las

viviendas se separan unas de otras por tecorrales, divisiones

de piedra volcánica sin pegamento. La mayoría de las casas


han sido construidas con adobe; los más pobres usan también

palo y zacate; los más ricos, piedra volcánica pegada con

cemento.

Hay en todo el pueblo casas de “avecindados”: gente que

viene de la ciudad de México, Cuernavaca u otras urbes y que

aquí han construido sus casas de campo. Dichas casas se

caracterizan por sus diseños claramente pensados por

arquitectos profesionales. Desde el punto de vista material,

se les distingue por su tamaño y por que hay en ellas,


36

interacción entre colores y texturas. Suelen tener grandes

ventanales y, en general, una distribución del espacio ideada

con la finalidad de que sus habitantes disfruten de la vista

de las montañas.

En las casas de quienes habitan Amatlán desde hace

varias generaciones, es frecuente que varias unidades

domésticas compartan el mismo terreno. Son hermanos que han

heredado el predio de sus padres. Comparten la cocina y otras

zonas, como la de lavado. Frecuentemente, también una pequeña

milpa. Si uno les pregunta, afirman que son familias

distintas, con casas distintas, aunque desde el punto de

vista “sanguíneo”, son hermanos, sobrinos y primos, carnales

o políticos.

En el centro de Amatlán, junto a la iglesia, están las

casas más viejas. Sus diseños recuerdan las construcciones

virreinales de Tepoztlán. La mayoría de estas casas

pertenecen a la familia Ramírez. Gente con dinero y cierto

grado de influencia en el barrio y la cabecera municipal.


La distribución urbanística de Amatlán no sigue, ni el

curso del viejo río seco, ni otro tipo de patrones

geográficos. El pueblo se extiende desde el centro hacia la

montaña como una mano de dedos largos.

Es posible que dicha distribución se deba a que María

Magdalena de Amatlán no comenzó siendo un poblado (altepetl),

sino una serie de núcleos familiares (calpullis)

desperdigados en las montañas. Don Felipe Alvarado, el Tata,

dice también que “con la llegada del imperio español, sus


37

evangelizadores y administradores ordenaron la construcción

de la iglesia de María Magdalena”. Posiblemente, durante este

proceso institucionalizaron la figura del mayordomo con la

idea de obligar a la población a descender de la montaña y

realizar trámites económicos y celebraciones religiosas en un

centro común. “Luego de varios siglos”, continúa don Felipe,

“los calpullis, formaron un verdadero pueblo en torno a la

iglesia”. Esta historia explicaría por qué sólo en el centro

de Amatlán hay algo así como una “cuadra” o “manzana”. Más

allá de la iglesia, las casas parecen salpicadas con

dirección de los cerros, sin orden específico.

En la década de 1970, Carmen Cook convenció al Tata

Felipe Alvarado, de que aquí había nacido Ce-Acatl Topiltzin

Quetzalcóatl. Hasta su muerte, el Tata trató de establecer la

intuición de Carmen Cook como verdad oficial.

A pregunta expresa, la mayoría de la gente en Amatlán

afirma que trabaja el campo aunque reconocen que hoy por hoy

no se puede vivir de la tierra nada más.


Los campesinos comercian con maíz, frijol, carbón

vegetal y fruta, especialmente ciruela, manzana y pera. En el

mercado de Tepoztlán, venden también y plantas medicinales.

La gente incrementa los ingresos que obtiene del campo

vendiendo artesanías a los turistas. Además, participan en un

programa de migración e intercambio entre Amatlán y el

gobierno de Canadá. Más de un tercio de la población trabaja

regularmente en ese país. Otros emigran a Estados Unidos, lo


38

cual dificulta regresar a México en forma legal. Este hecho,

no impide que sigan enviando dinero a sus familiares.

En Amatlán hay cinco hoteles de buena calidad. Ofrecen

trabajo a cocineras y servidores del pueblo. Los avecindados

suelen contratar también a la gente del barrio como

jardineros o cuidadores.

Entre los cientos de turistas que vienen cada año hay

también quienes llegan buscando las plantas y hongos

psicotrópicos que crecen en la región. Particularmente famosa

es la Campánula, una flor blanca que crece naturalmente en

toda la zona. Con té de hojas de campánula se produce el

toloache.

Amatlán es un pueblo en el que conviven varias

conciencias y generaciones que a partir de sus experiencias

concreta, generan una idea de pertenencia, en primera

instancia, al barrio, a la región. En una segunda instancia,

al país, a la República. Dicha noción de pertenencia sucede

en continuo entre el centro y la periferia. El pueblo, o


mejor, la idea que cada persona concreta tiene del pueblo,

forma un espacio ideológico, una arena, en la que es posible

dilucidar conceptos como identidad, pertenencia y

nacionalidad.
40

Capítulo II. La fiesta de Magdalena.

El presente capítulo, está centrado en una descripción

etnográfica 1 de la fiesta patronal de María Magdalena. Busco

relacionar dicha fiesta con la organización social del

calpulli basándome en: los estudios que sobre esta

institución indígena realizaron Redfield (1928) Claudio

Lomnitz (1988), Eric Wolf (1998) y Guillermo Bonfil (1984);

los conceptos de inalienabilidad, nación y pertenencia de

Lomnitz (1988) y, como soporte teórico, los ejes de Good

(2003) de los que he hablado (trabajo, reciprocidad e

historia) añadiendo el concepto de autonomía como lo entiende

Bonfil (1984).

Con el fin de relacionar la antigua organización del

calpulli con la fiesta patronal de un pueblo de Morelos en el

siglo XXI, defino Amatlán en su calidad de barrio de

Tepoztlán. Me fundamento en la idea de que, como ha probado

Redfield (1928), el sistema de cargos guarda relación


biunívoca y concreta con la organización social sobre la que

estaba fundada la institución del calpulli cuando entraron en

contacto nahuas y españoles en el siglo XVI. Dicha

1
Si bien me refiero aquí a la descripción etnográfica como un modo de dar cuenta
de la “realidad”, estoy de acuerdo con Sergio Poblete (1999) cuando afirma que
“una descripción etnográfica” no es una representación objetiva de la realidad -
entendida como realidad objetiva -, sea ésta de tipo natural, social, histórico o
cultural, sino una ficción - entendida como composición lingüística de elementos
de la experiencia del descriptor que tiene como objetivo evocar en el lector
experiencias semejantes a las del autor. La ficción etnográfica genera, con base
en ciertas convenciones y recursos lingüísticos, evocaciones con sentido que un
sujeto puede considerar representaciones de la realidad.” (Poblete, 1999:1)
41

institución da origen a la noción actual de barrio (Redfield,

1928).

Como se desprende de la lectura de Modernidad Indiana

(Lomnitz, 1988), el calpulli ofrecía a los habitantes del

centro de México, un sentido cabal de pertenencia. La

reproducción del sistema de cargos que caracteriza la

organización mesoamericana sigue basándose en antiguos

sustratos del calpulli (Redfield, 1928). Es con base en este

hecho que afirmo que existe una relación clara entre la

organización social prehispánica y la organización social de

Amatlán, expresada particularmente en la fiesta de María

Magdalena.

Sostengo también que la fiesta patronal, en tanto que

culminación del sistema de cargos, encarna las etnocategorías

propuestas por Good (2003): trabajo, reciprocidad e historia.

En Amatlán, la fiesta de María Magdalena es la arena

sobre la que se vive la mediación entre modernidad e

inalienable. En ella se manifiesta una transacción constante


entre lo “común a todos” desde tiempos antiguos y un régimen

que dicta el centro de la República con miras a modernizar

cada pueblo de México.

En este capítulo:

A. Discuto someramente la relación entre calpulli,

barrio, nación y sistema de cargos.


42

B. Describo subjetivamente la fiesta patronal de María

Magdalena basado en mi trabajo de campo y en las

experiencias particulares que de él devinieron2.

C. Con base en la descripción etnográfica de la fiesta,

demuestro que en un sentido amplio, la celebración en

torno a María Magdalena representa a la Nación de

Amatlán y que la fiesta y la imagen de la santa, en

tanto que agente social, permiten al pueblo negociar

entre lo inalienable y lo moderno.

A. Amatlán: barrio de Tepoztlán.

Redfield publicó en 1928 un artículo en el American

Antropologist. “The Calpolli-Barrio in a Present Day Mexican

Pueblo”, desarrolla el tema del calpulli a partir de sus

estudios de Tepoztlán, cabecera del barrio de Amatlán de

Quetzalcóatl.

Utilizado este texto como base, defino a continuación


los elementos que claramente comparten el antiguo calpulli y

el barrio de Amatlán en el siglo XXI:

1. Ambos son formas de organización social fundados en

conceptos de nacionalidad, pertenencia y derecho —o

2
Reitero que estoy convencido que toda descripción etnográfica adolece de falta de objetividad. Si bien es cierto que cada
experiencia personal varía en contenido y profundidad, también lo es que cualquier intento de volcar dicha experiencia en
un texto “objetivo” corre el riesgo de dejar inconformes a quienes buscan una exposición de la realidad “en sí”. Como
afirma Clifford Geertz (1979:154): En la tradición antropológica "hay toda una serie de pretensiones de este tipo, pero
todas tienden a desembocar, de una manera u otra, en un intento de evitar el hecho inevitable de que toda descripción
etnográfica es interesadamente casera, es siempre descripción del descriptor, y no del descrito."
43

no— a cultivar la tierra (tlalmalli), de la siguiente

manera:

a) La filiación al pueblo se obtiene, tanto en el

barrio actual como en el antiguo calpulli, por

tequitl o tequio, esto es, a través de una forma

particular de conceptuar el trabajo del hombre

que incluye toda clase de esfuerzo físico,

intelectual e incluso sexual en favor de la

comunidad, y no solo por factores geográficos o

hereditarios, como suele suceder en las culturas

occidentales.

b) Es precisamente por su tequitl o tequio que un

individuo afirma su pertenencia al barrio. Tanto

hoy, en estos pueblos, como antaño en el

calpulli, la pertenencia se manifiesta muy

concretamente en el derecho a cultivar y recibir

frutos de la tierra común.

2. Tanto en el barrio como en el calpulli, la


organización social promueve mecanismos internos de

redistribución de la riqueza a partir de un “consumo

ritual” (Wolf, 1998: 34). La fiesta del barrio genera

un aumento de la cohesión social 3 . El calpulli y el

barrio funcionan como sistemas político-religiosos

que sirven de “punto de unión y símbolo de la unidad

colectiva.” (Wolf, 1998:32)

3
Wolf (1998:34) pone especial énfasis en el “efecto desintegrador” del capitalismo ante el cual el barrio se defiende
gracias a estos mecanismos internos de redistribución de la riqueza y aumento de la cohesión social.
44

3. Dicho sistema se encarnaba en tiempos del calpulli en

la imagen de una divinidad (la advocación de una

fuerza cosmológica concreta) que, en el barrio del

siglo XXI, corresponde con una imagen/agente social

que cohesiona al pueblo y le otorga un nombre tomado

de la advocación de una virgen, un santo o un

concepto de la teología católica, tal como la

Santísima trinidad o el Cuerpo Místico de Cristo.

Desde el punto de vista legal, Amatlán es una ayudantia de

Tepoztlan. Sus habitantes, sin embargo, se definen como

pertenecientes al barrio de Tepoztlán.

Desde el polo material, el bario es un lugar donde la

fiesta del pueblo se organiza y se celebra teniendo como base

de participación ser originario del barrio. Es un centro

donde la gente convive, trabaja y discute sus problemas

(Redfield, 1928). Es una organización social en torno a una

unidad de tierra (la tierra de la patrona) conceptuada con

base en cuatro inalienables característicos de las


organizaciones sociales en Mesoamérica:

1. Tierra comunal.

2. Relaciones de parentesco. (Redfield, 1928: 289)

3. Los ejes de good (tequitl, Ihcsan y cotona).

4. Búsqueda de autonomía (Bonfil, 1984)

Desde el polo del imaginario, es posible conceptuar al

barrio como esa identidad colectiva imaginada que posibilita

la organización ritual y religiosa que culmina, a su vez con


45

4
la fiesta concreta de María Magdalena. Dicha fiesta se

organiza como un gran cumpleaños. Es el cumpleaños de la

patrona y, por extensión, el cumpleaños del pueblo.

La religión tiene, entre otras, la función de ordenar

los tiempos diarios y anuales de la vida cotidiana. La fiesta

de Magdalena es la finalidad del calendario en Amatlán.

El sistema de cargos con base en el cual se organizan

las fiestas católicas es fuente de toda la organización

social, política y económica en la región. La fiesta da

cohesión y fundamenta su economía. La organización social de

los barrios (otra forma de llamar al sistema de cargos) es un

tema característico de la cultura mesoamericana.

De hecho, el barrio puede ser definido como “ese lugar

en el que se organiza la fiesta del pueblo”. Para organizar

esta fiesta existe el sistema de cargos, mecanismo que desde

el punto de vista formal defino como organización que sirve

para asignar a la gente del pueblo, cargos específicos para

producir la fiesta patronal. Desde el punto de vista teórico


barrio es una organización ritual, económica y religiosa con

las siguientes características:

1. Está basado en la noción de pertenencia a una

comunidad (el barrio mismo).

2. Es una organización jerárquico-cívico-religiosa que

sirve como mecanismo de distribución de la riqueza a

través de un consumo ritual que otorga un aumento

4
No hay tal cosa como una distinción o discontinuidad entre el imaginario, las ideas, y la realidad: Toda idea produce
realidades concretas.
46

considerable en la cohesión y el prestigio social de

quienes participan en ella.

3. Dicho mecanismo de cohesión otorga identidad

colectiva frente a una sociedad mayor que presiona

hacia los cambio propios de la modernidad.

4. Dicha identidad colectiva produce una clara

diferenciación entre quienes participan en el

sistema y la intrusión exterior que acarrea posibles

efectos desintegradores (Wolf, 1994).

5. Dicha identidad y la organización de la que ella

emana, mantienen y preservan la cultura tradicional

en torno a la “negociación” inalienable-moderno.

