La Promesa y Práctica de La Teología Bíblica
La Promesa y Práctica de La Teología Bíblica
La Promesa y Práctica de La Teología Bíblica
Andreas J. Kostenberger
Analogías:
La teología bíblica es el padre y la teología sistemática el hijo.
En una carrera de dos relevos, la teología bíblica es el primer
corredor y pasa el bastón o estafeta al segundo, que es la teología
sistemática. Las dos disciplinas corren juntas y ganan juntas.
En una carrera de cuatro relevos, los asuntos introductorios
(autoría, fecha, audiencia, procedencia, ocasión, y propósito de los
escritos) serían el primer corredor; la exégesis sería el segundo;
luego la teología bíblica y, al final la teología sistemática.
Es importante distinguir entre teología bíblica y sistemática, y colocar a
aquella en primer lugar, pero también es importante no difuminar
indebidamente la línea entre estas dos disciplinas. De lo contrario,
nuestro punto de vista de la enseñanza de la Biblia podría ser
distorsionada y nuestra aplicación imprecisa si no inválida. La distinción
entre teología bíblica y sistemática así resulta ser benéfica para ambas.
Antes de movernos a la aplicación, necesitamos involucrarnos en la
teología bíblica, la cual es llamada o conocida como “la tarea histórica”.
La teología bíblica es la teología de la Biblia y la de los escritores bíblicos
mismos.
Los eruditos han reconocido cada vez más que la interpretación tiene un
inescapable componente subjetivo, y es probable que esto afecte nuestra
habilidad de arribar a un entendimiento definitivo de la teología de un
dado escritor bíblico. Todos venimos a la práctica de la teología bíblica
con un paquete de presuposiciones o pre-entendimientos que impactarán
el resultado de nuestro trabajo en la teología bíblica.
1) El primero, que tiene que ver con la intención original del autor.
2) El segundo, que es el horizonte de nuestro propio mundo
contemporáneo con nuestra búsqueda de relevancia y aplicación o
apropiación.
¿Qué método?
1. La primera cosa por hacer es leer a través del libro múltiples veces
y tomar nota o marcar la Biblia a modo de identificar temas y
énfasis significativos. Conforme se lee varias veces estas cartas
impresiona cuán firmemente están enraizadas en la misión, o más
específicamente, en la misión apostólica de Pablo y sus asociados.
No se puede separar realmente estas tres cartas del libro de Hechos
y de las otras cartas Paulinas. Así que se arribó a la convicción de
que el primer tema mayor en estas tres cartas, el tema
fundamental, es la misión.
2. Un cuidadoso estudio de estas tres cartas revela que cercanamente
relacionado con la misión está el tema de la enseñanza, esa clase
de enseñanza que fluye de la predicación apostólica (el kerygma) y
es pasada a sus delegados apostólicos a medida que ellos la
guardan de los falsos maestros. Respecto a las palabras o frases
específicas que conllevan el tema de la “enseñanza” hay una
considerable variedad en estas cartas. El vocabulario incluye “el
depósito”, “la fe”, “la Palabra de Dios”, “la Palabra de verdad”,
“Escritura”, “enseñanza” o el verbo “enseñar”, tanto positiva como
negativamente (heterodidaskalein) y los cinco “dichos fieles”, los
cuales dan una característica distintiva a estas cartas. El amplio
rango de vocabulario y la prominencia de la enseñanza en estas
cartas subraya que Pablo colocó un inmenso valor en la doctrina
correcta, o como él regularmente la llama, “sana doctrina o sana
enseñanza”. La razón para esto es que él cree firmemente que la
enseñanza correcta es saludable y da vida mientras que las falsas
enseñanzas destruyen gradualmente las vidas de los creyentes
individuales y de la iglesia. Así que, misión y enseñanza están
relacionadas integralmente en estas tres cartas y ocupan un lugar
preponderante en ellas.
