Calidad de Vida RBH Cardio

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Calidad de vida del paciente con enfermedad

cardiovascular que asiste al programa de


rehabilitación cardiaca1
Diana Achury2
Sandra Mónica Rodríguez-Colmenares3
Lina Alejandra Agudelo-Contreras4
Jeannette Rocío Hoyos-Segura5
Jenny Alejandra Acuña-Español6

1 Artículo revisión de resultados de investigación. Recibido para evaluación: 30 de mayo de 2011


Revisado: 1 al 15 de agosto de 2011. Aceptado para publicación: 2 de septiembre de 2011.
2 Enfermera, Fundación Universitaria Ciencias de la Salud, Bogotá, Colombia. Magíster en
Enfermería con énfasis en Salud Cardiovascular, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá,
Colombia. Profesora asistente Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Correo
electrónico: [email protected].
3 Enfermera, Fundación Universitaria Ciencias de la Salud, Bogotá, Colombia. Especialista en
Cardiorrespiratorio, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia. Magíster en Política
Social, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Profesora instructora, Pontificia
Universidad Javeriana. Correo electrónico: [email protected].
4 Enfermera, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Clínica Abod Shaio. Correo
electrónico: [email protected].
5 Enfermera, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia.
Correo electrónico: [email protected].
6 Enfermera, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Hospital San José-Servicio de
Oncología, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: [email protected].

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Diana Achury, Sandra Rodríguez, Lina Agudelo, Jeannette Hoyos, Jenny Acuña

Resumen
La enfermedad cardiovascular es un problema de salud pública en expansión, pues
es la principal causa de muerte en el mundo y afecta las dimensiones físicas, sociales
y emocionales de la calidad de vida del paciente. Por lo anterior, se hace necesario
que el profesional de enfermería intervenga en la mejora de la calidad de vida, pro-
moviendo la participación de los pacientes en los programas de rehabilitación cardiaca
y aplicando herramientas útiles para la determinación de la calidad de vida, a fin de
lograr una medición más comprensiva, integral y válida del estado de salud de los pa-
cientes con enfermedades cardiovasculares y la efectividad de la atención ofrecida dentro
del programa. El propósito de este artículo es proporcionar a los profesionales de enfer-
mería fundamentos relacionados con la calidad de vida del paciente con enfermedad
cardiovascular que asisten a programas de rehabilitación cardiaca y los instrumentos
genéricos o específicos que se pueden utilizar como herramientas útiles de valoración y
seguimiento de la calidad de vida.

Palabras clave: calidad de vida, programas de rehabilitación cardiaca, pacientes con


enfermedad cardiovascular.

Citar como: Achury D, Rodríguez-Colmenares SM, Contreras-Agudelo LA, Hoyos-Segura


JR, Acuña-Español JA. Calidad de vida del paciente con enfermedad cardiovascular
que asiste al programa de rehabilitación cardiaca. Investig Enferm. Imagen Desarro.
2011;13(2): 49-74.

Quality of Life of Patients with Cardiovascular Disease


to Attending Cardiac Rehabilitation

Abstract
Cardiovascular disease has become a public health problem in expansion, being the lead-
ing cause of death worldwide and affecting the physical, social and emotional quality of
life of patients. Therefore, it is necessary that the nurse involved in improving the quality
of life, promoting the participation of patients in cardiac rehabilitation programs, using
tools for determining the quality of life, thus achieving a more comprehensive measure-
ment and valid health status of patients with cardiovascular disease and the effectiveness
of care offered within the program. The purpose of this review paper is to provide research
results to nurses foundation related to quality of life of patients with cardiovascular dis-
ease who attend cardiac rehabilitation programs and generic or specific instruments that
can be used as tools assessment and monitoring of the quality of life.

Key words: Quality of life, heart, rehabilitation, patients, cardiovascular system, disease.

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Calidad de vida del paciente con enfermedad cardiovasuclar

Qualidade de vida de pacientes com doença


cardiovascular para atendimento reabilitação cardíaca

Resumo
Doença cardiovascular tornou-se um problema de saúde pública em expansão, sendo a
principal causa de morte no mundo e que afetam a qualidade física, social e emocional
da vida dos pacientes. Portanto, é necessário que a enfermeira envolvida na melhoria da
qualidade de vida, promovendo a participação dos pacientes em programas de reabilita-
ção cardíaca, o uso de ferramentas para determinar a qualidade de vida, alcançando
assim uma medida mais abrangente e estado de saúde válido de pacientes com doença
cardiovascular ea eficácia dos cuidados oferecidos dentro do programa. O objetivo deste
artigo de revisão é fornecer resultados de pesquisa para enfermeiras fundação relacion-
ados à qualidade de vida de pacientes com doenças cardiovasculares que freqüentam
programas de reabilitação cardíaca e instrumentos genéricos ou específicos que podem
ser usados como ferramentas de avaliação e monitoramento da qualidade de vida.

Palavras chave: qualidade de vida, o coração, de reabilitação, os pacientes, o sistema


cardiovascular, doença.

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Introducción
La enfermedad cardiovascular es un problema de salud pública en
expansión. Es la principal causa de muerte en mundo, tanto que en el
2005 causó 17,5 millones de muertes originadas por factores de riesgo
cardiovascular y determinantes subyacentes, como el envejecimiento, la
globalización, la urbanización y los estilos de vida poco saludables (1).
Tal problemática no es ajena a Colombia, dado que las enfermedades
cardiovasculares constituyen la primera causa de morbilidad y mor-
talidad del país, con una tasa de mortalidad de 130,2 por cada cien
mil habitantes (2).
El impacto derivado de estas enfermedades se ve reflejado en dife-
rentes aspectos. En el plano económico, en grandes gastos, tanto para
las instituciones como para los pacientes, por los altos costos deriva-
dos de la atención médica y los reingresos que causan incapacidades
y ausentismos laborales. En el plano físico, porque el paciente expe-
rimenta, derivado de las limitaciones por su sintomatología clínica
(disminución de la respiración, fatiga muscular y dolor en el pecho),
disminución en la tolerancia al ejercicio, lo cual lleva a una percepción
de discapacidad mayor (3). Y en el plano emocional, gran ansiedad,
incluso, depresión. Todos estos factores son reconocidos como genera-
dores de riesgo para el desarrollo de las enfermedades cardiovasculares,
que van afectar la dinámica familiar y a dar como resultado conflictos
familiares y sociales, entre otros.
Es evidente que la enfermedad cardiovascular genera un impacto
negativo en la calidad de vida del paciente cardiópata. Por lo anterior,
es importante resaltar que el profesional de enfermería debe interve-
nir en la mejora de la calidad de vida y que se hace necesario crear
estrategias que brinden resultados destinados al control y manejo de
los factores de riesgo y la enfermedad cardiovascular de una manera
integral. Una de las estrategias que se han desarrollado para enfren-
tar la enfermedad cardiovascular son los programas de prevención de
factores de riesgo y de rehabilitación cardiaca, dirigidos a pacientes
adultos medios y adultos mayores con alteraciones y factores de riesgo
asociados a enfermedad cardiovascular.
Los programas de prevención de factores de riesgo son estrategias
de prevención primaria y utilizan como principal herramienta la edu-
cación en salud, que busca proporcionar información y conocimientos
relativos al mantenimiento y promoción de la salud; sin embargo, se
limitan a proveer información generalizada de momento, sin tener en
cuenta las características individuales de cada paciente (4,5).