6. Desde el punto de vista religioso, el barrio es una

organización gracias a la cual las comunidades

adquieren el sentido de pertenencia reforzando en el

trabajo común (tequitl), los lazos de

interdependencia y la aceptación de valores y normas

que emanan de una tradición (Ihcsan) que se traducen


a su vez en reciprocidad entre los miembros de la

comunidad, no sólo con los vivos, también con los

antepasados (cotona). Así, el barrio ofrece también

una forma particular de conceptuar el trabajo, la

historia y la reciprocidad y reproduce estos

conceptos a través de un sistema que tiene como

finalidad concreta la estructuración de una fiesta

patroal.
47

7. El barrio es también una forma de favorecer la

homogeneidad cultural y étnica, y ayuda al bloqueo

de las diferencias en una sociedad que busca

mantener su autonomía ante los posibles efectos

desintegradores del exterior (Wolf, 1994).

Es importante destacar que la estructura del sistema de

cargos permite la incorporación de nuevas formas de trabajo y

subsistencia apegados a principios de lo que se considera

inalienable. Así, la introducción del trabajo industrial y

asalariado no ha impedido a los habitantes de Mesoamérica,

“mantener una parte sustancial de sus modos de vivir

tradicionales a los que se acogen con firmeza, arraigados tal

vez en la historia de las ciudades vivas del continente

americano” (Bonfil, 1984: 7). La aparición del trabajo

asalariado, por ejemplo, no ha podido arrancarlos de su

relación con una fiesta que es la manifestación concreta de

dicho sistema. Independientemente de que hoy por hoy en

Amatlán existe un gradual proceso de introducción al modo de

trabajo y consumo propios del capitalismo (salario, migración

a Estados Unidos y uso de productos de fabricación

industrial), dicha incorporación no ha impedido la

reproducción de una organización social y religiosa con todas

las características señaladas.


48

El principal representante del sistema de cargos es el

mayordomo. Su cargo dura un año. Él es el responsable de la

organización de la fiesta patronal, que incluye5:

1. Invitar formalmente a los barrios vecinos y

especialmente a los pueblos “coronados”.6

2. Entregar la imagen de la patrona al encargado de la

peregrinación que celebrará el cumpleaños del patrón

o la patrona de dichos barrios coronados7.

3. Organizar procesiones para llevar la imagen de la

patrona a lugares de especial significación religiosa

(la Basílica de Guadalupe, por ejemplo).

4. En dichas peregrinaciones, nombrar a quienes cargarán

las imágenes y a quienes portarán los estandartes.

5. Tanto en la fiesta patronal como en las

peregrinaciones, organizarse y delegar funciones para

que no falte comida a ningún peregrino.8

6. Tener en la capilla de la patrona suficientes

veladoras encendidas y de resguardo a lo largo de

todo el año (igual con las flores)

5
El mayordomo se ayuda en Amatlán con nueve encargados coronados, pero dicho número (y el nombre del cargo)
varía de pueblo en pueblo y a veces año con año.
6
Sobre la función de los “coronados”, trabajaré más adelante, por ahora baste decir que los pueblos “coronados” son
aquellos con los que el pueblo tiene una relación particularmente estrecha. Así, aunque se invita formalmente a todos los
barrios de Tepoztlán, de Xochimilco y de Milpa Alta, el mayordomo y sus ayudantes esperan y atienden muy
particularmente a los nueve pueblos “coronados”.
7
Por extensión de su cargo, a los ayudantes que se encargan de atender a los pueblos coronados, se les llama ayudantes
o encargados “coronados” y se refieren al pueblo al que atienden como el pueblo que los “coronó”.
8
La costumbre general del pueblo de Amatlán sugiere celebrar a la patrona en cada casa. Dicha celebración incluye dar
de comer a cualquiera que así lo desee en los tres días previos y siguientes al cumpleaños de la patrona. Esta costumbre es
de enorme ayuda para el mayordomo quien, de otra manera, tendría que ocuparse dando de comer a todos los visitantes
del pueblo entre el 19 y el 25 de julio.
49

7. Vestir, reparar y limpiar las imágenes que

representan al patronato, esto es:

a) Las imágenes de María Magdalena.

b) Los estandartes de María Magdalena.

8. Mantener limpia durante todo el año la iglesia y el

atrio.

9. El día de la fiesta, organizar toda manifestación de

aprecio o veneración por la patrona (bailes, música,

cohetes, etcétera).

10. Organizar, al final de la fiesta, un baile para

todo el pueblo con cumbias, salsa, tex-mex, rock and

roll u otros.

11. Gastos que incluyen:

a. Mantenimiento de la iglesia.

b. Mantenimiento de la imagen de la patrona.

c. Compra de veladoras y ropa para la imagen de la

patrona.

d. Una comida abierta a cualquier peregrino en Amatlán


que quiera venir a su casa. Teniendo en cuenta que

se trata de “la comida en casa del mayordomo”

debería ser, si no la más sabrosa, cuando menos la

más abundante.

e. Compra de incienso, flores y cualquier otro gasto

incidental que pudiera surgir durante la fiesta

patronal.

Los mayordomos entre 2004 y 2006 gastaron entre cincuenta y

setenta mil pesos en un año de funciones. La ganancia en


50

prestigio es incalculable si se tienen en cuenta que hubo

quienes, gracias al cargo, se reincorporaron a los miembros

“respetables” del pueblo a pesar de haber sido considerados

antes “golpeadores”, “borrachos” o “incumplidos”, algunos de

los señalamientos más denigrantes para la gente en Amatlán.

David Robichaux (1994) afirma que el sistema de cargos

es elemento definitorio de la naturaleza indígena del ser

mesoamericano. La fiesta es el principal producto de dicho

sistema: El festejo en honor de Magdalena liga al pueblo con

su pasado prehispánico y no tanto ——como podría pensarse a

partir de una primera intuición—— la fiesta de Quetzalcóatl

que es una tradición inventada que, sin embargo, interactúa

en forma muy particular con el imaginario del pueblo. De ello

daré cuenta en el tercer y último capítulo.

B. El barrio y la fiesta.

En el calendario social y religioso de Amatlán, la fecha más


importante es el 22 de julio, día oficial de María Magdalena

de acuerdo con el calendario litúrgico de la iglesia

católica.

“¿Por qué celebran justo a María Magdalena y no a

cualquier otra santa?”, pregunté a quien era mayordomo en el

2003. Don Eustaquio Fuentes me miró perplejo: “Es la patrona

del pueblo”, me dijo. “Sí, pero ¿por qué?” “Pues porque es la

costumbre. La costumbre y la religión”.


51

Don Felipe Alvarado, el Tata, me contó que ese día, el

22 de julio, la santa apareció en el pueblo. Lázaro, el mayor

de la familia Ramírez, sostiene que encontraron la imagen que

hoy se venera en la parroquia, un día 22 de ese mismo mes.

Es posible que, como en el caso de otras comunidades en

el centro de México, los misioneros que vinieron a

evangelizar el barrio hayan decidido dedicarlo a María

Magdalena, sea porque llegaron aquí un 22 de julio o porque

se comenzó la construcción de la parroquia en este día. Es

posible incluso que algún evangelizador haya tenido devoción

por la santa y nada más. Tal vez, simplemente, se escogió

esta advocación porque no había en la vecindad ninguna

iglesia en honor a María Magdalena. Lo cierto es que la

parroquia del pueblo se consagró efectivamente un 22 de julio

según constata una placa en el atrio.

Unos dos o tres días después del gran festejo, el nuevo

mayordomo entra en funciones. No hay tal cosa como una “toma

de posesión”. El antiguo mayordomo se reúne con el nuevo


mayordomo y le entrega las llaves de la iglesia. Es posible

que se tomen unas cervezas. Nada más.

La primera función del encargado, consiste en nombrar a

los ayudantes con los que organizará sus funciones a lo largo

del año.

“El mayordomo solito se propone”, afirma don Eustaquio.

“¿Y si nadie se propone?” “Pues se junta una asamblea, lo

nombramos entre todos. Al que nombramos, ese no se niega. No

puede negarse, nunca hemos necesitado obligar a nadie. En


52

todo el tiempo que tiene de vida el pueblo, siempre sobran

los que se proponen”, afirma.

El mayordomo del patronato es jefe de los nueve

coronados que velan por los peregrinos de los pueblos con los

que Amatlán tiene una relación particularmente estrecha.

Los ayudantes coronados funcionan como una suerte de

embajadores en los nueve barrios con los que el pueblo tiene

lazos más intensos. Casi siempre dichos ayudantes, tienen

familiares en los barrios para los que trabajan, aunque no se

trata de un requisito. “Si el coronado no tiene familia en el

pueblo que lo corona, no importa”, explica don Eustaquio;

“después de un año, seguro ya se consiguieron una familia”.

Ser nombrado mayordomo o ayudante coronado, produce

prestigio social. Dicho prestigio es independiente por

completo del pasado del individuo. El puesto atrae a gente

que quiere mejorar o aumentar su capital social. Don

Eustaquio, por ejemplo, tenía fama de ser un borracho que le

pegaba a su mujer. Finalmente, ella lo abandonó y él entró a


Alcohólicos Anónimos. Se apuntó para ser mayordomo, lo cual

le atrajo respeto en el pueblo y, según dice, le dio fuerza

para dejar de beber. Recomenzó una relación con su mujer

quien finalmente quedó embarazada. De estos pequeños milagros

está hecha la historia de la mayordomía.

En el 2006, los propuestos para la mayordomía estaban

anotados en una lista de espera que llegaba hasta el 2010.

“Participar en la fiesta no es obligado, aunque se ve

mal que la gente no coopere”, explica don Eustaquio. La forma


53

más sencilla de cooperar (relacionada claramente con el

concepto tequitl de Good) es entregar a los organizadores de

la fiesta, quinientos pesos para todo tipo de gastos 9 . La

cooperación, sin embargo, no tiene porque entregarse en

dinero. Puede ser tequio, trabajo, esfuerzo físico o el

regalo de productos como cohetes, tiempo de música, incienso,

etcétera.

Héctor es un médico cirujano del Distrito Federal que

conoció Amatlán en 1997. Como otros avecindados, quiso

hacerse una casa de campo con vista a la montaña. Con su

esposa Laura compró un terreno en el barrio de Amatlán y

recibió a cambio papeles falsos (esto, en aquel tiempo, ellos

no lo sabían). Héctor y Laura habitaron en su casa sin

problema uno o dos años durante los cuales cooperaron con

dinero para la fiesta. Después, Héctor y Laura se pelearon.

Interpusieron un juicio de divorcio. La casa entró en

litigio. Un abogado los enteró de que habían sido engañados:

Las tierras en las que vivían eran comunales. Podían habitar

en ellas, sí. Venderlas no. La tierra sigue siendo del

pueblo.

La pareja está separada, pero desde el Distrito Federal,

Laura sigue ayudando económicamente en la organización de la

fiesta. Cada año envía al mayordomo su cuota. Héctor ha

dejado de dar dinero. La gente en Amatlán reconoce a Laura

como dueña de la casa, a Héctor no. Laura es una igual, es

9
Esto para la fiesta del 2003 al 2006 en que hize trabajo de campo en Amatlán.
54

gente del pueblo. Héctor no. Dicen de él simplemente: “no

cumplió”.

“No cumplir” es una de las peores acusaciones que puede

caer sobre alguien en Amatlán. Quien “no cumple”, no tiene

derecho ni a la justicia, ni al cultivo de la tierra. En

casos extremos, no tiene derecho ni siquiera a habitar las

vecindades del pueblo.

Un poco, como el hombre sin calpulli del que habla

Lomnitz (1998), quien “no cumple” es un paria, un alienado

que ha perdido aquello que por definición no debe perderse:

lo inalienable.

La señora que cuida la casa que compraron Héctor y Laura

me dice que para todos es claro: el terreno pertenece a ella.

“Si Héctor viniera a reclamar, que se cuide; la gente sabe

defenderse”.

Con su cooperación, Laura está participando en el

sistema de cargos, lo que le asegura un capital social que le

permite habitar el barrio y la casa que compró. Cuando ella


quiere, puede venir aquí. Quien ella decida puede vivir

aquí10.

Si Laura, o cualquier persona que viviera en esa casa

dejara de pagar su cuota durante varios años, la asamblea del

pueblo podría reunirse y decidir quitársela. Harían efectiva

la ley del estado de Morelos que impide la compra de terrenos

comunales.

10
Este tipo de prácticas están cambiando poco a poco. Conforme en Amatlán se va oficializando el uso de la tierra, los
papeles que se otorgan desde Tepoztlán, Cuernaváca y el Distrito Federal comienzan a adquirir validez.
55

La anécdota de Laura y Héctor demuestra que ser del

barrio implica participar en la estructura del sistema de

cargos y cooperar con la fiesta patronal. Laura es gente de

Amatlán. A los del pueblo, no les importa de ella, ni sus

características físicas, ni dónde nació, no la clasifican por

etnias o por las características de su lengua materna: Ella

es del barrio, paga su cuota, su ex-marido, no. Ella es gente

del barrio, su ex-marido, no.

El encargado patronal en el 2006 fue don Carlos. Le

entregaron las llaves el 6 de agosto del 2005.

Durante los primeros meses, don Carlos promovió la

participación de la gente en lo tocante al trabajo. El dinero

todos saben cuándo se entrega y si no quieren saberlo, hay

quien toca a sus puertas o les entrega un volante para

reavivar la memoria.

Don Carlos formó su propio equipo de ayudantes. Mandaron

a hacer playeras con la leyenda “mayordomía, 2006”.

Comenzaron a trabajar: investigaron precios de cohetes,


grupos musicales, aparatos de sonido y todo lo necesario para

una gran fiesta. Don Carlos y su familia consiguieron

benefactores que entregaron dinero para comprar el nuevo

vestuario de la patrona. Otros ayudaron bordando (o

reparando) los banderines y los estandartes. Pintaron la

iglesia, la barrieron. Limpiaron casi todos los días.

