U3.Meler, Resnicoff - Rodriguez (2001) - Homosexualidad Perversión o Sexualidad

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Homosexualidad: ¿Perversión o

Sexualidad Diferente?

Por Irene Meler, Benjamín Resnicoff, y Sergio Rodríguez - Publicado en 29 May 2001

Desde la perspectiva clásica del psicoanálisis, el modo en que se resuelve el complejo


de Edipo traerá consecuencias en la elección de objeto, como así también en la
identidad sexual del sujeto. A fin de tener opiniones actuales del tema, Topía Revista
consultó a los psicoanalistas Irene Meler, Benjamin Resnicoff y Sergio Rodriguez
realizándoles las siguientes preguntas:
1° - ¿Cómo se fundamenta desde el campo de la teoría psicoanalítica, si la
homosexualidad es una perversión o una sexualidad diferente?.
2°- ¿Qué factores considera fundamentales para que un sujeto devenga
homosexual?
3°- ¿Cuales son los recorridos y diferencias en la homosexualidad femenina
y masculina.
 
Irene Meler
[email protected]

1)¿Cómo se fundamentaría, en el campo de la teoría psicoanalítica, si la


homosexualidad es una perversión o una sexualidad diferente?
No acuerdo con la formulación de la pregunta. La alternativa no se plantea entre el
diagnóstico de perversión y la categoría de “sexualidad diferente”. El interrogante que
me resulta más adecuado se refiere a preguntar si la homosexualidad configura una
estructura psicopatológica específica, y mi respuesta a esa pregunta es negativa. La
elección homosexual de objeto se encuentra en sujetos neuróticos, psicóticos, perversos
y caracteriales. Lo mismo sucede con la elección heterosexual.
Por supuesto que existen determinantes que permiten comprender ese desenlace
subjetivo para cada caso, pero lo que no es posible es una unificación de los
homosexuales en una categoría específica. El deseo homosexual subyace a muchos
casos de psicosis, como Freud comprobó en su estudio sobre el caso Schreber. En estos
casos, es verosímil vincular la elección homosexual con una retracción de las
investiduras libidinales. Los traumas experimentados en las relaciones con los objetos
de amor, favorecen dirigir el amor hacia el self, y el semejante del mismo sexo sería
entonces, un doble narcisista. Habría que evaluar en qué medida el repudio social hacia
la homosexualidad masculina, que comenzó en el Medioevo, contribuye a la génesis de
los sentimientos de culpa y a la creación de formaciones delirantes. Es conocido que en
muchos delirios paranoides el enfermo escucha voces que lo acusan de homosexual.
El diagnóstico de perversión no se obtiene a partir del tipo de elección de objeto, sino de
la estrategia mental que el sujeto despliega en sus vínculos. Si encontramos fijeza, la
sujeción de la excitación erótica a un guión inamovible, seducción del partenaire a
través de satisfacer su deseo de forma mimética y con el fin de inducirlo a brindar un
tipo de satisfacción específica y prefijada y la aparición de odio destructivo cuando esta
condición no se cumple, podemos pensar que estamos ante una personalidad perversa.
El semejante es desconocido en su alteridad e instrumentado de forma reificante. A esta
altura de la descripción, queda claro que muchos homosexuales no se ajustan a la
misma, ya que son capaces de mantener vínculos emocionales afectuosos, establecer
lazos de solidaridad y experimentar empatía. En cambio, existen heterosexuales que
presentan esta modalidad vincular, por ejemplo los que cometen estafas emocionales,
los coleccionistas de aventuras eróticas, que suelen ser considerados como exponentes
de la virilidad heterosexual convencional. Otros homosexuales son neuróticos y hoy
existe cierto acuerdo acerca de que eso es de lo mejor que le puede ocurrir a un sujeto.
Esto sucede debido a que se ha extendido un cierto escepticismo acerca del concepto de
salud mental, que en la actualidad es más un ideal normativo que un estado
comprobable.
2)¿Qué factores considera fundamentales para que un sujeto devenga homosexual?
Me resulta imposible establecer una enumeración exhaustiva. En algunos homosexuales
varones he encontrado en sus historias de vida la presencia de una franca seducción por
parte de la madre. Esta situación pudo promover que el apego no resignado hacia ella se
retuviera bajo la forma de identificación. Si a esto se agrega el feroz amedrentamiento
por parte del padre, que en ocasiones coincide con el primer factor, veremos que el
futuro homosexual evita competir por las mujeres permitidas, ya que todas caen bajo el
tabú.
Las mujeres son vividas en algunos casos como “contagiosas” y su contacto como
potencialmente castrador. (Esta actitud es parte de la masculinidad convencional, tal
como lo evidencian ciertas prácticas del estilo de la “concentración” de los jugadores de
fútbol). La identificación aquí es hipermasculina y la feminidad resulta repudiada. Los
partenaires preferidos deben conservar como condición erótica su aspecto y actitud
masculina, ya que si se feminizan, son rechazados.
En otros casos, fue la temprana depresión producto de carencias en el vínculo con la
