5527d72c2404e-Abellan Joaquin, Nacion y Nacionalismo en Alemania (CC)
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JOAQUÍN ABELLÁN
ISBN: 9788430930005
INTRODUCCIÓN
La formación del Estado nacional alemán fue una de las muchas que
tuvieron lugar en Europa en los siglos XIX y XX, 4 pero presentó ciertas
peculiaridades derivadas, a su vez, de determinadas circunstancias históricas y
geográficas. Estas circunstancias plantearon especiales dificultades en el logro de
un Estado nacional alemán, que satisficiera simultáneamente a los propios
alemanes y a los demás Estados europeos.
El asociacionismo estudiantil
Dentro del desarrollo del patriotismo alemán en los años de las guerras de
liberación y del Congreso de Viena, destaca de manera especial la politización del
movimiento estudiantil. En los años 1814 y 1815 se formaron asociaciones de
estudiantes en varias universidades alemanas, que, en el contexto de las guerras
contra Francia, adquirieron una fuerte politización. Muchos de estos estudiantes se
alistarían además en el cuerpo de voluntarios Lützow para luchar contra los
franceses. El 1 de noviembre de 1814 se fundó, en efecto, una asociación en la
universidad de Halle, que se dio el patriótico nombre de Teutonia. Pero el impulso
definitivo vino de la universidad de Jena, donde se fundó la Urburschenschaft.24 En
junio de 1815 se dio unos estatutos, que resumen de manera clara el movimiento
estudiantil de estos años. Estos principios serían recogidos después por la
«Asociación estudiantil general alemana» (Allgemeine Deutsche Burschenschaft).
El leitmotiv de la asociación es «vivir y actuar para la patria y la humanidad»,
actividad científica libre, formación integral de la personalidad, libertad y honor
como los motores básicos de la vida estudiantil. 25 La primera gran manifestación
pública de este movimiento estudiantil fue con motivo de la Fiesta del Wartburg, el
18 de octubre de 1817. Esta fiesta fue especialmente importante, porque era ya
una fiesta en la que se festejaba al propio pueblo, a la nación, y no ya a las
dinastías reinantes, sus bodas o nacimientos, etc. En esta fiesta estudiantil iban
muy unidos, además, lo nacional y lo cristiano, es decir, lo protestante, que sería
una característica del nacionalismo alemán, y lo diferenciaría del francés y del
inglés. El Archiduque de Sajonia-Weimar, Karl August, puso a disposición de los
estudiantes el simbólico castillo del Wartburg —donde había estado refugiado
Lutero en 1521, tras ser desterrado del Imperio— y allí se reunieron 468
estudiantes de Berlín, Leipzig, Rostock, Kiel, Giessen, Marburgo, Erlangen,
Wurzburgo, Heidelberg y Tubinga. Aunque dominaban los estudiantes
protestantes, los había también católicos, y la mitad de todo el conjunto procedían
de la vecina Jena, que era el centro del movimiento estudiantil. El discurso
inaugural lo hizo el estudiante de Jena, Riemann, que hizo una llamada a las
virtudes patrióticas y humanas. Hizo también una crítica política a la
Confederación Germánica, pues había echado a perder las expectativas del
pueblo alemán. En el transcurso de la fiesta hicieron un fuego en recuerdo de la
batalla de los pueblos de Leipzig y, antes de eso, habian cantado y rezado en la
sala de Lutero del Wartburg. Un grupo quemó libros, como el Code de Napoleón,
una Deutsche Geschichte de August Kotzebue, el libro del conservador Karl
Ludwig von Haller, Restauration der Staatswissenschaften. El orador de la fiesta
planteó, poco después, los principios de la fiesta, que recogen las reivindicaciones
políticas liberales de la época: la unidad política y económica de la nación
alemana, la ampliación del ejército, la monarquía constitucional con
responsabilidad ministerial, la igualdad ante la ley, la introducción del jurado, la
protección de la libertad y la propiedad, y la garantía de las libertades de prensa y
opinión. Con la resonancia que tuvo la fiesta entre los estudiantes, los
organizadores aprovecharon la situación para hacer una asociación nacional en
1818, en la que se asociaciaban las asociaciones independientes de cada
universidad. Otro centro activo fue la universidad de Giessen, donde los hermanos
Folien desempeñaron un papel especial, sobre todo Karl Folien, que defendía
principios democráticos y republicanos. En su Entwurf der deutschen
Reichsverfassung, que circulaba entre los círculos de estudiantes en 1817-1818,
se manifestaba a favor de la disolución de los Estados particulares en un Estado
unitario, la igualdad jurídica de todos los ciudadanos, sufragio universal e igual
para una asamblea del Estado, elección del jefe del Estado, milicia nacional con
servicio militar obligatorio. En 1817, siendo Privatdozent de Derecho, se trasladó a
Jena, donde conectó con los más radicales, con Karl Ludwig Sand, que sería el
asesino del escritor Kotzebue, asesinato realizado desde el convecimiento de que
se mataba a un traidor a la patria.
La cuestión de Schleswig
La cuestión de Bohemia
Bismarck, por su parte, quería una unión con los Estados del sur, pero a
través de negociaciones y pactos, sin utilizar una política de fuerza. Pero las
negociaciones quería realizarlas directa y exclusivamente con los gobiernos de
esos Estados. No quería expresamente concederle ningún papel determinante a
los políticos y diputados que habían impulsado el movimiento de unificación
nacional, aunque también quería evitar que el futuro nuevo Estado estuviese
determinado por los intereses hegemónicos de Prusia. Quería lograr pactos con
los Estados del sur, con sus respectivos gobiernos, porque quería hacer una
política realista y conservar las tradiciones federalistas alemanas. Bismarck
pensaba el nuevo Estado nacional, en definitiva, como una federación de Estados
monárquicos. No aspiraba a un Estado unitario autoritario, sino a una federación
de Estados monárquicos que pudieran ser, en realidad, un importante freno al
parlamentarismo. Un Estado unitario podría convertirse con mayor facilidad en un
Estado parlamentario que un Estado de estructura federal.
Las negociaciones entre Prusia y cada uno de los cuatro Estados del sur
para la formación de una Confederación Alemana, comenzadas en Múnich en
septiembre de 1870, continuaron en Versalles durante las semanas siguientes. El
resultado de las mismas fue la firma, en noviembre de 1870, de sendos Tratados
sobre la creación de un nuevo Estado federal alemán y su Constitución. 93 Desde
un punto de vista formal, pero también atendiendo a la propia realidad, no se trató
de una mera anexión de los Estados del sur a la existente Confederación del
Norte, aunque las reformas constitucionales introducidas en la Constitución de la
Confederación del Norte, de 1867, fueron mínimas. Se trataba de una nueva
creación de un Estado.94
En las relaciones con Rusia había muchos elementos comunes que daban
pie para una buena relación. Había planteamientos ideológicos y dinásticos
similares y, desde el reparto de Polonia, había también intereses políticos
comunes, que se habían hecho más intensos, por parte de Prusia, durante la
guerra de Crimea y durante el levantamiento polaco de 1863, que Prusia había
aplastado. La neutralidad rusa había contribuido realmente a la unificación de
Alemania.97 Pero Prusia-Alemania había dejado de ser ya un pupilo de Rusia y se
había convertido en una potencia con capacidad para tener otro tipo de relaciones
con Rusia, como socio o como enemigo, mientras que, por su parte, el poder ruso
se hallaba en una situación de estancamiento. Ante esa nueva situación, el auge
del paneslavismo podía ser un elemento peligroso contra el Reich alemán, y,
siguiendo las reglas del equilibrio, Rusia podría ser una alianza natural de Francia.
Desde esta última perspectiva, la población del Deutsches Reich tenía una
identidad oscilante entre nación étnico-cultural y nación política. En términos
realistas, el Deutsches Reich no podía contar con una nación completamente
homogénea desde el punto de vista étnico-cultural, pues la unificación de 1866-
1871 había dejado fuera de las fronteras del Deutsches Reich a millones de
alemanes. Por otra parte, partiendo del hecho de que varios millones de
ciudadanos eran polacos o daneses o alsaciano-loreneses, existía la posibilidad
teórica de que la nación del Deutsches Reich fuera una auténtica nación política,
es decir, una nación en la que la dimensión principal de sus habitantes fuera
precisamente la de ser ciudadanos iguales y libres en el Estado, por encima de
cualquier diferencia étnica o cultural. Pero esta posibilidad no se hizo realidad,
pues la política seguida en el Deutsches Reich respecto a las minorías siguió otro
camino distinto, un camino que no llegó precisamente a la creación de un
consenso básico generalizado.
La dureza con que el gobierno prusiano trató, en los primeros años tras la
unificación de 1870-1871, a quienes optaban por la nacionalidad danesa —que lo
hacían no en último término para evitar el servicio militar prusiano— se fue
suavizando con el paso del tiempo. De la expulsión se pasó progresivamente a su
aceptación. Pero la política lingüística, sin embargo, no fue revisada. La
germanización lingüística fue en aumento. En 1878, el alemán era el idioma de las
escuelas que lo solicitaban. En 1888 se generalizó como idioma escolar, excepto
en las clases de religión.
La cuestión de Alsacia-Lorena
Pero esta situación de acoso a los católicos llegó a su final hacia 1878,
cuando el canciller Bismarck dio un giro espectacular a su política. Para acercarse
a la política económica proteccionista reclamada por los conservadores agrarios,
rompió su alianza con los liberales-nacionales, en los que se había apoyado desde
1866, y se vio en la necesidad de un nuevo apoyo en el Reichstag, que encontró
precisamente en el partido católico Zentrum. Este cambio de estrategia marcó
verdaderamente el comienzo de la plena integración del Zentrum en la política
alemana. La posición clave que el Zentrum llegó a tener en el Reichstag a partir de
los años ochenta, le abrió las puertas a su reconciliación total con el Estado. De
ahí en adelante, el Zentrum se convertiría en un partido decisivo en el Reichstag y
su peso político específico iba a depender exclusivamente de esta posición en el
Parlamento, pues carecía de una presencia determinante en la vida económica o
en la vida intelectual.118
Fue Eduard Bernstein quien, en los años noventa, inició en el seno del
partido socialista este importante debate sobre la revisión de algunos principios
marxistas, que el partido había incorporado a su programa en 1891 («Programa de
Erfurt»). Uno de los principios que Bernstein sometió a revisión fue precisamente
el del sentido del Estado nacional para la clase obrera y para la construcción del
socialismo.
Pero al final de los años setenta, frente a este patriotismo nacional referido
al nuevo Estado, comenzó a dibujarse en la escena política y social alemana una
nueva conciencia nacional, que no sólo no tenía que ver ya con las aspiraciones y
objetivos nacionales que habían animado la unificación de 1866-1871, sino que
estaba, en realidad, en contradicción con aquéllos. A partir de la crisis política de
1878-1879 y el giro conservador emprendido por Bismarck, la conciencia nacional
se carga con otros contenidos distintos y en su nueva formulación es defendida
por otros grupos sociales asimismo distintos. Se trata ahora de un nacionalismo
proteccionista y antidemocrático, que utiliza la referencia nacional como arma
arrojadiza contra los que considera no nacionales, especialmente contra los
judíos, los socialistas y los liberales defensores del librecambio. Pero, además, en
este giro de 1878-1879 también los antiguos liberal-nacionales, que desde 1866
hasta 1878 habían apoyado la construcción del Estado nacional, comenzaron en
parte a abandonar las connotaciones emancipadoras de su concepción de la
nación que habían defendido hasta entonces y se acomodaron a la impronta
autoritaria del nuevo Estado, al que no habían conseguido hacer más liberal, es
decir, al que no habían conseguido aproximarle a un sistema de gobierno
parlamentario.
Los grupos sociales de ese nuevo nacionalismo fueron los industriales de la
minería y del textil, que junto con los latifundistas prusianos, defendieron, y
consiguieron, una política económica proteccionista. Esos grupos sociales, y el
partido conservador en el Parlamento, protagonizaron una protesta «nacional»
contra la política económica liberal seguida por Bismarck desde la fundación del
Deutsches Reich. La defensa de los intereses «nacionales» por la que abogaban
implicaba una oposición radical al comercio internacional libre y a la libertad
empresarial. El nacionalismo de los latifundistas era antiliberal,
antiinternacionalista y también antisemita. La oposición agraria, que se veía
perjudicada por la modernización económica liberal, atacó desde un comienzo, en
nombre de los intereses nacionales, a los actores del proceso de modernización: a
los judíos, que tenían un papel dirigente en todo el proceso de modernización, a
los liberales internacionalistas y al movimiento obrero socialista, que era el otro
gran protagonista nacido con la industrialización y la modernización económica. El
nacionalismo de los proteccionistas sería asimismo un nacionalismo
expansionista, que demandaba la adquisición de colonias ultramarinas, no tanto
por su interés económico sino como una válvula de seguridad para los problemas
sociales de Alemania.130
A partir del final de los años setenta, por tanto, la bandera de lo nacional fue
usurpada por grupos sociales que, como los latifundistas prusianos o los
pequeños comerciantes, habían estado alejados hasta entonces de los esfuerzos
por la unificación nacional, o que, como los industriales proteccionistas o sectores
de la burguesía de la cultura, habían abandonado su credo liberal como
consecuencia de la crisis económica de 1873 y de sus miedos ante la revolución
social. Y, para estos nuevos nacionalistas, la nación no significaba ya una
comunidad de hombres libres e iguales, sino que utilizaban el sentimiento
nacional, por el contrario, para discriminar a determinados grupos sociales,
considerados como «no nacionales» o «antinacionales».
Langbehn hace una llamada a la juventud alemana para que actúe contra el
venenoso influjo de los judíos y sugiere pruebas de limpieza de sangre. Aunque
Langbehn no ataca a los judíos desde un punto de vista racial, su antisemitismo,
surgido de su resentimiento contra la modernidad, es profundo. En ediciones
posteriores del Rembrandt llega a decir incluso que Lessing, el defensor de la
tolerancia, estaría ahora en contra de los judíos.
Organizaciones nacionalistas
La primera guerra mundial significó para todas las capas sociales alemanas
un punto de inflexión en su conciencia nacional. La guerra puso de manifiesto, por
primera vez de manera inequívoca, que en Alemania se había formado una
comunidad nacional, por encima de todo tipo de diferencias. El comienzo de la
guerra fue interpretado por muchos alemanes como el «milagro de agosto» de
1914 desde que se supo que también la clase obrera estaba dispuesta a ir a la
guerra, tal como manifestó con su voto aprobatorio de los créditos de guerra el
partido socialista en el Reichstag. Todavía a finales de julio, algunas
manifestaciones populares organizadas por el partido socialista y los sindicatos se
habían declarado en contra de la guerra, si bien sus ataques se habían dirigido
sobre todo contra Rusia, contra la autocracia zarista, que era para ellos la
encarnación del mal. Cuando Rusia decretó la movilización general el 31 de julio
de 1914, los socialistas alemanes aseguraron su lealtad a la nación alemana.
Estaban dispuestos a hacer la guerra, con la idea, en todo caso, de que se trataba
de una guerra defensiva. 142 El día 1 de agosto, el emperador Guillermo II había
dicho que «no conozco partidos en mi pueblo, sólo hay alemanes». Era ahora la
primera vez que, desde la fundación del Reich, la nación se sentía como una
comunidad unida, unida por la voluntad de defender la patria. Desde el punto de
vista de la integración nacional, lo más significativo de la guerra fue que todos los
grupos de población que habían tenido dificultades, rechazos o reservas en su
identificación con el Estado nacional, no dudaron ahora en defender la nación
común. Los católicos, los obreros y los judíos respondieron al unísono en la
defensa de la patria común. Los sindicatos y el partido socialista interrumpieron
sus huelgas y recibieron del gobierno la seguridad de que no iban a ser tocadas
sus organizaciones durante la guerra. La conciencia nacional y el sentimiento
patriótico generaron una unión entre los grupos sociales e hicieron posible una
tregua en la lucha entre las organizaciones políticas y sindicales. El patriotismo,
incluso un patriotismo militarista, dominó la escena pública alemana. 143
El nacionalismo tradicional
La estilización de este guerrero del frente será el obrero, la nueva figura del
siglo XX. El obrero es elevado por Jünger a una especie de mito, a una figura que
describe con las categorías del héroe bélico. La figura opuesta al obrero es la del
burgués (Bürger), que será devorado por el tiempo, como se dice en el prólogo a
Der Arbeiter (1932). El obrero de Jünger es una impresionante versión de la
vivencia de la guerra. El nuevo hombre, encarnado en la figura del obrero, es el
continuador del soldado del frente que permanece fiel a su experiencia originaria.
Tras una guerra civil con el burgués, dará su impronta al mundo. El hombre del
futuro será un nuevo mercenario con la destreza del tecnócrata y la capacidad de
éxtasis del místico. A partir de esa visión desarrolló a su vez su concepción del
obrero de los primeros años treinta, que es también una construcción puramente
estética. De las trincheras de la guerra nacería así una élite de seres implacables
a la par que desinteresados, capaces de cualquier sacrificio en pos de sus
objetivos. Marcados por el odio y el desprecio al mundo burgués, observan con
placer su decadencia.
Para Spengler, por su parte, pueblo era una asociación de hombres que se
siente como un todo. Si desaparece ese sentimiento, deja de existir el pueblo. 178
Para Spengler hubo pueblos antes y después de la formación de la cultura. Y a los
pueblos dentro de la cultura les llama naciones, utilizando aquí las características
objetivas en su definición.
Para Moeller van den Bruck, la nación era la alfa y la omega de todo su
pensamiento político. Pero la nación era para él básicamente un conjunto de
valores, anterior al individuo, que éste debe conocer para contribuir a cumplir la
misión que le corresponde a cada nación/pueblo: «vivir con la conciencia de
nación significa vivir en la conciencia de sus valores. Una nación es una
comunidad de valores. Y nacionalismo es la conciencia de unos valores [...]. El
hombre nacionalista parte de los valores como lo más propio que una nación
posee, como la respiración de su ser que adquiere así forma y que, como todo lo
esencial, descansa en un peso, no soporta ningún desplazamiento». 179
El nacionalismo völkisch
Pero el éxito del partido de Hitler a comienzos de los años treinta condujo a
muchos teóricos del nuevo conservadurismo a cambiar su apreciación del partido
nacionalsocialista. Muchos pensaron entonces que ese partido, el único que
luchaba contra los principios del sistema político de Weimar desde dentro, podría
ser la única vía para realizar las nuevas ideas. Los grupos de derecha que no
querían el nacionalismo tradicional representado por el partido DNVP no tenían
otra alternativa. Pero esta situación era un auténtico dilema para muchos nuevos
conservadores: si se oponían a los nacionalsocialistas, apoyaban a la República;
pero contribuir a destruir la República de la mano del partido de Hitler era también
problemático, pues su idea de la revolución alemana difería de la de los «camisas
pardas» nacionalsocialistas. Por esto, algunos teóricos de la «revolución
conservadora», como Edgar Julius Jung, siguieron manifestando sus críticas al
nacionalsocialismo, incluso después de la llegada de Hitler al poder. En todo caso,
a pesar de las diferencias, los teóricos de la «revolución conservadora», como
ellos mismos reconocieron, prepararon el suelo para la difusión e implantación del
nacionalsocialismo.192
Está claro, por otro lado, que esta contraposición entre prusianismo y
nacionalsocialismo no puede ocultar que algunos elementos de la tradición
prusiana —la aceptación del Estado autoritario, el principio de legalidad formal o el
sentido del cumplimiento del deber hasta sus últimas consecuencias— hicieron
posible la política violenta practicada por Hitler hacia dentro y hacia fuera. Pero
también fue una realidad que el movimiento de resistencia del 20 de julio de 1944,
contra Hitler, reivindicara precisamente la idea de Prusia y de sus valores
tradicionales contra las desmedidas aspiraciones militares de Hitler.193
La ley de plenos poderes (Gesetz zur Behebung der Not von Volk und
Reich), de 23 de marzo de 1933, que ponía en manos del ejecutivo el poder
legislativo, significaba realmente el final de la soberanía de la nación, expresada
en su órgano político más relevante, el Parlamento. La nación política, como
sujeto soberano y activo, dejaba de existir para dar paso al pueblo, entendido, por
un lado, como una comunidad definida por sus caracteres prepolíticos y, por otro
lado, como un sujeto pasivo, que sólo tenía que seguir las órdenes del jefe.
