En La Tierra de Siren

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

EN LA TIERRA DE SIREN
Por Lorenzo Meler Ferraz

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

1 – LA TIERRA DE SIREN.

En la tierra alta del Gal, situada entre las montañas más altas de la tierra conocida, el
poblado de Siren vivía uno de sus momentos más importantes del año. Docenas de artistas
se amontonaban en las calles, mientras los ciudadanos preparaban talleres improvisados
en sus cuadras y establos, calles, templos, tascas y demás espacios que pudieran albergar
alguna de las obras de arte que los artistas se disponían a realizar. Durante tres semanas,
pintores, escultores, arquitectos, ingenieros, escritores, trovadores, bailarines, compañías
de teatro y demás personajes de la farándula exhibían en este pequeño poblado sus más
grandes innovaciones en las artes que dominaban, era el gran escenario para saltar a la
fama ya que ahí acudían alcaldes de grandes ciudades, reyes provenientes de tierras muy
lejanas y no tan lejanas, dirigentes religiosos con el afán de contratar a aquellos
arquitectos que hicieran templos imposibles. directores de danza, de teatro... y por
supuesto, a esta amalgama de artistas y traficantes de los mismos, le seguía ahí donde
iban, un séquito de ladrones y timadores, desde el más simple ratero, hasta el más
respetado recaudador de impuestos reales.

A todo esto se unían los habitantes de Siren, conocidos por su amabilidad y acogida. Es por
esto por lo que la mayor parte de los artistas habían elegido este poblado, se sentían
verdaderamente a gusto. En ningún momento les faltaba comida ni cama. Todo aquello
que pedían, si entraba dentro de lo normal y estaba al alcance de la mano de los
habitantes, se les concedía, incluso una vez, un escultor pidió una piedra de mármol blanco
y el Alcalde de Siren hizo traer la piedra más grande que encontraran en sus minas, así
consiguieron traer una piedra de 5,20 metros de altura y 6 toneladas de peso de un
perfecto mármol blanco sobre las que este artista, hasta entonces desconocido, esculpió
un nada pudoroso hombre desnudo. Los trabajadores de la mina tuvieron que idear un
nuevo sistema para trasladar la piedra y que además no se rompiera por el camino: La roca
se encontraba en dos estancias por debajo del suelo, por tanto había que subirla, pero con
la polea que tenían eran incapaces de elevarla por muchas personas que tiraran de ellas,
además se les solían romper las cuerdas antes de que la piedra se moviera ni un milímetro
del suelo. Cuando los trabajadores de la mina estaban dispuestos a darse por vencidos y
comunicarle al Alcalde que no podían satisfacer las necesidades del escultor, un joven
ingeniero llamado Herón, llegado desde las tierras de Helen, había permanecido un tiempo
observando la incapacidad de los mineros para sacar aquella piedra.

- Creo que sé como sacarla y llevarla hasta el pueblo - Dijo Herón a los mineros, sentado en
una roca próxima a la salida de la mina.
Los mineros, atónitos antes las palabras de aquel muchacho, reaccionaron riéndose
incrédulos. Pero Herón seguía sonriendo sabedor de que podía conseguir tamaña proeza.
La capataz de la mina supo interpretar aquella sonrisa, la había visto en mucho sabios, así
que mandó callar al resto de mineros.
- Escuchemos a ver qué nos dice este muchacho que parece que todo lo sabe.
- Venga ya, si es sólo un crío - dijo uno de los mineros con aire despectivo. Sin embargo, las
palabras de Isen, la capataz, solían calar en la mayoría de sus empleados. Isen tenía una
capacidad que poca gente tenía, sabía casi siempre que es lo que sentían y pensaban los
demás y esto lo solía utilizar para que fuera la mejor capataz que haya habido jamás en las
minas de Siren. Sin duda sabía algo de lo que estaba pasando por la cabeza de ese crío.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- ¿Cómo te llamas chaval? - Pregunto Isen acercándose al chico y mirándole como solía
hacer cuando quería profundizar en los sentimientos de la gente, ladeaba la cabeza,
entornaba los ojos y lanzaba una leve sonrisa.
- Me llamo Herón, y vengo de Helen. - Dijo Herón saltando desde la roca en la que estaba
para aproximarse a Isen.
- Buena tierra de ingenieros - Alagó Isen.
- Toda mi familia se ha dedicado a lo mismo desde hace generaciones, parece que
tengamos la ingeniería en la sangre. De hecho he venido con mi tío Juanelo.
- ¿Juanelo Turriano? - Preguntó boquiabierta Isen.
- Sí, ¿lo conoces?
- Por supuesto, y quién no - Los mineros se miraron unos a otros con cara de ignorancia,
preguntándose quién sería ese tal Juanelo.
- Muy importante no puede ser con ese nombre- dijo uno de los mineros entre risas, lo cual
provocó las carcajadas de muchos de sus compañeros, y es que esto es lo que tiene la
ignorancia, que cuando no se sabe de lo que se habla, bien está escabullirse con un chiste.

Isen estaba acostumbrada a esto, por lo que tampoco le dio mucha importancia, pero
Herón no pudo evitar lanzar una mirada de odio hacia aquellos necios, enormes mineros
pero necios. Entonces recordó las palabras de su tío Juanelo: “recuerda que estamos en
una tierra extranjera, aquí la gente se comporta de otra manera y debemos respetar su
forma de hacer y de pensar, al igual que ellos lo hacen con nosotros”

- Te lo contaré a ti sola - Dijo a Isen mirando a los mineros con aire despectivo.
- Está bien - dijo Isen cogiendo por el hombro a Herón y llevándole aparte - ¿qué necesitas?
- Papel y pluma, verás lo sencillo que es. - Isen no pudo evitar soltar una sonrisa de
complicidad con el chaval.
- ¿Cuántos años tienes? - Preguntó la capataz.
- Trece, y ¿tú?
- Esas cosas no se le preguntan a los mayores.
- Pues yo también soy mayor y me lo has preguntado.
- Es que soy una maleducada - Dijo Isen entre risas mientras buscaba una pluma, tinta y
papel.
- No creo que seas maleducada, los maleducados son los mineros, que se han metido con
mi tío.
- No les hagas caso, no lo hacen con maldad, simplemente se ríen de lo que ignoran, como
hacemos casi todos.
- Pues yo no lo hago.
- ¿A no? y cuando no sabes algo ¿qué es lo que haces? - Preguntó Isen entregándole ya los
utensilios que Herón había pedido.
- Pues suelo preguntar, o buscar en los libros. - Dijo Herón mientras empezaba a diseñar la
idea que había tenido para levantar aquella piedra.

Aquella pluma iba a una velocidad que a Isen le costaba seguir, Herón tenía una agilidad
vertiginosa, no cabía duda que sabía lo que estaba dibujando, cada dos segundos dirigía la
pluma hacia el tintero porque se le acababa la tinta, ni un solo borrón, los círculos parecían
hechos con cuerda y las rectas con madera, pero no, todo lo que hacía era a mano alzada
como si en vez de un ser humano fuera un autómata de los que solía hacer … Juanelo, el
más experto en hacer autómatas de los que jamás hubiera conocido.

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- Hete aquí - Herón mostró a Isen lo que había dibujado, satisfecho porque había
conseguido dibujar a la perfección su idea. A veces Herón se sentía frustrado porque no
era capaz de dibujar con claridad lo que en su mente veía sin ninguna duda, emborronaba
infinidad de papeles sin conseguirlo. Llegó incluso a esculpir algunos inventos en madera
para poderlos ver con profundidad y no solo en el papel. Pero este no era el caso, había
conseguido plasmar perfectamente lo que en su cabeza había dibujado instantes antes.

Isen miro aquella imagen un tanto desconcertada, no comprendía que era aquello que
había dibujado. Sí, veía varias poleas pero no entendía para qué había tantas si lo único que
hacían era girar.

- ¿te lo explico? - Dijo Herón descubriendo en la cara de Isen un tanto de incredulidad.


- No , no, me gusta descubrir estas cosas por mí misma - Isen cogió el papel y se sentó sin
quitarle ojo a aquel dibujo. Permaneció en silencio durante largo tiempo, el dibujo estaba
perfecto y poco a poco creyó ir desgranando los secretos que se escondían detrás de aquel
bello ingenio - creo entender como funciona: las tres poleas de abajo se mueven
verticalmente si tiramos de la cuerda, pero ¿por qué quieres que hagan eso?
- Es algo que me enseñó mi tío, resulta que si conseguimos estirar mucha cuerda y el
objeto que queremos levantar se mueve la mitad, tendremos que hacer la mitad de fuerza,
y si estiramos tres veces más de cuerda de lo que se levanta, pues entonces tres veces
menos de fuerza, y así sucesivamente. Y con este invento creo que se consigue esto.

Isen parecía perpleja, no acababa de entender muy bien lo que aquel chaval extranjero le
había contado, pero siempre estaba abierta a intentar cosas nuevas.
- Está bien, nos llevará un tiempo fabricar esto que nos has pedido, quizás tres días. A
medida que lo vayamos fabricando te iré avisando.
- ¡Genial! - Gritó Herón satisfecho por haber conseguido convencer a aquella encantadora
mujer. - Estaré aquí mañana a primera hora, se lo voy a contar a mi tío enseguida.

Isen, aunque había aceptado, no las tenía todas consigo, pero tenía que defender aquel
proyecto convencida de que funcionaría. Recogió el papel dibujado por Herón y lo siguió
examinando durante un buen rato.

Mientras tanto Herón llegó donde estaba su tío sin aliento, los dos kilómetros que
separaban las minas del poblado los había hecho recorriendo como si le fuera la vida en
ello:
- ¡Tío, tío, tengo una noticia que darte! - gritaba mientras entraba dentro de la habitación
donde había instalado su taller. Al entrar encontró a su tío acompañado de una chica que
más o menos tendría su misma edad. Se paró en seco y cogió aliento. - Ha sido fantástico -
decía entrecortado y sin dejar de mirar a aquella jovencita.
- Tranquilo Herón, coge aire. Mientras, te voy a presentar a esta joven. Viene de las tierras
del norte y me está ayudando en un nuevo proyecto de autómata. Creo que antes de que
termine la feria lo tendremos acabado.
- Hola, me llamo Ada y tú debes de ser Herón, el sobrino de Juanelo.
- Sí, sí soy yo, encantado. Tío de verdad, creo que he descubierto algo bueno.
- Ada, perdona a mi sobrino por su mala educación, no lo puede remediar, en cuanto se
mete en estas cosas se olvida de sus modales.
- No te preocupes Juanelo, a mi me pasa lo mismo- Dijo Ada mientras lanzaba una leve
sonrisa a Herón.

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- Bueno, pues cuéntanos que es eso que ha conseguido que pierdas los modales.

Herón le relató con todo lujo de detalles lo que había pasado en la mina, desde las risas de
los mineros hasta la aceptación de Isen para construir su invento. Ada quedó maravillada
por aquel descubrimiento, pero sobre todo por la vitalidad que aquel chico ponía en sus
descripciones, se notaba su pasión por lo que hacía.
- ¿y vuestro autómata qué hace? - Preguntó Herón.
- Explícaselo tú Ada.

Ada se aproximó a la mesa donde parecía que sólo había un montón de cachivaches, de
piñones, engranajes, tornillos y tuercas,.... en fin, un montón de chatarra esparcida por
toda la mesa.
- Estamos construyendo una mascota mecánica, algo parecido a un perrito pero de metal y
engranajes.
- ¿y eso para qué vale?
- Pues para divertirse, ¿para qué si no?

Herón tenía que encontrarle practicidad a todo lo que inventaba, el resto de cosas las
desechaba porque pensaba que no valían para nada, como ese “perrito” del que le estaban
hablando. Entonces se dio cuenta que estaba pareciendo otra vez un poco maleducado y
preguntó:
- ¿y qué es lo que hará? - Preguntó sin ningún interés en su pregunta.
- Moverse a cuatro patas. Si le tocas la cabeza se para y abre la boca dos veces. Si no fuera
por las dificultades mecánicas se me ocurren infinidad de cosas más para poder hacer - y
esa infinidad de cosas las empezó a describir Ada casi con la misma pasión con que Herón
había descrito su mecanismo.

La conversación fluía entre los dos como si se conocieran de toda la vida, como si Juanelo
no estuviera en la misma habitación, así que éste les dijo: - Por favor, ¿por qué no os vais a
dar una vuelta por ahí y me dejáis trabajar? Parece que tenéis mucho de lo que hablar.

Ninguno de los dos miró a Juanelo, pero salieron de la casa sin ni siquiera despedirse del
tío de Herón, seguían hablando y escuchando alternativamente como si nunca lo hubieran
hecho.

Mientras esto sucedía en la parte más bulliciosa del pueblo, a las afueras, en la zona más
tranquila de aquella preciosa villa trabajaba un hombre, un arquitecto y escultor que
únicamente había diseñado casas de adobe en la comarca donde él vivía, en la costa. Pero
ahora estaba en algo más ambicioso, quería hacer un templo, una especie de iglesia que
soportara cualquier inclemencia, pero además tenía que ser distinta a todas las que había
visto hasta la fecha. Todas tenían formas geométricas, parecían edificios sin vida, tristes. Él
quería hacer algo diferente, una torre con curvas imposibles, con gárgolas y esculturas en
toda su estructura, quería un edificio que fuera venerado por todo el mundo, no sólo por
los creyentes de una religión. Este hombre, llamado Cornet, era silencioso y trabajador, a
veces se olvidaba que había viajado junto a su hijo Lego y podía estar días sin dirigirle la
palabra a nadie. Esto no molestaba a Lego, simplemente le hacía permanecer quieto junto
a su padre viendo lo que dibujaba o esculpía. Lego, de tan sólo 9 años, era capaz de
esculpir en madera todo lo que su padre dibujaba, llegó a hacer maquetas de poblados

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enteros habiéndolos recorrido una sola vez, y como su padre, podía estar tiempo sin
hablar, a veces pensando en su siguiente maqueta, pero otras simplemente se evadía de
todo lo que le rodeaba y pensaba en cosas que le hacían sentir feliz. En sus pensamientos
nunca hablaba, sólo veía cosas, recorría países, viajaba a otras culturas, se bañaba en ríos,...

En esta ocasión, su padre guardaba con recelo los dibujos de su santuario y Lego no podía
empezar a esculpir, así que decidió adentrarse en el jolgorio de aquel poblado y observar
sus casas, sus calles, esculturas,... en definitiva todo aquel objeto inanimado que luego
pudiera plasmar en un trozo de madera. No le importaba el ruido que pudiera haber, los
gritos de la gente, perros ladrando, carros, herreros chocando metales, cinceles
esculpiendo piedra, risas en las tabernas, gallos cacareando,... simplemente andaba y
observaba con enorme atención, no aquello que sucedía, sino lo que se quedaba quieto,
inerte, lo no pasajero, lo que se quedaría ahí aunque todas esas personas y animales
desaparecieran de repente. Tanto era así que se chocaba incesantemente con la gente,
pero el encontronazo más fuerte fue quizás con una pareja que, al igual que él, iban
distraídos, pero no mirando a ningún lado, sino mirándose entre ellos y hablando. El
choque fue tan fuerte que Lego cayó al suelo y despertó de aquel ensimismamiento en el
que andaba desde hacía un rato, las otras dos personas le pidieron perdón y le ayudaron a
levantarse:
- Disculpa, te has hecho daño - dijo la chica mientras el chico le agarraba de la mano para
levantarle.

Lego negó con la cabeza.


- ¿Te pasa algo?, ¿de verdad estás bien?. Lo siento mucho, no me he dado cuenta de por
dónde iba.
Lego volvió a hacer un gesto con la cabeza dando a entender que no pasaba nada, pero el
chico no sé quedó tranquilo.
- ¿quieres que avisemos a alguien?, ¿están por aquí tus padres? - Esta vez Lego pareció
emitir una especie de sonido casi inaudible - Perdona no te he oído, ¿puedes repetir?
- Estoy bien, no os preocupéis - Dijo Lego haciendo un esfuerzo por elevar un poco más la
voz, y distraídamente siguió su camino hacia ninguna parte. Y mientras se alejaba oyó que
le decía el chico a la chica “que niño tan raro” y siguieron su camino.

Al poco rato el sol ya se había puesto y empezaba a oscurecer, y aunque Lego no tenía
ningún problema en orientarse ahí donde estaba, decidió volver a casa junto a su padre.

- Mira este cartel Ada - Dijo Herón mientras leía el papel que colgaba de la pared de uno de
los teatros improvisados que había en Siren. En él se podía leer: “Ørsted, el joven que
domina los rayos. Un espectáculo electrizante”. - ¿te apetece que entremos? parece
interesante.
- Se está haciendo un poco tarde Herón, quizás deberíamos irnos a casa.
- Venga sólo un ratito, a ver cómo dominan los rayos - Dijo Herón con una sonrisa, sabía
que Ada iba a aceptar y a Herón no había nada que le gustara más que desentrañar los
entresijos de un buen truco de magia, adivinar cómo se las habían ingeniado para hacer
desaparecer gente, cortar extremidades, adivinar cartas y el pensamiento,... por lo general,
detrás de todo esto se escondían delicadas obras de arte mecánicas. - Venga por favor,
sólo será un momento.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- Venga - Dijo Ada con una mezcla de resignación y de entusiasmo.- Pero poco rato que en
casa se preocuparán.

El espectáculo ya había empezado, pero había bastantes huecos vacíos, decidieron


sentarse al fondo para no interrumpir.
La voz grave del presentador se amplificaba en el aforo casi vacío provocando un clima
tenebroso y tétrico: - El joven Ørsted dominará los rayos que atravesarán este escenario a
su voluntad. Con ello estará poniendo en peligro su vida y quien sabe, quizás también la de
ustedes. Por eso, a partir de este momento, no nos hacemos responsables de lo que
pudiera pasarles. Sonrían y aplaudan porque en sus manos este joven tiene la decisión de
que vivan... o mueran”
El presentador desapareció y en su lugar se colocó en el centro un joven con un traje un
poco extraño, parecido a uno de esos caballeros que llevan armadura, pero sólo en la parte
de arriba, además de una especie de cristales oscuros en los ojos. Sin saludar al público
puso los brazos en cruz, hizo un gesto a derecha y a izquierda, como indicando algo a dos
personas que no se veían desde el público y de repente desde los laterales del escenario
salieron literalmente dos rayos que iban a parar a sus manos, pero estos rayos no
desaparecían, seguían unidos desde los extremos del escenario a aquel joven, que parecía
no inmutarse. Ørsted se echó para atrás y empezó a juntar las manos poco a poco, hasta
que al final se tocaron y los dos rayos que parecían atravesarle se soltaron de aquel joven y
se unieron convirtiéndose en uno. Ahora sí, Ørsted saludó al público, pero su cara seria y
taciturna seguía como al principio.
- La leche - Se le escapó a Herón, mientras Ada le sujetaba fuertemente al brazo de este.

El espectáculo de Ørsted no parecía terminar ahí. Volvió a ponerse en medio del rayo y lo
partió otra vez en dos. Herón no podía creer lo que estaba viendo, esto sí que era magia de
verdad, mientras pensaba en esto sintió como Ørsted le estaba mirando a él. Con un gesto
brusco el joven mago soltó el rayo izquierdo y enseguida lanzó con otro movimiento su
brazo hacia donde estaba el público, y de detrás de estos, justo al lado de donde estaba la
pareja que habían entrado los últimos, salió otro rayo dirigido al brazo que hasta entonces
permanecía libre de aquella luz que cegaba a todo el público. Ada soltó un grito y Herón se
quedó paralizado, con los ojos como platos. Hubo gente que se fue de la sala corriendo,
asustados, no comprendía ni quería comprender, simplemente quería irse de ahí.

Al acabar el espectáculo Herón quería ir a conocer a Ørsted, pero Ada le insistió en que era
muy tarde y que quizás fuese peligroso acercarse a él.
- Venga, por favor, tengo que descubrir cómo ha hecho todo esto.
- Ni hablar, ¿pero tú has visto de lo que es capaz? Yo me voy para casa, si me acompañas
bien, pero no pienso entrar contigo ahí dentro.

Herón se resignó, estaba claro que tenía que irse con Ada: - Está bien, vendré mañana yo
solo.
Mientras iban hacia casa no pararon de hablar del espectáculo, pues aunque Ada estaba
asustada le había gustado tanto o más que a Herón. Desde luego no sabían cómo estaba
hecho aquel truco, jamás habían visto algo ni parecido a aquello. Al día siguiente, sin duda
irían al espectáculo otra vez, pero Herón tenía mucho trabajo en la mina para ver si
estaban construyendo bien el conjunto de poleas, tendría que hacer un hueco por la tarde
para regresar a ese mundo de relámpagos.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

Era ya medianoche y a pesar de su edad, Hieratis permanecía de pie detrás del escenario
donde se representaba su obra, ella había escrito y estaba dirigiendo esta obra de teatro.
No era la primera obra que escribía, pero sí la primera que se llevaba a escena y la primera
que dirigía. A los diez años escribió su primera comedia, y entonces se dieron cuenta en
todo el pueblo que aquella chiquilla tenía talento para escribir, nacida en Siren, en ella
estaban puestas las esperanzas de todos los habitantes, gracias a ella no simplemente
albergarían una feria de artes, sino que también proporcionarían una escritora, una artista.

Las gradas estaban al completo para ver esta opera prima de Hieratis, los nervios del inicio
de la obra ya habían desaparecido, todo estaba saliendo como esperaban. A pesar de sus
trece años Hieratis había sido capaz de controlar a todo un elenco de actores y actrices,
había resuelto sus problemas, comprendidas las dificultades, conseguido todo lo que
pedía,... le encantaba controlar las situaciones y organizarlo todo, y en este caso tenía algo
que no había tenido hasta la fecha, todo lo que decía se hacía sin casi discusión. Ella misma
había diseñado los escenarios, y gracias a su hermano Fryart, que era un magnífico
manitas, consiguieron destacar todas y cada una de las escenas de la obra, introducir al
público en la obra, vivir aquella tragicomedia que le lanzaría a la fama.

