Parte 2
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Capítulo 2
Teorías de la continuidad de la vida
adelante prosiguió este proceso, pero al principio las masas líquidas fundidas
representaron la vida sobre la Tierra en oposición a los cuerpos inorgánicos. «Sólo
cuando en el curso del tiempo estas combinaciones se petrificaron sobre la
superficie de la Tierra, es decir, murieron, aquellas otras que hasta entonces habían
permanecido en estado gaseoso o líquido adquirieron gradualmente el aspecto del
protoplasma, constituyendo todo lo que hoy se considera vivo… Por tanto,
afirmamos que el movimiento es el comienzo de la vida en el mundo y que el
protoplasma es el residuo que ha quedado vivo después que las sustancias
actualmente consideradas como inorgánicas se separaron y depositaron sobre la
superficie enfriada del planeta».
Tal es la manera como Preyer desarrolla su concepción, profundamente idealista,
pero muy antigua, de una esencia vital universal, y establece una interpretación
extraordinariamente amplia e indefinida respecto a la idea de la «vida». Si
excluimos la interpretación y nos detenemos únicamente sobre el problema del
origen de los organismos protoplasmáticos actuales, la teoría no nos ofrece nada
concreto. De todos modos, esta hipótesis se mantuvo durante algún tiempo y
consiguió buen número de partidarios, caracterizando el tipo de ideas que dominó a
finales del último siglo, en cuanto se refiere al origen de la vida.
La otra teoría, que más tarde fue designada con el nombre de teoría del Cosmozoa,
intenta conciliar el principio de la eternidad de la vida con la concepción del origen
de nuestro planeta. Todos los partidarios de esta teoría afirman que la vida ha
existido eternamente, que jamás se ha creado, ni ha surgido de la materia muerta.
Pero de ser así, ¿cuándo se originó la vida sobre la Tierra? La Tierra misma no es
eterna, debió tener algún comienzo cuando se separó del Sol, y, en realidad, durante
el primer período de la existencia no pudo haber estado poblada de organismos
debido a las condiciones desfavorables de la temperatura. Para vencer esta
dificultad se emitió la idea de que los gérmenes de la vida llegaron a la Tierra desde
los espacios interestelares e interplanetarios, de modo análogo a como llegan los
gérmenes del aire exterior hasta el interior de los frascos de Pasteur. Esta
H. von Helmholtz 9 desarrolló una idea análoga algunos años después que Richter.
El conocido fisiólogo alemán parte de la disyuntiva de que la vida orgánica o ha
tenido un comienzo o ha existido eternamente, inclinándose a la segunda
alternativa, y supone que los gérmenes vivos serían traídos a la Tierra por los
meteoritos. Basa esta posibilidad sobre el hecho de que los meteoritos, al pasar a
través de la atmósfera de la Tierra, se calientan únicamente en la superficie,
mientras su interior permanece frío. Dicho autor se expresa así: « ¿Cómo negar que
tales cuerpos flotantes por doquier en el espacio universal conducen los gérmenes
de la vida, siendo capaces de provocar la creación de seres organizados cuando las
condiciones de los planetas son favorables?».
Por tanto, en su introducción al Tratado de Física Teórica de Thomson,
Helmholtz 10 comenta del siguiente modo la teoría del Cosmozoa: «Cuando alguien
considera esta teoría como poco probable y hasta como muy dudosa, nada tengo
que argüir contra ello. Pero me parece que si han fracasado todas las tentativas para
crear organismos partiendo de la materia inanimada, se sale de los dominios de la
ciencia discutir si la vida ha sido creada, si es o no justo considerarla tan antigua
como la materia misma, y en fin, si los gérmenes pueden o no ser transportados
desde un cuerpo celeste a otro, echando raíces o desarrollándose cuando las
condiciones del terreno son favorables».
Como puede verse incluso Helmholtz no está plenamente convencido de la
exactitud de su razonamiento. La teoría por sí misma se halla más allá de los
horizontes científicos, pues incluso la más cuidadosa investigación de los
meteoritos ha sido incapaz de demostrar la existencia no sólo de organismos o de
sus residuos, sino también de formaciones sedimentarias o bioquímicas. Tan sólo
en los últimos años, Ch. Lipman11 intentó hacer resucitar estas ideas. Examinó
cierto número de meteoritos buscando posibles indicios de organismos vivos.
Usando una técnica muy complicada, para excluir la posibilidad de contaminación
de los meteoritos con bacterias de la Tierra, llega a la conclusión de que en el
interior de ellos se encuentran bacterias vivas y sus esporos. Los organismos
De este modo, en todos los momentos, la superficie de la Tierra, así como también
la de los otros cuerpos celestes, pueden lanzar diminutas partículas de sustancia.
Cuando un planeta está habitado por organismos vivos, particularmente
microorganismos, sus esporos pueden ser proyectados de este modo a los espacios
interestelares. Arrhenius ha calculado que los esporos bacterianos de un diámetro
de 0,0002-0,0015 mm., se mueven velozmente en el vacío bajo la influencia de los
rayos solares. Separados de la Tierra tales esporos pueden atravesar los límites de
nuestro sistema planetario en 14 meses, y en 9000 años son capaces de alcanzar la
estrella más cercana, a Centauro.
El movimiento de los esporos de los microorganismos puede realizarse también
hacia el Sol. Los gérmenes vivos llevados al espacio interestelar pueden coincidir
con partículas de polvo cósmico de volumen relativamente grande. Cuando un
esporo se adhiere a una partícula de diámetro superior a 0,0015 mm., su
movimiento se invierte y entonces se dirige hacia el Sol, debido a que el impulso de
la luz ya no es capaz de vencer la gravitación de las partículas pesadas hacia el Sol.
Arrhenius piensa que de este modo la Tierra pudo cubrirse con esporos de
microorganismos que llegaron a nuestro sistema solar desde otros mundos
estelares. Como es natural esto sólo sucede cuando los esporos conservan la
vitalidad después de su largo viaje a través del espacio.
Este aspecto del problema recibe especial atención por parte de Arrhenius y
otros partidarios de su teoría. Arrhenius discute detalladamente todos los peligros a
que están sometidos los gérmenes vivos durante su paso de planeta a planeta.
Según Arrhenius, la ausencia de humedad o de oxígeno y el extraordinario frío en
el espacio interplanetario no ofrecen peligros para los esporos de los
microorganismos, ni tampoco el calentamiento de las partículas, cuando caen
rápidamente a través de la atmósfera de la Tierra, daña su existencia. Arrhenius
deduce de sus cálculos que la temperatura no debe exceder de 100° y dura tan sólo
breve tiempo. Es sabido que los esporos conservan su vitalidad después de ser
sometidos a esa temperatura, y, por tanto, dicho autor piensa que es razonable