TP Cuanti y Cuali
TP Cuanti y Cuali
TP Cuanti y Cuali
Introducción
Nuestra unidad de análisis fue el proceso de aprendizaje organizacional (Gore, 2020) que se
vivió en torno al fenómeno del trabajo remoto en la APN y las percepciones que los agentes
manifestaron al respecto. Esto no excluye que al mismo tiempo se observen otras
problemáticas emergentes, como ser la alteración de las rutinas respecto de las reuniones, la
sospecha de invasión de la privacidad mediante la tecnología, la sobrecarga de trabajo, por
citar algunas.
En la actualidad, uno de los principales desafíos que enfrentan las organizaciones públicas
consiste en adaptarse rápidamente a múltiples, complejas y dinámicas demandas de la
sociedad, y además hacerlo en un entorno de vertiginosos cambios económicos y tecnológicos
(De Vries et al., 2019). Esto de algún modo las incentiva a innovar, es decir, desarrollar y
adoptar nuevas prácticas que, en muchos casos, generan discontinuidades o rupturas con
formas estandarizadas, cristalizadas en diferentes procesos y procedimientos, y que habían
demostrado ser exitosas hasta el presente.
El teletrabajo o trabajo a distancia puede definirse como aquel que es llevado adelante
mediante el uso de medios tecnológicos (OIT [Organización Internacional del Trabajo], MTEySS
[Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social] y UIA [Unión Industrial Argentina], 2011),
como una forma de organizar y/o realizar un trabajo utilizando tecnologías de la información y
las comunicaciones (TICs), herramientas que ayudan a llevar adelante procesos ejecutados por
personas, y que tienen impacto organizacional al permitir que esas tareas, que también
podrían realizarse en las instalaciones del empleador, se lleven a cabo fuera de ellas
(Eurofound y OIT, 2017; Svidronova et al., 2016).
Este uso de las TICs para el trabajo a distancia se ha considerado por algunos autores como
una alternativa para disminuir costos y tiempos de traslado de los trabajadores, y una
oportunidad para replantear desafíos derivados de la infraestructura necesaria para
desarrollar tareas de forma presencial, lo que valdría tanto para el sector privado como el
público (Benjumea-Arias et al., 2016).
En este contexto, el trabajo a distancia ha avanzado como modalidad en muchos países. Como
ejemplo, cabe mencionar que más de 9 millones de personas ya utilizaban el trabajo remoto
en Europa para el año 1999 (European Commission, 1999). En América Latina, algunos autores
reconocen que la implementación del teletrabajo ha alcanzado gran extensión en los últimos
años, y lo han vinculado a los avances en el desarrollo de las TICs, la búsqueda de mejoras en la
productividad en algunas empresas, la satisfacción de los empleados y disminución de los
gastos de transporte, ropa, alimentación, etc. (Benjumea-Arias et al., 2016).
Por último, cabe destacar el papel de la crisis por la pandemia de COVID19 en la aceleración y
extensión del trabajo a distancia. Ante el aislamiento social, preventivo y obligatorio adoptado
en Argentina, y medidas de similar alcance en gran parte de los países del mundo, el trabajo a
distancia se vuelve una alternativa relevante para llevar a cabo tareas tanto del sector público
como el privado, ya que esta herramienta permitiría mantener ciertos niveles de actividad en
varios sectores. En Argentina, por ejemplo, el teletrabajo puede llegar a alcanzar alrededor del
30% del mercado laboral (Albrieu, 2020).
La pandemia del COVID-19 y las medidas precautorias para evitar el contagio del virus, como la
extendida suspensión de actividades no esenciales, han generado la necesidad de implementar
nuevas modalidades de llevar a cabo la actividad laboral bajo la forma de teletrabajo. Ante
esto, resulta relevante conocer cuáles son los beneficios y los impactos negativos derivados de
su implementación.