madre, lo que puede considerarse un factor determinante. Una madre percibida como
desapegada, rechazante y pseudohipersexual, favoreció una identificación femenina en
su hijo. En realidad, se trataba de una identificación materna, y el deseo que
estructuraba su proyecto de vida era ser madre para otros. La práctica de la “fellatio” se
encuadraba dentro de ese imaginario.
En otro caso, la muerte prematura de la madre y la depresión de la figura de reemplazo,
promovió una identificación melancólica con el objeto perdido, lo que sentó las bases
para una identificación femenina en un paciente varón.
3)¿Cuáles son los recorridos y diferencias en la homosexualidad femenina
y masculina?
Son múltiples. Si partimos del carácter asimétrico de la crianza, que hasta ahora ha sido
ejercida predominantemente por mujeres en lo que se refiere a los cuidados primarios,
vemos que tanto los varones como las niñas aman en primera instancia a sus madres,
(con la excepción de las modalidades de crianza postmoderna, donde el padre participa
desde el comienzo de la vida). Las mujeres lesbianas continúan entonces con su intenso
apego preedípico con respecto de la madre, y no logran instalar lo que Freud denominó
el “cambio de objeto”, o sea el pasaje hacia preferir al padre, que configura el sustento
evolutivo para la actitud heterosexual en la adolescencia y adultez.
En algunos casos la identificación con la madre resulta inaccesible, debido a que ésta es
una figura muy idealizada, ya sea por su belleza, prestigio o saber, y a la vez fría y
distante. Esta circunstancia puede coincidir con un padre o figura paterna que resulte
amedrentador, terrorífico o repugnante, sin que sea posible determinar en qué medida
esta percepción deriva del apego de la niña respecto de su madre o de características
reales del padre o cuidador masculino.
Las experiencias de abuso sexual en la infancia, respecto de las cuales las niñas son sus
víctimas principales, pueden fomentar una identificación masculina realizada con fines
defensivos, algo así como una identificación con el agresor. La condición femenina es
experimentada como peligrosa para la integridad del self, y por lo tanto rechazada. La
corriente heterosexual queda así reprimida. Las circunstancias que favorecen este
desenlace subjetivo en las mujeres son diversas, y encontramos mujeres lesbianas
hiperfemeninas mientras que otras se masculinizan. Cuando existe una identificación
masculina en una mujer, en general resulta de la implementación de una defensa, por
que la feminidad es la posición primaria para las mujeres, mientras que en el caso de los
varones homosexuales, se regresa en ocasiones hacia la identificación primaria, que
para los varones es femenina.
En términos generales, me parece que es necesario estudiar caso por caso, y lo que
dificulta esa tarea es que está vigente entre nosotros un imaginario colectivo que
sanciona la elección homosexual como patológica y al mismo tiempo inmoral. Esta
circunstancia favorece que los psicoanalistas sean vulnerables ante la homofobia, con el
resultado desdichado de inducir a errores diagnósticos, como el que la pregunta inicial
sugiere.
Es útil recordar que existen en todos nosotros corrientes psíquicas hetero y
homosexuales y que lo que marca la diferencia es la hegemonía que adquieren una u
otra. Esto deriva de la existencia de identificaciones cruzadas con los progenitores del
sexo opuesto, identificaciones que a veces contribuyen a la construcción del carácter y
que en otros casos, afectan la dirección del deseo. También es cierto que los conceptos
de masculinidad y feminidad son pasibles de deconstrucción y que es posible establecer
una diferencia entre sujetos del mismo sexo, que no por eso resultan idénticos. La
versión de la resolución edípica como el proceso mediante el cual adquirimos la
representación de la diferencia sexual y generacional, es aplicada en muchos casos con
un criterio estrecho y normalizante. Un sujeto puede haber adquirido una representación
de la diferencia y sin embargo, desear lo semejante. Este deseo no se construye
forzosamente sobre la fusión regresiva o la indiscriminación, sino que existen
diferencias intragénero que sustentan la atracción, y semejanzas que fundan el deseo, no
sobre la base de la carencia, sino de la identificación. La elección objetal y la
identificación se entremezclan más de lo que el ordenado modelo edípico supone, y
muchas veces elegimos objeto sobre el modelo de lo que fuimos o deseamos haber sido,
como ya lo demostró Freud en 1914.
Por último, las representaciones sociales hegemónicas y también tendencias imaginarias
alternativas, ofrecen los modelos posibles de ser pensados para organizar el magma de
nuestras pulsiones parciales en identificaciones y elecciones objetales. No es entonces
sobre el sustrato de una pulsión concebida de forma ahistórica, donde encontraremos las
claves para comprender la dirección del deseo erótico, sino que debemos articular la
dimensión pulsional con el estudio del narcisismo y contextualizar a los sujetos en los
regímenes representativos y valorativos de su tiempo y espacio cultural.
 

