Gardie-El Giro Hispánico

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FACULTAD DE HUMANIDADES Y ARTES

MAESTRÍA EN LITERATURA ARGENTINA

“El giro hispánico en el viaje de algunos escritores argentinos durante la


primera década del siglo XX: Manuel Ugarte, Enrique Larreta, Ricardo
Rojas y Manuel Gálvez”

Tesis de maestría de Lic. Silvana Gardie


Director: Dr. Sergio Pastormerlo
Co-Directora: Dra. María Celia Vázquez

2016

1
INDICE

Introducción

Antecedentes tempranos del giro hispánico en la década del ´80………………………….pág.2

La colonia hispanoamericana en París a comienzos del siglo XX. ……………………….….pág.5

El giro hispánico en la narrativa de viajes a España …………………………………………….pág.14

El viaje a España durante la primera década del siglo XX

Las visiones de España de Manuel Ugarte: Entre una juventud déraciné y la memoria

de los escritores migrantes…………………………………………………………..……………………..pág.28

Ricardo Rojas: Un peregrino indiano tras los archivos para la nación argentina…..pág.61

Enrique Larreta: régisseur de lo hispano..................................................................pág.98

Manuel Gálvez y un viaje espiritual a las raíces españolas………………………………..pág.129

Algunas conclusiones…………………………………………………………………………………..……pág.150

2
Introducción

Antecedentes tempranos del giro hispánico en la década del ´80

El hispanismo es definido como un conjunto de ideas y de actitudes pero

también una multiplicidad de respuestas textuales ante el cosmopolitismo y el aluvión

inmigratorio surgidas en la Argentina, dentro del ámbito estatal como civil. Alfredo

Rubione (2006) señala que el hispanismo, en el caso argentino, emerge en la década

de 1880, se manifiesta con fuerza entre 1890 y 1910 y se prolonga, por lo menos,

hasta la década de 1950.

Estos antecedentes tempranos en la reconsideración de España en la década

del ´80 se desarrollan dentro del grupo que Josefina Ludmer (2011:29) califica en

términos de “coalición estatal”. Se trata de diplomáticos, diputados, ministros,

senadores que escribieron discursos políticos, cuentos, fragmentos, notas de viajes y

crónicas culturales y en cuyos discursos es posible reconocer cómo la hispanofobia que

caracterizó prácticamente todo el siglo XIX, empieza muy lentamente a ser revisada en

este período.

Este sector protagónico –dice Rubione, “comenzó a valorar aspectos de la

cultura española e intentó situarla –o lo que de ella pensó que era- como referente,

norma y fundamento del discurso institucional de la cultura oficial argentina”

(2006:19)

Precisamente, Figallo Lascano (2014:102) sitúa en 1880 el momento en el que

los acercamientos oficiales comienzan a concretarse a partir del perfeccionamiento de

3
órganos de representación diplomática y consular. La potenciación de lo

latinoamericano en España se benefició con la colaboración de misiones diplomáticas

en Madrid, que contaron entre su personal con distinguidos escritores. Los argentinos

ocuparon, en este sentido, un lugar destacado con figuras como Héctor Florencio

Varela, quien desde 1882 fue cónsul en Madrid; Martín García Mérou, ministro

designado en 1884 y gran difusor de la obra de Juan Valera, Menéndez Pelayo, José

María de Pereda; Miguel Cané, el encargado de la Legación en 1886,; Vicente Quesada,

historiador y escritor que compartió la conmemoración del IV Centenario del

Descubrimiento de América junto con otros intelectuales como Rubén Darío, Ricardo

Palma y Juan Zorrilla de San Martín; el novelista Carlos María Ocantos, secretario de la

legación, quien en 1897 ingresó en la Real Academia Española con el auspicio de

Benito Pérez Galdós, Varela y Pereda.

El acercamiento oficial se concretó con la creación de organismos como la

Unión Iberoamericana en 1885, que sostuvo una expresión conservadora del

hispanoamericanismo; el Centro de Cultura Hispanoamericano , de orden más liberal ,

que difundió libros tanto de historia como de literatura hispanoamericana y la Casa de

América que operó desde Barcelona, predominantemente en intercambios

comerciales. Estas instituciones dan cuenta de nuevos posicionamientos en las

relaciones con España no solo para el caso argentino, sino también latinoamericano.

Además, es recién en esta década en la que las grandes figuras políticas como

Bartolomé Mitre comienzan a incluir a España dentro de sus itinerarios europeos.

Esta temprana reconsideración de lo español en algunos países de la América

Española, comienza a expresarse a través de relatos de viaje, como el de Eduardo

4
Wilde, Viajes y observaciones publicado de 1892; la escritura autobiográfica de Miguel

Cané en Prosa Ligera, donde recuerda parte de su vivencia española como ministro

argentino en Madrid; las notas periodísticas de promoción de la Argentina de Héctor

Varela en diarios españoles; las intervenciones en torno de una lengua literaria

nacional de Rafael Obligado, las ficciones de Carlos María Ocantos, en las que se buscó

una recuperación de la estirpe hispánica y una lengua castiza; la promoción de la

literatura española por Martín García Mérou así como su novela ambientada en el

Madrid de fines de siglo XIX, Ley social, de 1886

Más allá de estos antecedentes, el giro o redescubrimiento hispánico cobra una

densidad mayor y a nivel colectivo, luego del Desastre del `98, que aseguró un vínculo

periodístico establecido a partir del diario La Nación con intelectuales y escritores

españoles como Miguel de Unamuno y el envío de corresponsales a España como

Rubén Darío.

Entre otros factores de índole histórico-política, la red de vínculos cobra mayor

solidez a partir de la presencia del modernismo hispanoamericano en Europa y cuyo

núcleo inicial fue la heterogénea colonia hispanoamericana en París y luego se

desplazará hacia Madrid.

El corpus de este trabajo reúne especialmente los relatos de viaje de los

escritores argentinos seleccionados quienes, vinculados directa o indirectamente con

esta red cultural y, desde posicionamientos distintos, se ocupan de contar otra España.

En esos relatos diversos, a los que podrían sumarse, en un planteo más

hispanoamericano, muchos otros como las crónicas del propio Rubén Darío en España

contemporánea y Tierras solares, España es redescubierta y reconocida.

5
La colonia hispanoamericana en París a comienzos del siglo XX.

Hacia finales del siglo XIX, París es el centro indiscutido de la geografía que la

naciente burguesía hispanoamericana crea a partir de su visión del mundo. Fombona

señala al respecto: “Europa es, para el criollo, el lugar donde el futuro es ya un

presente, el lugar donde las potencialidades del desarrollo, la civilización y el progreso

entendidos como modernidad” (2005:13)

Desde este imaginario hispanoamericano, entre fines del siglo XIX y comienzos

de siglo XX, confluyen en París un grupo de jóvenes escritores hispanoamericanos

vinculados-directa o indirectamente- con el movimiento modernista.

En su acercamiento a esa metrópoli cultural en que se ha convertido París-

“patria intelectual, árbitro del gusto, del pensamiento y de la moda”- los jóvenes

escritores asumen la construcción des-territorializada de una figura de escritor, algo

sentido como necesario en tanto los campos intelectuales en América Latina se

encuentran aún en formación y responden a un sistema de referencias y validación

externo. A propósito de la singularidad que reviste el caso de la modernización literaria

en América Latina, Julio Ramos señala:

En Europa, la modernización literaria, el proceso de autonomización del arte y


la profesionalización de los escritores bien podrían ser procesos sociales
primarios, distintivos de aquellas sociedades en el umbral del capitalismo
avanzado. En América Latina, sin embargo, la modernización en todos sus
aspectos fue-y continúa siendo-un fenómeno muy desigual. En estas
sociedades la literatura “moderna“(para no hablar del Estado mismo) no contó
con las bases institucionales que pudieron haber garantizado su autonomía.
(2009:54)
6
En virtud de esta modernización desigual, periférica, Manuel Ugarte califica el

desplazamiento hacia Europa de esa juventud latinoamericana de comienzos de siglo

XIX, de la que fue protagonista, como “éxodo general” (1942: 8).

Como señala Raymond Williams, París concentra, hacia finales del siglo XIX y

comienzos del XX, en tanto metrópoli, una serie de ventajas para los grupos y

movimientos de periferia:

Las condiciones sociales internas de una metrópoli, donde se combinan al


mismo tiempo la concentración metropolitana de la riqueza y el pluralismo
interno de sus funciones-metropolitano-inmigrantes, crean unas condiciones
básicas especialmente favorables para los grupos disidentes. (1981:78)

Entre los grupos y movimientos de periferia cabe incluir a los escritores

modernistas hispanoamericanos aunque esté ausente en el análisis de Williams dado

que no imprimieron una marca dentro del campo literario francés como los grupos

vanguardistas reconocidos en su trabajo.

La experiencia de instalarse en este centro cultural expone a los jóvenes

escritores no solo a un mundo de posibilidades nuevas, sino también a las notorias

asimetrías en el intercambio de los bienes culturales que se explicitan en muchos de

sus relatos, crónicas y memorias. Este grupo inicial genera, como muy bien ha

señalado Margarita Merbilhaá, “una red cultural en tanto red de relaciones que

funciona como mediación insoslayable por la condición periférica de los

hispanoamericanos en Europa” (2012: 5)

7
En Literatura argentina y política. De los jacobinos porteños a la bohemia

anarquista, dentro de la tipología viajera, David Viñas clasifica este viaje como una

variable del viaje estético propio de la oligarquía liberal entre 1880-1890, en tanto

viaje de distanciamiento/ huida de ese Buenos Aires impactado por el aluvión

inmigratorio. En este contexto, el modernismo “espiritualiza” el viaje desde la

exacerbación de la pauta estética identificando a Europa “con una Torre de marfil,

divulgada como metáfora, concepto y aspiración” (1995:46) a la que los jóvenes

escritores latinoamericanos intentan acceder. Con el viaje modernista termina el viaje

estético ya que en el periodo de entreguerras, el modelo europeo de referencia

cultural es desplazado por el norteamericano y al clásico viaje europeo le sobrevendrá

el viaje a los Estados Unidos.

En Viaje intelectual. Migraciones y desplazamientos en América Latina, Beatriz

Colombi (2004) señala que el viaje de estos intelectuales hacia París sirvió para que,

una vez instalados, se asumieran como una nueva élite representativa del continente

americano y tomaran contacto con la metrópoli y las pautas culturales de la

modernidad. Para la autora, es aquí donde los escritores migrantes modificaron sus

prácticas e imágenes tradicionales, adhirieron al éxito en el mercado y se insertaron

súbitamente en un gran mecanismo de oferta y demanda de trabajo en medios

europeos y americanos o fueron convocados por sectores de prestigio simbólico.

En “Camino a la meca: escritores hispanoamericanos en París (1900-1920)”,

Colombi (2008) califica esta experiencia como viaje de formación y asimilación, así

como instancia ineludible para la construcción de esa figura de escritor moderno

latinoamericano: “En el eje intelectual París y Madrid -como lo denomina Ugarte- la


8
significación de estos dos polos no fue la misma. Mientras que Madrid fue la puerta de

ingreso a Europa, la meta de llegada siempre fue París” (Colombi 2008:545)

El viaje del contingente de escritores de distintos países de la América española

a París se trata, en palabras de Sylvia Molloy en La diffusion de la littérature hispano-

américaine en France au XX siècle: “Pour la première fois dans l'histoire des échanges

culturels entre la France et l`Ámérique hispanique, on peut parler d´une véritable

colonie littéraire établie á París qui présente, pour ainsi dire, un front unique, celui du

modernismo”.(1972:18)

El viaje modernista, a pesar de los esfuerzos por parte de este grupo inicial de

escritores, vivencia la imposibilidad de alcanzar una real difusión de la literatura de

Latinoamérica en el campo literario francés. A la hora de leer este desplazamiento, el

caso de Rubén Darío es paradigmático. Gustavo Guerrero en “La encrucijada de la

recepción internacional” señala: “en aquella primera salida de nuestras letras a la gran

arena internacional, Rubén Darío es el personaje estelar con quien empieza esta

historia y, si somos honestos, deberíamos hablar del “fracaso de Darío y los

modernistas” (2007: 23). La experiencia le demuestra a Darío-según Guerrero- que en

ningún otro sitio tendría una recepción literaria como en Madrid y, al igual que muchos

otros escritores hispanoamericanos en su experiencia europea, las percepciones sobre

Madrid y París se modifican fuertemente: “en el París de 1900 a nadie le importa

mucho la revolución que supone adaptar la prosodia gala a la métrica española, o la

voluntad transgresiva y cosmopolita de romper con una tradición poética hecha de

cantos patrióticos y eternas odas a la agricultura de la zona tórrida” (2007: 23). Si bien

Darío durante su estancia en París reedita Prosas profanas y compone Cantos de vida y
9
esperanza, allí jamás se publica un solo volumen con sus poesías en francés. Solo se

traduce algún que otro poema suelto que no suscita mayores reacciones ni

comentarios a excepción del hispanista francés Valery Larbaud.

Rubén Darío reconoce con amargura en una nota en La Nación del 1 de agosto

de 1900 y desde París:

La vida intelectual es difícil y áspera. Nuestros jóvenes de letras que sueñan con
París deben saber que la vorágine es inmensa. Se nos conoce apenas. La
literatura nueva de América ha llamado la atención de algunos círculos, como el
del Mercure de France, pero nadie sabe castellano, salvo rarísimas excepciones,
nos ignoran de la manera más absoluta […] Y ¿España? España no tiene mejor
suerte que nosotros. Aquí de España, ¡olé! Y se acabó. (cit. en Malosetti Costa:
2008: 373)

Darío es muy consciente de la asimetría en los intercambios culturales aún

viviendo en París y en contacto con algunos de los circuitos literarios de comienzos de

siglo. En este punto, los hispanoamericanos están hermanados con los españoles en el

intento por hacerse un lugar en el espacio francés. La idea vuelve con insistencia, en

“La caravana pasa”: “Vivimos en París; pero París no nos conoce en absoluto, como ya

lo he dicho otras veces. Algunos tenemos amigos entre las gentes de letras; pero

ninguno de estos señores entiende el español” (1917:178-179).

Fombona señala que España ocupa un lugar conflictivo en la construcción de la

imaginería cultural del viajero escritor modernista de la vuelta de siglo: “España resulta

a menudo un lastre que desautoriza al hispanoamericano ante el resto de Europa que

incluso lo “devalúa” dentro de la jerarquía cultural europea” (2005:164)

La experiencia de desautorización relacionada con España que parece

amenazar como un lastre a los escritores hispanoamericanos tuvo un repertorio de

10
respuestas: la decisión de escribir directamente en francés (Ugarte, Gómez Carrillo),

pagar traductores (Darío), emprender sus propias publicaciones en español para un

mercado dentro de España y América Latina o bien, procurar el ingreso al catálogo de

las colecciones hispanoamericanas gestionadas por las editoriales francesas como

Garnier Hermanos, Editorial Viuda de Bouret, y Paul Ollendorff que tenían un mercado

hispanohablante garantizado.

La colonia no fue homogénea en términos estéticos y ello se tradujo en

polémicas entre exotistas y americanistas, hispanistas y latinistas (Colombi, 2006: 546)

que pueden leerse dentro de las columnas de la misma revista francesa Mercure de

France1.

A modo de ejemplo, mencionamos la afirmación rotunda acerca de la distinción

de lo hispanoamericano con lo español que encontramos en las crónicas de Lettres

hispano-américaines del cubano Emilio Coll en Mercure de France (publicadas entre

1897 y diciembre de 1898), donde la promoción de la literatura de América se afirma

desde la radical diferencia con los escritores españoles y por su aproximación con el

ámbito letrado francés por inquietudes y aspiraciones comunes:

La psychologie de notre race, en effet, diffère essentiellement de celle de la


race espagnole: l'Européen, l'Indien et le Nègre ont apporté des éléments
divers à notre moi; dans chaque globule de notre sang, se répètent les batailles
séculaires que se sont livrees ces trois races....
Aussi notre esprit a-t-il ressenti une vive sympathie, malgré les obstacles de la
langue, pour les littératures qui révèlent une sensibilité plus inquiète, une vie
intérieure, plus troublée par les problèmes modernes et par la lutte pour

1
El ingreso en las páginas de la prestigiosa revista literaria Mercure de France representó para los
jóvenes escritores hispanoamericanos una gran oportunidad para difundir ampliamente la nueva
literatura. Su participación en estas páginas despertó gran interés en todo el mundo hispano-hablante y
ayudó a los literatos jóvenes a enfocar y precisar sus puntos de vista. Sin embargo, el efecto ejercido en
Francia parece haber pasado desapercibido. (Cfr. Ribbans, 1976)

11
l'existence: la litterature française contemporaine, par exemple, qui a atteint
cet état par d'autres causes que la nôtre (cit. en Ribbans, 1976: 384)

Esta desvinculación tajante entre españoles e hispanoamericanos comienza a

relativizarse desde las crónicas de Gómez Carrillo en la columna de Lettes espagnoles

del propio Mercure . El planteamiento del problema de la literatura hispanoamericana

moderna en las crónicas de Gómez Carrillo2 desmiente ese distanciamiento entre

escritores españoles o americanos y asume una separación dada por la pertenencia a

una u otra generación, es decir, entre viejos y jóvenes, y por sus adscripciones

literarias, entre modernistas y no modernistas sin importar el lugar de origen del

escritor.

Del mismo modo, en la crónica de noviembre de 1903, vol. XLVII, número 167,

Manuel Ugarte se ocupa de la influencia francesa en la que traza una distinción, entre

las literaturas de España y América desde las generaciones y concepciones literarias:

Le mouvement qui a pour objet de moderniser le castillan vient de source


française. Tous ne veulent pas l'avouer en Espagne, mais c'est l'exacte vérité.
Abandonnant la solennelle et vague verbosité de l'ancien castillan, tous
commencent à céder aux exigences de l'époque, en s'efforçant de donner un
peu plus de précision a leurs phrases. Les écrivains hispanoamércains, dont la
culture intellectuelle est exclusivement française, ont été les premiers à
s'affranchir du purisme et à prendre l'initiative de l'évolution. D'aucuns ont
exagéré la tendance et, poussés par leur désir d'innover, écrivirent en un
dialecte ridiculement incompréhensible. Mais le temps, qui se charge de mettre
toute chose en place, a su apporter un correctif à ces élans passionnés en
réduisant la tentative à ses vraies proportions. Il ne manque pas en Espagne,
parmi les jeunes, d'auteurs concis et brillants qui tiennent plus à la rapidité de
l'expression qu'aux traditions de la forme... Ils ont le désavantage de ne pas
contenter les "hablistes" méticuleux qui passent leur existence à pasticher les

2
En la nota editorial de El Nuevo Mercurio, Revista mensual editada en Barcelona y dirigida desde París
por el escritor guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, entre enero y diciembre de 1907, declara que la
publicación busca estrechar lazos entre intelectuales de España y América para mitigar el
desconocimiento y superar los enconos, fijando la lengua como patria común de los escritores a un lado
y otro del Atlántico.
12
maîtres anciens; mais ils ont par contre l'avantage d' être .(cit. en Ribbans,
1976: 399)
Estas crónicas nos sirven para constatar ese giro incipiente -desde el propio

núcleo de la colonia latinoamericana en París- hacia la reconsideración de la literatura

hispanoamericana en relación con la española en los primeros años del siglo XX.

La red modernista-esteticista que nucleó a los escritores canonizados y a las

nuevas promociones del movimiento, procuró la conquista de un horizonte estético y

también la consolidación de la actividad profesional del escritor. Sobre la circulación

de las publicaciones en Europa, Merbilhaá describe dos vías jerarquizadas: la vía

parisina -inaccesible (y cuyos rasgos responden a las literaturas desnacionalizadas)- y el

circuito latinoamericano, donde existe una proyección colectiva que provee circuitos

de inserción literaria y marcos identitarios (Cfr Merbilhaá: 2012: 5)

Consideramos que esta proyección colectiva que aseguró circuitos de inserción

literaria y marcos de identidad, se logra en ese desplazamiento hacia Madrid, en

virtud de un contexto de reconsideración positiva de lo español y entreviendo un

espacio posible para una renovada literatura hispanoamericana.

La colonia hispanoamericana en París comienza a desmembrarse con la Primera

Guerra Mundial en 1914: “cuando muchos escritores vuelven a su país o se radican

temporaria o definitivamente en España, meca alternativa consolidada por el largo

trabajo de religación con la cultura hispánica que había iniciado la generación

modernista.” (Colombi, 2008:564)

No nos detendremos en esta instancia ya que la crítica literaria argentina y

latinoamericana se ha ocupado extensamente de este primer nucleamiento en París-

13
en virtud de su importancia como polo de religación extracontinental3- en esta primera

salida de las letras hispanoamericanas a la escena mundial. Siguiendo a Zanetti (1994),

nos interesa pensar la relevancia de España en este complejo entramado de religación

al que reconocemos como red cultural inédita que se activa con la presencia de los

hispanoamericanos en la península.

3
Zanetti define religación como “el continuo tramado de textos ,autores y lecturas que configuran el
proceso literario latinoamericano” (1994.531)
14
El giro hispánico en la narrativa de viajes a España

Si por un lado, Rubén Darío reconoce con amargura: “París no nos conoce en

absoluto”, será también él quien -desde París y en una carta a Antonio Palomero de

septiembre de 1907- confiese: “Probablemente me darán la Legación en España […]

Después, deo volente, será España por siempre -con mis escapadas al resto de Europa”

(cit. en Dictino Álvarez, 1963:138). Estas dos citas sostienen indirectamente la

hipótesis de este trabajo.

Para pensar este giro hispánico es necesario considerar varios factores: la

experiencia parisina desde el nucleamiento que los propios escritores

hispanoamericanos llamaron “colonia hispanoamericana” durante la primera década

del siglo XX y con la conformación de una red cultural inédita; cierta prosperidad en las

naciones de la América española que motivó la reconsideración de la importancia de

España como antesala de Europa y con ella, a una modernidad deseada (tal como se

evidencia en los nuevos objetivos internacionalistas de la propia prensa en América4) y

el proceso de los nacionalismos, tanto en la España de fines de siglo XIX con el

“regeneracionismo español” como en países como la Argentina del primer centenario .

Susana Zanetti (2008) en “El intelectual modernista como artista: Rubén Darío”,

estudia la configuración de esos nuevos lazos de solidaridad y unión entre América

Latina y España, desde la historia intelectual de Rubén Darío, quien asume el desafío

4
La Nación, por su objetivo internacionalista, resulta clave en la constitución de una alianza nueva entre
escritores españoles e hispanoamericanos y de hecho, resultó ser el gran periódico de los modernistas.
Sobre el papel de La Nación, Graciela Montaldo señala que desde 1877, resultó ser el diario más
moderno de América Latina en tanto había incorporado el servicio del telégrafo y dedicaba casi la mitad
de su espacio a anuncios publicitarios. “A partir de 1881, con un objetivo claramente internacionalista,
el diario tenía corresponsales en diferentes lugares del mundo, según los acontecimientos que se
tornaban mundialmente relevantes. Las ventas y la publicidad lo permitían: entre 1887-1890 vendía
35.000 ejemplares por día” (2013:17). En Montaldo, 2013:17.
15
de lograr la incorporación de la literatura de Latinoamérica en el mercado mundial

moderno.

Pensado desde la colonia latinoamericana, la transición del viaje de París hacia

España es compleja y obedece a el propio fracaso en París desde una evidente

asimetría en los intercambios culturales; el largo trabajo de “religación”, tal como lo

denomina Zanetti, con la cultura hispánica que la generación modernista había iniciado

desde fines de siglo XIX; la radicación temporal o definitiva de muchos escritores

hispanoamericanos en España, así como una nueva conciencia mundial acerca del

imperialismo.

Este desplazamiento de París a Madrid tiene como contexto inmediato el

proceso de “invención nacional” descripto por Fox (1997). Este proceso que tiene lugar

en España - definido como “regeneracionismo hispano”5 - se manifiesta a partir de

indicios claros de reconexión con América a partir de la fundación de la Unión

Iberoamericana en 1885 y la conmemoración del 4to Centenario del Descubrimiento

de América en 1892. La guerra hispano-estadounidense por Cuba en 1898,

5
Inman Fox resume algunos elementos centrales del regeneracionismo español: “La historiografía
nacionalista durante la segunda mitad del siglo XX engendró la concepción de una cultura nacional
[…]Así entre las contribuciones más decisivas a la definición de una cultura nacional al servicio de la vida
política liberal, se encuentran, el pensamiento histórico krausista; los textos regeneracionistas de
Joaquín Costa, Rafael Altamira y otros, las ideas de Unamuno sobre la intrahistoria, el quijotismo y el
sentimiento trágico de la vida; la interpretación azoriana de la literatura, la sociedad y la geografía
españolas; los estudios sobre la épica de Menéndez Pidal y la escuela de filología fundada por él […] la
publicación de los “Clásicos castellanos”, la recuperación del arte de el Greco y Velázquez, la escuela de
paisajismo en la pintura y la obra de pintores como Zuloaga y Regoyos, y la obra del Centro de Estudios
Históricos.(1997:13)
16
redimensionó este acercamiento y propició una nueva consciencia sobre el

imperialismo desde la solidaridad entre intelectuales españoles e hispanoamericanos6.

Sobre la guerra hispano-estadounidense Blas Matamoro en “América y España

en el 98: miradas recíprocas” afirma. “El 98 es un evento americano y resulta

sintomático que América empiece a inquietar el imaginario español precisamente

cuando se la termina de perder, cuando el ya extinto imperio americano de España ve

desaparecer sus últimos vestigios caribeños “(2000:36)

En este contexto, los jóvenes escritores desde su residencia europea, elaboran

discursos que modifican y rectifican una serie de tópicos anti-hispánicos presentes en

la tradición decimonónica, especialmente notoria en el caso de la Argentina. Incluso,

como señala Matamoro, conviene reflexionar en la propia aparición del movimiento

modernista en su primera presencia continental en la cultura de la lengua española

con una impronta hispánica (y hasta hispanizante) al reformular la tradición literaria

de la lengua. Dice Matamoro:

Porque si bien es evidente la impregnación francesa de Rubén-y su afrancesada


imagen de Grecia y Roma-lo cierto es que la innovación que plantea en cuanto

6
Paul Groussac es un ejemplo claro de esta reconsideración de España por parte de los intelectuales en
virtud del avance del imperialismo norteamericano. En su conferencia en el Teatro de la Victoria, bajo el
patrocinio del Club Español de Buenos Aires, el 2 de mayo de 1898 y en beneficio de la subscripción
nacional española. Paula Bruno señala al respecto: “Como otros letrados, Groussac redimió en la
coyuntura de 1898 los valores hispánicos, que en la mayoría de sus escritos habían sido rechazados y
combatidos radicalmente. Ante el apremio de la guerra y el avance norteamericano, consideró los
valores de la “latinidad” de la antaño metrópoli imperial como recuperables ante el avance de una
fuerza que diseminaba la barbarie por el mundo”. (Bruno, 2012). Rubén Darío festejó esta conferencia:
“En nombre de Francia, Paul Groussac. Un reconfortante espectáculo el ver a ese hombre eminente y
solitario, salir de su gruta de libros, del aislamiento estudioso en que vive, para protestar también por la
injusticia y el material triunfo de la fuerza. [...] Los que habéis leído su última obra, concentrada,
metálica, maciza, en que juzga al yankee, su cultura adventicia, su civilización, sus instintos, sus
tendencias y su peligro, no os sorprenderíais al escucharle en esa hora en que habló después de oírse la
Marsellesa. Sí, Francia debía de estar de parte de España. La vibrante alondra gala no podía sino
maldecir el hacha que ataca una de las más ilustres cepas de la vena latina.” En Darío, Rubén, “El triunfo
de Calibán” publicado inicialmente en El Tiempo, el 20 de mayo de 1898.

17
a vocabulario y prosodia de la literatura, se basa en especulaciones sobre las
propiedades de la lengua española y en la recuperación de tradiciones que se
consideraban inertes en las letras de la península. Rubén rescata el romancero,
la cuaderna vía mester de clerecía, los layes y dezires de los trovadores, el
barroco gongorino, los santos febriles y los febriles guerreros de la España
visionaria y heroica. (2000:37)

Este es el contexto rico y complejo en el que emergen las narrativas de viaje

que nos interesan en este caso. Se enmarca entre ese “primer éxodo general” hacia

París (1942: 8), el fracaso en la metrópoli parisina por parte de “esa generación

malograda” (1942: 7), de la que nos habla Ugarte y esa llegada a España en “el regreso

del viajero modernista” (Fernández, 1995), en el que empiezan a consolidarse pactos

nuevos.

Pretendemos resituar dentro del corredor París-Madrid, este giro hispánico

desde las experiencias de viaje en íntima relación con la trayectoria personal de los

escritores argentinos seleccionados. A partir de ellos, es posible visibilizar esa

reconsideración de España, así como una historia colectiva en la que confluyen

espacios cruzados por los acontecimientos y contextos nacionales e internacionales.

Pretendemos resituar dentro del corredor París-Madrid, este giro hispánico desde las

experiencias de viaje en íntima relación con la trayectoria personal de los escritores

argentinos seleccionados. A partir de ellos es posible visibilizar esa reconsideración de

España así como una historia colectiva en la que confluyen espacios cruzados por los

acontecimientos y contextos nacionales e internacionales. Tal como señala Zanetti en

“Modernidad y religación: una perspectiva continental (1880-1916)”:

Es sobre todo con el modernismo hispanoamericano en España, desde una


posición independiente y sostenida por un grupo suficientemente numeroso,
que comienzan a tramarse relaciones e inteinfluencias literarias de significativa
proporción por primera vez (1994:515)
18
Entre los viajeros de nuestro corpus, Ugarte es quien participa directamente de

este grupo inicial del círculo de Rubén Darío y la colonia en París, al que se acercan en

calidad de escritores jóvenes y compatriotas hispanoamericanos, Ricardo Rojas,

Enrique Larreta y Manuel Gálvez durante la primera década del siglo XX.

Sus relatos de viaje dan cuenta de una nueva mirada sobre España, claramente

diferente a la que presentan Alberdi o Sarmiento en sus Viajes durante primera mitad

del siglo XIX. España es ahora un espacio geográfico y simbólico que habilita nuevos

planteamientos entre lo filial y la afiliación, directamente relacionados con las

motivaciones e interpretaciones de cada viajero. Fombona, en su análisis sobre los

viajes de escritores e intelectuales en la época modernista, señala: “Si la mirada de

todo viajero y autor realiza un ir y venir entre la proximidad y la lejanía, para el viajero

hispanoamericano en España la proximidad se establece en términos que

problematizan el pertenecer a una cultura y a una comunidad”. (2005:196)Esto lo

evidenciamos en Visiones de España, de Manuel Ugarte, el más crítico de nuestros

viajeros.

Consideramos que los conceptos de “filiación” y “afiliación”, como los

considera Edward Said para pensar en el rol de los intelectuales en El mundo, el texto y

el crítico, son los indicados para analizar parte del giro hispánico a partir de la narrativa

viajera.

Para Said, el esquema filiatorio pertenece a los dominios de la naturaleza y de

la vida, mientras que la afiliación pertenece exclusivamente a la cultura y la sociedad.

(2004: 39-41). La conciencia crítica descripta por Said en la tensión provocada entre la

19
cultura a la que los intelectuales están ligados por filiación (nacionalidad, profesión) y

el método adquirido por afiliación (convicción social y política, circunstancias

económicas e históricas o esfuerzo voluntario o reflexión deliberada) es un

lineamiento desde el que podemos analizar los relatos de nuestros viajeros, su

correspondencia, crónicas e incluso la motivación de algunas formas ficcionales.

Como anticipamos, la narrativa de viajes seleccionada tiene una variedad

interesante que reúne trayectorias y posturas más conservadoras, como en los casos

de Manuel Gálvez y Enrique Larreta (no casualmente los más vapuleados por el Borges

anti-hispanista) donde la relación con lo español se sostiene en términos casi

exclusivamente filiales y remarcando la pertenencia a un abolengo. Otra postura

intermedia- dentro de un continuum entre filiación- afiliación- es el caso singular de la

escritura viajera de Ricardo Rojas y finalmente, un posicionamiento inicial, más crítico

que filial, en el caso de Visiones de España de Manuel Ugarte.

Más allá de las diferencias importantísimas entre los registros de viaje, en todos

estos escritores argentinos, el relato de viaje por el territorio español mantiene una

distinción particular con aquello que los mismos viajeros argentinos registran dentro

del Gran Tour, es decir, por fuera de España, entre Francia, Italia o Inglaterra. España

es un punto de inflexión dentro del recorrido europeo y a partir del cual se establece -

voluntaria o involuntariamente- una relación más personal marcada por lo familiar, lo

que se intuye o reconoce como propio dentro del paisaje cultural español.

En relación directa con los escritores de nuestro corpus es necesario considerar,

además, el contexto nacionalista desde el cual se han originado muchos de estos

20
viajes. Según Altamirano y Sarlo (1997) en el contexto del Centenario, el hispanismo es

uno de los componentes ideológicos más evidentes:

El espíritu de conciliación hacia España y la reconsideración de la “herencia


española”, que tomó auge en toda Hispanoamérica particularmente después de
guerra hispano-norteamericana, comportaban un viraje respecto de la tradición
liberal decimonónica y abrirían paso a una nueva visión del pasado,
alimentando uno de los mitos de la hora: el mito de la raza. (1997:164).

Además, cabe recordar la presencia española luego de la emigración masiva

hacia algunos países de América- entre ellos, la Argentina - especialmente en el último

cuarto de siglo XIX, a medida que España reconoce la independencia de las repúblicas

y entabla relaciones con ellas. Dice Matamoro: “unos españoles pobres e iletrados van

a América no ya como conquistadores sino como proletarios, a tentar fortuna, trabajar

en las condiciones que se den y vindicarse convirtiéndose en ricos indianos” (2000:37)

Por su parte, Alfredo Rubione (1983) ha identificado esta reconciliación con la

tradición española como un nuevo proyecto de la oligarquía que consistió en

nacionalizar a las multitudes “españolizándolas”, pues las clases patricias eran en su

mayoría de origen español. Cabe recordar muchas de las referencias de Manuel Gálvez

y Enrique Larreta, cuando en viaje por España se dan a la búsqueda de aquellos

indicios y huellas de sus antepasados españoles.

En un texto posterior titulado “Retorno a España”, Rubione (2006) plantea

otras razones que sostienen ese “regreso” a España, entre ellas: el sentimiento de

solidaridad frente al acecho expansionista que predominaba en la clase política

norteamericana, la guerra hispano-estadounidense, así como la presencia

multitudinaria de inmigrantes de la península ibérica con la consecuente proliferación

de vínculos entre intelectuales, políticos y periodistas argentinos y sus


21
correspondientes españoles, tal como lo demuestran los abundantes viajes de estudio,

conferencias y libros testimoniales.

