Iglesia y Masonería. Las Dos Ciudades by Alberto Bárcena

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IGLESIA Y MASONERÍA.

LAS DOS CIUDADES

Alberto Bárcena
IGLESIA Y MASONERÍA. LAS DOS CIUDADES

Alberto Bárcena

Primera edición: enero 2016.

Depósito legal: M-38825-2016. ISBN: 978-84-942107-9-2.

Para Vicky, Andrés y Víctor

ÍNDICE

PRÓLOGO

Capítulo I: ORÍGENES Y PRECEDENTES

En una taberna de Londres

Creencias fundamentales: deísmo, sincretismo, panteísmo y gnosis

Luciferismo

El G.A.D.U. y Lucifer

La hermandad de los Rosacruz; un precedente directo

Capítulo II: LAS PRIMERAS CONDENAS PONTIFICIAS

Clemente XII y Benedicto XIV: la excomunión confirmada

Masonería e Ilustración. La condena de Pío VI

La Masonería irrumpe en las Cortes católicas: el asalto a la Compañía de


Jesús La Revolución Francesa y su componente masónico

El trasfondo religioso: imposición de las creencias masónicas

Capítulo III: EL SIGLO XIX. LIBERALISMO Y MASONERÍA

Napoleón, la Masonería y Pío VII


Todo un siglo de condenas pontificias. De Pío VIII a León XIII

Masonería y revoluciones liberales. «La tranquilidad de los Estados»

El reinado de Isabel II. «El peso de la Corona en la balanza del


Catolicismo»

“La Gloriosa”; un golpe masónico

La Masonería en América. Mártires del Nuevo Mundo

Capítulo IV: MASONERÍA, MARXISMO Y ANARQUISMO

1848: el asalto al Papado

La Masonería y la Internacional

Crímenes impunes. El atentado contra los reyes

Masonería y comunismo

Capítulo V: III REPÚBLICA FRANCESA. SE RECRUDECE LA LUCHA

La imposición del laicismo. La condena de San Pío X

Humanum genus

El mito de Ferrer y el Sagrado Corazón

Laicidad y Masonería en la actualidad

Capítulo VI: LA EUROPA DE WILSON

EL Código de Derecho Canónico

De Sarajevo a Versalles, la intervención masónica

Las organizaciones pantalla de la Masonería

2
Capítulo VII: MASONERÍA TRIUNFANTE

Masónica república española. La condena de Pío XI

El poder global. Los avisos de Benedicto XVI

La batalla por la vida. Humanae vitae; Evangelium vitae

Las últimas condenas. Juan Pablo II y Doctrina de la Fe

BIBLIOGRAFÍA

ÍNDICE DE SIGLAS

BB:

B’nai B’rith

BC:

Bohemian Club

BG:

Bilderberggroup, Bilderbergconferentie, o Club Bilderberg

CFR:

Council on Foreign Relations (Consejo de Relaciones Exteriores)

G.A.D.U.:

Gran Arquitecto del Universo

GLUI:

Gran Logia Unida de Inglaterra

GOF:
Gran Oriente de Francia

NOM:

Nuevo Orden Mundial

REAA:

Rito Escocés Antiguo y Aceptado

RIIA:

Royal Institute of International Affairs

RT:

Round Table (Tabla Redonda)

SF:

Fabian Society (Sociedad Fabiana).

PRÓLOGO

Comprendí la necesidad de escribir este libro a raíz de impartir mi primer


seminario sobre Masonería en la Universitas Senioribus CEU1 a principios
de 2011.2 Respondía a la propuesta de su directora, recogiendo la petición
de varios alumnos míos que habían reparado en el hecho de que su profesor,
con cierta frecuencia, explicaba la Historia Contemporánea introduciendo la
clave masónica. Había interés por su parte y también bastante confusión.
No era extraño; el tema parece muy complejo al abordarlo, aunque
estudiándolo puede simplificarse bastante; la confusión ha sido creada por
los masones deliberadamente: ya la observancia del secreto fue siempre un
obstáculo para penetrar sus designios, rituales y creencias, pero además,
también desde el principio, tuvo la secta interés en fomentar el desconcierto
de los católicos haciéndoles creer que la incompatibilidad con la Iglesia
estaba superada; carecía de justificación.
Dentro de la Universidad aquel seminario tuvo tal seguimiento que dos años
más tarde la nueva directora me propuso repetirlo, volviendo a hacerlo en
20133 y también en 2015.4 Yo entregaba a los alumnos matriculados una
documentación que sirvió de base a muchas de las preguntas que realizaban
al terminar cada sesión. Era una recopilación de textos donde figuraban
citas de expertos y extractos —o documentos completos— de algunas de las
condenas pontificias. La misma documentación que fui ampliando en años
sucesivos, y puse a disposición de mis alumnos de las diferentes facultades
de la Universidad CEU San Pablo. Comprobé que nada era tan clarificador
como los documentos de los papas.

Los romanos pontífices se han pronunciado a lo largo del tiempo sobre la


Masonería con inusual insistencia, demostrando conocerla en profundidad.
León XIII, el padre de la doctrina social de la Iglesia, en su encíclica
Humanum genus, de 1884, recuerda que varios de sus antecesores habían
condenado a la secta, mencionando expresamente a Clemente XII,
Benedicto XIV, Pío VII, León XII, Pío VIII, Gregorio XVI y Pío IX,
quienes «por cierto repetidas veces, hablaron en el mismo sentido».5 Y lo
hacían siempre por la misma razón: tenían que confirmar las letras de los
anteriores porque una y otra vez, tenazmente, el rumor del levantamiento de
la condena volvía a extenderse interesadamente.

Comentaremos algunos de estos textos que se fueron publicando entre 1738


y 1884. ¡Siglo y medio de condenas clarísimas, de una contundencia
impresionante! Ninguna de ellas hizo distingos en cuanto a ramas y
Obediencias masónicas: todas eran lo mismo; empezaban y terminaban en
el mismo punto: la lucha contra la Iglesia Católica; y no solo contra la
institución sino también contra todo lo que representa y custodia. No han
faltado masones —incluyendo algunos que practican una imposible doble
pertenencia a la Iglesia y a la secta tan reiteradamente condenada—, que
han querido interpretar ese cúmulo de pronunciamientos como resultado de
una lucha “política” entre el Papado y el Estado italiano, levantado a costa
de los Estados Pontificios, en un proceso de unificación que contó con la
constante presencia masónica en el bando asaltante. Algo por tanto, según
ellos, ya superado, al ponerse fin a la llamada «cuestión romana» en el siglo
XX. Nada más incierto. Las primeras condenas surgen mucho antes de que
nadie hubiera pensado siquiera en la unificación italiana —un siglo antes—
y, además, continuaron produciéndose después: el ciclo se cierra, por ahora,
con la declaración Quaesitum est,6 de la Sagrada Congregación para la
Doctrina de la Fe, de 1983, que lleva la 1 Universidad de mayores del CEU,
con sede en la madrileña calle Tutor (campus de Argüelles).

2 La influencia masónica en la Edad Contemporánea, enero de 2011

3 Masonería, poder político e ingeniería social, febrero de 2013

4 Con el mismo título que el anterior

5 Carta Encíclica, Humanum genus, 4

6 Declaración sobre las Asociaciones Masónicas Quaesitum est, de la


Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, de 26 de noviembre de
1983.

firma de su cardenal prefecto, Joseph Ratzinger, convertido en bestia negra


de la Masonería de manera nada casual.

Había desmentido el rumor, ampliamente propagado por enésima vez, de


que la pertenencia a la Masonería ya no resultaba imposible para un
católico: «...los fieles que se inscriban en asociaciones masónicas están en
pecado grave y no pueden recibir la Santa Comunión...»,7

concluía diciendo aquella declaración; no era interpretable. Además, como


veremos, el mismo cardenal publicaba un año más tarde un artículo sobre la
cuestión, en L'Osservatore Romano, que tampoco dejaba lugar a dudas:
«...la Congregación ha considerado su deber el dar a conocer el
pensamiento auténtico de la Iglesia para poner en guardia a los católicos..
,».8 Comentaremos el editorial del entonces futuro papa en su lugar, pero
valgan estas dos frases como exponente del categórico tono empleado.

No; no se trataba de una política más o menos acertada de la Santa Sede;


tampoco de una fobia papal que se hubiera ido transmitiendo de generación
en generación. Estas condenas pontificias contienen argumentos teológicos
y filosóficos de tal importancia que no pueden ser desdeñadas a priori.
Salvando los diferentes estilos de cada época, se reconoce detrás de ellas el
riguroso análisis de los pontífices y sus colaboradores a la hora de
redactarlas. Un trabajo fundamentado, como el resto de la doctrina de la
Iglesia, en la fe, la razón y las ciencias auxiliares. Me propongo en esta obra
dar a conocer lo principal de tales argumentaciones contrarias a la
Masonería; como también encuadrarlas en la historia de estos tres últimos
siglos, marcados por una muy reconocible influencia masónica. No
solamente en los acontecimientos históricos sino también en la evolución
del pensamiento occidental. Con grave deterioro de le fe desde luego, pero
también de la razón; los dos pilares que levantaron y mantuvieron la
civilización a la que aun pertenecemos.

Una civilización tambaleante hoy en día a causa, precisamente, de ese


deterioro gravísimo de sus cimientos. No tendría que haber sido así. «No
hay, pues, motivo de competitividad alguna entre la razón y la fe: una está
dentro de la otra, y cada una tiene su propio espacio de realización».9 Sin
un agente externo, enemigo del verdadero progreso humano, no se
comprende este suicidio colectivo, inducido desde el poder.

Termino con un apunte reciente: días antes de escribir este prólogo


pronuncié una conferencia en la iglesia de San Martín de Tours, de Madrid,
10 con el mismo título que puse luego a este libro. Poco antes, el padre
Pedro, organizador del acto, me pidió la máxima claridad dado que
asistirían otros sacerdotes y no todos tenían muy claro cuál era la postura
oficial de la Iglesia tras la promulgación del nuevo Código de Derecho
Canónico; aunque viniese acompañado de la citada Declaración de Doctrina
de la Fe. ¿Cómo puede ignorarlo un sacerdote católico?

Otros, y más preeminentes, sencillamente prefieren mirar hacia otro lado.

Tal es el caso reciente del cardenal Ravasi11 que en febrero de 2016


publicaba un artículo a favor del diálogo entre la Iglesia y la Masonería.12
Además encontraba —y eso era lo peor—

puntos de unión entre una y otra; con la argumentación más endeble, por no
calificarla de manipuladora. No es posible que quien preside un Consejo
pontificio desconozca toda la trayectoria, el presente y el pasado, de esta
lucha entre las «dos ciudades» que vamos a seguir en estas páginas. Pero
sobre todo es extraño que no sepa, o pretenda no saber, cuál es el trasfondo
espiritual del pensamiento masónico: sus creencias y sus dogmas; lo que
significan u ocultan sus rituales. Actualmente más que en 2011, cuando
impartí aquel primer seminario 7 Ibíd.

8 “Reflexiones un año después de la Declaración de la Doctrina de la Fe.


Incompatibilidad de la fe cristiana y la Masonería”, L 'Osservatore Romano,
20 de febrero de 1985.

9 San Juan Pablo II, Carta Encíclica Fides et ratio, 17.

10 Junio de 2016

11 Presidente del Consejo Pontificio de la Cultura

12 Ravasi, Gianfranco, “Cari fratelli massoni”, Il Solé 24 Ore, (La Chiesa &
La Loggia), 14 de febrero de 2016, p.

29.

sobre la Masonería, considero urgente darla a conocer. Ante su campaña de


«normalización», la confusión ha aumentado muy deprisa y, una vez más,
está siendo utilizada por los de siempre y sus aliados. De la manera más
interesada.

ORÍGENES Y PRECEDENTES
En una taberna de Londres
Para entender la Masonería debemos pensar ante todo en Lutero: el
significado profundo de la mal llamada Reforma protestante, que fue
realmente una ruptura en toda regla. Una reacción violenta contra la Iglesia
que significó la fractura, profundamente traumática, de la Cristiandad.

Las tesis de Martín Lutero sostenían que solamente la Scriptura era digna
de veneración. El resto del depósito sagrado de la Iglesia era rechazable:
desde la Tradición hasta la obra de los Santos Padres y Doctores; desde las
declaraciones dogmáticas hasta el magisterio; y, sobre todo, el Primado de
Pedro. Aquella rebelión nació entreverada de intereses políticos y seguiría
estándolo en los siglos siguientes. Aparte de las visibles guerras de religión,
hubo una lucha soterrada por el control del continente, —y enseguida
también del resto del mundo—

orquestada por los seguidores de la Reforma contra los dos supremos


poderes de la Cristiandad: el Imperio y el Papado. Es un hecho
incuestionable; y se utilizaron, además de los ejércitos, todas las armas;
desde la diplomacia hasta la piratería, pasando por las alianzas
internacionales

—inclusive con el Islam y la católica Francia— y las sectas secretas.


Principalmente la Masonería que fue la que cuajó después de anteriores
intentos.

En el caso de Inglaterra el control de la religión por parte de la Corona fue


el detonante de un cisma que degeneró en herejía, y dio lugar a la más larga,
constante y encarnizada de las persecuciones sufridas por el Catolicismo en
tiempos modernos; una de las más desconocidas también. Se mantenía en
pleno vigor cuando la peculiar historia nacional acabó enfrentando al rey
con el Parlamento en las primeras revoluciones políticas de la Edad
Moderna; ya durante el siglo XVII. El último de los Estuardo allí reinantes,
Jacobo II, —biznieto de la «reina mártir»
de Escocia— fue expulsado en 1689, entre otras razones por su designio, no
declarado abiertamente, de volver al Catolicismo. Ese fue el motivo de que
el resto de la dinastía, salvo sus dos hijas protestantes, fuera excluida del
trono a perpetuidad, dando paso, tras el reinado de Guillermo de Orange, a
una nueva línea nada sospechosa de proclividad hacia la Iglesia Católica:
los Hannover; que con distintas denominaciones familiares, reinan hasta la
actualidad.

El nacimiento de la Masonería está íntimamente relacionado con ellos. El


primero13 había llegado al trono inglés en 1714, solamente tres años antes
de la fundación de la secta que nos ocupa. Y esta será enseguida el mejor
ariete, por oculto, de su política exterior y la de sus descendientes; dirigida
a consolidar su hegemonía sobre el debilitamiento de sus competidores;
encamados sobre todo en las dos ramas de la Casa de Austria: la española
—primogénita— y la alemana.

Al margen de leyendas fantasiosas, creadas y alimentadas por la propia


Masonería, esta no es tan antigua ni de orígenes tan gloriosos como
pretenden sus adeptos: nació el 24 de junio de 1717 en una taberna
londinense, llamada de La Oca y el Grillo, 14 situada junto a la catedral de
San Pablo, entonces en construcción. Era el resultado de la unión de cuatro
logias o sociedades secretas operativas contra los Estuardo, que dieron
origen a la Gran Logia de Londres, más tarde Gran Logia de Inglaterra; el
origen de todas las Obediencias masónicas; un frondoso árbol, lleno de
ramas —con matices muy diferenciadores en ciertos casos—, que nos
llevan siempre al mismo origen. Su capacidad de adaptación solo fue
comparable a la decisiva 13 Jorge I, luterano de origen, nieto del Príncipe
del Palatinado y biznieto de Jacobo I de Inglaterra de quien traía su
derecho.

14 Ver Vicente Alejandro Guillamón, Los masones en el gobierno de


España, p. 30.

influencia ejercida en los países donde fue instalándose; y al poder que


llegaría a alcanzar sobre ellos en ciertos momentos. Sin olvidar jamás sus
fines constitutivos, alentados por el hecho de profesar ideas religiosas
contrarias realmente al Cristianismo, como reconocerá no solo la Iglesia
Católica, sino también la Ortodoxa griega,15 y bastantes de las reformadas;
presbiterianas16 y metodistas particularmente.17 Inclusive la anglicana; en
último lugar, eso sí.

No entraré en el estudio de sus rituales y grados, denominaciones y


lenguajes, asunto que excede con mucho el propósito de este libro. Baste
decir que fue constituida por muy pocas personas; principalmente clérigos
protestantes de diferentes confesiones, que tenían en común el designio de
cerrar el paso a un posible regreso de los Estuardo, sirviendo, además, los
intereses de la nueva dinastía y de la nación británica, y socavando en lo
posible a las monarquías católicas del Continente, sus rivales tradicionales.
El carácter de secta secreta con el que quedaba organizada facilitaría su
labor tanto en Inglaterra como —sobre todo— en el exterior. Los Hannover
reconocieron inmediatamente en ella el útil instrumento que llegaría a ser
muy pronto y la apoyaron constantemente a través del tiempo.

La cuestión se complicaba al pasar al Continente, algo que ocurrió, por


cierto, de forma inmediata. ¿Cómo convertir a franceses, italianos o
alemanes en colaboradores de una potencia extranjera, con la que, además,
los conflictos resultaban permanentes? Sencillamente, ofreciéndoles algo
más: conexiones políticas a nivel internacional; posibilidades para muchos
de promoción social, profesional o académica; prestigio, poder, y, sobre
todo para algunos, un conocimiento superior que, supuestamente, iluminaba
a quienes se introducían en sus logias.18

Estos masones continentales se convertían, quizá sin plena consciencia


muchas veces, en un peligro para sus Estados y, en el caso de los católicos
para la propia Iglesia a la que pertenecían.

Así lo dijeron, como veremos muy pronto, los papas autores de las primeras
condenas contra la secta. El racionalismo radical y escéptico de la
Ilustración, el prurito filosófico, las aspiraciones 15 El 12 de octubre de
1933, el Episcopado de la Iglesia Ortodoxa griega emitió el siguiente
comunicado: «La Francmasonería no puede de manera alguna ser
compatible con el Cristianismo porque es una organización secreta, que
actúa y enseña en el misterio y en el secreto y deifica al racionalismo. [...]
Es necesario urgir a todos los que sin la debida reflexión y examen de lo
que es la Francmasonería hayan ingresado en ella, que corten toda conexión
(con ella) porque solo el Cristianismo es la religión que enseña la verdad
absoluta y colma las necesidades religiosas y morales del hombre.
Unánimemente y con una sola voz los obispos de la Iglesia de Grecia han
aprobado lo que acaba de decirse y declaramos que todos los hijos fieles de
la Iglesia deben apartarse de la Francmasonería [...]». Declaración de la
Asamblea de los Obispos de la Iglesia de Grecia, firmada por su presidente,
el arzobispo Crisóstomo de Atenas, en Walton Hannah, Darkness visible. A
Christian Appraisal of Freemasonry, Ed. Baronius Press, London, 2008, pp.
75-76

16 La Iglesia Presbiteriana de Escocia condenó la Masonería en 1757, lo


mismo que la de Irlanda y la presbiteriana ortodoxa de América. «La
condena de los luteranos de Norteamérica ha sido especialmente dura. El
dios de la Masonería no es el Padre de Jesucristo. Los juramentos a que
obligan los rituales son frívolos y blasfemos. No se tiene en cuenta la
salvación por la fe en Cristo. Los rituales se oponen a la fe cristiana y
prescinden de ella. La Iglesia luterana cree que el culto de un dios que no es
el cristiano degenera en idolatría. En el mismo sentido se manifiestan otras
iglesias protestantes, hasta el punto que Hannah puede trazar una
conclusión clara: “Ninguna iglesia cristiana que haya estudiado seriamente
las enseñanzas religiosas y las implicaciones de la Francmasonería ha
dejado de condenarla”». Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p.
107. Ver Walton Hannah, Darkness visible..., p. 76-81.

17 «Los Metodistas Ingleses aprobaron una resolución sobre la Masonería


[...] en la Conferencia de Bradford de 1927, que contenía la siguiente
cláusula: “La Masonería en sus rituales y lenguaje es de naturaleza
puramente teística [...] La fe distintiva del Cristianismo no puede encontrar
expresión en sus fórmulas, y el mensaje cristiano de salvación, a través de
la fe en Cristo, como base de la evangelización foránea o doméstica es
totalmente incompatible con las reivindicaciones que frecuentemente han
adelantado los masones”». Minutas de la Conferencia Metodista de 1927,
en Walton Hannah, Darkness visible..., p. 77.

18 De Loge (francés) o Lodge (inglés). Lugar o casa de las tenidas


masónicas [reuniones periódicas o extraordinarias para celebrar los trabajos
masónicos]. En ellas se encuentra el templo, el atrio, los pasos perdidos, la
sala para los ágapes. Gran Logia, en la Masonería regular, designa el
conjunto de los masones de una provincia, de un «Valle» e incluso de todo
el mundo. En la irregular suele usarse «Gran Oriente» en vez de logia. Ver
Manuel Guerra, La trama masónica, pp. 102-103.

intelectuales que imperaban en las élites del Continente, convirtieron a los


philosophes en excelentes compañeros de viaje y vivero de la secta. Así,
Voltaire, enemigo declarado del Cristianismo, sumo sacerdote de aquel
movimiento intelectual, ingresó en la logia parisina de Las Nueve
Hermanas. El amigo del prototipo de déspota ilustrado, Federico el Grande
de Prusia, quizá no imaginara que aquella secta jugaría un papel decisivo en
los inicios de un movimiento que barrería casi todos los tronos europeos a
través de varios ciclos revolucionarios. Sin embargo, el destino de la misma
secta en su lugar de origen quedaba vinculado al de la Corona, infiltrándose
en la Iglesia anglicana cada vez de manera más intrincada; de ella recibió
también un respaldo fundamental hasta mediados del siglo XX.

Entonces, la Masonería quedó cuestionada en Inglaterra gracias a la


publicación de dos libros: primero apareció Darkness Visible, del clérigo
anglicano, converso luego al Catolicismo, Walton Hannah,19 publicado en
1952, que revelaba la «palabra prohibida», y analizaba los rituales
masónicos; y treinta años después, en 1983, The Brotherhood,20 escrito por
un discípulo de Hannah, Stephen Knight, que continuaba las
investigaciones de su maestro. Demostraba el primero y confirmaba el
segundo que la Masonería era incompatible con el Cristianismo de
cualquier confesión; incluyendo naturalmente la Iglesia fundada por
Enrique VIII. Desde 1952

esto era ya evidente; lo fue más todavía a partir de 1984; y será reconocido
en 1986, cuando el Sínodo de los Obispos se pronuncie, mediante un
documento oficial,21 denunciando el gnosticismo masónico; el encubierto
paganismo de sus ritos; la blasfemia contenida en su gnosis. Pero no
adelantemos acontecimientos; estamos en los orígenes.
Baste, por ahora decir que no faltaron reacciones en contra, defendiendo la
sacralidad del secreto masónico y atacando a Hannah: en 1952, el mismo
año de la publicación de su libro, aparecía otro cuyo autor, oculto tras el
seudónimo « Vindex», era un clérigo anglicano y masón cuyo propósito era
evidente ya en el título: Luz Invisible: la respuesta de la Masonería a la
Oscuridad Visible. Dicha respuesta llegaba cargada de resentimiento y
descalificaciones contra su oponente al que dedicaba el siguiente párrafo:
«Carente de honor y de decencia, pero con diabólica astucia, La Oscuridad
Visible es un libro siniestro y dañino. Hace públicos secretos solemnes y
sagrados tras haberlos descubierto de forma deshonesta. Es como arrancar
la ropa a una madre y dejarla desnuda y expuesta ante la mofa de la
muchedumbre».22 «Vindex»

inconscientemente delataba a la Masonería creyendo defenderla, porque no


negaba que lo descubierto por Hannah fuera cierto aunque lo encontrase
digno de «mofa»; por más que arremetiera contra él llamándole «cobarde»
—lo que no era en absoluto—, era el propio

« Vindex» quien se ponía en evidencia; claro que también es cierto que no


daba su nombre.

La Masonería nacía secreta pero también fuertemente jerarquizada en


grados de iniciación, sometidos en última instancia a la autoridad de un
gran maestro, elegido en la festividad de San Juan Bautista —o de Verano
— perteneciente con frecuencia a la familia real inglesa, incluyendo al
Príncipe de Gales, que lo fue entre 1792 y 1812. Uno de aquellos iniciales
regidores, George Payne, encargó la creación del primer reglamento
masónico a un clérigo presbiteriano, James Anderson, que redactó, con un
grupo de asesores, las Constituciones que llevan su nombre, en 1723.23
Están dedicadas al anterior gran maestro, duque de Montagu, y
supuestamente recogen información contenida en los «viejos archivos»,
compilada y encuadrada en la Historia gracias al gran esfuerzo —de
imaginación, cabría añadir— realizado por Anderson. Así lo afirmaba el
autor de la dedicatoria, el pastor anglicano de origen hugonote Jean
Théophile Désaguliers, gran maestro adjunto de la Logia de Londres, que
también 19 Walton Hannah. Darkness visible. A Christian appraisal of
freemasonry, Baronius Press Ltd, London. United Kingdom.
www.baronius-press.com, 2008 (17 Impression). Lamentablemente, nunca
ha sido traducido al español 20 The Brotherhood: The Explosive Expose
ofthe Secret World ofthe Freemasons, Grafton Books, London, 1984

21 Freemasonry and Christianity, editado por la Church House en 1987

22 « Vindex», Luz Invisible..., en José Antonio Ullate, El secreto masónico


desvelado, p. 41

23 Su nombre originario era Las Constituciones de los Francmasones,


llamadas luego de Anderson por su autor principal

colaboró en la creación de la leyenda masónica. Según esa versión, la


propia de la actual Masonería, esos conocimientos ocultos provienen de la
anterior; una Masonería medieval u operativa que se remontaría a los
gremios de albañiles de donde procede la palabra masón (magori) o
francmasón. Esta última denominación no añade nada a la anterior, sino que
viene a subrayar la libertad de aquellos “ancestros”, constructores y
albañiles, libres o «francos» por la licencia de que gozaban para moverse
dentro de uno o más reinos.

En cualquier caso, de las antiguas fraternidades y sus escritos, aquellos


clérigos ingleses borraron todo rastro de Cristianismo, utilizando leyendas
anteriores de origen medieval como el Manuscrito Cooke, conservado en el
Museo Británico, de las que eliminaron toda mención a Jesucristo.
«Después del establecimiento de la Gran Logia, las Constituciones de
Anderson en 1723 excluyen completa y enteramente toda alusión o
referencia a Cristo y a su Iglesia... La intención clara de los trabajos
masónicos era suministrar un sistema simbólico y alegórico para la
formación del carácter y la moralidad que se basaba en modelos paganos
que no puedan chocar y puedan constituir la base de la creencia en
cualquier religión de prestigio».24 Así explicaba el primer paso de su
evolución anticristiana el «primer analista crítico de la Masonería», como le
llamó Ricardo de la Cierva, Walton Hannah. Partiendo de ahí puede
empezarse a explicar en qué consiste la religión masónica, supuestamente
inexistente según la Masonería. Algo que el iniciado irá descubriendo en su
larga ascensión de la pirámide, aunque desde el principio se le vayan
inculcando las creencias de la «hermandad»: toda logia tiene dos Vigilantes,
el Primero y el Segundo, sometidos a la autoridad de un Venerable Maestro;
superados esos primeros grados, los «azules», podrá traspasar el «Arco
Real», y con la mirada más clara, o más confusa, según se mire, enfrentarse
a los 30, 86 u 89 que le aguardan, según el ritual observado en su
Obediencia; el Escocés Antiguo y Aceptado (REAA), el de Misraím —

Egipto en hebreo—, o el de Memphis u Oriental; por citar solamente tres.


En uno de ellos, el 29

del REAA, se dice al candidato: «Creed firmemente que lo aprendido hasta


hoy es nada en comparación con los secretos que se os revelarán si sois
Electo y si no os hacéis indigno».25 Y

debe tenerse en cuenta que en ese grado el iniciado ya se ha encontrado,


cara a cara, con una representación luciferina: Baphomet.

Creencias fundamentales: deísmo, sincretismo, panteísmo y gnosis

Una amalgama de todas ellas —con alguna más que requiere tratamiento
separado— constituye lo que bien puede llamarse «religión masónica»; un
popurrí de elementos compatibles entre sí, de los que ninguno lo es, en
cambio, con la fe de la Iglesia Católica. Ni, realmente, con el resto de
confesiones cristianas —o monoteístas en general— por más que algunas se
adaptaron como pudieron o hicieran la vista gorda ante las prácticas de la
secta, a veces durante siglos. El ser una religión polifacética es lo que hizo
que resultara tan disolvente: cada grupo o individuo, cada Obediencia
masónica, puede fijarse preferentemente en el aspecto que más le convenga
o le atraiga. Podría parecer algo muy cómodo, abierto, interpretable... Una
religión a la carta para quien se aproxime a ella por vez primera. Pero no lo
es; por el contrario, resulta sumamente exigente e intolerante, aunque se
haya presentado siempre como el paradigma del respeto por las creencias
ajenas. No es esa la realidad; la “corrección política” es un invento
masónico: el amordazar al adversario afectando respetarle mientras se le
exige el máximo respeto. Esta es una de las claves del secreto masónico, un
secreto tan celosamente guardado como veremos enseguida.
Las Constituciones de Anderson son un texto sumamente revelador, donde
se contienen las obligaciones fundamentales del masón, los landmarks, que
caracterizan a la llamada Masonería 24 Walton Hannah, Darkness Visible...,
p. 60, en Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 67

25 Manuel Guerra, Masonería, religión y política, p. 53

10

regular, precisamente por respetarlos. Aparecía ya entre ellas la obligación


de guardar el secreto masónico asumiendo el candidato, en el grado primero
de su iniciación, el de aprendiz, los más graves castigos si llegara a violarlo:

Además prometo solemnemente que no escribiré estos secretos, ni los


dictaré, esculpiré, marcaré o dibujaré de ningún modo. Tampoco incitaré a
otros a hacerlo ni toleraré que otros lo hagan, si está en mi mano evitarlo,
sobre cualquier cosa móvil o inamovible bajo la bóveda del Cielo,
dondequiera que una letra, carácter o dibujo o la más mínima traza de letra,
carácter o dibujo se pueda leer o comprender [...] para que nuestras artes
secretas y misterios ocultos no sean inadecuadamente conocidos por culpa
de mi imprudencia.

Juro solemnemente observar todos estos puntos sin subterfugio, equívoco o


restricción mental alguna bajo una pena no menor —si violase alguno de
ellos— que mi cabeza sea cortada, mi lengua arrancada de raíz y enterrada
en la arena del mar sobre la línea de la marea baja, o a la distancia de un
cable desde la playa, donde la marea regularmente fluye y refluye dos veces
en 24 horas.26

No olvidemos el juramento y el secreto que volveremos a encontrar como


una de las múltiples causas de las condenas pontificias.27

En este primer reglamento se establece que el masón no podrá ser un


«estúpido ateo», sino profesar «lo común a todas las religiones»: «Nosotros
(los masones) pertenecemos a la religión universal [...] la religión en la cual
están de acuerdo todos los hombres»28 dicen las Constituciones de
Anderson, partiendo, además, de la creencia en el Gran Arquitecto del
Universo, (G.A.D.U.) el Ser Supremo de los deístas, tan alejado del Dios de
la Revelación; un creador del mundo, nebuloso, lejano, no providente, al
que se adora aunque no se le reza. En el mejor de los casos, sería el Dios de
los filósofos socráticos, al que llegaron los griegos del siglo V a.C.
Volveremos sobre esta divinidad más adelante, porque analizaremos ahora
lo que significaba ese «común a todas las religiones»: Quedaba ya
establecido un claro sincretismo religioso que será el origen del relativismo
masónico, el venenoso legado de la secta al pensamiento europeo,
convertido con el tiempo en verdadero dogma; pensamiento único; origen
de un totalitarismo excluyente de todo el que se adhiera a la Verdad. San
Juan Pablo II lo denunció lúcidamente:

Hoy se tiende a afirmar que el agnosticismo y el relativismo escéptico son


la filosofía y la actitud fundamental correspondientes a las formas políticas
democráticas, y que cuantos están convencidos de conocer la verdad y se
adhieren a ella con firmeza no son fiables desde el punto de vista
democrático, al no aceptar que la verdad sea determinada por la mayoría o
que sea variable según los distintos equilibrios políticos.29

Es el mismo papa que hablaba de una verdadera «dictadura del


relativismo», cada vez más evidente, que imposibilita al católico a
adecuarse a una realidad legal impuesta, frecuentemente, en total
contradicción con la ley natural. Mucho antes, algunos de sus antecesores
hablaban de los peligros del relativismo impuesto por la secta como otra
causa de su condena. Lo que fue amenaza se ha convertido en una realidad.
Era previsible: ya en 1948, el 26 Ver Manuel Guerra, Masonería, religión y
política, pp. 58-60

27 El masón arrepentido Serge Abad-Gallardo, publicó en su libro Por qué


dejé de ser masón, la siguiente fórmula de juramento, practicada
actualmente en su logia: «—Yo, hermano (o hermana) juro y prometo
solemnemente, en presencia de esta respetable asamblea, no revelar jamás a
ningún profano ni tampoco a ningún aprendiz los secretos correspondientes
al grado de compañero. Juro estudiar y practicar las enseñanzas que acaban
de serme dadas y renuevo mi promesa de amar a mis hermanas y hermanos
y de socorrerles en la necesidad. Y si cometo perjurio, que me sea
arrancado el corazón para que no se hable de mí entre los masones». La
cursiva es nuestra 28 Ver Manuel Guerra, La trama masónica, p. 137
29 San Juan Pablo II, Carta Encíclica Centesimus annus, 46 (1991).

11

primer presidente de la UNESCO, Julen Huxley, escribía: «Nada hay


irrevocable ni eterno en ética».30 La influencia masónica en Naciones
Unidas y sus agencias ha sido determinante desde el principio, aunque se
hiciera más evidente con el paso del tiempo.

El nuevo totalitarismo relativista se afianza progresivamente y puede ir a


peor: Hillary Clinton decía recientemente: «Los códigos profundamente
enraizados, las creencias religiosas y las fobias estructurales han de
modificarse. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para
redefinir los dogmas religiosos tradicionales».31 Es decir, que es partidaria
de un control absoluto de la religión por parte del Estado, llegando incluso a
la «redefinición» de los dogmas; no se trataría solamente de un nuevo brote
del regalismo dieciochesco,32 sino de establecer lo que los creyentes
debemos creer o no.

Ese relativismo, que se presentaba revestido de tolerancia y respeto a todos


las creencias, muestra ya sus afilados colmillos; la Masonería, que sigue
presentándose como la madre de todas las conquistas democráticas, niega
ya abiertamente los derechos humanos; los de pensamiento y expresión
desde luego, pero también los de la familia, y el más sagrado de todos: el de
la vida. No es casualidad que la misma señora Clinton sea partidaria de la
financiación pública de Planned Parenthood, la mayor central abortista de
los Estados Unidos, fabuloso negocio de los Rockefeller, familia que
constituye un pilar de todas las organizaciones pantalla de la Masonería.
Tampoco es casual que la repetida señora y su marido, el masón Bill
Clinton, fueran beneficiarios en su día de las becas Cecil Rhodes, que
llevan el nombre del multimillonario masón fundador de la «Tabla
Redonda», una de las organizaciones —pantalla

— de más solera que impulsan proyectos masónicos. 33 A otra de esas


organizaciones, el CFR, ( Council on Foreing Relations), pertenece el
mismo expresidente americano.
El sincretismo masónico originario se ha interpretado en ocasiones como
una fórmula de compromiso adquirida al pertenecer los fundadores de la
Masonería a diferentes confesiones reformadas, pero lo cierto es que la
cuestión va mucho más lejos: las Constituciones de Anderson están
impregnadas de la peor de todas las herejías; la más perversa. Porque no
parte del error de un heresiarca, más o menos extraviado y soberbio, sino
que se basa en una mentira elaborada conscientemente: la gnosis; una
creencia inducida en un supuesto conocimiento salvífico que sus
«maestros» van suministrando al iniciado hasta convertirle en su propio
redentor; elevándolo sobre los demás —«profanos» llama a la Masonería a
los no iniciados en sus misterios— convirtiéndolo en un ser “perfecto”,
independiente de ningún Dios; la «piedra cúbica», empleando otro término
masónico, al final de ese proceso iniciático que, grado a grado, lo va
puliendo.

La gnosis cristiana surgió en el siglo I, como una rebelión contra Yahvé,


contra su obra y su ley, en una comunidad herética de Samaría. Su dios era
el Ser Supremo, desconocido, que no había creado el mundo, llegando a
sostener que la salvación consistía en llegar a ese Ser a través de ritos y
fórmulas mágicas. Incluso llegaron a propagar entre los suyos algo tan
contrario al Evangelio como que Jesucristo habría revelado un doble
mensaje: el que contiene el Nuevo Testamento, para la mayoría, y otro más
elevado y auténtico para un grupo de elegidos que lo habrían ido
transmitiendo en secreto a sus propios escogidos. Lo mismo que sostiene
toda gnosis, incluyendo la masónica: siempre, desde su origen, ha sido ese
uno de sus principales señuelos; el mismo que emplea también hoy su
heredera directa, Nueva Era, surgida en los Estados Unidos en la segunda
mitad del siglo XX.

Los gnósticos del siglo I redactaron un falso evangelio, el de Tomás,34 lo


mismo que la 30 Julen Huxley, UNESCO; su objetivo y filosofía, 1948.

31 Conferencia de Hillary Clinton sobre feminismo en el Lincoln Center de


Nueva York en abril de 2015

32 Pretensión de controlar a la Iglesia desde el Estado, pero sin entrar en


materia de fe o doctrina.
33 Ver Manuel Guerra, La trama masónica, p. 344

34 Ver Robert M. Grant, “Gnosticismo, Marción, Orígenes”, en Arnold


Toynbee (dir), Historia de las Civilizaciones, tomo 4 (“El crisol del
Cristianismo”), pp. 472 y ss.

12

Masonería, en su momento fundacional, escribía su propia constitución, con


una misma finalidad: fundamentar una creencia, totalmente contraria a la
Verdad revelada, que les confería

—y confiere— una autoridad inapelable ante sus seguidores. Porque, aparte


de establecer las normas fundamentales a observar por el masón, las
Constituciones de Anderson —que ni mencionan a Cristo— trazan una
supuesta historia de la Masonería que lleva sus orígenes hasta Adán (porque
más atrás no pudieron ir), descendiendo, en cuanto a la transmisión de sus
conocimientos ocultos, a través de distintos personajes del Antiguo
Testamento: Noé, Mizraim

—« el Arte Real35 fue llevado a Egipto por Mizraim, el segundo hijo de


Cam»— o Moisés, que, además, habría adquirido los secretos del Reino de
los Faraones, convirtiendo al suyo en un pueblo de «perfectos masones»,
—« Moisés se convirtió en el Maestro General Masón y orientó a los
israelitas en una logia regular y General»; «y les otorgó sabias
obligaciones»— hasta llegar al gran protagonista de este cuento: Hirán
Abif. Este aparece realmente en el Libro de los Reyes36 como un broncista
que el rey de Tiro (“Gran Maestro de la Gran Logia de Tiro”

naturalmente) envía a Salomón (“Gran Maestro de la Gran Logia de


Jerusalén”, ¡cómo no!), pero Anderson le eleva a la categoría de arquitecto
constructor del templo, asesinado por la envidia suscitada por su “saber
oculto”. Los conspiradores (del grado 2o de la Masonería, según la leyenda)
trataron de arrebatarle los secretos de la Maestría (grado 3o) pero, fiel a su
juramento, como buen masón, resistió. Referente y personaje clave en la
Masonería que sigue honrándole, tomando de su figura toda una serie de
símbolos, como el ataúd situado en el centro de las logias para ciertos
rituales, o las hojas de acacia por el árbol que señalaba su oculto
enterramiento.

Es el supuesto Maestro supremo de la Masonería. Una de las claves


principales de su leyenda gnóstica; la gran oferta que la secta realiza a
quienes se inician en ella buscando la propia superación, la que habrá de
situarles en un nivel inimaginable para el profano, sea de la religión que
sea. Y sea cual sea la formación cultural que haya obtenido; incluyendo la
excelencia académica. En tal caso, habría recorrido al menos una pequeña
parte del camino; aunque la sólida formación puede ser también un
obstáculo a la hora de dar los primeros pasos en una logia. Nada, según los
falsos maestros, es comparable a la gnosis. No importa que ese pretendido
conocimiento liberador proceda de un texto tan delirante como las
Constituciones que acabamos de comentar; una tergiversación de la Biblia
imposible de asumir no ya desde la fe cristiana o judía sino desde el simple
análisis de cualquier mente racional, dotada de algún espíritu crítico. La
desfachatada creación de James Anderson y sus asesores, una obra tan
claramente manipuladora como toda gnosis, que mezcla mentira y verdad
para hacerse más creíble, ha sido asumida como dogma por miles de
personas a lo largo del tiempo sin la menor vacilación. No puede ser
liberador un conocimiento procedente de la manipulación de las grandes
verdades. Por el contrario, se ve con toda claridad que es el primer paso de
un lavado de cerebro del que resulta costoso, si posible, llegarse a liberar.
La técnica utilizada por toda secta desde siempre.

Así lo denunció San Juan Pablo II:

Cuestión aparte es el renacimiento de las antiguas ideas gnósticas en forma


de la llamada New Age [de origen masónico]. No debemos engañamos
pensando que ese movimiento pueda llevar a una renovación de la religión.
Es solamente un nuevo modo de practicar la gnosis, es decir, esa postura del
espíritu que, en nombre de un profundo conocimiento de Dios, acaba por
tergiversar Su Palabra sustituyéndola por palabras que son solamente
humanas. La gnosis no ha desparecido nunca del ámbito del Cristianismo
sino que ha convivido siempre con él, a veces bajo la forma de corrientes
filosóficas, más a menudo como modalidades religiosas o para-religiosas,
con una decidida, aunque 35 Trabajo masónico
36 1 Re 7, 15-22

13

a veces no declarada divergencia con lo que es esencialmente cristiano.37

Cualquier gnosticismo, —judío, cristiano o masónico— fue


desenmascarado, en pocas palabras pero sin lugar a dudas, por Jesucristo
con la luz del Evangelio:

[...] «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido
estas cosas a los sabios y entendidos y se las revelado a la gente sencilla. Sí,
Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie
conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y
aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».38

No vino el Hijo a hablar a los sabios sino a la «gente sencilla»; no a grupos


de iniciados, depositarios de “trascendentales claves ocultas”. Hablando de
la Masonería, decía el cardenal Ratzinger: «Solo Jesucristo es Maestro de la
Verdad».39 Contra su magisterio, levantan la cabeza, con soberbia
luciferina, las sectas; empleando el lenguaje de los papas del siglo XIX.

La gnosis masónica es antropocéntrica; exalta al hombre como clave de


todos los misterios, haciéndole creerse autosuficiente, portador de fuerzas y
capacidades que no había soñado siquiera en su vida de «profano»; redentor
de sí mismo; objeto en última instancia de adoración.

Debe añadirse el componente mágico, fundamental en esa evolución: «Hay


otros masones que hablan de una iluminación [...] que tendría lugar durante
el ritual iniciático. En esta categoría se incluyen los que afirman que el
iniciado recibe un conocimiento intelectual, y quienes se refieren a un no
menos impreciso “conocimiento simbólico”, o el despertar de “poderes
psíquicos latentes”. Los seguidores de estas tesis se colocan explícitamente
en la tradición mágico-gnóstica. El ritual produce un cambio objetivo en la
inteligencia del masón».40 Es eso precisamente lo que constataron los
obispos alemanes, durante sus reuniones con representantes de la Grandes
Logias, en la segunda mitad de los setenta: «En los rituales que se han
examinado sobre los tres primeros grados masónicos se ha observado en
palabras y símbolos un carácter de cuño sacramental. Dan la impresión de
que por su medio se efectúa una auténtica transformación del hombre».41
Baste por ahora, pero volveremos a hablar de la declaración de la
Conferencia Episcopal alemana al tratar sobre la Masonería en el siglo XX.

El masón arrepentido Serge Abad-Gallardo42 escribió un libro sumamente


interesante43 al abandonar la secta tras su conversión religiosa, relacionada
con un viaje al santuario de Lourdes, y toda una década de acercamiento a
la Iglesia; con plena conciencia de que tendría que afrontar represalias de
sus antiguos hermanos de Derecho Humano. El autor del prólogo, padre
Michel, Abad de Sainte-Marie de Lagrasse, explica de manera magistral:
Nos ha expuesto [el autor] el secreto, la revelación que daría un sentido a su
vida. Se le propone la vía de la iniciación y del simbolismo masónico ¿Pero
qué hay al final de ese camino? Nada sino él mismo. El secreto masónico
está ahí. «Tienes en ti mismo la 37 San Juan Pablo II, Cruzando el umbral
de la esperanza, capítulo 14, en Ricardo de la Cierva, Las puertas del
infierno, p. 35.

38 Mt 11,25-27

39 Joseph Ratzinger, Cardenal Prefecto para la Doctrina de la Fe (Benedicto


XVI), “Reflexiones un año después de la Declaración de la Doctrina de la
Fe. Incompatibilidad de la fe cristiana y la Masonería”, L 'Osservatore
Romano, 20 de febrero de 1985

40 José Antonio Ullate, o., c., p. 177.

41 Conclusiones del dictamen de la Conferencia Episcopal Alemana, de 28


de abril de 1980.

42 Arquitecto francés, de padres españoles, que perteneció a una de las


principales Obediencias de Francia, Derecho Humano, donde permaneció
durante veinte años, abandonándola cuando estaba a punto de convertirse en
maestro grado 14.

43 Por qué dejé de ser masón, publicado en su versión española por Libros
Libres en 2015. Título original: J’ai frappé á la porte du Temple. Parcours
d’un franc-maqon en crise spirituelle, Ed. Pierre Téqui.
14

respuesta, tú eres la respuesta». El hombre debe ser su propio Dios para sí


mismo. No necesita de nadie. Por su propia razón, por la experiencia
simbólica, experimenta la divinidad de su ser. Estamos ante una vía
embriagadora que puede producir la ilusión de la omnipotencia. El mundo
profano es observado con un cierto desprecio por los masones que son «los
que saben», los que comprenden. El espíritu esclarecido, iniciado, se cree
convertido en maestro [...] El misterio de la persona, de su capacidad de
amar, de su necesidad de ser amada, es extraño a esta gnosis.44

El que fuera presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez


Zapatero, lo explicó, desde su experiencia personal, con palabras muy
parecidas:

En la medida en que he ido evolucionando y madurando, creo que la


religión más auténtica es el hombre. Es el ser humano el que merece
adoración, es el vértice claro del mundo tal como se nos ha mostrado, tal
como lo hemos llegado a comprender.45

Parecía describir un proceso iniciático aunque no lo reconociera; como si tal


camino hacia «el vértice claro del mundo» acaso lo hubiera realizado en
solitario. Tampoco reconoció nunca haber ingresado en la Masonería; al
contrario. Aunque no desmentía la pertenencia a la misma de su propio
abuelo paterno, Juan Rodríguez Lozano,46 el militar republicano ejecutado
durante la guerra civil española. Pero, fuese o no masón, su gobierno fue
puramente masónico; dirigido a la ejecución de una ingeniería social
anticristiana que parecía ejecutar al dictado del Gran Oriente de Francia,
más concretamente del Libro Blanco de la Laicidad publicado por tal
organismo. Según Manuel Guerra, en su gobierno, en 2006, «al menos
nueve de sus ministros eran masones, incluyendo al propio presidente
(grado 33 en una logia encubierta de Centroeuropa), la Vicepresidenta
Fernández de la Vega y los responsables de Justicia y Exteriores».47 Aparte
de eso, no faltaron masones que le señalaron como uno de sus

«hermanos». En el artículo “La Masonería y sus misterios” publicado en el


diario neoyorkino La Prensa, el Venerable Maestro Responsable de la
Logia Simbólica La Fraternidad n° 387 del valle de Nueva York, Ortiz
Burbano de Lara, afirmaba que Zapatero era masón y «alababa su
contribución a “los grandes cambios sociopolíticos” ocurridos en
España».48 En cualquier caso, es evidente que aplicó a la sociedad española
un tratamiento de choque, aparentemente irreversible, para imponer la
“laicidad” más radical; la cobertura de su eterna lucha contra el
Catolicismo; el viejo designio masónico. Todo culmina —o empieza—, al
parecer, con la adoración del hombre; la invitación de la serpiente a Eva en
el Paraíso: «seréis como dioses, conocedores de todo, del bien y del
mal».49

Pero el camino no se detiene ahí, en ese reconocido antropocentrismo; va


más allá. Abad-Gallardo lo ha explicado así:

Sus misterios [los de la Masonería] se pierden a veces en las fronteras del


espiritismo y de las misas negras como lo recordaba en 2011 el padre
George Morand (muerto en 2014), antiguo exorcista de la diócesis de
París.50

44 Padre Michel, Abad de Sainte-Marie de Lagrasse, en Serge Abad-


Gallardo, Por qué dejé de ser masón,

«Prólogo», pp. 11 y 12.

45 José Luis Rodríguez Zapatero a Suso (Xesús Miguel) de Toro en Madera


de Zapatero. Retrato de un presidente, p. 205

46 Nombre simbólico Rousseau. Perteneció a la logia leonesa Emilio


Menéndez Pallarás n° 15, de la Obediencia de la Gran Logia del Noroeste
de España. Era aprendiz grado Io en 1933.

47 Ver Manuel Guerra, La trama masónica, p. 418

48 Ibíd.

49 Gn, 3, 5-6

50 http://fr.aleteia.org/2015/05/05/les-revelations-fracassantes-dun-ancien-
grand-maitre-franc-macon/?
15

El padre Morand no era el único exorcista que conocía la conexión entre


Masonería y satanismo: el propio Abad-Gallardo me escribió pidiéndome
documentación sobre los rituales masónicos con connotaciones satánicas; le
habían invitado a dar una conferencia en un seminario polaco sobre ese
tema, que no conocía en profundidad; aunque había practicado el Rito
Escocés Antiguo y Aceptado (REAA), recordemos que no había pasado del
grado 14; de haber llegado al 29 no tendría que preguntármelo por lo que
muy pronto veremos. Cuando le conocí, en Madrid, en mayo de 2015,
directamente le pregunté en qué grado había tomado conciencia, si es que lo
hizo, de que se practicara algún culto a Lucifer en su obediencia, y sin
pensarlo dos veces me contestó: «En el 1o. Cuando pregunté por qué se
hacía me contestaron:

“es algo simbólico y solo una vez al año”». Se quedó a medio camino en su
iniciación; nunca llegó a ser la «piedra cúbica»; por eso buscaba
información antes de ir Polonia para instruir a los futuros exorcistas. Pero
aun así, sin darse cuenta, sabía mucho más que yo de la cuestión; como no
tardaría en descubrir: a punto de terminar este libro, me comunica la
publicación inminente de otro suyo, el segundo sobre el tema, cuyo título
vale por un tratado: Je serváis Lucifer sans le savoir (“Servía a Lucifer sin
saberlo ” ).51 Hace ya tiempo que sirve a la Verdad: después de su visita a
Polonia ha dado conferencias sobre el mismo tema en Italia, cerca de
Módena; próximamente irá a Roma; en Reims habló para los exorcistas...
Le deseo, como él a mí, que «Santa María le proteja».
Luciferismo
Cuesta creerlo, pero en la Masonería se adora a Lucifer. Antes o después; de
una manera más o menos consciente; como “símbolo” o realidad personal;
con mayor o menor implicación. Los papas lo denunciaron de manera más o
menos expresa a lo largo de los siglos XVIII y XIX.

Uno de los más claros en este punto fue Pío VIII52 que al hablar de la
Masonería dijo textualmente:

Secta satánica que tiene por única ley la mentira, por su dios al demonio, y
por culto y religión lo que hay de más vergonzoso y depravado sobre la faz
de la tierra.53

Cuesta creerlo, pero es así. Uno de los mayores expertos en Masonería de


España, Manuel Guerra54 refiriéndose a la conexión entre la secta, Lucifer
y el luciferismo, dice: «Cuando oía hablar de su relación, durante bastante
tiempo no la acepté. Me ha hecho cambiar de opinión la información
verdaderamente fiable, facilitada por masones sobre varios grados del Rito
Escocés Antiguo y Aceptado, así como libros de Grandes Maestres y
fundadores de las Ordenes que abordan esta cuestión».55 Proporciona un
ejemplo concreto: «M. Hernández, masón (grado 14) en la Masonería mixta
(hombres/mujeres) internacional, Derecho Humano [la de Abad-Gallardo]
reconoce, en carta privada, que “la Francmasonería solo tiene relación con
el 51 Ed. Pierre Tequi, 2016

52 Francisco Castiglioni, (Cingoli 1761-Roma 1830); elevado a la cátedra


de San Pedro el 31 de marzo de 1829, murió el 30 de noviembre de 1830.
Fue sepultado en San Pedro.

53 Pío VIII, Carta Encíclica Traditi humilitati nostrae, 1829. Publicada en


el inicio de su pontificado, lamentando el avance del indiferentismo
religioso y del laicismo, e invitando a los obispos a vigilar a las sociedades
secretas y la difusión de libros nocivos para la educación de los jóvenes
54 Doctor en Teología Patrística y en Filología Clásica, Consultor del
Secretariado de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales de
la Conferencia Episcopal Española, profesor emérito de la Facultad de
Teología del Norte de España de España, que presidió; miembro de la Real
Academia de Doctores de España. Sus publicaciones sobra Masonería serán
de las más citadas en este libro 55 Manuel Guerra, La trama masónica, p.
165

16

luciferismo en el Grado Maestro 3o, en su leyenda, jamás con el


satanismo”. Lo mismo reconoce también Juan Carlos Daza, iniciado en
1987 en la logia vallisoletana Hermes-Amistad, maestro masón y miembro
del Gran Consejo Simbólico de la Gran Logia Simbólica Española [...] La
Obediencia Oriente Luciferino, fundada recientemente en Murcia (España)
por masones del Derecho Humano, pone de relieve la dimensión luciferina
de la Masonería. No la disimula ni en el nombre».56

Interesante matiz el aquí introducido: el culto a Lucifer es admitido por


algunos masones, pero a la vez tratan de distinguir entre Satanás (el culto a
este, en principio, nunca se admite) y Lucifer, pero dicha diferenciación no
resiste un estudio medianamente riguroso. Son la misma criatura; aunque a
Lucifer lo disfracen con atributos propios y positivos, lo que hacen es
buscar en el demonio lo que pueda convertir su culto en atractivo para sus
adoradores. Aunque en esas disquisiciones frecuentemente se traicionen y
caigan en contradicción.

Lo luciferino ha estado presente en la Masonería desde el principio: ya en la


leyenda de Hirán Abif, el gran maestro y referente de su gnosis, este recibió
el conocimiento directamente de Tubalcaín que le revela ser él —el propio
Hirán— el «último descendiente de Caín, último príncipe de la sangre de la
línea del Angel de la Luz (“Lucifer’-Portador de la Luz)»;57 Hirán
descendía del demonio.

De modo que al final de la cadena, de todo ese proceso iniciático, el masón


llegará a poseer la luz luciferina; de ahí procede ese conocimiento oculto y
celosamente preservado y transmitido, según la Masonería; desde Adán
hasta que en el siglo XVIII, aquellos respetables clérigos ingleses lo
rescataron para transmitirlo a las nuevas generaciones de la hermandad
masónica.

No debería monseñor Ravasi haber invocado a James Anderson como punto


de unión con el Catolicismo, tal como lo hizo en su lamentable artículo
donde dice: «Una de las primeras y fundamentales “constituciones”
masónicas fue redactada por el pastor presbiteriano James Anderson,
muerto en 1739. En ella, entre otras cosas, se afirmaba que un adepto “no
será nunca un ateo58 estúpido ni un libertino irreligioso” ».59 Y no
solamente por ser el autor de una descomunal mentira. También porque ese
texto contenía una propuesta abiertamente contraria no ya al Catolicismo
sino a toda fe revelada; un camino iluminado por «El Portador de la Luz».

Según Ravasi, tenemos los católicos en común con los masones, entre otras
cosas, el ser

«creyentes», y que el autor de su primer reglamento fuera un clérigo


cristiano. Huelgan comentarios, pero me permito solo uno: parece estar en
sintonía con la pretensión masónica de que la Iglesia, ante el tercer
centenario de la Masonería, «se abra al diálogo» y... anule la Declaración de
1983, la última de las condenas pontificias, como ha solicitado al papa
Francisco el masón Jean-Claude Féraud-Gargantini, el 8 de marzo de 2016.
Sería la victoria final de la secta; la puerta abierta a la mayor confusión de
los católicos; « humo de Satanás».

Como sigue diciendo Manuel Guerra, en las sectas Satanás y Lucifer «son
seres diferentes», pero, en tal caso, cuando los masones hablan de Lucifer,
¿a quién se refieren? Generalmente lo representan como Baphomet, “dios
andrógino”, o sea, el dios masculino (falo erecto), femenino (pechos) y
teriomórfico o animal (cabeza y cuernos de chivo) [que] según la tradición
masónica habría sido venerado en secreto por los templarios medievales [..
.]».60 Es decir, su imagen es la de un ser “humano”, al menos en su torso
(aunque tenga ambos sexos) y brazos, con cabeza y patas de macho cabrío y
cuernos bien desarrollados. En otras palabras, una de las representaciones
más frecuentes del demonio en la cultura occidental.

Y esa divinidad es la que preside ciertos rituales masónicos. En la iniciación


en el grado 29 del 56 Ibíd.,pp. 165, 166
57 Ibíd., p. 166. La cursiva es nuestra

58 Desde el siglo XIX el ateísmo es compatible con la pertenencia a la


Masonería; con las logias que dependen del Gran Oriente de Francia
concretamente; luego en ese punto, las Constituciones de Anderson no se
aplican ya en todas las Obediencias

59 Gianfranco Ravasi, “Cari fratelli massoni”, Il Solé 24 Ore, (La Chiesa &
La Loggia), 14-2-2016, p. 29

60 Manuel Guerra, La trama masónica, p. 155

17

Rito Escocés Antiguo y Aceptado (uno de los mayoritarios) se le rinden


honores: «“El Baphomet, dios andrógino, penetra en el templo [de la logia]
llevado por el Vigilante Primero y por el Segundo”, o sea por las dos
máximas autoridades después del Venerable Maestro. “Es paseado en forma
circular por la logia siguiendo las agujas del reloj”. A su paso se rinde
veneración (genuflexión de la pierna izquierda, etc.)».61 Sigue contando el
experto que Baphomet queda situado en el centro de la logia mirando hacia
Oriente y hasta allí es conducido el candidato con los ojos vendados.
Cuando está frente a él, se le quita la venda. De modo que en este momento
de su recorrido iniciático el masón se encuentra cara a cara con esta
representación del «Portador de la Luz», para continuar el ritual: es ahora
cuando debe escoger entre la cruz cristiana, «símbolo de muerte y
destrucción» y la de «la Luz y la Vida», en forma de X, asociada a
Baphomet, dios de la Luz. «La elección se manifiesta “pisando la cruz

[cristiana] con el pie izquierdo y con el derecho en este orden”. [...] A


continuación, el candidato recita la fórmula del juramento “con los brazos
en forma de X sobre el pecho, el derecho sobre el izquierdo” ».62 ¿Serán
conscientes todos los que pasan a este grado de que se están consagrando al
demonio? Puede que no.

El ritual es muy similar en la iniciación en el grado Caballero Masón VI de


la Orden Illuminati:63
Se coloca [el candidato] de pie, tras el altar que está «cubierto con el paño
negro, velas rojas encima e incienso encendidos, el mallete, la cruz». Con
los brazos hacia el cielo en forma de V, exclama: «A la gloria del Gran
Arquitecto del Universo, Baphomet, de los Superiores Desconocidos y de la
Orden Illuminati... » El ritual sigue exponiendo la ceremonia. «Baje las
manos... Coja la cruz, tírela al suelo delante del altar, cruce los brazos (el
derecho sobre el izquierdo) en el pecho en forma de X con el mallete64 en
la mano derecha y exclame: ¡Que esta cruz, como símbolo de la muerte y de
la destrucción, desaparezca del mundo! ¡Que la luz de Baphomet la
suplante! ¡Gloria a ti, Dios verdadero, Baphomet, el dios de la luz y de la
iniciación...! Esta ceremonia se repite con las mismas palabras y gestos al
comenzar la iniciación en el grado Iluminado Dirigente IX».65

Respecto al primero de los rituales, debo añadir aquí una experiencia


personal: sinceramente, con toda la credibilidad que tenían los expertos que
lo habían publicado, debo decir que albergaba mis dudas sobre que pudiera
ser realmente como queda descrito; al menos en el presente, pareciéndome
algo más bien obsoleto que podría haberse practicado en otros tiempos.

Salí de dudas en marzo de 2014, cuando uno de mis alumnos de la


Senioribus me propuso dar una conferencia sobre Masonería para una
organización cultural a la que pertenecía; el Foro de Madrid. Tercer
Milenio. Accedí, y al llegar a la sede del Club Financiero, en el Centro
Colón, que acogía a los organizadores, se me acercó un señor que se
presentó como jefe de una gran Obediencia masónica, advirtiéndome que
no le gustaba aquella convocatoria, pero que esperaba pudiéramos hablar
más adelante. Era Tomás (o Tom) Sarobe, Gran Maestro de la Gran Logia
de España;66 algo así como el soberano de los masones españoles; aunque
ya no lo era; 67 lo había 61 Ibíd.,p. 167

62 Ibíd., p. 155. «Las palabras entrecomilladas están tomadas del ritual del
grado 29, usado en Nueva York». Ibíd.

63 Organización de origen masónico

64 «Mazo o martillo de madera en forma de T (Tau griega) o de doble


cabeza de 22 cm de largo. Es atributo y símbolo de autoridad del V. M.
[Venerable Maestro] y de los dos Vigilantes [los que hay en cada logia]. [...]
Sus golpes rituales van marcando el desarrollo de las tenidas», Manuel
Guerra, La trama masónica, p. 387.

65 Manuel Guerra, La trama masónica, p. 155.

66 Hijo de padres republicanos, se había iniciado en la Masonería en


Inglaterra en los años 70. «Tomás Sarobe, gran maestro de la Gran Logia de
España, fue también elegido gran maestro del Grande Oriente Español [...]
el Grande Oriente había salvado las formas y mantenía su nombre y su
personalidad jurídica pero se integraba de hecho en la Gran Logia de
España». Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 505

67 «Fue “radiado” o expulsado en mayo de 2001, tras ser sometido a un


juicio masónico por comportamientos 18

sido, ciertamente, a la muerte del histórico Luis Salat,68 en 1996. Nadie me


había avisado de su asistencia; estaba claro que, sin yo saberlo, se había
organizado un debate más que una conferencia, como resultó en realidad.

Al acabar mi exposición se le dio la palabra a Sarobe que me contradijo en


algunos puntos, reivindicando la democracia como legado masónico;
asumía naturalmente la autoría de la Revolución Francesa, y dijo que si los
reyes compartieron mesa con sus vasallos fue gracias a la Masonería
también. Liberté, égalité, fraternité... Pero hubo una sorpresa: al llegar el
tumo de preguntas, una señora, que había asistido a uno de mis seminarios
—realmente lo había organizado porque era la directora de la Senioribus,
María García-Carrillo— me pidió que leyera un ritual de iniciación que di a
conocer entonces a los asistentes. Comprendí que se trataba del
correspondiente al grado 29 del REAA, único que recordaba haber leído en
aquel seminario. Así lo hice, y al acabar mi lectura nadie me miraba; todos
los asistentes, unas setenta personas, incluyendo a mi mujer que compartió
mesa con el Gran Maestro, estaban pendientes de Sarobe, quien para
general sorpresa guardó un silencio absoluto, con expresión indefinible;
como petrificado. Pasaron los segundos hasta que comprendimos que aquel
silencio sería permanente; no habría ninguna respuesta por parte del hombre
que estaba allí en representación de la Masonería. Luego era cierto; conocía
perfectamente el ritual; no podía desmentir que se practicara. Debo decir
que, al parecer, Tom Sarobe había tratado de imponer el rito de York sobre
el escocés pero indudablemente estaba familiarizado con él; no podía
negarlo. De hecho, su hombre de confianza, Alberto Martínez-Lacaci,69
controlaba los altos grados del REAA.

Seguramente, cuando coincidimos Sarobe no esperaba que en aquel foro


alguien leyera en su presencia el tremendo rito del grado 29. Solo así se
explica su reacción; tan clarificadora para los asistentes.

Hablando de experiencias personales: meses más tarde, el nieto de un grado


33, a quien su abuelo quería iniciar en la Masonería, me dio una peculiar
versión del Génesis, tal como él la había recibido: «Lucifer fue quien llevó
la sabiduría al hombre en el Paraíso y Dios los expulsó a los dos; Lucifer es
nuestro aliado». Por la misma época, otro joven que, después de ver en
Internet una de mis conferencias sobre Masonería, había venido a verme
para comentar su próxima iniciación masónica, me escribió para decirme
que finalmente, en vez de seguir adelante con su proyecto, había vuelto a la
Iglesia. Cuando estuvo en mi despacho, añadió, acababa de tatuarse el
símbolo de los Illuminati —Masonería luciferina— como preparación, daba
a entender, para su ingreso en la logia elegida. Por último, hace solamente
unos meses, ante mi sorpresa, en público, un tercer joven me interrumpió
para pedirme respeto a Lucifer aunque solo fuera por todas la personas que
le adoran. Le pregunté si conocía la Masonería, y me respondió sonriente:
«No tanto como usted quizá, pero sí».

Esa petición me recordó el asunto de la misa satánica autorizada por la


presidenta de la Universidad de Harvard en mayo de 2014: El Club de
Estudios, organizador del sacrilegio, sostenía que «el satanismo es una
religión válida [...] los satanistas son individuos que veneran un ente ajeno a
ellos». El grupo Templo Satánico convocaba a una misa negra el día 12 de
mayo a las 8:30 en las instalaciones del Harvard Extensión Cultural Studies
Club. Se indicó que usarían una hostia consagrada, aunque más tarde, ante
el revuelo originado, anunciaron que la Eucaristía no formaría parte del
evento. La Oficina de Comunicación de Harvard manifestó «

[...] apoyamos los derechos de nuestros estudiantes y su facultad de


expresarse y dialogar libremente». La diócesis de Boston se opuso, con el
cardenal O’ Malley70 a la cabeza; la Liga impropios. Entonces la GLUI
[Gran Logia Unida de Inglaterra] le retiró su reconocimiento que, al
parecer, ya le ha devuelto». Manuel Guerra, La trama masónica, p. 75. Ver
“Eleccions a la masonería en un clima de gran crispado”, El Triangle, n°
579, de 15 de abril de 2002, p. 8.

68 Gran Maestro de la Gran Logia de España entre 1982 (recién legalizada


en España la Masonería) y 1996

69 Alberto Martínez-Lacaci y Martínez-Cossío, Gran Comendador del


Supremo Consejo del Grado 33, (que rige al Rito Escocés) y Gran Maestro
adjunto de Tomás Sarobe en la Gran Logia y el Grande Oriente Español.

70 Cardenal Sean Patrick O’ Malley, arzobispo de Boston

19

Católica se movilizó e inició una recogida de firmas; hubo también


campañas de oración en varios estados e intervinieron algunos rectores y
profesores; entre ellos el doctor William Fahey, del St. Thomas More
College, a quien conocí meses después en un congreso internacional
celebrado en el Valle de los Caídos.71 Su argumento para frenar la
blasfemia había sido irreprochable: el ejercicio de los «derechos» de
aquellos «creyentes» satanistas entraba en conflicto abierto con los de
millones de norteamericanos que se sentían gravemente heridos por el
ataque a sus propias creencias. No otra cosa podía significar la exaltación
del Maligno.

Hasta que finalmente, a última hora, la presidenta [rectora] de Harvard


retiró la autorización.

Pero, aun así, era la mayor conquista que el sincretismo relativista masónico
había logrado hasta entonces: una misa negra en el símbolo de la excelencia
académica norteamericana. Por la misma época, el mismo Templo Satánico,
con sede en Nueva York, proponía levantar un monumento al diablo frente
al Capitolio de Oklahoma. Acompañado de dos niños que, apelando a la
igualdad de derechos y la no discriminación, contemplaban arrobados al
demonio; la figura central, con cabeza de cabra, cuernos y alas, era la
imagen más convencional de Baphomet, a falta solamente de algún atributo
sexual. Además, Templo Satánico ha conseguido una gran victoria
complementaria: el monumento a los Diez Mandamientos que se
encontraba emplazado allí mismo, desde 2012, ha sido desmontado por
orden de la Corte Suprema de Oklahoma. No había lugar para Dios y
Satanás frente al Capitolio; y este último prevalecía en apariencia.

No fue de extrañar que en agosto de 2016, en el mismo sitio, volvieran a la


carga los satanistas con la organización de otra misa negra en un local
público, autorizada esta vez por el Ayuntamiento de Oklahoma; eligieron,
provocativamente, el día de la Asunción, pero la asistencia fue bastante
escasa. El jefe del grupo satánico organizador del acto blasfemo atribuyó su
fracaso a la movilización de los cristianos de varias confesiones que rezaron
juntos en una marcha de oración y reparación. Así están las cosas: la
oración colectiva de los cristianos, su visibilidad, neutraliza a los
adoradores del demonio; incluso cuando niegan adorarle, como hizo, de
manera incongruente, el jefe de su Templo. Dios, del mal saca el bien; las
obras buenas buscan la luz. La Verdadera. Pero el relativismo avanza,
“discretamente”, a favor de la otra; la de Baphomet: no hace mucho este
culto al Mal a la luz del día, autorizado por los gobiernos, académicos o
municipales, hubiera sido impensable.

Lo mismo que la ceremonia de inauguración del túnel de San Gotardo, en


Suiza, el más grande del mundo, celebrada en junio de 2016, dos meses
antes de lo de Oklahoma, con asistencia de la canciller Angela Merkel, el
presidente francés, Hollande, —abanderado del laicismo masónico— y el
primer ministro italiano, Matteo Renzi. Una tenebrosa ceremonia en la que
un ser en el que podía reconocerse a Baphomet dirigía a una humanidad
alienada, entregada al sexo, sin capacidad de reaccionar ni siquiera ante la
muerte; con gran disfrute de la diabólica figura que se movía por el
escenario alardeando de una libertad que solamente él gozaba.

Ninguno de los asistentes, que sepamos, mostró su desagrado por el


montaje del director alemán Volker Hesse, autor de la inquietante puesta en
escena. Para entender la

«normalización» de la presencia demoníaca en el espacio público, y ante los


máximos dirigentes europeos, la aceptación generalizada del dogma
relativista parece insuficiente; tiene que haber algo más. Quizás acertaba
Ricardo de la Cierva al decir que «En nuestra época el satanismo, más o
menos abierto, es la palanca principal utilizada por la Masonería para
enfrentarse a la concepción cristiana y católica».72

Benedicto XVI se refirió en varias ocasiones a Señor del Mundo, la obra de


Robert H. Benson,73

como un libro profético de lo que estaba por llegar; o más bien, empezando:
la venida del 71 «El Monacato Benedictino y la Cristianización de Europa.
Evan- gelización y Fundamento», celebrado en julio de 2014

72 Ricardo de la Cierva, Masonería, satanismo y exorcismo, p. 226

73 Robert Hugh Benson, Señor del Mundo, Ed. San Román, 2011.

20

Anticristo a un mundo bien preparado para recibirle gracias al relativismo;


el secularismo a ultranza; el rechazo violento de la fe revelada; hasta llegar,
en nombre de la tolerancia, a la persecución —cruenta— de los cristianos.
Todo ello ambientado en la Europa más culta y desarrollada. Manuel Guerra
decía al hablar de esta obra: «Uno de los grandes pensadores del siglo XX,
Augusto del Noce, detecta un grave peligro y una “tesis masónica esencial”

precisamente en el humanitarismo de corte meramente filantrópico, así


como en la separación de la ética y de la política respecto de la religión».74
Y lo denunciaba el filósofo italiano un año antes de su muerte, en 1988,
precisamente al comentar la novela de Benson.75 En 2015, el papa
Francisco también recomendaba viva e insistentemente su lectura, hablando
del designio mundialista como «colonización ideológica», y lo que
consideraba su principal instrumento; la ideología de género.76 Designio e
instrumento de clara inspiración masónica, cuyas claves, según el papa, se
encuentran en Señor del Mundo.

En “Señora del Mundo” en cierta medida iba camino de convertirse Hillary


Clinton cuando apareció una noticia relacionada con ella realmente
sorprendente; llegaba a su fin 2016, un año importante en cuanto a la
“normalización” del demonio en la vida pública, cuando se informaba al
mundo entero de que la candidata demócrata a la presidencia americana
«posiblemente» era satanista; y dicha información venía de su país: el
madrileño periódico El Mundo titulaba:

«Hillary, acusada de adorar a Satanás por un email de WikiLeaks».77 Según


el corresponsal en Washington, Pablo Pardo, #SpiritCooking era el trending
topic número uno en Twitter en Estados Unidos. Y eso significaba que «el
jefe de campaña de Hillary Clinton [John Podesta] y posiblemente, la
propia candidata, son adoradores de Satanás». «Aunque, —seguía diciendo

paradójicamente, una secta satánica estadounidense ha negado que Clinton


esté entre sus filas».78 Y es que la cosa venía de atrás; por eso se producía
el desmentido de los satanistas; bueno, de una secta en concreto...

Curiosamente no llegó ningún otro; ni Clinton ni Podesta se sintieron


obligados a hacerlo.

Acaso no les molestase en absoluto que se les relacionara con «el portador
de la luz» a quien en un sentido teológico no tienen tan lejos: decía Juan
Pablo II que detrás del aborto encontramos la «lógica del maligno»79 y
Hillary estaba siendo financiada generosamente por la gran industria
abortista “y traficante de órganos de los niños asesinados” Planned
Parenthood, con quien comparte objetivos a la hora de blindar el aborto
como «derecho humano universal»; lo que ya defendía su marido en los
años 90. «La lógica del maligno»... Y desde esa óptica, resulta totalmente
lógico que la señora Clinton, declarada enemiga del Catolicismo, proyectara

«redefinir» los dogmas religiosos como proclamó en abril de 2015.


Decididamente, el culto satánico “o la tolerancia con el mismo” ha debido
consolidarse de manera impensable hace solamente unos años cuando un
candidato a la presidencia de los Estados Unidos ni se molesta en aclarar
este punto; personalmente o a través de alguien de su equipo. ¡Cuán útil ha
resultado a las sectas el asentamiento del dogma relativista! ¡Cuán peligroso
a la hora de defender la libertad y los derechos fundamentales de la
persona! El de la vida en primer lugar, pero no él solamente.

Sobre dicha ideología Francisco I se ha pronunciado con la misma visión


que sus antecesores: Otro desafío surge de diversas formas de una ideología
genéricamente llamada gender, que niega la diferencia y la reciprocidad
natural de hombre y mujer. Esta presenta una 74 Manuel Guerra,
Masonería..., p. 177.

75 Augusto del Noce, “El señor del Mundo”, en 30 Giorni nella Chiesa,
enero de 1988, pp. 66-69.

76 Lo hizo en rueda de prensa en el avión que le llevaba de vuelta a Roma


desde Manila en enero de 2015. «Les recomiendo que lo lean, — dijo— y
leyéndolo entenderán a qué me refiero con la colonización ideológica». Ver
Religión en Libertad, 20 enero de 2015.

77 El Mundo, “Estados Unidos. Elecciones presidenciales”, 5/11/2016.


www.elmundo.es/intemacional 78 Ibíd.

79 San Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitae, 8

21

sociedad sin diferencias de sexo y vacía el fundamento antropológico de la


familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas
que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva
radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y
mujer.80

Lo que representa, sin duda, el mayor «desafío» del proyecto mundialista:


la conquista de una sociedad sin familias, incapaz por lo tanto de resistir ese
último envite; la premisa fundamental para «colonizar» —como dice el
Santo Padre— al género humano.
El G.A.D.U. y Lucifer
Detengámonos ahora en la figura del Gran Arquitecto del Universo: el dios
de los masones, que, por su propia indefinición, puede ser interpretado
como cualquier divinidad, «Lo común a todas las religiones». La propia
Masonería lo ha explicado así:

Si observáis uno de nuestros diplomas masónicos, un folio oficial con


membrete, o si entráis en una logia masónica, podréis ver que dominan
estas letras A.G.D.G.A.D.U.

Sencillamente significan: A la Gloria Del Gran Arquitecto Del Universo.


¿Se trata de Zeus, de Júpiter, de Dios? Lo que queremos es afirmar la causa
primera, el infinito creador, no interpretarlo. Existe. Decir cómo sea, o cuál
sea, eso es algo que tiene que ver con la fe de cada conciencia individual.81

Es el dios del sincretismo en el que todos caben; puede ser considerado


incluso como una simple fórmula. Una publicación masónica, la Rivista
della Massoneria, sostenía, en agosto de 1874, que «puede adaptarse a
todos los gustos, incluso a los de un ateo». En 1909, la misma publicación
concretaba:

Se reprocha a la Masonería que la fórmula del Gran Arquitecto del


Universo sea ambigua y absurda, pero constituye la afirmación más justa y
abierta de miras del inmenso principio de la existencia, y puede
perfectamente representar al Dios de Mazzini, lo mismo que al Satanás de
Giosué Carducci. Es Dios en cuánto fuente del amor, no del odio; es
Satanás en cuanto genio del bien, no del mal.82

Según el ex Gran Maestro de la Gran Logia Simbólica de España, Javier


Otaola, «El Gran Arquitecto del Universo, símbolo masónico, no es un
concepto teológico, sino una imagen, y por tanto no se identifica ni con un
Dios abstracto, ni con un Dios concreto, sino que es solo un símbolo».83 El
escritor José Antonio Ullate, que vengo citando, ha estudiado
detenidamente la delgada línea que puede separar al G.A.D.U. de Lucifer
desde la óptica masónica. Ese Carducci,84 de la cita anterior, es el poeta
masón que dedicó todo un himno a Satanás, publicado por Ullate, del que
extractamos:

Tú, Satán, respiras / En mi verso / Si al romper mi pecho A Dios desafío


[...]

¡Salud, Satanás, / Oh rebelión, / Oh fuerza de la revancha / De la razón!

80 Francisco I, Exhortación Apostólica Amoris laetitia, 56

81 Guido Laj, Gran Maestro del Gran Oriente de Italia, en José Antonio
Ullate o. c., p. 59

82 Rivista della Massoneria, de 1909, en José Antonio Ullate o. c., p. 61.

83 Alfa y Omega de 26 de abril de 2001, en Manuel Guerra, La trama


masónica, p. 135

84 Giosué Carducci (1835-1907), uno de los mayores poetas italianos de la


segunda mitad del siglo XIX; autor de Odas bárbaras, buscaba una vuelta
al paganismo clásico; recibió el premio Nobel de Literatura en 1906.

22

¡Se alcen a ti sagrados / Inciensos y votos! / ¡Al Jehová de los curas / Tú


has vencido! 85

El himno tuvo una gran repercusión por tratarse de la obra de uno de los
principales poetas de la época, pero causó, como es lógico, un gran
desasosiego en algunos espíritus. Incluso el masón Quirico Filopanti mostró
su desagrado por aquella composición tan expresamente satánica. Pero
quedó tranquilizado cuando su autor respondió: «Yo amo y creo». 86 Con la
complacencia del Gran Maestro Lenzi que medió en aquel asunto, aunque
Carducci todavía no había entrado en la Masonería, en la que después sería
muy activo, llegando a fundar una logia.87 Filopanti quedó tranquilizado
con tan breve explicación en un claro ejercicio de relativismo masónico.
Satanás, al parecer, quedaba convertido en símbolo de la rebelión contra el
poder constituido; defensor de la libertad individual. Aunque nada podría
resultar más paradójico: ¿«el acusador»; «el disgregador»; «el enemigo del
hombre», convertido en su defensor? Para verlo así es necesario haber
rechazado previamente toda la Revelación divina; de principio a fin;
sublevarse, como el ángel caído contra Dios. José Antonio Ullate concluye
zanjando, por su parte, la cuestión:

[...] no repugna al concepto masónico de G.A.D.U. que se haga significar a


Lucifer: puede ser un dios, puede ser la materia del ateo, y puede ser hasta
Satanás, sin que, ofrecidas las debidas explicaciones, ningún masón regular
—por más que personalmente le repugne esta interpretación— pueda
objetar nada desde el punto de vista de los landmarks y de la legislación
masónica.88

Relativismos, simbolismos y matices aparte, queda claro que en la


Masonería, de manera más o menos expresa, se adora a Lucifer. En
ocasiones, muy claramente. Solo es necesario conocer algunos rituales o
hablar con masones de altos grados, para darse cuenta. La orientación
luciferina suele ser más evidente aun en las sectas de origen masónico,
como la Orden de la Rosacruz de Oro; la OTO (Ordo Templi Orientis), o
los «Illuminati» de Baviera.

Esta última, merece algún comentario: fundada por el alemán Adam


Weishaupt,89 profesor de Derecho Canónico —lo que se ha utilizado
recientemente para limpiar su imagen diabólica, como si el haber impartido
esa disciplina le hiciera incuestionable— de la Universidad de Ingolstadt,
en 1776, como una secta independiente hasta 1780, cuando los Illuminati
pretendieron, sin éxito, unificar a toda la Masonería europea bajo su
dirección. Cuatro años más tarde se dispersaron por la Alemania protestante
al quedar prohibidas en Baviera las sociedades secretas por decreto del
Duque. Una rama, con apoyo masónico, pasó a Francia y otra llegó hasta
América, donde, junto a fuertes rechazos, encontró el apoyo de Thomas
Jefferson, que en 1800 llegó a calificar a Weishaupt de «entusiasta
filántropo».90 En 1785 se constituyó en Nueva York la Logia Colombia de
la Orden de los Illuminati, de la que procede la Gran Logia Rockefeller,91
que perpetúa el designio de su fundador; un mundialismo en el sentido que
Weishaupt propugnaba:
Es preciso establecer un régimen de dominación universal, una forma de
gobierno que se extienda por todo el planeta. Es preciso conjuntar una
legión de hombres infatigables en torno a las potencias de la Tierra, para
que extiendan por todas partes su labor siguiendo el plan de la 85 Giosué
Carducci, en José Antonio Ullate, o. c., pp. 65 y 66.

86 Ibíd.

87 Se inició en la Masonería en 1866 y fundó la logia Felsinea.

88 José Antonio Ullate, o. c., p. 67.

89 Iniciado en la logia muniquesa Zur Behusamkeit, (“A la Prudencia”), en


febrero de 1777.

90 Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 97

91 Ver Manuel Guerra, La trama masónica, p. 296

23

Orden.92

A saber, la desaparición de las soberanías nacionales a favor del proyecto


Illuminati; un Nuevo Orden Mundial en el más profundo sentido del
término: la transformación del paradigma humano, destruyendo cualquier
resto de la herencia cristiana, desde un poder monocrático.

La Gran Logia Rockefeller, apoyo fundamental de las organizaciones


pantalla de la Masonería, es «una orden secreta del iluminismo, de signo
luciferino, con sede central en Nueva York [...]

muy cerca del Rockefeller Center con la figura del mítico Prometeo en el
suelo en actitud de rebeldía un tanto orgiástica contra Zeus, el dios supremo
del panteón griego, y símbolo de la irreligiosidad en cualquier época. En lo
alto del rascacielos Tishman, de 116 metros de altura, figuraba el 666 de
brillante color rojo de día, iluminado de noche. Este número fue retirado en
1992, pero el edificio es ahora el “666 Quinta Avenida”. Su rito pretende
otorgar una luz superior a la masónica».93 La de Lucifer, huelga decirlo.
Pero si este es diferente de Satanás, como la Masonería pretende, cabe
preguntarse qué pintaba el número de la Bestia en ese rascacielos. Y
también el por qué dicha Gran Logia solo admite a masones que hayan
alcanzado los grados superiores en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado; es
decir a los que ya han adorado a Baphomet. Aparte de exigirles una
relevancia especial en el mundo de la política, las finanzas o la cultura.94 El
proyecto de Weishaupt, el fundador de esa orden luciferina, se va logrando
de esta manera. Su núcleo interno «está formado por los luciferianos, que
adoran a Baphomet (Lucifer) como único Dios verdadero, aunque al final lo
suplante el individuo, el iniciado»;95 la culminación del proceso iniciático
al que se referían Rodríguez Zapatero y el ex masón Abad-Gallardo: la
adoración del hombre; «el hombre como único dios y dueño de sí mismo,
de su medio y de su destino».96 Lucifer ha sido su compañero de viaje;
quien finalmente lo sube al pedestal donde debe ser adorado; el pecado
original; nada nuevo. Por otra parte, aunque se haya cuestionado, los
Illuminati pertenecen a la Masonería.

Incuestionablemente: se estructuran en 13 grados; seis de ellos son los


principales del REAA.

Puede matizarse que están enmarcados en la Masonería irregular, al no


asumir los landmarks de la regular, pero pertenecen a la misma secta
condenada una y otra vez por la Iglesia, en todas sus ramificaciones. Y tal
condena, llegando a este punto, no puede extrañamos.

No exageraba Pío VIII cuando, como vimos, condenaba a la Masonería


llamándola «Secta satánica que tiene [...] como Dios al demonio».97 Ni
hablaba en sentido figurado; tan solo expresaba una realidad.
Frecuentemente oculta, disfrazada o agazapada detrás de los más vistosos
ropajes, incluso para una buena parte de los que militan en las filas
masónicas, pero realidad al cabo.

Terminaré este apartado citando a uno de los mayores expertos españoles en


esta cuestión: Ricardo de la Cierva.98 En el último libro que dedicó a la
Masonería habló con más claridad que nunca:

Ciertos autores masónicos elogian a Lucifer. Esto no termina con tal


afirmación. Se extiende al campo simbólico también. Es importante
subrayar que no todos los masones rinden culto a Lucifer, solamente el
cinco por ciento que hay en la cumbre de la 92 Ibíd., p. 297

93 Ibíd., pp. 289 y 290

94 Para la Gran Logia Rockefeller, ver el Diccionario Enciclopédico de las


Sectas, de Manuel Guerra, Ed.

Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), p. 816 (4a edición).

95 Manuel Guerra, La trama masónica, p. 89.

96 Ibíd

97 Pío VIII, Carta Encíclica Traditi humilitati nostrae, 1829

98 Ricardo de la Cierva y Hoces (1926-2015), catedrático de Historia en las


Universidades de Granada y Alcalá de Henares; diputado a Cortes por
Murcia y senador por la misma región; ministro de Cultura en 1980, con
Adolfo Suárez; uno de los mayores expertos en Masonería de España; autor
de varias obras indispensables sobre el tema, que citaré frecuentemente.