Cortaron el pasto del atrio, enceraron los banquillos y

quitaron las telarañas del techo.


56

Conforme el año fue avanzando y se acercó el cumpleaños

de la patrona, don Carlos mandó a imprimir volantes para

recordar a todos que había llegado el momento de pagar la

cuota: en trabajo, dinero o especie. Los hermanos Rojas

imprimieron los volantes. No cobraron. Fue tequio, trabajo en

especie, su forma de cooperar.

Luís Rojas es hijo de doña Luz. Tiene diecinueve años y

estudia ingeniería en computación en la UNAM. Todos los fines

de semana viene al pueblo para hacerse cargo de un pequeño

café Internet que fundó con su hermano mayor, Adolfo (de

veintiún años). El café Internet está frente a la plaza

cívica del pueblo. Desde hace tres años, las cinco

computadoras que armaron para el negocio, están puestas al

servicio de la fiesta de Magdalena: No sólo imprimieron los

volantes que recuerdan la cooperación, ayudaron a don Carlos

a llevar la contabilidad, pagaron la cuota y enviaron correos

electrónicos para investigar los mejores precios de sonido

para fiestas. Invitaron, también a través del correo

electrónico, a la gente de los pueblos vecinos. El 22 de

julio ofrecieron, además, su casa para alojar a los

peregrinos. Les dieron de comer durante los tres días que

suele durar la fiesta.

No hay límite máximo en la cantidad de trabajo o

esfuerzo que pueda ponerse en la fiesta. El mínimo fue, en el

2005-2006 una cuota de quinientos pesos. Hay quien gasta

quince o veinte mil pesos y quien, como los nueve ayudantes


57

coronados, trabajan en la organización todo el año. El

mayordomo puede gastar hasta setenta mil pesos.

Si bien el mayordomo tiene la última palabra en lo que

respecta a la organización material y religiosa de la fiesta,

el ayudante, electo en votación secreta organizada desde la

cabecera del barrio (la presidencia municipal de Tepoztlán),

organiza la feria.

El ayudante representa al poder de la federación, de la

República. Es él quien tiene la última palabra en lo que

concierne al turismo, la relación con Cuernavaca y las

cuestiones económicas que implican la feria en tanto que

fuente de ingresos, independientemente de su importancia

social o religiosa.

Uno o dos días antes del 22 de julio comienzan a llegar

los vendedores que viajan con sus puestos de feria en feria.

En el 2006, instalaron un gran tianguis que iba desde la

biblioteca Carmen Cook, en la parte sur del pueblo, hasta el

otro extremo, al norte, al final de la calle Morelos que se


junta con la carretera que lleva a Tepoztlán y que es la más

grande del barrio.

La plaza cívica y el área alrededor de la iglesia, se

llenó de puestos. Cada calle fue ataviada con papeles picados

y adornos de muchos colores. La gente los había recortado

organizándose calle por calle. Los temas y los colores se

decidieron en una reunión que tuvo lugar en cada cuadra.

La fiesta patronal se inaugura formalmente en las

vísperas. A las once de la noche, el pueblo se reúne en el


58

atrio de la parroquia. Con una banda que viene de Tepoztlán,

cantan las mañanitas a La Patrona.

A partir del 21 de julio, comienzan a llegar los

primeros contingentes de peregrinos. Los pueblos coronados

son los más importantes, aunque vienen muchos otros. Entre

quince y veinte pueblos y unos veinte o veinticinco

contingentes llegan trayendo cada año seiscientas o

setecientas personas al festejo de la patrona de Amatlán.

Algunos de los pueblos “coronados” tienen la tradición

de peregrinar desde hace más de cincuenta años. “No se pueden

romper los hilos”, dice el mayordomo de uno de estos pueblos.

“Nuestros padres y nuestros abuelos, y quién sabe qué tantos

otros antes que ellos, tenían como costumbre venir aquí a

celebrar a La Magdalena. Mucho antes que nosotros naciéramos

¿quiénes somos nosotros para romper los hilos?”.

Peregrinar es también una forma particular de conceptuar

la historia común que une a diversos pueblos del centro de

México, una tradición que, piensan los individuos concretos,


no se debe romper.

Desde el 20 hasta el 23 de julio, las carreteras que

llevan a Amatlán se saturan con procesiones. Los peregrinos

más tradicionales siguen el camino del monte. Los de san

Andrés, por ejemplo, salieron el 22 a las 6 de la mañana.

Cruzaron la montaña. Llegaron ese mismo día a las siete de la

noche. Trece horas de caminata.

Don Rubén, el coronado de la procesión que viene de san

Andrés, me dijo: “Cruzamos un cerro volcánico. Luego nos


59

perdimos como una hora. Más. Se nos apareció un pozo enorme

que se movía. No nos dejaba pasar. Tuvimos que dar la vuelta.

Así es esto, a los peregrinos se nos aparecen cosas.”

“¿Cosas?”, pregunté. Él me contestó: “Una vez, a mi abuelo se

le apareció un ángel”.

Para don Miguel, haber venido caminando es motivo de

orgullo: “La próxima vez véngase con nosotros. Hay quienes se

vienen en coche o en camión. Eso no tiene chiste, hay que

venirse caminando, aproveche. Se hace de condición”.

Como parte de su ajuar de peregrino, don Miguel trae una

botella de plástico que trece horas antes estaba llena de

tequila. “¿Quiere?” Su esposa lo jala: “Ya vámonos”. Don

Miguel está cansado y un poco borracho.

Por la noche duerme en casa de Prócoro, coronado de San

Andrés en Amatlán. Prócoro fue coronado en San Andrés

Ahuayucan en una pequeña celebración que estableció

formalmente el vínculo entre los dos pueblos. Es él quien

recibe a los que vienen de San Andrés este 22 de julio. Será


él quien pida las limosnas y organice a la gente en Amatlán

cuando toque su turno de viajar a Xochimilco para celebrar a

San Andrés. Allá, Prócoro, dormirá en casa de Miguel. La

celebración es una forma de reciprocidad (dar, recibir y

devolver) entre los pueblos de Mesoamérica.

El coronado decide qué se lleva al patrón, qué se regala

al pueblo. Si se van en camión o cruzan caminando. Si llevan

cohetes, tambora, mariachis o un grupo de rock.


60

“¿Por qué sólo estos nueve pueblos coronan encargados?”,

le pregunté a don Prócoro. “Pues son los pueblos amigos”.

“Santo Domingo Ocotitlán, por ejemplo, ¿no es un pueblo

amigo?” continué: “Claro que no”, me contestó sonriendo.

Santo Domingo Ocotitlán es el pueblo más cercano a

Amatlán, la gente dice que no hay rivalidad, solo que no son

“tan” amigos como, por ejemplo, los de san Andrés que viven

mucho más lejos y son más cercanos. Santo Domingo no tiene

coronados.

Los de Amatlán perciben a los de los pueblos coronados

como “nuestros primos, como nuestros medios hermanos. Mire,

la fiesta es como el cumpleaños de un familiar al que

queremos mucho. Cuando cumple años un tío, va uno a

visitarlo, ¿no? viva donde viva. Los de los pueblos coronados

son nuestros primos. Allá donde hacen la fiesta lo reciben a

uno. Uno lleva regalos, flores o comida. Allá a uno le dan

alojamiento y le dan de comer”.

Con sus celulares, algunos peregrinos avisan que ya


están cerca, a punto de llegar. “Antes”, dice don Prócoro,

“el encargado coronado podía esperar durante varias horas,

hasta varios días, la llegada de sus peregrinos”.

Los coronados de Amatlan de Quetzalcóatl son:

• San Andrés, Ahuayucan,

• San Agustín, Ohtenco,

• San Mateo, Xalpa,

• San Francisco, Tlalneplantla,

• San Gregorio, Atlapulco,


61

• San Pedro, Actopan,

• San Jerónimo, Miacatlán,

• San Pablo, Ostotepec y

• Santa Ana, Tlacotenco.

“Desde hace cincuenta años tenemos la manda de venir”, me

cuenta don Sergio, mayordomo coronado de Santa Ana

Tlacotenco.

La manda consiste en organizar a quienes quieran

peregrinar hasta el pueblo de María Magdalena. El mayordomo

recibe la cooperación con la que han de comparar un regalo

para la santa y otro para el pueblo.

Los que vienen de Milpa Alta, por ejemplo, traen cuatro

canastas de flores. Cargan también, a través del monte, una

imagen de su patrón. Adornan las andas con velas. Los

peregrinos portan pendones con la imagen de San Andrés.

Cuando el contingente coronado mira a lo lejos las casas


11
de Amatlán , lanzan cohetes al aire. Tocan música. Es

costumbre que las procesiones vengan precedidas con mariachis

o tamboras.

Cuando el coronado de San Andrés en Amatlán escucha las

explosiones de los cohetes de sus peregrinos, lanza él mismo

una o dos descargas en respuesta y bienvenida. Así, durante

tres o cuatro días, suenen en la montaña alrededor de la

localidad, los cohetes de quienes peregrinan y la respuesta

11
El 22 de julio del 2006, cada contingente de los nueve pueblos tenía entre 50 y
300 peregrinos.
62

de quienes los esperan. Es un ir y venir de explosiones que

celebra la relación entre barrios.

El coronado recibe a los peregrinos bajo la leyenda que

afirma que aquí dio Quetzalcóatl sus primeros pasos “con

sandalias de oro”. El ayudante coronado conduce a los

peregrinos a la iglesia donde cantarán juntos las mañanitas u

otras canciones que no son necesariamente repertorio

tradicional. En la fiesta del 2006 los de San Gregorio

trajeron un grupo de rock que cantó Yesterday para María

Magdalena. Otros ofrecen temas como “A mi manera”. Hay rap,

hip hop y (siempre en el 2006) un pueblo trajo música

tradicional, pero del Congo.

Terminados los cantos, el mayordomo visitante (el que

corona) se organiza con el mayordomo de Amatlán (el

coronado). Los dos dirigen la colocación de estandartes,

pendones e imágenes del visitante en la iglesia de la

patrona.

Al final del día están recargados contra el ábside de la


iglesia, 12 veinte o treinta estandartes que representan a los

coronados que vinieron a visitar a María Magdalena. Todos los

estandartes están flanqueados por los que representan a

Amatlán mismo: Al lado izquierdo uno dice: “María Magdalena”;

al derecho: “segunda estación de María Magdalena”. Cada uno

tiene una imagen de la santa bordado en hilo dorado. Hay

también, al centro de la iglesia, una estatuilla de unos doce

12
En Amatlán es raro que se abra la iglesia. Sólo cuando viene el padre o cuando
salen o vienen peregrinos de Amatlán. Fuera de estos días de fiesta, la iglesia
está cerrada.
63

o quince centímetros de altura. Representa la espera y la

bienvenida: Es la estatuilla que representa al barrio de

Amatlán, es María Magdalena: La Patrona o “la jefa” como le

llaman algunos.

Una vez que han acomodado los estandartes, los

peregrinos escuchan una misa breve. Rezan un rosario.

Finalmente, el grupo de música contratado en Amatlán, da la

bienvenida a los visitantes con una canción especialmente

dedicada a ellos. Terminan las formalidades. Los peregrinos

tienen tiempo para ir a dar una vuelta por el pueblo y

esperar a la gran celebración de la noche. Saben que tienen

asignado ya, desde hace un año, un sitio para dormir.

Los visitantes coronados esperan un buen recibimiento.

Un trato especial. La gente es cortés, sí, pero no agradece

nada. Para ellos, es obligación de los de Amatlán tratarlos

bien. Recibirlos y darles buena comida y bebida es una forma

de reciprocidad. Ellos harán lo mismo cuando llegue el turno

de la fiesta de su pueblo.
Muchos otros contingentes que llegan no son coronados. A

cualquier visitante se le abren las puertas de todas las

casas. Se les ofrece comida, bebida y, si lo necesitan, un

sitio para dormir.

Para afrontar los gastos, las familias en Amatlán se

reúnen en una sola casa y preparan entre todos lo que

ofrecerán a los peregrinos. Lo tradicional es el mole, el

pozole, las tostadas y un ponche muy particular del barrio y


64

que está hecho con pasas, tequila y leche. Los más pobres

sustituyen el tequila con alcohol del noventa y seis.

La receta del mejor ponche se guarda. Nadie debe

saberla. Don Lázaro me dice que no la comparte ni siquiera

con su único hijo.

En 2006, Lázaro gastó nueve mil pesos en tres días que

su casa estuvo abierta para todos los que vinieron. Entre él,

su mujer y su único hijo, Miguel, atendieron a unas

doscientas personas entre invitados, familiares y cerca de

treinta absolutos desconocidos. A estos, a los desconocidos,

nadie les cuestionó nada cuando cruzaron la puerta, ellos

entraron, el hijo de don Lázaro les ofreció un vasito de

ponche, los llevó a una de las mesas en la terraza desde la

que se mira la montaña y les ofreció un refresco o una

cerveza. Luego, vino la esposa de don Lázaro: “¿Mole o

pozole?”

Los más ricos contratan meseros y grupos de música que

tocan toda la tarde.


En una de las casas del centro (de un fuereño, un

estadounidense) vivió durante una semana un grupo de

bailarines tradicionales que vino del Distrito Federal. En el

tímpano de la casa, el estadounidense colocó listones azules

y blancos. Moños y un letrero que decía: Oratorio de

concheros de La Conchita, Coyoacán, Distrito Federal.

Durante todo el 22 y hasta el 23 de julio siguieron

llegando músicos y peregrinos.


65

El cura que vino de Tepoztlán atendió a los peregrinos

durante unas cuatro o cinco horas. Comió en el pueblo y se le

pagaron unos “modestos” honorarios (así me dijo don

Eustaquio) equivalentes a dos mil pesos.

El cura tiene una función puramente social. A la gente

del pueblo no le interesa que se metan en sus vidas o que

nadie les de consejos. Si bien los sacerdotes creen que su

función es principalmente moral, a la gente del pueblo lo que

más le interesa es la función social del cura. Incluso, si el

cura no está cuando llegan, o está comiendo, el mayordomo se

organiza y él con sus hijos o su mujer rezan un rosario con

los invitados. Ya está, son bienvenidos.