Benjamín Resnicoff
[email protected]
 
La convocatoria a revisar el tema homosexualidad es una iniciativa pertinente y
oportuna, es una discusión que está instalada en la sociedad toda, los propios
homosexuales la han promovido sintiéndose, tal vez con razón, descalificados en sus
preferencias sexuales por parte de nuestra ideología teórica y por “nuestros buenos
deseos de enderezarlos y volverlos al buen camino”; esto nos lleva, entre otras cosas, a
la autocrítica y a detectar si hubiere prejuicios infiltrados en nuestro pensamiento.
El primer punto de la encuesta es si la homosexualidad se incluye en las perversiones
sexuales. El uso de la palabra perversión en psiquiatría está cuestionado (J. Mc Dougall
propuso reemplazarla por neosexualidades) no sólo por peyorativa, sino porque el
terapeuta que la emplee corre el riesgo de sentirse inclinado a intentar cambiar la
sexualidad “perversa” del paciente. Para la mayoría de los homosexuales (y
neosexuales) sus prácticas eróticas y elección de objeto son egosintónicas y conforme a
sus deseos. Algunos querrían cambiar, pero es asunto de su elección. Para los más,
nuestra tarea es ayudarlos a convivir con su condición o a resolver conflictos
alternativos. Intentar cambiarlos también podría poner en peligro el núcleo de su
identidad.
Segunda consideración sobre la palabra perversión, próxima a su etimología: pervertir,
verter, derramar, desviar, tomar un camino alternativo a partir de una corriente
naturalmente predeterminada por la programación genética que podría desviarse de su
cauce. Pero recordemos el gran descubrimiento freudiano: la sexualidad humana no es
biológica, su curso no está pautado de antemano, el objeto sexual no está definido por la
naturaleza, lo produce la biografía del sujeto, las vicisitudes de su Edipo, de sus traumas
y heridas narcisísticas infantiles; la heterosexualidad no es un punto natural de llegada,
es un resultado posible entre otros. Toda elección de objeto, homo u hetero es una
sustitución de los objetos originales, prohibidos y es una elaboración posible de los
conflictos infantiles, una forma de curarlos. Hay salidas más o menos sufridas, más o
menos logradas, todos somos supervivientes del Edipo. La elección de objeto es una
formación de compromiso entre el objeto del deseo inconsciente y la represión; ésta
podría hacer que un sujeto elija a una mujer que no se parece a su madre aunque tenga
rasgos que la representen; en su inconsciente es su madre, es una elección
criptotransgresiva, intenta burlar la censura. Una represión más intensa podría
impulsarlo e elegir un varón con rasgos de su madre; mecanismo posible en algún caso
de homosexualidad; aunque en esta situación el paciente es en el fondo heterosexual,
tendencia que reprimió para burlar la censura y evitar angustia de castración.
Examinemos ahora la categoría “perversión” en su uso canónico, es decir el tradicional:
el que designa a sujetos con prácticas sexuales diferentes a la norma, para algunos, con
las neurosis y psicosis las perversiones constituyen el triángulo de lo que se ha dado en
denominar la clínica freudiana. Cada una de esas categorías se describen como
estructuras bien diferenciadas (las formalizaciones rigurosas, la descripción de
estructuras bien delineadas, aunque epistemológicamente interesantes, no siempre son
convalidadas por los hechos). Las perversiones en ese contexto nombran no sólo a una
práctica sexual sino también a una supuesta estructura psicopatológica que la sustenta.
Freud describió al fetichismo (descripción que sería luego tomada como el caso
ejemplar que permitiría explicar las estructuras perversas en general) como la