24

Masonería. Mucha gente todavía no ha entendido la importancia de estudiar


este asunto hasta su conclusión lógica. [...] la Masonería superior
deliberadamente miente a la Masonería de segunda clase para que sean
desviados. La explicación que se da al 95 por ciento de todos los masones
es falsa [...] por supuesto que ese cinco por ciento de masones superiores
llama a Jesucristo Dios inferior y nunca le mencionan en sus enseñanzas.
[...] Ellos rinden culto a Lucifer llamándole portador de la Luz. Lucifer y
Satanás son desde el punto de vista bíblico el mismo individuo.99

En sus últimos años de vida, de la Cierva iba a lo esencial: los misterios


más recónditos de la Masonería; lo que había insinuado antes lo decía en
esta última obra abiertamente. Pero siguen quedando algunas preguntas sin
respuesta. Como el porcentaje real de masones «superiores»
que engaña al resto. Creo que superan con creces ese cinco por ciento. Y en
relación con ellos, los engañados, ¿hasta qué punto lo son o quieren serlo?
Todo lo que hemos visto hasta aquí bastaría para preguntarse, en caso de
rechazar el culto satánico, cómo pueden aceptar someterse a esas prácticas
y rituales.

Cuando le conocí, en el Club Financiero, Tom Sarobe estaba acompañado


por otro masón que se declaraba católico practicante; es más, tomó la
palabra solamente para decir que el día anterior le habían impuesto la
ceniza con la que se inicia la Cuaresma. Causó general sorpresa,
comprensiblemente, aunque no explicó qué significado tenía para él esa
práctica cristiana. Pero tales actitudes, aunque a priori incomprensibles,
pueden explicarse desde la imposición del dogma relativista al que me he
venido refiriendo en este capítulo; la gran conquista masónica.

Meses más tarde, el mismo Foro de Madrid, cuyo presidente, al menos en


privado, se reconocía católico, organizaba un coloquio similar en el que
tenía la palabra la Masonería y me invitaba a asistir nuevamente. Como si
aquel primero no hubiera resultado suficientemente esclarecedor.

Curiosamente, Sarobe, en esta ocasión empezaba anunciando que más que


hablar de lo que era, hablaría de lo que no era la Masonería... Aunque no
asistí, parecía estar respondiéndome, pero ya por el modo de introducir el
tema se podía comprender cuán poco clarificadora sería su exposición.

Confusión y relativismo, dos victorias masónicas, largamente trabajadas,


están ya muy presentes en la sociedad española. Tanto como en el resto de
Occidente.

La hermandad de los Rosacruz; un precedente directo

La Masonería tiene un precedente que ayuda a su comprensión. No se trata


desde luego de ninguna hermandad medieval o constituida en tiempos de
Moisés o de Salomón, como pretenden las Constituciones de Anderson,
sino de algo surgido mucho más tarde; a principios del siglo XVII.
Volvemos a Lutero, a la ruptura de la Cristiandad. Y nos situamos en
Alemania; en los preparativos para la última guerra de religión; la batalla
definitiva entre Catolicismo y Protestantismo; un episodio más del
enfrentamiento entre las «dos ciudades». Me refiero a la hermandad de los
Rosacruz, secta secreta que maquinaba contra la Iglesia, buscando su
destrucción definitiva. Así como la imposición de un nuevo orden mundial,
sin rastros de Catolicismo, aunque tampoco estaba claro cuál sería el
destino de las iglesias reformadas, a más largo plazo, después del triunfo de
su proyecto. Porque la hermandad tenía un componente esotérico ocultista
que pesaba de manera definitiva en sus proyectos. Estamos ya en
condiciones de apreciar el paralelismo con la Masonería que nacería
justamente un siglo más 99 Ricardo de la Cierva, Masonería, Satanismo y
Exorcismo, pp. 82- 84. El autor recomendaba en relación con este asunto
dos páginas web:

http://www.theforbiddenknowledge, y http:bibleprobe.coRicam/free-
masonry 25

tarde.

José Antonio Ullate, en su citado libro sobre el secreto masónico, ha


seguido la línea que une a ambas sectas. A principios del siglo XVII, Praga,
una de las capitales de los católicos Habsburgo, se había convertido en un
centro de estudios esotéricos, gracias a la tolerancia del emperador Rodolfo
II, un atípico personaje de la casa de Austria, aficionado a la alquimia y a la
astrología; es decir, sospechoso, como mínimo, de heterodoxia; siendo así
que encamaba, por su Corona, el espíritu de resistencia de los católicos de
su Imperio frente al avance del Protestantismo. En cambio, su primo y
sucesor, Femando II, estaba dispuesto a asumir el liderazgo católico desde
el primer momento. Tanto como lo estuvo su tío abuelo, Carlos V, que se
enfrentó a los inicios de la ruptura. En Bohemia, los rebeldes protestantes
ofrecieron el trono a un vasallo de los Habsburgo, el Príncipe Elector del
Palatinado, Federico V, protestante, y casado con Isabel Estuardo, hija de
Jacobo I de Inglaterra.100 En los Estados del Príncipe Palatino confluían
entonces un Calvinismo estricto con movimientos cabalístico-ocultistas
(ciencias ocultas, numerología, cábala...), entusiastas seguidores de la
Reforma desde los tiempos de Lutero; un ambiente similar al de Praga
durante el reinado de Rodolfo II.

Pensaban estos sectores que Federico V sería el instrumento ideal para una
«refundación universal», objetivo de aquellos movimientos ocultistas que se
unieron en la Hermandad de los Rosacruz.

Dicha organización nacía con su propia leyenda recién creada: la de un


supuesto Christian Rosenkreuz, nacido, según la hermandad, a finales del
siglo XIV, «filósofo, matemático, y constructor de instrumentos», que
«sintió deseos ardientes de realizar una reforma y buscó quien le ayudara».
Este personaje sería el equivalente al Hirán Abif de la Masonería, aunque su
leyenda resulte menos elaborada que las Constituciones de Anderson. La de
los Rosacruz se dio a conocer mediante tres manifiestos. El primero de
ellos, la Fama Fraternitatis, aparecido en 1614, llamaba a una «reforma
universal y general de todo el ancho mundo».101 Sostenía que
recientemente la tumba del mítico personaje, el gran científico del siglo
XIV, había sido descubierta «milagrosamente» —como en el caso de Hirán
Abif— siendo ese hallazgo la señal del principio de «esa reforma general,
tanto de las cosas divinas como de las humanas».102 El manifiesto
mezclaba doctrina calvinista con la cábala,103 que contiene, aunque hay
quien pretende negarlo, elementos gnósticos. ¡Absolutamente gnósticos!
Nos encontramos ya con la gnosis, presente también en los orígenes de la
Masonería, porque la cábala sostiene que

«cuando Dios dio la ley a Moisés también hizo una segunda revelación del
significado secreto de tal Ley. Se decía que esta tradición esotérica había
sido transmitida oralmente a través de los tiempos por los iniciados [...]»,
según Francés E. Yates, erudita inglesa, «probablemente la académica que
más ha estudiado este asunto».104

Algo muy parecido a lo que sostenía la gnosis cristiana en relación con


Cristo, y ese mensaje oculto que contenía el falso evangelio de Tomás. La
cábala es gnosis en un sentido profundo: pretende desvelar el misterio de la
Creación prescindiendo de Dios, que existe pero no es creador: el mundo
procedería de un ser primordial por vía de progresivas emanaciones, a
través de los Sefirot, emanaciones intermedias. Todo lo que existe está
ordenado de acuerdo con el 100 De ella traían su derecho al trono inglés los
Hannover

101 José Antonio Ullate, o. c., p. 145

102 Ibíd
103 «Tradición esotérica del judaísmo. La cábala está emparentada con las
doctrinas gnósticas y con el hermetismo, y en general no está mal vista
dentro del judaísmo»; José Antonio Ullate, o. c., p. 153.

104 José Antonio Ullate, o. c., p. 138. En la bibliografía, el autor incluye


dos obras de Francés Yates: El iluminismo Rosacruz. México D.F. Fondo de
Cultura Económica, 1981, y La Filosofía Oculta de la Epoca Isabelina.
México D. F. Fondo de Cultura Económica, 2001

26

alfabeto hebreo, «lengua sagrada usada por Dios para dirigirse a los
hombres»; los cabalistas crearon un complejo método de valoración
numérica de cada palabra del alfabeto sagrado; esto es, numerología.105 Y
los rosacruz lo hicieron suyo junto a otras ciencias ocultas.

Como haría después la Masonería: aunque oficialmente cristianos, se


alejaban del Cristianismo hasta posiciones irreconciliables, opuestas a la fe
más allá de la herejía. La cábala es algo que tienen en común las dos sectas,
y por eso mismo ambas son panteístas; porque ninguna de las dos cree en la
Creación sino que hicieron suya la doctrina cabalística de la Emanación. El
panteísmo106 ha estado presente en la Masonería desde el primer momento,
así lo manifestaba León XIII en Humanum genus, cuando; hablando del
concepto de Dios en los masones, dice:

«sienten de El perversamente, como suelen los panteístas».107 De ahí su


fuerte presencia en la sociedad occidental, de manera nada velada en
algunos documentos de Naciones Unidas, como La Carta de la Tierra, que
también veremos en este libro.

Aquel primer manifiesto rosacruz tuvo una gran difusión y despertó un


notable interés hacia la nueva hermandad. Un año después, en 1615,
aparecía un segundo manifiesto, continuación del primero: la Confessio
Fraternitatis, que comenzaba con una advertencia: Del mismo modo como
ahora llamamos Anticristo al Papa de Roma con toda libertad y sin daño
alguno, lo que hasta ahora se consideraba pecado mortal y hombres de todo
el mundo fueron ajusticiados por hacerlo, así también sabemos con certeza
que llegará el día en que lo que ahora conservamos secreto lo declararemos
abierta y libremente.108

Anunciaban un nuevo código moral, ajeno a la ley natural, en el que el


pecado sería abolido; un Nuevo Orden Mundial, que no sería solamente
político sino también espiritual. Igual que más tarde preconizaría el ideal
masónico. El movimiento político y religioso que se fraguaba en el
Palatinado, inicio de una futura extensión universal del Protestantismo,
tenía raíces gnósticas y ocultistas. El mundo, según los rosacruz, debería
quedar en el «mismo estado que lo encontró Adán».

Por fin, en 1616 aparecía el tercero y último de los manifiestos rosacruz:


Las bodas químicas de Christian Rosenkreuz, redactado por un pastor
luterano, Juan Valentín Andreas, seguidor de la cábala y las ciencias
ocultas. Un clérigo protestante. Otro, James Anderson, sería el autor, un
siglo más tarde del primer reglamento masónico. Un punto más de unión
entre ambas sectas.

Todo el pensamiento rosacruz está influenciado por el hermetismo


inglés,109 heredero directo del veneciano, vinculado al estudio de la cábala
cristiana, tan gnóstica como la originaria; la judía.110

Como en el caso de la Masonería, en su hermana mayor —la hermandad


que nos ocupa—, encontramos las corrientes gnósticas, esotéricas, mágicas
o luciferinas; todas ellas conectadas, y llegando por múltiples vías. Esa
influencia ocultista y gnóstica es la clave de las dos sectas y también de
todas las órdenes nacidas de ellas. En cuanto a los objetivos de los rosacruz,
aparentemente se trataba “solo” de combatir el poder de los Habsburgo y de
la Iglesia, como en el siglo anterior lo hicieran ya los súbditos rebeldes de
Carlos V, pero el asunto iba mucho más lejos. Le preocupaba a la nueva
hermandad el impulso que la Contrarreforma estaba dando al Catolicismo, y
por eso consideraban a la Compañía de Jesús como el mayor de los
peligros; una vez más, la misma visión que la Masonería: los jesuitas como
el enemigo a batir en un primer 105 Ibíd.

106 Según el diccionario de la Real Academia Española, «Sistema de los


que creen que la totalidad del universo es el único Dios»; suele manifestarse
en la adoración de la Tierra; de la Naturaleza 107 León XIII, Carta
Encíclica Humanum genus, 14

108 José Antonio Ullate, o. c., p. 145.

109 Filosofía «oculta» unida al cultivo de la magia; un movimiento iniciado


ya en el siglo XVI.

110 José Antonio Ullate, o. c., pp. 142 a 146.

27

asalto para abalanzarse luego sobre el Papado. Después podría al fin


desarrollarse la reforma profunda de «todo el ancho mundo»; una
transformación moral con la abolición del pecado como concepto. Gracias a
la combinación del Protestantismo, la tradición esotérica y la magia
científica. Todo ello, supuestamente, al servicio del género humano.

Pero todo el proyecto se vino, momentáneamente, abajo con la derrota del


Príncipe Palatino, que perdió sus Estados y hubo de refugiarse en Holanda
ante el avance de las armas católicas; señaladamente de los tercios
españoles venidos desde Flandes para socorrer al emperador. La alianza
entre las dos ramas de la Casa de Austria trajo una victoria total del
Catolicismo en aquel primer período de la que se llamaría Guerra de los
Treinta Años porque esa fue su duración. Las aspiraciones de los rosacruz
fueron cortadas en seco; su reforma universal tendría que esperar tiempos
mejores.

El rosacruzismo pasó a Inglaterra con Samuel Hartlib, que llegó huyendo de


la Prusia polaca.

Con emigrados alemanes y bohemios fundó en Chichester una escuela


hermética sincrética, origen de un grupo que habría de influir en la
fundación de la Royal Society en 1660. 111 No resulta difícil rastrear la
influencia rosacruz en círculos académicos ingleses y a través de ellos en la
Masonería, pero por razones de brevedad, terminaremos viendo solamente
los puntos principales de la leyenda rosacruz: un «núcleo secreto»
alimentaba todas las religiones y circulaba ocultamente hasta que la
hermandad lo sacó a la superficie. Los rosacruz pretendían traer su
sabiduría del Antiguo Egipto; ya en el siglo XIV a. C., supuestamente, los
primeros rosacruzianos se reunieron en la Gran Pirámide donde fueron
iniciados en los grandes misterios.112 Es evidente la influencia que esta
leyenda habría de ejercer en las Constituciones de Anderson: la pretensión
de una gnosis procedente de la Antigüedad más venerable; el sincretismo
religioso como la clave de una profunda reforma general de la humanidad;
el rechazo de la Revelación. Todo ello estaba ya en los tres manifiestos que
acabamos de comentar. Inspirado claramente por «el padre de la mentira».
Solamente sorprende la desfachatez, tanto en el caso de la Masonería como
en el de los rosacruz, con la que se presentaron ante el mundo; la osadía de
sus fantasiosas propuestas y la impostura de sus remotos orígenes,
coetáneos de las primeras civilizaciones.

En 1704, trece años antes de la fundación de la Masonería, ya existía la


Orden de la Rosacruz de Oro, con un proceso de iniciación escalonado en
nueve grados. Masonería y rosacruzismo se influyeron mutuamente sobre
todo durante el siglo XVIII al extenderse por Alemania la joven secta
nacida en Inglaterra hasta llegar a absorber en la práctica a la vieja y
decadente hermandad formada y fracasada en el siglo anterior.113

Aunque la Masonería honra a su predecesora de varias maneras: en algunos


de sus grados se la menciona expresamente. Era mucho lo que
compartieron; la Masonería logró llegar donde no lo hicieron los rosacruz;
consiguió tenazmente imponer las creencias compartidas; socavó el poder
de la Iglesia a lo largo de trescientos años; en lo temporal y en lo espiritual;
colaboró muy eficazmente en el desmoronamiento de los tronos católicos;
ha ido cambiando el paradigma humano más allá de lo imaginable para los
hombres que asistieron a su nacimiento. Y sigue presente y activa en
nuestros días, tocando ya con los dedos esa reforma del «ancho mundo»

hasta sus últimas consecuencias. Podría parecer que se apresta a recoger los
frutos del árbol sembrado por sus hermanos mayores, los rosacruz, a
principios del siglo XVII. Mucho de lo que pretendían, más de la mitad del
programa, ya se ha logrado. Pero no todo: misteriosamente, sus designios se
quiebran cuando menos lo esperan. Siguen en lucha las dos ciudades; no
podía ser de otra forma.
111 Ibíd, p. 148.

112 Manuel Guerra, La trama masónica, p. 50

113 Ibíd.

28

II
LAS PRIMERAS CONDENAS
PONTIFICIAS
Clemente XII y Benedicto XIV: la excomunión confirmada

No habían pasado más que veintiún años desde el nacimiento de la


Masonería cuando con bastante conocimiento de causa la Iglesia condenaba
a la nueva secta. La primera de dichas condenas se debe a Clemente XII,114
que mediante la bula In eminenti, de 1738, prohíbe a los católicos ingresar
en la secta. Hablaba el papa de una sociedad entonces en pleno auge,
trasplantada desde Inglaterra poco antes —la primera logia francesa se
había abierto en París en 1725—, que crecía en el Continente y parecía
imparable: « [...] haciendo nuevos progresos cada día, ciertas sociedades,
asambleas, reuniones, agregaciones o conventículos llamados vulgarmente
de francmasones o bajo otra denominación».115 Reconocía ya en la
Masonería una diversidad de denominaciones, que, con distintas
apariencias, abarcaban a una serie de sectas que formaban una misma
realidad. Y les atribuía una acción criminal sin paliativos: «Pero como tal
es la naturaleza del crimen, que se descubre a sí mismo, da gritos que lo
manifiestan y lo denuncian; de ahí, que las sociedades y conventículos
susodichos han dado origen a tan fundadas sospechas que el alistarse en
estas sociedades es para las personas honradas y prudentes contaminarse
con el sello de la perversión y la maldad».116 Crimen, perversión y maldad
son conceptos vinculados a la Masonería en las condenas pontificias a partir
de la primera hasta que el lenguaje de las mismas se modere en el siglo XX;
aunque no por ello resulten menos claras estas últimas.

Antes de seguir adelante, conviene contextualizar el momento de la


publicación de esta bula: a partir de 1715, Europa vive un periodo de
transformaciones radicales en diferentes aspectos: comenzaba el
movimiento cultural que se conocería como Ilustración, y se proclamaba
bien pronto incompatible con la fe revelada; Francia, a pesar de seguir
dictando las modas en la cultura europea, perdía la hegemonía continental a
favor de Inglaterra —la gran beneficiaría del tratado de Utrech—, que se
aprestaba a controlar las vías de navegación y el comercio internacional,
socavando los imperios europeos mediante la creación del suyo; que iría
creciendo en perjuicio de los existentes.

Empezaba a considerarse de buen tono todo lo que viniera de Inglaterra; su


influencia en el pensamiento ilustrado fue decisiva: de allí venía el deísmo,
la creencia en el Ser Supremo que acabaría por imponerse en la cofradía de
los philosophes; la Masonería sería clave en este proceso. Su conocimiento
secreto la hacía atractiva para muchos espíritus selectos y curiosos; su
racionalismo radical aparente y su concepto del Gran Arquitecto del
Universo, parecía adecuarse al escepticismo ilustrado que se “liberaba” por
entonces de la educación religiosa.

Aquel ambiente descreído, fatuo y hedonista que se imponía en las élites


cultas, incluyendo a las católicas, sería ideal para la extensión de la secta.

Pero, prescindiendo de esos espejismos de libertad individual y elevación


del hombre a través del conocimiento —o de la gnosis—, Clemente XII,
señalaba «los grandes males que ordinariamente resultan de esta clase de
asociaciones o conventículos, no solamente para la tranquilidad de los
Estados temporales, sino también para la salud de las almas».117

Aparecían ya los dos argumentos fundamentales contra la secta: el peligro


que representaba 114 Lorenzo Corsini, (Florencia 1652-Roma 1740);
elegido el 12 de julio de 1730, murió a los 88 años el 6 de febrero de 1740

115 Clemente XII, Bula In eminenti, 1738

116 Ibíd.

117 Ibíd.

29

para la seguridad de los Estados y, sobre todo, para la salvación de las


almas. Y denunciaba el mismo documento algo que volverá a aparecer en
los siguientes: el engaño empleado por la secta para lograr prosélitos. Debía
velar el papa, en el cumplimiento de su deber, «para que esta clase de
hombres, lo mismo que los ladrones no asalten la casa y como los zorros no
trabajen en demoler la viña, no perviertan el corazón de los sencillos, y no
los traspasen en el secreto de sus dardos envenenados»,118 para cerrar el
camino a «las iniquidades [...] que se cometerían impunemente», avisando,
como lo harán sus sucesores, de la impunidad en la que suelen quedar los
crímenes de la secta. Por todo ello se pronunciaba:

[...] hemos concluido y decretado condenar y prohibir estas sociedades,


asambleas, reuniones, agregaciones o conventículos llamados de
francmasones, o conocidos bajo cualquier otra denominación, como Nos los
condenamos, los prohibimos por Nuestra presente Constitución valedera
para siempre. Por eso prohibimos seriamente, y en virtud de la santa
obediencia, a todos y cada uno de los fieles de Jesucristo de cualquier
estado, gracia, condición, rango, dignidad y preeminencia que sean, laicos o
clérigos, seculares o regulares, aun los que merezcan una mención
particular, osar o presumir bajo cualquier pretexto, bajo cualquier color que
sea, entrar en las dichas sociedades de francmasones, o llamadas de otra
manera, o propagarlas, sostenerlas o recibirlas en su casa, darles consejo,
socorro o favor abierta o secretamente, directa o indirectamente por sí o por
medio de otros de cualquier manera que esto sea [...] les ordenamos en
absoluto que se abstengan enteramente de estas clases de sociedades,
asambleas, reuniones, agregaciones o conventículos, esto bajo pena de
excomunión en que incurren todos contraviniendo como arriba queda dicho,
por el hecho y sin otra declaración de la que nadie puede recibir el beneficio
de la absolución por otro sino por Nos o por el Pontífice romano que
entonces exista, a no ser en el artículo de la muerte. [...]119

No podían los fieles entrar en dichas sociedades ni colaborar con ellas de


ninguna manera según esta constitución « valedera para siempre», bajo
pena de excomunión ipso facto. Pero, a pesar de esta detallada declaración
solemne del sumo pontífice, no tardaron las sociedades condenadas en
hacer correr el rumor de que su condena estaba superada. Solo esperaron
hasta la muerte de Clemente XII. De manera que su sucesor, Benedicto
XIV,120 se vio obligado a confirmarla mediante la Constitución Apostólica
Próvidas, de 1751. En ella, el pontífice recordaba:

El papa Clemente XII, de feliz memoria, nuestro predecesor, en sus letras


apostólicas
[...] que comienzan con las palabras In eminenti, ha condenado y proscrito a
perpetuidad ciertas sociedades, asambleas, reuniones, asociaciones,
conventículos, o agregaciones vulgarmente llamadas de Liberi Muratori,
Masones o de cualquier otro modo [...]

Prohibió a todos y cada uno de los fieles de Jesucristo, bajo pena de


excomunión, de la que nadie podría ser absuelto, a no ser por el Romano
Pontífice en ese momento reinante y en el artículo de la muerte, tuviesen la
audacia o la presunción de entrar en esa suerte de sociedades, o de
propagarlas... [Incluye a continuación el texto íntegro de la bula In
eminenti].121

Luego explicaba la razón que le obliga a publicar esta segunda condena:


«Mas como no han 118 Ibíd.

119 Ibíd.

120 Próspero Lambertini (Bolonia 1675-Roma 1758); elegido papa el 17 de


agosto de 1740, murió, a la edad de 83

años, el 3 de mayo de 1758, siendo sepultado en el Vaticano.

121 Benedicto XIV, Constitución Apostólica Próvidas, 1751.

30

faltado personas, según nos han informado, que no han temido afirmar y
extender entre las gentes del pueblo que la dicha pena de excomunión
lanzada por nuestro Predecesor ya no tiene efecto ninguno porque la
constitución que acaba de ser reproducida no había sido confirmada por
Nos, como si las Constituciones Apostólicas dadas por un papa tuviesen
necesidad de ser mantenidas, de la confirmación expresa del Pontífice su
sucesor»; «Nos queremos y decretamos tenga fuerza para siempre».122

Contra toda costumbre, el papa tenía que respaldar un pronunciamiento


anterior, además tan solemne y razonado como In eminenti, a causa del
rumor que ya entonces los masones habían propagado, como seguirían
haciéndolo después, de que la condena estaba obsoleta. Pero Benedicto XIV
no se limitó a confirmar lo establecido por Clemente XII: « Otro motivo
poderoso [de la condena] consiste en el pacto secreto e impenetrable del
secreto, por donde se oculta todo lo que se hace en esta especie de
conventículos [...] Las cosas honestas aman siempre la luz del día, y los
crímenes se esconden en la oscuridad». 123 También añade «el juramento
con el cual se obligan [los masones] a guardar inviolablemente el secreto,
como si fuese permitido a cualquiera oponer promesa o juramento para
dispensarse del deber de confesarlo todo cuando fuese interrogado por el
poder legítimo, al inquirir si en esta suerte de conventículos no se fragua
nada contra el Estado o las leyes de la religión o de la cosa pública».124

El secreto, el juramento —el tremendo juramento que vimos en las


Constituciones de Anderson

—, el peligro, en suma, que tales asociaciones representaban para el Estado


y las almas. Lo mismo que decía Clemente XII pero con más argumentos;
en los años transcurridos desde la publicación de In eminenti parece que la
Iglesia había ido conociendo más a fondo el funcionamiento de la secta. Por
eso, confirmada la excomunión, advertía de cara al futuro « Que no sea
permitido a ningún hombre infringir o contrariar con temeraria audacia
este texto de nuestra confirmación, renovación, aprobación, comisión,
invocación, requisición, decreto y voluntad. Mas si alguno fuese bastante
presuntuoso para alentar contra ellas, sepa que incurrirá en la indignación
de Dios Todopoderoso y de los bienaventurados apóstoles Pedro y
Pablo»125

Tampoco esta vez se hacía ninguna diferencia entre aquellos


«conventículos»; la condena era la misma para todos; excomunión que solo
podría ser levantada por el romano pontífice. La Masonería en 1751 se
percibía como una amenaza todavía mayor que la vislumbrada por
Clemente XII, y por eso Benedicto XIV recordaba en esta constitución que
ya su predecesor aconsejaba a los «obispos, prelados superiores, y otros
ordinarios que no olviden invocar para su sujeción, si es necesario, el
auxilio del brazo secular».126 Llamaba a los gobernantes para que
colaborasen en la tarea común de frenar la acción masónica.

Y dos príncipes católicos lo acataron inmediatamente:127 el 2 de julio de


ese mismo año, Femando VI de España firmaba un decreto contra la secta
masónica,128 —aunque entonces en sus reinos la presencia de la Masonería
era casi imperceptible, entre otras cosas, a causa de la presencia del Santo
Oficio— mientras que su hermano Carlos de Nápoles (futuro Carlos III de
España) prohibía la secta en sus Estados, mediante otro decreto donde
calificaba a la 122 Ibíd

123 Ibíd

124 Ibíd

125 Ibíd. La cursiva es nuestra

126 Ibíd

127 Luis XV se había adelantado proscribiendo en Francia la Masonería ya


en 1737; un año antes de la primera condena pontificia. Con poca
efectividad, hay que decirlo, a juzgar por la expansión que tuvo en su
reinado 128 Realmente era una reiteración porque ya en el reinado de su
padre había quedado prohibida en España: el 11 de octubre de 1738 el
Santo Oficio ordenó que la Bula In Eminenti, publicada unos meses antes,
se leyera y fijara en todas las «Iglesias Metropolitanas, Catedrales y
Colegiales, y en los lugares de Cabeza de Partido» para su ejecución y
cumplimiento. Ver Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p. 82

31

Masonería:

Y a pesar de que por todo lo cual esta sociedad esté rigurosamente


prohibida y nuestros queridos súbditos estén acostumbrados a no ligarse en
Cuerpo, Colegio, Asociación alguna, ni siquiera las dedicadas a obras de
piedad, sin nuestra real aprobación, sin embargo semejante conventículo
extranjero, atentando a esta nuestra mayor regalía, ha penetrado
insidiosamente incluso en nuestros dominios. Por tal razón, y para remediar
un mal tan dañoso y grave de una sociedad demasiado sospechosa por la
profundidad del secreto, por la vigilantísima custodia de sus asambleas, por
el sacrílego abuso del juramento, por la misteriosa característica con que
sus miembros se reconocen entre sí y por la licencia de la crápula, fuentes
todas de perniciosas consecuencias, la prohibimos absolutamente en
nuestros dominios.129

El texto es de una contundencia no menor que la empleada por el papa en su


condena; estaba inspirada claramente en sus argumentos, aunque el rey se
fije más en los peligros que la presencia de la secta entrañaba para el
Estado. Y estamos hablando de personajes nada sospechosos de ser
contrarios a la Ilustración: Benedicto XIV mantuvo correspondencia nada
menos que con Voltaire, que llegó a dedicarle la tragedia Mahomet,
mientras que Horacio Walpole, que le admiraba, le describía como «un
sacerdote sin insolencias o intereses, un príncipe sin favoritos, un papa sin
sobrinos».130 En el momento de incluirse en el Índice de Libros
Prohibidos, El Espíritu de las Leyes, contra la opinión general de la Curia
romana, que se impuso, Benedicto XIV «personalmente se inclinó a favor
del escritor». 131 A su vez, Carlos III ha pasado a la Historia como
prototipo de monarca ilustrado; el rey reformista; el amigo de los «golillas»
—burgueses encumbrados a lo más alto del poder por el apoyo regio—; el
debelador de los jesuitas...

No eran precisamente lo que más tarde se llamaría “reaccionarios” o


“integristas”. Porque el oponerse a la Masonería no guarda relación con
profesar un conservadurismo ultramontano; argumento frecuentemente
utilizado por los autores pro masónicos, como el propio cardenal Ravasi en
su comentado artículo; depende realmente de la ciudad que se quiera
defender. Y

tanto el papa como el rey, por ilustrados que fuesen, indudablemente,


querían afianzar la de Dios. Otra cosa es que uno de ellos, el soberano
español, no supiera siempre como hacerlo.

Masonería e Ilustración. La condena de Pío VI

Indudablemente, la Masonería, como vimos, encontró el mejor ambiente


para su crecimiento en los círculos ilustrados europeos. Logias y salones se
influyeron mutuamente en varios aspectos; es difícil establecer quien tuvo
mayor peso en ese proceso interactivo; salvo en una cuestión: la religiosa.
En ese campo, la influencia de la Masonería se impuso, en cuanto a las
últimas creencias. De ahí, el gran desarrollo de las ciencias ocultas o la
extensión del mito ilustrado del progreso indefinido, de claro origen
cabalístico: para la cábala «la idea de progreso es equivalente a la de
historia, es decir, la historia es el movimiento de regeneración ilimitada a
partir del pecado».132 Es innegable que la mayor parte de los philosophes
eran contrarios a la Revelación; solo hay que conocer someramente la obra
de autores como La Mettrie, Holbach o 129 José Antonio Ferrer Benimeli,
La Masonería española en el siglo XVIII, Madrid, Siglo XXI Editores,
1974, cap. IV, en Ricardo de la Cierva, Historia General de España, tomo
VII, (“Llegada y apogeo de los Borbones”), p.

161

130 Roberto Monge, Dos mil años de papas, p. 496

131 Robert Shackleton, “La Ilustración”, en Alfred Cobban (dir.), Historia


de las Civilizaciones, tomo 9, (“El Siglo XVIII”), p. 344

132 José Antonio Ullate, o. c., p. 157

32

Voltaire para comprenderlo. Uno de los colaboradores de la Enciclopedia,


Dumarsais, escribía:

« El verdadero filósofo es el hombre que se ha liberado a sí mismo de los


prejuicios impuestos por la educación religiosa, que reconoce que la
religión no es más que una pasión humana nacida de la admiración, del
temor o de la esperanza».133 El espíritu enciclopedista, marcado por el
deísmo inglés, era contrario, en su conjunto, a toda fe revelada. Uno de sus
primeros autores, Toland, ha dejado escrito:

Creer en la divinidad de las Escrituras, o en el significado de cualquier


pasaje de las mismas, sin pruebas racionales o de una evidente consistencia,
es de una credulidad inaudita y una opinión temeraria.134

Deísmo y racionalismo radical, en definitiva, son denominador común en la


obra de los ilustrados; el ateísmo incluso aparece en la última generación,
con Holbach. Pero acaso eso solamente no justificaría el odio a la religión,
particularmente la católica, que aparece en algunos de ellos.

Este es el caso de Frangois-Marie Arouet, llamado Voltaire, precisamente el


sumo sacerdote de aquel «partido» de los filósofos; el más admirado de
todos, enamorado a su vez de Inglaterra. Y

estamos hablando de alguien, que aparte de ser deísta, se inició en una de


las principales logias de Francia, la parisina de Las Nueve Hermanas,
creada el 11 de marzo de 1776; la misma a la que perteneció Benjamín
Franklin, que llegó en ella a ser Venerable, y tantos personajes como iremos
viendo enseguida. Voltaire no se limitaba a rechazar la fe como el resto de
ilustrados radicales; «acuñó el lema blasfemo Aplastad al infame, que no es
otro que Cristo».135

Lo resumía en la abreviatura Ecr. I ’inf, (Écrasez l’infámé) presente en sus


escritos. Ese odio, contrario realmente a la razón, única guía,
supuestamente, de aquellos hombres, podría explicarse desde la experiencia
de alguien que, después de ingresar en una secta que maquina contra la
Iglesia, y pasar por el consiguiente proceso iniciático, con rituales como los
descritos, llega a adorar a otra realidad distinta de Dios, sea —en un primer
momento—, el Ser Supremo, sea Lucifer, el hombre o uno mismo, al final
del recorrido. Alguien que, en realidad, ha renunciado a su propia
racionalidad. Ese es el componente que añadía la Masonería al deísmo
inglés, al racionalismo llevado hasta el extremo. Si no lo aprendió en su
logia, en la que ingresó tarde, lo llevó a ella. Pero entonces ¿cómo llegó
hasta ahí?

Hay que decir que Voltaire abandonó la Masonería y murió cristianamente,


confesado y pidiendo perdón a Dios y a la Iglesia por escrito, 136 como
algunos otros masones famosos; tal es el caso de Manuel Azaña aunque este
último no estuviera ya en condiciones de escribir nada ni se lo hubieran
permitido los masones que le pagaban el hotel de Montauban. 137 La
conexión 133 César Chesnau Dumarsais, El filósofo, en Alberto Bárcena,
La Guerra de la Vendée. Una cruzada en la Revolución, p. 30. Ver también,
del mismo autor, “La Revolución Francesa”, en Javier Paredes (dir.),
Historia Universal Contemporánea, capítulo 4, pp. 91-146
134 Ver Robert Shackleton, o. c., p. 330.

135 Ricardo de la Cierva, La Masonería Invisible..., p. 69

136 «“Yo me he confesado con el sacerdote (...) y si Dios dispone de mí,


muero en la santa religión católica, en la que he nacido, esperando de la
misericordia divina que se digne perdonar todas mis faltas y que si he
escandalizado a la Iglesia, pido perdón a Dios y a ella” (firmado: Voltaire, 2
de marzo de 1778).Cf. texto completo en Guillermo Buhigas, Los
protocolos.-Memoria histórica, Sekotia, Madrid, 2008, 288-289», en
Manuel Guerra, Masonería..., p. 137.

137 El obispo de Montauban, monseñor Pierre-Marie Théas, habló con


Azaña, ya muy enfermo, en octubre de 1940, revelando después las
circunstancias de su conversión: «A esta pregunta: ¿desea usted el perdón
de sus pecados?, respondió: Sí». En 1952 añadió el obispo: «Recibió con
plena lucidez el sacramento de la penitencia, que yo mismo le administré».
Hablando del crucifijo que le presentó, dijo también: «lo cogió de mis
manos, lo acercó a sus labios, besándolo amorosamente por tres veces y
exclamando cada vez: ¡ Jesús, piedad y misericordia! Este hombre tenía fe.
Su primera educación cristiana no había sido inútil [...]». El 3 de
noviembre, por último, le administró la extremaunción. Ver Gabriel Verd,
S.J., “La conversión de Azaña”, en Razón y Fe, 1986.

33

entre ambos masones, reconciliados con la fe a última hora, es evidente.


Uno no hubiera existido sin el otro; al menos sin la generación de
«hermanos» ilustrados que hizo posible la de los republicanos españoles,
con gran perjuicio para las almas de muchos; pero a la vez con tantos
mártires como enviaron al Cielo; y desde allí defienden a la Iglesia.

Pero en cualquier caso, especulaciones aparte, el daño estaba hecho:


suprimiendo el Cristianismo, los philosophes eliminaron la ley natural.
Rousseau había afirmado: « Puesto que la naturaleza no produce ningún
derecho, quedan pues las convenciones como base de toda autoridad
legítima»,138 y « La voluntad general es siempre recta»,139 a lo que León
XIII respondería en el siguiente siglo: « la naturaleza de la libertad
humana, [...] incluye la necesidad de obedecer a una razón suprema y
eterna, que no es otra que la autoridad de Dios».140 Actualmente, es obvio
que impera la teoría rousseauniana, tan adecuada para justificar cualquier
atropello en nombre de un pueblo al que no se consulta en cuestiones
vitales; un pueblo, además, ya muy trabajado desde hace generaciones por
el poder masónico para que no presentara resistencia a sus designios.

La Masonería estaba plenamente consolidada en Francia a mediados del


siglo XVIII: si bien al principio la conexión británica era evidente hasta en
las denominaciones, «en 1756 se impuso la

“Gran Logia de Francia”, que se transformó en “Gran Oriente de Francia”


en 1773 con el duque de Orleans como primer gran Maestro hasta 1793 que
fue guillotinado».141 Con la constitución del Gran Oriente se abría la
puerta a la Masonería «irregular», que dejaba de aceptar la totalidad de los
landmarks originarios; se iniciaba una Masonería revolucionaria que no
dejaría de radicalizarse con el paso del tiempo. Para complicar más la
cuestión, en 1785, al ser suprimida en Baviera su orden, llegaban a Francia
los primeros Illuminati; justo a tiempo para el cambio de era. La
fragmentación de la Masonería estaba en marcha e iría a más, generando
diferentes rituales, y polémicas internas que acabarían originando nuevas
ramas, progresivamente más irregulares y revolucionarias. Aunque las
clases dirigentes francesas no percibieran el peligro que encerraba aquella
eclosión masónica.

La propia María Antonieta tenía una visión muy superficial y equivocada de


la secta: «Creo que os afligís demasiado con la Masonería en Francia. Está
muy lejos de tener aquí la importancia que tiene en otras partes de Europa
[...] no es más que una sociedad de beneficencia y de placer; se come
mucho, lo que hace decir al rey que las gentes que cantan y que beben no
conspiran.

[...]»,142 escribía a una de sus hermanas, gobernadora de Flandes, en 1781;


no tenía, por tanto, la menor idea de lo que ocurría realmente en las logias;
de sus planes y su filosofía. Solo demasiado tarde vería el trasfondo de la
acción masónica: ya en plena revolución, en 1791, escribirá: «Los clubs y
las sociedades secretas gobiernan a Francia de un extremo a otro; las gentes
honradas y los descontentos aunque estén en gran número huyen de su país
y se ocultan, porque no son los más fuertes y no tienen quien los relacione
entre sí».143 En aquellos momentos, cuando ya los reyes planeaban su
fuga, comprendía que una minoría, en el secreto www.caminocatólico.org.
El relato de la conversión del Presidente de la República Manuel Azaña:
“¡Jesús, piedad y misericordia!”

138 Contrato Social, Libro I, Cap. IV

139 Ibíd, Libro II, Cap. IV.

140 León XIII, Carta Encíclica Libertas praestantissimum, 8

141 Manuel Guerra, Masonería..., p. 33

142 José Menéndez-Manjón y Frank G. Rubio, La Masonería: cara o cruz.


¿Conspiradores o benefactores? , Ed.

Altera, 2010, p. 77, en Manuel Guerra, Masonería..., p. 305.

143 Carta de María Antonieta al conde de Mercy-Argenteau, citada por


Stefan Zweig, en María Antonieta, p. 265.

Mercy-Argenteau, embajador del Sacro Imperio Romano Germánico,


mantuvo una larga correspondencia con la emperatriz María Teresa y su
hija María Antonieta, publicada en París en 1874 (“Marie-Antoinette.

Correspondance secrete entre Marie-Therese et le Comte de Mercy-


Argenteau”, Librairie de Firmin Didot, Fréres, Fils et Cié, Imprimeurs de
L'Institut, Rué Jacob, 56, París, 1874) con introducción de Alfred D’Amet,
Director de los Archivos de la Casa Imperial y del Estado de Austria 34

de las logias, se había apoderado de la nación. El ser hija del masón


Francisco de Lorena144

tampoco la ayudaría a captar la amenaza que representaba la secta, aunque


una de sus hermanas, la de Flandes, sí que la veía y la avisaba. Su madre, la
católica María Teresa, a pesar de su extremo regalismo, había apoyado,
contracorriente, a la Compañía de Jesús en el inicio de la tormenta que se
abatió sobre la orden.145 Y sin embargo, la bula In eminenti, no se publicó
en Austria a causa de la pertenencia del emperador a la Masonería; pero a
su muerte su viuda la prohibió; aunque sin llegar a publicar las bulas
condenatorias, sin embargo. En la Viena ilustrada la confusión era grande
en este sentido. Durante los reinados de sus hijos José II y Leopoldo II la
secta creció en Austria hasta llegar a contar con sesenta y una logias
dependientes de la Gran Logia de Austria fundada en 1784; y la austríaca
fue de las más peligrosas: de orientación rosacruz e Illuminati. De la secta
de Weishaupt, a punto de ser proscrita en Baviera, tomaron las logias
austríacas el ritual de la Estricta Observancia; un Illuminati, Ignaz Edler
von Bom, era el Gran Maestro; modelo de Mozart para el Sarastro de La
Flauta Mágica,146 obra sublime de propaganda masónica y gnóstica; la
ópera que pudo ser causa de su muerte al haber desvelado secretos
masónicos; siendo así que estaba obligado a guardarlos como masón que
era, iniciado en 1784.147 Era la época del «josefismo», la política de José
II, abiertamente anticlerical, en la línea de la Masonería austríaca, de
inspiración tan particularmente anticatólica como podía esperarse dadas las
influencias recibidas; de impronta luciferina.

Todo cambió en 1792, con la llegada al trono de Francisco II —último


emperador del Sacro Imperio, y 1° de Austria— que frenaría la expansión
masónica radicalmente: la Gran Logia de Austria se vio obligada a «abatir
columnas», suspendiendo su actividad. El nieto de María Teresa se enfrentó
a la revolución más decididamente que sus tíos; seguramente a causa del
precedente de sus otros tíos, los de Francia, que en aquellos momentos se
preparaban ya para el patíbulo. Era el momento de hacer balance de todo un
siglo, y prepararse para el próximo tomando nota de los errores cometidos.
Lo que no impedirá al emperador, llegado el momento, entregar la mano de
una de sus hijas al heredero de la Revolución, el titular de un nuevo imperio
—masónico pero dispuesto a pactar en la cuestión religiosa mientras no
afectara a sus intereses— que amenazaba a toda Europa: Napoleón
Bonaparte. A su caída, precisamente en Viena, se tratará de restaurar lo que
quedaba de la tradición europea; hasta donde fuera posible porque ya era
tarde; el Antiguo Régimen había muerto; y de aquella tradición, el elemento
religioso iría borrándose a golpe de piquetas liberales aun sin lograr
arrancar la raíz del Cristianismo; la batalla se planteaba en otros términos.
Los papas avisaron a tiempo pero muchos católicos no quisieron oírles.
La conexión entre Masonería e Ilustración se percibe muy especialmente en
la gran obra dirigida por los masones Diderot y D’Alambert, La
Enciclopedia, condenada por Clemente XIII;148 el mismo papa que
condenó el deísmo,149 y defendió a los jesuitas perseguidos. Manuel 144
Francisco de Lorena había sido iniciado en la Masonería el 14 de mayo de
1731, en La Haya, por el embajador inglés, lord Chesterfield. Ver Henry
Vallotton, María Teresa. Emperatriz de Austria, Ed. Espasa-Calpe, Madrid,
1966, p. 256

145 «En enero de 1768, declaraba al padre Koffler [jesuita]: “¡No tengáis
tantas preocupaciones, querido padre, mientras yo viva no tenéis nada que
temer!” Mahony, embajador de España en Viena, refería que ella se negaba
a actuar contra los miembros de la Orden, que nada reprensible habían
cometido en sus Estados». Henry Vallotton, o. c., p. 249.

146 Ver José Antonio Ullate, o. c., p. 231

147 «Muy poco después de su muerte, tres médicos alemanes, en su libro


Mozarts Tod, (Muerte de Mozart) la catalogan como “asesinato ritual”,
sanción de los masones porque, en la Flauta Mágica, habría desvelado
secretos de su Obediencia». Manuel Guerra, Masonería..., p. 43.

148 Mediante la Constitución Ut Primum, de 3 de septiembre de 1759

149 «En nuestros días nada está libre del ataque de los impíos. El mismo
Dios se convierte en objetivo de su audacia insolente, porque lo representan
como un ser mudo, inerte, desprovisto de todo sentido de providencia y de
justicia», Carta Encíclica Christianae Reipublicae Salus, de 25 de
noviembre de 1766

35

Guerra ha publicado un dato tomado de la revista masónica Hirám Abif, que


respalda esa conexión: la Enciclopedia, en sus orígenes, según su autor, el
masón Alfredo Montoya, respondía a un proyecto masónico:

Precisamente fue el Duque D’Antin, el primer Gran Maestro de la Gran


Logia de Francia, el que, en 1738, propuso, como corolario de la moral
universal masónica y de la unidad del género humano, redactar la
Enciclopedia francesa. He aquí sus palabras:

“Los grandes Maestros de otros países unen a todos los sabios y artistas
pertenecientes a la Orden (Masonería) para redactar un manual universal
que comprenda todas las artes liberales y ciencias, con excepción de la
teología y de la política. Esta obra ya se ha comenzado en Inglaterra.
Mediante la actuación conjunta de nuestros competentes hermanos sería
posible realizar algo excelente en pocos años”. El proyecto se discutió en
las logias, teniendo a Diderot como abanderado.150

Ciertamente, como dice la cita, la Enciclopedia tiene un precedente inglés;


Cyclopaedia, publicada en 1728, que a mediados de siglo iba ya por la
quinta edición, pero eso no significa necesariamente que la francesa se
hubiera preparado en las logias. Podría tratarse de un intento recurrente de
los masones: engalanarse con plumas ajenas, como lo han hecho desde
Anderson en adelante. Pero no puede tampoco descartarse sin más lo que
sostiene en su artículo el masón Montoya, algo que, por otra parte, parece
bastante natural. De ser cierto, explicaría mejor el por qué las ideas
enciclopedistas fueron declaradamente anticristianas: serían el «corolario de
la moral universal masónica». Hay que profundizar en ellas; en el legado de
aquel siglo

“deslumbrante”. Separar la cizaña del trigo, leyendo con detenimiento para


darse cuenta de hasta qué punto aquellos escritores, incluyendo algunos
clérigos descreídos, iban socavando la fe de sus contemporáneos más
cultivados.

El mensaje general de la Enciclopedia sembraba dudas y escepticismo


religioso. Eso es una realidad. Por ejemplo, el tratamiento que recibían los
vocablos Alma y Ateo era, como poco, inquietante, a pesar de haber sido
confiados a un joven sacerdote, el abate Yvon. Este se burlaba de algunos
Padres de la Iglesia y además opinaba que «los argumentos para probar la
existencia de Dios pueden ser invertidos perfecta y fácilmente para probar
que no existe».151 Se llegó a una gran tensión con las autoridades, y el
coordinador de la obra, Diderot, fue encerrado en el castillo de Vincennes
durante tres meses por su Carta sobre los ciegos para los que no lo son,
donde defiende que todas las ideas provienen solo de sensaciones; teoría
muy extendida entre aquellos autores, que seguían la doctrina de Locke: los
que se guiaban supuestamente por la razón no eran realmente tan
racionales. Más tarde se retiró al editor el permiso para publicar nuevos
volúmenes de la Enciclopedia, pero finalmente el gobierno volvió a
autorizarla.

Aquellos ministros, en el fondo, no estaban tan lejos de los philosophes.152

Alfred Cobban, en su obra sobre aquel período histórico, decía: «El siglo
XVIII fue la gran época de la Francmasonería en el sentido moderno —es
decir, no un gremio profesional sino una sociedad secreta en la que se
mezclaban la filantropía y la riqueza—. Las logias masónicas, lugares de
reunión de intelectuales con tendencia social, contribuyeron a la difusión de
ideas liberales».153 Una visión, por tanto, positiva, de la secta: aparecen los
conceptos de

«filantropía», «intelectualidad» e «ideas liberales»; las eternamente


esgrimidas por la Masonería al hacer su propio panegírico; las que atraerían
a las logias a muchos de aquellos 150 Alfredo Montoya, El Gran Oriente de
Francia y su labor en Sudamérica (II), “Hirám Abif’ 141 (2012) 26-27, en
Manuel Guerra, Masonería..., p. 303.

151 Robert Shackleton, o. c., p. 348

152 Ibíd

153 Alfred Cobban, “Epílogo: reforma y revolución”, Historia de las


Civilizaciones, tomo 9, (“El Siglo XVIII”), p.

431

36

personajes que coincidían en los salones literarios. Y, sin embargo, el propio


autor, tan admirador de aquella época que ve en ella «los primeros signos
apreciables de difusión de los ideales de humanidad»,154 no por ello deja
de reconocer que, entre los frutos no deseados de la Ilustración, « alguien
podría añadir un embrión de totalitarismo».155 No se equivoca: todos los
totalitarismos tienen su origen en aquel movimiento. No tendría por qué
haber sido así: los ideales de la Ilustración, en general, eran elevados:
fomento de la riqueza, difusión de la cultura, progreso científico...

Pero, todo ello venía mezclado de algo demoledor, omnipresente aunque


camuflado bajo las ideas más atractivas; envuelto en el refinamiento
exquisito, insuperable en lo exterior, que las élites europeas alcanzaban en
aquellos momentos: el rechazo de Dios. Y por tanto de la ley natural; ese es
precisamente el puente que conduce a todos los sistemas totalitarios: la
negación de un auténtico liberalismo, si por tal cosa entendemos un sistema
que garantice las libertades individuales, las que responden a los derechos
inmutables del hombre y están por encima de todo consenso. Volviendo a
Rousseau, fue también él quien dijo: « La vida no es tan solo una merced de
la Naturaleza, sino un don condicional del Estado».156 Obviamente, el
legado de las Luces incluía un embrión de totalitarismo; sí.

Como apunta Cobban, la Ilustración acabó en un gran fracaso; una ocasión


perdida de avanzar en el progreso humano sin dilapidar el mejor legado
europeo. Juan Pablo II dijo de aquella revolución cultural, origen de las
sociopolíticas posteriores:

Lo que el pensamiento patrístico y medieval había concebido y realizado


como unidad profunda, generadora de un conocimiento capaz de llegar a las
formas más altas de especulación, fue destruido por los sistemas que
asumieron la posición de un conocimiento racional separado de la fe o
alternativo a ella.157

Y algunas de sus consecuencias se vieron muy pronto: a partir de 1789. El


XIX sería un siglo de convulsiones sobre todo porque el régimen liberal
vino acompañado de persecución religiosa. Algo que se venía preparando
durante el anterior, porque en el seno de las naciones católicas se había
producido una escisión espiritual; las guerras de religión, a partir de
entonces, tendrían lugar en el suelo común de los bandos enfrentados, el de
dichas naciones; destacando el caso de España, antaño baluarte adelantado
del Catolicismo, que no había sufrido en su territorio nada parecido. La
Masonería, que fue creciendo durante toda esa etapa, tuvo gran parte de la
responsabilidad.
En el mismo año de su elección, 1775, Pío VI158 volvía a condenar, sin
mencionarla, a la secta mediante una encíclica,159 que denunciaba a los
«“maestros mendacísimos”, enemigos fanáticos de la Iglesia, dirigentes de
“sectas secretas de perdición”, “que con sus creencias erróneas penetran en
los estrados de las academias, en las casas de los notables, en las Cortes de
los reyes y lo que es todavía más horrible, se introducen en el santuario”.
Esos maestros estaban prácticamente en su totalidad afiliados a las logias; y
el papa doliente alude con toda claridad a la infiltración masónica dentro de
la Iglesia católica».160 Así resume Ricardo de la Cierva el texto de la
nueva condena pontificia; más preocupante que las anteriores por aludir, ya
directamente, a la infiltración que empezaba a padecer la propia Iglesia. No
hay que extrañarse 154 Ibíd., p. 467

155 Ibíd

156 Contrato Social, Libro II, Cap. V

157 San Juan Pablo II, Carta Encíclica Fides et ratio, 48.

158 Juan Ángel Braschi (Cesena 1717-Valence-sur-Rhóne 1799); elegido el


15 de febrero de 1775, muerto, en su prisión francesa, el 29 de agosto de
1799. Sus restos fueron trasladados a Roma en 1802, siendo sepultado en
San Pedro, en un monumento levantado por Canova

159 Pío VI, Carta Encíclica Inescrutabile divinae sapientiae, 1775

160 Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 112

37

de ello a la vista de lo que escribían por entonces algunos abates


colaboradores de la Enciclopedia pero era ese el ataque más peligroso: el
enemigo empezaba a entrar en la ciudadela. Catorce años más tarde, ese
mismo papa tendría que hacer frente a un episodio capital de la lucha con
ese adversario: la Revolución Francesa.

La Masonería irrumpe en las Cortes católicas: el asalto a la Compañía de


Jesús
La primera alarma que se dio en España vino de un jesuita: el padre
Rábago, confesor de Femando VI, a quien venía aconsejando desde hacía
tiempo, que prohibiera la secta en sus Estados. Expuso sus temores,
además, en un memorial dirigido al rey, que Menéndez Pelayo161

resumió en sus principales ideas:

«Este negocio de los francmasones —decía— no es cosa de burla o


bagatela, sino de gravísima importancia [...] Casi todas las herejías han
comenzado por juntas y conventículos secretos».

Y aconsejaba al rey que publicase un edicto, vedando, so graves penas, tales


reuniones, y destituyendo de su empleo a todo militar o marino que en ellas
se hubiese alistado, y tratándolos como reos de fe, por vía inquisitorial. «Lo
bueno y honesto no se esconde entre sombras, y solo las malas obras huyen
de la luz [recogiendo la cita de Benedicto XIV en Próvidas]». Y terminaba
diciendo que aunque no llegasen a cuatro millones los francmasones
esparcidos por Europa, como la voz pública aseveraba, por lo menos serían
medio millón, la mayor parte gente noble, muchos militares, «deístas casi
todos, hombres sin más religión que su interés y libertinaje» por lo cual era
de temer, en concepto del jesuita montañés, que aspirasen nada menos que a
la conquista de Europa, acaudillados por el rey Federico de Prusia. «Debajo
de esas apariencias ridículas se oculta tanto fuego, que puede, cuando
reviente, abrasar a Europa y trastornar la religión y el Estado».162

Ni exageraba ni utilizaba otros argumentos que los del papa en su reciente


condena, la segunda, contra la secta. Según Menéndez Pelayo, este
memorial, basado en Próvidas, fue lo que decidió a Femando VI a firmar,
en Aranjuez, el 2 de julio de 1751, tres meses después de la publicación de
la constitución pontificia, el decreto contra la Masonería, «encargando
especial vigilancia a los capitanes generales, gobernadores de plazas, jefes
militares e intendentes del Ejército y de la Armada».163

Por entonces, sigue diciendo el historiador, el único español que parece


haber tenido noticia de las tramas masónicas era el franciscano fray José
Torrubia, cronista general de su Orden, que suponía eran ciento veintinueve
las logias «derramadas por Europa, pero de España dice expresamente que
había pocas, y que el mayor peligro estaba en nuestras colonias [...]»;
«Comoquiera, el padre Torrubia juzgó conveniente difundir, a manera de
antídoto, un libro rotulado Centinela contra francamasones. Discursos
sobre su origen, instituto, secreto y juramento. Descúbrese la cifra con que
se escriben y las acciones, señas y palabras con que se conocen. Para
impugnarlos transcribe literalmente, traducida por él del italiano al
castellano, una pastoral de monseñor Justiniani, obispo de Vintimilla».164
Pero la Orden que figuraba en la vanguardia de la lucha antimasónica era la
del confesor real.

161 En adelante citaré La historia de España (Ciudadela, 2007), selección


de textos escogidos de la ingente producción de Marcelino Menéndez
Pelayo, realizada en su día por Jorge Vigón y Suerodíaz (1893-1978).

162 Marcelino Menéndez Pelayo, La historia de España, pp. 201 - 202

163 Ibíd., p. 202.

164 Ibíd

38

Al igual que en su día los rosacruz, la Masonería, desde su nacimiento,


contemplaba a los jesuitas como el primer escollo que debían sortear para
conseguir sus fines; la Compañía seguía siendo entonces el gran baluarte
del Papado a nivel universal; entre otras razones por su nivel científico que
convertía sus centros de enseñanza en ejemplos de excelencia y
modernidad.165

Solo ella podía dar la batalla a la Ilustración anticristiana con sus mismas
armas: ilustración.

Además, su obediencia al cuarto voto era tan firme como en los tiempos de
su fundación; los jesuitas seguían siendo el «Ejército del papa». La cuestión
se complicaba por la extensión de su presencia en América, el continente en
el que Inglaterra buscaba expandirse, utilizando en ocasiones las posesiones
portuguesas como base de operaciones.
Y en el reinado de Femando VI el asunto candente era ese: el rey —
pacifista a ultranza—

buscaba mantener la paz con Inglaterra como una prioridad; con la


desaprobación de su hermano y heredero, Carlos de Nápoles, que veía como
aquel pacifismo sería utilizado por el gobierno de Londres para acercarse al
golfo de Méjico, ocupando las Floridas en el momento oportuno. Con ese
fin, Inglaterra apoyaba la consolidación de la recién creada colonia
portuguesa del Sacramento, junto a la desembocadura del Río de la Plata,
que amenazaba un enclave vital para España. Este fue el origen del Tratado
de Límites, firmado entre Madrid y Lisboa, con el fin de realizar un
peligroso intercambio: el Sacramento a cambio del territorio del Ibicuy que
recibiría Portugal.

Y era precisamente allí donde se encontraban las «reducciones» del


Paraguay, el ejemplar proyecto misionero de los jesuitas que sería
desmantelado a causa de la transacción. Dos grandes ministros se
enfrentaban en la Corte de España: el marqués de la Ensenada; autor en
buena medida de la recuperación del poderío naval español; amigo de los
jesuitas y enemigo de Inglaterra, cuyo juego percibía claramente. Frente a
él, José de Carvajal, totalmente opuesto a su política; amigo del embajador
inglés en Madrid, Benjamín Keene, que fue quien, al final, decidió la
partida: sometió al padre Rábago a espionaje constante, logrando hacerse
con cartas comprometedoras del jesuita: quedaba probado que el confesor
real apoyaba a Ensenada, decidido ya a iniciar preparativos bélicos contra
Inglaterra y suspender el Tratado de Límites con Portugal, a espaldas del
rey; aunque contara con el beneplácito de su hermano y heredero, Carlos de
Nápoles. El jesuita fue expulsado de la Corte, y casi al tiempo, Ensenada es
detenido y desterrado también. Victoria completa de Inglaterra; derrota de
la Compañía de Jesús que perderá inexorablemente sus reducciones del
Paraguay.

Benjamín Keene escribe entonces: «Cuando pienso que hemos escapado a


los que tienen en su poder la bolsa y la conciencia de Su Majestad Católica
[Rábago y Ensenada], que no solo hemos salido de sus manos, sino que
hemos hecho entrar en la administración de los negocios a las mismas
personas que yo mismo habría escogido». Poco después, puede añadir: «Ya
no se construirán [en España] más barcos».166 Eso significaba, sobre todo
para él, la caída de Ensenada. Pero ante el éxito del partido británico, los
jesuitas se sienten apercibidos y lo interpretan como una gran victoria
masónica. Porque, poco antes, en 1753, el papa —seguía siendo Benedicto
XIV, el autor de Próvidas— había firmado con España un concordato
sumamente favorable para la Católica Majestad, lo que se interpretó como
un respaldo de la Santa Sede a la campaña antimasónica que lideraba, desde
Madrid, el confesor de Femando VI.

Primera derrota de la Compañía ante la Masonería; primer paso hacia su


mina. No solo en América sino a nivel universal.

Los jesuitas estaban condenados de antemano, sin poder imaginar siquiera


qué fuerzas les amenazaban. Su destrucción fue preparada por los gobiernos
de tres naciones católicas: Portugal, Francia, y la propia España, cuna de su
fundador. Y fue el gran éxito de tres ministros 165 Tal era el caso de la
Universidad de Viena o los Estudios Reales de Madrid, fundados en el siglo
XVII, que contaba con veintiséis cátedras que atraían a profesores de toda
Europa. Ver Ricardo de la Cierva, Historia General de España, tomo VII, p.
146.

166 Ricardo de la Cierva, Historia General de España, tomo VII, p. 124

39

ilustrados: Pombal, Choiseul y Manuel de Roda. El primero logró su


expulsión del imperio portugués en 1759, acusándoles del atentado sufrido
por José I, con el supuesto fin de crear en América un «imperio jesuítico»;
Choiseul no se esforzó demasiado: otro atentado regio, en este caso contra
Luis XV, fue el pretexto para expulsarles de Francia en 1764. ¡De pronto los
hijos de San Ignacio pasaban de ser los confesores reales a convertirse en
regicidas de la manera más sorprendente!

El tumo llegó a los españoles en 1766: a falta de atentado regio, que no se


dio, los enemigos de la Compañía utilizaron un motín dirigido no contra el
rey, sino contra sus ministros reformistas y extranjeros; el llamado de
Esquilache, por el ministro que Carlos III había traído de Italia.167
El motivo del levantamiento popular fue, en principio, el cambio obligado
en la indumentaria de los madrileños y habitantes de los reales sitios, pero
las causas profundas eran mucho más complejas: fue una reacción contra la
política reformista del rey, ejecutada por sus ministros ilustrados, italianos
algunos de ellos.

Era la ocasión perfecta para presentar a los jesuitas como amenaza de la


Corona. Una junta extraordinaria nombrada al efecto, dictaminó que era
urgente expulsarlos de España también, como supuestos responsables del
motín; al frente de la misma, figuraba un enemigo declarado de la Orden,
Manuel de Roda, secretario de Gracia y Justicia, ilustrado radical y
notoriamente

«impío», que eligió cuidadosamente a sus miembros de manera que se


pronunciaran como él quería, y así, al amanecer del 1 de abril de 1767,
gentes armadas rodearon las casas de los jesuitas para efectuar la expulsión.

Pero no era bastante: Pombal retomó la dirección de la campaña para,


concertando a las Coronas implicadas, lograr la disolución de la Compañía.
Se llegó al extremo de falsificar una carta del general de los jesuitas, padre
Ricci, difamando a Carlos III, para convencerle de la necesidad de llevar
adelante esta medida. Muy en contra de la voluntad del papa, Clemente
XIII,168 que salió en defensa de los perseguidos y resistió hasta su muerte
las mayores presiones, incluyendo la ocupación de los Estados Pontificios
de Aviñón, por parte de Francia, y Benevento por Nápoles.

El nuevo papa,169 tuvo que sufrir presiones aún mayores, llegando a las
amenazas de muerte, hasta que, en agosto de 1773, le arrancaron el ansiado
decreto de disolución; la bula Dominus ac Redemptor, redactado en papel
de la embajada de España; al frente de la misma se encontraba un brillante
funcionario murciano, José Moñino, enviado allí con ese cometido, que
obtendría como recompensa el condado de Floridablanca. Las
consecuencias para España, en lo cultural, fueron desastrosas, como para el
resto de Europa, y más aún se notaría la medida en América, donde la gran
labor jesuítica quedaba truncada; pero el mal mayor lo sufrió la Iglesia.

Para eso se había hecho todo. Basta leer lo que Manuel de Roda, el
principal artífice de la operación, escribió a uno de sus colaboradores, el
ministro francés, duque de Choiseul: La operación nada ha dejado que
desear: hemos muerto al hijo, ya no nos queda más que hacer otro tanto con
la madre, nuestra Santa Iglesia Romana.170

167 Leopoldo de Gregorio, siciliano de orígenes humildes, ennoblecido,


con el marquesado de Esquilache, por Carlos III a quien sirvió siendo rey
de Napóles, antes de heredar el trono español.

168 Carlos Rezzonico, (Venecia 1693-Roma 1769); elegido papa el 6 de


julio de 1758, muerto el 2 de febrero de 1769, de un ataque cardíaco, en
plena lucha de las Cortes católicas contra la Compañía de Jesús, a la que
Clemente XIII defendió hasta el final. Fue enterrado en San Pedro del
Vaticano. A él se debe la institución de la fiesta del Sagrado Corazón y la
declaración de patrona de España, en su misterio de la Inmaculada
Concepción, de la Virgen María, un siglo antes de la proclamación de ese
dogma.

169 Clemente XIV, Juan Vicente Ganganelli (San Arcángel de Roma- ña


1705-Roma 1774); elegido en un cónclave marcado por las presiones
políticas de los enemigos de los jesuitas. Era su candidato porque su
personalidad prometía un papa dúctil a los designios de quienes buscaban la
disolución de la Compañía. Murió en 1774 y fue sepultado en San Pedro del
Vaticano.

170 Marcelino Menéndez Pelayo, o. c., p. 215

40

Por más que fuera contra la cultura, era un gran éxito de la Ilustración
radical, la de los impíos y masones cuyo objetivo, como reconocían
algunos, era «matar a la Iglesia». Voltaire, exultante, saludaba al conde de
Aranda, ejecutor material de la medida en España, como

«Hércules Vencedor de la Hidra»,171 entre el regocijo universal de


ilustrados y masones; incluso de los reyes que habían colaborado en la
campaña sin imaginar el desastre que significaría para sus propias dinastías.
El muy piadoso Carlos III, que tanto apoyó la proclamación del dogma de
la Inmaculada Concepción, no llegó a atisbar los perniciosos efectos que el
éxito de los

«impíos» tendría para la Iglesia. Debe añadirse que la mayor parte del clero
español, tampoco: ciego por completo en este asunto, apoyó la disolución
por inquina hacia los jesuitas.

La Revolución Francesa y su componente masónico

Queda dicho que la Masonería blasona de haber sido principal protagonista


de aquel trascendental suceso, en cuanto que logró imponer el ideario
masónico de «libertad, igualdad, fraternidad», pero hay que matizar esa
afirmación. En primer lugar, la influencia de la secta es innegable, en buena
medida debido a la escisión ocurrida en Francia poco antes: el nacimiento
de una Masonería irregular, revolucionaria, gobernada desde el Gran
Oriente que se separa de sus orígenes ingleses. Aunque ya antes, en el
Continente, también la regular era una amenaza para «la tranquilidad de los
Estados» como afirmaban las primeras condenas pontificias.

La influencia mayor de la Masonería en la Revolución, de todos modos, se


percibe en la cuestión religiosa; el determinado empeño de acabar con el
Cristianismo, ya reconocible en el pensamiento ilustrado.172 No solamente
por lo que la Iglesia tenía de pilar del Antiguo Régimen sino también por
ser lo que era: institución fundada por Cristo; custodia de un depósito
sagrado incompatible con el farragoso conjunto de creencias masónicas que
vimos en el capítulo anterior. No es fácil, como acabamos de ver, deslindar
los campos entre Masonería e Ilustración radical «impía», pero para no
perdernos seguiremos aquí solamente la participación de personajes
masones en todo el proceso revolucionario. Ya antes de que comenzase, los

«cuadernos de quejas» que cada estamento enviaba a Versalles de cara a la


reunión de los Estados Generales, fueron en buena medida redactados en las
logias o inspirados por ellas.

En las vísperas revolucionarias, aparecía como jefe de la oposición liberal


al régimen, el primo del rey, primer príncipe de la sangre; el primero en el
orden sucesorio detrás de los hijos de Luis XVI: el duque de Orleans. Que
no casualmente era entonces el Gran Maestro del Gran Oriente de Francia y
tuvo todo el apoyo del mismo. Un hombre de inmensa fortuna y
considerable frivolidad cuya residencia parisina, el Palais-Royal, se
convirtió en el centro de la conspiración; la primera de todas; la que cerró la
puerta a las reformas del rey: la Revuelta de los Notables.

En 1788, Felipe de Orleans llegó a oponerse en el parlamento de París al


propio Luis XVI, lo que le valió ser desterrado a sus estados de Villers-
Cotterets una temporada. Desde entonces su popularidad fue en aumento; le
vitoreaban las muchedumbres que tomaron la Bastilla; era un símbolo del
nuevo régimen que se presagiaba. Su figura permanece unida a las primeras
etapas revolucionarias: se le atribuye la primera revuelta sangrienta ocurrida
en París, el 28 de abril de 1789, en el faubourg Saint-Antoine,173 atizada —
y retribuida— por sus agentes; señaladamente 171 Según Ricardo de la
Cierva, Aranda ha sido reivindicado insistentemente por la Masonería sin
que hayan llegado a encontrarse pruebas concluyentes de su pertenencia a la
misma. Sin embrago el ex masón Mariano Tirado Rojas, en su obra La
Masonería en España, daba muchos datos al respecto, haciéndole
responsable de la creación de un primer Gran Oriente Español

172 Ver Alberto Bárcena, “La Revolución Francesa”, en Javier Paredes


(dir.), Historia Universal Contemporánea, p. 110, “La destrucción del
Cristianismo”.

173 Iniciada con el saqueo e incendio de la fábrica de papeles pintados


Réveillon por obreros en paro que fueron reprimidos por las guardias
francesas

41

Choderlos de Lacios.174 Con un balance de 200 muertos y 300 heridos.175

El duque explicó su sospechosa presencia en el lugar de los hechos con el


argumento de que se dirigía a las carreras de caballos de Vincennes, que no
fue convincente, aunque nunca se llegara a probar su culpabilidad. Pero su
residencia seguía siendo el epicentro de la naciente revolución: en el Palais-
Royal, a la sombra de Orleans, el masón Camille Desmoulins, adepto al
iluminismo, arengaba a los asaltantes de la Bastilla; asalto que fue decidido
en la logia parisina Amis.176 El corazón del defensor de la fortaleza,
Launay, fue ofrecido ese mismo día, envuelto en un ramillete de
claveles,177 a otro masón: el alcalde revolucionario de París, Bailly,
perteneciente, como Desmoulins, a la logia de Las Nueve Hermanas,178 a
la que pertenecieran en su día, como vimos, Voltaire, Benjamín Franklin y
tantos otros masones famosos. Era el mismo alcalde que horas antes
reclutaba a los primeros miembros de la Guardia Nacional, primer ejército
de la Revolución, cuyo mando se entregaba a otro distinguido masón, el
«héroe de dos mundos»; Lafayette.179

Meses más tarde, en octubre, los agentes de Orleans intervienen también en


la marcha llamada de «las mujeres» que sacó de Versalles para siempre a la
familia real. Aunque se presentara así entonces, es sabido que dicha acción
no tuvo nada de espontánea: muchas de las “mujeres” eran hombres
disfrazados; arrastraban un cañón, y les acompañaba la Guardia Nacional.
Es incuestionable la participación de Choderlos de Lacios, pero detrás
estaba su amo, aunque se pretenda aún hoy que no del todo enterado de lo
que se tramaba.

Al llegar a Versalles, cuando ya los reyes viajaban prisioneros hacia París,


las gentes al reconocerle gritaban «Viva el Rey Orleans»,180 provocando su
complacida sonrisa. A pesar de lo trágico del momento, porque abriendo «la
marcha fúnebre de la Monarquía francesa», la muchedumbre enarbolaba las
cabezas de dos guardias de corps que la noche antes habían salvado a María
Antonieta dentro del palacio. Más tarde, este primer líder revolucionario
llegará a adoptar el nombre de Felipe Igualdad y votará la muerte de su
primo Luis XVI para vergüenza de su Casa; su propio hijo, el duque de
Chartres, futuro rey de los Franceses,181 le había aconsejado no mezclarse
en el proceso. Pero su voto fue bien claro: «Únicamente preocupado por mi
deber, convencido de que todos aquellos que han atentado, o atentarán
contra la soberanía del pueblo, merecen la muerte, voto por la muerte».182
Y decisivo: por un solo voto Luis XVI fue ejecutado en la guillotina.

Nada de esto salvó a Orleans del patíbulo; ni tampoco su maestrazgo del


Gran Oriente; era un príncipe de la sangre del rey, por más que renegara de
sus orígenes, y en la época del Terror nadie estaba seguro. El número de
masones muertos durante la Revolución fue, por eso, muy elevado. No
podía ser de otro modo en un período que terminaba con la ejecución del
propio Robespierre. Sin embargo, el principal consejero político de Orleans,
Sieyés, sacerdote y masón, irá pasando de una etapa a otra sin problemas:
iniciado en una logia de Lyon, la ciudad donde era canónigo, Emmanuel J.
Sieyés redactó el programa que el duque asumió al presentarse a diputado
en los Estados Generales,183 sobrevivió al Terror y llegó a formar, con
Napoleón, parte del triunvirato que gobernó Francia con el nombre de
Consulado, en 1799.

174 Militar y secretario del duque. Famoso por su novela Les liaisons
dangereuses 175 Ver Claude Dufresne, Les Orléans, p. 247

176 Ver Manuel Guerra, Masonería..., pp. 303 y 304

177 Jean Duché, Historia de la Humanidad, tomo III, p. 762

178 Manuel Guerra, Masonería..., p. 299

179 Perteneciente, él también, a la logia de Las Nueve Hermanas. Fue


Lafayette quien apadrinó la entrada en la Masonería de Francisco Sebastián
Miranda, artífice de la independencia de los virreinatos españoles, a quien
conoció durante la guerra de Independencia Americana

180 Claude Dufresne, o. c., p. 257.

181 Luis Felipe de Orleans, llegado al trono a consecuencia de una


revolución liberal, la de 1830.

182 Claude Dufresne o. c., p. 287

183 Manuel Guerra, Masonería..., p. 304

42

También era masón el conde de Mirabeau, símbolo revolucionario, que


todavía en Versalles, cuando el rey trataba de disolver la autoproclamada
Asamblea, exclamó: «Estamos aquí por la voluntad del pueblo, no
saldremos de aquí sino por la fuerza de las bayonetas». 184 Fue él
precisamente quien introdujo en Francia a los Illuminati recién expulsados
de Baviera. El mismo pertenecía a una sociedad iluminista, el Comité
Secreto de los Amigos Reunidos. Puede no ser coincidencia que en 1786 se
reunieran en Francfort varias logias iluministas para orientar la ya muy
cercana Revolución: «Fue en esta ciudad donde se acordó la muerte de Luis
XVI y la creación de la Guardia Nacional republicana, y se dieran las
correspondientes órdenes a las logias militares francesas para que evitaran
no obstaculizar el proceso revolucionario».185 Desde luego el proyecto
estaba en la línea mundialista de Weishaupt; el designio mantenido a través
del tiempo de todas las Obediencias iluministas. Es interesante la conexión
de los Illuminati en Francia con algunas logias, más o menos regulares, ya
consolidadas: Masonería e iluminismo estuvieron vinculados desde sus
orígenes; nunca han dejado de estarlo.

Masones iluministas, y de Las Nueve Hermanas, fueron Marat, iniciado en


Londres, y Danton,186 responsable este último de uno de los episodios más
sangrientos de aquellos años de violencia; el aviso del «Terror»: «las
matanzas de septiembre». Efectivamente, el 2 de septiembre de 1792, el
ciudadano Danton, ministro de Justicia, aprueba, si es que no planea, el
asesinato de los miles de presos, —hombres, mujeres y niños— que se
amontonaban en las cárceles de París, como sospechosos de ser enemigos
de la Revolución; tras interrogarles, o celebrar simulacros de juicio, se les
va poniendo en libertad o se les comunica su traslado a otra prisión... para
darles muerte en plena calle. De ese modo podrán presentarse las matanzas
como algo incontrolable, producto de una supuesta “justicia popular”.
Cuatro días más tarde habían sido asesinadas, despedazadas en ocasiones,
unas 1.300 personas, entre ellas treinta y tres niños187 y cientos de
sacerdotes, incluyendo al arzobispo de Arlés, Du Lan, a quien los verdugos
buscaban con especial interés.188 Significaba una gran contradicción que
alguien iniciado en la adoración del hombre, como Danton, mostrara tal
desprecio por la vida humana, pero no fue el único que exhibiera la misma
actitud. Por no hablar de su libérrima interpretación de la Declaración de los
Derechos Humanos, realizada tres años antes.

Una de las víctimas de septiembre fue la desdichada princesa de


Lamballe,189 que había regresado de la emigración para reunirse con los
reyes en su desgracia; sacada de la prisión de La Forcé, y despedazada por
las turbas, su cabeza fue llevada al Temple, para que la viera María
Antonieta, y de allí al Palais-Royal para mostrársela al duque de Orleans
que era su cuñado.190 Fue él precisamente quien la había iniciado en la
Masonería, donde la nombraron Gran Maestra de «todas las logias
escocesas de Francia»,191 cuando tal cosa parecía solamente una
experiencia apasionante y transgresora propia de espíritus libres que no
tenían en cuenta las condenas pontificias. Ni el duque ni la princesa podían
imaginar, en plena douceur de vivre,192

184 Jean Duché, o. c., p. 759

185 Manuel Guerra, La trama masónica, p. 296

186 Manuel Guerra, Masonería. .., pp. 299-300

187 Detenidos en el correccional de Bicétre

188 Ver Jean de Viguerie, Cristianismo y Revolución, pp. 146 y ss.

189 «María Teresa de Saboya-Carignano, viuda de Luis de Borbón-


Penthiévre, príncipe de Lamballe. Dama y amiga de María Antonieta,
superintendente de su Casa, regresó de la emigración para acompañarla en
las Tullerías; apresada, junto con la familia real tras el asalto al palacio, el
10 de agosto de 1792, acompañó a la familia real hasta la torre del Temple,
siendo trasladada días más tarde a la prisión de la Forcé. Fue asesinada y
descuartizada el 3 de septiembre [...]». Alberto Bárcena, La guerra de la
Vendée...,p. 132n 190 Ver Claude Dufresne, o. c., p. 272

191 María Antonieta se lo comunicó, sin darle mayor importancia, a su


hermana, la gobernadora de los Países Bajos, en febrero de 1781. Ver José
Menéndez-Manjón y Frank G. Rubio, La Masonería: cara o cruz.

¿Conspiradores o benefactores?, Ed. Altera, 2010, p. 77, en Manuel


Guerra, Masonería..., p. 305

192 “La dulzura de vivir”: Concepto utilizado por Talleyrand evocando los
tiempos anteriores a la Revolución; algo, desaparecido para siempre, que
nadie podría ya conocer: «Quien no vivió antes de 1789 no conoció la
dulzura de 43
que sería un masón el responsable del atroz final de la dama.

El trasfondo religioso: imposición de las creencias masónicas

Ordo ab chao (el orden nace del caos), es un aforismo y principio


masónico, presente en el ritual del grado 33 del Rito Escocés Antiguo y
Aceptado. La misma idea encontramos en Disolve et coagula (“disuelve y
coagula”, es decir; recomponer después de disolver) la «palabra de orden»
que circula dentro de las logias bien relacionadas del grado 33 del mismo
rito (REAA).193 Es este un concepto fundamental para entender los
«trabajos masónicos», sobre todo en cuanto a su proyección social a largo
plazo. Aplicado a la época que analizamos aquí, era imprescindible, para
los jefes de la Revolución, disolver el Cristianismo; llegar al caos para
establecer un nuevo sistema de creencias: el suyo; una imposición
imprescindible para asentar el nuevo paradigma.

He publicado anteriormente que uno de los objetivos revolucionarios era la


destrucción del Cristianismo,194 pero añadiré que era uno de los
prioritarios. Recién secuestrado, y traslado de Versalles a París el «Rey
Cristianísimo», en octubre de 1789, comenzaron a promulgarse decretos
conducentes al desmantelamiento de la Iglesia: el 2 de noviembre, la
nacionalización de todos los bienes eclesiásticos; y el 13 de febrero de 1790
la prohibición de los votos solemnes. Se suprimían las Ordenes religiosas,
sirviendo en ocasiones sus casas como sede de los clubs revolucionarios; tal
fue el caso de los jacobinos, instalados en el convento de San Jaime, o de
los cordeliers, llamados así por el cordón de San Francisco: habían ocupado
el refectorio de los franciscanos. Y las comunidades fueron exclaustradas,
sin la menor indemnización. Lo que Menéndez Pelayo, hablando de la
España decimonónica, llamaría «el inmenso latrocinio»; el cometido con el
mismo fin que la Asamblea francesa.

Se creaba un modelo de actuación que se reproducirá en los regímenes


liberales de toda Europa en el siguiente siglo. Regímenes herederos de la
Revolución, en los que el componente masónico, lejos de reducirse, fue más
notorio. De ese modo, la Iglesia quedaba desarticulada, incapaz de realizar
las tareas educativas y asistenciales que venía desarrollando
tradicionalmente. Poco importaba el gran vacío creado de golpe en ambos
campos; más adelante se trataría de reparar, aunque los daños se
prolongaron durante generaciones. El propio Napoleón pudo constatarlo.
Era el comienzo de la gran operación de ingeniería anticristiana que
volveremos a encontrar, a partir de este momento, periódicamente; el gran
designio masónico nunca abandonado; ya establecido en gran medida. Estos
fueron sus orígenes.

Por fin, el 12 de julio de 1790, se votaba en la Asamblea la Constitución


Civil del Clero: párrocos y obispos quedaban desvinculados del papa; serían
elegidos en departamentos electorales como cualquier autoridad local; se
convertían en funcionarios, obedientes solamente al Estado y tenían que
prestar el juramento de acatamiento a las medidas revolucionarias contra la
Iglesia: fue el cisma. Los sacerdotes quedaban divididos entre juramentados
—que se plegaban a las exigencias de la Asamblea— y refractarios, que se
negaban a acatar una ley condenada por el papa, que les separaba de él: Pío
VI, después de largas deliberaciones y consultas, fue muy claro en su
pronunciamiento, publicado en abril de 1791. Luis XVI, profundamente
católico, empezó de inmediato a planear su fuga para frenar la Revolución,
mientras en muchas regiones francesas comenzaban las tensiones al
aplicarse la nueva ley. El obispo de Angers felicitaba a sus sacerdotes por la
firmeza demostrada ante el atropello:

«Tenemos un señor más grande al que servir que la Asamblea nacional y es


él quien nos impide vivir».

193 Ver Manuel Guerra, Masonería, religión y política, p. 384

194 Alberto Bárcena, “La Revolución Francesa”, en Javier Paredes (dir.),


Historia Universal Contemporánea, p.

124

44

de la manera más absoluta hacer el juramento que se nos exige».195

La llegada de los juramentados a las parroquias que los refractarios tenían


que abandonar, desterrados, provocó las primeras reacciones populares que
anunciaban lo que pronto estallaría; una guerra civil, seguida de un
genocidio republicano del que traté en mi libro anterior.196 Una obra
basada en la gran aportación del historiador Reynald Secher, La Vendée-
Vengé. Le génocide franco-français,197 que no deja lugar a dudas: aquella
guerra encubrió un verdadero genocidio; esas eran las órdenes del Comité
de Salud Pública; arrasar la Vendée, exterminar a la población. De ello se
jactaba un oficial masón, el general Westerman, enviado a la región con ese
cometido:

Ya no hay Vendée. Ha muerto bajo nuestro sable libre, con sus mujeres y
sus niños.

Acabo de enterrarlos en la marisma de Savenay. He aplastado a los niños


bajo los cascos de mis caballos, masacrando a las mujeres que ya no
alumbrarán más bandidos. No tengo un prisionero que reprocharme. He
exterminado todo... Los caminos están sembrados de cadáveres. Hay tantos
que en algunos puntos forman pirámides.198

La causa principal del levantamiento vandeano fue la defensa de la religión


católica; la resistencia de los campesinos a los juramentados; su fidelidad a
los que llamaban «nuestros buenos curas», los refractarios, que llegaron a
ser cazados como alimañas, poniendo precio a sus cabezas, por las
autoridades republicanas. En la región se organizó una iglesia de
catacumba, que celebraba la misa cuando y donde podía: en bodegas,
graneros, bosques o casas particulares. A riesgo de ser descubiertos,
sacerdotes y fieles, sabiendo que arriesgaban la vida, se reunían a despecho
de las autoridades y de los aborrecidos juramentados, considerados como
heréticos y traidores, enemigos del papa; lo que eran. El cargo que podía
llevar a los seglares a la guillotina por esconder curas o asistir a sus misas,
era el de «fanatismo». ¡Pena de muerte!

Con ese cargo eliminaban franceses no solo allí sino también en cualquier
otra región. «Ocultar a un sacerdote, aunque sea solamente un día; asistir a
misa; esconder ornamentos de culto; todo ello son delitos y los que los
cometen son “aristócratas” o “fanáticos”, que serán condenados a
muerte».199 Impresiona leer en la obra de Secher los procesos abiertos
contra la madre y las hermanas del párroco de la Chapelle-Bassemére, el
abate Robin, precisamente por esa acusación: «fanatismo invencible». Las
jóvenes, que habían asistido a una procesión con
«símbolos religiosos», fueron a prisión; la madre que ayudaba a los
sacerdotes refractarios, condenada a la pena capital.

Miles de franceses aceptaron el martirio sin titubear. El propio Robin dijo:


«que me metan en prisión, que me carguen de cadenas, que me peguen, que
me maten como a San Pablo, moriré por la religión de Jesucristo».200 Los
soldados vandeanos se presentaban como un ejército católico; su distintivo
era el Sagrado Corazón. Uno de sus jefes, el marqués d'Elbée, ante el
tribunal que le condenaba a muerte lo dijo claramente: se hubiera sometido
a cualquier gobierno que «hubiera asegurado mi tranquilidad y el libre
ejercicio de la religión que profeso».

Pero los amos de la Francia republicana no se lo permitirían de ningún


modo. Les quemaron casas y campos, les masacraron; incluso a «los niños
de pecho». Ante aquella operación de exterminio abandonaron sus tierras en
un éxodo masivo, cruzando el Loira, huyendo de una represión
inimaginable, que se ha ocultado cuidadosamente, pero siguieron
combatiendo.

Familias enteras. Hasta que los aplastaron.

