Cuatro Cuentos

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UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR ÉTICA CFI

Todas las facultades Guillermo E. Téllez Ibarra

INTRODUCCIÓN A LOS VALORES ADULTOS

La niña perfecta
Cuentos originales Autor: Eva María Rodríguez

Adelaida era la niña perfecta. Adelaida era guapa, inteligente, sacaba buenas notas, se le
daban bien los deportes, cantaba como los ángeles, tocaba el piano y el violín y vivía en
una hermosa casa con sus padres y su hermano en perfecta paz y armonía, sin que les
faltara de nada. Era una niña perfecta con la vida perfecta. Al menos eso creía Adelaida,
que no paraba de presumir de la maravillosa vida que tenía.

Sin embargo, Adelaida no era feliz. Ella presumía mucho pensando que así conseguiría
algo que echaba mucho de menos: tener amigos.

-Parece que esto de ir diciendo a los cuatro vientos lo maravillosa y perfecta que soy no
funciona muy bien -pensó un día Adelaida, mientras se acicalaba frente al espejo para ir a
clase-. Tendré que ser más discreta y seleccionar mejor con quién hablo. Invitaré a
merendar a todas mis compañeras, una a una. Puede que incluso invite a alguno de mis
compañeros también, cuando termine con las chicas. Seguro que cuando se corra la voz
todo el mundo estará deseando que llegue su turno.

Esa misma mañana invitó a merendar a su casa a Berta, su vecina de enfrente, que era
también compañera de clase. Pero Berta le puso una excusa para no quedar con ella.
Adelaida se lo propuso después de Martina, otra de sus compañeras. Pero
Martina tampoco tenía tiempo.

Adelaida probó a invitar esa tarde a merendar a cinco niñas más, pero ninguna aceptó la
invitación. Todas estaban muy ocupadas.

Al día siguiente, Adelaida siguió haciendo la ronda a ver si conseguía que alguna de sus
compañeras fueran a merendar con ella, pero tampoco hubo suerte.

-¿Cómo es posible que ninguna niña quiera ir a merendar con la chica más guay del
colegio? -se preguntaba Adelaida mientras recogía sus cosas para regresar a casa.

En ese momento se acercó hasta ella Matilda, la única niña de la clase a la que Adelaida no
había invitado a merendar.

-Hola, Adelaida -dijo Matilda.

-Ah, hola, eres tú -dijo Adelaida con un tono un poco despectivo.

-He visto que nadie puede quedar para merendar contigo -dijo Matilda-. Si quieres yo estoy
libre.

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-Bueno, si quieres -dijo Adelaida sin mucho entusiasmo-. Te espero a las seis, justo después
de mi clase de canto lírico.
-De acuerdo, allí estaré -dijo Matilda.
A la hora pactada Matilda llegó a casa de Adelaida, justo cuando el profesor de canto lírico
salía por la puerta.
-Hola Matilda, pasa. La cocinera nos ha preparado una merienda especial. Seguro que tú no
comes de esto en tu casa.
-¿Por qué dices eso? -preguntó Matilda.
-Bueno, todo el mundo sabe que tú eres, ya sabes, más… menos… es decir, que tu familia
no tiene….

-Mira, Adelaida, sé de sobra que no me habías invitado porque mi familia es muy humilde
y porque a una niña pija como tú no le pega una chica como yo. Tal vez yo no vista de
marca, ni mis padres tengan los coches más caros del mercado. Tal vez no tenga cinco
profesores que vengan a mi casa a enseñarme todas las artes del mundo ni una cocinera que
prepare los manjares más caros para una simple merienda.

-Eres una desagradecida -le espetó Adelaida.

-¿Sabes qué te digo? -dijo Matilda-. Que no me ofendes. Yo no tengo que mendigar
buscando a ver quién quiere merendar conmigo, porque entre mis padres y mis hermanos
tengo la casa siempre llena de gente, como con ellos todos los días y entre mi madre y mi
padre hacen maravillas en la cocina con las cosas más sencillas.

-Perdona, yo… -empezó a decir Adelaida.

-Mira, vamos a hacer una cosa -dijo Matilda-. Ven a mi casa a merendar. Seguro que algo
improvisa mi padre, que es el que está ahora en casa con mis hermanos pequeños.
Adelaida aceptó la invitación y pasó la mejor tarde de toda su vida. Cuando se fue pidió mil
disculpas a Matilda, que las aceptó sin rencores. Ese día empezó una gran amistad.

