ANEXO 3. Uso, Abuso y Dependencia de Drogas

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1.

Las ADICCIONES

Las drogas de síntesis son sustancias que, al igual que la cocaína, ejercen una acción
estimulante sobre el SNC. Sus principales efectos son la elevación del estado de ánimo,
disminución de la sensación de fatiga y del apetito. Al finalizar los efectos estimulantes iniciales
surge la depresión y la fatiga. La supresión súbita del consumo provoca la aparición de signos
contrarios a la intoxicación: agotamiento, sueño excesivo, apetito voraz y depresión.

Algunas personas dependientes de las anfetaminas han comenzado el consumo de las


mismas con la finalidad de suprimir el apetito o controlar el peso. El consumo de anfetaminas en
personas con abuso o dependencia de las mismas puede ser episódico o crónico y diario o casi
diario. En el primer caso, hay un alto consumo episódico seguido por varios días sin consumir
(por ejemplo, sólo los fines de semana). En el segundo, el consumo puede ser alto o bajo, pero
se produce a diario o casi a diario. La persona deja de consumir cuando queda físicamente
exhausta o no puede obtener más anfetaminas. El síndrome de abstinencia de las anfetaminas,
cuando la dosis es alta, dura muchos días. Los consumidores de anfetaminas también suelen
usar otras sustancias para evitar los efectos negativos de la intoxicación por anfetaminas tales
como el alcohol, los sedantes, los hipnóticos o los ansiolíticos.

Algunos de los efectos conductuales más importantes que produce la abstinencia de las
anfetaminas son depresión, irritabilidad, anhedonia, falta de energía, aislamiento social y, en
algunos casos, ideación paranoide, alteraciones de la atención y problemas de memoria. En
ocasiones, se pueden producir comportamientos agresivos durante los períodos de intoxicación.

Otras drogas, como los enteógenos, yahé, etc., pueden verse en Becoña (2005) e infor-
mación más amplia sobre las distintas drogas en Bobes, Casas y Gutiérrez (2011), Galanter y
Kleber (2008) y Schuckit (2006), entre otros.

4. USO, ABUSO Y DEPENDENCIA DE DROGAS


Por uso de una droga se entiende el consumo de una sustancia que no produce consecuencias
negativas en el individuo o éste no las aprecia. Este tipo de consumo es el más habitual cuando
se utiliza una droga de forma esporádica. El abuso se da cuando hay un uso continuado a pesar
de las consecuencias negativas derivadas del mismo. La dependencia surge con el uso excesivo
de una sustancia, que genera consecuencias negativas significativas a lo largo de un amplio
período de tiempo. También puede ocurrir que se produzca un uso continuado intermitente o
un alto consumo sólo los fines de semana.
Por dependencia, o síndrome de dependencia, según la CIE-10 (OMS, 1992), se entiende:
un conjunto de manifestaciones fisiológicas, comportamentales y cognoscitivas en el cual el
consumo de una droga, o de un tipo de ellas, adquiere la máxima prioridad para el individuo,
mayor incluso que cualquier otro tipo de comportamiento de los que en el pasado tuvieron
el valor más alto. La manifestación característica del síndrome de dependencia es el deseo,

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a menudo fuerte y a veces insuperable, de ingerir sustancias psicoactivas ilegales o legales,


