Los 12 Frutos Del Espíritu Santo
Los 12 Frutos Del Espíritu Santo
Los 12 Frutos Del Espíritu Santo
Los frutos del Espíritu Santo en realidad son incontables, aunque la Iglesia nos
muestra 12 a manera de ejemplo, siguiendo la enseñanza de San Pablo.
1º AMOR Es el primero de los frutos del Espíritu Santo, fundamento y raíz de todos
los demás. Siendo El, la infinita caridad, o sea, el Amor Infinito, es lógico que
comunique al alma su llama, haciéndole amar a Dios con todo el corazón, con todas
las fuerzas y con toda la mente y al prójimo por amor a Dios. Donde falta este amor
no puede encontrarse ninguna acción sobrenatural, ningún mérito para la vida
eterna, ninguna verdadera y completa felicidad. Es lógico, también, que la caridad
sea un dulcísimo fruto, porque el amor de Dios, es alcanzar el propio fin en la tierra
y es el principio de esta unión en la eternidad. CARIDAD
Es el primer y principal fruto del Espíritu Santo. El amor, la caridad, es la primera
manifestación de nuestra unión con Cristo. La caridad delicada y operativa con
quienes conviven o trabajan en nuestros mismos quehaceres es la primera
manifestación de la acción del Espíritu Santo en el alma.
2. GOZO
3. Paz
4. Paciencia
Las almas que se dejan guiar por el Paráclito producen el fruto de la paciencia, que
lleva a soportar con igualdad de ánimo, sin quejas ni lamentos estériles, los
sufrimientos físicos y morales que toda vida lleva consigo.
5. Longanimidad
Este fruto del Espíritu Santo da al alma la certeza de que –si pone los medios, si
hay lucha ascética, si recomienza siempre- se realizarán esos propósitos, a pesar
de los obstáculos objetivos que se pueden encontrar, a pesar de las flaquezas y de
los errores y pecados, si los hubiera.
6. Benignidad
Es esa predisposición del corazón que nos inclina a hacer el bien a los demás. Este
fruto se manifiesta en multitud de obras de misericordia, corporales y espirituales,
que los cristianos realizan en el mundo entero sin acepción de personas.
7. Bondad
Es una disposición estable de la voluntad que nos inclina querer toda clase de
bienes para otros, sin distinción alguna: amigos o enemigos, parientes o
desconocidos, vecinos o lejanos.
8. Mansedumbre
El alma que posee este fruto del Espíritu Santo no se impacienta, ni alberga
sentimientos de rencor ante las ofensas o injurias que recibe de otras personas,
aunque sienta –y a veces muy vivamente por la mayor finura que adquiera en el
trato con Dios- las asperezas de los demás, los desaires, las humillaciones.
9. Fidelidad
Una persona fiel es la que cumple sus deberes, aún los más pequeños, y en quien
los demás pueden depositar su confianza. Nada hay comparable a un amigo fiel –
dice la Sagrada Escritura-; su precio es incalculable. Ser fieles es una forma de vivir
la justicia y la caridad.
10. Modestia. Una persona modesta es aquella que sabe comportarse de modo
equilibrado y justo en cada situación, y aprecia los talentos que posee, sin
exagerarlos ni empequeñecerlos, porque sabe que son un regalo de Dios para
ponerlos al servicio de los demás. Este fruto del Espíritu Santo se refleja en el porte
exterior de la persona, en su modo de hablar y de vestir, de tratar a la gente y de
comportarse socialmente. La modestia es atrayente porque refleja la sencillez y el
orden exterior.
12º CASTIDAD La castidad es la victoria conseguida sobre la carne y que hace del
cristiano templo vivo del Espíritu Santo. El alma casta, ya sea virgen o casada
[porque también existe la castidad conyugal, en el perfecto orden y empleo del
matrimonio] reina sobre su cuerpo, en gran paz y siente en ella, la inefable alegría
de la íntima amistad de Dios, habiendo dicho Jesús: Felices los limpios de corazón,
porque verán a Dios. Con la gracia de Dios.
(Continencia y Castidad. estos frutos relacionados con la pureza del alma, el alma
está extremadamente vigilante para para evitar lo que pueda dañar la pureza interior
y exterior, tan grata al Señor. Estos frutos, que embellecen la vida cristiana y
disponen al alma para entender lo que a Dios se refiere, pueden recogerse aún en
grandes tentaciones, si se quita la ocasión y se lucha con decisión, sabiendo que
nunca fallará la gracia del señor.)
1830 La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu
Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para
seguir los impulsos del Espíritu Santo.
1831 Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo,
fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de
David (cf Is 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes
los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las
inspiraciones divinas.
«Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana» (Sal 143,10).
«Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios [...] Y, si
hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo» (Rm 8,
14.17)
1832 Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu
Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce:
“caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre,
fidelidad, modestia, continencia, castidad” (Ga 5,22-23, vulg.)
Resumen. 1833 La virtud es una disposición habitual y firme para hacer el bien.
1834 Las virtudes humanas son disposiciones estables del entendimiento y de la
voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra
conducta según la razón y la fe. Pueden agruparse en torno a cuatro virtudes
cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
1835 La prudencia dispone la razón práctica para discernir, en toda circunstancia,
nuestro verdadero bien y elegir los medios justos para realizarlo.
1836 La justicia consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al
prójimo lo que les es debido.
1837 La fortaleza asegura, en las dificultades, la firmeza y la constancia en la
práctica del bien.