Bloque 6-Complementario
Bloque 6-Complementario
Bloque 6-Complementario
Esta celebración está basada en a propuesta de entrega el catecismo del catecismo presentada en la página
287 de la Guía básica del catecismo “Testigos del Señor”. Y el material de acompañamiento de la Acción
católica. Durante la celebración tendrá un peso importante la presentación o bendición del mismo.
Participaremos en esta celebración, ala que hemos sido convocados por el Señor, orando
intensamente para que la Iglesia lleva a cabo su misión de anunciar el Evangelio de la salvación.
Canto inicial:
Lecturas:
- 1 Cor 11, 23 ss.
- Salmo 116
- Mc 10, 13-16
A los padres: “Sentíos dichosos, porque vosotros, los que, siguiendo el mandato del Señor,
acercáis a vuestros hijos a Jesús. Esa es vuestra tarea como padres cristianos, llevadla a
cabo con la ayuda del Espíritu Santo.
A los niños: “Jesús quiere ser vuestro amigo. Por eso hemos escuchado: Dejad que los niños
ser acerquen a mí”. Dios os conocer bien, sabe cuándo os levantáis u os acostáis Dios sabe
más de nosotros, que nosotros mismos. Por eso tenemos que estar cerca de Él, para que
nuestra vida vaya caminando según su voluntad.
Ahora cada uno se va a presentar a Dios, que está aquí, diciendo su nombre en voz alta, y
levantando la mano.
Escrutinios. Preguntamos a los niños.
Y vosotros ¿queréis ser verdaderos amigos de Jesús, el Señor?
Niños: Si quiero
¿Queréis venir a las reuniones con otros niños y niñas y conocer cada día más al Señor?
Niños: Si quiero
¿Os comprometéis a mejorar vuestra relación con el Señor y participar cada domingo de la
Eucaristía?
Niños: Si quiero
Celebrante: Que el Señor que nos envía a anunciar el Evangelio a todos los hombres, nos ilumine
con su Espíritu a que todos juntos: padres, catequistas, parroquia, sepamos acompañar en la fe a
estos niños y niñas que hoy comienzan su itinerario de fe.
Bendición del catecismo:
Celebrante: Vamos a bendecir los catecismos “Testigos del Señor” que contienen esta Buena
Noticia: el Señor fiel a la promesa, está siempre presente en su Iglesia y nos invita a participar de
su vida para ser discípulos y misioneros de su amor, para ser luz del mundo, testigos de la verdad
que nos hace libres.
Queridos catequistas, sed vosotros fieles transmisores de la fe de la Iglesia, testigos entusiastas de
Jesucristo, para que la semilla de la fe recibida en el bautismo se desarrolle en una vida cristiana
de amor a Dios y a los demás. Que esta vida, alimentada en la eucaristía fortalecida por el don del
Espíritu Santo, haga que estos niños y adolescentes sean testigos del Señor todos los días de su vida.
Que la Virgen, Madre de Jesús, nos aliente y acompañe en la más hermosa de las tareas: dar a
conocer al único Dios verdadero ya su enviado Jesucristo.
El celebrante va por los bancos de la Iglesia, bendiciendo los Catecismos que los niños levantan.
Peticiones:
1. Para que la Santa Iglesia católica y apostólica, fundada sobre la firme roca de la fe, sea
congregada en la unidad, crezca en el amor y extienda la Buena Nueva de la salvación por
el mundo entero hasta el día de la venida de Cristo. Roguemos al Señor.
2. Señor, te pedimos por todos los niños y niñas que queremos conocerte un poco más.
Ayúdanos a ser cada día a ser mejores amigos tuyos. Roguemos al Señor.
3. Señor, te pedimos por la paz en el mundo entero. Para que no existan guerras ni
sufrimiento, y todas las personas vivamos como una auténtica familia. Roguemos al Señor
4. Por nuestros catequistas y sacerdotes colaboradores del Obispo Don Antonio, para que la
Palabra de Dios sea difundida y glorificada y se anuncie y establezca el Reino de Dios en
entre nosotros. Roguemos al Señor
Escucha, Padre celestial, las oraciones de tu Iglesia, da tu fuerza a cuanto extienden el
Evangelio en el mundo por medio de la catequesis; llénalos de tu amor para que siembren
tu Palabra con alegría. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Padrenuestro.
Oración final: Padre Santo, que pones en todos los hombres el deseo de buscarte. Haz que nunca nos
cansemos de acudir a Ti, y de vivir según el amor que Tú pones en nuestros corazones. Te lo pedimos por
Jesucristo, nuestro Señor.
a) Actitud
Es muy importante tomar conciencia de que para hacer oración primero hay que saber que hemos de
dedicarle un tiempo. Frecuentemente este tiempo de oración suelen ser los últimos instantes antes de ir a
dormir.
La oración tiene mucho de hábito y de ritmo. Pero el ritmo de la oración no es el ritmo al que estamos
acostumbrados a vivir. Mientras que vivimos en un mundo donde todo se hace rápido (redes sociales,
comida rápida…), la oración, al igual que el trato con las personas, requiere de tiempo y dedicación.
Por lo tanto lo primero para tener actitud es hacer de ella un buen hábito que forme parte de nuestra vida
en la misma medida en que los fines de semana dedicamos un tiempo de ocio para disfrutar con los
amigos.
Pero además de tiempo, es necesario que cuando estemos con Dios, el tiempo que le dediquemos sea de
calidad. Podemos tirarnos horas delante del crucifijo y estar pensando en las musarañas. Tal vez un rato
más corto y mejor preparado pueda resultar más fructífero. Es necesario saborear y disfrutar el tiempo que
estamos con Dios. Que al acabar salgamos de la oración con paz y alegría por haber estado un rato con
Jesús. Al fin y al cabo la oración es como una buena amistad. En palabras de santa Teresa la oración es
“tratar de amistad con quien sabemos nos ama”.
De este modo, lo segundo que hemos de tener en cuenta para tener una buena actitud hacia la oración es
gustar y sentir, es decir, saborear y disfrutar la oración poniendo en ella nuestros cinco sentidos.
Por último, para poder hacer oración es importantísimo tener una actitud de disponibilidad, de escucha, de
saber que vienes al encuentro de alguien que es real y que está presente en el mismo espacio en el que tú
te encuentras. No le hablas al vacío. Ahí hay alguien latente que está muy pendiente de la conversación que
se desarrolla en la oración.
b) Postura
Para favorecer la concentración en la oración es muy importante adoptar una buena postura corporal. La
mayor parte de las veces, la oración se hace sentados en casa o bien en el banco de la iglesia. Es poco
apropiado, a la vez que incómodo rezar de la misma forma que te tomas un café en el bar. Hay que
recordar que cuando entramos a la oración entramos en un espacio diferente.
Lo más importante es que la espalda quede recta. En esa posición podemos conservar la postura sin
movernos y la quietud exterior del cuerpo favorecerá la quietud interior del alma. Si tenemos que
cambiar con frecuencia de postura es fácil que nos distraigamos. De ahí que cruzar las piernas en la iglesia y
en la oración no sea recomendable (no estamos tomando un café). Los pies deben estar bien asentados en
el suelo y algo separados, las rodillas flexionadas en ángulo recto y la espalda recta. De este modo el cuerpo
se encuentra cómo y sin tensión, pero a la vez alejamos el peligro de estar tan cómodos que podamos
dormirnos.
