Trabajo Monográfico.
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Carátula
Introducción 5% 1
Objetivos 20% 4
Cuerpo 50% 10
Conclusiones 20% 4
Lista de referencias 5% 1
Total 100% 20
Para presentar las diferentes aproximaciones a la ciencia que han propuesto los filósofos
en el siglo XX, me centraré principalmente en las concepciones de Popper, Lakatos,
Kuhn y Feyerabend del progreso científico, dado que todos ellos han intentado explicar
cómo es el proceso de construcción del conocimiento. A lo largo del artículo, se
señalarán los supuestos principales de las propuestas de estos autores, se apuntarán las
carencias y críticas de cada una de dichas posturas y, finalmente, se superará la
apriorística incongruencia de algunos de estos supuestos.
Ante todo, podría decirse que el empirismo popperiano ha "llegado a ser la visión
estándar de la ciencia" (Iranzo y Blanco, 1999: 64), dado que, según Popper, toda teoría
debe poder ser falsable y, en el momento en que no supere las pruebas de confutación
empírica, la teoría será sustituida por otra. Pero, como se defenderá a lo largo del
presente artículo, un enunciado, para que adquiera el rango de científico, es suficiente
con que sea racional y tenga un principio que le confiera coherencia interna. Es ésta una
concepción de ciencia lata, vaga, que apunta el hecho de que el conocimiento científico
ha de estar metodológica y sistemáticamente contrastado. 4
Por todo ello, Popper cree en el avance progresivo de la ciencia y propone, como criterio
de demarcación, que propicie la mejora gradual y creciente de la investigación, el
falsacionismo : "No exigiré que un sistema científico pueda ser seleccionado, de una vez
para siempre, en un sentido positivo; pero sí que sea susceptible de selección en un
sentido negativo por medio de contrastes o pruebas empíricas: ha de ser posible refutar
por la experiencia un sistema científico empírico" (Popper, 1999: 40).
Popper habla de la necesaria comprobación empírica a la que han de ser sometidos los
enunciados para determinar la falsedad de una teoría, de ahí que el autor (Popper,
1999: 38) crea en la experiencia como base de toda teoría, pues concibe a la ciencia
empírica como la representación del mundo real o mundo de nuestra experiencia,
porque ha de ser posible refutar con la experiencia, un sistema científico empírico. El
autor distingue los tres requisitos que debe satisfacer dicho sistema: el primero es que
ha de ser sintético, es decir, ha de representar un mundo posible; el segundo es que
debe satisfacer el criterio de demarcación; esto es, la teoría, hipótesis o sistemas de
teorías no serán metafísicas, sino que representarán un mundo de experiencia posible.
Por último, es menester que sea un sistema que se distinga (de alguna manera) de otros
sistemas semejantes por ser el que represente nuestro mundo de experiencia. Mas,
"¿cómo ha de distinguirse el sistema que represente nuestro mundo de experiencia? He
aquí la respuesta: por el hecho de que se le ha sometido a contraste y ha resistido las
contrastaciones" (Popper, 1999: 39).
La idea fundamental de esta propuesta es que la experiencia no puede demostrar la
verdad, pero sí la falsedad, es decir, las teorías o hipótesis deben ser siempre tenidas en
cuenta como certezas, que cada vez irán acercándose más a la verdad a través de las
críticas y la detección de errores: una teoría puede ser definitivamente rechazada, pero
nunca definitivamente aceptada. El falsacionismo permite al investigador discernir entre
unos enunciados y otros, no porque los que sobrevivan sean verdaderos, sino porque
mediante el empirismo se ha demostrado que los desestimados son errados. "Los
enunciados científicos empíricos han de ser decidibles de modo concluyente, es decir,
que en un principio, tanto su verificación como su falsación han de ser posibles" (Popper,
1999: 42).
Este supuesto no reúne el consenso de los filósofos de la ciencia, dado que no siempre
una teoría puede ser corroborada por la experiencia. Lakatos (1998) se muestra
contrario a que una proposición pueda ser confirmada o refutada por los hechos, puesto
que en función de las reglas de la lógica, este hecho supondría mezclar lenguajes
distintos. Según el autor, las proposiciones sólo pueden ser derivadas a partir de otras
proposiciones, no a partir de los hechos: no se pueden probar enunciados mediante
experiencias.
También Feyerabend (1986 y 2000) señala que las teorías científicas generales no son
comprobables por la experiencia; son construcciones teóricas tan extremadamente
elaboradas y complejas que están alejadas del plano de los hechos. La elección de unas
teorías generales llega a ser para Feyerabend una cuestión de gusto, pues no hay un
criterio objetivo de elección (más bien se trataría de factores diversos: económicos,
políticos, prácticos y estéticos), debido a que se mueven en un plano muy abstracto.
