Es Necesario Que Entre en Tu Casa
Es Necesario Que Entre en Tu Casa
Es Necesario Que Entre en Tu Casa
¿Alguna vez has trepado a un árbol?, ¿Fue difícil?, ¿Para qué subiste?, ¿Conseguiste
tu objetivo?, Hoy nuestro personaje subió a un árbol con un objetivo concreto: ver a
Jesús de Nazaret y lo consiguió. ¿Quién sabe cómo se llama este personaje? Sí,
Zaqueo.
Jericó era una meta obligatoria para ir a Jerusalén, un centro comercial muy importante
en el imperio romano, bien comunicado con los países sudorientales. Era, por lo tanto,
un lugar adecuado para cobrar los impuestos y asegurar, de este modo, la prosperidad
de los recaudadores, los cuales, sirviéndose de lo recaudado, aumentaban sus
riquezas personales.
"Había un hombre llamado, Zaqueo, que era jefe de publicanos y rico. Trataba de ver
quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura"
(Lc 19,2-3) Zaqueo era un hombre rico, un importante recaudador de impuestos que
vivía en Jericó. A la gente no le gustaban las personas que tenían este trabajo.
Zaqueo probablemente era la persona más odiada de Jericó. Como jefe de los
publicanos estaba encargado de recaudar impuestos de los nacionales por la fuerza
ocupante, los romanos. Probablemente Zaqueo compró su puesto y se enriqueció al
cobrar más que la cuota exigida por Roma. A Roma no le importaba cuánto recaudara,
sino que les pagara la cuota.
Zaqueo quería ver a Jesús y no sabemos muy bien por qué le quería ver. A lo mejor
porque pensaba que Jesús era el Mesías, o simplemente porque Jesús era un
personaje famoso o porque sentía curiosidad de conocer a ese hombre que decían que
hacía milagros,... Zaqueo no estaba paralítico, ni ciego, ni sordo, ni su hija está
enferma, no se acercaba a Jesús buscando un milagro. Pero para Jesús lo importante
era que Zaqueo fuera a verlo.
Sale de su "despacho", sale de su rutina, se pone en marcha y decide ir a ver a éste tal
Jesús. Y entonces comienzan las dificultades: una gran multitud de gente le impide ver
a Jesús y como es pequeño de estatura no puede ver nada. Rápidamente tiene que
buscar una solución para conseguir su objetivo. ¿Tú qué harías? [...] Recordar a la
mujer que se escurrió entre la multitud buscando sólo tocar el manto de Jesús y quedó
sanada. Recordar al paralítico que descolgaron por el tejado de la casa y también
quedó sanado. Pues hoy a Zaqueo se le ocurre una buena idea, se sube a un árbol
junto al camino desde donde podrá ver a Jesús sin que nadie le tape. "Se adelantó
corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí" (Lc 19, 4)
Nosotros también nos encontramos con dificultades cuando queremos estar con Jesús;
nos tienta la televisión, nos vence la pereza, nos preocupa lo que los demás piensan si
se enteran de que sigo a Jesús, nos llaman "anticuados",..... No te dejes vencer por las
dificultades pídele ayuda a Dios y Él te ayudará.
EL LLAMADO DE JESÚS
Recuerda el día que te encontraste por primera vez con Jesús. Quizá fuiste obligado
por tus padres a un encuentro de oración o un amigo te invitó a un grupo donde se
hablaba de Jesús y fuiste para complacer a tu amigo o... Lo importante es que fuiste,
es que estabas ahí y entonces Jesús te vio y te llamó. Eso le pasó a Zaqueo. Llegó el
momento esperado, Jesús pasó por debajo del árbol y lo vio, se fijó en él y le habló al
corazón. "Cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista le dijo: Zaqueo, baja
pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa" (Lc 19, 5). ¡Sorprendente!
Jesús llama a Zaqueo por su nombre, Jesús dice que va a ir a su casa, a la casa de un
recaudador de impuestos, a la casa de un "estafador", de un "pecador". ¿Cómo se
siente Zaqueo? [...] Muy contento. Debió pensar: "Jesús no me rechaza aunque sea un
estafador que intenta hacerse rico a costa de los demás, Jesús me tiene en cuenta,
Jesús me hace un hueco en su apretada agenda, debo ser alguien importante para Él".
Entonces Zaqueo "se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos
murmuraban diciendo: Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador" (Lc 19, 6-
7).
A ti también te llama Jesús, tú también eres importante para Jesús. Todos los días
quiere hablar contigo, todos los días quiere hospedarse en tu casa. ¿Qué le dices? [...]