En las calles del pueblo hay una feria con decenas de

puestos hechos con tubos metálicos que cubren con lonas de

plástico verde. Atraen a los compradores con foquitos de

colores y anuncios chillantes. El ayudante cobró en 2006 a

cada puestero de la feria, treinta pesos por metro cuadrado.

Los comerciantes o puesteros así viven: Viajan por toda


el centro de la República Mexicana. “Luego de la fiesta en

Amatlán, nos toca Villa de Santiago”, me cuenta uno de ellos.

Vienen en autobuses que rentan entre todos. Hay quien viaja

en camionetas o en camiones de redilas particulares. Hay

quien duerme en sus automóviles, los acondicionan para

peregrinar, sus puestos les sirven de refugio si llueve.

Viven como en casas rodantes. Viajan juntos sólo por

protegerse, pero “en general cada quién vela por sus propios

intereses”, me contó uno que venía de Yucatán.


66

Hay puestos con pulseras, collares de plata de Taxco,

chapa de oro, cinturones, llaveros, relojes de plástico,

títeres y juguetes made in China: perritos, pollos que saltan

(jump chicken) vacas, etcétera.

Otros son un poco mas tradicionales: Venden canastas de

mimbre, objetos de barro, zacates, huaraches, zapatos,

sombreros y huipiles. En algunos puestos se ofrecen los

típicos juegos de feria: hay rayuela, canicas, dados y

lotería. Hay también juegos de video y al fondo de la calle

de Morelos una rueda de la fortuna que, en proporción con el

pueblo, parece enorme.

Hay tomblings para que salten los niños. Carritos

chocones, un carrusel y comida de todos los gustos:

palanquetas, alegrías, hot cakes, hot dogs, esquites, elotes,

tacos al pastor, pozole y pambazos.

De San Juan Huactzinco, Tlaxcala, vinieron a vender pan

de huevo. Hay puesteros de casi cada estado en la República

Mexicana.
La gran fiesta culmina con un baile. En julio del 2006,

tocaron los Cadetes de Linares. Aunque estuvo lloviendo, la

gente bailó hasta la madrugada.

No es raro que haya muchos borrachos. No se les ve mal.

La borrachera tradicional es parte de la costumbre. Don

Felipe Alvarado dice que esto también se remonta a tiempos

prehispánicos y me cuenta una historia en la que también

Quetzalcóatl se emborrachaba.
67

Los días 22 y 23 es el recalentado. Los peregrinos

entran a la casa que más les gusta. Ya las conocen. El 23 de

julio se ofrece una última reunión. Es tarde. La gente sale

de sus casas a despedir a los peregrinos.

Don Lázaro me cuenta: “En el pueblo casi todos cooperan:

coopera Ana Victoria, que es maestra de Budismo tibetano,

coopera el ingeniero Cancino que viene de Italia, coopera

Jacques, el pintor”. “¿Ia, el gringo, coopera, don Lázaro?”

“No, ese nomás es de los que explota” (después supe que no

era cierto, que Ia había cooperado con cinco mil pesos). “¿Y

su hermano Ciro, don Lázaro?” “Desde hace diez años, ese

manda su cuota desde Canada”.

Los que emigran a Estados Unidos, Canadá o a los centros

urbanos de México, no suelen romper sus ligas con el sistema

de cargos. Envían a su familia un giro con el dinero para la

cooperación de cada año. Esta cuota les asegura una nación

dentro de la nación mexicana. Un lugar al que pueden volver y

que está más allá del pasaporte de México o de los Estados


Unidos.

Me dice don Rulo, maestro de sexto de primaria en la

primaria Gregorio Torres Quintero de Amatlán: “Yo tengo aquí

dos terrenos herencia de mi papá, pero no puedo venderlos,

aunque es mi propiedad; me dicen que son tierra comunal”.

Desde el punto de vista de la legislación mexicana, es

posible vender la tierra aunque es un asunto complicado. Hace

veinte o treinta años era absolutamente imposible, me dice

don Carlos. De un tiempo para acá cada quien puede vender su


68

tierra si quiere. El comprador debe estar dispuesto a correr

algunos riesgos que incluyen la posibilidad de embarcarse en

un engorroso proceso burocrático y legal para legitimar los

títulos de propiedad que otorga el estado mexicano.

Lázaro Ramírez me dice: “Todo comenzó con El Tata de

Amatlán, Felipe Alvarado. Él era el principal opositor a que

vendiéramos la tierra o los terrenos de nuestra casas. Y ¿qué

hizo él? Pues vendió sus tierras”.

Don Felipe vendió el terreno junto a su casa a una

antropóloga del Distrito Federal: Carmen Cook de Leonhardt.

Carmen Cook fue la principal promotora de la oficialización

de Amatlán como cuna del príncipe Quetzalcóatl.

En su testamento, aclaró que el terreno que había

comprado a don Felipe debía ser restituido como herencia al

propio pueblo de Amatlán. Pidió que se hiciera una biblioteca

pública. Hoy es la única del pueblo. Lleva su nombre.

Cuando el Tata, don Felipe, vendió ese primer terreno,

todos comenzaron a vender, uno tras otro. Gente del Distrito


Federal, de Guadalajara y de Monterrey; de Estados Unidos y

de Canadá, de Francia, comenzaron a interesarse en vivir en

este pueblo en el que se dice hay OVNIS y una puerta a través

de la que Quetzalcóatl transita entre éste mundo y el mundo

de los muertos.

Hubo quienes se aprovechaban de los fuereños. Dicen que

don Santiago vendió varias veces su tierra. Luego que le

entregaban el dinero, interponía un juicio que le permitía


69

quedarse con los terrenos y jinetear el dinero que le había

dado durante dos o tres años.

“¿Por qué su hermano sigue enviando dinero?”, pregunté a

don Lázaro, “pues porque ésta es su tierra”.

Le pregunté también que si cuando venía aquí a Amatlán,

trabajaba el campo. “A veces, cuando viene, me ayuda”,

contestó, “él o sus hijos me acompañan a la milpa”.

Volví a preguntar: “¿Y si él quisiera volver a venir a

vivir aquí definitivamente?” “Pues tendríamos que

organizarnos para darles sus tierras. Ellos siguen siendo

gente del barrio” “¿Entonces la tierra del barrio también a

ellos les pertenece?” “No, la tierra del bario es de La

Patrona”. María Magdalena es la única dueña de la tierra

comunal.

Hace tiempo que en la región de Tepoztlán, la gente no

vive como se documenta en los textos clásicos de la

antropología en Morelos. Han cambiado las costumbres, las

relaciones con la capital de Morelos y con la capital de la


República. La economía ha cambiado, la alimentación ha

cambiado. La organización social y religiosa, sin embargo no

ha cambiado del todo. En Tepoztlán y en los barrios que lo

conforman, la gente sigue participando de una organización

social que reproduce costumbres y conceptos de los antiguos

tiempos prehispánicos.
74

Capítulo III. La fiesta de Quetzalcóatl.

Con objeto de dar cuenta del sentido que otorga la gente en

Amatlán a la fiesta de Quetzalcóatl, realicé entrevistas en

el pueblo para aprender qué es lo que se piensa de la


1
afirmación de que aquí nació el príncipe Quetzalcóatl .
“Ve con el Tata”, me dijo doña Cecilia, la señora en

cuya casa comí durante mi trabajo de campo. El Tata era don

Felipe Alvarado, especie de líder intelectual del pueblo y

uno de los principales promotores de la oficialización del

nacimiento de Quetzalcóatl en Amatlán.

Cuando me entrevisté con él por primera vez, ya estaba

enfermo. Había sufrido varios infartos y estaba parcialmente

inválido. Con todo, atendía de buen humor a cualquiera que

viniese a aprender náhuatl o a escuchar su muy particular

versión de la historia de México.

Presento aquí un resumen de lo que aprendí con don

Felipe. Es un discurso ensamblado con base en doce sesiones


grabadas con él (un total de cinco horas) y otras tres de

conversaciones con otros habitantes del barrio. Entrevisté

también a los niños de los grupos de cuarto, quinto y sexto

de la primaria del pueblo, la “Gregorio Torres Quintero”.

Particularmente con ellos me interesaba responder a la

pregunta ¿de qué vive la gente en Amatlán?

1
Es importante aclarar que no es el objeto de este trabajo dar cuenta de ninguna
manera de las razones (o no) científicas (o no) de Carmen Cook y quienes afirman
que un príncipe mítico pueda tener en estas montañas su origen en tanto que
hombre concreto. Me limito sólo a dar cuenta de lo que la gente dice creer con
respecto a dicha afirmación.
75

“El mito de Quetzalcóatl surge cuando nuestros

antepasados descubrieron la agricultura”, me dice don Felipe.

“Hay quien cuenta que la leyenda del dios tiene relación

directa con los ciclos agrícolas”.

Para los nahuas, la serpiente era dueña de poderes

fecundadores. Símbolo de vida, legitimidad y poder. Aún hoy,

los campesinos y los niños imaginan a Quetzalcóatl como un

gigantesco monstruo, serpiente emplumada que vive en las

cuevas que se ocultan en las montañas del pueblo.

“Pero a Quetzalcóatl sólo lo ven personas con poderes

especiales. No cualquiera puede verlo”, afirma el Tata. “En

tiempos prehispánicos, a Quetzalcóatl se le representaba como

un guerrero que salía de la boca de una serpiente con plumas.

Quetzalcóatl nacía de la serpiente, pero no era la serpiente

misma. Eso vino a entenderse después. Para los aztecas, la

pluma era el símbolo de lo sagrado, pensaban que las plumas

eran las que les permitían a los pájaros volar, llegar al

cielo”, afirma. “Ya para cuando nuestros antepasados


empezaron a verlo como a un Dios, relacionaron a Quetzalcóatl

Serpiente-Emplumada con el crecimiento del maíz”.

Don Felipe me hace notar que las hojas verdes de la

sementera parecen las plumas de Quetzalcóatl: “Si usted se

fija bien, cuando es tiempo de lluvia, los campos parecen una

serpiente emplumada: Las hojas de la milpa se mueven en la

sementera y parece que está viva. Yo no lo había visto”,

señala. “No lo entendía, pero finalmente, gracias a la

maestra, pude entenderlo”.


76

La “maestra” es Carmen Cook de Leonhardt 2 quien, como ya

he dicho, fue quien “descubrió” que Quetzalcóatl había nacido

en Amatlán.

La imagen que me sugiere don Felipe es verdadera: Por la

mañana, las espigas de maíz se agitan en las tierras de La

Patrona. Parece que un monstruo gigantesco hubiera descendido

de la montaña escondido detrás de su forma de niebla. Parece

que abraza las tierras de Magdalena. Es Ce-Acatl.

“Ce-Acatl es otra forma de llamar a Quetzalcóatl”, me

cuenta don Felipe. “Él trajo el maíz a los hombres; el héroe

arrebató a los dioses del mundo subterráneo, el alimento

sagrado. Es la carne misma de Dios. Muchos dicen que

Quetzalcóatl es Jesucristo que vino también a América.

También Jesús, se transforma en carne. Así como dicen los

cristianos que dios está en el pan, así, Quetzalcóatl está en

2
Carmen Cook, era arqueóloga del INAH. Fue maestra de antropología
cultural en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. En la biblioteca
pública que lleva su nombre, encontré un folleto en el que estaba escrito el
siguiente texto firmado por Ramón Medina Lamadrid: “Con el corazón humilde y
reverente doy a conocer a ustedes la vida y obras de la arqueóloga Carmen Cook de
Leonard, en beneficio de la cultura de México. Nació el 9 de abril de 1907 en la
ciudad de México. Hace cuatro años, el 4 de mayo de 1988 exhaló su último aliento
en Amatlán de Quetzalcóatl, Morelos [...]. Carmen Cook, tenía una gran vocación
por el estudio y la investigación en general, el arte y las Ciencias Sociales.
Conocía a fondo todo aquello a lo que con verdadero amor y tesón se dedicaba. Era
una mente universal, de las que hoy día porco se dan, en contraposición a la muy
extendida práctica de la alta especialización, producto de la técnica y la
ciencia de la era espacial y de una humanidad casi en los albores del siglo XXI.
Sólo así se explica que sus múltiples aptitudes e inquietudes, la hicieran
humanista, científica y artista en todo sentido: psicóloga, arquitecta, pintora,
diseñadora, ceramista, crítica y estudiosa de nuestras artesanías, fundadora de
publicaciones y centros de estudios, editora y colaboradora de diversas revistas
como Artes de México, catedrática y hasta su muerte, arqueóloga.
En Europa estudió arquitectura y arte. En la escuela del Instituto Nacional
de Antropología e Historia, estudió arqueología. Fue catedrática de la UNAM.
Socia desde junio de 1948 de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.
Cofundadora en 1953 del Centro de Investigaciones Antropológicas de México (CIAM)
y de la revista YAM, órgano de difusión de dicho centro. Cubría en esos
organismos, los más diversos cargos, que iban desde responsable de publicaciones,
coordinadora de aspectos técnicos y administrativos, hasta directora. Por muchos
años, Carmen Cook vivió en Cuernavaca, antes de llegar a Amatlán. Publicó varios
artículos en revistas como la de la Universidad de Berkeley en California o en
Artes de México y en El esplendor del México Antiguo”. Carmen Cook de Leonhardt
publicó también, en la editorial de la Secretaría de Educación Pública, un cuento
infantil basado en la leyenda maya del Enano de Uxmal.
77

nuestra tortilla. El Maíz es lo que nos permite seguir vivos,

es nuestro motor, lo que nos da la vida”.

Para don Felipe, Quetzalcóatl, más que un dios era un

sabio. Afirma: “Fue engendrado por Mixcóatl que quiere decir

‘serpiente de nubes’. Mixcóatl era un guerrero tolteca que

habitaba en el cielo, en la Vía Láctea, pero bajó de allá y

anduvo entre nosotros, en el mundo. Aquí conoció a Chimalma,

la tierra madre. Se enamoraron, engendraron a Quetzalcóatl en

un lugar que se llama Xochiatlaco que quiere decir barranca

de flores”.