Popper parece creer en una ciencia sujeta a confutación por parte de hipótesis más
consistentes; se trata de una ciencia conformada por un conjunto de teorías y modelos
que en un momento determinado se han mostrado más válidos que sus coetáneos y han
superado con mayor éxito el rigor de las comprobaciones empíricas. Es, pues, una
ciencia en perpetuo cambio, en un continuo avance, dado que "la ciencia progresa hacia
la verdad mediante la elaboración de teorías cada vez más verosímiles, mediante las
adquisición de verdades putativas y la destrucción definitiva de falsedades" (Iranzo y
Blanco, 1999: 60).
Por ello, Kuhn (1989 y 2001), Lakatos (1998) y Feyerabend (1986 y 2000) realizan
otras propuestas mediante las que intentan explicar cómo ha avanzado la ciencia desde
una perspectiva histórica. Según Chalmers (2003: 98), lo que tienen en común estas
perspectivas —en mayor medida Kuhn y Lakatos, puesto que como veremos Feyerabend
niega la existencia del método científico y aboga por el anarquismo metodológico— es
que la "concepción más adecuada de la ciencia debe originarse en la comprensión del
entramado teórico en el que tiene lugar la actividad científica (...) El significado de los
conceptos depende de la estructura de la teoría en la que aparecen, y la precisión de
aquéllos depende de la precisión y el grado de coherencia de ésta" (Chalmers, 2003: 98
y 99).
Por su parte, Kuhn (1989 y 2001) sostiene que toda actividad científica se desarrolla
bajo un paradigma, entendido éste como "el conjunto de ilustraciones recurrentes y casi
normales de diversas teorías en sus aplicaciones conceptuales, instrumentales y de
observación. Ésos son los paradigmas de la comunidad revelados en sus libros de texto,
sus conferencias y sus ejercicios de laboratorio" (Kuhn, 2001: 80). El paradigma debe
ser lo suficientemente inconcluso como para que en él se alberguen los distintos
desarrollos teóricos de un periodo histórico determinado. El autor rechaza el
falsacionismo porque considera que todos los paradigmas tendrán anomalías
(entendidas como el conjunto de problemas que se resisten a ser solucionados), pero
éstas se consideran como fracasos concretos y particulares del científico, más que
insuficiencias del propio paradigma. En el momento en que está consolidado un
determinado paradigma, dentro de él se desarrollarán lo que Kuhn denomina periodos
de ciencia normal, en que el avance se produce de manera progresiva, añadiendo las
nuevas generalizaciones a las que ya están consolidadas (Kuhn, 1989: 86). Pero llega un
momento en que comienzan a aparecer numerosas dificultades que no pueden ser
resueltas dentro del paradigma y, por lo tanto, quedan fuera del alcance del científico
(Chalmers, 2003: 102). En este momento, se entra en un periodo de crisis, que
finalizará cuando emerja un paradigma completamente nuevo, que gane la adhesión de
la gran mayoría de la comunidad científica. Cuando un paradigma sustituye a otro, se
produce un cambio revolucionario, más problemático que el normal, pues altera el modo
en que se piensa, ya que debe albergar a esos nuevos descubrimientos que no han
podido ser articulados en los conceptos que eran habituales en el paradigma en crisis.
Con este cambio de referentes tan radical, el desarrollo científico no puede ser
completamente acumulativo (como en el caso de la ciencia normal), pues "no se puede
pasar de lo viejo a lo nuevo mediante una simple adición a lo que ya era conocido. Ni
tampoco se puede describir completamente lo nuevo en el vocabulario de lo viejo o
viceversa" (Kuhn, 1989: 59 y 60).
El progreso, por tanto, se produce a través de estas revoluciones —más que de una
forma estrictamente acumulativa, como una línea ininterrumpida de progreso
(Escohotado, 1987: 461)— en las que un paradigma completamente diferente sustituye
a otro, planteando nuevas problemáticas que deben ser resueltas por la ciencia, nuevos
métodos y nuevas concepciones del mundo.
Para Chalmers (2003: 112 y 113), estos supuestos apuntan correctamente que el
trabajo científico implica resolver problemas dentro de un sistema que no se cuestiona lo
fundamental; no se trata, por tanto, del continuo planteamiento de refutaciones y
conjeturas del que hablaba Popper, ya que esta actitud puede llevar a que no se
produzca un avance explícito en la ciencia, debido a que no se favorece la consolidación
de un determinado corpus de conocimientos, situación que no permite la profundización
en la actividad investigadora: "Los principios no permanecerán indiscutibles el tiempo
suficiente para que se haga el trabajo interpretativo" (Chalmers, 2003: 113).
Lakatos (1998: 13) intentó superar las debilidades del cambio de paradigma kuhniano
mediante sus programas de investigación científica,6 que cuentan con un núcleo teórico–
hipotético eficazmente protegido por un gran cinturón de hipótesis auxiliares y con una
maquinaria elaborada para solucionar problemas. Así, el programa posee una serie de
reglas metodológicas, que marcan qué rutas de investigación deben ser evitadas
(heurística negativa) y cuáles seguidas (heurística positiva) (Lakatos, 1998: 66). El
núcleo central estaría conformado por un conjunto de hipótesis muy generales a partir
de las cuales se desarrolla el programa. Estos fundamentos necesitan ser ampliados con
suposiciones complementarias, con el fin de llenarlos de sustento y de proteger al núcleo
central de las falsaciones (Chalmers, 2003: 124).
