Martiarena, Jessica Ailin
Martiarena, Jessica Ailin
Martiarena, Jessica Ailin
-UNCPBA-
Marzo, 2019
Tandil
Insuficiencia Renal Crónica felina: aproximación clínica,
diagnóstico y tratamiento.
INTRODUCCIÓN………………………………………………………....Pág. 1
APROXIMACIÓN CLÍNICA………………………………………...........Pág. 14
DIAGNÓSTICO……………………………………………………...........Pág. 15
TRATAMIENTO……………………………………………………..........Pág. 22
CASO CLÍNICO…………………………………………………………..Pág. 28
DISCUSIÓN…………………………………………………………........Pág. 32
CONCLUSIÓN…………………………………………………………....Pág. 32
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS…………………………………...Pág. 34
INTRODUCCIÓN
FISIOLOGÍA
Los riñones felinos se caracterizan por ser lisos y tener una sola lobulación,
porque los vértices de las pirámides medulares se fusionan en la cresta renal, se
ubican en la región peritoneal dorso-craneal y cada uno pesa entre un 0,6 % y un
1% del peso corporal adulto; tienen aproximadamente 200.000 nefronas cada uno.
En los mamíferos, los dos riñones reciben aproximadamente el 25% del gasto
cardíaco. No solo filtran esta sangre con el fin de excretar los desechos
metabólicos, sino que además retienen aquellos materiales filtrados que son
necesarios para el cuerpo, incluyendo proteínas de bajo peso molecular, agua y
una variedad de electrolitos; también reconocen cuando existe un exceso de agua
y electrolitos específicos y responde deteniendo la resorción o secretando estas
sustancias. (Cunningham y Klein, 2009)
El riñón tiene la capacidad de mantener la tasa de filtración glomerular a un nivel
relativamente constante a pesar de los cambios en la presión sanguínea sistémica
y en el flujo sanguíneo renal. Los efectos renales sobre la presión y el volumen
sanguíneo sistémico se encuentran mediados de manera primaria por factores
humorales, de los cuales el más importante es el sistema renina-angiotensina-
aldosterona.
La renina es una hormona producida por células especializadas de la pared de la
arteriola aferente. Una disminución en la presión de perfusión renal favorece la
liberación de renina y con frecuencia se debe a la hipotensión sistémica. La renina
cataliza la transformación del angiotensinógeno que produce el hígado en
angiotensina I. La angiotensina I es convertida en angiotensina II por la acción de
una enzima convertidora de angiotensina, que se localiza primariamente en el
endotelio vascular del pulmón. Ahora se sabe que la enzima convertidora de
angiotensina también se encuentra presente en el endotelio vascular de los
1
riñones y de otros órganos; de allí que la conversión de angiotensina I en
angiotensina II también puede ocurrir en estos sitios extrapulmonares.
La angiotensina II es un vasoconstrictor poderoso que actúa directamente para
aumentar la presión sanguínea sistémica y la presión de perfusión renal. Además
estimula la liberación del mineralocorticoide aldosterona de la glándula adrenal y la
liberación de vasopresina de la pituitaria. En los conductos colectores, la
aldosterona promueve la resorción de sodio y agua y la vasopresina promueve la
reabsorción de urea y agua. El aumento en la retención de solutos y de agua
incrementa el volumen intravascular y de esta manera mejora la perfusión renal.
La liberación de renina es suprimida por la mejora de la perfusión renal y los
niveles elevados de angiotensina II plasmáticos, creando un sistema de
retroalimentación negativa que mantiene la perfusión renal y la tasa de filtración
glomerular (TFG) dentro de los rangos fisiológicos.
Los niveles aumentados de angiotensina II también estimulan la producción y la
liberación de por lo menos dos prostaglandinas renales vasodilatadoras, la
prostaglandina E2 y la prostaglandina I2 (prostaciclina). Estas son moderadoras
importantes del sistema renina-angiotensina-aldosterona. La producción intrarrenal
de estos vasodilatadores antagoniza el efecto vasoconstrictor de la angiotensina II
sobre la vasculatura intrarrenal que ayuda a mantener la resistencia vascular renal
a niveles normales. Sin este efecto protector, entonces se podría producir una
vasoconstricción generalizada cuando hay una disminución en el flujo sanguíneo
renal y en la TFG, a pesar de que se produzca una elevación de la presión
sanguínea.
