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La niña perfecta
Cuentos originales Autor: Eva María Rodríguez
Adelaida era la niña perfecta. Adelaida era guapa, inteligente, sacaba buenas notas,
se le daban bien los deportes, cantaba como los ángeles, tocaba el piano y el violín
y vivía en una hermosa casa con sus padres y su hermano en perfecta paz y armonía,
sin que les faltara de nada. Era una niña perfecta con la vida perfecta. Al menos eso
creía Adelaida, que no paraba de presumir de la maravillosa vida que tenía.
Sin embargo, Adelaida no era feliz. Ella presumía mucho pensando que así
conseguiría algo que echaba mucho de menos: tener amigos.
-Parece que esto de ir diciendo a los cuatro vientos lo maravillosa y perfecta que soy
no funciona muy bien -pensó un día Adelaida, mientras se acicalaba frente al espejo
para ir a clase-. Tendré que ser más discreta y seleccionar mejor con quién hablo.
Invitaré a merendar a todas mis compañeras, una a una. Puede que incluso invite a
alguno de mis compañeros también, cuando termine con las chicas. Seguro que
cuando se corra la voz todo el mundo estará deseando que llegue su turno.
Esa misma mañana invitó a merendar a su casa a Berta, su vecina de enfrente, que
era también compañera de clase. Pero Berta le puso una excusa para no quedar
con ella. Adelaida se lo propuso después de Martina, otra de sus compañeras. Pero
Martina tampoco tenía tiempo.
Adelaida probó a invitar esa tarde a merendar a cinco niñas más, pero ninguna
aceptó la invitación. Todas estaban muy ocupadas.
Al día siguiente, Adelaida siguió haciendo la ronda a ver si conseguía que alguna
de sus compañeras fueran a merendar con ella, pero tampoco hubo suerte.
-¿Cómo es posible que ninguna niña quiera ir a merendar con la chica más guay
del colegio? -se preguntaba Adelaida mientras recogía sus cosas para regresar a
casa.
En ese momento se acercó hasta ella Matilda, la única niña de la clase a la que
Adelaida no había invitado a merendar.
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-He visto que nadie puede quedar para merendar contigo -dijo Matilda-. Si quieres
yo estoy libre.
-Bueno, si quieres -dijo Adelaida sin mucho entusiasmo-. Te espero a las seis, justo
después de mi clase de canto lírico.
-De acuerdo, allí estaré -dijo Matilda.
A la hora pactada Matilda llegó a casa de Adelaida, justo cuando el profesor de
canto lírico salía por la puerta.
-Hola Matilda, pasa. La cocinera nos ha preparado una merienda especial. Seguro
que tú no comes de esto en tu casa.
-¿Por qué dices eso? -preguntó Matilda.
-Bueno, todo el mundo sabe que tú eres, ya sabes, más… menos… es decir, que
tu familia no tiene….
-Mira, vamos a hacer una cosa -dijo Matilda-. Ven a mi casa a merendar. Seguro
que algo improvisa mi padre, que es el que está ahora en casa con mis hermanos
pequeños.
Adelaida aceptó la invitación y pasó la mejor tarde de toda su vida. Cuando se fue
pidió mil disculpas a Matilda, que las aceptó sin rencores. Ese día empezó una
gran amistad.
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Los dos hombres pasaron al salón donde, cerca de la ventana y en su jaula, estaba
el loro. Se encontraban los dos hombres tomando el té, cuando el loro comenzó a
gritar insistente y vehementemente:–¡Libertad, libertad, libertad!
Pasaron dos días. El invitado no podía dejar de pensar con compasión en el loro.
Tanto le atribulaba el estado del animalito que decidió que era necesario ponerlo en
libertad. Tramó un plan. Sabía cuándo dejaba el anciano su casa para ir a efectuar
la compra. Iba a aprovechar esa ausencia y a liberar al pobre loro. Un día después,
el invitado se apostó cerca de la casa del anciano y, en cuanto lo vio salir, corrió
hacia su casa, abrió la puerta con una ganzúa y entró en el salón, donde el loro
continuaba gritando: “!Libertad, libertad!” Al invitado se le partía el corazón.
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libertad…………………………”.
*El Maestro dice: Como este loro, son muchos los seres humanos que dicen querer
madurar y hallar la libertad interior, pero que se han acostumbrado a su jaula interna
y no quieren abandonarla.