195 Reynald Secher, La Vendée-Vengé..., p. 79

196 La Guerra de la Vendée. Una cruzada en la Revolución, Ed. San


Román, 2016

197 Ed. PUF, 1986.

198 René Sédillot, Le coüt de la Revolution Frangaise, p. 24

199 Jean de Viguerie, o. c., p. 191

200 Reynald Secher, o. c., p. 71

45

Lejos de allí, en Lyon, otro jefe revolucionario, perteneciente a la


Masonería, Fouché,201
sometió a la ciudad a una represión similar, ganándose el sobrenombre del
«ametrallador de Lyon»; mataba a los prisioneros a cañonazos para
rematarlos luego a sable. Pero no se limitó solamente a practicar el terror
contra la rebelión. Celebró allí una fiesta sacrílega:

[...] a las ocho de la mañana se arrancan de las iglesias las últimas insignias
religiosas; los crucifijos caen de los altares; se les despoja de paños y
casullas. Se organiza después una procesión imponente por toda la ciudad
hacia la plaza de Terraux [...] una horda estrepitosa arrastra en triunfo, entre
danzas salvajes, cálices, custodias e imágenes de santos; detrás trota un
burro, al que han puesto artísticamente sobre las orejas una mitra
cardenalicia y que lleva atado al rabo un crucifijo y una Biblia. ¡Así se
arrastra el Evangelio, para risa de la chusma alborotada, colgado de la cola
de un pobre asno, por el lodo de la calle!202

Se había llegado al momento crucial de aquel caos; ya no se trataba de


distinguir entre juramentados o refractarios; todo sacerdote era «enemigo»
de la Revolución; todo cristiano lo era; se obligaba a los clérigos a contraer
matrimonio.

Porque se trataba de imponer ya una nueva religión; o mejor dicho, un


nuevo sistema de creencias, que no era otro que la amalgama vista ya en el
primer capítulo: deísmo, panteísmo, gnosis... En la época de la Convención
se proclamaba una nueva era, por contraposición a la cristiana: la
republicana; se establecía un nuevo calendario que borrara todo vestigio de
las fiestas cristianas empezando por el domingo; y unos cultos nuevos, con
nuevos «dogmas», de los amos de Francia. Era lo que Viguerie ha llamado
la Guerra a Jesucristo. Seguiremos a este autor en la parte final de este
capítulo. Ante todo se trataba de destruir todo símbolo de la “vieja
religión”.

El 9 germinal del año II (29 de marzo de 1794) «la Sociedad de los


Jacobinos de Toulouse invita a los “representantes legales” a que ordenen la
destrucción de cualquier objeto de culto, derriben los campanarios, cieguen
los nichos de los santos y arranquen los pedestales de las cruces».203 Una
oleada de iconoclastia se apoderó de la nación, con muy grave deterioro del
patrimonio artístico; desaparecieron, por ejemplo, las veintiocho estatuas —
góticas— de los reyes del Antiguo Testamento que adornaban la fachada de
la catedral de Notre-Dame de París.

Pero había algo añadido en aquella operación que superaba el racionalismo


ilustrado: las imágenes se destruían o mutilaban como si de personas de
carne y hueso se tratara. En Saumur, la imagen milagrosa de Notre-Dame
des Ardilliers fue guillotinada en la plaza de la Bilange.204

¡La Virgen María ejecutada públicamente! Se ordena también la destrucción


de las Vírgenes de Boulogne y del Puy, tan veneradas durante siglos. «La
Revolución declara la guerra no solo a los signos sino al mismo Cristo. Se
quiere derribar la Cruz, pero también se quiere humillar al crucificado».205
Ordo ab chao... El caos ya se había enseñoreado de Francia; ahora podía
empezarse a “ordenar”.

Lo primero que podía apreciarse en aquel momento era un culto panteísta:


el nuevo calendario estaba dedicado a «la naturaleza»; los meses se referían
a ella: brumario, por las brumas de noviembre, nivoso por las nieves de
enero; termidor, por los calores de julio; pradial y floreal, por el esplendor
de la primavera en los campos... Las fiestas tenían la misma inspiración: a
la uva, al azafrán, al castaño, la zanahoria o el caballo. Así se reemplazaba
el viejo santoral. El día 201 Sobre su pertenencia a la Masonería ver J. C.
Castillón, Amos del mundo..., p. 143. en Manuel Guerra, Masonería. .., p.
306

202 Stefan Zweig, Fouché, el genio tenebroso, p. 52, en Alberto Bárcena,


La guerra de la Vendée. .., p. 28

203 Jean de Viguerie, o. c., p. 191.

204 Ibíd., p. 192

205 Ibíd., p. 193

46

de Todos los Santos se convertía en el de la escorzonera, pero, más


significativamente, el de Navidad era el del perro... Los oradores que
descristianizaban al pueblo decían cosas tales como: « ¿No es el universo
un templo?»: «El pueblo ha dicho basta de sacerdotes, basta de otros dioses
que no sean los de la Naturaleza»; «Que la Naturaleza [...] reciba aquí
nuestro homenaje. Ella lo es todo para nosotros, nosotros sin ella no somos
nada... ofrezcamos sacrificios a la Naturaleza, a la libertad, ése es nuestro
único culto»; «El hombre es hijo de la Naturaleza [...] La libertad es
también hija de la Naturaleza».206 Este era el mensaje de los discursos
«decadarios» que venían a sustituir a las desaparecidas homilías de los
domingos.

Porque en vez del domingo se imponía el decadi; los meses en lugar de en


cuatro semanas, se dividieron en tres décadas para convertir así al domingo
en día laborable y en festivo el último día la década, al que llamaron decadi;
la violación del mismo daría lugar al arresto del infractor; como en una
interpretación farisaica del sábado, se condenaba al infractor. Y estas
celebraciones decadarias tenían lugar en los «templos de la Razón», las
iglesias convertidas en templos del nuevo culto. La diosa Razón ya había
sido entronizada en la catedral de París; representada por una bailarina que,
llevada en procesión sobre unas andas, pisaba un crucifijo.

Pero nada tuvo tanto relieve como la fiesta del Ser Supremo, oficiada por
Robespierre —nieto de masón y masón él mismo seguramente—,207 el 20
de pradial del año II (8 de junio de 1794, que casualmente era la fiesta de
Pentecostés). El dictador republicano presidió la procesión iniciada en el
palacio de las Tullerías, frente al cual podían verse las imágenes de las
nuevas divinidades. Allí, antes de iniciarse la procesión hasta el altar del
Ser Supremo, levantado en el Campo de Marte, «”el Incorruptible” prende
fuego a la estatua de cartón que representa al Ateísmo y que oculta una
imagen de escayola de la Sabiduría. Se consume el Ateísmo y surge la
Sabiduría tiznada de hollín».208 Los representantes de la nación cumplían
ese landmark de las Constituciones de Anderson; no eran «estúpidos ateos»,
sino que abiertamente señalaban el camino de la gnosis: el conocimiento
“redentor”, cerrando el círculo de las creencias masónicas. Por una vez
fuera de las logias, a plena luz del día, la enseñanza «simbólica» se ofrecía
al pueblo. Hablando de aquella ceremonia, en mi libro sobre la Vendée,
escribía: Era el triunfo del deísmo, un nuevo brote de la viejísima herejía
gnóstica que adora a un dios nebuloso, y superior, opuesto por completo al
de la Sagrada Escritura. Un maniqueísmo, en definitiva, que anunciaba al
“portador de la luz”, ese Lucifer en quien la Masonería iluminista se niega a
reconocer a Satanás. Era la entronización del hombre

“redentor de sí mismo” gracias a su propia sabiduría, y a la diosa Razón.209

Las Luces trajeron aquellos fuegos fatuos de la vieja herejía transformada,


pero durante un tiempo su victoria pudo parecer definitiva: cuatro años más
tarde, los ejércitos del Directorio, comandados por el general Berthier,
ocupaban Roma, proclamaban la República Romana —un satélite de la
Francia revolucionaria, como el resto de las que llamaron “repúblicas
hermanas”— y se hicieron con la persona del papa. Pío VI era una presa
apetecida; había condenado la Masonería, la Constitución Civil del Clero y
la propia ideología revolucionaria —

esto último mediante la Bula Auctorem fidei— pero sobre todo, aquel
incómodo anciano era el Vicario de Cristo; la piedra angular del edificio
que debía ser destruido. Obligado al exilio, se refugió en la Toscana, pero
en 1799 fue hecho prisionero y llevado, con 82 años de edad, a Francia.
Allí, en la ciudad de Valence (Delfinado) enfermó y murió poco después; el
29 de 206 Ibíd., p. 198

207 «Al menos así le reconoce el Convertí du Grand Orient, 1924, p. 406,
en A. G. Michel, Mondialisme maçonnique, Trident, París 2007. [p.] 50
cuando dice “Por encima del patriotismo nacional, decía nuestro Hermano
Robespierre, hay uno que le es superior, el de toda la humanidad”». Manuel
Guerra, Masonería..., p. 305

208 Jean de Viguerie, o. c., p. 207

209 Alberto Bárcena, La guerra de la Vendée..., p. 126.

47

agosto de ese mismo año. La Iglesia quedaba descabezada e imposibilitada,


además, de celebrar un cónclave en su sede para elegir nuevo papa. Parecía
una victoria definitiva; sí, pero la lucha entre las dos ciudades habría de
proseguir.
Recapitulando, hemos seguido el rastro de algunos destacados masones en
aquellos sucesos: el duque de Orleans, primera cabeza visible del proceso;
el abate Sieyés, su consejero político; el publicista Desmoulins que
arengaba a los asaltantes de la Bastilla; el conde de Mirabeau, diputado,
como Sieyés, en los Estados Generales e introductor de los Illuminati; el
marqués de Lafayette que mandaba la Guardia Nacional; jacobinos y
girondinos; Danton, Marat, Fouché, Westerman, y el propio Robespierre...
por no hablar más que de los que quedan aquí señalados.

No fue un papel irrelevante el de la Masonería en aquel suceso que señalaba


el principio de la Historia Contemporánea; un período en el que la secta
estaría presente, con más o menos intensidad, según lugares y etapas; pero
desde el principio hasta el fin.

48

III

EL SIGLO XIX. LIBERALISMO Y MASONERÍA

Napoleón, la Masonería y Pío VII

Los inicios de aquel siglo están marcados —en Francia y resto de Europa—
por la figura de Napoleón y su Imperio, frecuentemente estudiado como una
síntesis del Antiguo y del Nuevo Régimen. Realmente, tiene mucho más de
este último que del otro, del que solo toma las formas externas, una parte de
su simbología y una supuesta legitimidad histórica que le vendría a su
titular del hecho de asumir toda la Historia de Francia, «desde Clodoveo
hasta el Comité de Salud Pública», según propia declaración. En el plano
religioso, ciertamente, Napoleón procede a la restauración de la Iglesia y
firma un concordato con el papa sucesor del que se enfrentó a la Revolución
y murió prisionero en la Francia del Directorio; pero con ese nuevo
pontífice el emperador mantendrá una relación ambivalente; tratando de
manejarle en beneficio propio siempre que le fue posible. Planeaba
convertir París en la nueva sede de la Iglesia no solo por el prestigio que ese
traslado otorgaría a la capital del Imperio, sino también por el control que le
concedería sobre el Papado.
Se ha discutido sobre la pertenencia de Napoleón a la Masonería sin que se
haya llegado a probar, pero es un hecho que la secta no le era extraña y que
la utilizó a conciencia. Tanto en Francia como en los países de su órbita. Su
padre, el oscuro abogado corso, y sus cuatro hermanos fueron masones;210
así como su cuñado Joaquín Murat, el carnicero de Madrid.211

Napoleón logró de ese modo controlar a la secta por una parte, y por otra,
convertirla en instrumento de control sobre sus ejércitos y su policía; un
control añadido al visible y oficial; evidente en aquel régimen autoritario y
peculiar que fue el suyo. Durante el Imperio, el Gran Oriente de Francia
pasó de unas 300 logias en 1804 a 1.229 en 1814; lo que da una idea del
impulso recibido desde el Trono.212 Para cubrir todo el espectro social
contaba con su primera mujer, Josefina: iniciada en la Masonería, como
tantas salonniéres, antes de la Revolución, presidió la Logia Imperial de
Adopción de los Francos Caballeros de Estrasburgo, convertida después en
Gran Maestra de la Masonería femenina, reconstruyó las «logias de
Adopción» —

femeninas dependientes de las masculinas del Gran Oriente, ya que la


Masonería regular no admitía mujeres— durante el Imperio.213

El sucesor de Pío VI llegaba al solio pontificio el mismo año en que


Napoleón se convertía en cónsul. Fue elegido en un cónclave
extraordinario, en Venecia, bajo la protección del último emperador del
Sacro Imperio Romano Germánico, Francisco II, que pronto se convertiría
en el primero del Imperio de Austria. La sede de Pedro estuvo vacante
desde agosto de 1799 hasta marzo de 1800, cuando fue elegido el cardenal
de Imola, Luis Chiaramonti, que tomó el nombre de su antecesor, y como él
condenó también a las sectas secretas, particularmente la de los carbonarios,
vinculada por supuesto a la Masonería y muy activa en la Italia de su época
y en otros países.

210 José, Rey de España, Gran Maestro del Gran Oriente francés y
posteriormente del español; Luis, Rey de Holanda y Venerable Maestro;
Jerónimo, Rey de Westfalia y Gran Maestro de su Gran Oriente; y Luciano,
Príncipe de Cannino y miembro del Gran Oriente Francés. Ver Manuel
Guerra, Masonería..., p. 305. Ver también César Vidal, La Masonería..., pp.
61-63
211 Así llamado por haber ordenado las cargas sobre el pueblo madrileño el
2 de mayo de 1808, y la posterior represión del día 3

212 Manuel Guerra, Masonería..., p. 305

213 Ver Yolanda Alba, Masonas. Historia de la Masonería femenina, Ed.


Almuzara, p. 53.

49

Pío VII, en Ecclesiam a Jesu,214 denunciaba que se presentaban «“bajo el


disfraz de corderos, pero no son sino lobos rapaces”. Después atribuye a las
sectas secretas los turbiones de la Revolución y denuncia las parodias de los
sacramentos y la liturgia cristiana en algunas iniciaciones de estas
sectas».215 Argumentos que volverán a aparecer en las siguientes condenas
pontificias, más elaboradas cada vez, aunque, como acabamos de ver, esta
condena no va a la zaga de las anteriores en cuanto a contundencia. Y
tampoco se puede tachar a Pío VII de papa retrógrado: siendo cardenal,
había declarado, en una homilía de gran repercusión, la compatibilidad
entre el Evangelio y el régimen republicano, lo que en plena época
revolucionaria era ir muy lejos. Fue luego, además, un papa reformista, pero
si condenaba la Masonería tan explícitamente —«lobos rapaces»— era
porque, al igual que sus antecesores, reconocía claramente la diferencia
entre las dos ciudades enfrentadas desde los orígenes de linaje humano. Y
cuando publicó Ecclesiam a Jesu tenía a sus espaldas una larga experiencia
del mundo: a pesar de haber asistido a su coronación en París, la armonía
entre Napoleón y el papa no fue duradera: en 1808 las tropas francesas,
herederas de las del Directorio, volvieron a invadir los Estados Pontificios,
suprimiéndolos, y Pío VII, también en esto como su antecesor, fue llevado
prisionero a Francia; Roma, en 1809, se convertía en segunda capital del
Imperio y los Estados del papa pasaban a ser un nuevo departamento
francés; el del Tíber. Otra vez parecía que el Papado era parte del pasado de
la Cristiandad; y era el heredero/beneficiario de la Revolución, cubierto de
armiños, quien aparentemente le daba el golpe de gracia. Durante cinco
años, con el papa confinado en Fontainebleau, la Iglesia volvía a estar
descabezada. No regresaría a su sede hasta la caída del Imperio
napoleónico.
El mismo año en que desaparecían nuevamente los Estados Pontificios,
además, era invadido el viejo solar de la Monarquía Hispánica, por los
mismos ejércitos. Comenzaba una guerra que los españoles interpretaron
como cruzada desde el primer momento, empezando por la propia Iglesia
española que la predicaba.

Mientras, el rey intruso creaba una Masonería estatal directamente


dependiente de su persona.

José Bonaparte había sido Gran Maestro del Gran Oriente de Francia,
encumbrado hasta esa jefatura, en 1804, por su propio hermano. Ostentará
en España el mismo cargo con idénticos fines a partir de 1808. Creó para
ello el Supremo Consejo de Grado 33 del Rito Escocés Antiguo y
Aceptado, activo hasta 1813, cuando “Pepe Botella” tuvo que abandonar
España definitivamente. Siempre supo, hay que reconocerlo, que el final de
su reinado sería desastroso, como lo avisaba a su hermano: «Vuestra gloria
se desvanecerá en España»; «Nadie ha dicho a Vuestra Majestad toda la
verdad. Lo cierto es que no hay un español que se declare en mi favor».
Aunque actualmente algunos españoles lamenten que la dinastía de los
Bonaparte, combatida por sus mayores durante seis años —a sangre y
fuego, en una guerra total, y heroica como pocas—, no arraigara en España;
a fuer de liberales, es de suponer.

También es cierto que José I exageraba; algunos españoles sí que se


declaraban por él, y buena parte de ellos se afiliaban a las logias que
«levantaban columnas»216 entonces. En Madrid se crearon algunas como
Beneficencia de Josefina, Napoleón el Grande, Filadelfos, o Estrella de
Napoleón.217 Gobernadas todas ellas desde la misma sede de la Monarquía
que unas décadas antes condenara a la secta tajantemente. Se iniciaban,
sobre todo, militares y funcionarios; franceses algunos, afrancesados otros.
La hermandad masónica, dirigida ahora desde el trono, cumplía sus
objetivos. En Madrid como en París.

Y siguiendo el modelo revolucionario francés, la monarquía ilegítima y


masónica iniciaba la persecución religiosa: quedaban prohibidas las
ordenaciones sacerdotales; se recuperaba el proyecto desamortizador de los
bienes eclesiásticos que ya diseñara Godoy, pero ampliándolo; 214 De 13
de septiembre de 1821
215 Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 112.

216 Iniciaban sus trabajos, según la jerga masónica

217 Ver Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p. 103

50

y se suprimían, por decreto de 18 de agosto de 1809, las Ordenes religiosas


de varones, que fueron objeto de exclaustración. Con ello, por primera vez
en la historia, los españoles contemplaban el espectáculo de miles de frailes,
arrancados súbitamente de sus conventos, buscando cobijo.218 Recordemos
estas medidas porque todas ellas se reproducirán en España cada vez que la
Masonería, a través de los partidos nacidos del liberalismo, alcance el
poder.

Era lo mismo que los franceses contemplaron a partir del otoño de 1789.

En 1811 se había creado otro Supremo Consejo del Grado 33, «con patentes
expedidas desde Charleston» de mucha mayor duración: «Es el que, con
altibajos, escisiones y exilios ha subsistido hasta nuestros días».219 Será
con el tiempo un organismo esencial para conocer el desarrollo histórico de
la Masonería española, por lo que volveremos a encontrarlo en este libro. A
él pertenecieron militares y políticos masones de gran influencia en la
historia de España; como el constituyente Martínez de la Rosa, el
desamortizador Mendizábal, los generales Riego, Espartero y Prim, o los
presidentes Castelar y Pórtela Valladares. El éxito del Consejo patentado
desde Charleston fue, como puede verse, mucho mayor que el conseguido
por el dependiente de París. Y sin duda, el más revolucionario, en el sentido
de clandestino y conspirativo, era este. Por eso ha durado doscientos años,
aunque en la práctica llegase a desaparecer con la victoria de Franco en la
guerra civil.

Volviendo a los inicios del siglo XIX, puede decirse que la Masonería, de la
noche a la mañana, había florecido en España. ¡Dos Supremos Consejos del
Grado 33 en los años de Bonaparte!
Pero mientras tanto, la España que resistía al invasor, con el interesado
apoyo británico, se reunía en Cádiz para redactar una constitución. Por
tanto, en su trasfondo más íntimo, aceptaba el modelo político iniciado con
la Revolución Francesa: la primera de las constituciones españolas, no debe
olvidarse, es la de Bayona, redactada por mandato de Napoleón para uso de
su hermano en el reino que acababa de adjudicarle.

Aparte de la Constitución de 1812, modelo de otras europeas durante los


ciclos revolucionarios del siglo XIX, las Cortes de Cádiz promulgaron una
serie de decretos que forman el corpus de la revolución política que tuvo
lugar en el reducto gaditano, controlado por un sector jacobino.

Aquellas Cortes fueron el equivalente, en muchos aspectos, a la Asamblea


Constituyente autoproclamada en Ver- salles en 1789. Salvando las
distancias entre un parlamento y otro, nadie puede cuestionar la trayectoria
liberal de la versión española.

Y sin embargo, entre esos decretos suyos aparece uno sorprendente: el que
condena y prohíbe la Masonería en España. «Un decreto dejando fuera de la
ley a la orden del triángulo en todo el territorio español y en los de Ultramar
y Filipinas220 por constituir un peligro para la religión y para la monarquía
“por ser uno de los más graves males que afligían a la Iglesia y a los
Estados” ».221

Los padres de la Constitución de Cádiz, por la que tantos liberales se


sublevarían durante el primer tercio del siglo XIX, condenaban la
Masonería con los argumentos tradicionalmente empleados por papas y
reyes en el siglo anterior. Lo más curioso es que aquellas Cortes no
carecieron del componente masónico; masones fueron personajes de la talla
de Martínez de la Rosa, Agustín Argüelles,222 José María Calatrava, el
sacerdote Muñoz Torrero o el poeta Quintana. ¿Cómo entender esta
contradicción? Forma parte de los misterios de la Masonería.

Seguramente, aquellos diputados iniciados en las logias adoptaron una


actitud posibilista, 218 Ver Ricardo de la Cierva, Historia General de
España, tomo VIII, p. 152.

219 Manuel Guerra, Masonería..., p. 35.


220 En todas las independencias, las americanas y la filipina, intervino la
Masonería a lo largo de los siglos XVIII y XIX: la de Filipinas se decretó
en dos tenidas, celebradas en 1890 y 1891, de la logia madrileña Ibérica n°
7 a las que asistió el masón José Rizal, promotor principal de la
independencia de Filipinas. De ahí que el monumento que se le erigió en la
madrileña avenida de Filipinas sea completamente masónico.

221 José Antonio Vaca de Osma, La Masonería y el poder, p. 180, en


Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p. 111

222 Gran Maestre del Gran Oriente de España al reorganizarse la


Masonería en 1820. Constituyó un Supremo Consejo del que formaron
parte el conde de Toreno y Martínez de la Rosa.

51

aceptando un texto confesionalmente católico. De su adhesión a «la fe


verdadera» no quedaba la menor duda sobre el papel; otra cosa es lo que
pensaran, pero no tenían entonces fuerza suficiente para oponerse a esos
párrafos que establecían «la nación española profesa la religión católica,
apostólica, romana, única verdadera con exclusión de cualquier otra». Pero
es que no podía ser de otro modo en aquella España, que combatía en
aquellos momentos por el trono y el altar. Exactamente como lo hicieran los
vandeanos veinte años antes. Para aquellos masones españoles de 1812, se
trataba al menos de una constitución liberal y escrita; el principio de una
verdadera revolución política que, antes o después, junto con los decretos
que también aprobaron, abriría el camino a grandes cambios sociales, y,
desde luego espirituales; era la desaparición del Antiguo Régimen. Optaron
por el pragmatismo; no cabe otra explicación.

Porque llegado el momento veremos hasta qué punto utilizaron el concepto


de libertad en beneficio del ideario, nada tolerante, de sus logias.

Por otra parte, se hacían grandes progresos en aquellas Cortes desde la


óptica masónica: en Cádiz se suprimió el tribunal del Santo Oficio, que
aunque ya decaído, tenía entre sus cometidos la represión de la Masonería;
se proyectaba también, como hiciera por la misma época el bando enemigo
—franceses y afrancesados—, retomar el proyecto desamortizador de la
Ilustración; merecía la pena continuar por la senda constitucional. De todas
formas, en aquel congreso se notaba el disgusto de bastantes diputados en
relación con el tratamiento que se daba en la constitución a la cuestión
religiosa. Decía al respecto Menéndez Pelayo: « A muchos descontentó tan
terminante declaración de unidad religiosa, pero la votaron, aunque otra
cosa tenían dentro del alma».223

La Masonería siempre ha sabido ser pragmática llegado el caso.

Y reconocer los tiempos. Así se entiende que a la caída de Napoleón, la


francesa se apresurase a demostrar su adhesión a Luis XVIII, el Borbón que
venía, supuestamente, a retomar la Historia donde su guillotinado hermano
la dejó: una monarquía hasta cierto punto constitucional, con Carta
Otorgada, pero presidida desde el trono por la dinastía histórica: «En un
alarde de oportunismo [la Masonería] llegó a organizar una manifestación
masónica. En ella los masones portaban el busto del rey [Luis XVIII], Más
aún, la Gran Logia dispuso que la fiesta del Solsticio de Invierno o de San
Juan Evangelista se dedique a la celebración de la restauración de los
Borbones».224 Esos mismos Borbones en cuya caída la secta estuvo tan
implicada; que llegaban además a poner fin a una etapa abierta por la
Revolución y llegada a su plenitud con el Imperio recién desaparecido; un
período de apogeo masónico a nivel internacional. Esa manifestación era
bien reveladora del oportunismo de sus organizadores: simplemente querían
asegurarse un lugar confortable en la Francia de la Restauración. Sus
proyectos quedaban dentro de una estrategia permanentemente oculta tras
las llaves del secreto y la obediencia.

Todo un siglo de condenas pontificias. De Pío VIII a León XIII

A su regreso del cautiverio francés, Pío VII restauró la Compañía de Jesús


con los últimos jesuitas supervivientes al desastre de su Orden y al tiempo.
225 Era la época de la Restauración y parecía, aparte de justo, necesario
recuperar aquel instituto perdido antes incluso de la Revolución. Femando
VII, vuelto de Francia también él, se apresuró a refundar la Compañía en
España. Con ello volvían a convertirse los hijos de San Ignacio en punto de
mira de la Masonería, hasta bien entrado el siglo XX, como podremos ver
en más de un capítulo de este libro.
223 Marcelino Menéndez Pelayo, o. c., p. 247

224 Manuel Guerra, Masonería..., p. 306

225 Mediante la Bula Sollicitudo, de 7 de agosto de 1814; ya antes, había


restaurado la Compañía en el Reino de Nápoles, el 30 de julio de 1804, con
el Breve Per alias

52

Siguiendo con las condenas pontificias contra la secta, después de Pío VII,
volvió a condenarla León XII,226 en su bula Quo graviora, donde
recordaba los anatemas pronunciados por sus antecesores a partir de
Clemente XII, añadiendo su propia condena: Poneos en guardia contra las
seducciones y los discursos lisonjeros que se emplean para haceros entrar
en estas sociedades. Convenceos de que nadie puede enrolarse en ellas sin
cometer un pecado gravísimo [...] Aunque no hay costumbre de exhibir lo
que hay más digno de censura a la vista de los que no han llegado a los
grados eminentes, es, sin embargo manifiesto que la fuerza de estas
sociedades, tan peligrosas para la Religión, se aumenta con el número de
los que ingresan.227

Advierte aquí el pontífice sobre el «gravísimo pecado» que significa la


iniciación masónica; pone en guardia contra las «seducciones» empleadas
por los sectarios para atraer adeptos,

—«haceos sordos a quienes os tientan para el ingreso en los grados


inferiores asegurando que nada hay en ellos contrario a la religión»— y
añade una advertencia sobre lo que solo se descubrirá en los superiores.
Prevenía también sobre el riesgo que asume el iniciado al aceptar graves
castigos en caso de llegar a romper el juramento. No hay como acudir a las
Constituciones de Anderson para comprobar la exactitud de esta
afirmación, pero debe subrayarse que están presentes la mayoría de
argumentos empleados en condenas anteriores.

Los que seguiremos encontrando.


Siguiendo un orden cronológico, viene a continuación la ya mencionada
Traditi humilitati nostrae, de Pío VIII, que calificaba a la Masonería de
«secta satánica [...] que tiene por su dios al demonio», publicada en 1829.
En 1832 Gregorio XVI publica la encíclica Miran vos, donde describe los
graves daños morales causados ya a la sociedad europea por la «negra
conspiración de los malvados», llegando a dibujar el panorama más
amenazador: « pudiéramos decir que esta es la hora del poder de las
tinieblas [...] Sí; la tierra está en duelo y perece, inficionada por la
corrupción de sus habitantes, porque han violado las leyes, han alterado el
derecho, han roto la alianza eterna», denunciando el ataque violento que
sufría ya la Iglesia: «Se impugna la autoridad divina de la Iglesia, y
conculcados sus derechos, se la somete a razones terrenas, y con suma
injusticia, la hacen objeto del odio de los pueblos reduciéndola a torpe
servidumbre».228 El tono había cambiado; ya no denunciaban los papas,
como en el siglo anterior, a una secta peligrosa solamente; constataban los
efectos visibles de la acción masónica: la transformación del ancho mundo
en lo terrenal y en lo espiritual.

Añadía un dato; algo que también aparecía en anteriores documentos


pontificios, pero no tan claramente: el mundo académico: «universidades y
escuelas» se habían unido a la «guerra a la religión católica». Aunque
comparando aquellos tiempos con los actuales, podrían parecer exageradas
estas afirmaciones, no cabe duda de que se vivía ya entonces la primera
etapa del claro proyecto de descristianización que alcanzaría después las
cotas que podemos apreciar. Ese tono ya se mantendría en las siguientes
condenas durante lo que quedaba de siglo.

En 1846 aparece otra encíclica similar a la anterior, Qui pluribus, de Pío


IX,229 un papa crucial en la historia de la Iglesia. Así se expresaba, en el
inicio de su pontificado: 226 Aníbal Sermattei de la Genga (Ancona 1760-
Roma 1829); fue nuncio apostólico en París, colaborando en la redacción
del concordato firmado con Napoleón; elegido papa el 28 de septiembre de
1823, murió el 10 de febrero de 1829, siendo sepultado en San Pedro

227 León XII, Bula Quo graviora, 13 de marzo de 1825.

228 Gregorio XVI, Carta Encíclica Mirari vos, 2.


229 Juan María Mastai Ferretti (Senigallia 1792-Roma 1878); elegido papa
el 16 de junio de 1846, protagonizó el pontificado más largo de la historia
después del de San Pedro: casi treinta y dos años. En ese tiempo, Roma y
los Estados Pontificios fueron incorporados al reino de Italia. Murió en
1878, siendo enterrado en San Pedro, de donde sus restos fueron trasladados
a la iglesia de San Lorenzo Extramuros. Fue beatificado por Juan Pablo II el
3 de septiembre de 2000.

53

Nos horroriza y nos duele en el alma considerar los monstruosos errores y


los artificios varios que inventan para dañar; las insidias y maquinaciones
con que estos enemigos de la luz, estos artífices de la mentira se empeñan
en apagar toda piedad, justicia y honestidad; en corromper las costumbres;
en conculcar los derechos divinos y humanos, en perturbar la religión
católica y la sociedad civil, hasta si pudieran arrancarlos de raíz.230

Explicando más adelante a quién se refiere: «Tales son las sectas


clandestinas salidas de las tinieblas para ruina y destrucción de la Iglesia y
el Estado, condenadas por Nuestros antecesores, los Romanos Pontífices,
con repetidos anatemas en sus letras apostólicas, las cuales Nos, con toda
potestad, confirmamos y mandamos que se observen con toda
diligencia».231 En este punto, a la hora de reiterar expresamente las
condenas anteriores, realmente las confirma; recordando que están en pleno
vigor. Y justo aquí, recupera también la idea fundamental siempre presente,
desde Clemente XII: el poder de las tinieblas contra la Iglesia y el Estado;
eso son las «sectas clandestinas». Más claramente aún: se trataba de
descubrir «los escondrijos de los impíos y vencer en ellos al mismo diablo a
quien sirven».232

Las dos ciudades volvían a aparecer.

Por si no hubiera quedado suficientemente claro en Qui pluribus a qué clase


de sectas se refería, años más tarde, lamentando que los avisos que hiciera
en relación con la Masonería no habían sido escuchados, decía:

Desgraciadamente, estas advertencias no han tenido el éxito deseado, y Nos


hemos mirado como un deber condenar nuevamente esta sociedad, en
atención a que, por ignorancia, podría quizás surgir la falsa opinión de que
es inofensiva, que solo tiene por fin la beneficencia y que, en consecuencia,
no podría ser un peligro para la Iglesia de Dios [...] Nos condenamos esta
sociedad masónica y las demás sociedades del mismo género que, bajo
diferente forma, tienden al mismo fin con las mismas penas señaladas en las
Constituciones de Nuestros predecesores; y esto afecta a todos los cristianos
de cualquier condición, rango o dignidad.233

Revalidaba las condenas de sus antecesores por segunda vez. Pío IX se


convertirá en objetivo prioritario de los masones: pretenderán presentarle
como masón arrepentido; descalificarle por el medio que sea, y finalmente
intentaron arrojar sus restos al Tíber cuando eran trasladados desde el
Vaticano hasta la basílica de San Lorenzo. Ni muerto le perdonarán la
firmeza de sus posicionamientos; su defensa del Papado ante el asalto que
nuevamente parecía definitivo. Se recrudecía la lucha: a mediados de siglo,
todos los papas de aquella centuria habían condenado la Masonería.

Masonería y revoluciones liberales. «La tranquilidad de los Estados»

La Restauración sería combatida mediante tres ciclos revolucionarios


tendentes a imponer el sistema nacido de la Revolución Francesa. El
primero tendría su epicentro en España, y el protagonismo de la Masonería
fue absoluto. Ya desde el regreso del rey, los liberales españoles trataron de
destronarle o imponerle la Constitución de Cádiz mediante periódicos
golpes de 230 Beato Pío IX, Carta Encíclica Qui pluribus, 3

231 Ibíd, 9

232 Ibíd, 11

233 Alocución del 25 de septiembre de 1865

54

Estado fallidos; detrás se escondía el designio de cambiar el alma de la


sociedad española.
Habían nacido las dos Españas; se enfrentaban realmente las dos Europas.
Nadie lo ha descrito como Menéndez Pelayo: « [...] en 1814 el común
peligro y el fanatismo sectario congregaron a los liberales en las logias de
rito escocés, y bien puede decirse que apenas uno dejó de afiliarse a ellas, y
que toda tentativa para derrocar al Gobierno de Femando VII fue dirigida o
promovida o pagada por ellas».234 El partido liberal y los que fueran
naciendo de él serán el gran vehículo de la Masonería, tanto en España
como en el resto de Europa. Las escisiones políticas del tronco común
procedían de las logias.

La gran ocasión se presentó en 1819 cuando el gobierno español preparaba


una expedición militar a América con el fin de sofocar los movimientos
independentistas surgidos en los virreinatos. «Un motín militar, vergonzoso
e incalificable [...] vino a dar el triunfo a los revolucionarios. La logia de
Cádiz, poderosamente secundada por el oro de los insurrectos americanos y
aún de los ingleses y de los judíos gibraltareños, relajó la disciplina en el
ejército destinado a América, introduciendo una sociedad en cada
regimiento».235 Masones fueron, efectivamente, todos los protagonistas del
golpe: los militares Riego236 y Quiroga, al frente de la sublevación, y, entre
bastidores, Juan Alvarez Mendizábal; el autor del manifiesto que se leyó el
1 de enero de 1820, inicio de la insurrección. Mendizábal, que realmente se
llamaba Méndez,237

era un judío gaditano, entregado a los intereses británicos, que perteneció,


como vimos, al Supremo Consejo de Grado 33. Irá adquiriendo mayor
protagonismo político a la muerte de Femando VII, y será uno de los
mayores enemigos de la Iglesia en aquellos años; uno de sus mayores
debeladores.

La sublevación de Las Cabezas de San Juan tuvo dos efectos inmediatos:


América se pierde para España, como estaba previsto por los golpistas y sus
colaboradores, tras una historia común de tres siglos; y en la Península se
establece el régimen liberal. El 7 de marzo Femando VII, amedrentado
como Luis XVI, claudica y acepta la Constitución de 1812, a la vez que
suprime la Inquisición; esta vez definitivamente. Comenzaba el Trienio
Liberal que bien podría llamarse masónico: al frente del Gobierno, el masón
Argüelles, que presidiera las Cortes de Cádiz, y como prioridad de los
nuevos gobernantes, una reedición de las medidas iniciadas por José
Bonaparte. Naturalmente, lo primero que hicieron fue ir a por los jesuitas;
el 14 de agosto de 1820 se decretaba su expulsión; ya la segunda. El 1 de
octubre se suprimían todos los monasterios de España, salvo ocho que,
como El Escorial, se preservaban por razones histórico-artísticas. Se
cerraron doscientos noventa, mientras que, a la vez, se reducía el número de
conventos. Según dos curiosos baremos: el número de frailes que formaran
la comunidad, y la población que tuviese el lugar.238 1.701 conventos
quedaban clausurados y sus frailes exclaustrados. Los conventos que
permanecieran abiertos, la mitad de los que había en España hasta ese
momento, dejaban de depender de sus Ordenes y pasaban a estar bajo la
autoridad del obispo del lugar.

El Estado se apoderaba de los bienes de los conventos desamortizados,


siguiendo directrices de las Cortes de Cádiz. Además, quedaban prohibidas
nuevas fundaciones; el primer zarpazo iba contra el clero regular; como en
la Francia revolucionaria. Aparte de esto, el Gobierno español rompía
relaciones con la Santa Sede y expulsaba al nuncio en 1823. Ocho obispos
fueron 234 Marcelino Menéndez Pelayo, o. c., p. 259

235 Ibíd., p. 261

236 Rafael del Riego conoció una fulgurante promoción con el éxito del
pronunciamiento: de teniente coronel pasaba a ser general y se convertía, de
paso, en el Gran Maestro del Gran Oriente Nacional, en 1821 y 1822.

237 «Don Juan Alvarez Méndez, que cambió su apellido (de origen judío)
por el de Mendizábal, maquinó el alzamiento de Riego en 1820 y fue el
artífice del proceso desamortizador que privó a la Iglesia española de sus
bienes y le causó unos daños y unas pérdidas incalculables, no solamente en
el aspecto material». Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 42

238 No podría existir un convento en poblaciones de menos de 450


habitantes, lo que afectó a dos de los monasterios históricos en principio
protegidos: Poblet y Montserrat.

55
desterrados,239 inaugurando una práctica de los gobiernos masónicos que
llegaría hasta la II República.

Peor suerte aguardaba al de Vich, el franciscano fray Ramón Strauch Vidal,


asesinado el 16 de abril de 1823 cerca de Molins de Rei, cuando era
conducido a Tarragona para ser juzgado por el Tribunal Supremo de Guerra,
como sospechoso de realista. La orden de matarlo venía de Rotten,
lugarteniente del general Mina, miembro de la Masonería,240 que no trató
de evitar las matanzas. Junto al obispo fueron asesinados veinticinco
manresanos, entre ellos varios sacerdotes. Algunos españoles empezaban a
matar curas; el tono sangriento de las persecuciones contra la Iglesia será
frecuente a partir de aquel momento; durante el resto del siglo, para
alcanzar su culmen en el XX.

El Trienio acabó en guerra civil porque surgieron partidas realistas que


defendían lo mismo que en 1808: el Trono y el Altar. Y la situación en
España era similar a la de la Francia revolucionaria; con un rey humillado
en palacio y prisionero de su propio gobierno, que llegó a declararlo
incapaz, mientras comenzaba el desmantela- miento de la Iglesia;
contemplada por los liberales como el principal enemigo a batir. Fue el
primer fogonazo de poder masónico en España; más visible incluso que el
gobierno de Pepe Botella, cuando la guerra desviaba la atención de las
medidas administrativas. A partir de 1820 se desataba en España una
persecución religiosa; encubierta también por la revolución política. El
experto en Masonería española del siglo XIX, Mariano Tirado Rojas,
resume así la represión anticatólica llevada a cabo durante el Trienio:

En estas circunstancias, masones y comuneros emulaban en crueldad y


fiereza contra los absolutistas y católicos, como de ello dan testimonio los
asesinatos del Venerable Obispo de Vich y de Vinuesa, Cura de Tamajón, el
horrible suplicio ordenado por el masón Méndez Vigo en las personas de 51
individuos adheridos a la Junta Apostólica de Santiago y las enormes
crueldades llevadas a cabo por los Generales Mina y Riego, ambos afiliados
a la sociedad de los Comuneros.241

1820 fue el inicio del primer ciclo de revoluciones liberales, o burguesas,


que recorrieron Europa, abortado por la intervención de las potencias
reunidas en el Congreso de Verona, convocado en aplicación de uno de los
principios del de Viena; el de «intervención»; una revolución en Europa era
una revolución europea, y debía ser atajada. De ahí el envío a España de los
Cien Mil Hijos de San Luis; los franceses, para sorpresa de los liberales,
fueron recibidos entonces como libertadores, incluso en la heroica
Zaragoza. Venían a rescatar al mismo rey que Napoleón había secuestrado;
aquel «deseado» de los españoles de 1808; ya bastante desmitificado por
sus súbditos, pero la misma encamación de la Corona que defendieron
entonces. En Madrid se le había cantado el trágala, su palacio había sido
allanado como las Tullerías en 1791; y su guardia había sido derrotada,
cuando se sublevó a favor suyo, por la milicia nacional, remedo de la
guardia comandada por Lafayette, creada con la misma finalidad: poner en
pie un ejército de voluntarios para la revolución. Todo eso, y el ataque a la
Iglesia principalmente, venían a frenar los soldados del duque de
Angulema; por eso eran aclamados. 1823 fue la demostración de que el
proyecto masónico no era la causa del pueblo español.

Eran ciclos realmente; esas revoluciones no se daban aisladamente en un


lugar; la red secreta de las logias de todo el Continente funcionaba como
correa de transmisión de todos aquellos procesos. El segundo fue el de 1830
que derribó en Francia, ya para siempre, a la dinastía borbónica. El nuevo
rey de los franceses salido de las barricadas; el llamado «rey burgués», 239
Los de Orihuela, Tarragona, Oviedo, Menorca, Barcelona, Tarazona,
Pamplona y Valencia 240 Tanto Espoz y Mina como su sobrino, “Mina el
Mozo”, pertenecieron a la secta 241 Mariano Tirado Rojas, La Masonería
en España, tomo II, p. 108

56

Luis Felipe de Orleans, era hijo del regicida Felipe Igualdad, el guillotinado
duque y jefe masónico. Su hijo, que lograba la vieja ambición de su Casa,
alcanzar el trono, contó con el apoyo de la Masonería y tuvo ministros
masones, aunque otra rama de la secta, ya abiertamente republicana, logrará
expulsarle en 1848.

El ciclo de 1830 no llegó a España, pero tres años más tarde, a la muerte de
Femando VII, se iniciaba, encubierta detrás de la primera guerra carlista,
una verdadera revolución liberal.
Contando con la debilidad de la Reina Gobernadora, dispuesta a mantener
el trono de su hija casi a cualquier precio, la Masonería volvió a entrar en
acción. Pero no ya desde la clandestinidad, como en el reinado anterior, sino
instalada en las más altas esferas del poder: lo que había iniciado durante el
Trienio podría consumarse ahora, cuando volvían al gobierno los
doceañistas, padres de la constitución de Cádiz.

En 1834 estaba en el poder Martínez de la Rosa, cuando tuvo lugar uno de


los grandes crímenes impunes de la Masonería: la matanza de frailes de
Madrid, ocurrida el 17 de julio. Ocho horas de regocijada carnicería
ocurrida en el centro de Madrid a la vista de una horrorizada población.

Con el pretexto de que los curas habían envenado las fuentes,


responsabilizándoles del brote de cólera que sufría la capital, grupos de
asesinos asaltaron varios conventos dando muerte en plena calle a sus
moradores. En primer lugar, para no perder la costumbre, asesinaron a
dieciséis jesuitas en las calles de Toledo, Barrionuevo, de los Estudios y
plaza de San Millán,242

«cuyos cuerpos acribillados de heridas, fueron arrastrados luego con


horrenda algazara, y mutilados con mil refinamientos de exquisita crueldad,
hirviendo a poco rato los sesos de alguno en las tabernas de la calle de la
Concepción Jerónima».243

Los mismos criminales se dirigieron luego a los conventos de dominicos,


mercedarios y franciscanos, donde mataron con ensañamiento, en vivos y
cadáveres, a todos los frailes que no lograron escapar.244 Exclama
Menéndez Pelayo —él, una vez más; cronista de la acción masónica en
España—: « ¡Ocho horas de matanza regular y ordenada, por un puñado de
hombres, casi los mismos en cuatro conventos distintos! ¿Qué hacía entre
tanto el capitán general? ¿En qué pensaba el Gobierno? ».245 Pues dicho
señor, el capitán general, San Martín, se había limitado a observar,
recorriendo a caballo las calles escenario de la barbarie. Y en cuanto al
Gobierno, la respuesta a este “misterio” la dio el propio Martínez de la Rosa
en «apunte autógrafo [...] entregado por él a don Pedro J. Pidal, que se
imprimió para incorporarlo al conocido libro del profesor Vicente de la
Fuente».246 Lo recogió así Menéndez Pelayo: Nadie sabe a punto fijo, o
nadie quiere confesar, cuál era la organización de las logias en 1834, pero
en la conciencia de todos está, y Martínez de la Rosa lo declaró
solemnemente antes de morir, que la matanza de frailes fue preparada y
organizada por ellas.247

Y el testimonio es autorizado: Martínez de la Rosa, como vimos, perteneció


al Supremo Consejo del Grado 33; sabía lo que decía. Otra cosa es la
responsabilidad que le cabe en aquellos sucesos como jefe del Gobierno que
era aquel día sangriento. Siendo como eran masones los organizadores de
las matanzas, según él reconoció, ¿no pudo evitarlas o al menos castigar a
los culpables —que no fueron investigados— después? Es la misma
pregunta que volveremos a hacemos al hablar de otros crímenes impunes,
de autoría masónica, cometidos más adelante con otros gobernantes de la
secta en el poder. Aunque también es verdad que, al 242 Entre ellos el padre
Artigas, único arabista de España en aquellos momentos 243 Marcelino
Menéndez Pelayo, o. c., p. 287

244 Entre los franciscanos asesinados ese día en San Francisco el Grande
estaba el padre Benito Carrera, confesor de sor Patrocinio, la famosa
«monja de las llagas» que vivía entonces en el convento del Caballero de
Gracia de Madrid. La biógrafa de la religiosa, Sor María Isabel de Jesús, ni
menciona, sin embargo, las matanzas, que lógicamente debieron
impresionar profundamente a la comunidad

245 Marcelino Menéndez Pelayo, o. c., p. 289

246 Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 451

247 Marcelino Menéndez Pelayo, o. c., p. 286. Ver del mismo autor,
Historia de los Heterodoxos Españoles, libro VIII, capítulo I.

57

parecer, Martínez de la Rosa no atendía las peticiones de sus «hermanos» a


plena satisfacción de la Masonería, dentro de cual un sector conspiraba ya
contra él. Pero sabía lo que se estaba fraguando; ahí está su culpa.

Las de 1834 fueron las primeras pero no las últimas matanzas de frailes: se
reprodujeron un año más tarde con igual violencia en Barcelona. Aunque el
entonces jefe de Gobierno no hubiera terminado admitiendo quiénes fueron
los autores de las de 1834, era evidente que también

«aquello se organizó en las logias»: el gran experto en la Masonería


española del XIX, Mariano Tirado Rojas, autor de una obra fundamental —
ya citada previamente—, sobre el tema,248

escribía en aquel mismo siglo que no podía atribuirse el suceso a otras


sociedades secretas, que, aparte de todo, eran filiales de la misma secta. Y
también él, como masón arrepentido que era, sabía muy bien lo que
decía:249

Masones eran los Isabelinos [que no fueron ni secta sino un bando político
masónico, opuesto a la regencia de María Cristina, cuyos jefes pertenecían
al Grande Oriente], masones los que dirigían los trabajos de las venías
carbonarias, masones los Iluminados, y masones los Ministros, los
Capitanes Generales de las provincias y los jefes políticos y delegados de
estos en las capitales y pueblos donde fueron asesinados los frailes, y
saqueados y aún incendiados sus conventos.

Esto explica el método y la tranquilidad con que llevaron a cabo los sicarios
de las logias su horrible trama contra las Ordenes religiosas; esto explica
cómo en Madrid duró la matanza de los religiosos desde poco antes del
medio día, que comenzó por el Colegio Imperial de la Compañía de Jesús,
hasta las once de la noche del día 17 de Julio, que terminó con el degüello
de los frailes establecidos en el convento de San Francisco el Grande.250

Subrayando también, como apuntaba Menéndez Pelayo, que no puede


hablarse de «conmoción popular»: «lo prueba el hecho de que los conventos
no fueron asaltados simultáneamente, sino por tumo, y como si solo fueran
unos mismos sicarios los encargados de llevar a cabo tan execrable
obra».251 Al asesinato, sumaron el robo, reuniendo cuantioso botín; no
solamente lo que sacaron de conventos e iglesias sino también «los fondos
depositados en la Comisaría de los Santos Lugares, de donde se llevaron
medio millón de reales».252

También entonces, durante la primera guerra carlista, sin perder nunca el


rumbo, la Masonería en el poder, volvió a la carga con la desamortización:
en 1836, Mendizábal decretaba, 253 desde el ministerio de Hacienda, la
conversión de los bienes eclesiásticos en nacionales para su venta posterior.
En principio solo los del clero regular, según el modelo de la Revolución
Francesa. Se trataba de «crear una copiosa familia de propietarios cuyos
goces y existencia se apoye en el triunfo completo de nuestras instituciones
actuales»,254 como sí se logró en Francia, que no en España: una red de
intereses que asegurara el apoyo al régimen liberal: el cuerpo electoral,
gracias al sufragio censitario, se identificaría con los nuevos propietarios.
Aunque la desamortización no logró este objetivo, ni tampoco enjugó la
deuda pública que le servía de principal pretexto.

248 La Masonería en España, Madrid, 1892; editada por la imprenta de


Enrique Maroto y hermano (calle de Pelayo, n° 34); reeditada en 2005 por
la editorial MAXTOR de Valladolid; I.S.B.N. 84-9761-199-3

249 La suya, dividida en tres volúmenes, es una obra imprescindible para el


estudio de la Masonería en la España del siglo XIX. Tirado Rojas, habla de
personajes y acontecimientos que conoció de cerca; lo mismo que la
estructura de las logias y sus ritos

250 Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo II, p. 126

251 Ibíd.,p. 127

252 Ibíd,p. 128

253 Decreto de 19 de febrero de 1836

254 Ibíd.

58

Un mes después se publicó otro decreto255 suprimiendo las Órdenes


religiosas y sus dependencias. Otra vez las comunidades serían
exclaustradas. En todo, siempre que hubo ocasión, el modelo francés de la
Asamblea; el seguido por José Bonaparte y luego por los hombres del
Trienio Liberal. ¡Cuánta tenacidad! ¡Qué claridad de miras! Desprovista de
medios, la Iglesia quedaba anulada; solo había que buscar un motivo para
expoliarla.

En 1836, en España se cerraron 1.904 conventos —200 más que en el


Trienio—, y 24.000

religiosos varones fueron puestos en la calle sin la menor indemnización;


arrojados a la miseria, entregados a su suerte sin previo aviso. La noche
anterior a la matanza de frailes de Madrid, se oía junto a la casa de los
jesuitas de la calle de Toledo, que sería asaltada al siguiente día, una copla:

Muera Cristo, / viva Luzbel, / muera don Carlos, / viva Isabel256

Los propios liberales, vitoreando a una niña de tres años, descubrían cuál
era su bando. En los períodos revolucionarios, la Masonería perdía la
prudencia y destapaba parte de su secreto. No era la primera ni sería la
última vez.

El reinado de Isabel II. «El peso de la Corona en la balanza del


Catolicismo»

La imagen que ofrece el reinado Isabel II de España (1833- 1868) desde la


perspectiva actual es mala cuando no pésima; sus escándalos amorosos,
frecuentemente exagerados, han sido fuente inagotable de descrédito;
aunque alguno de sus detractores hoy en día pondría a una mujer que
observara su conducta como ejemplo de «espíritu libre» e independiente,
transgresora de la moral imperante. Como reina constitucional tampoco se
la considera modélica ya que intervino en política; olvidan los que la atacan
por ahí que sus propios ministros la forzaron a hacerlo; empezando por el
masón, Salustiano Olózaga, miembro del partido progresista, que le arrancó
la firma de un decreto de disolución de Cortes cuando ella tenía catorce
años de edad. La leyenda convirtió aquel encuentro en violación que el
ministro habría cometido —en sentido físico— contra la desvalida
adolescente.

No sería la última vez que fue utilizada por algunos de sus gobernantes
demostrando, en ocasiones, hacia la Constitución vigente mucho mayor
desprecio que la soberana. ¿De dónde procede entonces su mala prensa? La
respuesta es religiosa. La lucha entre las dos ciudades tenía entonces en
España uno de sus más visibles campos de batalla, y la reina decidió, contra
sus propios intereses, influir lo que estuviera en su mano a favor de la
Iglesia. Así de claro se lo hace ver al propio papa cuando le pide consejo
sobre la actitud que debe tomar ante el reconocimiento del Reino de Italia,
levantado a costa de los Estados pontificios; una gran victoria de la
Masonería que estuvo profundamente implicada en todo el proceso de la
unificación: « Mi deseo de poner el peso de la Corona en la balanza del
Catolicismo contra las impiedades revolucionarias, es perfecto y sin
vacilaciones».257 Ahí está la clave del asunto: cuando la Masonería
ocupaba el poder sabía de antemano que sus designios serían estorbados,
hasta donde le fuera posible, por la reina. Bien pronto la secta había tratado
de atraerla a través de su tío y suegro, el Infante masón don Francisco de
Paula. El rechazo regio de tales propuestas, trajo el atentado de 1847:

Los rumores de su negativa a ingresar en la Masonería coincidió con el


primer conato de regicidio con que vio amenazada su vida. Nos referimos a
los dos tiros que cerca de la Puerta del Sol, y en el año 1847, la disparó
desde un carruaje D. Ángel de la Riva, que a pesar de la habilidad relativa
con que trató de exculparse de su crimen, fue 255 Decreto de 8 de marzo de
1836

256 Esta copla la recogen Menéndez Pelayo y Galdós

257 Correspondencia de Isabel II. Academia de la Historia, en Carmen


Llorca, Isabel IIy su tiempo, p. 203.

59

condenado a muerte, sentencia que, por influencias masónicas, favorecidas


por la generosidad que entonces demostró doña Isabel, fue conmutada por
la pena de cuatro años de destierro, reducidos después a un mes
solamente.258

Cinco años más tarde sufrirá otro atentado, dentro de palacio, relacionado
también con la Masonería: el cura Merino, según Tirado Rojas, actuó al
servicio de masones o carbonarios,
«esto de los carbonarios es una socorrida muletilla de los masones, cuando
tratan de eludir la responsabilidad de los crímenes que perpetran. Sin contar
que los carbonarios, como los comuneros y como el Tiro Nacional [...] son
ramas de un mismo tronco y todas ellas proceden de la Masonería»; «Es
evidente que este silencio del cura Merino obedeció a uno de esos terribles
juramentos que se prestan en ciertos grados de la secta, y de los que sabe el
que los presta que [...] su quebrantamiento será, en la mayoría de los casos,
inútil, pues la organización de las Tras-Logias encargadas de vigilar a los
miembros de las logias es tal, que suele ocurrir el caso [...] de que,
pensando el masón arrepentido de ejecutar la comisión que se le ha
confiado, revelar a un agente de la autoridad el secreto de que es
depositario, se encuentra con que sus revelaciones tienen por oyente a uno
de los miembros de la secta que se propone delatar». 259 Lo dicho por
Tirado en cuanto a la filiación masónica del cura regicida lo confirmó por la
misma época otro masón de altos grados, el escritor y periodista Nicolás
Díaz y Pérez, en su obra La Francmasonería española.260 No hay motivo,
por tanto, para ponerlo en duda.

De esa permanente tensión entre Corona y Masonería procede el mito de la


legendaria «Corte de los milagros», la camarilla de clérigos que
supuestamente tenía en sus manos la voluntad de aquella señora, que con
todas sus debilidades, pretendió siempre la defensa del Catolicismo e hizo
de ello cuestión principal a sabiendas de que se jugaba, en esa lucha, como
mínimo, el trono, que perdió. Pero poco antes de eso, cuando ya la avisaban
de los preparativos de la revolución que iba a destronarla, había recibido
una de las mayores alegrías de su vida: la Rosa de Oro, que el papa le
concedió como premio a su infatigable apoyo a la Iglesia en tan difíciles
circunstancias. Respondió emocionada: «En este momento acabo de recibir
la Rosa de Oro..., y aun profundamente conmovida envío a V.S. la
expresión de mi gratitud. Solo puedo decir a V.S.

que la honra que me dispensa a mí, al rey y a toda mi familia, la recibo


también para esta católica Nación».261 A pesar de todo, fue una reina
católica. Y como tal la reconocieron los amigos y los enemigos del
Catolicismo. Sorprende su resistencia a la Masonería «pues masones fueron
sus más encopetados maestros, masones los que la rodearon desde sus
primeros años, y masones la mayor parte de los ministros que tuvo durante
su reinado». Tirado Rojas, sin exagerar, lo atribuía a «un especial favor de
Dios».262 ¡Qué distinta sería su fama si hubiera transigido! ¡Qué diferente
la historia de su reinado!

Los personajes principales de aquella su inexistente «camarilla» religiosa,


inventada por la Masonería, fueron San Antonio María Claret263 y la
famosa «monja de las llagas»; sor Patrocinio. El asalto se centró en ellos, y
más concretamente, si cabe, en la religiosa. En su caso el ataque había
empezado mucho antes de que conociese a la reina, y no tenía nada que ver
con la supuesta influencia política que le achacaron. Isabel II era una niña
de cinco años cuando Salustiano Olózaga, el mismo que le arrancaría años
más tarde la disolución de unas Cortes a la reina, comenzaba su persecución
contra la monja.

En esta novelesca historia se mezcla lo político con lo religioso y lo


personal: el poderoso, 258 Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo II, p. 140

259 Ibíd.,pp. 144-145

260 Nicolás Díaz y Pérez, Ensayo histórico-crítico de la Orden de los


Francmasones en España desde su origen hasta nuestros días (La Franc-
Masonería española), Ed. Ricardo Fe, Madrid, 1894, p. 470

261 Carmen Llorca, o. c., p. 221.

262 Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo II, p. 140

263 Beatificado por Pío XI en 1934, fue canonizado por Pío XII el 7 de
mayo de 1950

60

joven y ambicioso masón264 había sido pretendiente de María de los


Dolores Quiroga, —

nombre en el siglo de la monja— cuando esta era una adolescente de gran


belleza con vocación religiosa, y no renunciaba a vencer sus resistencias.
Pero aparte de eso, la monja se había convertido en algo muy peligroso para
los designios de la secta a la que el político debía secreta obediencia: una
mística, estigmatizada que tenía apariciones. ¡En el Madrid de la primera
guerra carlista; de la rampante revolución liberal; de la matanza de frailes!
Sin que ella abandonara la más estricta clausura, su convento del Caballero
de Gracia era, por obra de sus carismas, centro de creciente devoción
popular.265 Difícilmente podríamos establecer qué pesó más en el ánimo
de Olózaga, pero lo cierto es que, como dirigente del partido progresista,
jefe de la Milicia Nacional y gobernador civil de Madrid, organizó la
detención y el secuestro de sor Patrocinio, que fue depositada durante
meses en una casa de mala reputación, encarcelada después, y, por último
desterrada.

Todo ello lo cuenta pormenorizadamente la que fuera su secretaria muchos


años más tarde; la concepcionista franciscana sor María Isabel de Jesús en
La vida admirable, que reeditada por Homo Legens, anoté hace años.266
En esas notas contaba quién era Olózaga; el gobernador que amenazó al
Gobierno con su dimisión «si no quedaban suprimidas las Ordenes
religiosas de cuya seguridad, decía, no estaba dispuesto a hacerse
responsable».267 El mismo que habló de los

«obstáculos tradicionales» para referirse a la reina y a la Iglesia; el que


resulta indefendible, como persona, ante cualquiera que conozca la clase de
persecución que dirigió contra la monja.268 Durante su detención, aparte de
los golpes, recibidos269 incluso del juez que instruía su sumario, se vio
sometida a otras presiones: fue llevada a tenidas masónicas para debilitar su
ánimo y lograr que declarase ser ella misma la autora de sus llagas. Porque
esa parecía ser la causa de tales violencias; la supuesta impostura en cuanto
a los estigmas: Le hicieron, varias veces, asistir a las juntas masónicas que
tenían, con el pérfido fin de martirizar su corazón y su alma, mostrándole
sus propósitos de maldad. Decía nuestra venerada madre al hablar de estos,
que eran tales que si Dios no lo hubiese impedido no hubiese quedado ni
sacerdote, ni religioso, ni nada que tuviese carácter de religión.270

No tenemos espacio en esta obra para contar, ni resumidamente, la historia


de aquella persecución masónica jalonada de destierros de la monja y
atentados contra su vida, siempre con el mismo argumento: formar parte
una «camarilla secreta, que manejaba a su antojo todos los negocios del
Gobierno».271 Los perseguidores de la tal «camarilla» llevaron la
difamación hasta límites inconcebibles: hicieron amantes a San Antonio
María Claret y a sor Patrocinio; con bastante éxito entre los lectores de La
Iberia, órgano oficioso de progresismo.272 Así lo refleja el testimonio del
presbítero, «algo tocado de liberalismo», Bernabé Blázquez que había
creído la infamia de aquellos amores sacrílegos: «hasta que Dios hizo que
leyese que la noche en que yo, a las diez de la misma, me estaba confesando
con el Sr. Claret en una modesta celda 264 Olózaga había participado en la
reorganización de la Masonería realizada a la muerte de Femando VII,
siendo nombrado Vocal del Supremo Consejo. Luego pasaría al Oriente
Hespérico reformado, una escisión del Oriente de España, en el que
entraron los progresistas opuestos a Espartero, liderados por el mismo
Olózaga. Ver Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo II, p. 136

265 Ver Javier Paredes, Las llagas de la monja. Sor Patrocinio en el


convento del Caballero de Gracia, Introducción de Eudaldo Forment

266 Sor María Isabel de Jesús, La vida admirable, Homo Legens, 2008

267 Ibíd., p. 151

268 Hay que decir en su descargo que treinta y cinco años más tarde, siendo
embajador de España en Francia, puso a salvo a sor Patrocinio y a sus
monjas, sacándolas de París en plena revolución de la Comuna 269 En casa
de Manuela Peirote, donde estuvo ilegalmente retenida, uno de sus
guardianes le asestó un culatazo en el pecho que le provocó un vómito de
sangre.

270 Sor María Isabel de Jesús, La vida admirable, p. 157.

271 Ibíd.,p. 575

272 La facción más revolucionaria del liberalismo, eficaz instrumento de la


Masonería 61

[...] dijeron que él la había pasado con la monja... ¡Pobres detractores! ¡Dios
los perdone!».273
Siguieron difamándoles incluso después de la caída del trono: algún artista
se rebajó aceptando el encargo de realizar unas viñetas pornográficas274 en
las que la reina, sor Patrocinio y el padre Claret, con otros personajes,
tomaban parte en repulsivas orgías. ¡Dios los perdone!

Esa continua difamación fue denunciada por Isabel II en la declaración


destinada al proceso de beatificación de la monja, señalando a la Masonería
como directa responsable: Los revolucionarios de los dos últimos tercios
del siglo diez y nueve, la distinguieron con su odio. [...] llegando (¡Dios les
perdone!) hasta acusarla de complicidad en el horrendo atentado de
regicidio que contra mi persona Real cometió un infeliz sacerdote.

Pero ni esta calumnia inaudita, ni las demás que fraguaron contra ella las
logias masónicas, alteraban su paz interior [...] Contra ella se ha dicho todo
lo malo que decirse puede; pero todo fue urdido por los emisarios del
maldito Satanás, que así como a los primitivos cristianos echaban los
gentiles la culpa de cuantas desgracias ocurrían, así también los masones, si
se encendía en España la guerra civil, si caía un ministerio, si se atentaba
contra mi Real persona, si se daba algún puesto a algún personaje,
enseguida gritaban, por medio de la prensa impía: «Son cosas de la monja
sor Patrocinio».275

Para entonces, sor Patrocinio había fundado muchos conventos, en España


y Francia, pero aquel del Caballero de Gracia, donde tuvieron lugar sus
primeras experiencias místicas, había sido desamortizado y poco después
demolido. ¡Que no quedara ni rastro de lo que allí ocurrió!
Particularmente de las apariciones de la Virgen del Olvido. Su imagen, a
pesar de todo, se venera en el Oratorio contiguo al solar del destruido
convento; el que lleva el mismo nombre que se le daba popularmente a la
comunidad concepcionista de la «monja de las llagas»; el Caballero de
Gracia. La Masonería en este caso, aunque lo pareciera durante más de un
siglo, no lograría plenamente su propósito: el proceso de beatificación de la
«monja de las llagas»

sigue abierto. Y en honor de la Virgen del Olvido se celebran cultos en


Madrid el último sábado de cada mes en la sede actual de la comunidad de
sor Patrocinio; calle de Blasco de Garay.276

El peso de la Corona entró en juego varias veces; siempre que se tocaba la


cuestión religiosa. Y

en 1854 estaba a punto de tocarse. En julio de ese año volvía de su retiro


londinense uno de los masones más destacados del siglo XX español;
Baldomero Espartero, perteneciente al Supremo Consejo del Grado 33, y
como buen masón, liberal radical —es decir progresista— y tan servidor de
los intereses británicos como el propio Mendizábal. Su regreso era el
resultado de uno de los múltiples pronunciamientos militares de la época; la
Vicalvarada, que unió a las dos grandes ramas del liberalismo español:
moderados y progresistas. Carlos Marx opinaba que no era casual que
Espartero recibiera en Londres277 la propuesta de gobernar nuevamente en
España justo cuando más interesaba a Inglaterra la colonización del
mercado español 273 Sor María Isabel de Jesús, La vida admirable, p. 577

274 Publicadas con el significativo nombre de Los Borbones en pelota. Se


atribuyen a los hermanos Becquer, Valeriano y Gustavo Adolfo, aunque
podrían tener otro autor. Son 89 escenas pintadas a la acuarela, con textos
alusivos. Junto a los reyes, sor Patrocinio y San Antonio María Claret,
aparecen personajes como el general Serrano, tomando parte en orgías
repelentes donde no se evita ni el bestialismo. En alguna de las viñetas,
aparecen solos sor Patrocinio y San Antonio María Claret

275 « Declaración de S. M. la Reina Doña Isabel II de España sobre la


vida, virtudes y milagros de la sierva de Dios sor María de los Dolores y
Patrocinio, abadesa y fundadora»; en Sor María Isabel de Jesús, o. c.,
Apéndice V, p. 635.

276 También en otros lugares de España; siempre organizados por las


monjas de su Orden; muy particularmente en Guadalajara, donde se
encuentran la imagen original de la Virgen del Olvido, y los restos de sor
Patrocinio, que murió allí; en el convento de las concepcionistas
franciscanas, donde pasó sus últimos años «la monja de las llagas»; al
regresar del último exilio.

277 La embajada inglesa en Madrid y el encargado de negocios


norteamericano apoyaron la revolución.

62

reimplantando el libre comercio que ya en su día Espartero había impulsado


privilegiando los productos ingleses con grave perjuicio de los nacionales.
La incipiente industria española, sobre todo la catalana, se hundió. Y eso,
en buena parte, le costó la pérdida del poder.

Durante el nuevo bienio progresista servirá los planes del Supremo Consejo
al que pertenecía poniendo en marcha una segunda desamortización; la de
Madoz. 278 Esta vez, el objetivo eran los bienes de los ayuntamientos, que
se arruinaron, pero también lo que la primera, la de Mendizábal (del mismo
Supremo Consejo masónico al que pertenecía Espartero), había dejado a la
Iglesia. En 1855 no se respetó ni el patrimonio de las instituciones
benéficas; la mayoría de patronato eclesiástico.

Meses más tarde, Espartero se enfrenta a una crisis de Gobierno: su


ministro de la Gobernación, Escosura, exige el cese del general O'Donnell,
ministro de la Guerra, a causa de la supuesta protección que dispensaba al
clero de Valladolid, responsable, también supuestamente, de la
conflictividad social que se vivía en el campo castellano. Espartero se
inhibe y traslada la solución de la crisis a la misma reina; que ella decida...,
pero cuando lo hace, respaldando a O'Donnell, Espartero se va en compañía
de su ministro progresista, Escosura. Así respetaba la decisión de la reina a
quien él mismo había involucrado en la peliaguda cuestión.
La siguiente crisis, que fue inmediata, también tenía que ver con la Iglesia:
cuando Isabel II trataba de cancelar esta segunda desamortización,279 y a
causa de ello precisamente, cayó el Gobierno, al dimitir el ministro de
Hacienda; y de paso también O'Donnell que lo presidía. Son ejemplos de
crisis isabelinas donde se dan elementos recurrentes: la lucha partidista o
personalista, y la resistencia de la Corona ante las medidas contra la Iglesia.
¡Qué decir de la inconsecuencia de Espartero! ¿Quería una reina
constitucional? ¿Aceptaba su arbitraje? No, desde luego. Aunque
supuestamente su modelo ideal fuese la reina Victoria, los liberales
españoles —los que no se escoraban ya hacia el republicanismo, claro—
estaban muy poco dispuestos a aceptar el papel moderador de la Corona,
incluso si lo invocaban ellos mismos.

Muchas de las culpas de los Gobiernos isabelinos recayeron, a la larga,


sobre el trono.

Todo el reinado fue un pulso entre la reina y la Masonería que se


reorganizaba precisamente entonces, después de su fracaso a la hora de
extender a España la última de las revoluciones liberales europeas; la de
1848. Había sido frenada por el general Narváez, máxima figura del
moderantismo, pero la secta no renunciaba a sus conquistas ni tampoco
dejaba de proyectar un paso adelante, como fue la Vicalvarada, cuyos
efectos acabamos de ver —principalmente una segunda desamortización—.
Entre una y otra, la «revolución», como sistema masónico «vegetó en las
sociedades secretas hasta el 54, dando por únicas muestras de sí
pronunciamientos frustrados y conatos de regicidio. La Masonería se había
organizado con nuevos estatutos en 1843, de concierto con los Grandes
Orientes de Francia y de Inglaterra. El Rito Escocés Antiguo y Aceptado,
de 33 grados, seguía siendo el único en España sin perjuicio de admitir a los
visitadores extranjeros de otros ritos. Se dividió el territorio de España en
cuatro departamentos, regidos por logias metropolitanas. [...] Los
departamentos se subdividieron en distritos, que tomaron nombres
pomposos de la antigua geografía española».280

Esta cita de Menéndez Pelayo resulta útil para comprender la extensión de


la secta durante aquel reinado; hasta configurar una contra-iglesia que,
copiando el milenario sistema eclesiástico de diócesis y parroquias,
abarcaba en una red todo el territorio nacional. Con sus propias jerarquías:
también «hubo caballeros kadosh,281 príncipes del Real Secreto, tesoreros,
278 Por el ministro de Hacienda, Pascual Madoz

279 La primera había sido ya asumida, como hecho consumado, por Pío IX
al firmar el concordato de 1851, durante el gobierno de Bravo Murillo

280 Marcelino Menéndez Pelayo, o. c., p. 297

281 Título perteneciente a cierto grado masónico; el 30 del Rito Escocés


Antiguo y Aceptado; «Palabra hebrea, pasada a través del inglés: Kadosh o
del francés: Kadosch, que significa “consagrado, sagrado, santo”». Manuel
Guerra, Masonería..., p. 420

63

cancilleres y demás farándula».282 Farándula; sí, pero peligrosa;


entreverada en las estructuras de poder y sus clientelas; con sus luchas
internas, a veces a muerte. España era un ejemplo de lo dicho por los papas
en sus condenas contra la Masonería: la tranquilidad había desaparecido del
Estado; la reina se apoyaba cada vez más en los moderados entre los cuales
la presencia masónica era ya irrelevante, tratando de marginar al partido de
la Masonería; el progresista. Las luchas políticas de la época se deben, en
buena parte a esa pugna entre políticos masones y sus contrarios, defensores
de la Iglesia en sintonía con la política de la reina. En esa pugna se
encuentran muchas claves de aquella inestabilidad permanente. Pero la
situación todavía podía empeorar bastante. Y lo hizo.

“La Gloriosa un golpe masónico

El detonante fue una nueva revolución masónica: la de 1868. La mayoría de


los conspiradores eran masones o lo fueron después, empezando por su
cabeza visible; el general Prim,283 y uno de sus principales organizadores,
Manuel Ruiz Zorrilla,284 diputado y conspirador en el reinado de Isabel II,
que pasó a ser ministro de Fomento tras la revolución, y viajó a Italia para
comunicar su elección, como rey de España, a Amadeo de Saboya.285
También lo fue Sagasta,286
que con el tiempo llegaría a ser uno de los pilares de la Restauración, siendo
a la vez Gran Maestre del Gran Oriente, sin jamás violar el secreto
masónico; hasta verse interpelado en las Cortes, reconociendo ante los
diputados su pertenencia a la secta en noviembre de 1894.

Aunque dijo haberla dejado al ver «que los papas insistían en su


condenación»; 287 provocando con ello en la Cámara «aplausos y grandes
risas».288 No era para menos conociendo su trayectoria.

La llamaron La Gloriosa, como si viniese a regenerar el panorama político


español. Y su grito de guerra fue España con honra, tan discutible en cuanto
a los medios empleados y los fines que esperaba conseguir. El gran
financiador de aquel contubernio fue el duque de Montpensier,289

cuñado de la reina destronada que, como buen Orleans, aspiraba a ocupar su


lugar. Así lo reconoció mucho después la infanta Eulalia, hija de Isabel II y
nuera del duque: su suegro había gastado una fortuna en destronar a su
madre. Antonio de Orleans contaba con el apoyo de la Masonería francesa y
de los masones españoles de esa Obediencia.

También entró en la conspiración el general Serrano, otro masón,290 a


quien Isabel II había 282 Marcelino Menéndez Pelayo, o. c., p. 297

283 «Con motivo del fallecimiento del general Prim, la Gran Logia del
Gran Oriente de España despacharía una carta circular firmada por el Gran
Maestre Ruiz Zorrilla [...] en la que manifestaba el “profundo sentimiento”
con que habían visto “la muerte del Ilustre Hermano el Soberano Gran
Inspector General Juan Prim y Prats”, habiendo decidido que en todas las
logias de su Obediencia se celebraran honras masónicas en su memoria».
José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., p. 24

284 «Manuel Ruiz Zorrilla, simbólico Cavour I, fue Gran Maestre del Gran
Oriente de España del 14 de septiembre de 1870 al 1 de enero de 1874».
José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., p. 61

285 «Ruiz Zorrilla, siendo ya Gran Maestre del Gran Oriente de España,
fue presidente de la Comisión que marchó a Italia para comunicar al duque
de Aosta, en Florencia, su elección como rey de España. José Antonio
Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., p. 35

286 Nombre simbólico Paz, grado 33; Gran Comendador y Gran Maestre
del Gran Oriente de España entre 1877 y 1881. Ver José Antonio Ferrer
Benimeli, Jefes de gobierno masones..., p. 105.

287 El 14 de noviembre de 1894, fue interpelado en las Cortes por Vázquez


de Mella sobre su pertenencia a la Masonería, que reconoció, aunque dijo
que al ver la insistencia de los papas en sus condenas, él como católico, «se
había separado de la secta». Así consta en el Diario de Sesiones. Ver José
Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., p. 161.

288 Ibíd.

289 Hijo de Luis Felipe de Orleans, nieto del regicida Felipe Igualdad,
estaba casado con la infanta Luisa Fernanda, hermana de Isabel II.

290 Tanto Serrano como Sagasta y Prim formaron parte del Supremo
Consejo de la Masonería española, 64

hecho duque de la Torre; igual que a Prim le concediera el condado de Reus


y el marquesado de los Castillejos. La reina a la que habían jurado lealtad
como oficiales suyos que eran; la misma a la que entonces expulsaban por
una serie de intereses personales. ¡Discutible concepto de gloria el de
aquellos hombres! Realmente, querían poder; más poder que el que ya
habían ostentado. Desde la ansiada jefatura del Gobierno, nunca lograda en
el caso de Prim, hasta la misma Corona, que buscaba Montpensier. Aparte
de las reformas religiosas que también, unos más que otros, querían por
encima de las políticas.

A favor de Serrano, hay que decir que, al menos se negó a escupir y pisar el
crucifijo como le proponían en su rito de iniciación de Caballero Kadosh:

Los miembros del Areópago, quisieron llevar las cosas hasta el fin; más al
presentar al general Serrano el Crucifijo para que lo escupiera y pisoteara,
según acostumbraban a verificarlo en sus recepciones secretas los
Templarios, el Duque de la Torre se negó a ello resueltamente, y declaró
que si era necesario perdería la vida antes de prestarse a semejante
profanación. [...] Tratándose de un masón oscuro, el problema no ofrecía
dificultad; con suprimirle, si era preciso, o con intimidarle hasta el punto de
asegurarse su silencio, el asunto estaba terminado. Pero suprimir a todo un
Regente del reino ofrecía no pocas dificultades, y en cuanto a intimidarle, la
cosa no parecía tampoco fácil, pues una vez fuera del local de la logia, le
sobraban al general Serrano elementos para pulverizar a sus intimidadores.

Y aquí de la astucia de la secta.

Se convino después de maduras reflexiones, en hacer creer al Duque de la


Torre que lo del Crucifijo era solamente una prueba para aquilatar su valor
y serenidad, y después de felicitarle por ambas cualidades, conferirle el
grado 30, suprimiendo las demás formalidades como así se verificó.291

Al mes de haber triunfado la revolución, en octubre de 1868, el Supremo


Consejo del Grado 33

hacía llegar al nuevo gobierno una serie de peticiones bien características:


entre otras, la supresión de las Ordenes religiosas; la imposición de la
escuela laica; la secularización de los cementerios, y el matrimonio civil,
base de la “reforma de la familia”. Todo un proyecto de ingeniería social,
empezando por la supresión de la enseñanza religiosa, y la desaparición, lo
mismo que en 1820, o 1836, del clero regular. Si aún sobrevivía fue porque
la España católica había reaccionado: todo el patrimonio de las Ordenes en
1868 procedía naturalmente de recientes donaciones de los fieles.

También en 1868, volvieron las exclaustraciones: a las concepcionistas de


El Escorial, fundación de sor Patrocinio, les dieron unas horas para
desalojar su convento. A su fundadora, el propio arzobispo de Toledo292 le
ordenaba poco antes que «para evitar males mayores y salvar su vida,
saliera del convento enseguida y tomara el tren para Francia». 293 No eran
aprensiones del primado: logró cruzar la frontera por muy poco, como dijo
su secretaria:

«Cuando el Gobierno español revolucionario tuvo noticia de la fuga de mi


madre Patrocinio, telegrafió a la frontera, ordenando su detención, la cual
no tuvo lugar, porque quiso Dios que no llegara el parte hasta minutos
después de haber penetrado en Francia los ilustres fugitivos».294

En enero de 1869 escribía el cardenal de Toledo al obispo de Bayona:


reorganizado tras el triunfo de La Gloriosa, cuando volvieron a España los
masones emigrados. Ver Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo II, p. 172

291 Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo I, pp. 155-156

292 Era el franciscano fray Cirilo de la Alameda, constante protector de sor


Patrocinio 293 Sor María Isabel de Jesús, o. c., p. 364

294 Ibíd., p. 366

65

Entre las muchísimas calamidades que han traído a la Iglesia los actuales
sucesos de España, no han sido los más pequeños, los crueles, fieros,
bárbaros e inhumanos decretos que contra los institutos religiosos de uno y
otro sexo, han visto ya la luz.

Algunas religiosas han sido arrojadas de sus conventos violentamente, otras


han sido agregadas o reunidas a otras comunidades, y otras, temiéndose
mayores males, han buscado su seguridad fuera de España.295

La Gloriosa fue un eslabón en la cadena revolucionaria que surca el siglo,


en España, hasta 1875. Y, como siempre, se dirigía contra la Iglesia
principalmente. Por las razones de siempre, también.

Hacemos aquí un breve apunte de los grandes temas que iremos viendo en
próximos capítulos, aunque algunos de los fines de la Masonería ya los
conocíamos; eran viejos objetivos de la secta. Llegados al poder masones
tan destacados, con la mal llamada Gloriosa, el Supremo Consejo del Grado
33 reclamaba a los suyos la puesta en marcha de un proyecto con tres líneas
principales: Reforma de la familia; control de la enseñanza, y envite a la
Iglesia, previo a su desmantelamiento definitivo. Como medidas concretas,
en una demostración de obediencia masónica, Ruiz Zorrilla, en enero de
1869, decretó que todas las bibliotecas y colecciones artísticas de
catedrales, iglesias, monasterios y órdenes militares pasaran a poder del
Estado, a la vez que suprimía de las Universidades las Facultades de
Teología. 296 No se trataba solamente de anular a la Iglesia sino también de
borrar la «ciencia que trata de Dios y de sus atributos y perfecciones».297
Siempre, realmente, se ha tratado de lo mismo; la lucha es contra Dios, no
solo contra sus ministros y consagrados.

Respondiendo a otra de las peticiones del Supremo Consejo, se suprimían


varias diócesis; 298 y, una vez más, los jesuitas eran expulsados. Una de las
peticiones que no fueron atendidas, quizá por falta de tiempo, fue la que
había presentado en último lugar el órgano rector de la Masonería; la
octava: «Abolición del celibato eclesiástico»;299 una cuestión interna de la
Iglesia en la que el Estado no tenía nada que decir. ¡Ese era el elevado
concepto de la libertad que tenían aquellos liberales cuando se trataba del
clero! Lo que se venía repitiendo desde 1789.

Los protagonistas de La Gloriosa no tardaron en enfrentarse por las


personas que debían ocupar el trono: Prim consiguió traer a España un rey
de ascendencia masónica, que pudo iniciarse en la Masonería en España300
—no está claro que fuera masón como se creía; su padre, Víctor Manuel II,
sí lo fue—, de la Casa de Saboya, además, beneficiaría reciente del despojo
de los Estados del papa. Serrano, sin embargo, apoyaba a Montpensier en
sus pretensiones. El resultado fue un crimen entre «hermanos»; el asesinato
de Prim, en la madrileña calle del Turco, parece claramente urdido por
ellos; el Orleans frustrado en su ambición, y su agente, el general duque de
la Torre, que alcanzaba la jefatura del Estado —provisional, pero jefatura al
fin— gracias a la revolución.301 Le encargarían la ejecución del
magnicidio a otro masón, el 295 Ibíd, p. 372

296 Ver José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., p. 54

297 Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, vigésima


edición, 1984

298 Era la séptima petición: reducción de las iglesias y catedrales de


España, hasta alcanzar un número determinado 299 Ver Mariano Tirado
Rojas, o. c, tomo II, p. 173
300 Pérez Galdós afirma que no había pisado «las cámaras, logias o
talleres», antes de su llegada, pero como ha publicado Ferrer Benimeli, las
dos Obediencias españolas, el Soberano Gran Consejo General Ibérico, y el
Gran Oriente Nacional de España, le reconocieron, en sus boletines
oficiales, como «hermano» a su muerte, en 1890. El primero se honraba de
«contarle entre los buenos Masones», mientras que el segundo suplicaba a
«todas las Logias, Capítulos y Cámaras celebren una tenida fúnebre en
honor de tan Ilustre y Caballeroso Hermano». Aunque podría tratarse de
una de las apropiaciones de personajes históricos frecuentemente realizadas
por la Masonería. Lo que no parece, en este caso, probable. Ver José
Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., pp. 32-33

301 Volvería a alcanzarla más adelante, presidiendo la llamada «República


ducal».

66

diputado republicano José Paúl y Angulo,302 que aunque ya no lo era en


absoluto, había sido amigo de Prim. Entre las piezas principales del
engranaje estaban el secretario de Montpensier, Felipe Solís Campuzano, y
el jefe de la escolta de Serrano, José María Pastor, como han publicado los
estudiosos del sumario. Otro crimen impune de la Masonería, cuya víctima,
en este caso, era también masón; aunque no pueda calificarse de « crimen
masónico» como sí lo fue el del norteamericano capitán Morgan que
veremos más adelante...

A Prim se le celebró, según Pérez Galdós, un funeral masónico de cuerpo


presente, lo que motivaría una purificación posterior de la iglesia de
Nuestra Señora de Atocha. Porque se habría celebrado allí, en sagrado, sin
el menor reparo; algo que Ferrer Benimeli considera simplemente
novelesco; licencia literaria. Aunque no explica bien por qué; ni parece
probable que Galdós se entregara, sin base, a tales fantasías por mayor que
estuviera cuando lo escribió.

Pero el caso es que Amadeo de Saboya se quedó solo; muerto Prim, las
logias se desentendieron de él por mucho que procediera de tan masónica
familia; incluso aunque fuese él mismo masón. Había otros intereses en
juego, defendidos por otros masones; los mismos, sin duda, que estaban
detrás de la muerte de su valedor. Y sobre el magnicidio echaron tierra
hasta lograr la definitiva impunidad de sus autores. Un sumario de 18.000
folios, instruido por trece jueces y varios fiscales, durante diez años, y lleno
de pruebas incriminatorias,303 quedó en nada.

No hubo juicio, ni culpables, ni castigos. Con razón, diez años más tarde,
hablando de crímenes masónicos, decía León XIII: «el asesino burla muy a
menudo las pesquisas de la policía y el castigo de la justicia».304

Tuvo que llegar el siglo XX para que se tratara de esclarecer la verdad, pero
entre todo lo que se ha publicado surgen contradicciones, y se aprecian, en
alguna de las versiones, evidentes inexactitudes; y además de la lectura de
dichas publicaciones se desprende que quedan muchos puntos oscuros;
algunos de los cuales ya no podrán aclararse; tal ha sido el deterioro, al
parecer intencionado, de piezas fundamentales del “perdido” y recuperado
sumario. Aunque todavía se puede avanzar más en esa dirección, a pesar de
haberse recurrido ya a la medicina forense, abriendo nuevas hipótesis, cada
vez más inquietantes. Y han aparecido nuevas contradicciones, con
universidades de por medio...305 Aunque se ha avanzado, no será fácil
cerrar el asunto de manera satisfactoria.

Ya mucho antes, en 1892, Tirado Rojas había revelado la clave masónica


del crimen, pero dio una versión diferente de las barajadas después. Aunque
no las excluye porque quedan lagunas, también en la suya, que podrían
explicarse combinándola con las otras: según él, «La muerte del General
Prim fue acordada por El Tiro Nacional en la sesión celebrada durante la
noche del 16 de noviembre de 1870, horas después de haber sido elegido
para el Trono de España don Amadeo de Saboya».306 Y conviene saber
que El Tiro Nacional era una sociedad secreta «que tenía por objeto
aparente la unión de los trabajadores para lograr la emancipación del
llamado cuarto estado por medio del planteamiento de ideas socialistas;
pero que en realidad no era otra 302 Se exilió en América, donde ejerció el
periodismo, llegando a fundar en Buenos Aires su propio periódico; La
España moderna. Odiaba a Prim por no haber cumplido la promesa de traer
la República a España. Y también por no haberle pagado el dinero que,
según él, le debía por el flete del barco que le trajo desde Inglaterra en
septiembre de 1868. El conde de Reus se negó a satisfacer esa suma «por
entender que no se trataba de un servicio personal y sí de un sacrificio
hecho por la causa de la revolución. No obstante esto, el general Prim
estuvo en más de una ocasión dispuesto a facilitar a Paul la suma que le
pedía, pero no en concepto de devolución, sino a condición de que
abandonase sus planes revolucionarios [a favor de la república] y se
adhiriese a la causa de la Monarquía democrática. Paul se negó y fundó el
periódico titulado El Combate, rabiosamente demagogo, desde el cual no
cesó de injuriar al general Prim y a cuantos habían votado la candidatura de
D. Amadeo de Saboya para el Trono de España». Mariano Tirado Rojas, o.
c., tomo III, p. 187.