En “El dispositivo hispanista”, Oscar Terán (1993) revisa el proceso de

proliferación de vínculos intelectuales trasatlánticos donde España deja de ser la

madre de la barbarie americana para ser considerada ahora en tanto “rectora” en

ciertos dominios de la ciencia y la cultura. Sin embargo, a partir de la lectura de los

relatos de Manuel Ugarte y Ricardo Rojas, esta afirmación sobre el nuevo carácter

rector de España podría relativizarse.

Por su parte, Teodosio Fernández (1995) en “El regreso del viajero modernista”,

señala que entre las continuas manifestaciones del conflicto entre americanismo y

universalidad que la literatura hispanoamericana registra, ninguna ofrece mayor

interés que la que constituyó el reencuentro de los escritores con su tierra tras la

experiencia cosmopolita que el modernismo había significado. Entre los aspectos que

merece la atención dentro de ese “regreso”, casi siempre ignorado en sus dimensiones

profundas, se encuentra el descubrimiento de España, frecuente escala en ese viaje de

retorno que muchos realizaron desde París hasta el solar natal. Y agrega que el

“regreso” mencionado no es necesariamente físico: “Rubén Darío lo inició en Buenos

Aires, cuando al saber de la derrota española ante los Estados Unidos, dejó constancia

escrita -en el “El triunfo del Calibán”-de su protesta por la agresión del yanquee contra

la hidalga y hoy agobiada España” (1995:179).

En coincidencia, Ángel Rama afirma que el crisol modernizador en que se

amalgama la literatura occidental de la época y la tradición lírica de la lengua que está

22
siendo recuperada, descubre la mejor y menos consciente vía para expresar la

americanidad raigal en que estaban sumergidos los hombres latinoamericanos: “Por

eso fue necesario que salieran del continente y vivieran en las presentas fuentes, París,

New York, Madrid. Todos los que tal hicieron descubrieron que eran distintos, que su

arte era distinto, que eran fatalmente americanos” (1994:72)

La revisión de este corpus conformado primordialmente por relatos y crónicas

de viaje, y luego, ensayos y correspondencia, nos acerca a las grandes problemáticas

de la literatura argentina e hispanoamericana: la relación entre literaturas centrales y

literaturas periféricas; el motivo del viaje en la conformación de la figura del escritor

migrante en Europa; la definición de una literatura latinoamericana como una

literatura singular de rasgos propios, así como la inauguración de una tradición cultural

hispánica nueva a partir del cambio en las relaciones intelectuales a comienzos de

siglo XX. Se trata de problemáticas que exceden este trabajo pero que -

innegablemente -gravitan en todo nuestro corpus.

El corpus de nuestro trabajo está compuesto por:

• Manuel Ugarte. Visiones de España (1904), Escritores iberoamericanos de 1900


(1942)
• Ricardo Rojas: El alma española (1908a), Cartas de Europa (1908b), Cosmópolis
(1908c), y El Retablo español (1938).
• Enrique Larreta: La gloria de Don Ramiro (1908), Tiempos Iluminados (1939).
• Manuel Gálvez: El solar de la raza (1913). Recuerdos de la vida literaria I,”
Amigos y maestros de mi juventud” (1944).

23
El recorrido por estos textos busca responder a estas preguntas: ¿Cómo se

escribe el viaje de un sudamericano sobre España? ¿Qué elementos entran en juego en

esa “construcción” de España? ¿Qué autoimagen de viajero moderno se asegura en

ese registro?¿Con quién o qué dialoga? ¿Qué discursos (americanistas, europeos,

cosmopolitas etc.) se cuelan en esos relatos? ¿En qué contexto hispanoamericano

viaja? ¿En qué contexto europeo viaja? ¿En qué contexto español viaja? ¿Qué significa

España a comienzos de siglo en estas narrativas de viaje para este viajero argentino?

¿Qué privilegia la mirada? ¿Por qué escribe el viaje? ¿Qué lo motiva? ¿Qué textos

registran directa o indirectamente su experiencia viajera?

El criterio de selección de los textos que conforman nuestra investigación

responde a la necesidad de pensar esos relatos de viaje a modo de narrativas del

redescubrimiento de España a comienzos de siglo XX, junto con algunas crónicas y

ficciones que esos viajes propiciaron en los contextos específicos en los que emergen.

Los planteos de los autores que forman parte del marco teórico-metodológico

nos permiten focalizar en las narrativas de estos viajes, analizar la mirada del viajero y

sus adhesiones filiatorias o afiliatorias frente a esa España “redescubierta”; reconocer

la pertenencia de los escritores seleccionados dentro del pasaje entre una cultura

modernizada internacionalista a la cultura modernizada pre-nacionalista - categorías

propuestas por Ángel Rama (1994) en Las máscaras democráticas del modernismo-;

reconsiderar el modo en el que se plantean estos nuevos intercambios culturales entre

escritores sudamericanos y españoles durante la primera década del siglo XX a partir

de la noción de red cultural (Merbihaá) creada por el modernismo desde su aptitud

religadora (Zanetti,2008).

24
Los escritores seleccionados para nuestra investigación comparten una

proximidad generacional - nacidos entre 1875 y 1882- y una relación más o menos

estrecha con Rubén Darío y el modernismo, ya desde fines del siglo XIX, que escriben

sus relatos o recuerdos sobre ese viaje a España en los primeros años del siglo XX. A su

vez, la experiencia viajera marca -aunque de distinto modo-la trayectoria de cada uno

de los escritores.

25
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28
Las visiones de España de Manuel Ugarte: Entre una juventud déraciné y la memoria
de los escritores migrantes

La figura de Manuel Ugarte (1874-1951) tal como señala Margarita Merbilhaá

es típica y atípica a la vez, por varias razones: como hijo de una familia adinerada y

vinculada a la oligarquía, entre los veinte y los cuarenta años, Ugarte no cumplió con

las disposiciones ordinarias para su origen social: no reprodujo la fortuna familiar ; no

estableció un lugar fijo de residencia (vivió alternativamente en Francia, España,

Buenos Aires y Chile), no siguió las normas de la institución matrimonial ni delimitó

una profesión en términos convencionales.(Cfr. Merbilhaá, 2009: 5)

A los veinte años comenzó a frecuentar las tertulias del café Aues´s Keller y de

Luzio7 en Buenos Aires y construyó una amistad con Rubén Darío durante sus años en

la Argentina y otros escritores como Lugones, Rojas y Ghiraldo. En relación directa con

sus intereses y amistades, decidió viajar a París en 1897 con la intención de ejercer el

periodismo cultural y la literatura como actividades exclusivas.

Ya instalado en Francia publicó sus primeros textos, entre ellos Crónicas de

bulevar (1902), Una tarde de otoño. Pequeña sinfonía sentimental (1906), Paisajes

Parisinos (1908), Burbujas de vida (1908) y muy tempranamente asumió el rol de

promotor de esa nueva literatura hispanoamericana8, con ediciones como La joven

7
Ángel Rama recupera la importancia de los cafés como centros de reunión que propiciaban la
obtención de trabajos desde una fraternidad grupal, y aplicaba la ayuda solidaria además de constituirse
como verdaderos talleres de producción literaria, de mutuo trabajo crítico y de difusión de sus escritos.
Dice: “La funcionalidad del café fue plural y superó holgadamente las condiciones particulares del
cenáculo, pues más allá de las sabidas rivalidades literarias, estableció un vínculo entre diferentes
grupos gracias a los motivos que explicaban la presencia en el mismo local público de gente tan diversa;
eran jóvenes y de pocos recursos económicos, creían fervorosamente en el arte y la literatura, sobre
todo estaban en oposición, proponían una renovación que distaba de obtener el favor del
establecimiento cultural dominante” (1994:120)
8
Ugarte publica en 1906 en París esta Antología de prosistas y poetas jóvenes con el propósito de dar a
conocer la literatura sudamericana reciente de escritores jóvenes (de menos de 40 años) y con el fin de
29
literatura Hispanoamericana: antología de prosistas y poetas (1906), Las nuevas

tendencias literarias (1908) donde se evidencia muy claramente la intención de dar

difusión a los escritores hispanoamericanos en términos de un colectivo e influenciar

en ese espacio ajeno que es Europa. (Cfr.Pastormerlo:2015)

Más allá de una producción sostenida, la trayectoria literaria de Ugarte corrió

en paralelo con la militancia dentro del socialismo. Por ello, en Cabezas9, Rubén Darío

lo define como “un ferviente adorador de las musas y de las gracias” y a la vez, un

“nuevo cruzado” a propósito de El porvenir de América Latina (1909) y su campaña a

través de las capitales de América.

Para Ángel Rama (1994), Ugarte pertenece al tercer momento de la “cultura

modernizada internacionalista”. Sin embargo, como aclara muy bien, Ugarte está en la

transición de dos culturas ya que aún “está asociado al internacionalismo y al

francesismo anterior, luego los inflexiona hacia el discurso regional de las naciones

latinoamericanas”10, el de la “cultura pre-nacionalista” que emerge ya en el siglo XX y

prepara el Centenario.

El planteo de Rama es esclarecedor a la hora de ordenar los distintos

momentos en la obra de Ugarte y sus derivas desde esa fuerte apuesta inicial que

darla a conocer a propios y ajenos y de contrariar la tradición que presta atención a los orígenes de
forma exagerada, sin ocuparse del momento actual. Esta empresa para la que Ugarte puso a disposición
de esa juventud del continente un editor y su casa propia, un libro abierto a la colaboración común en
virtud de la urgencia por reunir en un tomo el pensamiento y la obra de las nuevas generaciones. Dice
“Nuestra joven literatura casi tan desconocida en América como en Europa, estaba pidiendo un
colector”. La obra fue la primera en su tipo y se publicó en francés, Le jeune litterature hispano-
americaine, con traducción de Raymond Laurent. Más allá de este compromiso, Ugarte recibió fuertes
críticas por parte de José Enrique Rodó en la columna de La Nación “Una nueva antología americana” en
1907 y por Miguel de Unamuno,“La tradición literaria americana” en Letras hispanoamericanas de 1907.
9
Inicialmente Cabezas fue una columna de Revista Mundial Magazine (1911-1913) en la que presenta
siluetas de escritores y políticos. Algunas de ellas fueron reunidas en forma de libro bajo un título
homónimo.
10
Cabe aclarar que Rama plantea una distancia generacional de consideración entre Manuel Ugarte,
Rubén Darío y José Asunción Silva (los indiscutibles protagonistas de “la cultura modernizada
internacionalista”) que no es tal. Ugarte era 7 años menor que Rubén Darío (Cfr. 1994:47)
30
tiende hacia el modelo francés e internacionalista a un segundo estadio de regreso a

los temas americanos, hacia el propio terruño, y en España es redescubierta y

resignificada. Vale la pena recuperar a Ángel Rama:

El arte vive de paradojas: cuando los románticos abogaron por un arte


americano, proporcionaron cerrados discursos a la europea; cuando los
modernistas asumieron con desparpajo democrático las máscaras europeas,
dejaron que fluyera libremente una dicción americana, traduciendo en sus
obras refinadas un imaginario americano. (1994:169)

Igualmente cabe recuperar que Ugarte durante esa primera etapa también

publicó obras como Cuentos de la Pampa 11(1904).

Manuel de Unamuno festejó esta transición en una carta del 6 de julio de

1904, donde dice a propósito de Visiones de España (1904):

Yo pienso escribir de él a la vez que de su Novela de las horas, y ello me servirá


de pretexto para hablar de la nueva tendencia que ha tomado su literatura
desde que le prologué12 el libro de antaño. Porque creo realmente que ha
habido en usted grandísimo progreso y que lo que hace ahora es mucho más
humano, más sencillo y más jugoso. (1999: Tomo I, f.126)

Beatriz Colombi (2008) señala que la estadía Parísina de este contingente de

escritores hispanoamericanos promovió en las primeras décadas del siglo XX “una

vuelta temática hacia América” (2008:546). Ahora bien, como afirma Teodosio

Fernández, ese paso por España -en el camino de regreso a América (no
11
Es muy significativo que algunos de los Cuentos de la Pampa hayan sido escrito y publicados
inicialmente en francés (Contos de la Pampa, Garnier Hermanos, Paris) y traducidos al italiano (Racconti
della Pampa, Biblioteca Amena, Fratelli Treves, Milán) y luego, publicados en español como antología.
Esta antología de cuentos parecería responder a la demanda de exotismo que el campo europeo ejerció
sobre los escritores hispanoamericanos. En su prólogo, Ugarte afirma:“ Los panoramas, sensaciones y
asuntos que ofrece la vida de aquellas tierras, y son privativos de la región, bastan para caracterizar un
movimiento, sin renunciar a la renovación mundial que lo metamorfosea todo; pero sin saltar la valla del
idioma, sin olvidar las fuentes, sin alejarnos de lo que llamaremos, desde el punto de vista ético, nuestro
sistema solar ” (1920:6)
12
Miguel de Unamuno se refiere al prólogo que escribió para Paisajes Parisinos donde criticaba la
escritura /la voz de Ugarte como “una voz más de esta juventud inorientada mejor que desorientada,
occidentada” al propio autor como “un peregrino de la literatura que viene por su jornal de
gloria”(1901:V)
31
necesariamente físico) tiene enormes repercusiones para la literatura

hispanoamericana del siglo XX. Dice Fernández:

Entre las continuadas manifestaciones del conflicto entre americanismo y


universalidad que la literatura hispanoamericana registra, ninguna ofrece
mayor interés que la que constituyó el reencuentro de los escritores con su
tierra tras la experiencia cosmopolita que el modernismo había significado. En
ese regreso, del que en buena medida deriva la literatura contemporánea de
Hispanoamérica, son muy diversos los aspectos merecedores de atención. Uno
de ellos, casi siempre ignorado en sus dimensiones profundas, es el previo
descubrimiento de España, frecuente escala en ese viaje de retorno que
muchos realizaron desde París hasta el solar natal. (1995: 179)

Si el viaje París significó -para los escritores de literaturas periféricas como

argumenta Pascale Casanova (2001)- un viaje al presente, las crónicas de Ugarte por

algunas regiones de España parecieran narrar un viaje al pasado. En ellas, Ugarte

confronta un estado de la cultura y la política española que siente, en general,

demoradas en el tiempo.

Visiones de España es a la vez un relato de viaje, un informe sociológico y un

manifiesto sobre las posibilidades del socialismo en España. En tanto crónica viajera se

organiza siguiendo el itinerario y sus detenimientos. La descripción de paisajes de

distintos lugares se complejiza con el análisis sociológico de conductas y tradiciones, la

presentación de hombres anónimos y la valoración de la vida cultural española a partir

del diálogo directo con algunos de sus referentes. Cabe aclarar que el paisajismo jamás

llega a ser predominante y que frente a cualquier paisaje, por monumental e

imponente que sea, el viajero se interesa por sus habitantes.

Mientras recorre Fuenterrabia –cerca de Irún- “entre mareo de visiones y de

sombras…parece que el tiempo retrocede”. Pero aclara: “todas estas imágenes de

pesadilla nos vienen en gran parte de las lecturas Y las lecturas son a menudo

32
espejismos de otras almas. Olvidemos los libros y volvamos a la vida” (1904:22). Volver

a la vida, en Ugarte, significa cerrar el libro, dejar las representaciones de lado y

atender el “estar allí”: mirar, escuchar, establecer diálogos con sus habitantes. Aquí

aparecen las primeras voces españolas a las que el viajero les da ingreso desde el estilo

directo (una gran diferencia con otros relatos de viaje como el de Manuel Gálvez en El

solar de la raza).

En esas excursiones por territorio español el joven Ugarte se autodefine como

“hispanoamericano expatriado y con experiencia parisina”, y así como expresa una

relación indiscutible de filiación con lo visto y vivido, esa vinculación se equilibra con el

distanciamiento de un pensamiento crítico sobre los aspectos de la vida social y

cultural española de comienzos de siglo XX, buscando interpretar más allá de

cualquier afectación. Quizás sea este aspecto el que presenta mayores cambios en

Escritores iberoamericanos del 900 cuando, décadas más tarde, repasa su estancia en

Madrid.

Edward Said (2004) denomina bajo el concepto de filiación a aquella forma de

relación impuesta, sanguínea, hereditaria, no elegida que se opone al de afiliación en

la que la relación se construye dentro del marco de elección crítica, razonada, elegida.

A lo largo de toda la narrativa de viaje es posible reconocer la tensión entre las

sensaciones de este “viajero filial” que se desplaza en un contexto español marcado

por las secuelas del “Desastre” y su conciencia crítica, que pareciera tener algunas

ventajas.

33
Si bien la filiación pocas veces se cuela en el relato, cuando aparece, lo hace con

metáforas muy potentes. Ugarte, que viaja desde París, presenta el motivo de su

excursión desde una fuerte connotación filial:

Para un hispanoamericano, que, a pesar de las modificaciones que sufre el


espíritu expatriado, a pesar de los desenvolvimientos que alejan a ese mismo
espíritu del punto inicial, conserva muy vivas aún las simpatías de sangre13, no
deja de ser dolorosa esta evidencia. Por viajes anteriores, por lecturas, por
constataciones irrefutables, sabemos que nuestra buena y vieja España ha
entrado en una era de pesadumbre y no venimos a buscar en ella los
deslumbramientos de la actividad productora. Venimos a penetrarnos de su
alma secular, a recrearnos en sus ruinas, como hijos respetuosos que se
descubren ante la vejez de padre. (1904: 11)

La figura de Manuel Ugarte “típica y atípica a la vez” en palabras de Merbilhaá,

vuelve a plantear ciertas dificultades a la hora de rotularlo en tanto viajero moderno,

desde sus propios términos: espíritu expatriado, déraciné. Este “viajero expatriado”,

inmediatamente después de cruzar las fronteras y como cualquier turista, confiesa:

La premura y la impaciencia con que la curiosidad nos hace saltar de una ciudad
a otra[…] Un viaje es una vorágine que nos arrebata y nos muerde,
sometiéndonos al engranaje de sus mil solicitaciones inesperadas,
sacudiéndonos a cada instante con estremecimientos nuevos, borrando un
panorama con otro, matando una sensación para hacer nacer una idea, y
revolviendo en nuestro corazón todo lo que duerme y lo que flota, en esas
grandes manotadas de remos que da la distancia al transcurrir dentro de
nosotros. (1904:14)

Ugarte, que se describe en tanto excursionista con su Baedeker en mano, nunca

se asume como foráneo ni enteramente extranjero. Además, la fórmula misma del

viaje meramente turístico queda contrarrestada por la propia escritura del viaje. La

escritura permite detener esa vorágine de panoramas y perpetuar las sensaciones del

viajero.

13
En todos los casos las cursivas son nuestras
34
El propio relato se encarga de marcar una distinción con respecto a otros

viajeros no latinos. Como ejemplo, aquellas turistas francesas con las que Ugarte

coincide en un hotel de Burgos y por las que se siente muy atraído (“jóvenes y

hermosas a juzgar por la agilidad de la conversación y por ese inexplicable acento

acariciador y mimoso que solo tienen las que están seguras de poder sonreír ante el

espejo”) pero de las que se desilusiona al escucharlas hablar sobre España. Ese diálogo

que la crónica reproduce en francés, lo lleva a confesar: “Yo escuchaba hablar en

silencio, devorando la tristeza de oír hablar de España como un país oriental […] me

herían en el alma” (1904:43).

Las francesas representan aquel tipo de viajero turista que Todorov caracteriza

como “un visitante apresurado que prefiere los monumentos a los seres humanos”. La

rapidez del viaje es ya una razón de su preferencia por lo inanimado con respecto a lo

animado y en el que, además, la ausencia de encuentros con sujetos distintos aleja

cualquier posibilidad de que se ponga en tela de juicio la propia identidad: “es menos

peligroso ver a los camellos que a los hombres” (1991:388)

Ugarte reconoce en estas turistas la “frivolidad y diletantismo que es la

distintiva del gran mundo francés” (1904:41)

¿Cómo pensar entonces al propio Ugarte viajero más allá de su condición de

“hispanoamericano con espíritu expatriado”? El viajero dice que viaja para conocer y

que por ser un latino y no un inglés, su viaje resulta extravagante para los lugareños:

En general, el español no comprende que alguien pueda correr tierras por el


mero placer de ver paisajes bellos y observar nuevas costumbres […] Nos han
mirado con desconfianza cuando ha oído declarar que nuestro viaje no tiene un
fin especulativo ni militar ni fúnebre: “entonces será un inglés”. La función
central del inglés parece ser el viaje, nadie se asombra ya en ninguna parte […]
lo que maravilla es ver a un latino con las maletas en mano. (1904: 29)

35
Siguiendo a Todorov, el viajero exota es quien está fuera de los automatismos

de la vida cotidiana y de la naturalización de lo convencional. Como extranjero al no

compartir las costumbres de aquellos sitios que recorre, puede percibirlas con nitidez y

compararlas implícitamente con las de su propio país y descubrir aquello que no se

ve. Ugarte parece comportarse en tanto turista exota principalmente en su recorrido

por las ciudades del interior, en Castilla. Los términos de la comparación son extremos

temporales y de vitalidad, más o menos explícitos, por ejemplo cuando lee Salamanca

en comparación con París, de donde procede, e incluso, con Buenos Aires.

Visiones de España y en relación directa con los detenimientos de su errancia,

fundamentalmente en Madrid, da lugar a pequeños ensayos sobre un estado de la

política y de la literatura en la España de su tiempo. Aquí aparece algo de ese “filósofo”

que Todorov esboza como viajero hipotético, por no estar seguro de que sea

realmente distinto de otros viajeros (Cfr.1991: 396). Este planteamiento nos facilita

comprender esos otros modos de viajar por España en el caso de Ugarte, quien viaja

para conocer, observar las diferencias y reconocer la diversidad humana.

Ugarte, en este texto de 1904, es el más crítico de nuestros viajeros en tanto

lee la realidad española desde la plataforma ideológica del socialismo y en contraste

con el estado de la cultura francesa moderna, aunque sin caer en el típico discurso

orientalista europeo.

Como dijimos, más allá de esta certeza sobre “las simpatías de la sangre”, que

jamás será dejada de lado, Ugarte sostiene una descripción crítica de la idiosincrasia

española de su presente. En su diagnóstico amplio existen dos palabras que se repiten

con insistencia: museo y porvenir. Es decir el pasado concluido, cerrado en sí mismo,

36
fuera de circulación, el conservadurismo en el arte y la política, lo netamente castizo. Y

el porvenir como aquello que debe hacerse, lo abierto al contacto con lo internacional,

lo que debe empezar a circular, el socialismo.

El viajero interesado por las formas culturales, literarias e ideológico-políticas

lee desde la misma dicotomía que otros viajeros como Larreta y Gálvez, aunque en su

caso los términos de esta polaridad reciben un valor inverso: el pasado es lo muerto

identificado en las ciudades internas transformadas en museos y en sepulcros,

mientras que el porvenir está en la vitalidad de las ciudades puerto como Barcelona, A

Coruña, Bilbao.

Este viajero sudamericano anticipa: “el español tiene una gran debilidad: su

veneración por el pasado; una gran energía: su fidelidad al terruño; y un gran defecto:

su prevención contra todo lo francés” (1904:15). En Visiones de España, estas tres

características planteadas inmediatamente después de atravesar los Pirineos,

organizan la mirada del viajero a lo largo de todo el itinerario.

España como museo

La asociación que hallamos entre las ciudades y pueblos del interior en tanto

grandes museos se presenta en muchos relatos viajeros -tal como sucede en El solar

de la raza de Manuel Gálvez y en algunos momentos de Larreta con la idea de

prescribir o contagiar una actitud de veneración en el posible lector.

En Ugarte la valoración es radicalmente opuesta, al punto de afirmar que: “En

España, como en todas las regiones del mundo, hay dos mentalidades antagónicas: la

37
que se inspira en el pasado y la que tiende al porvenir. La primera es mucho más fuerte

que la segunda” (1904:130)

Recordemos que Ugarte visita la España de la posguerra, tal como lo hizo

Rubén Darío enviado como corresponsal de La Nación dos años antes y que reunió

luego en España contemporánea14. Ugarte lee las secuelas de la guerra en el cotidiano:

En esa resignación [la de Rosario, una empleada del hotel en el que se aloja en
Zumárraga], en esa pasividad conmovedora, me pareció ver el símbolo del
pueblo español hoy, que expoliado, herido, molestado por todos no atina más
que a cerrar los ojos y a dormir, como si un maleficio imposible le hubiese
arrancado la tendencia a la vida. (1904:33)

Como señalamos antes, frente a la diversidad de esa España en sus distintas

regiones, Ugarte adscribe –al igual que Rubén Darío-a las ciudades modernas y sus

puertos (San Sebastián, Barcelona) “por estar en su siglo”, en el presente, “en la hora

internacional”, en oposición con esos sitios de Castilla que el regeneracionismo

consagró como clave de la identidad española.

En las tierras de Don Quijote, Ugarte describe el conservadurismo español en

su clima político, ideológico y cultural como sinónimo de atraso y ahogamiento:

“España tiene muchas tradiciones, demasiado plomo en las alas” (1904: 81). La crítica

es concluyente: “¡Ay de aquel cuya voz desentone ; o tiene que emigrar a los grandes

centros donde solo se le puede combatir con medidas oficiales y públicas, o tiene que

acabar por abjurar su verdad “(1904: 52).

14
Rubén Darío, enviado por el diario La Nación de Buenos Aires, recoge en estas crónicas los aspectos
de la vida española luego de la crisis de final de siglo, después de la derrota frente a los Estados Unidos
y la consiguiente pérdida de sus últimas colonias de ultramar. La atmósfera reinante en todas ellas es” la
de una exhalación de organismo descompuesto”, la caída colosal del gran imperio que fue España.
España Contemporánea, cuya primera edición apareció en París, Editorial Gamier Hnos., París en enero
de 1901, expone diversos aspectos de significación política, social, educativa, literaria y artística desde
un compromiso ético explícito:" No he de engañar a los españoles de América y a todos los que me
lean". La mirada del poeta recupera nuevamente sobre España en un libro de 1904, Tierras solares.
38
Con el fin de entrevistar a Miguel de Unamuno, a quien respeta y con quien ha

tenido diferencias de consideración en aquel recordado prólogo a Paisajes Parisinos

(1901)15, Ugarte visita Salamanca, esa “ciudad-museo”. Allí afirma: “Hay excursionistas

que solo conocen de las ciudades las fachadas de las casas. Nosotros queremos ver

algo más” y, como un semiólogo, recorre Salamanca para leer con mayor precisión ese

envoltorio de signos históricos, culturales y políticos:

En vano un modesto librero llena su único escaparate con las obras de Zola,
Reclus, Kropotkine; en vano un obrero desconocido pega en algunos muros un
pequeño cuadrilátero de papel impreso en el que habla de fundar sindicatos
profesionales…Sus intentos se mueven en el vacío y sólo el que tiene recursos
para hacerse de tiempo en tiempo una excursión a Madrid16, puede decirse
nuestro contemporáneo. (1904:60)

Por ello dice sorprenderse de que “esa ciudad muerta” sea el lugar en el que

Unamuno despliega su obra: “En la ciudad más vetusta, vive uno de los hombres más

nuevos de España” (1904:60).

Ugarte- interesado por las agrupaciones sociales, el movimiento obrero, y el

desempeño de los sindicatos- en este libro de viaje destina un capítulo para reflexionar

sobre la política y en el que presenta el abanico de tipos y tendencias políticas

discordantes (como en este presente español). De la misma manera en que habría más

de “un tiempo” en la literatura, así también sucede en el ámbito político. La diversidad

político-ideológica con las que se encuentra en esa España de los primeros años del

siglo XX, reúne a conservadores, canalejistas, anarquistas, socialistas y republicanos;

posturas que “chocan entre sí” y que “retrasan” –desde la metáfora de Ugarte- el

porvenir.

15
Ver nota al pie nº3
16
Madrid, la gran omisión en los relatos de Gálvez y Larreta-así como en muchos viajeros franceses-
representa como capital del Estado español un espacio expuesto al tráfico de la modernidad, más
cosmopolita y menos “orientalizable”.
39
La España del porvenir

Desde la experiencia madrileña, Ugarte se vincula con aquellos intelectuales,

escritores, dramaturgos, editores abiertos al mundo y atentos al campo francés,en

tanto centro cultural de referencia, lo que equivale a decir que han entrado en la hora

internacional. Madrid hace más nítido el carácter intelectual de este itinerario. Una vez

que llega a esta capital concurre a teatros, recorre las calles y participa de las tertulias

en los cafés madrileños como Fornos, Suizo y Mayorquina17.

El viajero se comporta como un periodista y asegura un espacio para la

presentación de una serie de retratos de los referentes políticos e intelectuales de su

presente. Como reporter, Ugarte confiesa: “Peregriné por todos los rincones del clásico

Madrid, acompañado por Icaza y Gómez de Banquero” y se entrevista con políticos

como José Canalejas, escritores y dramaturgos como Pérez Galdós, Juan Valera,

Vicente Blasco Ibáñez, Salvador Rueda, Juan Valera18- un hombre de la academia, un

castizo “que comienza a darse cuenta que es imposible seguir encerrando los

pensamientos en los calabozos arcaicos y […] remover el fondo de la lengua al mismo

tiempo que le añadimos nueva savia”(1904: 104)- Vicente Medina al que “le cabe la

gloria de ser el verbo de una región y en el que Murcia ha encontrado su poeta”;

Joaquín Dicenta, un escritor que ha sabido ser “para las muchedumbres, el amigo, el

educador, el compañero y el guía”.

17
A finales del siglo XIX y comienzos del XX estaban en pleno apogeo cerca de catorce cafés en Puerta
del Sol, Madrid. Sus locales eran lugares de moda y de reunión de artistas y escritores y evidencian
formas de sociabilidad literarias de la que participan los viajeros sudamericanos.
18
Valera es uno de los primeros que elogió a Rubén Darío por sus innovaciones en la lengua española. En
una carta a Menéndez Pelayo de 1882, le dice: “Veo en Rubén Darío lo primero que América da a
nuestras letras, donde, además de lo que nosotros dimos, hay un poco de allá. No es como Bello,
Heredia, Olmedo, etc. en quienes todo es nuestro, y aun lo imitado en Francia ha pasado por aquí, sino
que tiene bastante del indio sin buscarlo, sin afectarlo y además, no le diré imitado, sino sustituido e
incorporado, todo lo reciente de Francia“. Citado por Ángel Rama (1984:182).
40
En muchas de las entrevistas realizadas en Madrid anticipa, desde la reflexión

sobre los perfiles individuales, aquellas conclusiones sobre la España literaria que

encontramos en el capítulo “La literatura”, un verdadero ensayo a modo de balance y

previsión sobre el futuro. En ese balance, Ugarte reconoce a aquellos escritores que se

han ajustado a la hora internacional venciendo el prejuicio acerca de lo francés, tanto

como a aquellos poetas o escritores que ya han asumido el re-direccionamiento hacia

la literatura de compromiso con lo regional.

Entre aquellos que se han ajustado a la hora internacional, presenta a Pérez

Galdós: “uno de los hombres avanzados de España, librepensador y demócrata […] uno

de los pocos que exteriorizan una tendencia universal en este país ensimismado”

(1904: 101) y que ha desarrollado su propia iniciativa editorial.

En estas crónicas viajeras y al igual que en las crónicas de Rubén Darío en

Peregrinaciones, España Contemporánea y Tierras solares, los términos de referencia

temporal son una constante y están al servicio de calificación del mundo. Más allá de

las críticas que podemos plantear sobre la lógica de análisis dentro de La República

mundial de las Letras, Pascale Casanova señala algo evidentísimo para pensar la

cosmovisión del joven Ugarte. Dice Casanova:

Todos los escritores surgidos en regiones alejadas de las capitales literarias


hacen referencia, consciente o no, a una medida del tiempo literario que tiene
en cuenta, sin que exista siquiera necesidad de sistematizarlo como tal, la
evidencia de un “presente” determinado por las más altas instancias críticas
que legitiman los libros legítimos, a saber, contemporáneos. (2001:128)

Ugarte es muy consciente de que existe una hora mundial, un presente, y que

ese presente lo fija el campo intelectual francés. El viaje de los modernistas a París es

41
un desplazamiento geográfico y temporal, una especie de viaje al presente desde

regiones atrasadas.

La lógica del desplazamiento hacia París en busca de una legitimación externa

que posibilite -a su vez- un reconocimiento dentro del propio campo de origen, no es

un fenómeno exclusivo de los hispanoamericanos sino que es también una realidad

para los propios artistas españoles: “Solo hay un país que hace las glorias dentro de sus

fronteras: Francia. Todos los demás aguardan a que el nombre le venga ya glorioso y

hecho del extranjero […] Rusiñol ha venido de Barcelona a Madrid por el camino de

Francia” (1904: 82)

En el capítulo llamado “La Literatura” Ugarte expone dos mentalidades

antagónicas que coexisten en la vida cultural española: la que se inmoviliza en el

pasado y aquella que tiende hacia el porvenir. En este capítulo, Ugarte insiste en lo

absurdo del rechazo de la influencia francesa que redunda en inmovilidad y retraso:

En vano negarán algunos españoles, que se sienten molestados por esta


especie de tutela que Francia ejerce sobre su país, la importancia de la
influencia francesa en España, en vano reprocharán a los catalanes y a los
americanos del Sur la facilidad con que adoptan el pensamiento y la cultura
francesa. (1904: 141)

Si bien Ugarte sostiene polémicas en torno del movimiento modernista, su

participación a favor de una cultura modernizada e internacionalista es indiscutible en

un primer momento, aunque en su horizonte, el arte por el arte debe reemplazarse

por un arte social. Visiones de España explicita que en ese porvenir deseado y aún por

conquistarse, la literatura deberá transformarse en el “verbo de la colectividad”,

afrontando el pasaje entre el concepto del “arte por el arte” (esa declaración de

42
libertad en el arte que fue imprescindible para los escritores hispanoamericanos

vinculados al modernismo) a una concepción de “arte por la verdad” (1904:166).

Por lo mismo, reivindica ese “tiempo nuevo” al que aspiran los grandes órganos

de la prensa madrileña con sus corresponsales en París y, especialmente, ese

horizonte por el cual trabajan los poetas renovadores de la Revista Helios19 en Madrid.