Por otra parte, también se evidencian aspectos negativos, que pueden incluir mayor
aislamiento profesional, en desmedro de la dimensión colectiva del trabajo; inconvenientes
para el desarrollo de carreras y formación; menor compromiso laboral; exceso en la cantidad
de horas trabajadas; riesgos de precarización, informalidad y explotación; sesgos de clase y
género; trastornos físicos y psicológicos producto del estrés y las dificultades para la
desconexión y combinación de vida privada con obligaciones laborales; entre otros.
Si bien el trabajo remoto ya era una modalidad en crecimiento desde fines del siglo XX, a partir
del desarrollo exponencial de las TICs y que hoy en día sería una herramienta que ha
demostrado ser útil en contextos que requieren medidas de emergencia y distanciamiento
social, también se manifiesta necesaria e ineludible una adecuada regulación que proteja los
derechos de los trabajadores, sus aspectos colectivos y el vínculo entre las partes para evitar
abusos y zonas grises.
La Situación En Argentina
La Argentina no contaba, hasta hace unos días, con una reglamentación específica para el
teletrabajo (agosto 2020), lo cual, acelerado por la coyuntura, había puesto el tema en el tope
de la agenda legislativa: aunque el primer proyecto sobre teletrabajo fue presentado en 2007
por el ex Ministro de Trabajo Carlos Tomada, durante 2020 ingresaron al Congreso 17
proyectos para regular la materia[1]. Recientemente fue sancionada la Ley[2] que recoge los
aportes de los proyectos previos, así como ideas de diferentes ámbitos (políticos,
empresariales, sindicales, académicos, de organizaciones sociales, y otros Poderes del Estado),
aunque no ha quedado exenta de críticas y deberá trabajarse en su reglamentación.
Ahora bien, en la práctica ¿qué ha sucedido a nivel estatal en Argentina? Según datos de
la Secretaría de Gestión y Empleo Público (2020), de los 379.958 empleados públicos
nacionales, 193.064 corresponden a las fuerzas armadas y de seguridad (51%), y no han dejado
de desempeñar sus tareas en el territorio. Dentro del ámbito civil, cuya gran mayoría trabaja
en el Área Metropolitana de Buenos Aires, el relevamiento efectuado entre 84 jurisdicciones
indica que el 63% se encuentra desempeñando funciones de manera remota, mientras que el
14% mantuvo sus tareas presenciales. El estudio cuantitativo llevado adelante por la Secretaría
de Gestión y Empleo Público (2020), sobre un total de 17.858 respuestas efectivas, arroja que
el 28% de los encuestados tienen a cargo equipos de trabajo, y casi el 80% de ellos tiene
afectado un mínimo del 75% de su equipo en tareas remotas. Otro dato interesante está
representado por la disponibilidad de equipos tecnológicos: el 79% indica que utiliza sus
propias herramientas.
Aunque lo expuesto anteriormente parece afirmar la tesis que sostiene que las nuevas
tecnologías han colaborado de forma determinante con la posibilidad de mantener el
funcionamiento del Estado, que resulta clave en este contexto de pandemia para administrar
múltiples y variadas necesidades y urgencias, es necesario destacar que no se trata de algo
generalizable ni homogéneo, ya que no todos los organismos públicos pueden funcionar
normalmente, ni todas las tareas son pasibles de ser realizadas a distancia (Unamuno y
Sabareso, 2020).
Metodología
1. ¿Cuál es su primera impresión -o balance general- del efecto del teletrabajo en las
Administraciones Públicas?
2. ¿Cuáles efectos del teletrabajo perdurarán cuando pase la pandemia y cuáles se diluirán?
4. ¿Cuáles son los perfiles laborales, grupos o áreas, más favorecidas por el teletrabajo?, y a la
inversa, ¿cuáles sectores de la AP o quiénes son los más perjudicados?
7. ¿cree que aumentó la carga horaria diaria de trabajo o que la extendió incluso a días y
horarios no laborables?
8. ¿Cree que el teletrabajo es invasivo de la privacidad del trabajador? ¿cree que permite un
mayor control de los actos del teletrabajador? ¿cree que las cámaras se activan solas o que se
contabiliza el tiempo que el teletrabajador está frente a su máquina?
