1.3 Tarea Ensayo TB Siomara Rivera

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 6

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BAJA CALIFORNIA

ESCUELA CIENCIAS DE LA SALUD


CAMPUS ENSENADA

MEDICINA
ASIGNATURA: TUBERCULOSIS
DOCENTE: MUÑIZ SALAZAR RAQUEL
ALUMNO: RIVERA PADILLA SIOMARA
MATRÍCULA: 347273

ENSAYO SOBRE LA HISTORIA DE LA TUBERCULOSIS EN MÉXICO Y EN EL MUNDO.

A 30 DE AGOSTO DE 2022 EN ENSENADA, BAJA CALIFORNIA.


En la historia de la humanidad, el hombre se encuentra en una lucha constante entre la
naturaleza y la salud pública. El ser humano, por supervivencia, siempre encontrará la
forma de combatir las amenazas que el mundo exterior pone frente a él, ya sea en el caso
de desastres naturales o enfermedades.
Las enfermedades infecciosas representan una gran parte de las incidencias de muerte en
México y en el mundo, son una causa preocupante para la salud pública que repercute en la
calidad de vida de las personas, en los años vividos con discapacidad para la humanidad,
así como consecuencias económicas y sociales.
Como ya sabemos, la tuberculosis es una enfermedad infectocontagiosa que es provocada
por Mycobacterium tuberculosis, que tiene un tiempo de replicación lento pero que su
principal vía de contagio es la respiratoria. Las personas se pueden contagiar por los bacilos
tuberculosos que pueden quedar suspendidos en el aire ambiental, lo que aumenta la
diseminación. Entre sus signos y síntomas encontramos principalmente tos, fiebre, disnea,
anorexia o simplemente malestar general, incluyendo sudoración nocturna y astenia. Sin
embargo, la enfermedad puede parecer asintomática en sus primeras instancias. La
hemoptisis suele aparecer hasta que existe la presencia de daño granulomatoso a los vasos
sanguíneos o cuando existe lesión del parénquima pulmonar. El bacilo causante de la
tuberculosis, como dijimos, es Mycobacterium tuberculosis que fue descubierto por Robert
Koch en 1882. Sin embargo, la humanidad viene luchando contra esta enfermedad
contagiosa desde el periodo neolítico. Se considera que el cambio de vida nómada a uno
sedentario pudo haber favorecido el desarrollo de la tuberculosis con el aumento de la
población, la domesticación de animales, estratificación social y dieta menos variada.
La antigua Grecia remota la primera información sobre la tuberculosis, con Hipócrates
describiendo la enfermedad como crónica, con tos persistente, sudoración y
expectoraciones. Los antiguos médicos como Aristoteles y Galeno ya sabían que se trataba
de una enfermedad infecciosa, pero fue hasta 1865 que Villemin inocula al bacilo que dio
lugar a mayores y mejores investigaciones sobre la enfermedad. Cuando Villemin inicia
experimentos para poder demostrar la naturaleza infecciosa del bacilo, en estos tiempos se
pensaba que la Mycobacterium tuberculosis era una adaptación del microorganismo
causante de la tuberculosis bovina, pero estudios posteriores mostraron que este bacilo
evolucionó de un ancestro común.
Antes de esto, la gente creía que las enfermedades se trataban de castigos divinos o por los
malos actos del hombre, y se curaban con ritos o magia. Existen evidencias sobre
enfermedades infecciosas pulmonares o ‘tisis’, pues en la antigüedad se han encontrado
restos óseos con lesiones por infección crónica, lesiones reactivas periosteales y
osteomielitis, lesiones dadas por la tuberculosis.
La historia muestra que antes la gente moría de tuberculosis, era inevitable, y por 200 años
la enfermedad se mantuvo en este ámbito considerándose como la ‘Gran Peste Blanca’
hasta que el descubrimiento de Koch en 1882 y otros investigadores como Rene Laennec
(siglo XIX) que pudieron clasificar las enfermedades infecciosas y la tuberculosis como su
propia entidad.
Esta ‘gran peste blanca’, a pesar de ser una enfermedad contagiosa y mortal, fue objeto de
romanización durante siglos ya que muchos poetas, artistas y escritores contrajeron esta
enfermedad, como por ejemplo Edgar Allan Poe, Thoreau, Chopin, Whitman, Kafka y otros
más. Esto dio lugar a que se le conociera como ‘el mal de los poetas’ y la gente creía que
se relacionaba con la creatividad y la sensibilidad de estos artistas, incluso se le consideró
una variante de la enfermedad del amor, pues era muy común entre aquellos que escribían
muchos versos hermosos. Vemos mención de esta en varios ejemplares de literatura como
la dama de las camelias, o los miserables de Victor Hugo, donde los escritores plasman el
dolor, la desesperanza y, con ella, la belleza trágica secundaria de este mal mortal.

Esta enfermedad permanece casi indescifrable por la mayor parte de la historia, y fue
gracias a descubrimientos y técnicas modernas que nos permiten describirla ahora con
mayor detalle. Podemos agradecer al médico Rene Laennec, quien elaboró el primer
estetoscopio con el fin de describir las enfermedades torácicas, incluida la tuberculosis, a
Villehim al demostrar su carácter infeccioso y a Robert Koch en marzo de 1882, al describir
al bacilo tuberculoso.
Ya descrita la enfermedad a más detalle, y con descubrimientos consecuentes, la
enfermedad pudo comenzar a tratarse, esto ocurre con mayor fuerza gracias a la creación
de los hospicios y sanatorios a la mitad del siglo XIX. El primero fue en 1859 a las afueras
de la región montañosa de Alemania. Se creía que el aire fresco y la alimentación adecuada
eran particularmente especiales para el remedio y control de la tuberculosis, no solo por que
se procuraba la curación del enfermo sino porque también se podía aislar al enfermo del
resto de la población lo que reducía su contagio.

En el siglo XX, en el instituto Pasteur, el médico Alberte Calmette y el veterinario Camille


Guerin, comienzan investigaciones con el fin de elaborar una vacuna antituberculosa con
una cepa de mycobacterium bovis y logran una variante atenuada conocida como Bacilo de
Calmette- Guerine o BCG. En 1921 se empiezan ensayos clínicos sobre esta vacuna en
adultos y niños, pero los resultados se mostraron variables y no concluyentes. Fue hasta
después de la segunda guerra mundial que se comienza la investigación y desarrollo de
antibióticos efectivos contra la tuberculosis, con el fin de que el paciente pudiera
recuperarse en casa. Se investigaron diversas sustancias como la tuberculina, sales de
arsénico, de cobre y de oro para el tratamiento, que resultaron poco efectivas o inactivas in
vivo. Fue hasta 1936 que se experimenta con las sulfonamidas y en 1944, Selman
Waksman, Dubos y Shatz anuncian el primer antibiótico contra la tuberculosis: la
estreptomicina. Este antibiótico se obtuvo de una cepa de un hongo del suelo, Streptomyces
griseus. Ese mismo año se trató a una joven mujer contagiada de tuberculosis con éxito.
Fue a partir de este momento que comienzan las investigaciones y ensayos terapéuticos
con distintas asociaciones y administración de medicamentos. En 1952 con el
descubrimiento de la isoniazida, y consecuentemente otros antibióticos como la
pirazinamida, etambutol y rifampicina, que comienza la batalla contra la tuberculosis, el uso
de la vacuna BCG y aplicación de esquemas de antibioticoterapia.
En los años 90’s, con el incremento del HIV, cepas multirresistentes y deterioro de los
sistemas de salud pública, las instituciones públicas se ven en la necesidad de aplicar
intervenciones más estrictas y es por esto que la Organización Mundial de la Salud
implementa la estrategia TAES (Tratamiento Acortado Estrictamente supervisado) como
elemento esencial para el control de la tuberculosis.

En México, la tuberculosis comienza a ser estudiada en el siglo XIX, con la instauración del
Museo Anatomopatológico, donde se da inicio al estudio patológico gracias al médico
Rafael Lavista, director del Hospital de San Andres que gestiono este museo ante el
presidente Porfirio Diaz. Con el fin de coleccionar ejemplares de órganos afectados, el
estudio de enfermedades y así formar la patología mexicana, posteriormente el museo se
transformó en el Instituto Patológico Nacional, donde se realizaban estudios de lesiones en
cadáveres, in vivo y se analizaba y aislaba microorganismos. La tuberculosis llegó a
aparecer en la revista quincenal que el museo difunde, causando gran interés entre médicos
y patólogos, también comprobaron la alta frecuencia de esta enfermedad en el Valle de
México. Encontraron que hasta el 32% de las primeras 500 autopsias realizadas
demostraron datos de lesiones por tuberculosis. Gracias a estos hallazgos, se pudo
describir las diferentes formas clínicas de la tuberculosis en estas épocas: la tisis aguda
sofocante, la bronconeumonía y la pleural. El médico, Lavista, concluyó que no todas las
pleuresías eran tuberculosas, aunque eran pocas las variantes observadas en lesiones en
comparación con Europa. También observaron lesiones distintivas, como la presentación de
nódulos, granulaciones y fibrosis, estas se clasificaron en el museo: vulgar, de grandes
cavernas y fibrosas. Con estos descubrimientos, se dieron cuenta que el campo de
investigación para tuberculosis en México era extenso y había un gran camino por recorrer.
Cuando se diagnosticaba la tuberculosis a un paciente, usualmente ya era en estados
avanzados y para esto ya había contagiado a miembros de su núcleo cercano, y tampoco
había medidas de profilaxia adecuadas.
El instituto se encargó de realizar incontables estudios, con el fin de establecer
observaciones clínicas y un gabinete para análisis químicos, estudios microscópicos y de
más, siempre teniendo como objetivo la aplicación de sueroterapia, vacunas curativas y
tratamientos farmacológicos.
Se dieron inicio a tratamientos innovadores para la época en el Hospital San Andrés y en el
país como, por ejemplo, los baños en el aparato de Legay (cámara de enrarecimiento del
aire), que poco a poco fueron siendo desplazados por sus costos, resultados y variantes en
el personal.
En México, y en el mundo, la tuberculosis sigue siendo de las primeras causas de muerte
por agente infeccioso. En nuestro país se tiene una incidencia de más de 19,000 casos por
año y una mortalidad de 2.000 enfermos. La mayor incidencia de estos casos son en los
estados de Baja California, Sonora, Sinaloa, Guerrero y Tamaulipas.
En años recientes, con la pandemia de Covid-19, se encuentra la enfermedad por
tuberculosis un poco más abajo en el contexto de muertes, pues genera menos contagios y
letalidad que el virus SARS CoV-2, tiene mayores periodos de incubación y presenta
localizaciones extrapulmonares con sintomatología inespecífica, por lo que puede
confundirse con otras enfermedades. Los grupos de edad van desde los 20 a 64 años con
mayor contagio, pero esto no excluye otros grupos de edad.

A pesar de que los tratamientos para tuberculosis están disponibles y en su mayoría son
gratuitos en las unidades de salud, y recordando que la enfermedad es curable en el 99%
de los casos, muchos pacientes siguen muriendo a causa de esta infección. Es por esto que
es de vital importancia explicar al paciente que el apego estricto al tiempo del tratamiento,
los medicamentos combinados y el estadio de la enfermedad juegan un rol muy importante
para su control y su curación.
Como con cualquier enfermedad, la educación al paciente es esencial para su mejora
clínica, debemos y tenemos la obligación como médicos de dar todo el conocimiento
posible, veraz y oportuno al enfermo, explicar los pasos de la terapéutica, los tiempos de
tratamiento que son bastante largos en comparación con otras enfermedades, por lo que el
paciente puede cansarse o verse desesperanzado a su mejora. Debemos mostrar
compasión como con cualquier otra enfermedad y apoyarnos de la ayuda multidisciplinaria
que los servicios de salud proporcionan. No obstante, es de vital importancia el seguimiento
de los paciente, el seguir creando ensayos e investigaciones sobre la enfermedad pues aún
queda un largo camino por recorrer y, sin duda, la tuberculosis encontrará la forma de
superarnos en algún momento por lo que debemos seguir preparándonos para esto con el
fin de mantener la salud de la humanidad.
REFERENCIAS:
Espinosa Lopez, Guzman Morales E, Peregrino Rodriguez. (s.f) ‘Tuberculosis, la peste
blanca: historia, literatura, arte y epidemiología’, Prevención Médica y Fomento a la Salud,
páginas 1-14.

Cartes Parra, Juan Carlos. (2013) ‘Breve historia de la tuberculosis’, Revista Médica de
Costa Rica y Centroamérica, vol 605 (núm 145-150), pp 1- 6.

Pérez Cruz, Hayvin y García Silveira, Eberto y Pérez Cruz, Nuvia y Samper Noa, Juan A. y
(2009), "Historia de la lucha antituberculosa." Revista Habanera de Ciencias Médicas, Vol.
8, núm.2, pp 6-8.

Guzman-Mendez, Salinas Lara, Castañeda Lopez. (2013) ‘La tuberculosis en México’,


Revista de Investigación Clínica, vol 65, num.1, pag 2-7.

Rakovich G. (2010) Artificial pneumothorax: tapping into a small bit of history. CMAJ., pág
1-3.

También podría gustarte