Lectura Las Palabras y Los Hechos
Lectura Las Palabras y Los Hechos
Lectura Las Palabras y Los Hechos
[…]
LA ECONOMÍA
1. las minas: inicialmente los prodigiosos yacimientos de Potosí, las minas de mercurio de
Huancavelica y otros depósitos menos importantes de oro y de plata en el Bajo Perú.
2. el monopolio comercial ejercido desde Lima por el Tribunal del Consulado, único
distribuidor en el interior del espacio americano de las mercancías procedentes de Europa.
En Nueva España, desde comienzos del siglo XVIII, el valor de la exportación de los productos
agrícolas fue casi similar al de la exportación de metales preciosos, evidenciándose así una
expansión mucho más homogénea que en el caso peruano, donde la exportación comprendió
básicamente los metales preciosos. Aquí los productos agrícolas no llegaron nunca a
exportarse en una escala considerable; es decir que no existió una verdadera diversificación de
su economía. Las causas de la falta de diversificación de la economía peruana quedan todavía
por investigar. En estas condiciones, la producción agrícola estuvo básicamente destinada a
dos tipos de mercado interno:
1) los centros urbanos: Lima y, en menor escala, los otros centros poblados de españoles y
criollos.
La historia agraria del Perú es todavía desconocida, razón por la cual no es posible precisar las
grandes fases de expansión y de contracción de la producción de la tierra. Pero es posible
sostener que, bajo las condiciones de producción y comercialización agrícola en el Perú
colonial, el estancamiento de la economía minera peruana en el siglo XVII implicó la
contracción del mercado principal para la agricultura. Esta contracción del mercado interno
fue con toda probabilidad una de las causas principales del estancamiento de la agricultura
virreinal, proceso que se hace mucho más evidente hacia mediados del siglo XVIII.
Por otra parte, en el Perú, a diferencia de Nueva España donde la población nativa empezaba a
crecer desde la segunda mitad del siglo XVII, la recuperación demográfica no se hace sensible
sino a mediados del siglo XVIII, es decir cuando la crisis económica era ya bastante avanzada.
Durante el siglo XVII la contracción del mercado agrícola estuvo acompañada por una lenta
pero acentuada disminución de la población indígena.
El comercio fue otro de los pilares sobre los cuales reposó la economía del virreinato peruano.
Una rápida mirada sobre el espacio peruano permite constatar, en efecto, que la actividad
básica de la población no indígena y no esclava fue el comercio. Esta actividad englobó desde
el virrey hasta los oficiales provinciales menores como el corregidor de indios, o el cura de la
parroquia o doctrinero, desde los miembros del exclusivo y poderoso Consulado de Lima a los
rescatistas que interceptaban a los indios, en su camino hacia los mercados de las ciudades.
Desde los comienzos del siglo XVIII, sin embargo, el monopolio ejercido por los mercaderes
peruanos sobre el mercado sudamericano comenzó a resquebrajarse por la acción de los
contrabandistas, dentro y fuera de la colonia. El sistema de flotas y galeones, que aseguraba el
monopolio del Consulado peruano dentro de las colonias, así como el de los mercaderes de
Sevilla en su comercio con la metrópoli, comenzó a derrumbarse a fines del siglo XVII, para ser
definitivamente cancelado en 1739.
El monopolio del comercio sudamericano ejercido por los comerciantes peruanos reposaba
enteramente sobre la posición privilegiada que gozaba el Perú. Esta posición, desde los
esplendores del siglo XVI, se fue debilitando progresivamente, hasta convertirse en una
posición puramente formal desprovista de su significación económica anterior. Los fletes de las
mercancías con destino a Potosí, vía Lima, fueron mucho más altos que los fletes hasta este
mismo lugar, Potosí, por la vía de Buenos Aires. Los fletes marítimos fueron también más
elevados por la distancia geográfica existente entre el Perú y España y por la necesidad de
reembarcar las mercancías a través del istmo de Panamá. Del mismo modo, los fletes
terrestres, es decir los implicados en el internamiento de las mercancías desde Lima, fueron
más altos porque el terreno accidentado impuso la necesidad de transportarlos a lomo de
mula, mientras que la pampa argentina facilitó la utilización de grandes carretas.
Los comerciantes peruanos pudieron conservar el mercado colonial sólo en la medida en que
España mantuvo el monopolio. Pero la debilidad creciente de la metrópoli y la pérdida de su
control sobre el mar, la fueron incapacitando para sostener la posición monopólica de los
comerciantes peruanos. Estos, además, comenzaron a sufrir en grado creciente el impacto del
comercio de contrabando. La creación del virreinato del Río de la Plata, en 1776, al separar
Potosí del virreinato peruano, representó un golpe mucho más duro para los comerciantes
peruanos. En adelante no sólo el comercio entre Buenos Aires y Potosí estuvo legalizado sino
que también fue activamente impulsado.
LA SOCIEDAD
Es necesario comenzar por preguntarse cuál fue la composición de la élite criolla que dominó a
la sociedad colonial, conjuntamente con los funcionarios españoles. Es necesario, además,
establecer una distinción entre la élite criolla de Lima y la de las provincias del interior del
virreinato peruano. En efecto, los grupos más ricos y más poderosos de los criollos residían en
Lima. Hacia fines del siglo XVIII, la riqueza estaba concentrada en Lima, por el desplazamiento
hacia esta ciudad de los propietarios de minas, haciendas agrícolas, obrajes y de otras fuentes
mayores de ingresos. Era en Lima donde estos propietarios tenían la posibilidad de obtener
favores y posiciones oficiales, mientras dejaban sus propiedades al cuidado de sus
administradores. Esta élite criolla limeña incluía no sólo a comerciantes y terratenientes, sino
también a los titulares de los cargos administrativos.
