Invocaciones Del Otro Mundo

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Un cráneo Pedro Francisco Sánchez Nava,

y un caracol y MaríaÁngelTeresa
Iván Rivera Guzmán
Castillo Mangas
de estilo • Coordinadores

Mixteca-Puebla
PATRIMONIO
RECUPERADO
Un cráneo y un caracol
de estilo Mixteca-Puebla:
patrimonio recuperado

——— ———
Arqueología

serie logos
Un cráneo y un caracol
de estilo Mixteca-Puebla:
patrimonio recuperado

——— ———

Pedro Francisco Sánchez Nava,


Ángel Iván Rivera Guzmán
y María Teresa Castillo Mangas
Coordinadores

INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA


Un cráneo y un caracol de estilo Mixteca-Puebla: patrimonio recuperado /
coordinadores Pedro Francisco Sánchez Nava et al. – México: Instituto Nacional
de Antropología e Historia, 2011.
144 p.: fotos, il.; 23 cm. – (Colección Arqueología. Serie Logos).

ISBN: 978-607-484-170-1

1. Piezas arqueológicas – Robo – México. 2. Saqueo arqueológico – México.


3. Patrimonio arqueológico – Recuperación – México. 4. Mixteca-Puebla (Estilo)
– Arqueología – México. 5. Cráneos (en religión, folklore, etc.) 6. Caracoles
(en religión, folklore, etc.) I. Sánchez Nava, Pedro Francisco, coord. II. Rivera
Guzmán, Angel Iván, coord. III. Castillo Mangas, María Teresa, coord. IV. Serie.

LC: CC130 / C72

Primera edición: 2011

D.R. © Instituto Nacional de Antropología e Historia


Córdoba 45, col. Roma, C.P. 06700, México, D.F.
[email protected]

ISBN: 978-607-484-170-1

Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial


de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y
el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización
por escrito de los titulares de los derechos de esta edición.

Impreso y hecho en México.


Índice

——— ———

Prólogo
Nelly M. Robles García 9

Introducción
Pedro Francisco Sánchez Nava 13

Historia de dos piezas arqueológicas excepcionales


Pedro Francisco Sánchez Nava 19

Un cráneo humano y una concha grabados en estilo


Mixteca-Puebla
Javier Urcid Serrano 33

Invocaciones del otro mundo: caracol, cráneo y el culto


a los ancestros
Maarten Jansen 57

Análisis tafonómico y tecnológico del cráneo humano


Jorge Arturo Talavera González y Juan Martín Rojas Chávez 81

El cráneo grabado. Consideraciones anatómicas


Rodrigo Mercado Pimentel 93
La trompeta de caracol labrada: ejemplar biológico y análisis
de sus huellas de manufactura
Adrián Velázquez Castro, Belem Zúñiga Arellano
y Norma Valentín Maldonado 101

Estudio no destructivo mediante pixe del cráneo


y caracol grabados
José Luis Ruvalcaba Sil 111

Comentarios finales
Pedro Francisco Sánchez Nava
y Ángel Iván Rivera Guzmán 123

Bibliografía 129

Anexo. Reporte de laboratorio


Antonio Flores Díaz 139
Prólogo

——— ———

La pérdida de elementos del patrimonio cultural, hoy en día con pro-


bados valores científicos y sociales, constituye un lamentable drama
al que nos enfrentamos no sólo los arqueólogos y otros científicos es-
tudiosos de sus varios aspectos, sino también las comunidades y los
grupos sociales, para quienes perder un objeto patrimonial significa
arrancar una parte de su historia y en muchos casos también de su
identidad.
Con plena certeza podemos decir que en nuestros días México se
encuentra en el camino correcto hacia la búsqueda y recuperación de
objetos del patrimonio cultural que han sido motivo de expolio. Di-
versos esfuerzos se han conjuntado entre las instituciones oficiales de
conservación e investigación de ese patrimonio y aquellas encargadas
de la impartición de justicia en el país, las que incluso a través de
alianzas internacionales, como la Interpol y otras derivadas de la firma
de las convenciones correspondientes, así como de convenios institu-
cionales, tienden redes de investigación para tratar de evitar el alcan-
ce internacional de los delitos que resultan de esta práctica. Entre
estas últimas podemos ver claramente que se apunta hacia la especia-
lización en la atención de los delitos que se tipifican en el ámbito del
tráfico ilícito, saqueo y destrucción del patrimonio cultural.
La historia de la recuperación de dos piezas excepcionales, como
son el cráneo y la trompeta de caracol grabados, motivo de este libro,
es una historia feliz que nos narra la odisea por la que atraviesan los
objetos y sus benefactores, quienes los buscan afanosamente en el bajo

9
Nelly M. Robles García

y sórdido mundo de la delincuencia, y en un ejercicio magistral de


inteligencia sorprenden al delincuente con sus propios métodos para,
finalmente, recuperar una extraordinaria colección de objetos del
patrimonio cultural que en su momento correspondió a varias culturas,
países y grupos de interés. El mejor momento de la trama en la prime-
ra parte de la obra es cuando el arqueólogo se enfrenta con la colección
y no puede evitar quedar perplejo ante la gran cantidad de objetos que
el coleccionista había acumulado a lo largo de años de una práctica
ilegal de acopio de objetos culturales.
Así pudo haber terminado esta historia: cuando el trabajo de recu-
peración oficial se llevó a cabo, y policía y arqueólogo estrecharon las
manos celebrando el éxito de la misión. Sin embargo, el cráneo y el
caracol grabados, dos extraordinarios ejemplos del arte Mixteco de
Mesoamérica, que eran los objetos más relevantes de la colección,
corrieron con una enorme suerte ya que habían caído en las manos del
científico adecuado, en el momento adecuado, para que su destino
fuera definitivamente más allá del reporte técnico de su rescate y su
consecuente descanso en un archivo.
Sin lugar a dudas, podemos decir que la parte más feliz de esta his-
toria se inicia con la decisión de estudiar a fondo estos objetos y tratar
de interpretarlos a la luz de diferentes ciencias, aun cuando su contex-
to original se había perdido para siempre.
Conocer el perfil profesional de los coordinadores de esta obra
—Pedro Francisco Sánchez Nava, quien personalmente recuperó los
objetos motivo de este estudio, y María Teresa Castillo Mangas y
Ángel Iván Rivera Guzmán, conocedores de la arqueología y especia-
listas en el ámbito del registro arqueológico— implica conocer a
fondo a la institución encargada de la conservación del patrimonio
arqueológico de México, el INAH, pues todos ellos ocupan puestos de
gran importancia en la investigación académica, así como en la admi-
nistración y gestión culturales. Por lo tanto, al ser motivo de su aten-
ción e interés académico, la suerte de estos emblemáticos objetos
adquirió un rumbo inusitado pues fueron ubicados en el contexto de
la investigación científica. Los investigadores mostraron su habilidad
para hacer pasar los objetos del escritorio del policía al cubículo y la-

10
Prólogo

boratorio del científico. Magistralmente, esas dos piezas que estaban


destinadas a quedar en manos del mejor postor se vieron, en cambio,
en el centro de discusiones académicas del mundo de las ciencias so-
ciales (arqueología, etnohistoria y antropología física) y las ciencias
exactas (física, química y biología).
La obra finalmente titulada Un cráneo y un caracol de estilo Mixteca-
Puebla: patrimonio recuperado, muestra los resultados del trabajo cien-
tífico que, dicho sea de paso, trató de ser desvirtuado por intereses de
aquellos que en el fondo aprueban el vandalismo y la rapiña que sig-
nifica el coleccionismo, con el único afán de mostrar su acuerdo con
que los objetos arqueológicos sigan exhibiéndose en oficinas elegantes
de banqueros y empresarios como trofeos a su inteligencia.
Sin embargo, en nada se desvirtúa el excelente trabajo compilado
por Sánchez Nava, Castillo Mangas y Rivera Guzmán, en el que ofre-
cen al amplio público el verdadero valor científico de los objetos es-
tudiados: dos piezas de arte grabadas en el más puro estilo de los códi-
ces Mixtecos. Mediante su actitud profesional, los autores dieron a los
objetos la oportunidad de revelar su significado ante el mundo y la
posibilidad de ubicarlos entre los objetos más valiosos del arte post-
clásico Mixteco de Mesoamérica.
Para su estudio, los coordinadores convocaron a los especialistas
más connotados en los diversos campos. De esta manera, la iconogra-
fía de los objetos es explorada e interpretada en dos estudios: uno de
Javier Urcid, y el otro de Maarten Jansen, quienes al ser los mayores
conocedores de la iconografía prehispánica oaxaqueña, dan luz sobre
el significado de los grabados en ambos objetos.
Los análisis taxonómico y tecnológico del cráneo fueron hechos
por Jorge Arturo Talavera González y Juan Martín Rojas Chávez. La
anatomía del cráneo fue estudiada por Rodrigo Mercado Pimentel.
Las huellas de manufactura en el caracol grabado fueron investiga-
das por Adrián Velásquez Castro, Belem Zúñiga Arellano y Norma
Valentín Maldonado. Finalmente, el fundamental estudio mediante
PIXE, realizado por José Luis Ruvalcaba Sil, muestra que el uso de las
nuevas tecnologías nos da la respuesta para analizar los finísimos da-
tos que permiten estudios elementales de las trazas de los materiales

11
Nelly M. Robles García

utilizados sobre los objetos, coadyuvando así en la determinación de


su autenticidad.
Esta obra difunde los resultados de un esfuerzo enorme por la ver-
dadera conservación del patrimonio cultural arqueológico y va mucho
más allá de la sola descripción de los aspectos estéticos de los dos
objetos, alcance con el que muchos arqueólogos e historiadores del
arte se hubiesen conformado. Sin embargo, el equipo de especialistas
decidió hacer a los objetos y sus materiales todas las preguntas posibles,
cuyas respuestas comprobadas se encuentran contenidas entre las
cuartillas de este afortunado trabajo.
Si de algo estamos seguros es de que esos objetos tuvieron el mejor
destino posible al ser motivo de esta publicación. Sin duda, el lector
encontrará en sus páginas una historia fascinante que se suma al placer
de saber que ambos objetos representan una victoria en la constante
lucha entre el coleccionismo hueco y el significado científico de los
objetos arqueológicos.

Nelly M. Robles García

12
Introducción

——— ———

En este libro, que gira en torno a dos extraordinarias piezas producto del
genio creador de una de las culturas que se desarrollaron en lo que hoy es
México, de su conceptualización del mundo, de su cosmogonía mágica y
compleja y, desde luego, de las manos expertas que las elaboraron con la
paciencia del artista más refinado, el lector podrá encontrar un cúmulo
de experiencias e ideas, conclusiones y lecturas diversas, resultado de
la participación de especialistas en varias disciplinas que conjugaron
sus conocimientos para desentrañar algunos de los misterios que guar-
daron, durante siglos, un extraño cráneo y un hermoso caracol, piezas
que pronto estarán en las vitrinas de algún museo, iluminados por una
tenue luz que realzará los motivos grabados que los ornan, admirados
por miles de visitantes de los que quizás algunos reflexionarán sobre
el personaje al que perteneció la pieza ahora expuesta o el ceremonial
del que formó parte esencial la trompeta de caracol que resguarda el
cristal de la vitrina. ¿Qué pudo pasar por la mente de aquel individuo?
o ¿qué o a quién se pudo convocar con el grave sonido de la caracola?
Eso es algo de lo que se buscó desentrañar a partir de las acuciosas
investigaciones, ahora vertidas en las páginas que componen este
volumen, aun cuando tenemos claro que a partir de su lectura se ge-
nerarán más preguntas, más inquietudes, pero finalmente ese es el
eterno camino del conocimiento.
Esta historia se inicia con una excavación clandestina, con el saqueo
de algún o algunos sitios arqueológicos que resguardaron durante siglos

13
Pedro Francisco Sánchez Nava

a las piezas que hoy ocupan nuestra atención; este libro es sólo parte del
largo y sinuoso camino que ambas tuvieron que recorrer como resultado
de ese afán por poseer lo extraño, lo exótico, lo antiguo, aspectos que,
entre otros, caracterizan el fenómeno del coleccionismo.
El coleccionismo de bienes culturales, y particularmente el que se
refiere a piezas arqueológicas, es un fenómeno que ha permanecido a
lo largo del tiempo y que afecta, de manera principal, a países en vías
de desarrollo, con antiguas raíces culturales y con políticas y sistemas
de protección que no alcanzan a resguardar la totalidad de su riqueza
arqueológica.
El coleccionismo es por ello el detonante de una serie de actividades
que no sólo tienen que ver con acciones delictivas, sino que impactan
igualmente ámbitos académicos, en tanto se coarta el acceso al cono-
cimiento de las sociedades antiguas que dieron origen y constituyen
una parte importante de la identidad de las naciones actuales.
En ese orden de ideas podemos establecer que, derivadas del colec-
cionismo que es en sí todo un tema, se desencadenan situaciones de
saqueo y alteración de yacimientos arqueológicos, tráfico clandestino
de las piezas expoliadas, acciones encubiertas para el traslado de tales
bienes fuera de los lugares de origen y compra-venta de los mismos en
un “mercado negro” que se da en el ámbito internacional, en países
principalmente centro-europeos, Estados Unidos de Norteamérica y
recientemente de Asia, fenómeno que es facilitado por la globalización
en la que estamos inmersos y por el intercambio inmediato y general-
mente anónimo de información, a través de las diferentes y modernas
formas de comunicación con las que ahora se cuenta.
El libro que ahora tiene el lector en sus manos aborda este tema y
sus consecuencias desde diferentes facetas, que van desde una reflexión
en torno al ingente acopio de piezas arqueológicas vistas como objetos
de contemplación y prestigio o como simple mercancía, hasta el desa-
rrollo de una historia real en la que una colección en venta, y particu-
larmente dos piezas, se convierte en el punto central de la misma. Las
situaciones anecdóticas, las acciones policiacas y finalmente la recu-
peración de los objetos y su repatriación al país de donde fueron sa-
queadas, dan pie a una serie de estudios realizados por especialistas,

14
Introducción

cuyo objetivo fue recuperar, para el conocimiento de la colectividad,


la información de la que fueron despojadas las piezas al ser extraídas,
arrancadas de un contexto único e irrepetible, tal como se arrancan
las páginas de un libro sólo para admirar la belleza de la caligrafía o la
estética y calidad de las ilustraciones en ellas plasmadas, sin que im-
porte el contenido intrínseco del volumen mutilado.
Esta reunión de especialistas, este esfuerzo colectivo es, sin lugar a
dudas, el principal mérito de la obra. A través de los diversos estudios
practicados a las dos piezas más sobresalientes de la colección repatriada
fue posible establecer el origen geográfico de las mismas, su filiación
cultural, su temporalidad, sus características formales y, en algunos
casos, su función. En el caso del caracol grabado, se pudo determinar
su especie, el área geográfica de colecta, las herramientas con que
fueron grabadas las escenas que obran en su superficie, amén de reali-
zarse el estudio iconográfico correspondiente. Por lo que concierne al
cráneo humano, fue posible determinar el sexo del individuo, su edad
aproximada, algunas características morfológicas y anatómicas, varias
de las cuales pudieran considerarse patológicas. A través de la mirada
de los especialistas se logró saber la forma en que fue “preparada” la
pieza para poder grabar, en toda su superficie, diversas y emblemáticas
escenas, identificar huellas de desollamiento, así como las herramientas
prehispánicas utilizadas en dicha tarea y en el propio grabado y, al igual
que en el caso del caracol, abundar en el análisis iconográfico para,
por último, plantear una interpretación del discurso simbólico que se
plasmó en ambos elementos, así como de su significación cultural.
En esta obra, amén de la historia que presenta el arqueólogo Pedro
Francisco Sánchez Nava, investigador del Instituto Nacional de Antro-
pología e Historia, sobre la investigación que llevó al decomiso, peri-
taje y repatriación de las piezas, todo esto envuelto en un ámbito
policiaco, también se contó con la participación del doctor Javier
Urcid Serrano, investigador del Departamento de Antropología de la
Brandeis University en Boston, Massachusetts, quien, como experto
en aspectos iconográficos, fue el que llevó a cabo un primer dictamen
de ambas piezas, a partir de las fotografías que le fueron enviadas; con
base en éstas, también realizó, de manera magistral, los primeros dibu-

15
Pedro Francisco Sánchez Nava

jos e identificó las escenas, en una primera interpretación iconográfica,


aportación que resultó fundamental para los estudios posteriores. Fue
también de importancia toral para los objetivos perseguidos, la parti-
cipación del doctor Marteen Jansen, investigador y profesor de la
Universidad de Leiden, Holanda, quien aportó sus vastos conocimien-
tos en el tema de la iconografía, particularmente de documentos de la
región mixteca. La lectura y la interpretación que hace Marteen Jan-
sen sobre las dos piezas nos adentran de una forma fascinante en la
simbología y los rituales del México prehispánico.
Los investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Histo-
ria, Arturo Talavera González, antropólogo físico y arqueólogo, y Juan
Martín Rojas Chávez, arqueólogo, aportaron su reconocida experiencia
en los temas de la tafonomía y de la antropología experimental y forense
para realizar un acucioso análisis del cráneo, determinar edad, sexo y
técnicas de grabado, cuyos resultados se ven complementados con la
investigación que sobre la misma pieza desarrolló el doctor Rodrigo
Mercado Pimentel, neurocirujano funcional del Hospital Civil de Gua-
dalajara Fray Antonio Alcalde. Este especialista aportó información muy
importante para conocer las razones naturales y antropogénicas para
la singular forma de la pieza, y para establecer hipótesis sobre la forma
de vida del individuo al que perteneció el cráneo, así como las posibles
razones que influyeron para que “ese cofre bellamente deformado”, como
lo llama el doctor Mercado, haya sido escogido para ser grabado.
Dentro del campo de la arqueología experimental, destaca la par-
ticipación del doctor Adrián Velásquez Castro, quien junto con las
biólogas Belem Zúñiga Arellano y Norma Valentín Maldonado, todos
ellos investigadores del inah, aportan su experiencia en investigacio-
nes de materiales malacológicos para dar luz sobre el origen, caracte-
rísticas formales y técnicas de grabado de la trompeta de caracol. El
empleo de tecnología “de punta” hizo posible establecer cuáles fueron
las herramientas con que se hizo la preparación y el grabado de la es-
pléndida pieza, lo que fundamentó su cronología y otras conclusiones
no menos importantes. En el mismo ámbito de la tecnología de última
generación, fue enriquecedora la participación del doctor José Luis
Ruvalcaba Sil, investigador del Instituto de Física de la Universidad

16
Introducción

Nacional Autónoma de México, quien a través de un estudio deno-


minado espectroscopia de rayos X inducida por partículas (pixe) logró
determinar los elementos que componen las capas que recubren ambas
piezas, lo que se sumó a los estudios ya mencionados y permitió arribar
a conclusiones sólidas y debidamente sustentadas.
El último capítulo, “Comentarios finales”, en el que se buscó plasmar
los aspectos más relevantes de cada una de las aportaciones y resumir
los resultados a los que arribó cada uno de los especialistas participan-
tes, estuvo a cargo del arqueólogo Ángel Iván Rivera Guzmán, inves-
tigador del inah y especialista en la arqueología de Oaxaca, y del ar-
queólogo Pedro Francisco Sánchez Nava; estos dos investigadores,
junto con la arqueóloga María Teresa Castillo Mangas, especialista en
varios temas, entre ellos el del coleccionismo, fueron los coordinado-
res de la obra. La arqueóloga Castillo Mangas fue la encargada de
compilar los trabajos y de dar unidad a la obra, amén de aportar su
oficio y rigurosidad al texto, sin lo cual éste no se hubiera culminado.
No estaría completa esta Introducción si no se mencionara el texto
del Anexo 1. Reporte del Laboratorio de Química y Suelos de la Sub-
dirección de Laboratorios y Apoyo Académico del inah, firmado por
el biólogo Antonio Flores Díaz, a partir de cuyos resultados comenza-
ron a orientarse conclusiones con base en la determinación del origen
terrígeno de las capas que cubren tanto al cráneo como al caracol.
Por otra parte, queremos señalar que, a pesar de este esfuerzo, nos
queda clara la imposibilidad de recuperar el escenario, la asociación, el
denominado por los especialistas “contexto arqueológico” en el que
fueron depositados los elementos que nos ocupan; sin embargo, estima-
mos que se logró avanzar por medio de los diferentes estudios en el co-
nocimiento de las propias piezas y de las sociedades que las produjeron.
En este orden de ideas, no podemos dejar de señalar que reciente-
mente Nancy L. Kelker y Karen O. Bruhns publicaron un texto en el
que ponen en duda la autenticidad del cráneo grabado (Faking Ancient
Mesoamerica, Left Coast Press Inc., Walnut Creek, California, 2010,
pp. 201-203). Al respecto asumimos que su opinión se fundamenta,
con seguridad, en sólo un somero análisis fotográfico, pues de haber
tenido la pieza en sus manos hubieran advertido la evidente deformación

17
Pedro Francisco Sánchez Nava

cultural que sufrió el cráneo, lo que evidencia su origen prehispánico


y con ello se demuestra, en un primer diagnóstico, que la pieza no pudo
ser grabada sino cuando el hueso estaba “fresco”. Otro indicador de
que la opinión de Kelker y Bruhns carece de fundamento, es su afir-
mación de la presencia, en la parte frontal de la calavera, de un par de
guerreros enfrentados, tal como aparecen en la Piedra de Tizoc, lo cual
es totalmente inexacto, pues la escena representada en el frontal tiene
que ver con tres personajes que llevan a cabo un ritual, tal como se
explica en varios de los textos que componen este volumen.
No dudamos que futuros análisis e interpretaciones de los dos ob-
jetos que aquí se presentan arrojarán más luz sobre su origen y signifi-
cado, y que este volumen es sólo la piedra de toque para nuevas inves-
tigaciones al respecto.
Por último, nos interesa destacar lo pernicioso que resulta, después
de poner en el escenario todos los actores y todas las situaciones in-
herentes al tema, el fenómeno del coleccionismo de bienes culturales,
cómo se lucra con la pobreza, con la necesidad y la ignorancia de los
campesinos, cómo se mutila el conocimiento y cómo se cancela el
derecho de la colectividad a poseer, conocer, disfrutar y heredar a las
futuras generaciones su patrimonio cultural.
Deseamos que estas páginas, además de adentrar al lector en el
conocimiento de los objetos bajo estudio y de las sociedades que los
crearon y les dieron sentido, abonen en favor de la protección de
nuestro legado arqueológico y que, en este caso, podamos hablar de
una verdadera recuperación de este ejemplo de patrimonio.

Pedro Francisco Sánchez Nava

18
Historia de dos piezas
arqueológicas excepcionales
———•———

Pedro Francisco Sánchez Nava∗

Este texto pretende introducir al lector en una historia singular que


culminó con la recuperación, para el patrimonio de México, de dos
piezas arqueológicas de relevante valor principalmente científico, pero
no menos estético, y cuyo destino pudo ser, como en otros muchos casos,
las vitrinas de un museo extranjero o la biblioteca de la espléndida
mansión de algún excéntrico amante de las antigüedades, junto con el
resto de la colección en venta de la que formaban parte. En el hecho de
que estos dos ejemplos de las culturas prehispánicas de México se en-
cuentren nuevamente en el país, intervinieron una suerte de factores
de los que se pretende dar cuenta en este trabajo; sin embargo, el periplo
de estas piezas tiene su origen en la atávica práctica del coleccionismo
y de todas las consecuencias que esta actividad trae aparejadas.

Acerca del coleccionismo


El afán por coleccionar objetos es inherente al ser humano, aun cuan-
do las motivaciones sean diferentes. Seguramente desde tiempos in-
memoriales y derivado de prácticas rituales propiciatorias, el hombre
prehistórico comenzó a reunir fetiches que le permitieran vincularse
de manera armónica con su ya de por sí hostil entorno. Para los ar-
queólogos no es extraño encontrar, principalmente en contextos fu-
nerarios, colecciones de objetos procedentes de culturas ajenas, en

* Dirección de Salvamento Arqueológico, inah. Director de Registro Público de Monu-


mentos y Zonas Arqueológicos del inah de 1996 a 2005.