aún cuando hayan sido prescritas por un médico. La recaída en el consumo de una sustancia,
después de un período de abstinencia, lleva a la instauración más rápida de los síntomas de la
dependencia, en comparación con lo que sucede en individuos no dependientes.
Según la CIE-10, el diagnóstico de dependencia de una droga, sólo debe hacerse si durante
algún momento de los últimos doce meses, o de un modo continuo, han estado presentes tres
o más de los siguientes rasgos: a) deseo intenso o vivencia de una compulsión a consumir
una sustancia; b) disminución de la capacidad para controlar el consumo de una sustancia o
alcohol, unas veces para controlar el comienzo del consumo y otras para poder terminarlo o
para controlar la cantidad consumida; c) síntomas somáticos de un síndrome de abstinencia
cuando el consumo de la sustancia se reduzca o cese; d) tolerancia, de tal manera que se
requiere un aumento progresivo de la dosis de la sustancia para conseguir los mismos efectos
que originariamente producían dosis más bajas; e) abandono progresivo de otras fuentes de
placer o diversiones, a causa del consumo de la sustancia, aumento del tiempo necesario para
obtener o ingerir la sustancia o para recuperarse de sus efectos; y, f) persistencia en el consumo
de la sustancia a pesar de sus evidentes consecuencias perjudiciales a nivel de salud física (ej.,
cirrosis hepática), salud mental (ej., depresión), deterioro cognitivo, etc.
Los criterios de la CIE-10 sugieren la existencia de dependencia física, psicológica y social
en una persona, pero no como elementos separados sino complementarios y entrelazados. Así,
tendríamos los factores físicos (tolerancia, neuroadaptación y abstinencia), los psicológicos
(aprendizaje y características personales) y los sociales (grupo de afinidad, cultura de grupo y
medio ambiente).
Tanto las clasificaciones de la CIE de la OMS, como otros autores relevantes, han
diferenciado siempre la dependencia física de la psíquica. Dentro de la dependencia física los
dos aspectos principales son la tolerancia y el síndrome de abstinencia. La CIE-10 define la
dependencia física como el estado de adaptación que se manifiesta por la aparición de intensos
trastornos físicos cuando se interrumpe la administración de la droga o se influye en su acción
por la administración de un antagonista específico. Esos trastornos, esto es, los síndromes de
abstinencia, están constituídos por series específicas de síntomas y signos de carácter psíquico
y físico peculiares de cada tipo de droga. Por dependencia psíquica o psicológica se entiende la
situación en la que existe un sentimiento de satisfacción y un impulso psíquico que exigen la
administración regular o continua de la droga para producir placer o evitar el malestar.
Otro concepto relevante es el de potencial adictivo de una droga, entendiendo por el
mismo la tendencia que tiene una sustancia de producir dependencia en aquellos que la usan.
Así, por ejemplo, en lo que se refiere a las drogas legales, el tabaco tiene un alto poder adictivo,
ya que el fumador no puede controlar su consumo ni fumar con moderación, excepto en raras
excepciones. En cambio la mayor parte de los consumidores de alcohol son bebedores sociales,
que pueden controlar sin problemas su consumo y no beber nada durante días o semanas.

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1. Las ADICCIONES

Los criterios del DSM-IV-TR para la dependencia y el abuso de sustancias los hemos
indicado en las Tablas 1.1 y 1.2. En la Tabla 1.3 se indican los trastornos inducidos por las distintas
drogas, problemas que se presentan con frecuencia en los consumidores de las mismas.

Tabla 1.3. Trastornos mentales inducidos por sustancias, según el DSM-IV-TR


Delirium inducido por sustancias.

Demencia persistente inducida por sustancias.

Trastorno amnésico persistente inducido por sustancias.

Trastorno psicótico inducido por sustancias.

Trastorno del estado de ánimo inducido por sustancias.

Trastorno de ansiedad inducido por sustancias.

Trastorno sexual inducido por sustancias.

Trastorno de sueño inducido por sustancias.

Trastorno perceptivo persistente por alucinógenos (flashback).

5. LAS ADICCIONES COMPORTAMENTALES


Como ya indicamos, una adicción consiste en una pérdida de control de la persona ante cierto
tipo de conductas que tienen como características producir dependencia, síndrome de abstinencia,
tolerancia, vivir para y en función de esa conducta, etc. Aunque se han propuesto distintos tipos de
adicciones, hoy podemos diferenciarlas en dos grandes grupos: aquellas producidas por sustancias
químicas y aquellas producidas por conductas. Serían las adicciones químicas y las adicciones
comportamentales. Entre las primeras tenemos la adicción al alcohol, a la nicotina y a las drogas
ilegales (heroína, cocaína, marihuana, drogas de diseño, etc.). Entre las comportamentales, el
juego patológico, el comer compulsivo, el sexo compulsivo, el trabajo compulsivo, las compras
compulsivas, etc., junto a la adicción a las nuevas tecnologías (Becoña, 2006a). Entendemos por
adicciones solo aquellas que en el sentido clínico cumplen los criterios más atrás comentados y
que motivan al sujeto a buscar tratamiento por la incapacidad que ello les produce en su vida
cotidiana, como puede ejemplificarse para la adicción al juego, al sexo y al amor romántico, al
trabajo, a las compras, a la televisión, a los videojuegos, al ordenador, a internet, a los teléfonos
móviles, a la religión y sectas, etc. De estas últimas la que más atención está recibiendo, y que no
está recogida en el DMS-IV-TR ni en el CIE-10, es la adicción a Internet (Fitzpatrick, 2008).
La adicción al juego es la que más atención ha recibido desde los años 80 del siglo XX y sus
criterios diagnósticos están en el DSM-IV-TR, siendo la única adicción sin sustancias recogida
en el mismo aunque dentro del apartado de trastorno de control de impulsos no clasificados
en otros apartados. En la Tabla 1.4 indicamos sus criterios diagnósticos. En España, la adicción
al juego se relaciona sobre todo con las máquinas tragaperras, debido a las características
de funcionamiento de las mismas: fácil accesibilidad, apuestas pequeñas con la posibilidad