3. Cuando vamos a las referencias repetidas y prominentes, el grupo
de la palabra “salvación” en estas tres cartas es bastante visible,
tanto el sustantivo “soteria” como el verbo “sozo” y otros términos
relacionados. Tanto Dios como Cristo son referidos en estas cartas
como “Salvador”, de tal modo que algunos estudiosos sugieren que
la cristología de estas cartas es esencialmente equivalente a la
soteriología. Mientras que puede ser una exageración, es válido
observar que Cristo es caracterizado principalmente en su rol de
salvador divino. La salvación, al igual que la enseñanza, está
integralmente relacionada a la misión, de tal modo que hace sentido
que las tres -misión, enseñanza y salvación- son temas prominentes
en estas tres cartas. La salvación siendo un tema prominente
también hace sentido en que todas las personas son pecadoras y
necesitan salvación, una realidad fundamental en y un incentivo
para la misión. Conjuntamente con la salvación hay varias
referencias a Dios y a Cristo. La salvación es el tema principal y Dios
y Cristo son subtemas, en el sentido de que son la fuente y los
proveedores de la salvación. La teología bíblica puede suplementar
o corregir aun al llevarnos a ver el punto de vista del escritor bíblico.
Aquí, en estas cartas, la salvación es el motivo principal y Dios y
Cristo asumen su significado y significancia en conjunción con la
salvación en vez de hacerlo como temas separados en sí mismos.
Pablo típicamente se enfoca en la misión, enseñanza y salvación, y
en ese contexto deja claro que la salvación que él enseña y de la
cual predica en su práctica misional tiene a Dios como su fuente y
a Cristo como su proveedor. Tocante al Espíritu Santo, finalmente,
es aparente que es menos prominente que Dios y Cristo. De hecho,
en estas cartas hay pocas referencias al Espíritu Santo,
principalmente en conjunción con la designación de Timoteo al
ministerio, aunque hay un pasaje remarcable sobre el Espíritu en
Tito 3.
4. En lugar de hablar de la iglesia como el cuerpo de Cristo, tal como
lo hace en varias de sus cartas tempranas, Pablo usa aquí la
metáfora de la iglesia como casa de Dios. El principal pasaje de esto
es 1a Tim. 3:14-15, donde Pablo dice, “Esto te escribo, aunque
tengo la esperanza de ir pronto a verte, para que, si tardo, sepas
cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios
viviente, columna y baluarte de la verdad.” Más allá de las
referencias explícitas a la iglesia como casa de Dios, el concepto
está implícito en porciones sustanciales de estas cartas,
especialmente 1a Timoteo y Tito. Por esta razón muchos consideran
estas cartas en su totalidad como que son códigos de hogar que
proveen instrucciones sobre cómo debe conducirse el pueblo de
Dios en la iglesia. El concepto de la iglesia como casa de Dios, dice
el autor, tiene importantes implicaciones sobre cómo concebir el
oficio pastoral. Tal como en una casa u hogar natural tiene varios
miembros con un vasto rango de necesidades que la cabeza del
hogar está llamada a llenar, así los pastores y ancianos deben
atender a las necesidades de los varios miembros de la iglesia.
Deben amar y cuidar al pueblo de Dios en toda su diversidad,
complejidad y necesidad.
5. Pablo habla prominentemente acerca de la vida cristiana,
especialmente en términos de virtudes que los creyentes deben
procurar tener. Timoteo y Tito, como delegados apostólicos sirven
de ejemplo como quienes deben emular virtudes cristianas tales
como amor, rectitud, fidelidad, piedad o autocontrol. Esto nos
recuerda que el carácter de los líderes de la iglesia es un
prerrequisito indispensable para su efectividad en el ministerio. No
nos arriesguemos a descuidar nuestra vida personal o sufrirŕa
nuestra familia, la iglesia y el ministerio. Pablo dice a Timoteo 1a
Tim. 4:16 “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en
ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te
oyeren” y 4:12 “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo
de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza”.
Adicionalmente, Pablo habla acerca de la importancia de las buenas
obras y de ser un buen ciudadano. También exhorta al pueblo de
Dios a testificar del evangelio en palabras y hechos, así como a
persistir en su fe en medio del sufrimiento y la adversidad.