19
Pedro Francisco Sánchez Nava

tiempo y espacio, a la que es su motivo de investigación; podemos


citar como ejemplo las numerosas piezas que se han encontrado for-
mando parte de las ofrendas dedicadas a las sucesivas etapas construc-
tivas del Templo Mayor de Tenochtitlan, y que proceden de culturas
tan lejanas, en distancia espacial y cronología, como la teotihuacana,
la olmeca o la mezcala (López Portillo et al., 1981: 194-225; Matos
Moctezuma, 1989: 151, 153 y 195).
También son conocidos los afanes que se tuvieron desde la Grecia
clásica por coleccionar objetos singulares y exhibirlos al pueblo; de
igual forma han llegado hasta nuestros días referencias acerca de las
colecciones de notables personajes romanos que han trascendido en
la historia como César, Pompeyo o Cicerón, las cuales fueron integra-
das a partir de botines de guerra, comercio y saqueo de templos y
tumbas de los territorios conquistados (Rodríguez Pamprolini, 1994:
3-13). Sin embargo, el primer esfuerzo conocido para constituir un
acervo de objetos para su estudio por parte de filósofos e historiadores,
fue el llamado Mouseion de Alejandría, fundado por Tolomeo I, recin-
to que funcionaba de forma complementaria con la famosa biblioteca
que se encontraba en la misma ciudad y que fue destruida hacia el año
48 a.C. (Diccionario Enciclopédico Grijalvo, 1986: 68).
Sin embargo, para el momento que vivimos, la mayoría de los casos
de coleccionismo tiene más que ver con ese deseo de poseer lo exóti-
co, lo que el prójimo no tiene, aquello que es único, irrepetible, que
da prestigio y que hace posible un disfrute personal, cuasiprivado y a
veces clandestino. En el caso de México, donde de acuerdo con la ley
los vestigios arqueológicos son propiedad de la nación, inalienables e
imprescriptibles (Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueoló-
gicos, Artísticos e Históricos, 1995), esta forma de coleccionismo se
ubica en el ámbito del saqueo de sitios arqueológicos, la destrucción
de contextos, el tráfico de piezas, el comercio ilegal, las falsificaciones,
los fraudes, las detenciones, la cárcel, los suicidios.

El primer contacto con la colección


En junio de 1998, atendiendo una solicitud de la Secretaría de Re-
laciones Exteriores, a través del Consulado de México en el estado

20
Historia de dos piezas arqueológicas excepcionales

de Washington con sede en la ciudad de Seattle, Estados Unidos, fui


comisionado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia
para realizar el dictamen de un lote de piezas presumiblemente pre-
hispánicas y de origen mexicano, las cuales habían sido decomisadas
por el Servicio de Aduanas del Departamento del Tesoro de Estados
Unidos, en 1994.
La intención institucional era, en el caso de que los objetos fuesen
prehispánicos o de interés histórico, buscar su repatriación con base
en el Tratado Bilateral de Cooperación, firmado por ambas naciones
en 1970, convenio que permite la recuperación de patrimonio cultural
sacado de forma ilegal de cualquiera de los dos países con posterioridad
a la fecha de la firma del tratado referido (Diario Oficial de la Federación,
9 de junio de 1971: 1-3).
Una vez instalado en aquella lluviosa y bella ciudad del noroeste
norteamericano, fui llevado hasta unas bien resguardadas instalaciones
del Departamento del Tesoro. El panorama me sorprendió: sobre unas
amplias mesas se encontraban distribuidos varios centenares de piezas
al parecer arqueológicas; se advertía a simple vista que se trataba no
sólo de piezas mesoamericanas, sino también sudamericanas e incluso
africanas (figura 1).

Figura 1. El lote de piezas prehispánicas que contenía el cráneo y el caracol grabados.

21
Pedro Francisco Sánchez Nava

Después de varios días de trabajo pude saber, con apoyo de otro


especialista comisionado por Panamá, que frente a nosotros teníamos
también elementos culturales de Perú, Bolivia, Panamá y Costa Rica;
sin embargo, destacaban entre todos los objetos dos piezas que, más
tarde supe, habían sido fundamentales para iniciar una investigación
policiaca que culminó con el decomiso de tan importante colección:
un cráneo humano y un gran caracol, ambos grabados en prácticamen-
te toda su superficie (figuras 2 y 3).

El dictamen
El trabajo de identificación y los dictámenes correspondientes sobre
los materiales presuntamente arqueológicos se desarrollaron de mane-
ra rutinaria. Después de hacer la revisión pertinente se determinaron
los bienes que correspondían a cada uno de los países involucrados;
por mi parte, tras revisar materiales cerámicos y líticos de práctica-
mente toda Mesoamérica y todos los horizontes culturales, había de-
jado para el final la revisión del cráneo y del caracol; las dudas sobre
su autenticidad me asaltaban a cada momento, no obstante que ya

Figura 2. Detalle del cráneo grabado.

22
Historia de dos piezas arqueológicas excepcionales

Figura 3. Detalle del caracol grabado.

existían dictámenes previos de la doctora Virginia M. Fields, del Mu-


seo del Condado de Los Ángeles, y de los doctores Javier Urcid y John
M. D. Pohl, del Museo Nacional de Historia Natural, ambos especia-
listas del Instituto Smithsoniano, quienes habían señalado la alta
probabilidad de que los dos elementos fuesen genuinos; me preocupa-
ba que, con excepción de la doctora Fields, dichos peritos no habían
tenido nunca entre sus manos las piezas dictaminadas, ya que sólo se
les habían proporcionado fotografías y dibujos para apoyar su opinión.
Tras un análisis eminentemente ocular, pude advertir algunos indicios
que apuntaban en el sentido de que tanto el cráneo como el caracol
tenían un origen prehispánico. En el caso del cráneo no había duda
de la deformación intencional que se podía advertir, y por su parte, el
caracol correspondía a un ejemplar cuyas dimensiones superan de
manera notable las que se presentan en piezas actuales, derivado de la
gran depredación que sufren estos gasterópodos, lo que no permite que
alcancen su máximo desarrollo. Por otra parte las representaciones
iconográficas correspondían, en ambos casos, a los de la región cultu-
ral mixteco-poblana, además de que en la huella de las incisiones,
también en los dos ejemplares, no se advertía el trazo uniforme que

23
Pedro Francisco Sánchez Nava

Escala gráfica

0 1 2 3 4 5 cm

Figura 4. Dibujo de los grabados en la superficie del cráneo.


Ilustración: José Molina Terreros.

Escala gráfica

0 1 2 3 4 cm

Figura 5. Dibujo de los grabados en el caracol-trompeta.


Ilustración: José Molina Terreros.

24
Historia de dos piezas arqueológicas excepcionales

deja el empleo de una herramienta moderna (figuras 4 y 5). Finalmen-


te, haber podido conversar con Mark Selby, quien fue el agente en-
cargado del decomiso, fue para mí muy enriquecedor, en tanto me
permitió un mayor acercamiento a la colección y a su origen, aun
cuando haya sido de forma indirecta (Sánchez Nava, 1998).

El decomiso
A Mark Selby lo vi desde el primer día que acudí a las oficinas del
Tesoro de los Estados Unidos, si bien nos presentaron, a él como la
persona que estaría por parte del gobierno estadounidense, dando fe
de nuestra actividad, y a mí como el perito arqueólogo que dictami-
naría sobre la autenticidad de las piezas que se asumían como patri-
monio mexicano, nunca sospeché el papel tan importante que este
agente tuvo en el aseguramiento de la colección arqueológica. No
obstante lo anterior, se advertía en su mirada un inusitado interés en
el trabajo que desarrollábamos tanto el especialista panameño como
yo, y mientras duró nuestra tarea, Mark Selby siempre estuvo atento
a auxiliarnos, ya fuese para conseguirnos materiales que facilitaran el
buen desempeño de nuestra labor, como para apoyarnos en las sesiones
fotográficas que debimos llevar a cabo, principalmente en mi caso,
dada la cantidad de piezas identificadas como correspondientes a so-
ciedades desarrolladas en territorio mexicano de manera previa a la
llegada de los españoles a América. Su silente pero atenta compañía
se nos hizo familiar, pero al menos yo atribuía su interés a un eviden-
te celo profesional, en tanto lo identificaba como el elemento de se-
guridad que había sido designado por las autoridades estadounidenses
para garantizar la integridad de las piezas bajo su resguardo.
Finalmente, su interés se desbordó en la medida en que comencé a
trabajar con el cráneo y con el caracol. En su nulo español y en mi
parco inglés, pero con un afán de comunicarnos, comenzamos un in-
tercambio de preguntas y respuestas en torno a las dos piezas en estu-
dio y fue así como pude conocer la historia del decomiso.
El agente Selby me narró cómo, en 1993, en el Departamento de
Aduanas, dependiente de la Oficina del Tesoro de los Estados Unidos
de Norteamérica, se recibió una llamada anónima acerca de la venta

25
Pedro Francisco Sánchez Nava

clandestina de piezas arqueológicas mexicanas por parte de un “colec-


cionista” y vendedor de antigüedades avecindado en Seattle, Washing-
ton, en la que destacaban dos piezas que eran las que principalmente
el vendedor deseaba enajenar. Mark Selby fue asignado para encabezar
una operación encubierta cuya finalidad era simular el interés por
ambas piezas, llevar a cabo la adquisición correspondiente y así tener
elementos que permitieran levantar cargos por tráfico ilegal de piezas
arqueológicas, todo esto en el marco jurídico estadounidense.
Con estos antecedentes el agente encubierto hizo finalmente
contacto con el coleccionista Frank Stegmeier, cuya casa se ubicaba
en un elegante suburbio de la ciudad de Seattle y que, en palabras del
agente, tenía todo el aspecto de un museo. Mark Selby comentó con
Stegmeier acerca del profundo interés que un millonario tío suyo,
enamorado de las culturas prehispánicas, tenía por conocer las dos
piezas en venta y, en su caso, adquirirlas. Lo cuestionó acerca de su
autenticidad y precio, amén de la posibilidad de tomarles fotografías
para presentarlas a su rico pariente.
Alentado por la posible venta, Frank Stegmeier comentó al inter-
mediario acerca de sus viajes periódicos a Sudamérica, Centroamérica
y México, con el objetivo de comprar antigüedades y, dado el caso,
revenderlas. Destacó que tanto el cráneo como el caracol le habían
sido vendidos por un campesino en un rancho de Oaxaca, México, e
incluso mostró fotografías del hecho. Por supuesto que no tuvo empa-
cho en que Selby documentara fotográficamente los dos objetos, se-
ñalando que el precio por ambas piezas era de 160 000 dólares. Después
fue posible saber que el ingreso de los objetos arqueológicos a Estados
Unidos se hacía por la frontera de Baja California, en un vehículo de
doble fondo adaptado para tal fin.
Es digno de subrayar, siempre a través de la narrativa de Mark Selby,
la forma como se introdujo el cráneo a suelo estadounidense. Toda vez
que la fragilidad de la pieza representaba un riesgo para transportarla
junto con los demás objetos, ésta fue cubierta o, dicho de manera más
específica, disimulada bajo una máscara del luchador mexicano cono-
cido como Octagón (figura 6) para así poder llevarla en el asiento del
conductor, como un objeto sin mayor valor.

26
Historia de dos piezas arqueológicas excepcionales

Figura 6. La máscara que


ocultó el cráneo grabado
durante su traslado a
Estados Unidos.

Muchos meses después, cuando finalmente se dictaminó acerca de


los objetos que serían repatriados, pugné porque la máscara fuese in-
cluida entre ellos, argumentando su significado como ejemplo de la
cultura popular del México contemporáneo; sin embargo, el señor
Stegmeier, presente en la sesión, se opuso rotundamente a que la
máscara formase parte del lote, deseando quizá conservarla como re-
cuerdo del suceso en que se vio inmerso.
Volviendo al orden cronológico en que ocurrieron los acontecimien-
tos, diremos que el agente Selby llevó las fotos a su “adinerado familiar”
que, como bien lo señaló el reportero de un diario estadounidense, no
era otro que el “Tío Sam”. Tras vislumbrarse en la Oficina del Tesoro
la potencial importancia de la colección en venta, la operación encu-
bierta siguió su curso. Mark Selby hizo un nuevo contacto con Frank
Stegmeier para cerrar la operación y señalarle la fecha y la hora en que
acudiría por las dos piezas, previo pago de la cantidad acordada. Todo
se llevó a cabo de la manera programada; la transacción se concluyó
y el señor Selby salió de la mansión con los dos magníficos objetos.
Cuando el agente federal regresó acompañado de la fuerza pública
y de los empleados de una compañía de mudanzas especializada en
embalaje, transporte y almacenamiento de piezas delicadas, el señor
Stegmeier se encontraba recostado sobre un mullido sofá, de cara al
gran ventanal que miraba hacia el lago y contando el fajo de billetes

27
Pedro Francisco Sánchez Nava

que minutos antes le habían sido entregados. Toda la colección fue


incautada, incluyendo las piezas que se encontraban en la tienda de
antigüedades de Stegmeier, el cual fue arraigado en su domicilio para
de ahí continuar con el juicio procedente, del que nuestro dictamen
constituía un elemento fundamental.

La huida
Por nuestra parte, concluimos con la separación e identificación de
los bienes patrimoniales correspondientes a cada país, dejando todo
preparado para una eventual repatriación de las más de 300 piezas que
se dictaminaron como de manufactura prehispánica y procedentes de
sociedades que se desarrollaron en el territorio nacional; todo esto en
espera del resultado del juicio que se había iniciado contra Frank
Stegmeier. Valga aquí una mención de gratitud para los abogados
Roberto Berry Corral y Stephen J. Kennedy, quienes llevaron el juicio
representando los intereses del Estado mexicano sin cobrar un solo
centavo, esto merced a los buenos oficios de las autoridades consulares
mexicanas en el estado de Washington.
Siguiendo con el curso de los acontecimientos, una vez que se hizo
la separación de los bienes patrimoniales correspondientes a cada país,
fuimos informados que con base en nuestros dictámenes se seguiría el
juicio contra el señor Stegmeier, pero que evidentemente sería un
largo proceso en tanto el acusado buscaría, por todos los medios a su
alcance, proteger sus intereses, recuperar las piezas incautadas y de-
mostrar que éstas fueron adquiridas de manera lícita.
Pocos meses después, estando ya en México, se hizo de nuestro
conocimiento, por las autoridades consulares en Seattle, que el señor
Stegmeier había huido, presumiblemente fuera del país, desacatando
la orden de arraigo que, como medida cautelar, un juez le había dic-
tado. Con este acto los abogados Berry y Kennedy consideraban que
la entrega de los bienes patrimoniales nacionales por parte del go-
bierno de Estados Unidos a México era inminente, ante lo cual soli-
citaban que estuviésemos atentos. El proceso continuó y cuando se
había fijado la fecha para una entrega protocolaria de las piezas co-
rrespondientes a cada país involucrado, nuevamente vía telefónica

28
Historia de dos piezas arqueológicas excepcionales

se nos informó que la Interpol había localizado al señor Stegmeier en


Panamá en casa de alguna amiga y con una falsa identidad con el
nombre de John Norling. Se procedió al arresto y repatriación del
señor Stegmeier para que pudiese encarar la continuación del juicio.
Todo esto, por consiguiente, detuvo el proceso de entrega de las
piezas que continuaban resguardadas en alguna bodega destinada para
tal fin.

El juicio
Como resultado del proceso penal que se le siguió por el tráfico de
piezas arqueológicas, así como de otros ilícitos en los que al parecer
incurrió, amén del desacato al arraigo, Frank Stegmeier fue condena-
do a purgar más de dos años en prisión y al decomiso de la mayoría de
las piezas que integraban su colección; no obstante, pudo conservar
varias decenas de piezas, toda vez que sus abogados presentaron fac-
turas y notas de venta que demostraban que varios de los bienes habían
sido adquiridos de manera “legal” en casas de antigüedades y renom-
bradas galerías. El abogado Kennedy recomendó ya no impugnar el
dictamen del juez, bajo la consideración de que el juicio se alargaría
aún más con mínimas posibilidades de éxito, en función de que la
autoridad había considerado legítimas las adquisiciones hechas por el
coleccionista en diversos establecimientos de la Unión Americana.
Continuar el juicio implicaba involucrar en él a los establecimientos
donde se habían adquirido algunas de las piezas, debiéndose demostrar,
en tal caso, que la adquisición original, por parte de ellos, se había
realizado con posterioridad a la firma del Tratado Bilateral entre los
dos países al que ya hicimos alusión y que data de 1970. Ante la im-
posibilidad de probar el hecho señalado, ya que ninguna de las piezas
se identificaba con alguna contenida en los inventarios o catálogos
de museos nacionales o colecciones registradas por el inah, debimos
allanarnos a la sentencia del tribunal en el sentido de que se devol-
vieran a sus países de origen los bienes de los que no se pudiese docu-
mentar su “legítima” adquisición o se hubiesen puesto a la venta.
Afortunadamente las dos piezas que nos ocupan cumplían ambas
premisas, e incluso algunos de los bienes incautados en la residencia

29
Pedro Francisco Sánchez Nava

Figura 7. Una figurilla


prehispánica con su
etiqueta de venta.

y en la tienda del coleccionista, presentaban aún etiquetas de venta


(figura 7).

La repatriación
En julio de 2001 fuimos citados para hacer una última verificación de
los objetos que serían reintegrados a México. Durante esta tarea tuve
oportunidad de conocer a Frank Stegmeier. El coleccionista y trafi-
cante no podía ocultar su enojo y frustración por tener que entregar
los objetos que representaban para él una simple mercancía sujeta a
la dinámica del mercado negro de bienes culturales, frecuentemente
saqueados de países subdesarrollados. De aquí comprendo su rotunda
negativa a entregar la máscara que cubrió el cráneo al momento de cru-
zar la frontera entre los dos países. Finalmente, en un acto protocolario
que tuvo verificativo el 2 de agosto de 2001, al que se le dio amplia
difusión en periódicos de Washington y en las secciones culturales
de los principales diarios de nuestro país, se hizo entrega al etnólogo

30
Historia de dos piezas arqueológicas excepcionales

Sergio Raúl Arroyo García, director general del Instituto Nacional de


Antropología e Historia, una colección integrada por casi doscientas
piezas, entre las que destacaban el cráneo y el caracol grabados.
Ya con las piezas en México, y ante la importancia que un estudio
integral de ellas podría significar para el conocimiento de las culturas
que les dieron origen, nos propusimos invitar a un grupo de especia-
listas cuyos trabajos integran el volumen que ahora el lector tiene en
sus manos. Es nuestro deseo que en un plazo muy breve, y una vez
concluidos los principales análisis y trabajos de conservación, estos dos
excepcionales ejemplos de la riqueza y complejidad de las sociedades
prehispánicas mesoamericanas puedan ser admirados por la comuni-
dad y que, en general, se cierre un ciclo que nunca debió abrirse y se
pueda hablar de una cabal recuperación de estos bienes, patrimonio
de todos los mexicanos.

31
Un cráneo humano y una concha
grabados en estilo Mixteca-Puebla
———•———

Javier Urcid Serrano∗

A principios de abril de 1994, al estar trabajando en el laboratorio de


osteología del Programa de Repatriación en el Museo de Historia Na-
tural del Instituto Smithsonian, en Washington, D.C., recibí una lla-
mada telefónica inesperada. La persona al otro lado de la línea se
identificó como Mark Selby, un agente especial del Servicio de Aduanas
del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. El propósito de su
llamada fue para informarme del arresto de un supuesto traficante de
antigüedades mexicanas en Seattle, Washington, y del decomiso de
piezas arqueológicas que tenía en su posesión. Tenía particular interés
en saber si aceptaba dictaminar la autenticidad de un cráneo humano
y una concha grabados que aparentemente eran de origen prehispánico.
Días antes, John Pohl —reconocido mesoamericanista— ya había visto
fotografías de los objetos en cuestión, y había dado mi nombre al agen-
te para así tener una segunda opinión. Una semana después recibí en el
correo un pequeño paquete con casi 70 fotografías a color de ambos
objetos, tomadas desde diferentes ángulos y con diversos acercamientos.
Decidí entonces proceder con el dictamen en términos de cuatro ca-
tegorías generales de observación: la composición gráfica de los gra-
bados, las convenciones iconográficas, las características tafonómicas,1 y

* Departamento de Antropología Brandeis University Boston, Massachusetts.


1
Las características tafonómicas se refieren a los rasgos físicos en la superficie de los ob-
jetos que ayudan a dilucidar las condiciones o las circunstancias bajo las cuales quedaron
sujetos los objetos durante y después de su deposición como parte del registro arqueológico.

33
Javier Urcid Serrano

en el caso del cráneo humano, ciertos rasgos biológicos. A continuación


presento los resultados de mi averiguación.

Una primera impresión


Cráneos humanos y conchas con grabados son bien conocidos en el re-
pertorio de la antigua cultura material en Mesoamérica (figuras 1 y 2).
Me percaté que los grabados que aparecen en los objetos que se analizan
aquí guardan una semejanza general con las convenciones del estilo

Cráneo grabado de Kaminaljuyú, Fragmento de parietal grabado, Zimatlán,


tumba B-IV (tomado de Kidder, Oaxaca. Réplica en yeso en el American
Jennings y Schook 1946: fig. 165b). Museum of Natural History, Nueva York
[Cat. núm. 30/10729].

Mandíbula grabada, procedencia


desconocida (dibujo generado a
partir de Franco, 1968: lám. XVII).

Mandíbula grabada de
Eloxochitlán, Oaxaca.

Figura 1. Ejemplos de cráneos y mandíbulas grabadas en Mesoamérica.

34
a) Procedencia desconocida, Museo Frissell,
Oaxaca (Cat. núm. 4231).

Un cráneo humano y una concha grabados


c) Procedencia desconocida
(ensamblado a partir de Schelle
y Miller, 1986: lám. 121 y
b) Procedencia desconocida, Museo Amparo, pp. 308-309).
Puebla (Cat. núm. 57 PJ 219).
35

Figura 2. Ejemplos de conchas grabadas en mesoamérica


Javier Urcid Serrano

Foramen magnum

Hueso occipital

Sutura lambdoidea

Forámenes parietales
Huesos parietales

Sutura coronal
Posible incrustación

Hueso frontal

Oquedades oculares

Figura 3. Dibujo desenvuelto del grabado en el cráneo humano.

36
Un cráneo humano y una concha grabados

Mixteca-Puebla. Dichas convenciones tuvieron una amplia distribución


geográfica y por lo tanto hubo variaciones regionales. Diversos grupos
étnicos y lingüísticos como nahuas, mixtecos, zapotecos, cuicatecos y
chocho-popolocas, entre otros, usaron esas convenciones estilísticas
desde aproximadamente la mitad del siglo xiii hasta mediados del xvi.
Para poder llevar a cabo un análisis detallado de la composición y la
iconografía, fue necesario generar dibujos “desenvueltos” de ambos
objetos. Sin embargo, debido a las superficies convexas de las piezas, en
especial la de la concha, fue imposible mantener con exactitud las re-
laciones de las diversas partes de la composición. No obstante, los di-
bujos se hicieron con cuidado, calcando en ocasiones secciones a partir
de las fotografías y en otras copiando los elementos a mano libre.

El cráneo humano
Como puede apreciarse en la figura 3, el grabado en el cráneo incluye dos
temas orientados en direcciones opuestas. Uno de ellos es simplemente
una cara antropomorfa ejecutada en el hueso occipital y a lo largo del
plano sagital. Para apreciarla, el cráneo tiene que verse en posición
anatómica y desde atrás (figura 4), de otra manera el dibujo desenvuelto
tendría que verse en posición inversa. La cara incorpora los rasgos ana-
tómicos del hueso occipital, incluyendo el foramen magnun (la boca), la
cresta nucal superior (los arcos superciliares) y las impresiones musculares
del “rectus capitis posterior menor” (las fosas nasales). Tiene un elemento

Figura 4. La cara antropomorfa


grabada en el hueso occipital
del cráneo.

