Lo Trágico en La Tragedia
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Lo Trágico en La Tragedia
LO TRÁGICO EN LA TRAGEDIA
Abstract: This essay explores the essence of tragedy, the author calls it the
“tragicidad”. It is a study of aesthetic philosophy, infrequent studies. The study is
treated from different points of view.
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CÉSAR GARCÍA ÁLVAREZ: Lo trágico en la tragedia
E
l mito dice que Zeus queriendo acercarse a los hombres,
engendró a Dióniso de una mujer, Semele; pero antes de
terminar de gestarlo en su vientre Hera esposa de Zeus la
fulminó con un rayo. Sin embargo, Zeus hizo una incisión en uno de sus
muslos y terminó de gestar a Dióniso. Zeus ama a los humanos y quiere
que participen de su vida perenne; ama la unidad y armonía no la fragmen-
tación. Tales dones no se dan sin la vía del sacrificio, que es la tragedia y
la incorporación al coro.
Los atenienses ante una tragedia de Frínico y otras de Esquilo se
preguntaron: tis pros Dionyso ¿qué tiene que ver esto con Dióniso? (Plu-
tarco, Cuestiones conviviales I, I, 5-615a); el Suda expresaba así la misma
idea: “Ouden pros ton Dionyson” (Esto no tiene nada que ver con Dionyso,
decían). No es lo mismo la tragedia que lo trágico de raíz dionisíaca, lo trá-
gico es un concepto filosófico mucho más amplio que la tragedia aunque,
por cierto, la tragedia se halle incluida en dicho concepto. Nuestro ensayo,
como su título indica intenta como objeto aproximar dos términos poco
estudiados: lo trágico en la tragedia y como objetivo aquello señalado por
K. Jaspers: “Lo propio del hombre como hombre es dirigir su mirada hacia
la verdad. La verdad siempre existe en él y para él”.
Los dos géneros literarios más destacados en Grecia fueron la epo-
peya y la tragedia; géneros a su vez hermanos ya que, con excepción del
enfoque epos en un caso y pathos en el otro, casi todo lo restante es igual.
Ambos géneros que, por otra parte, retratan el alma conflictiva de Grecia.
Es sabido que las palabras claves para definir el alma de Grecia son po-
lemos, agon ostrakismos, peripeteia, polis, stasis, tuxía, euftuxía y pocas
más. Todas ellas llevan oculta bajo su significación una pequeña herida
sangrante que, no bien cauterizada, dará lugar a la tragedia. El filósofo más
representativo de esta extraña alma griega fue Heráclito para quien: “El
camino de arriba y el camino de abajo son uno y el mismo” (22B60DK), y
en otra parte advierte: “Inmortales mortales, mortales inmortales; la vida
de éstos es la muerte de aquéllos, la muerte de aquéllos es la vida de éstos”
(22B62 DK). Carlo Gentile y Gianluca G. juegan en el mismo sentido con
esta otra frase de Heráclito: “Ethos anthopoi daimon”, que comentan así:
“Lo trágico reside en la simetría sintáctica de esta frase que, gracias a los
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hasta el verso 1080 cuando quiso descubrir él solo, sin la ayuda de Apolo
el problema de la peste; sin embargo, cuando reconoció su hybris, pecado
contra los dioses, cuando reconoció su ceguera y se autodesterró, la peste
desapareció; lo trágico de la tragedia Antígona lo desencadena Creonte al
ignorar la ley de los dioses, enterrar a Polínice.
Lo trágico es un pathos, un existencial que reclama para su defini-
ción una metafísica y hasta una teología: ser y tiempo, y vida mortal frente
a la eternidad de los dioses. Hebbel lo entendió así: en la contextura más
profunda del mundo, decía, hay una desarmonía trágica que ha sido llama-
da pan-tragicismo. Aristóteles llama a esta falla del ser “amartía” y dice
que afecta a todos, por eso los caracteres, añade el Estagirita, deben ser de
estrato moral “medio”, ni mucho mejores que nosotros ni mucho peores.
