Derecho de Peticion

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El Derecho de Petición.

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Presidenta: Dirección General
Gabriela del Mar Ramírez Pérez Wendy Carolina Torres Roa (E)
Defensora del Pueblo

Diseño de folletos:
Directora General: Ángela Rodríguez Torres
Wendy Carolina Torres Roa

Diagramación y montaje de portada:


Autor:
Dileny Jiménez
Michael Adolfo Díaz Mendoza
[email protected]
Corrección:
Gema Medina
Coordinadora Académica:
Lilian Montero Serie Derechos Humanos.
Derechos para todos y todas.
Dirección: Depósito Legal: lf0000000000
Fundación Juan Vives Suriá TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS,
Av. Urdaneta, Centro Financiero Latino, © COPYRIGTH 2013
piso 27, Caracas - Venezuela Defensoría del Pueblo
Fundación Juan Vives Suriá, 2013
Caracas, septiembre de 2013
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(0212) 5053162 / 5053080 con el único propósito de apoyar
la lectura del texto. La Fundación asume la
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en la atribución de las citas y fuentes.
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ponerse en contacto con: fundacionjuanvi-
vessuriá@defensoria.gob.ve
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El conocimiento es patrimonio
de todas y todos.
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no la botes. Compártela

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Fundación Juan Vives Suriá

Creación

La Fundación Juan Vives Suriá fue constituida en el año


2008, mediante Gaceta Ofi cial de la República Boliva-
riana de Venezuela Nº 38.945, con el fi n de fomentar,
impulsar y promover la educación en derechos huma-
nos y la investigación académica, además de fortalecer
las políticas de la Defensoría del Pueblo en el ámbito
educativo.

Lleva el nombre del Padre Juan Vives Suriá en homenaje a quien fuera un
ejemplo a seguir en la lucha contra las violaciones a los derechos humanos y
en pro de la justicia y la paz, principalmente de las personas en situación de
vulnerabilidad, exclusión y discriminación.

La Fundación propone aportar herramientas de formación y educación críti-


ca en derechos humanos, en consonancia con los postulados ideológicos de
los nuevos procesos constituyentes desarrollados en Latinoamérica.

Visión

Contribuir con la construcción de una cultura crítica y liberadora


de derechos humanos para fortalecer los procesos de cambio so-
cial protagonizados por los pueblos de Venezuela, América Latina
y el Caribe, dirigidos a la transformación de los valores, las relacio-
nes y los modos de vida, tanto en el ámbito público como privado,
para el logro de sociedades justas, plurales, a favor de la paz y realmente
democráticas.

Misión

Desarrollar estrategias de educación, investigación y divulgación desde un en-


foque crítico de los derechos humanos, dirigidas a todas las personas, comu-
nidades, organizaciones, movimientos sociales e instituciones del Estado, con
el fi n de contribuir con la transformación social fundamentada en los valores
de justicia social, equidad, igualdad, libertad, cooperación, solidaridad, honesti-
dad y corresponsabilidad desde la construcción de expresiones signifi cativas.

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el derecho de petición
en la rep�blica bolivariana de venezuela
Michael Adolfo D�az Mendoza

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 9

LINEAMIENTOS GENERALES 11

SOBRE EL DERECHO DE PETICIÓN 11

DEVENIR CONSTITUCIONAL DEL DERECHO DE PETICIÓN 19

APROXIMACIÓN CONCEPTUAL AL DERECHO DE PETICIÓN 27

EL DERECHO DE PETICIÓN EN EL ESTADO DEMOCRÁTICO,


SOCIAL DE DERECHO Y DE JUSTICIA 31

TITULARES DEL DERECHO DE PETICIÓN 39


1. Los niños, niñas y adolescentes como titulares del Derecho de Petición 43
2. Las personas con discapacidad como titulares del Derecho de Petición 47
3. Las privadas y los privados de libertad como titulares del Derecho
de Petición 50

DESTINATARIAS Y DESTINATARIOS DEL DERECHO DE PETICIÓN 53


1. Las autoridades públicas como destinatarias del Derecho de Petición 55
2. Las funcionarias públicas y los funcionarios públicos como destinatarias
y destinatarios del Derecho de Petición 56
3. Organismos y entidades como destinatarias y destinatarios del
Derecho de Petición 59
4. Las y los particulares como destinatarias y destinatarios del
Derecho de Petición 61

OBJETO DE LAS PETICIONES 65

ASPECTOS PROCEDIMENTALES SOBRE EL DERECHO DE PETICIÓN 73


1. Presentación de las peticiones 75
2. Requisitos de las peticiones 79
3. Recepción, registro y remisión de las peticiones 81

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4. Determinación de la competencia para conocer de las peticiones 86
5. Subsanación de las peticiones 88
6. Tramitación de las peticiones 89
7. La respuesta 91
8. El silencio administrativo 94

FORMAS EN QUE SE CONCRETIZA LA VIOLACIÓN DEL


DERECHO DE PETICIÓN 99

MECANISMOS PARA LA DEFENSA DEL DERECHO DE PETICIÓN 103


1. La queja o reclamo 105
2. La demanda por abstención o carencia 107
3. La demanda de amparo constitucional 110

RESPONSABILIDAD DE LAS AUTORIDADES, FUNCIONARIAS


PÚBLICAS O FUNCIONARIOS PÚBLICOS FRENTE A LA
VIOLACIÓN DEL DERECHO DE PETICIÓN 115
1. Responsabilidad penal 119
2. Responsabilidad civil 120
3. Responsabilidad administrativa 120

GARANTÍAS DEL DERECHO DE PETICIÓN 123


1. El Derecho de Petición forma parte de la reserva legal 125
2. El Derecho de Petición es protegible a través del amparo
constitucional 129
3. El Derecho de Petición y su posible restricción durante los estados
de excepción 130
4. El Derecho de Petición puede ser modifi cado en la Constitución
sólo a través de la Enmienda o Reforma Constitucional 134
5. Garantía de la indegnidad o a no ser perseguida y perseguido
por las peticiones formuladas 136

EL DERECHO DE PETICIÓN Y LA ACTUACIÓN DE LA DEFENSORÍA


DEL PUEBLO 137

BIBLIOGRAFÍA 147

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INTRODUCCIÓN

L a Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,


obra del proceso constituyente más genuino que se haya
vivido en la historia constitucional venezolana, entraña un conjunto
de valores, principios, derechos e instituciones que marcaron la
ruptura defi nitiva con el sistema jurídico, político y económico
imperante hasta el momento. El Texto Fundamental marcó el
punto de no retorno y, al mismo tiempo, estableció la piedra
angular de la nueva sociedad e institucionalidad a la que aspiran las
venezolanas y los venezolanos, en consecuencia, la Constitución no
sólo representa el pináculo o cúspide del sistema jurídico sino que,
además, contiene el proyecto de país que se ha dado a sí mismo el
pueblo de Venezuela.

Sin embargo, para que la Norma Suprema y el ideario Bolivariano


que guió su elaboración tengan real concreción, vigencia verdadera
y no se convierta en mera formalidad hace falta estudiar, analizar,
dilucidar y, sobre todo, empoderar a todas sus destinatarias y desti-
natarios de los preceptos en ella contenidos. En efecto, sólo de esa
manera la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
será letra viva.

La Defensoría del Pueblo –novedosa institución integrante del Po-


der Público Nacional y a la cual se le ha encomendado la promo-
ción, difusión, vigilancia y defensa de los derechos humanos– está
llamada a una labor incuestionablemente vigorosa, esto es, esti-
mular la conciencia sobre los derechos consagrados en la Cons-
titución, la formación de un movimiento de activistas, así como
de autoridades, funcionarias y funcionarios que trabajen por los
derechos fundamentales y, por ende, que respeten el contenido de
la Constitución.

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En tal sentido, con la fi nalidad de difundir y promover los derechos
constitucionales e impulsar su defensa a través del conocimiento
se pone a la disposición de todas y todos “El Derecho de Petición
en la República Bolivariana de Venezuela”. Publicación que recoge
–en buena parte– las inquietudes, interrogantes y preocupaciones
que sobre este derecho han manifestado la mayoría de las y los
participantes de los programas formativos llevados a cabo por la
institución nacional de derechos humanos; es una aproximación a
la regulación constitucional y legal del derecho de petición en nues-
tro país y en la cual se plantea el tema desde dos miradas: por una
parte, desde la mirada del titular del derecho y, por otra, desde la
mirada de su destinataria o destinatario.

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Lineamientos �enerales
sobre el Derecho de
Petición 1

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uego de un largo decurso histórico del Derecho de Petición
en el constitucionalismo venezolano, el mismo resultó consa-
grado –con excelente técnica constituyente– en el artículo 51 de
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Así, con-
forme a su regulación constitucional tal derecho puede ser defi nido
como la facultad, la potestad o el poder que tiene toda persona de
presentar ante cualquier autoridad, funcionaria pública o funciona-
rio público una solicitud sobre asuntos que sean de la competencia
de éstas o éstos y de obtener correlativamente una contestación
en forma oportuna y adecuada a los requerimientos formulados.

El Derecho de Petición en el marco del Estado Democrático y


Social de Derecho y de Justicia previsto en el artículo 2 del Texto
Fundamental, se presenta como un instrumento adecuado para
hacer efectiva la democracia participativa y protagónica prevista
en la Constitución, en el sentido de que ofrece vías alternativas y
efi caces de comunicación con la Administración, propicia el acer-
camiento con aquélla y rompe con el Estado inaccesible, hasta el
punto, de lograr una comunicación fl uida y efi caz entre las autori-
dades y las personas, constituye, en consecuencia, un instrumento
de primer orden en el camino hacia la ampliación y profundización
de la democracia participativa y protagónica, de la nueva institucio-
nalidad, del nuevo Estado.

La titularidad del Derecho de Petición –conforme a lo establecido


en el artículo 51 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela– corresponde a toda persona sin distinción de ningún
tipo, a las personas naturales y jurídicas; nacionales y extranjeras
que se encuentren en el territorio de la República. Esto signifi ca
que no está limitado, como los derechos políticos, a las ciudadanas
y los ciudadanos o sujetos que ostentan la nacionalidad venezolana,
sino a cualquiera que habite en el territorio nacional y, aún más, a
quienes sin estar domiciliadas y domiciliados en el mismo pudie-
ran encontrarse por cualquier causa en el Estado venezolano. La

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Constitución no admite la posibilidad de hacer exclusiones funda-
das en razones de la edad, nacionalidad, etnia, sexo, condición social,
económica, política o religiosa, pues, es clara la intención de las y
los constituyentistas de darle cabida –en la titularidad y ejercicio de
este derecho– a la totalidad de las personas. De allí, que conforme
a lo preceptuado en el texto constitucional, pueda predicarse la
universalidad de la titularidad del Derecho de Petición. En otras pa-
labras, la titularidad del derecho en estudio es amplísima y así tiene
que ser entendida por las autoridades, las funcionarias y funciona-
rios de los órganos y entes de la Administración Pública. Por esta
razón en la interpretación de las normas que regulen la institución
peticionaria están obligadas y obligados a orientarse por una tesis
extensiva ya que la ratio de la norma contenida en el artículo 51
constitucional está centrada en suprimir cualquier factor que per-
turbe o impida el ejercicio de este derecho.

En lo que respecta a las destinatarias y destinatarios, es decir, a las


personas que se encuentran obligadas o llamadas por la norma
constitucional a garantizar el contenido del derecho en estudio.
De acuerdo con lo estipulado en la Constitución de la Repúbli-
ca Bolivariana de Venezuela, la petición ha de ser planteada “ante
cualquier autoridad, funcionaria pública o funcionario público sobre
asuntos de la competencia de éstas y éstos”.

Sobre el objeto de las peticiones, el artículo 51 de la Constitución


de la República Bolivariana de Venezuela, es claro al establecer que
las peticiones presentadas o dirigidas a cualquier autoridad, funcio-
naria pública o funcionario público podrán versar “sobre los asun-
tos que sean de la competencia de éstos o éstas”. De esta manera,
la normativa constitucional establece el objeto de las peticiones de
forma genérica, no limita expresamente las materias sobre las cuales
pueden tratar las peticiones, esto conlleva a afi rmar que las mismas
atenderán a cualquier asunto comprendido en el ámbito compe-
tencial o de actuación de la destinataria o destinatario. Así las cosas,
las peticiones podrían estar relacionadas con aspectos “graciales” o
súplicas, es decir, algo a lo cual no se tiene estrictamente derecho y
que vendría a enmarcarse en el ámbito del poder discrecional de
la destinataria o destinatario, sobre prestaciones administrativas, o
asuntos relativos a la actividad de la Administración Pública e, inclu-
sive, iniciativas, sugerencias, propuestas y recomendaciones.

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En torno a los aspectos procedimentales sobre el derecho en estu-
dio, esto es, la presentación; requisitos; recepción, registro y remisión
de las peticiones; determinación de la competencia; subsanación;
tramitación y respuesta, han de tenerse en cuenta –además de los
lineamientos generales contenidos en el Texto Fundamental– lo
contemplado en la Ley Orgánica de Procedimientos Administrati-
vos y el Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley Orgánica de la
Administración Pública. Pero, lo que sí merece destacarse, por for-
mar parte del contenido esencial del derecho bajo examen, es que
conforme a lo preceptuado en el tantas veces mencionado artículo
51 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, una
vez que la persona decide ejercitar el Derecho de Petición surge
–sin duda alguna– para la autoridad, funcionaria pública o el funcio-
nario público el deber indeclinable de dar respuesta a lo planteado,
encontrándonos así frente a una típica relación bilateral en la cual
hay un sujeto con una facultad y frente a ésta o éste otra u otro
que está obligada u obligado. De tal manera, que la emisión de la
respuesta no es facultativa o potestativa para la autoridad, funcio-
naria pública o funcionario público sino que es realmente –según la
Constitución y la Ley– un mandato imperativo, un deber ineludible
o una verdadera obligación. El mencionado derecho se presenta
así con un carácter bifacético o dual, esto en razón del deber de la
autoridad conminada en producir la respuesta debida a la solicitud
incoada, en emitir, de manera expresa y formal, un pronunciamiento
sobre aquello que la peticionaria o el peticionario le ha expresado,
pero, constituyendo al mismo tiempo su obtención un derecho para
quien la solicita.

En este hilo argumental ha de señalarse que el Derecho de Petición


se vulnera cuando la funcionaria pública o funcionario público se
rehúsa o niega a aceptar las peticiones que le son formuladas; no se
les da trámite; no responde a las solicitudes realizadas o cuando al
responderlas, tal contestación resulta extemporánea o inoportuna
conforme a una simple contabilización de los días dentro de los
cuales debió contestarse; también, se viola el mencionado derecho
al darse una respuesta inapropiada o incoherente con lo formulado
por la peticionaria o peticionario, es decir, cuando se tiene una res-
puesta cualquiera, sin ninguna congruencia con lo pedido o cuando
a pesar de la oportunidad de la respuesta, en ésta se alude a temas
diferentes a los planteados.

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Ahora bien, frente a la violación del derecho constitucional a diri-
gir peticiones y a obtener oportuna y adecuada respuesta, existen
mecanismos para atacar la resistencia de las funcionarias públicas y
funcionarios públicos a recibir o tramitar las peticiones, para obligar
a la autoridad a dar respuesta y, por ende, a que cese la inactividad
o abstención, asimismo, hay maneras de exigir un nuevo pronun-
ciamiento cuando éste no fuere coherente a lo peticionado. En
efecto, la Constitución y la ley han consagrado la queja o reclamo, la
demanda por abstención o carencia y la solicitud de amparo cons-
titucional como vías para hacer tutelable el derecho a peticionar.

Pero, además, si la autoridad, funcionaria pública o funcionario público


se atreviere a incumplir sus obligaciones constitucionales, obra irres-
ponsablemente hasta el punto de transgredir o afectar la realización
efectiva de los derechos humanos quedará sujeto a un régimen jurí-
dico de consecuencias o sanciones civiles, penales y administrativas.
En efecto, el Texto Fundamental ha previsto un régimen general de
responsabilidad de las funcionarias públicas y funcionarios públicos
por todos los actos, hechos u omisiones derivadas del ejercicio de
sus funciones y en los cuales violen o menoscaben los derechos en
ella consagrados. Estableciéndose, así, constitucionalmente y con ca-
rácter general, la responsabilidad personal e individual de las funcio-
narias públicas y funcionarios públicos, por las acciones y omisiones
que realicen en ejercicio de sus funciones. La propia Constitución
preceptúa directamente la responsabilidad para los agentes estatales
en torno a la violación del derecho al cual hacemos referencia, al de-
cir de la norma que las funcionarias públicas y funcionarios públicos
que violen el derecho a peticionar, serán sancionadas y sancionados
conforme a la ley, pudiendo ser destituidas y destituidos del cargo
respectivo.

En cuanto a las garantías del derecho en estudio, es decir, respec-


to a los medios dispuestos a impedir los ataques preventivos o
represivos que contra el Derecho de Petición pudieran desplegar
los Poderes Públicos, autoridades, funcionarias y funcionarios, así
como, los particulares, se tiene que: este derecho forma parte de
la reserva legal, es protegible –como se ha dicho– a través del
amparo constitucional, es susceptible de ser restringido durante los
estados de excepción y puede ser modifi cado en la Constitución
únicamente a través de los mecanismos superagravados de revisión
constitucional, pero, además quienes lo ejercitan no pueden ser

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perseguidas o perseguidos en razón del solo hecho de presentar
peticiones, claro está, siempre y cuando no se incurra con ella en la
comisión de algún delito.

Por último, del marco constitucional y legal que regula la Defensoría


del Pueblo resulta patente que la Institución Nacional de Derechos
Humanos, está en el deber de hacer todo lo que se encuentra a
su alcance a los fi nes de velar por el respeto efectivo del Derecho
de Petición y de oportuna y adecuada respuesta. Sin embargo, es
oportuno aclarar que conforme a la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela y la Ley Orgánica de la Defensoría del
Pueblo, no está facultada para subrogar a la Administración Pública
y, por ende, a la autoridad, funcionaria pública o funcionario público
a quien se le ha dirigido una petición, tampoco está habilitada para
coaccionar, constreñir u obligar a la destinataria o destinatario de
la petición a dar oportuna y adecuada respuesta ni mucho menos
aplicar sanciones administrativas dado la naturaleza eminentemen-
te persuasiva del órgano constitucional en referencia. Lo que sí
podría realizar la Defensoría del Pueblo, al recibir una denuncia por
presunta vulneración del derecho constitucional de petición, es dar
inicio a la correspondiente investigación, constatar la vulneración
del derecho y procurar el restablecimiento de la situación jurídica
infringida mediante el ejercicio de la magistratura de la persuasión
y, de resultar en vano las actuaciones emprendidas, orientar a la
peticionaria o peticionario sobre las alternativas judiciales que dis-
pone para la garantía de sus derechos, así como los procedimientos
aplicables.

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18 El Derecho de Petición
en la República Bolivariana de Venezuela

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Devenir constitucional
del Derecho de Petición 2

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U na de las maneras de acercarse a cualquiera de las institu-
ciones jurídicas previstas en el Texto Fundamental, a fi n de
constatar los posibles cambios que ha sufrido a lo largo del tiempo
es, incuestionablemente, su examen histórico. Por tanto, en el caso
concreto que nos ocupa, se hace necesario revisar los textos cons-
titucionales de nuestra vida republicana, con el objeto de verifi car
cuáles son esas transformaciones por las que se ha paseado la ins-
titución peticionaria hasta llegar a la actual regulación constitucional.
Para ello, ha de advertirse que la confi guración constitucional del
Estado venezolano, a partir de la ruptura política con el Reino de
España, ha atravesado –desde el punto de vista formal– por veinti-
séis constituciones; no obstante, la mayoría de ellas no constituyen
–desde el punto de vista sustantivo, real o material– verdaderas
transformaciones. Esto, quizás se deba en buena parte a que la casi
totalidad de tales constituciones fueron el producto de factores cir-
cunstanciales de la lucha por el poder.

Es la Constitución de 1830, en estricta puridad, la que por primera


vez consagra el Derecho de Petición en Venezuela. En efecto, tal
derecho estuvo atribuido en forma exclusiva y excluyente a los ve-
nezolanos, quienes podían ejercerlo a título individual o colectivo,
fundamentalmente ante el Poder Ejecutivo y el resto de las autori-
dades. Asimismo, debía ejercerse de modo escrito y, además, estar
relacionado con el interés general del Estado. El contenido de la
norma a que se hace referencia es la siguiente:

Artículo 193. Todo venezolano puede representar por escrito al Con-


greso, al Poder Ejecutivo y demás autoridades constituidas cuanto con-
sidere conveniente al bien general del Estado; pero ningún individuo, o
asociación particular podrá hacer peticiones en nombre del pueblo ni
menos arrogarse la calificación de pueblo. Cuando muchos individuos

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dirigieren alguna petición al Congreso, al Poder Ejecutivo y demás au-
toridades, todos serán responsables de la verdad de los hechos y los
cinco primeros que suscribieren quedan responsables de la identidad
de todas las firmas.

En la Constitución de 1857, la redacción del precepto se muestra,


en comparación con la norma que le sirviera de antecedente, como
genérica, parca o menos sustanciada. En tal sentido, sólo se establece
que el Derecho de Petición no podrá ser impedido ni limitado, con
lo cual se impone como obligación de las autoridades el deber de
facilitar su ejercicio e, incluye, como requisito que la formulación de
la solicitud fuese hecha con respeto y decoro.

Artículo 115. El Derecho de petición en ningún tiempo será im-


pedido ni limitado, ejerciéndose con el respeto y decoro debidos a
la autoridad de que son depositarios los empleados y funcionarios
públicos.

Por su parte, si bien la Constitución de 1858, trae un título destinado


a los “derechos individuales”, a diferencia de las anteriores, nada dice
sobre el derecho en referencia, es decir, guarda absoluto silencio,
invisibiliza o no reconoce el Derecho de Petición.

La Constitución de 1864, luego de la ausente regulación en el


texto constitucional que le precediera, incorpora el derecho en
estudio, pero, con la denominación de “libertad de petición”. Asi-
mismo, como dato importante debe señalarse que se incluye por
primera vez a la redacción, el hoy correlativo derecho de la pe-
ticionaria o del peticionario a obtener una respuesta, contesta-
ción o, en palabras empleadas por el propio Texto Fundamental,
a obtener una “resolución” y, nuevamente, se estatuye de manera
nítida la posibilidad de presentar peticiones colectivas, esto es, las
suscritas por una pluralidad de personas o sujetos de derechos.

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Artículo 14. La Nación garantiza a los venezolanos: [ ] 10) La liber-
tad de petición y el derecho de obtener resolución. Aquélla podrá
ser para ante cualquier funcionario, autoridad o corporación. Si la
petición fuere de varios, los cinco primeros responderán por la auten-
ticidad de las firmas, y todos por la verdad de los hechos.

En las Constituciones de 1874, 1881, 1891 y 1893, el derecho se


mantiene –durante casi dos décadas de historia constitucional–
idéntico o sin ningún tipo de alteraciones, inclusive, es consagrado
en el mismo artículo y numeral que fuera citado. Se trata de una
reedición del derecho en estudio en los términos en que fuera plan-
teado por el Texto Fundamental que le antecediera.

En la Constitución de 1901, se establece que la destinataria o el


destinatario debe dar “pronta resolución” a los requerimientos que
le son formulados, lo cual equivale en la regulación constitucional
actual a la “oportuna respuesta”, es decir, si bien en las constituciones
anteriores se consagra el deber de responder, es a partir de este
momento en el que se incorpora la necesidad de que la respuesta
sea dada en un tiempo expedito, oportuno o pertinente.

Artículo 17. La Nación garantiza a los venezolanos la efectividad de


los siguientes derechos: [ ] 10) La libertad de petición: ésta podrá
hacerse ante cualquier funcionario, autoridad o corporación, los cua-
les están obligados a dar pronta resolución. Si la petición fuere de
varios, los cinco primeros responden de la autenticidad de las firmas,
y todos de la verdad de los hechos..