303 Uno de los fiscales, Joaquín Vellando, se atrevió a proponer, sin éxito,
el procesamiento de Montpensier. Se hallaron, incluso, los pagarés de los
asesinos

304 León XIII, Humanum genus, 8

305 La Universidad Camilo José Cela, donde se creó una Comisión Prim, y
la Complutense 306 Mariano Tirado Rojas, o. c, tomo III, p. 188

67

cosa que una de esas asociaciones secretas auxiliares de la Masonería,


cuando esta quiere eludir la responsabilidad de los crímenes que
prepara».307 Tirado afirma que Ruiz Zorrilla conocía los planes de Paúl y
Angulo, que fue quien lanzó la propuesta del asesinato, y le advirtió que el
Gobierno estaba sobre la pista de sus proyectos, amenazándole con hacerle
sentir todo el rigor de la ley si llegaba a realizarlos.

Proyectos que, sin embargo, habían sido aprobados por todos los jefes de
distrito de El Tiro Nacional en la referida reunión del 16 de noviembre.
Fuera cual fuese el grado de connivencia del Gobierno, el autor material del
crimen fue convenientemente cubierto después de cometerlo: «Paúl,
después de haber estado oculto dos días en una casa de la calle de la Abada,
pudo salir para el extranjero, gracias al influjo del signo masónico, que de
tantos riesgos libra a los afiliados a la secta».308 Los instigadores,
seguramente, murieron cuando les llegó su hora, cubiertos de honores.
Porque ¿quién fundó El Tiro Nacional? ¿Quién pagó -a precio de oro- y
encubrió a los sicarios? ¿Quién logró que el sumario se fuera alargando para
que no se celebrara juicio? ¿Quién, por último, consiguió que se archivara
sin mayores consecuencias?

Aparte de las cuentas definitivamente pendientes con la justicia humana de


aquellos personajes, es una meditación que los dos extranjeros impuestos
como reyes a la nación española en el siglo XIX fueran masones o tuvieran
el respaldo decisivo de las logias. A pesar de su notoria influencia, durante
el reinado de Isabel II la Masonería estuvo oficialmente proscrita, pero es
evidente que después de su caída se iniciaba un período de apoteosis del
poder masónico en España, ya nada encubierto, que duraría todo el sexenio
siguiente. Alcanzando su cénit con la I República; un triunfo —cargado de
futuro en cuanto a la educación laicista—, de la alianza entre Masonería y
krausismo;309 la filosofía de un masón visionario, Karl Krause,310 que
soñaba con un estado mundial regido por una religión masónica reformada.

La Masonería en América. Mártires del Nuevo Mundo

La Masonería llegó a las colonias inglesas inmediatamente después de su


fundación, en el siglo XVIII, y como en Francia, fue el principal catalizador
de las ideas de la Ilustración radical a la hora de preparar la gran
Revolución Atlántica; que estallaría primeramente en el Nuevo Mundo,
abriendo los diques a las de Europa. La peculiaridad americana reside en
que allí la Masonería se dividió: lejos de seguir siendo el eficaz instrumento
de la Corona británica, una rama conspiró contra ella hasta lograr la
independencia de las trece colonias. Pudieron más las ideas revolucionarias
asumidas por una buena parte de las logias americanas que la lealtad
tradicional a los Hannover. Aquella guerra fue un momento de estupor para
Inglaterra: en plena etapa hegemónica, parecían peligrar sus conquistas, su
expansión mundial.

307 Ibíd., p. 185

308 Ibíd., p. 188

309 Escuela de pensamiento desarrollada en España a partir de la obra del


filósofo alemán Karl Christian Krause (1781-1832). Buscaba la imposición
de un secularismo de impronta panteísta a través, sobre todo, del control de
la educación. Existía, por tanto, una identidad evidente de planteamientos y
objetivos entre el krausismo español y la Masonería, reflejada en su logro
principal: la Institución Libre de Enseñanza, un proyecto masónico laicista
del masón Giner de los Ríos. Uno de los más destacados representantes del
krausismo durante el Sexenio fue el presidente de la I República Nicolás
Salmerón, uno de los fundadores, también, de la Institución Libre de
Enseñanza, que «nacía como centro de enseñanza secundaria —el Instituto
Escuela— y con vocación de universidad libre y laica [...] La inspiración de
todo este movimiento era masónica y su desarrollo institucional fue laico
con el expreso designio a presentarse como una alternativa a la actividad
docente de la Iglesia. Una alternativa que bien pronto, hasta hoy, empezó a
manifestarse en forma de sorda y eficaz hostilidad». Ricardo de la Cierva,
La Masonería invisible..., 465.

310 Iniciado en la Masonería en 1804, pretendió reformarla consiguiendo


solamente ser expulsado. Su idea era lograr una Federación de la
Humanidad que tendría una sola Iglesia, cuya liturgia se inspiraba en la
iniciación masónica. Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible. ..,
pp. 462-463

68

Fue también una guerra entre masones: combatieron en ambos bandos. En


el revolucionario ocuparon los primeros puestos: masón reconocido fue
Washington, que reclutó en las logias a casi la mitad de sus oficiales. Como
masón fue también Benjamín Franklin, la cara visible de la nueva nación en
Europa; iniciado, como vimos en la logia parisina de Las Nueve Hermanas.

También hemos visto, como aun en el siglo XVIII se consolidaba en Nueva


York una logia de los Illuminati de la que procede la Rockefeller, uno de los
grandes centros de poder mundial en el XX. La unión entre el REAA y el
iluminismo fue evidente a partir de uno de los personajes más destacados de
la Masonería americana: Albert Pike (1809-1891). Abogado, militar —

general confederado en la Guerra de Secesión—, masón «mundialista» y


responsable máximo de los Illuminati a partir de 1859, Pike ha sido durante
más de un siglo la personalidad más prestigiosa de la Masonería americana.
Recientemente, se ha revisado esa admiración a causa de su vinculación al
Ku-Klux-Klan, pero resulta imposible no hablar de él en una obra como
esta. Pike ha sido uno de los autores masónicos más obviamente luciferinos.
En su famosa obra Morals and Dogma, comentando el grado 19, define así
a Lucifer: Lucifer el portador de la Luz ¡extraño y misterioso nombre, dado
al Espíritu de las Tinieblas! ¡Lucifer, el Hijo de la Mañana! ¿Es él quien
lleva la Luz, y con sus resplandores ciega a las almas débiles, sensuales o
egoístas? No lo dudéis.311

«Lucifer es, pues, el portador de la Luz, Principio del Bien, el “Hijo de la


Mañana o de la Aurora” (“cita de Isaías. Una vez más el predominio del
Antiguo Testamento en la Masonería”), que ahuyenta o ciega a la oscuridad
(sensualidad, egoísmo) y al mismo tiempo “el espíritu de las tinieblas”
».312 Teniendo en cuenta que Albert Pike logra redefinir definitivamente el
REAA, que llegó a ser mayoritario, puede decirse que todas las tendencias
masónicas estaban presentes en América a finales del siglo XIX.

Ricardo de la Cierva denunciaba la falsedad del mito de una Masonería


norteamericana

“buena”, colaboradora del poderío de su patria, y bien considerada en


general por su papel histórico y su filantropía. Ni está tan reconocida que no
carezca de fuertes críticas dentro de casa, ni resulta tan positiva su
influencia para esa gran nación. Siempre ha mantenido, en sus
procedimientos y fines, los rasgos de origen masónico; los de cualquier
Obediencia: secreto, opacidad, control encubierto sobre los poderes del
Estado: el secuestro de la democracia al que se refería, hablando de las
sectas secretas, John Kennedy en su discurso televisado a la Asociación
Americana de Editoriales Periodísticas, en el Waldorf Astoria de Nueva
York el 27

de abril de 1961:313

La misma palabra “secretismo” es repugnante en una sociedad abierta y


libre; nosotros somos gente que por nuestra herencia e historia nos
oponemos a las sociedades secretas

[...] y a los procedimientos secretos.314


No era una vaga impresión personal del presidente; reflejaba una
preocupación que respondía a una realidad: el juez del Tribunal Supremo de
los Estados Unidos, Félix Frankfurter,315 llegó a decir: «El auténtico
gobernante en Washington es invisible y ejerce ese poder detrás del
escenario».316

311 Albert Pike, Morals and Dogma, p. 321, en Manuel Guerra,


Masonería..., p. 193

312 Manuel Guerra, Masonería..., p. 193

313 Era ya presidente de los Estados Unidos, uno de los que no han
pertenecido a la Masonería; por cierto 314 www.alanwattsentientsentinel.eu

315 Jurista judío, «incorporado al equipo del entonces secretario de Marina,


Franklin Delano Roosevelt, en 1917».

Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 605. Fue juez del


Tribunal Supremo entre 1939 y 1962

316 Manuel Guerra, La trama masónica, p. 350

69

Pero el discurso de Kennedy no era tan novedoso en un sentido: ya antes la


Masonería había sido seriamente cuestionada en Norteamérica al máximo
nivel. En el siglo XIX, John Quincy Adams, sexto Presidente de los Estados
Unidos,317 «uno de los políticos más antimasónicos de la Historia»,318
expresó hacia la secta una repulsa absoluta en una serie de cartas publicadas
en el libro Letters on the Masonic Institution, de 1847. Su rechazo a la
Masonería se había confirmado a causa de un auténtico «crimen masónico»,
entendiendo por tal cosa la ejecución de un masón decretada por la propia
secta: la “desaparición”, en 1826, del capitán William Morgan, masón
iniciado en el Arco Real —grado 4o—, que se atrevió a publicar los rituales
masónicos en un periódico de Batavia (Nueva York). Un masón, el agente
judicial Nicholas Cheseboro,319 logró de otro «hermano», juez de paz, una
orden de detención contra Morgan con varios pretextos. El propio
Cheseboro, con dos masones de su logia, le sacó de la cárcel el 12
de septiembre para subirle en un carruaje que supuestamente le habría
llevado hasta la frontera canadiense donde le habrían dado muerte. Fue
imposible esclarecer los hechos a pesar de que resultaron implicadas en las
investigaciones hasta sesenta y nueve personas. Lo único cierto es que
Morgan no fue visto nunca más.320 Pero la repercusión del crimen tuvo
nivel nacional, y en 1830, el ex Presidente Adams encabezaba un proyecto
de partido político antimasónico con un manifiesto titulado Llamada al
pueblo de los Estados Unidos,321 describiendo con detalle la

«ejecución masónica» de Morgan; un llamamiento a los norteamericanos


que le llevó a la Cámara de Representantes por Massachussets ese mismo
año. Logró entonces, aunque el partido contra la Masonería fue un fracaso,
una cierta ralentización de la actividad masónica en Estados Unidos; por
supuesto transitoria, como constataría John F. Kennedy un siglo más tarde.

En la América española, la influencia norteamericana resultó importante a


la hora de proclamar la independencia de los virreinatos. No solamente por
el ejemplo sino por las ayudas que a través de las logias llegarían a los
independentistas criollos. En este episodio la importancia de la Masonería
fue indiscutible y el personaje más destacado, el verdadero padre de las
nuevas naciones americanas, fue Sebastián Francisco Miranda. Guarda un
paralelismo en varios aspectos con Simón Bolívar, aunque no comparta su
gloria: ambos fueron criollos venezolanos, militares, y sobre todo masones,
porque esa conexión es la clave de todo el proceso independentista.

Miranda fue el cerebro e iniciador de lo que más tarde lograrían los


libertadores: llegó a capitán en el ejército español, combatiendo a los
ingleses en la guerra de la Independencia americana a las órdenes de
Washington. Allí conoció a Lafayette que apadrinó su entrada en la
Masonería; tomó parte en la Revolución Francesa, concretamente en la
batalla de Valmy, lo que motivó que su nombre figure en el Arco del
Triunfo de París; se entrevistó en Londres con el primer ministro Pitt,
enemigo mortal de España, y allí consiguió el respaldo de la Masonería
británica, fundando su propia logia, —ya con vistas a la independencia de la
América española— la Gran 317 Hijo del segundo presidente de los
Estados Unidos (John Adams), John Quincy Adams fue Presidente entre
1825 y 1829; fundador del Partido Antimasónico
318 Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 405

319 Maestro de la logia de Batavia

320 Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., pp. 404-407

321 «En 1826 William Morgan, vuestro conciudadano, fue secuestrado con
violencia ilegal por miembros exaltados de la fraternidad masónica,
transportado secretamente a través del país -más de cien millas- a una
fortaleza de los Estados Unidos, luego, a cargo de francmasones que habían
preparado ese lugar para recibirle, encarcelado varios días y noches, contra
sus esfuerzos desesperados para escapar y tras sufrir insultos inhumanos y
el más cruel de los abusos, le asesinaron secretamente. Antes de su captura
se celebraron numerosas reuniones de masones en logias y otros lugares que
tenían por objeto procurar los medios más seguros para lograr sus ilegales
objetivos contra él. A estas reuniones asistieron, y dieron su aprobación a
los planes, varios centenares de los más respetados e inteligentes hermanos
masones. Entre ellos se contaban legisladores, jueces, sheriffs, clérigos,
generales, médicos y abogados. Todos ellos procedieron de acuerdo con los
que consideraban sus deberes masónicos.» Del manifiesto Llamada al
pueblo de los Estados Unidos, en Ricardo de la Cierva, La Masonería
invisible..., p. 410. Ver también 100megsfree2.com/masonry.cit, p. 3.

70

Reunión Americana, cuya fundación se atribuyó a San Martín. Entre sus


miembros, los tres

“libertadores” principales: Bolívar, San Martín y O'Higgins.

El mismo Miranda fundó también en Cádiz otra logia: Caballeros


racionales n° 7 a la que pertenecieron Belgrano y Andrés Bello. Su
proyecto era lograr un imperio que llegara desde el Misisipi hasta la
Patagonia; con un rey llamado el «inca»; primer atisbo de indigenismo en la
Masonería americana; el intento de borrar todo rastro de Cristianismo
invocando unas supuestas raíces precolombinas, siendo así que aquellos
libertadores fueron todos ellos criollos que se apropiaban de una falsa
legitimidad indígena.
Por eso O'Higgins funda, también en Cádiz, la Sociedad de Lautaro, en
homenaje al caudillo araucano que luchó contra los conquistadores
españoles.322 Luego, San Martín, con asentimiento de Miranda, funda la
Lautaro de Buenos Aires. Con el mismo nombre enseguida florecen
sociedades secretas en Chile y Perú. Se ha negado el carácter masónico —
por parte de Ferrer Benimeli—, de las mismas, pero es innegable: eran
logias de cinco grados iniciáticos.

Así lo reconoció el Gran Maestro del Gran Oriente Federal Argentino,


Fabián Onsari: «La iniciación en los misterios de la Masonería se exigía a
todos los afiliados a la Logia Lautaro».323

Una vez en el poder, Bolívar, que se había iniciado en la Masonería en


1805, la prohibió mediante decreto de 1828: «porque es una sociedad
secreta que sirve especialmente para preparar los trastornos políticos
turbando la tranquilidad pública [...] que oculta todas sus actividades con el
velo del misterio».324 ¡Dos de los argumentos de las condenas pontificias;
el secreto y el peligro que la secta representaba para los Estados!
Esgrimidos, esta vez, por alguien que había pertenecido a ella. Conocía los
riesgos que entrañaba.

La Masonería se sitúa a menudo, aunque pretenda lo contrario, por encima


del patriotismo de sus adeptos. Es lo que Menéndez Pelayo llamó «la
vergonzosa aquiescencia de los conspiradores españoles»: «Alguno, como
el sobrino de Mina, llegó a tomar las armas por los americanos en 1816, y
murió peleando contra su patria».325 El propio coronel Quiroga,326

conspirador junto a Riego en 1820, en Las Cabezas de San Juan, escribió: «


[los de] América meridional se juntaron a nosotros para defender nuestra
causa y recibíamos de ellos poderosos auxilios»,327 confirmando la
denuncia realizada después por Menéndez Pelayo cuando hablaba del «oro
de los insurrectos», colaboradores de Riego en su golpe de Estado. En esta
cuestión nos ilumina Tirado Rojas, hablando de los afrancesados aunque
viene al caso también aquí, porque podría arrojar alguna luz sobre la
colaboración de ciertos criollos con las logias inglesas y americanas en el
proceso de independencia:
Quien dice español dice católico, y por eso era indispensable a la
realización de los siniestros planes de las logias que nuestro pueblo dejara
de ser español para que dejase de ser católico.

[...] La Masonería, además, lo dicen sus Estatutos y Constituciones, desea


que desaparezcan todas las fronteras, desde el punto y hora en que declara
que «los masones de cualquier país, sea cual fuere la creencia religiosa y el
culto que profesen, son miembros de una gran familia, como es una la
especie a que pertenecen, el globo que habitan y la naturaleza que
contemplan».328

El mundialismo masónico no era ninguna revelación, aunque su


reconocimiento por parte de 322 Personaje central de La Araucana de
Alonso de Ercilla

323 Fabián Onsari, San Martín, la logia Lautaro y la FrancMasonería, en


Manuel Guerra, La trama masónica, p.

332

324 Vicente Alejandro Guillamón, o. c, p. 75

325 Marcelino Menéndez Pelayo, o. c, p. 266

326 Promocionó, como Riego, a teniente general, como premio a su


participación en el pronunciamiento 327 Vicente Alejandro Guillamón, o.
c., p. 75

328 Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo II, p. 8.

71

alguien que había pertenecido a la Masonería, confirma lo que ya sabemos.


En cuanto a su apreciación sobre el designio masónico de acabar con lo
específicamente hispánico, tampoco es desdeñable su teoría. En el caso de
la independencia de los virreinatos americanos, indiscutiblemente millones
de españoles dejaron de serlo, pasando a ser súbditos, muy a menudo, de
gobiernos masónicos. Para algunos masones de un lado y otro del Atlántico,
el desvío hacia la soberanía española podía estar motivado tanto por las
ideas liberales como por su rechazo a la fe revelada, aprendido en las logias.
Esta puede muy bien ser la causa de que algunos oficiales españoles
nacidos en América renegaran de su propia identidad española, mientras
que otros nacidos en España decidieran ponerse de parte de los
independentistas.

Aparte de cambios de bando, la Masonería estuvo presente en la


independencia de la «América meridional» tanto como en la del Norte: en
Méjico uno de los primeros insurgentes, Vicente Guerrero (1783-1831),329
pertenecía también a la secta. Afiliado a las logias yorkinas, llegó a ser su
Gran Maestro en 1825, y presidente constitucional de la República en 1829.
En ningún país, de los nacidos sobre los viejos virreinatos, la impronta
masónica quedó tan clara como en este: la Revolución mejicana no hizo
sino consolidar esa influencia, que en las décadas siguientes daría lugar a
una de las mayores persecuciones religiosas de la historia contemporánea;
al extremo de terminar en una guerra civil bastante desconocida: la Cristera.

Pío XI330 denunciaba aquella persecución en 1926, con toda la solemnidad


de una encíclica: Si en los tiempos primitivos de la Iglesia y en otras
ocasiones se han cometido atrocidades contra los cristianos, tal vez en
ninguna parte y en ningún otro tiempo sucedió que, desechados y violados
los derechos de Dios y de la Iglesia (...), unos pocos han quitado la libertad
a la mayoría.331

Todo había empezado cuando un masón, el presidente de la República,


general Plutarco Elias Calles, dispuso en 1925 la creación de una iglesia
nacional mejicana, desvinculada por completo de la Santa Sede, según el
modelo —siempre el mismo— de la Revolución Francesa cuando impuso la
Constitución Civil del Clero. Dicha iglesia nacional anticatólica fue
patrocinada por la Masonería del Rito Occidental Mexicano, que presenta a
la Iglesia Católica como aniquiladora de los indígenas. Los adeptos de esta
Obediencia «tienen la obligación de votar al masónico PRI, “Partido
Revolucionario Institucional” que ha gobernado Méjico desde el año 1929
hasta el 2000. Han sido masones casi todos sus presidentes, sobre todo a
partir de Benito Juárez (mediados del siglo XIX), al menos veintisiete».332
En los años veinte del pasado siglo, como en la Francia revolucionaria, los
católicos mejicanos se enfrentaban a una persecución dirigida desde el
poder. Y, como los franceses de entonces, se enfrentaron a él con todas sus
consecuencias. En un primer momento se opusieron al registro de los
templos; luego vinieron la clausura de las escuelas y la detención de
sacerdotes y religiosos; pero la tensión se recrudeció cuando empezaron las
ejecuciones. Comenzaba la Guerra Cristera, como un levantamiento popular
contra el Gobierno, que habría de durar tres años.

Calles era un ingeniero social, como tantos otros gobernantes masónicos:


años más tarde proclamaba: «es la Revolución la que tiene el deber
imprescindible de apoderarse de las 329 El Estado mejicano de Guerrero se
llama así por él

330 Ambrosio Damián Aquiles Ratti (Desio 1857-Roma 1939), elegido


papa el 2 de febrero de 1922; condenó todos los sistemas totalitarios del
siglo XX, comunismo, fascismo y nacionalsocialismo, mediante las
correspondientes encíclicas, y también la política anticatólica de la II
República española en Dilectissima Nobis. Murió el 10 de febrero de 1939,
siendo enterrado en las Grutas Vaticanas.

331 Pío XI, Carta Encíclica Iniquis Afflictisque, 18-XI-1926.

332 Manuel Guerra, Masonerí a..., p. 141. Ver Xavier Casinos , Quien es
quien masónico. Masones hasta en la luna, Ed. Martínez Roca, 2003, pp.
77-82. Ver también Wenceslao Vargas Márquez, La Masonería en la
presidencia de México, Ed. Xalapa, 2010

72

conciencias, de desterrar los prejuicios y de formar la nueva alma


nacional». 333 Eso significaba que no daría un paso atrás, como ya había
demostrado entre 1926 y 1929 cuando se enfrentaron las tropas del
Gobierno contra un ejército improvisado de campesinos que les plantaban
cara al grito de «Viva Cristo Rey». Fueron muchos los mejicanos testigos
de la fe hasta la entrega de sus vidas en aquellas circunstancias: los
llamados «Mártires Guadalupanos». San Juan Pablo II beatificó a dos, en
1988 y 1998; el mismo papa canonizó a 24 en el 2000; otros 13 fueron
beatificados por Benedicto XVI en 2005.

Mención especial, entre ellos, merece el Beato José Sánchez del Río,334 el
niño cristero torturado y ejecutado por oficiales del Gobierno el 10 de
febrero de 1928. En el tormento, cuando trataban de hacerle apostatar,
respondía vitoreando a Cristo Rey; el empeño de sus verdugos en lograr su
apostasía se mantuvo hasta el momento de su muerte: cuando con los pies
desollados a navaja le hicieron caminar hasta el lugar de la ejecución, el
cementerio de Sahuayo, Michoacán, aun le ofrecían el perdón a cambio de
que apostatara: «Si gritas “Muera Cristo Rey te perdonamos la vida”», lo
que prueba hasta qué punto aquella fue una guerra de religión, y aquellos
cristeros, verdaderos mártires. José Sánchez de Río fue dejando un rastro de
sangre, llorando y rezando a la vez, pero, a sus catorce años de edad, eligió
morir; y murió gritando «Viva Cristo Rey», el grito de los cristeros; esas
fueron sus últimas palabras. La carta que escribió horas antes de su muerte
terminaba diciendo « Cristo vive, Cristo reina, Cristo impera y Santa María
de Guadalupe». El 22 de enero de 2016, reconocido por el papa Francisco
el milagro que cerraba el proceso, se fijaba la ceremonia de canonización
para el 16

de octubre, fiesta de Santa Margarita María de Alacoque, la vidente del


Sagrado Corazón; su cuerpo, enterrado sin ataúd en la zanja que le
enseñaron antes de matarle, descansa hoy en la cripta de los mártires de la
iglesia del Sagrado Corazón de Sahuayo. La suya es una historia corta pero
llena de señales de sobrenaturalidad: cuando, con trece años, se unió a los
cristeros había dicho a su madre como principal argumento de esa decisión:
«Mamá, nunca ha sido tan fácil ganarse el cielo como ahora». A uno de los
verdugos, Rafael Gil Martínez, “El Zamorano”, el mismo que —después de
haber sido apuñalado y colgado de un árbol—, le remató de un tiro en la
sien, logró transmitirle fatigosamente un mensaje para sus padres: « Que
viva Cristo Rey, y que en el cielo nos veremos». Los asesinos del nuevo
santo cristero parecían moverse dirigidos por una fuerza preternatural,
mientras José Sánchez del Río recibía la gracia de los mártires.

Un año más tarde, el 27 de julio de 1929, el sucesor de Calles en la


presidencia de la República, Emilio Portes Gil, masón también él, explicaba
a los dirigentes de la Masonería mejicana: «

Venerables hermanos: mientras el clero fue rebelde a las instituciones y


leyes de la República, estuve en el deber de combatirlo como se hiciese
necesario [...] La lucha (con el clero) no se inicia, la lucha es eterna. La
lucha se inició hace veinte siglos».335 Desde el nacimiento de Cristo quería
decir, obviamente. Las dos ciudades, vistas desde la óptica masónica. La
Masonería identificaba este combate con tanta clarividencia como la
Iglesia, aunque estuvieran en bandos adversos. Portes Gil, —que en 1934
publicó una obra titulada La lucha entre el poder civil y el clero—
terminaba ese discurso con el reconocimiento más sincero que un jefe de
Estado haya realizado de su vinculación masónica; es más identificaba
Estado y Masonería orgullosamente: «En Méjico, el Estado y la Masonería
en los últimos años han sido una misma cosa: dos entidades que marchan
aparejadas, porque los hombres que en los últimos años han estado en el
poder han sabido siempre solidarizarse con los principios revolucionarios
de la 333 Plutarco Elias Calles, “Grito de Guadalajara”, de 1935.

334 Nacido el 28 de marzo de 1913 en Sahuayo, Michoacán; muerto en el


mismo lugar el 10 de febrero de 1928.

Declarado beato por el Cardenal José Saraiva Martins en Guadalajara el 20


de noviembre de 2005

335 Discurso del Presidente de la República de Méjico Emilio Portes Gil el


27 de julio de 1929 ante los líderes de la Masonería mejicana tras la firma
de los Arreglos que pusieron fin a la guerra cristera. Ver Manuel Guerra, La
trama masónica, p. 333. La cursiva es nuestra

73

Masonería».336 La secta celebraba como propia la victoria sobre los


cristeros; Emilio Portes Gil ya estaba en el poder cuando el martirio de José
Sánchez del Río; los verdugos fueron sus agentes, pero aquel combate en
verdad lo había ganado el adolescente cuyos restos se veneran en
Michoacán.
Termino este apartado con un ejemplo: «“¡Yo muero, pero Dios no muere!
¡Viva Cristo Rey!”, fueron las últimas palabras pronunciadas por el
presidente de Ecuador Gabriel García Moreno mientras subía la escalinata
del palacio del Gobierno en Quito. Cayó asesinado de 14

machetazos por el masón Faustino Lemos Rayo. Los masones estaban


enfurecidos por su fomento de las escuelas parroquiales, por sus reformas
cristiano-conservadoras y por haber consagrado Ecuador al Sagrado
Corazón de Jesús».337 Esto último quizá fue lo más grave; el motivo de
más peso para terminar con su vida. La consagración de un país al Sagrado
Corazón puede tener consecuencias insospechadas para quien la realice:
García Moreno fue asesinado en 1875; cuarenta y cuatro años más tarde, en
España, Alfonso XIII se enfrentó a una violenta campaña de prensa por
hacer lo mismo. Antes, en medio, y después de estas fechas, otros
gobernantes se han abstenido de realizar tales consagraciones por las
complicaciones que pudiera acarrearles. Les faltó confianza en las promesas
del Sagrado Corazón a Santa Margarita María: « No temas nada; Yo reinaré
a pesar de mis enemigos». Los del alma les ofuscaron; la lucha entre las dos
ciudades es sobre todo espiritual.

336 Ibíd

337 Manuel Guerra, Masonería..., p. 325

74

IV

MASONERÍA, MARXISMO Y ANARQUISMO

1848: el asalto al Papado

En 1848 tiene lugar la última de las revoluciones liberales; a partir de ahí


puede decirse que el nuevo régimen se encuentra afianzado en toda la
Europa occidental, y empieza a abrirse camino, con grandes conquistas, en
la del centro. Fue liberal —último ciclo revolucionario al que se le puede
dar ese nombre—, pero tuvo otros componentes ideológicos: por primera
vez aparece el socialismo como protagonista de un fundamental cambio
político; además el nacionalismo, que ya emergía antes, se hace más
presente y logrará grandes triunfos muy pronto. Todo empezó en París, en
febrero de aquel año: los burgueses que iniciaron la revolución, con gran
presencia masónica como en anteriores ciclos, conscientes de su debilidad,
acudieron a los socialistas, que con sus organizaciones obreras podían
movilizar grandes masas capaces de tomar la calle como lo habían sido,
igualmente dirigidas por la burguesía, en 1789.

Con gran rapidez, lograron poner en fuga a Luis Felipe, el único Orleans
que ha reinado nunca; la Masonería, que colaboró decisivamente para
sentarle en el trono en 1830, prestó la misma necesaria colaboración
dieciocho años más tarde para expulsarle. Se proclamó la Segunda
República, en un principio con ribetes socialistas, como precio a pagar por
el concurso imprescindible de las organizaciones obreras; en el mes de
junio se recrudeció la revolución, llegando a convertirse en una carnicería
en plena capital; murió en las barricadas el arzobispo de París,338 y cayó el
Gobierno de Lamartine, pero la salida volvería a ser una consolidación de la
hegemonía burguesa con la ayuda del Ejército. También como en 1799. El
general Cavaignac, que logró la consolidación de esta nueva república en
un sentido liberal, era masón, y tenía todo el apoyo del Gran Oriente, que
llegó a hacer un comunicado a su favor.

Recién proclamado el nuevo régimen, en el invierno de 1848, tenía lugar un


acontecimiento histórico: por primera vez un socialista llegaba al Gobierno:
se llamaba Louis Blanc. Hijo de un funcionario de José Bonaparte, había
nacido en Madrid en 1811; era periodista, escritor e historiador. Y también,
masón: se había iniciado en Londres, alcanzando el grado 33, y era Orador
en su logia.339 Dentro de la Masonería pertenecía a la Orden de Menfis, y
estaba relacionado con la Logia de los Filadelfos, una secta calificada, con
razón, por Ricardo de la Cierva de «Masonería subterránea», de la que
hablaremos al tratar de la Primera Internacional.

Pero lo que importa ahora es destacar el caso concreto de Blanc: la


Masonería —cierto sector de la misma— dejaba de ser compañera de viaje
del liberalismo para llegar al poder de la mano también de su enemigo
declarado, el socialismo. No será la última adaptación al medio político de
la secta.
Aparte del hito histórico que representaba su llegada al poder, Louis Blanc
es una figura interesante también por su Histoire de la Revolution française,
donde destapaba una parte del secreto masónico: «La Revolución preparada
por los filósofos [...], continuada por la política, no se llevará a cabo sino
por el socialismo»; «debe comenzar por la teología».340 Partía del
planteamiento marxista: la francesa cumplió su función, pero otra
revolución estaba pendiente; la del proletariado. Aunque no se habrían
cumplido los últimos objetivos hasta lograr el cambio 338 Denis Auguste
Affre. El 26 de junio acudió al Faubourg Saint-An- toine, donde se
enfrentaban las tropas del Gobierno con los insurrectos, tratando de mediar
entre unos y otros, pero, reiniciado el combate, monseñor Affre murió, al
parecer, a causa de una bala perdida. Fue homenajeado por la Asamblea
Nacional y sus funerales congregaron a cerca de 200.000 personas.

339 Ver Manuel Guerra, Masonería. .., p. 300n

340 Ibíd., p. 300

75

religioso. Ese ha sido, y sigue siendo el papel que la Masonería se atribuye


desde 1789. En 1848 seguía pensando igual; como los jefes de la Asamblea,
de la Convención o del Directorio; los que se empeñaron en el
desmantelamiento de la Iglesia.

La de 1848 fue una revolución europea, propagada muy rápidamente por las
logias. Como vimos España no la padeció gracias al freno impuesto por
Narváez, 341 pero llegó incluso hasta Viena donde el emperador Fernando I
se vio obligado a abdicar en su sobrino Francisco José, que logró reconducir
la situación; pero el veterano Mettemich, principal artífice de la
Restauración, desaparecía para siempre. Su sistema había sido desbordado
hacía tiempo.

La revolución llegó con fuerza a Italia; empezaba a preparase la


unificación, encubridora de varios procesos revolucionarios, apoyados o
dirigidos por la Masonería. Uno de sus principales vehículos fue la Joven
Italia, movimiento político y revolucionario al tiempo, liderado por
Giuseppe Mazzini (1805-1872), que conseguirá crear una red de logias al
servicio de la causa en todo el país. Porque Mazzini, por supuesto, era
masón: grado 33 en la Masonería italiana, alcanzado en la Universidad de
Génova donde estudió leyes; había sido también carbonario, logrando una
total incorporación de esa secta afín a la causa. De hecho se confundía con
la Masonería en varios aspectos y la doble pertenencia no era rara, como
ocurría en su propio caso. Aquella trama, extendida por toda la península
había entrado, naturalmente, en los Estados Pontificios. Estaban gobernados
entonces por Pío IX que dos años antes había condenado la Masonería,
como vimos, coincidiendo con el comienzo de su pontificado.

Lo había iniciado, por otra parte, con una serie de medidas de corte liberal
como la redacción de una constitución y el nombramiento de un Gobierno
presidido por un laico, pero para Mazzini y sus seguidores eso no
significaba nada: solo se conformarían con la desaparición del Estado del
papa. No solamente porque lo considerasen esencial para culminar la
unificación italiana, sino, sobre todo, para conseguir debilitar la autoridad
pontificia, en espera de la desaparición definitiva del Papado también en su
dimensión espiritual; al menos para muchos de ellos este era un fin
prioritario.

La revolución alcanzó Roma y la Joven Italia sentenció a muerte al primer


ministro de Pío IX, el conde Pelegrino Rossi.342 No solo por el cargo que
ostentaba sino también por haber sido carbonario antes; un “traidor” a la
secta por tanto. Avisado del atentado que se tramaba contra él a la entrada
del Parlamento, donde acudiría para inaugurar sus sesiones, solamente dijo:
«Yo defiendo la causa del papa que es la de Dios. Debo ir y quiero ir».343
No tenía escapatoria: el presidente de la Cámara, Sturbinetti, perteneciente
a la Joven Italia, había ordenado retirar los soldados de guardia en la
entrada, alegando que su presencia violaba los fueros de la institución. De
modo que el asesino pudo actuar sin el menor riesgo. Antes de bajar de su
carruaje, Rossi, insistía: « ¡Mi causa es la de Dios!

¡Hoy enterraremos la revolución!»,344 blandiendo los apuntes de su


discurso. Pocos minutos después, se desplomaba en el atrio con el cuello
atravesado por un estilete, el arma utilizada por los sicarios de la Joven
Italia para firmar sus crímenes.
Era el 15 de noviembre de 1848; al día siguiente la revolución se apodera
de Roma; Pío IX se encierra en el Quirinal con 70 suizos y algunos
gendarmes, los únicos que permanecían fieles, dispuestos a defenderle
inútilmente: «Asaltan el Quirinal; las balas penetran hasta el aposento
donde se halla el Papa con algunos embajadores [...]

Una bala mata a monseñor Palma, secretario de Letras latinas»;345 se le


impone al pontífice un 341 También él, según Ricardo de la Cierva, se
había iniciado en la Masonería, pero en sus etapas de gobierno mostrará
hacia la Iglesia una actitud muy distinta a la de los progresistas, como
Espartero, Mendizábal, y Olózaga, principales protagonistas de la
Desamortización; la más conocida de las medidas persecutorias que
aquellos gobiernos pusieron en marcha, y los moderados, como Narváez,
trataron de paliar 342 Realmente los carbonarios le habían condenado antes;
pero la sentencia había quedado en suspenso 343 Ver Hugo Wast
(seudónimo de Gustavo Martínez Zuviría), Don Bosco y su tiempo, p. 162.

344 Ibíd.,p. 165

345 Ibíd.,p. 166

76

Gobierno formado por los principales colaboradores de Mazzini; un


gobierno a la medida de la Masonería.

«Señores —dice el papa a los embajadores despidiéndolos—, que el mundo


sepa lo que acabáis de ver; he prohibido que en los decretos de este
Ministerio se empleen las fórmulas comunes; no quiero que se abuse de mi
nombre, pues yo no tengo parte en el Gobierno; más que un rey soy un
prisionero... ».346 Logró escapar, disfrazado con una sotana negra, en un
carruaje de la embajada de Francia. Y en Roma Mazzini, victorioso,
proclamaba la República. Esta vez no era por obra de los soldados del
Directorio o de Napoleón; eran italianos los que terminaban con el poder
temporal de los papas; las ideas de la Revolución se habían extendido por
Europa; la eficacia de las logias quedaba probada.
En 1849, Pío IX, refugiado en el reino de Nápoles, vuelve a condenar a
«esas abominables sectas de perdición»; «fatalmente destructoras de la
salvación de las almas».347 Un viejo argumento de los documentos
pontificios que volvía a aparecer: el peligro que representa la acción
masónica para la salvación eterna; el más grave, en definitiva, de todos.
Gracias a la intervención militar de Francia y España,348 el papa pudo
volver a Roma y restaurar su autoridad en 1850; aunque la lucha no había
terminado. Cuatro años más tarde, volvía a hablar de la Masonería con los
acentos de siempre: fue una ocasión especial; el día antes había proclamado
el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen, y se dirigía a una
asamblea de cardenales y obispos reunidos con ese motivo. Estas fueron sus
palabras: Nos vemos obligados siempre a lamentar la existencia de una raza
impía de incrédulos que querrían exterminar el culto religioso, si esto fuera
posible [...] los afiliados a las sectas secretas que, vinculados entre sí por un
pacto criminal, no descuidan ningún medio para trastornar la Iglesia y el
Estado mediante la violación de todos sus derechos.

Sobre ellos recaen las palabras del Divino Redentor: «Sois hijos del
Demonio y queréis hacer las obras de vuestro padre».. .349

Como hicieran sus antecesores y haría todavía alguno de los que le


sucedieron, denunciaba la filiación diabólica de la Masonería y demás
sectas secretas. Volvería a hacerlo en 1873, llamando a la Masonería «
sinagoga de Satán».350 Buen conocedor de la misma, no hablaba en
sentido figurado; eran demasiadas referencias, y demasiado explícitas, al
Príncipe de las Tinieblas. En 1863 denunciaba el sincretismo masónico en
otra de sus encíclicas,351 y un año más tarde, en 1864, confirmaba, además,
todas sus anteriores condenas en el Syllabus,352 donde anatemizaba la
«absoluta autonomía de la razón, el naturalismo religioso, el indiferentismo,
el materialismo, y la defensa del divorcio».353 Los amargos frutos de la
secta masónica: rechazo de la ley natural, relativismo, desprecio de la
Revelación, ataque a la familia...

Rechazaba también, en la última proposición del documento, «el pretendido


deber del romano pontífice de reconciliarse con el progreso y la
“civilización moderna” [que] hizo rasgarse las vestiduras a los críticos
liberales y enardeció el entusiasmo de los católicos tradicionales». 354 Al
condenar el liberalismo estaba condenando el sistema político que había
propiciado el desmoronamiento de la sociedad cristiana, poniendo fin al
proceso abierto durante la Ilustración. Eran los nuevos dogmas de lo que
aún no se llamaba «corrección política», los 346 Ibíd, p. 167

347 Alocución Quibus quantisque, en Ricardo de la Cierva, La Masonería


invisible..., p. 115.

348 Isabel II envió a Gaeta un ejército expedicionario al mando del general


Fernández de Córdoba.

349 Alocución del 9 de diciembre de 1854, en José Antonio Ullate, o. c, p.


196

350 Beato Pío IX, Carta Encíclica Etsi multa, de 1873; Ibíd., p. 197

351 Beato Pío IX, Carta Encíclica Quanto conficiamur moerore, de 1863;
Ibíd., 196

352 Documento anexo a la Carta Encíclica Quanta cura, de 8 de diciembre


de 1864

353 José Orlandis, Historia de la Iglesia. Iniciación teológica, p. 157

354 Ibíd

77

disolventes principios filosóficos de la Masonería, encubridores de sus


verdaderas creencias religiosas, lo que Pío IX estaba condenando. Coincidía
toda la denuncia contenida en el Syllabus con las que pueden encontrarse en
cualquiera de las condenas pontificias contra la secta.

Paradójicamente, la guerra franco-prusiana significó el final de los Estados


Pontificios: al verse obligado Napoleón III a retirar la guarnición militar
que mantenía en Roma,355 garante de la independencia papal, las tropas
italianas se lanzaron al asalto; el 20 de septiembre de 1870
atacaron la Porta Pía, y el papa dio orden de no presentar resistencia.
Quedaba reducido al Vaticano, mientras Víctor Manuel II tomaba posesión
de la ciudad y se instalaba en el palacio pontificio del Quirinal. ¡Un
Bonaparte, sobrino de Napoleón y José, había sido el último defensor
temporal del Papado! El defensor también de la idea de una Italia
confederada

«presidida por el pontífice».356

Napoleón III, vástago de tan masónica familia, mantuvo a la Masonería


francesa bien sujeta, pero “tolerada” —y presidida por un príncipe de su
familia,357 según el esquema británico—, exceptuando a la clandestina de
la que hablaremos a continuación. Sin embargo, por más que pesaran en su
ánimo otras razones de estrategia internacional, fue el último soporte del
milenario Estado del papa, que su tío Napoleón había llegado a suprimir en
1808.

1870 significaba el triunfo definitivo de la triada masónica que llevó a cabo


la unidad italiana: Mazzini, Cavour358 y Garibaldi.359 Un rey masón
ocupaba ahora la vieja capital de los papas; las dinastías históricas, —salvo
la saboyana, naturalmente, beneficiaría de la operación—, apoyos seculares
del Catolicismo habían sido barridas, una tras otra, de la península. Durante
la unificación italiana, el combate entre las dos ciudades tuvo momentos de
visibilidad cegadora; el asalto al Quirinal, en 1848 fue uno de ellos; en
1870, el combate de Porta Pía, fue otro.

La Masonería y la Internacional

La revolución industrial, unida a la ideología liberal imperante en los países


donde se desarrollaba, trajo situaciones de injusticia realmente
insoportables, como denunciara León XIII,360 en su encíclica Rerum
novarum de 1891: La violencia de las revoluciones civiles [liberales] ha
dividido a las naciones en dos clases de ciudadanos, abriendo un inmenso
abismo entre una y otra. En un lado, la clase poderosa, por rica, que
monopoliza la producción y el comercio, aprovechando en su propia
comodidad y beneficio toda la potencia productiva de las riquezas, y goza
de no poca influencia en la administración del Estado. En el otro, la
multitud desamparada y débil, con el alma lacerada y dispuesta en todo
momento al alboroto.361

355 Más disuasoria que otra cosa; una advertencia visible a los pia-
monteses de que Francia intervendría en caso de ataque. Cuando se
lanzaron al asalto, el Segundo Imperio acababa de desplomarse a causa de
la victoria prusiana y Napoleón III era solamente un prisionero de guerra

356 Ver José Luis Comellas, Historia breve del mundo contemporáneo, p.
134.

357 Luciano Murat, convertido en Gran Maestro después del golpe de


estadp de 1851. El mismo cargo que ostentó José Bonaparte antes de
convertirse en rey de España

358 Ministro de Víctor Manuel II, uno de los principales artífices de la


unidad italiana, que no llegó a ver completada. Murió en 1861, después de
una discutida conversión

359 Gran Maestro del Gran Oriente italiano, elegido en Florencia en mayo
de 1864, y declarado «el primer masón de Italia».

360 Vicente Joaquín Pecci (Carpineto Romano 1810-Roma 1903); elegido


papa el 20 de febrero de 1878, murió el 20 de julio de 1903, siendo
enterrado en la basílica de San Juan de Letrán; autor de la Encíclica
Humanum genus, la más argumentada y extensa de las condenas pontificias
contra la Masonería, de 1884; considerado padre de la doctrina social de la
Iglesia por su encíclica Rerum novarum, de 1891

361 León XIII, Carta Encíclica Rerum novarum, 33

78

Era lógico que la natural tendencia asociativa del hombre se concretara en


la búsqueda de organizaciones que pudieran defender a los obreros de la
inmisericorde explotación que venían soportando desde hacía generaciones.
Sencillamente, porque el liberalismo careció, durante décadas, del menor
sentido social. La Masonería pasará de un sistema ideológico al contrario
sin mayores dificultades. Aunque no por ello dejará de formar parte de la
trama político-social dominante. Se fue consolidando una cierta bicefalia a
partir de entonces: encontraremos masones a los dos lados de la raya; tanto
en los partidos obreros como en los burgueses; los que seguían apoyando a
la clase dirigente asentada en la primera mitad del siglo. Aunque pueda
parecerlo, el comportamiento de unos y otros no resultó tan contradictorio;
en ciertas cuestiones coincidían bastante: sobre todo, las referentes al
proyecto inicial de aplicar una ingeniería social anticristiana. Variaban,
desde luego, la intensidad, la velocidad y las “maneras” de aplicarlo, pero
era el mismo. Por encima de los enfrentamientos en cuanto al sistema
económico y político que debía prevalecer; que unos defendían y otros
atacaban.

Excepción hecha del caso de Louis Blanc, la mayor parte de masones vistos
hasta aquí eran de ideología ilustrada liberal, y pertenecían a la burguesía,
más o menos alta, o a la nobleza, pero en el siglo XIX la extracción social
de los integrantes de las logias, de algunas al menos, fue cambiando, a la
vez que se establecían nuevas organizaciones masónicas al servicio de
ideologías políticas nuevas también; pero permanecerán sus Obediencias,
ritos, sistemas, y creencias, y, por tanto, su enemiga secular contra la
Iglesia. Seguiré en este apartado el estudio que del tema realizó Ricardo de
la Cierva, siguiendo a su vez el trabajo dirigido por Milorad M.

Drachkovitch, y publicado en 1966,362 y sobre todo, el ensayo de Boris


Nicolaevsky, Las sociedades secretas y la Primera Internacional,363
Empezamos hablando de uno de los acontecimientos principales de todo el
siglo XIX: la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores (la
Primera Internacional), que tuvo lugar en Londres en septiembre de 1864.

Las conexiones masónicas, en relación con lo visto anteriormente, resultan


obvias: estuvo representada la Joven Italia de Mazzini y uno de sus
protagonistas, Carlos Marx, que presidía la comisión alemana, había escrito
el Manifiesto Comunista para publicarse, como ocurrió, en la Revolución
de 1848. A este último se le reconocía como jefe de la Liga de los
Comunistas, que se diferenciaba de la tendencia representada por los
seguidores de Proudhon, y otras formas de anarquismo. La Internacional
pretendía precisamente volver a 1848, tomar aquella revolución como punto
de partida, para convertirla en proletaria; lo que imaginaron sus delegados
que podría haber ocurrido antes de que los burgueses convocantes lograran
reconducirla.

A raíz del 48 había surgido, como dije, una Masonería de menor nivel
social. Fue esta nueva Masonería, si así puede llamarse, la que intervino
decisivamente en la Primera Internacional.

Fue de gran ayuda que, a partir de 1865, el Gran Oriente de Francia se


abriera a la discusión política y empezara a admitir elementos claramente
revolucionarios —en el sentido proletario, se entiende— partiendo de la
base de que la Masonería francesa tenía en su haber un largo recorrido
revolucionario, como ya hemos visto. Se dio una influencia mutua porque
varios jóvenes revolucionarios entraron en la Internacional procedentes de
las logias. Este fue el caso del yerno de Marx, Paul Lafargue, masón antes
que comunista.

Existía entonces en Francia, además de la “oficial”, férreamente controlada


por Napoleón III, una Masonería clandestina, subterránea, que tuvo una
intervención decisiva en la Primera Internacional. Se crearon en Inglaterra
logias de masones franceses clandestinos que huían del control policial de
su país, y formaron una organización masónica propia llamada Logia de los
Filadelfos, que pronto pasó a pertenecer a la Orden de Menfis, de 96 grados
—¡el triple que el rito escocés!—, presidida por un Gran Hierofante, a la
que perteneció Louis Blanc, como 362 Hoover Institution Publications,
Stanford Univ. y Oxford univ. Press, 1966, en Ricardo de la Cierva , La
Masonería invisible..., pp. 524 y ss

363 Ibíd., p. 525

79

vimos. Colaboraba esta orden con un sector de la Masonería inglesa


dedicada a la propaganda anticristiana. Lo que da una idea de cuáles eran
sus inquietudes espirituales.

La Logia de los Filadelfos fue el origen de otras diez logias, relacionadas


con el grupo masónico de La Commune que pudo ser el origen de la
Comuna de París, la revolución violentísima que se apoderó de la capital
después de la caída de Napoleón III. Los filadelfos crearon en 1855 una
plataforma revolucionaria llamada ya entonces Asociación Internacional
que propició una «erupción de terrorismo político-social que se ampara en
los movimientos masónico-conspiratorios».364

Volviendo a enlazar con el apartado anterior, la unificación italiana, y la


Revolución del 48, debemos destacar que los filadelfos apoyaron el
movimiento revolucionario de Mazzini y Garibaldi: ambos personajes,
junto con Louis Blanc, eran miembros en 1859 de una logia de esa
obediencia; para Mazzini era ya su tercera secta. A pesar de los cambios
ideológicos, por encima de ellos, alentándolos, la Masonería seguía
funcionando como una multinacional europea revolucionaria. Pocos
ejemplos tan claros como el de la Internacional.

Tratamiento aparte merece el anarquismo, el más masónico, en el fondo, de


aquellos movimientos; a ninguno le cuadraba mejor el aforismo Ordo ab
chao. Destruirlo todo para empezar de nuevo. Su principal representante
histórico, el exiliado ruso Mijaíl Bakunin, buscaba la desaparición de todas
las instituciones existentes: el ejército, la judicatura, la policía, y
naturalmente la Iglesia. El Estado, con todo lo que le configura, tenía que
ser destruido. Igual que debía suprimirse la propiedad privada. En sus
escritos habla de conseguir la

«pandestrucción»; «la destrucción total universal»;365 estaba hablando de


la «reforma general de todo el ancho mundo» de los rosa- cruz; Ordo ab
chao...

Bakunin recibía una antigua herencia de ideología destructiva que interpretó


a su manera; radicalmente; sin las sutilezas que envuelven el mensaje de las
logias: había recibido el apoyo de Mazzini y Garibaldi, ingresando en la
Masonería italiana en 1862; dependía concretamente del Gran Oriente de
Italia ya antes de que se reuniera la Primera Internacional.

Hasta entonces se había considerado discípulo de Marx, pero no tardarían


en enfrentarse; eran demasiado diferentes el aristócrata ruso visionario y
utópico y el judío alemán de origen burgués que acabaría controlando la
Internacional, de manera incontestable, a partir del congreso celebrado en
Bruselas en 1868. Contra el autoritarismo de Marx, Bakunin crea una
escisión en Suiza en 1872; le siguen los delegados de España e Italia con
algunos también de Bélgica y Francia, pero ya antes de su muerte, ocurrida
en 1876, el anarquismo empezaba a desintegrarse, en medio de graves
acusaciones de corrupción contra su jefe. Pero sus seguidores mantuvieron
la tradición de la «propaganda por el hecho»: el terrorismo dirigido contra
personalidades destacadas como políticos y reyes.

Así cayeron, asesinados por anarquistas en los siguientes años, el zar


Alejandro II de Rusia; los presidentes del Gobierno español, Cánovas del
Castillo, Canalejas y Dato; la emperatriz Isabel de Austria o el rey
Humberto de Italia, entre otros. Pero a pesar de su trágica eficacia, la
organización de Bakunin solo sobrevivió, realmente, en Italia y España, sin
que la trama masónica dejara de funcionar en su desarrollo: el anarquismo
sindicalista y revolucionario llegó a España con el italiano Fanelli, amigo
de Mazzini y Garibaldi, en 1864, pero creció a partir de La Gloriosa. Su
principal representante fue el masón Anselmo Lorenzo, autor de El
Proletariado militante. Memorias de un Intemacionalista,366 y colaborador
en la Escuela Moderna de Barcelona, de Ferrer Guardia y Mateo Morral,
dos masones anarquistas de los que hablaremos en el siguiente apartado. La
obra más importante de Anselmo fue la creación de la CNT (Confederación
Nacional de Trabajadores), la gran central sindical anarquista española, 364
364 Ibíd

365 Mijaíl Bakunin, Obras completas, I-V, Barcelona 1924-1929, en


Manuel Guerra, Masonería..., p. 315.

Reeditadas (cinco volúmenes) en 1977 por Ediciones La Piqueta, Madrid.

366 Ed. Solidaridad Obrera, vol. 1, 1901, vol. 2, 1923 (Ia edición).

80

fundada en 1910, y que llegó a ser la que contaba con más afiliados en
1936; cerca de un millón. Además de su fundador fueron masones buena
parte de sus directivos y muchos de los anarquistas intelectuales dedicados
a la formación y adoctrinamiento de los trabajadores.
Anarquistas radicalizados crearon en Valencia la FAI (Federación
Anarquista Ibérica) en 1927.

Fueran las que fuesen las siglas, el anarquismo pasó por la historia de
España dejando un reguero de sangre y desolación completamente inútiles:
colaboró eficazmente en el deterioro de la situación política durante el
reinado de Alfonso XIII; su constante acción terrorista llegó a ser uno de los
más acuciantes problemas de los Gobiernos de la época; causa decisiva de
la dictadura de Primo de Rivera que se fijaba como objetivo prioritario
acabar con ese cáncer social; «el balance cruento de su enfrentamiento [de
la CNT] al llamado Sindicato Libre, solo en Barcelona y en los años 1917-
1921, asciende a 230 muertos y 618 heridos;367 700 atentados en ocho
meses de 1923, entre ellos el asesinato de Juan Soldevila Romero, cardenal
arzobispo de Zaragoza».368

El mismo anarquismo constituyó luego uno de los mayores factores de


desestabilización de la Segunda República, a pesar del desmesurado
componente masónico de la misma. Fue aquel un momento en el que pudo
apreciarse como nunca la divergencia entre las dos Masonerías; la burguesa
y la proletaria, aunque sus fines no fueran ni mucho menos opuestos en más
de un sentido: tenemos que volver a la cuestión religiosa; una de las que
lograban alcanzar un consenso entre ambas: los masones radicales,
socialistas y republicanos buscaban la destrucción de la Iglesia con tanto
ahínco como los padres de la Revolución Francesa que pertenecieron a la
secta; igual que buena parte de los protagonistas del resto de revoluciones
decimonónicas.

Pero los anarquistas no entraron en el Pacto de San Sebastián, de 1930, que


trajo la República; seguían considerándose enemigos irreconciliables del
«sistema», aunque fuese ya republicano; muy distinto al anterior. Seguían
teniendo presente el objetivo de los rosacruz y de Bakunin.

Pero al estallar la guerra civil vieron muy claramente cuál era su bando; el
mismo que habían combatido hasta la víspera. Y en ese bando colaboraron
muy activamente en el exterminio del clero: cerca de 7.000 sacerdotes y
religiosos eliminados en tres años.369 Frecuentemente, con el mismo
ensañamiento que el empleado por los sicarios de las matanzas de frailes
del siglo anterior o de la Revolución Francesa.
Manuel Tirado Rojas publicaba en 1892, los rituales de iniciación de los
grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. En el 32 el aspirante recibía
las siguientes explicaciones:

«El primer cañonazo y la primera concentración se verificó cuando Lutero


se puso a la cabeza de la rebelión de la inteligencia; el segundo cañonazo y
la segunda concentración, cuando se proclamó en América la afirmación de
que todo gobierno humano recibe su autoridad del pueblo, y nada más que
del pueblo; el tercer cañonazo y la tercera concentración, cuando en Francia
se proclamaron los derechos del hombre contenidos en la fórmula Libertad,
Igualdad, Fraternidad. El cuarto y quinto cañonazo no se han disparado
todavía, y no se han realizado, por lo tanto, ni la cuarta ni la quinta
concentración. Cuando esta última se verifique, Jerusalén será conquistada
y quedará definitivamente establecido el Santo Imperio».370

Tirado Rojas añade una interpretación acertada del apocalíptico texto


masónico: «Faltan todavía dos concentraciones anunciadas por dos
cañonazos o catástrofes, y estas concentraciones no pueden ser otras que el
triunfo del socialismo primero, y del anarquismo 367 Miguel Sastre Sarma,
La esclavitud moderna. Martirologio social. Relación detallada de los
atentados y huelgas desde junio de 1909 hasta junio de 1921, en Manuel
Guerra, Masonería..., p. 316.

368 Manuel Guerra, Masonería..., p. 316n

369 Ver Ángel David Martín Rubio, La cruz, el perdón y la gloria, Ed.
Ciudadela, 2007

370 Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo I, p. 163.

81

después [.. ,]».371 Con ello se habría logrado el triunfo masónico que
Tirado asocia con el del judaísmo; «el Santo Imperio», establecido tras la
conquista de Jerusalén. Pero en cualquier caso, parece claro que la
explicación que se da al iniciado del grado 32 profetiza dos revoluciones
pendientes. Y Tirado escribe en 1892, cuando faltaban veinticinco años para
la Revolución Rusa, y medio siglo para que naciera el Estado de Israel... En
ese grado 32 se había iniciado el anarquista Francisco Ferrer Guardia, autor
del frustrado regicidio que veremos en el siguiente apartado. El atentado
que protagonizó tendía a desencadenar una de esas revoluciones; al menos a
prepararla. No dejaría de influirle, para cometerlo, la explicación profética
recibida en su logia.

Crímenes impunes. El atentado contra los reyes

Fue un atentado completamente masónico; sus dos autores Francisco Ferrer


Guardia y Mateo Morral pertenecían a la Masonería, y el encubridor, José
Nakens, también.372 El primero fue, indudablemente, el cómplice y
colaborador necesario; el segundo el cerebro y ejecutor material.

Y el resultado, veintitrés muertos y sesenta heridos ensangrentando la calle


Mayor de Madrid el día de la boda de los reyes; 31 de mayo de 1906.

Ferrer Guardia había mantenido estrecho contacto con uno de los


principales protagonistas de La Gloriosa, el que fuera Gran Maestro del
Gran Oriente español, Manuel Ruiz Zorrilla. Se encontraron en París donde
el antiguo ministro de Amadeo de Saboya se había exiliado poco después
de la Restauración, y el otro llegaba huyendo de las consecuencias que
pudiera acarrearle el haber participado en la intentona golpista republicana
del general Villacampa, en septiembre de 1886. Ferrer Guardia se convirtió
en secretario y colaborador del ex ministro en la dirección de la primera
Asociación Militar Republicana, fundada por el mismo Ruiz Zorrilla, y
regresó a España con una fortuna de 750.000 francos heredada de una
alumna a la que daba clases de español. Con ese dinero crea la Escuela
Moderna de Barcelona en 1901, que cuatro años más tarde tenía ya cuarenta
sucursales en la provincia. Lo que enseñaba Ferrer era una doctrina
masónica en su versión anarquista, que, por tanto, defendía el terrorismo
como instrumento para lograr la nueva sociedad “ideal”.

Había ingresado en la Masonería en 1883, a la edad de 25 años, alcanzando,


como sabemos, el grado 32;373 perteneció a la logia barcelonesa Verdad y
su nombre simbólico fue Zen.374 Era un fiel discípulo de Bakunin y de
Anselmo Lorenzo, «hermanos» suyos, además, en cuanto a su pertenencia
masónica. Y de ellos heredaba la convicción de que la «propaganda por el
hecho», es decir la comisión de atentados sangrientos, cuanto más visibles
mejor, resultaba necesaria para acceder a ese mundo nuevo que la secta
imaginaba desde hacía más de dos siglos; tres si contamos el precedente
alemán de los rosacruz. La ocasión propicia se presentó al anunciarse la
boda del rey de España, que congregaría en Madrid a representantes de
todas las casas reales de aquella Europa todavía mayoritariamente
monárquica.

El plan fue sencillo; asombrosamente fácil de ejecutar, demasiado incluso:


Ferrer decidió secundar y encubrir, con todos los recursos a su alcance, a un
colaborador suyo, que parecía idóneo: Mateo Morral; anarquista y masón,
como él; bibliotecario y traductor de la Escuela Moderna, y empleado en su
editorial, dirigida también por el propio Ferrer. Su empleado deseaba
atentar contra Alfonso XIII; le faltaban los medios que su jefe podía
facilitarle; lo que 371 Ibíd.,pp. 163-164

372 Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 552. Ver también


Manuel Guerra, Masonería..., pp. 316-317.

373 Ver Manuel Guerra, Masonería. .., pp. 316-317. Ver también Ricardo
de la Cierva, La Masonería invisible..., pp.

552-554

374 Ver Manuel Guerra, La trama masónica, p. 245.

82

no dudó en hacer en cuanto estuvo al tanto del proyecto. Así pudo


trasladarse a Madrid con antelación suficiente para buscar un lugar
adecuado donde cometer el atentado, y arrojar una bomba sobre la carroza
de los novios.375 Increíblemente, logró su cometido, salvo que los reyes
resultaron milagrosamente ilesos.

Después de arrojar el artefacto, salió a la calle, cubierta de cadáveres y


heridos —unos ciento treinta en total—, y en medio del caos, llegó andando
hasta la redacción de El Motín pidiendo protección a su director, José
Nakens, que no solo se la brindó sino que lo contó en una carta a su colega
el director de La Correspondencia de España, señor Romeo, confesándolo
todo: después de tomar una cerveza en Cuatro Caminos, había llevado a
Morral a casa de un amigo,376 en el Puente de Ventas, que lo escondió.
Reconocía, además, haber obrado de igual manera con el anarquista
Angiolillo, el asesino de Cánovas. Empezaba su carta pidiendo a Romeo
que la publicara; cosa que este hizo, de modo que todo Madrid conocía
inmediatamente los detalles de los encubrimientos que convertían a Nakens
en cómplice de dos magnicidios; uno de ellos, el más reciente, en grado de
tentativa, con los resultados que sabemos. 377 La conexión entre
«hermanos», aún sin haberse visto ellos antes, como era el caso de Morral y
Nakens, funcionaba; lo asombroso era la desfachatez del periodista, que
justificaba su acción:

«El crimen político no infama. La delación de ese acto, sí».378

Tan inexplicable osadía parece indicar que Nakens, con su carta, trataba de
ponerse a salvo, antes que descargar su conciencia, pero todavía más
increíble resultó el juicio originado por el atentado: las conclusiones del
fiscal, que también se publicaron entonces,379 no dejaban lugar a dudas:

1a Resulta del sumario que identificados por sus ideas anarquistas los
procesados Francisco Ferrer Guardia y el difunto Mateo Morral se
reunieron, impulsados ambos por un mismo pensamiento, para la
realización de fines altamente criminales, determinados por aquellos contra
el orden social y protegiéndose mutuamente, con tal motivo, al amparo de
una amistad íntima, el primero auxilió con toda clase de recursos materiales
al Morral, que habiendo abandonado la casa de sus padres, en Sabadell, lo
recomendó al dueño de una casa de huéspedes en Barcelona, llevándoselo
después a una habitación que le destinó en el piso tercero número 56 de la
calle Bailén de dicha ciudad, en cuya casa tenía el Ferrer establecida una
escuela libertaria, titulada Escuela Moderna, la que creó no para difundir la
enseñanza e ilustración, sino para introducir, como él mismo afirma en
algunos documentos obrantes en el sumario, “ideas de demolición en los
cerebros y destruir la sociedad actual desde sus fundamentos y sin pretender
hacer buenos obreros, buenos empleados y buenos comerciantes”[...]
habiendo indicado Morral a Ferrer que estaba dedicado a hacer la
revolución social, iniciándola en Barcelona, a que se activara la propaganda
con actos muy ostensibles en el terreno de la violencia, siendo muy capaz
para ello por su carácter exaltado, lo que tampoco ignoraba Ferrer, confirió
aquél el propósito de atentar contra la vida de Su Majestad el Rey, por 375
Antes pensó, al parecer, hacerla estallar en los Jerónimos.

376 Un ex sargento llamado Bernardo Mata, conectado con Ferrer por su


participación en el fallido pronunciamiento de Villacampa

377 Mateo Morral, con ropa nueva comprada por la mujer de Mata, su
encubridor, llegó hasta Torrejón de Ardoz donde sacó un billete para
Barcelona, pero reconocido en la venta de los Jaraíces, carretera de Ajalvir,
fue detenido por un guardia jurado al que asesinó cuando trataba de
entregarlo a la Guardia Civil. Perseguido por un grupo de campesinos, se
suicidó muy cerca de allí. Al menos esa fue la versión oficial aunque no han
faltado interpretaciones muy distintas. Según recientes investigaciones
forenses, la versión del suicidio es insostenible; lo que plantearía la
posibilidad de que Morral hubiera sido silenciado. Como en el caso de la
muerte de Prim, tampoco se ha llegado a una versión concluyente.

378 Ver Marino Gómez Santos , La Reina Victoria Eugenia de cerca, p. 171

379 Aparecieron en la prensa madrileña el 3 de octubre

83

medio de un explosivo, el día en que se celebrara el matrimonio, y dando de


ello conocimiento a Ferrer, que no tomó parte directa en la ejecución,
coadyuvó a la misma física y moralmente por los medios que se dejan
indicados, y además de protegerle y proporcionarle albergue en las casas
antes mencionadas, le facilitó los medios y recursos de que carecía para
adquirir los materiales y explosivos que le sirvieron de instrumento con que
realizar el crimen, auxiliándole también para que saliera de Barcelona con
dirección a esta corte y se hospedara en el hotel Iberia, en donde él se había
hospedado con anterioridad.

Por último, le puso en comunicación con José Nakens, a cuyo efecto le dio
las oportunas instrucciones para que pudiera dirigirse en su busca a la
administración del periódico “El Motín” [...]
3a En los calificados delitos ha tenido la calificación de cómplice el
procesado Francisco Ferrer, por haber cooperado a su ejecución por actos
anteriores y la de encubridores [...]

los otros seis procesados [...]

5a La pena en que ha incurrido el procesado Francisco Ferrer [...] es la de


dieciséis años, cinco meses y diez días de reclusión temporal [...]380

Los hechos quedaban calificados como «dos delitos frustrados de lesa


majestad [...] con ocasión de los que se originaron 23 asesinatos [...] 38
delitos graves [...] y 23 de lesiones manos graves

[...] tres de daños [...] y 12 faltas incidentales de lesiones leves»; todo ello,
según el Código penal entonces vigente.381 Entre las víctimas, «veinte
personas que se quedaron ciegas, como consecuencia de la explosión».382

El crimen está lleno de puntos oscuros que indican que la trama pudo ser
mayor de lo que parece; por ejemplo el que tanto el rey como su madre
tuvieran en su poder una fotografía de Morral antes de la boda. Así lo
reveló la reina Victoria Eugenia a Marino Gómez Santos383 más de medio
siglo más tarde:

El nerviosismo del rey es muy explicable, porque había recibido ya un


anónimo con la fotografía de Morral, diciendo que iban a tratar de evitar
que esa boda tuviera lugar, o matándome a mí o matándole a él [...] La reina
Cristina también recibió el mismo anónimo [...]

Entonces, antes de salir de Palacio, el rey le dijo a su madre: “Proteja,


proteja a mi novia”. La reina le contestó: “Te lo prometo” .384

Esa foto, además, no había llegado a los reyes por la policía sino
acompañada de un anónimo.

¿Quién, con acceso a los aposentos privados de los reyes, se la había hecho
llegar?
Increíblemente también, el asesino disponía de un balcón sobre el recorrido
de la comitiva regia; llevaba diez días allí instalado sin que nadie le
investigara. A pesar de que se sabía que un atentado contra Alfonso XIII era
inminente. Tantos eran los indicios que la policía española había recibido
refuerzos, para la ocasión, de la francesa, la inglesa y la alemana. Y sin
embargo, Morral pudo hacer lo que hizo con toda comodidad: la carroza de
los reyes se detuvo debajo de su balcón a causa de la aglomeración de
carruajes que abrían la marcha; el presidente del Gobierno, Segismundo
Moret, que, por cierto, llegó tarde a recoger a la novia porque «se había
dormido», también era masón.385 ¿No sabía nada de los movimientos de
Morral como debería por su cargo? ¿Aquel balcón de la calle Mayor, el
único que permanecía vacío y cerrado en 380 Marino Gómez Santos, o. c.,
pp. 173 y ss

381 Ibíd., pp. 176 y 177

382 Ibíd., p. 138

383 Escritor español que entrevistó a la Reina en Lausana y en Roma, para


realizar una biografía de la viuda de Alfonso XIII: La Reina Victoria
Eugenia de cerca

384 Ibíd, p. 122

385 Grado 33; estuvo ligado a dos logias: Comuneros de Castilla y


Progreso, siendo Orador de esta última, que en 1890 dependía del Gran
Oriente Español. Ver José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno
masones..., pp. 181-182

84

todo el edificio, no levantó sospechas? Pero el mayor interrogante; el que


no tiene respuesta posible, es cómo pudo Ferrer librarse de la condena
solicitada por el fiscal, que consideraba probada su culpabilidad: dieciséis
años y cinco meses de cárcel que nunca cumplió: El proceso contra Morral,
Francisco Ferrer y José Nakens empezó a sufrir sospechosas demoras en
medio de ocultas y crecientes presiones. En los debates parlamentarios
sobre el regicidio quedó demostrada la culpabilidad de Ferrer y de Nakens.
[...] La sentencia absolvía increíblemente a Ferrer pese a reconocer su
culpabilidad en los considerandos [...] Un diputado radical, muy próximo a
la Masonería, reconocía que el desenlace del proceso por el atentado se
debió a «presiones de todos conocidas».

Presiones de la Masonería que no permitía el castigo de un indudable


crimen masónico.386

Meses después de su ingreso en prisión, Ferrer Guardia quedaba en libertad.


Prudentemente, por si acaso, decidió poner tierra de por medio y pasó a
vivir en Italia y Bélgica donde continuó con su activismo anarquista: fundó,
aparte de revistas, dos escuelas continuadoras de la labor de la Moderna de
Barcelona; la Scuola Laica de Roma y L’Ecole Renouvée de Bruselas. Pero
a principios de 1909 se detectaba su presencia en Alella, su pueblo natal;
había vuelto, con renovados ímpetus, para organizar la que se llamaría
«Semana trágica de Barcelona».

Años más tarde, hablando de Ferrer, Miguel Maura, que había sido ministro
de la Segunda República, en sus memorias, decía: «A duras penas y con
ayuda de muchos “vecinos políticos”, consiguió salir inmune del proceso
contra los cómplices y encubridores de Morral».387 No hace falta decir que
tales “vecinos” eran masones; el anarquismo español era un movimiento
marginal que rechazaba, en principio, cualquier colaboración con los
partidos. Al menos a la luz del día.

Un buen ejemplo de cómo funcionaban las conexiones masónicas lo


tenemos en el caso del general Villacampa; el del fallido golpe republicano
de 1886; que motivó la salida de España de Ferrer Guardia: condenado a
muerte, en consejo de guerra, dicho general fue indultado por el gobierno
de su «hermano» Sagasta con gran satisfacción de la logia Comuneros de
Castilla n°289, que redactó un documento publicado en la revista La
España Masónica, en los siguientes términos:

A.L.G.D.G.A.D.U. (A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo)

[...]
Al Ilustrísimo y Poderoso Señor Práxedes Mateo Sagasta, simbólico Paz,
grado 33.

Sabed que esta Logia en su Tenida (Reunión o sesión) de ayer acordó por
unanimidad.

Que en virtud de vuestra humanitaria y noble conducta para los condenados


por el consejo de guerra a la última pena, como sublevados en la noche del
día 19. Teniendo en cuenta que habiendo vos usado de vuestra poderosa
influencia que, como presidente del Consejo de Ministros del Gobierno de
la nación ejercéis [...] aconsejando a S.M. la reina regente (q.D.g.) el
ejercicio de la regia prerrogativa, conmutando la pena de muerte por la de
reclusión perpetua a nuestro querido hermano D. Manuel Villacampa, grado
33, y a los militares [...] Considerando que habéis por ello contraído un gran
merecimiento para la Orden [la Masonería], como asimismo lo ha contraído
también el Ilustre y Poderoso hermano D. Segismundo Moret, grado 33,
que con vos debe compartir la gloria [...]

Esta logia acordó por unanimidad de sus obreros declarar:

386 Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 554.

387 Miguel Maura, Así cayó Alfonso XIII, p. 21

85

1o Que habéis sabido cumplir dignamente como Masón, con los deberes
que os imponen vuestros juramentos al ingresar en la Orden.

2o Consignar en acta vuestro nombre como digno miembro de la Masonería


española, juntamente con el de nuestro querido hermano Moret.

3o Nombraros miembros honorarios del cuadro.

4° Tributaros una Triple batería. (Batería: rito masónico que consiste en


golpear con las manos según un ritmo que difiere en cada grado. Es
practicado sobre todo en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, y en el Rito
Escocés Rectificado.)
5o Nombrar un triángulo de su seno que pase a felicitaros, y hacer entrega
de esta Plancha (Plancha significa todo trabajo escrito, bien se trate de un
discurso o conferencia, de correspondencia, etc.), extendiéndose para el
Hermano Moret los mismos acuerdos.388

El delito de Ferrer Guardia no era comparable al de su «hermano»


Villacampa: el primero había sido cómplice de una masacre que tenía por
objetivo matar al rey; el segundo solamente había intentado destronarle el
mismo año de su nacimiento; un pronunciamiento grotesco que se saldó con
dos muertos, reprimido por el capitán general de Madrid. Fue mucho más
grave que los cómplices de Morral salieran tan bien librados de su crimen.
Los «hermanos» de Moret, y demás responsables de la seguridad del
Estado, tuvieron que hacer mucha más fuerza que la empleada por Sagasta-
Paz para lograr el perdón de Villacampa y sus cómplices. Pero también lo
ocurrido en 1906 era más grave que lo de veinte años antes. Sigue
pendiente una investigación profunda de lo que pasó en Madrid en aquellos
días de mayo: entre otras cosas, el debate sobre la muerte de Morral está
abierto. Si no se suicidó, como sostienen algunos peritos,

¿quiénes y por qué le mataron?

Masonería y comunismo

Según lo publicado por Tirado Rojas, en la iniciación del grado 33 el


candidato recibe una enseñanza, en cuanto a los fines disolventes de la
Masonería, donde se aprecia la afinidad con el comunismo:

»Los tres infames asesinos de nuestro Gran Maestro son: la Ley, la


Propiedad y la Religión.

»La Ley, porque no está en armonía perfecta con los derechos del hombre
aislado y los deberes del hombre que vive en sociedad, derechos que todos
adquieren en toda su integridad, deberes que no son más que la
consecuencia inmediata de la facultad natural que cada uno de nosotros
debería tener de gozar de todos sus derechos sin que nadie pueda impedirlo.

»La Propiedad, porque la tierra no es de nadie y sus productos pertenecen a


todos, en la medida, para cada uno, de las verdaderas necesidades de su
bienestar.

»La Religión, porque las religiones no son más que las filosofías de
hombres de talento que los pueblos han adoptado bajo condición expresa de
que vengan a constituir un aumento de bienestar para ellos.

»Ni la Ley, ni la Propiedad, ni la Religión pueden, pues, imponerse al


hombre; y como le aniquilan privándole de sus más preciosos derechos, son
asesinos, contra quienes hemos jurado ejercer la más ruidosa venganza,
enemigos a quienes hemos jurado una 388 La España Masónica, n° de 31,
de octubre de 1886, sección “Comunicaciones masónicas”, en José Antonio
Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., pp. 176 y ss.

86

guerra a todo trance y sin cuartel.

»De estos tres infames enemigos, la Religión deberá ser el objeto constante
de nuestros mortales ataques, porque un pueblo jamás ha sobrevivido a su
religión, y matando a la Religión, tendremos a nuestra disposición la Ley y
la Propiedad, y podremos regenerar la sociedad estableciendo, sobre los
cadáveres de aquellos asesinos, la Religión, la Ley y la Propiedad
masónicas.389

En el siglo XIX se pensaba que las primeras fases de la revolución se darían


en países industrializados; como centro de la Internacional superadora de
las patrias —el proyecto de Marx era tan mesiánico y mundialista como el
ideario liberal o el masónico— se pensó en Alemania; pero la revolución
triunfó en Rusia. Allí, en 1917, gracias a la dramática situación causada por
la Primera Guerra Mundial, fue posible desencadenarla en tres etapas: entre
febrero y octubre el país vivió aceleradamente el proceso político
experimentado en el resto de Europa durante el siglo anterior; pero dando
dos pasos más hacia lo que pudo haber sido la dictadura del proletariado.

Primero, una revolución liberal presidida por el masón príncipe Luov; luego
la socialista, bajo el liderazgo de otro masón, Kérenski; y por último, ya en
octubre, la que implantó la dictadura del partido comunista para los
próximos setenta años. En todas las fases intervino la Masonería.
Las logias de toda Europa apoyaron el proyecto que pondría fin a la Santa
Rusia, logrando que Moscú —la «Tercera Roma»— se convirtiera en la
capital de algo diametralmente opuesto a lo que había sido hasta entonces la
inmensa nación euroasiática. ¡Magno proyecto de ingeniería social
anticristiana!

El socialista autoritario Kérenski, Gran Maestro del Gran Oriente Ruso y


Secretario del Supremo Consejo masónico ruso, formó un Gobierno en el
que, salvo uno, eran masones todos los ministros. Fue el que proclamó
formalmente la república, mientras la familia imperial aguardaba ya su
exterminio en prisión.390 En varios aspectos se reproducía el modelo
francés.

Contra ese Gobierno se levantó la tercera y última de las revoluciones; la


comunista. Pero tampoco en esa última fase dejó de estar presente, y de
forma decisiva, la Masonería.

«No ha existido movimiento proletario ni movimiento comunista que no


haya operado a favor de los intereses del dinero en la dirección indicada por
el dinero y durante el tiempo permitido por el dinero y sin que los más
idealistas entre sus líderes lo hayan sospechado jamás». 391 Esta cita de
Spengler traía Ricardo de la Cierva, en una de sus obras, al hablar de
Masonería y comunismo. Y era oportuna.

La secta colaboró desde frentes distintos a la victoria comunista y a la


consolidación de la Unión Soviética. Un grupo masónico importante a la
hora de consolidarla fue el formado por banqueros americanos e ingleses, a
menudo de origen judío, pero la Masonería intervino también por otros
motivos, ajenos por completo a cuestiones de interés económico: para
entender algunos de los principales acontecimientos del siglo XX es
conveniente referirse a la figura, no muy conocida, de un masón
norteamericano, el coronel (honorífico) Edward Mandell House (Houston,
Texas, 1858- Nueva York 1938) asesor principal, mano derecha realmente,
del presidente Wilson. Pertenecía a una rama de la Masonería irregular e
iluminista, la Master of Wisdom (Maestro de Sabiduría), «afín a los
Iluminados de Baviera»,392 que le marcó profundamente: como todas las
logias u órdenes masónicas procedentes de los Illuminati, tenía entre sus
metas la consecución de un poder mundial; algo que, en realidad, ya estaba
presente en la Masonería, como en los rosacruz, desde sus orígenes, pero
que en los herederos 389 Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo I, pp. 169 -170

390 En agosto de 1917 fueron trasladados a Siberia, primeramente a


Tobolsk, y luego a Ekaterinenburgo donde serán asesinados en julio de
1918, por orden del soviet de los Urales.

391 Oswald Spengler, La decadencia de Occidente, en Ricardo de la


Cierva, La Masonería invisible..., p. 596.

392 Ver Manuel Guerra, La trama masónica, p. 350.

87

espirituales de Adam Weishaupt se acentúa hasta constituir unos de sus


rasgos definitorios.

A esos viejos proyectos que ya conocemos: Disolve et coagula, «disolver


para coagular»;

«destruir para construir»; Ordo ab chao, consagrará buena parte de sus


trabajos desde una posición preeminente. En su día quienes conocieron la
Casa Blanca por dentro le consideraban el presidente en la sombra de los
Estados Unidos. House era hijo de un representante de la banca británica
ante el Gobierno confederado durante la guerra de Secesión; conoció a
fondo el funcionamiento de las principales instituciones bancarias
americanas y utilizó ese conocimiento para poner en marcha grandes
proyectos económicos y políticos; como fueron la creación de la Reserva
Federal; la financiación de la revolución comunista en Rusia; y, finalmente,
el trazado de las líneas generales de la reordenación europea —y mundial—
al acabar la Gran Guerra.

Merece la pena detenerse en el estudio de esas conexiones financieras,


masónicas y políticas, en los inicios del siglo XX; conocer la gran banca
americana de su tiempo. En primer lugar, debe tenerse en cuenta que el
presidente Wilson fue elegido en 1912 con el apoyo de esa banca, que
también favoreció su reelección en 1916. En esa campaña prometía no
entrar en guerra, pero House ya había pactado lo contrario con el gobierno
inglés por su vinculación con J.R Morgan, los Rockefeller, los Warburg y
los Schiff, banqueros que habían prestado a Inglaterra ingentes cantidades
de dinero que no estaban dispuestos a perder; así que la Gran Banca
desplegó sus medios para hacer una campaña belicista.

Conviene hablar de estas familias antes de entrar en materia:393 los


Warburg, (Paul y Félix), judíos alemanes, se establecieron en Estados
Unidos en 1902, dejando en Frankfurt, al frente de la banca familiar, a uno
de sus hermanos, Max. Paul se casó con Nina Loeb, hija de Solomon Loeb,
socio del banco internacional más poderoso de América, Kuhn, Loeb y Cía,
y su hermano Félix con Frieda Schiff, hija de Jacob, de la misma banca. Los
Schiff eran socios de los Rosthchild desde sus comunes orígenes alemanes;
interesante alianza desde las perspectivas masónica y financiera.

Tanto los Warburg como los Schiff habían entrado en Skull and Bones,394
consiguiendo así importantes contactos. Paul Warburg contó con el apoyo
del senador Nelson Aldrich, suegro del poderoso masón John Rockefeller,
pero sobre todo tuvo el respaldo de House. Fue él quien organizó la reunión
secreta en la isla de Jekyl (Georgia) donde se pactó la creación de la
Reserva Federal, aprobada legalmente en 1913. Wilson designó a Paul
Warburg como directivo del nuevo organismo cuyo primer presidente fue
Benjamín Strong, de J.P. Morgan.

Presentados los principales protagonistas, veamos su participación en la


fase comunista de la Revolución Rusa: como es sabido, Lenin viajó a través
de Europa en un famoso vagón sellado que lo trasladaba a Rusia para
incorporase a la revolución con 6.000.000 de dólares. Ambas cosas, el
vagón y el dinero, le fueron proporcionadas por Max Warburg que había
llegado a un acuerdo con el Estado Mayor Alemán, empleando como
mediador a un banquero socialista; Alexander Helphand.

A su vez, Trotski zarpaba de Nueva York el 27 de marzo de 1917


acompañado de 275

revolucionarios, y una buena cantidad de dinero también. Las autoridades


canadienses le retuvieron en Halifax, pero solo cinco días porque su
gobierno recibió presiones de Wilson a través del propio House y también,
curiosamente, del mismo Gobierno inglés. Trotski pudo seguir viaje con
pasaporte americano; su decisivo papel en los acontecimientos de Rusia, de
no 393 Para todo este apartado ver Ricardo de la Cierva, La Masonería
invisible..., pp. 596 y ss 394 Sociedad secreta, fundada en 1832 en la
universidad de Yale, con grados de iniciación, juramento y secreto, aunque
no puede afirmarse, según Manuel Guerra, que sea realmente una
organización masónica a pesar de sus tétricos rituales «se parecen bastante
al de varios grados del masónico REAA (el 3° y el 9 o), al grado 3o de la
Gran Logia Rockefeller, así como a distintos grados de la Orden Illuminati,
y de su orden interna: los Luciferianos de Zion. Tal vez no sean sino
residuos de vertientes lúdicas del estudiantado de tiempos pasados [...] El
rito de iniciación dura varias horas, casi toda la noche». Manuel Guerra,
Masonería..., p. 285. Skull and Bones, en cualquier caso, es de orientación
iluminista y comparte los designios mundialistas de las organizaciones
pantalla de la Masonería, como el CFR, que recluta adeptos entre sus filas.

88

ser por esta inapreciable ayuda, acaso nunca hubiera podido representarlo.

La actuación de Max Warburg, por graves que fueran sus consecuencias


para el futuro de la humanidad, puede comprenderse por el afán de crearle
al enemigo ruso problemas en su propio suelo que le apartaran del frente,
pero es menos comprensible el interés americano —si es que puede
identificarse el de House con el de su pueblo—, en asestar ese golpe mortal
a una nación aliada de Inglaterra hasta ese momento. Además, con la
retirada de los frentes de guerra anunciada por Lenin, esos miles de
soldados alemanes bloqueados hasta entonces en el oriental, podrían
emplearse en matar a los americanos que llegaban en auxilio de los aliados.
Paul Warburg tuvo que abandonar su puesto en la Reserva Federal al
conocerse su parentesco con Max, que tan importante servicio acababa de
brindar a la causa revolucionaria, pero lo que no se supo entonces es que el
suegro de su otro hermano, Félix, ayudaba a Trotski generosamente.

Hablamos de Jacob Schiff que, como revelaría su nieto John en 1949,395


siguió financiándole después, llegando a entregarle 20.000.000 de dólares.
Claro que, entre 1918 y 1922, en plena hambruna, los bolcheviques
entregaron a la Kuhn Loeb, a través del propio Schiff, 600.000.000
de rublos.

