Qué Es La Etnografía - Debates Contemporáneos. Primera Parte. Arraigamientos, Operaciones y Experiencias Del Trabajo de Campo

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S O C I ALE S volumen x x vII / nº 1 / enero-abril 201 3

DOSSIER. Etnografía y acción colectiva

Persona y Sociedad
Persona y Sociedad es una revista cuatrimestral de la Universidad

Alberto Hurtado que publica artículos en el área de las ciencias Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso
Barrancones / Matilde Spoerer
sociales desde 1987. Su misión es ofrecer un espacio de encuentro,
El saber del roto chileno. Registros de conocimiento
análisis y reflexión científica y académica en torno a las relacio-
y expertise en una organización vecinal de Santiago de Chile /
nes entre sociedad, persona, ética y territorio. Esto compromete a Eduardo Canteros

diversas disciplinas y áreas del pensar humano, referidas a la La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano /
Consuelo Biskupovic
interpretación y análisis científico de la realidad nacional, la-
¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos. Primera parte.
tinoamericana y mundial. El espectro de temas que cubre la
Arraigamientos, operaciones y experiencias del trabajo de campo /
revista implica que Persona y Sociedad promueve un enfoque Daniel Cefaï

multidisciplinario, de modo de facilitar el diálogo entre las dis- Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
de dos movimientos de trabajadores desocupados en Argentina /
tintas áreas de conocimiento de las ciencias sociales. Nuestra
Pía Rius
revista está dirigida a un público interesado en adquirir un sa-
OTROS ARTÍCULOS
ber relacionado con los hechos principales que caracterizan a

nuestra sociedad contemporánea, lo que incluye a académicos, A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a
las ciencias sociales / Mariano Salomone
estudiantes, investigadores y en general personas dedicadas a

estos temas. RESEÑAS

Para una etnografía del silencio y del logro de estar presente


ante el otro. Una entrevista con Clara Han / Entrevista de José
Ossandón
Persona y Sociedad
VOLUMEN XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013

ISSN 0716-730X versión impresa


ISSN 0719-0883 versión electrónica
Persona y Sociedad, fundada en 1987, es una publicación cuatrimestral de la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Alberto Hurtado, Santiago, Chile.
ISSN 0716-730X versión impresa
ISSN 0719-0883 versión electrónica
VICERRECTOR ACADÉMICO y representante legal: Pedro Milos
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DIRECTOR: Isaac Caro
Editora ejecutiva: Valentina Rozas
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Pablo Salvat, Universidad Alberto Hurtado, Chile
Alfredo Sepúlveda, Universidad Alberto Hurtado, Chile
Juan Carlos Skewes, Universidad Alberto Hurtado, Chile
Comité editorial internacional
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traducción: Ailsa Shaw
Diseño: Mercedes Lincoñir H., revista Mensaje
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Universidad Alberto Hurtado


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CLASE (Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades)
ULRICH (Global Serials Directory)
Índice
presentación 7

INTRODUCCIÓN 11

DOsSIER. Etnografía y acción colectiva


Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso Barrancones /
Citizen participation and political influence: Study of the Barrancones case /
Matilde Spoerer 17
El saber del roto chileno. Registros de conocimiento y expertise en una
organización vecinal de Santiago de Chile / The shrewdness of the roto chileno.
Different kinds of knowledge and expertise in a neighbourhood organization
in Santiago de Chile / Eduardo Canteros 45
La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano / The affective dimension
in civic engagement / Consuelo Biskupovic 73
¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos. Primera parte. Arraigamientos,
operaciones y experiencias del trabajo de campo / What is Ethnography?
Current debates. Part One. Settlements, operations and experiences from
the field work. / Daniel Cefaï 101
Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica de dos
movimientos de trabajadores desocupados en Argentina / Collective action
and unemployment. An ethnographic study of two movements of unemployed
workers in Argentina / Pía Rius 121

OTROS ARTÍCULOS
A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias
sociales / Totem and taboo – a hundred years later. About the contributions of
psychoanalysis to the social sciences / Mariano Salomone 153

RESEÑAS
Para una etnografía del silencio y del logro de estar presente ante el otro.
Una entrevista con Clara Han / Entrevista de José Ossandón 179

Normas editoriales / Guidelines for publication 191


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Presentación

La etnografía –ese viaje hacia los otros mundos, hacia las otras tierras, hacia los
otros fragmentos de una humanidad repartida a cuajos por el planeta– ya no
existe. El hábito viajero que acarreó consigo a exploradores, misioneros y, sobre
todo, a comerciantes y aventureros, sentó las bases para que un grupo pequeño de
intelectuales europeos, inspirados por la curiosidad, realizara una práctica contra-
ria a las especulaciones filosóficas acerca del hombre: esta reducida comunidad de
antropólogos interrogó a seres humanos concretos que se mostraban porfiadamente
distintos al europeo de la época. Constituyeron así la diversidad como el objeto
de indagación de la antropología (Krotz, 2004).
Desmantelados los prejuicios acerca del primitivismo de los otros pueblos, los
etnógrafos procuraron cientificidad para sus métodos y, durante buena parte del
siglo XX, se enseñorearon en universidades europeas y de Norteamérica enseñando
acerca de aquello de lo que habían sido testigos directos. Las noticias de ultramar
fueron buenas, al menos para revisar los dogmas y credos relativos a la superioridad
arrogante de algunas expresiones de occidentalismo que se habían instalado en
los aposentos del poder.
Sin embargo, ya nada de eso es tan claro. Ni el carácter científico de la empresa
etnográfica ni la ventaja aparente de sus cultores europeos y norteamericanos por
sobre los de otras latitudes, ni siquiera lo laudables que pudieran ser las noticias de
ultramar. Tampoco son tan ciertas las fronteras entre unos y otros ni la separación
ontológica, política, cultural o ética entre el aquí y el allá (Fabian, 1983; Geertz,
1989). Peor aún, cada vez más el allá se evidenció como un producto del acá (Wolf,
1993). Y más. La noción misma de lugar y de viaje parecieran disolverse, llamando
algunos autores al ejercicio de una etnografía multisituada (Marcus, 2001). Hija
del colonialismo, criatura de la dominación, en las perspectivas más críticas, la
etnografía parecía extinguirse.
La etnografía, no obstante, está aquí y está allá. Sigue presente, incómoda e
incomodante. Sujeta a delirios cientificistas o a utopías milenaristas, el ejercicio
etnográfico pareciera aún más presente en lo contemporáneo que cuando, en
1898, William Rivers emprende su expedición al estrecho Torres, en procura de
rescatar el conocimiento sobre los habitantes del sur del Pacífico, expuestos a su
desaparición en el corazón mismo de la expansión imperial (Robinson, 2009).
No son ya culturas evanescentes las que provocan el interés disciplinar, sino que
más bien es el entrevero de culturas no siempre conciliables unas con otras lo que
convoca la experiencia etnográfica.
8 | Presentación

La experiencia etnográfica en rigor lo es la del etnógrafo o etnógrafa. No cabe


sino a un ser humano transitar y ser transitado por las diferencias. La etnografía,
en este sentido, es ineludible. La posición del etnógrafo es la del ser humano entre-
gado a una circunstancia de la que inevitablemente saldrá transformado (Wagner,
1975). De ahí que, en el furor de las metodologías de las ciencias sociales, se haya
traicionado el sentido de la experiencia etnográfica como un instrumento de in-
vestigación cualitativa. De la misma manera, en los contextos institucionales se la
ha banalizado como una buena herramienta para el trabajo de terreno. Atosigada
por estos corsés, la etnografía puja por hacerse presente como una inflexión indis-
pensable para comprender el mundo de las diferencias culturales.
Odio los viajes y a los exploradores, decía Lévi-Strauss (1997) al inicio de sus
Tristes trópicos. Nuestro colega Juan Carlos Olivares (2010) no puede sino sentir
desprecio por la terrenología –este traslapo que lleva la oficina (el 4x4, el gps, las
cámaras de video) al lugar de las personas, para volver a la oficina a eso de las seis.
No es esto etnografía, es otra cosa –o, al menos, se la requiere otra.
La etnografía es un viaje al corazón de la invisibilidad, es el rescate necesario,
fundamental, de la experiencia humana ignorada, aquella que se prefiere obviar,
la que no calza con los estándares, la que por su sola razón de ser, incomoda. La
etnografía es efectivamente una inmersión en el inconsciente de la humanidad,
en las zonas más reprimidas de la condición humana. Su tarea, a costa del propio
etnógrafo o etnógrafa, consiste en desmantelar los diques que impiden que las
otras experiencias de ser humano, aquellas no consagradas por el canon, puedan,
al menos, ser conocidas. Y es la tarea a que Persona y Sociedad invita en este
número: a des-entrañar, a sacar de las entrañas del silencio global la experiencia
local, la conmoción etnográfica, las dimensiones indocumentadas del compromiso
ciudadano, los desencuentros comunitarios, y a situar la práctica etnográfica en
las discusiones teóricas contemporáneas.
La etnografía trae a colación las historias eludidas. Si la expedición hacia el
estrecho Torres se inscribió en el corazón de la expansión imperial, las nuevas
expediciones también procuran hurgar en la interioridad oculta de las hegemo-
nías, también permiten formular interpretaciones inclusivas (y problemáticas)
acerca de la condición humana, también pueden rebelarse contra los dogmas de
una institucionalidad política y académica que no siempre está bien dispuesta a
escuchar lo que las y los etnógrafos están llamados a contar.

Juan Carlos Skewes


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Referencias bibliográficas

Fabian, J. (1983). Time and the other.1983. Time and the Other: How Anthropology Makes Its
Object. New York: Columbia University Press.
Geertz, C. (1989). El antropólogo como autor. (J. Gibson, trad.) Barcelona: Paidós.
Krotz, E. (2004). La otredad cultural: Entre utopía y ciencia. México D.F. : Fondo de Cultura
Económica.
Lévi-Strauss, C. (1997). Tristes trópicos. Barcelona: Paidós.
Marcus, G. (2001). Etnografía en/del sistema mundo. El surgimiento de la antropología
multilocal. Alteridades 11 (22), 111-127.
Olivares, J. C. (2010). Las techumbres de la Garúa: el sentido de lo propio en los discursos de la
arquitectura de lo sur. Tesis para postular al grado de Doctor en Ciencias Humanas por
la Universidad Austral de Chile. Valdivia.
Robinson, F. (2009). The Cambridge Torres Strait expedition and British social anthropology. The
Memory Bank, disponible en http://thememorybank.co.uk/2009/11/06/the-cambridge-
torres-strait-expedition-and-british-social-anthropology/ [abril 2013].
Wagner, R. (1975). The invention of culture. Englewood Cliffs, N.J.: Prentice-Hall.
Wolf, E. (1993). Europa y los pueblos sin historia. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
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Introducción

Los trabajos aquí reunidos son parte de una labor colectiva iniciada en el año 2009,
cuando invitamos a Daniel Cefaï a Chile (gracias a las gestiones del Doctorado en
Ciencias Sociales de la Universidad de Chile y a Emmanuelle Barozet) para que pre-
sentara dos ejes centrales de su trabajo: una reflexión sobre la movilización colectiva1
y otra –traducida y publicada en este número– sobre etnografía.
De manera paralela a este encuentro se desarrolló una mesa para el VII Congreso
Chileno de Antropología, celebrado en San Pedro de Atacama. Esta se tituló “Antro-
pología & microsociología: etnografías de la acción colectiva y conflictos urbanos”.
En dicha ocasión, a base de una serie de investigaciones doctorales, se discutió la
pertinencia de la mirada inductiva, instancia en la que participaron Daniel Cefaï y
Francisca Márquez, aportando comentarios y propuestas.
Frente a las grandes movilizaciones sociales ocurridas en el país, parecía urgente
un debate sobre la acción colectiva desde las ciencias sociales y, en especial, desde la
tradición micro. En este caso, el debate no estaría centrado únicamente en el aná-
lisis de los procesos colectivos, entendidos bajo la clave de la sociedad del trabajo,
como se venían estudiando desde los años 1980, ni tampoco de los estudios de la
ciudadanía desde la matriz sociopolítica de la década de 1990, sino que se enfocaría
–desde dentro– en la cultura cívica en interacción (Eliasoph y Lichterman, 2011),
especialmente en contextos donde emergieran disputas o controversias.
Dados estos pasos, a fines de 2012, gracias al espacio otorgado por revista Persona
y Sociedad,2 se hizo un llamado a distintos investigadores, invitándolos a presentar
trabajos sobre acción colectiva desde una mirada etnográfica o microsociológica.
Es así como se han reunido aquí cinco artículos que buscan llevar a la práctica el
debate sobre el método etnográfico propuesto por Cefaï, a partir del encuentro antes
señalado. Esperamos que el resultado sea una propuesta novedosa sobre la manera
de cómo acercarse y comprender diferentes fenómenos políticos actuales.
Esta propuesta consta, grosso modo, de cinco elementos clave. En primer lugar,
existe una intención por considerar la acción colectiva de manera emergente y/o per-
formativa, investigando primero que nada grupos específicos (asociaciones, sindicatos,
unidades barriales, etc.), y descubriendo desde sus prácticas los conceptos o enfoques
teóricos que permitan el análisis de la realidad a la que nos enfrentamos en terreno.

1
Este trabajo fue publicado en español: Cefaï (2011).
2
Queremos agradecer el apoyo recibido de Francisca Márquez, así como el trabajo de evaluación y edición
liderado por Isaac Caro.
12 | Introducción

En segundo lugar, proponemos un enfoque de lo político que muestra la ca-


pacidad que tienen diferentes agrupaciones, organizaciones y actores sociales para
crear espacios de discusión, negociación y conflicto, en y desde la vida cotidiana.
A partir de esta última idea, emergen el tercer y cuarto elemento, los cuales de
manera conjunta se pueden plantear de la siguiente manera: la configuración de
un problema como público (ver Márquez, 2011), gracias al trabajo cotidiano de
colectivos ciudadanos.
Así, como tercer elemento aparece la construcción de un problema público
–o publicización–, la que se refiere a la lucha que llevan a cabo los colectivos para
constituir arenas de debate, participar en la escena pública y contribuir a definir
las situaciones problemáticas a las que aquellos se enfrentan día a día. De este
modo, nos interesa ver cómo los colectivos participan de una cultura cívica y po-
lítica, haciendo de su problema, conflicto o preocupación, un asunto que también
concierne a otros.
Un cuarto elemento es el interés por la vida cotidiana, entendida en tanto es-
cenario y en cuanto problema. Se trata del escenario en donde se desarrollan los
problemas y desde donde los actores proponen soluciones; este es el telón de fondo
desde el cual se irán desplegando y cristalizando las acciones colectivas. La vida
cotidiana es donde, como plantea Giannini (2004), aparentemente no pasa nada,
pero donde se toman decisiones o se ponen en práctica acuerdos y pasos a seguir.
Por consiguiente, la vida cotidiana es un lugar problemático para los grupos, ya
que en dicho lugar y espacio deben resolver cómo organizarse para llevar adelante
sus causas, cómo perdurar en el tiempo, mantener un discurso, poner límites y
mantener lazos dentro del grupo (Eliasoph y Lichterman, 2011).
Como quinto elemento, los trabajos presentados aquí son una apuesta por la
etnografía y la microsociología que permite dar cuenta de los pequeños espacios
cotidianos que dan cuerpo a las grandes batallas ciudadanas que enfrentamos
hoy en día.
Los artículos aquí reunidos, finalmente, no deben ser atendidos como una
muestra exhaustiva de esta perspectiva, sino más bien como una invitación a
discutir acerca de las formas posibles y pertinentes para analizar los conflictos
sociales contemporáneos y el actuar de los colectivos.

Consuelo Biskupovic
Eduardo Canteros
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Referencias bibliográficas

Cefaï, D. (2011). Diez propuestas para el estudio de las movilizaciones colectivas. De la


experiencia al compromiso. Revista de Sociología 26, 137-166.
Giannini, H. (2004). La “reflexión” cotidiana. Hacia una arqueología de la experiencia. San-
tiago: Universitaria.
Eliasoph, N., & Lichterman, P. (2011). Culture en interaction. Une ethnographie des styles
de groupe de deux organisations civiques en Californie. En M. Berger, D. Cefaï, & C.
Gayet-Viaud, Du Civil Au Politique: Ethnographies Du Vivre-Ensemble (pp. 355-400).
Bruselas: P.I.E.-Peter Lang.
Márquez Murrieta, A. (2011). Cartografía de una concepción de los problemas públicos. Acta
Sociológica 0 (55). Disponible en http://www.journals.unam.mx/index.php/ras/article/
view/27984 [abril 2013].
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Etnografía y acción colectiva
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Participación ciudadana e incidencia política: estudio del


caso Barrancones

Matilde Spoerer*
Universidad de la Sorbonne, París, Francia

Resumen
Este artículo propone un análisis crítico de los impactos de la democracia partici-
pativa1 en la acción pública y en la acción colectiva. A partir del estudio de caso del
conflicto medioambiental Barrancones, en Chile (2007-2010), se pretende analizar
de qué manera las transformaciones e innovaciones en la ley medioambiental chilena
respecto de la participación ciudadana han tenido un impacto ambivalente. Por
una parte, la participación ciudadana institucional aparece como un instrumento
de una lógica económica y autoritaria para legitimar la política energética al abrir
el diálogo con los ciudadanos sin que esto se traduzca necesariamente en una toma
de decisión. Por otra parte, la institucionalización de la participación ciudadana ha
tenido consecuencias en el surgimiento y en las formas de expresión de la acción
colectiva. Así, la participación ha influido tanto en las instituciones como en sus
actores. El artículo devela las paradojas de la democracia participativa y pone en
evidencia el hecho de que, a partir de su implementación institucional, se pueden
identificar impactos directos y propios del dispositivo participativo y, a su vez,
impactos más amplios, difusos e indirectos en la acción pública y colectiva.

Palabras clave
Participación ciudadana, incidencia política, conflicto medioambiental, democracia
participativa, movimientos sociales

* Doctora (c) en Ciencias Políticas Universidad Paris 1 Panthéon-Sorbonne, París, Francia. Correo electró-
nico: [email protected].
1
Los conceptos de democracia participativa y de participación ciudadana empleados en el presente artí-
culo, de manera indistinta, corresponden a realidades generalmente mal definidas y ambiguas, aspecto
que se desarrollará más adelante. The concepts of deliberative democracy and of community involvement
employed in this article without being differentiated correspond to realities that are generally ill-defined
and ambiguous, an aspect that will be discussed later.
18 | Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso Barrancones
Matilde Spoerer

Citizen participation and political influence:


Study of the Barrancones case

Abstract
This article proposes a critical analysis of the impacts of deliberative democracy1
on public and collective activity. Based on a study of the Chilean environmental
conflict known as the Barrancones case (2007-2010), an attempt is made to
explain how the transformations and innovations in the Chilean environmental
law related to community involvement have had an ambivalent effect. On the
one hand, institutional community involvement appears as an instrument of an
economic and authoritarian rationale to legitimate the energy source policy by
opening up the dialogue with the community without this necessarily resulting
in decision making. On the other hand, the institutionalization of community
involvement has had consequences for the emergence and the forms of expres-
sion of collective action. Thus, participation has had an influence on both the
institutions and their actors. The article unveils the paradoxes of deliberative
democracy and demonstrates the fact that, based on its institutional implemen-
tation, direct impacts can be identified that are characteristic of the participative
device and, at the same time, broader, direct and indirect effects on public and
collective activity.

Keywords
Community involvement, political influence, environmental conflict, deliberative
democracy, social movements

Introducción

En diciembre del año 2007, la multinacional franco-belga GDF Suez presentó


al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (en adelante SEIA),2 según lo
dispuesto por la normativa ambiental chilena de la época,3 el proyecto Central
Térmica Barrancones. Este debía situarse a 25 kilómetros aproximadamente de
Punta de Choros, principal reserva marina de Chile, donde habita cerca del 80
por ciento de los pingüinos de Humbolt del mundo (Cárcamo, Cortés, Ortega,
2
El expediente del Proyecto Central Térmica Barrancones puede ser consultado en línea en la página del
Servicio de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA): www.sea.gob.cl [marzo 2013].
3
Ley 19.300 (marzo 1994), “Bases generales del medio ambiente”. Disponible en http://www.leychile.cl/
Navegar?idNorma=30667&buscar=19300 [marzo 2013].
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Squeo y Gaymer, 2011). Es en torno a este hecho que se constituye una fuerte
oposición ciudadana en contra del proyecto. Después de tres años de evaluaciones,
negociaciones y movilizaciones (desde diciembre de 2007 hasta agosto de 2010),
el caso Barrancones experimenta en cuatro días un giro inesperado:
El 24 de agosto de 2010, la Comisión Regional de Medio Ambiente (en ade-
lante Corema) aprueba el proyecto (15 votos a favor y 4 votos en contra). Dicho
anuncio provoca la convocación, a través de las redes sociales principalmente,
de una importante manifestación. Cerca de 2.000 personas marchan hacia La
Moneda para solicitar al Presidente de la República, Sebastián Piñera, que respete
su compromiso de campaña electoral de no permitir la construcción de centrales
perjudiciales para el medio ambiente. En paralelo, miles de chilenos protestan en
las calles de las principales ciudades del país y en Punta de Choros.
El 26 de agosto de 2010, el Presidente de la República, tras una gestión personal
del caso, anuncia que la central no se construirá en la bahía Barrancones.
El 27 de agosto de 2010, la empresa GDF Suez anuncia su desistimiento del
proyecto por causa de las dificultades que representa encontrar un nuevo empla-
zamiento para su construcción.
Este episodio resulta interesante no solo por la singularidad de su desenlace,
sino también por los caminos que se abren para el análisis de la participación ciu-
dadana y sus contradicciones. Las críticas respecto de los efectos perversos y sobre
los límites de la democracia participativa están en el corazón de la desilusión que
reina en la literatura sobre el concepto de participación (Blondiaux, 2008). ¿Es acaso
el episodio Barrancones una nueva razón para volver a creer en la participación
ciudadana? ¿Podemos adjudicar la incidencia política lograda por la ciudadanía solo
a mecanismos de democracia participativa? ¿Cómo se articulan estos dispositivos
participativos con los recursos propios de los movimientos sociales?
El análisis crítico de los impactos de la democracia participativa en la acción
pública –aquella realizada por las entidades gubernamentales– y la acción colec-
tiva impulsada por el movimiento social nos permitirá establecer que estos son
ambivalentes. Por una parte, aun cuando los dispositivos participativos buscan
democratizar la democracia, estos convergen hacia lógicas autoritarias o situacio-
nes de “pluralismo limitado” (Dabène, Geisser y Massardier, 2008). En efecto, la
participación institucional se despliega en espacios en donde preexisten relaciones
políticas de poder. Por ende, el principal riesgo de los dispositivos institucionales de
participación es que estos le den la palabra a la ciudadanía sin que ello se traduzca
en el proceso de decisión, ya que esta no logra revertir dichas lógicas de poder.
Por otra parte, esta constatación no significa que la participación se reduzca a un
simple trompe-l’oeil y que su aplicación esté desprovista de efectos. La apertura del
20 | Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso Barrancones
Matilde Spoerer

diálogo público tiene resonancia en el movimiento social y en la democratización


del espacio medioambiental.
Para responder a la problemática de los impactos directos –pero también in-
directos y más difusos– de la participación, es necesario ir más allá del marco
institucional. Por ende, entenderemos por participación ciudadana el conjunto de
mecanismos extremadamente diversos de asociación de los ciudadanos respecto
de la toma de decisión y a la apertura de las ‘cajas negras’ de la política pública.
Esta definición permite sobrepasar el escollo relativo a la tendencia a un ‘tropismo
procedimental’ (Mazeaud, Sa Vilas Boas y Berthomé, 2012), que caracteriza los
estudios sobre democracia participativa, y responder a la sugerencia de Neveu (2011)
de no limitar la problemática de la participación únicamente a los dispositivos
institucionales, ya que esta también se despliega en otros espacios y según otras
modalidades, incluidos al interior de los movimientos sociales.
En cuanto al trabajo empírico, se circunscribió la investigación al estudio del caso
Barrancones. En primer lugar, se observó el dispositivo institucional de participación
previsto por la legislación medioambiental chilena con el fin de aprehender sus meca-
nismos y actores. Posteriormente, fue necesario enriquecer dicho análisis poniéndolo
en perspectiva a la luz de la participación articulada por la movilización social sur-
gida en oposición al proyecto Barrancones. Esta perspectiva metodológica permitió
analizar la participación desde sus manifestaciones institucionales, implementadas
desde ‘arriba’, junto a sus construcciones desde ‘abajo’, impulsadas por la ciudadanía.
Por otra parte, además de analizar diversas fuentes escritas, se examinaron
variados archivos visuales disponibles.4 Además, se realizó un trabajo directo con
los colectivos ciudadanos. Se entrevistó, en marzo de 2012, a más de 30 actores
relacionados con el conflicto Barrancones: dirigentes y miembros de la principal
organización opuesta al proyecto Barrancones (Movimiento por la Defensa del
Medio Ambiente [en adelante Modema]), funcionarios del Servicio de Evaluación
Ambiental (en adelante SEA) de nivel regional y central, diputados de la IV Re-
gión, representantes de la empresa GDF Suez y del mundo económico (Cámara
de Comercio Franco-Chilena, Sofofa) y líderes de asociaciones medioambientales
(Terram, Oceana, Chao Pescao) y ciudadanas (Corporación Participa).
La primera parte de este artículo abordará el alcance restringido y los efectos
perversos de los mecanismos institucionales de participación previstos por la ley

4
Tales como: expediente del proyecto Central Térmica Barrancones; actas de las reuniones de la Corema;
informe de la comisión investigadora parlamentaria del proceso de aprobación de proyectos hidroeléctri-
cos y energéticos de la Corema de cada región del país en 2010, entre otros. Revisión de la prensa (diarios
El Mercurio, La Tercera, El Ciudadano, El Día de La Serena del período 2007-2010), y de los documenta-
les y comerciales realizados por Chao Pescao y Salvemos Punta de Choros.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 21
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medioambiental chilena (I). En segundo lugar sostendré que, a pesar de estos


límites, la participación ciudadana, entendida más allá de sus fronteras institucio-
nales, puede traducirse en la acción pública y en la acción colectiva, dando lugar
a nuevos procesos de resistencia e incidencia política (II).

I. ¿Hacia la democratización del debate medioambiental?

La participación ciudadana se ha transformado en un tema de interés mayor en la


actualidad y en la acción política, y en un campo específico de investigación. Esto
a tal punto, que hoy en día investigadores declaran que buscar la democratización
incluso en lugares donde no existe es casi una ‘obligación profesional’ (Dabène,
Geisser y Massardier, 2008). En este contexto, cada vez más, asociaciones ciudadanas,
instituciones públicas y políticos instan a la multiplicación de actores y espacios de
participación más abiertos a las organizaciones de la sociedad civil y a los ciudadanos
profanos, es decir, a aquellos ciudadanos considerados como carentes de conocimientos
y autoridad en las materias en discusión. Sin embargo, el desarrollo de la democracia
participativa no está exento de aspectos ambiguos, incluso contradictorios, que se
explican, en primer lugar, por la inexistencia de una definición consensuada (Blon-
diaux, 2008). El contenido de la democracia participativa puede incluir dispositivos
muy diversos (consejo de barrio, presupuesto participativo, debate público, jurado
ciudadano, etc.), y todos reivindican una lógica participativa (Bacqué, Rey y Sinto-
mer, 2005). En este contexto, si bien la escucha y la consulta ciudadana se presentan
hoy en día como un ‘imperativo participativo’ (Blondiaux y Sintomer, 2002) de la
acción pública, su utilización responde a lógicas y objetivos diversos. Así pues, el
término de participación ciudadana esconde al menos cinco niveles –información,
consulta, concertación, decisión y autogestión– y puede preconizar el consenso, o
bien su contrario: la expresión del conflicto. La fuerza de este concepto provendría
precisamente de esta indeterminación, de su capacidad de inscribirse en estrategias
y registros diversos de legitimación política (Blondiaux, 2008).
Cabe preguntarse entonces: ¿qué entiende el Estado chileno por participación
ciudadana? ¿Cuál es la participación de los ciudadanos en el marco de los dis-
positivos institucionales medioambientales? Para responder a estas interrogantes
analizaré en qué consistió el procedimiento de participación ciudadana estable-
cido por la ley “Bases generales del medio ambiente”,5 puesto en práctica en el

5
Ley 19.300 de marzo de 1994, disponible en http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=30667 [marzo
2013].
22 | Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso Barrancones
Matilde Spoerer

caso Barrancones. Quisiera demostrar que la liberalización económica no provocó


una democratización del debate medioambiental, sino más bien una situación de
‘pluralismo limitado’ (Dabène et al., 2008).
En primer lugar, con respecto al sector energético chileno cabe destacar que el
crecimiento económico en Chile (PIB) se ha traducido en un progresivo aumento
de la demanda energética para satisfacer a los distintos sectores de la economía. Por
otra parte, el sistema energético chileno se caracteriza por una fuerte dependencia:
el 72 por ciento de la energía consumida en Chile se importa (Comisión Nacional
de Energía). En este contexto de fuerte demanda y dependencia energética y de
ausencia de políticas eficaces destinadas a la promoción y utilización eficiente de
la energía, el país se ha visto enfrentado a coyunturas de estrechez en el sector
energético. Este fenómeno ha sido particularmente notorio a partir del año 2004,
cuando Argentina estableció una política de racionamiento de las exportaciones
de gas. Esta situación provocó un consenso político sobre la situación de crisis
energética y sobre la necesidad de diversificar la matriz energética del país para
paliar el déficit. Consecuentemente, se percibe un fuerte aumento en la consoli-
dación de proyectos energéticos en prácticamente todas las regiones del país, los
cuales han sido impulsados por la implementación de planes público-privados
para estimular la rápida inversión en este sector. Por ejemplo, según la Fundación
Terram, entre enero de 2000 y junio de 2011 el total de proyectos de generación
eléctrica ingresados al SEA ascendió a 222.6
En este escenario, la opacidad y hermetismo del proceso de decisión surge en
la raíz de los proyectos, ya que los ciudadanos no participan en la construcción de
las líneas directrices en materia energética. La inexistencia de un debate abierto y
transparente anterior a los proyectos y a su ingreso al SEIA acota inevitablemente la
discusión pública posterior. La necesidad de estas iniciativas aparece como indiscu-
tible, lo que se manifiesta, por ejemplo, en la preponderancia de artículos de prensa
de connotación positiva sobre los proyectos energéticos y en el tono amenazador
utilizado por algunos medios de comunicación para justificar su construcción.
La comuna de La Higuera es un buen ejemplo de la evolución antes mencio-
nada. En efecto, la IV Región concentra cerca del 13 por ciento de los proyectos
energéticos del período 2000-2011, de los cuales tres proyectos termoeléctricos
conciernen a la comuna de La Higuera (Bórquez, 2011). Sin embargo, esta co-
muna no tiene una tradición industrial. Al contrario, sus costas se caracterizan

6
Considerando solo aquellos proyectos que se encontraban –hasta dicha fecha– en calidad de ‘aprobados’ y
‘en calificación’. Cabe destacar que de estos 222 proyectos, 93 corresponden a iniciativas termoeléctricas,
26 a hidroeléctricas y 103 a proyectos de energías renovables no convencionales (Bórquez, 2011).
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 23
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 17-44

por poseer un ecosistema marino excepcional, cuyos intentos de protección se


manifiestan en la existencia de dos instrumentos: las reservas nacionales de
Pingüinos de Humbolt y de Isla Damas y Chañaral, y la Clasificación del Borde
Costero de la Región de Coquimbo, que califica la costa de La Higuera como
zona de protección ambiental. Además, la actividad pesquera está reglamentada
a través de la delimitación de “áreas de manejo y de explotación de los recursos
bentónicos” con el fin de proteger los recursos marítimos de esta costa (Cárcamo
et al., 2011).
La pregunta que cabe plantearse entonces es: ¿cómo se explica la incapacidad
de estos instrumentos de protección medioambiental para evitar la aprobación del
proyecto Barrancones por parte de la Corema? Sin entrar en un análisis jurídico
del tema (Hervé, 2011), es posible identificar el éxito de una lógica empresarial
por sobre argumentos de carácter medioambiental. En primer lugar, Chile no
cuenta con una política energética a mediano y largo plazo que defina la com-
posición de su matriz energética. En consecuencia, la producción, transmisión
y distribución de la electricidad está en manos de las empresas. Es el modelo
de libremercado el que asegura que sea el sector empresarial –una restringida
elite– el que decida cómo, cuándo y dónde se instalan los proyectos energéticos,
así como el tipo de combustible y de tecnología utilizada. La naturaleza y la
ubicación de los proyectos no son materia de discusión ex-ante. Por lo tanto,
la participación ciudadana en torno a la institucionalidad medioambiental es
restringida desde la raíz en la medida en que el debate no se sitúa suficientemen-
te en el origen del problema ni es lo suficientemente general como para evitar
conflictos posteriores. En otras palabras, según el marco legal, los proyectos no
pueden ser definidos y/o rechazados a priori por la administración pública ni
por la ciudadanía. Por consiguiente, es evidente que las disposiciones adoptadas
por las empresas eléctricas se hacen, principalmente, en función de variables
económicas y no medioambientales. Por otra parte, el caso Barrancones refleja
que, a posteriori, es decir, una vez que el proyecto entra al proceso de evaluación
medioambiental, la administración pública no logra imponer los argumentos
de protección ambiental por sobre aquellos referidos al crecimiento económico
(Hervé, 2011). Volveremos sobre este hecho más adelante.

El abismo entre ideal normativo y práctica participativa

La participación ciudadana en un conflicto medioambiental es, en primer lugar,


aquella definida institucionalmente. Analicemos entonces, desde una aproxima-
24 | Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso Barrancones
Matilde Spoerer

ción microsociológica, el proceso participativo institucional del caso Barrancones


con el fin de examinar empíricamente las posibilidades y límites a los cuales se ve
confrontada la ciudadanía en un conflicto medioambiental.
La ley medioambiental chilena dispone el derecho a la participación ciudadana
en el dispositivo de Evaluación de Impacto Ambiental (en adelante EIA), el cual
estaba a cargo de la Comisión Nacional de Medio Ambiente (en adelante Conama).7
Dicha evaluación se realiza con el fin de identificar, prever y prevenir las conse-
cuencias o efectos medioambientales que pueden ocasionar las acciones, planes,
programas o proyectos en la salud humana y el medio ambiente. Estos estudios
suponen un proceso de análisis para predecir los impactos medioambientales que
un proyecto podría provocar en caso de llevarse a cabo.
Cabe destacar que el texto que se somete a discusión es el estudio de impacto
ambiental del proyecto realizado por la empresa titular. Es decir, que GDF Suez,
a través de sus consultores especialistas, produce dicho estudio sin ninguna inter-
vención de órganos autónomos. Consecuentemente, por definición, este estudio no
puede ser independiente de los intereses de la empresa. El análisis y discusión sobre
el proyecto se realiza sobre la base de una visión particular y sesgada, en este caso la
de GDF Suez, en relación con el impacto medioambiental de su propio proyecto.
El objetivo final del proceso de EIA es definir la aceptabilidad, modificación o
rechazo de este por parte de la autoridad pública. Este procedimiento abriría –en
teoría– la discusión y la participación hacia los órganos de la administración del
Estado con competencia medioambiental y hacia la ciudadanía. Concretamente,
la participación ciudadana se traduce en dos mecanismos: los “talleres de partici-
pación ciudadana” y las “observaciones escritas (en adelante OE)” realizadas por la
ciudadanía. Este procedimiento tiene como objetivo que las “personas se informen
y opinen responsablemente acerca del proyecto o actividad, como también que
obtengan respuesta fundada a sus observaciones” (SEA). Revisaré a continuación
cuáles son los principales límites y dificultades para alcanzar estos propósitos.

Participación y acceso a la información

El análisis del caso Barrancones, al igual que otros estudios sobre la materia (Sa-
piains, 2010), confirma que es extremadamente difícil acceder a la información
concerniente a los proyectos que ingresan en el SEIA por la vía oficial. En este

7
Desde el 2010 existe una nueva institucionalidad medioambiental: la Ley Nº 20.417. Disponible en
http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=1010459 [marzo 2013].
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 25
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 17-44

sentido, los dirigentes de Modema 8 explican que fueron las vías informales –los
rumores– las que les permitieron conocer los primeros antecedentes de los proyectos.
Una vez que el proyecto se oficializa, es decir, cuando ingresa al SEA, el titular del
proyecto debe publicar en el Diario Oficial y en un diario de circulación nacional
o regional un extracto del estudio de impacto ambiental. De esta manera, el pro-
yecto se hace ‘público’ y los ciudadanos interesados pueden consultar el estudio
en el municipio o en la Conama. No hace falta insistir en el hecho de que esta
instancia es puramente formal y no tiene un impacto real en cuanto a difusión de
la información. Más aún tratándose de un caso como el de La Higuera, comuna
aislada, donde los habitantes no leen cotidianamente los diarios ni frecuentan las
oficinas municipales, y menos aún las de Conama.
Con respecto a los talleres de participación ciudadana, estos tienen por objetivo
que la Conama explique el sistema de evaluación ambiental y el rol que tienen los
ciudadanos en este proceso (taller de apresto) y, por otro lado, que las empresas
titulares presenten sus proyectos. En el caso Barrancones se celebraron seis reunio-
nes en las distintas localidades de la comuna, con un total de 175 participantes.
La asistencia a dichas reuniones fue muy irregular: 2 vecinos en La Higuera, 9 en
caleta Hornos y, 26 y 20 en Los Choros y Punta de Choros, respectivamente.9 Por
otra parte, en los talleres de apresto y presentaciones organizados por la empresa en
la misma ocasión, la información entregada era considerable y, por consiguiente,
difícil de asimilar. Cabe mencionar que el SEIA es complejo y las presentaciones
no se adaptaron en función de las características socioculturales del público: rural,
con baja tasa de escolaridad y, según declaraciones de los dirigentes de Modema,
con frecuencia desconfiados o temerosos ante las autoridades. Al respecto, la en-
cargada de participación ciudadana de la Corema en aquel momento declara que
“las reuniones de participación confirman la falta de reglas claras y de preparación de
la Corema para explicar el SEIA a personas profanas”.10 Además, diversos asistentes
a dichas reuniones que fueron entrevistados declaran que la relación entre los
funcionarios de Conama y los representantes de GDF Suez era “ambigua” y “de-
masiado cercana”, por lo cual muchos participantes consideraron que representaban
los mismos intereses. Por último, se puede distinguir una participación pasiva,
en la cual los asistentes tuvieron dificultades para comprender la discusión y por

8
Entrevistas personales a R. Rojas, presidenta de Modema (marzo, 2012) y a J. Van Dijk, secretario de
Modema.
9
Expediente impreso del Proyecto Central Térmica Barrancones, disponible en las oficinas del SEA de La
Serena, Chile.
10
Entrevista personal a N. Duman, encargada de participación ciudadana de la Corema, La Serena (marzo,
2012).
26 | Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso Barrancones
Matilde Spoerer

lo tanto no intervinieron; y una participación activa, en la cual los participantes


estaban informados de antemano sobre la temática, lo que les permitió realizar
intervenciones precisas y técnicas.11
Sin embargo, todos los participantes entrevistados concuerdan en la insatisfac-
ción relativa a este proceso, por distintos motivos: baja tasa de participación, mala
convocatoria, problemas de comprensión de las presentaciones, incapacidad de
intervenir (por timidez o desconocimiento del tema), respuestas imprecisas a con-
sultas y discusión de bajo nivel. Todo esto, en un ambiente de tensión subyacente.

No había diálogo. Era imposible el diálogo. Nosotros [miembros de Mo-


dema] expresábamos nuestras preocupaciones y ellos [representantes de la
empresa], de una manera muy arrogante, decían: “estamos dentro de la
normativa”. Eso no es respuesta. ¡No es respuesta! ¡No es una respuesta para
mitigar las preocupaciones de la población! (Entrevista personal, J. Van
Dijk, secretario de Modema [marzo 2012])

Las restricciones a la participación ciudadana

Con respecto a las OE que pueden realizar los ciudadanos, la ley establece un plazo
de 60 días hábiles a partir de la publicación del extracto del EIA para entregarlas.
En la práctica, este plazo es sin duda insuficiente para analizar de forma exhaus-
tiva los impactos medioambientales potenciales de un proyecto. Ello, más aún
cuando se trata de ciudadanos inexpertos en dichas materias (Sapiains, 2011). Sin
embargo, la cantidad de OE presentadas por los ciudadanos en el caso Barranco-
nes fue excepcional. Más de 650 observaciones ciudadanas destacaron el carácter
deficitario del EIA, el perjuicio causado al medio marino y la contaminación del
entorno, lo que fue catalogado por los ciudadanos como un daño para la calidad
de vida de los habitantes de La Higuera.
Según lo dispuesto por la ley, estas OE deben ser “ponderadas” en la resolución
de calificación ambiental (en adelante, RCA), pero en ningún caso estas pueden
representar un mecanismo para rechazar un proyecto. Esto explica, en parte, el
contraste entre aceptación administrativa de los proyectos y rechazo ciudadano. En
este sentido, F. Liberona, directora de la Fundación Terram, afirma que el SEIA

11
“Se hicieron muchas preguntas sobre las emisiones, los vientos, la cantidad de cenizas volantes, sobre el dióxido
de azufre, de nitrógeno, de metales pesados, de mercurio, etc.” Entrevista personal, J. Van Dijk, secretario de
Modema (marzo, 2012).
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 27
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 17-44

es un sistema creado para que los proyectos sean aceptados y no rechazados, ya


que en más del 85 por ciento de los casos, los proyectos presentados al SEIA son
aprobados, aun cuando más de la mitad han tenido un nivel de conflictividad
más o menos importante.12
Al observar más de cerca el proceso de evaluación del proyecto Barrancones, se
percibe que la articulación entre el nivel ciudadano y el de la toma de decisión es
débil. Las OE no son objeto de interés ni de análisis por parte del Comité Técnico
de la Corema ni tampoco de la empresa. Efectivamente, el trabajo de “sistema-
tización” de las OE realizado por el Departamento de Participación Ciudadana
de la Corema de la IV Región lleva a un trabajo de síntesis y traducción de la
participación ciudadana que neutraliza la gravedad de los argumentos expresados,
limitándolos a porcentajes según las temáticas a las cuales se remiten. Por ejemplo,
las Actas de la Corema evocan la participación ciudadana solo para manifestar que
esta se llevó a cabo. Llama la atención la discreción con la cual los funcionarios
se refieren a la participación ciudadana. No se encuentran referencias que mani-
fiesten la envergadura de la oposición, ni expresiones que alerten sobre la fuerza
del movimiento o sobre la pertinencia de los argumentos. Además, no se destaca
el hecho de que solo un porcentaje mínimo de las OE sean favorables al proyec-
to.13 Del mismo modo, las respuestas a las OE entregadas a los ciudadanos por
la Conama no son convincentes y no se condicen con el rigor de los argumentos
expresados por los ciudadanos.
Por último, la ventaja y preponderancia de las empresas en el SEIA sobre la
ciudadanía se manifiestan en la desigualdad constatada respecto de los plazos
fijados por el reglamento. Las OE deben realizarse en un plazo de 60 días hábiles,
a partir de la publicación del EIA, y los ciudadanos no tienen derecho a realizar
observaciones fuera de este plazo, a pesar de que el proceso de evaluación con-
tinúe. Por su parte, los titulares del proyecto tienen la posibilidad de extender
los plazos de entrega de las adendas (GDF Suez utilizó dicho mecanismo en 18
ocasiones) y de incorporar nuevos antecedentes a lo largo de todo el proceso de
evaluación.
En definitiva, se puede afirmar que la participación ciudadana oficial se limita
a los primeros niveles de participación –información y consulta– y que su alcance
es limitado y sus resultados, deficitarios. Esto se explica por la demarcación y los

12
Entrevista personal a F. Liberona, directora Fundación Terram (marzo, 2012). En este sentido, de los 222
proyectos ingresados al SEIA, se ha logrado identificar que 153 de ellos (es decir cerca del 69 por ciento)
generan o han generado algún tipo de conflicto (Bórquez, 2011).
13
Se trata del 7 por ciento de las OE presentadas por ciudadanos y del 2 por ciento de aquellas realizadas
por organizaciones ciudadanas.
28 | Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso Barrancones
Matilde Spoerer

ajustes de los protocolos participativos, y por la ausencia de canales y mediadores


entre los ciudadanos y los actores de la toma de decisión medioambiental. Además,
se infiere que la participación oficial es un trámite puramente formal que tiene por
objetivo legitimar el proceso de EIA y no representa un mecanismo de discusión
pública real que permita incorporar las observaciones ciudadanas a la RCA.
Por ende, el caso Barrancones es un ejemplo más que sustenta la fuerte, fundada
y reiterada crítica en contra de los mecanismos de participación institucionales que
no se traducen en poder ciudadano (Barbier y Larrue, 2011). Cabe destacar aquí
que la participación reivindicada por la empresa GDF Suez, y según lo explicado
por el encargado de asuntos corporativos de la misma,14 responde a un modelo
de gestión empresarial que considera la opinión de los clientes en beneficio del
servicio producido, y no al significado otorgado por el proyecto democrático-
participativo (Dagnino, Olvera y Panfichi, 2006). Es decir, la participación es
definida según una estrategia comercial y no tiene la ambición de transferir más
poder a los ciudadanos. Es un mecanismo para lograr un desarrollo más eficaz y no
un procedimiento para integrar a los ciudadanos en la deliberación (Abram, 2007).
Es así como el proceso de relacionamiento con las comunidades es una negocia-
ción económica entre particulares, a pesar de estar etiquetado bajo el concepto
de participación. Por lo demás, la ambigüedad de la participación se manifiesta
en la expresión comunidad, que reúne diversas entidades: asociaciones gremiales,
juntas de vecinos, sindicatos y también individuos, como los pescadores en este
caso. La estrategia de la empresa con estas comunidades se ve reforzada por el rol
limitado del Estado a lo largo del conflicto. En primer lugar, la empresa negocia
directamente con la comunidad con el fin de evitar y eliminar la oposición al
proyecto termoeléctrico. Esto implica que la empresa busca construir una relación
directa con dichos actores para establecer “acuerdos compensatorios” asociados a los
impactos de los proyectos: “Llegamos a un acuerdo meramente económico. Y además
nosotros [la empresa] les dijimos que queríamos trabajar con [los pescadores], que-
ríamos llegar a un buen acuerdo con la comunidad” (entrevista personal, gerente de
asuntos corporativos de GDF Suez, Chile [marzo, 2012]). Este fenómeno no está
reglamentado, y la falta de intervención de las autoridades políticas –municipio,
intendencia o Corema– frente a los ofrecimientos de la empresa GDF Suez a los
habitantes de la comuna de La Higuera es un buen ejemplo del abandono del
Estado frente a lo que se considera como “negociaciones entre privados” (entrevista
personal, R. Cifuentes, intendente de la IV Región 2006-2010 [marzo, 2012]). En
otras palabras, la institucionalización de la participación no impide el desarrollo de

14
Entrevista personal, gerente de asuntos corporativos de GDF Suez, Chile (marzo, 2012).
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 17-44

espacios cerrados de negociación en donde la igualdad de los participantes no está


asegurada. Además, estos espacios privados de negociación no solo son excluyentes
del Estado sino que también de la negociación colectiva, ya que la división de las
comunidades fortalece la posición de la empresa.
Por otra parte, este retraimiento y silencio del Estado contribuye a legitimar la
acción de la empresa y reconforta su posición como nueva autoridad. Simbólica-
mente, se percibe la construcción de una relación paternalista a través de indicios
que se refieren al afecto de la comunidad hacia esta nueva autoridad que viene
a “salvarlos” del abandono estatal. Por ejemplo, la donación por parte de GDF
Suez de una estatua de San Pedro a los sindicatos de pescadores o la entrega de
una placa “en reconocimiento al constante apoyo y colaboración hacia la comunidad
de Chungungo” por parte de una asamblea de vecinos al encargado de asuntos
corporativos de GDF Suez15 revela el grado de imbricación que puede alcanzar la
comunidad con la empresa.

II. El impacto de la participación en la acción colectiva y pública

Quisiera demostrar a continuación que los efectos de la institucionalización de


la participación son contrastados (Blatrix, 2002). Si bien los dispositivos institu-
cionales abren un espacio de participación limitada, estos no están exentos de un
alcance político. ¿Cómo las capacidades de resistencia, de apropiación y eman-
cipación frente a estos dispositivos acarrean dinámicas participativas nuevas? Se
plantea entonces la necesidad de observar el caso Barrancones más allá del marco
institucional para mostrar que los efectos de la participación ciudadana sobre la
movilización y la acción pública son complejos.
Los dispositivos de participación institucional han sido interpretados como
instrumentos para canalizar las movilizaciones ciudadanas (Neveu, 2011). Sin
embargo, el caso Barrancones muestra que, lejos de neutralizar el movimiento
social, la participación institucional se complementó y articuló con este. Efec-
tivamente, el limitado alcance del dispositivo legal de diálogo contribuyó a que
se desarrollaran en su seno nuevos procesos de resistencia y una movilización
que fue bastante más allá del mero marco institucional. La ausencia de mecanis-
mos institucionales adecuados para acoger la demanda de participación y para
responder a las preocupaciones ciudadanas aparece como un elemento decisivo

Placa exhibida en la oficina. Entrevista personal gerente de asuntos corporativos de GDF Suez, Chile
15

(marzo, 2012).
30 | Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso Barrancones
Matilde Spoerer

en la intensificación del conflicto y del compromiso ciudadano. Es por ello que


podemos afirmar que los mecanismos oficiales de debate público, si bien ofrecen
una participación limitada, tienen un alcance político, ya que contribuyeron al
reforzamiento y consolidación de la movilización social. Detengámonos, pues,
en la incidencia política que tuvieron los diversos mecanismos de participación
ciudadana en el caso Barrancones.
¿Cómo se explica que en una comuna de aproximadamente 4.000 habitantes
haya surgido un movimiento capaz de poner en jaque una decisión gubernamental?
¿A qué se debe la magnitud alcanzada por el movimiento nacido en una pequeña,
aislada y pobre localidad del norte de Chile?16
Una primera respuesta reside en las características sociales de los precursores
del movimiento, quienes se vieron directamente afectados por la instalación de
las centrales termoeléctricas al ser ellos mismos habitantes de la zona. Los líderes
del movimiento se diferencian del resto de los vecinos en la medida en que no
son originarios de La Higuera y en que se habían interesado en temas públicos,
comprometido con causas medioambientales y/o militado en partidos políticos con
anterioridad.17 Así, Modema, organización fundamental en el conflicto Barranco-
nes, nace gracias al fuerte compromiso y carisma de dichos líderes locales, quienes
logran convocar y movilizar a los habitantes de La Higuera, y, posteriormente, a
actores claves de la región y del país. Modema es una organización conformada,
en su mayoría, por vecinos de la comuna de la Higuera y alcanzó a reagrupar a
alrededor de 130 personas.18 La mayor parte de sus miembros, residentes de las
localidades de Los Choros y Punta de Choros, se dedican a actividades ligadas al
pequeño comercio, a la agricultura y a la pesca artesanal. Además, cabe destacar la
existencia de redes sociales anteriores a la formación de Modema en dicha localidad,
las que pueden haber facilitado su formación y funcionamiento. Efectivamente,
la mayor parte de las actividades sociales y económicas de dicha comuna están

16
La comuna de La Higuera queda a más de 500 kilómetros de Santiago. Sin embargo, el camino desde la
carretera Panamericana hasta Los Choros y Punta de Choros es de ripio, lo que dificulta el acceso a estas
localidades. El transporte público y las comunicaciones son escasas y precarias (solo 16 familias cuentan
con acceso a internet, Encuesta Casen 2010) y los niveles de pobreza son elevados (en 2006, el 21,3 por
ciento de la población de La Higuera era pobre, la tasa de alfabetización era de 9,9 por ciento y el Índice
de Desarrollo Humano, de 0,641, se situaba por debajo de la media nacional, Encuesta Casen 2010).
17
Creo que aquí [en Los Choros], Jan y José fueron fundamentales para el pueblo, porque no eran de aquí
y trajeron otra visión. Yo creo que si hubiesen sido de aquí las centrales térmicas estarían ahora instaladas.
Pienso que lucharon, con la Sra. Rosa [Rojas], porque al comienzo no éramos muchos, nadie creía en esto, pero
después hubo difusión […], todos hablaban del carbón, de los impactos. Y estas tres personas que eran como los
portavoces […] pienso que con ellos fue que se constituyó el Modema (entrevista personal, Juana, miembro de
Modema de la localidad de Los Choros [marzo, 2012]).
18
Registro de los miembros de Modema archivado por su secretario, Jan Van Dijk.
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organizadas sobre la base de la Comunidad Agrícola de Los Choros y de las aso-


ciaciones gremiales de pescadores.19
En segundo lugar, la participación oficial estuvo ligada a la constitución de
Modema porque uno de los primeros desafíos para sus miembros era prepararse
para enfrentar las reuniones de participación ciudadana organizadas por la Cona-
ma. Para Modema, estas futuras reuniones implicaron organizar la oposición al
proyecto termoeléctrico, para lo cual fue necesario informarse, estudiar y conocer
en profundidad las características e impactos de las centrales termoeléctricas. Los
miembros de Modema no solo analizaron el estudio de impacto ambiental, sino
que también complementaron dicha información con otra solicitada a científicos
y organizaciones expertas en la materia, tales como la Universidad Católica del
Norte. En segundo lugar, Modema consideró necesario difundir la información
entre los vecinos de la comuna. Para ello, organizó en Los Choros (en el invierno de
2007) la primera reunión abierta a todos los habitantes de la comuna de La Higuera
para ver cómo íbamos a afrontar el tema (entrevista personal, Andrés, miembro de
Modema, de la localidad de Los Choros [marzo, 2012]). Aproximadamente 60
personas participaron en aquella oportunidad: alrededor de 15 personas de Los
Choros y Punta de Choros, y el resto de otras localidades de la comuna (caletas
Chungungo y Hornos, principalmente). En aquella oportunidad emergieron las
primeras divisiones entre los habitantes a favor y aquellos en contra de los pro-
yectos termoeléctricos.20 Posteriormente, Modema realizó los trámites necesarios
para adquirir la personalidad jurídica en el Municipio de La Higuera y organizó
diversos encuentros con los vecinos de las distintas localidades de la comuna para
difundir información con respecto a los proyectos termoeléctricos. Estas reuniones
fueron reforzadas con un trabajo de puerta a puerta y de distribución de volantes
(“Sabía usted” y “Alerta medioambiental”) a vecinos y turistas. Dicho trabajo de
difusión permitió que los vecinos tomaran conciencia respecto del impacto de las
termoeléctricas en la zona.