9. ¿Cree que las jefaturas, cuando pase la pandemia, están capacitadas para seleccionar a
quiénes deben ir al teletrabajo?, ¿favorecerán el teletrabajo en los casos de sus amigos o en
los castigados?
10. ¿Qué opina del argumento que señala que el teletrabajo de la administración pública es lo
mismo que la “uberización” o el trabajo de plataformas?
11. ¿hay algo más que quiera manifestarnos al respecto y que no le hayamos preguntado?
1. ¿Cuál es su primera impresión –o balance general– del efecto del teletrabajo en las
Administraciones Públicas?
En general se observa un balance positivo respecto de los primeros efectos del teletrabajo. Si
bien este es un estudio cualitativo, podemos decir que cerca de dos tercios de nuestros
informantes clave se expresaron positivamente.
Como un primer ejemplo del argumento positivo, tomamos las palabras de nuestro informante
10:
“El balance general es que el teletrabajo tiene una enorme potencialidad. De hecho, fue
implementado casi de la peor manera, en forma expeditiva, sin aviso y sin capacitaciones
específicas previas, sin planificación, y pese a todo eso, funcionó razonablemente bien en
muchos casos”.
Y como ejemplo de argumento negativo, las palabras del Informante 23 que nos dice:
2. ¿Cuáles efectos del teletrabajo perdurarán cuando pase la pandemia y cuáles se diluirán?
Una de las percepciones más recurrentes fue la que señalaba que uno de los efectos que
perduraría sería justamente la distinción entre tareas “teletrabajables” y no. Es decir, que de
alguna forma la experiencia de trabajo remoto forzada habría evidenciado claramente esta
distinción.
“Cuando pase la pandemia, sin duda, la experiencia nos habrá probado cuál tarea es pasible de
ser realizada con teletrabajo y cuál no”.
Otra percepción muy recurrente fue la que expresó tanto su conformidad como su desagrado
con la flexibilización del horario laboral.
“Creo que una de las grandes lecciones que nos dejará la experiencia del teletrabajo es la
flexibilización del horario de trabajo. En mi caso me permite regular o articular mi trabajo con
otras actividades que hago en mi hogar y eso para mí es algo muy positivo...”
Existe también una mención bastante frecuente que tuvo que ver con la flexibilización del
horario de trabajo y su impacto sobre el sistema de transportes de la ciudad. En palabras de
nuestro informante 9:
“… es algo horrible que el sistema te permita saber cuánto produce cada uno, esto puede abrir
las puertas a controles mayores, como en las fábricas de inspiración fordista…”
En relación a los efectos sobre el costo de la infraestructura del puesto de trabajo, fue una
percepción muy presente entre nuestros entrevistados y fue valorada como positiva y negativa
al mismo tiempo. Nuestro informante 37 se manifestó favorablemente respecto de la
reducción de costos:
“…me parece que los costos de mantenimiento de una oficina pública van a reducirse
significativamente. Esta experiencia nos muestra que existen muchas tareas que ya no es
necesario desarrollarlas en la oficina. Nos va a permitir reducir costos, usar edificios más
pequeños, o directamente, trasladar ciertas oficinas a otros lugares más pequeños que no
estén necesariamente en el centro de la ciudad… favorecería una cierta descentralización.”
Por otro lado, nuestro informante 13 se expresó de una forma negativa con respecto al mismo
problema:
“…cuando empiecen a reducir los costos, van al poco tiempo a empezar a pensar en reducir la
cantidad de gente que trabaja en el Estado… mi experiencia de los 90 dice que hay un cierto
grupo de gente que solo piensa en achicar los costos, achicar el Estado, echar gente… en
síntesis, se despierta el apetito por el ajuste, por ello creo que el teletrabajo es negativo.”