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Calidad de vida del paciente con enfermedad cardiovasuclar

Los programas de rehabilitación cardiaca son estrategias de pre-


vención secundaria y terciaria, cuyo fin es lograr que el paciente se
reintegre a su vida emocional, familiar y laboral. En este se encuentran
los programas de rehabilitación cardiaca, los cuales son una alternativa
para restaurar la calidad de vida, la autonomía y la integración social,
además de mejorar la capacidad física.
La rehabilitación inició cuando, en la primera mitad del siglo XX, el
reposo en cama, se consideró una regla general de tratamiento después
de un infarto agudo de miocardio (IAM). Se pensaba en esta época que
seis semanas de reposo absoluto en cama eran indispensables, ya
que este periodo era el necesario para transformar la zona necrótica del
corazón en cicatriz. Fue en 1962 cuando Levine y Loung demostraron
que el descanso en un sillón durante la primera semana postinfarto tenía
efectos benéficos (6). Desde este momento se empezaron a observar los
beneficios de la movilización precoz y se acortó al máximo el periodo
de reposo y convalecencia, al tiempo que se les dio vital importancia a
los problemas emocionales y a la reincorporación laboral. Hoy, no cabe
duda, la movilización precoz y el ejercicio físico controlado constitu-
yen el tratamiento adecuado para el manejo de la enfermedad coronaria.
En 1964, la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió la reha-
bilitación cardiaca como el “conjunto de actividades necesarias para
asegurar a los enfermos del corazón, una condición física, mental y
social óptima, que les permita ocupar por sus propios medios un lugar
normal en la sociedad” (7). Entre tanto, la Sociedad Colombiana de
Cardiología define la rehabilitación cardiaca como un conjunto de activi-
dades necesarias para que el paciente cardiovascular tenga un proceso
de reacondicionamiento gradual que le permita alcanzar y mantener
una funcionalidad óptima desde los puntos de vista físico, mental y
social, por medio de las cuales pueda reintegrarse a la sociedad y a su
actividad laboral (8).
La American Heart Association y el American College of Cardiology
reconocen los programas de rehabilitación cardiaca como parte esencial
del cuidado de los pacientes cardiovasculares y, por ello, son reco-
mendados como útiles y eficaces (clase I). Un consenso realizado entre
la American Heart Association, la American Association of Cardiovascu-
lar and Pulmonary Rehabilitation y la Agency for Health Care Policy
concluyó que los programas de rehabilitación cardiaca deben ofrecer,
de forma multifacética y multidisciplinar, intervenciones que permitan
la reducción del riesgo cardiovascular; de manera que los programas
que solo ofrecen entrenamiento físico no pueden ser considerados re-
habilitación cardiaca.

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Las anteriores definiciones coinciden en la inclusión de algo más


que la actividad física como único tratamiento de la enfermedad
cardiovascular y considerar otros elementos (educación, apoyo social
y emocional) que promuevan la calidad de vida. También se puede
observar el concepto de prevención secundaria implícito, pues las
acciones terapéuticas que se aplican a mediano y largo plazo en el pa-
ciente cardiovascular se traducen en esfuerzos orientados a reducir los
factores de riesgo coronario a largo plazo, con el propósito de disminuir
la probabilidad de un nuevo evento coronario y enlentecer o, tal vez,
detener la progresión de la enfermedad coronaria (7).
Los programas de rehabilitación cardiaca se dividen en tres fases,
cada una de las cuales especifica su tiempo de desarrollo y las acti-
vidades que deben llevar a cabo los individuos en su recuperación.
La fase I o intrahospitalaria tiene una duración aproximada de ocho
a doce días, en la cual se involucran todos los pacientes cuya condi-
ción hemodinámica lo permita. El objetivo principal de las actividades
desarrolladas en esta fase es contrarrestar los efectos del reposo pro-
longado (1), como lo es el mantener el tono muscular, prevenir la hipo-
tensión postural, disminuir el riesgo de trombosis venosa profunda
y preparar psicológicamente al paciente y a su familia para afrontar
la situación en curso (5). Se considera que este es el momento ideal
para iniciar las actividades de prevención secundaria, por medio de las
cuales se brinda educación al paciente y su familia sobre la enfermedad,
la dieta, los factores de riesgo y su modificación, los medicamentos,
los cuidados que ha de tener en casa, la actividad física permitida y los
signos de alarma (1,9).
La fase II, conocida también como fase activa, ambulatoria supervi-
sada o poshospitalaria, tiene una duración de tres a seis meses y tiene
como objetivo principal aumentar la capacidad funcional del paciente (1),
para conseguir que este se desenvuelva de forma independiente dentro
de su hogar y fuera de este. En dicha etapa cobra gran importancia la
adherencia del paciente al ejercicio físico regular y a las actividades
educativas enfocadas en el conocimiento de la enfermedad, el cambio en
los estilos de vida y la readaptación familiar, ocupacional y social (5,9).
Por último, se desarrolla la fase III, o también conocida como fase
de mantenimiento, cuya duración está entre los cuatro y los seis me-
ses, e incluso puede llegar a prolongarse de manera indefinida. En
esta fase el individuo no requiere supervisión continua durante la
realización de la actividad física (usualmente del tipo de resistencia),
sino que desarrolla su actividad conforme a un plan de entrenamiento
establecido al finalizar la segunda fase de la rehabilitación, con lo que
se busca mantener la capacidad funcional ya adquirida.