Insiste: “metiéndonos en el corazón mismo de España, encontramos que el

pensamiento europeo tiene allí representantes de valor como Altamira, Gavinet,

Unamuno, y entre los muy jóvenes una legión brillante y animosa” (1904:131)

En este capítulo, Ugarte se ocupa de una polémica insoslayable acerca de qué

lengua literaria deben asumir los escritores hispanoamericanos. Desde la cita de

Unamuno en un artículo de la revista La España moderna donde sentencia: “Las

lenguas son como las religiones, viven de herejías”20, Ugarte interviene dentro de esta

larga discusión sobre las posibilidades de renovación literaria e- indirectamente- de

los propios procedimientos del modernismo en el uso de español: “Los escritores

19
Helios fue una revista literaria española dedicada a la promoción de la estética modernista de la que
se publicaron once números entre abril de 1903 y febrero de 1904. Su principal promotor fue el poeta
español Juan Ramón Jiménez, junto a un grupo del que formaban parte Agustín Querol, Gregorio
Martínez Sierra, Ramón Pérez de Ayala, Pedro González Blanco y Carlos Navarro Lamarca, todos
españoles excepto el último, argentino. Colaboraron en sus páginas Rubén Darío, Miguel de Unamuno,
Azorín, Juan Valera, Antonio Machado, Manuel Machado, Serafín Álvarez Quintero, Joaquín Álvarez
Quintero, Salvador Rueda, Manuel Ugarte y Rufino Blanco Fombona. La revista incluía tanto textos de
creación (en prosa y en verso) como críticas de obras literarias. Cfr. Fogelquist, (1955: 291-299).
20
Unamuno había reconocido en ese lapidario prólogo a Paisajes parisienses de Ugarte como único
valor, precisamente, la intención por renovar la lengua castellana:“[…] tiene alguna eficacia en el
aspecto lingüístico”, un trabajo con la lengua desde la inventiva de la frase y la concreción de un
lenguaje que parece traducido del francés: “desarticulado, cortante y frío como un cuchillo,
desmigajado, algo que rompe con la tradicional y castiza urdimbre del viejo castellano”. Unamuno
aprovecha el prólogo para reconocer en este punto como único un valor de la publicación de Paisajes
Parisinos, el que le permite reiterar una convicción acerca del cambio de la lengua como una exigencia
de la modernidad en términos culturales, algo compartido con muchos escritores hispanoamericanos
como Darío y Silva : “Hay que hacer del español la lengua hispano-americana, sobre el castellano, su
núcleo germinal, aunque sea menester para conseguirlo retorcer y desarticular el castellano; hay que
ensancharlo si ha de llenar los vastos dominios del pueblo que habla español”. Forjar un idioma sería la
tarea colectiva de todos los escritores hispanoamericanos. […] He aquí por qué me parece la presente
una obra de alguna eficacia en el respecto lingüístico. Revolucionar la lengua es la más honda revolución
que puede hacerse; sin ella la revolución en las ideas no es más que aparente” (1901: XVI).
43
hispanoamericanos, cuya cultura es exclusivamente francesa, fueron los primeros en

libertarse del purismo y comenzaron la evolución”. (1904:132)

Además de recuperar el gesto libertario que los modernistas de origen

americano supieron sostener como un elemento clave para una actualización de la

literatura escrita en español, Ugarte no deja de reconocer dentro de la juventud

española algunos otros renovadores de la lengua literaria, entre ellos, Salvador Rueda,

el gran detractor de Rubén Darío21.

Dentro de este mismo capítulo, Ugarte reproduce el artículo de su “amigo y

excelente escritor” Ramiro de Maeztu en El Imparcial, así como su propia réplica en

este mismo diario madrileño. En la introducción del apartado y sin demoras, advierte

que es inútil repetir que “los hispanoamericanos conservamos por España la

estimación profunda que tiene por su padre el hijo emancipado” y que por removerse

asuntos que interesan igualmente en América y en España: “discutir es una manera de

fraternizar” (1904:149)

El hecho de recuperar esa polémica convierte al capítulo en un ensayo sobre el

estado de la literatura española y de “América española” al brindar una explicitación

categórica acerca del carácter de las nuevas literaturas hispanoamericanas. En su

artículo en El Imparcial, Maeztu se quejaba de la falta de raíces de los escritores del

Río de la Plata al punto de preguntarse si eran realmente americanos; luego

21
La proximidad con Rueda y un prólogo que Ugarte le dedicó al poeta español le provocaron cierta
enemistad pasajera con Rubén Darío, tal como lo refiere el mismo Ugarte en Escritores iberoamericanos
de 1900. La rivalidad entre Salvador Rueda y Rubén Darío se desencadenó con la agresión de Rueda en
la Revista Poesia (de Marinetti) donde se autodeclaró ser el renovador de la poesía española: “Bajo mi
pluma ha brotado una nueva prosodia española y un nuevo colorido español, y se ríe a grandes
carcajadas la gente de gran afinación, de esas idioteces de «Monsieur Mallarmé» paseadas por América
por sus imitadores (impersonales y automáticos) como se pasean por los viajantes de joyería falsa los
diamantes americanos, que aquí llamamos gráficamente diamantes de culo de vaso”. Salvador Rueda,
Contestación a la encuesta sobre el verso libre en Revista Poesia, Rassegna Internazionale, II, nº 3-5,
apr.-giu. 1906, págs. 51-52.
44
descargaba una serie de preguntas que los libros americanos parecían no querer ni

poder responder:

¿Qué es la América Latina?, ¿cómo se vive allí?, ¿cómo se goza?,¿cómo se


sufre?, ¿qué cosa es Buenos Aires, la segunda ciudad latina por su población , la
primera después de París?, ¿qué es la Pampa?, ¿qué ideales agitan actualmente
el espíritu argentino?. Los libros bonaerenses no nos lo dicen…son como esos
lunáticos de los que habla Baudelaire, su poeta favorito, que viven en el lugar
donde no están y aman a la mujer que no conocen […] Buenos Aires no es
Roma ¿qué significa entonces su cosmopolitismo, su parisianismo intelectual?
(1904:144)

Más allá de rescatar a Rubén Darío y Leopoldo Lugones por sus trabajos

insuperables con el castellano, Maeztu se preguntaba si para Ugarte escrudiñar la vida

americana no era una tarea digna de los intelectuales argentinos.

El reclamo de Maeztu replica muchos otros reclamos como el de Valery

Larbaud, un americanista cercano a Rubén Darío y de la colonia latinoamericana en

París, quien más allá de sostener un criterio internacional en las letras, aconseja a los

jóvenes escritores asumir lo americano y responder a ese gusto exotista22 de la

literatura europea a fin de evitar fracasos.

22
Valery Larbaud aconseja a los escritores hispanoamericanos radicados en París: “Yo les diría de buen
grado que, en efecto, es deseable frecuentar lo más distinguido de París y esa elite es sobre todo la de
las letras, sin duda alguna. Pero ya que ellos también piensan un poco en su público, no les pedimos
poemas del Barrio Latino ni notas que dejen comprender que han sido escritas en la terraza de un café a
la moda del bulevar. Exigimos de ellos las visiones de villas tropicales, blancas y voluptuosas ciudades de
las Antillas, villas de conventos en el corazón de los Andes negros, las verdegueantes perspectivas de
avenidas acariciadas por ráfagas de aire tibio de México y Buenos Aires; la vida de estancieros y
gauchos, una bella silueta de vaquero de las provincias fronterizas de la República Argentina y, por lo
tanto, el espectáculo de la naturaleza, la nota exótica, la tristeza, la melancolía y asimismo el tedio que
se desprende de ciertos paisajes andinos”. A partir de esta cita, Gustavo Guerrero señala : “Para 1907,
no era otro, efectivamente, el horizonte de expectativas que ya existía para la literatura latinoamericana
en París. Cuando se hojean los álbumes de florilegios poéticos que algunos de nuestros compatriotas
hacían editar por aquellos años en la capital francesa se puede entender mejor la irritación apenas
disimulada de estas palabras de Larbaud. Pero lo cierto es que ni la obra de Darío ni la de casi ninguno
de los modernistas podían corresponder entonces al exótico deseo que en ellas se expresa. Mucho más
complejo que el simple relato emancipatorio que suele hacerse de él, el proceso de internacionalización
de nuestra literatura parece haber sido así un fenómeno de variadas geometrías que no se reduce a la
sola conquista de una “autonomía estética” y sí pone en juego los apetitos, los clichés, las fantasías y los
prejuicios de un exotismo”. Y agrega que la práctica extraterritorial de la ficción actual latinoamericana
no hubiera sido posible sin el reconocimiento y el peso específico que el Boom supo en el exterior
45
Ugarte contesta a Maeztu en este mismo diario, a propósito de la influencia

francesa en la naciente literatura hispanoamericana desde la noción indiscutible de las

hegemonías intelectuales. ¿Cómo reprochar a los hispanoamericanos que tengan el

espíritu de su siglo? Ugarte aclara que la literatura hispanoamericana no es

exclusivamente afrancesada sino más bien cosmopolita y que -a su tiempo- logrará

armonizar la confusión de todas las tendencias para fundirlas en un carácter nacional

único.

Para Ugarte la literatura hispanoamericana está en construcción, de allí que

cultive el arte internacional. Con una pregunta retórica difícil de contradecir,

argumenta: ¿acaso todo arte no es internacional? Y, si no lo es, ¿el nacionalismo

artístico está en los asuntos o en las formas? Ugarte no sin ironía señala que “en

conjunto, somos un tanto déracinés, no nos domina la aflicción al terruño. Esta

tendencia universal de los hispanoamericanos podrá sernos nociva o benéfica, pero es

un hecho que hace lindar con el porvenir.”(1904:153) Finalmente, Ugarte le asegura a

Maeztu:

Los españoles y americanos tendremos en el porvenir una sola literatura,


matizada según su región o la genealogía intelectual de cada autor. Todo
concurre a reunirnos; y además, el espíritu moderno trabaja por universalizar,
reconciliar, unificar y recordar su fraternidad de origen. (1904: 129-168).

Luego de este detenimiento en Madrid, Visiones de España recupera su

formato inicial de relato de viaje para trasladarse a esa Barcelona industrial de

comienzos de siglo que fascinó a Rubén Darío y a otros hispanoamericanos. Dice: “No

aunque “lejos de realizarse sobre la base de un horizonte inédito, plural y abierto, se produce dentro de
una configuración simbólica que incorpora, modulándolo, el viejo horizonte exótico”. En “La encrucijada
de la recepción internacional“ Disponible en:
http://www.letraslibres.com/revista/convivio/nueva-narrativa-del-extremo-occidente

46
es verdad que el vapor, la electricidad, las fábricas, el intercambio y la fiebre

productoras sean enemigas de la poesía y del ideal” (1904: 170). En Barcelona se

siente la vida intensa, una comunidad de la cual hay que aprender: “Nosotros decimos

ingenuamente nuestra admiración por las comarcas industriosas que aumentan el

bienestar común, que facilitan la existencia y que difunden el progreso” (1904:173).

Aquí le ofrecen la tribuna del Ateneo Barcelonés para dar una conferencia

sobre el socialismo y la evolución: “Tanta ventaja lleva Cataluña en estas cuestiones

sobre el resto de España…de ahí que ha nacido un movimiento catalanista tan

complejo como difícil de sintetizar” (1904:175).

Dentro del contexto de conformación nacionalista español y en los inicios del

movimiento separatista catalán- a diferencia de las posturas de Manuel Gálvez y

Ricardo Rojas- para Ugarte los nacionalismos responden a concepciones pasadas de

moda y por ello no adhiere ni al nacionalismo español “castellano” ni al movimiento

separatista catalán: “Por temperamento y por educación somos en América enemigos

de las patrias chicas” (1904:177)

En oposición a las adhesiones de Enrique Larreta, Rojas y Gálvez sobre este

punto, el “alma nacional española” definida por Ugarte es amplia y diversa. Y la “vida”

de ese “alma” circula cerca de los puertos y las playas. Es en estas ciudades- puerto,

además, donde se encuentra ese puñado de espíritus que tienden al porvenir:

Son almas modernas, hombres que vibran al unísono de los demás. No hablan con
recuerdos, sino con ideas actuales. Tienen la fuerza y la reflexión. Y así como en una
docena de puertos, (Barcelona, Valencia, Bilbao, A Coruña, Almería, Cartagena,
Málaga, etc.) está reconcentrado el vigor de una nación, en una docena de nombres
como Acebal, Baroja, Benavente, Blasco Ibañez, Bueno, Cristóbal de Castro, Dicenta,
Maeztu, Martínez Ruiz, Unamuno y Valle Inclán, viene prisionero el porvenir. Son como
ventanas abiertas que tiene el alma nacional sobre la plenitud de la vida, como
puertos intelectuales por donde recibe el país el oro moral del extranjero y por donde
da a conocer al mundo su mejor savia. (1904:188)
47
Visiones de España se cierra con una especie de manifiesto socialista dirigido al

futuro: “En España se acumula una fuerza para el porvenir. Todo consiste en saber

dirigirla hacia grandes móviles altos y universales. Veamos por encima de las patrias”

(1904:190)

Manuel Ugarte y la memoria de los escritores migrantes

En Escritores hispanoamericanos del 900 firmado en 1942 en Viña del Mar,

Chile, publicado en 1943 y reeditado en Madrid en 1951 bajo el título La dramática

intimidad de una generación por Prensa Española, nos reencontramos con un escritor

sudamericano interesado por asumir -casi cuatro décadas más tarde- el rol de

memorialista generacional. Estas memorias se ocupan fundamentalmente de

caracterizar parte de esta colonia hispanoamericana radicada en París a través de la

recuperación de las biografías de sus protagonistas, así como narrar la historia de ese

movimiento en tanto experiencia colectiva. Ugarte lo llama “grupo inicial”, “floración”,

“núcleo con eje intelectual entre París y Madrid”. Para Ugarte este “movimiento de

germinación auténtica” puede compararse con la formación del grupo español del `98

que reunió a Azorín Marañón, Baroja y Maetzu, por el hecho de compartir

“entronques esenciales” 23.

Si recuperásemos ahora parte de lo que encontramos en Visiones de España,

esas coincidencias de base no fueron explicitadas por ese joven viajero. Es a partir de

estas crónicas de 1904 que Rubione afirma que Manuel Ugarte y -a diferencia de

Gálvez y Rojas- fue “un viajero muy crítico para con España”. (2006:31).El

23
Gálvez en EL solar de la raza sostiene esta misma afiliación con los regeneracionistas del ´98 español
para su generación, los nacidos después de 1880, la generación posterior a la de Ugarte.
48
reconocimiento de esos “entronques esenciales” es posterior y se quedan explicitados

en Escritores hispanoamericanos del 900.

Este libro se desarrolla a partir de dos lineamientos: la memoria personal del

propio Ugarte y su viaje a Europa en el capítulo II “París” y capítulo III “Madrid” y otra

instancia donde se explicita la motivación colectiva de “los que pensaron en cuerpo,

sintieron en generación y representaron el empuje” de ese viaje como respuesta

espontánea y compartida a una necesidad de salir del medio en que se ahogaban.

En este primer capítulo afirma que “lo esencial no es establecer una

nomenclatura, sino situar un movimiento” e inmediatamente describe lo que este

grupo inicial asumió, de manera más o menos explícita, en términos de normas y

lineamientos así como las condiciones de posibilidad y los condicionamientos con los

que se enfrentaron ya instalados en Europa.

Desde el lugar de memorialista de este grupo intelectual, la experiencia se

califica como una suerte de “expatriación”. Si bien cada uno de los capítulos dedicados

a quienes participaron de esta generación se focaliza en la figura del escritor/a, jamás

pierde de vista la vinculación de cada uno de ellos en una trama común en la

experiencia europea.

Por un lado, en esa presentación de la memoria colectiva, Ugarte define al

“grupo inicial” en términos de aquello que Todorov reconoce como el viajero exiliado

(en el sentido particular de la palabra). Dice:

En el siglo XX, los escritores siguen el ejemplo de Descartes, optan por el exilio a
menudo para producir su obra: Joyce y Beckett se fueron a Irlanda, Rilke no
puede escribir más que fuera de Alemania; García Márquez y Günther Grass
escriben en París esa novelas nacionales que son Cien años de soledad y El
Tambor. (1991:393)

49
París funciona -como señala Maíz (2006)- como una “metrópoli cultural

conforme a los objetos culturales reales e imaginarios que reúne, como depósito

cultural de Europa y patrón de modernidad”. El escenario parisino resulta clave en la

formación de un agrupamiento a partir de la experiencia del viaje y la vivencia

compartida de una estancia europea que devendrá en nuevos modos de

experimentar la relación no solo con España sino con la propia realidad americana.

En las palabras de Ugarte, los integrantes de este grupo se presentan en tanto

anónimos, primitivos, inadaptados frente a la civilización milenaria. A pesar de la

tensión entre el propio origen, la condición de desarraigados, la búsqueda de

asimilación cultural a los espacios y las prácticas de la vida parisina, Ugarte rectifica lo

que tanto se dijo sobre la aventura modernista:

Nosotros no habíamos ido a París a intrigar. Habíamos ido a vivir. Nos


acercábamos a las figuras descollantes de nuestra predilección como
contemplábamos el Sena, o las torres de Notre Dame. Si existía un trabajo de
formación, este se hacía, irresponsablemente, dentro de nosotros, ajenos a
todo cálculo. (1943: 35).

Una vez instalados en París, las distancias sociales y culturales son

imponderables para esta colonia:

Nosotros no éramos nada. Peor que nada. Nosotros éramos anónimos


“rastas”24. (La palabra «metéque» no había nacido aún). Lo éramos ante
nosotros mismos, porque nos hallábamos despistados y cohibidos en el

24
En las últimas dos décadas del siglo XIX, el viaje a Europa para los sudamericanos ha dejado de ser
privilegio de una minoría. Frente a la relativa democratización del viaje, los viajeros intelectuales
responden construyendo una figura de sí mismos en continuo contrapunto con esos otros que ahora
también viajan, esos otros sin apellido y sin lustre: los rastacueros .El término rastaquouère así como su
sinónimo meteque o meteco, remite al representante de esa “barbarie sudamericana” que a fines del
siglo XIX viaja a Europa alentado por la disponibilidad de una fortuna y por la promoción de –en palabras
de Jorge Schwartz-un nuevo ismo: el turismo. García Mérou dedica una crónica en Perfiles y miniaturas
de 1889,”Rastaquouére”, en virtud de que la prensa local había transcripto fragmentos de una nota de
Figaro en la que se pintaba la fisonomía del rastaquouére o “del americano parisiensado, que viaja a la
capital del placer, sus lustrosos billetes de mil francos, a cambio de algunas sensaciones pasageras y
superficiales” (1889:17)
50
ambiente nuevo, con la impresión confusa de que merecíamos más de lo que
ese ambiente nos otorgaba. Y lo éramos a los ojos de los demás, porque, sin
advertirlo, hablábamos fuerte, exagerábamos las propinas, empujábamos a los
transeúntes, reíamos a destiempo, cuidábamos demasiado el traje, porque
carecíamos, en los gestos, en los pensamientos y en las palabras, de medida,
porque obrábamos, en suma, como primitivos, frente a una civilización
milenaria que había limado los ángulos salientes para dar en todo la nota
precisa y cabal. (1946:25)

Durante su residencia, los escritores hispanoamericanos ejercen distintos roles

ya sea como corresponsales de periódicos y revistas, comisionados gubernamentales o

correctores y traductores en editoriales como Garnier. Más allá de sus compromisos,

una vez arribados, se identifican con un protocolo común en el que se comparte una

cartografía, un pronunciamiento estético, y determinados modos de sociabilidad con

mayor o menor éxito25.

La conformación de la “colonia” de escritores latinoamericanos que viajan con

el impulso del modernismo y se instalan en París, podría pensarse desde el concepto

de formaciones culturales definidas por Raymond Williams como grupos en el que no

existen afiliaciones formales o expresiones colectivas continuadas, pero que cuentan

con una asociación consciente, una identificación grupal, exteriorizada informal u

ocasionalmente o a veces limitada a un trabajo inmediato o en relaciones más

generales .(1981:33)

Es necesario considerar, tal como indica Claudio Maíz, que Williams en su

análisis sobre los movimientos de vanguardia en París entre 1890 y 1920- conformados

por buena parte de inmigrantes que llegan a París provenientes de regiones nacionales

25
Ugarte señala la incapacidad de Rubén Darío de vincularse realmente con los referentes intelectuales
y literarios del campo francés y los salones parisinos a diferencia de Enrique Gómez Carrillo quien fue
uno de los pocos que -a su juicio- se “enquistó en el bulevar”.
51
periféricas y pequeñas culturas nacionales-desconoce la presencia del modernismo

hispanoamericano, precisamente un movimiento “de periferia” (Cfr.2004:35).

París constituye el centro metropolitano que, según Williams, se caracteriza por

una autonomía relativa y un grado de internacionalización estrechamente relacionado

con el imperialismo. El viaje a París es el viaje hacia una “capital cultural” que posibilitó

una consciencia mayor acerca de la imagen de artista y escritor “moderno”- y también-

la motivación por una “actualización” de la literatura hispanoamericana.

En el caso de la colonia hispanoamericana en París, existen condicionamientos

insalvables: las desventajas tanto en relación con el capital simbólico como en las

posibilidades de acceder al prestigio cultural y a la difusión de sus obras. Sobre esto,

Ugarte aclara:

No existían lazos de amistad o de conocimiento entre ellos [escritores


latinoamericanos]. No obedecían a un propósito estudiado, ni a una consigna.
Salían instintivamente, sin programa en la mayor parte de los casos, de
ciudades distantes y sin comunicación frecuente. Solo cambiaron ideas cuando
la casualidad los reunió en Europa. Y, sin embargo, obedecían
inconscientemente a idénticas esperanzas de emancipación. Formaron un
conjunto perfectamente homogéneo. (1943:15)

La conformación del grupo se describe como un hecho imprevisto, surgido

espontáneamente en ese encuentro en Europa26, sin programa y desde un impulso

natural de reunión entre semejantes. En otro momento, Manuel Ugarte se refiere al

impulso de esta generación viajera:

La razón del éxodo general -digo general, dado que entre los intelectuales de
esa generación muy pocos permanecieron en América-, no hay que buscarla,
como se insinúa, en una desatinada admiración por la literatura exótica. En el
peor de los casos la “predilección novelera” pudo ser alimentada sin salir de la
ciudad natal. Sobre todo en aquellos años en que el libro y el espíritu cruzaban
tan fácilmente los mares. La verdad es que esa juventud no se sentía atraída por

26
Delmira Agustini y Alfonsina Storni nunca viajaron a Europa. Aun así, Ugarte le dedica un capítulo a
cada una de estas escritoras por considerarlas espiritualmente parte del grupo inicial.
52
un nuevo medio. Se evadía del medio en que se ahogaba.27 Si acechaba los
barcos desde el puerto, es porque carecía de oxígeno en su propia tierra.
(1943:12)

El instinto de reunión que refiere Ugarte se relaciona con la condición de

extranjería de sus miembros, el interés por lograr una legitimación literaria y por el

manejo de una lengua materna común que, en París, es sentida como “lengua menor”

(propia de una “cultura menor” desde una mirada eurocéntrica tan evidente en las

discursividades de la época). Esto queda evidenciado en la alta legitimación que se

confiere al escribir y –especialmente- al hecho de publicar en francés una obra cuyo

idioma original ha sido el español. Sobre esta aspiración de acceder a la letra de molde

en francés, Ugarte -desde un “nosotros” rotundo- parece minimizar esta

problemática28:

Ninguno de nosotros –ni el mismo Gómez Carrillo que se enquistó en el


bulevar, sin dejar de ser meteco-perdió sus distintivas iberoamericanas y su
enlace con la tierra. Llegamos a escribir directamente en francés y a publicar
con éxito nuestras producciones en diarios y revistas de París. Fueron nuestros
nombres cotizados en los órganos de publicidad de España. Pero nadie
aprovechó la victoria circunstancial para plegarse al medio. Por los propósitos
perseguidos, por los temas tratados, por el nacionalismo retador, estuvieron los
espíritus siempre tendidos hacia nuestra América. (1943:14)

El hecho de instalarse en París buscó efectivizar esa construcción de una figura

de artista moderno como la del realizador de una actividad singular y al que le

corresponde una propia valoración especial ya había comenzado a formarse mucho

antes del viaje a Europa en sus respectivos países de origen.

27
Ese “ahogo” del medio del que se busca escapar es la misma imagen que encontramos en el joven
Ugarte viajando por la región de Castilla en 1903.
28
Como señala Gustavo Guerrero (2007), Rubén Darío publicó en París a penas algunos pocos poemas
sueltos que no tuvieron repercusión alguna. Solo después de su muerte se recogen y traducen por
iniciativa del cuentista y poeta peruano Ventura García Calderón parte de su obra en Pages Choisies,
París, Librairie Félix Alcan.
Disponible en https://archive.org/stream/pageschoisies00daro#page/n7/mode/2up
53
Sin embargo el gesto del grupo marca la necesidad por sobreponerse a la

condición de extranjeros, distinguirse de los turistas y rastacueros latinoamericanos y

superar- al menos en parte- esta dominación simbólica de base, trascendiendo su

condición de “cosmopolitas excéntricos”29, para pertenecer a una modernidad

literaria.

Esta vivencia de exclusión de París es en gran medida la que motiva el giro hacia

España, donde los “indianos”, tal como eran denominados por esa época, pudieron

construir una red intelectual fecunda más allá de las políticas de los Estados.

Es importante repensar esta experiencia individual -al igual que en el caso de

Ricardo Rojas- en relación con la construcción de esta red intelectual amplia que

reunió a poetas y escritores hispanoamericanos con sus colegas españoles. Es a partir

de ella que se generan contactos y amistades que dan lugar, entre otras cosas, a

tertulias, dedicatorias, reseñas, prólogos artículos, polémicas en diarios, publicaciones

y colaboraciones en revistas. La red cultural es una manifestación clara del giro

hispánico por parte de los escritores sudamericanos que comienza a consolidarse en

estos primeros años del siglo XX, con el nucleamiento indiscutible de Rubén Darío y

más allá de las intervenciones de los Estados.

29
Para Pascale Casanova en La república mundial de las Letras (2001), Darío no triunfa en Francia por
razones estrictamente literarias. Sostiene que los cambios introducidos por Darío como referente del
modernismo en el espacio literario latinoamericano pertenecen más al ámbito de la aceleración
temporal que al de la innovación literaria, es decir que la obra de Darío constituye más bien una
actualización o adaptación de la moda que a una revolución. Según su análisis, Darío introduce en
regiones hasta entonces alejadas del meridiano de Greenwich, acontecimientos literarios que ya han
tenido lugar en el centro y por ello no puede ser consagrado por París como un innovador sino como un
“cosmopolita excéntrico” que, en todo caso, colabora en la unificación del espacio literario imponiendo
posiciones autónomas, a través del modelo de la modernidad parisina. La afirmación de Casanova da
cuenta de la incomprensión de la literatura de Darío y del movimiento cuando se trata de pensar más
allá del campo francés como centro absoluto.
54
En el planteo de Alfredo Rubione (2006) el giro hispanista se fundamenta desde

una mirada institucionalista y estatal. Entre las varias razones que explican el giro hacia

España, enumera: la desvalorización independentista que comienza a trastocarse hacia

el ´80, la guerra por Cuba en 1898, la actitud del general Roca y Juárez Celman

favorable a España en el plano externo y también interno, la situación interna española

que ha enviado al exilio a intelectuales a Sudamérica y en contacto con la clase letrada

argentina. Y apunta sobre los intelectuales:

Los vínculos cada vez más crecientes entre intelectuales, políticos y periodistas
argentinos con sus correspondientes españoles, tal como lo muestran los
abundantes viajes de estudio, conferencias y libros testimoniales. Esa relación
deviene institucional desde comienzos de siglo en la enseñanza media y
universitaria. España al dejar de ser la madre de la barbarie americana para ser
considerada rectora en muchos dominios de la ciencia y la cultura. (2006:38)

Sin embargo consideramos que esos vínculos -cada vez más crecientes entre

intelectuales argentinos con sus correspondientes españoles- deberían ser pensados

desde la noción de redes culturales, definidas por Maíz y Fernández Bravo en tanto

formaciones o estructuras de contornos laxos, reunidas por intereses convergentes

entre sus participantes y mediadas por una distancia-que son paralelas o externas a las

instituciones- y actúan desde una lógica de enlace en grupos de afinidad estética o

política. (Cfr.2009:12) Y más precisamente si pensamos en este grupo inicial cuya

memoria recupera Manuel Ugarte en Escritores iberoamericanos del 900, ya que:

Es durante el momento finisecular cuando las redes culturales alcanzan una


articulación madura en Latinoamérica. Este período marca incluso un punto de
globalización más agudo que el contemporáneo […] El momento coincide con
la expansión de las redes culturales latinoamericanas cuando se articulan las
primeras formaciones culturales del modernismo: grupos de intelectuales y
artistas que enuncian una reflexión y un debate sobre el significado de América
Latina. (2009:19)

55
La existencia de esos vínculos intelectuales que pareciera conformarse en París

-no como grupo cultural sino como red - se fortalece en Madrid y en contactos con

otras ciudades de América Latina, más allá de las políticas internacionales de los países

involucrados y- muchas veces- a pesar de ellas.

Esa red se visibiliza desde algunos detalles como la creación de revistas

literarias autogestionadas, los prólogos cruzados, la invitación a conferencias y la

circulación de las propias producciones. Solo como ejemplo, frente a la guardia civil

que inspecciona sus maletas desconfiando del contrabando, Ugarte declara llevar una

docena de Crónicas de bulevar porque “espera tener el gusto de obsequiar a algunos

amigos de España”. (1904:31) Gálvez también recuerda que ingresa desde París a

Madrid con su primer libro El enigma interior.

La estancia en España se recupera –después de casi cuatro décadas- en

Escritores Iberoamericanos del 900 a partir de la intensidad y el carácter de los vínculos

que fortalecen esa red cultural: “En Madrid no tardé en hacer amistad con el grupo

que surgía, la nueva generación que se levantaba sobre las tierras de Emilia Bazán,

Pérez Galdós y Madrid Cómico” (1943:50) ya que “Madrid era un hervidero de

escritores” (1943:51)

Si bien esa red cultural comienza a delinearse en Visiones de España, se

constata en la lectura de estas memorias colectivas de Escritores iberoamericanos del

900, la actitud es radicalmente diferente y el escritor ya no es turista ni exiliado ni

exota ni un viajero filósofo:

España es para mí algo propio, es la tierra de mis antepasados directos, sobre


todo por el lado de mi madre, la patria de mi abuelo don Manuel Rivero, la de
mi bisabuelo […] Con esto digo -en el plano individual-cómo llevo a España en la

56
emoción de todas las horas y todos los pensamientos. Hasta añadiría que, más
que la quiero, la siento. (1943:44)

Ugarte sostiene que justamente por “sentir España” se ha levantado contra el

“indigenismo”, contra el “decadentismo desarraigado” y contra el “panamericanismo”

por defender las supervivencias del espíritu ibérico en América. En este Ugarte ya

maduro las posiciones más conservadoras parecen aventajar a aquellas que

encontrábamos en su narrativa de comienzo de siglo XX:

Sin la raíz que nos dio nacimiento a la patria nueva, todo se derrumba. Sin el
punto de arranque en el pasado, sin el respaldo en los siglos, carece de
consistencia la construcción. Lo único que nos puede defender del
cosmopolitismo es la recia osamenta española, que sostiene y concentra la
nueva vitalidad. (1943:45)

Y más adelante:

Por encima de la anécdota del hombre, se impone la continuidad del


derrotero, el hilo conductor que enlaza las generaciones. La realidad étnica y
espiritual de nuestra América no será nunca, a mi juicio, el universalismo vago
ni el indianismo remoto, sino el iberoamericanismo. Es decir, la resultante de
los antecedentes históricos y culturales, modificada por el tiempo y los aportes
varios en una zona geográfica del mundo. (1943: 43)

El capítulo dedicado a Madrid es contundente a la hora de pensar este giro

hispánico por una parte de los “expatriados hispanoamericanos”:

Si el perfume era de París, siempre dijimos el sabor de Madrid, poniendo en el


matiz la hondura que revela una concepción. Porque si la primera ciudad
ofrecía la exquisitez y el “ritmo suave” que captó Rubén, la segunda brindaba la
sangre del idioma y la savia esencial de los orígenes. (1943: 43)

Ugarte recuerda esa red de vínculos estrechos en los que veía el porvenir en el

grupo que surgía: “Madrid era un hervidero de escritores”. Y retoma aquella polémica

con Ramiro de Maeztu, a propósito de la influencia francesa en la naciente literatura

hispanoamericana, planteada en Visiones de España, en la que el escritor argentino

57
había afirmado que “en conjunto, somos un tanto déracinés, no nos domina la aflicción

al terruño”. Ahora se rectifica:

La vanidad juvenil se negó al principio a reconocer que la observación era


exacta. Ella contribuyó, sin embargo, a orientarme después hacia
preocupaciones más concordantes con la esencia de mi ser y a revelarme la
personalidad que llevamos en germen […] por lo demás cumplía
invariablemente en la generación que levantaba vuelo. (1943: 49)

Luego de presentar las biografías de Delmira Agustini, Francisco Contreras, José

Santos Chocano, Rubén Darío, Enrique Gómez Carrillo, José Ingenieros, Leopoldo

Lugones, Amado Nervo, Belisario Roldán, Florencio Sánchez, Alfonsina Storni, José

Vargas Vila, en el último capítulo titulado “El destino de una generación” Ugarte hace

un balance en el que se conjuga el gesto épico con el tono trágico y que convalidan

quizás, aquel nuevo título en su reedición en Madrid en 1951 por Prensa Española: La

dramática intimidad de una generación30: “Todos los escritores de que he hablado […]

fueron invariablemente desgraciados” (1943:243) ya que ninguno escapó a la zozobra

económica, ninguno ocupó puestos honoríficos en su país, vivieron en la expatriación y

fueron rechazados por el ambiente en el que habían nacido:

Incómodos para los demás, los del grupo tuvieron el terrible defecto de escribir
y de pensar con veinte o cincuenta años de anticipación. No se perdona al
poeta la comunicación astral que le permite adelantarse a lo que piensa la
mayoría. (1943:246)

Del esfuerzo de esta generación, Ugarte reconoce cuatro distintivas: el empuje

hacia una amplia concepción iberoamericana desde una reestructuración de la

ideología continental; una humanización del arte con un sentido más social; el

emprendimiento de una campaña superior de nacionalismo iberoamericano desde la

30
Esta reedición en Madrid bajo este nuevo título La dramática intimidad de una generación apareció
unos meses antes de la muerte de Manuel Ugarte ocurrida en Niza a fines de 1951.
58
convicción acerca de una esencia americana y la renovación dentro del idioma, en un

movimiento concordante en este punto con la generación del`98.

A modo de cierre Ugarte remarca que esta obra está destinada a plantear,

impersonalmente, entre confidencias y anécdotas, el drama del escritor

iberoamericano. En ese drama31, este grupo que pensó en “generación” fue capaz de

descubrir, al instalarse entre Madrid y París, que la producción de cada uno, más allá

de ser una orquesta exótica, se enlazaba en una sola literatura y a una nacionalidad

única, considerando a Iberoamérica desde Europa en forma panorámica: la Patria

Grande.