No solo la gran banca americana; también Lord Milner, Primer Vigilante de


la Gran Logia de Inglaterra, así como Lord Rosthchild apoyaron la
Revolución Rusa a través de la Tabla Redonda,396 fundada por el primero
de ellos. «Como compensación estaba el petróleo del Cáucaso. En el
período de gestación (años 1909-1917) en sus primeros pasos contó
también con el apoyo y la acción subversiva de los judíos masones de la
B'nai B'rith397 y de las 40 logias del Gran Oriente de los pueblos de Rusia,
que eran tanto o más políticos que masónicos».398

La Masonería, por tanto, ayudó al triunfo de la revolución comunista, desde


dentro y desde fuera de Rusia. En el caso de los banqueros, podría
explicarse por un prurito mercantil que les llevara a tratar de conseguir una
presencia en la nación emergente por muy contraria que pareciese a sus
intereses en lo político. En cuanto a la supuesta lucha por las libertades que
la Masonería defiende como propia a lo largo de la historia, no cabía
engañarse: el comunismo traía, en principio una dictadura; la del
proletariado. Nunca llegó tal cosa, estableciéndose en cambio la del partido
comunista, en realidad. Lo que nadie esperaba, en cualquier caso, era una
conquista de libertades a ningún nivel. Se trataba de conseguir,
seguramente, la bicefalia: la presencia en los dos mundos que se
enfrentarían en adelante. Pero en el caso de House había algo distinto:
aspiraba a implantar un sistema socialista «como lo había soñado Carlos
Marx».

Así lo dice en su libro, de política ficción, Philip Dru: Administrator399 El


todopoderoso House, socio y aliado de los grandes banqueros americanos
veía como modélica la sociedad «soñada»

por Marx. Teniendo en cuenta, ante todo, su pertenencia al iluminismo


podría entenderse como una transición hacia el mundo nuevo nacido del
caos.

Contra el marxismo la Iglesia se pronunció reiteradas veces a partir del


siglo XIX. León XIII decía que era rechazable «esa fantasía del socialismo
de reducir a común la propiedad privada, pues daña a esos mismos a
quienes se pretende socorrer, repugna a los derechos naturales de los
individuos y perturba las funciones del Estado y la tranquilidad común».400
Pío XI, a su vez, condenaba el materialismo ateo inherente a esa ideología
—«Es por su naturaleza totalmente antirreligioso y considera la religión
como “el opio del pueblo” »—,401 y su hostilidad hacia la familia:
«convierte naturalmente el matrimonio y la familia en una institución
meramente civil y convencional, nacida de un determinado sistema
económico; niega la existencia de un vínculo 395 New York Journal-
American, 3 de febrero de 1949, en Ricardo de la Cierva, La Masonería
invisible..., p. 599.

396 Organización pantalla de la Masonería

397 Obediencia masónica integrada exclusivamente por judíos.

398 Manuel Guerra, Masonería..., p. 379

399 Edward Mandell House, Philip Dru: Administrator. A story of


tomorrow 1920-1935, New York, B.W.

HUEBSCH, 1912

400 León XIII, Carta Encíclica Rerum novarum, 11

401 Pío XI, Carta Encíclica Divini Redemptoris, 22.

89

matrimonial de naturaleza jurídico-moral».402 Para concluir calificándolo


como «un sistema lleno de errores y sofismas, contrario a la razón y a la
revelación divina; un sistema subversivo del orden social, porque destruye
las bases fundamentales de este; un sistema desconocedor del verdadero
origen, de la verdadera naturaleza y del verdadero fin del Estado; un
sistema, finalmente, que niega los derechos, la dignidad y libertad de la
persona humana».403

Podría estar hablando de la Masonería: la negación del Dios revelado por la


secta había llegado al rechazo de cualquier idea de Dios en Marx; el “opio
del pueblo”; nihilismo absoluto; el rechazo de la familia que luego
llamarían «tradicional» estaba ya presente en la Masonería que venía
desacralizándola desde hacía mucho tiempo, empezando por el matrimonio;
y el rechazo al concepto cristiano de persona ya lo había manifestado la
secta mucho antes que el comunismo; eran compañeros de viaje; heredero,
en muchos aspectos, uno de la otra; dos estadios diferentes de la evolución
de una misma idea disolvente, enraizada en el siglo XVIII.

Pero una cosa era la Revolución y otra distinta consolidar la dictadura


comunista: si hasta 1917

el comunismo se valió de la Masonería, en cuanto Lenin alcanzó el poder la


suprimió. En la Rusia zarista estaba prohibida pero no tan perseguida que
no pudiera existir una estructura masónica clandestina; hemos visto cómo el
masón Kérenski pudo formar un Gobierno masónico en la segunda fase
revolucionaria. Pero el control leninista del Estado y la sociedad soviéticos
no dejaba tanto margen de acción. Estaba la Checa, empezaban ya las
purgas;

«internas» y de «masas». Pasó en Rusia entonces algo parecido a lo


ocurrido en la América de Simón Bolívar: el “libertador” que había
pertenecido a la secta, ya en el poder la suprimió por su peligrosidad. Lenin
también hizo una condena formal. Fue en el tercer congreso de la
Comintem, y recordaba en varios aspectos a todas las condenas anteriores;
pero añadiendo ahora un matiz coyuntural: estorbaba la secta al
establecimiento del poder proletario, y además se la consideraba una
religión; razón de más para que no existiera en la nación del “opio del
pueblo”:

Por sus estatutos, su administración y la manera como son escogidos sus


miembros, la Masonería no representa otra cosa que un proceso de
infiltración de la pequeña burguesía en todas las capas sociales... La
solidaridad, principio básico de la Masonería constituye un serio obstáculo
para la acción proletaria y la libertad reivindicada por la Masonería, es una
libertad de concepción burguesa opuesta a la de la dictadura del
proletariado... La Masonería, por sus ritos, nos recuerda las costumbres
religiosas y se sabe que toda religión sojuzga al pueblo... La Masonería
representa una fuerza social y por lo secreto de sus sesiones y la discreción
absoluta de sus miembros, es una especie de Estado dentro del Estado.404
La resolución se aprobaba a propuesta de Trotski, tan beneficiado de la
protección masónica como sabemos. Que además tuvo un secretario masón,
de larga trayectoria personal: «Frederic (Fred) Zeller Alexander, artista y
pintor [...] exiliado en Noruega, fue Gran Maestro del Gran Oriente (1971-
1973). Después de la II Guerra Mundial, abandonó el comunismo y regresó
al socialismo de su juventud. En 1956 fundó el masónico “Círculo Fraternal
de Estudios y de Acción Socialista” para unificar la formación y la acción
de masones socialistas dentro y fuera de la logia. El y el Gran Maestro de la
Gran Logia (Pierre Simón) con los miembros de estas dos Obediencias
masónicas en Francia intervinieron activamente en los bastidores de la
revolución, también en las barricadas callejeras, del 68».405 La reseña
sobre Fred Zeller, tomada 402 Ibíd, 11.

403 Ibíd, 14

404 Resolución sobre la Masonería del tercer congreso de la Comintem,


celebrado entre el 22 de junio y el 12 de julio de 1921, en Ricardo de la
Cierva, La Masonería invisible..., p. 539.

405 Manuel Guerra, Masonería… p. 309n

90

de Manuel Guerra, es de una gran densidad: enlazamos a Trotski, a través


de una sola persona, con el Mayo francés, y con el Gran Maestro Pierre
Simón, asesor de la ministra Veil, que legalizó en Francia el aborto:
Masonería, socialismo y comunismo, siempre unidos por el proyecto común
de ingeniería social anticristiana. León XIII lo denunciaba en su encíclica
Humanum genus:

[...] sueltas con la mayor licencia las pasiones populares, sin otro freno que
el castigo, ha de seguirse necesariamente el trastorno y la ruina de todas las
cosas. Y aun precisamente esta ruina y trastorno, es lo que a conciencia
maquinan y expresamente proclaman unidas las masas de comunistas y
socialistas, a cuyos designios no podrá decirse ajena la secta de los
masones, pues favorece en gran manera sus planes y conviene con ellas en
los principales dogmas.406
406 León XIII, Carta Encíclica Humanum genus, 24

91

LA REPÚBLICA FRANCESA. SE RECRUDECE LA LUCHA

La imposición del laicismo. La condena de San Pío X

A la caída de Napoleón III París vivió una nueva revolución; violentísima:


la Comuna. El balance fue de unos 15.000 muertos; entre ellos el arzobispo
de París, que fue asesinado. 407 El palacio de las Tullerías, asaltado en
1792 y en 1848, ardió en 1870, desapareciendo del conjunto del Louvre
definitivamente. La Masonería jugó, como en las anteriores revoluciones,
un destacado papel, aunque también tuvo sus bajas. Siguieron varios meses
de anarquía, resuelta, una vez más, por el ejército, y se consolidó la III
República.

En sus primeros años fue un régimen conservador, bajo la presidencia de


Mc-Mahon, que parecía derivar hacia una nueva restauración de la
monarquía; algo que habría visto con buenos ojos el propio presidente. Pero
terminaron imponiéndose los republicanos de toda la vida, herederos
ideológicos de los jacobinos de la Gran Revolución; era el inicio de la
llamada

«República republicana». Unos años más tarde, podía hablarse ya de un


control masónico absoluto. El presidente de la Asamblea Nacional en 1879
era León Gambetta, que llegaría a ser jefe de Gobierno, y ministro de
Asuntos Exteriores. Iniciado en la logia La Reforma de Marsella en
1869,408 estuvo vinculado a partir de entonces al Gran Oriente, sin
desmentir su filiación masónica ni en su actuación ni en sus declaraciones;
«El clericalismo, ¡ese es el enemigo!» fue su grito de guerra.409 «En 1879
se prohibiría por ley que los sacerdotes formasen parte de consejos de
administración e instituciones de beneficencia, suprimiéndose los
capellanes militares en 1880».410
El principal objetivo masónico era, sobre todo, la enseñanza: la Masonería
consiguió entonces establecer un sistema estatal, no solamente laico o
aséptico en materia religiosa sino beligerante frente a la Iglesia. El
momento llegó en 1882 con Jules Ferry en el Ministerio de Instrucción
Pública. Ferry, que llegó a referirse al suyo como «Ministerio de las almas»,
era también masón; se había iniciado en la logia Clemente Amistad de París
en 1875,411 y consideraba vital la imposición de la escuela laica; idea
masónica, compartida por los republicanos franceses en su conjunto.
Contaban con el apoyo de la «Liga de la Enseñanza», creada en 1866 con
ese único fin. Liga esta tan masónica que hasta llegó a celebrar un congreso
en locales del Gran Oriente Francés.

Ferry, desde su Ministerio, logró sacar adelante dos decretos contra la


Iglesia, el 29 de marzo de 1880: «el primero disolvía la Compañía de Jesús,
dándola tres meses para dispersarse; el segundo otorga otros tres meses a las
demás congregaciones bajo amenaza de disolución, para solicitar ser
autorizadas. Ya presidente del Gobierno desde 23 de septiembre de 1880,
entre el 16 de octubre y el 9 de noviembre de 1880 se hace cerrar a 261
conventos y se expulsa a cerca de 6.000 religiosos».412

Pero la ley decisiva fue la de 28 de marzo de 1882, que otorgaba carta de


naturaleza al nuevo sistema; la religiosa sería remplazada por una
enseñanza “diferente”, tendente a formar en 407 Monseñor Darboy,
arzobispo de París; detenido y encarcelado por orden de la Comuna, fue
fusilado el 24 de mayo de 1871.

408 Ver José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., p. 90.

409 José Orlandis, o. c., p. 163

410 Antonio Martín Puerta, “Antecedentes históricos de Educación para la


Ciudadanía”, APORTES 75, XXVI (1/2011), p. 26

411 Ver José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., p. 90.

412 Antonio Martín Puerta, o. c., p. 26

92
valores a los jóvenes franceses; una «instrucción moral y cívica»; el Estado
usurpaba el papel de los padres; y prohibía entrar en las aulas a los
religiosos, que tampoco podrían ya dirigir, inspeccionar o vigilar «las
escuelas primarias públicas y privadas».

La imposición de la laicidad produjo, entre otros efectos negativos, una


fractura social: «las leyes laicas eran profundamente anticlericales y
ahondaron la brecha que separaba a las dos Francias: el partido de los
maestros y el partido de los curas».413 Los católicos franceses,
monárquicos en su mayoría, se negaron a partir de entonces a participar en
la vida pública, retirándose a un “exilio interior”, al no identificarse con el
sistema republicano ni mucho menos con sus políticas en materia religiosa.
León XIII, considerando que ese alejamiento solo podría ser perjudicial,
animaba a los católicos en sentido contrario, proclamando por entonces la
disposición de la Iglesia a colaborar con cualquier sistema, incluyendo el
republicano.414 Era la llamada política del «Ralliement», anunciada por el
cardenal Lavigerie. Profundo conocedor de la Masonería, el papa pensaba
que no se le podía abandonar todo el campo, renunciando a la libertad de
enseñanza, tan atacada en la «Hija mayor de la Iglesia». No por eso fueron
menos contundentes sus condenas de la secta masónica, como veremos;
pero se negaba a identificar al Estado francés con los masones que
ocupaban entonces, mayoritariamente, el poder. Debía recuperarse el
terreno perdido, defendiendo los derechos de la Iglesia y de las familias.
Tenía sobre Francia una visión histórica que le llevó a decir:

Recuerde Francia que su unión providencial con la Sede Apostólica es


demasiado estrecha y demasiado antigua para que pueda en alguna ocasión
romperla. De esta unión, en efecto, procede su verdadera grandeza y su
gloria más pura... Destruir esta unión tradicional sería lo mismo que
arrebatar a la nación francesa una parte de su fuerza moral y de la alta
influencia que ejerce en el mundo415

Lamentablemente, sus esfuerzos no dieron fruto; el régimen seguirá


radicalizándose durante el siguiente pontificado, siempre bajo orientaciones
masónicas: el siglo XX comenzó con nuevas agresiones a los derechos de
los católicos; empezando por el de asociación:
[...] la ley sobre asociaciones de 1901, la denominada ley Waldeck-
Rousseau, autoriza la creación sin restricciones de asociaciones siempre que
no sean confesionales. Baste leer el título III, evidentemente contemplando
la situación de las órdenes religiosas; a falta de justificación, se
considerarán disueltas de pleno derecho, con una consecuencia adicional: la
liquidación de sus bienes. Nada menos que 30.000 miembros de órdenes
religiosas optarán por el exilio. El artículo 14 de la ley decía: «Nadie queda
autorizado a dirigir, bien directamente, bien por persona interpuesta, un
establecimiento de enseñanza de cualquier orden ni a impartir enseñanza si
pertenece a una congregación religiosa no autorizada». [...] En 1903 serían
prohibidas 430 congregaciones.416

El proceso culminó el 9 de diciembre de 1905, cuando se aprobó la ley de


Separación Iglesia-Estado, que cerraba miles de escuelas católicas,
supervivientes a las anteriores medidas, en toda Francia. El Gran Oriente
había triunfado, y nunca ha dejado de contemplar aquella medida como su
gran logro: «Un siglo más tarde (6-IV-2006) las “asociaciones laicas
reunidas en la sede del GOF”, preocupadas por el anuncio de “la revisión de
la ley de 1905 de la separación 413 Juan C. Gay Armenteros, “Las grandes
potencias europeas en el último tercio del siglo XIX”, en Javier Paredes
(dir.), Historia Universal Contemporánea, capt. 12, p. 447.

414 León XIII, Carta Encíclica Inmortali Dei (1 de noviembre de 1885).

415 León XIII, citado por San Pío X en Vehementer Nos, III.

416 Antonio Martín Puerta, o. c, p. 29

93

de las iglesias y del Estado” lanzaron el manifiesto: “¡No toquen la ley


1905!” [...]»417

En 1906, el sucesor de León XIII, San Pío X,418 respondía con una
encíclica que condenaba la ley; Vehementer Nos. Hablaba a los obispos
franceses en primer lugar, levantando acta del largo ataque sufrido por la
Iglesia por parte de las autoridades republicanas: Apenas es necesario decir
la honda preocupación y la dolorosa angustia que vuestra situación nos
causa con la promulgación de una ley que, al mismo tiempo que rompe
violentamente las seculares relaciones del Estado francés con la Sede
Apostólica, coloca a la Iglesia de Francia en una situación indigna y
lamentable. f...] Para vosotros, venerables hermanos, no constituye
ciertamente ni una novedad ni una sorpresa, pues habéis sido testigos de los
numerosos ataques dirigidos a las instituciones cristianas por las
autoridades públicas.419

Enumeraba: la violación de la santidad del matrimonio; la secularización de


escuelas y hospitales; la dispersión y el despojo de las Órdenes, reduciendo
a sus individuos a «una total indigencia». Seguía denunciando la
desaparición de todo símbolo de Cristianismo en los actos públicos, en el
parlamento, el ejército y la judicatura. Porque ya entonces, la religión
quedaba encerrada en el ámbito de la esfera privada como si fuera algo
vergonzante; directriz masónica que la secta tratará de imponer donde y
cuando tenga posibilidad de hacerlo.

Constataba también el papa la inutilidad de sus esfuerzos y los de su


antecesor para detener la deriva iniciada por los gobernantes franceses:
«Porque la violencia de los enemigos de la religión ha determinado por la
fuerza la ejecución de los propósitos que de antiguo pretendían realizar
contra los derechos de vuestra católica nación». En el segundo apartado,
señalaba la negación del orden sobrenatural, ya que se limitaba la labor del
Estado al bien material, despreocupándose «de la razón última del
ciudadano, que es la eterna bienaventuranza».420 El bien común tiene
también, y por encima de todo, una dimensión espiritual. El ignorarlo,
profetizaba San Pío X, traerá consecuencias gravísimas al propio Estado,
que no puede «lograr estabilidad prolongada si desprecia la religión».

Era especialmente doloroso e incongruente, seguía diciendo, que se hubiera


procedido así en Francia, históricamente objeto de predilección de la Sede
Apostólica. « ¡Francia, cuya prosperidad, cuya gloria y cuyo nombre han
estado siempre unidos a la religión y a la civilización cristianas!».421
Denunciaba también la «resolución unilateral del Concordato»; la

«violación del derecho internacional»; la injusticia «intrínseca» de aquella


ley, contraria a la constitución de la Iglesia porque atribuía «la
administración y la tutela del culto público no a la jerarquía divinamente
establecida, sino a una determinada asociación civil», perteneciendo a la
misma «el uso de los templos y de los edificios sagrados y la propiedad de
los bienes eclesiásticos, tanto muebles como inmuebles»; «¿qué es todo esto
sino colocar a la Iglesia en una humillante sujeción y, so pretexto de
proteger el orden público, despojar a los ciudadanos pacíficos, que forman
todavía la inmensa mayoría de Francia, de su derecho sagrado a practicar su
propia religión?».

La situación creada artificialmente, de golpe, por la ley de Separación,


presentaba gran similitud con la se vivió en la Francia de 1790: millones de
católicos veían pisoteados sus derechos, aunque entonces se sublevaron y,
en grandes zonas del país, llegaron a entrar en guerra con sus gobernantes.
También es verdad que en el siglo transcurrido desde entonces, los 417
Manuel Guerra, Masonería..., p. 177

418 José Melchor Sarto (Riese 1835-Roma 1914); elegido papa el 4 de


agosto de 1903, murió el 20 de agosto de 1914, siendo enterrado en las
grutas vaticanas. Beatificado en 1951, y canonizado en 1954 por Pío XII
419 San Pío X, Carta Encíclica Vehementer Nos, I.

420 Ibíd., II

421 Ibíd., III

94

métodos masónicos eran algo más sutiles; el control estatal superaba al que
tenían los gobernantes del Antiguo Régimen sobre sus gobernados; y las
conquistas masónicas en el mundo del pensamiento habían sido fulgurantes.
1905 significaba una victoria de la Masonería infinitamente mayor que las
representadas por la Constitución Civil del Clero y demás leyes contra la
Iglesia, aprobadas por la Asamblea. Era una conquista mucho más duradera
que la que aparentemente lograron los hombres de la Convención con su era
republicana y su culto al Ser Supremo. Porque permaneció. Revestida de
tolerancia, igualdad y filantropía; pero, por eso mismo, duradera bajo su
camuflaje “democrático” de persecución religiosa de perfil bajo;
supuestamente igualitario. La Masonería había aprendido la lección: lo que
podían acarrear determinados excesos, demasiado llamativos, cuando un
pueblo no está preparado para el gran cambio.

La recuperación del Catolicismo francés durante el medio siglo anterior


prácticamente quedaba anulada. De nada había servido la generosidad de
miles de fieles que, a golpe de donaciones, lograron que la Iglesia pudiera
recuperar, en parte, sus funciones. También esto lo denunciaba San Pío X:

Los recursos que la generosidad de los católicos ha ido acumulando para


sostenimiento de las escuelas cristianas y de las diferentes obras de
beneficencia religiosa, son transferidos a establecimientos laicos, en los que
normalmente es inútil buscar el menor vestigio de religión; con lo cual no
solo se desconocen los derechos de la Iglesia, sino también la voluntad
formal y expresa de los donantes y testadores.422

Si Napoleón, al margen de sus creencias, mediante un concordato, buscó


restaurar la cohesión social, los gobernantes de la III República, lograron lo
contrario. Como avisara el papa en su misma encíclica:

Esta [la ley de Separación] será gravemente dañosa no solo para la Iglesia,
sino también para vuestra nación. Porque es indudable que debilitará
poderosamente la unión y la concordia de los espíritus, sin la cual es
imposible que pueda prosperar o vivir una nación; unión cuya incólume
conservación, sobre todo en la actual situación de Europa, deben buscar
todos los buenos franceses que aman a su patria.423

¡Frutos amargos de la secta! De ellos había hablado años antes el antecesor


de San Pío X, León XIII; el mismo papa que presenció el inicio del laicismo
«oficial» en Francia, tratando de establecer una colaboración con la
República que esta rechazó en 1885. Casi a la vez que tendía la mano a los
franceses en Inmortali Dei, el año anterior, el padre de la Doctrina Social de
la Iglesia, había analizado los verdaderos objetivos masónicos, disimulados
por la propia secta detrás de una supuesta búsqueda de la libertad del
hombre; las consecuencias de la acción masónica en la sociedad de su
tiempo; los daños ya causados por la misma, y la amenaza que representaba
para las almas; en el presente y en el futuro; en cualquier latitud. Por eso
comenzaba hablando del género humano; el linaje de Adán.
Humanum genus
Llegamos a un texto extraordinario en cuanto a condenas pontificias de la
Masonería se refiere.

Veníamos anunciando que la mayor, en extensión y enjundia, es Humanum


genus, que vamos a tratar. Su autor, León XIII, lo fue también de un largo
magisterio de gran trascendencia, pero de 422 Ibíd.

423 Ibíd.

95

la Masonería se ocupó especialmente en varios documentos; no solo en la


mencionada encíclica, que puede considerarse histórica. Diez años después
de Humanum genus, en la exhortación apostólica Praeclara gratulationis,
todavía seguía diciendo: Muy grande es el daño que a la unidad religiosa
viene de la secta de la Masonería, cuya ftinesta fuerza hace ya tiempo que
pesa sobre las naciones, singularmente las católicas.

Gozando de la perturbación de los tiempos, audaz por el crecer de su


poderío y por el éxito de sus intentos, se empeña por todos los medios en
confirmar y ensanchar aún más su propio dominio. Ya de los escondrijos y
las celadas salió a plena luz; y como desafiando a Dios mismo, se ha
asentado en esta misma Roma, capital del Catolicismo.

Y lo que es peor, doquier que pone su pensamiento, se introduce por todas


las clases e instituciones sociales, atenta solamente a dominarlas y
señorearlas. Gravísimo daño en verdad: clara es la malicia de sus principios,
y la perversidad de sus intentos.424

Después de esta condena sin paliativos, basada en la maldad intrínseca de la


secta; en su dominio ya universal; su infiltración en todos los medios
sociales y políticos; tal como había hecho ya Pío IX, entra en materia,
concretando los puntos principales de la acción masónica; la manera en que
trataba de corromper, disimuladamente, a la sociedad: Con el pretexto de
reivindicar los derechos del hombre y restaurar la civil coexistencia, ataca
enemistosamente al Catolicismo; rechaza la revelación; los deberes
religiosos; trata con todo vilipendio los sacramentos y todas las cosas
sagradas, que califica de supersticiones; cuanto al matrimonio, a la familia,
a la educación de la juventud, a toda institución privada o pública cuida
bien de arrancarles su impronta cristiana, y borra del corazón de los pueblos
toda reverencia a la autoridad humana y a la divina. Proclama el culto de la
naturaleza, y que solamente por los principios de esta se ha de regular la
verdad, la honestidad, la justicia. Así es como, con toda certeza, el hombre
viene como devuelto de nuevo a las costumbres del vivir pagano, más
corrompido todavía por el refinamiento de los placeres.425

Hablaba de la gnosis masónica que, rechazando la revelación, inicia a sus


seguidores en la adoración del hombre; de la «naturaleza» humana; una
adoración, que eliminando a Dios —«la verdad, la honestidad y la
justicia»— de su vida, solo puede degradarle, cayendo más bajo que los
paganos; tal como Lucifer cuya pretendida elevación le llevó al abismo.
Nunca olvidemos que es él, en la Masonería, el «portador de la luz».
Ningún error más grande puede cometerse, venía a advertir el papa, que el
de guiarse por esa luz.

Y terminaba señalando el camino a seguir por los fieles, especialmente


franceses e italianos; los más afectados por los gobiernos masónicos:

Que Dios, en su bondad, confunda propósitos tan nefarios, mas vea


seriamente el pueblo cristiano y comprenda que hay que sacudir, ya de una
vez, para siempre yugo tan indigno como el de la secta; cuiden, sobre todo,
de sacudirlo con más empeño los que más se resienten de su opresión, esto
es los pueblos de Italia y Francia. Los medios y maneras con que mejor
pueden hacerlo, ya Nos mismo lo indicamos. Ni es incierta la victoria, si se
confía en Aquel que es guía y dijo: Yo he vencido al mundo.426

Dos años antes, ocho después de Humanum genus, también había insistido:
en Custodi di quella Fede; toda una encíclica, una más, dedicada a la secta
masónica. En ella decía: «[...]

424 León XIII, Exhortación Apostólica Praeclara gratulationis, 20 de junio


de 1894.
425 Ibíd.

426 Ibíd

96

recordemos que el Cristianismo y la Masonería son esencialmente


inconciliables; por tanto inscribirse en una de ellas equivale a separase de la
otra».427 Esta frase será citada mucho más tarde, en 1985, por el cardenal
Ratzinger al argumentar a favor de la última de las condenas pontificias; la
firmada por él, junto con Juan Pablo II, en noviembre de 1983: en el
artículo publicado entonces hablaba tanto de Custodi como de Humanum
genus; «Para León XIII esas ideas y concepciones se reconducían a un
naturalismo racionalista inspirado por sus planes y su actividad contra la
Iglesia».428 El artículo del futuro papa recuperaba el magisterio de su
antecesor, actualizando sus argumentos. Veamos ya la gran encíclica que da
nombre a este apartado:

En primer lugar, debe destacarse la fuerza de su introducción:

El humano linaje, después de que, por envidia del demonio, se hubo, para
su mayor desgracia, separado de Dios, creador y dador de los bienes
celestiales, quedó dividido en dos bandos diversos y adversos: uno de ellos
combate asiduamente por la verdad y la virtud; y el otro, por todo cuanto es
contrario a la virtud y a la verdad.

El uno es el reino de Dios en la tierra, es decir, la verdadera Iglesia de


Jesucristo, a la cual quien quisiere estar adherido de corazón y según
conviene para la salvación, necesita servir a Dios y a su unigénito Hijo con
todo su entendimiento y toda su voluntad; el otro es el reino de Satanás,
bajo cuyo imperio y potestad se encuentran todos los que, siguiendo los
funestos ejemplos de su caudillo y de nuestros primeros padres, rehúsan
obedecer a la ley divina y eterna, y obran sin cesar o como si Dios no
existiera o positivamente contra Dios. Agudamente conoció y describió
Agustín estos dos reinos a modo de dos ciudades contrarias en sus leyes y
deseos, compendiando con sutil brevedad la causa eficiente de una y otra en
estas palabras: «Dos amores edificaron dos ciudades: el amor a sí mismo
hasta el desprecio de Dios edificó la ciudad terrena; el amor de Dios hasta
el desprecio de sí mismo, la celestial».429

Advierte de lo que va a tratar: la lucha entre el bien y el mal; entre Cristo y


el diablo. Está en el Evangelio: la «bandera discutida», de la profecía de
Simeón. O con El o contra Él; no hay tierra de nadie. Las dos ciudades de
San Agustín.430 Para más claridad decía: «En el decurso de los siglos, las
dos ciudades han luchado con armas tan distintas como los métodos [...] En
nuestros días, todos los que favorecen la peor parte parecen conspirar a una
y pelear con la mayor vehemencia, bajo la guía y auxilio de la sociedad que
llaman de los Masones [,..]».431

Este lenguaje épico ha resultado y resulta de la mayor eficacia. Lo he


comprobado: un chico que se planteaba, por presiones familiares, entrar en
la secta, después de estudiar esta encíclica, me preguntaba si no podría
utilizar la Masonería para lo que pudiera convenirle aunque él

«sabía quién era»; estaba seguro de sí mismo y de su fe. Dudaba porque


temía que «le pidieran cosas». Zanjé la cuestión diciéndole: «Pero sobre
todo estará usted en el bando del demonio». A lo que, muy serio, respondió:
« ¡Ya!; las dos ciudades... ». La imagen inicial, el título de una de las
cumbres de la Patrística, se le había quedado grabada. No tardó en
comprobar la exactitud de mis palabras por su cuenta, y finalmente no dio
ese paso: una victoria póstuma de León XIII, que le alertó.

Continuaba Humanum genus, la labor de las anteriores condenas,


denunciando lo más grave de la acción masónica: « [...] el propósito de
despojar, si pudiesen, enteramente a los pueblos 427 León XIII, Carta
Encíclica Custodi di quella Fede, 8 de diciembre de 1892.

428 Joseph Ratzinger, “Reflexiones un año después de la Declaración de la


Doctrina de la Fe. Incompatibilidad de la fe cristiana y la Masonería”, L
'Osservatore Romano, 20 de febrero de 1985.

429 León XIII, Carta Encíclica Humanum genus, 20 de abril de 1884,1

430 De civ. Dei. 14, 17.


431 Humanum genus, 2

97

cristianos de los beneficios conquistados por Jesucristo, nuestro


Salvador».432 La salvación de las almas, el argumento reiterado desde el
siglo XVIII; el más grave de todos. Solo deseable por quienes sirven al
demonio. Después de mencionar las condenas de Clemente XII, Benedicto
XIV, Pío VII, León XII, Pío VIII, Gregorio XVI y Pío IX, invoca el otro
motivo presente en todas las condenas anteriores:

[...] puesta en claro la naturaleza e intento de la secta por indicios


manifiestos, por procesos instruidos, por la publicación de sus leyes, ritos y
revistas, allegándose a ello muchas veces las declaraciones mismas de los
cómplices, esta Sede Apostólica denunció y proclamó que la secta
masónica, constituida contra todo derecho y conveniencia, era no menos
perniciosa al Estado que a la religión cristiana, y amenazando con las más
graves penas que la Iglesia puede emplear contra los delincuentes, prohibió
terminantemente a todos inscribirse en esta sociedad.433

La amenaza para los Estados, y las penas más graves que la Iglesia impone,
aparecen en este mismo párrafo que denuncia una actividad «delictiva»; la
de los sectarios. Y a continuación pasa a ocuparse,' «a ejemplo de sus
predecesores», de la sociedad masónica; de su doctrina, planes y actuación;
«manera de pensar y de obrar», para que llegue a conocerse «su maliciosa
naturaleza, y pueda evitarse el contagio de peste tan funesta».434 Vuelve a
denunciar el secreto, pero con repercusiones mucho más graves; más
detalladas y explícitas que en todo lo visto anteriormente: «[...] cuando se
ha juzgado que algunos han traicionado el secreto o han desobedecido las
órdenes, no es raro darles muerte con tal audacia y destreza, que el asesino
burla muy a menudo las pesquisas de la policía y el castigo de la justicia».
Hemos visto ya en esta obra unos cuantos ejemplos que confirman la
veracidad de estas palabras; tanto en cuanto a la ejecución interna de
«justicia masónica», como en lo referente a otros crímenes que quedaron
impunes; asombrosamente impunes, cabría decir. Lo que constituye una de
las pruebas de peso del poder alcanzado por la Masonería ya entonces en las
instituciones; esa infiltración a la que se refería el mismo León XIII en
Praeclara gratulationis, unos años después.
En adelante, Humanum genus pasa a denunciar la ingeniería social
anticristiana. Tenaz, infatigable, polifacética ingeniería, practicada por los
masones en la posición que se encuentren, calando, insensiblemente, en la
sociedad; imponiendo un pensamiento único: Y los frutos de la secta
masónica son, además de dañosos, muy amargos. Porque de los certísimos
indicios antes mencionados resulta claro el último y principal de sus
intentos, a saber: destruir hasta los fundamentos todo el orden religioso y
civil establecido por el Cristianismo y levantar a su manera otro nuevo con
fundamentos y leyes sacadas de la entraña del naturalismo [...]

Y, como en verdad, es oficio propio de la Iglesia católica, y que a ella solo


pertenece, el guardar enteramente y defender en su incorrupta pureza el
depósito de las doctrinas reveladas por Dios, la autoridad del magisterio y
los demás medios sobrenaturales para la salvación, de aquí el haberse
vuelto contra ella toda la saña y el ahínco todo de estos enemigos.435

Como ya hiciera Benedicto XIV, denuncia aquí León XIII dos de las
primeras causas que convierten a la Iglesia en objetivo masónico prioritario:
la custodia de la fe revelada junto con el magisterio que la convierte, por el
mero hecho de ejercerlo en cada época valorando las 432 Ibíd.

433 Ibíd., 5.

434 Ibíd., 7.

435 Ibíd., 9 y 11.

98

realidades sociales, en el último baluarte a conquistar para quienes impulsan


una dictadura ideológica. Instrumento eficaz para imponer ese pensamiento
único ha sido históricamente lograr el debilitamiento —cuando no sea
posible la desaparición— del clero. Gradualmente o de golpe, según las
circunstancias. En estas páginas hemos visto ejemplos de ambas cosas. Y a
ello se refería también León XIII, en esta encíclica: «Vemos [...] al clero
oprimido con leyes excepcionales y graves, para que cada día vaya
disminuyendo en número y le falten las cosas más necesarias; los restos de
los bienes de la Iglesia sujetos a todo género de trabas y gravámenes y
enteramente puestos al arbitrio del Estado; las Ordenes religiosas
suprimidas y dispersas».436 Era el balance exacto de una época, pero
todavía le quedaba mucho que decir: abordaba el concepto masónico de
Dios, y el rechazo de la secta hacia la ley natural: De hecho la secta
concede a los suyos libertad absoluta de defender que Dios existe o que no
existe; y con la misma facilidad se recibe a los que resueltamente defienden
la negativa como a los que opinan que existe Dios, pero sienten de Él
perversamente, como suelen los panteístas; lo cual no es otra cosa que
acabar con la verdadera noción de la naturaleza divina, conservando de ella
no se sabe que absurdas apariencias. [...]

Destruidos estos principios, que son como la base del orden natural,
importantísimo para la conducta racional y práctica de la vida, fácilmente
aparece cuáles han de ser las costumbres públicas y privadas. [...]

Hablamos de las obligaciones que se deducen de la probidad natural. Un


Dios creador del mundo y su próvido gobernador, una ley eterna que manda
conservar el orden natural y veda el perturbarlo; un fin último del hombre y
mucho más excelso que todas las cosas humanas y más allá de esta morada
terrestre; estos son los principios y fuente de toda honestidad y justicia; y
suprimidos estos como suelen hacerlo naturalistas y masones, falta
inmediatamente todo fundamento y defensa a la ciencia de lo justo y lo
injusto. Y, en efecto, la única educación que a los masones agrada, y con la
que según ellos, se ha de educar a la juventud, es la que llaman laica,
independiente, libre; es decir, que excluya toda idea religiosa.437

Después de hacer un bosquejo del galimatías religioso defendido o


profesado por la Masonería, desenmascaraba la realidad: el rechazo al Dios
revelado; a la ley natural. Y

apuntaba la repercusión, en una sociedad así trabajada, de tales actitudes: la


desaparición de la honestidad y la justicia. Destapaba, también, lo que
encubría la educación «laica»; la exclusión de la fe. Y con ello, seguía
diciendo «tomaban cuerpo las opiniones más monstruosas», subiendo «de
todo punto la audacia de los crímenes».438

En el punto 17, abordaba otro de los temas cruciales: «la vida doméstica»:
«El matrimonio es un mero contrato»; «En el educar a los hijos nada hay
que enseñarles como cierto y determinado en punto de religión; al llegar a
la adolescencia, corre a cuenta de cada cual escoger lo que le guste. Esto
mismo piensan los Masones; no solamente lo piensan, sino que se empeñan,
hace ya mucho, en reducirlo a costumbre y práctica»; «se corre a cambiar la
naturaleza del matrimonio en unión inestable y pasajera, que la pasión haga
o deshaga a su antojo». En resumen; el ataque a la familia y a la educación
cristiana era ya frontal. Pero hablando de educación, venía a renglón
seguido uno de los párrafos más divulgados y esclarecedores de toda la
encíclica:

También tiene puesta la mira, con suma conspiración de voluntades, la secta


de los 436 Ibíd., 12.

437 Ibíd, 14 y 15

438 Ibíd, 15

99

masones en arrebatar para sí la educación de los jóvenes. Ven cuán


fácilmente pueden amoldar a su capricho esta edad tierna y flexible y
torcerla hacia donde quieran, y nada más oportuno para lograr que se forme
así una generación de ciudadanos tal cual ellos se la forjan. Por tanto, en
punto de educación y enseñanza de los niños, nada dejan al magisterio y
vigilancia de los ministros de la Iglesia, habiendo llegado ya a conseguir
que en varios lugares toda la educación de los jóvenes esté en manos de
laicos, de suerte que, al formar sus corazones, nada se les diga de los
grandes y santísimos deberes que ligan al hombre con Dios.439

La situación descrita era ya la de Francia, pero será la misma, antes o


después, en cualquier lugar donde la Masonería consiga tener el poder
suficiente para establecerlo: en España el perfecto modelo masónico será la
Institución Libre de Enseñanza, de los masones Julián Sanz del Río y Giner
de los Ríos; vinculada siempre al Grande Oriente Español. A nivel nacional,
la España de la II República, será, desde el punto de vista de la enseñanza,
un modelo masónico.
Nada se dejó a la Iglesia; se trataba de conseguir «una generación de
ciudadanos tal cual ellos

[los masones] se la forjan». Tan importante era la cuestión, que más


adelante León XIII volvía a tratarla, dedicándole un apartado: «poned en su
educación [de la juventud] vuestro principal cuidado, y nunca, por más que
hiciereis, creáis haber hecho bastante en el preservar la adolescencia de
aquellas escuelas y aquellos maestros en los que pueda temerse el aliento
pestilente de las sectas».440

Antes, había desarrollado la cuestión de los «dogmas masónicos», de los


que decía: Discrepan tanto y tan claramente de la razón, que nada puede ser
más perverso. Querer acabar con la religión y la Iglesia, fundada y
conservada perennemente por el mismo Dios, y resucitar después de
dieciocho siglos las costumbres y doctrinas gentilicias, es necedad insigne y
muy audaz impiedad. [...] En tan feroz e insensato propósito parece
reconocerse el mismo implacable odio de Satanás contra Jesucristo.

Así como el otro vehemente empeño de los masones, el de destruir los


principales fundamentos de lo justo y lo honesto, y animar así a los que, a
imitación del animal, quisieran fuera lícito cuanto agrada, no es otra cosa
que empujar al género humano ignominiosa y vergonzosamente a su
extrema ruina.441

Hablaba del dogma asentador de una ética acomodaticia, nacida de


acuerdos establecidos al margen de la ley natural; contra ella realmente: el
relativismo originario de la secta que ya se imponía a los países de tradición
cristiana. Y seguiría imponiéndoseles, recurriendo incluso a la violencia si
no funcionaba con la esperada celeridad el proyecto educativo.

Finalizaba la encíclica con un toque de rebato, destinado a despertar


conciencias adormecidas tras largos años de convivencia con los graduales
progresos de la Masonería; lo iniciado en la Francia del siglo XVIII cuajaba
en la de la III República con mucho menos ruido. Llamaba a la necesaria
unidad de los cristianos, como volvería a hacerlo, en Praeclara
gratulationis, diez años después, diciendo en otro de los párrafos más
resonantes de Humanum genus: Levántase insolente y orgullosa por sus
triunfos la secta de los masones, ni parece poner ya límites a su pertinacia.
Prestánse mutuo auxilio sus sectarios, todos unidos en nefando contubernio
y por comunes ocultos designios, y unos y otros se animan para todo
malvado atrevimiento. Tan fiero asalto pide igual defensa, es a saber, que
todos los buenos se unan en amplísima coalición de obras y oraciones. Les
pedimos, pues, por un 439 Ibíd, 17

440 Ibíd, 34

441 Ibíd, 20

100

lado que, estrechando las filas, firmes y a una, resistan contra los ímpetus
cada día más violentos de los sectarios; por otro que levanten a Dios las
manos y le supliquen con grandes gemidos para alcanzar que florezca con
nuevo vigor la religión cristiana; que goce la Iglesia de la necesaria libertad;
que vuelvan a la buena senda los descarriados; y que al fin, abran paso a la
verdad los errores y los vicios a la virtud.442

El último párrafo lo dedicaba a pedir oraciones; a infundir esperanza en los


fieles: Dios no abandonará al género humano, pero era necesaria una
«perseverante oración»: Como intercesora y abogada tengamos a la Virgen
María Madre de Dios, para que, pues ya en su misma Concepción purísima
venció a Satanás, sea Ella quien se muestre poderosa contra las nefandas
sectas, en las que claramente se ve revivir la soberbia contumaz del
Demonio junto con una indómita perfidia y simulación. Acudamos también
al Príncipe de los Ángeles buenos, San Miguel, el debelador de los
enemigos infernales; y a San José, esposo de la Virgen Santísima, así como
a San Pedro y San Pablo, apóstoles grandes, sembradores e invictos
defensores de la fe cristiana, en cuyo patrocinio confiamos, así como en la
perseverante oración de todos, para que el Señor acuda oportuno y benigno
en socorro del género humano que se encuentra lanzado a peligros tantos. [..
.]443

Una idea que brevemente resume todo este documento es la contenida en la


exhortación dirigida a los obispos: «[...] en primer lugar se ha de procurar
arrancar a los masones su máscara para que sean conocidos tales cuales son,
que los pueblos aprendan por vuestros discursos y pastorales [...] las malas
artes de semejantes sociedades para halagar y atraer, la perversidad de sus
opiniones y lo criminal de sus hechos»;444 «arrancarles la máscara... ».

Destapando su estrategia sus planes quedarían truncados.

De la necesidad de arrancarles la máscara a los masones tuvo León XIII una


experiencia personal directa: el gran fraude de Leo Taxil —cuyo nombre
verdadero era Marie-Joseph-Antoine-Gabriel Jogand-Pages—; un masón
caracterizado por un odio particular a la Iglesia, de imaginación
desbordante, que llegó a fingir una conversión con el único fin de
ridiculizar al papa; jugando con la credulidad de los católicos a quienes
logró convencer de que se había propuesto destapar facetas aborrecibles de
la Masonería que ni siquiera León XIII había podido imaginar.445 Para ello
publicó elaboradas historias de satanismo masónico relacionado con el
paladismo y su imaginaria Gran Maestra, Sofía Walder; creó además un
personaje mítico, también femenino: la norteamericana Diana Vaughan, hija
nada menos que del demonio Vitrú, iniciada en el paladismo, que logró
abandonar a pesar de tan ilustre ascendencia. Fue publicando su biografía
por entregas con gran seguimiento de un público formado tanto por
católicos como por masones; inventó, con la misma intención, un discurso
atribuido al gran jefe masónico Albert Pike, haciendo profesión de fe
satanista, que algunos siguen considerando auténtico actualmente. Incluso,
como “ferviente converso”, fundó en 1895 una ficticia «Liga del Labarum»
que pretendía defender a la Iglesia de la Masonería; acudió al congreso
antimasónico de Trento con la fotografía de su gran creación, la señorita
Vaughan... Parecía, en definitiva, el paladín más entregado de la causa
católica ante la avalancha masónica de aquellos tiempos; de modo que logró
una audiencia con el agradecido León XIII de tres cuartos de hora de
duración..., para terminar dejándole en ridículo en abril de 1897 cuando
ante la Sociedad 442 Ibíd, 35

443 Ibíd, 36

444 Ibíd., 29

445 Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., 138-153

101
Geográfica de París descubrió todo aquel cúmulo de engaños: todo había
sido una trama urdida contra la Iglesia.

Pero verdaderamente el asunto Taxil no está del todo aclarado; pienso que
acertaba Ricardo de la Cierva al decir: «algo pasaba en el mundo satanista
cuando Taxil tuvo miedo de que Roma pudiera destruir completamente a la
Masonería y por eso tramó esa conspiración auténtica (...) para hundir a la
Iglesia Católica. Muy poco después va a surgir el satanismo imparable de
nuestra época. Se quiso adelantar Taxil en crear un falso satanismo donde
ya había un satanismo real. De hecho los masones satanistas tienen
verdadero terror a que se les identifique.

Y aquí reincido en mi afirmación de que no todos los masones son


satánicos pero sí a la inversa».446

Ante ese disimulo diabólico que aquel papa conoció tan de cerca, la
recomendada oración a San Miguel, tiene en León XIII una connotación
muy personal: después de su «visión diabólica», compuso una oración que
mandó imprimir y enviar a todos los obispos del mundo. Uno de ellos, el
cardenal Rocca, lo contó así:

León XIII experimentó verdaderamente la visión de los espíritus infernales


que se concentraban sobre la Ciudad Eterna (Roma); de esa experiencia
surgió la oración que quiso hacer rezar en toda la Iglesia. Él la rezaba con
voz vibrante y potente: la oímos muchas veces en la basílica vaticana. No
solo esto, sino que escribió de su puño y letra un exorcismo especial
contenido en el Ritual romano (edición de 1954, tít. XII, c. III, pp. 863 y
ss.). Él recomendaba a los obispos y los sacerdotes que rezaran a menudo
ese exorcismo en sus diócesis y parroquias. Él, por su parte, lo rezaba con
mucha frecuencia a lo largo del día.447

León XIII era consciente de estar presenciando, desde la Cátedra de San


Pedro, un asalto que venía de las puertas del infierno con «toda la saña y el
ahínco» de los enemigos de la Iglesia, a cuyo frente, como capitanes de las
huestes infernales, identificaba a los masones. De ahí su lenguaje sin
veladuras y la insistencia con la que volvía sobre esta misma cuestión a lo
largo de su pontificado. Para defender a los cristianos de tan «fiero ataque»,
él mismo escribió la oración al jefe de las milicias celestiales que el
cardenal Rocca llamaba exorcismo, porque lo es: San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla; contra las maldades y las insidias del diablo sé
nuestra ayuda. Te lo rogamos suplicantes: ¡que el Señor lo ordene! Y tú,
príncipe de las milicias celestiales, con el poder que te viene de Dios,
vuelva a lanzar al infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos que
vagan por el mundo para perdición de las almas.

Se rezó durante muchos años en diócesis y parroquias de todo el mundo,


como recomendó León XIII; frecuentemente al término de la Misa. Pero,
insensiblemente, con total discreción, fue dejando de hacerse en las últimas
décadas del siglo XX sin que se haya sabido la causa. En algunas iglesias,
muy pocas por ahora, se ha ido recuperando esa oración que el papa de las
grandes condenas contra la Masonería introdujo en el ritual romano.

El mito de Ferrer y el Sagrado Corazón

Dejamos, páginas atrás, a Francisco Ferrer Guardia, en su pueblo natal,


recién llegado de su periplo europeo; el realizado después de esquivar el
castigo que debería haber afrontado, en 446 Ricardo de la Cierva,
Masonería, satanismo y exorcismo, pp. 146-147. La cursiva es nuestra.

447 Cardenal Nassali Rocca, carta pastoral para la cuaresma, publicada en


Bolonia en 1946, en Gabrielle Amorth, Habla un exorcista, pp. 37 y ss

102

buena ley, por su participación en el atentado contra los reyes. Pero su


trayectoria no había terminado, aunque le quedaba muy poco tiempo de
vida. En una historia de la Masonería debe recogerse el final de ese
recorrido; teniendo en cuanta, además, que la sombra de su figura llega
hasta la actualidad. Y que su memoria es —injustamente— reverenciada
por la secta.

Su participación en la Semana Trágica de Barcelona también pudo


probarse, pero esta vez la constatación de sus delitos le costaría la vida:
durante la última semana de julio de 1909, después de graves disturbios en
el puerto, estalla la violencia en la capital de Cataluña; especialmente grave
entre los días 25 y 30. Se había formado un comité de huelga con los
republicanos de Alejandro Lerroux, la UGT, y los anarquistas de
Solidaridad Obrera, que decretó la huelga general revolucionaria,
supuestamente para protestar por el embarque de reservistas para la guerra
de Marruecos, en la madrugada del 26. Todo organizado, principalmente,
por dos masones: Lerroux y Ferrer Guardia. Aunque la relación del primero
con la secta fue peculiar e intermitente; no lo fue, como es sabido, la del
segundo; el

«hermano» Zen, grado 32; de la logia barcelonesa Verdad, iniciado en 1883.

La ciudad, en un clima de terror, quedó incomunicada; sin luz, teléfono,


telégrafo, transportes ni colegios. «Fructificaba espléndidamente en el
trance la semilla lanzada a voleo por el radicalismo de Lerroux y sembrada
por Ferrer en el surco de la Escuela Moderna». 448 En casa de Ferrer se
encontró una circular que decía: «Nosotros queremos y necesitamos
destruirlo todo».449 De nuevo el aforismo masónico Ordo ab chao-,
expresado por Ferrer como necesidad.

El 28, declarado el estado de guerra, salieron a la calle las tropas, de


caballería y artillería, formando columnas mixtas con la Guardia Civil, que
lograron sofocar la revolución el 1 de agosto. El balance fue de 105 muertos
y 300 heridos.

Un objetivo prioritario fue la Iglesia: en la barriada del Pueblo Nuevo, las


turbas asaltaron el colegio de los maristas. «Ardieron las iglesias de San
Pablo, Santa María de Taulat, Nuestra Señora de la Ayuda, San Pedro de las
Puellas, San Cucufate, San Juan Bautista, Santa Madrona Antigua, las
Escuelas Pías de San Antonio y diversas capillas y conventos hasta un total
de 62

edificios religiosos».450 « Se asesina, se satisfacen venganzas personales y,


¿cómo no, viniendo el golpe de dónde viene?, se queman iglesias, se
asesinan sacerdotes, se violan religiosas y hasta algunos energúmenos
bailan por las calles con cadáveres de monjas». 451 De quinientos
detenidos, cinco hombres fueron juzgados en consejo de guerra,
condenados a muerte y ejecutados en Montjuich el 13 de octubre. Entre
ellos Ferrer Guardia. Horas antes de iniciarse el juicio, Gabriel Maura,452
que estaba en París, fue llamado con urgencia a la embajada de España,
donde el secretario de embajada, marqués de Muni,453 le comunica: Acabo
de saber, con visos de certidumbre, que la Masonería de aquí [el Gran
Oriente Francés] ha circulado consignas apremiantes a las logias de toda
Europa para que impidan a toda costa la condena de Ferrer o, por lo menos,
su ejecución.454

Fue un primer aviso de la feroz campaña desatada a continuación contra


Antonio Maura, con el lema de «Maura no», cuya clave fue, sobre todo,
masónica; de los otros cuatro condenados nadie volvió a acordarse, ni
entonces ni nunca. La agitación contra el Gobierno español recorrió Europa,
tal como Muni avisara al hijo del ministro cuya cabeza se pedía. En
Bruselas se descubrió una placa conmemorativa de Ferrer, equiparado a los
condes de Egmont y de Hom, 448 Jesús Pabón, Cambó, vol. I, p. 333, en
Ricardo de la Cierva, Historia General de España, tomo IX, p. 182

449 Ibíd

450 Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p. 171

451 Juan de la Cosa (pseudónimo de Luis Carrero Blanco), España ante el


mundo. Proceso de un aislamiento, p.

213

452 Hijo mayor del presidente del Gobierno español

453 Más tarde embajador

454 Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p. 173

103

mártires de las libertades flamencas; víctimas de la «oscura nación


española». En España, se puso a la cabeza de la campaña José Canalejas,
del masónico partido liberal; 455 una grave irresponsabilidad histórica: con
la caída de Maura desaparecía la posibilidad de una regeneración española;
ya no habría revolución desde arriba, y a partir de entonces, de crisis en
crisis, España avanzaba hacia el fracaso final de la Restauración. Años más
tarde Alfonso XIII explicaría a los hijos de Maura que había forzado la
dimisión de su padre para salvarle la vida, que corría serio peligro. Aunque
Antonio Maura, hondamente dolido, volvería más tarde al poder, en 1909 la
gran ocasión de poner en marcha su proyecto reformista se había hundido;
él tampoco sería el mismo a partir de entonces.

Empezaba, mientras tanto, desde el mismo momento de su muerte, a


forjarse un mito inconcebible: el de Ferrer Guardia. Transformado de
«criminal cobarde»,456 que le llamó Unamuno, en «ilustre pedagogo»,
como ha conseguido la Masonería que se le recuerde. La creación del mito
de Ferrer ha sido una empresa masónica de principio a fin: el doctor Luis
Simarro, catedrático de Psicología experimental de la Universidad Central
de Madrid, profesor de la masónica Institución Libre de Enseñanza, y
masón,457 publicó en 1910 —al año de la muerte de Ferrer— una obra en
dos volúmenes: El proceso de Ferrer y la opinión europea, con la intención
de rehabilitar al «hermano», como era de esperar. Esta publicación hizo que
un grupo de Barcelona, afín a Ferrer, le propusiera presidir la Liga de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano. Dicha liga, tan masónica como la
francesa de la Enseñanza, pretendía ser una plataforma que coordinara la
acción de políticos, intelectuales, masones y anarquistas para impulsar en
España lo que llamaban laicismo, vistiéndolo de lucha contra la
“intolerancia” .458

También en 1910 se celebró en Barcelona un Congreso Librepensador que


rendía homenaje a Ferrer con gran concurso de masones y librepensadores.
Allí se discutieron temas como las relaciones con el Vaticano y las medidas
a tomar para suprimir los símbolos religiosos y las manifestaciones de
culto. Tres años más tarde se constituye la proyectada liga y se establece
desde el principio un contacto permanente con la logia madrileña Ibérica
para apoyar la campaña del doctor Simarro por imponer “la libertad de
conciencia”, que incluía la supresión del catecismo en las escuelas.

Se establecía una actuación a cuatro niveles: prensa, folleto, peticiones al


Parlamento, y “acción judicial”. Esto último «en los casos que se considere
oportuno». El primer Comité Nacional tenía como presidente a Simarro;
vicepresidente 1o a Benito Pérez Galdós,459 y vicepresidente 2o, a Víctor
Gallego, Gran Secretario del Supremo Consejo del Gran Oriente Español.
La Liga tendrá una actuación destacada, marcando los objetivos de la
Alianza de Izquierdas formada en 1918, entre reformistas, republicanos y
socialistas, que incluía la convocatoria de Cortes constituyentes para
establecer un régimen «realmente democrático»; es decir, republicano. En la
II República era ya directamente el Gran Oriente quien organizaba las
Juntas Provinciales...

Todo ello, a partir del homenaje a Ferrer en el primer aniversario de su


muerte. En aquel congreso Librepensador de 1910 los asistentes mostraron
su preocupación por la próximo celebración de otro congreso, muy distinto
al suyo; el eucarístico, que se celebraría el siguiente 455 Su periódico El
Liberal, clamaba: «O el poder o la República», cuestionando al propio rey.

456 Miguel de Unamuno escribió: «Se fusiló con entera justicia al


mamarracho de Ferrer, mezcla de tonto, loco y criminal cobarde, aquel
monomaniaco con delirios de grandeza y erostratismo, y se armó una
campaña indecente de mentiras, embustes y calumnias. Todos los
anarquistas y anarquizantes se juntaron; se les unieron los snobs y
estuvieron durante meses repitiendo los eternos disparates respecto de la
inquisitorial España que es el país más libre del mundo». Ricardo de la
Cierva, Historia General de España, Barcelona, 1980, tomo IX, p. 184.

457 Gran Comendador del Gran Oriente Español desde 1912

458 Así lo afirmaba, en 1998, Luis P. Martín, de la Universidad de


Valenciennes, en su artículo “Un instrumento de democracia: la Liga
Española de los Derechos del Hombre (1913-1936)”, publicado en el n° 1
de la revista Derecho y Libertades del Instituto Bartolomé de las Casas, de
la Universidad Carlos III, dedicado a mantener el

“legado laicista” de Ferrer

459 Siempre buscó la Liga la colaboración de intelectuales de gran talla;


fueran o no masones 104

año en Madrid; al que calificaron de «preocupante resurgir del


clericalismo». Estas eran algunas de las fuerzas, nada desdeñables, a las que
se enfrentaba el joven rey; y el primer conflicto era inminente: ese congreso
eucarístico, que fue el XXI, se celebró; en él se cantó por primera vez el
Himno de Adoradores.

Y tuvo un final inesperado: Alfonso XIII, quiso solemnizar su clausura con


una iniciativa cargada de simbolismo: dispuso que se llevara el Santísimo
Sacramento desde los Jerónimos hasta el Palacio Real, siguiendo el
recorrido de los cortejos reales para exponerlo no en la Capilla, como cabría
esperar, sino en el Salón del Trono. Allí mismo se realizó la primera
consagración de España al Sagrado Corazón; ratificada días más tarde en la
cripta de la catedral de la Almudena, que quedó constituida en parroquia y
Templo Nacional del Sagrado Corazón,460 nuevamente con asistencia de la
Familia Real.

Se decidió entonces impulsar la vieja idea, apoyada por el obispo de


Madrid-Alcalá, D. José María Salvador, de construir el Monumento
Nacional, cuya localización en el Cerro de los Ángeles quedó confirmada
poco después.461 Terminada su construcción, el 30 de mayo de 1919

se inauguraba el mismo, en presencia de la Familia Real y de todo el


Gobierno, con Antonio Maura a la cabeza, que volvía a presidirlo. Allí
volvió el rey a consagrar España, ya por tercera vez, al Sagrado Corazón de
Jesús. Con nueva fórmula, redactada esta vez por el propio presidente del
Gobierno, y revisada por el jesuita padre Rubio. 462 El propio Alfonso XIII
la leyó: «Corazón de Jesús Sacramentado, Corazón de Dios Hombre,
Redentor del Mundo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan... ». Las
reacciones fueron las que cabía esperar por parte de las fuerzas laicistas:

Roberto Castrovido [Vicepresidente tercero de la Liga de los Derechos del


Hombre, diputado y masón] dijo que el acto del Cerro de los Ángeles era
«dogmáticamente una herejía y estéticamente una aberración»; Julián
Besteiro afirmó que era un «acto bochornoso y peligroso», y Pablo Iglesias
terminó su diatriba contra el Cerro de los Angeles diciendo: «La locura ha
hecho presa en nuestros gobernantes».463

La Alianza de Izquierdas funcionaba; socialistas, masones, y republicanos,


coaligados un año antes, haciendo suyo el ideario de la Liga, protestaban
por la consagración. Aquel acto era algo mucho más trascendente que la
inauguración de un «símbolo religioso». Los congregados en tomo al
recuerdo de Ferrer, no podían sino rechazarlo; alguno se hubiera alegrado si
hubiera podido adivinar que sería fusilado y destruido en el verano de 1936.

Alfonso XIII no se arredró y un año más tarde llevó a cabo un acto similar
aunque de menor relieve espiritual y mediático: volvió a consagrar el
Reino. Esta vez al Ángel Custodio de España, cuya imagen, traída
precisamente del Cerro de los Ángeles, quedó entronizada en la madrileña
iglesia de San José, donde sigue estando. La imagen sostiene un escudo con
las armas de Castilla, Aragón, León y Navarra, además de —en escusón—
las tres flores de lis de la Casa de Borbón: eran las armas del propio rey. El
acto, aunque sin las resonancias del 460 El Cardenal Rouco Varela, siendo
Arzobispo de Madrid-Alca- lá, ordenó colocar una placa en el interior del
templo que así lo atestigua. También, por la misma época, la imagen del
Sagrado Corazón de Jesús fue instalada en el altar mayor.

461 Vicente Lorenzo Sandoval, Director de la Obra Nacional del Cerro de


los Ángeles y Rector del Santuario del Sagrado Corazón de Jesús; Getafe,
Cerro de los Ángeles, 15 de junio de 2009; -forosdelavirgen.org-
http://forosdelavirgen.org.

462 San José María Rubio; canonizado por San Juan Pablo II en 2003. Ver
Ricardo de la Cierva y José Antonio Argos, 113.178 caídos por Dios y por
España..., pp. 358-359

463 Vicente Lázaro Sandoval; Director de la Obra Nacional del Cerro de


los Ángeles y Rector del Santuario del Sagrado Corazón de Jesús; Geta- fe,
Cerro de los Ángeles, 15 de junio de 2009; -forosdelavirgen.org- http://

forosdelavirgen.org. Ver también Ricardo de la Cierva y José Antonio


Argos, 113.178 caídos por Dios y por España. .., p. 351

105

celebrado el año anterior, volvió a tener un carácter institucional; otra vez


asistieron, junto a la Familia Real, los miembros del Gobierno junto con su
presidente. Era en aquel momento Eduardo Dato, que sería asesinado un
año más tarde;464 otro atentado anarquista; «propaganda por el hecho».
El rey se posicionaba claramente frente a la Masonería y su proyecto
laicista con plena conciencia de lo que estaba haciendo: él mismo dijo
haberse «jugado la cara por la Iglesia», en entrevista publicada por Cortés
Cavanillas en su libro Confesiones y muerte de Alfonso XIII.465

Preguntado por el autor acerca de su visita al papa, el monarca exiliado le


contestó: Era lógico [...] que el Pontífice recibiera con el mayor gusto, no al
Rey Católico por título tradicional sino a quien se ha jugado la cara en
veinticinco años de reinado por la fe católica. ¿Qué rey en el mundo ha
consagrado su patria al Sagrado Corazón de Jesús, soslayando el consejo de
los “prudentes” y rechazando las amenazas del anticlericalismo y de la
Masonería?466

Y tales amenazas existieron; están documentadas: una semana después de la


consagración al Sagrado Corazón, Alfonso XIII recibió en audiencia al
sacerdote peruano padre Mateo Crawley-Boevey, religioso de los Sagrados
Corazones, que había establecido en Madrid el Secretariado Central de
Entronizaciones, y promovido el acto del Cerro de los Ángeles.467

Dicho sacerdote fue quien dio a conocer, en varias publicaciones, cómo se


produjeron las insólitas advertencias y proposiciones masónicas:468 el rey,
en el transcurso de su conversación, dijo al padre Crawley:

Padre, he tenido un gran gusto en cumplir en el Cerro de los Ángeles un


deber de rey católico, pues el enemigo está dentro de la ciudadela. Y le doy
una prueba: en este mismo salón me vi obligado a recibir una delegación de
la Francmasonería internacional. Unos doce señores. He aquí lo que me
dijeron...469

Resumía a continuación lo fundamental de una propuesta que, de ser


aceptada, garantizaba la paz en España «a pesar de las crisis tremendas que
la amenazan», y la conservación de la corona por parte del rey, a cambio de
aceptar el cumplimiento de cuatro propuestas muy concretas: 1a «su
adhesión a la Masonería»; 2a «decretar que España será un estado laico»;
3a

«para la reforma de la familia, decretar el divorcio» y 4a «instrucción


pública y laica».470 Las propuestas masónicas de siempre; las del Supremo
Consejo del Grado 33 a los autores de La Gloriosa; las de la Liga de la
Enseñanza francesa; las aplicadas en España por la II República; las que
inspiraban a Rodríguez Zapatero; las que obedecen ya la mayoría de
gobiernos 464 Alfa y Omega, n° 763; 8 de diciembre de 2011

465 Julián Cortés Cavanillas, Confesiones y muerte de Alfonso XIII,


Colección ABC, 2a edición, Madrid, 1951

466 Julián Cortés Cavanillas, o. c, p. 46

467 El padre Mateo llegó al lugar de las apariciones del Sagrado Corazón,
monasterio de Paray-le-Monial, en 1907, enfermo y agotado,
experimentando allí su curación y recibiendo, a la vez, una iluminación que
describió así después: «Yo sentí en mí mismo como una sacudida extraña.
Me sentí herido por un golpe de gracia muy violento e infinitamente dulce.
Me levanté completamente curado. Postrado en el Santuario, absorto en la
acción de gracias, comprendí lo que quería de mí Nuestro Señor»; «La idea
de la Entronización la he tomado directamente de las revelaciones de
Paray». En el fresco de la capilla de las Apariciones de Paray, junto a los
santos relacionados con las mismas, aparece el padre Mateo por su especial
relación cón ellas y la difusión de su mensaje.

468 Mateo Crawley, en su libro Jesús, Rey de Amor, Madrid, 1960, y en


declaraciones a la revista Reinado Social del Sagrado Corazón (Madrid,
junio de 1957), recogidas por la revista Iglesia Mundo (n° 170, de
diciembre de 1978). Ver también Ricardo de la Cierva y José Antonio
Argos, 113.178 caídos por Dios y por España..., pp. 349-353

469 Ricardo de la Cierva y José Antonio Argos, 113.178 caídos por Dios y
por España, p. 353.

470 Ibíd.

106

occidentales... El proyecto se mantiene idéntico, aunque ahora presente


nuevos aspectos; más visiblemente anticristianos cada vez.
No era nada extraño que lo pidiese aquella delegación, que además
pretendía arrancarle al rey la firma del documento que le traían ya
redactado; lo más increíble es que quien presidía aquella comisión
masónica era el mismo Luis Simarro, Gran Comendador del Gran Oriente,
y fundador de la Liga creada para mantener la herencia de Ferrer
Guardia;471 el hombre que quiso asesinar al mismo a quien hacían aquella
proposición. ¡Y todo había empezado con la publicación de Simarro
enalteciendo a Ferrer! ¡Simarro había asistido al homenaje que se rindió en
Bruselas al criminal! ¡La osadía masónica resultaba insultante!

Aquellos supuestos defensores de las libertades democráticas, por otra


parte, pretendían que el rey ignorase la Constitución, entrando en política
hasta el fondo, ¿cómo si no lograría introducir semejantes cambios en la
legislación española? Ocurría lo mismo que con su abuela, Isabel II:
querían los masones que hiciera su juego, nada democrático, para
expulsarla si no lo hacía. Y la respuesta del nieto fue la misma que la suya:
«poner el peso de la Corona en la balanza del Catolicismo»; el que pudiera
tener a esas alturas. León XIII, padrino de bautismo del rey, había
denunciado en Humanum genus, esa injerencia masónica en el gobierno de
los Estados; la capacidad incluso que tenía la secta de destronar a los reyes:

Comenzaron [los masones] a intervenir con gran influencia en el régimen


de las naciones, estando dispuestos —por lo demás— a sacudir los
fundamentos de los imperios y a perseguir, calumniar y destronar a los
príncipes, siempre que ellos no se mostrasen inclinados a gobernar a gusto
de la secta.472

Terminaba su relato el padre Crawley con el desenlace de la entrevista, que


fue, como podía esperarse, una rotunda negativa del rey: «Esto, ¡jamás! No
lo puedo hacer como creyente.

Personalmente soy católico, apostólico y romano. Y como quisieran insistir,


los despedí con una venia». La respuesta del portavoz de la Masonería en
aquella audiencia fue una profecía realizada doce años más tarde: «Lo
sentimos, pues Vuestra Majestad acaba de firmar su abdicación como rey de
España y su destierro».473 Cuando llegó la hora no podía engañarse. Y
no lo hizo: su diagnóstico sobre lo que representaba el advenimiento de la
República fue certero porque tenía información privilegiada; su propia
experiencia:

Lo único doloroso es que España sufra las consecuencias de una


experiencia sustancialmente antiespañola, que puede resultar trágica...

El terrible cáncer de la República es el haber sido producto, no de una


opinión republicana, sino de una confabulación de marxistas, separatistas y
masones, ajenos a una convicción y a un sentimiento entrañablemente
nacional.474

Así lo dijo, en el hotel Savoy de Fontainebleau, el 23 de julio de 1933; justo


tres años antes del estallido de la guerra civil; ¡Claro que fue trágica la
experiencia!

Alfonso XIII no persiguió a la Masonería oficialmente ni llegó a pensar en


crear un tribunal especial para reprimirla como haría Franco años más tarde,
pero le plantó cara a título personal; en su calidad de rey católico. Conocía
la presencia masónica en la clase política de toda su vida; el niño que nació
rey siempre había tenido masones en su entorno; formaron parte de sus
Gobiernos; presidieron algunos; estaban en la trama del poder desde medio
siglo antes de que él 471 Ver Jakim Boor (pseudónimo de Francisco
Franco), Masonería, “La Ferrerada” (4 de junio de 1950), p. 89.

472 León XIII, Humanum genus, 25

473 Mateo Crawley-Boevey, Jesús Rey de Amor, en Ricardo de la Cierva y


José Antonio Argos, 113.178 caídos por Dios y por España..., p. 353

474 Julián Cortés Cavanillas, o. c., p. 52

107

viese la luz; habían pasado por varios regímenes, provocando


frecuentemente los cambios.
Debió llegar muy pronto a la conclusión de que resultaba imposible
erradicarlos. Pero creyó que podía tenerlos a raya; al menos dentro de
ciertos límites, y en cuestiones muy concretas, si bien tendría que transigir
muy frecuentemente en otras.

Como su abuela, a quien la secta también trató de captar, era un rey


constitucional; aunque se le aplicara el verbo “borbonear” cuando
intervenía en política, a veces tratando de desencallar alguna de las
múltiples crisis de su reinado. En cuanto a su posición frente a la Masonería
no se puede generalizar; no todos los masones actuaron de la misma manera
ni sirvieron siempre con la misma intensidad los planes masónicos; algunos
buscaron la muerte del rey; otros muchos conspiraron contra él hasta lograr
destronarle; y un tercer grupo formó parte de sus gobiernos.

De estos últimos, unos se camuflaron mejor que otros, en cuanto a su


condición masónica —

alguno completamente—, aunque todos, sin excepción, obedecieron las


estrategias de la secta, condicionando su lealtad monárquica a las
estrategias que esta les marcara. Sobre todo en los momentos cruciales. La
caída de la monarquía era solamente cuestión de tiempo. No puede
comprenderse en profundidad este reinado sin conocer la intervención de
los masones en el poder y contra él.

Dejando a un lado las personas, Alfonso XIII vivió en una prolongada


tensión con la Masonería, o más exactamente, contra los fines de la misma.
Cuando despidió a la delegación masónica en el Palacio Real sabía las
implicaciones que aquello tenía; tampoco lo descubrió entonces; lo sabía
desde mucho antes: tuvo más de una propuesta masónica. Como también
sabía, ya en el exilio, que la única posibilidad que tendría de recuperar la
corona sería iniciarse en una logia. Así se lo aconsejaba otro soberano
europeo, al que respondió que antes lo echaría todo por la borda,
«incluyendo la Corona y a su propia familia». Si la clave masónica resulta
imprescindible, a menudo, para descifrar la historia, es especialmente
interesante para estudiar el reinado de Alfonso XIII, y su caída. Así como lo
que vino a continuación.
En cuanto a la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, para Alfonso
XIII, fuera o no consciente de ello, era una cuestión pendiente. Una
cuestión de su dinastía: Luis XIV no llegó a consagrar a Francia a pesar del
mensaje muy preciso que le hizo llegar la vidente del mismo Sagrado
Corazón; santa Margarita María de Alacoque (1647-1690).475 Luis XV
tampoco lo hizo, y Luis XVI solamente siendo ya prisionero en el Temple
formuló el voto de realizar la consagración. Que un rey tan piadoso no lo
hubiera hecho antes parece indicar que era un acto que ya entonces
presentaba ciertas complicaciones. Así lo dijo Alfonso XIII a su biógrafo;

¿quién se había atrevido a hacerlo? Esa gran devoción difundida en su día


por la Compañía de Jesús, ponía a los gobernantes en el punto de mira de
las sectas secretas; aunque ya los tuvieran antes. Era una “provocación”
añadida, como se vio por la reacción masónica de 1919.

Y es extraño que así sea: lo sustancial de esas apariciones fue revelar el


ardiente amor del Corazón de Jesús por el hombre. Abad-Gallardo, que dejó
la Masonería al encontrarse con Cristo, interpela a quienes fueron sus
«hermanos»: «Con esta obra, os propongo una cuestión importante. Yo
tengo el coraje de dar testimonio. Y vosotros, ¿tendréis el de dejaros amar
por Dios? ».476

Laicidad y Masonería en la actualidad

475 Debía incluir al Sagrado Corazón en las armas y banderas de Francia,


apoyar su culto y consagrarle un templo nacional. Así se lo transmitió San
Claudio de la Colombiére (1641-1682), el jesuíta confesor de Santa
Margarita María de Alacoque.

476 Serge Abad-Gallardo, o. c., p. 138

108

Aunque laicismo477 y laicidad sean conceptos distintos;478 se utilizan los


dos indistintamente, sin grandes preocupaciones semánticas, por parte de
quienes persiguen un mismo fin: borrar el Cristianismo de la sociedad. Tal
cosa, bajo la cobertura de lograr un mundo supuestamente libre, nunca dejó
de ser objetivo de la Masonería; el brote fuerte de laicismo de la III
República Francesa no fue algo pasajero; ni las políticas de la secta durante
todo el siglo XX tuvieron objetivos más concretos. En España, el paréntesis
marcado por el franquismo no impidió que en cuanto la Masonería volvió a
practicar sus «trabajos», recuperase inmediatamente su gran proyecto,
tomando la figura de Ferrer Guardia como referente. El mayor terrorista de
la historia de España convertido en modelo pedagógico y mártir del
laicismo. Resulta tan grave como significativo el hecho de que una
fundación lleve su nombre, tomando el testigo de la Liga de los Derechos
del Hombre.479

Dicha fundación, constituida en diciembre de 1987, mantiene -como la


desaparecida liga- una estrecha vinculación con la Masonería: su
presidente, el catedrático de Derecho Tributario de la Universidad de
Barcelona, Joan Francesc Pont, es uno de los pocos masones que reconocen
serlo entre todos los encuadrados en las Obediencias españolas. Adjunto de
Asuntos Exteriores de la Gran Logia Simbólica de España,480 está tan
alineado con el concepto de laicidad del Gran Oriente de Francia que ha
llegado a decir: « La historia de la libertad es la historia de los herejes y de
los heterodoxos».481 Exactamente lo mismo que sostiene el Libro Blanco
del GOF.

Por tanto, en su opinión, la libertad exige la desaparición de lo cristiano de


cualquier lugar visible.

En plena coherencia con ese fundamentalismo masónico, fue Pont quien


logró el cierre de la capilla de su universidad en plena campaña laicista a
principios de 2011. Así lo admitió, aunque a regañadientes, en un programa
de televisión en el que yo participaba:482 preguntado por otro de los
participantes, Luis Losada, sobre la razón de ese cierre, eludió la respuesta,
pero ante la reiteración de la pregunta acabó reconociéndolo; y por fin
respondió: lo hizo porque entendía que «un espacio público no podía estar
destinado a una sola confesión religiosa»; el gran argumento, tan sincretista
como intolerante, de la Masonería y sus colaboradores para reducir la
práctica de la religión cristiana a la más estricta intimidad.

Algo similar a lo ocurrido en el Méjico de la Guerra Cristera podría


parecerle una buena solución; al menos de momento. Ese es el concepto de
tolerancia de quienes dirigen el proyecto laicista. Cuando en el Club
Financiero le hablé a Tom Sarobe de esta intervención de su

«hermano» Pont, el ex Gran Maestro de la Gran Logia y del Gran Oriente


me respondió que el catedrático barcelonés pertenecía a una Obediencia
«marginal», lo que no define exactamente a 477 «Desde el punto de vista
cristiano “laicismo, laicista” suenan a degradación de “laicidad, laico”. El
laicismo, de origen e impronta masónicos, trata de recluir lo religioso de
cualquier religión determinada, también y especialmente lo cristiano, en el
foro íntimo de la conciencia, así como dentro de los templos y en sus
“sacristías”

y aledaños». Manuel Guerra, La trama masónica, p. 114

478 Según la RAE, laicidad significa «principio que establece la separación


entre la sociedad civil y religiosa», mientras que laicismo es la
«independencia del individuo o de la sociedad, y más particularmente del
Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa». Según la
Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, «la laicidad, entendida
como autonomía de la esfera civil y política de la esfera religiosa y
eclesiástica —nunca de la esfera moral—, es un valor adquirido y
reconocido por la Iglesia, y pertenece al patrimonio de civilización
alcanzado». Ver Nota doctrinal de la Sagrada Congregación para la
Doctrina de la Fe de 2002, en Juan Claudio Sanahuja, Poder global y
religión universal, p. 120.

479 Naturalmente, sus promotores son negacionistas: niegan la


participación de Ferrer en la Semana Trágica; su condena fue urdida por el
Gobierno de acuerdo con los jueces militares..., y en cuanto al atentado
contra Alfonso XIII, lo mismo: la culpabilidad de Ferrer no fue probada; no
tuvo nada de extraño que quedara en libertad. La campaña contra España y
su Gobierno estuvo justificada. Ferrer Guardia, por su parte, hacía
responsable de su proceso a la Compañía de Jesús que era la que “mandaba
en España”. Se declaró inocente hasta la muerte 480 Ver Manuel Guerra, La
trama masónica, p. 157

481 Conferencia de Joan Francesc Pont Masonería y Mediterráneo: la


construcción de un espacio de laicidad. Ver Manuel Guerra, La trama
masónica, p. 157

482 Con otro enfoque, de Intereconomía TV, 2 de marzo de 2011

109

la Gran Logia Simbólica de España. «Actualmente es la Obediencia que


cuenta con más logias y triángulos en sus vertientes exclusivamente
femenina y mixta. Posee la editorial Tres Puntos.

Una de sus logias, la llamada Miguel Servet (Zaragoza) publica la revista


Acacia»;483 y, después de la Gran Logia de España, y la Gran Logia
Nacional de Cataluña, según la revista Hiram Abif, es la Obediencia que
cuenta con mayor número de «hermanos» en España: la tercera de las
veintitrés existentes.484 Más que a marginalidad debía referirse Sarobe a su
«irregularidad»: como vimos, un miembro del Gran Consejo Simbólico de
la Gran Logia Simbólica de España, Juan Carlos Daza, es uno de esos pocos
masones que han reconocido la relación existente entre Masonería y
luciferismo; uno de los secretos mejor guardados de la secta hasta la fecha.
485 Pero interesa en este punto sobre todo la relación de Pont con la
fundación Ferrer Guardia, y el papel que esta representa:

El llamado Manifiesto de Barcelona, fechado en 2002 y que es la hoja de


ruta del laicismo para su implantación en España, tiene como gran
organización de pensamiento a la llamada Fundación Ferrer Guardia [...] El
propio Pont en una carta pública dirigida a sus hermanos masones, asegura
que “la primera idea de crear la fundación fue de Rafael Vilaplana (que fue
Soberano Gran Inspector General y uno de los hombres clave en la vuelta
de la Masonería a la legalidad en la Transición). Yo retomé sus esfuerzos en
1987, dando cuenta al Gran Consejo Simbólico de la Gran Logia Simbólica
Española de los resultados en las sesiones de los años siguientes. Hoy la
Fundación goza de solidez y de independencia como el principal referente
de la laicidad y del librepensamiento en España” .486

Ciertamente, el militar republicano exiliado Rafael Vilaplana fue un


histórico de la Masonería con un gran papel en su reorganización en España
tras la muerte de Franco. Que retomara la implantación de la laicidad como
tarea principal no era extraño, aunque es curioso que para hacerlo pensara
en Ferrer Guardia como símbolo y referencia. Pero es un hecho que nadie
en el ámbito masónico discutió, que se sepa, lo acertado de la elección; y
que la Ferrer Guardia contó con grandes apoyos desde el principio.

Concretamente con el de un partido masónico, la Esquerra Republicana de


Catalunya,487 cuyo presidente, Carod Rovira, figuraba en el Comité de
Honor de la Fundación.488 Del mismo comité formaron parte también
«destacados socialistas (el ex presidente de la Generalitat Pasqual Maragall,
su exsecretario General Raimon Obiols, el exministro del gobierno español
y expresidente del Parlamento Europeo Josep Borrell, el escritor Ignasi
Riera, etc.)».489 No; no le faltó cobertura al ambicioso proyecto laicista
que tomaba como ejemplo a Francisco Ferrer i 483 Manuel Guerra, La
trama masónica, p. 80

484 Ibíd., pp. 70-71

485 Ver Juan Carlos Daza, Diccionario de Francmasonería, Ed. Akal,


Madrid, 1997, pp. 228-229.

486 ALBA, del 11 al 17 de febrero de 2011, n° 312

487 «Prácticamente todos los directivos de ERC son masones. He aquí


algunos nombres: su presidente Carod Rovira (presidente de ERC), Joan
Puigcercós (refundador de ERC con Carod Rovira y Angel Colom), María
Angeles Prats (ex Gran Maestra de la Obediencia masónica Derecho
Humano), Marta Riera i Franco (también Cabeza nacional de la OMRMM
[Orden Masónica del Antiguo y Primitivo Rito de Memphis y Misraím] en
España, miembro de la masónica Orden Illuminati, cofundadora del
colectivo Els Altres Andalusos y presente en las listas electorales de ERC),
Josep Bargalló (ex conseller primero de la Generalitat de Catalunya, una
especie de primer ministro, hasta que ERC fue excluida del gobierno de
Maragall) [...] Varios masones, illuminati y miembros del Priorato de Sión
del Gobierno catalán serían los responsables de su política actual [...] Ahora
ocurre como durante la Segunda República. Los dirigentes de la Esquerra
Republicana de entonces eran nacionalistas, republicanos y, en su mayoría,
masones. El primero su presidente Lluis Companys, presidente también de
la Generalitat catalana [...]». Manuel Guerra, La trama masónica, p. 235.
488 Ver Manuel Guerra, Masonerí a..., 318

489 Ibíd.

110

Guardia. Catalanes sobre todo.

El centenario de Ferrer se conmemoró como el del gran prohombre


inventado, y exaltado más allá de una idealización exagerada, que ya se
había construido. Resultaba impresionante la participación de
personalidades, socialistas sobre todo, en el evento: El presidente del
comité de ese centenario fue Pasqual Maragall, y entre sus miembros estaba
lo más granado del socialismo español, que conjuga dinero, poder real e
influencia: el ministro de Educación, Angel Gabilondo, la ministra de
Cultura, Angeles González-Sinde; el entonces presidente catalán, José
Montilla, además de Joaquín Nadal, Miguel Iceta y el exvicepresidente del
Gobierno, eterno candidato tapado a la dirección del socialismo español y
presidente de Caixa Catalunya, Narcís Serra.490

De la composición de aquel comité de honor le comenté yo a Tom Sarobe


cuando me habló él a mí de la «marginalidad» de Joan Francesc Pont. De
ser eso cierto, ¿cómo logró tal concurso de destacados personajes para
honrar la memoria del hombre que da nombre a su fundación? No me
contestó, como tampoco lo hizo cuando di lectura al ritual del grado 29 del
REAA. Silencio en ambos casos. Quizá se refiriese a la «irregularidad» de
la Gran Logia Simbólica Algo estaba claro: si Pont o su Gran Logia fuesen
algo poco representativo de lo que es la Masonería actualmente, era
indiscutible que el nombre de Ferrer, en cualquier caso, provocaba una
adhesión unánime en las más altas esferas del poder. Y es que el poder en
España era ya tan laicista como lo fue el propio Ferrer Guardia; al margen
de que lo que pensaran los ministros de Zapatero de su trayectoria. Es
asombroso constatar que aquel siniestro apóstol de la destrucción
anarquista, menos que mediocre intelectual, se haya convertido en el
principal referente del laicismo español; aunque no entráramos a considerar
la gravedad de los crímenes de los que fue responsable. Es asombroso, en
realidad, que se le tome como referente de cualquier iniciativa que pretenda
presentarse como defensora de la libertad.
Pero en 2009, cuando su centenario, el mito de Francisco Ferrer ya estaba
sólidamente asentado. La fundación que lleva su nombre era una las más
destacadas organizaciones que impulsaban el laicismo en aquellos años,
junto al Instituto Bartolomé de las Casas, de la Universidad Carlos III, la
Fundación Educativa y Asistencial Cives, y la Asociación Española Europa
Laica.491 Por tanto, un apoyo importante para sostener uno de los
principales ejes de actuación del Gobierno durante las dos legislaturas de
José Luis Rodríguez Zapatero. Pocas veces se ha enfrentado España a
“ingenieros” tan eficaces y esforzados; capaces de convertirla en un
verdadero laboratorio masónico que la hiciera tan irreconocible como
anunciaban los socialistas ya en tiempos de Felipe González. Se ha dicho,
con razón, que Zapatero parecía gobernar siguiendo las directrices del Libro
Blanco de la Laicidad del Gran Oriente Francés.

César Vidal, en uno de sus obras sobre la Masonería, da noticia de la


existencia de dicho libro, redactado a principios del presente siglo, y
publica su texto íntegro en el apéndice documental, introduciéndolo con un
comentario: «El Gran Oriente francés publica su Libro Blanco de la
laicidad. En la línea de las leyes masónicas y anticlericales aprobadas en
Francia desde 1905, su impronta es muy similar a la seguida en sus años de
gobierno por el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero».492

Veamos parte de su contenido: empieza en su «Introducción» proclamando


la laicidad como panacea universal; vehículo imprescindible para alcanzar
la plena autonomía del individuo; una 490 ALBA, de 11 al 17 de febrero de
2011, n° 312

491 «La Asociación Española Europa Laica, o sea “laicista”, fundada por
Víctor Guerra, masón asturiano del Gran Oriente de Francia, es miembro
formal de la Federación Humanista Europea [...] Colabora también con
movimientos franceses afines, sean o no organizaciones pantalla de la
Masonería, por ejemplo: Europe et Lai'cité y Libre Pensée, así como con
Alianza contra el Conformismo (Alemania), Unión de Ateos y Agnósticos
Racionalistas (Italia)». Manuel Guerra, La trama masónica, p. 115.

492 César Vidal, La Masonería. Un estado dentro del estado, p. 312

111
regula vitae propia de las sociedades democráticas: «La laicidad es una
regla de vida en la sociedad democrática. Impone que se den a los hombres,
sin distinción de clase, origen o confesión los medios para ser ellos mismos,
libres de sus compromisos, responsables de su desarrollo y dueños de su
destino».493

En el punto I ataca ya a la Iglesia, reflejando su propia visión de la historia:


Historia-especificidad francesa.