Por ejemplo, yo ni siquiera sabía lo que significaba ‘termoeléctrica’. Cuando


escuché por primera vez la palabra termoeléctrica me pregunté: ¿qué significa?
¿Qué es lo que hace? Entonces, conversé con Jan y José, y ellos me contaron

19
En total, son aproximadamente 10 asociaciones de pescadores las existentes en las caletas Punta de Cho-
ros, Chungungo, Totoralillo Norte, Hornos y Chañaral.
20
Fue una discusión entre nosotros [los de Los Choros y Punta de Choros] con los del resto de la comuna.
Porque la gente de Chungungo decía: nosotros queremos trabajo. […]. Entonces, la fortaleza del movimiento
se hizo acá, en esta zona […] Desde ese día, nació [el movimiento], así como lindo, porque todos hicimos que
naciera (entrevista personal, Andrés, miembro de Modema, de la localidad de Los Choros [marzo, 2012]).
32 | Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso Barrancones
Matilde Spoerer

lo que hacen [las termoeléctricas]: contaminan, hacen daño. Y entonces


yo entendí. Empecé a entender que nuestra vida estaba en peligro, la de
los animales, la de los arbolitos [...] la vida se iba a perder, iba a cambiar
de repente. (Entrevista personal, Juana, miembro de Modema, de la
localidad de Los Choros [marzo, 2012])

En definitiva, este trabajo de esclarecimiento de los riesgos asociados a las ter-


moeléctricas alimentó la oposición contra ellas y contribuyó a la construcción de
una lucha consciente que, a su vez, permitió forjar un sentimiento de pertenencia
al movimiento (Voegtli, 2010).
Por otra parte, cabe destacar que los representantes de Modema tuvieron una
posición clara en relación al rol que debían asumir frente a la empresa y al proceso
institucionalizado de participación. En primer lugar, Modema rechazó drástica-
mente el diálogo con GDF Suez y denunció la falta de legitimidad de estas prácticas
y la ambigüedad de las instituciones gubernamentales en relación con este tema.
Dialogar con los representantes de la empresa fue entendido como el inicio de
una negociación y, por ende, de la aceptación del proyecto, tal como ocurrió en
algunas localidades de la comuna. Por consiguiente, toda relación personal con
ellos fue fuertemente rechazada.
En cuanto a la participación oficial, Modema criticó abiertamente su limitado
alcance:
La institución ambiental realiza la participación. Pero es una formalidad, es
para darte la impresión de que tienes un poder de injerencia en la decisión,
pero en realidad no lo tienes. Es una máscara, una mentira. (Entrevista
personal, J. Van Dijk, secretario de Modema [marzo, 2012])

Al mismo tiempo, la organización también consideró que su presencia en las reu-


niones de participación ciudadana y el envío de OE eran indispensables para ser
reconocidos como una organización real y legítima ante las autoridades:

Modema entendió que tenían que estar en las instancias formales, que eran
importantes. Creo que entendieron que su posición podía reforzarse en la
medida en que las personas estuvieran informadas y participaran. (Entre-
vista personal, N. Duman, encargada de participación ciudadana de la
Corema, La Serena [marzo, 2012])

Esta instancia oficial de participación fue entendida como una tribuna para
hacer visible la oposición contra las termoeléctricas en la comuna. Rechazar o
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boicotear estas instancias no fueron alternativas escogidas por Modema, aun


cuando formularon fuertes críticas en contra de ellas. Por el contrario, la or-
ganización apoyó el trabajo de convocatoria a las reuniones, especialmente en
Los Choros y Punta de Choros, para movilizar a los habitantes de La Higuera.
(Esto explica, en parte, las diferencias constatadas anteriormente en cuanto a
asistencia.)
En definitiva, el dispositivo de participación institucional representa un espa-
cio estratégico para la construcción de una identidad colectiva en el espacio de la
lucha política. Asistir a las reuniones, enviar observaciones, y proponer argumen-
tos técnicos y soluciones alternativas contribuyen a la creación de una identidad
colectiva positiva en la medida en que los miembros de Modema se muestran
como ciudadanos responsables frente a los temas públicos. Del mismo modo, los
miembros de Modema no recurren a la violencia y privilegian mecanismos de
protesta pacíficos, tales como marchas en La Serena, la instalación de banderas
negras en las fachadas de las casas, un concurso de arte en los colegios de la región
en torno al tema del pingüino, la firma de un petitorio, entre otros.
Por lo tanto, el movimiento reconoce y denuncia que el dispositivo de par-
ticipación oficial es una instancia democrática precaria, pero en la cual se debe
participar. Es decir, validan esta instancia no por el beneficio directo que pue-
dan obtener (la consideración de sus argumentos en la evaluación del proyecto),
sino por la ventaja indirecta en términos de legitimidad y visibilidad para la
organización.

Construcción de espacios alternativos de participación


y politización del conflicto

El análisis del caso Barrancones se enriquece al no limitarlo a una lógica secuen-


cial y fundada sobre relaciones de causalidad directa. Enfocar la observación más
allá de los dispositivos institucionales permite apreciar la capacidad ciudadana de
contornar y multiplicar los mecanismos de participación, lo que resultó ser fun-
damental a la hora de desenclavar y nacionalizar el conflicto. Así pues, los efectos
de la participación en la acción pública se traducen en la apertura de la ‘caja negra’
de la decisión política y en la recalificación de los márgenes de maniobra de los
actores institucionales.
En la escena de la participación oficial surgió un movimiento ciudadano que
se apropió de los recursos institucionales de participación para luego proyectarlos
y desviarlos hacia nuevas dinámicas de la acción colectiva. Efectivamente, la mo-
34 | Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso Barrancones
Matilde Spoerer

vilización ciudadana liderada por Modema vivió un proceso de empoderamien-


to durante el período de participación institucional. Por consiguiente, tal como
expresa Blondiaux (2008), la creación de mecanismos de participación oficial no
desarma el conflicto ni conlleva un alineamiento de las voluntades. Al contrario,
el conflicto en La Higuera muestra que la institucionalización de la participación
ciudadana puede entregar nuevos recursos a la movilización.

El experto profano: nuevo actor del debate medioambiental

Los miembros de Modema toman conciencia respecto de la ausencia de cana-


les y mediadores institucionales que puedan garantizar un alcance real a sus
demandas ciudadanas. A partir de esta constatación, Modema se empodera de
la causa y realiza un trabajo constante para transformarse en su propio por-
tavoz. Este empoderamiento posibilita el fenómeno de ‘despliegue identitario’
(Fillieule, Agrikoliansky y Sommier, 2010): si en un principio sus miembros
y simpatizantes eran principalmente vecinos, el espectro en su membrecía y
de su argumentación se amplía a lo largo del conflicto. Consecuentemente, si
Modema puede ser asimilada en sus inicios al llamado fenómeno NIMBY (Not
in My Back Yard, no en mi patio), la amplitud que alcanza la movilización no
permite reducir el movimiento a la expresión de un ‘egoísmo local’. En efecto,
frente al ‘interés general’ –el crecimiento económico y la producción de energía–
definido por las autoridades políticas y las empresas, y a los estigmas –‘talibanes
medioambientales’, ‘fanáticos’ o ‘hippies de mierda’–, Modema profundiza su
argumentación y sobrepasa la controversia establecida por los defensores de las
centrales termoeléctricas en términos de ‘intereses particulares’ frente a ‘intereses
colectivos’ (Jobert, 1998).21
El movimiento ciudadano cuestiona esta formulación del problema y logra un
giro de la problemática y de la identidad que se le quiere proporcionar desde el
exterior. Si bien el movimiento nace de una controversia local, Modema construyó
un planteamiento de índole medioambiental, territorial y democrático con el pro-
pósito de sobrepasar la oposición establecida en términos de intereses particulares.
Así, los miembros de Modema se transforman en “ciudadanos en tanto vecinos”
(Fourniau, 2007). El símbolo de esta generalización (Lolive, 1997) que pretende

21
Los opositores de las centrales no se han dado cuenta que han sido tocados por la mano del desarrollo. Estamos
aquí para legislar para Chile y no para una región […] Hay una realidad: el déficit energético (entrevista
personal, M. Bertolino, diputado IV Región [marzo, 2012]).
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 35
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alcanzar Modema se refleja, por ejemplo, en el emblema del pingüino que repre-
senta la defensa de un patrimonio nacional y no solamente local.
Por otra parte, la construcción de una identidad ciudadana por sobre una iden-
tidad puramente local se logró a través de la formulación de argumentos de carácter
científico que ponían de manifiesto las capacidades críticas y de razonamiento de
ciudadanos responsables. Estos argumentos fueron presentados y discutidos por
los portavoces de Modema en diversas ocasiones (ante la Corema, la Cámara de
Diputados, la Comisión Medioambiental del Senado, entre otras), y respaldados
por científicos de la Universidad Católica del Norte y expertos de organismos
medioambientales como Oceana y Fundación Terram. Consecuentemente, estos
‘ciudadanos en tanto vecinos’ muestran que la experticia también es profana. De
esta manera, en tanto expertos adoptan un rol de ‘lanzadores de alerta’ pública
(Torny, 1999) al jugar una función fundamental en la promoción y en la cons-
trucción del caso de las centrales térmicas en tanto desafío medioambiental y
problema público (Hassenteufel, 2008).

La participación ciudadana: ¿un mecanismo técnico o político?


¿Un espacio público o privado?

La igualdad en las condiciones de acceso a la discusión se presenta frecuentemente


como un principio fundamental para garantizar una participación ciudadana
eficaz. Dado que el dispositivo oficial no preveía las condiciones necesarias para
garantizar una participación igualitaria en el debate público, los ciudadanos bus-
caron nuevos mecanismos para completar y sobrepasar los límites del dispositivo
institucional. Esto explica la intención de Modema de construir nuevos canales
de comunicación y de articulación entre los ciudadanos y los actores de la decisión
que les permitieran garantizar un real alcance a sus demandas y argumentos. Es
así como la participación ciudadana oficial evoluciona hacia instancias de diálogo
alternativas en busca de proporcionar un intercambio real y efectivo de argumentos.
El objetivo es poder aclarar a quienes toman la decisión de aprobación o rechazo
del proyecto termoeléctrico, lo que está en juego en la polémica, y, a posteriori,
que sus argumentos se traduzcan en los pronunciamientos técnicos.
Se desprende de la revisión del expediente del caso Barrancones que la postura
del comité técnico de la Corema fue progresivamente adquiriendo una postura
desfavorable en contra del proyecto. Además, las críticas realizadas al estudio de
impacto ambiental presentado por GDF Suez concuerdan con los argumentos
desarrollados por Modema. Esta afinidad se explica, en parte, por el trabajo e
36 | Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso Barrancones
Matilde Spoerer

influencia de Modema al interior del comité técnico a través de reuniones más o


menos formales. Estos espacios de trabajo conjunto entre miembros de Modema,
del comité técnico y de científicos de la UCN posibilitaron un intercambio de
estudios, pruebas y demostraciones y, a posteriori, la construcción de una argu-
mentación científica sólida. Fue a través de estos espacios de diálogo e intercambio
alternativos a los dispositivos oficiales que los ciudadanos lograron establecer un
espacio de deliberación con los actores de la decisión.
Sin embargo, la postura técnica que fue crítica al proyecto termoeléctrico no
impidió el voto a favor de la central Barrancones el día 24 de agosto de 2010 por
la Corema. ¿Cómo se explica este voto favorable a pesar de la oposición técnica?
La observación de la Corema como espacio de discusión y decisión muestra
que no existe una correlación sistemática entre los informes técnicos y la decisión
política, de lo que se deduce una politización22 de la toma de decisión en materia de
proyectos energéticos (Sabatini y Sepúlveda, 1997). Dicho de otro modo, si bien el
informe técnico debiese ser un elemento decisivo de la calificación medioambiental,
en la práctica esto ha fracasado en la medida en que el voto de los miembros de
la Corema no se condice necesariamente con el informe técnico:

Las personas que ocupan funciones con derecho a voto cumplen dos roles
al interior de la Corema: uno técnico y uno político. El voto es político y
el informe es técnico. Entonces, ¿qué es lo que puede pasar? Que un seremi
firme un informe técnico realizado por su comité técnico, pero que vote
políticamente de manera contraria al informe. (Entrevista personal, R.
Cifuentes, intendente de la IV Región 2006-2010 [marzo, 2012])

Del mismo modo, el voto de los consejeros regionales ha sido criticado sobre la
base del argumento de ‘politización’ de la decisión medioambiental. En el caso
Barrancones, dicho voto fue coherente con la argumentación de la ciudadanía
representada en Modema y no con los lineamientos entregados por los partidos
políticos de los consejeros, de lo que se deduce que en el caso Barrancones los
consejeros regionales representaron el único canal de expresión para la ciudadanía
con incidencia directa en el voto.
En definitiva, la decisión medioambiental contiene al menos dos ‘zonas grises’
que cuestionan el carácter transparente y democrático del sistema de evaluación
de impacto medioambiental. Por una parte, la frágil línea de demarcación entre
lo técnico y lo político. Por otra, la coexistencia de espacios cerrados y discretos

22
El término ‘politización’ se refiere aquí a la acepción de política como una actividad partidista.
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–de pluralismo limitado– al interior del sistema medioambiental. Efectivamente,


la movilización –encarnada en Modema– logró encaminar las demandas ciuda-
danas a través de encuentros directos, es decir, fuera de los canales participativos
institucionalizados. Es, pues, por la vía de ‘mediaciones políticas personalizadas’
(Dagnino, 2010) que los actores de la decisión van a integrar poco a poco las
observaciones de las organizaciones ciudadanas. Siguiendo a Dagnino, el fenó-
meno que se deja entrever aquí es el de la persistencia, en el seno mismo de las
experiencias participativas, de elementos culturales ligados a una ‘cultura política
tradicional’, que el autor asocia a prácticas cercanas al clientelismo. Así, la decisión
medioambiental se compone de espacios en competencia: unos más abiertos a la
ciudadanía, mientras que otros permanecen cerrados en torno a grupos selectos
o a elites sociales, políticas y económicas.

La convergencia entre lógicas de expansión y de retraimiento democrático

Modema, junto con otras organizaciones y representantes políticos, realizó un


importante trabajo de influencia, cercano al de los grupos de presión, al interior de
la Corema con el fin de ampliar su esfera de incidencia. Así, al final del período de
la Presidenta Michelle Bachelet, Modema contaba con un apoyo local y regional
por parte de las autoridades.
Este giro en la postura del gobierno regional muestra la trampa de la par-
ticipación local. En efecto, restringir la participación ciudadana a la escala lo-
cal –tal como la democracia de proximidad lo reivindica– tiene como principal
consecuencia el desconectar la deliberación ciudadana de las instancias reales
de decisión. La reacción del gobierno central frente al cambio de opinión del
gobierno regional evoca esta trampa. La posición contraria a las centrales ter-
moeléctricas adoptada por el gobierno regional generó una fuerte pugna con
el gobierno central, encarnado en el Ministerio del Interior y en la Comisión
Nacional de Energía, que quisieron imponer su política energética y por ende
reducir los márgenes de maniobra del intendente y su equipo. Estas presiones
ejercidas por el gobierno central fueron parte de la política de fast track, la cual
fue investigada por la comisión investigadora de las Coremas de la Cámara de
Diputados. Este episodio devela que “el ‘pecado de autoritarismo’ ya no se imputa
exclusivamente a ‘autócratas malvados’ y a ‘dictadores crueles’, esos castradores
de las aspiraciones legítimas del pueblo, sino a los ‘escrupulosos tecnócratas’ y
‘gentiles demócratas’, preocupados por el ‘bienestar’ de la población” (Dabène,
Geisser y Massardier, 2008, p. 17).
38 | Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso Barrancones
Matilde Spoerer

Es en este complejo escenario que en abril de 2008 la empresa CAP presenta el


tercer proyecto termoeléctrico, Cruz Grande, en la comuna de La Higuera. Esto
representó un giro decisivo para el conflicto, ya que tuvo como consecuencia la
elaboración de una nueva argumentación para resistir a los proyectos termoeléc-
tricos en su conjunto y a las presiones del gobierno central.
El movimiento contra las centrales térmicas logró, así, introducir en la discu-
sión un problema que no había sido considerado por los titulares del proyecto ni
por las autoridades medioambientales: los efectos agregados de la instalación de
tres centrales térmicas en la misma localidad. En este nuevo contexto, realizar
un estudio para determinar la sinergia en la acumulación de impactos de las tres
centrales se planteaba como indispensable. En respuesta, el seremi de salud realizó
un informe en el que explicitaba los graves impactos para la salud y el medio am-
biente, el cual fue utilizado por Modema y el gobierno regional como argumento
para determinar la incompatibilidad de los tres proyectos en la misma comuna.
El conflicto alcanzó así un punto álgido cuando el recurso a una contraexperticia
independiente de la empresa y del gobierno regional se presentó como una salida
para resolver el impasse.
Esta mediación a través de la experticia representó una victoria simbólica para
los opositores de las centrales térmicas al manifestar la capacidad de incidencia
política de la movilización. La participación se tradujo entonces en una forma de
‘foro híbrido’ propio de la llamada ‘democracia técnica’ (Callon, Lascoumes y
Barthe, 2001), en el que se reconocen las competencias ciudadanas y la ‘experticia
profana’ (Barthe, 2002). Además, la consideración del argumento de incompatibi-
lidad representó un golpe de inflexión en contra del procedimiento de evaluación
de impacto medioambiental. En efecto, la mediación e intervención de una exper-
ticia externa no estaba prevista por la autoridad medioambiental. Por ende, que
la autoridad acogiera este argumento representó un nuevo giro en el conflicto: el
gobierno central, representado por la CNE, realiza una ‘concesión procedimental’
(Blatrix, 2002) al aceptar la intervención de un informe de contraexperticia. Sin
embargo, el pluralismo que evoca este episodio, al aumentar las posibilidades de
discutir y coconstruir la experticia, no debe ser sobrevalorado.
Efectivamente, a causa de la ambigüedad de las conclusiones del informe de
contraexperticia realizado por científicos de la UCN, este no permitió demostrar
de forma fehaciente los impactos negativos de la instalación de tres centrales
térmicas en la misma zona. Sin entrar en los detalles del caso, es posible afirmar
que este episodio representa un ejemplo grotesco de falta de independencia en el
trabajo científico, que condujo a irregularidades por parte de los expertos y a una
manipulación de los resultados.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 39
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 17-44

En definitiva, este hecho muestra las contradicciones de la participación: abrir


el debate experto no desplaza necesariamente el conflicto hacia una arena despo-
litizada y pluralista (Saurugger, 2002).

Participación y decisión política: la escalada del conflicto


hacia la cima de la autoridad política

Por último, es necesario considerar el contexto –la estructura de las oportunidades


políticas (EOP)– como variable significativa de la relación de poder y de las nuevas
lógicas de acción y participación que este provoca.
El concepto de EOP permite considerar en el análisis la variable de contexto
en el cual se desarrolla el conflicto y de apreciar el grado de apertura o cierre y
de reactividad o intransigencia del sistema político con respecto a la movilización
social (Mathieu, 2010). En el caso Barrancones, el contexto político favorece el
desarrollo de una movilización ciudadana por las siguientes razones. En primer
lugar, a pesar de que el grado de apertura de las instituciones políticas sea limi-
tado (rol restringido de la ciudadanía en las estructuras de poder), en la prácti-
ca la movilización se beneficia de la inestable alineación política. Por ejemplo,
los gobiernos regional y central vacilan ante la postura que deben asumir, y la
existencia de conflictos y divisiones entre las elites gubernamentales provoca
una multiplicación de los centros de decisión y poder. Además, se constata una
apertura del gobierno regional hacia las estructuras sociales de base (relación del
Partido Socialista con organizaciones locales) y, un apoyo a la causa medioam-
biental por parte de aliados influyentes (gobernador regional, diputado del PS y
diversos personajes de la televisión), lo que favorece la tolerancia y receptividad
hacia el movimiento.
Por otra parte, la EOP no es estable sino por el contrario dinámica, lo que
permite justamente a los ciudadanos movilizados maniobrar y lograr acciones
exitosas. Por ejemplo, la movilización se ve beneficiada por la proximidad de las
elecciones presidenciales. Por una parte, las estrategias partidistas provocan una
afirmación de la postura en contra de las termoeléctricas del Partido Socialista
en la IV Región. Por otra parte, la movilización aprovecha las necesidades electo-
rales de los candidatos presidenciales para hacerse escuchar durante la campaña.
Finalmente, la elección de Piñera en diciembre de 2009 redistribuye las cartas en
juego. En primer lugar, esta elección revierte la alineación del gobierno regional,
que en adelante muestra una actitud reticente hacia los opositores del proyecto.
En segundo lugar, renueva los recursos de la acción colectiva a través de una ma-
40 | Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso Barrancones
Matilde Spoerer

yor profesionalización (apoyo de la Corporación Participa y de Oceana)23 y de la


masificación de su actuar a través de las redes sociales.
En efecto, internet se transformó en un elemento fundamental de la participa-
ción en el caso Barrancones. La utilización de este medio de comunicación como
recurso de la acción colectiva permitió la renovación del movimiento al favorecer
la entrada de nuevos actores y de nuevos escenarios de participación. Así, esta
forma de intervención política resultó fundamental en el desenlace del conflicto
al permitir que el ciudadano común se transformara en ‘productor de contenidos’
(Monnoyer-Smith, 2011).
La participación en línea nace bajo la iniciativa de unos jóvenes santiaguinos
de realizar un documental sobre el conflicto medioambiental de La Higuera. El
documental Chao pescao, cuyo lanzamiento se realizó en noviembre de 2009 –poco
antes de las elecciones presidenciales–, se convirtió en un exitoso ‘dispositivo de
sensibilización’ (Traïni y Siméant, 2009). Su difusión se realizó a través de las redes
sociales, las cuales permitieron promover discursos alternativos acerca del conflic-
to Barrancones. Así pues, una masa de militantes-internautas creó, se apropió y
compartió el documental y otros contenidos ligados a la causa contra Barrancones.
Sobre esta base de movilización en línea interviene Oceana, organización
que participó activamente en la lucha contra las centrales termoeléctricas, con
una estrategia comunicacional que tenía por objetivo interpelar directamente
al Presidente Piñera. Esta organización, junto con la productora Chao Pescao,
realizó dos comerciales en los cuales personajes públicos (actores, músicos, pe-
riodistas, etc.) solicitaban al Presidente que cumpliera su promesa de campaña.
Los comerciales aparecieron en televisión y fueron vistos por miles de personas
a través de internet.24
Posteriormente, con la aprobación del proyecto por parte de la Corema, las
redes sociales explota (García, 2011), y a través de ellas se lanzaron las manifes-
taciones de la tarde del 24 de agosto de 2010 en distintas ciudades del país. Así,
la participación en línea se transformó en un “caballo de Troya al permitir que se
introduzcan en los medios tradicionales temáticas censuradas o ignoradas” (Ne-
veu, E., 2010, p. 262). La efervescencia del conflicto en las redes sociales impactó

23
La Corporación Participa es una corporación chilena, privada, no partidaria, que busca mejorar la calidad
de la democracia promoviendo la participación ciudadana en los asuntos de interés público y un ejercicio
responsable del gobierno. Para mayor información: www.participa.cl. Oceana es una organización interna-
cional dedicada a proteger los océanos del mundo. Con un alcance global, Oceana tiene oficinas en América
del Norte, América Central, América del Sur y Europa. Para mayor información: http://oceana.org.
24
Los comerciales están disponibles en youtube: http://www.youtube.com/watch?v=IuOwd6-
bWdY&feature=related y http://www.youtube.com/watch?v=hYfuIWI3ct0 [marzo 2013].
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 41
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 17-44

a los medios tradicionales: diversos titulares, editoriales, entrevistas y reportajes


abordan el conflicto Barrancones.25
La incidencia política del movimiento se confirmó el 26 de agosto de 2010,
cuando el Presidente Piñera anunció la ‘relocalización del proyecto’, y al día si-
guiente, con la decisión de la empresa de renunciar a este. Internet se transformó
así en un mecanismo de la contrademocracia al tener la capacidad de “adaptar
espontáneamente sus funciones en pos de la vigilancia, la denuncia y la calificación
ciudadana” (Rosanvallon, 2006, p. 75).

Conclusión

El caso Barrancones muestra que la oposición –frecuentemente planteada como


estructurante– entre participación ciudadana y decisión política no es inquebran-
table. El conflicto Barrancones revela cómo la participación, bajo sus diferentes
formas y de manera más o menos directa, puede alcanzar una incidencia política al
lograr transformar las categorías y las jerarquías de los espacios de acción y decisión.
Ciertamente, la participación se desenvolvió en una esfera institucional, pasando por
el territorio administrativo, para terminar en el mundo de los medios de comunica-
ción, con lo cual pareciera que la escena oficial de la participación se complementó
con aquella desarrollada en trastienda. En este sentido, la participación ciudadana
pareciera ser un elemento de democratización de la arena medioambiental chilena.
A su vez, este acontecimiento permite identificar la carga o tentación au-
toritaria (Massardier, 2008) de los procedimientos, oficiales e informales, de
consulta y participación democrática. La protesta ciudadana se acomodó frente
al ‘autoritarismo de rostro humano’ (Massardier, 2008) del sistema medioam-
biental, instaurando espacios cerrados, reservados y ocultos de diálogo. Frente
a este fenómeno cabe preguntarse: ¿debemos ver en el trabajo establecido entre
Modema y la administración medioambiental una forma de “salvajismo” de las
instituciones (miembros de la Corema, procediendo sin fundamento formal u
oficial en sus alianzas con los actores de la movilización)? ¿O, por el contrario,
una forma de “domesticación” del movimiento ciudadano al reforzar su peso al
interior de la institución medioambiental? (Neveu, 2011). El riesgo que se devela
aquí es la falta de transparencia en el diálogo entre los diferentes actores sociales:
ciudadanos, empresa y gobierno. Diálogo que pretende ser público y democrático,

El clímax de esta efervescencia es la interpelación realizada en directo al ministro del Interior por un famoso
25

conductor de televisión. Disponible en:http://www.youtube.com/watch?v=DpD8B103gcs [marzo 2013].


42 | Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso Barrancones
Matilde Spoerer

pero que permanece oculto y resulta ser, en ocasiones, autoritario. De la misma


manera, el Presidente de la República no contaba con facultades institucionales
para detener el proyecto. En este sentido, la atribución personal que se otorgó
el Presidente Piñera para negociar con la empresa y de esta manera resolver el
conflicto representa un riesgo para la democracia participativa y, por qué no,
para la democracia a secas. El espacio de la decisión medioambiental experi-
menta situaciones de retraimiento democrático aun cuando apela al pluralismo
y al Estado de derecho. Por ende, la incidencia de la participación ciudadana
en el caso Barrancones no debe esconder que esta puede ser instrumentalizada
(Lascoumes, 2003) con fines electorales, y, por lo tanto, contaminada y desacre-
ditada a través de utilizaciones demagógicas y/o populistas que ponen en jaque
el carácter democrático del sistema político.
Recibido diciembre 17, 2012
Aceptado febrero 16, 2013

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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 45-71

El saber del roto chileno. Registros de conocimiento y


expertise en una organización vecinal de Santiago de Chile

Eduardo Canteros*
Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile

Resumen
Algunos estudios han planteado que las agrupaciones ciudadanas movilizan saber
técnico especializado para poder justificar sus argumentos y así poder ganar espacio
en las luchas que protagonizan. Este artículo, basado en un ejercicio de observación
participante en una agrupación vecinal, plantea que esta movilización/adopción de
conocimiento especializado es tan solo uno de los aspectos del expertise que poseen
las agrupaciones, donde el realce de su conocimiento cotidiano, sus unidades de
análisis y criterios de validez, resultan ser claves para entender las disputas a nivel
epistemológico. Las agrupaciones vecinales, muchas de las cuales emergen en dis-
putas públicas, no apuntan al conocimiento académico o científico, ni tampoco
desean emerger como los mejores técnicos gracias a sus buenas prácticas, sino que
más bien despliegan sus conocimientos para redefinir el problema en el que han
entrado a debatir, creando nuevas arenas púbicas con gramáticas propias con el
propósito de establecer los valores asociados respecto de la resolución del conflicto.

Palabras clave
Expertise ciudadano, agrupaciones vecinales, fiestas urbanas, acción colectiva,
observación participante

* Trabajador social, sociólogo Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC). Doctor (c) Arquitectura y
Estudios Urbanos PUC. Académico Departamento de Trabajo Social Universidad Alberto Hurtado. Co-
rreo electrónico: [email protected]. Este artículo es en parte producto de lo realizado por el autor
en su pasantía de investigación en KES (Centre for Studies of Knowledge Expertise Science), Escuela de
Ciencias Sociales de Cardiff University, actividad financiada gracias a la obtención de una beca de Pasan-
tía Doctoral de Conicyt.
46 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros

The shrewdness of the roto chileno. Different kinds of knowledge and


expertise in a neighbourhood organization in Santiago de Chile

Abstract
Some studies have argued that grassroots groups mobilize specialized technical
knowledge to be able to justify their arguments, and thus be able to gain a central
role in their struggles. This article, based on the observation of participants in
a neighbourhood group suggests that this mobilization/adoption of specialized
knowledge is just one aspect of the expertise that grassroots groups have, where
the enhancement of their everyday knowledge, their analysis units and validity
criteria, are key to understanding the debates at an epistemological level. The
neighbourhood groups, many of which emerge in public disputes, do not address
academic or scientific knowledge, neither do they wish to emerge as the best experts
thanks to their good practices, but they would rather display their knowledge to
redefine the problem that they have come to discuss, creating new public arenas
based on the strength of natural reason in order to establish the associated values
with regard to the resolution of the conflict.

Keywords
Citizen expertise, neighborhood group, urban carnival, collective action, participant
observation

Introducción

“Más sabe el diablo por viejo que por diablo”, dice un refrán, planteando que el
conocimiento no está en los libros ni en las aulas, sino más bien en la experiencia,
en la sabiduría popular. Así, el conocimiento aplicado, la técnica, se situaría en
personas específicas, quienes por poseer un agudo sentido común y experiencia,
tendrían todo lo necesario para saber qué hacer en una situación determinada.
Si llevamos este refrán a las calles y barrios de una ciudad, únicamente la
comunidad que habita ahí, y en particular sus líderes, sabrían cómo reaccionar
frente a un problema, pues solo ellos saben realmente cómo son y han sido los
incidentes en dicho lugar y, por consiguiente, cuál es la mejor manera de solucionar
tales problemas.
Nadie podría negar de manera tajante el contenido de este refrán, sin embar-
go es preciso considerar que cerrarse únicamente a lo que transmite la sabiduría
popular puede implicar riesgos análogos a los que corre el conocimiento experto
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 45-71

tradicional cuando, encerrado en sus gabinetes, estima irrelevante conocer las voces
particulares para poder determinar la receta o solución a tal o cual problema.1
Este artículo propondrá una manera de entender el conocimiento que posee una
agrupación vecinal, y desde ahí analizará la relación que se establece con otro
tipo de expertise, aquel que poseen determinados expertos con conocimientos
técnicos complejos y que cuentan con mayores cuotas de legitimidad para realizar
intervenciones urbanas.
Se revisará la experiencia de los Vecinos por la Defensa del Barrio Yungay,
quienes desde el realce de su conocimiento cotidiano y desde la categoría de ve-
cino, han generado canales de comunicación con expertos e instancias técnicas,
logrando ser incluidos en mesas de trabajo donde radica la decisión de realizar o
no ciertas intervenciones en el barrio.
Para avanzar en este análisis es necesario tener en cuenta que la capacidad que
tenga el conocimiento basado en la experiencia y la cotidianeidad de dialogar con
el saber técnico complejo no es solo un ejercicio de traducción para ser considerado
y así acceder a mayores cuotas de poder. Más bien es el resultado de dos procesos
que se desarrollan de manera paralela: en primer lugar, la ‘adquisición’, ‘aplicación’
y ‘adecuación’ del conocimiento técnico en la realidad barrial; y, en segundo lugar,
el realce epistemológico y político del conocimiento cotidiano y rutinario.
Esto quedará de manifiesto al analizar a la organización antes mencionada en
uno de sus hitos centrales: la Fiesta del Roto Chileno.2 Esta nos permitirá observar
algunas de las formas que adquiere el saber dentro de las reuniones de la agrupación
vecinal y también nos facilitará indagar en los parámetros con los cuales se evalúa
el conocimiento organizacional.

Encuadre teórico

Muchas veces, las agrupaciones vecinales o ciudadanas adquieren notoriedad


pública al momento de protagonizar un conflicto. Esto ocurre no solo por ser
las víctimas directas de alguna intervención o por proponer alguna solución al
problema que origina el conflicto, sino también porque intentan jugar un rol
central en la construcción del problema, mostrando por medio de sus acciones y

1
Este argumento es desarrollado por Collins y Evans (2011) en su crítica de la perspectiva del folk wisdom
view.
2
Durante los últimos años, la organización ha comenzado a cambiar el nombre de la fiesta, reemplazán-
dola por la Fiesta del Roto Sudaca, buscando representar de mejor manera a la población inmigrante que
habita en el barrio.
48 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros

declaraciones, la emergencia, los límites, proyecciones y dimensiones de aquello


que se nombra como problema público.
Para Márquez (2011), en el estudio de los problemas públicos es necesario
analizar cómo los actores reconfiguran el espacio público. Márquez define, así –y
en esto sigue los planteamientos de John Dewey (1958)– 3 a los públicos presentes
en las disputas, es decir, a los otros que no participan directamente, pero que al
poco andar se ven implicados.
Esta construcción de los públicos del problema y la elaboración permanente de
las organizaciones implicadas en los conflictos sociales, son algunos de los temas
centrales que corren el riesgo de ser desatendidos cuando el foco se pone en la
búsqueda de estrategias de solución o en la definición de los recursos requeridos
para solucionar los problemas que están a la base de dichos conflictos.
Ryan y Gamson (2006)4 han estudiado la manera como las agrupaciones en-
cuadran los problemas que debaten, analizando en especial la forma como algunas
organizaciones movilizan un tema desde la esfera privada a la pública, intentando
mostrar cómo en dicho problema se ven afectados otros indirectamente implica-
dos. Por ejemplo, en el caso de agrupaciones que abordan la violencia doméstica,
parte importante de su estrategia –destacan los autores–, es mostrar que no solo
se trata de un problema que se resuelve ‘puertas adentro’, sino que es necesario
considerarlo como un conflicto que vincula a otros, situados justamente ‘puertas
afuera’. El problema se moviliza, así, desde la esfera privada a la pública. En este
caso, gran parte de la labor de la agrupación se dirige a modificar la manera en
que los otros entienden y la forma como se ven implicados en el problema, y, de
este mismo modo, en la solución del mismo.
Los marcos destacados por Ryan y Gamson (2006) permiten que los hechos
particulares adquieran significado en un contexto donde pueden ser evaluados
ya sea como relevantes y significativos o como irrelevantes y triviales. Destacan
los autores que las personas llevan consigo múltiples marcos para comprender el
mundo que los rodea, y que una labor importante de las agrupaciones, realizada
mediante el reenmarcamiento, es la habilidad para ‘entrar’ en la visión de mundo
del otro, incluso del adversario, proponiendo finalmente marcos generales que
pongan en juego principios morales.
Estos principios, plantean los autores, tienen comprometidos elementos diag-
nósticos, así como una prognosis de las consecuencias e implicancias de las accio-
3
Este tema es analizado por John Dewey en su texto el El público y sus problemas y es resaltado por Márquez
en el texto citado en este artículo.
4
Las citas y referencias provenientes de textos en lengua extranjera se exponen acá a base de traducciones
del autor del artículo.
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nes. Ofrecen, así, una moralidad pragmática, confeccionada a base de los bienes
buscados y elaborados en la construcción del problema público.
Trom (2008), por su parte, también desarrolla lo que podría entenderse como un
estudio de los encuadres, entendidos por él como motivos. El autor plantea que estos
no se restringirían a justificaciones acotadas sobre el porqué de tal o cual acción, sino
más bien aludirían a aquellas declaraciones que traen implícitas las posibilidades de
las mismas acciones. No se trataría únicamente de contenido o información, sino
que también de un horizonte de posibilidades donde se leen dichas acciones, lo que
es solo analizable si entendemos la acción como situada.5 Por ejemplo, la medida
de escribir una carta a la sección de cartas al director de un periódico, en la cual se
indique el desacuerdo de una agrupación con respecto a un proyecto específico, se
puede justificar como la búsqueda por lograr una mayor difusión de las ideas; quizás
ahí podría concluir un primer análisis. Pero este se podría profundizar utilizando los
motivos de dicha declaración, en tanto estos dan luces acerca de los espacios en los que
la agrupación entiende que se da el conflicto y, a su vez, los temas que la agrupación
considera que se vulneran y que serían los imprescindibles de discutir públicamente.
Otro elemento que plantea Trom (1999) es lo que denomina como la movili-
zación del saber experto. Esto se refiere a que las agrupaciones deben incorporar
una serie de conceptos y herramientas técnicas para ser escuchadas, muchas de las
cuales provienen de una terminología técnica ajena a la agrupación, que viene por
ejemplo de centros académicos o instituciones públicas. Esto obliga a las agrupa-
ciones a aprender nuevos saberes y a aplicarlos a su vida cotidiana, y también a
vincularse con centros de conocimientos legítimos socialmente y que la agrupación
considera ad hoc para sus pretensiones.6
Así, las agrupaciones ciudadanas incorporan y despliegan una serie de conceptos,
herramientas y técnicas provenientes de un encuadre externo para participar de
la manera más efectiva posible en un campo de discusión estructurado a priori
desde dicho saber técnico complejo. De este modo, la lucha argumentativa pasa
por ofrecer un contexto, técnicamente estructurado, que le permita a la agrupación
desplegar su moral pragmática.
Entonces, siguiendo los planteamientos de los autores antes citados, las acciones
y declaraciones de las agrupaciones no se entienden únicamente de manera acotada

5
Trom hace referencia al concepto de acción situada trabajado por Wright Mills en su artículo “Situated
actions and vocabularies of motive”.
6
Nos referimos a ONG, centros académicos, agrupaciones gremiales o en algunas ocasiones reparticiones
públicas que, contando con reconocimiento de expertos en alguna materia técnica compleja, logran en-
tablar un diálogo con las agrupaciones a base de la alineación de objetivos en defensa de ciertos valores o
derechos, en este caso urbanos.
50 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros

a sus fines, estrategias o plazos, sino que resulta más comprensivo entenderlas tam-
bién en tanto la construcción de un contexto de sentido. Es este el que permitirá
definir y ordenar la cancha y las reglas de la disputa, donde destaca, entre otras
producciones, la agrupación misma con sus acciones y declaraciones.
Pero, en este contexto, donde las agrupaciones intentarían fijar las reglas del
juego, quisiéramos detenernos y preguntarnos por un elemento específico, que
es la movilización de saber experto de la que nos habla Trom. Ello, sobre todo
considerando que las agrupaciones –como la que aquí se analiza– movilizan un
conocimiento basado en la vida cotidiana, el cual muchas veces no es valorado
por los ‘técnicos’ o ‘expertos’ externos. En otras palabras, ¿cómo una agrupación
dialoga, conversa y adopta el conocimiento generado entre expertos técnicamente
legitimados, que no valorarían el conocimiento que dice tener la agrupación?
Frente a esto, quizás la línea que nos permita la respuesta más fructífera al res-
pecto no sea indagar en las estrategias que siguen las agrupaciones para adaptarse
o asimilarse a instituciones externas, sino más bien indagar en el significado de ser
experto. De esta manera será posible reflexionar sobre el alcance y la cualidad del
conocimiento que posee la organización. Para esta discusión abordaremos algunos
argumentos desarrollados en la tradición de los estudios de ciencia y tecnología.
Collins y Evans (2007) plantean que el expertise es una posesión real y sustantiva
de grupos de expertos, y que individuos pueden adquirir dicho expertise a través
de su pertenencia a dichos grupos; por lo tanto, “la adquisición de expertise, es un
proceso social –un tema de socialización dentro de las prácticas de un grupo de
expertos– y que dicho expertise puede disminuir mientras más tiempo se esté lejos
de este grupo” (2007, pp. 2-3).
El experto podría provenir de diferentes grupos y existirían diferentes tipos
de expertise en la sociedad. Frente a esto, Collins y Evans (2007) desarrollan una
tabla periódica de expertise, en la cual, en materia de expertise especialista, ofrecen
cinco niveles, en los cuales para pertenecer al último es necesario poseer el cono-
cimiento de los restantes cuatro niveles. Estos niveles son: Beer-mat knowledge;
popular understanding of science; primary source knowledge; interactional expertise y,
finalmente, contributory expertise.7 La lógica que recorre estos niveles es ir pasando
de un conocimiento ubicuo a otros espacios de mayor especialización.
Los primeros tres niveles que proponen Collins y Evans (2007) se refieren a ir
avanzando en el conocimiento general y vago de una serie de temas. Para adqui-

7
El modelo propuesto por Collins y Evans (2007) es mucho más amplio y complejo, pero en este artículo
solamente destacaremos algunos elementos que nos permitan proponer una forma de entender uno de los
aspectos de la disputa que llevan adelante las organizaciones, cual es la lucha del conocimiento.
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rir mayor expertise –entre el primer y el tercer lugar–, las revistas tecnológicas y
científicas, así como la internet, han sido claves, incluso llevando a algunas per-
sonas a reconocer y tener opinión sobre algunas controversias científicas de alta
complejidad, pero, aun así, los científicos no consideran sus teorías o hipótesis
para seguir su trabajo científico o tecnológico.
Los últimos dos niveles dicen relación con estar en interacción con especialistas,
sean estos científicos o técnicos. La clave para entender el interactional expertise
dice relación con la calidad de la interacción con el especialista, es decir, cuando
se da un diálogo fluido sin necesidad de una larga y tediosa explicación acerca de
la materia del expertise, y en el que pueden existir cuestionamientos que ‘dejen
pensando’ al especialista en relación a un aspecto particular. Finalmente, el con-
tributory expertise no requiere de la relación con otros especialistas para demostrar
su expertise, sino que la comunidad de expertos lo reconoce como tal, utilizando
sus aportes incluso en su ausencia.
Esta demarcación social del experto dice relación para los autores con

los avances de las ciencias sociales en las últimas tres décadas, las cuales
han provisto de una base intelectual para un aumento sustantivo de
los derechos de los ciudadanos en ese respecto. Estos han ‘nivelado el
campo de juego epistemológico’. La ciencia y la tecnología no están muy
lejos del terreno común del conocimiento […] ciencia y tecnología han
devenido más familiares. (Collins y Evans, 2007, p. 138)

Finalmente, en relación con el experto, los autores plantean que el expertise podría
desarrollarse en múltiples ámbitos del conocimiento, algunos más específicos,
muchas veces vinculados al conocimiento científico académico o a otros vincula-
dos a materias de conocimiento popular (Collins, 2011). Collins (2011) propone
para esto una tabla tridimensional para analizar el desarrollo del expertise. En el
eje de las abscisas está la vinculación del experto con el conocimiento tácito de
la comunidad, ya sea una comunidad científica especializada u otra comunidad
que desarrolle un conocimiento masivo (por ejemplo, conocedores del vino, club
de opinantes sobre fútbol o del transporte público).
En el eje de las ordenadas estaría el nivel de excentricidad del conocimiento,
o lo reservado de este, lo que permite que el expertise se desarrolle en planos de
conocimiento masivo o en espacios restringidos a pocas personas. Finalmente, el
eje que le da profundidad al gráfico se refiere a los logros individuales o grupales
en los diferentes campos de conocimiento. Esta gráfica tridimensional permite ir
analizando trayectorias en el desarrollo del expertise, pero también discutir este
52 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros

campo de conocimiento de manera interdisciplinaria, donde a juicio del autor la


filosofía y la psicología hacen grandes aportes a esta materia.
Uno de los esfuerzos de los autores es salirse de la concepción, errada a su
juicio, de dividir a la población entre los expertos por un lado y la población lego
por otro. De la misma manera, renuncian a la visión de la sabiduría popular en la
que los especialistas no serían necesarios, sino únicamente personas con un agudo
sentido común. Tal como plantean los autores, lo importante es reconocer dife-
rentes formas de ser expertos, la desigual distribución de expertise entre diferentes
grupos y la relación entre dichos grupos (Collins y Evans, 2007).
En este contexto de análisis del expertise, resulta central saber cómo son en-
tendidos los esfuerzos de la agrupación por construir lo público de los problemas,
y reconocer si parte de estos esfuerzos ilustran lo que Trom (1999) denomina
movilización de saber experto. Entonces, aquí la pregunta no es cómo pasar desde
la ignorancia a constituirse en experto, sino más bien cuál es la relación que se
intenta establecer entre diferentes expertise.
Esta relación no se establece necesariamente una vez que surge el problema,
sino que muchas veces el problema mismo es una manifestación de desacuerdos
en la relación entre diferentes expertise. Lo que propone este artículo es analizar
una situación que corresponde a este tipo de conflicto.
Las agrupaciones vecinales que defienden sus barrios relevan un conocimiento
que muchas veces es ignorado o desvalorizado por los técnicos y expertos, ya que no
se apega a un proceso científico de generación de conocimiento, esto es, obtenido
mediante un razonamiento lógico, experimental y replicable. El conocimiento
al que aluden las organizaciones más bien se apoya en su experiencia errática,
cotidiana y repetitiva de su barrio.
Las agrupaciones vecinales levantan un conocimiento que destaca lo que Bégout
(2009) denomina cotidianización, es decir, el proceso a través del cual “modela
poco a poco, mediante un conjunto de prácticas diarias, de ritos profanos y habi-
tuales, un territorio, una lengua, herramientas, representaciones corrientes cuya
primera función es producir una cierta forma de seguridad [y familiaridad] en el
mundo” (2009, 15).
Con esta propuesta de conocimiento, las agrupaciones van al encuentro de los
técnicos y expertos de la planificación urbana. Es decir, los vecinos organizados
y con apego a sus ritos de habitar el barrio intentan complementar, corregir y
proponer nuevas formas de desarrollar y diseñar su territorio.
Finalmente, en este contexto, donde la relación entre diferentes tipos de expertise
ha sido históricamente asimétrica, resulta especialmente pertinente comprender
cómo las agrupaciones vecinales han movilizado el conocimiento experto del que
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nos habla Trom para construir lo público del problema, y cómo ellas han elaborado
lo que Ryan y Gamson (2006) denominan moralidad pragmática.

Encuadre metodológico

En estricto sentido metodológico, lo que aquí se mostrará es fruto de una obser-


vación participante, tal como la definen Emerson, Fretz y Shaw (2009), esto es,
tomar lugar en un ambiente natural durante un período más o menos prolongado
para investigar, vivir la experiencia y representar la vida y los procesos sociales que
ocurren en dicho ambiente ‘natural’.
Este artículo es fruto de la participación del autor, en el contexto de la reali-
zación de su tesis doctoral8 en múltiples reuniones y actividades desarrolladas por
la Agrupación Vecinos por la Defensa del Barrio Yungay, en un período que va
desde el año 2007 hasta el 2011, aproximadamente. Pero de manera específica
aquí se hará alusión a algunas de las actividades desarrolladas en relación a la
denominada Fiesta del Roto Chileno, las que se llevaron a cabo entre los meses
de noviembre y marzo de 2011.
Se consideran, específicamente, la asistencia a cinco de las reuniones de organi-
zación previas a la realización de la fiesta, la observación del primer día de la fiesta,
la participación en la jornada final del Congreso de Barrios y Zonas Patrimoniales
y, por último, la asistencia a dos reuniones de evaluación de la fiesta.
Realizar una observación participante en las reuniones, ya sea preparativas o de
evaluación, así como participar en el desarrollo de las actividades, ha sido escogido
como un momento fértil para la observación de los enmarcamientos y motivos
que desarrolla la agrupación en su quehacer cotidiano, pues en dichas instancias
es plausible analizar la construcción de conocimiento que sus integrantes realizan.
Las reuniones y sus dinámicas internas pueden dar luces sobre cómo se van creando
las denuncias y los reclamos que dan cuerpo a la organización, permitiéndonos ver
diferentes ‘arenas’ en las que, a partir de diferentes tipos de registros, se construye
la denuncia pública de la agrupación (Lichterman y Cefaï, 2006).
En este contexto, el análisis de la información recopilada enfrenta dos prin-
cipales dificultades. En primer lugar, resulta especialmente complicado separar
las actividades recién detalladas y lo que en ellas aconteció, de muchas otras
actividades registradas, así como de los contenidos entregados por algunos de

8
Estudios doctorales financiados parcialmente (2008-2010) por Conicyt mediante la beca para estudios de
doctorado en Chile del programa de Desarrollo de Capital Humano Avanzado.
54 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros

sus participantes a modo de entrevistas formales o informales. Frente a eso, el


presente artículo ha optado por hacer alusión a discusiones desarrolladas en otras
instancias y momentos, pero organizando el relato sobre la base de las actividades
detalladas anteriormente.
En segundo lugar, otra dificultad de este escrito radica en que se analiza la
relación que la agrupación tiene con el conocimiento: cómo lo conceptualiza,
cómo lo utiliza, y cuál es la relación de disputa y colaboración que emprende con
diferentes tipos de conocimiento y expertise. El autor representa justamente una
de las formas de conocimiento, como es el académico, sobre el cual la agrupación
despliega diferentes lecturas y críticas. En ese sentido, este artículo resulta ser de
algún modo una observación participante recursiva, en tanto el autor observa en
el contexto de su tesis doctoral y en su búsqueda de elaboración de conocimiento
académico, cómo la agrupación genera conocimiento, y cómo esta considera y
evalúa el conocimiento creado y reproducido en ámbitos académicos.
Esta última es quizás una de las dificultades constitutivas del esfuerzo etno-
gráfico descrito por Geertz (1983) como el círculo hermenéutico. Este concepto
se refiere a la situación en la que el investigador se ve interpelado e involucrado
por parte de ‘lo observado’, pero está siempre obligado a interpretar qué es lo que
están pensando o haciendo en cada una de sus decisiones.
Quizás una de las mejores maneras de salir de este ‘círculo’ es justamente la
escritura de este artículo y su posterior discusión con la agrupación aquí descrita.

“Ahora somos pocos, pero vamos a terminar siendo miles.”


La dinámica de las reuniones

La primera reunión a la que se asistió ocurrió en noviembre de 2010 y la con-


versación, liderada por un miembro de la organización que desarrollaba el rol de
coordinador de la reunión, versó sobre qué se haría en la próxima Fiesta del Roto
Chileno, que se celebraría en enero de 2011. Se tomó como base de la respuesta a
esta pregunta las actividades realizadas en años anteriores, así como también otras
decisiones que como grupo se habían tomado sobre la base de las evaluaciones que
fueron realizadas después de las fiestas pasadas.
Se pide que la fiesta se dirija a la familia, no a tanta gente. La idea es no termi-
nar mal la fiesta, ya que hay que cuidar el barrio, que es nuestro barrio. (Primera
reunión)
Para plantear esta solicitud se habla en nombre de otra persona, una dirigente
de la agrupación que lo habría planteado, dando cuenta con esto de decisiones que
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trascienden las fiestas, donde, por ejemplo, se contempla también la realización


bianual del encuentro de cuecas.
Con esta premisa, fruto de reflexiones pasadas, se comienza a revisar las acti-
vidades a realizar en la fiesta próxima.

