Velad Conmigo
Velad Conmigo
Velad Conmigo
“Velad conmigo”
Inspiración para una vida
en cuidados paliativos
Cicely Saunders
Edición en colaboración con Obra Social ”la Caixa”
Traducción del Inglés de Watch with me: inspiration for a life in hospice care, Scheffield; Mortal Press, 2003.
© Cicely Saunders †
Promueve:
SECPAL, Paseo de la Habana 9-11, 28036 Madrid
Coordinan y dirigen:
Enric Benito (Grupo de Espiritualidad, SECPAL) y Carlos Centeno (Universidad de Navarra, Pamplona, Navarra).
Con la colaboración de Marta González (Fundación ”la Caixa”)
Traducción:
Marisa Martín y Susan Hannam (Fundación CUDECA, Benalmádena, Málaga)
Portada:
Encuentro, Nadia Colette
Los textos citados de otros autores, en inglés en el original, también se han traducido para facilitar
la comprensión del lector.
ISBN 978-0-9834597-0-5
DL: B-13.284-2011
Índice
Presentación 7
Introducción, por el profesor David Clark 13
“Velad conmigo” 21
Fe 31
Enfrentándose a la muerte 43
Un camino terapéutico personal 59
Fijaos en Él 69
Presentación
7
tiempo la esencia que Cicely Saunders esparció por todo el mundo a
partir de la década de 1960, y que fundamenta las bases de esta disci-
plina, para salvaguardar los valores fundacionales de la especialidad.
8
dentes de la vida y promocionando la mejora del acompañamiento
espiritual.
Un día del año 2006, David Clark, Carlos Centeno y Javier Rocafort
junto con otros colegas de la EAPC debatían en la Universidad de
Lancaster sobre el desarrollo de los cuidados paliativos en Europa. Por
aquel entonces, el profesor Clark dedicaba buena parte de su tiempo
a estudiar y difundir la obra de Dame Cicely Saunders. Ilusionado,
entregó una copia recién editada del libro que nos ocupa a sus com-
pañeros españoles, introduciéndoles en la relevancia del texto. En los
años siguientes, su lectura iba calando en ellos. Poco a poco, la idea de
adaptarlo al castellano tomaba fuerza. Paralelamente, el doctor Enric
Benito preparaba un ambicioso proyecto científico para el grupo de
espiritualidad de la SECPAL en el que la traducción de textos esen-
ciales se consideraba como algo necesario. Su encuentro con Carlos
Centeno inició el proceso para editar este libro.
9
Y, en último lugar, los doctores Benito y Centeno revisaron porme-
norizadamente la obra hasta su versión final, en la que se decidió
mantener el prólogo de la versión original del profesor David Clark,
que incluye una breve biografía de Cicely Saunders y otros elemen-
tos que constituyen una inestimable ayuda para contextualizar los
contenidos que siguen.
10
de la dignidad del enfermo en fase terminal; se entiende el proceso
de morir como una oportunidad de cierre de la propia biografía; la
persona es vista con sus recursos y su capacidad de trascender y como
alguien que tiene que hacer su propio ”camino” (que transcurre desde
el “no quiero morir” hasta el “lo único que quiero es que acabe bien”);
se explica que hay una gran fortaleza en la debilidad aceptada; se nos
recuerda, en fin, que se espera de los profesionales que se acerquen
con respeto, que estén ahí con una actitud valiente e intentando com-
prender. Conceptos que la psicología moderna ha desarrollado en los
últimos años se encuentran esbozados o descritos con otras palabras
en este libro, que contiene las semillas, y también bastantes frutos, del
conocimiento y la experiencia espiritual que se puede vivir en nuestro
entorno. Se habla de sanación, del crecimiento en la crisis, del concep-
to de legado recibido al compartir la experiencia de nuestros pacien-
tes. Un legado que se otorga al trascender el sufrimiento a través de la
aceptación, hasta llegar a un espacio de gozo, de serenidad.
11
Introducción, por el profesor
David Clark *
E
l nombre de Cicely Saunders es sinónimo de la
creación del moderno movimiento hospice. Los cuidados tipo hospice
(cuidados paliativos) son una de las grandes innovaciones sociales del
siglo XX y la mayor parte de la vida adulta de Cicely Saunders fue de-
dicada a su desarrollo. Probablemente fue el primer médico de todo
el mundo en dedicar toda una carrera profesional al cuidado de las
personas moribundas. Su trabajo ha estimulado la creación de nuevos
servicios por todo el mundo y representa la defensa constante de la
importancia de la investigación y la formación. Sin embargo, subya-
centes a la estructura total, se encuentran algunas consideraciones re-
13
ligiosas y espirituales significativas que ella reflejó en su práctica y en
sus escritos. Su pensamiento en este aspecto evolucionó y se hizo más
profundo con el paso del tiempo, modulándose a partir del panorama
filosófico y teológico circundante, al que se mantuvo siempre abierta
como fuente de inspiración. Este libro nos introduce en esas inquietu-
des y nos ayuda a entender no solo cómo se inició en ese trabajo, sino
cómo mantuvo su implicación a través de las décadas. Proporciona
una visión única que nos permite adentrarnos en la inspiración de una
vida dedicada a los cuidados paliativos.