La reivindicación laica se ha desarrollado allí donde una iglesia, en este


caso la iglesia católica romana, ha querido imponer un poder totalitario en
sentido literal, es decir, englobando todos los aspectos de la sociedad civil,
política y económica, de hecho allí donde la religión se ha convertido en
poder. Frente a ese poder fueron apareciendo sucesivos intentos de
liberación, tanto políticos como espirituales o ambos a la vez. En la Edad
Media, esos movimientos nacieron en el interior de la iglesia católica, y
fueron calificados de heréticos y rápidamente aplastados. Desde los
primeros reformadores a los filósofos del siglo XVIII, la idea fue
evolucionando, aunque siempre asociada a un doble movimiento
emancipador:

—El del pensamiento libre para franquearse poco a poco las creencias
obligatorias.

—El de una sociedad que reivindicara las libertades políticas.

[...] en Francia, la alianza más que milenaria entre el «Trono y el Altar»


hizo inevitable la protesta religiosa a partir del momento en el que se
desarrolló la protesta política. Con este estado de ánimo, los filósofos del
siglo XVIII, animados por el espíritu de las Luces, llevan a cabo un doble
asalto ideológico contra las dos formas del absolutismo, monárquico y
religioso. [,..]494

Obviamente, para el GOF, todo se reduce a una lucha entre el hombre y la


Iglesia Católica; toda herejía queda justificada; no han existido herejías
realmente; fueron todas «intentos de liberación», aplastados por la Iglesia,
centro de todo despotismo. Sobraron los concilios; los debates teológicos; la
labor de los Padres y Doctores de la Iglesia; la definición de los dogmas;
todo el magisterio; todo ello, realmente es rechazable: los herejes tenían
razón: los cátaros (que además eran gnósticos, especialmente cercanos a la
religión masónica por tanto), Lutero, Calvino, Voltaire (que odiaba a la
Iglesia y a Cristo), Holbach (que rechazaba la idea de Dios), los
philosophes en su conjunto, todos ellos tenían razón: buscaron “la libertad”
frente al enemigo común; la Iglesia. Lo mismo que sostiene en España el
señor Pont.

Desde la rebelión contra el Papado y la Tradición —incluyendo liturgia y


sacramentos— hasta el culto deísta oficializado por Robespierre, la
Masonería asume y enaltece todo proceso político, filosófico o religioso
realizado contra la Iglesia. Y admite que la Revolución Francesa se llevó a
cabo contra el Catolicismo. De ahí el carácter de persecución religiosa que
tuvo.

El Libro Blanco del GOF, aborda en el punto II la cuestión de los «valores


laicos», tendentes a lograr la “liberación” del hombre desde la infancia de
toda posible influencia del pensamiento cristiano:

II Los valores laicos

El humanismo laico se basa en el principio de la libertad absoluta de


conciencia.

Libertad de conciencia: emancipación respecto a todos los dogmas, derecho


a creer o no creer en Dios, autonomía de la mente frente a las coacciones
religiosas, políticas o económicas, liberación de los modos de vida ante los
tabúes, las ideas dominantes y las reglas dogmáticas.

La laicidad busca liberar al niño y al adulto de todo lo que aliena o pervierte


el 493 Ibíd.

494 Ibíd, pp. 313-314

112

pensamiento, especialmente las creencias atávicas, los prejuicios, las ideas


preconcebidas, los dogmas, las ideas opresoras y las presiones del orden
cultural, económico, social, político y religioso [.. .]495

Al hablar de libertad «absoluta» de conciencia, lo que defiende es una


perfecta autonomía de la moral, prescindiendo por supuesto de cualquier
atisbo de ley natural: la defensa del dogma relativista; la negación de la
verdad; la encrucijada en la que se encuentra quien a ella quiera adherirse,
como dijo San Juan Pablo II: el que lo haga estará bajo sospecha de resultar
incompatible con un sistema democrático, al no aceptar que la verdad sea
«variable».496 Lo vimos al hablar de Masonería y religión.

Luego mezcla, en un totum revolutum, política, economía, cultura. .. y


«coacciones religiosas»

más «reglas dogmáticas». Era de esto solamente de lo que quería hablar el


Libro Blanco.

Porque proclamar en Occidente el derecho a creer o no en Dios en pleno


siglo XXI no dejaba de ser pura retórica al servicio de la ingeniería social
masónica: extirpar la fe revelada de las conciencias, como cuando la misma
secta instauraba el culto al Ser Supremo. Todo vale menos el Cristianismo;
particularmente el católico. Con esa afirmación hubiera bastado. ¿O es que
los autores del Libro Blanco estaban pensando en alguna otra religión? ¿El
Islam quizá? No parece probable. Actualmente, ante la amenaza terrorista,
es posible que sí; que también el Islam.

Aunque puede que nunca lleguen a considerarle tan “peligroso” como al


Cristianismo; la primera religión a batir.

En cuanto a «liberar al niño de [...] dogmas [...]» es una de las frases más
preocupantes del texto, porque ya sabemos lo que eso significa: la batalla
por el control de las almas desde la escuela; lo que propugnaba Jules Ferry
en 1880. En cuanto a esa mezcolanza de «ideas preconcebidas, ideologías
opresoras, presiones de orden cultural, etc, etc, [...] o religioso», que busca
camuflar las intenciones verdaderas del autor, evoca inevitablemente el
discurso de Hillary Clinton en el Lincoln Center de Nueva York.497 Ese ya
mencionado discurso en el que, con menos palabrería, podía haber dicho
que ella estaba allí para reclamar que los gobiernos utilizaran
coercitivamente su poder para «redefinir» los dogmas; es decir, sepultar la
libertad religiosa.

El apartado III del Libro Blanco es de los más interesantes si quiere


conocerse la hoja de ruta que la Masonería propone para lograr el gran
cambio social anhelado: La ley republicana no puede reconocer el delito de
blasfemia o sacrilegio, lo que desembocaría en la institucionalización de la
censura.

[...] La laicización [...] ha sido uno de los aspectos esenciales del ejercicio
de la libertad y de la igualdad de derechos:

—Nacimiento, vida y muerte, considerados ya no únicamente desde la


perspectiva de la religión o de la pertenencia comunitaria, sino desde la
libertad individual.

[...]

—Por último, la escuela laica y republicana debe ser preservada de toda


penetración económica, confesional o ideológica, ni siquiera disfrazada de
aspectos supuestamente

“culturales”. La escuela no es el lugar para la manifestación y menos para el


enfrentamiento de las diferencias [...] la escuela debe proscribir cualquier
forma de proselitismo.498

En primer lugar hay que decir que la legalización de la blasfemia y del


sacrilegio, contemplada 495 Ibíd., pp. 315-316.

496 San Juan Pablo II, Carta Encíclica Centesimus annus, 46.

497 Sobre feminismo en abril de 2015

498 César Vidal, o. c., pp. 319-320

113

por el GOF como una necesidad, viola gravemente los derechos de millones
de personas y es lo más opuesto a la tolerancia que pretende defender a toda
costa. Ese dogma masónico, verdadero cajón de sastre, debería ser revisado,
aclarando dónde está el límite entre lo tolerable y lo que no lo es. Con el
argumento de que eran «creyentes» quienes lo organizaban, la presidenta de
Harvard autorizó una misa negra. ¿Aplicaba una consigna masónica o la
influencia ambiental era tan grande que no vio el grave atropello que
autorizaba? Ni siquiera lo más sagrado escapa a la ingeniería social
masónica: ese es un gran triunfo diabólico; el mayor. Y en Harvard pudo
comprobarse hacia dónde se dirige el gran cambio. Allí mismo, en mayo de
2014, comenzaba ya a brillar, sin nubes que la velaran, la luz de Baphomet.

En cuanto a la absoluta desvinculación entre «nacimiento, vida y muerte»


de lo religioso, la retórica volvía a disfrazar las verdaderas intenciones del
GOF: hace mucho que la vida humana no se considera «únicamente desde
la perspectiva de la religión», ni remotamente. Se trataba, en realidad, de
“legitimar” todas las cuestiones relativas a los derechos esenciales del
hombre desde la perspectiva laicista: implantación del aborto/eugenesia
como derecho y de la eutanasia con un mínimo de restricciones; al margen
de cualquier consideración ética que pudiera fundamentarse en la ley
natural. Lo cierto es que la nueva moral nacida de la laicidad convierte al
hombre en un ser completamente indefenso frente a un Estado
todopoderoso, que concede o no la vida y da la muerte a sus ciudadanos
graciosamente; el totalitarismo cuyo embrión encontramos ya en la visión
rousseauniana de la vida humana; «merced de la naturaleza, don
condicional del Estado».499

Otra manifestación de ese totalitarismo la encontramos en el Libro Blanco


al «proscribir de la escuela cualquier forma de proselitismo». Por supuesto
se refería, sin mencionarla, a la religión.

Aunque en este apartado no apareciese ni siquiera confundida con otros


«factores opresivos».

Claro que una vez desaparecida la religión, tomaría su lugar un auténtico


proselitismo combativo y omnipresente: el laicismo masónico, vehículo de
transmisión de todos los dogmas del GOF. ¡Cuántas condenas pontificias
hemos visto hablando de la amenaza que gravita sobre la enseñanza! No
exageraban sus autores.
El repaso del Libro Blanco nos lleva a su apartado IV y último:

[...]

—Los progresos de la ciencia deben ser liberados de cualquier influencia de


los grupos de presión, especialmente religiosos. [...]

—La laicización del «estatuto del cuerpo» (amor y sexualidad, muerte,


enfermedad) no está terminada. La libre disposición del propio cuerpo, las
modalidades sociales de las parejas y de las familias, las garantías
fundamentales de las libertades en ese marco, los derechos y la dignidad de
los niños, son otros campos de aplicación de una laicidad que es la última
garantía de libertad para las mentes y los cuerpos.500

Asistimos aquí, como en el resto del documento, a un verdadero «secuestro


del lenguaje».501

Utilizando «palabras talismán», el más demoledor de los mensajes queda


disimulado bajo apariencia de grandes bienes; logros que desearía
cualquiera que pueda oírlo o leerlo incautamente, sin poner filtros. Así
tenemos en estos párrafos: «liberados»; «libre disposición»;

«garantías fundamentales»; «libertades»; «derecho»; «dignidad»;


«garantía»; «libertad». En cambio, lo religioso queda vinculado a un
término o «palabra tabú»: «grupos de presión»; lo contrario a la libertad,
representada por los valores laicistas. Así se justifica, en este apartado, la
investigación científica sin límites éticos o morales más allá de lo que se
llegue a consensuar 499 Jean Jacques Rousseau, El Contrato Social, Libro
II, Cap. V

500 César Vidal, o. c., pp. 321-322. Ver http://www.godf.org/structu-


res.livret.html 501 Ver Alfonso López Quintás, El secuestro del lenguaje,
Ed. Asociación para el Progreso de las Ciencias Humanas, Madrid, 1992
(2a edición).

114
como ético o moral en un momento dado. Así es como se legalizó el
«transhumanismo» o búsqueda de una supuesta mejora de la especie
humana; con una clara finalidad utilitaria al servicio del gran designio
masónico de lograr el «hombre nuevo», supuestamente superior, aunque
para lograrlo haya que hibridarle con animales como ya se está haciendo.
Claro que desde esa óptica los embriones humanos no son más que una
amalgama de células...

La ideología de género es ya una indiscutible conquista masónica en


Occidente, de manera que en cuanto a «la libre disposición del cuerpo», o
las nuevas definiciones de «modalidades sociales de la vida de las parejas y
de las familias», es evidente que el GOF tiene ya poco que reclamar. Y no
solo en Francia, porque en esto, como en todo lo demás, coincide
plenamente con las grandes organizaciones internacionales —Naciones
Unidas, la Unión Europea—, dirigidas por la Masonería, que van
implantando los mismos criterios a nivel global. Queda solamente la
cuestión de los «derechos de los niños», que se inscriben en los llamados
«nuevos derechos»; a la «educación, reproducción, y sexualidad de los
menores». Ámbitos de los que se pretende eliminar toda referencia a «los
derechos/deberes de los padres». Y esto también tiene el aval de la ONU.

A veces los apóstoles de la laicidad hablan con menos circunloquios de lo


que suelen y dicen exactamente lo que quieren decir. Como ha hecho en
ocasiones el antiguo ministro francés de Educación, Vincent Peillon502 al
hablar de religión y laicidad: «La laicidad puede considerarse como la
famosa religión de la República buscada después de la Revolución»;503
«Toda la operación consiste, con la fe laica, en cambiar la naturaleza misma
de la religión, de Dios, de Cristo, y enterrar definitivamente a la Iglesia
Católica. No solamente a la Iglesia Católica, sino a toda iglesia y a toda
ortodoxia».504

Estas palabras, por sí mismas, valen tanto como un resumen del contenido
de este libro. Porque, en la lucha que mantiene la Masonería contra la
Iglesia, lo que busca la primera respecto a la segunda, es exactamente eso:
destruirla y enterrarla; para imponer luego otra religión. «La pertenencia de
Peillon a la Masonería no está establecida a ciencia cierta. De todas formas,
la existencia de postas masónicas de las que disponen los políticos tanto del
gobierno como de la Asamblea Nacional en el seno de las logias no ofrece
duda alguna»,505 dice Abad-Gallardo; y añade: «Peillon, incluso ha
“planchado”506 con ocasión de una “tenida blanca”507 en el Gran Templo
Groussier, ante un auditorio de miembros del Gran Oriente de Francia, en la
sede parisina de la Obediencia, rué Cadet, el 16 de noviembre de 2012».
508 Es decir, que poco importa si pertenece o no a la Masonería; es
indudable que está en la trama masónica; con plena identidad de objetivos.

Para terminar con este asunto, hablando de Ferrer Guardia, escribió Ricardo
de la Cierva: Me he impuesto la obligación de estudiar a fondo la figura de
Francisco Ferrer porque la izquierda europea y la Masonería se han
empeñado en presentarle desde entonces [su muerte] bajo la imagen de
«ilustre pedagogo» cuando en realidad no era —en frase 502 Ministro de
Educación francés entre 2012 y 2014; considera al Catolicismo como una
religión opresiva de la que debe liberarse a la sociedad francesa a través de
la «laicidad». Solo así, destruyendo a la Iglesia, se logrará, según él, la
«victoria final de la Revolución»; debe desaparecer «el espacio que esta le
dejó».

503 Vincent Peillon, La revolución no ha terminado, Ed. Seuil, 2008, p.


162, en Serge Abad-Gallardo, o. c, p. 167

504 Vincent Peillon, Una religión para la República: la fe laica de


Ferdinand Buisson, Ed. Seuil, p. 277, en Serge Abad-Gallardo, o. c, p. 167.

505 Serge Abad-Gallardo, o. c, 167

506 De «plancha», documento masónico que se debate y corrige en las


logias. Deben encabezarse “A La Gloria Del Gran Arquitecto Del
Universo”. (A.L.G.D.G.A.D.U.).

507 Reunión masónica a la que asiste al menos un profano. «Se llama


“abierta” la reunión de masones con profanos sin precisar la proporción;
“cerrada” cuando un conferenciante profano habla a un auditorio
exclusivamente de masones». Ver Manuel Guerra, Masonería..., p. 430.

508 Serge Abad-Gallardo, o. c, p. 168


115

famosa de Unamuno— más que «tonto, loco y criminal cobarde». Pero su


ridícula leyenda persiste a través de las décadas y hace muy pocos años una
Obediencia de la Masonería española se ha empeñado en erigirle un
monumento en Barcelona (no sé si lo ha conseguido) sin advertir que se
trata de una desvergonzada afrenta a la historia.509

Partía de la base de que la Escuela Moderna no era más que un «centro


subversivo», camuflado de centro de enseñanza. ¿Cuál? La del terror
anarquista; sus frutos más visibles fueron las atrocidades cometidas en
Barcelona durante la Semana Trágica. Comparto totalmente la opinión del
historiador pero añado una reflexión: el homenajearle no es solamente una

«desvergonzada afrenta a la verdad», sino algo tan peligrosamente sectario


como seguir utilizando su deformada figura para descristianizar la sociedad
española irreversiblemente. La mentira es siempre diabólica, pero en este
caso alcanza un límite difícilmente superable: es el mundo al revés; una
burla satánica.

509 Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 552

116

VI
LA EUROPA DE WILSON
El Código de Derecho Canónico

El siglo XX comenzaba sin importantes cambios en relación con la


situación general del último tercio del anterior. Grandes cuestiones sociales
estaban planteadas y existían puntos de tensión en Europa, motivados casi
siempre por cuestiones de prestigio y expansión de las potencias, pero nada
presagiaba el estallido de una guerra de la trascendencia que tuvo la
iniciada en 1914.

Ni siquiera la caída de Napoleón había traído transformaciones de la


importancia de las que vendrían al finalizar la Gran Guerra. La Masonería
no fue ajena ni al inicio ni a las consecuencias de la misma, como iremos
viendo.

Ocho años antes de que comenzara el conflicto, como vimos, se había


impuesto un laicismo agresivo en Francia, que motivó, aparte de la
comentada encíclica de San Pío X,510 la salida de miles de religiosos que
frecuentemente buscaron asilo en España; lo que provocó la llamada Ley
del Candado,511 tendente a impedir su establecimiento al sur de los
Pirineos; la Masonería francesa provocó su éxodo, mientras que la española
trataba de atajar su expansión. Las incidencias de la lucha entre Masonería e
Iglesia en aquellos años son poco conocidas en general, pero al papa no le
faltó información; de hecho le sobraron elementos de juicio, de todo tipo,
para hacer lo que hizo: el 27 de mayo de 1917 se publicaba el Código de
Derecho Canónico, y contenía una nueva condena pontificia; es importante
el dato en sí: en la primera codificación del Derecho de la Iglesia, la secta
merecía una mención concreta, amplia y categórica, lo que da una idea de la
importancia que se seguía concediendo a su acción.

Había muerto, angustiado por la envergadura de la guerra mundial, el


impulsor de la gran tarea codificadora, por lo que su remate y promulgación
correspondió a su sucesor, Benedicto XV.512
De la Masonería se trataba ya en el libro II, sobre las personas,
estableciendo lo siguiente: Los fieles son dignos de alabanza si dan su
nombre a las asociaciones erigidas o al menos recomendadas por la Iglesia,
pero deben abstenerse de las asociaciones secretas, condenadas, sediciosas,
o que se esfuerzan en sustraerse a la legítima vigilancia de la Iglesia.513

La segunda mención aparecía en el libro V, sobre las penas, y era más


directa; mencionaba a la Masonería expresamente:

Los que dan su nombre a la secta masónica o a otras asociaciones del


mismo género que maquinan contra la Iglesia o contra las potestades civiles
legítimas, incurren «ipso facto» en excomunión simplemente reservada a la
Sede Apostólica.514

Ipso facto significa de manera inmediata. En este sentido, la legislación


venía a confirmar la doctrina, ya casi dos veces secular, de la Iglesia: se
mantenía la excomunión para quienes

«dieran su nombre» a la secta; es decir a partir de la iniciación, en el grado


Io.

Y solamente la Santa Sede podía levantarla. El caso de los clérigos también


se contemplaba, 510 Vehementer Nos

511 Ley de diciembre de 1910, que prohibía transitoriamente el


establecimiento en España de nuevas congregaciones religiosas. Obra de los
liberales españoles, promovida por su jefe, y presidente del Gobierno hasta
poco antes, José Canalejas. El mismo que se puso al frente de la campaña
contra Maura, y moriría asesinado por un anarquista en 1912

512 Giacomo Paolo Giovanni Battista della Chiesa (Génova 1854- Roma
1922); elegido papa el 6 de septiembre de 1914, murió el 22 de enero de
1922, siendo enterrado en las Grutas Vaticanas 513 Código de Derecho
Canónico de 1917, libro II, parte tercera, canon 684.

514 Ibíd, libro V, título XIII, canon 2335: « Nomen dantes sectae
massonicae aliisve eiusdem generis associationibus quae contra Ecclesiam
vel legitimas civiles potestates machinantur contrahunt ipso facto
excommunicationem Sedi Apostolicae simpliciter reservatum».

117

separadamente, en el siguiente canon:

1. A los clérigos que han cometido el delito de que se trata en los cánones
2334 y 2335

debe castigárseles, además de con las penas establecidas en los citados


cánones, con la suspensión o privación del mismo beneficio, oficio,
dignidad, pensión o cargo que puedan tener en la Iglesia.

2. Los clérigos y los religiosos que den su nombre a la secta masónica o a


otras asociaciones semejantes, deben además ser denunciados a la Sagrada
Congregación del Santo Oficio.515

Es decir, que, lógicamente, cardenales, obispos, vicarios, abades, priores y


párrocos dejarían de serlo tan pronto como se conociera su condición
masónica. No podía ser de otra forma, quedando como quedaban
excomulgados, al igual que cualquier otro católico; aparte de la gravedad
especial que revestía en su caso el ingreso en «secta que maquina contra la
Iglesia», en contra de sus propios votos. Además, según el mismo Código,
los masones, al estar excomulgados, no podían contraer matrimonio
canónico ni ser enterrados en sagrado. No; no era menos severa la condena
pontificia de 1917 que todas las anteriores. Solo era mucho más breve: lo
que tenía cabida en algunos cánones; pero no menos oficial y solemne que
las que llevamos vistas.

Por otra parte, como destacaba Ricardo de la Cierva, «el Código no


establece distinción alguna entre las diversas Obediencias o clases de
Masonería; asume, como León XIII, la tesis de que toda Masonería
pertenece a una unidad fundamental, que se condena en bloque».516

Efectivamente, el papa de Humanum genus no albergaba dudas al respecto:


Hay varias sectas que, si bien diferentes en nombre, ritos, forma y origen,
unidas entre sí en cierta comunión de propósitos y afinidad entre sus
opiniones capitales, concuerdan de hecho con la secta masónica, especie de
centro de donde todas salen y a donde vuelven. Estas, aunque aparenten no
querer en manera alguna ocultarse de las tinieblas, y tengan sus juntas a
vista de todos, y publiquen sus periódicos, con todo, bien miradas, son un
género de sociedades secretas, cuyos usos conservan.517

No hacía diferencias con otras sectas secretas, como fue la de los


carbonarios, que actuaban de consuno con la Masonería, «centro de donde
todas salen y a donde vuelven»; independientemente de nombres, ritos y
origen. El Código, asumía tal equiparación, claramente, en el canon 2336,
cuando, al establecer la obligación de denunciar a los clérigos masones, los
señalaba por haber dado su nombre «a la secta masónica o a otras
asociaciones semejantes».

«El canon 2335 alcanzó un impacto inmediato y demoledor por su misma


claridad. Y se convirtió, cuando se apagaron las conmociones por el nuevo
Código, en caballo de batalla para una nueva estrategia entre los sectores y
personalidades de la Masonería y el Cristianismo que pretendieron terminar
los siglos de confrontación e iniciar una etapa de diálogo y respeto
mutuo».518 Así lo resumía el experto historiador Ricardo de la Cierva,
pero, ¿existía respeto mutuo?, o mejor dicho, ¿estaba la Masonería
dispuesta a respetar a la Iglesia? Ya hemos visto que no; y ya no solo en
1917, sino que la enemiga de la secta hacia el Catolicismo; realmente hacia
el Cristianismo; hacia «toda iglesia, hacia toda ortodoxia», se ha mantenido
vivísima, como reconocía sin ambages el laicista ministro Peillon.

515 Ibíd., canon 2336

516 Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 164

517 León XIII, Carta Encíclica Humanum genus, 8

518 Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 164

118

La Iglesia volvió a condenar a la Masonería, prohibiendo la doble


pertenencia, muchos años después, en 1983. Y lo hizo a la vez que
publicaba el nuevo Código de Derecho Canónico, que no la mencionaba
expresamente. Aunque sí lo hacía, desde luego, de manera genérica:
Quienes se inscriban en una asociación que maquina contra la Iglesia debe
ser castigado con una pena justa; quien promueve o dirige esa asociación
debe ser castigado con entredicho.519

Si ya antes, desde el siglo XVIII, la Masonería hacía correr el rumor de que


las condenas pontificias estaban superadas,520 con mayor motivo a partir
de entonces viene sosteniendo lo mismo. Aunque sabe positivamente que
no es cierto: cuando coincidí con Joan Francesc Pont en televisión me dijo
exactamente eso: la condena estaba superada a partir del nuevo Código.

Le respondí que no era así; que existía una nueva condena coincidente en el
tiempo con su promulgación, la Quaesitum est. La conocía, aunque no la
quería mencionar, porque me respondió que no podía compararse una
«nota» con el Código.

Ha llegado el momento de conocer esa última condena, que desde luego no


es una «nota», empezando por ahí. Ya me he referido a ella; es la que
actualmente la Masonería solicita que se derogue. ¡Y estamos hablando de
una Declaración de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe! Se
publicó el 26 de noviembre de 1983; el día anterior al de la promulgación
del nuevo Código, y es tan clara como todos los anteriores
pronunciamientos sobre la Masonería: Se ha preguntado si ha cambiado el
juicio de la Iglesia sobre las asociaciones masónicas, ya que el Código de
Derecho Canónico, a diferencia del anterior, no las menciona expresamente.
Esta Sagrada Congregación está en posición de responder que tal
circunstancia se debe a un criterio editorial que se siguió también en el caso
de otras asociaciones que tampoco se mencionaron en cuanto que están
incluidas en categorías más amplias. Por lo tanto, el juicio negativo de la
Iglesia sobre las asociaciones masónicas se mantiene sin cambios, ya que
sus principios siempre se han considerado inconciliables con la doctrina de
la Iglesia y por lo tanto se continua prohibiendo ser miembro de ellas. Los
fieles que se inscriban en asociaciones masónicas están en estado de pecado
grave y no pueden recibir la Santa Comunión.

No está en la competencia de las autoridades eclesiales locales el impartir


un juicio sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas que implicase
una derogación de cuanto se ha decidido arriba, y esto en línea con la
Declaración de esta Sagrada Congregación promulgada el 17 de febrero de
1981.

En audiencia concedida al suscrito Cardenal Prefecto, el Sumo Pontífice


Juan Pablo II aprobó y ordenó la publicación de esta declaración que ha
sido decidida en una reunión ordinaria de esta Sagrada Congregación.

De la Oficina de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, 26 de


noviembre de 1983.

Cardenal José Ratzinger, Prefecto.

Padre Jerome Hamer, O.P, Arzobispo Titular de Lorium, Secretario521

En otras palabras, un masón no puede comulgar; aunque algunos lo hagan,


con la misma inconsecuencia que la de otros católicos que sin pertenecer a
la secta, comulgan, sacrílegamente, en pecado mortal. Victoria del
relativismo masónico impuesto socialmente, y 519 Código de Derecho
Canónico de 1983, canon 1374

520 Vimos cómo Benedicto XIV se vio obligado a confirmar en Próvidas la


primera de todas las condenas, In eminenti, de Clemente XII, a causa de que
ya en aquella época -1751-, la secta había creado esa confusión 521
Declaración de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe
Quaesitum est, de 26 de noviembre de 1983

119

que afecta a una gran cantidad de fieles. ¡Incluso a algunos clérigos!

Por eso la Quaesitum est terminaba prohibiendo a las «autoridades


eclesiales locales» derogar lo «establecido arriba». No se hablaba ya de una
excomunión en sentido estricto, que solo podría levantar la Sede
Apostólica, pero los masones, mientras pertenezcan a la Masonería, «no
pueden recibir la Santa Comunión». Manuel Guerra, que además de experto
en Masonería es sacerdote, lo ha explicado con un símil: «Un excomulgado
es como un miembro amputado, separado de la Iglesia; quien está en
pecado grave, como un miembro paralítico, muerto, aunque todavía no
amputado»; y añadía «Obsérvese que los documentos pontificios condenan
la Masonería en bloque, sin distinción de Obediencias ni Ritos, o sea, la
inconciliabilidad entre la Iglesia y la Masonería es esencial».522 Esta es la
situación actual por muchos encuentros y diálogos que se hayan producido
entre masones y clérigos; a título personal o como representantes de la
Iglesia.

Los primeros tuvieron lugar en la residencia de los jesuitas de Aquisgrán en


1928 «entre el gran especialista jesuita sobre la Masonería, padre Hermann
Gruber, y tres altos dignatarios masónicos, a petición de estos; el
historiador Eugen Lennhoff, el filósofo Kurt Reichl (los dos de Viena) y el
secretario general de la Gran Logia de Nueva York, Ossian Lang “que por
entonces recorría Europa para reconstruir la Masonería después de la
guerra” ».523

Los jesuitas franceses aceptaron la tregua, pero no así «el grupo de jesuitas
romanos que redactaban la Civiltá Católica». Pero allí en Aquisgrán había
ocurrido algo decisivo —y sumamente peligroso— para el futuro de la
Iglesia: «La siembra del diálogo entre masones y católicos [...] provocó un
cambio de actitud en algunos medios católicos de influencia y
singularmente en varios grupos de jesuitas progresistas, que depusieron
toda actitud combativa y de confrontación ante la Masonería y fomentaron
no solo el diálogo con los masones, que en principio siempre es beneficioso
entre personas civilizadas, sino una aproximación hacia la Masonería en la
que los católicos dieron mucho más que lo que recibieron. Lo que resulta
muchas veces indignante es la ceguera de algunos portavoces católicos del
diálogo con la Masonería mientras cerraban los ojos al recrudecimiento de
los ataques de la Masonería contra la Iglesia católica. [...] Este es un hecho
histórico del que no se puede prescindir». 524 Resulta sorprendente que
fueran jesuitas los primeros que cayeran en esa trampa; los miembros de
una Orden perseguida por la secta como ninguna otra; la víctima principal
de sus ataques desde el siglo de las Luces.

Nada sería igual después de 1918; la transformación de las naciones


europeas se agudizaría en el período de entreguerras, y más todavía después
de 1945. La Iglesia se vería profundamente implicada en todo el proceso;
como venía sucediendo a lo largo de toda la modernidad, en cada una de sus
crisis; con momentos de prueba especialmente señalados. De algunos
hemos hecho repaso hasta aquí; como el secuestro de dos papas y las
persecuciones religiosas de los dos últimos siglos. Si todavía existe es
porque Quien la fundó no la ha abandonado; ni lo hará. Pero le esperaban
todavía otras pruebas. 1917, el año del primer Código de Derecho
Canónico, es una fecha importante en varios sentidos: cuando Benedicto
XV publicó ese Código, acababa de imponerse en Rusia la Revolución
comunista; se cumplían dos siglos de la fundación de la Masonería, y la I
Guerra Mundial seguía su curso. De sus consecuencias iremos hablando en
este capítulo. Ese año también, la Virgen, en Fátima, anunciaba nuevos y
grandes peligros y llamaba a la conversión, empezando por la de los
cristianos.

De Sarajevo a Versalles, la intervención masónica

522 Manuel Guerra, Masonería. ., p. 132

523 Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 164

524 Ibíd., 165

120

Tanto en el inicio como en el final de la Guerra estuvo presente la


Masonería; sí. Era una gran ocasión para cambiar la sociedad
«amoldándola» a sus fines. Cuatro imperios caerán en pedazos a
consecuencia de la conflagración; y sobre sus escombros podía empezar a
construirse el mundo con el que soñaron Weishaupt o su heredero espiritual
Mandell House.

Todo empezó en Austria; una monarquía heredera del Sacro Imperio con
todo lo que eso significó durante un milenio: la Cristiandad. Regida aún por
la misma dinastía que desde el siglo XVI había sostenido a la Iglesia
Católica; la Casa de Austria. Además, aparte de acabar con la gran
Monarquía Imperial y Apostólica, el destruirla significaba terminar con el
Estado danubiano que cohesionaba a gran parte de los pueblos del centro de
Europa; 525 sin el monarca que lo era de todo el conjunto podría llevarse a
cabo una labor realmente eficaz de

“reconstrucción” a partir del caos. Por su parte los Habsburgo del siglo XX,
como los del XIX, superado el confuso período masónico-ilustrado, seguían
teniendo un alto concepto de su misión histórica; sobre todo de carácter
religioso, tal como ellos la veían: la defensa del Catolicismo. En 1862, la
archiduquesa Sofía, madre de Francisco José, en su carta de despedida,
escribía a su hijo:

[...] mi caro Franzi: sobre ti pesa una grave responsabilidad con respecto a
tu católico Imperio, que ante todo debes conservar católico, aunque a la vez
cuides paternalmente de unos cuantos millones de personas de otras
creencias. [.. .]526

A principios del verano de 1914 el heredero del mismo emperador, el


archiduque Francisco Femando, visitaba Bosnia con su mujer, la duquesa de
Hohenberg, a fin de estabilizar una zona de gran presencia eslava, en la que
se temía una revuelta apoyada por Rusia. Muchos jóvenes que querían ser
serbios habían pasado a colaborar con la Mano Negra, organización dirigida
desde Belgrado por el jefe de los servicios secretos de Serbia, cuyo nombre
en clave era Coronel Apis,527 que alentaba las acciones terroristas de sus
agentes en Viena. Apis organizó un grupo de siete jóvenes, de ascendencia
serbia, pertenecientes a la Mano Negra, y entrenados en Belgrado, para
atentar contra el heredero del Imperio, el 28 de junio, aprovechando su
visita a Sarajevo.

En la avenida Appel, uno de los terroristas, Cabrinovic, lanzó una granada


contra el archiduque que estalló sobre el segundo coche de la comitiva,
causando algunos heridos. Cuando Francisco Fernando quiso visitarlos
después de la recepción en el Ayuntamiento, un segundo terrorista, Gavrilo
Princep, disparó sobre él en la calle donde se lo pusieron a tiro: el chófer se
había equivocado de trayecto y le llevó hasta su asesino. Este no tuvo
mayores dificultades para matar a tiros al archiduque y a su mujer en
cuestión de segundos. Como es sabido, este fue el origen de la Gran Guerra;
Serbia se negó a que la policía austríaca interviniera en la investigación del
atentado. Y Austria, convencida de su culpa —acertaba plenamente—,
después de un ultimátum, invadió Serbia.
Nunca se ha dado por hecho la intervención de la Masonería, como
tampoco suele hacerse en 525 El emperador de Austria era también Rey
Apostólico de Hungría, Rey de Bohemia, de Dalmacia, de Croacia, de
Eslavonia, de Galitzia, de Lodomeria y de Iliria; Rey de Jerusalén;
Archiduque de Austria; Gran Duque de Cracovia; Duque de Lorena, de
Salzburgo, de Estiria, de Carintia, de Cernióla y de Bucovina; Gran Príncipe
de Transilvania, Margrave de Moravia, Duque de la Alta y Baja Silesia;
Conde de Habsburgo y del Tirol, de Kyburgo, Gorizia y Gradisca; Príncipe
de Trento y de Bressanone; Margrave de la Alta y Baja Lusacia; y en Istria;
Conde de Hohenembs, de Feldkirch, Monfort, Dombim, Bregenz y
Sonnenberg, Señor de Trieste y de Cattaro; y Gran Voivoda del Voivodato
de Serbia, aparte de otros títulos honoríficos.

526 Carta de su madre al emperador Francisco José, en Brigitte Hamann,


Sissi emperatriz contra su voluntad, p.

186

527 Su verdadero nombre era Dragutin Dimitrijevic. Ya antes había


planeado la muerte del rey de Serbia Alejandro I, asesinado, con su mujer,
la reina Draga, en junio de 1903, en el palacio real de Belgrado 121

casos análogos, pero en Sarajevo la trama masónica ciertamente existió: en


primer lugar, la Mano Negra fue una sociedad secreta en muchos aspectos
similar a las organizaciones de las que se valió la Joven Italia en el siglo
anterior; además Gavrilo Princep, el instrumento de Apis para la comisión
del magnicidio, era anarquista y masón;528 como Mateo Morral y Ferrer
Guardia. Y por último, el archiduque era un obstáculo para los planes de la
Masonería; tanto de la europea como de la americana. Él lo supo; y supo
también que iba a morir muy pronto, como hizo saber a sus sobrinos Carlos
y Zita.529 El biógrafo de Otto de Habsburgo, Ramón Pérez-Maura, publicó
un testimonio esclarecedor:

[...] Francisco Femando tuvo el presentimiento de que se dirigía al


encuentro con la muerte. A principios de mayo de 1914 había invitado a
cenar en su residencia del Belvedere a Carlos y Zita. Terminada la colación
que discurrió animadamente, la Duquesa de Hohenberg dejó el salón para
acompañar a los niños a sus habitaciones y supervisar mientras se
acostaban. Aprovechando su ausencia, Francisco Femando dijo a sus
sorprendidos sobrinos: «Debo decir esto rápidamente, pues no quiero que
vuestra tía oiga nada de ello. Sé que pronto seré asesinado. En este
escritorio hay papeles que os conciernen. Cuando suceda, cogedlos; son
para vosotros». La joven pareja no supo qué contestar y no tuvo tiempo de
hablar más del asunto: Sofía regresó y no volvieron a ver al Archiduque
Francisco Femando a solas.530

Si pensaba que iba a morir es evidente que no creyó que fuera a ser en
Sarajevo, pues no habría llevado consigo a su mujer; algo que fue, por
cierto, extraordinario: siendo el suyo un matrimonio morganático, ella no
tenía ningún papel oficial; fue a Bosnia como una concesión extraordinaria,
contra el protocolo de la Corte. Francisco Femando sabía que iba a ser
asesinado pero no dónde. Por tanto, sus temores no eran —o no solamente
— a un atentado nacionalista, sino a “algo más amplio”.

El biógrafo del último emperador, Michel Dugast Rouillé, da una versión


algo distinta, aunque básicamente coincidente, de aquel anuncio hecho a sus
sobrinos por el heredero del trono:

«Después de la cena, Francisco-Femando tomó aparte a Carlos y le dijo:


“Estoy convencido de que voy a ser asesinado. La policía está al
corriente”». Cuando Carlos le respondió que podía confiar en la
«competente» policía austríaca, su tío respondió: «Tienes razón, pero hay
asesinatos que no se pueden evitar. Si me matan, querría que te ocuparas de
Sofía y de los niños como albacea testamentario. Después de mi muerte, mi
notario te entregará mi testamento», añadiendo: «Ni una palabra delante de
Sofía; se preocuparía demasiado».531 Pero, desvelando el misterio sobre la
autoría del inminente asesinato, Dugast aporta un dato importante
apuntando directamente a la Masonería: «En su libro sobre Carlos, Herbert
Vivien, historiador inglés, cuenta que a lo largo del año 1913, Francisco
Femando había asegurado al conde Czemin532 que

se sabía objeto del odio implacable de los masones que le habían condenado
a muerte».533

Según Dugast, la destrucción de la católica monarquía austro-húngara era


un objetivo reconocido de la Masonería; la guerra había sido vaticinada, y
deseada, por la Revue International des Sociétés Sécrétes, como el medio de
conseguir la desaparición del Estado danubiano; la misma publicación, en
su número de 15 de septiembre de 1912, anunciaba la muerte de Francisco
Femando, revelando, al parecer, «conclusiones de la Convención masónica
528 Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 542

529 Princesa Zita de Borbón-Parma, nacida en 1892; hija del Duque de


Parma -Roberto- y de su segunda mujer, la Infanta María Antonia de
Portugal. Zita contrajo matrimonio con el heredero de la Corona austríaca,
archiduque Carlos, el 21 de octubre de 1911, en la capilla del castillo de
Swarzau.

530 Ramón Pérez-Maura , Del Imperio a la Unión Europea. La huella de


Otto de Habsburgo en el siglo XX, p. 36

531 Michel Dugast Rouillé, Carlos de Habsburgo, el último emperador, p.


36

532 Conde Ottokar von Czemin, ministro de Asuntos Exteriores de Austria


durante la I Guerra Mundial 533 Michel Dugast, o. c, p. 36.

122

del otoño de 1911».534 Pérez-Maura también destaca la animosidad


masónica hacia los Habsburgo, definiendo al emperador Carlos como « [...]
el sucesor del Sacro Imperio Romano Germánico, el hombre con el que los
masones de toda Europa querían ver caer la detestada Monarquía católica [..
.]».535

Manuel Guerra, a su vez, resuma así la Gran Guerra:

La Primera Guerra Mundial se inició tras un atentado contra el archiduque


Francisco Femando y su asesinato en Sarajevo; terminó con la
desintegración del imperio austrohúngaro de signo católico. Este crimen fue
decretado, anunciado en los dos años anteriores y ejecutado por la
Masonería. Los principales culpables fueron en su totalidad masones. Esto
no es suposición, sino hechos judicialmente comprobados, que se silencian
intencionadamente.536
Además, no tardaría en producirse el relevo en la jefatura del Imperio,
situando en el trono a un príncipe aún más aborrecible si cupiera para la
Masonería que Francisco José; su sobrino nieto Carlos, beatificado por San
Juan Pablo II en 2004: en la mañana del 21 de noviembre de 1916, el
anciano emperador, a quien quedaban solamente horas de vida, hizo llamar
al capellán de la Corte, monseñor Seydl, que acudió inmediatamente; «le
recibió de pie en el centro de la estancia, según su costumbre cuando
concedía las audiencias»; el prelado le aconsejó que recibiera la Comunión;
Francisco José, «profundamente creyente y piadoso, asintió con gusto: se
confesó y recibió la bendición y la Eucaristía con gran devoción». Era la
segunda vez que se encontraba con su capellán aquel día; horas antes, muy
temprano, Seydl le había traído «la bendición apostólica transmitida por el
nuncio de Benedicto XV». El enfermo aseguró que «la bondad del Santo
Padre le llenaba de alegría». Al llegar Carlos y Zita, el emperador,
«radiante, les contó que había recibido la bendición papal y que había
comulgado. Luego les habló del éxito de sus tropas en el frente rumano».

Todavía resistió hasta la tarde, pero era evidente que se moría: «Hizo
sentado la oración de la noche, y no de rodillas como era su costumbre». A
las 8 y media volvió el capellán que le administró la Extremaunción en
presencia de la familia imperial, los ayudantes de campo, y los ayudas de
cámara; todos arrodillados. «Cuando Mons. Seydl pronunció el último
Amén, se hizo el silencio durante unos instantes. Casi inmediatamente, el
médico anunció: “Su Majestad acaba de exhalar su último suspiro” ».537

El futuro beato Carlos acababa de convertirse en —el último— emperador


de Austria; Rey Apostólico de Hungría. «En ese instante, —contará años
más tarde la nueva emperatriz— todo el peso cargado hasta entonces por el
emperador recayó sobre las espaldas del emperador Carlos. [...] Al salir de
la cámara mortuoria, el príncipe Lobkowitz, que era el gran chambelán del
emperador Francisco José, avanzó hacia el emperador Carlos, con lágrimas
en los ojos, y trazó la señal de la cruz en su frente diciendo: “¡Que Dios
bendiga a Vuestra Majestad!” Era la primera vez que alguien se dirigía a él
en esos términos».538 No sería, sin duda, un príncipe a gusto de los
masones.
Carlos se enfrentaba a una serie de problemas que amenazaban el futuro del
Imperio: en primer lugar, la guerra que heredaba con la corona; luego, las
tensiones internas provocadas por los nacionalismos en alza; y por último,
la acción masónica que emplearía o atizaría los dos primeros para terminar
con aquel trono difícilmente manejable para la secta; uno de los últimos
valladares de la Europa católica. En cuanto a la guerra, su postura se
conoció enseguida: en su 534 Ibíd, p. 36

535 Ramón Pérez-Maura, o. c, p. 51.

536 Manuel Guerra, Masonería..., p. 384

537 Michel Dugast, o. c., pp. 60-61

538 Erich Feigl, Zita de Habsbourg. Mémoires d'un empire disparu, p. 167,
en Ramón Pérez-Maura, o. c., p. 37

123

primer mensaje «A los pueblos de la Monarquía», anunciaba: Haré todo


para desterrar, en el más breve período de tiempo posible, los horrores y los
sacrificios de la guerra y para devolver a mis pueblos las dolorosamente
perdidas bendiciones de la paz.539

Si la Masonería participó en la gestación del conflicto, no dejaría de estar


presente en la preparación del desenlace; sobre todo en cuanto al nuevo
panorama internacional que sobrevendría a continuación: los principales
artífices del mundo nuevo fueron dos personajes con plena capacidad de
maniobra entre 1917 y 1919: Woodrow Wilson y Edward Mandell House.
Volvemos a encontramos con el imprescindible asesor del presidente
americano; el mismo que por entonces daba un espaldarazo a la revolución
comunista de Rusia, apoyando decisivamente a Trotski. Fue House, masón
de la iluminista Master of Wisdom, quien nombró a los negociadores de la
Paz de Versalles. «Todos eran masones o pertenecientes a organizaciones
afines (Tabla Redonda, etc.). Afínales de abril de 1919 el proyecto
masónico y wilsoniano de la Sociedad de Naciones quedó integrado en el
Tratado de Versalles, que, entre otros efectos, desmembraría el Imperio
austrohúngaro».540
Al empezar el que sería último año de la guerra, 1918, Wilson dio a conocer
al Congreso americano los famosos 14 puntos de su programa: las bases
para los acuerdos de paz; la que habría que empezar a negociarse en breve
con el bando enemigo; aunque realmente no habría ninguna negociación, y
a los enemigos derrotados solo les quedaba aceptar las condiciones
establecidas por los ganadores; sería la primera vez que el futuro de Europa
lo trazaba una potencia ajena al Continente. No solo eso, sino que, además,
según Dugast, los 14 puntos reproducían «las conclusiones adoptadas por el
Congreso masónico de 1907».541 En relación con Austria-Hungría el punto
decisivo era el 10°, que imponía, escudándose en la defensa de las
libertades de sus habitantes, los siguientes principios:

A las nacionalidades de Austria-Hungría, cuyo lugar deseamos ver


protegido y afirmado entre las naciones, debe concederse la mejor
posibilidad de una evolución autónoma.542

Según Renouvin, citado por Dugast, Wilson abordaba la cuestión con


«grandes precauciones», consciente de que este paso podía cambiar la
actitud del emperador austríaco, dispuesto como estaba a dejar la alianza
germánica para terminar la guerra cuanto antes. Pero lo cierto es que ese
punto 10° era una grave provocación: sin tener en cuenta para nada la
soberanía del Imperio, lanzaba un mensaje a las nacionalidades que lo
formaban: podían presentar sus reclamaciones de autonomía, o incluso de
independencia, en la seguridad de que el aliado americano les apoyaría; era
una incitación a que lo hicieran. Así que las potencias de la Entente
escribieron al embajador de Carlos en Berna, príncipe Windisch-Graetz:
Como quiera que los pueblos de la antigua Monarquía Austro- húngara han
decidido disolver el Estado danubiano, las potencias de la Entente se ven
impedidas de mantener más negociaciones con el Gobierno de Su Majestad
Imperial y Real.543

La táctica consistía en fingir que se aceptaban hechos consumados.


“Concediendo”, nunca 539 Ramón Pérez-Maura, o. c., p. 37. Texto íntegro
en el diario Neue Freie Presse de Viena del 22-23 de noviembre de 1916;
Ibíd., p. 61, n. 18.

540 Manuel Guerra, Masonería..., p. 384.


541 Michel Dugast, o. c, p. 179

542 Ibíd, p. 178

543 Ramón Pérez-Maura, o. c, p. 49.

124

imponiendo nada a nadie. Lo mismo que harán sistemáticamente los


ingenieros sociales del Nuevo Orden Mundial: “Atender” demandas
sociales. Para ello se necesitan algunas minorías, por pequeñas que sean,
que se presten al juego para poder atenderlas. Los aliados de la Entente, a la
hora de acabar con el Imperio, encontraron casi siempre en las logias a los
colaboradores necesarios.

Se trataba entonces de impedir a toda costa la negociación de la paz


separada que pedía el emperador, porque eso podría significar la salvación
de Austria-Hungría, y, desde la perspectiva masónica, lo más conveniente
era provocar cuanto antes una revolución de los súbditos eslavos que
disgregaran la Monarquía antes de que pudiera reaccionar. Era entonces o
nunca. Los líderes de la independencia checa tenían un influyente apoyo en
el redactor de política exterior del Times, William Steed,544 que «logró
convencer a House, principal colaborador de Wilson, del peligro que
supondría entablar unas negociaciones separadas con la Monarquía, pues la
revolución de los pueblos eslavos del Imperio aumentaba la posibilidad de
conseguir con mayor rapidez su desaparición».545 Y como hemos
subrayado anteriormente, el poder de House sobre Wilson era importante,
tanto como para condicionar las decisiones presidenciales; a quien tenían
que ganarse los independentistas del Imperio era al coronel House,546 que,
por otra parte, estaba deseoso de complacerles.

Se crearon comités de las diferentes partes de la Monarquía; se celebraron


congresos de nombres grandilocuentes y engañosos, como el celebrado en
Roma en abril de 1918: «Congreso de los pueblos oprimidos de Austria
Hungría». Grupos de italianos, checos, serbios, eslovacos, polacos y
rumanos que, como dice Pérez-Maura, solo se representaban a sí mismos,
se pronunciaron por el desmembramiento, coincidiendo con Wilson y
House, y aquello se presentó al mundo como el «grito de libertad de los
pueblos del Danubio». Mientras, en la capital del Imperio, crecía la
agitación republicana, con gran protagonismo de los socialistas.

«Buena parte de la oposición vienesa se caracterizó por orquestar campañas


difamatorias contra los soberanos y en particular de la emperatriz Zita a la
que se referían, según conviniese, pero con igual desdoro, como “la
italiana” o “la francesa”. Las descalificaciones tenían larvado un mensaje
anti Monarquía católica, de claras raíces masónicas».547 Su Catolicismo,
en aquellos momentos, se utilizaba como arma arrojadiza contra los
Habsburgo: «Masaryk, el gran responsable de la destrucción de Austria-
Hungría, escribía: “Austria, Estado artificial, está mantenido por su ejército
y por una dinastía antidemocrática, antinacional, clerical, jesuítica».548
«Ello provocó la respuesta de los cristianos de Viena, que el 2 de julio de
1918

organizaron una gran manifestación en apoyo de los soberanos y contra las


calumnias difundidas por el enemigo. [...] resulta interesante ver cómo
todavía en el verano de 1918

encabezaban manifestaciones en apoyo de la Monarquía el príncipe-


arzobispo de Viena, Cardenal Piffl y el padre Ignaz Seipel, futuro canciller
de la República. Cuánto habría de cambiar su actitud en cuán poco
tiempo».549 Pérez-Maura deja constancia de que ambos clérigos, en un
ejercicio de puro posibilismo, a última hora, se alejaron del emperador.
Incluso ellos... Y no ha sido el único en señalar deserciones clericales de
última hora: Dugast denunciaba algo parecido, en relación con otro
representante de la jerarquía eclesiástica: 544 Masón también él, como lo
era Benes, Gran Maestre de la Masonería checa.

545 Michel Dugast, o. c., p. 179

546 «Se sabe que el presidente Wilson no hacía nada sin remitirse a un
misterioso confidente, el coronel House.

Pero William Steed, que tanto trabajó contra Austria, dice en sus Memorias
que el coronel House, por su parte, no hacía nada sin consultarle, y que él,
Steed, no le aconsejaba nada sin haberlo hablado antes con Masaryk y
Benes
[los líderes de la independencia checa]. Así tenemos todos los eslabones de
la cadena». Michel Dugast, o. c., p.

179n.

547 Ramón Pérez-Maura, o. c., p. 43

548 Michel Dugast, o. c., p. 192n

549 Ramón Pérez-Maura, o. c., p. 45

125

Paradójicamente, Carlos, fiel defensor de la Santa Sede, no pudo encontrar


en ella toda la ayuda que habría deseado. En especial, Valfre di Bonzo,
nuncio en Viena, un personaje afable y acogedor, no estaba a la altura de su
tarea. Y así lo fue [sic] en lo relativo a los temores que Carlos abrigaba en
cuanto a las catastróficas consecuencias religiosas de una eventual
revolución en Austria. Rogó al nuncio que diera a conocer sus temores al
Vaticano, pero el prelado no vio en esta gestión más que unas
preocupaciones políticas. El emperador se entristeció, y así lo manifestó a
su confidente: «El nuncio cree que hablo pro domo, pero nada más falso. En
realidad se trata de cosas mucho más importantes que el mantenimiento de
un trono: se trata de la tranquilidad y seguridad de la Iglesia, así como de la
salvación eterna de muchas almas en peligro».550

Carlos era consciente de la incapacidad del nuncio para hacerse cargo de la


situación real, llegando a decir: « ¡Si monseñor Pacelli estuviera en Viena,
juntos conseguiríamos la paz!».551

Pero el traslado de Pacelli no le fue concedido, aunque es dudoso que ni


siquiera él, por mucho que respaldara a Carlos, hubiese logrado detener el
proceso que los enemigos de la Iglesia habían puesto en marcha. Aunque
podría haber paliado sus consecuencias. Frecuentemente, los hijos de las
tinieblas demuestran ser más astutos que los de la Luz, que no siempre
identifican las dos ciudades. Como sucedía en los casos del arzobispo y el
nuncio.
Austria sería descuartizada en el tratado de Saint-Germain-en- Laye (10 de
septiembre de 1919), dejando la nueva república reducida a la zona de
lengua germánica; las naciones de la monarquía danubiana, debilitadas y
convertidas en repúblicas, quedaron abiertas a todas las tempestades de lo
que quedaba de siglo; sufrieron los totalitarismos más salvajes: nazis
primero, comunistas después, asolaron sus tierras y sus gentes. En eso
quedó el «Grito de libertad de los pueblos del Danubio»; Disolve et
coagula...

Era el primer paso hacia el Nuevo Orden Mundial; y su proyectado


vehículo sería la Sociedad de Naciones. Que obedeció a un diseño
completamente masónico. Ya como proyecto, procedía de la Masonería, y
era varios años anterior al comienzo de la guerra: su nombre no dejaba
margen de error: República Universal; un Estado supranacional tendente,
en apariencia, a mantener la paz mundial. Y la idea surgió en la Conferencia
de Paz de la Haya de 1899; cuando Europa vivía uno de los más largos
períodos sin guerras de su historia; ¡casi tres décadas!

Quince años antes del atentado de Sarajevo. No fue el trauma de la guerra


lo que motivó la Sociedad de Naciones, sino que el final de la contienda, en
1918, parecía hacer posible su puesta en marcha. Por eso, a tal sociedad se
la ha llamado «Superestado Masónico».552 «En septiembre de 1916 se
reunieron unos 150 juristas, políticos y economistas (de ellos varios
masones) para redactar un proyecto de las condiciones de paz en Europa y
elaborar la Carta de la Sociedad de las Naciones. El Gran Oriente y la Gran
Logia de Francia remitieron el 6 de diciembre de 1916 a todas las logias de
la Tierra la invitación para participar en la reunión que

“al final de la guerra” (palabras del texto) se iba a celebrar a mediados de


enero de 1917 para dialogar sobre la puesta en marcha de la Sociedad de
Naciones». 553 Máximo aval masónico, por tanto, para el organismo que
podía hacer realidad los sueños de Weishaupt. O ser un primer paso, al
menos. Después de disolver la Monarquía de los Austria era más fácil.
Parecía cumplirse, con tres siglos de retraso, el designio de los rosacruz: la
destrucción de la Iglesia y de los Habsburgo para entrar en el mundo que
Adán conoció; y a partir de ahí empezar a construir.

550 Michel Dugast, o. c., p. 116


551 Ibíd, p. 117

552 Ver León de Poncins, Société des Nations, super état magonique, en
Manuel Guerra, Masonería...p. 382.

«Revela y comenta el texto de un documento masónico conservado en


secreto hasta entonces [1936], aunque en él se aprobó “el envío de las 13
proposiciones a todos los Gobiernos de los Países aliados y neutrales”».

553 Manuel Guerra, Masonería..., p. 382

126

En la primera fase de su exilio, el beato emperador recibió una propuesta


masónica muy parecida a la recibida por Alfonso XIII en aquella época.
También Carlos, como hiciera el soberano español, lo contó a un sacerdote;
el padre Maurus Camot, un benedictino amigo suyo con el que se reunió en
Disentís (Suiza), el 13 de junio de 1921. En el transcurso del almuerzo, al
que también asistió la emperatriz, el depuesto emperador «reveló al padre
Maurus que ciertas personalidades importantes de París y Budapest le
habían asegurado que la restauración era posible en Budapest y luego en
Viena mismo, “si consentía en introducir en sus Estados la escuela laica y el
matrimonio civil, a lo que se había negado categóricamente” ».554 «Le
habían propuesto también la introducción del divorcio. Respecto a esto, uno
de los hermanos de la emperatriz Zita fue un día al Seminario francés de
Roma, a ver al P. Le Floch y le contó que poco antes del desmoronamiento
del Imperio, su cuñado el emperador Carlos había recibido unas
proposiciones concretas de entrar en la Masonería: “Si aceptaba, le
aseguraban la salvación de su Imperio y la de su familia. La situación era
desesperada, pero el emperador rehusó...” ».555 Así que, también igual que
a Alfonso XIII, se lo propusieron al menos dos veces: podían mantenerle en
el trono, y lo que es más difícil, hacer que lo recuperase.

Como se ve, la Masonería, en principio, no era incompatible con las


monarquías católicas: bastaba con que las personas que encarnaban la
institución se plegasen a establecer compromisos con la secta; inclusive si
se trataba de sus aborrecidos Habsburgo, o del Rey Católico en persona.
Contando con ellos, los cambios sociales que perseguían podrían llevarse a
cabo más discreta y rápidamente. Eso era lo que contaba. Ni en Viena ni en
Madrid encontraron respuestas favorables; de ahí, las repúblicas que
establecieron los mismos que antes se acercaron a los soberanos.

Su biógrafo, Cyrille Debris, recoge el temor que los masones inspiraban a


Zita y a su entorno, incluso después de haber perdido el trono: en 1920, la
emperatriz exiliada en Suiza, sabiéndose rodeada de espías, pedía oraciones
a su confidente la hermana María Hilaria556 para que el Señor le «mostrara
la verdadera intención de algunas personas de las que dudaba».

Concretamente la de alguien, cercano en aquel momento, sobre cuya


integridad había sido alertada sin que ella hubiera desconfiado de él hasta
entonces; y solamente pedía un dato: « ¿Es francmasón? Pregúntelo
también se lo ruego».557 Por la misma época, —enero de 1921— sus
parientes albergaron sospechas más graves ante el inexplicable error médico
del que fue víctima la emperatriz, con riesgo de su vida: «algunos miembros
de la familia imperial o de su entorno creían que el médico cuyo
diagnóstico fue tan errado actuó a instancias de algunos enemigos de la
emperatriz (¿los francmasones?) que deseaban su muerte».558 Al menos
así se deduce por la carta que su madre, la duquesa de Parma, dirigió a la
misma religiosa hablando del asunto, donde puede leerse «hay quienes
piensan otras cosas [sobre el comportamiento del médico]

que es preferible no decir, usted comprenderá de qué se trata».559 Se


preparaba la inminente restauración en Hungría, y era conocida la
implicación de Zita en el proyecto, que contaba también con el apoyo
explícito de Benedicto XV,560 lo que podía justificar los temores de un 554
Joseph Delabays, La destinée tragique d’un monarque pacifique, en Michel
Dugast, o. c., p. 235

555 La Franquerie, Marqués de, “Souvenirs des luttes pour défendre des
vérités étemelles”, en Cahiers Charles Maurras, n° 68,1978, p. 41. Cit. por
Michel Dugast, o. c., p. 236.

556 En el siglo, Luisa Catalina Tonnelier, nacida en Alsacia en 1865. Entró


en la congregación de Nuestra Señora de Sion en 1882, conociendo a la
emperatriz en el convento de la Orden en Viena, y manteniendo después
una estrecha relación con la familia imperial exiliada desde su convento de
Marsella, donde fue destinada tras la derrota austríaca. La hermana Hilaria
tuvo una larga serie de experiencias místicas y revelaciones del Sagrado
Corazón, conocidas por su confesor el padre Lebeau que fue quien la puso
en contacto con la corte de Viena. Ver Cyrille Debris, Zita. Retrato íntimo
de una emperatriz, cap. 1.

557 Cyrille Debris, Zita. Retrato íntimo de una emperatriz, Ed. Palabra, p.
61. La cursiva es nuestra 558 Ibíd., p. 82. La cursiva es nuestra

559 Ibíd., p. 79. La cursiva es nuestra

560 «Según relato posterior de la emperatriz, en el otoño de 1921 un


asistente muy próximo al pontífice, el padre Celestino, visitó al rey Carlos
[de Hungría] con un mensaje del Santo Padre: “¡Que el rey no vacile en
volver a 127

atentado contra la emperatriz; los Borbón-Parma, al igual que los


Habsburgo, pensaban que su principal enemigo; el más peligroso por el
sigilo y lo extenso de su red, era el procedente de la acción masónica. Algo
que venían experimentado desde las vísperas de Sarajevo y tuvieron
ocasión de comprobar en el desmembramiento del Imperio.

A pesar de todos los avatares históricos que le tocó vivir, el beato


emperador vivió y murió feliz: ni el destierro, ni la pobreza, ni el verse
humillado en donde sus enemigos le confinaron, hicieron excesiva mella en
él. Existen varios documentos que dan fe de ello. Pero pocos tan
reveladores como la carta que su viuda, la emperatriz, envió, en 1923, a la
hermana María Hilaria:

Querida hermana:

[...] En 1918, durante la primera comunión del pequeño emperador [Otto de


Habsburgo], nuestra familia entronizó al Sagrado Corazón. Cuando hace un
año murió el emperador, los niños y yo suplicamos al Sagrado Corazón de
Jesús que fuera, aún más si cabe, nuestro cabeza de familia. Usted conoce
los caminos por los que nos ha guiado nuestro «Cabeza de familia». ¿Sabe
lo que me dijo el emperador unas semanas antes de morir, refiriéndose a la
frase que alude a un reinado «largo y feliz»? «Largo no lo fue, ¡pero sí
feliz!». «Pero feliz»: esas fueron sus propias palabras para hablar de los
años que van del 16 al 22: años que humanamente, solo le habían traído
desgracias, persecución, la caída de lo más alto, las calumnias más infames
y, sobre todo durante los primeros años, un esfuerzo sobrehumano sin
ningún resultado. De Viena a Madeira, pero feliz, porque esa era la voluntad
de Dios. No sé si aquellos que, a ojos humanos, fueron felices a lo largo de
esos años pueden decir lo mismo. Es cierto que las cruces del Señor a veces
fueron una carga muy pesada sobre sus hombros, pero su paz interior nunca
se vio perturbada. Nuestro «Cabeza de familia» velaba por nosotros.561

En el prólogo del libro que publica esta carta, un nieto de Carlos y Zita, el
archiduque Rodolfo de Austria, explica la clave de esa felicidad: «En el año
2004, el papa Juan Pablo II beatificó a mi abuelo, el emperador Carlos I de
Austria. Curiosamente, para inscribir la fecha en el calendario litúrgico no
eligió la de su marcha al cielo, sino la de su matrimonio, celebrado el 21

de octubre de 1911. Unos años después, en 2009, se abrió en la diócesis de


Le Mans el proceso de beatificación de su esposa, la emperatriz Zita
fallecida sesenta y siete años después que su marido. Según el Derecho
canónico, se trata de dos procesos distintos; pero, ante Dios y ante los
hombres, este hombre y esta mujer quedaron unidos por el sacramento del
matrimonio en 1911».562

Así de sencillo; ambos se mantuvieron, en circunstancias adversas, en la


ciudad de Dios. Si Carlos se hubiera prestado al juego masónico,
seguramente hubiera sido más feliz desde una óptica mundana, pero no
habría conocido la paz que le acompañó hasta el final; ni la beatitud de la
que goza. Para hacer ese camino contracorriente, Dios puso a su lado a una
mujer que también va camino de los altares. Así lo reconoció San Juan
Pablo II, solemnizando litúrgicamente la fecha de su matrimonio. Quienes
más sufrieron, realmente, las consecuencias de la reforma wilsoniana fueron
los habitantes del Imperio desmembrado; y sus descendientes.

Hungría!”. Poco después volvió otro hombre de confianza del Vaticano;


esta vez por razones de seguridad, la entrevista fue en Neuchátel. El
mensaje: "¡No hay que vacilar más!”. “La obediencia al Santo Padre fue el
argumento decisivo; en cuanto a mí, yo seguí por supuesto al rey en el
cumplimiento de esta peligrosa misión ”».
Ramón Pérez-Maura, o. c, p. 82. El autor recoge el testimonio de la
emperatriz publicado por Erich Feigl, en Mémoires d’un Empire dusparu,
Criterion histoire, París, 1991, p. 327. Algo que le fue ratificado por el
archiduque Lorenzo de Austria, «la persona responsable dentro de la
Familia Imperial de seguir el proceso de beatificación del emperador
Carlos, su abuelo», en el momento en que conversó con el autor 561 Cyrille
Debris, o. c., p. 78

562 Ibíd., p. 5; «prólogo».

128

Las últimas palabras del beato emperador, muerto a los treinta y cinco años
de edad, cuando esperaba el nacimiento de su octavo hijo,563 fueron:

«Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío».564 Y, en su caso, no era


solamente una jaculatoria que repitiese mecánicamente.

Las organizaciones pantalla de la Masonería

Edward Mandell House aprovechó bien su tiempo de estancia en París al


término de la Gran Guerra: aparte de redefinir las fronteras y los sistemas
políticos del Viejo Mundo, puso en marcha un organismo que,
discretamente, habría de controlar a partir de entonces la vida política de los
Estados Unidos: el CFR (Council on Foreing Relations), la rama americana
de otra organización creada también entonces, el RIIA (Royal Institute of
International Affairs).

Nada más inocuo, incluso benéfico en apariencia, que los fines de estos
organismos.

Al CFR pertenecían en 1999 unas 3.400 personas, entre políticos,


banqueros, intelectuales y propietarios de medios de comunicación,
autodefinidos como «grupo de debate», que no buscan otra cosa, según su
propia versión oficial, que «incrementar la comprensión del mundo en
Norteamérica y sugerir ideas aplicables a su política exterior». Pero,
realmente, siempre ha sido y sigue siendo una de las más influyentes
organizaciones pantalla de la Masonería: la mitad de sus miembros
pertenecen a la «orden», si incluimos a la B’nai B’rith {Hijos de la
Alianza), Masonería creada por y para judíos, en 1843.565 El CFR cuenta
con subvenciones de trust como Standard Oil of New Jersey, IBM, o ITT,
así como de las Fundaciones Ford y Camegie. Pero es destacable que otra
de ellas sea la Rockefeller, si recordamos que House era de orientación tan
iluminista como la Gran Logia que lleva el nombre de esta última.

Al CFR pertenecieron Presidentes masones como Traman, Lyndon B.


Johnson (grado 33), Gerald Ford, Bill Clinton, y George Bush (padre); y
otros no masones como Eisenhower, Kennedy, Nixon y Cárter. Al mismo
organismo pertenecieron y pertenecen miembros de las destacadas familias
Rockefeller y Rosthchild; todos ellos —presidentes y banqueros—

masones.566 Aunque ha habido otros políticos americanos que,


perteneciendo al CFR, no ingresaron en la Masonería; como es el caso de
los dos hermanos del Presidente Kennedy.

Parece un peaje que tienen que pagar, más o menos conformes, o


sumamente gustosos, quienes aspiren a hacer carrera política en los Estados
Unidos. Porque la mayoría de los más altos cargos de la Administración han
pasado por ahí.

No hablamos, por tanto, de una asociación cualquiera, ni puede afirmarse


que sea ajena a los 563 Fue la archiduquesa Isabel, nacida el 31 de mayo de
1922 en el palacio de El Pardo; puesto a disposición de la emperatriz por
Alfonso XIII, a la muerte de Carlos, contra los deseos de la Entente que
trató de impedirlo. De allí se trasladó a Lequeitio donde pudo instalarse
gracias a la ayuda de benefactores vizcaínos. Vivió allí durante siete años,
hasta su traslado a Bélgica, de donde pasó a Canadá, volviendo a Europa en
1954. Pero el exilio se mantuvo todavía durante treinta años más.

564 Michel Dugast, o. c., p. 263. La cursiva es nuestra

565 Fundada en Nueva York en 1843 por 12 judíos, -ante el rechazo que
experimentaban tanto por parte de la Masonería como del judaismo, que
llegó a calificar como “herejes” a los judíos masones-, «con una estructura
similar a la masónica, con el mismo espíritu de ayuda y fraternidad aunque
solo para y entre judíos»; incorporada a
«la Masonería regular norteamericana el 11-9-1874. Ahora cuenta con
1.700 logias, cerradas a los no judíos, y un gran influjo por el número de
sus miembros (600.000), por su nivel humano-social y por la logia (con
1.600

miembros) creada en los años veinte del pasado siglo para judíos
interesados en el cine que explica el control judío del cine, vigente ahora
sobre todo en algunas multinacionales (Paramount, Warner, etc.), así como
en otros medios de comunicación social: The Washington Post, The Wall
Street Journal, The New York Times, el control de las principales cadenas
televisivas de EE.UU (NBC, CBS y ABC) [...] En 1955 sus logias europeas
forman un distrito independiente con 57 logias en 12 países ya en 1970; en
España en 2010 al menos dos (Madrid, Barcelona). Sus logias en Israel
ascienden a 156 en 1963». Manuel Guerra, Masonería.., pp. 160-161.

566 Ver Manuel Guerra, La trama masónica, y Masonería.. ., y Ricardo de


la Cierva, La Masonería invisible.. .

129

designios masónicos. ¡Gran jugada aquella de House! Organizó, el 19 de


mayo de 1919, un almuerzo de trabajo en París, invitando a los americanos
e ingleses que participaban en las conversaciones de paz de Versalles. «Pero
no a todos, sino solamente los pertenecientes a la Tabla Redonda».567
Porque House ya disponía de otra organización pantalla de la Masonería,
creada anteriormente, y necesitaba echar mano de ella para lanzar su
proyecto. Contaba también con el apoyo de la gran banca a la que
previamente utilizó, y seguía utilizando, para financiar la Revolución rusa.
«“Uno de los primeros motivos —dice Alien—568 para que la banca
internacional trabajase entre bastidores para fomentar la Primera Guerra
Mundial fue la creación inmediata posterior de un gobierno mundial”. Este
fue el objetivo fundamental del viaje que hizo a Europa, después del
armisticio firmado el 11 de noviembre de 1918 el presidente de los Estados
Unidos Woodrow Wilson, acompañado por su sombra, el coronel House. El
proyecto mundialista se llamaría Sociedad de Naciones».569

De modo que no partían de cero: veamos qué organización era esa. La Tabla
Redonda, a su vez, venía de una organización más antigua, la Association of
Helpers. Era esta una sociedad secreta fundada, en 1891, por dos masones:
W. T. Steed, que tanto intervino en el desmembramiento de Austria-
Hungría, y Cecil John Rhodes, de cuyas becas —las que llevan su nombre
— ya hablé en relación con la señora Clinton. Rhodes era un
multimillonario, enriquecido con el comercio de diamantes, capaz, por su
poder económico y sus actividades políticas, de dar nombre a un territorio
del tamaño de Rodesia; defensor a ultranza del imperialismo británico, que
murió en 1902. Su labor, en más de un sentido, fue continuada por Alfred
Milner, representante de la Corona inglesa en Sudáfrica, entre 1897 y 1905,
y de su Gobierno en la Entente, durante la I Guerra Mundial. Además, lord
Milner era Primer Vigilante de la Gran Logia Unida de Inglaterra, lo que le
otorgaba una preeminencia masónica a nivel internacional que resultaría
muy útil. Fue él quien, junto con lord Rosthcild, recogió el testigo de
Rhodes para cumplir su gran designio: la creación de la Tabla (o Mesa)
Redonda ( Round Table)570 en 1909, sobre la base de Helpers, la
asociación de Rhodes. Milner, por último, aparte de fundarla, dirigió hasta
su muerte, en 1925, la Tabla Redonda.

Nació y, siempre ha sido, sociedad secreta, oligárquica, y al servicio del


Imperio británico, en la tradición de Steed y de Rhodes. Y, por supuesto,
fueron masones la mayoría de sus primeros componentes; como lord
Rosthchild y lord Balfour, que, por entonces, se pusieron de acuerdo para
crear el Estado de Israel, sobre las ruinas, ya visibles, del todavía existente
Imperio turco; que sería despedazado por el Tratado de Sevres. Balfour es
el autor de la declaración que lleva su nombre:

El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento


en Palestina de un hogar para el pueblo judío y hará uso de sus mejores
esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien
entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y
religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los
derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro
país.571

Una simple carta que el ministro dirigía a su «hermano» Rosthchild, 572


como jefe del sionismo británico, anunciándole que el Gobierno inglés vería
con buenos ojos «la creación de un hogar 567 Manuel Guerra, La trama
masónica, p. 350

568 Ver None Daré Cali it Conspiracy, Gary Alien y Larry Abraham, obra
que sigue Ricardo de la Cierva en este capítulo.

569 Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 609

570 Nombre propuesto por Milner en recuerdo de los caballeros del Rey
Arturo 571 Declaración Balfour de 2 de noviembre de 1917, publicada en la
prensa británica, una semana después, el día 9.

Arthur James Balfour era el secretario del Foreing Office (ministro de


Relaciones Exteriores).

572 Lionel Walter Rosthchid, segundo barón del mismo título, «jefe “no
oficial” del sionismo británico».

130

[sic] judío en Palestina», para que lo transmitiera a la Federación Sionista


de Gran Bretaña e Irlanda. Rosthchild, a su vez, sería el financiero de la
operación, subvencionando los primeros asentamientos judíos en la zona.
La Masonería, también en este caso, disponía de los Estados, creando uno
nuevo en el suelo de otro que aún no había finiquitado; aunque ya estaba en
ello. Y

la declaración —o carta— de Balfour quedó incorporada al Tratado de


Sevres, firmado el 10 de agosto de 1920,573 como una cláusula del mismo.
Con esa facilidad disponían del futuro de los pueblos y los Estados. El de
Israel no nació solamente como reparación al pueblo judío por la enormidad
del Holocausto; ni fue creación exclusiva de la ONU; se venía preparando,
en las logias y despachos londinenses, desde antes de que acabara la Gran
Guerra.

Poco después, en lo que quedaba del Imperio turco se harían visibles los
frutos de la primera infiltración masónica a gran escala dentro del Islam:
iniciada, con el apoyo de los Grandes Orientes italiano y francés en 1903;
financiada por judíos masones de la logia de Tesalónica, dicha infiltración
se produjo a través del movimiento de los Jóvenes Turcos, que llevarían al
poder a Mustafá Kemal Atatürk, padre de una república laicista de pura
inspiración masónica.

Esa presencia de la «hermandad» sigue visible: de hecho, solamente


Turquía, aparte de Egipto, en el mundo musulmán, cuenta con su Gran
Logia y su Gran Oriente independientes,574 lo que explica el apoyo que
Turquía recibió, sobre todo al principio, de la Masonería europea y
americana en su intento de incorporarse a la Unión, a través de presidentes
y eurodiputados de distintas Obediencias masónicas.575

Menos conocida es la influencia masónica en otro proceso histórico que


tuvo por escenario el viejo solar del Imperio Otomano en los años de la I
Guerra Mundial: el «genocidio armenio»; el exterminio de más de un
millón de cristianos organizado por la Logia de Tesalónica, especie de
cuartel general de los Jóvenes Turcos; un holocausto cristiano, denunciado
por el papa Francisco, cuyo responsable directo fue Talaat Bey (también
llamado Talaat Pashá), Gran Maestro del Gran Oriente de Turquía y Gran
Visir promovido por los Jóvenes Turcos. En el Archivo del Vaticano se
encuentran pruebas concluyentes: los informes de los misioneros
capuchinos en aquella región.576 El masón Atatürk, iniciado en una logia
italiana de Macedonia, implacable en ese designio, completó dicho
genocidio, iniciado en 1915, cuando logró exterminar en 1922 a otros
150.000 armenios refugiados en Cilicia; era necesario que se olvidara
«incluso el nombre de Armenia».

Volviendo a las organizaciones pantalla, el CFR y la Tabla Redonda, de la


que procede, han mantenido un poder en la sombra, sobre los poderes
visibles en Occidente desde su fundación: grupos de la Tabla Redonda,
como la Banca Warburg de Frankfurt, la que financió a Lenin, financiaron
después a Hitler en su ascenso al poder, mientras el CFR conseguía
controlar el Departamento de Estado americano. Nuevamente, la
«Masonería invisible», como la llamaba Ricardo de la Cierva, lograba la
bicefalia. Aunque tal situación no será nunca más que un paso intermedio;
un medio para lograr otro fin superior: el poder mundial.
La Sociedad de Naciones fue el proyecto fallido creado al efecto; los
mundialistas de las organizaciones pantalla de la Masonería volverán a
intentarlo en una coyuntura no muy distinta: 573 Con este tratado se cerraba
la serie de los firmados en París al final de la I Guerra Mundial. Suele
confundirse genéricamente, con el de Versalles, de 28 de junio de 1919,
firmado exclusivamente entre Alemania y los aliados de la Entente

574 En 2005, la Gran Logia de Turquía contaba con 200 logias y 12.000
«miembros activos»

575 Ver Manuel Guerra, Masonería.., pp. 170-171

576 Ver el libro del historiador alemán Michael Hesemann, Volkermord an


den Armeniem (El Genocidio Armenio), Ed. Herbirg, 2015. El autor publica
una carta del superior de los capuchinos en Ezrurum, el padre Norbert
Hofer dirigida al Vaticano en octubre de 1915, donde dice: «El castigo de la
nación armenia (por supuestas revueltas) no es más que un pretexto
utilizado por el gobierno turco masónico para exterminar a todos los
elementos cristianos de este país». Otro capuchino, el padre Michael Liebl,
informó al Vaticano también: «No los armenios sino los cristianos fueron
condenados (a muerte) en una reunión secreta de los Jóvenes Turcos hace 5
o 6 años en Salónica». Las gestiones de Benedicto XV ante el sultán
Mehmet V, pidiendo misericordia para los cristianos, ortodoxos o católicos
caldeos, fueron completamente inútiles.

131

al terminar la II Guerra Mundial, antes incluso, volvió a proyectarse un


organismo garante de la paz internacional; o eso fue para algunos. Pero los
mundialistas contemplaron la ONU como la culminación del proyecto
fracasado en el periodo de entreguerras. «Por lo menos cuarenta y siete
miembros del CFR figuraban en la delegación de los Estados Unidos para la
fundación de las Naciones Unidas en la Conferencia de San Francisco,
1945. Entre ellos los conspiradores pro-soviéticos Owen Latimore, Harry
Dexter White, agente comunista, Alger Hiss, espía comunista, y
personalidades como Nelson Rockefeller [,..]».577
Los Rockefeller siempre han sido los abanderaros del Nuevo Orden
Mundial. Por eso es normal encontrarlos en las organizaciones pantalla de
la Masonería, creadas sucesivamente a partir del CFR: el Club Bilderberg y
la Trilateral. Miembros del CFR fundaron el Bilderberg en 1954, en
Oostebeek (Holanda). De hecho «Gary Alien describe el Club Bilderberg
como la prolongación mundial del CFR. El Bilderberg Group es una especie
de sucursal del CFR para el resto del mundo. Su promotor aparente fue el
príncipe Bernardo de Holanda pero su auténtico impulsor y hombre fuerte
ha sido John D. Rockefeller, que es igualmente la personalidad dominante
del CFR. La financiación corre a cargo del grupo Rockefeller, la Casa
Rosthchild, la Banca Dillon Read, la Banca Warburg, la Banca Lehman y
dos instituciones muy ligadas al mundialismo: el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial».578 También intervino en la fundación
del Bilderberg un jesuita austríaco, judío y masón —grado 33 en la
Masonería sueca— llamado Joseph Reitinger, enviado por la Banca de los
Estados Unidos a convencer al príncipe Bernardo de que aceptara la
presidencia que ostentó hasta que, en 1975, se vio implicado en el
escándalo de los sobornos de la compañía Lockheed.

La lista de sus sucesores revela la importancia de los contactos del Club: en


primer lugar, el ministro de Exteriores británico, Douglas Home, seguido
del que llegaría a ser presidente de la República Federal Alemana, Walter
Scheel, al que sucedió Eric Roll, presidente del grupo bancario Warburg; y
a continuación, en 1989, el ex ministro británico lord Carrington, ex
secretario general de la OTAN y miembro destacado de otras dos
organizaciones pantalla: la Sociedad Fabiana y el RILA. Exponente
insuperable, por tanto, del mundialismo. Aunque no es extraña la
pertenencia a dos o más de estas organizaciones. Tal es el caso de David
Rockefeller, Bill Clinton, George Bush, o Henry Kissinger.579 Entre los
miembros de esa Masonería invisible, este último, durante décadas, ha sido
uno de los más activos e influyentes; si no el más. No solo por su condición
de Secretario de Estado con Nixon, sino por su relación con las
organizaciones pantalla.

Se le atribuye, por ejemplo, una responsabilidad, compartida con David


Rockefeller, pero decisiva en cualquier caso, con relación a la crisis del
petróleo de 1973; una crisis que afectó a las economías del mundo entero, y
tiene una interpretación más material que política; más encubierta que
“histórica”: aparte de las tensiones existentes —y grandes— en Oriente
Medio, se trataba de salvar la complicada situación de las principales
compañías petrolíferas del planeta; las «siete hermanas», que atravesaban
entonces «serios problemas de endeudamiento: habían pedido excesivos
créditos y solo podían pagarlos vendiendo muy caros sus stocks de
petróleo».

En la reunión de aquel año, celebrada en el Gran Hotel de Saltsjóbaden


(Suecia), se encontraban entre los invitados los directores de los principales
bancos europeos y norteamericanos —de hecho asistía, entre otros máximos
dirigentes de la Banca Internacional, uno de los puntales del Bilderberg,
David Rockefeller, presidente del Chase Manhattan Bank—

577 Gary Alien, o. c., en Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p.


611

578 Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 614

579 «Judío, masón, director de la Fundación Rockefeller a los 33 años de


edad, miembro permanente [...] del Bilderberg group, del Comité director
de la Trilateral, del Bohemian Club, destructor del Líbano cristiano, Premio
Nobel de la Paz en 1973, etc. Propuso la fragmentación del Líbano en
varios compartimentos político-confesionales como mejor medio para
garantizar la seguridad de Israel y su eslogan [era]: “Si queréis la paz en
Oriente Medio, entregad Líbano a Siria”. [...]» Manuel Guerra,
Masonería..., p. 270n 132

y, junto a ellos, los máximos directivos de las más fuertes petroleras


occidentales, varias de las

«siete hermanas»: «Royal Dutch Shell, altamente participada por la familia


real holandesa; British Petroleum, altamente participada por su graciosa
majestad británica; Total S.A.; ENI; Exxon... Bilderbergos concernidos en
sus bolsillos de manera directa, que en pocos minutos iban a pasar del
pánico a la euforia». Lo que se propuso, siguiendo el diseño de Kissinger y
Rockefeller, fue una «subida salvaje en el precio del barril, como respuesta
anticipada a una amenaza imaginaria [...] ninguno de los países de la OPEP
había planteado un embargo del crudo o un aumento del precio. Pero a las
petroleras de Estados Unidos, Inglaterra y Holanda aquel ingenio de
Rockefeller y Kissinger, al alimón, les redimía de sus números rojos [...]
Antes de concluir la conferencia, desde la propia centralita telefónica del
hotel Saltsjobaden se filtró como “rumor de buena fuente” que “los países
árabes han enloquecido: van a disparar el precio del petróleo al 300 o al 400
por ciento del valor actual” ».580 ¿Pudo ser más decisiva la intervención
del Club que el interés de los países árabes por castigar a Occidente por su
apoyo a Israel? No sería esta, ni de lejos, la actuación más reprobable que
se le atribuye a Kissinger, en cualquier caso.581 El periodismo de
investigación se ha ocupado en ocasiones de las actividades del Bilderberg
—ciertos autores con especial dedicación— pero todos los expertos en
Masonería también; describiendo sus actividades con el detalle que es
posible. Y aceptan que el Club haya intervenido en asuntos como la guerra
de las Malvinas, o la de los Balcanes, el bombardeo de Chechenia, o el
desmembramiento de Yugoslavia. Sí que resulta evidente que se han dado
coincidencias sospechosas: los políticos invitados a la reunión anual suelen
promocionar de manera inmediata, como sucedió con el masón Clinton,
convertido en presidente de los Estados Unidos muy poco después. No
resulta extraño: si el CFR controla la vida política norteamericana desde el
final de la I Guerra Mundial, y a su vez esa organización es la matriz del
Bilderberg, a quien controla en buena medida, bien podrían los miembros
del Bilderberg Advissory Commitee —el círculo más cerrado y poderoso del
mismo, formado por miembros del CFR, todos ellos masones— llevar a
“su” candidato a la Casa Blanca. Hablamos de la democracia “hurtada” a la
que se refería Kennedy en su discurso del Waldorf Astoria; el secretismo de
las sectas, contrario a la «herencia democrática» de los Estados Unidos; y
también a la europea.

Hablamos de gobiernos «designados no elegidos». Y no se trata solo de


elucubraciones periodísticas: en la Cámara de Representantes se denunció
la verdadera actividad del Bilderberg como gobierno en la sombra de
Europa: fue el 15 de septiembre de 1971, cuando el congresista John Rarick
dijo exactamente: «Bajo pretexto de defender la ayuda a Europa, [el
Bilderberg]
imponía a Europa una élite de mando a las órdenes de los negociantes
internacionales del CFR».582 Estaba definiendo exactamente el
pensamiento de los fundadores del Club sobre lo que tenía que ser su
“criatura”, aunque se quedaba corto: David Rockefeller, por ejemplo, llegó
a decir: «(Representa) una soberanía supranacional de la élite intelectual y
los bancos mundiales que seguramente es preferible a la autodeterminación
nacional practicada en los siglos pasados».583 Mientras que Paul Warburg,
a mediados de los cincuenta, se expresaba aún 580 Pilar Urbano, El precio
del trono, capítulo 4, “Bilderberg: los señores que mueven los hilos”.

581 Se le ha relacionado con «el asesinato del general René Schneider, el


golpe de los coroneles griegos, el derrocamiento del arzobispo Makarios, la
defenestración violenta del presidente Salvador Allende, el atentado mortal
contra el canciller Orlando Letelier, la eliminación del primer ministro Aldo
Moro [la viuda de Moro declaró que su marido había muerto tras ser
amenazado “por una figura de alto rango de la política americana”. El
periodista Corrado Guerzoni, amigo de Moro, confirmó ante el juez, en
1982, que se trataba de Henry Kissinger,

“como ya había declarado”]... O su apoyo a las siniestras actividades de la


Operación Cóndor por medio de la CIA». Ibíd., p. 485.