En las Constituciones de 1904, 1909, 1914 y 1922, la redacción de


la norma se mantiene sustancialmente, una tras otra, inalterada o sin
modifi cación, salvo en la numeración del artículo contentivo del de-
recho en estudio, de tal manera, que en la primera de las indicadas
seguiría siendo el artículo 17, en la segunda el artículo 23, mientras
que en la tercera y cuarta de las mencionadas sería instituido en el
artículo 22.

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En la Constitución de 1925, la expresión “funcionario, autoridad o
corporación”, empleada para referirse a las personas destinatarias
del derecho cuyo análisis se realiza, es sustituida por la de “funciona-
rio público o corporación ofi cial”; el sintagma “pronta resolución” es
cambiado por el de “oportuna respuesta”; el artículo –en compara-
ción con la última regulación constitucional– es redactado desde la
perspectiva del titular del derecho y no desde el sujeto pasivo de la
norma constitucional, por tanto, ya no se indica que los funcionarios,
autoridades o corporaciones están obligadas a dar pronta resolu-
ción sino que los venezolanos tienen derecho a obtener oportuna
respuesta y, fi nalmente, se suprime aquella coletilla relativa a la res-
ponsabilidad de la peticionaria o peticionario derivada de la solicitud
planteada en forma colectiva.

Artículo 32. La Nación garantiza a los venezolanos: [ ] 10. La libertad


de petición ante cualquier funcionario público o corporación oficial,
con derecho a obtener oportuna respuesta de la respectiva solicitud
o representación.

En las Constituciones de 1928, 1929, 1931, 1936, 1945 y 1947, se


mantiene la redacción señalada en el párrafo anterior, inclusive, se
conserva en el mismo artículo que fuese citado, salvo la última de
las señaladas que optó por reconocerlo, de manera individualizada,
en su artículo 43. También, vale acotar que en las tres últimas Cons-
tituciones se suprime de la redacción utilizada la expresión: “de
la respectiva solicitud o representación”, sin embargo, ello no es
jurídicamente relevante, puesto que no cambia en nada el sustrato
del precepto.

En la Constitución de 1953, resultante del régimen de facto, es su-


primido –al igual que otros derechos constitucionales– el Derecho
de Petición. Tal situación representa, una ruptura en lo que consti-
tuyó prácticamente una tradición constitucional, en otras palabras,
se excluyó por completo el instituto peticionario luego de casi un
siglo de historia constitucional en el que se consagraba.

En la Constitución de 1961, el derecho bajo análisis ve nuevamente


su luz constitucional y se establece como elemento innovador que
las peticiones han de estar referidas a los asuntos que sean de la
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competencia de las destinatarias y los destinatarios. En efecto, el
contenido de la norma es el siguiente:

Artículo 67.Todos tienen el derecho de representar o dirigir peticiones


ante cualquier entidad o funcionario público, sobre los asuntos que
sean de la competencia de éstos y a obtener oportuna respuesta.

En la Constitución de 1999 y, en buena parte, debido al proceso


histórico-evolutivo de la institución, se recogen con impecable téc-
nica constituyente todos los elementos propios del derecho en
estudio, esto es: la titularidad, las destinatarias o los destinatarios,
las obligaciones de éstas y éstos, y las posibles consecuencias de
su violación. Asimismo, vale la pena señalar que el texto consti-
tucional vigente presenta algunas modifi caciones en comparación
con el que le precediera, entre tales cambios se encuentran: la
modifi cación del sintagma “cualquier entidad o funcionario público”
por “cualquier autoridad, funcionario público o funcionaria pública”,
la sustitución de la expresión “obtener oportuna respuesta” por
“obtener oportuna y adecuada respuesta” y, fi nalmente, para darle
fuerza al derecho y maximizar el cumplimiento de las obligaciones
que de él derivan por parte de las autoridades, funcionarias públi-
cas y funcionarios públicos se añade el presente texto: “Quienes
violen este derecho serán sancionados o sancionadas conforme a
la ley, pudiendo ser destituidos o destituidas del cargo respectivo”.
En efecto, la redacción de la norma contentiva del Derecho de Pe-
tición en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
es la siguiente:

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Artículo 51. Toda persona tiene el derecho de representar o dirigir
peticiones ante cualquier autoridad, funcionario público o funcionaria
pública sobre los asuntos que sean de la competencia de éstos o
éstas, y de obtener oportuna y adecuada respuesta. Quienes violen
este derecho serán sancionados o sancionadas conforme a la ley,
pudiendo ser destituidos o destituidas del cargo respectivo.

Por último, vale la pena recordar que la Constitución de la Re-


pública Bolivariana de Venezuela, contiene un catálogo prolijo de
derechos humanos, en los cuales sobresalen los derechos de niños,
niñas y adolescentes, de las y los jóvenes, de las mujeres, de los
pueblos y comunidades indígenas, de las personas con discapacidad
y de la tercera edad. Tales derechos aparecen agrupados bajo nue-
vas categorías, esto es: “De los Derechos Políticos y del Referendo
Popular”, “De los Derechos Sociales y de las Familias”, “De los De-
rechos Culturales y Educativos”, “De los Derechos Económicos”,
“De los Derechos de los Pueblos Indígenas”, y “De los Derechos
Ambientales”. Los derechos humanos en la actual Constitución go-
zan de una atención excepcional, aquella se muestra como ejem-
plo de evolución, progreso y desarrollo en materia de derechos
fundamentales. La preeminencia de los derechos humanos, en el
entender de las redactoras y redactores del Texto Fundamental, es
intrínseca a la existencia misma del Estado venezolano, de allí que
deban garantizarse, fomentarse y permitirse el ejercicio de tales
derechos y, en caso de violación de alguno de ellos, investigarse y
sancionarse a las y los responsables.

En suma, el derecho constitucional de petición se encuentra inserto


en un texto de avanzada, progresista, potenciado por aquel cúmulo
de ideas de hombres y mujeres que decididamente escucharon
la voluntad popular que clamaba –en medio de un gobierno de
élites– la renovación de sus instituciones, la profundización de la
democracia y el respeto real y efectivo de los derechos humanos.

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Apro�imación
conceptual al
Derecho de Petición 3

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D esde el punto de vista etimológico, “petición” proviene
del latín petëre, que en su acepción más genérica, alude a
rogar o demandar a alguien que dé o haga algo, por gracia o justicia.
Por su parte, la locución “respuesta” procede del latín respondëre
que se refi ere a la satisfacción a una pregunta, duda o difi cultad;
a la contestación, réplica, refutación o contradicción de lo que
alguien dice; a la contestación a una carta; a la acción con que alguien
corresponde a la de otra persona; a replicar los requerimientos
o afi rmaciones de otra u otro.

Para González (1977), el Derecho de Petición puede defi nirse sen-


cillamente como “aquel que faculta para dirigirse a los órganos del
Estado cualquiera que sea su naturaleza, en solicitud de actos o
decisiones de su competencia” (citado por Hurtado, 1998, p. 47).

Por su parte Pérez (1984), leído en Vidal (1999), conceptualiza el


derecho en estudio como “aquel que autoriza para dirigirse a los
Poderes Públicos solicitando gracia, reparación de agravios o adop-
ción de medidas que satisfagan el interés del peticionario o los
intereses generales” (p. 262).

Ahora bien, con base en la disposición contenida en el artículo 51


de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV),
podría decirse que el Derecho de Petición comprende la facultad,
la potestad o el poder que tiene toda persona de presentar ante
cualquier autoridad, funcionaria pública o funcionario público una
solicitud sobre asuntos que sean de la competencia de éstas o
éstos y de obtener correlativamente una contestación en forma
oportuna y adecuada a los requerimientos formulados.

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El Derecho de Petición en
el Estado democr�tico,
social de derecho
� de justicia
4

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L a democracia participativa concebida, como señala Gamboa
(2009), como ejercicio sistemático y cada vez más contundente
del poder popular, es la única posibilidad de trascender en la defensa
formal de los derechos humanos y de avanzar hacia la construcción
de un sistema en el cual el pueblo controle el aparato burocrático
estatal y asegure la vigencia real de tales derechos. Así parece haberlo
entendido el constituyentista patrio, al introducir como parte de
los grandes cambios que instauró la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, la concepción de un nuevo sistema que
democratiza el poder político, cuestiona la típica relación tradicional
entre Administración-administrados o gobernantes-gobernados, así
como los modos de delegación política que niegan la posibilidad
de control e infl uencia de las personas sobre sus representantes,
tal sistema se encuentra erigido sobre la base de un esquema
protagónico y participativo que encuentra su eje fundamental en
el pueblo mismo, donde éste no sólo toma parte de la vida estatal
en función de un esquema representativo, en el que se delegaba de
manera casi absoluta la soberanía sino que, por lo contrario, se parte
de que el pueblo constituye el eje central de la existencia y razón de
ser del Estado, de sus decisiones y actividades. El texto constitucional
instauró, como se ha dicho, un sistema democrático, participativo y
protagónico, en el cual, todas las personas se encuentran llamadas
a desempeñar un rol decisivo y trascendental en la conducción
del Estado. En efecto, partiendo de tal premisa, la norma suprema
contempló entre sus principios fundamentales lo siguiente:

Artículo 2. Venezuela se constituye en un Estado democrático y so-


cial de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores
de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la
justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad
social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la
ética y el pluralismo político.

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Artículo 5. La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien
la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y
en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que
ejercen el Poder Público.

Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos.

Artículo 6. El gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y de


las entidades políticas que la componen es y será siempre democrá-
tico, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable,
pluralista y de mandatos revocables.

En este hilo argumental debe entenderse que, de conformidad con


la preceptiva transcrita, la democracia venezolana ya no se encuen-
tra cimentada única y exclusivamente sobre la representatividad,
sino que se fusiona y potencia con la incorporación directa del
pueblo –mediante un amplio listado de mecanismos de participa-
ción– en la conducción de la gestión pública, confi gurándose con
ello una forma de gobierno integrada tanto por las y los represen-
tantes electos así como por el propio pueblo. Se insiste, de la Cons-
titución se desprende claramente que la democracia venezolana se
caracteriza por la coexistencia del poder constituido, es decir, por
el conjunto articulado de órganos y entes públicos que conforman
la estructura organizativa del Estado y una entidad superior, esto
es, por el pueblo, auténtico detentador del poder y organizador del
Estado. Por tanto, los distintos órganos que conforman el sustrato
estructural de éste, se deben al pueblo, ya que de él emanan, de él
han sido creados y por ende a él se deben.

Por lo demás, debe recordarse que –conforme a nuestro texto


constitucional– la participación, aparte de ser una aspiración o un
principio orientador de la estructura y actividad del Estado, consti-
tuye un derecho fundamental, lo cual devela que las y los constitu-
yentistas quisieron investir a las y los ciudadanos como verdaderos
protagonistas de la vida estatal y, con ello, darle un nuevo sentido
a la democracia venezolana, romper de manera defi nitiva con el

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paradigma constitucional del sistema de democracia representativa
y enaltecer la verdadera condición y carácter del pueblo.

Artículo 62. Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de


participar libremente en los asuntos públicos, directamente o por
medio de sus representantes elegidos o elegidas.

La participación del pueblo en la formación, ejecución y control de


la gestión pública es el medio necesario para lograr el protagonismo
que garantice su completo desarrollo, tanto individual como colectivo.

Es obligación del Estado y deber de la sociedad facilitar la genera-


ción de las condiciones más favorables para su práctica.

Artículo 70

Son medios de participación y protagonismo del pueblo en ejercicio


de su soberanía, en lo político: la elección de cargos públicos, el re-
ferendo, la consulta popular, la revocatoria del mandato, la iniciativa
legislativa, constitucional y constituyente, el cabildo abierto y la asam-
blea de ciudadanos y ciudadanas cuyas decisiones serán de carácter
vinculante, entre otros; y en lo social y económico: las instancias de
atención ciudadana, la autogestión, la cogestión, las cooperativas en
todas sus formas incluyendo las de carácter financiero, las cajas de
ahorro, la empresa comunitaria y demás formas asociativas guiadas
por los valores de la mutua cooperación y la solidaridad.

La ley establecerá las condiciones para el efectivo funcionamiento de


los medios de participación previstos en este artículo.

En defi nitiva, lo anterior denota la suprema importancia y signifi ca-


ción que se le otorga al principio de participación en la vida de los
distintos órganos estatales; constituyendo dichos preceptos cons-
titucionales la base normativa que sustenta la existencia del poder
popular en nuestro país.

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Ahora, si bien el Derecho de Petición constituye, de acuerdo con
la estructura constitucional venezolana, un derecho civil y no un
derecho político, una lectura de la Constitución de la República Bo-
livariana de Venezuela en su conjunto, esto es, del artículo 2 (con-
tentivo de la cláusula del Estado Democrático y Social de Derecho
y de Justicia), 5 (consagratorio del principio de la soberanía popu-
lar), 6 (sobre el carácter democrático del gobierno de la República
y de las entidades políticas que la componen), 62 (relacionado al
derecho a participar) y 70 (concerniente a los medios de partici-
pación) revela la estrecha relación existente entre el ejercicio del
Derecho de Petición y la posibilidad de las personas de participar
de modo activo en las decisiones que puedan afectarlas, inclusive,
en los asuntos de interés público, sobre el control del poder polí-
tico y de la actividad administrativa. En consecuencia, el Derecho
de Petición es así un instrumento adecuado para hacer efectiva la
democracia participativa y protagónica prevista en el Texto Funda-
mental, en el sentido de que ofrece vías alternativas y efi caces de
comunicación con la Administración, propicia el acercamiento con
aquélla y rompe con el Estado inaccesible.

El objetivo primordial del Derecho de Petición es lograr una co-


municación fl uida y efi caz entre las autoridades del Estado y las
personas. Se busca con ello que las relaciones entre unos y otras
no se limiten al tradicional esquema gobernantes-gobernados o
Administración-administrados, arriba aludido, sino que más bien
otorga instrumentos que permitan hacer realidad uno de los co-
metidos fundamentales de un Estado Democrático y Social de De-
recho y de Justicia, esto es, que sus autoridades estén al servicio de
las personas.

El derecho, al que hace alusión la norma que se revisa, se presenta


como fundamental y su realización resulta imprescindible para el
logro de los fi nes esenciales del Estado, permite la incorporación de
todas y todos en las decisiones que afectan a la colectividad, busca
asegurar que las autoridades, funcionarias públicas y funcionarios
públicos cumplan las funciones para las cuales han sido designadas
y designados y fortalece las relaciones entre las autoridades y las
personas, hasta el punto de aumentar el grado de legitimidad del
Estado y sus instituciones.

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Sin embargo, se insiste, en que el desarrollo efectivo del Derecho
de Petición como puente de comunicación entre el pueblo y la Ad-
ministración, supone la existencia de un ambiente apropiado para
su concreción. En este orden de ideas, las autoridades, funcionarias
públicas o funcionarios públicos deben ser formadas y formados en
una cultura que marque énfasis en la necesidad de servir diligente-
mente a las personas y, en especial, a aquellas que históricamente
han sido oprimidas, marginadas y excluidas. Un Estado Democráti-
co y Social de Derecho y de Justicia, debe ser un Estado al servicio
de todas las personas y, por tanto, la actividad desplegada por las
funcionarias públicas y los funcionarios públicos no puede ser el
resultado de un acto de caridad o dádiva sino una obligación inhe-
rente a su propia condición.

El Derecho de Petición, en suma, se convierte en uno de los


vehículos más idóneos para establecer un puente fl uido y trans-
parente de comunicación entre las personas y las autoridades ad-
ministrativas. Tiene aún, al decir de García (1991), un importantí-
simo papel político que cumplir. Constituye, en consecuencia, un
instrumento de primer orden en el camino hacia la ampliación y
profundización de la democracia participativa y protagónica, de la
nueva institucionalidad, del nuevo Estado.

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Titulares del
Derecho de Petición 5

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S iguiendo a Bastida, Villaverde, Requejo y otros (2004), podría
decirse que la titularidad es la efectiva atribución que la
Constitución realiza de determinados derechos a las personas. Se
refi ere a la condición de benefi ciaria o benefi ciario, a la concreta
atribución de un derecho a favor de las y los individuos.

Ahora bien, la titularidad del Derecho de Petición –conforme a


lo establecido en el artículo 51 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela– corresponde a toda persona sin distin-
ción de ningún tipo, a las personas naturales y jurídicas; nacionales y
extranjeras que se encuentren en el territorio de la República. Esto
signifi ca que no está limitado, como los derechos políticos, a las
ciudadanas y los ciudadanos o sujetos que ostentan la nacionalidad
venezolana, sino a cualquiera que habite en el territorio nacional y,
aún más, a quienes sin estar domiciliadas y domiciliados en el mis-
mo pudieran encontrarse por cualquier causa en el Estado venezo-
lano. La Constitución no admite la posibilidad de hacer exclusiones
fundadas en razones de la edad, nacionalidad, etnia, sexo, condición
social, económica, política o religiosa, pues, es clara la intención de
las y los constituyentistas de darle cabida –en la titularidad y ejer-
cicio de este derecho– a la totalidad de las personas. De allí, que
conforme a lo preceptuado en el texto constitucional, pueda pre-
dicarse la universalidad de la titularidad del Derecho de Petición.

En otras palabras, la titularidad del derecho en estudio es amplísima


y así tiene que ser entendida por las autoridades, las funcionarias
y funcionarios de los órganos y entes de la Administración Pública.
Por esta razón en la interpretación de las normas que regulen la
institución peticionaria están obligadas y obligados a orientarse por
una tesis extensiva ya que la ratio de la norma contenida en el ar-
tículo 51 constitucional está centrada en suprimir cualquier factor
que perturbe o impida el ejercicio de este derecho.

Por su parte, la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos,


señala en su artículo 2 como titulares de aquel derecho a “toda
persona interesada”. Al respecto, vale la pena recordar que con-
forme al artículo 22 de la misma Ley se reputa como interesadas
e interesados a las personas naturales o jurídicas a las cuales se

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refi eren los artículos 112 y 121 de la hoy derogada Ley Orgánica
de la Corte Suprema de Justicia, artículos cuyo contenido sería
reproducido por su sustituta Ley Orgánica del Tribunal Supremo
de Justicia del año 2004. Vale acotar que este instrumento norma-
tivo, para la presente fecha, tampoco se encuentra vigente y que
tanto el uno como el otro normaron transitoriamente los proce-
dimientos contencioso administrativo hasta que fuese dictado el
instrumento jurídico que los regulasen, esto es, la Ley Orgánica
de la Jurisdicción Contencioso Administrativa, la cual fue dictada y
estableció en su artículo 29, como personas legitimadas para actuar
ante los órganos que componen la mencionada jurisdicción todas
las que tengan un interés jurídico actual.

Lo dicho en el párrafo anterior nos indica que la delimitación con-


ceptual de persona interesada, a la que alude el artículo 22 de la
Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, debe realizarse
conforme a lo preceptuado en el artículo 29 de la Ley Orgánica de
la Jurisdicción Contencioso Administrativa y ello ha de ser así, por
un asunto evidentemente lógico y de congruencia del sistema. En
este sentido, resultaría totalmente absurdo que una legitimación ac-
tiva en sede administrativa sea restringida y luego en el contencioso
administrativo se vea ampliada, cuando se trata –como es bien
sabido– de una secuencia procedimental y, por ende, cronológica
en la que primero se encuentra el procedimiento constitutivo del
acto, luego de considerarlo así la afectada o afectado –en virtud de
su carácter optativo– la impugnación del acto en sede administra-
tiva a través de los recursos administrativos y, en último lugar, el
contencioso administrativo.

Así, una actualización de la Ley Orgánica de Procedimientos Ad-


ministrativos, a partir de la nueva Ley Orgánica de la Jurisdicción
Contencioso Administrativa, conduce a la conclusión, que a los
efectos de la primera tienen derecho a peticionar ante cualquier
organismo, entidad o autoridad administrativa toda persona natural
o jurídica con un interés jurídico actual.

Por último, vale la pena hacer algunas precisiones en torno a la titu-


laridad del Derecho de Petición por parte de ciertas personas y de
grupos sometidos a relaciones de sujeción especial. Tal referencia
pudiera parecer innecesaria y hasta redundante; sin embargo, el

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excesivo burocratismo de la Administración Pública nos dice que
pudieran presentarse ciertos problemas interpretativos y prácticos
que obligan, en ocasiones, a abordar aspectos que de otro modo
parecieran superfl uos señalar. Estas personas que pasaremos a es-
tudiar son los niños, niñas y adolescentes; las personas con diversi-
dad funcional; así como, las privadas y los privados de libertad.

1. Los niños, niñas y adolescentes como titulares del Derecho de


Petición

En algunos ordenamientos jurídicos foráneos, los niños, niñas y ado-


lescentes han quedado excluidas y excluidos del ejercicio del De-
recho de Petición; sin embargo, debe señalarse que en nuestro país
tal exclusión no resulta válida. De hecho, sería patente, evidente y
“groseramente” inconstitucional, no solo porque el Texto Funda-
mental emplea un lenguaje bastante amplio para referirse a los ti-
tulares del derecho in examine, sino porque la propia Constitución
ha reconocido –en una disposición sin precedente en la historia
constitucional venezolana– a las personas con menos de dieciocho
años como “sujetos plenos de derechos”, en efecto, prevé la Lex
Suprema:

Artículo 78. Los niños, niñas y adolescentes son sujetos plenos de de-
recho y estarán protegidos por la legislación, órganos y tribunales es-
pecializados, los cuales respetarán, garantizarán y desarrollarán los
contenidos de esta Constitución, la Convención sobre los Derechos
del Niño y demás tratados internacionales que en esta materia haya
suscrito y ratificado la República. El Estado, las familias y la sociedad
asegurarán, con prioridad absoluta, protección integral, para lo cual
se tomará en cuenta su interés superior en las decisiones y acciones
que les conciernan. El Estado promoverá su incorporación progresiva
a la ciudadanía activa y creará un sistema rector nacional para la
protección integral de niños, niñas y adolescentes.

Tal disposición constitucional ha encontrado coherentemente su


desarrollo legislativo en la Ley Orgánica para la Protección de Ni-
ños, Niñas y Adolescentes, la cual contempla:

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Niños, niñas y adolescentes sujetos de derecho

Artículo 10. Todos los niños, niñas y adolescentes son sujetos de de-
recho; en consecuencia, gozan de todos los derechos y garantías
consagrados en favor de las personas en el ordenamiento jurídico,
especialmente aquellos consagrados en la Convención sobre los De-
rechos del Niño.

De tal manera que, conforme a las normas transcritas, infantes y


adolescentes son poseedores de derechos subjetivos, esto es, de
una facultad o potestad que los habilita para hacer o exigir lo pre-
visto en el ordenamiento jurídico; gozan de los derechos que les
corresponde por su condición específi ca de persona en desarrollo
y de todos aquellos previstos en la Constitución a favor de las
personas adultas, salvo aquéllos que la propia Norma Suprema ha
reservado en forma exclusiva y excluyente a determinados sujetos.
Por ejemplo, no podrían elegir a los titulares de los órganos del
Poder Público –Presidenta o Presidente de la República, Diputadas
y Diputados a la Asamblea Nacional, Gobernadoras y Gobernado-
res, Diputadas y Diputados a los Consejos Legislativos Estadales,
Alcaldesas y Alcaldes, así como las Diputadas y Diputados de los
Concejos Legislativos Municipales– pues para ello se requiere te-
ner la condición de electora y elector y, por ende, haber alcanzado
la mayoría de edad (art. 64 CRBV); tampoco podrían postularse
para tales cargos de elección popular; ni solicitar la revocación del
mandato de aquéllas y aquéllos (art. 72 CRBV), ni participar en la
abrogación de leyes (art. 74 CRBV). Empero, sí serían poseedoras
y poseedores del Derecho de Petición, pues, la Constitución pres-
cribió que “toda persona” es titular del derecho in comento, con lo
cual ha de incluirse obligatoriamente dentro de este ámbito per-
sonal de aplicación de la Norma Fundamental a los niños, niñas y
adolescentes, y dado que la Constitución no los ha excluido expre-
samente de la titularidad de este derecho, debemos forzosamente
concluir que el mismo les está atribuido.