También puede ayudar ponerse de rodillas en actitud de adoración y postración. Esta forma ayuda mucho
a reconocer que nos encontramos ante alguien mucho más grande que nosotros. Es una buena forma de
acabar la oración y de despedirse de Dios.
c) Silencio
Es difícil hacer silencio porque vivimos rodeados de muchos ruidos (el móvil, la música…) Parece como le
tuviéramos miedo al silencio. Sucede incluso, que estando solos en la habitación estudiando necesito poner
música o tener algo de ruido.
El silencio, lejos de ser molesto es una oportunidad para descubrir un mundo interior que nos puede
ayudar a conocer mejor a Dios y a conocernos mejor a nosotros mismos.
Resumen:
Cuando acudimos a la iglesia con más amigos para rezar o asistir a la Eucaristía es muy fácil distraerse y
despistarse. Hay que enseñar a los niños que hay tiempo para todo. Pero este tiempo que le dedicaremos en
la parte práctica ha de ser un tiempo de calidad que permita crear un buen hábito para gustar y sentir la
presencia de un Dios que nos ama y que es real, que está justo en frente de mí. Para ello debo disponerme
apaciguando mi cuerpo y el espíritu. Al primero con una postura adecuada, al segundo guardando un
silencio que nos ayude a escuchar.
Lo primero que hay que hacer es que lo niños perciban que se encuentran en un lugar diferente. Podemos
señalar los distintos elementos de la iglesia o capilla: pila del agua bendita, el Sagrario, la cruz, la imagen de
la Virgen María, el altar, el ambón… Podemos explicarles cada uno de esos elementos. Lo podemos hacer
señalando el objeto y preguntando si saben su nombre. La conclusión de esta introducción es para decirles
que han pasado a un lugar diferente donde se siente de una manera más especial la presencia de Dios.
El segundo paso es preguntarles por la oración: ¿Con qué frecuencia haces oración? ¿Cómo haces esa
oración? ¿Dónde haces esa oración? Dejar que los niños hablen y se expresen con libertad. Animad a hablar
a aquellos que aún no hayan tomado la palabra, pero sin forzarles, hay que evitar que se sientan
presionados e incómodos. Para cerrar este diálogo podéis hablarles de la actitud, de la importante de hacer
de la oración un buen hábito que nos permita gustar y sentir la amistad con Dios.
En un tercer momento pasamos al tema de la postura. Para ello podemos empezar parodiando algunas
posturas que a veces ponen los niños cuando van a la iglesia.
Ejemplos: cruzar las piernas; poner los brazos abiertos en el respaldo del banco; dejarse caer sobre
el banco con el trasero medio fuera; etc… Se trata de hacer un poco de broma para relajar el
ambiente y que los niños se den cuenta de lo ridículo de algunas de las posturas que tienen en la
iglesia. Después de ello podéis volver a abrir el diálogo: ¿Cómo es mi postura para rezar? Para
cerrar el diálogo les podéis explicar las posturas que arriba os indicamos y la importancia que ésta
tiene para hacer una buena oración.
Por último, en cuarto lugar, abordamos el tema del silencio. Como cosa graciosa podéis preguntarles
cuánto tiempo son capaces de permanecer en silencio. Os responderán de todo, pero muchos, seguro, que
poco tiempo. Ahí podéis aprovechar para hablarles de qué es el silencio y la importancia que este tiene
para saber escuchar. La oración no es sólo aquello que yo le cuento a Dios, es también saber escuchar lo
que Él me pueda decir a mí. Al fin y al cabo venimos diciendo que la oración es una relación de amistad.
Como tienen su cuaderno de vida, podéis animarles a que hagan un apartado para el Taller de Oración. En
este primer día pueden empezar apuntando cuáles son los ruidos, exteriores e interiores, que les distraen
cuando hacen oración o cuando van a la Iglesia. Escribirlas ayuda a reconocer aquello que tenemos que
mejorar. Pero en principio mejor no compartirlas en voz alta.
a) Ambientación
Si hemos hecho la parte teórica en la capilla es conveniente que se haga en la parte trasera o a la
mitad de los bancos para que, cuando llegue la parte práctica de la oración, nos acerquemos al altar
o al Sagrario lo más posible y así los niños tomen conciencia de los espacios.
Sería conveniente también ambientar la capilla con luz tenue, o luz de velas creando un clima de
recogimiento que invite a los niños a la oración. Para la primera parte del ejercicio de la oración
podemos poner música suave de fondo que puede ser instrumental o de Taizé.
b) Ejercicio
Colócate en el banco como hemos aprendido hoy: la espalda recta, los pies en el suelo, las manos
sobre las rodillas… Cierra los ojos y empieza a respirar con suavidad. Y pídele a Dios que te enseñe a
relajarte y a concentrarte en la oración que vas a realizar.
A la vez que realizas esta petición observa tu respiración. No prestes atención a nada más.
Sencillamente respira… El aire entra por la nariz y pasa por la garganta, llega a tu pecho y ensancha
tus pulmones… El aire sale y comienza de nuevo el proceso: inspira… expira…
Ahora imagina que vas paseando por la sierra y que empiezas a subir por la montaña. Una vez
que has llegado arriba encuentras a un joven pastor contemplando un hecho extraordinario.
Escucha:
“¡Moisés! ¡Moisés!”
El respondió:
“Aquí estoy”.
Dios le dijo:
“No te acerques; quítate las sandalias, porque el lugar que pisas es terreno
sagrado”.
Dios está también pronunciando tu nombre, Él te llama, te conoce, te quiere (pausa). Él se
encuentra presente en este momento junto a ti. Siente su presencia.
Nota que todo ha cambiado a tu alrededor, estás con él y él está ahora aquí contigo. ¿Qué sientes
ante Él? ¿Escúchale a Él y escucha tu corazón? Te quiero mucho Señor y estoy feliz de estar aquí
contigo. Te quiero mucho Señor y estoy feliz de estar aquí contigo. (Dejamos un tiempo de silencio
absoluto)
Vamos a terminar la oración dándole gracias por llamarme por mi nombre, por quererme tanto y
por haberme regalado este ratito de oración junto a Él.
Antes de acabar, podemos volver a abrir los ojos y podemos anotar en nuestro cuaderno de vida
aquello que acabamos de sentir en la oración. La palabra o frase que más nos ha llegado. La
experiencia que hemos sentido. Algo de lo que le hemos dicho a Dios y queremos dejar por
escrito…
Dibujar en el cuaderno de vida una portada para la parte del Taller de Oración con el espacio donde van a
realizar la oración este curso y hacer una pequeña evaluación de lo vivido en dicha oración y decir sí hemos
superado los ruidos externos e internos y aquellas cosas que nos distraían para hacer una buena oración.
Taller de oración 2
Objetivos:
La tradición cristiana siempre ha valorado el papel de las imágenes como medio privilegiado para
suscitar la devoción de los fieles.
En este taller, haremos un primer acercamiento a la contemplación de una imagen sagrada en clave
de oración.
Toda la parte explicativa del taller podemos hacerla en un lugar diferente al oratorio. En el
momento de la contemplación, situaremos a los niños ante el crucifijo de San Damián que puede
estar rodeado de Velas.
Explicación:
Vivimos en la era “Selfie”. Todo el mundo busca multitud de posturas para obtener una imagen
divertida de sí mismo o de su grupo. Todo turista vuelve de su viaje con una buena cantidad de fotografías
que sirven como recuerdo y como prueba de todo lo que ha vivido. Nos encontramos en la era de la
imagen.