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de conseguir ganancias proporcionalmente importantes, inmediatez entre la apuesta y el


resultado, y manipulación personal de la máquina (a lo que se asocia cierta ilusión de control,
y los estímulos visuales y sonoros) (Becoña, 1996; 2004; 2009b; Echeburúa, 1999; Echeburúa,
Becoña y Labrador, 2010).

Tabla 1.4. Criterios diagnósticos del juego patológico según el DSM-IV-TR


A. Comportamiento de juego desadaptativo, persistente y recurrente, como indican por lo menos cinco (o más)
de los siguientes ítems:

1. preocupación por el juego (por ej., preocupación por revivir experiencias pasadas de juego, compensar
ventajas entre competidores o planificar la próxima aventura, o pensar formas de conseguir dinero con
el que jugar);

2. necesidad de jugar con cantidades crecientes de dinero para conseguir el grado e excitación deseado;

3. fracaso repetido de los esfuerzos para controlar, interrumpir o detener el juego;

4. inquietud o irritabilidad cuando intenta interrumpir o detener el juego;

5. el juego se utiliza como estrategia para escapar de los problemas o para aliviar la disforia (p. ej.,
sentimientos de desesperanza, culpa, ansiedad, depresión);

6. después de perder dinero en el juego, se vuelve otro día para intentar recuperarlo (tratando de “cazar” las
propias pérdidas);

7. se engaña a los miembros de la familia, terapeutas u otras personas para ocultar el grado de implicación
con el juego;

8. se cometen actos ilegales, como falsificación, fraude, robo, o abuso de confianza, para financiar el juego;

9. se han arriesgado o perdido relaciones interpersonales significativas, trabajo y oportunidades educativas


o profesionales debido al juego.

10. se confía en que los demás proporcionen dinero que alivie la desesperada situación financiera causada
por el juego.

B. El comportamiento de juego no se explica mejor por la presencia de un episodio maníaco.

La persona comienza a jugar de forma gradual, ganando algún premio ocasionalmente,


a los que da gran importancia, a la vez que comienza a minimizar las pérdidas. Este proceso
refuerza la autoestima y su optimismo frente al juego. Progresivamente, el tiempo y el dinero
dedicado al juego va aumentando, y las pérdidas llegan a ser importantes. Con el fin de recuperar
el dinero perdido la persona se va endeudando, sin conseguir su objetivo y endeudándose
más y más hasta que la situación se vuelve insostenible. Habitualmente, cuando su entorno
cercano se percata de la situación, la pérdida del control de impulsos y las consecuencias del
juego sobre los distintos ámbitos de su vida son ya bastante graves, y el intento de que el
jugador deje su adicción suele tener escasos resultados. Aún así no es extraño que su conducta
remita temporalmente y que la familia asuma las deudas contraídas. Lo más probable es que
antes o después el jugador recaiga, buscando ocultarlo a su entorno y viéndose de nuevo en