De acuerdo con don Felipe, en Xochiatlaco, nació también

toda la vida: la de las plantas, la de los animales, la de

los seres humanos. “Luego por eso, a Xochiatlaco le pusieron

Xochitlalpan, que quiere decir ‘paraíso terrenal’. Mixcóatl

murió antes de que su hijo naciera. Chimalma lo sepultó en la

cima del cerro que ahora se llama Mixcoaltépetl”.

El cerro de Mixcoaltépetl se ve desde las sillas en el

porche frente a la casa de don Felipe al sureste de Amatlán,


unos cien metros delante de la carretera. A las faldas de

Xochiatlaco se asienta a partir de inicios la década de los

noventa, un fraccionamiento residencial en el que se han

construido casas cuyo precio fluctúa entre los tres millones

de pesos y medio millón de dólares. Este fraccionamiento se

encuentra en lo que eran tierras federales y pertenecen al

municipio de Tepoztlán, justo a la entrada del pueblo de

Amatlán.
78

“En el parto de Quetzalcóatl, su mamá se murió y como

su papá ya se había muerto también, pues quedó huérfano. Los

abuelos se hicieron cargo del príncipe aquí, en Amatlán. Ce

Acatl, que ese era su verdadero nombre, era un príncipe, un

sacerdote, que cuando creció nos trajo nuevas formas de vida,

de conciencia y espiritualidad. Cuando era muy joven, viajó

por todo México. Con él florecieron Tula y los toltecas;

Cholula, los mayas, Chichen-Itzá”.

Las dos formaciones geológicas más importantes en la

geografía y el imaginario del pueblo son La Ventana y La

Puerta. La Ventana es una colina al sureste de Amatlán que se

ve desde casi cualquier calle del pueblo. La Puerta, es una

formación de grandes dimensiones separada de La Ventana unos

dos kilómetros hacia el sur. Tiene forma de arco de unos

quince metros en su parte más alta y diez metros de base.

Parece una media circunferencia que se separa del resto

pétreo de la cordillera poco menos de un metro.

Don Felipe cuenta que él y Carmen Cook pidieron al


gobierno del estado de Morelos, en la década de 1980, que

les permitiera colocar oficialmente una placa a la entrada

del pueblo. Dicha placa existe hasta hoy y dice: “La

Magdalena Amatlán, tierra natal de Ce-Acatl Topiltzin

Quetzalcóatl, rey del imperio Tolteca, años 843 a 895. Aquí

dio sus primeros pasos con sus sandalias de oro”.

El Tata acepta que otros lugares de la región podrían

disputar el privilegio del nacimiento de Quetzalcóatl, pero

él personalmente está seguro de que aquí nació: “En la


79

historia de nuestro país, el dios Mixcóatl que conoció a

Chimalma, tuvo muchos hijos. Uno de ellos era Quetzalcóatl.

La primera idea de Carmen Cook, era que Quetzalcóatl había

nacido en Michatlauhco. Ya luego supo que no, que había

nacido aquí cerquita, en Xochiatlahco. El caso es que la

gente lo entregó a sus abuelos porque era huérfano. Todo eso

lo investigó la maestra Carmen, pero le faltaba averiguar

dónde estaba Michatlauhco. Estuvo buscando, hasta que lo

encontró. Y fue aquí donde lo encontró” porque Xichiatlacho

es Michatlahuco3.

¿Quién era Quetzalcóatl?, le pregunto: “Un sabio. Hizo

muchas cosas buenas por su gente: Construyó templos. Fue Dios

de México durante ciento sesenta años. Los primeros curas que

vinieron a cristianizar, no sabían de donde venía, pero hacía

milagros. Hay quien dice que nació en Culhuacán en la ciudad

de México, nosotros sabemos que aquí nació. La fecha de su

nacimiento coincide con la llegada de Cortés que se aprovechó

de eso para conquistarnos.”4

3
Debo decir que no sé exactamente qué hizo que Carmen Cook relacionara
Michatlauhco con Xochiatlahco. Don Felipe nunca me lo dijo. Es posible que se
trate de una cuestión de nombres geográficos similares como se verá más adelante,
pero don Felipe siempre evadió esta y cualquier otra pregunta que pareciera
querer poner en duda su conocimiento verdadero de los hechos reales. Por otra
parte, lo importante aquí no es de ninguna forma las razones de Carmen Cook para
decidir que en Amatlán nació Quetzalcóatl (sujeto de otro tipo de trabajo) sino
la forma en que el pueblo de Amatlán ha elaborado esta idea desde que se
oficializó a su comunidad como cuna de un príncipe mítico y cómo esta idea se
manifiesta en un hecho concreto: la fiesta de Quetzalcóatl.
4
Otra vez: la verdad histórica no está del todo con la versión de los hechos de
don Felipe. Se trata sin duda de una leyenda, que sin embargo es factible si
pensamos que los aztecas utilizaban calendarios cíclicos mientras que los
españoles –herencia llegada hasta nosotros- utilizaban calendarios lineales en
los que nunca dos hechos distantes en el tiempo podrían compartir la misma fecha.
En el calendario azteca, cada cincuenta y dos años volvía la misma fecha, de
forma que es posible la situación de un abuelo nacido el mismo día y año que su
nieto, incluso en el mismo día y año que un niño varios siglos después. Esta
forma distinta de entender el tiempo (cíclico en contraposición con lineal) es,
probablemente la que produce la aparente contradicción en el discurso de don
80

¿Cómo fue que usted y Carmen Cook concluyeron que

Quetzalcóatl nació en Amatlán? Interrogo a don Felipe quien

refiere que en el centro ceremonial de Xochiacalco, “unos

arqueólogos descubrieron tres estelas que tenían relación con

Ce-Acatl. En una de ellas, se representaba el nacimiento de

La serpiente emplumada como Dios. Lo representaban como al

planeta Venus que es la estrella de la mañana. En esas

estelas estaba escrito la forma en que se movía Venus por el

cielo. Todo esto lo aprendí con la maestra Carmen el tiempo

que trabajé con ella. Investigando, doña Carmen encontró que

el padre del dios serpiente fue el rey Tolteca Mixcóatl y que

su madre se llamaba Chimalma. Aquí en Amatlán hay dos cerros

que así se llaman desde antes de los españoles, por eso la

maestra Cook dedujo que aquí había nacido”.

Por su parte don Lázaro, dueño de cinco casas en el

centro de Amatlan que renta a extranjeros (además de que como

otros hombres en el pueblo cultiva la tierra comunal), afirma

que aunque es campesino trabajó también con don Felipe y con


la maestra Carmen Cook cuando ella vino a buscar en los

cerros de Mixcóatl y Chimalma el origen de Quetzalcóatl. Dice

don Lázaro Ramírez: “La maestra vino a Amatlán a buscar lo

que decían sus libros: que Quetzalcóatl nació en Cinteopan,

la poza que está detrás de los cerros que rodean al pueblo.

Felipe. Así, en el calendario nahua es posible afirmar que la llegada de Cortés y


el nacimiento de Quetzalcóatl coinciden en fechas, lo cual, por otro lado no
tiene nada que ver con lo que estamos tratando aquí ni mucho menos con una
cuestión de “verdad histórica” toda vez que lo importante de resaltar en este
texto es la visión histórica de don Felipe: “su verdad histórica” y no “La Verdad
Histórica”.
81

Doña Carmen estuvo buscando hasta que finalmente encontró un

penacho de barro. Lo estuvo armando como si fuera un

rompecabezas. Se tardo mucho tiempo. Entonces fue que vino la

policía a preguntarle que qué estaba haciendo. Se la llevaron

a la delegación. Yo tuve que ir a testificar que ella no nos

estaba robando nada. Finalmente la dejaron reconstruir el

penacho, pero luego vinieron y se llevaron el penacho,

primero a Tepoztlán y luego a Cuernavaca.”

Don Lázaro refiere que la pieza arqueológica

reconstruida por Carmen Cook fue puesta en el museo de

Cuauhnácuac, en Cuernavaca con un letrero que dice:

‘encontrado en Tepoztlán’. “No quieren ni siquiera darnos el

crédito de que fuimos nosotros”, comenta, “los que lo

encontramos aquí, en Amatlán, lo encontramos yo y la maestra,

en estos cerros”.

Le pregunto que por qué es tan importante el penacho:

“Porque prueba que aquí vivió Quetzalcóatl. Eso me dijo

la maestra Carmen. Que ese penacho era una prueba. En aquel


tiempo yo no entendía. No entendía las cosas. Que

Quetzalcóatl nace en la mañana, sale en forma de la estrella

de la mañana desde Cinteópan. Sigue una línea blanca: es el

vapor que baja de las montañas y es también la sementera. Un

día ella me lo explicó: ‘Fíjese en la mañana cuando comienza

a amanecer’, fíjese en el planeta Venus muy temprano. Va a

verlo, va a ver la línea blanca y de pronto un rayo verde.

Ese es Quetzalcóatl”.
82

La gente en Amatlán recuerda otros arqueólogos que han

venido a buscar el lugar de nacimiento del príncipe mítico.

Hay uno del que sólo se dice que era cubano: “La gente del

pueblo lo corrió”, me dijo una señora que cuida el terreno de

una avecindada. “Lo corrieron porque dijeron que nos estaba

robando”. Esta versión difiere con la de don Lázaro: “Sí,

vino un cubano a buscar dónde había nacido Ce-Acatl. El

gobierno lo corrió, no querían pruebas de que Quetzalcóatl

nació aquí”. A esto, le pregunté a don Lázaro que si el

gobierno apoya la fiesta de Quetzalcóatl. Respondió que:

“Gracias a don Felipe, la maestra se abrió las puertas del

pueblo y ella devolvió el favor. “Doña Carmen se puso en

contacto con el presidente José López Portillo. Le enseñó sus

descubrimientos y el presidente confirmó oficialmente que

este era el sitio del nacimiento de Quetzalcóatl.”5

Pero ¿quién es Quetzalcóatl? ¿Un dios? “No”, contesta

don Lázaro, “es sólo un sabio, como Mahoma o Jesús, caminó en

esta tierra y vivió de la misma forma que todos nosotros y


que los antiguos habitantes de México. Su imagen se quedó

aquí para quien quiera verlo, para quien sepa verlo”.

Don Lázaro afirma que la imagen que “se quedó” en

Amatlán es esa línea blanca que se ve en las mañanas en la

sementera y que hace que parezca viva. Son el maíz que se

mueve, es el campo comunal, la tierra de cultivo que da vida

5
Evidentemente debe existir una relación con el hecho de que el presidente José
López Portillo se creía a sí mismo una “reencarnación” de Quetzalcóatl, pero
estudiar este hecho y la relación que tiene con el poder la oficialización de una
aseveración de pretensiones históricas va mucho más allá de los límites de este
trabajo.
83

y parece, ella misma, que estuviera viva. Otra vez, la tierra

de la patrona.

En la primaria “Gregorio Torres Quintero”, los niños

escuchan de sus maestros la historia de Quetzalcóatl. Ellos,

me la transmiten mezclada con historias de películas que han

visto en la televisión o en los cines de Tepoztlán o

Cuernavaca, en las películas que rentan en un pequeño

videoclub al centro del pueblo o que compran en puestos

piratas del Distrito Federal. Un niño me contó, por ejemplo,

que Quetzalcóatl era como el jinete sin cabeza.

Diana tiene once años. Frecuenta el grupo cuarto “A”. Me

dijo: “Como Quetzalcóatl es una serpiente, puede cambiar de

dimensión y desaparecer”. Otro niño: “Las serpientes aparecen

y desaparecen como quieran”.

Estas ideas corresponden con otras que me dice don

Felipe: “Para nuestros antepasados, la serpiente emplumada

podía caminar entre los diversos niveles del cosmos; entre la

realidad de este mundo y el del más allá”.


Los niños en la primaria me cuentan que han escuchado de

sus padres y sus abuelos que La puerta se abre y se cierra

cada año.

“Cuando llueve, Quetzalcóatl se asoma por la La

Ventana”, dice Diana, la niña de once años en la primaria

Gregorio Torres.

Junto a La ventana, vive Ia, estadounidense de

California que vino a vivir en Amatlán en 1975. Ia administra

un hotel “ecológico” del que es dueño. Su especialidad son


84

los temascales. En la región conocen a su casa como la casa

de los “tipis” porque hay en su jardín tiendas cónicas, como

las que ——afirma el estereotipo—— usan los indígenas del

Noreste de los Estados Unidos y sur de Canadá 6 . Así, Ia

mezcla su propia idea de lo que es el pasado nahua de México,

con costumbres de los indígenas en su país natal. En su hotel

se come exclusivamente comida vegetariana, se hacen oraciones

al sol, a Quetzalcóatl y a Tezcatlipoca, pero se duerme en

esos grandes tipis de colores chillantes que, según él

concentran la energía del ambiente hacia el interior y baña

de buenas vibras a quienes lo habitan. Estos tipis en casa de

Ia, pueden albergar cómodamente entre seis y doce personas.

Ia dice: “En el cerro de La Ventana se asoma

Quetzalcóatl. Desde ahí mira la tierra. Cuando quiere venir,

atraviesa esta puerta, La Puerta. A través de ella,

Quetzalcóatl va y viene entre este mundo y el mundo de los

muertos”.

“Hay gente de todo el mundo que viene aquí, a Amatlán,


para ver salir a Quetzalcóatl”, dice Ia, “pero no todos

pueden verlo. Muchos se quedan esperando. Quienes han visto

lo que hay del otro lado, cuentan que hay mucha comida, pero

los que cruzan, luego no pueden volver, o vuelven, pero están

locos y mueren en poco tiempo”.

6
A diferencia de las tiendas cónicas o tipis que habitaban los pueblos indígenas
en las grandes llanuras de lo que hoy es Estados Unidos y Canadá, los “tipis” de
Ia no están construídos con pieles animales (mucho menos piel de bisonte), sino
con plásticos de diversos colores.
85

Otra extranjera es Carolina Suárez, pintora. Tiene

sesenta años. Nació en Guanajuato. Cuando el último de sus

cuatro hijos se casó, vino a vivir aquí junto con su marido.

