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TRABAJO PRÁCTICO

Actividades:
1.º. Aparato psíquico inconsciente.
2.º. Ello, yo y súper yo.
3.º. Personalidad, carácter y temperamento.
4.º. Pulsión tanatica.
5.º. Eros: La función de eros en el sujeto
6.º. Etapas froidianas del adolescente desde la perspectiva psicoanalítica.

Desarrollo:

1.º. En psicoanálisis, el inconsciente es el concepto clave de la teoría, puesto que constituye


su principal objeto de estudio, y designa en el sentido tópico un sistema y un lugar
psíquico desconocido para la conciencia ("la otra escena") y en el sentido dinámico al
conjunto de los contenidos reprimidos que son mantenidos al margen, apartados de la
conciencia, aun cuando ellos muestren una permanente efectividad psíquica e intensa
actividad a través de mecanismos y formaciones específicas.
El médico austríaco Sigmund Freud se dedicó al estudio y análisis del inconsciente
individual, por medio del método psicoanalítico, estableciendo grandes avances para
el campo de la psicología.
El inconsciente acude a la obtención rápida de placer, y elimina la negación, la
duda, la contradicción y la noción del tiempo (sólo existe el presente). Es por ello
quizás, que el término “inconsciente” también suele aplicarse a la persona que es
irresponsable o imprudente, que no piensa demasiado las consecuencias de sus actos
y se deja guiar por el deseo que siente en el momento.

2.º. El enfoque psicodinámico, que nació con el psicoanálisis de Freud, se fundamenta en la


idea de que los procesos psíquicos que se producen en cada persona están definidos por
la existencia de un conflicto. De ahí viene el término "dinámica", que expresa esa
constante sucesión de acontecimientos por las que una parte intenta imponerse a la
otra. Los conceptos del Ello, el Yo y el Superyó forman el apartado de la teorías de Freud
en el que esta idea de choque entre diferentes estructuras psíquicas queda más patente.
 Ello: Su contenido es inconsciente y consiste fundamentalmente en la
expresión psíquica de las pulsiones y deseos. Está en conflicto con el yo y el
superyó, instancias que en la teoría de Freud se han escindido posteriormente
de él. Freud denomina ello a la más primitiva provincia del aparato anímico,
cuyo contenido concierne a lo heredado, lo innato o lo constitucional y atañe
en particular a las pulsiones. La condensación y el desplazamiento demuestran
que en el ello la energía psíquica circula con mayor movilidad que en el yo y
que lo que más atarea a aquella instancia es su afán de proporcionar descarga
a las excitaciones que se produzcan en su interior.

 Yo: Esta instancia psíquica surgiría a partir de los dos años y, a diferencia del
Ello, se regiría por el principio de la realidad. Eso significa que el Yo está más
enfocado hacia el exterior, y nos lleva a pensar en las consecuencias prácticas
de lo que hacemos y los problemas que puede generar una conducta
demasiado desinhibida. Esto hace que se enfrente al Ello para aplacar las
pulsiones que emanan de él, para lo cual utiliza los mecanismos de defensa.

 Súper Yo: El superyó es la instancia moral, enjuiciadora de la actividad yoica.


Para Freud, surge como resultado de la resolución del complejo de Edipo y
constituye la internalización de las normas, reglas y prohibiciones
parentales.13 Así como a partir del ello se originaría del yo, dentro de él
nacería más tarde el superyó, consistente en el relicto de la etapa en la que el
individuo no ha superado aún el desamparo infantil y se mantiene todavía en
estrecha dependencia respecto de sus figuras parentales, cuyos designios
pasan a incorporarse en la constitución de esta tercera instancia.

Relación: Sobre el ello tiene absoluto imperio la cualidad de lo inconsciente. La


correspondencia entre inconsciente y ello sería incluso más estrecha que la que
existe entre preconsciente y yo. Al comienzo de la vida, el aparato psíquico solo

cuenta con un ello y son los estímulos procedentes del mundo exterior los que
terminan por alterar aquel sector suyo que acabará convirtiéndose en el yo. Este
habrá de incorporarse algunos de los contenidos originariamente pertenecientes al
ello, traspuestos ahora al estado preconsciente, mientras que otros materiales se
convertirán en el núcleo del ello, conservando su carácter inconsciente y su
inasequibilidad. Sin embargo, el desarrollo del yo está marcado por la cesión a lo
inconsciente de contenidos que ya había asimilado, y también ante algunas nuevas
impresiones se retirará dejándoles la posibilidad de imprimir una huella únicamente
en el ello. Es esta porción del ello la que merece el nombre de lo reprimido. Una y
otra de las parcelas del ello (el “núcleo del ello” y “lo reprimido”) se solapan,
respectiva y aproximadamente, con lo congénito originario y lo que ha sido adquirido
durante el desarrollo del yo.

3.º. Temperamento, carácter y personalidad.