Por otro lado, cuando amamos a una persona, se nos pasan los minutos, a veces las horas,
contemplando su retrato. Aquella fotografía que sostengo entre mis manos hace más presente a aquel que
quiero y que quizá, ya no se encuentra entre nosotros.
Mediante la Encarnación, Dios ha mostrado un rostro humano para que podamos mirarlo y esta
mirada despierte en nosotros el amor. De este modo, se ha superado la prohibición del Antigüo
Testamento de hacer imágenes para no encerrar en una representación al que no pueden contener ni todo
el espacio de los cielos. Ahora, Dios se ha hecho uno de nosotros y lo podemos ver pequeño y necesitado
en Belén. A lo largo de su vida pública, muchos querían contemplarlo (como Zaqueo), o disfrutaban de su
presencia como María en Betania.
A lo largo de los siglos, el arte ha representado todo tipo de escenas referentes a la historia de la
salvación. Entre ellas cobran especial importancia, las imágenes de los rostros de Jesús y de María. Por eso,
no debe extrañarnos que podamos ver una imagen de Jesús con rasgos de japonés o como un africano, o
como un gitano en la semana santa de Andalucía. Cada cultura representa a Jesús como uno de los suyos.
A la hora de contemplar una imagen en sentido religioso, podemos aplicar distintos métodos.
Nosotros vamos a tener en cuenta los siguientes pasos, siguiendo la propuesta de Emilio Cárdenas1 y que
reproduzco literalmente:
1. Observar: Contemplar en silencio, sin prisas, sintiendo la imagen, dejándote impregnar por ella,
mirando el conjunto. En ocasionares miramos sin ver, necesitamos pararnos.
2. Reconocer: Todavía sin ver la imagen como una obra religiosa, reconoce las cosas que hay en
ella, leyéndola como si fuera una página, de arriba abajo, de derecha a izquierda. Fíjate en las
líneas, los colores, las figuras, los detalles, los contrastes, etc. Si tenemos conocimientos de arte
nos pueden ayudar mucho.
1
Recogido en: ALVEAR, JOSÉ MARÍA; “Ante ti, el camino de la oración”, PPC, 2009
3. Interpretar: ¿A qué texto bíblico se refiere la imagen? O si no es religiosa la obra, ¿qué texto
nos puede ayudar a interpretarla? ¿Cómo ha traducido esa narración y la ha plasmado en su
obra? ¿Qué experiencia religiosa esconde? ¿Qué título le pondría?
4. Sentir: Vuelve al clima de silencio: déjate influir así por la obra interpretada. Fíjate en el
conjunto y en los detalles… Ver, sin ver… Alterna los ojos abiertos y cerrados para saborear lo
que estás viviendo. La realidad de la obra penetra en ti.
5. Aplica a mi vida: Poco te vas identificando con los personajes, van surgiendo recuerdos de tu
vida… Y vas concluyendo en una oración personal.
Se dice que es la imagen de Cristo crucificado más extendida por el mundo. Cuando un desconocido
autor del valle de la Umbría (Italia) la pintó inspirado en el gusto románico de la época y en la tradición
oriental, no imaginaba la importante repercusión que tendría en la historia de la iglesia.
Nuestro icono fue encargado para la iglesia de san Damián (cerca de Asís) en torno al año 1100. La
tradición cuenta como en una ocasión en que San Francisco estaba orando ante esta imagen, Jesús le habló
diciendo: “Francisco, ve y repara mi casa que, como ves, está toda en ruinas". Francisco le contestó con
estas palabras:
En el crucifijo de San Damián, hay una figura central: Jesucristo en la cruz, pero a su vez, vivo, con
los ojos abiertos y con escasas marcas de la pasión. Es Cristo glorioso que aparece como “luz del mundo”,
delante de un fondo negro que simboliza la tumba vacía. Jesús no pende de la cruz, sino que se sostiene
delante de ella. Un día nuestras heridas serán transformadas en gloria y la muerte será vencida.
2
RICHARD MORICEAU, o.f.m.cap; El Cristo de San Damián, descripción del icono, http://www.franciscanos.org/
Jesús tiene el rostro sereno, sumergido en la contemplación del Padre en la gloria, y la boca cerrada
ya que todo queda en un segundo plano ante la visión. Nuestro icono representa a un Cristo que ha
entregado su vida por los hombres, ha vencido la muerte para siempre y que ahora está vuelto a los
hombres como sacerdote-intercesor. Así lo prueban también otros detalles del icono como la parte
superior: el “títulus” de la cruz y la Ascensión de Jesús, enmarcada entre ángeles que muestran su felicidad.
En la parte superior aparece un semicírculo que simboliza al Padre, cuyo misterio es incognoscible
por lo que sólo se puede contemplar una parte. Unos dedos en su interior, hacen referencia al Espíritu
Santo.
Debajo de cada mano aparecen dos ángeles que se empapan con la sangre que brota de las
heridas, quedando purificados por ella, la cual se derrama también sobre los personajes que hay debajo.
Todos son redimidos por la muerte de Cristo.
En los flancos de la cruz aparecen otras personas importantes, según nos narra el evangelista san
Juan: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre María la mujer de Cleofás y
María Magdalena» (Jn 19,25). En el lado derecho, aparecen María y Juan, mientras que en el otro, son
María Magdalena y María, la madre de Santiago el Menor: las dos mujeres que llegaron primero al sepulcro
la mañana de Pascua. Junto a las dos mujeres el centurión romano que estuvo frente a Cristo
Nuestro icono resume completamente y con una densidad teológica inigualable el misterio Pascual
de Cristo. Jesús ahora está vivo y aparece vuelto al pueblo, en medio de su iglesia simbolizada en los
personajes que aparecen en el crucifijo.
Contemplación (El tiempo debe adaptarse a las características del grupo, aunque no debe durar
más de 15 minutos. Sería conveniente acompañarlo de una música relajante).
Observar: Detente ante el icono sin prisa, haz silencio en tu interior y déjate invadir por la
presencia de Cristo en este crucifijo. Mira toda la obra en su conjunto una y otra vez.
Reconocer: Puedes recordar algún dato de la explicación que hemos hecho anteriormente.
Recuerda como Jesús aparece vivo, recordando aquella afirmación del evangelio de san Juan:
«Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de
la vida» (Jn 8,12). Jesús quiere hacerse presente en nuestro corazón para ser luz en medio de
las tinieblas.
Interpretar: Jesús dijo: «... Yo doy mi vida... Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente...
Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn 10,17-18; 15,13). Esta es la
clave para seguir a Cristo: llegar a entregarme a todos por amor. Este camino conlleva sacrificio
y renuncia, pero siempre culmina con el premio de la felicidad en la tierra y la gloria del cielo.
¿Qué título le pondrías tu a la obra?
Sentir: Siente la cercanía de Jesús, su amor sin límites por ti y su protección cada minuto de tu
vida. Jesús es la “luz del mundo”, la luz de tu vida. Como dice el canto de Taizé: “Cristo Jesús, oh
fuego que abrasa, que las tinieblas en mí no tengan voz”.
Aplicar a mi vida: ¿Estoy dispuesto a entregarle mi vida a Jesús? ¿Quiero vivir para aquel que
me amó primero? ¿Aceptaré la luz de Cristo y el amor a los demás como los principios de mi
vida?
