Kafka. Identidad y Solipsismo. Una Mirada Fenomenológica. - PJA Hoyos
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Abstract: This paper has the goal of going deep into the relation b etween Franz
Kafka ‘s esentially solitary lLfe and work and the experiential solipsism — a notion
in which man is, for himself and for the others, “one ob ject among others — which
human beings are experiencing in present times. The effort is made in such a way
that the antecedents and characteristics of the post-industrial era could b e seen
through this writer’s work. In order to do that, the first part is a review of Kafka ‘s
solitary nature, reflected in his work. In the second part, what is understood b y
experiential solipsism is deflned and delimited. Finally, such solipsism in Kafka ‘s
work is made explicit.
1. Identidad y soledad
La obra de Kafla prevalece en el tiempo Aún cuando han pasado 120 años de su
nacimiento y 80 de su muerte. ¿Qué garantiza esta prevalencia en el tiempo?,
¿qué actualidad tienen hoy día sus escritos? Para responder a la primera pregunta
tendríamos que adentramos en los motivos fundamentales que generaron su obra.
Sus motivos son muchos y tienen muchas lecturas desde diversos ángulos. Uno
de los aspectos centrales de su obra está caracterizado por la soledad; ésta tiene
muchos rostros, que van desde la perspectiva de mundo de la vida privado en
cuyo núcleo institucional, la familia, se precisa tematizar las relaciones conflictivas
con su padre Herman Kafka, comerciante acomodado, quien en contraposición
*
Profesor Universidad Tecnológica de Pereira
Según nos cuenta Miralles Contijoch “En 1883, año de nacimiento de Kafka, más
del noventa por ciento de los pragenses eran checos. El diez por ciento restante lo
constituían germanohablantes, la mitad de los cuales abrazaba el judaísmo. Por lo
tanto, la familia Kafka en tanto que judíos de habla alemana, formaban una
minoría dentro de la minoría, lo cual reportaría al futuro [para el escritor] graves
1
problemas de identidad” .
Franz Kafka, como ciudadano de Praga, pasa casi la totalidad de su vida en esa
ciudad: niñez, adolescencia, años de universidad y de trabajo en un instituto de
seguros. Sólo en sus últimos días podrá irse a Berlín como queriendo huir siempre
de una ciudad por la que tiene ambiguos sentimientos de amor y desprecio. Así lo
describe en una de sus pequeñas narraciones incluida en La Muralla China: “La
3
partida” .
Como dice Marthe Robert, Praga es “una ciudad austriaca en el papel, alemana
por la lengua de la sociedad dirigente, checa por la mayoría de la población, judía
por una minoría de comerciantes activos y acomodados (...) -y así pregunta- ¿A
1
Contijoch, Francesc Miralles. El lector de Franz Kafka. Barcelona, Editorial Océano,2000; pág. 17.
2
Ibid.l8
3
“Di orden de ir a buscar mi caballo al establo. El criado no me comprendió. Fui yo mismo al
establo, ensillé el caballo y monté. A lo lejos of el sonido de una trompeta, le pregunté lo que
aquello significaba. Él no sabía nada, no había oído nada. En el portón me detuvo, para
preguntarme:
-~,Hacia dónde cabalga el señor?
-No lo sé —respondí-. Sólo quiero irme de aquí, sólo así puedo alcanzar mi meta.
-~Conoces, pues, tu meta? —preguntó él.
-Sí —contesté yo-. Lo he dicho ya. Salir de aquí: ésa es mi meta”. Kafka, Franz. “La partida”, en La
muralla china. Obras completas, Barcelona, Emecé Editores, 1971; pág. 1318-1319.
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4
qué hubiera podido asimilarse Kafka?” . ¿Si es judío de lengua alemana, ciu-
dadano austriaco y hablante de una ciudad checa donde los checos lo tratan como
enemigo, por el sólo hecho de que no habla su lengua?
En la vida cotidiana se habla checo, pero el alemán les permitirá elevarse hacia
logros más grandes del espíritu y prevalecerá en los momentos de su vida cultural.