Foramen magnum

37
Javier Urcid Serrano

tripartito en lo que corresponde a la frente. Es posible que la intención


fuera representar un tocado. La cara tampoco parece guardar semejanza
con ninguna imagen que recuerde en el corpus Mixteca-Puebla.
El otro tema grabado en el cráneo es una narrativa que aparente-
mente consiste en dos escenas distribuidas a lo largo del plano frontal
que involucra los huesos de la bóveda craneal. La escena inferior ocu-
pa el hueso frontal; la escena superior se grabó atravesando ambos
parietales. Lo que parece integrar las dos escenas es un marco rectan-
gular colocado en la sección media superior del hueso frontal. Parece
ser que este marco originalmente tenía una incrustación de algún ma-
terial, tal vez de jade, turquesa, concha, obsidiana o pirita. Los primeros
tres materiales pudieron haberse grabado o montado en mosaico de tal
forma que la incrustación, a su vez, pudo haber tenido imaginería. La
composición de ambas escenas es estructuralmente análoga, pero a la
vez simétricamente opuesta. Cada una de las narrativas incluye tres
personajes, lo mismo que un motivo central que las precede. El de la
escena inferior es el marco con posible incrustación ya mencionada. El
motivo que precede a la escena superior es un elemento circular con
dos cabezas de serpiente diferentes dispuestas en dirección opuesta. Los
dos hoyos pequeños que aparecen en el elemento circular no son arti-
ficiales sino que constituyen los forámenes parietales, es decir, los ca-
nales a través de los cuales el tejido óseo de un individuo vivo recibe
nutrientes por medio de la irrigación sanguínea.
Mientras que la figura central en la escena inferior mira hacia la
derecha y parece interactuar con el personaje grabado en el extremo
derecho, la figura central en la escena superior mira hacia la izquierda
e interactúa con el personaje grabado en el extremo izquierdo. La
interacción entre el par de individuos en la escena inferior parece
involucrar la presentación de una ofrenda. La figura central está sen-
tada, aparentemente con las piernas entrecruzadas, sosteniendo una
concha a manera de instrumento musical. Debido al daño en el hueso,
la postura de uno de los brazos en el personaje que lo confronta no
puede determinarse ni el tipo de objeto que parece haber llevado. El
personaje en el lado izquierdo de la escena inferior camina hacia la
derecha y esparce algo hacia el suelo.

38
Un cráneo humano y una concha grabados

Es difícil determinar la naturaleza de la interacción entre el par de


individuos en el lado izquierdo de la escena superior. La figura central
lleva una máscara de cráneo, aparece sentado pero no con las piernas
entrecruzadas, y apunta con el brazo extendido hacia el personaje fren-
te a él. Hay una línea grabada debajo del personaje en el lado derecho,
tal vez con la intención de representar un cojín o mueble para sentarse,
o tal vez para demarcar un espacio. La figura que confronta al personaje
con máscara de cráneo parece avanzar hacia él en procesión, con ambos
brazos extendidos y con la mirada hacia arriba. Da la impresión de que
el personaje en el extremo derecho de la escena emerge de las fauces de
un lagarto. Porta un casco con cabeza de animal, aparentemente un
venado, y sostiene con una mano a un prisionero y un escudo, mientras
que en la otra lleva una lanza. El prisionero aparece boca abajo, tomado
de las piernas por el guerrero. El hecho de que aparece de cabeza, con la
boca abierta y con los brazos colgando, sugiere que está muerto.

Convenciones iconográficas
Con base en la indumentaria de los personajes se puede concluir que
la mayoría, si no todos, son hombres. Cada uno aparece vestido en
forma diferente, particularmente en cuanto a los tocados y la decora-
ción de las piezas de vestir. Excepto por los dos personajes que aparecen
sentados, cuyas posturas dejan ambigüedad respecto al tipo de vesti-
menta que llevan, los demás portan braguero y una pieza que cubre el
torso. Todos los personajes llevan sandalias, excepto por la figura sen-
tada al centro de la escena inferior. Cuatro de las figuras tienen líneas
grabadas que definen los dedos de los pies en la forma típica del estilo
Mixteca-Puebla. Parece que al menos dos de los personajes en la es-
cena inferior muestran sólo uno de los brazos, una convención que,
aunque no muy común, aparece en algunos de los códices conocidos.
En contraste, los personajes de la escena superior muestran ambos
brazos, lo que concuerda con la convención más común de representar
el cuerpo humano en el estilo Mixteca-Puebla. Aparte de estas gene-
ralidades, cada una de las representaciones es única y merece ser
analizada por separado. Para ello, cada figura y motivo será designado
con una letra, empezando con los personajes de la escena inferior y

39
Javier Urcid Serrano

procediendo de izquierda a derecha para luego seguir en el mismo


orden con los individuos que forman la escena superior.

Personaje A
Esta figura tiene pintura facial o un antifaz alrededor de los ojos (figu-
ra 5a). El único brazo que se muestra, así como ambas piernas, presen-
tan diseños curvilíneos, los cuales podrían indicar decoración en la
vestimenta, pintura corporal o tatuajes. Los dedos de los pies no se
muestran. El personaje parece esparcir semillas o agua hacia el suelo.
La posibilidad de que fuera sangre puede considerarse improbable
puesto que la convención para representarla en los códices es en forma
de chorros. El Códice Vaticano B contiene el caso de una figura que
parece hacer libaciones con algún liquido, quizás agua representada
por una serie de chaquiras circulares (figura 5b). El ademán de esparcir
que presenta el personaje grabado en el cráneo es único, y hasta don-
de tengo conocimiento, no parece tener contraparte en el corpus co-
nocido en estilo Mixteca-Puebla.

Personaje B
La composición de la imagen da la impresión de que el personaje está
soplando la concha (figura 5c). El motivo grabado junto a la frente no
me es familiar. Aunque el personaje aparece sentado, la parte inferior
de su cuerpo no se muestra. Da la impresión de que está sustituido por
un cojín o banquillo, el cual parece estar sobre una hendidura en el
suelo. El elemento cuadrangular que sobresale atrás del personaje es
inusual. Tampoco encontré una contraparte para esta figura en el
corpus conocido.

Personaje C
Esta figura está un poco dañada debido a una fractura post mórtem en
el cráneo. La representación del personaje parece incluir ambos brazos
y uno de ellos aparentemente sostenía un objeto (figura 5d). Adjunto
a la esquina inferior derecha del marco con posible incrustación se ve
parte de éste. La primera impresión es que se trata de una lengua bífi-
da, así que tal vez el personaje llevaba una cabeza de serpiente. La

40
Un cráneo humano y una concha grabados

a b

c d

Figura 5. (a) El personaje A en la escena inferior del cráneo; (b) personaje haciendo
una libación, Códice Vaticano B, p. 32; (c) el personaje B grabado al centro de la escena
inferior en el cráneo; (d) el personaje C grabado en la escena inferior del cráneo.

mejilla representada parece tener pintura facial. Los dedos de los pies
y las sandalias aparecen claramente marcados. No encontré un ejem-
plo similar a esta figura en el corpus conocido.

Personaje D
Esta figura tiene marcas geométricas en las piernas y en los brazos (figu-
ra 6a). Los dedos de los pies y las sandalias son distinguibles. La postura
del personaje y sus ademanes son ampliamente representados en las
convenciones de los códices. No obstante, en los ejemplos de los có-
dices los personajes en postura semejante invariablemente sostienen
ofrendas en sus manos (figuras 6b y c).

Personaje E
Esta figura porta una máscara de cráneo y un tocado muy elaborado
(figura 6d). Las sandalias no se muestran, pero sí unas ajorcas en los

41
Javier Urcid Serrano

a b c

d e

Figura 6. (a) El personaje D en la escena superior del cráneo; (b) personaje en el


Códice Nuttall, p. 47; (c) personaje en el Códice Borgia, lámina 37; (d) el personaje
E en la escena superior del cráneo; (e) personaje en el Códice Borgia, lámina 13.

tobillos, así como los dedos de los pies. El torso aparece cubierto por
una vestimenta que tiene bandas horizontales. La representación del
personaje incluye ambas manos y su postura en general tiene una
contraparte muy similar en el Códice Borgia (figura 6e).

Personaje F
La indumentaria de esta figura incluye una pieza que le cubre la porción
superior del torso, un braguero y sandalias (figura 7a). Los dedos de los
pies están claramente indicados. La marcas tan peculiares alrededor
de la boca son similares a otras representaciones conocidas (figura
7b). Guerreros en postura similar que portan cascos de animales y
llevan lanzas y escudos aparecen en varios códices (figura 7c). La
convención de agarrar por las piernas al prisionero ya muerto, el cual
es de menor tamaño que el de su captor, parece única (figura 7d).
No obstante, algunos ejemplos similares se conocen en los códices
mánticos (figura 7e).

42
Un cráneo humano y una concha grabados

b c d e
Figura 7. (a) Personaje F en la escena superior en el cráneo; (b) guerrero en el
Códice Nuttall, p. 43; (c) guerrero en el Códice Nuttall, p. 75; (d) personaje
descarnado con prisionero en el Códice Borgia, lámina 5; (e) personaje descarnado
con prisionero en el Códice Vaticano B, p. 7.

Motivo G
Este elemento es la representación de la cabeza de un lagarto con las
fauces abiertas, aunque algunos detalles iconográficos son más simi-
lares a las convenciones gráficas zapotecas que a las del estilo Mix-
teca-Puebla (figuras 8a y d). En las ideologías mesoamericanas el
lagarto simboliza el plano terrestre. Por lo tanto, la representación
del guerrero que parece salir de las fauces del lagarto sugiere que el
evento representado está asociado a una cueva. Da la impresión de
que el guerrero está parado sobre el cuerpo del lagarto. Como su
representación carece de extremidades, el saurio tiene más bien un
carácter serpentino. Semejante combinación de atributos no es in-
usual en el arte figurativo mesoamericano. Otra posible interpretación
es que las líneas sobre las que aparece parado el guerrero y su prisio-
nero representan un camino que sale de una cueva y se dirige hacia
el marco rectangular con posible incrustación que precede la escena
inferior.

43
Javier Urcid Serrano

a b c d

Figura 8. (a) Motivo G grabado en la escena superior del cráneo; (b) ejemplo
de la representación del lagarto en estilo zapoteca; (c) representación del lagarto
en el Códice Borgia, lámina 13 (girado 90 grados); (d) representación del lagarto en
el Códice Nuttall, p. 75.

Motivo H
Este elemento podría representar un escudo con dos cabezas de serpien-
tes representadas en dirección opuesta. A pesar de la simetría bilateral
en la composición, las cabezas serpentinas son ligeramente diferentes
una de la otra (figura 9). Ambas cabezas aparecen sobrepuestas al cír-
culo exterior del motivo circular y aparecen a la vez parcialmente detrás
de los personajes a cada extremo de la escena. Semejantes sobreposi-
ciones en las imágenes, aunque no son comunes en el estilo Mixteca-
Puebla, son parte del repertorio gráfico. El mismo fenómeno se ha
atestado en el arte figurativo zapoteca. No obstante, otro motivo simi-
lar al del cráneo es desconocido para mí en las manifestaciones visuales
de ambas tradiciones.
El análisis iconográfico demuestra que las convenciones artísticas
en los grabados del cráneo humano concuerdan con ciertos estándares
del estilo Mixteca-Puebla. Las semejanzas más cercanas son con las
convenciones de los códices en el grupo Borgia, semejanza que se re-
fuerza por la falta de un marco cronológico en las escenas mediante el
uso de notaciones calendáricas, o la falta de elementos epigráficos
como nombres de personas y lugares como en los códices históricos.
Aunque la escena superior en el cráneo es única, algunos de sus ele-
mentos principales tienen una contraparte en un pasaje del Códice
Laud (figura 10), donde dos personajes, una mujer y un hombre con
las mandíbulas descarnadas, agarran del pelo y de un brazo a un pri-
sionero muerto. El prisionero aparece encima de las fauces de un la-

44
Un cráneo humano y una concha grabados

Figura 9. Motivo H grabado en la escena Figura 10. Escena en el Códice Laud,


superior del cráneo. p. 33.

garto y el personaje femenino mira hacia arriba. La escena del Códice


Vaticano B que se muestra en la figura 7e contiene básicamente el
mismo tema, es decir, una figura descarnada que sostiene de los tobillos
a un prisionero mientras un gran cráneo en el suelo lo devora.

Técnica del grabado


Los grabados se hicieron siguiendo la técnica de champlevé, es decir,
cortando y rebajando el tejido óseo que circunda a las figuras. Aunque
el relieve profundo en algunas partes contrasta con otros ejemplos más
finos en huesos grabados en el estilo Mixteca-Puebla, las imágenes
están bien definidas. Parece más probable que el relieve sólo haya
podido ejecutarse con instrumentos muy filosos cuando el hueso esta-
ba aún fresco. En las partes donde el relieve es muy profundo apenas
si se llegó a exponer levemente el tejido esponjoso entre las capas de
tejido compacto que caracterizan a los huesos de la bóveda craneal.

Características tafonómicas
Partes del cráneo están rotas y faltan (figura 11). En otros lugares,
pedazos fracturados se volvieron a colocar en sus partes correspondien-
tes usando un pegamento denso de color café. La mandíbula no está
presente. No hay evidencia de intemperismo y los aparentes restos de
tierra en la mayoría de los relieves sugieren que el cráneo estuvo en-
terrado al momento de su descubrimiento. La posible ocurrencia de

45
Javier Urcid Serrano

pintura roja —común en muchos objetos grabados— no puede deter-


minarse por el color de las fotografías, las cuales muestran al cráneo
en tono muy amarillo, seguramente por la luz artificial que se empleó
para documentarlo.

Fracturas

Porciones
faltantes

Figura 11. Dibujo desenvuelto de los grabados en el cráneo mostrando las partes
faltantes y las fracturas.

46
Un cráneo humano y una concha grabados

Rasgos biológicos
Una determinación de la edad al momento de la muerte, así como del
sexo del individuo representado por el cráneo, es muy difícil con base en
la observación de fotografías. Sin embargo, el desgaste dental en general
no parece muy pronunciado, y la dentición superior carece de los terce-
ros molares. Esta última observación puede ser engañosa a menos que se
hicieran radiografías, ya que no es posible determinar si se trata de una
carencia congénita, si las piezas ya están completamente formadas, pero
impactadas en el tejido óseo circundante, o si las piezas aún están en
proceso de desarrollo dentro de los alveolos. El estado de desarrollo de
la sincondrosis basio-occipital2 no puede determinarse a partir de las
fotografías disponibles. Por el momento sólo se puede concluir que el
cráneo fue tal vez el de un adolescente o de un adulto joven.
El tamaño aparentemente pequeño del cráneo no puede usarse como
criterio para determinar el sexo del individuo. Los arcos superciliares
no parecen estar muy pronunciados, pero tal vez esta impresión visual
se deba al rebaje del tejido que debió hacerse al momento de grabar
el hueso frontal. Por otro lado, la cresta nucal superior pudo haber
estado originalmente bien marcada y los procesos mastoideos parecen
relativamente grandes. A pesar de estas observaciones que sugieren
un sexo masculino, la determinación del sexo no se puede confirmar
con la información disponible.
Las fotografías tampoco permiten determinar si el cráneo presenta
modificación intencional. Algunos rasgos como una depresión posterior
a la sutura coronal, otra depresión triangular en la región de Lambda
—en la parte posterior del cráneo— y la obliteración total de la sutu-
ra sagital sugieren que el cráneo del individuo pudo haber sido modi-
ficado a temprana edad en forma tabular-oblicua, un tipo de alteración
que fue ampliamente practicada en la antigua Mesoamérica.

2
Se refiere al tipo de articulación en la cual las dos partes óseas yuxtapuestas se unen
mediante tejido fibrocartilaginoso intermedio, en este caso del hueso occipital con la
parte basal del cráneo. Estas articulaciones se mantienen unidas por el crecimiento del
hueso, o por un cartílago resistente. Son articulaciones rígidas, sin movilidad, como las
que unen los huesos del cráneo, o con una movilidad muy limitada (Diccionario Médico
Teide, 1978).

47
Javier Urcid Serrano

La concha grabada
La composición gráfica del grabado
El grabado en la concha incluye una narrativa con dos escenas (figura
12). La escena ejecutada en el lado izquierdo (figura 13a) muestra a
dos personajes, uno frente al otro llevando a cabo un ritual. Ambas
figuras avanzan en procesión hacia un bulto amarrado o una ofrenda.
Debajo de la procesión están las fauces abiertas de un lagarto. La figu-
ra 13b muestra esta imagen en posición invertida, lo que permite
apreciar que sus atributos incluyen también los de una serpiente (por
ejemplo la lengua bífida). Aunque esta imagen parece diferir de otros
ejemplos que simbólicamente representan el plano terrestre (figura
13c), su significado es similar al de otras escenas en los códices Borgia
y Laud, donde el símbolo de la tierra, es decir, el lagarto, se alimenta
de ofrendas (figura 13d).
La escena grabada en el lado derecho de la concha incluye, de abajo
arriba, una representación zoomorfa con fauces abiertas, un torso huma-
no que parece emerger de esas fauces y una imagen antropozoomorfa de

Perforaciones

Figura 12. Dibujo desenvuelto de los grabados en la concha.

48
Un cráneo humano y una concha grabados

c d

Figura 13. (a) Escena grabada en el lado izquierdo de la concha. Representación


simbólica de la tierra como un lagarto; (b) el lagarto en la concha grabada
(invertida); (c) representación en el Códice Bodley, p. 38; (d) ejemplo en el
Códice Laud, p. 43.

cuya boca sale una voluta del habla (figura 14). Ambas escenas están
relacionadas por el hecho de que el torso humano del lado derecho voltea
hacia la escena de la izquierda y además emana de su boca una voluta del
habla. La parte superior de la concha está adornada con varias volutas y
la porción más inferior está decorada con unas bandas y círculos.

Convenciones iconográficas
A juzgar por las vestimentas, los dos individuos en la escena de la iz-
quierda parecen ser hombres. Visten bragueros y una pieza que les cubre
la parte superior del torso. Algunos de los detalles de las indumentarias

49
Javier Urcid Serrano

a
b
Figura 14. Escena grabada en
el lado derecho de la concha.

c
e
d f

Figura 15. (a) El personaje A en la escena izquierda grabada en la concha;


(b) representación en un monolito del periodo Clásico procedente de Antigua,
Veracruz; (c) representación zapoteca de la cabeza de un mono, Huitzo, Oaxaca;
(d) el personaje B en la escena izquierda de la concha; (e) representación zapoteca
de una cara humana con máscara bucal; (f) efigie cerámica del Zapotal, Veracruz,
que porta serpientes como cinturón.

son únicos a cada personaje. Por ejemplo, el personaje A parece llevar


sandalias, un tocado elaborado y cuatro paños con flecos (figura 15a).
Esta última característica de la indumentaria se conoce en un monolito
del periodo Clásico (300-900 d.C.) que aparentemente proviene de
Antigua, Veracruz (figura 15b). El personaje B en la concha no lleva
sandalias, tiene una máscara bucal y una cabeza de serpiente como bro-
che en la banda alrededor de su cintura; también parece presentar una
ofrenda representada por la cabeza de un mono (figura 15d). Aunque la

50
Un cráneo humano y una concha grabados

naturaleza de la ofrenda es única, la forma de representar la cabeza de


mono es similar a otros ejemplos en el corpus zapoteca (figura 15c). La
máscara bucal del personaje también es similar a otros ejemplos cono-
cidos en el arte figurativo zapoteca (figura 15e). Por otro lado, el cintu-
rón con broche en forma de serpiente no es parte de las convenciones
conocidas en Oaxaca, pero sí hay efigies cerámicas del periodo Clásico
en el centro de Veracruz que portan serpientes como cinturones (figura
15f). Los personajes aparecen sobrepuestos en su porción inferior a unos
elementos que podrían denotar lugares o espacios arquitectónicos, pero
éstos carecen de signos que marquen una función toponímica. Las ban-
das tan conspicuas que radian de las cabezas de ambos personajes se
parecen a los elementos enhiestos en los tocados de los jugadores de
pelota pintados en los murales de la cámara principal en la tumba 5 del
Cerro de la Campana, en Suchilquitongo, Oaxaca (figura 16).

a
Representación de
lugares o espacios
arquitectónicos

Figura 16. (a) Los personajes A y B en la escena izquierda de la concha; (b) detalle
del mural pintado en la pared oeste de la cámara principal en la tumba 5 del Cerro
de la Campana, Suchilquitongo, Oaxaca.

51
Javier Urcid Serrano

La vestimenta en forma triangular que viste el personaje grabado


en la escena de la derecha la identifica como una mujer. Lleva además
un ornamento en la parte superior del pecho que parece un pectoral o
un collar compuesto. La cara de la mujer tiene labios delgados y alar-
gados y sostiene con la mano izquierda lo que parece ser una planta,

Personaje llamado 7 Lagarto (Ojo de Reptil)


emergiendo de una gran concha que lleva
un individuo llamado 3 Venado. Este
último está tiznado y tiene un gran mechón
b de pelo largo, atributos que sugieren la
representación de un sacerdote análogo a
los Cuacuacuiltin mexica (Sahagún, Libro II,
Capítulo XXV). Mural en la jamba N del
Edificio A, Cacaxtla, Tlaxcala.

Figura 17. (a) La mujer grabada en el caracol posiblemente emerge de una concha;
b) personaje emergiendo de una concha en un mural de Cacaxtla; c) vaso policromo
maya con el dios N emergiendo de una concha.

52
Un cráneo humano y una concha grabados

posiblemente de maíz. La representación zoomorfa de la que parece


emerger no es fácil de identificar, aun si ésta se gira 180 grados (figura
17a); sin embargo, tal vez represente una concha. La imaginería de
personajes que surgen de conchas se ha atestado durante el periodo
Clásico en Cacaxtla y en vasos policromos mayas (figuras 17b y c).

Técnica del grabado


Toda la superficie de la concha está grabada con la técnica champlevé.
La composición no deja espacios libres, lo que nos remite al horror
vacum característico del arte en estilo Mixteca-Puebla. Es también
notable la forma en que las protuberancias naturales de la concha
quedaron incorporadas en el diseño, sobre todo en la representación
antropozoomorfa que preside la escena grabada en el lado derecho de
la concha. Dos perforaciones artificiales en esta imagen forman los
ojos, y la boca está marcada por una apertura alargada con una forma
irregular pero simétrica. El objeto se cortó en el borde superior, lo que
sugiere que la concha se modificó para facilitar su uso como instru-
mento musical (figura 18a). Otras dos perforaciones artificiales y cir-
culares se hicieron a lo largo del plano vertical y parecen haber servi-
do para la suspensión de la concha. Algunas representaciones en los
códices muestran personajes que portan conchas en la espalda suspen-
didas del cuello (figura 18b). También es posible que las aperturas de
la cara antropozoomorfa estén además relacionadas con la función de

a b

Figura 18. (a) Un músico tocando una concha y un tambor, Códice Borgia, p. 24;
(b) personaje con una concha suspendida por atrás del cuello, Códice Nuttall, p. 18.

53
Javier Urcid Serrano

la concha como un objeto para llamar a asambleas o como un instru-


mento musical.

Características tafonómicas
Parece haber restos de pintura roja en algunas partes de la concha. Mu-
chos objetos de carácter ritual y funerario en la Mesoamérica antigua se
cubrían con cinabrio rojo, así que su presencia en la concha no sería
inusual. Otras porciones de la superficie de la concha parecen tener
marcas de lo que parecen ser raíces finas. Estas marcas no están inte-
rrumpidas por las líneas del relieve sino más bien se adecuan a éstas.
Dicha evidencia sugiere que el daño por raíces es posterior al grabado
de la concha, tal y como se esperaría de un objeto original que even-
tualmente permanecería enterrado y pasaría a formar parte del registro
arqueológico.

