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El Caso: La Juez de Primera Instancia Declaró Inadmisible El Ofrecimiento de

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27/07/2018

Procesal
Revista Civil y Comercial
Número 283
Tribunal T.S.J. En Pleno
Resolución Auto 144
Carátula Pérez Emma Cirila y otro c/ Municipalidad de Mattaldi - Ordinario - Cuerpo de prueba del actor en ‘Pérez Emma
Cirila y otro c/ Municipalidad de Mattaldi’ - Recurso de casación (Expte. nro. 1595655)
Titulo DERECHO PROCESAL. PRUEBA TESTIMONIAL. Recepción fuera del asiento del tribunal. Requisitos de procedencia.
PLAZOS PROCESALES. Plazos perentorios. Derecho a la conclusión del proceso en tiempo razonable.

Descripción  

El Caso: La juez de primera instancia declaró inadmisible el ofrecimiento de


testigos domiciliados fuera del asiento del tribunal. Con posterioridad, desestimó el
requerimiento de que dichas testimoniales se practicaran en la sede del juzgado
ante el cual tramitaba la causa, por considerar que tal ofrecimiento resultaba
extemporáneo, en razón de lo prescripto por el art. 212, 1º párrafo, CPCC. La
Cámara de Apelaciones revocó dicha resolución y, en consecuencia, la
demandada articuló recurso de casación. Finalmente, el Tribunal Superior de
Justicia acogió el recurso de casación articulado.

1. El ordenamiento jurídico adjetivo establece distintos recaudos y modos de


diligenciamiento de la prueba testimonial, teniendo en cuenta si las personas que
en su mérito deban declarar residen -o no- en el asiento o sede del tribunal
interviniente pero dentro de la Provincia o si, en su defecto, el lugar de su
residencia se encuentra situado fuera de la Provincia o la República.

2. Los arts. 291 y 293 del CPCC modifican diversos aspectos que hacen al trámite
“normal” de la prueba testimonial. Por un lado, sientan como regla la comisión de
la diligencia probatoria en cuestión a los órganos jurisdiccionales de la residencia
de los testigos. Por otro, establecen requisitos adicionales a la simple designación
del nombre y domicilio de los testigos (cfr. art. 284 del CPCC), tales como el
acompañamiento de interrogatorio en pliego abierto y la indicación de las personas
autorizadas para intervenir en la tramitación del oficio u exhorto a librarse. El
fundamento de dicho trámite legal diferenciado y de las aludidas exigencias
adicionales, en el caso de que se trate de testigos domiciliados fuera del asiento
del tribunal, radica en el respeto del principio jurídico de bilateralidad o
contradictorio; cuya vigencia se extiende ineludiblemente a todas las etapas que
transita el proceso, en particular y con mayor razón, a aquella tendiente a la
acreditación de los hechos sobre los cuales no hubiere conformidad entre las
partes.

3. Al rendirse la prueba testimonial en extraña jurisdicción, se le acuerda a la


contraria la facultad de ejercer debidamente el contralor de las preguntas
propuestas (art. 210) y, además, le permite ejercer su derecho de preguntar sin
que necesariamente deba trasladarse al lugar donde deba declarar el testigo, ya
que -a tales fines- podrá acompañar su propio interrogatorio. Fácil es advertir,
entonces, que las formalidades aludidas tienden a respetar el axial derecho de
defensa del contrario del oferente. Ello explica y justifica la gravedad de la sanción
procesal prevista para su incumplimiento, cual es la declaración de inadmisibilidad
del medio probatorio en cuestión (arg. art. 293 del CPCC).
 

4. Las partes tienen la facultad de requerir que los testigos que residan fuera del
asiento o sede del tribunal pero dentro de la provincia atestigüen ante los estrados
del tribunal interviniente, comprometiéndose a dichos fines al pago de los gastos
que irrogará su traslado hasta el plazo falta de tres días de notificadas (art. 291, in
fine, CPCC).