Pero, si quedara alguna duda con respecto a la titularidad del De-


recho de Petición por parte de infantes y adolescentes o si los
razonamientos explanados para afi rmar que el grupo etario al que
nos referimos en este acápite es titular del derecho en estudio,

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una revisión exhaustiva de la Ley Orgánica para la Protección de
Niños, Niñas y Adolescentes, arroja que el legislador patrio es lo
sufi cientemente categórico y progresista, al establecer en la citada
ley lo siguiente:

Derecho de petición

Artículo 85. Todos los niños, niñas y adolescentes tienen derecho de


presentar y dirigir peticiones por sí mismos, ante cualquier entidad,
funcionaria o funcionario público, sobre los asuntos de la competen-
cia de éstos y a obtener respuesta oportuna.

Se reconoce a todos los niños, niñas y adolescentes el ejercicio per-


sonal y directo de este derecho, sin más límites que los derivados de
las facultades legales que corresponden a su padre, madre, repre-
sentantes o responsables.

Tal derecho, conforme a lo previsto en el mencionado instrumen-


to normativo orgánico, es de ejercicio progresivo, lo cual implica
que se asume conforme al desarrollo evolutivo de las facultades
intelectuales y cognitivas de infantes y adolescentes, de acuerdo
con el crecimiento y madurez de éstas y éstos, y en todo momen-
to con la debida orientación del padre, la madre, representante
o responsable de la crianza. Se reconoce, así, a los niños, niñas y
adolescentes capacidad jurídica, de manera progresiva y conforme
a su desarrollo, para ejercer por sí mismos el Derecho de Peti-
ción, en equilibrio con la facultad que tienen los padres, madres, re-
presentantes y responsables de orientarlos, educarlos y formarlos.
Este reconocimiento expreso para ejercitar en forma progresiva,
personal y directa el Derecho de Petición y –en general todos los
derechos consagrados en la ley– constituye uno de los elementos
centrales del paradigma que ha inspirado en los últimos tiempos
la legislación sobre infancia y adolescencia en nuestro país. En el
caso específi co del derecho en estudio, esa consagración inten-
cionada del legislador de permitir su ejercicio personal, directo y
de manera progresiva garantiza que, en la práctica, el mismo no se
vea truncado por los resabios del pensamiento jurídico tradicional
o del denominado “Derecho Minoril” que concibe a niños, niñas y

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adolescentes como incapaces absolutos, como simple objetos de
tutela, impedidos para actuar por sí mismos en el mundo jurídico
o de asumir cualquier responsabilidad derivada de sus actos. En
efecto, señala la Ley:

Ejercicio progresivo de los derechos y garantías

Artículo 13. Se reconoce a todos los niños, niñas y adolescentes el


ejercicio personal de sus derechos y garantías, de manera progresiva
y conforme a su capacidad evolutiva. De la misma forma, se le exi-
girá el cumplimiento de sus deberes.

Parágrafo Primero. El padre, la madre, representantes o responsables


tienen el deber y el derecho de orientar a los niños, niñas y adolescen-
tes en el ejercicio progresivo de sus derechos y garantías, así como en
el cumplimiento de sus deberes, de forma que contribuya a su desa-
rrollo integral y a su incorporación a la ciudadanía activa.

Parágrafo Segundo. Los niños, niñas y adolescentes en condición de


discapacidad mental ejercerán sus derechos hasta el máximo de
sus facultades.

Del estudio de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas


y Adolescentes, se observa que el Derecho de Petición no tiene
un carácter absoluto, pues, el mencionado instrumento normativo
prevé, en el citado artículo 85, que el mismo podría verse limitado
por el padre, madre, representante o responsable en razón de las
potestades legales que les corresponden. Asimismo, a tenor de lo
preceptuado en el artículo 14, también sería restringido median-
te ley, esto es, en términos del artículo 202 de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela, el acto sancionado por
la Asamblea Nacional como cuerpo legislador; no obstante, estas
limitaciones también pueden derivar, en virtud de la disposición
contenida en los artículos 203 y 236 núm. 8 del Texto Fundamen-
tal, de los decretos con rango, valor y fuerza de ley dictados por
la Presidenta o Presidente de la República en Consejo de Minis-
tras y Ministros, previa ley habilitante, que fuera aprobada por la

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Asamblea Nacional; y según los artículos 236 núm. 7, 337, 338 y
339 de la Constitución por decreto de excepción proferido por
la Jefa o el Jefe del Estado y de Gobierno en Consejo de Ministras
y Ministros. En todo caso, lo que sería totalmente inadmisible e
inaceptable es que se pretenda limitar el Derecho de Petición a
través de un reglamento o mero decreto “ordinario”, manual de
procedimiento, resolución o providencia administrativa ya que la
ley ha sido lo sufi cientemente clara.

Limitaciones y restricciones de los derechos y garantía

Artículo 14. Los derechos y garantías de los niños, niñas y adolescen-


tes reconocidos y consagrados en esta Ley sólo pueden ser limitados
o restringidos mediante ley, de forma compatible con su naturaleza
y los principios de una sociedad democrática y para la protección de
los derechos de las demás personas.

En suma, tanto la Constitución de la República Bolivariana de


Venezuela como la Ley Orgánica para la Protección de Niños,
Niñas y Adolescentes se distancian del denominado “Derecho de
Menores” que concibe a infantes y adolescentes como incapaces
absolutos u objetos de compasión y, a la par, reconoce derechos
para la infancia y adolescencia, entre ellos, incuestionablemente el
de petición, el cual deberá ser ejercido en forma personal, directa
y tomando en cuenta –como se ha dicho– su desarrollo evolutivo.

2. Las personas con discapacidad como titulares del Derecho de


Petición

Al igual que la población infantil y adolescente, a las personas con


discapacidad, necesidades especiales o diversidad funcional les fue
negada por mucho tiempo la titularidad de ciertos derechos. Se
les tenía como víctimas, objeto de caridad, compasión, simples be-
nefi ciarias de programas sociales o meros receptores de asistencia
social; sin embargo, frente a esta visión que imperaba en la so-
ciedad, exigían que se les reconociera como sujetos de derechos,
como miembros activos de la sociedad, con plena participación

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en la formulación y ejecución de planes y políticas que les afectan.
En nuestro país, la demanda fue acogida rápidamente por aquel
movimiento de renovadas ideas políticas, económicas, sociales y
de espíritu pluralista como lo fue el proceso constituyente vene-
zolano, al establecerse entre ese conjunto de normas fundamen-
tales que se le encomendó elaborar la autonomía funcional de las
personas con discapacidad, lo cual supone que el tratamiento de
la discapacidad debe ser abordado y adoptado desde la idea de
dignidad o como un asunto de derechos humanos. El dispositivo
constitucional, constituye una novedad en nuestra tradición consti-
tucional, ya que, ninguno de los textos constitucionales anteriores
contiene una mención expresa al referido colectivo, pero, además
porque la disposición se inscribe en el denominado modelo social
de la discapacidad. En efecto, el precepto constitucional que trata
explícitamente los derechos de las personas con discapacidad o
necesidades especiales es el siguiente:

Artículo 81. Toda persona con discapacidad o necesidades especia-


les tiene derecho al ejercicio pleno y autónomo de sus capacidades y
a su integración familiar y comunitaria. El Estado, con la participación
solidaria de las familias y la sociedad, le garantizará el respeto a
su dignidad humana, la equiparación de oportunidades, condiciones
laborales satisfactorias, y promoverá su formación, capacitación y
acceso al empleo acorde con sus condiciones, de conformidad con la
ley. Se les reconoce a las personas sordas o mudas el derecho a ex-
presarse y comunicarse a través de la lengua de señas venezolana.

Atendiendo a la nueva preceptiva constitucional en materia de de-


rechos humanos y, en particular, la relativa al grupo en estudio, el Par-
lamento Nacional dicta la Ley para Personas con Discapacidad. Este
instrumento jurídico reconoce a ese sector de la población como
ciudadanas y ciudadanos plenos de derechos y, como se ha dicho,
en el mundo jurídico, esto es quienes están investidas e investidos
o quienes son portadoras o portadores de derechos subjetivos, en
consecuencia, la discapacidad sólo debe tomarse en cuenta con el
objeto de adoptar medidas diferenciadas o de acción positiva que
permitan el disfrute efectivo y real de esos derechos constitucional
y legalmente alcanzados, en tanto que un tratamiento igualitario

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en relación con las demás personas que no se encuentran en tal
situación, de hecho, genera exclusión. La discapacidad, en conse-
cuencia, lo único que ha de requerir es la adecuación del ejercicio
de los derechos fundamentales a las personas que se encuentran
en esas concretas condiciones. Esta posición justifi ca, a modo de
ejemplo, la creación de espacios destinados exclusivamente a per-
sonas con movilidad reducida, la exoneración de determinados y
específi cos aranceles, descuentos en pasajes o la incorporación de
manera obligatoria de un porcentaje de sujetos con discapacidad
permanente en los órganos y entes de la Administración Pública
o empresas, sean éstas: públicas, privadas o mixtas. La norma de
la mencionada ley reguladora de la materia que enuncia que las
personas con discapacidad son sujetos con derechos es la siguiente:

Naturaleza jurídica y objeto

Artículo 1. Las disposiciones de la presente Ley son de


orden público y tiene por objeto regular los medios y
mecanismos, que garanticen el desarrollo integral de
las personas con discapacidad de manera plena y autóno-
ma, de acuerdo con sus capacidades, y lograr la integración a la vida
familiar y comunitaria, mediante su participación directa como
ciudadanos y ciudadanas plenos de derechos y la parti-
cipación solidaria de la sociedad y la familia. [Negrillas agregadas]

Teniendo en cuenta que la Constitución prescribió que “toda per-


sona” es titular del derecho in comento, sin haber excluido expre-
samente del ámbito de aplicación personal de este derecho a las
personas con discapacidad, que ordenó al Estado garantizar el res-
peto a la dignidad humana y la equiparación de oportunidades de
las personas aludidas y que la Ley para Personas con Discapacidad
les reconoce la condición de sujetos con derechos, ha de afi rmarse
que este sector de la población es, incuestionablemente, titular del
derecho en estudio.

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Asimismo, la preceptiva constitucional citada en este acápite con-
tiene una serie de prescripciones que implican una auténtica revo-
lución respecto de la capacidad de obrar, de ejercicio o de disfrute
de las personas con discapacidad. El contenido de la disposición
supone una ampliación coherente de los valores en los que se
sustenta el discurso de los derechos humanos al ámbito de la dis-
capacidad, exige un replanteamiento del tema de la capacidad para
ejercer los derechos constitucionalmente reconocidos o de los que
son titulares, vale decir, impone de manera ineluctable una revi-
sión urgente de las normas pertenecientes al “derecho privado” de
acuerdo con la normativa constitucional. Todo esto con el objeto
de superar las barreras que difi cultan la toma de decisiones propias,
que niegan los postulados más elementales relativos a la dignidad
humana, para promover ajustes razonables o modos de apoyo in-
dividualizados que permitan mayor grado de autonomía, poder de
elección y libre determinación o autodeterminación de las perso-
nas con discapacidad.

En tenor de lo señalado, estimamos que a las personas con discapa-


cidad les es permitido ejercitar sus derechos hasta el máximo de las
potencialidades de éstas y éstos. Así, las personas con discapacidad,
como cualquier otra, podrían poseer capacidad para ejercer por sí
mismas sus derechos; en consecuencia, resulta afi rmativo señalar
que éstas pueden por sí mismas ejercitar el derecho constitucional
de petición y de oportuna y adecuada respuesta.

3. Las privadas y los privados de libertad como titulares del


Derecho de Petición

El Derecho de Petición constituye claramente para las privadas y


los privados de libertad una opción o vía para hacer conocer sus
necesidades o las condiciones de injusticia en las cuales pudiesen
encontrarse, frente a la vía de la violencia que le resta peso a sus
solicitudes. En este sentido, Álvarez (1999) plantea que el Derecho
de Petición vendría a ocupar una posición signifi cativa en la relación
carcelaria, ya que ésta requiere de la existencia de procedimientos
no formalizados para la protección de los derechos de las reclusas y
los reclusos, para asegurar que los confl ictos suscitados en su seno
encuentren cauces válidos de resolución a fi n de que no se trans-
formen en manifestaciones violentas difíciles siempre de controlar.
En consecuencia, el Derecho de Petición, de oportuna y adecuada

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respuesta no sería, en modo alguno, contradictorio o incompatible
con la situación de reclusión o con el régimen penitenciario al cual
se encuentran sometidas las internas y los internos de los recintos
penitenciarios o con el desarrollo normal de la actividad carcelaria.

El Proyecto de Código Orgánico Penitenciario, que fuera aprobado


en primera discusión por la Asamblea Nacional, pareciera acoger la
visión explanada en el párrafo anterior. En tal sentido, el referido
proyecto de instrumento normativo que, por lo demás, no tiene
carácter vinculante denota la intención del órgano legislador por
establecer, en un futuro no muy lejano, mecanismos expeditos para
la protección de los derechos humanos de la población reclusa y su
fi rme voluntad de suprimir aquella concepción en la cual se asumía
al centro penitenciario como lugar sustraído de la infl uencia de las
normas constitucionales. Establece el proyecto de ley:

Derecho de Petición y Respuesta

Artículo 37. Toda persona privada de libertad tiene derecho a for-


mular peticiones ante la autoridad competente y recibir respuesta
adecuada y oportuna. Así como a formular quejas o denuncias por
vulneración de sus derechos, denunciar excesos cometidos por los
funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones y que hubieren
afectado en algún modo su integridad.

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Destinatarias �
destinatarios del
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S e entiende por destinatarias y destinatarios a las personas
que se encuentran obligadas o llamadas por la norma
constitucional a garantizar el contenido de un derecho en ella
consagrado. Siguiendo a Bidar (1989) podríamos afi rmar que se
trata del sujeto frente a quien se ostenta la titularidad del derecho,
frente a quien es oponible o puede hacerse valer y al que ha de
cumplir el deber u obligación a favor del titular para que el derecho
sea efectivo.

De acuerdo con lo estipulado en la Constitución de la Repúbli-


ca Bolivariana de Venezuela, la petición ha de ser planteada “ante
cualquier autoridad, funcionaria pública o funcionario público sobre
asuntos de la competencia de éstas y éstos”. Por su parte la Ley
Orgánica de Procedimientos Administrativos señala como desti-
natarias y destinatarios del Derecho de Petición “a cualquier orga-
nismo, entidad o autoridad administrativa” y la Ley Orgánica para
la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes a “cualquier entidad,
funcionaria o funcionario público”, en consecuencia, la Constitu-
ción y la legislación establecen como destinatarias y destinatarios
del derecho a “las autoridades, funcionarias públicas y funcionarios
públicos, organismos y entidades”. De allí, que se pase a analizar
tales expresiones a los fi nes de establecer su signifi cado y alcance
en nuestro sistema jurídico.

1. Las autoridades públicas como destinatarias del Derecho de


Petición

El concepto de autoridad, como la mayor parte de los conceptos


jurídicos, no es unívoco sino eminentemente equívoco, es decir, su
connotación puede ser muy diversa, razón por la cual su aplicación
produce serias difi cultades. Estas difi cultades se ven agravadas al no
encontrar, en la preceptiva constitucional, una defi nición que ayude
a dilucidar el asunto, pero tal ausencia resulta hasta cierto punto
normal, pues, la Constitución debe establecer lo indispensable y
estrictamente necesario para el normal funcionamiento del Estado.

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Para Peña (2012), la palabra “autoridad” alude a quien tiene atri-
buida potestad pública, es decir, poder que autoriza para modifi car
unilateralmente, restringir o extinguir situaciones jurídicas subjetivas
de las personas. Entre nosotras y nosotros, la expresión “autoridad”
equivale a la potestad con la que se halla investida una persona,
la cual es pública cuando el poder del que dispone proviene del
Estado, de conformidad con las normas que lo rigen; es la persona
que está facultada por la Constitución y/o la ley para ejercer poder
de mando o decisión en nombre del Estado y cuyas actuaciones
obligan y afectan a las y los particulares.

2. Las funcionarias públicas y los funcionarios públicos como


destinatarias y destinatarios del Derecho de Petición

Nótese que la norma constitucional contentiva del Derecho de Pe-


tición, artículo 51 del Texto Fundamental, también alude como suje-
tos pasivos o destinatarias y destinatarios del Derecho de Petición
a las funcionarias públicas y funcionarios públicos. No obstante, de
la revisión de la preceptiva constitucional, sólo es dable extraer los
lineamientos generales de la relación de empleo público, mas no una
defi nición sobre lo que ha de entenderse por funcionaria pública o
funcionario público, dejando así las y los constituyentistas en manos
de la legislación el desarrollo de las normas sobre la materia. Normas,
que el Parlamento Nacional dictó –siguiendo el mandato constitu-
cional– bajo la denominación de Ley del Estatuto de la Función Pú-
blica, instrumento legal del cual sí es posible obtener una defi nición
de lo que ha de entenderse por funcionaria pública o funcionario
público. En efecto, señala la Ley:

Artículo 3. Funcionario o funcionaria público será toda persona na-


tural que, en virtud de nombramiento expedido por la autoridad
competente, se desempeñe en el ejercicio de una función pública
remunerada, con carácter permanente.

Conforme a la defi nición citada, únicamente pueden ostentar la


condición de funcionaria pública o funcionario público las personas
naturales, individuales, físicas, simples o concretas, vale decir, las y los

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individuos de la especie humana y sólo ellas y ellos. Por argumen-
to en contrario, no podrán ostentar tal califi cación las personas
jurídicas, morales, colectivas, abstractas o fi cticias, entiéndase por
éstas siguiendo a De Ruggiero (1929) como “toda unidad orgánica
resultante de una colectividad organizada de personas o de un
conjunto de bienes a los que, para la consecución de un fi n social
durable y permanente, es reconocida por el Estado una capacidad
de derechos patrimoniales” (p. 433). En consecuencia, no podría
reputarse como funcionaria pública o funcionario público las funda-
ciones, cooperativas, asociaciones, sociedades, corporaciones, em-
presas del Estado, entre otras.

Asimismo, de conformidad con la conceptualización de funcio-


naria pública o funcionario público contenida en el mencionado
instrumento normativo, es menester que esa persona natural des-
empeñe una función pública, lo cual debe entenderse como una
actividad destinada a cumplir los fi nes del Estado, independiente-
mente de la entidad o rama del Poder Público dentro de la cual la
misma se ejerce, vale decir, Legislativo, Ejecutivo, Judicial, Ciudadano
y Electoral o bien Nacional, Estadal y Municipal.

A tenor de la defi nición que fuera transcrita esa situación jurídico


particular previamente establecida en la ley denominada funciona-
ria pública o funcionario público está sujeta a la investidura –nom-
bramiento o designación– que es conferida por el Estado a través
de una autoridad competente o mejor dicho al acto que cumplien-
do con las formalidades y requisitos establecidos en la ley atribuya
a un individuo la condición de agente del Estado, de funcionaria o
funcionario.

Por otro lado, en la Ley Contra la Corrupción el legislador, tam-


bién ha dirigido su atención a la noción de funcionaria pública o
funcionario público, defi nición que puede califi carse como laxa o
amplia en comparación con la restrictiva conceptualización citada
inicialmente, representando así una excepción a la defi nición pre-
vista en la Ley del Estatuto de la Función Pública y, por ende, sólo
debe tenerse presente a los fi nes de la aplicación del instrumento
en el que ella se encuentra inmersa que no es más que el de sal-
vaguardar el patrimonio del Estado, así como garantizar el manejo
adecuado y transparente de los recursos públicos:

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Artículo 3. Sin perjuicio de lo que disponga la Ley que establezca el
Estatuto de la Función Pública, a los efectos de esta Ley se conside-
ran funcionarios o empleados públicos a:

1. Los que estén investidos de funciones públicas, permanentes o


transitorias, remuneradas o gratuitas, originadas por elección, por
nombramiento o contrato otorgado por la autoridad competente, al
servicio de la República, de los estados, de los territorios y depen-
dencias federales, de los distritos, de los distritos metropolitanos o
de los municipios, de los institutos autónomos nacionales, estadales,
distritales y municipales, de las universidades públicas, del Banco
Central de Venezuela o de cualesquiera de los órganos o entes que
ejercen el Poder Público.

2. Los directores y administradores de las sociedades civiles y mer-


cantiles, fundaciones, asociaciones civiles y demás instituciones cons-
tituidas con recursos públicos o dirigidas por algunas de las personas
a que se refiere el artículo 4 de esta Ley, o cuando la totalidad de los
aportes presupuestarios o contribuciones en un ejercicio provenien-
tes de una o varias de estas personas represente el cincuenta por
ciento (50%) o más de su presupuesto o patrimonio; y los directores
nombrados en representación de dichos órganos y entes, aun cuan-
do la participación fuere inferior al cincuenta por ciento (50%) del
capital o patrimonio.

3. Cualquier otra persona en los casos previstos en esta Ley. […]

Así las cosas, tenemos que la expresión “funcionaria pública o fun-


cionario público” debe emplearse para referirse a las personas fí-
sicas que en virtud de la respectiva investidura cumple funciones
públicas en cualquiera de las ramas del poder, bien sea en los ór-
ganos centrales o en las entidades descentralizadas. Por su parte
el término “autoridad pública” se reserva para designar aquellas
funcionarias públicas o funcionarios públicos llamados a ejercer, en
razón del ordenamiento jurídico que defi ne sus funciones o com-
petencias, poder de mando o decisión y cuyas determinaciones,
por tanto, afectan a las y los particulares.

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En el contexto de los señalamientos explanados, resulta un tan-
to cuestionable la utilización en el Texto Constitucional de las ex-
presiones autoridad y funcionaria pública o funcionario público al
mismo tiempo, pues dentro de esta categoría más amplia son sólo
las autoridades, es decir, quienes tienen potestad de mando, de de-
cisión o discrecionalidad para modifi car unilateralmente, restringir
o extinguir las situaciones jurídicas subjetivas de las personas, las
llamadas y los llamados a ser sujetos pasivos, destinatarias o desti-
natarios del Derecho de Petición.

3. Organismos y entidades como destinatarias y destinatarios


del Derecho de Petición

Las expresiones “organismo” y “entidad” empleadas por la Ley Or-


gánica de Procedimientos Administrativos, así como la Ley Orgáni-
ca para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, parecieran
tener aún cierto arraigo en la derogada Constitución de 1961, que
establecía en su artículo 67 como sujetos pasivos del derecho en
estudio a “cualquier entidad o funcionario público”, sintagma éste
que fue sustituido por la Constitución de 1999 en su artículo 51
por el de “autoridad, funcionario público o funcionaria pública”. Así
las cosas, debe aclararse que la locución “entidad pública”, tal y
como escribe Peña (2012), “no es más que una licencia utilizada
por el legislador para referirse al ente público, territorial o funcional
(República, estados, municipios, institutos autónomos, universida-
des públicas, academias científi cas, etc.) que naturalmente tienen
órganos, estructurados por un haz de competencias (potestades)
y unos titulares” (p. 246). Por tanto, aquellos términos –organismo
y entidad– deben tomarse como equivalentes a “órgano” y “ente”,
los cuales se encuentran perfectamente defi nidos en el Decreto
con Rango, Valor y Fuerza de Ley Orgánica de la Administración
Pública:

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Ejercicio de la potestad organizativa

Artículo 15. Los órganos, entes y misiones de la Administración Pú-


blica se crean, modifican y suprimen por los titulares de la potes-
tad organizativa, conforme a lo establecido en la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela y la ley. En el ejercicio de sus
funciones, los mismos deberán sujetarse a los lineamientos dictados
conforme a la planificación centralizada.

Se entiende como órganos, las unidades administra-


tivas de la República, de los estados, de los distritos
metropolitanos y de los municipios a los que se les
atribuyan funciones que tengan efectos jurídicos, o
cuya actuación tenga carácter regulatorio.