También los poderes del presidente de la República, representante asimismo de la
nación, fueron progresivamente usurpados por Hitler. La transformación total del
Estado por Hitler y el partido nacionalsocialista fue una labor rápida y continuada:
la estructura federal que la Constitución de Weimar había dado al Estado fue
anulada y pronto se consumó asimismo la unión de Estado y partido (1 de
diciembre de 1933). Este Estado unitario —la primera vez en la historia que los
alemanes no tenían una forma política de tipo federal— no era, sin embargo, un
Estado nacional en su sentido moderno, pues el Estado se convertía en
instrumento del poder autoritario del Führer. La Gleichschaltung —la uniformación
— condujo a un Estado de partido, convertido en instrumento del Führer.208
El sueño del espacio vital en el este de Europa y el dogma racial fueron los
auténticos motores de toda la política exterior nacionalsocialista, que llegaron a
provocar una guerra mundial en la persecución de esos objetivos. 218 El
expansionismo hitleriano no era, sin embargo, una mera continuación del deseo
general alemán de revisar los tratados de Versalles y de superar la situación en la
que éstos habían colocado a Alemania. Hitler continuó ciertamente la política
revisionista emprendida por los gobiernos alemanes anteriores, pero su objetivo
no era la recuperación de los territorios perdidos tras la primera guerra mundial
para volver a la situación anterior a 1914, sino algo radicalmente nuevo. Los nazis
asumieron evidentemente esos objetivos, pero siempre como una etapa, como un
medio para la realización de la conquista del Este. En la política exterior de los
primeros años del régimen nacionalsocialista no se podía distinguir con facilidad,
en efecto, que Hitler quisiera ir más allá de la revisión de los tratados de Versalles.
Los gobiernos anteriores ya habían logrado sacudirse algunas de las obligaciones
impuestas a Alemania. Esto había sucedido en la cuestión de las reparaciones de
guerra y en la consecución de un reconocimiento práctico de la igualdad de
Alemania en la cuestión militar, a finales de 1932. Continuando esa línea
revisionista, Hitler sacó a Alemania de la Sociedad de Naciones el 14 de octubre
de 1933, abandonó asimismo la Conferencia de desarme de Ginebra y comenzó el
rearme de Alemania. En 1935 reintrodujo el servicio militar obligatorio. Aunque
Francia, Inglaterra e Italia formaron un frente de contención frente a Alemania y
firmaron la Declaración de Stresa —14 de abril de 1934— a favor del
mantenimiento del statu quo, la situación internacional cambió radicalmente a final
de 1935 y durante 1936, de modo que Hitler iba a poder avanzar en la preparación
y consecución de sus objetivos expansionistas. En este período de tiempo
Mussolini anuncia que Italia deja de ser una potencia garante del tratado de
Locarno. Alemania comienza la militarización de la Renania. Poco después, Italia y
Alemania ayudan al general Franco en su sublevación contra el gobierno de
España y el 1 de noviembre de 1936 se anuncia la existencia del Eje Roma-Berlín.
La Conferencia de Potsdam
Los pasos dados por los aliados occidentales hacia la formación de una
entidad estatal en sus zonas de ocupación, así como el consiguiente
distanciamiento de ellos respecto a la Unión Soviética en la cuestión alemana, no
podían ser evidentemente compartidos por todos los políticos alemanes. La
influencia de las potencias ocupantes en sus respectivas zonas de ocupación era
inevitable y ningún partido político alemán podía imponer una política
didependiente al respecto. Por ello había diferentes planteamientos entre los
gobernantes alemanes respecto al futuro de Alemania, coincidentes mayormente
con las potencias de ocupación de sus respectivas zonas.
La doctrina Hallstein
Esto quería decir que la RDA asumiría el control del tránsito de las tropas
occidentales entre Berlín-Oeste y la RFA. La nota añadía además que cesarían
todos los contactos entre militares y funcionarios de la Unión Soviética con los de
las tres potencias occidentales en todas las cuestiones relativas a Berlín. 277
El gobierno de Willy Brandt trató los países del este de Europa como
Konrad Adenauer había hecho con los del oeste. Willy Brandt era consciente de
que en las relaciones con los países del Este europeo se trataba de mucho más
que de un arreglo de intereses; se trataba, en definitiva, de obtener la confianza de
unos países con los que Alemania había tenido unas relaciones traumáticas en la
época de la segunda guerra mundial. A pesar de los enormes problemas jurídicos
que suscitaba la nueva política respecto a los países del Este europeo y a pesar
de la duras críticas que recibió por parte de la oposición conservadora, la
Ostpolitik se plasmó en los tratados entre la RFA y la Unión Soviética, Polonia,
Checoslovaquia y la propia RDA.
Al mismo tiempo que los dos Estados alemanes regulaban sus relaciones
mutuas y la República Federal establecía una nueva política con los países del
este de Europa, las cuatro potencias negociaron una regulación del status de
Berlín, que se plasmó en el «Acuerdo de Berlín», firmado el 3 de septiembre de
1971.300 Las cuatro potencias se comprometían a no utilizar la fuerza para
solucionar sus disputas y se obligaban a no cambiar unilateralmente la situación
de «este territorio», no obstante las distintas concepciones jurídicas que tenían al
respecto. En la segunda parte del Acuerdo se establecían una serie de medidas,
que afectaban exclusivamente a los tres sectores occidentales de Berlín
(norteamericano, británico, francés) y que se dirigían a mantener y desarrollar los
vínculos entre los tres sectores occidentales de Berlín y la República Federal,
afirmando nuevamente que estos tres sectores continuaban sin ser una parte
constitutiva de la República Federal de Alemania y que, por consiguiente, no
podían ser gobernados por ella. Como consecuencia directa de este precepto,
quedaban en suspenso y fuera de vigor todas aquellas disposiciones de la Ley
Fundamental de la RFA y de la constitución vigente en los tres sectores
occidentales de Berlín que estuvieran en contra de ese precepto. Los órganos
estatales de la RFA no podrían en adelante celebrar actos oficiales en los tres
sectores occidentales de Berlín: no podría ser elegido allí el presidente de la
República ni el Bundestag ni el Bundesrat podrían celebrar sesiones plenarias. Sí
podrían, en cambio, reunirse las comisiones del Bundestag o del Bundesrat,
aunque no simultáneamente, para cuestiones que tuvieran que ver con el
mantenimiento de los vínculos entre estos sectores de Berlín y la RFA.
Las negociaciones entre los dos Estados para elaborar un «Tratado sobre
las Bases de la relación» comenzaron el 15 de julio de 1971. Todas las partes
implicadas en la cuestión alemana vieron con optimismo la negociación, aunque
las expectativas de cada una de ellas no eran coincidentes entre sí. La RDA
esperaba del tratado su reconocimiento como Estado por parte de la República
Federal. Para la RFA, sólo con un tratado aceptable para ella sería posible la
prevista aceptación de ambos Estados alemanes en la ONU; aceptación, por otra
parte, a la que la República Democrática le concedía un inmenso valor por lo que
le significaría de reconocimiento internacional. Las cuatro potencias, por su lado,
estaban de acuerdo en que la RDA no podía exigir que desapareciera la
responsabilidad común que aún conservaban sobre Alemania en su conjunto. Para
la Unión Soviética, en concreto, el entendimiento entre los dos Estados alemanes
se le presentaba como una condición importante para el éxito de una deseable
conferencia sobre la seguridad en Europa, en cuya celebración tenía especial
interés.
El año 1973 no sólo marca una nueva etapa en las relaciones entre los dos
Estados alemanes y entre éstos y el resto del mundo, sino también en la propia
conciencia de los alemanes respecto a la cuestión alemana. La entrada en vigor
del «Tratado sobre las Bases de la relación» entre la RFA y la RDA parecía
convertir en utópico cualquier proyecto de reunificación nacional. Aunque la
sentencia del Tribunal Constitucional de la RFA, de 31 de julio de 1973, declaraba
que este «Tratado de Bases», que había entrado en vigor el 20 de junio de 1973,
no era contrario al precepto constitucional de la reunificación y no era, en ese
sentido, un Tratado que sellara la división de Alemania, la interpretación general
que se le dio al Tratado en los países del este de Europa y en algunos medios de
comunicación occidentales sí apuntaba, sin embargo, en esa dirección. El
«Tratado de Bases», con todo lo que implicaba, originó una auténtica crisis en la
identidad de los alemanes. En la RDA, sus líderes políticos hablaban ya, no sólo
de la existencia de dos Estados alemanes, sino también de dos naciones
alemanas. En la RFA, cuyos dirigentes no aceptaban en absoluto la tesis de la
RDA sobre la nación, se comenzó en todo caso a reflexionar de nuevo sobre la
identidad de los alemanes.
Los congresos del partido SED de los años setenta y ochenta siguieron
operando con la formulación dada por Honecker a la cuestión nacional alemana en
el VIII Congreso del partido en 1971. En aquella ocasión, Honecker había dado un
giro considerable respecto a la política alemana de su predecesor Walter Ulbricht,
para quien la cuestión alemana había sido el alfa y la omega de toda la política del
SED. La política de autoafirmación de la RDA y de diferenciación frente a la RFA
llevó a Honecker a prescindir en términos generales de la cuestión alemana, y,
cuando lo hizo, la abordó desde una perspectiva ortodoxa marxista-leninista. En el
informe general al IX Congreso del SED, celebrado en mayo de 1976, Honecker
no aludió a la cuestión alemana y se centró en otras cuestiones, como el proceso
revolucionario mundial y el incremento de la significación mundial del socialismo.
En el X Congreso, en 1981, sí hubo referencias a las relaciones concretas con la
RFA, que debían desarrollarse sobre la base del principio de la coexistencia
pacífica, al mismo tiempo que se afirmaba que no tenía sentido hacer
declaraciones relativas a Alemania como conjunto. 309 En el XI Congreso, en 1986,
sería Mijaíl Gorbachov, y no Honecker, quien, en su saludo al Congreso, se
referería a la cuestión alemana. Gorbachov se hizo eco en aquella ocasión,
aunque con tono e intención muy distintos al que utilizaría tres años después, de
que «la clase dominante de la RFA sigue hablando de la existencia todavía de una
cuestión abierta en Alemania».310
La política de desmarque y diferenciación frente a la RFA iba
estrechamente unida al concepto de «nación alemana socialista», elaborado con
los ingredientes conceptuales marxistas-leninistas de la lucha de clases. Al
entender la nación como «una forma de desarrollo de las fuerzas productivas y de
la cultura, caracterizada en su concreción histórica por la constelación y efectos de
las diferentes clases socioeconómicas y de sus intereses materiales e ideológico-
culturales»,311 la «cuestión alemana» tenía forzosamente que ser vista de otra
manera: con el enemigo de clase, que ha creado una nación capitalista en la RFA,
no podía haber ninguna comunidad; no podía haber ninguna comunidad nacional
entre los representantes y cómplices del capital monopolista, por una parte, y los
trabajadores, por otra. Operando con esta definición de nación, los dirigentes de la
RDA desembocaban en la afirmación de la existencia de dos naciones en
Alemania, esencialmente irreconciliables entre sí. Desde esta perspectiva, la
cuestión alemana se convertía «en la eliminación del imperialismo y del militarismo
alemán y en la creación de las condiciones de su época» 312 y la reunificación se
condicionaba a la transformación previa de la RFA en una sociedad socialista. La
explicación de la cuestión alemana ofrecida por el Pequeño diccionario político es
muy ilustrativa a este respecto: «La nación alemana fue dividida tras la segunda
guerra mundial por las gran burguesía alemana y los imperialistas extranjeros,
especialmente los Estados Unidos de América, para evitar el desarrollo progresista
y socialista de toda la nación y conservar, al menos en una parte de la antigua
Alemania, las posiciones de poder del imperialismo. Como consecuencia de esta
evolución surgieron dos Estados alemanes con sistemas políticos y sociales
contrapuestos: la socialista RDA y la capitalista-monopolista RFA. En la RDA se
desarrolla y se consolida la nación alemana socialista [...]. La nación alemana
unida es algo del pasado. La nación alemana socialista y la nación alemana
capitalista tienen ciertamente una historia común en el pasado, pero no tienen ni
un presente ni un futuro común [...]. Entre ambas naciones no puede haber
ninguna unificación. El hecho de que entre la nación alemana socialista y la nación
alemana capitalista existan elementos étnicos comunes, que tengan la misma
Nationalität, no afecta en nada a lo anterior. Pues los factores decisivos son los
factores sociales, la base social y el contenido político-social de la nación, y los
factores étnicos sólo son significativos en conexión con los factores sociales,
consiguiendo entonces su carácter de elementos comunes nacionales. También
hay elementos étnicos comunes entre los alemanes, los austríacos, los suizos, los
alsacianos y loreneses franceses, sin que se trate de elementos comunes
nacionales [...]. La cuestión de si posteriormente podrá surgir una única nación
alemana socialista, cuando la clase obrera de la RFA haya logrado, en alianza con
todos los trabajadores, la transformación socialista de la sociedad y de la nación
capitalista, debe quedar abierta actualmente. Que esta posibilidad se realice o no,
depende de condiciones que hoy no se pueden divisar». 313
Entre todos los factores que contribuyeron a la caída del muro de Berlín y
del régimen político de la RDA —que conducirían finalmente a la unificación de
Alemania—, ninguno fue tan importante como el cambio político introducido por
Mijaíl Gorbachov en la política interior y exterior soviética. A la altura de 1989, esos
decisivos cambios ya habían adquirido forma en las relaciones Este-Oeste y en las
relaciones entre la Unión Soviética y sus aliados. La renuncia a la doctrina
Breznev por parte de Gorbachov significaba una cisura importante en la política
exterior de la Unión Soviética respecto a sus aliados. La nueva política de
Gorbachov partía del principio de que el poder militar soviético no debía tener en
adelante la función de garantizar el monopolio de poder de los partidos comunistas
en los países aliados de la Unión Soviética. Esta nueva política se ganó la
credibilidad de todos con la retirada unilateral de cincuenta mil soldados soviéticos
de Europa central y oriental.
Esta importante declaración, que constituía en realidad una afrenta para los
inmovilistas dirigentes políticos de la RDA, hizo aun más profunda la crisis en la
élite del partido SED. La debilidad del régimen se revelaría en toda su dimensión
con el éxodo masivo de sus ciudadanos a partir del mes de septiembre de 1989,
que ha sido mencionado anteriormente. La posición de Gorbachov respecto a la
política inmovilista de la RDA no dejó lugar a dudas, cuando en octubre de ese
mismo año, con motivo de la celebración del cuadragésimo aniversario de la
fundación de la RDA dijo con total claridad que «a quien llega demasiado tarde, la
vida lo castiga».
Las otras dos potencias, Francia y Gran Bretaña, tenían una posición
similar entre sí, aunque con algunas diferencias. Algunas voces de la vida pública
de esos países se alzaron contra la unificación de Alemania, pero los gobiernos de
ambos países dieron su conformidad al proceso de unificación. En un primer
momento, tanto Francia como Gran Bretaña jugaron con la idea de que se
mantuvieran algunos elementos de los derechos de las cuatro potencias sobre
Alemania. Pero, desde el momento en que se llegó a la fórmula 2 + 4 en la
Conferencia «Cielos abiertos» de Ottawa, el 13 de febrero de 1990, ambas
potencias defendieron sin reservas la idea de que la Alemania unificada fuera
totalmente soberana. Aunque ambas potencias apoyaron la permanencia de
Alemania en la OTAN, su política en este punto era algo diferente. Mientras que
Inglaterra quería que se mantuviera la situación actual, Francia, sin embargo, tenía
importantes reservas respecto al hecho de que fuera precisamente la OTAN la
institución sobre la que se construyera el nuevo orden después de la guerra fría.
Pero, en cualquier caso, las dudas iniciales de Francia y de Gran Bretaña no
tuvieron ningún efecto negativo duradero sobre sus relaciones con Alemania, pues
los vínculos que se habían establecido entre los tres países después de la guerra
eran realmente muy sólidos.353
La conferencia 2 + 4
Poco después de la caída del muro de Berlín, y por expreso deseo de los
soviéticos, se celebró en Berlín el 11 de diciembre de 1989 una reunión de los
embajadores del Consejo de Control Aliado de las cuatro potencias para tratar de
la nueva situación. Esta reunión produjo, sin embargo, una impresión negativa en
la opinión pública internacional. Se había revivido una imagen de la coalición anti-
Hitler, que no casaba bien con la situación de la RFA como un Estado democrático
y socio y aliado de algunos de sus antiguos vencedores. Por eso se buscó otra
fórmula distinta para tratar la situación de los derechos de las cuatro potencias
sobre Alemania. Esta fórmula se halló finalmente en la Conferencia «Cielos
abiertos» de la Conferencia para la Seguridad y Cooperación en Europa,
celebrada en Ottawa el 13 de febrero de 1990. Allí se llegó al acuerdo de que los
dos Estados alemanes participaran conjuntamente con las cuatro potencias en la
negociación sobre los aspectos exteriores de la unificación. Esta fórmula —dos
Estados alemanes más las cuatro potencias vencedoras de la guerra— tenía
además la virtualidad de fijar y limitar claramente qué Estados debían participar en
las conversaciones sobre la unificación de Alemania: ésta no sería negociada ni en
el marco de todos los Estados europeos ni en una gran conferencia de paz.
La situación de Berlín
Estos datos, sin embargo, no han podido evitar que la formación del nuevo
Estado nacional alemán despertara en la opinión pública europea viejos fantasmas
y temores de la historia alemana. La unificación estatal de Alemania ha sido
presentada por algunos políticos e intelectuales como la llegada del cuarto Reich.