De vez en cuando, en medio de los actos miraba por un lateral del telón al público para ver
sus reacciones. Había oído sus risas al principio de la obra y ahora, antes de acabar el
último acto, veía a la gente llorar, sonarse los mocos. Esperaba con ansia una oleada de
aplausos al final, ella haría la reverencia clásica y se quedaría en el escenario un tiempo
interminable hasta que la gente dejara de aplaudir. Pero no fue así, al acabar la obra nadie
aplaudió. Todo el mundo se quedó sentado en su butaca, inmóviles, como esperando una
nueva escena o acto. Se cerró el telón, pasó más de dos minutos interminables, no se oía ni
la respiración de la gente, además, en la calle reinaba el silencio ya que eran cerca de la
una de la noche. Hieratis no sabía qué estaba pasando, por qué nadie aplaudía, por qué no
se iban del teatro todas esas personas desagradecidas que no eran capaces de aplaudir ni
siquiera por educación, quería esconderse y no ver a nadie nunca más, nunca había visto un
fracaso tan estrepitoso en una obra de teatro, ni un solo aplauso. El resto de actores
sintieron lo mismo, estaban todos defraudados, se sentían derrumbados, cabizbajos, se
abrazaban unos a otros intentando darse ánimos y buscando una explicación a lo que
estaba ocurriendo. Y de repente... suena un aplauso, y detrás de este otro y luego dos y
tres más y así sucesivamente hasta una explosión de fervor y vítores, la gente en pie,
gritando y aplaudiendo al mismo tiempo y con toda la fuerza que podía, rompiendo
aquellos dos minutos infinitos de silencio y aquella paz que hasta entonces reinaba en el
poblado.

Tanto Hieratis como los artistas despertaron en milésimas de segundo de su letargo y


salieron atropelladamente al escenario y saludaron al público que pareció enloquecer ante
su presencia.

Sin duda la obra había sido un éxito, aquellos dos minutos de tristeza solo hicieron que
aumentar la alegría con la que recibieron los aplausos y las felicitaciones. Después de estar
durante largo rato besando, abrazando y dando la mano a mucha gente que ni siquiera
conocían, decidieron ir a la taberna a celebrarlo. Eran cerca de las dos de la madrugada,
pero ahí nadie parecía tener sueño, después del éxtasis de una obra de teatro y del éxito
abrumador, había de todo menos sueño.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

Aquella tasca no había cerrado desde que empezó la muestra de artes. Por las mañanas,
pronto por la mañana, tomaban almuerzos la gente de las minas, los escultores y pintores.
A la hora de comer amanecían centenares de personas de todas la profesiones, cada cual
más estrafalario que el anterior, truhanes, gente danzando, bufones y payasos, músicos
con extraños instrumentos,... de ahí hasta altas horas de la madrugada gente que iba y
venía, otros de celebraciones por sus éxitos y de ahogar las penas en el alcohol aquellos
que habían fracasado. Con estos se encontraron cuando llegó la compañía de teatro
dirigida por Hieratis
- Hieratis, ¿qué tomas?, a esta invito yo.
- Zumo de mora.
- Venga, tómate una cerveza o un vino, creo que te lo has ganado.
- No gracias, no bebo.
- ¿pero vas a ser la única que no beba?
- Imagino que habrá más gente como yo que no beba, aunque en este sitio lo dudo - y echó
un vistazo rápido a las personas que estaban en la taberna antes de que llegaran ellos.
Entre todos le llamó la atención un joven rubio, bastante guapo, aunque algo mayor que
él, sentado en una mesa con una jarra de barro llena de vino. Tenía una barba bastante
larga, como el pelo, que le llegaba a los hombros y no estaba nada cuidado. - Lo siento,
pero no quiero acabar como esta gente - dijo señalando a las personas que estaban dentro
de la tasca - , además ¿qué diría mi padre?
- Bueno, tú te lo pierdes. ¡Un zumito para la señora directora!

Mientras hablaba con uno y con otros de la obra, de proyectos futuros, de la excelencia de
cada uno de los actores y actrices, Hieratis no pudo quitarle el ojo a aquel muchacho
sentado solo delante de la jarra. En todo el rato que llevaban ahí no había tocado la jarra,
no se había bebido ni un mililitro de vino.
- Hola hermanita, no le has quitado ojo a aquel tipo extraño de ahí - Dijo Fryart
acercándose a su hermana. - No sé si es porque te gusta o porque te intriga su forma de...
no hacer nada - Rió Fryart.
- Déjame en paz Fry, siempre me estás tocando las narices con todo, de verdad, hoy no,
hoy es mi día y puedo hacer lo que quiera.
- ¿no lo has estado haciendo hasta ahora con la obra de teatro?
- Sí, pero hoy he ganado.
- Dirás “hemos ganado”, ¿o piensas que tú sola hubieras conseguido semejante éxito? De
verdad hermanita, no creía que fueras tan egocéntrica.
- Tienes razón, lo siento, hemos sido todos. Sólo que a veces, como he invertido tanto
tiempo en esto pienso que ha sido más mío que de otras personas. Pero sé que no es así.

El cansancio empezó a hacer mella en Hieratis, el llamado bajón, después de tanta


adrenalina segregada en el acto, se había ido disipando su efecto poco a poco y ahora sólo
le quedaba una especie de sopor y de un agradable cansancio. Pero no quería terminar
aquella noche, no la quería terminar nunca, estaría despierta para siempre y vivir esta
sensación continuamente.

La grandeza que impone el éxito y la inconsciencia de una persona somnolienta le llevaron


a acercarse a aquella persona con la jarra llena de vino:

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- Perdón, me llamo Hieratis, ¿me puedo sentar? - Por primera vez en toda la noche aquel
joven levantó la cabeza para ver a la persona que le estaba hablando. Hizo un gesto de
indiferencia y Hieratis lo interpretó como una afirmación.
- ¿Cómo te llamas? - Simplemente se oyó un ruido inaudible ante todo el tumulto que
reinaba en la taberna - Perdona, no te he oído.
- Ørsted - Volvió a decir Ørsted, esta vez carraspeando la garganta.

Hieratis sabía que nunca podría repetir aquella palabra tan rara, ¿de verdad podía llamarse
una persona así?
- Está claro que no eres de aquí, ¿de dónde eres? - Interrogó Hieratis.
- Del Norte, muy al norte, tan al norte que ya no hay más tierra después de la mía - El
acento de Ørsted era claramente marcado, muy fuerte, y le costaba hablar el idioma de
esta tierra. Sus ojos no estaban cerrados, pero tampoco se podía decir que estuvieran
abiertos, sin embargo Hieratis descubrió el color de los mismos gracias a una vela que
permanecía encendida encima de la mesa, eran grises, jamás había visto un color como
aquellos, pero si le sorprendió el color, más le sorprendió la expresión de la cara. La
tristeza era la dominante, pero seguramente también había algo de melancolía. “si
estuviera aquí Isen sabría perfectamente qué le pasa a este joven” se dijo para así Hieratis.
Ella e Isen eran buenas amigas, algo más que eso, desde que la madre de Hieratis y de
Fryart muriera, Isen había hecho de madre y amiga, le había enseñado trucos para
descubrir los sentimientos de la gente simplemente mirando los gestos de la cara, de
hecho, esto le había ayudado mucho para poder dirigir la obra de teatro.
- ¿por qué no has bebido nada de vino?
- Haces demasiadas preguntas.
- Y tú hablas poco.
- No tengo nada interesante que decir.
- Podrías empezar contándome qué es lo que haces en Siren, cuál es tu especialidad. La mía
es el teatro, soy la directora. - Dijo Hieratis.
- ¿A sí?, no me había enterado - Dijo irónicamente Ørsted - Llevas desde que has entrado en
la taberna pavoneándote de ello.
- Pensé que no te enterabas de lo que estaba pasando aquí. - Ørsted la miró fijamente y
volvió a bajar la cabeza. Quedaba claro que no quería seguir con esa conversación. A
Hieratis le hizo gracia aquel gesto y no pudo evitar sonreír. En ese momento entraron dos
hombres a la taberna y se sentaron en la mesa de Ørsted.
- Fuera de aquí niña - Le dijo el más gordo y alto de ellos a Hieratis. Una vez se levantó
Hieratis y se fue cabizbaja se percató de que en la mesa había dos vasos y no uno. Aquellos
hombres empezaron a increpar a Ørsted pero en una lengua muy extraña, no lograba
entender ni una sola palabra. Se llenaron los vasos y bebieron como si no lo hubieran
hecho en toda su vida, y mientras lo hacían parecía como si su entretenimiento fuera gritar
al pobre muchacho que estaba sentado con ellos. “por qué aguantará que le hagan eso”, se
pregunto Hieratis.

- Venga hermanita, nos vamos a casa que ya es muy tarde y padre estará preocupado.
Dentro de poco amanecerá.
- Está bien, vámonos. Deja que me despida de todos. - Y mientras lo hacía miraba de reojo a
Ørsted sintiendo lástima de él. De buena gana hubiera ido a aquella mesa y les hubiera
cantado las cuarenta a aquellos dos hombres, ¿cómo se atrevían a hablarle así a aquel
muchacho en su pueblo?

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

Fryart vio lo que ahí estaba sucediendo y cogió a su hermana por el brazo: - Vamos
Hieratis, mañana será otro día y veremos las cosas de otra manera.

Antes de cerrar la puerta de la tasca, echó un vistazo a la mesa donde ya la jarra estaba
vacía y miró aquellos ojos grises, Ørsted levantó levemente la cabeza y pareció despedirse
con la mirada de aquella intrusa que se había introducido en su vida por unos instantes y a
Hieratis le pareció que aquellos ojos que ahora podía comparar con el color que a esas
horas pintaba el cielo le estaban pidiendo ayuda. Ya en la calle el alba empezaba a
repuntar y la ciudad se preparaba para un nuevo día de grandes espectáculos. A medida
que avanzaba la feria las actuaciones eran más asombrosas, visuales, peligrosas,...

Al Alcalde del pueblo le encantaba levantarse pronto, y a pesar de tener que acudir a una
infinidad de actos institucionales durante la feria de espectáculos, no perdonaba el salir a
correr antes de que saliera el sol y la actividad de las calles fuera frenética. Le encantaba
recorrer el poblado cuando parecía estar vacío, comprobar que todo seguía igual, que todo
estaba bien.

Aquella mañana, además, después de la carrerita matutina, tenía que hacer una visita. Una
vez al mes, como mandaba las leyes más antiguas, debía ir a ver a los oráculos, consejeros
que ayudaban al Alcalde a tomar sus decisiones. Al Alcalde no le gustaba mucho ir a verlos,
sentía cierto miedo ante aquellos hombres tan extraño y huraños que vivían en un templo
apartado del poblado. Cinco hombres vestidos de negro que tiraban huesos y los leían
como hacían con las cartas, miraban los posos del café, analizaban las estrellas y las nubes,
los vientos les susurraban al oído, la tierra les gritaba, el agua les sanaba todas las
enfermedades, decían prever el futuro y desentrañar incógnitas del pasado. Todo aquello
le producía escalofríos, pero tenía que cumplir con su obligación
- Siéntese señor Alcalde.
- ¿qué sucede? - dijo el Alcalde con un cierto aire de preocupación.
- Las previsiones no son nada halagüeñas. Hemos consultado a oráculos de otros poblados
y coinciden con nosotros. - Hubo un silencio atronador. Parecía que ninguno de aquellos
cinco hombre vestidos de negro de pies a cabeza quería decirle lo que iba a suceder.
- Me vais a decir que sucede u os lo tengo que sacar a patadas - Los oráculos no solían estar
en silencio, más bien todo lo contrario, discutían, gritaban, gruñían,... todo menos estar en
silencio, y esto aun puso más nervioso al Alcalde.

El más anciano, apoyándose en su bastón se levantó de la mesa para dar más ímpetu a sus
palabras y empezó a contarle:
- Verá señor Alcalde, sabemos que usted no cree mucho en lo que nosotros hacemos, pero
si estamos aquí desde el principio de los tiempos es porque en algún momento hemos sido
útiles. Ese momento ha llegado.

En aquella mesa rectangular de madera maciza estaban sentados a un lado los oráculos y
al otro sólo el Alcalde, que empezaba a impacientarse de verdad. Se le notaba en la cara y
el anciano oráculo prosiguió:
- Llevamos la última semana analizando todas las señales de que disponemos, y como ya le
hemos dicho hemos consultado a los oráculos de otros poblados de la comarca y todos
coinciden. El mensaje que la naturaleza nos ha transmitido ha sido el siguiente: “cuando la
tierra y el sol se encuentren en el perihelio, el agua inundará dos tercios de la tierra

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

conocida, los vientos derrumbarán las montañas, del cielo caerán rocas de hielo y de la
tierra brotarán rocas de fuego”.
- ¿por qué demonios tenéis que hablar siempre con términos tan extraños? Como siempre,
no entiendo nada de lo que me decís, pero no suena nada bien.
- Debemos prepararnos para inundaciones, lluvias torrenciales, huracanes, erupciones
volcánicas,... cosas de la naturaleza que no habíamos visto hasta ahora y que pueden
acabar no sólo con el poblado o con la comarca, sino con toda la tierra conocida como era
hasta la fecha. Una y otra vez hemos analizado todas las señales que leemos y no hay lugar
a dudas, el mundo cambiará lo queramos o no.
- Y para cuándo.
- Según el oráculo, para el perihelio.
- ¿qué es eso?.
- Cuando la tierra se encuentra más cerca del Sol, a mediados de invierno.
- Si estamos en primavera, nos queda menos de un año.

El Alcalde parecía desencajado, miraba de un oráculo a otro intentando ver si todo aquello
era una broma, pero no lo era. Empezó a preocuparse, a hacer planes, a contar el tiempo
desde ese mismo día.
- Quedan 253 noches hasta esa fecha. - Dijo uno de los oráculos.

Después de un largo silencio dijo el Alcalde: - De momento no diremos nada a nadie. ¿están
avisados el resto de alcaldes de la comarca?
- Lo harán sus respectivos oráculos cuando lleguen a sus tierras. Como sabe están todos en
la feria del espectáculo.
- Para él último día de la feria quiero tener una reunión aquí mismo con todos los alcaldes y
alcaldesas y sus oráculos. Hasta entonces quiero que la feria transcurra con normalidad.
¿ha quedado claro?
- Muy claro señor Alcalde. - Dijeron todos los oráculos al unísono.

El Alcalde salió de aquel cochambroso templo y miró al cielo. El sol ya había salido, una
nubes que venían por el oeste amenazaban la jornada de feria de hoy. Sin duda el interés
de la feria por parte del Alcalde había disminuido. Ahora tenía otra tarea más, fingir que
todo iba bien, que nada había pasado, que su visita a los oráculos había sido como todas
las anteriores. No le gustaba mentir, pero estaba claro que durante toda la feria debería
hacerlo si quería que todo transcurriera con normalidad. Empezó a correr más rápido que
nunca, parecía querer dejar atrás lo que acababa de escuchar. Llegó a casa, se lavó un poco
y le dio un beso a su mujer:
- ¿qué tal ha ido la visita del oráculo? - Le preguntó su mujer. El Alcalde tardó un poco en
contestar, muy poco tiempo, casi imperceptible para cualquier persona, pero que no se le
escapó a su mujer.
- Pues como siempre, no entiendo nada de lo que me dicen.

Como todos los días de feria salió a la calle y con una sonrisa saludó a todas las personas
que se iba encontrando por el camino del Ayuntamiento.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

2 - EL REINO DE AUGSAR.

A pesar de ser primavera, en las calles del reino de Augsar no florecía ni una sola flor. El
invierno parecía que nunca se acababa, aquella niebla que se había plantado en todo el
valle hacía más de un mes, no tenía intención de levantar. El clima en Augsar era casi
siempre así, pero este año estaba siendo verdaderamente insoportable, tanta niebla, frío,
lluvias,... y durante tanto tiempo sin ver el astro rey, estaba haciendo mella en el ánimo de
los habitantes de Augsar, incluido en su rey, Evasio.

Evasio era un gran amante de la caza y durante meses había estado esperando la llegada
de la primavera y salir con sus perros y su caballo. Pero ya estaba harto. Permanecía en su
castillo durante días enteros y no hacía otra cosa que comer y beber, sentarse en su trono
a escuchar a sus consejeros, controlar el dinero que entraba de la recaudación de
impuestos a los campesinos y sobre todo mirar por la ventana, esperando que aquella
niebla se disipara.
- ¿Pero cuándo se retirará esta maldita niebla? - Gritó Evasio a sus consejeros.
- Majestad, el tiempo es lo único que usted no puede controlar. Sin embargo, parece que
en poco tiempo esta niebla caprichosa se elevará y formará nubes que traerán las lluvias
de la primavera. - Dijo uno de los consejeros.
- Lleváis diciendo eso desde hace una semana y aquí estamos, encerrados en este viejo y
casi derruido castillo.
- Hablando del castillo mi señor, debería plantearse mejorar las defensas y la estructura de
la fortaleza. Desde tiempos de su abuelo no se han retocado y las inclemencias han hecho
mella en ellas. - Dijo el más joven de los consejeros.
- ¿Y de dónde pretendes que saquemos el dinero para esto? Si no llega pronto la primavera
los campesinos que pagan sus impuestos no tendrán ni para comer. - Le increpó el tercer
consejero.
- Eso es lo que nos dicen, pero el campo está dando más de lo que aparenta. Si les
subiéramos un 5% a todos los campesinos podríamos renovar todas las edificaciones
reales en tres años.
- Si les subes el 5%, en tres años tienes a todos los campesinos muertos y nada que
recaudar.
- Estoy convencido de que sí que pueden pagar este gravamen.
- ¡Basta ya! - Dijo Evasio enfurecido - No vamos a subir los impuestos, no vamos a arreglar
nada. Vamos a esperar a que llegue la maldita primavera de una vez, veremos cómo van los
campos y las cosechas de verano y decidiremos sobre este y otros temas.

Evasio estaba cansado, tenía ya 65 años y cada vez le costaba más llevar todos los asuntos
del reino. Poco a poco había ido delegando en su hijo Ekman tareas sencillas y poco
importantes pero que le iban acercando a lo que era ser rey. Por eso, a petición de Evasio,
Ekman permanecía junto a él en todas las reuniones y consejos.
- Padre, se me ha ocurrido una idea. ¿por qué no le pedimos a los campesinos que sean
ellos quienes arreglen nuestros edificios?, en vez de pagar con impuestos, que pagan con
trabajo. Durante medio año las labores del campesino disminuyen bastante, y hasta que no
llegue la primavera de verdad no podrán plantara nada, ya han podado todos los árboles y
trabajado la tierra. Si se les pone a trabajar ahora y los inviernos quizás podría estar
acabado en cuatro o cinco años.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- ¿qué sabe un campesino de construir nada? Sólo saben dedicarse a plantar hortalizas y
criar cerdos. - Dijo el consejero que defendía la subida de impuestos.
- Podemos contratar a un maestro de obra y otro cantero, que les vaya indicando cómo
hacer cada cosa.
- No me parece mala idea. - Dijo el rey mirando a su hijo con admiración - Pero, ¿qué dirán
los campesinos si les hacemos trabajar en su tiempo de descanso?, Además, ¿qué
pensarían el resto de reinos si se enteran que utilizamos a nuestros agricultores y
ganaderos para mejorar las fortalezas? Nos debilitaría ante nuestros enemigos.
- A los campesinos se les dice que o aceptan o se les subiría los impuestos, seguro que
prefieren trabajar. Además, si se les hace partícipes de construir algo por el reino se
sentirán más unidos a él. Con respecto a los enemigos, si piensan que somos débiles peor
para ellos, nos estarán subestimando y en batalla eso nos beneficia.

Evasio se dio cuenta de la elocuencia de las palabras de su hijo. Sin duda era un joven
inteligente y que le gustaba lo que hacía. Quizás era el momento de pasarle la corona.
Acababa de cumplir 30 años, y aunque todavía no conocía a su futura mujer, su casamiento
estaba casi acordado, así que el linaje se aseguraba.

Salvo al consejero más joven, aquel que defendía la subida de impuestos, el resto de
personas de esa sala estaban de acuerdo en que había que empezar a mover toda la
maquinaria de aquello. Los campesinos fueron informados y aceptaron a regañadientes,
pero era mejor aquello que la enésima subida de impuestos que les empobrecería aún más
si cabe. La buena noticia les vino cuando les dijeron que las obras no empezarían hasta el
invierno siguiente, ya que el buen tiempo había hecho acto de presencia, la niebla
desapareció y en su lugar apareció un sol radiante.

Sin pensarlo dos veces y como si le fuera la vida en ello, Evasio cogió su arco, montó en su
caballo y sus perros y salió a cazar aquella misma mañana. No cazó absolutamente nada,
como solía pasar casi siempre, pero el mero hecho de salir, ver el sol, correr en la grupa de
su caballo, oler la naturaleza húmeda,... le rejuvenecía. Sin embargo, a pesar de sentirse
tan joven y potente, había tomado una decisión. En un mes dejaría de ser rey para pasarle
el trono a su hijo Ekman. Esa noche juntó a su familia en la cena y anunció la decisión:
- En un mes, cuando ya estén todos los preparativos, Ekman quedará al cargo del trono de
Augsar.
- Pero padre ¿por qué tan pronto? No me siento preparado para tal cargo y a usted le
quedan bastantes años con fuerza. Tengo mucho que aprender todavía.
- A tu edad llevaba 15 años reinando. Se aprende mucho más en el trono que viendo reinar.
La decisión está tomada, y a no ser que me deis alguna razón de peso, no habrá vuelta
atrás.

Aquello era algo que tenía que suceder tarde o temprano, pero nadie quería hablar del
tema. Ekman estaba contento, y había pensado en cuál sería su primera decisión, acometer
las obras de remodelación de la fortaleza. Tendría que elegir al arquitecto, al cantero y al
maestro de obras.

Al terminar de cenar todos fueron a la cama excepto Evasio, que como todas las noches de
luna llena se bajaba a un habitáculo subterráneo de no más de 9 metros cuadrados que
tenía el castillo. Ahí, se encontraba con dos consejeros muy especiales, una de ellas,
Ophidia, se encargaba de hacer aquellas cosas que él, como rey, no podía hacer porque las

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

leyes se lo impedían. El otro, Flemel, se encargaba de leer aquellas cosas que escapaban a
la razón humana y de dar explicación a hechos en principio sobrenaturales.
- Buenas noches a los dos. Acabo de anunciar mi renuncia al trono en beneficio de mi hijo
Ekman. Esta será la última vez que vengo aquí sólo, la próxima vendré con mi hijo que ya
será rey.
- Enhorabuena, es una buena decisión. - Dijo Ophidia - Pero tenemos que contarle algunas
cosas que están sucediendo fuera de este reino.
- Siempre que tenéis que decirme algo son malas noticias, así que al grano por favor.
- Los oráculos de las comarcas altas se han reunido varias veces este último mes. Todavía
no sabemos qué es lo que está sucediendo, pero imagino que en breve mis espías me
traerán informes.
- Recuerda que ahora mismo está siendo la feria de espectáculos de Siren. Quizás se estén
reuniendo por esto.
- Nunca lo habían hecho antes. A los oráculos los espectáculos les dan igual. - Intervino
Flemel por primera vez - Lo que está claro que no se trata de ninguna alianza de estas
tierras, no serían los oráculos los que se reunieran, parece como que han leído algo en sus
visiones que no les ha gustado nada.
- ¿Deberíamos preocuparnos? - Preguntó Evasio a Ophidia.
- Con la información de que disponemos no puedo afirmar nada, pero debemos estar
alerta e intentar mandar más gente a estas tierras.
- Y sobre todo agilizar la remodelación de las estructuras. - Dijo Flemel - No sabemos lo
que está pasando, pero tener una buena fortaleza nos dará más seguridad.
- Está bien, envía más espías a Siren, y no esperéis a la siguiente luna llena para
mantenerme informado. Necesito estar al tanto de todo esto antes de dejar el trono.