TOMADO DE http://www.encuentos.com/cuentos-cortos/el-loro-que-pide-libertad-
cuentos-populares-de-la-india-cuentos-infantiles-y-de-reflexion/
Había una vez un aguador que vivía en la India. Su trabajo consistía en recoger agua
para después venderla y ganar unas monedas. No tenía burro de carga, así que la
única manera que tenía para transportarla era en dos vasijas colocadas una a cada
extremo de un largo palo que colocaba sobre sus hombros.
El hombre caminaba largos trayectos cargando las vasijas, primero llenas y vacías a
la vuelta. Una de ellas era muy antigua y tenía varias grietas por las que se escapaba
el agua. En cambio la otra estaba en perfecto estado y guardaba bien el agua, que
llegaba intacta e incluso muy fresca a su destino.
La vasija que no tenía grietas se sentía maravillosamente. Había sido fabricada para
realizar la función de transportar agua y cumplía su cometido sin problemas.
– ¡El aguador tiene que estar muy orgulloso de mí! – presumía ante su compañera.
El aguador, que era bueno y sensible, miró con cariño a la apenada vasija y le habló
serenamente.
– ¿Te has fijado en las flores que hay por la senda que recorremos cada día?
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Emprendieron la vuelta al hogar y la vasija, bajando la mirada, vio cómo los pétalos
de cientos de flores de todos los colores se abrían a su paso.
– ¡Ahí las tienes! Son una preciosidad ¿verdad? Quiero que sepas que esas
hermosas flores están ahí gracias a ti.
– ¿A mí, señor?…
La vasija le miró con incredulidad. No entendía nada y sólo sentía pena por su dueño
y por ella misma.
– Sí… ¡Fíjate bien! Las flores sólo están a tu lado del camino. Siempre he sabido que
no eras perfecta y que el agua se escurría por tus grietas, así que planté semillas
por debajo de donde tú pasabas cada día para que las fueras regando durante el
trayecto. Aunque no te hayas dado cuenta, todo este tiempo has hecho un trabajo
maravilloso y has conseguido crear mucha belleza a tu alrededor.
La vasija se sintió muy bien contemplando lo florido y lleno de color que estaba todo
bajo sus pies ¡Y lo había conseguido ella solita!
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Bello cuento
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El otro tenía que permanecer de espaldas todo el tiempo por su estado de salud.
Conversaban incesantemente, todo el día, siempre hablaban de sus familias, sus
hogares, empleos, experiencias y sitios visitados en sus vacaciones. Todas las
tardes, cuando el compañero ubicado del lado de la ventana se sentaba, relataba a
su compañero de cuarto lo que veía por la ventana.
Una tarde, le describió un desfile que pasaba por el Sanatorio, y aunque el no pudo
escuchar a la Banda, lo pudo VER A TRAVES de los OJOS de su COMPAÑERO, tan
vívidamente como si el mismo estuviera mirando. Pasaron los días… las semanas…
y una mañana… el hombre que dormía cerca de la ventana, ya repuesto de su
convalecencia, lo dan de alta. A título de despedida se saludan afectuosamente con
su compañero de pieza y este buen hombre se retira a su domicilio, contento y
alegre como siempre.
Al día siguiente cuando llega la enfermera, el otro señor pidió que lo pasaran a la
cama cerca de la ventana. La enfermera accedió gustosa y lo primero que hizo este
señor fue apoyarse sobre su codo -con mucho esfuerzo y dolor- para incorporarse
y poder mirar el mundo exterior.
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GUIA DE TRABAJO
Grupo. Estuardo Girón 1146919 – Luis Mendoza 1133919 – Cristopher Reyes 1140119
Cada uno de estos cuatro cuentos posee un valor predominante. De acuerdo a esto:
1. Asígnele un valor a cada cuento.
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3. Averigüe cuáles son los valores de la URL y explique si tienen que ver con
cada uno de los cuentos.
Valores URL
La dignidad humana – La libertad – La responsabilidad – El servicio
-Cuento #4 - Servicio
En el cuento se evidencia como el paciente ciego, a pesar de no poder ver se
pone al servicio del que no se puede mover, describiéndole grandes paisajes
y maravillas que “veía por la ventana” con el fin de hacerlo feliz y mantenerlo
en actitud positiva.
P.D. En la próxima clase nos conectamos para hacer una síntesis de los
valores y de los valores de URI.