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Calidad de vida del paciente con enfermedad cardiovasuclar

Cada uno de los objetivos de las diferentes fases del programa de


rehabilitación cardiaca coincide en buscar mejorar la calidad de vida
de los pacientes con enfermedad cardiovascular. Día tras día, el interés
por la calidad de vida ha aumentado, y para esto se debe retroceder en
la historia a la época burguesa, cuando la calidad de vida se asociaba
al proceso de modernización y urbanización, cuando aumentaron las
interacciones sociales y se reflejó un cambio en los patrones de vida
y, a su vez, en el mejoramiento de la salud de las personas, debido a los
avances científicos.
Ello también marcó un hito importante en la construcción de la de-
finición de calidad de vida, que permite integrarse, a su vez, con la
definición de salud dada por la OMS, al tomar al paciente como un ser
biopsicosocial. Otro hito que marcó la historia de la humanidad es el
acceso de la población a los servicios médicos y la mejora en las condi-
ciones de salubridad; sin embargo, la aparición del concepto de calidad
de vida como tal y la preocupación por su determinación sistemática y
científica es reciente. La idea comenzó a popularizarse en la década de
los sesenta hasta convertirse hoy en un concepto utilizado en ámbitos
muy diversos, como son la salud, la educación, la economía, la política
y el mundo de los servicios en general (9).
La expresión calidad de vida, a través de la historia, surge al pretender
realizar una medición integral de la salud. Esta pretende determinar el
estado de salud o enfermedad de los individuos mediante métodos objeti-
vos y medidas, como marcadores bioquímicos, fisiológicos y anatómicos
o, simplemente, empleando el uso de indicadores epidemiológicos, como
los de morbilidad y mortalidad, esperanza de vida y años potencialmen-
te perdidos. Si bien esa ha sido una de las formas tradicionales de
medir la salud, puede parecer obvio que para estimar el perfil de salud
se deba tener en cuenta la enfermedad, la discapacidad y la muerte de
las personas.
No obstante, la definición de salud en la actualidad adopta nuevos
elementos, los cuales dentro de su estimación incorporan otros factores
que inciden en el resultado de salud de la comunidad. Por lo tanto, se
reconoce que la salud es la resultante de la interacción de múltiples
factores: sociales, económicos, políticos, culturales, biológicos, psico-
lógicos y ambientales. Ello permite valorar la dimensión física, social
y emocional desde la mirada del propio paciente (mirada subjetiva).
La calidad de vida, dentro del contexto de salud, es una construcción
del individuo que, como ser biopsicosocial, hace desde sus dimensio-
nes física, social y emocional; en contraste con la continua interacción
con su realidad. Es una valoración subjetiva, en la que se reflejan las
vivencias que tienen los pacientes (9-11).

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A partir de 1946, cuando la OMS definió la salud como un estado de


completo bienestar físico, mental y social y no únicamente la ausencia
de enfermedad, se desarrolla un concepto en el que la determinación de
la salud no se puede limitar a factores biológicos, ya que solo se está
valorando el estado objetivo de la salud, sin valorar la parte subjetiva, que
engloba el sentido de satisfacción y percepción de la propia salud (12).
Teniendo en cuenta que el concepto de salud está fundamentado en un
concepto biopsicológico, socioeconómico y cultural, que tiene la percep-
ción de los valores positivos y negativos que afectan la vida del paciente
en función social y su percepción, a partir de los años setenta tomó
auge la expresión calidad de vida. Esta se mostró como un concepto
multidimensional que pretende valorar el efecto que la enfermedad tiene
en el individuo en sus contextos individual, familiar y social; así como
la satisfacción, que se convierten en elementos indispensables para el
desarrollo de la calidad de vida de cada paciente (13).
La OMS define calidad de vida como la percepción del individuo de
su situación en la vida, dentro del contexto cultural y de valores en que
vive, y en relación con sus objetivos, expectativas, valores e intereses (14).
Dentro de este marco ha de considerarse que, al hablar de calidad de
vida, se incluyen determinantes económicos, sociales y culturales, y
cuando se habla de calidad de vida relacionada con salud (CVRS) inte-
gra aquellos aspectos de la vida que están directamente relacionados
con el funcionamiento físico y mental y con el estado de bienestar. Esta
valoración nos permite detectar alteraciones e intervenir precozmente,
así como comparar las distintas opciones terapéuticas y centrarse de
una manera importante en la persona y no en la enfermedad (15).
En el contexto de la rehabilitación cardiaca, el profesional de enferme-
ría y, en general, el equipo interdisciplinario que participa en el programa,
deben enfocarse en analizar las variables relacionadas con la salud y
la calidad de vida en las diferentes fases, en especial en la fase II. Esto
conduce a incorporar la medida de la CVRS, que se ha convertido en
una de las mayores innovaciones en las valoraciones de programas
en el área de la salud (16,17).
En contraste con todo lo anterior, la determinación de la CVRS en
los pacientes con enfermedad cardiovascular asistentes al programa de
rehabilitación cardiaca es muy importante, debido a que ello posibilita
planificar programas preventivos, acciones concretas de salud y orga-
nización de servicios de salud. Así, su utilidad es evidente, porque se
sale del margen de procesos patológicos y estadísticas de resultado (18).
Esto hace la diferencia frente a cualquier otro tipo de determinación,
al considerar la percepción que tienen los pacientes de su propia vida
y el grado de bienestar en sus diferentes dimensiones: física (salud y

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Calidad de vida del paciente con enfermedad cardiovasuclar

habilidades funcionales), social (relaciones sociales, actividades de ocio,


satisfacción, apoyo social, condiciones económicas, seguridad social y
aspectos culturales) y emocional, que a su vez depende en gran parte
de sus propios valores y creencias, su contexto cultural e historia per-
sonal. La determinación de la calidad de vida es un proceso que debe
estar liderado por el profesional de enfermería y se convierte en un
indicador que permite:

• Detectar alteraciones en el estado funcional del paciente.