31
Su propio drama personal lo refiere Alberto Hidalgo en un artículo que Ugarte incluye como nota al
pie en este capítulo. Con violenta sinceridad dice Hidalgo: “Corrido por los vendavales, Manuel Ugarte
volvió hace unos tres años de Europa […] Por todas partes halló indiferencia, egoísmo, olvido. La lucha
por el pan se hizo brava y desigual y acaso pensó matarse. Mas argentino de veras, calculando que un
suicidio más en el sector de las letras podría estimarse como una venganza nacional, prefirió abandonar
la patria. En Viña del Mar se ha alquilado una casa como un torreón, sobre una roca y en ella vive como
un proscripto”(1943:251)”
59
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61
Ricardo Rojas: Un peregrino indiano tras los archivos para la nación argentina

Ricardo Rojas nació en Tucumán en 1882 y pasó su infancia en la provincia de

Santiago del Estero donde su padre, Absalón Rojas, miembro del Partido Autonomista

Nacional (PAN) fue gobernador. Tras la muerte del padre en 1893 y una difícil situación

económica, la familia terminó por trasladarse a Buenos Aires en 1899. Allí Rojas inició

la carrera de Derecho y se dedicó al periodismo en El País, Libre Palabra y en La

Nación. En 1903 publicó un primer libro de poesía La victoria del hombre y se sumó al

grupo de la revista Ideas, fundada ese año por Manuel Gálvez y José María Olivera, con

el interés por definir una tradición nacional.

Como sostiene Ángel Rama, Ricardo Rojas junto con Manuel Gálvez participan

de la cultura pre-nacionalista (definida en la Revista Ideas) se alejan de la propuesta

estética modernista propia de la cultura internacionalista- aunque fueron grandes

sostenedores de Rubén Darío y su promoción- (1994:120) e inflexionan hacia lo

regional.

En 1905, Rojas abandonó la carrera de Derecho y se inició en la docencia secundaria.

En 1907 viajó por primera vez a Europa. Este viaje definió buena parte de su obra

futura y orientó la promoción de proyectos e instituciones culturales.

A su regreso en 1908, se desempeñó como docente en la Universidad de La

Plata. Logró posiciones académicas de prestigio, entre ellas, su nombramiento en la

Academia de Letras y en la Academia de Historia y ocupó el rectorado de la

Universidad de Buenos Aires entre 1926 y 1930.

Gestionó la creación de la cátedra de Literatura Argentina -de la que se haría

cargo en 1913- y del Instituto de Literatura Argentina, así como la creación del Instituto
62
de Filología y Literaturas Hispánicas en 1923. Como docente e investigador, Rojas

nunca dejó de estudiar el legado hispánico.

En 1930, con la destitución del presidente Hipólito Yrigoyen por el golpe de

Estado encabezado por el general Uriburu, Ricardo Rojas se sumó a la Unión Cívica

Radical, fue perseguido y encarcelado en Ushuaia, donde escribió su obra Cervantes

(1935). Luego de su liberación, volvió a la enseñanza universitaria hasta 1946, en

cargos a los que renunció por su oposición con el primer peronismo. Murió en Buenos

Aires el 19 de julio de 1957.

Nos interesa detenernos en el momento de esta biografía que corresponde al

primer viaje a Europa, no solo por la importancia que tuvo para su propia trayectoria,

sino también por su protagonismo dentro de lo que pensamos como “giro hispánico”

y en relación con otros viajeros argentinos de comienzos de siglo XX.

El viaje de un poeta bien raizable

En el caso de Rojas, el relato de viaje presenta alguna complejidad ya que

implica el análisis de Retablo español de 1938, una especie de compendio en el que se

reúne no solo la descripción de su itinerario por España sino también la explicitación

de las motivaciones de las obras anteriores y posteriores a ese viaje, como la gestación

de proyectos culturales e instituciones que Rojas asumió en relación directa con ese

legado español “recuperado”.

Quien habla en el Retablo ya no es ese joven asombrado de 1907, sino un

escritor y promotor cultural de renombre que recupera -desde su erudición-una

infinidad de materiales de distintas fuentes, cartas, poemas, artículos, obras propias y

63
ajenas que se suceden a lo largo de estas tres décadas, las que separan el viaje efectivo

de su registro narrativo.

En principio, Ricardo Rojas viaja a Europa con las expectativas propias del viaje

intelectual: el viaje académico, de aprendizaje y de asimilación de herramientas. Sin

embargo - a diferencia de los demás viajeros de este corpus- Rojas viaja designado en

comisión oficial. En el prólogo a la primera edición de La Restauración nacionalista

(1909) indica que durante la presidencia de Figueroa Alcorta, y a través del Ministerio

de Justicia e Instrucción Pública a cargo de Rómulo Naón, fue encomendado para

estudiar el régimen de la educación de la historia en las escuelas europeas. En ese

momento, tiene 25 años y ese viaje es –simultáneamente- el viaje iniciático de un

joven poeta, de un corresponsal de La Nación y en comisión estatal.

Ese itinerario europeo lo lleva a Francia, Italia, Inglaterra y España desde

mediados de 1907 y por el término del año que dura su viaje, Rojas no se limita solo a

la investigación del ámbito educativo tal como lo demuestran sus publicaciones.

Miguel Dalmaroni señala que la investigación que daría lugar a La restauración

nacionalista parece haber sido en principio, más que estrictamente un encargo, el

pretexto de Rojas para conseguir una larga licencia laboral que le permitiría realizar su

viaje de artista a Europa. (cfr.2006:52)

Sin embargo, creemos que ese viaje fue fecundo en términos de escritura y

publicaciones y trascendente para su trayectoria intelectual posterior. En su extensa

obra podemos corroborar fácilmente aquello que él mismo confiesa en las primeras

páginas de Retablo español:

Desde entonces he estudiado a España en la cátedra universitaria, a la que


llegué cuando volví de Europa, y en las obras que van desde El alma española

64
(1908) hasta mi Cervantes (1935). El sentido con que hoy veo lo español es el
mismo de entonces, porque es el que hasta allá me llevó. (1938:8)

Desde su rol como corresponsal y su delegación oficial reunió y publicó, a partir

de esta experiencia viajera, algunas de sus primeras obras: El alma española (1908a),

un estudio crítico sobre la literatura contemporánea española32; su corresponsalía para

La Nación reunida en Cartas de Europa (1908b) donde reporta su experiencia en Italia,

Francia e Inglaterra; Cosmópolis (1908c), una serie de crónicas que el autor define

como “propaganda cívica y estética realizada en Buenos Aires”, escrita en Buenos Aires

y publicada en París como cierre de viaje en 1908 así como el propio informe oficial

que conocemos como La restauración nacionalista (1909). Tres décadas más tarde, en

el Retablo español (1938) registra su experiencia española.

Es en España donde su viaje se singulariza y a partir del cual Rojas confirma y

fortalece las certezas sobre una herencia cultural innegable, que debe ser muy

atendida dentro del proceso de restauración nacional.

A diferencia de los demás viajeros argentinos, Rojas viaja para acceder a los

archivos y documentarse. Si bien comparte con Manuel Gálvez la impronta

32
La dedicatoria de El alma española es elocuente: “A la memoria de los primeros conquistadores y a los
nuevos escritores de España. En esta obra, Rojas reúne la notas críticas publicadas entre 1901 y 1903 en
La Nación, Revista Ideas y otras, sobre la obra de escritores españoles: Nuñez de Arce, Blasco Ibáñez,
Pompeyo Gener, Pérez Galdós, Pio Baroja, Echegaray, Rueda y Dicenta. Significativamente incluye aquel
artículo “La obra de Rubén Darío” que escribió para el Mercure de France unos meses antes. En sus
líneas finales, que coincide con el final del libro, reconoce en Darío un punto de unidad espiritual de esta
raza:” Yo afirmo que la obra de este poeta ha contribuido enormemente a la cohesión de la
intelectualidad americana y al acercamiento de España y sus antiguas colonias, hoy convertidas en
florecientes Repúblicas. Él ha dado lugar a que por primera vez se reconociese la existencia de una
ciudadanía intelectual común a todos los hijos de Hispanoamérica, por la tradición del alma castellana y
el vínculo del idioma. Nicaragua lo ha parido; la República Argentina lo ha revelado; España lo adopta.
No las inermes fórmulas diplomáticas ni inocuas sociedades de confraternidad, sino sucesos como este,
han de reconstruir, pues, para tiempos futuros, la unidad espiritual de esta raza, que aún reserva nuevas
sorpresas a la historia”.(1907:233) Su inclusión en este grupo de escritores españoles debería leerse
como la explicitación de una convicción acerca de cómo pensar el modernismo hispanoamericano y de
una postura precisa acerca del lugar de la literatura de América en relación con la española.

65
nacionalista, cabe aclarar que existen diferencias enormes entre sus experiencias

viajeras, tanto en la propia metodología para la exploración de esas “raíces”, la

profundidad del análisis, la motivación y la capacidad de vinculación de datos, como

en la interpretación de la “esencia española” y las aplicaciones posteriores de aquello

que se ha redescubierto como raíz vincular con la historia y cultura nacional.

Antes del viaje, en su discurso de despedida, en mayo de 1907, Rojas declara

cómo y para qué viaja. Resulta significativo que busque distanciarse del “complejo de

París” y de las motivaciones juveniles que Ugarte calificó en Escritores Iberoamericanos

del 900 como “éxodo generacional”. Dice Rojas: “No voy, pues, al descubrimiento ni a

la conquista de Europa. Vibrante de juventud y henchido de curiosidad; emprendo este

viaje lejos de toda moda y afán mundano o esnobismo” (1924:286)

En Cosmópolis, “esa ciudad a medias real e imaginaria”, Rojas se había ocupado

de la condición del artista joven sudamericano y del tópico del exilio hacia Paris como

un éxodo anhelado y contrapuesto con ese otro viaje, el de las multitudes indigentes

que llegaban de Europa:

¿Por qué miraban hacia el mar esos hombres, si desde el mar, tantos hombres
extraños venían a las riberas que ellos abandonaban?¿Qué ley de
compensación humana llevaba entre los continentes a estos solitarios excelsos
y traía esas indigentes multitudes?¿Por qué los unos rumoreaban de júbilo ante
los puertos de esa metrópoli, como ante una tierra de resurrección y de
victoria, y los otros, siendo hombres también, huían de ella, asfixiados por el
vacío, y como nostálgicos de otros países que no conocieron jamás? (1908c:8)33

33
Dice Rojas: “Yo los encontré cierto día allá, junto a los murallones de los diques. El grupo era
pintoresco y reducido. Insomnios, angustias, quimeras, habían hecho palidecer sus frentes y
ensombrecido sus miradas. La brisa de la tarde jugaba con corbatas y melenas. Cuál de ojos azules, era
escultor, y en vano fue que su pulgar divino hubiese comunicado a las masas plásticas el gesto y la
animación incontrastables de su infinita vida espiritual. Tal ágil y pálido, era poeta y está demás decir
que no siendo hacendado ni doctor, el pueblo de Cosmópolis, le había lapidado con su reír compasivo .Y
este, y aquel, y otros…Todos miraban hacia el mar. El Plata, oceánico de grandeza, se esfumaba hacia el
horizonte oriental, con el advenimiento de la noche próxima. El sol reverberaba hacia el ocaso e
incendiaba su fondo de oro y púrpura, idealizando el panorama de la ciudad que los proscribía”
(1908c:8)
66
Más allá de comprender los motivos del éxodo juvenil de artistas, Rojas es muy

crítico con respecto a esta motivación. Al ocuparse de la aparición, en 1904, de la

novela “Algunas pequeñas almas” de Gómez Carrillo, había fijado su posición en

cuanto a la condición del escritor latinoamericano migrante que busca en Europa su

consagración apartándose de su misión americana:

Comprendo que a un espíritu sensitivo, que a un cerebro superior, asfixie el


ambiente colonial de algunas ciudades del Pacífico, o cosmopolita y mercantil
de las ciudades del Atlántico [...] Me explico ir varios años a Europa con
propósitos de estudio como ha hecho Manuel Ugarte Cuando se requiere ser
un civilizador, un forjador del ideal, como decía de mi D. Miguel de Unamuno,
quizá convenga este alejamiento temporal de la patria. Una edición europea,
una colaboración en revistas extranjeras, son poderosas fuerzas de sugestión
en estas tierras fetichistas. Dada la pobre mentalidad de la multitud, se vuelve
del extranjero rodeado de un prestigio exótico y superior. Pero perseguir, en
nuestra lengua, la gloria europea, me parece una ilusión. De no ser así, la obra
maestra, a pesar de su procedencia americana, traspasará los límites locales ¿A
qué arrancarse al puesto civilizador, aunque un tanto apostólico por su
sacrificio, que en estas tierras vírgenes les corresponde?¿A qué trocar una
simple simulación de la fama para tal catecúmeno de este lado del mar, por el
beneficio y la gloria positivos de un Rubén Darío, creando aquí, parmis les
sauvages, y con su propio verbo, una conciencia en la élite literaria que le
acompañó en Buenos Aires?. Esta es mi observación general” (1908c:155-156)

La extensa cita anterior se justifica en el hecho de que en ella se reúnen

muchos de los presupuestos presentes en un debate mayor: la condición de las

literaturas centrales y periféricas, las instancias de legitimación externas que operan

en un centro y fuera de las literaturas periféricas, el problema de la difusión de las

literaturas no centrales y el rol del intelectual y artista americano en relación con el

medio al que pertenece.

En estas notas tempranas ya encontramos la definición de una imagen de

escritor que asume una responsabilidad por definir los destinos de la nación.

67
Gramuglio señala que los escritores, con gran frecuencia, construyen en sus textos34

figuras de escritor y que estas figuras suelen condensar imágenes que son

proyecciones, autoimágenes y también anti-imágenes o contrafiguras de sí mismos. En

torno de esas construcciones es posible leer cómo se representa, en la dimensión

imaginaria, la constitución de su subjetividad como escritor y también, más allá de lo

estrictamente subjetivo, cuál es el lugar que piensa para sí en la literatura y en la

sociedad. (Cfr.1992:38)

Las palabras de ese discurso de despedida, en mayo de 1907, aportan muy

tempranamente una imagen de escritor y tienen un gran peso si consideramos su

posición acerca del exilio de los jóvenes escritores hispanoamericanos hacia Europa:

Después de respirar 25 años el aire oxigenado de este mundo opulento,


después de haber reconstituido con el testimonio de los primeros cronistas los
soberbios imperios precolombinos, aprendiendo en el Sol de los Andes el
esplendor de nuestros orígenes y en la muerte del último de los Incas, la
dignidad que se esconde bajo esta tez morena y esta crencha lacia35; después
de haber recorrido mi aldea y mi metrópoli, mi pampa y mi montaña, mi selva y
mi río, maravillado en la obra de los dioses, voy a admirar en el viejo mundo la
obra secular de los hombres. (1924:285)

La imagen de escritor se define con esta “marca” de estirpe americana

indisoluble que Rojas sostiene desde su propio cuerpo como un valor adicional: “la

dignidad que se esconde bajo esta tez morena y esta crencha lacia”, y vuelve a

aparecer en las de palabras Eduardo Talero, en su primera reacción frente a la noticia

de ese viaje, que Rojas incluye en el prólogo a Cartas de Europa (1908b):

¿Ir un poeta americano a Europa? ¿Y para qué?.. [...] “¿El poeta Rojas en
Europa…? ¿Qué va a hacer? ¿Por qué exponerse a qué las grisetas del

34
Gramuglio se refiere a textos en el sentido más amplio del término, en el que se incluye desde la
autobiografía, prólogos, poemas, una ficción narrativa, ensayos sobre otro escritor e, incluso, reportajes.
(Cfr. 1992:37)
35
Las cursivas en todos los casos son nuestras.
68
boulevard lo miren de hito en hito, sin sospechar que bajo el color oliva de su
rostro, hierve el aceite de una lámpara de oro, y que bajo esas fibras de carbón
adusto al peine, yacen en huecas de indio las cristalizaciones del sol más
linajudo de la tierra? (1908b:7)

La imagen que el joven Rojas se forja en tanto escritor americano preocupado

por su tierra, con la marca de la estirpe americana inscripta en su propio cuerpo, está

presente en sus notas periodísticas y en los núcleos temáticos de El país de la selva36,

así como en la caracterización que proviene de intelectuales como Unamuno, quien lo

llama “un forjador del ideal” y de amigos como el colombiano Edgardo Talero quien

aconseja a la República cómo debe tratar a poetas “bien raizables”37 como Rojas:

La República debería coronarlos de roble y ñandubay, y en vez de permitírseles


estas excursiones por Europa, ponerlos de patitas en lo más intrincado de la
selva, a recoger mieles líricas en los panales y los nidos, a ver de olvidar lo que
aprendieron en la escuela y a ponerse en acecho de los sátiros y hamadríadas
aborígenes – Su misión oficial deberá ser la de interpretar el crujido de los
troncos y los gemires de las hojas, hasta dar de nuevo con la voz errante de
nuestro sentir profundo, ahuyentada del corazón americano por los cobres y
pífanos de una civilización dictatorial. (1908b:7)

En ese mismo discurso de despedida, el joven Rojas que busca su lugar en la

literatura y en la sociedad, diagnostica -en consonancia con sus notas de Cosmópolis38-

“la necesidad, entre los peligros de la vida cosmopolita y mercantil que vivimos, de

fortalecer el alma colectiva con savia de nuestro suelo y de nuestra historia, afirmando

la unidad que nos liga a la América Colonial y a la América Incaica” (1924:285).

36
En El país de la selva (1907), publicado en Paris, Rojas se interesa por contar la fundación de Santiago
del Estero, sus características territoriales y la vida de sus habitantes con una apuesta fuerte en la
recopilación de su material folklórico.
37
En la columna que le dedica a Ricardo Rojas, en Cabezas, Rubén Darío subraya exactamente este
carácter raizal incluyendo esta misma cita de Talero. En pocas líneas, Darío caracteriza al hombre y al
escritor: “Consagrado al culto patrio, en lucha porque se mantenga el principio nacionalista a través de
las invasiones que el mundo todo envía a la proficua tierra argentina. Su americanismo y su patriotismo
tienen puntos de contacto con los del gran cubano Martí [...]Él trabaja en lo que llama evangelización
idealista” (1929:67-68)
38
Pensamos especialmente en artículos como “Cosmópolis”, “El patriotismo”, “Las nacionalidades”,
“Nuestro flok-lore” y “El Patriotismo”
69
Su viaje por España corrobora esta misión auto-designada de conocer y

documentarse sobre esa América Colonial, así como la de desalentar el anti-

hispanismo de la tradición intelectual argentina durante el siglo XIX que parecería no

haber terminado.

En una carta de Unamuno a Ricardo Rojas, del 19 de enero de 1904, en la que le

anuncia que ha entregado una nota bibliográfico-crítica a la revista La Lectura de

Madrid a propósito de la publicación La Victoria del Hombre (1903), se refiere a esta

necesidad de superar el anti-hispanismo:

Cierto es también que ahí parece han dominado prejuicios anti-españoles,


triste correspondencia de los prejuicios anti-americanistas que aquí dominaban
y aún dominan. Todo eso se corregirá el día en que nosotros los españoles
abandonemos la necia pretensión de seguir siendo, ni en lenguaje, ni en nada.
La metrópoli, la madre patria, la que dirige y da la ley, y cesemos de ver en esas
repúblicas hijuelas nuestras. Aquí tienen muchos en la boca lo de la hermandad
entre cuantos hablan castellano, pero pocos ven en ustedes hermanos, sino
una especie de hijos, y de hijos ingratos. Por nuestra parte, usted y yo y los que
sentimos bien, tiremos a establecer la verdadera hermandad bajo pie de
libertad y de igualdad mutuas. (1996:175)

La tradición anti-hispánica del siglo XIX hasta el `80 es entendida por Rojas
como desvío. En total coincidencia con Unamuno, resume su posicionamiento en este
ensayo escrito después del viaje, Blasón de Plata (1910):

El pueblo argentino, al cobrar conciencia de sí mismo durante el siglo XIX, ha


padecido un doble extravío acerca de sus orígenes: por lo que tenía de
americano; creyó necesario el anti-hispanismo y, por lo que tenía de español,
juzgó menester el anti-indianismo. Semejante posición espiritual era el
resultado de una deficiente información histórica, o deformación del pasado a
través de pasiones políticas; todo ello comprobación de que la propia
conciencia nacional no había llegado a su madurez. La nueva posición que
ahora buscamos ha de consistir en el equilibrio de todas las fuerzas
progenitoras, dentro de la emoción territorial. (1954: 94)

70
Cabe aclarar que el intercambio entre Ricardo Rojas y otros escritores e

intelectuales españoles como Unamuno y Maeztu sirve para constatar que antes del

viaje y a partir del nexo de otros escritores hispanoamericanos (especialmente Rubén

Darío), Rojas cuenta con contactos dentro de la red intelectual que comienza a

consolidarse luego del Desastre del ´98 español.

En el Retablo español, explica que estos intercambios: “Corresponden al vínculo

que los escritores hispanoamericanos del 900 sentíamos como una especie de

hermandad, en cualquier parte de América donde hubiéramos nacido, pues el idioma

es para todos nosotros una segunda patria” (1938:208). Algo que sin dudas nos remite

a aquella caracterización que Ugarte describe en Escritores iberoamericanos del 900 al

ocuparse de su generación.

El patriótico apremio

Recordemos que cuando Rojas llega a Buenos Aires a fines del siglo XIX,

experimenta ese choque cultural entre su lugar de procedencia, una provincia del

interior y esa Buenos Aires a la que califica como “cosmopolita, informe, enorme”,

“escéptica y egoísta” y en la cual prácticamente la mitad de la población está

compuesta por inmigrantes.

Su publicación a la vuelta del viaje, La restauración nacionalista (1909), Rojas

dice responder a esa la necesidad de salvaguardar el “alma colectiva” entre los peligros

de la vida cosmopolita y mercantil. En consecuencia, Rojas describe su Informe como

“un patriótico apremio frente a la barbarie ambiente”.

71
Dalmaroni interpreta este Informe dentro de una alianza con el Estado39 en la

que Rojas colabora con el desarrollo de un programa intelectual integral en torno de la

construcción de una tradición sustentada en la idea de nacionalidad, en diálogo con La

tradición nacional de Joaquín V. González (1888).

La preocupación por esta construcción historiográfica de un “pasado histórico

común” es la línea directriz en toda la obra de Rojas quien –en sus palabras- responde

a la sentida “necesidad de encauzar la inmigración territorial y espiritualmente”.

El actual momento nos aconseja, con patriótico apremio, el adoptar un ideal


semejante, para que sea nuestra escuela el hogar de la ciudadanía, donde se
fundan y armonicen los elementos cosmopolitas que constituyen la nación. Este
ideal, por su parte, justifica de sobra el título de mi libro, pues un ansia de
restauración nacionalista inspira todo su esfuerzo, y ese ideal esclarece, como
el día una selva, la profusión de sus páginas.(1909:46)

Desde la advertencia Rojas dice presentar este Informe como una herramienta

importante para un plan de contingencia frente a lo que interpreta como una crisis

moral:40

39
Quizás convenga relativizar o atenuar esta noción de “alianza” que supone un poder de intervención
exagerado para el caso puntual de Rojas en este Informe, al menos desde lo que el autor refiere en el
epílogo de la segunda edición de La restauración nacionalista en 1922. Rojas comenta allí la suerte de
esta publicación dentro del Estado: “Sobre la apasionada sinceridad de mi doctrina nacionalista, no
necesito defenderme; el resto de mi obra revela en qué fuentes morales se ha nutrido mi predicación.
Pero en cuanto a La restauración nacionalista, que nació de un viaje a Europa y fue en su origen un
informe oficial, deseo contar toda su historia. Yo era funcionario del Ministerio de Instrucción Pública
cuando realicé mi viaje a Europa; el Gobierno me dio licencia para el viaje, pero sin goce de sueldo; no
cobré un solo centavo de honorarios por mi trabajo; y ni siquiera fue puesto en venta mi libro. Cobrar
honorarios del Estado, aún por trabajos oficiales que no se hacían, era la tradición de nuestro país, sin
embargo; y para mayor contraste nos hallábamos en vísperas del Centenario cuando los millones corrían
de mano en mano, a nombre del más desinteresado patriotismo. Diré todavía más: la iniciativa de mi
comisión no fue del Gobierno, sino mía, y la pedí porque siendo yo entonces un autor novel, buscaba
una ocasión de resonancia para decir mis verdades [...]Confesaré, finalmente, que mi informe
manuscrito no fue leído por nadie en la Casa de Gobierno; el ministro de entonces lo guardó en un cajón
de su escritorio; y acaso allí hubiera quedado, a no ser mi súplica de que me lo devolviera, y me
permitiese imprimirlo en los talleres de la Penitenciaría Nacional, para que los maestros pudiesen
conocerlo. Así se hizo, y durante varias semanas trabajé a la par de los presos, que me tomaron gran
simpatía, consiguiendo de sus manos un volumen estampado con amor y con elegancia” (2010: 312)
40
Rojas señala en La Restauración nacionalista: “La crisis moral de la sociedad argentina, hemos visto,
sólo podrá remediarse por medio de la educación (…) Cuidemos sin embargo, que nuestro afán
moralizante no se convierta en fanatismo dogmático y nuestro nacionalismo en regresión a la bota de
72
El actual momento nos aconseja, con patriótico apremio, el adoptar un ideal
semejante, para que sea nuestra escuela el hogar de la ciudadanía, donde se
fundan y armonicen los elementos cosmopolitas que constituyen la nación. Este
ideal, por su parte, justifica de sobra el título de mi libro, pues un ansia de
restauración nacionalista inspira todo su esfuerzo, y ese ideal esclarece, como el
día una selva, la profusión de sus páginas.(1909:46)

La idea de un “renacimiento del alma nacional” pone de manifiesto la proximidad

de Ricardo Rojas con las bases del programa ideológico –de los regeneracionistas

españoles del ’98 (Unamuno, Maeztu, Altamira y el pensamiento de Gavinet)- dentro

de un contexto nacional en el que diagnostica una “crisis moral”. Muchos de los

potro, hostilidad a lo extranjero o simple patriotería litúrgica. No preconiza el autor de este libro una
restauración de las costumbres gauchas que el progreso suprime por necesidades políticas y
económicas, sino la restauración del espíritu indígena que la civilización debe salvar en todos los países
por razones estéticas y religiosas.
No puede proclamar tampoco, en regresión absurda, la hostilidad a lo extranjero, quien tiene por la
cultura de Europa una vehemente admiración. Esta manera de nacionalismo quiere, por el contrario,
tanto como lo querían Alberdi o Sarmiento, campeones aquí del cosmopolitismo, que vengan sus
capitales, sus hombres y sus ideas. Pero quiere que una hábil política económica radique en el país el
mayor beneficio de esos capitales. Quiere que el hijo del inmigrante sea profundamente argentino, por
el discernimiento cívico que le dé nuestra educación; que razone su patriotismo; que haga fecundo para
la nación el instinto y orgullo criollos con que ya lo diferenciara de sus padres la poderosa influencia
territorial.
Quiere que el espíritu argentino continúe recibiendo ideas europeas, pero que las asimile y convierta en
sustancia propia, como lo hace el britano glotón con la dulce carne de las ovejas pampeanas. Quiere que
cuando se planteen conflictos entre un interés económico argentino y un interés extranjero, estemos
por el interés argentino. Quiere que el hijo del italiano no sea un italiano, ni el hijo del inglés un inglés, ni
el del francés un francés: a todos los desea profundamente argentinos. Quiere que el patriotismo y el
sentimiento nacional dejen de consistir en el culto de los héroes militares y de la bandera, para consistir
en todo esfuerzo generosa y conscientemente realizado en favor del territorio, del idioma, de la
tradición o de la hegemonía futura del país. Quiere que la educación nacionalista sea el hogar de esa
concepción, y que prepare a la juventud para las más nobles funciones de la ciudadanía. Quiere que la
ciudadanía llegue a constituir por sí sola una aristocracia moral.(2010:221-222)

73
postulados fueron refutados por Roberto Giusti41 en una reseña de la Revista

Nosotros, en 1910.

El viaje europeo y la obsesión por el país

Como señalamos antes, en Cartas de Europa (1908b), Rojas se ocupa de la

actualidad europea dentro de cuatro rutas: París, Riberas de Bretaña, La Isla de

Diamante y de Hierro y Ruta de Italia. Su tránsito por España no tiene aquí ningún

registro.

Esta corresponsalía para La Nación nos presenta al joven viajero exota-si lo

pensamos desde la galería de viajeros modernos expuesta por Todorov (1991)-quien

ha confesado viajar por Europa con la obsesión por su país. En su itinerario, las

diversas realidades europeas le ofrecen la posibilidad de reflexionar en contrapunto,

junto con sus lectores, la propia patria.

A modo de ejemplo, en la crónica “Crisis de Midi”, de junio de 1907, refiere su

llegada a París en momentos de la gran crisis política del Mediodía: “La cuestión,

originada por una simple lucha de intereses industriales, se ha magnificado hasta

41
Roberto Giusti es uno de los que polemiza expresamente con Rojas y su programa de síntesis
nacionalista en una nota bibliográfica en Revista Nosotros, año IV, de febrero de 1910. Las objeciones
centrales apuntan a revalorizar el cosmopolitismo no como peligro sino como una cualidad esencial del
perfil argentino. Además, adhiere a la adopción de la tradición humanístico-democrática universal más
que a la reivindicación del indio o el gaucho. Señala, por ello: “Si nuestra historia está todavía por
hacerse, la cuestión del programa cultural es tarea exclusivamente de futuro y en este la inmigración
contribuye un elemento clave [...] Nuestra historia se hará sobre la enorme masa de extranjeros que
plasmará aquí la nueva nacionalidad, la cual, es de esperarlo, se inspirará en esos ideales de justicia,
fraternidad e igualdad económica que hoy sueñan los menos” (Citado en Altamirano y Sarlo, 1997: 198).
En Retablo español, notamos el cambio a la hora de pensar ese cosmopolitismo que en La restauración
nacionalista estaba vinculado solo con la amenaza. En “Meditación argentina frente a Toledo”, dice:
“¡Cuántas gentes extrañas vinieron hasta aquí, unas tras otras! Guerrearon por subsistir y perecieron:
todas fueron fundidas como los metales en un crisol; de todas ellas se formó la nación española, con su
alma característica ¡Cuánta esperanza da esto a nuestra Argentina, tierra de inmigraciones, y qué
lección para los venidos de afuera que aspiran mantener sus formas de origen. También en nuestra
tierra americana el paisaje se convertirá en historia y la historia sedimentará una cultura nueva sobre
nuestro paisaje!“ (1938:42)
74
revelar el progreso de las ideas libertarias” (1908b:13). El conflicto con los productores

vitivinícolas provincianos que se han instalado en plena metrópoli para llevar adelante

sus reclamos le permite observar aquello que quizá los franceses no advierten y que el

extranjero sudamericano es capaz de percibir, en virtud de su distanciamiento:

Recorriendo el viajero esos lugares, al solo impulso del ansia epicúrea, no


hubiera sospechado que, encendida La guerra civil en cuatro departamentos
vinícolas, la turba de los lagares sublevada, empurpuraba la tierra con los jugos
de una siniestra vendimia. Pero, si a simple vista la ciudad febriciente y sensual
parece existir completamente desvinculada de la nación, hay, en cambio,
arterias ocultas y tegumentos vivos y nervios invisibles que la ligan a la patria
francesa. Tal es el secreto de su perpetua juventud y de su prolongada
hegemonía. (1908a:13)

Esas arterias ocultas y tegumentos vivos y nervios invisibles que ligan al

cosmopolita París con las provincias en “la patria francesa”-dice Rojas-: “Es el ideal que

nosotros deseamos también para nuestro país: una metrópoli donde el

cosmopolitismo no haya cegado las fuentes nativas”. Tal como ese Buenos Aires del

que ha partido siempre en tensión con el interior argentino en el que ha nacido, Rojas

lee en pleno París como “de la campaña y de la provincia, tan ridiculizada en sus

revistas pour rire, viene a esta capital su fuerza renovadora. (1908a:13).

Este cronista sudamericano construye una descripción de las realidades que

encuentra en distintos lugares que recorre en su itinerario europeo, siempre en

contrapunto con la patria, su realidad y sus ideales.

El cruce de fronteras desde Francia a España, por Hendaya, determina un

cambio rotundo en este viaje europeo e inaugura otra forma de viajar que, incluso,

interrumpe la escritura. La corresponsalía desde España para La Nación queda en

suspenso. Su tránsito por España no tiene aquí ningún registro porque el viaje se

75
desvía y asume otros objetivos: documentarse, entrevistarse con los referentes

intelectuales del regeneracionismo español, acceder a los archivos americanos y

colocarse en el lugar-no previsto- de un arconte “de segundo grado” (si es posible

definirlo así) para la nación argentina.

Como dijimos, antes del viaje, Rojas establece en sus primeras notas críticas

sobre la literatura española contemporánea que escribió entre 1901 y 1904, y reúne

en El alma española42, así como en sus intercambios con intelectuales españoles como

Unamuno y Maeztu, una relación más crítica y afiliatoria con el español:

España es parte y clave de América; en virtud de hechos históricos que no


podemos suprimir; y América es la mejor atalaya para ver a España en su
patética evolución [...] Así lo comprendí desde 1901, cuando empecé a escribir
los ensayos que luego formaron el volumen de El alma española.(1936:341)

Esta relación con España, siempre profundamente asumida como parte

fundamental de la herencia cultural americana, se torna mucho más filial en el Rojas ya

maduro del Retablo español. En este relato de viaje intenta recuperar en detalle

aquella experiencia “iniciática”, publicado tres décadas más tarde, en virtud de la

Guerra Civil española, remarca: “mi andanza no fue la de un simple turista y viví la vida

española con plenitud. Tal experiencia fue decisiva para mí. Yo no fui en España

considerado un extranjero” (1938: 8).

42
El alma española no se trata de una compilación de notas elogiosas de las publicaciones literarias de
la España de comienzos de siglo. Rojas se ocupa críticamente más allá de la procedencia de estas
novedades entre las que presenta, por ejemplo, Trompetas de órgano de Salvador Rueda y en la que
asume una suerte de justicia literaria en la que visibilizan algunas tensiones dentro de la “hermandad
iberoamericana” de la que ya empieza a hablarse. La amonestación se relaciona con las afirmaciones de
Rueda en su artículo sobre el Verso libre publicado en la Revista Poesía de Marinetti. Rojas le recrimina
su desconocimiento de la poesía y del momento renovador de la poesía castellana: “Rueda es patriota,
ortodoxo y dogmático[...]No era dado al señor Rueda desconocer impunemente cuánto la reforma
rítmica debe a los escritores hispanoamericanos [...]no necesitaba del ritonelo egotista, ni del desprecio
olímpico a los franceses, ni de esa injuria a sus hermanos del Nuevo Mundo, para que aplaudieron sus
méritos” (1907: 175)
76
El contexto es clave para entender la decisión de escribir sobre ese viaje con

tanta posterioridad: la conmoción de la propia Guerra civil y la noticia sobre la muerte

de algunos hombres a los que Rojas conoció durante su itinerario, como Ramiro de

Maeztu, fusilado en 1936. Rojas dice:

La tragedia que hoy ensangrienta a España es uno de los sucesos más


punzantes de la actualidad mundial. Más que a la Europa anarquizada y egoísta
de nuestro tiempo, interesa a nuestra América aquel suceso [...] Acaso sea la
aflicción de la actual tragedia lo que ha avivado mis recursos, moviéndome a
escribirlos el contraste de aquellos días con los de hoy. (1938:8).