[El coordinador de la reunión] Actividades:


· Rutas, feria de artesanos; carnaval más comparsas, cuecazo, poetas, inau-
guración del congreso, danzas latinoamericanas, Premio del Roto Chileno,
muestra escuela taller Fermín Vivaceta9, mapas de los sueños; juegos infan-
tiles… hasta ahora nadie se ha hecho cargo. (Primera reunión)

Las actividades aparecen inicialmente como parte de un gran listado de actividades,


pero, reunión tras reunión, cada actividad comienza a independizarse. Nacen así
las comisiones que van ‘poblándose’ de nuevos miembros. Surge entonces la figura
de los ‘encargados’, quienes en adelante tomarán la palabra cuando se describan
los avances en las actividades.
[El encargado de la producción de la fiesta, quien se presentó en la primera
reunión de la organización, dice]: Pongo a disposición mis conocimientos en comu-
nicación y producción. (Tercera reunión)
Ya avanzadas las reuniones, los asistentes se comienzan a complejizar. Además
del coordinador de la reunión –miembro vocero de la agrupación organizadora
de la reunión– están las ‘comisiones’ a cargo de actividades, los ‘encargados’, ex
organizadores que hablan directamente o en voz de los coordinadores, quienes
recuerdan hechos ocurridos en años anteriores, así como participantes de las reu-
niones que se suman a alguna ‘comisión’ o simplemente observan y planifican su
asistencia a la fiesta.
La asistencia a las reuniones, que pudiera parecer inicialmente como una ac-
tividad trivial, solo entendida como una toma de conocimiento de lo que está
ocurriendo, va convirtiéndose en un elemento más complejo, pues se vincula la
asistencia con la participación activa en las actividades de la Fiesta del Roto Chile-
no. En este contexto, si bien es correcto decir que las reuniones tienen un carácter
informativo, tal como lo señalan los correos electrónicos que invitan a la reunión,
es necesario considerar que tomar parte de manera activa en las actividades es la
actitud que se promueve en las reuniones.

9 La Escuela Taller de Artes y Oficios Fermín Vivaceta nace en septiembre de 2010 en el Barrio Yungay
con el objetivo de formar mano de obra especializada en restauración de inmuebles patrimoniales. Para
mayores detalles ver http://www.elsitiodeyungay.cl/index.php/9-sin-categoria/1183- [abril 2013].
56 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros

Aprendizajes previos de la organización promueven esta participación activa,


reunión tras reunión, a las que además de los nuevos miembros de las comisiones,
se suman todos quienes quieran participar en la fiesta –vitrina privilegiada para
mostrar a artistas emergentes. Todos estos deben asistir al menos a una reunión,
pues como explica el coordinador, no es solo que venga a mostrar su arte sino que a
contextualizarse en los objetivos del grupo.
[Organizador de la feria de artesanos]: En la invitación a participar decimos que
venga a una reunión por lo menos. (Primera reunión)
Como planteamos anteriormente, la base de las actividades para cada nueva fiesta
son las realizadas con éxito en años anteriores, pero también es posible incorporar
nuevas actividades. Para su realización estas deben ser plausibles para los asistentes
a las reuniones, quienes, durante la reunión, se manifiestan frente a nuevas ideas
no solamente en relación a la factibilidad técnica y económica, sino que también se
considera la vinculación con el proyecto político que hay detrás de la fiesta.
La organización y la fiesta se entienden como una forma de entrar en el conflicto
que vive el barrio, donde la organización vecinal está desarrollando un esfuerzo
por defenderlo de las amenazas de inmobiliarias que desean instalar nuevas edi-
ficaciones y lugares de comercio que van en contra del estilo de vida del sector.
La organización y la fiesta no son neutrales. La fiesta no es solo una expresión de
arte, sino una instancia para construir y mostrar públicamente una posición en
la discusión urbana de Santiago. Como expresa el coordinador de la reunión, en
el segundo encuentro: La lucha contra los poderes [que quieren destruir el barrio]
es la línea editorial de la fiesta.
Para observar esta dinámica de nuevas actividades, podemos atender lo ocurrido
durante la primera reunión:

[Coordinador de la reunión]: Un grupo propone la realización de un


festival de cine. Se busca recuperar el cine del barrio. (Primera reunión)
[Asistente a la reunión]: Las películas que se darán serán de Latinoamérica,
Chile y realizadores de barrio […].
[Coordinador de la reunión]: Si nadie se opone se comienza con el cine.
(Primera reunión)

La propuesta de nuevas actividades se realiza a base de una descripción de la


actividad: sus objetivos, su programación y su vinculación con los objetivos de la
fiesta. Para esto, el coordinador de la reunión da la palabra a una o dos personas,
quienes explican a los asistentes la nueva actividad que se desea realizar, proce-
diendo después a responder las preguntas que surgen.
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A continuación, guiada por el coordinador de la reunión, sigue la discusión


sobre la conveniencia o no de realizar dicha actividad, luego de lo cual se decide
su realización.
Si la respuesta de los asistentes en las reuniones y de los organizadores es po-
sitiva, entonces aparece una nueva actividad, que posteriormente se dará forma a
una nueva comisión, que entregará, encuentro tras encuentro, mayores detalles
de su organización y mostrará sus avances en ello.
Entre los elementos que se informan en cada encuentro, están los requerimientos
de cada una las actividades, ya sean de equipos, infraestructura u otros aspectos.
Aquí el coordinador propone una posible solución a base de los recursos disponi-
bles de la organización o realiza una pregunta abierta a la asistencia en relación
a si alguien tiene o no formas de poder satisfacer el requerimiento presentado.
Entre los asistentes a las reuniones surgen preguntas y respuestas a distintos
requerimientos, tales como la necesidad de lugares donde proyectar las películas
del ciclo de cine, o dónde acoger y alimentar a la gran cantidad de miembros de
una comparsa.
Hay que aclarar que no todas las actividades son aceptadas, para lo cual el
principal criterio lo constituyen las experiencias anteriores de fiestas en el barrio,
así como la opinión de los asistentes a la reunión, sobre todo si se trata de personas
cercanas a la organización que hayan participado en la organización de fiestas
previas. Por ejemplo, la venta de alcohol y de alimentos fue una de las propuestas
rechazadas, considerando experiencias pasadas, en las cuales el déficit de la in-
fraestructura y el control emergieron como las principales dificultades para ello.
Algunas instituciones públicas, tales como el municipio, Carabineros o ser-
vicios públicos fiscalizadores, entre otros, son usadas algunas veces como entes
externos de prohibición a tal o cual actividad, en tanto algunas otras representan
el riesgo de multas o sanciones desde el ente fiscalizador por no cumplirse con
alguna obligación.
Pero no solo son las instituciones las que serían la ‘piedra de tope’ para la reali-
zación de alguna actividad; también aparece ‘la población’ ocupando ese rol. Por
ejemplo, cuando fundados en el temor ‘de la población’ se prohíbe la venta del
alcohol, se argumenta que se teme el consumo excesivo y, con esto, la ocurrencia
de problemas en las calles del barrio.
Conforme se suceden las reuniones y respetando acuerdos previos, se refuerzan
comisiones, y se aprueban y rechazan actividades. Aquí, un punto a destacar es
que la agrupación ha aprendido a avanzar en sus decisiones, pese a la heterogénea
asistencia a las reuniones. A veces llegan cinco personas, otras veces llegan 10 o
30; no obstante, y con la certeza de que la fiesta se llevará a cabo, lo que se haga y
58 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros

decida reunión tras reunión es muy importante pues permite avanzar y asegura el
control de la gran cantidad de detalles que este encuentro tiene. Tomemos pequeños
acuerdos, escuchamos por ejemplo en la primera reunión, de baja asistencia.
Mientras más se acerca el evento, la discusión sobre qué actividad realizar o
sobre el espíritu de la fiesta son reemplazados por una suerte de ‘repaso’ del evento,
el cual es coordinado por un miembro de la organización, quien da la palabra de
manera expedita a los encargados de las comisiones, quienes informan sobre el
estado de avance de las actividades.

[Habla el coordinador de la reunión]. CINE: trajo el afiche


· [Toma la palabra un asistente de la reunión]
· tres horarios: 16.30 niños; 18.30 cinéfilos; 20.30 muestra oficial.
· la programación está en la página web de la organización.
· trajo también un contacto de prensa. TV patrimonio como organizador.
· [pregunta un asistente] ¿va el afiche del MAC?
· se verá después […]
· [pregunta un asistente] ¿se entregará orientación de las películas? al estilo
cine arte [responde otro asistente a la reunión]; está en la página web.

[Habla con voz fuerte el coordinador de la reunión] CARNAVAL:


· Hay un comité trabajando en la preparatoria del festival
· hagamos la solicitud de partir en Yungay y llegar hasta la plaza Brasil.
· estamos trabajando en el lugar.
· [habla un asistente a la reunión] necesitamos un lugar donde las comparsas
se puedan cambiar y para darles comida.
· [responde el coordinador de la reunión] pueden ponerlos en contacto
con casa Bolívar...
· [pregunta un asistente a la reunión] Preguntan por la hora en que deben
partir.
· [Una comparsa que participará en el encuentro consulta] ¿Qué se hará
acá al llegar?
· [coordinador de la reunión]: una de las preocupaciones es el tema de la
seguridad... eso genera problemas... esa pregunta la soluciona un poco [la
comparsa] (Tercera reunión)

Las reuniones se extienden aproximadamente durante dos meses, en los salones


de una fundación ubicada en el barrio. Habitualmente se realizan durante los días
de semana, después de las 18 hrs., para permitir la llegada de todos tras el horario
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 59
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 45-71

laboral. Duran entre una y dos horas, y los asistentes y organizadores se esfuerzan
explícitamente en no excederse de ese tiempo. La cantidad de asistentes fluctúa a
lo largo de los encuentros: se puede comenzar con cerca de seis o siete personas,
para luego concluir, a días de la realización de la fiesta, con cerca de 50.
Inicialmente, las reuniones cuentan con una mayor cantidad de ‘externos’,10
pero hacia el final, los miembros de las comisiones son la asistencia principal.
Esta situación, conocida por experiencias pasadas, lleva al coordinador de la reu-
nión a plantear, luego de finalizado el primer encuentro: ahora somos pocos, pero
terminaremos siendo miles; de ese modo hace alusión a los miles de asistentes que
tradicionalmente congrega la Fiesta del Roto.

“En honor a quienes llegaron temprano, como el vecino, vamos a


comenzar.” El vecino como parámetro

El vecino es una palabra muy utilizada a lo largo de las reuniones de la agrupación


y, como veremos, puede adquirir tanto un tono descriptivo como político. En
un primer caso, veamos su primer uso: [Coordinador de la reunión]: En honor a
quienes llegaron temprano, como el vecino, vamos a comenzar […] yo trabajo en la
fundación [situada en el barrio] y vivo en el barrio. (Primera reunión)
La voz vecino sirve en este caso para indicar a una persona que está presente
en la reunión, a quien se la reconoce y destaca del resto, en tanto vive en el barrio.
Si bien el respeto por comenzar la reunión a la hora pactada puede ser un valor
organizacional en sí mismo, el hecho de que se justifique el inicio del encuentro
en la figura del vecino, dota a este de cierto valor social.
Algo similar ocurre cuando el coordinador de la reunión indica que él vive en
el barrio y cuando relata algunos éxitos a base de que [como organización] estamos
acá hace cinco años. Así sucede cuando se hace mención al terremoto ocurrido el 27
de febrero del año 2010, después del cual fueron ellos los que estaban aquí cuatro
días antes que el alcalde.
Así, cualidades como cercanía, pertenencia y vida rutinaria en el barrio, carac-
terísticas del ‘espíritu’ del vecino, realzan su valor.
En relación al terremoto, miembros de la agrupación afirman que tanto el
municipio como los medios de comunicación querían mostrar el barrio en el
suelo, legitimando con ello futuras demoliciones y nuevas construcciones, pero
que ellos, con su pertenencia, conocimiento del sector y redes, pudieron organizar

10
Estudiantes que buscan una práctica o que vienen a realizar una investigación.
60 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros

un trabajo de más de mil voluntarios para defender y proteger el barrio Yungay.


Por ejemplo, plantean que el alcalde, al llegar allí luego del terremoto, tuvo que
reunirse con ellos y atender a su demanda de no demoler nada, y el alcalde cum-
plió… aquí hay entre siete mil, ocho mil inmuebles y se demolieron entre cinco a siete
casas, afirma un vecino.
La presencia y permanencia en el barrio les permite tener un diagnóstico y
propuesta frente a lo que efectivamente ocurre allí y en la ciudad, lo que define su
identidad, y que también se transmite a través de la fiesta del barrio Yungay: Esta-
mos acá hace cinco años... la zona típica más grande de Chile... contra la devastación
inmobiliaria... [para] mantener la escala humana. (Tercera reunión)
El vecino, así, es una voz que recorre las reuniones, ya sea desde una función
referencial hasta la expresión de un valor político, en tanto la cercanía y el trabajo
en el territorio les entregan conocimientos y poder sobre dicho lugar.

“Hay más de 100 personas inscritas, 200 representantes de todas las


regiones.” Congreso Nacional de Barrios y Zonas Patrimoniales

El poder que busca/adquiere el vecino a través de su representación como ‘el que


habita y conoce el barrio’, ha llegado a cristalizarse en el concepto de patrimonio
debido a una serie de situaciones. Dicho concepto ha adquirido sentido y signi-
ficado al alero de múltiples disputas locales, en las cuales esta organización, en
conjunto con otras, han participado en la promoción de la protección de algunas
zonas de la ciudad mediante la obtención de decretos de zona de protección
patrimonial, así como en el levantamiento de información para enfrentar al
gobierno en lo que respecta a los planes de reconstrucción después del terremoto
de febrero de 2010.
La manera en que los vecinos entienden el patrimonio aflora en lo sostenido
por estos durante las reuniones de preparación de la fiesta.

[Coordinador de la reunión, refiriéndose a una localidad cercana a San-


tiago] Reconocerlos (sic) como patrimonio, no es solo reconocer el sector, sino
como un lugar donde una cultura y una labor productiva que se desarrolla
en pocos lugares más y que es un gran recurso para la ciudad de Santiago.
(Tercera reunión)

La lucha por establecer al barrio Yungay como una zona de protección patrimo-
nial, así como la colaboración que han prestado a otras organizaciones de dife-
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 61
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 45-71

rentes localidades, con el mismo fin, han permitido ir escribiendo la definición


de patrimonio desde la misma agrupación. Esta construcción, compartida y
dinámica, posibilita a los vecinos orientar su trabajo hacia las políticas públicas,
y en particular hacia la forma de entender y proponer el desarrollo urbano y
territorial del país.

El Congreso [de Barrios y Zonas Patrimoniales] será cruzado por la


crisis que hay en la actualidad con el sector [cercano a Santiago], donde
el ministro se niega a firmar el decreto que nomina a dicho sector como
zona patrimonial. (Tercera reunión)

El conflicto que manifiesta [en dicho sector] es la pugna entre dos instru-
mentos públicos de planificación territorial: la declaración de zona patri-
monial (alojado actualmente en el Consejo de Monumentos Nacionales y en
el Ministerio de Educación) y los planes reguladores comunales (municipios
y Ministerio de la Vivienda y Urbanismo). (Segunda reunión)

Esta definición de patrimonio, así como sus apuestas en materia de regulación


y promoción territorial, ocupan un lugar relevante en la fiesta. Ella se materializa
a través de la realización del Primer Congreso de Barrios y Zonas Patrimoniales.
Este, si bien comenzó a organizarse con anterioridad a la fiesta, se desarrolló en el
marco de esta.

[Coordinador de la reunión] En el marco de la fiesta se hará el Congreso


de Zonas Patrimoniales
· hay más de noventa ponencias
· perspectiva de los barrios, zona rural, todo aquello que tenga identidad,
influir en las políticas públicas.
· en cada acción, los ojos del país están sobre nosotros porque creemos que
aquí hay una política que cambiar, [existen posibilidades de un] cambio
político desde la escala local. (Tercera reunión)

[Coordinador de la reunión] El congreso se realizará el día 20, 21 y 22 de


enero en el MAC, en la Biblioteca de Santiago. Hay más de 100 personas
inscritas, 200 representantes de todas las regiones. (Segunda reunión)

Este congreso muestra cómo la agrupación organizadora también se ha conectado


con una red mayor de organizaciones que están pensando el tema patrimonial
62 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros

desde hace ya un tiempo.11 Este congreso es quizás el más numeroso de los ya


realizados y por realizarse.

[Coordinador de la reunión] Hace dos meses: se han realizado cinco con-


gresos
· en Chillán asistieron 80 delegados de toda la región del Bío Bío.
· el alcalde de Chillán y Chillán Viejo.
· diputados de la zona
· Harboe
y fue un encuentro autogestionado. (Segunda reunión)
[Coordinador de la reunión] Este fin de semana estará el congreso de
Valparaíso.
· la primera semana de enero estará el congreso de Talca, en la zona sur
de Talca; ya salió el afiche.
· en la segunda semana será el de La Serena, donde habrá 54 ponencias.
· defensa del patrimonio cultural.
· […]
· hemos desarrollado una alianza con [una organización], quienes están
haciendo un catastro de todas las organizaciones que surgieron después del
terremoto.
· El comité de vivienda y la escuela taller fueron invitados a Cauquenes.
· la idea es conocer lo que hacen y generar complementos.
· Iniciativa integral en el territorio, defensa de los barrios […] en deman-
das políticas públicas, [ese es el] resultado esperado. (Tercera reunión)

Este trabajo no se ha quedado a nivel local, sino que también ha sido impulsado a
través de lazos y vínculos con otras escuelas taller en Latinoamérica, especialmente
de Perú, Bolivia y Cuba.

Se ha convocado a participar a las escuelas de Latinoamérica. (Segunda


reunión)
[En otra escuela taller latinoamericana] quedaron muy bien impresionados
con la capacidad de gestión de la organización barrial en Yungay. Ellos
llevan más de diez años trabajando.
· la modalidad escuela taller se comenzó a desarrollar en América Latina

11
El año 2009, y con el objetivo de coordinar un trabajo a lo largo del país, nace la Asociación Chilena de
Barrios y Zonas Patrimoniales.
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en los años 90 por el apoyo de la cooperación española.


· al menos existe una en Lima y otra en La Paz. (Tercera reunión)

Así vemos cómo el vecino, conocedor y habitante del barrio, se materializa en un con-
cepto capaz de vincularse en discusiones de políticas públicas territoriales, tanto a nivel
nacional como latinoamericano. Este mismo vecino adquiere la figura de la ‘participa-
ción activa de los ciudadanos’ al momento de ir cerrando las conclusiones del congreso,
dándole un rol privilegiado como instancia de materialización de las políticas públicas.

En el plano de las propuestas, el grueso de estas se refirieron a fomentar la


participación activa de los ciudadanos en promover el patrimonio, pero
también a identificar prácticas individuales o corporativas que atenten
contra la mantención y protección del patrimonio. Se exige con esto la for-
malización de un rol más activo de parte de la ciudadanía en la promoción
del patrimonio, terminando así con los vicios actuales que ubican al tema
patrimonial en instituciones centralizadas y distantes de la ciudadanía.
(Jornada final del congreso)12

Este ciudadano activo, que emerge a través de estos encuentros barriales, da cuer-
po a diferentes organizaciones, tal como lo expresa la agrupación: La lucha por la
defensa del patrimonio del barrio Yungay se materializa en cuatro organizaciones: el
sitio de Yungay, la fundación Patrimonio Nuestro, el comité de vivienda y el Club
deportivo el Gran Yungay. (Segunda reunión)
Y es justamente esta capacidad de crear organizaciones ad hoc apoyadas en la
participación activa de los vecinos, la que logra incluso traspasar las fronteras y
realizar gestiones en ausencia de las instituciones oficiales.

Los Vecinos por la Defensa del Barrio Yungay lograron conseguir recursos
[…] para arreglar la iglesia de San Saturnino. La idea es el domingo du-
rante la misa informarles a los feligreses, invitándolos además a la Fiesta
del Roto Chileno. En esta última instancia se informará a los asistentes de
las gestiones de la organización, las cuales se realizaron en total indepen-
dencia del municipio y de los ministerios vinculados al tema patrimonial.
(Tercera reunión)

12
Cita extraída del portal Plataforma Urbana, de un artículo publicado por el mismo autor dando cuenta
del Congreso de Barrios y Zonas Patrimoniales. Disponible en http://www.plataformaurbana.cl/archi-
ve/2011/02/01/el-patrimonio-urbano-%C2%BFquien-lo-define-y-promueve/ [marzo 2013].
64 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros

“El objetivo de la reunión es ir más allá del diagnóstico, donde


siempre llegan los seminarios, la idea es llegar a la acción.”
¿Conocimiento por el conocimiento?

El conocimiento, ya sea como acumulación de información, como aprendizaje


mediante la acción, o como medio para conocer y obtener poder, atraviesa implí-
citamente las reuniones de organización de la fiesta, pero además, a momentos, es
tratado de manera explícita. Así sucede, por ejemplo, cuando una de las vecinas más
activas en la organización plantea, a modo de procedimiento, que cada actividad
se evalúa después, tiene un par de evaluaciones para ver en qué nos equivocamos y
cómo mejoramos. En ese momento se está haciendo uso de un tipo particular de
acumulación de conocimiento, el que en parte aparece desarrollado durante el
apartado de la dinámica de las reuniones.
También, el conocimiento y su evaluación aparecen de la mano de instancias
de articulación y colaboración; así se desprende de esta aclaración inicial:
[Coordinador de la reunión frente a la condición de estudiantes de gran parte
de los asistentes a la reunión] Pide que haya devolución a la comunidad [y que] los
estudiantes no [utilicen a la organización] como ratón de laboratorio, sino generar
colaboración entre el saber del habitante y los profesionales. (Primera reunión)
El objetivo de la colaboración entre diferentes tipos de conocimientos busca
asimismo el vínculo con otras instancias del conocimiento. Aquí aparecen contactos
con centros académicos que puedan aportar respaldo técnico a las demandas y
propuestas, pero también con otras organizaciones localizadas en otros sectores
del país.
Se realizó una reunión entre la Fundación Patrimonio Nuestro y la universidad
[…] para el tema de los trabajos urbanos. (Cuarta reunión)
[Refiriéndose al contacto con otras organizaciones nacionales] La idea es conocer
lo que hacen y generar complementos. (Tercera reunión)
En otras palabras, la colaboración vincula la capacidad de reunir el conoci-
miento foráneo con las necesidades y el conocimiento local. Sin este vínculo o
aplicación del conocimiento en el territorio, la agrupación mantiene suspendida su
evaluación acerca del valor de este. Solo demostrando su aplicabilidad y utilidad
se podrá establecer si es o no valioso.
La misma organización, incluso, pone en juego el valor de la aplicación del
conocimiento, resaltando la capacidad de aplicarlo en el barrio y para el barrio.
El domingo finalizará la escuela taller […] se entró a cuatro casas [del barrio]
donde se arreglaron las casas, la escuela pone la mano de obra y los propietarios ponen
los materiales. (Cuarta reunión)
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 65
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El objetivo de la reunión es ir más allá del diagnóstico, donde siempre llegan los
seminarios, la idea es llegar a la acción. (Tercera reunión)
Por otro lado, el conocimiento aparece también apelando a diferentes registros.
En primer lugar, no es casualidad que la Fiesta del Roto Chileno esté colmada de
expresiones artístico-culturales. No se trata solo del hecho de que en las fiestas
urbanas abunden este tipo de actividades, sino que también, y como idea que surge
desde las propuestas políticas de la agrupación, el arte expresa la manera como sus
miembros quieren que se lea el barrio, es decir, diverso y múltiple. De esta manera
se sucede el festival de cine de barrio, los recitales de poesía, las comparsas que
mueven a las personas dentro del barrio, las rutas patrimoniales y los encuentros
de cueca. Así se celebra al barrio, porque así es el barrio.
Un vecino pregunta si hay guión para las rutas patrimoniales, y se le responde
que sí. Se lo pondrá en contacto con [el encargado de la organización de las rutas].
(Cuarta reunión)
[Organizador del cuecazo] La Fiesta del Roto es la más importante, y la plaza
Yungay es muy importante, está presente en las letras [de las cuecas] desde 1920.
(Tercera reunión)
Finalmente, en una reunión posterior a la fiesta, en aquellas en las que se com-
parte la evaluación que se comentaba anteriormente, surge la siguiente conversación
entre un asistente a la reunión y un miembro activo de la organización.

[Asistente a la reunión] Nosotros en la universidad queremos desarrollar


un proyecto de Universidad Popular, para lo cual hemos elaborado un
listado de temas que podrían producir actividades académicas con soporte
en las organizaciones de base y que funcionen en el territorio. Les pedimos
si pueden priorizar en este catastro de necesidades.

[Miembro activo de la reunión] Nosotros hemos tenido muchas experiencias


desde el mundo de la academia, pero el mundo de la academia no es capaz
de tener una gestión que permanezca en el territorio, ningún proyecto ha
tenido relación permanente con el territorio, hemos tenido fuertes discu-
siones con respecto al tema del patrimonio, nosotros lo hemos sacado de la
hegemonía. Hemos redimensionado desde la praxis, no solo desde la teoría,
desde la praxis. Hemos tenido hartos esfuerzos y nunca pasó nada. De hacer
un aporte, yo creo que es al revés, más ustedes necesitan de nosotros que
nosotros de ustedes. Nosotros tenemos una presencia nacional, pero esto se
juega en que sea una propuesta sustentable en el tiempo. No necesitamos
diagnósticos, todo está diagnosticado, sobrediagnosticado; lo que hace falta
66 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros

son personas que hagan intervenciones, que venga al barrio a ensuciarse, a


aportar, desde la praxis. (Reunión de evaluación)

Esta discusión refleja el conflicto que planteábamos al inicio de este artículo, entre
el saber basado en el habitar del barrio y aquel apoyado en las aulas académicas. No
obstante, y a base de lo discutido en la reunión, es posible encontrar caminos de
acuerdo, donde los parámetros de colaboración estén sujetos a la capacidad que el
conocimiento tenga de ser útil y de permanecer en el territorio. La agrupación no
es neutral en esta materia, no releva el conocimiento por el conocimiento, sino que
aquel que mediante su utilidad y permanencia permita expresar su aproximación
a temas de planificación y desarrollo urbano.

Reflexiones finales

A modo de reflexión, se recogen aquí los trazos planteados al describir y analizar


las reuniones de la organización, para responder una de las preguntas dejadas
abiertas al momento de concluir el encuadre teórico: ¿cómo es posible entender
la movilización de conocimiento experto en el contexto de estas reuniones de
preparación y de evaluación de la Fiesta del Roto Chileno? La respuesta exige
desarrollar dos puntos. En primer lugar, reconocer el conocimiento que construye
esta agrupación y que le sirve de base para la elaboración del problema público
del barrio. En segundo lugar, reflexionar en relación a las posibilidades de diálogo
que se dan entre los diferentes expertise que participan en este problema público
del barrio.
En relación al punto inicial, un primer aspecto interesante de destacar es el
realce político de la imagen del vecino. La agrupación, a través de una movilización
de sentido, modifica el telón de fondo de la discusión, cambiando la imagen de los
habitantes de un barrio, en tanto beneficiarios o usuarios de diferentes interven-
ciones públicas o privadas, por otra que contiene una concepción de estos como
ciudadanos activos en la construcción de su territorio.
A partir de una conceptualización de usuarios/beneficiarios/clientes de la oferta
pública, el vecino de un barrio aparece únicamente como fuente de información
para los estudios, como aquel que se beneficiará de los cambios propuestos o como
aquel a quien hay que proteger de las molestias transitorias de un proyecto. Sin
embargo, el trabajo de la organización analizada busca cambiar esta concepción
y llamar la atención de los habitantes por medio del ofrecimiento de un espacio
donde adquirir mayor protagonismo.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 67
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Esto se ilustra cuando la agrupación concede la toma de decisiones sustantivas


en los propios asistentes a las reuniones de trabajo; o cuando durante las mismas
reuniones se movilizan recursos para desarrollar la fiesta o intervenir en el barrio;
o también cuando al vecino se lo reconoce como la piedra fundamental para
proponer una concepción de patrimonio.
El argumento que está detrás hace referencia a que la construcción de un edi-
ficio de gran altura o la implementación de una autopista en el barrio no es un
problema únicamente de los vecinos aledaños, sino que también representa un
problema para todos los habitantes del sector, pues en el futuro podría ser otro
vecino a quien le intervengan el terreno colindante, o ser el barrio en su conjunto
el que se vea afectado.
Así, el sentido asignado a vecino se moviliza desde entenderlo como un sujeto
que observa cómo va cambiando su barrio, a comprenderlo como un actor que
participa en las organizaciones y que puede ser un activo proponente de iniciativas
de su barrio.
Esta oferta de sentido solo es posible al momento de reconocer la cotidianización
como fuente de conocimiento cotidiano. El vecino es la fuente de la cotidianiza-
ción, y en el caso de esta agrupación, no solo en tanto esfuerzo para estabilizar el
medio donde se habita, sino que además como una alternativa de conocimiento
que disputa poder a otras formas de conocimiento.
El Congreso de Barrios y Zonas Patrimoniales es un ejemplo de este esfuerzo,
pues genera una idea de patrimonio que se pone en común. Pero, además, es una
instancia desde la cual se levantan propuestas urbanas en diferentes barrios, se acude
con diferentes expedientes para exigir a la autoridad la protección de diferentes
territorios y se aborda la discusión sobre qué instrumento legal es el mejor para
proteger algunas zonas de la ciudad, si acaso debe ser atribución del Ministerio de
la Vivienda, del Ministerio de Bienes Nacionales o del Ministerio de Educación.
Solo admitiendo el conocimiento cotidiano del vecino es posible comprender
estos propósitos o esta aspiración de participar en instancias donde se decidan
los destinos de un barrio. El problema público, entonces, ya no es únicamente
solucionar aspectos de adecuación de las intervenciones a las condiciones mate-
riales del sector; el problema público se traslada ahora a responder a la siguiente
pregunta: ¿de qué manera hacer a los vecinos y su conocimiento, protagonistas de
los proyectos en el barrio?, ¿qué proyectos de desarrollo están presentes como ideas
o primeras iniciativas en los vecinos del barrio y sus organizaciones?
En relación al segundo punto a atender en estas conclusiones, referido a las
posibilidades de diálogo que se dan entre los diferentes expertise que participan
en este problema público del barrio, sostenemos lo siguiente: como se ha dejado
68 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros

entrever, lo que aquí estaría ocurriendo es un cambio en la modalidad tradicional


que se ha utilizado para llevar adelante procesos de intervención en los territorios.
Lo habitual ha sido que un planificador urbano, al buscar modernizar un sector
de la ciudad, se apoye únicamente en su formación y experiencia acumulada; los
vecinos solo aparecen aquí reflejados en tanto datos cuantitativos o, en el mejor
de los casos, como fuente de información. Frente a esto, la organización anali-
zada ofrece un cambio en la relación, dándole al vecino y sus organizaciones un
rol protagónico o de director de las modificaciones que ocurren en su territorio.
Esta situación es posible gracias al nivel de complejidad y desarrollo del expertise
logrado por esta agrupación del barrio Yungay y sus líderes.
Un primer elemento para entender esta trayectoria de ‘aumento de expertise’,
son los logros alcanzados por esta agrupación. Estos se cristalizan principalmente
en que el barrio es la zona de protección patrimonial urbana más grande del país,
lo cual se ha obtenido a través de un trabajo sostenido.
Un segundo elemento es el nivel cada vez más especializado de las propuestas
de la agrupación, sin dejar de lado su vinculación con el vecino, tal como lo vimos
en la descripción de las reuniones. El alcance de su expertise se ha visto potenciado
gracias al diálogo con instancias académicas (universidades), gremiales (Colegio
de Arquitectos de Chile) y otras organizaciones vecinales (la agrupación forma
parte de una serie de redes de trabajo a nivel metropolitano y nacional). Del mis-
mo modo, la creación de la Escuela Taller de Artes y Oficios Fermín Vivaceta,
como un espacio de formación constituido desde y para el barrio, ha fortalecido
el intercambio con otras organizaciones e instancias de protección y promoción
del patrimonio latinoamericano.
El desarrollo recién planteado ha cambiado los parámetros que definían el
diálogo entre vecinos y expertos en materia de planificación y desarrollo urbano,
razón por la cual en la actualidad es difícil concebir una intervención en el barrio
en ausencia de la consulta y/o asistencia de alguna de las organizaciones basadas
en ‘la participación activa de los vecinos’.
Finalmente, resulta interesante reflexionar acerca de los parámetros que plan-
tea la organización para entender el conocimiento, los que están a la base de sus
propuestas y que emergen como criterios de validez de dicho saber: el vecino y la
aplicación del conocimiento.
Esta agrupación no busca, como vimos, generar conocimiento por conoci-
miento, o que la Fiesta del Roto Chileno sea expresión de arte por arte. Lo que
se persigue es más bien influir en la discusión pública en materia de desarrollo y
patrimonio urbano. Es ahí donde hay que buscar los parámetros con los que la
agrupación evalúa el conocimiento.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 69
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 45-71

El vecino, en tanto unidad de análisis, aparece destacado en las actividades de la


Fiesta del Roto Chileno, así como en su participación a nivel de desarrollo urbano
o patrimonio. Si bien esta unidad tiene una definición, esta no es exhaustiva ni
está cerrada, condición útil para la dinámica de trabajo de estas agrupaciones, ya
que reunión tras reunión es posible ir consolidándola o dándole acepciones antes
desconocidas. Cada nuevo asistente puede sentirse implicado en la definición del
concepto de vecino, y desde ahí ser un nuevo adherente o miembro activo de las
luchas que desarrolla la agrupación.
Por su parte, la aplicación, también definida como la acción o la praxis, resulta
ser un criterio de validez para el conocimiento. Tal como se planteaba antes, solo
será valorado aquel conocimiento que tenga aplicación concreta en el barrio y que
sea de utilidad para su defensa.
Ambos parámetros –vecino y praxis– se retroalimentan. Así, el vecino se define
desde la aplicación y esta última adquiere sentido desde la permanencia de aquel,
pues es útil para facilitar o permitir la habitabilidad del barrio.
Esto hace pensar en la posibilidad de analizar las agrupaciones, su expertise y
parámetros como una arena pública (Cefaï, 1996) en dos acepciones. En primer
lugar, en tanto esta agrupación en conjunto con otras –nacionales e internacio-
nales– han logrado abrir un espacio donde se discute el desarrollo urbano a nivel
local, así como el concepto de patrimonio, sacando a este último de los marcos
académicos y turísticos.
En segundo lugar, porque debido a su organización abierta y horizontal, así
como el trabajo en red que ha privilegiado, la misma organización se convierte en
una microarena pública, pues en las dinámicas de las reuniones se instauran sus
propias reglas de juego, sus rituales y sus procedimientos, sus lenguajes autori-
zados u obligatorios, sus personajes acreditados y secundarios, sus estándares de
experiencia y de juicio, su forma específica de conformar y aceptar argumentos y
motivos. Las interpretaciones, las críticas y las proposiciones que allí se establecen
no son aceptables si ellas no se pliegan a una gramática, en general no enunciada en
ninguna parte de manera explícita, y sin embargo operante y encarnada en dispo-
sitivos de personas, de objetos y de prácticas (Cefaï, 2001; cit. en Márquez, 2011).
Así, el conocimiento que levantan las agrupaciones, su aplicabilidad y capaci-
dad de diálogo con otro expertise se despliega y pone a prueba en cada reunión,
pues la falta de clausura le permite adecuarse a diferentes territorios, instancias
administrativas y nuevos expertise con los cuales deba enfrentarse y/o colaborar.
Recibido noviembre 30, 2012
Aceptado marzo 18, 2013
70 | El saber del roto chileno
Eduardo Canteros

Referencias bibliográficas

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Cefaï, D. (1996). La construction des problèmes publics. Définition de situations dans des
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 73-100

La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano

Consuelo Biskupovic*
Universidad de Chile, Santiago, Chile

Resumen
A partir de una investigación etnográfica (2007-2011) con un colectivo de defensa
de la precordillera de Santiago de Chile, este trabajo, en primer lugar, revisa
teóricamente cómo se han entendido las emociones desde las ciencias sociales.
Luego, siguiendo el enfoque pragmático de Dewey y Quéré, en la segunda parte
se abordan situaciones en terreno en las que la dimensión afectiva ocupa un
lugar central. Se presenta cómo la dimensión afectiva es determinante a la hora
de comprometerse por la naturaleza y por conseguir que la vida asociativa se
mantenga en el tiempo. La defensa de la naturaleza, un bosque en este caso, es
inseparable del sentirse afectado por lo que a ella le suceda. Se exploran contextos
y situaciones en las que los apegos, afectos y emociones se manifiestan dentro y
fuera de la asociación, buscando refocalizar la pregunta sobre cómo los actores
transforman los espacios a la vez que estos también afectan y transforman a sus
habitantes.

Palabras clave
Etnografía, acción colectiva, dimensión afectiva, naturaleza, Dewey

* Lic. en Antropología Université Paris X, Nanterre. Máster en Ciencias Sociales EHESS-ENS. Estudiante
de doctorado en Antropología Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, EHESS, París, y Universi-
dad de Chile. Coinvestigadora del Proyecto Fondecyt Nº 1130156. Correo electrónico: cbiskupovic@
ug.uchile.cl. Una versión preliminar de este texto fue discutida por Christian Anwandter, Pablo Blitstein,
Margalida Mulet Pascual, Amarí Peliowski y Martín Tironi; a ellos les doy las gracias por sus lecturas crí-
ticas, las que me ayudaron a encauzar estas preguntas. Agradezco además a las instituciones que hicieron
posible esta investigación: Laboratorio IRIS-EHESS, Conicyt y al programa ECOS-Conicyt. Sin duda,
quienes posibilitaron este trabajo en terreno son los miembros de la Red, quienes siempre me apoyaron;
mis agradecimientos profundos van para ellos.
74 | La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano
Consuelo Biskupovic

The affective dimension in civic engagement

Abstract
This paper, based on ethnographic research (2007-2011) with a civic association
working for the defense of the foothills of Santiago, Chile revises, theoretically,
how the emotions have been understood from a social sciences perspective. Then,
following the pragmatic approach of Dewey and Quéré, field situations are addres-
sed in the second part in which the affective dimension is central. It shows how
the affective dimension is a determining factor when it comes to committing for
nature and for maintaining the associative life over time. The defense of nature – a
forest in this case – is inseparable from the fact of ‘being affected’ by what happens
to nature. It explores contexts and situations where attachments, affections and
emotions are manifested both within and outside the association, individually and
collectively, seeking to refocus the question of how actors transform spaces while
these also affect and transform their inhabitants.

Keywords
Ethnography, collective action, affective dimension, nature, Dewey

Introducción

La experticia que puedan movilizar las autoridades con respecto a un espacio


cuando se trata de decidir sobre nuevos proyectos en la ciudad no considera los
apegos ni los afectos ni las emociones de los actores implicados. Sin embargo, estos
sí participan en la relación que tejen con el lugar que habitan, como también lo
hacen con respecto a las interacciones cotidianas entre autoridades, miembros de
organizaciones civiles, profesionales, etc. Con esto no se quiere decir que emoción
sea igual a irracionalidad o que emoción y racionalidad sean incompatibles (Amin-
zade y McAdam, 2002), sino que, como han señalado estos autores, las emociones
sí tienen un rol, producen efectos y son centrales en los procesos a través de los
cuales las personas se comprometen.1
El propósito de este artículo es entender las emociones en un sentido amplio.
Las emociones son parte de lo que se puede llamar ‘campo afectivo’ o, como

1
Actualmente asistimos a una rehabilitación o reintegración de las emociones en parte gracias al best seller
Antonio Damasio, quien demostró, desde la neurología, que sin emoción no podemos tomar decisiones
correctas, ya sea para elegir una calle, para evitar peligros, etc.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 75
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 73-100

prefiero llamarlo (Cefaï, 2007), ‘dimensión afectiva’. Bajo la idea de dimensión


afectiva se han reagrupado los afectos, emociones, sentimientos y apegos, para
ver cómo esta dimensión juega un rol en la defensa de la naturaleza. Esto,
realizado a partir de una investigación etnográfica 2 que exploró el compromiso
de ciudadanos en Santiago, Chile, más particularmente, el colectivo que aquí
llamaré la Red. El objetivo es dar cuenta de cómo la dimensión afectiva tiene
un lugar central en el desarrollo de una cultura política (Eliasoph y Lichter-
man, 2011) de defensa del espacio, territorio, medio ambiente o naturaleza,
según como se le quiera llamar. Esta naturaleza es una ‘naturaleza en peligro’,
como ha destacado Danny Trom (1993),3 ya que es justamente la naturaleza la
que está en juego, la que es reivindicada y la que está en el centro del conflicto
(Trom, 1999).
Esta dimensión ha sido muchas veces olvidada o marginalizada por las cien-
cias sociales (Goodwin, Jasper y Polletta, 2001). Sin embargo, si revisamos
qué atención le han prestado las distintas disciplinas de las ciencias sociales y
humanas a las emociones, encontramos muchos trabajos que por su número no
permiten hablar de excepciones. En el caso de la antropología, esta se ha man-
tenido atenta a la “experiencia emocional de los otros” (Leavitt, 1996, p. 514).
La alteridad ha dado pie a “imputaciones de emociones” (Leavitt, 1996, p. 514)
que encontramos comúnmente en los escritos de antropólogos interesados en
grupos indígenas o contextos exóticos, como el caso de las descripciones de V.
Turner (1967). En el caso de la historia, según L. Passerini (2008), el concepto
de emoción también se volvió un tema central en la investigación académica
hace 40 años. Quizás donde los historiadores han sido más innovadores –en
relación a las demás disciplinas– es en que también se han interesado en cómo
los historiadores mismos han tratado las emociones a través de la historia (Ro-
senwein, 2002). Por su parte, la teoría crítica y la filosofía no se quedaron atrás
cuando en la década de 1990 pusieron en el centro del debate lo que llamaron
el affective turn (Clough y Halley, 2007).

2
Esta se llevó a cabo en tres etapas entre los años 2008 y 2010. El primer trabajo en terreno constó de ocho
meses (desde abril hasta noviembre de 2008), el segundo fue de seis meses (desde octubre de 2009 hasta
marzo de 2010) y el tercero fue de dos meses (entre octubre y noviembre del 2010). Se realizó un total
de 57 entrevistas, se asistió a 37 reuniones (de los miembros de la Red con otros actores como funciona-
rios, académicos, profesionales), así como a 18 actividades diversas, entre las que se cuentan caminatas,
exposiciones, charlas, seminarios y encuentros diversos. Para abordar la dimensión afectiva, este artículo
se ha focalizado en algunos momentos de la etnografía. Estos momentos son entrevistas, declaraciones
y situaciones de interacción, que dan cuenta de cómo lo afectivo tiene un rol primordial a la hora de
comprometerse.
3
Esta y las demás traducciones de citas en lengua extranjera en este texto son de la autora.
76 | La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano
Consuelo Biskupovic

Puesto que el universo de las emociones es inmenso, la intención aquí está


limitada a los apegos, emociones y sentimientos que muestran los ciudadanos a la
hora de comprometerse con el territorio y la naturaleza. Se busca profundizar en el
rol vital que los procesos emocionales juegan en el desarrollo de los movimientos
sociales a través del tiempo (Gould, 2002). También, analizar el surgimiento de
emociones fuertes, que impregnan y son estimuladas por la identidad colectiva de
los activistas, para ver cómo estos procesos “afectan las actitudes de los ciudada-
nos con respecto a ellos mismos, con los demás y también en relación a lo que es
políticamente deseable, posible y necesario” (Gould, 2002, p. 177).
El compromiso tratado aquí es entendido como una actividad individual
y colectiva, cotidiana, de actores organizados en torno a la Red, una asocia-
ción ciudadana creada el año 2006 y que nace principalmente para oponerse
al crecimiento inmobiliario de la precordillera de Santiago, y de esa manera
defender la flora y fauna del lugar. Esta asociación surge en una comuna de
clase media en la provincia de Santiago y en su inicio son sobre todo vecinos
de la precordillera de esta comuna quienes se comprometen y se organizan para
actuar fundamentalmente a nivel municipal. El objetivo central de la Red se
articula actualmente en torno a lograr detener un proyecto de condominios en
un terreno privado en la precordillera, donde actualmente existe un importante
bosque esclerófilo.4
Para introducirnos en lo que es una emoción, un apego, un afecto o un sen-
timiento, ciertamente se necesitarían más líneas de las que se disponen en este
artículo. Ahora bien, el objetivo aquí está lejos de buscar una definición y de trazar
la sociohistoria de cómo se han definido estas categorías. Se trata más bien de ver
cómo funciona la dimensión afectiva en situaciones dadas. Estas situaciones, en el
caso de este trabajo etnográfico, tienen en común que se refieren al compromiso
con una naturaleza y un territorio en particular. Además, en ellas los actores re-
conocen una situación que es problemática, la que en general remite al hecho de
que tal naturaleza está ‘amenazada’, está en peligro de desaparecer.
Hasta ahora, pocos autores han tratado tan pertinentemente este tipo de si-
tuaciones surgidas en el terreno, y que se analizarán en la segunda parte de este
artículo, como lo son los trabajos de John Dewey y los posteriores análisis que
retoman esta corriente pragmática. Antes de considerar estos trabajos, se realiza
aquí un pequeño desvío por lo que podemos rescatar de la sociología en cuanto
al análisis de lo afectivo.

4
Puesto que en otros lugares he desarrollado en mayor profundidad la acción colectiva puesta en práctica
por esta, en este artículo no abordaré estos aspectos. Ver Biskupovic (2011); Barozet y Biskupovic (2012).
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Las emociones y la sociología: un debate pendiente

Una gran puerta es la que abrió sin lugar a dudas la retórica aristotélica al reflexio-
nar sobre la gestión de la polis (y que tiene profunda relación con los objetivos
de este artículo):

ver lo que puede tocar [al oyente], conocer la naturaleza de las emociones
y lo que las suscita, preguntándose a qué sentimientos el receptor puede
acceder por su status, su edad… Este saber es necesario para el orador
que quiere emplear la cólera, la indignación, la piedad, como medio
oratorio. (Aristóteles, 1991, p. 183; cit. por Amossy, 2010, p. 157)

Como precisamente resume Amossy, son tres los aspectos a considerar: i) en qué
estado de ánimo estamos cuando sentimos; ii) hacia qué categoría de personas;
iii) por qué motivos (Amossy, 2010, p. 157). Además, en el ámbito deliberativo,
como sugiere este análisis, es útil considerar en qué disposiciones afectivas están
los auditores a quienes nos dirigimos, y además saber ponerlos en las disposiciones
que convienen, puesto que la pasión, por ejemplo, es lo que, modificándonos,
produce diferencias en nuestros juicios (Amossy, 2010, p. 158). Este enfoque, sin
embargo, se centra no tanto en la expresión del sentimiento como en la tentativa
de suscitarlo en otro (Amossy, 2010, p. 158):

La cuestión de las pasiones y de su movilización en el trabajo de la per-


suasión muestra bien hasta qué punto la retórica depende de una visión
antropológica. Está intrínsicamente ligada a una concepción cambiante
de la racionalidad humana y al status de los afectos en el sujeto pensante.
(Amossy, 2010, p. 158)

Según Amossy (2010), no debemos confundir el efecto emocional producido entre


quienes escuchan y lo que siente o expresa quien habla. Dejemos en claro que en
este artículo nos interesa este segundo punto.
Esta observación anterior se remite al análisis del discurso, pero, puesto que
son las ciencias sociales las que nos convocan aquí, ¿qué han dicho los sociólogos
al respecto? Sommier (2010), en su notable reseña, señala que es innegable que las
emociones ocuparon un lugar central entre los fundadores de la sociología, como
es el caso de Tocqueville y su Democracia en América; Marx y sus estudios sobre
las revoluciones francesas; Weber, en el clásico Economía y sociedad; o como lo
hizo por su parte Simmel, estudiando el conflicto. Sin embargo, Sommier (2010)
78 | La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano
Consuelo Biskupovic

distingue en Durkheim un rol ambivalente que posiblemente marca un oculta-


miento del estudio de las emociones, sobre todo en Francia.
Quizás por esto llama la atención la falta de definición y delimitación de los
estudios en ciencias sociales en relación a lo afectivo. Existen muchos trabajos
que integran o se centran en la dimensión afectiva, sobre todo en el contexto
de movilizaciones sociales. Sin embargo, ¿cómo explicar tanta reserva con res-
pecto a lo que son –concretamente, a partir de casos y situaciones dadas– y a
cómo funcionan las emociones en situaciones problemáticas, donde se enfrentan
desacuerdos?
Las emociones en la manifestación de la calle es un asunto central en lo que
se ha conocido como la “sociología de las movilizaciones sociales”.5 La atención
puesta, por ejemplo, en el enojo de manifestantes ha permitido detenerse en la
relación entre las emociones y la sustentabilidad de los movimientos (Gould,
2002) o en el lugar que ocupa el cuerpo en la manifestación (Soutrenon, 1998).
Entre estos trabajos, y aun cuando son numerosos los análisis teóricos, los traba-
jos etnográficos que describen en terreno cómo lo afectivo se manifiesta, o cómo
los sentimientos y apegos son percibidos, son escasos. Por otro lado, tampoco
encontramos numerosos trabajos que profundicen lo suficiente en las emociones
colectivas más allá de las manifestaciones, por ejemplo, en las reuniones privadas
de las organizaciones o en su interacción con otros actores. Generalmente se ha
privilegiado estudiar cómo emergen ciertos movimientos y cómo perduran, pero
poca atención se ha prestado al estudio sistemático de cómo las asociaciones ac-
túan diariamente, lidiando con distintos actores que pueden representar a otras
organizaciones, como son ministerios, municipios, mundo científico, etc.
En resumen, podemos distinguir en el marco de la ‘sociología de las moviliza-
ciones’ los paradigmas de ‘comportamiento colectivo’, con una base en la psico-
logía; la ‘movilización de recursos’, centrada en la elección racional; el paradigma
identitario que se interesó en el rol de las representaciones y de las ideologías; y,
posteriormente, encontramos trabajos con un enfoque cognitivista y otro que se
interesa en las oportunidades políticas (Soutrenon, 1998). Si bien es cierto que
este no es más que un breve resumen de todos los ámbitos que ha abordado este
subcampo de la sociología, no podemos negar que ninguno de estos paradigmas
dominantes se interesó de lleno por la dimensión afectiva en el compromiso.
La dimensión psicológica, cognitiva o de análisis de discurso nos ayuda a
entender la dimensión afectiva a escala individual. A nivel colectivo, sin duda

5
Para un análisis en profundidad de las distintas corrientes, sugiero los trabajos de Daniel Cefaï. Traducido
al español se encuentra Cefaï (2011).
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son las ciencias sociales las que más están en condiciones de estudiarla. Eso sí,
familiarizados con las costumbres sociales, no resulta evidente distinguir las
emociones, puesto que nosotros mismos las compartimos. Las costumbres colec-
tivas no necesariamente son emociones colectivas; como advierte Quéré (2012),
el hecho de que una emoción sea compartida no significa que estemos frente a
emociones colectivas. En este sentido, los análisis dominantes de los movimien-
tos sociales han abordado las emociones colectivas en tanto que ‘fenómenos
de contagio, de fusión o de histeria colectiva’ o como una suma de emociones
individuales. El desafío es mostrar que un colectivo pueda realmente sentir las
emociones. Como subraya Quéré, este aspecto está lejos de haber sido resuelto
por las teorías de movimientos sociales. Estas se han olvidado de que las pasiones
pueden dominar las capacidades racionales (Amossy, 2010), pensando que la
argumentación solo se puede analizar desde la razón, desde los conectores lógicos
que escuchamos en entrevistas. Se tiende a pensar que defender un argumento
es intentar mostrarle a quienes escuchan una posición, racionalmente. Pero esto
no significa que las emociones no puedan tener aquí un rol (van Eemeren et al.,
1996; cit. por Amossy, 2010).
Dos problemas se presentan para integrar la dimensión afectiva al estudio
de los procesos de acción colectiva. Primero, la primacía que se le ha dado a la
movilización ha dejado de lado la importancia que tienen en las reivindicacio-
nes ciudadanas todos los demás procesos cotidianos que los actores implicados
llevan a cabo durante años. El foco se ha puesto tan intensamente en la ma-
nifestación, que todos los demás procesos se han invisibilizado. Creemos que
la manifestación, si bien puede permitir que el grupo exista –tal como señala
Offerlé (cit. por Soutrenon, 1998)–, no es la única manera de decir algo o de
permitir las condiciones para que exista debate. Contrariamente a estos trabajos
de ciencias políticas, en donde la manifestación como objeto de estudio está
omnipresente, pareciendo ser un fin en sí mismo, se dan otras situaciones mi-
crosociológicas que resultan igualmente centrales para entender los procesos de
acción colectiva. El segundo problema es, tal como lo señaló James M. Jasper
(2011), que algunas emociones específicas son comúnmente tomadas del lenguaje
cotidiano (rabia o miedo, por ejemplo), aunque en realidad cubren distintos
tipos de sentimientos. Frente al primer problema, una solución es cambiar el
foco de análisis (de macro a micro) y para ello el trabajo en terreno se presenta
como buena opción metodológica.
Para superar la segunda dificultad, este trabajo abarca el estudio de lo afectivo
a partir de una definición amplia, que incluye los distintos niveles en los que
este se expresa. Así, al interior de los fenómenos afectivos es posible distinguir
80 | La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano
Consuelo Biskupovic

emociones, humores, sentimientos, pasiones, temperamentos, caracteres, sensa-


ciones y deseos (Deonna y Teroni, 2008). En este sentido, la solución no es crear
una tipología de los emocional processes, como propone Jasper, sino más bien ver
en concreto por qué y cómo surgen estos. Los gestos, las voces, los cuerpos…
pueden ser tan importantes tanto en manifestaciones masivas como en reuniones
privadas, por ejemplo entre diez personas, donde pocos investigadores se han
aventurado (ver, por ejemplo, Eliasoph, 2010). Por lo mismo, el centro de interés
está en la relación entre el problema y la reacción emocional, tal como lo señaló
Marcus (2008). Este autor nos muestra que las emociones sí son necesarias para
el ámbito racional, o estratégico, que participan en la acción colectiva, y que
muchos autores han analizado en tanto que dimensiones separadas, o bien consi-
derando muchas veces a las emociones como la contracara de la racionalidad en la
acción.6 Es decir, las emociones también son motivadoras de la acción colectiva.
Para analizar esto conviene entonces integrar a la categoría de emociones todas
aquellas afecciones o procesos que den cuentan de que ciertas cosas, personas o
situaciones nos afectan.
Ya en 1921, cuando Marcel Mauss estudiaba los llantos en cultos funerarios
australianos, los llamaba expresiones de sentimientos, como parte de otras expre-
siones orales, y que son “esencialmente, fenómenos no exclusivamente psicológicos
o fisiológicos, sino que fenómenos sociales” (Mauss, 1968, p. 81). Agregaba que los
ritos, además de sentimientos, muestran ideas colectivas, permitiéndonos tomar al
grupo, a “la colectividad en acción, en interacción si se quiere” (1968, p. 83). Pero
Mauss no define qué son los sentimientos en el contexto de una interacción. Sí se
detiene en el hecho de que se pronuncian en grupo y recalca el carácter obligatorio
de la expresión de sentimientos como la pena, la rabia o el miedo en los cultos
funerarios. Los roles están dados por valores simbólicos: gritos y cantos se llevan a
cabo para la expulsión de maleficios. Por ello, Mauss sostiene que estos son signos
no espontáneos y de obligación. Pero, ¿son todas las expresiones de sentimientos
orales calculados, induciendo a ciertas obligaciones en el grupo? Consideramos
que no. La dimensión emocional puede surgir espontáneamente y luego puede
reacomodarse a la situación. En lo que sí concordamos con Mauss es cuando con-
cluye que, “desde un punto de vista psicológico” (1968, p. 88), todo el conjunto
de sentimientos individuales y colectivos “son más que simples manifestaciones,
son signos de expresiones comprendidas, en resumen, un lenguaje” que todo el
grupo entiende. “Más que manifestar sus sentimientos, se los manifestamos a
otros” (Mauss, 1968, p. 88).