582 Congressional Record USA, 1971, número 133, referencia E9615, en


Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 615

583 Ver Alfonso Carlos Amaritriain, “DOSSIER 50 años del Club


Bilderberg. Los amos del mundo”, en Ahora Información, n° 70, julio-
agosto de 2004, p. 21

133

más libremente: «Tendremos un gobierno mundial, guste o no guste; la


única pregunta es saber si será creado a través de conquista o por
consentimientos».584 No son teorías conspirativas sino las mismas palabras
de los protagonistas de la historia.

Es inadmisible la falta de transparencia que las organizaciones pantalla


pueden crear para intervenir en las políticas nacionales e internacionales; en
cuestiones que afectan a millones de personas: alguien perteneciente al
CFR; presidente de la Universidad de Columbia y de la Fundación
Camegie, Nicholas Murray Butler, dijo «El mundo se divide en tres
categorías de gentes: un número muy reducido que hacen que los
acontecimientos se produzcan; un grupo más importante que vigila su
realización y que observa para que se cumplan, y finalmente una amplia
mayoría que no sabe jamás lo que realmente ha sucedido».585 Lo más
grave es que exista esa última categoría; una mayoría que no tiene, en
realidad, más que una vaga idea de lo que está viendo, leyendo u oyendo en
los informativos. Carente de elementos de juicio fiables, ni siquiera básicos,
sobre la gestión de sus gobernantes. El colmo del cinismo es que los
miembros de estas organizaciones se presenten como defensores del
liberalismo democrático.

Percibiendo el peligro inminente, Benedicto XVI denunció la amenaza


mundialista, diciendo:

«Para no abrir la puerta a un peligroso poder universal de tipo


monocrático, el gobierno de la globalización debe ser de tipo subsidiario,
articulado en múltiples niveles y planos diversos que colaboren
recíprocamente. La globalización necesita ciertamente una autoridad, en
cuanto plantea la consecución de un bien común global; sin embargo, dicha
autoridad deberá estar organizada de modo subsidiario y con división de
poderes, tanto para no herir la libertad como para resultar concretamente
eficaz».586 Una autoridad de tipo «subsidiario». Es decir, no invasora de la
esfera soberana de los Estados; lo dijo muy claramente. Dos veces en el
mismo párrafo de una encíclica.

A pesar de lo cual, fue malinterpretado —o manipulado—, dentro del


propio Vaticano: el Cardenal de Ruanda, Peter K. A. Turk- son, presidente
del Consejo pontificio Justicia y Paz, en octubre de 2011, vino a afirmar lo
contrario: « ¡El papa había demandado un gobierno mundial!» fue el titular
que recorrió el mundo.587 Esta vez, vino un desmentido y se tomaron
medidas tendentes a garantizar la veracidad de las palabras atribuidas al
sumo pontífice: se establecía un control inexistente hasta entonces sobre las
declaraciones que los consejos pontificios realizaran basándose en
pronunciamientos papales. Debe conocerse la doctrina de la Iglesia, opuesta
en ocasiones a ciertas publicaciones interesadas en confundir a los
católicos.

Importa destacar que la impronta del Bilderberg, como sucede con la Gran
Logia Rockefeller

—no debe olvidarse—, es Illuminati; por tanto mundialista y luciferina. De


manera, en ocasiones, muy explícita. Partiendo de esa base, me pregunto,
con Manuel Guerra: Cuando, en la reunión [del Bilderberg] de los días 14-
17 de mayo de 2009, los participantes real o, al menos, oficialmente
cristianos, entraban o salían del hotel en Vouliagmeni, localidad de una de
las islas griegas, y veían en el vestíbulo la imagen de Lucifer, ¿qué
experimentaron? Evidentemente la Masonería y aquella imagen no
representan a Lucifer en cuanto sinónimo de Satanás o del Demonio, ni a
una figura tenebrosa, macabra, a veces grotesca [Baphomet], sino al
“Portador de la Luz”, o sea, de la ilustración, de la ciencia, del progreso. En
cualquier supuesto, era la representación del non serviam, de la rebeldía
contra Dios (Lucifer) o —como se estaba en Grecia— si se asimila a
Prometeo, contra la divinidad suprema (Zeus) de la mitología griega. ¿Qué
584 Ibíd, p. 22

585 Manuel Guerra, La trama masónica, p. 340

586 Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in veritate, 57. La cursiva es


nuestra 587 Conferencia de prensa, celebrada el 24 de octubre de 2011, para
la presentación de la Nota: “Por una reforma del sistema financiero y
monetario internacional en la perspectiva de una autoridad pública con
competencia universal”.

134

habría pasado si alguien hubiera colocado allí la imagen de Jesucristo, el


“Siervo de Jahvé-Dios” ?588

No volveré sobre la cuestión del camuflaje del Demonio bajo el tan


discutible disfraz de Lucifer: son la misma criatura. Pero sí podría añadir
algo que vale como respuesta, aunque sea solo un ejemplo aislado, a la
pregunta que formulaba don Manuel: al menos uno de los
«participantes» en las reuniones del Club, una española, reaccionó ante la
visión satánica que sus anfitriones les ofrecían; a ella y a los demás
asistentes: quedó impresionada, y consideró que debía darlo a conocer: lo
hizo entrando en directo en un medio de comunicación; la emisora católica
Radio María; en un programa en el que, precisamente, se debatía si había o
no adoración satánica en el Bilderberg. La señora, que se reconocía católica,
zanjó la cuestión: ella misma, al llegar a la reunión del Club había visto la
imagen del Demonio. Explicó también por qué estaba ella allí; no formaba
parte de los habituales; había sido invitada por su cargo excepcionalmente.

Porque, también debo aclarar que, por supuesto, no todos los invitados son
iniciados en logias más o menos luciferinas, o afines a ellas. La proporción
de los que sí han pasado por esos rituales, disminuye cuanto más nos
alejamos del «comité consultivo», la cúspide de la pirámide bilderberga.
Los pertenecientes al tercero de los círculos, el más externo y numeroso,
pueden asistir en muy pocas ocasiones; o solamente en una. Un 30 por cien
de los asistentes son invitados circunstanciales. Reciben la invitación por el
cargo que ocupan o el que podrían ocupar en breve; son peones potenciales
de las estrategias del Club. Del que luego posiblemente no reciban más
invitaciones; o incluso lleguen a rechazarlas, aunque la tentación pueda ser
grande...

No agotamos con esto, ni mucho menos, el tema de las organizaciones


pantalla: las hay muy anteriores al Bilderberg, pero posteriores también. La
más reciente es la Trilateral. Esta Comisión, nacida en noviembre de 1972,
aspira abiertamente a lograr la mayor concentración de poder posible a
nivel mundial; como siempre, debe entenderse que, como un paso hacia
adelante, que no cierra todavía el proceso. Volvían a ser miembros del CFR
quienes la pusieron en marcha; volvemos a encontramos con la B’nai
B’rith, tan presente, además, en el primer organismo. También participó
entonces.

Y ¿cómo no?, la nueva organización contaba con el apoyo manifiesto de


David Rockefeller, padre de la idea, y presidente honorífico de la misma, en
2002, siendo ya octogenario. El omnipresente Kissinger, pieza clave de la
Trilateral también, pronunció en aquella ocasión, una
«sentida laudatio»,589 del hombre con el que había mantenido tan estrecha
colaboración a lo largo de su carrera meteórica. Aunque el ideólogo
principal era Zbigniew Brzezinski, judío de ascendencia polaca, autor de
Entre dos eras: el papel de América en la era tecnotrónica,590 que

«es “como el fundamento ideológico de la Trilateral” a pesar de su error en


el pronóstico:

“Debemos buscar la cooperación con los países comunistas mediante una


acomodación primeramente política y luego filosófica” ».591 Fue la lectura
de este libro lo que animó a David Rockefeller a lanzar la Trilateral, que se
presentó al Bilderberg en 1971; es decir, que nació con su beneplácito,
como un instrumento más para la implantación del mundialismo. Nada
sorprendente, claro está.

La novedad es que en aquella ocasión se contara con un grupo de japoneses


que le daban una nueva dimensión al viejísimo proyecto. Se constituía
como algo provisional, cuya existencia se prolongó, hasta que, en Kyoto, en
1975, se decidió que fuese indefinida. Se trataba de una organización
privada, compuesta por un grupo de tan solo 300 personas, que, como es
habitual 588 Manuel Guerra, Masonería..., p. 275

589 Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible, p. 620

590 Ed. Penguin Books, 1970

591 Manuel Guerra, La trama masónica, pp. 356-357.

135

en las organizaciones pantalla, procedían del mundo financiero, la política,


y la presidencia de medios de comunicación; con el fin de promover la
colaboración entre esas tres zonas mundiales; las tres zonas clave, por
cierto, para un auténtico control del planeta, tanto a nivel económico como
político. Pero no tardó en manifestarse su conexión masónica: fue al
investigar un gran caso de corrupción; el más notorio en el que la
Masonería se haya visto envuelta durante el último tercio del siglo XX; el
concerniente a la italiana Logia P2, Propaganda Due,592 una poderosa
logia encubierta, —que de hecho había fagocitado al Gran Oriente de Italia
— donde mafia, Masonería, y poder político y económico aparecían
entrelazados: «Según el informe de la Comisión parlamentaria italiana
encargada de investigar lo de la Logia P2 ( Relazione della Comissione
parlamentare d ’Inquesta sulla Loggia Massonica P2) la Trilateral es
próxima y afín a la Masonería».593 Aunque no era necesario que lo
señalara esa Comisión; solo con ver quiénes la fundaron y la dirigieron, así
como el aval previo del Bilderberg, esa «afinidad masónica» era evidente.
El Parlamento italiano solamente lo confirmó. El mundialismo de la
Trilateral es, además, algo reconocido: el ex ministro de Exteriores italiano,
Gianni de Michelis, presidente del Instituto Aspen, «un apéndice de la
Comisión Trilateral»,594 declaraba en 1990: «El poder ha de ser
inevitablemente transferido de las naciones soberanas a instituciones
supranacionales».595 La misma idea que subyace en todas las
organizaciones arriba mencionadas; expresada a veces con mayor crudeza o
pragmatismo, como en el caso del fabiano de la Universidad de Harvard,
profesor John Kennet Galbraigth:

«El socialismo moderno no dependerá de los teóricos o de los políticos,


sino de los dirigentes de las empresas multinacionales».596

Existe una cadena ininterrumpida desde la Sociedad de Ayudas ( Helpers),


hasta la Trilateral, pasando por la Tabla Redonda, el RIIA; su rama
americana, el CFR, y el Bilderberg muy evidente; organizaciones pantalla,
todas ellas, de la Masonería que han proporcionado a la secta una
dimensión en el siglo XX nunca antes alcanzada. Son grupos elitistas al
máximo nivel en el que no se exige a nadie, en principio, haberse iniciado
en una logia, sino compartir las estrategias y proyectos ya existentes;
proyectos tan antiguos como la Masonería, adaptados a los cambios
históricos.

Esa cadena de organizaciones masónicas, aunque aprovechara asociaciones


ya existentes, tiene un momento de inflexión en 1919, con Mandell House
en París, creando el CFR. Era un momento de grandes cambios: terminado
violentamente el eurocentrismo, por ese «suicidio de Europa» que fue la
Gran Guerra, los Estados Unidos sentaban las bases de su hegemonía
mundial gracias a varios factores propicios; pero no puede desdeñarse el
papel representado en el proceso por la Masonería y sus organizaciones
afines. Jugarán un papel aún mayor en la consolidación del mundialismo:
en todas ellas se mantenía el espíritu de Weishaupt; los fines, más antiguos,
de la Hermandad Rosacruz.

Aparte de estas organizaciones, en el siglo XIX se fundaron otras, algunas


menos conocidas en España, que también han tenido y mantienen contacto
con la Masonería y, desde luego, con sus organizaciones pantalla: a
destacar, en primer lugar, la Sociedad Fabiana, fundada en 1884 «en 592
Logia fundada en 1877 bajo la obediencia del Gran Oriente de Italia;
relanzada por Licio Gelli, «enlace de la Italia fascista con el III Reich», que,
años después, gracias al control mediático conseguido, «logró crear una
estructura» que cubría toda Italia, con iniciados procedentes del Ejército, las
Fuerzas de Seguridad, la banca, la industria, la judicatura, la empresa
pública, los sindicatos, la diplomacia, el mundo editorial, y la RAI-TV; «un
estado dentro del Estado». La P2 estuvo implicada en el escándalo de la
Banca Vaticana, y fue investigada por su presunto papel en el asesinato de
Aldo Moro, y la trama Irán-Contra; el escándalo conocido como Irangate
del presidente Reagan. A causa de ello, el Gran Maestre Giuliano di
Bernardo dejó la Gran Logia de Italia para fundar la Gran Logia Regular de
Italia. Ver César Vidal, o. c., pp. 101-102.

593 Manuel Guerra , La trama masónica, p. 357

594 Ibíd., p. 297

595 Ibíd. Cita de El País, de 4 de abril de 1990

596 Ibíd. Cita de La Vanguardia, de 9 de marzo de 1977

136

un clima burgués (clase media y alta), esotérico, masónico y teosófico»,


cuya misión era

«consolidarse como una plataforma para la formación de cuadros del futuro


Estado socialista».597 Así lo anunciaba uno de sus fundadores, el escocés
Richard B. Haldane, secretario de Estado para la Guerra del Gobierno
británico en 1905.598 Todo un personaje en la Inglaterra de su época, que
presenta grandes paralelismos con su contemporáneo americano Mandell
House: su influencia política, su pertenencia a la Masonería y su admiración
por la ideología socialista. No es de extrañar que los fabianos intervinieran
en la fundación del partido Laborista, mantuvieran buena relación con
Lenin y Trotski, o apoyaran al Frente Popular español durante la guerra
civil.

La Sociedad Fabiana ha tenido un gran peso en el mundo académico


anglosajón; con gran presencia en las universidades de Oxford, Cambrigde,
Harvard, Columbia y Princeton, así como en medios de comunicación de la
importancia del New York Times. También es interesante destacar que entre
los primeros fabianos se encontrasen el periodista masón William Clarcke,
discípulo de Mazzini, y las también masonas Annie Besant,599 y Alice
Bailey; fundadora esta última de la Escuela Arcana y de Buena Voluntad,
tan admirada por la secta New Age. Besant y Bailey, aparte de pertenecer a
la Masonería eran teósofas. Y la Teosofía —

no debe ignorarse— ha tenido una estrecha relación con grandes


Obediencias masónicas.

Básicamente, es una creencia gnóstica, de ciertas influencias cabalísticas,


afín al budismo; religión muy valorada por muchos masones que la
consideran lo más cercano a un verdadero sincretismo.

El componente masónico y esotérico fue considerable en el origen de la


Sociedad Fabiana, que por otra parte nunca se ha separado de sus orígenes
socialistas. El esoterismo, en su versión gnóstica, es algo común a otras dos
sociedades vinculadas con la Masonería e influyentes en la política
americana: Skull and Bones, y el Bohemian Club-, mucho más críptica esta
última que la primera a la que sirve de pórtico. Fundado en 1872, el BC
celebra una reunión anual en un extenso bosque, «bosque o club de los
bohemios», situado a 120 kilómetros al norte de San Francisco; una muy
peculiar reunión:

Los participantes, vestidos de túnicas blancas y con un gorro rojo, al estilo


de los druidas (sacerdotes celtas), celebran un ritual en el que queman un
muñeco, símbolo de sus «preocupaciones». [...] intervienen en
representaciones teatrales y en ritos

«paganos», así como en muestras extrañas, a veces espontáneas, de


diversión desinhibida. El símbolo del BC es un búho, capaz de ver en las
tinieblas nocturnas, relacionado con Palas Atenea, diosa de la sabiduría en
la mitología griega y con Moloch, al que los cananeos sacrificaban víctimas
humanas, especialmente niños (Lev.

18,21; 20, 2; Jeremías 32, 35).600

Podría parecer que se trata de un grupo de gente inmadura que se reúne una
vez al año para relajarse haciendo tonterías, pero ¡cuidado! Están divididos
en 122 secciones o niveles, con

«capacidad para 2.500 personalidades que, invitadas, acceden de acuerdo


con su categoría».601

Y en la máxima, una vez más, encontramos a David Rockefeller y Henry


Kissinger, acompañados del director de IBM, Thomas Watson. En 2006 a
ese nivel todavía no había 597 Ibíd, p. 349

598 Richard Burdon Haldane (1856-1928), primer vizconde Haldane;


secretario para la Guerra en 1905; más tarde ministro de Justicia, y
miembro del partido del Trabajo

599 «Alto cargo de la Masonería mixta [de hombres y mujeres] Derecho


Humano, y reorganizadora de la rama inglesa con el nombre de “Co-
Masonería”, de cuyo Gran Consejo fue Gran Maestra». Manuel Guerra, La
trama masónica, p. 349. Annie Besant fue también presidenta de la
Sociedad Teosófica entre 1907 y 1933

600 Manuel Guerra, La trama masónica, p. 348

601 Ibíd., p. 347.

137
llegado George Bush, que compartía sección con W. Clausen del Banco
Mundial.602

Su curiosa celebración anual no debe despistamos: los puestos y cargos de


los asistentes; su estructura escalonada; la pertenencia a la Masonería de los
más encumbrados, no parecen datos irrelevantes. Como tampoco lo es, ni
parece casual, la referencia del padre Guerra al dios cananeo Moloch del
que proporciona las citas para comprobar, en el Antiguo Testamento, de
quién está hablando. ¿Por qué no quedarse solamente con Palas Atenea a
quien representa el búho también? ¿Encerraba un mensaje?

Por su parte Skull and Bones, donde acaban llegando algunos «bohemios»,
ha tenido altibajos en cuanto a su poder real sobre la Casa Blanca: sufrió un
eclipse en los años sesenta a causa de la presión ejercida por sus hombres
para intensificar la intervención americana en Vietnam; lo que terminó en
notoria catástrofe. Pero si pudieron hacerlo fue porque la presidencia de
Kennedy, «marcó un apogeo de la Orden». Sí; incluso John Kennedy, quien
denunció públicamente la corrosiva acción de las sociedades secretas,
aceptó directrices de Skull and Bones, y propició su presencia en los
principales cargos de la Administración. Posteriormente, algunos miembros
de la Orden pasaron al bando opuesto, el activismo pacifista, dirigidos por
el presidente de la Fundación Ford, McGeorge Bundy. Pero no sirvió de
mucho. Mientras duró el mandato de Nixon, con Kissinger como hombre
fuerte, otra trama de poder, no menos masónica, gobernaba los Estados
Unidos. Skull and Bones tendría que esperar a la llegada de Bush —padre—
a la Casa Blanca, cuando lograría un nuevo apogeo.

Con estas quedan señaladas las principales organizaciones pantalla de la


Masonería. Tema distinto es el de las logias encubiertas de las que, por
serlo, resulta más difícil hablar. Pero si algo no ofrece dudas es el designio
mundialista que la secta y sus afines han profesado desde sus más remotos
orígenes: estaba presente en los jefes de la Revolución Francesa y en
quienes la prepararon; volvemos a encontrarlo en los ciclos revolucionarios
del siglo XIX y en los creadores de la Internacional; también en quienes la
siguieron. Rebrota en las dos guerras mundiales y las sociedades
internacionales creadas a su fin. En definitiva, en todos los procesos en los
que se hizo presente la acción masónica. No es casualidad: ya en 1892, el
masón arrepentido Mariano Tirado Rojas lo explicaba:

La Masonería [...] lo dicen sus Estatutos y Constituciones, desea que


desaparezcan todas las fronteras, desde el punto y hora en que declara que
«los masones de cualquier país, sea cual fuere la creencia religiosa y el
culto que profesen, son miembros de una gran familia, como es una la
especie a que pertenecen, el globo que habitan y la naturaleza que
contemplan».

Y claro está que siendo esta una de las doctrinas fundamentales de la secta
masónica, por fuerza entre sus adeptos se ha de debilitar; y aun atrofiarse
por completo, el amor a la patria y a sus compatriotas, pues para los
masones, los que no pertenecen a su gran familia son profanos, o como
quien dice, extraños, que no merecen el aprecio con que distinguen a sus
hermanos, aunque estos pertenezcan a otra nación y aquellos sean
conciudadanos y aún parientes.603

No todos los masones parecen ser conscientes de ello: Tom Sarobe, con
tono despectivo, me espetó en el Club Financiero: «¿Usted se cree de
verdad que la Masonería aspira a controlar el mundo?». Le respondí que eso
lo decía él porque yo, en aquella ocasión, todavía no había hablado de
mundialismo, pero parecía sinceramente molesto por mi visión del asunto.
Es posible que, a pesar de sus altas dignidades en la Masonería española,
todavía esto no lo vea claro. O no tenga ni idea. Pero la tendencia
Rosacruz/Illuminati ha primado siempre en las organizaciones pantalla de la
Masonería. ¿Hasta qué punto las logias encubiertas pueden 602 Ibíd., p. 348

603 Mariano Tirado Rojas, o. c, tomo II, p. 16

138

imponer estrategias sin que las otras lleguen a comprenderlas? ¿Podría un


Gran Maestro de una Gran Logia quedarse al margen de los últimos
designios de su secta? ¿O es que Tom Sarobe posee el arte del disimulo?

139
VII

MASONERÍA TRIUNFANTE

Masónica república española. La condena de Pío XI

La II República española fue tan masónica como la primera, terminando


ambas en medio de un caos que amenazaba la misma supervivencia de la
nación. La proclamada en 1931 fue obra enteramente de la Masonería,
empezando por la conspiración que la trajo. Porque fue una verdadera
conspiración, aunque ese carácter conspiratorio suela disfrazarse de
“movimiento democrático popular” frente a una monarquía gastada y
estigmatizada por el paso de la dictadura militar. Ciertamente, la
conspiración se había iniciado en plena dictadura, pero se hubiese dado
igualmente sin ella; era un episodio más de la larga cadena, iniciada en el
siglo XIX, de conspiraciones masónicas. Alfonso XIII era un niño de meses
cuando el general masón Villacampa intentó proclamar la República; es la
intentona de la que hablamos en relación con Ferrer Guardia; la conexión
entre Nakens, Morral y Ferrer pasaba por Villacampa; era completamente
masónica. Y el interés de todos ellos era traer la República, aunque
pensaran cada uno en repúblicas diferentes. Que, en todo caso, serían
hostiles al Catolicismo de manera más o menos “discreta”. O nada en
absoluto. Pero todos, como mínimo, “anticlericales”

utilizando su propio lenguaje. Podemos llevar la cadena hasta Prim,


Sagasta, o Ruiz Zorrilla, republicanos convertidos a la monarquía, que antes
conspiraron contra ella.

La caída de Alfonso XIII empezó a prepararse, en su recta final, en 1926,


cuando se constituye la Alianza Republicana en una rebotica, la del doctor
Giral, catedrático de Química Orgánica, en el n° 35 de la calle Atocha. Poco
después las reuniones se trasladaron a casa de Alejandro Lerroux;604 el
máximo responsable de la Semana Trágica junto a Ferrer Guardia. El
mismo Lerroux que, años atrás, animaba a sus jóvenes seguidores a «entrar
en los conventos y levantar el velo de las novicias elevándolas a la categoría
de madres». En su casa, además de Giral, se reunían Manuel Azaña, Alvaro
de Albornoz, Marcelino Domingo, Ángel Galarza y Femando de los Ríos,
todos masones, excepto Azaña que ingresará en la secta en 1932605 .
Contaban con el apoyo de las logias y del Partido Republicano Radical de
Lerroux, entonces en la clandestinidad.606

Se les unieron dos ex monárquicos (no masones), el ex ministro de la


Corona, Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura, hijo del gran líder
conservador —que rompió relaciones con su hermano Gabriel—, y el 7 de
agosto de 1930 se reunieron en el masónico Ateneo de Madrid para
organizar la demolición de la Monarquía. Se volvieron a encontrar días más
tarde en el Casino de la Unión Republicana de San Sebastián, con
representantes de los partidos

“periféricos”, autonomistas (como Casares Quiroga, de la ORGA gallega),


o separatistas relativamente encubiertos, como Matías Mallol, (de Acción
Republicana de Cataluña) y Jaime Ayguadé (del Estat Cata- lá). De los
dieciséis reunidos, al menos nueve eran masones. Como 604 Según Ferrer
Benimeli, el propio Lerroux sostenía haber ingresado en la logia Antorcha,
aunque le considera un masón «atípico». Ver José Antonio Ferrer Benimeli,
Jefes de gobierno masones. .., pp. 209 y ss.

605 Azaña ingresó en la Masonería el 2 de marzo de 1932, siendo ya


presidente del Gobierno, y tomó el nombre simbólico de Plutarco. El
Liberal de Madrid dio cuenta de su iniciación el 6 de marzo, y el propio
Azaña lo cuenta en sus Memorias: «En la ceremonia del miércoles, enorme
concurrencia. No se cabía en los salones de [la logia de]

la calle del Príncipe. No me importó nada aquello y en los preliminares


estuve tentado de marcharme. Había cuatro ministros, y Barcia, con una
cadena de oro; Martínez Barrio, que es un gran jerifalte en la Casa, no
asistió; quizá por los resquemores de estos días». Manuel Azaña, Memorias
políticas y de guerra, Ed. Crítica, Barcelona, 1978, tomo I, p. 342, en
JoséÁntonio Ferrer Benimeli, Jefes de Gobierno masones..., p. 197.

606 Ver Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p. 182.

140

los mencionados Casares Quiroga, Ayguadé y Mallol, o Eduardo Ortega y


Gasset, hermano mayor del filósofo. Socialistas, republicanos “burgueses”,
o nacionalistas, tenían en común su pertenencia a la Masonería. Era el
famoso Pacto de San Sebastián.

Acordaron formar un comité encargado de llevar adelante una revolución


republicana. Para ello, contactaron con una trama militar, también
masónica, que organizó un golpe de Estado para el siguiente mes de
diciembre. Así vino la fracasada rebelión de Jaca, cuando Fermín Galán,
que también era masón,607 tomó la ciudad y avanzó sobre Huesca, siendo
detenido por el gobernador militar, general Lasheras, que lo pagó con la
vida. Galán, juzgado en consejo de guerra, y fusilado, se convirtió en el
primer “mártir” de aquella república. Todavía, otros dos militares, el
también masón Ramón Franco,608 hermano de Francisco, y Queipo de
Llano, que se alzará en 1936 junto al último, trataron de salvar el golpe en
la base aérea de Cuatro Vientos.

Nuevamente sin éxito; pero conviene recordar que la primera intentona fue
militar, como los golpes masónicos del siglo XIX.

El juicio contra los conspiradores, que salieron libres a pesar de sus graves
delitos, se convirtió en un proceso contra la Corona. Cuando Alfonso XIII,
en plena crisis política, encargó a Sánchez Guerra la formación de
Gobierno, a este no se le ocurrió nada mejor que ir a la cárcel Modelo para
ofrecer a los presos del Pacto las carteras ministeriales; que rechazaron
sabedores de que el triunfo estaba próximo: supieron convertir las
elecciones municipales de abril de 1931

en un referéndum “moral”, y el día 14 proclamaban la República, sin


respetar la voluntad popular ya que en su conjunto habían ganado las
elecciones los concejales monárquicos que fueron una clara mayoría en
toda España, exceptuando las grandes capitales. Ese fue el argumento
esgrimido: el voto del campo, conservador, no valía lo mismo en la
práctica; Azaña no tardaría en calificar a las pequeñas ciudades y pueblos
de la España rural de «burgos podridos». En abril del 31, la conspiración
alcanzaba su objetivo y los conspiradores —ahora sí

— se repartían los Ministerios. Era la gran ocasión de, derribada la


Monarquía, acabar con la Iglesia; el ideal masónico expresado entonces
(1931) por una publicación masónica: Ahora se trata de arrancar las raíces
de esta Edad Media que posee dos filones muy fuertes: la Monarquía y el
Vaticano.609

En aquel primer Gobierno, de once ministros, seis, al menos, eran


masones:610 casi todos los del Pacto.611 La Masonería proclamaba, con
razón, su triunfo absoluto: No es ningún secreto que la Francmasonería
domina poco menos que en su totalidad el Gobierno provisional así como
los altos cargos.612

La Iglesia no mostró la menor animadversión hacia el nuevo régimen; el


propio Lerroux, con todo su visceral anticlericalismo, siendo el jefe de un
partido tan masónico como el Radical, y masón él mismo, lo reconoció:

La Iglesia no había recibido con hostilidad a la República. Su influencia en


un país tradicionalmente católico era evidente. Provocarla a luchar apenas
nacido el nuevo 607 Fermín Galán, masón de tendencia anarquista,
presionó, junto con otros oficiales iniciados en la Masonería a partir de
1917, como López Ochoa y Miguel Cabanellas, para convertir el Grande
Oriente en plataforma política contra Miguel Primo de Rivera. Ver Ricardo
de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 472

608 Anarquista y masón como Galán, aunque en 1936 se unirá al bando


nacional 609 Arturo Labriola en La Cadena de Unión, julio de 1931, en
Manuel Guerra, Masonería..., pp. 135-136.

610 Ver José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de Gobierno masones..., p. 197

611 Ver Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p. 189

612 Boletín Oficial de la Gran Logia de España, del primer semestre de


1931, en Vicente Alejandro Guillamón, o.

c., p. 189

141

régimen era impolítico e injusto; por consiguiente, insensato, y lo hubiera


sido en cualquier momento. La guerra civil, que espiritualmente quedó
encendida con las hogueras del 10 de mayo, hubiera podido ponerse sobre
las armas inmediatamente.613

La actitud de la Iglesia era la preconizada por el nuncio en España,


monseñor Tedeschini: posibilismo a ultranza, que se mantuvo mientras fue
posible, e incluso después. Porque, como decía Lerroux, la República se
estrenó agrediendo a la Iglesia salvajemente: no había transcurrido un mes
desde su proclamación cuando se produjeron las quemas de conventos de
Madrid y otras capitales. Con la cómplice pasividad, cuando no manifiesta
colaboración, de las nuevas autoridades.

La mañana del 11 de mayo, en Madrid, grupos de incendiarios empezaron a


quemar edificios religiosos: en la calle de la Flor, ardió la casa profesa de
los jesuitas y su templo de San Francisco de Borja, con los restos del santo
dentro.614 Ardió también su biblioteca, una de las más importantes de
España, con ediciones príncipe de Lope de Vega, Quevedo y Calderón. La
Guardia Civil hizo acto de presencia pero no actuó por falta de órdenes; a
pesar de que los jesuitas solo pudieron escapar, con grave riesgo, saltando
por los tejados. Aquella mañana, ardieron en total trece edificios en
diferentes puntos de la capital sin que nadie tratara de impedirlo.

Los ministros estaban, mientras tanto, reunidos en la sede de Presidencia.


Uno de ellos, Miguel Maura, que lo era de Gobernación, ha dejado un
testimonio de primera mano de lo sucedido entre bastidores. Como
responsable de la seguridad, Maura, muy alterado, quería sacar la fuerza a
la calle. El presidente Alcalá Zamora le tranquilizaba: «—Cálmese Migué
[sic]... No tiene la cosa la importancia que usted le da. Son unos cuantos
chiquillos que juegan a la revolución».615

Maura advirtió que, de no autorizarle a tomar medidas, arderían todos los


conventos de la capital, a lo que Azaña, ministro de la Guerra, respondió
con una de sus frases lapidarias:

«Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano».616


Pura demagogia, pues las únicas vidas amenazadas eran las de los
habitantes de las casas religiosas asaltadas e incendiadas; carentes de todo
valor para el ministro de la Guerra, hombre fuerte del régimen.
Sigue contando el titular de Gobernación:

Cada cuarto de hora llegaba la noticia de un nuevo incendio de otro


convento... Al cuarto notición (que nos notificaba que ardía el Colegio de
los Padres de la Doctrina Cristiana de Cuatro Caminos, inmenso edificio
donde recibían enseñanza miles de niños de aquella barriada, en la que las
escuelas del Estado brillaban aún por su ausencia) vino

[…] el bueno de Fernando de los Ríos, a rogarme, en nombre del consejo,


que volviera a la sala.617

Al regresar el ministro, que, enfurruñado, se había ausentado, se procedió a


la votación de si debía sacarse o no la fuerza, porque seguía sin salir
después de varias horas de libre actividad incendiaria. Azaña, lógicamente,
votó en contra, los socialistas se abstuvieron, y Maura seguía avisando que
de no tomar medidas, al día siguiente arderían todos los conventos de
España.

Aquello evocaba la matanza de frailes del siglo anterior: la misma pasividad


de las autoridades civiles y militares; mismos escenarios; mismas víctimas;
la misma preparación; las mismas fuerzas responsables. La misma falta de
espontaneidad; todo se preparó el día antes en el 613 Alejandro Lerroux, La
pequeña historia de España, 1931-1936, p. 80, en Vicente Alejandro
Guillamón, o. c., p.

191.

614 La urna que los conserva actualmente en la iglesia madrileña del


mismo nombre guarda lo que quedó de ellos.

615 Miguel Maura, o. c., p. 338

616 Ibíd

617 Ibíd, p. 339

142
Ateneo. Pero el Gobierno publicó una nota al día siguiente denunciando una
supuesta confabulación de reaccionarios contra la República. El propio
Gobierno, que sabía mejor que nadie lo que había ocurrido el día antes,
justificaba así su complicidad.

En la prensa madrileña, Crisol, El Heraldo de Madrid, y El Socialista, se


podía leer:

«disparaban contra los obreros desde los conventos convertidos en


arsenales». 618 Ya se atizaba el odio contra el clero con la calumnia
absurda y criminal; la misma que, durante la guerra civil, servirá como
pretexto para asesinar a comunidades religiosas enteras.619

Efectivamente, como estaba visto, al día siguiente se propagaba el incendio


por España, desde Valencia hasta Sevilla. Pero lo peor fue lo de Málaga.
Allí, el recién llagado gobernador civil, José Antonio Jaén, «al alimón» con
el militar, general Gómez Caminero, capitaneaba la quema de todas las
iglesias de la ciudad. El ministro de la Gobernación no pudo hablar con su
subordinado en todo el día; absorbido como estaba el señor Jaén en la tarea
de arrasar con el patrimonio religioso malagueño, empezando por una
capilla cuyo incendio autorizó, como acto simbólico de la llegada del nuevo
régimen, no pudo ponerse al teléfono porque no estuvo en su despacho:

Los manifestantes [...] tomando a los peleles jerarquizados en hombros, les


condujeron, entre aclamaciones y vítores, frente a otras iglesias y conventos
y uno a uno y siempre en presencia de las dos autoridades —el Excmo. Sr.
Gobernador Civil y el limo.

Gobernador Militar— ardieron los 22 conventos e iglesias de Málaga en


aquella

«memorable jornada laica».620

También en aquella primavera, fueron expulsados de España los obispos de


Vitoria (monseñor Múgica)621 y Toledo (cardenal Segura), como
sospechosos de hostilidad a la República. Ambos detenidos, con pocas
semanas de diferencia, y conducidos sin dilación a la frontera francesa.
¡Sin más trámites administrativos que la orden del “católico” Maura! La
imagen del cardenal primado, saliendo custodiado por la Guardia Civil, tras
su detención en la casa de los Padres Paúles de Guadalajara, resulta todavía
hoy impresionante: todo un símbolo del nuevo régimen.622 Se redactaba
mientras la Constitución republicana; la de 1931; una «Constitución contra
la Iglesia». No tiene nada de extraño que así fuera teniendo en cuenta que
en las Cortes que la aprobaron de 458 diputados, 183 eran masones; un
39,08 %. Dato nada cuestionable -al alza en todo caso- viniendo como
viene del experto Ferrer Benimeli, sumamente prudente a la hora de atribuir
adscripciones a la Masonería.623 Es aún más significativo que la comisión
parlamentaria que la redactó tuviera un notorio carácter masónico también:
de 20 diputados que la formaron, 9 eran masones. Empezando por su
presidente, el socialista Luis Jiménez de Asúa,624 y siguiendo por su
vicepresidente, el radical Emiliano Iglesias Ambrosio.625

618 Ver Vicente Alejandro Guillamón, o. c, p. 191

619 Ese fue el “cargo” para eliminar, en 1936, a las Adoratrices de Madrid,
refugiadas en un piso de la Costanilla de los Angeles: según sus captores,
habían disparado desde sus ventanas contra el pueblo en armas. Ver
Gregorio Rodríguez, El hábito y la cruz, Ed. Edibesa, 2006

620 Miguel Maura, o. c., p. 347

621 Según Miguel Maura proyectaba una inquietante visita pastoral a


Bilbao que podría aprovechar para contactar con católicos, potenciales
conspiradores contra la República

622 El gobierno de la República había solicitado al Vaticano la «remoción»


del arzobispo de Toledo por considerarle enemigo del nuevo régimen. En
1937 el cardenal Segura se convertía en arzobispo de Sevilla 623 Ver José
Antonio Ferrer Benimeli, “La Masonería y la Constitución de 1931”,
Cuadernos de Investigación Histórica, Madrid, n° 5, 1980, en César Vidal,
Los masones..., p. 367. Ver también Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p.
194.

624 Perteneciente a la Gran Logia Regional del Centro; nombre simbólico


Carrara. Ver María Dolores Gómez Molleda, La Masonería en la crisis
española del siglo XX, Madrid: Universitas, 1998, p. 482, en Antonio
Martín Puerta, o. c., p. 31.

625 Ver Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p. 195

143

Durante aquel verano del 31, mientras se elaboraba el texto constitucional,


los masones de la comisión se reunían por separado, con independencia del
partido al que pertenecieran; se estaba poniendo en práctica la estrategia de
la secta; «los profanos sobraban». Como dice Martín Puerta, era «la
imitación del modelo del país vecino»; 626 de la laicista III República
francesa que ya comentamos; tan masónica como las dos repúblicas
españolas. Recordemos a los masones Ferry y Gambetta, impulsores de las
mismas políticas implantadas en la España republicana. El mismo modelo
que siguió la masónica constitución mejicana de 1917. La misma
persecución hacia la Iglesia Católica.

La Constitución de 1931, aparte de suprimir, ya en su artículo 3o, la


confesionalidad del Estado, en el 26 establecía también la supresión de
cualquier ayuda económica a lo que denominaba

«Iglesias, Asociaciones e Instituciones religiosas», para no mencionar a las


católicas, descubriendo así el juego de sus redactores. ¡Como si en la
España de entonces existieran otras!

El Estado, las provincias y los municipios quedaban concernidos


expresamente por esta prohibición de auxiliar de algún modo a la Iglesia;
sin resquicios; toda la Administración, en cualquier territorio español, debía
desentenderse, por completo, de la Iglesia y de sus obras.

Con grave quebranto económico también para las diputaciones y


ayuntamientos; debe subrayarse. La misma situación desastrosa creada en la
Francia de 1789 por un mismo fanatismo. Además, dicho artículo 26, daba
un plazo máximo de dos años para la extinción del presupuesto del clero.

A continuación venía una de las disposiciones más relevantes: una nueva


expulsión de la Compañía de Jesús, pero sin mencionarla esta vez. ¡En la
misma Constitución! Para cerrar la puerta a los jesuitas definitivamente.
Pero esto también se disimulaba, diciendo: Quedan disueltas aquellas
Órdenes religiosas que estatutariamente impongan, además de los tres votos
canónicos, otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del
Estado. Sus bienes serán nacionalizados y afectados a fines benéficos y
docentes.627

Esa autoridad que no se nombra era la del papa, por supuesto. El cuarto
voto establecido por San Ignacio para los religiosos de la Compañía era esta
vez el alambicado pretexto para deshacerse de ellos. Y hacerse con su
patrimonio de paso: tuvieron que irse 2.987 jesuitas, que dejaban atrás, sin
la menor indemnización, 21 colegios de segunda enseñanza, 162 escuelas
de elemental y profesional —el ICAI entre ellas—, 40 residencias, tres
colegios máximos, seis noviciados, cinco casas de ejercicios, nueve
editoriales, dos observatorios astronómicos, y la leprosería de Fontilles en
Alicante. Todo ello procedente de las donaciones recibidas a lo largo de
poco más de un siglo; el transcurrido desde que Femando VII,
aprovechando la restauración de la Orden por Pío VII, los trajo de nuevo a
España. Todo quedaba en 1931 en manos de un patronato estatal presidido
por el masón Gerardo Abad Conde.628

La persecución se iniciaba contra los jesuitas, pero detrás iría todo el clero
español; y también los laicos porque «formulen o no el cuarto voto los
profesos, lo digan o no las reglas de las Ordenes religiosas, conste o no en
la profesión de fe de todo creyente, en caso de conflicto o choque entre la
fidelidad a Dios y la fidelidad a los poderosos, siempre estaremos de parte
de lo primero. Desde los tiempos iniciales del Cristianismo ha habido un
sinnúmero de mártires que se han dejado matar porque en sus vidas han
puesto a Cristo por delante del César».629

626 Antonio Martín Puerta, o. c., p. 31

627 Constitución Española de 1931, artículo 26

628 Del Partido Radical de Lerroux; Grado 18; Tesorero, en 1925, de la


logia Suevia n°4, de la Gran Logia Regional del Noroeste de España —la
misma a la que perteneció el abuelo de Zapatero—. Ver José Antonio Ferrer
Benimeli, Jefes de gobierno masones..., pp. 352-353
629 Vicente Alejandro Guillamón, o. c, p. 198

144

Exactamente eso empezaría a ocurrir muy pronto en España.630

Siguiendo con la Constitución de la II República, el resto de las Ordenes


quedaban sometidas a una ley especial que deberían votar las Cortes,
ajustada a las siguientes bases: 1o Disolución de las que, por sus
actividades, constituyan un peligro para la seguridad del Estado.

2o Inscripción de las que deban subsistir, en un registro especial


dependiente del Ministerio de Justicia.

3o Incapacidad de adquirir y conservar, por sí o por persona interpuesta,


más bienes que los que, previa justificación, se destinen a su vivienda o a
sus fines privativos.

4o Prohibición de ejercer la industria, el comercio o la enseñanza.

5o Sumisión a todas las leyes tributarias del país.

6o Obligación de rendir anualmente cuentas al Estado de la inversión de sus


bienes en relación con los fines de la asociación.

El clero regular quedaba prácticamente desarticulado, señalado, además,


como peligro en potencia para el propio Estado; y, sobre todo, incapacitado
para ejercer la enseñanza. Que era uno de los objetivos principales del
legislador, como cada vez que la Masonería se ha visto en posición de
legislar. Por si quedaban dudas, por último, el artículo 48 establecía: «La
enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad y se inspirará en
ideales de solidaridad».

Apenas podía disimular su cuño masónico: contra fe, esperanza y caridad,


filantropía, fraternidad, «solidaridad». Sin Dios de por medio; naturalmente.
Si «las iglesias», o lo que quedase de “ellas”, mantenían centros educativos,
sería sujetas «a inspección del Estado».
Todavía más masónico era lo relativo al Consejo de Instrucción Pública; los
decretos y circulares del Ministerio de Educación Pública y Bellas Artes. El
ministro era el masón Marcelino Domingo,631 cuando el 6 de mayo de
1931 se publicaba un decreto estableciendo que

«la instrucción religiosa no será obligatoria en las escuelas primarias, ni en


ninguno de los demás Centros dependientes de este Ministerio». En otras
palabras, desaparecía la religión de toda la educación pública. «Pero la
interpretación de la norma por Rodolfo Llopis —nombre simbólico Antenor
en la Gran Logia Regional del Centro—,632 director general de Primera
Enseñanza hasta el 28 de abril de 1933, se efectuaba en los siguientes
términos [,..]»:633

La supresión de la enseñanza religiosa con carácter obligatorio no debe


significar abandono en la dirección moral de los escolares; por el contrario,
al perder esta enseñanza su orientación dogmática y catequista, el maestro
se esforzará, ahora más que nunca, en aprovechar cuantas oportunidades le
ofrezcan sus lecciones en otras materias

[...] para inspirar en los niños un elevado ideal de conducta.634

630 Dos años antes del inicio de la guerra civil, durante la revolución de
Asturias de 1934, fueron asesinados, entre otros: los párrocos de Rebollada,
Valdecuna, Sama de Langreo, Moreda, Olloniego y Santa María la Real de
la Corte; el ecónomo de San Esteban de Cruces; los novicios pasionistas de
Mieres; los seminaristas de Oviedo; el vicario general de la diócesis, Juan
Puertes Ramón; el secretario del obispado, Aurelio Gago; los «Mártires de
Turón»: los sacerdotes de La Salle, San Cirilo Beltrán, San Marciano José,
San Victoriano Pío, San Julián Alfredo, San Benjamín Julián, San Augusto
Andrés, San Aniceto Adolfo, y San Jaime Hilario; y el pasionista, de
Mieres, San Inocencio de la Inmaculada, canonizados todos ellos en 1999.
Su fiesta se celebra el 9 de octubre, día de su martirio. También fueron
asesinados el superior del convento de los carmelitas de Oviedo, Eufrasio
del Niño Jesús; y los padres paules Tomás Pallares Ibáñez y el hermano
coadjutor Salustiano González Crespo. En total, 34

sacerdotes y religiosos. Ardieron, además, 58 edificios de la Iglesia. Todo


ello, entre los días 5 y 13 de octubre.
631 De la Gran Logia Regional del Centro; nombre simbólico Uno. Ver
María Dolores Gómez Molleda, o. c., p.

480, en Antonio Martín Puerta, o. c., p. 32.

632 Ver María Dolores Gómez Molleda, o. c., p. 482, en Antonio Martín
Puerta, o. c., p. 32

633 Antonio Martín Puerta, o. c., p. 32

634 Rodolfo Llopis, La revolución en la escuela: dos años en la Dirección


General de Primera Enseñanza, Madrid, Aguilar, 1933, p. 235, en Antonio
Martín Puerta, o. c., p. 32

145

Insistía Llopis, en 1932, «La escuela, por imperativo del artículo 48 de la


Constitución, ha de ser laica. Por tanto, no ostentará signo alguno que
implique confesionalidad, quedando igualmente suprimidas del horario y
del programa escolares la enseñanza y las prácticas confesionales».635

Altos ideales de conducta, pero sin dogmas ni catequesis; «dirección moral»


de los escolares, eso sí, pero sin fe. En la misma dirección masónica de la
Institución Libre de Enseñanza, tan influyente en aquella época: inculcar en
los niños una moral desvinculada de sus raíces cristianas; la “elevada
filosofía filantrópica” de las logias.

Por fin, Pío XI reaccionó ante las agresiones republicanas de todo tipo que
sufría la Iglesia en España, y publicó, el 3 de junio de 1933, una encíclica
dirigida a la nación española: Dilectissima Nobis. Era el equivalente a la
que San Pío X dirigió a los franceses 25 años antes, en 1906: Vehementer
Nos. Las circunstancias de ambos países eran muy similares, salvando las
distancias del tiempo y la historia; entre la III República francesa y la II
República española. Se implantaba el mismo laicismo masónico. Sería
mucho más visible la persecución religiosa en España; terminaría en un
holocausto católico cuyo martirologio sigue aumentando desde San Juan
Pablo II. Pero en 1933, justo a punto de iniciarse la etapa sangrienta, el papa
hablaba de daños espirituales ya constatables. Comenzaba Pió XI,
señalando, como hiciera su antecesor hablando de Francia, el gran pasado
católico de la nación; su legado espiritual; el amor de la Iglesia hacia hija
tan querida:

Siempre Nos fue sumamente cara la noble Nación española por sus insignes
méritos para con la fe católica y la civilización cristiana, por la tradicional y
ardentísima devoción a esta Santa Sede y por sus grandes instituciones y
obras de apostolado, pues ha sido madre fecunda de Santos, de Misioneros
y de Fundadores de ínclitas Ordenes Religiosas, gloria y sostén de la Iglesia
de Dios [...]636

Pasando luego a la denuncia de los males que afligían a la España de aquel


momento: Es pues, bien triste la situación creada a la Iglesia Católica en
España. [...] ¿No fue, por ventura, expresión de un ánimo profundamente
hostil a la Religión Católica el haber disuelto aquellas Ordenes Religiosas
que hacen voto de obediencia a una autoridad diferente de la legítima del
Estado? [...]637

Después de hacer el elogio de los jesuitas, se lamentaba del nuevo expolio


del patrimonio de la Iglesia; un patrimonio entonces ya basado en las
donaciones y legados de los fieles, cuya voluntad quedaba así burlada,
despóticamente, por el Estado; beneficiario material de la arbitraria medida.
La misma denuncia que hacía en 1906 San Pío X hablando de los bienes
expoliados a la Iglesia francesa. Ni el gobierno francés ni el español podían
presentarlo como

“desamortizaciones”, aunque el latrocinio flagrante de las mismas queda


comentado; esas ya se hicieron en el siglo anterior; el proceder de los
gobernantes de 1906 y 1931 no dejaba de ser un atentado contra los
derechos, no solamente de la Iglesia, sino de los laicos, españoles o
franceses, también.

Y ponía luego, el dedo en la llaga: descubría lo que había de más grave


detrás de las legislaciones laicistas:

De todo esto aparece por desgracia demasiado claro el designio con que se
dictan tales disposiciones, que no es otro sino educar a las nuevas
generaciones no ya en la 635 Rodolfo Llopis, o. c., p. 237, en Antonio
Martín Puerta, o. c., p.

636 Pío XI, Carta Encíclica Dilectissima Nobis, 3 de junio de 1933

637 Ibíd

146

indiferencia religiosa, sino con un espíritu anticristiano, arrancar de las


almas de los jóvenes los tradicionales sentimientos católicos tan
profundamente arraigados en el buen pueblo español y secularizar así toda
la enseñanza, inspirada hasta ahora en la religión y moral cristianas.638

Terminaba, como Vehementer Nos, con un llamamiento urgente a la unidad


de los católicos, por encima de partidismos, en aquella hora crítica:

Ante la amenaza de daños tan enormes, recomendamos de nuevo y


vivamente, a todos los católicos de España que, dejando a un lado lamentos
y recriminaciones, y subordinando al bien común de la patria y de la
religión todo otro ideal, se unan todos disciplinados para la defensa de la fe
y para alejar los peligros que amenazan a la misma sociedad civil.639

Los documentos pontificios suelen adelantarse a los acontecimientos con


una clara visión de futuro, pero en 1933 esa visión no era necesaria para
captar «la amenaza de daños tan enormes»

como los que se cernían sobre España. Un año después estallaba la


revolución de octubre; no solo en Asturias sino, como estaba previsto, en
otros puntos de la geografía española; en Cataluña se proclamaba el Estat
Catalá. Era ya un segundo intento de romper la unidad de España; una
ruptura del «bien común de la patria y de la religión».

Pío XI había apelado, al dirigirse a los españoles, a su patriotismo, mientras


la patria se rompía, pero todos los partidos masónicos, dirigidos por Azaña
e Indalecio Prieto, preparaban ya un frente común para cerrar el paso a las
derechas católicas cuya victoria electoral era inminente.
Ni el marxismo ateo del PSOE, dirigido desde Moscú, ni los partidos del
centro y la izquierda burguesa, pastoreados por la Masonería, lo
consentirían.

Las iglesias empezaron a arder en España en 1931, y siguieron ardiendo


durante todo el tiempo que duró la República. Con momentos álgidos, como
la revolución socialista de octubre de 1934, y los meses anteriores a la
guerra civil, con el gobierno del Frente Popular.640 A los tres meses de su
llegada al poder, en la primavera trágica de 1936, Gil Robles leía un
informe en las Cortes sobre toda la devastación ocurrida en España en ese
período: nuevamente, los edificios religiosos eran un objetivo prioritario de
destrucción.641 La España oficial, en vísperas de la guerra civil, era
completamente masónica. Ferrer Benimeli, profundo conocedor de la
Masonería española de aquel período, escribe:

El traspaso de poder de Pórtela a Azaña —los dos masones— el 19 de


febrero de 1936, es recogido por otro masón, el socialista Juan Simeón
Vidarte, quien lo comenta con el también masón general Núñez de Prado,
con estas palabras:

«A mí, personalmente, me parece bien el Gobierno. Hay en él siete


hermanos

[masones], y todos de un republicanismo acrisolado: Sí, el Gobierno parece


haber nacido bajo nuestros auspicios. La otra tarde, al encontramos el
general Pozas y yo en el Ministerio de la Gobernación, citados por Pórtela,
para que asistiéramos a la toma de posesión de Azaña, en unión de Martínez
Barrio, parecía una ceremonia masónica. El 638 Ibíd.

639 Ibíd.

640 Ver Alberto Bárcena, “La Iglesia española en la Segunda República”,


en Isidora. Revista de Estudios Galdosianos, n° 23 (“Anticlericalismo”),
Fondos Editoriales Casa Museo Pérez Galdós, pp. 283-340

641 «En los últimos 120 días (desde las elecciones de febrero hasta la fecha
[16 de junio de 1936]), 160 templos habían sido totalmente destruidos, y
otros 251 asaltados y parcialmente destrozados o incendiados». Mercedes
Montero, “El Bienio Radical-Cedista y el Frente Popular (1933- 1936)”, en
Javier Paredes (coord.), Historia contemporánea de España. Siglo XX, Ed.
Ariel, 2004 (4a edición), Segunda Parte, “La Segunda República” B, p.

539.

147

Gran Maestre de la Gran Logia da posesión a su sucesor, delante del Gran


Oriente Español y en presencia de dos generales masones».642

Indudablemente, una clave importante para comprender la situación de la


Iglesia en España durante la II República y la guerra civil es esta.

Aunque hubo excepciones,643 los masones, como era lógico, apoyaron a la


República en todo momento; la victoria del bando nacional significaba su
derrota; el Grande Oriente, en Valencia, en octubre de 1937, había decidido
emprender una lucha a muerte contra el Régimen, presagiando lo que
calificaba de «agonía de la santa República de nuestras libertades, la más
masónica que quepa concebir».644 Tras el eclipse forzado por el
franquismo, la Masonería se reorganizaba, en los últimos años de Franco,
tomando posiciones de cara al inminente cambio político. En plena
Transición, sería legalizada mediante sentencia del Tribunal Supremo que
se ha calificado de «histórica»: la de 3 de julio de 1979, que ordenaba al
Ministerio del Interior la inscripción del Gran Oriente Español en el registro
oficial de asociaciones. Fue necesario llegar hasta ahí porque la Fiscalía
había recurrido la sentencia favorable de la Audiencia.

España volvía a contar con un Gran Oriente y una Gran Logia, mientras el
PSOE, conseguía la

«investidura» de la Masonería internacional y la de sus organizaciones


pantalla. Más exactamente, su joven líder, Felipe González, lograba el
apoyo masónico frente a los históricos del partido; señaladamente Rodolfo
Llopis. González tenía el apoyo del Bilderberg tanto como lo tuvo entonces
Adolfo Suárez, pero contaba también con el respaldo de la Internacional
Socialista que atendía directrices masónicas. Así lo resumió el socialista
Pablo Castellano: «se habían reunido las logias, y tras las correspondientes
tenidas, habían acordado dejar de sostener la causa del hermano grado 33,
Rodolfo Llopis».645 Además, Felipe tuvo el apoyo personal de otro masón
prominente, Willy Brandt, padre y jefe de la Internacional Socialista,
conectado con el CFR y la Trilateral, que le abrió puertas principales en
Europa, y financió la campaña electoral que le llevó al poder en 1982.
Tampoco le faltó el respaldo de la Masonería socialista española: el
presidente de la Gestora del partido que le nombró secretario general en
1979 era el masón José Federico de Carvajal, que será presidente del
Senado tras la victoria del PSOE. En la misma gestora, formada por cinco
personas, había dos masones más: Carmen García Bloise y José Prat. Felipe
González no necesitó iniciarse en una logia para llegar a La Moncloa, pero
el apoyo masónico le resultó fundamental; dentro y fuera de España; estaba
en la «trama masónica».

Aunque más discretamente que en 1931, la Masonería española volvía al


poder, durante la Transición, con todas sus consecuencias: no tardaría en
legalizarse el aborto, a pesar del llamamiento en sentido contrario de Juan
Pablo II durante su primer viaje a Madrid; pero para entonces, ya la UCD
había introducido el divorcio; una demanda masónica del siglo anterior,
que, por supuesto, atendió la II República. El resto era ya solamente una
cuestión de plazos: los gobiernos europeos compartían ya una misma
agenda, a cuyo ideario la Masonería no era ajena en absoluto.

Franco habló repetidamente de las «fuerzas antiespañolas», que relacionaba


con las que giraban en tomo al comunismo y a la Masonería; las dos
perseguidas por el mismo tribunal creado al efecto en 1940; las mismas que
en Yalta se repartieron las hegemonías mundiales. Asumía que con la
promulgación de una ley contra la Masonería se enajenaba «la buena
voluntad de las 642 Vidarte, Juan Simeón, Todos fuimos culpables,
Grijalbo, Barcelona, 1978, vol. II, p. 97, en José Antonio Ferrer Benimeli,
Jefes de gobierno masones..., p. 340

643 El general masón Miguel Cabanellas se unió a la conspiración militar


en abril de 1936, alzándose en Zaragoza con el bando nacional, a pesar de
haber sido nombrado en enero anterior por el presidente masón Pórtela
(nombre simbólico Voluntad) para garantizar el control republicano de la
quinta División. Ver José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno
masones..., pp. 338-339

644 Luis Suárez, Franco. Los años decisivos 1931-1945, Ed. Ariel, 2011, p.
154

645 Pablo Castellano, Yo sí me acuerdo, Ed. Temas de Hoy, 1994, p. 200

148

potencias anglosajonas»,646 pero consideraba imprescindible acabar con la


secta al acometer la reconstrucción nacional, y la condenó tan severamente
como hicieran Femando VI, Carlos III, y hasta las Cortes de Cádiz; en línea
con todas las condenas pontificias —nunca derogadas— y el Código de Ley
Canónica promulgado veinte años antes.647 Seguía, también en este punto,
la Doctrina de la Iglesia.648 Había ganado la guerra pero sabía que no
podía cantar victoria frente a ciertos enemigos: cuando inauguró el
monumento a la reconciliación, el Valle de los Caídos, avisaba una vez más:
« Las fuerzas antiespañolas fueron vencidas y destruidas, pero no han
muerto».649 Y era cierto; estaban vivas, y volvieron: José Luis Rodríguez
Zapatero ya estuvo en condiciones de poner en marcha la «segunda
transición», valiéndose de su Ley de Memoria Histórica, que barriendo toda
la historia posterior a 1939, desvirtuándola para deslegitimarla toda,
pretendía enlazar con el Frente Popular estableciendo una Tercera
República que, como las anteriores, presidiera una nueva apoteosis
masónica. Mucho camino ya está andado. A partir de la derrota socialista en
2011, el PSOE se hace fuerte en su laicismo, enarbolándolo como principal
objetivo del partido de cara a su regreso a La Moncloa; mientras el PP le va
a la zaga desmarcándose gradualmente de su electorado católico por
razones que veremos más adelante, pero que se resumen en el triunfo, cada
vez más reconocible del mundialismo masónico del que Zapatero
participaba y fue peón obediente; como pocos gobernantes lo habían sido
antes. De ahí su apuesta decidida —y fracasada— por la Constitución
europea.

El poder global. Los avisos de Benedicto XVI


Con el título de Poder global y religión universal,650 se publicó en 2010 un
libro de Juan Claudio Sanahuja651 que resulta de gran utilidad para conocer
las estrategias tendentes a la imposición del Nuevo Orden Mundial (NOM).
Sanahuja edita una web y distribuye el boletín Noticias Globales, donde
puede hacerse el seguimiento de tales estrategias, cuyo conocimiento, por
superficial que sea, nos lleva a una primera conclusión: el NOM es un
proyecto diseñado e impulsado por Naciones Unidas. Bien directamente,
bien a través de sus agencias, y ONG

646 Ver Luis Suárez, o. c., p. 154

647 Por ley de 1 de marzo de 1940, se creaba un tribunal especial para la


represión de la Masonería y del comunismo. En el preámbulo se aducía la
grave responsabilidad de la Masonería en la decadencia de España; en la
pérdida del Imperio español; en las guerras civiles y en los «numerosos
crímenes de Estado». Pero sobre todo se alegaba su peso en el Gobierno de
la República, y en la Guerra Civil. También se señalaba que su acción fue
convergente con el comunismo en la ruina de España. Se contemplaba
como delito la pertenencia a la Masonería; castigado con reclusión menor,
que podría ser mayor para los masones de grados superiores, a partir del 18

concretamente; y verse agravado por otras circunstancias. No se establecía


pena de muerte, pero los masones quedaban inhabilitados para los empleos
en la Administración pública. Era un atenuante, que podría ser absolutorio,
el haber colaborado con la causa nacional. Los militares masones pasaban a
la jurisdicción militar y los civiles al Tribunal de Represión de la Masonería
y el Comunismo, compuesto por jueces militares y civiles.

Dicho tribunal funcionó durante veinticuatro años, siendo suprimido el 6 de


febrero de 1964.

648 Pío XII dijo en 1943 que el régimen español «era una clara muestra de
las inagotables posibilidades que en la doctrina católica, sinceramente
practicada, había encerrado la Divina Providencia para la edificación y
reconstrucción de los pueblos»; discurso publicado en la colección Pío XII y
los españoles, Roma, 1957, pp. 139 y ss., en Luis Suárez, o. c., p. 240
649 Ver Alberto Bárcena, Los presos del Valle de los Caídos, Ed. San
Román, 2015, p. 256

650 Juan Claudio Sanahuja, Poder global y religión universal, Ed. Vórtice,
Buenos Aires, 2010

651 Nacido en Buenos Aires en 1947, fue ordenado sacerdote en 1972,


perteneciendo a la prelatura del Opus Dei; miembro correspondiente de la
Pontificia Academia Pro-Vita, Asesor Eclesiástico de la Fundación Nueva
Cristiandad y Viceasesor del Consorcio de Médicos Católicos de Buenos
Aires, colaborador, además, en distintas iniciativas del Pontificio Consejo
para la Familia. Es autor, entre otros títulos, de El gran desafio: la Cultura
de la Vida contra la Cultura de la Muerte, y El Desarrollo Sustentable. La
nueva ética internacional. Desde 1998 edita su página web y distribuye por
correo electrónico el boletín Noticias Globales, que «provee material de
investigación sobre políticas relacionadas con la vida humana y la familia».

149

colaboradoras. Un proyecto en el que la organización lleva trabajando desde


su fundación, aunque a partir de la década de los noventa del pasado siglo
ha intensificado su labor en ese sentido de manera más visible. Pero no
tanto como para avisar a la sociedad internacional de lo que pretende; sus
documentos se mantienen casi siempre dentro de la discreción masónica
que acompaña todo el proyecto desde sus precedentes. Porque si la
Sociedad de Naciones fue un fallido organismo de cuño masónico, creado
para ese fin, las Naciones Unidas, que continuaron sus trabajos, ni eran una
creación menos masónica ni han dejado de servir los intereses de la secta
desde su nacimiento.

Ya la primera idea que puso en marcha esta organización surgió del acuerdo
de dos masones de grado 33: el premier británico, Winston Churchill,652 y
el presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt:653 ya en
agosto de 1941, cuando los americanos todavía no habían entrado en guerra,
se reunieron a bordo del Augusta, en la bahía de Argentia, y acordaron los
quince puntos recogidos en la Carta del Atlántico, pero también sentaron las
bases de la organización que debería establecerse para regular el nuevo
orden surgido de la II Guerra Mundial; que señalaría el inicio de una
indiscutible hegemonía estadounidense, en el contexto de la Guerra Fría; un
escenario internacional totalmente nuevo que permitía construir un

«hombre nuevo» también: el Ordo ab chao masónico; una gran ocasión que
no debía dejarse pasar.

La Carta de las Naciones Unidas se aprobó en la Conferencia de Potsdam


por los tres vencedores de la guerra allí reunidos.654 Un documento en el
que, lejos de hacerse ninguna mención a Dios como fuente de legitimidad,
se basaban los derechos humanos, exclusivamente, en la dignidad inherente
al hombre per se, sin referencias trascedentes. Todo un triunfo del laicismo
masónico.

Entre abril y junio de 1945 se celebró la Conferencia de San Francisco que


aprobó la Carta de la Organización de las Naciones Unidas. Formando parte
de la delegación americana, asistieron cerca de cincuenta miembros del
CFR.655 Esta organización pantalla de la Masonería, creada por Mandell
House veinticinco años antes, formaba, como sabemos, parte fundamental
del entramado político norteamericano; ni podía ni quería dejar de asistir.

Las Naciones Unidas se configuraron, desde el principio, como un gobierno


mundial con los tres poderes del Estado bien diferenciados: el legislativo (la
Asamblea General), el ejecutivo (Consejo de Seguridad), y el judicial
(Corte Internacional de La Haya). Podría convertirse, de hecho, a pesar de
su pesada estructura burocrática, en un auténtico gobierno mundial, de
darse una coyuntura favorable. Mientras, podía servir, y lo hace
eficazmente, a la consolidación del NOM, en plena coincidencia con los
objetivos finales de las organizaciones pantalla de la Masonería.

Aparte de la influencia mutua existente entre la ONU y dichas


organizaciones pantalla, la presencia masónica directa y personal dentro del
organismo resulta más que notable: el porcentaje de masones entre sus
funcionarios es de un 50%. En 1975, según el masón Pierre Mariel, ese
porcentaje alcanzaba el 66%.656 Cifras aproximadas que me han sido
confirmadas en 2014 por un militar español que ha sido funcionario de la
ONU durante años; porcentajes que explican la causa de que las Naciones
Unidas propicien la imposición, a medio o largo plazo, pero cuanto antes,
de una religión muy reconocible como de orígenes masónicos a poco que se
652 Ver Manuel Guerra, Masonería..., pp. 231-232, y 385

653 Masón, y miembro del CFR. Mundialista, por tanto, en el más estricto
sentido de la palabra. Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p.
401

654 Ya no estaba Roosevelt, pero el nuevo presidente, Harry S. Traman,


también era masón; grado 33 del Rito Escocés. Y, también como el anterior,
miembro del CFR; lo que explica su aversión a la España de Franco donde
sus «hermanos» eran perseguidos mediante un tribunal especial.

655 Ver Manuel Guerra, La trama masónica, p. 350

656 Mariel pertenece al martinismo, orden nacida en Argentina en 1987;


escisión de la Orden de Memphis. Ver Manuel Guerra, Masonería..., p. 386.

150

conozcan las creencias fundamentales de la secta; las que han sido


denunciadas por la Iglesia desde el siglo XVIII hasta el XX. O mejor dicho,
dos de tales creencias, concretando más: sincretismo y panteísmo.

Uno de los instrumentos principales del mundialismo en este sentido ha


sido la United Nations Educational Scientific and Cultural Organization
(UNESCO). Agencia de las Naciones Unidas de origen masónico
irrefutable: se constituyó en 1946 sobre los trabajos de una Conferencia de
los Ministros de Educación de las naciones aliadas, de donde surgió a su
vez una comisión, presidida por el helenista británico Gilbert Murray,
miembro de la Gran Logia de Inglaterra que había sido primer presidente de
la Sociedad de Naciones, que constituye la UNESCO en noviembre de
1946, bajo la presidencia de Julen Huxley, cuyo pensamiento ya traje a
colación como ejemplo de relativismo negador categórico de la ley natural.
«Nada hay irrevocable ni eterno en ética»,657 escribió. Pero también dijo,
hablando del nuevo organismo, que se basaría en: «un humanismo mundial
que debe ser científico», «desentendido de toda visión exclusiva o
principalmente ultraterrena».658 No quedaba espacio para la religión. Salvo
lo concerniente a los
«dogmas» masónicos. Huxley no se limitaba a ignorar a Dios; lo rechazaba.
Y esto ocurría en 1948, no después; el relativismo de la UNESCO,
conviene retener este dato, estaba en sus propios orígenes; no ha sido el
resultado de una deriva posterior.

Nadie parecía darse cuenta o querer hablar de ello, pero bien pronto
surgieron en la propia sede de la ONU, o muy cerca de ella, los templos de
la religión del NOM: el primero, cronológicamente hablando, fue la
llamada «Sala de la Meditación» o del «Silencio», costeada por los
responsables de la Logia Rockefeller; los mismos que habían cedido los
terrenos para la construcción de la sede neoyorkina de Naciones Unidas,
obteniendo a cambio una considerable revalorización de los adyacentes,
también de su propiedad. La sala en cuestión se inauguró en 1955 con el
nombre de «Sala de Meditación de los Laicos Cristianos», pero tan solo dos
años después pasaba a llamarse «Sala del Silencio», así rebautizada por el
masón sueco Dag Hammarskjóld, Secretario General de la ONU, —un jefe
de Estado en potencia para los mundialistas— que llamó a la piedra
colocada en su centro «altar de la religión universal». Era una piedra
“cúbica”, como la de las logias, símbolo del masón ya pulido por su proceso
iniciático, que contrasta con la piedra bruta que se sitúa enfrente: una piedra
sin desbastar, tal como salió de la cantera, símbolo del «profano».

No es esta la única referencia masónica del templo neoyorkino; la sala tiene


forma de pirámide, sin ventanas ni claraboyas. Es una evocación de los
misterios de Egipto que le serán desvelados al iniciado; adorador, más o
menos consciente, del dios Osiris; en algunos ritos, y ciertos grados, de
forma patente. Trataremos sobre la presencia del dios egipcio en la
Masonería en este mismo apartado, pero conviene recordar que ya el mito
rosacruz pretendía que los primeros de la Hermandad recibieron los
misterios de Egipto directamente en la Gran Pirámide. ¡Y todo esto en
pleno Manhattan!

También en Nueva York se encuentra el Templo de la Comprensión,


vinculado a la asociación del mismo nombre, fundados ambos por iniciativa
de la masona Eleanor Roosevelt, viuda del presidente masón, padre en
buena medida, de la ONU. Su viuda perteneció a la Logia Unida de los
Teósofos de Nueva York. ¡Curioso personaje esta Primera Dama!
Presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas,
designada por Traman, y de la Comisión Presidencial del Estado de la
Mujer, masona y teósofa. Por tanto, gnóstica y esotérica. 659 Su 657 Julen
Huxley, U.N.E.S.C.O.: its purpose and its philosophie (su objetivo y
filosofía), 1948, pp. 5 y 45

658 Ibíd

659 De clara influencia cabalística, la teosofía, fue fundada en Nueva York


en 1875, por el coronel y abogado Henry Steel Olcott y por la masona
esotérica, espiritista y ocultista, de origen ucraniano, Helena Blavatsky —
instalada en la India donde fingió varios viajes al Tíbet para entrar en
contacto con los «Maestros Secretos», que la incorporaron, según ella, a su
cadena oculta, antes de fundar la Sociedad Teosófica—. Sostiene que la
humanidad está en un proceso de evolución que ha producido o producirá
siete razas con siete subrazas cada una, que irán o han ido emergiendo de la
Tierra. Increíblemente, Blavatsky es reconocida como fuente de la Sociedad
Teosófica, la 151

asociación, convertida en ONG en 1975, aspiraba a «promover la


comprensión entre las religiones mundiales, reconocer la unidad de la
familia humana y lograr la formación de una ONU espiritual».660
Alcanzar, en definitiva, «lo común a todas las religiones», el mito
sincretista de las Constituciones de Anderson.

Hablando de templos, la señora Roosevelt en 1949 inauguró en París un


templo masónico que llevaba el nombre de su marido: Franklin D.
Roosevelt. La feminista Yolanda Alba, premiada por la UNESCO, ha
publicado un extracto de la reseña de aquella inauguración: La señora
Eleanor Roosevelt presidió el pasado 9 de diciembre de 1949, la ceremonia
de inauguración de un templo masónico. Numerosos hermanos aguardaron
su llegada, luego que la señora Roosevelt usó de la palabra en la UN, al
discutirse la Declaración de los Derechos del Hombre. La señora Roosevelt
llegó acompañada del Gran Maestre de la G... L... de F..., miembros del
Consejo Federal y delegaciones. La señora Roosevelt expresó todo el afecto
que ella siente por Francia y que la ayuda de los Estados Unidos retribuía la
que había recibido otrora en su lucha por la independencia. Agregó que
jamás olvidaría la calurosa recepción de los masones franceses.
Expresóle el Gran Maestre que era tradicional ofrecer rosas rojas a las
damas que hacían a la Orden el honor de una visita y le ofrendó un ramo de
treinta y tres rosas rojas, adornado con los colores de la Gran Logia. En
nombre de los masones dio un abrazo fraternal a la Compañera...661

También en Europa existe una templo de la religión de NOM;


concretamente en París, entre los edificios de la UNESCO, junto a la plaza
de la Tolerancia; el llamado Templo de la Meditación.

Carece, por supuesto, de cualquier símbolo religioso; es tan sincretista


como los neoyorkinos, y, ya en su ubicación, muestra su vínculo con el
proyecto sincretista de la ONU.662

La religión del NOM trata de imponerse con argumentos prácticos: según


sus promotores, el planeta está en peligro a causa de la especie humana;
parten de principios malthusianos: los recursos son limitados; la
reproducción humana es tan peligrosa que amenaza no ya solo a la
humanidad sino —algo que se apunta como más preocupante incluso—: a
la “Madre Tierra”.

Sin la imposición de una nueva ética, el NOM, que viene a salvamos de


nosotros mismos, no podrá establecerse; o, caso de lograrse totalmente,
mantenerse luego. Felizmente para algunos, esta medida “necesaria”
coincide con la vieja creencia masónica panteísta. Deben cambiarse, en
cualquier caso, las conciencias.

«Como decía el cardenal Ratzinger, para el Nuevo Orden Mundial se


convierte en una necesidad destruir el Cristianismo, vaciándolo de su fe en
Cristo y en la Iglesia, para convertirlo en una mera doctrina de ayuda,
solidaridad social o beneficencia». 663 Es decir, un Cristianismo sin
dogmas, sin defensa de la verdad, sin adhesión a la Iglesia y a su doctrina;
lo que podría admitirse en algunas logias sin excesivos inconvenientes. Sin
destruirlo no será posible establecer ese « peligroso poder universal de tipo
monocrático»664 sobre el que alertaba Benedicto XVI, pronunciándose a
favor de un gobierno de tipo subsidiario para la globalización. Algo que ya
vimos al hablar de las organizaciones pantalla de la Masonería. La máscara
de ese «peligroso poder» es el panteísmo del que estamos hablando.
Para esa “defensa del planeta”, los mundialistas de siempre encargaron la
redacción de un documento, que nació vestido de ecologismo: La Carta de
la Tierra, promotora de un New Age —de la que ella profetizó una gran
eclosión—, y de una de las corrientes de la Internacional Socialista.

Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., pp. 602-603.

660 Ver Manuel Guerra, Masonería..., pp. 391-393.

661 Yolanda Alba, o. c., p. 145

662 Ver Manuel Guerra, Masonería. .., pp. 391-393

663 Juan Claudio Sanahuja, Poder global..., p. 37

664 Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in veritate, 57

152

neopaganismo panteísta.665 Fue elaborada para convertirse en paradigma


de una «nueva ética para un mundo nuevo», diseñada por Naciones Unidas;
«el decálogo de la Nueva Era», según sus autores. «Un código universal de
conducta» para personas y naciones. «La salvación de la Tierra» fue
acordada en la Cumbre de Río de Janeiro, en 1992. La primera versión de la
Carta se redactó en 1997 en el curso de las reuniones del Consejo de la
Tierra bajo la dirección de Mijail Gorbachov; entregada al Secretario
General de la ONU, Kofi Annan e incorporada a las deliberaciones de la
Comisión de Desarrollo Sostenible, realizadas en abril de aquel año.

Entre sus redactores se encontraban el profesor Steven Rockefeller, de la


Fundación que lleva su nombre, Federico Mayor Zaragoza666 —Director
General de la Unesco— y James Wolfenshom, Presidente del Banco
Mundial, que financia el CFR. La conexión entre Masonería, Naciones
Unidas, instituciones internacionales, y la Carta de la Tierra era evidente.

Está impulsada, además, por dos ONG con estatus consultivo en la ONU:
La Cruz Verde Internacional, presidida por el propio Gorbachov, y el
Consejo de la Tierra, cuyo presidente, Maurice Strong, miembro del Foro
de Davos, fue Subsecretario General de Naciones Unidas y Secretario
General de las Conferencias de la ONU sobre Medio Ambiente. Por si no
fueran suficientes apoyos, Kofi Annan ordenó que los contenidos de la
Carta se incorporasen a las deliberaciones y documentos de la Cumbre de
Johannesburgo de 2002.

Por entonces, ya recibía culto público: escrita en papiro, guardada en el


Arca de la Esperanza,667

la Carta fue llevada en procesión desde el Centro Interconfesional del


Diálogo (también llamado Templo del Entendimiento Universal) a la sede
de Naciones Unidas y “presidió”, como estaba previsto, la cumbre de
Johannesburgo para «iluminar a los representantes de las naciones». Se
trataba de imponer una nueva religión.

Gorbachov no pudo ser más explícito cuando declaró en 1997: «el


mecanismo que usaremos será el reemplazo de los Diez Mandamientos por
los principios contenidos en esta Carta o Constitución de la Tierra».668
Todo ello, supuestamente, para evitar la superpoblación: «si la raza humana
se sigue reproduciendo producirá daños irreversibles en la biosfera»,
explicaba también Gorbachov. Muy oportunamente, surgía por entonces,
gracias a la imposición creciente de la ideología de género, una visión
negativa de la maternidad en las agencias de Naciones Unidas: en 2003, la
Directora de la División para el Avance de la Mujer, Carolyn Hannan,669 la
calificaba de « trabajo, carga o impuesto reproductivo». «A partir de ahí
todo lo que sirva para

“liberar a la mujer del trabajo reproductivo”, por ejemplo, el aborto, debe


ser admitido social y jurídicamente».670

Por eso mismo, la Carta de la Tierra contiene un «mandamiento


ecologista»; «adoptar patrones de producción, consumo y reproducción que
salvaguarden las capacidades regenerativas de la Tierra, los derechos
humanos y el bienestar comunitario». 671 Y otro estableciendo la ideología
de género como norma fundamental: «Afirmar la igualdad y equidad de
género como prerrequisitos para el desarrollo sostenible y asegurar el
acceso universal a la educación, el cuidado de la salud y la oportunidad
económica».672 Como dice Sanahuja, se «busca dar una base ética a un
férreo control mundial».

La Carta de la Tierra, aparte del soterrado, tuvo un explícito apoyo


masónico: 665 Ver Juan Claudio Sanahuja, El desarrollo sustentable..., pp.
73 y ss 666 Quien, desde 1992 recogía firmas de personalidades mundiales
a favor de la Carta 667 Un remedo del Arca de la Alianza, decorada con
escenas panteístas 668 Juan Claudio Sanahuja, Poder global..., p. 44

669 «Sueca, especialista en cuestiones de género, que antiguamente


revistaba en la oficina de la Asesora Especial para cuestiones de género del
Secretario General, Ángela King, otra activista del feminismo», Juan
Claudio Sanahuja, El desarrollo sustentable.., p. 184n

670 Juan Claudio Sanahuja, El desarrollo sustentable.., p. 185

671 Ver Juan Claudio Sanahuja, Poder global..., p. 45

672 Ibid.

153

Desde su origen, la Iniciativa Carta de la Tierra, al igual que otros proyectos


éticos del nuevo orden, tenía un aire marcadamente masón. Para despejar
dudas ingenuas, la propia Masonería, el 27 de marzo de 2006, reconoció su
apoyo a la Carta: el entonces Gran Maestre de la Gran Logia de la
Argentina de Libres y Aceptados Masones, Sergio Héctor Nunes, dirigió a
sus cofrades la llamada Carta Antártica de la Masonería de Argentina. En
ella, en el epígrafe “La Carta de la Tierra y el Desarrollo Sostenible” se
afirma: “La Carta de la Tierra se encuentra además influenciada por la
nueva visión mundial científica, incluyendo los descubrimientos de la
cosmología moderna, la biología evolutiva, la física y la ecología. Se
inspira en la sabiduría de las religiones del mundo y las tradiciones
filosóficas ancestrales. Además, refleja el pensamiento de los grupos y
organizaciones vinculados con la defensa de los derechos humanos,
igualdad de género, la sociedad civil, el desarme y la paz [...] Es por eso
que nuestra Orden ha suscrito el Tratado” [...]673
Complementando el proyecto panteísta, por la misma época, surgía otra
iniciativa tendente a imponer el sincretismo; necesario para seguir
afectando tolerancia en ese proceso de destrucción del Cristianismo del que
hablaba Ratzinger. Nuevamente, con el apoyo, y bajo la dirección de las
Naciones Unidas: concretamente, a través de la UNESCO y del WWF (
World Wide Fund for Nature); y la participación, también en este caso, del
Foro de Davos.

En 1993, en el lugar adecuado, el Parlamento de las Religiones del Mundo,


Hans Küng,674 un teólogo a quien la Santa Sede había prohibido la
enseñanza de la teología católica, presentaba el proyecto Etica Planetaria.
Se iniciaba un proceso de imposición de la «nueva ética cósmica, enunciada
al estilo de la Masonería, compuesta de una mezcla de gnosis, expresiones
de buenos deseos y de la vaga y alienante espiritualidad new age. La Etica
Planetaria es una buena respuesta al proyecto de la UNESCO de ética
universal de valores relativos. El mismo Küng la define como “una síntesis
superadora de todas las religiones del mundo” ».675 Julen Huxley, primer
presidente de la UNESCO, habría estado totalmente de acuerdo. «Las
actitudes morales fundamentales quedan reducidas a palabras sin contenido
claro: paz, justicia, equidad, dignidad, compasión, tolerancia, solidaridad,
diálogo, respeto de la pluralidad, cuando no ambiguas en sí mismas, como
el término creyentes, que abarca a todos los seres humanos que creen en
algo o en alguien. En el lenguaje de la ética global sería sinónimo de una
especie de sincretismo universal».676 Vuelvo a recordar que, en 2014, por
ser creyentes sus organizadores, la presidenta de Harvard autorizó en su
campus una misa negra, en lo que fue un perfecto ejemplo de la eficacia del
«secuestro del lenguaje» y la deliberada ambigüedad empleados por Küng.
Un teólogo tan pragmático que ha sido capaz de crear una ética adaptada a
un plan preconcebido: en el primer capítulo declaraba: “Estos principios
parten de la base de que el Nuevo Orden Mundial no puede subsistir sin una
ética planetaria”.
Conclusión: se trata de establecer «unos nuevos principios éticos al servicio
del proyecto político de dominio. La religión al servicio del poder [...] Es el
hombre quien construye su código ético, en guerra abierta con Dios: el
antiguo proyecto de las logias».677 Sanahuja se preguntaba: «Ante este
panorama [...] ¿por qué no quedarse con la vieja Masonería, en lugar de 673
Juan Claudio Sanahuja, Poder global..., p. 55. Ver también Noticias
Globales (NG) n° 940, “Argentina: Masonería y Carta de la Tierra”, 27-11-
08, en www.noticiasglobales.org. Vid. Noticias Globales (NG) n° 612,

“Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre la Masonería”,


26-11-83, 30-12-03, en www.noticiasglobales.org.

674 Sacerdote católico suizo; teólogo heterodoxo, opuesto al dogma de la


infalibilidad papal, fue profesor de Teología Ecuménica en la Universidad
de Tubinga; desde 1995, es Presidente de la Fundación por una Etica
Mundial

675 Juan Claudio Sanahuja, Poder global..., p. 55.

676 Ibíd., p. 57

677 Ibíd.

154

crear algo parecido?, ¿o se trata de la vieja Masonería visible que se


maquilla para el siglo XXI? Michel Schooyans678 da por sentado que
detrás de todos los proyectos de nuevos paradigmas éticos, se encuentra la
Masonería hermética o Masonería oculta».679

Avanzaba la corrupción de la democracia: los Gobiernos occidentales,


aferrados a un implacable positivismo jurídico, —«No importa si hay niño,
lo que importa es que se cumpla la ley»— irían abrazando, uno tras otro, el
relativismo masónico. Lo denunciaba San Juan Pablo II, en 1993:

Es el riesgo de la alianza de la democracia con el relativismo ético que


quita a la convivencia civil cualquier punto seguro de referencia moral,
despojándola más radicalmente del reconocimiento de la verdad. En efecto,
«si no existe una verdad última —que guíe y oriente la acción política—
entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser
instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin
valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto
como demuestra la historia».680

La presencia masónica en la Unión Europea no es menor que en la ONU.


La diferencia es que en una ocasión, al menos, ha sido denunciada de
manera oficial. Y la denuncia se presentó en el mismo Parlamento europeo,
donde funcionarios y empleados de la institución se quejaron, en 1985, de
la «intromisión ilegal» de la Masonería en sus procesos de promoción. Pero
fueron los diputados laboristas británicos quienes formalizaron la protesta y
trataron de poner término a dicha intromisión: el 12 de marzo, propusieron
una resolución (B2, 85), denunciando «la intervención de las sociedades
secretas que comprometen la transparencia gubernamental de las
instituciones europeas». Dos días más tarde, solicitaban que «los diputados
y funcionarios declararan su pertenencia a organizaciones secretas».
«Justificaban la existencia de este registro público por la necesidad de
frenar el gran influjo creciente de la Masonería en las instituciones
europeas, que era más eficaz y peligroso por su condición secreta».681

El ministro del Interior británico, Jack Straw, manifestó en 1998 que «el
secreto de las logias se opone a una sana administración del sistema
judicial».682 No exageraba; pero es que además, unos años antes, 1.400
jueces ingleses habían admitido su pertenencia a la Masonería en un
momento en el que el propio gobierno de su país, con Tony Blair al frente,
dirigía un movimiento tendente a lograr que los masones reconocieran serlo
si pertenecían a la función pública; con el irreprochable argumento de que
el secreto y la Obediencia masónicos comprometía su actuación.
Desvirtuando con ello el sistema democrático.

También en aquellos años se publicaba que «más del 60% de los jefes de
policía en toda Gran Bretaña son miembros de la Masonería».683 Según un
masón de grado 33 —al menos honorario

— Pepe Rodríguez, «Incumplida fúe la orden del ministro de Defensa (en


tiempo de Blair) prohibiendo las logias de militares en los cuarteles».684
¡Pero se dio! No parece, sin embargo, que consiguieran grandes logros los
laboristas con su campaña por la transparencia en contra de 678 Sacerdote
de la archidiócesis de Malinas; doctor en Filosofía y Teología, profesor de
la Universidad Católica de Lovaina, miembro de la Academia Pontificia de
Ciencias Sociales del Vaticano; autor, entre otros títulos de Nuovo disordine
mondiale: la grande trappola per ridurre il numero dei commensali alia
tavola dell 'umanitá, L

’avortement: enjeux politi- ques; La dérive totalitarie du liberalisme, y El


imperialismo contraceptivo: sus agentes y sus victimas.