Terminamos dando gracias a Jesús por la gran profundidad de su amor para con nosotros. Un gesto
bonito puede ser invitar a los niños a besar el crucifijo.
Taller de oración 3
El relato que vamos a trabajar es aquel que nos cuenta cuando Jesús predica en la sinagoga de Nazaret la
Buena Noticia que anunció el profeta Isaías según nos narra el evangelio de san Lucas (4,16-30).
1. PARTE TEÓRICA
Lectura
¿Qué dice el texto? En primer lugar, se lee el texto en voz alta y pausadamente, pronunciando bien, de
modo que se entienda su sentido. Gran parte de las distracciones a la hora de escuchar la Palabra de
Dios viene por culpa del lector que no le sabe da la entonación adecuada.
Después de esa lectura hay que hacer un momento de reflexión y silencio en el que nos pararemos a
observar qué sucede en el pasaje del Evangelio que acabamos de leer. A veces, conviene usar un
comentario bíblico o leer la explicación de la propia Biblia para entender mejor el contexto.
Meditación
Una vez que hemos entendido qué dice el texto ahora conviene realizar la siguiente pregunta ¿Qué me
dice Dios a mí en este texto? Ya no es divagar sobre otros, sino parame a pensar que Dios me está
queriendo decir algo con esas palabras en ese momento. Podemos relacionarlo con acontecimientos de
nuestra vida que nos hayan pasado o para iluminar decisiones que tenemos que tomar. Es el momento
para ver el paso de Dios por tu vida y por tus experiencias cotidianas.
Oración
Acción
¿Qué hacer como resultado de la oración? Finalmente, uno actúa. La oración debe movernos a actuar,
a tomar decisiones concretas en mi vida. Cuando uno verdaderamente se ha empapado del texto y ha
podido orar con él, esa oración no le deja indiferente.
Resumen: La Lectio Divina consiste en un método para orar con la Palabra de Dios sintiendo cómo sus
palabras son actuales también para tu vida cotidiana. En primer lugar hay que hacer una lectura pausada y
comprensiva, y después entender qué está diciendo este texto. A continuación se medita el texto aplicando
esas palabras como si fueran dirigidas a mi persona. Después respondemos a Dios con nuestra oración en
base a los sentimientos y mociones que ha despertado en nosotros la Palabra. Por último se aplica lo rezado
a la vida tomando decisiones concretas para la vida diaria.
Lo primero que hay que hacer es que los niños recuerden que se encuentran en un lugar diferente.
Volvemos a recordarles los distintos elementos de la capilla que ya comentamos en talleres anteriores: pila
del agua bendita, el Sagrario, la cruz, la imagen de la Virgen María, el altar, el ambón… Podemos
recordárselo a base de preguntarles señalando con el dedo el objeto y que ellos recuerden su nombre. La
conclusión de esta introducción es para volver a recodarles que ha pasado a un lugar diferente donde se
siente de una manera más especial la presencia de Dios.
El segundo paso es preguntarles por la oración: ¿En qué ha cambiado desde que hemos empezado a
realizar los talleres? ¿Hemos avanzado o nos hemos quedado en las mismas? Dejar que los niños hablen y
se expresen con libertad. Animad a hablar a aquellos que aún no hayan tomado la palabra, pero sin
forzarles, hay que evitar que se sientan presionados e incómodos. Para cerrar este diálogo podéis
recordarles la importancia de la oración para mantener una amistad sincera con el Señor.
En un tercer momento pasamos a presentar el tema de la Lectio Divina. Para eso vais a coger un texto al
azar de la Biblia y lo vais a leer muy rápido. Después el mismo texto lo vais a leer un poco más despacio
pero sin entonación, de una manera plana. Y por último lo vais a leer pausadamente y con entonación.
Todo esto es para hacerles ver la importancia de leer bien la Biblia. Después de eso les explicáis que es muy
importante, no sólo hablar a Dios y contarle nuestras cosas, sino que también es muy importante pararnos
a escucharle también a Él. Es el paso que vamos a dar con la Lectio Divina.
Por último, en cuarto lugar abordamos directamente el tema presentado las cuatro partes de la Lectio
Divina de una forma sencilla, como os explicamos en el resumen. A continuación os dirigís al lugar de la
oración y comenzáis la parte práctica.
a. Ambientación
Si hemos hecho la parte teórica en la capilla es conveniente que se haga en la parte trasera o a la mitad de
los bancos para cuando llegue la parte práctica de la oración nos acerquemos al altar o al Sagrario lo más
posible para que los niños tomen conciencia de los espacios. Sería conveniente también ambientar la
capilla con luz tenue, o luz de velas creando un clima de recogimiento que invite a los niños a la oración.
Para la primera parte del ejercicio de la oración podemos poner música suave de fondo que puede ser
instrumental o de Taizé.
b. Ejercicio
Colócate en el banco como hemos aprendido: la espalda recta, los pies en el suelo, las manos
sobre las rodillas… Cierra los ojos y empieza a respirar con suavidad. Y pídele a Dios que te enseñe a
relajarte y a concentrarte en la oración que vas a realizar.
A la vez que realizas esta petición observa tu respiración. No prestes atención a nada más.
Sencillamente respira… El aire entra por la nariz y pasa por la garganta, llega a tu pecho y ensancha
tus pulmones… El aire sale y comienza de nuevo el proceso: inspira… expira…
Ahora imagina que vas paseando por una calle. Ésta está empedrada, es una calle estrecha con
edificios muy viejos. De repente pasas a una casa y te encuentras a mucha gente y a Jesús sentado
en medio. Escucha:
“En aquel tiempo fue Jesús a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró
en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el
volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres
la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a
los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del
Señor”.
Y todos daban testimonio de Él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que
salían de su boca. Y decían: “¿No es éste el hijo de José?”
Él les dijo: “Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que
hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria.”
Y añadió: “En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de
verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres
años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado
Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en
tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio”.
¿Qué sucede en este pasaje del Evangelio? Vemos que Jesús está en la sinagoga de su pueblo
natal: Nazaret, y que lee las Escrituras hebreas. Después de la lectura el Señor revela tanto su
verdadera identidad como su misión. Al principio, seguramente la gente pensaba que era agradable
escuchar la lectura que hacía Jesús, sus palabras…, pero luego se dan cuenta que les está echando
en cara su falta de fe y se vuelven contra Él y casi lo matan. De alguna manera, el Señor pasa en
medio de ellos y se va. No es de extrañar que siempre se cumpla este refrán que acuño el mismo
Jesús, y es que nadie es profeta en su tierra.
Tras una pequeña pausa de silencio lanzamos la siguiente pregunta: ¿Qué me dice Dios a mí
en este texto? Jesús después de leer el texto de Isaías reconoce que esas palabras lo identificaban
a él. ¿Ha habido situaciones en las que me he sentido identificado con descripciones que otros han
hecho de mí? ¿Alguna vez te has parado a pensar en cómo te ve y te piensa Dios? ¿Se te ha
ocurrido preguntarle a Él qué es lo que quiere de ti? En el pasaje del Evangelio, Jesús seguramente
sabía que su mensaje sería polémico, pero aun así no tuvo miedo y dijo lo que tenía que decir.