Pero también, la presencia misma de los exiliados que, entre 1936 y 1939,

llegaron a la Argentina a partir de la diáspora republicana. Se trata de algunos

científicos que se incorporaron a universidades como el matemático Luis Santaló;

artistas como Manuel de Falla y Manuel Colmeiro, Ernesto Vilches, Francisco

Balaguer, editores como Arturo Cuadrado, co-fundador de las editoriales Emecé

Editores, Nova y Botella al Mar y escritores como Ramón Gómez de la Serna, Alejandro

Casona, Rafael Alberti, Francisco Ayala, Eduardo Blanco Amor, María Teresa León.

Muchos de estos escritores participaron en la vida cultural a través de la prensa y las

publicaciones literarias en El Mundo, La Nación, Sur y especialmente, en Crítica.

Es preciso aclarar que este “refugio político” no se trató de una política de

Estado sino la expresión de los vínculos culturales y de amistad preexistentes. De

hecho, Schwarzstein (1997) expone que con el estallido de la Guerra Civil española,

apareció en el gobierno argentino la preocupación por el posible ingreso de los

refugiados españoles, considerados "extranjeros indeseables" y “como una amenaza

para la población nacional” por el peligro ideológico que representaban. En

consecuencia, durante 1938, se incrementaron las restricciones para los extranjeros

77
que quisieran emigrar a la Argentina, en particular los refugiados, tanto judíos como

españoles republicanos. Los cónsules argentinos en el exterior fueron instruidos para

suspender visas de ingreso al país, e incluso permisos ya acordados en Buenos Aires

fueron revisados y en muchos casos anulados. (Cfr.Schwarzstein:1997)

En este contexto y con una trayectoria reconocidísima, Rojas interviene

acercando la experiencia de esa otra “España histórica” de comienzos de siglo por la

que viajó. Se trata, entonces, de un pronunciamiento como intelectual argentino

frente a una Guerra Civil que lo aflige porque: “nacen de un viejo amor, hoy dolido”, y

con el que se pretende llevar a los lectores a la reflexión: “No arrojo un leño más a la

hoguera; levanto una lámpara de estudio para iluminar lo que el sectarismo y la

frivolidad no pueden comprender por sí solos” (1938:9).

Y a la vez, el Retablo español es también una memoria de viaje de juventud

escrita desde una mirada retrospectiva, con la que Rojas interroga su propia

trayectoria como intelectual desde un “ahora” (1938) y desde su lugar dentro del

campo intelectual, mira lo que sucedió antes, en ese viaje de iniciación (1907). La

mirada retrospectiva del autor sobre sí mismo parecería atenuar las diferencias

temporales y existenciales, en otras palabras, las ondulaciones de cualquier biografía,

como si Rojas siempre hubiese sido el que es ahora, es decir, quien escribe este nuevo

libro. La escritura del viaje reinterpreta indefectiblemente y traduce la propia

experiencia juvenil en una serie de términos muy significativos donde el viaje es

peregrinaje, iniciación y revelación del alma ibérica.

78
El Retablo y los símbolos de la España Histórica

El relato comienza planteando que Retablo español es el conjunto en

yuxtaposición de variadísimas figuras: paisajes, ciudades, personas, instituciones,

costumbres subjetivamente enmarcadas por su interpretación de lo español: “Describo

las formas en un escorzo espiritual y veo en ella símbolos de la España histórica. Mi

punto de mira es, desde luego, el de un americano; ello explica la novedad de ciertos

aspectos y opiniones”. (1938:9)

El Retablo intenta recuperar la vivencia del joven viajero de 1907 que, en su

momento, abandonó la escritura durante los cuatro meses de su estancia en territorio

español: “mis días en España son los únicos de mi existencia en que dejé de escribir

[...] todo el tiempo fue escaso para estudiar, andar, hablar y oír hablar” (1946:75).

Residí en España durante varios meses del año 1908 y estas páginas son la
crónica de aquellos días inolvidables. Debí escribirlas entonces para La Nación,
pero la realidad española logró apoderarse de mí, y el tiempo me faltó para
cumplir allá estos deberes, como antes los cumpliese desde otros lados.
(1938: 7).

Ya no se trata de un viaje oficial ni de corresponsalía. En Madrid, junto a los

amigos con los que comparte la fraternidad intelectual en el café El Gato Negro dice:

Bien sabían ellos que yo no había ido a España para tramitar elogios ni para
ostentar vanidades. Habíame llevado una necesidad de conocimiento y una
apetencia de amor […] “Estos y otros amigos españoles percibiéronlo
rápidamente, desde los primeros días. La sinceridad de mi acento, la índole de
mis curiosidades, el tono de mis juicios y alguna cosa de orden espiritual que yo
mismo no sabria definir, crearon una cálida intimidad con aquellos hermanos, a
cuya reunión llamaba la cofradía de mis iberos locos. (1936: 207)

79
Como señalamos antes, es en España donde el viaje europeo se singulariza

desde un primer momento. Rojas ya no se define en tanto “meteco” 43, como se

autodenomina durante en su estancia en Francia, sino como “un peregrino indiano”.

En el juego de la autofiguración, las nominaciones marcan un distanciamiento

sustancial dentro de su viaje europeo desde el momento en que su tren cruza la

frontera. A partir de aquí, se define como “un peregrino indiano en busca de la sinfonía

ibérica” (1938:135) y como un antropósofo44 en busca del tipo espiritual español

directamente relacionado con la tierra (1938:35) tal como se presenta en Madrid ante

los periodistas y escritores asiduos al bar El Gato Negro.

Este viajero antropósofo dice peregrinar en búsqueda de la España esotérica.

Como Ugarte y Gálvez, él también se distingue del simple turista:

Yo había preparado muy reflexivamente mi itinerario español. Proponíame ver


la España exotérica de los turistas, pero también la esotérica, rasgando el velo
para contemplar algunas claves de nuestra propia historia. Era el mío como un
viaje a Eleusis para conocer los misterios (1938:11)

España no pertenece, hacia principios de siglo XX, al Gran Tour. Rojas recuerda

que innumerables turistas argentinos (quizá un promedio de 10.000) paseaban

entonces por París y otras ciudades europeas, y solo excepcionalmente, algunos

cruzaban hacia la punta más extrema de Europa, hacia la península ibérica porque -

según se lo explica una “elegante dama porteña”:- “España es país muy atrasado y

43
Meteco es el término que designaba al extranjero en la antigua Grecia, un extranjero que se establecía
en Atenas y que no gozaba de los derechos de ciudadanía. En el uso que presenta durante el siglo XIX en
el espacio francés se vuelve –en algunos casos-un término peyorativo que no tuvo en su origen y
comienza a asimilarse con el término rastaquouère que desde un comienzo tuvo una connotación
despectiva.
44
Rojas dice: “Los antropólogos miden los huesos de las razas muertas. Yo estudio el espíritu de los
pueblos que no quieren morir. El español es uno de esos pueblos, según creo. Y he tenido urgencia de
visitar el Museo Arqueológico para ver allí a los íberos de hace tres mil años y captar lo que, de ellos,
sobrevive en los íberos actuales” (1938:32)
80
nada hay que ver allá” (1936:338) o bien aquel argentino universitario y clubman que

acababa de llegar a Madrid desde París: “hombre inteligente y culto, habíase formado

entre 1880 y 1900, respirando los prejuicios antiespañoles dejados por Sarmiento en

una época que bien podemos llamar de nuestros afrancesados y de nuestros

britanizados” (1938:32).

El Retablo español es también una demostración destinada a esos compatriotas

prejuiciosos, turistas “afrancesados” y “britanizados” de todo lo que España es gracias

a la develación de esa “España esotérica” que Rojas ha podido conocer.

Asumiendo que España es un destino exótico para sus compatriotas, como

viajero sudamericano –al igual que lo hace Ugarte- aconseja entrar a España por la

frontera francesa y no así por sus puertos ya que: “así se torna más brusco el contraste

de lo francés, racionalmente europeo, frente a lo español, cuya historia es menos

racional y ordenada” (1938:11) e insiste sobre alejarse del error grave de querer

interpretar a España como una nación europea: “ni europea, ni africana, España es una

ínsula ibérica, distinta de cuanto la rodea” (1938:11).

La advertencia es, precisamente, cuidarse del relato orientalista europeo sobre

España -el mismo consejo de Ugarte cuando decide cerrar los libros-sobre todo los

libros de autores franceses que se ocupan del mundo español para mirar con sus

propios ojos la vida española. Dice Rojas: “El viajero sudamericano debe olvidar las

frívolas historias escolares [...] en el pueblo, a veces oculto en la intrahistoria, ajeno u

hostil a la anécdota oficial, tiene otras verdades que decirnos” (1938:13). Y agrega:

81
“convendrá asimismo no adoptar por guía libros de literatos europeos, y menos aún si

fueran románticos franceses45” (1938:13)

Sobre este aspecto, Rojas explica la interpretación distorsionada del propio

Sarmiento- su gran interlocutor en muchas obras- sobre España, en sus Viajes:

La cultura de Sarmiento no fue profunda; juzgaba la civilización por su progreso


mecánico; su impaciencia de constructor americano en una época aciaga
inhabilitábalo para entrar en el misterio español. Y, sin embargo, era muy
español. Creíase un europeo, y estaba más cerca del indio, por su instinto
telúrico, o del gaucho, por su libertad andariega, pero más aún del íbero por su
temperamento pasional con esencias castizas que trascendían del atavismo a
su lenguaje y a su estilo. (1938:17)

Rojas dice que: “No es fácil entender España […] Los sudamericanos

necesitamos entenderla porque su historia es parte de la nuestra” (1938:9), Sarmiento

comenzó a vislumbrar tardíamente, esta verdad histórica cuando en sus memorias,

señala: “no podemos resolver el problema americano si desconocemos el problema

español”. Rojas le confiesa a Francisco Grandmontagne, durante su encuentro en San

Sebastián: “Yo espero rectificar algún día los errores de visión de Sarmiento”

(1938:17). Creemos que el propio Retablo español es parte de esa rectificación.

Además, de las ciudades, pueblos y personajes de su itinerario, existen en el

Retablo español muchos capítulos dedicados exclusivamente al arte español, la

literatura –especialmente, la épica y novela picaresca, en las que encuentra casos de

filogenia con la literatura argentina-, el teatro, la música y a la semblanza de los

45
Rubén Darío en “España de fuera” crónica publicada en La Nación, 6 de diciembre de 1909, sostiene
una opinión similar acerca de la “construcción del color local español” por parte de autores franceses así
también como por los propios artistas españoles que explotan en París, como si se tratase de una
mercancía exótica, la “españolada”. Reproducido en Montaldo, 2013: 140-145.
82
escritores españoles a los que conoció en ese viaje y que luego tuvieron un

protagonismo central en la literatura dentro y fuera de España.46

Dice Rojas: “Otra vez en Madrid, púseme a buscar la figura de lo español […] El

mapa me pareció un esquema inanimado. Quise algo más, y busqué los símbolos del

arte” (1938:191). Para ello, necesita ocuparse de las telas de Velázquez, Murillo, Goya

y el Greco porque “ellos me dieron los símbolos plásticos de lo español, tan viviente

como yo los buscaba” (1938:193) En esas pinturas halla los símbolos vivientes de lo

español.

Como Enrique Larreta y Manuel Gálvez, Rojas también se detiene en el arte

español, pero su acercamiento a Velázquez, EL Greco, Murillo y Goya, se realiza desde

aquella convicción de Rafael Altamira, discípulo de Giner de los Ríos, acerca de

interpretar la historia de un pueblo desde su relación con la cultura y la historia de las

ideas. El arte es el espacio que aglutina aquellos símbolos a través de los cuales, un

pueblo habla, dice su historia y muestra sus esencias.

Para Altamira, existe una “persona social”47 hecha de la unión de individuos

que realizan una vida en común a través de la cooperación orgánica. Esta es la génesis

46
En El alma española (1908a), Rojas sostiene muy tempranamente -al igual que Ugarte- que la
renovación de la literatura española vendrá de sus provincias: “Entre el Ebro, el Duero, los Pirineos y el
Atlántico está la reserva del país. Puede decirse que allí se despierta un pueblo nuevo. Barcelona es ya
una de las grandes ciudades productivas. En esa región ha avanzado la organización de las clases
proletarias, llamadas a realizar una de las más grandes renovaciones históricas. De entre los grupos
catalán, vasco y gallego, están saliendo los escritores más prestigiosos: Ramiro de Maeztu,
Grandmontagne, Pio Baroja, Unamuno, Valle Inclán, Gener, van predicando en lengua de Castilla
novísimas formas de filosofía, de religión, de arte, de política, de literatura. El genio agreste y fecundo
de las provincias, irradiado al resto del país, es lo que deberá regenerarla” (1908a:84).
47
En Retablo español, Rojas asocia el alma nacional, esa “persona social”, con el español castellano: ”De
la austera meseta castellana nacen las inspiraciones heroicas o místicas que han dado unidad política a
España y sus más universales expresiones estéticas al espíritu nacional”(1938:173) Ya en 1908, en El
alma española, Rojas considera que si bien España es diversa, análoga a “una sinfonía” de culturas como
la gallega, catalana, andaluza, reconoce- en coincidencia con los regeneracionistas españoles- que la
cultura castellana se esparció sobre ellas “su tinte gris sobre las otras, asimilándolas por influencia de la
centralización monárquica, de la tradición religiosa y de la comunidad espiritual del idioma” (1908:VIII)
83
del “espíritu público”, de “la conciencia pública”. Y es “esa persona social” la que da el

fundamento de la nacionalidad. (Cfr Fox: 1998). La propuesta de Ricardo Rojas en

Eurindia. Ensayo de estética fundado en la experiencia histórica de las culturas

americanas (1924)- la primera estética orgánica argentina y una de las primeras en de

Hispanoamérica- podría pensarse en relación estrecha con esta tesis de Rafael

Altamira.

Los archivos para el porvenir

La verdad histórica sostenida acerca de la imposibilidad de resolver el problema

americano si se desconoce el problema español, desde el tardío reconocimiento de

Sarmiento, moviliza a Rojas hacia los archivos con los cuales poder organizar–a partir

de España y junto con el pasado indígena americano- los archivos para una historia

nacional integral.

Como planteamos antes, Rojas reconstruye ese viaje español tras los archivos,

desde el lugar de un arconte “de segundo grado” para la nación argentina. Pensamos

la noción de arconte de Jacques Derrida, con una distinción “de segundo grado”, en

virtud de que se trata de “un indiano” que recorre España tras los archivos españoles

sobre América-ajenos y propios al mismo tiempo- fuera de su país, lejos de su guarda y

protección porque resultan imprescindibles para la construcción del relato de un

pasado colonial e indígena. En diversas intervenciones, el joven Rojas ya ha expuesto

que ese archivo por crearse es necesario y urgente para “fortalecer el alma colectiva”

nacional. Un archivo que solo puede conformarse en relación con lo hispánico y con el

pasado americano indígena.

84
Frente a esos archivos, Rojas se coloca en tanto mediador que se ha auto-

encomendado tomar registro de esos documentos americanos e incorporarlos en un

archivo propio –en construcción-de una cultura pública aún sin organizar y para una

nación también, en formación. Sin archivo no hay nación.

Es preciso, sin embargo, detenernos en esta afirmación sobre ese lugar del

“arconte de la nación” que asume Rojas en esta errancia por España durante 1908.

Este indiano joven, o como él mismo se define antes de viajar: “un autodidacta

peregrino, sin miras profesionales ni título doctoral; emancipado de toda Academia y

desde hace tiempo reintegrado en mi condición de alumno libre a las cátedras libres

de la Vida” (1924:286) es decir, un autodidacta que -sin embargo- viaja con cartas de

presentación , credenciales oficiales de La Nación y del gobierno argentino y con

muchos contactos clave dentro de una red intelectual evidente que posibilita ese plan

de trabajo en tierra española.

¿Qué archivos busca este peregrino indiano? ¿Qué claves persigue en su

itinerario? Uno de los primeros indicios de esta exploración de fuentes y documentos –

a modo de piezas que puedan completar una mirada íntegra de América- se encuentra

en aquello que Jacques Derrida define en términos de consignación: “La consignación

tiende a coordinar en un solo corpus, en un sistema o una sincronía en la que todos los

elementos articulan la unidad de una configuración ideal” (1994:11). El principio

arcónico del archivo es también un principio de consignación, de reunión. (1994:11)

¿Cómo pensar el caso de un americano en busca de las claves de América en

documentos españoles? Rojas contesta a esta pregunta: “Mis estudios los estaba

haciendo en archivos, bibliotecas y museos y en el trato con los maestros más

85
eminentes: Unamuno, Giner de los Ríos, director de la Institución Libre de Enseñanza 48

y Menéndez Pelayo, bibliotecario de la Academia de Historia” (1938:267). En esta

operación de consignación, es inevitable la idea de mediación, de traslación e incluso

de traducción.

La búsqueda de los archivos pauta el itinerario de Rojas por España. En cuanto

llega a Madrid, tiene suma urgencia por conocer el Museo Arqueológico. Allí lo

esperan los vestigios ibéricos, lo propiamente español, primordialmente en algunas

figuras ibéricas donde encuentra “el misterio telúrico de un genuis loci ” (1938:30) con

el que relaciona la idea de un tipo espiritual perdurable identificado con la tierra más

allá de cualquier raza o mestizaje (esta convicción se proyecta en La Restauración

nacionalista). Y allí, en ese Museo, también está América: “Hay allí, antigüedades

americanas algunas tan singulares como las joyas de oro de Quimbaya, y el famoso

Códice Maya o Cortesiano, del que poseo un facsímil, y algunos vasos incaicos, de

cuyos ornamentos traje copia para mis estudios ollantinos” (1938:28).

Como apunta Derrida: “todo archivo es instituyente y constituyente.

Revolucionario y tradicional. (1994:15) Rojas parece tener plena consciencia sobre este

punto y con veinticinco años y en su condición de viajero y autodidacta, se adjudica el

derecho y la responsabilidad de esbozar una muy incipiente ciencia de archivo para la

nación.

48
Fox señala que la creación de la Institución Libre de Enseñanza para la primera y segunda enseñanza
(a partir de la creación y gestión de profesores separados de sus cargos por el Real Decreto que suprimía
la libertad de cátedra en las Universidades) aseguró un círculo de enseñanza y convivencia laicisista,
democrática y cientificista. Cfr. Fox, 1997:32. Sería interesante repasar el programa educacional que
apostó por la invención de la cultura castellana-céntrica con la propuesta global de La Restauración
nacionalista de Ricardo Rojas.
86
Frente a la desprolijidad con que la nación argentina ha entrado en la

modernidad y a “la hostilidad de las barbaries ambientes“(1924: 281), Rojas parece

tener muy claro que la cuestión del archivo no es una cuestión de pasado sino de

porvenir, como sostiene Derrida:

La cuestión del archivo no es una cuestión de pasado. No es la cuestión de un


concepto del que dispusiéramos o no dispusiéramos ya en lo que concierne al
pasado, un concepto archivable del archivo. Es una cuestión de porvenir, la
cuestión de porvenir mismo, la cuestión de una respuesta, de una promesa y de
una responsabilidad para mañana. Si queremos saber lo que el archivo habrá
querido decir, no lo sabremos más que en el tiempo por venir. Quizá. No
mañana sino en el tiempo por venir, pronto o quizá nunca. (1994:44)

La América archivada

Rojas accede a través de muchas cartas de recomendación al Archivo de Indias,

en Sevilla. La analogía es categórica si pensamos en la filiación que supone: “El Archivo

de Sevilla es como el ombligo de América, testimonio del cordón por donde se nutrió la

primera vida”. (1938:115-116):

He traído recomendación de don Francisco Rodríguez Marín para el Sr. Torres


Lanza director del Archivo de Indias, y he pasado gratas horas en La Lonja,
revisando papeles coloniales […] Sin este Archivo de Sevilla-mirador abierto
sobre tres siglos-la historia de nuestros países quedaría incompleta (1938: 116)

Sevilla es la metrópolis de las Indias “El descubrimiento de América hizo de la

ciudad una ciudad metrópoli indiana. Esta es la Sevilla que yo vengo a buscar”

(1938:115). Rojas consulta La Lonja, el repositorio documental del descubrimiento,

conquista y administración del Nuevo Mundo. La mirada retrospectiva de Rojas

recuerda que en 1908: “aún no habían empezado los argentinos el conocimiento

sistemático de aquel histórico acervo, cuyo estudio preconizaré en La restauración

87
nacionalista, libro que voy preparando durante mi viaje y que publicaré al volver a mi

país” (1938:116)

Su viaje a Cádiz se relaciona directamente con visitar los Archivos del Oratorio

de San Felipe Neri donde funcionaron la Cortes y el Museo Histórico. La consulta de

una enorme bibliografía lo lleva a plantear una suerte de revisionismo histórico. Para

Rojas- en virtud de los documentos que consulta- el espíritu de la Asamblea del año

XIII, el “constitucionalismo” y “el liberalismo” sudamericanos, no se vinculan con la

Revolución francesa sino con la Constitución de 1812, declarada por las Cortes de

Cádiz.

Su visita también le posibilita recuperar aspectos de la figura de San Martín 49,

“mientras residía aquí, en vísperas de la proeza americana” (1938:152) y una relectura

de la propia revolución de mayo.

Es en estos capítulos donde Rojas afirma: “lo genuinamente ibérico ha estado

durante siglos oprimido por dinastías exóticas, invasiones extranjeras, intrigas

diplomáticas. Por ello la evolución no ha podido darse en una educación política. La

constante injerencia de Europa en España ha sido la causa de estas fatalidades”

(1938:154). Esta afirmación vale tanto para esa España histórica de su viaje como para

la España contemporánea de su escritura.

Una lengua de trasplante


La lengua es un motivo de indagación profunda porque constituye un archivo

en sí misma y -porque en el caso americano- se trata de una lengua de “trasplante”. La

lengua merece una atención primordial en futuras políticas de Estado -como lo

49
Rojas antes del Retablo Español ya se ha dedicado a la figura de San Martín en El Santo de la Espada
(1933)
88
entiende en La Restauración nacionalista - al enfatizar en el aspecto simbólico de la

lengua y su función como instrumento de cohesión en la configuración de la identidad

nacional. En Retablo dice al respecto:

Hallé en España importantes motivos de meditación sobre este asunto. Me


acerqué a los más sabios maestros del lenguaje: Menéndez Pelayo, Menéndez
Pidal, Rodríguez Marín, y a los artistas de él: Galdós, Unamuno, Valle Inclán. Vi
que su criterio sobre estas cosas no era ya el de épocas anteriores, cuando allá
se daban reglas arcaicas o dogmáticas, reñidas frecuentemente con la realidad
biológica, con la verdad histórica y hasta con el sentido común. Comprendí que
también debía modificarse la postura insurgente, anarquizadora o bárbara de
los americanos. Nadie más equivocado sobre los problemas del castellano que
Sarmiento, Echeverría, Alberdi, López y Gutiérrez. Nuestro país no produjo
gramáticos eminentes como Bello, Cuervo y Caro; produjo, en cambio,
montoneros del idioma, cuyo talento cayó al abismo de prejuicios políticos, hoy
anacrónicos. Yo buscaba en España y en América, complementariamente, la
nueva verdad, y creo haberla encontrado (1938.88)

En Retablo español, y en coincidencia con otros testimonios de viajeros como

Ugarte y Gálvez, Rojas asume la diversidad cultural y lingüística de las regiones de

España y la tensión preexistente entre Castilla y los dialectos peninsulares. Sin negar la

especificidad étnica y cultural de las regiones españolas, encuentra un “eje espiritual”

en Castilla que ha logrado reunirlas. Por ello, señala que la solución ante las

manifestaciones separatistas catalanas y vascas, se halla en una Federación genuina

con intereses comunes en la que coexistan las lenguas locales con una lengua oficial

compartida.

Durante los cuatro meses de su estancia se encuentra con un gran número de

intelectuales como Menéndez Pelayo, “el promotor y arquitecto esclarecido de la

restauración de la cultura nacional” y Menéndez Pidal, uno de sus discípulos. A través

de esos encuentros, Rojas accede a la consulta de muchos archivos vinculados con la

89
propia historia de América así como la historia de la lengua en su origen como lengua

romance:

Si he de ver los archivos de la Academia, como lo deseo, él [Menéndez Pelayo]


me lo facilitará, según me interesen los manuscritos medievales procedentes
de San Millán de la Cogolla y San Pedro de Cardeña o textos de materia
americana, que también los hay. (1938:93)

A partir de aquí, Rojas establece un vínculo con un discípulo de Menéndez

Pelayo- Menéndez Pidal- con quien gestiona años más tarde- la creación del Instituto

de Filología desde su rol como Decano de Facultad de Filosofía y Letras: “recurrí a

aquella escuela de Madrid, no por prurito hispanizante, sino por conciencia científica y

por necesidad de cooperación de todos los que hablamos castellano cuando queremos

conocer nuestra lengua con enorme amplitud” (1938:95-96).

En el prefacio a la primera edición de la Historia de la literatura argentina de

1917, Rojas afirma: “nosotros escribimos en una lengua de trasplante, que España

conquistadora legara a América ya formada, y que nosotros hemos renovado”

(1957:31). Es a partir de la lengua que- en una suerte de prospección avalada por

Menéndez Pelayo -pronostica una concepción nueva de la literatura en español,

trasatlántica y superadora de los límites nacionales:

Llegará el día en que la historia literaria de nuestro idioma abarque la extensión


territorial de aquel deshecho imperio [de Carlos V] y comprenda la vida mental
de todos los pueblos que tuvieron a España por metrópoli [...].Algunos actos de
la crítica contemporánea parecen asegurarlo así, entre ellos, la Antología de
poetas hispanoamericanos y el Horacio en España de Marcelino Menéndez y
Pelayo; y como las suyas algunas sudamericanas que parecen tender a ese
propósito de crear un “imperio”, una “raza”, una “ciudadanía internacionales”
dentro del idioma. Ese período ha de llegar, por obra de tales ideas, o como
forzosa consecuencia de procesos materiales. (1957: 31)

90
¿En qué nos parecemos?

Como vimos, Rojas accede a los archivos que registran el pasado americano

pero también pretende leer en ese viaje “la figura visible de lo español en ese vértigo

de paisajes, ciudades y gentes” (1938:191). La exploración de esa “verdad histórica”

acerca de la vinculación profunda entre España y los hispanoamericanos se explicita a

lo largo del Retablo español a partir de un sistema de comparaciones.

Rojas afirma: “Siempre que me puse en contacto con lo esencial de España,

estas dos perspectivas, la del espacio y la del tiempo, abríanse ante mi espíritu, como

para una revelación: rásgabanse los velos y aparecían las buscadas claves” (1938:82).

Las claves buscadas están dispersas y resulta imprescindible encontrarlas. Las

“revelaciones” de los puntos de conexión cultural entre América y España se hallan por

todas partes para quien sepa interpretarlas: “La analogía sudamericana, que ya

percibió Sarmiento en trance análogo, vuelve obsesora a mi mente, con todo lo que el

excursionista de 1846 ha contado en sus Viajes” (1938:165)

Fombona afirma que el viaje estético en el período modernista- atendiendo las

crónicas de Rubén Darío50 y Gómez Carrillo- produce una variante singular a la

hispanofobia que le precediera. El viaje a España es una experiencia especial para el

viajero hispanoamericano que “siente cómo se remueve el sedimento (la madre) en su

ser mismo. La presencia ante el paisaje español produce la necesidad en estos viajeros

50
Fombona señala que las crónicas de Darío en España presentan, desde los primeros textos de sus
impresiones a bordo en ruta a España, gestos de aproximación a lo español como algo “natural” que
corresponde al “alma” iberoamericana. “Como a todo viajero hispanoamericano en viaje a España, la
presencia de lo español le hace construir en su texto un espacio que prefigura lo español en términos de
lo familiar [...] la travesía a España se plantea como un regreso, un viaje que lo retorna al lugar del
origen” (2005:187).Por su parte, Teodosio Fernández señala: “tras el 98, con la ayuda de Darío y de
Rodó, España adquiría una significación renovada al dar a la antigua metrópoli un lugar preciso en
aquella visión del mundo contemporáneo en que se enfrentaban el espíritu y la materia, lo latino y lo
anglosajón, y donde los intelectuales de Hispanoamérica encontraban una función precisa que
desempeñar, en relación con los valores relativos a la ciencia, el progreso y la democracia”(2000:26)
91
de recuperar un pasado, una genealogía que los vincule a lo que presencian”.

(2005:20) De manera similar en textos del “letrado” hispanoamericano que no se

identifica necesariamente con el modernismo, se reconoce en el paisaje de España

“una raíz que liga, atrae e incluso amenaza al viajero de la vuelta de siglo” (2005:178).

En el caso de Rojas, el viaje permite confirmar la certeza acerca de esa raíz común con

pueblos hispanoamericanos ligados y atraídos por España.

En relación con las comparaciones y el establecimiento de las analogías

sudamericanas que señala Rojas reconocemos otro punto de diferenciación entre la

excursión por España y el viaje por el resto de Europa recuperado en Cartas de Europa

(1908b).

Martin Prieto51 analiza esta operación discursiva de los jóvenes escritores

argentinos en el viaje europeo:

Hay una extensa e importante bibliografía acerca del modo en que los
conquistadores y los viajeros imperiales en general contrastaban lo nuevo con
lo conocido para volverlo familiar para sus hipotéticos o ambicionados lectores.
No será el caso de los apuntes de viaje de estos jóvenes escritores argentinos
en Europa. No porque, como veremos, no termine imponiéndose lo familiar
como punto de comparación privilegiado, sino porque cambia su función: ya no
se trata de lo familiar como apoyatura de la percepción y del conocimiento para
hacerle ver a un eventual lector argentino la exótica particularidad de la
campiña francesa, sino de utilizarlo como última reserva de lo más personal
para calmar la sensación de extrañamiento y descolocación que acompaña todo
viaje52, una vez oxidada la efervescencia y la excitación de lo nuevo.(La Gare de
Montpanase-inédito)

Este cambio de función a la hora de presentar desde la lógica de la

comparación, lo nuevo como familiar o conocido “para calmar la sensación de

extrañamiento y descolocación” es efectivamente así durante la errancia por esas

51
Prieto, Martín (2016) La Gare de Montparnasse en la historia de la literatura argentina, ensayo
inédito. Rosario, Universidad Nacional de Rosario.
52
Las cursivas son nuestras.
92
cuatro rutas que encontramos en Cartas de Europa (1908b): París, Riberas de Bretaña,

La Isla de Diamante y de Hierro y Ruta de Italia. Sin embargo, en España, las

comparaciones y analogías lo asaltan obsesivamente porque buscan responder a una

pregunta que Rojas registró en una de las libretas de viaje: “¿En qué nos

parecemos?”53.

En el Retablo español por tratarse de un relato de viajes en el que se recupera-

desde una mirada retrospectiva y con tres décadas de distancia- la experiencia viajera

de juventud, Rojas establece asociaciones complejas que no son exactamente aquellas

de Cartas de Europa, escritas desde territorios ajenos a su propia lengua y tradición y

al ritmo del viaje.

En las distintas zonas de la península como Galicia, la Vascongada e incluso esa

España africana cuando visita Marruecos, Rojas establece analogías y comparaciones

en términos de un re-conocimiento en una especie de concatenación de similitudes y

proximidades sostenidas por un hilo común donde lo nuevo es re-conocido, vuelto a

conocer, que lo conduce hacia lo familiar.

A modo de ejemplo, recién llegado a Cádiz dice: “empezaron a asaltarme los

recuerdos de América […] La fisonomía arquitectónica, el tráfico escaso, el comercio

sedentario, evocan el ambiente del antigua Buenos Aires. Cádiz es también ciudad

porteña” (1938:148). Y al cruzar a Tánger, en pleno Sahara, señala:

De trecho en trecho encontrábamos algún jinete moro que parecía un gaucho


por su tez morena, su barba negra y su caballo, o bien pasábamos ante una
choza rústica […] todo como en ciertos ranchos del interior argentino […] Todo
esto se parece mucho a mi país […].Así también: “En el interior de América…hay
también santuarios milagrosos como esos [la tumba de un sidi], y a la orilla de
los caminos […] Insistí en la analogía” (1938:165).

53
Se trata de libretas de viaje a Europa inéditas que pueden consultarse en el Archivo de la Casa Museo
Ricardo Rojas.
93
Desde estas comparaciones, con la revelación de esos puntos de conexión

cultural entre América y España que obsesivamente han acompañado su peregrinaje

es posible releer también el origen de Eurindia (1924). Rojas comenta que esa noción

comienza a consolidarse con el final del viaje europeo, en su regreso a América y en

diálogo continuo con el pensamiento de Sarmiento. Eurindia es la dialéctica

superadora de la fórmula sarmientina de civilización y barbarie porque: “Eurindia es el

nombre de un mito creado por Europa y las Indias […].Eurindia es el nombre de este

nuevo misterio etnográfico” (1951:11)

Navegaba yo un día sobre el Atlántico, desde las costas de Europa, retornando


a las costas de mi país […] Mecido por la nave, entre el océano sin formas y el
cielo sin astros, comencé a soñar que nos delizábamos sobre el barro de la
Atlántida anegada, cuyos restos eran aquellas islas que levantaban grutas de
iniciación sobre ambas riberas del mar, entre Europa y las Indias. Por esa ruta
habían pasado los colonizadores que desde hace cuatrocientos años navegaban
de oriente a occidente, para fundar otra civilización. Los éxodos continuaban, y
ahora los peregrinos eran esos parias ilusos que en el puente cantaban al
anochecer las canciones de su tierra, de que sus hijos harían otro canto para
una nación futura…De pronto, apareció en mi mente esta nueva palabra
Eurindia […].Eurindia es el nombre de un mito creado por Europa y las Indias
[…].Eurindia es el nombre de este nuevo misterio etnográfico, y la Argentina es,
sin duda, el órgano más fecundo de tal creación (1951:11)

Para concluir, Rojas señala que su viaje a Europa tuvo dos propósitos

personalísimos: “estudiar España, para buscar las claves de nuestro origen y conocer

las naciones europeas que más influyeron en el desenvolvimiento de la Argentina

después de su organización como república autónoma.” (1938:353) Ese deseo de

“estudiar España” significó internarse en sus archivos oficiales sobre América, conocer

la identidad española en toda su diversidad, ocuparse del estudio de una lengua

94
heredada. Sin ser depositario ni responsable de su reunión, Rojas accedió a ellos y

pautó una interpretación.

En este caso, Rojas utiliza los archivos oficiales españoles sobre América para

llevar adelante la gestación de los propios archivos nacionales, una definición precisa

acerca de la tradición española en la cultura nacional así como en la organización de

esa cultura pública, que motivará también la creación de la primera cátedra de

literatura argentina en 1912, la fundación del Instituto de Filología y Literaturas

Hispánicas y la escritura misma de la Historia de la literatura argentina, entre otras

intervenciones.