Los judíos tienen así una ventaja sobre otros pueblos, una lengua que les eleva el
espíritu gracias a una literatura inmensamente rica. Se sienten, pues, de espíritu
noble no tanto por pertenecer a una sociedad de élite, sino porque ella misma los
pone “fuera del círculo estrecho de las tareas y de las molestias de cada día, el
alemán todavía brinda a los judíos una oportunidad nada despreciable de elevarse
socialmente (en tanto que lengua oficial del imperio, se impone de manera natural
6
a todos los que llegan por sí mismos o por sus hijos)” . Entonces, hay una
marcada tendencia hacia la cultura germana que permite cultivar el espíritu y
progresar socialmente, es decir, esas dos esferas del mundo de la vida que son la
cultura y la sociedad del imperio dominante, representan la condición fundamental
de su evolución espiritual.
Pero ¿cual es la raíz de todo este apego a la cultura germana? En esta situación,
como dice Marhe Robert, las mujeres que desde el siglo XVIII gobiernan en los
salones berlineses, se vuelcan completamente hacia el romanticismo alemán,
juegan el papel más fundamental, su culto a la literatura alemana se remonta tan
lejos que poseía fuerza de tradición; esas judías leerán todo lo que se escribe en
7
alemán, a Goethe y Schiller . Entonces a fines del siglo XIX el afecto de las judías
por el alemán está ya tan sedimentado en su espíritu, que se convierte en modo
de ser, en Ethos. Eso es suficiente para que en medio de tantos pueblos que
intentan imponer su lengua nacional, triunfe el germanismo sobre otras lenguas.
Obviamente, la familia Kafka no es ajena a la situación.
4
Robert, Marthe. Franz Kafka o la soledad. México, Fondo de Cultura Económica, 1985; pág. 54.
5
Cfr. Ibid., págs. 54 a 68.
6
Ibid., pág. 56.
7
Cfr. Ibid., pág. 57.
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querían, pero sus patas traseras todavía se adherían al judaísmo del padre, y sus
8
patas delanteras no encontraban ningún nuevo terreno”
En el famoso texto Informes para una academia el simio parece ser la expresión
de aque¡la situación del ser que quiere civilizarse pero no logra hacerlo y sólo
termina ridiculizándose a sí mismo queriendo ser otro. Pues, efectiva mente es él y
no otro, no es pues ni siquiera un asimilado, más bien tiene la situación de un
adoptado, y nunca un germano, pues en esencia no puede ser otro. En el interior
Ante esta situación tan absurda, Kafka y los jóvenes en general de su época tratan
de evadirse, intentan buscar una salida emigrando a otras tierras y buscando
horizontes, se fugan para salvarse a sí mismos, pero no por eso logran liberarse
completamente.
8
Ibid., pág. 59.
9
Ibid., pág. 61.
10
“Somos cinco amigos; una vez salimos uno detrás del otro de una casa; primero vino uno y se
puso junto a la entrada, luego vino, o mejor dicho, se deslizó tan ligeramente como se desliza una
bolita de mercurio, el segundo y se puso no lejos del primero, luego el tercero, y luego el cuarto,
luego el quinto. Finalmente estábamos todos de pie, en una línea. La gente se fijó en nosotros y
señalándonos, decía: los cinco acaban de salir de esa casa. Desde entonces vivimos juntos, y
tendríamos una vida pacífica si un sexto no viniese siempre a entrometerse. No nos hace nada,
pero nos molesta, lo que ya es bastante; ¿por qué se introduce por fuerza allí donde no se le
quiere? No le conocemos y no queremos aceptarle nosotros. Nosotros cinco tampoco nos
conocíamos antes y. si se quiere, tampoco nos conocemos ahora, pero aquello que entre nosotros
cinco es posible y es tolerado, no es ni posible ni tolerarlo con respecto a aquel sexto. Además,
somos cinco y no queremos ser seis. Y qué sentido, sobre todo, pude tener esta convivencia
permanente, si entre nosotros cinco tampoco tiene sentido, pero nosotros estamos ya juntos y
seguimos estándolo, pero no queremos una nueva unión, precisamente en razón de nuestras
experiencias. Pero ¿cómo enseñar todo esto al sexto, puesto que largas explicaciones implicarían
ya una aceptación de nuestro círculo? Es preferible no explicar nada y no aceptarlo. Por mucho
que frunza los labios, le alejamos empujándole con el codo, pero por más que lo hagamos, vuelve
otra vez”. Kafka, Franz. “Comunidad”, en La muralla china. Obras completas. Op. Cii., págs. 1337-
1338.