El control intrínseco de la perfusión capilar glomerular también esta mediado por
sistemas que controlan la resistencia al flujo de las arteriolas aferentes y
eferentes. Estos dos sistemas autorreguladores son: el reflejo miógeno y la
retroalimentación túbulo-glomerular. El primero da como resultado una
constricción arterial después de un aumento en la tensión de la pared arteriolar, y
la disminución en la tensión de la pared arteriolar da lugar a una dilatación
arteriolar virtualmente inmediata. La vasodilatación y la vasoconstricción arteriolar
causan alteraciones en la resistencia al flujo sanguíneo que proviene de la
2
arteriola aferente. Estos cambios en la resistencia vascular sirven para mantener
la TFG y el flujo sanguíneo renal a niveles constantes aunque se produzcan
alteraciones muy marcadas en la presión sanguínea de la arteria renal.
El segundo mecanismo de control intrínseco a considerar es el sistema de
retroalimentación túbulo-glomerular. Un conjunto de células epiteliales
anatómicamente distinto conocido como mácula densa se encuentra localizada en
la pared de la parte distal de la rama ascendente gruesa del asa de Henle; se sitúa
entre las arteriolas aferente y eferente, y adyacente a la región mesangial
extraglomerular. Al conjunto de estas estructuras se lo conoce como aparato
yuxtaglomerular, y se ha demostrado que un aumento en la tasa del flujo del
líquido tubular a nivel de la mácula densa produce una disminución de la tasa de
filtración del glomérulo en esa nefrona. (Cunningham y Klein, 2009)
Por lo tanto, los riñones son los responsables tanto de la homeostasis a largo
plazo en el equilibrio ácido-básico interno, como del estado hídrico del animal.
La unidad funcional del riñón es la nefrona, compuesta por el glomérulo y por el
túbulo renal, y este último con segmentos como: túbulo contorneado proximal,
rama delgada del Asa de Henle, rama ascendente gruesa del Asa de Henle, túbulo
contorneado distal, conducto conector y conducto colector (Figura 1).
3
Procesos renales para la formación de orina:
El primer paso en la compleja serie de procesos que realiza el riñón es la filtración
de la sangre, llamada filtración glomerular. Este paso inicial tiene lugar en el
glomérulo, que es una trama de capilares con una estructura específicamente
diseñada para retener los componentes celulares y las proteínas de peso
molecular medio y alto dentro del sistema vascular; provee un líquido tubular que
inicialmente tiene una composición de electrolitos y de agua casi idéntica a la del
plasma (filtrado glomerular). Dicha trama de capilares se encuentra encerrada en
una capa de células epiteliales conocida como cápsula de Bowman. El sitio
resultante entre el glomérulo y la cápsula se llama espacio de Bowman, y es
donde se recoge el filtrado glomerular, el cual se canaliza directamente hacia el
primer segmento del túbulo proximal. (Cunningham y Klein, 2009)
El segundo paso es la resorción tubular. La tasa de resorción y de secreción de
las sustancias filtradas varía en los diferentes segmentos del túbulo renal (Figura
2).
4
hipuratos. Y compuestos exógenos como la penicilina G y el trimetropim;
los diuréticos como clorotiacida y la furosemida y los analgésicos como la
morfina y sus derivados.
5
generación de un intersticio medular hipertónico, requisito indispensable
para la obtención de una orina concentrada. En presencia de ADH, la
permeabilidad a la urea se incrementa, aumentando la hipertonicidad
medular y contribuyendo de este modo con la reabsorción de agua.