• Identificar errores en la implementación de los programas.
• Aumentar la seguridad en el paciente, dado que logra conocer los efec-
tos del programa de rehabilitación cardiaca sobre su calidad de vida.
• Detectar tempranamente pequeños cambios que se producen en
las dimensiones física, social y emocional, a partir de los cuales se
pueden orientar las intervenciones pertinentes a fin de fomentar
y potenciar el autocuidado del paciente, para su control, y cambios
en su estilo de vida que, de no ser modificados, lo conducirán a
enfrentarse con varios riesgos potencialmente letales.
• Determinar el estado funcional y de salud del paciente en las esferas
social, físico y emocional al inicio y al final de la rehabilitación car-
diaca y su nivel de satisfacción al concluir el programa en relación
a los objetivos planteados (19).
• Fortalecer los programa en términos de calidad y eficacia con el fin de
alcanzar una calidad asistencial adecuada, segura, efectiva, eficiente
y equitativa para ayudar al profesional sanitario a tomar medidas
más acertadas y razonables (20). De esta manera se disminuyen
reingresos, número de pacientes hospitalizados, días de estancia
hospitalaria, consultas ambulatorias y costos (21).
• Promover en el profesional la aplicación de herramientas útiles para
la determinación de la calidad de vida en los programas de reha-
bilitación cardiaca, logrando así una medición más comprensiva,
integral y valida del estado de salud de los pacientes con enfer-
medades cardiovasculares y una valoración más precisa de los
posibles riesgos con el fin de mejorar la calidad y efectividad de
la atención ofrecida dentro del programa. Además, ayudar a deci-
dir las intervenciones que deberían ser ofrecidos a cada paciente,
y también, actualizar sus conocimientos en cuanto al tratamiento
integral de los pacientes en rehabilitación cardiaca.
• Conocer la efectividad de las intervenciones realizadas con el paciente
cardiovascular y realizar un seguimiento de los cuidados ejecutados
a estos pacientes.

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En la determinación de la calidad de vida, el profesional de enfer-


mería debe analizar las variables sociodemográficas de los pacientes
asistentes al programa, las cuales son factores de riesgo o protectores que
se deben considerar en el desarrollo de cada una de las acciones del
programa. Así mismo, debe utilizar instrumentos generales o especí-
ficos para analizar las dimensiones que componen la calidad de vida
(física, social y emocional).

Variables sociodemográficas

Educación
Investigaciones refieren que los pacientes con un alto nivel educativo
presentan una calidad de vida satisfactoria que puede atribuirse a un
mejor estado de salud, mayores ingresos económicos y un adecuado
conocimiento de los factores de riesgo cardiovasculares reflejado en un
buen control sobre ellos (20). En la literatura consultada se observa
que el grado de escolaridad es importante en la adherencia terapéu-
tica de los programas, pues a las personas con nivel educativo bajo
se les dificulta la comunicación con el personal de la salud y con su
familia (22). Respecto al bajo nivel de escolaridad, la literatura refiere
que estos pacientes presentan un perfil de persona más desfavorecida,
en cuanto a la calidad de vida, lo cual puede dificultar la comunica-
ción con el personal de salud y, por ende, desarrollar mayor riesgo de
abandono del tratamiento.

Estado civil
En los pacientes que se encuentran casados o tienen un compañe-
ro estable se evidencia una mayor satisfacción con el apoyo familiar.
Este se relaciona positivamente con la disminución de la ansiedad y la
depresión y apoyo en cambios en el estilo de vida (dieta). Ello facilita
la adherencia terapéutica, al mejorar el cumplimiento de uno de los
objetivos del programa: alcanzar y mantener una funcionalidad óptima
desde los puntos de vista físico, mental y social, y así reintegrarse a
la sociedad y a su actividad laboral (23).
Los pacientes solteros o viudos que carecen de una compañía cercana
que se dedique a su cuidado tienen mayor dificultad en su rehabilita-
ción, debido a que existe una percepción de apoyo social insatisfactorio,
que provoca un sentimiento de incapacidad para cambiar y mostrar

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Calidad de vida del paciente con enfermedad cardiovasuclar

comportamientos favorables frente a su salud cardiaca, como practicar


ejercicio físico, tener una dieta adecuada y dejar de fumar (24).

Género femenino
La baja participación de las mujeres en los programas de rehabilita-
ción cardiaca y su abandono han sido descritos por diferentes autores.
Ello se atribuye a que muchas mujeres niegan o malinterpretan sus
síntomas, hecho que no permite diagnosticar o identificar una enferme-
dad coronaria. Además, se observa que las mujeres están enfrentadas
a numerosos obstáculos específicos para participar en el programa de
rehabilitación cardiaca, debido que se incluyen roles de cuidador infor-
mal (hijos/nietos, esposo o familiar dependiente de ellas en el hogar),
demanda de roles múltiples, imagen corporal negativa, cuestiones de
seguridad, falta de experiencia previa con ejercicio y limitado apoyo
cultural para estilo de vida físicamente activo (25).

Estrato económico
El nivel socioeconómico alto se asocia con mejores ingresos económi-
cos, más posibilidades y satisfacción en el trabajo, lo cual contribuye a
una mejor calidad de vida (26). Los estratos bajos se pueden considerar
un estresor crónico para enfermedades cardiovasculares, dado que
la situación económica desencadena conflictos en el núcleo familiar
(falta de dinero, dificultad en el traslado, ausencia de acompañante,
etc.), que dificulta las relaciones; fomenta sentimientos de inutilidad,
frustración y desesperanza, y genera un incremento de riesgo de pa-
decer nuevamente un IAM. Tales hechos repercuten negativamente en
la calidad de vida (5).

Herramientas para determinar la calidad de vida


Los instrumentos para determinar la calidad de vida permiten de-
tectar problemas percibidos por los pacientes en las dimensiones físi-
ca, social y emocional. Estos instrumentos se dividen en dos grupos:
instrumentos genéricos e instrumentos específicos.
El profesional de enfermería debe identificar el mejor instrumento
para determinar la calidad de vida de acuerdo con las características
de su población, grado de validez y confiabilidad, y una adecuada am-
plitud de rango (capacidad del instrumento para medir las dimensiones
relevantes de una forma completa) y lo más aproximada al contexto
de la realidad.