Tendrá el carácter de ente toda organización admi-


nistrativa descentralizada funcionalmente con per-
sonalidad jurídica propia; sujeta al control, evalua-
ción y seguimiento de sus actuaciones por parte de
sus órganos rectores, de adscripción y de la Comisión
Central de Planificación.

Las misiones son aquellas creadas con la finalidad de satisfacer las


necesidades fundamentales y urgentes de la población. [Negrillas
agregadas]

Sobre la base de los criterios doctrinales y legales, arriba explana-


dos se tendría como destinatarios del Derecho de Petición tanto
entes descentrados territorialmente (la República, los estados y
los municipios) como los entes descentralizados funcionalmente
(las empresas, fundaciones y sociedades del Estado; institutos au-
tónomos; universidades nacionales y experimentales; federaciones,
colegios o corporaciones profesionales y academias nacionales, in-
clusive, el Banco Central de Venezuela), los cuales –como se ha
dicho– tienen órganos estructurados por competencias.

No obstante, a la luz de la Constitución de la República Bolivariana


de Venezuela, las expresiones “entidades” y “organismos” emplea-
das por la legislación comportan la ampliación de las destinatarias

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y destinatarios o sujetos obligados del derecho en estudio, puesto
que pasarían a ser sujetos pasivos del Derecho de Petición, por
ejemplo, las trabajadoras y trabajadores de las empresas y funda-
ciones del Estado, quienes por disposición del Decreto con Rango
Valor y Fuerza de Ley Orgánica de la Administración Pública no
se consideran funcionarias o funcionarios públicos. Dicho de otra
manera, bajo la literalidad del artículo 51 de la Constitución, sólo
serían destinatarios y destinatarias del Derecho de Petición quie-
nes, como se ha dicho, reúnan la cualidad de “autoridad, funcionario
o funcionaria pública”; sin embargo, no toda relación de empleo
con un ente de la Administración Pública hace generar en cabeza
del sujeto tal condición, como sucede –verbigracia– con las traba-
jadoras y trabajadores de las empresas del Estado quienes no son
considerados funcionarias o funcionarios públicos en razón de lo
dispuesto en el artículo 107 del mencionado Decreto con Rango,
Valor y Fuerza de Ley Orgánica de la Administración Pública, lo mis-
mo ocurre con las trabajadoras y trabajadores de las fundaciones
estatales en virtud del artículo 114 del citado instrumento nor-
mativo, así como quienes laboran en las asociaciones y sociedades
civiles del Estado en razón de lo preceptuado en el artículo 116 del
cuerpo normativo regulatorio de la Administración Pública.

4. Las y los particulares como destinatarias y destinatarios del


Derecho de Petición

La complejidad de las relaciones que tienen lugar en el seno de la


colectividad, las crecientes demandas y exigencias de las personas,
la búsqueda de la garantía real y efectiva de los principios, derechos
y deberes consagrados en el Texto Fundamental, han hecho nece-
saria la trasformación de las instituciones estatales, que se creen
nuevos espacios de participación, así como de mecanismos que
den verdadero cumplimiento a los deberes que impone el Estado
Democrático y Social de Derecho y de Justicia, que se dejen atrás
los modelos formalistas y los criterios herméticos tradicionales.

Como parte de esas transformaciones, en nuestro sistema jurídico


ha venido desapareciendo desde hace un tiempo la división abso-
luta, rígida y extrema entre lo público y privado, entre lo colectivo
y particular, en lo concerniente con las actividades que tienen por
fi nalidad la realización de los fi nes proseguidos por el Estado y la
satisfacción de sus necesidades.

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De allí resulta que, sin desconocer la libertad de las personas en
su iniciativa y en sus actividades económicas y laborales, la Cons-
titución de la República Bolivariana de Venezuela y la legislación
venezolana hayan previsto formas de vinculación de las personas
a través de diversos modos organizativos a la gestión de intereses
y asuntos públicos sin que en virtud de ello pierdan su condición
privada o particular.

Así lo contemplan, entre otras normas, los artículos 85, 106 y 184
de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, 7 (nu-
merales 4, 5 y 6) y 9 (numeral 10) de la Ley Orgánica de la Juris-
dicción Contencioso Administrativa, que reconocen el ejercicio de
funciones públicas por las y los particulares, en ciertas situaciones
y previo cumplimiento de determinados requisitos que las leyes
establecen, con lo cual se les permite a otros actores sociales par-
ticipar en el alcance de los cometidos estatales.

Por tanto, las y los particulares que se hallan en cualquiera de las


situaciones en las que el orden jurídico les faculta para cumplir ta-
reas que en principio corresponderían a organismos, funcionarias o
funcionarios estatales, tienen que ser mirados bajo la perspectiva si-
milar a la de agentes del Estado. Todo esto en virtud de que la tarea
que efectivamente desarrollan, en la medida de ésta y en cuanto
toca el interés colectivo, también se muestran como garantes de
los derechos constitucionalmente reconocidos, sin que llegue por
eso a convertirse en funcionarias o funcionarios públicos desde el
punto de vista subjetivo.

En razón de los argumentos explanados, estimamos que por vía de


excepción las peticiones también pueden dirigirse a las personas
físicas que sin tener la cualidad de funcionarias públicas o funciona-
rios públicos expresan la voluntad de una persona jurídica privada
que, conforme a delegaciones que le hace la ley, satisface fi nes de
interés público propios de la actividad administrativa; en otras pa-
labras, serían destinatarias del Derecho de Petición las personas
naturales que ejercen la autoridad de entidades creadas con forma
de derecho privado, pero, que ejercen funciones administrativas
por disposición de la ley.

Así, por ejemplo, constituyen válidamente ejercicio del Derecho


de Petición, las solicitudes dirigidas a la rectora o rector, decana y

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decano, directoras o directores de alguna universidad privada so-
bre asuntos que son de la competencia de éstas y éstos. En tales
circunstancias, se insiste, el Derecho de Petición opera como si se
tratase de una autoridad pública y las personas requeridas que no
cumplieren con las obligaciones derivadas de su contenido esencial,
violarían –en forma similar a las y los agentes del Estado– tal de-
recho constitucional, pudiendo resultar accionadas por las vías que
la Constitución y la ley establecen para la defensa del derecho en
estudio.

Entonces, el Derecho de Petición es vinculante en principio sola-


mente para las autoridades públicas, aunque el mismo puede ex-
tenderse, como se ha dicho, a quienes ejerzan funciones públicas
por mandato del ordenamiento jurídico y en este supuesto, a pesar
de tratarse de un particular, las obligaciones que se generan del
derecho bajo análisis son similares a las de una autoridad pública. En
suma, resulta importante destacar la amplitud de las posibles des-
tinatarias y destinatarios o sujetos obligados que sobre el Derecho
de Petición establece tanto la preceptiva constitucional como legal,
no reduciéndose los mismos a entes y órganos de la Administra-
ción Pública, en su sentido estricto sino que también se extiende a
quienes ejerzan funciones públicas por mandato de ley.

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Objeto
de las peticiones 07

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L a doctrina extranjera se ha polarizado respecto al objeto
de las peticiones. Por un lado, están quienes sostienen que
este derecho posee un carácter meramente subsidiario, supletorio
o residual y, por tanto, sólo puede solicitarse a través del mismo algo
a lo cual no se tiene estrictamente derecho ni aquello para lo cual
haya un procedimiento establecido en un instrumento normativo.
Dicho de otra manera, lo que se ha de pedir debe estar referido
únicamente a asuntos “graciables” o a materias discrecionales de
la autoridad, funcionaria o funcionario público a quien se dirige
la petición, pero no a la reclamación de un derecho en razón de
que los ordenamientos jurídicos prevén las vías para su exigibilidad
por parte de las personas legitimadas para ello. Así las cosas, las
personas sólo deben dirigirse a la Administración Pública, a través
del Derecho de Petición cuando del examen de la normativa
constitucional y legal se evidencie que aquello que se pretende
pedir carece de un sustento jurídico concreto o específi co, que
no comporta un derecho cuyo cumplimiento se pretende exigir,
es decir, que ante la falta de cauces institucionales, el derecho
bajo análisis sea el único mecanismo para tratar de conseguir
de la Administración Pública una conducta o decisión que afecte
positivamente la situación jurídica subjetiva de la peticionaria o
peticionario.

Se insiste, para quienes sostienen la residualidad de la institución


peticionaria ésta debe referirse a zonas discrecionales de la actua-
ción administrativa no a funciones tasadas o actividades regladas,
por lo contrario, las personas que ejercitan el Derecho de Petición
deben hacerlo sobre aquello que está dentro del ámbito de la dis-
crecionalidad y oportunidad de la autoridad administrativa, cuando
lo que se pide no es objeto de un procedimiento administrativo o
jurisdiccional, cuando se sabe que la pretensión perseguida carece
de apoyo sufi ciente en el ordenamiento jurídico positivo –aunque
se considere que tal pretensión es justa y razonable–, recuérdese,
cuando no se tiene estrictamente derecho a lo pedido ni exista un
procedimiento establecido en un instrumento normativo.

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El carácter subsidiario, supletorio o residual del Derecho de Petición
es fundamentado en la evolución histórica o en los antecedentes
más remotos de la institución. En efecto, quienes sostienen la aludida
tesis interpretativa afi rman que la primera fi gura de relación entre
“gobernantes y gobernados” fue precisamente la petición, pues bien,
durante la Edad Media y también durante el denominado Estado
Moderno o Absoluto, que se caracteriza fundamentalmente por la
desvinculación del monarca de las leyes, así como por la condición
de súbdito de las personas, quienes estaban impedidos de invocar
derechos frente al Estado, la petición era el instrumento fundamen-
tal para obtener por vía graciable del monarca determinados privi-
legios, bienes, autorizaciones matrimoniales, reclamación de agravios,
formulación de quejas, defensa de privilegios estamentales, etc. Por
tanto, no existiendo ningún tipo de cauces institucionales para la
participación de las personas en los asuntos públicos, y mucho me-
nos para formular reclamaciones o presentar instancias al monarca,
la petición de los “gobernados” se convirtió en la única vía para
lograr esos objetivos. De allí, que se afi rme que lo existente en el
antiguo régimen era una petición de derechos, de las cuales consti-
tuye una expresión emblemática la famosa “Petition of Rights” inglesa
de 1628.

Posteriormente, con el derrumbe del Estado Absoluto a fi nales del


siglo XVIII, nace un nuevo Estado con enormes imperfecciones
institucionales en lo concerniente a la consagración de derechos,
produciéndose de esa manera un tránsito entre la petición de de-
rechos y el Derecho de Petición, el cual es fi nalmente consagrado
luego de la Revolución francesa en la primera Constitución france-
sa de 1791, así como en las posteriores, e igualmente en la mayoría
de las europeas de los siglos XIX y XX, manteniendo en ellas la
esencia de la petición de derechos del antiguo régimen, consistente
en términos generales en la facultad que se confi ere a las personas
de dirigir peticiones a los Poderes Públicos, y a la obligación de los
titulares de éstos de responderlas.

Luego de la Segunda Guerra Mundial las Constituciones que son


promulgadas empiezan a articularse en torno a la cláusula del Esta-
do social y democrático de derecho, contienen un diseño más com-
pleto de la parte dogmática, con un listado de derechos bastante
amplia, con un conjunto de cauces por los cuales se comienzan a

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tramitar y a satisfacer las anteriores peticiones que se formulaban a
los Poderes Públicos, generándose, con ello, que el derecho tenga
en la actualidad –para las y los partidarios de esta tesis– carácter
residual y, por ende, una importancia reducida.

La posición de la doctrina extranjera que fuera resumida anterior-


mente ha tenido recepción en autores venezolanos como Peña
(2012) y Belandria (2013), quienes trasladando aquellos razona-
mientos foráneos a nuestro sistema constitucional han dicho que
dado que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
contempla cauces sufi cientes, para viabilizar las reclamaciones sus-
tentadas en derechos ante poderes públicos, la institución peti-
cionaria también tendría en nuestro país un carácter residual y, en
consecuencia, subsidiaria. En efecto, para sostener aquella hipóte-
sis afi rman que la parte jurisdiccional que podía estar implicada
originalmente en el Derecho de Petición, encontraría un cauce
institucional específi co y básico en el derecho a la tutela judicial
efectiva prevista en el artículo 26 de la CRBV; las reclamaciones
en sede administrativa tendrían su cauce en los recursos adminis-
trativos derivados del enunciado del artículo 49 de la CRBV y los
artículos 85 al 99 de la LOPA; la dimensión legislativa (solicitud
de aprobación y derogación de leyes) que podría estar implicada
en el Derecho de Petición en sus orígenes, encontraría cauces
expresos confi gurados bajo la modalidad de la iniciativa popular
legislativa, en el referendo aprobatorio y en el referendo abrogato-
rio contemplado en el artículo 204 núm. 7, 73 y 74 de la CRBV; la
dimensión de participación en la función legislativa que podía estar
implicada en el derecho bajo examen, encontraría su cauce en el
derecho de las ciudadanas y ciudadanos a formar parte en el pro-
ceso de creación de las leyes según lo estipulado en el artículo 211
de la CRBV; la dimensión de participación en los demás asuntos
públicos, encontraría su cauce institucional en los artículos 62 y 70
de la CRBV; el acceso a las fuentes de información y archivos ofi -
ciales encontrarían cauce en el artículo 28 de la CRBV que inclusi-
ve crea la fi gura del “hábeas data”; y la dimensión relativa al acceso
a los registros y archivos de la Administración Pública encuentra
viabilidad para su ejercicio institucional en los artículos 158, 159 y
160 del Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley Orgánica de la
Administración Pública.

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Por otro lado, un sector de la doctrina extranjera sigue mantenien-
do como objeto de las peticiones cualquier asunto, fundado o no
en derecho, que se encuentre en el ámbito de la esfera de compe-
tencias de la autoridad destinataria de la misma. Inclusive, se conci-
be como una manera de dar inicio a las actuaciones administrativas
tramitables a través de un procedimiento formalmente establecido
en un instrumento legal. Así las cosas, las peticiones podrían estar
relacionadas con aspectos “graciales” o súplicas, es decir, algo a lo
cual no se tiene estrictamente derecho y que vendría a enmarcarse
en el ámbito del poder discrecional de la destinataria o destinatario,
sobre prestaciones administrativas, o asuntos relativos a la actividad
Administrativa, iniciativas, sugerencias, propuestas, recomendacio-
nes, funcionamientos o actuaciones defi cientes, necesidades de la
población e, inclusive, asuntos que tengan una fundamentación ju-
rídica específi ca.

Tal tesis interpretativa, en el caso venezolano, puede tener su fun-


damento en la literalidad del artículo 51 de la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela, el cual en forma genérica
establece que las peticiones presentadas o dirigidas a cualquier
autoridad, funcionaria pública o funcionario público podrán versar
“sobre los asuntos que sean de la competencia de éstos o éstas”.
De tal manera, que la normativa constitucional establece el objeto
de las peticiones de forma genérica, no limita expresamente las
materias sobre las cuales pueden tratar las peticiones, esto conlleva
a afi rmar que las mismas atenderán a cualquier asunto comprendi-
do en el ámbito competencial o de actuación de la destinataria o
destinatario.

En todo caso, más allá de las posturas interpretativas que puedan


asumirse resulta incuestionable que hasta la actualidad el Derecho
de Petición se ha convertido en un mecanismo de gran utilidad
para la defensa y exigibilidad de los derechos humanos, por parte
de las y los activistas, organizaciones y movimientos sociales. Éste
se ha erigido en un conducto o vía que ha permitido garantizar a
su vez otros derechos constitucionales, tales como: el derecho a la
información, igualdad, educación, trabajo, al ambiente sano, al agua
potable, vivienda, al acceso o adecuado funcionamiento de los ser-
vicios públicos, derechos cuya garantía se hace imprescindible para
el buen vivir, vivir bien o el vivir con dignidad.

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Como apunta Ibáñez (1990), leído en Álvarez (1999), “el Derecho
de Petición constituye el principal instrumento de acción de las
organizaciones sociales, en todo lo referente a las competencias
de las instituciones públicas” (p. 527). En otras palabras, el instituto
peticionario se presenta como un derecho que sirve de conducto,
medio o herramienta de los movimientos, colectivos, agrupaciones
y organizaciones para obtener prestaciones administrativas, decla-
raciones que incidan favorablemente en la situación jurídica sub-
jetiva de las personas, para hacer viable las iniciativas y exigencias
sociales.

Por último, resulta pertinente señalar que mediante el ejercicio


del Derecho de Petición no puede pretenderse reabrir o vitali-
zar plazos vencidos, cumplidos o caducados ni revisar decisiones
defi nitivamente fi rmes del Máximo Tribunal y demás juzgados de
la República, tampoco podría emplearse como un recurso admi-
nistrativo extraordinario para dejar sin efecto actos administrativos
que, siendo susceptibles de recursos, no fueron impugnados en el
tiempo señalado en la ley, ello en razón de que no cabe utilizar el
mencionado derecho para conseguir actuaciones ilegales por parte
de la destinataria o destinatario.

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Aspectos
procedimentales
sobre el Derecho
de Petición 08

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V ale la pena hacer algunas precisiones en torno a los aspectos
procedimentales sobre el derecho en estudio, con el objeto
no sólo de orientar a las peticionarias y peticionarios sino, además,
con la fi nalidad de corregir aquellas prácticas o conductas erróneas
provenientes de las autoridades, funcionarias públicas y funcionarios
públicos en la tramitación de las peticiones que le son formuladas.

1. Presentación de las peticiones

El Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley Orgánica de la Admi-


nistración Pública establece que las peticiones o solicitudes pueden
ser formuladas por las personas, a través de cualquier medio escrito,
oral, telefónico, electrónico o informático. Sin embargo, estimamos
que de ser presentadas en forma oral, verbal, a viva voz o de manera
no escrita, las mismas deberán ser recogidas por la Administración
Pública en un acta. La experiencia sugiere que la petición se haga
de forma escrita para dejar constancia del contenido de la solicitud,
de los términos, alcances y extremos de la petición formulada, de la
fecha en que fue recibida por la Administración y del nombre de la
autoridad, funcionaria pública o funcionario público que la recibió,
vale decir, con la fi nalidad de obtener mayor certeza o seguridad de
que efectivamente se ha formulado un pedimento ante la Adminis-
tración. En efecto, el contenido del instrumento normativo al que se
hace referencia es el siguiente:

Garantía del derecho a petición

Artículo 9. Las funcionarias y funcionarios de la Administración Públi-


ca tienen la obligación de recibir y atender, sin excepción, las peticio-
nes o solicitudes que les formulen las personas, por cualquier medio
escrito, oral, telefónico, electrónico o informático; así como de respon-
der oportuna y adecuadamente tales solicitudes, independientemen-
te del derecho que tienen las personas de ejercer los recursos admi-
nistrativos o judiciales correspondientes, de conformidad con la ley.

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En caso de que una funcionaria o funcionario público se abstenga
de recibir las peticiones o solicitudes de las personas, o no dé ade-
cuada y oportuna respuesta a las mismas, serán sancionados de
conformidad con la ley.

En relación con la formulación de las peticiones por medios electró-


nicos o informáticos, la disposición transcrita resulta coherente con
otra de las normas del Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley
Orgánica de la Administración Pública, que ordena a los órganos y
entes de la Administración el empleo de mecanismos tecnológicos
para su organización, funcionamiento y relación con las personas.

Mecanismos tecnológicos

Artículo 11. Los órganos y entes de la Administración


Pública deberán utilizar las tecnologías que desa-
rrolle la ciencia, tales como los medios electrónicos
o informáticos y telemáticos, para su organización,
funcionamiento y relación con las personas. Cada órga-
no y ente de la Administración Pública deberá establecer y mantener
una página en Internet, que contendrá entre otra, la información
que se considere relevante, los datos correspondientes a su misión,
organización, procedimiento, normativa que lo regula, servicios que
presta, documentos de interés para las personas, ubicación de sus
dependencias e información de contactos. [Negrillas agregadas]

Incorporación de nuevas tecnologías

Artículo 151. Los órganos y entes de la Administración


Pública podrán incorporar tecnologías y emplear
cualquier medio electrónico, informático, óptico o
telemático para el cumplimiento de sus fines. Los do-
cumentos reproducidos por los citados medios gozarán de la misma
validez y eficacia del documento original, siempre que se cumplan
los requisitos exigidos por ley y se garantice la autenticidad, integri-
dad e inalterabilidad de la información. [Negrillas agregadas]

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En todo caso, para dar cumplimiento a lo previsto en la disposición
transcrita, en relación con la recepción de peticiones por medios
electrónicos debe tenerse en cuenta lo contemplado en el De-
creto con Rango, Valor y Fuerza de Ley sobre Mensaje de Datos y
Firmas Electrónicas.

Sin embargo, si bien, la Ley Orgánica de la Administración Pública abre


las posibilidades para que a través de las nuevas tecnologías de la infor-
mación y la comunicación se pueda ejercitar el Derecho de Petición y,
asimismo, el Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley sobre Mensaje
de Datos y Firmas Electrónicas, contiene normas que hacen viable el
ejercicio de ese derecho por tales medios, en un futuro no muy lejano
debe reformarse integralmente la legislación administrativa con la fi na-
lidad de adaptarla a los cambios que se han suscitado.

Ahora bien, de acuerdo con el Decreto con Rango, Valor y Fuerza


de Ley Orgánica de la Administración Pública, la formulación o pre-
sentación de peticiones, solicitudes, escritos y comunicaciones que
las personas dirijan a los órganos y entes de la Administración Pú-
blica podrá hacerse: en la unidad correspondiente de los órganos
y entes administrativos a que se dirijan; en las ofi cinas de correo
en la forma que reglamentariamente se establezca; en las represen-
taciones diplomáticas o delegaciones consulares de la República; y
en cualquier otro que establezca la ley. En efecto, el mencionado
cuerpo normativo establece de manera expresa:

Lugar de presentación de documentos


Artículo 165. Las solicitudes, escritos y comunicaciones que las perso-
nas dirijan a los órganos y entes de la Administración Pública podrán
presentarse:
1. En la unidad correspondiente de los órganos y entes administra-
tivos a que se dirijan.
2. En las oficinas de correo en la forma que reglamentariamente se
establezca.
3. En las representaciones diplomáticas o delegaciones consulares
de la República Bolivariana de Venezuela.

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4. En cualquier otro que establezca la ley. A los fines previstos en
este artículo podrán hacerse efectivos, por cualquier medio, como
giro postal o telegráfico, o mediante transferencia dirigida a la oficina
pública correspondiente, cualesquiera tributos que haya que satisfa-
cer en el momento de la presentación de solicitudes y escritos a la
Administración Pública.

En cuanto a la hora en que podrán presentarse las peticiones, vale


la pena traer a colación lo establecido por el tantas veces citado
Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley Orgánica de la Adminis-
tración Pública, el cual dispone:

Información sobre horario

Artículo 166. Cada órgano o ente de la Administración Pública esta-


blecerá los días y el horario en que deban permanecer abiertas sus
oficinas, garantizando el derecho de las personas a la presentación
de documentos previstos en el presente Decreto con Rango, Valor y
Fuerza de Ley Orgánica.

La Administración Pública deberá hacer pública y mantener actuali-


zada una relación de sus oficinas, sus sistemas de acceso y comuni-
cación, así como los horarios de funcionamiento.

Como puede observarse, la legislación patria contiene normas de


detalle respecto al modo de formular o presentar las peticiones.
Las legisladoras y los legisladores, en ejercicio de su poder de confi -
guración constitucional, han colocado a disposición de las personas
diferentes opciones o modalidades para la formulación o presen-
tación de sus peticiones, lo cual pasa, desde la tradicional forma
escrita hasta la verbal, inclusive, la electrónica. Así, la preceptiva in-
fraconstitucional denota los esfuerzos por una Administración más
efi caz y efi ciente, más cercana a las personas, accesible y rápida.