A partir de los procesos internos del fenómeno cultural europeo que ha podido

conocer, Rojas dice replantear una nueva teoría, con otros métodos y fines desde una

relación dialéctica entre la propia historia nacional y en el proceso interno de la

civilización europea. En esta teoría España tiene un lugar de privilegio: “mi Historia de

la literatura argentina, Blasón de Plata, Eurindia y Angentinidad. En todos estos libros

lo español aparece implícito en lo americano. España es América durante tres siglos de

nuestra historia, los siglos de nuestra gestación”.(1938:355)

Rojas adscribe a la figura del escritor pedagogo aliado a un Estado educador,

protagonista de muchas de las operaciones político-ideológicas pedagógicas, en un

contexto de reconfiguración política y cultural frente a los efectos del aluvión

inmigratorio y los conflictos sociales de principios de siglo. Como señala Gramuglio

(2001) Rojas, en su vasta producción ensayística y ficcional, desplegó uno de los

intentos más fuertes de construcción del imaginario nacional. En este imaginario, una

de las claves está dada por la recuperación de lo español: “en el equilibrio de todas

95
las fuerzas progenitoras, dentro de la emoción territorial” (1954: 94) que comienza

antes de su viaje juvenil y se consolida a partir de esa experiencia viajera.

El Retablo español se cierra con una afirmación que nos sirve para leer buena

parte de su obra y pensamiento. En ella sostiene que ha necesitado “conocer España

para mi destino y el de mi propia gente, a este lado del mar”:

Así lo comprendí desde 1901, cuando empecé a escribir los ensayos que luego
formaron el volumen de Alma española, y después mi Cervantes; y ahora este
Retablo, coronamiento de una larga campaña de siete lustros, en la cátedra, en
el periodismo y en el libro, para divulgar en la Argentina el conocimiento de
España, único medio de simpatía fecunda y de cooperación cultural. Yo
felizmente, nunca padecí de esas preocupaciones antiespañolas que eran tan
generales entre los sudamericanos del 900. Durante la apasionada
peregrinación que acababa de realizar, habíame propuesto conocer y entender.
Bien sabía, ya entonces, que la verdad así buscada necesitábala para mi destino
y el de mi propia gente, a este lado del mar. (1938:343)

96
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98
Enrique Larreta: régisseur de lo hispano

Enrique Rodríguez Larreta (Buenos Aires, 1873-1961) es hijo de Carlos Rodríguez

Larreta y Agustina Maza y Oribe, tradicionales familias uruguayas de ascendencia

vasca. Su padre pertenecía a la descendencia de Juan Bautista de Larreta, patrono del

mayorazgo de Azelaín, cercano a Andoaín, España y su madre, descendiente del

mariscal José Joaquín de Viana, originario de Legrán (Álava).

Estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires y luego se doctoró en

Jurisprudencia y Ciencias Sociales. Se inició en el periodismo en 1896 con algunas notas

para La Nación y su primer relato literario, Artemis, fue publicado en la revista La

Biblioteca bajo la dirección de Paul Groussac.

Fue profesor de Historia de la Edad Media en el Colegio Nacional de Buenos

Aires, donde había cursado el bachillerato. En ese cargo se especializó

“apasionadamente en el estudio de España”, se acercó a la literatura española e

imaginó un primer proyecto de estudio de los grandes maestros de pintura españoles

en tiempo de los Austrias que quedó sin desarrollo.

En 1900 se casó con Josefina Anchorena, hija de Nicolás Anchorena, con quien

viajó a Europa ese mismo año. En España, y durante el recorrido por las “Fundaciones

de Santa Teresa”, conoció Ávila, comunidad de Castilla y León, y se deslumbró de su

paisaje medieval: “me pareció que el sagrado turbión se llevaba tras de sí todo mi

espíritu, me lo arrebataba por fin en posesión misteriosa. ¡Adiós, pintores! ¡Adiós,

lienzos y tablas! Me estaba reservada una empresa de mayor ambición” (1939: 53).

Larreta señala en Tiempos Iluminados54, - serie de apuntes para sus memorias futuras -

54
Se trata de una conferencia que Enrique Larreta brindó en el Jockey Club de Buenos Aires, en mayo
de 1939. El evento fue organizado por amigos que le solicitaron extractos de sus futuras memorias. Esta
99
recupera indirectamente parte de estos viajes decisivos en el proceso de

documentación y elaboración del plan de su novela que quedó gestado entre 1902 y

1903.

En 1903 regresó a la Argentina, a las tierras que Anchorena adquirió en los

partidos de Juárez, Azul y Tandil donde surgirá en 1922 la estancia “Acelain” (en

recuerdo del lugar homónimo de Guipúzcoa del actual país vasco de donde proceden

los Larreta).

Los primeros días de enero de 1904, durante una temporada en esta estancia

de Azul, comenzó a escribir La gloria de don Ramiro. Una vida en tiempos de Felipe II,

una novela histórica en clave modernista, ambientada en la villa de Ávila, en la España

del siglo XVI y cuyo plan y desarrollo están íntimamente relacionados con sus travesías

por la España castellana.

En 1907, por prescripción médica, volvió a Europa, con una novela

prácticamente terminada para su publicación:

El exceso de trabajo acabó por ocasionarme una grave excitación nerviosa. El ala
de la demencia me rozaba las sienes. Escribía ya en completa alucinación […] Un
neurólogo me prescribió como urgente remedio un viaje a Europa. La triaca del
argentino en aquellos felices tiempos. (1939:83)

En 1910 inició su carrera diplomática como ministro plenipotenciario en la

Legación argentina de París, bajo el nombramiento del presidente Roque Sáenz Peña,

cargo que ocupó hasta 1916. Durante estos años de residencia permanente en Europa,

Larreta hizo innumerables viajes a España y reunió una colección de arte del

disertación fue publicada en forma de libro dos meses más tarde bajo el nombre de Tiempos Iluminados.
La publicación final excede los límites de una conferencia y gracias a ello, encontramos parte de sus
memorias de viaje.
100
Renacimiento y el Barroco español en la que reunió mobiliario, armas, pinturas,

tapices, cerámicas y mosaicos.

En 1915, en París, estrenó su primera obra teatral La lampe d’ argile. Este

género fue el que eligió para muchas de sus futuras publicaciones: La que buscaba don

Juan (1923), El linyera (1932), Santa María del Buen Aire (1935), Pasión de Roma

(1937), y Las dos fundaciones de Buenos Aires (1939).

En 1921 volvió a París y allí adquirió valiosas antigüedades del arte español55

para llevar a la estancia de “Acelain”56. El coleccionismo, en el caso de Larreta, es un

aspecto muy relevante, ya que está directamente relacionado con el hecho de poner

en escena el mundo hispano.

El regreso a la narrativa se dio mucho después con Zogoibi (1926), una novela

ambientada en el campo bonaerense y en la que el autor combina el dialecto castizo

con la lengua coloquial argentina.

En 1929 Larreta fue designado representante argentino en la Exposición

Iberoamericana en Sevilla y nombrado miembro correspondiente de la Hispanic

Society of America. En 1933 recibió la Gran Cruz de Isabel, la Católica, concedida por la

República Española.

En 1941 fue propuesto por España para el premio Nobel y en 1948, el gobierno

español le otorgó el premio Miguel de Cervantes por su ensayo A orillas del Ebro. Más

55
Las transacciones legales e ilegales que conformaron todo un mercado mundial de arte hacia la
segunda mitad del siglo XIX y la segunda guerra mundial y del que participaron compradores
particulares, grandes coleccionistas y hasta agentes de museos estadounidenses son actualmente
consideradas parte del “Expolio del patrimonio español”
56
La estancia Acelain fue construida con el diseño del arquitecto Martín Noel por encargo de Larreta,
entre 1922 y 1924. El estilo arquitectónico de la casa principal recupera el Renacimiento español y la
época de Felipe II. Larreta eligió para construir Acelain los campos pedregosos y la cúspide de un cerro.
Sus jardines, de cientos de hectáreas, albergan terrazas escalonadas con acequias, una laguna, pinos,
cipreses, araucarias y otras especies. El parque culmina en la punta del cerro, con el caserón hispano-
árabe.
101
tarde, fue distinguido como miembro Correspondiente de la Real Academia de España;

Encomienda de Alfonso X el Sabio; miembro del Instituto de Francia; de la Academia

Argentina de la Historia y de la Academia de Letras.

La inclusión de Enrique Larreta, en este corpus de viajeros argentinos en Europa

se explica, por un lado, a partir de la relación indirecta con la experiencia del grupo de

escritores hispanoamericanos que viajaron a París, durante la primera década del siglo

XX. Larreta no participó de la llamada “colonia” en París y sus contactos fueron más

bien débiles por su propia carrera diplomática y el entorno que se creó antes y

después de su investidura como ministro argentino en París en 1910. Sin embargo, su

gestión literaria vinculada con el modernismo y la filiación con lo hispánico que asumió

en términos de gestión cultural colaboran, desde otro lugar, con la explicitación del

fenómeno que pensamos en tanto giro hispánico en las primeras décadas del siglo XX.

En Larreta el giro hispánico se manifiesta concretamente a partir de tres

instancias: la publicación de La gloria de Don Ramiro con trascendencia a ambos lados

del Atlántico; una importante colección de arte español y la propia remodelación de la

casa familiar57 en el barrio de Belgrano (ciudad de Buenos Aires), así como la estancia

Acelain.

Parte de su obra, al igual que en otros escritores hispanoamericanos viajeros,

es fruto de la experiencia de ese desplazamiento hacia Europa, más específicamente,

entre Francia y España. A partir de su figura podemos reconocer las formas disímiles

con las que se construyó la imagen del escritor hispanoamericano en su condición de

57
La casa fue reformada bajo su propia inspiración que implicó el rediseño de la fachada, un salón que
reproduce la sala de un Palacio del Siglo de Oro español y un jardín andaluz. Desde 1962, esta mansión
se convirtió en el Museo de Arte español.
102
migrante, así como la resignificación del legado español dentro del contexto

insoslayable del modernismo y la resolución acerca de una lengua literaria propia.

Manuel Ugarte en Escritores iberoamericanos de 1900 no menciona a Enrique

Larreta aunque pertenece a su misma generación, viajó a Europa en la misma década y

logró un éxito rotundo con su primera novela. La omisión quizás pueda explicarse por

el hecho de que la experiencia de Larreta no coincide con aquella compartida por el

grupo inicial58 y por lo tanto, no sea posible adscribirlo al espíritu que alentó a esta

generación viajera que, en palabras de Ugarte: “se evadía del medio en que se

ahogaba” (1942:15).

Larreta parece responder a otro “espíritu”, más cercano a aquel que David

Viñas describe como “el gentleman escritor del ´80”, literato ocasional, con apellido

tradicional y en el que la cultura y la política se superponen. Una figura de escritor que

es desplazada por la aparición del "escritor profesional" que encontraremos hacia el

Centenario. (Cfr. Viñas: 1975: 101). Por ello, no es indiferente cómo Larreta registra el

día de su nombramiento como ministro en París: “Llegó el día de la presentación de

cartas credenciales […] Cuando resonó en la calle el estruendo de la carroza y del

escuadrón de coraceros, que venían en busca del Plenipotenciario, experimenté una

sensación extraña ¡El entierro del escritor! (1939: 118).

Como en tantos otros casos durante el siglo XIX, el ingreso al Poder, marcó el

distanciamiento y hasta el abandono de la literatura. Por caso, Domingo F. Sarmiento,

quien se asumió escritor durante su exilio rosista y abandonó la escritura al ingresar

en el poder político. A la inversa, Lucio Mansilla, quien fue desplazado del poder por

58
No obstante, Sylvia Molloy (1972) asume a Enrique Larreta como parte de aquellos escritores que
conformaron una colonia estable en París. Por su parte, Beatriz Colombi (2008) lo considera en tanto un
visitante ocasional de esta colonia.
103
Sarmiento, encontró en esa especie de exilio entre los ranqueles, las condiciones de

producción literaria o bien, Eugenio Cambaceres, que ingresó llegó a la literatura

luego de renunciar a su cargo como diputado de la Nación.

La difusión en la literatura hispanoamericana: Las repercusiones de La gloria de Don


Ramiro

Nos interesa profundizar en las intervenciones de Enrique Larreta por

reivindicar un nexo filial con el mundo español, dentro del clima del Centenario y en

relación directa con la búsqueda de las propias raíces nacionales, así como también en

su impacto dentro del proceso de “invención nacional” que se intensificó en la España

de fines de siglo XIX.

Con La gloria de Don Ramiro se convalida la aceptación –tan demorada en el

caso de la poesía59-del modernismo en España, en virtud de su temática y del

tratamiento propio de la novela histórica.

Al momento de la publicación de esta novela, Enrique Larreta no contaba con

una trayectoria de peso dentro de la literatura nacional, una literatura que si bien no

había logrado una autonomía relativa y, cuyos centros de validación eran externos

(Francia), sí reunía una serie de escritores y obras que ya sugerían un canon futuro.

La publicación de La gloria de Don Ramiro en 1908 logró un enorme éxito

editorial sobre todo en España, así como cierta legitimidad en París a partir de la

59
Sería prácticamente imposible enumerar a los detractores de la poesía modernista tanto dentro de los
límites de Francia como en territorio español durante las primeras décadas del siglo XX. Para ellos
pueden ser de gran utilidad la consulta de las encuestas publicadas por Gómez Carrillo sobre el
modernismo en Madrid Cómico de 1900 y la enquête sostenida durante varios números de la Revista El
Nuevo Mercurio de París de 1907 ) al igual que La guerra literaria (1898-1914) de Manuel Machado.
104
traducción al francés y por propia iniciativa de Remy de Gourmont, en el Mercure de

France en 1910.

Frente a la afirmación rotunda de Rubén Darío: “Vivimos en París pero París no

nos conoce en absoluto”, Gómez Carrillo, Alfonso Reyes y Enrique Larreta se presentan

como excepciones a esta regla padecida por muchos hispanoamericanos en el centro

cultural parisino. Por pertenecer a una “esfera oficial”, sus relaciones personales

definieron otras vinculaciones y accesos en el campo cultural francés.

Como señalamos antes, el triunfo de La gloria de don Ramiro en 1908, supuso

la reconciliación de la literatura española con el modernismo. Rafael Arrieta remarca

ese triunfo repentino de la novela argentina de ambiente histórico español que fue

festejada por Benavente, Gómez de Baquero, Pérez de Ayala, Acebal, los diarios y las

revistas de la Corte y de provincias, e incluso por la condesa de Pardo Bazán, quien

reconoció en ella un signo del nuevo hispanoamericanismo:

Si hace veinte años un argentino escribe una novela, no sería jamás la que acabo
de leer. Para que La gloria de don Ramiro se haya pensado y trazado, ha sido
indispensable que un cierto concepto de España se borre y surja otro más reflexivo
y más sentido, más histórico y romántico a la vez. (2003: 193).

Estas apreciaciones confirman la reformulación de un concepto de España y del

hispanoamericanismo. Asimismo, Miguel de Unamuno –un gran interpelador de Rubén

Darío y del modernismo- reconoció que:

El alma de la España de todos los lugares nos muestra también Larreta en su La


gloria de don Ramiro. Y claro está que al decir esto estaba pensando en la patria
nativa del autor de la novela, en la Argentina, que también es España, pese a quien
pesare, y mucho más España que lo que los argentinos mismos se imaginan (1943:
178)

105
El renombre de Larreta como escritor provino especialmente de su

consagración española, y por ello supondrá cierta conflictividad dentro del campo

literario argentino de comienzos de siglo XX y durante algunas décadas. Solo basta

recuperar el comentario de Ricardo Rojas en la Introducción a la Historia de la

literatura argentina, donde señala la necesidad de escribir una historia crítica de la

literatura nacional que posibilite, entre otras cosas “aquilatar el éxito diverso de Stella

y La gloria de Don Ramiro”(1957: 47)

La novela impactó dentro de la tradición literaria argentina en forma indirecta y

conflictiva. Indirecta, no solo porque el tema se ubica en la España del siglo XVI de

Felipe II para luego enlazarse con la propia realidad americana (Perú) en virtud del

itinerario de su protagonista, sino por un tipo de lengua arcaizante con la que se

relatan sus peripecias. La conflictividad en su recepción no estuvo dada por los

escritores españoles, que sostuvieron su importancia y avalaron su éxito, sino en la

discusión hacia dentro de la intelectualidad hispanoamericana. Sobre este punto,

Larreta recuerda que en un primer momento, y a excepción de Eduardo Wilde, la

recepción de su novela entre sus compatriotas no contó con una aprobación cierta:

Cuando distribuí los primeros ejemplares en nuestra colonia de París, la impresión


no correspondía en manera alguna con las alabanzas de Wilde. Felizmente muy
pronto empezaron a llegarme juicios favorables de los más grandes escritores de
España, que no me conocían ni de vista, ni habían oído nunca mi nombre. Aquí en
Buenos Aires, Murature y Gerchunoff recompensaron mi esfuerzo con dos
artículos. Rubén Darío, el creador de la nueva poesía, púsole el sello de su genio.
Pero, eso sí, después de generosas alabanzas, me auguraba odios, calumnias,
lapidaciones, en un dolorido lenguaje que denunciaba su propia amargura
(1939:90)

¿A qué se refería Rubén Darío con esos augurios? En una publicación de

Cabezas: pensadores y artistas, políticos, novelas y novelistas, Darío describe a Enrique

106
Larreta como un “notorio autor y gran señor diplomático”, quien “sin descuidar sus

tareas oficiales cultiva en su vagares las letras y las artes”. Darío toma partido frente a

las críticas maliciosas:

El señor Larreta, que es joven, que tiene la felicidad en su noble hogar, en su alto
puesto, en su salud excelente, en su renombre universal, posee, junto con su gran
talento, una crecida fortuna. Ello es imperdonable. El homo sapiens, que es el lupus
hobbesiano, se eriza ante semejante anomalía, protesta y se indigna”(1929:73)

Para refutar a aquellos que han desacreditado a Larreta, Darío argumenta

desde su erudición literaria sobre la calidad flaubertiana de esta prosa (una calificación

que será retomado por otros críticos), apelando al reconocimiento que el propio

centro cultural francés le ha otorgado:

Escritores europeos como Remy de Gourmont, M. Maurice Barrès, M Henri


Roujon, M Paul Adam, etc. han dicho las excelencias del único trabajo publicado en
volumen por el señor Larreta. La versión francesa hecha por el primero de esos
escritores da una idea al lector extranjero de lo que puede ser fundamentalmente
la novela en su idioma original […] Su libro es, en su género, con María del
colombiano Isaacs, lo mejor que en asunto de novelas ha producido nuestra
literatura neomundial. (1929: 74)

Este comentario de Darío deja entrever las dificultades a la hora de “ubicar” a

Enrique Larreta en el orden de una literatura nueva. Por un lado, lo clasifica dentro de

“nuestra literatura neomundial” sin adscribirlo al modernismo, pero resaltando la

calidad flaubertiana y con ella, la influencia francesa en el estilo cuidado de una novela

también vinculada con la temática americana. Por otro lado, al ocuparse de la figura

del escritor, la diplomacia se antepone a los “vagares” por las letras y las artes.

Finalmente, Darío lo respalda recordando la gran repercusión que ha tenido en el

público español y la acogida en el propio centro intelectual francés, por costumbre

muy poco interesado por la literatura hispanoamericana de la época. Algunas notas de

107
la prensa francesa parecen confirmar esta acogida en el propio centro intelectual

francés señalado por Rubén Darío.

A modo de ejemplo, podríamos recuperar la nota de Paul Adam publicada en la


primera plana de Le Figaro (n° 204) del 23/07/1910, “L´Espagne de Philippe II”, en la
cual se celebra la aparición de la novela y se la vincula con el contexto preciso del
Centenario: “Le passé conseille l'avenir utiliment” 60.
En Tiempos iluminados, Larreta recuerda a propósito de su éxito editorial:

Mi cordon s´il vous plait en el mundo literario de París no podía demorar. La


entrada se produjo súbitamente por la puerta de Madame Bulteau…una mujer
que escribía en Le Figaro [...] Gozaba de gran renombre, y su salón era, quizá, el
más reputado por su colección de celebridades. (1939:118)

Sin embargo, en otra nota de Les Annales politiques et littéraires: revue

populaire paraissant le dimanche del 07/10/1910, en la Sección “Revue de Livres-

littérature étrangère”, el crítico Gastón Rageot se encarga de comentar la aparición de

la novela: “La Gloire de Don Ramire est un roman espagnol: c´est surtout un très Beau

livre de Rémy de Gourmont”61. Este comentario final que enfureció a Larreta, nos sirve

para pensar las asimetrías en los intercambios culturales en el caso de autores

hispanoamericanos –aún en el caso de Larreta, con su investidura, contactos

60
Paul Adam concluye esta nota indicando el contexto inmediato de la novela de Larreta:“A l´heure où la
République Argentine célèbre le centenaire de l'effort qui rompit les liens unissant les libéraux de
l'Amérique latine aux absolutistes espagnoles, un de ses meilleurs esprits eut raison d'évoquer l'âme
exaltée par une sorted'émulation intérieure entre deux atavismes, l'âme, au total, double et forte de la
génération victorieuse sur les deux mondes avec Charles Quint et François Pizarre, Philipe ll et Juan de
Garay Lors des anniversaires, il sied de rendre visite aux tombeaux des ancêtres, de contempler leurs
effigies et de toucher leurs armes. Le passé conseille l'avenir utiliment”. En Le Figaro (n° 204) del
23/07/1910, 1era plana, 2da columna.
Disponible en http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k288909q/f1.zoom.r=enrique%20larreta.langFR.
61
En Les Annales politiques et littéraires: revuepopulaireparaissant le dimanche, N° 1411, 07/10 /1910,
Sección “Revue de Livres- littératureétrangère”, página 30, 2da columna. Disponible en:
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108
personales y acceso a los grandes salones - dentro del campo literario francés. Larreta

se refiere a este episodio:

Los críticos de París me brindaron una generosidad que solo se le ofrece al


extranjero; pero, como nunca ha de faltar el sorbo de amargura, uno de ellos
llegó a decir, en uno de los diarios más importantes, que Gourmont acababa de
descubrir una novela de asunto español, la cual, una vez transformada
ingeniosamente por él y adobada con las finas especias de su talento, se había
convertido en un espléndido libro. En una palabra acababa diciendo mi crítico:
La gloire de don Ramire est un des plus meaux livres de monsieur de
Gourmont”. Yo que era todavía novicio en esta clase de achaques, sufrí
muchísimo con la impostura. Pensé rectificar públicamente, redacté una larga
carta, pero opté al fin por el silencio. Hice bien. (1939:114)

El incidente muestra la violencia simbólica dentro del campo literario francés


con la deslegitimación de la literatura en español o de escritores españoles e
hispanoamericanos y en este caso, un Larreta “todavía novicio en esta clase de
achaques” que sufre y guarda silencio.
Si pensamos la difusión de la novela de Larreta en relación con una literatura
hispanoamericana a comienzo de siglo XX, encontramos que su ficción asume la prosa
modernista y con ella, una postura clara acerca de la necesidad de una renovación
poética y literaria dentro de la lengua española. A la vez, manifiesta un cambio drástico
con respecto a la tradición anti-hispánica que caracterizó a la esfera intelectual
argentina desde la generación del ´37 y hasta finales de siglo XIX.
Además, la publicación pensada hacia dentro del contexto argentino, coincide

con el clima del nacionalismo cultural y del aluvión inmigratorio que rodea al

Centenario. De hecho, confluye indirectamente con las intervenciones de Ricardo

Rojas en La restauración nacionalista, Manuel Gálvez con El diario de Gabriel Quiroga y

Leopoldo Lugones en El Payador, en torno a la definición de un arquetipo social, un

libro y una lengua nacional. En todos ellos, el vínculo cultural con España es siempre

puesto en consideración aunque con distintas valoraciones.

109
Hacia dentro de la ficción, en el propio argumento de la novela, la filiación

propuesta por Larreta, es elocuente. La novela, que se sitúa en Ávila y que se recrea el

ambiente de la época con sus conflictos, tradiciones y desafíos, narra el origen mestizo

de Ramiro. Hijo de un moro y de una dama cristiana, duda entre entregarse a la vida

religiosa o a aquella vida de combate dentro de la caballería; está en permanente

conflicto con una atracción vehemente por el mundo musulmán. Ramiro, luego de una

serie de desventuras amorosas, huye a América, al Perú y se radica en Lima donde el

encuentro con una iniciada dominica le permite recapacitar y redimirse. Tras purgar

sus pecados, muere en el Convento del Rosario, y la futura Santa Rosa de Lima señala

aquí su “gloria”.

Gutiérrez Viñuales (2003) recupera cierta significación especial otorgada, por

algunos críticos de la novela en relación con la idea de salvación que supone

América en este relato, frente a la situación de postración en la que se sentía

envuelta la España de la época. La novela remite a aquella idea de que el continente

americano había resguardado parte del “alma nacional” española sobre la que

teorizaron muchos escritores españoles de entresiglos. (cfr.2003:53-61)

Por otra parte, como indican Benítez y Ciancio (2006) y, más allá de todas las

objeciones que históricamente ha recibido, La Gloria de Don Ramiro es una aventura

del lenguaje asumida entre el esteticismo novecentista y la reconstrucción histórico-

filológica del castellano del Siglo de Oro. No solo debe ser leída como una apuesta

estética sino también, y particularmente, como un texto sintomático en respuesta

producida desde cierta esfera literaria, al contexto político social de la Argentina de

comienzo de siglo, entre nuevos actores sociales y fuerzas políticas inéditas.

110
Desde su novela, Larreta ejerce una vinculación sentida como necesaria y

urgente entre España y la América hispana, tanto desde su tema global como en la

construcción de la lengua elegida para llevar adelante el relato.

En el caso de esta novela de Larreta, si bien la mirada sobre una España remota

elabora una teoría afectiva de los orígenes culturales, no deja de ser, a la vez, un

sistema verbal de idealización de un orden pasado, así como el planteo de una

distancia respecto de preocupaciones sociales del presente y una distinción con

aquellas nuevas lenguas inmigrantes.

La simpatía por lo filial en clave nacionalista

“Soy español, de lengua y de sangre, pero no por nacimiento”, sostiene

categóricamente Larreta y su filiación en términos de raza, sangre y lengua, dice, está

presente desde su niñez:

Se me confió desde temprano al cuidado compasivo y alegre de las sirvientas.


Eran estas siempre españolas y todas hijas de labriegos y pastores. El castellano
es una lengua eminentemente agrícola […] ¿Quién podría aceptar que los
mejores maestros de idioma y aun de literatura de un escritor hayan podido ser
las criadas de la casa? Mi gratitud se dirige a sombras ignoradas, pero también
a toda la España popular, a la España eterna (1939: 18)

En general para los viajeros de esta época, el ingreso a España se hacía desde

territorio francés y con punto de arribo en Madrid. A diferencia de muchos, Larreta

dice: “Ante todo, como una salutación de mi sangre en el umbral de Castilla, deseaba

yo visitar, camino de Madrid, los dos principales hontanares de mi origen vascongado.

El “Sud-Expreso” pasaba por Andoain, en Guipúzcoa”. (1939:46) Una vez en Andoain,

Larreta se describe a sí mismo: “Súbito calofrío. Contenido sollozo. Mi sangre sabía

111
mejor que mi intelecto lo que significaba toda aquella resurrección de sombras, todo

aquel levantarse de lápidas en mi propia conciencia”(139.53)

En Tiempos Iluminados, los recuerdos de viaje son simplemente “entradas” que

organizan otros recuerdos de su vida literaria y por lo tanto no se encuentran

reseñados con precisión. Aun así, son los viajes los que definen un plan de escritura:

“Al entrar poco después en España, a fines de septiembre de 1903, ya llevaba yo en

mis petacas el plan completo de esa novela. Lo acababa de trazar en Saint Blasien, en

la Selva Negra, en el Schuartz Wald de Alemania”(1939: 48)

Nos interesa pensar los pasajes dedicados a los viajes en Tiempos iluminados

desde la perspectiva de Mónica Tamborenea, en su magnífico trabajo “La constitución

de la subjetividad en los relatos de viaje del ´80”. Allí señala que el “yo” que viaja

organiza en su relato una lógica de lo sensible: “Mira, observa, su ojo es una cámara

que percibe, focaliza y selecciona realidades, de modo que toda descripción de lo

observado se vuelve descripción del viajero descriptor” (1992:.309). En el relato de ese

“yo” que se construye Enrique Larreta dentro de Tiempos Iluminados, España significa

la apropiación de un tesoro ancestral directamente vinculado con Castilla, el

catolicismo, la épica medieval, el Siglo de Oro y el paisajismo castellano: “El único

paisaje inconfundible en Europa es, acaso, el de Castilla. Los demás, aún los de Italia,

aun el de Inglaterra, suelen ser semejantes a los de otros países […] Castilla es Castilla”

(1939:78)

112
La filiación que se establece con España es explícita a lo largo de sus

innumerables viajes62 y estancias donde conformó su biblioteca española, participó de

las tertulias del Conde de Valencia en Madrid, se vinculó estrechamente con Maurice

Barrès e Ignacio Zuloaga e inició su colección de arte español.

En una carta del 20 de marzo de 1909, Unamuno le escribe a Larreta para

comentarle sobre los artículos referidos a La gloria de Don Ramiro que ha remitido a La

Nación63. Allí comenta algo significativo para pensar el carácter filial que el propio

Unamuno reconoce en esta ficción: “Conozco Ávila, que tan bien y tan hondamente ha

sabido usted ver. En esos artículos verá usted todo lo mucho bueno que pienso de su

obra con la que ha penetrado tan adentro de nuestra alma española y de nuestro siglo

XVI. Y ha penetrado en ella por simpatía; ¿no es así?” (1996:321)

La simpatía-en el sentido etimológico de la palabra-por el alma española, Ávila

y el siglo XVI, señalada por Unamuno, detecta la filiación que motivó la enorme

investigación previa, así como los cinco años de una meticulosa escritura.

A propósito de esta “simpatía”, es necesario recuperar el contexto español en

el que la novela triunfa. Inman Fox, en La invención de España, sostiene que el espíritu

nacionalista y la concomitante construcción de una identidad nacional española

comienzan a vislumbrarse en los discursos historiográficos desde mediados de siglo

XIX. En ellos, cobró fuerza la idea del dominio de Castilla en la formación de la nación

española. Dicha preponderancia se explica en virtud de que Castilla tuvo una

62
Enrique Larreta viajó a Europa en 1900 de luna de miel y por casi un año, con estancias prolongadas
especialmente en Italia y España. En 1907 regresó. a Europa y entre 1910 y 1916 residió en París como
Ministro Plenipotenciario en París. Volvió a viajar a Europa en 1921, 1929, 1931 y 1948.
63
Los dos artículos de Unamuno fueron: “La Gloria de Don Ramiro”, La Nación, Buenos Aires, 15 de abril
de 1909; y “Ávila de los Caballeros”, La Nación, Buenos Aires, 20 de abril de 1909.

113
orientación atlántica más prometedora que la expansión mediterránea; su

protagonismo como centro de desarrollo de la llamada “Reconquista” en la lucha

contra el musulmán; el apogeo del español como lengua directamente asociada con la

difusión del castellano; el hecho de que Castilla haya dado el tono a cuatro

generaciones del Siglo de Oro. La preocupación por la interpretación de España se

acelera hacia fines de siglo XIX a raíz del fracaso de la Restauración, y la necesidad

sentida de regeneración. (1997: 45)

Desde lo ficcional, la novela de Larreta se manifiesta indirectamente en este

debate llamado “el problema de España” y del que participaron muchos escritores e

intelectuales de la generación del ´98. La discusión que se concentraba en poder

definir una identidad nacional, puso en marcha la búsqueda de aquellos rasgos

esenciales del carácter español en la historia, la literatura y la cultura.

En las memorias de Larreta, la definición del mundo español queda definido por

varios procedimientos presentes en otros viajeros como Barrès y en los discursos de la

generación del ´98. Uno de ellos es la metonimia, que opera al plantear la región de

Castilla (Ávila, Toledo, Segovia) como signo que representa a todo el país; una

aseveración que encontramos también en la argumentación esencialista de Manuel

Gálvez.

Otro de los procedimientos es la comparación que responde al modelo de

conocer y relatar, a partir de analogías, un dispositivo común en los viajeros, y en el

que no es raro encontrar comparaciones más o menos difíciles de sostener. Larreta

establece como término de comparación el paisaje de Castilla con el pampeano: “Aquí,

en nuestra patria, existe casi, casi, ese mismo paisaje” (1939:78)

114
Tamborenea apunta este aspecto crucial en todos los relatos que pretendemos

analizar:

Viaje y lectura están ligados no solamente porque el viajero tiene el poder de


evocar en cada lugar transitado sus recuerdos literarios de las bellezas que
otros textos le han ofrecido y prometido. El yo que viaja recuerda las lecturas
pasadas pero también lee durante el viaje. Lee o escucha relatos. (1992:313)

Entre los relatos que lee y escucha Larreta se encuentran las discursividades de

las ciencias sociales españolas de fin de siglo en pleno proceso de invención nacional. A

diferencia del detenimiento y la profundidad que esos discursos políticos, ideológicos o

culturales reciben en las crónicas viajeras de Manuel Ugarte o de Ricardo Rojas, en el

caso de Larreta, esos relatos ingresan disimuladamente en sus apuntes.

Tanto en su novela como en las memorias de Tiempos Iluminados, muchas

veces en el pasaje entre el “ver” y el “mirar”64 ingresa cierto orientalismo, es decir, ese

discurso europeo colonial con dispositivos de representación que a la vez funciona

como código estético y que sirve para narrar. Orientalismo que proviene generalmente

de la mirada de viajeros franceses que escribieron sobre España y fueron leídos por

nuestros viajeros.

Maurice Barrès es, al igual que en Manuel Gálvez en El solar de la raza, un

referente insoslayable en el caso de Enrique Larreta, por algunos motivos centrales: su

encuentro en Toledo que da comienzo a una amistad de por vida, la propia obra de

Barrès fuertemente orientada hacia lo hispánico65-fundamentalmente en Du sang, de la

64
En “Exotismo” César Aira plantea que los persas inventados por Montesquieu, Rica y Usbec en Cartas
Persas, pueden ver Europa como nadie la ha visto antes, como no pueden verla los europeos: “Su
condición de extranjeros les permite a los persas pasar del “ ver” y “mirar” (1993:73)
65
Cfr. Bécarud, Jean, “Las Españas de Maurice Barrès” en Bulletin d’Histoire Contemporaine de l’Espagne
Maison Méditerranéenne des Sciences de l’Homme, Université de Provence N°32-36, décembre 2000-
décembre 2003, p. 179-198.
Disponible en http://bhce.univ-provence.fr/docannexe.html?id=107. Última consulta: enero 2016.
115
Volupté et de la Mort y El Greco o el secreto de Toledo-, la preferencia por Castilla -en

tensión con Cataluña y el País vasco - y la propia doctrina nacionalista.