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Instrumentos genéricos
Estos instrumentos proporcionan una medición global de la CVRS.
A la vez, permiten comparaciones entre diferentes condiciones clíni-
cas (27) y determinar los efectos de una intervención en las diferentes
dimensiones de la calidad de vida. Por lo tanto, no incluyen aspectos
específicos para la determinación de la calidad de vida en una enfer-
medad específica y son pocos sensibles al cambio (15).
El Cuestionario de Salud SF-36 es una encuesta de salud diseñada
por el Health Institute, New England Medical Center. Posee una fiabi-
lidad mayor de 0,7 (valor mínimo recomendado) y concretamente entre
0,78 (para la dimensión de vitalidad) y 0,96 (dimensión del rol físico);
así mismo, una fiabilidad interobservador mayor de 0,80 (28).
El SF-36 consta de 36 preguntas que cubren dos áreas: el estado
funcional y el bienestar emocional. Consta de ocho dimensiones sobre
la salud, entre las que se encuentran: función física, rol físico, dolor
corporal, salud general, vitalidad, función social, rol emocional y
salud mental, que detectan tanto estados positivos como negativos
de la salud física y estado emocional. Este cuestionario fue traducido y
adaptado para ser utilizado internacionalmente mediante el proyecto
International Quality of Life Assessment (IQOLA).
La traducción al castellano del cuestionario siguió un protocolo
común a todos los países que participan en el proyecto IQOLA. Adicio-
nalmente, el SF-36 incluye un ítem de transición que pregunta sobre
el cambio en el estado de salud general respecto al año anterior.
Este ítem no se utiliza para el cálculo de ninguna de las escalas, pero
proporciona información útil sobre el cambio percibido en el estado de
salud durante el año previo a la administración del SF-36. En la ac-
tualidad se considera que el SF-36 es el mejor instrumento genérico
de medida de CVRS en pacientes cardiovasculares por las evidencias
psicométricas que presenta (28).
Además, aparte de que ha sido validado en numerosos estudios in-
ternacionales, tiene a su favor que discrimina diferencias por grupos de
edad y sexo. Incluso el SF-36 ha demostrado su capacidad para detectar
variaciones según el nivel socioeconómico, así como cambios de salud
a través del tiempo (29,30). El SF-36 no incluye aspectos específicos,
como trastornos del sueño, función cognitiva, función familiar y sexual,
que son criterios muy importantes para el presente estudio, pues son
aspectos que se ven directamente involucrados en la vida del paciente
cuando este cursa con una enfermedad cardiovascular (31).
El Nottingham Health Profile (NHP) fue desarrollado originalmente en
Gran Bretaña a finales de los años setenta para medir la percepción

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Calidad de vida del paciente con enfermedad cardiovasuclar

subjetiva del impacto de los problemas de salud. Sus autores aseguran


que se ha mostrado apropiado para: 1) la valoración de las interven-
ciones médicas o sociales, en diseños pre-post; 2) como medida de
resultado para comparaciones entre grupos; 3) como herramienta
de encuesta para poblaciones seleccionadas; 4) para el seguimiento
a lo largo del tiempo de cambios en los pacientes con enfermedades
crónicas; 5) como complemento a la historia clínica, y 6) para ensayos
clínicos con grupos seleccionados de pacientes.
El cuestionario es más adecuado para pacientes con un cierto nivel
de afectación del estado de salud, ya que el instrumento carece de
ítems de salud positiva. Es un instrumento genérico para la medida del
sufrimiento (distress) físico, psicológico y social, asociado a problemas
médicos, sociales y emocionales y del grado en que dicho sufrimiento
afecta la vida de los individuos.
El NPH consta de dos partes: la primera está formada por 38 ítems
pertenecientes a seis dimensiones de la salud: energía (tres ítems), do-
lor (ocho ítems), movilidad física (ocho ítems), reacciones emocionales
(nueve ítems), sueño (cinco ítems) y aislamiento social (cinco ítems).
Los ítems representan diferentes estados de salud. Los individuos que
contestan deben indicar para cada uno de ellos si son aplicables a su
persona mediante la respuesta “Sí/No”.
La segunda parte consiste en siete preguntas sobre la existencia
de limitaciones a causa de la salud en siete actividades funcionales de la
vida diaria: el trabajo, las tareas domésticas, la vida social, la vida familiar,
la vida sexual, las aficiones y el tiempo libre (32). Una última observación
sobre algunas desventajas se refieren a que es poco sensible a problemas
de salud menores, y debe ser usado con precaución en jóvenes y pobla-
ción general sana, por la elevada proporción de resultado de 0 puntos y
no discrimina entre cardiopatía y pacientes sanos (33).
Finalmente, se encuentra otro instrumento genérico denominado
Sickness Impact Profile (SIP). Es un cuestionario de salud desarro-
llado por Bergner y cols., en 1976, en Estados Unidos, con objeto de
disponer de una medida de salud que se usara en la asignación de ser-
vicios sanitarios que permitieran medir la disfunción, basada en los
cambios de conducta relacionada con la enfermedad, la planificación
y la formulación de políticas de salud, así como servir de valoración
de resultados sanitarios (34). Se ha sugerido que debería acortarse
el número de ítems y categorías, por considerarse poco relevantes.
Posee escasa sensibilidad para detectar cambios pequeños en cortos
periodos, y en estos casos deberían valorarse más las categorías que
la puntuación total (35).

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Instrumentos específicos
Estos instrumentos son útiles para el estudio de una enfermedad,
población definida o condición bien determinada. Permiten identificar
aspectos de la calidad de vida propios de una enfermedad específica y
llegan a ser altamente sensibles a los cambios del problema específico
de salud que se está evaluando. Su mayor desventaja es que no permite
comparaciones entre patologías (36). Entre los principales instrumentos
específicos desarrollados para pacientes con enfermedad cardiovascular
se encuentran:
El Seattle Angina Questionnaire (SAQ). Es un instrumento específi-
co diseñado para valorar el estado funcional de pacientes con angina
de pecho y la percepción de su estado de salud. Contiene diecinueve
preguntas que cuantifican cinco dimensiones clínicamente relevantes:
frecuencia de angina, estabilidad de la angina, limitación física, cali-
dad de vida y satisfacción del tratamiento relacionado con la angina.
Se describe por los autores como una medida del estado funcional, pero
siete de las diecinueve preguntas tocan capítulos sociales y emociona-
les, lo que hace que el SAQ sea definido como una medida específica
de calidad de vida relacionada con la salud (15).
El Quality of Life-Cardiac Versión I (QLI) fue inicialmente diseñado
para uso en pacientes en diálisis; pero ha sido adaptado para su uso en
otros grupos, entre estos los pacientes con enfermedad cardiovascular.
El cuestionario más reciente del QLI de uso en pacientes cardiacos es
el QLI-Cardiac versión III, que contiene 72 ítems y cuatro dimensiones.
Estos ítems están divididos en dos partes iguales: la primera mide la
satisfacción del paciente con varias dimensiones de la vida, y la segunda,
la importancia de esas dimensiones para el paciente. Las puntuaciones
de la primera parte son ponderadas por las respuestas de la segunda (15).
El Angina Pectoris Quality of Life Questionnaire (APQLQ) es un cuestio-
nario que tiene veintidós ítems divididos en cuatro escalas. Tiene buenas
propiedades psicométricas para propósitos discriminantes, pero se
necesitan más trabajos para examinar su sensibilidad y fiabilidad (37).
El Cuestionario de Velasco-del Barrio consta de nueve áreas temá-
ticas: salud, sueño y descanso, comportamiento emocional, proyectos
de futuro, movilidad, relaciones sociales, comportamiento de alerta,
comunicación, tiempo de ocio y trabajo, con un total de 44 ítems. Tiene
una validez alta, pues su reproducibilidad es de 0,75 y su fiabilidad es
de 0,90. Su desventaja radica en que su uso está recomendado solo en
pacientes post-IAM (38). Ha sido utilizado en investigaciones para evaluar
la eficacia del programa de rehabilitación cardiaca e identificar los efec-
tos de este en la disminución de los factores de riesgo cardiovasculares