Políticos alemanes como Peter Glotz u Oskar Lafontaine y analistas extranjeros
como el británico Coker han utilizado la expresión «Cuarto Reich» como expresión
del peligro que podría suponer la Alemania reunificada. 360 Pero quizá la
sistematización más completa de este temor la ha ofrecido el español Heleno
Saña en su libro Das Vierte Reich. Deutschlands spater Sieg (El Cuarto Reich. El
posterior triunfo de Alemania). La tesis de este autor es que Alemania, a través de
su potencial económico, se va a cobrar pacíficamente su revancha. Para
apoderarse del continente europeo no necesitará Alemania esta vez un ejército
potente ni recurrir a la ideología de «la sangre y el suelo». El Cuarto Reich, según
Saña, tendrá como base el último capitalismo, junto con un sistema político no
autoritario, pero pseudodemocrático y controlado. Desde la perspectiva
sociopsicológica desde la que Saña suele analizar la historia y la realidad actual
alemanas, el Tercer Reich lo interpreta prácticamente como algo natural, habida
cuenta de los comportamientos colectivos de los alemanes. Este miedo a que
Alemania se apodere de Europa lo ha expresado también abiertamente Margaret
Thatcher en una entrevista al semanario Der Spiegel: «está claro que vosotros, los
alemanes, no queréis anclar Alemania en Europa. Queréis anclar el resto de
Europa en Alemania».361
Sobre el liberalismo
Exposiciones globales
1
Véase F. Meinecke, Weltbürgertum und Nationalstaat (1908), 9ª ed.,
Múnich, 1963, pp. 9-26. Otto Dann, sin embargo, encuentra problemática la
utilización del concepto «Kulturnation». Cree que, como la comunidad cultural
alemana siempre fue más amplia que la nación alemana (entendiendo «nación»
en su sentido político moderno), no es utilizable el compuesto Kultur-Nation, pues
puede pretender convertir a la comunidad étnico-cultural en una comunidad
político-nacional: ésta era una forma típica de argumentación del pensamiento
nacionalista en las primeras décadas del siglo XX. El concepto de Kulturnation, por
tanto, puede ser fácilmente mal interpretado en un sentido pangermanista o desde
una perspectiva racial. Véase Otto Dann, Nation und Nationalismus in
Deutschland 1770-1990, Múnich, 1993, pp. 36-38.
2
En el «movimiento alemán» en la segunda mitad del siglo XVIII, el nombre
de Johann Gottfried Herder es especialmente representativo. Él intentó edificar
una nueva conciencia nacional alemana desde abajo, desde las tradiciones, la
cultura y la historia del pueblo. La «revolución literaria» que realizaron Herder y
otros intelectuales le dieron a la literatura alemana otra orientación: abandono de
los cánones franceses, orientación hacia Shakespeare, descubrimiento de la
poesía popular, preferencia por la mitología germánica. Los estratos sociales que
protagonizaron este movimiento literario —las capas cultas— fueron el núcleo de
una nueva nación alemana.
3
La definición del nacionalismo como una ideología de integración —
neutral desde el punto de vista valorativo—, que aspira a la nación y al Estado
nacional, pero que ha tenido manifestaciones históricas de muy distinta
naturaleza, ha sido formulada por Theodor Schieder, el historiador alemán de la
posguerra que más se ha ocupado del nacionalismo en Europa (Theodor
Schieder, Nationalismus und Nationalstaat. Studien zum nationalen Problem im
modernen Europa, ed. por Otto Dann y Hans-Ulrich Wehler, Gotinga, 1991). Otto
Dann, sin embargo, en su libro mencionado en nota 1, entiende por nacionalismo
aquella ideología o aquel comportamiento político que parte de la convicción de
que los hombres y las naciones no son iguales, es decir, que infravaloran a los
pueblos y a las naciones ajenas, no reconociendo por encima de la nación ningún
otro principio universal. Esta definición negativa de nacionalismo le permite
distinguir y contraponer entre el proceso de unificación anterior a 1866-1871 —
emancipador y liberal— y las organizaciones y comportamientos agresivos
posteriores. Dieter Langewiesche ha hecho ver, por el contrario, que esa
concepción del nacionalismo no da cuenta del hecho de que el propio proceso de
formación del Estado nacional tuvo esa doble vertiente, emancipatoria/participativa
y discriminatoria/agresiva (Dieter Langewiesche, Nationalismus im 19. und 20.
Jahrhundert: zwischen Partizipation und Aggression, Friedrich-Ebert-Stiftung,
Bonn, 1994).
4
Las creaciones de Estados en Europa entre 1815 y 1922: 1830, Grecia;
1831, Bélgica; 1861, Italia; 1871, Imperio alemán; 1878, Rumania, Serbia,
Montenegro; 1905, Noruega; 1908, Bulgaria; 1913, Albania; 1917, Finlandia; 1918:
Polonia, Checoslovaquia, Estonia, Letonia, Lituania, Reino de los serbios, croatas
y eslovenos (desde 1919: Yugoslavia); 1922, Irlanda.
5
Las peculiaridades del desarrollo histórico alemán en comparación con la
evolución seguida por otros países occidentales, tanto en la realización de su
unificación política como en su pensamiento filosófico y político, han sido
resumidas con carácter general en el concepto de Sonderweg (vía o camino
especifico, diferente). En algunas épocas (véase cap. II, 3) esas diferencias se
convirtieron en un programa de autoafirmación y de rechazo del mundo occidental.
Hasta qué punto el desarrollo histórico alemán ha sido realmente diferente o ha
sido, por el contrario, objeto de una mitificación es una cuestión muy debatida.
Véanse, por ejemplo, las contribuciones sobre el tema en Deutscher Sonderweg-
Mythos oder Realität?, editado por el Institut für Zeitgeschichte, Múnich, 1981, con
bibliografía.
6
Wilhelm von Humboldt, «Über die Behandlungen der Angelegenheiten des
Deutschen Bundes durch Preuβen» (30-9-1816), en Gesammelte Schriften, vol.
XII, 53-116, cita en p. 77
7
A. H. L. Heeren, «Der Deutsche Bund in seinen Verhaltnissen zu dem
Europäischen Staatensystem, bei der Eröffnung des Bundestages dargestellt»
(1816), en Historische Werke, Gotinga, 1821, Segunda Parte, 423-457; cita: pp.
430 s.
8
Luego la firmaron Baden y Wurtemberg.
9
Junto a las cinco grandes potencias —Rusia, Gran Bretaña, Austria,
Prusia, Francia— firmaron también Suecia, España y Portugal.
10
Junto a la Constitución-marco de 1815 y la Constitución Final de Viena de
1820, la Confederación Germánica contó con otras «leyes fundamentales» como
la Ley del Tribunal de Arbitraje (Schiedsgerichtsordnung), de 6 de junio de 1817, la
Ley de Intervención (Exekutions-Ordnung), de 3 de agosto de 1820, y la
Organización militar (Kriegsverfassung), de 9 de abril de 1821.
11
Baviera y Baden tuvieron sus respectivas Constituciones en 1818,
Wurtemberg en 1819 y Hesse-Darmstadt en 1820. Las cuatro Constituciones
responden al tipo de dualismo constitucional, que iba a conocer posteriormente en
Alemania una gran difusión.
12
En la Confederación se impuso la tesis de Friedrich von Gentz que
interpretó el concepto «estamental» del artículo 13 en el sentido tradicional de la
representación, como representación de intereses de determinados grupos
sociales y no como una representación del conjunto de la nación. Sobre este
punto, véase Joaquín Abellán, El pensamiento político de Guillermo von Humboldt.
Madrid, 1981, pp. 291-300.
13
Fichte, Discursos a la nación alemana, trad. cast. de A. Juan Martín,
Madrid, 1968, octavo discurso, pp. 148-149 y 159.
14
Karl vom und zum Stein, «Über die zweckmäβige Bildung der obersten
und der Provinzial-, Finanz- und Polizei-Behörden in der preuβischen Monarchie»,
en Briefe und amtliche Schriften, ed. por W. Hubatsch, Stuttgart, 1959, vol. 2, pp.
380-403, esp. pp. 391 y 394 s.
15
Adam Müller, Elemente der Staatskunst, ed. de Baxa, Viena, 1922, I, pp.
145 s.
16
Friedrich Schlegel, «Reflexiones sobre la situación política de las
naciones europeas», en Obras selectas, ed. de H. Juretschke, 2 vols., Madrid
1983, vol. 1, p. 261.
17
Fr. Schlegel, «Signatur des Zeitalter» (1820-1823), en Sämtliche Werke,
vol. 7 (1966), pp. 535.
18
Sobre las reformas en Prusia, véase W. Hubatsch, Die Stein-
Hardenbergschen Reformen, Darmstadt, 1977; R. Koselleck, Preuβen zwischen
Reform und Revolution, 3ª ed., Stuttgart, 1981; Joaquín Abellán, El pensamiento
político de Guillermo von Humboldt, Madrid, 1981, pp. 171-257.
19
En 1808 se fundó en Königsberg la «Sociedad para la práctica de las
virtudes públicas» (Gesellschaft zur Übung der offentlicher Tugenden); en Berlín
se reunían grupos de patriotas en casa del editor Georg Andreas Reimer; en 1810,
Friedrich Friesen y Friedrich Ludwig Jahn fundaron una llamada «Confederación
Germánica» (Deutscher Bund) y en 1811 fundaron Achim von Arnim y Adam Müller
la Deutsche Tischgesellschaft.
20
Sobre estas organizaciones, véase Dieter Düding, Organisierter
gesellschaftlicher Nationalismus in Deutschland (1808-1847), Múnich, 1984.
21
Ernst Moritz Arndt, «Katechismus..., worin gelehrt wird, wie ein christlicher
Wehrmann sein und mit Gott in den Streit gehen soll», en Werke. Auswahl in 12
Teilen, ed. de A. Leffson y W. Steffens, Leipzig/Viena/Suttgart, 1913, pp. 131-162,
cita en pp. 161 s.
22
Ernst Moritz Arndt, Geist der Zeit, Parte 3.ª(1813), Altona, 1814, p. 430.
23
Las capas cultas (estudiantes, escolares, hombres de los estamentos
cultos, funcionarios) formaban el 12 por 100 de los voluntarios, mientras que las
capas cultas sólo eran el 2 por 100 de la población total. Otra capa también muy
representada: los artesanos, que hasta entonces habían tenido poca orientación
hacia lo nacional (el 41 por 100 de los voluntarios, siendo sólo el 7 por 100 de la
población prusiana). Los campesinos tuvieron menos representación en los
voluntarios (18 por 100). Entonces seguía siendo la idea nacional un patrimonio
casi exclusivo de las ciudades, cuya población representaba el 20 por 100 de la
población total. Los voluntarios se sintieron durante ese año y medio de guerra
como la nación en armas. Incluso grupos de población como los judíos, que
habían estado más al margen desde un punto de vista social y político, fueron
también afectados por esta experiencia.
24
De los alrededor de diez mil estudiantes existentes en Alemania en 1815,
estaban integrados en las asociaciones de estudiantes un 10 por 100, pero por su
actividad formaron la espina dorsal del movimiento nacional.
25
Los estatutos de la Burschenschaft de Jena, en Herman Haupt (ed.),
Quellen und Darstellungen zur Geschichte der Burschenschaft und der deutschen
Einheitsbewegung, Heidelberg, 1910, vol. 1, pp. 118-122.
26
Estos pequeños grupos de estudiantes, muy radicalizados, emprendieron
acciones violentas, especialmente tras la Revolución de 1830. En 1833, en
Fráncfort, intentaron un golpe contra el Parlamento confederal, con sede en la
ciudad.
27
Organizaciones de apoyo a la independencia de Grecia se formaron en
1821, donde se cultivaban ideales liberales y nacionales. Véase Ch. Hauser,
Anfange bürgerlicher Opposition. Philhellenismus und Frühliberalismus in
Südwestdeutschland, Gotinga, 1990.
28
Véase Dieter Düding, «Die deutsche Nationalbewegung...», en
Geschichte in Wissenschaft und Unterricht, 42 (1991), pp. 617-618.
29
Ese carácter tuvieron la fiesta de Gutenberg, en Maguncia en 1837; la del
monumento a Schiller, en 1839, en Stuttgart; la de la colocación de la primera
piedra en el monumento Hermann, en Detmold, en 1838, y las inauguraciones de
los monumentos a los grandes poetas en distintas ciudades, que eran ocasión de
afirmación nacional.
30
Staatslexikon oder Encyklopädie der Staatswissenschaften, Altona, 1834-
1843, 15 vols. y 4 supl.; y ediciones posteriores.
31
Carl Theodor Welcker, artículo «Deutsche Staatsgeschichte,
Deutschland, Deutsche...», en Staatslexikon, vol. 4 (1837), p. 290.
32
También otros liberales estaban pensando en la reorganización de la
«Confederación Germánica» a través del establecimiento de una representación
nacional; véase, por ejemplo, Wilhelm Schulz, Deutschlands Einheit durch
Nationalrepräsentation (Stuttgart, 1832).
33
Publicada esta Correspondencia entre dos alemanes en Stuttgart en
1831, en 1832 apareció una segunda edición aumentada. Nueva edición a cargo
de G. Küntzel en Berlín, 1911.
34
Friedrich Meinecke, Weltbürgertum und Nationalstaat, 9.ªed., Múnich,
1969, p. 289.
35
P. A. Pfizer, Gedanken über das Ziel und die Aufgabe des deutschen
Liberalismus (1832), ed. Georg de Küntzel, Berlín, 1911, reimpresión en
Nendeln/Liechtenstein, 1968, pp. 336 s.
36
Véase su testimonio en el Parlamento de Wurtemberg, en 1833, en
Verhandlungen der Kammer der Abgeordeneten des Königsreiches Württemberg
auf dem ersten Landtage von 1833, vol. 2, Stuttgart, 1833, p. 47.
37
P. Wentzke y W. Klotzer (eds.), Deutscher Liberalismus im Vormarz.
Heinrich von Gagerns Briefe und Reden 1815-1848, Gotinga, 1959, n° 28, p. 115.
38
P. Wentzcke y W. Klotzer (eds.), Deutscher Liberalismus, como en nota
anterior. Sobre la posición de Gagern a favor de Prusia, véase Meinecke,
Weltbürgertum und Nationalstaat, (como en nota anterior), pp. 281 y ss.
39
Citado según Hans-Werner Hahn, «Zwischen deutscher Handelsfreiheit
und Sicherung landständischer Rechte», en Wolfgang Schieder (ed.), Liberalismus
in der Gesellschaft des deutschen Vormarz, Gotinga, 1983, p. 268.
40
Sobre la «Asociación de la prensa y la patria alemana», véase el trabajo
de Cornelia Foerster, «Sozialstruktur und Organisationsformen des Deutschen
Preb- und Vaterlandsvereins von 1832/33», en Wolfgang Schieder (ed.),
Liberalismus (como en nota anterior), pp. 147-166.
41
El propio Johann Georg August Wirth escribió un libro sobre la fiesta de
Hambach: Das Nationalfest der Deutschen zu Hambach, 1832. Sobre la fiesta,
véase el libro colectivo editado por K. Baumann, Das Hambacher Fest 27. Mai
1832. Männer und Ideen, Speyer, 1957.
42
Sobre las medidas represivas tomadas por la Confederación Germánica
(los seis artículos de 28 de junio de 1832 y los decretos de 1834), véase Ernst
Rudolf Huber, Deutsche Verfassungsgeschichte seit 1789, vol. 2, Stuttgart, 1975,
pp. 151-163, 173-184.
43
Una estrofa del himno decía: «ellos no lo tendrán / el Rin libre y alemán /
aunque se desgañiten gritando / como cuervos voraces». Max Schneckenburger
compuso su Wacht am Rhein (Guardia en el Rin): «patria querida, puedes estar
tranquila, la guardia en el Rin es firme y fiel», y Heinrich August Hoffmann von
Fallersleben compuso su Canción de Alemania en 1841, en la que el «Alemania,
Alemania sobre todo» tenía un claro sentido patriótico y no de expansión territorial,
al reclamar «unidad y justicia y libertad para la patria alemana».
44
Garantien der Harmonie und Freiheit (1842), Berlín, 1955.
45
Arnodl Ruge, Der Patriotismus (1844), ed. de Peter Wende, Fráncfort del
Meno, 1968, pp. 48 s.
46
Los escritores Heinriche Heine (1797-1856) y Ludwig Borne (1786-1837),
exiliados en París tras la Revolución de Julio de 1830, fueron los precursores de
una nueva literatura comprometida políticamente y crítica con la situación de
Alemania. Con ellos comienza también la emigración política alemana hacia el
extranjero. Sobre Heine, véase Eberhard Galley, Heinrich Heine, 3ª ed., Stuttgart,
1971.
47
Karl Marx, «Manifest der Kommunistischen Partei» (1848), en Marx-
Engels-Werke, vol. 4 (1959), pp. 466 s. El valor de la nación, sin embargo, lo
hicieron depender Marx y Engels del proceso revolucionario total. Durante sus
informes sobre los debates en la Asamblea de Fráncfort (1848-1849), Marx y
Engels todavía hablaban, por ejemplo, de los polacos como de un «pueblo
necesario», porque su lucha revolucionaria por conseguir la independencia
nacional era una lucha contra la Santa Alianza. Pero dos años y medio después,
Engels escribía a Marx: «cuanto más reflexiono sobre la historia, más claro tengo
que los polacos son une nation foutue, que se pueden utilizar como medio hasta
que Rusia haga la revolución agraria. Desde ese momento, Polonia ya no tiene
ninguna raison d'étre [carta de 23 de mayo de 1851, en Marx-Engels-Werke, vol.
27 (1963), p. 266].
48
Sobre la Revolución de 1848 en Alemania, véanse sobre todo Wolfram
Siemann, Die deutsche Revolutíon von 1848/49, Fráncfort del Meno, 1985; W.
Mommsen, Gröbe und Versagen des deutschen Bürgertums, Múnich (1949), 2ª
ed., 1964; R. Stadelmann, Soziale und politische Geschichte der Revolutíon von
1848. Múnich, (1948), 3ª ed., 1973; Günter Wollstein, Deutsche Geschichte
1848/49. Gescheiterte Revolution in Mitteleuropa, Stuttgart, 1986. Sobre el estado
de la investigación, D. Langewiesche, «Die deutsche Revolution von 1949/49 und
die vorrevolutionäre Gesellschaft», Archiv für Sozialgeschichte, 21 (1981), pp. 458-
498, y 31 (1991), pp. 313-426. Sobre los aspectos comunes compartidos con otras
revoluciones en Europa, P. N. Stearns, The Revolutions of 1848, Londres, 1974.
49
Sobre el desarrollo de la Asamblea Constituyente de Fráncfort, véase W.
Siemann, Die Frankfurter Nationalversammlung 1848/49 zwischen
demokratischem Liberalismus und konservativer Reform, Berna/Fráncfort del
Meno, 1976.
50
Un especial papel desempeñó en esta cuestión el historiador Friedich
Christoph Dahlmann, diputado de la Asamblea Constituyente, defensor de una
política nacional alemana en Schleswig-Holstein. Sobre Dahlmann: A. Springer,
Friedrich Christoph Dahlmann, 2 vols., Leipzig, 1870-1872; R. Hansen, «Friedrich
Christoph Dahlmann», en H. U. Wehler (ed.), Deutsche Historiker, vol. 5, Gotinga,
1972, pp. 27 ss.