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2. Requisitos de las peticiones

Del artículo 49 de la Ley Orgánica de Procedimientos Adminis-


trativos, pueden extraerse los requisitos de todo escrito de peti-
ción. Tales requisitos o exigencias –como se verá– son de carácter
subjetivos, referidos a la identifi cación del órgano competente, del
interesado o representante, así como del domicilio procedimental
donde se efectuarán las notifi caciones; objetivos, relativos a los he-
chos, razones y pedimentos en que se fundamente la solicitud; y
circunstanciales, concernientes éstos a los anexos y exigencias que
puedan disponer normas especiales en cada caso concreto.

2.1 El organismo al cual está dirigido

El numeral 1 del artículo 49 de la Ley Orgánica de Procedimientos


Administrativos, prescribe que cuando el procedimiento se inicie
por solicitud de persona interesada, en el escrito se deberá hacer
constar el organismo al cual está dirigido, lo cual consiste en iden-
tifi car o indicar el órgano o ente público, nombre y cargo de la
autoridad, funcionaria pública o funcionario público a quien se envía
la petición o de quien se pretende obtener respuesta o resolución
de lo planteado.

2.2 Identificación del interesado, y en su caso, de la persona que


actúe como representante

El numeral 2 del artículo 49 de la Ley Orgánica de Procedimien-


tos Administrativos, exige la identifi cación del interesado, y en su
caso, de la persona que actúe como su representante. Esto supone,
indicar los nombres y apellidos, domicilio, nacionalidad, estado civil,
profesión y número de la cédula de identidad o pasaporte. Estima-
mos, que de tratarse de una persona jurídica deberá expresarse
la denominación o razón social y los datos relativos a su creación
o registro, es decir, del documento constitutivo, de su registro civil,
mercantil o ante el ministerio competente de tratarse de algunas
instancias de participación y organización del Poder Popular (por
ejemplo, un Consejo Comunal), ello dado que –tal y como se ha

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dicho– las personas jurídicas también son titulares del derecho en
estudio.

2.3 La dirección del lugar donde se harán las notificaciones


pertinentes

El numeral 3 del artículo 49 de la tantas veces mencionada Ley


Orgánica de Procedimientos Administrativos, contempla que el es-
crito presentado por la persona interesada deberá señalar la direc-
ción del lugar donde se harán las notifi caciones pertinentes. En tal
sentido, no debe olvidarse que el ejercicio de este derecho tiene
un correlativo con el deber de la autoridad, funcionaria pública o
funcionario público de dar una respuesta sobre la misma y notifi car
a la peticionaria o peticionario del acuerdo recaído, en consecuen-
cia, es evidente que la notifi cación para ser realizada requiere de
los datos que hagan posible la localización física de quien debe ser
enterada o enterado de la respuesta o posición adoptada por la
Administración Pública.

2.4 Los hechos, razones y pedimentos correspondientes, expre-


sando con toda claridad la materia objeto de la solicitud

La Ley también exige en el numeral 4, del artículo 49, que la parte


interesada describa los hechos, razones y pedimentos correspon-
dientes, expresando con toda claridad la materia objeto de la so-
licitud. Se trata de la narración sistemática, exhaustiva y detallada
del cómo se suscitaron y desenvolvieron los acontecimientos o
situaciones relacionadas con la petición a formular; así como, de
la expresión clara y detallada de lo que se pretende exigir como
respuesta y del porqué de ello, esto con el objeto de convencer
a partir de una exposición argumentativa a la Administración de
que se acuerde lo que se pide. En todo caso, dependiendo de la
petición a formular o del asunto de que se trate, conforme a la
práctica administrativa se exponen los hechos, luego los posibles
argumentos de derecho a que haya lugar y, fi nalmente, el petitum,
esto es, en concreto, aquello que se pide.

2.5 Referencia a los anexos que lo acompañan, si tal es el caso

El instrumento normativo en estudio también establece en su nu-


meral 5, artículo 49, que cuando el procedimiento se inicie por

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solicitud de persona interesada, en el escrito deberá hacerse cons-
tar la referencia a los anexos que lo acompañan, si es necesario. En
otras palabras, si se tiene alguna documentación que le permita a la
autoridad, funcionaria o funcionario comprender mejor la petición
es recomendable incorporarla o añadirla. Pero, de acuerdo a la
norma debe hacerse alusión a los mismos en el texto de la petición.

2.6 Cualesquiera otras circunstancias que exijan las normas lega-


les o reglamentarias

El numeral 6 del artículo 49 de la ley, bajo análisis, prescribe que en


el escrito la parte interesada debe cumplir con cualesquiera otras
circunstancias que exijan las normas legales o reglamentarias. En tal
sentido, es importante señalar que conforme a la norma, únicamente
la ley o los reglamentos pueden agregar o requerir otros requisitos
a los ya previstos, en consecuencia, le está vedado a la autoridad ad-
ministrativa, funcionaria pública o funcionario público crear, establecer
o sencillamente inventarse otras exigencias o pedir con carácter obli-
gatorio que se cumplan –para recibir, tramitar y dar respuesta a las
peticiones– extremos no previstos en leyes especiales o reglamentos.

2.7 La firma de las interesadas y los interesados

Finalmente, el numeral 7 del artículo 49 de la Ley Orgánica de Pro-


cedimientos Administrativos, exige en el escrito respectivo la fi rma
de las interesadas y los interesados. Debe entenderse por fi rma
la rúbrica que ha sido estampada por una persona con su propia
mano al pie de un escrito para atestiguar que se es la autora o el
autor del mismo o que aprueba su contenido, es el signo gráfi co
con el que, en general, se obligan las personas en todos los actos ju-
rídicos, el signo inequívoco de que lo ahí expresado es, en realidad,
la voluntad de su autora o autor. Como bien lo expresa Cienfuegos
(2004), “la fi rma es un elemento indispensable para que el docu-
mento o escrito que contenga la petición se perfeccione jurídica-
mente. La fi rma presupone la aceptación por parte del peticionario
de los términos en que ha sido dirigida la comunicación” (p. 127).

3. Recepción, registro y remisión de las peticiones

El ordenamiento jurídico venezolano prevé, con carácter imperativo,


como deber ineludible u obligación de las autoridades, funcionarias

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públicas y funcionarios públicos la recepción de las peticiones que
le sean formuladas, tal es así, que la omisión, abstención o el no re-
cibimiento de las mismas origina la imposición de sanciones discipli-
narias. Las disposiciones que siguen a continuación, prácticamente,
requieren para su cumplimento un cambio de actitud y mentalidad
de parte de las funcionarias públicas y los funcionarios públicos, es
necesario que las personas que laboran en la Administración y que
se encargan de las funciones relativas a la recepción de peticiones
conozcan pormenorizadamente las exigencias que la legislación im-
pone para la formulación de las mismas; que estén conscientes de
la función que desempeñan, que están al servicio de los intereses
generales, del colectivo, de las personas; que actúen con honesti-
dad, celeridad, efi cacia, efi ciencia, transparencia y responsabilidad.
En todo caso, se necesita -indubitablemente- cambiar de manera
profunda el estado de la cuestión en la actualidad. En efecto, el
Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley Orgánica de la Adminis-
tración Pública establece:

Garantía del derecho a petición

Artículo 9. Las funcionarias y funcionarios de la Admi-


nistración Pública tienen la obligación de recibir y
atender, sin excepción, las peticiones o solicitudes
que les formulen las personas, por cualquier medio escri-
to, oral, telefónico, electrónico o informático; así como de responder
oportuna y adecuadamente tales solicitudes, independientemente
del derecho que tienen las personas de ejercer los recursos admi-
nistrativos o judiciales correspondientes, de conformidad con la ley.

En caso de que una funcionaria o funcionario públi-


co se abstenga de recibir las peticiones o solicitudes
de las personas, o no dé adecuada y oportuna res-
puesta a las mismas, serán sancionados de conformi-
dad con la ley. [Negrillas agregadas]

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En este mismo tenor, la Ley Orgánica de Procedimientos Adminis-
trativos ha contemplado en una de sus disposiciones esa obligación
de recibir las peticiones que sean presentadas a la Administración
Pública. En tal sentido, puede leerse del mencionado instrumento
legal lo siguiente:

Artículo 45. Los funcionarios del registro que reciban la documenta-


ción advertirán a los interesados de las omisiones y de las irregulari-
dades que observen, pero sin que puedan negarse a recibirla.

Para dar cumplimiento al deber de recepción de documentos la


ley ha previsto la creación de registros de presentación de docu-
mentos como parte de la estructura de los órganos y entes de la
Administración Pública. La normativa implica, entre otros aspectos,
que la recepción, registro y remisión de las peticiones esté a cargo
de funcionarias públicas y funcionarios públicos con la preparación
y califi cación adecuada ya que esta fase implica algo más que el
simple acto de colocar un sello en una hoja para hacer parecer que
se ha cumplido con lo pautado por la ley. Al respecto, contempla
el Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley Orgánica de la Admi-
nistración Pública:

Registros de documentos presentados por las personas

Artículo 162. Los órganos o entes administrativos llevarán un registro


general en el que se hará el correspondiente asiento de todo escrito
o comunicación que sea presentado o que se reciba en cualquier uni-
dad administrativa propia. También se anotará la salida de los escri-
tos y comunicaciones oficiales dirigidas a otros órganos o personas.

El archivo de los escritos y comunicaciones deberá efectuarse de


manera tal que se mantengan todos los documentos relacionados
con determinado asunto en un mismo expediente, pudiendo auxi-
liarse de medios electrónicos.

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Coherentemente con la norma transcrita, la Ley Orgánica de Pro-
cedimientos Administrativos también se ha pronunciado al respec-
to al prever:

Artículo 44. En los ministerios, organismos y demás dependencias


públicas se llevará un registro de presentación de documentos en el
cual se dejará constancia de todos los escritos, peticiones y recursos
que se presenten por los administrados, así como de las comunica-
ciones que puedan dirigir otras autoridades.

La organización y funcionamiento del registro se establecerán en el


Reglamento de esta Ley.

Por último, debe indicarse que la legislación también ha indicado


con bastante precisión cuáles son los elementos o datos que debe-
rán dejar sentados las funcionarias públicas y funcionarios públicos
al momento de recepción de las peticiones. En torno a esto, el
Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley Orgánica de la Adminis-
tración Pública señala:

Creación de registros
Artículo 163. Los órganos o entes podrán crear en las unidades
administrativas correspondientes de su propia organización, otros
registros con el fin de facilitar la presentación de escritos y comuni-
caciones. Éstos serán auxiliares del registro general, al que comuni-
carán toda anotación que efectúen.
Los asientos se anotarán respetando el orden temporal de recepción
o salida de los escritos y comunicaciones, e indicarán la fecha de la
recepción o salida.
Concluido el trámite de registro, los escritos y comunicaciones serán
cursados sin dilación a sus destinatarios y a las unidades admi-
nistrativas correspondientes desde el registro en que hubieran sido
recibidas. [Negrillas agregadas]

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Siguiendo lo pautado en la norma citada, la Ley Orgánica de Pro-
cedimientos Administrativos ha contemplado de manera clara lo
siguiente:

Artículo 46. Se dará recibo de todo documento presentado y de


sus anexos, con indicación del número de registro que corresponda,
lugar, fecha y hora de presentación. Podrá servir de recibo la copia
mecanografiada o fotostática del documento que se presente, una
vez diligenciada y numerada por los funcionarios del registro.

Es importante señalar que el número y orden de recibo tiene como


fi nalidad –conforme a la Ley Orgánica de Procedimientos Adminis-
trativos– lograr que la Administración resuelva las peticiones en el
mismo orden que le han sido formuladas, pues, la Administración
Pública en el despacho de todos los asuntos ha de cumplir estric-
tamente la secuencia en que éstas fueron presentadas, pudiendo
la jefa o el jefe de la ofi cina –sólo por razones de interés público
y mediante providencia motivada– modifi carla, dejando constan-
cia de ello en el expediente. Además, el respeto de la secuencia
de las peticiones y, por ende, de decisión de los asuntos según el
orden de presentación, está fi rmemente vinculado al derecho a la
igualdad y no discriminación expresamente consagrado en el Texto
Fundamental.

Fíjese que, conforme a la normativa transcrita, si las funcionarias pú-


blicas y funcionarios públicos en el acto de recepción observaren
alguna defi ciencia, omisión u otra situación en la petición formulada
deberán advertir de ello a la peticionaria o peticionario, pero no
podrán negarse a recibir la petición. Pero, debe recordarse que la
omisión que observaren o adviertan a la peticionaria o peticionario
debe estar referida a los requisitos que estrictamente exige la ley,
pues, no se trata de dilatar –en modo alguno– la tramitación de
las peticiones ni hacer a la peticionaria o peticionario inaccesible la
Administración.

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Asimismo, de la normativa citada ut supra, también resalta que es
necesario que las funcionarias públicas y funcionarios públicos ge-
neren, proporcionen o dejen constancia, en la copia mecanogra-
fi ada, acuse de recibo de lo presentado por la peticionaria o el
peticionario. De lo contrario, como afi rma Ituren (2002), leído en
Belandria (2013), “La falta de comunicación del acuse de recibo
supone, aparte del incumplimiento de una obligación pública, una
situación de inseguridad jurídica para el administrado” (p. 207).

Por último, en lo que respecta a la recepción, registro y remisión de


peticiones es importante mencionar que debe tenerse en cuenta
un conjunto de instrumentos normativos de rango sublegal que
desarrollan las disposiciones legales acá citadas y que no pasamos
analizar en virtud de sobrepasar los objetivos propuestos en la
presente investigación. Estos instrumentos, a los cuales se hace re-
ferencia son: el Reglamento de Registro de Presentación de Do-
cumentos, dictado en virtud de lo dispuesto en el artículo 44 de
la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos; la Resolución
Reglamentaria sobre Recepción y Remisión de Documentos por
Correo, dictada con motivo a lo estipulado en 43 de la Ley Orgáni-
ca de Procedimientos Administrativos; y las Normas para Fomentar
la Participación Ciudadana, dictadas en virtud de lo contemplado
en el artículo 75 de la Ley Orgánica de la Contraloría General de
la República y del Sistema Nacional de Control Fiscal.

4. Determinación de la competencia para conocer de las


peticiones

La competencia, siguiendo a Sayagués (1986) y Gordillo (2009),


puede defi nirse como la aptitud de obrar de las personas que
actúan en el campo del derecho público. En el caso que nos ocu-
pa, es el poder o potestad para conocer y decidir aquello que ha
sido manifestado por la peticionaria o peticionario, la habilitación
o facultad conferida por el ordenamiento jurídico para conocer y
proferir determinada decisión o respuesta ante un asunto concreto
que recae en el ámbito o esfera de actuación de la destinataria o
destinatario. La competencia, es un requisito y presupuesto de la
actividad administrativa y, en general, de los órganos del Poder pú-
blico. Es, como afi rma Belandria (2013), “una circunstancia de obli-
gatorio cumplimiento, sin la cual, no podría conocerse un asunto
presentado para su resolución (p. 209)”.

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La competencia puede ser atribuida por la Constitución y la ley
atendiendo a la materia, esto es, el conjunto de asuntos o activi-
dades asignadas; el espacio o lugar, vale decir, el ámbito territorial
de aplicación del poder jurídico; el tiempo, que no es más que la
vigencia temporal de ese poder; y en relación al grado o jerarquía
dentro de la estructura de la organización administrativa. Ahora
bien, para determinar si la autoridad, funcionaria pública o funciona-
rio público es competente para conocer y decidir un asunto, basta
con examinar las normas que integran el ordenamiento jurídico
y si de tal examen o revisión se desprende el poder jurídico de
actuación sobre lo requerido la destinataria o destinatario estará
facultado para conocer de la petición y responder. Por el contrario,
la autoridad, funcionaria pública o funcionario público que conoce
y decide, un asunto sobre el cual no se tiene facultad, potestad o
poder jurídico para resolver incurre en incompetencia, por sub-
vertir la asignación y distribución de atribuciones o de actuaciones
previstas en el ordenamiento jurídico.

Pero, ¿qué hacer en caso de no resultar competente para conocer


y, por ende, decidir la petición formulada?. En efecto, si realizado el
análisis sobre la competencia para conocer del asunto y del exa-
men se concluye que no se tiene potestad, deberá remitirse la
petición formulada al órgano que se estime competente. Al res-
pecto, el Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley Orgánica de la
Administración Pública, establece:

Solución de los conflictos de atribuciones

Artículo 43. Cuando el órgano que esté conociendo de un asunto


se considere incompetente deberá remitir las actuaciones al órgano
que estime con competencia en la materia, si éste se considera a su
vez incompetente; o si ambos se consideran competentes, el asunto
será resuelto por el órgano superior jerárquico común.

Los conflictos a que se refiere el presente artículo sólo podrán sus-


citarse entre unidades administrativas integrantes del mismo órgano
o ente y con respecto a asuntos sobre los cuales no haya recaí-
do decisión administrativa definitiva o finalizado el procedimiento
administrativo.

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5. Subsanación de las peticiones

La Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, en el supuesto


de que la peticionaria o peticionario incumpla los requisitos exigi-
dos para presentar las peticiones, impone a la autoridad, funcionaria
pública o funcionario público competente para conocer, tramitar
y decidir, la potestad y al mismo tiempo la obligación de requerir
a la peticionaria o peticionario la subsanación de las omisiones o
defectos que presente el escrito. Al respecto, el mencionado instru-
mento jurídico ha establecido en torno a los procedimientos que
no requieren sustanciación lo siguiente:

Artículo 5. A falta de disposición expresa toda petición, representa-


ción o solicitud de naturaleza administrativa dirigida por los particu-
lares a los órganos de la administración pública y que no requiera
substanciación, deberá ser resuelta dentro de los veinte (20) días
siguientes a su presentación o a la fecha posterior en la que el
interesado hubiere cumplido los requisitos legales exigidos. La ad-
ministración informará al interesado por escrito, y
dentro de los cinco (5) días siguientes a la fecha de la
presentación de la solicitud, la omisión o incumpli-
miento por éste de algún requisito. [Negrillas agregadas]

Asimismo, con respecto a los procedimientos que sí requieren sus-


tanciación preceptúa:

Artículo 50. Cuando en el escrito o solicitud dirigida a la Administra-


ción Pública faltare cualquiera de los requisitos exigidos en el artículo
anterior, la autoridad que hubiere de iniciar las actuaciones lo notifica-
rá al presentante, comunicándole las omisiones o faltas observadas a
fin de que en el plazo de quince (15) días proceda a subsanarlos. Si el
interesado presentare oportunamente el escrito o solicitud con las co-
rrecciones exigidas, y ésta fuere objetada por la administración debido
a nuevos errores u omisiones, el solicitante podrá ejercer el recurso
jerárquico contra la segunda decisión o bien corregir nuevamente sus
documentos conforme a las indicaciones del funcionario.

88 El Derecho de Petición en la República Bolivariana de Venezuela

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Es importante advertir que debe evitarse el empleo de las nor-
mas citadas como un mecanismo para dilatar las peticiones que
sean formuladas a la Administración, como medio para desgastar o
cansar a las peticionarias y peticionarios hasta llevarlos al punto de
que desistan de la petición formulada, en consecuencia, la Adminis-
tración debe comunicar, en lo posible, de una sola vez, de manera
total o completa cuáles son esas omisiones en las que se encuentra
incurso el escrito de petición y no de forma parcial o a medida que
se cumpla con los otros requisitos que se ordenó traer a fi n de
tramitar el asunto. Tampoco, podría la autoridad, funcionaria pública
o funcionario público, esgrimir una vez llegado el momento que
impone la ley para decidir que no lo hace, en virtud de que no se
ha cumplido con determinados requisitos o que existen omisiones
o defi ciencias cuando nunca se lo hizo saber a la peticionaria o
peticionario.

6. Tramitación de las peticiones

La Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, también prevé


como obligación general de las autoridades, funcionarias públicas
y funcionarios públicos la tramitación de los asuntos que sean de
su conocimiento, vale decir, de hacer pasar por las fases que la ley
establece las peticiones que le son sometidas a consideración, por
tanto, no es facultativo de la Administración dar curso a las solici-
tudes sino que ello constituye una verdadera obligación, por tanto,
dilatar la tramitación de aquellas también constituye violación del
mencionado derecho fundamental.

El Derecho de Petición en la República Bolivariana de Venezuela 89

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Artículo 3. Los funcionarios y demás personas que pres-
ten servicios en la administración pública, están en
la obligación de tramitar los asuntos cuyo conoci-
miento les corresponda y son responsables por las
faltas en que incurran.

Los interesados podrán reclamar, ante el superior jerárquico inme-


diato, del retardo, omisión, distorsión o incumplimiento de cualquier
procedimiento, trámite o plazo, en que incurrieren los funcionarios
responsables del asunto.

Este reclamo deberá interponerse en forma escrita y razonada y


será resuelto dentro de los quince (15) días siguientes. La reclama-
ción no acarreará la paralización del procedimiento, ni obstaculizará
la posibilidad de que sean subsanadas las fallas u omisiones. Si
el superior jerárquico encontrare fundado el reclamo, impondrá al
infractor o infractores la sanción prevista en el artículo 100 de la
presente Ley sin perjuicio de las demás responsabilidades y sancio-
nes a que hubiere lugar. [Negrillas agregadas]

Finalmente, en lo que respecta a este acápite, debe señalarse que


es manifi esta la tendencia de muchas autoridades, funcionarias pú-
blicas y funcionarios públicos a no tramitar oportunamente las pe-
ticiones que se les formulan, también resulta evidente la conducta
de éstas y éstos en obstruir el efectivo acceso de las personas a la
Administración Pública, lo cual es reconocible en el establecimiento
de complicados trámites y requisitos no consagrados en la ley, pro-
vocando, en muchos casos, la rendición o resignación de las perso-
nas por simple agotamiento físico o mental y con evidente sacrifi cio
de sus aspiraciones. Asimismo, se observa con frecuencia cómo las
peticiones presentadas pasan de una mano tras otra sin que exista
coordinación alguna entre los agentes estatales que conocieron
de ellas y sin la más mínima conciencia de su responsabilidad en la
función que desempeñan, en torno a la situación de las personas y
lo que ellas esperan del Estado.

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7. La respuesta

Conforme a lo previsto en los artículos 51 de la Constitución de la


República Bolivariana de Venezuela, 2 de la Ley Orgánica de Proce-
dimientos Administrativos, 9 del Decreto con Rango Valor y Fuerza
de Ley Orgánica de la Administración Pública, y 85 de la Ley Or-
gánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, una vez
que la persona decide ejercitar el Derecho de Petición surge –sin
duda alguna– para la autoridad, funcionaria pública o el funciona-
rio público el deber indeclinable de dar respuesta a lo planteado,
encontrándonos así frente a una típica relación bilateral en la cual
hay un sujeto con una facultad y frente a ésta o éste otro u otra
que está obligada u obligado. De tal manera, que la emisión de la
respuesta no es facultativa o potestativa para la autoridad, funcio-
naria pública o funcionario público sino que es realmente –según la
Constitución y la Ley– un mandato imperativo, un deber ineludible
o una verdadera obligación.

El Derecho de Petición se presenta así con un carácter bifacético


o dual, esto en razón del deber de la autoridad conminada en
producir la respuesta debida a la solicitud incoada, en emitir, de
manera expresa y formal, un pronunciamiento sobre aquello que la
peticionaria o el peticionario le ha expresado, pero, constituyendo
al mismo tiempo su obtención un derecho para quien la solicita.

El no establecer el deber de respuesta como parte del contenido


esencial del Derecho de Petición hubiese signifi cado –en la prácti-
ca– dejar sin efectividad al derecho mismo, convertirlo en ilusorio,
vacío e inútil, es decir, no pudiese hablarse realmente del derecho
de peticionar sino meramente de la libertad de petición, o lo que
es igual, a la posibilidad de toda persona de presentar solicitudes
libremente a los órganos y entes del Poder Público, siendo éstos
libres, también, de acogerlas o responderlas.

El deber de contestar a las solicitudes es inherente e intrínseco al


derecho constitucional de petición, por tanto es exigible tal res-
puesta y, en el supuesto de no obtenerla, puede la peticionaria o el
peticionario solicitar en vía jurisdiccional que se obligue a la autori-
dad a cumplir con la obligación que le ha impuesto la Constitución.