Evasio desapareció por la misma puerta que había entrado. Aquellos dos conspiranoicos le
habían asustado de verdad, pocas veces lo hacían. Al llegar a su habitación miró por la
ventana vio como la luna empezaba a ser tapada por unas nubes amenazantes “otra vez
no” pensó para sus adentros, “sólo ha habido un día de sol y ya vuelven las nubes”. Y
entonces comprendió que el invierno todavía no había terminado.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

3 - EL ORÁCULO DE LA TORMENTA
El conjunto de poleas diseñado por Herón había funcionado a la perfección a pesar de que
casi todos los mineros no confiaban en que aquello pudiera dar resultado. Pero en cuanto
observaron que con tan sólo siete mineros podían levantar aquella mole de mármol de
más de seis toneladas de peso, se quedaron asombrados. Herón que tenía claro que
aquello iba a funcionar por los cálculos que había hecho, ya estaba pensando en cómo iba a
trasladar aquel pedrusco al poblado, dos kilómetros de tramo casi llano, con un leve
descenso. La piedra no se podía partir ni era redonda para poderla llevar rodando,
tampoco había carro que soportara tanto peso. Otra forma era poner troncos de madera
en el suelo y hacerlo rodar por encima de los mismos, pero esta técnica no le gustaba
mucho, siendo el recorrido cuesta abajo era fácil perder el control de la piedra. Llevaba
días pensando en como solucionar el problema, desde que supo como levantar la roca, no
paraba de darle vueltas a este problema.
- Herón, deberías descansar un poco. ¿vamos a ver algún espectáculo de feria? - Le dijo Ada
- Será lo mejor, llevo tres días pensando en esto y no he conseguido ninguna solución. Me
estoy volviendo loco. ¿qué te parece si vamos a ver el espectáculo de los rayos, de aquel
Ørsted?
- Ni hablar, ¿estás loco? casi salimos de ahí chamuscados la vez que fuimos, aun no sé como
se lo permiten, además, creo que de la poca gente que ha ido lo han suspendido.
- No puede ser, pero si es de lo mejor que hay en la feria. Tengo que desentrañar ese
misterio de los rayos. No doy a basto con tanto trabajo. Me va a estallar la cabeza.
- Anda, vamos a hacer algo que nos despeje. He oído que hay una obra de teatro
impresionante. La dirige una chica de trece años de aquí, de Siren y que es buenísima.
- Venga, luego te voy a buscar a casa de mi tío. Me quiero quedar un rato más por aquí,
delante de la piedra a ver si me dice ella cómo quiere llegar al pueblo. - Dijo Herón
resignado.
- No te agobies mucho. - Dijo Ada y luego le dio un beso en la mejilla.

Era el primer beso que había recibido de ella... y de cualquier chica, y parecía que Ada no le
daba ninguna importancia. ¡Le había dado un beso! Mientras Ada se marchaba por el
camino, Herón la miró, boquiabierto, desconcertado, atónito. La mejilla donde había
recibido el beso y la otra se habían puesto coloradas como el sol que entonces se estaba
poniendo, el corazón le latía a tanta velocidad que pensaba que había alguien golpeando
desde dentro sus costillas. No podía creer lo que había sucedido.
- Este beso no te va a ayudar nada a que saques la solución para llevar la roca hasta el
poblado.
- ¿Cómo?, ¿perdón? - Llegó a articular Herón.
- Que ese beso no nos va a ayudar a conseguir la solución. - Dijo Isen con una sonrisa en la
boca.

Herón intentaba mirar a Isen pero su cabeza le decía que tenía que mirar a Ada, aquella
chica que se estaba marchando de su campo de visión y que le había dado un beso.
- Ala muchacho, que sólo ha sido un beso de nada. - Todos los mineros habían visto lo que
había pasado, lo cual no fue de agrado para Herón que permanecía quieto frente a la roca
mientras aquellos necios le lanzaban besos despectivos.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- Creo que por hoy ya vale Herón. - Le dijo Isen - Vete a casa y luego al teatro con Ada. Y
vosotros tened un poco más de respeto por la persona que ha conseguido lo que no
hubierais conseguido ni en cien años.
- Este chico será muy inteligente, pero tendrá que aprender qué es la vida, que hay algo
más que el cerebro. - Dijo uno de los mineros que habían sacado la piedra con el invento de
Herón. Este se quedó callado por un momento, no sabía porqué, pero le estaban
estropeando uno de los mejores momentos de su vida, entonces dijo:
- La tontería se pone delante para ser vista, la inteligencia detrás para observar... - Dicho
esto se levantó de la piedra en la que estaba sentado y se marchó sin decir nada más y sin
mirar a nadie.

Herón no estaba muy atento a los diálogos de la obra, más bien sólo oía los que se estaban
produciendo en su cabeza, tenía a Ada al lado y no sabía qué hacer ni qué decir. Aplaudía
cuando el resto de gente lo hacía y lo mismo con la risa. Sólo era capaz de ver gente
moviéndose por un escenario hablando y hablando sin parar, pero no escuchaba
absolutamente nada.

En una de las escenas de humor, el protagonista pisaba una pequeña piedra y tropezaba
girando sobre sí mismo. Esto produjo las carcajadas de todo el público, de todos menos de
uno, de Herón. De repente sus pensamientos hacia Ada quedaron aparcados a un lado y su
cerebro empezó a funcionar como hacía días que no lo había hecho.
- ¡Ya lo tengo!
- ¿cómo dices?
- Que ya lo tengo, tengo la solución para trasladar la piedra - Dijo Herón en voz baja.
- ¿Pero qué estás diciendo?, ¿ahora?, ¿viendo una obra de teatro lo has descubierto?
- Sí, sí, lo siento, tengo que irme, necesito empezar a dibujar y pensar en lo que se me ha
ocurrido. ¿no te importa verdad? - Herón no pensaba en quedar bien o mal con Ada, no
podía permitirse perder ni un segundo, las ideas, y eso lo sabía muy bien, podían irse igual
que habían venido si no las plasmabas en papel.
- No me importa, claro que no, ¿quieres que te acompañe?.
- No te preocupes, mañana hablamos. Vente por la mina y te cuento qué es lo que estoy
haciendo.
- Muy bien. Adiós - Esta vez Ada no le dio ningún beso, y esto lo agradeció Herón, porque
aquello sólo hacía más que distraerlo.

Se marchó a casa y estuvo toda la noche dibujando y escribiendo lo que su mente no


paraba de decirle. Al alba, tenía ya el boceto de lo que él quería, lo que no sabía era si los
de la mina, con aquella mente tan corta, serían capaces de entender.

Isen se quedó hasta el final de la obra, riendo y llorando, maravillada de lo que estaba
viendo pero triste porque también le hubiera gustado disfrutar de la obra con Herón.

Cuando acabó la obra se quedó sentada en su asiento mientras el resto de los


espectadores se iban retirando, recapacitaba sobre lo que había visto, lo que había
sentido,... como sólo viendo algo que ella sabía irreal, había sido capaz de llorar y reír
incluso más que con hechos reales. Mientras estaba con estos pensamientos intentando

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

llegar a una conclusión clara, vio bajar del escenario a una muchacha de más o menos su
edad:
- Perdona, ¿eres tú Hieratis, la directora de la obra?
- Sí sí, soy yo.
- Sólo quería felicitarte por la obra, me ha parecido genial.
- Me alegro, poca gente de nuestra edad viene a ver obras de teatro. ¿cómo te llamas?
- Ada.
- Bueno Ada, te invito a tomar algo en la taberna y si quieres hablamos.
- Es un poco tarde... pero bueno, estaría genial, tengo un par de pregunta que hacerte
sobre la obra.

Fueron a la misma taberna que el día del estreno, Hieratis había ido todos los días desde
que vio a Ørsted, pero nunca más lo volvió a ver. Tampoco ese día, así que después de
tomarse el consabido zumo, le dijo a Ada de ir a dar una vuelta en vez de quedarse en
aquella tasca de mala muerte. Por supuesto Ada acepto y Hieratis le llevó a uno de los
sitios más bonitos del municipio, una alberca que parecía una playa y donde aquella noche
tranquila el cielo parecía estar en la superficie del agua más que en el propio cielo, la luna
llena se reflejaba en la alberca y aumentaba la luminosidad de la noche.
- En el bar parecías buscar a alguien.

Hieratis le contó la historia de Ørsted, de cómo lo conoció, de qué jamás lo había vuelto a
ver, que sus ojos le transmitían una inmensa tristeza y que su búsqueda empezaba a ser
una obsesión.
- ¿de verdad no sabes cuál es su espectáculo?
- No sabía ni que tuviera un espectáculo, ¿tú sabes cuál es?
- Sí, claro. Fui con mi amigo Herón y la verdad es que me dio bastante miedo. Era capaz de
controlar los rayos, algo impresionante, pero que da mucho miedo.
- No tenía ni idea. ¿aun estará el espectáculo? Necesito volver a verle.
- Vamos y lo comprobamos. Aunque creo que es muy tarde para que aún estén ahí.
- Muchas gracias Ada, te lo agradezco de veras. - Dijo Hieratis visiblemente emocionada.

Se acercaron al local donde Ada y Herón vieron el espectáculo hace unos días, pero ahí no
parecía que hubiera nadie. De la puerta de al lado salió un hombre mayor.
- Disculpe ¿sabe dónde podemos encontrar a las personas que llevan este espectáculo?
- Creo que se fueron ya, el espectáculo no les funcionaba y decidieron marcharse a su
tierra, tenían un largo camino.
- ¿de dónde son?
- Del norte, de muy al norte, pero no sabría decirte de dónde exáctamente, a muchos días
de camino desde aquí.
- Muchas gracias - Dijo Ada, mientras Hieratis agachaba la cabeza entristecida por la
marcha del joven Ørsted. - Lo siento mucho Hieratis.
- No te preocupes, no pasa nada, tenía que pasar y ya está. Además, sólo lo conocía de un
día.

Andaron por las calles desiertas de Siren, casi en silencio, Ada no sabía como hacer que
Hieratis se sintiera bien, no quería meter la pata y respetaba su silencio.
Al rato dijo Hieratis:
- Bueno, y tú qué, ¿qué tal con ese Herón?

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- ¿Herón? - Dijo Ada - Es simplemente un amigo, muy inteligente, por cierto. ¿sabías que ha
conseguido levantar una piedra de 6 toneladas sólo con 7 hombres y un invento suyo?
- Lo ves, lo has vuelto a hacer.
- El qué.
- Hablar de Herón con una admiración increíble.
- Es que sinceramente lo admiro, es una persona extremadamente inteligente, obstinado y
muy sensible. Todo lo que se propone lo consigue. De hecho, tenía que resolver un
problema, cómo llevar esa piedra de 6 toneladas desde la mina hasta el poblado y en mitad
de tu obra se le ha ocurrido la solución. Así que se puede decir que has contribuido a
conseguir traer la piedra de mármol. - Esto hizo reír un poco a Hieratis y Ada se sintió un
poco más feliz.

Estuvieron largo rato hablando y paseando, las horas se pasaban sin darse cuenta. Sin
lugar a dudas, se habían convertido en grandes amigas en una sola noche. Tanto una como
otra se habían contado más cosas en aquella noche que a la mayoría de la gente que tenían
a su alrededor, por alguna razón se sentían a gusto hablando y contándose cosas, sobre
todo de sus sentimientos, de su futuro, de su familia, amigos,...

Se despidieron con un gran abrazo en la puerta donde vivía Ada. Si nada lo impedía, a la
noche siguiente Ada iría a ver a Hieratis después de la obra de teatro. Cuando Ada entró
en casa sintió una gran tristeza por la historia de Hieratis y Ørsted, y entonces se dio
cuenta de la suerte que tenía por tener a Herón “¿suerte por qué?” se preguntó enseguida
“si sólo es un amigo”.

- La idea es sencilla pero tremendamente increíble Herón. Puede que yo lo haya entendido,
pero dudo que la gente que lo tiene que construir lo haga, ¿se te ocurre alguna idea para
que lo entiendan?
A Isen le había costado ver aquella idea de Herón, pero al final creía haber visto cómo
funcionaba. Tristemente sabía que si a ella le había costado, al resto del equipo les costaría
mucho más, y eso a los que se les daba bien esas cosas. Así que Isen llamó a uno de sus
mineros:
- Por favor mira este dibujo a ver si entiendes lo que hay que construir y Herón te va
explicar como funciona.
- Mira, lo primero que tenemos que hacer es levantar la piedra otra vez con mismo sistema
de poleas. Pero esta vez la levantaremos simplemente lo suficiente para poner debajo una
plancha de madera que cubra toda la piedra. También vamos a colocar esta especie de
remos en la parte superior, atados con cuerdas a la roca. Una vez tengamos esto iremos
colocando pequeñas piedras debajo de la madera e iremos avanzando poco a poco hasta el
poblado. - El minero se quedó pensando, rascándose la barba, durante un largo rato.
- No lo veo, de verdad que no lo veo, seguramente funcionará, has demostrado que sabes
de lo que hablas, pero no soy capaz de verlo y por tanto no serían capaz de fabricarlo.
- Mierda - Dijo Herón. Se dio cuenta enseguida que había perdido los papeles diciendo
aquella palabra, pero es que el problema no estaría solucionado si aquel hombre no lo
llegaba a entender.
- Se me ocurre una idea - Dijo el minero - Por qué no lo haces en pequeño, con un trozo de
madera por ejemplo. Así sería más fácil para que lo veamos.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

Herón se quedó pensando un rato. Sus habilidades con las manos no eran de las mejores,
pero, por qué no, parecía una buena idea, ¿cómo no se le había ocurrido a él?
Isen, leyendo la mente de Herón dijo: - Estás cansado Herón, has estado toda la noche
trabajando en esta idea, vete a dormir, yo busco la persona que pueda dibujar tu idea.
- Muchas gracias Isen, pero si a ti te ha costado un montón verlo ¿quién crees que podrá
entender mi dibujo y hacerlo en miniatura?
- Cornet - Volvió a decir secamente el minero.
- ¿Cómo dices? - Le preguntó Isen
- El señor Cornet, es un arquitecto que se encuentra en la ciudad. A venido a pedirnos
material más de una vez, creo que primero construye en pequeño y luego lo hace en
grande. Le podéis preguntar a él.
- ¿pero entenderá lo que pone aquí?
- Eso ya no lo sé muchacho, pero siempre se puede intentar.
- Venga Herón, yo me encargo de hablar con Cornet. De verdad vete a descansar que
tienes muy mala cara - Dijo Isen maternalmente.
- Sí que tienes mala cara chaval, así dudo que la chica te vuelva a besar - Dijo el minero
mientras se iba.

No había pensado en Ada en toda la noche ni en todo lo que llevaba de mañana. El sopor
de una noche en vela, de haber trabajado sin descanso y la frustración de no haber
conseguido explicarse bien hizo que le entrara de repente un cansancio enorme, ni
siquiera sabía si llegaría a su cama a dormir. Salió corriendo de la mina y llegó todavía si
cabe más exhausto a la cama. Durmió durante todo lo que quedaba de mañana y parte de
la tarde. Su tío no quiso despertarlo, sabía lo que había estado haciendo y se sentía
verdaderamente orgulloso de él. Además, ahora él estaba ocupado diseñando su siguiente
autómata con Ada.

Mientras Herón dormía Isen fue con los dibujos del nuevo invento en busca de Cornet.
- Hola, me llamo Isen, soy la jefa de minas, ¿es usted el señor Cornet?
- Hola, sí sí, soy yo, qué desea. Suelo ser yo el que va a la mina y no al revés - Dijo Cornet
intentando ser un poco gracioso. Isen se dio cuenta y sonrió a la gracia.
- Vengo a buscarle por otro asunto, necesitamos su ayuda para construir un artilugio.
- Muy bien, dígame qué es lo que tengo que hacer.
- Verá, tenemos un dibujo de lo que tenemos que construir, pero las personas que lo
tienen que hacer no son capaces de ver en él un invento. Así que hemos pensado que
quizás pueda ayudar construirlo en miniatura y en la conversación salió su nombre.
- Está bien, ¿puedo ver esos dibujos?
Isen se los acercó. Cornet los miró y les empezó a dar vueltas intentando desentrañar
como había que mirar aquello. Isen se los colocó bien, ya que Cornet los estaba mirando al
revés, y empezó a explicar lo poco que había entendido de aquello.
- Uff, lo intentaré, pero no puedo asegurar nada. Es bastante complicado entender lo que
aquí pone.
- No se preocupe, simplemente inténtelo y con eso nos basta.
- De acuerdo, cuando tenga algo les aviso.
- Muchas gracias señor Cornet.
- Démelas cuando tenga algo.
- Adiós pues.
- Adiós.

20
En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

Cornet dejó los papeles encima de la mesa de trabajo, les echó un vistazo y se dio cuenta
de que casi no entendía nada de lo que ahí ponía, seguramente no sería capaz de hacerlo,
pero por cortesía los miraría una vez más esa misma noche, después del trabajo que estaba
haciendo. Apartó los dibujos y los dejó encima de la mesa de su hijo que en ese momento
no estaba en casa.
Lego llegó al cabo de un rato, como otros días había salido a pasear por la ciudad.
- Hola papá, ¿cómo va el trabajo?
- Bien hijo, pero no sé si me va a dar tiempo. - Dijo Cornet sin casi levantar la vista del
banco de trabajo.
Lego no quería molestar a su padre, así que se fue para su mesa de trabajo y vio unos
dibujos encima, les echó un vistazo y enseguida vio qué era aquello que tenía entre sus
manos. Plegó los dibujos y los colocó en su silla. Cogió sus herramientas y un trozo de
madera de los que usaba su padre y se puso a construir aquel artilugio con el único fin de
entretenerse.
Después de estar toda la mañana los dos trabajando en silencio en el taller dijo Cornet:
- Bueno hijo, vamos a comer, tanto trabajo me ha entrado el apetito, ¿a ti no?
- Si claro, tengo mucha hambre. Por cierto papá, ¿está bien tallado esto?. He encontrado
estos dibujos encima de mi mesa y he querido hacerlo en miniatura. ¿es algo que estás
preparando? Parece interesante aunque no sé muy bien para qué sirve.

Cornet se quedó alucinado, su hijo había hecho en media mañana lo que él no sabía ni
imaginar:
- ¿cómo lo has hecho?
- Pues he mirado el dibujo y lo estoy construyendo en madera. ¿te parece mal papá?
- No no, por supuesto que no, es simplemente que... - Cornet se quedó mirando el trozo de
madera - que me parece increíble que hayas podido hacerlo.

Las palabras de su padre hicieron que se sintiera muy contento y orgulloso de sí mismo.
- ¿puedes explicarme para qué es?
- Te lo cuento comiendo y después iremos a la mina.

Durante parte de la tarde Cornet no paró de hacerle pregunta a su hijo sobre lo que había
hecho y cómo lo había hecho. Descubrió que su hijo había estado haciendo maquetas de
casi todas las casas de la ciudad, de infinidad de estatuas y de inventos de ingenieros de
toda la feria. ¿cómo había pasado por alto aquel prodigio que tenía en casa? sin duda había
dedicado mucho tiempo a su trabajo y poco a su hijo, pero desde luego aquello iba a
cambiar.

A mitad tarde se dirigieron a la mina para llevar la talla en madera del dibujo que le habían
dejado.

- Sacas mucha mejor cara chaval, se nota que has descansado. - Le dijo uno de los mineros a
Herón. Herón ni se molestó en contestar.
- Ya le he dado el dibujo a Cornet, aunque si te soy sincera no vi en su cara la más mínima
intención de trabajar en ello, y si algo sé es lo que piensan los demás.
- Así que no hemos avanzado nada.

21
En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- Creo que no. Deberías pensar en explicarlo con otras palabras o construirlo tú mismo en
miniatura.

En ese preciso instante entró en la caseta donde estaban Isen y Herón, Cornet y su hijo.
- Hola señor Cornet, no le esperábamos tan pronto por aquí. Mire, le presento a quién hizo
el dibujo que le entregué, este es Herón.
- Hola Señor Cornet. Me han dicho que usted construye unas preciosas maquetas, ¿qué le
parece el dibujo que he hecho para poder hacer la maqueta?.
- ¡La leche!, pero ¿cuántos años tienes?, parece que esto es cosa de pequeños.
- ¿cómo dice? - Preguntó Isen.
- Pues que cuando me dio usted los dibujos les estuve echando un vistazo y fui incapaz de
ver lo que había ahí, pensaba volverlo a intentar por cortesía pero por la noche. Dejé el
dibujo encima de la mesa de trabajo de mi hijo Lego. Por cierto, este es Lego - Dijo Cornet.
Entonces Herón recordó aquella cara, era el chiquillo que se había tropezado con él y con
Ada y se había dado un guantazo de impresión en las calles de Siren. Se miraron
reconociéndose pero sin decirse nada sobre el tema. - Como decía este es mi hijo y en
media mañana ha conseguido hacer esto - Y Cornet sacó aquella maravillosa réplica del
dibujo de Herón.
- ¡Esto es, perfecto, eso es lo que quería dibujar, es un calco a lo que tenía en la mente! -
Dijo Herón cogiendo con cuidado aquella miniatura. Al momento miró al chiquillo que
permanecía con la mirada clavada en el suelo.
- ¿cómo lo has hecho? - Le preguntó Herón.
- Simplemente veo lo que hay en el dibujo lo tallo. No lo sé.
- Es perfecto, con esto seguro que lo podemos construir - Dijo la capataz.
- ¿pero es lo mismo lo que hay en el dibujo que esto? - Dijo uno de los mineros que
permanecía dentro de la caseta - porque esta figura si que la entiendo, pero soy incapaz de
ver que esté sacada del dibujo del muchacho.
- Venga, déjate de tonterías y manos a la obra. Toma la figura y a trabajar que llevamos
mucho tiempo de retraso - Dijo Isen.
- Si no les importa a mi hijo le gustaría ver como construyen lo que ha hecho en madera. Yo
tengo que seguir trabajando en mi proyecto. Les aseguro que no les molestará.
- Desde luego que se puede quedar. Nos ha ahorrado mucho trabajo y tiempo, estaremos
encantados de que nos acompañe con todo esto.
- No te separes de mí, Lego. - Dijo Herón.