Otra percepción muy fuerte es la que señala que el gran aprendizaje que deja la pandemia en
la Administración Pública es el mejoramiento de las reuniones virtuales gracias a las distintas
tecnologías disponibles. En palabras de nuestro informante 35:
“…la reunión va a cambiar radicalmente. Sin duda la tecnología demostró que se pueden hacer
mejores reuniones, más rápidas y que puede participar más gente que lo que teníamos antes…
las tecnologías de teleconferencia van a ser cada vez más demandadas y ya no hay marcha
atrás. En mi experiencia actual las reuniones de trabajo que antes ocupaban mucho tiempo,
hoy son más rápidas por las videoconferencias. Incluso, esas que se cortan a los 40 minutos
(las gratuitas) porque te obligar a ser más expeditivo…”
“…nadie puede negar que la cuarentena que nos llevó al teletrabajo, se transformó en la
auditoría de procesos más grande de la historia de toda la Administración Pública Nacional…
todos tuvimos frente a nosotros de una forma clara y evidente cuáles de nuestros procesos
funcionaron bien y mal, cuáles son útiles y cuáles inútiles… y lo hicimos de una forma
participativa… no creo que haya otro ejemplo histórico de auditoría colectiva como éste…”
También emergió una percepción medianamente extendida, respecto de los grupos que van a
apoyar la permanencia del teletrabajo. En palabras de nuestro informante 17:
“Pienso que surge un mayoritario grupo de empleados adeptos a esta modalidad (el
teletrabajo) y que, sin duda, van a presionar para que continúe. A algunos les va a costar
retornar a la normalidad anterior… La escasa resistencia actual y la falta de quejas
generalizadas respecto del teletrabajo es prueba de lo que digo…”
“Cuando volvamos del teletrabajo por emergencia sanitaria, la mayoría de las actividades
volverán a la normalidad. Solamente aquellas que demostraron su utilidad un 100%, seguirán
en teletrabajo…”
En general se observan tres argumentos distintos, los primeros dos son levemente
preponderantes y están integrados por los que creen que no aumentó la productividad y los
que sostienen que el resultado es nulo. Y en una proporción menor están los que señalan un
crecimiento productivo.
“No creo que la productividad haya aumentado. Si se mide contra un pasado en el cual había
también actividades presenciales, respecto de ahora, que no hay actividades presenciales,
sería engañarse. Habría que comparar contra una situación previa de teletrabajo y no la hubo.”
“La productividad parece mantenerse igual en mi organización. Y habría que ver caso por caso
y tarea por tarea en la Administración Púbica en general, pienso que el resultado es
heterogéneo porque es una organización compleja.”
“No pienso que haya aumentado la productividad inmediatamente. Pero para quienes
conocemos al Estado, sabemos que es una maquinaria que puede tardar en arrancar, pero una
vez que lo hace, poco a poco tiende a mejorar su desempeño en ciertos temas.”
“Es contradictorio. Yo personalmente veo que trabajo más y le dedico más horas al trabajo,
que antes se me iban en viajes. Pero creo que mi organización no está produciendo más ni
mejor.”
“…al no tener que viajar, ese tiempo extra lo invierto en mejorar la calidad de mis informes o
en actualizar el trabajo que tenía atrasado. En la oficina, nunca dispongo de tiempo para
hacerlo, ya que muchas veces por las reuniones presenciales, teléfono, se me pasa el día”.
La disminución del tiempo de trabajo que se pierde en los viajes a la oficina parece ser
señalada como una causante del aumento de la productividad.
4. ¿Cuáles son los perfiles laborales, grupos o áreas, más favorecidas por el teletrabajo?
¿Cuáles fueron los perjudicados?
Como resultado de esta pregunta encontramos dos grandes grupos, los perjudicados y los
beneficiados. Podemos decir que el límite entre ambos no es tan estricto, dado que hay
aspectos sobre los que se produce una valoración negativa y positiva según el opinante en
cuestión. Como vimos anteriormente, la percepción de cierta flexibilización de la jornada
laboral puede ser para ciertos actores una cuestión positiva, mientras que para otros es una
pérdida de derechos laborales.
PERJUDICADOS
Los que no tienen la infraestructura hogareña apropiada (máquina, buena conexión a internet,
un espacio para teletrabajar, etc.).
Los “presencialistas”, es decir, aquellos cuyas tareas y funciones pasan necesariamente por la
presencialidad (atención al público, controles migratorios, controles físicos de depósitos,
controles aduaneros, controles de mercaderías y mercados, etc.).