presentificación del falo imaginario de la madre que da lugar al fantasma de la madre
fálica; su función en el psiquismo del paciente consiste en renegar de la castración de la
madre, es decir un intento mágico de anular las diferencias entre los sexos. Pero no
siempre un síntoma “perverso” tiene ese diseño; un cortador de trenzas, por ejemplo,
podría estar hablando (con su síntoma) de castración, pero también de conflictos con su
hermanita de hermosos cabellos y su deseo de estar en su lugar.
No obstante, el fantasma madre fálica, que es una noción muy fecunda; también suele
estar presente en el inconsciente de algunos hombres homosexuales y obviamente en los
travestis. Qué es un travesti (que no siempre es homosexual) sino una mujer fálica... o
una pareja combinada de la que el niño está excluido y que se exhibe delante de él... o
una madre caricaturizada que el sujeto imita vengativamente... no acepta la diferencia
de sexos.
También un travesti podría estar disfrazándose de la niña que deseó tener su madre.
La dificultad de aceptar la diferencia de sexos es uno de los traumas del desarrollo
infantil; hay un duelo a elaborar por el sexo perdido; por no poder ser como ambos
padres, por no poder poseerlos completamente a los dos, por no poder tener niños (caso
varón). Por no ser completo.
Resumiendo, algunas posibles situaciones implicadas en la homosexualidad: el deseo de
los padres por un niño del otro sexo (y haber sido criado como si lo fuese, identidad de
género); una fuerte angustia de castración (en el niño); formas de resolver el duelo
imposible por la anhelada bisexualidad perdida; una forma de caricaturizar a una madre
odiada y descalificada con quien el sujeto se identifica (algún caso de varón afeminado).
Esto no agota ni mucho menos todas las situaciones.
Los homosexuales tienen muy poco en común entre sí, sólo comparten la elección de
objeto, son tan variados como el resto de las personas entre sí, los hay afeminados, los
hay que se trasvisten, los hay promiscuos, hay quienes se exponen a situaciones límites
y peligrosas (policía, sida), los hay bisexuales. Los hay maduros, logrados, exitosos, los
hay psicóticos; los hay activos, pasivos. También sus prácticas sexuales al igual que las
de los heterosexuales son variadas.
Es difícil sostener la existencia de estructuras homosexuales o perversas diferentes de
las neuróticas o de describir situaciones edípicas típicas de estas personas.
La elección de objeto es siempre un trozo de lenguaje que relata la historia personal del
sujeto como en el síntoma. Los síntomas neuróticos nos hablan de Edipo, castración,
traumas infantiles; los síntomas “perversos” nos hablan de las mismas cosas; la
diferencia está en la expresión manifiesta, son como dos idiomas que hablan de lo
mismo; en el “perverso” el contenido manifiesto es la sexualidad perversa que encubre
los conflictos infantiles y los traumas de la sexualidad infantil; en las neurosis, los
síntomas manifiestos son de otra naturaleza a veces no sexuales, pero lo latente es igual.
Lo mismo vale para los homosexuales.
Resumiendo: si la homo es una perversión o una sexualidad diferente: todos tenemos
sexualidad diferente, la sexualidad humana es perversa, no es natural; todo objeto debe
reunir alguna condición fetichista, en el sexo no hay normalidad, sólo particularidades.
Si por perversión o sexualidad diferente significamos patología o no, la respuesta es del
sujeto, su actividad es egosintónica. No le compete al terapeuta juzgarlo moral ni
médicamente por sus preferencias sexuales. Excepciones: las conductas verdaderamente
“perversas”, malvadas, violaciones, pedofilia, abusos para con los demás, es decir tema
de código penal, incluido el acoso.
 