Gracias a aquel objeto los mineros pudieron ver claramente qué es lo que tenían que
construir y se pusieron a ello aquella misma tarde. En cuanto lo vieron se dieron cuenta
que la idea de Herón era simplemente genial, tan sencilla que parecía imposible que no se
le hubiera ocurrido a nadie antes, con unos trozos de madera, unas cuerdas y unas piedras
pequeñas, podían mover todo lo que quisieran aquella piedra, y lo más increíble era que
aquello lo podía hacer una única persona. Aquel renacuajo les había vuelto a sorprender
incluso más que con el anterior invento, ¿de qué sería capaz aquel muchacho?

Herón le enseñó a Lego todos los dibujos que tenía para saber si sería capaz construirlos.
- Sí claro. - Herón estaba sorprendido.
- Aquel día que te tropezaste con nosotros estabas mirando al cielo, ¿qué hacías?
- Miro los edificios y las calles para luego hacer mis maquetas en madera.

Al momento aparecieron por ahí Hieratis y Ada.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- Buenas Herón, me han dicho que la idea que has tenido es genial ¿puedo ver los dibujos?
Por cierto, esta es Hieratis, es la directora de la obra que no terminaste de ver ayer - Dijo
burlonamente Ada. Herón se puso rojo.
- Lo siento no era mi intención, pero es que...
- No te preocupes, Ada me contó qué es lo que pasó.
- ¿Y quién es este chiquillo? me suena su cara - Preguntó Ada.
- Se llama Lego, si te suena es porque casi lo matamos un día por las calles de Siren. - Ada
hizo un gesto dando a entender que ya se acordaba de aquel encontronazo. - Pero es el
que ha hecho la maqueta de mi dibujo. Nadie sabía interpretar lo que había hecho salvo él.
Ada le echó un vistazo a los dibujos y vio lo complicado de los mismos, le sorprendió que
aquel chiquillo pudiera haber hecho una maqueta de aquello.

Siguieron hablando entre ellos durante largo rato y aunque a Hieratis le costaba seguir la
conversación entre aquella especie de genios de la ingeniería, el resto hacía el esfuerzo
porque entendiera cada cosa que decían.
- Bueno, me tengo que ir que dentro de poco empieza la última representación de la obra.
Si queréis venir estáis invitados.
- Yo me quedo a ver como van los mineros y enseguida voy. Ir yendo vosotros si queréis,
enseguida iré. - Dijo Herón.
- Pues yo también me quedo - Afirmó Lego, que parecía no querer despegarse de Herón
después de decirle que podría hacer cualquiera de sus inventos en madera.
- Está bien, os guardaré un sitio entre el público.

La construcción de aquel invento era relativamente sencilla, lo complicado llegaría cuando


tuvieran que ponerlo en la roca de mármol blanco. Antes de que dejara de haber luz Isen
quería que el invento estuviera acabado, para así al día siguiente empezar a moverlo.
Además, aunque aquella técnica era buenísima no era perfecta, necesitarían al menos dos
días para trasladar la piedra al taller de aquel escultor.
- ¿Cómo va la construcción? - Le preguntó Herón a Isen.
- Bastante bien, quizás hoy ya lo tengamos terminado. ¿qué hacéis aún por aquí?.
- Hemos venido a ver como avanzaba la construcción - Dijo Herón.
- Muchacho, será mejor que cuides bien a esa preciosidad en vez de estar aquí trabajando. -
Le dijo el minero que siempre se metía con él. - Te estoy dando un consejo sin burlarme de
ti. Creo que no te das cuenta de las señales de esa chica, y como las dejes pasar... se
buscará otro, no lo dudes, todas las mujeres son así.
- ¿qué señales?, ¿qué chica? - Le preguntó Lego a Herón.
- Da igual, es un inepto que sólo quiere reírse de mí. - Dijo Herón en tono despectivo, pero
en realidad aquellas palabras tenían algo de sabiduría. ¿Acaso Ada le estaba diciendo algo
sin que él se diera cuenta?, ¿aquel beso, había sido algo más que un simple beso en la
mejilla?, ¿por qué quedaban tantas veces?,... menos mal que ya había terminado el diseño
del invento porque ahora sólo podía pensar en ella, y encima las palabras de aquel necio,
“¡será posible!” se dijo “el minero este se da cuenta y yo aquí sin ver las dichosas señales de
Ada, si es que las hay”.
- Venga marchaos, que a esto ya le queda poco. Mañana lo montaremos y empezaremos a
trasladarlo. - Las palabras de Isen sacaron del ensimismamiento a Herón, que cogiendo por
el brazo a Lego se dirigió al teatro dispuesto a ver terminar la obra que el día anterior no
había podido terminar.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

El camino estaba siendo de lo más tortuoso para Ørsted. Tenía que permanecer en silencio
todo el tiempo ya que su padre y su tío no le dejaban hablar, pensaban que era un bicho
raro que lo único que sabía hacer era manejar lo que él llamaba electricidad o algo así, pero
a ellos le parecían obras del demonio. Habían intentado aprovecharse de esto llevando a
Ørsted a ferias y circos, pero a nadie le llamaba la atención, todo lo contrario, a la gente le
producía miedo ver como una persona era capaz de controlar los rayos. Por más que
Ørsted había intentado explicar qué era lo que de verdad estaba haciendo, nadie le
entendía, no comprendían los principios que estaba utilizando, que no era magia, era más
bien... comprender la naturaleza, lo que nos rodea, él no era capaz de controlar nada,
simplemente sabía como funcionaba, sólo eso.

Llevaban tres días de camino y casi no le habían dado de comer ni de beber, estaba
exhausto, pero también harto de que fuera tratado así sin ningún motivo. Así que aquella
noche decidió escapar, no le importaba dónde ir, simplemente alejarse de su padre y de su
tío. ¿qué podía perder? se preguntaba, y la respuesta era “nada, absolutamente nada”, sólo
podía ganar.

“El norte no era buen sitio para un indigente, el frío es helador y estar todo el día en la
calle puede matarte, debería ir hacia el sur, pero quizás me busquen ahí.“ Pensaba Ørsted
mientras preparaba la huida “Iré al oeste, a la costa, será fácil encontrar trabajo en algún
barco”.

Al cuarto día de viaje, el padre de Ørsted y su tío fueron a despertarlo para que recogiera
todo y se pusieran en camino cuando descubrieron que no estaba. No había dejado ni una
nota, nada, simplemente se había ido y no sabían por qué.
- Quizás sea mejor así. - Dijo el tío de Ørsted - Este chico sólo hacía cosas del demonio. Era
totalmente antinatural.
- No hables en pasado, parece como si estuviera muerto y no lo está. Ha hecho lo que
tendría que haber hecho hace tiempo, huir de nosotros.
- Ese chico era muy raro. Nunca me dio buena espina.
- Recuerda que estás hablando de mi hijo. Calla y vámonos a casa, quizás algún día regrese.

Los dos hombre siguieron su camino y Ørsted el suyo. A medida que se iba acercando a la
costa el clima iba siendo más suave, y la humedad más patente. Aquello le gustaba, jamás
había vivido al lado del mar, pero el simple hecho de pensarlo le producía una sensación de
libertad enorme. Iba a empezar una nueva vida, él solo, nadie sabría de su pasado, de sus
habilidades, y por supuesto no se las mostraría a nadie, aquella faceta suya de comprender
la naturaleza debía quedar enterrada en su cerebro como un vago recuerdo del pasado,
disfrutaría del mar, de los barcos, de la pesca,... y porque no, formaría una familia.
Entonces le vino a la cabeza aquella chica que se le acercó en la tasca de Siren. Era la única
persona con la que había hablado en mucho tiempo, la única que se había atrevido a
dirigirle la palabra, jamás olvidaría la mirada que había recibido cuando salía de la taberna.

- Si me lo permite señor Alcalde, debería pensar ya en qué hacer después de la feria. - Dijo
uno de los oráculos.
- No podemos perder mucho tiempo. La tormenta se acerca. - Dijo el segundo oráculo.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- Además, sabemos que hay espías de Augsar entre nosotros - Confirmó el más joven de
los oráculos. - No entendemos muy bien para qué siendo que no les aportamos ningún
peligro. Aun con todo nos preocupa su presencia.
- He venido aquí sin que haya pasado el mes desde la última vez, lo he hecho para que me
mantengáis informado de todo lo que está sucediendo, pero ya os dije que no movería ni
un dedo hasta que la feria no terminara. - Dijo el Alcalde con bastante rotundidad.
- Está bien, pero mientras tanto, habrá que ir diseñando un plan. En cuanto demos la voz
de alarma deberá dar la solución para tranquilizar a la gente, deberá estar usted seguro de
qué hacer y cómo. - Dijo el oráculo más anciano.
- Está bien, ¿qué proponéis? - Dijo el Alcalde mientras se sentaba en la silla en frente de los
oráculos.
- Aproveche la feria. - Dijo el que se sentaba en el lado derecho de la mesa
- ¿Cómo dice? - Preguntó sorprendido el Alcalde.
- La feria está llena de inventores, de arquitectos, ingenieros, artistas,... aprovéchelos para
buscar una solución.
- Eso supondría sacarles de sus tareas. No lo puedo hacer, además la gente empezaría a
sospechar que aquí pasa algo.
- Quizás alguno ya ha terminado su obra, podría empezar por ahí. Nadie sospecharía si
usted pregunta por artistas que ya han acabado, simplemente diga que está interesado en
ver qué es lo que han hecho.
- Adelanten dos días la reunión con los alcaldes y denme tiempo para encontrar a esta
gente. -Dijo el Alcalde mientras se levantaba de la mesa. - y por cierto, intenten descubrir a
los espías de Augsar, no me gusta nada que estén merodeando por estas tierras como si
no pasara nada, me da que no buscan nada bueno.
- Como diga señor Alcalde.

Otra vez la sensación de ansiedad recorría el cuerpo del Alcalde al salir del templo de los
oráculos. Tenía que buscar a gente capaz de construir … el qué, ni él lo sabía, ¿cómo iba a
hacerlo? Tenía que hablar con Isen, estaba claro, sería la primera persona en enterarse.

El artilugio funcionaba a las mil maravillas. Aunque lo había inventado él, no podía creer
que funcionara tan bien. El resto de la gente también estaban alucinando por lo que
estaban viendo. Se habían acercado multitud de personas. Por supuesto estaba el escultor
que había pedido esa piedra, le parecía increíble lo que estaban haciendo por él, sin duda,
tenía que hacer una de las obras de arte más perfectas que jamás hubiera hecho para
recompensar tanto esfuerzo.
A este paso tardarían unos dos días en llegar a Siren, pero casi no importaba el tiempo, era
todo un espectáculo que parecía que tenía que durar toda la vida, la gente permanecía
horas mirando, desentrañando el simple mecanismo que estaban utilizando, preguntando
quién había sido el creador de semejante hazaña. El mismo Alcalde de Siren se presentó:
- Hola Isen, parece que hay expectación por ver cómo funciona este artilugio extraño.
- Eso parece señor Alcalde. Al final hemos conseguido llevar la roca de mármol hasta el
escultor. Imagino que luego no se la querrá llevar, así que vaya usted pensando en qué
lugar colocarla, y por favor que no sea muy lejos. - Dijo Isen.
- No te preocupes, ya tengo pensado el lugar. Por cierto ¿quién ha inventado semejante
cosa?.
- Ese chico de ahí. - Dijo Isen señalando a Herón - Se llama Herón. Y ese otro le ha ayudado
en la construcción de la maqueta, se llama Lego - Esta vez señalando al chiquillo.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- Me estás tomando el pelo Isen, sabes que me van las bromas, pero a estas horas...
- No no, se lo digo en serio. Aquí llevamos días observando las andanzas de Herón. Él fue el
que ideó ese sistemas de poleas para sacar la roca de la mina y ahora se le ha ocurrido
este, que no entendíamos muy bien como funcionaba hasta que ese chiquillo de ahí vio los
dibujos de Herón y fue capaz de hacer una réplica en madera para que mis mineros la
construyeran.
- Muy bien, te creo, aunque me parezca increíble para chicos de esa edad la verdad. - El
Alcalde quería acercarse a ellos para darles la enhorabuena, pero no sabía cómo hacerlo,
no era precisamente lo que esperaba encontrarse. - Verás Isen, el motivo por el que estoy
aquí no es por ver este invento, tengo que hablar contigo, pero en privado.
- Está bien, de qué se trata - Dijo Isen notando la cara de preocupación del Alcalde
- Aquí no, no me fío de nadie de los que tenemos alrededor. Vamos a dar una vuelta. - Dijo
el Alcalde cogiendo del brazo a Isen y llevándola a un sitio apartado.

Ahí le contó todo, con todo lujo de detalles, le contó lo de los oráculos, la tormenta y lo de
los espías. Ella era de las pocas personas en las que confiaba al cien por cien y el habérselo
contado era todo un desahogo.
- Y qué pretendes que haga yo - Preguntó Isen.
- Ayúdame a encontrar a las mejores personas que puedan construir algo, lo que sea para
salvar este poblado y el resto de poblados de la tierra del Gal.
- Los mejores están trabajando todavía, no van a dejar sus actividades por hacer algo que
tú les mandes.
- Y qué me dices de ese joven que ha hecho el invento para llevar la piedra, cómo se llama...
- Herón, se llama Herón y sólo tiene 13 años, ¿cómo vamos a decirle a su tío que está
participando en algo tan importante?, ¿cómo vas a darle semejante responsabilidad a un
chaval?
- La responsabilidad no es suya, es tuya. Además, ya has visto de lo que es capaz, a nadie
que yo conozca se le ocurriría hacer una cosa tan, tan,...
- Tan fascinante. Para ser alcalde no te salen muy bien las palabras hoy.
- Estoy desesperado Isen, estos Oráculos parecen hablar en serio y no sé qué tengo que
hacer. Es la única opción que encuentro, ayúdame por favor.
Se produjo un largo silencio. Isen recapacitaba sobre lo que estaba apunto de decir: - Está
bien, pero deberá estar al tanto su tío Juanelo que supervisará todo lo que haga Herón. -
Sentenció Isen
- Desde luego, no hay problema. Pero no debe de saberlo nadie más.
- Me da la impresión de que te estás volviendo un poco paranoico con este tema. Sólo
quiero que sepas que no estoy en absoluto de acuerdo con esto, y que si lo hago es porque
jamás te había visto tan desesperado.

Herón no quería que los mineros descansaran, quería ver funcionar día y noche su invento.
- Deja descansar a la gente Herón, así sólo te crearás enemigos. - Le dijo Isen.
- No puedo evitarlo, necesito ver en funcionamiento mi invento día y noche, no sé que me
pasa. - Dijo nervioso Herón.
– Te pasa que estás emocionado por la gloria, la gente te está dando la enhorabuena
constantemente, alaban tu proyecto y tu ingenio, y eso hace que tu ego esté por
las nubes, que te sientas demasiado bien contigo mismo sin pensar en los demás.
Esto que estás sintiendo no es nada bueno, ni para ti ni para la gente que te rodea,
incluida Ada claro.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz


No había pensado en ella desde que el invento hizo moverse la roca y la gente empezó a
visitar aquella atracción. Tenía razón Isen, estaba totalmente ofuscado en lo que la gente
le decía más que el propio invento, incluso Lego se había apartado de él. ¿Dónde estaba
Ada?, necesitaba hablar con ella urgentemente.
- Me voy, tengo que ver a una persona, ¿puedes cuidar de Lego?.
- Espera Herón, antes de que te vayas tengo que comentarte una cosa, algo bastante
importante. ¿te importa si vamos a la caseta? - Le preguntó Isen.
- ¿No puede ser en otro momento? - Herón bajó la voz - tengo que ir a ver a Ada.
- Creo que Ada te esperará, esto es mucho más importante, de verdad.

Herón aceptó a regañadientes. Al llegar a la caseta el Alcalde estaba en ella:


- Hola chico. - Le dijo el Alcalde - enhorabuena por el invento, es verdaderamente
sorprendente.
- Muchas gracias. - Dijo Herón desconcertado.
- Verás Herón, el Alcalde está aquí por una razón. Tenemos que hablar contigo y con tu tío
Juanelo por un tema bastante importante, pero debes prometer que guardarás el secreto.
- Deberás guardarlo con tu vida - Aseveró el Alcalde. Herón empezó a asustarse. No
entendía nada.

Isen le invitó a sentarse y le contó todo lo que el Alcalde le había comentado, que
necesitaban de su ingenio y de más gente.
- ¿y cómo pretenden que construya una fortaleza yo sólo? No tengo ni idea de estas cosas.
- Tampoco la tenías de sacar piedras de una mina y lo has conseguido en tres días. - Le dijo
el Alcalde.
- En uno - corrigió Herón.
- ¿perdón? - Preguntó el Alcalde.
- Que sólo tardé un día en idear el invento para sacar la piedra de la mina, fue el segundo
invento el que tardé tres.
- Pues lo que yo decía, eres un portento, necesitamos que nos ayudes.
- Además, no estarás solo, habrá más gente trabajando en esto. Estaré yo también. Pero el
primer paso necesitamos que diseñes cómo va a ser, luego ya crearemos un equipo. - Dijo
Isen para tranquilizar a Herón.
- ¿y quién más va a querer trabajar en esto si no podemos contarles lo que estamos
haciendo?, la mayoría de ellos están haciendo sus trabajos para los que han venido a la
feria.
- Ya, pero algunos ya han terminado, y otros no han venido nada más que para acompañar.
- ¿En quién estáis pensando? - Hubo un largo silencio - No puede ser, ¿de verdad queréis
involucrar a Lego?, pero si es sólo un crío.
- Un crío superdotado, supo descifrar tus láminas, a nosotros nos hubiera costado días. - Le
dijo Isen. - No te pongas nervioso Herón, todo saldrá bien. Entiendo que estés abrumado
por la responsabilidad, pero está claro que te necesitamos, a ti y a Lego.

Herón agachó la cabeza, sabía que tenía que aceptar aquel ofrecimiento, no quedaba otra
opción, así que ya que iba a hacerlo, puso alguna condición: - Yo elegiré a las personas que
quiero que participen en el proyecto, y todas deberán saber la verdad de lo que estamos
haciendo.
- Eso será imposible - Dijo el Alcalde.
- Pues entonces no hay trato - Dijo Herón poniéndose en pie.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- Mira mocos... - Empezó a decir el Alcalde amenazante.


- Señor alcalde, relájese - Intervino Isen - En este caso creo que las condiciones de Herón
son asumibles, ¿no cree?. Lo primero, si alguien se va de la lengua, ¿quién va a creer en
unos adolescentes? y lo segundo, siempre es mejor trabajar sabiendo para qué se trabaja,
cuál es la finalidad de lo que se hace, ¿no le parece?
- Está bien, pero todo cambio, toda persona que se quiera introducir deberá comunicarme
antes de decirle nada. Cualquier cambio en el proyecto, cualquier avance debe ser
comunicado, ¿está claro?
- Por supuesto señor Alcalde. - Dijo Isen sabedora de que había ganado aquella pequeña
batalla.
- Y otra cosa, todo esto lo contaré al final de la feria. Para entonces quiero que el proyecto
esté diseñado.
- Imposible, no hay tiempo suficiente, queda poco más de una semana.
- Haz lo que creas necesario muchacho, pero para ese día tendrás que tener el proyecto
terminado. - El Alcalde salió dando un portazo.
- Isen, creo que sabes que es imposible.
- Sería imposible si sólo estuvieras tú, pero tienes que conseguir a más gente que te ayude.
Seguro que los encuentras. Vete a casa, ves a ver a Ada, haz lo que quieras,... hoy no hagas
nada más, simplemente descansa. Mañana tienes muchas cosas que hacer.

Al cabo de dos días se había formado un grupo que se reunían en el teatro donde ya no se
realizaba la obra de Hieratis. Herón dibujaba lo que creía que debería tener una fortaleza
de ese estilo, pero llegó a la conclusión de que él sólo sabía hacer cosas móviles,
mecanismos. Las estructuras, lo inmóvil le costaba mucho esfuerzo realizarlo. Gracias que
estaba Lego por ahí, que le ayudaba descubriendo fallos en el diseño, ideas que podían ser
factibles y que había visto cómo su padre las utilizaba en el proyecto que estaba
realizando. Ada y Juanelo, también al tanto de todo aquello, querían ayudar pero les
pasaba algo parecido a lo que sufría Herón, estos dos sólo sabían de autómatas, aunque su
mente estaba abierta para realizar otro tipo de proyectos. La que empezaba a trabajar
muy bien era Hieratis, hacía lo que mejor sabía hacer, dirigir, se tomó aquello como una
obra de teatro, sabía cuáles eran las cualidades de cada persona, no tenía que saber de
nada de lo que hablaban, aunque a fuerza de escuchar aprendía bastante de lo que
estaban haciendo. Así descubrió que quizás su hermano, Fryart, podía ser útil en el
proyecto. Sabía construir de todo, así que seguro que también podría aportar ideas.
- Herón, ¿Qué te parece si mi hermano se incorpora al grupo?, creo que podría aportar
bastante, sabe hacer de todo, es el que construyó todos los escenarios de mi obra de
teatro.
- ¿Acaso crees que esto es una obra de teatro?, ¿que con un escenario pondremos a salvo a
toda esta gente - Dijo Herón nervioso.
- Tranquilo Herón, estás soportando mucha presión - Le tranquilizó Ada - cuanta más gente
más ideas tendremos.
- Tienes razón, lo siento mucho Hieratis, no sé qué me está pasando últimamente. Dile que
venga y a ver que puede aportar.
- No te preocupes, de eso me encargo yo - Le dijo Hieratis cumpliendo con su papel de
directora de obra, mientras se iba a buscar a su hermano. A pesar de los nervios de Herón
se le veía visiblemente contenta, su hermano Fryart iba a participar en este proyecto,
confiaba en él más que en nadie en este mundo, nunca le había defraudado cuando le
había pedido algo.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- Herón, tienes que tranquilizarte. Si sigues así la gente se va a cansar de ti. Además de que
no es sano para ti.
- Lo siento de veras Ada, hay veces que no me puedo controlar, debe ser el estrés de este
proyecto. Anda, vamos a dar una vuelta.