51
Una Conferencia internacional elaboró, en 1852, el Protocolo de Londres
que establecía que la legislación danesa en materia de sucesión a la corona era
también de aplicación en los Ducados de Schleswig y Holstein, como partes del
Estado danés, aunque mantuvo asimismo el status especial de ambos Ducados.
Sobre la perspectiva internacional del conflicto, véase K. A. P. Sandiford, Great
Britain and the Schleswig Holstein Question 1848-1863, Londres, 1975.
52
Un 30 por 100 de la población era alemán. En Posen capital, de 42.000
habitantes, eran 18.000 polacos, 13.000 alemanes y 11.000 judíos, que optaban
por la cultura alemana.
53
En los primeros momentos de la revolución, hubo una oleada de
solidaridad con los polacos; se liberó a los polacos que habían participado en el
levantamiento de Cracovia de 1846 y estaban en la cárcel de Moabit en Berlín; se
hizo presión sobre el rey de Prusia para que se «restituyera» el Gran Ducado de
Posen, como el núcleo en torno al cual reconstruir Polonia como Estado.
54
Discurso de Robert Blum (24 de julio de 1848), en Stenographischer
Bericht über die Verhandlungen der deutschen konstituierenden
Nationalversammlung zu Frankfurt a. M. (F. Wigard, ed.), 9 vols., Fráncfort, 1848-
1849, vol. 2 (1848), pp. 1141 s.
55
Discurso de Ruge (27 de julio de 1848), en Stenographischer Bericht...
(como en nota anterior), vol. 2 (1848), pp. 1184 ss.
56
Discurso de Jordan (24 de julio de 1848), en Stenographischer Bericht...
(como en nota 50), pp. 1145 s.
57
La línea divisoria de Posen fue cambiada todavía, durante los meses
siguientes, por el Reichskommissar, en perjuicio de los polacos.
58
De los casi cinco millones de habitantes, 2,6 millones eran eslavos
(checos, eslovacos, polacos), 1,7 millones alemanes y el resto pertenecía a otros
grupos nacionales (húngaros, judíos). Aproximadamente un tercio de la población
era de lengua alemana.
59
La renuncia de Palacky, en Palacky, Gedenkblattern. Auswahl von
Denkschriften, Aufsatzen und Briefen, Praga, 1874, pp. 149 ss. Sobre la revolución
en Praga, St. Z. Pech, The Czech Revolution of 1848, Chapel Hill, 1969.
60
Los checos convocaron un congreso eslavo en Praga, el 2 de junio de
1848, como respuesta y alternativa a la Asamblea de Fráncfort. En ese congreso
hubo 237 delegados checos, 60 polacos y rutenos de Galizia y otros 42 delegados
de otras nacionalidades eslavas. El congreso terminó el 12 de junio con el
levantamiento de Praga, dirigido por obreros y estudiantes. El levantamiento fue
aplastado por el gobierno austríaco.
61
El imperio austríaco tenía unos cuarenta millones de habitantes, de los
que sólo una tercera parte eran alemanes, aunque eran el pueblo política y
culturalmente dominante.
62
Sobre este punto, especialmente Günter Wollstein, Das
«Grobdeutschland» der Paulskirche, Düsseldorf, 1977, pp. 266-291.
63
Schwarzenberg declaraba ante el Bundestag austríaco, el 27 de
noviembre de 1848: «la gran obra a la que estamos obligados, de acuerdo con los
pueblos, es la creación de un nuevo vínculo que unifique todos los territorios y las
etnias (Stamme) de la monarquía en un cuerpo estatal único y grande» (texto en
E. R. Huber, Dokumente zur deutschen Geschichte, 3ª ed., Stuttgart, 1978, vol. 1,
p. 291).
64
Sobre los planes de reorganización de la Europa central, véase Anselm
Doering-Manteuffel, «Der Ordnungszwang des Staatensystems: Zu den
Mitteleuropa-Konzept in der österreichisch-preubischen Rivalität 1849-1851», en A.
Birke y G. Heydemann (eds.), Die Herausforderung des Europäischen
Staatensystems, Gotinga, 1989, pp. 119-140.
65
Rusia apoyó durante algún tiempo el plan del Reich de setenta millones.
Pero, tras el fracaso del plan Radowitz, las grandes potencias percibieron el
peligro que podía suponer para el equilibrio europeo un Estado de setenta
millones de habitantes en el centro de Europa. Véase Anselm Doering-Manteuffel,
England, die deutsche Frage und das europäische Machtesystem 1848-1856,
Escrito de Habilitación, Universidad de Erlangen, 1986, pp. 165 ss. The Economist
hizo el siguiente comentario de las Conferencias de Dresden «besides the
mutually interwown dependence of the people of Europe, the political form of
Germany and her political existencie depend —which is not the case witth either
France or England— on the public law of Europe. Germany is a state created by a
treaty, and it is only by observing the treaty that the state can be preserved. It may
become Austrian or Prussian, or be devided betweeen those powers, but it can
only exist as a united State by maintaining with the other powers of Europe the
treaty of Vienna» (año XI, 12 de abril de 1851, p. 393, citado en A. Doering-
Manteuffel, «Der Ordnungszwang...», como en nota anterior, pp. 137-138.
66
Así tituló su libro August Ludwig von Rochau, Grundsätze der Realpolitik
(1852), ed. H. U. Wehler, Berlín, 1972.
67
Véase Thomas Nipperdey, Deutsche Geschichte 1800-1866, Múnich,
1983 pp. 693-697.
68
La influencia de la Asociación era grande a través de los numerosos
periódicos liberales que editaban sus socios. En Berlín respondían a la línea de la
Asociación los periódicos Volks-Zeitung, National-Zeitung, Vossische Zeitung. La
propia Asociación editaba, en su sede central en Coburg, Wochenschrift des
Nationalvereins.
69
Shlomo Na'aman ve en la «Asociación Nacional Alemana» el
establecimiento político de la burguesía alemana, que quería representar al pueblo
alemán por encima de las fronteras de los Estados particulares. La «Asociación»
quería representar a todo el pueblo y preparar la situación para el futuro Estado
nacional. Sh. Naaman, Der Deutsche Nationalverein, Düsseldorf, 1987, p. 16.
70
Los objetivos de la la «Asociación Nacional Alemana» no coincidían, por
lo tanto, con los planteamientos de aquellos políticos e historiadores prusianos
(Treitschke, Baumgarten, Twesten, Waldeck) que defendían, en realidad, una
«Prusia grande», es decir, una anexión del resto de Alemania a Prusia.
71
Verhandlungen der ersten Generalversammlung des Deutschen
Nationalvereins am 3., 4., und 5. September 1860, Coburg, 1860, p. 15.
72
Wochenschrift des Nationalvereins, nº 127, de 3 de octubre de 1862, p.
1065.
73
En las asociaciones de canto se mantuvo siempre el liberalismo, mientras
que en las de gimnastas y cazadores se mezclaban planteamientos liberales y
republicano-demócratas.
74
Willy Real, Der deutsche Reformverein. Grobdeutsche Stimmen und
Krafte zwischen Villafranca und Königgratz, Lübeck/Hamburgo, 1966.
75
Con el fracaso de los planes de reforma presentados por Austria en el
Fürstentag de agosto de 1863, lo único que le quedó de programa fue la oposición
a la política de hegemonía que perseguía Prusia.
76
Sobre los planes de reforma elaborados entre 1861 y 1863, véase E. R.
Huber, Deutsche Verfassungsgeschichte seit 1789, vol. III, 3ª ed., Stuttgart, 1988,
pp. 378-435.
77
El 21 de diciembre de 1863 se reunieron en Fráncfort del Meno 491
diputados de todos los Estados alemanes y acordaron apoyar las pretensiones del
Duque de Augustenbrug y exigir la liberación de los Ducados. En enero de 1864,
la «Asociación Nacional Alemana» fundó en Coburg una oficina central para
reclutar voluntarios.
78
Prominentes liberales como los historiadores Heinrich von Treitschke,
Heinrich von Sybel y Theodor Mommsen, o el demócrata Franz Waldeck,
reconocieron que no había ninguna otra alternativa a Bismarck (véase Hagen
Schulz, «Perspektiven für Deutschland: Nationalverein und Reformverein», en A.
Birke y G. Heydamann (eds.), Die Herausforderung des Europäischen
Staatensystems, Gotinga, 1989, pp. 141-157, esp. p. 155). Por su parte, la
«Asociación de Reforma de Alemania» ya no celebró ninguna asamblea general
más y suspendió la publicación de su órgano central Wochenblatt.
79
Texto de la circular de Bismarck, en E. R. Huber, Dokumente zur
Deutschen Verfassungsgeschichte, 3ª ed., Stuttgart, 1978, vol. II, pp. 233-234.
80
Texto del acuerdo, en E. R. Huber, Dokumente..., como en nota anterior,
p. 239.
81
Este partido (Nationalliberale Partei), con base social en la gran
burguesía y en la industria, sería el partido más importante en la época de la
fundación del Deutsches Reich. En las elecciones al Parlamento federal de 1871
alcanzaría el 30 por 100 de los votos. El partido se disolvió en noviembre de 1918.
82
Para un balance de 1866, véase Michael Stürmer, Das ruhelose Reich.
Deutschland 1866-1918, Berlín, 1983, pp. 144 ss.; Karl Georg Faber, «Realpolitik
als Ideologie: Die Bedeutung des Jahres 1866 für das politische Denken in
Deutschland», Historische Zeitschrift, 203 (1966), pp. 1-45.
83
Texto del Tratado entre Prusia y los Estados del norte de Alemania, de 18
de agosto de 1866, en E. R. Huber, Dokumente..., como en nota 75, pp. 268-270.
84
Texto de la Constitución de 1867, en E. R. Huber, Dokumente..., como en
nota 75, vol. II, pp. 272-285. Sobre la «Confederación del Norte de Alemania»,
véase Klaus Erich Pollmann, Parlamentarismus im Norddeutschen Bund 1867-
1870, Düsseldorf, 1985.
85
Entre 1866 y 1867, Prusia firmó una serie de pactos defensivos y
ofensivos con Baviera, Württemberg, Baden y Hesse, pues, desaparecida la
Confederación Germánica, que formaba también una unidad militar, la nueva
Confederación del Norte de Alemania sólo podía contar consigo mismo en una
situación internacional crítica. El pacto entre Prusia y Württemberg se firmó el 13
de agosto de 1866; el de Prusia con Baden el 17 de agosto; el de Prusia con
Baviera el 22 de agosto. El pacto entre Prusia y Hesse se firmó el 11 de abril de
1867, en el contexto del acuerdo militar del 7 de abril de 1867.
86
Véase para lo siguiente R. Dietrich (ed.), Europa und der Norddeutsche
Bund, Berlín, 1968.
87
Karl von Hollenzollern-Sigmaringen, 1839-1914, hermano de Leopold.
88
Texto (fragmento) del escrito de Bismarck, en E. R. Huber, Dokumente...
nº 216.
89
Véase, E. R. Huber, Deutsche Verfassungsgeschichte, vol. 3, 3ª ed.,
Stuttgart, 1988, p. 716.
90
Así lo recordaría después Bismarck en «Gedanken und Erinnerungen»,
en Die gesammelten Werke, ed. por H. v. Petersdorff y otros, 15 vols., Berlín 1924-
1935, vol. 15, p. 310. Sobre la vida de Bismarck, véase Lothar Gall, Bismarck. Der
weibe Revolutionär, 5ª ed., Berlín/Fráncfort del M., 1981.
91
Napoleón III le comentó al presidente del gobierno Ollivier: «ahí ve usted
en qué situación se puede encontrar un gobierno a veces: no tenemos ningún
motivo de guerra justo y a pesar de ello nos tendremos que decidir por la guerra
para obedecer la voluntad del país» (citado según E. Fehrenbach, « Preussen-
Deutschland als Faktor der franzosischen Aubenpolitik in der
Reichsgründungszeit», en Historische Zeitschrift, Beiheft 6, 1980, pp. 109-138, cita
en p. 125).
92
En los Estados de Baviera y de Würtemberg, sin embargo, había habido
fuertes tensiones entre el gobierno y las mayorías parlamentarias. En
Würtemberg, en las elecciones de 1868 había obtenido mayoría el partido
Volkspartei, opuesto al carácter automático de los pactos militares suscritos con
Prusia en 1866. En Baviera, el partido patriota también había obtenido la mayoría
parlamentaria en las elecciones de noviembre de 1869. Este partido era de la
opinión de que la interpretación de cuándo había un casus foederis le
correspondía exclusivamente a Baviera. Pero, en julio de 1870, el partido patriota
bávaro votó a favor de la guerra y de los créditos necesarios.
93
El Acuerdo entre la Confederación del Norte, Baden y Hesse se firmó el
15 de noviembre de 1870; el Acuerdo entre la Confederación del Norte y Baviera,
el 23 de noviembre; y el Acuerdo entre la Confederación del Norte, Baden y
Hesse, por un lado, y Württemberg, por otro, el 25 de noviembre de 1870. El
Acuerdo común se plasmó en un Protocolo, de fecha 8 de diciembre de 1870. Dos
días después el Parlamento federal y el Bundesrat de la Confederación, de
acuerdo con los cuatro Estados del sur, aprobaban el cambio de denominación del
nuevo Estado: en vez de Deutscher Bund, Deutsches Reich (Imperio alemán). La
presidencia de la federación pasaba a denominarse Deutscher Kaiser (emperador
alemán).
94
Los Tratados de noviembre sobre el nuevo Estado federal fueron
ratificados por el parlamento federal de la Confederación del Norte de Alemania el
9 de diciembre de 1870; por el parlamento de Baden ef 21 de diciembre; por el
parlamento de Hesse el 20-29 de diciembre y por el parlamento de Württemberg el
23-29 de diciembre. El 31 de diciembre de 1870 fueron publicados en la Gaceta
oficial de la Confederación, con efectividad a partir del 1 de enero de 1871. En
Baviera, donde la ratificación era especialmente problemática, la segunda cámara
del parlamento los ratificó el 21 de enero de 1871 con un resultado de 102 votos a
favor y 48 en contra. El 30 de enero de 1871, el rey de Baviera, Luis II, declaró los
Tratados con efecto retroactivo al 1 de enero de 1871. Objeto de discusión ha sido
si el Estado de 1871 era realmente un nuevo Estado o la continuación de la
Confederación del Norte de Alemania, de 1867. El jurista Paul Laband, autor del
manual más famoso sobre el Derecho político del Deutsches Reich (Das
Staatsrecht des Deutschen Reiches, 4 vols., 5ª ed., Tubinga, 1911-114) mantenía
la tesis de la continuación. E. R. Huber, entre otros, por el contrario, mantiene la
tesis de la creación de un nuevo Estado en 1871.
95
Sobre la política exterior de Bismarck, véase K. Hildebrand, Deutsche
Aubenpolitik 1871-1918, Múnich, 1989; A. Hillgruber, Bismarcks Aubenpolitik, 2ª
ed., Friburgo, 1981.
96
Véase K. Hildebrand, «Die deutsche Reichsgründung im Urteil der
britischen Politik», Francia, 5 (1977), pp. 399-424.
97
Véase B. Jelavich, A Century of Russian Foreign Policy, 1814-1914,
Filadelfia/Nueva York, 1964.
98
La crítica situación de enero de 1887, en que ambos gobiernos llamaron
a los reservistas, fue solucionada por la vía diplomática. Sobre las relaciones entre
Alemania y Francia, vid. R. Poidevin y J. Bariéty, Les rélations franco-allemandes
1815-1975, París, 1977.
99
K. O. von Aretin destaca el carácter del antiguo Reich y de su constitución
como un Rechtsordnung (ordenamiento jurídico), que mira al poder como algo
secundario, siendo lo primero el mantenimiento del derecho (Heiliges Rómisches
Reich 1776-1806. Reichsverfassung und Staatssouveranität, 2 vols., Wiesbaden,
1967, vol. l, p. 11).
100
La discusión moderna sobre el carácter del Imperio alemán como Estado
nacional arranca de la tesis afirmativa de Theodor Schieder («Das Deutsche
Kaiserreich von 1871 als Nationalstaat», en Th. Schieder, Nationalismus und
Nationalstaat. Studien zum nationalem Problem in modernen Europa, ed. por Otto
Dann y Hans-Ulrich Wehler, Gotinga, 1991, PP- 197-217).
101
A pesar de ello, el Imperio alemán no era solamente una «federación de
príncipes». Se hizo un nuevo Estado: la Constitución estableció una nacionalidad
común para todos sus habitantes: además de «prusianos» o «bávaros», etc.,
todos eran alemanes en sentido jurídico-constitucional.
102
Este matiz confederativo aseguraba la posición hegemónica de Prusia
dentro del Deutsches Reich. Prusia representaba casi dos tercios del territorio y de
la población de todo el Deutsches Reich. El presupuesto de Prusia era mayor que
el del Reich. Prusia tenía en el Bundesrat diecisiete votos, con lo que podía
impedir una reforma de la Constitución. Además, tenía veto en las leyes militares y
en la determinación de los ingresos por impuestos del Reich. También
constitucionalmente estaba establecido que el rey de Prusia era el emperador del
Reich. El Canciller fue por regla general el jefe del gobierno prusiano y los
funcionarios del Reich procedían en su inmensa mayoría del funcionariado
prusiano.
103
Sobre la representación ponderada en el Imperio alemán, véase A.
Truyol y Serra, «La representación ponderada en el federalismo germánico»,
Revista de Política Internacional, 162 (1979), pp. 7-41, esp. pp. 28-29. Sobre la
evolución del parlamentarismo alemán, véase Gerhard A. Ritter,
«Entwicklungsprobleme des deutschen Parlamentarismus», en Gesellschaft,
Parlament und Regierung. Zur Geschichte des Parlamentarismus in Deutschland,
ed. por Gerhard A. Ritter, Düsseldorf, 1974, pp. 11-54.
104
El emperador no tenía, en todo caso, sólo una función de
representación, sino que disponía de un gran poder: mando supremo del ejército,
nombramiento y cese del canciller, convocatoria y clausura del Bundesrat y del
Bundestag, y política exterior.
105
Sobre las clases sociales, véase Jürgen Kocka (ed.), Bürgertum im 19.
Jahrhundert, 3 vols., Múnich, 1988; W. Conze y U. Engelhardt (eds.),
Arbeiterexistenz im 19. Jahrhundert: Lebensstandard und Lebensgestaltung
deutscher Arbeiter und Handwerker, Stuttgart, 1981; K. Tenfelde y H. Volkmann
(eds.), Streik. Zur Geschichte des Arbeitskampfes in Deutschland wahrend der
Industrisialierung, Múnich, 1981.
106
En la región minera del Ruhr vivían también entre trescientos mil y cuatro
cientos mil polacos.
107
La ley fue aprobada por 212 votos (de los partidos conservadores y del
partido liberal-nacional) contra 120 votos del partido católico Zentrum, el partido
liberal de izquierda, el partido de los Welfen de Hannover y los polacos.