5. El ejercicio de la opción conferida en el segundo párrafo del art. 291, CPCC, en


tanto sólo tiende a alterar el ‘lugar’ de diligenciamiento de la testimonial de
personas domiciliadas fuera de la sede del tribunal, presupone necesariamente la
previa admisión de dicha prueba como tal, o cuanto menos, que no haya fenecido
aún el plazo que el art. 212 del mismo cuerpo legal otorga para ofrecer la prueba
de que se trata. Ello así, pues mal podría asignarse a aquella prerrogativa
virtualidad alguna para prorrogar -ni menos aún, para hacer renacer- un término
fatal ya vencido, resultando absolutamente inconducente -por lo demás- proponer
lugar alguno para que se rindan testimonios cuya producción no ha sido habilitada
en el proceso.

6. Proceder a designar día y hora de audiencia a los fines de receptar las


testimoniales propuestas, pese a haber fenecido el plazo fatal de diez días previsto
en el primer párrafo del art. 212, CPCC, se aparta del principio primario de sujeción
de los jueces a la ley, con arreglo al cual no deben sustituir al legislador para crear
excepciones no admitidas por la norma ni efectuar una interpretación que
equivalga a su prescindencia, en tanto no medie una concreta declaración de
inconstitucionalidad.

7. La averiguación de la verdad es un fin en algún sentido prioritario del proceso en


materia de prueba, pero no es en absoluto el único. La celeridad en la toma de
decisiones, la protección de derechos fundamentales, la protección de secretos del
Estado, el secreto de las relaciones abogado-cliente, etc., son también fines
habitualmente reconocidos en la gran mayoría de ordenamientos jurídicos. Por
ello, para garantizar la obtención de esas otras finalidades, los ordenamientos
procesales establecen reglas jurídicas (aunque no sólo procesales) que funcionan
como un filtro de admisibilidad de la prueba. Resulta claro que la racionalidad
instrumental de esas reglas jurídicas no puede ser evaluada teniendo en mente la
finalidad de la averiguación de la verdad, sino la finalidad a la que en cada caso
respondan.

8. Las normas que fijan plazos perentorios y fatales dentro los cuales las partes
pueden ejercer determinada facultad o carga no se limitan a una mera técnica de
organización, sino que tienen por finalidad y objetivo activar el procedimiento y
asegurar su expeditiva, regular y rápida tramitación; lo que -por cierto- coadyuva a
la conclusión del proceso en tiempo razonable (cfr. art. 39 de la Const. Provincial y
art. 8.1. de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, Pacto de San
José de Costa Rica).

9. Los arts. 212, 291 y 293 del CPCC no implican genéricamente un indebido
cercenamiento a la verdad jurídica objetiva, ni -mucho menos- un exceso rigor
formal, en tanto procuran salvaguardar la garantía constitucional de la defensa en
juicio de las personas y el derecho a obtener una pronta decisión judicial,
atendiendo -debida y ecuánimemente- los intereses comprometidos de ambas
partes.

10. Acorde a nuestro ordenamiento jurídico procesal, los jueces en principio tienen
vedado pronunciarse antes de la sentencia, tanto sobre la pertinencia como acerca
de la conducencia o eficacia de los distintos medios probatorios propuestos por las
partes, en el marco de un juicio declarativo (cfr. art. 199 del CPCC). A lo dicho
cabe añadir que, en rigor de verdad, no puede cohonestarse cualquier solución
que dejara librado a la discrecional apreciación de los jueces cuál fuese el tiempo
de demora admisible más allá del legal, pues ello implicaría ineludiblemente que
los efectos de la preclusión, quedasen sujetos a la voluntad arbitraria de aquéllos.

11. Los jueces no deben decidir sobre la conveniencia o acierto del criterio
adoptado por el legislador en el ámbito propio de sus funciones, ni pronunciarse
sobre la oportunidad o discreción en el ejercicio de aquéllas, ni imponer su propio
criterio en torno a cuestiones de eficacia o política judicial. De allí que la mera
discrepancia con la sanción procesal a adoptarse en torno al ofrecimiento
extemporáneamente formulado escape -por regla- a la competencia de los
juzgadores, quienes no pueden a sustituir en su función a los otros poderes del
gobierno.