6. Finalmente, Pablo habla repetidamente acerca de los últimos días.
Algunos comentaristas argumentan que en las fechas de estas
cartas la expectación por el retorno de Cristo se había desteñido o
diluido y el autor está más interesado en la iglesia como una
institución permanente que en los dones espirituales o en las
expectativas escatológicas. Esto es llamado la teoría del
“catolicismo temprano” la cual implica que estas cartas son tardías
y datan del final del primer siglo o de principios del segundo, tiempo
por el cual las iglesias habían desarrollado una jerarquía de obispos
y sacerdotes que eventualmente condujeron la ICR. El autor ve esta
teoría como un error ya que pasa por alto el hecho de que desde
muy temprano en Hechos 14:23 Pablo y otros eligen y designan
líderes de iglesias locales, no solamente a finales del primer siglo o
principios del segundo. También las tres cartas muestran un gran
interés en los tiempos finales, incluyendo las obras de Satanás,
demonios y ángeles, y en la segunda venida de Cristo. En particular,
Pablo ve los tiempos finales estando ya presentes en el sentido de
que el mal está actuando activamente a través de los falsos
maestros quienes tratan de infiltrarse y subvertir la iglesia
alejándola del evangelio apostólico. Y, más distintivamente, Pablo
ve la época presente de la iglesia como el tiempo entre la primera
y la segunda venida de Cristo, las cuales él describe en términos
similares (es decir, la palabra epifanía).
Moviéndonos a los libros históricos, se dice que en los días de los jueces
el Espíritu venía sobre los libertadores nacionales tales como Otoniel,
Gedeón, Jefté y Sansón (Jue. 3:10; 6:34, 11:29, 13;25). Durante los días
tempranos de la monarquía, el Espíritu vino primero sobre Saúl (1 S.
10:6) y subsecuentemente sobre David (1 S. 16:13). En ambos períodos
(jueces y monarquía), se muestra que el Espíritu mediaba la presencia de
Dios y empoderaba a los libertadores y gobernantes de su pueblo. Todas
las referencias al Espíritu en Reyes, Crónicas y Nehemías involucran su
actividad en transmitir las palabras de Yahweh a su pueblo mediante los
profetas tales como Elías, Eliseo o Zacarías (1 R. 18:12; 2 R. 2:16; 2 Cr.
24:20). Esencialmente en los libros históricos el accionar u obrar del
Espíritu es doble: levantar y empoderar libertadores nacionales y
gobernantes, así como también empoderar a los voceros de Dios para
profetizar de parte suya.
Las epístolas del NT, especialmente las que Pablo escribió refuerzan la
noción de que cada creyente disfruta ahora la presencia moradora del
Espíritu Santo por lo cual las referencias al Espíritu en los escritos de Pablo
mejor son estudiados en orden cronológico que en orden canónico (p. ej.
Gálatas, 1-2 Tesalonicenses, 1-2 Corintios, Romanos, Epístolas de la
prisión, y las de Timoteo y Tito). Pablo escribe que los creyentes han
“recibido” el Espíritu que ha sido dado a ellos (Ro. 5:5, 8:15). El Espíritu
está “en” los creyentes (1 Cor. 6;19) y ha venido a “morar” en ellos (Ro.
8;9, 11; 1 Cor. 3:16). Ellos poseen el Espíritu como “primicias” (Ro. 8;23)
y “garantía” (2 Cor. 1:22; 5:5). En términos de su actividad, el Espíritu
se muestra en las cartas de Pablo como mediando la presencia de Dios,
impartiendo vida, revelando la verdad, promoviendo la santidad, dotando
de poder, y efectuando la unidad (Ef. 4:1-5).
Se puede argumentar muy bien que la era de la iglesia podría muy bien
ser descrita como la era del Espíritu Santo, inaugurando los últimos días.
Así, el Espíritu Santo sirve como el sucesor de Jesús en la tierra, el “otro
consolador” enviado conjuntamente por Dios Padre y Dios Hijo (Jn. 14:26
y 15:26), empoderando la misión y el testimonio de la iglesia y
proveyendo y energizando la dinámica que subyace la proclamación de la
resurrección de Jesús y su triunfo sobre Satán, las fuerzas demoníacas,
la enfermedad y aún la muerte. El libro de Apocalipsis, en armonía con la
descripción de Isaías, describe al Espíritu como los siete espíritus de Dios
ante el trono de Dios (Ap. 3:1; 4:5; 5:6; Is. 11:2-3). De este modo, el
Espíritu es presentado como íntimamente asociado con Dios y su gobierno
soberano, pero con distinta personalidad.
Conclusión