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Calidad de vida del paciente con enfermedad cardiovasuclar

(incluidos los factores sicológicos) y la mejoría en la calidad de vida de


los pacientes con esta patología (39,40).
El Quality of Life After Myocardial Infarction (QLMI) es un cuestio-
nario en el que los veintiséis ítems que lo componen están agrupados
en cinco dominios. La versión original fue diseñada y desarrollada
para evaluar la efectividad de un programa de rehabilitación cardiaca,
dado que puede ser aplicado, según los expertos, a varios grupos de
diagnóstico que incluyen dentro de las indicaciones del programa ci-
rugía cardiaca —y entre estos los pacientes con reemplazo valvular y
con revascularización miocárdica, los portadores de cardiodesfibrilador
implantable (CID), con infarto de miocardio con intervención coronaria
percutánea y sin ella—, pacientes con angina de pecho estable con
intervención coronaria percutánea y sin ella y pacientes con insufi-
ciencia cardiaca (41). Recientemente se ha desarrollado una versión
mejorada del instrumento con veintisiete ítems y tres dimensiones:
el Mac-New Heart Disease Questionnaire, también conocido como el
QLMI-2, diseñado para evaluar cómo las actividades diarias, al igual
que las funciones físicas, sociales y emocionales, son afectadas por
infarto de miocardio y otras patologías cardiacas diagnosticadas (15).
El QLMI-2 se convierte en el único instrumento mundial específico
para medir la calidad de vida, fiable, que permita comparar pacientes
cardiovasculares con diferentes presentaciones y síntomas de su enfer-
medad. Es fácil de manejar, corto, altamente sensible y, por lo tanto,
adecuado para determinar la calidad de vida del paciente asistente al
programa de rehabilitación cardiaca fase II (42).
De este modo, el QLMI-2 ha demostrado tener con sus tres dimen-
siones (física, social y emocional) de calidad de vida una alta con-
sistencia interna en puntos de medición. Cuenta con una validez y
confiabilidad del 0,7 y consiste en veintisiete ítems que recaen en tres
dominios (una escala de dominio de limitaciones físicas de diez ítems,
una escala de dominio de función emocional de diez ítems y una escala
de dominio de función social de siete ítems) (43). Se puede afirmar que
este instrumento ha sido identificado como el instrumento de calidad
de vida que más frecuentemente se ha utilizado en pacientes con car-
diopatía coronaria. Puede ser utilizado para determinar la calidad de
vida en pacientes cardiovasculares, ya que todas sus dimensiones son
lo suficientemente sensibles para captar los cambios en las diferentes
fases del programa y para todos los grupos diagnósticos en rehabili-
tación cardiaca. Este instrumento tiene como objeto medir la calidad
de vida de los pacientes con enfermedad cardiovascular; por lo tanto,
sirve como plataforma para documentar la calidad de los programas
de rehabilitación cardiaca (44).

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Además, se ha utilizado para valorar la eficacia y eficiencia de las


diferentes intervenciones que se realizan en el programa de rehabilita-
ción cardiaca, y con ello ha demostrado que estos programas mejoran
la calidad de vida del paciente cardiovascular en sus tres dimensiones
(45). Este instrumento, comparado con los otros, ha demostrado tener
con sus tres dimensiones (física, emocional y social) una alta consis-
tencia interna; por consiguiente, es el único específico para medir la
calidad de vida y fiable que permite comparar pacientes cardiovascu-
lares con diferentes presentaciones y síntomas de su enfermedad.
Adicionalmente, es fácil de manejar y, por lo tanto, adecuado para el
uso rutinario en un entorno clínico (42).
Las preguntas se responden mediante una escala de Likert con siete
opciones de respuesta desde uno, que representa la peor situación,
hasta siete, que representa la mejor. Para puntuar cada dimensión la
media se obtiene de la puntuación de todos sus ítems. Dentro de los
rangos de la calidad de vida se consideran, como mínimo, veintisiete
puntos como una mala calidad de vida y máximo 189 puntos como
una excelente calidad de vida. En la actualidad existe evidencia de la
consistencia interna para cada una de las dimensiones en la versión
en inglés —al menos doce estudios clínicos experimentales a más de
5.200 pacientes con enfermedad cardiaca, incluidos países latinoame-
ricanos— (46).
La utilidad de los instrumentos se ve reflejada en la descripción de
la calidad de vida. A continuación se muestra una revisión de algunos
resultados de investigación sobre la calidad de vida, expresada en
las tres dimensiones y el efecto del programa de rehabilitación cardiaca
en cada una de ellas.

Dimensión física
La dimensión física corresponde a la percepción que tiene cada indi-
viduo de su estado físico, entendido como el grado de ejecución de las
actividades habituales relacionadas con la autonomía y el autocuidado,
el gozo de un adecuado estado de salud y la percepción de no tener
síntomas de enfermedad (7).
La enfermedad cardiovascular es considerada la primera causa de
incapacidad física en el paciente coronario, especialmente en la tercera
edad (47,48). Esto demuestra el alto impacto que la enfermedad car-
diovascular tiene en la dimensión física, pues las personas limitan sus
actividades de autocuidado y movilidad, debido a signos clínicos, como

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Calidad de vida del paciente con enfermedad cardiovasuclar