12. Los efectos negativos que se dimanen como consecuencia de la caducidad


opelegis de la facultad de ofrecer el testimonio de personas que residen fuera de la
asiento o sede del tribunal es la consecuencia del propio obrar desaprensivo de la
parte oferente, al no haberse encargado de desplegar en término los medios
idóneos a fin de procurar su admisibilidad formal.

13. Si bien se admite que se prive de validez a decisiones que sean fruto de un
exceso ritual manifiesto renunciando a la verdad jurídica objetiva, ese estándar
hermenéutico -de raigambre constitucional- lejos está de constituir una excusa
absolutoria de todos y cada uno de los incumplimientos, las negligencias y los
actos defectuosos en que las partes incurran en el proceso, pues debe ser
armonizado con el principio -de igual fuente- de igualdad.

14. Las exigencias de acompañar interrogatorio en pliego abierto e indicar los


nombres de las personas autorizadas para intervenir en el trámite, en el caso de
que los testigos domiciliados fuera de la sede o asiento del tribunal pero dentro de
la Provincia, deben ser cumplimentadas dentro del plazo de diez (10) días
establecido en el art. 212 del CPCC para ofrecer la prueba testimonial de que se
han de valer las partes en el juicio declarativo ordinario, bajo pena de
inadmisibilidad.

15. La prerrogativa que la ley confiere a las partes para que los testigos
domiciliados fuera de la sede o asiento del tribunal pero dentro de la provincia
atestigüen ante el tribunal interviniente, comprometiéndose a satisfacer los gastos
de traslado, se encuentra condicionada -en principio- a que tal medio probatorio
haya sido previamente admitido por haberse cumplido sus recaudos relativos a la
forma y tiempo de postulación; sin perjuicio de que, por razones de economía
procesal, el proponente ejerza válidamente tal facultad conjuntamente con el
ofrecimiento en término de la prueba testimonial en cuestión.

TSJ, Cba., Auto 144, 27/7/2018, “Pérez Emma Cirila y otro c/ Municipalidad de
Mattaldi - Ordinario - Cuerpo de prueba del actor en ‘Pérez Emma Cirila y otro c/
Municipalidad de Mattaldi’ - Recurso de casación (Expte. nro. 1595655)”.

Y VISTO: …

Y CONSIDERANDO:

I. Las censuras que integran el memorial casatorio admiten el siguiente


compendio:

Luego de relatar los antecedentes de la causa y el cumplimiento de los requisitos


formales de admisibilidad, el casacionista inicialmente sostiene que el
pronunciamiento en crisis se funda en una interpretación errónea y contradictoria a
la efectuada por la Cámara Segunda de Apelaciones en lo Civil, Comercial y
Contencioso Administrativa de la ciudad de Río Cuarto in re: “Schlenker, Wilhelm
C/ Martini, Oscar Alberto y otro - Ordinario - Expte. n.° 528763” (AI n.° 229 del
11/09/2013), cuya copia debidamente juramentada acompaña en los términos del
art. 385 del CPCC. Explica que en fallo traído en confrontación, se analizó también
la admisibilidad formal de la prueba testimonial, puntualmente en torno a testigos
que residían fuera del asiento o sede del Tribunal pero dentro de la provincia, en
cuyo escrito de ofrecimiento el oferente no había observado los requisitos previstos
en el art. 291 y 293 del CPCC, establecidos bajo pena de inadmisibilidad.

Transcribe a continuación algunos considerandos del pronunciamiento invocado


como antitético, tras lo cual destaca que la Cámara Segunda juzgó inadmisible tal
ofrecimiento por resultar extemporáneo, en la inteligencia de que el allí proponente
recién ofreció satisfacer los gastos de traslado de los testigos harto vencido el
plazo de diez (10) días prescripto en el primer párrafo del art. 212, CPCC.

Acto seguido, el recurrente remarca el argumento sentencial según el cual el


proponente, en relación a los testigos domiciliados fuera de la sede del Tribunal
pero dentro de la Provincia, debe cumplimentar al tiempo del ofrecimiento los
requisitos de admisibilidad del art. 293 del CPCC. Alega que en el fallo traído en
confrontación también se sostuvo que ambas partes pueden excepcionalmente
solicitar que el testimonio se preste ante el Tribunal de la causa, siempre que
ofrezcan satisfacer los aludidos gastos de traslado dentro del plazo fatal de tres
días de notificadas del decreto que ordena librar oficio a los fines del examen del
testigo.

