5 Gil BatallasdeMichoacan
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Agradecimientos
Prólogo
Introducción
Capítulo 1. Los orígenes
Capítulo 2. Una forma de vida en Michoacán
Capítulo 3. El modelo michoacano del crimen organizado
Capítulo 4. La familia michoacana
Capítulo 5. Los caballeros templarios
Capítulo 6. La narcopolítica
Capítulo 7. La guerra
Capítulo 8. El narcogobierno
Capítulo 9. Las autodefensas y la construcción de un nuevo estado
Capítulo 10. Las víctimas
Trabajos citados
Primera edición: febrero, 2015
D.R. © 2015, Comunicación e Información, S.A. de C.V.
Fresas 13, Colonia del Valle, delegación Benito Juárez,
C.P. 03100, México, D.F.
D. R. © José Gil Olmos Rodríguez
[email protected]
Foto portada: Enrique Castro Sánchez/Procesofoto
Diseño y formación: Juan Ricardo Robles de Haro
Coordinación editorial: Alejandro Pérez Utrera
Corrección de textos: Juan Carlos Ortega Prado
Queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por
cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía, el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares
de la misma mediante alquiler o préstamo públicos.
ISBN: 978-607-7876-11-3
Impreso en México / Printed in Mexico
Agradecimientos
Este libro, como muchas de las obras y acciones individuales, es producto
de un esfuerzo colectivo sin el cual no habría podido realizarse. Entre las
personas a quienes tengo que agradecer por su invaluable apoyo está
Francisco Castellanos, corresponsal de Proceso en Michoacán, quien me
compartió su profundo conocimiento del conflicto en su estado. También
doy gracias al director de dicha revista, Rafael Rodríguez Castañeda, por su
apoyo para realizar esta investigación periodística, que duró más de un año
en tierras michoacanas. De la misma manera agradezco al investigador
Salvador Maldonado por haber compartido sus fundamentales indagaciones
sobre la historia de Tierra Caliente.
Sobre todo doy las gracias a quienes me ayudaron desinteresadamente a
entender las múltiples historias que hay detrás del crimen organizado en
Michoacán y que reflejan el entramado que se ha tejido a lo largo de los
años en todo el país, donde el narcotráfico ha crecido tanto que se ha
convertido en gobierno.
Finalmente, a manera de homenaje, dedico este trabajo a la memoria de
las miles de víctimas de la violencia generada irresponsablemente por el
gobierno mexicano merced a la declaración de guerra contra el narco, con el
compromiso de que no habrá olvido hasta que tengan justicia.
Agradecimientos
Prólogo
Si algo caracteriza a José Gil Olmos, además de su larga y necesaria
trayectoria periodística, es que ha tenido el acierto de seguir muy de cerca
los dos grandes movimientos morales de los últimos 20 años en México: el
zapatismo –que nació en 1994 con el levantamiento del Ejército Zapatista
de Liberación Nacional (EZLN) en las montañas del sureste mexicano
como una respuesta a la ancestral opresión de los pueblos indios, a la
corrupción del Estado y a la violencia que se ahondaría con la apertura del
país al Tratado de Libre Comercio de América del Norte y a la llamada
economía neoliberal– y el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad
(MPJD), que en 2011, a raíz de la masacre de siete personas en Morelos,
comenzó a movilizarse por todo el país y Estados Unidos para visibilizar a
las víctimas de la violencia y buscar una ruta de justicia y de paz. Supongo
que buscaba en ellos un diagnóstico y una respuesta a la emergencia
nacional y a la tragedia humanitaria que desde entonces no ha dejado de
crecer y de hacerse más honda con la guerra contra el narcotráfico y la
solidificación del crimen organizado.
Recuerdo, en este sentido, que durante la caravana que el MPJD hizo a lo
largo de la frontera y de la costa este de Estados Unidos, Pepe, como le
llamamos los amigos, me dijo que quería escribir un libro sobre ambos
movimientos. No lo hizo. Nunca le pregunté el porqué. La respuesta, sin
embargo, me llegó cuando me pidió prologar el libro Batallas de
Michoacán. Autodefensas, el proyecto colombiano de Peña Nieto. Al leerlo,
me di cuenta de que José Gil no había escrito aquel libro, primero, porque
sabía que, a pesar del profundo trabajo que ambos movimientos habían
hecho por la justicia y la paz, la corrupción de las élites políticas no haría
nada por resolver el problema y la lucha para detener el horror continuaría
de otras maneras. Segundo, necesitaba saber con claridad lo que en el fondo
de la propuesta neoliberal –desde Carlos Salinas de Gortari, pasando por
Vicente Fox y Felipe Calderón, hasta Enrique Peña Nieto, que había
iniciado su administración tratando de borrar de la conciencia pública la
violencia y las víctimas, y haciendo los consensos para las reformas
estructurales– no sólo la había generado, sino exponenciado.
La respuesta llegó bajo la forma de un nuevo alzamiento. El 24 de
febrero de 2013, a inicios de la administración de Enrique Peña Nieto, en
Michoacán –el estado de la República Mexicana donde Felipe Calderón, al
comienzo de su mandato, en 2006, y vestido de militar, lanzó su guerra
contra el narcotráfico– un numeroso grupo de hombres armados apareció en
la región de Tierra Caliente. No eran, como los zapatistas y las policías
comunitarias, indios armados con escopetas, algunas armas de alto poder y
“rifles de palo”; mucho menos, como el MPJD, víctimas urbanas que,
apertrechadas con las enseñanzas de Gandhi, se habían puesto a desafiar al
crimen y al Estado. Eran rancheros –pequeños propietarios– equipados con
armas de asalto que, como muchas comunidades del país, habían sido
sometidos, mediante el terror, a la extorsión y el pago de piso, y que se
llamaban Autodefensas. Eran, también, la confirmación de lo que había
afirmado el MPJD a finales de 2011, en Xalapa, frente a las simulaciones,
corrupciones, traiciones y complicidades de los gobiernos con el poder del
dinero: “Seremos el último movimiento no violento que tenga el país”.
Inmediatamente, José Gil Olmos se trasladó allí y, al igual que lo hizo
con el zapatismo y el MPJD, acompañó, miró, indagó, entrevistó. Lo que
allí encontró no fue un movimiento puramente moral, como el del
zapatismo y el del MPJD, sino una estrategia de guerra diseñada por Óscar
Naranjo, el general colombiano que había enfrentado a los cárteles en su
país y a quien Enrique Peña Nieto, desde que era candidato a la Presidencia
de la República, había traído como su asesor en seguridad para fracturar,
utilizando gente vinculada con los cárteles, el inmenso poder que, en
connivencia con el Estado, habían adquirido Los Caballeros Templarios.
Esos grupos, con excepción, a lo que parece, del doctor José Manuel
Mireles –quien no dejó de denunciar, hasta su encarcelamiento, los vínculos
de muchos líderes de las Autodefensas con Los Caballeros Templarios y
funcionarios del gobierno, incluyendo al comisionado Alfredo Castillo,
enviado por Enrique Peña Nieto a pacificar la región–, hunden sus raíces en
las rutas del narcotráfico que se generaron, a causa de la miseria y del
abandono, durante la década de los cincuenta, en el reforzamiento y
multiplicación de los grupos delictivos bajo la política neoliberal del
salinismo y su reforma del artículo 27 constitucional y en los intrincados
vínculos que, a partir de entonces, fueron tejiendo con el Estado. En este
sentido, el nacimiento de las Autodefensas no es sólo el fruto de sectores de
la población indignados frente a la ausencia del Estado y los crímenes de
los cárteles. Es, sobre todo, el fruto de una estrategia de guerra diseñada no
para reconstruir el Estado de derecho –la lógica neoliberal, basada en la
maximización de los capitales, no conoce ni el derecho ni la ética política–,
sino para quitarle el mando político y comercial a Los Caballeros
Templarios que, a través del gobierno, controlaban la mayor parte de los
113 municipios de Michoacán. En la lógica de Enrique Peña Nieto, que es
la lógica del neoliberalismo y de una nueva forma de la dictadura, el Estado
–parece decirnos la larga, fascinante y aterradora investigación periodística
de José Gil Olmos– no sólo debe poseer el uso legítimo de la violencia –de
allí la transformación de las Autodefensas, cuando cumplieron su cometido,
en policías rurales, y el encarcelamiento de Mireles–, sino, por lo mismo, la
administración del crimen. Al Estado no le importa que quienes
conformaron las Autodefensas hayan sido templarios, narcotraficantes o
asesinos; no le importa tampoco que lo sigan siendo. Le importa, en
cambio, que el control y la administración de esas actividades los tenga él.
El dinero de los capitales legales o ilegales es, como el uso de la fuerza,
competencia exclusiva del Estado.
Batallas de Michoacán. Autodefensas, el proyecto colombiano de Peña
Nieto es así la historia de la violencia que en los últimos 20 años se ha
instalado en el país. Porque el micro contiene el macro, José Gil Olmos nos
revela la realidad del país al investigar y contarnos la génesis de las rutas de
las drogas en Michoacán, su reforzamiento y expansión a través de la
política neoliberal del salinismo y de las siguientes administraciones, el
surgimiento de La Familia Michoacana y, luego, de Los Caballeros
Templarios y de su cultura –una New Age criminal mezcla de autoayuda,
principios religiosos, contrainsurgencia paramilitar y guerrillera y
fanatismo–, la espantosa degradación del Estado que los protegió hasta
convertirlos en gobierno, y la estrategia de la administración de Peña Nieto
para recuperar la administración política y comercial del crimen. Nos revela
también, de alguna forma, las causas estructurales que generaron el
surgimiento del zapatismo, del MPJD y, recientemente, con la tragedia de
Ayotzinapa, las movilizaciones de miles de jóvenes, del hartazgo de la
nación y de las estrategias de control que ha comenzado a articular el
Estado utilizando la violencia de los mal llamados “anarquistas”. Nos
revela, por último, el absoluto fracaso del Estado, su articulación en una
dictadura de nuevo cuño y la necesidad de una refundación nacional.
Libro imprescindible para entender parte de la crisis civilizatoria en la
que estamos inmersos, Batallas de Michoacán. Autodefensas, el proyecto
colombiano de Peña Nieto, sienta las bases para que un día José Gil Olmos
escriba el libro del que en la caravana por Estados Unidos me habló. En
esos movimientos, que también acompañó e investigó a fondo, hay una
profunda respuesta al fracaso del Estado y su intento de rearticularse en una
dictadura basada en el dinero y la administración del crimen.
Javier Sicilia
Barranca de Acapantzingo, 6 de diciembre de 2014
Prólogo
El 24 de febrero de 2013 un numeroso grupo de hombres armados
apareció en la región de Tierra Caliente, Michoacán, declarándole la guerra
al crimen organizado. Parecía una escena sacada de la época revolucionaria,
pero ahora se trataba de rancheros que, durante años, habían sido sometidos
por Los Caballeros Templarios a un régimen de terror y miedo.
Aquellas personas se hacían llamar “Autodefensas”. Y, de pronto, se
convirtieron en referente del hartazgo social que existe en el país ante el
crecimiento incontrolable del narcotráfico y su cauda de violencia.
¿Pero quiénes eran esos rancheros que protestaban cargando rifles de alto
poder? ¿Quiénes los apoyaron con recursos económicos y armas? ¿Por qué
se expresaban en esta zona de Michoacán? ¿Qué historia hay en esa región
del país para que se diera el fenómeno de las autodefensas armadas? ¿Qué
hay detrás de estos hombres fuertemente armados que le hicieron el trabajo
sucio al gobierno y limpiaron el terreno de templarios?
En Michoacán, el narcotráfico y su evolución es un asunto complejo y
con una larga historia, en el que se entrecruzan muchos factores y actores
sociales, políticos, económicos y hasta culturales. En más de medio siglo,
este fenómeno se ha filtrado hasta las raíces de la sociedad y permeado en
la mayor parte de sus gobernantes, incluso de manera directa.
En dicha entidad casi todo mundo conoce a alguien que se ha dedicado a
este negocio –que empezó siendo un apoyo económico y devino el sustento
de todo el estado merced a los millones de dólares generados por el crimen
organizado convertido en gobierno.
Ante la pérdida de gobernabilidad y de una buena parte del control sobre
territorio michoacano, algo que preocupó a empresarios internacionales
interesados en invertir en un país estable, el gobierno de Enrique Peña Nieto
lanzó un plan secreto que cocinó por varios meses con su principal asesor
en materia de seguridad pública, el general colombiano Óscar Naranjo.
Se trataba de armar a numerosos civiles de la zona de Tierra Caliente que
ya estaban cansados del yugo de Los Caballeros Templarios. Se les daría
dinero y protección para que fueran ellos quienes combatieran a los
criminales en su propio terreno. Para esto hicieron un pacto con una banda
criminal enemiga de Los Templarios –encabezada por los hermanos Juan
José y Uriel Farías Álvarez–, que colaboraba con el Cártel Jalisco Nueva
Generación.
En noviembre de 2012, habitantes del pueblo de Tepalcatepec vieron al
general colombiano Óscar Naranjo llegar al salón Plaza para reunirse con
los Farías. Les ofreció su apoyo para los grupos de autodefensas ciudadanos
o policías comunitarios. Lo mismo ocurrió en el poblado de La Ruana por
esas mismas fechas.
Testigos señalan que el 24 de febrero de 2013, cuando las autodefensas se
dieron a conocer en las instalaciones de la Unión Ganadera de Tepalcatepec,
militares y familiares de los hermanos Farías repartieron armas y camisetas
a más de mil personas que ahí se reunieron. Ese día empezó una guerra
sórdida entre autodefensas y templarios que duraría hasta mayo de 2014,
cuando el gobierno de Peña Nieto convirtió a los insurgentes en Fuerza
Rural.
La estrategia peñista, además, daría lugar al nacimiento de un nuevo
grupo del crimen llamado El H3 o Tercera Hermandad, que significaba la
tercera generación de narcotraficantes michoacanos. Sus precedentes eran
La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios. Esta banda es el
nuevo amo de la delincuencia organizada en Michoacán, protegida por el
pacto que concretó con el gobierno de Enrique Peña Nieto y con el general
Naranjo, quien regresó a Colombia a inicios de 2014, una vez que su misión
había concluido. Quedarían fuera de este pacto algunos personajes como el
doctor José Manuel Mireles, quien se rebeló e intentó hacer de las
autodefensas el agente del cambio y de lucha contra el crimen organizado
en Michoacán y en todo el país. En castigo fue encarcelado en Sonora.
Estos elementos le dieron forma al escenario que en los últimos años
hemos presenciado en el sur de Michoacán y que es similar al de una
guerra, con pueblos y ciudades custodiadas por miles de militares y
soldados equipados con armas de alto calibre, cascos de acero, chalecos
antibalas, camionetas con metralletas en el techo o helicópteros artillados
sobrevolando territorios anegados por la violencia de los cárteles, que
también se enfrentaron a grupos de autodefensa y policías comunitarios
igualmente pertrechados.
Al momento de escribir este libro –mediados de 2014– en Michoacán
había por lo menos 12 organizaciones legales e ilegales fuertemente
armadas dispuestas a disparar en cualquier momento: las policías
comunitarias, las autodefensas ciudadanas, los grupos criminales La
Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios, Los Zetas, el Cártel
Jalisco Nueva Generación y el Cártel del Golfo, además del Ejército y las
policías estatal, municipal y federal.
Al observar con detenimiento el paisaje actual de Michoacán podríamos
decir que, en esta segunda década del siglo XXI, se desarrolló un conflicto
armado o una guerra no convencional, en la cual un ejército de 10 mil
militares y policías se enfrentó a diversos grupos armados. Se disputaron el
control de un territorio a costa de miles de víctimas civiles heridas, muertas,
desaparecidas y algunas comunidades desplazadas.
Además, si le damos un sentido histórico a lo que ha acontecido en esta
región del país, resalta de inmediato un aspecto de enorme impacto político
y social. Hace 200 años, en Apatzingán (el corazón de la Tierra Caliente),
los independentistas encabezados por José María Morelos y Pavón
promulgaron la Constitución de 1814, que delineó los primeros rasgos de lo
que sería el rostro del Estado mexicano.
Dos siglos después, en esa misma parte de México se expresa un nuevo
actor, un nuevo grupo de poder: el crimen organizado que tiene incidencia
directa en las decisiones de gobierno y en las funciones propias del Estado,
como son la seguridad, la justicia y el control del territorio, dándole un
nuevo perfil a este último.
Así, en medio de este conflicto armando, podemos apreciar con claridad
el evidente fracaso del Estado mexicano, que ha sido incapaz de dar
seguridad a la población de Michoacán y, al mismo tiempo, permitió la
formación de un Estado paralelo en un territorio donde el que gobierna es el
crimen organizado.
Desde 1989, con el nacimiento del PRD y el arranque del gobierno de
políticas neoliberales de Carlos Salinas de Gortari, Michoacán entró a una
etapa de continuos conflictos que han cobrado la vida de miles de civiles.
Pero la espiral de violencia se acrecentó desde 2006, con la declaración de
guerra al narcotráfico lanzada por Felipe Calderón: un fracaso que cimentó
las bases para la construcción de un reino de terror por parte de bandas
delincuenciales, que a su vez sometieron pueblos y ciudades enteras.
Es evidente que en esta región del país se fracturó el Estado y que de las
grietas emergieron dos grupos de narcotraficantes con un perfil distinto a
los que ya existían en México. Estos grupos tienen rasgos de secta religiosa,
un sentido de pertenencia regional y una organización de células estilo
paramilitar o guerrilla: se trata de La Familia Michoacana y Los Caballeros
Templarios. Al inicio surgieron como una especie de autodefensas, pues en
el discurso proponían a los ciudadanos darles la protección que el gobierno
no les garantizaba, a cambio de cuotas voluntarias que se convirtieron en
obligatorias: En la práctica se trataba de un impuesto cuyo incumplimiento
implicaba la muerte.
Con la presencia ominosa de estos grupos, en una década la vida cambió
para los michoacanos, que dejaron de salir en la noche y se fueron
acostumbrando a las extorsiones, secuestros, cobro de cuotas, ejecuciones,
desapariciones y amenazas de los delincuentes y sus aliados: los policías
estatales y municipales, ediles y legisladores, quienes se fundieron con las
bandas para establecer una amplia red de poder que traspasaba todas las
leyes.
De acuerdo con información del gobierno estatal, la entidad se la
disputan cinco grupos: Los Caballeros Templarios, La Familia Michoacana,
el Cártel Jalisco Nueva Generación, los hermanos Beltrán Leyva, Los Zetas
y el Cártel del Golfo.
Producto de la violencia generada por esta guerra entre las mafias del
narcotráfico, cada año se cometen 35 mil delitos del fuero común. Así, a
partir de 2013 y en 43 municipios surgieron grupos de autodefensa
ciudadana, policías comunitarias, rondas comunitarias y, en otros, 50
guardias blancas.
Todos estos grupos de autodefensa y bandas de delincuentes cuentan con
armas de alto poder a pesar de que el gobierno federal ha hecho varios
intentos para desarmarlos. De hecho, a principios de 2014 envió a 10 mil
policías y soldados como parte de un operativo de recuperación estatal.
La Familia Michoacana primero y luego Los Caballeros Templarios
resistieron los embates policiacos y militares y ensancharon su área de
influencia hacia otras actividades que resultaron ser mejor negocio que la
producción y venta de droga: las extorsiones, cobro de cuotas, secuestros,
venta de autos y negocios turbios con empresarios chinos. Todo, a través de
la violencia y el terror como los principales métodos de control social y de
mercado.
Según la información que se desprende de documentos requisados a Los
Caballeros Templarios y de declaraciones del exgobernador Fausto Vallejo
(PRI), así como de líderes de distintos sectores económicos, las ganancias
obtenidas por el crimen organizado entre 2012 y 2014 se estiman en 31 mil
460 millones de pesos por la vía de extorsiones a los mineros, productores
de aguacate, empresarios y comerciantes grandes, medianos y pequeños,
por “cuotas”, venta de drogas y secuestros.
Además de este auge económico, el crimen organizado michoacano se
convirtió en cogobierno desde principios de este siglo, controlando de
manera absoluta la mayor parte de los 113 municipios e infiltrándose en las
instituciones policiacas, municipales y de gobierno del estado.
En resumen, el crimen organizado levantó un imperio y una forma de
gobierno en Michoacán, haciendo realidad lo que tanto se temía, la
formación de un Estado y un gobierno-narco.
Los casos más evidentes de esto son la vinculación del exgobernador
interino Jesús Reyna (PRI) con Los Caballeros Templarios –que
supuestamente le dieron 300 millones de pesos para la campaña a la
gubernatura de Fausto Vallejo, que él coordinó en 2011– y también de
Rodrigo Vallejo, hijo del mencionado Fausto Vallejo. Desde 2008, Rodrigo
ya era jefe de plaza en Morelia para La Familia Michoacana y, luego, para
Los Caballeros Templarios.
Visto a la distancia, de nada sirvió que en 2006 el presidente Felipe
Calderón se hubiera vestido de casaca y quepis militar y, ante las tropas
militares destacamentadas en Apatzingán, lanzara una temeraria declaración
de guerra contra el narcotráfico. Envió a miles de soldados y policías que
no pudieron controlar a ninguna banda sino que, al contrario, avivaron el
avispero provocando más de 100 mil muertes, 26 mil desaparecidos y miles
de desplazados en todo el país a causa de la violencia en seis años, muchos
de ellos en Michoacán.
La misma táctica la siguió Enrique Peña Nieto desde que arribó al poder
en 2012. Generó el mismo tipo de violencia e inseguridad, lo que provocó
decenas de miles de muertes. En 2014 dio un giro y propuso una estrategia
que implicaba suplantar de manera ilegal el gobierno de Fausto Vallejo en
Michoacán. Para ello estableció una especie de virreinato bajo la tutela de
un “comisionado”, y en ese puesto colocó a Alfredo Castillo, uno de los
allegados a Peña Nieto desde que éste gobernaba el Estado de México.
El presente libro parte de un intento por responder preguntas elementales:
por qué surgió el fenómeno de las autodefensas y por qué en Tierra Caliente
y, al mismo tiempo, desbrozar el confuso panorama de Michoacán. Se
pretende dar algunos elementos para entender que se trata de una tierra
tradicionalmente productora de drogas (mariguana y opio), en la que ha
emergido un actor dentro de un escenario de por sí complejo: se trata de las
autodefensas ciudadanas, que llegaron a inspirar a pueblos y comunidades
de otros estados a tomar en sus manos las armas para protegerse y, en
algunos casos, establecer su propio sistema de justicia.
El objetivo es explicar los orígenes de este conflicto armado que, según
el investigador Salvador Maldonado Aranda, se encuentra en las políticas
neoliberales del expresidente Carlos Salinas de Gortari y en el fracaso de la
transición a la democracia de Vicente Fox y Felipe Calderón. (Maldonado
Aranda, 2012a) Se busca explicar por qué en Tierra Caliente se dio este
conflicto armado y por qué surgieron ahí los poderosos cárteles locales de la
droga que desafiaron las instituciones de gobierno y justicia, así como sus
némesis, las autodefensas auspiciadas por el gobierno federal a través del
general colombiano Óscar Naranjo, promotor de las autodefensas en su
país.
También trataremos de describir el impacto económico y social de este
conflicto, que ha generado un escenario similar al de una guerra y ha
afectado a la población de todo el estado. Finalmente habremos de dar
cuenta del surgimiento de los grupos de autodefensas ciudadanos, de la
participación del gobierno peñista a través del general Naranjo, quien a
pesar de haber dicho públicamente que estos grupos eran un “error y un
peligro social armado” participó en su formación y equipamiento, tal como
lo aseguran testigos que lo vieron en los pueblos de Tierra Caliente.
De esta manera habremos de contar las historias de los principales
personajes de esta imbricada historia, de las organizaciones criminales y
grupos armados que se disputan el territorio y de las erráticas estrategias
gubernamentales a través de entrevistas, reportajes y crónicas de los
pueblos sojuzgados por el crimen organizado y de los principales
acontecimientos que, en los últimos años, han dado lugar a una lucha sin
cuartel, a las batallas de Michoacán.
Introducción
El narcotráfico, una tradición familiar
Cuando los viejos michoacanos de Tierra Caliente se sientan en las tardes
y apaciguan el sopor de un día caluroso en los porches de sus casas, cuentan
que el origen del negocio del narcotráfico en su tierra se remonta a
mediados del siglo XX, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando en el
frente de batalla Estados Unidos necesitaba heroína para calmar el dolor de
sus miles de heridos o mutilados, y la mariguana para apaciguar el terror de
los soldados perdidos en el infierno de los enfrentamientos en Europa y
Asia.
Estas historias son tan familiares y populares que hasta en la cúpula
política se repiten las versiones de un acuerdo entre los gobiernos de
México y Estados Unidos para permitir el cultivo de la mariguana y la
“adormidera”, como se le llama a la goma de opio extraída del bulbo de la
flor de la amapola, con el objetivo de mandar cigarros ya forjados y la goma
preparada a los diferentes frentes de guerra.
Por ejemplo, la senadora Luisa María Calderón, hermana del
expresidente Felipe Calderón, dice que este negocio tiene como 60 años y
fue permitido y auspiciado por el gobierno mexicano en connivencia con
Washington.
“La historia se remonta a las guerras mundiales y a los contratos que
hacía Estados Unidos con el gobierno mexicano para poder asegurar (la
provisión de) amapola y mariguana. Hasta allá se remonta la historia, y
luego se desgaja de Sinaloa a Michoacán, donde se siembra desde hace
muchos años. Hay gente que dice que en la década de los cincuenta venía
un avión de Guadalajara, se suponía que traía zapatos, pero la gente
trabajaba haciendo churritos de droga, se supone que de mariguana.”
(Calderón Hinojosa, 2014)
Desde entonces muchas familias de Michoacán, principalmente del sur
del estado y de la zona de Tierra Caliente se han dedicado al cultivo,
transporte y comercialización de drogas hacia Estados Unidos. Esto ha
devenido una tradición y un ingreso regular. Pero este micronegocio “de
familia” se convirtió en un gran negocio nacional e internacional cuando se
le agregó, a finales del siglo XX, el tráfico de la cocaína proveniente de
Sudamérica, sobre todo de Colombia, junto con la producción de drogas
sintéticas, entre las que destacan las metanfetaminas provenientes de China
y que ingresan por el puerto de Lázaro Cárdenas.
Rancheros de Tierra Caliente recuerdan casi como una costumbre la
cosecha de mariguana y amapola en sus tierras. Uno de ellos, originario de
Tepalcatepec, participante de los grupos de autodefensa ciudadana,
comentaba que no hace mucho tiempo –antes del control de los grandes
cárteles– él sembraba y cosechaba mariguana en su rancho y la mandaba a
Estados Unidos por autobús de pasajeros:
“Yo no me metía con nadie, lo hacía sin ruido ni desmadre, sembraba en
mi rancho las matas y las ponía a secar para empaquetarlas. Luego las ponía
en autobús y mandaba a Tijuana unos 50 kilos al mes, allá los recibían y me
mandaban el dinero. Nadie sabía de esto, ese dinero me servía para
mantener mi rancho, las vacas, la siembra. Así lo hice por años, pero ahora
ya no se puede, los grandes se lo quedan todo.”
Luis Astorga, en su libro Drogas sin frontera. Los expedientes de una
guerra permanente (Astorga, 2001), indica que desde los años cincuenta,
precisamente en Tierra Caliente, ya se cultivaba mariguana y amapola. Cita
que un agente del Ministerio Público Federal de la región de Aguililla –
donde precisamente décadas después nació el primer gran grupo de
narcotraficantes, Los Valencia– asevera que, para esas fechas, los cultivos
tradicionales de frijol y maíz ya habían sido sustituidos por mariguana y
amapola.
El agente ministerial, dice Astorga, pidió al gobernador actuar, pero sin
involucrar a la Policía Judicial, porque era ineficaz y fomentaba el cultivo.
El gobernador de entonces (1950-1956) era Dámaso Cárdenas del Río,
hermano del general Lázaro Cárdenas, quien había gobernado el estado
anteriormente.
El mismo investigador menciona que, en agosto de 1959, el Ejército
decomisó 300 kilos de mariguana y el 29 del mismo mes detuvo a una
persona con 8.2 kilos de goma de opio.
De acuerdo con una copia ministerial enviada a la Procuraduría General
de la República (PGR), un agente del Ministerio Público federal solicitó
que mandaran agentes para investigar el hecho de que, que para esas fechas,
ya había 10 mil hectáreas sembradas de mariguana y se preparaban otras 3
mil para cultivar la amapola.
El investigador Salvador Maldonado señala que según fuentes históricas
del propio Ejército mexicano, la primera campaña contra el narcotráfico en
Michoacán fue en 1959, con el envío del Batallón 49 a cargo del
comandante Salvador Rangel, “cuya misión también fue contener la
oposición política del general (Lázaro) Cárdenas contra el gobierno de
Adolfo López Mateos”. (Maldonado Aranda, 2012a)
El mismo autor señala que es probable que, ya desde finales del siglo
XIX, haya habido cultivo de drogas en Michoacán a la par de la explotación
minera, “paliando extenuantes jornadas de trabajo y aislamiento”.
(Maldonado Aranda, 2010)
Como puede observarse, las raíces del narcotráfico en Michoacán son
profundas, se encuentran en las zonas rurales y tienen que ver con
cuestiones de pobreza, marginación, olvido y negligencia del Estado
mexicano.
No obstante, también se vinculan con grandes acuerdos comerciales
mantenidos con el gobierno de Estados Unidos, país que años después,
dirigido por el presidente Richard Nixon, inició el combate contra el tráfico
de estupefacientes en toda América Latina. Ese programa fue conocido
como Plan Cóndor, se basó en el Ejército y la policía que, en lugar de
disminuir la cosecha y comercialización de estupefacientes, generó más
violencia, inseguridad y muertes en la población civil, y facilitó el
surgimiento de poderosos cárteles desde tierra mapuche hasta el río Bravo,
con extensiones en Europa y Asia.
Estas razones de naturaleza militar y política son las que motivan que en
Michoacán –sobre todo en la Tierra Caliente, cuyo centro de actividad
social, política y económica es Apatzingán–, haya surgido el narcotráfico,
se formaran bandas locales del crimen organizado y, posteriormente, se
desarrollaran los grupos de autodefensa ciudadana como expresión de
hartazgo social ante la ausencia del Estado mexicano, que cedió territorio y
gobierno por más de una década a La Familia Michoacana y Los Caballeros
Templarios.
Si bien encontramos registros documentados de que, a mediados del siglo
pasado el narcotráfico sienta sus bases sobre todo en el sur de Michoacán,
es a partir de la década de los setenta cuando este incipiente negocio
familiar se transforma en una industria de dinero y poder y su influencia
alcanza la zona templada de Uruapan, así como gran parte de la sierra de
Michoacán y Jalisco.
El doctor en antropología Salvador Maldonado, que lleva 15 años
estudiando la historia de Tierra Caliente, señala al respecto: “En el
transcurso de los años setenta llega a esta zona la semilla de mariguana, que
empieza a ser cultivada por unos cuantos de los más atrevidos, y su cultivo
se expande al mismo tiempo que los desmontes para producir maíz se
reducen. La zona templada de Uruapan se consolidó como la principal
productora de aguacate para el mercado estadunidense y más tarde para el
europeo. Se dice que se invirtieron grandes capitales ilegales en fincas
aguacateras, pero también que gente de la región Sierra se desplazó hacia
esta zona para protegerse de la violencia”. (Maldonado Aranda, 2012a)
En boletines militares de la zona de Apatzingán que consultó Maldonado
se lee que “durante el boom de la droga de los años setenta, el Ejército
destruyó 374 hectáreas de amapola, cerca de 200 de mariguana e
innumerables plantíos, además de la intercepción de droga en la zona sur.
Para los setenta, las cifras oficiales señalan un elevado porcentaje de
destrucción y aseguramiento de droga. Por ejemplo, se destruyeron 13
millones y medio de plantas de amapola, más de 30 hectáreas y alrededor
de 2 mil plantíos de amapola, varios kilos de opio y heroína y casi una
tonelada de semilla. En cuanto a la mariguana, se destruyó una y media
toneladas listas para el consumo, 550 hectáreas cultivadas,
aproximadamente 500 plantíos y 95 toneladas de semilla, entre las cifras
más importantes”. (Maldonado Aranda, 2012a)
El negocio del cultivo y comercialización de estos dos enervantes creció
de manera extraordinaria en esta época, cuando en México había una crisis
económica y en Estados Unidos comenzaba a crearse un gran mercado del
consumo de drogas en los años de la revolución cultural, del
existencialismo y nihilismo, en la llamada “era de Acuario”, en la cual
miles de jóvenes se rebelan contra el establishment o el statu quo, contra la
autoridad de los padres y los maestros, y se lanzan al individualismo, la
sicodelia y los estupefacientes naturales y sintéticos como nunca antes en la
historia de los imperios.
En los años ochenta, en Michoacán se duplicó el cultivo y tráfico de
drogas. La heroína comenzó a sustituir a la mariguana en el comercio
internacional. Así, se eleva el precio de la adormidera.
Maldonado cita al respecto: “La información disponible sugiere una
expansión acelerada del narcotráfico en el sur de Michoacán durante la
‘década perdida’. No obstante las cuestionables cifras del gobierno estatal,
podemos observar algunas tendencias significativas. Entre los setenta y
ochenta hay un aumento importante, más del doble, en el cultivo y tráfico
de las drogas. En los ochenta el cultivo de amapola va sustituyendo al de la
mariguana. El cultivo se realiza en extensiones más pequeñas de tierra y en
recónditos lugares en vez de hacerlo en terrenos planos, como se hacía en
años pasados. Por ejemplo, durante toda la década la destrucción del
número de amapola y mariguana disminuyó en relación con el número de
plantíos: hubo cerca de dos mil hectáreas destruidas por aproximadamente
22 mil plantíos, fundamentalmente de mariguana. Otro indicador
significativo es el aumento de los decomisos, con un total de 17 toneladas
de mariguana y unos kilos de opio y heroína. Los plantíos se ubican en las
laderas de los cerros alejados de las vías de comunicación y de la vigilancia
policial, lo cual también significa que ya no son únicamente familias
rancheras las que cultivan o procesan la droga, sino hombres solos, jóvenes
o nuevos colonos que ingresan a la sierra en busca de trabajo. Son quienes
se convierten más tarde en sicarios”. (Maldonado Aranda, 2012a)
Según la información del gobierno del estado, mientras que en toda la
década de los setenta se destruyeron 30 hectáreas de amapola y mil 725
plantíos, sólo en 1985 se devastaron 43 hectáreas de amapola y mil 485
plantíos de la misma droga.
Lo que por 30 años fue una salida a la precaria economía familiar, para la
década de los ochenta se transformó en un gran negocio con ganancias
multimillonarias. Una nueva etapa se iniciaba a partir de las reformas
constitucionales empujadas por el presidente Carlos Salinas de Gortari, que
permitieron la privatización del ejido y la apertura a los mercados
extranjeros, que rompieron las cadenas locales de producción agrícola. La
política económica salinista le dio una nueva fisonomía al narcotráfico.
Aparecieron los brokers de la droga, y los campesinos y rancheros de
Michoacán rentaron sus tierras y mano de obra a los nuevos empresarios:
los cárteles del narcotráfico. Empezó la violencia.
