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San Franciso de Asís.

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Colegio Particular Mixto Católico Nuestra Señora de La Esperanza “CONSE”

Alumno: Fredy Alejandro López Juárez.

Catedrática:

Catedra:

Grado: 6to. Perito Contador.

Ciclo Escolar: 2022.


Introducción

San Francisco fue un santo que vivió tiempos difíciles de la Iglesia y la


ayudó mucho. Renunció a su herencia dándole más importancia en su vida a
los bienes espirituales que a los materiales. Francisco nació en Asís,
Italia en 1181 o 1182. Su padre era comerciante y su madre pertenecía a una
familia noble.
Cuando tenía cerca de 19 años de edad, antes de su conversión, se unió al Ejército y
luchó en una guerra que se libró entre las ciudades de Perugia y Asís. Fue prisionero
durante un año, pero finalmente fue liberado ileso. De acuerdo con los relatos, fue en un
viaje a Apulia, en 1205, mientras marchaba a pelear, cuando durante la noche escuchó una
voz que le recomendaba regresar a Asís. Y así lo hizo.
Desde ese momento, Francisco comenzó a cambiar su actitud, convirtiéndose en
más pacífico, reflexivo y con desapego a lo terrenal. Esa transformación tuvo su punto
cumbre cuando convivió con los leprosos, a quienes por ese entonces se consideraba difícil
de mira
San Francisco de Asís
Religioso y místico italiano, fundador de la orden franciscana. Casi sin
proponérselo lideró San Francisco un movimiento de renovación cristiana
que, centrado en el amor a Dios, la pobreza y la alegre fraternidad, tuvo un
inmenso eco entre las clases populares e hizo de él una veneradísima
personalidad en la Edad Media. La sencillez y humildad del pobrecito de Asís,
sin embargo, acabó trascendiendo su época para erigirse en un modelo
atemporal, y su figura es valorada, más allá incluso de las propias
creencias, como una de las más altas manifestaciones de la espiritualidad
cristiana.
Hijo de un rico mercader llamado Pietro di Bernardone, Francisco de Asís
era un joven mundano de cierto renombre en su ciudad. Había ayudado
desde jovencito a su padre en el comercio de paños y puso de manifiesto
sus dotes sustanciales de inteligencia y su afición a la elegancia y a la
caballería. En 1202 fue encarcelado a causa de su participación en un
altercado entre las ciudades de Asís y Perugia. Tras este lance, en la
soledad del cautiverio y luego durante la convalecencia de la enfermedad
que sufrió una vez vuelto a su tierra, sintió hondamente la insatisfacción
respecto al tipo de vida que llevaba y se inició su maduración espiritual.

Del lujo a la pobreza


Poco después, en la primavera de 1206, tuvo San Francisco su primera
visión. En el pequeño templo de San Damián, medio abandonado y
destruido, oyó ante una imagen románica de Jesucristo una voz que le
hablaba en el silencio de su muda y amorosa contemplación: "Ve,
Francisco, repara mi iglesia. Ya lo ves: está hecha una ruina". El joven
Francisco no vaciló: corrió a su casa paterna, tomó unos cuantos rollos de
paño del almacén y fue a venderlos a Foligno; luego entregó el dinero así
obtenido al sacerdote de San Damián para la restauración del templo.

Esta acción desató la ira de su padre; si antes había censurado en su hijo


cierta tendencia al lujo y a la pompa, Pietro di Bernardone vio ahora en
aquel donativo una ciega prodigalidad en perjuicio del patrimonio que
tantos sudores le costaba. Por ello llevó a su hijo ante el obispo de Asís a
fin de que renunciara formalmente a cualquier herencia. La respuesta de
Francisco fue despojarse de sus propias vestiduras y restituirlas a su
progenitor, renunciando con ello, por amor a Dios, a cualquier bien
terrenal.
A los veinticinco años, sin más bienes que su pobreza, abandonó su ciudad
natal y se dirigió a Gubbio, donde trabajó abnegadamente en un hospital
de leprosos; luego regresó a Asís y se dedicó a restaurar con sus propios
brazos, pidiendo materiales y ayuda a los transeúntes, las iglesias de San
Damián, San Pietro In Merullo y Santa María de los Ángeles en la
Porciúncula. Pese a esta actividad, aquellos años fueron de soledad y
oración; sólo aparecía ante el mundo para mendigar con los pobres y
compartir su mesa.

La llamada a la predicación
El 24 de febrero de 1209, en la pequeña iglesia de la Porciúncula y
mientras escuchaba la lectura del Evangelio, Francisco escuchó una llamada
que le indicaba que saliera al mundo a hacer el bien: el eremita se convirtió
en apóstol y, descalzo y sin más atavío que una túnica ceñida con una
cuerda, pronto atrajo a su alrededor a toda una corona de almas activas y
devotas. Las primeras (abril de 1209) fueron Bernardo de Quintavalle y
Pedro Cattani, a los que se sumó, tocado su corazón por la gracia, el
sacerdote Silvestre; poco después llegó Egidio.

San Francisco de Asís predicaba la pobreza como un valor y proponía un


modo de vida sencillo basado en los ideales de los Evangelios. Hay que
recordar que, en aquella época, otros grupos que propugnaban una vuelta
al cristianismo primitivo habían sido declarados heréticos, razón por la que
Francisco quiso contar con la autorización pontificia. Hacia 1210, tras
recibir a Francisco y a un grupo de once compañeros suyos, el
papa Inocencio III aprobó oralmente su modelo de vida religiosa, le concedió
permiso para predicar y lo ordenó diácono.
Conclusión

Después de reconstruir varias iglesias, se presume que recibió su verdadera misión el 24 de


febrero de 1208, cuando escuchó estas palabras del Evangelio: “No lleven monedero, ni
bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos… (Lc., 10)”. De esta forma, pasó a
tener una vida austera.

Francisco predicaba y pedía la pobreza. Comenzó la expansión de su mensaje evangélico en


varios lugares del mundo. Murió en su ciudad natal, Asís, en 1226.

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