dolor o disnea, que resultan de los esfuerzos y actividades moderados


o intensos que realiza el paciente a lo largo de su vida cotidiana.
Ello los lleva a disminuir la frecuencia e intensidad de las actividades
relacionadas con el rol diario (trabajo, estudio, alimentarse, dormir, ca-
minar, etc.), debido básicamente a una disminución del gasto cardiaco
en reposo que no se incrementa adecuadamente con la actividad física,
por diversas causas: insuficiencia cronotrópica relativa (alteración en la
frecuencia cardiaca), disminución de la contractilidad, lesión orgánica,
obstrucción de las arterias coronarias, etc.
En el plano subjetivo, el paciente percibe una valoración baja sobre
la salud actual, que se convierte en un indicador esencial respecto a
su capacidad de trabajo, ganancia de dinero, cuidado de su familia,
perspectivas de salud en el futuro. Por ende, se evidencian sentimien-
tos de agotamiento, disnea, dolor torácico y dolor de piernas, limitación
deportiva, mareo, inseguridad y dificultad sexual (47,49).
El ejercicio, como uno de los componentes de los programas de
rehabilitación cardiaca, interviene de manera importante en la modifi-
cación de los factores de riesgo cardiovascular. Diversos estudios han
demostrado que el entrenamiento físico mejora la tolerancia al ejerci-
cio, de una manera segura y sin efectos adversos. A esto se añade, uno
de los beneficios más importantes, ya que se evidencian reducciones,
especialmente en el perfil lipídico (triglicéridos o colesterol total), e
incremento de las lipoproteínas de alta densidad (50). A su vez, tam-
bién se demuestra la eficacia del ejercicio físico —predominantemente
aeróbico (trabajo dinámico)— sobre la hipertensión arterial (51,52).
La modificación de aparición de arritmias malignas, en particular
fibrilación ventricular, debido a la reducción de las concentraciones
de actividad simpática o aumento del tono vagal, constituye una de
las acciones más importantes que, a su vez, justificará la reducción
de un 20% de mortalidad a los tres años en pacientes postinfarto de
miocardio, que siguen un programa de entrenamiento físico (53,54).
Es importante resaltar que los efectos del ejercicio no son perma-
nentes, sino transitorios, pues desaparecen al abandonar su práctica.
Por ello es posible que desmejore el funcionamiento del cuerpo, lo cual
favorece la incidencia y progresión de enfermedades crónicas (cardio-
rrespiratorias, diabetes mellitus y otras, por ejemplo), relacionadas con
el proceso de inactividad. Por lo tanto, los programas de rehabilitación
cardiaca deben construir estrategias para influir en los pacientes y ani-
marlos a continuar con los programas de ejercicio indefinidamente (49).
Dado lo anterior, los pacientes con enfermedad cardiovascular nece-
sitan una recuperación de su estado físico, para así realizar actividades
de la vida diaria y, a la vez, adquirir hábitos saludables que les permita

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llevar una vida normal, en la medida de lo posible. Todo ello se produce


si la actividad física está oportunamente dosificada y planificada, de
acuerdo con las necesidades de cada paciente (55).
En diversos estudios se evidencia que las personas que se ejercitan
de forma regular manifiestan una sensación de bienestar relacionado
consigo mismas. Esta sensación también es referida por quienes pre-
sentan enfermedad cardiaca, más concretamente los que han padecido
un infarto de miocardio, pues les ayuda a superar la sensación de
depresión, ansiedad, agotamiento, disnea, dolor torácico, mareo, li-
mitación deportiva y dificultad sexual. Así mismo, el ejercicio aerobio
puede reducir la tensión psíquica de los pacientes y modificar favora-
blemente la reactividad a determinados factores estresantes, al tiempo
que reducen la posibilidad de desencadenar episodios de angina (47).

Dimensión social
La dimensión social se define como el grado en que los problemas
de salud física o emocional interfieren en la vida social habitual. Ello
se refleja en el trastorno de las actividades sociales normales y tiene
que ver con las funciones, las relaciones, el afecto, la intimidad, la
apariencia, el entretenimiento, el aislamiento, el trabajo, la situación
económica y el sufrimiento familiar. Dentro de esta dimensión hay
que considerar también las actividades de rol, esto es, el desempeño de
papeles asociados con el trabajo y la familia (7,56).
El programa de rehabilitación cardiaca es un espacio que permite
una cohesión social y se convierte en un escenario muy especial, donde
se interactúa con otros pacientes y familiares que también están pa-
sando por el sufrimiento de una enfermedad cardiovascular. Con ello
el paciente conoce otras vivencias y, a su vez, enriquece las propias.
Igualmente, el equipo interdisciplinario que trabaja en pro del alcance
de los objetivos del programa ocupa un lugar muy importante en esta
interacción, ya que refuerza sus conocimientos y se involucra de ma-
nera terapéutica con el paciente, al permitirle expresar sus sentimientos
y vivencias (57). Por ello, es preciso que los programas de rehabilita-
ción cardiaca generen y mantengan espacios dedicados para sesiones
educativas, donde se permita resolver las inquietudes del paciente y
su familia y participar de una manera activa, que aporte tranquilidad
y seguridad (58).
El aislamiento social también se ha relacionado con la mayor mor-
talidad global para las enfermedades cardiovasculares. Lo anterior se

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Calidad de vida del paciente con enfermedad cardiovasuclar

demostró en el estudio Enhancy Recovery in Coronary Heart Disease


Patients (ENRICHD), del cual se estima que el 25% de los pacientes con
enfermedad cardiaca presentan depresión y aislamiento social después
del IAM y un riesgo tres a cuatro veces mayor de mortalidad. Además,
los sujetos con menor apoyo social tienen peor pronóstico después de
una enfermedad cardiovascular (59).
Según diferentes estudios, la red de apoyo social ocupa un papel
protector que brinda al paciente con enfermedad cardiovascular una
disminución del número de eventos adversos y de la posibilidad de
nuevos episodios de infarto. Por el contrario, la falta de apoyo social
se asocia con un riesgo mayor de presentar eventos cardiacos fatales y
no fatales, especialmente en pacientes de la tercera edad. Este hecho
es más significativo en mujeres que en varones. Esto se debe a que los
varones son más sensibles al estrés psicosocial y a que las mujeres son
más sensibles a la falta de apoyo social después de sufrir un primer
episodio de enfermedad cardiovascular.
Por lo tanto, disponer de una red social cumple varios propósi-
tos: expresión de sentimientos positivos, confirmación de las propias
creencias y motivación para la expresión abierta de sentimientos, como
dependencia, incapacidad de realización de actividades sociales con la
familia, sentimientos de desconfianza y ser una carga para los demás,
sobreprotección, provisión de ayuda material y de información. De esta
manera ocurre una creación de sistemas de apoyo mutuo (59,60).
La familia es un ente relevante en el desarrollo de los individuos.
Esta ocupa un lugar importante, ya que es una fuente de apoyo
emocional y social que contribuye a enfrentar problemas relaciona-
dos con el proceso salud-enfermedad, así como otros inconvenientes
sociales que envuelven el cotidiano de esas personas (61). A pesar
de que no se han encontrado estudios que exploren el papel de la
mujer como cuidadora, cabe señalar que en el seno de la familia co-
lombiana la mujer ocupa un papel relevante, pues es ella quien asume
el cuidado del paciente con enfermedad cardiovascular, sea cual sea el
lugar que ocupe en la familia: madre, esposa, hija, hermana, nieta, etc.
Esto es, a cargo de ella están los cuidados básicos como la alimenta-
ción —uno de los pilares fundamentales de los cambios en el estilo de
vida que dependen directamente del apoyo que brinda la familia y en
especial la mujer—. De aquí se desprende la importancia de involu-
crar a la familia y personas cercanas que se encuentren al cuidado
del paciente asistente al programa de rehabilitación cardiaca, para
generar una mayor impacto en el estilo de vida no solo del paciente,
sino de la familia en general (62).