El fracaso de la transición
Para explicar el auge del narcotráfico en Michoacán, Salvador Maldonado
asegura que las políticas de ajuste estructural y la reestructuración
económica, política y social contribuyeron a configurar un mercado exitoso
de ilegalidades, sobre todo en las drogas.
En su ensayo señala que en las transformaciones neoliberales del Estado
relacionadas con cuestiones de seguridad, corrupción y protección política,
“la violencia forma parte de un fenómeno más global, que tiene que ver con
la desregulación económica y los cambios en los mercados informales
ilegales-criminales y el mercado político. En tanto que la acumulación
social de la violencia involucra la existencia de dos mercados: uno que
realiza transacciones de mercancías económicas ilícitas y otro que, imitando
al primero, produce y trafica con mercaderías políticas, como el
clientelismo y la corrupción. Es el desequilibrio o la competencia por estos
mercados y su eventual regulación lo que provoca una lucha por realizarla
sobre la base del Estado”. (Maldonado Aranda, 2012a)
Estos dos aspectos, dice Maldonado, sitúan la emergencia del
narcotráfico en un contexto de desmantelamiento del Estado y de
desregulación económica y política con impactos severos en regiones
tradicionalmente productoras de drogas, como la Tierra Caliente
michoacana, una región “donde emergió un poderoso narcotráfico regional
que ha desafiado a las instituciones”.
Sin embargo, a la hipótesis de Salvador Maldonado de que el incremento
del narcotráfico en Michoacán tiene raíces económicas y neoliberales, hay
que agregarle las causas políticas que incidieron en este proceso de
descomposición de la clase gobernante y que, de alguna manera, explican la
infiltración y el crecimiento de las agrupaciones criminales locales como La
Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios, que llegaron a
convertirse en gobierno en al menos un tercio del territorio michoacano,
principalmente en Tierra Caliente.
Estas causas tienen que ver con el fracaso de la transición democrática
que el PAN no supo concretar a escala nacional ni el PRD en Michoacán.
Esto originó grietas y fracturas en las estructuras del gobierno, por las
cuales se colaron otros grupos de poder, en este caso, el crimen organizado.
Una de las ideas que se han desarrollado luego de la decepción del PAN
tras 12 años en la Presidencia de la República es que el fracaso de la
transición a la democracia en México trajo consigo la formación de vacíos
de poder que fueron llenados por dos grupos poderosos: los medios de
comunicación –en específico las principales televisoras, Televisa y TV
Azteca, que crearon la mediocracia o telecracia– y los grupos del crimen
organizado que, como en el caso de Michoacán, han sido capaces de
desestabilizar instituciones y establecer un Estado paralelo al Estado
mexicano, creando una forma de gobierno basada en el terror y el miedo.
Esta última tesis –la del aprovechamiento del fracaso en la transición a la
democracia por parte del crimen organizado– también explica, en parte, lo
que ocurrió en algunos países de Europa del Este, que después de salir del
yugo hegemónico de la Unión Soviética, a partir de 1989, fracasaron en sus
cambios democráticos y cayeron en manos del crimen organizado que,
junto con el mexicano e italiano, es ahora uno de los más poderosos del
mundo.
Para el caso de México, esta idea que planteo presupone que, cuando el
PRI perdió la Presidencia de la República tras siete décadas de dominio casi
hegemónico, se formaron huecos o vacíos en el sistema de alianzas que
integraba el gobierno priista con diversos grupos de poder muy fuertes –
sindicatos, empresarios de medios de comunicación, narcotraficantes, entre
otros–, que fueron desatendidos por el PAN con Vicente Fox a la cabeza.
No hubo una transición democrática en México, sino que todo se quedó
en un simple cambio de partido en la Presidencia, con renovación de pactos
políticos y electorales entre las cúpulas de los partidos y líderes sindicales,
como fue el caso del magisterio con Elba Esther Gordillo, pero sin atender
las transformaciones que exigía la sociedad en salud, educación, justicia,
seguridad, vivienda y mercado laboral, esencialmente.
En esta mudanza de poderes también se perdieron los controles y pactos
con los diversos grupos del narcotráfico, a través de los cuales se mantenía
la paz y gobernabilidad que hoy están en entredicho en varios estados y
regiones del país –donde se han creado verdaderos “Estados de emergencia”
o “Estados de excepción”, como es el caso de Michoacán.
Esa “dictadura perfecta” de la que hablaba el escritor peruano Mario
Vargas Llosa en realidad no lo era tanto, sino más bien se trataba de una
estructura de poder porosa y débil en muchas partes, donde los cacicazgos
regionales eran más fuertes, los empresarios mantenían sus cuotas, lo
mismo que los líderes sindicales, líderes políticos, el narcotráfico y
gobernadores.
Es por eso que cuando el PRI perdió la Presidencia de la República lo
que emergió fue el poder de los gobernadores, que se comportan como
virreyes dentro de su estado, y el de cárteles y agrupaciones criminales, que
se funden con los grupos políticos convirtiéndose en expresiones de
gobierno.
A través de esa porosidad se coló el poder de los distintos grupos del
crimen organizado, que durante la etapa priista crecieron y se desarrollaron
hasta llegar a los niveles de mayor fuerza con los gobiernos de Fox y
Calderón. No debe sorprender entonces que en los estados donde gobierna
el PRI sea donde más se desarrollaron las bandas criminales: Veracruz,
Tamaulipas, Chihuahua, Durango, Estado de México, Nuevo León y
Coahuila.
También fueron duramente golpeados Morelos, Oaxaca, Guerrero y
Michoacán, que en apariencia fueron gobernados por la oposición (PRD y
PAN) pero que en esencia mantuvieron las estructuras heredadas por el PRI.
Habría que añadir a este panorama otro elemento que también ha tenido
incidencia en la consolidación del crimen organizado y en el estancamiento
de los aparatos de justicia y seguridad nacionales.
Lo que al parecer también impulsó el poder del crimen organizado en
estos últimos años –sobre todo desde 2000, cuando Vicente Fox ganó la
Presidencia– fue que en esta supuesta transición no se tocó el sistema de
justicia y el aparato de seguridad nacional, lo que creó un espacio de
impunidad y corrupción que abonó al rápido crecimiento de los grupos del
crimen organizado en todo el país, sobre todo en estados como Michoacán.
Los aparatos de seguridad nacional tradicionales, como fue la Dirección
General de Seguridad, corrompida por el narcotráfico desde los setenta,
fueron desarticulados y en su lugar se creó el Centro de Investigación y
Seguridad Nacional (Cisen) que, al igual que con los priistas, fue utilizado
por Fox no para proveer seguridad sino como un instrumento de espionaje
político.
En tanto, el resto del aparato de seguridad nacional fue puesto en manos
de las fuerzas armadas para enfrentar el crimen organizado y la disidencia
social, representada por los grupos guerrilleros y movimientos populares
considerados subversivos.
Siguiendo la política de prohibición dictada por Estados Unidos desde el
tiempo de Richard Nixon, que implicaba el uso de la fuerza militar y
policiaca para enfrentar el narcotráfico, los gobiernos de Fox, Calderón y
ahora del priista Enrique Peña Nieto no limpiaron ni modernizaron los
sistemas de justicia y de seguridad, y tampoco elevaron el gasto social en
las zonas de mayor impacto del narcotráfico, sino que se centraron
excesivamente en invertir en la estructura castrense.
Así, mientras que en 2006 el gasto militar en México era de 44 mil 496
millones de pesos, un año después creció a 52 mil 235 millones; luego a 54
mil 977 millones, y en 2009 llegó al tope de 64 mil 348 millones de pesos.
En contraste, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y
Geografía, mientras que en 2006 la pobreza afectaba a 42.6% de los
mexicanos, en 2008 alcanza a 47.4%, tanto en el medio rural como en el
urbano.
A pesar de esto, sólo para 2014 el Congreso de la Unión autorizó 60 mil
810 millones 570 mil 686 pesos para gasto militar, en detrimento de la
inversión social.
La idea consustancial de esta estrategia es que mientras el Estado ejerza
mayores controles en la producción y consumo de las drogas, merced al uso
de la fuerza pública (policías y militares), la demanda disminuirá
automáticamente. Esta tesis, sin embargo, ya mostró su fracaso desde 1929,
cuando el gobierno de Estados Unidos prohibió el alcohol y el tabaco. Esto
sólo generó más violencia, más consumo, corrupción y la formación y
proliferación de las mafias.
El caso es que con el fracaso de la transición, la crisis en el aparato de
seguridad y la estrategia militar y policiaca impuesta desde Washington
basada en la política de prohibición, el gobierno mexicano enfrentó a las
bandas del crimen organizado y provocó un efecto contrario al deseado,
pues no las debilitó ni las desapareció, sino que abonó a su expansión
dentro y fuera del país. Al mismo tiempo multiplicó el número de grupos
criminales y los hechos delictivos, con la consecuencia de decenas de miles
de muertos y desaparecidos desde 2006, cuando Felipe Calderón lanzó su
guerra al narcotráfico con la llamada Operación Conjunta Michoacán.
Inicialmente le destinó un presupuesto de mil 600 millones de pesos y
destacamentó a 7 mil soldados y policías en la entidad.
Sólo para sopesar el número de víctimas: desde la guerra cristera de 1926
y 1929, cuando según cifras extraoficiales murieron 150 mil mexicanos, no
se tenía un número tan alto de víctimas en el país en un periodo tan corto de
tiempo. Se estima que en la actual guerra, de 2006 a 2014, ha habido 120
mil muertos y 50 mil desaparecidos. Esta cifra resulta más preocupante si la
comparamos con los 15 mil muertos que dejó la dictadura chilena de
Augusto Pinochet, y la argentina de los años setenta, con 30 mil muertos y
desaparecidos.
La grave situación en Michoacán es producto también de la
descomposición política y social que se alcanzó en la última década y de la
profunda crisis del Estado mexicano –en particular Michoacán–, pues la
propia entidad vivió su propio proceso de fracaso de transición democrática,
que igualmente fomentó la aparición de La Familia Michoacana y Los
Caballeros Templarios. Estas bandas se infiltraron hasta lo más profundo de
las estructuras de gobierno, cooptando incluso al exgobernador interino
Jesús Reyna, preso por sus vínculos con Servando Gómez La Tuta, líder de
los Templarios.
Después de haber sido gobernado por el PRI desde la fundación de ese
partido, en 2002 y por primera vez arribó al gobierno del estado Lázaro
Cárdenas Batel, un político que no era del PRI aunque su abuelo Lázaro
Cárdenas del Río; su padre, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, y su tío
Dámaso Cárdenas del Río fueron gobernadores priistas.
Lázaro Cárdenas Batel, propuesto por el PRD, gobernó Michoacán de
2002 a 2008, y de acuerdo con políticos michoacanos con él empezaron a
formarse y fortalecerse grupos criminales locales como La Empresa y La
Familia Michoacana. Luego siguió otro gobierno perredista, encabezado
por Leonel Godoy, que sólo gobernó cuatro años –de 2008 a 2012. En ese
lapso surgieron Los Caballeros Templarios.
El cambio de partido en el gobierno no tuvo consecuencias democráticas
y menos en los cacicazgos formados por décadas en las zonas de Tierra
Caliente, Costa y Meseta Purépecha. Durante esa década los dos
gobernadores surgidos del PRD no tocaron los poderes caciquiles, que se
mantuvieron y mezclaron con el crimen organizado. Las bandas sentaron
sus reales y se robustecieron hasta el grado de imponer presidentes
municipales, jefes de policía y legisladores, e impulsaron la campaña del
exgobernador priista Fausto Vallejo –que se separó del cargo por “motivos
de salud”.
Rebasados por estos poderes, Lázaro Cárdenas Batel y Leonel Godoy
pidieron al presidente Felipe Calderón que interviniera con el Ejército en
Michoacán. Tras el ataque del 15 de septiembre de 2008, cuando
supuestamente Los Caballeros Templarios hicieron estallar unas granadas
de fragmentación entre la gente que había asistido a la celebración de la
Independencia, en Morelia, la militarización se acrecentó. Después, con el
famoso Michoacanazo, del que hablaremos más adelante, se trató de dar un
golpe político al perredismo michoacano para allanarle el camino a la
gubernatura a la panista Luisa María Calderón Cocoa, hermana del primer
mandatario.
La militarización de Michoacán –sin resultados positivos– se dio
precisamente durante las administraciones perredistas y, especialmente, con
Leonel Godoy. En su cuatrienio el cártel de Los Caballeros Templarios se
infiltró hasta lo más profundo de las estructuras del gobierno y de las
familias de la clase política. El ejemplo más claro es el de Julio César
Godoy Toscano, medio hermano del entonces gobernador perredista, quien
fue desaforado como diputado federal, acusado de ser parte de este grupo
comandado por La Tuta y El Chayo.
La fragilidad del andamiaje político y de gobierno de Michoacán en los
últimos 25 años, con el fracaso de la transición democrática tanto a nivel
federal como estatal, aunada a la alta corrupción de la clase política
michoacana y a las reformas neoliberales que comenta el investigador
Salvador Maldonado dio lugar al auge y fortalecimiento del crimen
organizado en la entidad, sobre todo en Tierra Caliente.
CAPÍTULO 1. LOS ORÍGENES
CAPÍTULO 2.
UNA FORMA DE VIDA EN
MICHOACÁN
Tierra Caliente
Para el historiador José Luis González y González la región de Tierra
Caliente “es un país tropical, un medio de mala reputación, distante de las
rutas máximas del tráfico mercantil. Está fuera de camino”. (González y
González, 2001)
Por siglos esta región del país fue inhóspita e inaccesible por su difícil
situación geográfica, poblada de serranías y barrancas que impedían la
construcción de buenos caminos. A esto se sumó el desinterés
gubernamental para impulsar su desarrollo. “Por su débil situación respecto
de las veredas del hombre, se le estampó el epíteto culto de Última Tule y el
apodo de fondillo del mundo”, señala José Luis González, quien recuerda
que incluso se le llegó a catalogar como “un estuche de horrores”.
Tal era el abandono de la zona que, según un “inspector” que visitó la
zona en el siglo XVIII, los calentanos eran considerados “obtusos,
inquietos, insubordinados, ebrios, traidores, holgazanes, inclinados a la
lujuria desenfrenada, tahúres, ignorantes y supersticiosos”. (González y
González, 1991)
No es casual que este rincón abandonado fuera el refugio de los rebeldes
desde hace siglos. Hace 200 años, en 1814, el general José María Morelos y
Pavón decretó la Constitución de Apatzingán configurando el perfil
soberano de México. Durante la guerra de Independencia y en los tiempos
posteriores, la región fue refugio de los ejércitos rebeldes y sus caudillos.
Morelos incluso celebró misas en las iglesias de algunos pueblos como
Nuevo Urecho, donde en la plaza hay una imagen del llamado Siervo de la
Nación. Los habitantes dieron acogida y alimentos a los alzados,
construyendo un perfil social de rebeldía.
Pero dada su lejanía, difícil acceso y abandono por parte del gobierno
central, también se convirtió en refugio de los bandidos de aquella época y
de la actual.
El investigador Salvador Maldonado cita al respecto: “En parte, caciques
y hacendados ejercieron su dominio utilizando ejércitos particulares contra
la rebelión y los asaltos, y contra la intervención del centro político
nacional. Así es como surgieron soberanías paralelas, pues nada menos que
una gran parte del territorio del sur estaba controlada por cinco haciendas
hacia el siglo XIX. Fuentes históricas señalan que es muy probable que
durante ese tiempo se haya generalizado el cultivo de droga junto con la
explotación minera, paliando las extenuantes jornadas de trabajo y
aislamiento. Con todo, la región fue terreno fértil para todo tipo de
comercio ilegal de madera, tabaco, animales, armas y drogas”. (Maldonado
Aranda, 2012b)
Tierra Caliente comprende los municipios de Tepalcatepec, Buenavista,
Apatzingán, Aguililla, Arteaga, Coalcomán y Felipe Carrillo Puerto,
conocido como La Ruana. Está rodeada por la Sierra de Jalisco y
Michoacán, la Meseta Purépecha y la Sierra Madre del Sur, y colinda con
los estados de Jalisco y Colima al norte, y al sur con Guerrero. Tiene
caminos que la comunican con la costa, principalmente con el puerto de
Lázaro Cárdenas.
Toca tres estados: Michoacán, Estado de México y Guerrero. En esta
región se han creado zonas dominadas completamente por el crimen
organizado, por lo que se le ha llamado “pequeño triángulo dorado”, en
alusión al gran triángulo dorado del narco mexicano, formado en la serranía
que hay entre Sonora, Durango y Sinaloa.
Maldonado señala: “La reputación de la región como una zona periférica,
malsana, indomable e indolente siguió reproduciéndose hasta principios de
siglo XX. Sin embargo, dicha reputación volvió a adquirir predominio
público con la emergencia de una zona narcotizada y, en los últimos años,
por ser presa de una gran violencia en todos los niveles y desde todas las
trincheras. Hacia mediados de siglo XX, el narcotráfico comienza a
dominar gran parte de la economía y probablemente la política regional,
generando una de las transformaciones más significativas a nivel
económico, político y espacial.
“La Tierra Caliente, situada a unos 400 metros sobre el nivel del mar, se
especializa en la producción agrícola nacional e internacional, cuya ciudad
más importante, Apatzingán, alberga las principales oficinas de gobierno,
agroempresas y residencias de los ricos empresarios, ejidatarios y
narcotraficantes. Como esta franja bordea la Sierra Madre del Sur, muchas
localidades se convirtieron en narcopueblos cada vez más peligrosos y
situados al margen del Estado”. (Maldonado Aranda, 2012b)
Zona estratégica
Como podemos ver, el sur de Michoacán es considerado una región
estratégica para todos los cárteles de la droga, porque presenta las
condiciones idóneas para el trasiego de cocaína y metanfetaminas, para la
producción de mariguana y goma de opio, así como por su riqueza en
minerales y productos agrícolas como el aguacate, que algunos llaman “el
oro verde”.
Dada la geografía de Tierra Caliente y con base en los operativos
realizados por la PGR y el Ejército, se sabe que los narcotraficantes
michoacanos cuentan con varias rutas para mover los enervantes. Para
llegar al mar la droga se lleva a través del río Coalcomán y de ahí es
trasladada hasta el Pacífico, a Punta Tejuapan o a San Juan de Alima y
trasladada a Colima –a El Paraíso o La Mascota. Se sube a un avión y
finalmente se entrega en Estados Unidos, bien en California o en Arizona.
En todo el sur michoacano, desde Huetamo hasta Pihuamo, hay decenas
de pistas de aterrizaje; varias de ellas han sido detectadas y desmanteladas,
pero otras siguen operando.
Hay elementos de investigación que hacen suponer que la droga también
es trasladada por carretera a través de Guanajuato. En 1999 había dos rutas
seguidas por los traficantes de opiáceos michoacanos: rumbo a San Luis
Potosí y Monterrey, para alcanzar, a la postre, Miami, o llegar a la sede del
Cártel del Golfo en Matamoros y Laredo y enfilar a Texas, Illinois y
Michigan, donde existe el mercado de consumidores más rico del planeta.
Por esto, a partir de la década de los noventa y del 2000, Michoacán se
convirtió en un jugoso pastel para los cárteles de las drogas. Cada cual tiene
su suculenta tajada, pero los predominantes son los grupos locales. A la
cabeza están Los Caballeros Templarios, fundados por Nazario Moreno El
Chayo o El Doctor.
Además de las rutas terrestres están las marítimas. Información oficial
consigna que de La Tupitina, entre los municipios de Lázaro Cárdenas y
Aquila, han salido submarinos cargados con cocaína, así como lanchas con
doble motor fuera de borda. Se dirigen hacia La Paz, Baja California Sur,
según relatan fuentes de la Secretaría de Marina. Hoy, La Tupitina es una
base de la Armada de México.
Michoacán produce, en la Sierra Madre Sur-Occidental, la Costa y Tierra
Caliente, drogas sintéticas como efedrina, crystal y crack –el que dicen se
inventó en la tierra de Los Templaros, Apatzingán, según fuentes de
inteligencia.
En Aguililla, Coalcomán, Aquila, Chinicuila, Coahuayana, Tepalcatepec
y Sierra de Tumbiscatío se produce amapola.
Reportes de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) indican que
tropas de la 21 y 43 zonas militares detectaron y destruyeron decenas de
laboratorios clandestinos de heroína (o chiva), lo que ubica a la entidad en
primer lugar en cantidad de narcolaboratorios, arriba de Jalisco y Sinaloa,
según informó la PGR en un informe del 28 de febrero de 2013.
Uno de los casos más trascendentes sucedió el jueves 25 de octubre de
2012, cuando soldados del 12° Batallón de Infantería de la 21 Zona Militar
hallaron y destruyeron una millonaria fábrica de crystal. Allí se aseguraron
tres toneladas del enervante, cuyo valor en el mercado habría sido de unos
300 millones de pesos. La narcococina estaba oculta en la serranía del
poblado Piedras de Lumbre, en el municipio de Morelia.
Datos de la 21 Zona Militar indican que en 2012 se echaron abajo 21
narcolaboratorios, se incautaron mil 500 kilos de “afa”, que es la sustancia
precursora del crystal; 60 mil litros de otras sustancias químicas, 14 kilos de
agentes químicos y cinco mil 845 kilos de crystal, lo que representó una
merma para el crimen de más de un billón 461 millones 250 mil pesos, ya
que el kilo de este narcótico cuesta alrededor de 250 mil pesos.
Fuentes cercanas a la milicia revelaron que la mayoría de las “cocinas”
halladas en Michoacán han sido de tamaño mediano. La más grande fue la
destruida en Piedras de Lumbre. Estos centros se ubican principalmente en
zonas boscosas y de difícil acceso, y la región preferida por los maleantes
para instalarlas es la Meseta Purépecha.
Un mando militar comentó que los productores instalan las narcococinas
en sitios boscosos para evitar que sean detectadas por los patrullajes aéreos
del Ejército, y lejos de centros poblacionales para que el fuerte olor no las
delate.
Los “cocineros” provienen de lugares diferentes a donde se instala el
“centro de fabricación”, trabajan sólo una vez cada mes para no llamar la
atención y pernoctan en los narcolaboratorios. Además, su expectativa de
vida es muy corta, pues el contacto con los diferentes químicos nocivos
repercute en su salud.
La PGR señaló que en 2012 se desmantelaron 938 laboratorios
clandestinos, 83 de los cuales eran utilizados para la elaboración de
metanfetaminas. En Michoacán ocurrieron 388 de los aseguramientos; en
Sinaloa, 225, y en Jalisco, 177.
Informes de la Secretaría de Marina (Semar) revelan que el crimen usa
los puertos de Lázaro Cárdenas y Manzanillo –los más importantes del
Pacífico– para recibir los precursores químicos que vienen de China y
Holanda. Así, los cárteles fabrican sus propios narcóticos de una forma más
económica y “en casa”.
De este modo, la Sedena detectó que la creación de estas fábricas
aumentó hasta 1,200% y desplazó el cultivo y siembra de mariguana y
amapola.
De ahí vino la disputa que sostuvieron el Cártel Jalisco Nueva
Generación (CJNG), La Familia Michoacana y La Resistencia contra Los
Coroneles, el Cártel del Golfo, Los Templarios y La Federación de Sinaloa,
a partir de 2012.
Según fuentes de inteligencia, Los Zetas pudieron haber formado
entonces una alianza con el CJNG y La Resistencia –hoy unidos con el
Cártel del Milenio– así como con La Familia Michoacana, ya que así
reforzarían sus controles e influencia en las rutas principales de Jalisco
(Zapopan, Ciudad Guzmán y Guadalajara), Michoacán y Colima.
De junio de 2013 a mediados de 2014, la guerra por el control de los
territorios michoacanos en los límites con Jalisco, Colima, Guanajuato y
Guerrero, dio como resultado 415 homicidios dolosos y el decomiso de 223
armas de fuego, según fuentes de la Procuraduría de Justicia del Estado de
Michoacán (PJEM).
Los Caballeros Templarios, por su parte, se organizaron de una forma
peculiar para resistir los embates de sus enemigos: se dividieron igual que
la PJEM, es decir, en siete subregiones, cada una de ellas con un jefe.
Aunque a inicios de 2013 controlaban 81 municipios, a mediados de 2014
solamente tenían poder en 41 de ellos, tras la aparición de las autodefensas
en Tierra Caliente.
Acorde con esos análisis, La Familia Michoacana controla 18 municipios
de la entidad y varios del Estado de México, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo
y Querétaro. Nueva Generación dominaba 13 demarcaciones desde
Jiquilpan hasta La Piedad, en los límites de Jalisco y Guanajuato.
En septiembre de 2014, la PGR admitió que Los Caballeros Templarios
seguían operando en Michoacán, con lo que contradijo anteriores
declaraciones oficiales en el sentido de que, en la entidad, ya no actuaba
esta banda del crimen organizado.
Los primeros narcos
Luisa María Calderón, senadora por el PAN y hermana del expresidente
Felipe Calderón, recuerda en entrevista que la historia de las drogas en
Michoacán se remonta a las guerras mundiales.
Personalmente ella constató la situación en 1986, cuando participó en la
campaña de “un candidato a gobernador”. Era pública la existencia de
campesinos dedicados a la siembra y comercialización de droga en
territorios que ya eran considerados peligrosos:
“Nos decían que no fuéramos solos a esas partes, que no llegáramos
solos, que ahí había que viajar en convoy para protegerse. Nosotros no
entendimos por qué. Llegamos a la plaza de un pueblo en Tierra Caliente y
había un chiquillo que tendría unos 13 años con un enorme aparato de
sonido, una camioneta de rines de magnesio y un cuerno de chivo. Decía
que no iba a la escuela, que él trabajaba moviendo macetas (con amapolas)
hacia donde estaban los rayos del sol, luego veíamos a los chiquillos con los
dedos negros de estarle quitando la goma a las amapolas.
“Desde entonces se siembra en aquella zona. Luego, en los ochenta,
también recuerdo que empezaron a secuestrar a mucha gente. Decían que en
tiempo de estío el negocio se equilibraba con secuestros. Empezaban los
secuestros de gente adinerada en municipios pequeños, como en Ario de
Rosales, pero también en Uruapan, Aguililla. Cuando íbamos a Lázaro
Cárdenas ponían en fila a los autobuses, bajaban a la gente, le quitaban las
cosas, había violaciones. Así que no es un tema nuevo, tiene muchos años.”
Otros registros históricos señalan que a finales de los ochenta el control
de la narcoproducción lo detentaba un hombre llamado Manuel Salcido
Auzeta o Azueta El Cochiloco, quien dio paso a las bandas que siguen
vigentes.
En 1988 El Cochiloco se encargaba de comprar casi toda la mariguana a
los productores de la zona. En ese entonces la producción anual de
enervante rondaba las 529 toneladas. En 1990 llegó a 600 toneladas.
Sin embargo, en 1991 –año en el que fue asesinado El Cochiloco en
Guadalajara– la cantidad bajó a 106 toneladas. En 1993 los productores de
mariguana se reorganizaron y traficaron a otros niveles, con otros
compradores. Ese año la cosecha estimada fue de 379 toneladas.
Uno de los narcos que abrió caminos internacionales, recuerdan los
vecinos de Uruapan, fue Salvador Alcázar, quien en 1990 se conectó con
dos narcos originarios de Miguel Alemán, Tamaulipas: Juan y July García.
Con ellos logró meter varias toneladas de mariguana a Estados Unidos,
vía Texas. Pasaban por Falcon Hights, después las trasladaban por carretera
a Hebroville y de ahí, en avión, la droga era distribuida a todo el país.
Salvador Alcázar trabajó con los hermanos García durante dos años,
hasta que tuvo un infarto por sobredosis de cocaína en 1993, del cual logró
reponerse. Se asegura que el médico que lo atendió le advirtió que si volvía
a drogarse podría morir. Ese mismo año, sin embargo, en una bodega en
Miguel Alemán, Tamaulipas, poco antes de un enfrentamiento contra una
banda rival, lo volvió a hacer. Cayó fulminado y así fue trasladado por sus
guardaespaldas a un hospital en Roma, Texas, en donde falleció.
A partir de la aparición de El Cochiloco se desarrollaron los grupos de
narcotraficantes más poderosos en la entidad. Estos “minicárteles”
produjeron más de cinco millones de toneladas de la yerba en los últimos 20
años –en promedio 250 toneladas por año– y lograron ingresos de cinco mil
millones de pesos, según el documento Michoacán en la red internacional
del narcotráfico, elaborado por el maestro en economía e investigador
Guillermo Vargas Uribe.
En los registros policiales están identificados los grupos que operaban
entre las décadas de los ochenta y noventa: el primero fue el de los Valencia
–Fernando y Manuel–, que operaba en Uruapan, traficaba cocaína y estaba
relacionado con los Arellano Félix, ya que un hijo del primero de ellos,
cuyo nombre es Christian, mantuvo relaciones sentimentales con una mujer
de esa familia.
Otra banda se denominaba Los Chelos, encabezada por José Valencia y
su hijo del mismo nombre, que operaban en Zamora. El Chelo fue
aprehendido en Nayarit por asesinar a un familiar.
También estaban los hermanos Luis y Miguel Pulido en el municipio de
Apatzingán, quienes conformaban otra organización importante. Igualmente
operaban Los Naranjos, cuya cabeza era Luis Naranjo. Producían y
traficaban principalmente mariguana.
Otra banda, dedicada primordialmente a proveer de gatilleros a los narcos
de la zona –y que tuvo en su haber más de 40 homicidios– era la de Los
Gaytán Ambriz, encabezados por Orlando, Ismael, Everardo y Rangel
Gaytán, del municipio de Turicato. El grupo fue desmantelado cuando sus
integrantes fueron detenidos en Jalisco y en Michoacán.
Una agrupación más pequeña nacida en Michoacán a mediados de los
ochenta –y que en algún momento tuvo el respaldo de los hermanos Héctor
y Arturo Beltrán Leyva– fue Los 30.
Indagatorias de la PGR (averiguación previa AP/PGR/MICH/M-
1/227/2007) indican que este grupo se inició en Tierra Caliente y se
enfrentó al Cártel del Golfo.
La gavilla de Los 30 se hacía llamar también Los Tapancos y tenía
presencia en cinco municipios de Tierra Caliente: Turicato, Tacámbaro,
Carácuaro, Nocupétaro y Huetamo. Se dedicaba al asalto, secuestro y a los
homicidios pagados. En los noventa arrancaron con el tráfico de drogas, y
en 1993 fue la responsable de asaltar la cárcel de Tacámbaro para liberar a
un narcotraficante rival, a quien asesinaron de más de 100 balazos.
Por más de 15 años tuvieron el dominio en los municipios mencionados,
hasta la desaparición de su dirigente, Alfredo Méndez El Ingeniero, quien
mantenía una sociedad con el Cártel de Tijuana, de los Arellano Félix. Su
influencia llegó hasta Uruapan, Apatzingán y Lázaro Cárdenas, donde
disputaron el control al Cártel del Golfo.
Flavio Rodríguez Espino, quien se quedó como cabecilla, fue detenido el
9 de diciembre de 2006, en la víspera del arranque de la Operación
Conjunta Michoacán. Fue trasladado a la Ciudad de México y estuvo preso
cuatro meses; regresó a Turicato, donde tiene su centro de operaciones. En
la PGR arrancó una investigación interna, ya que se desconocen los motivos
de su liberación.
Narcosecta paramilitar
El surgimiento de La Familia Michoacana es, quizá, el primer “aporte” del
narcotráfico mexicano al crimen organizado mundial. Aunque comparte con
Los Zetas una base paramilitar, pues en sus filas tuvieron expolicías,
exmilitares y exkaibiles guatemaltecos, La Familia Michoacana incorporó
además un perfil religioso, político, social y de guerrilla como no se había
registrado en otros países, donde también existen organizaciones muy
desarrolladas del crimen organizado, como Italia, Colombia y Estados
Unidos.
De acuerdo con distintos documentos de inteligencia militar que
circularon desde 2006, La Familia Michoacana tuvo dos años de
preparación antes de darse a conocer como grupo “protector y justiciero”.
Contaba con 4 mil integrantes, a los cuales les hacían leer la Biblia y los
pensamientos de Cristo, Buda, Mahoma y Gandhi. Además, a su base social
le daban la atención que el Estado y el gobierno no le proporcionaba, como
servicios básicos de salud, caminos, electricidad y trabajo.
El periodista Alejandro Gutiérrez señala en su investigación que un
documento confidencial sobre La Familia Michoacana, elaborado por
militares, asienta que este grupo se presentó como “un grupo civil que
busca pelear al crimen con uso de la fuerza ilegal y que realmente se hacía
llamar La Empresa”, para lo cual realizaban “trabajo social” mediante actos
“justicieros” delictivos, como la decapitación de sus enemigos.
“El modo de operar de esta organización de La Empresa, hoy La Familia
Michoacana, es a través de un consejo ejecutivo que está integrado por
cabezas no visibles de cárteles regionales y municipales, que participan
dentro del Cártel del Golfo, y que en la actualidad se encuentran en
Querétaro”, señalaba el documento consultado por el periodista.
Lo interesante es lo que el autor del análisis castrense dijo al reportero,
de manera anónima: “Este grupo es lo más cercano a las Autodefensas
Unidas de Colombia, las cuales se presentaban primero como una facción
social que mantiene su lucha armada contra un sector de la guerrilla
implicada en el narcotráfico, pero ellos mismos terminan implicados en el
narco”. (Gutiérrez, 2007, pág. 59)
Y así ocurrió. Durante los primeros meses de 2006 los líderes de La
Familia Michoacana citaron a empresarios y comerciantes de Tierra
Caliente para decirles que ellos actuarían “como familia”, y que como tal
los protegerían de los abusos de los otros cárteles, en especial de Los Zetas.
Pero para ello necesitaban de una “cooperación voluntaria”, pues requerían
recursos para armarse y mantener a la gente con la que se enfrentarían a los
cárteles.
En el arranque de sus acciones llevaban a los jóvenes drogadictos a
rehabilitarse en centros que la misma organización sostenía; castigaba a
violadores, rateros, secuestradores y hasta borrachos que encontraba en las
calles; como si los traficantes fueran funcionarios le daban a la gente sus
números de teléfono para que reportaran quejas; presionaban a las
autoridades para que atendieran las demandas ciudadanas; gestionaban
obras públicas y hacían negocios con los empresarios locales con el fin de
llevar prosperidad a la comunidad, y combatían la venta de drogas duras.
Cuando las cosas cambiaron la cooperación voluntaria se hizo una
obligación cuyo incumplimiento acarreaba la muerte; los jóvenes que eran
rehabilitados se convirtieron en sus sicarios, adiestrados en las armas y
moldeados bajo leyes de una secta; sacaron a la luz su participación en el
narcotráfico, y profundizaron el modelo de extorsiones, secuestros, cuotas
por derecho de piso, asaltos y expropiaciones de negocios que Los Zetas
habían impuesto a la población. Arguyendo la “justicia divina”, sometieron
a los michoacanos y se permitieron la más brutal de las violencias.
La nueva organización criminal de Michoacán mostraba su verdadero
rostro hecho con los perfiles de sus líderes. En el manejo del negocio de las
drogas estaban El Tísico y El Chango Méndez, especializados en el trasiego
y en el lavado de dinero, mientras que el aspecto “social” lo daba La Tuta.