Los miembros de las familias criollas estuvieron excluidos solamente de los más altos puestos
de la administración y del gobierno virreinaI. Lima fue, después de todo, uno de los, centros
más importantes del Imperio Español en América donde a los criollos les era posible un mayor
acceso a los puestos lucrativos de la burocracia colonial, una de las pocas fuentes que
proporcionaba, a la vez, altos ingresos y gran prestigio social. La posibilidad de los criollos de
acceder a ciertos puestos, más o menos intermedios, de la administración y del gobierno
virreinal, estableció un sólido vínculo entre ellos, O por lo menos de algunos de sus miembros,
y la burocracia española. Esta solidaridad de intereses fue reforzada en muchos casos por lazos
de clientela, matrimonio, amistad, además del hecho de compartir un cargo y una
responsabilidad comunes. Además, la posición privilegiada de Lima y la presencia en ella de la
corte virreinal sustentaron un orgullo considerable. Lima estuvo sujeta a España, pero este
hecho estuvo atenuado por el control que Lima ejerció sobre Sudamérica hasta la creación del
virreinato de Nueva Granada en 1739.
Los registros notariales en Huánuco y en Paucartambo revelan una vida económica muy activa
a través de todo el siglo XVI, dinamismo que dio paso a un gradual estancamiento. Es así como
las transacciones a gran escala desaparecen de los libros notariales, señalándose solamente los
intercambios de pequeña escala. En algunos casos estos grandes personajes de la fortuna
provincial tendieron a desplazarse hacia Lima, en el caso de Huánuco, y hacia el Cuzco, en el
caso de Paucartambo; el recuento de su posterior actividad económica -todavía en mercancías
provinciales- puede ser seguido en los registros notariales de estas grandes ciudades.
Los criollos de provincia -o los peninsulares residentes en ellas- cuyos ingresos provinieron de
las mismas fuentes que la de los criollos más poderosos, es decir la agricultura, el comercio y la
minería - operaron en una escala mucho más limitada. En algunos casos llegaron a laborar
directamente sus minas al no tener acceso a la mita de los indios; dirigieron personalmente sus
pequeños comercios en el intercambio entre las provincias; y, por último, vigilaron
personalmente los trabajos agrícolas de sus haciendas. A este nivel, en consecuencia, es
mucho más difícil establecer una clara distinción entre los miembros de este grupo criollo
provincial y los que eran clasificados como mestizos; en muchos casos, en efecto, los criollos
de las provincias estuvieron ligados por lazos de parentesco tanto con los mestizos como,
también, con la élite indígena. Es de este grupo criollo que parece haber salido la mayor parte
de aquellos que integraban las fuerzas libertadoras, ya sea dentro de los grupos de guerrillas o
dentro de las filas de los ejércitos sanmartinianos o bolivarianos.
Entre los grupos más bajos de la escala social, al igual que entre la élite criolla, debe también
establecerse una distinción, pero esta vez en función de las áreas urbanas y de las áreas
rurales. Los grupos urbanos situados debajo de la élite criolla presentan una clara división y
oposición, la cual, una vez más, no concuerda con la tradicional división racial de la sociedad.
Se puede distinguir, en una gradiente escalonada, un grupo relativamente próspero de
pequeños comerciantes, artesanos y pequeños burócratas. Estos grupos comprendieron no
solamente a criollos y mestizos pobres, sino también a los indios de las ciudades e incluso a los
mulatos y negros libres. En la base misma de esta escala se encontraba situado un grupo más o
menos heterogéneo de la población urbana: mendigos, vagabundos, jornaleros -a los cuales se
permitía permanecer dentro de los muros de la ciudad sólo de día-y los ladrones y bandidos. La
presencia de estos últimos grupos fue más o menos permanente en Lima y sus alrededores
durante todo el período colonial, aunque el número de sus integrantes seguramente variaba
de acuerdo a las condiciones económicas. Sus acciones fueron toleradas en la medida en que
restringieron sus exacciones a personas no ligadas directamente con la burocracia colonial o
con la élite criolla. La población esclava de las ciudades estuvo fundamentalmente dedicada a
los servicios domésticos y a la pequeña artesanía, actividades donde sus amos encontraron
fuentes adicionales de ingresos.
Existieron, finalmente, grupos rurales medios tanto en la costa como en el interior de la sierra:
pequeños comerciantes de aldeas, arrieros de mula y mercaderes, caciques menores o
miembros de la baja nobleza india. Todos ellos no disfrutaron de la suficiente riqueza como
para elevarse al nivel de los grupos más privilegiados, pero detentaron la fuerza suficiente
como para dominar a los indios de las comunidades debido a su posición privilegiada. Esos
grupos medios eran heterogéneos y pequeños, pero sus miembros presentaron algunas
características que los diferenciaban y separaban de los que constituían la fuerza de trabajo en
la costa y en el interior. Su independencia relativa, su alto grado de movilidad geográfica y,
hasta cierto punto, su relativa libertad de las normas de las sociedades criollas e indígenas les
permitieron, dentro de ciertos límites, manipular en su provecho las mismas reglas de ambas
sociedades. En una situación de crisis, la marginalidad de estos grupos, su débil integración
tanto a la sociedad indígena como a la sociedad criolla, les dieron una mayor potencialidad de
movilidad social y económica.
[…]