6
Para una reflexión sobre el ‘mito de la racionalidad’ en la antropología, ver Milton y Svasek (2005).
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 81
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La dimensión afectiva según Dewey

La situación problemática en la que se centró esta etnografía puede ser también


definida como lo que Boltanski ha entendido como affaires: “en un affaire, aquel
o aquellos que protestan lo hacen porque su sentido de justicia ha sido ofendido”
(1991, p. 20). En un affaire, que en el caso que aquí nos convoca se resume en la
construcción en el piedemonte andino de Santiago y los riesgos que aquello con-
lleva, reivindicados ciertamente por vecinos que se oponen a estas construcciones
urbanas, los aspectos a abordar son múltiples. Como bien lo resume Boltanski,
podemos centrarnos en si están o no en su derecho aquellos que se oponen, en
las imposibilidades que los actores atraviesan, en cómo sus quejas son o no consi-
deradas, en cómo ellas son llevadas a la arena pública, en cómo pueden ser o no
ser aceptadas, en la temporalidad de las causas, etc. Sin embargo, retomando la
idea de que el “problema debe ser sentido para poder ser enunciado” (Dewey; cit.
por Quéré, 2012, p. 265) aquí profundizaremos sobre todo en lo que respecta a
‘lo sentido’.
Según Dewey, cuando una situación problemática surge nos sentimos afectados.
El proceso entonces de reconocimiento de esta, está teñido de emociones. Pero,
¿cómo consideran Dewey y el enfoque pragmático las emociones en la investiga-
ción de un problema?
Lo importante en Dewey es que le devolvió el contexto y el entorno a las emo-
ciones, posibilitando así, a nuestro parecer, un enfoque más social. Sin embargo,
Dewey trató el asunto de las emociones bastante ambiguamente, por lo que para
responder esta pregunta nos basaremos en las investigaciones de Louis Quéré.7
Las emociones son interesantes para la antropología y la sociología cuando
las consideramos no como estados pasajeros o reflejos automáticos, sino que
como parte integral de una situación global y durable que implica una preocu-
pación por aspectos precisos y sus resultados (Quéré, 2012). Ver cómo se percibe
colectivamente la emoción, si se acepta o no, qué comportamientos son o no
aceptables en ese marco, cuáles son las condiciones de posibilidad de lo afectivo
o cuáles son las reglas que están en juego, son algunas de las preguntas que aquí
nos interesan.
Por otro lado, una emoción tiene un efecto en la acción, la puede complicar
o estimular, cambiando el desenlace de esta y afectando la vida cotidiana de una
7
Sociólogo francés que ha retomado el enfoque del pragmatismo. En este trabajo nos centraremos en un
artículo reciente de Quéré donde se pregunta sobre el orden sensible y los afectos en los problemas públi-
cos y sobre el trabajo de las emociones colectivas en el transcurso de un asunto preciso, a saber, las “mareas
verdes en Bretaña” (ver Quéré, 2012, p. 266).
82 | La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano
Consuelo Biskupovic

persona. El compromiso es un ejemplo de esto en cuanto los apegos juegan un rol


central en las biografías de los encuestados, al punto de que el sentirse afectados
por una situación problemática los conduce, entre otras razones, a tomar la decisión
de comprometerse para defender la naturaleza.
Aun cuando Dewey insiste en que no podemos separar una emoción “ni de
su objeto, ni de la situación que la suscita” (Quéré, 2012, p. 274), “las emociones,
discursos y acciones, y más ampliamente, los modos de compromiso no son simples
productos de la situación” (Eliasoph y Lichterman, 2011, p. 357). Además, en la
expresión afectiva juegan un rol central los valores y compromisos morales de cada
persona, lo que nos lleva a apreciar diferentemente las situaciones. La dimensión
afectiva y los conflictos de valores también cambian según las culturas, el contexto
sociopolítico de un país, su historia política, etc. Seguramente, no era lo mismo
conmoverse en una manifestación en el Chile de la década de 1970, durante la
dictadura, como lo puede ser hoy en día. Asimismo, no es posible comparar las
emociones en contextos religiosos (Di Bella, 2003) con aquellas que producen
atentados como el del 2004 en Madrid (Truc, 2006).
Más allá de las tipologías, en el subcampo de la sociología de las emociones
destaca el trabajo de Christophe Trainï (2009),8 de quien podemos retener la noción
de ‘dispositivos de sensibilización’, es decir, “el conjunto de soportes materiales,
disposiciones de objetos, puestas en escena, que los militantes despliegan para
suscitar reacciones afectivas que predisponen a aquellos que las sienten a com-
prometerse o a sostener la causa defendida” (Trainï, 2009, p. 13). Pero, más que
detenernos en todos aquellos dispositivos que nombra Trainï, lo que aquí interesa
es la sensibilidad misma, en la dimensión afectiva, que permite distinguir momen-
tos de disrupción o de quiebre en las trayectorias. Como sugiere Quéré (2012),
las emociones surgen cuando las actividades no siguen su curso normal, cuando
hay un obstáculo, algo imprevisible, algo que contradice lo que espera el público.
De esta manera, poniendo atención en esos momentos en que las emociones ‘se
muestran’, podemos detectar esas disrupciones en el curso normal de la vida de
los encuestados. Además, la emoción, cuando existe, lo hace también porque hay
una situación que importa.
Concretamente, no hay una relación causal entre estar afectado y estar compro-
metido. No se quiere sugerir aquí que porque una persona sienta afecto, preocu-
pación o rabia frente a un desastre ecológico, por ejemplo, ella se comprometerá
con el asunto. Como dice Quéré, las emociones no harán de aquel que se siente
afectado un activista, necesariamente. Pero sí tendrá una “experiencia distinta del

8
Aunque en otro sentido, no etnográfico pero sí teórico, ver al respecto Boltanski (1991).
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problema” (2012, p. 285). En este sentido, el estar afectado desencadena accio-


nes, evaluaciones, consideraciones. “Las emociones son motores de la conducta”
(Quéré, 2012, p. 282), hacen que las personas perciban y se interesen por debates,
problemas, experticias, declaraciones. A partir de esto nacen también evaluaciones
de lo que los actores están o no dispuestos a aceptar. Con todo esto, poco a poco
empiezan a juntar datos que les permitirán conocer mejor el problema, pero ello
no borrará el afecto sentido desde un comienzo por el problema. Las emociones,
como señala Quéré retomando a Livet, nos empujan a hacer cosas, a reaccionar.
Son parte de un sistema de relaciones; nos permiten cuestionar el mundo y atribuir
más o menos valores a ciertas situaciones en las que nos vemos envueltos. La de-
fensa o la resistencia a otros valores que no son aquellos que compartimos implica
afectos: sentimos rabia e indignación, o bien alegría y satisfacción en situaciones
en que nuestros valores comunes se ven puestos en cuestión, validados o mientras
la situación nos importe. La defensa de los valores motivan la acción y lleva a
“revisar” (Livet, 2002; cit. por Quéré, 2012, p. 280) la realidad o el problema.

Los niveles y roles de los afectos en el compromiso

La Red tiene sus orígenes en la década de 1990, al suroriente del Gran Santiago.
En esos años, la expansión de la capital y la construcción de barrios cerrados para
las clases medias y medias altas, empieza a ocupar el piedemonte andino.9 La
asociación es creada formalmente el año 2006 por un grupo de entre ocho y 10
vecinos de entre 50 y 70 años, mayoritariamente mujeres profesionales. Poco a
poco, con los años se irán sumando jóvenes a la asociación. Durante la etnografía,
eran regularmente diez personas las que participaban activamente; entre ellas, la
mitad eran mujeres mayores y la otra mitad eran jóvenes estudiantes universitarios
menores de 30 años.
Esta asociación, desde su inicio plantea la defensa de la precordillera en opo-
sición al desarrollo que ha conocido la comuna en los últimos años, criticando el
hecho de tener dos shopping centers que habrían atraído a las familias de la comuna,
dejando la cordillera como “una naturaleza lejana e inaccesible” (Declaración de
Principios de la Asociación, septiembre 29 de 2007). Frente a los problemas que ha
traído el ‘desarrollo’, según ellos, al que se suma la casi completa privatización de la
precordillera, los vecinos organizados en torno al colectivo valoran la existencia de

9
Se ha optado por mantener el anonimato de la asociación en cuestión, puesto que se abordan aspectos
internos de la organización.
84 | La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano
Consuelo Biskupovic

algunos pocos espacios verdes. Entre ellos, el principal es un bosque esclerófilo de


más de 500 hectáreas, el último bosque nativo de Santiago, como señalan algunos
miembros, que es actualmente privado y que fue descubierto casualmente por los
vecinos poco antes de formar la asociación.
Aun cuando buscan proteger la naturaleza y el territorio, los miembros no
se identifican con grupos o partidos ecologistas. La Red es sobre todo un grupo
local, arraigado en la precordillera santiaguina, que concentra sus actividades de
preferencia en la comuna, tomando distancia de la municipalidad y buscando su
propio espacio participativo, raramente asemejándose a otros grupos, aun cuando
apoyan diferentes causas. Los miembros de la Red constituyen el movimiento
contra el dueño del bosque, así como también contra la mayoría de las autoridades,
quienes se han transformado a lo largo de los años en las referencias opuestas a
la identidad del grupo.
Si bien realizan distintas actividades masivas para sensibilizar a los habitantes
de la comuna frente a la existencia de dicho bosque, los miembros se reúnen pe-
riódicamente para poder organizar la lucha contra los proyectos inmobiliarios. En
una de estas reuniones, llevada a cabo en casa de la presidenta de la Red, Julia,10
estaban reunidos, como muchas otras veces, cuatro miembros para discutir las
próximas acciones que llevarían a cabo durante ese mes de septiembre de 2008.
Ese mismo día, en la mañana, se habían reunido con el intendente de Santiago,
gracias a las gestiones de la esposa del ex alcalde de la comuna, quienes también
habían asistido a ese encuentro. Luego de esta reunión en la Intendencia, los miem-
bros presentes en casa de Julia hablaban de desconfianza frente a este ex acalde.11
Como ahora era miembro de la comisión de medio ambiente en el Congreso, los
miembros de la Red le habían solicitado apoyo para evitar que se construyera en
el bosque de tipo esclerófilo que la Red quiere proteger y defender con el fin de
transformarlo en un parque público. Aunque el edil manifestó que los apoyaría,
Julia y Alfonso (otro miembro joven de la Red presente) dicen que no confían en
él, puesto que estaba a la cabeza de la alcaldía cuando se aprobó un gran proyecto
para construir condominios en la precordillera, tres años atrás. Es precisamente
este tipo de proyectos los que dieron pie a la creación de la Red y frente a los cuales
los miembros se oponen.

10
Julia ha estado desde los inicios a la cabeza de la Red. Actualmente bordea los setenta años. Llegó de
Europa a vivir a Chile en los años 70 y desde 1988 vive en la precordillera.
11
Los nombres de los miembros de la Red aquí evocados fueron cambiados con el fin de evitar hacer
públicas opiniones que surgieron en contextos internos de la asociación o en entrevistas personales. No
obstante, debe considerarse que siempre compartí con ellos los objetivos de esta investigación realizada en
el marco de mi tesis doctoral.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 85
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 73-100

Julia agrega que las conclusiones de dicha reunión son más o menos secretas,
y las transmitirán solo al grupito chico, es decir, a los miembros centrales y más
activos de la Red. Además, Julia decía estar molesta pues se le informó el mismo
día sobre la reunión con el intendente. Me dice que igual se animó y preparó la
carpeta con todos los documentos. Mientras converso de esto con Julia, otro miem-
bro, Amanda (que también bordea los setenta), sugiere que deben solicitar un
recurso de amparo y agrega: yo soy escéptica con estos megaproyectos, refiriéndose
al hecho de que respecto a los nuevos proyectos inmobiliarios en el sector, ella
cree que tienen pocas posibilidades de impedirlos. Más adelante, Alfonso toma
la palabra para recalcar que el actual jefe de la División de Desarrollo Urbano
del Ministerio de Vivienda y Urbanismo sí tiene la facultad para poder asegurar
la protección del bosque. Luego agrega que él nos mintió al no señalarles que sí
podría evitar que el bosque desapareciera. Enseguida comienzan a discutir sobre
las reales posibilidades de que el intendente se encargue de la compra del bosque
para transformarlo en un proyecto ecológico. Pero Julia dice, sincerándose, no lo va
a hacer, y luego subraya que ella les ha transmitido a ciertas autoridades el hecho
de que nosotros queremos el carácter rural.
Más adelante en la reunión, Amanda cuenta que llamó a uno de los concejales
para tratar el tema de los posibles cambios en el plan vial de la comuna. Sorpresiva-
mente, Julia la interrumpe para decirle, bastante molesta: ¿pero no les hablaste sobre
el bosque? y agrega que ese es el problema de las personas que viven en el sector de
Amanda (que se encuentra arriba del sector de Julia): siempre hablan de ellos nomás.
Cuando Julia se enoja con Amanda porque no ha presentado el problema del
bosque frente a los concejales en el momento en que tuvo oportunidad de hacerlo,
esta es obviamente una reacción espontánea. Sin embargo, el problema frente al
que Julia y los demás miembros sienten que se está cometiendo una injusticia, que
involucra la amenaza de desaparición de la naturaleza en un territorio dado y que
es la causa de la reunión aquí evocada, es una situación que lleva años en curso y
por lo mismo es la base de la reacción de indignación de Julia.
Este problema afecta a cada miembro de manera distinta y al mismo tiempo
cada cual percibe y juzga la acción de los otros según su propia experiencia afectiva.
De este modo, Amanda no le presta mucha atención a la pregunta e indignación
de Julia, prosiguiendo con su análisis. Finalmente, tanto Julia como Alfonso y
Amanda concluyen que sienten que les pasaron gato por liebre, refiriéndose a lo
que les señalan los funcionarios que van a hacer (como los concejales de la muni-
cipalidad o los funcionarios a nivel ministerial) y que finalmente no hacen. La
reunión se acaba, pues Alfonso señala que se siente mal, y poco a poco cada uno
se retira a su casa.
86 | La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano
Consuelo Biskupovic

En el transcurso de esta reunión es posible distinguir distintos niveles en los


que la dimensión afectiva se expresa. Por un lado, están las rabias, enojos, afectos,
molestias, alegrías, satisfacciones, etc. que viven los miembros ‘dentro’ de la Red. Por
otra parte, las discrepancias ante a las distintas posibilidades de acción que tienen
frente a los eventos que diariamente suceden y frente a las cuales buscan posicio-
narse, los llevan a no estar siempre de acuerdo y a mostrar sentimientos distintos.
Por otro lado, están los afectos que surgen en las interacciones (mayoritariamente
en el transcurso de reuniones) con los funcionarios y autoridades, sobre todo en lo
que respecta a las acciones que las autoridades señalan que harán y los resultados
que los ciudadanos raramente obtienen.
Además está el rol que juega lo afectivo a nivel individual, que tiene relación
con la manera en que los miembros perciben lo que sucede y cómo aprehenden los
acontecimientos, cómo se enfrentan y reaccionan tanto ante las demás personas
como frente a situaciones dadas.
Llama la atención el hecho de que los miembros de la Red, tanto en esta reunión
como en muchas otras circunstancias, se sientan impotentes. Resulta contradictorio
que por un lado busquen impedir la construcción de más condominios y al mismo
sientan que frente a ‘megaproyectos’ no pueden hacer nada. ¿Por qué se están orga-
nizando si finalmente sienten que no pueden hacer nada? Varios de los miembros
más activos, como Julia o Lina, quienes son a su vez muy cercanas y antiguas amigas
y vecinas, dicen en entrevista que ellos están luchando por el bosque porque es su
deber. Además de un lenguaje que remite a un compromiso individual (Eliasoph y
Lichterman, 2011), los miembros se identifican fuertemente con la precordillera y
su carácter rural, como señala Julia. El deber y el sentir que son ellos quienes tienen
que dar la pelea, pues de otro modo nadie más lo hará y el bosque desaparecerá,
tiene relación con el compromiso que sienten con el territorio que habitan.
Julia, Amanda y Lina fueron de las primeras habitantes en poblar este barrio
de la precordillera cuando apenas había caminos. Es entonces en torno a la res-
ponsabilidad que sienten frente al territorio que estiman propio que los miembros
gesten objetivos comunes que son capaces de trascender razones, valores y consi-
deraciones personales.

El apego y el territorio

Cuando en 1995 Julia se entera de los primeros proyectos de construcción de


condominios en la precordillera, cercanos a su vivienda, la relación con el entorno
cambia. Recibir esta noticia fue tremendamente triste, en sus palabras, porque en
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el lugar elegido por la inmobiliaria la gente de las poblaciones de la comuna iba a


hacer pic-nics y a elevar volantines. Para ella fue como recibir la noticia de que uno
tiene cáncer.... saber que con eso se abría la puerta a todos los males que ahora nos
están achacando.... (entrevista en casa de Julia, mayo 7 de 2008).
El cáncer, desde el momento en que es diagnosticado, es un proceso irrever-
sible, es un crecimiento incontrolable. En su caso, Julia lo asimila a la llegada de
los condominios: una vez que aparece un proyecto, ya no es posible volver atrás,
volver a estar sano, volver a lo que era la cordillera con el espinar.
El apego aquí expresado remite a la dolencia: ‘duele’ algo que pasa fuera de uno
como si pasara en el cuerpo mismo. Esta encarnación de los afectos, “embodied
attachment” (Heatherington, 2005, p. 146), es distinguible a través del lenguaje,
pero también por medio de los gestos. No es la mente versus el cuerpo, es la mente
con el cuerpo y además con el entorno que habita, el que percibe cotidianamente.
El surgimiento de una acción colectiva puede aparecer “por un ‘shock moral’
productor de indignación” (Sommier, 2010, p. 195). En el caso de la Red, el “shock
moral” indudablemente lo produjo la construcción en la precordillera (vale decir,
escuchar las máquinas cada día trabajando, ver cómo el bosque es destruido, ser
testigo de cómo la tierra ya no absorbe las aguas como antes, etc.). Pero, como
con justa razón señala Sommier (2010), la noción de shock moral podría final-
mente explicar cualquier surgimiento de acción colectiva, por ello es importante
detenerse en el rol de las emociones, en cómo estas pasan de ser una ‘reacción’
más, que puede ser espontánea, a un estado afectivo, a un compromiso que se
prolonga en el tiempo.12

La casa de Julia está en medio de un gran jardín, entre árboles grandes,


y tú ves abajo de mi nogal pasan los pájaros, hay tiuques, incluso hay pencos
de repente, hay zorzales, hay picaflores […], hay tórtolas, hay queltehues, los
tiuques vienen aquí al lado, a ese árbol que está aquí en el garaje a meterse
también… (Julia, mayo 7 de 2008).

Cuando vemos el entorno en el que vive Julia comprendemos por qué los condo-
minios que progresivamente han ido siendo construidos cerca de su barrio, no le

12
Siguiendo a Sommier (2010), para dar cuenta de este complejo proceso tendríamos que detenernos en
todos aquellos motivos que facilitan el compromiso, en todas las distintas maneras de distinguirse que
tienen los involucrados (ciudadanos, expertos, víctimas, profesionales…), en todas las formas de actuar
durante el compromiso (caminatas, fiestas, reuniones, conferencias de prensa, acciones en Tribunales…);
sin embargo, por falta de espacio, nos concentramos aquí en los principales estados afectivos que deter-
minaron el compromiso de los miembros centrales de la Red.
88 | La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano
Consuelo Biskupovic

gustan. Los proyectos inmobiliarios cortan los árboles nativos que Julia junto a
la organización que lidera, defienden y buscar proteger. Entre estas casas nuevas,
todas iguales, han plantado palmeras y otras especies que no son autóctonas.
La voz de Julia se enternece cuando se refiere a su jardín, a su entorno, habla
pausadamente, sonríe, usa diminutivos. Poco antes, Julia me contaba con energía
acerca de situaciones que la indignan. Se eleva el tono de su voz, habla más rápido
y con tono de enojo, habla de situaciones que no logra entender. La indignación,
siguiendo el análisis de Quéré, ayuda, por una parte, “a resistir frente al acomoda-
miento de la realidad tal como es” (en este caso, la construcción de condominios
en la precordillera y destrucción del bosque esclerófilo), y por otra, “al desarrollo
de una sensibilidad pública nueva frente a las cuestiones ambientales y la defensa
de bienes comunes” (2012, p. 286).

Esas son las cosas que tú te dices […] yo, como extranjera, no puedo enten-
der, no puedo entender, ¿me entiendes? ¿¡Cómo!? Habiendo tanto terreno
en este país, llevan a la gente a vivir hacinada como conejos, como sardinas
en una lata. Yo creo que hay que tener dos dedos de frente para saber de
psicología, que es igual que una plantita, si pones diez plantas en un mace-
tero no pueden crecer; igual con los niños, cómo va a crecer un niño en un
departamento de 24 m2. Yo aquí tengo una casa de 180 m2, con 4 hijas y
nosotros encontrábamos que no teníamos ni un espacio de más. […] y con
los cinco encontramos que la casa está requete llena. Es un lujo también,
pero la gente necesita su espacio, los niños necesitan su pieza, o por lo menos
de a dos… (Julia, mayo 7 de 2008)

Las analogías entre la naturaleza (una planta en este caso) y los seres humanos son
comunes en las referencias de Julia; ambos son seres vivos con necesidades básicas
tales como espacio, aire, cuidados específicos. La planta requiere de cuidados para
crecer, lo mismo que un niño. El objetivo es común, trátese de la naturaleza o de
los seres humanos. Existe entonces una finalidad compartida que es vivir y vivir
bajo ciertas condiciones, con ciertas garantías. Es, en definitiva, un modo de vida,
una calidad que Julia está defendiendo aquí.
Al mismo tiempo, Julia se desmarca de lo ‘común’ (es decir, de lo que la mayoría
comparte) en lo que se refiere a Chile. Ella, en tanto extranjera, no logra entender
situaciones que se dan en este país; en realidad, ella no es parte de eso que no logra
entender. Al evaluar la situación de hacinamiento, según ella, de barrios cercanos
al suyo, donde los habitantes residen en viviendas sociales (casas y edificios) en-
frenta un proceso de autoanálisis, y aunque se reconoce privilegiada, considera que
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 89
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hay ciertas necesidades que no se pueden transar. El espacio aparece aquí como
un derecho central: el espacio en cuanto a metros cuadrados, pero también a un
espacio vivido por los seres humanos.
Por otro lado, ‘el no entender’ provoca en Julia sentimientos de confusión, de
desespero, de angustia, de rabia. La situación es difícil (incomprensible para ella,
que creció en otro país) y Julia no es capaz de acomodarse a ella, no le parece
aceptable y por ende la ‘revisión’ de esta, en términos de Dewey, da cuenta de que
Julia está frente a un problema.
La manifestación de afectos y apegos logra que los demás se impliquen, llama
la atención del otro, no solo en marchas, sino también –en el caso de la entrevista
de Julia– en encuentros más íntimos, como el que se produce entre Julia y yo, en
tanto ‘entrevistadora’, a quien ella expone su relato con énfasis, intentando hacer
parte a su auditorio del problema.

Los afectos implicados en la defensa de la naturaleza

La relación afectiva con el entorno no siempre es fácil de transformar en argu-


mento válido. Aun cuando durante las entrevistas Julia recalca su pasión por el
lugar donde vive, ¿cómo hacerlo frente a otros –como las autoridades– que esperan
evaluar razones racionales ante el tema de conflicto? En estudios de empresas,
de municipios o ministerios es notoria la ‘desterritorialización’ del lugar que se
evalúa, en este caso, la precordillera. Un caso ejemplar son las Declaraciones de
Impacto Ambiental, como aquella elaborada por la empresa (y presentada ante
los organismos de Evaluación Ambiental del Estado) que quiere construir un
nuevo proyecto inmobiliario en la zona colindante del terreno de Julia. Allí se
lee que “este sector no posee valor paisajístico” (Gesterra, 2011, p. 7). Quienes
elaboran estos informes no interactúan con los habitantes cercanos al espacio
requerido, ni tienen relaciones duraderas o cercanas con estos lugares. A partir
de experiencias distintas con el entorno, se constituyen experticias y formas
opuestas de considerarlo. Mientras unos revelan sus emociones y afectos hacia
el medio ambiente, otros intentan aplicar la ley y ser ‘racionales’, sin remitir a
un sentido común.
Al respecto, el lenguaje, las acciones y decisiones que toman los actores implican
los afectos y muestran que también existen relaciones de fuerza y ‘puestos’ (places)
ocupados por cada actor, desde donde hablan, escuchan y actúan, y exponen sus
impresiones. Estos puestos, donde están involucrados los afectos, van más allá de
las posiciones sociales o de los criterios económicos o simbólicos. Son el dolor, la
90 | La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano
Consuelo Biskupovic

rabia, el sentimiento de injusticia, los que marcan estos puestos y por lo mismo
no pueden ser analizados como expresiones interesadas o desinteresadas, sino que
en tanto afectos (Esquerre, 2007).
El lenguaje de las emociones es quizás el medio por el cual se hace más aprehen-
sible la dimensión afectiva. Considerando cómo los actores nombran lo que sienten,
podemos analizar el objeto que produce tal emoción. En este caso, en filosofía se
dice que las emociones son fenómenos intencionales (Deonna y Teroni, 2008).
La dimensión afectiva surge a través del lenguaje tanto en relación a cómo los
integrantes de la Red perciben lo que pasa a su alrededor (la influencia que tiene en
ellos la naturaleza en torno a la que viven), como también al momento de intentar
explicar los argumentos de la defensa del sector por la que abogan los miembros
de la Red cotidianamente. Los argumentos tienden a atenderse únicamente dentro
de un lenguaje técnico o racional. Sin embargo, analizando cómo se explicitan
estos argumentos vemos que no siempre existe una separación entre lo racional y lo
afectivo. La experiencia emocional implica un objetivo y un proceso de evaluación
de este objetivo (Guilhaumou, 2011).
Pero no es solo a través del lenguaje que se mueven los afectos. Las personas
también experimentan sentimientos que, más que ser legibles por el hecho de
ser nombrados, se vuelven legibles a través de una experiencia corporal (Gould,
2002, p. 184). Los afectos que la naturaleza que la rodea suscitan en Julia, son
evidentes. Mientras paseamos por su jardín, ella me explica en detalle las flores,
los árboles, los proyectos que ahí tiene. Se emociona cuando remite a este lugar, al
igual como lo hace cuando habla del bosque en la precordillera. La naturaleza se
incorpora y, tal como me decía en una entrevista un dirigente de una asociación
con la cual participó la Red en reuniones con Conaf, esto hay que quererlo para
defenderlo (entrevista, noviembre 13 de 2010).
‘Querer’ implica estar ligado al lugar, no solo en términos de cuidarlo y pro-
tegerlo; querer implica también una investigación. En el caso de los miembros
de la Red, ellos han estudiado el lugar, lo han evaluado, saben qué es valioso allí.
En la misma entrevista a Julia antes citada, cuando le pregunto qué estudió, ella
me explica que aunque haya estudiado algo que no está directamente relacionado
con la precordillera (enfermería),

le gusta este asunto… me gusta siempre saber, mira, no decir ‘aquí no se


puede construir porque no me gusta’, no poh… porque está todo compro-
bado, geográficamente, geológicamente, que desde el punto de vista del
clima también… qué va a pasar cuando llenen con cemento todo el cerro.
(Entrevista, noviembre 13 de 2010)
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Como si quisiera defenderse de acusaciones tipo NIMBY, Not in my backyard,


(egoísmo individual y de las colectividades locales), Julia resalta que le gusta saber.
Y es que los análisis desde la explicación NIMBY consideran las argumentaciones
de rechazo de asociaciones civiles a ciertos proyectos principalmente en términos
racionales y estratégicos (al respecto, ver el agudo análisis de Trom, 1999). La
prioridad que se le ha dado al ‘interés’ ha hecho olvidar el componente emotivo
que provoca que personas que aman un lugar determinado se opongan a que este
cambie, se venda, desaparezca, etc. Si Julia ha tomado años para aprender y así
defender la precordillera, es porque tiene un “embodied attachment” (Heathering-
ton, 2010, p. 152) con este lugar. En su compromiso se mezcla el saber técnico
con la experiencia vivida en el sector; lo que ella ha aprendido leyendo, buscando,
recopilando, pero también viviendo aquí. Ella aprende, y aprende porque le gus-
ta. Ciertamente quiere tener argumentos ‘válidos’ para defenderse en instancias
técnicas (legales, administrativas, territoriales, etc.). Pero, al mismo tiempo, hay
una relación afectiva con lo que la rodea que la motiva también a interesarse y
aprender sobre el medio ambiente precordillerano.
En palabras de Heatherington no podemos “rechazar una falsa oposición entre
razón y emoción que menosprecia la inteligencia de cualquiera cuya postura es
apasionada. Al contrario, las emociones pueden resumir y simbólicamente con-
densar pensamientos ‘racionales’ o literales” (2010, p. 146). Esta autora destaca
que el trabajo conceptual que realizamos de manera personal, condiciona la ex-
periencia encarnada y viceversa, y de esta manera un debate político insípido, o
que pudiera parecer neutro o técnico (como por ejemplo la discusión de una ley),
para algunos puede transformarse en una experiencia intensamente desagradable
y provocar por ende rabia o dolor.
Los afectos se vuelven problemáticos cuando los miembros deben justificar sus
demandas y sobre todo cuando deben enfrentarse a las autoridades. Julia evoca el
modo en que las autoridades responden a sus demandas haciendo ‘lo que tienen
que hacer’, es decir, refiriéndose a lo que se puede o no según una ley, un artículo,
etc. Pero, ¿qué pasa cuando los afectos surgen en una y otra parte (en ciudadanos
y/o autoridades)?
En una reunión de la Red, sostenida con el secretario regional ministerial (sere-
mi) de Agricultura, este no reprime sus emociones y creencias. Luego de explicarles
a los miembros de la Red los aspectos positivos del clima mediterráneo que tiene
Santiago, señala que esa es una bendición… deberíamos estar golpeándonos el pecho
(reunión en la Secretaría Regional Ministerial de Agricultura en Santiago, junio
de 2010). Saliéndose de los límites que establece su rol de funcionario, el seremi
prosigue con un discurso sobre el cambio climático en el que mezcla las andanzas
92 | La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano
Consuelo Biskupovic

de Claudio Gay en Chile o el apoyo de la empresa privada, así como otros asuntos
que no tienen relación directa con los temas que los miembros de la Red quieren
abordar. El funcionario busca captar la atención y mostrarse empático con los
auditores. Sorpresivamente, sale en busca de una fotografía y regresa con la repro-
ducción de un espino precolombino… yo lo tengo de fondo de pantalla, dice. La foto
deja emocionados y sobre todo impactados a los miembros de la Red. Dicen que
nunca han visto uno tan grande y le piden copias al seremi. Además de captar la
atención de los asistentes, el seremi logra mostrarse sensible ante un auditorio que
le está reclamando, al mismo tiempo, que hay una falta de participación y por lo
mismo nos va a costar volver a confiar en la institucionalidad. La foto y los afectos
que esta provoca sirven para sobrepasar las rencillas, los conflictos entre autoridad
y ciudadanos, aunque sea momentáneamente.
En la defensa de la precordillera están involucrados, además de acciones con-
cretas cotidianas, los afectos, tanto en relación con el lugar que intenta ser defen-
dido, como en las relaciones dentro y fuera de la Red. Hay las emociones sociales,
públicas, que dependen de las interacciones con otros. Pero no todas las emociones
son ‘creaciones sociales’ que actúan a favor de un público (Livet y Thévenot, 1997).
En la Red, la experiencia con respecto al medio ambiente y el bosque que quieren
proteger es central en el compromiso. La relación particular tejida allí es parte
de la identidad de la asociación. El bosque es la persistencia de la asociación y su
compromiso. Las acciones se hacen para él y con él. Es necesario entonces expe-
rimentar el espacio para ‘afectarse’, para ‘sentirse comprometido’. Es a partir de la
interacción entre los actores y el medio ambiente –relaciones más o menos fuertes
según el actor en cuestión– que estos elaboran razones para explicar el compromiso.
En este sentido, el medio ambiente transforma a los actores (Gramaglia, 2006).
Podemos entonces entender que la batalla por el bosque, en palabras de los miem-
bros de la Red, no [es] solo la defensa de la naturaleza, sino que es por sobre todo la
defensa del espacio que habitamos, en un sentido amplio. Y, al entablar relaciones e
interacciones, al ‘estar afectados’, nacen nuevos lazos con el medio ambiente que
la mayoría de las veces no son considerados por estudios o proyectos que siguen
una racionalidad gubernamental o empresarial, sin considerar las experiencias.

Emoción, compromiso y naturaleza

Desde un enfoque antropológico y etnográfico, Favret-Saada (1990) describe el


estar afectado como la posibilidad de abrir una comunicación que puede ser verbal
o no. Es decir, esta comunicación es verbal cuando, por ejemplo, los actores dicen
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 93
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cosas que ellos mismos no saben por qué exactamente las dicen. Lina, cercana
colaboradora de Julia, decía por ejemplo en la misma entrevista antes citada que
uno descubre cuestiones de repente […] ahí me di cuenta que tenía los pies muy en
la tierra y que mi corazón era de tierra [risas]… no sé. Cuando Julia dice que su
‘corazón es de tierra’, ella y quien la escucha saben que racionalmente esto es
imposible; ella misma se ríe de esta aseveración, sin embargo, ella así lo siente y así
lo dice, sin saber por qué. Esto se compara con lo que Favret-Saada (1990) llama
una comunicación verbal, involuntaria y desprovista de intencionalidad. La risa
misma, en tanto, es un ejemplo del aspecto no-verbal de este tipo de comunica-
ción en que se revela un estado –en este caso, cierta alegría y sorpresa. También
pueden expresarse otros estados, como el de pánico, nerviosismo, preocupación.
Los miembros de la Red están afectados: entran a veces en estado de shock, los
invade la preocupación, sienten rabia o impotencia... En este sentido es que “cada
uno presenta una suerte particular de objetividad”, en la que “no podemos estar
afectados sino que de una cierta manera”, subjetiva (Favret-Saada, 1990, p. 7).
El ‘trabajo emocional’, concepto bastante conocido de Arlie Hoshchild (1979;
cit. por Eliasoph y Lichterman, 2011), remite a la estructura social, a las desigual-
dades sociales o de género: “las reglas emocionales son reglas morales que las
personas comparten de manera tácita, para calificar y expresar sus sentimientos y
para conferirles un valor moral” (Hoshchild, 1979; cit. por Eliasoph y Lichterman,
2011, p. 390).
Pero, ¿qué pasa cuando el trabajo emocional se refiere al compromiso a nivel in-
dividual, centrado en las interacciones con la naturaleza? ¿En qué medida el sentirse
afectado y por lo tanto tener sentimientos frente a una causa influye en el compromiso
de una persona por esta misma causa? Es necesario poner el foco en lo micro para
ver cómo las estructuras sociales no necesariamente influencian definitivamente el
trabajo emocional. Como señalan Eliasoph y Lichterman (2011), Hoshchild le da
poca atención a las interacciones, a los sentimientos íntimamente sentidos.
La interacción con la naturaleza en la Red se vive mucho más como una ex-
periencia individual que como un proceso colectivo. Cada uno narra de manera
distinta y personal la forma como se sorprendieron la primera vez que fueron al
bosque en la precordillera, o cómo se relacionan con este entorno. Sin embargo,
gracias a las actividades colectivas, la asociación ha desarrollado vivencias grupales
que han cambiado el devenir del grupo, la manera en que se percibe el bosque. Hoy,
lo que pase en el bosque también los afecta colectivamente: están tristes si no ven
resultados en el proceso de defensa, cuando observan que no son escuchados ante
las autoridades o cuando caminan entre los árboles y descubren nuevas especies.
En el bosque nos relajamos, señalaba Julia en el transcurso de una reunión de la
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Consuelo Biskupovic

Red a fines de 2009. Gracias a la acción colectiva y como resultado de esta, el ‘yo
me afecto’ pasa a ser un ‘nos afecta’.
La interacción constante con la precordillera ha generado que cada vez nuevos
miembros integren la Red. Al contrario, cuando no existe esta relación particu-
lar que han tejido los miembros con el bosque, y que los identifica como grupo,
difícilmente perdura el compromiso. Es el caso de Andrés, abogado de 35 años,
quien comenzó muy activamente en la Red el año 2007, pero que progresivamente
dejó de participar. Fue clara la causa de su desinterés cuando, en el curso de un
evento de la Red, comentó en entrevista que para él no tiene sentido seguir en una
organización ecologista (noviembre 15 de 2009). Con anterioridad había confiado
en entrevista que a él no le importaban para nada los árboles; en cambio, a mí lo
que me interesa es parar las inmobiliarias, que dejen de ganar plata (noviembre 2
de 2009). Acto seguido ante la pregunta de cuál cree él que es el interés de Julia,
él responde: a ella sí le interesan los árboles. Los árboles, el quererlos, el buscar
protegerlos, el interesarse por ellos, el considerarlos, es lo que hace la diferencia
entre el compromiso de Julia y el de Andrés.
Con esto no quiero negar que en la Red los motivos no sean políticos y sociales.
El compromiso por la naturaleza no excluye otros. Así, el compromiso de Julia, al
igual que el de los demás integrantes, es un compromiso político que implica una
contestación, una protesta. Como parte de la identidad de la Red, el compromiso
político en esta implica una relación afectiva y duradera con el entorno, como bien
lo expresa Julia al explicar a actores de otras organizaciones su compromiso. Ella
expresa: hay razones ecológicas, medioambientales, sociales… no es solo porque ‘ay, me
gustan los arbolitos’. Lo ecológico y lo social no son entendidos como argumentos
separados, sino que son parte de un mismo proceso en el que los miembros se forman
para defender el bosque frente a las autoridades. Este proceso involucra una búsqueda
constante de argumentos que permitan legitimar su lucha. Al explicar el compromiso,
los miembros no dividen las razones en categorías, como ‘yo me comprometo por tal
razón social, y tal otra económica, y tal otra política’. Por el contrario, el compromiso
expuesto nace de una experiencia, de un descubrimiento. Tal como dice Lina:

[c]uando nos empezamos a meter en el asunto y nos empezamos a... a tener


conciencia de lo que significa tener un bosque cercano, aparte de la cosa linda
del primer momento […] Entonces sacar el bosque implica un daño muy
grande. Bueno, ¡esto yo lo tomé como una cosa muy como importante para
mí! Entonces empezamos a ir con más frecuencia, con mi esposo, al cerro,
y en alguna oportunidad caminamos con amigos hacia el sur. (Entrevista,
mayo 14 de 2008)
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 73-100

Al igual que Julia, Lina hace hincapié en el proceso posterior al descubrimiento del
bosque y al hecho de tomar conciencia de su existencia. Es a través del proceso de
compromiso y afecto que el medio ambiente se transforma en motivo de identifi-
cación y de reivindicación social y simbólica (Gramaglia, 2006). Los afectos hacia
la naturaleza transformaron a los vecinos, quienes pasaron de ser ‘observadores’
del entorno en el que vivían a personas ‘comprometidas’ con él. De este modo,
podemos afirmar que las emociones animan a los actores en la acción colectiva
tanto como los objetivos materiales, mostrando la dimensión más sensible del
compromiso y de la vida pública (Cefaï, 2007).
Según los entrevistados, antes de comenzar el proceso que implica tomar con-
ciencia del medio ambiente, hay un momento de ruptura en sus trayectorias
cuando ‘descubren’ el bosque. Lina, al igual que otros entrevistados miembros de
la Red, cuenta que quedaron impactados cuando un vecino los invitó a caminar
y conocieron el bosque. Lo interesante es que son las particularidades del bosque
(su estado de conservación, su calidad de bosque esclerófilo, su antigüedad, las
especies que alberga, etc.) las que determinan el compromiso de los vecinos. Sin
la ‘calidad’ de este bosque posiblemente la Red no existiría. Los vecinos anterior-
mente habían llevado acciones contra las empresas inmobiliarias en los sectores
precordilleranos para oponerse a los condominios, pero una organización como la
Red no tiene precedentes, y nunca una organización de este tipo había perdurado
en el tiempo ni crecido como lo ha hecho esta hasta ahora.
Como lo sugiere Martouzet (2002), el querer un espacio determinado implica
una capacidad de aprendizaje de este y de su funcionamiento. En este querer
tienen un rol central los fenómenos afectivos, sobre todo en lo que concierne a la
planificación de los espacios (Feildel, 2007). La acción individual y colectiva en
y sobre el espacio es indisociable de las emociones que participan en los compro-
misos por estos espacios.
El amor por el bosque ha transformado los procesos individuales de compromiso,
pero también ha cambiado, lentamente, la manera en que los miembros se relacio-
nan. En un principio, la organización tenía que lidiar con notorios problemas de
relaciones internas. Las peleas y desacuerdos entre los miembros eran constantes.
Igualmente, la desconfianza entre unos y otros produjeron importantes quiebres
en los inicios. Sin embargo, en este tiempo de constitución, consolidación y con-
tinua reestructuración de la asociación, la manera de relacionarse de los miembros
ha dado un importante vuelco. Hoy, la dimensión afectiva es un signo cotidiano
que se muestra, se dice, se nombra y se expresa. Los miembros, a través de los
correos electrónicos, por ejemplo, están continuamente mostrándose unos a otros
sentimientos, enviándose mensajes afectuosos, contando cómo se sienten, si están
96 | La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano
Consuelo Biskupovic

pasando por un momento crítico (muerte de un familiar, rendición de exámenes


finales en el caso de los estudiantes, situaciones difíciles, etc.). Mutuamente se
sostienen, se dicen que se quieren, que se extrañan, que el amor es más fuerte,
como firma constantemente los correos una integrante joven. Ella misma, en una
ocasión en que organizaban el estreno de un documental en el que participaron,
firmaba: el amor es más fuerte y aquí sí que sabemos de eso o noooo?? En este sentido,
los afectos hacen referencia a un espacio común, a experiencias comunes, a criterios
de comprensión y comunicación compartidos.
La Red nació por la necesidad de salvar el bosque. Pero la agrupación creció y
hoy existen también gracias a la expresión de sentimientos, de amor y de respeto,
hacia sí mismos y entre ellos, y de mucho orgullo por lo que han llegado a ser, y
que ha permitido que el bosque aún exista gracias a ellos, otorgándole un sentido
común a la organización.

Reflexiones finales

A partir del momento en que algunos de ellos descubren el bosque, la tarea de


defenderlo se acelera, y es a partir de ahí que todo cambia para ellos. Según esta
constatación es que este artículo buscó mostrar cómo podemos integrar los afec-
tos en el proceso de acción colectiva cuando hay un medio ambiente particular
implicado.
El sentirse afectado por lo que pase con y en la naturaleza en el caso aquí
descrito, se destaca por implicar un sentimiento positivo, idealista. Este artículo
abordó sobre todo sentimientos beneficiosos, en el sentido de que hasta ahora
el amor desarrollado por la Red con respecto al bosque ha impedido que este
se destruya. Además, la existencia de la agrupación ha permitido a sus miem-
bros entrar en la arena pública en torno a la protección del medio ambiente en
Santiago. De este modo, los ha transformado en actores relevantes. Sus vidas
cambiaron; tanto ellos como la precordillera, podríamos decir, se han beneficiado
de sus motivaciones.
Sin embargo, hay una dimensión que resulta difícil de captar durante la et-
nografía: los sentimientos de incertidumbre, de desilusión, de resignación. Estos
generalmente se esconden, sobre todo frente a la mirada del etnógrafo, para mostrar
la faceta más emprendedora del colectivo. Pero no hay dudas de que este atraviesa
momentos difíciles, de incomprensión, de incomunicación o de deserción, que
van suscitando emociones negativas. En los distintos períodos que ha atravesado
la Red, también se constataron situaciones de pesimismo, que en general es un
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 73-100

sentimiento que perdura a lo largo del compromiso. Sintetizando, podríamos decir


que los miembros piensan de la siguiente manera: ‘hacemos esto y lo hacemos bien
(defender el bosque) pero no confiamos en las instituciones, ni en los políticos
ni en las autoridades competentes’. Este es un discurso muy omnipresente en las
organizaciones civiles actuales. Se cree que se haga lo que se haga, el dinero y/o
los intereses siempre serán más fuertes frente a las demandas. Podemos entonces
hacernos la pregunta de por qué ellas siguen luchando, si pervive un profundo
sentimiento de impotencia. El trabajo colectivo, el amor entre los miembros, la
unidad e identidad del grupo, sin lugar a dudas son determinantes para salir ade-
lante, para motivarse y asistir a las actividades, para buscar nuevos apoyos, para
conseguir pequeños éxitos diarios. Aun cuando uno de sus miembros se sienta
pesimista, debe transmitir otras emociones y no dejar que la fuerza grupal decaiga.
Por ahora, para mostrar que ese lugar no se puede destruir, los integrantes de la
Red han decidido llamar a más gente a recorrer el bosque junto a ellos, organizando
caminatas y actividades en el lugar. Por otra parte, otro frente se encarga de las
declaraciones, otro de buscar las argumentaciones técnicas y legales para sostener
la defensa. En todos estos distintos niveles de la acción colectiva, ninguno de los
miembros tiene una relación ‘neutra’ con el entorno. Hasta ahora, entre los que
han perdurado en la agrupación, ninguno trabaja en una oficina distante del lugar
que se quiere proteger. Cada uno ha tejido un lazo particular, ya sea por vivir en
el sector, por asistir a las caminatas, etc.
Gracias a las acciones y denuncias realizadas, los miembros de la Red están po-
niendo en el debate temas que antes no se han discutido. La precordillera adquirió
un nuevo significado para las autoridades y en la municipalidad ahora se mira con
otros ojos lo que pasa ‘allá arriba’, gracias al continuo cuestionamiento de parte de
los ciudadanos. En este sentido, lo que están haciendo estos actores es transformar
la percepción de la naturaleza en la precordillera, que ya no es solo un paisaje.
Recibido diciembre 4, 2012
Aceptado marzo 18, 2013

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Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 101
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 101-119

¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos


Primera parte. Arraigamientos, operaciones
y experiencias del trabajo de campo

Daniel Cefaï *
Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales, París, Francia

Resumen
Este artículo intenta determinar algunas referencias en torno a los debates sobre
la investigación etnográfica. La primera parte, que se presenta en este número,
entrega una definición mínima de la etnografía, subrayando el momento de
observación directa o participante y el registro en el diario de campo. Insiste
en la dimensión de la experiencia encarnada –afectiva, sensitiva, práctica– del
investigador y de sus encuestados, en el trabajo de la cara, en el sentido de
Goffman, en sus interacciones cara a cara, y en la reflexividad que ahí se juega.
Proponemos distinguir las diferentes formas de compromiso del investigador, en
tanto que persona privada, actor social e investigador científico, considerando
que cada una de estas formas de compromiso tiene sus propios marcos de per-
tenencia. Nos interrogamos sobre la dificultad para hacerse un lugar en el orden
de la interacción, de lo que depende la calidad de los datos y de los análisis que
seguirán. Para terminar, indicamos cómo el etnógrafo debe dar cuenta de las
categorías que organizan la experiencia de los encuestados para hacer sentido de

* Daniel Cefaï es Directeur d’Etudes en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, París, e investiga-
dor en el Institut Marcel Mauss-Centre d’études des mouvements sociaux, EHESS-París. Sus ámbitos de
investigación son la sociología de las movilizaciones colectivas y los problemas públicos, los métodos de
investigación en terreno y la historia de las ciencias sociales en Estados Unidos, en particular, en Chicago.
Ha publicado recientemente L’Urgence sociale en action. Ethnographie du Samusocial de Paris (París: La Dé-
couverte, 2011, en coautoría con Edouard Gardella) y ha coeditado L’Engagement ethnographique (París:
Éditions de l’EHESS, 2010), Du civil au politique. Ethnographies du vivre-ensemble (Bruselas: Peter Lang,
2011, junto a Mathieu Berger y Carole Gayet-Viaud), L’Expérience des problèmes publics (París: Editions
de l’EHESS, 2012, junto a Cédric Terzi) y Goffman et l’ordre de l’interaction (París: PUF/CURAPP-
CEMS, 2013, junto a Laurent Perreau). Correo electrónico: [email protected]. Traducción de Consuelo
Biskupovic con la ayuda de Fabien Le Bonniec, a quienes el autor agradece profundamente, así como
también a los dos evaluadores anónimos de Persona y sociedad. Muchos de los puntos discutidos en este
artículo remiten a dos libros del autor: L’Enquête de terrain (2003) y L’Engagement ethnographique (2010).
102 | ¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos
Daniel Cefaï

sus contextos de sentidos, antes de abordar una actividad explicativa o interpre-


tativa. La segunda parte, pronta a aparecer en un siguiente número de Persona y
Sociedad, continuará el examen de la escritura, la teorización y la recepción de
la investigación etnográfica.

Palabras clave
Etnografía, experiencia encarnada, etnógrafo, interacción, reflexividad

What is Ethnography? Current debates.


Part One. Settlements, operations and experiences from the field work

Abstract
This paper attempts to clarify some references made in connection with current
debates on ethnographic research. The first part, which is presented in this issue,
provides a basic definition of ethnography, highlighting the moment of direct or
participant observation, note-taking and recording in the field notebook. It also
emphasizes the face-to-face experience and interactions –affective, sensitive and
practical– that take place between the researcher and his subjects in what Goffman
has defined as the ethnographic ‘face-work’ and in the reflexivity that comes into
play there. We propose making a distinction between a researcher’s various levels
of commitment –as a private person, a social agent, and a scientific researcher– ,
considering that each one of these levels of commitment has its own frameworks
of relevance. We ask ourselves about the researcher’s difficulty in finding his place
in the order of the interaction, a factor that is crucial to the quality of the data and
of the analyses that will follow. Finally, we dedicate a few words to examine how
the ethnographer must engage with the categories that structure the interviewee’s
experience, making sense of their contexts of meaning before launching into
explanation and interpretation. Part Two, which will be published in the next
issue, will continue to examine the problem of analyzing ethnographic writings,
including the theorizing and reception of ethnographic investigation.