Según el exdirector del Cisen Guillermo Valdés Castellanos, La Tuta se
formó como maestro normalista y participó en los movimientos de
izquierda en Michoacán y Guerrero cercanos al Ejército Popular
Revolucionario (EPR). Por eso tiene conocimientos de tácticas de lucha
guerrillera, como las emboscadas que La Familia perpetra contra la Policía
Federal y la construcción de una base social.
En tanto, El Chayo o El Más Loco le dio el perfil de secta religiosa a la
organización criminal. Al respecto, Guillermo Valdés señala: “El Chayo fue
un personaje carismático con aptitudes de líder espiritual que quiso
imprimirle a La Familia una mística y una orientación de secta religiosa”.
Nazario, El Pastor
Conocido también como El Pastor, Nazario Moreno González nació en
Apatzingán el 8 de marzo de 1970 y, según su autobiografía titulada Me
dicen El Más Loco, vivió en la pobreza con sus 12 hermanos hasta que
decidió emigrar a Estados Unidos.
Católico primero y luego evangélico, a fines de los ochenta Nazario
trabajó en Redwood, San José, Fresno y Palo Alto (California), donde
según sus propias memorias comenzó a vender mariguana en parques,
escuelas y reservas de indios. En 1987 regresó a Apatzingán, donde se
dedicó al negocio de la siembra y venta de mariguana a compradores de
Guadalajara, Puebla e Hidalgo. Al mismo tiempo, vendía autos usados de
Estados Unidos en Michoacán. En sólo un año ganó 2 millones de dólares.
En 1989 se fue a vivir a Río Grande, Texas, y continuó con sus negocios.
En noviembre de ese año, en uno de sus retornos a Apatzingán, fue detenido
por un pleito a balazos y recluido en el penal de Morelia por un corto
periodo. Al salir de la cárcel –ese mismo año– regresó a Texas y fortaleció
los negocios de autos hasta 1992, cuando se trasladó a California pero sin
perder el vínculo con sus contactos texanos.
En los reportes estadunidenses aparece que su primer antecedente con el
narcotráfico en aquel país data de 1994, cuando fue capturado por vez
primera en McAllen, Texas, por transportar droga que pasaba de Reynosa,
Tamaulipas, bajo las órdenes de su mentor, El Tísico.
Moreno regresó a México, donde inició un negocio que consistía en
comprar sombreros rancheros hechos en Guanajuato y venderlos en Texas,
California y Atlanta. Mientras, en la Ciudad de México fundó la agrupación
de taxis Servitaxis Constituyentes.
Pero tenía problemas de alcoholismo desde hacía muchos años. Así,
decidió entrar a Alcohólicos Anónimos donde, rememora El Pastor,
descubrió su afición por el mundo espiritual y el estudio de las sociedades
secretas. “Me relacioné con grupos que profesaban ideales secretos de
superación mundial con ramificaciones en muchos países, especialmente
Francia, Hungría, Rusia. (…) También en este tiempo fue cuando sentí el
llamado de Dios, iniciando el estudio de la Biblia, como lo hacen los
verdaderos teólogos, profundizando en el entendimiento de la vida, mensaje
y filosofía del maestro de Galilea”.
A partir de entonces, Nazario abrazó “su vocación de servir al prójimo” y
trató de combatir “a los verdaderos azotes de la humanidad: la ignorancia,
la injusticia y la mentira”. Pero no dejó el jugoso negocio del narcotráfico.
Así, la Corte Federal del Distrito Sur de Texas, con sede en McAllen,
libró una nueva orden de aprehensión contra El Chayo, a quien acusó de
enviar más de cinco toneladas de mariguana en seis cargamentos entre el 15
de junio de 2002 y el 21 de agosto de 2003, por lo cual tuvo que regresar a
México, donde se alió con El Tísico para formar La Empresa, y luego con
La Tuta para lanzar La Familia Michoacana.
De este modo se dedicaba a difundir la palabra de Dios y, al mismo
tiempo, vender estupefacientes.
Nazario escribió un par de libros –Pensamientos de la Familia y Me
dicen El Más Loco– donde expuso sus confesiones y su visión del mundo,
ofreciendo a los jóvenes una salvación y una superación personal. Cada
libro tuvo un tiraje de al menos 20 mil ejemplares que se repartieron en
multitud de pueblos e incluso en oficinas del gobierno estatal.
Estos dos libros –más el de John C. Maxwell Las 21 cualidades
indispensables de un líder, el de Rich Warren Liderazgos con propósitos y
el de John Eldredge, un líder cristiano fundador de la secta los Ministerios
de los Corazones y autor del libro Sé todo lo que puedes ser, que inspiró a
Nazario– eran lectura obligada para los integrantes de La Familia
Michoacana.
En sus libros –que son una mezcla de pasajes de su vida con enseñanzas
de filosofías china, hindú, griega, egipcia y de algunas sectas– habla de sus
viajes iniciáticos vestido de pobre por todo el país, “parecido al Che
Guevara”, y también revela que el nombre de La Familia Michoacana lo
puso él retomando el nombre de una agrupación social que formó desde el
año 2000 para ayudar a la gente, y que se llamaba “La Familia”.
Nazario convocaba a los jóvenes a “dejar todos los vicios”. Sus
pensamientos eran la base de adoctrinamiento que imponía a todos aquellos
que iban a dar a los centros de rehabilitación que La Familia Michoacana
construyó y que en realidad servían de escuelas de sicarios. Según sus
propias estimaciones, rehabilitaron a 47 mil personas en tres años.
Para difundir sus pensamientos incluso buscó maestros rurales o personas
que formaron parte del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe).
Creía que así tenía un mejor control de los pensamientos y motivación de
sus integrantes para seguir adelante con sus crímenes.
Además, nombró a Rafael Hernández Cedeño El Cede –exagente del
Ministerio Público– como “el instructor” en los albergues donde
“rehabilitaban” a adictos y alcohólicos.
En 2009, cuando El Cede fue detenido, declaró que durante 2008 formó a
más de 9 mil pistoleros que se incorporaron a la organización.
El adoctrinamiento, dijo, consistía en cursos de “superación personal,
valores, principios éticos y morales acordes a los fines de La Familia”. Se
buscaba que sus subordinados se apartaran de las drogas, el alcoholismo y
“regresaran a sus familias”.
Entre los centros que esa organización tenía –y que de cierta forma era la
oficina central– estaba el albergue Gratitud A.C., ubicado en Apatzingán.
Los gatilleros eran escogidos según sus habilidades y llevados a otros
“centros de meditación” ubicados en casas o ranchos en Santa María,
Tarímbaro; Pátzcuaro; Erongarícuaro; Santa Clara de Cobre, y Acuitzio,
entre otros.
Cedeño también reportaba directamente a El Chayo los pormenores de
las actividades delictivas de la organización. Se encargaba de expandir la
zona de influencia de la organización en Guerrero, para lo cual contaba con
grupos de sicarios que se enfrentaban a Los Zetas, grupo que a su vez
buscaba ingresar a Michoacán por Zihuatanejo, Guerrero.
El Cede tenía su centro de operaciones en Lázaro Cárdenas, donde
coordinaba el trasiego de los cargamentos de cocaína provenientes de
Centro y Sudamérica y recibía cargamentos de efedrina y pseudoefedrina
provenientes de Asia y Europa, mismos que distribuía a los laboratorios
clandestinos.
Asimismo, mantenía el control de los bares y giros negros de la zona,
cobraba cuotas a los dueños y promovía la prostitución de estudiantes de
secundaria y preparatoria. Al momento de su detención, Cedeño portaba
una credencial que lo acreditaba como observador permanente de la
Comisión Estatal de Derechos Humanos de Michoacán, una organización
inexistente.
Hasta su detención en Morelia en un bautizo, El Cede mantenía
relaciones con políticos, empresarios y policías locales. Según informes
federales, llegó a vincularse con personalidades cercanas al gobierno de
Leonel Godoy.
San Nazario
Pero El Pastor rebasó sus pretensiones de líder espiritual y se hizo santo.
Esto ocurrió después de diciembre de 2010, cuando el gobierno de Felipe
Calderón aseguró que había sido abatido en un enfrentamiento, lo cual
resultó falso, pues había escapado. Se escondió en la sierra, en refugios
discretos desde donde seguía dirigiendo la organización.
Además de los libros, El Chayo mandó escribir rezos para que sus
adeptos los cantaran mientras llevaban en sus manos rosarios con su
imagen.
Una de las oraciones a San Nazario decía:
Oh, Señor todopoderoso,
Líbrame de todo pecado,
Dame protección bendita
A través de San Nazario.
Protector de los más pobres,
Caballero de los pueblos,
San Nazario danos vida,
Oh bendito, santo eterno.
Luz bendita de la noche,
Defensor de los enfermos,
San Nazario, santo nuestro,
Siempre en ti yo me encomiendo.
Gloria a Dios Padre,
Te dedico mi rosario,
Danos salud y más trabajo,
Abundancia en nuestras manos,
Que nuestro pueblo esté bendito,
Yo te pido, San Nazario.
Moreno mandó construir amplias capillas en las entradas de los pueblos
donde gobernaba su banda, y en el centro de las mismas ordenó instalar un
busto con su imagen estilizada, casi de tamaño natural. Aparecía con la
misma barba de candado que se le suele poner a Jesucristo, pero en sus
imágenes aparecía con una espada, un manto cubriéndole la cabeza y una
cruz paté roja en el pecho, la misma que en el Medievo emplearon Los
Caballeros Templarios.
Algunas de esas figuras estaban chapadas en oro. Cuando en 2013 las
autodefensas ciudadanas liberaron pueblos del dominio de Los Caballeros
Templarios –como Nueva Italia, Buenavista Tomatlán, Tepalcatepec o
Parácuaro, el pueblo del cantante Juan Gabriel–, el Ejército y la policía
destruyeron cada capilla, imagen y busto de Nazario que encontraron.
Hacia 2012, el corresponsal de Proceso, Francisco Castellanos, tuvo la
oportunidad de visitar una de las capillas que había en la comunidad de
Holanda, municipio de Apatzingán, y atestiguar una ceremonia en la que
medio centenar de personas rindió culto a Nazario, convertido en un santo
parecido a Jesús Malverde.
Castellanos llegó al paraje Holanda, donde presuntamente fue abatido
Nazario Moreno, acompañado de otro periodista, Edgardo Morales Shertier,
quien había escrito un pequeño libro –Los Caballeros Templarios. Un
movimiento insurgente– en el cual hacia una defensa de este grupo como un
movimiento social. Ambos periodistas recibieron el permiso para llegar
hasta este lugar, donde había una hilera de 37 cruces, correspondientes a
cada uno de los muertos que hubo ahí en los enfrentamientos del 9 de
diciembre de 2010. Una de esas cruces, de casi dos metros de altura, tenía
inscrita la leyenda: “Nazario Moreno González, alias El Loco, nació
08/mar/1970, falleció 09/dic/2010”.
“Las cruces están colocadas frente a una capilla tenuemente iluminada
por una lámpara. En el pedestal reposa una estatua artesanal de oro de 18
quilates e incrustaciones de brillantes con la efigie de San Naza, como se
conoce ahora a Nazario Moreno, a quien los pobladores de la zona llamaban
indistintamente El Loco o El Chayo”, reportó Castellanos. (Proceso 1866)
Entre las imágenes de Cristo, el Sagrado Corazón de Jesús, el Señor de la
Misericordia, San Judas Tadeo y la misma Virgen de Acahuato estaba
enmarcada la figura de Nazario y su oración. Incluso se vendían estampas
religiosas, rosarios y escapularios.
Ya a la entrada a Holanda, los reporteros encontraron a los fieles de San
Nazario que rezaban: “Luz bendita de la noche, defensor de los enfermos,
San Nazario, santo nuestro. Siempre en ti, yo me encomiendo…”.
Se trataba de una procesión con la imagen de Nazario, donde se
multiplicaban las oraciones, las velas, los ramos de flores portados por
niños, jóvenes, ancianos y mujeres, estampas de Nazario transformado en
una efigie de barba cerrada, vestido con una túnica dorada, bordes de perlas
y brillantes en el cinturón. Los devotos llevaban bajo el brazo el libro rojo
Me dicen El Más Loco. Uno de ellos justificó la veneración al narco:
“Lo queremos hacer santo. Ya mandamos a hacer 5 millones de estampas
de San Nazario para repartirlas entre sus fieles. ¿Eso también es un delito?
Si la Iglesia lo quiere reconocer, mejor. Si no, de todas formas esto ya no lo
para nadie. El culto a San Nazario crece. Somos muchos los seguidores y
hay capillas en los 113 municipios de Michoacán; también en Guerrero, el
Estado de México, Hidalgo, el Distrito Federal, Puebla, Guanajuato,
Querétaro y otros estados.
“No queremos competir con ese de Sinaloa, Jesús Malverde. Nazario no
era narco. Sí estaba un poco loco, pero ayudaba a todas las poblaciones:
prestaba dinero a los campesinos sin cobrarles rédito. Y ellos le pagaban
cuando levantaban su cosecha. También repartía láminas, molinos, aparatos
eléctricos, de línea blanca. Ahí está en el libro rojo.”
En dicho libro Nazario señalaba: “De mí han propalado algunos medios
de comunicación, azuzados por el gobierno, las versiones más terribles que
en la realidad nunca me hubiera atrevido a realizar. Ellos me han creado una
fama de perverso, de ser un hombre sin sentimientos y sin escrúpulos. Han
llegado a acusarme de que yo me siento un dios, un santo, un espiritista y
quién sabe cuántas sandeces más, con el único fin de ridiculizarme y ocultar
mis verdaderas metas sociales.
“Sinceramente, he de reconocer que sí han logrado exhibirme como una
persona despreciable, pues he comprobado en reiteradas ocasiones que
mucha gente tiene una imagen negativa de mí. Como dicen en el rancho:
‘Me han hecho un perro del mal’.”
Explicaba que La Familia Michoacana daba “terapia y ayuda de
superación” a sus integrantes y que la denominación se la dio porque, por
definición, “la familia es un concepto que se refiere a un grupo homogéneo,
a una misma clase social, a una cultura, tradición; misma sangre, mismo
linaje, mismos intereses e iguales objetivos”.
Y añadió: “No recuerdo en qué fecha, por qué motivo o razones los
medios de comunicación al servicio del gobierno iniciaron la campaña de
desprestigio diciendo que el grupo que yo dirigía era una bola de
narcotraficantes y empezaron a atacarnos por todos los francos (sic) y
quemarnos ante los ojos de la sociedad.
“Nos involucraron en actividades del narcotráfico y de pronto ya
estábamos siendo perseguidos como si fuéramos perros rabiosos. Las
noticias que pasaban por la televisión y la radio eran tan venenosas que
pareciera que se conjugaron en mi persona todos los Jinetes del
Apocalipsis.”
Escribió que al ser perseguido por el gobierno de Felipe Calderón se
sintió “acorralado e incapacitado” para demostrar su “inocencia”, por lo que
tuvo que refugiarse en las montañas de su pueblo.
Según él, para defenderse de la persecución federal contactó a “políticos
de importancia, empresarios, productores agrícolas y ganaderos, dirigentes
de organizaciones de derechos civiles, sindicalistas, restauranteros, e
incluso funcionarios del mismo gobierno de Felipe Calderón y hasta
algunos jefes policiacos.
“Poco después de remontarme en los montes, nuestros simpatizantes y las
redes de apoyo nos hicieron llegar docenas, después cientos y al último
miles de armas de diferentes calibres para que el brote de rebeldía no se
extinguiera y siguiéramos con nuestra bandera de reivindicación social.”
En la montaña, añade, “protegido por miles de campesinos y cientos de
hombres armados, me dediqué, seguro en mi refugio, a impartir
conocimientos del arte de la guerra, lenguajes corporales, inteligencia y
contrainteligencia, saboteo (sic), amor a la patria, superación personal,
valores morales, principios nacionalistas y humanos, lealtad a la causa,
honradez y trabajo. Cada uno de los que invitaba, invitaba a otro en forma
sucesiva y geométrica”.
Aseguró que en los últimos años de La Familia Michoacana, personas
afines a la organización “torcieron sus objetivos sociales” y se dedicaron a
la delincuencia:
“En esos momentos no pude hacer nada, pues eran muy fuertes, pero en
cuanto pueda los acabaremos, debido a que la delincuencia no es nuestra
meta.”
Paradójicamente, en 2013, cuando comenzaron a ser destruidas todas las
imágenes de San Nazario tras la aparición de las Autodefensas Ciudadanas,
se descubrió que Nazario Moreno no había muerto como lo afirmó el
gobierno de Felipe Calderón. Sin embargo, el “santo” líder de La Familia
Michoacana y después de Los Caballeros Templarios duró poco tiempo
“resucitado”: en un operativo realizado en marzo de 2014 fue abatido en los
cerros aledaños a Apatzingán, donde se escondía en una cabaña de madera
y cemento llena de libros y televisiones.
Según las versiones militares, efectivamente Nazario ya andaba solo,
vivía como ermitaño, vestido de paisano, montaba en burro y recorría los
caminos y veredas de Tierra Caliente.
Entre las características pseudorreligiosas del cártel está el hecho de que
tiene a María Auxiliadora como su Virgen protectora. En esto se asemeja a
la mafia siciliana, que se encomienda a la Virgen de la Anunciación, ante la
cual realiza el “picciotto”, un ritual de iniciación en el que el interesado
deja caer una gota de sangre de su dedo en la imagen sacra, que luego
quema lanzando una oración: “Juro ser fiel a mis hermanos, no traicionarlos
nunca y ayudarlos siempre. Si en algún momento dejo de hacerlo, que
muera quemado y reducido a cenizas como esta imagen”.
La insurgencia social
En La Familia Michoacana no campeaba la paz que exudaban los mensajes
de Nazario: su poder sobre los pueblos y regiones completas del estado se
basaba en el uso de la violencia brutal.
A partir de 2006, en que aparece, y hasta 2011, cuando se escinde y
algunos de sus líderes forman Los Caballeros Templarios, La Familia
Michoacana llegó a controlar más de 70% de los municipios del estado.
Incursionó en narcotráfico, homicidio, secuestro, extorsión, lavado de
dinero, tráfico de armas, piratería de discos fonográficos y películas.
Llegaron al Estado de México, Guerrero, Guanajuato, Jalisco, Hidalgo,
Sinaloa, Nuevo León y Baja California. Su área de influencia alcanzó
territorio estadunidense: California, Arizona, Nuevo México, Texas,
Nevada, Illinois, Georgia, Atlanta, Carolina del Norte, Carolina del Sur y
Florida.
Debido al perfil de sus líderes y al dominio que tuvieron en casi todo el
estado, imponiendo a presidentes municipales, policías locales y
funcionarios estatales, en el gobierno federal hubo el temor de que ese
cártel pudiera transformarse en un grupo insurgente sin dejar de ser crimen
organizado.
A principios de 2008, La Tuta hizo sentir el peso de la organización a los
presidentes de más de 20 municipios de Tierra Caliente, a quienes informó
que para no ser asesinados tendrían que cumplir con las órdenes de poner
como directores de Seguridad Pública y de Obras Públicas a miembros de
La Familia Michoacana. No sólo eso, sino que pondrían a jóvenes a sus
órdenes en puestos de oficinas municipales para que reportaran lo que
hacían las autoridades.
De esa manera, esta organización imponía su propia estructura de
gobierno y de vigilancia sobre la autoridad municipal, controlando desde
dentro y desde fuera las decisiones que se tomaban en las alcaldías.
Otra forma de control era la instrucción de sicarios, que preparaban con
técnicas militares parecidas a las que se imparten en la Escuela de Kaibiles
en Guatemala.
En 2010, el expolicía estatal Miguel Ortiz El Tyson, miembro de La
Familia Michoacana, fue detenido. Este hombre fue el jefe de plaza en
Morelia como premio por haber participado en la matanza de 15 policías
federales en Zitácuaro en 2009. En los interrogatorios narró cómo eran
entrenados los jóvenes pistoleros en las montañas cercanas a Morelia.
“Los hacemos que maten a los prisioneros y luego les pedimos que los
descuarticen; de esa manera, cortando un brazo o una pierna, es como los
nuevos le pierden el miedo a la sangre. No es fácil, tienes que cortar los
huesos y todo, pero necesitamos que sufran un poco: es para que vayan
perdiendo el miedo poco a poco. Usábamos cuchillos de carnicero o
pequeños machetes de 30 centímetros de largo. A los nuevos reclutas les
llevaba como 10 minutos cortar el brazo pues se ponían nerviosos, cuando
yo hacía lo mismo en tres o cuatro minutos”.
De acuerdo con el testimonio que obtuvo el periodista Ioan Grillo, El
Tyson entregó a la policía videos donde se le veía degollando un cadáver
frente a los jóvenes reclutas.
En un análisis del gobierno estatal al que se tuvo acceso se muestran las
preocupaciones que las autoridades tenían acerca de que La Familia
Michoacana encabezara una corriente de insurgencia “independizadora”,
pues controlaba decenas de presidencias municipales y tenía dinero para
comprar armas poderosas y mantener a miles de integrantes.
El documento señala que, ante la ausencia de autoridades encargadas de
dar bienestar social y de las pugnas políticas y conflictos por el poder, fue
que La Familia Michoacana comenzó a formar una especie de cogobierno al
imponer o “recomendar” a funcionarios para cargos ejecutivos y, al mismo
tiempo, formar una red de asistencia social.
“La Familia Michoacana estableció un coto de terror y de pugna entre
cárteles del narcotráfico, (pero) su real visión e intención ante los
acontecimientos suscitados a través de siete años no es más que buscar una
insurgencia inducida para seguir operado con independencia en territorios
hostiles, esto lo vemos reflejado que al igual que cualquier ser humano,
organización o país, buscan un objetivo personal y quienes son ambiciosos
lo hacen a costa de muchas cosas sean legales o ilegales.” (sic)
Continúa señalando: “La política es la que ha hecho alusión a poder
dentro del Estado en donde impone todo aquello que le parezca necesario,
aunque se piense que el Estado ejerce su soberanía, en la actualidad no es
así en Michoacán, puesto que existen casos en los que en el Estado se puede
tener la soberanía jurídica, sin embargo, su soberanía política depende de
los dictámenes del grupo delictivo de La Familia Michoacana en cuanto a
su desarrollo social, político y económico”.
Considera que siendo “un movimiento neoevangélico”, el separatismo
formaba parte de sus principios. “La historia nos dice que los
neoevangélicos mantienen la visión de que las bancadas liberales y
modernistas en las iglesias protestantes han rodeado su herencia como
evangélicos al acomodar las visiones y valores del mundo. Sin embargo,
ven el separatismo fundamentalista y el rechazo del evangelio social como
una sobrerreacción.
“Pero donde marca la diferencia esta organización criminal de La Familia
Michoacana (es que) busca enlazar lo moderno con lo liberal de una forma
tangible, manteniéndose un camino más tendiente al fundamentalismo. El
blanco del movimiento es el reclamar una independencia.”
Es en este contexto que desde 2006, en pleno arranque de su gobierno,
Felipe Calderón declaró la guerra al narcotráfico desde Apatzingán,
Michoacán, considerado el corazón de La Familia Michoacana. En un acto
realizado en las instalaciones de la 43 Zona Militar, vestido de casaca y
quepis verde, con las cinco estrellas de comandante general de las fuerzas
armadas, el panista lanzó la proclama bélica con la idea de que, en un par de
años, tendría controlada la situación de inestabilidad nacional producto de
los enfrentamientos con los diversos grupos criminales.
Contrario a sus deseos, Calderón sólo avivó el fuego, la violencia
aumentó y en lugares como Michoacán se comenzó a delinear la formación
de un estado gobernado por el crimen organizado.
Las batallas entre zetas y La Familia Michoacana derivaron en actos de
terrorismo. El 15 de septiembre de 2008, durante las celebraciones patrias,
en la plaza central de Morelia y ante cientos de asistentes a los festejos,
fueron lanzadas varias granadas indiscriminadamente. El saldo fue de ocho
personas muertas y 132 heridas. El ataque supuestamente perpetrado por
Los Zetas fue catalogado por el gobierno de Estados Unidos como un
atentado “narcoterrorista”, siendo el primer precedente en México.
Tres años después de que por primera vez tratara de abatir el crimen
organizado enquistado en el gobierno del perredista Leonel Godoy, el
presidente Calderón actuó nuevamente mediante un operativo conocido
como El Michoacanazo.
El 26 de mayo de 2009 fueron detenidos 11 presidentes municipales, 16
altos funcionarios y un juez de Michoacán por elementos de la Policía
Federal Preventiva y del Ejército Mexicano, sospechosos de brindar
información y protección a La Familia Michoacana. Posteriormente fueron
aprehendidas otras ocho personas.
El operativo fracasó. En los años siguientes, todos salieron libres. Sólo
quedó acusado Julio César Godoy Toscano, medio hermano del
exgobernador Leonel Godoy. El sospechoso se escapó aprovechando su
fuero de diputado federal.
Vendría el caso de Zhenli Ye Gon, en el cual salieron involucrados los
nuevos integrantes del gobierno de Felipe Calderón. En 2006, la PGR
decomisó cerca de 19.5 toneladas de acetato de pseudoefedrina en Lázaro
Cárdenas, Michoacán. La droga, según la versión de la PGR, se vinculaba a
una residencia propiedad de un empresario de la Ciudad de México.
El 15 de marzo de 2007, en la casa aludida se encontró una fortuna en
efectivo, por lo que Zhenli Ye Gon, empresario mexicano de origen chino,
fue acusado de comercializar con acetato de pseudoefedrina ilícitamente,
para la fabricación de metanfetaminas.
Zhenli Ye Gon acusó a “Javier Lozano” de haberlo extorsionado
diciéndole “cooperas o cuello”: la orden era guardar los 205 millones de
dólares que se encontraron en su domicilio, que según el empresario chino
serían para la campaña presidencial del panista Felipe Calderón.
El entonces secretario federal de Trabajo, Javier Lozano Alarcón, asumió
que la acusación era en su contra, y anunció que demandaría al prófugo.
Tras un viaje a Estados Unidos, presuntamente para contactar a un equipo
legal, Lozano desistió del proceso
Ante los embates cada vez más fuertes del gobierno calderonista, en
noviembre de 2010 y a través de un mensaje, La Familia Michoacana
propuso al gobierno una tregua y la posibilidad de su desaparición. El
mensaje íntegro y literal señalaba:
A LA SOCIEDAD MICHOACANA EN GENERAL:
LA FAMILIA MICHOACANA surge en el año 2005 ante la
incapacidad de nuestro gobierno para otorgar seguridad a los
ciudadanos, está integrada por hombres y mujeres michoacanos
dispuestos a dar la vida por defender a su Estado, seres humanos que
con valor y entrega han expulsado de Michoacán a grupos externos
que por medio de la violencia y el terror han intentado apoderarse no
solo de nuestro Estado, sino de todo el país, somos hombres y mujeres
decididos a tener un mejor MICHOACÁN, dispuestos a luchar ante la
ineficacia y tibieza de las autoridades para erradicar de nuestro
Estado a ladrones, violadores, narcotraficantes y secuestradores.
Lamentablemente el gobierno federal sigue mostrando su
incapacidad y ha realizado una verdadera cacería en contra de la
sociedad michoacana, utilizando como excusa el acabar con nuestra
organización, ha cometido en contra de la sociedad civil innumerables
atropellos, ha violentado y saqueado domicilios, han asesinado y
violado a hombres y mujeres, han inventado figuras antijurídicas como
el arraigo y los testigos protegidos para llenar las cárceles de gente
inocente fabricándoles delitos que jamás han cometido.
Derivado de estas atrocidades en contra de Michoacanos inocentes,
hemos reflexionado sobre lo ocurrido y nos hemos preguntado si LA
FAMILIA MICHOACANA DEBE O NO SEGUIR EXISTIENDO, SI
DEBEMOS O NO SEGUIR GARANTIZANDO LA SEGURIDAD DE
NUESTRO ESTADO, A PESAR DE LAS VIOLACIONES QUE SE
ESTÁN COMETIENDO EN CONTRA DE LA SOCIEDAD CIVIL POR
PARTE DE LAS AUTORIDADES, esta organización no quiere ser el
pretexto para que las autoridades continúen lacerando y sobajando
los derechos humanos de nuestros hermanos Michoacanos.
Por tales razones y con la incertidumbre de dejar nuevamente en
manos de las autoridades la seguridad de nuestro Estado, HEMOS
DECIDIDO REPLEGARNOS y reintegrarnos a nuestras actividades
productivas, esto si el gobierno federal y local, la PFP y demás
autoridades se comprometen a tomar el control del estado con
fortaleza y decisión, con el ímpetu de servir a los ciudadanos de forma
honesta, con el compromiso público de salvaguardar sin temor la
seguridad de los Michoacanos de todos aquellos que pretendan venir a
desestabilizar a nuestro hermoso Estado, con el compromiso pues, de
morirse en la raya por Michoacán.
Si el gobierno acepta este compromiso público y lo cumple LA
FAMILIA MICHOACANA SE DISOLVERÁ, para no seguir siendo la
bandera con la que las autoridades federales siguen atropellando los
derechos humanos de los michoacanos.
Para finalizar, a la sociedad les recordamos que nosotros NO
MATAMOS INOCENTES y nuestro compromiso con ellos es y seguirá
siendo su bienestar, Y SI ES NECESARIO SEGUIR EN LA LUCHA LO
HAREMOS, por ello, les pedimos que valoren si les servimos o
desaparecemos, invitándolos a que nos hagan saber su opinión a
través de los medios conducentes (Internet, redes sociales, radio,
televisión, periódicos, etc.), ya que para nosotros es importante saber
la opinión de todos ustedes”.
“MAS VALE MORIR DE PIE Y CON LA FRENTE EN ALTO, QUE
VIVIR TODA UNA VIDA DE RODILLAS Y HUMILLADO”.
ATENTAMENTE.- FAMILIA MICHOACANA
Michoacán, Noviembre 2010. (sic)
Sin embargo, esta propuesta de tregua desapareció días más tarde. Tras la
supuesta muerte de El Chayo el 10 de diciembre de 2010, luego de un
enfrentamiento que duró 24 horas y que dejó como saldo al menos cinco
muertos, 10 heridos y 30 autos quemados, La Familia Michoacana lanzó
una amenaza de muerte contra Felipe Calderón, que ya estaba con la
frustración de no acabar con el problema del crimen organizado como lo
había planeado desde Los Pinos.
El nuevo mensaje de los traficantes decía, a la letra:
Cuídate Felipe Calderón, reza a tu santo porque nosotros traemos la
bendición de nuestro Dios. Nuestro Dios Nazario, que Dios lo tenga en
su gloria. Esto no va a parar hasta que La Familia Michoacana
muera.
Y nunca van a morir Los Pumas, Los Bravos, Los Leones, La
Resistencia, El 5-5, Los Élites, Los LF, Los Chayitos, Los Machitos,
Las Fieras, Los X, Los de la A, y muchos más.
Vamos por Calderón y toda su puta familia, ya están en Michoacán
y reconozcan Cheran, Capacuaro, Cheranastico, La Arantepacua, La
Mohonera, Nuevo Morelos, están con nosotros concentrados.
Esto no es narco terrorismo, es una guerrilla, es la guerra por la
paz y fuerzas federales de Michoacán, el Don Juan de Arantepacua
tiene su gente y vamos a dar la vida por todo, saludos.
MENSAJE PARA LOS MICHOACANOS
No se asusten, traten de no salir a la calle para que los puercos
federales no les falten al respeto y para evitar las balas perdidas y más
perdidas. No vayan a hospitales, no vayan a tiendas, vean la tele y
quédense en su casa por favor.
Atte. La Familia Michoacana, El Fantasma 6 y Bravo 6.
Respeto y apoyo a nuestros líderes El Chango y La Tuta, sucesores...
y sucesores de La Tuta, Cenizo y El Bravo 6.
Pa que hablen con argumentos les decimos quienes son los jefes de
La Familia, pa que no engañen a la gente y le digan más mentiras.
(sic)
Casi al mismo tiempo, el 15 de diciembre La Tuta emitió un mensaje por
radio donde manifestaba que Nazario Moreno había muerto y pedía a los
integrantes de La Familia no bajar las manos: “No nos vamos a dejar por
ningún motivo… estén listos con las armas, no abandonen las armas…
vamos a seguir adelante. ¡Hasta la victoria!”.
A pesar del endurecimiento del gobierno calderonista, no fueron las
acciones militares y policiacas las que lograron desintegrar a La Familia
Michoacana, considerada entonces el grupo del crimen organizado más
beligerante y peligroso de México. Tampoco las órdenes de aprehensión
giradas en contra de sus líderes.
Lo que provocó la división interna y su desintegración fueron las peleas
que suscitó la supuesta muerte de Nazario Moreno entre La Tuta y Kike
Plancarte con El Chango Méndez, quien pretendía apoderarse de toda la
estructura del cártel.
Así, de las entrañas de La Familia Michoacana, que para entonces ya
tenía presencia en el Estado de México, Jalisco, Guerrero y Guanajuato,
nació el nuevo grupo denominado Los Caballeros Templarios, que al paso
del tiempo y de manera muy rápida les arrebató el control del estado,
reforzó las ligas con la clase política, extendió sus negocios a la minería –
con las trasnacionales de China– y ahondó el perfil religioso que El Más
Loco le había dado a la organización.
La Familia cedió casi todo el dominio en Michoacán, pero sus fuerzas se
concentraron a partir de entonces en Guanajuato, Guerrero y, sobre todo, en
el Estado de México, haciendo de esta entidad su principal plataforma
cuando era gobernador el actual presidente, Enrique Peña Nieto.
De hecho, el Estado de México es desde 2011 la entidad donde el crimen
organizado michoacano y Los Zetas instauraron el mismo modelo de
control político, social y económico basado en el uso brutal de la violencia
para el cobro de “impuestos”, cuotas y extorsiones que ejecutan en negocios
de todos los tamaños.
Un informe de inteligencia militar del 17 de febrero de 2014 asevera que
La Familia Michoacana tenía presencia en 18 municipios; Los Caballeros
Templarios, en 14, y Los Zetas, en 11. Otros cárteles que también se
disputaban el territorio mexiquense eran los de Jalisco Nueva Generación y
los Beltrán Leyva.
CAPÍTULO 5.
LOS CABALLEROS TEMPLARIOS
El nacimiento
De acuerdo con la PGR, a partir de la supuesta muerte de Nazario –la de
diciembre de 2010– y mediante un amplio operativo militar efectuado en
Morelia, Jesús Méndez Vargas El Chango quiso quedarse con el control de
La Familia Michoacana y esto provocó desacuerdos con los otros cabecillas
de la organización, principalmente con Enrique Kike Plancarte y Servando
Gómez La Tuta, lo que al final llevó a la ruptura entre ellos.
La división y los desacuerdos internos duraron los tres primeros meses de
ese año y fue hasta el 9 de marzo de 2011 cuando Servando Gómez y
Enrique Plancarte dieron a conocer la división del grupo, al anunciar el
nacimiento de Los Caballeros Templarios y advertir del inicio de una guerra
contra El Chango Méndez, quien se quedaría al frente de La Familia
Michoacana por unos meses.
La mañana de ese día, en Morelia, Apatzingán, Zitácuaro y Lázaro
Cárdenas aparecieron al menos 30 pancartas firmadas por la nueva
organización “Los Caballeros Templarios”, en las que anunciaban que a
partir de ahora ellos se encargarían de “salvaguardar” el orden en
Michoacán:
A toda la sociedad michoacana: les hacemos de su conocimiento que a
partir del día de hoy estaremos laborando aquí las actividades
altruistas que antes realizaban los de La Familia Michoacana,
estaremos a la orden de la sociedad michoacana para atender
cualquier situación que atente contra la integridad de los
Michoacanos, nuestro compromiso con la sociedad será de
salvaguardar el orden y evitar robos, secuestros y extorsiones y
blindar el estado de intervenciones de organizaciones rivales.