¿Cuáles son mis miedos respecto a Dios? ¿Presiento que dejarle un hueco en mi corazón podría
suponer renunciar a cosas o arriesgarme a que me señalen con el dedo? ¿Soy valiente en mi
defensa de Dios en medio de mis amigos y familiares? O por el contrario ¿guardo silencio porque
en el fondo no me importa mucho? Vamos a pararnos un momento para hacernos eco en nuestro
interior de estas preguntas que nacen de la Palabra de Dios y que van dirigidas a ti en este preciso
instante.
Tras un ratito de silencio continuamos: Y ahora, después de escuchar lo que Dios me sugiere, ¿qué
oración nace de mi interior? ¿Qué le tengo que contestar? Después de escuchar es el momento de
responder. Podemos utilizar nuestro cuaderno de vida para poner por escrito aquellos sentimientos
que van surgiendo en nosotros o aquella oración especial que le queremos dirigir a Dios.
Por último pasamos a la acción. ¿Qué estoy dispuesto a empezar a cambiar para dejar que Dios
ocupe un lugar importante en mi corazón? También lo puedo poner por escrito en mi cuaderno.
Tarea para casa: buscar el salmo 138 “Señor tú me sondeas y me conoces” y hacer un rato de
Lectio Divina en casa con ese texto, anotar las experiencias de la oración en el cuaderno de vida y
compartirlo el próximo día en catequesis. Recuerda seguir los pasos que hemos aprendido hoy.
Taller de oración 3
Elementos necesarios:
Vela
Copia del Salmo para cada miembro del grupo
A. Parte teórica
1. Para entender la práctica religiosa judía
El pueblo judío tiene un comportamiento religioso distinto al de los cristianos católicos. Para
tratar de comprenderlo, imaginemos que en la Iglesia católica existiera solo un templo y que
para celebrar la Eucaristía tuviéramos que acudir a la basílica de San Pedro en el Vaticano.
De este modo asistiríamos a pocas misas en nuestra vida porque nos costaría un pastón.
Haríamos más peregrinaciones a Roma y en nuestros lugares de origen tendríamos otro tipo de
celebraciones: de la Palabra de Dios, de oración,…
2. La oración de un pueblo.
Así era la vida del pueblo judío:
El templo de Jerusalén centralizaba todo el culto y a él se peregrinaba con relativa frecuencia.
En los pueblos principales había sinagogas donde se reunían cada sábado para escuchar la
Sagrada Escritura.
Los Salmos surgen para ser usados en estas celebraciones de las sinagogas y son,
fundamentalmente, oraciones personales y colectivas.
3. Los salmos eran cantados.
La cultura hebrea era tradicionalmente oral. Algunos ilustrados sabían leer; pero muy pocos podían
escribir. Era una cultura en que las cosas se memorizaban y así se transmitían.
En las sinagogas había una copia (y solo una) de las Escrituras y en su escuela se usaban libros
sagrados para ser aprendidos de memoria.
Así se entiende que para recordar más fácilmente los salmos, estos fueran cantados.
No es de extrañar que haya versículos repetidos incluso en distintos salmos.
Es curioso que algunos salmos conservan indicaciones musicales como: con qué instrumentos
se acompañan, con cual melodía se entonan, si tienen o no estribillo
4. ¿Podemos rezar con los salmos?
Algunos salmos se remontan al siglo X a.C. ¿quién puede rezar con textos tan antiguos? ¿No
estamos muy lejos de la cultura y de las creencias de entonces?
Es cierto. Hay muchos elementos muy lejanos a nuestra experiencia moderna.
El Dios que conocemos por el Antiguo Testamento no es como el que se nos presenta en el
Nuevo: Jesús vino a darnos una imagen más cercana y amorosa de Padre y eso no aparece en la
mayoría de los salmos. Al contrario, en algunos salmos parece hablarse de un Dios guerrero,
violento, lejano, justiciero,…
¿Podemos, por tanto, rezar con esos textos? Si eliminamos lo que es contrario al Evangelio y
somos capaces de leerlos de otra manera, la mayor parte de los salmos serán apropiados para
ayudarnos a la oración.
5. ¿Cómo rezar con los salmos?
Algunos consejos útiles para rezar con los salmos:
No olvidéis que son textos muy antiguos, por tanto, habrá cosas o expresiones que te resulten
extrañas.
Cuando encontréis escenas de violencia…, y creáis que son contrarias al Espíritu de Jesucristo,
no dudéis en pasarlas de largo. La Iglesia no proclama algunos versículos o salmos enteros
porque le parecen inapropiados.
Hay muchos elementos en los salmos que pueden ser leídos desde una interpretación
simbólica. Por ejemplo: no estamos en guerra, ni Dios es guerrero, pero nuestra vida interior
bien puede ser tomada como una batalla entre lo bueno y lo malo, pues nuestro principal
enemigo somos nosotros mismos… ¡Contar con Dios como aliado puede ser muy interesante!
Intenta leer siempre los salmos desde la mirada y el sentir de Jesús: verás cómo hallarás mucha
luz. Ponlos en sus labios y siente cómo suenan.
B. Oramos con el Salmo 26 (Parte Práctica)
Salmo 26
CONFIANZA ANTE EL PELIGRO
Este salmo se coloca en labios del rey para renovar la confianza en Dios cuando el enemigo está
asediando al propio ejército. Podemos rezarlo cuando estamos en alguna dificultad. Su fuerte símbolo de
entrada (el Señor es luz) y sus palabras te consolarán y te llenarán de sentido cuando te encuentres en
medio de las tinieblas y la oscuridad.
Lee el salmo detenidamente antes de comenzar la oración; intenta empatizar con sus palabras,
conectando con todo lo que hay detrás,… (el catequista lo lee en voz alta y de forma serena y
pausada. Todos permanecen de pie)
Antes de sentarse el catequista enciende la vela que los preside. Al encenderla dice: “El Señor es mi
luz y mi salvación” y se sientan todos.
Cuidamos la respiración, que sea consciente y relajada.
Al comenzar pedimos el don de la oración, con estas o semejantes palabras: “Señor danos tu luz
para que saboreemos tu Palabra, ilumínanos, danos el fuego de tu Espíritu para estemos atentos a
lo que pides de nosotros y respondamos con prontitud y generosidad”
Jesús sufrió la incomprensión y el rechazo de los suyos; los poderos lo persiguieron…
o Imaginemos a Jesús en un día duro en el que ha sufrido el rechazo, la oposición y la
incomprensión
o Pon en labios del mismo Jesús las palabras de este salmo…, y hazlo todo por él…, con él…
Hacemos el eco del salmo repitiendo las palabras que más nos hayan tocado el corazón, repasamos
en silencio el salmo y repetimos lo que más nos llegue, por ejemplo, “no tiemblo…”, “espero gozar
de la dicha del Señor en el país de la vida…”, “Él no me abandonará…”
En este momento nos acordamos de hombres y mujeres que, como Jesús, sufren persecución
injusta, por ejemplo nuestros hermanos en la fe que viven en medio de sufrimientos en el Oriente
Medio… Y ponemos el salmo en los labios de estas personas, de los hombres y mujeres que sufren
grandes dificultades.
Hacemos silencio, le damos gracias a Dios y apagamos la vela
(Para hacer una copia del Salmo y repartirla)
Salmo 26
CONFIANZA ANTE EL PELIGRO
Concluye la oración con algún gesto con el agua: lavarnos las manos, signo de que
somos purificados por el agua, y esto es lo que Jesús hace con nosotros. Terminamos
dando gracias.