Keywords
Ethnography, embodied experience, ethnographer, interaction, reflexivity

L as definiciones siempre son parciales y decepcionantes. Conducen de inmediato


a contraejemplos, rectificaciones y alternativas. Sin embargo, permiten abrir
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 103
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 101-119

un campo de comprensión y proponen un denominador común más pequeño


sobre la base del cual se hace posible discutir. Las definiciones de la etnografía no
escapan a esta regla (Atkinson, Coffey, Delamont, Lofland, S., Lofland, J., 2001).
Por etnografía entenderemos aquí un proceso investigativo que se sustenta en una
observación prolongada, continua o fraccionada, de situaciones, en espacios públicos,
organizaciones o comunidades, que implica manejar con habilidad el acceso al (a los)
terreno(s) (lograr la aceptación, ganar la confianza, encontrar el lugar propio, saber
salir y despedirse…), la toma de notas lo más densa y precisa posible (implicando
muchas veces la grabación en audio o video de actividades in situ) y un trabajo de
análisis arraigado (grounded)1 en esta experiencia de trabajo de campo.
La característica principal de la etnografía, en comparación con otros mé-
todos de trabajo de campo,2 es la implicación directa, en primera persona, del
investigador, sea este sociólogo, antropólogo, cientista político o geógrafo… Este
observa, con sus propios ojos, escucha con sus propios oídos. Puede hacerlo en
tanto que simple testigo o bien participando en las actividades o en los eventos
que se desarrollan en su presencia. Esta observación puede ser continua: B. Ma-
linowski pasó tres años, entre 1914 y 1917, en las islas Trobriand para escribir los
Argonauts of the Western Pacific (Malinowski, 1922); W. F. Whyte pasó dos años,
entre 1938 y 1940, compartiendo con gangs en un barrio ítalo-americano de Boston
antes de escribir Street Corner Society (Whyte, 1955). Pero esta observación puede
realizarse de manera interrumpida: cuando uno trabaja en una organización no
gubernamental, en un hospital o en una administración, se queda allí solamente
un par de horas al día, algunos días al mes. Esta manera fragmentada de partici-
par tiene, a pesar de todo, sus ventajas: la ida y venida permiten realizar un doble
movimiento de compromiso y de distanciamiento, así como de alternar puntos
de vista desde dentro y desde fuera. Sin embargo, se está ahí para adquirir una
experiencia propia de las situaciones.
Hay que ir entonces al lugar, quedarse ahí, hacer terreno en persona, in situ e
in vivo, sumergirse en espacios de interconocimiento, en organizaciones o comu-
nidades de vida o de acción. Hay que aprender idiomas nativos (locales), algunas
veces extranjeros, pero también lenguajes esotéricos en su propia lengua, aquellos
de un grupo profesional o de una congregación religiosa, de un cuerpo de expertos


1
Aunque generalmente en el mundo iberoamericano se ha usado la traducción de ‘teoría fundamentada’ para
referirse a la grounded theory (GT), nos parece que el término ‘arraigamiento’ es más preciso. (N. del T.)
2
Hemos traducido enquête como ‘trabajo de campo’ puesto que las ciencias sociales y las disciplinas afines
no están familiarizadas, en lengua castellana, con la idea de ‘encuesta’, en tanto que investigación cua-
litativa, en terreno, sino que más bien con encuesta en términos estadísticos, encuesta de mercado o de
opinión. (N. del T.)
104 | ¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos
Daniel Cefaï

o de una comunidad étnica. Finalmente, también hay que iniciarse en espacios de


interacciones que tienen sus gramáticas propias, sus rituales y sus convenciones, y
de los cuales el etnógrafo será excluido si no logra manejarlos. De manera más ge-
neral, hablando como Wittgenstein, es necesario familiarizarse con formas de vida
y juegos de lenguaje. El etnógrafo no puede quedarse fuera de los mundos de sus
encuestados:3 tiene que impregnarse de estos para aprehenderlos y comprenderlos.
Tiene que desarrollar capacidades específicas respecto de su interactuar y conversar,
observar y escuchar, tomar notas que retranscribirá después, en un cuaderno de
campo o por medio de una cámara y/o grabadora. Y no debe ni separar la des-
cripción del análisis en el texto final, ni aplicar una teoría externa a un conjunto
de datos, sino generar categorías y análisis que estén fundados en la experiencia
de terreno. Saber-hacer, saber-ver y saber-decir: más que una metodología general,
la investigación etnográfica pone en práctica trucos del oficio (Becker, 1988). Se
inclina más generalmente hacia el lado de la artesanía, en el sentido de que las
competencias que activa son las de un saber encarnado, práctico y tácito, que se
aprende más por el ejemplo que por el lado de la encuesta administrada, según
un modo burocrático-industrial.

Cuali-cuanti: una falsa oposición

La etnografía se distingue de la encuesta por sondeo (survey research), la que desde


la década de 1940 hasta la de 1960 parecía ser el modelo de investigación principal
en ciencias sociales y políticas, en los puntos que expone la siguiente tabla:

Tabla Nº 1
Encuestas y sondeos vs. investigación etnográfica
Encuestas y sondeos Investigación etnográfica
Cuestionario con preguntas cerradas fijado Protocolo mínimo de investigación: el etnógrafo
por el investigador después de realizar una está, a lo sumo, armado de conceptos de
investigación exploratoria: el registro de sensibilización y de conjeturas abiertas y a
respuestas interesantes está dado de antemano. menudo imprecisas.

3
A falta de un término equivalente en castellano para referirse a los problemas epistemológicos que presen-
tan términos como ‘informante’ o ‘personas investigadas’, y dado lo limitado del término ‘entrevistado’,
hemos preferido conservar la traducción literal de enquêtés (‘encuestados’) en referencia a los actores
comprendidos en el estudio, a las personas con las que el etnógrafo interactúa, a quienes entrevista, ob-
serva o consulta, con quienes traba lazos de amistad y con quienes también se puede ver involucrado en
situaciones de tensión o de desacuerdo. (N. del T.)
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 105
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 101-119

La encuesta es concebida como un dispositivo La intuición y lo fortuito tienen un lugar


de confirmación o de invalidación de hipótesis, importante: la sorpresa y el asombro de los
derivadas de una axiomática o de encuestas encuentros y eventos guían al etnógrafo en su
anteriores. elección de objetos.
Formalización de hipótesis; producción Observación/participación sin mediación
de categorías unívocas; reducción de estas formal; implicación de la experiencia corporal;
categorías a índices medibles; concepción descripción en lenguaje natural; restitución de las
cuantitativa de los datos. paradojas y las ambigüedades.
Entrevista estandarizada, guiada por un Entrevistas etnográficas cercanas a una
formulario previo; sin implicación personal conversación informal; asociaciones libres y
del investigador; respuestas simples de los razonamientos comunes de los encuestados;
encuestados, fácilmente codificables. ‘atención flotante’ y arraigo en el terreno.
El ideal explicativo es la construcción de un La explicación ecológica, económica,
modelo en el cual un conjunto de relaciones de institucional está envuelta en la comprensión
causas con consecuencias son demostradas por cualitativa de contextos de experiencia y de
correlaciones estadísticas entre variables. actividad.
Enfoque hipotético-deductivo; muestras Inducción analítica o grounded theory; análisis de
representativas/aleatorias; resultados con situaciones y estudios de casos; ejemplaridad de
baja densidad semántica, pero con una fuerte descripciones de caso, únicos y comparables
pretensión generalizadora.
Gestión burocrática o industrial de la Trabajo de la experiencia, más artesanal o
investigación: división jerárquica del trabajo artístico –aunque con posibilidad de colaboración
entre diseñadores, recolectores, codificadores, en equipo y de formalización de algunos
analistas e intérpretes. protocolos.
Fuente: elaboración propia.

El trabajo de campo parece entonces obedecer a una epistemología distinta de aquella,


positivista, de las ‘4 R’ que J. Katz (1983) describía como: reactivity (la reacción del
encuestado frente al investigador está pensada en términos de estímulo y respuesta),
reliability (la fiabilidad de los datos depende de la estandarización de los métodos
de encuesta), replicability (la reproductibilidad de las observaciones depende de la
estabilidad de las condiciones de investigación), representativeness (la representatividad
está asegurada por la constitución de un muestreo cuantitativo de una población).
Podríamos anotar las siguientes diferencias con la etnografía: a) la relación entre
investigador y encuestado no es de tipo behaviorista, sino que implica intercambios
e interacciones mucho más complejos; b) los métodos de colecta, control y verifi-
cación de los datos no están necesariamente estandarizados; c) las experiencias son
pocas veces repetibles y no pueden ser examinadas excluyendo todos los demás
factores, como cuando se aísla y se someten a prueba variables en un laboratorio; d)
por último, cuando el etnógrafo no se contenta con describir una situación única
o excepcional, la cuestión de la representatividad se desplaza de la del conteo de
propiedades cuantificables hacia la del reconocimiento de características típicas.
106 | ¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos
Daniel Cefaï

No es entonces completamente pertinente aplicar a la etnografía los criterios


que han sido elaborados por las ciencias naturales y que rigen las investigaciones
experimentales o estadísticas. Si es útil recurrir, cuando es posible, a procedimientos
de investigación congruentes, para poder comparar, ceteris paribus sic stantibus,
diferentes situaciones en el espacio y en el tiempo, hay que aceptar también que
otros modos de conocimiento, menos formalizables, son posibles.
Sin embargo, no se pueden fijar oposiciones irreconciliables entre ciencia cua-
litativa y ciencia cuantitativa, tomando partido por una mientras se desacredita la
otra. Primero, porque históricamente la frontera no ha sido zanjada: la mayoría de
las etnografías recurre a conteos y modelizaciones, en la medida en que estos con-
tribuyen a la descripción y al análisis. Dos momentos de la edad de oro del trabajo
de campo, la sociología de Chicago en los años 20, en torno a R. E. Park (Bulmer,
1984; Chapoulie, 2001) y la antropología en el Rhodes Livingstone Institute en
los años 1940, en torno a M. Gluckman (Werbner, 1984; Schumaker, 2001), se
caracterizan por programas de investigación colectiva fuertemente respaldados por
un trabajo de cartografía y de estadística. Chicago fue cifrado y mapeado, y las
encuestas sobre las comunidades étnicas o criminales fueron articuladas con una
modelización ecológica de la ciudad, mientras que los trabajos de campo sobre las
migraciones hacia la ciudad en Rhodesia contemplaron una práctica intensiva del
cuestionario y fundaron los primeros análisis de redes (Hannerz, 1980).
Además, la determinación de casos pertinentes para investigar puede también
recurrir a criterios de tipo estadístico, ya sea azarosamente en las peregrinaciones
en terreno (la ocasión se presenta gracias a la mediación de relaciones) o fun-
dada en la experiencia previa de la unicidad o de la singularidad de un tema de
investigación (la elección de Bronzeville [Drake & Cayton, 1945] a la vez como
un barrio del Southside de Chicago, lugar de acogida de migrantes del Sur,
laboratorio de constitución de un mundo específico y ejemplo de gueto negro
urbano). El argumento de la representatividad estadística no es incompatible con
la investigación etnográfica: incluso ha sido defendido en la elección de los lugares
de encuesta de un determinado número de estudios de comunidad (community
studies) (Vidich & Bensman, 1964) en ‘ciudades medias’ en Estados Unidos, de
Middletown des Lynd hasta Yankee City de W. L. Warner (Lynd, 1929; Warner,
Low, Lunt, Srole, 1963).
Por último, si los criterios de validez no son los mismos en una encuesta por
sondeo y en una investigación etnográfica, los cánones de rigor científico son los
mismos y los objetivos de explicación comprensiva pueden coincidir. Sin duda, la
reducción de la investigación a algunas variables medibles que interactúan entre
sí no es comparable con la producción de una descripción densa de actividades
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 107
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 101-119

y experiencias; los etnógrafos no pueden mantenerse aislados de sus ‘datos’ al


momento de colectarlos y analizarlos, a diferencia de los estadistas que no tienen
otros datos que aquellos que han proyectado tener. La lógica del descubrimiento
y la administración de la prueba son por naturaleza muy distintas (Becker, 1996).
Pero nada permite descalificar una en el nombre de la otra, ya que se sitúan en
puntos distintos (Desrosières, 1993). Autores como H. S. Becker, B. Geer, E. C.
Hughes y A. Strauss no han dudado en recurrir, junto con el uso de la observación
y la entrevista (Becker, 1970; Becker & Geer, 1957), a métodos estadísticos, como
hicieron en la investigación sobre la escuela de medicina de Kansas City (Hughes,
Becker, Geer, & Strauss, 1961) –una práctica generalizada en la sociología de
Chicago en esta época. Y cada vez que puede, el etnógrafo inventa procedimientos
de medida y de control de sus datos (Péneff, 1995). Hay entonces que protegerse
aquí de todo maniqueísmo.

Una experiencia encarnada y reflexiva

El principal médium de la investigación etnográfica es la experiencia encarnada


del investigador (Cefaï, 2003; Cefaï, 2006). El cuerpo, su capacidad motora y sus
cincos sentidos son las principales herramientas del investigador, aunque el término
‘herramienta’ no sea el más adecuado, pues en realidad se trata de nuestros órganos
de exploración y de comprensión del mundo social. Mientras que en otras formas
de investigación la experiencia corporal es un sesgo que obstaculiza la producción
de un saber objetivo e imparcial, para la etnografía la experiencia corporal es el
médium ineludible de las actividades de observación, conversación, grabación y
descripción. Si no estuviéramos dotados de un cuerpo afectado por las situaciones,
de un cuerpo armado de creencias personales, de esquemas de experiencia y de
rutinas de acción que se deja sorprender por encuentros y eventos, la etnografía
no tendría sentido. El cuerpo afectivo, el cuerpo sensible, el cuerpo móvil y el
cuerpo-cara (face) son los distintos vectores de una experiencia que después será
convertida en saber etnográfico, tanto en relación con el saber que adquiere el
etnógrafo gracias al trabajo de campo, como a las competencias del mismo.
Este cuerpo está expuesto a situaciones que lo conmueven y lo ‘tocan’, que
a veces lo hechizan, traumatizan o enferman, y otras lo alegran, lo exaltan o lo
asustan, pero que en ningún caso lo dejan indiferente: el miedo, el enojo, la ver-
güenza, la alegría, el entusiasmo o la esperanza no son emociones que habría que
censurar sistemáticamente por ser portadoras de sesgos. Las emociones participan
de la cognición –son maneras de conocer las situaciones antes de una lógica de la
108 | ¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos
Daniel Cefaï

representación. Y, por simpatía, permiten captar los móviles de acción que animan
a los miembros de un movimiento social –la fe en Dios, el odio del enemigo, el
deseo de venganza, el amor por la patria… A veces, la experiencia de estar-afectado
(Favret, 1990) impide entender de inmediato lo que está pasando, y es solo poste-
riormente, una vez alejado de su terreno, que el etnógrafo, vuelto analista de sus
notas y de sus recuerdos, logra producir un análisis.
Este cuerpo es finito y situado: ocupa lugares, tiene perspectivas, comprende lo
que pasa desde un aquí y un ahora. Está comprometido en interacciones verbales
y no verbales. Es el lugar de constitución de experiencias: J. Roth (1963), aquejado
de tuberculosis, describe la experiencia del hospital, B. Jules-Rosette (1975) vive
transes de posesión en la iglesia de John Maranke –o, simplemente, un investigador
que participa de la vida de una asociación, de una empresa o de una administración
adquiere competencias, saberes y habilidades específicos. La etnografía es un cuerpo
a cuerpo –ya sea para seguir a los inmigrantes ilegales en sus recorridos de comba-
tiente (Chauvin, 2010), para incorporar las disposiciones del boxeador (Wacquant,
2004), de la sopladora de cristal (O’Connor, 2005) o del obrero de la construcción
(Jounin, 2009), para entender los sentimientos morales que están en juego en la
urgencia social de los sin techo (Cefaï & Gardella, 2011), para dejarse llevar frente
al enojo del automovilista en los atochamientos de Los Angeles (Katz, 1999).
El cuerpo es también el órgano de la presentación de sí mismo en público,
un cuerpo portador de una panoplia de señales, que indica quién es quién, lleva
indicios de estatus, expresa y provoca atracciones y repulsiones, induce actitudes
de deferencia, de simpatía, de desprecio, de reconocimiento, según jerarquías
cambiantes de acuerdo a las situaciones. Esto es cierto en el caso del cuerpo del
investigador que tiene que ajustarse a los lugares de su investigación, a veces amol-
dándose, tomando usos locales, hasta ser capaz de cultivar el sentido de las bromas
del lugar; y que a veces debe abstenerse de hacerse el camaleón cuando arriesga
ser percibido como ridículo o suscitar desconfianza, pero debe poder controlar las
reacciones que esto produce en los demás y considerarlos para saber dominar su
propia conducta. Esto es entonces cierto en las reacciones del investigador frente
a los cuerpos de los encuestados: ya sean cuerpos maltratados y desarreglados,
malolientes y repugnantes de los sin techo, o bien, cuerpos educados, con aparien-
cias esnob y costumbres refinadas, con modos de hablar distinguidos o populares,
con maneras muy parecidas o muy exóticas, el etnógrafo no debe expresar juicios,
ni tampoco dejar entrever alguna sorpresa, ironía o asco, antipatía o xenofobia.
De esta manera, la experiencia etnográfica es altamente reflexiva, pero al mis-
mo tiempo tiene que expresarse como si fuera ‘natural’. Es un largo ejercicio para
aprender a deshacerse de prejuicios teóricos, ideológicos, políticos o religiosos, e
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 101-119

intentar entender lo que está pasando en una situación. Nunca se logra comple-
tamente tal objetivo; sin embargo, gracias a la reflexividad, se neutralizan los a
priori que rigen la mirada y el oído, se ponen entre paréntesis ideas fuertes que
han sido importadas desde referencias personales, se desconfía de las evidencias,
de los clichés y estereotipos del sentido común y se controla un cierto número de
caprichos, de fijaciones y obsesiones personales. Hay que intentar ‘ver las cosas como
son’, lo que implica adoptar las distintas perspectivas que los encuestados tienen
de sus actividades cotidianas o de las situaciones. Si la etnografía implica adoptar
la actitud natural de algunos de los encuestados, requiere también cuestionarse
sobre sus propias actividades, sobre las condiciones de posibilidad, las modalidades
prácticas de su realización y las consecuencias que tienen para el investigador, sus
informantes y sus entornos.
Esta reflexividad tiene numerosas dimensiones. No es siempre operante –el
etnógrafo también vive de manera natural y toma las cosas como obvias–, pero la re-
flexividad aparece como una condición y una consecuencia de una buena etnografía.
La reflexividad de la etnografía es biográfica: el investigador tiene que cuestionarse
sobre las distorsiones que nacen de desajustes sociales frente a los encuestados, pero
tiene que practicar también una especie de autoanálisis. Formas de experiencia de sí
se han sedimentado a lo largo de su historia personal y pueden tener consecuencias
en la etnografía: el etnógrafo recuerda algunas escenas traumáticas, supera ciertos
bloqueos personales, relativiza sus propias creencias o se distancia de emociones
avasalladoras. Puede hacer de esto una herramienta de investigación en la etnogra-
fía y de investigación sobre la etnografía. La reflexividad es práctica: encarnada en
configuraciones práctico-sensibles de actividades e interacciones; permite que en
el momento mismo, en un abrir y cerrar de ojos, el etnógrafo pueda rectificar la
presentación de sí, reformular una pregunta o reajustar una expresión y asegurarse
por lo tanto de tener un lugar en las interacciones de terreno. La reflexividad es
táctica: remite a una especie de vigilancia que permite ubicaciones y desplazamientos
adecuados, con el fin de encontrarse en el buen lugar en el buen momento, pero
también optar por relaciones provechosas –gatekeepers, personas importantes o pa-
rias–, quienes abrirán puertas y otorgarán informaciones pertinentes, en función de
las preguntas que nos hacemos. Por último, la reflexividad es analítica: el gestionar
una distancia con sí mismo, tanto en relación a las creencias que han sedimentado
en una trayectoria personal como en relación a las preferencias teóricas propias de la
vida del investigador, permite imaginar alternativas de observación, de descripción,
de interrogación y de análisis. Deja germinar en sí mismo esbozos de interrogación
y las traduce en orientaciones de investigación y, recíprocamente, deja trabajar los
materiales y los convierte en nuevas líneas de pensamiento.
110 | ¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos
Daniel Cefaï

Tres marcos de pertinencia

Hay todo tipo de terrenos, los que requieren competencias distintas. Observar las
circulaciones de usuarios en un hall de una estación bajo una mirada naturalista
no es lo mismo que seguir los combates en un frente de guerra; participar en tanto
que profesor de las actividades pedagógicas en una escuela es distinto a compartir
durante varios meses la cotidianidad de un grupo de indígenas en el Amazonas.
A pesar de todo, se puede decir que el etnógrafo es al mismo tiempo una persona
singular, un actor social y un investigador científico, lo que tiene consecuencias
sobre la realización de su trabajo de campo.
Como persona singular, el etnógrafo se inscribe en una situación biográfica.
Sus preocupaciones, sus gustos y disgustos, sus afinidades y repulsiones selec-
tivas, sus convicciones, sus actitudes y sus opiniones están relacionadas con su
trayectoria existencial. Cuando comienza el trabajo de campo, este no se deshace
de sus relaciones familiares ni de sus compromisos cívicos, de sus herencias cul-
turales o de sus pasiones intelectuales. Estos elementos que lo caracterizan son
simultáneamente una vía de acceso y un obstáculo; pueden tanto impedir ver
como posibilitar la comprensión, a condición de que participe la reflexividad que
evocamos anteriormente. Por lo demás, el investigador tiene más o menos talento
para entablar relaciones sociales, resolver problemas de sentido práctico o emitir
juicios de sentido común –capacidades con las que no todos cuentan de igual
forma. En el terreno, el etnógrafo debe resolver constantemente asuntos materia-
les, administrativos, logísticos o relativos a la autorización para la investigación,
y asegurar las condiciones de su sobrevivencia y a veces las de su familia. Dicho
de otra manera, el investigador sigue siendo un padre o una madre de familia,
un vecino o un amante, habitado por prejuicios éticos, políticos o religiosos. Con
frecuencia hace de su objeto de estudio un asunto personal, se implica a título
personal en las historias que relata y se siente concernido por los usos posteriores
que se haga de su investigación.
Como actor social, el investigador es portador de cierto número de características
sociales, ligadas a su edad, su género, su clase, su color de piel o su pertenencia
comunitaria. En su hexis corporal, encarnada en los ‘pliegues de su cuerpo’ y sus
‘giros lingüísticos’, en sus costumbres indumentarias, capilares y vocales, lleva
los signos de su estatuto social. Cuando existe una fuerte segregación sexual, ra-
cial, nacional o confesional, algunos terrenos pueden estar cerrados de antemano;
otros se complican por el hecho de que para un hombre mayor será complicado
frecuentar una banda de adolescentes o por el hecho de que un universitario de
buena familia creará un contraste muy grande en medio de obreros o campesinos.
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 101-119

En primer lugar, el etnógrafo es partícipe de redes de interacciones, de colectivos,


de organizaciones e instituciones, corriendo el riesgo de ser percibido como un
representante de estos –por ejemplo, habría sido difícil para un serbio hacer trabajo
de campo en Bosnia en tiempos de guerra. Enseguida, este domina competencias
prácticas en ciertos contextos de experiencia y de actividad en los que conoce las
reglas, los juegos corporales y de lenguaje, las maneras de ver, de decir y de hacer,
las tecnologías, las metodologías y las deontologías. Pero, de pronto, su experiencia
en un medio social y cultural genera una desventaja en otros medios, pudiendo
ser percibido como un intruso, extraño, poco confiable y hasta peligroso. Para
evitar llegar a ese punto, tiene que estar atento a que, en las interacciones, cree
lazos de proximidad o distancia social sin darse cuenta, se acerque a personas que
se le parecen o participe de situaciones que le den seguridad; y a que también su
comprensión a veces lo desoriente cuando proyecta sin cuidado sus propias expe-
riencias sociales en situaciones muy diferentes.
Como investigador científico, el etnógrafo contribuye al proceso de producción
de un corpus de conocimientos. Se espera que mantenga un ideal de objetividad
y de imparcialidad. Los marcos de pertinencia a los cuales se refiere y que movi-
liza ya no son aquellos que maneja en su mundo de vida (Lebenswelt), ni los que
aprendió de los encuestados gracias a la observación participante. El investigador
científico navega en ‘campos problemáticos’ que lo conducen a ver ciertas cosas
y a ignorar otras, a focalizar su atención en algunos temas de investigación y de
análisis, y a no pensar en preguntas que estén fuera de las controversias científicas
del momento. Con frecuencia toma parte de un frente o de otro, endosa categorías
y toma posición frente a argumentos; es identificado como el representante de una
escuela –con polarizaciones, prescripciones y proscripciones que están fundadas
tanto en posicionamientos metodológicos o teóricos como en pertenencias a labo-
ratorios o redes de investigación. La investigación es una empresa colectiva y las
maneras de hacer y de decir, incluso en el terreno, están en interacción constante
con las de otros investigadores. Además, algunas limitaciones prácticas pesan
en el oficio de investigador: tiene cuentas que rendir a autoridades tutelares o a
instituciones que entregan fondos; debe respetar los formatos de publicación y
convenciones de escritura, tiene una carrera que seguir, evitando los ‘pasos en
falso’ institucionales; fue formateado de acuerdo a algunos criterios por profesores
frente a los cuales siente que tiene un deber de lealtad, es más o menos sensible
a las posiciones ‘políticamente correctas’… Está a la vez integrado en redes de
relaciones académicas, más o menos recíprocas o jerarquizadas, y atrapado en
horizontes de cuestionamiento, en los que puede permitirse una mayor o menor
imaginación.
112 | ¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos
Daniel Cefaï

Por supuesto, esta tripartición resulta simplista, porque el investigador tiene


una multiplicidad de modalidades y de intensidades de compromiso4 en distintos
tipos de situaciones. Pero permite al menos ver con mayor claridad las diferentes
lógicas de identidad, de experiencia y de acción.

Hacerse un lugar en las interacciones

La calidad de los datos que produzca el etnógrafo dependerá de la modalidad de


compromiso adoptado en terreno, y en particular de su capacidad para encontrar
un lugar –ya sea que se lo atribuya él mismo o que le sea atribuido por otros, en
los juegos de interacción.
Hemos mostrado en detalle las dificultades que encuentra el etnógrafo para
entrar al terreno, para permanecer en él y para salir de él. Hemos hablado de la
identidad del investigador, que debe encontrar patrocinadores, garantes, padri-
nos, avales; pertenecer a instituciones universitarias, agencias administrativas,
colectividades locales, establecimientos públicos; o que incluso debe ganarse la
confianza de los mediadores que controlan el acceso a un terreno: cabecillas de
redes, jefes de bandas, patrones de empresas, directores de cárceles, adherentes
de partidos.5 El momento inicial de la presentación de sí es crucial, por cuanto va
de la mano junto al encuadre del objeto de la investigación, la especificación de
los registros pertinentes de información y la atribución recíproca de categorías
de identificación entre etnógrafos y encuestados. Esta presentación de sí no debe
poner al investigador en una posición imposible de sostener: se esperará de él un
mínimo de coherencia moral entre los roles que interpretará en diversas situaciones
con interactuantes6 distintos. Si esta anticipación de coherencia no satisface, ten-
drá una gran dificultad para ganarse y conservar la confianza de los encuestados,
sobre todo en el caso de pequeñas redes de interconocimiento, donde rápidamente
el etnógrafo corre el riesgo de encontrarse fuera del juego. Pero existen también
contextos etnográficos en los que el etnógrafo pasa desapercibido y no necesita
presentarse –la observación de espacios públicos urbanos, asambleas políticas en
4
Compromiso se entiende aquí en el sentido que le da Goffman (1983) a la expresión de involvement (estar
envuelto en situaciones), que a veces adquiere una carga moral o cívica, transformándose en engagement
o commitment.
5
Desde principios de los años 1950 estas cuestiones han sido tratadas por la sociología, aun cuando el
imperativo de observación participante se imponía en un grupo de estudiantes del departamento de
sociología de la Universidad de Chicago. Véase Cefaï (2002). Esta experiencia de enseñanza y de reflexión
colectiva es el origen del manual de Junker (1960).
6
Interactants en el texto original. (N. del T.)
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 113
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 101-119

público, manifestaciones en la calle, aun cuando algunas conductas (escribir,


fotografiar, filmar…) pueden prestarse para confusión.
Cualquiera sea la concepción que se escoja de las interacciones sociales, del éxito
(felicity) –en el sentido de E. Goffman– de los ajustamientos interaccionales depen-
den la fiabilidad de los datos y la validez de los análisis que seguirán. Se ha dicho
extensivamente que el etnógrafo no debe estar ni demasiado cerca ni demasiado
lejos, sino que encontrar la ‘justa distancia’; debe evitar los efectos de inhibición,
autocensura o autocontrol, de hipercorrección o de sobredramatización, así como
dudar de un exceso de confianza en sí mismo o de sentir que lo comprende todo.
Debe administrar la distancia personal para no parecer demasiado frío ni demasiado
cercano, demasiado invasivo o demasiado extraño, ni debe verse reprobado por su
falta de tacto o falta de empatía. Debe también administrar la distancia de estatus,
saber mantenerse en su lugar, no abordar a la gente desde muy arriba, lo que sería
rápidamente interpretado como una actitud presumida o de condescendencia, pero
tampoco debe abordarla desde muy abajo, lo que amenazaría con desacreditarlo
rápidamente, haciendo pensar en una incompetencia en relación a su estatus. Aún
más, podríamos hablar de distancia generacional, racial y sexual –es decir que el
etnógrafo debe saber cuáles son las maneras apropiadas de comportarse con personas
de edad, género o étnicamente diferentes. Las torpezas son a veces toleradas pero
bajo ciertos límites: es a todas luces preferible controlar los ritos de interacción, de
convenciones de cortesía y reglas de buena conducta, así como todas las prescrip-
ciones y proscripciones que regulan la relación con otro, en privado y en público.
La idea de encontrar su lugar en los juegos de interacción puede sin embargo
tener diferentes significados para la investigación.
Cuando Goffman (1983) hablaba de orden de interacción, veía ahí un orden
local que se constituye en una escena de copresencia y donde los participantes se
ven asignados a lugares, derechos y obligaciones. Una especie de gramática ordena
la coreografía de las interacciones: reglas prácticas, no enunciadas, se hacen visibles
cuando se cometen infracciones; cuando quienes infringen las reglas son llamados
a respetar el orden de la interacción. Esta perspectiva es útil para comprender
cómo en el trabajo de campo se respetan las civilidades y todo tipo de gramáticas
rituales que deben ser conocidas por el etnógrafo para sentirse cómodo. Uno de
los principales problemas en el terreno es no ser desprestigiado ni desprestigiar a
otros, corriendo el riesgo de ser expulsado o excluido: Goffman diría que el arte
del trabajo de campo es indisociable de un arte de proteger los ‘sí-s’ (Selves) vul-
nerables por medio de intercambios confirmativos o reparadores.
Como segunda opción podríamos también referirnos al legado de G. H. Mead
(1934), y de continuadores como R. H. Turner, T. Shibutani o A. Strauss, para
114 | ¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos
Daniel Cefaï

quienes el Yo del etnógrafo se juega en procesos de cooperación y de comunicación


con los otros y con los objetos. El etnógrafo adquiere una experiencia que afecta
la de los encuestados. Asume roles, actitudes y perspectivas, y modifica los de sus
interactuantes e interlocutores. Esta perturbación, lejos de dañar la etnografía,
crea zonas de producción y de recepción de sentido común. A través de esto, el
investigador contribuye a una definición común de las situaciones en las que parti-
cipa, aun si es a veces discutida o rechazada. Aprende a posicionarse en ‘complejos
de respuestas habituales’, a recurrir a mediaciones simbólicas y a inscribirse en
universos institucionales. Esta aproximación, centrada en situaciones, pero que
no descuida la dimensión institucional y cultural, generó la tesis de R. L. Gold
(1958) que se refería a G. Simmel, C. H. Cooley, G. H. Mead y E. C. Hughes
para pensar las interacciones frente a frente en el terreno.
Una tercera posibilidad es la interacción social inspirada en M. Mauss y N. Elias
(Beaud & Weber, 2009). Suavizando los procesos de socialización analizados por P.
Bourdieu, S. Beaud y F. Weber, se interesaron por los espacios de interconocimiento
que el etnógrafo integra, donde debe resolver divisiones y distancias sociales con
los miembros de otros grupos (efectos de desajuste causado por histéresis, armo-
nía o distonía entre habitus). Además, la situación puede ser analizada como un
cruce de cadenas de interdependencia, que desbordan el registro de interacciones
que suceden frente a frente, y que posibilita formas de poder jerarquizado a dis-
tancia. La ‘decepción de expectativas’ del investigador es tanto un riesgo para la
continuidad de la etnografía, como también el camino preciso para llevar a cabo
su propio socioanálisis y comprender lo que sucede en determinadas situaciones.
Estas perspectivas sobre el terreno redescubren lo que ya había sido aborda-
do por la escuela de antropología de Manchester y dialogan con las reflexiones
contemporáneas sobre la ‘desterritorialización’ de los lugares de la etnografía: el
‘terreno’ ya no está en un territorio cerrado, circunscrito en tanto que comunidad
insular, autosuficiente y sin historia. Es un flujo multisituado (Marcus, 1995) de
capitales, información, personas, mercancías, tecnologías, imaginarios… O es un
nudo de ‘articulaciones proyectivas’ hacia lugares y momentos alejados y a veces
desconocidos por los encuestados, como escribe A. Glaeser (2010). El sentido de
un acto comercial, electoral o terrorista, religioso o intelectual no se agota en los
elementos observables que se muestran en la situación, aquí y ahora. Remite a
repertorios de recursos, puntos de apoyo y medios de expresión, horizontes de pre-
comprensión, relaciones de fuerza y relaciones de sentido, que remiten a biografías
personales y colectivas, y, más ampliamente, a redes sociales y procesos históricos.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 115
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 101-119

Categorías endógenas y exógenas

Hacer etnografía es entonces observar actividades, regulares o excepcionales, en


situación, más que considerar como certezas tipologías preestablecidas y nomen-
claturas oficiales. Observar de primera mano y no contentarse, si es posible, con
transcripciones de entrevistas o relatos biográficos de segunda mano, y, más aún,
evitar hacer saltos peligrosos, sin la red de seguridad de la descripción, hacia
análisis repletos de conceptos abstractos y de razonamientos generalizadores. El
interés de la etnografía es el de seguir actos, actividades, acciones o interacciones,
tal como se desarrollan en una situación dada –incluidos los actos discursivos, no
tanto por su contenido como por las consecuencias que producen. Estas activi-
dades no son material en bruto, caótico e insensato: siempre tienen, antes ya de
que el etnógrafo les preste atención, una organización endógena. La única manera
de aprehender esta organización endógena es a través de la observación de las
actividades prácticas y recolectando informes y actas (accounts, en el sentido de la
etnometodología) que hacen los participantes y que dan acceso a su experiencia.
Por ejemplo, para etnografiar reuniones políticas, no hay que partir de relatos
de militantes o de recortes de diario, de declaraciones de la policía o de organi-
zaciones –estos materiales son interesantes y deben ser movilizados, pero por lo
que son, versiones a posteriori, que enriquecen el marco del evento, pero en otros
contextos y con otras finalidades. La descripción etnográfica solo puede hacerse a
partir de la observación directa, haciendo recuento de la distribución de ‘estatus
de participación’ (oradores, guardias, policías, conductores de sala, miembros
del auditorio, periodistas, camarógrafos, técnicos en iluminación y sonido…),
mostrando la disposición espacial y siguiendo la dinámica temporal del evento,
describiendo atmósferas, restituyendo accidentes de coordinación o resistencias
de recepción… Y, si es posible, escuchando todo lo que se dice y todo lo que se
hace, entre las filas y tras bastidores, en la sala y fuera de la sala, entre actores muy
diferentes unos de otros.
El resultado es entonces muy diferente de lo que es comúnmente considerado
como descripción de reuniones públicas. En particular, en cuanto al orden del len-
guaje, podríamos retomar la idea de que existen categorías ‘cercanas’ o ‘lejanas’ a la
experiencia de los encuestados o, más aún, que algunas descripciones de situaciones
son hechas ‘desde el punto de vista nativo’, es decir, según su saber local (Geertz,
1983), mientras que otras son hechas desde arriba, sobrevolando, desde un punto
de vista que les es extranjero. Lo interesante de la etnografía es justamente que nos
enseña otras maneras de ver y de creer, de ser afectado y de sentir, de hacer y de
decir, de comprender y de juzgar. Nos da acceso a formas de experiencia y a confi-
116 | ¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos
Daniel Cefaï

guraciones de acción, tal y como son vividas por los encuestados; nos las presentan
bajo un modo de exposición que rompe con modelizaciones explicativas y análisis
estadísticos. Una buena etnografía pone énfasis en la descripción detallada de situa-
ciones, como si el lector estuviese ahí y, más aún, como si el lector se hubiese ubicado
en las múltiples perspectivas de los encuestados (Emerson, Fretz, & Shaw, 1995).
Así, el etnógrafo debe desligarse de las evidencias más potentes, aun cuando estas
en teoría aparezcan justificadas. Tomemos por ejemplo las categorías de clase, de
género o de raza que hoy en día son universalmente utilizadas para dar cuenta de
procesos de explotación y de dominación, de estigmatización y de discriminación.
Si la etnografía aporta una plusvalía, no es solamente porque ‘probaría’ la existencia
de tales procesos o porque los ‘ejemplificaría’. Lo puede hacer, obviamente, pero es
sobre todo interesante por el hecho de que muestra las ambigüedades y las paradojas
de la vida colectiva y las interacciones asimétricas que hacen parecer ‘clase’, ‘género’
o ‘raza’ como identidades dadas por supuesto. Da cuenta de la manera en que estas
categorías son actualizadas en la práctica, de sus cualidades afectivas y morales cuando
estas aparecen en los campos existenciales de los encuestados, y de los usos estraté-
gicos que pueden ocurrir en situaciones de conflicto, cuando estas son manipuladas
o reivindicadas. Muestra, igualmente, que en numerosas situaciones las categorías
endógenas, aquellas que son pertinentes para los actores en una situación dada, no
son necesariamente las categorías del cientista social. Toda suerte de operaciones de
identificación y de diferenciación, de reconocimiento y de demarcación pueden ser
puestas en práctica, sin que podamos de antemano predecir estas operaciones. Es
por esto que precisamente hay que describir cómo los encuestados organizan la expe-
riencia de sus actividades para evitar caer en una proyección sistemática de categorías
exógenas a sus mundos –en particular cuando se trata de mundos que le son exóticos
al etnógrafo: mundos ‘desviados’, ‘marginales’ o ‘subalternos’, e igualmente, ‘elites
políticas’, ‘organizaciones económicas’, ‘sectas religiosas’ o ‘comunidades étnicas’.
Hacer una etnografía es entonces dejar de lado lenguajes especializados, in-
cluidos los de las ciencias sociales, y restituir los contextos de sentido ordinario en
lenguaje natural, ya sean los de activistas de movimientos sociales o de investiga-
dores en laboratorios de bioquímica (Latour & Woolgar, 1986), ‘jóvenes delin-
cuentes’ confrontados a tribunales para menores (Cicourel, 1967; Emerson, 1969),
o homeless que venden diarios y libros usados (Duneier, 1999). De este modo, no
es siempre necesario inmovilizar ‘formas culturales’ para mostrar significaciones
nativas, es decir, puntos de vista locales. La referencia a la ‘cultura’ sirve a veces
para dar cuenta del horizonte de sentido de los actores. Ha sido también critica-
da en tanto que reificación de las prácticas de sentido (Abu Lughod, 1991). Las
afirmaciones sobre cultura se pueden sustituir generalmente por descripciones de
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 117
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 101-119

acciones y de sus contextos; pueden corresponder a reivindicaciones de los actores


que aparecen compartiendo algo así como la herencia de una tradición o la per-
tenencia a una comunidad, pero no son entonces categorías analíticas, sino solo
informes sobre las visiones del mundo (en particular en los movimientos étnicos
o nacionalistas, pero también en situaciones ordinarias, cuando oímos decir: ‘no
es mi cultura…’, ‘hacen esto porque está en su cultura…’). Pero sobre todo ha
sido puesta en cuestión por los antropólogos desde los años 70, permitiendo una
revisión del origen de la disciplina y de las relaciones complejas con las formas
de ‘mirada colonial’. En inglés se forjó el neologismo Othering the Other –hacer
del Otro otro– (Fabian, 1983; Stocking, 1983) para mostrar cómo las descrip-
ciones y los análisis de los etnólogos estaban dominados por una negación de las
transformaciones históricas de las sociedades estudiadas, por una ceguera frente
a sus dinámicas conflictivas y políticas o por una ignorancia de sus intercambios
extracomunitarios. Describir requiere un esfuerzo de reflexión en relación a sus
a priori (teóricos, ideológicos, políticos, religiosos, y suma y sigue) y una extrema
sensibilidad en relación al estatus de las categorías, endógenas o exógenas, que se
usan en el texto etnográfico.
(Fin de la primera parte – continúa en un próximo número, mayo-agosto, de
Persona y Sociedad.)
Recibido diciembre 4, 2012
Aceptado marzo 8, 2013

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Pía Rius

Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 121


Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 121-149

Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave


etnográfica de dos movimientos de trabajadores
desocupados en Argentina

Pía Rius*
Universidad de Lille 3, Lille, Francia

Resumen
La desocupación ha sido asociada a la apatía y al aislamiento de quienes la padecen.
El estudio etnográfico presentado aquí permite dar cuenta de los soportes en los
que se basa el fenómeno más visible de la acción colectiva (por ejemplo, las redes
familiares o de vecinos). Este estudio es un paso necesario para comprender el fe-
nómeno de la acción colectiva a lo largo del tiempo y superar la visión dicotómica
entre lo público y lo privado, entre intereses materiales y objetivos políticos. Aparece
entonces un fenómeno complejo que muestra los anclajes de la actividad política
en la vida cotidiana y abre nuevos interrogantes sobre las maneras de intervenir
en política de los sectores populares.

Palabras clave
Acción colectiva, etnografía, movimiento de trabajadores desocupados, redes
familiares, Argentina

Collective action and unemployment. An ethnographic study of two


movements of unemployed workers in Argentina

Abstract
Unemployment has been associated with apathy and isolation in the unemplo-
yed. The ethnographic study presented here deals with the underpinnings of the

* Doctora en sociología Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales (EHESS), París. Docente investiga-
dora (ATER) Universidad de Lille 3, Lille, Francia. Realiza una investigación posdoctoral en el proyecto
ANR PORQUE sobre prácticas de trabajo y modalidades de participación política en los medios popu-
lares. Correo electrónico: [email protected].
122 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius

most visible manifestations of collective action (for example, family or neighbour


networks). This is a necessary step to overcome the perceived dichotomy between
the public and the private, between material interests and political objectives. As
a result of this study, a complex phenomenon emerges that lays bare the ancho-
ring of political activity in everyday life and raises new questions about the way
underprivileged sectors intervene in politics.

Keywords
Collective action, ethnography, movement of unemployed workers, family
networks, Argentina

Introducción

Los debates en torno a la acción colectiva de sectores populares suelen plantear la


cuestión de su capacidad de intervenir en política en forma democrática. El ideal
normativo según el cual los ciudadanos deberían poder hacer abstracción de sus
intereses personales para dejar lugar a una forma de interés general, resultaría
inalcanzable para quienes se encuentran en múltiples situaciones de precariedad.
El enfoque etnográfico desarrollado a lo largo de esta investigación cuestiona
ese planteamiento para dar lugar a un análisis detallado de las formas en que lo
político se vincula con la vida cotidiana. El análisis dicotómico entre lo público y
lo privado, entre lo político y lo doméstico, deja lugar a una trama de relaciones
sociales en las cuales lo político irrumpe desde lugares inesperados.1
Este artículo se basa en el estudio desarrollado en el seno de dos organizaciones
de desocupados creadas el año 2002, en el marco de un proceso de movilización
generalizada de los sectores populares, cuyos antecedentes se pueden situar en
las manifestaciones realizadas por distintas organizaciones de desocupados en
regiones petrolíferas de la Argentina a partir de 1996. Eso nos permite explorar
terrenos inéditos, como son el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD)
de Berazategui2 y el MTD de Berisso,3 y a la vez responder a la pregunta de la

1
Agradezco las sugerencias de los evaluadores anónimos que permitieron mejorar la versión inicial del
artículo.
2
Berazategui se sitúa al sur del Gran Buenos Aires (GBA). Posee 287.000 habitantes. En 2002, la tasa de
desocupación era de 30 por ciento (INDEC). Es un distrito urbano con zonas periféricas semirurales.
3
El distrito de Berisso se sitúa a 8 km de la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, al
sur de esa ciudad. Posee 80.000 habitantes (INDEC, 2001). En mayo de 2002, la tasa de desocupación
alcanzó un 22 por ciento. Para entonces, el índice de pobreza era de 49,7 por ciento y el de indigencia, de
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 121-149

continuidad de la acción colectiva y no solamente a la de su emergencia. Ello ha


permitido observar el proceso de organización en su curso de acción, restituyen-
do elementos que suelen quedar fuera del campo de observación, ocultos bajo la
acción contestataria más visible. Observar en tiempo presente la acción en curso
permite aprehender el desarrollo como un presente abierto a múltiples iniciativas,
más o menos fructuosas. El resultado difiere de la mirada retrospectiva, inclinada
a imprimir una forma lineal y unidireccional a los fenómenos. Las observaciones
fueron realizadas entre 2003 y 2007 mediante observaciones de campo anuales,
de entre cuatro a ocho semanas. La observación participante y no participante se
realizó en las organizaciones, asistiendo a movilizaciones, espacios de reunión y de
actividad productiva, y más ampliamente en los barrios y viviendas. Las relaciones
permanentes entre miembros de las organizaciones de desocupados con no miem-
bros cercanos en el ámbito de las mismas, aparece como un elemento relevado por
la etnografía que facilita comprender el sentido de las acciones en el espacio local
a lo largo del tiempo. El estudio permite considerar márgenes de maniobra, a me-
nudo dejados de lado en función de lo que de manera retrospectiva aparece como
una necesidad o como formas de determinismo (la reproducción de la pobreza,
de la dominación), dudas que luego aparecen como certidumbre, evaluaciones
de los procesos en curso que pueden cambiar en función de resultados ulteriores.
Los grupos estudiados se ubican en distintas redes de organizaciones: MTD
Aníbal Verón (AV) y Frente Popular Darío Santillán (FPDS), respectivamente.
La Verón comienza a funcionar en 1998. A fines de 2003, una parte de las orga-
nizaciones deja ese colectivo y forma, junto con otras agrupaciones estudiantiles,
sindicales y cooperativas, el FPDS. Los grupos estudiados comparten el primer año
de funcionamiento bajo el mismo colectivo, La Verón. Por ello poseen la misma
consigna: Trabajo, Dignidad y Cambio Social, y los mismos criterios internos que
son sin embargo reformulados localmente.4 Los criterios establecidos consisten en
la participación en la lucha por los planes en las manifestaciones callejeras, en la
participación en las asambleas como espacio de decisión, en la realización de una
actividad en el seno de distintos talleres y en la contribución económica a partir
del momento en que se cobra el plan.5 Estas similitudes permiten dar cuenta de

22,7 por ciento. (INDEC).


4
En cada distrito MTD de Berazategui y MTD de Berisso, los criterios son aparentemente los mismos pero
localmente, en los barrios, se observan ajustes sobre distintos aspectos. Por ejemplo, el hecho de abrir los
comedores a los vecinos o no, exigir o no una contribución económica, situaciones en las que la presencia
en la movilización o la asamblea están exceptuadas, entre otros.
5
De manera genérica se designa con el nombre de planes –siguiendo la denominación local– a una serie
de transferencias monetarias cuyas formas han variado en el transcurso de las manifestaciones. Creados
a mediados de la década de 1990 como prestaciones puntuales de seis meses de duración, se fueron
124 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius

modalidades de compromiso compartidas. La diferencia en la manera de entender


esos criterios es importante para los miembros de cada MTD, ya que ha estado
en el centro de la discusión al momento de realizarse esa separación hacia finales
de 2003.6 A menudo estos grupos han sido estudiados a partir de su relación con
el Estado, ya sea en un momento de conflicto –visible en la acción colectiva–, o
bien cuando el mismo se reduce, según algunos autores debido a un proceso de
cooptación o de retroceso (Torres, 2009).
El estudio etnográfico presentado aquí da cuenta de la continuidad que existe
entre estos dos momentos, y plantea la necesidad de estudiar los soportes en los
que se basa el fenómeno más visible de la acción colectiva. El ejercicio de la mo-
vilización por parte de un amplio arco de organizaciones de desocupados logra
interpelar a los gobiernos que integran distintos reclamos en la formulación de
políticas sociales relativas a la desocupación y la pobreza, ampliando los márgenes
de maniobra de estos grupos.
En primer lugar se presenta aquí la experiencia de miembros del MTD de Be-
razategui (AV) y luego la de los miembros del MTD de Berisso (FPDS). En ambos
casos se privilegia la experiencia de miembros que participan en las organizaciones
desde su creación, a principios de 2002. Se trata de biografías heterogéneas que
permiten cuestionar el compromiso que implica la pertenencia a estos grupos:
¿se trata de una decisión militante?, ¿de una reacción frente a la imposibilidad de
encontrar trabajo durante un período de crisis? La observación etnográfica nos
invita a sobrepasar una interpretación binaria del compromiso político, opuesto
a una necesidad económica, para analizar las experiencias de participación en
manifestaciones, en el seno de redes de socialización, familiares y de amistad. El
análisis de esas experiencias permite integrar el discurso militante y no militante,
evitando la confusión de las prácticas organizativas con la formulación de princi-
pios y valores postulados por los dirigentes. Estos fenómenos comunes a los dos
grupos son analizados a través de distintas observaciones y entrevistas, realizadas
con los miembros del MTD de Berazategui en la primera parte y principalmente
con miembros del MTD de Berisso en la segunda, aunque los procesos estudiados
se encuentran presentes en ambos grupos. En efecto, el análisis no se desprende
de una escena en particular, sino que él mismo es tributario del conjunto de ob-
servaciones realizadas. La población que participa en ambos MTD se conforma

transformando a lo largo del tiempo y en función de las negociaciones con organizaciones de desocupados
que fueron creadas a lo largo del país. La política social exige una contrapartida de 20 horas de actividad
por semana, por ello no pueden ser asimilados a una renta ciudadana (De la Fuente, 2003).
6
Las organizaciones piqueteras preexistentes se erigen en modelo de lo que debe hacer un MTD para
acceder a los planes en 2002. Se volverá ulteriormente sobre ese aspecto.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 125
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 121-149

siguiendo las características a menudo relevadas por la literatura (Svampa y Pereyra


2003; Bidaseca, 2006; Bottaro, 2009; Di Marco, 2011). Por ejemplo, la constancia
de participación de un alto porcentaje de mujeres con escasa experiencia en el
mercado laboral o de pertenencia partidaria. Por otra parte, los jóvenes, varones
y mujeres, se erigen como protagonistas y asumen responsabilidades diversas en el
funcionamiento de las organizaciones; algunos de ellos ingresan al mercado laboral
a través de las actividades de los proyectos productivos y aprenden un oficio. Por
último, se observa la presencia de hombres y mujeres de más de 50 años de edad
con escasa trayectoria de empleo formal. En cuanto a los estudios realizados por
los miembros de estas organizaciones se observa una gran heterogeneidad. Algunas
personas de origen rural han completado uno o dos años de estudios primarios;
otras, más jóvenes, nacidas en el lugar donde viven actualmente, o con trayecto-
rias de escasa movilidad, han completado la escuela media (12 años de estudio).
En el caso de Berisso, unas pocas personas han realizado estudios universitarios
(incompletos) y pueden formar parte de este colectivo como desocupados y como
militantes a la vez.7 Esta composición se asemeja a la caracterización de moviliza-
ción improbable (Collovald y Mathieu, 2009), propia de los sectores sociales con
escasos recursos materiales y simbólicos. De esta manera, el enfoque etnográfico
permite dar respuesta al enigma de su movilización.

Una perspectiva de la acción situada

Las organizaciones piqueteras han sido consideradas en función de las consignas


que promueven, dando cuenta de las limitaciones para conseguir los objetivos
propuestos; en el caso del MTD, Trabajo, Dignidad y Cambio social.8 A pesar
de los logros relativos de estos colectivos que obtienen un reconocimiento como
interlocutores y la participación en la formulación de una política social específica,
la decepción o la crítica es señalada en tanto los grupos reproducirían distintas
formas de desigualdad y precariedad.
La focalización casi exclusiva de los distintos estudios sobre las dimensiones
políticas y el rol de los dirigentes, no permite explorar la dinámica observada al


7
En el marco de un trabajo etnográfico hemos efectuado un trabajo cualitativo que no permite la realización
de cálculos porcentuales. Las 30 entrevistas formales realizadas se enmarcan en una observación participante
y no participante durante cuatro trabajos de campo consignados en distintos cuadernos de campo.
8
Las diversas formas de entender la política están ligadas con las concepciones del trabajo, como ha sido
señalado por varios estudios (Bidaseca, 2006; Rius, 2007; Bottaro, 2009), pero no serán el objeto de este
artículo.
126 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius

interior de las organizaciones. Aún menos aparecen las biografías de vecinos o


parientes de estos que comparten gran parte de los atributos sociales, e incluso los
mismos planes sociales de los dirigentes, pero no participan de las organizaciones
de desocupados. Así, los estudios sobre la acción colectiva no tienen suficiente-
mente en cuenta los elementos que son considerados a priori como no políticos,
como las redes familiares y barriales que solo aparecen brevemente tematizados.
La diferencia operada por nuestro estudio consiste en tomar como parámetro
de análisis la trayectoria de los miembros para evitar introducir criterios exteriores
no pertinentes a la acción. Además, la dimensión política corre el riesgo de ser
observada desde el prisma de un ideal normativo que las organizaciones populares
no logran alcanzar. El sentido propio de los procesos sociales es dejado de lado para
puntualizar las carencias y déficits de todo tipo que están a menudo ausentes en
múltiples espacios sociales y políticos, y por ende no se pueden considerar como
específicos de las organizaciones estudiadas.
Las organizaciones promueven ‘la lucha’, la confrontación callejera, como forma
de ejercicio de la protesta, una lucha digna de trabajadores. Pero los planes no
están a disposición de los grupos, sino que son negociados permanentemente con
el gobierno. Ello implica el intento de lograr acuerdos entre los miembros que de-
finen el funcionamiento de cada grupo que es necesario estudiar para comprender
la participación en estos grupos. En el caso del MTD de Berazategui, de acuerdo
a la modalidad adoptada en La Verón, la presencia en las manifestaciones es con-
signada en una lista por los delegados locales. Cierta regularidad es necesaria para
acceder a las cajas de ‘mercadería’ (alimentos no precederos) más completas. En
caso contrario se puede recibir una cantidad básica. Esta modalidad de retribución
es considerada por los miembros del MTD como una forma de reconocimiento
por el esfuerzo realizado que también se observa en otros colectivos.9 Todos los
miembros pueden beneficiarse de las cantinas barriales y algunas están abiertas a los
vecinos. En el MTD de Berisso no se realiza el tipo de control que mencionábamos
en cuanto a la asistencia a la movilización, ya que se considera que esta debe ser
voluntaria; sin embargo se hace un seguimiento de la participación en los talleres
de trabajo (cantinas, panaderías, talleres textiles). De este modo, el compromiso
hacia el colectivo es sujeto a evaluaciones que dan lugar a ajustes particulares en
función de la situación de los miembros.
En nuestro trabajo intentamos articular la dimensión política y el medio en el
cual se desarrolla el proceso de organización de los distintos grupos. Los miem-

9
Quirós (2006) describe una utilización similar en su estudio a partir de una organización dentro del
Movimiento Teresa Rodríguez.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 127
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bros tratan los objetivos políticos a veces con distancia y otras en forma personal,
siempre con múltiples sentidos. ¿Cómo comprender la emergencia de la acción
colectiva sin restituir los distintos apoyos de la misma que permanecen sumergidos,
ocultos? ¿Cuáles son los lazos en los que se apoyan dichas acciones? Estos lazos,
¿permanecen inmóviles cuando se produce la acción colectiva?