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El loro que pide…

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Ésta es la historia de un loro muy contradictorio. Desde hacía un buen número de años
vivía enjaulado, y su propietario era un anciano al que el animal hacía compañía. Cierto día,
el anciano invitó a un amigo a su casa a deleitar un sabroso té.

Los dos hombres pasaron al salón donde, cerca de la ventana y en su jaula, estaba el loro.
Se encontraban los dos hombres tomando el té, cuando el loro comenzó a gritar insistente y
vehementemente:–¡Libertad, libertad, libertad!

No cesaba de pedir libertad. Durante todo el tiempo en que estuvo el invitado en la casa, el
animal no dejó de reclamar libertad. Hasta tal punto era desgarradora su solicitud, que el
invitado se sintió muy apenado y ni siquiera pudo terminar de saborear su taza. Estaba
saliendo por la puerta y el loro seguía gritando: “!Libertad, libertad!”.

Pasaron dos días. El invitado no podía dejar de pensar con compasión en el loro. Tanto le
atribulaba el estado del animalito que decidió que era necesario ponerlo en libertad. Tramó
un plan. Sabía cuándo dejaba el anciano su casa para ir a efectuar la compra. Iba a
aprovechar esa ausencia y a liberar al pobre loro. Un día después, el invitado se apostó
cerca de la casa del anciano y, en cuanto lo vio salir, corrió hacia su casa, abrió la puerta
con una ganzúa y entró en el salón, donde el loro continuaba gritando: “!Libertad, libertad!”
Al invitado se le partía el corazón.

¿Quién no hubiera sentido piedad por el animalito? Presto, se acercó a la jaula y abrió la
puerta de la misma. Entonces el loro, aterrado, se lanzó al lado opuesto de la jaula y se
aferró con su pico y uñas a los barrotes de la jaula, negándose a abandonarla. El loro seguía
gritando: “!Libertad, libertad. Libertad, libertad…………………………”.

*El Maestro dice: Como este loro, son muchos los seres humanos que dicen querer madurar
y hallar la libertad interior, pero que se han acostumbrado a su jaula interna y no quieren
abandonarla.

TOMADO DE http://www.encuentos.com/cuentos-cortos/el-loro-que-pide-libertad-
cuentos-populares-de-la-india-cuentos-infantiles-y-de-reflexion/

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Las dos vasijas

Adaptación del cuento anónimo de la India

Había una vez un aguador que vivía en la India. Su trabajo consistía en recoger agua para
después venderla y ganar unas monedas. No tenía burro de carga, así que la única manera
que tenía para transportarla era en dos vasijas colocadas una a cada extremo de un largo
palo que colocaba sobre sus hombros.

El hombre caminaba largos trayectos cargando las vasijas, primero llenas y vacías a la
vuelta. Una de ellas era muy antigua y tenía varias grietas por las que se escapaba el agua.
En cambio la otra estaba en perfecto estado y guardaba bien el agua, que llegaba intacta e
incluso muy fresca a su destino.

La vasija que no tenía grietas se sentía maravillosamente. Había sido fabricada para realizar
la función de transportar agua y cumplía su cometido sin problemas.

– ¡El aguador tiene que estar muy orgulloso de mí! – presumía ante su compañera.

En cambio, la vasija agrietada se sentía fatal. Se veía a sí misma defectuosa y torpe porque
iba derramando lo que había en su interior. Un día, cuando tocaba regresar a casa, le dijo al
hombre unas sinceras palabras.

– Lo siento muchísimo… Es vergonzoso para mí no poder cumplir mi obligación como es


debido. Con cada movimiento se escapa el líquido que llevo dentro porque soy imperfecta.
Cuando – llegamos al mercado, la mitad de mi agua ha desaparecido por el camino.

El aguador, que era bueno y sensible, miró con cariño a la apenada  vasija y le habló
serenamente.

– ¿Te has fijado en las flores que hay por la senda que recorremos cada día?

– No, señor… Lo cierto es que no.

– Pues ahora las verás ¡Son increíblemente hermosas!

Emprendieron la vuelta al hogar y la vasija, bajando la mirada, vio cómo  los pétalos de
cientos de flores de todos los colores se abrían a su paso.

– ¡Ahí las tienes! Son una preciosidad ¿verdad? Quiero que sepas que esas hermosas flores
están ahí gracias a ti.