11
González García, José M. La máquina burocrática. Madrid, Editorial Visor, 1989; pág. 87.
12
Robert, M. Op. Cii., pág. 64.
13
Idem.
14
Idem.
15
Ibid.. pág. 65; nota 35.
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él, lo que es en su patria natal: “Un invitado o cuando mucho, un huésped
tolerado”. Ya no vi ve entonces en un mundo ficticio, su imagen es la de un escritor
radicalmente desposeído, entonces posee de fondo una lengua provisionalmente
prestada y sobre ella “no puede hacer valer derechos especiales, ni título legítimo
16
de propiedad”
Hasta aquí hemos analizado la afección del mundo de la vida púb lica de Kafka en
su carácter solitario. Ahora continuamos a reconstruir el mundo de la vida privado,
Yo era rígido y frío, yo era un puente; tendido sob re un precipicio estaba yo.
Aquende estaban las puntas de los pies, allende, las manos, enclavadas; en el
cieno queb radizo mordí, afirmándome. Los faldones de mi casaca ondeaban a mis
flancos. En lo hondo rumoreaba el helado arroyo de las truchas. Ningún turista se
extraviaba hasta estas alturas intransitab les, el puente no figuraba aún en los
mapas. Así yacía yo y esperab a; deb ía esperar Ningún puente que haya sido
construido alguna vez, puede dejar de ser puente sin derrumbarse.
Fue una vez, hacia el atardecer -si fue el primero, si fue el milésimo, no lo sé-, mis
pensamientos andaban siempre confusos, giraban, siempre en círculo. Hacia el
atardecer, en verano, oscuramente murmurab a el arroyo, cuando oí el paso de
homb re. A mí, a mí. Estírate puente, ponte en estado, viga huérfana de
barandales, sostén al que te ha sido confiado. Nivela imperceptiblemente la
inseguridad de su paso, pero si se tambalea, date a conocer y, como un dios de la
montaña, arrójale a tierra firme.
Vino, me golpeteó con la punta férrea de su bastón, luego alzó con ella los
faldones de mi casaca y los ordenó sob re mi. Con la punta anduvo sob re mi
cab ello enmarañado y la dejó largo tiempo allí dentro, mirando prob ablemente con
ojos extraviados a su alrededor Pero entonces —cuando soñab a ya tras él sobre
montañas y valles- saltó, cayendo con ambos pies en mitad de mi cuerpo. Me
estremecí en medio del dolor violento, ignorante de todo. ¿ Quién era? ¿ Un niño?
¿ Un sueño? ¿ Un asaltante de caminos? ¿ Un suicida? ¿ Un tentador? ¿ Un
destructor? Y me volví para verle. ¡El puente se da vuelta! No me hab ía vuelto
aún, cuando ya me precipitab a y ya estab a desgarrado y ensartado en los
16
Ibid., pág. 68.
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puntiagudos guja rros que siempre me hab ían mirado tan apaciblemente desde el
17
agua veloz .
24
Ibid., pág. 85.
25
Cfr. Ibid., pág. 87.
26
Cfr. Ib id., pág. 88.
27
Kafka, Franz. Obras completas. Op. Cii. Pág. 1196.
Esto es, desde el punto de vista del solipsismo filosófico tradicional, el problema
28
Sartre, Jean Paul. El ser y la nada. Ensayo de ontolog(a fenomenológica. Buenos Aires,
Editorial Losada, 1976, pág. 302.
29
Idem.
30
Idem.
31
Sartre afirma que es la presuposición común al Realismo y al Idealismo. Cfr. idem.
Para el tema de la negación vemos que la afirmación “el otro es el yo que no soy
yo” parte de un conocimiento primario cuando un ser se revela a la conciencia. Por
Entonces, al captar al otro se capta como necesario que yo sea aquel que no es el
otro; esta negación es operada por mí y sobre mí recae, mi yo me viene por
reflejo, me hago ser por la negación que me procura el otro, así, el otro aparece
como un yo que yo no soy, y esta autonegación en el otro me hace descubrir mi
yo: el otro se me aparece, yo lo veo otro como contraposición a mí, pero al yo
negarme a mi mismo en virtud del otro, me reafirmo como ser, es decir, me hago
yo.