ATENTAMENTE
LOS CABALLEROS TEMPLARIOS (sic)
No fue el único texto, hubo otro más agresivo. Se trataba de una amenaza
en contra de su antiguo compañero en La Familia Michoacana, El Chango
Méndez, a quien acusaban de traidor por aliarse con Los Zetas.
Informes de la PGR de mayo de 2011 muestran que El Chango Méndez
organizó una reunión en el poblado de Las Lomas, del municipio de
Jilotlán, Jalisco, con el resto de sus operadores. La idea era acabar con Los
Caballeros Templarios y recuperar el territorio, por lo que pidió ayuda a Los
Zetas. Éstos acordaron enviar 200 elementos para apoyarlo.
El gobierno de Felipe Calderón parecía jugar el papel de réferi de la pelea
entre los dos grupos, pues las acciones militares y policiacas que había
echado a andar desde el 11 de diciembre de 2006 con el Operativo Conjunto
Michoacán no hacían mella en el crimen organizado.
La detención del El Chango Méndez el 21 de junio de 2011 en la ciudad
de Aguascalientes frenó la ola de violencia que ya se estaba dando.
Siguiendo las mismas tácticas paramilitares de terror y miedo, así como
los modos y el lenguaje místico-religioso de La Familia Michoacana, le
arrancaron a balazos a esta última agrupación 70% del territorio
michoacano.
Pero Los Caballeros Templarios no empezaron de cero para dominar
rápidamente la mayor parte de Michoacán –como lograron desde el primer
año–, sino que partieron de lo que ya había hecho La Familia Michoacana.
Los Templarios fortalecieron la estructura, el número de integrantes, así
como el sistema de control social y de gobierno que tenían bien
estructurado y que les había dado muchos réditos.
Según análisis gubernamentales, la estructura de Los Caballeros
Templarios era una de las más fuertes y mejor diseñadas de todos los grupos
del crimen organizado en México, pues se asemejaba al de una empresa:
tenía un consejo que estaba al mando y asumía los tratos directos con
políticos y otros grupos criminales; divisiones encargadas del trato con
negocios, empresas nacionales y extranjeras como las de China; otra
división encargada de tratar con organizaciones sociales, campesinas y
medios de comunicación; una unidad operativa, en la cual estaban los
sicarios a sueldo y los simpatizantes, que eran una red de espías e
informantes llamados “halcones” o “apuntadores”, compuesta por jóvenes
desempleados, policías, limpiadores de zapatos y taxistas que estaban en
todos los pueblos y ciudades, y finalmente una unidad jurídica.
Se trataba de formar parte de la sociedad y del gobierno en una especie
de simbiosis a través de la integración de una base social y la ocupación de
puestos de gobierno y mando policiaco.
El discurso de Los Caballeros Templarios era el mismo que el de La
Familia Michoacana: decía que se trataba de una organización que traía
beneficios a la sociedad, pues les daba protección ante las amenazas de
otros grupos criminales de fuera del estado, y era un interlocutor de fuerza
ante el gobierno estatal, federal y los partidos políticos.
Los Caballeros Templarios profundizaron el Estado paralelo con el cobro
de “impuestos”, labores de vigilancia y seguridad, control de territorio y la
imposición de autoridades.
Para esto llamaron nuevamente a alcaldes y les dijeron que el cártel se
quedaría con el control de la policía y la Dirección de Obras, para cobrar
impuestos. También anunciaron que les quitarían 10% del presupuesto
municipal.
En reuniones con comerciantes, hoteleros, empresarios, ganaderos,
productores agrícolas y tianguistas de cada municipio los templarios les
avisaron que establecerían cuotas o impuestos extra a los precios de cada
producto vendido: tres pesos por kilo de ganado; 1.5 pesos por kilo de vaca
en resuello; 200 pesos diarios cada carnicería; dos pesos por kilo de tortilla;
los mineros pagarían 100 pesos al día por cada camión de carga; los
agricultores, 50 pesos por hectárea, para darles agua; los sembradores de
mango abonarían mil pesos por semana en tiempos de cosecha; cada
tonelada se aguacate se gravaría con mil pesos, y con tres pesos cada kilo de
limón.
La seguridad también se pagaba: 60 mil pesos mensuales a tiendas,
puestos de comida en la calle, tortillerías, carnicerías, “cervecentros”,
farmacias. También a quienes tenían máquinas de juego les cobraban 150
pesos semanales por cada una de ellas.
Hubo lugares como el municipio de Tepalcatepec donde ya empezaban a
cobrar 200 pesos por carro o camioneta, 300 pesos el metro cuadrado de
construcción en las casas particulares, y a los jornaleros 300 pesos cada
semana.
Productores de limón de Tierra Caliente denunciaron que Los Caballeros
Templarios establecían los días y la cantidad de horas que podían trabajar
los recolectores y los vendedores del cítrico. Así controlaban la producción
y los precios de este producto, que a principios de 2014, cuando el conflicto
con las autodefensas estaba en la parte más fuerte, llego a costar 80 pesos el
kilo: 300% más que su precio normal.
Algo similar ocurrió con el aguacate. Los jefes de plaza de la
organización imponían cuotas millonarias a los productores de esta fruta,
que llegó a conocerse como el “oro verde” por el precio tan alto que alcanza
en Estados Unidos y Europa. Su ambición llegó al punto de apropiarse de
las huertas más productivas en algunos municipios como Tancítaro, donde
se apoderaron de miles de hectáreas que pusieron a sus nombres a través de
notarios que ellos tenían.
Los Templarios controlaban las ferias municipales y ganaderas cobrando
cuotas a comerciantes y locatarios a cambio de no hacerles daño.
La estructura organizativa era una mezcla de empresa y secta que llegó a
meterse en las campañas para presidentes municipales y gobernador, como
sucedió en 2011, cuando resultó ganador el candidato del PRI, Fausto
Vallejo, tras una década de gobiernos del PRD.
La organización del cártel era piramidal. En la parte alta estaba el consejo
compuesto por “los hermanos de mayor experiencia”, encargado de dar
órdenes, establecer las líneas de acción y revisar el ingreso de nuevos
elementos bajo un ritual de juramento.
Hasta 2013 Los Caballeros Templarios tenían 225 células que operaban
en todos los municipios del estado. El consejo estaba compuesto por sus
principales líderes. Además, había un brazo social y de comunicación
denominado Movimiento de Paz y Dignidad, así como una célula
administrativa y otra operativa dividida en siete regiones. Así se
conformaban dichas instancias hasta principios de 2014:
Unidades operativas
El grupo criminal se encuentra distribuido en siete regiones. En cada una se
tienen identificados a los siguientes operadores:
El Código Templario
Michoacán ha sido una de las entidades de mayor religiosidad del país. Fue
uno de los estados donde se expresó con más fuerza la guerra cristera, que
se desarrolló entre 1926 y 1929. Proveyó cerca de 12 mil combatientes
cristeros, con los que se creó la División del Sur, que contaba con nueve
regimientos, y la Brigada de los Altos, con cinco regimientos. Su territorio
de acción incluía Coalcomán, Aguililla, San José de Gracia, Sahuayo,
Zamora, Tiríndaro, Cotija, Cojumatlán, Tingüindín, Santiago
Tangamandapio y Huetamo, entre otros.
La expresión más emblemática de la guerra cristera fue la beatificación
del niño José Luis Sánchez del Río el 20 de noviembre de 2005 –junto con
otros 13 mexicanos– en reconocimiento al martirio que soportó antes de ser
ejecutado en su ciudad natal, Sahuayo, el 10 de febrero de 1928.
En los pueblos de Michoacán, como Pátzcuaro, Janitzio y Tzintzuntzan
se realizan las fiestas de Día de Muertos más imponentes de todo el país, y
también en tierras michoacanas se han expresado los fenómenos católicos
populares más importantes de los últimos años, como la creación de la
Nueva Jerusalén en 1973 (municipio de Turicato, zona de Tierra Caliente)
por el cura “Papá Nabor” para dar cumplimiento a la visión de una anciana
que –según la tradición– transmitió órdenes de la Virgen del Rosario al
párroco de Puruarán para crear una comunidad “protegida por la divinidad”.
No es casual, entonces, que en Michoacán haya nacido el único grupo del
crimen organizado con un perfil de secta religiosa: La Familia Michoacana,
que dio pie a Los Caballeros Templarios. Tampoco asombra que Nazario
Moreno, uno de sus fundadores, se haya hecho a sí mismo “santo”.
Desde que se anunció la formación de Los Caballeros Templarios, la
banda dio a conocer su “Código”, impreso en miles de ejemplares que
fueron distribuidos en todo el estado.
Este código contiene 53 artículos y el juramento que supuestamente rige
la conducta de todos sus integrantes, pero nunca fue respetado, pues a los
días de que anunciaron que “lucharían por el bienestar de los michoacanos”
comenzaron a impartir su “justicia divina”: colgaron los cuerpos de dos
hombres con un mensaje: “Lo matamos por ladrón y secuestrador.
Atentamente, Los Caballeros Templarios”.
La dirigencia de la nueva agrupación ya estaba acostumbrada a la sangre
desde que estaban en La Familia Michoacana. Aunque tomaron el nombre
de la orden militar cristiana de la Edad Media que tenía como misión
proteger a los peregrinos que iban hacia Jerusalén, la compasión jamás ha
estado entre las virtudes de Los Caballeros Templarios michoacanos.
Su Código, como lo dice el documento de 24 hojas ilustrado con
estampas de los templarios medievales, es de cumplimiento obligatorio para
sus integrantes y advierte de que quien tome el juramento “bajo un ritual
establecido por el Consejo” lo hace de por vida y tiene que cumplirlo bajo
pena de muerte.
En la portada del Código de Los Caballeros Templarios de Michoacán,
impreso a color en un formato de bolsillo, se lee el siguiente párrafo: “Esa
lucha es por tu gente, por mi gente, por nosotros mismos y por nuestras
futuras generaciones”.
Al final de cada hoja ponen citas de superación personal y de liderazgo
adornadas con una cruz paté: la tradicional de los templarios. Entre estas
citas se lee: “Un hombre con ideas es fuerte, pero un hombre con ideales es
invencible”; “La fortaleza de un hombre radica en el dominio de su mente”;
“Si eres constante, tus sueños y anhelos pueden convertirse en realidad”;
“El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros los que las jugamos”;
“Hay un pasado que se fue para siempre, pero hay un futuro que todavía es
nuestro”.
De entrada, Los Caballeros Templarios aseguran que son “una Orden”,
con la misión principal de “proteger a los habitantes y al territorio sagrado
del estado libre, soberano y laico de Michoacán”, y que los integrantes de la
“Orden” están obligados a comportarse con “honor, dignidad, absoluta
disciplina, lealtad y honestidad”, además de cumplir un “voto de silencio”
para no divulgar sus actividades y secretos.
En el capítulo de las batallas empiezan manifestando su creencia en un
Dios al que deben servir. Establecen la orden de luchar contra el
materialismo, la injusticia y la tiranía en el mundo, empezando por su casa,
colonia, ciudad, estado y país.
“La Orden deberá luchar contra el desmoronamiento de los valores
morales y los elementos destructivos que prevalecen hoy en la sociedad
humana”, sostienen Los Templarios, quienes manifiestan que apoyan “la
libertad de expresión, de conciencia y de religión”, así como la “defensa
colectiva” para erradicar la pobreza y la injusticia.
Se mandata que los integrantes del grupo se conduzcan con humildad; no
deben ofender a ninguna persona. “Ninguna mujer deberá temer nada de un
templario, ni de sus palabras ni de sus acciones. Ningún niño deberá
padecer tampoco ese temor. Ningún hombre deberá temer a un templario,
sino al contrario, debe sentir protección”.
Indican que cada miembro de la Orden debe evitar “ser brutal,
emborracharse en forma ofensiva, ser inmoral, cobarde, mentir o tener
intenciones maliciosas”. También están obligados a llevar “una vida sobria
y alegre, manteniendo un perfil bajo para no hacerse notar”.
Queda estrictamente prohibido “realizar secuestros con la finalidad de
obtener dinero” y tomar drogas. “Los jefes de la orden y su personal deben
practicarse antidoping e informar al Consejo los resultados”.
Tampoco pueden matar por gusto o por dinero. “Cuando se tome esta
decisión debe investigarse bien previamente y si existen razones suficientes,
entonces sí proceder”.
Las reglas de conducta dictadas precisan que los integrantes deben
cumplir las órdenes de sus jefes, respetar el organigrama, avisar a sus
superiores cuando salgan de su zona y respetar el sitio adonde lleguen.
Se informa que se castigará con la muerte a aquellos que cometan una
falta contra otro miembro del Consejo o violen el voto de silencio. Al que
traicione a los templarios, además, se le decomisarán sus propiedades y sus
familiares correrán la misma suerte.
“Si por desgracia yo traicionara mi juramento, ruego ser ejecutado por la
Orden como un traidor”; “Yo consiento, si falto a mi palabra de honor, en
ser ejecutado por las armas de los buenos compañeros o ser devorado por
las bestias salvajes del bosque”, se lee en el reglamento, que al final
establece el siguiente juramento:
Juro delante de todos vivir y morir con honor.
Juro combatir la injusticia y socorrer a mi prójimo.
Juro, igual en el combate como en la paz, que ningún caballero será
considerado por mí como enemigo.
Juro fidelidad al temple y esforzarme por perpetuarlo.
Juro respeto a las damas, veneración a las madres, protección a los
niños y a los ancianos, asistencia a los enfermos y a los necesitados.
Juro respetar la fe de otros y buscar más la verdad que la gloria, el
honor que los honores.
Los Caballeros Templarios de Michoacán no respetaron su Código, pero sí
establecieron una especie de Estado feudal, con un ejército de sicarios; una
amplia red de espionaje en los pueblos, ciudades y en el gobierno estatal;
autoridades bajo su dominio y voluntad, y un sistema de impuestos
forzosos.
Más que una sociedad de justicia, edificaron un imperio de terror y
muerte.
La industria criminal
La Familia Michoacana primero y luego Los Caballeros Templarios dieron
el salto cualitativo de “traficantes de droga” a un “grupo del crimen
organizado con representación en los niveles de gobierno municipal y
estatal”.
Para finales de 2011, la entonces Subprocuraduría de Investigación
Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) reportó que Los
Caballeros Templarios operaban en Michoacán, Estado de México, Jalisco y
Morelos. Era el tercer cártel más extendido en el país, después del de
Sinaloa y Los Zetas.
En 2013, las ganancias de Los Caballeros Templarios eran
impresionantes: ingresaban más de 31 mil 460 millones de pesos
anualmente en extorsiones a mineros, aguacateros, empresarios, hoteleros,
farmacias y otros comercios; secuestros, cuotas a autoridades y venta de
drogas.
De acuerdo con un documento de cuerpos de seguridad al que tuvo
acceso el reportero Juan Pablo Becerra, del diario Milenio, éstos eran
algunos de los dividendos obtenidos por Los Templarios: (Becerra Acosta,
2013)
Por venta de drogas en el mercado nacional, 444 millones de pesos
anuales; extorsiones a empresas de construcción, ganaderas, agricultura,
comercios, servicios y sindicatos, 152 millones; extorsiones a presidencias
municipales, 170 millones de pesos; inversión en negocios como venta de
vehículos, empresas de seguridad pública, tiendas de ropa, zapatos, aparatos
eléctricos, productos agrícolas, restaurantes, bares, antros y hoteles, 205
millones de pesos.
En el desglose de cada uno de estos rubros se ve con más claridad el
control económico de dicho cártel, del que nadie se salvaba. Un ejemplo:
los alcaldes debían pagar cuotas fijas de 20 mil pesos mensuales o más y 4
millones y medio de pesos para realizar obras públicas como drenaje,
pavimentación y alumbrado.
Las ganancias por cobros de “derecho de piso” a gasolineros les dejaban
451 mil pesos semanales en sólo 23 municipios; un millón y medio de pesos
venían de las tiendas de abarrotes y tiendas con máquinas tragamonedas; un
millón y medio también por fletes y empaques; cobro por permisos de
exportación e importación en sólo 10 municipios, 472 mil pesos semanales;
licencias y permisos para bares y cafés en otros 10 municipios, 589 mil
pesos; por permitir la operación de rastros en seis municipios, 248 mil
pesos; cobro a aserraderos de 12 municipios, un millón 200 mil pesos
mensuales, y cobro a nueve sindicatos, 133 mil pesos mensuales.
Los transportistas también pagaban sus cuotas: 528 mil pesos
mensualmente, los de Lázaro Cárdenas; 440 mil, los de Apatzingán, y una
cantidad similar los de Uruapan y Zamora.
En tanto que, por extorsiones telefónicas a una serie de personas que
aparecen en una lista, lograban 12 millones 800 mil pesos en sólo un mes.
Otras investigaciones periodísticas indican que Los Caballeros
Templarios ganaban 2 mil 460 millones de pesos al año en extorsiones a los
aguacateros de 46 municipios –dueños de 112 mil 673 hectáreas, donde se
producen 1.2 millones de toneladas del “oro verde”.
La extorsión llegó a tal grado que algunos de los productores más
importantes huyeron del país y otros trasladaron sus inversiones a lugares
más seguros.
Un filón lucrativo fue la extorsión a la industria minera y sus vínculos
con las trasnacionales de China. Esta fuente de financiamiento se convirtió
en una de las más importantes para Los Caballeros Templarios, como lo fue
antes para La Familia Michoacana y Los Zetas –la agrupación que comenzó
con este negocio tanto en Michoacán como en Coahuila.
En una entrevista con la agencia Associated Press (AP), el comisionado
Alfredo Castillo reconoció que el mineral de hierro se volvió “su principal
fuente de financiamiento”. Fue la primera vez que el gobierno mexicano
reconoció que un grupo del narcotráfico ganaba más por otras actividades
que por el trasiego de estupefacientes.
Reveló que el grupo cobraba alrededor de 15 dólares por cada tonelada
exportada. Esto significa que sólo en 2013, cuando se extrajeron 5 millones
de toneladas de hierro de las minas de Michoacán –las más productivas en
el país–, el cártel se embolsó unos 75 millones de dólares.
Pero esta cantidad es mínima si tomamos en cuenta la declaración que
hizo el exgobernador Fausto Vallejo después de que la Marina tomara el
control del puerto de Lázaro Cárdenas, en noviembre de 2013. Declaró que
el valor de los ingresos criminales en torno a Lázaro Cárdenas podía
ascender a 2 mil millones de dólares al año, cerca de la mitad del
presupuesto de Michoacán en 2012.
Organizaciones del crimen organizado como Los Caballeros Templarios
se han montado muy bien a las leyes del neoliberalismo, diversificando sus
negocios más allá de las fronteras. Si en un principio los primero grupos
criminales de Michoacán eran sólo productores de mariguana y heroína, y
luego se extendieron a las metanfetaminas y a transportar la cocaína de
Sudamérica hacia Estados Unidos, ahora con Los Caballeros Templarios se
ampliaron sus vínculos hasta China.
Esto no significa que Los Templarios hayan descuidado el tráfico de
enervantes: siguieron transportando cocaína proveniente de Colombia, para
lo cual incluso usaron submarinos. Informes confidenciales de la Secretaría
de Marina aseveran que desde la costa michoacana han llegado a salir
submarinos cargados con cocaína. Lanchas con doble motor fuera de borda
parten de La Tupitina, en el límite de los municipios de Lázaro Cárdenas y
Aquila, hacia La Paz, Baja California Sur. Hoy, La Tupitina alberga una
base de la Armada de México.
Además, invirtieron en la producción de drogas sintéticas. La entidad es
clave para los cárteles porque colinda con la Sierra Madre Occidental, el
Océano Pacífico, Jalisco, Guerrero, Guanajuato, Estado de México y
Querétaro. Además, los reactivos químicos para producir drogas que vienen
de Asia llegan a Lázaro Cárdenas, puerto muy bien conectado.
La entidad produce, en las regiones Sierra, Costa y Tierra Caliente,
drogas sintéticas como efedrina, crystal y crack, y ha seguido con el cultivo
de mariguana y amapola.
Con toda esta ramificación de actividades, Los Caballeros Templarios ya
son reconocidos por organismos internacionales como un grupo del crimen
organizado más avanzado que los tradicionales. Antonio Mazzitelli,
representante para México y Centroamérica de la Oficina de la ONU contra
la Droga y el Delito, los considera “una organización criminal de tipo
mafioso”, cuya “capacidad operativa no está relacionada con un bien o
mercado, como las drogas, sino con todos los mercados que les pueden
generar una renta”.
El otro grupo que ha dejado de depender de las drogas como principal
ingreso son Los Zetas, agrupación que, como se recordará, dio las bases y la
estructura organizativa a La Familia Michoacán y, ésta, a Los Caballeros
Templarios.
Este cambio visto en Los Caballeros Templarios es la expresión más
clara de la mutación de los cárteles mexicanos, que dejaron atrás su papel
de productores y traficantes de drogas para devenir organizaciones
criminales con un esquema corporativo multinacional, que buscan y pueden
involucrarse en cualquier actividad económica que les genere ganancias.
No sólo eso: también saltaron a las áreas social y política, creando una
base en los pueblos y comunidades y, al mismo tiempo, vínculos estrechos
con los distintos niveles de gobierno, o incluso fundiéndose en un solo
cuerpo con el grupo gobernante.
De este modo, Los Caballeros Templarios alcanzaron los niveles más
temidos del narco-gobierno en Michoacán.
La estrategia mediática
Los Caballeros Templarios han tenido una de las estrategias de
comunicación más depuradas de todas las organizaciones del crimen
organizado en México y el mundo. En su estructura llegaron a tener a una
persona especialmente asignada para atender a la prensa y dar entrevistas a
los reporteros locales, de la Ciudad de México y extranjeros.
Este personaje es El Tío. Su nombre es Dionisio Loya Plancarte y se
encontraba en la primera línea de la organización, a un lado de Servando
Gómez La Tuta, Enrique Kike Plancarte y Nazario Moreno El Chayo.
Desde que dieron a conocer en 2006 a La Familia Michoacana (y su
cártel heredero, Los Templarios), este grupo utilizó una gran cantidad de
estrategias de propaganda con el fin de influir en sus enemigos, en la
sociedad, en los medios de comunicación y en el gobierno: primero fueron
los narcomensajes que dejaban en los cadáveres; luego usaron mantas que
colgaban en los puentes, con largas explicaciones acerca de quiénes eran y
cuáles eran sus metas. Se trataba de comunicados de prensa que retomaban
los medios.
Después emplearon las inserciones en los periódicos locales y le
inyectaron dinero a algunos de ellos, como Al Día, Diario de Occidente,
Líder y Los Periodistas, y pagaron a reporteros para que fueran sus
portavoces, como es el caso de Eliseo Caballero –corresponsal de Televisa–
y José Luis Díaz Pérez, dueño de la Agencia Esquema, quienes el 22 de
septiembre aparecieron en un video con La Tuta. Ambos le daban consejos
para la estrategia mediática de Los Caballeros Templarios.
Hay testimonios de reporteros de Michoacán que narran cómo con
engaños los llevaban a desayunos en hoteles de Tierra Caliente, donde
aparecían representantes de Los Templarios para dictarles línea informativa
o para decirles que eligieran a un representante que se encargaría de ser el
enlace con la mafia y darles información o entrevistas, y a un encargado de
repartirles dinero mensualmente.
Un reportero que pidió el anonimato recuerda que, desde 2006, cuando
apareció La Empresa, El Tío ya operaba acercándose a los periodistas,
principalmente de Morelia y de la nota policiaca, para ofrecerles dinero a
cambio de colaboración.
El portavoz del grupo criminal llegó a proporcionar hasta 5 mil dólares
mensuales a medios de comunicación y reporteros para que dijeran lo que el
cártel quisiera y difundieran información filtrada.
Eufemísticamente les decían a los comunicadores: “Nosotros somos los
técnicos, los que hablamos amablemente; pero si no jalan con nosotros les
mandamos a los rudos, y ahí ya no hay escapatoria”.
A los que no convencían los amenazaban y secuestraban por dos o tres
horas, y ahí con golpes o amenazas los hacían cambiar de opinión, o cuando
la información no les gustaba decían: “Bájale de huevos, cabrón”, y a la
salida de la redacción los esperaban camionetas con gente armada y eran
llevados a casas de seguridad para ser intimidados y aceptar el dinero.
A otros reporteros los trataban de enganchar diciéndoles que aceptar los
sobornos no los comprometía, pero después los obligaban a colaborar
sirviendo de enlaces con otros medios de alcance nacional. “Agárrelos, son
órdenes de mi jefe, si no me van a partir la madre, es un regalo, para que
nos ayude, nosotros detenemos a secuestradores, violadores, asaltabancos,
asesinos, narcos de otros estados, y les advertimos dos veces, a la tercera les
damos ‘piso’”. La ayuda consistía en difundir las decapitaciones
perpetradas por ellos, las pancartas, los volantes y, lo principal, entrevistas
para dar a conocer sus actividades”, señala otro reportero.
En 2012, Los Caballeros Templarios organizaron una reunión masiva con
reporteros de todo el estado a los que con engaños citaron en un hotel para
“darles línea” y dinero. Uno de los asistentes relata:
“El 12 de septiembre de 2012 me hablaron por teléfono para decirme que
se realizaría una reunión con empresarios que querían invertir en
Michoacán y me citaron a las afueras del Penal de Uruapan, en un Oxxo,
junto con otro reportero de Uruapan. Ahí llegó una camioneta blanca del
año con dos personas. Nos subieron y nos llevaron a Apatzingán, al hotel
Camelinas. Cuando llegamos, casi a las 11 de la mañana, estaba lleno de
periodistas de todo el estado, pero más de la región de Tierra Caliente y Los
Reyes.”
Recuerda que no había ningún empresario y después del desayuno fue
cuando aparecieron Los Templarios. “Llegaron dos tipos con camisas de
marca, pantalones vaqueros de casimir, sombrero y una pistola escuadra en
la cintura. Uno de ellos nos dijo: ‘Este va a ser el comisario de Prensa de la
Zona Uruapan-Apatzingán. Habrá otros en Morelia, Zamora, el Oriente,
Costa y los estados de Hidalgo, Guerrero, Estado de México, Querétaro y
Guanajuato. A él lo van a obedecer respecto de la información que les dé y
a cambio les vamos a dar un “billetito” mensual, la entrada es de a huevo; si
no, los matamos, y si no colaboran, también’.
“Un reportero de Apatzingán preguntó: ‘¿Cuál es la ventaja?’ El
comisario, riendo, agarró un encendedor y dijo: ‘Si nos ayudan viven más y,
si no, nos los chingamos luego luego’.”
Enseguida, recuerda el reportero, les dieron las nuevas reglas de
publicación: “Ya no digan ‘crimen organizado’, digan ‘civiles se enfrentan a
autoridades’; digan que va a haber inversiones en la entidad y que ya no
habrá violencia. No mencionen a Los Caballeros Templarios. Cumplan al
pie de la letra, si no les damos en la madre”.
Muchos de los asistentes aceptaron colaborar y comenzaron a publicar
las notas como les habían ordenado. En uno de los decomisos que hizo el
Ejército en una casa de seguridad del grupo criminal en Tierra Caliente,
recogieron un documento que contenía una lista de 30 reporteros con
nombre y medio donde laboraban, así como las cantidades de dinero que les
entregaban mensualmente, de 10 mil a 30 mil pesos. Dentro de esta lista
aparecen el corresponsal de Televisa, Eliseo Caballero, el director y dueño
de Esquema, José Luis Díaz, y otros reporteros y fotógrafos.
La estrategia de prensa y propaganda de Los Caballeros Templarios
incluyó también la distribución de volantes en las principales ciudades de
Michoacán, con lo que buscaba promover sus ideales, informar de los
apoyos a partidos políticos e impulsar el voto hacia personas afines a su
organización.
El “plan de medios” incluía llamadas de La Tuta a la radio en Michoacán
y programas de televisión para exhortar al presidente Felipe Calderón a
tener un pacto y poner un alto a la violencia.
Hasta 2011, Los Templarios habían colocado más de 300 mantas en 11
estados con mensajes dirigidos a la ciudadanía, a la que, según ellos,
protegían de las extorsiones y violencia cometidas principalmente por Los
Zetas.
En la última etapa de la estrategia de propaganda de Los Caballeros
Templarios, usaron a medios de otros países, que fueron contactados por
esta red de reporteros locales para ofrecerles entrevistas con La Tuta.
A finales de 2013, cuando las autodefensas ya avanzaban sobre territorio
controlado por Los Caballeros Templarios y el gobierno de Enrique Peña
Nieto declaraba que terminaría con el crimen organizado en Michoacán, La
Tuta dio una entrevista a la cadena estadunidense Mundo Fox.
Desde un espacio ideal, Servando Gómez trató de convencer a la opinión
pública de que su organización no era criminal sino “una hermandad” o
“una empresa”, con el objetivo de “ayudar y proteger al pueblo”, pues “ha
habido mucha desorganización social”.
Con un discurso sencillo, el líder de Los Templarios manifestaba que la
meta de su organización “es cuidar al pueblo, queremos que no venga gente
nociva, posiblemente nosotros seamos nocivos porque muchos de nuestros
muchachos no se comportan, queremos que no venga gente de fuera a
humillar, a extorsionar y a chingar a nuestro pueblo”.
También usó la entrevista para sembrar la duda sobre la integración de
los grupos de autodefensa ciudadana, al asegurar que en realidad se trataba
de una célula de su organización que no tuvo cabida “porque se dedicaban a
extorsionar y a secuestrar” en la comunidad de Tepalcatepec y La Ruana, y
ahora estaba apoyada por el Cártel Jalisco Nueva Generación.
Finalmente, La Tuta habló de sí mismo: “Sí soy un delincuente pero no
soy un delincuente rapillero. He traficado cosas, he hecho cosas que no,
porque represento a una organización y ni los dedos de la mano son parejos,
y muchos muchachos míos no entienden que esto es para servir no para
servirnos, (…) y si nosotros en su momento asumimos esta postura que
tenemos es porque estaba fallando el sistema judicial y no ha fallado desde
ahorita, ha fallado desde hace mucho”.
La entrevista se difundió no sólo en el canal de televisión estadunidense
como una gran exclusiva, sino que también corrió por las redes sociales.
En esta última fase de la estrategia de propaganda, Servando Gómez
demostró en las redes sociales –Facebook y Twitter– sus dotes magisteriales
para enviar mensajes directos al gobierno federal y a un sector del público,
poniendo en entredicho la posición de las autoridades, que aseveraban haber
controlado a Los Caballeros Templarios.
Además, la profusa difusión de las fotos y los videos se dio en momentos
clave del conflicto, esto es, cuando se intensificaba la persecución al líder
de Los Caballeros Templarios y en vísperas de las elecciones.
Las imágenes de La Tuta en reuniones con personajes importantes de la
clase gobernante de Michoacán, como el exgobernador interino Jesús
Reyna y Rodrigo Vallejo Mora, hijo del exgobernador Fausto Vallejo,
lograron tener un impacto directo en las acciones del gobierno de Enrique
Peña Nieto, quien intentaba cerrar los ojos ante las pruebas contundentes de
la simbiosis del PRI michoacano con el crimen organizado.
Con la sola difusión de las imágenes de estos dos personajes
compartiendo mesa y dialogando, el líder de Los Caballeros Templarios
obligó al gobierno de Peña Nieto a reaccionar, como no lo había querido
hacer a pesar de las denuncias que ya habían hecho algunos ciudadanos y de
las publicaciones en la prensa escrita de los vínculos del gobierno de Fausto
Vallejo con Los Caballeros Templarios.
Servando Gómez grabó muchas de las reuniones que tuvo con personajes
de la política. Además de los encuentros mencionados, hasta septiembre de
2014 había difundido –o alguien lo había hecho por él– sus charlas con los
alcaldes de Aquila, Juan Hernández Ramírez; de Lázaro Cárdenas,
Arquímides Oceguera; de Pátzcuaro, Salma Karrum, y de Huetamo, Dalia
Santana.
Empero, cuando se difundieron los videos de los encuentros, cada uno de
sus aliados fue anulado y metido a la cárcel. De cualquier manera, lo que
mostró el maestro rural convertido en líder de Los Caballeros Templarios
fue la visión de usar los nuevos medios de comunicación como un arma
política.
Ya no fueron necesarios los textos en las narcomantas ni los mensajes en
los cuerpos sacrificados. La Tuta demostró saber lo que es el poder de las
imágenes en internet.
Quizá sin los conocimientos profundos del complejo entramado de la
propaganda, ni de su historia remota entre los grupos de poder, partidos
políticos y gobiernos, Los Caballeros Templarios supieron esgrimir este
recurso, que a través de la historia han empleado otros grupos de poder,
como la Iglesia católica, partidos políticos, regímenes totalitarios, imperios
o personajes como Adolfo Hitler, Benito Mussolini, Fidel Castro, José
Stalin y Mao Tse Tung.
Richard Alan Nelson, autor de Cronología y glosario de la propaganda
en Estados Unidos, define la propaganda como “una forma intencional y
sistemática de persuasión con fines ideológicos, políticos o comerciales,
con el intento de influir en las emociones, actitudes, opiniones y acciones
de los grupos de destinatarios específicos mediante la transmisión
controlada de información parcial (que puede o no basarse en hechos) a
través de los medios de comunicación masiva y directa”.
Tal vez Los Caballeros Templarios sean los primeros en la historia del
crimen organizado en hacer uso de la propaganda de una manera clara y
contundente, empleando recursos como mensajes en mantas, libros como
los de Nazario Moreno, videos y entrevistas de Servando Gómez, que han
sido reenviadas miles de veces en las redes sociales, trayendo a la mente lo
que alguna vez Joseph Goebbels dijo: “Una mentira repetida miles de veces
se hace verdad”.
CAPÍTULO 6.
LA NARCOPOLÍTICA
La captura del Estado
Como hemos visto, la historia del narcotráfico en Michoacán tiene un
largo camino que va desde mediados del siglo XX hasta la actualidad. En
una primera etapa se trataba del cultivo y cosecha de mariguana y amapola,
mientras que en una segunda ya abarcaba la producción de metanfetaminas
y el transporte de la cocaína proveniente de Sudamérica.
En la tercera etapa decíamos que se transformó en crimen organizado, es
decir, en una especie de consorcio empresarial con distintas ramificaciones
criminales, como la extorsión, el secuestro, la imposición de cuotas y el
control de productos agrícolas y mineros.
Pero en una cuarta y última etapa, que es la más complicada porque suma
todas las anteriores, Los Caballeros Templarios devinieron un tipo de
gobierno que alcanzó a controlar la mayor parte del territorio michoacano y
sus autoridades, a través de un amasiato o simbiosis con el grupo
gobernante encabezado por Fausto Vallejo.
El exdirector del Cisen Guillermo Valdés Castellanos señala que, al
parecer, Michoacán es la primera entidad en México donde el crimen
organizado “privatizó” la totalidad de los asuntos públicos municipales, y
aclara que no se trata de un caso de corrupción, es decir, de la compra de
gobernantes a cambio de complicidad y de esa manera garantizar la
impunidad, sino de algo más elevado que denomina “Captura del Estado”.
