Ensayo Exegetico Efesios
Ensayo Exegetico Efesios
Ensayo Exegetico Efesios
TÍTULO
¨Una nueva vida en Cristo¨
La iglesia en Éfeso fue fundada por el Apóstol Pablo según lo relata así el capítulo
19 del libro de los Hechos, en donde él encontró a ciertos discípulos que solo
habían conocido hasta el bautismo de Juan y a quien les predicó de Jesús y
recibieron el Espíritu Santo, eran unos doce según dice la Escritura, después de
haber predicado en la sinagoga judía por tres meses y ser rechazado. Pablo paso dos
años predicando cada día en la escuela de uno llamado Tirano, de manera que todos
en Asia escucharon la Palabra del Señor, judíos como griegos, (Hech.19:10), esto es
algo razonable ya que la ciudad de Éfeso se encontraba en una de las rutas más
transitadas por los viajeros, la gran ruta central, esto hizo a Éfeso y a Corinto
puntos de transito significativos y lugares desde los cuales el cristianismo pudo
irradiarse a otras áreas.
Éfeso fue una ciudad grande y muy importante del mundo antiguo, situada cerca de
la desembocadura de los ríos Cayster y Meander en el mar Egeo. Era un centro
tanto político como también comercial. Sobre todo Éfeso era el centro religioso de
Asia Menor por ser el lugar donde se encontraba el famoso templo de la diosa
Diana (los griegos la llamaba “Artemisa”), la diosa de la fertilidad, cuya imagen,
según sus fieles, había venido del cielo (Hechos 19:35). Santuarios para la
adoración a esa diosa datan desde unos ocho siglos antes de Cristo. La
reconstrucción de ese gran templo demoró unos treinta años y terminó con la
inauguración de un edificio de enormes proporciones y belleza, habiendo sido
dotado por la donación de columnas, oro y otros obsequios de parte de muchos
reyes de diferentes naciones. La misma gente de Éfeso vendieron sus joyas para
pagar el costo de la construcción y con su inauguración (en el año 323 A.C.) el
nuevo templo llegó a ser el edificio más opulento jamás construido en el mundo
griego. Fue contado entre las siete maravillas del mundo antiguo.
Era la gloria de toda Asia y durante siglos sirvió para que a Éfeso llegaran
peregrinos de muchas partes del mundo para compartir en el culto a “Diana de los
efesios”. Era fuente de muchos ingresos al pueblo a través del “turismo” como
también de las donaciones al templo y las ventas de los “templecillos de Diana”
(Hechos 19:24). Fue a tal ambiente religioso y social que llegaba el evangelio de
Cristo en los primeros años de la década de los cincuenta del primer siglo de la era
cristiana. Fue contra tan grande peso de paganismo que el cristianismo tenía que
combatir en la ciudad de Éfeso, el orgullo de toda Asia por su templo a la gran
diosa pagana.
PROPÓSITO
Creo que el propósito puede verse en los capítulos 1:15-19 y en el capítulo 3, es
mi impresión de que existe en el apóstol una preocupación de que la esperanza a
la que los cristianos hemos sido llamados este bien comprendida y afecte el
modo de vivir de estos creyentes y él al verse como el responsable ante Dios por
el anuncio y aclaración de esto a los gentiles, como bien nos aclara en el capítulo
3, y al estar encarcelado en Roma (sin hasta ese momento saber si ha de volver a
verlos), continua con su labor de aclarar este misterio entre los gentiles y decide
enviar esta carta a Éfeso y muy probablemente a todas las iglesias en la zona del
Asia menor que han surgido por el trabajo misionero de esta iglesia. Explicando
la doctrina y como esta debe afectar su manera de vivir.
Otro de los temas es describir la gloriosa gracia redentora de Dios hacia la
iglesia, derramada sobre ella a fin de que fuese una bendición al mundo y
pudiese glorificar a su redentor.
TEMA PRINCIPAL
Creo que el tema principal de Efesios es la unidad de los creyentes en Cristo
salvos por medio de la fe; han sido salvados medio de la fe, ustedes son
y esto no de vosotros, mediante la fe; esto no salvos. No es por nada que
pues es don de Dios; procede de ustedes, sino ustedes hayan hecho. La
que es el regalo de Dios, salvación es un regalo de
Dios
no por obras, para que 9 no por obras, para 9 y no se obtiene
9
3. SANTO Jagios, separado, del pecado y por lo tanto consagrado a Dios, sagrado:
a) Es predicado de Dios, como absolutamente santo, en su pureza, majestad y
gloria: del Padre (Jn 17.11); de Hijo (Lc 1.35); del Espíritu (Mt1.18).
b) Se utiliza de personas y cosas en tanto que estén dedicadas a Dios (Ef 2.21).
6. OBRAS. Ergon, denota: 1) trabajo, empleo, tarea, obra (Mc 13.349; 2) una
acción, un acto: a) de Dios (Jn 6.28, 29); b) de Cristo (Jn 5.36); c) de creyentes
(Mt 5.16); d) de incrédulos (Mt 23.3,5); de los que buscan justificación por las
obras (Ef 2.9); de las obras de la ley (Gl 2.16); obras muertas (Heb 6.1); e) de
Babilonia (Ap 18.6); f) del diablo (Jn 8.41).
1-3 Estaban muertos en sus delitos es, aquellos que están atados al pecado están
destinados a la muerte y, por lo tanto, ya pertenecen a su reino; aquello que
consideran como la vida es nada más que un anticipo de la muerte, ya que no tiene
a Dios. Y es que el pecado mata a una persona por completo como puedo
explicarlo a continuación.
