La Leyenda Del Charro Negro

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La leyenda del Charro Negro

Alberto Rodríguez David Israel


Cuando el sol comienza a esconderse y las gallinas trepan los árboles para
dormirse, las madres meten a sus hijos, las puertas de las casas son atrancadas y
los viajeros apresuran el paso mientras rezan. Nadie quiere encontrarse con el
Charro Negro.
Se trata de un ente que recibe el nombre por su vestimenta. Siempre que se
aparece, porta un elegante ajuar de charro color negro con detalles de oro o plata. 
Se le puede ver montado sobre su caballo: un gran animal cuyos ojos son dos
bolas de fuego que parecen hurgar en el alma de la víctima.
Adela era una joven despreocupada para su época, mientras las mujeres
permanecían en casa atendiendo a los hombres de su familia, ella prefería la vida
sin compromisos, vagaba ya entrada la noche en quien sabe donde, a pesar de la
preocupación de sus padres.
Una de tantas noches, se encontró en su camino con un hombre alto, de aspecto
elegante, de impecable traje negro compuesto por una chaqueta corta, una
camisa, un pantalón ajustado y un sombrero de ala ancha. 
Circulaba un lomo de un caballo enorme y de color azabache. Que impresionó a la
joven al instante por su gran porte, mirada elocuente y palabras cálidas.
Tras una amable conversación Adela decidió aligerar el viaje y consintió a montar
el caballo. 
En el justo instante que ella estuvo en el lomo del animal, este creció el doble de
su tamaño, ardiendo en llamas, le impidió el escape, al escuchar los gritos de
espanto de la joven, algunos salieron en su auxilio, solo para darse cuenta de que
ella era ya propiedad del Diablo, que en forma de charro negro cabalgaba todas
las noches por los alrededores de la Ciudad de México en busca de un alma
incauta que llevara a sus dominios.
Por ella no pudo hacerse nada, solo la vio arder en llamas sobre el caballo,
ahogándose en sus propios gritos de dolor y desesperación.
Nada malo puede decirse del Charro Negro si el viajero se limita a permitir su
compañía hacia su lugar de residencia; si se acerca el amanecer, se despedirá
cortésmente y se marchará lentamente, al igual que si el sendero que recorre lleva
a las cercanías de una iglesia.

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