Estuvieron paseando lo que quedaba de tarde, hablando del proyecto y de las


preocupaciones que tenían. Bueno, más bien era Herón el que hablaba y Ada la que
escuchaba. A Herón le preocupaba una cosa principalmente, no sabía con qué material
construir la fortaleza, madera, metal, argamasa,... Desde luego era un tema que no
controlaba para nada y eso le preocupaba.
- Debemos conseguir alguien que sepa todas las propiedades de los materiales, que sepa
manejarlos, jugar con ellos. - Dijo Herón como si Ada no estuviera ahí. - Voy a hablar con
Cornet, el padre de Lego, quizás él pueda ayudarnos en este tema.
- ¿Quieres que te acompañe? - Dijo Ada, que se había sentido ninguneada desde que
salieran a dar la vuelta.
- Por supuesto, lo siento, parece que sólo hablo yo. Por cierto ¿cómo lleváis el autómata
aquel que queríais construir con mi tío?, un gatito creo que era ¿no?
- Era un perro y no te burles, la verdad es que no es nada sencillo hacerlo, sobre todo si
quieres que haga cosas como un perro de verdad. Andar, oler, correr, ladrar,...
- Me parece increíble perder el tiempo en eso la verdad.
- ¿por qué? quizás no tenga tanta practicidad como lo que estamos haciendo ahora, pero el
proceso es el mismo, y la complejidad quizás hasta mayor.
- ¿de verdad crees que hacer un perrito es complicado?, ¿para qué vale eso?, para nada,
para que alguien se entretenga en vez de hacer cosas productivas.
- Tienes que dejar de ser tan vanidoso Herón, no todo el mundo necesita ser productivo en
esta vida, simplemente con divertirse, con amar, con sentir les es suficiente. Y si lo que
hacen no les lleva a conseguir nada más que eso, pues bien hecho está.
- Pero entonces, ¿crees que es igual de importante hacer la fortaleza que estamos
diseñando que la mascota que haces con mi tío?
- La importancia se la damos cada uno, y hacer una mascota me ayuda a aprender como
funcionan las máquinas. Soy feliz trabajando con tu tío.
- Ya, y conmigo no claro.
- Es muy difícil trabajar contigo y disfrutar al mismo tiempo, no das lugar a ser feliz, todo
tiene que ser perfecto, para cuándo tú dices, cómo tú dices.
- ¡Pero es que tiene que ser así!, si no saldrá mal.
- Pues que salga mal. ¿sabes cuántas veces hemos fracasado con Juanelo? ya ni llevo la
cuenta, pero es algo que nos ayuda a avanzar, a comprender por qué se producen los
fallos. Además no podemos aprender a golpe de grito, de enfado, eso sólo crea un clima
malísimo y no disfrutamos con lo que hacemos.

Aquella sentencia de Ada pareció hacer reflexionar a Herón y el resto del camino hasta la
casa de Cornet la pasaron en silencio.
- Hola Señor Cornet.
- Hola Herón, ¿Qué tal Ada?
- Muy bien señor Cornet.
- Pasad por favor, ¿qué queríais?
- Verá, estamos trabajando en un proyecto...
- Ya lo sé, me lo está contando todo Lego. Una fortaleza para salvar el mundo ¿no? - Dijo
burlonamente Cornet, pensando que aquello era un simple juego de chiquillos.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- Exacto - Acertó a decir Ada - Y para ello necesitamos una persona capaz de trabajar bien
los materiales, de mezclarlos, de conocerlos y hemos pensado que igual usted que es
arquitecto podría decirnos...
- La verdad es que todos los que conozco están ahora muy liados con sus proyectos. Quizás
la ayudante del artista al que le llevasteis la piedra de mármol pueda ayudaros. Según
dicen llegó a hacer un material que se estiraba y se encogía él sólo, pero bueno, ya sabéis
que estas cosas se exageran un poco. Creo que se llama Sofía.
- Muchas gracias señor Cornet.
- De nada, y disfrutad haciendo “la fortaleza”. - Al decir esto Ada miró a Herón como
diciendo: “ves ha dicho que disfrutemos”.

Herón se dio cuenta enseguida y empezó a comprender que quizás había estado en un
error hasta ahora, pero sabía que le costaría mucho cambiar su forma de ver los proyectos,
para el eran algo en lo que había que alcanzar la perfección y no cabía lugar para divertirse,
pero parece que estaba en un error, que lo más importante para el resto de gente era
divertirse que hacer bien las cosas, por mucho que lo mirara, no acababa de entenderlo,
pero así era.

Fueron a ver al maestro escultor que estaba tallando en aquella mole de mármol lo que
parecía un gran hombre desnudo. El escultor sabía quién era aquel chiquillo, le dio las
gracias por haber conseguido aquella materia prima que pare él era imprescindible.
Entonces le preguntaron por Sofía y les acompañó al taller donde ella trabajaba. Sofía era
una chica de unos 17 años, con un pelo rubio y largo un poco ondulado que le caía sobre la
mesa en la que trabajaba atentamente. Su taller estaba lleno de fuegos pequeños y de
recipientes extraños con líquidos de muchos colores.
- Sofía, preguntan por ti estos chicos. Bueno, yo me voy que tengo mucho trabajo. Un
placer conoceros.
- Hola me llamo Ada y este es Herón - Parecía que estaba llevando la iniciativa Ada esta
vez.
- Hola yo soy Sofía, ¿qué queríais?
- Verás necesitamos que nos ayudes con una duda que tenemos sobre materiales.
- Menos mal, estaba súper aburrida aquí en el taller. Como ya no sabía qué hacer, estaba
preparándome una bebida a base de agua, azúcar, sal, limón y un poco de bicarbonato, un
poco extraña pero creo que me va a gustar bastante. Pero eso puede esperar. ¿Qué
queréis que haga por vosotros concretamente?

Tanto Herón como Ada estaban sorprendidos de tanta disponibilidad, pensaban que iban a
encontrarse con alguien que pondría trabas para hacer algo que desconoce: - Verás, mejor
será que nos acompañes al taller dónde estamos trabajando. ¿No le importará al maestro
con el que trabajas?
- Que va, seguramente ni notará que me voy, está siempre absorto con su trabajo. La
verdad es que es un maestro increíble, jamás he conocido un escultor como él, pero
simplemente estoy con él porque así tengo todo lo que quiero para trabajar en lo que más
me gusta, inventar nuevas cosas, la mayoría de ellas inútiles, pero nuevas, cosas que a
nadie antes se le han ocurrido, mezclo metales, productos naturales, …
- Nos han dicho que has creado algo que se encoge y se estira a su antojo. - Dijo Ada
mientras salían del edificio que albergaba aquella enorme estatua.
- Bueno, mas que a su antojo, al de la persona que lo tiene más bien. Pero no creo que sea
un material muy útil la verdad.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

Llegaron al teatro que se había convertido en un improvisado taller y después de


enseñarle a Sofía todo aquello, le contaron lo que en verdad estaban haciendo. Después se
presentaron entre todos, Fryart acababa de llegar con su hermana y también estaba
fascinado por todo lo que estaba viendo.
Tomó el mando Hieratis, como a ella le gustaba:
- Bueno, ahora que nos conocemos todos, la situación es la siguiente. Tenemos un montón
de ideas para hacer la fortaleza pero no sabemos si funcionarán. Las maquetas están ahí,
Lego las va haciendo a medida que Herón y Ada van discurriendo. Dos preguntas, la
primera dirigida a Fryart: ¿Resistiría esta estructura las inclemencias de las que estamos
hablando? y la segunda referida a Sofía: ¿qué materiales tenemos que usar para hacer
esto?
- Vaya, le gusta dirigir a esta chica - susurró Sofía a Ada, que no pudo evitar sonreír.
- A estas estructuras les falta algo, hay que reforzarlas mucho más en la base sino se
caerían. Voy pensando en esto ¿de acuerdo?
- Está bien, cuando lo tengas se lo dices a Lego y que vaya haciendo la miniatura. Sofía,
¿alguna idea por favor?
- Si claro. Ante tal situación imagino que no querréis ahorrar en material, así que lo que yo
haría sería trabajar en la base con piedra y una especie de barro que descubrí hace poco,
hecho a base de caliza, arcilla, arena, agua y quizás algunos trozos de metal. Después ya
podemos trabajar con maderas y algunos metales.
- Bien, pues a trabajar. - Dijo Hieratis dando una palmada.

Herón pensó que el fichaje de Hieratis había sido todo un acierto, porque aunque no
supiera nada de todo lo que estaban haciendo, había que reconocer en ella unas muy
buenas dotes de mando y eso hacía que la gente trabajara sin protestar en ningún
momento. Pensó que debería aprender mucho de ella.

Todas las noches se pasaba por aquel taller Isen, para ver cómo iban los avances y luego
comunicarle al Alcalde todo lo que estaban haciendo. Se quedó sorprendida al ver cómo
avanzaba aquella cuadrilla, cualquier persona que los viera sin conocerlos, jamás podría
creer lo que eran capaces de hacer.
El día anterior de que terminara la feria las maquetas estaban terminadas. Fryart había
reforzado la base haciéndola mucha más grande y el interior de la estructura estaba lleno
de triángulos que Sofía había decidido hacer con madera en unas partes y con unas barras
de metal que ella misma prepararía. Lego había conseguido hacer una maqueta con todos
los datos que le iban dando, quita de aquí, pon de allá, sube esto, baja lo otro,... y en
ningún momento protestó, hacía su trabajo impecable y procuraba no separarse de Herón.
El padre de Lego, pensado que lo que hacía era para que los chicos se entretuvieran,
comentó que quizás había que pensar en cómo se evacuaría el agua si se suponía que iba a
llover tanto y les dio la idea de hacer un desagüe subterráneo, que el suelo de la parte
interior de la fortaleza estuviera inclinado hacia el centro, y ahí un agujero que saliera
fuera de la fortaleza, quizás a un río. Así lo hicieron, ya estaban preparados para
presentárselo al Alcalde.

- Mañana se termina la feria y les he traído aquí, a este taller improvisado, porque les
quería comentar una importante cuestión. Como ven, hay una maqueta de un edificio un
poco peculiar, la han diseñado estos muchachos y muchachas. Cuando pasado mañana

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

lleguen a sus tierras, sus respectivos oráculos le comunicarán que sobre nuestra tierra se
acerca una de las más temibles tormentas...
El Alcalde de Siren les empezó a relatar al resto de Alcaldes que habían acudido a la feria
de Siren lo que los oráculos estaban comunicando y lo que les dirían. El ya se había puesto
manos a la obra y tenían este prototipo de proyecto que por supuesto podrían copiar el
resto de ciudades y poblados para construirlo. El proyecto contenía no sólo la maqueta
sino también una completa documentación con los materiales con los que deben trabajar
así como varios planos y demás.
- Al acabar la feria - siguió hablando el Alcalde de Siren ante la estupefacción del resto de
alcaldes - les comunicaré a todos los ciudadanos de Siren lo que sucede y qué medidas
hemos tomado. Y debemos agradecer a estos muchachos el trabajo que han hecho estos
últimos días.

Los alcaldes, sin preguntar absolutamente nada y con una incredulidad absoluta, cogieron
una copia de aquel proyecto y se marcharon de ahí.
- Señor Alcalde, creo que no le han creído ni una sola palabra. - Le dijo Isen.
- Me parece a mi que tampoco, pero bueno, ya les creerán cuando vean a sus oráculos. De
momento nosotros hemos hecho lo que teníamos que hacer, hemos compartido con ellos
todos nuestros conocimientos.
- Por cierto, una vez que se acabe la feria, ¿cómo nos aseguramos que no se vayan las
personas que han diseñado esto? Imagino que tendrán ganas de irse a su casa, pero los
necesitamos para construirla.
- Ya se me ocurrirá algo, no te preocupes.

Herón por fin se pudo relajar, pensar en algo que no fuera el proyecto, y le vino a la mente
el beso de Ada, ¿por qué pienso en el beso de Ada? se preguntó. Entonces se acercó Ada y
no pudo evitar ruborizarse: - Herón ¿vamos a dar una vuelta? - Cómo iba a decir que no,
pero la verdad es que por alguna razón ahora estaba avergonzado con ella.
- Está bien - Dijo entrecortadamente. En ese momento el Alcalde iba a decirle algo a
Herón, pero Isen le detuvo, había adivinado la cara de Ada y de Herón y no era momento
de interrumpir. Después de un rato de silencio habló Ada.
- Herón, quiero que sepas que me gustas mucho. Ya está, ya lo he dicho, me he quitado un
peso de encima. - Dijo Ada aliviada.
- En serio, yo, entonces, aquel beso... fue.... - Se empezaba a entrecortar otra vez Herón.
- Con lo listo que eres para unas cosas y lo que te cuesta ver otras. Llevo desde que te
conozco lanzando señales y tú como si nada. Todo el mundo lo sabe menos tú.
- ¿todo el mundo? ¿y cómo lo saben?, ¿se lo has dicho tú?
- No Herón, lo ven, ven lo que tú no ves. - Herón no levantó la cabeza ni un momento desde
que salieron del taller. No sabía si era vergüenza, miedo o que diablos era aquello que
estaba sintiendo, algo que a la vez le gustaba y no, le agradaba y le hacía sentir turbado -
¡Pero dime algo Herón! que me tienes aquí sin saber qué piensas, qué sientes. - Dijo
nerviosa Ada.
- Perdona, es que... verás... yo nunca.... - En ese momento levantó la cabeza y Ada, sin
pensarlo dos veces le besó en los labios cogiéndole la cara. Herón parecía petrificado,
quieto y frío como aquella piedra de mármol que había llevado hasta el artista.
Entonces Ada se apartó:
- Lo siento, yo no quería...debería haberte preguntado antes... yo creía que... - y Ada se fue
corriendo.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

Durante un largo rato Herón permaneció ahí quieto, sin pensar en nada, sin analizar nada.
- ¿Qué pasa chaval?, parece como si te hubieran dado un susto de muerte - Le dijo uno de
los minero que acababa de terminar su jornada en la mina y pasaba por ahí.
Entonces Herón reaccionó, miró al minero y también salió corriendo en la misma dirección
en la que se había ido Ada.
- Hasta luego chaval, que mala educación tienen los jóvenes de hoy - Se quedó
mascullando el minero.
Al poco encontró a Ada sentada en una pequeña roca que había en un camino cerca del
poblado. Tenía la cara entre las manos y se podían oír unos sollozos apagados que
denotaban que estaba llorando.
- ¿por qué lloras? - Le pregunto Herón.
- ¿que por qué lloro?, eres un estúpido, ¿lo sabías? - Dijo Ada con toda la cara llena de
lágrimas.
- Si bueno, eso ya me lo has dicho varias veces. - Ada se había dado la vuelta para no ver a
Herón, pero este le seguía.
- Escucha Ada, hace un momento, lo que te quería decir es que jamás me había besado una
chica y menos una que me gustara. Jamás pensé que me podrías ver como algo más que un
chalado de la ingeniería, como un amigo. La verdad no me lo esperaba. Y lo de las señales...
pues sí, soy un poco torpe para eso. Lo siento de verdad.
- Pero te has quedado parado mientras te daba un beso.
- De verdad no sé por qué ha sido, llevo deseando esto desde que te conozco - Dijo
mientras se agachaba y le quitaba las manos que le cubrían la cara.
- ¿En serio?
- De verdad, me pareces una chica fascinante y muy guapa. - Dijo sincero Herón.
Se levantaron los dos y se volvieron a besar, esta vez abrazándose y sintiéndose el uno
junto a la otra. Estuvieron mucho rato así, hasta que, sin mediar palabra, volvieron al taller
donde aún permanecían todos.

El Alcalde cumplió lo que había prometido, el día posterior al fin de la feria convocó a todo
el pueblo para explicar qué es lo que los oráculos le habían comentado y cuáles eran las
medidas que iban a adoptar. Sin pérdida de tiempo se tenía que empezar a construir
aquella fortaleza, les quedaban pocos meses para levantarla.
Una de las muchas preguntas que aquel público hizo fue quién había diseñado aquello, y el
Alcalde prefirió salirse por la tangente, contestando otra cosa que no correspondía a lo
que le habían preguntado, pero como Alcalde tenía esa habilidad, era imprescindible en su
cargo.
En el anuncio estaba todo el mundo, incluido Juanelo y Cornet que no daban crédito a lo
que estaban oyendo, era cierto lo que habían dicho Lego y Herón

Entre el público había gente de Siren y artistas que todavía no se habían marchado a sus
poblados. Dos de ellos escuchaban atentamente todo lo que el Alcalde estaba diciendo,
más bien llevaban atentos a todo lo que pasaba en Siren desde hacía tiempo, enviados
desde las tierras de Augsar, se habían introducido en el poblado sin que nadie se diera
cuenta de que eran espías, iban a las tabernas, a los teatros, talleres y toda clase de
eventos, pero hasta ese momento no se habían enterado de nada, estaba claro que el
Alcalde y los que habían construido esa fortaleza sabían guardar ese secreto. Uno de los
dos salió de entre la gente, montó en su caballo y salió del poblado al galope en dirección

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a Augsar. Al otro espía aún le quedaba una tarea por hacer, descubrir quién había hecho
aquella fortaleza inexpugnable.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

4 - ENEMIGO SIN PIEDAD


La humedad acumulada durante las lluvias del invierno aún se dejaba notar en aquella
pequeña habitación iluminada por una diminuta antorcha que parecía consumir todo el
oxígeno que ahí había.

Evasio había acudido a petición de Ophidia. Tenía que contarle todas la noticias que traía el
espía de Siren. A Evasio no le gustaba estar a solas con Ophidia, le parecía una mujer que
sólo buscaba el dolor y el sufrimiento de la gente, que disfrutaba con ello.
- ¿Por qué no ha venido Flemel?
- No le he avisado, quería contarle esto primero a usted sin que él estuviera. Es un tema un
tanto delicado.
Evasio desconfiaba de aquella mujer, pero una cosa estaba clara, era muy efectiva en lo
que hacía. Había conseguido la información más rápido de lo que imaginaba. El rey
escuchaba atentamente el relato de Ophidia sobre lo que había pasado en Siren y otras
comarcas, no podía dar crédito a las palabras de aquella bruja, le parecía todo una broma:
- ¿qué unos oráculos han dicho algo sobre una tormenta y se han puesto como locos a
construir una fortaleza? ¡Pero se han vuelto todos locos!. Es la tontería más grande que he
escuchado en mi vida. Y para esto tanto espía e intriga, venga Ophidia, y ahora me dirás
que debemos construir una también nosotros ¿no?
- Pues la verdad es que era mi sugerencia, o cuanto menos podríamos mandar una
representación a Siren, que es donde más avanzados van, para seguir de cerca qué es lo
que planean.
- Lo estás diciendo en serio. - Dijo Evasio mientras le daba la espalda a Ophidia. - No
podemos construir una, no tenemos dinero ni para arreglar lo que ya tenemos. ¿y qué
conseguimos averiguando lo que hacen?
- Quizás... conquistar el propio poblado - Dijo Ophidia.
- ¿Cómo?, ¿Has dicho conquistar? - Gritó Evasio - Llevamos años de paz, desde que
firmamos el acuerdo de Ayto. Ahora sí que nos hemos vuelto locos. ¡No podemos hacerlo y
punto!
- Mi Rey, no tenemos otra opción, o conseguimos el dinero para construir nuestra propia
fortaleza o intentamos conquistar Siren u otra población. - Dijo Ophidia con una sonrisa en
los labios.
- La única manera de conseguir dinero es subir los impuestos a los campesinos, y ahora
mismo casi no tienen ni para comer.
- Pues entonces queda claro que debe preparar a sus soldados mi Rey.

Evasio salió de la estancia sin decir ni una sola palabra, sabía que Ophidia, como casi
siempre, tenía razón. “Tenía que haber dejado el trono a mi hijo hace tiempo” se dijo para
sí mismo, “estoy demasiado mayor para todo esto”.

Llamó a su hijo Ekman, estaba tentado de contarle todo y descargar aquella gran carga en
él, pero omitió decirle la idea de conquistar Siren, sabía que Ekman y la mayoría de los
consejeros pondrían muchas objeciones. Así que mandó a su hijo a Siren con la idea de
recabar información de cómo están construyendo aquella fortaleza.
- Hijo mío, ten mucho cuidado. Dentro de poco este reino será tuyo y tienes que obrar con
firmeza y con templanza.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- No se preocupe padre, llevo años preparándome para asumir el reinado y todo lo que ello
conlleva.
- No dudo de ello Ekman, sólo que... a veces hay que tomar decisiones que a uno no le
gustan por el bien del reino. - Dijo taciturno Evasio.
- ¿A qué se refiere padre? - Preguntó intrigado Ekman.
- Nada hijo, nada. Prepárate para la marcha. Al alba tenéis que partir. - Evasio intentaba
disimular la tristeza que le producía aquella situación. El plan pasaba por no contarle nada
a su hijo hasta que estuviera ahí, mandar unas tropas de apoyo y entonces conquistar
Siren. Pero aquel plan únicamente lo conocían Ophidia, Flemel y él mismo, ni siquiera sus
consejeros lo conocían de momento, hasta que Ekman no llegara a Siren nadie debería
saber nada.

Al cabo de varios días y noches de viaje, Ekman y los 10 soldados que le acompañaban,
llegaron a Siren. Una vez implantaron el campamento en el exterior entraron y se hicieron
conocer como una embajada de Augsar, y pidieron ver a la persona que mandaba en aquel
poblado.
- Ah, se refiere usted al Alcalde. - Dijo uno de los habitantes - Seguramente estará
supervisando las obras de la nueva fortaleza. Desde que empezaron es como una obsesión
para él, se pasa día y noche viendo como avanzan.
- ¿y dónde podemos encontrar estas obras? - Preguntó Ekman.
- No tiene pérdida, siga el camino recto que va hacia la mina y en esa explanada verá
mucha gente trabajando.
- Muchas gracias. - Dijo amablemente Ekman.
- De nada buen hombre, ¿de dónde dicen que viene? - Preguntó el ciudadano de Siren.
- De Augsar, un reino a varias jornadas de aquí.

Ekman no tardó en encontrar aquellas obras. Estuvo largo rato observando como más de
cien personas estaban trabajando; una chiquilla parecía ser la que dirigía;, seguramente
aquel hombre mayor que estaba sentado en una roca, vigilando todo lo que ahí se
acontecía, debía de ser el Alcalde; una mujer bastante hermosa parecía dirigir a los
obreros.

¿De dónde sacarían tantos trabajadores? Sin lugar a dudas tenía que ser una tierra rica en
recursos y muy bien administrada.
Se acercó a aquella hermosa mujer que parecía mandar sobre los obreros.
- Hola, mi nombre es Ekman.
- Encantada, el mío Isen. He visto que llevaba un rato mirando lo que estamos haciendo, ¿le
interesa?
- Pues la verdad es que sí, pero preferiría hablar con su Alcalde. ¿Sabe dónde lo puedo
encontrar?
- Por supuesto, ahí lo tiene. - Dijo Isen señalando al Alcalde.
- Muchas gracias Isen. Ha sido un placer conocerla - Dijo Ekman con una sonrisa en la cara, a
la cual respondió también Isen con otra.

- Señor Alcalde, soy Ekman, el príncipe de Augsar.