Era el año de 1993. Carolina Suárez me cuenta: “Detrás de La

Puerta está el mundo de los antiguos. Su resplandor verde

cuando atardece, nos conecta con otras dimensiones, con seres

que tienen un grado de conciencia superior. Un día todos

vamos a llegar a ese mismo nivel de consciencia, a lo mejor

cuando estemos muertos.”

Por su parte don Florentino, quien tiene una pequeña

tienda de abarrotes que se llama Eben Ezor, afirma: “A La

Puerta iban los antepasados a bendecir sus semillas. Una vez

al año se abría y ellos bendecían sus semillas para que todos

en el pueblo tuviéramos buena cosecha”.

Josué, albañil que trabaja en uno de los

fraccionamientos de Xochiatlaco cuenta: “si hubiera una gran

calamidad en la tierra, un desastre o una epidemia, la puerta

se abriría y salvaría sólo a los que somos descendientes de


los antiguos mexicanos”.

Hasta aquí he expuesto algunas ideas de quienes creen,

en mayor o menor grado, y de una u otra manera la aseveración

de que en Amatlán nació Quetzalcóatl. Todos ellos conceden

cierta importancia a la fiesta. Hay otros que definen a la de

Quetzalcóatl como “sólo una fiesta civil”.

Algunos campesinos, además de la señora de la tienda, la

que vende elotes, la señora Sara, quien cocina en el hotel

del centro del pueblo están completamente convencidos de que


86

lo de Quetzalcóatl es un invento que, además, se opone con

sus creencias religiosas: “Pues hay unos que andan contando

esas historias”, dice Sara en tono incrédulo. “¿Usted qué

piensa?” “Son sus creencias, yo soy católica”, afirma

concluyente.

“No, yo no creo en eso, yo soy católico”, me dijo un

niño en la primaria.

Por su parte, don Paulino quien tiene el oficio de

plomero, comenta: “Desde que yo era niño escuchaba cosas: que

había por allá arriba, en el monte, una poza con serpientes.

Que había serpientes con plumas, pero no se decía entonces

que aquí había nacido Quetzalcóatl. Eso empezó a contarse

luego que la maestra vino a vivir con nosotros”.

Atonatiuh tiene once años. Es hijo de una mujer de

Amatlán y de un estadounidense que insistió en ponerle ese

nombre: Agua de sol. Atonatiuh me cuenta que Quetzalcóatl

nació “en un remolino en el monte que se llama Cinteopan.

Está allá, desde aquí si se fija bien puede verlo. Si quiere


lo llevo”. “Vamos a verlo”.

El de Cinteopan es un remolino que se forma con agua de

lluvia. La verdad es que está bastante sucio. Cuando llueve,

de las montañas cae hacia él una pequeña cascada.

“No, en esa poza no nació Quetzalcóatl”, corrige don

Lázaro Ramírez. “En esa poza lo bautizaron. Es una poza de

agua mala”.

Don Lázaro me dice que sus padres lo llevaban ahí cuando

era niño. “Mi papá me decía a mí y a mis hermanos: ‘no toques


87

esa agua. Si la tocas, te van a salir ronchas, se te puede ir

de lado la boca’.”

“¿Usted qué piensa don Lázaro?”. “El agua de la poza de

Cinteópan es agua que corre, quién sabe por qué, parece agua

podrida. Hay en ese lugar una energía especial. Es una

energía mala. Y ahí bautizaron al niño, querían matarlo, pero

él sobrevivió. Se volvió muy sabio porque sobrevivió al agua

mala y el que sobrevive lo peor se vuelve lo mejor: un sabio.

Por eso, el príncipe se volvió como un dios. Sólo un sabio o

un Dios podría sobrevivir que lo bañaran en esa agua. Fíjese,

uno de mis hermanos, un día tocó el agua de Cinteopan. En la

noche, mi mamá le dijo a mi papá: ‘mira a tu hijo, está lleno

de ronchas, debe haber tocado el agua de Cinteopan y tú no te

diste cuenta’.”

“Esa poza tiene un misterio”, me dice don Felipe, “o lo

tenía, porque ya lo está perdiendo. Van parejas allá. Se

ponen a hacer el amor porque quieren engendrar dioses”.

Cuando estuve con Atonatiuh alrededor de la poza, estaba


lleno de basura: había colillas de cigarro, latas de cerveza,

condones. “Uno va y encuentra ropa interior y jeringas de los

muchachos que vienen a drogarse. Se ha perdido el misterio,

pero todavía queda la sabiduría, por eso muchos extranjeros

vienen a Cinteopan, a pedir sabiduría”, afirma don Lázaro.


88

A. La fiesta de Quetzalcóatl.

El 1 de julio de 1987, con apoyo del gobierno estatal y del

gobierno federal, Carmen Cook y Felipe Alvarado, organizaron

la primera fiesta en honor de Quetzalcóatl. Se anunció en el

pueblo que vendría el presidente José López Portillo. El

presidente no apareció.

Por orden federal, sin embargo, el gobierno de

Cuernavaca dio su venia y la gente de Amatlán oficializó la

conjetura de que aquí había nacido Ce-Acatl-Topiltzin

Quetzalcóatl, con base en los descubrimientos de las estelas

de Xochicalco en las que se describe el movimiento del

planeta Venus y en las que, de acuerdo con Carmen Cook, se

habla de Mixcoalt y de Chimalma como progenitores de la

serpiente emplumada.

Felipe Alvarado y Carmen Cook se conocieron en la década

de 1960. La maestra Cook, vino a Amatlán atraída por el

nombre de los cerros que circundan el pueblo. Los nombres le


resultaron pista suficiente para concluir que en esta región

había nacido el príncipe Ce-Acatl Topiltzin, al cual

identificaba con Quetzalcóatl. Comenzó haciendo por cuenta

propia indagaciones de tipo arqueológico. Para ello, se

sirvió de varias personas del barrio, entre quienes destacan

don Lázaro y don Felipe Alvarado.

Carmen Cook y don Felipe dieron cuerpo a la celebración

que todavía tiene lugar el último domingo de mayo: la fiesta

de Quetzalcóatl.
89

El esplendor de dicha fiesta ——constatan diversos

testigos—— duró unos diez años. Luego de la muerte de la

maestra en 1987 y de la del Tata en 2004, la celebración ha

perdido su vigor. Hoy por hoy se conforma en realidad de dos

ceremonias bastante simples 7 . Una de ellas muy desorganizada

y la otra casi una formalidad, que justifica que haya quien,

como la cocinera del hotel de Amatlán, la minimice afirmando

que se trata “sólo de una fiesta civil” que continúa

atrayendo sin embargo, a turistas, curiosos, danzantes y

practicantes de religiones New Age.

La fiesta de Quetzalcóatl se celebra fundamentalmente en

dos lugares del pueblo: la plaza cívica y la poza de

Cinteopan.

Cuenta don Felipe que durante la primera celebración (en

julio de 1987) el presidente José López Portillo mandó que

regalaran al pueblo, a través del gobierno del estado y de la

presidencia municipal, una escultura de Quetzalcóatl que se

levanta todavía hoy al centro de la Plaza Cívica. Dicha


escultura tiene una estructura cilíndrica de poco menos de

dos metros y está pintada en tonos verdes. El rostro del

príncipe es el de un hombre muy joven, no parece haber

llegado ni siquiera a los veinte años. La escultura resalta

contra el fondo natural: el cerro de Mixcóatl, padre mítico

de la serpiente emplumada.

7
La última vez que fui a la fiesta, había comenzado a adquirir un nuevo
esplendor gracias a la publicidad que había hecho para la fiesta el gobierno de
Morelos. Los hoteles estuvieron casi llenos durante ese fin de semana en que
Amatlán recibió la visita de unas trescientas personas venidas, casi todas, del
Distrito Federal.
90

En Cinteopoan, junto a la poza, el gobierno mandó a

construir una plataforma de concreto de unos ocho metros

cuadrados en los que tiene lugar la celebración. Todos los

años vienen danzantes.

Dice don Lázaro: “Viene gente de todo el mundo. El año

pasado vino un señor. Yo pensé que era uno más, luego me

dijeron que era un doctor importante. Cardiólogo. Lo conocí.

Me contó que él hacía trasplantes de corazón. Como muchas

otras personas, el doctor vino a Cinteopan a pedir sabiduría

para su arte”.

“Otro que viene a Cinteopan, cuando se acerca el festejo

es un ingeniero y político brasileño que se ha convertido en

danzante. Ese, un día pidió que lo hicieran ministro y lo

logró. En su país lo hicieron ministro. Usted dirá que es

coincidencia o fe, pero esa es la verdad. Los que vienen a

danzar a Cinteopoan cumplen sus deseos.”

En julio del 2004 asistí a la fiesta de Quetzalcóatl. A

las cinco de la mañana comenzaron los festejos. Una procesión


con antorchas partió desde el pueblo hasta la poza donde

estaban ya asentados diversos grupos de danzantes que habían

acampado en el sitio desde la madrugada anterior. La

procesión con antorchas estuvo formada por unas diez personas

entre los que estaban don Lázaro, sus hijos y algunos

compadres y amigos entusiastas de la fiesta de Ce-Acatl.

A diferencia de la de María Magdalena, en la de

Quetzalcóatl no hay tal cosa como “mayordomos” o “coronados”.

A través del departamento de turismo de Tepoztlán se invita a


91

cualquier grupo interesado en danza folclórica a asistir a

una fiesta que coordina el ayudante.

Los grupos que han venido en el tiempo que tiene de vida

la fiesta incluyen danzantes de Tepoztlán, de Cuernavaca, del

Distrito Federal y de otras ciudades del centro de México.

Hay danzantes también que han venido del sur de Estados

Unidos y de Canadá.

La diferencia principal con la fiesta de Magdalena

estriba en la organización. La de Quetzalcóatl depende de una

estructura burocrática interesada en el brillo de la fiesta,

mientras que la de Magdalena surge de una organización

ancestral en la que es obligación participar para ser

aceptado como uno de Amatlán. Así, la fiesta patronal

trasciende la conveniencia social y se aproxima al terreno de

la obligación ritual y religiosa.

En el año 2004, para la celebración de Quetzalcóatl,

vinieron tres grandes grupos de danzantes: dos de México y

uno de Cuernavaca que tenía miembros de Tepoztlán. Es de


notar que en Amatlán no hay danzantes, ni grupos, ni

individuos, interesados en dicha práctica. Además de estos

danzantes hay diversos grupos de filiaciones religiosas New

Age que vienen a realizar toda clase de ceremonias.

En la primaria de Amatlán, también se promueve la

fiesta. Algunos niños junto con sus padres se unen a otra

procesión que sale como a las seis de la mañana. “Es

divertido cruzar el monte con las antorchas. Los niños se


92

divierten”, me dice uno de los profesores que participó en el

2003.

Ana Victoria es una maestra de Budismo Mahayana. Vive en

Amatlán con su madre desde hace doce años. Su casa está

detrás de la plaza cívica. En ella organiza ceremonias,

retiros y cursos. Año con año, celebra también, con sus

alumnos, el nacimiento de Quetzalcóatl. Para la ceremonia,

todos se visten de blanco. En el jardín de la maestra hacen

una meditación que incluye recitación de mantras al ritmo de

música de inspiración oriental. La gente de Ana Victoria no

va a Cinteopan. El festejo lo realizan, todo, en la plaza

cívica y en casa de la maestra.

La gente que viene de Cuernavaca, el Distrito Federal y

otras ciudades, parten de Amatlán rumbo a Cinteopan a las

cinco de la mañana. Buscan llegar a la poza en que don Lázaro

afirma que bautizaron a Quetzalcóatl antes de que iluminen la

montaña los primeros rayos de luz. Don Felipe Alvarado, antes

de enfermarse coordinaba las ceremonias que tenían lugar en


la poza. Hoy 8 , el hermano de don Lázaro busca ocupar el sitio

de Felipe Alvarado. No es fácil. No tiene el prestigio del

que gozaba don Felipe, todavía.

“¿Desde que se murió don Felipe ya no hay Tata?”, le

pregunte a don Lázaro. “Hay uno que quiere hacerse el Tata”.

¿Quién es?, pregunto. “Aurelio Ramírez Casares”, me responde.

8
Doy cuenta aquí de la fiesta de Quetzalcóatl a la que asistí en el verano del
2004 además de eventos y sucesos que me han narrado mis fuentes y que tuvieron
lugar en distintos años. He buscado dar así una idea general de lo que sucede
durante la celebración en honor de Quetzalcóatl que adolece de la subjetividad
propia a todo recuento etnográfico.
93

Ese es su hermano ¿no don Lázaro?, vuelvo a preguntar. Él me

contesta un poco fastidiado: “Es mi hermano, sí, pero eso no

le quita lo pendejo”.

La falta de un Tata unánimemente aceptado y prestigioso

repercute en que las autoridades burocráticas de Tepoztlán y

la propia gente en Amatlán no presta a la celebración toda la

ayuda que necesitaría para hacer brillar la fiesta al nivel

que quisieran los amantes de la historia de Quetzalcóatl9.

En la poza de Cinteopan, los miembros de la procesión

queman incienso, danzan a los cuatro puntos cardinales.

Cuando aparecen los primeros rayos detrás de la montaña,

suenan los caracoles. Toda la mañana se suceden danzas y

rezos de inspiración prehispánica. Como sucede con Ia,

prácticamente todo cabe en la idea que esta gente tiene de lo

que es nahua: budismo, ecologismo, vegetarianismo y creencias

adaptadas (y adoptadas) de otras religiones.