Puntualiza que el diferente resultado entre ambos pronunciamientos finca en la


divergente interpretación de los requisitos de admisibilidad del ofrecimiento de
prueba testimonial en el supuesto previsto en el art. 291 del CPCC, cuando no se
ha presentado pliego de preguntas abierto ni indicado a la persona autorizada para
intervenir en el oficio correspondiente, dentro del plazo prescripto en el art. 212 del
mismo cuerpo legal.

Luego de reseñar -in extenso- algunos considerandos del pronunciamiento en


crisis, aduce que el temperamento asumido por la Cámara A-quo le causa un
perjuicio irreparable, en tanto que -a su juicio- se suple la negligencia probatoria de
la parte actora, en contraposición a lo previsto por los arts. 291 y 293 del CPCC y
lo sostenido por la jurisprudencia reinante en la materia.
Finalmente, solicita que esta Sala unifique e interprete el derecho y, en su mérito,
anule el fallo recurrido reenviando la causa a la Cámara de Apelaciones que le
sigue en turno a los fines de dictar un nuevo pronunciamiento.

II. Ingresando al tratamiento del planteo recursivo concedido por el motivo del inc.
3º del art. 383, CPCC, la unificación requerida para ante esta Sede extraordinaria
impone dilucidar si, habiéndose inadmitido en primera instancia la prueba
testimonial, por tratarse de testigos domiciliados fuera del asiento o sede del
tribunal -aunque dentro de la Provincia- y haber omitido el oferente acompañar el
interrogatorio en pliego abierto e indicar las personas autorizadas para intervenir
en su diligenciamiento (en los términos que prevé el art. 293, CPCC), resulta -o no-
procedente la pretensión que el interesado formalizara restando ya vencido el
plazo fatal establecido en el art. 212 1º párrafo del Rito, en el sentido de que esos
testigos comparezcan ante el tribunal, ofreciendo satisfacer los gastos de traslado
que el juez determine, en ejercicio de la prerrogativa que confiere el segundo
párrafo del art. 291, ib.

En las circunstancias descriptas, anticipamos criterio en sentido negativo, a mérito


de las razones que seguidamente pasamos a exponer.

III. Constituye lugar común que nuestro ordenamiento jurídico adjetivo establece
distintos recaudos y modos de diligenciamiento de la prueba testimonial, teniendo
en cuenta si las personas que en su mérito deban declarar residen -o no- en el
asiento o sede del tribunal interviniente pero dentro de la Provincia o si, en su
defecto, el lugar de su residencia se encuentra situado fuera de la Provincia o la
República.

Siguiendo este orden de ideas, el art. 291 del CPCC -en lo que aquí interesa-
dispone: “Cuando los testigos residan fuera del asiento o sede del tribunal pero
dentro de la Provincia, se librará oficio al tribunal letrado o de paz de su domicilio
(…) Las partes, dentro del plazo fatal de tres días de notificadas, podrán pedir que
los testigos comparezcan ante el tribunal de la causa, ofreciendo satisfacer los
gastos de traslado que el tribunal determine, sin trámite ni recurso alguno. Estos
gastos podrán ser incluidos en la planilla de costas.”

Dicho marco normativo resulta complementado por lo prescripto en el art. 293 del
mismo cuerpo legal, en cuanto prescribe: “…al ofrecer la testimonial la parte
acompañará el interrogatorio en pliego abierto e indicará los nombres de las
personas autorizadas para intervenir en el trámite del oficio o exhorto. No se
admitirá esta prueba si en el escrito no se cumplieren dichos requisitos.”.

Queda en evidencia, entonces, que los referidos dispositivos vienen a modificar


diversos aspectos que hacen al trámite “normal” de la prueba testimonial. Por un
lado, sientan como regla la comisión de la diligencia probatoria en cuestión a los
órganos jurisdiccionales de la residencia de los testigos. Por otro, establecen
requisitos adicionales a la simple designación del nombre y domicilio de los
mismos (cfr. art. 284 del CPCC), tales como el acompañamiento de interrogatorio
en pliego abierto y la indicación de las personas autorizadas para intervenir en la
tramitación del oficio u exhorto a librarse.