La familia, porque la desestructuración del horario de trabajo de alguno de sus miembros lleva
a la desestructuración del grupo.
Los trabajadores informales porque es muy difícil que puedan ser incluidos en el teletrabajo.
Las jefaturas “antiguas” o “poco imaginativas” o “verticalistas” que ejercían el control por
presencialidad del empleado o utilizaban el disciplinamiento de “venga a mi oficina”.
Como vemos, el espectro de los perjudicados parecería estar centrado en la edad del
teletrabajador, las características presenciales del trabajo que realizaba, las mujeres y/o
hombres con hijos a cargo, y los que creen que la flexibilidad horaria desestructura su vida
cotidiana. Pero el dato llamativo resulta ser cierta actitud anti tecnológica que percibe como
“la apertura de la caja de Pandora” al cambio operado.
BENEFICIADOS
Los “tecnificados”, todos aquellos cuyas tareas tengan una naturaleza tecnológica, como
técnicos, profesionales, investigadores, informáticos, etc.
Las mujeres sin hijos a cargo y con orientación multitarea. Les permite administrar mejor su
tiempo de trabajo.
Las jefaturas modernas que saben trabajar en red o de una forma proactiva y flexible.
En cuanto a los beneficiados, parecerían centrarse en los grupos que ya tenían sus tareas
tecnificadas o que son proclives a la innovación tecnológica. También aparecen los más
jóvenes y los que no atienden al público o trabajadores con problemas de movilidad física.
También resulta interesante señalar los grupos que sostienen “la teoría del paraíso digital” que
podría ser resumida en la idea de la tecnología como solución principal a todos los problemas
de la organización.
Una de las percepciones claramente predominante es que la “calidad” del trabajo se mantuvo
igual, es decir, ni mejoró ni empeoró.
“La calidad del trabajo se mantuvo igual que antes, porque los procesos siguen siendo los
mismos, y simplemente, se hacen a la distancia, con lo cual, no hubo cambios al respecto.”
“Al haber ido al teletrabajo por emergencia sanitaria, no se revisaron los procesos o rutinas
que sigue la organización pública, con lo cual no hay un mejoramiento de lo que hacemos,
simplemente una reproducción por medios digitales.”
El argumento subyacente en los entrevistados estaría centrado en que los procesos que
estructuran nuestras tareas laborales siguen siendo los mismos, por lo tanto, el teletrabajo
solo representa una continuación del mismo procedimiento, pero por medios digitales. Para
estos informantes, el incremento de la calidad del trabajo estaría claramente ligado a la
mejora de los procesos. Como ya lo dijera en la pregunta 2 nuestro informante 22, la
cuarentena significó la auditoría de procedimientos más grande de toda la historia de la APN
porque nos permitió ver a todos, al mismo tiempo, cómo funcionaban nuestros procesos
organizacionales.
Es una de las respuestas que obtuvo un nivel de apoyo más contundente. Más de dos tercios
de nuestros entrevistados señalaron que el teletrabajo aumentó la carga horaria diaria de
trabajo.
“Al principio [de la cuarentena] se teletrabajaba más. Pero luego muchos, fuimos intentando
acomodar nuestros horarios en una forma más inteligente y cercana a una jornada laboral
promedio.”
En un segundo lugar aparecen los que opinaron que la carga horaria se mantuvo “igual” a la
etapa pre pandemia.
“Yo creo que trabajo la misma cantidad de horas que antes… salvo que se alargó mi jornada
laboral. Ahora estoy teletrabajando entre las 8 y 22 horas, pero hago frecuentes y largos
cortes.”
“Desordenó mi horario laboral y el del resto de la gente. Formalmente estoy todo el día
conectado, pero hago cortes y estoy produciendo la misma cantidad de expedientes que
antes…Yo siento que, en tiempo de trabajo real, es lo mismo que antes, pero con más
interrupciones.”
“La carga horaria neta es similar, aunque está distribuida de una forma más extensa en el día.
Por ello, los trabajadores tenemos que plantear nuestro “derecho a la desconexión” …
tenemos que reorganizar la jornada laboral. Por ello hay que regular pronto al teletrabajo.”