(Cunningham y Klein, 2009)
FISIOPATOLOGÍA
6
hiperfunción de las nefronas sanas (las cuales actúan, cada una, como unidades
separadas) mantienen la mayor parte de las funciones renales (Insuficiencia Renal
Compensada) hasta que el porcentaje de destrucción de nefronas alcanza el 75%
(Insuficiencia Renal Descompensada), período en el cual la cantidad de nefronas
sobrevivientes no puede garantizar el mantenimiento de las funciones de
homeostasis que dependen del riñón. (Minovich y Paludi, 2002)
El daño de las nefronas asociado a la ERC normalmente resulta irreversible;
independientemente de que la causa primaria subyacente afecte al glomérulo,
túbulos, intersticio o vascularización renal, la afección de cualquier porción de la
nefrona supone la falta de función de la nefrona entera, siendo reemplazada por
tejido conectivo fibroso; por ello raramente puede determinarse la causa específica
una vez establecido un daño renal avanzado.
La insuficiencia renal (IR) comienza cuando se pierde la reserva renal; los
animales clínicamente parecen sanos, pero tienen la capacidad de compensación
disminuida en situaciones de estrés, como deshidratación, y una capacidad
reducida para concentrar la orina. La IR es un estado de descenso de la función
renal que supone anomalías persistentes como la azotemia e incapacidad para
concentrar orina. (Couto y Nelson, 2010)
La azotemia es el aumento de la concentración de compuestos nitrogenados no
proteicos en la sangre, por lo general urea y creatinina, secundario a un fallo en la
excreción renal. La azotemia prerrenal es una consecuencia de la hipoperfusión
renal (por ej.: deshidratación marcada, falla cardíaca), la azotemia renal es
causada por lesiones en el parénquima renal y la posrrenal proviene de la
interferencia con la excreción de la orina (por ej.: obstrucción, uroabdomen).
Síndrome urémico:
Se caracteriza por una acumulación en la sangre de sustancias nitrogenadas que
normalmente se eliminan por orina y se produce a causa de una insuficiencia
renal. Tiene su origen en un fallo de la función renal, pero a consecuencia del
mismo, se producen también alteraciones en múltiples órganos y sistemas que
contribuyen al espectro clínico. La aparición o no de signos depende del grado de
azotemia pero también de la rapidez con la que se instaure; un deterioro rápido de
7
la función renal causará signos clínicos más severos que si el daño es progresivo.
(Óscar Cortadellas, 2010)
La ERC es la causa más frecuente de síndrome urémico, aunque otras afecciones
como la insuficiencia renal aguda, obstrucción urinaria y rotura del tracto urinario
también pueden provocarlo.
Cuando los productos acumulados son biológicos/ bioquímicamente activos se
conocen como toxinas urémicas. Hoy se reconoce que el síndrome urémico es el
resultado de la compleja interacción entre las acciones tóxicas de múltiples
moléculas que se acumulan en el organismo, de forma que la acción tóxica del
conjunto es la que ocasiona el síndrome clínico final.
Además de los productos nitrogenados de desecho (urea y creatinina, entre otros),
el metabolismo proteico endógeno también produce toda una serie de iones
inorgánicos, como sulfato, fosfato (dando hiperfosfatemia) e hidrógeno (dando
acidosis metabólica), que pueden también retenerse en presencia de fallo renal y
contribuir al síndrome urémico.
Las consecuencias más comunes del síndrome urémico, generado por la IRC son:
Acidosis metabólica. Es característica del fallo renal y ocurre debido a la limitada
capacidad del riñón enfermo para excretar iones de hidrógeno y regenerar
bicarbonato, lo que conduce a la disminución del pH y de las concentraciones
séricas de bicarbonato. Existen factores extrarrenales que pueden influenciar el
8
grado de la acidosis urémica en forma negativa, un ejemplo es la dieta que puede
predisponer a la acidosis, en función de su composición en proteínas, aniones
orgánicos e iones fijos. Este aspecto puede ser especialmente importante en
felinos si se administran dietas acidificantes para reducir la cristaluria. La acidosis
metabólica crónica puede inducir y/o intervenir en la aparición de muchos signos
adversos: interferir con el metabolismo mineral, predisponiendo a la
desmineralización ósea; promover la hipopotasemia y la depleción de taurina. La
acidosis aumenta la proteólisis, lo cual, combinado con la inhibición de la síntesis
proteica ligada a la presencia de uremia, predispone a un balance negativo de
nitrógeno y malnutrición proteica. En suma, además de a la pérdida de masa
corporal, la acidosis contribuye a signos diversos como letargia, náuseas y
vómitos, y debilidad muscular (incluso miocárdica). (Óscar Cortadellas, 2010)
9
Figura 3. Ventroflexión del cuello en un gato con hipopotasemia severa. Michael
Schaer, 2006.