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7.1 La respuesta debe ser oportuna

Conforme a la regulación constitucional y legal del derecho bajo


análisis, la respuesta debe ser oportuna, en consecuencia, tal ca-
racterística está referida al aspecto cronológico. De allí, que la res-
puesta ha de ser a tiempo, en el lapso indicado por la ley a la
autoridad, funcionaria pública o funcionario público competente,
a fi n de que la misma no resulte inofi ciosa ante el largo período
que ha transcurrido desde la petición formulada hasta el pronun-
ciamiento obtenido.

La oportunidad o lapso en la cual ha de responder la autoridad,


funcionaria pública o funcionario público las peticiones formuladas
depende del tipo de solicitud incoada, pues de tratarse de peticio-
nes que no requieran sustanciación, el artículo 5 de la Ley Orgánica
de Procedimientos Administrativos establece que deberán ser re-
sueltas o respondidas en un lapso de veinte (20) días siguientes a su
presentación o a la fecha posterior en la que el interesado hubiere
cumplido los requisitos legales exigidos; y de tratarse de peticiones
que promuevan procedimientos que requieran la formación de un
expediente administrativo y su formal sustanciación, el artículo 60
del mencionado instrumento normativo indica que deberán ser re-
sueltas y respondidas en un lapso que no podrá exceder de cuatro
(4) meses, salvo que medien causas excepcionales, de cuya exis-
tencia deberá dejarse constancia en el expediente, con indicación
de la prórroga que se acuerde, y dicha prórroga o prórrogas no
podrán exceder en su conjunto de dos (2) meses. En consecuencia,
conforme a la mencionada disposición los asuntos que requieran
sustanciación deberán resolverse en un tiempo máximo de seis (6)
meses.

Los lapsos, conforme a lo contemplado en el artículo 42 de la


tantas veces menciona Ley Orgánica de Procedimientos Adminis-
trativos, establecidos por días se computarán exclusivamente como
días hábiles, salvo disposición en contrario, entendiéndose por días
hábiles aquellos que son laborables de acuerdo con el calendario
de la Administración Pública. Por su parte, los lapsos establecidos
en meses o años, el señalado artículo 42 establece que concluirán
en día igual al de la fecha del acto del mes o año que corresponda
para completar el número de meses o años fi jados en el lapso, en
todo caso, si el lapso debe cumplirse en un día del cual carezca el

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mes, se entiende vencido el último de ese mes, y si dicho día fuese
inhábil, el término o plazo respectivo expedirá el primer día hábil
siguiente.

Es conveniente recordar que los lapsos, de acuerdo con el artículo


41 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, obligan
por igual, sin necesidad de apremio, tanto a las autoridades, funcio-
narias y funcionarios como a las y los particulares.

Por último, estimamos que ese tiempo establecido en la Ley Orgá-


nica de Procedimientos Administrativos para dar respuesta, puede
ser modifi cado por leyes especiales, de tal manera que éstas pue-
den fi jar lapsos de respuesta menores o mayores a los que fueran
señalados.

7.2 La respuesta debe ser adecuada

Debe aclararse que no se trata de cualquier respuesta, pues, as-


pecto relevante derivado de la regulación jurídica del Derecho de
Petición es que tal contestación de la autoridad, funcionaria pública
o funcionario público debe ser adecuada. En tal sentido, una res-
puesta debe tenerse como adecuada cuando es apropiada, acorde,
inherente, pertinente, coherente o congruente con el objeto de
lo peticionado o exigido por la persona, cuando áquella se emite
dentro de los parámetros del petitum formulado, cuando existe
correspondencia con lo pedido o se dicta en el marco del asunto
planteado, en conexión, relación o armonía con él; sin embargo,
ello no equivale a que la respuesta sea afi rmativa o favorable a
la solicitud formulada. En otras palabras, resolver un asunto pero
sin dar satisfacción a las peticiones formuladas o complacer a la
peticionaria o peticionario en su pretensión no supone la violación
del derecho en estudio, en consecuencia, la respuesta puede o no
satisfacer los intereses de quien ha elevado la petición, en el sentido
de acceder o no a sus pretensiones, pero siempre debe ser una
contestación que permita a la peticionaria o peticionario conocer,
frente al asunto planteado, cuál es la situación, disposición o criterio
del órgano o ente respectivo. En consecuencia, se satisface este de-
recho cuando se emiten y reciben respuestas que abarcan en for-
ma sustancial la materia objeto de la petición, independientemente
del sentido, de manera que no puede entenderse vulnerado el
derecho simplemente porque la contestación dada a la peticionaria

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o peticionario dentro de los términos dispuestos sea negativa. Para
saber si la respuesta reúne los parámetros constitucionales y legales
establecidos, ha de hacerse siempre un juicio lógico comparativo
entre lo pedido y lo resuelto, para establecer claramente si se trata
o no de una verdadera contestación.

8. El silencio administrativo

Tradicionalmente, la doctrina jurídica ha entendido el silencio admi-


nistrativo como una especie de sanción a la inercia administrativa,
una presunción o fi cción prevista por la ley frente a los procedi-
mientos administrativos no decididos; como la falta de resolución
expresa sobre un asunto o una técnica ante la inexistencia de re-
solución defi nitiva en el plazo establecido por la ley en los pro-
cedimientos administrativos, mediante la cual se pueden entender
desestimada (silencio negativo o negativa ficta) o estimada (silencio
positivo o positiva ficta) la pretensión administrativa.

La Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, ha previsto


con carácter general el silencio administrativo negativo, es decir, el
efecto denegatorio de la falta de respuesta expresa por la Admi-
nistración Pública una vez transcurrido el lapso que establece la ley
para decidir. En tal sentido, puede leerse del instrumento normati-
vo lo siguiente:

Artículo 4. En los casos en que un órgano de la administración públi-


ca no resolviere un asunto o recurso dentro de los correspondientes
lapsos, se considerará que ha resuelto negativamente y el interesado
podrá intentar el recurso inmediato siguiente, salvo disposición ex-
presa en contrario. Esta disposición no releva a los órganos adminis-
trativos, ni a sus personeros, de las responsabilidades que les sean
imputadas por la omisión o la demora.

Parágrafo único: La reiterada negligencia de los responsables de los


asuntos o recursos que dé lugar a que éstos se consideren resueltos
negativamente como se dispone en este artículo, les acarreará amo-
nestación escrita a los efectos de lo dispuesto en la Ley de Carrera
Administrativa, sin perjuicio de las sanciones previstas en el artículo
100 de esta ley.

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Por su parte, el silencio administrativo positivo, esto es, la fi cción
de considerar que se ha resuelto favorablemente la pretensión ad-
ministrativa, una vez transcurrido el lapso establecido por la ley
para decidir de forma expresa, tiene una consagración excepcional
en nuestro ordenamiento jurídico. Concretamente y, a modo de
referencia, recogen la fi gura in comento los artículos 49, 54 y 55
de la Ley Orgánica de Ordenación del Territorio; 73 de la Ley de
Empresas de Seguros y Reaseguros; y 61 de la Ley Orgánica de
Procesos Electorales.

Ahora bien, pretender valerse –desde el punto de vista fáctico– del


silencio administrativo para no dar ninguna respuesta a las peticio-
narias y los peticionarios, dejando correr con toda intención o de
manera inadvertida el lapso establecido por la ley para emitir pro-
nunciamiento ya que dicho silencio o inactividad equivale –a juicio
de las autoridades, funcionarias públicas y funcionarios públicos– a
una respuesta no es para nada cierto.

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (artículo


51), la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos (artículos
2 y 5), el Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley Orgánica de
la Administración Pública (artículo 9) y la Ley Orgánica para la
Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (artículo 85), precep-
túan el derecho de las peticionarias y los peticionarios de obte-
ner una respuesta o decisión y, asimismo, recogen la obligación
de las autoridades, funcionarias públicas y funcionarios públicos
de pronunciarse o decidir formalmente. Este derecho a obtener
una respuesta para quien formula la petición y, al mismo tiempo,
ese deber de declaración formal de la Administración se encuen-
tra reforzado en la preceptiva constitucional y legal al consagrar
la responsabilidad penal, civil y administrativa en que incurren las
autoridades, funcionarias y funcionarios que han omitido pronun-
ciarse en los lapsos establecidos sobre las peticiones que son de
su competencia.

Como se ha indicado, el Texto Fundamental impone a todas las


autoridades estatales cuando actúan en función administrativa el
deber de hacer efectivo el ejercicio del derecho en estudio, me-
diante una oportuna y adecuada resolución de las peticiones
que les sean formuladas. Desatender esa obligación, consciente o

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inconscientemente, viola de forma fl agrante la Constitución, choca
abiertamente con el expreso mandato contenido en la Norma
Suprema. Por consiguiente, pretender esgrimir o enarbolar la fi gura
del silencio administrativo como medio para escudarse ante la in-
diferencia de la Administración Pública, constituye una argucia legal,
una forma facilista o artera manipulación, adoptada por los agentes
del Estado, para evadir el deber de dar respuesta oportuna deriva-
do del Derecho de Petición.

Cuando transcurre el lapso legalmente establecido sin que se pro-


dujera una decisión expresa por parte de la Administración, no se
satisface con esto –en modo alguno– el derecho bajo análisis ya
que subsiste la ausencia de respuesta oportuna y adecuada. La falta
de voluntad de la Administración no garantiza el derecho funda-
mental de petición, porque la decisión presunta no cumple con los
requisitos de una oportuna y adecuada respuesta, por lo contrario,
tal situación es la mejor demostración de que se ha conculcado el
Derecho de Petición y el fundamento para proceder a su tutela, la
ausencia de respuesta constituye la prueba incontrovertible de que
se ha violado el derecho constitucional de petición.

Insistimos, de admitirse la fi cción del silencio administrativo como


mecanismo para evadir las obligaciones constitucionales derivadas
del derecho in examine, se estaría aceptando que una norma de
rango legal puede derogar una norma de rango constitucional y
ello, manifi estamente, supondría la ruptura de un principio que sir-
ve de sustento al constitucionalismo moderno, como lo es el de
supremacía constitucional, principio éste según el cual la Constitu-
ción ha de tenerse como la norma suprema y el fundamento del
ordenamiento jurídico, quedando todas las personas y los órganos
que ejercen el Poder Público sujetos al Texto Fundamental.

Por lo demás, el silencio administrativo sólo podría erigirse –como


garantía del derecho a la defensa del particular, permitiéndole el
avance, en las vías administrativas y jurisdiccionales, para la impug-
nación del acto administrativo que sea confi rmado a través de la
decisión presunta– cuando éste se verifi ca en un procedimiento de
revisión, es decir, cuando existe un acto previo cuya revisión se pre-
tendía y, en consecuencia, como queda denegada tácitamente tal
revisión por el silencio administrativo, puede atacarse, el acto bien

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a través del recurso administrativo subsiguiente o bien recurriendo
a la jurisdicción contencioso-administrativa.

En otras palabras, el silencio administrativo es una fi gura que opera


en los procedimientos administrativos de segundo grado, de revi-
sión o impugnación de actos administrativos, vale decir, sólo cuan-
do existe acto administrativo y el mismo es recurrido a través de
los recursos administrativos y ha de ser así, ya que en el supuesto
contrario, el silencio al cual nos referimos causaría indefensión, en
el sentido, de que la destinataria o el destinatario del acto o quien
se viera afectado por éste no tendría forma alguna de establecer
su defensa o atacar el acto que le perjudica ya que desconoce los
fundamentos en que el mismo se sustenta.

En este hilo argumental, es imperativo dejar sentado que la natura-


leza y sentido de la fi gura procesal bajo análisis, exige como presu-
puesto indispensable la interposición de un recurso administrativo
(sea recurso de reconsideración, jerárquico o jerárquico impropio);
a su vez, el ejercicio de ese recurso supone la existencia de un
acto administrativo dictado en fase constitutiva del procedimiento
administrativo ya que, tal y como es sabido, los recursos administra-
tivos únicamente pueden ejercerse ante manifestaciones de volun-
tad concretas de la Administración; pudiendo concluirse que si no
existe una decisión expresa de la autoridad administrativa dirigida a
resolver en primer grado la controversia sometida a su considera-
ción, no es posible la interposición de los mencionados recursos y,
en consecuencia, tampoco puede operar el silencio administrativo.

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Formas en que se
concretiza la violación
del Derecho de Petición
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E l Derecho de Petición se vulnera, en el marco de los
razonamientos que fueran explanados, cuando la autoridad,
funcionaria pública o funcionario público se rehúsa o niega a
aceptar las peticiones que le son formuladas; no se les da trámite;
no responde a las solicitudes realizadas o cuando al responderlas,
tal contestación resulta extemporánea o inoportuna conforme a
una simple contabilización de los días dentro de los cuales debió
contestarse; también, se viola el mencionado derecho al darse
una respuesta inapropiada o incoherente con lo formulado por la
peticionaria o peticionario, es decir, cuando se tiene una respuesta
cualquiera, sin ninguna congruencia con lo pedido o cuando a
pesar de la oportunidad de la respuesta, en ésta se alude a temas
diferentes a los planteados.

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Mecanismos para
la defensa del
Derecho de Petición
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A hora bien, ¿qué hacer cuando se viola el derecho
constitucional a dirigir peticiones y a obtener oportuna
y adecuada respuesta?, ¿existen mecanismos para atacar bien sea
la resistencia de las funcionarias públicas y funcionarios públicos a
recibir o tramitar las peticiones?, ¿hay algún modo de obligar a la
autoridad a dar respuesta y, por ende, a que cese la inactividad o
abstención? o ¿de exigir nuevo pronunciamiento cuando éste no
fuere coherente a lo peticionado? La respuesta a tales inquietudes
debe ser positiva, en el sentido de que la Constitución y la ley
han consagrado mecanismo para hacer tutelables los derechos
constitucionales y, en el caso particular, el derecho fundamental de
peticionar, encontrando como medios específi cos para su defensa:
la queja o reclamo, la demanda por abstención o carencia y la
solicitud de amparo constitucional.

1. La queja o reclamo

La Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos prevé la posi-


bilidad que ante el retardo, omisión, distorsión o incumplimiento de
cualquier procedimiento, trámite o plazo por parte de los funcio-
narios y funcionarias pueda interponerse una reclamación o queja
ante el superior jerárquico inmediato, quien no debe confundirse
con el superior jerárquico absoluto del organismo o la máxima
autoridad del mismo.

Para un sector de la doctrina, la queja o reclamación prevista en


el artículo 3 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administra-
tivos constituye un recurso administrativo, aun cuando no tenga
por objeto –como todo recurso– la impugnación de un acto en
sede administrativa, tal valoración se debe al conjunto de requisitos
exigidos por la Ley para su presentación. Esto es, ha de intentarse
ante el superior jerárquico inmediato, de manera escrita, debe estar
razonado, debe el particular indicar qué es lo que se omitió o cuál
fue el retardo o incumplimiento, ha de ser resuelto dentro de los
15 días hábiles siguientes a su recepción y no tiene –al igual que el
resto de los recursos– carácter suspensivo, pues establece expre-
samente la norma que la reclamación no acarrea la paralización del

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procedimiento, ni obstaculiza la posibilidad de que sean subsanadas
las fallas de la omisión.

Otra parte de la doctrina estima que lo establecido en el artículo


3 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos no puede
califi carse como recurso, dado que la norma no tiene como objeto
la impugnación de un acto dictado en sede administrativa, sino la
corrección de hechos u omisiones de la Administración Pública en
la tramitación del procedimiento administrativo. De allí, que con
la queja se cuestiona una conducta que afecta la tramitación, mas
no se impugna un acto fi nal, por lo demás, a diferencia de los re-
cursos que inician un procedimiento administrativo –claro está de
segundo grado– es nota esencial que la queja se produce en el
inter de formación del mismo. En consecuencia, para este sector
de la doctrina jurídica la queja no es un recurso administrativo en
sí, no tiene entidad como tal, puesto que no puede ser reproducida
ante los tribunales, es decir, su tramitación no concluye con la pro-
ducción de un acto administrativo recurrible posteriormente por
el o la reclamante, tanto en sede administrativa como ante la ju-
risdicción contencioso administrativa, porque con su interposición
no se busca la producción de un acto administrativo que en forma
directa benefi cie o afecte los derechos subjetivos o intereses del
o la reclamante. Así, el reclamo puede concluir con la sanción del
superior jerárquico inmediato al funcionario infractor o funcionaria
infractora, vale decir, puede terminar con un acto administrativo
cuya destinataria o destinatario no es la o el reclamante sino la
funcionaria infractora o el funcionario infractor, quien sería la única
persona legitimada para intentar un recurso contra esa medida.

En todo caso, sea un recurso administrativo o una simple recla-


mación o queja es indudable que estamos en presencia de un me-
dio –ejercitable en sede administrativa– destinado a lograr el goce,
disfrute y efectividad del derecho constitucional de petición y su
correlativo de obtener oportuna y adecuada respuesta, con él la
conducta administrativa que se desea corregir no es más que la
inacción o inactividad de la Administración. Al respecto, vale la pena
traer a colación el contenido de la norma que se viene comentan-
do, la cual establece:

106 El Derecho de Petición en la República Bolivariana de Venezuela

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Artículo 3. Los funcionarios y demás personas que presten servicios
en la administración pública, están en la obligación de tramitar los
asuntos cuyo conocimiento les corresponda y son responsables por
las faltas en que incurran.

Los interesados podrán reclamar, ante el superior jerárquico inme-


diato, del retardo, omisión, distorsión o incumplimiento de cualquier
procedimiento, trámite o plazo, en que incurrieren los funcionarios
responsables del asunto.

Este reclamo deberá interponerse en forma escrita y razonada y


será resuelto dentro de los quince (15) días siguientes. La reclama-
ción no acarreará la paralización del procedimiento, ni obstaculizará
la posibilidad de que sean subsanadas las fallas u omisiones. Si el
superior jerárquico encontrare fundado el reclamo, impondrá al in-
fractor o infractores la sanción prevista en el artículo 100 de la pre-
sente Ley sin perjuicio de las demás responsabilidades y sanciones
a que hubiere lugar.

2. La demanda por abstención o carencia

Otro mecanismo para atacar la inobservancia del contenido del


Derecho de Petición es la demanda por abstención o carencia,
medio procesal que tiene por objeto forzar u ordenar al órgano
administrativo omiso a cumplir con su deber de actuar, de efec-
tuar determinado acto o prestación administrativa a la que está
obligado por mandato imperativo de una norma. En otras palabras,
constituye el remedio jurisdiccional destinado a obtener el resta-
blecimiento de las situaciones jurídicas subjetivas lesionadas por
la abstención o negativa de las autoridades, las funcionarias y los
funcionarios a cumplir o realizar los actos o actuaciones a que están
obligadas y obligados por el ordenamiento jurídico. Mediante esta
demanda se espera una pretensión de condena a una prestación o
actuación administrativa ante la presencia de una conducta incum-
plida y a la cual se está en el deber de realizar.

Hasta no hace mucho, la jurisprudencia de la jurisdicción conten-


cioso administrativa, en concreto, de la Sala Político Administrativa

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del Tribunal Supremo de Justicia como cúspide de dicha jurisdicción
establecía que la violación del derecho constitucional de petición
derivado de la inactividad de la Administración Pública en dar res-
puesta a las solicitudes que le fueran formuladas no era atacable
mediante la demanda por abstención o carencia sino únicamente a
través del amparo constitucional. Ello en virtud de que tal incumpli-
miento no derivaba de una obligación concreta y específi ca sino de
un cúmulo de obligaciones genéricas. Sin embargo, frente aquella
posición restrictiva de la Sala Político Administrativa, la Sala Consti-
tucional estableció que la misma no era, en modo alguno, compati-
ble con lo preceptuado en la Constitución de la República Boliva-
riana de Venezuela, concluyendo esta última que el medio idóneo
para conminar a la Administración a responder las peticiones que
le hayan sido formuladas es sin duda la demanda por abstención o
carencia, lo cual no excluye que en razón de las situaciones fácticas
de cada caso y la dilatada tramitación del recurso por abstención
sea el amparo constitucional el único medio procesal que, de ma-
nera efectiva, satisfaga tales pretensiones.

Tal posición no ha de causar sorpresa, pues, los tribunales con com-


petencia en lo contencioso administrativo tienen la potestad para
resguardar los derechos consagrados por el Texto Fundamental
que puedan resultar violentados por actos, hechos, actuaciones,
omisiones o abstenciones de la Administración Pública. Recuérde-
se, por lo demás, que la tendencia es a darle recibo y trámite a toda
clase de demandas en tanto se trate de un confl icto de orden ad-
ministrativo, vale decir, generado por una relación jurídica entre un
particular y un órgano o ente investido de potestades públicas, que
requiera el examen judicial respectivo, ello en razón del derecho a
la tutela judicial efectiva previsto en la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela:

Artículo 26. Toda persona tiene derecho de acceso a los órganos de


administración de justicia para hacer valer sus derechos e intereses,
incluso los colectivos o difusos, a la tutela efectiva de los mismos y a
obtener con prontitud la decisión correspondiente.

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El Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial, idó-
nea, transparente, autónoma, independiente, responsable, equitativa
y expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones
inútiles.

Además, la Constitución otorga a los órganos que integran la ju-


risdicción contencioso administrativo un conjunto de atribuciones
que permiten que las y los justiciables puedan accionar contra la
Administración Pública a fi n de solicitar el restablecimiento de si-
tuaciones jurídicas subjetivas lesionadas por la actividad de la men-
cionada Administración, así como de sus omisiones y abstenciones,
de allí que dicho precepto constitucional señala como potestades
de los tribunales con competencia en lo contencioso administrati-
vo no sólo la posibilidad de anular actos administrativos, condenar
al pago de sumas de dinero por concepto de indemnización de
daños y perjuicios y de conocer de las reclamaciones relativas a
la prestación de los servicios públicos gestionados directa o indi-
rectamente, sino también el poder de restablecer las situaciones
jurídicas subjetivas lesionadas por la actitud omisa de los órganos
y entes que integran la Administración Pública. En efecto, prevé el
Texto Fundamental:

Artículo 259. La jurisdicción contencioso administrativa corresponde


al Tribunal Supremo de Justicia y a los demás tribunales que deter-
mine la ley. Los órganos de la jurisdicción contencioso administrativa
son competentes para anular los actos administrativos generales o
individuales contrarios a derecho, incluso por desviación de poder;
condenar al pago de sumas de dinero y a la reparación de daños y
perjuicios originados en responsabilidad de la Administración; cono-
cer de reclamos por la prestación de servicios públicos y disponer lo
necesario para el restablecimiento de las situaciones jurídicas subje-
tivas lesionadas por la actividad administrativa.

La citada disposición constitucional encuentra su desarrollo legis-


lativo en la novísima Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso
Administrativa, cuando establece:

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Universalidad del control

Artículo 8. Será objeto de control de la Jurisdicción Contencioso Ad-


ministrativa, la actividad administrativa desplegada por los entes u
órganos enumerados en el artículo anterior, lo cual incluye actos de
efectos generales y particulares, actuaciones bilaterales, vías de he-
cho, silencio administrativo, prestación de servicios públicos, omisión
de cumplimiento de obligaciones y, en general, cualquier situación
que pueda afectar los derechos o intereses públicos o privados.

En defi nitiva, ante ese control universal de la actividad e inactividad


de la Administración Pública, la jurisdicción contencioso adminis-
trativa tiene competencia para restablecer las situaciones jurídicas
subjetivas derivadas de la violación del derecho constitucional de
petición, por tanto, la demanda por abstención o carencia se erige
como el medio idóneo a través del cual puede obligarse a la Ad-
ministración a responder las peticiones que le sean formuladas una
vez que haya vencido o precluido el lapso que la norma le concede
a aquella para dar contestación.

Finalmente, vale la pena mencionar que el procedimiento por el


cual han de tramitarse las demandas por abstención o carencia en
defensa del derecho constitucional de petición se encuentra regu-
lado en la Sección Segunda, del Capítulo II, Título Cuarto de la Ley
Orgánica de la Jurisdicción Contencioso Administrativa (artículos
65 al 75).