No faltan nunca, ni un minuto, los danzantes. Vestidos

con taparrabos de cuero y plumas, sandalias y penachos, traen


atados en los tobillos y muñecas, cascabeles que suenan junto

con flautas, tambores y otros instrumentos de percusión. Todo

el día se suceden junto a la poza presentaciones de grupos de

danzantes. Si bien don Felipe y Carmen Cook quisieron

originalmente darle a la fiesta un carisma turístico para

9
Entre el 2002 y el 2004 la fiesta de Quetzalcóatl perdió vigor notablemente.
Sin embargo, en el 2007, me dicen, las autoridades de Tepoztlán “le echaron más
ganas” de forma que ésta, que comenzó siendo una tradición inventada, es posible
que comience, poco a poco a instituirse como una fiesta de la ayudantía y de la
presidencia municipal. Fiesta que no sólo atraiga turismo sino que complazca
también a quienes ven en ella un atentado contra su fe católica. En fin que si la
fiesta misma encontrara a un promotor tan comprometido como don Felipe Alvarado,
tal vez la “tradición inventada” comenzaría poco a poco a convertirse en una
“tradición real”.
94

beneficiar al pueblo con nuevos ingresos, fue difícil desde

el principio, atraer espectadores a la poza; su acceso es,

difícil, intrincado. Solucionaron este problema, dividiendo

la fiesta en dos celebraciones que no necesariamente se

complementan; una en la poza de Cinteopan y otra en la plaza

cívica del pueblo. Durante los primeros años de la

celebración, venían cada año, atraídos por “la fiesta de

Quetzalcóatl”, entre trescientos y seiscientos turistas. Nada

mal para un pueblo de menos de tres mil habitantes. En la

última celebración, vinieron al pueblo a celebrar a

Quetzalcóatl poco más de cincuenta visitantes, si bien en el

2007 los hoteles se llenaron con unos trescientos visitantes,

otra vez.

En la fiesta del 2004, a las nueve de la mañana los

niños de la primaria Gregorio Torres Quintero, rindieron

honores a la bandera en la plataforma de la plaza cívica. El

ayudante municipal improvisó un pequeño discurso exaltando

“las antiguas raíces del pueblo”. La directora de la escuela


recordó a sus niños que eran descendientes de los aztecas y

les pidió que nunca lo olvidaran 10 . Se encendió una hoguera,

10
Difícil de olvidar. Durante mi estancia en el pueblo y mientras aplicaba
cuestionarios a los niños para saber de qué vivían sus papás, constaté que los
maestros, para humillarlos, les dicen “indios”. En una comida del día de la Santa
Cruz, con albañiles de Amatlán, se me ocurrió preguntar con respecto al
conocimiento que los trabajadores tenían del nahua, los albañiles (eran hermanos)
se dividieron en forma –tal vez- representativa de su propia generación. El
mayor, nacido en 1960 se sentía apenado de que su padre hablara nahua, mientras
que el más chico, nacido en la década de 1980, se sentía muy orgulloso del mismo
hecho. Fue el chico quien emocionado trajo a su papá para que me enseñara
náhuatl. El mayor se sentía ciertamente abochornado. Cuando llegó el padre de los
albañiles, me confirmó que durante los años en que su hijo mayor estudiaba la
primaria, ser “indio” era el peor de los insultos, mientras que para el menor,
descender de los antiguos mexicas y hablar nahua era ya casi un privilegio
(aunque paradójicamente el menor no lo habla, mientras que el mayor sí). Orgullo
o no, cuando llegué a aplicar las encuestas a los niños en la primaria, el
95

bailó un grupo de danzantes venido de Tepoztlán y con un

toque de caracoles, se dio por formalmente inaugurada la

fiesta.

Los niños vienen todos vestidos de blanco (en “uniforme

de deportes”, le llaman). Como toque especial cantan el himno

nacional en lengua náhuatl. Cada grupo de la primaria

presenta un número: poesías, danzas. Los niños de quinto

hicieron una pequeña representación de la conquista: unos

disfrazados de Cortés y sus soldados y otros de Moctezuma y

sus cortesanos. Atonatiuh, el muchacho que me condujo a

Cinteopan por primera vez, llevaba puesta una toga y un

discreto penacho de plumas que le confeccionó su madre.

Representaba orgullosamente a Cuauhtémoc, el último emperador

azteca. Diana era la Malinche y Jaime, un niño muy delgado de

unos doce años, representaba a Nezahualcóyotl. Jaime iba

vestido con sandalias y taparrabos. Llevaba el pecho desnudo

y su participación en la pieza tenía como única finalidad

recitar aquel poema que comienza diciendo: amo el canto del

Cenzontle.

Después de la participación de los niños (profusamente

aplaudida por sus padres) comienza la presentación de grupos

“profesionales”: Danzantes y un grupo folclórico que vino de

Cuernavaca. En el 2003, me contó una amiga documentalista que

vive en Tepoztlán, que se presentó a la una de la tarde una

obra de teatro que interpretó su propia versión de la leyenda

maestro de sexto les dijo: “A ver, niños, aquí al maestro del D.F. demuéstrenle
que saben hacer las cosas y que no son unos indios”.
96

de los volcanes Ixtlazíhuatl y Popocatépetl, y en el 2004 una

pequeña ópera basada en la leyenda del rey Tepozteco, monarca

mítico a quien se atribuye la construcción de la pirámide de

Tepoztlán. La ópera duró unos cincuenta minutos, fue escrita

por un compositor del centro de México que no vino a la

presentación.

Cuando finalizó la obra, cada quien se fue a comer a sus

casas. Los turistas y los danzantes que habían venido

específicamente para la fiesta, comieron en el hotel Amatlán

de Quetzalcóatl o en algunos de los puestos improvisados de

quesadillas y gorditas alrededor de la plaza del pueblo.

Dichos puestos no cuentan con ninguna infraestructura. Las

señoras que tienen la iniciativa de preparar alimentos para

vender a los visitantes improvisan su estante, encienden sus

anafres, echan la masa y ya.

Los eventos “de fuereños” estuvieron coordinados por el

ayudante de Amatlán quien recibió para ello, según me contó

durante una entrevista, un pequeño presupuesto por parte de


la Oficina de Turismo del Estado de Morelos. El ayudante, con

un grupo de unas tres personas a su cargo, organiza la fiesta

y utiliza unos tres meses en los que coordina:

1. La ceremonia en honor de la bandera nacional.

2. Los grupos de danzantes y peregrinos que van a

Cinteopan (cuidar que la gente no se pierda en el

cerro, que no se pongan a sí mismo en peligro, que no

hagan cosas “demasiado” ilegales)


97

3. Coordina con los hoteles del pueblo y con la oficina

de Turismo del estado de Morelos la promoción de la

fiesta en sitios de Internet, con volantes y todos

los medios a su alcance.

Cuando termina la parte cívica del evento, la gente del

pueblo se va a comer a sus casas. No hay, como en el caso de

la fiesta de Magdalena, invitaciones a los turistas quienes

tendrán que acomodarse en alguno de los siete hoteles que

tiene Amatlán, en casas de amigos o en habitaciones que

rentan a la gente del pueblo. Esa misma tarde, el pueblo

vuelve a la cotidianeidad. Sólo en los hoteles y las casas

rentadas hay más trabajo que de costumbre y sólo algún grupo

de muchachos buscará saber qué se siente probar el té de

campánula o toloache. El lunes siguiente será, para el

pueblo, un día más.

En Amatlán, la mayoría de sus habitantes dan a la

historia de la Serpiente emplumada el carácter de mito, es

decir, no piensan que sea real o más bien, ni siquiera


cuestionan su realidad.

Hay sin embargo quien, como don Lázaro, ve en el mito,

un apunte que significa realidades que sólo pueden explicarse

así: Quetzalcóatl es “esa línea blanca que une al cielo y a

la tierra del pueblo. La humedad, el clima, la lluvia. Todo

lo que permite a la tierra ser fértil y dar de comer a los

hombres”.
102

Conclusiones

Barrio es el “lugar donde la fiesta se organiza y se celebra,

teniendo como base de participación el ser originario del

barrio” (Redfield, 1928: 90-91). Como se ha visto, en el caso

de Amatlán la pertenencia y la identidad no están ligados

necesariamente con la herencia geográfica y genética sino con

la participación en la organización ritual del barrio que a

su ves se fundamenta en la fiesta patronal. La fiesta de

Magdalena ordena y legitima la organización comunal. Es una

forma de comunicación hacia el interior y el exterior del

barrio que legitima así, su propio repertorio simbólico.

El pueblo establece sus propios nexos sociales. Amatlán

decide con qué pueblos se relaciona en forma particular y

nombra a sus coronados. Y aunque poco a poco en todo el

municipio la gente ha comenzado a someterse a la jurisdicción

del centro en lo que respecta a la venta de tierras, sigue

siendo verdad que ni siquiera el presidente municipal o el


gobernador intervendría en caso de que la gente de Amatlán

decidiera quitarle a alguien un terreno comunal. La tierra

sigue siendo de ellos, es tierra de La Patrona.

La organización ritual promueve escasos márgenes de

excedentes y nivel de acumulación. En un pueblo en que la

gente gana entre mil y dos mil pesos al mes (cuatro o cinco

mil los más ricos), hay quien gasta setenta mil pesos al año

en la fiesta del pueblo.

Este consumo ritual produce básicamente dos cosas:


103

1. Un aumento de la cohesión social.

2. Una barrera de defensa contra la sociedad externa y

sus efectos desintegradores.

David Robichaux (1994) afirma: “ser indio significa

pertenecer a una comunidad con organización social

tradicional basada en el sistema de cargos” (Robichaux, 1994:

146). Así, ser de Amatlán implica participar del sistema que

produce la fiesta independientemente de otras categorías

enraizadas en concepciones europeas como geografía y sangre.

Sólo con el entendimiento de la pertenencia que se manifiesta

en el derecho o no a cultivar la tierra patronal es posible

una aproximación a lo que significa realmente pertenecer a

una comunidad en esta región de Mesoamérica.

Así, independientemente de los variados procesos de

modernización vividos en Amatlán, la continuidad del barrio

con el calpulli y la participación en el sistema de cargos es

un elemento definitorio –y definitivo- de la identidad en

Amatlán de Quetzalcóatl.
La fiesta de la patrona verifica y posibilita una

identidad que liga a los miembros de la organización social

con el barrio mismo y con otros pueblos de la región

produciendo así fronteras que los definen como únicos,

irrepetibles e independientes.

La fiesta de la patrona media entre uno y otro polos de

la República Mexicana: el polo del estado-nación mestizo y el

polo de sustratos prehispánicos.


104

El barrio, igual que las naciones modernas, se

identifica con una imagen que, en tanto que agente social,

aglutina todo aquello incorpóreo y conceptual que se

desprende de la negociación entre tradición y modernidad. Lo

que se supone que es la bandera para el mexicano,

efectivamente lo es la imagen de María Magdalena para la

gente del pueblo. El día del cumpleaños de la santa, la

veneran y la ponen al centro de la parroquia. Atrás de la

estatuilla, en los muros, sus estandartes flanquean los de

los pueblos que han venido a visitarla. Estas imágenes ligan

al aquí y ahora del barrio con un pasado y un futuro

idealizados de aspiraciones comunes.

La imagen de la patrona representa al pueblo en dos

sentidos: en un sentido legal de representación, la señala,

la simboliza y la significa. En un sentido todavía más

amplio, trae a presencia el todo inaprensible de lo que es el

pueblo, esa identidad colectiva e imaginada de la que habla

Anderson (1993) y que produce sin embargo actitudes concretas


de trabajo que demuestran lo que significa ser de Amatlán,

estar en Amatlán.

La imagen de la patrona está viva en el sentido de que

mueve a la gente a hacer cosas. Aglutina el inaprensible

conjunto de ideas y emociones de los habitantes del barrio en

torno a lo que éste ha sido, en torno a lo que éste debería

de ser. La estatuilla (o mejor: el concepto que representa la

estatuilla) trae a presencia visiblemente, el espacio (tierra

comunal) y el tiempo (calendario y fiesta) propios del


105

pueblo. Es en este espacio y este tiempo que la santa se

manifiesta en una celebración cuya organización ayuda a la

reproducción de una sociedad solidaria en la que los

habitantes del pueblo dan, reciben y devuelven bienes a

cambio de capital social: respeto, credibilidad para recibir

préstamos e incluso la capacidad de ser ayudado por la gente

económicamente en caso de crisis financiera. Para los

muchachos más jóvenes, dicho capital los vuelve

automáticamente “buenos partidos” para los miembros del sexo

opuesto. Todos estos bienes sociales giran en torno al último

inalienable: La tierra que, como ha dicho don Lázaro, sólo es

tierra de La Patrona.

Desde aquel 1928 en que Redfield escribió su texto sobre

el calpulli en la región del Tepoztlán, han llegado al barrio

nuevas formas de subsistencia e intercambio económico que se

suman a la economía tradicional. De unos veinticinco años

para acá ha adquirido una importancia cardinal el ingreso por

trabajo en casas de extranjeros y de gente que viene de


ciudades como Cuernavaca o el Distrito Federal. A dicho

ingreso, la gente de Amatlán suma la venta de artesanías y

otros objetos y servicios para turistas.

Particularmente importante es el dinero (calcularlo

sería objeto de un trabajo completo) proveniente de remesas

que envían emigrantes a Canadá o los Estados Unidos. Aún así,

la introducción de estas nuevas formas económicas no impiden

(o no han impedido) la reproducción de un festejo que es a un

tiempo tequitl, historia, reciprocidad y autonomía.


106

La “costumbre y la religión” de la que hablaba don

Eustaquio cuando le pregunté que por qué se venera a María

Magdalena y no a cualquier otra santa, regula la vida

cotidiana de todos los habitantes de esta comunidad. El

festejo trae a presencia la identificación de los individuos

concretos con una entidad abstracta, que a su vez remite a

una entidad concreta, esto es: los frutos de la tierra y del

trabajo del hombre.

Si la Semana Santa y la Navidad aglutinan a millones de

católicos en torno a la imagen de Cristo en todo el mundo, la

fiesta de Amatlán individua a sus habitantes en torno a otra

imagen religiosa que celebra la especificidad ahí donde la

imagen de Cristo celebra la universalidad del credo católico.