En tercer lugar, aparecen las percepciones que indican que el teletrabajo disminuyó la carga
horaria.
Para cerrar esta pregunta, queremos señalar que la percepción predominante fue la que
señaló que el trabajo remoto aumentó la carga horaria de trabajo diaria.
7. ¿Cree que el teletrabajo es invasivo de la privacidad del trabajador? ¿cree que permite un
mayor control de los actos individuales del teletrabajador? ¿cree que las cámaras se activan
solas o que se contabiliza el tiempo que el teletrabajador está frente a su máquina?
Esta pregunta obtuvo una serie de respuestas en las cuales los que opinaron que el trabajo
remoto era “invasivo” duplicaron en cantidad de respuestas a los que dijeron que no lo era.
“Es totalmente invasivo. Si quieren pueden controlar cuánto tiempo estás utilizando un
sistema, pueden prender las cámaras, pueden registrar todo. Eso también se podía hacer antes
en las oficinas, pero ahora, con el teletrabajo, eso pueden hacerlo también en tu casa.”
“Mi experiencia personal indica que cuando se controla de una forma irracional a la gente, la
productividad cae. Y se pierde más tiempo controlando o eludiendo los controles que
trabajando. Por eso, este tema tiene que ser reglamentado pronto.”
Y las percepciones que creen que el teletrabajo no es invasivo de la vida privada. Según
nuestro informante 1:
“Escuché varias veces ese temor, que las máquinas nos persiguen. Yo creo que para que el
sistema pueda controlarte, tiene que haber una estructura eficiente para hacerlo… para que
haya espionaje, primero tiene que haber buenos espías, si no, es una pérdida de tiempo. Hay
un prejuicio cultural. El mejor control es medir los resultados del trabajo y no la vida privada
de la gente.”
Estas respuestas no dejan de ser muy interesantes y, justamente, nos demuestran la capacidad
de separar un tema del otro que tienen nuestros informantes. En general, se observa una
opinión positiva pero condicionada a una mayor regulación del trabajo remoto, y, al mismo
tiempo, existe un reconocimiento de la capacidad invasiva respecto de la vida privada que
tendría dicha modalidad. Si la máquina está en la oficina y mi trabajo está ligado a ella, la
“capacidad” de invadirme estaría circunscripta a ese ámbito, pero si está en mi casa, desde allí
se puede invadir mi vida privada, escucharme, monitorearme, grabarme, etc.
8. ¿Cree que las jefaturas, cuando pase la pandemia, están capacitadas para seleccionar a
quiénes deben ir al teletrabajo?
Las respuestas a estas preguntas estuvieron bastante repartidas. En general, hubo un grupo
levemente predominante que señaló que las jefaturas también están aprendiendo a manejar
el trabajo remoto, esto podría equivaler a un “todavía no saben qué hacer con el tema”. Y los
que señalaron sus temores respecto de ejercicio del favoritismo tanto en el sentido de
favorecer a los amigos con el teletrabajo, como “invisibilizar” a los trabajadores molestos.
“Siempre van a existir favoritismos, pero ello puede mitigarse definiendo con mayor rigor los
criterios y objetivos del teletrabajo. Y siempre tendría que haber una segunda instancia de
apelar ciertas decisiones.”
“Siempre el problema van a ser las jefaturas… creo que van a hacer ambas cosas, favorecer a
los amigos con el mejor teletrabajo, y a las personas tóxicas, las van a enviar al peor
teletrabajo con todo gusto.”
Por ello, creemos que, en este caso, se impone la necesidad de dotar a la decisión de quién va
a teletrabajar de un segundo control jerárquico.
9. ¿Qué opina del argumento que señala que el trabajo remoto de la Administración Pública es
lo mismo que la “uberización” o el trabajo de plataformas en el sector privado?
Entre los que expresaron la opinión mayoritaria, encontramos a los siguientes informantes.