Taller de oración 6
La transformación de Pablo
Algo sucedió en la vida de Pablo. Hubo un momento en que Dios mismo le tocó el corazón. Pablo quedó
transformado interiormente y se dio cuenta de que todo cuanto había valorado en su vida no tenía
importancia en comparación con Jesús. No sabemos exactamente –históricamente– qué le pasó; quizás
estaba en la sinagoga, discutiendo a grito pelado contra algún cristiano, y aquel le citó algún pasaje de los
profetas que hablan del Mesías de Dios que sufre por nuestros pecados; o quizás fue en un momento de
oración personal; o quizás leyendo él mismo al profeta Isaías… No tenemos los datos de ningún periodista
de la época.
La Lectio Divina tiene cinco momentos para que nos acerquemos poco a poco a la Palabra de Dios, nos
dejemos interpelar por ella y lleguemos a hacer oración con ella: Lectura, Meditación, Oración,
Contemplación, Acción.
Antes de empezar, busca algún lugar tranquilo y sosegado y pídele a Dios que te ayude y te ilumine.
Lee el texto despacio, varias veces, fijándote en los detalles, y pregúntate qué quiere decir el evangelista [1],
Observa de cerca el drama de la experiencia humana de Pablo, cómo empieza y cómo acaba, qué pretendía
al principio y qué hace al final. Lo mejor es que lo leas de tu Biblia.
Hechos 9, 1-9
“Saulo, que seguía respirando amenazas contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo
sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco autorizándolo para llevar presos a
Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres y mujeres.
Iba de camino, ya cerca de Damasco, cuando de repente lo deslumbró una luz que venía del cielo.
Contestó:
1
Los Hechos de los Apóstoles fueron escritos por San Lucas, el mismo autor del evangelio correspondiente.
Le dijo:
Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Ahora levántate, entra en la ciudad y allí te dirán lo que
debes hacer.
Los acompañantes se detuvieron mudos, porque oían la voz pero no veían a nadie.
Saulo se levantó del suelo y, al abrir los ojos, no veía. Lo tomaron de la mano y lo hicieron entrar en
Damasco, donde estuvo tres días, ciego, sin comer ni beber”.
Después de leer y reflexionar sobre el texto, puedes leer las notas de tu Biblia para entenderlo mejor. Pero
recuerda que lo que tú hayas reflexionado es tan valioso como lo que otra persona haya escrito. A
continuación te presentamos un comentario que se fija sobre todo en los símbolos y en la experiencia
interior de San Pablo.
EL PROTAGONISTA
Comienza el relato situando al protagonista. El origen de todo lo que se va a narrar está en la “respiración”
de Pablo, es decir, en lo que hay en su alma, en lo que constantemente entra y sale del cuerpo (el aire) y le
da vida. Con esta metáfora Lucas nos está diciendo que Pablo había decidido dedicarse totalmente a esta
misión. Era su “respiración”.
Por ello, Pablo decide presentarse al sumo sacerdote y pedirle autoridad contra los cristianos de otras
ciudades. Sabemos que no era posible hacer un viaje de 600 km [2] con un grupo de policía judía,
atravesando distintas provincias del imperio como si tal cosa. Los romanos no lo hubiesen permitido. Pero
lo importante no es el hecho, sino la crueldad con la que se nos presenta Pablo (quería encadenar a
hombres y mujeres).
INTERVENCIÓN REPENTINA
Pablo se pone en camino; se supone que iba acompañado, pero a Lucas todavía no le interesa mencionarlo.
Está cerca de Damasco, es decir, a punto de conseguir el objetivo que él mismo se ha marcado, pero algo le
sucede “de repente”, un “resplandor del cielo” y una “voz”. El autor no se inventa todas las palabras, las
aprovecha de otros relatos que hay en el Antiguo Testamento, usadas para indicar una manifestación
maravillosa de Dios. Y lo hace a propósito, está diciendo que el mismo Dios, que se manifestó
antiguamente, el mismo Dios que Pablo cree estar obedeciendo, el mismo Dios que le dio la ley a Moisés,
es el que se está presentando aquí ante Pablo.
En las escrituras judías encontramos que Dios se manifiesta a veces con un resplandor y con una voz que
vienen del cielo. En aquella época sabían muy bien que se trata e imágenes simbólicas para decir algo muy
importante: ¡Atención, Dios te está hablando, hazle caso!
Todo esto le sucede a Pablo cuando iba hacia su destino. Pablo no estaba parado. Esto simboliza el camino
de la vida; es decir, Dios se aparece en su vida concreta, en la que vivimos cada uno. Se aparece de repente,
de la forma que menos lo esperamos. No espera que vayamos a buscarlo en lugares escondidos, él mismo
ha decidido ir a nuestro encuentro.
2
La distancia entre Jerusalén y Damasco (al norte de Jerusalén).
El resplandor, símbolo de Dios (“yo soy la luz”, dice Jesús en el evangelio de Juan), envuelve totalmente a
Pablo. Dios se le hace presente de forma poderosa, de forma que lo abarca enteramente. Como resultado
Pablo cae a tierra. Los pintores de muchas épocas se han imaginado a Pablo cayendo de un caballo. El texto
no menciona ningún caballo, pero sí es una imagen acertada. El hombre sentado sobre su caballo
representa a alguien seguro de sí mismo, poderoso, afirmado en sus creencias. El hombre que cae del
caballo es símbolo del que pierde sus seguridades, del que corre el riesgo incluso de morir, del hombre
caído. También en español tenemos una expresión: “bajarse del caballo”, que significa renunciar al propio
parecer.
Pablo cae al suelo. Nos importa poco si esta caída fue física (¿se dio un tortazo verdadero y le salió un
chichón?), porque sabemos que la caída fue espiritual. Todo por lo que había luchado hasta entonces se le
desmoronó. La ley de Moisés, en la que había puesto toda su confianza, dejó de ser la clave de su vida.
Cae a tierra, precisamente al lugar de donde proceden los seres humanos (del polvo de la tierra formó Dios
a Adán). La tierra aquí se opone al cielo de donde viene la luz. La caída de Pablo supone que toda su vida
anterior había estado equivocada, debe volver a ocupar su lugar en la tierra para dejar que Dios lo cree de
nuevo, como hizo con Adán. Además, la postura del hombre caído en la tierra es la situación del que no
tiene vida, del cadáver. Tan solo Dios será capaz de devolverle la vida a este hombre caído.
La voz de Dios se hace necesaria, porque sin sus palabras no se entiende nada. Pablo tan solo ha visto una
luz que lo envuelve; ahora la voz comienza dirigiéndose a él y llamándole por su nombre. Dios le habla por
su nombre y en su lengua; la voz de Dios pretende ir a lo más profundo de su corazón, quiere interpelarle
en lo más hondo. No le va hablar de opiniones ni de anécdotas superficiales. Lo que está a punto de decirle
le va a transformar su interior.
Tras el nombre, lo primero que le dice la voz es una pregunta: ¿Por qué? Sabemos que se pueden hacer
muchas preguntas ante cualquier hecho, pero la más profunda de todas es “por qué”. De nuevo queda
claro que Dios se dirige a las motivaciones del corazón, a lo que justifica toda la vida de Pablo. Le pregunta
en concreto: “¿por qué me persigues?” Es decir: ¿por qué has montado toda tu vida en una persecución?,
¿por qué has hecho de la persecución, de la violencia, el fundamento de tu vida entera, de tu
“respiración”?