La ocupación de la escena nacional. Ganar el plan en la calle. MTD de


Berazategui en La Verón

Julia, una delegada del MTD de Berazategui, nos había dado cita frente a la estación
de trenes Constitución, en el acceso sur de la ciudad de Buenos Aires. Participaría-
mos de una manifestación en la ciudad capital, organizada en conjunto con otros
grupos, de distintas orientaciones políticas, para interpelar al gobierno nacional
en forma unificada. Los objetivos inmediatos en torno a la regularización de los
miembros y el aumento de la transferencia (que no ha sido actualizada desde la
devaluación) se presentan junto con objetivos en referencia a la situación judicial
de militantes que deben enfrentar acusaciones de atentado a la democracia o en
forma más global en rechazo a la deuda externa.
Al llegar, cerca de la una de la tarde, la zona permanece accesible por autobús
a pesar de la movilización numerosa de los distintos grupos que se van reuniendo
en los alrededores de la estación. En una de las entradas laterales de la estación,
del lado de la autopista, vemos varios grupos de MTD alineados a lo largo de
la misma. Sus banderas e insignias están izadas o apoyadas contra las barandas
de seguridad dispuestas en la vereda, destinadas a impedir el cruce intempestivo
de los peatones. Los miembros se encuentran en actitud de espera, distendidos,
formando pequeños grupos de reunión. Algunos conversan, otros contemplan en
silencio. Me presento a un grupo de mujeres que se encuentra cerca de la bandera
de Berazategui, explicando la invitación de Julia y el objetivo de la investigación
realizada.10 Me sugieren hablar con Rubén, un joven de alrededor de 25 años; una
de ellas lo va a llamar. Rubén me explica cómo se formó el MTD de Berazategui
a comienzos de 2002, asegurando que él era miembro ‘desde el principio’ junto
con su mujer. En breve explica los orígenes de la organización ante las demás

10
Sin entrar en detalle sobre la tesis en curso, explicaba mi intención de realizar observaciones en distintos
grupos de desocupados y en diversos espacios. La elección de este primer encuentro responde a la
posibilidad de dar cuenta del proceso de descubrimiento. El acceso relativamente sencillo al terreno
muestra también la apertura del tipo de organización en cuestión, acostumbrada al contacto con
estudiantes, profesionales, periodistas y otras figuras intermediarias.
128 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius

compañeras que escuchan atentamente. Por intermedio de su tío había contactado


a los dirigentes del MTD de Florencio Varela, quienes le indicaron la manera de
acceder a los planes de empleo: había que ganárselos.
‘Nos ganamos el plan en la lucha’, dijo Rubén con orgullo. Esa frase fue oída
repetidas veces a lo largo de las distintas observaciones efectuadas en los distintos
grupos hasta casi transformase en una evidencia. ‘Ganarse el plan en la lucha’
aparece como una primera respuesta a explorar para comprender lo que quiere
decir formar parte de un MTD en 2002. Compartida por el conjunto de miembros
de los MTD, parece sintetizar el reconocimiento del mérito, del esfuerzo y del
sacrificio empeñados durante la movilización, de capacidades de negociación con
las autoridades, del aprendizaje de la organización y orientación de los grupos en
los barrios, formulando objetivos y estableciendo distintas líneas de acción para
lograrlos.
La movilización de los desocupados en la calle surge a lo largo de las observa-
ciones como la forma de participación en la escena pública realizada con mayor
frecuencia por los miembros del MTD. También implica salir del barrio para ir
a otros barrios o regiones del país, donde se encuentran otras organizaciones de
desocupados u otros movimientos sociales. Héctor, perteneciente al MTD de
Berisso, enumera todos los lugares donde ha marchado, dando pruebas de lo que
significa para él ‘ganarse los planes’: he ido al puente [Pueyrredón], a Plaza de
Mayo, este año [marché] para el día del trabajador, estuve en Salta, en Neuquén. El
piquete, simbolizado por los neumáticos quemados en la ruta en las fronteras del
país, se ve transformado en el espacio urbano del GBA. Implica marchar, recorrer
distancias, desarrollar otras capacidades. Marchar con los miembros y militantes
en la calle aparece desde la perspectiva etnográfica como una manera de descubrir
los lazos que se entretejen allí.
Lejos de los delegados, luego de una hora de espera en Constitución, comen-
zamos a marchar junto al grupo. Las personas se sucedían en fila y las banderas
encabezaban los grupos, señalando la pertenencia al movimiento Aníbal Verón y
el nombre del barrio o distrito, indicando la pertenencia local. Las filas no esta-
ban particularmente ceñidas, sino que se presentaban por grupos de tres o cinco
personas y se ‘fragmentaban’ por la distancia entre los manifestantes. Al llegar a la
avenida Entre Ríos, el grupo permaneció nuevamente en espera durante el tiempo
necesario para coordinar con las otras organizaciones movilizadas ese día. Había
que programar el avance y el ingreso a la Plaza de Mayo. Una de las mujeres, de
alrededor de 50 años, llevaba un banco plegable en el brazo como si se tratara de
un bolso. Durante las pausas, lo desplegaba y se sentaba. Los más jóvenes también
procuraban descansar, se sentaban al borde de la vereda o buscaban la sombra.
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Durante esas paradas, los miembros se acercan entre sí en forma compacta, ocu-
pando todo el espacio. Más de 1.500 personas se despliegan en la calle detrás de
la bandera de La Verón. Hacia el Congreso, Julia pasa cerca nuestro y alienta a los
manifestantes para que avancen a un mismo ritmo. Entonces, Carmen, con quien
caminábamos, le recuerda sus problemas de salud.11 Llegando hacia el Congreso,
hay otro momento de espera. Otras organizaciones venidas por el acceso norte de
la ciudad se organizan para converger hacia la Plaza de Mayo. Entusiasta de su
actividad en el movimiento, Carmen nos presenta a uno de sus hijos, Marcos, quien
tiene 16 años y camina a escasos metros nuestros. Carlos, el mayor, de 18 años,
también está allí, pero ella nos lo muestra de lejos, indicándolo con la mano; ese
día él está encargado de la seguridad. Entonces nos muestra la línea de seguridad
–el cordón– organizada por el grupo para delimitar los límites de la columna e
impedir que se mezclen los manifestantes de las organizaciones vecinas o que se
infiltren personas ajenas a la organización.
El cordón era una línea de jóvenes con gorras con visera, desgastadas y de
distintos colores. Suelen ser muchachos, pero también hay mujeres. Avanzan se-
parados por una distancia de un metro para marcar la separación apropiada entre
las líneas que, sin embargo, no se siguen de forma ordenada. Inmediatamente al
lado de esa ‘línea de puntos’, se desplazan los compañeros de otra organización
con su propio cordón de seguridad; participan junto a la misma movilización,
pero no se mezclan. Son la Corriente Clasista y Combativa (CCC). Las filas se
han acercado entre sí y son más compactas. La primera línea está ocupada por
las banderas de los dos grupos que marchan en forma conjunta –el MTD y la
CCC–, que son sostenidas a un mismo nivel.12 Esa disposición de los estandartes
permite mostrar la alianza entre las dos organizaciones para ejercer mayor presión
sobre las autoridades.
Analizando esas observaciones a la luz del conjunto del trabajo de campo, por
momentos la idea de una columna parece cobrar sentido. Los dirigentes y referentes
de los MTD se esfuerzan por informar previamente sobre los objetivos de cada
manifestación e insisten en su carácter político, las opciones que implica a diferencia
de las otras organizaciones y las relaciones con el gobierno. El avance junto a los
11
Sufre de hipertensión. Una enfermera desocupada, encargada de ‘salud’ nos explica que es una dolencia
frecuente entre los manifestantes. Los picos de tensión eran frecuentes en tiempos de calor. Un tensiómetro,
un estetoscopio, aspirinas y apósitos constituían el botiquín a su disposición. En una planilla consigna las
intervenciones, dejando prueba de su profesionalismo.
12
Reputada por ser la organización más masiva en el gran Buenos Aires, la CCC mantiene una línea de
confrontación con las autoridades que en esa etapa es compartida por el MTD A.V. Uno de los miembros
del MTD de Berisso que ha realizado tareas de seguridad explica que se trata de un esfuerzo cansador, ya
que se está en situación de alerta durante toda la jornada.
130 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius

miembros vuelve a introducir matices. Detrás de la bandera de La Verón aparece


la pertenencia a la organización y al territorio, articulada con historias personales
y pertenencias familiares. Las condiciones físicas de los miembros son conocidas
por los delegados, a quienes veremos en contacto permanente con la cotidianidad
del barrio. La dificultad de reconocer a simple vista el cordón resulta de las condi-
ciones de movilización de ese MTD que se diferencia de las columnas uniformes,
donde en cambio se observan gorros e insignias provistos por la organización.
Así, en esas columnas se pueden distinguir las distintas trayectorias individuales.
Marchar aparece, desde esta perspectiva, como un despliegue en el espacio
urbano en el que se tornan visibles los múltiples sentidos personales, familiares,
económicos y políticos que adquiere la marcha para los miembros. El dicciona-
rio de la Real Academia Española nos dice que marchar, en su acepción militar,
corresponde a un andar ordenado y con cierto ritmo. Los dirigentes evocan esa
idea de orden como una muestra de capacidad organizativa, y en consecuencia
de movilización y reivindicación. El término de columna, utilizado localmente,
también se orienta en esta dirección, marcando las bases sólidas que sostienen al
grupo, dando la impresión de cierta homogeneidad. Sin embargo, en la marcha,
las motivaciones políticas, reivindicaciones y objetivos formulados aparecen dife-
renciados y en continuidad con la vida cotidiana de los miembros.

Posibilidades de cambios a través de la movilización colectiva

Carmen menciona haber tenido miedo de las movilizaciones antes de formar el


MTD de Berazategui; sin embargo, la hemos acompañado y observado serena
durante la manifestación, rodeada por sus hijos y vecinos, y por el cordón de se-
guridad. Parece no prestar mayor importancia a las distintas etapas, sin percibir
nada anormal o susceptible de producir temor. Cuando llegamos al Congreso, los
encargados de la seguridad de la CCC forman un cordón humano, tomándose de
la mano, algunos con palos de madera utilizados en el dispositivo de seguridad,
para hacer pasar el cortejo y delimitarlo. Los primeros miembros surgen tocando
grandes tambores y pasan delante de nosotros a un paso sostenido. Carmen los mira
avanzar sin gran sorpresa, sentada en el borde de la vereda, sin pararse ni moverse.
Sigue hablando, aun cuando es imposible escuchar lo que me dice y le pido que
esperemos a que pase el ruido de los bombos para continuar la conversación. Su
actitud sugiere que la escena le resulta sumamente familiar, banal.13

13
La llegada de una columna es un momento observado por los militantes. Ese mismo año una dirigente, al
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La familiarización con el espacio urbano, su presencia rutinaria frente al Con-


greso o la Plaza de Mayo, la banalización de los gestos y las formas de la protesta
aparecen como un cambio producido a partir de la participación en el colectivo
que se opone al expresado temor inicial. Ese sentimiento concierne a los riesgos
ante la represión policial, y aparece a menudo en el relato de quienes carecen de
experiencia militante; también está presente entre los miembros del MTD de
Berisso. La experiencia de participación en los colectivos de desocupados aparece
como un cambio frente a la permanencia en el espacio privado, un cambio que
puede encontrar sus límites en la continuidad que existe cuando la presencia fa-
miliar es considerada como una condición para la participación.
El arribo a la Plaza de Mayo, donde sería leído un documento con las reivindi-
caciones y adhesiones, es un momento festivo y se desarrolla a un ritmo marcado.
El cortejo da la vuelta a la plaza caminando por la calle, extendiendo geográfica
y socialmente las rondas características de las Madres de Plaza de Mayo. Esta
interpretación del sentido de ese ritual se percibe a partir de los distintos relatos
que evocan el aprendizaje del MTD, gracias a la participación conjunta con orga-
nizaciones de derechos humanos como la Marcha de la Resistencia,14 en la que los
miembros más antiguos se reconocen por la posibilidad de aprender de la lucha de
las Madres de Plaza de Mayo, señalando –como lo hace Julia– que el MTD siempre
estuvo presente en ese lugar altamente simbólico.
Cuando el grupo completa la vuelta a la plaza, buena parte de los miembros se
retira. Las banderas son llevadas hacia el centro de la plaza e instaladas frente al
escenario. La lectura del documento reivindicativo no suscita gran interés de parte
del grupo. Una de las dirigentes nacionales verifica que se ha mencionado la presencia
de La Verón en la plaza y da la orden de regresar. Algunos dirigentes nacionales
están allí, pero en lugar de marchar en la primera línea, como lo hacían al llegar a
la Plaza de Mayo, están en los laterales, avanzando a un ritmo más tranquilo y casi
retrocediendo, dejándose alcanzar por los demás miembros. Así, parecen ponerse a
disposición del conjunto, conversando con quienes se acercan a ellos.
De regreso a Constitución marchamos con dos jóvenes, Laura y Claudia. Claudia
realiza estudios de enfermería y durante el año no participa de las movilizaciones
para poder cursar y preparar sus exámenes. A diferencia de Carmen, no se siente

ver llegar una columna, explicita su evaluación de la situación: si las mujeres y los niños estaban presentes
era un signo de la manera pacífica de proceder del grupo.
14
Se trata de la conmemoración del ‘regreso de la democracia’ en diciembre de 1983. También podemos
observar la participación de las Madres de Plaza de Mayo y de otras organizaciones en múltiples
manifestaciones organizadas por este y otros MTD. Los miembros de distintos MTD han participado en
muchas manifestaciones que no convocan directamente, sino en apoyo de otras causas.
132 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius

cómoda en la manifestación. Vive con sus padres y sabe que ellos no pueden ayu-
darla a financiar sus estudios. La participación en el MTD es para ella una solución
provisoria, ante la falta de trabajo y la necesidad de continuar sus estudios. Laura es
la hermana de su compañero. Sabiendo que buscaba trabajo siguió el consejo de su
delegada, Claudia la invitó a formar parte del grupo. Entre las dos se acompañan
frente a la incomodidad que produce en ellas la presencia en la calle en el momento
de la protesta. El compromiso aparece en la trayectoria de Claudia como una opción
no deseable pero admitida frente a la opción de continuar sus estudios.
Luchar por los planes en la calle y ‘ganarlos’, marchar al corazón de la capital,
ocupar la Plaza de Mayo, son ocasiones para instalarse en la escena política tanto
material como simbólicamente. Julia y Rubén, por sus roles de dirigente y dele-
gado, respectivamente, tienen una mayor cercanía con la dimensión política de la
manifestación, y dan muestras de una vinculación entre la acción colectiva y las
causas generales, como es el derecho al trabajo o las reivindicaciones por los dere-
chos humanos. Para ambos, el MTD es el espacio de aprendizaje de esas causas.
La dimensión familiar está presente, como lo dice explícitamente Rubén o como lo
sabremos posteriormente en el caso de Julia. Para Carmen esas experiencias aparecen
integradas a la vida cotidiana; sin embargo, en otro momento nos dirá que su marido
no está de acuerdo con el lugar excesivo que toma el MTD en la vida cotidiana. La
movilización se presenta como una activación, una salida de su espacio doméstico.
La manera en que me presenta a sus hijos sugiere que el rol de madre, la acompa-
ña en ese movimiento. El relato de Claudia, por el contrario, sugiere que vive la
movilización como un sacrificio en función de la obtención de un diploma que le
permitirá proyectar un futuro laboral más promisorio. La mirada retrospectiva y la
mirada prospectiva parecen encontrarse en un presente signado por las dificultades
enfrentadas. El activismo de los miembros puede pasar por una forma de presencia
física que implica estar presente, a veces adoptando la marcha como un momento
banalizado, otras buscando evitarla por el sacrificio que ella impone, otras erigiéndola
como un momento heroico. Para Sergio, un joven de 24 años, miembro del MTD
desde hace seis meses, también implica evocar una nueva experiencia:

Me gustó participar en las marchas, quise saber que se siente estar ahí, to-
davía no me tocó como a él, que le tocó. El estuvo el 26 cuando fallecieron
los chicos, yo no estuve, pero creo que es para aprender muchas cosas. (Sergio
MTD La Verón, diciembre 2003)

‘Estar ahí’, en la acción, o como lo dice Rubén ‘en la calle’, allí donde las organi-
zaciones ganan los planes, allí donde es importante, donde cuenta, en la Plaza de
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Mayo, implica ser protagonistas. Esas referencias a la presencia física en la escena


política nacional aparecen como una dimensión de la actividad política que por un
lado permite extender su ejercicio por fuera de lo institucional y por otro relevan
de evaluaciones positivas a lo político que se diferencian del cinismo con el que
se suele referir a la política partidaria.
Las manifestaciones representan asimismo una referencia común, una experiencia
compartida que permite evocar un pasado heroico capaz de dejar enseñanzas para
los jóvenes miembros que carecen de trayectoria política o de trabajo. Sergio evoca
la represión policial que produjo la muerte de dos miembros de La Verón, Maximi-
liano Kosteki y Darío Santillán.15 Haber compartido ese episodio o formar parte de
la historia del mismo colectivo, contribuye a la constitución de una visión positiva
de lo político. El delegado Raúl y Julia, la dirigente, aparecen en esa marcha en un
ir y venir que ilustra el rol de mediadores entre los miembros y la dirigencia de La
Verón. Relevan por un lado las inquietudes y por otro difunden los debates y acciones
propuestas por la mesa. En el momento de la movilización aparecen difundiendo
las consignas a seguir en la operación de movilización callejera. Por su parte, los
dirigentes nacionales saben mostrar cierta disponibilidad. ‘Estar ahí’ es para ellos
encabezar la marcha y también caminar juntos el recorrido de regreso, someterse a
las mismas dificultades, compartir las experiencias de lucha mostrando la posibilidad
de ser un par, poniendo entre paréntesis la jerarquía que existe en la organización.16
De acuerdo con la historia de Sergio, la organización produce un cambio que
interviene a partir de los momentos compartidos en la acción. En esta movilización,
como en tantas otras observadas, varias organizaciones de desocupados se hacen pre-
sentes y son consideradas como compañeras. La presencia de Carmen y sus camaradas
en la movilización es central para el objetivo de dar mayor visibilidad a la causa.

Redes familiares y pertenencia generacional

La visibilidad adquirida por las organizaciones de desocupados les permite interpe-


lar a las autoridades nacionales. Sin embargo, esta notoriedad también tiene con-
secuencias en el espacio local. Es el caso particular del grupo formado por Rubén,

15
La muerte de esos jóvenes es recordada anualmente el 26 de junio. Una investigación realizada por los
distintos grupos presentes (MTD Aníbal Verón, 2003) da cuenta de la responsabilidad policial y política.
Los grupos se movilizaron también durante el juicio a los policías, finalmente condenados en 2006.
16
La mesa de La Verón, bajo el liderazgo del MTD de F. Varela, en la cual participa el MTD de Berazategui,
reconoce el rol de los ‘dirigentes’, tal el nombre utilizado, en el proceso de organización de los sectores
populares.
134 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius

Carmen y sus familias, quienes se acercan a los dirigentes del MTD Aníbal Verón
para formar el de Berazategui en el espacio local. La dimensión pública otorga
una capacidad de representación para quienes reconocen la reputación adquirida
y contribuyen a desarrollarla. Ese razonamiento es explicitado por Marina, la
esposa de Rubén, quien será delegada un año más tarde, cuando él deje el grupo
por un contrato de trabajo:

—El tío de él [Rubén] se contactó con estas personas de Varela, con Lucas o
con Gabi. Ellos llegaron ahí a Berazategui y ahí salió todo esto para hacer
un movimiento de MTD de Berazategui.
Pía: —Al MTD de Varela lo conociste a través del tío de tu marido, ¿él
tenía algún tipo de experiencia barrial?
—El iba todo por política, con los políticos del municipio. Pero, bueno,
después se le presentó esta oportunidad de abrir un movimiento, a ver cómo
funcionaba; bueno, se abrió, de por sí con toda la familia. Era todo familia,
la mujer de él, los hijos, mi marido, las hermanas, todo familia éramos;
éramos 22 personas, los primeros que comenzamos en Berazategui. […]
Así fue, esto fue en mayo, […] y, bueno, después de un mes que estábamos
nosotros pasó esto de Maxi y Darío.17 Vimos todo por la tele […], pero no
estábamos relacionados con el movimiento, no decíamos, sí, nos tocó a no-
sotros, es por nosotros. Después de a poco nos fuimos aferrando. (Marina,
MTD Berazategui, junio de 2005)

El marido de Carmen, en su carácter de mediador local, contactó a los dirigentes


nacionales de La Verón para integrar el movimiento y constituir un espacio local
de La Verón en Berazategui. La movilización se transforma, así, en una forma
de demostración que pone en relación un conjunto de redes sociales que de otro
modo difícilmente hubieran entrado en contacto. Ese contacto significa brindar-
les a sus miembros la posibilidad de acceder a los planes. Su esposa, sus hijos, su
hermana, sus sobrinos son los primeros miembros. La adhesión parece obedecer a
un movimiento gradual. Meses después de la formación del grupo tendrá lugar la
represión del 26 de junio de 2002. Entonces, Marina considera la represión como
algo que no la involucra directamente. Su participación irá incrementándose hasta
llegar a ser delegada del grupo. La competencia entre las organizaciones piqueteras

17
El argumento de la cantidad de personas se superpone al de la posibilidad de represión. La consigna
establecida por los dirigentes ese día fue de no marchar con niños, porque la manifestación sería
probablemente reprimida.
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y los operadores políticos locales aparece en forma explícita y produce el pasaje de


‘hacer todo por política’ a ‘aferrarse’ al movimiento.
Esta forma particular de adherir al MTD, a partir de una pertenencia previa a
un mismo medio social, no es exclusiva del MTD de Berazategui. Los movimientos
de desocupados se han apoyado a menudo en redes informales preexistentes, cuyas
relaciones internas más o menos jerarquizadas, más o menos estables, pueden ser
reformuladas a partir de la adhesión al MTD.18 La pertenencia familiar continúa
siendo por un tiempo la principal referencia; ‘era todo familia’, dice Marina. Pero el
abandono de la red partidaria aparece como un elemento que le ha dado a Marina
la posibilidad de ser delegada. La ausencia de este grupo de la manifestación del 26
de junio de 2002 es incluida en el relato de Marina, ya que la misma constituye
un momento decisivo para ese colectivo. También se puede explicar esa referencia
debido a la proximidad de la fecha de conmemoración de esa jornada, ya que las
distintas redes organizan actos y movilizaciones para recordar la memoria de los
jóvenes junto a sus familiares y compañeros, y para pedir justicia por esos hechos,
estableciendo un calendario propio a la organización. El relato de Marina sugiere
una evolución desde la mirada exterior hacia la pertenencia al grupo. La misma
se acompaña de una evolución en la forma del grupo. Marina pasa a ser delegada
y su tío político deja de ocupar un lugar prominente en el grupo, su influencia se
diluye a medida que el colectivo aumenta en importancia, alcanzando a más de
una centena de miembros que se van acercando, al decir de una de sus miembros,
‘como una cadena’.
Esta forma de adhesión muestra la competencia entre las redes locales político-
partidarias y los movimientos de desocupados. Se trata de una competencia para
obtener la mayor cantidad posible de apoyos locales. La experiencia de la moviliza-
ción a través de nuevos espacios de representación ‘en la acción’, otorga un mayor
protagonismo a las nuevas generaciones. Así, muchos jóvenes pueden apoyarse en
esta experiencia para distinguirse de la generación de sus padres, quienes estaban
‘en la política’, en un sentido negativo, y reivindicar la pertenencia a un MTD.
Es el caso de Marina en relación a su tío político.
Así, ganar el plan en la calle implica reivindicar la posibilidad de acción aun
en condiciones de vulnerabilidad. Aparece aquí como un proceso paulatino en
el cual progresivamente los miembros se sienten involucrados por lo que sucede
en la organización En el seno de la misma familia, las estrategias de obtención de
recursos se multiplican y coexisten, aun generando tensiones. Ese fenómeno es

18
El pasaje en el sentido contrario, de un dirigente o referente piquetero hacia la red partidaria local es
presentado por los distintos MTD como un riesgo permanente.
136 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius

facilitado en el MTD porque él mismo no presenta listas propias en las elecciones.19


Se constituyen entonces como alternativas a considerar en distintos momentos. La
antigua pertenencia partidaria del tío de Rubén, que hacía todo ‘por política’, dará
lugar a dudas y tensiones en relación a la posibilidad de ejercer el rol de delegado
y dejar paso a las nuevas generaciones.

El MTD de Berisso, conformado por los ‘amigos del barrio’

Tempranamente, ante la necesidad de generar mayores recursos que aquellos ob-


tenidos a través de la movilización (en principio, los planes de 150 pesos y los
alimentos distribuidos para el funcionamiento de comedores), se crean distintos
‘proyectos productivos’. Crean grupos de trabajo orientados en función de los
recursos disponibles en los distintos barrios y entre sus miembros (experiencias
laborales, formaciones, espacio físico propio, acceso al servicio de luz, etc.). Se
crean huertas, panaderías, roperitos, comedores y copas de leche que funcionan
en los barrios donde se forma el movimiento.20 La idea de generar ingresos es
producir formas de ‘trabajo digno’ y distribuir los recursos entre los miembros (y
no miembros) que allí trabajen.21 Estas iniciativas participan, de ese modo, a un
debate mayor sobre la posibilidad de crear un cambio social, de acuerdo con la
consigna del grupo, cuyo contenido es definido localmente.22
La movilización no garantiza el acceso a los planes, sino solo la posibilidad de
obtenerlos mediante una forma de activación por el militantismo evocado en ‘la

19
Algunas organizaciones de desocupados constituyen la sección de desocupados de un partido político. Ver
sus características en Svampa y Pereyra (2003).
20
El MTD comienza a funcionar en dos barrios. El de la calle Nueva York y el de villa Progreso. Pronto se
extiende a la zona limítrofe con La Plata, y se relaciona fuertemente con la Universidad Nacional de La
Plata y con distintas agrupaciones estudiantiles y territoriales. Esta categoría amerita un estudio particular,
dado el uso que se hace de la misma como una forma particular de vincularse con la política. Sin embargo,
dicho debate excede el propósito que intentamos desarrollar en estas páginas. Los nuevos barrios crean
actividades locales en seis lugares diferentes, desbordando los límites de Berisso hacia Ensenada y La Plata.
21
No hemos podido establecer claramente la contribución económica que realizan ‘los productivos’ al
movimiento. La norma enunciada propone distribuir 70 por ciento de los recursos obtenidos entre los
trabajadores y reservar el 30 por ciento restante para el funcionamiento del grupo y/o colaboración con el
MTD.
22
La consigna Trabajo, Dignidad y Cambio Social refleja la relación de este grupo con otros MTD del
sur del GBA con los cuales se coordinan acciones de protesta, de producción y de formación que se
constituyen como modelos en los primeros momentos del grupo. En 2002, cuando el grupo comienza a
organizarse, la referencia principal es la coordinadora Aníbal Verón. Mayores referencias sobre este espacio
aparecen en los testimonios de Colectivo Situaciones (2002); Svampa y Pereyra (2003); Couso (2006); Di
Marco (2011).
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lucha’. Esas mismas organizaciones promueven el funcionamiento en asamblea,


dando lugar a discusiones en el espacio local donde se establecen las formas con-
cretas que adoptará cada grupo.

Me invitaron a ir a una charla pero yo no quería ir porque me había anotado


en la municipalidad. […] y después empecé a venir, a hacer la capacitación
con las chicas que vienen los jueves. Mucha gente se aburre. A mí me gusta
porque a través de eso entiendo las cosas y se me abre la mente. He ido al
puente [Pueyrredón], a Plaza de Mayo, este año [marché] para el día del
trabajador, estuve en Salta, en Neuquén. (Héctor, miembro del MTD
de Berisso, agosto 2003)23

El MTD comienza a funcionar como tal a comienzos de 2002. Múltiples redes


de sociabilidad sirven de antecedente para la formación del MTD. La presencia
de militantes y asociaciones dan continuidad a un proceso organizativo de los
sectores populares. Carlos ha asistido a la primera reunión organizada en el barrio
para proponer la creación del grupo.

—Vino un hombre llamado Gerardo y nos propuso la idea de cómo se ma-


nejaban la gente piquetera de allá,24 cómo podíamos formar un MTD y,
bueno, nosotros como desocupados no teníamos ni idea... Acá los punteros
elegían a quién poner en el plan, vos estás con ellos y te ponían, sino tenías
que chuparle las medias prácticamente para que te pongan en el plan. Por
suerte nos propusieron esa idea, empezamos con [compañeros] de acá, de
la calle Nueva York, y compañeros de Villa Progreso, en total seríamos 20.
Pía —¿Ustedes estaban más o menos organizados?
—Andrés, uno de los compañeros que está acá, tenía conocimiento. Conocía
como se movía el taller y como nos conocía a nosotros eligió un par de amigos
que estábamos siempre acá en el barrio y lo organizamos. (Carlos, miembro
del MTD de Berisso, agosto 2003)

Carlos asistió a la primera reunión que se realizó en el barrio para proponer la


creación de un MTD. Aquí la referencia al MTD también está presente como
un elemento conocido por su dimensión pública. A ella se agrega la proximidad

23
El testimonio evoca la continuidad en las relaciones con las primeras organizaciones piqueteras, como las
de la provincia de Salta situada a 2000 kilómetros al norte de la ciudad de Buenos Aires.
24
Varela y Brown, dice Carlos en otro momento, tratando de hacer memoria.
138 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius

que le suma un amigo del barrio que en ese relato es una figura intermediaria.
Conocer el funcionamiento de un MTD corresponde a un saber militante que
entonces no posee y que va a ser considerado como lo propio de Andrés, su ami-
go, y de Gerardo. En su relato, la experiencia central es la de la desocupación
seguida de la exclusión de los planes. La formación de un MTD se apoya en el
espacio de socialización preexistente. Andrés conoce a Gerardo por su participa-
ción en un taller para jóvenes, un lazo de confianza que no puede reducirse a la
relación estrictamente política. El relato de Carlos confiere cierta naturalidad a la
opción de formar un MTD basado en lazos de amistad, una relación desligada
del interés y de una concepción de la política. Se apoya también en la tentativa
de acceder a un derecho, los planes, que es denegado por prácticas locales de los
punteros –operadores de los partidos políticos. Si bien gran parte de los estudios
existentes dan cuenta de las dimensiones políticas de las organizaciones piqueteras,
la sospecha que pesa sobre lo político, que también se notaba en el discurso de
miembros del MTD de Berazategui, queda subestimada o bien se la interpreta
como un fenómeno de crisis de representación que afecta a los partidos políticos
tradicionales o a las organizaciones sindicales (Svampa y Pereyra, 2003). En ese
período de fuerte movilización, la mayor exigencia democrática es atribuida a las
clases medias en su participación de las asambleas barriales (Bloj, 2004), mien-
tras los sectores populares permanecen sometidos a una ética apolítica (Auyero,
2007). A partir del análisis de la experiencia de miembros de base, experiencia de
lo arbitrario en la distribución de recursos, podemos observar la transformación
de una red de sociabilidad y de amistad en una organización de desocupados y
la aparición de dimensiones positivas de lo político, en el caso de Héctor, como
posibilidad de ‘abrir’ los horizontes. Esa trayectoria no está exenta de contribu-
ciones a la institucionalidad, porque ella se realiza cuestionando la arbitrariedad
y proponiendo respuestas en términos de derecho. La arbitrariedad es sentida
de manera más injusta cuando quedan excluidos los jefes de familias con hijos a
cargo, considerados ‘casos prioritarios’ de acuerdo a la formulación que establece
la política social como la población beneficiaria.
La presencia de los jóvenes en la calle puede ser mal considerada por los vecinos.
Por ello, los amigos, cuando no se reúnen en tanto miembros del MTD, prefieren
alejarse del local. En efecto, los lazos entre los amigos del barrio y los vecinos
pueden dar lugar a tensiones que podrían perjudicar al conjunto. Sin embargo,
comprometerse en esa vía puede dar lugar a nuevas relaciones a partir de expe-
riencias comunes, diferentes del lazo de amistad, pero abiertas a nuevas formas de
intercambio. Los jóvenes referentes se vuelcan a la acción colectiva con el apoyo de
militantes experimentados cuyas trayectorias se vinculan con la militancia de base
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de origen peronista o sindical. Este tipo de trayectorias ha sido a menudo analizado


en referencia a un proceso de profesionalización de las organizaciones sociales (Mac
Carthy y Mayer N. Zald, 1973) que pone de relieve los recursos aportados por
dirigentes. Sin embargo, el estudio etnográfico permite detallar intercambios y
obligaciones recíprocas y en particular la aparición de las relaciones de parentesco
y de vecindad como una base que facilita la participación de los miembros en los
espacios colectivos que se van creando. Los amigos y parientes se ven incluidos en
una red más amplia de obligaciones recíprocas que los lleva a distinguir la posición
de miembros del colectivo de la de amigos (y alejarse del local o encontrarse fuera
del horario de trabajo establecido por el colectivo). Estas bases pueden introducir
limitaciones al desarrollo de los objetivos del grupo, aunque son necesarias para los
mismos. En este sentido vemos también la importancia de poseer un lugar propio
para realizar las distintas actividades. Cuando ello no es así, los vecinos pueden
brindar un espacio en sus casas para el grupo (ya sea la cantina, el merendero
o las reuniones y asambleas) y adoptar de hecho una posición ascendente en el
grupo. Si la misma no ha sido validada por la elección de los miembros, resulta
en tensiones que perjudican el desarrollo del mismo.
El ‘nosotros’ evocado por Carlos aparece ligado al espacio local, los amigos del
barrio. Esa formulación que podría resultar problemática en cuanto a la capacidad
de representar intereses generales, no es en ningún momento justificada por Car-
los. En el relato de otros miembros aparece matizada, evocando la pertenencia a
una misma asociación, el taller para jóvenes, o bien, la pertenencia al barrio. Sin
embargo, lo que aparece en forma explícita es que tanto él como sus camaradas se
hacen presentes en la reunión convocada por Andrés en tanto desocupados. Una
situación no deseada –tuve la desgracia de quedar desocupado, nos había dicho.
Estimándose en derecho de acceder a los planes, dada la falta de trabajo, los pro-
cedimientos establecidos localmente por los punteros –que implicarían ‘chuparles
las medias’– le parecen indignos. Andrés y Gerardo, un militante experimentado,
se transforman en mediadores que tornan posible la conformación de una orga-
nización de desocupados, y a partir de ese hecho el acceso a distintos programas
de financiamiento de actividades sociales y productivas como la panadería donde
trabaja Carlos.
Si la amistad aparece en el relato, no se transforma en criterio de decisión en
el funcionamiento cotidiano de los distintos grupos. Así, Carlos considera que el
rol de responsable de la panadería u otro taller no confiere más derechos que al
resto de los compañeros presentes en ese espacio. En el marco de la asamblea local,
que define ese grupo como espacio de decisión, los criterios de evaluación a tener
en cuenta aparecen de manera explícita cuando ocurren situaciones de conflicto.
140 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius

‘Va por vos’: sostener la participación a partir


de una exigencia personal

En el MTD de Berisso se realiza una vez por semana una asamblea barrial. Es el
espacio donde se difunden informaciones ligadas a los proyectos en curso al interior
del MTD en conjunto con otras organizaciones o con el gobierno. También aparece
como el espacio donde se exponen las tensiones sobre el comportamiento esperado
de los miembros. Las distintas quejas dan lugar a un tratamiento al interior de los
grupos de trabajo que ponen en práctica distintas formas de seguimiento más o
menos eficaces, como las listas de presencia para asegurar la presencia regular de
los miembros. Como en el caso de las marchas, esta forma de control no impide
reconocer razones válidas para ausentarse “como en cualquier trabajo”, según los
dichos de un miembro. En particular, se toman en consideración las justificacio-
nes por razones familiares, por enfermedad, por la aparición de un trabajo o por
la participación en una marcha Cuando estas tentativas no alcanzan la situación,
se expone frente a la asamblea. La persona referente del grupo de trabajo le pide
cuentas al miembro que se encuentra en falta. Frente a las ausencias injustificadas,
el principal argumento parece ser la presión moral que se puede ejercer en el seno
de la asamblea. En este caso, un nuevo miembro que intenta justificar su ausencia
por razones de salud que no resultan creíbles. El grupo no pretende ejercer una
sanción como retirar el plan, pero si el gobierno lo da de baja el grupo no lo reclama.
Emilia es una joven referente del grupo, en una asamblea le reclama fuertemente a
un miembro por su incumplimiento. Este se defiende argumentando que ha tenido
problemas de salud. Su tía, que no es miembro, pero se encuentra presente, interviene
para recordar las pautas de discusión: “Acá no se viene a gritar”, afirma. Entonces
Carlos, otro joven realiza una intervención conciliadora en referencia al trabajo en
la huerta e incita al nuevo miembro a tomar una actitud de compromiso personal:

Carlos: todos los compañeros que estamos en la huerta laburamos. Cada


uno sabe lo que tiene que hacer, nosotros no andamos atrás. Aparte, loco,
va por vos… cuántas veces le dimos duro… […] Aparte yo prefiero estar en
la huerta y no estar en el comedor. En el comedor es donde se arman todos
los kilombos. La huerta vos vas, laburas tranquilo. Laburas en el turno de
la mañana o a la tarde, laburás cuando vos quieras. Nadie tiene kilombos
con nadie ni con nada. Yo creo que el laburo no es pesado. Laburás un rato,
te cansás, pero bueno, por ahí después ya está. Acá, creo, la mayoría fueron.
Emilia: –Todos fuimos [confirma la referente]. (Asamblea MTD de Be-
risso, diciembre 2003)
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 141
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 121-149

El trabajo en la huerta surge como una modalidad de compromiso particular. Un


compromiso que depende de uno mismo. Se trata de defender cierta capacidad
de organización, sin necesidad de tener que ‘andar atrás’, de controlar el tiempo
y las actividades realizadas a favor del grupo. Carlos interviene de ese modo en la
asamblea debido a un reclamo presentado por la ausencia reiterada de uno de los
miembros del grupo de la panadería. La falta de cumplimiento de las obligaciones
de un nuevo miembro genera un malestar del grupo que lo exhorta a dar explica-
ciones. Carlos expresa públicamente lo que el grupo espera de él en referencia al
funcionamiento de la huerta, el lugar por donde todos pasaron. El control escaso
o nulo del colectivo no es igual en todos los grupos de trabajo. Sin embargo, apa-
rece como un ideal en el cual se considera a cada uno de los miembros capaz de
responder a las expectativas del grupo sin ser llamado al orden de manera explícita
o recurrente. De ese modo, evitar los reproches, trabajar tranquilo, en los horarios
convenientes, parecen dimensiones que facilitan la presencia de distintos miembros
en ese espacio a pesar del esfuerzo físico que exige. El mismo parece aceptable en la
medida en que hay un acuerdo entre los distintos miembros del grupo en la buena
fe de cada uno de ellos, pero las quejas de que “siempre somos los mismos” se hacen
sentir. Mas allá de esta brecha que podríamos observar en cualquier organización
social, la observación de la discusión en el seno de la asamblea pone de relieve
la manera en que los miembros se pueden apropiar de los principios adoptados
por la organización en forma plural, y argumentar para intentar persuadir a sus
compañeros de la necesidad de seguirlos. La tensión aparece polarizada también
entre trabajar en la huerta, el lugar tranquilo donde “cada uno sabe lo que tiene
que hacer”, y trabajar en el comedor, donde “se arman todos los kilombos” y se
intenta imponer controles de manera más formalizada a través de listas.
El funcionamiento de la asamblea en el espacio barrial donde se expresan y
toman la palabra en público jóvenes y adultos, varones y mujeres, nuevos y viejos
miembros, da la posibilidad de intervenir en las decisiones del colectivo. En la
discusión se ponen a prueba los acuerdos y se establecen formas de pertenencia
que se asemejan a la constitución de un ‘público intermediario’. Alain Cottereau
(2004) utiliza esa noción para designar el encuentro de un grupo abierto a nuevos
miembros, que establece un perímetro de confianza permitiendo la intervención
en el espacio público en el cual los miembros intervienen en tanto ciudadanos.
Esa apertura relativa permite sostener el colectivo a lo largo del tiempo. Cumplir
con los acuerdos del grupo por la propia iniciativa de cada miembro aparece como
la conducta ejemplar frente a los nuevos miembros sin pretender en imponer una
pertenencia excluyente que no deje lugar a la organización de otras actividades.
142 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius

Estar como “en casa”, comer en las cantinas y establecer formas de


control sobre los recursos

Emilia forma parte del MTD de Berisso desde su creación. Caminar junto a ella en
el barrio permite observar la familiaridad con los vecinos. A medida que avanzamos
describe las actividades que realiza junto con los vecinos con que nos cruzamos
o las relaciones en torno a alguno de sus tres hijos. Con la misma familiaridad
irrumpe en el local del MTD para intervenir en una reunión de organización de
la cantina. Desde una sociología tradicional probablemente sería considerada por
sus carencias: no tiene trabajo, no ha terminado sus estudios, no posee vivienda.
Sin embargo, desde que participa en el MTD toma la palabra en la asamblea y su
carácter de antigua miembro le da cierta autoridad. Forma parte de la Comisión
FOPAR 25 desde que obtuvieron el financiamiento de ese programa nacional.26 La
participación en ese programa implica responder a nuevas exigencias formuladas
por el Ministerio de Desarrollo Social. El local donde se realiza el comedor fue
prestado de común acuerdo por una vecina, lo cual no es garantía suficiente, y el
grupo deberá firmar un contrato de comodato para poder recibir los fondos. Para
presentar el pedido se ha creado una asociación civil que representa al colectivo y
se han designado los responsables legales de la gestión de la cantina, que adoptó
la forma de comisión de FOPAR.27 La gestión del programa implica pedir pre-
supuestos para la compra de insumos (una cocina industrial, heladera, cacerola,
vasijas, etc.). Al preguntar sobre el trabajo de la cantina, las respuestas apuntan a
describir la organización en la preparación de menús y las tareas de limpieza del
local. Las tareas administrativas aparecen solo después de varias conversaciones,
como una actividad ad hoc (compras, pagos, envío de facturas) realizada por
Emilia, aunque en realidad se renuevan todos los meses.
Este financiamiento ha cambiado el funcionamiento de la cantina y algunas
actividades que realizaban algunos miembros del grupo (buscar leña, preparar el
fuego, pedir alimentos a comerciantes locales) ya no son necesarias. En el turno
de la noche donde esta Emilia solo dos varones singuen trabajando en la cantina:
uno se encarga de recoger en la huerta algunas verduras y acompaña a los chicos
25
Conformada por ocho miembros: seis vocales, un presidente y un tesorero, Emilia, las facturas de compras
son remitidas a los funcionarios. El presidente de la comisión no vive en el barrio, por lo que la comisión
se reúne a menudo en su ausencia. Los vocales son cinco mujeres y un varón, la mayoría jóvenes del barrio
de menos de 30 años, con excepción de Lola, que tiene alrededor de 50.
26
El Fondo Participativo de Inversión Social es un programa del Ministerio de Desarrollo Social y Medio
Ambiente, creado en 1995 bajo la modalidad de promoción del “empoderamiento” de la población
involucrada. A partir de 2002 se orienta al financiamiento de infraestructura de comedores barriales.
27
Decisiones tomadas por la asamblea.
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 121-149

mientras comen, en tanto que el otro comparte con Emilia las tareas administrati-
vas y no siempre está presente a la hora de cocinar en función de otras actividades
que puede realizar, ya que suele tener algunas ‘changas’ en la construcción. Las
actividades en la cocina y en el comedor son en su mayoría realizadas por muje-
res. Emilia se desplaza con soltura, tiene la llave de la ‘despensa’ y va a buscar la
mercadería según el menú que establecen con Eleonor en función de la mercadería
disponible. Eleonor, una vecina de unos 50 años, es quien dirige las actividades.
Emilia también realiza algunas tareas de cocina y aprovecha para conversar con
sus compañeras y dar a conocer distintas cuestiones de la gestión de la cantina.
Cuando termina, se retira y va a dar una vuelta por el barrio, a su casa o a lo
de su madre donde quedaron sus hijos. Nuestra presencia en la cocina suscita la
conversación sobre las dificultades enfrentadas en los primeros tiempos y sobre
los esfuerzos realizados por dar “de comer bien a los chicos”, una alimentación
abundante y variada gracias a los productos de la huerta.
En ese momento la presencia de Emilia en la asamblea es limitada, dado que
está realizando un remplazo en un restaurant y no le coinciden los horarios para
poder asistir asiduamente. De ese modo, a pesar de su rol de referente, su activi-
dad varía en función de las posibilidades laborales que le surgen. Esa presencia
discontinua caracteriza a gran parte de los miembros, situación que suele poner
en riesgo la continuidad de los proyectos.
Para Andrés, la obtención del Fopar fue contraproducente porque antes “estába-
mos más unidos”, sostiene. En torno al funcionamiento de la cantina se generaban
tareas y actividades comunes que ya no son necesarias y reducen las ocasiones
de movilizarse por un proyecto común. Si la cantina, la panadería y la huerta
funcionaban en principio como proyectos articulados, la financiación por parte
del programa alimentario permitió el desarrollo de nuevas actividades como la
carpintería, y el proyecto de serigrafía realizado posteriormente. Sin embargo, mul-
tiplicó también las tensiones en torno a la presencia de los miembros y el manejo
de los fondos. Ante la necesidad de devolver el local prestado en 2005 la cantina
deja de funcionar y la actividad se reduce a la realización de una copa de leche
en un nuevo espacio, más pequeño, conseguido a unos 200 metros del antiguo
local. Se pierde entonces ese espacio de socialización que inicialmente articulaba
los esfuerzos de todo el grupo.
La participación de los miembros estudiada en continuidad con las prácticas
de trabajo y desempleo pone de relieve la importancia de compartir actividades
concretas en el funcionamiento cotidiano del grupo para fomentar espacios de
sociabilidad y de intercambio. La cantina, manejada por el propio grupo, permite
poner en relieve la posibilidad de “hacer bien” su trabajo, de “cumplir” con los
144 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius

niños, con los compañeros o con las exigencias de las autoridades. En las acti-
vidades y proyectos compartidos las relaciones de amistad y los lazos familiares
quedan momentáneamente entre paréntesis y parecen dejar lugar al cumplimiento
(esperado y no siempre realizado) de acuerdos y obligaciones. De ese modo, la
observación sugiere que el sentido de “obtener los planes por la lucha” se con-
juga con las actividades realizadas en el espacio local, imprimiendo un sentido
de pertenencia y de obligaciones recíprocas que redefinen los lazos inicialmente
congregados en el proceso de movilización. Cuando los miembros de los MTD
no se limitan a simples beneficiarios de los programas gubernamentales, sino
que se transforman en activos organizadores de los mismos, sus expectativas en
relación a los derechos y obligaciones que les incumben pueden volver a servir
como soporte de una movilización ciudadana. La categorización como pobre o
asistido pierde su pertinencia a favor de formas de autogestión y de desarrollo de
capacidades, de la estima personal, de la familiarización con las instituciones,
de la capacidad a expresar públicamente una crítica social. La gran mayoría de
los jóvenes delegados y referentes han adquirido estas competencias en el espacio
de los MTD.
El valor que adquiere para Carlos la posibilidad de cumplir sus obligaciones
“por sí mismo” cuestiona la distinción entre un compromiso de ‘miembros por
conciencia’ que se involucran por altruismo al servicio de los ‘beneficiarios’ de
la acción colectiva. Ese cuestionamiento se ve reflejado en la utilización de la
denominación de compañeros que no resiste la distinción interna y externa del
grupo. El término se utiliza para interpelar tanto a miembros como a no miem-
bros del grupo, que se fundamenta en un ‘nosotros’ que comparte la presencia
en el espacio, pero también las actividades de trabajo y de movilización, aunque
no de forma excluyente. Un ‘nosotros’ que por momentos excede la copresencia
para evocar la coordinación, un lenguaje compartido, una apuesta de confianza
provisoria.28
Las formas de compromiso observadas nos invitan a dejar de lado el análisis de
una cultura de la pobreza que sería el resultado de las carencias materiales, obstá-
culo de todo cuestionamiento político, en función de una población homogénea
asistida, condenada a su propia reproducción.