– ¿A mí, señor?…

La vasija le miró con incredulidad. No entendía nada y sólo sentía pena por su dueño y por
ella misma.

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– Sí… ¡Fíjate bien! Las flores sólo están a tu lado del camino. Siempre he sabido que no
eras perfecta y que el agua se escurría por tus grietas, así que planté semillas por debajo de
donde tú pasabas cada día para que las fueras regando durante el trayecto. Aunque no te
hayas dado cuenta, todo este tiempo has hecho un trabajo maravilloso y has conseguido
crear mucha belleza a tu alrededor.

La vasija se sintió muy bien contemplando lo florido y lleno de color que estaba todo bajo
sus pies ¡Y lo había conseguido ella solita!

Comprendió lo que el aguador quería transmitirle: todos en esta vida tenemos capacidades
para hacer cosas maravillosas aunque no seamos perfectos. En realidad, nadie lo es. Hay
que pensar que, incluso de nuestros defectos, podemos sacar cosas buenas para nosotros
mismos y para el bien de los demás.

Las dos vasijas (c) CRISTINA RODRÍGUEZ LOMBA

TOMADO DE https://www.mundoprimaria.com/cuentos-populares/las-dos-vasijas

Bello cuento

Publicado el mayo 27, 2011 por Aién Lurax

“Dos hombres, … ambos enfermos de gravedad, comparten una habitación en un Sanatorio.


A uno de ellos se le permitía sentarse durante una hora, en la tarde, para poder así drenar el
líquido de sus pulmones. Su cama estaba al lado de la única ventana de la pieza.

El otro tenía que permanecer de espaldas todo el tiempo por su estado de salud.
Conversaban incesantemente, todo el día, siempre hablaban de sus familias, sus hogares,
empleos, experiencias y sitios visitados en sus vacaciones. Todas las tardes, cuando el
compañero ubicado del lado de la ventana se sentaba, relataba a su compañero de cuarto lo
que veía por la ventana.

Con el tiempo, el compañero acostado de espaldas, que no podía asomarse por la ventana,
se desvivía por esos periodos de una hora, durante el cual se deleitaba con los relatos de las
actividades y colores del mundo exterior. La ventana daba a un gran parque con un bello
lago…, los patos y cisnes se deslizaban por el agua, mientras los niños jugaban y se
divertían con sus botecitos a la orilla del lago .Los enamorados se paseaban de la mano,
entre las formas multicolores, en un paisaje con árboles majestuosos, y en la distancia, una
bella vista de la ciudad. A medida que el señor que estaba cerca de la ventana describía
todo esto con detalles exquisitos, su compañero imaginaba un cuadro hermoso y pintoresco
que lo extasiaba.

Una tarde, le describió un desfile que pasaba por el Sanatorio, y aunque el no pudo
escuchar a la Banda, lo pudo VER A TRAVES de los OJOS de su COMPAÑERO, tan
vívidamente como si el mismo estuviera mirando. Pasaron los días… las semanas… y una

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mañana… el hombre que dormía cerca de la ventana, ya repuesto de su convalecencia, lo


dan de alta. A título de despedida se saludan afectuosamente con su compañero de pieza y
este buen hombre se retira a su domicilio, contento y alegre como siempre.

Al día siguiente cuando llega la enfermera, el otro señor pidió que lo pasaran a la cama
cerca de la ventana. La enfermera accedió gustosa y lo primero que hizo este señor fue
apoyarse sobre su codo -con mucho esfuerzo y dolor- para incorporarse y poder mirar el
mundo exterior.

Finalmente tendría la alegría de verlo por sí mismo, pero al asomarse a la ventana, lo que
vio fue la pared del edificio de al lado. Confundido y entristecido, le pregunto a la
enfermera… que sería lo que animo a su compañero de cuarto a descubrir TANTAS
MARAVILLAS del mundo exterior. La enfermera le respondió que el señor era CIEGO y
no podía ni ver la pared de enfrente.

Ella dijo: QUIZA SOLO DESEABA ANIMARLO A USTED!”

GUIA DE TRABAJO
Cada uno de estos cuatro cuentos posee un valor predominante. De acuerdo a esto:
1. Asígnele un valor a cada cuento.
2. Justifique o explique por qué le dieron ese valor al cuento.
3. Averigüe cuáles son los valores de la URL y explique si tienen que ver con cada
uno de los cuentos.

P.D. En la próxima clase nos conectamos para hacer una síntesis de los valores y de
los valores de URI.

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