108
Más adelante sí se aprobaría en el Parlamento prusiano una ley de
expropiación (ley de 20 de marzo de 1908), que daba al Estado de Prusia el
derecho a expropiar fincas, de una superficie no superior a setenta mil hectáreas,
cuando corriera peligro «el espíritu alemán» (das Deutschtum) y no se pudiera
fortalecer éste sino por la expropiación. Cuando se aplicó la ley de 1908 afectó ya
a muy pocas fincas. Véase Th. Nipperdey, Deutsche Geschichte 1866-1918, vol. II,
Múnich, 1992, pp. 266-281.
109
En 1871, el 61 por 100 de la población de Posen era polaca, el 35 por
100 alemana y el 3,9 judía. En 1910, el 64,7 por 100 era polaca, frente a un 34 por
100 de alemanes y un 1,3 por 100 de judíos. Especialmente sobre Posen, véase
B. Balzer, Die preubische Polenpolitik 1894-1908 und die Haltung der deutschen
conservativen und liberalen Parteien unter besonderer Berücksichtigung der
Provinz Posen, Fráncfort del Meno, 1990.
110
En 1870, la población estaba formada por 900.000 alemanes y 400.000
polacos. En 1910: 1.228.000 alemanes y 475.000 polacos.
111
En Silesia, todavía en 1912, menos de la mitad de los que hablaban
polaco votaron a candidatos polacos. Seguían teniendo su peso las viejas
lealtades confesionales al partido católico y las nuevas hacia la socialdemocracia.
La composición de la población, lingüísticamente hablando, era la siguiente: en
1870,1.450.000 alemanes y 750.000 polacos; en 1910, 1.040.000 alemanes
(incluyendo los bilingües) y 1.170.000 polacos. Sobre el Kulturkampf en la Polonia
prusiana, L. Trezianowski, The «Kulturkampf» en Prussian Poland, Nueva York,
1990.
112
Así juzga la cuestión Thomas Nipperdey, en Deutsche Geschichte 1866-
1918, vol. II, Múnich, 1992, p. 282. Sobre el tratamiento dado a la minoría danesa,
véase L. Blatt, Die rechtliche Behandlung der danischen Minderheit in Schleswig-
Holstein von 1866-1914, Husum, 1980.
113
Sobre la situación de Alsacia-Lorena, véase F. Bronner, 1870/71 Elsab-
Lothringen. Zeitgenössischen Stimmen für und wider die Eingliederung in das
Deutsche Reich, 2 vols., Fráncfort del Meno, 1970; F. Igersheim, L'Alsace des
notables 1870-1914. La bourgeoisie et le peuple alsacien, Estrasburgo, 1981; D. P.
Silverman, Reluctant Union. Alsace-Lorraine and Imperial Germany, 1871-1918,
Londres, 1972.
114
Véase, sobre este punto, G. Brakelmann, «Der Krieg 1870/71 und die
Reichsgründung im Urteil des Protestantismus», en Kirche zwischen Krieg und
Freiden. Studien zur Geschichte des deutschen Protestantismus, ed. por W. Huber
y J. Schwerdtfeger, Stuttgart, 1977, pp. 293-320.
115
Sobre el obispo Ketteler, véase A. M. Birke, Bischof Ketteler und der
Deutsche Liberalismus, Maguncia, 1971; R. Morsey, «Bischof Ketteler und der
politische Katholizismus», en W. Pöls (ed.), Staat und Gesellschaft im politischen
Wandel. Beitrage zur Geschichte der modernen Welt, Stuttgart, 1979, pp. 203-223.
116
En Baviera, sobre todo. Tras la derrota de 1866 —Baviera había
participado en la guerra al lado de Austria— se formó un gobierno liberal, pero en
1867 las elecciones para la Asamblea de la Unión Aduanera, dieron como
resultado veintiséis diputados clericales frente a doce liberales. Es más, como
reacción a las medidas del gobierno, se fundó el partido bávaro-patriótico, fiel a la
idea de la Alemania grande y, por consiguiente, hostil a Prusia y a la unión de
Baviera con la Confederación del Norte de Alemania, y hostil también al
capitalismo y a la economía liberal.
117
Sobre el Kulturkampf, véase R. Lili, Die Wende im Kulturkampf. Leo XIII,
Bismarck und die Zentrumspartei 1878-1880, Tubinga, 1973.
118
La prueba más evidente de la colaboración del Zentrum en la política
internacional alemana fue la aprobación por parte del Zentrum de la propuesta
colonial del gobierno alemán, en 1888-1889, que le permitió a éste el
aplastamiento de la rebelión de los árabes en el África oriental, territorio bajo
protección alemana.
Para esta escuela, la fundación prusiana del Deutsches Reich era la meta
de la historia alemana. Los historiadores Droysen y Sybel eran los corifeos de esta
escuela. Sobre estos historiadores, H. Schleier, «Die kleindeutsche Schule
(Droysen, Sybel, Treitschke)», en J. Streisand (ed.), Studien über die
Geschichtswissenschaft von 1800-1871, Berlín-Este, 1969, vol. 1, pp. 271-310; G.
G. Iggers, Deutsche Geschichtswissenschaft. Eine Kritik der traditionellen
Geschichtsauffassung von Herder bis zur Gegenwart, Múnich, 1971, pp. 120-163;
sobre Sybel, V. Dotterweich, Heinrich von Sybel. Geschichtwissenschaft in
politischer Absicht (1817-1861), Gotinga, 1978. Un resumen de las principales
interpretaciones sobre la creación del Deutsches Reich se puede encontrar en
Michael Stürmer Die Reichsgründung, 2.ªed., Múnich, 1986, pp. 172-186.
130
Véase H. J. Puhle, Agrarische Interessenpolitik urtd preussischer
Konservatismus im wilhelminischen Reich (1893-1914), 2ª ed., Bonn, 1975.
131
Thomas Mann le llamaría «praeceptor Germaniae» por poner de
manifiesto la vaciedad del nuevo Estado alemán creado por el canciller Bismarck y
por reivindicar una formación humana auténtica, por encima de la superficial
modernidad [Betrachtungen eines Unpolitischen (1918), Berlín, 1991, p. 267].
132
Lagarde, «Über die gegenwartigen Aufgaben der deutschen Politik», en
Deutsche Schriften, 3ª ed., Múnich, 1937, p. 33.
133
P. Lagarde, «Die Religion der Zukunft», en Deutsche Schriften, p. 286.
134
P. Lagarde, «Die Stellung der Religionsgesellschaften im Staate», en
Deutsche Schriften, p. 239. Lagarde comparaba a los judíos con los masones en
su conjura internacional para conseguir lo mejor para ellos y con los jesuitas en la
órbita católica. Equiparaba asimismo, lo que era también usual en los años setenta
en Alemania, los conceptos de judío y capitalista.
135
J. Langbehn, Rembrandt als Erzieher. Von einem Deutschen (1890), 33ª
ed., Leipzig, 1891, Sobre Langbehn, véase Fritz Stern, Kulturpessimismus als
politische Gefahr, pp. 127-220. También Doris Mendlewitsch, Volk und Heil.
Vordenker des Nationalsozialismus im 19. Jahrhundert, Rheda-Wiedenbrück,
1988.
136
J. Langbehn, Rembrandt als Erzieher, p. 379.
137
J. Langbehn, Rembrandt als Erzieher, p. 284.
138
Uno de los cofundadores de la Asociación, el teólogo Friedrich Naumann
se separaría de la Asociación por la vaciedad del término «nacional» que utilizaba
la Asociación. En 1896 fundaría la «Asociación Social-Nacional», replanteando la
relación entre reforma nacional y reforma liberal: Naumann quería que lo
«nacional» se entendiera no ya en términos de lo alemán, sino en términos de lo
social, es decir, la integración y homogeneización nacional sólo podría lograrse a
través de la reforma social. Sobre F. Naumann, vid. D. Düding, Der Nationalsoziale
Verein 1896-1903. Der gescheiterte Versuch einer parteipolitischen Synthese von
Nationalismus, Sozialismus und Liberalismus, Múnich, 1972; Peter Theiner,
Sozialer Liberalismus und deutsche Weltpolitik, Baden-Baden, 1983.
139
En 1901 contaba con 23.000 socios, siendo la mitad de ellos maestros,
funcionarios y profesionales liberales.
140
Véase M. S. Wertheimer, The Pan-German-League 1890-1914,1924, pp.
134 ss. La Liga participó en la caída del canciller Bethmann Hollweg, en julio de
1917, y era el principal apoyo del partido patriótico (Vaterlandspartei). Sobre la
Liga, véase R. Chickering, The Men who Feel Most German. A Cultural Study
ofthe Pan-German League, 1866-1914, Boston, 1984.
141
Véase Harm-Peer Zimmermann, «Der feste Wall gegen die rote Flut».
Kriegervereine in Schleswig-Holstein 1864-1914, Neumünster, 1989, pp. 361-399.
142
En el partido SPD, aunque votó a favor de los créditos de guerra, no
había ninguna admiración por la guerra ni ningún entusiasmo nacionalista, sino
más bien una especie de solidaridad crítica. Los socialistas esperaban que los
sufrimientos de la guerra provocaran en los alemanes el rechazo de la guerra y el
amor a la paz. El portavoz socialista en el Reichstag, Hugo Haase, se expresó en
estos términos: «en el momento del peligro, no dejamos a la patria en la
estacada» (Reichstag, Stenographische Berichte, 1914, vol. 306, 8c).
143
Los católicos, integrados en el Estado nacional en gran medida tras la
superación del Kulturkampf, aceleraron ahora su identificación con el Estado
nacional. La «Asociación de la Alemania Católica» (Volksverein für das katholische
Deutschland) organizó los «domingos patrióticos». Los judíos participaban ahora
por vez primera como ciudadanos iguales en la guerra. La revista judía Im
Deutschen Reich hizo un llamamiento, el uno de agosto, para que participaran
como voluntarios junto con los cristianos.
144
Johann Plenge, Der Krieg und die Volkswirtschaft, Münster, 1915, pp.
189 s.
145
De 69 profesores de historia, 43 participaron de esta actividad
publicística sobre la guerra. Y de estos 43,38 pensaban que la guerra era, por
parte de Alemania, una guerra defensiva.
146
El «manifiesto de los 93» (Aufrufder 93) fue publicado en el periódico
Frankfurter Zeitung, el 4 de octubre de 1914. El manifiesto fue rechazado por
pocos profesores (Hans Delbrück, L. von Wiese y A. Einstein). En los meses
siguientes aparecerían otros manifiestos de profesores y universidades. Texto
citado, en Klaus Schwabe, Wissenschaft und Kriegsmoral. Die deutschen
Hochschullehrer und die politischen Grundfragen des Ersten Weltkrieges,
Gotinga/Zúrich/Fráncfort, 1969, p. 25.
147
Werner Sombart, Handler und Helden. Patriotische Gesinnungen,
Múnich/Leipzig, 1915, p. 64.
148
E. Troeltsch, «Die Ideen von 1914» (1916), en Deutscher Geist und
Westeuropa. Gesammelte kulturphilosophische Aufsatze und Reden, ed. Por Hans
Baron, Tubinga, 1925, p. 50.
149
F. Meinecke, «Die deutsche Freiheit», conferencia en Berlín del 18 de
mayo de 1917, pp. 14 ss. (también en Werke, Stuttgart, 1979, vol. 9, pp. 586-602).
Durante la guerra Meinecke se decantaría por la eliminación del sistema electoral
prusiano y por la introducción del sufragio universal.
150
Johann Plenge, 1789 und 1914. Die symbolischen Jahre in der
Geschichte des politischen Geistes, Berlín, 1916, p. 16.
151
Plenge, ibídem, p. 20. F. Hayek criticaría posteriormente a Plenge como
un precursor del nacionalsocialismo. Véase Der Weg zur Knechtschaft [Camino de
servidumbre], Erlenbach/Zúrich, 1952, pp. 214 s.
152
Wilhelm Wundt, «Deutsche Staatsauffassung», Deutschlands
Erneuerung, H. 2 (1918), pp. 199 ss. (reimpreso en Aufrufe und Reden deutscher
Professoren, pp. 152 ss.). Para Wundt, el espíritu alemán ha conocido dos
grandes momentos: la reforma protestante y el idealismo; el tercero será el Estado
alemán [Völkerpsychologie (Kultur und Geschichte)], Leipzig, 1920, vol. 10, p. 464.
Otros testimonios en esa dirección, por ejemplo, Hans Delbrück, Regierung und
Volkswille, 1913, p. 135.
153
Thomann Mann, Betrachtungen eines Unpolitischen (1918), Fráncfort del
Meno, 1991, pp. 22-23.
154
La petición del teólogo Reinhold Seeberg, del verano de 1915, firmada
por 352 profesores universitarios: «queremos situarnos con tanta firmeza y
amplitud en el terreno patrio, asegurado y aumentado de modo que esté
garantizada nuestra existencia por generaciones [...]. No queremos dominio
mundial, pero sí una vigencia mundial totalmente acorde con la grandeza de
nuestra fuerza cultural, económica y militar», en Aufrufe und Reden deutscher
Professoren im Ersten Weltkrieg, ed. de Klaus Böhme, Stuttgart, 1975, pp. 125 ss.
155
Véase en Walter Wulf (ed.), Geschichtliche Quellenhefte, vol. 10, 8.ªed.,
Fráncfort, 1974, p. 90.
156
Mil cien profesores universitarios firmaron una declaración contra la
resolución del Reichstag, en la que afirmaban que la actual mayoría parlamentaria,
elegida hacía casi seis años, no tenía ya capacidad para decidir sobre las
cuestiones vitales presentes que afectaban a la voluntad popular. En contra de esa
declaración y en apoyo de una paz negociada, 81 profesores firmaron un
manifiesto en el sentido de la declaración de la mayoría parlamentaria.
157
Véase, sobre todo, su escrito sobre la reorganización de Alemania, en
Escritos políticos, Madrid, 1991.
158
La extrema izquierda, no obstante, continuó intentando la revolución. A
comienzos de enero de 1919 —del 5 al 12— se produjo el levantamiento
espartaquista en Berlín, que sería aplastado por el ejército. Los líderes
revolucionarios Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg fueron asesinados el 15 de
enero. Durante los meses de marzo y abril habría nuevos levantamientos
comunistas y oleadas de huelgas en varias partes de Alemania. En Múnich,
concretamente, se establecería una «República de los Consejos», que se extendió
hasta mayo de 1919.
159
De un total de 423 escaños, el SPD consiguió 165; el partido católico
Zentrum, 90; el partido demócrata (DDP), 75; el partido de los socialistas
independientes (USPD), 22, y los partidos de la derecha —partido popular (DVP) y
partido popular nacional (DNVP)— consiguieron 22 y 43 escaños,
respectivamente.
160
El referéndum tuvo lugar en marzo de 1921, con el resultado de 62 por
100 a favor de permanecer en el Deutsches Reich, y 38 por 100 a favor de
integrarse en Polonia. Con la partición de la Alta Silesia, Polonia recibía el 70 por
100 de los yacimientos de carbón y de hierro.
161
En 1935 tuvo lugar en el Sarre el referéndum previsto y su población
decidió mayoritariamente (91 por 100) su integración en el Deutsches Reich.
162
Estas ideas de Llody George, que había reflejado en su memorándum de
Fontainebleau, de 24 de marzo de 1919, y que había hecho llegar a los
negociadores franceses, inspirarían la política británica durante los veinte años
siguientes: la paz sólo podría estar garantizada, si obtenía su aceptación tanto de
los vencedores como de los vencidos. Lloyd creía que la injusticia hacia Alemania
engendraría con toda certeza una guerra en el futuro. De esta opinión era también
el presidente norteamericano Wilson.
163
El libro de Ferdinand Tönnies, Gemeinschaft und Gesellschaft, había
sido publicado en Leipzig en 1887 (reimpresión en Darmstadt, 1963). Sobre estos
dos conceptos, véase Rene Konig, «Die Begriffe Gemeinschaft und Gesellschaft
bei Ferdinand Tönnies», Kölner Zeitschrift für Soziologie und Sozialpsychologie, 7
(1955), pp. 348-420; Manfred Riedel, «Gesellschaft/Gemeinschaft», en
Geschichtliche Grundbegriffe, ed. por O. Brunner, W. Conze y R. Koselleck, vol. 2,
Stuttgart, 1975, pp. 801-863.
164
Jonas Lesser, Von deutscher Jugend, Berlín, 1932, p. 132, citado en K.
Sontheimer, Antidemokratisches Denken in der Weimarer Republik, Múnich, 1968,
p. 252.
165
Diputado Wilhelm Sollmann, en 1925, en Reichstag: Wir sehen in der
Nation das noch lange nicht erreichte Ziel eines politisch und sozial freien Volkes
(cit. en Otto Dann, Nation und Nationalismus in Deutschland 1770-1990, Múnich,
1993, p. 253).
166
«An unsere Gesinnungsgenossen», 15 de noviembre de 1918, en M.
Pfeiffer, Zentrum und neue Zeit (Flugschriften der Deutschen Zentrumspartei, nº 1),
Berlín, 1918, pp. 26 ss.
167
Jürgen C. Heβ, «Das ganze Deutschland soll es sein - Die
republikanischen Parteien und die Deutsche Frage in der Weimarer Republik», en
Josef Becker y Andreas Hillgruber (eds.), Die Deutsche Frage im 19. und 20.
Jahrhundert, Múnich, 1983, pp. 309-310.
168
Sólo defendió la República de Weimar cuando veía peligro en el
bolchevismo de la extrema izquierda, pero tan pronto como desapareció ese
peligro, se convirtió posteriormente en un enemigo de la República y del Estado
nacional democrático (a partir de 1928, cuando llegó a su presidencia Alfred
Hugenberg) y colaboró con el partido nacionalsocialista. Hugenberg llevó al partido
en 1933 a una coalición con el partido nazi. Se disolvió en julio de 1933. Hasta
1928 había estado muy dividido internamente por la cuestión de la colaboración
con la República.
169
Wolfgang Treue, Deutsche Parteiprogramme seit 1861,4ª ed., Gotinga,
1968, pp. 120 ss.
170
Lindeiner-Wildau, Volk und Reich der Deutschen, vol. 2, Berlín, 1929, p.
51.
171
Prólogo de Ernst Jünger al libro de Friedrich Georg Jünger, Aufmarsch
des Nationalismus, Leipzig, 1926, p. XI. Los escritos más significativos de Jünger
a este respecto son Der Kampf als inneres Erlebnis, Die totale Mobilmachung, In
Stahlgewittern y Der Arbeiter.
172
El carácter central de la guerra también aparece en algunos teóricos
académicos de los años veinte, como Carl Schmitt, Oswald Spengler o Hans
Freyer. Para Schmitt, la guerra es una característica esencial del concepto de lo
político. De la distinción entre amigo y enemigo, como la diferenciación básica de
lo político, pasa a la guerra como su correlato necesario: «los conceptos de amigo,
enemigo y lucha reciben su sentido real del hecho de que se refieren en concreto
a la posibilidad real de la muerte física. La guerra se deriva de la enemistad, pues
ésta es la negación de otro ser. La guerra es solamente la máxima realización de
la enemistad» [Der Begriff des Politischen (1927), Berlín, 1987, p. 33]. Spengler
había escrito: «la guerra es la forma eterna de la existencia humana, y los Estados
sólo existen por la guerra; son expresión de la disposición a la guerra»
(Preuβentum und Sozialismus, Múnich, 1920, p. 53). Freyer, por su parte, escribía:
«al comienzo del camino que el Estado hace hacia el espíritu, está la guerra» (Der
Staat, Leipzig, 1925, p. 140).