Para el tema de la exterioridad se hace notorio que la segunda afirmación, “el otro
es aquel que no es yo y que yo no soy él”, significa que al descubrir que el otro es
el yo que no soy yo, se presuponía que esa afirmación valía tanto para el otro
como para mí; esta afirmación está sustentada en la misma negación de
exterioridad, es decir, es el espacio lo que permite que el otro no pueda ser yo,
como tampoco yo ser él. Hay entonces una mutua remisión a la exterioridad.
32
ibid., pág. 362.
33
Ibid., pág. 327. Es de aclarar que, para la fenomenología, la negación constituyente es negación
de interioridad,
34
Cfr. Husserl, Edmund. Crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental.
México, Ediciones Folios, 1984, pág. 131 (Traducción Hugo Steinberg).
35
Husserl, Edmund. Filosofía primera. Santafe de Bogotá,
Editorial Norma, 1998, pág. 122 (Traducción Rosa Helena Santos de Ilhau).
36
36 Sartre, J. P. El ser y la nada. Op. Cii., pág. 475.
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El carácter exterior del objetivismo lo señala Husserl de esta manera: “Toda
consideración teórico-objetiva del mundo trata en el ‘afuera’, y sólo aprehende
37
‘exterioridades’, objetividades (….)” . Efecti vamente, el objetivismo, con su
afirmación epistémica del mundo exterior y sus consecuencias, condujo a una
objetivación lógico-matemática de la vida; en su intento por desentrañar las cosas
y aprehender sólo “exterioridades”, llevó inexorablemente, según Husserl, al
ocultamiento del fundamento humano de la ciencia, de aquella subjetividad
operante que reenvía constantemente al mundo. Su error consiste no sólo en
37
Husserl, Edmund, Crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental. Op. Cii.,
pág. 117.
38
Cfr. Habermas, Jilrgen. Teoría de la acción comunicativa (tomo II, capítulo VIII). Madrid, Editorial
Taurus, 1987, pág. 428.
39
Con esto quiero expresar que hay una perspectiva real de solipsismo, es decir, hay un
solipsismo en la medida en que un sujeto no encuentra al otro en su experiencia cotidiana, no lo
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como le puede ocurrir a un hombre cualquiera de la sociedad industrial, puede
perder su carácter de sujeto, su estructura intencional, para dejarse apresar por el
mundo en medio de imágenes-objetos, seres cerrados en-sí, deshumanizados y
volcados sobre el mundo en pura exterioridad.
encuentra porque lo capta siempre en el exterior y en este sentido no afecta su ser; dándose, por
tanto, relación de exterioridad entre estos dos seres. En efecto, puede hablarse de un solipsismo
vivencial que se intentará mostrar a través de las imágenes literarias del escritor checo Franz
Kafka. Por esto se utilizará el término: “solipsismo vivencial”, que implica una degradación de la
conciencia o un cambio en la ontología del ser humano. El nuevo término permanece puramente
hipotético.
40
El querer renunciar al humanismo lo hacemos desde una perspectiva kafkiana. Es sabido que a
Kafka, en sus obras, no le interesa mejorar éticamente al hombre, muestra su situación real y la de
la sociedad, en consecuencia no juzga ni interpreta, muestra literalmente lo que ve, implicando lo
que le separa del mundo.
41
Kafka, Franz, Obras completas Op. Cit. p. 377. Para este último estudio de Kafka tendremos en
cuenta solamente dos de sus obras centrales: El proceso y El castillo.