10
óseo. Los huesos (especialmente los del cráneo) se desmineralizan y se vuelven
blandos, con posibles deformaciones por sobrecrecimiento de tejido conectivo.
La complicación más frecuente del hiperparatiroidismo renal secundario es la
calcificación de tejidos blandos, que ocurre de forma metastásica afectando
principalmente pulmones, riñones, arterias, estómago y miocardio. Se produce
predominantemente en el tejido dañado, y si la mineralización tiene lugar en el
tejido renal el resultado puede ser la disminución progresiva de la función renal.
Los estudios realizados en gatos con ERC con restos de riñón han demostrado
que la ingesta normal de fósforo en la dieta se asocia a una mineralización y
fibrosis microscópica renal, y estos cambios pueden evitarse cuando se reduce el
fósforo de la dieta. (Ettinger y Feldman, 1997)
11
incompetencia pilórica. Las alteraciones plaquetarias pueden favorecer el carácter
hemorrágico de la gastroduodenitis. El vómito es su principal manifestación clínica
(Figura 4), y aparece como consecuencia de la acción de diferentes toxinas
urémicas sobre la zona emética quimiorreceptora medular, aunque la
gastroduodenopatía también contribuye significativamente. La alteración de la
sensación gustativa, más las posibles úlceras de boca y lengua, pueden influir en
la aparición de anorexia. (Óscar Cortadellas, 2010)
12
Anemia arregenerativa. Los mecanismos básicos para la aparición de anemia en
pacientes renales descompensados incluyen pérdida de sangre, destrucción
prematura de eritrocitos y disminución de la producción medular. La pérdida de
sangre en felinos urémicos puede ser por sangrado gastrointestinal
(gastroduodenitis urémica) o hemorragias por alteración de la función plaquetaria.
Tales pérdidas deberían estimular la producción de eritropoyetina, pero el fallo
renal conlleva una insuficiencia de dicha hormona (debido a la disminución de su
producción) por lo que la respuesta medular es insuficiente. Adicionalmente, la
deficiencia de hierro secundaria a una pérdida crónica de sangre atenúa la posible
respuesta regenerativa. Los síntomas relacionados con la anemia incluyen palidez
de mucosas, fatiga, debilidad, apatía, letargia y anorexia. (Ettinger y Feldman,
1997)
13
APROXIMACIÓN CLÍNICA
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DIAGNÓSTICO
Anamnesis:
El interrogatorio debe ser lo más completo posible, teniendo en cuenta: la reseña
(edad y sexo), el motivo de consulta (los signos que el gato exhibe desde que
comenzó el problema, duración y progresión de estos) y todos los antecedentes
sobre afecciones y tratamientos previos.
Son muy importantes las preguntas referidas a las vías urinarias, en las que se
incluyen si hubo cambios en la ingesta de agua y la frecuencia y volumen de
micción; también es pertinente indagar por disuria (dificultad o dolor al orinar) y
hematuria (presencia de sangre en la orina). La distinción entre polaquiuria
(aumento en el número de micciones de escasa cantidad) y poliuria (aumento de
la producción de orina) es sustancial porque esta última puede ser un signo de
uropatía superior, mientras que la polaquiuria y disuria suelen indicar enfermedad
inferior.
Si hay hematuria es necesario averiguar el momento de su aparición; la sangre al
inicio de la micción puede indicar un proceso morboso en la uretra o en los
genitales, y al final o durante la micción puede significar un problema en la vejiga o
vías altas (riñón o uréter).