Estoy muy ocupado y no tengo tiempo para ti, o al contrario, como Zaqueo le acoges y
escuchas lo que tiene que decirte. Zaqueo escuchó a Jesús y descubrió que estaba
actuando de forma equivocada, que estaba robando a la gente, que era egoísta y que
no se preocupaba de las necesidades de los demás. Entonces sucedió el milagro.
Zaqueo también necesitaba un milagro, aunque posiblemente él no lo sabía,
necesitaba un milagro para cambiar su corazón egoísta, avaro y soberbio por un
corazón generoso y humilde. Y Jesús hizo ese milagro: "Zaqueo puesto en pie, dijo al
Señor: ‘Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres y si en algo defraudé a
alguien, le devolveré cuatro veces más’" (Lc 19, 8) Jesús estaba muy contento por el
cambio de corazón y de pensamiento de Zaqueo y perdonó su pecado. Seguro que tú
también puedes cambiar algo concreto de tú vida. Y entonces Jesús te dirá lo mismo
que le dijo a Zaqueo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa... pues el Hijo del
hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 19, 9). Jesús quiere
cambiar tu vida, como cambió la de Zaqueo. Jesús se ha fijado en ti y te ha llamado por
tu nombre.
Israel tenía una tradición de restitución de lo robado. Si el ladrón confesaba, tenía que
restituir la cantidad robada más una quinta parte (Lev. 6:1-5; Núm. 5:7).Sise robaba un
animal, y el animal estaba vivo, se tenía que pagar el doble, es decir otro animal. Si el
animal robado estaba muerto, entonces se tenía que pagar cuatro o cinco veces más
(Ex. 22:1, 3-4; 2 Sam. 12:6).Zaqueo actuó según la última categoría.
Zaqueo fue considerado un desheredado por el pueblo en Jericó debido a su
colaboración con los romanos. La gente no le consideraba un hijo de Abraham. Así que
la declaración de Jesús en 19:9, "por cuanto él también es hijo de Abraham,” era
radical. Estaba cambiando la definición y la base del ser hijo de Abraham. Ya no estaba
por su herencia familiar sino por su respuesta a Dios. Este concepto fue bastante más
elaborado por el Apóstol Pablo (Rom. 2:17-29; 3:30; 4:1-25).
Zaqueo era uno de los jefes de estos recaudadores y quizás uno de los más corruptos,
con tanta riqueza que suscitaba envidia y rabia entre los habitantes de Jericó. Un
hombre que podría encarnar el ideal de una sociedad como la nuestra... alguien que ha
alcanzado la "happiness" americana, el ideal que promete nuestro mundo desarrollado,
el bienestar individual. ¿Qué más podía esperar Zaqueo?
Sin embargo aquel ideal, tan perseguido por el mundo que le rodea, no le satisface. Tal
vez se sienta decepcionado, no es lo que esperaba, no resulta ser la buena noticia
divulgada por la sociedad romana... es otra mentira, otro engaño. No se siente feliz.
Por eso quiere ver a Jesús, un hombre diferente, con un mensaje singular. No sabemos
quién le habrá hablado de Jesús, ni cómo. Tal vez más de uno, las distintas opiniones
(es un charlatán, un profeta, un curandero, un gran orador, habla con autoridad) le han
movido a conocerlo de cerca. ¿Qué tiene este Jesús de especial?
Pero la suya es más que una curiosidad, su búsqueda se vuelve ansiosa, hasta el
punto de perder la reputación, y de pasar de lo "que dice la gente". Nos imaginamos
aquel hombre que se abre paso entre la muchedumbre para ver a Jesús... que corre
como un loco para adelantarlo... que se sube como un niño a un árbol. No le preocupa
su imagen su reputación, su dignidad, ni lo que la gente pueda pensar de él... está
dispuesto a todo con tal de ver a Jesús.
Es esta inquietud tan fuerte, este deseo tan grande que le permiten encontrarse con
Jesús. Hay que ponerse en camino. Zaqueo nos enseña la importancia de buscar a
Jesús de manera decidida, de quererle ver, la importancia de manifestar y vivir un
interés profundo por él. En la fe, hay un movimiento humano necesario: la curiosidad, el
deseo, el interés por Jesús, por su palabra, por su persona, por su reino. Jesús lo mira
y le habla. ¡Quién sabe la confusión interior que sintió Zaqueo! Me está hablando justo
a mí. ¿Y por qué a mí... no ve cuánta gente hay alrededor, por qué me escoge
exactamente a mí? ¿No sabe lo que soy, lo que hago? Sin duda no sabe lo malo que
soy.