Saulo no tiene respuesta. Podría haberle dicho: “quiero defender la ley de Moisés, quiero servir a Dios”.
Pero ha preferido preguntar él también: “¿Quién eres?” Se trata de una pregunta por la identidad. La voz y
la luz son símbolos claros que cualquier judío entiende: expresan la presencia de Dios. Pero ahora Pablo,
como se le han caído al suelo todas sus convicciones, sólo puede preguntarse: “¿Quién es éste que me
habla? ¿Quién es este Dios que yo creía conocer, pero que ahora me doy cuenta que no conozco?”.
La voz le responde con claridad: es Jesús. El Dios de los judíos, el que se expresó siglos atrás dándole a
Moisés la ley, ahora se manifiesta de la forma más perfecta y definitiva en Jesús de Nazaret. Es decir, que
para conocer a Dios hay que conocer a Jesús. Precisamente lo que Pablo estaba persiguiendo.
Y después de responder, Jesús comienza a darle órdenes. Esto es muy importante, porque hasta ahora
Pablo había hecho lo que había querido; nadie le mandaba, él había decidido presentarse ante el sumo
sacerdote, él quería perseguir a los cristianos, él quería ir a Damasco. Ahora eso se ha terminado. Ahora es
Dios el que toma las riendas de la vida de Pablo y le da tres órdenes: levántate, entra en la ciudad, y ya te
diré.
PABLO RESPONDE
A continuación presenta Lucas a los acompañantes de Pablo. Lo hace aquí y no antes por tres razones. La
primera es que Pablo, antes, no necesitaba de nadie. Pablo, aunque tuviese a gente alrededor, vivía solo en
la vida de persecución que él se había montado para sí mismo. La segunda tiene que ver con la
incertidumbre; Jesús le acaba de dar tres órdenes, pero ahora nos viene la pregunta:
¿Qué hará Pablo? ¿Le hará caso? ¿Le rechazará? Porque Dios siempre respeta la libertad; la voz que manda
a Pablo no lo arrastrará si él no quiere. Hay una tercera razón: Lucas quiere que el lector (tú y yo) nos
preguntemos también qué hacemos ante los mandatos de Dios. ¿Le obedecemos? ¿Lo rechazamos? ¿Nos
hacemos los distraídos? ¿Pedimos tiempo para reflexionar?
De los acompañantes de Pablo solo se dice que estaban asombrados por la voz y que no veían a nadie. Son
elementos normales en los textos que Lucas está imitando. La intervención de Dios es asombrosa (para el
corazón), aunque no sea espectacular en lo externo.
¿Y qué hizo Pablo? Se levantó enseguida. Lo primero que le pide Jesús es “Levántate”; lo primero que hace
Pablo es levantarse. Esto tiene un nombre claro: obediencia. Pablo obedece inmediatamente a Dios; a
pesar de que se le ha caído su esquema mental, de que todo lo que valoraba antes ya no tiene importancia,
es capaz de obedecer a su Señor. Además, Lucas subraya: “se levantó del suelo”, del sitio al que había caído
antes; deja de estar en la tierra, en la postura del hombre sin vida, para estar ahora de pie, que es la
postura del vivo, del que ha recibido la vida porque Dios se la ha querido dar.
Pero hay un problema; Pablo sigue sin comprender nada. Esto se expresa con el símbolo de la ceguera.
Aunque intentaba comprender, intentaba ver qué quería decir todo aquello, no podía ver, no podía captar
cuál era el mensaje que Dios le quería dar. Por ello, queda ciego, sin visión interior de las cosas. Tendrá que
esperar. La conversión es un proceso que lleva su tiempo, el tiempo de Dios.
Le quedan dos órdenes por cumplir. Pero la segunda no es capaz de hacerla sin ayuda. Por ello necesita que
lo lleven a la ciudad y, además, lo llevan de la mano, como si fuese un niño, como si estuviese de nuevo
aprendiendo a caminar, como si se tratase de un nuevo nacimiento. Dios lo ha vuelto a crear, lo ha
levantado de la tierra y ahora lo acompañan como a un niño hacia el nuevo nacimiento que será el
bautismo.
Y en Damasco está tres días sin comprender nada, sin saber a qué viene aquella intervención repentina de
Dios en su vida. Tres días que nos recuerdan el tiempo que Jesús permaneció en el sepulcro, mientras la
creación entera esperaba, expectante, que Dios sacase vida de donde era imposible que la hubiera. Pablo
espera también a que Dios se manifieste a él y le explique, le haga ver de nuevo.
En el segundo momento de la Lectio Divina medita lo que Dios Seguramente ya has meditado
está diciéndote a través de su Palabra. En la Lectura nos hemos muchas veces este texto y puede
preguntado qué dice el texto para cualquier persona, pero ahora plantearse la tentación de creer
compáralo con tu vida, con tus alegrías y preocupaciones, con que “ya está todo sabido” o que
hay poco por agregar. Pero,
tus actitudes y valores, buenos y malos, con aquello que Dios ve
gracias a Dios, tú y su Palabra
dentro de tu alma. Ningún comentario puede suplir tu propia
están vivos, y del encuentro de
reflexión. dos vidas bien dispuestas siempre
nace la novedad, la interpelación,
No necesitas fijarte en todos los aspectos del texto, detente solo el diálogo recreador.
en los que son importantes para ti. Además, las situaciones de vida
cambian permanentemente por
Observa de nuevo el proceso de Pablo, y aplícalo a tu propia lo que lo que te ha dicho la
vida. Palabra en un momento
determinado, no es lo mismo que
Pablo comienza teniendo toda su vida muy clara. Sabe lo que te puede sugerir ahora.
quiere, se mueve con decisión. Hasta cree que está obedeciendo
a Dios.
¿Cómo actúo yo? ¿Cuáles son los valores más importantes de mi vida? ¿Cómo están en relación a los
valores de Jesús?
Pablo tiene una experiencia en la que sabe que Dios le está llamando por su nombre, se dirige de forma
especial a él y le pregunta por el porqué de su vida.
¿Cómo me habla Dios? ¿Lo descubro en los hechos cotidianos y en los especiales? ¿Lo veo en las personas
que me rodean? Dios me está llamando siempre, ¿soy capaz de oírle?
¿Cómo acepto los cambios que Dios hace en mi vida, aquellos que me piden salir de la rutina, arriesgarme,
lanzarme a horizontes desconocidos? ¿Podré cambiar mi forma de ver el mundo? ¿Me animo a dejar la
comodidad en mi visión de las cosas?
Jesús le da instrucciones muy sencillas, y le pide que permanezca a la espera, que confíe en él. Más tarde ya
le dará la misión de toda su vida, anunciar el evangelio por todo el imperio. Pablo comienza haciéndole
caso, pero enseguida descubre que necesita la ayuda de los demás.
¿Soy consciente de que Jesús me puede dirigir su Palabra a través de otras personas y acontecimientos,
aunque yo no me lo espere? ¿Cómo dejo actuar la ayuda de los otros en esta búsqueda?
El tercer momento es también muy personal. La Oración es hablar con Dios, poniendo ante Él nuestra vida.
Aunque no oigamos a Dios como quien está a nuestro lado hablándonos, si lo hemos oído a través de la
Lectura y Meditación de su Palabra. ¿Qué le quieres decir? ¿Qué te parece que está esperando de ti?