Conclusión
Ambos objetos presentan composiciones complejas y elaboradas que
imparten un balance en su concepción. Las dos secciones de la narra-
tiva grabada en el cráneo exhiben una simetría en sentidos opuestos,
lo cual es una característica estructural en varias tradiciones artísticas
prehispánicas de Mesoamérica. La cara antropomorfa ejecutada en el
occipital del cráneo y las escenas en la concha incorporan en el dise-
ño rasgos naturales de los especímenes, otra característica bien docu-
mentada en piezas prehispánicas (por ejemplo, si se invierte la concha
grabada maya que se ilustra en la figura 2b, se notará que el objeto
representa una cara humana con un tocado cónico. Schelle y Miller,
1986: 308-309). Las imágenes grabadas en ambos objetos no parecen
ser copias de fuentes conocidas. Aunque algunos de los personajes
grabados en ambos objetos tienen posturas únicas y llevan a cabo
actividades sin paralelo, otros tienen contrapartes con ejemplos de
varias tradiciones gráficas en Mesoamérica. Algunas pueden trazarse
desde el periodo Clásico, pero otras son más características del estilo
Mixteca-Puebla.
Tales observaciones sugieren que el grabado en la concha es posi-
blemente más temprano que el del cráneo, correspondiendo tal vez a

54
Un cráneo humano y una concha grabados

una época entre los siglos xii y xiv d.C. El grabado en el cráneo podría
ser más tardío pues comparte mayor similitud con convenciones gráfi-
cas en los códices, sobre todo con los del grupo Borgia. Aunado a estas
diferencias temporales también es factible que los objetos se elaboraron
en áreas del suroeste de Mesoamérica aún poco conocidas arqueológi-
camente, por ejemplo en la costa Pacífica de Oaxaca o en las colindan-
cias entre los actuales estados de Oaxaca, Guerrero, Veracruz y Chiapas.
Es evidente que aún se desconoce mucho sobre el desarrollo y el posi-
ble rango de variaciones regionales en el estilo Mixteca-Puebla. Por lo
tanto, la aparente unicidad de los relieves en el cráneo y en la concha,
así como la falta de comparación iconográfica con otros ejemplos con-
siderados “típicos” del estilo Mixteca-Puebla no pueden tomarse como
evidencia de falsificaciones o manufacturas recientes. Con base en las
observaciones delineadas anteriormente, los relieves en el cráneo y en
la concha parecen ser de origen prehispánico. Un examen más deta-
llado de los objetos, usando microscopio, permitiría determinar atribu-
tos biológicos y tafonómicos adicionales que proveerían otras claves
para apoyar o descartar el dictamen presentado aquí.
En cuanto al significado de los objetos y las imágenes representadas
en ellos, poco se puede decir. La falta de glifos calendáricos que propor-
cionen un marco cronológico o que identifiquen a los personajes por
sus nombres sugiere que fueron objetos de carácter ritual, posiblemen-
te con una función similar a la de los códices mánticos. Parte de la se-
masiografía3 en el cráneo tiene un tema semejante al contenido en una
sección del Códice Laud (figura10). Sin embargo, es improbable que el
cráneo se hubiese usado para hacer pronósticos en el matrimonio con
base al valor numérico de los nombres calendáricos de los casados, como
es el caso de la escena en la figura 10 (Anders y Jansen, 1994: 171-185).
No obstante, el cráneo pudo ser parte de un oráculo para hacer pronós-
ticos relacionados con la muerte y la guerra. El cráneo mismo fue tal
vez un trofeo de guerra. Por otra parte, la concha pudo haberse usado
como instrumento musical en un ritual específicamente relacionado
con ofrendas a la tierra, pedimento de agua y la fertilidad del maíz.
3
En la que los dibujos comunicaban el pretendido significado de maneras vagamente rela-
cionadas con el habla sin que intervinieran formas lingüísticas (nota de los coordinadores).

55
Javier Urcid Serrano

Retrospectiva
Después de entregar mi dictamen a Mark Selby el 20 de mayo de 1994,
volví a platicar con él por teléfono unos días después. Nuestra con-
versación giró en torno a mi disponibilidad de atestiguar en la corte
en caso de que el enjuiciamiento del presunto traficante procediera.
Yo estaba dispuesto a ello con la condición de que tendría que re-
evaluar mi dictamen con base en el estudio de los objetos mismos.
Después de esa plática no supe más sobre el asunto hasta cuatro años
después. Durante la Primera Mesa Redonda de Monte Albán, y de
forma inesperada, conocí a Pedro Francisco Sánchez Nava, en ese
momento Director del Registro Público de Monumentos y Zonas
Arqueológicas, dependiente del Instituto Nacional de Antropología
e Historia, quien me comentó sobre su participación en el caso y la
posibilidad de repatriar los objetos a México. En este mismo volumen
él da testimonio de su experiencia.

56
Invocaciones del otro mundo:
caracol, cráneo y el culto a los ancestros

——— ———

Maarten Jansen∗

Estamos frente a dos fascinantes artefactos mexicanos, recuperados del


tráfico ilícito de bienes arqueológicos: un caracol y un cráneo, ambos
decorados con escenas grabadas, similares en cuanto a su estilo e icono-
grafía a los manuscritos pictográficos del Posclásico.1 Este estilo se
conoce también como tipo códice y, con referencia al área del que
proceden muchos códices, como estilo Mixteca-Puebla. En realidad
se trata de un estilo-horizonte, de muy amplia difusión, hasta se ha
llamado “el estilo internacional del Posclásico” (Robertson, 1970).
Por ahora es aún muy difícil asignar un lugar preciso de procedencia
a objetos que llevan este tipo de decoración, cuando no son hallados
in situ. De hecho se ha librado un intenso debate académico sobre el
origen de la obra más espectacular y emblemática de este estilo, el
Libro de noche y viento o Códice Yoalli Ehécatl, generalmente conoci-
∗ Universidad de Leiden.
1
2Agradezco al arqueólogo Pedro Francisco Sánchez Nava por la invitación a analizar estos
artefactos y por haberme proporcionado los dibujos de los mismos, así como el dictamen
de Javier Urcid Serrano. Expreso además mi gratitud a Zenaido Cruz López por sus lúcidas
observaciones, así como a Gilda Hernández Sánchez, que está preparando una disertación
doctoral sobre la iconografía de la cerámica pintada en estilo Mixteca-Puebla, y a Iván
Rivera Guzmán, que ha estimulado este trabajo con sus comentarios y facilitó un breve
examen de los artefactos originales en la ciudad de México (27 de julio de 2004). Las con-
sideraciones interpretativas aquí presentadas forman parte de un estudio más ámplio sobre
los códices mesoamericanos como expresiones de ideas religiosas y estructuras sociales,
realizado junto con Gabina Aurora Pérez Jiménez en la Facultad de Arqueología de la Uni-
versidad de Leiden y apoyado por la Fundación Neerlandesa para el Fomento de Investiga-
ciones Científicas (nwo) y por la Real Academia Neerlandesa de Artes y Ciencias (knaw).

57
Maarten Jansen

do como Borgia.2 En el caso de los presentes artefactos, el reto es aún


más grande ya que son hallados fuera de contexto y, por lo tanto, se
debe examinar la posibilidad de que no sean obras auténticas de la
época precolonial, sino productos recientes, fabricados por falsificado-
res con fines de lucro.
En su detallado estudio “Un cráneo humano y una concha grabados
en estilo Mixteca-Puebla”, Javier Urcid ha demostrado que los distintos
elementos de las escenas grabadas sobre ambas piezas concuerdan con
la iconografía mesoamericana. Aquí queremos hacer un intento de
identificar la temática y de formular una interpretación global de las
escenas. Las faltas de coherencia en una composición generalmente son
indicadores cruciales de una falta de autenticidad. Los falsificadores a
menudo copian elementos, agregando productos de su propia creativi-
dad, pero les es difícil construir un mensaje coherente en términos
mesoamericanos. Esto es evidente en varios códices falsos. Por ejemplo,
el manuscrito mexicano preservado en la Chester Beatty Library de
Dublín, que tuve oportunidad de examinar hace algunos años, combi-
na figuras copiadas del Códice Yoalli Ehécatl (Borgia) con otras copiadas
del Códice Yada o Tututepetongo (Porfirio Díaz), pero el conjunto mues-
tra múltiples rupturas internas, tanto en su estilo como en su contenido,
de modo que las imágenes nuevamente compuestas, aunque proceden
de fuentes auténticas, no constituyen un texto coherente.3
Anticipamos que en el caso de los dos artefactos aquí comentados es
difícil hacer un juicio definitivo con este criterio. No conocemos aún
bien toda la variedad de la iconografía mesoamericana, especialmente

23
He analizado esta discusión, la abundante literatura y los diferentes argumentos en Anders,
Jansen y Loo (1994, parte 2). Véase también los estudios de Smith y Heath-Smith (1980) y
Sisson (1983). La obra editada por Nicholson y Quiñones Keber (1994) ofrece una visión
actual del estilo Mixteca-Puebla. En cuanto a la nomenclatura de los códices, sigo la propues-
ta que hicimos Gabina Aurora Pérez Jiménez y yo, en el prólogo a la monografía de los her-
manos Maldonado Alvarado (2004).
3
Lo mismo se puede observar en otros manuscritos falsificados como el códice expuesto en
el pabellón de la Santa Sede en la Exposición Universal de Sevilla 1992, discutido crítica-
mente por Batalla Rosado (1993 y 1995). Otro caso iluminador es el códice falso del Museo
de América (Madrid), que contiene figuras copiadas del Códice Yuta Tnoho (Vindobonensis),
y que también fue analizado por Batalla Rosado (1994).

58
Invocaciones del otro mundo

en cuanto a este género de piezas. Es muy posible que lo que ahora nos
parezca incoherente o incomprensible, no se deba a la composición de
la escena sino al estado limitado y fragmentario de nuestros conocimien-
tos. Por otra parte es posible que las escenas nos parezcan coherentes
porque nuestra percepción incluye desde su inicio la voluntad de ver una
estructura significativa de modo que tendemos a proyectar sobre ellas
una unidad temática y a interpretar los componentes en este sentido.

Lectura del caracol


El texto pictórico grabado sobre el caracol se puede dividir en dos esce-
nas. La primera se encuentra en la parte cóncava exterior del caracol.
El punto es labrado para representar las fauces abiertas de un lagarto,
que suele simbolizar una cueva o la tierra en general. Su lengua bífida
levanta un objeto de diferentes segmentos: éste da la impresión de ser
un altar redondo. Normalmente el altar no es representado así en los
manuscritos pictóricos, sino con un perfil de talud-tablero. La asociación
entre altar y las fauces de lagarto, sin embargo, se ve con frecuencia (fi-
gura 1). Los objetos angulares colocados encima pueden representar una
ofrenda de leña. Suben unas volutas, indicando fuego y humo. Escenas
similares se encuentran en los códices religiosos (figuras 2 y 3).

Figura 1. Altar
encima de las fauces
de un lagarto
(con la imagen de
Tlauizcalpantecuhtli
como guerrero, un
tzompantli y un árbol
con banderas de
sacrificio), en el
Códice Yoalli Ehécatl
(Borgia), p. 19.

59
Maarten Jansen

Figura 2. Altar
con una ofrenda
de leña y pelota
de hule (ante
el dios Sol),
en el Códice
Tezcatlipoca
(Fejérváry-Mayer),
p. 5.

Figura 3. Ofrenda
de leña y pelota
de hule a la Tierra
(ante una diosa
joven), en el
Códice Tezcatlipoca
(Fejérváry-Mayer),
p. 11.

60
Invocaciones del otro mundo

Figura 4. Lápida de Huilocintla


(según Seler).

A cada lado está un hombre en posición de adorante. Los dos son


rodeados por algunas bandas o tiras cuya función es difícil de determi-
nar. El adorante a nuestra izquierda lleva una vestimenta adornada y
una especie de penacho. Su contraparte a la derecha no tiene tales
adornos, sino más bien una cabeza calva y labios pronunciados, tal vez
una máscara bucal. Frente a su pecho vemos la cabeza de una serpien-
te, sea como parte de su indumentaria (terminación de un cinturón
que lo rodea), sea como signo calendárico —(1) Serpiente—, repre-
sentaría el nombre del personaje mismo o de una entidad divina a quien
está consagrado. Ser rodeado por una serpiente es una manera pictó-
rica de indicar el inicio del trance. Un ejemplo impresionante se ve en
una lápida de Huilocintla: el protagonista hace un autosacrificio, per-
forando su lengua ante Ciuacóatl, conjurando así a una serpiente de
visión, envuelta en vapores (figura 4).4
4
Véase Seler (1960, III: 514-521), así como el comentario de Jansen y Pérez Jiménez
(2000: 195 ss).

61
Maarten Jansen

Figura 5. Vasija de Nochixtlán (según Seler).

En nuestro caracol el sacerdote con la serpiente sostiene con las


manos una cabeza. Algo similar vemos en la vasija de Nochixtlán,
donde el adorante parece ser un sacerdote en búsqueda de una visión u
oráculo. Allí la cabeza está combinada con un corazón: aparentemente
no denota un sacrificio, sino que el adorante se ofrece con “rostro y
corazón”, es decir “con toda su persona” a la deidad (figura 5).5 Notamos
que los protagonistas en esta vasija están sentados en tronos (perte-
necen a la clase gobernante) y llevan los atributos de Quetzalcóatl, el
héroe cultural, y Cipactonal, el anciano sacerdote cargador del bule
de piciete, respectivamente, y que están sentados frente a santuarios
localizados en cuevas (representadas por las fauces abiertas de lagar-
tos). Del templo frente a Quetzalcóatl sale una serpiente de visión
con cabeza de Xólotl.
En cuanto a la escena del caracol también es posible que se trate
de un cráneo o cabeza conservada (trofeo) como recuerdo físico del
ancestro. En tal caso el acto de presentar el cráneo representaría el
descubrimiento de los restos óseos para venerarlos o para solicitarles
algún consejo u oráculo.
5
Véase la interpretación de Jansen y Pérez Jiménez (2000: 210-211). Eduard Seler (1960,
III:522 ss.) publicó un dibujo y un estudio de esta vasija.

62
Invocaciones del otro mundo

El Códice Yoalli Ehécatl (Borgia, p. 32) nos muestra un ritual noc-


turno para el Divino Cuchillo (Técpatl, Iztli) en el patio frente a un
templo o pirámide, durante el que diferentes sacerdotes corren y bailan
con cráneos y cabezas cortadas (figura 6).
Encima de esta escena, en el lugar que corresponde al cielo, vemos
algunas volutas (compuestas de manera similar a grecas), que pueden
representar nubes o vapor, es decir, la presencia de las deidades de la
lluvia y del viento. El mismo motivo encontramos como elemento
diagnóstico en un templo en el Códice Añute (Selden), pp. 2-II: yoco en
Dzaha Dzaui, la lengua mixteca, significa “vapor” y también “espíritu”
(figuras 7 y 8). Por otra parte las volutas pueden representar palabras,
canto o, en este caso, el sonido del caracol mismo (figura 9).
Dando la vuelta, atrás del adorante, hay una segunda escena. De
las fauces abiertas de una serpiente que se levanta en forma vertical,
emerge a medio cuerpo un personaje con un collar. Atrás de su oreja
cuelga una tira encorvada. Sus labios prominentes se asemejan a la
boca tipo pico del Dios del Viento (Ehécatl-Quetzalcóatl). De su boca
sale un signo similar a una lengua bífida que termina en dos medios
círculos opuestos; el conjunto no es común, pero ha de representar el
discurso del personaje (figura 10). Un signo similar encontramos en

63
Maarten Jansen

Figura 6. Baile con cráneos y cabezas cortadas, en el Códice Yoalli Ehécatl


(Borgia), p. 32.

Figura 7. Templo
de Vapor (yoco)
en el Códice
Añute (Selden),
pp. 2-II.

64
Invocaciones del otro mundo

Figura 8. Templo del Norte, caracterizado por el vapor en su techo (Itzlacoliuhqui


hace una ofrenda de leña al tlacuache sentado), en el Códice Tezcatlipoca
(Fejérváry-Mayer), p. 33.

Figura 9. Altar con volutas


que representan cantos
o “fama”, en el Códice
Yuta Tnoho (Vindobonensis),
p. 23-I.

65
Maarten Jansen

Figura 10. Discurso


del Señor 9 Viento
Quetzalcóatl en el
Códice Yuta Tnoho
(Vindobonensis),
p. 38-III.

Figura 11. El baño


del sacerdote que
ha despertado de su
trance, en el Códice
Yoalli Ehécatl
(Borgia), p. 38.

66
Invocaciones del otro mundo

Figura 12. Diferentes ofrendas indicadas por el signo de las cuatro volutas amarradas,
en el Códice Yuta Tnoho (Vindobonensis), p. 17-II.

el Códice Yoalli Ehécatl (Borgia), p. 38: una corriente de vapor sale del
sacerdote que acaba de salir de su trance chamánico y es bañado por
otro sacerdote, dedicado al Dios de la Lluvia (figura 11). Por otra
parte, este elemento se asemeja al signo de cuatro volutas amarradas
que se emplea en los códices de Ñuu Dzaui (la Mixteca), probable-
mente para indicar “hablar a las cuatro direcciones” y, en un sentido
más amplio, “oración” y “ofrenda” (figura 12).
El personaje que emerge de las fauces de una serpiente generalmen-
te representa un antepasado que se revela a un sacerdote o devoto en
estado de trance. Se trata de la “serpiente de visión”, tan importante
en el arte clásico maya y en el Códice Yoalli Ehécatl (Borgia).6 La aso-
ciación con el Dios del Viento puede indicar su carácter espiritual y
sacerdotal, como tlamacazqui, “sacerdote espiritado” y como “noche y
viento”, es decir “misterioso y místico” (figura 13). La escena nos re-
cuerda los conjuros registrados por Hernán Ruiz de Alarcón:

6
Véase Freidel, Schele y Parker (1993: esp. pp. 207-219), así como Jansen y Pérez Jimé-
nez (2000, cap. 6).

67
Maarten Jansen

Figura 13. Visiones provocadas por abrir el Envoltorio Sagrado, en el Códice Yoalli
Ehécatl (Borgia), p. 36.

Venga, pués, ‘Nueve Veces Golpeado’ [el piciete molido],


hijo de Citlalcueye [‘La de la Falda de Estrellas, la Vía Láctea’],
que conoces el Reino de los Muertos y el Cielo.
¿Qué piensas ahora?
Huélgate que ya finalmente he venido
yo, el tlamacazqui [‘sacerdote espiritado’],
yo, el Señor-Naual,
yo, Quetzalcóatl...7
7
Ruiz de Alarcón, Tratado II, cap. 3, trad. modificada del texto náhuatl. Véanse también
mis observaciones sobre el trance mesoamericano y su representación iconográfica en el
comentario al Códice Yoalli Ehécatl o Borgia (Anders, Jansen y Reyes García, 1993: 62 ss.,
y 178 ss.) y en el comentario al Códice Mictlán o Laud (Anders y Jansen, 1994: 89 ss.).

68
Invocaciones del otro mundo

Con ambas manos este personaje señala hacia una serie de volutas
que surgen atrás de él desde la orilla, es decir desde el interior del
caracol. Es un gesto dramático poco común en la pictografía del cen-
tro y sur de México, pero el sentido es claro: el personaje se manifies-
ta en el sonoro sonido del caracol mismo y a la vez lo estimula y ex-
presa su fuerza. Un gesto comparable encontramos en la representación
del Señor 9 Viento Quetzalcóatl como mago que baila con una pier-
na cortada, en el Códice Yuta Tnoho (Vindobonensis), p. 48-I, y en la
figura de un hombre con cabeza de venado, posiblemente realizando
un baile ritual nahualístico, en el Códice Mictlán (Laud), p. 3, figuras
14 y 15.
Encima de esta escena hay una apertura con dos puntos marcados
en el caracol. El total da la impresión de ser una extraña cara mons-
truosa que podría representar una cueva donde todo se lleva a cabo.
A la vez esta decoración da al caracol mismo el aspecto de ser un ente
vivo, con ojos, boca y voz. En ambos casos se trata de un portal del
otro mundo.
En forma combinada las dos escenas parecen referir a un ritual en
una cueva o, de todas maneras, ante la tierra. Las ofrendas quemadas

Figura 14. Mago que baila con una Figura 15. Hombre con cabeza de venado
pierna cortada en la mano, en el Códice en el Códice Mictlán (Laud), p. 3.
Yuta Tnoho (Vindobonensis), p. 48-I.

69
Maarten Jansen

en un altar resultan en la conjuración de una visión o un espíritu, que


a la vez se identifica con la voz del caracol, calificándola como un
mensaje misterioso del más allá. La implicación de tal lectura sería que
el caracol mismo hubiese desempeñado un papel importante en tales
rituales, como un instrumento liminal que posibilita una comunicación
visionaria con el otro mundo.8
El mensaje es coherente y concuerda bien con lo que ahora sabemos
de los rituales para inducir visiones, pero en el estilo de la representa-
ción hay algunos elementos que son muy distintos de la iconografía
conocida. Por el momento no podemos determinar si estas anomalías
son indicación de que la pieza fuese falsa o simplemente tienen que
ver con el conocimiento aún muy limitado que tenemos acerca de
tales obras de arte. Las bandas o tiras que rodean a las figuras, por
ejemplo, no se ven en los códices, pero Javier Urcid ha encontrado un
posible paralelo en el mural de la Tumba 5 de Suchilquitongo.

Lectura del cráneo


El cráneo muestra en la parte frontal y superior una escena grande
grabada, tipo códice, la cual puede dividirse en varias partes. La lec-
tura parece comenzar en la frente y proceder de abajo arriba sobre el
resto del cráneo. La primera escena consta de tres personajes, los tres
parecen ser hombres. Los dos a nuestra izquierda se dirigen a otro a
nuestra derecha. La composición es comparable con las escenas de
saludo ceremonial en los códices de Ñuu Dzaui. En tal caso los dos a
nuestra izquierda serían adorantes que rinden homenaje al hombre a
nuestra derecha. Pero también es posible que los dos personajes exte-
riores rindan homenaje al individuo en el centro.
Este último, llamado personaje B por Urcid, está representado de
medio cuerpo. No se distingue bien en qué o sobre qué está colocado,
¿una vasija, una flor o un trono? Con la mano derecha sostiene frente
a su boca un objeto que parece ser un caracol. Atrás de él vemos a un
hombre parado (reconocible como tal por el maxtlatl). Tanto en la
8
Una interpretación similar se puede dar a las urnas clásicas de Oaxaca (Jansen, 2004)
y a las vasijas policromas del estilo Mixteca-Puebla (como demuestra Gilda Hernández
Sánchez en su disertación doctoral).

70
Invocaciones del otro mundo

espalda como encima del cabello vemos algunos signos abstractos. Una
línea encorvada alrededor de la boca podría indicar una barba; entre
los labios parece que se ve un diente. Todo esto indica que se trata de
un anciano, probablemente un sacerdote anciano (personaje A). Tira
unos círculos al suelo. Este acto es bien conocido en el arte mesoame-
ricano y aparece tanto en los frescos de Teotihuacan y en los relieves
mayas como en los códices posclásicos. Se han propuesto varias inter-
pretaciones como sembrar semillas o esparcir sangre de autosacrificio.
Con base en los códices de Ñuu Dzaui pienso que se trata de tirar
polvo de piciete (nicotiana rústica). Vemos un paralelo en el Códice
Tonindeye (Nuttall), p. 2: como parte de un saludo ceremonial un
hombre toca un caracol mientras otro echa al aire el polvo verde del
piciete para crear un ambiente puro y sagrado (figura 16).

Figura 16. Saludo ceremonial al Señor 8 Viento que se manifiesta en Yucuñudahui,


en el Códice Tonindeye (Nuttall), p. 2.

71
Maarten Jansen

El hombre a nuestra derecha (personaje C) parece estar rodeado


por volutas. En caso de ser el personaje principal que recibe el saludo
de los otros dos, podría ser alguien que se manifiesta dentro de las
espirales de humo, es decir, en una visión. Por otra parte, es posible
que estas volutas sean parte de su título o nombre.
Arriba de este conjunto que consiste en tres personajes se levanta
una tira ondulante, como un camino o cuerpo serpentino que termina
en una boca dentada con un ojo, que al parecer representa las fauces
de un lagarto (llamado motivo G por Urcid). De allí sale un guerrero
armado con macana y escudo (personaje F). Su yelmo tiene forma de
cabeza de jaguar o animal semejante. Al parecer viste una túnica (xi-
colli). Es curioso cómo sostiene la macana como si fuera una lanza. Más
curioso aún es que en la otra mano, frente a sí, levanta por los pies a
un hombre de tamaño pequeño. El hecho de que este guerrero proce-
da de la boca del lagarto sugiere que estamos frente a una escena de
visión en que el hombre se manifiesta por los conjuros hechos en la
escena anterior. Hay un paralelo en el dintel 25 del Templo 23 de
Yaxchilán (figura 17), donde un hombre armado, probablemente el
fundador de la dinastía, se manifiesta en las fauces de la serpiente de
visión a la reina K’abal Xok (Freidel, Schele y Parker, 1993: 308 ss.).
Más a nuestra izquierda sigue una tercera escena, que consta de un
hombre sentado cuya cabeza es una calavera; además tiene un penacho
y levanta una mano con el dedo índice extendido hacia arriba, como
si estuviera llamando la atención a alguien (personaje E). Frente a este
personaje esquelético está un adorante o danzante, con las manos al-
zadas y la cara levantada hacia arriba (personaje D). Obviamente se
trata de un acto de respecto ante el hombre muerto en medio, que
parece dar instrucciones al otro.
Hasta ahora el texto pictórico parece hablarnos de un saludo cere-
monial, un rezo o conjuro, que provoca la visión del difunto, que sale
de lo profundo de la tierra o de una cueva (el lagarto). Probablemen-
te se trata de una manifestación del difunto en dos formas, primero
como estuvo en vida (personaje F) —un guerrero-jaguar valiente y
vencedor—, luego como está ahora: un personaje importante (con
penacho), sentado en el reino de los muertos (personaje E). El ado-

72
Invocaciones del otro mundo

Figura 17. Dintel 25 de


Yaxchilán: el fundador
de la dinastía se muestra
en una visión a la reina
K’abal Xok.

rante (personaje D) representa a todos los que miramos la escena,


venerando al difunto, que desde su sede en el más allá nos indica qué
hay que hacer.
Encima de esta escena en el segundo plano (personajes D-F) hay
un signo que consiste en un círculo del cual emanan dos cabezas fero-
ces, mirando a lados opuestos (llamado motivo H por Urcid). Parecen
ser cabezas de serpientes con dientes prominentes. El círculo central
en el cráneo es representado con frecuencia en los códices y parece
marcar el lugar donde está concentrado el tonalli, la fuerza anímica
(figura 18). Según la antigua cosmovisión de los mexica, el tonalli es el
principio vital más importante, una especie de “alma”, una fuerza ca-
liente, relacionada con el sol, la vida, y a la vez con el día del naci-

73
Maarten Jansen

Figura 18. El Dios de la Muerte y el Dios del Viento (a la vez del sacerdocio y del
culto) conectados como dualidad, en el Códice Yoalli Ehécatl (Borgia), p. 56. Nótese
la marcación del círculo en la parte central del cráneo.

miento de un individuo, y por lo tanto con su carácter y su suerte. La


parte central de la cabeza, la fontanela, la mollera y el cabello, es don-
de está situada. Es también la fuerza que puede salir del cuerpo duran-
te el sueño y, por supuesto, en el caso de la muerte. Alfredo López
Austin, que ha hecho un estudio exhaustivo sobre las conceptualiza-
ciones mesoamericanas de las diferentes fuerzas espirituales o anímicas,
concluye que el tonalli es precisamente el elemento central en los ritos
mortuorios y en el culto a los ancestros (1980: cap. 6 y pp. 367-368).