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1. Las ADICCIONES

una situación de deudas insostenible, que mantiene la conducta de juego, con la ilusión de la
posibilidad de recuperar las pérdidas y volver a la normalidad, hasta que su familia o pareja
se percata de lo que está aconteciendo, lo que puede tener dramáticas consecuencias para el
jugador y las personas allegadas.
En los jugadores patológicos son característicos ciertos sesgos cognitivos, como la ilusión
de control sobre el propio azar, atribución interna de las ganancias y externa de las pérdidas,
y una focalización de la atención sobre las ganancias, minimizando las pérdidas. Es habitual
también que estas personas consuman alcohol u otras drogas mientras juegan, pudiendo
llevar al desarrollo de otras adicciones; que desarrollen patología depresiva y trastornos
psicosomáticos; y que su conducta les acarree diversos problemas familiares, sociales, laborales
y legales (Echeburúa et al., 2010).
Un tipo de adicción que en algún país, como Estados Unidos, está adquiriendo gran
importancia es la adicción al sexo. La intervención con las personas denominadas adictas al sexo
es un tema de controversia, dado que mientras que para algunos es un problema de adicción, para
otros es un problema de conducta. El adicto al sexo, para Griffin-Shelley (1993), habría perdido su
capacidad de elección o libertad. Su experiencia se convierte para muchos de ellos en obsesiva.
Este autor considera que dentro del sexo y el amor habría unas personas que tienen un gran
miedo y evitación a los encuentros románticos y/o sexuales, mientras que otros, por el contrario,
estarían muy preocupados por la sexualidad y/o el amor. Esto implicaría que para cualquier
conducta habría un estado normal o social, un estado inexistente o de evitación y un estado de
alta implicación que acarrearía problemas, en cuyo nivel extremo puede llegar a arruinar la vida
del sujeto. Por ello, para Griffin-Shelley (1991, 1993) la definición de adicción al amor y al sexo
incluye nueve elementos: “colocarse” (the high), la tolerancia, la dependencia, el deseo (craving),
los síntomas de abstinencia, la obsesión, las conductas compulsivas, el secreto, y los cambios de
personalidad. Un adicto al sexo tendría que tener al menos tres de los anteriores criterios.
La adicción al trabajo es una característica de nuestra sociedad industrializada, en donde
el trabajo y, consiguientemente, el dinero y el poder, están muy asociados. Denominado “trabajo
compulsivo” o “borrachera de trabajo”, este problema se detecta fácilmente cuando la persona
antepone el trabajo a su familia, a sus amigos, a sus diversiones y, al final, ante sí mismo como
persona. La persona con esta adicción puede trabajar diariamente 12 ó 14 horas durante 6 ó 7
días a la semana. Es raro que tome vacaciones, y si las toma padece síndrome de abstinencia:
está irritado, inquieto, tiene sentimientos de inutilidad y culpabilidad, llama continuamente al
trabajo como si fuese imprescindible, se siente angustiado, etc. Otra característica es que no
hay pruebas objetivas de que tenga que hacer esas conductas para que todo siga funcionando
igual en su ausencia.
Curiosamente, no siempre obtienen la productividad prevista con el gran número de
horas que dedican al trabajo. Esto les lleva a trabajar aún más, cayendo de este modo en un