Es preciso remarcar que el fundamento de dicho trámite legal diferenciado y de las


aludidas exigencias adicionales, en el caso de que se trate de testigos domiciliados
fuera del asiento del tribunal, radica en el respeto del principio jurídico de
bilateralidad o contradictorio; cuya vigencia -como es sabido- se extiende
ineludiblemente a todas las etapas que transita el proceso, en particular y con
mayor razón, a aquella tendiente a la acreditación de los hechos sobre los cuales
no hubiere conformidad entre las partes.

Así lo enseña prestigiosa doctrina, señalando que “…al rendirse la prueba en


extraña jurisdicción, se le acuerda a la contraria la facultad de ejercer debidamente
el contralor de las preguntas propuestas (art. 210) y, además, le permite ejercer su
derecho de preguntar sin que necesariamente deba trasladarse al lugar donde
deba declarar el testigo, ya que -a tales fines- podrá acompañar su propio
interrogatorio. Fácil es advertir, entonces, que las formalidades aludidas tienden a
respetar el axial derecho de defensa del contrario del oferente.” (Mariano Díaz
Villasuso, Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Córdoba -
Comentado y concordado - Doctrina y jurisprudencia, Ed. Advocatus, Córdoba,
2013, T. II, p. 175; en idéntico sentido: Angelina Ferreyra de De la Rúa - Cristina
González de la Vega de Opl, Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de
Córdoba - 3era ed., Ed. La Ley, Bs. As., 2006, p. 574/575).

Ello explica y justifica la gravedad de la sanción procesal prevista para su


incumplimiento, cual es la declaración de inadmisibilidad del medio probatorio en
cuestión (arg. art. 293 del CPCC).

Cabe conceder que, de conformidad a lo prescripto en el citado art. 291 in fine del
CPCC, las partes tienen la facultad de requerir que aquellas personas que habrán
de atestiguar lo hagan ante los estrados del tribunal interviniente,
comprometiéndose a dichos fines al pago de los gastos que irrogará su traslado
“hasta el plazo fatal de tres días de notificadas”.

Pero no debe perderse de vista que el ejercicio de la opción conferida en el


segundo párrafo del art. 291, CPCC, en tanto sólo tiende a alterar el ‘lugar’ de
diligenciamiento de la testimonial de personas domiciliadas fuera de la sede del
tribunal (permitiendo al interesado requerir que se preste ante el juez de la causa,
si ofrece solventar los gastos de traslado), presupone necesariamente la previa
admisión de dicha prueba como tal, o cuanto menos, que no haya fenecido aún el
plazo que el art. 212 del mismo cuerpo legal otorga para ofrecer la prueba de que
se trata.

Ello así, pues mal podría asignarse a aquella prerrogativa virtualidad alguna para
prorrogar -ni menos aún, para hacer renacer- un término fatal ya vencido,
resultando absolutamente inconducente -por lo demás- proponer lugar alguno para
que se rindan testimonios cuya producción no ha sido habilitada en el proceso.

En la inteligencia expuesta, la decisión adoptada por el A-quo de proceder a


designar día y hora de audiencia a los fines de receptar las testimoniales
propuestas, pese a haber fenecido el plazo fatal de diez días previsto en el primer
párrafo del art. 212, CPCC, se aparta del principio primario de sujeción de los
jueces a la ley, con arreglo al cual no deben sustituir al legislador para crear
excepciones no admitidas por la norma ni efectuar una interpretación que
equivalga a su prescindencia, en tanto no medie una concreta declaración de
inconstitucionalidad (cfr. Fallos: 279:128; 313:1008; 329:4688).

IV. Desde otro costado, la solución no varía por la simple alegación que en el caso
de inadmitirse la recepción de las testimoniales propuestas en dichos términos se
cercenaría la verdad jurídica objetiva, por impedirse el diligenciamiento tales
pruebas pertinentes y conducentes a la solución del litigio.