(Valdés Castellanos, 2013)
Valdés expresa que, en su definición original, dicho término fue creado
por los investigadores Luis Jorge Garay Salamanca y Eduardo Salcedo
Albarrán en su libro Narcotráfico, corrupción y Estados. Es “la
intervención de individuos, grupos o compañías legales en la formulación
de leyes, decretos, regulaciones y políticas públicas para obtener beneficios
de corto y largo plazo, principalmente de naturaleza económica, en
detrimento del interés público”.
Pero para el caso de México y, sobre todo, de Michoacán, habría que
decir que estos individuos, grupos o compañías son ilegales y utilizan
métodos de coerción y violencia como mecanismos que complementan o
sustituyen al soborno para “capturar el Estado” o el gobierno en turno.
Según los autores del término, las implicaciones de esta “actualización”
son complejas, porque conlleva una reconfiguración del Estado ya
cooptado, que tendría las siguientes características:
1)Participación de individuos y grupos sociales legales e ilegales;
2)beneficios perseguidos no sólo de carácter económico sino político e
incluso de legitimación social: 3)coerción y establecimiento de alianzas
políticas que complementan o sustituyen el soborno; 4)afectación de
diferentes ramas del poder político y distintos niveles de la administración.
(…) Estas prácticas las desarrollan con el objetivo de tener beneficios de
largo plazo y asegurar que sus intereses sean validados política y
legalmente, para así obtener legitimidad social en el largo plazo. (Garay
Salamanca & Salcedo Albarrán, 2012, págs. 35-36)
En el caso de Michoacán, esta captura y reconfiguración del Estado por
los grupos criminales como Los Zetas, La Familia Michoacana y Los
Caballeros Templarios se fue dando de manera progresiva desde la década
de los noventa hasta cumplirse completamente en el gobierno de Fausto
Vallejo.
En los últimos 25 años estas bandas fueron participando en la vida
pública y política de la entidad, primero corrompiendo autoridades y luego
usando la violencia para cooptar y capturar las instituciones de todos los
niveles de gobierno y los tres poderes: el Legislativo, el Judicial y el
Ejecutivo.
Como lo veremos en el transcurso de este capítulo, en realidad ninguna
autoridad, independientemente del partido que sea, se salvó de la
cooptación del crimen organizado, ya fuera voluntaria o involuntariamente.
El poder de La Familia Michoacana y, sobre todo, de Los Caballeros
Templarios, alcanzó a todos. El cártel tuvo en sus manos, de manera plena,
70% de los municipios, incluida la capital, Morelia. Su ley era la violencia,
las ejecuciones y las desapariciones.
Aunque ha habido otros gobernadores acusados de estar involucrados con
el narcotráfico –como Mario Villanueva Madrid, en Quintana Roo; Tomás
Yarrington, en Tamaulipas; Patricio Chirinos, en Veracruz, y Sergio Estrada
Cajigal, en Morelos– el caso de Michoacán fue distinto porque la
cooptación fue desde abajo, desde los pueblos, comunidades, colonias y
barrios. Ocurrió en los cabildos, pasando por las presidencias municipales y
el Poder Legislativo, hasta llegar al gobernador, haciendo de la entidad un
estado gobernado completamente por el crimen organizado.
Si bien la “captura del Estado” en Michoacán alcanzó su máximo nivel
durante el gobierno de Vallejo, este proceso comenzó mucho antes, con los
gobiernos de Víctor Hugo Tinoco Rubí, también del PRI, y luego con los
gobernadores del PRD, Lázaro Cárdenas Batel y Leonel Godoy.
Los perredistas
En 2002 comenzó una década de gobierno del PRD en Michoacán, con
Lázaro Cárdenas Batel (2002-2008) y Leonel Godoy (2008-2012), tras siete
décadas de gobierno absoluto del PRI. Durante esos diez años el crimen
organizado se fortaleció, primero con Los Valencia, luego con Los Zetas y
después con La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios.
Casi de manera coincidente, a escala federal se repitió el mismo
fenómeno con el fortalecimiento y extensión de los grupos del crimen
organizado en todo el país, mientras el PAN gobernó la nación con Vicente
Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012), quienes tomaron la
bandera de la transición a la democracia como símbolo de su gobierno –que
fracasó, al igual que la estrategia guerrista de lucha con el narcotráfico.
Como decíamos al principio del libro, en ambos casos este proyecto de
transición a la democracia resultó un fiasco, y a partir de entonces creció la
violencia y el poder de los grupos criminales hasta alcanzar los niveles
inimaginables del cogobierno y la captura del Estado con el regreso del PRI
al gobierno de Michoacán.
Este poder de los criminales en los partidos políticos, sin embargo, no fue
exclusivo del PRI, también alcanzó al PAN, como lo veremos adelante, y al
PRD, con los casos públicos de Julio César Godoy Toscano –acusado de
estar involucrado con La Familia Michoacana– y el más reciente, el de la
senadora Iris Vianey Mendoza Mendoza, a quien en las redes sociales
señalan de estar vinculada con Los Caballeros Templarios.
Desde julio de 2009, cuando apenas había ganado las elecciones para ser
senador de Michoacán, el medio hermano del exgobernador Leonel Godoy
fue acusado de estar estrechamente relacionado con La Tuta. El entonces
vocero de la Secretaría de Seguridad Pública, Monte Alejandro Rubido,
informó el martes 14 de julio que había una orden de detención en contra de
Godoy Toscano, quien se dio a la fuga.
Ese hombre estaba acusado de tener a su cargo las redes de protección
institucional para las operaciones de La Familia Michoacana en los
municipios de Lázaro Cárdenas, Nueva Italia y Arteaga.
En esa misma investigación de la Secretaría de Seguridad Pública
dirigida por Genaro García Luna se confirmó la complicidad del candidato
a diputado federal por el Partido Verde Ecologista de México, Saúl Solís
Solís El Lince, quien era el encargado de vender las drogas de La Familia
Michoacana en el Valle de México. Poco después fue detenido.
En el caso Godoy Toscano, después de permanecer prófugo por un año,
logró tomar protesta en San Lázaro como diputado federal del PRD en
septiembre de 2010, tras haber burlado a las autoridades que lo esperaban
afuera del recinto. Se acusó a miembros del PRD de ayudarlo a meterse
furtivamente en la cajuela de un auto al recinto legislativo.
En octubre de 2010, la PGR dio a conocer un audio de una conversación
telefónica entre Godoy Toscano y La Tuta, donde este último le ofrece todo
su apoyo para que gane la senaduría. Ambos acuerdan trabajar
conjuntamente.
La PGR levantó un nuevo cargo a Godoy Toscano por lavado de dinero,
y el 14 de diciembre de ese año la Cámara de Diputados votó por su
desafuero. Desde entonces sigue prófugo.
Leonel Godoy se ha deslindado de su medio hermano diciendo que
apenas tenía contacto con él, pues desde niño a Leonel lo llevaron a
Tijuana, donde vivió su niñez y buena parte de su juventud. Alegó que
varias veces convocó a su hermano para que declarara ante el Ministerio
Público si era o no gente de La Familia Michoacana.
Pero aun así, la sospecha de los vínculos de los Godoy y La Familia
Michoacana permanece, sobre todo porque salió nueva información con el
caso de la senadora Mendoza.
Desde hace tiempo, Iris Vianey Mendoza Mendoza ha sido acusada de
tener vínculos con La Familia Michoacana y con Los Caballeros
Templarios. En octubre de 2013 circuló en las redes sociales una foto de la
senadora en una fiesta bailando al lado de Melissa Plancarte, cantante
grupera e hija de Enrique Plancarte, fallecido operador financiero de Los
Templarios.
Esa misma imagen sería utilizada meses después, cuando el 5 de febrero
de 2014 el líder de las autodefensas de Michoacán, José Manuel Mireles, la
acusó de relacionarse con miembros del crimen organizado de la entidad.
Dijo que fue ella la responsable de abrir las puertas del Senado de la
Republica a un grupo de supuestos empresarios de Apatzingán que se
querían reunir con los legisladores, pero que en realidad eran enviados de
Los Caballeros Templarios.
Efectivamente, el 17 de octubre de 2013 un grupo de habitantes de
Apatzingán presuntamente vinculados con Los Caballeros Templarios fue al
Senado a quejarse de la acción de las autodefensas. Entre el grupo se
encontraban el director del Conalep del municipio, Juan Polvos; el
empresario Tito Emigdio Fernández Torres, supuestamente relacionado con
el brazo político de Los Caballeros Templarios, según expedientes de la
Policía Federal, así como Juan Olmos Mantilla; Luis Padrón Ramírez;
Emma Gómez Vargas; Juan Avilés Ruiz; Ricardo Sánchez; José Filiberto
Vejar; Armando Alemán Maciel, y Rigoberto Peláez, líder local de la
Canacintra, quienes se registraron como ejidatarios, empresarios e
integrantes de una agrupación inexistente que llamaron Asociación
Michoacanos, Paz y Dignidad.
Un mes después de este hecho, la senadora del PAN Luisa María
Calderón reveló la presencia de este grupo enviado por Los Caballeros
Templarios, que se reunió con varios senadores, entre ellos la perredista Iris
Vianey Mendoza, quien fue advertida de la verdadera personalidad de los
visitantes.
Pero fue hasta el 5 febrero de 2014 cuando explotó el escándalo, luego de
las declaraciones de Mireles en una entrevista con la periodista Carmen
Aristegui en su noticiero de MVS.
Utilizando un dicho de su abuelo, Mireles habló sobre la senadora
Mendoza: “Mi abuelo decía que si ves un animal saltando, que tiene orejas
de conejo, salta como conejo... es conejo”. Y sentenció: “La senadora tiene
relación y contacto con los templarios. Ya los llevó al Senado y dice que no
los conoce”. El doctor denunció que el alcalde de Apatzingán, Uriel
Chávez, y el director del Conalep, Juan Polvos, tenían vínculos con el grupo
criminal.
En entrevista en el mismo espacio radiofónico, la perredista Mendoza
reconoció que ella gestionó la reunión y aceptó que, aunque fue advertida
de los supuestos nexos criminales por parte de la senadora del PAN Luisa
María Calderón, decidió recibirlos porque son ciudadanos, “humanos”, y
porque se lo pidió el propio alcalde de Apatzingán, Uriel Chávez.
Dijo que Mireles estaba equivocado, lo acusó de mentiroso y denunció
que detrás de él había gente “haciendo política”. Acerca de la imagen con
Melissa Plancarte justificó que había asistido a una fiesta en Apatzingán
como mucha gente.
La senadora de Apatzingán pidió que se instituyera una comisión
especial en el Senado para que investigara el caso y solicitó una licencia de
un mes para que la PGR investigara las acusaciones.
Al mes regresó con la idea de que se había comprobado su inocencia.
Pero para entonces ya circulaba en las redes sociales un video de 10
minutos de duración en el cual se detallaba su biografía y sus vínculos con
La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios.
Titulado El lado oscuro de la senadora Iris Vianey Mendoza Mendoza, en
el video aparecen imágenes suyas sacadas de sus propios espacios en
Twitter y Facebook, con textos donde se va describiendo su carrera política
desde los 14 años, cuando era parte de los jóvenes del PRD en Apatzingán,
hasta llegar a su participación en las campañas de Andrés Manuel López
Obrador y de Leonel Godoy, concluyendo con la propia como senadora y
sus aspiraciones a ser gobernadora.
En la parte más delicada, el video anónimo revela que tuvo relaciones
sentimentales con Alejandro Elorza El Primito, a quien se identifica como
integrante de La Familia y exjefe de plaza en Ixtapa Zihuatanejo, con quien
tuvo un hijo. Se indica que en la lucha por Ixtapa, El Primito fue
descubierto por los Beltrán Leyva, que lo levantaron y asesinaron junto con
cuatro personas.
El video señala que durante la campaña de Godoy a la gubernatura
Mendoza siempre lo acompañó con el objetivo de escalar en la política, y
que el candidato aceptó su compañía tanto pública como en la intimidad a
cambio de apoyarla en su carrera política.
Se cita la detención de un personaje conocido como El Toro, miembro de
Los Caballeros Templarios, quien aseguró haber acompañado a Godoy y a
Mendoza en la campaña a la gubernatura del primero.
Según la grabación, después de que La Familia Michoacana fuera
desarticulada y aparecieran Los Caballeros Templarios, Mendoza se acercó
a Nazario Moreno El Chayo, con dos objetivos: “No tener represalias por
sus anteriores nexos con La Familia Michoacana y seguir teniendo apoyo
del nuevo cártel que se presentaba en Michoacán, ya que lo necesitaría en
su carrera política”. Para lograr acercarse al fundador de Los Caballeros
Templarios “tuvo que ser más que una amiga y servirlo en la intimidad”.
Desplegando información confidencial, los autores del video señalan que
la senadora, “en las reuniones sostenidas con Nazario, pactó a través de sus
relaciones pasionales que si era establecida como gobernadora les
entregaría a Los Caballeros Templarios los puestos de titular de las
principales dependencias de obra y de manejo de recursos económicos a
personas de amplia imagen social que fueran afines” a los narcos.
En la grabación recuerdan también la visita de los enviados templarios al
Senado, donde fueron recibidos por la legisladora del PRD, a petición del
edil de Apatzingán, Uriel Chávez, sobrino de Nazario Moreno El Chayo.
Actualmente, Chávez se encuentra en la cárcel acusado de haber mandado
levantar y asesinar a Octavio Contreras, miembro del PAN, por las críticas a
su gobierno y a Los Templarios.
Respecto de las actividades sociales de la legisladora, dicen en el video
que, en repetidas ocasiones, ha estado con personas relacionadas con Los
Templarios y que entre sus amistades hay hijas de los líderes de ese grupo,
así como personajes dedicados al lavado de dinero y el despojo de
propiedades.
“Entre sus mejores amigas se encuentra Melissa Plancarte, hija de uno de
los principales líderes de Los Caballeros Templarios, con la cual se les miró
de compras en centros y plazas comerciales de Morelia y Uruapan en varias
ocasiones.”
En su parte final, la grabación habla de los hermanos de la senadora: “Su
hermano Manuel Meño Mendoza se jactaba de trabajar con Hugo Lozoya,
conocido narcotraficante de Apatzingán y parte de la estructura delictiva de
Los Caballeros Templarios, y presumía a los cuatro vientos que le soltarían
100 kilos de droga ice para que ‘los trabajara’.
“Además de que el joven paseaba armado en los distintos spa, dentistas,
estéticas y boutiques de la ciudad. Sin olvidar que era quien llevaba a su
hermana la senadora a sus reuniones íntimas en Guanajuatillo con El Chayo
a bordo de una Suburban.”
De otro hermano, Fredy Mendoza, en el video se dice que “divulgó en
Morelia que su hermana sería la próxima gobernadora y, en tono de sátira,
aludía a su cuñado Carlos Sotelo, quien les haría el trabajo político y que
gracias a él es que ella es senadora”.
“(Fredy) por mucho tiempo en Apatzingán fue el novio de la hija de Juan
Garra, conocido narcotraficante y compadre de Nazario Moreno, con el
cual llegó a reunirse varias veces y sostuvo un amistad, la cual le favoreció
mucho para que la senadora Iris pudiera acercarse a El Chayo.”
Finalmente, menciona al otro hermano, Kenny Mendoza, a quien se ubica
como gran amigo de Manuel Moreno El Chalo, hijo muerto de El Chayo.
Se muestra una imagen de su página de Facebook donde expresa cuánto
extrañaba a su amigo, “funeral al cual asistió con sus hermanos y la
senadora”.
Para cerrar se cita el caso de María Mariscal Magaña, regidora de salud
en Buenavista Tomatlán por el PRD, supuestamente gran amiga de la
senadora –muestran foto juntas del 27 agosto de 2013–, quien está
desaparecida desde el 3 diciembre de 2013. Dice que hasta la fecha no ha
mencionado nada al respecto aun sabiendo que su amiga estaba
embarazada, “todo por proteger a Los Caballeros Templarios y que éstos no
hablen en contra de ella”.
La senadora ha negado toda esta historia alegando que se le quiere dañar
políticamente. Pero ella misma ha creado nuevos escándalos, como fue su
viaje a Brasil el 26 de junio para asistir al partido de México contra Croacia
en el Mundial de Futbol. Durante más de una semana la legisladora dejó de
ir a trabajar al Senado.
Leonel Godoy reconoce en entrevista que el crimen organizado se acercó
a muchos políticos de todos los partidos, como fue el caso de su medio
hermano. Dijo que a estos políticos los delincuentes “les pidieron el favor o
se dejaron doblegar por ellos”.
Como exgobernador sostiene que no se puede evadir la responsabilidad
que hubo de su administración, como tampoco en la de Lázaro Cárdenas,
sobre el avance del crimen organizado en Michoacán, pero justifica que
dicha responsabilidad era principalmente en el gobierno federal, porque el
combate del crimen organizado le corresponde por ley a la federación.
“Cada uno tendrá que responder, creo que nosotros también tenemos una
responsabilidad, sin duda, pero me parece que hay una cosa que no les gusta
que lo diga, pero ahora como exgobernador lo puedo decir sin problemas: la
tarea fundamental de perseguir los delitos federales es de la federación, es
la que establece la estrategia, la que decide las directrices, la que resuelve a
quién le corresponde hacer esta tarea.
“Es por eso que nosotros, con el presidente Calderón, tuvimos una
posición absolutamente de oposición a lo que estaba haciendo, primero
porque era una estrategia basada en la fuerza: no hubo un solo programa
social de alto impacto, no había coordinación con el estado, politizaron el
tema, en las reuniones del Consejo Nacional de Seguridad Pública lo
politizaron.”
Abunda: los gobernadores que no eran panistas se quejaban precisamente
de que no se les tomaba en cuenta para coordinarse porque el gobierno
federal desconfiaba de ellos, y más en su caso, porque como penalista y
criminólogo siempre dijo que esa tarea le correspondía al procurador y no al
secretario de Seguridad Pública.
–El PRD estuvo una década gobernando Michoacán, ¿entonces cuál es su
responsabilidad en todo lo que está pasando? –se le pregunta.
–No fue una década, fue a partir de la entrada de Felipe Calderón,
entonces fueron seis años, de los cuales cinco coincidieron con los
gobiernos perredistas en Michoacán, uno de Lázaro Cárdenas y cuatro
míos. Nosotros no tuvimos ninguna responsabilidad, el PRD se opuso a esa
guerra como modelo para combatir el crimen organizado y la delincuencia.
Como parte de la izquierda, históricamente siempre he creído que como
cualquier fenómeno social se debe atacar sus causas, y ese delito es un
fenómeno social cuyos efectos son los asesinatos, el cobro de piso, etc.
“Eso lo dijimos siempre y por eso chocamos con la posición de la
derecha, que donde quiera siempre ha creído que la manera de combatir los
delitos es con la fuerza. O sea, chocaron dos visiones. Por eso creo que es
injusto para la izquierda hacerla responsable, porque si sólo hubiera
ocurrido en Michoacán le hubieras podido echar la culpa a la izquierda,
pero fue un fenómeno nacional de 100 mil muertos en todo el país durante
esos seis años de gobierno de Felipe Calderón.”
Godoy asegura que cuando el PRD gobernó Michoacán no era de los
principales estados con el problema del narcotráfico, como Chihuahua, Baja
California, Sinaloa y Tamaulipas, sino que fue hasta el inicio de la
estrategia de Calderón en 2006, y el regreso del PRI al gobierno del estado,
con Fausto Vallejo en 2012, cuando la situación llegó a los niveles máximos
de poder del crimen organizado hasta lo formación de un cuasi-Estado
narco.
“Entonces me parece que se pierde la perspectiva histórica porque se ve
lo que está ocurriendo ahora creyendo que así fue en nuestros gobiernos.
Entonces, en primer lugar, aclaro que no fueron los 10 años, esto se detonó
a partir de que Felipe Calderón llega a Apatzingán en diciembre de 2006
declarándole la guerra al crimen organizado, mandando tropas a
Michoacán. Cuando yo llego al gobierno, tanto en declaraciones públicas
como en las reuniones del Consejo Nacional de Seguridad Pública, siempre
sostuve que ésa no era la estrategia correcta para disminuir el crimen
organizado. Entonces no fue en Michoacán, fue un fenómeno nacional.
–Fue en Michoacán donde Calderón lanza la declaración de guerra y
manda tropas y policías para combatir al crimen organizado, pero sin una
estrategia...
–Sí, pero si se revisan las estadísticas de la época, Michoacán no estaba
entre los 10 estados de mayor índice delictivo federal y menos del fuero
común. Reitero que lo que está ocurriendo en Michoacán, creyendo que así
estaba antes, me parece que es un error, basta con ver los propios informes
del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
–¿Pero cómo fue que Michoacán llegó a esta situación?
–No niego que había un problema cuando estuvimos nosotros, pero lo
digo claramente: se debió a esa estrategia guerrista equivocada de Felipe
Calderón, que no fue acompañada de una ofensiva social necesaria.
Nosotros la tuvimos que hacer, hicimos una presa de 2 mil 800 millones de
pesos, nueve hospitales en Tierra Caliente, reconstruimos caminos con una
inversión de más de mil 500 millones de pesos.
“La atención social la reclamamos todo el tiempo porque claro que hay
que combatir los delitos con mano firme, hay que meter a la cárcel a los que
cometen delitos, pero ésa no es la solución, es combatir sólo los efectos,
pero si se quiere disminuir realmente un fenómeno social hay que ir a sus
causas y éstas están en la falta de oportunidades.”
–Existe la intención de responsabilizar a usted y a Lázaro Cárdenas,
diciendo que así dejaron la casa después de que gobernaron…
–Ésa ha sido la actitud el gobierno del estado. Imagínate que yo después
de los granadazos del 15 de septiembre de 2008 hubiera salido a decir que
eso se debía a los 70 años de gobierno del PRI en Michoacán. Creo que ésas
no son respuestas apropiadas para la población, cada quien debe asumir la
responsabilidad que le corresponde en el momento que le toca gobernar.
“Lo que está ocurriendo ahora se da dos años después de que el PRI llegó
al poder, no ocurrió al siguiente día. Claro que sí había antecedentes y eso
se fue acumulando, pero hubo un deterioro paulatino, y con Fausto Vallejo
se puso en una situación insostenible, al grado de que intervino la
federación.”
Para el exgobernador Godoy lo que ocurrió en los últimos años de
gobierno del priista Fausto Vallejo fue que Los Caballeros Templarios
rompieron los “equilibrios” delicados que se habían establecido para que no
se metieran con la población, y pensaron que podían actuar de manera
impune porque ellos le habían ayudado a ganar al PRI.
“La situación fue paulatinamente empeorando, pero en estos dos últimos
años llegó a ser insostenible, porque a Los Caballeros Templarios se les
pasó la mano en la extorsión, creo que ésa es la causa fundamental de lo
que ocurrió, un exceso de estos señores que rompieron unos delicados
equilibrios que siempre había en el estado en cuanto a que no se metían con
la población. Sus agresiones eran entre ellos y con sus adversarios, eso dejó
de ocurrir y generó, sin duda, el surgimiento de los grupos de autodefensa
que son diferentes a la policía comunitaria de Cherán.
–¿Hay razones por las cuales se excedieron?
–Creyeron que iban a tener mucha impunidad, ésa es mi impresión, y casi
salieron a la luz pública a extorsionar. No contaron con la intervención del
gobierno federal. Pero esa intervención tiene muchas lecturas, entre ellas la
política de que el PRI nacional rescata al PRI estatal y beneficiará a Los
Caballeros Templarios. A todo esto tendrá que responder a su tiempo el
gobierno federal, con una actitud muy transparente.
El perredista aclara que la solución al problema del crimen organizado en
Michoacán, así como en todo el país, es de largo plazo y eso se le debe
explicar a la población. El reto es, expresa, que el actual gobierno federal
no repita el fracaso de Calderón con el famoso Michoacanazo.
El Michoacanazo
El 26 de mayo de 2009, en las vísperas de las elecciones en Michoacán para
la renovación del Congreso y de las 113 alcaldías, Felipe Calderón ordenó
un operativo policiaco-militar para detener a un grupo de funcionarios,
alcaldes y agentes policiacos acusándolos de proteger a La Familia
Michoacana, zetas y miembros del cártel de los hermanos Beltrán Leyva. Se
trataba de la segunda parte de la estrategia calderonista de intervenir en
Michoacán para que su partido y su hermana Luisa María pudieran
gobernar su estado natal.
El gobierno de Godoy aún no se reponía de los granadazos del 15 de
septiembre de 2008, en el que murieron ocho personas y resultaron heridas
más de cien, cuando se le vino un golpe con El Michoacanazo, ordenado
por Calderón para debilitar al gobierno del PRD y ayudar a los candidatos
de su partido, coordinados por su hermana Luisa María.
Sin dar aviso al gobierno estatal para que la información no se filtrara,
según justificó en su momento el secretario de Gobernación, Fernando
Gómez Mont, los funcionarios y legisladores michoacanos fueron
sorprendidos por los policías y soldados que ingresaron a las instalaciones
de gobierno para concretar las detenciones, violando la Constitución local.
En total fueron detenidas 38 personas. Se les dictó arraigo de 40 días en
las instalaciones de la PGR en la Ciudad de México. Julio César Godoy
Toscano, medio hermano del gobernador, fue detenido por el Ejército
durante unas horas, pero luego fue puesto en libertad. Apenas el 7 de abril
su compañero de fórmula, Gustavo Bucio Rodríguez, había sido ejecutado
en un restaurante de Nueva Italia, zona controlada por La Familia
Michoacana.
Tres de los arraigados eran gente de confianza de Leonel Godoy en la
PGJE: el titular, Miguel García Hurtado; el exsubprocurador en Morelia,
Ignacio Mendoza Jiménez, y el coordinador de asesores, Ramón Ponce
Ponce.
También fue detenida su más cercana colaboradora, Citlalli Fernández
González, quien fue su primera secretaria de Seguridad Pública. Asimismo,
Mario Bautista Ramírez, director del Instituto Estatal de Formación
Policial, que al principio de la actual administración fue director de Policía
y Tránsito del estado.
Otro de los detenidos fue el empresario Ricardo Rubí Bustamante,
director de Fomento Industrial de Michoacán, expresidente del Consejo
Coordinador Empresarial del estado y a quien se le acusaba de lavado de
dinero. Igualmente Juan Gaona Gómez, jefe de agentes de la Dirección de
Gobernación estatal, para cuya aprehensión la Policía Federal entró a la
fuerza en el Palacio de Gobierno.
De los alcaldes detenidos, seis eran del PRI: José Cortés Ramos, de
Aquila; Jairo Germán Rivas Páramo, de Arteaga; Audel Méndez Chávez, de
Coahuayana, y Uriel Farías Álvarez, de Tepalcatepec, hermano de El
Abuelo Farías, señalado por la PGR como miembro del cártel de Los
Valencia y proveedor de efedrina de Zhenli Ye Gon. También fueron
capturados Adán Tafoya Ortiz, de Tumbiscatío, y Juan Antonio Ixtláhuac
Orihuela, de Zitácuaro, sobrino del actual senador priista Ascensión
Orihuela Bárcenas.
Del PRD cayeron Osvaldo Esquivel Lucatero, de Buena Vista Tomatlán,
y Genaro Guízar Valencia, de Apatzingán; mientras que los presidentes
municipales panistas arraigados fueron José Luis Ávila Franco, de Ciudad
Hidalgo, y Antonio González Rodríguez, de Uruapan, la segunda ciudad
más importante de Michoacán.
Entonces, el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, alegó
que el operativo era producto de una investigación de medio año sobre las
relaciones de funcionarios y autoridades municipales con el narcotráfico.
Pero en realidad, desde febrero de 2008, el PRD denunció ante el gobierno
federal las presiones recibidas por La Familia Michoacana. Acusaron que
20 presidentes municipales electos fueron secuestrados y llevados al
poblado de Nueva Italia, tenencia del municipio de Múgica, donde
miembros de La Familia los coaccionaron.
En un hecho inédito en el país, los alcaldes –aseguraron– fueron
concentrados y vigilados por hombres armados, quienes les advirtieron:
“Los dueños del territorio donde van a gobernar somos nosotros. No se
confundan, los directores de Seguridad Pública nosotros los vamos a poner.
(…) No deben meterse en ninguno de los asuntos de La Familia”. (Proceso
1700).
El 27 de mayo de 2009, Carlos Navarrete, entonces coordinador del PRD
en el Senado, reveló que Leonel Godoy, antes de su toma de posesión en
febrero de 2008, se reunió con el general Guillermo Galván Galván,
secretario de la Defensa Nacional, para informarle de este hecho.
“Cuando Leonel Godoy era gobernador electo y preparaba su acto de
toma de posesión, tuvo conocimiento de un cónclave de presidentes
municipales, en un lugar de Michoacán, de todos los partidos políticos,
amenazados por el narco. (…) Cuando tuvo en sus manos ese informe de un
presidente municipal que acudió y le informó, le dio nombres, municipios,
quiénes habían convocado, le dio toda la información; Leonel lo que hizo es
comunicarse con el presidente nacional (del partido) en ese entonces,
Guadalupe Acosta Naranjo, quien convocó a Javier González Garza y a mí
para que los tres acompañáramos a Leonel a un encuentro con el secretario
de la Defensa Nacional.”
Según Godoy, le dijo al general Galván: “Le informo de esto y aquí están
nombres, municipios, asistentes, convocantes. Le pido al general no esperar
a que yo tome posesión, me quiero poner de acuerdo con usted y con la
PGR y con Seguridad Pública, ya de inmediato, para las acciones
correspondientes. Ustedes por delante, porque les toca como gobierno
federal, pero cuenten con mi gobierno para ello, como gobernador electo”.
El encuentro se realizó en el Campo Militar Número 1. Acordaron que se
coordinarían a través de la 43 Zona Militar, con sede en Apatzingán, y de la
21 Zona Militar, en Morelia.
Pero nada se hizo. A pesar de que en julio de 2006 lanzó la declaración
de guerra al narcotráfico en un acto militar en Apatzingán, Felipe Calderón
dejó que el crimen organizado de su estado natal siguiera operando y sólo
actuó de manera más firme hasta después del 15 de septiembre, cuando se
dieron las explosiones de las dos granadas lanzadas por Los Zetas.
Después actuaría nuevamente con mano dura en vísperas de los comicios
de 5 de julio de 2009, con El Michoacanazo.
Aunque el día del operativo Godoy dijo que se había violado la soberanía
del estado, el jueves 28 de mayo pidió en Guanajuato cerrar la controversia,
“porque la federación y Michoacán no pueden estar confrontados”. Esto
después de que el entonces secretario de Gobernación, Fernando Gómez
Mont, en una visita a Morelia un día después de El Michoacanazo
manifestó su desconfianza en Godoy.
“Yo sólo confío en la ley y el gobierno”, expresó el funcionario panista a
la prensa al final de un breve encuentro con el gobernador, y argumentó que
no se le avisó a Godoy “para que la acción judicial tuviera menos riesgos”.
A pesar de lo aparatoso del operativo y del arraigo impuesto a todos los
detenidos –salvo Julio César Godoy, que sigue prófugo– para septiembre de
2010 todos los acusados habían quedado libres porque no se sustentaron las
acusaciones en el proceso judicial que se les siguió.
–¿Qué pasó con su hermano? –se le inquiere al exgobernador Leonel
Godoy, en entrevista para este libro.
–Hay que recordar que yo crecí en Tijuana, salí a los siete años de Lázaro
Cárdenas y no conozco bien esa historia de mi hermano. Por ejemplo, no sé
si sea cierto que es su compadre (de La Tuta), no tenía esa relación como
para conocer ese tipo de detalles. Creo que en su caso, como ocurrió con
muchos políticos, o le pidieron el favor o se dejó doblegar por ellos, ésa es
una posibilidad. Pero de que él formara parte de la estructura de La Familia
Michoacana o de Los Templarios, tendría mis dudas.
A su ver, las actividades políticas y de litigio de su medio hermano como
abogado atrajeron a La Familia Michoacana y ahí fue que se le acercaron
amenazándolo u ofreciéndole dinero para que les ayudara.
Al salir libres todos los acusados se demostró que El Michoacanazo no
sirvió para los fines electorales para los que fue diseñado. Fue el fracaso
más estruendoso del gobierno calderonista en la lucha contra el crimen
organizado.
Godoy señala que, por eso, en su momento dijo que El Michoacanazo fue
un error de Calderón, porque se trató de una especie de razia: los soldados y
los policías llegaron y levantaron gente sin tomar en cuenta que el tema
penal es más delicado y tiene aspectos técnicos que deben cumplirse.
“Yo señalé que era un grave error y una violación flagrante a la
Constitución. Eso tampoco les gustó. Lo que ocurrió con el gobierno de
Calderón es que armó una estrategia equivocada, la politizó. Sí había un
objetivo que me parecía correcto –fortalecer las instituciones–, pero no se
puede hacer golpeándolas.
“Por ejemplo, no es lo mismo el municipio de Nueva Italia que
Guadalajara, si en el primero llega un grupo de 10 personas armadas ni
modo que no los reciba el presidente municipal, pero si tratan de hacerlo en
Guadalajara o el Distrito Federal, pues es imposible. Es cierto que sí se
requieren instituciones fuertes, entre ellas los municipios, pero con políticas
públicas correctas.”
CAPÍTULO 7.
LA GUERRA
La guerra de Calderón
El 11 de diciembre de 2006 el entonces secretario de Gobernación,
Francisco Ramírez Acuña, anunció el despliegue de 7 mil efectivos de las
fuerzas federales para el Operativo Conjunto Michoacán. Felipe Calderón
apenas tenía 11 días como presidente de la Republica, luego de un triunfo
polémico ante Andrés Manuel López Obrador, quien cuestionaba su
legitimidad.
En el acto participaron los cinco integrantes del gabinete de seguridad:
Gobernación, Defensa Nacional, Seguridad Pública, Marina y PGR.
Calderón no quiso presentarse aunque se trataba de su primer gran acto
como presidente. Pretextó que tenía actividades privadas.
Ramírez Acuña dijo entonces que una de las tres prioridades de Calderón
era “fortalecer la seguridad de los mexicanos y sus familias, para traer la
paz que la delincuencia organizada ha arrebatado”.
La acción conjunta en Michoacán implicaba el uso de todas las fuerzas
federales, poner en las calles al Ejército en labores de seguridad pública –
para las cuales está impedido constitucionalmente–, con las metas de
terminar con los plantíos ilícitos, efectuar cateos, órdenes de aprehensión y
desmantelar los lugares donde se vendía droga.
Calderón empezaba así su administración, exhibiendo fuerza militar y
policiaca, luego de que el primero de diciembre anterior había tomado
posesión tras entrar a la Cámara de Diputados subrepticiamente, en medio
de gritos de protesta de los legisladores de izquierda que tomaron la tribuna
y que cuestionaban su legitimidad y su triunfo ante López Obrador.
Para el Operativo Conjunto Michoacán se destinaron 2 mil 900 millones
de pesos en los dos primeros años, la Secretaría de la Defensa Nacional
mandó 29 aeronaves y 246 vehículos terrestres para que se concentraran en
16 regiones catalogadas de alta incidencia delictiva en Michoacán, y asignó
a 4 mil 200 elementos del Ejército y Fuerza Aérea Mexicana. También
desplegó 131 bases de operación, con 30 efectivos cada una, y se
establecieron 24 puestos de control en varias regiones.