74
Invocaciones del otro mundo

Figura 19. El trance representado


por una serpiente emplumada
que surge de la parte central de
la cabeza, en el Códice Mictlán
(Laud), p. 1.

El Códice Mictlán (Laud), p. 1, nos muestra la imagen de un hombre


que entra en trance, con base en su respeto religioso y su autosacrificio:
una serpiente emplumada, representando su experiencia visionaria,
surge de la parte central de su cabeza (figura 19).
Las cabezas serpentinas que emanan del círculo no son simétricas,
sino algo diferentes entre sí. La que está a nuestra izquierda tiene un
ojo grande redondo y la boca abierta, con una serie de dientes. La de
la derecha tiene la boca medio cerrada y atrás del ojo una oreja dobla-
da. La parte inferior de esta última cabeza serpentina desaparece atrás
de la figura del guerrero. Su posición en el conjunto del texto grabado
es la del cielo. Combinando los diferentes indicios del arte visual
mesoamericano interpretamos las serpientes que emanan del tonalli
como representaciones de la capacidad visionaria del ser humano, en
particular del trance por medio del cual los sacerdotes se pueden co-
municar con el otro mundo.
En la composición gráfica de esta parte hay varias anomalías. La
posición del guerrero es curiosa y mal lograda. El nivel distinto en que
están colocadas las personas y el hecho de que el adorante no mira al
muerto sino arriba, a la boca abierta de una de las serpientes, hace que
los diferentes actores no parezcan estar explícitamente relacionados
ni conectados entre sí. Es notable la falta de simetría en el dibujo de

75
Maarten Jansen

las dos culebras; además, los personajes de la escena en el segundo


plano están en parte sobreimpuestas sobre las cabezas serpentinas. Todo
esto provoca dudas acerca de la autenticidad de la pieza.
Por otra parte se puede observar que el manejo de una lanza o arma
similar también causó problemas técnicos de representación en los
códices precoloniales. Vemos por ejemplo el dibujo de un guerrero en
el Códice Yuta Tnoho (Vindobonensis), p. 48-II: levanta la lanza y la
hace pasar atrás de su espalda (figura 20).
El cuerpo del adorante (D) está formado por varios segmentos
angulares, lo que no es propio de los códices, pero sí ocurre, por ejem-
plo, en los relieves de piedra en Tula, Hidalgo (Mastache, Cobean y
Healan, 2002: 123). Tanto en este caso como en el de las bandas o
tiras que rodean a algunos personajes en el caracol, habría que consi-
derar la posibilidad de que tales segmentos fueran bases para aplicar
elementos decorativos, sea de pintura, sea de mosaico.
Hay que tener en cuenta, además, que el trabajo de incisión y relie-
ve sobre la superficie curva e irregular del cráneo debe haber causado
ciertos problemas de composición, que se notan más cuando la escena
es reducida a un nivel plano en el dibujo. Viendo la estratigrafía del
grabado, observamos que el signo del tonalli con las cabezas serpentinas
fue puesto primero y que la otra escena fue concebida después. Esta
presencia anterior del motivo H en el grabado es interesante, ya que

Figura 20. Guerrero con lanza


en el Códice Yuta Tnoho
(Vindobonensis), p. 48-II.

76
Invocaciones del otro mundo

destaca el tonalli del fallecido mismo, posiblemente para facilitar su


salida. También nos dice que no fue concebido como elemento para
cerrar la otra escena, sino que, por el contrario, el resto del relieve fue
hecho como una unidad aparte. Un problema en el cálculo de las pro-
porciones hizo que los personajes D y F invadieran el motivo H.
Puede ser también que el acto de adoración del personaje D ante
el muerto y ante la cabeza serpentina sea una combinación intencional.
De hecho la cabeza serpentina y la figura esquelética remiten a lo
mismo: al tonalli del difunto, que se manifiesta en una visión y es el
objeto de la invocación y adoración. La diferencia visual entre las dos
cabezas serpentinas puede indicar que no debemos interpretar esta
figura como una serpiente de dos cabezas, sino como un centro del cual
surgen serpientes (experiencias visionarias) distintas.
Resumimos. El primer paso en el grabado fue marcar la fuerza del
tonalli como un círculo en la parte central del cráneo. La adición de
serpientes tal vez fue, en primer lugar, para facilitar la salida del tona-
lli del fallecido; luego para marcar este cráneo como origen de expe-
riencias visionarias que permiten una comunicación con este tonalli,
y, en sentido más amplio, con el otro mundo. Este aspecto se elabora
en la escena compleja que se puso abajo de este signo. El primer plano
(personajes A-C) trata de un saludo ceremonial, que en este contexto
fúnebre más bien se puede calificar como una invocación o conjuro.
En este rito participan un sacerdote anciano que tira piciete, un hom-
bre que toca un caracol y un tercero que parece estar asociado con la
experiencia visionaria misma, ya que aparece dentro de vírgulas de
humo o vapor. El ritual resulta en que en el segundo plano se yergue
una gran serpiente con cabeza de lagarto, que representa el trance,
probablemente dentro de una cueva. En esta visión se manifiesta el
difunto en dos aspectos: como guerrero victorioso (F) y como muerto
sentado (E), que recibe la adoración (D) de los presentes.
Ahora debemos voltear el objeto: el hueso occipital muestra otra
cara grabada, que mira a los que contemplan el cráneo desde atrás. Los
grandes ojos redondos dan a este rostro un aspecto fúnebre, como
calavera. En el lugar que corresponde al hueco de la nariz, vemos una
especie de pico, que por un lado refuerza la idea de una calavera y por

77
Maarten Jansen

Figura 21. El hombre-búho (tlacatecolotl) y el Dios de la Muerte,


en el Códice Mictlán (Laud), p. 25.

otro da la impresión de que ésta es asimilada a la cara frontal de un


buho, ave agorera de la muerte (figura 21). La boca abierta es un ori-
ficio que literalmente “habla” desde el interior del cráneo, simbolizan-
do claramente una voz del más allá.
El Códice Yuta Tnoho (Vindobonensis), p. 24, muestra un ejemplo
del uso ritual de una calavera: sirve como base para raspar huesos y así
hacer una música que acompaña el consumo ritual de pares de hongos
alucinógenos para poder hacer un viaje espiritual. Iniciador y dirigen-
te del rito es el Señor 9 Viento Quetzalcóatl, personaje liminal y
mediador entre dos mundos (figura 22).
Los restos óseos son elementos que marcan la frontera con el otro
mundo, tanto el paso de los difuntos que se dirigen al más allá, como
el portal por donde se pueden manifestar los ancestros a los vivos. El
relieve en un hueso labrado maya nos muestra cómo, desde el subte-
rráneo oscuro al pie de la pirámide, la serpiente de visión sube ondu-
lando hacia arriba (Schele y Miller, 1986: 285).
Otro ejemplo interesante de un hueso como elemento que comu-
nica con el más allá lo vemos en el Códice Añute (Selden), p. 6-III,
figura 23. La princesa 6 Mono se encuentra con un Ñuhu, es decir,
deidad o espíritu de la tierra, y le pide permiso para entrar en un ca-

78
Invocaciones del otro mundo

Figura 22. Uso del cráneo como “instrumento musical” durante un ritual con
hongos alucinógenos, en el Códice Yuta Tnoho (Vindobonensis), p. 24.

Figura 23. La princesa 6 Mono pide permiso al Dueño del Lugar, llamado Hueso-Coa
(Yeque Yata), para ir al Templo de la Muerte, en el Códice Añute (Selden), p. 6-III.

79
Maarten Jansen

mino subterráneo al Templo de la Muerte (Vehe Kihin). El nombre de


este ser espiritual es Hueso-Coa, que en Dzaha Dzaui se lee Yeque Yata,
combinación de palabras que también se puede entender como “Hue-
so de antes”. El contexto sugiere que la princesa encontró un hueso
antiguo en una cueva y conjuró su espíritu para poder ponerse en
contacto con el inframundo.

Conclusión
Concordamos con Javier Urcid en que el estilo y la iconografía de los
grabados en ambos artefactos en general siguen bien los códigos posclá-
sicos. En las escenas hay algunas anomalías que provocan dudas, pero el
análisis del discurso de las imágenes no resulta en argumentos contun-
dentes para probar que se trata de falsificaciones. Al contrario, el inten-
to de una lectura y una comparación iconográfica detallada nos permiten
afirmar que los textos pictóricos grabados en el caracol y en el cráneo
forman parte de una unidad temática que se refiere al culto a los ancestros,
cuyo elemento central es la serpiente de visión. Esta temática está bien
documentada en el arte mesoamericano y corresponde al importante
papel que tuvo el trance y la veneración de los antepasados difuntos en
la vida religiosa precolonial. Es interesante notar la intertextualidad que
parece existir entre ambos artefactos: el objeto central que en el cráneo
inicia el rito de la invocación es un caracol (en manos del personaje B),
mientras que en la escena de la ofrenda grabada en el caracol uno de los
adorantes parece tener en su mano una cabeza o un cráneo.
Hacemos constar que el trabajo de realizar estos relieves en una
iconografía correcta sobre una superficie curva e irregular indica una
maestría artística que, aunada a la originalidad de las figuras y la co-
herencia del mensaje expresado, es poco común en los falsificadores.
Para una decisión definitiva acerca de la autenticidad de los artefactos,
sin embargo, será necesario encontrar más ejemplos de este género de
representaciones en un buen contexto arqueológico. Al ser auténticas,
las escenas grabadas en el caracol y el cráneo destacan por su compo-
sición original y su alta calidad, abriéndonos una ventana nueva a la
estética mesoamericana y a la iconografía del trance religioso.

80
Análisis tafonómico
y tecnológico del cráneo humano
———•———

Jorge Arturo Talavera González∗


Juan Martín Rojas Chávez∗∗

Se realizó el análisis anatómico, tafonómico y tecnológico de un


cráneo humano repatriado de la ciudad norteamericana de Seattle,
Washington. El objetivo fue establecer su posible procedencia y ubi-
cación temporal y cultural. Se concluyó que este ejemplar es de origen
prehispánico y que para su elaboración se conjugaron, con gran maes-
tría, las diferentes técnicas de manufactura en artefactos de hueso
desarrolladas desde el periodo denominado Formativo Medio por los
antiguos pobladores que habitaron en lo que hoy es el territorio
mexicano.

Análisis anatómico
El cráneo en estudio corresponde a un individuo adulto joven de 25 a
30 años de edad, es de sexo masculino y no presenta mandíbula; se
encuentra en regular estado de conservación, con algunos faltantes en
la porción derecha del hueso frontal (figura 1) y la ausencia total del
hueso esfenoides (figura 2), que se describen en el apartado “Análisis
tafonómico”. Para la determinación del sexo y la estimación de la edad,
se siguieron los parámetros establecidos por la osteología antropológi-
ca (Bass, 1991; Brothwell, 1981, 1987; Comas, 1976; Krogman, 1962;
Ubelaker, 1978), así como de la antropología forense (Villalaín y
Puchalt, 2000; Feucht y Cerdá, 2000; Gil, 2000).

* Dirección de Antropología Física, inah.


** Museo Nacional de Antropología, inah.

81
Jorge A. Talavera González y Juan M. Rojas Chávez

Figura 1. Cráneo
grabado. Norma
frontal.

Figura 2. Cráneo grabado. Norma lateral derecha.

82
Análisis tafonómico y tecnológico del cráneo humano

Todo el cráneo muestra una coloración rojiza que probablemente co-


rresponda a óxido de hierro o cinabrio; esto se determinará con un estu-
dio del pigmento en los laboratorios de la Subdirección de Laboratorios y
Apoyo Académico de la Dirección de Estudios Arqueológicos del inah.
El cráneo presenta el cierre prematuro de la sutura sagital; este tipo
de alteraciones se conocen como craneoestenosis (Campillo, 1997),
que ocasionó que la calota en esta región ósea muestre un abultamien-
to; por otra parte, provocó una plagiocránea asimétrica, siendo ligera-
mente más prominente en el lóbulo parietal izquierdo.
Existe pérdida post mórtem de los cuatro dientes incisivos del maxi-
lar y del segundo molar derecho; en su lugar, se colocaron piezas corres-
pondientes a otro individuo; en el central se colocó un canino superior
izquierdo y en el lateral izquierdo un premolar superior derecho, y en el
segundo molar derecho se colocó un primer molar. Estas tres piezas
presentan un desgaste diferente a las del cráneo; además, no se observa
la pigmentación rojiza ya comentada y fueron adheridas con acetato
de polivinilo, así como algunas partes del cráneo presentan este tipo de
adherente, ya que se observan fracturas recientes. El incisivo central y
el lateral del lado derecho no se encuentran, pero se tiene la evidencia
de las raíces, en las cuales se observan fracturas recientes a la altura del
cuello de la pieza.
El cráneo muestra inserciones musculares marcadas principalmente
en la región de la línea occipital y en el punto osteométrico conocido
como opistocráneo del mismo hueso, además de las apófisis mastoides.
Asimismo, el ejemplar en estudio, presenta agujeros parietales
colocados de manera simétrica en ambos lados de la sutura sagital (en
este caso totalmente cerrada); cabe señalar que los agujeros no atra-
viesan la pared de los parietales. Este tipo de evidencia es conocida
como caracteres epigenéticos. Los caracteres discontinuos, no-métricos
o epigenéticos, son rasgos o variantes anatómicas que se aprecian tanto
en el cráneo como en el esqueleto poscraneal, y su estudio tiene como
finalidad el análisis de la variabilidad de las poblaciones humanas
pretéritas, comparándolas tanto en tiempo como en espacio, para es-
tablecer sus afinidades o sus diferencias en el marco de la evolución
y establecer afinidades biológicas o poblacionales (Salas, 1982).

83
Jorge A. Talavera González y Juan M. Rojas Chávez

Análisis craneométrico
Cuando los especialistas se encuentran ante un caso de craneoestenosis,
por lo general suelen adoptar una de estas dos posturas: 1) incluirlas en
el estudio antropométrico si la alteración no es muy intensa, a pesar de
que son cráneos que se apartan de la morfología general, o 2) excluirlas
de la serie y, ocasionalmente, proceder a su estudio paleopatológico, al
igual que se hace con los individuos inmaduros, ya que al tenor de sus
alteraciones patológicas, las mediciones osteométricas darían datos
alterados. En las series pequeñas, la inclusión de estos cráneos puede
falsear de forma importante los resultados, afectándose menos las series
grandes. En el caso que nos ocupa, la sutura sagital del cráneo se en-
cuentra totalmente cerrada, y de acuerdo con la literatura médica es de
las más frecuentes, ocasionando una escafocefalia; ésta predomina en
el sexo masculino, suele ser bien tolerada y, en general, las impresiones
digitales son poco acusadas (Campillo, 1997), como el caso que nos
ocupa, en el cual este padecimiento no se presenta de manera severa.
Por lo anterior, nos pareció interesante llevar a cabo un análisis
craneométrico al ejemplar en revisión, ya que la craneoestenosis que
lo afecta es de forma ligera, con el fin de dar una idea de las caracte-
rísticas morfológicas del mismo.
De acuerdo con los diversos índices obtenidos, el cráneo, visto
desde su norma superior, cae en la categoría braquicránea (figura 3),
es decir, su forma es redondeada (corto y ancho). La braquicránea es
un rasgo bastante extendido en Mesoamérica; la presencia de este
carácter se intensifica en la franja costera del Golfo de México, inclu-
yendo la península de Yucatán, entre los que destacan los grupos
huastecos, totonacos y mayas yucatecos, según lo atestiguan cráneos
antiguos y estudios antropométricos recientes en grupos indígenas de
esta zona (Serrano y Ramos, 1984; Faulhaber, 1970).
Es además un cráneo alto (hipsicráneo), con un índice medio de
altura pequeño (tapeinocráneo), con un módulo craneal de 147.33.
De frente estrecha (estenometopo) y crestas intermedias.
El índice facial superior indica que es de cara ancha (surieno), con
una nariz igualmente ancha (camerrino), de órbitas altas (hipsiconco)
y con un paladar ancho (braquistafilino).

84
Análisis tafonómico y tecnológico del cráneo humano

Figura 3. Cráneo grabado. Norma superior.

Procesos patológicos
Como ya se mencionó, el cráneo presenta una alteración patológica
conocida como craneoestenosis o sinostosis precoz de las suturas, co-
rrelacionada con el cierre prematuro en este caso de la sutura sagital
que provoca una ligera escafocefalia (Campillo, 1997).
Virchow (1851) creó el término “craneoestenosis” y lo relacionó
con el cierre prematuro de las suturas, y estableció una ley que lleva
su nombre y que a la letra dice: “El crecimiento óseo es inhibido en la
dirección perpendicular a la sutura obliterada, originándose un creci-
miento compensador en las restantes dimensiones por distensión de
las suturas que quedan libres.”
Las teorías para justificar una sinostosis prematura han sido nu-
merosas. Entre ellas se cuentan procesos inflamatorios, traumatismos
o alteraciones en la presión intrauterina, procesos carenciales, gené-
ticos, entre otros. Varios investigadores atribuyen la etiología a una

85
Pedro Francisco Sánchez Nava

malformación primitiva de la bóveda, pero no explican con claridad


la causa.
Otros, como Montaut y Stricker (1977), mencionan que toda la pa-
tología se resume en una alteración de los núcleos de sutura por altera-
ciones en los osteoblastos, por variaciones en su régimen de oxigenación,
por isquemia, infartación venosa o, tal vez, por influencias mecánicas.
Es evidente que las alteraciones en el comportamiento anómalo de
los núcleos de osificación son primordiales, pero las causas que las
originan están aún por demostrarse.
Las piezas dentarias presentan atrición en tercer grado de acuerdo
con la tabla de Brabant (citado en Campillo, 1997). Dentro de las
causas que pueden originar este tipo de abrasión se encuentra la inclu-
sión de alimentos duros o fibrosos, como los vegetales silvestres, además
de la presencia de partículas minerales de efecto abrasivo, incorporadas
a los alimentos durante el proceso de molienda de granos y semillas,
así como al desgaste mayor o menor de acuerdo con el tipo de roca de
los instrumentos de molienda donde se llevó a cabo este proceso.
Cabe mencionar que el desgaste presente en los dientes es de aden-
tro hacia fuera y más marcado en el lado derecho, lo que indica que
este individuo en vida tenía una mala oclusión.
Los caninos y los primeros premolares de ambos lados muestran
marcas de estrés, representadas por líneas de hipoplasia del esmalte.
La hipoplasia dental es una de las afecciones que se presentan con
relativa frecuencia en poblaciones prehispánicas; ésta consiste en una
afección de la matriz del esmalte que produce un esmalte defectuoso
en uno o varios dientes del individuo que la padece. Los defectos varían
en tamaño, forma y severidad, dependiendo de la etiología de la hipo-
plasia, la duración de la causa de la afección y del grado de desarrollo
que había alcanzado el diente cuando se inició el problema (Shafer,
1983; Villegas, 1993).
Por otra parte, se observan huellas de espongio hiperostosis en al-
gunas partes del hueso occipital y parte de los parietales, así como li-
geras marcas de cribra orbitalia en parte del techo de la cavidad ocular
derecha. Ambos padecimientos son causa de una deficiencia alimen-
ticia de hierro, ya sea que no se ingiera o que por problemas de falta

86
Historia de dos piezas arqueológicas excepcionales

de absorción, o que por enfermedades infecciosas gastrointestinales no


se mantengan los niveles adecuados de este elemento, así como a la
carencia de vitaminas A, C y D (Scrimsaw, 2000).
El padecimiento se caracteriza por la hipertrofia del tejido espon-
joso del cráneo, que produce una presión en la tabla externa, dando
una apariencia de esponja o coral (puntilleo como cáscara de naranja),
de acuerdo con el estadio de la enfermedad. Es más frecuente en niños,
para los que los requerimientos de este mineral son más altos y en
individuos femeninos en estado de gestación (Steinbock, 1976).

Análisis tafonómico
El cráneo presenta fracturas recientes en el hueso frontal en su extremo
derecho, en el cual se observa una zona faltante, que afectan el arco
superciliar de la cavidad ocular derecha; de igual modo muestra fractu-
ras post mórtem de los huesos propios de la nariz, principalmente del
hueso vomer; también se encuentra fragmentado el arco cigomático
derecho, parte del temporal izquierdo, el hueso palatino, parte del crá-
neo en su norma basal —en específico en la región de la sutura esfeno-
basilar—, con fractura y ausencia del hueso esfenoides, afectando de
igual manera el techo de ambas cavidades oculares. Por último, se ob-
servan desprendimientos de la tabla externa en la región frontal.
Se registran marcas de canales dendríticos (raíces) en el interior de
la bóveda craneana, así como en las cavidades oculares y en la base del
cráneo. Al igual que en el caso ya mencionado de los dientes ajenos al
individuo, partes del cráneo fueron pegados con acetato de polivinilo.

Análisis tecnológico
Obtención de la materia prima
Al parecer los artesanos seleccionaron en vida a un individuo que
presentara las características anatómico-topográficas necesarias para
trabajar una escena ideológica. Las características morfológicas son:
un espesor inusual de la región frontal, sagital y occipital para poder
aplicar las técnicas de incisión, raspado, abrasión y pulido. No se sabe
la causa de muerte del individuo, pero sabemos que era necesario
obtener el cráneo de un cadáver reciente, es decir, momentos después

87
Jorge A. Talavera González y Juan M. Rojas Chávez

Figura 4. Marcas de corte sobre hueso


en el borde exterior de la cavidad
ocular derecha.

de la muerte eliminar la piel, el tejido adiposo, los tejidos parpebrales


y los músculos para obtener una pieza ósea lo suficientemente hidra-
tada para facilitar el trabajo (Talavera, Rojas y García, 2001)

Marcas de corte sobre hueso


El cráneo muestra dos marcas de corte en el borde exterior de la cavi-
dad ocular derecha (figura 4), cercana a la sutura que une el hueso
malar con el hueso frontal, ambas huellas de corte tienen un ancho
de 1 × 3 mm de largo. Estas marcas de corte sobre hueso se encuentran
muy probablemente relacionadas con el proceso de desollamiento de
la piel del individuo.