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círculo vicioso en donde nunca hay límite. Esto les lleva a ir poco a poco padeciendo situaciones
de estrés, que se puede llegar a convertir en crónico. Por ello muchas personas que cumplen los
criterios para el patrón de conducta tipo A son igualmente trabajadores compulsivos. Su modo
de comportarse como trabajadores excesivos les lleva en muchos casos a padecer este patrón
de conducta, que lleva a que tengan un alto riesgo de padecer enfermedades coronarias y, por
tanto, de producirles la muerte.
Quién más sufre las consecuencias del trabajador compulsivo es su familia. No atiende
a su esposa ni a sus hijos. En ocasiones el trabajador compulsivo puede quedar agotado, tanto a
nivel físico como psicológico. En tales casos su organismo le recuerda que está sobrepasando
los límites. Otros, aguantan así muchos años hasta que se derrumban. También es frecuente
que si dejan de ser adictos al trabajo cambien por otra adicción (ej., al juego); o bien que otros
adictos (ej., al juego), cuando dejan su adicción trabajen más horas o incansablemente y lleguen
incluso a ser adictos al trabajo. La crisis suele permitirle darse cuenta del problema. Si se lleva a
cabo una adecuada intervención con estas personas se puede reorganizar su vida.
La adicción a las compras compulsivas es un nuevo problema en nuestras sociedades
industrializadas (Rodríguez-Villarino, 2005). Una de sus características es que la persona que
padece este problema compra cualquier cosa que vea no por su utilidad, sino por el hecho
de comprarlo o por “si algún día” puede llegar a precisarlo, haciendo compras de lo más
disparatadas, de poco dinero la mayor parte de ellas, pero en gran número y variedad. Ello
acarrea quedarse sin dinero, tener que pedir créditos, impagos de los mismos, etc. Suele
detectarse este tipo de patrón en personas que compran en grandes almacenes, ya que en ellos
encuentran los más variados artículos y pueden realizar las compras con tarjetas de crédito.
Igualmente, la utilización de tarjetas de crédito favorece la compra compulsiva, ya que sólo
se ve el refuerzo, “la compra del objeto”, pero no las consecuencias (“quedarse sin dinero”), ya
que el dinero de plástico en ese momento es sólo eso, plástico, y no aprecian que luego hay que
hacerle frente con dinero real.
Este problema se da más frecuentemente en mujeres, por ser ellas las que suelen hacer la
mayor cantidad de compras en la vida diaria, alimentación, hogar, para la familia, etc. (Becoña,
2009a). En hombres, cuando se da, puede llevarles a la ruina económica, especialmente si tienen
una empresa y compran grandes cantidades de modo irracional respecto a la posibilidad de
venta, o compras superfluas que no son útiles.
Otras nuevas adicciones las tenemos con la televisión, ordenador, teléfono móvil, etc.
(Echeburúa, Labrador y Becoña, 2009), en donde la persona orienta toda su vida a estar pendiente
de la misma, llegando a abandonar otras actividades, especialmente en adolescentes, quienes
con la excusa de su adicción abandonan sus estudios, o para superar otro problema se refugian
en la misma; las amas de casa que dejan de cumplir sus obligaciones familiares; etc. En muchas
ocasiones es importante el estado emocional de esa persona. Así, una persona con depresión

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1. Las ADICCIONES

puede refugiarse en la televisión para superarla. Ver la televisión le permite encontrarse en un


estado semi-disociativo y, de este modo, no estar deprimida pero quizás ello le puede llevar a
destruir su vida. Con el móvil se evade de la realidad, con el ordenador y el acceso a Internet
se ve otra persona, etc. En estas adicciones influye de modo importante el estar en casa, el
aislamiento o el tener pocos amigos.
Una adicción que va cogiendo importancia año a año en los países industrializados,
y sobre todo en jóvenes, son los videojuegos. Los mismos están asociados con la adicción a
la televisión y con el juego patológico (Estallo, 2009). Concretamente algunos padres dejan
que sus hijos vean la televisión un gran número de horas, adquiriendo una dependencia de
la misma. Con posterioridad les regalan un aparato de videojuegos y pueden adquirir una
dependencia a los mismos. El retarse a uno mismo, o a otros, o el intentar superar las marcas le
lleva a mantenerse en la conducta y sufrir la tolerancia, por lo que incrementan el tiempo que
le dedican a los mismos.
Relacionado con estas adicciones, o independientemente, está la adicción al ordenador
y más recientemente van surgiendo casos de adicción a Internet (Echeburúa, 1999; Ko et
al., 2005). Puede darse en personas que cambian de una adicción a otra, por ejemplo de ser
trabajador compulsivo a adicto al ordenador, por poseer uno y poder utilizarlo todo el tiempo
que quieran, o bien las personas que juegan a los videojuegos a través del ordenador pueden
adquirir también dependencia al mismo. Como ocurre con otras adicciones, aspectos de ocio,
tiempo libre, facilidad de uso, acceso a información, etc., si no se saben usar adecuadamente, o
dosificar la cantidad de tiempo dedicado, pueden llegar a ser adictivos y en vez de ayudar a la
persona a vivir mejor pueden ser un impedimento en su vida cotidiana o personal.
El fenómeno de Internet es nuevo, tan nuevo, que hace pocos años nadie se podía
imaginar que tuviese el desarrollo que ya tiene hoy. Pero también aparecen los adictos a
Internet. Tener toda la información (subjetivamente, el acceso al mundo) disponible en una
pantalla puede llevar a algunas personas a no diferenciar lo real (el mundo real) del mundo
semi-real o representado (el de la pantalla de ordenador) y, especialmente, a no saber organizar
el tiempo y creer que el tiempo se optimiza mejor accediendo a la información por Internet. Es
un nuevo fenómeno que va a ser de gran relevancia en poco tiempo.

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