La Marina, por su parte, destinó mil 54 elementos de Infantería, nueve
helicópteros, dos aviones con cámara para detección nocturna, tres patrullas
interceptoras y una oceánica con helicóptero embarcado.
La Secretaría de Seguridad Pública puso mil 400 elementos, de los cuales
900 eran de fuerzas federales de apoyo y 300 de seguridad regional de la
Policía Federal Preventiva, 10 perros y 220 unidades de inteligencia y
operación de la Agencia Federal de Investigación (AFI).En tanto, la PGR
destinó 50 agentes del Ministerio Público.
Semanas después, el 3 de enero de 2007, mientras las aguas políticas
seguían agitadas por su polémica victoria, Felipe Calderón llegó a Uruapan
a las ocho de la mañana, sorprendiendo a todos porque se había ataviado
como si fuera un militar: un quepis con las cinco estrellas de “Comandante
general de las fuerzas armadas”, una casaca verde que le quedaba grande y
muy larga de las mangas. Así ratificó su declaración de guerra.
Con una actitud que intentaba ser marcial, Calderón se dirigió a las
instalaciones de la 43 Zona Militar de Apatzingán, donde encabezó una
ceremonia de saludo a la bandera frente a las tropas, firmó el libro de
visitantes distinguidos y ofreció “todo su apoyo” en su nueva encomienda:
abatir al narcotráfico en todo el país.
Acompañado de todos los altos mandos castrenses del país, Calderón
empezó su administración rindiendo tributo a soldados, marinos y policías.
Dijo que ya habían logrado detener el avance de la delincuencia en la
primera fase. Les ordenó no desfallecer en esta tarea.
A diferencia de Vicente Fox, quien usó vestimenta militar sólo en casos
extraordinarios, como en 2001 cuando supervisó las obras de
reconstrucción luego del huracán Isidore en Yucatán, Calderón llegó a su
tierra natal portando la indumentaria militar en una ceremonia a la que
tradicionalmente otros presidentes acudían vestidos de civil.
El mensaje era claro, se había investido como jefe de las fuerzas armadas
y ratificaba una declaración de guerra desde Michoacán, donde La Familia
controlaba amplias zonas.
En apenas 34 días de gobierno, Calderón ya se había reunido cinco veces
con tropas, marcando así la tónica de lo que sería su administración.
“Vengo hoy como comandante supremo a reconocer su trabajo, a
exhortarlos a seguir adelante con firmeza, entrega, y a decirles que estamos
con ustedes”, les dijo a los militares ese día en Apatzingán, flanqueado por
los secretarios de la Defensa, el general Guillermo Galván, y de Marina, el
almirante Mariano Saynez.
Apuntó que su gobierno estaba decidido a recuperar la paz, no sólo en las
entidades más afectadas, sino en cualquier región de México que estuviese
amenazada por el crimen organizado. Reconoció que la lucha no sería fácil
ni rápida e implicaría enormes recursos, incluso la pérdida de vidas.
Al final del convivio, Calderón dejó la ropa militar, entregó la casaca y el
gorro a su jefe de ayudantes, el teniente coronel Mario Castro, y se despidió
de los efectivos, a quienes prometió aumentarles el salario.
Esta no fue la única vez que Calderón hizo uso de la indumentaria militar
para mandar un mensaje de fuerza y apuntalar su declaración de guerra. El
16 de septiembre de 2007, durante el desfile militar, vistió a sus hijos Juan
Pablo y Luis Felipe con uniforme militar, incluyendo insignias que
asemejaban los grados de mayor y teniente coronel, respectivamente. El
hecho tuvo muchas críticas pues se consideró que fue un exceso de
Calderón, pero en Los Pinos se justificaba diciendo que había sido por la
“alta estima que el presidente tiene por las Fuerzas Armadas”.
Durante cinco años, Calderón usó el término “guerra” para referirse al
operativo que ordenó en diciembre de 2006. En 2011, cuando ya era
evidente el fracaso de este operativo, el panista quiso enmendar el discurso
y negó que hubiese empleado el vocablo “guerra”.
Ese día, Calderón hizo una rabieta cuando Miguel Treviño, director del
Consejo Cívico e Institucional de Nuevo León, le dijo: “Si ya eligió usted el
concepto de ‘guerra’ para definir lo que estamos viviendo, no puedo
imaginar tarea más importante para el comandante supremo que asegurar la
unidad de propósito y la coordinación de todas las instancias públicas que
participen”.
Molesto, Calderón reviró: “Yo no he usado y sí le puedo invitar a que,
incluso, revise todas mis expresiones públicas y privadas. Usted dice:
‘Usted ya eligió el concepto de «guerra»’. No. Yo no lo elegí. Yo he usado
permanentemente el término ‘lucha contra el crimen organizado’ y ‘lucha
por la seguridad pública’, y lo seguiré usando y haciendo”.
La respuesta vino de la prensa, que hizo un seguimiento de sus discursos
y encontró un buen número de ocasiones en que Calderón habló de
“guerra”. El 5 de diciembre de 2006, Felipe Calderón dijo: “Trabajamos
para ganar la guerra a la delincuencia”. El 20 de diciembre de 2007, durante
un desayuno con personal naval, repitió hasta en cuatro ocasiones, en un
solo discurso, el término: “La sociedad reconoce de manera especial el
importante papel de nuestros marinos en la guerra que mi gobierno
encabeza contra la inseguridad”; “La lealtad y la eficacia de las fuerzas
armadas son una de las más poderosas armas en la guerra que libramos
contra ella”; “Al iniciar esta guerra frontal contra la delincuencia señalé que
ésta sería una lucha de largo aliento”; “Así son, precisamente, las guerras”.
Hay más: el 12 de septiembre de 2008, en la ceremonia de clausura y
apertura de cursos del Sistema Educativo Militar, repitió media docena de
ocasiones el vocablo: “Hoy nuestro país libra una guerra muy distinta a la
que afrontaron los insurgentes en 1810, una guerra distinta a la que
afrontaron los cadetes del Colegio Militar hace 161 años”; “Todos los
mexicanos de nuestra generación tenemos el deber de declarar la guerra a
los enemigos de México. (..) Por eso, en esta guerra contra la delincuencia”;
“Es imprescindible que todos los que nos sumamos a ese frente común
pasemos de la palabra a los hechos y que declaremos, verdaderamente, la
guerra a los enemigos de México”; “Estoy convencido que esta guerra la
vamos a ganar”.
El 19 de febrero de 2007, durante la celebración del Día del Ejército, en
un desayuno con los altos mandos castrenses, Calderón solamente utilizó
una vez la palabra “guerra”. A partir de entonces solamente usó el término
“lucha”, tratando, con este juego de palabras, de aminorar la percepción
adversa que ya había en su contra por la creciente cantidad de pérdidas
humanas –que él llamo “daños colaterales”, usando nuevamente un
lenguaje militar para tiempos de guerra.
Guillermo Valdés Castellanos, director del Centro de Inteligencia y
Seguridad Nacional (Cisen) durante la administración calderonista,
argumenta que la decisión de Felipe Calderón de poner al Ejército en
labores de seguridad fue porque no había suficientes policías federales para
el combate –sólo 10 mil–, y poseían un armamento menor que el de los
criminales; además, los policías estatales y municipales no eran confiables y
las instituciones de procuración de justicia eran débiles.
Asegura que no lanzó la guerra porque Calderón necesitara legitimarse a
través del uso de las fuerzas armadas.
“En 2007, ante la irrupción cada vez más violenta de las organizaciones
criminales y sin la posibilidad de implementar acciones de contención,
control y debilitamiento de la delincuencia organizada por la insuficiencia,
debilidad y corrupción de las policías locales, el gobierno de Felipe
Calderón no tenía otra opción que recurrir a la única fuerza pública del
Estado con las capacidades numéricas y de fuego para comenzar a hacer
frente al despliegue criminal. (…) Por eso la participación del Ejército y la
Marina. No son policías, es cierto; lo óptimo era que las policías se
encargaran del problema; pero era lo único con que contaba el Estado
mexicano para hacer frente a las organizaciones criminales. Su
participación no fue, por tanto, una decisión para mostrar el respaldo del
Ejército a un ‘presidente débil’, como algunos analistas han afirmado.”
(Valdés Castellanos, 2013)
Las consecuencias de la declaración de guerra al narcotráfico, sin una
estrategia social, de salud y educación, provocaron el peor escenario
posible: más de 100 mil muertes, 30 mil desaparecidos, miles de
desplazados y una violencia que no se vivía en México desde los años de la
Revolución y de la Guerra Cristera.
El fracaso
El 11 de agosto de 2010, durante un encuentro que se llamó Diálogo por la
Seguridad, al que acudieron los dirigentes de PRI, PRD, PAN, Partido
Verde, Convergencia y Nueva Alianza, Felipe Calderón fue criticado
duramente por el fracaso de su guerra. Fiel a su carácter irascible y
despótico, se molestó y dijo que no la había perdido, aunque admitió que la
percepción general era ésa.
“Entiendo perfectamente y sé que es la percepción, esta afirmación de
que la guerra se va perdiendo. No comparto la afirmación, pero comprendo
que es una percepción general que, creo, también el Estado debe combatir”,
soltó.
El jefe del Ejecutivo trató de deslindarse del uso del término “guerra” y
los escasos resultados, pero sostuvo, “y si de guerra habláramos”, en los
enfrentamientos del Ejército, la Marina y la policía con los grupos
delincuenciales, las bajas de los criminales eran considerablemente
mayores, quizá en proporción de ocho a uno.
“Indefectiblemente, la victoria, digamos, de este enfrentamiento
corresponde al gobierno. De tal manera que no es dable hablar de que esa
guerra o esa batalla se va perdiendo.”
Más aún, aseguró que sí se podía derrotar al crimen organizado, pero
reconoció que la duración de la batalla sería indefinida: “Que el escenario
de violencia, de enfrentamiento, de bajas, se prolongue, incluso, más tiempo
¿cuánto tiempo? Es difícil saberlo”.
Ese día Calderón aceptó estar dispuesto a “cambiar o mejorar la
estrategia” a cambio de escuchar propuestas precisas. Pero advirtió que si
toda la energía política en el país se orienta a atacar, cuestionar o a debilitar
al Estado, los beneficiados serían los grupos criminales. “Sí se pierde la
legitimidad de su acción, sí se baja la moral de las tropas, de las policías,
pero quien gana ahí no son los partidos políticos, son los criminales”.
Beatriz Paredes, del PRI, y Jesús Ortega, del PRD, criticaron como el
resto de la sociedad el uso electoral de la guerra contra el crimen, a lo cual
Calderón volvió a defenderse diciendo que el día en que México cuente con
32 policías estatales y una federal, así como ministerios públicos confiables
y eficientes, “ese día estará derrotada la criminalidad”. Y lanzó un par de
interrogantes: “¿Quién se va a encargar de vigilar estas 32 policías
estatales? ¿Qué tal si una de ellas queda en manos de uno de estos
criminales?”.
Calderón se asumió “incomprendido” en su cruzada contra la
criminalidad y señaló que el primer gran consenso debía ser el combate a la
criminalidad y, el segundo, que la seguridad pública fuera
corresponsabilidad de todas las autoridades.
“Si alguien considerase que el error del gobierno ha sido combatir la
criminalidad, es momento de que lo diga abierta y sinceramente y comparta
con la sociedad las razones por las cuales considera que esta premisa
fundacional del Estado de derecho ha dejado de tener vigencia.”
Para entonces el fracaso de la estrategia guerrista de Calderón ya se
reflejaba en las cifras de homicidios vinculados al crimen organizado. Cada
año aumentaron en todo el país, según cifras oficiales del Sistema Nacional
de Seguridad Pública: en 2007 hubo 2 mil 819; en 2008 aumentaron a 6 mil
824; en 2009 fueron 9 mil 612; en 2010 se alcanzó el numero de 15 mil
259; hacia 2011 subió a 16 mil 987; y para 2012 se disparó hasta llegar a 51
mil 501.
Para Michoacán, donde empezó la estrategia militar y policiaca, los
números eran similares: En 2006 se registraron mil 349 homicidios, de los
cuales 661 fueron dolosos y 688 culposos; en 2007, la cifra aumentó a mil
484 homicidios, de los cuales 527 fueron dolosos y 957 culposos; en 2008
subieron a mil 906, de éstos 565 fueron dolosos y mil 341 culposos; en
2009 aumentaron a 2 mil 265, 728 dolosos y mil 537 culposos; en 2010
hubo 2 mil 29 asesinatos, 661 dolosos y mil 368 culposos; en 2011
aumentaron a 2 mil 272 homicidios, 773 fueron dolosos y mil 499 culposos;
en 2012 fueron 2 mil 287, de los que 755 fueron dolosos y mil 532
culposos.
Para entonces también había múltiples reportes de violaciones a los
derechos humanos por parte de soldados y policías en todo el país, sobre
todo en estados como Michoacán.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) recibió 634
quejas contra militares de diciembre de 2006 al 17 de mayo de 2008, de las
cuales 250 fueron por ejercicio indebido de la función pública; 221 por
cateos; 182 por tratos crueles; 147 por detenciones arbitrarias; 85 por robo;
41 por amenazas y 32 por intimidación.
La Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) de Michoacán
registró muchos más casos que la CNDH. Solo en 2008, en su informe
anual, señaló haber atendido a 11 mil personas, de las cuales se integraron
mil 200 expedientes. También, en sólo un año, aumentaron 300% los casos
de tortura por parte de militares y policías federales.
La CEDH informó que, en 2008, 2 mil personas fueron objeto de
violaciones de derechos humanos en Michoacán, de las cuales 716 estaban
relacionadas con el Operativo Conjunto Michoacán. De éstas, 467 fueron
cometidas por el Ejército, 128 por la Policía Federal Preventiva, 19 por
agentes de la Subsecretaría de Investigaciones en Delincuencia Organizada,
siete por la Agencia Federal de Investigaciones y 95 por personal de la
PGR.
En marzo de 2011 y ante el creciente número de víctimas en todo el país,
en Morelos comenzó a formarse el Movimiento de Paz con Justicia y
Dignidad, encabezado por el poeta Javier Sicilia, a quien a finales de ese
mes le asesinaron a su hijo Juan Francisco junto con otras cinco personas
que fueron torturadas y ejecutadas.
Calderón fue obligado a sentarse con una representación de ese
movimiento, que aglutinó a organizaciones de víctimas de la violencia y del
narcotráfico que ya existían en otras partes del país, como Fuerzas Unidas
por los Desaparecidos en Coahuila (Fundec).
Para entonces, a nivel internacional comenzó a difundirse con mayor
fuerza la grave situación que se vivía en México. El Movimiento de Paz con
Justicia y Dignidad realizó una marcha de Cuernavaca a la Ciudad de
México que duró tres días y a la que se unieron cientos de miles de personas
protestando contra la estrategia guerrista de Calderón. Hubo réplicas de esta
protesta en París, Montreal, Toronto, Japón, Buenos Aires, Río de Janeiro,
Barcelona, Madrid, Londres y muchas más ciudades.
Este movimiento realizó además dos caravanas al sur y el norte de la
nación recorriendo la mitad del territorio, recopilando las historias de miles
de víctimas de la guerra contra el narcotráfico, las cuales fueron expuestas
en dos reuniones con Calderón en el Castillo de Chapultepec, donde los
reclamos al panista fueron duros y se le exigió un cambio de su estrategia
militar.
El 27 de marzo de 2012, el secretario de Defensa de Estados Unidos,
León Panetta, tras reunirse con los titulares de las secretarías de la Defensa
y Marina de México, reveló un dato que después trató de ser corregido por
el gobierno mexicano: que las víctimas mortales por esta guerra eran 150
mil y que se lo habían informado los oficiales mexicanos.
Casi de inmediato, las autoridades mexicanas trataron de precisar la
declaración de Panetta y señalaron que la cifra se refería a los muertos en
toda América Latina.
Dentro y fuera de México las muestras del fracaso de la estrategia de
Felipe Calderón eran evidentes y las protestas sociales fueron aumentando.
Una muestra de ese fracaso fue que empezaron a surgir los primeros
grupos de autodefensa en 10 estados: Michoacán, Guerrero, Oaxaca,
Morelos, Estado de México, Colima, Veracruz, Chihuahua, Jalisco, Tabasco
y Puebla. La gente empezó a tomar las armas en sus manos para defenderse
de los grupos criminales que –otra señal del fiasco calderonista– se
multiplicaron hasta en los rincones más apartados del territorio nacional.
Según un informe de 2013, elaborado por la PGR y publicado por la
revista Contralínea un año después de la salida de Caderón, la guerra
provocó el surgimiento de 80 grupos criminales bajo el mando de ocho
grandes agrupaciones. Sus ganancias anuales superaban los 39 mil millones
de dólares.
Los Zetas, el Cártel de Sinaloa (o del Pacífico), los Arellano Félix, La
Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios, el Nuevo Cártel de Juárez,
el Cártel de La Barbie y el Cártel de los Beltrán Leyva son las
organizaciones que dan origen o cobertura a las 80 bandas, indica el
informe Células delictivas con presencia en el país, fechado el 25 de marzo
de 2013 y elaborado por la PGR con base en reportes de los aparatos de
inteligencia del Estado mexicano.
Además de multiplicarse, estas agrupaciones se fortalecieron y
extendieron fuera de México, como empresas trasnacionales. Se estima que
están presentes en más de 50 países de los cinco continentes y se vinculan
con mafias de Estados Unidos, Italia, Rusia, China, Colombia y Medio
Oriente.
Según Guillermo Valdés, exdirector del Cisen en la administración
calderonista, el gobierno del panista no fue el culpable de la mayor parte de
las víctimas sino las peleas entre las agrupaciones criminales. De los 51 mil
501 homicidios vinculados al crimen organizado, 84.56% fue por violencia
entre organizaciones y el resto por el combate al crimen organizado.
Públicamente nunca cedió a las demandas de partidos políticos,
organizaciones sociales y movimientos de víctimas para que cambiara su
estrategia fallida, pero desde 2007 Calderón admitió su equivocación.
Retomando cables de Wikileaks, en diciembre de 2010 la prensa española
difundió que el expresidente José María Aznar y Felipe Calderón se
reunieron en abril de 2007. Entonces, el mexicano aceptó sus errores.
“Calderón Hinojosa admitió que había cometido un error de cálculo
sobre la profundidad y amplitud de la corrupción y también sobre la
penetrante influencia del narcotráfico en México, que estaba más allá de
toda comprensión”, informó Aznar al embajador de Estados Unidos en
Madrid, Eduardo Aguirre, luego de una gira por América Latina, en la cual
mantuvo un encuentro privado con el presidente de México, publicó la
prensa española.
El Gerber y La Tuta
El miércoles 18 de junio de 2014, Fausto Vallejo Figueroa anunció por
Twitter su renuncia a la gubernatura de Michoacán antes de que Presidencia
de la República lo hiciera oficial. Cinco días antes comenzó a circular una
foto de su hijo Rodrigo Vallejo Mora en una reunión con La Tuta, lo que
confirmaba algo que este grupo había insinuado desde noviembre de 2011:
el hijo del mandatario protegía al cártel.
Aunque Fausto Vallejo quiso ocultar desde el principio de su gobierno y
hasta donde pudo estas relaciones, cuando estaban a punto de ser reveladas
presentó su dimisión arguyendo que se iba por motivos de salud. Para
entonces, el gobierno federal ya alistaba la estrategia para detener a Rodrigo
Vallejo, conocido como El Gerber, quien desde 2008 operaba para el
crimen organizado.
El 21 de junio la revista Proceso (Olmos, 2014) publicó información
basada en documentación confidencial de seguridad pública e inteligencia
militar que confirmaba que El Gerber comenzó a trabajar para distintos
grupos criminales de Michoacán desde joven, pero cobró más importancia a
partir de que su padre ganó la gubernatura.
En el informe se decía que Vallejo Mora “es y fue utilizado por sus
vínculos políticos para lograr los objetivos del grupo criminal tanto en (el)
tráfico de influencias como en (los) acercamientos con la clase política que
arribaría al gobierno michoacano, encabezado por Fausto Vallejo”.
Desde 2008 El Gerber aparece en la estructura de organizaciones
criminales como La Empresa, La Familia Michoacana y Los Caballeros
Templarios, en las que cumplía un papel importante para el lavado de
dinero y como intermediario con empresarios, comerciantes y políticos.
A últimas fechas, el hijo del gobernador tenía varias responsabilidades
con Los Caballeros Templarios: el cobro de piso y protección de bares y
discotecas de Morelia; conjuntaba a propietarios para otorgarles “el
servicio” de manera obligada; traficaba con influencias a fin de facilitar “los
trámites correspondientes para pagos”; otorgaba nuevos permisos y
modificaba adeudos al municipio; y realizaba la “verificación y control de
bares y restaurantes para el lavado de dinero”.
Los reportes mencionan que su primer contacto con La Empresa fue
Héctor Gerardo Guzmán Múzquiz, a quien se señala como “operador” de
cobros de piso y extorsiones en Morelia, igual que para el lavado de dinero.
Este personaje estuvo involucrado, en enero de 2008, cuando miembros de
La Familia Michoacana secuestraron durante unas horas a Alfonso Reyes
Hinojosa, primo de Felipe Calderón.
Los documentos recogen también información de 2009, cuando Fausto
Vallejo era alcalde de Morelia. En junio de ese año la Policía Federal
detuvo a Arnoldo Rueda Medina, conocido La Minsa o El Fresa, quien en
ese momento estaba acompañado de Rodrigo Vallejo. Desde el gobierno de
Felipe Calderón llegó la orden de ponerlo en libertad sólo a él.
José Manuel Mireles ya había denunciado en 2013 los vínculos de
Rodrigo Vallejo con Los Caballeros Templarios, así como los excesos que
alardeaba hacer desde la Casa de Gobierno, donde vivía, mientras su padre
habitaba otro domicilio.
“Hacía bailes en la Casa de Gobierno con puro criminal para demostrar
que tenía poder para hacer las cosas. Eran bailes fastuosos a los que iban
puros criminales: jefes de plaza, encargados de zona y muchos otros
‘invitados especiales’. A Rodrigo le gustaba mucho andar con los hijos de
los narcos, en sus pachangas y francachelas. También le gustaba mostrar
que tenía cierto control sobre los federales, porque cuando detenían a
alguno de sus amigos hablaba con los federales para liberarlo. Además,
como hijo del gobernador también tenía el control de algunas mafias en los
transportes, y con los comerciantes era el encargado de cobrarles las
cuotas”, señaló Mireles en entrevista cuando se le preguntó sobre Rodrigo
Vallejo.
El jueves 19 de junio, al oficializar su renuncia, Vallejo Figueroa dijo que
se iba “con la frente en alto”. Un mes después, ya en el retiro, el
exmandatario tuvo que agachar la cabeza y defender una vez más a su hijo.
El 28 de julio la agencia de noticias Quadratín difundió un video donde
aparecía El Geber con La Tuta compartiendo una mesa, poniéndose de
acuerdo sobre temas de gobernabilidad en el estado.
En dicha grabación, que dura 18 minutos y 15 segundos, se ve a Rodrigo
Vallejo tomando una cerveza. A un lado, La Tuta. Hay otros dos personas
que fugazmente intervienen en el diálogo.
Sentado cómodamente, Vallejo se dirige de modo distendido al jefe de
Los Templarios, que le pide explicar la situación política del gobierno de su
padre. En la charla, que se entrecorta en algunas de sus partes, Rodrigo le
informa a La Tuta que su padre ha tenido múltiples trasplantes de órganos:
“Ton’s le van a cambiar el páncreas, le van a cambiar el hígado, le van a
cambiar el intestino. O sea son cinco cosas, es multivisceral”.
Después, Vallejo Jr. le propone al jefe de Los Caballeros Templarios
formar parte de la agrupación para resolver algunos de los problemas: “Yo
quiero formar un grupo para la empresa; cualquier cosa personal de los de
hasta arriba, o cualquier cosa que no se quiera llegar a mezclar o los vayan
a llegar a mezclar…”. La Tuta le pide que sea intermediario con
funcionarios de gobierno para acabar con un cobro de cuotas.
Aunque se trataba de la prueba más clara de los goznes de Rodrigo
Vallejo y Los Caballeros Templarios, antes ya se habían difundido otras dos
muestras. El 4 de junio circuló en las redes una grabación donde se veía un
camino, pero las voces eran las del hijo del exgobernador y Servando
Gómez.
En el video de 12 segundos se escucha un breve diálogo: La Tuta le da
instrucciones a El Gerber: “Los quiero a la chingada”, en tanto que Rodrigo
contesta: “Unidos p’a delante, esto no acaba”.
En aquella ocasión el gobernador defendió a su hijo: “En mi familia no
hay delincuentes”.
Pero después apareció una foto de su hijo con Servando Gómez, también
conocido como El Profe porque estudio en la Normal Rural de Maestros en
Arteaga, donde nació.
El 14 de junio el portal de Valor por Michoacán publicó una foto en
blanco y negro donde estaban El Gerber y La Tuta. Los dos están sentados
en torno a una mesa como si estuvieran platicando, en presencia de otras
personas. Ese día Fausto Vallejo había salido a un chequeo médico en
Estados Unidos, pero días antes, en una entrevista y sin especificar
nombres, dijo que uno de sus hijos había sido llevado por la fuerza por un
grupo de criminales.
El 30 de julio, cuando ya todos conocían el video de Rodrigo Vallejo y
Servando Gómez, el exgobernador defendió una vez más a su hijo, quien
fue citado por la SEIDO a comparecer para que declarara sobre esta
reunión.
Vía Facebook, Rodrigo Vallejo mandó un mensaje anunciando que
acudiría a las instalaciones de la PGR: “Como lo he dado a conocer, me
presentaré a declarar con toda puntualidad ante las autoridades acatando el
citatorio que ha emitido la PGR. Ahí expondré los hechos tal y como
sucedieron y presentaré las pruebas que acreditan que la reunión a la que los
delincuentes me forzaron a asistir fue en contra de mi voluntad tal y como
en todo momento he sostenido y como se lo he hecho saber a mi propia
familia, lamento profundamente que por ser hijo de quien soy no se me dé
el beneficio de la duda y que con un video editado se presuma mi
culpabilidad. Sin embargo puedo ver enfrente a mi familia con dignidad y
confío ampliamente en que las autoridades actuarán conforme a derecho”.
Su padre compartió este mensaje en su cuenta de Twitter y esgrimió otra
vez el argumento de las amenazas, y esta vez también él se defendió: “En el
servicio público siempre me he conducido con absoluto apego a la ley,
convencido de que es el único camino que nos puede conducir a la paz y al
desarrollo. En mi paso por la política partidista y la administración pública
he respetado y he instruido categóricamente a que sin distingos se respete la
ley de forma irrestricta. Hoy más que nunca ratifico lo anterior”.
Hizo hincapié en que su hijo había acudido a la cita con el líder de Los
Caballeros Templarios bajo amenazas, como tuvieron que hacer
empresarios y presidentes municipales.
“En este sentido manifiesto que desde mi persona, mi familia, hasta
cualquier otro ciudadano, se debe investigar y proceder conforme a derecho
corresponda. Si se acredita que (Rodrigo) asistió por voluntad propia,
enfáticamente lo digo: que se le castigue conforme a la ley. Sin embargo, si
se comprueba que asistió bajo amenazas e intimidaciones en contra de su
voluntad, esto deberá ser sopesado por las autoridades competentes. Confío
en mi hijo, pero deberán ser las autoridades las que deslinden
responsabilidades.”
A pesar de sus esfuerzos, de haber acudido personalmente al Juzgado
Cuarto de Distrito en Materia de Procesos Penales del Estado de México y
de solicitar un amparo para no pisar la cárcel, el 8 de agosto el juez dictó
auto de formal prisión contra “el hijo incómodo”, luego de que el acusado
se negara a colaborar informando el lugar, fecha y contenido de la
conversación que tuvo con el líder de Los Caballeros Templarios, quien se
encuentra prófugo.
El siguiente es el documento de inteligencia militar que, desde el 21 de
junio, ya documentaba el trabajo de El Gerber para el crimen organizado.
Estructura
CAPÍTULO 9.
LAS AUTODEFENSAS Y LA
CONSTRUCCIÓN DE UN NUEVO
ESTADO
La crisis de gobernabilidad
Cuando Enrique Peña Nieto se sentó en la silla presidencial, en diciembre
de 2012, su prioridad fue sacar adelante las reformas energética y de
telecomunicaciones y sólo en segundo lugar enfrentar el crecimiento y el
fortalecimiento del crimen organizado en todo el país, para lo cual repitió la
estrategia militar y policiaca de su antecesor, Felipe Calderón, quien en
lugar de resolver el conflicto avivó el avispero.
Para entonces la llamada “industria del narcotráfico” ya se había
transformado en una agrupación más acabada, en un corporativo del crimen
organizado, pues los grupos trasmutados en firmas empresariales ya no sólo
se dedicaban a la producción, transporte y comercialización de las drogas,
sino que ya tenían una amplia división con actividades comerciales,
económicas y hasta políticas.
La crisis de gobernabilidad durante la transición del gobierno de
Calderón al de Peña Nieto era más que evidente en algunas entidades, sobre
todo en Michoacán, donde los más fuertes –como el Cártel Jalisco Nueva
Generación, Los Zetas, los Beltrán Leyva y hasta los remanentes de La
Familia Michoacana– peleaban el control del territorio con Los Caballeros
Templarios, lo que generó 328 muertes violentas en el último semestre del
panista y 235 en el primero del priista.
A este contexto se aunaban otros factores que abonaban a la
ingobernabilidad, como la pobreza. Según el Consejo Nacional para la
Evaluación de la Política Social, 54% de la población michoacana se
encuentra en alguna situación de pobreza, con poco más de dos millones
200 mil habitantes –más de una décima parte (11.6%)– en pobreza extrema;
85% de la población, 3 millones 828 mil personas, padece al menos una
carencia social; a 3 millones 225 les hace falta seguridad social (71.6%); un
millón 286 mil no tienen acceso a los servicios de salud, y un millón 369
mil carecen de servicios básicos en su hogar.
El Colegio de Economistas de Michoacán registró que, en el primer
semestre de 2013, se perdieron 6 mil 976 empleos formales, lo que situó al
estado en el último lugar nacional en la generación de puestos de trabajo.
En tanto, el crecimiento de la economía estatal era de 1.9%, una reducción
respecto del 2.4% de 2012 y el 4.3% de 2011.
En materia educativa, el promedio de estudios es de 7.4 años, 1.2 años
menos que el promedio nacional. Y si a esto se le añade que la décima parte
de la población de la entidad es analfabeta, no es difícil deducir que el
crimen organizado tiene, de sobra, mano de obra barata y dispuesta a
colaborar entre los jóvenes pobres, desempleados y sin posibilidades de
educación.
El Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal,
encabezado por José Antonio Ortega Sánchez, calificaba la situación
michoacana de ingobernable y veía a la entidad como un “estado fallido”,
porque ni Peña Nieto ni Vallejo podían atemperar la violencia.
Un estudio publicado por la ONU señalaba que desde 2011, siete de cada
10 municipios de Michoacán sufrían de alguna infiltración del crimen
organizado. Es decir: 79 de los 113 municipios.
El punto relevante es que desde la gubernatura de Cárdenas Batel, quien
pidió la intervención del gobierno federal ante la crisis de seguridad, quedó
en evidencia la ingobernabilidad.
A este escenario de penetración del crimen organizado en las
instituciones de gobierno y la cooptación de territorios habría que sumarle
la ausencia continua del gobernador por razones de salud. Desde la
campaña estaba muy enfermo, pero ni al PRI ni a Vallejo les importó con tal
de recuperar Michoacán.
Philippe Schmitter, politólogo estadunidense, propuso en 1988 cuatro
indicadores para identificar una situación de ingobernabilidad: Primero, la
indisciplina que se manifiesta cuando algunos ciudadanos intentan “influir
en las decisiones públicas por métodos violentos, ilegales o anómalos”;
segundo, la inestabilidad expresada por el fracaso de la élite “para
conservar sus posiciones de dominación”; tercero, la ineficacia, que implica
la incapacidad de los políticos y burócratas “para alcanzar los objetivos
deseados, emanados de la autoridad del Estado”. Y finalmente, la
ilegalidad, que proviene del hecho de que actores con gran poder
corporativo logran “evadir restricciones constitucionales en búsqueda de
ventajas e, incluso, de su supervivencia”.
Todos estos indicadores se cumplían y se siguen cumpliendo en
Michoacán con Los Caballeros Templarios y las autodefensas, que como
grupos sociales influyeron en las decisiones públicas a través de las armas;
con la inestabilidad que se vive desde hace dos décadas; por la incapacidad
del gobierno vallejista y de Peña Nieto en dar estabilidad y seguridad; y por
la ilegalidad en la acción de los diversos grupos criminales y hasta de las
autodefensas buscando su sobrevivencia.
En el arranque de su gobierno, Peña Nieto quiso administrar el conflicto
en Michoacán con la misma estrategia calderonista pero sin el mismo
interés que el panista. La realidad se le vino encima. El 24 de febrero de
2013 un grupo de hombres de los municipios de Buenavista Tomatlán y
Tepalcatepec se armaron con rifles de asalto y declararon su rebeldía contra
la opresión de Los Caballeros Templarios quienes imponían su ley con el
terror de secuestros, extorsiones y ejecuciones.
Pero el primer pueblo que se levantó en armas fue el municipio de Felipe
Carrillo Puerto, mejor conocido como La Ruana, encabezado por Hipólito
Mora, un agricultor limonero de 58 años, con 11 hijos y sin ninguna
preparación académica ni militar, que durante un tiempo fue la figura
central del movimiento de las “policías comunitarias”, como se llamaron en
un principio las autodefensas.
Enfermo del corazón, acosado por Los Caballeros Templarios, Mora no
duró mucho tiempo al frente del movimiento. Sobre todo porque fue
acusado de haberse quedado con dos huertas de limones propiedad de El
Chango Méndez, quien asumió el control de La Familia Michoacana tras la
supuesta muerte, en diciembre de 2010, de Nazario Moreno. El Chango fue
capturado en junio de 2011 durante una operación de la Policía Federal
realizada en Aguascalientes.
Mora estuvo en la cárcel en marzo de 2014, acusado de “coparticipación”
en el asesinato de Rafael Sánchez Moreno y José Luis Torres, cuyos
cuerpos aparecieron calcinados en Buenavista. Dos meses más tarde salió
libre y posteriormente se convirtió en Fuerza Rural, presionado por el
gobierno.
Fueron los habitantes de Tierra Caliente quienes difundieron a escala
nacional e internacional las condiciones de dictadura criminal que vivieron
durante años con las bandas de delincuentes que les cobraban impuesto en
todas sus actividades económicas, comerciales, en la cosecha y venta de
limones y aguacate, la compra de alimentos, gasolina y medicinas.
La situación se hizo intolerante cuando los criminales “se cobraban” con
las hijas y esposas de los rancheros y comerciantes que se negaban a pagar
las cuotas impuestas por sus actividades y trabajos. Ahí fue cuando estalló
el conflicto armado.
En abril de 2013, en medio del silencio del gobierno federal, Los
Templarios ordenaron el bloqueo de alimentos, gasolina, agua embotellada,
medicinas y otros productos básicos a la población de la zona donde ya
operaban las autodefensas.