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Dimensión emocional
La dimensión emocional se define como la percepción y el conoci-
miento que le permite al ser humano actuar o decidir bajo parámetros
de razón. Es ese estado biopsicológico que permite iniciar acciones y
motivaciones y que está presente en la mayor parte de los procesos
vitales, donde resulta fundamental el desarrollo humano, profesional,
creativo, e incluso científico (63). Se relaciona con la presencia de ma-
lestar o bienestar, vinculados a la experiencia y la vivencia del problema
de salud. En este se encuentran sentimientos como temor, ansiedad,
depresión y frustración (64).
Los sentimientos que se pueden llegar a experimentar en la enfer-
medad cardiovascular son ira, ansiedad, estrés, hostilidad y depresión
que, a su vez, pueden llegar a interferir en las actividades diarias de
los sujetos e influir en el cumplimiento inadecuado del tratamiento,
en la dificultad de modificar factores de riesgo (por la poca adherencia
al tratamiento), en seguir las recomendaciones dietarias, en realizar
cambios en el estilo de vida y en la capacidad de incrementar las cifras
de sobrevida, lo que lleva a que sea más difícil la rehabilitación, más
lenta y menos exitosa.
Existe consenso para afirmar que la enfermedad cardiovascular está
íntimamente relacionada con crisis emocionales; sin embargo, diferentes
investigaciones han demostrado que la presencia de estrés psicosocial
y de trastornos psiquiátricos son factores de riesgo. La depresión es
la segunda causa de incapacidad después del IAM; pero, con frecuencia,
se asocia a los trastornos cardiovasculares e incrementa las cifras de
morbimortalidad. Sin duda, existe una estrecha relación entre depre-
sión, enfermedad cardiovascular y mortalidad.
Los pacientes deprimidos con enfermedad cardiovascular tienen
un riesgo de morir entre tres y cinco veces más que los pacientes con
enfermedad cardiovascular sin depresión (59). La rehabilitación es más
difícil que la rehabilitación de los pacientes no deprimidos; por consi-
guiente, surgen sentimientos de incapacidad y limitación para desem-
peñar sus labores diarias, que se exteriorizan como tristeza, frustración,
intranquilidad, desesperanza, ideas negativas, pérdida de ilusión por
el futuro, ideas relacionadas con la muerte, llanto, retraimiento social,
sin salida a la situación actual y disminución de la conversación (15).
Por lo anterior, el profesional de enfermería debe conocer e implemen-
tar instrumentos y acciones que le permitan identificar los trastornos
psicológicos (65). Existen grupos de técnicas de relajación, del estrés y
de afrontamiento, los cuales van a ser significativos para el aumento del
autoestima, que aporta un conjunto de efectos benéficos para la salud

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Calidad de vida del paciente con enfermedad cardiovasuclar

del paciente y su calidad de vida, por medio de una percepción más


satisfactoria de la vida, ya que logra reducir la frecuencia, las complica-
ciones o la presentación de nuevos acontecimientos coronarios (57,66).
Las habilidades que se deben fortalecer en los programas de re-
habilitación cardiaca frente a la dimensión emocional es aumentar
la capacidad de afrontar y superar las dificultades personales, a fin de
consolidar una actitud de confianza personal (64). A su vez, promover
la capacidad de adquirir compromisos y, por lo tanto, de ser más res-
ponsables, fomentando la motivación, la creatividad y la confianza en
sus propias capacidades personales (por medio de la autonomía perso-
nal), que permitirá establecer relaciones sociales más igualitarias y
satisfactorias (67). Además, al tiempo que disminuye el sentimiento
de incapacidad, mejora la autoconfianza (68), disminuyen la ira y el
miedo (69), aumenta la percepción de control del paciente sobre su en-
fermedad, se gana mayor confianza y seguridad al mejorar su capacidad
funcional, y todo ello proporciona una buena reintegración social (70).
El programa de rehabilitación cardiaca promueve la participación,
y ello puede ser la causa de la mejoría en los aspectos psicológicos.
Esto se debe a que los programas de ejercicio proveen una base social
de contactos y contención de los pacientes cardiópatas que permiten
su reintegración y socialización, al tiempo que recuperan la confianza
en sí mismos. También se ha encontrado un sinnúmero de beneficios
que proporciona la actividad física sobre las diferentes emociones que
experimenta el ser humano; sin embargo, en la literatura consultada no
se encuentra una relación causa-efecto, así que no se pueden explicar
los mecanismos que rigen tal fenómeno (62,65).

Conclusiones
En el contexto de la rehabilitación cardiaca, el profesional de enfer-
mería y, en general, el equipo interdisciplinario que participa en el pro-
grama debe enfocarse 1) en analizar las variables sociodemográficas de
los pacientes, pues se convierten en factores de riesgo o protectores de la
calidad de vida, y 2) en explorar las dimensiones de la calidad de vida.
Estas dos herramientas son de gran utilidad a la hora de analizar los
beneficios terapéuticos de los programas de rehabilitación y el desarrollo
de cada una de las acciones del programa.
La determinación de la CVRS en los pacientes con enfermedad car-
diovascular asistentes al programa de rehabilitación cardiaca es muy
importante, pues con ello se planifican programas preventivos (así como
acciones concretas de salud) y se organizan servicios de salud, y, de

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este modo, se sale del margen de procesos patológicos y estadísticas


de resultado.
Se puede concluir que los instrumentos más recomendados para
evaluar la calidad de vida —fáciles de manejar, cortos y altamente
sensibles— son el cuestionario de salud SF-36, como instrumento ge-
nérico, y el QLMI-2, como el único instrumento del ámbito internacional
específico. Ellos permiten comparar de manera fiable a los pacientes
cardiovasculares con diferentes presentaciones y síntomas de su en-
fermedad y, por lo tanto, son adecuados para determinar la calidad
de vida del paciente asistente al programa de rehabilitación cardiaca.
El ejercicio, como uno de los componentes de los programas de reha-
bilitación cardiaca, interviene de manera importante en la modificación
de los factores de riesgo cardiovascular; sin embargo, no puede ser la
única dimensión que contemple un programa: son necesarias las inter-
venciones de tipo social y emocional, que garanticen una rehabilitación
integral y promuevan una adecuada calidad de vida.

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