3. La demanda de amparo constitucional

El amparo es una forma de tutela jurisdiccional de los derechos


y garantías constitucionales, cuyo objeto es garantizar a su titular,
ante la violación o amenaza inminente de violación de alguno de
aquellos derechos y garantías, la continuidad de su goce, disfrute o
ejercicio, a través de un procedimiento oral, público, breve, gratuito,
informal y expedito que permita restablecer la situación jurídica
infringida o evite la materialización o permanencia del hecho lesivo
y de sus efectos. La Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, contempla fundamentalmente respecto a la fi gura del
amparo constitucional lo siguiente:

110 El Derecho de Petición en la República Bolivariana de Venezuela

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Artículo 27. Toda persona tiene derecho a ser amparada por los
tribunales en el goce y ejercicio de los derechos y garantías consti-
tucionales, aun de aquéllos inherentes a la persona que no figuren
expresamente en esta Constitución o en los instrumentos internacio-
nales sobre derechos humanos.

El procedimiento de la acción de amparo constitucional será oral,


público, breve, gratuito y no sujeto a formalidad; y la autoridad judi-
cial competente tendrá potestad para restablecer inmediatamente
la situación jurídica infringida o la situación que más se asemeje a
ella.Todo tiempo será hábil y el tribunal lo tramitará con preferencia
a cualquier otro asunto.

La acción de amparo a la libertad o seguridad podrá ser interpuesta


por cualquier persona, y el detenido o detenida será puesto o pues-
ta bajo la custodia del tribunal de manera inmediata, sin dilación
alguna.

El ejercicio de este derecho no puede ser afectado, en modo alguno,


por la declaración del estado de excepción o de la restricción de
garantías constitucionales [Negrillas agregadas].

La Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Consti-


tucionales, de manera mucho más precisa, contempla la posibilidad
de atacar los actos, hechos, omisiones o abstenciones de la Admi-
nistración Pública que vulneren o atenten con violar los derechos y
garantías constitucionales. De allí, pues, que esta institución jurídica
puede utilizarse como vehículo procesal para atacar la inobser-
vancia del contenido del Derecho de Petición, en otras palabras,
para restituir la situación jurídica infringida que en el caso concreto
que nos ocupa no es más que la oportuna y adecuada respuesta
prevista en el Texto Constitucional, obligando así a la presunta o el
presunto agraviante a dar curso a la solicitud planteada y a emitir
un pronunciamiento, sin que ello implique necesariamente –tal
y como se ha señalado– una respuesta favorable. Vale decir, por
esta vía se ordena a la autoridad, funcionaria pública o funcionario
público a que dicte decisión expresa sobre la solicitud que le ha
sido formulada, dentro del plazo que a tal efecto se le fi ja en el
mandamiento de amparo sin que en el mismo se establezca cuál

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debe ser el contenido concreto de la respuesta que debe dar la
autoridad administrativa, sin que importen los efectos que dicha
decisión pueda producir en benefi cio de la peticionaria o el peticio-
nario sino que simplemente se limita a ordenar que tal respuesta se
produzca en forma expresa.

Artículo 2. La acción de amparo procede contra cualquier hecho,


acto u omisión provenientes de los órganos del Poder Público Na-
cional, Estadal o Municipal. También procede contra el hecho, acto
u omisión originados por ciudadanos, personas jurídicas, grupos u
organizaciones privadas que hayan violado, violen o amenacen vio-
lar cualquiera de las garantías o derechos amparados por esta Ley.

Se entenderá como amenaza válida para la procedencia de la ac-


ción de amparo aquella que sea inminente.

Artículo 5. La acción de amparo procede contra todo


acto administrativo, actuaciones materiales, vías de
hecho, abstenciones u omisiones que violen o amena-
cen violar un derecho o una garantía constituciona-
les, cuando no exista un medio procesal breve, suma-
rio y eficaz acorde con la protección constitucional.

Cuando la acción de amparo se ejerza contra actos administrati-


vos de efectos particulares o contra abstenciones o negativas de la
Administración, podrá formularse ante el Juez Contencioso-Admi-
nistrativo competente, si lo hubiere en la localidad conjuntamente
con el recurso contencioso administrativo de anulación de actos ad-
ministrativos o contra las conductas omisivas, respectivamente, que
se ejerza. En estos casos, el Juez, en forma breve, sumaria, efectiva
y conforme a lo establecido en el artículo 22, si lo considera pro-
cedente para la protección constitucional, suspenderá los efectos
del acto recurrido como garantía de dicho derecho constitucional
violado, mientras dure el juicio.

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Parágrafo único: Cuando se ejerza la acción de amparo contra actos ad-
ministrativos conjuntamente con el recurso contencioso administrativo
que se fundamente en la violación de un derecho constitucional, el ejer-
cicio del recurso procederá en cualquier tiempo, aún después de trans-
curridos los lapsos de caducidad previstos en la Ley y no será necesario
el agotamiento previo de la vía administrativa. [Negrillas agregadas]

Pero, debemos ser enfáticos en que no toda omisión o abstención


en relación al Derecho de Petición implica la admisibilidad del am-
paro constitucional como mecanismo jurisdiccional para restituir la
situación jurídica que fuere infringida. Es decir, la o el demandante
debe ponderar que efectivamente el caso concreto o la situación
fáctica requieran de un procedimiento mucho más expedito que el
previsto en vías ordinarias, las cuales se muestran como inidóneas,
incapaces o insufi cientes para garantizar la pretensión en virtud
de la evidente inevitabilidad o irreparabilidad del daño que pueda
derivarse por el transcurso de tiempo entre el momento en que
se incoa la demanda y la fecha en que obtiene la respectiva senten-
cia, cuestión que la presunta agraviada o presunto agraviado debe
justifi car, probar o poner de manifi esto ante la jueza o el juez que
conocerá de la causa mediante los respectivos argumentos que
formen en ésta o éste sufi cientes elementos de convicción que lo
fuercen a declarar su admisibilidad y a descartar el rechazo de la
pretensión. Se trata, en todo caso, de tener presente el carácter
adicional del amparo constitucional ante el elenco de medios pro-
cesales disponibles que pudieran servir de conducto para resolver
la situación planteada a fi n de no sustituir los mecanismos ordina-
rios de impugnación.

En cuanto al procedimiento para la tramitación del amparo cons-


titucional, resulta difícil señalar acá las disposiciones legales que
rigen el aspecto procedimental, en razón de que la Ley Orgá-
nica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales
–particularmente en lo que a su fase adjetiva se refi ere– ha sido
prácticamente reescrita por la Sala Constitucional del Tribunal Su-
premo de Justicia con la fi nalidad de ajustar su contenido a los pre-
ceptos del texto constitucional siendo, inclusive, lo señalado en sus
propias sentencias readaptado o modifi cado constantemente, por

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tanto, para el momento de incoar la demanda de amparo debe
tenerse en cuenta, lo preceptuado por dicho órgano jurisdiccional.

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11
Responsabilidad de
las autoridades,
funcionarias p�blicas o
funcionarios p�blicos
frente a la violación del
Derecho de Petición

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E l Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia es un
Estado al servicio de las personas y su existencia se justifi ca
en la medida en que se oriente a respetar los deberes y a proteger
los derechos previstos en la Constitución. Si ello es de esa manera
la autoridad, funcionaria pública o funcionario público que incumpla
con las obligaciones constitucionales, que obra irresponsablemente
hasta el punto de transgredir o afectar la realización efectiva de
los derechos humanos no puede simplemente recibir el reproche
moral de la sociedad sino que debe, además, estar sujeto a un
régimen jurídico de consecuencias o sanciones civiles, penales y
administrativas que tiendan a garantizar el respeto a los derechos
humanos.

En este sentido, la Constitución de la República Bolivariana de


Venezuela ha previsto un régimen general de responsabilidad de
las funcionarias públicas y funcionarios públicos por todos los actos,
hechos u omisiones derivadas del ejercicio de sus funciones y en
los cuales violen o menoscaben los derechos consagrados en la
Constitución. Estableciéndose, así, constitucionalmente y con carác-
ter general, la responsabilidad personal e individual de las funciona-
rias públicas y funcionarios públicos, por las acciones y omisiones
que realicen en ejercicio de sus funciones:

Artículo 25. Todo acto dictado en ejercicio del Poder Público que viole
o menoscabe los derechos garantizados por esta Constitución y la
ley es nulo, y los funcionarios públicos y funcionarias públicas que
lo ordenen o ejecuten incurren en responsabilidad penal, civil y ad-
ministrativa, según los casos, sin que les sirvan de excusa órdenes
superiores.

Artículo 139. El ejercicio del Poder Público acarrea responsabilidad


individual por abuso o desviación de poder o por violación de esta
Constitución o de la ley.

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Artículo 140. El Estado responderá patrimonialmente por los daños
que sufran los o las particulares en cualquiera de sus bienes y dere-
chos, siempre que la lesión sea imputable al funcionamiento de la
Administración Pública.

Artículo 141. La Administración Pública está al servicio de los ciuda-


danos y ciudadanas y se fundamenta en los principios de honestidad,
participación, celeridad, eficacia, eficiencia, transparencia, rendición
de cuentas y responsabilidad en el ejercicio de la función pública, con
sometimiento pleno a la ley y al derecho.

Aunado a los artículos citados precedentemente ha de señalarse


que la propia Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
estableció directamente la responsabilidad de las funcionarias pú-
blicas y funcionarios públicos en torno a la violación del derecho
de petición, al decir de la norma que las funcionarias públicas y
funcionarios públicos que violen el mencionado derecho, serán san-
cionadas y sancionados conforme a la ley, pudiendo ser destituidas y
destituidos del cargo respectivo. En efecto, resulta pertinente traer a
colación nuevamente el precepto constitucional bajo análisis:

Artículo 51. Toda persona tiene el derecho de representar o dirigir


peticiones ante cualquier autoridad, funcionario público o funciona-
ria pública sobre los asuntos que sean de la competencia de éstos
o éstas, y de obtener oportuna y adecuada respuesta. Quienes
violen este derecho serán sancionados conforme a la
ley, pudiendo ser destituidos o destituidas del cargo
respectivo. [Negrillas agregadas]

Así mismo, debe recordarse que el ya aludido artículo 9 del Decre-


to con Rango, Valor y Fuerza de Ley Orgánica de la Administración
Pública, en su primer aparte, prescribe que en el supuesto de que
una funcionaria pública o funcionario público se abstenga de recibir
las peticiones o solicitudes de las personas, o no dé adecuada y

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oportuna respuesta a las mismas, será sancionado de conformidad
con la ley

1. Responsabilidad penal

El Código Penal, en el tema concreto que nos ocupa, sanciona el


incumplimiento de los deberes inherentes a las funciones que ejer-
zan las funcionarias públicas y funcionarios públicos, vale decir, la
omisión o inactividad en la que incurren éstas y éstos. El delito
previsto en la norma que se verá a continuación se consume cuan-
do la funcionaria pública o funcionario público no ejecuta un acto
propio de su ministerio estando obligada u obligado a realizarlo. La
omisión, como escriben Grisanti y Grisanti (2006), entraña inercia
por parte de la o el agente estatal, por tanto, el delito tiene lugar
cuando ésta o éste no ejecuta la actividad u obligación durante el
lapso en el cual era posible practicarla.

Artículo 206. Todo funcionario público que bajo cual-


quier pretexto, aunque fuere el del silencio, oscuri-
dad, contradicción o insuficiencia de la ley, omita
o rehúse cumplir algún acto de su ministerio, será
castigado con multa de cincuenta unidades tributa-
rias (50 U.T.) a un mil quinientas unidades tributarias
(1.500 U.T.). Si el delito se hubiere cometido por tres
funcionarios públicos, por lo menos, y previa inteli-
gencia para el efecto, la multa será de cien unidades
tributarias (100 U.T.) a dos mil unidades tributarias
(2.000 U.T.). Si el funcionario público es del ramo judicial, se re-
putará culpable de la omisión o de la excusa, siempre que recurran
las condiciones que requiere la ley para intentar contra él el recurso
de queja, a fin de hacer efectiva la responsabilidad civil. [Negrillas
agregadas]

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2. Responsabilidad civil

Además de ser responsables penalmente, las funcionarias públicas


y funcionarios públicos son responsables civilmente por los daños y
perjuicios que en ejercicio de sus funciones hubieren causado tanto
al Estado como a las personas. En esta forma, si el retardo o mora
en su cumplimiento produce que la Administración tenga que res-
ponder ante los particulares por daños y perjuicios, la funcionaria o
funcionario responsable, a su vez, debe responder a la Administra-
ción de los daños ocasionados a ella. En particular, la Ley Orgánica
de Procedimientos Administrativos establece la responsabilidad civil
de las funcionarias públicas y funcionarios públicos frente al Estado
por los daños y perjuicios causados al mismo, en virtud de sus actua-
ciones. En efecto, el mencionado instrumento normativo establece:

Artículo 6. Cuando la administración haya incurrido en mora o retar-


do en el cumplimiento de las obligaciones contraídas con los admi-
nistrados y ello acarreare daño patrimonial, el funcionario o funcio-
narios a quienes competa la tramitación del asunto, además de las
sanciones previstas en esta ley, será responsable civilmente por el
daño ocasionado a la administración.

3. Responsabilidad administrativa

Pero, además de la responsabilidad penal y civil, las funcionarias


públicas y funcionarios públicos también pueden incurrir en res-
ponsabilidad administrativa por las acciones u omisiones en el ejer-
cicio de sus funciones que impliquen violaciones del ordenamiento
jurídico. Al respecto, la Ley Orgánica de Procedimientos Adminis-
trativos prevé:

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Artículo 100. El funcionario o empleado público responsable de re-
tardo, omisión, distorsión o incumplimiento de cualquier disposición,
procedimiento, trámite o plazo, establecido en la presente Ley, será
sancionado con multa entre el cinco por ciento (5%) y el cincuenta
por ciento (50%) de su remuneración total correspondiente al mes
en que cometió la infracción, según la gravedad de la falta.

Artículo 101. La sanción prevista en el artículo anterior se aplicará


sin perjuicio de las acciones civiles, penales o administrativas a que
haya lugar. Igualmente, quedan a salvo las demás sanciones previs-
tas en la Ley de Carrera Administrativa [Hoy Ley del Estatuto de la
Función Pública].

Asimismo, además de las sanciones pecuniarias –conforme a lo


contemplado en el artículo 101 de la Ley Orgánica de Procedi-
mientos Administrativos– también pueden imponerse las sancio-
nes previstas en la Ley del Estatuto de la Función Pública, la cual
establece:

Artículo 79. Los funcionarios o funcionarias públicos responderán


penal, civil, administrativa y disciplinariamente por los delitos, faltas,
hechos ilícitos e irregularidades administrativas cometidas en el ejer-
cicio de sus funciones. Esta responsabilidad no excluirá la que pu-
diere corresponderles por efecto de otras leyes o de su condición de
ciudadanos o ciudadanas.

Aquel funcionario o funcionaria público que estando en la obligación


de sancionar, no cumpla con su deber, será sancionado por la auto-
ridad correspondiente conforme a lo establecido en la presente Ley,
sus reglamentos y demás leyes que rijan la materia. Esta responsabi-
lidad no excluirá la que pudiere corresponderles por efecto de otras
leyes o de su condición de ciudadanos o ciudadanas

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Artículo 82. Independientemente de las sanciones previstas en otras
leyes aplicables a los funcionarios o funcionarias públicos en razón
del desempeño de sus cargos, éstos quedarán sujetos a las siguien-
tes sanciones disciplinarias:

1. Amonestación escrita.

2. Destitución.

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Garant�as del Derecho
12
de Petición

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El Derecho de Petición.indd 124 02/06/14 15:30
P érez (2000) citado por Peña (2008) escribe que las
garantías constitucionales son el “conjunto de medios aptos,
expresamente previstos en el texto constitucional, para asegurar
tanto la observancia de la Constitución, como la de los derechos
en ella consagrados, y desde luego, asegurar su restablecimiento,
en caso de violación” (p. 491). En el tema específi co que nos atañe
podría afi rmarse que constituyen los medios destinados a impedir
los ataques preventivos o represivos que contra el Derecho de
Petición pudieran desplegar los Poderes Públicos, autoridades,
funcionarias y funcionarios, así como los particulares destinatarios
del mencionado derecho.

En la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, a pe-


sar de existir un Título denominado: “De los Deberes, Derechos
Humanos y Garantías”, estas últimas se encuentran enunciadas a lo
largo de todo el Texto Fundamental, en otras palabras, tales garan-
tías no están concentradas en un capítulo específi co del mencio-
nado título de la Norma Suprema sino que aquellas se derivan del
examen sistemático de la Constitución. En todo caso, las garantías
constitucionales tienen una importancia vital a fi n de lograr la efi ca-
cia real del Derecho de Petición. De allí, que sea necesario estable-
cer cuáles son esas garantías previstas en el Texto Fundamental que
tienen vinculación directa con el derecho bajo análisis.

1. El Derecho de Petición forma parte de la reserva legal

La reserva legal constituye el conjunto de materias que, debido a


la transcendencia jurídica y política que revisten, son asignadas por
la Constitución de manera exclusiva al legislador, para su regulación
mediante el procedimiento de creación de las leyes previsto en
la propia Constitución, lo cual excluye la posibilidad de que tales
materias sean desarrolladas mediante reglamentos o cualquier otro
instrumento normativo que no goce de rango legal.

En este hilo argumental, coincidimos con Peña (2002) y Espinoza


(2006) quienes señalan que la estructura del principio de reserva

El Derecho de Petición en la República Bolivariana de Venezuela 125

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legal tiene doble aspecto: en primer lugar, deriva de la reserva legal
una obligación positiva (obligación de hacer), cuyo destinatario –en
principio– es el Parlamento quien debe regular las materias que
le establece la Constitución y; en segundo lugar, la reserva legal
impone una obligación negativa (obligación de no hacer) cuyo des-
tinatario son todos los Poderes de ejecución de la ley o los órganos
distintos al Poder Legislativo, es decir, los Poderes Ejecutivo, Judicial,
Ciudadano y Electoral, quienes están limitados, impedidos o veda-
dos –salvo que exista una delegación expresa de aquél debidamen-
te prevista por el propio constituyente– de regular tales materias.

La doctrina patria plantea que para establecer las materias que


son objeto de la reserva legal debe recurrirse a las expresiones
lingüísticas empleadas por las y los constituyentistas a lo largo de
la preceptiva constitucional, así, serían ejemplo de esas expresiones:
“la ley regulará”, “regulado por la ley”, “determine la ley”, “establez-
ca la ley o establecidas en la ley”, “la ley establecerá”, “señalados en
la ley”, “la ley garantizará”, “de acuerdo con la ley”, “la ley dictará”,
“previstos en la ley”, “de conformidad con la ley”, “conforme a la
ley”, “se regirán por la ley”, “indique la ley”, “la ley limitará”, “que
fi je la ley”, “de conformidad o de acuerdo con la ley respectiva”,
“la ley proveerá”, “que la ley establezca”, “la ley adoptará”, “la ley
dispondrá”, “la ley determinará”, “atendiendo a la ley”, “atribuya la
ley”, “la ley creará”, “la ley propenderá”, “la ley regulará”, “dispuestos
en la ley”. De manera tal, que cada vez que el constituyente haya
utilizado cualquiera de aquellas fórmulas lingüísticas se estará en
presencia de una materia que debe ser objeto de regulación por
vía de ley formal; sin embargo, es necesario señalar que además
de la identifi cación de tales expresiones resulta imperioso estudiar
cada uno de los artículos a los fi nes de precisar cuándo se está
verdaderamente ante una materia que integra la aludida garantía.

Ahora bien, de la revisión de la Constitución se evidencia que lo re-


lativo a los derechos y garantías constitucionales debe ser regulado
mediante ley formal, por lo que, siendo el Derecho de Petición un
derecho constitucionalmente reconocido debe inferirse que forma
parte de la institución que se analiza en el presente acápite, esto
es, la garantía de la reserva legal. En efecto, contempla el Texto
Fundamental:

126 El Derecho de Petición en la República Bolivariana de Venezuela

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Artículo 156

Es de la competencia del Poder Público Nacional: […]

32. La legislación en materia de derechos, deberes


y garantías constitucionales; la civil, mercantil, penal, pe-
nitenciaria, de procedimientos y de derecho internacional privado;
la de elecciones; la de expropiación por causa de utilidad pública
o social; la de crédito público; la de propiedad intelectual, artística
e industrial; la del patrimonio cultural y arqueológico; la agraria; la
de inmigración y poblamiento; la de pueblos indígenas y territorios
ocupados por ellos; la del trabajo, previsión y seguridad sociales; la
de sanidad animal y vegetal; la de notarías y registro público; la de
bancos y la de seguros; la de loterías, hipódromos y apuestas en ge-
neral; la de organización y funcionamiento de los órganos del Poder
Público Nacional y demás órganos e instituciones nacionales del Es-
tado; y la relativa a todas las materias de la competencia nacional.
[Negrillas agregadas]

Aunado a lo anterior la Constitución de la República Bolivariana


de Venezuela, preceptúa que el desarrollo de los derechos consti-
tucionales, vale decir, la normación general de un derecho constitu-
cional de manera directa, frontal, global o en sus aspectos básicos,
primarios, imprescindibles o neurálgicos a fi n de darle operatividad
al mismo o asegurar su plena efectividad, deberá hacerse mediante
ley orgánica:

Artículo 203

Son leyes orgánicas las que así denomina esta Constitución; las que
se dicten para organizar los poderes públicos o para desarrollar los
derechos constitucionales y las que sirvan de marco normativo a
otras leyes.

El Derecho de Petición en la República Bolivariana de Venezuela 127

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Todo proyecto de ley orgánica, salvo aquél que esta Constitución
califique como tal, será previamente admitido por la Asamblea Na-
cional, por el voto de las dos terceras partes de los o las integrantes
presentes antes de iniciarse la discusión del respectivo proyecto de
ley. Esta votación calificada se aplicará también para la modificación
de las leyes orgánicas.

Las leyes que la Asamblea Nacional haya calificado de orgánicas


serán remitidas, antes de su promulgación, a la Sala Constitucional
del Tribunal Supremo de Justicia, para que se pronuncie acerca de
la constitucionalidad de su carácter orgánico. La Sala Constitucional
decidirá en el término de diez días contados a partir de la fecha de
recibo de la comunicación. Si la Sala Constitucional declara que no
es orgánica, la ley perderá este carácter.

Son leyes habilitantes las sancionadas por la Asamblea Nacional


por las tres quintas partes de sus integrantes, a fin de establecer
las directrices, propósitos y marco de las materias que se delegan al
Presidente o Presidenta de la República, con rango y valor de ley. Las
leyes habilitantes deben fijar el plazo de su ejercicio.

Por lo tanto, dado que la materia relativa a derechos, deberes y


garantías constitucionales debe regularse mediante ley dictada por
el Poder Público Nacional, en concreto, por la Asamblea Nacional
y, que conforme a la propia Constitución, lo concerniente al de-
sarrollo de los derechos constitucionales debe hacerse mediante
el tipo normativo denominado “ley orgánica”, forzosamente debe
concluirse que el desarrollo del Derecho de Petición debe hacerse
por ley nacional; ley que ha de revestir el carácter de orgánica.

Por último, en lo que a este acápite respecta, debe señalarse que el


régimen legal que se establezca ha de respetar el contenido esen-
cial del derecho constitucional de petición y en caso de no hacerlo
hasta llegar al punto de desnaturalizar el derecho, el instrumento
normativo podrá atacarse por razones de inconstitucionalidad por
ante la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia.

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2. El Derecho de Petición es protegible a través del amparo
constitucional

Ya se indicaba en el acápite relativo a los “Mecanismos para la De-


fensa del Derecho de Petición”, que el amparo es una forma de
tutela jurisdiccional de los derechos y garantías constitucionales,
cuyo objeto es garantizar a su titular, ante la violación o amenaza
inminente de violación de alguno de aquellos derechos y garantías,
la continuidad de su goce, disfrute o ejercicio, a través de un pro-
cedimiento oral, público, breve, gratuito, informal y expedito que
permita restablecer la situación jurídica infringida o evite la materia-
lización o permanencia del hecho lesivo y de sus efectos.