Según nuestro informante 1:
“Es una confusión o una manipulación deliberada. El trabajo remoto en la APN no implica ni
pérdida de derechos ni pauperización de la relación laboral. Existen normas que están vigentes
y en ningún momento el trabajador estatal perdió ingresos por este motivo… fuimos al
teletrabajo por la emergencia sanitaria. La APN continuó trabajando a distancia y no hubo
ninguna precarización. Es muy distinto el caso del empleo privado, que desde hace tiempo
viene sufriendo una transformación grande en relación al trabajo de plataformas, que
claramente el Estado, debe regular”
“Me parece exagerado. Muchos agentes públicos trabajan incluso de forma presencial
utilizando plataformas, sistemas y herramientas informáticas en la nube. El riesgo de
tercerización no viene únicamente con el teletrabajo, aunque debería prestarse atención a que
no se utilice la emergencia como ventana de oportunidad para introducirla con más fuerza. El
teletrabajo en todo caso será una modalidad regulada contemplada en los convenios
colectivos de trabajo correspondientes. Pero de ninguna manera debería resultar en la
tercerización del trabajo a través de plataformas para reemplazar a los agentes por
colaboradores externos.”
“…creo que la tecnología eficientiza [sic] muchos trabajos y, por ende, reemplaza trabajo por
capital y facilita el control, que puede usarse para esclavizar al trabajador o para liberarlo de
tareas alienantes.”
Y respecto de las opiniones que señalan al teletrabajo como una precarización, están las
siguientes voces; según nuestro informante 13:
“la precarización del trabajo en el sector público no depende solamente del teletrabajo, hay un
contexto social y económico que lleva a ello…”
“… lo directo tiene cierto impacto sobre lo indirecto. El teletrabajo, al ser adoptado como
nueva forma de trabajo en la AP, tarde o temprano tendrá un efecto sobre la tercerización o
uberización del empleo público, tarde o temprano la flexibilización o pauperización, llega…”
Esta pregunta, en los estudios de tipo cualitativo, es fundamental, porque apunta a recoger del
informante clave una reflexión no prevista por el cuestionario o que, a medida que fue leyendo
nuestras preguntas, fue comprendiendo mejor nuestra búsqueda y esto le generaba nuevas
evidencias para aportarnos.
“Que hay cambios que llegaron para quedarse. Habría que hacer un censo de cargos
teletrabajables. Y que también habría que preguntarles a los trabajadores que pueden ocupar
esa tarea si quieren hacerla. Y se puede pensar en armar una semana mixta, en la cual haya
dos días teletrabajables sobre cinco. No estaría mal para empezar… el teletrabajo permanente
puede significar invisibilización para ciertas personas”.
“El teletrabajo no es para todos. Requiere preparación, recursos y disciplina, pero es una
buena herramienta complementaria para situaciones como la pandemia.”
“Luego de la pandemia, es muy probable que se reduzca el personal dedicado a tareas que
pronto serán automatizadas.”
“Las personas que presencialmente eran bien predispuestas, son las mismas que se están
desempeñando muy bien con el teletrabajo.”
Por ello, en el título de este trabajo nos preguntábamos, ¿teletrabajo, tele-emergencia o tele-
improvisación?
Conclusiones
Debido al aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO) establecido por el Poder Ejecutivo
Nacional a causa de la emergencia sanitaria producida por el COVID-19, el 20 de marzo de
2020 la Administración Pública comenzó a trabajar en forma remota. Esta decisión del
gobierno implicó que los empleados públicos tuvieran que trabajar desde sus casas “con lo
puesto”, sin ningún tipo de planificación. Muy pocos agentes se llevaron material de trabajo el
jueves 19 de marzo. El teletrabajo se dio de un día para otro sin poder organizar de manera
prolija las rutinas organizacionales previas, ni el horario de trabajo, ni la calidad del
equipamiento ni el costo de la infraestructura.