No vamos a entrar qué entendía Aristóteles por “amartía”, si falla óntica,
intelectual, moral o persecución del destino.
Lesky niega el carácter totalizador y existencial que aquí estamos
dando a lo trágico. Ciertamente, la tragedia, cada tragedia, no elabora di-
rectamente una teoría de lo trágico, pero sí en forma indirecta, o ¿acaso lo
repetido no genera teoría? Eleos” y “fobos”, horror y compasión - como
dice Aristóteles – ¿no añaden lo trágico a la tragedia? Estos dos sentimien-
to eleos y fobos, no están en escena ni en el texto literario, son un efecto de
lo trágico en el espectador; añaden a lo constitutivo de lo trágico la “meta-
bolé”, como se lee en la misma Poética de Aristóteles, el cambio de buena
a adversa fortuna, aquello que, en Edipo, rey la tragedia llama“deinos”,
incertidumbre. Pero ampliemos un poco más este concepto.
Agustín tomándole el peso a esta condición frágil del ser decía: “¿Cómo
llamaré yo a esta vida, vida mortal o muerte vital? Aristóteles al hablar de
“metabolé” en la tragedia o cambio de fortuna, nos está diciendo aunque
cerebralmente algo parecido. El barroco trabajó mucho este concepto trá-
gico al hablar de “apariencia frente a realidad” en La vida es sueño, El
Quijote, y particularmente en la poesía del amor y la muerte de Francisco
de Quevedo. Recojo aquí dos estrofas de este poeta donde habla sobre el
sentido angustiosamente trágico del ser humano en el tiempo:
Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.
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trásemos una teja sin relación alguna ni con un tejado ni con casa alguna;
que nos encontrásemos con un camino hecho por nadie y para nadie, pues
nadie existe; imaginemos que vemos el respaldo de una silla que nadie
hizo, y que ni existe eso que llamamos silla; y, en fin, ahora una flor sin re-
ferencia a árbol, vegetal o planta, pues de la existencia de los vegetales no
diese cuenta ningún diccionario. Esos fragmentos de ser, despoblados, si
tuviesen conciencia y sensibilidad testimoniarían en su propia fragmenta-
ción la angustia de la soledad que acompaña la incertidumbre. Resulta que
individuo habla precisamente de fragmentación, su etimología es in que es
una negación y dividere, ausencia de relación con algo o alguien; los grie-
gos al referirse a una sola persona dicen átomo. La soledad, compañera de
la incertidumbre trágica, es una resultante de nuestra condición de ser en el
tiempo, al estar arrojados como individuos o átomos. Tu ser comporta tres
niveles: exterior, interior e íntimo: este último es donde radica la individua-
lidad, es tuyo solo, más íntimo que tú mismo, lo mantienes tú, lo alimentas
tú, lo soportas tú, te salvas ontológicamente con él o con él te condenas.
Kafka escribió lo que escribió en la Metamorfosis y Ionesco compuso lo
que compuso en La Cantante Calva para alertarnos sobre esta tragicidad
que portamos.
¿Qué fue la vida de Edipo? El más sabio, el más seguro, el que
venció el enigma de la esfinge, el que fue coronado por todos como rey…
¡no sabía que estaba casado con su madre! ¿hay mayor tragedia? Edipo
estaba atrapado en la red: cuanto más investigaba buscando al culpable y
preguntaba, más caía en la sima del deinos de su propia vida. Quiso ser él
solo, no escuchar ni a Creonte ni a Tiresias, terminó arrancándose los ojos
de sus órbitas; no fue ello un castigo a su incesto, fue más que esto ¡“no
supo ver el otro y lo otro”! negó el apeiron de Anaximandro de Mileto. No
le echemos la culpa del suceso de Edipo al destino, porque éste nos ensu-
cia, pero no niega la libertad. El destino condiciona, pero no obliga. Con
razón nos alerta el Coro de Edipo, rey, antes de caer el telón: “¡Tebanos,
antes que al ser humano alcance la muerte, nadie se crea seguro!”.
en acción son más trágicos que aquéllos que exhiben un dolor narrado;
hay acción en Edipo, Antígona, Euménides y Medea, pero más sentido
narrativo en Prometeo encadenado, Agamenón en la Orestía y Jerjes en
Los Persas.
trágico, retorno que es una llamada a una salida. San Agustín lo intuyó al
decir: “Circuitus ille explosi est”, aquel círculo del eterno retorno, con la
llegada del cristianismo explotó y la línea que era circular se convirtió en
historia horizontal. La apetencia de lo trágico circular al final se cumplió.