Tal tesitura -considerada in abstracto- parte de un error conceptual, el cual finca en


considerar que toda declaración de inadmisibilidad de un medio probatorio resulta
inválida e ilegítima, en tanto conlleva sin más una renuncia expresa a la
comprobación de las circunstancias de hecho sobre las cuales no media
conformidad de las partes.

La conclusión se impone a poco que se comprenda que “...la averiguación de la


verdad es un fin en algún sentido prioritario del proceso en materia de prueba, pero
no es en absoluto el único. La celeridad en la toma de decisiones, la protección de
derechos fundamentales, la protección de secretos del Estado, el secreto de las
relaciones abogado-cliente, etc., son también fines habitualmente reconocidos en
la gran mayoría de ordenamientos jurídicos (…) Por ello, para garantizar la
obtención de esas otras finalidades, los ordenamientos procesales establecen
reglas jurídicas (aunque no sólo procesales) que funcionan como un filtro de
admisibilidad de la prueba (…) Resulta claro que la racionalidad instrumental de
esas reglas jurídicas no puede ser evaluada teniendo en mente la finalidad de la
averiguación de la verdad, sino la finalidad a la que en cada caso respondan.”
(Jordi Ferrer Beltrán, La valoración racional de la prueba, Ed. Marcial Pons,
Madrid, 2007, p. 77; énfasis añadido).

Es oportuno recordar que las normas que fijan plazos perentorios y fatales dentro
los cuales las partes pueden ejercer determinada facultad o carga no se limitan a
una mera técnica de organización, sino que tienen por finalidad y objetivo activar el
procedimiento y asegurar su expeditiva, regular y rápida tramitación (cfr. Hugo
Ramacciotti, Compendio de derecho procesal civil y comercial de Córdoba, Ed.
Depalma, Bs. As., T. I, p. 349); lo que -por cierto- coadyuva a la conclusión del
proceso en tiempo razonable (cfr. art. 39 de la Const. Provincial y art. 8.1. de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, Pacto de San José de Costa
Rica).

De tal manera, no puede sostenerse que las normas jurídicas bajo la lupa
impliquen genéricamente un indebido cercenamiento a la verdad jurídica objetiva,
ni -mucho menos- un exceso rigor formal, en tanto procuran salvaguardar la
garantía constitucional de la defensa en juicio de las personas y el derecho a
obtener una pronta decisión judicial, atendiendo -debida y ecuánimemente- los
intereses comprometidos de ambas partes.

En sentido coincidente, la Corte Suprema de Justicia de la Nación (para su ámbito,


aunque aplicable mutatis mutandi al caso concreto), ha sostenido reiteradamente
que:”...las razones de seguridad jurídica que fundamentan la perentoriedad de los
plazos, impiden considerar -salvo supuestos excepcionales- que el sometimiento a
ellos importe una desvirtuación de tales razones, susceptible de constituir exceso
ritual.” (Fallos: 318:1112 y sus citas).

Por otro lado, tampoco cabría atender al argumento según el cual, al tratarse en
concreto de prueba “importante” para la solución del litigio, corresponde admitir los
testimonios en cuestión, pese a que fueran extemporáneamente ofrecidos. No
debemos olvidar que, acorde a nuestro ordenamiento jurídico procesal, los jueces
en principio tienen vedado pronunciarse antes de la sentencia, tanto sobre la
pertinencia como acerca de la conducencia o eficacia de los distintos medios
probatorios propuestos por las partes, en el marco de un juicio declarativo (cfr. art.
199 del CPCC).

A lo dicho cabe añadir que, en rigor de verdad, no puede cohonestarse cualquier


solución que dejara librado a la discrecional apreciación de los jueces cuál fuese el
tiempo de demora admisible más allá del legal, pues ello implicaría ineludiblemente
que los efectos de la preclusión, quedasen sujetos a la voluntad arbitraria de
aquéllos.

V. En las condiciones descriptas supra, carece de asidero postular que la aludida


sanción procesal resulte exagerada respecto de la omisión atribuida al oferente de
la prueba o la escasa distancia entre la sede del tribunal interviniente y la
residencia del testigo.