173
Sus escritos más importantes: Gedanken über deutsche Politik, Berlín,
1929; Entscheidung, Berlín, 1930. Sobre Niekisch, véase Uwe Sauermann, Ernst
Niekisch. Zwischen allen Fronten, Berlín/Múnich, 1985.
174
E. Niekisch, Entscheidung, Berlín, 1930, p. 180.
175
El propio concepto de «revolución conservadora» ha sido puesto en
cuestión recientemente por Stefan Breuer. En 1941, el libro de Bermann
Rauschning, Die konservative Revolution. Versuch und Bruch mit Hitler, Nueva
York 1941, acuñó el nombre para un conjunto de pensadores cristiano-
monárquicos contrarios al dinamismo nihilista de la modernidad. El libro de Armin
Mohler, Die Konservative Revolution in Deutschland, 1918-1932 (1ª ed., 1950), por
el contrario, acuñó el nombre para un conjunto de cinco grupos políticos (los
neoconservadores, los völkisch, los nacionalrevolucionarios, los Bündnischen y los
del movimiento popular-agrario). Esos grupos quedaban, en todo caso,
diferenciados respecto a los nazis y a la reacción conservadora. Stefan Breuer,
Anatomie der konservativen Revolution, Darmstadt, 1993, propone, sin embargo,
que, ante la poca claridad que genera el término «revolución conservadora», se
hable de «nuevo nacionalismo» (p. 181). Quiénes hayan de ser considerados
integrantes de la «revolución conservadora» ha sido también una cuestión que ha
recibido muy distintas respuestas entre los investigadores.
176
Arthur Moeller van den Bruck, Das Dritte Reich (1923), Hamburgo, 1931,
4ª ed., p. 219.
177
Edgar Julius Jung, Deutschland und die konservative Revolution, Múnich,
1932, p. 380. Había destacado dentro del pensamiento antidemocrático
especialmente con su libro Die Herrschaft der Minderwertigen. Ihr Zerfall und ihre
Ablösung durch ein neues Reich (Berlín, 1927; 2ª ed., 1930). Sus reflexiones se
enmarcan en las coordenadas de los teóricos de las élites como Pareto y Michels,
y en la teoría corporativista de la sociedad del profesor vienes Othmar Spann
(1878-1950). Su conservadurismo cristiano, supranacional y corporativo
representaba, sin embargo, una crítica para el nacionalismo, y acabaría siendo
asesinado en la «noche de los cuchillos largos» (1934) a manos de las SA.
178
Der Untergang des Abendlandes, vol. 2, 1922, p. 747.
179
Moeller van den Bruck, Das Dritte Reich, 4ª ed., Hamburgo, 1931, pp.
232, 235.
180
Stapel, «Volk und Staat» (1929), en F. Krueger (ed.), Philosophie der
Gemeinschaft, Berlín, 1936, pp. 5-19, pp. 8 s.
181
Spengler, Der Untergang des Abendlandes, vol. 2, 1922, p. 775.
182
Spengler, Neubau des deutschen Reiches, Múnich, 1924, pp. 17 s.
183
Por ejemplo, en Die Deutschen. vol. III (Entscheidende Deutsche),
Minden, 1907, p. 232, donde Alemania es nombrada tierra madre de la raza.
184
Moeller van den Bruck, «Eine Zuschrift und eine Erwiderung», en Das
Recht der jungen Völker, ed. de H. Schwarz, Berlín, 1932, pp. 207-213, p. 212.
185
E. Jünger, Der Arbeiter (1932), Stuttgart, 1981, p. 156.
186
Jünger, «Über Nationalismus und Judenfrage», Süddeutsche
Monatshefte, 17 (1930), pp. 843-845, p. 845.
187
Sobre Stapel, véase Louis Dupeux, «L'antisémitisme culturel de Wilhelm
Stapel», Revue d'Allemagne, 21 (1989), pp. 610-618.
188
Así se expresa, por ejemplo, M. R. Gerstenhauer, Der völkische
Gedanke in Vergangenheit und Zukunft, Leipzig, 1933, p. 63. Para este apartado,
véase K. Sontheimer, Antidemokratisches Denken in der Weimarer Republik, 3ª
ed., Múnich, 1992, pp. 130-134. El término «völkisch» resulta de difícil traducción.
Hace referencia, en todo caso, al pueblo como una realidad extrapolítica, étnico-
cultural, originaria y «castiza», aunque no todo el pensamiento völkisch era racista,
en el sentido de considerar al pueblo alemán superior a otros pueblos.
189
Hermann Meyer, Der deutsche Mensch, 2 vols., Múnich, 1925, vol. 1, p.
5.
190
Der völkische Neuaufbau Deutschlands, 2ª ed., Gotinga, 1923, p. 78.
191
En una entrevista de Moeljer van den Bruck con Hitler, en 1923, éste le
dijo al intelectual: «usted tiene todo lo que me falta a mí. Usted está trabajando el
equipamiento intelectual para la renovación de Alemania. Yo soy sólo un
compilador y un tamborilero. Trabajemos juntos» (citado en F. Stern,
Kulturpessimismus, 1986, p. 284).
192
Así lo reconocía, e incluso lo reclamaba, Edgar Julius Jung en 1932
(«Neubelebung von Weimar?», Deutsche Rundschau, junio de 1932, pp. 153 ss.).
193
Sobre la relación entre nacionalsocialismo y prusianismo, véase Hans
Mommsen, «Preuβentum und Nationalsozialismus», en Wolfgang Benz y otros
(eds.), Der Nationalsozialismus. Studien zur Ideologie und Herrschaft, Fráncfort de
Meno, 1993, pp. 29-41.
194
Hitler utiliza con un sentido prácticamente idéntico Volk (pueblo), Rasse
(raza), Stamm (grupo étnico), Art (especie), Nation, sin conceder importancia a la
precisión conceptual en asuntos más o menos teóricos.
195
Hitler, Mein Kampf, edición en un solo volumen, 1930, pp. 318 ss.
196
En sus discursos del año 1920, Hitler habla continuamente de
exterminio, expulsión o de alejamiento (Entfernung), y de que llegará la solución a
la cuestión judía. A veces menciona incluso el cómo: «que se impida que los judíos
minen nuestro pueblo, y si es necesario poniendo en seguridad sus agentes
patógenos en campos de concentración» (texto en Völkischer Beobachter del 13
de marzo de 1921). Véase E. Jäckel, Hitlers Weltanschauung, 4ª ed., Stuttgart,
1991, pp. 61 ss.
197
Mein Kampf, 1930, pp. 738, 772.
198
Hitlers Zweites Buch. Ein Dokument aus dem Jahr 1928, introducción y
comentario de Gerhard L. Weinberg, Stuttgart, 1961, pp. 46 s.
199
Mein Kampf, 1930, p. 372.
200
«Política es el arte de realizar, de ejecutar, la lucha de un pueblo por su
existencia terrena. La política exterior es el arte de garantizar a un pueblo su
necesario espacio vital en tamaño y bondad. Política interior es el arte de
conservarle a un pueblo su necesario poder para ello en la forma de su valor
racial» (Hitlers Zweites Buch, p. 62).
201
Hitlers Zweites Buch, pp. 64-66.
202
Mein Kampf, p. 165.
203
Hitlers Zweites Buch, pp. 220 ss.
204
Hitlers Zweites Buch, p.
205
Hitler mantuvo siempre la misma concepción de la política exterior que
tenía a su llegada al poder. Aunque posteriormente se introdujeron algunas
modificaciones, él siempre mantuvo su línea principal y se fueron tomando las
decisiones correspondientes a lo que había pensajdo y planeado con anterioridad.
Su política exterior respondió a un plan previamente ideado. Se trataba
ciertamente de una locura, pero con método. Otra cuestión distinta es por qué se
realizó en la práctica el proyecto previamente pensado, por qué se aplicó en la
realidad el plan pensado anteriormente.
206
Véase sobre este punto, E. Jäckel, Hitlers Weltanschauung, Stuttgart,
1991,4ª ed., pp. 73 ss., y E. Jäckel, Hitlers Herrschaft, Stuttgart, 1991, 3ª ed., pp.
89-122.
207
Hitlers Politisches Testament. Die Bormann-Diktate vom Februar und
April 1945, con un ensayo de H. R. Trevor-Roper y un epílogo de André Francois
Poncet, Hamburgo, 1981, pp. 69 y ss.
208
Sobre la estructura del sistema nacionalsocialista, véase Martin Broszat,
Der Staat Hitlers, Múnich, 1969; Norbert Frei, Der Führerstaat.
Nationalsozialistische Herrschaft 1933 bis 1945, Múnich, 1987, con comentario
bibliográfico.
209
Sobre la resistencia interna al nacionalsocialismo, véase bibliografía del
capítulo III.
210
La «noche de los cristales» fue la reacción nazi al atentado cometido por
el judío Herschel Grynszpan al diplomático alemán Ernst von Rath en la embajada
alemana de París. El jefe de la seguridad, Heydrich, calculó que los daños
ocasionados durante esa noche se elevaban a más de cien millones de marcos.
211
Stenographische Berichte des Reichstags (1939), p. 16, citado según E.
Jäckel, Hitlers Herrschaft, p. 94.
212
Tras la conquista de Polonia, los alemanes formaron un
Generalgouvernement en Polonia: era el territorio de Polonia, sin los territorios del
Este polaco obtenidos por Rusia en la segunda mitad de septiembre de 1939, sin
los territorios polacos occidentales de la Prusia occidental, anexionados
directamente al Deutsches Reich (con la denominación «Gau Wartheland»), y sin
los distritos de Kattowitz y Zichenau (asimismo anexionados).
213
Sobre el plan de Madagascar, véase Hermann Graml,
Reichskristallnacht, Múnich, 1988, pp. 202 ss.
214
Entre el 28 y el 30 de septiembre de 1941 fueron asesinados 33.771
judíos en Kiev.
215
Entre el mes de septiembre y el mes de noviembre de 1941 comenzó la
construcción de los campos de exterminio de Chelmno (en funcionamiento en
diciembre de 1941), Belzec (en funcionamiento en marzo de 1942), Majdanek (en
funcionamiento a comienzos de 1942) y Auschwitz-Birkenau (en funcionamiento a
finales de 1941). En la primavera de 1942 se construyeron los campos de
exterminio de Sobibor y Treblinka.
216
Cuando Himmler ordenó el cierre de las cámaras de gas en Auschwitz y
la destrucción de las instalaciones de exterminio —el 27 de noviembre de 1944—
el balance de muertos era el siguiente: en Chelmno, 152.000; en Belzec, al menos
600.000; en Sobibor, al menos 250.000; en Treblinka, alrededor de 900.000; en
Auschwitz-Birkenau, al menos un millón; en Majdanek, alrededor de 200.000.
Todos ellos, más los más de dos millones de judíos muertos en la Unión Soviética
—a los que hay que restar algunos cientos de miles que fueron exterminados en
los campos de Sobibor y Treblinka— y los muertos en los campos de
concentración, en otros centros de encarcelamiento y en los trenes que los
transportaban, suman más de cinco millones de judíos. Sobre estos datos, véase
Hermann Graml, Reichskritallnacht. Antisemitismus und Judenverfolgung im
Dritten Reich, Múnich, 1988, pp. 252-254, con sus correspondientes referencias
bibliográficas.
217
Véase K. Hildebrand, El Tercer Reich, Madrid, 1988, p. 87. Sobre la
política exterior nacionalsocialista, véanse Klaus Hildebrand, Deutsche
Auβenpolitik 1933-1945. Kalkül oder Dogma?, 4ª ed., Stuttgart, 1980; Marie-Luise
Recker, Die Auβenpolitik des Dritten Reiches, Múnich, 1990; Wolfgang Michalka
(ed.), Der Zweite Weltkrieg. Anaylsen, Grundlagen, Forschungsbilanz,
Múnich/Zúrich, 1989; Norbert Frei y Hermann Kling (eds.), Der
nationalsozialistische Krieg, Fráncfort del Meno/Nueva York, 1990. Concretamente
sobre la política europea de Hitler, véase Peter Krüger, «Hitlers Europapolitik», en
Wolfgang Benz y otros (eds.), Der Nationalsozialismus. Studien zur Ideologie und
Herrschaft, Fráncfort del Meno, 1993, pp. 104-132.
218
El sueño hitleriano de la conquista del Este no tenía que ver
directamente con la idea de Mitteleuropa, defendida por políticos y profesores
alemanes durante la primera guerra mundial, como Friedrich Naumann. Ese
concepto de Mitteleuropa hacía referencia a una hegemonía de Alemania en la
Europa central. Tampoco se puede explicar la política exterior nacionalsocialista
como consecuencia de las exigencias económicas del capitalismo alemán. Pues,
si bien es cierto que los empresarios alemanes, con algunas excepciones notables
como la de Bosch o Fritz Tyssen, se acomodaron a las condiciones de producción
exigidas por la política belicista nacionalsocialista, también es cierto, sin embargo,
que ningún industrial o banquero inspiró a los nazis su política expansionista ni
exigió una expansión por motivos económicos. Cuando a lo largo de la guerra
hubo inversiones en el Este, fueron por lo general en cumplimiento de órdenes.
Sobre la primacía de lo político, véase Klaus Hildebrand, Deutsche Auβenpolitik
1933-1945. Kalkül oder Dogma?, 5ª ed., Stuttgart, 1990.
219
Para algunos historiadores, como Eberhard Jäckel, tanto el pacto de
Alemania con Japón como la propia ocupación de Francia eran señales para
forzar la neutralidad de Inglaterra. Hitler no llegaba a entender por qué Inglaterra
no aceptaba sus propuestas.
220
Estos acuerdos fueron recogidos en un Protocolo, firmado por la EAC el
12 de septiembre de 1944, en Londres. El 14 de noviembre aprobó un acuerdo
sobre los organismos de control sobre Alemania. Véase Foreign Relations of the
United States, ed. por el Department of State, I, 1944, pp. 112-154; A. Tyrell,
Groβbritannien und die Deutschlandplanung der Alliierten 1941-1945, Fráncfort,
1987, pp. 108-133.
221
En Foreign Relations of the United States. Diplomatic Papers,
Casablanca, p. 727, citado según W. Loth, Die Teilung der Welt, 8ª ed., Múnich,
1990, p. 28.
222
Texto del plan, de 23 de septiembre de 1943, en Harley Notter, Postwar
Foreign Policy Preparation 1939-1945, Washington, 1949, p. 559.
223
John Morton Blum, From the Morgenthau Diaries: Years of War 1941-
1945, Boston, 1967, p. 338. Sobre el plan de Morgenthau, véase Warren F. Kimball
(ed.), Swords or Ploughshares? The Morgenthau Plan for Defeated Nazi Germany,
1943-1946, Filadelfia, 1976.
224
En agosto de 1944 manifestó su conformidad con el plan de Morgenthau:
«tenemos que tratar con dureza a Alemania y quiero decir al pueblo alemán, no
sólo a los nazis. O tenemos que castrar al pueblo alemán o hay que tratarlo de tal
manera que no pueda producir gente que quiera seguir por el mismo camino que
hasta ahora» (J. M. Blum, From the Morgenthau Diaries, Boston, 1967, p. 342).
Pocas semanas después lo desmentía al ministro de exteriores, Cordell Hull:
«nadie tiene la intención de convertir a Alemania en un nación totalmente
agrícola» [Roosevelt a Hull, 29 de septiembre de 1944, en Foreign Relations of the
United States (Yalta), p. 155].
225
Sobre esta «política de aplazamientos», véase Hans-Peter Schwarz,
Vom Reich zur Bundesrepublik, Neuwied/Berlín, 1966, pp. 105-109. La renuncia a
una política decidida en las cuestiones alemanas condujo a que se impusieran
finalmente los intereses norteamericanos a largo plazo, por encima de los
sentimientos originados por las penalidades de la guerra ocasionadas por el
nacionalsocialismo.
226
Véase A. Fischer, Sowjetische Deutschlandpolitik im Zweiten Weltkrieg
1941-1945, Stuttgart, 1975, pp. 33-59.
227
W. Churchill, The Grand Alliance, Londres, 1950, pp. 628 s.
228
La Conferencia de Teherán (del 28 de noviembre al 1 de diciembre de
1943) fue el primer encuentro entre los «tres grandes» —Roosevelt, Stalin,
Churchill—, en el que hablaron sobre el futuro orden tras la guerra. A Stalin se le
aseguró la recuperación de la frontera occidental soviética de 1941 y un cierto
desplazamiento hacia el oeste de la frontera polaca. Sobre la Conferencia de
Teherán, A. Fischer, Sowjetische Deutschlandpolitik..., pp. 69-75.
229
Sobre las «transformaciones democrático-antifascistas» en la zona
soviética, véase Dietrich Staritz, Sozialismus in einem halben Land. Zur
Programatik und Politik der KPD/SED in der Phase der antifaschistisch-
demokratischen Umwalzungn in der DDR, Berlín, 1976, pp. 12-59, 84-154.
230
Véase L. Kettenacker, H. Seier y M. Schlenke (eds.), Studien zur
Geschichte Englands und der deutsch-britischen Beziehungen. Festschrift für Paul
Kluke, Múnich, 1981.
231
Sobre la Conferencia de Yalta, véase Herbert Feis, Churchill, Roosevelt,
Stalin, Princeton, 1957, pp. 497-558; Diane S. Clemens, Yalta, Nueva York, 1970.
232
Wilfried Loth defiende la tesis de que ese aplazamiento fue debido a la
indecisión norteamericana, que no estuvo suficientemente preparada para
responder a las propuestas soviéticas. Ni el grupo de Morgenthau ni la comisión
asesora del Ministerio de Asuntos Exteriores conocían las propuestas que iba a
hacer la Unión Soviética para poder armonizarlas con las suyas, y cuando la Unión
Soviética las planteó en Yalta no supieron cómo abordarlas, pues ellos mismos
tampoco tenían claros sus propios objetivos (Die Teilung der Welt, 8ª ed., Múnich,
1990, p. 89). Contradice así la tesis de Gabriel Kolko (The Politics of War, Nueva
York, 1968, p. 353), para quien el aplazamiento fue una táctica norteamericana
para evitar acuerdos firmes con la Unión Soviética, a la vista de sus éxitos
militares en Alemania.
233
Erklarung in Anbetracht der Niederlage Deutschlands und der
Übernahme der obersten Regierungsgewalt hinsichtlich Deutschlands, de 5 de
junio de 1945, en E. Deuerlin, Die Einheit Deutschlands, vol. I. Die Erörterungen
und Entscheidungen der Kriegs- und Nachkriegskonferenzen 1941-1949, 2ª ed.,
1961, nº 17-20.
234
Aunque Francia no había participado en las conferencias de los «tres
grandes» durante la guerra, ni participaría tampoco en la de Potsdam, sí fue
invitada a participar en la administración de la Alemania ocupada. La Declaración
de 5 de junio de 1945 fue firmada por Francia.