Los Caballeros Templarios emitieron un comunicado dirigido a las
empresas, fechado en Apatzingán, en el que daban la orden del bloqueo:
Buenas tardes o días, este comunicado va para todas las empresas
como son: Cerveza, Agua, Refresco, Chucherías, Bimbo, Sabritas,
Barcel, Marinela, Gas, Cable, Teléfono y Abarrotes, etc. Que a partir
de hoy se le pide de la manera más atenta que va a estar
(PROHIBIDO), surtir de sus productos a sus pobladores del 25,
Buenavista, La Ruana y Tepalcatepec, y que a partir de mañana se les
va a quemar todas las unidades si se les sorprende ir a dichas
localidades mencionadas… Esto va a ser de 15 a 20 días tal vez más
días esperamos que no sea así, donde si pueden sus rutinas son:
Aguililla, Santa Ana y Apatzingán. Muchas gracias por su apoyo y
comprensión. ATT: LOS CABALLEROS TEMPLARIOS GUARDIA
MICHOACANA. (sic)
Durante varias semanas de abril el bloqueo puso a la población de los
municipios castigados en una situación desesperada. En la carretera que
comunica esos sitios con el centro del estado había camiones y autobuses
quemados por Los Templarios. La circulación era escasa y muchos
habitantes tuvieron que pedir ayuda a sus familiares en Colima y Estados
Unidos para que denunciaran la precaria situación y les hicieran llegar
alimentos, gasolina y medicamentos, que ya escaseaban.
Ocho de cada diez tiendas de abarrotes cerraron porque no tenían
mercancía para vender, los transportistas y taxistas dejaron de circular
porque carecían de gasolina y los productores de limón de la zona dejaron
de trabajar, por lo que tampoco había dinero en circulación.
A principios de mayo un grupo de migrantes michoacanos acudió al
consulado de San José, California, pidiendo auxilio para sus familiares,
otros realizaron manifestaciones pacíficas en Los Ángeles y algunos más
enviaron cartas en inglés a la ONU, el Alto Comisionado de Derechos
Humanos, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito e
incluso al presidente estadunidense Barack Obama, para denunciar la
situación.
Sólo el 20 de mayo, cuando el estado de sitio impuesto por Los
Templarios imperaba, Enrique Peña Nieto reforzó la estrategia militarista y
mandó 6 mil soldados y policías.
Para entonces ya se habían registrado en Michoacán 235 muertes
relacionadas con el crimen organizado, en enfrentamientos abiertos en
Tierra Caliente entre las autodefensas y Los Caballeros Templarios.
La situación con Peña Nieto fue exactamente la misma: mandó a miles de
militares y policías federales a apostarse a las orillas de las carreteras con la
orden de dar seguridad a los vehículos y camiones, pero sin perseguir a Los
Templarios que se desplazaban por los caminos vecinales. Tepalcatepec y
Buenavista Tomatlán carecían de policías y de autoridades municipales, que
dejaron sus puestos por acusaciones de colaborar con los criminales. La
ingobernabilidad se profundizaba ante la indolencia de los gobiernos
priistas.
En mayo, Vallejo solicitó un permiso de cuatro meses y lo sustituyó Jesús
Reyna, quien desde el inicio fue señalado por las autodefensas como aliado
de Los Templarios. En respuesta, el gobernador interino acusó a las
autodefensas de estar apoyadas por el Cártel Jalisco Nueva Generación.
Hacia finales de julio de 2013 la situación empeoró cuando el
vicealmirante Carlos Miguel Salazar Ramonet y otro militar fueron
ejecutados por un comando mientras viajaban de Morelia a Puerto Vallarta.
El comandante de la VIII Zona Naval, con sede en Puerto Vallarta,
Jalisco, y otro elemento de la Marina circulaban por la autopista México-
Morelia, y ahí fueron desviados a un camino de segundo orden,
aproximadamente a 1.5 kilómetros al suroeste de La Noria, Michoacán.
Tras el ataque, funcionarios federales y estatales se reunieron para
discutir una solución. Después de la junta, el secretario de Gobernación,
Miguel Ángel Osorio Chong, reconoció que el gobierno federal se había
“tropezado” en los operativos realizados en Michoacán e indicó que
revisaría las fallas.
El 4 de agosto, al salir del Hospital Central Militar, donde lo
intervinieron de un problema de las glándulas tiroides, Peña Nieto
reconoció la existencia de zonas controladas por el crimen organizado en
Michoacán, y anunció que el gobierno federal respaldaría a las autoridades
estatales para recuperar territorios y reconstruir el tejido social.
“El propósito es acompañar al gobierno estatal, pero con gran respaldo y
apoyo de la federación, para hacer frente a la complicación y complejidad
que implica reconstruir el tejido social de Michoacán”, apuntó Peña, y
aseguró que las fuerzas federales y estatales recuperarían los territorios
donde las autoridades “prácticamente han perdido espacio. No es un tema
solamente de seguridad, tiene que ver con darle atención a las demandas de
la población”.
Sin embargo, Peña descartó plazos para ver resultados: “Vamos a ir
viendo avances gradualmente, yo no quiero poner fechas. El tema central y
el eje articulador de todo este esfuerzo será la labor que el gobierno federal
despliegue para la seguridad pública de Michoacán”.
Peña Nieto tardó cinco meses en reaccionar nuevamente. En enero de
2014, previo al encuentro entre los presidentes de Estados Unidos, Canadá
y México, en Toluca, funcionarios del Departamento de Estado de la Unión
Americana consideraron “extremadamente preocupante” el ambiente de
violencia e ingobernabilidad que se ha extendido en Michoacán y reiteraron
el apoyo de la administración estadunidense al gobierno de Enrique Peña
Nieto.
“Estamos hablando de comunidades que, al igual que hemos visto en
otras partes del hemisferio, han estado bajo presión de los cárteles y ahora
se encuentran entre dos fuegos”, consideró un alto funcionario
norteamericano. “La más básica responsabilidad de un gobierno, en todos
los niveles, es ofrecer protección a sus ciudadanos ante los desastres
naturales o el crimen organizado”, criticó el enviado de la Casa Blanca.
“Al igual que en otras circunstancias –prosiguió–, el gobierno de México
ha dado muestras de manejar esta crisis. Si requieren de nuestra asistencia
técnica estamos dispuestos a respaldarlo. Pero por el momento no hemos
recibido ninguna petición en este sentido.”
El 15 de enero de 2014 y ante las evidentes fallas de la estrategia militar
y policiaca que por seis meses había sido aplicada y el reconocimiento de
“debilidad institucional” en Michoacán, el gobierno de Peña Nieto dio un
viraje y dio a conocer la creación de una comisión encargada del
“restablecimiento” de la seguridad, con un enfoque “integral”.
Tres días antes, el mandatario estatal Fausto Vallejo, ya de regreso, había
pedido ayuda federal para tratar de disminuir la violencia. Así pues, Peña
Nieto decretó el nacimiento de la Comisión para la Seguridad y el
Desarrollo Integral de Michoacán.
Esa comisión supuestamente buscaba coordinar a las autoridades
federales en territorio michoacano “bajo un enfoque amplio”, que abarcara
no sólo aspectos de seguridad, sino también políticos, sociales y
económicos. Pero en los hechos se trataba de una instancia que violaba el
principio de soberanía de los estados, pues se impuso a una especie de
virrey en Michoacán, por encima del gobernador y del Congreso local.
Peña Nieto puso como “virrey” a su amigo Alfredo Castillo, extitular de
la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), quien fue el investigador
en la desaparición de la niña Paulette Gebara Farah, en 2010.
La comisión especial tenía, además de coordinar a las autoridades
federales, la facultad de formular y ejecutar políticas orientadas a la
prevención de delitos, reconstrucción de tejido social, fortalecimiento
institucional, y vincularlas con autoridades de los tres niveles; disponer,
ordenar y coordinar las acciones de apoyo y auxilio por parte de las
instituciones federales de fuerza pública; solicitar el auxilio de las fuerzas
armadas; y recibir a los delegados, comisionados y demás servidores
públicos de las dependencias, entidades e instituciones del Poder Ejecutivo
federal que ejerzan funciones en Michoacán.
También, solicitar al secretario de Gobernación la designación o
remoción de los servidores públicos de organismos federales que operen en
Michoacán, y celebrar todo tipo de convenios y acuerdos de coordinación y
colaboración con las autoridades locales y municipales.
Al darse a conocer la integración de esta instancia, el secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, dijo que la nueva estrategia y la
labor de la Comisión parten de la idea de que “la violencia no se combate
con más violencia”, aunque también reconoció que la coyuntura de
Michoacán obligó al despliegue de militares.
Un gran eje de la estrategia, dijo, es “atender desde sus raíces los factores
sociales que originan, pero que no justifican la inseguridad, como lo son la
falta de oportunidades, la falta de acciones concretas para el desarrollo y la
falta de resultados de quienes tenían el deber de entregarlos”.
Al mismo tiempo que se echaba a andar el nuevo plan, los grupos de
autodefensa ciudadana avanzaban sobre más de una decena de municipios
que estaban bajo el yugo de Los Caballeros Templarios, en una táctica
paramilitar que ocasionaba inquietud en la clase política.
Con la actuación libre de las autodefensas, protegidas por soldados y
policías federales a bordo de camionetas, tanquetas y helicópteros, lo que en
realidad se presenciaba era una estrategia tejida de manera secreta desde
2011 bajo la batuta del general colombiano Óscar Naranjo, quien en su país
había fomentado las autodefensas colombianas con la finalidad de acabar
con la insurgencia y el narcotráfico, pero que al final se convirtieron en un
nuevo cártel de las drogas.
Mireles, el alzado
En su arranque, las autodefensas no tenían un rostro, una figura o un
discurso que los identificara. Se les conocía como policías comunitarios y
se les confundía con los de Cherán, que desde 2011 declararon autónomo a
su municipio y formalizaron la creación de una policía comunitaria
indígena.
A las autodefensas se les veía como hombres muy bien pertrechados que
iban y venían a bordo de camionetas a través de Tierra Caliente, buscando a
los templarios que se escondían en las montañas y cerros de la Sierra Sur.
Conforme pasó el tiempo la figura de uno de ellos empezó a resaltar por
su estatura, el sombrero negro, el bigote ancho, tipo revolucionario y, sobre
todo, por su discurso de contenido político que traspasaba la denuncia de
los abusos de Los Caballeros Templarios.
Se trataba de José Manuel Mireles Valverde, de 55 años de edad, médico
militar cirujano a quien en Tepalcatepec conocían como El Loco Mireles,
por su franqueza, y también como El Doctor, por su trabajo como médico
en el pueblo.
Su familia era de los fundadores de la localidad y él, como muchos,
emigró a Estados Unidos en 1992, donde fue representante en la Casa
Michoacana, voluntario en la Cruz Roja y defensor de migrantes ante los
abusos policiacos en un buffet de abogados.
Antes de ir a California, Mireles enfrentó un proceso penal (II-223/988)
que lo tuvo en la cárcel de Uruapan y Morelia entre 1988 y 1992 bajo la
acusación de siembra, cultivo y venta de mariguana en Tepalcatepec.
Aunque la sentencia fue de siete años y tres meses, sólo se quedó en prisión
tres años y ocho meses. Mireles siempre ha asegurado que la droga le fue
“sembrada”.
Purgada su condena, a su regreso de Estados Unidos realizó algunas
actividades en los gobiernos de Lázaro Cárdenas Batel y Leonel Godoy. En
2006 fue inscrito en la lista plurinominal del PRD, en el lugar 25, para
llegar al Senado, y en noviembre de 2007 se lanzó como candidato a
diputado de mayoría relativa por el Distrito XXI, con cabecera en
Coalcomán, por el Partido Alternativa Socialdemócrata en fórmula con su
esposa, Ana Delia Valencia.
Al final de su incursión en la política, Mireles ingresó al gobierno estatal
de Godoy Rangel, donde trabajó como asesor de asuntos internacionales de
la Secretaría de Salud hasta 2011.
Pero si en la vida política de los partidos no logró trascender, entre las
autodefensas ciudadanas lo haría con creces, dos años después.
El 24 de julio de 2013 se difundió en las redes sociales una larga
entrevista con Mireles que le hizo el medio independiente Subversiones, la
cual se volvió viral.
El testimonio era durísimo, hablaba de todos los abusos de Los
Caballeros Templarios, las ejecuciones, extorsiones, cuotas a todos los
limoneros, trabajadores agrícolas, la sujeción de los presidentes municipales
y del gobernador Fausto Vallejo, de la incapacidad del gobierno federal y,
principalmente, del abuso sexual a adolescentes y esposas de los habitantes
de este municipio calentense.
Para entonces Mireles ya había participado durante varios meses en la
recuperación de los municipios que Los Templarios tenían bajo su yugo, y
en cada uno de ellos desplegaba un discurso político que ninguno de sus
compañeros tenía. Citando los artículos de la Constitución recordaba que el
pueblo tiene el derecho de defender su vida y la de los suyos con las armas,
que no era ilegal hacerlo, y los convocaba a defenderse.
El 13 de agosto, al llegar a Tancítaro, cerca de 3 mil personas lo
esperaban para organizar sus propias autodefensas. Ahí Mireles les habló
usando las palabras que la gente quería escuchar: “No hay que tener miedo
de esos perros, nosotros en Tepalcatepec teníamos mucho miedo, pero
decidimos enfrentarlos, decidimos cómo morir porque ya no podíamos
aguantar que se llevaran a nuestras mujeres. Otros pueblos como Cherán se
han organizado para enfrentar a esos malditos, por qué nosotros no hacemos
lo mismo”.
Tres meses después, en la plaza principal de ese mismo pueblo, Mireles
fue recibido por una multitud entre aplausos, vivas y abrazos. Le daban las
gracias por haberlos ayudado a liberarse de Los Templarios y le pedían que
les hablara. Una vez más lo hizo a capela: “No necesito un micrófono para
que me escuchen, mi voz ya se escucha en todo México y en el mundo, en
la ONU ya saben lo que digo, ya no hay que dejar que esos perros nos
intimiden, el pueblo tiene el derecho a defenderse con las armas. Sólo el
pueblo puede defender al pueblo”.
En noviembre de 2013 Mireles apareció en la portada de la revista
Proceso con el título de “El Alzado”. Se hablaba de su liderazgo y se decía
que representaba al “sujeto de cambio” dentro de la corriente nacional de
inconformidad y protesta ciudadana contra el crimen organizado y la
incapacidad del gobierno federal para terminar con el narcotráfico.
Para entonces y cómo él bien sabía, el doctor de Tepalcatepec ya era
conocido en México y el extranjero; canales de televisión de varios países
le dedicaron notas especiales contando la historia de las autodefensas de
Michoacán, calificándolas como la expresión más clara del hartazgo de la
sociedad mexicana.
Así como en el movimiento del 68 el sujeto de cambio lo encarnó la
figura del estudiante y en 1994, con la insurgencia zapatista, fue el
indígena, en la corriente de protesta social de los últimos años, las
autodefensas se erigieron con este rol, pero sobre todo el ranchero que,
como grupo social, no se había manifestado.
El ranchero en general, pero en particular el michoacano, tiene un perfil
singular: aunque vive del campo no es un campesino pobre sino un
productor de frutas y hortalizas que comercializa en el mercado nacional o
internacional; tiene posibilidades económicas para vivir cómodamente e
incluso disfruta de grandes terrenos, casa y vehículos; tiene la capacidad
económica para dar estudios a sus hijos y, sobre todo, tiene como máximas
prioridades de protección su familia y su rancho.
Estos parámetros culturales son importantes para entender a las
autodefensas, cuyos integrantes más importantes eran rancheros que
decidieron rebelarse para proteger su propiedad y su familia, principalmente
a sus hijas y esposas, que era violadas por Los Caballeros Templarios
cuando no se les pagaban las cuotas o como simple muestra de poder.
El investigador del Colegio de Michoacán Salvador Maldonado dice que
al sur del estado se desarrollaron complejas redes espaciales, económicas,
políticas y familiares que configuraron esta región del narcotráfico, y que
estas redes se distinguen por contar con una cultura regional ranchera que le
da cierta identidad al narcotráfico y, en nuestro caso, a las autodefensas.
“Esa cultura se caracteriza por los valores del individualismo frente al
Estado, de la familia contra la sociedad, y por un exacerbado catolicismo
popular. El ranchero se ubica formalmente en el plano de la igualdad
individual, pero socialmente desigual frente a sus semejantes y superior
ante los demás sectores rurales: indios y ejidatarios. Se representa al margen
del Estado debido a que escasamente ha sido objeto de apoyo, a la
parcialidad de la ley y a las frecuentes y agresivas intervenciones policiacas
o militares.
“Los códigos rancheros han tejido una red de silencio y solidaridad entre
quienes cultivan y trafican drogas y sus nexos espaciales-familiares
permiten evadir la ley entre ciudades medias y territorios serranos. Una vez
que el narcotráfico forma parte de la economía y la cultura regional, la
población lo adopta como un estilo de vida y de movilidad social.”
(Maldonado Aranda, 2012a)
Maldonado da otros datos que ayudan a entender el perfil de los
rancheros como personajes principales del conflicto en Tierra Caliente, y
con esto también ayuda a distinguir a Mireles como ranchero y autodefensa.
Señala que la independencia personal entre los rancheros es muy
importante tanto en lo económico como en el prestigio, y que una familia
ranchera sin estabilidad financiera se convierte en objeto de críticas hasta la
estigmatización. De ahí que exista una relación simétrica entre dinero,
prestigio y respeto, por lo que toda persona que no sea respetada puede ser
objeto de abuso en propiedad, ganado y familia.
“Estas prácticas derivan, la mayoría de las veces, en actos de violencia
física en defensa del honor. Si una persona es deshonrada, se puede atentar,
ultrajar o robar sin problema. Las mujeres son un elemento central en las
vendettas porque ‘alientan’ a su familia a defender el apellido y, con ello, a
su familia y su integridad de mujeres. Con todo, para los rancheros, el
Estado es algo extraño e indiferente en torno a la justicia.”
Mireles fue el primer integrante de las autodefensas que habló sin reparo
del abuso sexual de las hijas y esposas de los habitantes de Tierra Caliente.
En la larga entrevista realizada por el portal Subversiones el 24 de julio de
2013, el doctor de Tepalcatepec dijo que este abuso fue una de las razones
por las que la gente decidió rebelarse en contra de Los Caballeros
Templarios y tomar las armas. Denunció que había decenas de menores de
edad embarazadas por los criminales y provocó una reacción nacional más
favorable para las autodefensas y para el propio Mireles. Esto, más que las
denuncias de extorsiones y asesinatos, fue lo que llamó la atención de la
opinión pública e irritó a amplios sectores sociales.
A partir de que Mireles tomó la vocería de las autodefensas de
Tepalcatepec, a los pocos meses su figura creció tanto que fue elegido como
coordinador general de todas las autodefensas de Michoacán y se levantó
como el principal crítico del gobierno federal y del gobernador Fausto
Vallejo.
Él fue el primero que denunció públicamente la vinculación de Jesús
Reyna, secretario de Gobierno y luego gobernador interino, con Los
Caballeros Templarios; también fue quien reveló que la campaña de Vallejo
recibió millones de pesos de ese grupo criminal y que el hijo de éste,
Rodrigo Vallejo, tenía relaciones con distintos templarios.
Posteriormente él se opuso a los planes del gobierno federal de
domesticación de las autodefensas y denunció las negociaciones del
comisionado Alfredo Castillo con los grupos criminales infiltrados en el
movimiento. Calificó de una “farsa” y un “teatro” la estrategia de Enrique
Peña Nieto para limpiar a Michoacán del crimen organizado.
Así, resultó incómodo para el plan del gobierno de terminar con el
proyecto de las autodefensas como grupo de choque –que funcionó para
sacar a los Templarios del sur de Michoacán y acabar con el cogobierno que
habían establecido con Vallejo.
Después de estas críticas y denuncias, así como del rechazo a integrarse a
la Fuerza Rural, Mireles fue detenido el 27 de junio en el poblado de La
Mira, municipio de Lázaro Cárdenas, acusado de traer droga y armas de uso
exclusivo del Ejército.
El líder de las autodefensas en 34 municipios fue tratado peor que El
Chapo Guzmán, le taparon los ojos y, esposado, los soldados lo llevaron en
helicóptero a las instalaciones militares y luego ante el Ministerio Público,
sin dejarle hacer una llamada telefónica sino hasta 14 horas después de su
detención. Luego lo llevaron al penal de Hermosillo, Sonora, a miles de
kilómetros de Michoacán. La droga y las armas se las sembraron en una de
las camionetas que usaban sus escoltas.
Antes de su aprehensión tenía planeado seguir con el plan inicial de crear
autodefensas en la costa michoacana, tomar Lázaro Cárdenas, formar el
Frente Nacional de Autodefensas e iniciar una cruzada nacional contra el
crimen organizado.
Su discurso político liberal y constitucionalista tenía un impacto directo
en la gente. Este protagonismo le trajo enemigos dentro y fuera de las
autodefensas. “Yo sé que me quieren matar, es gente peligrosa en el
movimiento a la que le estorbo”, confesó semanas antes de ser detenido,
cuando estaba reanudando la creación de autodefensas en la costa.
Desde el 30 de junio el médico cirujano se encuentra encerrado en la
cárcel de Hermosillo, a donde fue confinado por el gobierno de Peña Nieto
para impedir que se formara un frente de oposición que exigiera su libertad
en su tierra natal Tepalcatepec.
Lo que pocos saben es que Mireles es un masón de la logia Benito Juárez
número 71 de Michoacán, que se reactivó hace apenas unos años en Tierra
Caliente y que se interesaba en fortalecer los valores de organización
ciudadana y la difusión de la historia libertaria del pueblo michoacano.
El pasado 4 de junio, Mireles escribió una carta dirigida a las logias
masónicas del estado y de todo el país, en la que pedía dejar la comodidad
de sus posiciones y actuar en consecuencia, pero sin usar las armas:
Queridos Hermanos y Hermanas de los diferentes ritos masónicos y de
los diferentes Grandes Orientes de Michoacán y de México.
Nos hacen comunes principios y valores profundos, esas
convicciones e ideales masónicos que acercan a la humanidad a su
expresión más sagrada. Recibimos Luz y a la Luz nos debemos;
nacimos en una logia venida a laboratorio de ideas, donde se
acrisolan proyectos, donde se entretejen brazos, donde se templa el
carácter.
Tú como yo, por igual nos ceñimos a la justicia, a la igualdad, a la
democracia y a la libertad responsable, como en lo individual
luchamos contra los vicios y las pasiones que golpean nuestra
naturaleza humana.
Somos herederos de la pléyade de masones que han forjado una
mejor patria en los diferentes rincones del mundo, donde las logias
han parido un nuevo hermano. Como depositarios de las grandezas
que exaltan el espíritu humano, cuando la patria y la sociedad lo
demanden, estamos obligados tácitamente a actuar más allá de
nuestras posibilidades. No es una opción. Más bien un obligado acto
de congruencia de quien se diga masón y sea reconocido como tal por
sus hermanos.
La masonería en estos momentos debe trascender del mal
interpretado simbolismo hacia la acción, de la especulación hacia la
operatividad, del ensueño histórico masónico hacia la transformación
de nuestra cruda realidad.
Lo que vive Michoacán y México no es para menos. Precisa
entonces recapitular haciendo un alto para, en un acto de humildad,
ver de dónde vienen nuestras huellas como masones; sólo
profundizando en nuestro origen podremos llevar a buenaventura
nuestra jornada.
Como acto de dignidad tenemos que trascendernos. Imposible
seguir con esta estúpida inercia que arroja más pobres, que derrama
más sangre y que siembra de pesadillas paridas con sangre, muerte e
injusticias nuestro suelo. Definitivamente no podemos continuar así.
Yo no sé ustedes, pero yo quiero vivir el sueño del hombre libre. En
mi sueño los hijos de México viven, no sobreviven; sueñan, no
despiertan con angustias; siembran, no se tienen que armar por el
dejo de quienes debían cuidar la paz de los justos.
Por eso quiero llamarlos a que sean consecuentes al momento
histórico que vivimos. Que si en sus circunstancias Hidalgo, Morelos,
Juárez, Ocampo, Madero o Cárdenas trastocaron el ficticio orden
establecido para ofertarnos mejor patria, nos toca ahora a estas
generaciones de masones hacer lo propio para rescatarnos del abismo
en que han sumergido a este país.
Mi llamado es a que dejes esa masonería intrascendente de cuatro
paredes. Mi exhortación es a que hagas algo más allá de tu familia y
de tu entorno inmediato; mi llamado es a que te organices y luches
dentro de la ley por lo que crees que es justo para tus hijos y las
generaciones que vienen.
Yo te invito a que luchemos juntos por la justicia y la paz digna, a
que demos lo mejor que como masones tenemos para sacar adelante
nuestro estado y, con ello, nuestras familias. Yo te pido que te armes
pero de valor y que si empuñas armas éstas sean la plomada, el nivel,
el cincel, el marro, la escuadra y el compás para que bajo el cobijo de
la congruencia masónica caminemos juntos. Nuestra misión ahora es
desbastar para dar forma a la piedra cúbica que pueda servir de base
para el levantamiento de un mejor país.
Pero si decides que ésta no es tu lucha, sólo te pido que seas
portador de Luz propia surgida bajo los principios y valores emanados
de la escuadra y el compás. Si lo haces así, ten por seguro que por
igual nos encontraremos en la refriega por construir futuro, porque la
fuente de Luz masónica es sólo una.
Querido hermano: reforcemos nuestra cadena, sé un verdadero
masón y practica tus juramentos, en pocas palabras, asúmete hombre.
No te pido otra cosa. Es cuanto…
En las últimas entrevistas Mireles dejaba ver en su dedo anular un anillo
con los símbolos de la masonería para mandar un mensaje discreto a los
miembros de otras logias en Michoacán y otros lugares del país. Durante
una conferencia en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México fue
cuestionado sobre su masonería, a la cual se refirió destacando el papel que
ésta ha tenido en las luchas históricas del mundo y de México, así como en
la elaboración de las Constituciones.
Dijo que toda la Carta Magna mexicana había sido elaborada por los
masones, pero no tiene nada que ver con la forma en que es aplicada por las
autoridades. Aseguró que muchos de los movimientos independentistas y
revolucionarios en el mundo y en México han sido encabezados por
masones, como Benito Juárez, quien inspiró a Nelson Mandela para la
liberación de Sudáfrica.
Mireles reconoció su pertenencia a la masonería: “Lo que les puedo decir
es que las armas que yo uso y que nadie me las puede quitar en este mundo,
ningún gobierno me las puede quitar, son las que me heredó la masonería, la
verdad, la razón y la justicia, que sólo ahí se aprenden”.
Ante los estudiantes hizo una larga crítica al Ejército, a la Policía Federal
y al gobierno del estado, a los cuales acusó de estar corrompidos por el
crimen, que les da millones de pesos a cambio de colaboración o silencio.
“Estamos viendo la impunidad y la corrupción de los más altos niveles de
gobierno metidos con ellos; ya tenemos al gobernador de Michoacán (Jesús
Reyna) metido en el bote pero faltan más; cuando empezamos la guerra
creíamos que sólo iba a ser contra los criminales y contra el gobierno del
estado de Michoacán, que ya sabíamos que estaba asociado con ellos, pero
ahora que me salgo tantito del estado me doy cuenta de que una parte del
gobierno federal también está contaminada”, sostuvo.
Recordó una conversación que tuvo con un jefe templario: “Yo no lo
quería creer y les voy a decir por qué no: había un jefe de plaza ahí en
Tepalcatepec que teníamos que atenderle a todos los heridos y balaceados,
un día le dije: ‘Oiga, ¿cómo es posible que viene tanto militar a
Tepalcatepec, tanto federal, y a ustedes nunca los hayan?’ Me dijo: ‘Lo que
usted no sabe es que el mismo que les ordena a los militares y federales de
Morelia que vengan a buscarnos es el mismo que me avisa a mí que van a
venir a buscarme’. Le dije: ‘Oye, ¿entonces está hasta la Defensa Nacional
contaminada? ‘No, jefe – dijo–, más para arribita’, y ya no dije nada”.
Desde que se formaron las autodefensas el panorama en algunas partes de
Michoacán, como Tepalcatepec, cambió, sostuvo Mireles: en su pueblo ya
no había robos, secuestros y ni una violación, a pesar de que no tienen
policías municipales, federales ni militares.
“Somos simples civiles cuidando nuestra familia, cuidando nuestro
pueblo, y nos dio mucho trabajo hacerlo, pero cuando nos dimos cuenta lo
fácil que era ya no nos detuvimos y aquí estamos”, manifestó.
En su último discurso público –el de la universidad capitalina–, que dio
ante varios cientos de estudiantes, el carismático dirigente habló de un
proyecto que fue el que quizá prendió las luces de alerta en los aparatos de
inteligencia gubernamentales: la intención de crear un nuevo estado que
integraría las zonas purépechas, Tierra Caliente y Costa, un estado separado
de Michoacán pero que formaría parte de la federación, donde gobernaran
las autodefensas.
La infiltración
A principios de junio de 2013 un habitante de Tepalcatepec informó al autor
que no era del todo cierto que el pueblo calentano estuviera con las
autodefensas y mucho menos que fuera la población la que las integrara. Se
trataba, aseguró, de un movimiento orquestado por Juan José y Uriel Farías
Álvarez, apoyado por algunos militares –entre ellos, el teniente coronel
Fernando Domínguez, del 43 batallón del cuartel de Apatzingán.
Según el testimonio anónimo, los hermanos Farías no trataban de liberar
al municipio del narco, sino de controlar el trasiego y entregarlo al Cártel
Jalisco Nueva Generación.
Los dos hermanos habían estado en la cárcel. Juan José era conocido
como El Abuelo y había participado con el Cártel del Milenio y los
hermanos Valencia. Uriel presuntamente colaboraba con el cártel
jalisciense.
“Esta guerra no es del pueblo, como se ha estado manejando, es de
ciertos líderes mafiosos que quieren tener el control del pueblo de
Tepalcatepec como en años anteriores”, decía.
Inmediatamente después daba una lista de quienes se hacían pasar como
líderes comunitarios pero que en realidad eran narcotraficantes o sicarios.
“Los hermanos Antonio y Martín Barragán Manos cortitas son narcos de
oficio; Santiago Valencia El Burras es narcotraficante de oficio responsable
de la matanza de Tecatitlán en diciembre de 2010 y de un sinnúmero de
asesinatos y desapariciones en Tepalcatepec y Ahuijillo, Jalisco. Es
responsable, al menos, de seis muertos del 24 de febrero a la fecha.
“José Valencia alias Chelo Valencia es narcotraficante y primo hermano
de El Burras, es dueño del laboratorio que encontraron los militares cerca
de la presa de Chilatán a finales de febrero o principios de marzo. Jaime
Álvarez también es narcotraficante.
“Gonzalo Estrada El Quinque es narcotraficante y asesino; Alberto
Gutiérrez El Tragabalas o La Chopa es sobrino político de otro
narcotraficante, Álvaro Peña. Baltasar Horta Mendoza es narco y Francisco
Mendoza El Atole es narco y secuestrador. Avelino Galván Díaz es sicario a
la orden de Santiago Valencia Sandoval; Martin Ríos y Adalberto Valencia
Chávez, narcotraficantes; y Federico Medina, Antonio Vaca Medina,
Alfonso Medina, narcotraficantes de la zona de Taixtán”, redactó en una
carta.
Todos ellos eran parte de las autodefensas o policías comunitarias de
Tepalcatepec y pasaron a integrarse a las fuerzas rurales, avaladas por el
gobierno federal y comandadas por el Ejército, como lo denunció Mireles.
En una de estas entrevistas, Mireles recordó un pasaje que ilustró la
“infiltración” del crimen organizado en las autodefensas: “Muchos de mis
compañeros se enojaron conmigo un día cuando una delegación de chinos
llega y me pone un 1 millón de dólares en la mesa. ‘Doctor, queremos
ayudarte en tu movimiento, ten’, me dijeron. A lo que les contesté:
‘¿Quieres ayudarme en mi movimiento? ¿Con un millón de dólares? ¡No,
hombre!, regálame una pinche ambulancia y con eso me ayudas muchísimo
más que con este dinero, porque con este dinero tú vas a querer que yo te
proteja mientras tú sigues robando las minas de Michoacán, y si yo me
levanté en armas para combatir bandidos y criminales, ¿crees que te voy
ayudar? ¡Jamás!’”.
Por eso, dijo el doctor, “algunos de mis compañeros me odian, mis
excompañeros de los que se infiltraron, criminales que se infiltraron,
perdonados porque alguien los perdonó, pero no fue gratis el perdón, les
sacaron tres, cuatro millones de pesos a cada uno para poder perdonarlos,
los perdonaron tan bien que los nombraron comandantes de algunas
barricadas, y como yo he dicho siempre ‘voy a combatir al crimen
organizado donde se encuentre, en el nivel que se encuentre, ya sea
municipal, estatal o federal, no le hace que traigan la camiseta de nosotros
puesta, si son criminales también me los voy a chingar’ y es la verdad y les
duele, y los tengo identificados.
“Hay muchachos que empezaron este movimiento siendo cortadores de
limón, ahorita tienen ocho huertas de aguacate, hay muchachos que no
tenían ni una pinche bicicleta y ahorita son dueños de 10 a 12 trailers
mineros, porque mientras yo me dedico a levantar poblaciones para que se
defiendan, se autodefiendan, estos gallos van detrás de nosotros. Cuando
tomamos Tancítaro yo no vi a ninguno de ellos cuando nos estaban
atacando. Cuando hago el Consejo de Autodefensas de Tancítaro con el
presidente municipal, el sacerdote, el presidente de la asociación de
aguacateros me dicen: ‘Doctor, tenemos 3 mil 700 hectáreas de aguacate sin
dueño, ¿por qué creen que no tenían dueño? Porque Los Templarios
llegaban y mataban al dueño, a la esposa, a los hijos, a los sobrinos y hasta
a los vecinos.
“Cuando llegamos nosotros, pues nomás en el primer día murieron 23 de
ellos, se quedaron las huertas sin dueño. Pero los compañeros que nunca
andan en el frente, que siempre llegan dos o tres días después, bien listos,
ahora ya tienen sus huertas de aguacate y no les importa el movimiento
social.
“Yo soy enemigo de ellos, de los perdonados, de los infiltrados, de los
apadrinados, donde quiera que se encuentren. No crean que hablo mal del
comisionado Castillo porque me cae gordo, sino porque ya se asoció con los
criminales y ya es un criminal también.”
El 8 de febrero de 2014 el diario Reforma publicó una imagen en la que
Alfredo Castillo Cervantes, comisionado federal para la Seguridad y el
Desarrollo Integral de Michoacán, aparecía junto a un hombre identificado
como Juan José Farías, presunto lugarteniente de Los Valencia.
El encuentro ocurrió el 5 de febrero en una bodega en Tepalcatepec.
Participaron varios comandantes de los grupos de autodefensa que querían
tomar Apatzingán, el enclave de Los Templarios.
Dicha reunión fue grabada por las cámaras del programa Punto de
Partida, de Denisse Merker, que trasmite Televisa. Pero ni los reporteros ni
la conductora dieron cuenta de la asistencia de Juan José Farías El Abuelo,
quien en una indagatoria de la PGR del sexenio pasado fue vinculado con
Zhenli Ye Gon y con Rubén o Nemesio Oseguera Cervantes El Mencho,
dirigente del Cártel Jalisco Nueva Generación.