28
Para Claude Lefort (1983), el ‘contrato’ democrático se establece fundamentalmente a partir de creencias
provisorias.
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 121-149

Conclusión

La importancia de las organizaciones de desocupados ha sido asociada a una crisis


del peronismo, vinculada a la imposibilidad de reproducir la lealtad de sus adhe-
rentes debido a la reducción de los recursos del Estado de Bienestar. A propósito
del surgimiento de ese partido político, Daniel James (1990) ha argumentado de
manera convincente la centralidad de una dimensión ‘herética’ para explicar la
adhesión masiva que provocó. El peronismo trasgredía en la escena pública las
actitudes políticas de los obreros aceptables hasta entonces. La dimensión herética
subrayaba la posibilidad de representar en un discurso político experiencias hasta
ese momento ocultas o invisibles.29 De acuerdo a James (1990), el poder herético
del peronismo residía en una contracultura y una identidad que inscribía los
sectores populares en el centro de la escena en tanto protagonistas de la historia.
Esta hipótesis parece pertinente para comprender las transformaciones que
introducen los MTD en la experiencia de lo político de sus miembros así como en
la búsqueda de legitimidad en el espacio público. Las modalidades de expresión,
las posibilidades de intervenir como protagonistas, entendemos, se asemeja a ese
modo herético de intervenir en política, desbordando los lugares institucionaliza-
dos. Históricamente, el peronismo se refería a migrantes que intentaban adquirir
la legitimidad en tanto trabajadores. Para las organizaciones de desocupados, la
dimensión herética cobra sentido en la afirmación de derechos en tanto trabaja-
dores aún en un momento de desocupación. Los interrogantes a los que puede
dar lugar este análisis conducen a profundizar las relaciones establecidas por los
miembros de estos grupos por fuera de las organizaciones y a verificar la capacidad
de introducir desplazamientos en cuanto al reconocimiento de las capacidades de
intervención política de los sectores populares.
Las dos organizaciones analizadas en este artículo muestran evidencias sobre una
forma de compromiso desarrollada en el seno de las organizaciones de trabajadores
desocupados que se apoyan en lazos sociales preexistentes. La manera en que los
mismos son reformulados a partir de la actividad en los MTD sugiere que no se
trata de lazos simplemente reproducidos en esta última, sino que son reformulados,
y la actividad da lugar a su reconstitución. En efecto, los lazos familiares no son
simplemente perpetuados en el MTD, sino que son reformulados, dando lugar a
nuevas jerarquías, en particular a partir del rol de referentes y delegados, ocupado

29
Expresión que podía revertir el sentido estigmatizado de las calificaciones; por ejemplo, de las modalidades
de protesta, calificadas como murga (danza popular de carnavales) por los representantes clásicos de la
‘clase obrera’, los sindicatos comunistas y anarquistas herederos de tradiciones europeas (James, 1990)
146 | Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
Pía Rius

por jóvenes, como Raúl, Julia, Andrés o Emilia, que desde esa posición representan
al grupo más amplio y no solo a los miembros más cercanos de su familia. Al tomar
el lugar de delegada, Marina actúa como tal ante todos los miembros, incluso ante
sus parientes de mayor edad, no sin tensiones que hemos visto aquí en la distancia
marcada entre ella, delegada de un MTD, y su tío que hacía todo ‘por política’.
Teniendo en cuenta el crecimiento de la organización y la integración de nuevos
miembros por fuera de los lazos familiares, la pertenencia inicial se ve sometida a
los criterios que impone la organización a la cual se integran, estableciendo nuevas
obligaciones mutuas y formas de evaluación. Del mismo modo, las relaciones de
amistad pueden estar a la base de la formación del MTD de Berisso, pero no de
manera determinista, ya que su crecimiento se ve ligado a la manera como los
miembros se erigen en referentes en los distintos barrios en donde se desarrolla y
adhieren a los principios y criterios establecidos en la organización y discutidos
en el espacio de la asamblea.
Las redes de sociabilidad que anteceden la formación de los MTD imprimen
una continuidad entre la actividad política y la vida cotidiana. Este anclaje se
observa en la forma en que son resignificadas las prácticas barriales, pero también
en la manera en que la manifestación urbana actualiza el anclaje local en sus
desplazamientos. Si la desocupación ha sido asociada a la apatía y al aislamiento
de quienes la padecen, el estudio presentado aquí permite superar la visión dico-
tómica entre lo público y lo privado, entre intereses materiales y objetivos políti-
cos. La acción colectiva aparece en el espacio local como una especie de apuesta,
como una búsqueda de soluciones frente a situaciones de privación material y
en el marco de cálculos y evaluaciones morales formuladas frente a restringidas
posibilidades. La opción no es la desocupación pero ante la desocupación, formar
parte de un MTD implica una opción en la que se requiere enfrentar la ruptura
que implica participar de una movilización, vencer los temores ante el riesgo de
represión, ocupar el espacio de la ciudad de Buenos Aires, cuestionar los lazos
familiares y de amistad, ir al encuentro de otros trabajadores desocupados que
se movilizan en otras regiones.
La observación etnográfica de los soportes de la acción colectiva permite pro-
fundizar la comprensión de este fenómeno complejo y abre nuevos interrogantes
sobre las maneras de intervenir en política de los sectores populares. Permite
comprender un compromiso político que implica la transformación del espa-
cio local mediante el desarrollo de ciertas capacidades, como la de interpelar a
las autoridades, de argumentar en público, responder a exigencias legales de los
programas en los que participan, así como coordinar entre miembros y vecinos
el desarrollo de objetivos y establecer solidaridades por fuera del espacio barrial,
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 147
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 121-149

en la esfera regional o nacional y en algunos espacios, internacional. Las observa-


ciones permiten constatar que la presencia de los miembros en los espacios de las
organizaciones puede ser breve o prolongada y a menudo se ve interrumpida por
la aparición de trabajos de un día, reemplazos o changas. La temporalidad que
adquiere la participación parece central para caracterizar las formas que adopta el
compromiso en el seno de estos grupos. La dimensión política del mismo parece
manifestarse a través de ‘momentos militantes’ en las biografías personales. Los
miembros de estos colectivos pueden producir una visión positiva de lo político
mediante el protagonismo adquirido a través de la organización.
Si la participación se ve interrumpida y puede resurgir de acuerdo a las variacio-
nes en la situación de empleo, como vimos en el caso de Emilia y Rubén, o bien,
por razones familiares o personales, ello nos muestra los márgenes de maniobra
que surgen en determinadas condiciones en las que se requieren distintos apoyos
familiares y barriales para poder desarrollar los proyectos colectivos o para actuar
poniendo límites a las situaciones consideradas injustas en el espacio local o bien
en el trabajo, el barrio o la familia.
Recibido noviembre 27, 2012
Aceptado marzo 18, 2013

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otros artículos
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 153
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 153-175

A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del


psicoanálisis a las ciencias sociales

Mariano Salomone*
Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina

Resumen
Estas notas retoman aquello que vincula la teoría psicoanalítica con el amplio
campo de las ciencias sociales, explorando cuál es el aporte significativo que la
hipótesis de los ‘procesos anímicos inconscientes’ hace al conocimiento sobre el
vínculo social. El punto de partida que organiza el trabajo es la necesidad de pensar
al psicoanálisis como un conocimiento de tipo histórico, vale decir, constituyendo
al individuo como el lugar en el que se verifica y se debate el sentido de la historia
y de nuestras sociedades, sin lo cual la conducta de las personas se convertiría en
algo insignificante. Desde esta perspectiva, la ‘aplicación’ del psicoanálisis en las
ciencias sociales no puede reducirse a ocupar el lugar de un mero anexo o apéndice
de las mismas, sino que constituye su extensión necesaria. Esto es, proporciona
herramientas conceptuales para una teoría de la subjetividad que contenga en sus
presupuestos mismos la densidad histórica del mundo que la organiza como tal.

Palabras clave
Psicoanálisis, ciencias sociales, sujeto, campo histórico-social, subjetividad

Totem and taboo – a hundred years later. About the contributions of


psychoanalysis to the social sciences

Abstract
These notes deal with the links between psychoanalytic theory and the wide-ranging
realm of social sciences, exploring the significant contributions that the hypothesis

* Doctor en Ciencias Sociales, Grupo de trabajo “Experiencia política, género y memoria”, INCIHUSA,
CONICET, CCT-Mendoza. Correo electrónico: [email protected].
154 | A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias sociales
Mariano Salomone

of ‘unconscious mental processes’ makes to the knowledge of social bonds. The


starting point that the paper organizes is the need to think of psychoanalysis
as knowledge of a historical nature, i.e., establishing the individual as the place
where the sense of history and of our societies occurs and is discussed, without
which people’s behavior would become insignificant. From this perspective, the
‘application’ of psychoanalysis in the social sciences cannot be reduced to a mere
attachment or appendix thereof, but rather it constitutes a necessary expansion. That
is, it provides conceptual tools for a theory of subjectivity whose presuppositions
contain the historical density of the world that organizes it as such.

Keywords
Psychoanalysis, social sciences, subject, sociohistorical field, subjectivity

Introducción

En el siguiente trabajo se retoma lo que puede considerarse el aporte de la teoría


psicoanalítica al amplio campo de las ciencias sociales. A tal efecto, se propo-
ne una aproximación hacia dos objetivos específicos. Por una parte, dado que
nuestro interés se ubica dentro de la sociología, se procura indagar la relación
epistemológica entre psicoanálisis y ciencias sociales; esto es, explorar cuál es el
aporte significativo que la hipótesis de los ‘procesos anímicos inconscientes’ hace
al conocimiento sobre el vínculo social. Por otra parte, en continuidad con lo
anterior, especificar qué consecuencias teóricas acarrea dicha hipótesis sobre la
noción de sujeto como categoría fundamental dentro de las ciencias sociales. El
punto de partida que organiza el trabajo es la necesidad de pensar al psicoanálisis
como un conocimiento de tipo histórico, vale decir, constituyendo al individuo
como el lugar en el que se verifica y se debate el sentido de la historia y de nues-
tras sociedades, sin lo cual la conducta de las personas se convertiría en algo
insignificante. Desde esta perspectiva, la tesis central afirma que la aplicación
del psicoanálisis en las ciencias sociales no puede reducirse a ocupar el lugar
de un mero anexo o apéndice de las mismas, sino que constituye su extensión
necesaria. Esto es, proporciona herramientas conceptuales para una teoría de la
subjetividad que contenga en sus presupuestos mismos la densidad histórica del
mundo que la organiza como tal.
Ahora bien, interrogar la relación entre psicoanálisis y ciencias sociales es, en un
sentido, replantear una pregunta cuya historia cumple hoy 100 años: ya en 1912,
Freud (en Tótem y tabú, 1912), se proponía “despertar el interés” en las “ciencias
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 155
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 153-175

del espíritu” por el psicoanálisis; buscaba por entonces “llenar la brecha” que
existía entre este y la antropología social, y se conformaba con lograr atraer una
mutua atención entre dichas disciplinas. De la misma manera, en la actualidad
renovar esa discusión implica apostar a recrear su respuesta, un examen orientado
a encontrar una fructífera implicación entre psicoanálisis y ciencias sociales. Sin
embargo, sabemos que dicha búsqueda siempre podrá ser la ocasión para que cada
una de las disciplinas renueve sus respectivas resistencias a los señalamientos que
la otra le hace. Este punto de vista pone de manifiesto la ilusión que cada una de
aquellas conserva en su pretensión de conocimiento autosuficiente sobre ‘su objeto’:
posición compartida que tiende a reproducir, de manera aporética, las discusiones
en torno a la oposición individuo-sociedad.
Hemos dicho ‘mutuos señalamientos’. El psicoanálisis trae un saber que llega
para cuestionar la noción de sujeto que aún conservan las ciencias sociales en
general, un sujeto de pura voluntad y conciencia. Por ello, del lado de las ciencias
sociales se trata de pensar las consecuencias que arroja la hipótesis del inconsciente
sobre la noción de sujeto. Por su parte, el psicoanálisis deberá comprender que,
aunque apuntando a lo que hay de menos social (e incluso asocial) en el sujeto,
él mismo, como pensamiento y actividad, no puede ser sino social (Castoriadis,
1992). En efecto, no todo lo que atañe al sujeto corresponde al psicoanálisis, hay
algo más allá de él: el campo histórico-social, al cual la psique se abre gracias a
la capacidad que adquiere en los procesos de sublimación; una realidad social
de la cual el psicoanálisis mismo forma parte, de la que nace y de cuya historia
participa. Toda tentativa de eliminar alguno de los dos términos que constituyen
esa unión-tensión, lo psíquico o lo social, apunta a hacer imposible e impensable
tanto la individualidad como la colectividad y socialidad concretas, esto es, his-
tóricamente efectivas.
El conjunto de esas indicaciones abren la posibilidad a una aceptación verdadera
de las limitaciones del saber y, con ella, a la reapertura de la interrogación como
nuevo cuestionamiento de lo que estaba establecido; pregunta, a su vez, a partir
de la cual, en las respuestas que asuma dar, es posible reconocer al sujeto. Según
Castoriadis (1992) se trata del conflicto entre la carga de la cosa ya pensada y la
carga de sí como fuente que puede crear pensamientos nuevos, elementos que
están siempre presentes y no se pueden eliminar. La vida del pensamiento mismo
depende de ese conflicto y continúa su creación toda vez que el interés sobre lo
todavía-por-pensar, prevalece sobre lo ya-pensado.
156 | A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias sociales
Mariano Salomone

I. Psicoanálisis y ciencias sociales1

En el desarrollo de la problemática se limitará el trabajo a dejar planteado el


punto de partida del debate, esto es, lo que constituye la hipótesis general a partir
de la cual debe pensarse el vínculo entre psicoanálisis y ciencias sociales. En tal
sentido, es de interés subrayar que hablar de una aplicación del psicoanálisis en el
campo de las ciencias sociales no equivale a contaminar la sociología con algo de
psicología –agregada como complemento de aquella. Más bien se trata de todo
lo contrario: tomar en consideración el reverso de la realidad social del que una
auténtica comprensión de dicha realidad no puede prescindir.

Sobre la historia del vínculo

Antes de considerar cuál podría ser una articulación posible entre psicoanálisis
y ciencias sociales, resulta atractivo reconocer cuáles fueron las relaciones histó-
ricamente efectivas que han existido entre ellas. Lo que se ha de destacar aquí es
que los vínculos entre ambos campos problemáticos estuvieron presentes desde
sus orígenes. Si bien el lazo que históricamente los une no ha sido debidamente
abordado en su especificidad, gran parte de lo teorizado por el psicoanálisis tuvo,
como problemática, la realidad social en la que se desarrollaba. Y uno de sus
interlocutores principales fueron las investigaciones llevadas a cabo por entonces
en el campo de las ciencias sociales. De hecho, es importante tener en cuenta la
contemporaneidad del psicoanálisis al momento fundacional de las ciencias de
la cultura y de la sociedad. Es entre el último tercio del siglo XIX y la Primera
Guerra Mundial cuando se constituyen las grandes disciplinas del terreno cien-
tífico; cuando reciben su nombre y se definen sus respectivos objetos y métodos:
la sociología, la etnología, la ciencia del folclor, la psicología de los pueblos, la

1
Cabe hacer una aclaración preliminar respecto de cada una de estas disciplinas. En primer lugar, en
relación al psicoanálisis, es de destacar que lo producido en este campo es sumamente amplio, variado y
heterogéneo. En este artículo, la referencia obligada será la obra de Sigmund Freud como su creador y, en
algunos casos, el trabajo de Jaques Lacan como uno de sus continuadores históricamente más influyentes
que, paradójicamente, en su ‘retorno a Freud’ transgrede el pensamiento freudiano releyendo su obra a
partir de problemáticas pertenecientes a diversas disciplinas (psicología, filosofía, lingüística). En cuanto
a las ciencias sociales, tendremos que tener en cuenta que lo que hoy en día entendemos por tal campo de
disciplinas difiere considerablemente con respecto al referente que tenía en mente Freud en el momento
fundacional del psicoanálisis: más bien, la clasificación a la que él adscribía por aquellos años derivaba
de la concepción de Wilhelm Wundt, definida como “una investigación sobre las leyes evolutivas de la
lengua, el mito y las costumbres” (Assoun, 2003, p. 42).
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 153-175

psicología social (Assoun, 2003). De esa historia interdisciplinaria da cuenta el


pensamiento de Freud y Lacan.
En Freud, señala Paul-Laurente Assoun (2003), la preocupación por la cultura
se encuentra presente desde su juventud, y el regreso a ese campo durante los años
de su madurez intelectual –luego de dar un gran rodeo por las ciencias naturales,
la medicina y la psicoterapia– puede ser considerado como un reencuentro con
su interés de partida: los problemas culturales. Es en ese terreno específico donde
cobra significación el conjunto del saber de los procesos inconscientes, vale decir,
como respuesta al origen de la cultura (Kultur):2 un empeño por distinguir los
orígenes y las transformaciones del lazo social.
Ese interés de Freud por los problemas culturales quedó manifestado, por
una parte, en sus preocupaciones teóricas, siempre marcadas por la turbulencia
social que vivía en la ciudad de Viena de fin de siglo –la violencia (el creciente
antisemitismo), la apatía y la neurosis se disputaban el protagonismo de su época
(Enriquez, 2005); por otra parte, se expresa en el contacto asiduo y actualizado
que Freud mantuvo con lo producido por antropólogos y etnólogos de su tiempo
(no podemos olvidar, por ejemplo, el extenso espacio dedicado en Tótem y tabú al
tratamiento de las teorías referidas al totemismo). Ambos aspectos inculcaron en
Freud una perspectiva lúcida sobre la sociedad vienesa e inspiraron esa sensibilidad
que lo hizo receptivo a los problemas del origen, la filiación y, por sobre todo, a
la potencia de lo afectivo y lo irracional; todos estos interrogantes que le propor-
cionaron la voluntad y el deseo de interpretar lo que las condiciones de existencia
de su tiempo colocaban bajo su mirada.
De la misma manera, Markos Zafiropoulos (2001) ha destacado el importante
contacto que mantuvo Jaques Lacan con las ciencias sociales, en especial con la
escuela francesa de sociología (con Durkheim y Mauss), pero también con nume-
rosos etnólogos (como Malinowski, Benedict o Mead) y, finalmente, su encuentro
con la antropología estructural de Lévi-Strauss. Ahora bien, lo interesante aquí
es que antes que una buena vecindad entre Lacan y las ciencias sociales, existió
una ligazón cuya acción fecunda marcó sus investigaciones y determinó en gran
medida sus momentos de fractura y los respectivos virajes en el interior de su
propio pensamiento (Zafiropoulos, 2001). Según este autor, son los trabajos de
Durkheim los que se encuentran como basamento sociológico de “Los complejos
familiares” (1938), artículo en el que Lacan, haciendo suya la tesis durkheimiana
sobre la contracción familiar, deriva la declinación de la imago paterna y piensa

2
En el apartado siguiente se puede encontrar una indicación sobre el significado de la palabra kultur en
alemán; por el momento, cabe señalar que refiere tanto a la idea de civilización como a la de cultura.
158 | A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias sociales
Mariano Salomone

su consecuencia en la degradación general del complejo de Edipo como reaseguro


de la maduración subjetiva y social (Zafiropoulos, 2001).3
El conjunto de estos datos biográficos de la vida de Freud y Lacan dan cuenta
de las relaciones entre psicoanálisis y ciencias sociales; más aún, de la imbricación
que suponen sus respectivas producciones. Sin embargo, habremos de advertir que
el interés de estos autores (y el resto de algunos/as psicoanalistas) por el análisis del
campo social, no resuelve las dificultades epistemológicas que podemos encontrar
al intentar trasladar conceptos que fueron pensados a partir de una clínica del
sujeto individual al campo de las ciencias de lo colectivo: aquí aparecen parti-
cularidades que nacen al querer desplazarnos desde la realidad psíquica (cuyos
motores son el deseo y la fantasía inconscientes) hasta la realidad histórico-social
(motorizada por grupos y movimientos sociales que, en su interacción, se abren
a la construcción de la objetividad del pensamiento que provee la comunidad de
sentidos, las instituciones).
Lo crucial en este punto, tal como indica Cornelius Castoriadis (1992), es com-
prender que el psicoanálisis no renueva simplemente la antinomia entre lo psíquico
frente a lo social o lo individual frente a lo colectivo, sino que posibilita plantearla
de otra manera al indicar una vía posible para pensar la génesis del sentido y de la
verdad para los hombres y mujeres efectivos/as. Muestra que las condiciones de
posibilidad de esa construcción del sentido tiene una doble existencia, la realidad
psíquica y el campo histórico-social, y que por lo tanto el hombre y la mujer no
solo deben vivir todo como sentido, sino que la acepción del mismo, en su paso
de una dimensión a otra (de lo psíquico a lo social), debe sufrir una torsión radi-
cal en el curso del desarrollo de la libido del individuo (Castoriadis, 1992).4 La
importancia de dicha transformación radica en el hecho de que en ella se ponen
en juego las capacidades de simbolización de lo real, el acceso a lo verdadero, al
prójimo y a sí mismo. En la sublimación, como destino potencial de la pulsión, se

3
Lacan, según Zafiropoulos (2001), ubicaría en el centro de su pensamiento los estudios de Durkheim
sobre la anomia social: la ley de contracción familiar no solo habría generado las circunstancias que de-
gradaron la regulación que hasta entonces era resultante del complejo de Edipo (el progreso narcísico y
la consumación del yo), sino que al mismo tiempo habría hecho posible su descubrimiento: no resulta
casual que dicho complejo fuera advertido por la mirada de un heredero del patriarcado judío, predis-
puesto a ver lo que se degradaba en sus vecinos vieneses. La bancarrota de la ley de contracción familiar
de Durkheim, operada por las nuevas investigaciones sobre la familia (en especial la crítica efectuada por
la Escuela de Cambridge), habría sido el puntapié que inició su posterior vinculación al estructuralismo
de Lévi-Strauss: aquel que le permitió diferenciar y separar en términos conceptuales el poder social del
padre de su función simbólica (Zafiropoulos, 2001).
4
Según el autor, esas transformaciones han sido descritas de distintas maneras, remitiendo a diferentes
problemas: instauración del principio de realidad, resolución del complejo de Edipo y sublimación de las
pulsiones.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 159
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 153-175

abre la posibilidad de que otros objetos (socialmente compartidos), como la verdad,


el otro y el actuar justo, se constituyan en objetos posibles de carga.
En suma, para pensar el vínculo entre psicoanálisis y ciencias sociales hay un
primer argumento que se desprende de la relación que han mantenido a lo largo
de su historia dichos campos de saber; más aún, aquel refiere a la mutua imbrica-
ción que supone cada uno de sus recorridos. A partir de allí podemos decir que
la llamada psicología profunda no es en modo alguno una disciplina del sujeto
aislado, del individuo, sino que concierne directamente a lo social. De ese hecho
daba cuenta Freud en su introducción a Psicología de las masas y análisis del yo:

[L]a oposición entre psicología individual y psicología social o colectiva,


que a primera vista puede parecernos muy profunda, pierde gran parte
de su significación en cuanto la sometemos a más detenido examen. […]
En la vida anímica individual aparece integrado siempre, efectivamente,
‘el otro’, como modelo, objeto, auxiliar o adversario, y de este modo, la
psicología individual es al mismo tiempo y desde un principio psicolo-
gía social, en un sentido amplio pero plenamente justificado. (Freud,
1921, p. 2563)5

El individuo no existe fuera del campo social o, lo que es lo mismo, el ser humano
es un sujeto social: no son sino los otros aquellos que pueden reconocerlo como
totalidad (Lacan, 1966). Por eso mismo es que el psicoanálisis no puede ser otra
cosa que una ciencia de la interacción entre esos individuos, de los procesos de
identificación que generan, de las proyecciones y la formación de fantasías que
originan en su interrelación. ¿Y el objetivo de las ciencias sociales? ¿No inten-
tan acaso conocer y elucidar cómo los individuos interactúan y viven en grupo,
fundan sociedades, elaboran mitos y crean sus propias condiciones de existencia
(económicas, políticas, culturales, etc.)? Provisoriamente, afirmo que, en cierto
aspecto (esto es, dejando de lado los procesos puramente narcísicos irreductibles
a los mecanismos sociales), las ciencias sociales y el psicoanálisis comparten un
mismo objeto: los procesos de creación y transformación del lazo social.


5
Hay que advertir la diferencia que mantenía Freud con la psicología social de su tiempo: esta, decía el pen-
sador vienés, prescinde en su análisis de las relaciones del individuo con sus semejantes, tomando solamen-
te como objeto de la investigación la influencia simultánea ejercida sobre el individuo por un gran número
de personas (el comportamiento del individuo en masa), pero, fuera de esto, dichas relaciones podían serle
totalmente ajenas, como si en algún momento el individuo pudiera permanecer efectivamente aislado.
160 | A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias sociales
Mariano Salomone

El pensamiento sobre lo histórico-social en el psicoanálisis

Ahora bien, al comenzar a pensar cuál es la contribución que el psicoanálisis


puede hacer a las ciencias sociales, hay que tener en cuenta que la hipótesis del
inconsciente no se agrega al acervo de lo conocido como un conocimiento más,
sino que viene a afectar la autoconsciencia misma de la cultura (Assoun, 2003). Es
decir, lejos de favorecer un cúmulo de conocimientos en nuestro acervo científico,
produce un efecto de ruptura en los que ya teníamos: abre una brecha en los saberes
que teníamos sobre el hombre y la mujer. Su contribución, por lo tanto, pasa por
esclarecer esa dimensión de ausencia que está presente en el propio corazón del
saber sobre lo social. Como advierte Paul-Laurent Assoun, “se trata más bien de
comprender que, si no tenemos en cuenta la noción de inconsciente, es la realidad
misma del vínculo social la que queda mutilada en su inteligibilidad” (Assoun,
2003, p. 18; cursivas del orginal). De esta manera, el aporte del psicoanálisis a las
ciencias sociales, lejos de convertirse en un apéndice del saber sobre lo social, un
suplemento, se constituye en una extensión necesaria.
Según Assoun (1984, 2003), hay en Freud una teoría de la civilización (Kultur)
que es al mismo tiempo una teoría del malestar en la cultura: un abordaje de la
civilización en términos de enfermedad, en la medida en que surge como obstáculo
crónico de la satisfacción instintual hecha ahora pulsión (trieb).6 A través de la
clínica de la neurosis, Freud había captado la importancia de los instintos y, a la
vez, su conflicto con la civilización: el neurótico, como revelador social, expresaría
una desarticulación entre lo sexual y lo social. La reflexión sobre la cultura en Freud
parte entonces de la constatación de un conflicto, de una tensión que se presenta al
mismo tiempo como necesaria e irreductible: “Se da, en efecto, el hecho singular
de que los hombres, no obstante serles imposible existir en el aislamiento, sienten
como un peso intolerable los sacrificios que la civilización les impone para hacer
posible la vida común” (Freud, 1927, p. 2962). De ahí surge el interrogante que
impulsa su reflexión en torno de la civilización: si pareciera que toda civilización
ha de basarse sobre la coerción y la renuncia a los instintos, ¿sería posible aminorar
los sacrificios impuestos por la cultura? ¿No paga la pulsión un precio demasiado
alto por las garantías que ofrece la Kultur?
Los trabajos de Freud sobre la cultura constituyen así una evaluación de los
daños y beneficios de nuestra moral sexual cultural; una apreciación económica
6
Resulta importante traducir el término trieb utilizado por Freud como pulsión y no como instinto, ya que
se corre el riesgo de confundir lo específico de la teoría de las pulsiones de Freud, es decir, su originalidad;
en especial, la tesis del carácter relativamente indeterminado del empuje motivador, las nociones de con-
tingencia del objeto y de variabilidad de las metas.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 161
Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 153-175

que intenta ponderar hasta qué punto valen la pena los sacrificios que nos impone
la civilización como exigencia cultural. Sin embargo, sería un gran error considerar
la teoría freudiana como una visión pesimista sobre la civilización y su destino.
Lo esencial del aporte de Freud fue el haberse mantenido tan alejado de un tono
apocalíptico como de un optimismo ingenuo que exalte sin más las ventajas de la
Kultur: por el contrario, siempre tuvo en cuenta, a partir de su experiencia clínica,
que la neurosis certificaba la imposible armonía entre la pulsión y la cultura. Por
ello, su preocupación central fue establecer una teoría del nacimiento de la cul-
tura y de la civilización, de sus avatares y de sus condiciones de funcionamiento,
convencido de que, al preguntarnos por nuestros orígenes, nos veríamos tentados
a examinar también nuestro porvenir. Ello, tal como se presentan los destinos,
históricamente, frente a las posibilidades abiertas entre la destrucción, la repro-
ducción y la transformación de la vida humana.
Ahora bien, en Freud la preocupación por el origen de la cultura se relaciona
con el punto de vista genético que asume, el cual demanda que el estudio y análisis
de las instituciones se realice en su movimiento, es decir, desde su génesis y en su
devenir. Como explica Assoun, en la concepción de Freud la respuesta a la pregunta
por la significación de un hecho cultural se confunde con la respuesta a la pregunta
por su origen: “¿qué es?” viene a ser “¿cómo se ha formado?” (Assoun, 2003, p.
42). Esta perspectiva nos recuerda que la significación es en sí misma histórica.
¿Qué es entonces la cultura (Kultur)? En El porvenir de una ilusión encontramos
la siguiente definición:

La cultura humana –entiendo por tal todo aquello en que la vida hu-
mana ha superado sus condiciones zoológicas y se distingue de la vida
de los animales, y desdeñando establecer entre los conceptos de cul-
tura y civilización separación alguna–; la cultura humana, repetimos,
muestra, como es sabido, al observador dos distintos aspectos. Por un
lado, comprende todo el saber y el poder conquistados por los hombres
para llegar a dominar las fuerzas de la Naturaleza y extraer los bienes
naturales con que satisfacer las necesidades humanas, y por otro, todas
las organizaciones necesarias para regular las relaciones de los hombres
entre sí y muy especialmente la distribución de los bienes naturales
alcanzables. (Freud, 1927, p. 2961)

Cabe advertir, en primer lugar, que Freud se rehúsa a efectuar una separación
entre el concepto de cultura y el de civilización (Assoun, 2003; Enriquez, 2005).
Adopta esta posición ante la necesidad de rechazar el dualismo que caracterizaba
162 | A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias sociales
Mariano Salomone

al debate entre Kultur y Zivilisation en Alemania, y que cobraba sentido en torno


de la propaganda de guerra. En efecto, la discusión no se limitaba a los problemas
de descripción de un objeto determinado, sino que ponía en juego una disputa
ideológico-política. Se trataba de distinguir la existencia de pueblos bárbaros y de
otros de elevada cultura (civilizados); y, además, de brindar cierto sentido de perio-
dicidad para designar lo que se pensaba era una sucesión orgánica: la civilización
occidental es el destino inevitable de toda cultura. Por el contrario, para Freud no
hay un fin orgánico superior al propio hecho cultural, pues la Kultur es ipso facto
Zivilisation. En segundo lugar, lo que quiere hacer Freud es remarcar el hecho de
que toda organización social supone un corte con el orden de la naturaleza (las
condiciones de vida animal).
Es a través de la pregunta por el origen que Freud intentará, a su vez, revelar lo
que consideraba el punto ciego de las ciencias sociales. Para ello ubica al psicoaná-
lisis como moderador entre la psicología social y la clínica individual. Ahora bien,
una vez más, no se trata de extrapolar lo individual a lo social, sino más bien de
explorar a uno desde el otro; esto es, volver a comprender lo colectivo por medio
de la lógica del síntoma que la experiencia clínica revela en el plano personal. Al
suponer unos procesos anímicos inconscientes, el psicoanálisis planteará nuevos
problemas, estructurando un campo de indagación propio (Assoun, 2003).
En efecto, en Tótem y tabú Freud parte de la hipótesis elemental que en-
contramos en la base de toda psicología de los pueblos, esto es, la existencia
de alguna idea similar a un alma colectiva: una especie de a priori acerca de la
continuidad social que nos permita hablar de transmisión de la vida afectiva de
los hombres y mujeres a través de las generaciones, vale decir, por encima de la
interrupción de los actos psíquicos individuales resultantes de la desaparición de
la existencia. En aquel momento, Freud se limita a constatar que algo de origen
colectivo continúa trabajando en la psique individual, hecho que el psicoanálisis
confirma mediante la noción de aparato psíquico. Lo que plantea es ¿cómo el
pasado perdura a través del tiempo en la vida de los pueblos? Esta cuestión es la
que abre al freudismo a una concepción de la subjetividad en tanto producida
y no como naturaleza humana. Dicha perspectiva proporciona al psicoanálisis
una de sus mayores fecundidades para pensar la existencia humana, otorgando
a su vez estatuto a lo histórico dentro de la teoría y la práctica psicoanalítica
(Bleichmar, 2007). En efecto, es Freud quien abre el camino para pensar una
teoría de la subjetividad que contenga en sus presupuestos la densidad histórica
del mundo que la organiza como tal, es decir, en donde lo histórico-social no se
plantee en términos accesorios (remisiones obligadas al contexto político, por
ejemplo), sino que esté implicado de manera constitutiva en las condiciones
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 153-175

con las que el sujeto trama y estructura su propia subjetividad. Gran parte de
los trabajos de León Rozitchner es un esfuerzo por dilucidar de qué modo los
determinantes histórico-sociales están presentes articulando y organizando el
aparato psíquico de los sujetos, constituyendo el fundamento mismo de lo más
individual, lugar contradictorio de su acceso al mundo de los hombres (Rozit-
chner, 1981 y 2003). La consecuencia de todo esto es que la psicología queda así
incluida como ciencia histórica, es decir, concibiendo al individuo como el lugar
donde se verifica y se debate el sentido de la historia, sin lo cual la conducta se
convierte en insignificante.
“El retorno infantil al totemismo”, en Totem y tabú (Freud, 1912), puede ser
considerado como el nacimiento de la metapsicología de la realidad social por medio
de una hipótesis genealógica de la cultura: el asesinato del padre. A partir de allí, la
renuncia a las pulsiones va a ser vista como una constante estructural de la Kultur.
Para explicar el origen histórico de la Kultur, Freud construye una hipótesis en
base a la comida totémica y la teoría de Darwin sobre la horda primitiva. Como
es sabido, dicha hipótesis supone la existencia de un padre violento y celoso que se
reserva para sí a todas las hembras y expulsa a sus hijos conforme van creciendo.
Los hijos (hombres) expulsados se reunen un día y matan al padre, devorando
luego su cadáver. De esa manera, unidos, emprenden lo que individualmente les
hubiera sido imposible. No obstante, la horda fraterna rebelde tenía con respecto
al padre aquellos mismos sentimientos contradictorios que forman el contenido
ambivalente del complejo paterno presente en los niños y en los enfermos neuróticos:
odiaban al padre que se oponía a sus exigencias y deseos sexuales, pero al mismo
tiempo lo amaban y admiraban. Por ello, luego de satisfacer su agresión, vuelven
los sentimientos cariñosos y se imponen por sobre los hostiles, a consecuencia de
lo cual surge el remordimiento y la conciencia de culpabilidad. En efecto, lo que
el padre había anteriormente prohibido por medio de su existencia, se lo prohi-
bieron luego los hijos a sí mismos como obediencia retrospectiva: desautorizaron
su acto, prohibiendo la muerte del tótem (sustitución del padre) y renunciaron a
los beneficios a los cuales el crimen abría, rehusando el contacto sexual con las
mujeres (ley de exogamia). En efecto, la conciencia de culpabilidad originó los dos
tabúes fundamentales del totemismo, los cuales coinciden con los deseos de Edipo.
Lo que el psicoanálisis permite advertir a través de estas observaciones es que
la fobia al incesto no corresponde a un “instinto humano innato”. Al analizar el
totemismo (sus tabúes) como producto de la alianza fraterna, Freud acentúa el
lado social del mismo, esto es, la significación que adquiere en tanto base de la
organización social que la alianza entre los hermanos instituye en un momento
determinado. En otras palabras, nos muestra el origen, en la historia del hombre
164 | A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias sociales
Mariano Salomone

y la mujer, de las organizaciones sociales, las restricciones morales y la religión.


Estas formaciones sociales pasan a ser entendidas como producto de los conflic-
tos que desata el complejo de Edipo, el cual tiene como motor la ambivalencia
afectiva. Por un lado, los hermanos, asociados primero para suprimir al padre,
tenían que convertirse luego en rivales al tratarse de la posesión de las mujeres.
Cada uno hubiera querido tenerlas todas para sí, a ejemplo del padre, pero la lucha
desatada hubiera destruido rápidamente la nueva organización; debieron entonces
instituir la prohibición del incesto, con la cual renunciaban todos a la posesión
de las mujeres deseadas.
Es importante comprender aquí cómo Freud piensa el origen del lazo social.
En 1921, la tesis central sería que no hay pulsión gregaria en sí misma, y se nos
advierte que resulta difícil atribuir al factor numérico (la masa) importancia sufi-
ciente para provocar por sí mismo en el alma humana el despertar de una nueva
pulsión, inactiva en toda otra ocasión. Una vez más, la posición de Freud cuestiona
el simple dualismo colectivo/individuo: si bien es correcto cuestionar la imagen de
lo colectivo como sumatoria de individuos aislados, es igualmente erróneo desga-
rrar el tejido donde está arraigado el sujeto desde siempre para hipostasear unas
relaciones que son abstractas, tales como la idea de una pulsión social entendida
como entidad autónoma e indivisible. En efecto, hay en el pensamiento de Freud
una crítica tanto a la psicología social –en tanto estudio de las influencias sociales
sobre los individuos– como un cuestionamiento radical a la idea de un instinto
gregario innato, es decir, primario e irreductible.
Si Gustave Le Bon comienza su interrogación considerando a la masa como
un dato dado, Freud se pregunta en cambio por el proceso de masificación, y con-
serva, en el núcleo de su respuesta, aquella ambivalencia afectiva existente entre
los individuos.7 Freud identifica en el vínculo social relaciones amorosas: “en la
esencia del alma colectiva existen también relaciones amorosas (o, para emplear
una expresión neutra, lazos afectivos)” (Freud, 1921, p. 2577). Es el poder de Eros
lo que mantiene cohesionada a la masa: la pulsión de vida que atraviesa tanto al
individuo como a las organizaciones sociales (Enriquez, 2005). El lazo libidinal,
dice Eugene Enriquez (2005), es el que permite el reconocimiento de la existencia
del otro/a. Es ese sentimiento amoroso el que no existe en el tiempo de la horda y
por ello los vínculos que la caracterizan se rigen por la violencia pura. El sujeto se
constituye como tal gracias a la existencia del otro: porque el otro nos ama, nos
habla y espera que existamos.

7
Ilustrada en Psicología de las masas y análisis del yo mediante la parábola del puercoespín; la dinámica
dialéctica entre alejamiento y acercamiento.
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Ahora bien, ¿acaso no se corre el riesgo en esta perspectiva de menospreciar


el problema del poder y las relaciones de fuerzas, desatendiendo la existencia de
tendencias agresivas entre los individuos? Por el contrario, tal como indica Assoun,
Freud coloca esa dimensión de rivalidad en la base de la relación social, pero al
hacerlo queda invertida a favor del erotismo. Como vimos con respecto al mito
de Edipo, los sentimientos sociales, lejos de corresponder a un instinto gregario
innato, nacen de la coerción para vencer la rivalidad que permanece entre los
miembros de la generación joven, esto es, como una construcción sobre los im-
pulsos de rivalidad celosa hacia los hermanos y hermanas:

vemos que ‘el amor social’, lejos de ser originario, es el resultado de una
inversión de la relación de ‘odio’; es decir, aquello que le proporciona una
‘salida’. Por tanto, el ‘vínculo social’ sirve para erotizar la agresividad, si
bien se nutre de ella subterráneamente. (Assoun, 2003, p. 108)

Con esta última reflexión, a propósito de la psicología de las masas, nos acercamos
a la problemática propia de los textos maduros de Freud. En ellos hay un cambio
de perspectiva: la reflexión abandona su primera preocupación por el origen de la
civilización, para poner énfasis en el análisis de su condición actual y el problema
de su porvenir. No obstante, este cambio de acentuación no debe ser leído como
una ruptura respecto de lo anterior. Si bien encontramos en el medio importantes
inflexiones en su pensamiento (Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la
muerte, 1915b, y Más allá del principio de placer, 1920), estos virajes quizás no hi-
cieron sino llevar al extremo las primeras hipótesis que sustentaban su concepción
de Kultur: el malestar es visto ahora como estructural (drama universal), producto
de la dinámica propia entre Eros y la pulsión de muerte (Freud, 1930).8
Tan importante para la sociedad es la existencia de Eros como lo es también la
de la pulsión de muerte: “la verdad oculta es que el hombre no es una criatura tierna
y necesitada de amor, sino que, por el contrario, un ser entre cuyas disposiciones
instintivas también se incluye la agresividad” (Freud, 1930, p. 3046). No obstante,
Eugene Enriquez (2005) pone especial énfasis en señalar que lo crucial en el pen-

8
Paul-Laurent Assoun afirma la continuidad conceptual innegable que existe entre los primeros y últimos
escritos culturales de Freud; no obstante, también advierte importantes cambios: en 1908, Freud habla
de represión cuando se refiere a la Kultur; en 1930 prefiere hacerlo a partir de la idea de renuncia a las
pulsiones, manifestando con ello un impedimento más bien estructural, esto es, un movimiento que es
interno y no externo. “Es una ‘represión’ (término que se menciona aún como casi sinónimo), pero que
constituye en cierto modo un sujeto de la Kultur, que está construido sobre ese destino específicamente
social de la pulsión que es la ‘renuncia’” (Assoun, 2003, p. 152; destacados del original).
166 | A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias sociales
Mariano Salomone

samiento de Freud es el juego (dinámica) entre esas pulsiones, las maneras por las
que una se pone al servicio de la otra. Por ejemplo, como vimos, es la pulsión de
vida (Eros) la que permite la creación de grupos al establecer vínculos libidinales
entre los/las individuos/as; pero existe también el peligro de que, al favorecer el
amor entre sus miembros, su trabajo engendre entidades compactas –cerradas
sobre sí mismas– que deriven en el rechazo o el desprecio de aquellos/as que no
son parte del mismo grupo (aquel ‘narcisismo de las pequeñas diferencias’ del cual
hablaba Freud). De esa manera, su trabajo de ligazón puede producir el efecto
contrario, esto es, perseguir la muerte física o psíquica de los/las diferentes. Por
ello, no es correcto confundir a Eros con la pulsión originaria en el ser humano.
De la misma manera, la pulsión de muerte puede tener efectos benéficos o
ser colocada al servicio de la pulsión de vida. En su trabajo de desligamiento, de
rompimiento de los lazos vigentes, cuestiona las civilizaciones y desafía las auto-
ridades establecidas. Retomando esa idea, Néstor Braunstein (1981) señala que la
pulsión de muerte es lo que hace del hombre (y la mujer) el ser más siniestro, esto
es, a aquel que a través de la violencia puede hacer de lo familiar algo extraño,
que logra evadir los límites que le son habituales y familiares.9 El ser humano es
siniestro porque sale de sí, de su lugar, para hacerlo extraño. En efecto, el saber de
la muerte es la fuente de la que brota la vida, la que hace al hombre y la mujer seres
creadores; aquello que permite surgir la novedad, impedir la repetición, favorecer la
creatividad y nuevos modos de pensamiento y acción (Enriquez, 2005, p. 166). En
consecuencia, el llamado pesimismo freudiano debe ser reconsiderado: la muerte ya
no conserva un valor negativo, sino que se convierte en rectora del obrar creativo.
Así, la propuesta freudiana abre la dimensión optimista de una nueva manera de
encarar la vida, llevándola más allá de lo familiar y de la moral cultural represiva:
decir que el hombre es siniestro no es decir algo negativo, sino señalar que, en tanto
sujeto del deseo inconsciente, es impugnador y transgresor de los órdenes vigentes
que pretenden aparecer como naturales e intocables (Braunstein, 1981, p. 215).
La historia inaugurada por el nacimiento de la cultura es la de la lucha entre
Eros y la pulsión de muerte. En su devenir, según Freud, el desarrollo cultural
ha sido producto de esa dinámica, y su porvenir permanecerá entre esos mismos
márgenes: entre la norma prepotente que, en tanto existe desde antes, liga a los
hombres y mujeres entre sí bajo una determinada organización de la vida social,
y la intransigencia del deseo que disuelve esas ligaduras y provoca la aparición de
9
Con ello el autor retoma el texto de Freud, Das Unheimlich (1919), y advierte que sus respectivas tra-
ducciones a la lengua española –en las cuales se utilizaron vocablos como lo siniestro y lo ominoso– no
dan cuenta del significado que tiene la palabra unheimlich en alemán: el sentido de transformación en lo
contrario, lo familiar que en determinado momento ha devenido en pavoroso.
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lo nunca visto. Así, entre la determinación y la creación, el psicoanálisis ubica la


mediación del deseo. La ley, como fundamento de la vida social, es supeditación
del deseo a un orden que se pretende como natural e intocable; no obstante, el
sujeto no es articulado por esa ley como siervo sino como ser deseante: deseante, a
la vez, de su disolución. De ese enfrentamiento entre la ley ordenadora y el deseo
transgresor, expresado como creación, resulta la historia como proceso permanente
de trastrocamiento del orden. La naturaleza del hombre no existe bajo la forma de
una esencia anterior y exterior al hombre, sino como producto histórico de la lucha
creadora. Lo familiar no es sino un efecto de la historia, de la actividad siniestra del
deseo que produjo las transgresiones anteriores y condujo a esa institucionalización
de la ruptura que es lo familiar (Braunstein, 1981, p. 219).10

II. La temporalidad del sujeto: el deseo

Ahora bien, la segunda cuestión que se plantea al comienzo del trabajo es la del
sujeto, problemática que toca repensar desde el punto de vista de las consideraciones
anteriores: ¿qué aportes puede hacer el psicoanálisis en este terreno al conjunto de las
ciencias sociales? ¿Cómo pensar ese sujeto de la cultura? Diremos que dicho aporte
tiene como efecto filosófico fundamental una problematización de la noción de
sujeto con la que acostumbramos a trabajar dentro de las ciencias sociales.
El psicoanálisis se ubica entre la herencia racionalista –que ve en el sujeto de
la razón la posibilidad de disputar de manera definitiva la omnipotencia de los
dioses– y el nihilismo posmoderno (igualmente omnipotente), que encuentra en el
despotismo de la Razón, el descubrimiento (tardío) del inconsciente y la autonomía
del lenguaje, la imposibilidad de constituir cualquier sujeto. Sin duda, la introduc-
ción de una dimensión inconsciente problematiza de manera radical la identidad del
sujeto. No obstante, hay que dejar en claro que el psicoanálisis, afirmando el carácter
deseante del sujeto, lo divide, lo descentra, pero no lo demuele. Más bien, en el re-
conocimiento de esa razón (que alienta sus deseos) radica la posibilidad de asumirse
sujeto responsable de su mantenimiento y consecuencias. Tal como afirma Cornelius
Castoriadis (1992), se trata de afirmar un estatuto del sujeto que se distancie de toda
sustancialidad, pero que lo mantenga como pregunta y proyecto: una cuestión cuya
finalidad no puede agotarse en la mera constatación de lo inconsciente (la falta),

10
En este punto es importante destacar el artículo de León Rozitchner dedicado a pensar los mecanismos
psíquicos e históricos que producen la suspensión de esa dialéctica cultural entre Eros y la pulsión de
muerte, la detención de la agresión por la culpa (Rozitchner, 1981).
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Mariano Salomone

sino que es algo que debe ser hecho a partir de su reconocimiento, aquello que se hace
en un análisis como ‘elucidación’. En efecto, es necesario trazar el debate sobre la
problemática del sujeto en confrontación con esas dos posiciones que, en cuanto al
resultado teórico obtenido (ya sea buscado o solo encontrado, da lo mismo), resultan
igualmente simétricas: lejos de poder dar cuenta de las encrucijadas a las que se ve
enfrentado el sujeto ‘barrado’, barren con la posibilidad de todo sujeto.11
En continuidad con el apartado anterior, debemos ubicar la problemática del
sujeto en el terreno de la Kultur. El sujeto de la cultura (el hombre civilizado),
nos recuerda Assoun (2003), se define por su pertenencia a una comunidad y
por la suma de las imposiciones y restricciones que esta le impone. En efecto, la
cuestión del sujeto corresponde al problema de la instauración de la subjetividad
en el orden simbólico. Según De Santos (2006), su instalación en el orden de la
cultura es lo que aparta al individuo humano del continuo indefinido de lo real,
momento que marca la distancia que permanecerá para siempre entre lo vivido
y lo sabido, la experiencia y la palabra. La consecuencia de este desarraigo, con-
tinúa el autor, es que su naturaleza de pertenencia queda abolida y se transpone
a otra legalidad: la jurisdicción del deseo que, a diferencia de aquel, implica la
postergación de la satisfacción (la prohibición del goce) y el reconocimiento del
otro/a para significar una evidencia corporal que se le ha escapado. Ahora bien, la
recompensa por aquella irremediable pérdida es que la subjetividad enfrenta esta
otra modalidad de su existencia con los medios acordes a su nueva ‘naturaleza’:
“arrancado de lo real, al hombre le quedó el consuelo y la potencia de su fantasía”
(De Santos, 2006, p. 210).12
Instalado en el lenguaje, el sujeto sabrá de la vida (coalescencia con lo real)
únicamente a través de su traducción en las significantes equivalencias que la
simbolizan y que podrán retornar solo como deseo. Es decir, sus relaciones con
los otros y con las cosas no tendrán otra consistencia que la de su capacidad para
significarlas a través del diálogo con sus semejantes. Dice De Santos

es el precio que lo real corporal paga a la posibilidad de tomar concien-


cia de lo intraducible de los jadeos, las flatulencias, los suspiros y otras

11
Cabe señalar lo dicho por Slasvoj Zizek respecto de las reacciones especulares en tanto mecanismos ideo-
lógicos: “cuando se denuncia un procedimiento como ‘ideológico por excelencia’, podemos estar seguros
de que su inversión no es menos ideológica” (Zizek, 2002, p. 10).
12
Castoriadis nos recuerda cuáles son, a su juicio, las características de lo psíquico: la desfuncionalidad de
los procesos psíquicos en relación con el componente biológico del ser humano; la dominación del placer
representativo sobre el placer de órgano; la autonomía del afecto; y lo que él llamó la imaginación radical: la
capacidad que tiene el ser humano de formular lo que no está (Castoriadis, 1992, pp. 128-134).
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noticias de su turbia naturaleza. No es alto, si consideramos la riqueza


de dar sentido y hacer comunicable, para sí y para los otros, esos datos
informes de la fisiología. (De Santos, 2006, p. 144).

No obstante, es preciso remitir esa potencialidad significante del sujeto, su capa-


cidad para producir sentidos, a una lógica que opera bajo dos condiciones: una
estructural y otra histórica (De Santos, 2006). La primera, aquella disponible para
cualquier hablante, refiere a la inscripción en el orden simbólico y equivale a la
pérdida de la plenitud natural que supone el quite exigido por el pasaje y per-
manencia en la cultura. La segunda, histórico-social, equipara el disfrute de las
propiedades del lenguaje con el de los demás medios de producción, lo que supone
considerar la clase social a la que pertenece y en la que los ha adquirido. Es decir,
el ingreso de cada sujeto a esa capacidad universal se efectúa únicamente a través
de la particular coordenada histórica (inserción productivo-cultural) que impone
condiciones reales y desiguales a su realización y desarrollo.
Es así que para el psicoanálisis la cuestión del sujeto es también la de la psique
y la de la psique socializada; esto es, sometida desde temprano y constantemente
a un proceso de socialización. Según Anthony Elliot (1992), han sido varias las
corrientes de pensamiento que han intentado introducir la dimensión social y
política para entender la problemática del sujeto. Anteriormente habíamos seña-
lado que el ser humano es un sujeto social, es decir, alguien cuya existencia solo
es posible gracias al deseo del otro/a.13 Ahora bien, aquí me interesa cuestionar
una particular lectura, producto de cierto clima intelectual de época, que ve
en esa condición estructural de la humanización del sentido la irremediable
alienación del sujeto en el deseo del otro. Al respecto, De Santos señala como
marca de la ilusión de omnipotencia tanto a la modernidad ambiciosa, que
pretendía alcanzar un conocimiento total, como a su contracara, la reacción
especular de algunas corrientes contemporáneas que plantean la imposibilidad
de toda incidencia de la subjetividad en la gestión de sus sentidos: la sutura del
sin/sentido. Tan omnipotente es pretender saber todo como saber de antemano,
sin intentarlo y siguiendo su impulso hasta padecer su imposibilidad, que ese
saber no colmará el Todo. En efecto, la tentativa opuesta a la saturación del
sentido, la orfandad del mismo, corre igual suerte: “lejos de garantizar tránsitos
inéditos asegura impasses y vueltas en redondo” (De Santos, 2006, p. 157). En
definitiva, la temporalidad del sujeto lleva a la subjetividad a la encrucijada de

13
La madre es la primera persona que le habla al niño/a (que lo/la desea) y, como tal, es la primera represen-
tante de la sociedad y portavoz de las generaciones pasadas.
170 | A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias sociales
Mariano Salomone

tener que sostenerse a través de una dialéctica significante (sensible a la crítica y


a la sustitución de unos sentidos por otros) o a una comunicación que seduzca
por su ausencia de distancia con lo representado.
El puente que cubre el abismo entre naturaleza y cultura es el lenguaje com-
prendido como extensión de lo social. Únicamente en la alteridad, de la que es
función la producción de sentido, es posible hallar una alternativa para superar
la nostalgia por ese destierro que significa el exilio de lo vivido, ese diálogo con
el semejante del que depende el acceso a lo real, a lo verdadero, al prójimo y al sí
mismo. Como vimos, la diferencia es crucial, ya que en él se juega la otra modalidad
de la existencia del sujeto: el deseo. Ahora bien, dado que lo humano se funda en
una irrenunciable dimensión de libertad, esa alternativa no es la única posible:
siempre persiste en él la tentación de mandarse al paraíso por un atajo que pudiera
puentearlo. De Santos (2006) señala que la regla esencial del fundamentalismo es
que todos los signos son construidos por fuera del trámite cooperativo que implica
el diálogo con el semejante.
De esta manera, la existencia del sujeto se abre en la dialéctica entre lo propio
y lo ajeno como proyecto de elucidación, proceso en el cual el yo se constituye al
rescatarse del conjunto de identificaciones con sus semejantes. Es por eso que,
según Castoriadis, este sujeto es en principio alguien invisible en la medida en
que es “alguien que está haciéndose, al que el sentido propuesto por la interpre-
tación ayuda a hacerse ser y que no se hace ser sino en la medida en que puede
dar cuenta de lo que la interpretación le propone” (Castoriadis, 1992, p. 117).
La pregunta por el sujeto, entonces, no tiene sentido sino suponiendo cada vez
una cierta visión del sujeto y del estado del sujeto, no como sustrato ontológico
o sustancia inmaterial, sino como capacidad emergente de acoger el sentido y
de hacer con él algo para sí. En efecto, la reflexión del sentido propuesto o pen-
sado es lo esencial de la problemática del sujeto como proyecto psicoanalítico.
Afirmar el sujeto como proyecto es negarlo como algo ya-dado, de una vez y
para siempre; asumir, por el contrario, que debe ser hecho dentro de ciertas
condiciones y circunstancias históricas particulares es, pues, el fin del análisis:
hacerlo advenir.

Es una posibilidad (abstracta) pero no una fatalidad para todo ser hu-
mano: es creación histórica y creación cuya historia puede seguirse. Este
sujeto, la subjetividad humana, está caracterizado por la reflexividad
(que no debe confundirse con el simple pensamiento) y por la voluntad
o capacidad de acción deliberada, en el sentido pleno de este término.
(Castoriadis, 1992, p. 122)
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 153-175

En este apartado se ha querido insistir en la función constituyente que tiene el


lenguaje –lo simbólico-cultural– sobre la identidad del sujeto. El objetivo ha sido
mostrar los límites de una concepción de sociedad que deja de lado esa dimensión
deseante e inconsciente, patrimonio de toda subjetividad. La parcialidad a la que
somete tal borramiento se paga con la esterilidad de los análisis teóricos y la in-
eficacia de las prácticas políticas que, sin tenerlos en cuenta, se proponen conocer
y subvertir los lazos sociales que la sostienen.