La heurística negativa del programa impide que apliquemos el modus tollens a este
núcleo firme. Por el contrario, debemos utilizar nuestra inteligencia para incorporar e
incluso inventar hipótesis auxiliares que formen un cinturón protector en torno a ese
centro, y contra ellas debemos dirigir el modus tollens. El cinturón protector de hipótesis
auxiliares debe recibir los impactos de las contrastaciones y para defender al núcleo
firme, será ajustado y reajustado e incluso completamente sustituido (...) La heurística
positiva consiste en un conjunto, parcialmente estructurado, de sugerencias o pistas
sobre cómo cambiar y desarrollar las versiones refutables del programa de investigación,
sobre cómo modificar y complicar el cinturón protector refutable. Impide que el científico
se pierda en el océano de anomalías (Lakatos, 1998: 66 y 69).
En contra de lo que apuntaba Popper, en el sentido de que una teoría que no supere las
falsaciones debe ser desestimada, Lakatos (1998: 16) explica que hay "que tratar con
benevolencia a los programas en desarrollo; pueden transcurrir décadas antes de que
los programas despeguen del suelo y se hagan empíricamente progresivos. La crítica no
es un arma popperiana que mate con rapidez la refutación". Según lo señalado por
Lakatos, si se destruyeran los supuestos teóricos con la rapidez preconizada por Popper,
no sería posible alcanzar un cierto avance científico: "La principal diferencia con respecto
a la versión original de Popper creo que es que, según mi punto de vista, la crítica no
destruye (ni debe destruir) con la rapidez que imaginaba Popper. La crítica destructiva,
puramente negativa, como la refutación o la demostración de una inconsistencia no
elimina un programa de investigación. La crítica de un programa es un proceso largo y a
menudo frustrante; hay que tratar a los programas en crecimiento sin severidad"
(Lakatos, 1998: 122).
Por tanto, Lakatos (1998: 17) apuesta por un progreso científico que es racional, al igual
que Popper y en contraposición a Kuhn, quien parece creer que el "cambio de un
paradigma a otro es una conversión mística que no puede estar gobernada por pruebas
racionales" (Lakatos, 1998: 19).
Esta problemática redunda directamente sobre uno de los pilares más básicos de la
propuesta que se expone, puesto que si no es posible determinar el núcleo del programa
de investigación, tanto más difícil para la comunidad científica será establecer qué
hipótesis deben permanecer inamovibles y cuáles deben ir siendo modificadas con el fin
de que cumplan el papel de cinturón protector–receptor de críticas y refutaciones.
Por último, Lakatos, para esbozar una perspectiva de cómo se produce el avance
científico, parece hacer referencia, por los ejemplos con los que ilustra sus supuestos,
principalmente a la ciencia física (también a la lógica y la matemática). Es posible que la
metodología y las normas usadas para juzgarla no sean apropiadas en otras disciplinas,
puesto que "no se pueden hacer ensayos experimentales con la gente y las sociedades,
sin destruir lo que se está investigando. Los sistemas vivos necesitan de una gran
complejidad para funcionar, de modo que se puede esperar que incluso la biología
exhiba diferencias importantes con la física. En las ciencias sociales el conocimiento que
se produce forma él mismo un componente importante de los sistemas en estudio"
(Chalmers, 2003: 138).7, 8
Feyerabend mantiene que la mayor parte de las investigaciones científicas nunca se han
desarrollado siguiendo un método racional, por lo que el anarquismo debe reemplazar al
racionalismo: de esta manera se alcanzará el progreso intelectual, mediante la
creatividad y el propio empuje del científico.
Feyerabend no pretende abolir todo tipo de normas o demostrar que no tienen valor,
sino que trata de ampliar el inventario de reglas y proponer un uso distinto de éstas. En
principio, la comunidad científica maneja unas construcciones teóricas determinadas en
función de la elección mayoritaria dentro de un extenso grupo de opinantes. No se elige
necesariamente la que parece más ajustada a la realidad, pues se mueven en un plano
muy abstracto y en la elección influyen factores muy diversos: económicos, políticos,
prácticos y aun estéticos (Escohotado, 1987: 478).
Por eso, se apuntaba que el científico no debe trabajar bajo el constreñimiento de la
supeditación a un solo método, sino que en función de la investigación se usará una
regla u otra según interese e incluso se abandonarán las reglas ya existentes para
inventar una nueva (Feyerabend, 1986).
Para Martínez Freire (1990), la actitud de Feyerabend es útil para evitar dogmatismos en
metodología, pero su radicalidad le lleva a olvidar la existencia de patrones de
descubrimiento que son eficaces; las consideraciones de Feyerabend son relevantes en
el contexto de la investigación en nuevos campos de estudio, pero no pueden pretender
aplicarse a la práctica científica en campos de estudio ya conocidos, en los que la rutina
en el uso de reglas es posible.