Jesús llama siempre y a todos a amar; a cada uno y cada una con una vocación diferente y especial.
Manifiéstale ahora cómo te sientes, cómo vives tu amistad con él. Este es el momento de confiarte a él, de
preguntarle, de responderle, de pedirle…
4. CONTEMPLACIÓN: ¡GRACIAS!
La Lectio Divina culmina con un momento de contemplación que no es fácil de explicar. Se trata de
agradecer a Dios por todo lo que recibimos de Él. No hay límite claro entre la Oración y la Contemplación.
Contemplar a Dios es una experiencia de pocas palabras y mucho sentimiento. Los grandes maestros de
oración suelen expresarse con poemas e imágenes. Pero cualquier cristiano puede sentir y vivir que está en
comunión con Dios sin necesidad de ser nadie especial. Porque para Dios todos somos especiales.
Contempla pues tu vida, tu vocación, la llamada que Jesús te está haciendo aquí y ahora. Dale gracias,
muéstrale tus sentimientos, tu vivencia ante lo que te pide.
¿Alegría? ¿Miedo? ¿Serenidad? ¿Dudas? Jesús sabe cómo
somos los humanos, nos conoce muy bien y puede
comprenderte.
5. ACCIÓN
Como familia parroquial de la Parroquia de XXXXXXX, rezamos unos por otros para que todos sepamos
responder con generosidad a la construcción del Reino de Dios, porque de ahí brota la verdadera alegría y
seremos felices.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal
contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los
cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.”
Bienaventurados los mansos y los que lloran: Los mansos son los pobres de los que habla el salmo 37. Se les
quitó su tierra y la van a heredar de nuevo (Sal 37, 11; cf Sal 37.22.29.34). Los afligidos son los que lloran
ante la injusticia en el mundo y entre la gente (cf. Sal 119,136; Ez 9,4; Tob 13,16; 2Pd 2,7). Estas dos
bienaventuranzas quieren reconstruir la relación con los bienes materiales: la posesión de la tierra y el
mundo reconciliado.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia y los misericordiosos. Los que tienen hambre y sed
de justicia son los que desean renovar la convivencia humana, para que esté de nuevo de acuerdo con las
exigencias de la justicia. Los misericordiosos son los que tienen el corazón en la miseria de los otros porque
quieren eliminar las desigualdades entre los hermanos y las hermanas. Estas dos bienaventuranzas quieren
reconstruir la relación entre las personas mediante la práctica de la justicia y de la solidaridad.
Bienaventurados los puros de corazón y los pacíficos: Los puros de corazón son los que tienen una mirada
contemplativa que les permite percibir la presencia de Dios en todo. Los que promueven la paz serán
llamados hijos de Dios, porque se esfuerzan para que la nueva experiencia de Dios pueda penetrar en todo
y realice la integración de todo. Estas dos bienaventuranzas quieren reconstruir la relación con Dios: ver la
presencia actuante de Dios en todo y ser llamado hijo e hija de Dios.
Bienaventurados Los perseguidos por causa de la justicia y del evangelio. Las bienaventuranzas dicen
exactamente lo contrario de lo que dice la sociedad en la que vivimos. En ésta, el perseguido por la justicia
es considerado como un infeliz. El pobre es un infeliz. Feliz es el que tiene dinero y puede ir al
supermercado y gastar según su voluntad. Los infelices son los pobres, los que lloran. En la televisión, las
novelas divulgan este mito de la persona feliz y realizada. Y sin darnos cuenta, las telenovelas se vuelven el
patrón de vida para muchos de nosotros. ¿Quizás si en nuestra sociedad todavía hay lugar para estas
palabras de Jesús: “¡Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia y del evangelio! ¡Felices los
pobres! ¡Felices los que lloran!”? Y para mí que soy cristiano y cristiana, de hecho ¿quién es feliz?
Todos queremos ser felices. ¡Todos y todas! Pero ¿somos realmente felices? Por qué sí? ¿Por qué
no? ¿Cómo entender que una persona puede ser pobre y feliz al mismo tiempo?
¿Cuáles son los momentos en tu vida en que te has sentido realmente feliz? ¿Era una felicidad
como la que fue proclamada por Jesús en las bienaventuranzas, o era de otro tipo?
PETICIONES
(Catequista) Deseosos de contribuir a un mundo mejor, tal y como Jesús soñó el Reino de Dios, vamos a
pedir para este curso vivir todos en las actitudes que nos proponen las Bienaventuranzas:
1. Para que progresemos hacia ser pobres de corazón y desprendidos; para que sepamos ponernos en
el lugar de los que sufren; ROGUEMOS AL SEÑOR
2. Para que nuestra actitud en todo sea de sencillez y humildad; para que vayamos por la vida con la
pura verdad y la justicia por delante; ROGUEMOS AL SEÑOR
3. Para que nuestro corazón sea compasivo y capaz de perdonar; para que cultivemos, y se nos note,
un corazón transparente, desprovisto de malas intenciones; ROGUEMOS AL SEÑOR.
4. Para que, suprimida toda violencia, nos apuntemos al diálogo y la tolerancia; ROGUEMOS AL
SEÑOR.
5. Para que quienes vamos concluyendo nuestro proceso de iniciación cristiana nos abramos a la
acción del Espíritu que es quién puede llevar en nosotros a su plenitud de las Bienaventuranzas;
ROGUEMOS AL SEÑOR.
ENTREGA DE LAS BIENAVENTURANZAS
El catequista (a cada niño cuando le entrega la tarjeta de las bienaventuranzas): Acoge y guarda en tu
corazón las Bienaventuranzas del Señor Jesús para formar parte de su Reino
El catequista, al finalizar el rito de entrega: Oremos para que la palabra que hemos escuchado y recibido
permanezca siempre viva en nosotros hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.
El catequista: Oh Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, maestro nuestro que nos has enseñado las
Bienaventuranzas, haz que estas permanezcan impresas en nuestro corazón.
• Danos un corazón de pobre que no busque las riquezas de este mundo y aspire solo a poseerte a Ti
• Danos un corazón lleno del deseo por los bienes del cielo, insatisfecho ante las alegrías de este
mundo.
• Danos un corazón manso y humilde, que renuncie a la violencia, y sepa dar testimonio de tu
bondad mediante la alegría.
• Danos un corazón con hambre y sed de justicia y de santidad que no tenga otro deseo que hacer tu
voluntad.
• Danos un corazón misericordioso, preparado para servir a los demás y ayudarles en sus dificultades.
• Danos un corazón puro, alejado de las pasiones y los vicios, sincero y limpio en el amor que vive.
• Danos un corazón enamorado de la paz, despierto a colmar las necesidades de los demás y a ser
instrumento de unidad y concordia.
• Danos un corazón firme, preparado para afrontar las adversidades, que permanezca unido a Ti y fiel
hasta la muerte. Pon en nuestro corazón tu Reino, reino de bondad, de santidad y de verdadera
felicidad.
El catequista:
Oh Padre, que en la Palabra y el ejemplo del Señor Jesús nos has revelado el secreto de la auténtica
felicidad, mira a estos hijos tuyos a quienes hoy les hemos confiado las Bienaventuranzas del Reino; que los
ilumine tu Espíritu para que en la vida cotidiana experimenten su valor y te den gloria a ti, dador de todo
bien. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén