III Carta Pastoral
III Carta Pastoral
III Carta Pastoral
Populares
Cartas Pastorales
Y Primera de
Monseñor Arturo Rivera y Damas
Obispo de Santiago de María
Sentimos pues, que la luz con que nuestra carta quiere iluminar el
camino de nuestras Diócesis, es la luz auténtica del Evangelio y del
Magisterio de la Iglesia. Sentimos que la Transfiguración de Cristo que
en la hora suprema de un gran Pontífice iluminó la vocación divina de
los hombres y descubrió las desigualdades injustas de la tierra, tiene
claridades y energías muy válidas para ofrecer –desde el análisis de
los acontecimientos que nos anegan en un mar de amarguras y
confusiones- una respuesta eficaz a los serios interrogantes que se
nos hacen acerca de un posible camino de salida para el difícil
momento que atraviesa el país.
Por eso el Padre nos ofrece al Divino Transfigurado como Hijo de sus
complacencias y nos ordena escuchando como Salvador y Maestro
del mundo.
Sabemos pues, que lo que tenemos que decir, como toda siembra del
Evangelio, correrá la suerte de la semilla de la parábola del
sembrador: habrá quienes, aun con buena voluntad, no comprenderán
por qué la miseria de los pobres y sobre todo de los campesinos les
está lejana y trágicamente forma parte de una historia de su propio
país a la que se han acostumbrado. Habrá también quienes “oyendo
no entiendan y mirando no vean” (Mt. 13, 14). Habrá también quienes
prefieran las tinieblas a la luz porque sus obras eran malas (Jn. 3, 19).
Pero, gracias a Dios, estamos seguros también de contar con quienes
honesta y valientemente aceptan acercarse a la luz, no adaptarse a
este mundo (Rom. 12, 2) y quieran cooperar a “los dolores de parto”
de una nueva creación (Rom. 8, 22).
Por eso, por lo nuevo del tema y por la natural limitación de los
pastores, nuestra Carta Pastoral es muy consciente de que sólo va a
ofrecer los principios cristianos de solución y con ellos llamar a todo el
Pueblo de Dios a reflexionar desde sus comunidades eclesiales y en
común con sus pastores y con la Iglesia Universal sobre estos temas a
la luz del Evangelio y desde auténtica identidad de nuestra Iglesia.
PRIMERA PARTE
SITUACIÓN DE LAS “ORGANIZACIONES POPULARES” EN EL
SALVADOR
1. El derecho de organización.
2. Su violación en el país.
Esta situación trae a nuestro pueblo por lo menos estos dos grandes
daños: el desprecio a su dignidad, a su libertad, y a su igualdad en la
participación política; y la falta de protección a los más necesitados.
Por ello Medellín recalcó este derecho (Justicia nn. 11 y 12) y desde
diversos Episcopados Latinoamericanos lo han repetido (por ejemplo:
Colombia, Julio de 1969. Honduras 8 de Enero de 1970. Perú 4 de
diciembre de 1975, etc). También nuestra Conferencia Episcopal se
pronunció ya claramente en defensa del derecho de asociación de los
campesinos. Consecuentes con esa posición de nuestro Episcopado,
no dudamos en reafirmar el derecho de organización para los hombres
y mujeres del campo e incluso animar a que existan esas
organizaciones, no lo hacemos, al hablar como pastores con una
visión política determinada, sino con la visión cristiana de que los
pobres tengan la suficiente fuerza para no ser víctimas de los
intereses de unos pocos, como lo demuestra la historia (Medellín Paz
nn. 20 y 27).
SEGUNDA PARTE
RELACIONES ENTRE LA IGLESIA Y LAS ORGANIZACIONES
POPULARES
Un problema nuevo.
Esto nos lleva a otro problema que queremos plantear con toda
sencillez. Para luchar por la justicia en una “organización popular” no
es necesario ser cristiano ni reconocer explícitamente la fe en Cristo.
Se puede ser un buen político o trabajar bien por la realización de una
sociedad más justa sin ser cristiano, con tal que se respete y se tenga
en cuenta el valor humano y social de la persona.
5. Autenticidad, no Instrumentalización.
Existen otras cauces para canalizar esta lucha: por ejemplo, una
educación liberadora (Medellín), una evangelización no ajena a los
derechos humanos ni al proceso de liberación de los pueblos (E. N. 30
y 31).
Pero esto lo decimos no para amparar una evasión o una pereza, sino
para que cada uno reflexione en la vocación de su vida al servicio de
los demás.
Los laicos que han sido asumidos al servicio de la Iglesia para una
especial misión jerárquica, como los catequistas, celebradores de la
Palabra, etc., no deben olvidar esta circunstancia que los constituye
representantes conspicuos de la jerarquía, de su ministerio y de su
magisterio. Son, como debe ser la jerarquía y el Presbiterio, signo de
la unidad de todos los hijos de la Iglesia particular y universal. Esta
responsabilidad que los coloca en la dirigencia y en la fuerza unitiva
del Pueblo de Dios, los debe hacer muy prudentes al simpatizar o
inscribirse en una organización popular. Si la militancia en una
organización quita, al agente de pastoral ante el Pueblo de Dios,
credibilidad o eficacia, hay una fuerte razón pastoral para optar por
una de las dos dirigencia, después de hacer un serio discernimiento
ante el Señor.
8. Organizaciones no Cristianas.
a) La “violencia institucionalizada”.
d) Violencia espontánea.
f) Violencia de la no violencia.
• Crecer en la Paz.
Está haciendo mucho mal a nuestro pueblo esa violencia fanática que
casi se hace “mística” o “religión” de algunos grupos o individuos.
Endiosan la violencia como fuente única de justicia y la propugnan y
practican como método para implantar la justicia en el país. Esta
mentalidad patológica hace imposible detener la espiral de la violencia
y colabora a la polarización extrema de los grupos humanos.
CONCLUSIÓN.
Creemos que todo esto es la voluntad del Divino Salvador del Mundo.
Y que el Padre ordena: Hay que escucharlo!