Sergio Rodríguez
[email protected]
 
Una cuestión metodológica
El psicoanálisis al escribir como efecto de su praxis de escucha, lectura, interpretación e
intervención acerca de los sujetos, se topa con una paradoja que no debe ser perdida en
ninguna circunstancia. Tampoco cuando se responde un cuestionario.
Dicha paradoja reconoce como vertientes, diversas variables que se entrecruzan cuando
se pasa al acto de trasmisión (psicoanalítico, de escritura, o de enseñanza).
Una de esas variables es efecto de que el ordenamiento en comunidad de los sujetos, se
realiza a través de discursos que trasmiten imágenes y significados que producen la
apariencia de que la mayoría respondemos a modelos generales. Esa apariencia es tan
pregnante, que la mayor parte del tiempo creemos que todo funciona así. De esa
creencia no suelen escapar las ciencias y muchas corrientes del psicoanálisis, así como
la mayoría de los integrantes de todas sus corrientes. Estoy hablando de la consecuencia
de uno de los registros constituyentes del ser parlante, que Lacan discriminó y llamó
Imaginario. Registro imprescindible para participar de los lazos sociales pero que
genera desconocimientos, fascinaciones, identificaciones y agresividades. Son resultado
de ese registro y de la necesidad de su soporte, todas las clasificaciones (con excepción
tal vez, de la Biblioteca de Babel de Borges). No se excluyen de ese resultado los
agrupamientos nosológicos que propone el psicoanálisis en cualquiera de sus escuelas.
Ningún discurso psicoanalítico es capaz de no producir sentido y como consecuencia
ideología. Las nosologías suelen estar imbuidas de alguna manera, del sentido común
(sic) de cada época.
Otra vertiente de esta paradoja reside en que el psicoanálisis es tributario de que su
práctica lo ha obligado a reconocer que no hay otro universal que la castración, o sea un
conjunto vacío. El acto del psicoanalista toma eficacia de soportar la singularidad del
que lo lleva a cabo (el psicoanalista a través de su discurso) y de la singularidad de lo
que queda bajo los efectos del mismo –las enunciaciones que perforan los enunciados
del analizante– (comúnmente llamado paciente). De alguna manera, se podría decir que
el psicoanalista trabaja con singulares que son causados por un universal vacío, pero que
no deja de tener sus singularidades para cada uno. Desde aquí, respondo la primer
pregunta.
Ubicación y fundamentación sobre la homosexualidad
La palabra perversión, en el uso psicoanalítico, no deja de tener su dignidad
significante. En consecuencia hay que observar en qué contexto es utilizada, para
determinar sus efectos de sentido. Cuando en Tres ensayos... Freud se refiere al infans
como perverso polimorfo no está estableciendo una categoría psicopatológica, ni mucho
menos moral. Se está refiriendo a un destino del instinto en su viraje a la pulsión, como
efecto de la erogeinización proveniente del campo del Otro. Algo similar hay que
entender cuando habla de perversión en referencia a los homosexuales. Con ese
significante se refiere a lo que les acontece en su identidad sexual, como posición
diferente a la media de los poseedores de un mismo órgano sexual. Además no debemos
olvidar, que lo refería a un tipo particular de homosexuales que se caracterizan por el
horror al genital femenino. Hay muchos otros tipos de homosexualidad en los que ese
horror no se haya presente con igual dimensión (heterosexuales que dan el salto,
bisexuales, homosexuales temporarios, etc.). También sabemos que, inconscientemente,
se haya presente con diferentes repercusiones y modalidades de resolución en todos los
heterosexuales. En consecuencia, y para evitar confusiones moralizantes, prefiero hablar
de destinos de la sexualidad. Y siguiendo a los planteos de Lacan en Encore...
preguntarme sobre qué relación tiene el sujeto que está transcurriendo un análisis (sea