Dicho credo ha permitido sobrevivir a las antiguas formas del

calpulli que a su vez reproduce el dar, recibir y devolver en

el que el pueblo existe.

Si bien la gradual incorporación de México al

capitalismo ha homologado a Amatlán con millones de pueblos


en todo el mundo, también es cierto que el barrio continua su

lucha por subsistir en autonomía. Y se diferencia gracias a

un sistema sustentado en la idea de que la tierra no puede

alienarse del individuo: La tierra y el hombre son uno, un

hombre sin tierra es un alienado. Cuando un hombre, una mujer

o un niño dicen: “yo soy de Amatlán”, no significan que

nacieron en Amatlán, significan que participan de

organizaciones sociales emanadas de un de una forma ritual de

conceptuar el mundo y que los distingue claramente como


107

miembros de una nación donde la tierra es último inalienable.

Esta nación existe dentro de otra nación, tal vez imaginaria,

a la que llamamos República Mexicana, conglomerado de un

sinnúmero de otros inalienables que se concretan también en

símbolos señales y signos. Uno de ellos, tal vez el más

famoso, es la Virgen de Guadalupe. Hay otros: Zapata,

Cuauhtémoc, el águila que devora una serpiente o la serpiente

emplumada, esto es, el joven príncipe Quetzalcóatl.

En la organización de la fiesta de María Magdalena se

verifica la definición de Nación que, con base en las ideas

de Claudio Lomnitz, propongo en la introducción de este

trabajo: El barrio es Nación en la medida en que se encuentra

al centro de la discusión entre lo que es inalienable y lo

que es moderno. La gente en Amatlán puede ofrecer a la

patrona un festejo con música del Congo, los peregrinos

pueden llamar por celular para avisar que están cerca; los

muchachos pueden vestirse con jeans y tenis y bailar música

tecno. En la feria pueden venderse productos chinos o

coreanos y sin embargo el centro de la vida comunitaria sigue

siendo la organización del cumpleaños de una santa católica,

una fiesta que requiere de trabajo, reciprocidad y una noción

particular de historia común que posibilita a la gente

sentirse autónoma.

Y es esta autonomía también lo único que posibilita

buscar reunirse con un todo propio de México.

Así, la autonomía posibilita la continuidad entre el

pueblo y la nación, entre el centro y la periferia. Es aquí


108

donde cobra importancia la fiesta de Quetzalcóatl, porque a

todas luces se de una celebración que busca incrustar la

historia de Amatlán en la historia nacional.

Entre la festividad de Quetzalcóatl y la de María

Magdalena hay una sutil tensión que late entre dos ideas de

nación que, sin embargo, se complementan.

En Amatlán la dicotomía entre lo prehispánico y lo

mestizo se sustenta en ambas fiestas. Contrariamente a lo que

pudiera pensarse, la fiesta en honor de Quetzalcóatl es la

fiesta mestiza, producto de una serie de investigaciones que

tuvieron que ser oficializadas desde el centro de la

república. Se trata también de un intento de legitimar el

pasado indígena en Morelos. La fiesta del barrio es la

heredera de la organización tradicional del calpulli

prehispánico. Así, si la de Quetzalcóatl es una celebración

que busca unificar el pasado prehispánico comunitario con el

pasado nacional de todo México, la fiesta de la patrona tiene

características prehispánicas sin intención de exaltar dicho

pasado. El pasado que los relaciona con la tierra está vivo,

no es necesario reinventarlo.

La fiesta de Quetzalcóatl, busca incorporar al pueblo en

el anhelo de una etnia mestiza capaz de unificar al país,

como ha pretendido la oficialidad mexicana en distintos


1
momentos de su historia .

1
Vale la pena confrontar en este sentido las diferentes ideas en torno a lo que
se entiende por nación en México en Los grandes problemas nacionales de Andrés
Molina Enríquez (1909); Forjando Patria, de Manuel Gamio (1916); El proceso de
aculturación (1958) y Regiones de refugio (1967), de Gonzalo Aguirre Beltrán; De
eso que llaman antropología mexicana de Arturo Warman y otros (1970); La
109

Comunidades como Amatlán, se vuelven mestizas poco a

poco. El tránsito entre uno y otro polo no es un proceso

individual de aculturación. Se trata de un proceso grupal

alentado por el estado mexicano para ”desindianizar” al país

en la medida en que el adjetivo indígena se considera

sinónimo de falto de desarrollo, de bienestar económico, de

“incultura”.

El continuo entre lo indígena y lo mestizo y el tránsito

entre uno y otro polos consta de varias etapas: La primera es

la modernización.

Dicha modernización tiene dos caras 2 : no es lo mismo la

creación de un régimen que distingue lo público de lo privado

(modernidad) que un proceso de modernización basado en la

introducción de objetos de consumo de fabricación industrial

(refrigeradores, alimentos enlatados, ropa de marca,

etcétera), clases de español “correctamente hablado” y en

general, una transformación sustancial de la cultura material

suscitada por la introducción de trabajo asalariado.


Evidentemente la gente en Amatlán tiene que seguir trabajando

en ambos procesos; una modernización que alivie sus

condiciones materiales de existencia y que vaya de la mano de

un sistema moderno en que el pensamiento y la libertad de

antropología en México, de José Lameiras (1979); México profundo, una


civilización negada, de Guillermo Bonfil (1987) y Modernidad indiana, de Claudio
Lomnitz (1998).
2
Estas conclusiones las aporto con base en una serie de conversaciones que tuve
con el doctor David Robichaux a propósito de mi trabajo de campo y con base en su
texto “identidades cambiantes, ‘indios’ y ‘mestizos’ en el suroeste de Tlaxcala
(2005).
110

expresión esté libre de la “moralidad políticamente

reinante”. Se trata de procesos complementarios.

De acuerdo con Robichaux (2005) a la primera etapa de

modernización continúa una etapa de secularización que

consiste en la transformación de los sistemas de organización

social tradicionales (Robichaux, 2005: 64). Dicha

transformación se vive en Amatlán de dos formas: En primer

lugar en la ausencia de un “tata” capaz de ocupar el lugar

que ha dejado vacante don Felipe y en segundo lugar en la

secularización de la fiesta de María Magdalena que, de

acuerdo con los más religiosos de mis informantes, ha perdido

“su profundidad antigua”. Así, a la primera etapa de

modernización que comenzó con la construcción de la carretera

Tepoztlán-Amatlán en la década de los años 1970, se ha

seguido una etapa de secularización que ha permitido la

aparición de una fiesta como la de Quetzalcóatl, fiesta que

corresponde con un proceso de modernidad que permite ofrecer

a la gente manifestaciones artísticas e interpretaciones

históricas que no sólo no se contraponen sino que

complementan la “moralida políticamente reinante” que, en

Amatlán sigue siendo eminentemente católica.

En las comunidades que conservan una cultura con

sedimentos prehispánicos, los cargos civiles y religiosos

forman parte de una misma organización social en que la

última palabra la tienen los ancianos, los tatas, como don

Felipe Alvarado. La ausencia de un nuevo Tata es síntoma

claro del proceso de modernización.


111

Por otra parte, en las comunidades más cercanas al polo

mestizo la secularización produce que los cargos civiles y

religiosos tiendan a separarse. Dicha afirmación se verifica

en Amatlán: el mayordomo y sus encargados, así como el

ayudante del presidente municipal tienen funciones

perfectamente delimitadas. Si la fiesta de la Patrona es la

fiesta del mayordomo, la fiesta de Quetzalcóatl es la fiesta

del ayudante. De la comparación entre fiestas podemos

concluir también que Amatlán sigue estando más cercano al

polo indígena que al polo mestizo, al polo ritual y religioso

que al polo civil. Amatlán está todavía más cerca del

inalienable indígena que de la modernidad a la que aspira el

estado mexicano y sin embargo, la aparición de la fiesta de

Quetzalcóatl es un síntoma de que indígena-mestizo, secular-

civil, inalienable-moderno, no son dicotomías u oposiciones:

son continuos en los que las sociedades transitan (entre uno

y otro polos) a lo largo de muchas generaciones.

En Amatlán, las estructuras de organización social, el


sistema de cargos y la propiedad comunal de la tierra

continúan reproduciéndose en parte gracias al apoyo que la

población otorga a la fiesta de María Magdalena. El

entusiasmo por la fiesta de Quetzalcóatl es una tradición

inventada que parece haber perdido el esplendor que tuvo en

sus primeras emisiones. Como sea, se trata de un primer

síntoma de una secularización que, de darse completamente,

cambiaría por completo la organización social basada en el

sistema de cargos.
112

La perpetuación del sistema de cargos es un indicador de

formas comunitarias de organización social que permiten

definir lo que se entiende como nación y pertenencia en

comunidades que fueron República de indios (Robichaux, 2005:

65). Independientemente de que el adjetivo “indio” sea

utilizado por los maestros de primaria en Amatlán para

humillar a los alumnos, la organización social del pueblo

continúa teniendo raíces prehispánicas.

Entre la gente del pueblo es fácil ver que las familias

más próximas al polo mestizo se empeñan en hablar mejor el

español, se visten al modo que dicta la televisión, envían a

sus hijos a estudiar a Cuernavaca o a la ciudad de México.

Paradójicamente son estos (la familia de Felipe Alvarado, la

de don Lázaro) quienes promueven la celebración de la fiesta

de Quetzalcóatl en favor de una revalorización de la cultura

“indígena”.

Por su parte, la tradición inventada, en este caso la

fiesta de Quetzalcóatl, corresponde con un intento de Carmen


Cook y don Felipe Alvarado (que ha encontrado eco en otros)

por incorporar a la historia del pueblo en la historia

general de México. Don Felipe no sólo cuenta historias de

Quetzalcóatl, afirma también que aquí, en Amatlán nació la

vida, que aquí se casó Emiliano Zapata luego de haber hecho


3
creer al mundo que lo habían asesinado traidoramente . Aquí
apareció también una virgen en forma similar a La Guadalupana

y encontrarán la salvación –cuando se abra La Puerta- los

3
“Por un traidor tlaxcalteca”, afirma don Felipe indignado.
113

descendientes de los auténticos mexicanos. Todas estas ideas

son parte de un intento de incorporar la periferia al centro,

por hacer que el pueblo sea parte cabal, histórica de la

construcción de un estado-nación mexicano.

La tradición inventada es una “imposición de identidades

externas” (Good, 2003: 22) que busca producir una

“construcción cultural de lo nahua”, lo azteca en este caso,

que corresponde con un México imaginario en el sentido en que

lo entiende Guillermo Bonfil Batalla (1984) en su clásico de

la antropología nacional.

Dicho México imaginario habita más allá de la sensación

concreta de pertenencia que radica en aspectos sustantivos de

la cultura de la gente del pueblo y que gira en torno a

eventos concretos de su organización social. Es aquí donde

cobra importancia la existencia de dos formas de concebir a

México, cada una de ellas construida con base en muy

distintas nociones de lo que significa ser del pueblo, ser un

hombre, una mujer o un niño de Amatlán.


Las familias próximas al polo prehispánico se

identifican aquí cabalmente con la fiesta patronal de María

Magdalena. Es su fiesta, la de María Magdalena es la fiesta

de ellos, de la gente del barrio de Amatlán de Quetzalcóatl.


114

Epílogo

La última vez que fui a Amatlán para la celebración de la

fiesta de la patrona, don Felipe Alvarado había muerto.

Afuera de su casa encontré sobre la puerta un moño negro y un

letrero en náhuatl que antes no estaba: Tikieki Pahkayo

nenilstu ipan tolema nahuak: Queremos paz y vida en el mundo.

Aquí sigue la tienda de abarrotes Eben Ezor, el molino

de maíz y las tortillas a mano de doña Mary. Sigue junto a la

carretera la tienda de pan que atiende Atonatiuh (Miscelánea

Andrés); sigue el letrero que a la entrada del pueblo invita

a reflexionar sobre el hecho de que aquí nació Quetzalcóatl.

Aquí sigue la señora que vende elotes y la avecindada

francesa que vuelve de llevar a sus hijas a la escuela de

Cuernavaca. Aquí sigue una sociedad que transita entre el

polo prehispánico y el polo mestizo.

Para gente como Carmen Cook o don Felipe, lo inalienable


de Amatlán está en la “pureza” de lo náhualt, en la verdad

histórica de que aquí nació un príncipe que trajo paz y

civilización a Mesoamérica. Para otros, lo inalienable mismo

está en la tierra, en el misterio de que con todo y los

problemas económicos que aquejan al pueblo, la tierra de

todos siga dando de comer a su pueblo al tiempo que ofrece

mecanismos de cohesión y solidaridad entre sus miembros.


115

Lo inalienable en Amatlán está un poco en ambas cosas,

en la tierra sí, también en sus mitos, en las leyendas de

quienes afirman que en las montañas de esta pequeña comunidad

ha tenido origen no sólo la historia de México, la hisoria

del mundo: Aquí nació la vida, aquí nacieron el primer hombre

y la primera mujer, aquí Mixcóatl hizo el amor con Chimalma.

En estas montañas nació Quetzalcóatl, en ellas se escondió

Zapata, en ellas anduvo Lázaro Cárdenas y se aparece La

Virgen. La tierra concreta y el mito de Quetzalcóatl. La

verdad de la tradición de la patrona y las leyendas de

orgullo prehispánico.

De acuerdo con Good (2003), es en la dialéctica entre

las imposiciones hegemónicas y sus constantes reelaboraciones

nativas que se construye la concepción cultural de lo nahua

(Good, 2003:25). Si esto fuese así, es en la dialéctica entre

estas dos formas de ver el mundo, el mundo de Quetzalcóatl y

el mundo de La Patrona, que se construye la noción cultural

de lo que significa ser propio de Amatlán.


“Yo era ignorante, me dice don Lázaro, dicen que en

Cinteopan hay energía, pero todo está lleno de energía, es

la energía del pueblo mismo. Fíjese un día cómo baja esa

línea blanca de la montaña. Verá al príncipe Quetzalcóatl que

fecunda las tierras de la patrona”.


119

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