Su mirada es como una mirada sin sujeto, o como de un sujeto sin intencionalidad
que no tiene un seguimiento lógico o moral. Es la realidad fraccionada de una
subjetividad real, un montón de sucesos que se le imponen al protagonista y que
intenta concatenar para su propio quehacer y-no lo logra; es un juego al infinito y
De esta manera, los ojos imparciales de Kafka muestran un mundo extraño, este
mundo inabordable; está contenido dentro de un raro espacio repleto de
imágenes-objetos, pero estas cosas no son objetos en cuanto abordables, porque
se le pierden en la oscuridad, en la niebla, en un silencio estremecedor, en un
juego tan real que es fantástico: abriendo una puerta que sólo le depara sombras,
entrando en un pasadizo sin fin, hurgando en la oscuridad, buscando en un
intersticio de niebla en la que luego se le escapa la imagen. Y si aparece una
imagen develadora, ocurre algo absurdo que no permite la aprehensión de tal rea-
lidad. En El castillo, choza del campesino Lasseman, narra así:
Pero más sorprendente aún, sin que se supiese a ciencia cierta en qué consistía lo
sorprendente, era el rincón de la derecha, desde un hueco grande, el único que
hab ía en la pared trasera de la hab itación, llegab a hasta allí; viniendo
seguramente del patio, una pálida luz de nieve y dab a un resplandor conw de seda
al vestido de una mujer~ que hundida en alto sillón, fatigada, casi postrada, yacía
42
allá en un rincón. Tenía junto al pecho un lactante . [K. se queda largamente
contemplando la escena y continúa:] (...) Lo mujer del sillón yacía como exánime;
no miraba ni siquiera al niño que tenía sobre el pecho, y sus ojos se dirigían
vagamente hacia lo alto (...). K. parecía dormir~ y al despertar~ luego de una serie
de diálogos sin sentido, se volvió hacia La mujer~ y “con gesto desdeñoso” que
parecía destinado hacía sí mismo preguntó “ej quién eres tú?” Ella contestó: “Una
43
muchacha del Castillo” .
42
Ibid., p. 372.
43
Ibid., p. 373.
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sólo lo que ve, sino igualmente lo que le separa del mundo. Tanto Kafka como el
protagonista de sus obras, el señor K., están ausentes del mundo.
Toda mirada plantea una lógica que se pretende objetiva y el grado de objetividad
está impuesto por lo que se llama la ‘realidad de los hechos’; el seguimiento de
esa realidad aparece como la verdad de aquéllos. En Kafka sucede otra cosa: es
una mirada de una conciencia y como tal le confiere una plenitud de impresiones
que no tiene una carga semántica, porque es la mirada de un sujeto sin
Con esto no se pretende interpretar la obra kafláana, sino mostrar el punto vital de
ella. Interpretar a Kafka puede considerarse un error, pues el espacio y la
disposición de los objetos en él, en cuanto están ahí, son lo que aparece y no lo
que se quiere y se cree ver; por eso, la misma obra kafkiana ha cerrado todas las
puertas a la interpretación. Esa mirada supo mostrar cómo sería el mundo del
hombre que ha venido viviendo ese mundo desde una suspensión involuntaria del
juicio y de la intencionalidad ontológica del sujeto, e implica para la conciencia un
cambio en su ontología, una degradación del ser; este solipsismo kafkiano es un
problema ontológico del hombre contemporáneo.
44
Cfr. Bollnow, Friedrich. Hombre y espacio. Barcelona.
Editorial Labor, 1969; pág. 244.
45
45 Kafka, Franz, Ob ras completas, Op. Cit., pág. 58.
orienta desde dentro de sí mismo, implicando entonces espacio y exterioridad.
46
Ibid., p. 415.
47
Ibid., p. 819.
48
Ibid., p. 370.
Las relaciones en los pasillos de los funcionarios del castillo son de mensajero a
puerta y no de hombre a hombre, como muestra el Agrimensor K. En El proceso,
ilustrando lo irrealizable dentro de un mundo determinado, al campesino que está
frente al guardia solamente lo espera una puerta y esa puerta no le dice nada,
salvo que hay muchas más puertas y con guardias sucesivamente más
poderosos, hasta el infinito. Sin embargo, el primer guardia, que tiene la presencia
de un fuerte Tártaro, poderoso y omnipotente, le abate con su mirada fuerte y
aristocrática y e xclama antes del campesino morir abatido por el tiempo: “Esta
49
entrada estaba destinada solamente para ti” .
No habrá que pensar, por todo esto, que Kafka haya sido un pesimista respecto
del futuro del hombre, principalmente occidental, sino que simplemente dedujo del
espacio la interioridad, porque el hombre cada día se parece más a su espacio; en
lo imaginario para el artista, lo geométrico, aparece como un reflejo de esa
exterioridad de indiferencia.
49
Ibid., p. 940.
50
Ibid., p. 1053.
BIBLIOGRAFÍA
51
51 ib id., p. 334.