La polidipsia generalmente se detecta con más facilidad que la poliuria. La ingesta
de agua normal en un felino es de 50 a 100 ml/kg/día, y en caso de detectar
polidispsia/poliuria es adecuado preguntar a los propietarios si el animal recibió
drogas que provocasen dichos síntomas (como glucocorticoides o diuréticos).
En todo episodio de malestar agudo en un gato con diagnóstico anterior de IRC es
importante la identificación del motivo de tal deterioro repentino. Las crisis agudas
se pueden deber a una falla renal terminal, porque lo riñones ya no tienen más
capacidad para mantener la vida, o bien, estos cuadros pueden revertir y no tener
relación con una renopatía crónica. (Stephen P. DiBartola, 1998)
15
Examen físico:
Los gatos con sospecha de enfermedad renal deben ser revisados en su totalidad.
Se evalúan la hidratación, función cardíaca, estado nutricional y aspecto general.
Se busca la presencia de anemia, lesiones gingivales, aliento amoniacal, pérdidas
de piezas dentarias, arritmias cardíacas, congestión pulmonar, hipertensión
arterial y anormalidades oculares.
A la palpación, los riñones suelen encontrarse más pequeños e irregulares por el
predominio de tejido fibroso que caracteriza al proceso crónico.
Gran parte de las nefropatías crónicas suelen cursar con hipertensión arterial, y
sus consecuencias se ven frecuentemente en el ojo del felino, manifestándose
como retinopatías, glaucoma y desprendimiento de retina. (Minovich y Paludi,
2002)
Evaluación de laboratorio:
Las pruebas sanguíneas de laboratorio para la evaluación inicial de los felinos con
sospecha de enfermedad renal son: hemograma completo, análisis de química
sérica, valoración del estado ácido/base, colesterolemia y coagulograma. Y los
resultados de dichos exámenes compatibles con la IRC incluyen: anemia
arregenerativa normocrómica-normocítica, elevación del nitrógeno urémico
16
sanguíneo (NUS), creatinemia, hiperfosfatemia. Además, las glomerulopatías
cursan con hipoalbuminemia, hipoproteinemia, hipercolesterolemia y proteinuria.
La anemia de la IRC se debe a una serie de alteraciones como disminución de la
eritropoyetina, declinación de precursores eritrocíticos por mielotoxicidad urémica,
menor sobrevida de hematíes, hemorragia por anormalidades plaquetarias,
inflamación crónica y desnutrición. (Minovich y Paludi, 2002)
Figura 5. Posición sugerida para colocar orina dentro del tubo de ensayo con ácido
nítrico.
18
proteica (porque con una densidad baja los diferentes componentes se diluyen, y
una cruz (+) de proteína en un orina diluida representa un porcentaje alto de la
muestra). Es decir, a mayor densidad aparente habrá más proteinuria y a menor
densidad aparente habrá menor proteinuria. (Hutter, 2010)
2. La densidad es otro de los pilares para interpretar los análisis de orina y por lo
tanto el modo en que se realiza su determinación debe ser confiable. Las tiras
reactivas, pueden dar falsos resultados, particularmente cuando el pH es alcalino.
Por lo tanto, solo con un refractómetro (figura 8) es posible obtener con exactitud
la densidad y solo se necesitan unas gotas de orina. Este es un instrumento que
requiere de pocos cuidados y posibilita además determinar proteínas plasmáticas.
19
La densidad normal de un felino varia de 1030 a 1080, pero hay que considerar
que en un animal sano cualquier densidad puede ser normal (sea esta alta o baja),
ya que la densidad por sí sola no indica nada. Cualquier alteración sobre los
valores normales se la debe considerar patológica si otro/s parámetro/s del
análisis de orina está/n alterado/s.
Los riñones enfermos, a la larga o a la corta, pierden la propiedad de concentrar
orina. Si la enfermedad renal se instala en el glomérulo la densidad se mantendrá
conservada por un tiempo, en cambio sí comienza directamente en los túbulos los
riñones directamente no concentran orina.
Figura 8. Refractómetro.
3. Los valores normales del pH urinario de los gatos está entre 6 y 7, pero
cualquier pH puede ser normal si el resto de los parámetros están normales. Esta
medición se realiza con las tiras reactivas (figura 9).