235
La sede del Consejo de Control Aliado estaba en Berlín. Los miembros
del Consejo de control eran: por parte de la Unión Soviética, el mariscal Georgi
Schukow, que había tomado Berlín, y que fue sustituido pocos meses después por
el mariscal Wassili Sokolowski; por Estados Unidos, primeramente el general
Dwight D. Eisenhower y desde noviembre de 1945 el general Joseph T. McNarney,
a quien sustituyó el general Lucius D. Clay; por Gran Bretaña estaba el mariscal
de campo sir Bernhard Montgomery, a quien sustituyó el mariscal del aire sir
Sholto Douglas y, en 1947, el general sir Brian Robertson; el representante francés
era el general Pierre Koenig.
236
Véase cap. III, 4.
237
Hubo que esperar al mes de septiembre de 1945 para negociaciones
concretas que condujeron al establecimiento de tres corredores aéreos entre
Berlín y las zonas de ocupación occidentales. La dirección de los ferrocarriles del
sector oriental de la ciudad quedó con competencias sobre los ferrocarriles en el
oeste de la ciudad y sobre la conexión entre Berlín y las zonas de ocupación
occidentales. Los ríos y canales también estaban bajo control de las autoridades
soviéticas del sector oriental. Los acuerdos de 10 de septiembre y 30 de
noviembre de 1945, así como los de 30 de mayo y 8 de octubre de 1946,
garantizaron el tránsito por tierra, agua y aire de los aliados occidentales hacia y
desde Berlín. (Sobre estos acuerdos, véase Dokumente zur Berlin-Frage 1944-
1962, ed. por el Forschungsinstitut der Deutschen Gesellschaft für Auswärtige
Politik, 2ª ed., 1962, cap. VII.)
238
Los participantes más importantes en la Conferencia de Potsdam eran,
por parte de la Unión Soviética, Stalin y Mólotov; por parte de los Estados Unidos
el presidente Truman y su nuevo Secretario de Estado James Byrnes; por parte
británica tomaron parte, al principio Churchill y su ministro de Asuntos Exteriores
Eden. Pero como las elecciones parlamentarias del 5 de julio en Gran Bretaña
dieron la victoria a los laboristas, Churchill y Eden abandonaron la Conferencia y
fueron sustituidos por el nuevo premier Clement Attlee (del Partido Laborista
vencedor) y el nuevo ministro de Asuntos Exteriores Ernest Bevin, sin que estos
cambios implicaran el más mínimo cambio en la posición británica respecto a las
negociaciones de paz en la Conferencia.
239
Texto de los «Acuerdos de Potsdam», en E. Deuerlein (ed.), Deklamation
oder Ersatzfrieden? Die Konferenz von Potsdam 1945, 1970.
240
Truman, Memoiren, I, 311.
241
M. Djilas, Gesprache mit Stalin, trad. alemana, 1962, p. 146.
242
La documentación sobre las Conferencias de ministros de asuntos
exteriores de Moscú, París y Londres se puede ver en Foreign Relations of the
United States de los años 1945, 1946 y 1947.
243
Texto del discurso de Marshall, en A Decade of American Foreign Policy.
Basic Documents 1941-1949, Washington, 1950, nº 300. Las zonas de ocupación
occidentales de Alemania recibieron del Plan Marshall 1.560 millones de dólares,
en su mayor parte para la compra de materias primas industriales y productos
manufacturados. Con anterioridad al Plan Marshall, Alemania había recibido 1.620
millones de dólares del GARIOA (Government Appropiations for Relief in Occupied
Areas), utilizados sobre todo para la importación de víveres.
244
El diplomático norteamericano George F. Kennan escribió en sus
Memorias, en 1945, lo siguiente: «es una locura la idea de querer gobernar
Alemania conjuntamente con los rusos. Es también un sinsentido pensar que los
rusos y nosotros podríamos retirarnos amablemente y que surgiera del vacío una
Alemania sana y pacífica, estable y amable [...]. La división ya es una realidad, a
causa de la línea Oder-Neisse. Ahora no es importante si la zona soviética se
unirá de nuevo a Alemania o no. Mejor una Alemania dividida, cuya parte
occidental al menos puede actuar como choque contra las fuerzas del
totalitarismo, que una Alemania unida que deje a esas fuerzas hasta el mar del
Norte» (Memoiren eines Diplomaten, 4ª ed., Stuttgart, 1968, pp. 262 ss.; de un
informe de 1945 publicado en 1949).
245
En la zona soviética se formaron cinco Länder. Mecklemburgo,
Brandemburgo (sin Berlín), Sajonia, Turingia y Sajonia-Anhalt. En la zona
norteamericana se formaron los Länder de Baviera, la ciudad-Estado de Bremen,
Hesse (formado de Hesse-Darmstadt, los territorios prusianos de Hesse y Nassau)
y Württemberg-Baden (formado con el norte de Baden y el norte de Württemberg).
En la zona británica se formó el Land de Renania del Norte-Westfalia (formado por
las antiguas provincias prusianas de la Renania y Westfalia y de Lippe-Detmold);
se restauró la ciudad-Estado de Hamburgo y de la provincia Schleswig-Holstein
más la ciudad de Lübeck se formó un nuevo Land; el resto de la zona (Hannover,
Braunschweig, Oldenburg y Schaumburg-Lippe) se unió en el Land de Baja
Sajonia. En la zona francesa se constituyeron como Länder propios el sur de
Baden, como Baden, y Württemberg-Hohenzollern; los territorios prusianos,
bávaros y de Hesse de la orilla izquierda del Rin se unieron en el Land Renania-
Palatinado; el Sarre se unió, a finales de 1946, a Francia económica y
monetariamente.
246
Sobre J. Kaiser, véase Werner Conze, Jakob Kaiser. Politiker zwischen
West und Ost 1945-1949, Stuttgart, 1969.
247
Texto del llamamiento en Willy Albrecht (ed.), Kurt Schumacher. Reden-
Schriften-Korrespondenzen 1945-1952. Berlín/Bonn, 1985, pp. 251-255. Sobre el
pensamiento de Schumacher, véase W. Ritter, Kurt Schumacher. Eine
Untersuchung seiner politischen Konzeption und seiner Gesellschafts- und
Staatsauffassung, Hannover, 1964.
248
Texto en W. Albrecht, ibídem, pp. 562-569, cita en p. 566.
249
Texto del discurso en W. Albrecht, pp. 634-663, cita en p. 642.
Intelectuales como Alfred Anderesch o Hans Werner defendieron en las revistas
Der Ruf y Neues Europa una «neutralidad de la izquierda independiente». Esta
posición partía de la idea de que las democracias occidentales evolucionarían
necesariamente hacia el socialismo y que la Unión Soviética evolucionaría hacia la
democracia. Según esta opinión, la conservación de la unidad alemana, de la paz
mundial y la renovación interna desde un socialismo no ortodoxo estaban
mutuamente condicionadas entre sí. La neutralidad que defendían implicaba el
rechazo de la división política de Alemania, la retirada de todas las tropas de
ocupación y la construcción de una democracia socialista.
250
El congreso de unificación del partido comunista y del partido
socialdemócrata tuvo lugar los días 21-22 de abril de 1946. Pieck y Grotewohl
fueron elegidos presidentes del partido. Al seguir el modelo del partido comunista
soviético, la dirección del partido la asumió en 1948 un Politburó, entre cuyos
dirigentes más importantes estaba, además de los dos mencionados, Walter
Ulbricht.
251
Protokoll der Verhandlungen des III. Parteitages ders Sozialistischen
Einheitspartei Deutschlands, Berlín, 1951, p. 8. Sobre la posición del SED y de la
RDA acerca de la cuestión alemana, véase Gottfried Zieger, Die Haltung von SED
und DDR zur Einheit Deutschlands 1949-1987, Colonia, 1988.
252
El comunicado final, de 7 de junio de 1948, en Der Parlamentarische Rat
1948-1949. Akten und Protokolle, ed. por J. V. Wagner, Boppard am Rhein, 1975,
vol. l, nº l.
253
Este sistema de la doble moneda en Berlín Occidental existió hasta
marzo de 1949.
254
Los «documentos de Fráncfort», en Der Parlamentarische Rat 1948-
1949. Akten und Protokolle, ed. por J. V. Wagner, 1975, Boppard am Rhein, vol. 1,
nº 4.
255
Sobre Reuter, W. Brandt y R. Löwenthal, Ernst Reuter. Ein Lebenfür die
Freiheit. Eine politische Biographie, Múnich, 1957.
256
Sobre Carlo Schmid véase Volker Otto, Das Staatsverstandnis des
Parlamentarischen Rates, Düsseldorf, 1971.
257
Formaron también parte del Consejo Parlamentario cinco diputados de
Berlín-Oeste con poderes solamente deliberativos. La composición política del
Consejo era: veintisiete de los partidos CDU/CSU (más uno por Berlín), veintisiete
del SPD (más tres de Berlín), cinco del FDP (más uno por Berlín), dos del DP, dos
del Zentrum y dos del partido comunista KPD. Como presidente fue elegido
Konrad Adenauer y como presidente de la Comisión principal, Carlo Schmid.
258
La aprobaron todos los parlamentos, excepto el de Baviera. Pero como
había obtenido los dos tercios de los Länder requeridos, el gobierno bávaro
reconoció también la Ley Fundamental como vinculante.
259
Existen numerosas ediciones de la «Ley Fundamental». El texto, con
comentario, en Theodor Maunz, Günter Dürig y Rudolf Herzog, Grundgesetz.
Kommentar, Múnich, 1971 ss.
260
Sobre la transformación de la «Zona de ocupación soviética» en la
República Democrática Alemana pueden verse los libros de Dieter Staritz, Die
Gründung der DDR. Von der sowjetischen Besatzungsherrschaft zum
sozialistischen Staat, 2.ªed., Múnich, 1987, y Hermann Weber, Geschichte der
DDR, 3.ªed., Múnich, 1989. Una perspectiva desde el Este en Rudolf Badstübner y
otros, Geschichte der Deutschen Demokratischen Republik, 2ª ed., Berlín, 1984.
261
A los 1.600 diputados de la zona soviética se sumaron 616 delegados de
las zonas occidentales. La participación electoral alcanzó el 95,2 por 100. La
composición del Congreso había sido acordada en los siguientes términos: 25 por
100 para el SED, 15 por 100 para la CDU y el LDP cada uno, 7,5 por 100 para el
partido campesino (Demokratische Bauernpartei) y el partido demócrata-
nacionalista cada uno, y el resto para las organizaciones de masas (de jóvenes,
de mujeres, culturales), dirigidas por miembros del SED.
262
El texto de la Constitución, con comentario, en Herwig Roggeman (ed.),
Die DDR-Verfassungen, 3.ªed., Berlín, 1980.
263
El comienzo de la guerra de Corea, en 1950, incidió de manera decisiva
en la integración de la RFA en el mundo occidental, y la cuestión del rearme de la
RFA se convirtió entonces en la clave de esa integración. Sobre la significación de
la guerra de Corea para la RFA, véase Wilfried Loth, «Der Koreakrieg und die
Staatswerdung der Bundesrepublik», en Josef Foschepoth (ed.), Kalter Krieg und
Deutsche Frage, Gotinga, 1985, pp. 353-361. Ya en marzo de 1951, las potencias
occidentales revisaron el estatuto de ocupación de la RFA: renunciaron al control
de las leyes federales y de los Länder, pusieron en manos de los alemanes
algunas competencias sobre el comercio exterior y la moneda y permitieron que la
RFA convirtiera, en un número de casos limitados, sus relaciones consulares en el
extranjero en relaciones diplomáticas.
264
El comienzo de la guerra de Corea —el 25 de junio de 1950— cambió el
escenario internacional. El miedo al comunismo comenzó a ser superior al miedo a
los alemanes y se hizo patente la necesidad de buscar fórmulas de defensa
común para Europa occidental. El jefe del gobierno francés, Rene Pleven, anunció
el 24 de octubre de 1950, una propuesta relativa a la formación de una comunidad
europea de defensa. El «Plan Pleven» preveía un ejército europeo integrado, en el
que participara también la RFA, con un Estado mayor europeo y un general
francés a su cabeza. El proyecto apuntaba al establecimiento de soldados
alemanes, sin que se creara un ejército nacional alemán. El «Plan Pleven» no
encontró aceptación en Occidente: Adenauer se quejaba de la discriminación de
los alemanes occidentales; Washington no lo quería aceptar por entender que se
trataba de una maniobra de distracción y Londres creía que los soviéticos se
morirían de risa con esa propuesta. La declaración de Pleven de 24 de octubre de
1950, en Europa. Dokumente zur Frage der europäischen Einigung, ed. por el
Ministerio de Asuntos Exteriores, 3 vols., Bonn, 1962, vol. 2, p. 816.
265
Las conferencias de París fueron múltiples: por un lado, las tres
potencias occidentales y la RFA; por otro, los miembros de la OTAN; y, finalmente,
una conferencia bilateral Francia-RFA para regular el estatuto del Sarre.
266
Bulletin der Bundesregierung vom 9. Juli 1952, pp. 863 s.
267
La nota de Stalin, en Eberhard Jäckel, Die deutsche Frage 1952-1956.
Notenwechsel und Konferenzdokumente der vier Machte, Fráncfort del Meno,
1957, p. 23.
268
Eberhard Jäckel, Die deutsche Frage 1952-1956. Notenwechsel und
Konferenz dokumente der vier Machte, Fráncfort del Meno, 1957, p. 24.
269
Así lo hizo saber la Unión Soviética en una segunda nota a las potencias
occidentales el 9 de abril de 1952.
270
La nota de Stalin fue muy debatida en Alemania como una oportunidad
desaprovechada para la reunificación. Las investigaciones más recientes, sin
embargo, han puesto en claro que la nota de Stalin no puede ser considerada en
realidad como una ocasión perdida para la reunificación. Los críticos de Adenauer
no tomaban en consideración la posición de las tres potencias occidentales, las
cuales no estaban dispuestas a permitir en ningún caso la neutralidad de
Alemania; olvidaban, además, que la sovietización de la República Democrática
Alemana no daba pie para plantearse seriamente una posible reunificación.
Véase, al respecto, Kurt Sonntheimer, Die Adenauer-Ära. Grundlegung der
Bundesrepublik, Múnich, 1991, pp. 165-166.
271
Sobre la formación de la Comisión Soviética de Control, véase
Dokumente zur Staatsordnung der Deutschen Demokratischen Republik, vol. I, pp.
258 s.
272
«La unificación mecánica de ambas partes de Alemania, que se están
desarrollando en direcciones distintas, es algo irreal; en la situación que se ha
formado, el único camino para la unificación de Alemania es la creación de un
sistema de seguridad colectiva en Europa, el fortalecimiento y el desarrollo de
contactos económicos y políticos entre ambas partes de Alemania» (en J. Hacker,
«Sicherheitspläne und KSZE-Prozeb sowie ihre Auswirkung auf die deutsche
Frage», en D. Blumenwitz y B. Meissner (eds), Die Überwindung der europäischen
Teilung und die deutsche Frage, Colonia, 1986, pp. 83-101, pp. 87 s.
273
Texto en Ingo von Münch (ed.), Dokumente des geteilten Deutschlands,
Stuttgart, 1968, vol. 1, pp. 202 ss. Esta doctrina debe su nombre al secretario de
Estado Walter Hallstein (1901-1982), a quien Adenauer encomendó, en 1950, las
negociaciones del Plan Schuman, nombrándolo secretario de Estado en ese
mismo año, primero en el Ministerio del Canciller y luego en el Ministerio de
Asuntos Exteriores.
274
Los textos en H. v. Siegler, Wiedervereinigung und Sicherheit
Deutschlands, Bonn, vol. 1 (1944-1963), pp. 26 ss. La aplicación de esta doctrina
condujo a la ruptura de relaciones por parte de la RFA con Yugoslavia, en 1957, y
con Cuba, en 1963. Al final de los años sesenta, sin embargo, con el inicio de la
Ostpolitik tuvo que ser flexibilizada y, tras el Tratado de Bases con la RDA en
1972, dejó finalmente de ser aplicada.
275
Según el ministro francés de Asuntos Exteriores, Christian Pineau,
Jruschev había manifestado en 1956: «prefiero tener veinte millones de alemanes
de mi parte a setenta millones en contra. Incluso si Alemania fuera neutral, no nos
basta. Queremos que las conquistas sociales y económicas de la Alemania del
Este se mantengan. Mantener a Alemania del Este de nuestra parte es, para
nosotros, además una cuestión de prestigio» (Bulletin des Presse- und
Informationsamtes der Bundesregierung, Bonn, 23 de junio de 1956, p. 1117).
276
Sobre los planes de la confederación, véase T. Schweissfurth, «Die
Deutsche Konföderation - der grobe nationale Kompromib als tragendes Element
einer neuen europäischen Friedensordnung», Aus Politik und Zeitgeschichte, vol.
50/1987, pp. 19 ss.
277
Véase Heinrich von Siegler (ed.), Dokumentation zur Deutschlandfrage, 4
vols., Bonn, 1961 ss., vol. 2, p. 31.
278
En 1960 huyeron de la RDA 199.188 personas; en 1961, hasta el 13 de
agosto, 155.402, de las que 30.415 lo hicieron en el mes de julio [ Dokumente zur
Deutschlandpolitik. ed. por el Bundesministerium für gesamtdeutsche Fragen. IV.
Reihe, vol. 6 (1961), pp. 1591-1592].
279
Texto en U. Wetzlaugk, Berlin und die deutsche Frage, Colonia, 1985, pp.
165 ss. Se hablaba en realidad de Berlín-Oeste, por lo que indirectamente se
estaba reconociendo que Berlín-Este quedaba fuera y que una acción soviética
que se limitara a Berlín-Este no afectaba a los intereses norteamericanos.
280
Hans Kroll, Lebenserinnerungen eines Botschafters, Colonia, 1967, pp.
512 s.
281
Der Bau der Mauer durch Berlin. Die Flucht aus der Sowjetzone und die
Sperrmafinahme des kommunistischen Regimes vom 13. August 1961 in Berlin,
reimpresión facsimilar del escrito de 1961, Bonn, 1986, n.° 151.
282
Neues Deutschland, de 28 de agosto de 1961, citado según Christoph
Klebmann, Zwei Staaten, eine Nation, Gotinga, 1988, p. 323. La historiografía de
la RDA ha mantenido siempre la tesis de que la construcción del muro de Berlín
fue una medida preventiva para garantizar la paz. Véase, S. Prokop, Übergang
zum Sozialismus in der DDR, Berlín (Este), 1986, p. 81.
283
La carta de Kennedy a Brandt, en Diethelm Prowe, «Der Brief Kennedys
an Brandt vom 18. August 1961. Eine zentrale Quelle zur Berliner Mauer und zu
der Entstehung der Brandtschen Ostpolitik», Vierteljahrshefte für Zeitgeschichte,
31 (1985), pp. 323 ss.
284
Texto del discurso, en Europa-Archiv, 1963, pp. D 289-294. Sobre la
nueva política de Kennedy, véase Ernst Nolte, Deutschland und der Kalte Krieg,
2.ªed., Stuttgart, 1985, pp. 437-458.
285
Texto en Die Auswärtige Politik, 1972, pp. 559 ss.