Dice Larreta: “Volví después muchas veces a Ávila, desde Madrid; y fui también

desde allí, a Toledo, con mucha frecuencia. En mi última visita a esta ciudad

maravillosa, conocí a Maurice Barrès” (1939:62). Es significativo que Larreta lo

denomine “revelador de bervederes” (1939: 61). Las mejores páginas de ese escritor

francés son, para Larreta, las perspectivas inéditas que, al modo de terrazas o

miradores, revelan un paisaje nuevo. No sin sorpresa, comenta sobre la asimilación de

Barrès dentro de ese paisaje toledano: “era de ver el aspecto musulmán que tomaba

aquel lorenés por las callejas de la ciudad convertida” (1939:61); “pareciera que

hubiera nacido allí mismo“(1939:63). Larreta recae en esa asimilación o acercamiento

de este francés capaz de confundirse con un nativo toledano. Barrès podría pensarse

dentro de aquel tipo de viajero que Todorov define como éxota, es decir, aquel viajero

que sostiene “un equilibrio inestable entre la sorpresa y la familiaridad, entre el

distanciamiento y la identificación” (1991:392).

Como señala Fombona en La Europa necesaria (2005), el orientalismo se

percibe en las crónicas europeas sobre España: todas parecen decir que España no es

Europa. Entre esas crónicas se encuentran las de Maurice Barrès-una voz más que

autorizada tanto por Enrique Larreta como por Manuel Gálvez. El escritor francés viaja

a España en 1892, 1893, luego en 1902 con largas estancias en suelo español. A partir

de dos textos relevantes: Sangre, voluptuosidad y muerte (1894) y El Greco o El

misterio de Toledo (1911) se constituye como referencia clave a la hora de pensar la

España de su época.

116
En su capítulo “En España” abril-mayo 1892” de Sangre, voluptuosidad y

muerte, afirma categóricamente: “En la punta extrema de Europa…España es un gran

recurso para romper la atonía. No conozco otro país donde la vida tenga tanto sabor

[…] Es un África: ella infunde en el alma una especie de furor tan súbito como un

pimiento en la boca” (s/f: 159)

El orientalismo es evidente a lo largo de sus apuntes de viaje: “España es un

África”, la reserva de sensaciones, el refugio contra la atonía y la sensibilidad

desencantada del spleen de las sociedades europeas. Para Barrès: “Confinadas en la

punta de nuestro continente, en la península, las sensaciones pululan, fermentan y se

mezcla, expulsadas poco a poco de los demás países […] es la punta extrema de

Europa, frente a la anchurosa América” (s/f: 165). Algunas regiones de España son un

narcótico para el viajero francés. España es el Oriente: “Por tres veces he acudido a

escuchar la canción de España, que me esperaba desde la frontera […] Yo en Toledo

respiré el Oriente” (1914: 105). España es “un país africano” (1914: 107), connotado

con “la plenitud sensual” (1914:117) y la delicia de los cuerpos: “No es en los museos

de Sevilla o de Madrid donde se encuentra la última palabra del placer autóctono […]

Las verdaderas delicias están donde las redondas caderas españolas, las maneras

bruscas, verdaderamente temibles, de esclavizar nuestros sentidos” (s/f:156)

Como todo viajero, Barrès viaja también con sus lecturas. Una de ellas es Viaje

a España (1841) de Teófilo Gautier, un relato de viaje conocido por nuestros viajeros

argentinos, que presenta desde un estilo romántico, todas las marcas de un

orientalismo convalidado. Dice:

He recorrido Toledo en todos los sentidos, a todas horas, y su alma permanece


todavía bajo cuatro llaves. Las casas de esta ciudad –dice, cuyo recuerdo

117
invenciblemente melancólico aparece en el fondo de todos nuestros placeres
de España-tienen a la vez algo de convento y de prisión, de fortaleza y hasta un
poco de harén” (1914:154)

La divulgación del autor francés, a partir de estas dos obras traducidas al

español, tiene como trasfondo aquello que ya comentamos en tanto “la invención de

España”. En Larreta, la relación con Barrès es estrecha: “De vuelta a París, estrechamos

un vínculo66, que fue, para mí, poderoso estímulo de pasión literaria” (1939:66). La

influencia literaria puede entreverse por cierto orientalismo en el tratamiento de

paisajes y personajes en un mundo monumental, lejano y rico. Desde el halo de la

evocación, la sugestión y la aventura sensorial, a partir de procedimientos

impresionistas de su propia novela, así como en la construcción de ese yo que

recuerda su vivencia errante por la España interna, ancestral y católica. De algún modo

es inevitable recordar aquella ironía de Borges acerca del culto del color local como un

culto europeo reciente que los nacionalistas deberían rechazar por foráneo.

Sin embargo, la novela logra contrapesar cierto exotismo, con aquella especie

de reconstrucción arqueológica que le posibilitaron las fuentes históricas consultadas

exhaustivamente por Larreta. La más importante es la Historia de Ávila de Juan Martín

Carramolino, un político y jurista español que se ocupó de describir Ávila: “casa por

casa, iglesia por iglesia, convento por convento” (1939:61). Se trata de fuentes que

incluso le posibilitaron saber “más” o “mejor” que el escritor francés: “Barrès ignoraba

66
En Tiempos Iluminados, Larreta homenajea a Barrès con una semblanza final en la que lo describe
desde su rol como presidente de la Liga de Patriotas durante la Gran Guerra:
“Un exaltador. Ese fue el verdadero papel de Barrès en la política y en las letras. Victoria sobre todas las
tendencias obscuras y bajas del ser, culto del yo, como el verdadero camino de perfección, defensa de la
nacionalidad por la acción de las altas fuerzas morales; la piedad de los muertos, el sacrificio, el honor,
el ideal. Claro está que, en aquellos años de bienandanza, su actitud resultaba un tanto insólita y, para
algunos, majadera […] Cuando se produjo, por fin, la gran agresión: Obscurecimiento de France
[Anatole]. Encumbramiento de Barrès” (1939:184)
118
que Ávila, con hallarse situada tan arriba, había tendido, hacia la parte del Sur, muy

arrimada a su muralla, una populosa morería” (1939:65).

Los vínculos que Larreta recupera en Tiempos Iluminados no son innumerables

y los pocos que aparecen lo hacen para “iluminar” aspectos de su propia vida política,

ideológica y literariamente. Además de la amistad con Maurice Barrès, existe otra

amistad significativa con Ignacio Zuloaga.

Según Inman Fox (1997) hacia fines de siglo XIX, entre las contribuciones más

destacadas en torno de la definición de una cultura nacional, se hallan: la recuperación

del arte de El Greco y Velázquez (valorados inicialmente por viajeros franceses), la

creación de una escuela de paisajismo en la pintura en la que se asume el paisaje como

vía hacia “lo esencial, su carácter, su relación con la mentalidad de los que lo

habitan”(1997: 172) tal como lo sostuvo la generación del ´98 español y, finalmente, la

obra de pintores como Zuloaga y Regoyos (1997:13).

Ignacio Zuloaga es el pintor vasco que realizó aquel famoso retrato del escritor

argentino en París, en 1912 y “por propio deseo”. Zuloaga fue un pintor polémico en

tanto se interesó por hacer ver la “España esencial” desde la ideología del ’98, quien

supo sacar, según Unamuno: “las entrañas eternas de Castilla”. (Cfr. Fox, 1997: 168).

En ese retrato, la figura de Larreta queda asociada con el fondo de la tierra

castellana o, más específicamente, en un cortado de la montaña en la que se eleva la

medieval Ávila, descripta por el propio Larreta en La gloria de Don Ramiro.

La mención de Zuloaga vuelve a señalarnos la participación conjunta y desde

diferentes espacios en la construcción de la identidad española castellano-céntrica

119
entendida como un “rescate” de las raíces hispanas a partir de las formas y los

paisajes ancestrales y en el cual la lengua tiene un valor clave.

La cuestión lingüístico -literaria en La gloria de Don Ramiro desde tres miradas


críticas
Uno de los aspectos cruciales de esa reflexión en torno del legado español se

relaciona con la pregunta acerca de qué lengua literaria le corresponde a esta nueva

nación.

La recuperación de algunas de las voces críticas que se encargaron de La gloria

de Don Ramiro permite evidenciar una cuestión lingüístico -literaria como centro de

una problemática de la literatura nacional. De hecho, la novela aparece en un contexto

de definiciones de políticas culturales de carácter nacionalista tanto en España como

en la Argentina.

La lengua arcaizante de La Gloria de Don Ramiro fue tema de debate, de

validaciones y refutaciones sostenidas durante la primera mitad del siglo XX en la

Argentina. Dicha discusión trasciende a la novela de Larreta y pone de relieve uno de

los grandes temas de las literaturas hispanoamericanas: la conquista de una lengua

literaria propia. Por ello puede ser útil detenerse en tres referentes críticos que se

manifestaron específicamente sobre la lengua de esta novela: Miguel de Unamuno,

Jorge Luis Borges y Amado Alonso.

Las intervenciones de Miguel de Unamuno a partir de sus publicaciones en La

Nación, son solo una muestra del trabajo de acercamiento intelectual entre España y

120
América67 que el autor propició en virtud de su interés por “las cosas de América”. En

uno de esos artículos se ocupa de polemizar con el libro de Leguizamón “De cepa

criolla” para corregir su tesis sobre el criollismo: “cuanto más leo a los escritores

americanos que critican el criollismo, más me convenzo de que en ese criollismo entra

lo español andaluz, extremeño y castellano casi por todo, y casi por nada lo guaraní,

qichua o araucano” (1943:48)

A fin de sostener esta tesis, señala una tendencia en los escritores de comienzo

de siglo XX hacia el casticismo castellano:

He citado a Rojas, he de decir que este interesantísimo escritor, con Lugones, con
Larreta-el autor de La gloria de Don Ramiro-admirabilísima pintura de la España de
Felipe II, y con otros, al marcar una tendencia hacia el casticismo castellano, no
solo no renuncian a lo castizo criollo, sino que lo realzan y ahondan. Es que las
raíces de uno y otro son comunes y no hay nada de eso de lo “diametralmente”
diverso. Si Leguizamón viajara por los pueblos y lugares de España, y sobre todo de
Andalucía y Extremadura, se convencería de ello. (1943:43)

En un artículo de 1909, que luego servirá de prólogo en las ediciones siguientes de

La Gloria de Don Ramiro, Unamuno señala el acierto de la novela en virtud de su

lengua y estilo:

Así logra en realidad un lenguaje y un estilo que, siendo del siglo XX, es también
del siglo XVI, un lenguaje y un estilo que ni son arcaicos o arqueológicos, ni son
modernistas o, si se quiere, modernos. Porque tan falsa es la modernidad buscada,
consciente, de escuela, como el arcaísmo buscado también. Y hay algo en la
lengua, como en lo demás, algo que puede llamarse, siquiera relativamente
eterno; algo que refleja el principio de continuidad de ella, lo más íntimo vital de
su organismo.(1943:177)

67
En “Sobre la argentinidad” señala: “Es fácil que alguno de mis lectores criollos, sobre todo alguno de
los que están tocados de la ´ironía canalla´ de que Rojas nos habla, imaginándose que estoy
macaneando, me interrumpa por lo bajo, diciéndome Pero ¿y a usted quién le da vela en este
entierro…Aquí podría yo, en propia apología presentar los memoriales que me acreditan como uno de
los pocos, de los poquísimos europeos que se han interesado por el conocimiento de las cosas de
América {…} Tiene mucha razón Rojas cuando acusa a los europeos de poca curiosidad cosmopolita, y
cuando, no sin cierto dejo de modestia, se queja de que por acá, por Europa, haya gentes que pasan por
cultas, que apenas si saben hacia dónde cae Buenos Aires” en Unamuno, Miguel de (1943)Temas
argentinos, Buenos Aires, Institución cultural española, p.64.
121
Reconocemos en la oposición “moderno-eterno” aquel reclamo constante de

Unamuno hacia los escritores hispanoamericanos adscriptos al modernismo que

escriben desde París, con un repertorio de temas afines a “la moda del bulevar”

ponderando la lengua y su tradición literaria al punto de renegar de aquel principio de

continuidad con el legado hispano68. Lo que reconoce y festeja en Larreta es ese estilo

moderno o modernista capaz de recuperar lo eterno de la lengua española, su

densidad y su capacidad literaria.

Jorge Luis Borges será el encargado de hostigar, cada vez que sea posible, la

producción literaria de Larreta. En dos entrevistas declara desde la ironía extrema:

“Mis únicos dos vicios: leer la Enciclopedia Británica y no leer a Enrique Larreta” o

también: “Yo no bebo, no fumo, no escucho la radio, no me drogo, como poco. Yo diría

que mis únicos vicios son El Quijote, La divina comedia y no incurrir en la lectura de

Enrique Larreta ni de Benavente.”

La discusión con el estilo de Larreta es parte de un debate mayor acerca del

idioma de los argentinos y del lugar del escritor en relación con esa lengua literaria que

Borges convierte en tema de sus trabajos críticos, ensayos y hasta ficciones.

En el ensayo de 1927, “El idioma de los argentinos”, lleva adelante una

refutación de lo expuesto por Arturo Capdevila, miembro de la Academia Nacional de

Letras de la Argentina y miembro correspondiente de la Real Academia Española de la

68
Más allá de ser reconocidísimo, cabe recordar que Rubén Darío-al igual que otros escritores- ya se
había manifestado en Prosas Profanas con ironía acerca de qué tradición/es sostiene/n su literatura
modernista y que formarían indirectamente parte de ese manifiesto nunca escrito:” El abuelo español
de barba blanca me señala una serie de retratos ilustres: «Este, me dice, es el gran don Miguel de
Cervantes Saavedra, genio de manco; este es Lope de Vega,' este Garcilaso, este Quintana». Yo le
pregunto por el noble Gradan, por Teresa la Santa, por el bravo Góngora y el más fuerte de todos, don
Francisco de Quevedo y Villegas. Después exclamo: Shakespeare! Dante / Hugo... (Y en mi interior:
Verlaine...) Luego, al despedirme: —«Abuelo, preciso es decíroslo: mi esposa es de mi tierra; mi querida,
de París». Las discusiones con Unamuno serán una constante hasta la muerte de Darío.
122
Lengua: “Dos influencias antagónicas entre sí contra un habla argentina. Una es la de

quienes imaginan que esa lengua ya está prefigurada en el arrabalero de los sainetes;

otra es la de los casticistas o españolados que creen en lo cabal del idioma y en la

impiedad o inutilidad de su refacción”. La polémica con Capdevilla –miembro de la

RAE- se centra en el carácter ilusorio de querer fijar el español al uso peninsular y

asumiendo los dialectos en tanto divergencias peligrosas. Borges sentencia allí que:

“En resumen, el problema verbal (que es el literario también) es de tal suerte que

ninguna solución general o catolicón puede recetársele. Dentro de la comunidad del

idioma […] el deber de cada uno es dar con su voz. El de los escritores más que nadie”

(1968: 13-30).

En “El escritor argentino y la tradición”, el ensayo testimonia una de las

intervenciones de Borges tanto en los más cercanos debates sobre las políticas

nacionalistas exaltadas por el peronismo, como en aquellos de mayor gravitación a

propósito de la identidad hispanoamericana y el rol del escritor en estas latitudes.

Borges presenta los argumentos para desestimar el problema del escritor argentino y

la tradición por tratarse de un “seudoproblema”, un problema ficticio, una

interrogación fuera de lugar. En alusión velada a Enrique Larreta, aclara que el hecho

de que “algunos ilustres escritores argentinos escriban como españoles es menos una

capacidad heredada que una prueba de la versatilidad argentina” (2011:313).

La enunciación irónica de un Borges muy alerta a los tonos nacionalistas vuelve

nítidos aquellos aspectos que Larreta se enorgullecería en subrayar: su carácter

“ilustre” que proviene de su propio origen social, “lo español” como “herencia” e

123
identidad en relación con principios biológicos y, a la vez, como parte de un patrimonio

cultural que lo distingue de las masas inmigratorias.

El núcleo de problematización que Borges plantea en relación con Larreta es el

exotismo, la pose, el parecer español- “la españolada” o, en palabras de César Aira, el

modo con el cual se organiza la fetichización de la nacionalidad69.

Finalmente, Amado Alonso dedica un exhaustivo estudio a esta novela de

Larreta titulado “El modernismo en La Gloria de Don Ramiro”(1942) en respuesta

(demorada) al homenaje en torno de los 25 años de la publicación de la novela. Dice

Alonso que “La invitación llega al Instituto” y es aceptada tanto por Raimundo Lida,

Barrenechea así como por él mismo. Este estudio nos interesa porque existe ya una

canonización de la novela, y por el hecho de que el Instituto sea invitado o interpelado

a participar como voz autorizada para una valoración de la novela.

Antes de ocuparnos de la lectura crítica de Alonso es necesario recuperar su

adscripción al Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas que luego llevará su

nombre (“Dr. Amado Alonso”) fundado el 6 de junio de 1923 a instancias de la gestión

de Ramón Menéndez Pidal y de Ricardo Rojas, decano de la Facultad de Filosofía y

Letras de la Universidad de Buenos Aires. El proyecto apuntó a la creación de una

escuela de especialistas argentinos que contribuyera al acervo de la filología universal

y a la promoción de la investigación en áreas como la filología general, romance,

americana e indígena. Tal como lo describe la propia historia institucional70:

69
César Aira señala en “Exotismo” que una vez creadas durante el siglo XIX las nacionalidades se
fetichizan como mercaderías y que esa podría ser la fórmula definitiva del exotismo: la fetichización de
la nacionalidad. Esas mercaderías “se exhiben en un mercado global cuyas técnicas de promoción y
venta, cuyo «marketing» tiene por nombre: exotismo. En Aira, César (1993)”Exotismo” en Boletín/3 del
Grupo de Estudios de Teoría Literatura, Rosario.
70
Cfr:http://www.filo.uba.ar/contenidos/investigacion/institutos/filoylihisp/historia.html

124
De este modo se pone en marcha la investigación en la Facultad de Filosofía y
Letras, bajo la impronta de la Filología española, disciplina consolidada por
Menéndez Pidal y sus discípulos en el Centro de Estudios Históricos de Madrid y
asentada en la íntima unidad de la lengua, la literatura, la cultura y la historia.
Durante los primeros años se sucedieron directores españoles por períodos
breves, hasta que en 1927 las autoridades contrataron por cuatro años a Amado
Alonso, un filólogo español que había trabajado en el mencionado Centro. Su
permanencia en nuestro país se prolongó por diecinueve años. [en línea]

Es importante reconocer la figura de Amado Alonso en tanto discípulo de

Menéndez Pidal, miembro de la sección de Filología del Centro de Estudios Históricos,

el primer centro de investigación creado por la Junta de Ampliación de Estudios 71 en

1910 bajo el lema “por el movimiento hispanista”.

Volviendo al estudio del discípulo de Menéndez Pidal, allí se reconoce que el

éxito de esta novela radicaría en esa “extraña alternancia de arcaísmo y modernidad”

que caracteriza el estilo de La Gloria de Don Ramiro entre dos coordenadas: las

condiciones propias de la novela histórica y las de la escuela modernista: “es una

novela histórica hecha con la prosa modernista […] Larreta tomó las mismas fuentes

que Darío, los escritores franceses del siglo XIX: románticos, parnasianos,

impresionistas y simbolistas”. (1942: 303)

A propósito de la lengua, reconoce que el modernismo cumplió con una

importante necesidad histórica en el desarrollo de la lengua literaria: “Los

modernistas, por así decirlo, han desandado un siglo para cultivar diversas zonas de

71
El Centro de Estudios Históricos tuvo entre sus funciones precisas como: investigar las fuentes,
elaborar ediciones críticas de documentos inéditos; organizar misiones científicas , ejecutar
excavaciones y exploraciones para el estudio de monumentos, recuperar o recolectar los documentos
que den cuenta de los dialectos y el folclore; iniciar en métodos de investigación a alumnos ; comunicar
y brindar apoyo a estudiosos de la historia en el extranjero y dentro de España, formar una biblioteca
para los estudios históricos y establecer relaciones con centros científicos análogos extranjeros. El
Centro buscaba el entendimiento del pasado español, del patrimonio de la cultura propia formada por
la lengua, la literatura, el arte y la historia. Menéndez Pidal y el Centro de Estudios Históricos son
elementos imprescindibles para entender la “invención de la cultura nacional española” (Cfr. Fox
1997:100).
125
explotación artística, que nuestros escritores del siglo XIX se habían dejado atrás”.

(1942:304).

En este mismo sentido Alonso llega al punto polémico que quizás justifique

aquella reticencia-nunca explicitada- por parte del núcleo modernista instalado en

París que, según Larreta, se había mostrado desinteresado frente a la aparición de la

novela en 1908. Dice Alonso:

Hay un nuevo peso en el arte combinatorio de Larreta que, más que extenderse en
el sentido del modernismo, lo contraría. Pues el estilo modernista, tan ecléctico
como voraz en la adopción de procedimientos literarios nuevos, justificaba su
inclusión en la tradición francesa del siglo XIX por la voluntad de arrinconar de una
vez el estilo demasiado tradicionalista de entonces (incluyendo su sintaxis), y
Larreta ha añadido como última yuxtaposición, la convivencia o alternancia del
estilo combinatorio nuevo con el período tradicionalista que los demás quisieron
rechazar.(1942:305)

Alonso describe meticulosamente el estilo de la novela y el carácter arcaizante.

Dice-en coincidencia con Unamuno- que este se explica por la materia narrada y que si

bien se utiliza una sintaxis arcaizante para contar aquello que los personajes hacen

(con el uso de gerundio o participio que anticipa una circunstancia y luego un pretérito

que fija la acción principal), la sintaxis se moderniza a la hora de describir lo que estos

personajes sienten. Otros procedimientos son el uso de pronombre pospuesto; la

abundancia del vocabulario clásico, la presencia de tecnicismos y términos propios de

la vida diaria presentados desde la nominación de la época, la innovación sintáctica

que caracteriza a los impresionistas franceses como la presentación por medio de

oraciones nominales: “blancor de golilas y cabrilleo de joyas sobre los trajes retintos”.

126
Para finalizar, Alonso reconoce en la prosa de Larreta una voluntad de

recuperación-desde el modernismo-de la lengua del Siglo de Oro como materia

estética que propicia una perspectiva nueva sobre el legado cultural español.

127
Bibliografía utilizada:

Aira, César (1993)”Exotismo” en Boletín/3 del Grupo de Estudios de Teoría Literatura,

Rosario.

Alonso, Amado (1942) Ensayo sobre la novela histórica. El Modernismo en «La gloria

de don Ramiro», Buenos Aires, Instituto de Filología.

Arrieta, Rafael Alberto (2003)”Las embajadas intelectuales” en La literatura argentina


y sus vínculos con España, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Disponible en http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmc416t8

Barrès, Maurice Sangre, voluptuosidad y muerte, [s/f], París, Sociedad de Ediciones


Louis Michaud.
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129
Manuel Gálvez y un viaje espiritual a las raíces españolas.

Manuel Gálvez nació en Paraná, en la provincia de Entre Ríos, en 1882, dentro

de una antigua familia acomodada y entregada a la política. Si bien estudió Leyes y

llegó a graduarse en Buenos Aires, no hizo carrera política ni ejerció la abogacía. Su

orientación comenzó a definirse con la fundación de la revista Ideas en 1903. Luego de

sus viajes por Europa, fue inspector de Educación Secundaria y Normal y comenzó una

producción novelesca muy prolífica sostenida a lo largo de décadas. A su vez, gestó

innumerables actividades institucionales, editoriales, y gremiales de gran importancia

para la profesionalización del escritor. Más allá de ser reconocido, fundamentalmente

como novelista, también incursionó en la poesía, el ensayo, la biografía y las memorias

sobre la vida literaria argentina de los primeros sesenta años del siglo XX.

Hacia fines del siglo XIX, Joaquín V. González, Enrique Larreta, Manuel Ugarte,

Ricardo Rojas, son algunos de los intelectuales que vieron en España, en su historia

vinculada a América y en el legado de su cultura, un reaseguro contra la

heterogeneidad de la inmigración.

Como señala Alfredo Rubione: “el hispanismo ha sido un conjunto de ideas y de

actitudes pero también, una multiplicidad de respuestas (también textuales) ante el

cosmopolitismo y el aluvión inmigratorio surgidas tanto dentro del ámbito estatal

como civil” (2006:24). Este giro hispanista emerge hacia la década del `80 y se

manifiesta con fuerza entre 1890 y 1910 y se prolonga, por los menos hasta la década

del cincuenta del siglo XX.

El clima ideológico del Centenario agudizó este espíritu de conciliación hacia

España y de reconsideración de la herencia española que no puede ser reducido a una

130
mera exaltación de la raza o de lo filial. Nos interesa recuperar a Manuel Gálvez en sus

intervenciones rotundas a través de El Diario de Gabriel Quiroga (1910) y El Solar de la

raza (1913). Ambas publicaciones están relacionadas directamente con los viajes que

Gálvez realizó a Europa –especialmente por España-en la primera década del siglo XX.

Manuel Gálvez es indispensable para recuperar otros aspectos de este giro

hispánico que alentaron no solo estas dos obras sino que dieron lugar a un uso (en su

sentido más político) de lo hispánico al servicio de la construcción de un nacionalismo

argentino. Gálvez fue partícipe de ese “dispositivo hispanista” del que nos habla Oscar

Terán, para quien: “Rojas comparte con Gálvez el proyecto de un nacionalismo

espiritualista destinado a combatir el predominio de los valores materiales impuestos

por la inmigración” (1992:133) o bien, como intelectual protagonista de ese “retorno a

España” del que se ocupa en profundidad Alfredo Rubione. (Cfr.2006: 19-42)

El diario de Gabriel Quiroga y El solar de la raza como intertextos

El primer viaje a Europa de Gálvez, a los 22 años, luego de obtener el título de

Doctor, se ajusta al tipo de viaje intelectual característico de una clase social que

entiende el desplazamiento europeo como un viaje a la civilización. España no

pertenece a los destinos contemplados por el Gran Tour de la época y el caso de

Gálvez no es excepción. De hecho, dentro de una estancia europea de seis meses, se

instaló en París y desde allí cruzó hacia España para recorrerla durante el mes de mayo

de 1906.

Su primer viaje se ajusta al tipo de viaje intelectual dentro de la misma lógica

con la que se pensó el viaje en la década del ´80 y que Tamborenea caracteriza así:

131
“viajar es querer apropiarse, se quiere poseer Europa para ser con los europeos

propietarios del saber, del arte, de la historia, de los destinos del país y del mundo al

cual se ha logrado pertenecer” (1992:317).

Sin embargo, desde la retórica de sus relatos, tanto en El Diario de Gabriel

Quiroga como en El Solar de la raza, el paso por España, el “estar allí”, significó para

Gálvez, la revelación de una fuerza filial, una fuerza biológica y desconocida hasta ese

momento. La fuerza de la sangre, en términos de una expresión innegable y no

intelectualizada, como el “instinto” que se “revela” y asalta al viajero de manera

intempestiva. De igual forma esa revelación está referida, prácticamente en los

mismos términos, por Enrique Larreta en Tiempos Iluminados (1939), y de manera

menos virulenta por Manuel Ugarte y Ricardo Rojas.

En Amigos y maestros de mi juventud, Gálvez recuerda ese primer viaje a

Europa como indicios de esa revelación:

Me embarqué un día de diciembre de 1905, en un vapor de la Mala Real, en el


que iba también mi tío José Gálvez con dos de sus hijos. Llegamos a Lisboa y
esa misma noche partimos en el Sud-Express hacia París […] a medianoche en
una estación oí gritar ¡Salamanca! Tuve la sensación de estar soñando, de no
haberme despertado. Imposible me sería describir todo el conjunto de ese
palabra mágica y augusta surgió de pronto en mi alma. Acaso era la España de
mis antepasados que acababa de revelárseme por medio de aquellas nueve
letras72 (2002:238).

Por fuera del “instinto”, Gálvez -al igual que Larreta- había estudiado

profundamente a España antes de embarcarse: “España me apasionaba tanto como

París o Italia. Acaso más que Italia, porque antes de emprender mi viaje a Europa la

había estudiado bastante y la conocía por mis lecturas de los escritores españoles”

(202:249). Muchos años después, en El mundo de los seres ficticios, lo confirma:

72
En todos los casos, las cursivas son nuestras.
132
España me apasionaba desde años atrás. La había estudiado. El arte español,
sobre todo, me era conocido. En mi viaje de 1906 había contemplado, con
sacudidora emoción, los cuadros de El Greco, de Zurbarán, de Valdés Leal y de
Morales; me habían deslumbrado y llevado de sueños de catedrales de Burgos
de Toledo y de Sevilla; y habían tocado mi corazón con violencia las tallas del
Montañés, de Salcillo, de Gregorio Hernández y de otros escultores en madera
(2002:357)

Este primer viaje impacta en la escritura de El Diario de Gabriel Quiroga en el

que la referencia española, o más precisamente Castilla, es una constante:

La emoción sentimental y humana que conmovió mi corazón ante el paisaje de


Castilla la Vieja me hizo comprender, mientras aspiraba en las callejuelas de
Burgos el hálito de la antigua calma castellana, que los argentinos no hemos
dejado de ser españoles y que a pesar de la inmigración y del ambiente
americano, hay algo muy profundo en nosotros que fuera de nosotros solo en
España lo encontramos y que solo en España renace y nos exalta interiormente.
(2001:94)

Durante el mes de su estadía en España, su paso por Madrid le posibilitó

acercarse a los escritores y editores españoles del círculo de Emilia Bazán y Ramón del

Valle Inclán (uno de sus ídolos en ese momento) Antonio de Hoyos y Vinet y a la

Revista Renacimiento (Cfr.2002: 255). Sin embargo, la ciudad de Madrid es la gran

omisión en ambos textos.

Su segundo viaje, en principio un viaje de bodas, por su casamiento con Delfina

Bunge en 1910, que implicó una estancia muy prolongada en Europa, nos demuestra

otro tipo de viaje. Aquel que David Viñas piensa como una variante del viaje estético

de los gentlemen-escritores y de “los hijos del 80” y cuyo signo inicial es la

“purificación del viaje” en términos de “baño de hidalguía castellana, de Grecos

cerúleos y campesinos sabios” que repercutió fundamentalmente en la creciente

posibilidad de ediciones, público y divulgación en España.

133
Una variante que se agrega a esa catarsis heroica es la purificación del ámbito
consagrado del viaje estético, París, a través del pasaje por España: lo que
tradicionalmente, dentro de la hispanofobia liberal de 1810 a 1840 era
desprecio, o desdén entre los señores del 80, después de 1892, al sumarse a la
influencia de Darío y a su prestigio en España, al antiyanquismo idealista de la
guerra de Cuba, en los hijos se convierte en redescubrimiento y apelación
espiritualistas: una «salutación de la sangre» en Larreta, propuesta idealista en
El solar de la raza de Gálvez, «evangelio de belleza» para el Rojas de Cartas de
Europa (2005:56)

Sin embargo, este segundo viaje de Gálvez podría pensarse más que como

variante del viaje estético “purificado”, como un viaje de apropiación plena donde

capitaliza cada contacto en la realización de sus proyectos. Tamborenea (1992:317)

señala que todo viajero se apropia de los lugares de distintas formas y en distintos

grados, la “posesión” puede implicar solo conocer, acceder a lugares o escenas

imaginadas o deseadas. Otras veces, la búsqueda de asemejarse al otro para poseerlo

(el viaje obligado a París desde la segunda mitad del siglo XIX y hasta la segunda mitad

del siglo XX, dan cuenta de esta búsqueda entre los intelectuales hispanoamericanos) o

bien, descubrir lugares desconocidos que es otro modo de fundarlos. Gálvez parece

instalarse en el lugar del descubridor ya no de lugares desconocidos sino de una

conexión espiritual entre las raíces españolas y las argentinas. España se resignifica en

tanto solar, un símbolo valioso para cimentar una nación.

Durante el año y medio de su estancia, Gálvez se preocupó por establecer el

contacto con escritores hispanoamericanos residentes en París (Manuel Ugarte, Rubén

Darío). En París, gestionó la publicación de la novela de su esposa Delfina Bunge,

Simplement, escrita en francés, (luego de asegurarse el juicio literario y el respaldo de

Rubén Darío) y llevó adelante un informe como delegado oficial en la conferencia de

París sobre la cuestión obrera. En Madrid, visitó a Roque Sáenz Peña, ministro

134
plenipotenciario y a Carlos María Ocantos, secretario de la legación y concurrió a las

tertulias madrileñas en el café Lion d´or y en La Jennuese Dorée.

Es necesario tener presente que El solar de la raza fue escrito, al menos, en

tres etapas y entre dos viajes a Europa, en los cuales tomó contacto con el debate

sobre “el problema español”, en pleno clima del Centenario de la Argentina y con

previsibles vinculaciones con El diario de Gabriel Quiroga, publicado un año y medio

antes. Gálvez se apropia de ese pasado como si fuese el primero en verlo (no existen

ningún comentario sobre memorias ni relatos de viajeros argentinos previos a él).

A fines de octubre de 1911, recién llegado de Europa, Gálvez se ocupó de la

corrección de estos apuntes de viaje que derivan en un ensayo nacionalista. Unos

pocos capítulos ya habían sido publicados en forma aislada en La Nación. Gálvez

inicialmente había pensado publicarlo bajo formato de libro en Madrid, dentro de la

colección de la Revista Renacimiento (editorial en la que se tradujo al español y se

difundió la obra de Maurice Barrès dedicada a España) pero, en virtud de ciertas

demoras, terminó por publicarlo por su cuenta en la revista Nosotros en 1913 con un

éxito editorial y una repercusión inusitada73.

El viaje como “lección espiritualista” de lo filial

En El Solar de la raza, Gálvez explicita el carácter del viaje y su memoria como

parte de una misión orientada por un nacionalismo espiritualista de raíces hispánicas.

El libro “pretende contagiar a los lectores de sus sensaciones” en aquellas ciudades

73
El capítulo “Mientras el novelista hace planes” (1910-1914) en El mundo de los seres ficticios
desarrolla el éxito en la difusión de este libro y sus repercusiones críticas tanto en España como en la
Argentina, p.355 -370.
135
españolas. En ellas, ha podido reconocer el alma de la raza y los restos de una antigua

grandeza espiritual.

Esta misión implica, en un comienzo, propagar un afecto por España, la raza, el

idioma, la literatura y el arte español para luego, en un futuro, guiarlos hacia el propio

interior de la nación argentina donde esas raíces han sido atesoradas.