20
Una manera simple de interpretar, de forma separada, los tres parámetros
principales del análisis rápido de orina sería la siguiente (figura 10):
Para luego poder relacionar dichos parámetros con las patologías presentes
(Figura 11):
22
suministro de inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA),
elegidos para normalizar las presiones sanguíneas intraglomerulares o la
sistémica y reducir la proteinuria.
Además de la restricción del fósforo, el control de la dieta incluye la reducción de
proteína y de sal, la suplementación con ácidos grasos y la alcalinización. La
alimentación con dietas especialmente formuladas para la insuficiencia renal no
solo permite que el animal viva de forma más confortable con la función renal
disminuida, sino que también supone la prolongación significativa de la vida.
Una respuesta favorable al tratamiento la constituyen la estabilización del peso
corporal y de las concentraciones de creatinina y albúmina sérica, y la reducción
de las concentraciones de nitrógeno ureico y fósforo sérico.
23
manitol), con el fin de restablecer la diuresis y aumentar la excreción de toxinas
urémicas.
El ciclo de fluidoterapia seguida por el diurético se puede repetir cada 8-12 horas
hasta que la uremia y creatinemia se mantengan constantes. Cuando se estabiliza
la azotemia se detiene la diuresis osmótica y se continúa con fluidoterapia de
mantenimiento.
En caso de vómitos intensos pueden utilizarse drogas antagonistas H2 como la
cimetidina o ranitidina, las cuales pueden combinarse con antieméticos de acción
central como la metoclopramida (que actúa bloqueando el estímulo que producen
las toxinas urémicas sobra la zona quimiorreceptora central). (Minovich y Paludi,
2002)
24
implementarse cuando exista una azotemia moderada (creatinemia superior a
2,5 mg/dl) o el paciente haya presentado una crisis urémica.
Las dietas hipoprotéicas felinas deben aportar no menos de 3,3-3,8 g/kg/día de
proteínas de alto valor biológico, y las proteínas deben representar no menos
de un 20% del aporte calórico de la ración.
Las dietas hipoprotéicas contienen un bajo contenido de fosforo, ya que la
mayor parte del fosforo dietético se localiza en el componente proteico.
Es necesario cubrir las necesidades calóricas para cada animal a fin de evitar
el catabolismo de proteínas estructurales como recurso energético, lo que
llevaría a un agravamiento de la azotemia y desnutrición. Las necesidades
calóricas del gato son de 70-80 Kcal/kg/día.
Puede resultar muy difícil acostumbrar al gato a una nueva dieta, sobre todo
cuando esta es pobre en proteínas porque disminuye mucho la palatabilidad
de la ración. Por lo tanto, conviene introducirla gradualmente en la ración
habitual.
Una vez prescripta la dieta debe controlarse periódicamente el peso corporal,
al igual que los niveles de hematocrito, proteínas totales y albúmina, cuyo
descenso indicaría una restricción proteica exagerada. Por el contrario, un
incremento de los niveles de uremia con creatinemia estable amerita un mayor
ajuste de la restricción. (August, 1999).
2) Mantener la normofosfatemia. En el nefrópata a medida que disminuye el
filtrado glomerular se produce un incremento de la fosfatemia que,
conjuntamente con la disminución de la vitamina D activa, desencadena
hiperparatiroidismo (como mecanismo compensatorio). Como resultado se
producen una serie de lesiones óseas (osteodistrófia fibrosa) y precipitación de
sales de calcio en distintos tejidos, inclusive en el riñón donde genera un
proceso degenerativo llamado nefrocalcinosis. Por lo tanto, el control de la
fosfatemia e hiperparatiroidismo secundario renal evitan en parte la progresión
del deterioro renal.
Cuando se suministran dietas hipoproteicas también se está restringiendo el
aporte de fósforo. Las dietas comerciales para nefrópatas contienen una
25
restricción máxima de fósforo (0,13 a 0,28 en materia seca). Si este manejo no
logra controlar el incremento de la fosfatemia puede recurrirse al uso de
agentes quelantes de fósforo, que inhiben su absorción intestinal, como el
hidróxido de aluminio. El problema en los gatos es que suelen rechazar el
medicamento, y como efecto colateral puede generar constipación.