Sobre el pesimismo de Freud: psicoanálisis y política

El objetivo perseguido en este trabajo ha sido explorar los aportes conceptuales


que el psicoanálisis puede hacer al conjunto de las ciencias sociales. En ese sentido
se ha señalado que el psicoanálisis principalmente apunta ese conflicto fundacional
del que nace la cultura y por el cual el malestar es visto como estructural a la con-
dición humana: la imposibilidad de satisfacer las pulsiones. Semejante diagnóstico
dio lugar a una serie de interpretaciones que veían en los últimos trabajos de Freud
una posición pesimista con respecto a la cultura y su porvenir. Sin embargo, dicha
lectura corre el riesgo de equivocarse al menos en dos direcciones, cada una de-
pendiendo de la posición desde la cual se parta. La primera de ellas, ligada quizás
a un auténtico pesimismo, corre el riesgo de confundir lo que es una condición
estructural (y por ello transhistórica) con otra histórico-social (y por ello susceptible
de transformación). Esta confusión surge como producto de una ‘mala’ abstracción,
al asignar igual saldo negativo a todo encuentro entre cultura y sociedad o, lo que
es lo mismo, vaciando de toda historicidad al malestar. El problema que encontra-
mos al desconocer las particulares determinaciones histórico-sociales en las que ese
malestar se concreta, advierte Blas de Santos, es que “el peso de la temporalidad,
hecha ‘invariante puramente formal’, predispone al seguimiento genealógico de
sus versiones sincrónicas y no al esclarecimiento de las condiciones materiales que
pesaron en su origen y hacen a su persistencia” (De Santos, 2006, p. 40).
En cuanto a la segunda posición, habrá que decir que solo se puede hablar de
pesimismo en relación a una meta de ‘felicidad’ (supuesto optimismo) que Freud
definirá como inalcanzable. No obstante, Néstor Braunstein (1981) nos señala
que la reflexión psicoanalítica va en otra dirección: más bien se dirige a impugnar
la meta misma de una felicidad basada como disfrute de bienes en una pacífica
armonía privada de conflictos entre los seres humanos. Así, el psicoanálisis se
define como intransigente objeción y oposición a toda ilusión salvacionista que
podamos encontrar en nuestro medio cultural actual. Esta crítica corre por igual
172 | A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias sociales
Mariano Salomone

tanto para aquellas miradas más fascinadas con los imposibles retornos a un estado
de naturaleza primigenio e inocente (filosofías new age que promulgan ‘volver a
lo natural’) como a aquellas otras ideologías del progreso que ven en los avances
tecnológicos la inminente promesa de un futuro paradisíaco de vida eterna.
Por el lado del psicoanálisis, la verdadera oposición (alternativa) no es entre
pesimismo y optimismo, sino entre ilusión y crítica: “se trata de poner de mani-
fiesto los fundamentos de una condición, la humana, que necesita de ilusiones
y, después, pensar en la posibilidad de su transformación” (Braunstein, 1981, p.
192). En continuidad con esa línea, Blas de Santos nos recuerda el pensamiento
de Marx, para quien el problema de los sujetos frente a la exigencia de superar las
ilusiones sobre su situación era pasar por alto que se trataba de una situación que
funcionaba a base de ilusiones.14 Por eso, podemos decir que el psicoanálisis tiene
como tarea reconciliar al hombre y la mujer con la civilización (lugar en donde
están condenados a vivir); y, aunque lo haga, les coloca aquello que poseen de
irreconciliable: su relación de origen con lo prohibido (renuncia a las pulsiones),
que constituye el auténtico secreto de lo social. Ese es el motivo de la resistencia
que genera su saber: el hecho de recordarnos el fracaso de la Kultur (su hipocresía
constitutiva) y al mismo tiempo el carácter inevitable de su ideal (Assoun, 2003).
A lo largo de este trabajo se ha procurado orientar la discusión acerca del aporte del
psicoanálisis a las ciencias sociales en dos direcciones: la problemática de la Kultur y las
condiciones de constitución de la subjetividad del sujeto. En la primera parte se señaló
un primer argumento en relación a la posible articulación entre psicoanálisis y ciencias
sociales, que sería histórico: cada uno de esos campos de saber ha sido construido
en un diálogo permanente con el otro. Desde el punto de vista de la historia de las
ideas, las trayectorias intelectuales de Freud y Lacan expresan esa historia imbricada.
Ambas experiencias muestran cómo el interrogante por la psicología profunda implicó
históricamente atender a las prácticas y condiciones sociales de cada momento y un
intercambio fructífero con las disciplinas que las tenían por objeto (antropología,
etnología, psicología de los pueblos, folclor, etc.). En efecto, la tesis central expuesta
afirma que la aplicación del psicoanálisis a las ciencias sociales no puede pensarse como
un anexo en cierta medida accesorio, sino que constituye su extensión necesaria, puesto
que la dimensión inconsciente representa el reverso del vínculo social.
Posteriormente se expuso la manera como el freudismo tendió a formular
la pregunta por la Kultur. La perspectiva genética de su concepción lo llevó a
plantear la cuestión del origen de la cultura para interrogar, paradójicamente, la

14
En Crítica de la filosofía del derecho de Hegel: “pedirles que abandonen sus ilusiones sobre su condición, es
pedirles que abandonen una condición que exige ilusiones”.
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sobrevivencia del pasado en tanto transmisión generacional. Así, la noción de apa-


rato psíquico que pregona el psicoanálisis viene a dar cuenta de una subjetividad
producida histórica y socialmente, esto es, una existencia que supone una radical
ruptura, separación, con la condición biológica. Antes bien, la producción de esa
subjetividad tiene como dinámica histórica las tensiones entre Eros y la pulsión
de muerte: el deseo, como temporalidad propia del sujeto, es aquella que se abre
entre las identificaciones que permiten la transmisión del pasado y la creación de
nuevas expectativas a futuro.
Como teoría crítica de la experiencia, el proyecto psicoanalítico se ubica en
el campo de la elucidación de nuestras condiciones de existencia (deseos) y de
reconocimiento de los determinantes históricos que la originan. De esta manera
contribuye a fortalecer cierta autonomía del sujeto como capacidad de poner en
cuestión las respuestas en las que este se reconoce como tal –estas posibilidades
van desde la mera adaptación al sistema social (ilusión consoladora), pasando
por la neurosis, la locura y la rebelión (transformación). Por ello, se ha procurado
señalar la necesidad de mantener la categoría de sujeto como proyecto, esto es,
como capacidad de reflexión (la propia actividad del sujeto devenida objeto como
cuestionamiento de sí mismo) y voluntad (acción deliberada). Castoriadis señala que
Freud hace pensable otra situación individual y social, en la cual el fin del análisis
no se piensa ni como la emergencia del deseo desnudo, ni como el reconocimiento
de un no-sujeto de su no-ser. Por el contrario, todas las formulaciones referidas al
fin del análisis tienen que ver con la relación del sujeto con la verdad y la sociedad:
como la posibilidad de pensar otro tipo de relaciones entre los individuos. Así, en
Tótem y tabú, el ‘asesinato del padre’ no es nada ni conduce a nada sin el pacto
entre los hermanos, por medio del cual se comprometen a renunciar a toda domi-
nación real y a aliarse fraternalmente contra cualquier despotismo (Castoriadis,
1992, p. 31): no hay nada en la concepción de Freud que pueda apoyar alguna
tesis de eternidad o insuperabilidad de la dominación social.
El psicoanálisis contribuye a pensar el devenir de la civilización como una
historia administrada por el diálogo conflictivo entre Eros y la pulsión de muerte:
un barniz cultural que puede rajarse en cualquier instante. De esa manera, Freud
caracteriza la instauración de la Kultur y su movimiento como un drama siempre
renovado que toca la tragedia y puede desembocar en la destrucción. De hecho,
afirmaba ya en 1930 que los seres humanos han desarrollado gran capacidad para
ello y es eso mismo lo que provoca angustia. En definitiva, el psicoanálisis es una de
las teorías que devuelve al sujeto su lugar central en la historia, evitando atribuir su
destino a otros sujetos subsidiarios de aquel, como pueden ser los automatismos de
las estructuras o la autonomía del discurso. Atendiendo a los deseos inconscientes
174 | A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a las ciencias sociales
Mariano Salomone

que prevalecen en el sujeto, el psicoanálisis contribuye a comprender la totalidad


de la vida psíquica y social, de otra manera parcelada y deshistorizada.
Recibido octubre 16, 2012
Aceptado febrero 28, 2013

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RESEÑAS
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 179-189

Para una etnografía del silencio y del logro de estar presente ante el otro. Una
entrevista con Clara Han

Entrevista de José Ossandón*

En 2012, University of California Press publicó Life in Debt. Times of Care and
Violence in Neoliberal Chile, escrito por Clara Han.1 Life in Debt es un libro de
antropología en el sentido más tradicional. Es el resultado de años de etnografía
llevada a cabo en varios hogares de la población La Pincoya, en el norte de Santiago
y, más que un corte específico –ya sea en lo económico, lo moral, lo religioso, etc.–,
el libro describe pacientemente el enredo práctico de estos diferentes aspectos en
la vida cotidiana.
Es una obra muy recomendable. Para los interesados en la antropología eco-
nómica, porque Han presenta una aproximación novedosa al análisis de la deuda,
donde no se niega, pero se abraza; el hecho de que lo que adeudado es inevita-
blemente ausente y abierto a ser reinterpretado. Y, para un público más general,
porque desde La Pincoya Han ha escrito uno de los mejores libros sobre la histo-
ria reciente de Chile. No solo porque rescata voces que suelen ser oídas a lo más
como de ‘beneficiarios’ de programas sociales y de intervenciones de seguridad
ciudadana, sino también porque, con una claridad sorprendente, se expone aquí
el neoliberalismo en su acción práctica en las políticas sociales, urbanas, médicas
y de la memoria de las últimas décadas.
En septiembre pasado encontré a Clara Han en Santiago, donde estaba nue-
vamente haciendo trabajo de terreno, aunque esta vez en la población La Legua.
En nuestra conversación, Clara respondió pacientemente mis, debo decir, no muy
precisas preguntas, preparadas justo después de haber leído el libro. Seis meses
después, hemos transcrito y editado el material para ser incluido en este número
especial de Persona y Sociedad.2

* Investigador asociado Instituto de Investigación en Ciencias Sociales, Universidad Diego Portales, Chile,
e investigador visitante Department of Organization, Copenhagen Business School. PhD Goldsmiths,
University of London. Ha coeditado recientemente Adaptación. La empresa chilena después de Friedman
(2013) y el libro de entrevistas Disturbios culturales (2012).
1
Clara Han es profesora asistente del Departmento de Antropología de la Johns Hopkins University, PhD
y MD Harvard University. En 2012 publicó Life in Debt: Times of Care and Violence in Neoliberal Chile.
2
El audio original de la conversación está disponible en http://estudiosdelaeconomia.wordpress.
com/2013/03/25/el-logro-de-estar-presente-al-otro-cuidado-y-antropologia-de-la-deuda-una-entrevista-
con-clara-han/ [abril 2013]. Agradecemos la cuidadosa transcripción de Macarena Barros.
180 | Reseñas
Entrevista de José Ossandón*

JO. Mi primera pregunta tiene que ver con la relación de tu libro con la antro-
pología económica. Tradicionalmente, la antropología económica ha distinguido
entre, por un lado, el mundo de los dones, la reciprocidad, la familia, y, por el otro,
los dominios más abstractos del Estado, la burocracia o el mercado, marcando
una fuerte diferencia entre ellos. En cambio, tú pareces empezar desde otro par
de conceptos. En vez de commodity y gift, mercancía y don, trabajas con deuda y
cuidado, debt y care. Y deuda y cuidado, si bien son conceptos distintos, parecen
estar menos diferenciados o más entrelazados entre ellos. Así, en el libro vas dejando
claro cómo en las relaciones familiares se van produciendo deudas domésticas, pero
que tienen que ver también con el cuidado. Lo que no me queda muy claro, sin
embargo, es si aceptarías, por ejemplo, que el Estado y el mercado, que como expli-
cas en el libro también se relacionan mediante deudas, pueden producir cuidado.
¿Cómo ves la relación entre estos dos conceptos, deuda y cuidado, en tu trabajo?
CH. Para empezar, déjame explicar un poco cómo me acerco a la antropología
económica. En el libro, y en mi trabajo en general, estoy interesada en lo cotidia-
no. Lo cotidiano no como algo dado, sino como algo logrado. El interés por lo
cotidiano implica que tengo que trabajar en los márgenes de las instituciones. Por
ejemplo: seguir la vida de un programa concreto del Estado, como el programa
Puentes, Chile Solidario, o la intervención policial en La Legua, en las relaciones
familiares cotidianas. Cuando uno empieza a través de lo cotidiano, ya no tiene
esa distinción fuerte entre la reciprocidad por un lado y el mercado o el Estado
por el otro; todo es mucho más entrelazado.
En la introducción del libro –cuando hablo de autocuidado, discursos del self
care, self responsability, etc.– explico que no es tan fácil de traspasar o trasladar ese
discurso a lo cotidiano. No es tan fácil, porque uno no puede simplemente partir
desde el individuo que aparece en una política pública o en la vida cotidiana…
¡porque no existe! Uno tiene que empezar por las relaciones. Este es el punto básico
de la antropología: los antropólogos estudiamos relaciones. En vez de elegir de
antemano un objeto, ya sea deuda/reciprocidad, don/reciprocidad, Estado o insti-
tucionalidad deben seguirse relaciones, y con ello lograr una mirada más profunda
de la realidad del vivir en los márgenes. Yo prefiero empezar por la cotidianidad,
lo cotidiano, y de ahí ver cómo podemos acercarnos a lo que podemos llamar
cuidado o afecto, cariño... Es desde ahí que llego al cuidado y las deudas, o a las
pequeñas deudas en lo cotidiano. Pero, más que pensar en deuda, en abstracto,
mi interés principal fue la experiencia de cuidar al otro, y en esa experiencia de
cuidar al otro llegar al descubrimiento del límite del propio self, del yo.
Pensando hoy, después de haber hecho trabajo en terreno en otra población
en Santiago, yo creo que la palabra que usé en el libro obligación quizás no fue
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la más apropiada. Me queda una frase súper linda que dice mucha gente en La
Legua: “es que no me nace, no me nace”, que no es lo mismo que obligación.
Siempre dicen: “no, no quiero que te sientas obligada”; “no quiero que te sientas
obligada a hacerlo”; “¡no es por obligación!”; es decir, “no me nace” o “no nace
de mí”. Entonces, ¿cómo podemos pensar en el cuidado a partir de esa sensación
que me nace en vez de pensar en una obligación? Porque la noción de obligación
tiene toda esa genealogía de Durkheim, de la coerción del hecho social. Hoy creo
que quizás haber usado las palabras deuda y obligación no fue necesariamente la
decisión más apropiada. Lo que el libro intenta es documentar la experiencia de
cuidar al otro y los límites expresados en todas esas emociones: la decepción, la
desilusión, los pequeños logros, el reconocimiento cotidiano; todo eso que pode-
mos pensar como lo moral.
JO. Entonces, lo que el libro documenta es principalmente el tipo de relaciones
que se generan cotidianamente en torno al cuidado. Sin embargo, la deuda es
también un tema central en el libro; de hecho, el concepto aparece en el título.
Pero pareciera que prefieres un uso laxo del término. O que juegas con múltiples
tipos de deudas. Por ejemplo, señalas que las políticas públicas en Chile se han
propuesto como formas de saldar deudas, tales como: ‘la deuda social con los po-
bres’ o la ‘deuda de los derechos humanos’. Tu método de análisis parece intentar
conectar estas deudas más abstractas con las deudas cotidianas o con las relaciones
particulares propias de la vida doméstica. De este modo, no solo reconstruyes la
cotidianidad, sino también la historia de la política pública, de la población, etc.
Son varios niveles al mismo tiempo, como diferentes capas arqueológicas que
deben actualizarse al momento de narrar tu trabajo, ¿no?
CH. ¡Es que el libro tiene muchas temporalidades diferentes! Pensando en la
‘deuda social’ y en la ‘deuda moral de los derechos humanos’... El primer paso fue
cuestionar ese quiebre, es decir, porque podemos decir: “sí, hay una deuda moral
o social pendiente, y por eso tenemos que desarrollar diferentes políticas públicas
para pagar esas deudas, para mejorar la sociedad posautoritarismo, pos-Pinochet”.
Es que ya en ese paso de declarar que “el Estado tiene una deuda pendiente con el
pueblo chileno, con la sociedad chilena”, se está instaurando una cierta relación con
el tiempo. Se asume un pasado, algo que ya pasó, y que tenemos que pagar esa deuda.
Todos sabemos lo que pasó durante la dictadura en términos de la privatización
de los servicios públicos, de la municipalización, de la precarización de empleos
y de las dificultades que la gente en las poblaciones tuvo y sigue teniendo por
esas mismas reformas estructurales sociales y económicas. Entonces, una de las
preguntas que trata el libro es cómo conectar esta misma relación con el tiempo,
con un hecho que pasó y que estamos tratando de pagar, solucionar o responder
182 | Reseñas
Entrevista de José Ossandón*

frente a ese pasado representado. ¿Cómo conectar esto a la cotidianidad que está
integrada por ese mismo cambio estructural, pero con personas que fueron exi-
liadas, torturadas, que experimentaron violencia colectiva a nivel de la población,
y que siguen en esas condiciones de precariedad hasta el día de hoy?
Mi desafío era pensar en estas distintas temporalidades que estaban pasando
a la vez. Por un lado, el discurso del Estado, de pagar la deuda social, la deuda
moral de los derechos humanos. Por otro, la experiencia del pasado presente en la
vida actual. No estamos hablando de un tiempo lineal, estamos hablando de un
tiempo grueso con múltiples tiempos entrelazados. No se trata entonces de usar la
deuda como trope. Estoy quizás un paso más allá de eso, pensando en las relaciones
con un tiempo que puede ser concebido diferentemente en distintos registros. Es,
por ejemplo, como el caso de Ruby, que experimenta el pasado presente en un
sueño, que es una forma para ella, quizás, de poder estar con otros en ese duelo.
Volviendo a la primera pregunta de cuidado, deuda, mercado, Estado y reci-
procidad. Podemos pensar, por ejemplo, en Pierre Clastres (1978), y en el contraste
que él propuso entre un Estado –podemos decir moderno– y los que no viven
conectados, pero dejando de lado o suponiendo que es lo que es el Estado, sin
cuestionar cómo la misma política pública del Estado puede tener una vida total-
mente distinta en un barrio marginal. El trabajo aquí era pensar en ese margen
y ver cómo esas deudas –la deuda social, moral– pueden entenderse a partir de
distintos programas concretos que entran materialmente en la vida cotidiana de las
personas. Por ejemplo, en el hecho de querer o no dar testimonio para el informe
Valech, en una pastilla en los programas para tratar la depresión y los roces que
se produce dentro de la familia con cada uno de estos programas.
JO. En tu trabajo conectas compromisos entre vecinos, políticas públicas y las
deudas con tiendas y casas comerciales. Algo que me parece particularmente inte-
resante tiene que ver con el método. Quizás una forma de hacer esto, por ejemplo
pensando en otros tipos de antropología o en la literatura de los Estudios Sociales
de la Ciencia, podría haber sido seguir objetos que conecten estos diferentes tipos
de espacios. Por ejemplo, la pastilla antidepresiva misma que mencionaste recién.
Uno podría hacer una antropología del antidepresivo y seguir esa historia, desde
el laboratorio hasta el hospital, hasta el hogar, etc. Pero tú haces algo diferente.
No sé bien cómo decirlo, pero pareciera que tu método de análisis tiene que ver
con estudiar ausencias. Como lo que estudias son deudas, y no solo relaciones
u objetos actuales, se haría necesario interpretar qué es lo que se está debiendo,
lo que marca una determinada relación pero no está ahí de forma explícita. Por
ejemplo, en el caso de la mamá que había vivido en Argentina y luego vuelve, lo que
haces es desenredar qué es lo que sería para la hija la deuda de su madre ausente,
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Vol. XXVII / Nº 1 / enero-abril 2013 / 179-189

lo que es difícil de levantar, ya que no es algo que te respondan explícitamente.


En resumen, tu método de análisis no solo trataría de seguir objetos o relaciones
sino que también intenta hacerse cargo de lo que está implícito en las relaciones,
que serían deudas específicas. ¿Te parece así a ti también?
CH. La sombra de la relación misma, ¿no? Es como seguir el silencio, lo implí-
cito. Lo que yo no sé, pero trabajar con eso…
JO... que implica mucha más interpretación, porque tienes que tú desenredar
lo que está ausente al momento de contarlo.
CH. Claro. Es que yo creo que es algo que tiene también que ver con la ética
del antropólogo, porque la pregunta clave aquí es: ¿cómo hacer un trabajo, un
análisis, una interpretación, que no haga daño, que no sea violenta, que esté atenta
a lo que pueda estar pasando y a lo que no se puede hablar? Entendiendo, a su vez,
que hay una diferencia entre el habla, lo que uno puede expresar a través del habla,
y la voz humana, que puede quedar en el silencio. Yo creo que lo más difícil para
mí fue intentar seguir esa sutileza, ese silencio en la experiencia de esas personas.
Porque uno puede pensar en un estudio más, podemos decir empiricists, que
tendría que ver con lo que uno habla, y con cuántas personas están viviendo en
la casa, etc. Pero con los afectos, que son momentáneos, espontáneos, uno tiene
que tener mucho más cuidado. Entonces, eso fue para mí algo muy importante,
escribir algo donde te das cuenta de que hay algo más que está pasando. No es
llegar y decir: “ya, ok, tenemos esta familia nuclear que está viviendo aquí en esta
mediagua”. ¡Nada que ver! Hay que intentar entender los conceptos propios, y
también cuando las mismas personas no pueden o simplemente no quieren hablar
de algo, o no lo ven, porque están ciegos a una realidad.
Por ejemplo, en ese mismo capítulo sobre Leticia, hay diferentes interpretaciones
dentro de una familia, especialmente con esos hechos violentos que han pasado.
Entonces, la ética para mí era dar con esas interpretaciones. Yo no puedo decir qué
es la verdad ahí, pero sí puedo tratar de ver cómo se están creando o destruyendo
relaciones a partir de esa discusión. Es que trabajar con la subjetividad y trabajar
con personas, hacer un seguimiento antropológico con familias, no es algo que
uno tome como “ya, ya saqué mi información, ya está bien”. Tienes que vivir
con ellos y eso significa en la escritura que tienes que hacer todo lo posible, estar
atenta a lo que posiblemente puede estar pasando. A veces, cuando leo mi libro de
nuevo, siento ¡oh!, la escritura se siente como dispersa, difusa, pero es porque yo
estuve intentando acercarme a eso, a lo quizás más difícil de escribir, lo ausente,
las emociones, los afectos, el duelo.
JO. Otra cosa muy interesante del libro es que tampoco te quedas solo en la
vida doméstica. A veces lo que se espera de un antropólogo, o en general de un
184 | Reseñas
Entrevista de José Ossandón*

investigador cualitativo, es que sea alguien que entienda la subjetividad o las


prácticas de las personas y que complemente con ello la mirada más tradicional
de las políticas públicas. Pero tu libro no es una interpretación cualitativa de la
subjetividad de los actores marginales, sino que es la historia de un conjunto de
relaciones que incluyen a los actores que hacen las políticas públicas. Por ejemplo,
cuando narras una conversación con una persona de Chile Solidario y cómo ella
te explica que la ‘deuda con los pobres’ se ha transformado en una ‘deuda de los
pobres’ con el Estado. Entonces, lo que haces no es una antropología de la mar-
ginalidad o de la pobreza, en el sentido de estudiar lo que estaría más allá de lo
formal o institucional, si no que vas más allá…
CH. Es que eso yo creo que es lo potente de la antropología, es decir, no se
trata solo de “ya, vamos a recuperar la identidad de un barrio”. Sabemos que eso
está pasando en Chile, recuperación de barrios, una nueva ola de historia local;
entendiendo la identidad de un barrio para intervenir con políticas públicas,
etc., ¡que tiene muchos problemas! ¿Por qué? Porque nunca está cuestionando
el rol del Estado en su propio discurso. Entonces, aquí está el desafío. Yo creo
que la gran promesa de la antropología es justamente intentar escribir sobre los
conceptos que ¡surgen! desde la cotidianidad de esa población, que presentan
un argumento quizás más potente, más interesante, para el Estado mismo. Por
ejemplo, en el segundo capítulo sobre deuda social y don, más bien sobre gene-
rosidad cotidiana, ahí uno puede entender cómo en esas pequeñas generosidades
en la vida uno puede finalmente escuchar la voz de la justicia, que no es captada
por una política pública. Que no es captada por Piñera diciendo: “ya estamos
bajando la pobreza”, no. Yo creo que eso es lo potente de la antropología: llegar
a cuestionar ese discurso, y no solamente por mí, sino porque los conceptos ya
están en juego dentro de la población. Conceptos, recursos conceptuales diferentes
que se han ido generando en relación a la política pública, pero que presentan un
desplazamiento, algo diferente.
Por eso, cuando los movimientos estudiantiles salieron masivamente a la calle
yo me sentí tan bien, porque por tantos años he estado escuchando de muchos
académicos chilenos que “estamos viviendo una sociedad individualista”, “que los
movimientos sociales han muerto”, “muy antisocial”, que “el don murió”, “so-
ciedad atomizada”, “sociedad consumista”, etc., que no hay ninguna esperanza.
Pero durante todo este tiempo que he estado trabajando en las poblaciones, he
visto algo diferente, diferentes relaciones que permiten una generosidad cotidiana,
que permiten todavía confiar en la justicia. Cuando los movimientos estudiantiles
surgieron, yo sentí que esa cotidianidad fue la que dejó abierta una posibilidad,
algo abierto, una ventana. Y creo que a veces ese es el problema de ser académico.
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A veces estamos atrapados en nuestro discurso, estamos atrapados en comprobar


una teoría, pero cuando llegamos a la cotidianidad hay muchos más recursos para
pensar y, más que eso, para vivir.
Hacer trabajo en terreno, respetando los conceptos de los otros y de repente
viendo al otro como otro y no como yo… No soy yo el que está viviendo allá, es
el otro. Por lo tanto, yo tengo que intentar entenderlo, reconocerlo y eso es un
trabajo. Entonces, por eso, uno empezando ahí, trabajando en las poblaciones,
puede lograr entender y alcanzar diferentes recursos para lograr repensar el Estado.
Repensar y respetar, y, quizás, tener de nuevo una esperanza en la justicia.
JO. Con respecto al ‘otro’. Cuando oí de tu trabajo, una primera impresión o
prejuicio que tuve fue que sería difícil salir de una posición de exoticismo, una
estudiante de doctorado de Harvard que viene a hacer su investigación de terreno
a una población en Santiago. Sin embargo, leyendo el libro, queda claro que ge-
neraste una relación; que, como explicas, no niega la distancia (te llaman ‘gringa’,
etc.), pero que logra un nivel de intimidad y cercanía impresionante. Diferente
parece ser el caso cuando los ‘nativos’ ya no son las personas con que viviste sino
que los que trabajan en el Estado. Por ejemplo, la persona de Chile Solidario que
ya mencionamos, pero también una psicóloga católica-esotérica, quienes aparecen
como exóticos. O sea, leyendo el libro uno se los imagina perfecto, no es que no
logres una descripción realista, pero pareciera que no te gustaron o te generaron un
rechazo. Con esto tu libro generaría una especie de doble espejo: los funcionarios
públicos reflejados en el testimonio de un antropólogo que los ve desde la posición
de su terreno. Algo así como ‘exotizar’ al Estado, lo que genera una posición muy
novedosa respecto del Estado mismo, que es desde donde generalmente se hacen
los estudios sociales sobre la pobreza. ¿Cómo lidiaste con esto?
CH. Creo que esto depende del lugar o sector, y de quién esté trabajando ahí.
Porque, a partir de la municipalización, quién y cómo se hace la política pública
cambia mucho en cada municipalidad. Pero, ok, así es; ellos, a quienes mencionas,
aparecen como los monstruos del libro. Aunque creo que, por lo menos con la
psicóloga, intenté mostrar que ella también estaba preocupada de lo que estaba
haciendo, pero que también tenía un problema de competencias. Es decir, ¿era
ella una psicóloga competente para estar trabajando en la población? Yo creo
que es una pregunta. Pero, claro, a veces también me siento un poco incómoda
con esa caracterización de los actores del Estado, pero esto también tiene que ver
con el proyecto que estoy realizando ahora acá en Santiago. Porque, trabajando
más cercanamente con gente dentro de la misma municipalidad, ahora en San
Joaquín, te das cuenta de que hay varias personas que tienen diferentes perspec-
tivas sobre la violencia estructural, sobre la población La Legua, etc. O, en la
186 | Reseñas
Entrevista de José Ossandón*

misma La Pincoya, siempre hay también relaciones de confianza o de pituto, en


la misma ‘muni’.
Durante el tiempo que estuve haciendo trabajo en terreno para el libro, yo estuve
viviendo en La Pincoya, estuve compartiendo mucho con la gente y, puntualmente,
fui a una entrevista en la municipalidad. Y yo creo que también eso produce un
poco de estereotipo. Pero también fue mala suerte que me tocó hablar con una
persona que tenía esa perspectiva [que describía a los pobres como ignorantes que
deberían estar agradecidos de los beneficios del Estado]. Pero, por otro lado, yo
creo que es importante que los lectores sepan que hay un discurso que existe sobre
la pobreza. Y ese discurso, cuando es actualizado en una oficina, también tiene
consecuencias que van mucho más allá de una sola persona. Porque yo he escuchado
varias veces –y creo que es algo que ya tiene su peso– que “la gente en las pobla-
ciones necesita educación”, “hay que educarlos”, “hay que capacitarlos, educarlos
para que sepan sus derechos”, casi para que sepan cómo llegar a ser humanos. Y
esa visión, que muchos tienen, es una manera de deslegitimizar y de no reconocer
el conocimiento del otro, y de no mirar en el espejo por qué necesito saber o por
qué la gente de la población necesitaría educación para ser humano. Entonces,
puede ser que ese actor del Estado salga un poco estereotipado en el libro, pero
hay un problema ahí, de un discurso sobre la pobreza y sobre la gente que vive en
las poblaciones, en el que se cree que todo se va a solucionar si esa misma gente es
educada y puede entrar a un mainstream. Yo, en cambio, tengo ese compromiso,
porque he estado trabajando en poblaciones y no sentada en las oficinas solamente
mirando las políticas públicas propuestas por el Ministerio de X.
JO. Creo que este es un libro triste. Quizás porque son historias contadas desde los
afectos, lo que hace a la lectura emocional. Pero sobre todo porque la historia de La
Pincoya se cuenta como una historia de un futuro truncado. Pareciera que antes de
la dictadura la forma de ver las cosas desde la población tenía mayor reconocimiento
fuera de la población. Pero luego viene la dictadura y luego la vuelta a la democracia,
que si bien se enmarcó como un intento de pagar la ‘deuda social’ o de los derechos
humanos, ha terminado con los mismos habitantes de La Pincoya endeudados con
el Estado y sus políticas sociales y con las casas comerciales. Esto finalmente aparece
como una injusticia que, quizás en el sentido del libro reciente de David Graeber
(2011), se puede ver como la dimensión política de la deuda: de una deuda que en
vez de ser saldada se revierte presentando al otro como endeudado. ¿Te parece que
hay una historia truncada en La Pincoya? ¿Crees que contar esta historia truncada
pueda ayudar a producir justicia de otra forma? ¿Sientes, de esta forma, que hay
un rol más político en tu libro, y más propiamente en la antropología, de ayudar a
redefinir las condiciones de las deudas que estás narrando?
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CH. Con respecto a la historia cortada en La Pincoya, fue así para mucha gente.
Una historia cortada, un futuro proyectado pero cortado, que tiene que ver con
esa decepción. Entonces es una de las preguntas: ¿cómo vives con esa decepción,
desilusión, todos los días? Y, a pesar de eso, cómo creas o logras una cotidianidad
con otros, un convivir con otros, a pesar de eso o a través de eso…
Pensando en la política del libro... La pregunta del libro es ¿cómo podemos estar
presentes ante el otro y no endeudados? Yo creo que el libro crea –ojalá- o establece
un espacio de crítica en la política pública. Una crítica posible por haber trabajado
en la población, por tener un compromiso con la gente de la población. No decir
que otro mundo no es posible, pero, sin una crítica o espacio para la crítica, no es
posible pensar en otro mundo. La política del libro es crear un espacio de crítica
por el trabajo en terreno que presenta preguntas tales como: ¿cómo vivir con esa
desilusión? Y no como encajarlo “ya, es la decepción, desilusión del mundo, etc.”,
porque igual la vida sigue. Y quizás, de un modo más específico, la política del
libro en la academia chilena es llamar a los antropólogos a que vuelvan a trabajar
con la gente.
JO. Para ir terminando. Recién conectaste endeudado y presente, que a su vez
suena a don. Leyendo el libro me quedó la sensación de que la deuda es inevitable.
Siempre estamos en relaciones de deuda, con nuestros padres, vecinos, el Estado,
las tiendas, quien sea. Y que lo que hace la etnografía en este contexto es contar
estas deudas juntas. Pero, a su vez, para contar las deudas se necesita tiempo.
Paciencia. Hay ahí una ética de la reconstrucción, ya que solo con mucho tiempo
y paciencia podrás entender al menos parte de lo que estás estudiando. Lo que
no vi en el libro fue una tensión entre deuda y presente. Pero ahora, conversando,
me queda la duda de si es así, o si quizás ves una tensión entre el ‘presente’ o ‘dar
presente’, que mencionas, y la deuda como dos formas de relación en disputa.
CH. La pregunta es ¿cómo estar presente ante el otro?, es decir, cómo no caer o
caer en el olvido, en un olvido cotidiano. Eso pasa todos los días con nosotros. Por
ejemplo, cuando decimos “yo tengo tantos compromisos”, o estoy corriendo de allá
para acá, pero no llamo a mi amiga aunque sé que su hijo esté muriendo de cáncer,
¡no la llamo! El olvido cotidiano es así, en repeticiones, en hábitos. Pero estar presente
ante el otro es otra cosa, es estar atento. Por ejemplo, en ese capítulo sobre la gene-
rosidad, puede ser que “hoy día cacho que no está bien mi vecino”, pero al otro día
“no lo cacho, porque yo estoy tan inundada en mis problemas” que no puedo, estoy
ciega ahora. Entonces, estos pequeños logros de cachar que la vecina no está bien y
hacer algo para que ella esté un poco mejor, protegiendo su propia dignidad, es estar
presente ante el otro. Pero eso no crea una obligación. De hecho es su opuesto: es
mantener la dignidad de esa persona, proteger su dignidad –sin llamar la atención–,
188 | Reseñas
Entrevista de José Ossandón*

pues yo veo que no está bien. Entonces, el ‘presente’ en este libro no es solamente el
presente de hoy en día, el momento contemporáneo en que estamos viviendo, sino
que es este ‘logro de estar presente ante el otro’. Si hacemos un juego de palabras,
sería un presente presente que es algo diferente del don o la reciprocidad…
JO. Pero quizás sí se podría asociar con el don que no genera reciprocidad. Con
el regalo límite, como lo discute Derrida (1992), que sería el regalo que no se nota
¿no?, aquel que no obliga porque es invisible.
CH. Sí, que evita esa obligación. Por eso yo estuve luchando tanto con la
literatura sobre el don, y que he desarrollado más en un artículo posterior (Han,
en prensa) que es más sólido, creo, porque cuando salió el libro yo estaba como
a medio camino. Pero llegué al punto de pensar que la literatura del don no me
estaba ayudando. Me sentía atrapada por esa temporalidad del don. Pero para
entender esa generosidad, o recibir esa generosidad en mi escritura, necesitaba
reorientarme hacia el tiempo, es decir, ¡este presente es ahora!
Tu pregunta levanta a su vez la cuestión sobre cómo la filosofía se puede re-
lacionar con la antropología. O cómo es que la antropología es amistosa con –o
encuentra amigos en– la filosofía. Mi trabajo intenta preguntar cómo podemos
prestar atención a lo cotidiano y encontrar amigos filosóficos en ese giro, en vez
de violentar lo cotidiano en la búsqueda de un argumento filosófico sobre, por
ejemplo, la metafísica del don o la deuda. Lo que es cada vez más claro para mí es
que el asunto principal en mi discusión sobre el don es la forma en que la priva-
ción es reconocida. En el momento en que empecé a pensar en todo lo que estaba
ocurriendo al mismo tiempo –ese tiempo vertical–, me di cuenta de que me estaba
enfrentando a la forma como los otros esconden o actúan con tal de conservar la
dignidad de sus vecinos. Por lo tanto, el punto acá no es tanto delinear la fuerza
de la obligación, sino considerar la forma, el estilo en que se dona. Y es el estilo lo
que protege la dignidad de los otros, el respeto a sí mismo (Das, 2012).
Una tendencia evidente en el trabajo antropológico y sociológico sobre los
efectos del liberalismo tardío y del neoliberalismo en Chile y el mundo, es en-
frentarse al ‘pobre’ en términos de abandono y como una categoría homogénea.
El tejido fino de la vida social es así eclipsado por servir al argumento mayor. Y en
estos argumentos la dignidad adquiere un tono atronador y se asume entendida
de antemano. Pero, nos podemos preguntar: ¿cómo es que estos trabajos se hacen
cargo de la vida del otro como ilustraciones de sus teorías? Y, al mismo tiempo:
¿qué tipo de trabajo involucra relacionarse con la vida del otro en la etnografía y
si acaso esto podrá ser un tipo de trabajo ético?
JO. ¿Incluso, entonces, si pensamos en términos de Bourdieu (1977), quien
entendió el don temporalmente?
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CH. Es que es otro tiempo, otra temporalidad. Estamos hablando del presente-
presente…, de una temporalidad totalmente vertical. No estamos hablando de
una temporalidad que va a través de un tiempo empírico. Y la otra parte de eso
–y quizás lo más importante– es que todo ese ‘estar presente ante el otro’ no es
algo seguro. No es que uno pueda contar con eso. Siempre está en el registro de
la incertidumbre, porque puede ser que en este momento yo no esté disponible
–podríamos decir– a estar presente para ti.
Entonces, cuando llegamos al argumento sobre la justicia, no estoy hablando
de una justicia popular, no estoy hablando de una justicia de movimientos sociales.
Justicia es mucho más amplia, justicia aquí es –como digo en… no sé si sale en
el capítulo, pero en el otro paper que estoy escribiendo sobre esto– ‘una llamada
de la actualidad y una respuesta a la actualidad’, ¡es una pregunta viva! Entonces,
no es que uno pueda decir que “ya, la justicia es x”, ¿no? o “podemos medir la
justicia”. Es una pregunta viva para la gente, por eso mueve, es algo animado.
Pensar en estar presente ante el otro y esa incertidumbre me permite pensar en
una justicia que no es solamente captada por los movimientos sociales o la gran
teoría del cambio social. Me permite llegar a la justicia por la cotidianidad, por
ese como chiste chiquitito de generosidad que dejó abierta todas las posibilidades
para los movimientos estudiantiles, ¡eso! [risas].
JO. Perfecto, muy buen cierre.

Referencias bibliográficas

Bourdieu, P. (1977). Outline of a Theory of Practice. Cambridge: Cambridge University Press.


Clastres, P. (1978). La sociedad contra el Estado. Barcelona: Monte Ávila Editores.
Das, V. (2012). Ordinary Ethics. En D. Fassin (ed.), A Companion to Moral Anthropology
(pp. 133-149). West Sussex: John Wiley & Sons, Inc.
Derrida, J. (1992). Given Time. I. Counterfeit Money. Chicago: University of Chicago Press.
Graeber, D. (2011). Debt: The First 5000 Years. New York: Melville House.
Han, C. (2012). Life in Debt. Times of Care and Violence in Neoliberal Chile. Los Angeles:
University of California Press.
(en prensa). Difficulty of kindness: Boundaries, time, and the ordinary. En Das, Singh,
Kleinman, and Jackson (eds.), Anthropology and Philosophy: Affinities and Antagonisms.
Durham: Duke University Press.
REVISTA PERSONA Y SOCIEDAD
www.personaysociedad.cl

Normas de publicación
La revista Persona y Sociedad, de periodicidad cuatrimestral, tuvo su primer número en 1987, y desde
2010 es una publicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Alberto Hurtado. Persona
y Sociedad busca ofrecer un espacio de reflexión e investigación académica en el área de las distintas
disciplinas de las ciencias sociales, aportando a una interpretación y análisis científicos de la realidad
nacional, latinoamericana y mundial. Se dirige a un público especialmente académico, tanto profesores
como estudiantes, interesados en las ciencias sociales y humanidades.
Con el fin de garantizar la calidad de los trabajos presentados, ellos serán sometidos a un proceso
de arbitraje anónimo llevado a cabo por expertos externos a la Universidad Alberto Hurtado, así como
ajenos a los comités editoriales nacional e internacional. Se trata de un proceso de revisión por pares
académicos especialistas bajo la modalidad doble ciego. Estos árbitros cumplen con la paridad acadé-
mica necesaria. Una vez recibidos los artículos y comprobando que se cumplen los requisitos formales
básicos (número de palabras, palabras claves, bibliografía, normas APA), se envía a dos árbitros un
formulario de evaluación estándar, el que debe ser completado. Los árbitros tienen tres posibilidades:
a) aprobar el artículo sin modificaciones; b) aprobarlo con modificaciones; c) rechazarlo. En caso que
no haya acuerdo entre los árbitros, esto es que uno de ellos apruebe el artículo (sea con o sin modifica-
ciones) y otro lo rechace, se recurre a un tercer árbitro, sin que tenga conocimiento de las evaluaciones
anteriores, el que resolverá la discrepancia.
El proceso completo de edición, evaluación y aprobación tarda aproximadamente seis meses. Los
trabajos deben estar escritos en español y ser inéditos. Se privilegiarán especialmente artículos que sean
resultado de investigación científica, indicándose en cada caso el número del proyecto y/o la fuente
principal de financiamiento. Asimismo, los artículos no deben estar en proceso de evaluación en otra
revista en forma simultánea. Con tal finalidad, cada autor deberá firmar una carta en donde se señale la
originalidad del artículo y se cedan los derechos de publicación.
Además de estos artículos, la Revista acepta para su publicación reseñas bibliográficas, según se
indica más adelante.
Los académicos interesados en enviar artículos o reseñas para su publicación en Persona y
Sociedad deben dirigirse a [email protected].

Presentación de artículos
Cada autor deberá enviar su artículo en un archivo y sus datos personales en un archivo separado, evi-
tando cualquier identificación del autor en el archivo que contiene el artículo. La identificación del au-
tor debe señalar: grado académico y universidad de obtención del grado, afiliación institucional, ciudad,
país y correo electrónico. En el artículo no debe señalarse la identificación del autor.
Los artículos deben tener una extensión mínima de 5.000 palabras y 10.000 como máximo (inclui-
das notas, anexos y bibliografía). Deben estar escritos en formato Word (.doc), en letra Times New Ro-
man 12, interlineado simple, tamaño carta. En la primera hoja del artículo debe señalarse lo siguiente:
• Título en español e inglés
• Resumen de 150 a 200 palabras, en español e inglés
• Indicación de 5 palabras clave, en español e inglés
Todos los artículos deben tener una introducción, un cuerpo central y una conclusión, que deben distin-
guirse del resto del texto, mediante un subtítulo. Se recomienda usar notas a pie de página, y no al final
del artículo, y únicamente para observaciones sustantivas, limitando su extensión. Se rechazarán las
notas que solo contengan referencias bibliográficas.
Todas las expresiones o palabras en otros idiomas deben escribirse en cursiva. Los números del cero al
nueve van en letras; el resto en numerales. Aquellos que superen los cuatro dígitos deben ir separados con
puntos donde corresponda. Los siglos deben ir en números romanos. La hora se designa en horario de 24
horas y separadas con dos puntos las horas de los minutos (ejemplo 18:30 horas).
Además del texto, solo se aceptarán cuadros, figuras y gráficos, los que deben contener un título y la
fuente respectiva; deben explicarse por sí mismos y no incluir abreviaturas. Estos deben estar enumerados
correlativamente, utilizando números arábigos, con una numeración propia (por ejemplo: Gráfico Nº 1,
Gráfico Nº 2, Cuadro Nº 1, Cuadro Nº 2, Figura Nº 1, Figura Nº 2, y así sucesivamente). En caso de que los
cuadros, figuras y/o gráficos hayan sido elaborados por el autor, en la fuente debe indicarse ‘elaboración
propia’. Solo se aceptarán cuadros, figuras y gráficos que estén en negro o en escala de grises; no se acep-
tarán en colores. Cuadros y gráficos deben estar insertos en el documento Word. Con la denominación
‘figura’ se incluyen mapas, dibujos, esquemas y fotografías, los que deben estar insertos en el documento
Word con formato JPG, con una resolución mínima de 300 DPI.
Los artículos que no cumplan con los requisitos detallados en estas normas de publicación serán devuel-
tos a sus autores.

Presentación de reseñas
Se aceptan reseñas bibliográficas destinadas a analizar publicaciones que contengan un interés científico
y académico en el área de las ciencias sociales. Las reseñas deben indicar el nombre completo del libro en
comento, incluyendo año, editorial, ciudad de publicación y número total de páginas. Las reseñas deberán
contener entre 1.000 y 2.000 palabras.

Referencias bibliográficas
Las referencias bibliográficas de los artículos deben presentarse en la sección correspondiente, al final del
texto. Todas las referencias citadas en el texto deben estar listadas en esta sección en orden alfabético. El
sistema bibliográfico a utilizar es el de la American Psychological Association (APA), simplificadas y adap-
tadas para su uso en español. Para más información sobre las normas APA se puede consultar la página
oficial de APA Style: http://www.apastyle.org/
Lista de chequeo de artículos para revista Persona y Sociedad Sí No
¿El artículo tiene una extensión de entre 5.000 y 10.000
Extensión
palabras?

Título en español  
Título en inglés  

Resumen en inglés 150 a 200 palabras

Resumen en español 150 a 200 palabras

5 palabras clave en
español

5 palabras clave en
inglés  
¿Tienen todas las citas en el texto el apellido del autor, el
Citas en el texto
año de publicación y las páginas citadas?

¿Presenta el trabajo una estructura, con introducción,


Estructura del texto
desarrollo y conclusiones o consideraciones finales?

¿Están las referencias bibliográficas al final del texto,


Referencias ordenadas alfabéticamente?
bibliográficas
¿Están ajustadas a las normas APA?
¿Tienen todos los cuadros, tablas, figuras y gráficos los
títulos y fuentes, y están ordenados correlativamente en
Cuadros, figuras y números arábigos, utilizando una numeración propia?
gráficos
¿Están los cuadros, tablas, figuras y gráficos presentados
en negro o en escala de grises?
Autor(es), afiliación
institucional, ciudad, ¿Están estos datos completos?
país, correo electrónico
REVISTA PERSONA Y SOCIEDAD
www.personaysociedad.cl

Guidelines for publication


The first issue of Persona y Sociedad, a magazine published every four months, appeared in 1987 and since
2010 it is a publication of the Faculty of Social Sciences of the Alberto Hurtado University. This magazine
seeks to offer a space for reflection and academic research in the different areas of concern of the social
sciences, contributing to an interpretation and scientific analysis of national, Latin American and global
reality. It is addressed to a particular academic public, both teachers as well as students that are interested
in social sciences and the humanities.
In order to guarantee the quality of the works presented, these will be submitted to a process of anon-
ymous arbitration carried out by experts from outside the Alberto Hurtado University and who are also
unrelated to national and international editorial boards. This is a revision process executed by specialized
academic peers under the double-blind mode. These arbiters meet the necessary academic parity. Once the
articles are received and their compliance with basic formal requirements has been verified (number of
works, key words, bibliography, APA standards), a standard evaluation form is sent to two arbiters for them
to complete. At the same time, the arbiters have three possibilities:
• Approve the article without modifications;
• Approve it with modifications;
• Reject it.
If there is no agreement between the arbiters, i.e., one of them approves the article (with or without
modifications) and the other rejects it, a third arbiter will be approached who will have no knowledge of the
previous evaluations and will resolve the discrepancy.
The complete process of editing, evaluation and approval takes approximately six months. The works
must be written in the Spanish language and be unpublished. Special prerogatives will be given to articles
that are the result of scientific research, indicating, in each case, the number of the project and/or the
principal source of financing. Also, the articles must not be undergoing an evaluation process in another
magazine at the same time. To this end, each author must sign a letter in which the originality of the article
is indicated and publication rights are assigned.
In addition to these articles, the magazine accepts book reviews for publication, as indicated below.
The academicians interested in sending articles or reviews for publication in Persona y Sociedad must
write to [email protected]

Presentation of articles
Each author must send his article in a file and with his personal information in a separate file, avoiding
any identification of the author in the file that contains the article. The identification of the author must
indicate: academic degree and university where degree was obtained, institutional affiliation, city, country
and e-mail. The author’s identification must not be indicated in the article.
The articles must have a minimum length of 5,000 words and a maximum of 10,000 (including notes,
annexes and bibliography). They must be written in Word (.doc) format, in Times New Roman 12 font, single
space, letter size. The following must be stated on the first sheet of the article:
• Title in Spanish and English
• Summary of 150 to 200 words, in Spanish and English
• Indication of five key words in Spanish and English
All the articles must have an introduction, a central body and a conclusion that must be distinguished
from the rest of the text by means of a subtitle. We recommend the use of footnotes and not endnotes, and
only for substantive comments, limiting their length. The notes that only contain bibliographic references
will be rejected.
All expressions or words in other languages must be written in italics. Numbers from zero to nine go in
letters; the rest in numbers. Those that exceed four digits must be separated with commas where appropria-
te. The centuries must be written in Roman numerals. The time will be given in a schedule of 24 hours and
the hours will be separated from the minutes by a colon (example 18:30 hours).
In addition to the text, tables, figures and graphs will only be accepted if they have a title and the
respective source; they must be self-explanatory and not include abbreviations. These must be numbered
correlatively, using Arabic numbers, each with their own numbering (for example: Graph N° 1, Graph N° 2,
Table N° 1, Table N° 2, Figure N° 1, Figure N° 2, and so on). If the tables, figures and/or graphs have been
prepared by the author, the source must indicate ‘own preparation’. Only the tables, figures and graphs that
are in black or in shades of gray will be accepted; they will not be accepted in colors. The tables and graphs
must be inserted in the Word document. The word ‘figure’ includes maps, drawings, sketches and photogra-
phs that must be inserted in the Word document with JPG format, and a minimum resolution of 300 DPI.
The articles that do not comply with the requirements detailed in these guidelines for publication will
be returned to their authors.

Presentation of reviews
Book reviews that analyze publications that contain a scientific and academic interest in the field of social
sciences will be accepted. The reviews must indicate the complete name of the book being commented on,
including year, publishing house, city of publication and total number of pages. The reviews must contain
between 1,000 and 2,000 words.

Bibliographic references
The bibliographic references of the articles must be presented in the respective section, at the end of the
text. All the references quoted in the text must be listed in this section in alphabetical order. The bibliogra-
phic system to be used is that of the American Psychological Association (APA), simplified and adapted for
use in the Spanish language. For more information on the APA norms, please consult the official page of
APA Style: http://www.apastyle.org/.
Checklist of Articles for Persona y Sociedad magazine Yes No
Does the article have a length between 5,000 and 10,000
Length
words?
Title in Spanish  
Title in English  
Summary in English 150 to 200 words
Summary in Spanish 150 to 200 words
Five keywords in
Spanish
Five keywords in English  
Do all the quotations in the text have the author’s
Quotations in the text
surname, the year of publication and the pages quoted?
Does the work present a structure, with introduction,
Structure of the text
development and conclusions or final considerations?
Are the bibliographical references at the end of the text
Bibliographical and in alphabetical order?
references
Are they adjusted to APA norms?
Do all the tables, figures and graphs have the titles and
sources and are they ordered consecutively in Arabic
Tables, figures and numerals, using an own numbering?
graphs
Are the tables, figures and graphs presented in black or
in shades of gray?
Author(s), institutional
affiliation, city, country, Is this information complete?
e-mail
F A C UL T A D issn 0716-730X versión impresa
DE CIENCIAS issn 0719-0883 versión electrónica
S O C I ALE S volumen x x vII / nº 1 / enero-abril 201 3

DOSSIER. Etnografía y acción colectiva

Persona y Sociedad
Persona y Sociedad es una revista cuatrimestral de la Universidad

Alberto Hurtado que publica artículos en el área de las ciencias Participación ciudadana e incidencia política: estudio del caso
Barrancones / Matilde Spoerer
sociales desde 1987. Su misión es ofrecer un espacio de encuentro,
El saber del roto chileno. Registros de conocimiento
análisis y reflexión científica y académica en torno a las relacio-
y expertise en una organización vecinal de Santiago de Chile /
nes entre sociedad, persona, ética y territorio. Esto compromete a Eduardo Canteros

diversas disciplinas y áreas del pensar humano, referidas a la La dimensión afectiva en el compromiso ciudadano /
Consuelo Biskupovic
interpretación y análisis científico de la realidad nacional, la-
¿Qué es la etnografía? Debates contemporáneos. Primera parte.
tinoamericana y mundial. El espectro de temas que cubre la
Arraigamientos, operaciones y experiencias del trabajo de campo /
revista implica que Persona y Sociedad promueve un enfoque Daniel Cefaï

multidisciplinario, de modo de facilitar el diálogo entre las dis- Acción colectiva y desocupación: un estudio en clave etnográfica
de dos movimientos de trabajadores desocupados en Argentina /
tintas áreas de conocimiento de las ciencias sociales. Nuestra
Pía Rius
revista está dirigida a un público interesado en adquirir un sa-
OTROS ARTÍCULOS
ber relacionado con los hechos principales que caracterizan a

nuestra sociedad contemporánea, lo que incluye a académicos, A 100 años de Totem y tabú. Acerca del aporte del psicoanálisis a
las ciencias sociales / Mariano Salomone
estudiantes, investigadores y en general personas dedicadas a

estos temas. RESEÑAS

Para una etnografía del silencio y del logro de estar presente


ante el otro. Una entrevista con Clara Han / Entrevista de José
Ossandón

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