El amparo constitucional se propone la defensa y tutela judicial de


todos los derechos constitucionales de todas las personas median-
te un juicio especial. Es una institución destinada a lograr la tutela, el
cumplimiento y efectividad de los derechos y garantías previstos en
la Constitución cuando son amenazados o vulnerados, bien por los
órganos del propio Estado en cualquiera de sus niveles o bien por
particulares, éste tiene una dimensión especialmente instrumental
o de medio para asegurar el carácter supremo que tiene todo
derecho constitucional y se concreta en un juicio, que se inicia con
una demanda.

Es importante recordar, que la norma rectora contentiva del am-


paro constitucional, tal como fuera mencionado en su oportunidad,
se encuentra en el artículo 27 de la Constitución, que la institución
es regulada por la preconstitucional Ley Orgánica de Amparo so-
bre Derechos y Garantías Constitucionales; pero, que lo concer-
niente al procedimiento para su tramitación ha sido modifi cado
por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia con la
fi nalidad de ajustar el texto de la mencionada ley a los preceptos
de la Constitución.

En tenor de lo señalado en el párrafo anterior se tendría que el


Derecho de Petición como todos los Derechos contenidos en el
Título III “De los derechos humanos y garantías, y de los deberes”
de la Lex Suprema, está garantizado mediante el amparo constitu-
cional, el cual ha de interponerse ante los tribunales respectivos.

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3. El Derecho de Petición y su posible restricción durante los
estados de excepción

La regulación de los estados de excepción en la Constitución de la


República Bolivariana de Venezuela, se presenta como novedosa en
comparación con el texto constitucional que le precediera. Así, la
normativa constitucional comienza por defi nir qué debe entender-
se por la expresión “estados de excepción”, establece cuáles son
las consecuencias, modalidades, requisitos, duración y formas de
control que se ejercen sobre los decretos que declaren la existen-
cia de situaciones excepcionales. Así, puede leerse del texto cons-
titucional lo siguiente:

Artículo 337

El Presidente o Presidenta de la República, en Consejo de Ministros,


podrá decretar los estados de excepción. Se califican expresa-
mente como tales las circunstancias de orden social,
económico, político, natural o ecológico, que afec-
ten gravemente la seguridad de la Nación, de las ins-
tituciones y de los ciudadanos y ciudadanas, a cuyo
respecto resultan insuficientes las facultades de las
cuales se disponen para hacer frente a tales hechos.
En tal caso, podrán ser restringidas temporalmente las garantías
consagradas en esta Constitución, salvo las referidas a los derechos
a la vida, prohibición de incomunicación o tortura, el derecho al
debido proceso, el derecho a la información y los demás derechos
humanos intangibles. [Negrillas agregadas]

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Artículo 338

Podrá decretarse el estado de alarma cuando se produzcan catás-


trofes, calamidades públicas u otros acontecimientos similares que
pongan seriamente en peligro la seguridad de la Nación o de sus
ciudadanos y ciudadanas. Dicho estado de excepción durará hasta
treinta días, siendo prorrogable por treinta días más.

Podrá decretarse el estado de emergencia económica cuando se


susciten circunstancias económicas extraordinarias que afecten gra-
vemente la vida económica de la Nación. Su duración será de hasta
sesenta días prorrogables por un plazo igual.

Podrá decretarse el estado de conmoción interior o exterior en caso


de conflicto interno o externo, que ponga seriamente en peligro la
seguridad de la Nación, de sus ciudadanos y ciudadanas, o de sus
instituciones. Se prolongará hasta por noventa días, siendo prorroga-
ble hasta por noventa días más.

La aprobación de la prórroga de los estados de excepción corres-


ponde a la Asamblea Nacional. Una ley orgánica regulará los esta-
dos de excepción y determinará las medidas que pueden adoptarse
con base en los mismos.

Artículo 339

El Decreto que declare el estado de excepción, en el cual se regulará


el ejercicio del derecho cuya garantía se restringe, será presentado,
dentro de los ocho días siguientes de haberse dictado, a la Asamblea
Nacional, o a la Comisión Delegada, para su consideración y aproba-
ción, y a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, para
que se pronuncie sobre su constitucionalidad. El Decreto cumplirá
con las exigencias, principios y garantías establecidos en el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos y en la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. El Presidente o Presidenta de
la República podrá solicitar su prórroga por un plazo igual, y será
revocado por el Ejecutivo Nacional o por la Asamblea Nacional o
por su Comisión Delegada, antes del término señalado, al cesar las
causas que lo motivaron.

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La declaratoria del estado de excepción no interrumpe el funciona-
miento de los órganos del Poder Público.

Como puede observarse, los Estados de Excepción son las circuns-


tancias que pueden afectar el normal desarrollo de la vida ciudada-
na, incidiendo sobre la legitimidad de las actuaciones de los Poderes
Públicos en razón de su gravedad y aparición casi imprevista y frente
a los cuales se requiere la adopción de medidas distintas a las que
ordinariamente se aplican. Éstos incluyen la existencia de contiendas
bélicas, catástrofes naturales en grandes magnitudes y con efectos
devastadores (terremotos, maremotos, inundaciones, deslaves, se-
quías generalizadas, aumentos exponenciales o bajas considerables
de la temperatura), acontecimientos de naturaleza social, capaces de
incidir negativamente sobre el sistema institucional (crisis bancaria,
acaparamiento y ataques económicos, movimientos separatistas o
de exterminio étnico, la existencia y actividad de poderosos grupos
de delincuencia organizada) y, en general, cualquier tipo de acon-
tecimientos capaz de afectar de manera delicada el orden público
(epidemias que afecten a un número considerable de personas, la
aparición de nuevas enfermedades respecto de las cuales no exista
tratamiento conocido y que son capaces de propagarse haciendo a
la población indefensa).

Asimismo, resulta importante destacar de la preceptiva constitu-


cional citada, que el objeto de las medidas son las garantías consti-
tucionales, es decir, los medios a través de los cuales los derechos
humanos se manifi estan y pueden ser tutelados; que el decreto
contentivo de las medidas de excepción, según la modalidad de
que se trate, tiene una duración impuesta por la propia Constitu-
ción; que las medidas de excepción a decretarse, de acuerdo con
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, son: el
estado de alarma, el estado de emergencia económica, el estado
de conmoción interior y el estado de conmoción exterior; que la
regulación de los Estados de Excepción y las medidas que pueden
adoptarse con base en los mismos está reservada al tipo norma-
tivo denominado por el Texto Fundamental como “ley orgánica”;
que el mencionado decreto está sujeto al control por parte de la

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Asamblea Nacional o de su Comisión Delegada y de Sala Consti-
tucional del Tribunal Supremo de Justicia.

Ahora bien, teniendo en cuenta que al ser decretado cualquiera


de los estados de excepción por la Presidenta o Presidente de la
República en Consejo de Ministras y Ministros, en aplicación de la
normativa arriba citada, podrán –como se ha dicho– ser restringi-
das temporalmente las garantías, salvo las referidas a los derechos a
la vida, prohibición de incomunicación o tortura, derecho al debido
proceso o a la información y los demás derechos humanos intan-
gibles, derechos éstos que aparecen taxativamente enumerados en
el artículo 7 de la Ley Orgánica sobre Estados de Excepción, y
dentro de los cuales no fi gura el Derecho de Petición, debe con-
cluirse a la luz de los argumentos acá explanados que su garantía
es susceptible de ser restringida.

En otras palabras, al no encontrarse el Derecho de Petición entre


las excepciones del artículo 337 de la Constitución (derecho a la
vida, prohibición de incomunicación o tortura, al debido proceso e
información), ni tampoco en la lista taxativa de derechos prevista
en el artículo 7 de la Ley Orgánica sobre los Estados de Excepción
(derecho a la vida; el reconocimiento a la personalidad jurídica;
protección de la familia; igualdad ante la ley; nacionalidad; libertad
personal y prohibición de práctica de desaparición forzada de per-
sonas; integridad personal, física, psíquica y moral; a no ser sometida
o sometido a esclavitud o servidumbre; libertad de pensamien-
to, conciencia y religión; legalidad e irretroactividad de las leyes,
especialmente de las leyes penales; el debido proceso; al amparo
constitucional; la participación, sufragio y acceso a la función pública;
y la información) habría que inferir que su garantía puede ser res-
tringida en los términos establecidos en el decreto de excepción.

Al respecto, señala Rondón de Sansó (2011) que “la restricción


[…] implica que el decreto que la acuerda, lo que hace es facultar
al Ejecutivo para dictar una legislación temporal reguladora de una
determinada materia, que se sobreponga a la normativa existente,
seguramente, contenida en una ley formal y, en tal sentido, consti-
tutiva de una excepción a la rigidez de la reserva legal” (p.768). En
consecuencia, el efecto más evidente que tiene el decreto que re-
conoce la existencia del estado de excepción es indubitablemente

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su incidencia sobre la reserva legal, lo cual se manifi esta en la po-
sibilidad de dictar normas sobre el Derecho de Petición y en la
suspensión temporal de las normas regulatorias del mencionado
derecho que han sido modifi cadas por el decreto sobre estado de
excepción.

Por lo que atañe a la posibilidad de dictar normas sobre el Derecho


de Petición, el decreto del Ejecutivo va a sustituir a la legislación
ordinaria regulatoria del mismo por el tiempo que dure el estado
de excepción, de allí que, al producirse su cese, deberá regresarse a
la normativa regular. En cuanto a la posibilidad de suspensión tem-
poral de las normas relativas al Derecho de Petición que han sido
modifi cadas por el decreto que crea el estado de excepción, esta
segunda fórmula está expresamente contemplada en el artículo 21
de la Ley Orgánica sobre Estado de Excepción, la cual señala que
el decreto que declare el estado de excepción suspende tempo-
ralmente, en las leyes vigentes, los artículos incompatibles con las
medidas dictadas en dicho decreto.

4. El Derecho de Petición puede ser modificado en la Constitu-


ción sólo a través de la Enmienda o Reforma Constitucional

La revisión, reajuste o modifi cación de la Constitución de la Repú-


blica Bolivariana de Venezuela, se materializa a través de los meca-
nismos contemplados en su Título IX, denominado: “De la Reforma
Constitucional”. Al respecto, vale la pena recordar, que la tramita-
ción de tales medios de revisión del Texto Fundamental están so-
metidos a la consideración del Poder Popular, al pueblo, detentador
del Poder Constituyente, y esto encuentra su justifi cación en el
principio de democracia participativa y protagónica que inspiró y
guió la elaboración de la Constitución.

Para una mayor comprensión del tema que nos ocupa resulta ne-
cesario traer a colación las normas de la Constitución que delinean
conceptualmente lo que ha de entenderse por dos de los meca-
nismos de revisión de la “Ley Suprema”, esto es: la reforma y la
enmienda constitucional:

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Artículo 340

La enmienda tiene por objeto la adición o modificación de uno


o varios artículos de esta Constitución, sin alterar su estructura
fundamental.

Artículo 342

La reforma constitucional tiene por objeto una revisión parcial de


esta Constitución y la sustitución de una o varias de sus normas que
no modifiquen la estructura y principios fundamentales del texto
constitucional.

Como puede observarse de la normativa transcrita la enmienda se


limitaría a un añadido o modifi cación en uno o varios artículos de
la Constitución, ésta no implica la supresión de alguna de sus nor-
mas, empero, sí la modifi cación de aquéllas; comprende una mínima
alteración de la Lex Suprema, sin que ello afecte en medida alguna
su estructura fundamental, es decir, la sistemática y el cuerpo axio-
lógico que sustenta y legitima su realización por parte del Estado
y los actores que hacen vida en él. Por su parte, la reforma cons-
titucional, tiene un carácter más omnicomprehensivo o abarcante,
produce una alteración de mayor intensidad que aquélla, pues se
encamina a un reexamen parcial cuyos resultados conducen a la
modifi cación e incluso sustitución total de una o varias disposicio-
nes normativas, pero preservándose siempre la estructura y princi-
pios fundamentales de la Constitución.

En tenor de lo señalado ut supra, resulta evidente que la modifi ca-


ción de la norma constitucional contentiva del Derecho de Petición
(art. 51 de la CRBV), únicamente puede realizarse a través de los
mecanismos superagravados de revisión constitucional previstos en
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, esto es,
mediante la enmienda o reforma constitucional.

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5. Garantía de la indegnidad o a no ser perseguida y perseguido
por las peticiones formuladas

La garantía de la indegnidad se presenta como específi ca a la ins-


titución peticionaria, es decir, propia o inmanente a la efi cacia de
este derecho y signifi ca que la persona no debe ser castigada o san-
cionada por el simple hecho de haber formulado una petición a la
autoridad, funcionaria pública o funcionario público, en consecuen-
cia, la fi nalidad de la mencionada garantía es evitar todo tipo de
represalias o venganzas de cualquier especie hacia la peticionaria o
peticionario en virtud del ejercicio del derecho en estudio, supone
que no se podrá derivar perjuicio alguno para aquélla o aquél, salvo
que haya incurrido en delito, ilícito o falta, para lo cual será necesa-
rio seguir un procedimiento acompañado de las debidas garantías.
Lo anterior, aun cuando pareciera ser obvio, es necesario recor-
darlo, pues, pudiera haber quienes quisieran atacar, causar un mal
o perjuicio a la peticionaria o peticionario por ejercer un derecho
que se encuentra constitucionalmente reconocido.

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, nada dice


sobre el derecho de las personas a no ser perseguidas por las pe-
ticiones formuladas; sin embargo, ello no signifi ca que tal inmunidad
no quede garantizada, sino que está sobreentendida en el resto de
las garantías y derecho constitucionales.

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El Derecho de Petición
13
� la actuación de la
Defensor�a del Pueblo

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U na de las tantas innovaciones introducidas por la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, a
nuestro sistema constitucional es la creación del Poder Ciudadano,
el cual encuentra sus bases en el ideario eterno de Simón Bolívar
y que fuera, en concreto, propuesto por el Libertador en su
Proyecto de Constitución presentado al Congreso de Angostura
el 15 de febrero de 1819. Tal institución de rango constitucional
se encuentra integrada por el Ministerio Público, la Contraloría
General de la República y la Defensoría del Pueblo y sus titulares
forman el Consejo Moral Republicano, órgano encargado de
prevenir, investigar y sancionar los hechos que atenten contra la
ética pública y la moral administrativa; velar por la buena gestión
en el uso del patrimonio público, el cumplimiento y la aplicación
del principio de la legalidad en toda la actividad administrativa del
Estado, e igualmente, promover la educación como proceso creador
de la ciudadanía, así como la solidaridad, la libertad, la democracia, la
responsabilidad social y el trabajo. Al respecto, establece la Norma
Suprema:

Artículo 273

El Poder Ciudadano se ejerce por el Consejo Moral Republicano in-


tegrado por el Defensor o Defensora del Pueblo, el Fiscal o la Fiscal
General y el Contralor o Contralora General de la República.

Los órganos del Poder Ciudadano son la Defensoría del Pueblo, el


Ministerio Público y la Contraloría General de la República, uno o una
de cuyos o cuyas titulares será designado o designada por el Consejo
Moral Republicano como su Presidente o Presidenta por períodos de
un año, pudiendo ser reelegido o reelegida.

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El Poder Ciudadano es independiente y sus órganos gozan de autono-
mía funcional, financiera y administrativa. A tal efecto, dentro del pre-
supuesto general del Estado se le asignará una partida anual variable.

Su organización y funcionamiento se establecerá en ley orgánica.

Artículo 274

Los órganos que ejercen el Poder Ciudadano tienen a su cargo, de


conformidad con esta Constitución y con la ley, prevenir, investigar y
sancionar los hechos que atenten contra la ética pública y la moral
administrativa; velar por la buena gestión y la legalidad en el uso del
patrimonio público, el cumplimiento y la aplicación del principio de la
legalidad en toda la actividad administrativa del Estado, e igualmen-
te, promover la educación como proceso creador de la ciudadanía,
así como la solidaridad, la libertad, la democracia, la responsabilidad
social y el trabajo.

Artículo 275

Los o las representantes del Consejo Moral Republicano formularán


a las autoridades, funcionarios o funcionarias de la Administración
Pública, las advertencias sobre las faltas en el cumplimiento de sus
obligaciones legales. De no acatarse estas advertencias, el Consejo
Moral Republicano podrá imponer las sanciones establecidas en la
ley. En caso de contumacia, el Presidente o Presidenta del Consejo
Moral Republicano presentará un informe al órgano o dependencia
al cual esté adscrito o adscrita el funcionario público o la funcionaria
pública, para que esa instancia tome los correctivos de acuerdo con
el caso, sin perjuicio de las sanciones a que hubiere lugar de confor-
midad con la ley.

[…]

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Artículo 277

Todos los funcionarios o funcionarias de la Administración Pública


están obligados u obligadas, bajo las sanciones que establezca la ley,
a colaborar con carácter preferente y urgente con los o las represen-
tantes del Consejo Moral Republicano en sus investigaciones. Éste
podrá solicitarles las declaraciones y documentos que consideren
necesarios para el desarrollo de sus funciones, incluidos aquellos que
hayan sido clasificados o catalogados con carácter confidencial o
secreto de acuerdo con la ley. En todo caso, el Poder Ciudadano sólo
podrá suministrar la información contenida en documentos confiden-
ciales o secretos mediante los procedimientos que establezca la ley.

Artículo 278

El Consejo Moral Republicano promoverá todas aquellas actividades


pedagógicas dirigidas al conocimiento y estudio de esta Constitución,
al amor a la patria, a las virtudes cívicas y democráticas, a los valores
trascendentales de la República y a la observancia y respeto de los
derechos humanos.

De los órganos que integran el Poder Ciudadano el más novedoso


de ellos, por no tener precedente en el constitucionalismo vene-
zolano, es la Defensoría del Pueblo. Su objeto no es más que la
promoción, defensa y vigilancia de los derechos y garantías estable-
cidos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y
en los tratados internacionales sobre derechos humanos, además
de los intereses legítimos, colectivos o difusos de los ciudadanos y
ciudadanas. Tal órgano constitucional integrante del Poder Público,
se encuentra bajo la conducción de la Defensora o Defensor del
Pueblo. Al respecto, resulta oportuno traer acá las siguientes nor-
mas del texto constitucional:

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Artículo 280

La Defensoría del Pueblo tiene a su cargo la promoción, defensa y vi-


gilancia de los derechos y garantías establecidos en esta Constitución
y en los tratados internacionales sobre derechos humanos, además
de los intereses legítimos, colectivos o difusos de los ciudadanos y
ciudadanas.

La Defensoría del Pueblo actuará bajo la dirección y responsabilidad


del Defensor o Defensora del Pueblo, quien será designado o desig-
nada por un único período de siete años.

Para ser Defensor o Defensora del Pueblo se requiere ser venezola-


no o venezolana por nacimiento y sin otra nacionalidad, mayor de
treinta años, con manifiesta y demostrada competencia en materia
de derechos humanos y cumplir con las exigencias de honorabilidad,
ética y moral que establezca la ley. Las faltas absolutas o temporales
del Defensor o Defensora del Pueblo serán cubiertas de acuerdo con
lo dispuesto en la ley.

Artículo 281

Son atribuciones del Defensor o Defensora del Pueblo:

1. Velar por el efectivo respeto y garantía de los derechos huma-


nos reconocidos en esta Constitución y en los tratados, convenios y
acuerdos internacionales sobre derechos humanos ratificados por la
República, investigando de oficio o a instancia de parte las denuncias
que lleguen a su conocimiento.

2. Velar por el correcto funcionamiento de los servicios públicos, am-


parar y proteger los derechos e intereses legítimos, colectivos o difu-
sos de las personas, contra las arbitrariedades, desviaciones de poder
y errores cometidos en la prestación de los mismos, interponiendo
cuando fuere procedente las acciones necesarias para exigir al Es-
tado el resarcimiento a las personas de los daños y perjuicios que
les sean ocasionados con motivo del funcionamiento de los servicios
públicos.

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3. Interponer las acciones de inconstitucionalidad, amparo, hábeas
corpus, hábeas data y las demás acciones o recursos necesarios
para ejercer las atribuciones señaladas en los numerales anteriores,
cuando fuere procedente de conformidad con la ley.

4. Instar al Fiscal o a la Fiscal General de la República para que


intente las acciones o recursos a que hubiere lugar contra los funcio-
narios públicos o funcionarias públicas, responsables de la violación
o menoscabo de los derechos humanos.

5. Solicitar al Consejo Moral Republicano que adopte las medidas a


que hubiere lugar respecto a los funcionarios públicos o funcionarias
públicas responsables de la violación o menoscabo de los derechos
humanos.

6. Solicitar ante el órgano competente la aplicación de los correctivos


y las sanciones a que hubiere lugar por la violación de los derechos
del público consumidor y usuario, de conformidad con la ley.

7. Presentar ante los órganos legislativos municipales, estadales o


nacionales, proyectos de ley u otras iniciativas para la protección
progresiva de los derechos humanos.

8. Velar por los derechos de los pueblos indígenas y ejercer las accio-
nes necesarias para su garantía y efectiva protección.

9. Visitar e inspeccionar las dependencias y establecimientos de los


órganos del Estado, a fin de garantizar la protección de los derechos
humanos.

10. Formular ante los órganos correspondientes las recomendacio-


nes y observaciones necesarias para la eficaz protección de los de-
rechos humanos, en virtud de lo cual desarrollará mecanismos de co-
municación permanente con órganos públicos o privados, nacionales
e internacionales, de protección y defensa de los derechos humanos.

11. Promover y ejecutar políticas para la difusión y efectiva protec-


ción de los derechos humanos.

12. Las demás que establezcan esta Constitución y la ley.

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Del objeto de la Defensoría del Pueblo y de sus atribuciones (la
promoción, defensa y vigilancia de los derechos humanos previs-
tos en Ley Suprema y en los tratados internacionales de derechos
humanos, inclusive, de los derechos colectivos y difusos; velar por
servicios públicos adecuados, efi cientes y de calidad y, por ende,
del correcto funcionamiento de la Administración Pública) resulta
patente que la Institución Nacional de Derechos Humanos, se en-
cuentra en el deber de hacer todo lo que esté a su alcance a los
fi nes de velar por el respeto efectivo del Derecho de Petición y de
oportuna y adecuada respuesta.

Sin embargo, es oportuno aclarar que conforme a la Constitu-


ción de la República Bolivariana de Venezuela y la Ley Orgánica
de la Defensoría del Pueblo, la Institución Nacional de Defensa
de los Derechos Humanos no está facultada para subrogar a la
Administración Pública y, por ende, a la autoridad, funcionaria pú-
blica o funcionario público a quien se le ha dirigido una petición. A
ello también habría que agregar que tampoco está facultada para
coaccionar, constreñir u obligar a la destinataria o destinatario de
la petición a dar oportuna y adecuada respuesta, ni mucho menos
aplicar sanciones administrativas dado la naturaleza eminentemen-
te persuasiva del órgano constitucional en referencia.

Lo que sí podría realizar la Defensoría del Pueblo, al recibir una


denuncia por presunta vulneración del derecho constitucional de
petición es lo siguiente:

a) Dar inicio a la correspondiente investigación a los fi nes


de verifi car los hechos planteados por la peticionaria o
peticionario.

b) Una vez constatada la vulneración del derecho, la Defen-


soría del Pueblo deberá procurar el restablecimiento de la
situación jurídica infringida mediante el ejercicio de la ma-
gistratura de la persuasión. Para tal fi n, podrá recurrirse a la
realización de traslado u ofi cios, o cualquier otra actuación
equivalente dirigida a alcanzar que la Administración brinde
respuesta a la peticionaria o peticionario; y

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c) En caso que las actuaciones emprendidas por la Defensoría
del Pueblo resultaren infructuosas, deberá orientarse a la
peticionaria o peticionario sobre las alternativas judiciales
que dispone para la garantía de sus derechos, así como los
procedimientos aplicables.

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busqueda=1630&clave_busqueda=19304

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