 Temperamento: Cuando hablamos de temperamento, nos estamos refiriendo a


aquella parte innata de nuestra personalidad determinada por nuestra herencia
genética. De ahí que sea considerada como la dimensión biológica e instintiva de la
personalidad. De hecho, es el factor de la personalidad que antes se manifiesta.Al ser
de origen genético y fruto de la constitución heredada, el temperamento es
difícilmente modificable, manipulable o cambiado por las consecuencias. Siempre, de
alguna manera, existirá esa tendencia; aunque no es menos cierto que podemos
hacernos con recursos para potenciar o inhibir su manifestación. Si nosotros
fuéramos un iceberg, siempre formaría parte de la porción sumergida, pudiendo
ejercer cierto control para modificar cómo se manifiesta en la porción descubierta.
En los bebés ya es posible distinguir diferentes tipos de temperamento. Así,
dependiendo de su tendencia a sentir y manifestar emociones positivas o negativas y
a un buen o mal humor se les puede considerar niños “más fáciles” o “difíciles” en
términos conductuales.

 Carácter: Es el componente de la personalidad que engloba al temperamento


(constitución heredada) y al conjunto de hábitos educativos y relacionales que han
sido aprendidos por la persona. Es decir, es un aspecto tanto innato como adquirido.
Además, es consecuencia de las experiencias e interacciones sociales que vamos
teniendo en nuestra vida y de las que obtenemos cierto aprendizaje. Así, todos estos
hábitos influyen en nuestro temperamento y predisposiciones biológicas. Y las van

modulando, variando, afinando y conformando nuestra personalidad. Por tanto, el


origen del carácter es cultural.Es menos estable que el temperamento. El carácter, al
no ser heredado, no se manifiesta totalmente en las fases iniciales del desarrollo
evolutivo. Sino que va pasando por distintas etapas, hasta que alcanza su máxima
expresión en la adolescencia. Por tanto, es modificable y susceptible de ser
cambiado; por ejemplo, mediante la educación social. Hoy en día, este término suele
confundirse de manera frecuente con el de personalidad, de forma que con
frecuencia suelen usarse indistintamente.

 Personalidad: La personalidad es el resultado de sumar carácter (temperamento y


hábitos aprendidos) y conducta. Es decir, engloba a ambos aspectos. Es quizá esta
cohesión la que permite dilucidar de forma más clara las diferencias entre
personalidad, temperamento y carácter.
De ahí que no se pueda considerar solamente fruto de la herencia genética, sino
también consecuencia de las influencias ambientales a las que está sometido el
sujeto. La personalidad es un distintivo individual y, por tanto, es característica de la
persona. Además, según numerosos estudios, permanece estable a lo largo del
tiempo y en las situaciones.
En Psicología, la personalidad es el conjunto de emociones, cogniciones y conductas
que conforman el patrón de comportamiento de una persona. Es la forma en la que
sentimos, pensamos o nos comportamos. Es un conjunto de procesos que
interaccionan entre sí y se autorregulan, conformando un sistema dinámico.

4.º. Pulsiones: Freud define la pulsión como: ''Un concepto fronterizo entre lo psíquico y lo
somático, como un representante psíquico de los estímulos procedentes del interior del
cuerpo, que arriban al alma, y como una magnitud de la exigencia de trabajo impuesta a
lo anímico a consecuencia de su conexión con lo somático.''
Originariamente la totalidad de la energía psíquica erótica o libido se encontraría
concentrada en un yo-ello que no habría alcanzado aún la diferenciación interna y allí
serviría al propósito de sofrenar el afán autodestructivo. El autor señala que no se
dispone de un término comparable al de “libido” para denominar la energía de la
pulsión destructiva, si bien, para cuando el Esquema fue escrito, el psicoanalista
austro-estadounidense Paul Federn y el italiano Eduardo Weiss ya habían propuesto,
respectivamente, las denominaciones de mortido y destrudo para hacer referencia a
tal concepto. Las exteriorizaciones de la pulsión de destrucción no son demasiado

manifiestas cuando esta, en calidad de pulsión de muerte, no se desprende del


individuo y, en cambio, se vuelve evidente únicamente cuando es dirigida hacia
afuera, tarea ejecutada a través del sistema muscular y considerada necesaria por el
autor a los fines de la autoconservación. Importantes sumas de agresividad hallan
otro empleo cuando, a partir de la instauración de la instancia superyoica,
permanecen adheridas al propio yo, donde sacan a relucir su virtualidades
autodestructivas, hasta el punto de que resultaría insano o patógeno la retención de
la agresión dado que la pulsión destructiva obstruida ejercería entonces sus efectos a
partir del mecanismo de vuelta hacia la persona propia.