El uso de vitamina D activa (colecalciferol) actúa directamente en el control del
hiperparatiroidismo al disminuir la síntesis de parathormona. Algunos reportes
sugieren que su uso precoz ayudaría a prevenir la hiperplasia de la glándula
paratiroidea, evitando así el desarrollo del hiperparatiroidismo secundario renal.
3) Control de la anemia. Un buen aporte nutricional y control de las pérdidas
sanguíneas gastrointestinales puede ser suficiente para controlar la anemia en
la mayor parte de los nefrópatas crónicos. El aporte de vitaminas del complejo
B ayuda a mejorar el apetito y el estado general.
El uso de Eritropoyetina Recombinante Humana queda reservado para
animales que presenten hematocritos inferiores al 20%, teniendo en cuenta el
costo de esta medicación, la necesidad de usarla de por vida y la posibilidad de
que aparezcan complicaciones por su uso. Cuando se administra eritropoyetina
se debe suplementar al animal con sulfato férrico vía oral, debido a que
normalmente se produce una eritropoyesis muy intensa conjuntamente con una
depleción crónica de hierro. Los posibles efectos colaterales del uso de la
eritropoyetina son: policitemia, hipertensión arterial y reacciones alérgicas
locales y sistémicas.
4) Mantener la normokalemia. Los felinos con IRC son propensos al desarrollo de
hipocaliemia, debido al déficit nutricional y al aumento de pérdida de potasio
por orina. Las consecuencias pueden ser digestivas (anorexia),
neuromusculares (fatiga, polimiopatías) y renales (nefropatía, hipocaliemia).
Pacientes con valores de potasio sérico inferiores a 4 mEq/l pueden ser
suplementados con Gluconato de Potasio vía oral.
5) Reducir la hipertensión arterial. La hipertensión relacionada con la IRC se trata
en primera instancia con la reducción moderada de la ingesta salina. Esta debe
hacerse en forma gradual, ya que el riñón no puede compensar una caída
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brusca de la natremia, pudiendo producirse depleción del líquido extracelular
(lo que disminuiría la perfusión renal). Es necesario entonces reducir en forma
gradual el aporte de sodio agregando pequeñas cantidades de sal a los
alimentos e ir retirándola en el transcurso de 2-4 semanas.
El aumento de la presión arterial deteriora el funcionamiento renal al lesionar el
endotelio glomerular, lo que provoca el escape de proteínas de bajo peso
molecular como la albumina. La proteinuria inflama aún más el glomérulo,
llevándolo finalmente a su destrucción.
Si se comprueba que un nefrópata crónico es hipertenso, el primer paso
terapéutico es la restricción del sodio dietético. Si así no se logra controlar la
hipertensión, se tiene que optar por una terapia medicamentosa. Los
antihipertensivos más recomendados son los IECA y los bloqueantes de
canales de calcio, especialmente para tratamientos a largo plazo. Los
diuréticos de asa deben utilizarse solo en casos agudos. (August, 1999).
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CASO CLÍNICO
o ESPECIE: felino.
o RAZA: europeo común.
o SEXO: hembra.
o EDAD: 6 años.
o PESO: 3.800 kg.
SEMIOLOGÍA CLÍNICA:
El animal llega a la clínica con un estado general malo, con bajo peso, adinamia y
el pelo hirsuto. Los dueños refieren que vomitó dos veces en el transcurso del día,
que desde hace un tiempo toma más agua de lo normal (poliuria) y también
presenta una leve anorexia.
Además, informan que el animal fue tratado en otra veterinaria por vómitos
recurrentes, tres meses atrás. Allí no se le hizo ningún examen, solo se le
administro antieméticos, que controlaron el problema un tiempo.
A la inspección particular las mucosas oculares y gingivales se ven pálidas, el
tiempo de llenado capilar es de tres segundos, y el tiempo de recuperación del
pliegue cutáneo se observa extendido (denotando deshidratación). A la palpación
abdominal no se aprecian particularidades ni signos de dolor. El felino exhibe una
auscultación torácica normal y una frecuencia cardíaca de 192 latidos por minuto
(dentro de los parámetros normales).