- Hola príncipe Ekman, en qué puedo ayudarle - Dijo el Alcalde poniéndose rápidamente en
pie ante aquel príncipe.
- Verá, llegó a nuestros oídos que están construyendo una fortaleza para las tormentas
que se avecinan, y queríamos, si no les importa, ver cómo lo están haciendo. Entiendo que

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

lo vean como un atrevimiento y falta de vergüenza, pero pensábamos pagarles por sus
explicaciones y enseñanzas. De todas formas, me gustaría hablar de estos detalles en un
lugar un poco más tranquilo.
- Desde luego príncipe Ekman. Venga a comer a mi casa hoy mismo.
- Muy amable señor Alcalde, será un placer. Simplemente me gustaría hacerle una
pregunta, ¿De dónde sacan el dinero para pagar a tantos trabajadores?
- Pues sencillamente no les pagamos, son ciudadanos que trabajan a turnos. Siren no es
una tierra muy rica, nuestra mayor fuente de ingresos es la feria de arte que terminó hace
pocas semanas.
- He oído hablar de ella, una lástima haber llegado tarde. Otro año, sin duda vendré.

Hasta la hora de la comida el Alcalde, sabedor de que la persona que tenía delante era un
príncipe, le enseñó todo lo que estaban haciendo. Ekman quedó sorprendido por la
organización, cómo podía ser que aquellos campesinos, herreros, carpinteros, panaderos,...
estuvieran haciendo aquel trabajo y tan organizado. Sin duda tenía mucho que aprender.

Pero aquello no fue lo que más le sorprendió, las ideas habían surgido de un grupo de
chavales que podrían ser sus hijos:
- ¿De verdad me está diciendo señor Alcalde que son estos chicos y chicas las que han
diseñado todo esto?
- Ya sé que parece increíble, pero son chavales que tienen una pasión enorme por lo que
hacen. Seguramente si les hubiéramos dado más tiempo habrían hecho algo mucho mejor,
pero el tiempo apremia. Sabe, no son los primeros en venir para ver lo que estamos
haciendo. Han venido de todas las partes de la tierra conocida, desde todos los puntos
cardinales, a través de todos los medios de transporte conocidos, desde las montañas
hasta los mares, y más allá del mar, Norte, Sur, Este y Oeste, reinos, poblados, nómadas,
agricultores y ganaderos. Algunas personas hasta se han quedado a vivir aquí, sobre todo
los artistas que ya estaban en la feria.

A la comida asistieron todos las personas que por una cosa u otra habían ideado la
fortaleza y Ekman se sintió enormemente agradecido por su presencia, podría
preguntarles y conseguir mucha información.
- Señor Alcalde, tenemos que hablar del precio por la información que les pido. Esta
información es valiosísima para nosotros, no contamos con genios constructores como
usted - Dijo señalando al resto de comensales. - Comprenda nuestra urgencia. Además,
nuestro reino no está pasando por su mejor momento para poder contratar a gente
experta...
- Disculpe que le interrumpa príncipe Ekman - Dijo el Alcalde.
- Sólo Ekman por favor.
- De acuerdo, Ekman. No es a mí al que le tiene que preguntar por esto, sería a estos que
están comiendo con nosotros, por eso les he invitado, para que hablen con usted.

Todos se quedaron un poco asombrados, la primera en reaccionar fue Isen: - Verá Ekman,
no solemos cobrar por estos servicios, y menos cuando incluso los trabajadores son los
propios habitantes del pueblo. Por eso nos sorprende su ofrecimiento.
- Lo que sabemos lo damos. - Dijo Herón.
- Nos sentimos gratificados sólo con que nos dejen hacerlo - Añadió Ada.
- Pero entonces, ¿de qué vivís? - Preguntó incrédulo Ekman.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- Los más pequeños siguen viviendo con sus padres, y el resto o tenemos un trabajo
además de esto o son los propios habitantes de Siren los que nos dan de comer y
alojamiento. - Dijo Isen intentando aclarar algo para que la cara de sorpresa de Ekman se
desdibujara de la cara.
- Me parece sorprendente. Entonces, ¿me queréis decir que me vais a explicar todo lo que
yo os pregunte y no os tengo que pagar nada a cambio? - Pregunto Ekman.
- No es exactamente así - Dijo Fryart - A mí también me costó entenderlo, pero la idea es
bastante interesante, aunque mejor que te la cuente Hieratis, que es la que lo pensó. - Dijo
señalando a su hermana.
- Verá Ekman, la idea es muy sencilla. Usted es un príncipe de un reino, que por lo visto
está pasando una mala época, sin embargo esta información para usted tiene un valor.
Nosotros somos incapaces de ponerle valor a esto que estamos haciendo, y si tuviéramos
que darle un valor sería incalculable ¿cómo valorar lo que surge de nuestra cabeza? y otra
pregunta que nos hacemos, una vez sacado de nuestra cabeza y dibujado o construido ¿por
qué decir que es nuestro? Así que llegamos a la conclusión que el valor se lo pone usted.
Usted sabe cuánto puede aportar, lo importante que es esto para usted y las necesidades
que nosotros podemos tener. Una vez que haya hecho esta reflexión sabrá cuánto nos
tiene que dar. Y por supuesto nosotros no juzgaremos en ningún momento su decisión. -
Hubo un momento de silencio.
- Me parece increíble, no dejan ustedes de sorprenderme con sus ideas. Está bien, mañana
os daré una respuesta, quiero reflexionar muy bien sobre lo que me habéis dicho.

Terminó la comida y todos se fueron a trabajar salvo Isen que iba a ser la encargada de
contestar a todas las preguntas que el príncipe tuviera sobre la construcción.
Esa misma tarde Ekman mandó a uno de sus hombres para hacerle llegar un mensaje a su
padre, en el que explicaba que sí que es posible hacer aquella obra. En cuanto regresara a
casa se pondría manos a la obra.
Cuando visitaba la obra con Isen reparó en uno de los artilugios que más le llamaron la
atención. Era una especie de elevador, todo construido con madera. Consistía en dos
columnas de madera en las que había tallado una especie líneas, en esas líneas encajaban
dos agujeros hechos en la plataforma que se elevaba. Así, si le daban vueltas a esas dos
columnas a la vez conseguían subir la plataforma, y si las columnas giraban hacia otro lado
la plataforma descendía. Todo aquello le parecía magia, jamás había visto semejantes
inventos.
- Esto no es nada, de verdad. - dijo Isen. - ¿Has visto la estatua que hay en una de las plazas
del pueblo? Es de mármol blanco y peso unas 6 toneladas. ¿cómo crees que llegó hasta ahí?
Pues entre Herón y Lego inventaron algo tan sencillo que parecía mentira que aquello
funcionara, pero una persona sola fue capaz de transportar aquella roca, fue todo un hito.

Ekman no salía de su asombro, había vivido demasiado tiempo encerrado entre las paredes
del castillo y ahora estaba descubriendo cosas increíbles: - Para ser el primer día está
siendo agotador tanta información. ¿Le apetece descansar tomando algo en la taberna?
- Por supuesto. - dijo Isen, que había descubierto en los gestos de Ekman algo que le
producía cierta tranquilidad y alegría.

Al cabo de tres días las obras iban viento en poca, la estructura superficial se había
terminado, lo que le daba un aspecto espléndido. Ekman había descubierto lo importante

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

que era organizar bien todas las tareas, nadie podía desviarse de su faena a no ser que se
lo dijera aquella chiquilla, Hieratis. Lo sorprendente es que todo el mundo le hacía caso.
- Señor, tengo noticias que darle. - Se había acercado a Ekman el mensajero que mandó
hacía tan sólo tres días.
- ¿Por qué estás aquí?, ¿le ha llegado el mensaje a mi padre?, es imposible que hayas ido y
vuelto tan rápido - Dijo Ekman contrariado.
- Verá señor, tengo que hablar con usted, a solas. - Ekman dudó un momento, pero
enseguida se apartaron de Isen, que se dio cuenta de que algo estaba pasando.
- ¿qué sucede tan importante como para que no hayas hecho tu cometido de llevar el
mensaje a mi padre?. - Dijo Irritado Ekman.
- Señor, en el camino me he encontrado a las tropas de su padre. Vienen hacia aquí.
Tardarán algunas semanas porque llevan todas las torres de asedio, catapultas,... - Decía
entrecortado el mensajero. - Sinceramente señor, creo que quieren invadir Siren.
- ¡Estás loco! - Le increpó Ekman - ¡Eso acabaría con la paz que se firmó antes de que tú y yo
naciéramos! Es imposible que mi padre quiera invadir un poblado como Siren.
- Pues no es lo que dijeron algunos soldados con los que pude hablar. Se están preparando
para asediar Siren señor.

Ekman estaba confundido, no podía creer la información que traía el mensajero.


- Vuelve a coger el caballo y dale este mensaje al general que esté llevando las tropas
hasta aquí - Ekman le empezó a dictar una carta en la que pedía que aquellas tropas
volvieran a su reinado, que era una orden del príncipe Ekman, futuro rey de Augsar. - Ve
rápido y trae respuesta cuanto antes.
El mensajero se retiró con diligencia y dejó ahí a Ekman, preocupado e incrédulo. Empezó a
darle vueltas a lo que había podido pasar, no comprendía cómo su padre estaba haciendo
esto, romper la paz de Ayto, firmada hacía generaciones, en la que todos los reinos,
poblados, comarcas y demás tierras se comprometían a no invadir nada que no fuera de su
propiedad. Esto había hecho que muchas tierras como Siren ya no dispusieran de soldados,
reinos enteros desmantelados militarmente, casi sin armas salvo las que se guardaban
oxidadas en las bodegas de algún edificio. Pero en su reino habían mantenido el ejército:
“no nos podemos fiar de nadie” le decía su padre, pero él sabía que no eran palabras de su
padre, que eran palabras de Ophidia. Estaba claro, había sido idea de Ophidia, había estado
esperando la ocasión de invadir alguna tierra desde hacía demasiado tiempo, siempre
urdiendo planes para poner a mi padre en contra de alguien. Ahora Siren estaba en peligro
y lo que era más importante para él, su propio reino, si otros reinos o tierras se enteraran
de esto pedirían venganza y entrarían en el círculo de violencia que ya habían vivido
anteriores generaciones, y los culpables serían ellos.

No tardó en contárselo a Isen, ya que más que una guía que le enseñara la fortaleza, se
había convertido en una amiga en la que confiaba todos sus secretos.
- ¿Por qué querríais invadirnos? No tenemos nada.
- Tenéis la fortaleza y la gente que la ha diseñado.
- Pero eso supondrá que mataréis a muchos de nosotros - Dijo preocupada Isen.
- No si puedo impedirlo. Ya he mandado un mensajero para que detengan el avance.
- ¿y cumplirán tus órdenes?
- Tienen que cumplirlas, soy su príncipe, el futuro rey de Augsar.
- Bien dices Ekman, futuro, pero ahora es tu padre el que manda y los soldados le harán
caso a él. Hay que avisar al resto de gente.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

Reunieron a todos los que habían estado en la comida hacía nada menos que tres días.
- ¿Qué sucede ahora? - Preguntó el Alcalde.
- Ekman tiene que comentaros una cosa.

Entonces Ekman comenzó a relatar lo que había sucedido en ese último día:
- ¿Y qué vamos a hacer? - Preguntó Fryart un tanto nervioso - Aquí no sabemos luchar
nadie.
- ¿luchar?, ¿quién ha hablado de luchar? - Dijo Ekman.
- Y qué hacemos ¿dejar que nos maten? - Dijo el Alcalde.
- Primero tendremos que negociar - Dijo Ekman.
- Pero si tú eres uno de ellos, ¿como vamos a negociar?
- Creo que si saben que podemos copiar vuestra estructura puede que entren en razón.
Debéis dejarme que lo intente.
- ¿y mientras tanto? - Pregunto Fryart, después de lo cual hubo un largo silencio.
- A mí me gustaría diseñar un catapulta - Dijo Lego.
- Tiene razón, podemos ir construyendo armas defensivas, ¿cuánto tiempo tenemos antes
de que lleguen? - Dijo el Alcalde.
- A lo sumo tres o cuatro semanas, no más.
- Nos ponemos hoy mismo con esto, no podemos perder tiempo. Todas las ideas que se
nos ocurran hay que empezar a desarrollarlas. - Dijo Hieratis, que veía en todo esto otro
reto de organización.
- Tened por seguro que os ayudaré a construir estas armas. Me siento culpable por lo que
pueda suceder - Dijo Ekman.
- Está bien, te incorporas al grupo de trabajo - Le dijo Hieratis mientras le cogía por el
hombro y pasaba por alto que aquel hombre era un príncipe - Debes saber que hay que
seguir una serie de normas....

Todos se pusieron a trabajar menos Herón, que se quedó pensando en algo que le rondaba
la cabeza hacía unos pocos días y quizás ahora podría servir en la defensa:
- Ada, ¿te acuerdas de aquel espectáculo que vimos en la feria?, aquel joven que dominaba
los rayos.
- Por supuesto que me acuerdo, ¿cómo iba a olvidarlo con el miedo que pasé? - Dijo Ada.
- ¿Y si tuviéramos al joven aquí y utilizáramos sus inventos para defendernos? Hace días
que me volvió a la cabeza aquel espectáculo y no soy capaz de averiguar cómo lo hizo.
Necesitamos a ese joven, cómo se llamaba...
- Creo que Ørsted o algo así. - Dijo Ada.
- Eso es, Ørsted.

Al día siguiente, dos soldados de Ekman salieron en busca del joven Ørsted, pero con las
pocas pistas que tenían sobre él tardarían una eternidad, si es que lo llegaban a encontrar.
La más esperanzada de todas era Hieratis, que ansiaba volver a ver aquellos ojos grises
que vio por última vez al salir de la taberna.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

5 - RELÁMPAGO Y TRUENO
Parecía que la única persona que entendía lo que Ekman decía era Ada. Los mecanismos
que creían moverse solos eran su especialidad. Catapultas, torres de asedio, trebuchet,
ballestas enormes,... pasaban de Ekman a Ada y de esta a Lego y Herón que esculpían y
dibujaban día y noche.

Después de dos semanas seguía sin haber noticias de los dos mensajeros que Ekman había
mandado para encontrar a Ørsted, y las tropas de su padre Evasio seguían avanzando. La
buena noticia era que las lluvias de los últimos días habían propiciado que las enormes
torres de asedio se clavaran en el suelo como un cuchillo en un bote de mantequilla, por lo
que las tropas de Evasio avanzaban más lentamente.

La relación entre Ada y Herón parecía estancada, la falta de tiempo les impedía verse en
ningún momento a cualquier hora del día, y la intimidad se limitaba a mirarse y darse
tímidos besos cuando nadie les veía. Todo el mundo sabía de su relación, pero a ellos
parecía que les gustaba pensar que nadie lo sabía, que lo llevaban en secreto. Los dos
comprendían que ahora mismo lo más importante para todos era terminar las armas
defensivas.

Ahora ya no eran cien las personas que trabajaban ahí. Se había dado la voz de alarma en la
comarca y mucha gente se ofreció voluntaria para trabajar a turnos. Así, el trabajo de
Hieratis se multiplicó, y cuando todo el mundo pensaba que aquello le iba a desbordar,
resultó que estaba como pez en el agua, cuanto más gente más parecía disfrutar de lo que
hacía. Este exceso de trabajo no le impedía pensar todos los días en Ørsted, algunos días,
la espera de los mensajeros se le hacía agónica.

El trabajo era frenético para todos, incluida Sofía, que había trasladado su taller cerca de la
explanada donde se encontraba la fortaleza. Bueno, su taller y su casa, ahí dormía, comía y,
sobre todo, trabajaba. Aquella argamasa a base de caliza, arcilla, arena y agua, había
funcionado a las mil maravillas, parecía que la base de la fortaleza se hubiera hecho en una
roca. Ahora trabajaba desarrollando aquel material que se extendía o acortaba, podía
mejorarlo, quería que con muy poca fuerza se modificara este material. Había descubierto
un material increíble, procedía de la savia de unos árboles cercanos. Si esta savia se dejaba
secar y enfriar la podía modificar un poco haciendo fuerza. Sabía que si la mezclaba con
algo más podría conseguir algún material nuevo, pero no acertaba qué material utilizar.
Hacía ya un tiempo que Sofía se ganaba la vida haciendo mezclas para otras personas, y
una de ellas era conseguir dióxido de azufre que utilizaban los taberneros para limpiar los
toneles cada vez que se acababa la cuba. Es por esto por lo que tenía en el taller un bote
de azufre y, como ocurre en muchos descubrimientos, por casualidad se le cayó este bote
de azufre en la caldera donde estaba calentando la savia para volverla líquida y poderla
mezclar con otros materiales. El resultado fue un material increíblemente elástico. La
verdad es que no sabía muy bien para qué se podía utilizar aquello, pero de lo que estaba
segura es de que lo que había descubierto no era ninguna tontería.
Enseguida se lo contó a Herón y a Lego para que fueran pensando la practicidad del
mismo. Todos se quedaron sorprendidos de aquel material, que lo miraban como si del
santo cáliz se tratara. Lo cogían con el mismo cuidado que cogerían un bebé recién nacido,
todo lo contrario que Sofía, que para demostrar sus propiedades no dudaba en estirar de

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

él, tirarlo, ponerlo en el fuego poco tiempo,... Pero el que más utilidades sacó fue Ekman,
enseguida ideó algo parecido a un tirachinas gigante y varios instrumentos de defensa
más.

Una de las razones fundamentales para la implantación de la fortaleza en ese sitio había
sido que el zahorí había descubierto una fuerza telúrica enorme, lo cual quería decir que
haciendo un pozo tendrían agua, algo fundamental para poder aguantar largas
temporadas en el interior de la fortaleza. Encontraron agua al cabo de dos semanas de
incesantes excavaciones, ahora sólo hacía falta implantar el sencillo mecanismo para
extraer el agua. Sin duda Herón quería inventar algo que pudiera facilitar la extracción de
agua, además de conseguir sacarla más rápido que con un cubo, pero ya tendría tiempo
para ello después de lo que se les avecinaba.

Todas las tardes, durante una hora, se reunían para ver los avances y las necesidades que
podían tener.
- Herón.
- Dime Ekman.
- Necesitamos hacer más catapultas, pero estas no son muy eficaces contra las torres de
asedio. Quizás si pudiéramos hacer un trebuchet podríamos defendernos.
- En realidad estamos diseñando con Lego una especie de catapulta un poco diferente.
Creo que será bastante eficaz. Un amigo de mi tío, Leonardo, nos explicó una vez que
había construido una catapulta mucho más eficaz de las que existían hasta la fecha. Estoy
intentando acordarme.
- Pues entonces intenta explicármelo a mí - Dijo Ada - intentaré dibujar lo que me digas.
- Yo he hecho esto - Dijo Lego mostrando una miniatura de una especie de ballesta gigante
- Lo he llamado escorpión ¿qué os parece?
- Mañana mismo empezamos a fabricarlo - Dijo Hieratis - Tengo gente que está parada.
- ¿Y si en vez de madera ponemos aquí mi material? - Dijo Sofía.
- Vale - Dijo el pequeño Lego satisfecho porque se fuera a construir el diseño que él había
ideado.
- Vamos a recapitular lo que tenemos. De momento sólo tenemos construido una torre y
una catapulta de poleas. - Empezó a decir Hieratis - Deberemos construir una catapulta
que aún nos tiene que decir Herón cómo funciona, un trebuchet que sólo sabe Ekman en
qué consiste y el diseño de Lego. ¿Alguna cosa más?
- Si terminamos esto antes de que lleguen aquí ya habremos conseguido mucho, pero me
parece a mí que no bastará - Dijo Ekman.

En ese momento entró uno de los soldados del príncipe y le dijo algo al oído.
- Disculpadme un segundo, enseguida vuelvo. - Dijo Ekman.
Mientras todos seguían como si nada y hablaban de lo que había ocurrido ese día, Isen
siguió a Ekman con la mirada y no pudo evitar levantarse para ver qué pasaba.
- ¿Es este el hombre? - Dijo Ekman señalando a un joven rubio.
- Sí, es él. - Dijo uno de los soldados.
- ¿por qué está encadenado?, soltadle ahora mismo. - Ordenó el príncipe.
- Señor, no quería venir a pesar de decirle lo que estaba pasando. Nos vimos obligados a
hacer esto.
- Ekman, ¿qué sucede?, ¿por qué está encadenado este joven? - Preguntó Isen.
- Este joven es Ørsted.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- ¿Y qué tiene que ver eso para tenerlo atado? - Protestó Isen. - No podemos obligar a la
gente a hacer cosas que no quiere hacer. Suéltale ahora mismo por favor.
- Si le soltamos se escapará y perderemos la oportunidad de utilizar sus conocimientos. -
Replicó Ekman.
- No somos un ejército ni guerreros, somos un pueblo pacífico, y si alguien no quiere estar
aquí para ayudarnos no podemos obligarle. Por favor Ekman suéltale.

Después de rato de reflexión por parte de Ekman, este accedió a soltar al joven de sus
grilletes. El joven no decía ni una sola palabra, llevaba los pelos largos que le tapaban la
cara. Se levantó y se disponía a marcharse de ahí.
- ¿qué sucede aquí?, ¿por qué os habéis ido de la reunión? - Preguntó Hieratis haciendo
acto de presencia en ese momento. - ¡Ørsted!, ¿eres tú Ørsted?

Entonces el joven levantó la cabeza y dejó ver sus ojos grises que miraban con tristeza la
cara de Hieratis
- ¡Oh Dios mío, que alegría de verte!, no te puedes imaginar cuanto tiempo he esperado
este momento. - Dijo mientras le abrazaba.
Ekman e Isen no entendía muy bien la relación que había entre ellos dos, pero vieron
prudente irse de ahí y dejarlos solos.
- Pero si estás en los huesos - Dijo Hieratis después de haberle abrazado.
- No he tenido un buen viaje. - Ørsted no se atrevía a decirle lo que pensaba, lo que sentía,
que había estado pensando en ella durante todo este tiempo, que este abrazo era la
muestra de amor más grande que nunca hubiera tenido en su vida. - Me han traído aquí a la
fuerza, atado. No entendía muy bien para qué querían que vinieran.
- Lo siento mucho, prometo que no te volverán a hacer nada. Lo primero es lavarte un
poco, luego yo te cuento todo y mañana te presento a la gente que estamos trabajando
aquí.
- Gracias - Llegó a mascullar Ørsted levemente.