5.º. La función de eros en el sujeto


Según la teoría clásica de Freud toda pulsión es concebida como un derivado de una
llamada basal, que roza lo instintivo; tal es el caso de la pulsión de vida, que tiene
como objeto la conservación de la propia existencia. A medida que madura el sistema
nervioso de cada persona, tiene lugar una serie de fases o estadíos pulsionales, en
cada una de las cuales se da un desarrollo neurológico bien definido en zonas que
más tarde serán erógenas (aquellas que tienen más sensibilidad y que buscan
estimular sexualmente al sujeto).
Estas son las seis primeras fases, reconocidas por Freud a través de sus estudios:
Oral: tiene lugar entre el nacimiento y el primer año y medio de vida. La boca es
prácticamente la única zona erógena, ya que el sujeto empieza a orientar su
psiquismo en una meta bien clara: nutrirse;
Anal: desde el año y medio hasta los tres años, y a raíz del creciente control de los
esfínteres del ano, el niño siente placer ante la posibilidad de controlar su propio
cuerpo, lo cual consigue en este caso a través de decidir retener o dejar salir la
materia fecal;
Fálica: también llamada uretral, tiene lugar entre los tres y los seis años de edad.
Durante esta fase, el individuo adquiere el control de sus esfínteres uretrales y esto
representa un anticipo de lo que, más tarde, será la fase genital. Según Freud, es en
esta etapa que se constituye el edipo de cada persona, aunque esto no significa que
se acabe, ya que se trata de un elemento presente de manera activa a lo largo de
toda la vida;
Complejo de castración y sepultamiento del complejo de Edipo: en este punto es
probable que tenga lugar una ruptura, por lo cual es un momento muy importante

para el desarrollo del aparato psíquico. Se trata de un proceso que sirve para
reorganizar las experiencias y los roles, así como las pulsiones mismas;
Período de latencia: hasta alcanzar la pubertad, y desde los seis años, se da una
intensa y espontánea sublimación de los sentimientos de la libido, lo cual facilita la
integración en la cultura;
Genital: a partir de la pubertad, una vez se configuró el edipo, los intereses
sexuales (parte de los cuales es la inclinación sexual) comienzan a desarrollarse.

6.º. Las etapas de la adolescencia según Freud

Sigmund Freud (1856-1939) afirma que el individuo repite las experiencias del género
humano en su desarrollo y que están genéticamente determinadas. Un ejemplo es el
supuesto de Freud de que el complejo de Edipo sería un fenómeno universal.

Una característica biológica es la maduración de los genitales y los cambios corporales que
están determinados genéticamente y que ponen fin al período de la latencia.

Con los cambios fisiológicos se manifiesta el instinto sexual y otros fenómenos propios de la
adolescencia, que son para esta teoría, energías libidinales que buscan aliviar la tensión.

Freud considera que los cambios fisiológicos en esta etapa son los que producen cambios
en la conducta, como la aparición de la agresividad y de la torpeza.

El individuo comienza a compararse con otras personas para formar su concepto de sí


mismo y tener una imagen de su cuerpo; lo que evidencia que los cambios sociales también
están somáticamente determinados; así como también en un principio la posibilidad
transitoria de establecer relaciones homosexuales hasta lograr enfrentar al sexo opuesto.

Para Freud, esta es la etapa en que todos los instintos y tendencias sexuales se subordinan
a la supremacía genital, con el objetivo de la reproducción.

A esta etapa del desarrollo psicosexual Freud la denomina etapa genita, la cual se
manifiesta de tres formas distintas:

1) por la excitación de la zona genital

2) por la tensión interior que provoca la necesidad fisiológica sexual

3) por la excitación psicológica

El desarrollo adolescente, además de ser el momento del despertar de la sexualidad es


también es una etapa de gran excitación nerviosa, de ansiedad, de fobia genital y de
alteraciones de la personalidad, debido a la urgencia genital y a no saber qué hacer para
remediarla.
La sexualidad del individuo pone en juego su seguridad y altera su conducta, haciendo más
difícil su adaptación.

En esta etapa disminuye la resistencia a los síntomas histéricos y neuróticos y aumenta la


excitabilidad, porque los cambios fisiológicos influyen principalmente, en el sistema
nervioso. Por esta razón no es raro que un adolescente normal muestre síntomas
psicopatológicos.

Para Freud, durante la pubescencia se manifiesta una segunda situación edípica, ya que el
psicoanálisis sostiene la idea de que la vida sexual de un ser humano no comienza en la
pubertad sino en la primera infancia y que la capacidad de amar puede estar determinada
en las fases pregenitales del desarrollo psicosexual.

Freud parte del supuesto de que para la formación de la personalidad, los primeros cinco
años de vida son los más importantes.

Durante la adolescencia, según esta teoría, el primer objeto serio de amor, para un varón,
es probable que sea una mujer mayor que él y para una niña, un hombre maduro, o sea que
ambos se sentirán atraídos por imágenes maternas y paternas.

Freud enfatiza la necesidad, en esta etapa, de favorecer las relaciones con el sexo opuesto,
porque los fuertes lazos de amistad con individuos del mismo sexo puede provocar una
inversión del objeto sexual.

Para realizar este desprendimiento emocional, durante algún tiempo, manifestarán


rechazo, resentimiento y hostilidad contra sus padres y otras formas de autoridad, que
tendrán que ser tolerados para facilitar este proceso.

Según la teoría psicoanalítica, en la adolescencia la principal tarea es lograr la supremacía


genital y la definitiva búsqueda no incestuosa del objeto amoroso.

Freud no niega la influencia de los factores ambientales en cuanto a la moralidad y las


aspiraciones propias de cada cultura, que hace posible la instauración del Superyo o
conciencia moral, luego de la elaboración del complejo de Edipo.

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