El Caso de Pedraza
El Caso de Pedraza
El Caso de Pedraza
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habitantes viven en una pobreza que algunos piensan que sólo se ve en Chocó.
Para muchos, es el pueblo más atrasado y marginal del Magdalena.
La violencia contra las mujeres es un mal con altos índices en esta población,
asociados al factor del desespero y la desesperanza del hombre por buscar la
comida de la familia, llegando a niveles extremos de frustración.
En las familias se presenta índices de violencia contra las mujeres en el 68 % de
los hogares.
Ni la riqueza de las ciénagas vecinas ni de sus pastizales y huertas han servido
para darle, aunque sea un toque de progreso. Las únicas calles pavimentadas
son las que circundan la pequeña plaza, construida en 1954 en memoria del
primer año de gobierno del general Rojas Pinilla. La otra calle pavimentada es
la que lleva a los otros corregimientos, y que fue realizada con recursos del Plan
Colombia. “Allá sí que hay pobreza y la gente la pasa mal”, dice una de las
líderes cívicas del pueblo, como si el infierno dejara de serlo por tener un lugar
con uno o dos grados menos de temperatura.
El único empleador de Pedraza es la Alcaldía. Las otras fuentes son inciertas:
trabajar en una finca, pescar, cultivar o trabajar en una lancha en el río.
También es común ver como las niñas y los niños preadolescentes y
adolescentes viajan a Santa Marta y al Rodadero turístico, a ofrecer sus cuerpos,
sometiéndose a una evidente y deshonrosa explotación sexual infantil, en la que
muchos padres son complacientes en estas actividades, solo por el afán de
conseguir un poco de dinero. Así de terrible es la situación de pobreza de esta
población. Los indicadores muestran que el 45 % de las niñas entre los 11 y 16
años padecen de explotación sexual. Esta situación de desespero induce a los
niños en muchísimos casos a iniciarse en el problema de la drogadicción infantil
y juvenil, obligados inclusive por los turistas extranjeros que llegan en
búsqueda de nuevas Y fuertes sensaciones. Del grupo de niñas que son
sometidas a la explotación sexual infantil (45% de las niñas de la población), el
90 % expresa haber experimentado con drogas iniciándose en el nefasto mundo
de la drogadicción.
Muchos de los jóvenes que se resisten al trabajo infantil y al sometimiento de
los padres a la explotación sexual infantil, terminan asociándose a grupo de
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delincuencia juvenil que viven al margen de la ley. Es como si la vida en
Pedraza no les diera más alternativas que estas. Los índices demuestran que el
66% de los jóvenes han participado de encuentros y actividades relacionadas
con la delincuencia juvenil.
“La pesca anda mala, y sólo hasta ahora, cuando el río volvió a bajar, se pudo
cultivar maíz y yuca. El año pasado y este perdimos los cultivos, y aquí no llegó
ninguna ayuda de las que ofreció el doctor señor de Agricultura”, dice
Oswaldo, mientras arregla su red en el patio de la casa. A su lado está su nieta
menor, que de un momento a otro dejó de caminar y ahora pasa el día en un
caminador, viendo a los puercos buscarse la comida en el barro del patio o de
las calles. “La han visto varios especialistas, pero no saben qué tiene. Ojalá el
gobierno nos ayudara con niños así. Aquí nadie nos ayuda”, dice María del
Rosario Barrios, esposa de Oswaldo. Ella, a sus 44 años, lleva 24 criando y
cuidando niños.
“Estamos como el forro de la picha, para atrás”, dice uno de los habitantes,
mientras otros culpan al Alcalde del abandono. El alcantarillado, que hay en
algunas manzanas no funciona. El vertedero final quedó contra una pequeña
colina, lo que hace que en invierno las aguas negras se devuelvan, rebosen las
tapas y circule en medio de las calles de barro. Algunas veces el olor es tan
penetrante, que causa el dolor de garganta colectivo que tienen los vecinos. Tan
grave es el asunto, que es difícil quedarse más de dos minutos para verificar las
denuncias.
El acueducto... pues “también se lo robaron”. Al tanque de almacenamiento
sólo llegaron los murciélagos, pero la planta de tratamiento, que se pagó hace
años, nunca llegó. El agua sale por las llaves como viene del Magdalena:
amarilla, con los sedimentos y desperdicios que le bota todo el país, aguas
arriba. Hay investigaciones, demandas y quejas, pero nada pasa. Y el
alumbrado público, que le daba algo de progreso a Pedraza, fue desmontado.
“Hay una cultura de no pagar, y en vista de que los habitantes no querían pagar
los 10 millones de pesos que valía al mes, hubo que suspenderlo. Si ni siquiera
pagan la luz de su casa, cómo van a pagar algo que consideran ajeno”, dice el
alcalde, Néstor Carlos Vega, quien ha tenido que luchar para sanear las finanzas
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del municipio. Cuando llegó al poder, en 2004, recibió deudas por 5.800
millones de pesos, con un presupuesto anual de 2.200. Tras pagar salud,
obligaciones y deudas, quedan 80 millones de pesos mensuales para atender
una población que en un 95 por ciento vive en la pobreza, según Planeación
Nacional.
Pedraza es la demostración viva del mito de Sísifo. Todos los días las personas
tratan de escalar la montaña del hambre y la pobreza. Pero al otro día, cuando
el ardiente sol llega al pueblo, el logro del día anterior se borra y comienza una
nueva jornada por el sustento. Viven en un círculo vicioso que muy pocos
rompen. Para agravar la situación, los problemas de embarazo en las niñas de
12, 13 y 15 años se han disparado, pues no hay “Programas de educación sexual
ni educación escolar mínima que nos ayude a cambiar este horizonte negro y
maléfico que avizoramos todos los días y con mayor gravedad y aumento de
estos casos”. En las escuelas no existe ningún programa ni el interés, el
conocimiento y la experiencia de ningún maestro que lleve a cabo esta labor.
Todos en el pueblo creen que la única forma de que Pedraza deje el abandono
es que llegue la ayuda del gobierno nacional: que les dé servicios públicos,
pavimente las calles, construya las casas, les dé estudios a los hijos, les ayude
con subsidios, con comida y que imponga algo de orden.
Ese es Pedraza, uno de los muchos pueblos de espaldas al progreso. Pero pese a
tantos problemas, algunos se enorgullecen de las últimas dos grandes obras del
pueblo: la remodelación del parque, que hoy ya no es fácil de ver, y una antena
de Comcel. Como dice Oswaldo, el pescador, “yo llevo 28 años en este pueblo y
nada ha cambiado”.