679 Juan Claudio Sanahuja, El desarrollo sustentable..., p. 125

680 San Juan Pablo II, Carta Encíclica Veritatis Splendor, 101

681 Manuel Guerra, Masonería.., p. 62

682 Le Fígaro, 20 de febrero de 1998, en Manuel Guerra, Masonería..., p.


62

683 Stephen Knight, The Brotherhood..., p. 76, en Manuel Guerra,


Masonería..., p. 62

684 Pepe Rodríguez, La Masonería al descubierto. Del mito a la realidad,


1100-2006, p. 227, en Manuel Guerra, Masonería. .., p. 258

155

la Masonería, pero es un dato chocante que la misma se hubiera


desarrollado en el Reino Unido. Donde reside la madre de todas las logias;
la que ha marcado el rumbo de la política británica desde su nacimiento; la
tan unida a la Corona y a la Iglesia de Inglaterra. ¿Qué pasaba entonces? La
Iglesia anglicana, después de dos siglos y medio de estrecha unión, había
cambiado su postura hacia la Masonería. ¿Pudo influir ese cambio histórico
del Anglicanismo en el rechazo político a la Masonería en su propio
territorio? Lo hiciera o no, ese cambio se había producido.
En 1986, la cabeza visible del clero anglicano manifestaba su rechazo a la
Masonería mediante un documento oficial, Freemasonry and Christianity,
editado por la Church House un año más tarde, «por orden de un arzobispo
de Canterbury que ya no pertenecía a la Masonería». 685 El Anglican Synod
declaraba herética la Masonería y condenaba como pagano el nombre de
Jahbulon; el blasfemo “nombre de Dios”, la llamada «Palabra Perdida» que
se revelaba a los masones iniciados en el Arco Real.686 «El verdadero
nombre de Dios», transmitido advirtiéndole al iniciado que la violación de
ese secreto le traería como castigo «sufrir pérdida de la vida y arrancárseme
la cabeza».

Procede ese nombre de la unión, en pie de igualdad, de Yahve —Jehová, el


Dios verdadero del Antiguo Testamento— con Baal —dios siríaco— y On
—de Osiris, el dios egipcio—. Los obispos anglicanos declaraban blasfema
la síntesis que equiparaba a Dios con las divinidades paganas. «Aun así la
Iglesia anglicana no se atrevió a condenar de frente a la Masonería pero
desde el informe de la comisión [redactara de la condena] prácticamente
todos los obispos anglicanos han dejado de ser masones, y muchos
anglicanos han abandonado la Masonería».687

Todo había empezado cuando Walton Hannah, publicó Darkness Visible en


1952, dando a conocer, tras minucioso estudio, los rituales masónicos, «tal
como los practicaba la Gran Logia de Inglaterra», tan paganos y
anticristianos como la misma «palabra perdida», que también reveló.

Fue un acto valiente, realizado en medio de grandes presiones, que le valió


el exilio

“voluntario” en Canadá y acaso hasta su extraña muerte, en 1966; nunca


bien aclarada. Pero dejó un discípulo, Stephen Knight, autor de otro libro
importante sobre la secta, The Brotherhood, publicado en 1983, con el
revelador subtítulo de The secret World of freemasons, (El mundo secreto
de los masones), que continuaba el estudio de los rituales masónicos donde
Hannah los había dejado. Daba a conocer, además, toda una serie de casos
de corrupción policial relacionada con pornografía y Masonería, que
levantó un gran escándalo; su libro se convirtió en un best seller, aunque él
también, como Hannah, tuvo una muerte prematura y poco clara.688
Pero, “casualmente, la Gran Logia Unida de Inglaterra suprimió las
referencias a castigos corporales en sus ritos, y, aparte de las numerosas
deserciones ocurridas en la Masonería británica, hubo otros cambios, cuya
génesis venía de atrás: Felipe de Edimburgo, iniciado en la 685 Ricardo de
la Cierva, La Masonería invisible.., p. 390.

686 El grado 4o, al que se llega después de superar los tres primeros de la
«Masonería azul», convertido ya en Maestro. La «palabra perdida» había
“desaparecido” con la muerte de Hiran y la Masonería, supuestamente, la
habría recuperado.

687 Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 390

688 «En su libro anterior ( Jack the Ripper: The Final Solution - “Jack el
Destripador: la solución final”-, G. Harrap, London, 1976) implica a la
Masonería, por la condición masónica de algunos de los cinco asesinos
englobados en la designación “Jack...” y porque asesinaron a las cinco
prostitutas del barrio londinense de Whitechapel en 1888

según el ritual masónico (juramento del grado 1o); tuvo un gran éxito de
venta. El Destripador les rebanaba el cuello, degollándolas, y luego les
extirpaba los órganos internos (útero, etc.). Knight murió en extrañas
circunstancias a los 33 años de edad, 18 meses después de la publicación de
The Brotherhood, donde manifestaba su intención de completarlo en otro.
Según Martin Short, no pocos, también algunos masones, creen que lo
mataron los masones ( Inside the Brotherhood: Furter Secret of the
Freemasons, London 1989, 16-21)». Manuel Guerra, Masonería..., p. 198.

156

«orden» por supuesto, a pesar de resistirse largamente, 689 rechazó el


puesto de Gran Maestro de la Gran Logia de Inglaterra que le estaba
reservado, por lo que el duque de Kent,690 primo de la reina, se convirtió
en jefe supremo de la más regular de todas las Masonerías. Eso ocurría en
1966, cuando los hijos de Isabel II —Gran Protectora de la Gran Logia de
Inglaterra— eran muy jóvenes o niños, pero el actual Príncipe de Gales, a
pesar de los muchos requerimientos de que ha sido objeto, se ha negado
sistemáticamente a iniciarse en la discreta «hermandad». Algo ha cambiado
“discretamente” en la Masonería inglesa, la más inmutable, el referente de
todas.

Seguramente los libros de Hannah y de Knight tuvieron algo que ver. Unos
éxitos póstumos que a sus autores pudieron costarles muy caro.

Bastó la publicación de los secretos masónicos; el estudio profundo de sus


rituales, para cambiar las actitudes de los dirigentes ingleses; religiosos,
políticos y dinásticos. Aunque no se comprende que hubiesen tardado tanto
en descubrir el mensaje que encerraban: en el siglo XIX

con mayor conocimiento de causa que Hannah, el ex masón español


Mariano Tirado Rojas había publicado dichos rituales sin alcanzar, desde
luego, la difusión que tuvieron en el XX las obras de los expertos ingleses;
pero el suyo era ya un tratado de obligada consulta para el estudio de la
Masonería desde hace más de cien años. De la iniciación en el grado 33, la
culminación visible del proceso, —exceptuando los grados de iniciación
menos conocidos aún que superan ese número dos veces— «después de
haber dicho a los graduandos que los enemigos de la secta son la Ley, la
Propiedad y la Religión, se les refiere una falsa historia de Cristo, cuyo
relato es un conjunto de las más atroces y sacrilegas calumnias que pueda
inventar un poseído de Satanás»:

En esa infame narración se presenta al glorioso Patriarca San José como un


brutal soldado que sedujo a la Santísima Virgen María, cuya virginidad se
niega; a Nuestro Señor Jesucristo se le presenta como hijo natural y después
legitimado del Patriarca San José, y por ese estilo se intenta, aunque en
vano, manchar la honra inmaculada de la Sagrada Familia.691

La obra del español, como puede verse, no entraba en complejos análisis


simbólicos de crípticos significados esotéricos, pero bastaba y sobraba para
deducir qué grado de compatibilidad existía entre Masonería y
Cristianismo. Con torpe y blasfemo sarcasmo, en nuestros días, un autor
masónico comparaba a la Virgen María con un caballito de mar por «lo
curioso de su reproducción», y decía asombrarse por el hecho de que la
Iglesia rechazara la ideología de género mientras proponía como modelo a
una «familia tan extraña como la de Nazaret». No; no ha cambiado la
«hermandad», por más que trate de camuflarse. Por lo que fuera, en
Inglaterra empezó a conocerse su verdadera visión del Cristianismo a
mediados del siglo XX; señalando ese descubrimiento lo que parece un
punto sin retorno en la historia de la secta dentro de las islas británicas.
Mientras en su propia cuna entraba en decadencia, en otras latitudes, a nivel
mundial, la Masonería alcanzaba, sin embargo, sus mayores éxitos
históricos, a la vez que mantenía su eterna lucha contra la Iglesia Católica.
Aparte de esto ¡Qué poco se ha hablado de ese rechazo anglicano a la
Masonería!

La batalla por la vida. Humanae vitae; Evangelium vitae

689 Pudo ser a causa de la condena de la Iglesia ortodoxa griega contra la


Masonería, lo que, en opinión de Ricardo de la Cierva, debió influirle,
como príncipe de Grecia que era. Aunque no fue el primero de su familia en
iniciarse en las logias

690 Se había iniciado en 1964

691 Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo I, p. 176

157

A mediados del siglo XX se produjo, con gran implicación de la Masonería,


una evolución de la sociedad occidental tan revolucionaria como mortífera:
el feminismo radical, con el decisivo apoyo masónico, estaba en el empeño
de convencer a la mujer de una terrible falacia: el niño que crece en su
interior no es otra cosa que un objeto de su propiedad, sobre el que tiene,
por tanto, la libre disposición; un nuevo tipo de esclavitud donde la vida del
hijo-cosa está en manos de su madre. La revolución cultural de los sesenta
hizo el resto, estableciendo un pansexualismo devastador que,
desvinculando totalmente sexualidad de reproducción, convertía el placer
sexual en una de las principales finalidades de la vida humana; cuando no
en su razón suprema.692 Tampoco era ajena la Masonería a esa visión
reduccionista del ser humano: ayudó a crearla, de forma determinante, a
través de la escuela de Frankfurt.

Dicha escuela se formó en los años veinte con una pléyade de intelectuales,
masones en su mayoría, de inspiración marxista —Jürgen Habermas, Erich
Fromm, Herbert Marcuse, Walter Benjamín, Frank Borkenau, entre otros—
que marcaron el rumbo de aquella evolución espiritual. Dispersados por el
nazismo, pasaron a los Estados Unidos donde fueron oportunamente
utilizados por la Masonería americana y tuvieron una gran influencia en el
mundo académico. Marcuse, sobre todo, desde la Universidad de Berkeley
galvanizaba a toda una generación llamándola a rebelarse contra la sociedad
y sus convenciones; su influencia entre los jóvenes europeos fue también
considerable. Como lo fue la de otro filósofo masón de grado 3o,
concretamente de la B’nai B’rith, ya muerto entonces: Sigmund Freud. 693
Todo quedaba marcado y condicionado por la sexualidad; el mensaje que
llegaba a los estudiantes de la época era que debían romper los tabúes de la
sociedad “burguesa”; muy concretamente los sexuales. Sin ese
planteamiento no puede explicarse el 68. Uno de cuyos resultados fue la
legalización del aborto a gran escala.

Era el origen del más duradero, extenso y aceptado de todos los genocidios
de la historia. Un genocidio que ha corrompido a las sociedades
occidentales desde sus raíces, como señalaría Juan Pablo II en Evangelium
vitae. Porque se ha establecido una divergencia entre ley y justicia; una
verdadera sima de muy peligrosos alcances. Y se ha llevado a cabo
basándose en una nueva ética «de diseño»; tanto como los textos que Freud
«planchaba» en su propia logia vienesa. La Iglesia, como es lógico, se
posicionó radicalmente en contra desde el principio: ya en uno de los
documentos del Concilio Vaticano II se equiparaba aborto a infanticidio,
calificándolos de la misma manera: «el aborto y el infanticidio son crímenes
abominables».694

La lucha en defensa de la vida por parte del Vaticano fue ya incesante y


tuvo su momento álgido en los años de San Juan Pablo II, que hizo de esa
defensa el eje de su pontificado.

Asumió el gran desgaste que le acarrearía su postura, contraria al poder


político y mediático en muy alta proporción: no solamente dedicó una
encíclica al tema — Evangelium vitae— sino que acuñó el término de
«cultura de la muerte» para referirse a la que se iba adueñando de las
naciones que fueron en sus orígenes parte de la Cristiandad y llevaron el
Evangelio a todos los continentes. Extendían ahora sus errores al resto del
mundo: el pensamiento único que iba imponiéndose estaba marcado por esa
siniestra cultura.

El papa, por último, se enfrentó a las cumbres internacionales, que


convocadas para debatir sobre cuestiones como «población», «familia y
mujer», fueron instrumento de los ingenieros mundialistas para imponer
unos criterios opuestos a la ley natural; contrarios a la vida misma y 692
Ver Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, Ed. Ariel, 1964

693 «En el discurso —leído en su nombre— ante la B’nai B’rith de Viena


con ocasión de su 75 cumpleaños, Freud reconoció su pertenencia a la B.B.
y, además, que había leído sus trabajos primeramente en las reuniones de su
logia, o sea, sus teorías habían sido “planchas” o textos echados en el “saco
de proposiciones”, leídos ante los hermanos y corregidos antes de su
publicación. Agradeció asimismo que los masones, especialmente los de su
logia, le hubieran ayudado cuando sus ideas revolucionarias fueron
desacreditadas y combatidas por los médicos-científicos vieneses». Ver
Emmanuel Ratier, Mystéres et secrets du B 'nai B'rith, en Manuel Guerra,
Masonería..., p. 345.

694 Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes, 1965.

158

a la razón. Frente a la Iglesia, y en estrecha colaboración con dichos


ingenieros, estuvo —sigue estando—, la Masonería; la visible y la invisible.
En ocasiones, incluso reconociéndolo abiertamente.

Eso fue lo que ocurrió en el caso de Francia: la legalización del aborto iba
en el programa del masón Giscard d’Estaing,695 y quien la introdujo fue la
ministra Simone Veil, que tenía como consejero al doctor Pierre Simón,
masón de la logia parisina La Nueva Jerusalén, Gran Maestro de la Gran
Logia de Francia, que se reconocía como tal, y se mostraba sumamente
orgulloso del papel representado por la Masonería en todo el proceso.
Porque la del aborto contaba ya con un punto de apoyo: otra ley aprobada
gracias al poder masónico; la llamada «ley Neuwirth».
Una vez más, un masón arrepentido, Maurice Caillet, —y van tres incluidos
en este libro—

proporciona un testimonio autorizado que desvela interioridades masónicas;


relativas a la legalización de los anticonceptivos y del aborto, en este caso:
Caillet, médico ginecólogo, Venerable Maestro de una logia del Gran
Oriente de Francia, miembro de la Orden Rosa Cruz, y convertido
finalmente al Catolicismo en 1987, en su libro Yo fui masón,696 relata,
valientemente, su propia evolución ideológica y espiritual. Un proceso
similar al de Abad-Gallardo, que le llevó a dejar la secta; incluyendo en su
relato la participación que tuvo la Masonería en la legalización del aborto.

Ya convertido, decía «Fustigué en el opúsculo Hedonismo o Cristianismo


(Ed. L’Icóne de Marie) la deriva de las costumbres de nuestro país, bajo la
influencia soterrada de la Masonería».697 Pero mucho antes, «En 1967
celebré que la Asamblea Nacional aprobase la proposición de ley del
diputado masón Lucien Neuwirth que autorizaba en Francia la
contracepción artificial, la píldora y el DIU».698 Era lógico que lo
celebrase: en aquella época esterilizaba hombres y mujeres —a pesar de que
la ley francesa lo consideraba «mutilaciones voluntarias»—, había traído de
Estados Unidos sus primeros dispositivos intrauterinos y era miembro de
Planificación Familiar. Empezó a constatar que «la promiscuidad sexual
tenía consecuencias que, para mí, eran imprevisibles: frigidez en las chicas
e impotencia en los chicos [...] así como el recrudecimiento de las
enfermedades de transmisión sexual, fuente de esterilidades dramáticas»,
pero no lo confesaba a causa de sus «compromisos filosóficos»; es decir, los
vínculos con su logia y sus enseñanzas. «Además continuaba siendo
partidario de la libertad de costumbres [...] Tampoco lo comenté en la
organización Planificación Familiar, de la cual era miembro, ya que temía
ser “políticamente incorrecto” ».699

Estaba entonces en plena sintonía con los planes masónicos y cerraba los
ojos a la realidad; siendo ya Venerable Maestro, practicó abortos, pero de
manera legal, porque coincidiendo con su promoción masónica, se derogaba
la ley de 1920 que penalizaba tanto a la mujer como al facultativo que los
practicase.
El proyecto de ley sobre el aborto fue elaborado por Simone Veil, encargada
del Ministerio de Sanidad, que tenía como consejero al citado Pierre Simón.
Aprobada por el Consejo de Ministros en noviembre de 1974, la ley Veil
fue ratificada en diciembre y promulgada el 17 de enero de 1975. Venía a
completar la ley Neuwirth, de 1967, que legalizaba los anticonceptivos, y su
texto se había «planchado» en La Nueva Jerusalén, la logia de Pierre
Simón.700 Se cerraba, por tanto, un proceso legal en el que la Masonería
había intervenido de principio a fin. « ¡Los diputados y senadores masones
de derechas y de izquierdas votaron como un solo hombre!».701

695 Grado 33 en el Gran Oriente de Francia

696 Maurice Caillet, Yo fui masón, Ed. Libros Libres, 2008

697 Maurice Caillet, o. c., p. 166

698 Ibíd., p. 14

699 Ibíd., p. 34.

700 Con el título “Impacto técnico sobre la moral social”. Además se


procuró que el libro de Pierre Simón El control de los nacimientos.
Historia, fisiología y moral, llegase a todos los diputados que formaban
parte de la comisión parlamentaria que preparaba la ley en cuestión

701 Maurice Caillet, o. c., pp. 51-53

159

Otra demostración de que la Masonería está por encima de la política e


impone sus criterios, cuando tiene ocasión, al margen de los partidos, y sin
contar demasiado con la opinión de sus votantes. Tanto la ley Neuwirth
como la Veil significaban victorias masónicas y así fueron celebradas por
las logias.

Entre una y otra ley, Pablo VI702 publicaba Humanae vitae,703


defendiendo la sacralidad de la vida humana, y la dignidad que debe
acompañar a su transmisión. Naturalmente se pronunciaba sobre el aborto:
[...] debemos una vez más declarar que hay que excluir absolutamente como
vía lícita para la regulación de nacimientos la interrupción directa del
proceso generador ya iniciado y sobre todo el aborto directamente querido y
provocado aunque sea por razones terapéuticas.704

La campaña mediática fue violenta; todos los medios masónicos y afines,


naturalmente, reaccionaron; el papa quedó impresionado por su radicalidad
hasta el punto de que puede considerarse la publicación de Humanae vitae
como un antes y un después en su biografía y en su magisterio; pero no
retrocedió. Ni lo harían sus sucesores.

Pierre Simón, el consejero de la ministra Veil, publicó, años más tarde, un


libro en el que supuestamente defendía la vida; ya el título, engañoso,
parecía anunciarlo: «La vida ante todo»

( De la vie avant toute chose).705 Pero ¿qué entendía por «vida» el autor?
Puro hedonismo simplemente, eso queda claro: «Amar verdaderamente la
vida, respetarla, implica muchas veces el deber y la valentía de rechazarla»;
«el nacimiento de un niño que sea anormal sin remedio posible: “dejar
morir”, ¿no es preservar la vida? ».706 No cabe mayor manipulación del
concepto de vida humana; para el Gran Maestro no era evidentemente un
don en sí misma, sino una oportunidad que se ofrece al individuo para un
goce puramente material o intelectual. Los discapacitados o enfermos solo
pueden estorbarlo. Era una justificación de la eugenesia; ¡algo que nos
retrotraía a Esparta o, como poco, al nacional-socialismo! Pero se vestía de
progreso: sin falsos pudores, Simón interpretaba el significado de la ley del
aborto: «La ley Veil es una gran victoria de la Masonería sobre el
pensamiento judeo-cristiano».707 La declaración venía de quien
representaba al Gran Oriente. ¿Cómo cuestionarla abiertamente desde los
medios afines?

Pero lo cierto es que había ido un poco demasiado lejos: la propia


Masonería, avergonzada de su Maestro, retiraba el libro de las librerías.
Suelen expresarse los «hermanos» de manera más discreta. Sostenía el
consejero de la ministra del aborto que aborto y eutanasia son un

«derecho»; incluso, en ciertos casos, «un deber». ¡El hombre deificado!,


convertido en lo que no es: dueño de la vida y de la muerte. El lo expresaba
con palabras sobrecogedoras, pero era cierto; ese era el contenido de la ley.
Nada más satánico entre todo lo legislado en países democráticos hasta
entonces. El Cardenal Ratzinger se hizo eco del pensamiento de Pierre
Simón, alertando sobre los peligros que entrañaba su filosofía:

Es impresionante leer algunas afirmaciones de un médico francés, que ha


sido Gran Maestro de la Gran Logia Masónica de Francia, que preanuncian
una medicina concebida como proyecto de cambio de la vida del hombre:
«Si la gran victoria de la medicina en el pasado fue la de hacer retroceder la
muerte, la segunda victoria será la de 702 Juan Bautista Montini (Concesio
1897-Castel Gandolfo 1978), elegido papa el 21 de junio de 1963, muerto el
6

de agosto de 1978, y beatificado el 19 de octubre de 2014 por el papa


Francisco 703 Beato Pablo VI, Carta Encíclica Humanae vitae, 25 de julio
de 1968

704 Humanae vitae, 14.

705 Ed. Mazarine, 1979

706 Pierre Simón, De la vie avant toute chose, en Manuel Guerra,


Masonería..., p. 347

707 Ibíd

160

cambiar la noción misma de vida (...) La vida humana pierde hoy el carácter
absoluto que tenía en el Génesis o en Aristóteles o Buffon, para ser un
concepto que se modela y desarrolla conforme a las leyes, a las ideas y al
conocimiento. La vida es lo que hacen los vivientes; es la cultura la que la
determina»; «Y nosotros somos muy conscientes de que esta batalla no es
solamente técnica, sino más bien filosófica. La vida como material', este es
el principio de nuestra lucha (...) Aquí está justamente la idea-motor:
plantear el principio según el cual la vida es un material, en el sentido
ecológico del término, y que nos corresponde a nosotros administrarla».
Ciertamente, cuando uno se da cuenta de que de este modo todo puede estar
a merced del poder y del poder del más fuerte (...) entonces surge el miedo.
Ante una «libertad sin ley» (1 Cor 9,21: anomoi), se trata de huir
refugiándose en una «ley sin libertad». Es la otra oscilación,
diametralmente opuesta al péndulo de una libertad que ha perdido su nexo
con la verdad.708

«Miedo ante el poder del más fuerte»; «Ante una supuesta libertad sin ley
natural». Ratzinger tenía razón; eso era lo que inspiraban las palabras de
Pierre Simón. Su sombra se sigue proyectando en el presente: con la misma
valentía demostrada por Maurice Caillet, en 2015

Serge Abad-Gallardo, conocedor de la Masonería desde dentro, declaraba:


En Francia, desde 2012, muchos ministros son masones. Y los Grandes
Maestros del Gran Oriente, de Derecho [Humano] o de la Gran Logia [todas
las potencias masónicas]

quieren cambiar la sociedad. Leyes como el aborto, la eutanasia o el


matrimonio del mismo sexo vienen de ideas masónicas. Un gran maestro de
la Gran Logia de Francia, Pierre Simón, ha confesado que todas estas leyes
estaban preparadas en las logias antes de ser votadas por los diputados.709

Era evidente; la Masonería no cambia: « La lucha no se inicia, la lucha es


eterna. La lucha se inició hace veinte siglos».710 Hasta la victoria final...

Pero la libertad, la democracia, y la transparencia informativa, no se veían


amenazadas solamente en Francia, ni la acción masónica se reducía a ese
país: el fenómeno era global; las conquistas supuestamente progresistas
tenían su principal plataforma en las Naciones Unidas, y los eventos
organizados por el gran organismo-proyecto de gobierno mundial.

La cumbre de El Cairo, de septiembre de 1994, sobre «Población y


desarrollo», se preparó para debatir, entre otras cuestiones sobre lo que se
llamaba, calculadamente, «salud reproductiva»;

«métodos anticonceptivos»; «planificación familiar»; «aborto seguro»...,


toda una serie de iniciativas que, en la práctica tenían un solo objetivo:
reducir lo que suele llamarse la
«fertilidad», o sea el número de nacimientos. En principio en los países
pobres, pero realmente en el mundo desarrollado también. Un nuevo
ejercicio de secuestro del lenguaje por parte de sus organizadores: cuando
hablaban de «derechos reproductivos», realmente querían decir
implantación de «sistemas contraceptivos a nivel universal»;
«desvinculación absoluta entre reproducción humana y sexualidad», y sobre
todo «reducción de la familia»; «redefinición» de su concepto. Acudían
20.000 delegados de gobiernos, ONG, y medios de comunicación.

Significativamente, el secretario del evento, el doctor Fred Sai,


representante de Ghana, era nada menos que el presidente de Planned
Parenthood Federation, la mayor central abortista del 708 Joseph Ratzinger,
“La vida en el designio de Dios y en el proyecto del hombre”, en Actas de
la novena conferencia internacional... Dolentium Hominum 28 (año X, n°
1), 1995,11, en Manuel Guerra, Masonería..., p.

349

709 Serge Abad Gallardo, entrevista en Religión en Libertad, Carmelo


López-Arias/Aleteia, 28 de abril de 2015

710 Sentencia del presidente mejicano Emilio Portes Gil, ante un congreso
masónico, hablando de la entablada en Méjico con el clero; en clara
referencia a las dos ciudades

161

mundo, en la que tenían grandes intereses los sempiternos Rockefeller.

Ya en abril, durante las reuniones de la comisión preparatoria, el propio


secretario llegó a amonestar desde la presidencia a monseñor Diarmuid
Martin, delegado de la Santa Sede, diciendo que «El Vaticano trataba de
imponer su concepción de moral sexual en el mundo»,711

lo que fue muy aplaudido por una tribuna llena de activistas a favor del
control de natalidad. La hostilidad hacia la delegación vaticana fue ya una
constante. ¿Qué ocurría? Sencillamente, que con el apoyo del presidente de
los Estados Unidos, totalmente involucrado en el asunto, se trataba de
establecer los llamados «nuevos derechos», que no eran aditivos sino
excluyentes de los hasta entonces proclamados. Entre esos nuevos derechos,
la delegación norteamericana trataba de introducir el «aborto sin
restricciones», como se le comunicó entonces a la embajada de Estados
Unidos en la Santa Sede, sugiriendo que se guardara silencio al respecto en
el «país anfitrión».712 Podrá entenderse mejor tal empeño teniendo en
cuenta que el presidente era entonces Bill Clinton, masón y miembro
destacado del CFR, como ya sabemos. La Masonería y sus asociados se
aprestaban a poner en marcha una revolución antropológica contra el
hombre, utilizando el entramado de Naciones Unidas, políticos europeos y
ONG, que apoyaban a Clinton para imponer unos «fines imposibles de
alcanzar democráticamente en sus respectivos países».713

El borrador de El Cairo abordaba el tema de «la familia en sus distintas


formas», y el derecho de los menores a vivir su sexualidad con la guía de
las «agencias para la asistencia de la salud reproductiva», como principales
consejeras en materia sexual. El aborto quedaba soterrado bajo términos
como «maternidad segura» o «derecho a la fertilidad». Era el secuestro del
lenguaje llevado al virtuosismo.

Pero en otros párrafos, el texto era más directo: el mismo borrador instaba a
los gobiernos «a utilizar los medios de comunicación, incluidos los seriales
de radio y televisión, el teatro tradicional y otros medios tradicionales de
comunicación». Y también a introducir programas que llegaran a los
«hombres en sus puestos de trabajo, sus hogares, allí donde se reunieran
para procrear [sic]»; los adolescentes «deberían ser instruidos en las
escuelas y otras organizaciones juveniles».714 Nada se dejaba al azar o a la
educación de los padres, ya cuestionada. Se dibujaba una dictadura
orwelliana, disfrazada pero asfixiante.

Los cardenales residentes en Estados Unidos y el presidente de la


conferencia episcopal declararon sentirse «ultrajados» por el hecho de que
fuera su gobierno el promotor de aquellas políticas;715 y el mismo
Gobierno, a través del secretario de Estado, respondió afirmando «no estar
en guerra con el Vaticano». Para demostrarlo quizá, el poder masónico
internacional, encamado en el presidente Clinton, visitó al papa. Aunque no
desveló los términos de la entrevista: Clinton dijo escuetamente que
«habían hablado de la situación internacional». Pero Juan Pablo II pasó a la
acción: en primer lugar, relacionaba su propio sufrimiento716 con el de la
Iglesia ante la inminente confrontación de El Cairo; agradecía «el don del
sufrimiento» como

«necesario». Su biógrafo resumía así las reflexiones de Juan Pablo II en


aquel momento:

¿Por qué ahora, por qué me ha ocurrido esto durante el Año de la Familia?
Porque la familia está siendo atacada. Y si la familia es atacada, el papa
tiene que serlo también, porque él debe sufrir para que todas las familias del
mundo puedan ver que existe un 711 George Weigel, Biografía de Juan
Pablo II..., p. 956.

712 Ibíd., p. 955

713 Ibíd., p. 951

714 Ibíd., p. 957

715 El 29 de mayo entregaron su declaración en la Casa Blanca deplorando


«la promoción del aborto, de los contraceptivos, de la esterilización y la
redefinición de la familia», e instando al presidente a cambiar la

«demoledora» agenda estadounidense.

716 El 28 de abril de 1994 sufrió una rotura de fémur que hizo necesario
implantarle una cadera artificial. Pero la operación, realizada en la clínica
Gemelli, no fue totalmente exitosa: ya nunca volvería a andar con
normalidad.

162

Evangelio más elevado: el Evangelio del sufrimiento que guiará a las


familias del futuro, a todas las familias del tercer milenio. Tras esta
reflexión, Juan Pablo concluyó que aquel era el testimonio que deseaba
transmitir «a todos los poderes mundiales».717
Esta fue su declaración de guerra; el Vicario de Cristo ofrecía su
sufrimiento y, llevado por la esperanza, llamaba a «los poderes mundiales»
a la conversión; Cristo era el Señor de la historia; contra eso nada podían
hacer por victoriosas que pareciesen sus políticas.

Unos días más tarde, el 30 de junio, inició una campaña personal basada
simplemente en los discursos sabatinos del ángelus: doce discursos de diez
minutos denunciando los errores de la próxima conferencia. Defendió,
sobre todo, la vida como « el derecho humano básico», el fundamento de
cualquier declaración de derechos; pero habló también del matrimonio

«entendido como unión estable entre un hombre y una mujer que se


comprometen a entregar mutuamente su propio yo y a crear nueva vida»;
«un valor originario de creación», cuya pérdida significaba «un peligro para
la humanidad». De la sexualidad dijo, por último, que era un «lenguaje
propio al servicio del amor, y no podía ser vivida solamente desde un plano
instintivo».718 Con aquellos discursos había cohesionado a una oposición
silenciosa y desarticulada que en todo el planeta asistía estupefacta a los
cambios que la ingeniería social anticristiana iba introduciendo a nivel
internacional. Una ingeniería que esperaba que la conferencia orquestada
por sus autores fuera el inicio de una nueva era cada vez más reconocible.
No fue así, y en buena parte se debió a «la decisión del papa de no mantener
a la Iglesia al margen del debate del anteproyecto político»; «El argumento
moral resultó ser el más adecuado para denunciar la imposición de ciertos
estilos de vida del Primer Mundo al resto de la humanidad, a través del
derecho internacional y la ayuda extranjera».719

Las delegaciones del llamado Tercer Mundo no apoyaron la agenda


americana, sabedores de que el principal objetivo de la acción supraestatal
eran sus países. Pero, además, en El Cairo hubo una sorpresa: la muy
prestigiosa, internacionalmente reconocida, primera ministra pakistaní
Benazir Bhutto,720 proclamaba la «santidad de la vida», y denunciaba el
anteproyecto de la conferencia por tratar «de imponer el adulterio, la
educación sexual... y el aborto» en la sesión inaugural, el 5 de septiembre.
Se había adelantado a la delegación de la Santa Sede, despojando de
argumentos a sus adversarios, que se preparaban para responder de manera
contundente a los representantes del papa, como único defensor,
supuestamente, de una moral que se trataba de eliminar.

Pero la agenda masónica no debía darse por cancelada; tenían una segunda
oportunidad: la cumbre de Pekín, que se celebraría un año más tarde. El
tema central era también idóneo: «la mujer», y lo coordinaba la Comisión
de la Condición Jurídica de la Mujer, de Naciones Unidas.

Esta vez, Clinton no se desgastaría inútilmente; la delegación


norteamericana asumiría un perfil bajo porque podía permitírselo: tomaría
el relevo la Unión Europea con algunos países aliados: Canadá, Barbados,
Sudáfrica y Namibia. Y volverían a la carga con los «derechos
reproductivos»; el aborto sin restricciones y algo más: la desaparición de la
patria potestad en cuanto a la educación de los menores; los padres no
deberían tener ninguna responsabilidad reconocida en esa cuestión.

Juan Pablo II sabía que debía entrar en liza otra vez: tomó de cara a la
confrontación de Pekín, una medida inteligente: al frente de la delegación
de la Santa Sede iría una mujer; la catedrática de derecho de la Universidad
de Harvard, Mary Ann Glendon; una experta en derechos 717 George
Weigel, o. c., p. 959.

718 Ibíd, p. 961

719 Ibíd, p. 965

720 Del Partido Popular de Pakistán (PPP), de centroizquierda, afiliado a la


Internacional Socialista. Asesinada en diciembre de 2007, supuestamente
por Al Qaeda, que lo desmintió. Las sospechas recayeron sobre su opositor,
el presidente Musharraf.

163

humanos. Porque, de eso se trataba: San Juan Pablo II sostenía que no era
solamente una cuestión de moralidad; el ataque iba contra esos derechos
fundamentales; y el de la vida, insistió, tenía que ser su plataforma; sin su
reconocimiento cualquier declaración era injusta, indefendible, con fecha de
caducidad. Los derechos de la mujer, por otra parte, eran ignorados, cuando
supuestamente se trataba de su «empoderamiento». Del borrador de Pekín
la señora Glen- don dijo con razón: «La visión implícita del progreso de la
mujer en el documento se basaba en un modelo... en que se eliminaban las
responsabilidades familiares o se subordinaban al éxito personal».721

La víspera de la partida hacia Pekín de su propia delegación, en septiembre


de 1995, el papa, reunido con la señora Glendon y con su portavoz, Joaquín
Navarro Valls, analizaba la situación, que era muy preocupante:
dirigiéndose a Navarro, sugirió: «Debemos rezar más. Si algo va mal,
busque refugio en el pueblo».722

Misterioso mensaje, que, sin embargo, resultó efectivo. La cumbre se


desarrolló en medio de la hostilidad esperada hacia la delegación que
representaba a la Iglesia Católica. Los temas, gravísimos y amenazantes
para el futuro de la humanidad, fueron tenazmente desgranados y
defendidos —dieciocho horas diarias de negociación— sin que la prensa
informara más que de los aspectos folklóricos, o diera otra versión que no
fuera la oficial, de lo que ocurría en los debates. La maternidad, el
matrimonio y la familia aparecían siempre en el borrador del documento
final como obstáculos para la realización de la mujer, cuando no como
«situaciones propicias para ejercer la violencia y la explotación sexual».723
Nada más que eso.

Entonces, Glendon y Navarro Valls creyeron interpretar el consejo papal:


había que informar al pueblo de lo que estaba pasando allí; redactaron un
brevísimo resumen denunciando las incongruencias de la cumbre, y lo
enviaron por fax a las principales agencias informativas.

Horas más tarde, al publicarse el comunicado, los gobiernos europeos eran


interpelados, en sus respectivos parlamentos, en relación con lo que sus
delegaciones estaban defendiendo en Pekín.

«”E1 pueblo” había demostrado tener más sentido moral que aquellos que
habían diseñado la agenda de Pekín».724 La aprobación de la agenda
completa tendría que esperar, aunque el mundialismo había dado un gran
paso; estas conferencias tan cuidadosamente preparadas siempre lo eran;
podría decirse que la intervención de la Santa Sede solo había logrado
retrasar el proceso. Pero era imparable; cuestión de tiempo nada más.
El momento llegó en junio de 2001, cuando los Comités de los tratados de
derechos humanos725

se reunieron en Ginebra. A este «Encuentro de Comités de los Tratados,


sobre la aplicación de los Derechos Humanos a la Salud Reproductiva y
Sexual» se le llamó Glen Cove+5. Fueron invitadas muchas organizaciones
abortistas, entre ellas la Federación Internacional de Planificación Familiar.
Era muy revelador de lo que saldría de allí. Vale la pena prestar atención a
la explicación del experto en globalismo, Juan Claudio Sanahuja, sobre lo
acordado en esa ocasión:

En Glen Cove+5, se decidió avanzar en una interpretación unificada de


todos los Comités del sistema de derechos humanos para imponer
universalmente los derechos sexuales y reproductivos —que incluyen el
aborto—, especialmente de las y los adolescentes, erradicando de las
legislaciones nacionales toda referencia a los derechos-deberes de los
padres a la educación y a la salud de sus hijos. 726

721 George Weigel, o. c, p. 1020

722 Ibíd, p. 1021

723 Ibíd

724 Ibíd, p. 1024

725 Comité contra la Tortura; Comité de los Derechos Económicos Sociales


y Culturales; Comité contra la Discriminación Racial; Comité de Derechos
Humanos; Comité contra la Discriminación de la Mujer (CE- DAW);
Comité de los Derechos del Niño

726 Juan Claudio Sanahuja, El desarrollo sustentable. La nueva ética


internacional, p. 184

164

Por fin, en Ginebra los mundialistas lograban establecerlo: la agenda de El


Cairo y Pekín; la misma de otras cumbres anteriores celebradas en aquella
misma década. De momento, no era la victoria definitiva, porque no podían
«erradicar de las legislaciones nacionales» los derechos de los padres, pero
era un paso más; para rematar el proceso tendrán que esperar a la
implantación del NOM que no se logrará plenamente si no es con un
gobierno mundial. O al menos, con unos cuantos; muy pocos. Que podrían
establecerse sobre el esquema de la Trilateral.

No podían cambiar las legislaciones nacionales, pero ya habían


proporcionado un marco internacional que podría invocarse como cobertura
“moral” por gobernantes o diputados masónicos.

Tanto como José Luis Rodríguez Zapatero. No invocó el acuerdo del Glen
Cove, aunque lo tenía a mano, cuando introdujo su reforma del aborto. Fue
en su segunda legislatura; en julio de 2010. El plazo se ampliaba a 14
semanas de embarazo, más avanzado incluso que el de la ley Veil, para
abortar libremente. Y autorizaba a las menores de edad para abortar sin
consentimiento de los padres. Ya se suspendía, por tanto, la patria potestad
en una materia importante. Lo mismo que pretendía el Gran Oriente de
Francia; la transferencia al Estado del

« Róle parental», al menos en ciertos campos... La ley de Zapatero era,


además, eugenésica: uno de los supuestos contemplados era la «enfermedad
extremadamente grave» del feto que se ha ampliado luego en la práctica
aplicándolo a enfermos no tan «graves»; incluso a niños con cualquier
minusvalía o deficiencia. Pero lo grave realmente, dentro de la extrema
gravedad de esta ley, es que se contemplara dicho supuesto.

Pero los socialistas españoles en campaña electoral, habían cuidado mucho


las formas: hablaron del «debate social» en tomo al aborto. Otra vez, la
técnica de otorgar peticiones aparentemente.

El secuestro del lenguaje era el mismo que utilizan las agencias de


Naciones Unidas: el propio nombre de la ley era un ejemplo: «Salud sexual
y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo». Sus
redactores sabían que «aborto» suena mal; viene de aboriri, perecer; mejor
hablar de «salud»; «reproductiva»; «voluntaria», — pro choice—. Saben
que se trata de encubrir la muerte de seres humanos; por mucho que lo
oculten “discretamente”. Ya no solamente la fe y la razón; la ciencia no deja
lugar a dudas. La ministra Aido dijo, además, que se buscaba «una ley que
homologara la legislación española a la de algunos países europeos».

Se le podría objetar ¿por qué a la de esos y no a la de otros? ¿Otros que


defendieran la vida acaso? Pero faltaba ya el referente de una instancia
superior inmutable.

El PP denunció entonces que «el Comité de Expertos del Ministerio de


Igualdad estaba formado solo por personas “proabortistas” ».727 El partido
de Rajoy prometía una reforma; no la supresión del aborto; eso no. Pero sí
una reforma. Sin embargo años más tarde, ya en el poder, después de ir
dando largas, retiró su propio proyecto. El obispo de Alcalá, Juan Antonio
Reig Pla, explicó perfectamente lo que había sucedido en una carta pastoral
que levantó ampollas: Ha llegado la hora de decir, con voz sosegada pero
clara, que el Partido Popular es liberal, informado ideológicamente por el
feminismo radical y la ideología de género, e

“infectado”, como el resto de los partidos políticos y sindicatos


mayoritarios, por el lobby LGBTQ; siervos todos, a su vez, de instituciones
internacionales (públicas y privadas) para la promoción de la llamada
gobernanza mundial al servicio del imperialismo neocapitalista, que ha
presionado fuerte para que España no sea ejemplo para Iberoamérica y para
Europa de lo que ellos consideran un “retroceso” inadmisible en materia
abortista.728

Unos meses después insistía: «Nos hemos convertido en siervos de las


instituciones 727 El Mundo, 4/3/2010

728 Juan Antonio Reig Pla, Carta Pastoral Llamar a las cosas por su
nombre, 25/9/14

165

internacionales para la promoción de la llamada gobernanza mundial».729


Y era eso exactamente: siervos de la gobernanza mundialista de los
Zapatero, Obama, Clinton, Naciones Unidas, la Unión Europea, y miles de
ONG conectadas con ellos; de las organizaciones pantalla de la Masonería;
de la propia secta en una medida importante, a través de una trama
masónica, discretamente injertada en todos los centros de poder. Y, por eso,
se imponen sus principios; los expuestos por el Libro Blanco de la Laicidad
del Gran Oriente de Francia; los impuestos, de manera nada democrática, en
la Francia de Neuwirth, Veil y Simón, con leyes que se redactan
directamente en las logias, como denuncia Abad-Gallardo. La retirada de la
ley del PP

destapaba todo aquello; y monseñor Reig Pla, como era de esperar, tenía
que enfrentarse a una furibunda campaña de descalificaciones. Las
Obediencias y sus asociados reaccionan siempre con la mayor violencia
ante estos temas cruciales; que afectan directamente a los principales
soportes de su ingeniería.

Sí; la gran batalla entre Iglesia y Masonería se está dando actualmente por
la defensa o la destrucción de la vida humana. Al iniciar este apartado,
mencionaba la Encíclica Evangelium vitae, la más importante, a mi
entender, del largo, denso, y riquísimo pontificado de San Juan Pablo II.
Quiero cerrar este tema con algunos de sus párrafos:

Si es muy grave y preocupante el fenómeno de la eliminación de tantas


vidas humanas inocentes o próximas a su ocaso, no menos grave e
inquietante es el hecho de que a la conciencia misma, casi oscurecida por
condicionamientos tan grandes, le cueste cada vez más percibir la distinción
entre el bien y el mal en lo referente al valor fundamental mismo de la vida
humana.730

Reflexión interesante: tan grave como el silencioso genocidio del aborto, es


la degradación moral que conlleva. La sangre de los inocentes, por más que
se oculte asépticamente, viene salpicando a la civilización occidental desde
hace ya medio siglo. Las conciencias se han hecho acomodaticias por pura
y prolongada rutina, a base de vivir con ello; varias generaciones no han
conocido otra cosa, y no son capaces de diferenciar legalidad de
legitimidad; el relativismo masónico se ha impuesto, después de siglos de ir
empapando el pensamiento occidental; es la gran victoria de la Masonería
sobre el Cristianismo de la que hablaba Pierre Simón refiriéndose a la ley
Veil. Ningún derecho humano se sostiene porque la plataforma ha sido
eliminada. Así lo veía, y decía, San Juan Pablo II. En Evangelium vitae
llegaba al fondo de la cuestión: Pero nuestra atención quiere concentrarse,
en particular, en otro género de atentados, relativos a la vida naciente y
terminal, que presentan caracteres nuevos respecto al pasado y suscitan
problemas de gravedad singular, por el hecho de que tienden a perder, en la
conciencia colectiva, el carácter de «delitos» y asumir paradójicamente el
de

«derecho», hasta el punto de pretender con ello un verdadero y propio


reconocimiento legal por parte del Estado y la sucesiva ejecución mediante
la intervención gratuita de los mismos agentes sanitarios. Estos atentados
golpean la vida humana en situaciones de máxima precariedad, cuando está
privada de defenderse. Más grave aún es el hecho de que, en gran medida,
se produzcan precisamente dentro y por obra de la familia, que
constitutivamente está llamada a ser, sin embargo, «santuario de la vida».

[…]

¿Cómo ha podido llegarse a una situación semejante? 731

Sin reparos, que un papa no puede permitirse, Juan Pablo II calificaba el


aborto de delito; delito 729 Juan Antonio Reig Pla, Carta Pastoral Por un
plato de lentejas, 31/12/14.

730 San Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitae, 4

731 Ibíd, 11

166

convertido en «derecho»; delito con todas las circunstancias agravantes:


parentesco, indefensión, inocencia de la víctima... La respuesta a la
pregunta que dejaba en el aire en el párrafo anterior, se encontraba en la
misma encíclica:

En la raíz de cada violencia contra el prójimo se cede a la lógica del


maligno, es decir de aquél que «era homicida desde el principio» (Jn 8,44)
como nos recuerda el apóstol Juan: «Pues este es el mensaje que habéis
oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. No como Caín, que
siendo del maligno mató a su hermano» (1 Jn 3, 11-12).732
Es «la lógica del maligno» la que sostiene al aborto; es el mundo al revés de
Lucifer; una lógica que solo puede desmontarse con el amor que Juan
predicaba, siguiendo la enseñanza de Aquel que le amó primero.

La batalla que libraría San Juan Pablo II, se podía entrever mucho antes de
que empezara: en 1948 cuando en la Declaración de los Derechos Humanos
de Naciones Unidas se omitió cualquier referencia a una instancia superior
como fuente de derechos. Juan XXIII, aunque valoraba positivamente,
como un primer paso, aquella declaración, no dejó de destacar esa falta:
«No se nos oculta que ciertos capítulos de esta Declaración han suscitado
algunas objeciones fundadas».733 Se refería a la ausencia de la ley natural a
lo largo de todo el documento. Comprendiendo que, desde esa instancia era
inútil esperar modificaciones posteriores en ese sentido, recogió en una
encíclica los derechos humanos imperecederos; no sometidos a consensos o
pactos: «a la existencia y a un decoroso nivel de vida; a la verdad y la
cultura; al culto divino; a la intervención en la vida pública; a la seguridad
jurídica; los económicos y familiares... ».734 Todos ellos derivados de la
dignidad del hombre como criatura de Dios, hecha a su imagen y
semejanza. «Cualquier derecho fundamental del hombre deriva su fuerza
moral obligatoria de la ley natural, que le confiere e impone su correlativo
deber».735

Las últimas condenas. Juan Pablo II y Doctrina de la Fe

La confusión en tomo a la lucha de las dos ciudades no dejaba de estar


presente en las estrategias de la Masonería: en 1950, publicaba L
’Osservatore Romano: Lo que aparece como una novedad en ese
renacimiento masónico es el rumor que circula en diversas clases sociales
de que la Masonería de un determinado rito no se encuentra ya en oposición
con la Iglesia, que incluso se ha llegado a un acuerdo entre la Masonería y
la Iglesia, en virtud del cual los católicos pueden afiliarse tranquilamente a
la secta sin peligro de excomunión y de reprobación. Los jefes de esa
propaganda saben a ciencia cierta que nada ha sido modificado en la
legislación de la Iglesia en lo que a la Masonería respecta, y si continúan
haciendo esa propaganda es para aprovecharse de la candidez de las
personas sencillas. Los obispos saben que el canon 684 y especialmente el
canon 2335, que excomulga a los que han dado su nombre a la Masonería
sin distinción de ritos, están en pleno vigor hoy como ayer. Todos los
católicos deben saberlo, y hay que recordárselo para que no caigan en esa
trampa y también para que sepan juzgar como es debido el hecho de que
ciertos ingenuos crean poder llamarse impunemente católicos y masones.
Esto, lo repito, tiene validez para todos los ritos masónicos, aunque algunos
de ellos, en circunstancias o eventualidades variables de 732 Ibíd, 8

733 San Juan XXIII, Carta Encíclica Pacem in Terris, 144

734 Ver la Carta Encíclica Pacem in Terris, 1963

735 Ibíd, 30

167

personas y de cosas, se declaren no hostiles a la Iglesia.736

La confusión era mayor que nunca a causa de la infiltración masónica


intraeclesial. No era nada nuevo porque ya en el siglo XIX se había dado:
en la España del Trienio Liberal, por poner un ejemplo, existieron hasta 355
eclesiásticos masones, como revela la lista que el nuncio apostólico envió a
Roma en 1844.737 Pero en la segunda mitad del siglo XX se descubrieron
casos más graves, dentro del Vaticano; y en sus órganos de gobierno.

Primero se conoció el del arzobispo Annibale Bugnini, prominente


personaje de la Curia vaticana: como secretario de la Congregación para el
Culto Divino realizaba una reforma litúrgica nada acorde con la
ortodoxia,738 traicionando la confianza de Pablo VI, que le destituyó
fulminantemente, en julio de 1975, al conocer su pertenencia a la Masonería
gracias al informe elaborado por un miembro de la Curia. El arzobispo lo
negó pero el papa no le dio crédito, aunque su destitución pudo deberse,
principalmente, a la propia reforma que llevaba a cabo; realmente contraria
a la tradición de la Iglesia, y motivo de escándalo para clérigos y laicos en
aquellos momentos.739 Circulaba la supuesta correspondencia entre el
arzobispo y un Gran Maestre, y se hablaba de documentos extraviados por
Bugnini que probaban su filiación masónica; aunque ya antes de eso
algunos cardenales sospechaban que ese vínculo era la clave de sus
reformas. Fuera como fuese, Pablo VI no se limitó a destituirle, sino que
además, mediante constitución apostólica, suprimió la congregación que
hasta entonces presidiera el prelado que, poco después, fue enviado a
Teherán, poniendo así fin a su brillante carrera.740

Roma era un hervidero de comentarios sobre infiltraciones masónicas, y


listas de clérigos masones, cuando murió Pablo VI, hondamente preocupado
por el asunto.

En septiembre de 1978, días después de la elección de Juan Pablo I, el


periodista Mino (Carmino) Pecorelli publicaba en L ’Osservatore Político,
un artículo titulado “La Gran Logia Vaticana” que incluía una lista de
cardenales, obispos, —Bugnini entre ellos— sacerdotes y religiosos
masones, de dudosa credibilidad; en la que se mezclaban los que realmente
pertenecían a la Masonería con otros nombres nada demostrables. Era, en
realidad, una reedición de otras listas anteriores que habían circulado por
Roma, pero la de Pecorelli tuvo un impacto mucho mayor porque su
periódico tenía bastante repercusión entonces. El hecho de que el periodista,
que había pertenecido a la logia secreta P2, abandonándola después,
muriera asesinado a tiros en marzo de 1979 hizo que se barajasen diferentes
autorías: mafia o Masonería, entre otras, pero, en cualquier caso, aumentó
su credibilidad. En cuanto a su lista, jamás fue desmentida por el Vaticano.
Y, como poco, en el caso de Bugnini parecía confirmar los rumores: le
atribuía el nombre simbólico de Buan y databa su iniciación en 1963.
Aunque nunca se han publicado pruebas concluyentes; esa es la verdad.
Otra cosa es el innegable desprecio que demostró hacia la liturgia católica el
encargado de reformarla.

Poco después, en 1981, la investigación parlamentaria sobre la P2


destaparía un asunto todavía más inquietante: dentro del Vaticano,
supuestamente, existía una logia encubierta llamada Ecclesia,741 Los
generales masones Fulberto Lauro y Franco Picciotti declararon ante la
Comisión Parlamentaria de Investigación que en la logia de Gelli, a la que
pertenecían, 736 L ’Osservatore Romano, 19 de marzo de 1950, en César
Vidal, o. c, pp. 142-143.

737 Entre ellos había un obispo, el de Cartagena-Murcia, monseñor Posada,


a quien el propio rey invitó a presentar su renuncia, aunque fue necesario
amenazarle de destierro para que lo hiciera. Ver Vicente Cárcel Ortí,
Masones eclesiásticos españoles durante el Trienio liberal (1820-1823), en
Manuel Guerra, Masonería..., p. 148.

738 «Por sus manipulaciones hubo una editio typica del Missale Romanum
de 1975 y la editio typica altera (“otra segunda”) de ese mismo año, que
anulaba la anterior». Manuel Guerra, Masonería..., p. 152.

739 Ya Juan XXIII le había apartado de la Cátedra de Liturgia y de la


comisión conciliar. Bugnini era partidario de suprimir el Confíteor y el
Ofertorio, y cambiar o suprimir también las oraciones eucarísticas, dejando
la Misa en una ceremonia «de diez o doce minutos» de duración.

740 Ver Manuel Guerra, Masonería. .., pp. 151 -152

741 Fundada en 1971, y compuesta de unas cien personas que se reunían en


un sótano de la Biblioteca Vaticana.

168

«figuraban cardenales y obispos». Años más tarde, otro de los masones de


la P2, el escritor Pier Carpi, confirmó que varios prelados de la «logia
vaticana» estaban relacionados con la suya,742

añadiendo un dato muy concreto: Licio Gelli, el refundador de la P2, en


persona, había visitado en su despacho al cardenal Samoré,743 prefecto de
la Biblioteca y los Archivos Vaticanos, para ofrecerle el puesto de
Venerable Maestro de la logia Ecclesia, en nombre del duque de Kent, Gran
Maestro de la Gran Logia de Inglaterra.744 Lo que indicaría que Samoré
tendría que haberse iniciado, como mínimo, hasta el grado 3º 745. En
cuanto a infiltración eclesiástica, poco más se podría avanzar sin destruir
por completo a la Iglesia o convertirla en un remedo de sí misma. Pero
sucede lo mismo que con Bugnini: tampoco se han publicado pruebas de la
pertenencia de Samoré a ninguna secta secreta, ni vaticana ni externa; por
más que la Gran Logia de Inglaterra le hubiese podido tentar. ¿Hasta qué
punto era fiable la información procedente de la P2? Aunque ¿podían
descartarse las afirmaciones de lo generales Lauro y Picciotti por masones
que fueran? ¿Podía ignorarse el detallado relato de Carpi por lo mismo?
Por otra parte, si Bugnini fue destituido, en cambio no se tomó ninguna
medida contra Samoré, lo que pudo deberse sencillamente al hecho de que
estaba muerto cuando Pier Carpi publicó su vinculación con la logia
Ecclesia, de la que, de todos modos, ya se tenían noticias desde hacía veinte
años. ¿No había levantado sospechas?

Realmente, Antonio Samoré, aparte de su gran carrera eclesiástica, ha


pasado a la Historia, sobre todo, por su decisiva mediación entre Chile y
Argentina para resolver un contencioso entre ambas naciones, el viejo
conflicto del Beagle, en 1978: un paso fronterizo lleva su nombre y en
Santiago de Chile se levantó un monumento a su memoria; murió en Roma
en 1983 y fue enterrado en el monasterio de los carmelitas de Vetralla, cerca
de Viterbo. Esto es lo cierto, y nada más ha vuelto a decirse sobre aquella
oscura trama, pero los expertos en Masonería coinciden en la veracidad de
esta historia sin cuestionarla siquiera.

Es gravísima la acusación de pertenencia a la Masonería lanzada sobre los


pastores de la Iglesia; equivale, en el mejor de los casos, a señalarles como
sacerdotes que viven en pecado mortal y por tanto no debe aceptarse sin
más su doble pertenencia, infinitamente más culpable que la de los laicos.
Pero, entonces ¿por qué no hubo un desmentido de la Santa Sede en
ninguno de los dos casos a pesar de su notoriedad? Probablemente, a causa
de la mezcla entre mentiras y verdades que había en aquellas famosas listas.
Porque tampoco puede rechazarse que existiera una infiltración dentro del
Vaticano. Eso, como hemos visto, estaba denunciado, con harto dolor, por el
propio papa Pío VI desde el siglo XVIII, y era una realidad contrastada en
el XIX. En el XX solo era mucho más visible; y eso también resultaba
cierto.

Mientras avanzaba la Masonería dentro de la sede apostólica, Pablo VI se


enfrentaba a una revolución de los jesuitas, de los que un amplio sector
tomaba derivas procomunistas y promasónicas. La situación era grave;
pocas veces la nave de la Iglesia se había visto tan amenazada. Un falso
“espíritu conciliar” —constatado por Pablo VI— que se extendía en la
Iglesia, había propiciado que sus principales enemigos históricos se
introdujeran hasta los cimientos aprovechando un nuevo brote de
«Modernismo» como el condenado por San Pío X a principios de siglo. Era
el mejor caldo de cultivo para la infiltración masónica; un hecho
preocupante y reconocible ya en 1978.

Por ese motivo San Juan Pablo II, plenamente consciente del peligro,
apenas llegado a la Sede de Pedro, decidió clarificar la situación con
carácter de urgencia. Y lo primero era, antes de dar 742 Pier (Piero
Amaldo) Carpi, II Venerabili, p. 344, en Ricardo de la Cierva, La
Masonería invisible. ., p. 264.

743 Antonio Samoré (1905-1983), arzobispo de Timovo, miembro de la


comisión preparatoria del Concilio Vaticano II en 1959; presidente de la
Comisión Pontificia para América Latina en 1967; prefecto de la
Congregación para la Disciplina de Sacramentos en 1968; obispo de Sabina
y Poggio Mirteto desde 1974, y desde ese mismo año, responsable de la
Biblioteca y el Archivo Secreto del Vaticano.

744 L’Europeo, 12 de diciembre de 1987.

745 Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., pp. 213-238, 263-


264, y Manuel Guerra, Masonería..., p.

151

169

ningún paso, conocer a fondo la realidad masónica del momento. Durante el


pontificado de Pablo VI, que mantuvo una actitud prudente pero abierta y
algo ingenua quizá hacia la Masonería, se notaba un cambio
considerable,746 iniciado a raíz del Concilio;747 se habían establecido, por
ese motivo, contactos con la secta que urgía concluir; como se hizo bien
pronto: en julio de 1980 L ’Osservatore Romano, publicaba un documento
relativo a la Masonería; un comunicado de la conferencia episcopal
alemana que era el resultado de una experiencia extraordinaria: las
reuniones mantenidas a lo largo de seis años entre representantes de las
Grandes Logias —la Gran Logia Unida de Alemania, que contaba con el
respaldo de la Gran Logia de Inglaterra— y los obispos de Alemania, con el
beneplácito de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El
pronunciamiento final era inequívoco: Entre la Iglesia Católica y la
Masonería se han mantenido conversaciones oficiales en los años 1974-
1980 por encargo de la Conferencia Episcopal Alemana y de las Grandes
Logias reunidas. En el curso de aquellas se ha tratado de constatar si la
Masonería ha experimentado cambios a lo largo del tiempo, tales que
consientan a los católicos pertenecer a ella actualmente. Las conversaciones
se han desarrollado en clima de cordialidad y con gran franqueza y
objetividad.

Se han estudiado los tres primeros estadios (grados) de pertenencia a la


secta. Después de atento estudio de estos tres estadios primeros, la Iglesia
Católica ha constatado que existen contrastes fundamentales e insuperables.
En su esencia la Masonería no ha cambiado. La pertenencia a la Masonería
pone en duda los fundamentos de la existencia de Cristo; el examen
minucioso de los rituales masónicos y de las afirmaciones fundamentales,
como también la constatación objetiva de que hoy no ha sufrido ningún
cambio la Masonería, lleva a esta conclusión obvia:

No es compatible la pertenencia a la Iglesia Católica y al mismo tiempo a la


Masonería.748

Fue un jarro de agua fría para muchos masones y algunos católicos


deseosos de pasar página en relación a las condenas pontificias. Pero seis
años de reuniones parecían bastantes para establecer conclusiones; la
apertura por parte de la Iglesia al diálogo con la Masonería se había
producido, aunque no fuera esta la primera ni sería la última vez. No puede
presentarse esto como una novedad, tal como pretende, en nuestros días,
monseñor Ravasi. La declaración de los obispos alemanes, además,
contenía afirmaciones rotundas que no dejaban puertas abiertas a próximos
encuentros; a no ser que se considere que la Iglesia debe mantener una vía
permanente de contacto con la secta por si al fin se produjera la
transformación. Pero en 1980

quienes se entrevistaron tan largamente con representantes de las grandes


logias afirmaban no encontrar ningún cambio en la Masonería.

El 28 de abril del mismo año, aparte de lo dicho, los obispos alemanes


habían aprobado en Würzburg, un dictamen mucho más amplio que sirvió
de base para su Declaración: en primer lugar concluyeron que la ideología
masónica no estaba fijada, aunque algunos de sus elementos 746 En 1974 el
cardenal Seper, prefecto para Doctrina de la Fe, tras haber consultado a
algunas conferencias episcopales, admitía implícitamente que algunas
Obediencias masónicas no «maquinaban contra la Iglesia» por lo que la
excomunión no alcanzaría a sus miembros. Así podía interpretarse, en su
opinión, el canon 2335 del Código de Derecho Canónico de 1917, entonces
vigente. Contra la reiterada doctrina de los papas que, sin embargo, volvería
a confirmarse en el pontificado de Juan Pablo II.

747 En España «a causa del profundo cambio experimentado por la Iglesia


en el Concilio Vaticano II, la ley española tuvo que ser derogada y la
Masonería dejó de ser delito, [aunque] esta última no modificó su actitud y
siguió viendo en Franco su mortal enemigo —el “gran inquisidor” como a
veces le llamaba—, sosteniendo y estimulando a cuantos le combatían».
Luis Suárez, o. c, p. 154.

748 Declaración de la Conferencia Episcopal Alemana sobre la Masonería,


publicado en L’Osservatore Romano, el 9 de julio de 1980.

170

quedaban claros, como «convicciones fundamentales», ante todo el


relativismo. Un relativismo, convertido en dogma, de tal porte que no podía
concordar con la fe revelada.

De hecho, los masones, decían los obispos, negaban la posibilidad de un


conocimiento objetivo de la verdad; todas las religiones son tentativas de
acercarse concurrentes hacia la inimaginable verdad sobre Dios;
confirmaban también que el Gran Arquitecto del Universo no es un ser
personal, sino de naturaleza deística; la cristiana, para los masones, deriva
de una religión primitiva. Afirmar una verdad equivale a absolutismo.749
Pero quizá la constatación más llamativa de los prelados alemanes fuera que
en los rituales masónicos observaron que palabras y símbolos tenían un
carácter de cuño sacramental. Parecía que mediante ellos se efectuaba una
auténtica transformación del hombre. ¡Claro que la Masonería tenía su
propia religión! Con sus dogmas; y rituales que imprimían carácter. Su
mentalidad y convicciones; sus «trabajos» en las logias se mantenían
idénticos. Los masones ciertamente pensaban y piensan que en sus tenidas
reciben una iluminación que inspira sus decisiones:

Es habitual, por ejemplo, en el seno de las logias de Derecho Humano, tener


por incontestable que las conclusiones sobre cuestiones sociales debatidas
en el curso de las tenidas provienen directamente del resultado del enfoque
simbólico y esotérico del trabajo masónico.750

Esto, entre otras cosas, fue percibido por los obispos que se reunían con los
representantes de las logias. Era evidente que la doble pertenencia a la
Iglesia y a la Masonería resultaba imposible.

Pero una cosa era una declaración de una conferencia episcopal, por mucho
que la publicase L’Osservatore Romano, y otra distinta el Código de
Derecho Canónico. Y el nuevo aparecía, tres años después del dictamen de
los obispos alemanes, sin mención expresa a la Masonería.

Ya lo hemos visto al hablar del primer Código, el de 1917, que sí la


mencionaba. Tenemos que añadir a lo dicho algunas consideraciones: ante
todo, que si la palabra «Masonería» no estaba en el texto, sí que se hablaba
de ella, al condenar a la «asociación que maquina contra la Iglesia».751
Hubo católicos, incluso obispos, que pensaron que la incompatibilidad
había desaparecido, aunque no se entiende muy bien que fuera así. La
Masonería seguía maquinando, y sigue haciéndolo, contra la Iglesia. Solo
desde una gran ingenuidad, o desconocimiento del asunto, podía llegarse a
la conclusión de que la doble pertenencia era ya posible. A no ser que se
quisiera interpretar así interesadamente; y no faltaron quienes hicieran esa
lectura en los dos bandos. Pero es cierto también que el desconcierto era
muy anterior a la publicación del nuevo Código; incluso por parte de la
jerarquía.752

Curándose en salud, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe,


publicó su Declaración Quaesitum est, última condena oficial de la Iglesia
Católica contra la Masonería, de la que también hemos hablado ya, en
relación con el nuevo Código. Sabemos, por tanto, que los interesados en
difuminar la incompatibilidad la ignoran o le restan importancia, pero la
tiene. Y
mucha. Por eso quieren y solicitan que sea derogada.

Cuando un año después Ratzinger argumente sobre los motivos de esta


última declaración condenatoria, lo hará hablando de principios filosóficos
y creencias religiosas, sin entrar a comentar la permanente lucha que la
Masonería ha sostenido contra la Iglesia, aunque dejaba constancia de ello.
Sin embargo la Quaesitum est sí que tiene en cuenta sus obras, ya que como
749 En eso se basaba la denuncia de Juan Pablo II al decir que actualmente
quien se adhiera a la verdad está bajo sospecha; no puede considerársele
demócrata

750 Serge Abad-Gallardo, o. c, p. 162

751 Código de Derecho Canónico, de 1983, Canon 1374

752 El obispo auxiliar de París, Monseñor Pezeril, acudió a la sede de la


Gran Logia de Francia para pronunciar una conferencia el 22 de junio de
1971; y en 1974 el cardenal Krol, arzobispo de Filadelfia, se dirigió a
Doctrina de la Fe preguntando si la excomunión de los masones seguía en
vigor.

171

base de la condena solamente aclara que la Masonería está «incluida» entre


las «asociaciones que maquinan contra la Iglesia». No podía ser de otra
forma: esa maquinación está en su propia esencia. Tras su paso por la secta,
Mariano Tirado escribió:

No. La Masonería no muestra esa indiferencia religiosa cuando se trata de


la Religión católica. Por el contrario; a ella se dirigen siempre los tiros de la
secta masónica, y es una falsedad insigne, que los mismos documentos de
las logias se encargan de demostrar, que la Masonería no se meta en
disquisiciones teológicas ni tome parte en las querellas religiosas.753

En 1983 la Masonería seguía maquinando contra la Iglesia como venía


haciéndolo desde su fundación. Y la Iglesia no es una institución humana,
más o menos respetable, según para quién
—aparte de estar formada por muchos millones de personas diseminados
por todo el mundo—

sino que fue fundada por Cristo para la salvación de muchos. Maquinar
contra ella, desde una perspectiva teológica, es hacerlo contra las promesas
del Redentor. Por eso, y no por razones humanas, volvía a ser condenada
expresamente la Masonería en la Quaesitum est. Y con pena muy grave:

Los fieles que se inscriban en asociaciones masónicas están en estado de


pecado grave y no pueden recibir la Santa Comunión.754

Esta vez, más que una condena, era una constatación; algo que puede
aplicarse a quienes estén en pecado mortal por cualquier otra causa; peligra
su salvación. Y, como cualquiera, el masón tiene abierta, en cualquier
momento, la puerta de la reconciliación. Le bastaría el dolor de lo que hizo,
el propósito de enmienda y acudir al confesor. Es decir, que el primer paso a
dar es dejar la Masonería para siempre, superando su relativismo.

Suelo preguntarme, independientemente, qué motivó que no apareciese en


el Código nuevo la palabra Masonería; cómo sus redactores no repararon en
que ese «criterio editorial» traería la confusión que trajo. ¿Por qué Juan
Pablo II tuvo que acudir a última hora a Doctrina de la Fe para subsanarlo?
En cualquier caso lo hizo y esta es la situación actual. El párrafo final de la
Quaesitum est era también clarificador: «No está en la competencia de las
autoridades eclesiales locales el impartir un juicio sobre la naturaleza de las
asociaciones masónicas que implicase una derogación de los que se ha
decidido arriba, y esto en línea con la Declaración de esta Sagrada
Congregación promulgada el 17 de febrero de 1981 ». 755 Desde el inicio
de su pontificado, Juan Pablo II recuperaba la línea tradicional —una
doctrina de doscientos años—

en cuanto a la condena global de la Masonería, sin excepción de Obediencia


alguna. La confusión creada al respecto en el pontificado anterior tocaba a
su fin: las conferencias episcopales ya no podrían pronunciarse en cuanto a
la doble pertenencia de los fieles a ciertas asociaciones masónicas que
supuestamente «no maquinaban contra la Iglesia».756 Incluso en el caso de
ser cierto que no lo hicieran; existen otros impedimentos de orden
espiritual.
Es importante destacar que el prefecto para Doctrina de la Fe en 1983 era el
Cardenal Ratzinger, cuya firma aparece, junto a la del papa, en la
Quaesitum est. Un año más tarde publicaba un extenso artículo que
constituye el último gran análisis de las creencias masónicas publicado
hasta la fecha por una autoridad eclesiástica. Lo publicó, sin su firma, como
editorial, 753 Mariano Tirado Rojas, o. c, tomo I, p. 283.

754 Declaración sobre las asociaciones masónicas de la Sagrada


Congregación para la Doctrina de la Fe Quaesitum est, de 26 de noviembre
de 1983

755 Ibíd.

756 En 1967, la Conferencia Episcopal Escandinava había admitido la


pertenencia de los fieles a la Masonería con expresa autorización, en su
caso, del obispo correspondiente

172

en L ’Osservatore Romano el 20 de febrero de 1985, y empezaba


anunciando que se trataba de una exposición sobre las concepciones
filosóficas y morales de la Masonería, al hilo de la Quaesitum est:

El 26 de noviembre de 1983, la Congregación para la Doctrina de la Fe


publicaba una Declaración sobre las asociaciones masónicas. A poco más
de un año de distancia de su publicación puede resultar útil ilustrar
brevemente el significado de ese documento.

Desde que la Iglesia empezó a pronunciarse rigurosamente sobre la


Masonería, su juicio negativo se ha inspirado en múltiples razones,
prácticas y doctrinales. No se ha juzgado solamente a la Masonería como
responsable de actividades subversivas en su confrontación, sino que, desde
los primeros documentos pontificios sobre la materia y particularmente en
la encíclica de León XIII Humanum genus (20 de abril de 1884) el
Magisterio de la Iglesia ha denunciado en la Masonería ideas filosóficas y
concepciones morales opuestas a la doctrina católica. Para León XIII esas
ideas y concepciones se reducían a un naturalismo racionalista inspirador de
sus planes y su actividad contra la Iglesia. En su carta al pueblo cristiano
Custodi (8 de diciembre de 1892) León XIII escribía: [...] recordemos que
el Cristianismo y la Masonería son esencialmente inconciliables; por lo
tanto inscribirse en una de ellas equivale a separase de la otra.

No se podía por tanto evolucionar hasta tomar en consideración la posición


de la Masonería desde el punto de vista doctrinal, cuando entre los años
1973-1980 la Sagrada Congregación mantenía correspondencia con algunas
Conferencias Episcopales particularmente interesadas en este problema, con
motivo del diálogo emprendido por algunas personalidades católicas con
representantes de algunas logias que se decían no hostiles e incluso
favorables a la Iglesia.757

Subrayaba el cardenal prefecto dos cosas importantes: no se podía


prescindir del magisterio de la Iglesia, y, además, había una novedad: esta
vez, la condena de la Masonería se producía después de un diálogo, largo y
concienzudo, con representantes de la secta. Seguía diciendo que los
cristianos en las logias se apartan de su religión, ya que dentro de ellas
pertenecen a una instancia «más amplia e inalcanzable», que se manifiesta
«en la fraternidad masónica», en virtud del relativismo dogmático, aunque
se niegue ese dogmatismo, que resulta

«determinante». Por tanto:

Para un cristiano católico, sin embargo, no es posible vivir su relación con


Dios en una doble modalidad. [...] No puede cultivar relaciones de dos
especies con Dios ni expresar sus vinculaciones con el Creador a través de
formas simbólicas de doble especie. [...] un cristiano católico no puede al
mismo tiempo participar en la plena comunión de una fraternidad cristiana
y a la vez mirar a sus hermanos cristianos a partir de la perspectiva
masónica como profanos.758

Venía a decir que el católico no puede ser al tiempo masón de la misma


manera en que no puede tampoco ser budista, sintoísta, musulmán o
luterano. Desde un muy malentendido ecumenismo, no faltarán católicos
que afirmen lo contrario; participando, claro está, de una visión masónico-
relativista. Pero el prefecto para Doctrina de la Fe no daba pie a falsas
interpretaciones:
757 Joseph Ratzinger, cardenal prefecto para la Sagrada Congregación de la
Doctrina de la Fe, “Reflexiones un año después de la Declaración de la
Doctrina de la Fe. Incompatibilidad de la fe cristiana y la Masonería”, L

’Osservatore Romano, 20 de febrero de 1985.

758 Ibíd

173

[...] después del Concilio Vaticano II la Iglesia Católica alienta una


colaboración entre todos los hombres de buena voluntad. Pero asociarse a la
Masonería va evidentemente más allá de esta legítima colaboración y tiene
un significado de mucha mayor relevancia y especificidad.759

El artículo de Ratzinger terminaba como empezaba; reforzando la


Quaesitum est: Al hacer esta declaración la Congregación para la Doctrina
de la Fe no ha pretendido desconocer los esfuerzos de aquellos que, con la
debida autorización de este dicasterio, han intentado mantener un diálogo
con representantes de la Masonería.

Pero desde el momento en que vio la posibilidad de que se difundiera entre


los fieles la equivocada opinión según la cual la adhesión a una logia
masónica era lícita, la Congregación ha considerado su deber el dar a
conocer el pensamiento de la Iglesia para poner en guardia a los católicos
en las incidencias de una adscripción incompatible con la fe católica. Solo
Jesucristo es maestro de la verdad y solo en El los cristianos deben
encontrar la luz y la fuerza para vivir según el designio de Dios trabajando
por el auténtico bien de sus hermanos.760

Recuerda esta última idea a la empleada por el arzobispo ortodoxo de


Atenas en su condena de la Masonería: «la Asamblea de los Obispos les
llamamos [a los queridos hijos de la Iglesia de Grecia] a rezar con ella de
corazón, en amor cristiano, para que nuestro Señor Jesucristo, que es el
camino, la verdad y la vida, ilumine y devuelva a la verdad a quienes por
ignorancia la han abandonado».761 Ni el episcopado ortodoxo griego en
1933 ni, medio siglo más tarde los obispos alemanes, San Juan Pablo II, o
Doctrina de la Fe, hacían salvedades respecto a las diferentes Obediencias
masónicas. Lo mismo que en todas las condenas pontificias anteriores,
desde Clemente XII en adelante. La cuestión quedaba suficientemente clara,
corrigiendo la deriva que tomaba el asunto dentro de la Iglesia Católica a
mediados del pasado siglo. Como Manuel Guerra, me pregunto: « ¿Cuántos
clérigos católicos, promotores —a cara descubierta o desde la trastienda—
del proceso anterior eran y son masones? ».762

Sea como fuere, en 1985, Ratzinger se convertía, si no lo era ya, en blanco


predilecto de las campañas contra la Iglesia. Algo que iría a más en cuanto
llegó al solio pontificio. Lo sabía él tan bien que en la misa inaugural de su
pontificado, el 24 de abril de 2005, dijo: «Rezad por mí, para que no huya,
asustado, delante de los lobos».763

En efecto, no solo los medios, sino los Gobiernos europeos —Francia,


Alemania, la Unión Europea— y el parlamento de Bélgica se pusieron en su
contra. Alguien que conocía las bambalinas del poder, el político italiano
Pierferdinando Casini,764 se atrevió a declararlo en un programa de
televisión — Telecamere, en Raitre—: «Veo una manita oculta representada
por la Masonería detrás de estas repetidas críticas al Sumo Pontífice. [...]
este proceso de denigración y deslegitimación [...] es muy
preocupante».765 La campaña permanente contra el papa se encrespaba
entonces a causa de los preservativos, tema especialmente sensible para la
Masonería, como todo lo relacionado con la sexualidad humana, y la
transmisión de la vida.766

759 Ibíd

760 Ibíd

761 Conclusiones de la Asamblea de los obispos de la Iglesia Ortodoxa de


Grecia, del 12 de octubre de 1933, firmada por el Arzobispo Crisóstomo de
Atenas, en Walton Hannah, o. c, p. 76.

762 Manuel Guerra, Masonería..., p. 131

763 Ver Paolo Rodari y Andrea Tomielli, En defensa del Papa, p. 13.
764 Presidente de la Cámara en la XIV legislatura; democristiano, líder de
UDC, (Unione di Centro) 765 Paolo Rodari y Andrea Tomielli, o. c, p. 168

766 En el vuelo de Roma a Yaundé, el 11 de marzo de 2009, el papa,


respondiendo a la pregunta de un periodista, dijo: «No se puede superar [la
propagación del sida en Africa] con la distribución de preservativos, que,
por el 174

Pero siempre en el sentido contrario al de la Iglesia. Otra vez, la sombra de


Humanae vitae, y de Evangelium vitae; la doctrina no variaba, por más que,
incluso dentro del clero, algunos la quisieran dar por superada.

Para colmo, Ratzinger argumentaba a fondo contra el principal de los


instrumentos de la ingeniería masónica; la ideología de género: «Hombre y
mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana,
ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza»;

«En la actualidad solo existe el hombre en abstracto, que después elige para
sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya»; «En la
lucha por la familia está enjuego el hombre mismo. Y se hace evidente que,
cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del hombre».767
Ya antes, siendo cardenal, hizo un análisis sobre el mismo tema,
sencillamente incontestable:

La peculiaridad de esta nueva antropología, [la ideología de género] que


constituye la base del Nuevo Orden Mundial, es evidente sobre todo en la
imagen de la mujer, en la ideología del Womenś empowerment
[empoderamiento de la mujer], nacida de la conferencia de Pekín. El objeto
de esta ideología es la autorrealización de la mujer; sin embargo, los
principales obstáculos que se oponen a ella y a su realización son la familia
y la maternidad. Por esto la mujer debe ser liberada, en modo particular, de
aquello que la caracteriza, vale decir de su especificidad femenina. Esta
última se anula, en efecto, a través de una Gender equity and equality
[ideología de género], ante un ser humano indistinto y uniforme, en cuya
vida la sexualidad no tiene otro sentido que el de una droga voluptuosa, de
la cual se puede hacer uso sin ningún criterio.768
No puede extrañamos que su pontificado estuviera marcado por un acoso
permanente a la persona de Benedicto XVI; incluso por parte de unos
cuantos cardenales de la curia vaticana.

Chocaba de lleno con las grandes estrategias y objetivos masónicos. Un


amigo sacerdote, hablando de todo esto, me dio la clave por aquella época:
«en Roma está lo mejor y lo peor».

Esto último representado por lo que el cardenal Sarah ha llamado


gráficamente «carrerismo»,769

sí; seguramente; y en ese término caben unas cuantas interpretaciones de la


realidad menos edificante de la Iglesia. Pero no debemos olvidar que allí
también sigue estando «lo mejor»; lo mejor en tomo a la cabeza visible del
Cuerpo Místico de Cristo. Porque, pese a todo, Ubi Petrus, Ibi Ecclesia, Ibi
Deus.770 Y con él, legiones de santos del pasado, el presente y el futuro;
Iglesia triunfante y militante. Por encima de las flaquezas que nutren a las
sectas enemigas; y ciegan al hombre —alimentadas por el Malo— para
hurtarle su felicidad. Sí; pienso sinceramente que, hoy por hoy, lo «mejor»
sigue estando en Roma a pesar de la incertidumbre de los tiempos; tan
parecidos ya a los entrevistos por Benson.

Muy recientemente, ya con el papa Francisco, se produjo un incidente que


probaba la vigencia del Código de Ley Canónica con el matiz de la
Quaesitum est. el cese de un sacerdote católico masón en Suiza,
concretamente en Megéve, diócesis de Annecy, a causa de su propia
obstinación: el padre Pascal Vésin mantuvo un diálogo y una negociación
de dos años, entre contrario aumentan el problema». Ver Paolo Rodari y
Andrea Tomielli, o. c, p. 151

767 Benedicto XVI, mensaje a la Curia Romana, 21 -XII-2012

768 Joseph Ratzinger, prólogo al libro de Michel Schooyans, L’Evangile


face au desordre mundial, Ed. Fayard, París, 1997, en Juan Claudio
Sanahuja, Poder global..., p. 31

769 «Hoy no podemos negar que existe un deterioro moral entre algunos
hombres de la Iglesia. El “carrerismo” y la tentación de lo mundano tantas
veces mencionados por el sucesor de Pedro son males muy reales. Hay
quienes creen que proceden del imaginario del papa. Desgraciadamente, el
narcisismo clerical no es solo un tema literario.

La enfermedad es muy profunda. Para dar ese salto, primero debemos


restaurar nuestra vida interior. La Iglesia depende de la pureza de nuestras
almas». Robert Sarah (Cardenal), Dios o nada, Ed. Palabra, p. 119.

770 «Donde está Pedro, allí está la Iglesia y allí está también Dios», San
Ambrosio de Milán (c. 339-4 de Abril del 397 d. C.).

175

2011 y 2013, con su obispo que le hacía ver la imposibilidad de mantener


su doble pertenencia.

Finalmente, eligió seguir perteneciendo al Gran Oriente,771 como él mismo


reconoció en una obra suya. En 2014 se le presentaba en un canal de la
televisión francesa, como víctima de la intolerancia eclesiástica. ¡Su obispo
había esperado dos años antes de dar el paso! ¡Dos años de
argumentaciones a pesar de lo indefendible de la postura del párroco! Y
Vésin finalmente hizo su elección, con toda libertad; en contra de sus votos
y de su fe originaria. Era lo procedente ya que anteponía algo incompatible
con ellos, por más que la Gran Logia de España expresara, en un
comunicado, su «preocupación» por la «decisión de la Iglesia». En casos
como este surge la pregunta que se formulaba en su libro el antiguo masón
Abad-Gallardo:

«¿Cómo pudo Pascal Vésin prestar juramento a las constituciones


masónicas, los reglamentos generales y el conjunto de compromisos de la
Masonería, a trabajar a la gloria del Gran Arquitecto del Universo (de quien
hemos visto con toda claridad que no es Dios) o a la gloria de la Humanidad
(más que a la de su salvación), y todo ello considerando que su fe en la
Palabra de Dios no se veía afectada? ¿Cómo pudo conciliar la fe en la
Trinidad con la creencia en el temario masónico; su fe en la Verdad revelada
y objetiva con la creencia en una verdad subjetiva y múltiple; los dogmas
católicos con los de la Masonería? ¿Cómo pudo conservar su fe en los
sacramentos de Dios mientras la Masonería se jacta de una sacralidad de
origen humano? »772

Llevo años preguntándome lo mismo en relación con otros católicos que


adoptan, sin aparentes conflictos internos, esa misma dualidad. Y recuerdo
la respuesta que el párroco de Mijas, procesado por «hechos de los que era
responsable durante las jornadas revolucionarias de Málaga», le dio al juez
que le preguntaba por los motivos que le llevaron a la Masonería: «Por
curiosidad».773 ¿Puede ser eso solo lo que ha movido a tantos hijos de la
Iglesia a dar ese paso?

Es indefendible. ¿Podría el relativismo imperante explicarlo? ¿La falta de


formación o de información sobre el tema? ¿La frivolidad? ¿Los intereses
personales antepuestos a la fe? En algunos casos al menos suele ser una
combinación de todos esos factores. El confusionismo masónico, desde
luego, ha sido sumamente eficaz, pero no creo que eso baste siempre para
entenderlo. El Beato Pablo VI, hablando de la desobediencia de los jesuitas,
«de la descomposición del ejército», dijo: «Verdaderamente hay algo
preternatural; inimicus hominis...

et seminavit zizania».774

Del «enemigo del hombre» habló el mismo papa, en otras ocasiones; fue él
quien dijo que, por alguna rendija, el humo de Satanás había entrado en la
Iglesia. Y se ha interpretado que se refería a la infiltración masónica,
aunque no puede asegurarse que estuviera pensando en eso, o solo en eso;
tenía varios frentes abiertos. Ahora bien, mucho antes y también después
del Vaticano II, la Masonería introdujo toda la cizaña que le fue posible en
la ciudad de Dios; aunque no puede responsabilizársele de todas las crisis
espirituales de la Iglesia en la edad contemporánea. Por lo mismo que
tampoco el demonio es el único responsable. Sin la colaboración del
hombre, el pecado original no se habría producido y toda la historia
contenida en este libro tampoco. Lo único cierto es que venga lo que venga,
no hay nada que temer: 771 Ver Frangís Koch, «La luz: el blog franco y
masón de L’Express», 26 de abril de 2014, en Serge Abad-Gallardo, o. c, p.
153

772 Serge Abad-Gallardo, o. c, p. 154


773 El juez era Carlos de la Mora Pajares que lo contó en sus memorias:
«Quería preguntarle cómo siendo sacerdote católico, especialmente
cualificado por su condición de párroco, había ingresado en la Masonería
sabiendo que estaba excomulgado “ipso facto” de acuerdo con el artículo
2.335 del Código de Derecho Canónico entonces vigente. Me limité
exclusivamente a esa pregunta y me pareció que su actitud era estúpida o
cínica. Me contestó, simplemente, que por curiosidad, interesándole discutir
en la logia temas de teosofía». Carlos de la Mora Pajares, Vivencias de la
República, la Guerra Civil y la Masonería, p. 100

774 Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 685

176

Cristo ha vencido al mundo, como nos recordaba León XIII, y además


prometió estar con su Iglesia hasta el fin de los tiempos; y que «las puertas
del infierno no prevalecerán contra ella».775

775 Mt XVI, 18.

177

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CONTRAPORTADA

La Masonería nació el 24 de junio de 1717 en una taberna londinense


situada junto a la catedral de San Pablo, entonces en construcción. Era el
resultado de la unión de cuatro logias o sociedades secretas operativas
contra los Estuardo, que dieron origen a la Gran Logia de Londres, más
tarde Gran Logia de Inglaterra; un frondoso árbol, lleno de ramas con
matices diferentes en ciertos casos, que nos llevan siempre al mismo origen.
No habían pasado más que veintiún años desde el nacimiento de la
Masonería cuando el papa Clemente XII la condenó en 1738. La historia de
estos tres siglos, como cuenta Alberto Bárcena, es el de la incompatibilidad
entre la Iglesia Católica y la Masonería, resumida en estas palabras de San
Agustín: “Dos amores edificaron dos ciudades: el amor a sí mismo hasta el
desprecio de Dios edificó la ciudad terrena; el amor de Dios hasta el
desprecio de sí mismo, la celestial”.

183

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