Pero es justamente ese contexto de improvisación y emergencia el que permitió moverse con
libertad y flexibilidad. Los agentes que debían teletrabajar aprendieron a hacer
teleconferencias con las plataformas disponibles, a utilizar mucho más el sistema de Gestión
Electrónica de Documentos, a buscar y usar la información disponible de una forma distinta a
la habitual, etc. Se ha aprendido mucho y quedaron evidencias que deberemos saber
sistematizar y aprovechar. El valor de este estudio consiste en detectar los primeros efectos
organizacionales de ese proceso de aprendizaje. No tomamos posición ni a favor ni en contra
del teletrabajo. Simplemente, analizamos la evidencia obtenida a través de las entrevistas
realizadas a los agentes.
De la evidencia empírica recabada, surge que los agentes tienen una percepción positiva de los
primeros efectos del teletrabajo, pero no es incondicional. Por ejemplo, las mujeres y/o
hombres con hijos a cargo reconocen el enorme potencial de la herramienta, pero señalan
también lo complicado que resulta teletrabajar con sus hijos en cuarentena. También
reconocen que esto cambiaría en forma notable si hubiera clases presenciales.
Varios de los informantes clave entrevistados manifestaron que ha surgido una “coalición de
apoyo” al trabajo remoto. Las principales razones que argumenta este grupo son: la
recuperación del tiempo de viaje ida y vuelta al trabajo, la recuperación de cierta autonomía
personal (pudiendo hacer cortes para realizar tareas del hogar y regular los tiempos de trabajo
y descanso), etc. Estos trabajadores son los que están a favor del teletrabajo cuando termine la
cuarentena y quieren que se regule y se mantenga.
Con relación a los horarios de trabajo, hay agentes que señalaron la necesidad de que sea
regulado para que haya horarios de trabajo y de descanso y/o derecho a la desconexión. El
límite entre flexibilidad e indeterminación horaria es difuso. Por eso, es necesario que las
futuras normativas tomen este punto en cuenta. Los entrevistados perciben que el trabajo
remoto habría aumentado la cantidad de horas de trabajo diarias.
Otra realidad emergente de este estudio es que la cuarentena permitió ver claramente en qué
puestos o funciones se puede trabajar a distancia y en cuáles no. Por ello, uno de nuestros
entrevistados señaló que hemos estado frente a la auditoría de procesos más grande de toda
la historia de la APN. De aquí surge la idea de realizar una especie de censo o relevamiento que
indique cuáles cargos y funciones soportan el formato de trabajo remoto.
Otro punto a considerar es quiénes quieren teletrabajar y quiénes no. Varios de nuestros
informantes clave nos señalaron la necesidad de, una vez identificados los cargos en los que se
puede trabajar en forma remota, se les pregunte a los trabajadores si quieren desempeñarse
de esa forma.
Otra cuestión que apareció está vinculada a la capacidad que tienen las jefaturas para decidir
cuáles agentes pueden teletrabajar, evitando el “amiguismo” o el disciplinamiento de personas
“conflictivas”. Por ello, aparece la necesidad de establecer un protocolo que regule el tema y
que, además, pueda ser revisado por una segunda instancia jerárquica.
Otro punto que aparece claramente de lo dicho por los entrevistados es que las reuniones de
trabajo cambiaron de manera radical. La mayoría reconoce que las reuniones han sufrido
fuertemente el impacto de la tecnología. En este punto, también se observaría el surgimiento
de una “coalición de apoyo” sobre las ventajas de este formato.
Con relación al aumento de la productividad de la organización pública, nuestros informantes
clave señalan que no han aumentado la productividad ni la capacidad de gestión.
Uno de los grupos perjudicados por el formato del teletrabajo es el de los trabajadores que
deben estar necesariamente presentes, porque sus tareas no pueden ser hechas a distancia,
entre otros aquellos que deben atender al público, hacer tareas de limpieza, mantenimiento o
seguridad.
Otra reflexión que surgió entre nuestros entrevistados tiene relación con el conflicto que
existiría entre los estilos de conducción “verticalistas” y el teletrabajo. En primera instancia, el
teletrabajo favorece una mayor horizontalidad de la organización.
La necesidad de reglamentar al teletrabajo surge como una gran demanda de los actores. De la
misma forma que la necesidad de planificarlo y también de remunerarlo para evitar un
traslado indebido de costos a los agentes (electricidad, internet, lugar físico, etc.).