Marca de incisión
Para elaborar los diseños geométricos se utilizaron incisiones profundas
de dos tipos. Las más delgadas y simétricas fueron producidas con
navajas prismáticas de obsidiana, con un movimiento bidireccional.
Las más gruesas e irregulares fueron producidas por movimiento bidi-

88
Análisis tafonómico y tecnológico del cráneo humano

reccional de una herramienta de pedernal. Cabe señalar que todo el


proceso tecnológico de la manufactura de las incisiones y perforaciones
que presenta el cráneo en estudio se basan en la propuesta de Talave-
ra, Rojas y García (2001).
Las incisiones circulares fueron realizadas con tubos huecos de
cobre de diversos diámetros (figura 5).
La región frontal presenta una excavación de forma rectangular de
3.2 cm de largo, 1.5 de ancho y 0.2 de profundidad (figura 6). Es posible
que en esta zona se incrustara una placa de forma rectangular, quizá de
piedra, ya que no se observan restos de óxido que indicaran la presencia
de un espejo. Para producir el artesonado se utilizó una combinación

Figura 5. Incisiones
circulares, junto
a los agujeros
parietales.

Figura 6. Excavación
rectangular en
el hueso frontal.

89
Jorge A. Talavera González y Juan M. Rojas Chávez

Figura 7. Marcas
de perforación
en agujeros
parietales.

de las técnicas de incisión, raspado y abrasión. Seguramente las herra-


mientas fueron navajas prismáticas y una roca abrasiva.

Marcas de perforación
En algunos casos los ojos de los personajes y los diseños de forma cir-
cular se realizaron mediante perforaciones cónicas simétricas (figura
7). También se agrandaron y se buscó darles simetría a los agujeros
parietales. Seguramente se utilizaron perforadores de piedra verde con
punta cónica (Talavera, Salas, González y Rojas, 1997).

Marcas de abrasión
La topografía ósea de las regiones supraorbitaria y occipital fueron
trabajadas para darle una forma rectangular por medio de abrasión y
pulido (figura 8). La región sagital se utilizó para darle un efecto de
profundidad y movimiento al penacho de un personaje. Las herramien-
tas utilizadas fueron una roca abrasiva y fibra vegetal (Talavera, Rojas
y García, 2001).

Marcas de pulido
Al finalizar el trabajo se pulió completamente la superficie con una
piel, lo cual le dio un ligero satinado a la superficie del hueso. Por
último, se le dio un baño de pigmento rojo.

90
Análisis tafonómico y tecnológico del cráneo humano

Figura 8. Marcas
de abrasión en
el occipital.

Conclusión
Los análisis anatómico, craneométrico, tafonómico y tecnológico del
cráneo grabado permiten concluir que la pieza es de origen prehispá-
nico y su temporalidad debe ser del Posclásico Temprano.
En primer lugar, el cráneo muestra características epigenéticas,
patológicas y morfológicas que permiten señalar que perteneció a un
individuo que habitó en tiempos pretéritos en la región de Oaxaca.
En segundo lugar, por el análisis tafonómico podemos inferir que
permaneció sepultado y que probablemente al momento de ser ex-
traído de su contexto fue fracturado y se desarticuló a partir de las
suturas, ya que por ser un individuo joven éstas no habían cerrado
completamente y con el tiempo se tornaron frágiles. Posteriormente
se unieron los elementos desarticulados y rotos con acetato de poli-
vinilo, añadiendo además piezas dentales que corresponden a otro
individuo.
En tercer lugar, el análisis tecnológico nos permite inferir que ne-
cesariamente se debió utilizar el cráneo de un individuo fallecido re-
cientemente cuando se trabajó la pieza. La época de este hecho se pudo
inferir por el uso, en el proceso de grabado, de instrumentos de cobre
que dejaron sus huellas en la pieza trabajada, de la misma manera que
aparece en ejemplos obtenidos de excavaciones controladas. El uso
más antiguo de este tipo de herramientas se ha establecido entre el

91
Jorge A. Talavera González y Juan M. Rojas Chávez

Clásico Tardío y el Posclásico Temprano (Talavera, Salas, González y


Rojas, 1997).
En esta pieza se observa la suma de conocimientos sobre el trabajo
de hueso humano que tenían los antiguos mexicanos. Piezas grabadas
con glifos se han reportado en el centro de México en Teotihuacan,
Xico (Franco, 1968), Cacaxtla (Talavera, Rojas y García, 1998),
Monte Albán (Caso, 1969) y la Sierra Mazateca (Winter y Urcid,
1990). Ninguno de los ornamentos mencionados presenta un grado
de complejidad en diseños, combinación de técnicas y herramientas
como el cráneo grabado objeto de este capítulo.
Con base en lo anterior, podemos postular que el cráneo grabado
de Seattle es de origen prehispánico; por los diseños de la escena, los
caracteres anatómicos y epigenéticos podemos suponer que procede
de la región de Oaxaca, y por el conjunto de técnicas utilizadas para
su manufactura y el uso de herramientas de cobre, su temporalidad
corresponde al Posclásico Temprano.
Vemos así que en este bello ejemplar de hueso humano se plasma
la suma de conocimientos sobre tecnología ósea que poseían las cul-
turas prehispánicas.

92
El cráneo grabado.
Consideraciones anatómicas
———•———

Rodrigo Mercado Pimentel∗

La oportunidad de observar el cráneo grabado es única; se trata sin


duda de una pieza fascinante. Destaca su forma lobulada por la promi-
nencia de los huesos parietales, en especial del izquierdo, la ausencia
de sutura sagital en la línea media, y la presencia de un hueso wormia-
no o supernumerario en la sutura lambdoidea izquierda en su confluen-
cia con el asterion. La selección de este cráneo como el material para
realizar los grabados que surcan su superficie pudo deberse a su peculiar
estética o a la importancia social, política o religiosa que se distinguía
por la forma de su cabeza. La intención de esta revisión es describir las
variantes anatómicas encontradas en el cráneo grabado y analizar las
causas probables que las condicionaron, con especial énfasis en la
deformación cultural intencionada.
La forma del cráneo, desde su formación in utero, está influida di-
rectamente por el desarrollo del cerebro, pues la osificación craneal in
utero es precedida por la formación de las estructuras cerebrales. La
bóveda craneana surge de entre las membranas externas que cubren
al cerebro en formación, a partir de la capa embriológica del ectoder-
mo, como múltiples centros de osificación que se expanden en sentido
centrífugo con la intención de unirse entre ellos. Al nacer, los centros
de osificación aún no se han unido por completo, dejando espacios
libres de hueso que se denominan suturas y fontanelas. El cierre pos-
* Neurocirujano Funcional. Adscrito al Servicio de Neurocirugía Pediátrica del Hospital
Civil de Guadalajara Fray Antonio Alcalde, Guadalajara, Jalisco, México. Clínica de
Neurocirugía Funcional, Hospital Real San José, Zapopan, Jalisco, México.

93
Rodrigo Mercado Pimentel

terior de estos espacios determinará la forma del cráneo. De esta ma-


nera, aún después de nacer, el crecimiento del cráneo responde a los
cambios en la forma y volumen de su contenido.
Los procesos normales de desarrollo y crecimiento del cráneo pueden
perturbarse por procesos patológicos como enfermedades del tejido
conectivo, del metabolismo óseo, alteraciones del contenido cerebral
como hidrocefalia o microcefalia; mecánicos inadvertidos, como po-
sicionamiento constante en cama, disfunciones músculo-neurales, o
prematurez; o inducidos, como las prácticas de deformación craneal
cultural.

Características anatómicas del cráneo grabado


El análisis métrico de las principales medidas del cráneo grabado
mencionadas en la tabla 1, revela la presencia de un cráneo normal
en su eje anteroposterior, pero a la vez más amplio en su eje latero-
lateral. Muestra un crecimiento mayor a lo esperado, en sentido late-
ral, de ambos huesos parietales, predominantemente del izquierdo.

Figura 1. Principales
características de la
cara dorsal de la bóveda
del cráneo grabado.
Ausencia de sutura
sagital, resaltada por el
rectángulo; aumento
asimétrico del diámetro
biparietal (línea
punteada). Destaca
la prominencia del
hueso parietal izquierdo.

94
El cráneo grabado. Consideraciones anatómicas

Tabla 1
DIÁMETROS CEFÁLICOS RELEVANTES EN EL ANÁLISIS
DEL CRÁNEO GRABADO
Diámetros cefálicos Cráneo grabado
Occipito-frontal o 29.2 cm
inión-glabelar
Biparietal o máximo 24.5 cm
Bitemporal o ancho mínimo 20.1 cm

La ausencia de la sutura sagital por su cara exocraneal, y la prominen-


cia de los huesos parietales acentúan la forma lobulada de la bóveda
craneana (figura 1).
En el tercio lateral de la sutura lambdoidea, en la confluencia de
los huesos occipital, temporal y parietal, llamada asterion, se observa
un hueso supernumerario o wormiano, de aproximadamente 1.8 cm
de diámetro máximo (figura 2).

Figura 2. Hueso wormiano asterional izquierdo.

95
Rodrigo Mercado Pimentel

Discusión
Sinostosis sagital
Al cierre prematuro de las suturas del cráneo en crecimiento se le
denomina craneosinostosis. En la población general se estima que su
incidencia es de 0.4 por cada 1000 nacimientos (Di Rocco, 2000). La
sutura que con más frecuencia se ve comprometida es la sutura sagital
(Agrawal, Steinbok y Cochrane, 2006). Afecta principalmente a
varones, hasta en 80 por ciento de los casos.
La fusión de la sutura sagital es el hallazgo más evidente. La forma
que adquiere el cráneo se caracteriza por estrechamiento del diámetro
biparietal y abombamiento de las regiones frontal y occipital, con
mayor volumen intracraneal que los cráneos normales (Netherway et
al., 2005), siguiendo un vector de crecimiento lineal paralelo al eje de
la sutura prematuramente cerrada. La forma del cráneo resultante se
denomina dolicocefalia.

Huesos wormianos
Los huesos wormianos o huesos de las suturas son pequeños e irregu-
lares en forma y tamaño, y suelen encontrarse entre las fontanelas o
entre los bordes de las suturas del cráneo. Resultan de la presencia de
diferentes centros de osificación que se separaron de los grandes centros
primarios de crecimiento de los huesos de la bóveda del cráneo. Se
presentan con mayor frecuencia en el tercio posterior de la sutura
sagital y en la sutura lambdoidea. Suelen presentarse entre 17 y 46 por
ciento de la población general (White, 2006; Pryles y Khan, 1979),
con gran variabilidad geográfica y étnica.
Su presencia puede considerarse una variante anatómica normal;
sin embargo, hasta en 90 por ciento de los casos suelen comportarse
como marcadores de algún trastorno del sistema nervioso central (Pryles
y Khan, 1979). Existen otras enfermedades de carácter sistémico que
condicionan la osificación defectuosa de los centros de formación ósea
y de las suturas que se asocian con la presencia de huesos wormianos,
como el hipotiroidismo congénito, hipofosfatemia, malformaciones
craneales como las displasias cleidocraneales (Kaplan y Oh, Kemp,
1991), craneo-metadiafisiria (Santoalaya, Hall, García-Minaur y Del-

96
El cráneo grabado. Consideraciones anatómicas

gado, 1998), y enfermedades del tejido conectivo como la osteogénesis


imperfecta (Cremin, Goodman, Spranger y Beighton, 1998).

Características anatómicas observadas en cráneos con deformación


cultural. Sinostosis sagital y huesos wormianos presentes en cráneos
con deformación fronto-occipital
La modificación craneal representa uno de los experimentos naturales
más antiguos realizados por el hombre, que analizaba y predecía los
procesos de crecimiento y formación de la bóveda y la base del cráneo.
La práctica de la alteración intencionada de la morfología del cráneo
se extiende en una vasta distribución geográfica y temporal. Los pri-
meros trabajos que la describen tenían la intención de relacionar su
descripción y tipología con su distribución geográfica y su relación
temporal. Sin embargo, los estudios más recientes no se limitan a la
perspectiva antropológica y arqueológica, sino que se extienden en los
campos médicos y odontológicos, donde se les ha estudiado como
ejemplos de deformación mecánica con la intención de comprender
los mecanismos probables que causan las malformaciones naturales y
diseñar estrategias para su tratamiento.
El crecimiento óseo a partir de la sutura sagital es más temprano
que en el resto de las suturas craneanas, desde la edad fetal hasta los
tres años, en comparación con el crecimiento y cierre de las suturas
coronal y lambdoidea, que ocurre entre los 3 y los 10 años (White,
1996), de manera que entre las suturas del cráneo, la sagital experi-
menta una mayor cantidad de tensión en condiciones de deformación.
La deformación craneal fronto-occipital, que comprime ambos huesos
craneales poco después del nacimiento, favorece el cierre de esta su-
tura. Contrario a lo descrito en los cráneos no deformados con cierre
temprano de la sutura sagital, la forma lobular de ambos huesos parie-
tales y el aumento en su diámetro, en los cráneos con deformación
fronto-occipital, representan el resultado de un mecanismo compen-
satorio de los vectores de crecimiento óseo. En vez de continuar en el
sentido antero-posterior, limitado por los aparatos de deformación,
continúa en sentido lateral, paralelo a los huesos parietales no com-
primidos. De acuerdo con los hallazgos descritos por otros autores, la

97
Rodrigo Mercado Pimentel

deformación fronto-occipital afecta principalmente a los huesos pa-


rietales (White, 1996), dando como resultado un crecimiento paradó-
jico del diámetro biparietal.
Los estudios que analizan la relación entre la deformación craneal
y la presencia de huesos wormianos no son concluyentes. Sin embar-
go, la presencia de éstos en la sutura lambdoidea en cráneos sometidos
a deformación fronto-occipital, ha sido descrita por varios autores
como resultado de la alteración de fuerzas de tensión en el desarrollo
óseo en suturas y fontanelas. De los cráneos con deformación fronto-
occipital en la población maya descritos por White (1996), 88 por
ciento presentaron huesos wormianos (White, 1996). En los cráneos
revisados por O’Loughlin (2004), los grupos de cráneos deformados
exhibieron una mayor frecuencia de huesos wormianos lambdoideos
que los cráneos no deformados. Las deformaciones fronto-occipital
paralela y anular fueron las que mostraron estos huesos con mayor
frecuencia. Existen datos muy interesantes que describen la presencia
de huesos wormianos en culturas en las que se cultivó la práctica de
deformación craneal, no sólo en cráneos adultos, sino también en
cráneos fetales, que sugieren una predisposición genética que favorece
su aparición en estos grupos étnicos, aun sin someterse al proceso de
deformación practicado (El-Najjar y Dawson, 1977).

Conclusión
Los hallazgos anatómicos que observamos en el cráneo grabado son
similares a los descritos por otros autores que analizaron las caracte-
rísticas de los cráneos sometidos a deformación fronto-occipital. El
cierre precoz de la sutura sagital, acompañado por el crecimiento pa-
radójico de los huesos parietales en forma lobular, señalan la presencia
de fuerzas de compresión que limitaron su crecimiento en sentido
anteroposterior y favorecieron el lateral (figura 3).
La presencia de un gran hueso wormiano asterional izquierdo pue-
de considerarse resultado de esta deformación en el crecimiento de la
sutura lambdoidea entre los 3 y 10 años de edad del individuo a quien
perteneció. Existe también la posibilidad de que este hueso wormiano
estuviera presente desde la etapa prenatal, y su presencia influyera en

98
El cráneo grabado. Consideraciones anatómicas

Figura 3. Esquema
del mecanismo de
deformación propuesto.
Fuerzas de deformación
fronto-occipital (flechas
gruesas). Crecimiento
lateral paralelo a los
huesos parietales
(flechas punteadas).

el mayor crecimiento del hueso parietal ipsilateral. Las características


faciales óseas normales, y la falta de información sobre otros procesos
patológicos que pudo sufrir el poseedor original de este cráneo, nos
impiden suponer que estas anomalías anatómicas sean parte de alguna
enfermedad o deformación sistémica más compleja.
El análisis de las características anatómicas del cráneo es sin duda
un ejercicio apasionante. Sus características morfológicas pudieron
servir para convertirlo en el material de grabado que ahora le permite
llegar a nuestras manos y a nuestra época, tan distante de la suya. La
selección de un cráneo humano para representar creencias y dudas sobre
el universo y el entorno, no sorprende. La constante observación de la
naturaleza y el cotidiano ejercicio de pregunta y asombro permite intuir
que dentro de ese cofre bellamente deformado habita la voz del caracol
de nuestras ideas, y reside la irrepetible expresión de todos nuestros
sueños, la necedad de nuestras preguntas y hasta sus respuestas.

99
La trompeta de caracol labrada:
ejemplar biológico y análisis
de sus huellas de manufactura
———•———

Adrián Velázquez Castro∗


Belem Zúñiga Arellano∗
Norma Valentín Maldonado∗∗

Generalmente la autentificación de los materiales antiguos no encon-


trados en contextos arqueológicos se lleva a cabo mediante su compa-
ración con elementos cuya filiación cultural y antigüedad se encuentran
bien establecidas. Este empleo de rasgos estilísticos no deja de presentar
problemas, aun en el caso de objetos encontrados en excavaciones
controladas; en este sentido pueden mencionarse varias piezas cerámicas
halladas en las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan, que por sus
formas y motivos decorativos se pensaban manufacturas foráneas a la
cuenca de México, pero que al analizar sus pastas resultaron ser propias
de dicha región. Por supuesto esta problemática se agrava cuando nos
enfrentamos a materiales u objetos poco conocidos en las manifestacio-
nes culturales del México antiguo. Precisamente en este caso está una
trompeta de caracol que fue decomisada en Estados Unidos de América
y repatriada a nuestro país, misma que ahora nos toca analizar.
A los materiales de concha se les ha prestado poca atención, y en
general los escasos estudios realizados han sido sobre sitios específicos,
resultando por lo tanto muy difícil hablar de estilos propios de épocas
o regiones determinadas. Las trompetas de caracol fueron elementos
con gran distribución y antigüedad antes del contacto europeo; se les
ha reportado en contextos arqueológicos desde el Preclásico Superior
(300 a.C.-300 d.C.) hasta el Posclásico Tardío (1325-1521 d.C.), para

∗ Museo del Templo Mayor, inah.


∗∗ Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico, inah.

101
A. Velázquez, B. Zúñiga y N. Valentín

el Norte de México (Casas Grandes, Chihuahua) (Di Peso, 1974), el


Occidente de México (Culiacán, Sinaloa; Huitzilapa y San Sebastián,
Jalisco; Morett y Playa del Tesoro, Colima; las Cebollas, Nayarit;
Zacapu, Michoacán; presa Presidente Adolfo López Mateos, entre
Michoacán y Guerrero) (Villanueva, 1996; Feldman, 1972; Beltrán,
1988; Furst, 1966; Olguín y Polaco, 1993; Suárez, 1977); el Centro de
México (Cantona, Puebla; Xochicalco, Morelos; Teotihuacan, Estado
de México; el Templo Mayor de Tenochtiltan) (Valentín, 1997; Sáenz,
1963; Rubín de la Borbolla, 1947; Velázquez, 1999) y la zona maya
(Palenque, Tenam Puente y Santa Rosa, Chiapas; Kohunlich, Rancho
Ina y Oxtankah, Quintana Roo; Dzibilchaltún y Mayapán, Yucatán,
entre otros) (Zúñiga, 1998 y 2004; Delgado, 1965; Martos et al., 1996;
Andrews, 1986; Proskouriakoff, 1962). Para la fabricación de estos
instrumentos sonoros se utilizaron caracoles de las especies Melonge-
na patula, Strombus gigas, Strombus galeatus, Pleuroploca gigantea,
Pleuroploca princeps, Turbinella angulata y Charonia variegata, entre las
más importantes. La modificación principal que se hacía a las conchas
era la supresión de las primeras involuciones de la espira para crear
una abertura por donde se les pudiera soplar; en algunos casos a más
de esto se les confeccionaban perforaciones en el labio externo, con
el fin de suspenderlas, y a veces se les decoraba con líneas incisas,
alrededor de los nodos o espinas, o formando diseños que cubrían la
mayor parte de la concha; eventualmente se les pintaban motivos al
fresco o se les incrustaban otros materiales.

La trompeta de caracol
El ejemplar motivo de este estudio fue elaborado de un caracol Pleuro-
ploca gigantea, especie oriunda de la provincia malacológica caribeña,
que se extiende por el litoral atlántico del continente americano, desde
la península de la Florida hasta Brasil, incluyendo las Antillas Menores
y Mayores (Abbott, 1974). Su concha es de gran tamaño; alcanza has-
ta 70 cm de longitud; su espira es larga, con la última involución más
corta y globosa; presenta una ornamentación consistente de hileras de
nodos romos y costillas concéntricas bien marcadas (Abbott, 1974).
Habita en aguas someras (7 a 26 metros), en sustratos arenosos y areno-

102
La trompeta de caracol labrada

limosos, cubiertos de pastos y algas, de los que se alimenta; de la misma


forma se le ha reportado para la zona de manglares. En México se le
encuentra mayoritariamente en las costas de Campeche y Yucatán
(Escobar de la Llata, 1995; Vokes y Vokes, 1983).
Para la elaboración de la trompeta se utilizó un ejemplar adulto, de
buen tamaño, ya que mide 39.5 cm de largo, 22 de ancho y 13 de al-
tura. Se le despojó de las primeras cuatro espiras, a través de percusión,
y se regularizó el borde mediante abrasión. La concha fue desgastada
para eliminar las costillas y dejar una superficie lisa, en la que median-
te líneas incisas, acanaladuras, desgastes rotatorios y perforaciones, se
realizó una compleja escena de tipo simbólico. Tal vez para lograr una
apariencia lo más tersa posible, y para disimular imperfecciones del
material, el caracol fue recubierto con una fina capa blanca, quizá de
estuco. Restos de pigmento rojo en ciertas partes de la trompeta, son
indicios de que pudo estar pintada.
El ejemplar presenta deterioro en forma de porosidades y patrones
dendríticos, que han podido observarse en caracoles en buenas con-
diciones colectados vivos en el mar; de ello puede inferirse una con-
ducta de obtención similar para el objeto en cuestión.
Las trompetas labradas que han sido encontradas en excavaciones
arqueológicas, presentan diferencias notables respecto al ejemplar
decomisado. Las piezas de la presa Presidente Adolfo López Mateos
y de Xochicalco, Morelos, fueron decoradas mediante bandas con
motivos decorativos que no constituyen propiamente escenas. Los
únicos ejemplares similares al que nos ocupa han sido localizados en
colecciones particulares, lo cual daría lugar a pensar que se trata de
una falsificación.

Estilo y tecnología
El conocimiento de la tecnología puede ser de gran utilidad en la defi-
nición de estilos; esto se sustenta en que las decisiones que los artistas
toman en las diferentes fases de los procesos de elaboración de los ob-
jetos no se encuentran limitadas totalmente por elementos externos
(como el medio ambiente, por ejemplo), sino que son determinadas por
factores históricos y culturales, en los que la tradición y la costumbre

103
A. Velázquez, B. Zúñiga y N. Valentín

desempeñan un papel preponderante (Sackett, 1990: 33). Ha podido


constatarse que los grupos sociales son en general reacios a modificar
las formas de elaborar bienes, y que los límites de la tecnología coinci-
den con los de las sociedades. Se ha definido así al estilo tecnológico
como la suma de elecciones que un grupo humano hace, las cuales
constituyen una tradición de manufactura (Stark, 1999: 29).
En el caso de la trompeta de caracol repatriada, si bien no es posible
pretender encontrar una afiliación cultural concreta a partir del cono-
cimiento de las técnicas aplicadas en su elaboración, dado el escaso
conocimiento de esta temática en relación con los objetos de concha,
se considera posible aportar datos a su autentificación, en caso de poder
determinar el empleo de procesos y herramientas propios de la época
prehispánica. En caso de tratarse de una falsificación, se cree más facti-
ble que para su fabricación se usaran herramientas modernas (esmeriles
eléctricos, discos de diamante y puntas de metal, por ejemplo).