(i) El pecado mata la inocencia. Nadie sigue siendo el mismo
después de cometer un' pecado. Los psicólogos nos dicen que nunca
olvidamos realmente nada. Puede que no quede en nuestra memoria
consciente, pero todo lo que hemos hecho o visto u oído o
experimentado de alguna manera alguna vez queda enterrado en
nuestra memoria inconsciente. El resultado es que el pecado produce
un efecto permanente en la persona.
(ii) El pecado mata los ideales. En las vidas de muchos hay una especia
de proceso trágico. Al principio, una persona considera una mala
acción con horror; la segunda etapa llega cuando tiene la tentación
de hacerlo, pero, aun cuando lo está haciendo, se siente todavía
desgraciado e inquieto y muy consciente de la está mal; la tercera
etapa llega cuando ya ha hecho aquello tantas veces que ya se hace
sin remordimientos. Cada pecado hace más fácil el siguiente. El
pecado es una especie de suicidio, porque mata los ideales que hacen
que valga la pena vivir la vida.
(iii) Por último, el pecado mata la voluntad. En un principio, uno se
entrega a algún placer prohibido porque quiere; al final, se entrega a
él porque no lo puede evitar. Una vez que algo se convierte en un
hábito, no está lejos de ser una necesidad. Cuando uno ha permitido
que le domine algún hábito, alguna permisividad, alguna práctica
prohibida, llega a ser su esclavo. Como recoge un antiguo dicho:
«Siembra un hecho, y cosecharás un hábito; siembra un hábito, y
cosecharás un carácter; siembra un carácter, y cosecharás un
destino.» El pecado tiene un cierto poder asesino. Mata la inocencia;
el pecado se puede perdonar, pero sus efectos permanecen. Como
decía Orígenes: «Quedan las cicatrices.» El pecado mata los ideales;
las personas empiezan a hacer sin remordimientos lo que en un
principio les producía horror. El pecado mata la voluntad; acaba por
dominar a una persona de tal manera que ya no se puede librar de él.
4. CONCLUSIÓN
Ya hemos visto que el pecado mata la inocencia. Ni siquiera Jesús puede devolverle a
una persona la inocencia que ha perdido, porque ni siquiera Jesús puede atrasar el reloj;
pero lo que sí puede hacer Jesús, y lo hace, es librarnos del sentimiento de culpabilidad
que conlleva necesariamente la pérdida de la inocencia. Ya vimos que el pecado mata
los ideales por los que viven las personas. Jesús despierta el ideal en el corazón humano.
El mensaje cristiano había encendido de nuevo el ideal. La gracia de Jesucristo enciende
de nuevo los ideales que habían extinguido las caídas sucesivas en pecado. Y al
encenderse de nuevo, la vida se convierte otra vez en una escalada.
Por encima de otras cosas, Jesucristo aviva y restaura la voluntad perdida. Ya vimos que
el efecto mortífero del pecado es que destruía lento pero seguro la voluntad de la
persona, y que la indulgencia que había empezado por un placer se había convertido en
una necesidad. Jesús crea otra vez la voluntad. Eso es de hecho lo que hace siempre el
amor. El resultado de un gran amor es siempre purificador. Cuando uno se enamora
de veras, el amor le impulsa a la bondad. Su amor al ser amado es tan fuerte que
quebranta su antiguo amor al pecado. Eso es lo que Cristo hace por nosotros. Cuando Le
amamos a Él, ese amor recrea y restaura nuestra voluntad hacia la bondad.
Esto quiere decir que las obras no tienen nada que ver con ganar la salvación. No es
correcto ni posible apartarse de la enseñanza de Pablo aquí -y sin embargo es aquí
donde se apartan algunos a menudo. Pablo pasa a decir que somos creados de nuevo por
Dios para buenas obras. Aquí tenemos la paradoja paulina. Todas las buenas obras del
mundo no pueden restaurar nuestra relación con Dios; pero algo muy serio le pasaría al
Cristianismo si no produjera buenas obras.
No hay nada misterioso en esto. Se trata sencillamente de una ley inevitable del amor.
Si alguien nos ama de veras, sabemos que no merecemos ni podemos merecer ese amor.
Pero al mismo tiempo tenemos la profunda convicción de que debemos hacer todo lo
posible para ser dignos de ese amor. Así sucede en nuestra relación con Dios. Las
buenas obras no pueden ganarnos nunca la salvación; pero habría algo que no
funcionaría como es debido en nuestro cristianismo si la salvación no se manifestara en
buenas obras. Como decía Lutero, recibimos la salvación por la fe sin aportar obras;
pero la fe que salva va siempre seguida de obras. No es que nuestras buenas obras dejen
a Dios en deuda con nosotros, y Le obliguen a concedernos la salvación; la verdad es
más bien que el amor de Dios nos mueve a tratar de corresponder toda nuestra vida a
ese amor esforzándonos por ser dignos de él.
Sabemos lo que Dios quiere que hagamos; nos ha preparado de antemano la clase de
vida que quiere que vivamos, y nos lo ha dicho en Su Libro y por medio de Su Hijo.
Nosotros no podemos ganarnos el amor de Dios; pero podemos y debemos mostrarle
que Le estamos sinceramente agradecidos, tratando de todo corazón de vivir la clase de
vida que produzca gozo al corazón de Dios.
5. BIBLIOGRAFÍA
1. G.J. Wenham, J.A. Motyer, D.A. Carson, R.T. France, Biblioteca Mundo
Hispano COMENTARIO, Editorial Mundo Hispano 2003.
2. William Barclay , Comentario al Nuevo Testamento, Tomo 10 Gálatas y Efesios