El primer examen que se realiza en el momento de la consulta es el análisis rápido
de orina, mediante tiras reactivas, refractómetro y la prueba del ácido nítrico.
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ANÁLISIS DE ORINA:
Con estos resultados podemos inferir que el felino está atravesando una
insuficiencia renal, ya que la densidad baja indica una deficiencia por parte del
riñón al momento de concentrar la orina; y la presencia de una (+) de proteínas en
una orina con baja densidad revela una importante pérdida proteica
(glomerulopatía).
Luego se mide la presión arterial sistólica con Doppler, presentando un promedio
de 200 mmHg, siendo que los valores normales oscilan entre 120-160 mmHg.
Se realiza una extracción sanguínea, con el fin de realizar un hemograma y
bioquímica sanguínea.
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HEMOGRAMA:
RESULTADOS
HEMATOCRITO 35%
(VN: 30-45%)
ERITROCITOS 5.1 millones/mm3
(VN: 5-10 millones/mm3)
LEUCOCITOS 8.2 mil/mm3
(VN: 5.5-19.5 mil/mm3)
FÓRMULA LEUCOCITARIA
Neutrófilos en banda 1%
Neutrófilos 75%
Eosinófilos 2%
Linfocitos 15%
Monocitos 7%
BIOQUÍMICA:
RESULTADOS VALORES
NORMALES
UREA 73 mg/dl 30-60 mg/dl
CREATININA 2.00 mg/dl 0.5-1.8 mg/dl
GPT 12 UI/L 10-100 UI/L
FAS 79 UI/L Hasta 150 UI/L
FÓSFORO 5 mg/dl 2.8-7.2 mg/dl
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INTERPRETACIÓN CLÍNICA PATOLÓGICA:
PLAN DE TRATAMIENTO:
EVALUACIONES DE SEGUIMIENTO:
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DISCUSIÓN
El paciente del caso clínico expuesto llegó al consultorio muy decaído, con un
estado general de regular a malo. Los dueños habían visitado otra clínica
veterinaria con anterioridad, donde solo se trató el signo clínico más evidente que
era el vómito. Sin embargo, la eliminación momentánea de un signo clínico no
hace desaparecer la patología de base que lo provoca. Al no realizarse ningún tipo
de examen para detectar la razón del vómito e intentar controlarla, este regresó
junto con un conjunto de nuevos signos clínicos, agravando el cuadro del paciente.
Una anamnesis detallada, un examen clínico completo, la realización del análisis
rápido de orina, junto con los exámenes sanguíneos fueron cruciales para poder
detectar la insuficiencia renal. La manifestación paulatina de los signos que
presentó el felino ayudó a revelar la cronicidad de la afección, llegando al
diagnóstico de Insuficiencia Renal Crónica.
Se instauró un tratamiento médico que tuvo en cuenta el control de vómitos
(inyectando Ranitidina y Cerenia), la dieta (pasándola gradualmente a una renal) y
la disminución de la presión arterial (administrando IECA).
CONCLUSIÓN
Los gatos con IRC suelen padecer un proceso irreversible, pero es posible mejorar
el cuadro clínico durante lapsos considerables mediante un plan médico
adecuado.
La terapia conservadora se dirige a enlentecer la progresión del fracaso renal y
reducir las anormalidades metabólicas, bioquímicas, endocrinas y nutricionales.
Un punto importante es que el propietario no tiene que realizar grandes esfuerzos
ni invertir demasiado de su tiempo para llevarla a cabo, solo brindarle al animal
una dieta adecuada y controles veterinarios periódicos.
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En los pacientes diagnosticados tempranamente es más factible mantener el
cuadro clínico compensado y, por lo tanto, tienen más chances de sobrevivir
(hasta varios años) con una buena calidad de vida.
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Referencias bibliográficas
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Thompson M. (2008). Diagnóstico diferencial clínico en pequeños
animales. Primera edición. Editorial Elsevier.
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