El Solar de la raza se presenta como respuesta ante una urgencia: “la patria

argentina […] reclama la espiritualización para atenuar el torpe materialismo que hoy

nos agravia y avergüenza” (1930: 13). Frente a Esta convicción, cobra fuerza dentro de

ese pequeño grupo que han iniciado –dice Gálvez-: una “obra de evangelización

semejante a la que tuvo en España aquella generación de ideólogos que surgió

después del Desastre” (1930:16).

El Diario de Gabriel Quiroga ya había puntualizado en esta urgencia en pos de

conciliar un sentimiento nacional: “Ha aparecido en los últimos años un sentimiento

vago y complejo y al que se ha llamado nacionalismo […] El nacionalismo significa ante

todo un amor serio y humano hacia la raza y hacia la Patria” (2001:200). En este

momento del Diario se introduce una nota del autor que aclara: “esta palabra,

[nacionalismo] la primera definición de la doctrina y la fecunda propaganda de los

ideales que esta sustenta, ha sido obra del escritor Don Ricardo Rojas” (2001:200).

Este relato comienza por expresar un carácter filiatorio individual desde la

dedicatoria que funciona como una prescripción generalizada para todos los

argentinos:

A mis antepasados españoles; hijos de Hispania, que contribuyen con su


trabajo a edificar la grandeza de mi patria, y a mi abuelo materno, nacido en las
entrañas mismas de Castilla la Vieja, consagro este libro a modo de concreto
homenaje hacia la España admirable: la España donde todavía perdura intensa

136
vida espiritual; la España profunda y maravillosa; la España que es para
nosotros, los argentinos, la casa solariega y blasonada que debemos amar.
(1930: 11)

Y en un texto muy posterior, El mundo de los seres ficticios, Gálvez insiste: “Yo

sentía a España por razones que, un tanto pedantescamente, llamaré biológicas. No

hay en mi ser sino sangre española. Desciendo de fundadores de ciudades y

conquistadores” (2002:357)

La noción de raza y de sangre pautan una vinculación filial extrema en el caso

de Gálvez que no solo le sirve para ubicarse en relación directa, incontaminada,

espiritual y biológica con ese “solar” clave de patria argentina, sino que contribuye a

distinguir y alejar aquello que dentro de esta nación en gestación, resulta foráneo,

desvinculado, extranjero.

El concepto de “solar de la raza” es de gran densidad y logró convertirse en “un

lugar común”. España resulta así el espacio que contiene los valores culturales y

espirituales para los argentinos. Sin embargo, Gálvez no se demora en aclarar que no

se trata de toda España, innegablemente diversa, sino que el solar radica en la España

castiza:

Parece que no existe sobre la tierra un pueblo de psicología más complicada


que el pueblo español. Las profundas diferencias regionales, sobre todo,
contribuyen a hacer más ardua la comprensión del alma española. Pero no
debe atenderse sino al alma castellana. Lo castizo, o sea lo hondamente
español, es lo castellano, de tal modo que bien pudiera decirse que Castilla está
moralmente en toda España. (1930:39)

Como en otros relatos de viaje, en El Solar de la raza, los capítulos se organizan

en relación con el recorrido del escritor. En el caso de Gálvez, el orden responde a las

cuatro regiones donde reúne los pueblos y ciudades visitadas: “España castiza” (con

137
preponderancia frente al resto y a la que le dedica seis capítulos), “España latina”,

“España africana” y “España vascongada”. Galicia como región es omitida en tanto

quedó fuera de sus viajes y no es recuperada de forma alguna. Otra gran omisión se da

en relación con la ciudad de Madrid, al margen de la región de Castilla, donde sí

estuvo, pero que no parece convenir ni al plan de las ideas ni al tono que pretende

plantearse sobre “el solar”74. De cada pueblo o ciudad se recupera un aspecto que

sirve para sustentar una afirmación sobre la identidad española que indirectamente

capaz de significar algo valioso para los argentinos.

La introducción titulada “El espiritualismo español” fija todas las coordenadas

que guían la escritura de Gálvez: la promoción del hispanismo, la distinción de esa

España castellana como raíz genuina de la argentinidad y la urgente campaña

nacionalista a fin de “restaurar el carácter argentino” amenazado por la inmigración.

Desde un primer momento, Gálvez parece prevenirse contra posibles reclamos:

“Parecerá que este carácter nacionalista mal puede tenerlo páginas que tratan de

cosas españolas […] es que nosotros, a pesar de las aparentes diferencias, somos en el

fondo españoles” (1930:19). Más de una vez se explicita la finalidad misma de esta

publicación: “Lo que en concreto pretende este libro es producir el contagio espiritual

de mis sensaciones de aquellas ciudades españolas donde aún vive el alma de la raza y

perduran los restos de una antigua grandeza espiritual. (1930:22)

Como señala Teresa Gramuglio, en Gálvez se descubren las fuentes foráneas

(que ya encontramos en el caso de Larreta) que orientan la denuncia de los males de la

nación. “Barrès y Renan, el concepto unamuniano de “intrahistoria”, los temas de la

74
Madrid pareciera ser omitida en tanto significa para los pueblos de la región de Castilla lo que Buenos
Aires al Interior de la Argentina: “Madrid, como ciudad, ejerció poca o ninguna influencia en mi
sensibilidad y en mi cultura. No me gustó, salvo el Museo del Prado” (200:264)
138
búsqueda del “alma española” y el papel de Castilla en la unificación de España son

referencias explícitas en El diario de Gabriel Quiroga “(2013:141). Estas convicciones

son retomadas y reforzadas en El solar de la raza.

Otro aspecto señalado por Gramuglio en El Diario de Gabriel Quiroga, es la

presentación de los grandes temas de la esfera pública desde el tratamiento ficcional

de un diario íntimo que da como resultado una construcción híbrida, un ensayo

desviado en el que hablan dos voces: el autor (Gabriel Quiroga-alter ego) y el editor

(Gálvez). En relación con esas construcciones híbridas y géneros desplazados, en El

solar de la raza encontramos algo similar ya que si bien, en apariencia se trata del

típico relato de viaje (que en este caso fusiona dos desplazamientos y en dos tiempos

distintos, entre 1905-1906 y 1910-1911) en el que encontramos la experiencia viajera

en primera persona. Ese relato deviene en ensayo de ideas autorizado por el “haber

estado allí” y haber podido “mirar” por detrás de las cosas.

Esa autoridad está fundamentada a partir del propio viajero en virtud de

pertenecer a una raza, adscribir a lo español-castizo y por su condición de americano,

argentino y católico. Y, desde esta misma autoridad, Gálvez denuncia la incapacidad

de los europeos para interpretar a España:

Los europeos no comprenden a España, salvo los artistas; y aun entre ellos, son
pocos los que llegan a penetrarla profundamente. Los franceses buscan en San
Sebastián y Barcelona las escenas pintorescas que solo se encuentran en ciertas
ciudades […] Los escritores franceses suelen componer novelitas impagables
con amores a la reja, chulas, saetas, ambiente de torería y cuyas escenas
ocurren en Barcelona, en Salamanca o en Fuenterrabia. (1930:39)

Gálvez denuncia el orientalismo en el discurso europeo que expone “una

España alegre, por la literaria necedad de los franceses y su grotesca comprensión de

139
los pueblos viriles o profundos” (1930:71). Para ello, se respalda con la historiografía

regeneracionista representada por Rafael Altamira, un historiador reconocido por su

contribución decisiva en la definición de una cultura nacional al servicio de la vida

política liberal, junto con Joaquín Costa y los intelectuales del pensamiento histórico

krausista (Cfr.Fox:1997:13). Altamira en su Psicología del pueblo español, dice Gálvez,

había reseñado la doble evolución de la hispanofobia y la hispanofilia europeas. (1930:

50).

El Diario de Gabriel Quiroga expone una serie de dicotomías en rechazo a un

materialismo desde la apelación de los valores espirituales, tradicionales y religiosos.

La polaridad central y que organiza a las demás, se postula entre un pasado de

heroicidad y un presente decadente. A esta le corresponden otras tensiones y

polaridades: espiritualismo-materialismo; nacionalismo-cosmopolitismo; Interior-

Buenos Aires (Cfr. Gramuglio 2013: 137). En El Solar de la raza no solo reaparecen

estas mismas dicotomías, sino que se suman otras relacionadas con la experiencia

viajera: viaje espiritual–viaje turista y virilidad (castiza-española)-afeminamiento

(cosmopolita-francés).

Las dicotomías están respaldadas por los grandes referentes de Gálvez. Entre

ellos, Maurice Barrès por obras como el El Greco o el secreto de Toledo y La colina

inspirada, además de su prédica nacionalista75. En el famoso texto de 1911 dedicado a

75
Tzetan Todorov en Nosotros y los otros (1991) califica la figura de Maurice Barrès como un discípulo
tendencioso de Renan y Taine. Y recupera la definición de nación propuesta por Barrès quien sabe que
las razas ya no existen y que Francia es una nación: “Una nación es la posesión común de un antiguo
cementerio y la voluntad de continuar haciendo valer esa herencia indivisa”. Por ello, lo que importa
para una nación son la tierra y los muertos”. Por otra parte, el intelectual y político francés sostiene que
la naturaleza es más fuerte que la cultura, y que por ello no puede cambiarse de nacionalidad por gusto
o por propia voluntad: “Aun cuando me hiciese nacionalizar chino y me apegase escrupulosamente a las
prescripciones de la legalidad china, yo no cesaría de elaborar ideas francesas y de asociarlas al francés”
Cfr. Todorov: p.264-269.
140
Toledo, Barrès describió su viaje a través de su experiencia estética con el Greco76.

Esta es la manera en la que el propio Gálvez construye un paisaje de cada una de las

ciudades de España visitadas, desde la clave del arte, en un recorte de aquella España-

en términos de Manuel Ugarte-como “museo”.

Gálvez interpreta las ciudades y pueblos desde sus monumentos y personajes

trascendentales, desde sus hitos artísticos. Lee el “arte hecho piedra”: catedrales,

iglesias, pinturas, paisajes, hombres, o, en clave metafórica, “un pozo espiritual de

agua milagrosa que ha de inmunizarnos contra la peste materialista”.

Si bien el relato de viajes construye territorialidades, esa construcción siempre

se sirve de otros textos. En la representación del paisaje, siempre indiferente para el

lugareño y asumido estéticamente casi con exclusividad por el viajero, la vivencia

estética está mediada por otras representaciones. En Gálvez, la representación de

Castilla está influenciada por las representaciones pictóricas que ha conocido antes de

viajar. Por ello, Ignacio Zuloaga está muy presente en las reflexiones del viajero a la

hora de describir paisajes: “No hay nada tan impresionante como los pueblos en toda

la vastedad del paisaje castellano. Se ven, desde lejos, recortados sobre el horizonte,

como en los cuadros de Zuloaga” (1930:69) Y también, la España revelada dentro de

una tradición de pintores: “Un pintor genial, Zuloaga, se convierte en el revelador de la

España mística, y en sus cuadros de formas feas palpita una gran belleza interior […] El

Greco es el maestro de todos estos hombres inquietos” (1930:38)

76
Gálvez en su estancia en Toledo dialoga, parafrasea y elogia la obra de Barrès sobre El Greco. En
paralelo, cuando Gálvez se ocupa de Ávila, en tanto ciudad mística y de caballería, se detiene en la
escritora inglesa Gabriela Cunnighane Grabam sin hacer ninguna referencia a La Gloria de Don Ramiro
de Enrique Larreta.
141
Los paisajes se construyen además, desde el tono religioso77 que refuerza esta

idea de “comunidad espiritual”: “Castilla nos creó a su imagen y semejanza. Es la

matriz de nuestro pueblo. Es el solar de la raza que nacerá de la amalgama en fusión”

(1930:59). Una enorme cantidad de términos construyen el discurso “espiritualista”:

evangelización, agua milagrosa, misión, mística, fe, santidad, vida espiritual, etc.

Por otro lado, Gálvez lee el mundo social desde el concepto de milie 78 o co-

determinación del ambiente: “Existe una profunda relación entre el medio y el

hombre, de tal modo que si se quiere comprender lo eterno de la raza hay que

penetrar en el espíritu del paisaje castellano. Él nos explica las cualidades esenciales

del alma castellana” (1930:75). Las voces79 de sus pobladores prácticamente no tienen

cabida en el relato del viajero, son contemplados como parte del paisaje, a diferencia

de los que hallamos en Manuel Ugarte y Ricardo Rojas. Y otra vez, es el arte el que

ayuda a “mirar”: “En ninguna expresión de la vida castellana se nota una relación tan

lógica con el medio físico como en el arte y en la literatura” (1930:75). Desde esta

convicción, los ejemplos de Gálvez se circunscriben mayoritariamente al arte y la

literatura realista: El Greco, Zurbarán y Zuloaga, Pérez Galdós, una valoración que

guiará su propia producción futura dentro de la novelística.

Otro referente de consideración en El solar de la raza es Miguel de Unamuno

por su fluidísimo diálogo con los escritores hispanoamericanos, sus obras y

77
Gálvez recuerda: “El suceso de mi retorno a la fe católica había ocurrido entre marzo o abril de 1907,
cuatro meses antes de la publicación de El enigma interior” en Amigos y maestros de mi juventud, p.300
78
Cfr. Canguilhem, Georges (1965) “Le vivant et son milieu” en La connaissance de la vie, Vrin, París,
129 - 197.
79
Una de las pocas voces que se recuperan excepcionalmente en El Solar de la raza es a través de un
breve diálogo con un anciano en Sigüenza: “Un viejo repetía a cada instante, con acento fatalista: ¡Esto
no pué ser! Si seguimos así dentro de poco tendremos que comernos unos a otros. Yo les hablé de mi
país sin tratar de humillarlos ni de exagerar nuestras riquezas. El pobre hombre me contestó que él no
podía porque era viejo. Por lo demás, casi todos los hombres se habían marchado a Buenos Aires ¡Ya no
quedaban en Sigüenza: sino los frailes y las mujeres!” (1930:125)
142
convicciones. Desde las primeras páginas, el ensayista viajero aclara: “nosotros, a pesar

de las aparentes diferencias, somos en el fondo, españoles. Constituimos una forma

especial de españoles” (1930:19) De hecho, Gálvez parece repetir las palabras de

Miguel de Unamuno (1943) en “Sobre la argentinidad” donde señala: “la Argentina,

que también es España, pese a quien pesare, y mucho más España que lo que los

argentinos mismos se imaginan” (1943: 178)

Gramuglio señala las clásicas metáforas médicas propias del pensamiento social

de fin de siglo que aparecen en El diario de Gabriel Quiroga donde la guerra es la

posibilidad de regeneración para un pueblo enfermo sin cohesión social ni cultural. En

El solar de la raza, la salud de esta nación, además, depende de la reconexión con la

raíz castellana como el pozo de agua milagrosa que la inmunice contra las pestes.

Lograr la salud para este pueblo enfermo presupone la alternativa de la

violencia. En el caso de El diario de Gabriel Quiroga, las entradas del 20 de julio de

1908 donde Gabriel Quiroga apunta: “La salvación de la República Argentina está en la

guerra contra el Brasil. La guerra haría que los pueblos se conociesen,, reuniría a los

argentinos en un ideal común, y despertaría en el país entero el sentimiento de la

nacionalidad” (2001:101) o en su entrada del 21 de julio: “Pero no es la guerra con el

Brasil lo que mi patriotismo reclama como única terapéutica […] Es más bien su

consecuencia probable: el desastre” (2001:103). En El solar de la raza no se habla de

guerras ni desastres sino que advierte sobre una zona de conflictividad o guerra

siempre al punto de ser declarada contra los enemigos de España, por lo tanto

obstaculizadores de este plan nacionalista y su acción terapéutica:

Quedan aún enemigos de España, sobre todo entre los normalistas, los
patrioteros, los anticlericales, los mulatos y los hijos de italiano. El odio del

143
mulato hacia España, es el odio del negro al blanco. Los anticlericales ven en
España, como he dicho, un país de frailes y fanáticos, y los italianos y sus hijos
un país rival del suyo en el predominio en la Argentina. (1930:53)

El solar de la raza se asienta en esta identidad colectiva española para plantear

la existencia de una “comunidad espiritual” que une a los argentinos con los españoles

(1930: 41). Los elementos de esa identidad española son los medios para la sanación

en tanto cimentan–para Gálvez-una identidad argentina en riesgo de perderse entre el

materialismo y cosmopolitismo que acecha la ciudad-puerto.

Más allá de reconocer una diversidad constitutiva del pueblo español afirma,

sin ambigüedades, que “la castiza Castilla” es la zona de enclave de aquellos modelos y

valores para una regeneración nacional. Las raíces españolas son reivindicadas -en

tanto castellanas y católicas- y en desmedro de la diversidad de otras tradiciones,

pobladores y formas culturales de algunas zonas de “la España africana”, Andalucía y

Cataluña. Así, por ejemplo, la dominación musulmana no había influido “casi para

nada, sino indirectamente, en la formación definitiva del alma española”; al referirse a

Sevilla, niega el valor de la cultura musulmana:

Los que sentimos el alma de la raza, los que la hemos visto vagar en las
callejuelas de las ciudades castellanas, miramos como cosas exóticas los
arabescos de la Alhambra, los jardines del Generalife, todos aquellos encantos
que nos muestran un pueblo sensual y afeminado. La España castiza, aunque
vieja y ruinosa, la llevamos dentro; la España africana está muy lejos de
nosotros. (1930: 181)

La cita anterior sirve para reflexionar sobre los modos de leer. Gálvez lee

tierra española de la misma manera que lee el interior de su propio país: desde la

fragmentación y el señalamiento de lo diferente, foráneo, no raizal, como disvalor,

corrupción, exotismo, afeminamiento y peste. En oposición, Gálvez valora el viejo

terruño castizo español (viril y profundo) como ese interior en la Argentina, todavía

144
incontaminado, ajeno a la gran ciudad, apartado del materialismo y la extranjería, un

tesoro a proteger: “Los paisajes de Castilla, sugieren al viajero la esperanza de que

aquella raza, fuerte, noble y profunda, en otro clima y en otro suelo, -los de nuestra

Argentina-hará renacer en el porvenir las viejas glorias de la estirpe”. (1930:79)

La relación de continuidad que El Solar de la raza propone a nivel espiritual

coincide con la propia experiencia viajera de Gálvez, quien conoció España entre 1905

y 1906 y luego, entre 1907 a 1909; recorrió frecuentemente las provincias del norte del

país en su carácter de inspector de Enseñanza Secundaria y Normal: “No las conocía, y

por cierto que me produjeron la más honda impresión imaginable. En ellas me sentí

argentino de veras, como me sentí español y cristiano”. (2002: 304)

En Gálvez lo hispano se erige como el material privilegiado e irremplazable de

una praxis orientada a promover un proyecto nacionalista sostenido por los valores

tradicionales de matriz católica. Ahora bien, si la España castiza es lo que tiende a

desaparecer y representa el pasado, Argentina es el porvenir, el futuro. “Con toda su

miseria yo quiero a estas tierras castellanas con el mayor de los cariños, después de

aquel que tengo por mi patria. […] Tal como esperaríamos de cualquier vinculación

filial, se remarca en la cita anterior que América es la solución de continuidad de esa

España castiza que va desapareciendo80.

En el cierre de El diario de Gabriel Quiroga, leemos: “Ahora, compatriota

amigo, solo me resta invitarte a que ames a nuestra patria del único modo que

80
Esta tesis en la que Argentina es la solución de continuidad de aquellas raíces castellanas tuvo
opositores. Uno de ellos, Hurtado y Arias publicó un artículo en La Nación donde rechazaba aquella
representación de una España extenuada y en desaparición y calificaba a El solar de la raza como un
“brillante alegato a favor de todas las reacciones” (Gálvez,2002:363)
145
debemos amarla: siendo buenos, generosos, y nobles […] venerando a Dios, venerando

las tradiciones” (2001:204)

En el caso de El Solar de la raza, las palabras finales explicitan la meta que se ha

perseguido en esta obra: “Lector: He pretendido revelarte el alma de un pueblo, es

decir, lo que no puede hacerse precisamente con palabras ni con símbolos. He contado

con mi instinto y tu instinto, con mi sensibilidad y tu sensibilidad” (1930: 263). El

“revelamiento” explica una conexión espiritual a través del instinto y la sensibilidad,

donde el propio escritor actúa como una especie de médium-más que mediador-es

decir, como aquel capaz de descifrar lo profundo, algo que nos recuerda aquella

conferencia de Leopoldo Lugones en El Payador81.

Finalmente, Gálvez expone una promesa hacia el futuro cercano: “Ahora que

conoces el alma española, espera que algún día yo te dé mi visión del alma argentina

[…] pero antes de presentar la raza. Era preciso conocer el solar” (1930: 263)

Para la construcción de ese futuro donde el solar puede resurgir, la literatura

también es convocada. Gálvez confía en que cierta literatura ha empezado a colaborar

para el restablecimiento del carácter argentino: “[…] aquel se limita a cantar la poesía

81
En la sexta lectura de Lugones en el Teatro Odeón, “el Linaje de Hércules” en la crónica de La Nación,
dice: "Felicitóme por haber sido el agente de una íntima comunicación nacional entre la poesía del
pueblo y la mente culta de la clase superior; que así es como se forma el espíritu de la patria. A la
epopeya con su genuino sabor y su calidad excelente; al auditorio con su sensibilidad, benévola, sin
duda; pero también sutil hasta ser temible, corresponde la belleza del espectáculo. Mi palabra no fue
sino la abeja cosechera que llevó el mensaje de la flor silvestre a la noble rosa del jardín. Rosa con
espinas, sin duda, como lo son las mejores; pero también rica de miel hasta llenarme con ella el alma. Y
como en mi específica sobriedad, apenas necesito una gota - dos gotas, pues por ventura no he de
pensar sólo en mí, teniendo dueña mi colmena - quede el resto para las mariposas, que fueron, en el
caso, blancas manos de mujer, cuyo aplauso exteriorizaba con gallarda intrepidez la palpitación de los
corazones. Esta unanimidad del sentimiento nacional así revelado, constituye mi verdadera satisfacción”
(1991:188). En el caso de El Payador de Lugones, como señala Oscar Terán: “La poesía acumula un
cuádruple privilegio: es expresión particular de la vida heroica de las razas; descubre la relación de
belleza que constituye la armonía de las cosas; realiza una función general del arte, que es la
espiritualización de la materia; y por fin, detecta el sentido oculto del pasado que la historia ha
obnubilado. Naturalmente el entramado de estas afirmaciones colocan en el centro de la patria la
misión del poeta”(1993:38)
146
de nuestros campos, otros adoptan como materia exclusiva de sus escritos, ambientes

locales que describen en prosa nativa, incontaminada por la influencia extranjera”

(1930:17)

Ángel Rama ubica a Gálvez dentro de la cultura pre-nacionalista que ya queda

definida en 1903 con la publicación de Ideas así como en la obra de Ricardo Rojas:

Aunque se estaban alejando forzosamente alejando de la propuesta estética


del modernismo, hayan sido fuertes sostenedores de la obra de la promoción
anterior que hiciera irrumpir Darío desde 1903, porque lo que en ella
compartían era el espíritu de renovación y la militancia opositora contra las
fuerzas conservadoras que aun en la primera década del siglo seguían
actuando. (1994: 121)

Gálvez asume como saludable que la literatura se vuelva nacional. Con ello,

hace propio parte del reclamo continuo de Miguel de Unamuno82 hacia los escritores

de la generación anterior, aquella que Rama identificó como protagonista de “la

cultura modernizada internacionalista”. No solo comparte esta convicción de

Unamuno, sino que su producción literaria responderá a esa concepción de literatura

realista que “ha regresado al terruño”.

Dice Gálvez: “Los escritores y artistas aman y comprenden a España…entre los

escritores actuales, sobre todo entre los nacionalistas, hay una seria corriente de

simpatía hacia España, como hacia la América Española” (1930:40). Esta mención a los

escritores actuales entre los que se incluye, como generadores de nuevos vínculos con

España, conlleva una omisión grave dado que desde fines de siglo XIX, había

comenzado a gestarse una red cultural trasatlántica, entre escritores vinculados con el

82
Este reclamo se expresa continuamente en el epistolario unamuniano. A modo de ejemplo, en la carta
a Rubén Darío del 16 de abril de 1899, dice Unamuno:” No es solo literatura gauchesca lo que yo
quisiera que nos viniese de América […] Me gustaría ver pintados los afanes del estanciero, la labor de
colonización, la fiebre del negocio, etc. Lo que no me parece genuino, y sí de una afectación pegadiza,
son cosas como las de las novelas de Ryles. Menos aún me gustan las de Carrillo” en Miguel de
Unamuno (1996: 58).
147
modernismo, claramente alejada de cuestiones nacionalistas y orientada hacia esa

“literatura neomundial” a la que aspiraba Rubén Darío.

Esa red cultural, que implicó una serie de intercambios estrechos y sostenidos

en el tiempo a través de lecturas, editoriales, publicaciones, corresponsalías,

epistolarios, viajes, encuentros personales, tertulias, no reconocida en El Solar de la

raza fue precisamente, la que aseguró una nueva plataforma de intercambios entre

escritores españoles e hispanoamericanos que la generación siguiente, la de Gálvez,

usufructuó.

148
Bibliografía utilizada

Canguilhem, Georges (1965) “Le vivant et son milieu” en La connaissance de la vie,


Vrin, París.

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1910, Buenos Aires.

Gramuglio, María Teresa (2001) “Estudio preliminar” a El Diario de Gabriel Quiroga,


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Tamborenea, Mónica (1992) “La constitución de la subjetividad en los relatos de viaje


del ´80” en Dispositio, Volumen XVII, Nº42-43.

Terán, Oscar (1992) “El dispositivo hispanista” en Luis Martínez Cuitiño y Élida Lois
(Eds.), III Congreso Argentino de Hispanistas España en América y América en España,
Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Filología y Literaturas
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Terán, Oscar. “El Payador de Lugones o la mente que mueve las moles” en Punto de
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Todorov, Tzetan (1991) Nosotros y los otros, México, Siglo XXI editores.

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149
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de Salamanca.

Viñas, David (2005) Literatura argentina y política, De los jacobinos porteños a la


bohemia anarquista, Buenos Aires, Santiago Arcos editor.

150
Algunas Conclusiones

Los continuos viajes de los escritores hispanoamericanos por Europa definen

parte de la vida letrada de fines de siglo XIX y comienzos del XX en América Latina.

Como advierte Zanetti (1994), “las sensaciones de viaje” o “los recuerdos de viaje”

construyen un rico campo semántico que no deben circunscribirse al “viaje estético”

en virtud de su peso significativo en el imaginario del momento y de su función

religadora.

La revisión de algunos de esos relatos de viaje, así como de las memorias y

crónicas, nos posibilita no solo reconstruir parte de ese giro hacia España sino también

un momento clave dentro de la historia de los intercambios culturales entre Argentina

y España que da base a muchos otros intercambios a lo largo del siglo XX.

El giro hispánico se explica –como señalamos- por varios factores. Por un lado,

el viaje desplazado de París a Madrid por parte de los escritores hispanoamericanos

modernistas que se sostuvo a partir de esa red de relaciones en un trabajo de

religación previo. Un desplazamiento propiciado por el mutuo conocimiento entre el

ámbito literario español y el hispanoamericano, activado desde los contactos

personales, el intercambio epistolar, la circulación de libros, la colaboración en la

prensa periódica.

Otro de los factores centrales está en el espíritu de reconciliación con España

vinculado estrechamente con una nueva consciencia en los países de la América

española sobre su herencia cultural, luego de la guerra por Cuba. Una nueva

consciencia que los escritores e intelectuales sostuvieron desde un primer momento.

Pensemos en Manuel Ugarte, Enrique Rodó e incluso, Paul Groussac y en palabras más

151
que elocuentes a la hora de fijar un posicionamiento en “El triunfo de Calibán” de

Rubén Darío:

España no es el fanático curial, ni el pedantón, ni el dómine infeliz, desdeñoso


de la América que no conoce; la España que yo defiendo se llama Hidalguía,
Ideal, Nobleza; se llama Cervantes, Quevedo, Góngora, Gracián, Velázquez; se
llama el Cid, Loyola, Isabel; se llama la Hija de Roma, la Hermana de Francia, la
Madre de América. (1955:571)

Por último, el hispanismo, convertido en un nítido componente ideológico de

los procesos nacionalistas en la Argentina del aluvión inmigratorio. Un hispanismo que

motivó un itinerario nuevo dentro del tradicional viaje intelectual por Europa: el viaje

a las raíces hispánicas, a la tierra de los abuelos y bisabuelos.

A partir del análisis de viajeros de otras literaturas de Latinoamérica

(Venezuela, Colombia, México, etc.), Fombona señala: “visitar España significa un

peregrinar hacia lo nacional, hacia el génesis de la raza, especialmente en el momento

que sobre Hispanoamérica se cierne la amenaza de la inmigración. Aquí, el viaje a

España se enviste con un sentido nacional” (2005:174). Esta es la actitud a la que

adscriben Ricardo Rojas y Manuel Gálvez para pensar una nación.

La red cultural, que se conformó y funcionó más allá de la gestión directa de

políticas e instituciones oficiales, posibilitó nuevas intervenciones cuyos ejes de

discusión apuntan a los grandes temas supranacionales: la tradición hispánica, la

autonomía cultural americana, el lugar del escritor latinoamericano y la tradición, las

políticas sobre lengua. Los relatos y memorias de viaje de Ricardo Rojas, Manuel

Gálvez, Manuel Ugarte, la ficción de La gloria de Don Ramiro de Larreta son parte de

esas intervenciones.

152
Como vimos en cada capítulo, la “reconsideración” de España tiene sus

particularidades en cada autor en virtud de su trayectoria, subjetividad y aspiraciones.

Sin embargo, en todos los casos, evidenciamos la rectificación de esa tradición anti-

hispánica que caracterizó el paradigma intelectualidad argentino desde la

emancipación y hasta 1880.

Si bien es innegable que el proceso de “invención nacional española” – desde

el regeneracionismo - aportó a nuestros viajeros (especialmente en el caso de Manuel

Gálvez y Ricardo Rojas, partícipes clave de la cultura pre-nacionalista) un bagaje

ideológico estimable, esto no significa decir España haya sido asumida en tanto

“rectora” de los destinos de América Latina.

Por otro lado, en relación con el concepto de escritores migrantes, en

“Migrancia, memoria y modernidad”83, Abril Trigo señala que los escritores migrantes

se comportan en tanto mediadores e importadores de modelos estéticos que dan

lugar a fenómenos nuevos dentro del desarrollo de literaturas nacionales desde esa

situación de extraterritorialidad: “Todo escritor migrante es un agente modernizador a

partir de su dispersión o dislocación dentro de esa República mundial de las letras”. En

el caso de los hispanoamericanos, no solo intervinieron dentro del espacio francés con

su presencia concreta - sin inclusión efectiva en el campo literario francés84 - sino

83
Trigo, Abril. (2000) “Migrancia, Memoria y Modernidad”, en Mabel Moraña (editora) Nuevas
Perspectivas desde/sobre América Latina. El desafío de los estudios culturales. Providencia, Santiago.
84
Casanova explica esta “marginalidad” desde una lógica no muy diferente de los detractores del
modernismo hispanoamericano: “los cambios introducidos por Darío y Brandes en sus respectivos
espacios nacional y lingüístico-cultural pertenecen más al ámbito de la aceleración temporal que al de la
innovación literaria. Constituyen más bien actualizaciones o adaptaciones de la moda que revoluciones
(…).Por ello no pueden ser consagrados en París como innovadores, es decir, creadores capaces de
volver a poner los relojes en hora, pero contribuyen poderosamente a unificar el espacio literario
imponiendo posiciones autónomas, a través del modelo de la modernidad parisina […] Estos
cosmopolitas “excéntricos” participan en la producción del valor literario dentro de la “banca universal”
de cambios e intercambios”. (1999:137)
153
también como agentes modernizadores muy activos hacia dentro de sus propias

literaturas americanas así como en el interior del campo literario español. Nuestros

viajeros o bien son participes directos de esta acción modernizadora (Ugarte) o bien,

testigos de esas arduas tareas (Rojas, Gálvez, Larreta).

Esta España de comienzos de siglo XX- que también pertenece a una

“periferia”, la europea, comienza a ser considerada como espacio genuino para la

creación de una plataforma cultural hispanoamericana. La construcción de una noción

moderna de la literatura hispanoamericana se gesta también, dentro del marco de una

dialéctica, en la relación estrecha entre Rubén Darío, el modernismo y los “Nuevos

poetas de España” (Juan Ramón Jiménez, los hermanos Machado, Benavente, etc.)85

El recorrido por cada uno de textos de nuestra selección buscó responder

algunas preguntas acerca de cómo se escribe el viaje de un sudamericano sobre

España de comienzos de siglo XX, sobre los elementos que entran en juego en esa

“construcción” de España y la imagen que el propio escritor viajero se construye en

relación con ella desde el lugar de la filiación o la afiliación. Nos interesó, además, leer

esas “visiones de España” a partir de los diálogos que los textos mantienen con otros

discursos (americanistas, europeos, cosmopolitas etc.) y otros escritores (franceses,

españoles o hispanoamericanos) así como reconocer qué ha privilegiado en cada caso,

la mirada del viajero teniendo en cuenta el contexto hispanoamericano desde el cual

viaja y el contexto español al momento de su viaje, más o menos explicitado, según

cada autor.

85
Casanova recupera parte de una entrevista en la que Borges afirma: “Viene Darío y ya se renueva
todo. Y se renueva en América, y luego llega a España e inspira a grandes poetas como los Machado y
como Ramón Jiménez para solo limitarnos a dos. Sin dudas hay más”. En Jorge Luis Borges/Osvaldo
Ferrari (2005) En Diálogo I, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, pág.90.
154
Nos preguntamos sobre el posible influjo así como su resistencia frente al

discurso del “orientalismo” preexistente en la imagen libresca europea-principalmente

francesa-, consumida por nuestros viajeros, en la que España es un espacio fuera de la

“civilización europea”, “como el Oriente” y abierto “a la fantasía erótica y lo

fantástico” (Fombona, 2005 : 155)

Finalmente, tratamos de reconocer algunas de las estrategias discursivas que

procuran esa transición entre las imágenes de España “enemiga” a la de “madre” de la

cultura hispana, las analogías y comparaciones como operaciones que procuran

señalar, en algunos casos, una conexión indisoluble o bien una distancia superadora

entre Argentina y España.

En el caso de Larreta, lo español constituye la posibilidad de marcar la

pertenencia a una aristocracia dada por el abolengo y la erudición cultural distintiva

dentro del nuevo escenario cosmopolita inmigratorio de la Argentina de comienzos de

siglo. La herencia española es asumida con una significación nacionalista, desde la

exaltación de la tradición hispánica y los valores del espíritu para la formación del

espíritu nacional recorre los textos de Ricardo Rojas y Manuel Gálvez definidos por

Viñas como “hidalgos pobres de las provincias que hacen valer su abolengo y su

parentesco”. Por su parte, la mirada sobre España en Manuel Ugarte es singular ya que

está atravesada por el internacionalismo socialista y la lucha por la liberación de

América Latina.

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