Ello así, desde que los jueces no deben decidir sobre la conveniencia o acierto del
criterio adoptado por el legislador en el ámbito propio de sus funciones, ni
pronunciarse sobre la oportunidad o discreción en el ejercicio de aquéllas, ni
imponer su propio criterio en torno a cuestiones de eficacia o política judicial.

De allí que la mera discrepancia con la sanción procesal a adoptarse en torno al


ofrecimiento extemporáneamente formulado, la ponderación de los valores
constitucionales mencionados o la distancia más allá de la cual resulta conveniente
-o no- comisionar el diligenciamiento de un medio probatorio en cuestión, escapen
-por regla- a la competencia de los juzgadores, quienes no pueden a sustituir en su
función a los otros poderes del gobierno.

VI. Finalmente, no nos pasa inadvertido que la inadmisión de la prueba en cuestión


podría llegar a perjudicar el reconocimiento de los derechos sustanciales cuya
tutela jurisdiccional se procura en el pleito.

Pero no es menos cierto que tal eventualidad no se vislumbra en la actualidad


como fruto de un exceso de rigor formal atribuible a los tribunales, sino antes bien,
de la conducta desplegada por el propio interesado en el proceso, al haber omitido
cumplir una específica carga procesal que la ley le imponía observar en el trance,
bajo el apercibimiento que en definitiva se hiciera efectivo, esto es, la
inadmisibilidad de la prueba en cuestión.

Cabe, en este sentido, recordar que acorde a la máxima romana nemo auditur
propriam turpitudinem allegans no resulta válido alegar, en defensa de sus
derechos, su propia torpeza (cfr. art. 78 in fine del CPCC; art. 387 CCC), no
habiendo en ningún momento los oferentes insinuado -siquiera- que por
circunstancias de fuerza mayor o caso fortuito se encontraban ante la imposibilidad
de ofrecer en tiempo y forma la prueba testimonial de que habrían de valerse.

De allí que los efectos negativos que se dimanen como consecuencia de la


caducidad opelegis de la facultad de ofrecer el testimonio de personas que residen
fuera de la asiento o sede del tribunal, no sea sino la consecuencia de su propio
obrar desaprensivo, al no haberse encargado de desplegar en término los medios
idóneos a fin de procurar su admisibilidad formal.

Es que, si bien se admite que se prive de validez a decisiones que sean fruto de un
exceso ritual manifiesto renunciando a la verdad jurídica objetiva, ese estándar
hermenéutico -de raigambre constitucional- lejos está de constituir una excusa
absolutoria de todos y cada uno de los incumplimientos, las negligencias y los
actos defectuosos en que las partes incurran en el proceso, pues debe ser
armonizado con el principio -de igual fuente- de igualdad (cfr. Fallos 329:838).

VII. En síntesis, las exigencias de acompañar interrogatorio en pliego abierto e


indicar los nombres de las personas autorizadas para intervenir en el trámite, en el
caso de que los testigos domiciliados fuera de la sede a asiento del tribunal pero
dentro de la Provincia, deben ser cumplimentadas dentro del plazo de diez (10)
días establecido en el art. 212 del CPCC para ofrecer la prueba testimonial de que
se han de valer las partes en el juicio declarativo ordinario, bajo pena de
inadmisibilidad.

La prerrogativa que la ley confiere a las partes para que éstos atestigüen ante el
tribunal interviniente, comprometiéndose a satisfacer los gastos de traslado, se
encuentra condicionada -en principio- a que tal medio probatorio haya sido
previamente admitido por haberse cumplido sus recaudos relativos a la forma y
tiempo de postulación; sin perjuicio de que, por razones de economía procesal, el
proponente ejerza válidamente tal facultad conjuntamente con el ofrecimiento en
término de la prueba testimonial en cuestión.

VIII. A mérito de las reflexiones expuestas hasta aquí, y dado que la doctrina que
emerge del fallo atacado no se ajusta a las consideraciones precedentes,
considero que corresponde hacer lugar al recurso de casación interpuesto por la
demandada, revocándose el resolutorio impugnado, lo que así se decide.