La arqueología experimental
y el análisis de las huellas de trabajo
El estudio de las técnicas de los objetos arqueológicos usualmente se
lleva a cabo por medio del análisis de los indicadores directos de la
producción (desechos o residuos de elaboración, piezas rotas o descar-
tadas por defectos de manufactura y las herramientas), a partir del cual
se reconstruyen los procesos de elaboración. Aparentemente esto
constituye una limitante infranqueable para aquellas piezas que por
sus contextos arqueológicos de procedencia aparecen ya terminados
(como los encontrados en ofrendas, por ejemplo), y por supuesto para
los elementos de los que se desconoce su origen preciso (las piezas de
saqueo o que pertenecen a colecciones particulares).
La problemática anterior ha sido superada en el proyecto Técnicas
de manufactura de los objetos de concha del México prehispánico, por
medio de la arqueología experimental, al reproducir en especímenes
modernos de las mismas especies utilizadas en el pasado, las modifi-
caciones mediante las cuales los exoesqueletos calcáreos fueron
transformados en objetos; ello se ha llevado a cabo a través de las
técnicas y herramientas que por distintas fuentes de información

104
La trompeta de caracol labrada

(documentos históricos, registros arqueológicos y estudios actuales),


puede suponerse que se utilizaron antes de la llegada de los españoles.
Es posible determinar las técnicas empleadas al comparar las huellas
producidas en las piezas experimentales, con los rasgos presentes en
los materiales arqueológicos; ello se lleva a cabo a través de la obser-
vación macroscópica (simple vista), la microscopía estereoscópica de
bajas amplificaciones (10X, 30X y 63X) y la microscopía electrónica
de barrido (100X, 300X, 600X y 1000X). Si bien los tres niveles de
análisis aportan información valiosa, es el último (la microscopía
electrónica de barrido) el que permite identificar con mayor precisión
las técnicas empleadas, ya que es idóneo para el análisis y caracteri-
zación de las superficies de los materiales.
Para el estudio de las huellas de trabajo con microscopía electró-
nica de barrido, se obtienen réplicas de ellas en polímeros reblande-
cidos con acetona, técnica propia de la metalografía, lo que permite
alcanzar un alto nivel de resolución, al poder observarse en modo de
alto vacío, tras darles un recubrimiento metálico. Esto facilita el
análisis de las modificaciones o piezas que por su forma o tamaño no
podrían ingresar en la cámara de muestreo del microscopio, agiliza las
sesiones de trabajo y evita los riesgos de mover las colecciones ar-
queológicas.

Resultados del análisis de las huellas de manufactura


Se obtuvieron 26 polímeros que fueron observados en el microscopio
electrónico de barrido (Jeol, 49500), recubiertos con oro, en modo de
alto vacío, a 100X, 300X, 600X y 1000X, de los que se obtuvieron
imágenes digitales. Posteriormente se realizaron los análisis de las
características superficiales y se compararon con las micrografías ob-
tenidas previamente de los experimentos realizados en caracoles
Pleuroploca gigantea. Los resultados se presentan a continuación.
Corte de la espira: se aprecia una superficie rugosa y un tanto irre-
gular, en la que se distinguen bandas un tanto difusas de tres diferentes
órdenes de grosores: 6, 20 y 66 µm (figura 1); dichas huellas coinciden
con las que produce el desgaste de la concha al emplear nódulos de
roca caliza (figura 2). Esto confirma la idea de que la espira fue des-

105
A. Velázquez, B. Zúñiga y N. Valentín

Figura 1. Vista del corte de la espira a 100X, en la que se aprecia


una superficie rugosa y un tanto irregular; se observan bandas de tres
órdenes de grosores: 6, 20 y 66 µm, que coinciden con las huellas
producidas por el desgaste con caliza.

Figura 2. Superficie producida por el desgaste de un caracol Pleuroploca


gigantea con un nódulo de caliza, a 100X; el área es rugosa y un tanto
irregular, con bandas de tres órdenes de grosores: 6, 26 y 66 µm.

106
La trompeta de caracol labrada

prendida primeramente por percusión, y después se desgastó el borde


resultante con una herramienta de roca, para regularizarlo.
Desgastes en distintas partes del caracol (base, áreas cercanas a la es-
pira, nodos, canal superior, borde interno, borde externo y parte supe-
rior de la abertura): las características superficiales son muy similares
a las anteriores, ya que las micrografías muestran una rugosidad entre
la que se distinguen bandas de 6, 20 y 66 µm (figura 3); de ello puede
inferirse que el caracol, en su totalidad, fue desgastado con herramien-
tas de roca caliza (figura 2).
Incisiones: la única micrografía que pudo tomarse de esta modificación,
desafortunadamente no es muy clara por el estado de conservación de
la zona muestreada; sin embargo, es posible apreciar sucesiones de líneas
finas de casi 1.6 µm de ancho (figura 4), similares a las que produce la
incisión con herramientas aguzadas de obsidiana (figura 5).
Perforaciones y desgastes rotativos (ambos ojos y los declives externos
e internos de la representación similar a Tláloc; dos perforaciones para

Figura 3. Superficie desgastada de la trompeta, a 100X, donde se


aprecia rugosidad y cierta irregularidad, con tres órdenes de bandas:
6, 25 y 66 µm; los rasgos coinciden con el desgaste con herramientas
de caliza.

107
A. Velázquez, B. Zúñiga y N. Valentín

Figura 4. Incisión de uno de los motivos decorativos de la trompeta,


a 600X, en el que se aprecian sucesiones de finas líneas de alrededor
de 1.6 µm de ancho.

Figura 5. Huellas de la incisión con lascas de obsidiana en una


Pleuroploca gigantea, a 600X; se aprecian sucesiones de líneas finas,
de casi 1.6 µm de ancho.

108
La trompeta de caracol labrada

Figura 6. Huellas en la perforación de la trompeta arqueológica a


1000X, en la que se aprecian bandas rectas, del orden de 4 µm de
espesor, que se superponen produciendo rasgos de mayores
dimensiones y micros rayados.

la posible suspensión de la pieza y desgastes rotatorios que se hicieron


con fines ornamentales): las micrografías permiten apreciar áreas con
franjas concéntricas de entre 20 y 30 µm de espesor, en las cuales hay
bandas con un grosor de aproximadamente 4 µm, las cuales pueden
ordenarse en forma paralela, o bien entrecruzarse para producir zonas
rugosas (figura 6). Esta morfología coincide con las huellas que deja la
utilización de perforadores de pedernal (figura 7).

Conclusiones
Los resultados de los análisis de las modificaciones que presenta la
trompeta decomisada han permitido identificar el empleo de técnicas
propias de la época prehispánica para su elaboración; aparentemente,
al caracol se le cortó la espira, y el borde resultante se desgastó con una
herramienta de roca caliza; antes o después la totalidad de la concha
fue objeto de un tratamiento similar, quizá con el fin de eliminar la
ornamentación natural y obtener un área lo más lisa posible; tras esto

109
A. Velázquez, B. Zúñiga y N. Valentín

Figura 7. Huellas producidas por la horadación con perforador de


pedernal, a 1000X, en la que se aprecian bandas rectas del orden
de 4 µm de espesor, que se superponen y forman rasgos de mayores
dimensiones y micros rayados.

deben haberse elaborado los diseños decorativos mediante incisiones,


canaladuras y calados con instrumentos de obsidiana, así como perfo-
raciones y desgastes rotatorios con puntas de pedernal. Por último, la
trompeta fue cubierta con una fina capa de estuco, posiblemente para
disimular algunas imperfecciones naturales, como porosidades, descu-
biertas durante el proceso de trabajo.
El tipo de herramientas y procesos identificados en la trompeta, son
similares a los encontrados hasta ahora en diferentes colecciones ar-
queológicas de objetos de concha (Moral-Reforma, Tabasco; Kohunlich
y Oxtankah, Quintana Roo, el Templo Mayor de Tenochtitlan, entre
otros), por lo que es posible plantear que se trata de una manufactura
prehispánica. Sin embargo, en este momento no es posible definir
relaciones con regiones o épocas determinadas, ya que es aún poco lo
que se conoce sobre los estilos tecnológicos del México precolombino.

110
Estudio no destructivo mediante pixe
del cráneo y caracol grabados
———•———

José Luis Ruvalcaba Sil∗

Para el estudio de la composición de materiales arqueológicos existe


una gran variedad de métodos analíticos. En función de las caracte-
rísticas del objeto de estudio y el objetivo del análisis se establece la
metodología específica más apropiada. En todo caso es deseable contar
con técnicas muy sensibles que proporcionen el máximo de informa-
ción y que sean no destructivas, pues con frecuencia los materiales son
únicos y heterogéneos.
La espectroscopia de emisión de rayos X inducida por partículas
(pixe) es una técnica basada en el uso de aceleradores de iones que
cumple con los anteriores requerimientos (Ruvalcaba, 2003). Dicha
técnica se basa en la detección de rayos X característicos de los ele-
mentos que componen un material cuando éste es irradiado con un
haz de protones. La metodología de análisis es multielemental, pues
se detectan varios elementos al mismo tiempo (no compuestos); es
muy sensible, ya que se puede detectar hasta ppm de un elemento
(µg/g); y es no destructiva, ya que es posible realizar un análisis pun-
tual de la superficie del objeto de manera directa, sin toma alguna de
muestra (Demortier, 1997). Si por el tipo de estudio se necesitase la
toma de muestras, éstas pueden ser analizadas por pixe y después re-
utilizadas para su análisis por otras técnicas. Por todo lo anterior, y
pese a que se requiere de una infraestructura de laboratorio costosa y
compleja, pixe se ha constituido como una técnica de análisis versátil


Instituto de Física, unam.

111
José Luis Ruvalcaba Sil

y rápida, relevante para la caracterización de todo tipo de materiales


arqueológicos, piezas de museo y obras de arte de carácter histórico
(Dran et al., 2000). Solamente no es posible estudiar materiales
orgánicos con pixe, pero en estos casos es posible emplear otras técni-
cas complementarias.
En el laboratorio del acelerador peletrón del Instituto de Física de la
unam se han analizado obsidianas, cerámicas, piezas de oro, bronces,
ámbar, conchas y caracoles, restos óseos, pigmentos, estucos, fragmentos
de pintura mural, plumas, textiles, papel, tintas, decoraciones de docu-
mentos y libros antiguos, entre otras cosas; para los más diversos fines:
procedencia, tecnologías antiguas, uso de materiales y recursos, inter-
cambio, paleodietas, patologías, cronologías, efectos de contaminación
ambiental, estado de deterioro y conservación (Ruvalcaba, 2004).
Tal y como se mencionó previamente, la técnica pixe es adecuada
para el estudio de objetos únicos, como lo son el cráneo y el caracol
grabados de estilo Mixteca-Puebla. Los objetivos del análisis fueron
determinar la composición de la capa rosada que recubre el cráneo
grabado y tratar de establecer la antigüedad del mismo, así como dilu-
cidar la naturaleza de los restos de color rojo del caracol.
Cabe señalar que los restos óseos son quizá los materiales arqueo-
lógicos más complejos y difíciles de analizar, ya que interactúan acti-
vamente con el contexto y pueden sufrir procesos de diagénesis por la
incorporación o la pérdida de elementos con su entorno por distintos
mecanismos (Reiche et al., 1999). La técnica pixe puede ser aplicada
de manera simultánea con otras técnicas basadas en aceleradores de
iones para caracterizar el material óseo y, con base en la composición
elemental, determinar si han ocurrido dichos procesos, además de es-
tablecer la validez de los resultados analíticos y sus interpretaciones.
Por otra parte, en cuanto a las conchas marinas y los caracoles debe
tenerse en cuenta, además de su estado de conservación y técnica de
manufactura, que son materiales heterogéneos en cuanto a los elemen-
tos menores y traza presentes en sus conchas (e. g. flúor y estroncio),
pues este aspecto es una consecuencia de su crecimiento y depende
tanto de la especie en cuestión como del hábitat del molusco (Ruval-
caba, 2002).

112
Estudio no destructivo mediante pixe del cráneo y caracol

Análisis pixe
Para el análisis mediante pixe se empleó un dispositivo de haz externo
(figura 1). Mediante éste es posible estudiar materiales y objetos di-
rectamente sin limitación en su tamaño, forma y composición. En este
sistema del acelerador Peletrón del Instituto de Física de la unam
(Ruvalcaba et al., 2001), el haz de protones de 3.3 MeV de energía
procedente del acelerador atraviesa una delgada ventana de aluminio
(8 µm) y se proyecta a la atmósfera. Un par de láseres convergen en
la zona donde incide el haz, lo que permite ubicar con más facilidad
el objeto directamente delante del haz para llevar a cabo la irradiación
directa de las zonas de interés y la detección de los rayos X caracterís-
ticos emitidos. En este caso, el diámetro del haz es de 1.5 milímetros.
Dos detectores captan dichas emisiones: un detector se aboca a los
elementos más pesados que el hierro (LEGe), mientras que el segundo
(Si) permite la detección de los elementos más ligeros. Los rayos X
detectados se visualizan, tras un procesamiento electrónico, en gráficos
denominados espectros. Los espectros de pixe están conformados de
grupos de picos con energías fijas (parejas o triadas) que corresponden

detector de rayos X de Si con flujo de He


intervalo de detección: 1-8 ke V
PIXE, elementos ligeros y mayores
microcámara con microscopio 45X láser
enfocable detector de partículas ciego
rayo de barra superficial
puntual láser RBS, elementos ligeros: C, O.

microcámara

muestra u objeto

ventana
de salida
haz de protones (8µm A1)
soporte
conmutador de láser haz de protones
láser y zona de
enfocable irradiación
patrón de cruz detector de rayos X tipo LEGe
rayo láser con absorbedor
intervalo de detección: 4-35ke V
monitores en color PIXE, metales y elementos traza Z>20

Figura 1. Diagrama del dispositivo de haz externo del acelerador Peletrón


del ifunam.

113
José Luis Ruvalcaba Sil

a elementos específicos. Por lo anterior su ubicación en el espectro es


siempre la misma. De esta forma se determina la identidad del elemen-
to. La intensidad del pico (su tamaño) es proporcional a la concentra-
ción del elemento en el material. Al determinar los parámetros de
irradiación y con base en el conjunto de rayos X detectados y de sus
intensidades, es factible medir la concentración de los elementos
observados (Demortier, 1997). Para determinar la eficiencia del siste-
ma y llevar a cabo el análisis cuantitativo, se utilizan materiales de
referencia certificados, los cuales se irradian en las mismas condiciones
que los materiales a analizar. En este caso se empleó el material de
referencia certificado de sedimento NIST 2704.
Durante la irradiación, una microcámara registra el proceso de irra-
diación y la región irradiada, de manera que por cada región estudiada
se cuenta con la información de la composición y de su ubicación
precisa. Un par de monitores se emplean para vigilar la irradiación en
todo momento. Esto es particularmente útil cuando se trata de objetos
heterogéneos o de formas irregulares o particulares, o de un tamaño
considerable, como lo son el caracol y el cráneo.

Análisis del cráneo y del caracol


En el cráneo se tiene una capa de arcilla sobre tejido óseo y en el ca-
racol una capa de color sobre la concha; estos materiales son de una
naturaleza muy distinta. No es factible calcular las composiciones de
cada una de las regiones y llevar a cabo una simple comparación, pues
es posible que el haz de protones atraviese el recubrimiento y alcance
el soporte (el tejido óseo o concha, según corresponda) dando lugar a
emisiones de rayos X característicos de ambas partes. La profundidad
analizada por un haz de 3 MeV de energía, que es usualmente con la
que se irradia la superficie de los objetos, es del orden de 40 µm en estos
casos. La medición directa de la composición con pixe daría lugar a
una medida promedio de la capa y del material de soporte, lo cual no
es real, ya que se tiene una distribución específica de elementos en la
capa y en el soporte, esto es, un perfil de concentraciones. Por ello se
realiza en primera instancia un análisis de las intensidades de rayos
X, con lo cual es posible determinar cuándo el análisis cuantitativo

114
Estudio no destructivo mediante pixe del cráneo y caracol

microscopio 45X
láser
microcámara

láser b

detector LEGe c
zona de irradiación

detector RBS
a

Figura 2. Proceso de irradiación del cráneo grabado mediante el sistema


de haz externo. Se indican algunos componentes del dispositivo y se
muestran imágenes de una zona analizada.

será representativo de la capa rosada del cráneo y de la capa roja del


caracol. Las intensidades de los rayos X se miden en cada espectro pixe
empleando programas especializados como el axil.
En el caso del caracol y del cráneo se eligieron diversas regiones de
sus superficies para el análisis. Las figuras 2 y 3 muestran el proceso de
irradiación de las piezas con el sistema de haz externo del laboratorio
del acelerador Peletrón del Instituto de Física de la unam. Es notable
la facilidad y versatilidad del dispositivo de haz externo para llevar a
cabo el análisis no destructivo de las diferentes regiones de las piezas.
Esto es difícil de realizar mediante otras técnicas analíticas.

Análisis del cráneo


El cráneo grabado se encuentra recubierto por una capa rosada, apa-
rentemente de naturaleza arcillosa. Se analizaron seis regiones, cuatro
en diversas zonas de la superficie grabada del cráneo, una zona en la
cual el recubrimiento (denominado arcilla) es más grueso que en el
resto del cráneo y una región con escaso recubrimiento en la cual es

115
José Luis Ruvalcaba Sil

zona de irradiación

microcámara

microscopio 45X

a detector Si

Figura 3. Proceso de irradiación del caracol grabado mediante el sistema


de haz externo. Se indican algunos componentes del dispositivo y se
muestran imágenes de una zona analizada.

factible realizar un análisis de la sección del tejido óseo. La figura 4


muestra espectros pixe característicos de la arcilla y del hueso. Se
detectó una gran cantidad de elementos: aluminio (Al), silicio (Si),
fósforo (P), azufre (S), cloro (Cl), potasio (K), calcio (Ca), titanio
(Ti), manganeso (Mn), hierro (Fe), níquel (Ni), cobre (Cu), zinc (Zn),
galio (Ga), bromo (Br), rubidio (Rb), estroncio (Sr), zirconio (Zr) y
plomo (Pb). Estos elementos se encuentran en diversas proporciones
en cada región. Para entender la razón de esto, en la figura 5, se mues-
tran las intensidades de los picos de rayos X de elementos caracterís-
ticos de arcillas (Al, Si, Fe) y de elementos presentes en restos óseos
(Zn, Sr), los cuales se han normalizado respecto a la intensidad de la
señal de Ca, por ser éste el elemento principal del componente inor-
gánico del tejido óseo, la hidroxiapatita (Ca10(PO4)6-(OH)2). De esta
manera, las razones de Al/Ca, Si/Ca, Fe/Ca, Zn/Ca, Sr/Ca serán un
indicador de la contribución de la capa rosada de recubrimiento y del
tejido óseo.

116
Estudio no destructivo mediante pixe del cráneo y caracol

Ca Cráneo tejido óseo


104 P

Cu a
Intensidad (µ a.)

Zn

escape Sr
103 Sr
Fe
Sr
Br

102

0 200 400 600 800 1000


Número de canal

Arcilla rosada Fe
104
b
Si Ca
Intensidad (µ a.)

Sr
103 Al K Cu Sr, Zr
Zn
Ti Rb
Pb Zr
102
Figura 4. Espectros
pixe del tejido óseo
101 del cráneo (a) y de
0 200 400 600 800 1000 la arcilla rosada (b).
Número de canal

101 PIXE Cráneo


regiones recubiertas
100
Rayos X normalizados por Ca

Al/Ca
Si/Ca
10-1 Fe/Ca Figura 5. Gráfica de
Zn/Ca
Sr/Ca rayos X normalizados
Sr/Fe
10-2 por Ca de elementos
relevantes de cuatro
10-3 regiones recubiertas
por la arcilla, de
10-4 la arcilla rosada
Zona Zona
Glifo Personaje
frontal frontal
Arcilla Hueso y del tejido óseo
A B del cráneo.

117
José Luis Ruvalcaba Sil

Tabla 1
COMPOSICIÓN DE LA ARCILLA ROSADA Y DEL COLOR ROJO DEL CARACOL
CONCENTRACIONES PORCENTUALES (± 10%)
Al Si K Ca Ti Mn Fe Ni
Arcilla rosa cráneo 6.46 18.6 0.887 3.07 0.439 0.324 27.9 0.096

Color rojo caracol — — — 9.78 — 1.75 44.6 —

Cu Zn Ga Br Rb Sr Zr Pb

Arcilla rosa cráneo 0.062 0.139 0.028 0.017 0.115 0.231 0.207 0.023

Color rojo caracol 0.510 0.578 — — — 6.22 —

Si se comparan las razones de rayos X del recubrimiento grueso (ar-


cilla) y del tejido óseo se observa que, salvo para Sr/Ca, todas las razones
son mayores para el recubrimiento, lo cual indica que estos elementos
se encuentran de manera importante en éste. Esto es consistente pues
un material arcilloso está constituido por alumino-silicatos y minerales.
En general, las razones de rayos X son pequeñas para el hueso, lo cual
es coherente con la composición del tejido óseo, en el cual el Zn y el Sr
son elementos traza. Al comparar las razones de rayos X de las cuatro
zonas rosadas analizadas se observa que sus valores se encuentran entre
los observados para la arcilla y para el tejido óseo. En efecto, los valores
promedio de razones de rayos X de la arcilla y del tejido óseo son muy
similares a las razones promedio de rayos X de las cuatro regiones rosa-
das analizadas. Esto implica que el haz de protones de 3 MeV atraviesa
la capa de arcilla y alcanza el tejido óseo. El espesor de la capa de arcilla
no es homogéneo en cada una de estas regiones, de manera que, en
función de su espesor, las razones de rayos X serán más cercanas a la
arcilla o al del tejido óseo si son más gruesas o más finas, según sea el
caso. Considerando la atenuación de los rayos X de Ca procedentes del
hueso, es posible determinar que el espesor máximo medido de la capa
de arcilla es de (5.0 ± 0.5) µm en la zona del rostro del personaje del
grabado (figura 2). Con base en lo anterior es evidente que la zona
donde la arcilla es más gruesa, y cuyo espesor se estima en (25 ± 1) µm
es apenas atravesada por el haz de protones, y por lo tanto es posible

118
Estudio no destructivo mediante pixe del cráneo y caracol

realizar un análisis cuantitativo de la composición de la arcilla en esta


región con una mínima contribución del material óseo. Mediante el
programa pixeint se calcula la composición de la arcilla rosa, la cual se
muestra en la tabla 1. Puede concluirse, a partir de las altas concentra-
ciones de hierro, que la arcilla debió ser mezclada con óxidos de hierro
(hematita) para darle el tono rosado al recubrimiento del cráneo.
Por otra parte, para determinar la antigüedad de los restos óseos, se
ha desarrollado una metodología alternativa de colágeno residual, la
cual se basa en la medida del colágeno presente en el tejido óseo. En-
tre menor cantidad de colágeno contengan los restos óseos, éstos serán
más antiguos (Goffer, 1980). La nueva propuesta (Chung et al., 2000),
basada en el uso de los aceleradores de iones, consiste en medir el N
presente en el colágeno y el Ca presente en la parte inorgánica del
tejido óseo, la cual en general se altera poco en ciertos contextos (Po-
llard y Heron, 1996). Así, la razon N/Ca es un índice de la antigüedad
de los restos óseos si éstos se encuentran en buen estado de conserva-
ción. Se trata de un método de fechamiento relativo que requiere una
curva de calibración y, por lo tanto, son muy importantes el contexto
y el deterioro sufrido por los restos óseos. La precisión en la medida de
la antigüedad es menor conforme se incrementa la antigüedad de los
restos óseos, pero esta metodología funciona apropiadamente para
edades menores al Preclásico Temprano (1000 a.C.).
Se trató de aplicar este método a un fragmento menor a 2 mm de
longitud, tomado del interior del cráneo. Esto debido a que para este
análisis se requiere una geometría de irradiación difícil de implemen-
tar con el haz externo directamente sobre el cráneo, considerando
además que se encuentra recubierta toda su superficie.
A pesar de los esfuerzos realizados, no fue posible llevar a cabo el
fechamiento del cráneo, ya que el análisis con pixe mostró que el te-
jido óseo se encontraba alterado por la presencia de elementos asocia-
dos a la arcilla. La presencia correlacionada de Al, Si, Mn y Fe es un
indicador de la alteración del tejido óseo. Dado que el cráneo se en-
cuentra recubierto prácticamente en la totalidad de su superficie por
la arcilla rosada, es muy probable que tal alteración se encuentre pre-
sente en otras regiones del mismo.