anatómicamente hombre o mujer) con el lado macho o el lado hembra de la sexuación.
Perversiones
Para las perversiones, me pregunto qué relación tienen con la identificación o no a
alguna de las excepciones: 1)Madre fálica (cuando las cosas andan bien
temporariamente cualquier madre, pero no sólo ellas. En este no sólo ellas, está una de
las formas de las perversiones). 2)Padre de la horda. Estas dos posiciones reniegan (en
la traducción de Etcheverry: desmienten) la castración que introduce para el lenguaje y
en consecuencia para todo sujeto, lo real, como aquello que siempre resta por fuera del
saber. Quienes se identifican a alguna de estas dos posiciones (con excepción del
resultado temporario en toda madre, por una parte en función de su fantasma, y por otra,
debido a tener que lidiar con el nada sabe, nada puede, de los recién nacidos) quedan
ligados a identificarse con un poder desde el que se apoderan del deseo de los
partenaires, de su voluntad de goce.
Nueve Reinas, una excelente película argentina (¡al fin!) presenta claramente al
perverso (Marcos) como, en el momento en que cree tener todo el poder sobre su
víctima, actúa para someterlo absolutamente a su voluntad sin ningún tipo de escrúpulo
ni culpa. También muestra que el perverso no siempre gana, contrariamente a lo que el
neurótico suele suponer. El perverso lo es, porque lleva sistemáticamente al acto de
dominio absoluto sobre el deseo y la voluntad de goce del otro, lo que para el neurótico
no sale del terreno de la fantasía con excepción de algún acto sintomático.
Vertientes de la homosexualidad masculina
La vertiente más generalizada de la homosexualidad masculina, es la tributaria del
dominio de la madre sobre el padre, que suele conllevar el funcionamiento del niño
como posesión fálica de aquella, más allá del tiempo de la castración (el padre no
funcionó como privador). Otra, resulta de un padre que con relación a ese niño ha
funcionado como lo metaforizó Freud con el padre de la horda, feminizándolo, sin que
la madre haya podido limitar dicha arbitrariedad del macho mayor (o sea, suele ser el
resultado de alguna forma de perversión en alguno de los padres o en ambos). Otra vía
suele ser la no-resolución del complejo de Edipo negativo, lo que deja al sujeto fijado a
un amor erotizado al padre, que pasa a ser actuado por transferencia con subrogados
homosexuales. Demás está decir que estas causas pueden converger sobredeterminando,
y que mucho depende también de la respuesta del sujeto infantil a lo que le viene del
Otro. Nadie es inocente de su destino y todos tenemos nuestra responsabilidad en su
forjamiento. Todas estas variantes, suponen alguna forma de renegación de la diferencia
que produce la posesión de diversos órganos genitales, o sea de renegación de lo que los
psicoanalistas llamamos la castración.
Sobre la homosexualidad femenina
En la homosexualidad femenina suelen converger el desafío al padre como
consecuencia de haberse sentido rechazada por él (prototípicamente Un caso de
homosexualidad femenina descrito por Freud) y un duelo retenido por la pérdida del
amor de la madre. Al igual que en la homosexualidad masculina, también suelen
aparecer prácticas homosexuales en sujetos que han quedado fijados en posiciones
previas a la castración y en los que esas prácticas no son el resultado de cómo
resolvieron su posición ante la misma, sino de una indiscriminación sexual proveniente
del anclaje a dichas fijaciones.
En muchas de ellas la renegación de la castración funciona más por cómo se
metaforizan como sujetos, que porque ignoren el valor del pene como órgano en sus
prácticas sexuales. Declaran añorarlo, buscan sustituirlo (haciendo uso de
consoladores). La problemática está mucho más centrada en la denuncia del
desfallecimiento fálico de los hombres y en la búsqueda de ser amadas como mujeres.
 
Producción: Alfredo Caiero y Susana Toporosi

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