IX. La existencia de jurisprudencia contradictoria que habilitó la intervención de


esta Sede extraordinaria a los efectos de unificar criterio en la materia traída a
juzgamiento, constituye razón suficiente para imponer las costas devengadas por
la tramitación de esta Instancia por el orden causado (arg. art. 130 in fine del
CPCC). Y acorde a ello, no se regulan honorarios a los letrados intervinientes en
esta oportunidad (art. 26 Ley nro. 9459).

Así nos pronunciamos.

X. A fin de evitar el dispendio de una nueva etapa procesal y atento que las
consideraciones vertidas en acogimiento del planteo casatorio contienen ínsito un
anticipo de la solución asignable al recurso de apelación que deviniera irresoluto a
raíz de la anulación aquí dispuesta, la Sala estima conveniente prescindir del
reenvío y, en uso de la prerrogativa conferida por el art. 390 del CPCC, dejar
definitivamente resuelto el punto en esta misma oportunidad.

En cumplimiento del objetivo propuesto, cabe recordar que, mediante Auto


Interlocutorio nº 57 de fecha 18/03/2014 (fs. 50/62), la Jueza de Primera Instancia
en lo Civil y Comercial de Huinca Renancó resolvió mantener los proveídos de
fechas 12/11/2013, 21/11/2013 y 12/12/2013 (fs. 8, 10 y 12, respectivamente),
mediante los cuales, tras declarar inadmisible el ofrecimiento de testigos
domiciliados fuera del asiento del tribunal, desestimara el requerimiento de que
dichas testimoniales se practicaran en la sede del Juzgado ante el cual tramita la
causa.

Contra esa decisión y en sustento del recurso de apelación interpuesto en


subsidio, la accionante afirma que los testimonios denegados son cruciales para la
dilucidación de la causa. Agrega que ofreció la prueba al tercer día hábil y el
incumplimiento del art. 291 CPCC no fue por ignorancia o desidia, sino en miras a
la costumbre -que dice generalizada en ese tribunal- de receptar en su sede los
testimonios de personas domiciliadas en el Departamento General Roca.

Sostiene además que la demora del tribunal en decretar la prueba ofrecida coartó
a su parte la posibilidad de enmendar o completar el ofrecimiento original dentro
del plazo fatal del art. 212 CPCC.

Considera que las circunstancias del caso ameritan una decisión que salvaguarde
los intereses de ambas partes, evitando perjuicios irreparables y atendiendo a la
verdad objetiva de los hechos que aparecen de decisiva relevancia para la justa
composición del litigio.

Tal como ya adelantáramos, interpretamos que los recaudos formales y


temporales previstos en los arts. 212 y 293 del CPCC no implican un exceso rigor
formal ni un indebido cercenamiento de la verdad jurídica objetiva, todo ello
conforme a las razones vertidas supra a las que nos remitimos brevitatis causae.

A mérito de lo expuesto, corresponde rechazar el recurso de apelación impetrado


por la actora y confirmar las providencias reseñadas, lo que así dejamos decidido.

XI. Las costas de la instancia apelativa, por iguales razones a las antes dadas
(existencia de razón plausible para litigar), se imponen también por el orden
causado.

Por todo ello,

SE RESUELVE:

I. Hacer lugar al recurso de casación articulado por la demandada (inc. 3°, art. 383,
CPCC) y, en su mérito, revocar el Auto Interlocutorio número ciento cuarenta y seis
de fecha 16 de junio de 2016, dictado por la Cámara de Apelaciones en lo Civil,
Comercial y Contencioso Administrativo de Primera Nominación de la ciudad de
Río Cuarto, de todo en cuanto decide.

II. Rechazar el recurso de apelación impetrado por la parte actora, confirmando los
proveídos de fecha 12/11/2013, 21/11/2013 y 12/12/2013 dictados por la Sra. Juez
de1ª Instancia en lo Civil y Comercial de Huinca Renancó.

III. No imponer costas en ambas instancias recursivas, conforme a las razones


expuestas en los apartados pertinentes (art. 130 in fine del CPCC). No regular
honorarios a los letrados intervinientes en esta oportunidad (arg. art. 26 Ley 9459).

Protocolícese e incorpórese copia.

Fdo.: CÁCERES de BOLLATI - SESÍN - BLANC GERZICICH de ARABEL.

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