286
Texto en S. Thomas (ed.), Das Programm der SED. Das erste Programm
der SED, das vierte Statut der SED, das nationale Dokument, Colonia, 1963, p.
146. El «Frente Nacional de Alemania democrática» se formó, al fundarse la RDA,
de la unión de todos los partidos y organizaciones de masas. Entre sus objetivos
había figurado influir en la RFA y ganarse «círculos nacionales» para la RDA.
287
Texto en S. Thomas (como en nota anterior), pp. 28-109.
288
Texto de la Constitución en Herwig Roggemann (ed.), Die DDR-
Verfassungen, 3.ªed., Berlín, 1980.
289
Con esa intención se había aprobado la «ley de nacionalidad», de 20 de
febrero de 1967, por la que la RDA establecía una ciudadanía propia de su Estado
y con efectos retroactivos a la fundación del Estado en 1949, a pesar de que la
Constitución de 1949 y la ley electoral hablaban de una «nacionalidad» alemana
única. También en 1967, la Secretaría de Estado de la RDA «para cuestiones de
Alemania en su conjunto» transformó su nombre en «para cuestiones de Alemania
occidental», culpando del vaciamiento de contenido del concepto de «Alemania en
su conjunto» al capital monopolista de la Alemania occidental y de su gobierno en
Bonn.
290
«Thesen zum 20. Jahrestag der DDR», Deutschland Archiv, 2 (1969), pp.
282 ss.
291
En enero de 1969 había tomado posesión de la Presidencia de los
Estados Unidos Richard Nixon, que intensificó la distensión con la Unión Soviética.
Las negociaciones sobre limitación de armamento nuclear condujeron a los
Acuerdos SALT I (1972).
292
El giro en la política exterior del SPD lo marcó el discurso de Herbert
Wehner en el Bundestag, el 30 de junio de 1960. Texto del discurso, en
Verhandlungen des Deutschen Bundestages, 3.ªLegislatura, Stenographische
Berichte, vol. 46, Bonn, 1960. Extractos del discurso en K. Sontheimer, Die
Adenauer-Ära. Grundlegung der Bundesrepublik, Múnich, 1991, pp. 212-214.
293
Texto de la declaración de gobierno, en Texte zur Deutschlandpolitik, ed.
por el Bundesministerium für innerdeutsche Beziehungen, Bonn, 1970, vol. IV, pp.
9-40.
294
Como en nota anterior, p. 12.
295
Willy Brandt, Begegnungen und Einsichten. Die Jahre 1960-1975,
Hamburgo, 1976, p. 534.
296
El Tratado de Moscú, en Ingo von Münch, Ostvertráge I (Deutsch-
sowjetische Vertrage), Berlín/Nueva York, 197.1.
297
La «Carta sobre la unidad alemana», en Peter Bender, Die neue
Ostpolitik, Múnich 1986, p. 239.
298
El Tratado de Varsovia, en Ingo von Münch, Ostverträge II (Deutsch-
polnische Vertrage), Berlín/Nueva York, 1971.
299
Texto del Tratado de Praga, en Peter Bender, Neue Ostpolitik, Múnich,
1986, pp. 250-252.
300
Entró en vigor el 3 de junio de 1972. Texto en Ingo von Münch (ed.),
Dokumente des geteilten Deutschland, vol. II, Stuttgart, 1974, pp. 94 ss.
301
Un balance del Acuerdo sobre Berlín, en Honoré M. Catudal, A Balance
Sheet of the Quadripartite Agreement on Berlin. Evaluation and Documentation,
Berlín 1978.
302
Bundesministerium fur innerdeutsche Beziehungen (ed.), Texte zur
Deutschlandpolitik, Bonn/Berlín, 1968 ss., vol. IV, p. 261.
303
VIII. Parteitag der SED, Berlín 15. bis 19. Juni 1971. Bericht des
Zentralkomitees, Berlín, 1971, p. 31.
304
Europa Archiv, 1972, p. D 65.
305
El «programa de Kassel», en Texte zur Deutschlandpolitik, vol. IV, Bonn,
1970, pp. 327-349.
306
Texto en Ingo von Münch (ed), Dokumente des geteilten Deutschlands,
Stuttgart, 1974, vol. 2, pp. 301 ss.
307
En 1974 se llegó al acuerdo de que el representante de Bonn en Berlín-
Este se acreditara ante el Ministerio de Asuntos Exteriores de la RDA, mientras
que el representante de la RDA en Bonn lo hiciera en la Presidencia del Gobierno
para que quedara claro el punto de vista de Bonn de que se trataba de «relaciones
especiales», no de derecho internacional.
308
Sentencia del Tribunal Constitucional BVerfGE, 36, nº 1, pp. 1-36.
309
Protokoll der Verhandlungen des X. Parteitages der SED, Berlín, 1981,
vol. 1,46/47.
310
Europa Archiv, 41 (1986), p. D 435.
311
Kulturpolitisches Worterbuch, Berlín, 1970, p. 387.
312
Sachwörterbuch der Geschichte Deutschlands und der deutschen
Arbeiterbewegung, 2 vols., Berlín, 1970, vol. 2, p. 131.
313
Kleines politisches Worterbuch, 4ª ed., Berlín-Este, 1983, artículo
«Nation», columna 636 ss. Sobre el concepto de nación en la RDA, véase Peter C.
Ludz, «Zum Begriff der "Nation" in der Sicht der SED. Wandlungen und politiche
Bedeutung», Deutschland- Archiv, 6 (1973), Sonderheft, pp. 77-87; Jens Hacker,
«Das neue Dilemma der DDR. Über "bürgerliche" und "sozialistische" Nationen»,
Die politische Meinung, 19 (1974), pp. 48-60; Boris Meissner, «Der sowjetische
Nationsbegriff und die Frage des Fortbestandes der deutschen Nation», Europa-
Archiv, 32 (1977), pp. 315-324; Wolfgang Pfeiler, «Die deutsche Frage in der Sicht
von UdSSR und DDR», German Studies Review, 2, 1980, pp. 225-260.
314
En Neues Deutschland, del 16 de febrero de 1981.
315
Sobre esta vuelta a la tradición histórica, véase Eberhard Kuhrt y
Henning von Löwis, Griff nach der deutschen Geschichte. Erbeaneignung und
Traditionspflege in der DDR, Paderborn, 1988.
316
Richard von Weizsäcker decía en 1983: «afirmaría que en la RDA
comienza a desarrollarse una conciencia de la historia alemana más estable y
seria, y, a pesar de todas las tentaciones de ideologización, incluso más fiel a la
verdad que lo que se puede observar en la República Federal, libre al mismo
tiempo que a veces perpleja, insegura e inestable» (Die deutsche Frage neu
gestellt, Hamburgo, 1983, p. 13). Günter Gaus, también en 1983, escribía que la
RDA había permanecido «más alemana» que la RFA, que había perdido mucho de
su identidad al entregarse a los Estados Unidos (Wo Deutschland liegt. Eine
Ortsbestimmung, Hamburgo, 1983, pp. 170 y 174).
317
Un minuciosos análisis de la opinión pública de la RFA sobre la cuestión
alemana, entre 1972 y 1989, en Karl-Rudolf Korte, Der Standort der Deutschen,
Colonia, 1990. Otras investigaciones sociológicas sobre este problema: Werner
Weidenfeld, Die Frage nach der Einheit der deutschen Nation, Múnich/Viena,
1981. Elisabeth Noelle-Neumann, Eine demoskopische Deutschstunde. Wie
disponibel ist das Nationalgefühl?, Allensbacher Berichte, nº 13. Allensbach, 1982.
318
Véanse, por ejemplo, Richard Löwenthal, «Stabilitäat ohne Sicherheit.
Vom Selbstverständnis der Bundesrepublik Deutschland», Der Monat, 1978, vol. 1,
pp. 75-84; Kurt Sontheimer, Verunsicherte Republik, Múnich, 1979; Anton Peisl y
Armin Mohler (eds.), Die deutsche Neurose. Über die beschädigte Identität der
Deutschen, Fráncfort del Meno, 1980; Martin y Sylvia Greiffenhagen, Ein
schwieriges Vaterland. Zur politischen Kultur Deutschlands, Fráncfort del Meno,
1981; Guido Knopp (ed.), Die Deutsche Einheit -Hoffnung, Alptraum, Illusion?,
Aschaffenburg, 1981; Jürgen Leinemann, Die Angst der Deutschen, Hamburgo,
1982.
319
En su libro Wohin treibt die Bundesrepublik? (¿Hacia dónde va la
República Federal?), publicado en Múnich en 1966, había escrito Karl Jaspers:
«se ha hablado de un vacío en nuestra conciencia política. En efecto, no tenemos
todavía ningún objetivo político enraizado en nuestro corazón, ninguna conciencia
de encontrarnos sobre unos cimientos echados por nosotros mismos, no estamos
animados por la voluntad de libertad [...]. No tenemos todavía ningún origen
político ni ningún ideal, ninguna conciencia de dónde procedemos ni ninguna
conciencia de objetivos, ninguna otra actualidad como no sea el deseo de
privacidad, bienestar y seguridad» (pp. 177 ss.).
320
Wolfgang J. Mommsen, «Wandlungen der nationalen Identität», en
Werner Weidenfeld (ed.), Die Identität der Deutschen, Múnich/Viena, 1983, pp.
170-192. Esta posición de «tanto una como la otra identidad» también fue
defendida, entre otros, por Ralf Dahrendorf («Europa als Ersatz für die Nation ist
gescheitert», EG-Magazin, 1982, pp. 16 ss.); Werner Weidenfeld (Die Identität der
Deutschen, Múnich, 1983, pp. 191-207); Christian Graf von Krockow [«Probleme
kollektiver Identität in der modernen Industriegesellschaft», en W. Weidenfeld (ed.),
Nachdenken über Deutschland, Colonia, 1985, pp. 83-88]; Richard Löwenthal
(Sozialismus und aktive Demokratie. Fráncfort del Meno, 1974, pp. 117-152).
321
Sobre la conexión entre pacifismo y cuestión nacional, véanse Dan
Diner, «Die nationale Frage, in der Friedensbewegung. Ursprünge und
Tendenzen», en Reiner Steinweg (ed.), Die neue Friedensbewegung. Analysen
aus der Friedensforschung, Fráncfort del Meno, 1988, 86-112; Wilfried von
Bredow, «Friedensbewegung und Deutschlandpolitik», Aus Politik und
Zeitgeschichte, B 46/83, pp. 34-46; Pierre Hassner, «Was geht in Deutschland
vor? Wiederbelebung der deutschen Frage durch Friedensbewegung und
alternative Gruppen», Europa-Archiv, 37 (1982), pp. 517-526.
322
Sobre este punto véanse Peter Brandt y Herbert Ammon, Die Linke und
die nationale Frage, Reinbek, 1981; Peter Brandt y Herbert Ammon, «Patriotismus
von links», en Wolfgang Venohr (ed.), Die deutsche Einheit kommt bestimmt,
Bergisch Gladbach, 1982, pp. 119-159. Críticas al nacionalismo de los pacifistas
pueden verse, por el contrario, en Wolfgang Pohrt, «Ein Volk, ein Reich, ein
Führer», Die Zeit, 30 de octubre de 1981; véase también Karl-Dietrich Bracher,
«Zauberformen und Alleinanspruch. Eine Ideologiekritik der Friedensbewegung»,
Die politische Meinung, n.° 210, 1983, pp. 4-11.
323
Dolf Sternberger, «Verfassungspatriotismus», en 25 Jahre Akademie für
Politische Bildung, Tutzing, 1982, pp. 76-87.
324
J. Habermas, «Conciencia histórica e identidad postradicional. La
orientación de la República Federal hacia Occidente», en Identidades nacionales y
postnacionales, trad. cast., Madrid, 1989, pp. 83-109, cita en p. 102. Sobre la
cuestión nacional y el «patriotismo constitucional», véase Alexander Schwan,
«Verfassungspatriotismus und nationale Frage. Einige Überlegungen zum
Verhaltnis von deutschem Staats- und Nationalbewuβtsein», en Akademie für
politische Bildung (ed.), Zum Staatsverständnis der Gegenwart, Múnich, 1987, pp.
85-100.
325
Véase Helmut L. Müller, Die literarische Republik. Westdeutsche
Schriftsteller und Politik, Weinheim/Basilea, 1981; Karl-Rudolff Korte, «Der Traum
vom "anderen" Deutschland. Schriftsteller leiden am deutschen Weg», en
Deutschland Archiv, 17 (1984), pp. 958 ss.
326
E. Schleef, Gertrud, Fráncfort, 1980, vol. 1, p. 4.
327
Der Mauerspringer, Darmstad/Neuwied, 1984.
328
Paare, Passanten, 2.ªed., Múnich, 1985.
329
Günter Grass, «Alemania: ¿Dos Estados y una nación?» (1970), en
Alemania: una unificación insensata, trad. cast., Madrid, 1990, pp. 67-82, cita en p.
67. Grass se declaraba en el mismo ensayo a favor de una confederación entre
los dos Estados alemanes.
330
Reinbek, 1981, p. 90.
331
Martin Walser, «Handedruck mit Gespenstern», en Jürgen Habermas
(ed.), Stichworte zur geistigen Situation der Zeit, vol. 1, pp. 39-50, cita en p. 44.
332
Martin Walser, «Handedruck mit Gespenstern», en Jürgen Habermas
(ed.), Stichworte zur geistigen Situation der Zeit, vol. 1, pp. 39-50, cita en p. 49.
Véase también, Martin Walser, Über Deutschland reden, Fráncfort del Meno, 1989.
333
Martin Walser, Dorle und Wolf, Fráncfort del Meno, 1987, p. 140.
334
Los textos del debate están recogidos en «Historikerstreit» - Die
Dokumentation der Kontroverse um die Einzigartigkeit der nationalsozialitischen
Judenvernichtung, Múnich, 1987. Sobre el debate pueden verse: Jürgen
Habermas, Eine Art Schadenabwicklung, Fráncfort del Meno, 1987; Dan Diner
(ed.), Ist der Nationalsozialismus Geschichte? Zu Historisierung und
Historikerstreit, Fráncfort del Meno, 1987; Hans-Ulrich Wehler, Entsorgung der
deutschen Vergangenheit? Ein polemischer Essay zum «Historikerstreit», Múnich,
1988; Niedersächsische Landeszentrale für Politische Bildung (ed.), Von der
Verdrängung zur Bagatellisierung - Aspekte des sogenannten Historikerstreits,
Hannover, 1988; Landeszentrale für Politische Bildung Nordrhein-Westfalen (ed.),
Streitfall deutsche Geschichte: Geschichts- und Gegenwartsbewufitsein in den
80erJahren, Essen, 1988; Klaus Oesterle y Siegfried Schiele (eds.), Historikerstreit
und politische Bildung, Stuttgart, 1989.
335
Al final de la guerra habían huido o habían sido expulsados de los
territorios orientales del Deutsches Reich (Prusia Oriental, Pomerania, Silesia)
7.107.600 de alemanes, a los que se sumaron 4.912.200 procedentes de las
colonias de alemanes en los Estados bálticos, Polonia, Danzig, Checoslovaquia,
Hungría, Yugoslavia y Rumania (véase Statistische Jahrbuch für die
Bundesrepublik Deutschland, 1960, p. 79). Después de que se levantara la
prohibición en 1949, los desplazados pudieron organizarse y lo hicieron en dos
tipos de organizaciones: por un lado, la «Asociación central de alemanes
desplazados», fundada en 1950 (Zentralverband vertriebener Deutscher, a partir
de 1954, Bund vertriebener Deutscher), que se ocupaba de intereses materiales;
por otro, catorce grupos regionales (Landsmannschaften), dedicados sobre todo a
cuidar las tradiciones culturales de las respectivas regiones perdidas. En 1957 se
unieron ambas organizaciones en una «Federación de alemanes desplazados»
(BdV, Bund der Vertriebenen /Vereignite Landsmannschaften und
Landesverbande). Esta Federación contaba en 1963 con más de dos millones de
afiliados. Sobre los desplazados, H. W. Schonberg, Germans from the East. A
study of their migration, resettlement and subsequent group history, La Haya,
1970; M. M. Wambach, Verbandestaat und Parteien oligopol. Macht und Ohmacht
der Vertriebenenverbande, Stuttgart, 1971; Rainer Schulze y otros (eds.),
Flüchtlinge und Vertriebene in der westdeutschen Nachkriegsgeschichte,
Hildesheim, 1987.
336
Keesings Archiv der Gegenwart, 1989, 33857 B.
337
Como en nota anterior, 33937 A/7.
338
Como en nota anterior, 33857 B. Sobre el papel de la Iglesia evangélica
en las transformaciones de la RDA, véase Jörg Hildebrandt y Gerhard Thomas
(eds.), Unser Glaube misch sich ein... Evangelische Kirche in der DDR 1989.
Berichte, Fragen, Verdeutlichungen, Berlín, 1990.
339
Keesings Archiv der Gegenwart, 1989, 33857 B.
340
Texto del programa de gobierno Modrow, en Ingo von Münch (ed.),
Dokumente der Wiedervereinigung Deutschlands, Stuttgart, 1991, pp. 33-57.
341
Texto en Auswärtiges Amt (ed), Auβenpolitik der Bundesrepublik
Deutschland. Dokumente 1949-1989, Múnich, 1990.
342
En Der Fischer Weltalmanach, vol. especial RDA, Fráncfort del Meno,
1990, p. 334. Texto del llamamiento del 4 de noviembre, en Stefan Heym,
Einmischung - Gespräche, Reden, Essays, Gütersloh, 1990, pp. 257 s.
343
Reinhart Schult, «Offen für alle - das "Neue Forum"», en Hubertus Knabe
(ed.), Aufbruch in eine andere DDR, Reinbek, 1989, pp. 168 s.
344
Entre los críticos de la unificación destacó la escritora Monika Maron:
«[...] ahora se ve el abismo profundo entre el pueblo y los intelectuales. Unos
urgen una mejora rápida y práctica de su vida; los otros luchan por el
mantenimiento de su utopía, lo que en sí no sería una desgracia, si la utopía —
sólo por sí misma— no sacrificara conscientemente una vida mejor de los otros y
no degradara a dieciséis millones de personas a objetos de una idea en el futuro»
(«Die Schrifsteller und das Volk», Der Spiegel, 7/90, pp. 68-70). Muchos de los
textos con que se alimentó el debate sobre la unificación desde el otoño de 1989
están recogidos en los siguientes libros: Françoise Barthélemy y Lutz Winckler
(eds.), Mein Deutschland findet sich in keinem Atlas - Schrriftsteller aus beiden
deutschen Staaten über ihr nationales Selbstverstadnis, Fráncfort del Meno, 1990;
Michael Naumann (ed.), Die Geschichte ist offen - DDR 1990: Hoffnung auf eine
neue Republik - Schriftsteller aus der DDR über die Zukunftschancen ihres
Laudes, Reinbek, 1990; Charles Schüddekopf (ed.), «Wir sind das Wolk».
Flugschriften, Aufrufe und Texte einer deutschen Revolution, Reinbek, 1990.
345
Con una participación del 93,39 por 100, el resultado de las elecciones
fue:
Table of Contents
INTRODUCCIÓN