Se fueron los dos a la casa de Hieratis para que el joven se arreglase. Mientras Isen y
Ekman comunicaban al grupo que Ørsted había llegado. Isen obligó a Ekman a comentar
cómo habían traído al joven rubio. Todos desaprobaron rotundamente las medidas que los
soldados del príncipe habían adoptado y requerían cuanto menos que Ekman pidiera
disculpas al joven.
La forma de actuar y de pensar de aquella gente era totalmente diferente a la suya. Le
costaba comprender por qué tenía que pedir perdón si había conseguido lo que querían,
tener a Ørsted. Entonces, Isen, que había visto la incomprensión en la cara de Ekman, le
dio la solución cuando le dijo: “intenta ponerte en el lugar de los demás, piensa y siente
qué es lo que ha pasado Ørsted mientras estaba encadenado y le llevaban contra su
voluntad durante un largo viaje no sabiendo muy bien a qué”.
Isen y Ekman llevaban ya varias noches durmiendo juntos, el amor había surgido hacia
tiempo y ahora el príncipe no se sentía atado a ningún matrimonio de conveniencia que su
padre le pudiera imponer. Amaba a Isen y lo demostraba con plena libertad. Libertad,
palabra que había aprendido muy bien esas últimas semanas, hasta entonces nada de lo
que había a su alrededor contenía ese significado. Los campesinos de su tierra vivían bajo
el yugo de los impuestos del Rey, el rey supeditado a lo que los nobles le exigían
constantemente y estos a lo que el Rey decidía, los príncipes tienen su futuro decidido
desde que nacen, no pueden elegir nada de lo que sucede a su alrededor, lo que el Rey
decidía se hacía sin pensar en los demás en ningún momento, aunque ello conllevara quitar

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

la vida a otras personas. Pero todo eso había cambiado desde que llegó a Siren, cada día
era una lección en la que tenía que aprender a convivir y lo mejor de todo, a vivir. Ahora le
tocaba ponerse en el lugar de los demás, sentir lo que los demás sienten y la verdad, no
era nada sencillo, aunque lo veía como un reto bastante gratificante, ver los pequeños
gestos de la cara y del resto del cuerpo que la gente hace inconscientemente y donde se
pueden ver las diferentes sentimientos internos de cada uno. Era realmente feliz.

Después de Hieratis, la segunda persona que más ansiaba ver a Ørsted era Herón, quería
descubrir los trucos que se escondían detrás de aquella magnífica actuación. Pero tenía
que esperar, comprendía el dolor que aquel joven había padecido durante todo el viaje,
además no estaba claro que quisiera quedarse.
A primera hora de la mañana apareció el joven rubio acompañado de Hieratis.
- Quiero pedirte disculpas por el comportamiento que han tenido mis soldados contigo. No
puedo imaginar el dolor que has podido pasar todos estos días. Si no quieres permanecer
aquí lo entenderemos.
- Ørsted ha decidido quedarse - Dijo Hieratis visiblemente contenta. - Nos ayudará en todo
lo que le pidamos.
- No sé para qué queréis mis conocimientos, no creo que puedan servir para una defensa
militar, simplemente sé cómo funciona la naturaleza y ya está - Dijo Ørsted con un tono
bajo y monótono.
Herón no podía esperar, necesitaba saber el secreto:
- Perdona, llevo desde que vi tu espectáculo intentando desentrañar cómo hiciste aquello.
- Herón por favor, ¿crees que es eso lo que más importa ahora? - Le dijo Ada
- Está bien, está bien, lo siento. - Se disculpó Herón.
- Te lo explicaré, no es nada complicado.
- Bueno, manos a la obra - Dijo Hieratis - Ørsted, estarás todo el rato con Ekman y Lego
para ver dónde puedes aplicar tus conocimientos. El resto ya sabemos qué es lo que
tenemos que hacer, las tropas de Evasio parece que están a poco más de dos semanas.

Ørsted se quedó boquiabierto al ver de lo que era capaz de hacer Hieratis, como aquella
chica podía organizar todo un ejército de trabajadores. Su admiración crecía a medida que
la iba conociendo:
- Señor Ekman. - Dijo Ørsted.
- Llámame sólo Ekman por favor.
- Esta bien Ekman, necesito unos materiales un poco complicados de conseguir.
- ¿Crees que los podemos conseguir en la mina de Siren? - Preguntó Ekman.
- No, hay que ir a las minas del Ayto. Creo recordar que la gente de esa comarca no lo pone
fácil para entrar.
- Le preguntaremos a Isen, ella sabe dónde conseguir cualquier cosa. Vamos a verla.

Durante todo el camino en busca de Isen, Ekman no paró de disculparse, había entendido a
la perfección lo que era ponerse en lugar de la otra persona y aquel dolor lo había hecho
suyo.
- No te preocupes Ekman, he estado en situaciones mucho peores, así que, por favor, deja
de disculparte. - Sentenció Ørsted.
- Hola Isen, Ørsted necesita una serie de materiales que parece que igual no tienes.
- Dime Ørsted, ¿qué necesitas?
- Necesito magnetita, cobre y algo de hierro.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- No sé muy bien qué es eso, pero estoy segura que aquí no tenemos. Quizás en las minas
del Ayto tengan, pero no suelen conceder nada.
- Debemos intentarlo - Dijo Ekman.
- Se lo diré al Alcalde, a ver si podemos negociar con ellos, son gente muy extraña.

Para conseguir algo de las minas del Ayto no bastaba con presentarse ahí e intentar
negociar, eso lo hacía muy bien el Alcalde, necesitaban exponer por escrito para qué iban a
utilizar estos materiales, cuál era la finalidad. Para escribir, la mejor de todas era sin duda
Hieratis, que redactó una carta que conmovió a todo el mundo, a todos menos a los
trabajadores de las minas del Ayto, que jamás utilizaban los sentimientos para tomar
decisiones, razonaban objetivamente todo, por lo que la carta de Hieratis era insuficiente:
- ¿Pero cómo se atreven a decir que no son razones objetivas para poder coger el
material?, ¿qué se han creído estos sinvergüenzas? - Dijo malhumorada Hieratis. - Volveré a
escribir una carta que no podrán rechazar.
Y así fue, Hieratis volvió a escribir una carta en la exponía las necesidades por las que
necesitaban ciertos materiales de las minas del Ayto, nada sentimental, sólo hechos
objetivables para que aquellas personas grises y burócratas pudieran entender.
La carta, fea y gris, convenció a los trabajadores del Ayto y pudieron ir a extraer los
materiales que necesitaba Ørsted.
Ahora era el turno de Sofía, debía manipular los materiales para dejarlos como el joven
rubio le decía. El cobre era sencillo manipularlo, gracias a su maleabilidad no tenían ningún
problema en hacer unos finos discos de este metal. El problema venía de la magnetita,
mineral que había que trabajar con mucho cuidado para que no se rompiera.
Ørsted le pidió a Herón que le diseñara una especie de rueda que pudiera ser girada por
las piernas de una persona. Esta rueda estaría unida a otra donde había colocado un círculo
de cobre con un trozo de hierro y magnetita en medio. De ahí salían unos pequeños hilos
de cobre que había hecho con sumo cuidado Sofía.
- Necesito dos como esta - dijo Ørsted.
- Todavía no entiendo qué es lo que estás haciendo - Dijo impaciente Herón.
- Tranquilo, dentro de poco lo sabrás, de momento necesito esto.
- Está bien. - Dijo desilusionado Herón. Otro día sin saber el truco del joven, se lamentó

Al rato se dirigió al taller de Sofía:


- Hola Sofía, necesito que me hagas un material muy especial.
- Dime Ørsted, por cierto ¿qué tal los materiales que te he preparado?.
- Muy bien, ya casi los estamos utilizando. Estoy convencido de que funcionará. - Dijo
Ørsted - Ahora necesito que me hagas uno nuevo. Es muy sencillo, simplemente mezcla
esto - El joven le dio a Sofía un papel en el que se podía leer:
Cien partes de harina.
Cien partes de agua.
El jugo de dos limones.
Dos cucharadas de sal.
Una cucharada de aceite.
Calentar a fuego medio hasta que se endurezca.

Después de leerlo dijo Sofía: - ¿Te has pensado que soy una cocinera?
- No por supuesto que no. Pero lo necesito cuanto antes y mucho. Además, no se pueden
cometer errores en su elaboración, es uno de los materiales más importantes para lo que

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

estoy preparando. No creo que haya nadie mejor que tú para hacerlo - Dijo Ørsted, que en
ningún momento cambió ese tono monótono que le caracterizaba en su acento.
- Está bien, ¿cuánto necesitas?
- Muchos kilos, todo lo que puedas hacer. Los materiales son baratos y cuanto más
tengamos mejor. Cuando tengas algo hecho empezaré a utilizarlo y verás la importancia
del mismo.

Todo lo que se estaba haciendo por Ørsted requería tener mucha fe en él, nadie sabía
como funcionaba lo que estaban construyendo, pero sin duda esperaban con ansia lo que
saldría después de utilizar los materiales más complejos de conseguir (aquel mineral
llamado magnetita y el cobre) y los materiales más simples (harina, sal y agua).

Mientras tanto Herón creía haber recordado con todo lujo de detalles la catapulta que un
día le explicó Leonardo, el amigo de su tío. La construcción era mucho más sencilla que la
catapulta de poleas, utilizaba la fuerza de una madera doblada, mejor dicho dos. Pero
además, había incorporado el material que Sofía había descubierto, lo que le debería dar
mucha más fuerza al lanzamiento de las piedras. Ekman se quedó sorprendido ante la
simplicidad de aquella catapulta, sin duda tardarían mucho menos en construirlas, salvo
por aquel artilugio extraño que Herón llamaba trinquete, pero que era imprescindible para
que funcionara la catapulta.

El escorpión, aquella ballesta gigante que diseñó Lego, estaba terminado, se podrían
construir algunos más, no había problema, pero ¿quién iba a saber utilizarlo?, ¿quién en ese
poblado sabía utilizar cualquier arma? Los diez soldados de Ekman se afanaban en
entrenar a los voluntarios y voluntarias de Siren que quisieran aprender a luchar, que por
cierto no eran muchos. Sin embargo, las noticias habían corrido como la pólvora al rededor
de toda la tierra del Gal y vinieron voluntarios desde todos los rincones, sabedores de que
si Siren caía ante las tropas de Augsar, ellos podrían ser los siguientes. Así se consiguieron
fabricar treinta escorpiones, para lo que se necesitaban sesenta personas, dos por cada
escorpión.

Una vez fabricados los treinta escorpiones empezaron con el trebuchet y con la catapulta
de Herón. Ekman respiró, se tranquilizó al saber que iban a tener todas las armas
preparadas para cuando llegaran las tropas de su padre, pero seguía con la duda de si sería
suficiente para vencer aquella batalla. Cabía la esperanza de que el invento de Ørsted les
diera cierta ventaja, pero, aunque no se lo decía a nadie, no tenía mucha fe en lo que aquel
joven estaba preparando.

- Hieratis - Dijo Ørsted.


- Dime.
- Puedo hablar contigo, será sólo un momento.
- Por supuesto, ¿qué sucede?
- Quiero que convoques a la gente esta noche aquí mismo, al aire libre.
- Está bien, nos juntaremos después de la reunión que solemos hacer por la tarde.
¿necesitas algo más? - Pregunto Hieratis.
- Sí, llevo preguntándome durante mucho tiempo una cosa. - Dijo intrigante Ørsted.
Hieratis permaneció en silencio. - ¿por qué?
- Lo siento pero no entiendo lo que me estás diciendo.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- ¿Por qué me miraste al salir de la taberna aquella noche?, ¿por qué te sentaste a hablar
conmigo?, ¿por qué me dirigiste la palabra?
- No lo sé. Sentí que debía hacerlo.
- Desde entonces no he parado de pensar en ti y en esa mirada. ¿qué sentías entonces?
- Vi tu dolor en la cara y sólo quería ayudarte, pero al acercarme vi algo más, algo que me
atrajo de ti que todavía no he descubierto. - Dijo sincera Hieratis.
- Yo no sé lo que siento por ti. Jamás me han dejado sentir nada por nadie y aquel día me
sentí apreciado. Creo que estaré atado a ti para siempre.
Hubo un prolongado silencio, que hubiera durado eternamente sino hubiera entrado Ada
en la habitación en la que se encontraban.
- Chicos, van a hacer pruebas con las catapultas, tenéis que verlo.

La catapulta que más lejos lanzaba era sin duda la de Herón, pero tardaba mucho en
recargar, se requería mucha fuerza. El trebuchet era el más sencillo de utilizar y de
construir, pero no lanzaba muy lejos. La sorpresa llegó con el “escorpión”, este invento del
pequeño Lego era capaz de atravesar cinco sacos de harina. El espectáculo era casi una
fiesta, después de semanas de trabajo parecía que ya tenían sus recompensa, Hieratis
decidió dar el resto de la tarde libre, algo que aprovecharon Ada y Herón para pasear y
hablar, llevaban días sin hacerlo. Isen y Ekman hicieron lo propio, Sofía no dejó de trabajar,
aún no había terminado todo lo que tenía que cocinar para Ørsted. Este tuvo que preparar
el espectáculo que iba a dar por la noche, y Hieratis le acompañaba en silencio. Fryart pasó
la tarde en la taberna con sus amigos, hacía ya demasiados días que no los veía.

- Ya está preparado. Necesito a los soldados más preparados físicamente de Ekman.


- Hoy no va a haber reunión, pero les he dicho que vengan después de la cena - Dijo
Hieratis. - Tenemos que terminar la conversación de antes. No podemos seguir callados
durante todo el tiempo.
- Tienes razón, pero creo que te toca a ti hablar.
- También me siento atada a ti, no sé muy bien por qué, ni tampoco quiero saberlo. Soy
feliz a tu lado. No me importa tu pasado ni lo que has hecho.
- Creo que lo que sientes por mí es compasión, pena por todo lo que he pasado y sufrido.
- No - Gritó Hieratis - Eso no es cierto, sé lo que siento y no es nada de eso.
- Pues aquella mirada en la taberna me decía eso.
- Pues te equivocas, te quiero, y no por pena.
Volvió a haber otro silencio, pero esta vez no lo interrumpió nadie.

Se fueron a cenar y volvieron a la fortaleza sin mediar ni una sola palabra. Al llegar estaban
todos esperando con ansia por ver el espectáculo de Ørsted, todos menos Ada, que
recordaba el miedo que pasó la última vez que vio a aquel joven en la feria de Siren.
- Dos personas harán girar con sus piernas las ruedas que he preparado en estos dos
extremos. - Empezó explicando Ørsted. - Veréis, cuando se hace girar ese disco de metal
alrededor de la magnetita y se sacan de él dos finos hilos de cobre, si el final de estos hilos
están a una distancia determinada se pueden crear relámpagos. Pero para que estos
relámpagos sean grandes, necesitamos tener muchas herramientas como esta y ponerlas
unas detrás de otras.
Los soldados comenzaron a hacer girar con dificultad aquellas ruedas. Poco a poco
lograron darles velocidad y al cabo de unos segundos se empezaron a ver los primeros
relámpagos.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- Si logramos que debajo de este relámpago haya agua, en el momento en el que los
soldados del ejército contrario toquen el rayo y el agua caerán desplomados como si un
rayo de verdad les estuviera alcanzando.
Nadie podía creer lo que estaban viendo, sólo Ada y Herón habían visto este espectáculo.
- Pero tú te colocaste en medio del rayo en el espectáculo. - Intervino Herón.
- Llevaba un traje especial que me aislaba del rayo, además, casi no tenía potencia.
Seguramente no sucedería nada aunque no hubiera llevado el traje. Es por eso que
necesitaremos muchos más de estos y gente que los mueva.

Una vez lograron cerrar la boca los asistentes a tal experiencia, Hieratis se comprometió a
conseguir mucho más material en las minas del Ayto y Sofía no puso ningún impedimento
en trabajar día y noche en confeccionar todo lo que le pidiera, sin embargo le surgió una
duda:
- Tengo una pregunta, ¿para qué me has hecho hacer kilos y kilos de esa masa blanquecina?
- Veréis, estoy convencido que esa masa a la que se refiere Sofía, puede transmitir los
rayos sin que se vean. De esta forma, otro tipo de ruedas podría generar rayos que pasaran
a través de esta masa, esto unido a la cantidad de metal que llevan los soldados hará que
el rayo entre dentro del cuerpo. Aunque esto aun lo tengo que perfeccionar.
- Esto es increíble Ørsted. - Le dijo Hieratis acercándose a él - ¿De dónde sacas todas estas
ideas?
- Simplemente soy capaz de saber que es lo que pasa a mi alrededor, sé que es lo que hace
todo lo que hay en la naturaleza, es como si me hablara ella misma, lo intuyo. Algo me dice
que la sal y el limón son capaces de transportar el rayo, y que la harina puede llegar a
aglutinar estos materiales. Simplemente lo sé, no me preguntes cómo.
Hieratis le acarició la cara y Ørsted hizo lo propio. Hasta entonces, aquello que hacía con
los rayos todo el mundo lo había visto como algo procedente del maligno, sin embargo,
Hieratis lo admiraba. Delante de ella dejaba de ser un monstruo y pasaba a ser una
persona normal, algo más, lo que hacía era un don más que una maldición. Se sentía seguro
con ella. Jamás se había dejado llevar por ningún impulso, le habían enseñado que los
impulsos y la pasión eran el preludio de una vida insana; pero no pudo evitarlo, el impulso
de besar a Hieratis era mayor que la educación que había recibido. Delicadamente cogió la
cara de Hieratis con las dos manos y acercó sus labios. Hieratis cerró los ojos y se dejó
llevar. No importaba cuánta gente tuvieran a su alrededor, sus caras de sorpresa, los
comentarios,... nada podía interrumpir aquel momento mágico.

Después de que todos hubieran comentado aquello, todos menos Lego, que no
comprendía nada de lo que estaba pasando, se fueron marchando a sus casas
emocionados no sólo por lo que había ocurrido entre Hieratis y Ørsted, sino por el invento
que este les había presentado. Herón aún tenía que comprender mejor cómo funcionaba,
pero por ahora estaba satisfecho.

Los mensajes entre Ekman y su padre se sucedían y cada vez eran más amenazantes. Se
habían olvidado de su parentesco y únicamente les movía el afán de la lucha, algo que
ninguno de los pequeños genios que había Siren lograban comprender.

Casi toda la maquinaria estaba preparada. Hieratis, aconsejado por Ekman, había
empezado la recogida de alimentos no perecederos para poder soportar varias semanas
de asedio. Los habitantes de Siren empezaron a trasladarse al interior de la fortaleza o a

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

casas de familiares en poblados cercanos. Casi todo estaba preparado para la batalla,
faltaba que aquellos chavales y chavalas que habían estado más de un mes trabajando del
alba al ocaso, se concienciaran de que lo que venía iba a ser un baño de sangre y muerte,
algo que ni siquiera la memoria colectiva de la tradición oral recordaba, hacía tiempo que
los trovadores no cantaban a las batallas ni a la muerte, nadie de los que ahí estaban
podían atisbar lo que se les venía encima, ni siquiera los soldados de Ekman habían
entrado en guerra nunca. Todo iba a ser nuevo para ellos.

Pero también en el otro lado sentían este miedo, salvo Ophidia, que permanecía al lado del
Rey para aconsejarle y animarle en todo momento, para que no reblara en su plan de
conquistar Siren, a pesar de que era su hijo el que permanecía en aquel poblado.

El choque era inminente. Las tropas del reino de Augsar estaban preparando el
campamento a menos de media jornada de Siren. La información llegó rápidamente a Siren
y se trasladó entre sus habitantes como la pólvora.

Los nervios estaban a flor de piel pero Ekman mantenía la templanza, como un buen
capitán. Sabía lo que tenía que hacer, cogió su caballo y, acompañado de uno de sus
soldados más leal, salió de la fortaleza en dirección al campamento que había montado el
enemigo. A medio camino se detuvo y esperó durante un largo tiempo. En el horizonte
pareció dibujarse dos siluetas a caballo. Sabía que uno sería su padre, y a pesar de ser su
enemigo, también era su padre y tenía ganas de verle.
- Ekman, por favor, vuelve con nosotros, serás el rey de Augsar dentro de poco. Pero tienes
que obedecerme.
- Padre, no entiendo qué es lo que estás haciendo, estás rompiendo el pacto del Ayto. Esta
pobre gente no te ha hecho nada y compartía con nosotros todos sus conocimientos. ¿Por
qué invadirlos? - Dijo desesperadamente Ekman.
- Es por la supervivencia de nuestro reino - Dijo Ophidia.
- ¡Cállate víbora! - Gritó Ekman sacando su espada - O te cortaré la cabeza lentamente.
- Ekman, Ophidia tiene razón. No nos queda otra salida. Te lo pido por última vez, únete a
nosotros.
- Padre, esta mujer te ha envenenado. La gente de Siren me ha enseñado cosas que jamás
hubiera pensado del ser humano. El perdón, el amor, la sencillez,...
- Ahora soy yo el que no te conoce hijo, ¿qué te han hecho aquí? ¿por qué hice que vinieras?
- Dijo entristecido Evasio.
- Veo que no hay forma de hacerte cambiar de opinión. Aún albergaba esta esperanza. -
Dijo Ekman - Entonces, sólo nos queda una salida. - Se quedaron mirando a los ojos
durante un tiempo, sabiendo que es lo que pensaba uno y el otro
- Que así sea. - Sentenció Evasio y se dieron la vuelta para regresar al campamento.
Mientras se iban, Ekman podía oír la voz de aquella odiosa mujer:
- No es culpa suya mi señor, su hijo no estaba preparado para este viaje y no había forma
de saberlo.
- Juro que la mataré - Masculló Ekman.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

6 - LA BATALLA DESIGUAL
Las torres de asedio de Evasio ya se podían vislumbrar desde el adarve de la fortaleza.
Estaba a punto de hacerse de noche, Evasio quería utilizar la noche como una ventaja, lo
que no sabía es que aquello favorecía el arma defensiva que había preparado Ørsted.

Prepararon las catapultas de Herón, sabían perfectamente hasta dónde llegaba y era el
momento para destrozar alguna de las inmensas torres de asedio de Augsar. El primer
lanzamiento se quedó corto, lo que provocó las risas de los soldados de Augsar. El
segundo hizo acallar las risas, dio de lleno en la mitad de una torre, dejando casi inservible
aquel mostrenco, reduciéndolo a un montón de amasijo de madera totalmente inservible.
Los vítores de alegría que se produjeron en el interior de la fortaleza llegaron a oídos de
Evasio:
- ¿Con qué tiran tan lejos? - Dijo irritado Evasio - No hay catapulta capaz de llegar tan lejos.
- Mi señor, creo que debería correr más para poder evitar que estas catapultas sigan
destrozando nuestras torres. - En aquel momento hacía impacto una piedra en una
catapulta de poleas.
- Tiene razón, de la orden inmediatamente- Casi antes de que terminara la frase, el general
ya estaba gritando que avanzaran a toda prisa hacia la fortaleza, parecía la única manera
de salir del alcance de tiro de aquel instrumento.