119
José Luis Ruvalcaba Sil
104
Ca
Caracol a

escape Ca

escape Sr
escape Sr
103 Sr
Sr

Intensidad (µ a.)
102 Zn
Fe

101

100
0 200 400 600 800 1000
Número de canal

104
Fe
Color rojo

103 Ca
Mn
b
escape Sr Cu
Sr
Intensidad (µ a.)

Sr
Ar (aire)

2
Zn
10

Figura 6. Espectros 101


pixe de la concha
del caracol (a) y de
la zona B de color 100
rojo (b). 0 200 400 600 800 1000
Número de canal

PIXE Caracol zonas sin color


100

Al
Si
10-1
Rayos X normalizados

K
Ca
Figura 7. Gráfica Mn
Fe
de los rayos X 10-2 Zn
Sr
normalizados de Pb
elementos relevantes 10-3
de cuatro zonas con color
rojo y de dos regiones
10-4
de concha (sin color) Rojo Rojo Rojo Rojo Caracol Caracol
del caracol grabado. A B C D A B

120
Estudio no destructivo mediante pixe del cráneo y caracol

Análisis del caracol


El caracol muestra zonas con restos de color rojo (figura 3). Se eligie-
ron cuatro regiones con color y dos sin color, blancas. La superficie del
caracol no es perfectamente lisa; es porosa y se observan residuos de
color en algunas partes de la concha.
La figura 6 muestra espectros típicos de una región con y sin color.
Se observó una mayor cantidad de elementos en la zona de color rojo.
Entre los elementos detectados se encuentran: Al, Si, Cl, K, Ca, Mn,
Fe, Cu, Zn, Br, Sr, Zr y Pb.
Para el análisis de las diversas zonas se realizó una comparación directa
de las intensidades de los rayos X de los elementos más relevantes: Al, Si,
K, Ca, Mn, Fe, Zn, Sr y Pb. En la figura 7 se observa que, como podría
esperarse, la intensidad del Ca, presente en el CaCO3 de la concha es muy
alta, pero es muy semejante en todas las regiones analizadas, lo cual impli-
ca que el espesor de la capa de color no es muy grueso. En la región roja
A, la capa de color es muy delgada, por lo que su composición se asemeja
a la de otras regiones blancas del caracol; por lo tanto, la contribución
del color no es significativa en esta zona. Sólo en las regiones B, C y D
de color rojo el espesor es mayor y permite establecer un patrón respecto
a la naturaleza del color. Así, el Fe, el Mn y el Sr están correlacionados
con el color rojo, siendo notable la presencia de Fe en la capa de color. El
Al, Si y K aparecen de manera aleatoria en las diversas zonas, por lo que
se concluye que el color no se mezcló con una arcilla, como en el caso
del cráneo. Cabe señalar que la presencia de una arcilla puede indicar el
uso de un colorante, usualmente fijado a la arcilla. Definitivamente, esto
no corresponde a este caso, pues no existe tal arcilla como componente
principal en la capa de color. Además, el K, que puede asociarse a colo-
rantes orgánicos como la cochinilla, se encuentra presente en zonas sin
y con color, y no se detectó en la capa de color B, la más gruesa.
Por otra parte el Pb se observa sólo en algunas zonas y en cantidades
muy pequeñas, por lo cual este elemento no tiene que ver con el color.
Con base en lo anterior, se concluye que el color rojo es de naturaleza
mineral y puede deberse a una mezcla de óxidos de Fe, Mn, y Sr, entre
otros. El pigmento principal es entonces hematita. Considerando esto,
el espesor promedio de la capa de color es de (12±1) µm en la región

121
José Luis Ruvalcaba Sil

B, y de (4±1) µm en promedio en las zonas C y D. En la tabla 1 se


muestra la composición obtenida en la capa de color rojo de la zona B
(figura 3). Dado que el espesor de la capa de color es más pequeño en
las otras regiones analizadas, no es posible determinar la composición
de la capa de color en dichas zonas, pues la influencia de la concha y
de los elementos presentes en ésta se torna importante. De hecho, aún
es notoria en la región B por las altas concentraciones de Ca y Sr ob-
tenidas. La composición de la capa de color
olor rojo obtenida debe consi-
derarse entonces como una primera aproximación a su composición.

Observaciones finales
Se ha mostrado que pixe es una técnica poderosa para la caracterización
no destructiva de la composición de objetos únicos de valor histórico.
Su aplicación directa utilizando un sistema de haz externo resulta
apropiada, en particular para objetos irregulares o de tamaño conside-
rable, como los estudiados en este caso.
A partir de los resultados anteriores se determinó que la capa rosa-
da que recubre el cráneo grabado es una arcilla mezclada con hemati-
ta, cuyo espesor promedio y composición se lograron determinar. Por
el contrario, la alteración del fragmento del cráneo, debido a la capa
de arcilla, no permitió establecer la antigüedad del cráneo a partir de
la medida de la razón N/Ca. Este efecto puede estar presente en otras
regiones del cráneo. En cuanto al caracol, se determinó la naturaleza
mineral del color rojo, siendo éste una combinación de óxidos de Fe
y Mn. El pigmento principal es hematita.
Debido a que pixe no es adecuada para el análisis de materiales
orgánicos, los resultados obtenidos no excluyen el uso de un agluti-
nante o de un material orgánico en los recubrimientos de arcilla rosa-
da del cráneo y en las zonas de color rojo del caracol.

Agradecimientos
Se agradece a Karim López G. y a Francisco Jaimes B., técnicos del
laboratorio del acelerador Peletrón del Instituto de Física de la unam,
por su invaluable colaboración durante la operación del acelerador y
los análisis de pixe.

122
Comentarios finales

——— ———

Pedro Francisco Sánchez Nava


Ángel Iván Rivera Guzmán∗

La serie de estudios que diversos especialistas han hecho sobre los dos
objetos arqueológicos recuperados en Estados Unidos de América, deja
entrever datos relevantes para dilucidar la procedencia de las piezas,
además de arrojar pistas sobre la cronología, la cultura y la sociedad
en que fueron producidos y de la que formaron parte como elementos
del utillaje material y del complejo ideológico. La posibilidad de ac-
ceder a esta información se vio limitada al ser extraídas las piezas de
su contexto original, como parte de la cadena de ilícitos a las que da
pie el fenómeno del coleccionismo, tema que se aborda en el capítulo
inicial, en el que Pedro Francisco Sánchez Nava, a partir de un relato
cuasipoliciaco, nos introduce en la temática central de la obra y nos
invita a reflexionar sobre las consecuencias nocivas que se derivan del
acopio individual de bienes culturales.
Los trabajos de iconografía de Javier Urcid y Maarten Jansen apun-
tan a que se trata de artefactos elaborados durante el periodo Posclá-
sico (900 a 1521 d.C.), época en que se desarrolló el estilo Mixteca-
Puebla en el centro-sur de Mesoamérica. Este estilo se puede observar,
por sólo citar algunos ejemplos, en los códices de la región Mixteca y
del grupo Borgia, en artefactos de uso ceremonial como las vasijas
policromas, en huesos grabados como los descubiertos en la tumba 7
de Monte Albán, además de numerosos objetos portátiles de madera,
piedra y concha encontrados en excavaciones en el centro de México


Dirección de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicas, inah.

123
Pedro Francisco Sánchez Nava y Ángel Iván Rivera

y Oaxaca (Anders et al., 1992; Caso, 1969; Jansen, 1988; Hernández,


2005; Nicholson y Quiñones Keber, 1994; Nowotny, 2005). Si bien
el estilo Mixteca-Puebla se difundió en varias partes de Mesoamérica,
los grabados de ambas piezas sugieren, por comparación con los glifos
y la iconografía, un fuerte nexo con la región de Oaxaca. Urcid subra-
ya la coincidencia que se observa con los códices del grupo Borgia en
cuanto a la carencia de notaciones calendáricas, nombres de persona-
jes o toponímicos, aunque se advierte en las escenas de ambas piezas
una narrativa asociada con los elementos cueva-tierra-ofrendas-ali-
mento. Siguiendo a Urcid, se destaca que el cráneo, amén de poder
ser en sí mismo un trofeo de guerra, pudo también formar parte de un
oráculo para, en un proceso adivinatorio, preconocer eventos relacio-
nados con sucesos de guerra y muerte y, en el caso del caracol-trom-
peta, haber sido usado como instrumento musical en rituales propicia-
torios relacionados con ofrendas a la tierra, pedimentos de agua y
fertilidad del maíz. En esta interpretación coincide Jansen al asignar
a la trompeta de caracol un carácter liminal que propicia la comuni-
cación con el otro mundo, además de advertirse en ambos objetos una
unidad temática y coherente que hace referencia al culto a los ances-
tros, en la que el elemento central que obra como común denominador
es la “serpiente de visión”.
Es importante destacar también, en estos comentarios finales, el
señalamiento que hace Jansen en cuanto a la interconectividad que
guardan ambas piezas, al estar representado un caracol en la escena
grabada en la parte frontal del cráneo, donde el personaje central
aparece sonando una trompeta hecha de este molusco y viceversa, en
una de las escenas grabadas en la caracola, aparece un sacerdote ofren-
dando lo que parece ser un cráneo o cabeza.
Los análisis del cráneo llevados a cabo por Talavera González y
Rojas Chávez, además de la contribución de Mercado Pimentel, con-
cluyen que perteneció a un individuo joven, braquicéfalo, caracterís-
tica física común entre la población mesoamericana, con evidencia
de haber tenido una alteración genética que provocó el abultamiento
del lóbulo parietal izquierdo, además de tener deformación cultural
intencional —la que señala Mercado Pimentel y que advierte y define

124
Comentarios finales

Urcid, desde el análisis de las fotografías como tabular oblicua— que


modificó parte de su estructura. También consideran que perteneció a
un individuo que al poco tiempo de fallecer fue desollado y le practi-
caron los grabados e incisiones en la superficie del hueso, debido a la
facilidad para manipular la superficie aún hidratada. Asimismo encon-
traron evidencia de diferentes técnicas en la elaboración de los graba-
dos como la incisión, la perforación, la abrasión y el pulido, emplean-
do herramientas de obsidiana y pedernal, además de advertir en toda
la superficie del cráneo un recubrimiento de color rojizo. Coinciden
Talavera y Rojas con Mercado en que las características morfológicas
de la pieza debieron incidir en que fuera escogido como un objeto
idóneo para ser grabado. Vale la pena subrayar lo que señala Mercado
en cuanto a que la presencia de huesos wormianos, hasta en 90 por
ciento de los casos, están identificados como marcadores de trastornos
del sistema nervioso central. A partir de esto se pueden inferir com-
portamientos anormales en el individuo, tales como epilepsia, pérdida
de conciencia o alucinaciones, que pudieron convertir al sujeto en un
personaje socialmente singular y orientar el destino de la pieza craneal
que nos ocupa.
El material que cubre al cráneo fue analizado por Flores Díaz (véase
anexo), quien considera que el material terrígeno que acompaña al crá-
neo es semejante al que se presenta en suelos de la región de la Mixteca
Alta, en el estado de Oaxaca. También observa que el pigmento rojizo,
formado por óxidos de hierro, está fuertemente adherido a la superficie,
quizá por el uso de un componente natural, como la baba de nopal. Estos
datos son coincidentes con los marcadores del estilo iconográfico, que
sitúan el origen de las piezas hacia la región centro-sur de México.
De la misma manera, Ruvalcaba pudo examinar —por medio de la
técnica pixe—, el contenido y características del material que cubre al
cráneo, encontrando que su superficie tiene un recubrimiento de arci-
lla color rosada. Al aplicar un haz de protones por medio del Peletrón
del Instituto de Física de la unam, pudo detectar que la arcilla está
compuesta por una mezcla de óxidos de hierro (hematita), lo que le da
el tono rosáceo al recubrimiento del cráneo. Asimismo se trató de
fechar la pieza por medio de una novedosa técnica en que se examina

125
Pedro Francisco Sánchez Nava y Ángel Iván Rivera

el colágeno residual; sin embargo, debido a la presencia de los elemen-


tos ligados a la arcilla, no fue posible determinar su antigüedad.
El cráneo analizado parece ser una pieza única por la calidad en el
grabado del hueso y por la imaginería que porta. Como lo ha señalado
Urcid en su contribución, existen algunos ejemplos de cráneos graba-
dos reportados en Mesoamérica y sería necesario un estudio específico
sobre su hallazgo en diferentes regiones, tanto para determinar su tem-
poralidad, cuanto para establecer a qué tipo de contextos se encontra-
ban asociados. Sobre el uso que se le haya dado al cráneo grabado en
el pasado, es oportuno citar otro estudio efectuado por el mismo Urcid,
en el que describe las prácticas mortuorias llevadas a cabo en Oaxaca
en la antigüedad, donde se hace referencia a la reutilización de huesos
humanos para la elaboración de artefactos ceremoniales, como emble-
mas de legitimación (Urcid, 2005). Existe evidencia de discos con una
perforación o placas manufacturados a partir de fragmentos de cráneos,
e incluso el caso documentado de un fragmento de un cráneo grabado
procedente de Zimatlán, en el valle de Oaxaca (Urcid, figura 3.15).
Si estos objetos servían como referencia a los ancestros y como ele-
mentos sacros en ceremonias relevantes, habría que buscar en la ima-
ginería oaxaqueña escenas donde se les mostrara en contextos de toma
de poder o de descendencia. En la lápida de Noriega, descubierta por
Lorenzo Gamio en un sitio arqueológico en la cercanía de Cuilapan de
Guerrero, en el valle de Oaxaca, se encuentra una escena ampliamen-
te comentada por Joyce Marcus (1983) y Javier Urcid (1999). En ella
se representan diferentes personajes zapotecas realizando ceremonias
en torno a un joven llamado 6 Laala (6 Búho), quien se muestra en tres
momentos de su niñez: primero con su madre 9 Niça (9 Agua), luego
presentando una ofrenda a una mujer llamada 8 Niça (8 Agua) y por
último recibiendo su nombre onomástico por medio de la colocación
de una banda en su cabeza. Tanto Marcus como Urcid han resaltado la
presencia de un cráneo, aparentemente decorado, como ofrenda en la
presentación del niño ante 8 Niça.1 Sería ésta una de las escasas repre-

1
Véase también un dibujo de la lápida en Caso (1965: 942) y una fotografía de la misma
en González (1992: 141).

126
Comentarios finales

sentaciones de cráneos en rituales relacionados con la descendencia de


la clase noble oaxaqueña.
La escena que porta el cráneo también hace alusión al culto a los
muertos y, como lo hace notar Jansen, muestra fuertes paralelismos
con la tradición pictórica de la región Mixteca de Oaxaca. Cabe
hacer notar que el cráneo grabado pudo ser usado, según Urcid, como
un trofeo.
El estado de conservación del cráneo nos hace reflexionar sobre el
tipo de contexto en el que pudo haber sido encontrado originalmente.
Bien pudo ser el de una tumba de alto estatus o el interior de una
cueva, donde pudo preservarse debido al clima seco de la cavidad; no
obstante, es difícil, si no imposible, a falta de mayor información sobre
el hallazgo, asegurar el ámbito en que estaba depositado.
Las características físicas del caracol fueron analizadas por Oscar
Polaco, quien identifica al ejemplar como perteneciente a la especie
Pleuroploca gigantea, molusco que fue usado frecuentemente como
trompeta en la sociedad prehispánica y cuyo hábitat natural pertene-
ce al mar Caribe.
En el análisis de las huellas de manufactura de los grabados, Veláz-
quez, Zúñiga y Valentín detectaron trazos del uso de materiales como
roca caliza, obsidiana y pedernal; para ello recurrieron a la comparación
con ejemplares que han replicado por medio de la arqueología expe-
rimental, y concluyeron que la técnica de manufactura es semejante
a conchas documentadas en varios sitios de Mesoamérica, como en
Moral-Reforma, Kohunlich y Oxtankah, además del Templo Mayor
de Tenochtitlan. Si bien aseguran que la técnica de grabado en el caso
de la concha es propia de la manufactura prehispánica, dejan entrever
que se conoce aún poco sobre los estilos tecnológicos precoloniales.
Agregan también que la superficie de la concha fue parcialmente cu-
bierta por una capa de estuco, con el fin de tapar las porosidades. En
relación con este último aspecto, Ruvalcaba detectó residuos de pig-
mento rojizo en la superficie del caracol; este color, de procedencia
mineral, es una hematita.
Sobre el contenido de los grabados del caracol, al igual que en el
caso del cráneo, se encontraron semejanzas estilísticas con imaginería

127
Pedro Francisco Sánchez Nava y Ángel Iván Rivera

de la región de Oaxaca, aunque como señala Urcid, éste parece pre-


sentar elementos iconográficos mucho más ligados al Clásico Tardío
(400 a 800 a.C.) o principios del periodo Posclásico. Las imágenes
parecen hacer referencia al ritual de conmemoración a los ancestros,
y a la adoración a las fuerzas de la tierra y las cuevas, así como a la
deidad del viento y la lluvia.
El uso de caracoles como trompeta ha sido documentado en diver-
sas regiones de Mesoamérica en periodos tan tempranos como el
Preclásico Medio y con un uso continuo hasta el Posclásico. A dife-
rencia de otros ejemplares descubiertos, en el caso que nos ocupa re-
saltan los diseños y glifos que cubren prácticamente toda la superficie
del gasterópodo; esta práctica tan compleja sólo pudo ser llevada a
cabo por un artesano especialista y con una habilidad que enfrentó la
superficie irregular de la pieza. A diferencia del cráneo grabado, existen
numerosas evidencias de caracoles-trompeta en la imaginería mesoame-
ricana, representadas en esculturas, estelas y pintura mural; en dichas
escenas se les representa formando parte de ofrendas, o bien como
elementos del atuendo de dignatarios y sacerdotes. Por otro lado, en
entierros de la región de Oaxaca, a estos caracoles se les encuentra
integrando la ofrenda al difunto, y algunos de los ejemplares analizados
se han hallado con evidencia de estar grabados en la superficie de su
concha. Dos casos relevantes proceden de la región Mixteca: una
Pleuroploca Gigantea encontrada en un sitio cercano al pueblo de Te-
pelmeme, Oaxaca, y en las pinturas murales de Ixcaquixtla, Puebla,
donde se les representó en el interior de una tumba del Clásico, como
parte de una ofrenda dedicada a un ancestro deificado.
Recapitulando, los análisis de ambas piezas parecen apuntar a que
se trata de objetos manufacturados en la época prehispánica, producto
de sociedades con una cosmovisión e iconografía desarrolladas, con
un sistema de comunicación enmarcado en el estilo conocido como
Mixteca-Puebla; que los datos orientan una conclusión en el sentido
de que ambas piezas tienen su origen presumiblemente en una región de
Oaxaca, que pudo ser la Mixteca Alta y que su uso estuvo vinculado
con rituales propiciatorios asociados con el culto a sus deidades y a
sus ancestros.

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lenque y Tenam Puente, Chiapas”, ponencia presentada en la V Mesa
Redonda de Palenque, México.
y Martha Elena Esteva García (1998), “La fauna arqueológi-
ca de Tenam Puente, Chiapas”, informe técnico, México, Subdirec-
ción de Laboratorios y Apoyo Académico del inah.

138
Anexo. Reporte de laboratorio

——— ———

Análisis de los materiales que se encuentran


adheridos al cráneo
Tiene su superficie cubierta por un material terrígeno; en éste se en-
cuentran restos de pequeñas raicillas que han meteorizado la superficie
del cráneo dejando sus huellas de alteración en forma de “sinuosos
canalitos ramificados” que se cruzan y en ocasiones penetran o atra-
viesan la pared craneal.
Existen pequeñas áreas de material terrígeno con otro color (gris
oscuro) y más arcilloso.
Otras áreas muestran un pigmento rojo que se adhiere directamen-
te a la superficie del cráneo; en estas porciones el intemperismo no es
tan acentuado como en aquellos donde no existe el pigmento.
La alteración del hueso que conforma el cráneo parece de tipo hi-
drolítico, y de ser éste el caso, es un agua con pH ácido, entre 6 y 6.8,
este último sería el caso del ácido carbónico (H2CO3). La meteorización
del hueso es muy marcada y hay zonas delgadas y otras donde la intem-
perización deja un material pulverulento y se desbarata la pared del
hueso. Presenta una incipiente carbonatación en todo el cráneo, lo que
acelera su intemperismo, lo hace frágil y fácilmente se fractura.

Material terrígeno. Es fuertemente carbonatado, compuesto por carbo-


nato de calcio (CaCO3) en forma de calcita microcristalina de origen
secundario, por lo que se formó cuando el sedimento o suelo ya esta-
ba desarrollado. Un suelo semejante se presenta en la Mixteca Alta

139
Anexo

del estado de Oaxaca. Está formado, mineralógicamente, por arcilla


asociada con óxidos-hidróxidos de fierro, en forma de goetita-limo-
nita-hematita. Su esqueleto se conforma de partículas o cristales del
tamaño de la arena fina, de forma subangular y angular identificados
como feldespatos y cuarzo.

Pigmento. El pigmento rojo que se presenta sobre la superficie del hue-


so del cráneo se observa fuertemente adherido al mismo.
Al microscopio muestra las siguientes características: material ar-
cilloso con óxidos hidróxidos de hierro en forma de limonita (Fe
OOH.1/4H2O) y hematita (Fe2O3).
Por sus características se puede suponer que este material arcilla-
pigmento se obtiene por “levigado” de sedimentos o suelo que lo
contienen, y después es utilizado este material fino como engobe sobre
la superficie del cráneo previamente preparado con algún adhesivo de
origen vegetal (baba de nopal).

Análisis. Se realizaron pruebas cualitativas para el hierro y, en todos


los casos, fue positivo, tanto en forma ferrosa (Fe++) como férrica
(Fe+++) que comprueba las formas de limonita, goetita y hematita
que se observaron al microscopio petrográfico.

Análisis de pigmento rojo sobre la concha del gasterópodo


Observaciones
Al parecer la concha fue limpiada de material terrígeno; sin embargo,
en pequeñas áreas se presentan algunos restos que reaccionan fuerte-
mente al ácido clorhídrico, lo que muestra la presencia de carbonatos.
Al observarlo en el microscopio petrográfico se identifica como calci-
ta microscristalina, carbonato de calcio.
Por otra parte, la superficie de la concha muestra huellas de altera-
ción producidas por las raíces de algún vegetal que se implantaron en
su superficie.
El pigmento rojo aparentemente cubría toda la superficie del mo-
lusco, a pesar de que existen zonas muy lisas que pudieron no estar
cubiertas por el pigmento.

140
Anexo

La alteración o meteorización de la concha es mínima y esto puede


ser debido a la composición de la testa que está formada por conquio-
lina mezclada o infiltrada con carbonato de calcio en forma de arago-
nita. Además, para protegerla de la erosión por el ácido carbónico
(H2CO3), se recubre de una sustancia “callosa” llamada “epidermis” o
“pepriostracum”, que es secretada por el manto. Esta área callosa se
puede observar bien en la parte interna de la concha que proporciona
una superficie lisa y brillante, colorida por tonos rosáceos.
La concha del molusco gasterópodo corresponde a Pleuroploca gi-
gantea que habita en los mares atlánticos del Caribe (Oscar Polaco,
comunicación personal).
El pigmento, al microscopio petrográfico, se observa como un ma-
terial arcilloso con óxidos-hidróxidos de hierro, que corresponden a
limonita (FeOOH-1/4H2O) y hematita (Fe2O3). El análisis cualitati-
vo muestra la presencia de hierro en forma ferrosa-férrica, lo que
confirma los compuestos señalados, en los que la mayor proporción es
la de la hematita.

Antonio Flores Díaz


Jefe del Laboratorio de Química y Suelos

141
Un cráneo y un caracol de estilo
Mixteca-Puebla: patrimonio recuperado
se terminó de imprimir en febrero de 2011
en los talleres gráficos del Instituto Nacional
de Antropología e Historia.
Producción: Coordinación Nacional
de Difusión/Dirección de Publicaciones.
COLECCIÓN
ARQUEOLOGÍA
SERIE LOGOS

En este libro se presentan dos ejemplos sobresalientes del


patrimonio arqueológico nacional: un cráneo humano y un
caracol grabados con procedimientos y técnicas de lo más
depurado del reconocido estilo Mixteca-Puebla, cuyas
muestras se han logrado identificar en vastas zonas de lo que
hoy es México. Los ejemplares aquí presentados correspon-
den a su florecimiento durante el periodo posclásico en el
área del actual estado de Oaxaca.
Con datos precisos, resultado de estudios rigurosos y del
uso de tecnología de punta, los autores exponen la gravedad
y el daño que ocasionan el saqueo, el tráfico y el coleccionismo
arqueológico, así como el complejo y en ocasiones tortuoso
camino para la recuperación del patrimonio arrancado de su
territorio original.
Así, se trata de una reunión de textos de especialistas en
diversos campos del conocimiento histórico y con una amplia
gama de enfoques académicos, encaminados a dilucidar el
intenso, largo y riesgoso viaje de estos dos magníficos ejem-
plares del pensamiento y el arte prehispánicos.
Los ensayos ofrecen la oportunidad de generar nuevas
preguntas sobre los procesos de conceptualización del
mundo, la cosmogonía, los procesos adivinatorios, los ritos y
las ceremonias propiciatorias, el avance tecnológico y la
iconografía de los grupos humanos prehispánicos, con la idea
de integrar los aportes de los diversos investigadores.

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