Por algún informante, el diario Reforma ubicó a El Abuelo, que según la
PGR fundó un grupo armado Antizetas, que buscaba expulsar de esta zona
michoacana al dicho cártel, y al que se responsabilizaba de una emboscada
a policías municipales de Apatzingán así como de diversos “levantones” y
asesinatos, entre ellos el del exdirector de Seguridad Pública del municipio
de Tepalcatepec, J. Reyes Vargas Morfín, cometido el 18 de enero de 2006.
Días después de la publicación, la Secretaría de Gobernación envió una
comunicación a Reforma, en la que confirmó la reunión de Castillo con
líderes de autodefensas y aclaró que no se trataron cuestiones estratégicas
de seguridad. No obstante, no abordó la evidente presencia de El Abuelo.
El domingo 9 de febrero, Jesús Murillo Karam, titular de la PGR, dijo
que Castillo confirmó la presencia del capo. “Alguna razón debe haber
habido y no necesariamente una mala razón, puede ser incluso una buena
razón”, justificó el procurador.
Al día siguiente el mismo diario publicó una entrevista con Castillo,
quien argumentó que acudió a Tepalcatepec porque, estando en Apatzingán
en un acto de la Cruzada contra el Hambre, recibió información sobre
algunos movimientos de los grupos de autodefensa.
Aseguró que al ingresar a una bodega donde estaban los líderes del
movimiento, “una persona” se le acercó para pedirle ayuda. “A mí se me
acercó una persona y me dijo: ‘Oiga, quiero decirle que yo soy fulanito de
tal’. Yo no ubiqué el nombre ni ubiqué a la persona; yo ni sabía. Ahí
estaban el jefe de la Policía Federal, estaba el jefe de la Zona Militar de ahí,
y en ningún momento nadie me hizo señalamientos sobre esta persona”.
El comisionado insistió en que no conocía los antecedentes de este
personaje ni trató detalles de seguridad con él, además de que Farías le
aseguró que había sido absuelto del delito de delincuencia organizada pero
que tuvo que estar tres años en la cárcel por portación de droga y un arma.
Murillo Karam había dicho el 30 de enero que la PGR investigaba
presuntos nexos entre los grupos de autodefensa y los líderes del Cártel
Jalisco Nueva Generación, luego de que dos detenidos que se ostentaban
como autodefensas confesaron haber recibido armas de este grupo criminal.
Pero una vez más, al opinar sobre la reunión entre Castillo y El Abuelo,
sostuvo que no tenía indicios sobre los nexos entre el Cártel Jalisco Nueva
Generación y los grupos de autodefensa. Para entonces el gobierno federal
ya pensaba en un programa de legalización.
Antes de esta reunión de Castillo y El Abuelo, que despertó las sospechas
de acuerdos entre el gobierno federal con el Cártel Jalisco Nueva
Generación, que es parte del Cártel de Sinaloa, aparecieron mantas y
panfletos que advertían de este probable vínculo:
“Les hacemos del conocimiento que los jetos que se rebelaron son
comandados por Nemesio Oseguera Valencia y/o Rubén Oseguera
Cervantes alias El Mencho, y es señalado como quien organizó la llamada
policía comunitaria, que está integrada por gente dedicada al secuestro y
extorsión, y como pueblo estamos en la zozobra y tememos por nuestras
vidas, pues el gobierno federal los apoya y el gobierno del estado quiere
capacitarlos. Demandamos ayuda de la sociedad en general y exigimos al
presidente de México que gire la instrucción necesaria para detener este
acto brutal de violencia que atenta contra la libertad y vida de todas nuestras
familias.”
Las mismas mantas señalaron como responsable del surgimiento de las
guardias a Uriel Farías El Abuelo, quien opera en Tepalcatepec. En marzo, a
dos semanas de la aparición del grupo de autodefensa, el Ejército detuvo a
51 miembros de la guardia comunitaria, a quienes la PGR vincula con
Jalisco Nueva Generación. Desde entonces no han salido de la cárcel.
Por su parte, a través de un video difundido en YouTube, La Tuta habló
una vez más de la implicación de supuestos líderes de cárteles como Jalisco
Nueva Generación y Milenio con el movimiento popular.
En el video, El Profe señalaba a lugartenientes de distintos cárteles
implicados en el surgimiento de estos grupos armados: El Abuelo, Hipólito
Mora y El Mencho, quienes habían sido aprehendidos y puestos en libertad.
El Mencho, Rubén Oseguera Cervantes, originario del municipio de
Aguililla, Michoacán, es señalado como uno de los capos más influyentes
del Cártel Jalisco Nueva Generación en Michoacán, Jalisco y Colima. De
acuerdo con datos del gobierno, es el responsable de la incursión en
Veracruz, donde combatía a Los Zetas por encargo de Joaquín Guzmán
Loera El Chapo.
En Michoacán, Rubén Oseguera Cervantes, que también se hace llamar
Nemesio Oseguera Ramos, es considerado como uno de los principales
traficantes de metanfetaminas y otras drogas sintéticas, con influencia en
los municipios de Tepalcatepec, Coalcomán, Coahuayana y Aquila.
Según fuentes de la Policía Federal y la Secretaría de la Defensa
Nacional, fue el responsable de recomponer una parte del Cártel de Sinaloa
tras la muerte de Ignacio Coronel. Fundó el Cártel Jalisco Nueva
Generación para combatir a Los Zetas en Jalisco e invadir Veracruz, bastión
del grupo criminal que fuera dirigido por Heriberto Lazcano El Lazca.
Pero no sólo la infiltración de los grupos criminales minó a las
autodefensas, sino también la codicia carcomió las alianzas internas.
La traición
Mireles, en su visita a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México,
habló de la traición que más le dolió: la de su compañero Estanislao Beltrán
Papá Pitufo, quien se alió con el comisionado Alfredo Castillo para
desconocerlo como vocero y coordinador general de las autodefensas a
cambio, acusó, de propiedades y dinero.
Recordó que cuando el 4 de enero de 2014 tuvo un accidente aéreo, Papá
Pitufo era su escolta personal y su amigo de mayor confianza. Al despertar
estaba en un hospital de la Ciudad de México y a los pocos días ya estaba
custodiado por agentes del Cisen y militares.
“En el accidente yo quedé en coma, desperté aquí en la Ciudad de
México cinco días después, pero ya traía en la cara 48 tornillos y placas,
todavía los traigo, no se me han salido ni se me han aflojado. Me quitaron
un pedazo de hueso de la pierna izquierda porque perdí los huesos de este
lado de la cara y ahí me parcharon.”
Dice que Papá Pitufo se encargó de juntar el dinero para pagar las
cuentas de los hospitales de La Huacana y Morelia donde estuvo internado,
hasta que el gobierno federal dispuso de helicópteros y aviones para
trasladarlo a la capital del país.
“Él era mi amigo, para mí sigue siendo mi amigo, se encargó de colectar
lo que cobraron los hospitales. Un día, cuando salgo de terapia intensiva,
me pregunta el subdirector del Cisen: ‘Doctor, necesitamos que nombres un
interlocutor tuyo mientras tú sales’. Y les digo: ‘Pues en el único que confío
es en Papá Pitufo, que se fue a Tepalcatepec y empezó a reacomodar
nuestras fuerzas porque en ese tiempo yo tomé La Huacana y tomé
Churumuco’.
“Hacen cambios y ponen a Papa Pitufo al frente como vocero cuando
apenas tenía dos meses que había ingresado al movimiento y nosotros ya
teníamos 10 meses. Pero por la confianza le dije al de Gobernación: ‘Él,
que hable; él, que se presente con ustedes’. Pero Castillo hace una supuesta
asamblea donde me destituye de vocero y le pongo un mensaje a Papá
Pitufo: “Ponte trucha porque este cabrón nomás va a dividir, no va a hacer
ningún trabajo bueno con los michoacanos”.
Según Castillo todos los líderes de las autodefensas firmaron el cambio
de representación en una asamblea, pero cuando Mireles les preguntó,
ninguno lo había hecho salvo Papá Pitufo, los hermanos Farías y otros
vinculados con grupos criminales.
“Les dije: ‘Pues este señor anda diciendo que fueron ustedes’. Hipólito
me dijo: ‘No, nadie firmó nada, esa decisión la tuvo nada más Castillo con
Pitufo’. Y empieza a salir en las redes que Pitufo es un traidor. Desde
entonces no nos hablamos.”
Mireles acusó a Papá Pitufo de ser uno de los que se aprovecharon del
movimiento para enriquecerse, de los que perdonaron a criminales para
sumarlos a las autodefensas a cambio de dinero.
“Él era uno de los que trabajaban cortando limón y ahora tiene cuatro
huertas de aguacate, siete huertas de limón, 500 cabezas de ganado y
Hummer del año. Él es de los que perdonaron templarios y les puso
uniforme de comunitarios, y ahora resulta que Castillo les pone uniformes a
él y a todos los templarios. Si nosotros permitimos que el gobierno siga
haciendo sus pendejadas inconstitucionales, ¿en qué se está convirtiendo
este gobierno? En una dictadura, porque no tomó en cuenta el estado, el
Congreso estatal, no tomó en cuenta el Senado de la República para mandar
ese ‘virrey’, como dicen, pluripotencial, ¿no?”
Las diferencias con Estanislao Beltrán se profundizaron conforme se
acercó el plazo fatal para la desaparición de las autodefensas y su
conversión en Fuerza Rural.
Mientras que en Tierra Caliente decenas de hombres registraban sus
armas, en la costa Mireles seguía con el plan de crear más autodefensas y
tomar el puerto de Lázaro Cárdenas, enclave de Los Caballeros Templarios.
El 27 de abril ocurrió un incidente que fue aprovechado por Papá Pitufo
y Castillo para quitarle toda la representatividad a Mireles.
Ese día por la tarde, varias camionetas con autodefensas al mando de un
personaje conocido como El Plátano arribó a Caleta de Campos, donde
estaba una barricada ubicada. Estaba ahí un grupo de jóvenes cuidando el
lugar cuando fue rafagueado por autodefensas que, alegaron, desde el
monte alguien les había disparado.
Testigos informaron que, cuando las autodefensas bajaron de las
camionetas y preguntaron a gritos dónde estaban las armas, de inmediato
dispararon y mataron a un joven de 13 años.
Estanislao Beltrán, quien venía en camino por la sierra, supo que El
Plátano había sido autorizado por Mireles para avanzar hacia Lázaro
Cárdenas y lo culpó del incidente.
Mireles llegó al lugar cuando ya había ocurrido el asesinato y se
encontraban peritos de la Policía Federal levantando los cuerpos. Le
pidieron que los ayudara a subir uno a las camionetas oficiales y le tomaron
una foto.
Las familias de los cinco muertos acusaron a Mireles de ser el
responsable y presentaron quejas familias en la 43 Zona Militar de
Apatzingán, con el general Miguel Ángel Patiño Canchola, para que
detuviera a El Plátano.
El 7 de mayo Mireles fue destituido como coordinador general de las
autodefensas. Papá Pitufo y Alberto Rodríguez Comandante 5, a quien
Mireles acusó de pertenecer a la banda de Los Viagras, ratificaron su
destitución. Exhibieron un documento firmado en Coalcomán, en el que
acusan al doctor de no rendir cuentas, utilizar a los medios para
posicionarse y de irse a la Ciudad de México sin permiso del Consejo de
Autodefensas.
Ya sin Mireles estorbándoles, Castillo aseguró que su salida no
confrontaba al movimiento y manifestó que, para él, lo que contaba era el
Consejo, la máxima autoridad del movimiento, así como las firmas y
decisión de 30 municipios.
En el mismo sentido se manifestó Papá Pitufo: “La autoridad máxima de
nuestro movimiento social es el Consejo, ellos decidieron retirar a nuestro
gran amigo el doctor Mireles. No hay vuelta de hoja, queda fuera de las
autodefensas”.
Casi al mismo tiempo, el comisionado Alfredo Castillo anunció que se
investigaba al doctor de Tepalcatepec por la muerte de las cinco personas en
Caleta de Campos y apuntó que como prueba estaba la foto de Mireles
sosteniendo la cabeza de uno de los fallecidos como si fuera un trofeo. Ante
la opinión pública el gobierno federal ponía como un criminal y asesino a
quien fuera ícono del movimiento social más importante en varios años.
Mireles alegó en entrevista con varios medios que fue el Ministerio
Público de Lázaro Cárdenas quien le pidió bajar uno de los cadáveres y
después le dijeron que tenían que tomarle una fotografía a la persona
ejecutada, por lo que la tomó de la cabeza.
Refirió que él sólo participó en el levantamiento de ese cadáver, pero que
llegó horas después de los crímenes. Dijo tener el acta de una asamblea de
un pueblo al que acudió, donde estuvo reunido con 380 comuneros
indígenas, explicándoles el asunto de la defensa rural. Ese encuentro
terminó a las 5:30 de la tarde y los asesinatos ocurrieron antes de esa hora.
En cuanto a su destitución y las acusaciones de que había quedado mal de
la cabeza después del accidente aéreo mencionó: “No sabía que (Alfredo)
Castillo o Pitufo (Estanislao Beltrán) eran especialistas en psiquiatría” pues
el primero había dicho que necesitaba de atención psicológica y
responsabilizó al comisionado federal de la carta en la que se anunció su
salida de las autodefensas.
Castillo se deslindó: “Simplemente ellos (los comunitarios) se sintieron
no tomados en cuenta en declaraciones del doctor, dejaron de sentirse
representados. Tomaron una determinación (de destituirlo) y nosotros la
respetamos. Ellos escogen a sus interlocutores y con ellos hablamos”.
En entrevista radiofónica, Mireles sostuvo que su presunto “despido” era
una represalia de Castillo, debido a que emplazó a Peña Nieto a entablar un
diálogo “de tú a tú”, no a través del comisionado. “Lo están engañando (al
presidente) diciéndole que no pasa nada”, sostuvo en un video en Youtube.
Castillo se desistió de acusar de asesinato a Mireles, pues las pruebas
eran ridículas. En cambio, resaltó que la Policía Rural estatal ya había
iniciado sus actividades desde el sábado 10 de mayo en Tepalcatepec y
Buenavista.
Asentó que la nueva corporación de seguridad estaría conformada “por
las personas mejor capacitadas e iniciará funciones en municipios donde se
cubra el total de elementos seleccionados”, e informó que ya se habían
recibido 3 mil 316 solicitudes de exautodefensas “para ser
institucionalizados e incorporados a estos cuerpos rurales”.
Sólo le faltaba cerrar el ciclo, y quitar definitivamente de en medio a
Mireles, lo cual hizo con una nueva treta: sembrarle droga y armas.
El reacomodo
Durante los noventa Michoacán fue un territorio que se disputaron diversos
grupos del narcotráfico. Si al principio sólo fueron Los Valencia o el Cártel
del Milenio con el Cártel del Golfo, con el paso del tiempo se sumaron Los
Caballeros Templarios, La Familia Michoacana, el Cártel Jalisco Nueva
Generación, el de Sinaloa, Los Zetas y los Beltrán Leyva.
A principios de 2013 se dio una serie de reacomodos en los grupos
criminales tras la detención de José Ángel Carrasco Coronel El Changel,
sobrino del extinto narcotraficante Ignacio Coronel Villareal, conocido
como Nacho Coronel. El Changel lideraba la banda La Corona.
Según el general Daniel Velasco Ramírez, comandante de la V Región
Militar, la detención de El Changel, ocurrida en las inmediaciones de
Culiacán, provocó que se rompiera la alianza entre el Cártel Jalisco Nueva
Generación y la Federación de Sinaloa, cuyo principal integrante es el
Cártel de Sinaloa o del Pacífico. Los dos grupos querían el control de
Guadalajara y municipios conurbados.
Esta ruptura impactó en las rutas de Jalisco, Michoacán y Colima, por
donde sale la efedrina y crystal fabricados en los laboratorios de la sierra
michoacana de Tepalcatepec, Apatzingán y Coalcomán.
Las primeras consecuencias de esta lucha se vivieron en municipios de
Jalisco como Pihuamo, Tecatitlán, Jicotlán, Santa María del Oro, Quitupan,
Tamazula, Valle de Juárez, Mazamitla, Tizapán, Chapala, Jamay,
Zapotlanejo, Tonalá, Tlaquepaque, Zapopan y Ciudad Guzmán, entre otros.
En Michoacán hubo ajustes en Coahuayana, Tepalcatepec, Tancítaro,
Peribán, Buenavista, Los Reyes, Cotija, Jiquilpan, Sahuayo, Cojumatlán de
Regules, Marcos Castellanos, Venustiano Carranza, Briseñas, Vista
Hermosa, Ixtlán, Pajacuarán, Villamar, Tanhuato, Yurécuaro, Ecuandureo,
Numarán, Churintzio y La Piedad. En Colima, el peor golpe lo acusaron
Comala, Manzanillo, Cuauhtémoc, Colima, Ixtlahuacan, Tecomán y
Armería.
El informe señalaba lo que, en su momento, también denunció José
Manuel Mireles: que el conflicto abrió las puertas a Los Zetas, que de
nuevo buscaron ingresar a Jalisco, como lo habían intentado en 2010 y
2011, cuando se multiplicaron los hechos violentos en Guadalajara.
Según fuentes de inteligencia, Los Zetas podrían estar formando una
alianza de colaboración o convivencia con el Cártel Jalisco Nueva
Generación, con lo que reforzarían sus controles e influencia en las rutas
principales de Jalisco, Michoacán y Colima.
Los datos de este informe tomarían forma en 2014. A la salida de Los
Caballeros Templarios se dio un nuevo reacomodo en Michoacán, en el que
el grupo beneficiado es el Cártel Jalisco Nueva Generación y, en
consecuencia, el de Sinaloa, con nuevos personajes que estarían dentro y
atrás de las autodefensas ciudadanas.
Un documento de inteligencia militar asienta que dos grupos
aprovecharon la debilidad de Los Templarios para apoderarse de Tierra
Caliente: Los Gallegos, liderados por el empresario limonero y hotelero
Miguel Gallegos Godoy El Micheladas o El Migueladas, y El H3 o La
Tercera Hermandad, encabezada por Luis Antonio Torres El Americano,
nacido en Estados Unidos pero también con la nacionalidad mexicana. Las
dos primeras “hermandades” serían La Familia y Los Templarios.
En el informe supuestamente confidencial se señala: “El Micheladas,
exjefe templario, ha hecho acuerdos con Nemesio Oceguera Cervantes El
Mencho desde 2011, pues Gallegos Godoy es uno de los principales
productores de droga sintética en Michoacán, y de quienes se señala está
traficando el producto a través de supuestos autodefensas que operan en
Tierra Caliente, utilizando las rutas que se encuentran entre los límites de
Jalisco y Michoacán (Tepalcatepec, La Ruana y Buenavista).
“Se habla de que sus operadores para tal objetivo son los denominados
H3, que encabeza Luis Antonio Torres, conocido como Simón El
Americano, quien es el líder de las autodefensas de Buenavista Tomatlán y
que encabeza un grupo armado de aproximadamente mil 200 personas que
también denominan autodefensa operativa.”
Otro de los operadores es José Alvarado Robledo El Burrillo o El Burro,
a quien se identifica como patrocinador de las autodefensas de Buenavista
Tomatlán.
El grupo H3 rotulaba con su nombre las camionetas y autos de lujo que
traían sus integrantes, la mayoría jóvenes, incluida una Hummer negra.
Desde principios de 2014 este grupo comenzó a distinguirse del resto de las
autodefensas por la cantidad de armas, joyas, ropa y calzado de marca que
vestían algunos de sus miembros, conocidos entre los reporteros como el
“comando Armani”.
El Americano tuvo una serie de enfrentamientos con Hipólito Mora que
lo llevaron a la cárcel, acusado del asesinato de Rafael Sánchez Moreno El
Pollo y José Luis Torres Castañeda El Nino, el 8 de marzo de 2014.
En el informe confidencial mencionado se lee que El Americano y El
Burrillo querían apoderarse de unas huertas propiedad de José de Jesús
Méndez Vargas El Chango, un jefe templario detenido en 2011. Al parecer,
Hipólito Mora las tenía en su poder bajo el argumento de que El Chango
Méndez era su compadre y las ganancias eran para mantener a las
autodefensas y a las viudas del municipio.
Después del 8 de marzo de 2014, con el apoyo del comisionado Castillo,
El Americano se apoderó de Buenavista Tomatlán y presionó para que
Hipólito Mora fuera encarcelado. De esta manera se quedó con una de las
principales rutas de trasporte de las drogas sintéticas.
Otros de los integrantes de H3 son los hermanos José Méndez Vargas y
Antonio Méndez Vargas, hermanos de El Chango Méndez; Gerardo Serafín
El G1, exmiembro de Los Caballeros Templarios; así como los hermanos
Rodolfo y Mariano Serra Santana, de Los Viagras.
Por otro lado, el documento señalaba que, a partir de enero de 2014, una
célula de Cártel del Golfo empezó a tener presencia en Michoacán a causa
de una alianza hecha entre Nicanor Barrera Medrano El Chato o El Nica,
del Cártel del Golfo, con La Tuta. Así se pretendía enfrentar a grupos como
H3.
Otro informe de inteligencia militar indicaba que, en algún momento,
Miguel Ángel Gallegos Godoy El Micheladas había sido identificado como
“operador financiero” de La Tuta y compadre de El Chayo, con quien
rompió cuando no respetaron el acuerdo de no meterse con sus huertas de
limón. Además, pertenecía a un grupo político ligado al PRI de la región de
La Huacana denominado El Grupo Zicuirán.
Gallegos Godoy supuestamente financió la campaña de Fausto Vallejo,
así como la de otros diputados federales y locales. Originario del ejido de
Copales (La Huacana), lo identificaban como dueño de hoteles, moteles,
huertas de limón y almacenes de materiales de construcción. También como
un personaje con fuertes relaciones políticas en el gobierno vallejista, entre
otros, con Jesús Reyna; con el presidente del Tribunal Supremo de Justicia,
Juan Antonio Magaña de la Mora, y con los diputados César Chávez
Garibay, Marco Antonio Trejo Pureco, Rigel Macías Hernández, Salomón
Fernando Rosales Reyes, Salvador Ortiz García y Rodomiro Barrera
Estrada.
Con estos grupos –mezcla de templarios, Cártel de Jalisco y hasta de La
Familia Michoacana– es con los que pactó Alfredo Castillo, según el líder
histórico de las autodefensas, José Manuel Mireles. Serían los nuevos jefes
del crimen organizado en Michoacán, dominando 72 comunidades de 32
municipios, con más de 10 mil integrantes, según el último número de
autodefensas registrados por el gobierno.
CAPÍTULO 10.
LAS VÍCTIMAS
Concentrados en la estrategia militar y policiaca para combatir al crimen
organizado, el gobierno federal y el estatal no tuvieron ojos para quienes
quedaron atrapados en la guerra contra el narcotráfico y sufren la violencia
diaria de policías, soldados y sicarios.
De mediados de 2013 a mediados de 2014 se registraron cientos de
familias desplazadas a otros estados y miles de una ciudad a otra; hay más
de 3 mil muertos extraoficialmente y, contabilizada, una docena de
desaparecidos a manos de policías municipales y soldados en Michoacán.
Desde que Felipe Calderón declaró la guerra al narcotráfico en 2006 se
tienen reconocidas 12 mil 715 muertes dolosas en Michoacán, según datos
del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública
publicados en septiembre de 2013. Ese conteo oficial marca que, sólo de
enero a julio de 2013, se habían cometido 496 homicidios dolosos, la cifra
más alta desde 1998, cuando se registró el récord histórico de la entidad,
con 695 muertes.
En realidad no hay una cifra clara o exacta del total de desaparecidos y
muertos en esta guerra. De acuerdo con lo observado por el autor desde que
aparecieron los grupos de autodefensa (febrero de 2013), en cada
enfrentamiento con Los Caballeros Templarios cada bando recoge a sus
muertos y heridos y no se levanta ninguna acta ministerial.
Por ejemplo, el 19 de octubre de 2013 hubo un tiroteo entre estos dos
grupos y, según Mireles, el saldo fue de 13 fallecidos, de los cuales uno era
autodefensa y, los demás, delincuentes. No hubo registro oficial del hecho.
Antes, el 10 de abril de 2013, en la conmemoración del asesinato de
Emiliano Zapata, un grupo de limoneros se manifestó en la glorieta de la
carretera que comunica Nueva Italia y Apatzingán pidiendo seguridad para
su trabajo. Fueron reprimidos por la Policía Federal y murieron 10
personas. Tampoco hubo reportes oficiales.
La nubosidad en las cifras incluso se detecta cuando se tienen datos
institucionales de algún enfrentamiento, como en julio de 2013, cuando se
registraron ataques en seis puntos distintos del estado. Entonces, el
gobierno federal informó de 20 civiles muertos, pero en ningún momento se
dieron los nombres, solamente de dos policías federales y del vicealmirante
Carlos Miguel Salazar Ramonet.
El registro de las víctimas no es claro para nadie. Por ejemplo, cifras
eclesiales indican que, desde que llegó Fausto Vallejo al gobierno, en 2011,
se cuentan 2 mil 300 muertes violentas y, en todo lo que va desde la
declaración de guerra, en 2006, más de 30 mil.
Tampoco nadie sabe el número de desplazados, ya que miles de familias
han huido de los municipios de mayor violencia a casa de otras en una
migración “hormiga y silenciosa”. El presidente de la Comisión Estatal de
Derechos Humanos, José María Cázares, reconoció que, en los primeros 20
días de 2014, 90 personas huyeron de sus casas en Tierra Caliente por la
inseguridad, y en 2013 fueron más de 200.
La intención de los michoacanos de dejar su tierra por el temor de ser
víctimas de la violencia se observa de manera más nítida si se toma en
cuenta que, de las 36 mil solicitudes de asilo en Estados Unidos en 2013, 2
mil eran de Michoacán, sobre todo de habitantes de Tierra Caliente.
El Comité de Familiares de Personas Detenidas y Desaparecidas en
México Alzando Voces (Cofaddem) sostiene que “en esta nueva estrategia
(la de Peña Nieto) siguen ausentes los derechos humanos y la impartición
de justicia”.
Violencia de Estado
El 3 de enero de 2007 Felipe Calderón ratificó desde Apatzingán la guerra
que había declarado menos de un mes antes. A partir de entonces,
Michoacán se transformó en una tierra con todos los signos de una guerra:
enfrentamientos entre bandas criminales, soldados, policías y autodefensas,
quema de autos, camiones y autobuses, miles de muertos, desplazados y
desaparecidos, cateos ilegales, detenciones arbitrarias y violaciones a los
derechos humanos que no han sido reconocidas con claridad por el gobierno
federal y el estatal.
Cristina Paredes, hija de Francisco Paredes Ruiz, defensor de derechos
humanos desaparecido el 26 de septiembre de 2007, sostiene que la
violencia y las graves violaciones a los derechos humanos en Michoacán
están generadas por el Estado, se originaron desde que Calderón lanzó su
lucha y continúa con la misma gravedad durante el gobierno de Enrique
Peña Nieto.
“Esa lucha empieza a generar graves violaciones a los derechos humanos,
como son desapariciones forzadas, el desplazamiento involuntario, tortura
como método de inculpación, allanamiento de morada, cateos ilegales,
violaciones, robo a casa habitación por parte de militares. La posición que
nosotros manejamos es que es una violencia de Estado, no creemos que sea
sólo una guerra contra las drogas o el crimen organizado, porque éstas están
dentro de las mismas estructuras del gobierno, como lo hemos visto en los
casos que tenemos registrados de desaparición forzada, que han tenido que
ver con militares, marinos, policías estatales y municipales.
“Esta violencia no obedece simplemente a un partido, al PAN con Felipe
Calderón, sino que se sigue agudizando con el PRI de Enrique Peña Nieto.
Ahora se sigue desapareciendo gente, desplazándola. Es lo mismo porque
no se han creado las condiciones de seguridad, y es por eso que nacen las
guardias comunitarias, diciendo ‘ya basta’. Hoy se vuelven a desplegar
soldados y policías y nos están llegando reportes de que se están llevando a
gente que ni siquiera tiene que ver con el crimen organizado ni con el
narcotráfico. Nosotros creemos que otra vez, con todo esto, se van a
registrar graves violaciones a los derechos humanos”, sostiene Cristina,
miembro de Cofaddem.
Mercedes Ruiz González, madre del activista Guillermo Alejandro Ortiz
Ruiz, quien desapareció junto con la también defensora Vianey Heredia
Hernández el 29 de junio de 2010 en el municipio de Tumbiscatío, señala
otras de las graves faltas en la impartición de justicia para todos los casos
de desaparición forzada.
“No existe un solo caso en el que se haya consignado por una
desaparición forzada. Ahora, con la administración de Peña Nieto, estamos
viendo que esa impartición de justicia y la impunidad continúan bajo el
manto de la retórica y del discurso, porque las violaciones se siguen
llevando a cabo. Incluso vemos que en los medios de comunicación existe
un velo en el que ni siquiera pueden hacerse visibles muchos casos de
desaparición forzada. No es que ya no existan o no se lleven a cabo, sino
que están ocultas, no se están registrando”, advierte.
Laura María Orozco, también de Cofaddem y quien tiene desaparecidos a
su padre y sus dos hermanos, advierte que hay casos en los cuales se juntan
tres graves violaciones a los derechos humanos: desplazamiento
involuntario, desaparición forzada y sustracción de bienes y tierras.
“Tenemos conocimiento de que muchas de las personas que han sido
despojadas de sus propiedades o son víctimas de desaparición forzada o
asesinato han tenido que dejar sus hogares. Pero no hay un registro concreto
de desplazados, la propia Comisión Estatal de Derechos Humanos no tiene
ese registro. Es una situación grave,”, sostiene la joven que sufre estas tres
situaciones.
Historias de terror
La Cofaddem tiene registrados 189 casos de desaparición forzada de 2006 a
la fecha, mientras que la Comisión Estatal de Derechos Humanos a
mediados de 2013 tenía 678 quejas acerca de personas desaparecidas, sin
especificar si habían sido forzadas.
Laura María Orozco dice que en la Cofaddem estiman que, por cada caso
registrado, hay cinco más, porque muchos familiares no se atreven a
denunciar por las amenazas y hostigamiento de los policías municipales y
de la PJEM. Esto significa que habría unos 945 casos de este tipo en
Michoacán y que en la mayoría estarían involucrados policías municipales,
estatales y militares. Como es el caso de su familia.
En agosto de 2007, dice Laura, su hermano fue detenido por un grupo de
soldados que entró al pueblo de Nuevo Zirosto, Uruapan, a ubicar una
supuesta casa de seguridad que encontraron completamente vacía. Dice que
al no encontrar a nadie en dicho domicilio, los militares detuvieron a su
hermano José Iván Orozco Medina y lo acusaron de portar armas, tráfico de
droga y posesión ilegal de autos.
En el comunicado número 100 de la Secretaría de la Defensa Nacional,
con fecha del 1 de agosto de 2007, se consigna la detención de José Iván y
de otro menor, y efectivamente los acusan de haber secuestrado a otra
persona. Se lee que los militares aseguraron nueve pistolas, cinco fusiles y
cientos de cartuchos, así como una camioneta, fornituras, uniformes de la
policía municipal y placas de un auto de Guerrero.
Laura señala que José Iván salió de prisión el 8 de mayo de 2012,
absuelto por encontrársele inocente. Pero en esos cinco años su papá y sus
hermanos Moisés y Leonel fueron desaparecidos por militares en venganza
por las denuncias que interpusieron ante las autoridades estatales y la
Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Su papá, Leonel Orozco Ortiz, fue desaparecido por soldados vestidos de
civil el 3 de julio de 2008, luego de presentar una denuncia por intento de
extorsión contra soldados, que le pidieron 200 mil pesos para liberar a su
hijo José Iván –reaprehendido el 21 de diciembre de 2007, una vez que
había sido liberado bajo las reservas de la ley.
“Le dijeron a mi papá que si no quería que se llevaran a su hijo les diera
200 mil pesos. Mi papá les dijo que no tenía por qué darles dinero y
entonces le dicen a mi hermano: ‘Ahora a ver si sales’, que para qué fue a
quejarse a Derechos Humanos. Como no dimos el dinero saquearon la casa,
se llevaron ropa, fotos de la familia y todo lo que podían.
“Mi papá puso denuncias por extorsión y robo de los militares y se quejó
incluso en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. El 5 de julio de
2008 iba a presentar sus pruebas ante la CNDH, pero el 3 de julio llegó un
grupo armado que dijo ser de la Policía Ministerial, con una orden de
aprehensión en su contra. Amagaron a mi mamá, a mi hermano y a un tío.
Estas personas tenían un corte de cabello militar pero decían que eran
ministeriales y se lo llevaron.”
Después de ese hecho, Laura cuenta que presentaron denuncias ante la
PJEM (APP 244/2008/II-FEADS), sin resultado alguno. Dedicados a
trabajar huertas de aguacate siguieron sus labores pero continuaron los
hostigamientos de militares, que catearon la casa de su hermano Moisés y la
de su madre.
“Mi mamá no los dejó. Ellos anotaron algo en su libreta y, a los ocho
días, esto ya fue el 18 de abril de 2009, llegó a la casa un grupo de la AFI y
se llevó a mi hermano Leonel Orozco Medina, de 17 años. Se puso una
denuncia ante la procuraduría (APP 62/2009/I-FEADS) y no hicieron nada.
Hasta ahorita sigue desaparecido.”
Luego de esto dejaron el pueblo y encargaron sus tierras a dos tíos, pero
en 2010 fueron despojados de las huertas por soldados y se las dieron a
otras personas vinculadas con bandas criminales. Ante lo cual, su hermano
Moisés presentó nuevas denuncias. La respuesta fue brutal. Este último fue
desaparecido por la policía municipal de Apatzingán el 22 de mayo de
2012. Hoy, 50 integrantes de esa familia decidieron desplazarse a sitios más
seguros.
Otros casos de desaparición forzada son el de Luis Gómez Álvarez, un
hojalatero que se llevaron policías municipales de Morelia el 19 de abril de
2013; Guillermo Alejandro Ortiz Ruiz y Vianey Heredia Hernández, los dos
abogados dedicados a la defensa de los derechos mineros que
desaparecieron cuando iban a Tumbiscatío el 29 de noviembre de 2010; y
Patricio Barrera Corona, Simón Corona Banderas, Roberto Mejía Mendoza
y otra persona más que desaparecieron el 23 de septiembre de 2009 en un
retén policiaco de Turicato, cuando regresaban a su casa luego de pedir
recursos para mejorar la iglesia.
En la lista de desapariciones forzadas en Michoacán hay periodistas,
jóvenes que no militan en ninguna organización, abogados, jornaleros y
trabajadores. Según un recuento periodístico, sólo en lo que va del gobierno
de Peña Nieto ya se tiene una lista de 12 desapariciones forzadas, con lo
cual Michoacán ocupa la cuarta posición en ese rubro, superado sólo por
Coahuila, Chihuahua y Nuevo León.
Trabajos citados
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Table of Contents
Portada
Portadilla
Página Legal
Agradecimientos
Prólogo
Introducción
Capítulo 1. Los orígenes
Capítulo 2. Una forma de vida en Michoacán
Capítulo 3. El modelo michoacano del crimen organizado
Capítulo 4. La familia michoacana
Capítulo 5. Los caballeros templarios
Capítulo 6. La narcopolítica
Capítulo 7. La guerra
Capítulo 8. El narcogobierno
Capítulo 9. Las autodefensas y la construcción de un nuevo estado
Capítulo 10. Las víctimas
Trabajos citados