Gracias al trinquete que había colocado Herón, la catapulta que había ideado podía
alcanzar diferentes distancias, y a medida que se iban acercando las catapultas iban
lanzando una detrás de otra las piedras que se habían extraído de la mina de Siren.
Entonces llegaron a la distancia de tiro las catapultas de poleas de Augsar y comenzaron a
lanzar sus temidas piedras. Era la primera vez que una piedra iba a impactar en el muro de
la fortaleza y la gente de Evasio no supo como reaccionar cuando vio que aquella piedra
rebotó en la parte baja del muro, Sofía estaba convencida de que resistiría, los daños
ocasionados eran prácticamente imperceptibles y esto alentó aún más a Ekman, que no
paró de dar órdenes ni un instante.

- Adelante los trebuchet, preparaos los del escorpión en el adarve - Gritaba Ekman.

Los destrozos en las fuerzas de Evasio habían sido enormes, pero la cantidad de torres y
catapultas superaba con creces las que tenían en Siren.

- ¡Lanzad! - Gritaban los generales de Evasio. A medida que avanzaban las catapultas
apuntaban más arriba en la fortaleza, donde los materiales iban siendo más livianos. Así
que Evasio se centró en destruir la parte superior de la fortaleza, eso les ayudaría para
colocar las torres de asedio y poder invadir la fortaleza a través de ella.
- ¡Ahora! - Gritó Ekman a los escorpiones. La eficacia de este arma era enorme. En vez de
lanzar flechas contra los soldados, habían pensado en lanzarlas impregnadas de azúcar
destilado (producto diseñado por Sofía). Estas flechas además llevaban unas pequeñas
bolsas hechas con vejigas de animales que habían sacrificado para alimentarse durante
largo tiempo. En esas pequeñas bolsas también había azúcar destilado con un poco de
clara de huevo y harina (estos dos productos habían sido idea de Ørsted). El azúcar
destilado ardía con gran facilidad y el huevo y la harina ejercía de apelmazante, así
facilitaba que producto inflamable se pegara ahí donde impactaba. Al lanzar la flecha

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

ardiendo e impactar en cualquier superficie de madera, se rompía la vejiga que contenía la


mezcla, y esta se esparcía y se prendía fuego, pegándose además a la madera, con lo que
su extinción con agua se hacía difícil.

Esto volvió a mermar las fuerzas de Evasio, pero el avance no se detenía. A pesar de haber
perdido casi la mitad de sus armas de asedio, las fuerzas seguían equilibradas, y la
fortaleza empezaba a sufrir grandes destrozos en la parte de arriba. En Siren no eran los
únicos que sabían hacer ese tipo de fuego y parte de las torres de la fortaleza estaba en
llamas. La forma de acabar con este fuego había sido una de las preocupaciones de Ekman
días atrás, y Ørsted le comentó que el fuego sólo puede producirse si hay aire respirable,
en caso contrario el fuego se va apagando, como ocurre en las bodegas en época de
fermentación. Así, entre Sofía y Ørsted crearon una especie de tela que colgaba del tejado
de cada una de las torres. Esta tela tenía que permanecer constantemente húmeda, y en
principio permanecería recogida. Si el fuego llegaba a hacer impacto en la misma, se
dejaría caer de la torre, evitando que entrara más aire del que permite seguir el fuego. De
esta forma, gracias al agua y a la tela, que estaba protegida con un material que le costaba
mucho encenderse, podían salvar la torre que ahora estaba ardiendo.
- Soltad la tela - Gritó Ekman. - Más agua en la torres.
Para llevar el agua a la parte alta de las torres, Herón recordó algo que había visto en
Helen, la tierra de la que procedía, un invento para llevar agua a zonas altas. Consistía en
un tornillo sin fin sobre un canal de base semicircular. Al hacer girar este tornillo el agua
iba ascendiendo progresivamente, y la fuerza que había que hacer no era mucha, con una
única persona se podía hacer.
El fuego de la primera torre ya estaba extinguido, había sido un éxito: - Recoged la tela. El
agua, más fuerte en la otra torre.

Los soldados de Evasio avanzaban rápidamente. Las armas de asedio habían sufrido
muchos daños, pero las bajas personales eran muy pequeñas, así que dieron la orden de
avanzar a pie todo lo rápido que se pudiera. Al poco ya estaban a la altura de la primera
arma de Ørsted. Veinte personas empezaron a hacer funcionar con sus piernas aquel
artilugio, a la orden de uno de los soldados de Ekman. Otras veinte estaban esperando al
cansancio de los primeros para sustituirlos progresivamente, nunca a la vez, había
advertido Ørsted. Un rayo horizontal de 10 metros iluminó aquella oscura noche a la vez
que pulverizó a dos soldados de Augsar. La rapidez con la que corrían al principio, se había
disipado, se paralizaron ante aquel rayo. Ørsted mandó parar, para que pensaran que era
algo fortuito y así volvieran a pasar. Así fue, una vez hubieron pasado, volvieron a hacer
girar aquel artilugio y se volvió a producir un rayo que esta vez únicamente dio a un
soldado. La ventaja de este arma no era la mortalidad que ofrecía, ni siquiera las heridas
que pudiera producir, la efectividad de este arma provenía de algo mucho más poderoso,
el miedo. Infundía un miedo atroz en los soldados, creían que sus enemigos eran capaces
de controlar los rayos, y eso les hizo retroceder rápidamente. Entonces Ørsted giró una
palanca y le pidió al soldado de Ekman que infundiera todas las fuerzas posibles a los que
hacían mover las ruedas. Los soldados de Augsar se encontraban encima de la masa que
había creado Sofía y al cambiar la palanca de posición, ocurrió algo inesperado. Todos los
soldados que estaban en aquella masa viscosa se quedaron paralizados, y lo mismo ocurría
con todos aquellos que iban a ayudarles. Los que habían logrado salvarse no entendían
nada, estaban asustados al ver que más de uno de los que permanecían ahí, de pie y
quietos, llegaba incluso a mearse encima. Entonces Ørsted vio que podía mejorar aquello,
¿por qué usar harina?, ¿para qué una masa?, lo soldados se meterían en el agua sin ningún

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

problema, en el campo de batalla daba igual si era agua, barro o lo que fuera, así que para
la próxima podría crear un pequeño canal lleno de agua limón y mucha sal. Aunque lo que
estaba a punto de suceder le cambio sobre la efectividad de su invento.

A pesar de los gritos de sus generales, los soldados de Augsar salieron corriendo en
dirección al campamento. En ese momento, los generales vieron una imagen
estremecedora. Todos los soldados que se habían quedado paralizados cayeron
desplomados en el suelo a la vez. Ørsted les había dicho a los que movían las ruedas que
pararan, el rayo interno que pasaba por dentro de la masa dejó de meterse dentro los
cuerpos de los soldados de Augsar.

Ekman vio como las tropas de su padre se retiraban. Mandó parar cualquier tipo de ataque
al enemigo, no debía ensañarse con aquel que se retira. Lo que quedaba de noche harían
guardias, pero estaba seguro que su padre no volvería a atacar.

Al día siguiente mandó un mensajero al campamento de su padre. Quería volver a


encontrarse con él, esta vez sin Ophidia. Ekman fue muy explícito en esto, no quería volver
a ver aquella mujer, sino no sabía si podría evitar matarla.
- Veo que te enseñé bien. - Dijo Evasio dirigiéndose a su hijo.
- Padre, debe retirarse, ya ha visto de lo que somos capaces.
- El truco del rayo, de verdad me lo tienes que enseñar - Dijo entre una risa histérica Evasio.
- Por favor padre, escuche lo que le tengo que decir.
- Te enseñé en su día que no debes hacer leña del árbol caído, guarde un poco de respeto
ante tu enemigo. Por mucho que hayas ganado una batalla no quiere decir que vayas a
ganar la guerra. - Dijo contundente Evasio
- Padre, no quiero faltarle al respeto, ni mucho menos. - Entonces Ekman se puso serio - Ha
visto lo que somos capaces de hacer.
- Desde luego, no estoy ciego.
- Pues eso no es nada, hasta ahora nuestras armas se han centrado en destruir las suyas y
proteger nuestra fortaleza.
Evasio le interrumpió: - Nuestra, ¿desde cuándo eres de Siren?, tú eres hijo de Augsar,
descendiente de Evasio, sucesor a la corona. ¿Reniegas a ese cargo?
- Padre, estamos en mitad de una batalla, ¿qué tiene que ver eso ahora? - Evasio sabía que
su hijo tenía razón, no eran temas para sacar en el campo de batalla, pero la ira, la tristeza
y los nervios le estaban jugando una mala pasada - Imagínese lo que podemos hacerles a
sus soldados. De momento sus bajas han sido insignificantes porque nosotros hemos
querido, pero las armas que guardamos no tendrán compasión con ellos.
- Soy tu padre, no puedes engañarme.
- Y no lo estoy haciendo - Aquella mentira la había ensayado infinidad de veces con Isen y
delante de un espejo, sabía que el farol tenía que colar.
- La verdad es que es sorprendente lo que sois capaces de hacer. Sobre todo el miedo que
habéis infundido a mis soldados, eso mermará sus fuerzas y las ganas de lucha.
- Padre, aun estamos a tiempo de parar esto. No es necesario seguir con esta locura. Ha
abierto la Caja de Pandora, pero no es tarde para volverla a cerrar, que la paz de Ayto
vuelva es cosa suya. - Ekman volvió otra vez al tono convincente y emotivo que solía
utilizar con su padre.
- ¿Qué propones? - Dijo Evasio derrotado.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- Retira las tropas ya, vuelve a casa y firma un pacto con el Alcalde de la comarca que
jamás, ni tú ni tus descendientes volveréis a atacar las tierras de Siren, ni ninguna otra
tierra conocida
- ¿qué esperan a cambio de esto?
- Nada, simplemente que os retiréis y que firméis el acuerdo.
- Nada más, ¿pero con qué clase de gente estás que no saben aprovechar una victoria como
esta? - Evasio, más que reprochar a su hijo estaba intrigado por conocer a los habitantes de
aquella tierra.
- No se puede usted imaginar la clase de gente que son. Le aseguro que se han
aprovechado más que nadie de este conflicto, pero mucho antes de la batalla. Aunque
tengo que decir que el que ha salido ganando he sido yo.
- Déjame que lo consulte con mis generales y consejeros. Esta noche recibirás noticias.
- Padre, acepte un consejo - Evasio parecía querer escuchar aquel mensaje. - No hable con
Ophidia, no es una buena mujer.
- Gracias hijo, gracias.

Ekman regresó a la fortaleza convencido de que su padre iba a deponer las armas, pero
aún con todo pidió que no se bajar la guardia, que Sofía siguiera haciendo más líquido de
ese inflamable, que se mantuvieran las telas de las torres húmedas, los escorpiones se
quedaran en los adarves y las catapultas preparadas para el disparo.

Cuando el sol se estaba poniendo por la parte trasera de la fortaleza un mensajero del Rey
apareció con una bandera blanca. Portaba un papel que debía entregar al príncipe de
Augsar:
- Mi señor, esta carta es para usted. - Dijo el heraldo.
Ekman la leyó con detenimiento. En ella, Evasio le decía que accedería a retirarse siempre
y cuando Ekman volviera con él a Augsar y tomara posesión del trono. Sin lugar a dudas, el
príncipe había superado al rey debía producirse el relevo sin más dilación.
En la cara de Ekman se veía reflejada una felicidad un tanto fingida que sólo Isen pudo
vislumbrar: - Han aceptado el acuerdo. ¡Se retiran! - Gritó Ekman, a lo que le siguió un
conjunto de vítores enorme.

En las siguientes horas la fiesta era desenfrenada, por mucho que Ekman se esforzó en
advertir que podía ser una trampa, los habitantes de Siren no pudieron evitar celebrarlo
por todo lo alto. Habían estado expuesto a demasiada tensión durante demasiado tiempo,
se habían ganado aquel día de desenfreno.
- Ekman, ¿me vas a contar que pasa? - Preguntó Isen.
- Está claro que a ti no te puedo engañar.
- Está claro que no - Confirmó Isen.
- Mi padre accede a la rendición si vuelvo a casa con él y me convierto en el Rey de Augsar.
- Pero eso está bien. Por fin puedes regresar a casa.
- Regresar a casa y ser Rey significa perder todo lo que tengo aquí, la libertad que he
aprendido a tener en esta tierra. - Dijo con los ojos humedecidos. - Te perdería a ti Isen.
- Serás el Rey, puedes hacer lo que quieras una vez seas rey, ¿no te parece poca libertad?
- Sabes que eso no es así, que me obligarán a casarme con quién me digan, estaré
supeditado a los nobles y mis consejeros. Deberé imponer mi mano dura ante los
campesinos para que no piensen que soy un Rey blando y eso puede llevar a la muerte de
alguno de ellos.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- Ekman, tu regreso estaba claro. La tierra de Augsar está deseando que vuelvas y te
conviertas en Rey, un rey que vele por los intereses de todos, que reparta un poco más la
riqueza,... y sobre todo, que se aleje de gente tan odiosa como Ophidia.
- ¿y qué pasa contigo Isen?, ¿vendrías conmigo?, ¿te casarías conmigo?
- Deja que las cosas sucedan poco a poco Ekman, no tengas prisa porque los
acontecimientos vayan más deprisa.

Ekman e Isen se unieron a la fiesta y disfrutaron toda la noche. Fryart había conseguido
traer un grupo de músicos que amenizaron hasta el alba, momento en el que Ekman
ordenó a sus soldados montar en los caballos y salir hacia Augsar en compañía de su padre.
Los soldados de Augsar ya estaban de camino y al ver pasar a Ekman se arrodillaban ante
él. Ekman no podía soportar aquello, ¿por qué un soldado debe arrodillarse ante él?, lo
único que había hecho en su vida era ser el hijo de un rey, no le parecía justo, todo eso
debería cambiar y pensaba hacerlo nada más llegar a Augsar y proclamarse el nuevo Rey.

Llegó a la altura de su padre: - Padre, hace un buen día para cabalgar.


- Así es hijo.
- Sólo quiero pedirle una cosa más.
- Dime.
- Esa consejera que tienes... - Evasio no dejó terminar a su hijo.
- No te preocupes por ella, esta mañana había desaparecido. Creo que se olía lo que se
avecinaba en Augsar y ha preferido huir.
- Me alegro.
- Yo también hijo, yo también. - Dijo Evasio visiblemente cansado

Nadie pudo despedirse de Ekman, sólo Isen sabía lo que había sucedido y decidió no contar
el sacrificio que había hecho para traer la paz.

Ahora mismo, Siren era la ciudad mejor preparada de toda la tierra conocida contra
cualquier ataque enemigo, pero esperaban que nadie necesitar hacer uso de ello.

Al cabo de unos días Herón volvió a revisar toda la maquinaria que había en aquella
fortaleza. Echaría de menos todo aquel trabajo, pero más añoraba la tierra de Helen.
- Ada, mi tío Juanelo y yo nos tenemos que marchar. Partiremos en unos días. Puedes
venirte con nosotros si quieres. Más bien, me encantaría que vinieras
- Por supuesto - Gritó Ada - ¿Qué pasará con Lego?
- Imagino que regresará con su padre a la costa. Parece que Cornet ha terminado el diseño
de una catedral preciosa y le han llamado para construirla en una gran ciudad. Sin duda
estará entretenido en esculpir esa ciudad - Sonrió Herón - Echaré mucho de menos a ese
renacuajo.
- Mira por ahí viene. - Le dijo Ada - Os dejo para que habléis.
- Lego, en pocos días me marcho con mi tío y con Ada.
- ¿Con Ada también? y eso ¿es familiar tuya? - Herón no pudo sino sonreír, todavía no
entendía la relación que había entre ellos dos.
- No Lego, no. Ya lo entenderás más adelante. Ahora quiero que hagas una cosa por mí.
- Dime Herón, lo que tu me pidas.
- No olvides estas palabras, se las dije a un minero una vez: “La tontería se pone delante
para ser vista, la inteligencia detrás para observar”

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- Qué significan. - Preguntó Lego.


- Tú recuérdalas, algún día las utilizarás.

El Alcalde observaba como aquellos geniecillos se despedían unos de otros, como si


hubieran estado en una acampada. ¿serían conscientes de que no sólo habían salvado a
Siren sino probablemente a toda la tierra conocida? Seguramente no, y aquella inocencia
es lo que les hacía especiales. Se dijo para sí que debería aprender de ellos, no le vendría
mal a un Alcalde luchar contra la propia soberbia y un creciente ego.
- Señor Alcalde.
- Dime Sofía.
- Me voy a las minas del Ayto, los materiales que hay ahí son excepcionales y con un poco
de suerte me dejarán hacer pruebas con ellos.
- Una pena que decidas irte. Aquí te hubiéramos dado todo lo que necesitaras - Dijo
sinceramente el Alcalde.
- No lo dudo. Es usted muy amable. - Dijo Sofía - ¿Podría hacerme un favor?
- Por supuesto, dígame.
- Despídeme de todos, no me gustan mucho las despedidas.
- No te preocupes Sofía, lo haré.
- Por cierto, tengo un regalo para usted - El Alcalde se quedó sorprendido mientras Sofía
sacaba de su mochila dos tiras largas de algo que parecía ser tela - Verá, esto se coloca así
y así y se ata a los pantalones. Me he dado cuenta que usted pierde mucho tiempo en
subirse los pantalones y que no le gusta llevar una cuerda para sujetarlo. Pues bien, si se
coloca esto y se lo ata a la parte superior no se le volverán a caer. Así, ya está - Concluyó
Sofía. Le dio un beso en la mejilla al Alcalde y se marchó.

“Que chica tan rara, pero como me gusta esto que me ha regalado”, se dijo para así el
Alcalde.

- Isen, ¿Cuándo partes para Augsar? - Le preguntó el Alcalde.


- Esperemos que las cosas se calmen. No quiero ser ningún impedimento.
- Tendré que encontrar a alguien que dirija la mina, y eso no va a ser nada fácil.
- Fryart es un buen chaval, además seguro que se entiende muy bien con ellos.
- ¿Qué van a hacer Hieratis y Ørsted?
- Creo que quieren marchar una temporada a la costa.
- Pero Hieratis es muy joven - Intervino el Alcalde.
- Me parece a mí que no es una cuestión de edad. Ellos dos son más maduros que la
mayoría de la gente que conozco de Siren.
- En eso tienes razón. - Dijo el Alcalde - Estoy pensando que al menos te podrías quedar a
que pasen las tormentas que vaticinan los oráculos.
- No se preocupe señor Alcalde - Dijo Isen sonriendo - No estará solo para entonces.
- A no, y ¿quién estará aquí si parece que todos os vais?
- Tiene a sus oráculos - Rió Isen.
- No me tomes el pelo Isen, han sido unos días muy duros.

Antes de marchar Ada junto a Herón y Juanelo, se fundió en un abrazo con Hieratis. Ada le
regaló la mascota autómata que había hecho con el tío de Herón:
- Muchas gracias Ada. ¿crees que nos volveremos a ver?
- No lo sé Hieratis, no lo sé. Aunque está claro que me gustaría

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

No pudieron evitar llorar y se volvieron a abrazar, sabiendo que probablemente no


volverían a verse.

Habían pasado los días y casi todos habían marchado. Todas las instrucciones de
funcionamiento de mecanismos habían quedado claras. Ahora ya nadie corría de un lado
para otro, Hieratis no estaba para dar órdenes y organizar; a Herón ya no se le escuchaba
quejarse de sí mismo y no se veía a Lego pegado a él; ya no aparecía Ørsted de repente, en
silencio asustando a todo el mundo; Ada, consolando a Herón e interpretando lo que
Ekman quería decir; Ekman, descubriéndose a si mismo; Fryart, dando alegría a aquella
persona que lo necesitara; la enigmática Sofía sorprendiendo a todos con sus nuevos
materiales. Todos se habían ido, cada uno por su lado, sin embargo los sentía ahí, en los
inventos que habían dejado en la fortaleza. Desde luego ni él ni Siren les olvidarían jamás.
Había decidido, que aquella estatua de un hombre desnudo de seis toneladas de peso que
permanecía en medio de la plaza de Siren, estuviera dedicada a estos ocho genios.

- Fryart - Dijo el Alcalde gritando.


- Dígame señor Alcalde.
- Lo primero que harás como nuevo capataz de la mina será hacer una placa para la estatua
de la plaza de Siren.
- Como usted diga señor Alcalde.
- Y deja de decirme señor, no eres mi sirviente.
- Está bien Alcalde - Sonrió Fryart.

- Estaba claro que Evasio era un débil, un rey débil, como su hijo. Les vendrá de familia
seguramente. No teníamos que haber contado con él.
- La que nos ha fallado ha sido Ophidia.
Las voces se sucedían una detrás de otra, como si ella no estuviera ahí. Sólo podía oírla, no
veía a nadie ni nada. De repente se dirigieron a ella
- Ophidia, nos has fallado a todos. El plan estaba perfectamente tramado. Tu falta de
visión y de convicción ante Evasio ha sido el problema.
- Lo siento mucho mi señor. - La voz de Ophidia retumbaba en la cueva grande y oscura en
la que se encontraba - No volverá a ocurrir, se lo juro.

Sabía que su vida corría peligro, pero no era por su vida por lo que temía, temía el dolor
que le podían llegar a producir y eso se notaba en su voz temblorosa y apagada. Aquellos
hombres le infundían un terror tremendo.
- De momento Ophidia te quedarás aquí, en la cueva y nos servirás a nosotros como
redención al fallo que has cometido - Dijo uno de los interlocutores. Ophidia no podía ver
cuantos eran, ni siquiera podía ver sus siluetas, si eran altos o bajos.
- Desde luego mi Señor.
- En Siren hay algo que nos pertenece desde hace generaciones. No podemos permitir que
estén en manos de ellos. Debe volver a las tierras oscuras del norte. - Esta voz sonó vieja,
ronca, como si fueran truenos de una tormenta cada vez que pronunciaba una palabra.

La cueva se hacía más y más grande y oscura para Ophidia y las voces mucho más graves y
desgarradoras. Por mucho que forzara la vista no conseguía ver absolutamente nada. De
repente se encendió una antorcha a su derecha, justo en la dirección contraria de donde
venían las voces.

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En la tierra de Siren Lorenzo Meler Ferraz

- Ve con él - Le dijo una de ellas.


- Volveremos a requerir tus servicios muy pronto.

Ophidia se levantó y aunque mirar la luz de la tea ardiendo le producía un pequeño dolor
en los ojos, no quería perder de vista aquella antorcha, no imaginaba que la oscuridad
absoluta le diera tanto miedo. Sin embargo, todavía no había experimentado el miedo de
verdad, lo peor estaba por llegar. Su voz se convirtió en un grito agudo que nadie oiría
jamás...

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