La muerte de Cristo fue una tragedia histórica, la acción final de un Dios
Soterós. Nietzsche intuyó que en la escena de la tragedia no hay solo muer-
te, hay también canto, presencia de Dióniso Soterós (Salvador). El coro,
como sugiere Festugière, enfrenta el muro que separaba a dioses de los
hombres, la comida de la ambrosía y la de los animales, propia del hombre.
La música dionisíaca es soteriológica un acercamiento de Zeus a
Prometeo, prototipo de los humanos; agrieta el muro Edipo buscando la
verdad, aunque caiga vencido, pero los dioses se lo recompensaron en Co-
lono al convertirlo en héroe, véase Edipo en Colono; golpean el muro con
su muerte Creonte y Antígona diciendo a los tebanos: nadie se salva solo,
dialoguen para que subsista la democracia; finalmente, triste final fue el
de Penteo, pues si no se rompe el muro de lo humano, nadie podrá habitar
con los dioses en el Citerón. A la mística no se llega sin romper el muro del
cuerpo, léase “Noche oscura del alma” de San Juan de la Cruz.
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tre mito y rito, el mito –de Dióniso, por ejemplo- da lugar a los ritos que
olvidan a veces su fuente sacra. De otro modo, dromenon (lo que es hecho)
y drama (acción representada) semánticamente son de la misma familia.
Conclusión
El tema que hemos desarrollado no goza de absoluta claridad. No
podría tenerla, pues como lectores el tema de lo trágico nos afecta, y nadie
puede juzgarse a sí mismo con claridad. No nos extrañemos entonces haya
distintas teorías al respecto. La tragedia nos interesa porque nos interesa-
mos en nosotros mismos; en arte, ya lo decía Horacio, “mea res agitur”,
somos espejo de nosotros mismos.
El tema de lo trágico es un tema filosófico que se expresa estética-
mente en las tragedias, y, ciertamente, de muchas otras formas en la vida
humana. Varios son los elementos que configuran la ontología de la trá-
gico: el desligamiento de Zeus - llámese el Arje, Fundamento, Principio,
el Uno-; y la entrada en el mundo de la idea de la nada, el vacío, la in-
certidumbre, lo múltiple, la inseguridad existencial, los actos fallidos, la
conciencia de la fragmentación del ser en entes diversos, el tiempo como
consumidor del ser, la falta de radicalización en un Principio, la peripecia
en sentido Aristotélico, la amartía o injusticia radical.
Tema tan importante necesariamente tenían que ser abordado por
los mitos y el mito griego. Desde el momento que el dios Dióniso fue hijo
de Zeus y una mujer, Semele, ya se nos indica que Zeus quería librar al
hombre de la carga de lo trágico, de su soledad intramundana. El mito de
Dióniso, presente en todas las tragedias, es la búsqueda de la radicalización
del ser o religación del ser con los dioses, por eso uno de los títulos de este
dios es Soterós. Es el mito de la esperanza en Grecia.
Radicalizar el ser con el Ser toma distintas formas en cada tragedia,
con dificultad por la soberbia de Prometeo, vinculado a la justicia en Es-
quilo, respetando el derecho de los dioses y de los hombres en Antígona y
Eurípides en las Bacantes nos dice que solo en el apartamento, en la sole-
dad del monte Citerón, se vive la fuerza mística de Dióniso Soterós; y, ¡ay,
de quien se oponga a este dios, será despedazado como Penteo, “porque
contra la fuerza de un dios – se lo advirtió Tiresias- no hay quien pueda”.
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