Trabajo Del Señor de Los Milagros J

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Reflexion del señ or

de los milagros
REFLEXIONES SOBRE EL SEÑ OR DE LOS
MILAGROS: UNA MIRADA CREYENTE Y
REFLEXIVA
La fe cató lica en Lima tiene un referente y
símbolo en el Señ or de los Milagros. Una imagen
de Cristo crucificado, del misterio de la muerte
del Señ or, que convoca desde hace má s de tres
siglos y medio a un pueblo que experimenta a
través de esa mediació n el inmenso amor de Dios.
Es imposible no dejarse conmover por esta
devoció n popular limeñ a. Decir Señ or de los
Milagros evoca sentimientos, experiencias,
afectos, promesas, esperanzas, sumerge en la
profunda, gratificante y regeneradora experiencia
de ser amados por Dios. Aviva la certeza de que
Dios escucha el clamor de sus hijos y atiende sus
sú plicas. Si la fe es una experiencia de amor
recibido, como enseñ a el querido papa Benedicto
XVI, el Señ or de los Milagros es símbolo vivo de fe
cristiana pues permite experimentar el amor
divino que se hace milagro en la historia personal
y social.
En los días pasados he querido compartir algunas
pinceladas histó ricas sobre la devoció n al Señ or
de los Milagros, luego he intentado ofrecer
algunas reflexiones sobre la imagen del Señ or, y el
propó sito es ayudar a mirar la imagen del Señ or
de los Milagros propiciando que esa mirada nos
eleve a la contemplació n, a ver aquello que es
invisible a los ojos: lo esencial. Y lo esencial en la
vida de los hombres es reconocer que hay una
relació n fundamental, fundante, equilibrante,
plenificante. Y ésa es la relació n con Dios. Al mirar
la imagen bendita del Cristo de Pachacamilla es
posible quedar absorto, sin palabras, sintiendo,
vibrando de amor y fervor. Pero es posible
también pensar. Reflexionar sobre la experiencia
para sacar provecho de cara a la vida cotidiana,
para vivir del mejor modo posible la unió n con
Jesú s, el Mesías y Señ or, a quien la imagen
representa.
Por eso es posible una mirada reflexiva y creyente
al Señ or de los Milagros. Creyente, pues la
reflexió n parte de una experiencia de fe que
tiende a ser nutrida, a consolidarse y crecer para
que pueda ser expresada en la vida cotidiana. En
los pró ximos días quisiera ayudar a esa reflexió n
creyente que parte de la mirada amorosa y
reflexiva, llena de ternura y deseosa de poder
responder de algú n modo a tanto amor recibido.
De alguna manera se quiere reflexionar en tanto
bien recibido a través de esta devoció n
entrañ able para ponderar dicho bien y plantear
una respuesta de amor concreto y eficaz.
El mes de octubre avanza, hemos vivido la
experiencia de la procesió n, de la fe manifestada
en las calles, quiera el Señ or que siempre, durante
nuestra existencia, manifestemos nuestra fe en É l
en el día a día, en la vida de familia, en el trabajo,
en la vida eclesial, en el deporte, en la diversió n,
en todas partes. Porque así es que se manifiesta
de devoció n, el amor, al Señ or de los Milagros,
permitiendo que É l realice en nosotros el milagro
que San Pablo experimentó en él y le llevó a decir:
«Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en
mí» (Gá l 2, 20). Que esa pueda ser nuestra
experiencia.

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