Pero al mismo tiempo, ¡qué felicidad el sentirse escogido! Y Zaqueo baja con alegría,
no se siente condenado, al contrario se siente valorizado, aceptado, en definitiva se
siente amado. Jesús entra en la vida de este hombre y lo hace poniendo todo patas
arriba, la vida de Zaqueo da un vuelco total, inesperado, como inesperado fue el
encuentro, inesperada la mirada de Jesús. Jesús quiere ir a casa de Zaqueo y se auto-
invita. ¡Menuda sorpresa! Algo inimaginable.
Esta invitación no entraba en los planes de Zaqueo, se conformaba con menos, con
verle pasar... de lejos. Pero, oídas las palabras de Jesús, baja todo contento del árbol y
se lleva a Jesús a su casa.
¿Qué significó aquel encuentro para Zaqueo? Todo. A partir de ese momento hay un
antes y un después. De alguna manera Zaqueo baja de la higuera convertido porque
aceptó sin titubeos la palabra de Jesús, y le abrió su casa, su corazón y su bolsillo
comprometiéndose a arreglar cuantas injusticias hubiera cometido.
Quizás como Zaqueo buscamos a Jesús, pero a medias y de lejos... ¡anda que si se
para y me mira como a Zaqueo! ¿Tenemos miedo de la profundidad del encuentro con
él a solas? Quizás también entre en nuestra vida y lo ponga todo patas arriba... Zaqueo
experimenta que Jesús es como aquel padre de la parábola que tenía dos hijos, uno de
ellos -el pequeño- se marchó con una parte de los bienes del padre. Y gasta toda
aquella riqueza que el padre había ganado con tanto sudor, sacrificio y trabajo. Aquel
padre cuando lo ve volver corre a su encuentro, lo abraza y hace fiesta. No le importa
absolutamente nada lo que el hijo ha perdido; lo que él sabe es que su hijo estaba
muerto y ha vuelto a la vida. Jesús manifiesta aquel amor tan grande, tan gratuito e
incondicional.
Zaqueo, frente a las acusaciones como las hechas por el hijo mayor de la parábola, se
pone de pie dispuesto a actuar: La mitad de los bienes se lo da a los pobres y cuatro
veces más a quien ha engañado.
“Amor con amor se paga”, dice el refrán. Uno que se siente amado y amado
gratuitamente como Zaqueo, ama a su vez. O como dice un escritor latinoamericano:
“Es para mí una cosa inexplicable por qué se siente uno capaz de ser bueno al sentirse
amado.”
Es una experiencia que cada uno de nosotros puede hacer. Cuando una persona te
quiere de verdad, notas cómo cambia tu vida, sientes que te invade una fuerza para
hacer el bien. Y cuanto más el amor de la persona es grande, más te sientes capaz de
ser bueno.
Tal vez la sabiduría del sacramento, del signo de la reconciliación sea justamente eso.
Un signo concreto de que Jesús te ama pese a todo lo que ha pasado o has hecho. Él
sacerdote en nombre del Padre, te dice vete en paz, y entonces estás seguro de que
Dios te ama. No te inquietes, porque El te ama, y tú puedes amar. Necesitamos oír
aquellas palabras para poder amar, para amar con valentía como Zaqueo, para
recuperar la alegría de sentirnos amados, para oír : “conviene que hoy me quede en tu
casa”... para oír : “Hoy la salvación ha llegado en esta casa”.
* Zaqueo tenía ansia de encontrarse con Jesús: ¿Y tú? ¿Cuál es el árbol que te permite
ver a Jesús, encontrarte con su mirada?
CONCLUSIÓN
¿Es suficiente para usted pasar un corto momento en una congregación, o la breve
lectura de un devocional como éste? No, es necesario un contacto personal con el
Salvador, de corazón a corazón, para escuchar su voz. “Zaqueo, date prisa, desciende,
porque hoy es necesario que pose yo en tu casa”, le dijo Jesús. Es una urgente
necesidad que no admite ninguna espera. Zaqueo no debía conformarse con esa
furtiva mirada, necesitaba un encuentro personal con el Salvador.
Si Jesucristo entra en nuestra vida, trae la salvación. Esto fue lo que él mismo declaró
a Zaqueo, quien pensaba, quizás, que debía hacer valer sus buenas obras, diciendo:
“La mitad de mis bienes doy a los pobres”. Pero Jesús le dijo: “Hoy ha venido la
salvación a esta casa”. Lo que importa, ante todo, es recibir la salvación que el
Salvador ofrece, recibir su gracia y su perdón.