14
Inmediatamente decidió aprender más sobre las necesidades de las
personas con una enfermedad terminal y empezó a trabajar como vo-
luntaria en el St. Luke, una residencia para moribundos en Bayswater,
Londres. Después tomó la trascendental decisión de estudiar Medici-
na; empezó en 1951 y se graduó ya avanzados los treinta años de edad.
En 1958 tomó posesión del puesto de investigadora en la Escuela de
Medicina de St. Mary, desarrollando trabajos de investigación en el St.
Joseph’s Hospice, en Hackney, en la zona este de Londres. Aquí esta-
bleció los fundamentos básicos de los cuidados del hospice moderno:
desarrolló un enfoque sistemático del control del dolor en pacientes
con enfermedad terminal, prestó atención a sus necesidades sociales,
emocionales y espirituales, y enseñó lo que ella había aprendido a
otras personas.
15
galardonada con numerosos premios y honores en múltiples países.
St. Christopher´s Hospice recibía miles de visitantes cada año y se
convirtió en un faro de inspiración para muchos de los que allí iban a
estudiar, desarrollar sus habilidades clínicas y realizar investigaciones
en el floreciente campo que ya era conocido como Cuidados Palia-
tivos.
16
despertó en mí ecos de sus primeros escritos, y decidí empezar a bus-
car la forma de localizar estos importantes antecedentes de su actual
oferta. El efecto fue que, guiado por ese estímulo, pronto detecté una
preocupación especial y muy constante: a través de sus trabajos pu-
blicados se podía ver una preocupación por la relación entre su vida
personal, su vida espiritual y una ética de los cuidados. En cada caso
los escritos estaban narrados en primera persona, dibujados sobre un
abanico de influencias religiosas y filosóficas, y con una motivación
principal subyacente: el cuidado de personas concretas frente a la in-
minencia de la muerte. En resumen, estos escritos fueron de la mayor
importancia dentro del hospice contemporáneo y del canon de los
cuidados paliativos.
17
fundamento religioso. “Velad conmigo” resume las demandas que se
percibían en 1965, pero también resuena a lo largo de las páginas de
este libro como un tema recurrente en cada uno de sus capítulos.
18
dades. Muestra cómo la persona moribunda está inserta en la red de
relaciones personales y familiares, responsabilidades y obligaciones, y
cómo estas se ven influenciadas por la cultura y la historia. En parti-
cular, se centra en cómo llegar a una aceptación de la muerte, con o
sin algún tipo de fe, y cómo entender que “enfrentarse con la muerte
es enfrentarse con la vida y aceptando ésta se puede aprender mucho
sobre aquella”.
19
extraordinaria, con su insaciable curiosidad y su energía inagotable.
Como resultado llegarán a entender una filosofía personal, que tanto
ha contribuido al escenario de los cuidados modernos para el mori-
bundo y sus familias.
Estos cinco documentos constituyen mucho más que una simple re-
copilación de reflexiones personales. Representan un desafío continuo
al pensamiento ortodoxo imperante en el campo actual de los cuida-
dos paliativos; resaltan el significado de “preocuparse por”, además de
“cuidar a” los pacientes; plantean preguntas sobre la naturaleza de la
vocación y cómo esta puede ser mantenida a lo largo de toda una vida
profesional; nos hablan a lo largo de las décadas, de lo que supone
buscar una mejor manera de cuidar a los moribundos y cómo puede
conseguirse; y en cada página ofrecen alguna observación o intuición
que siguen teniendo relevancia para la filosofía y para la práctica de
los cuidados al final de la vida en la sociedad contemporánea.
En una conversación que tuvo lugar en 2002, Dame Cicely habló largo
y tendido sobre las cuatro décadas abarcadas en los cinco capítulos de
este libro y de la evolución de su camino espiritual durante esos años.
“En general –dijo– no creo en tantas cosas hoy como antes; pero sin
duda mis creencias ahora tienen raíces más profundas.” Independien-
temente de que uno comparta o no estas creencias, este es un libro
que debería ser leído por cualquier persona interesada en el cuidado
de los moribundos en el mundo moderno.
20
“Velad conmigo” *
* Texto tomado de una charla impartida en la Conferencia Anual del St. Christopher’s
Hospice y publicada en Nursing Times (vol. 61, nº 48, noviembre de 1965, pp. 1.615-
1.617), copyright EMAP Healthcare, 1965, y reproducida con permiso de Nursing
Times.
21
nuestros fundamentos centrándome en una frase concreta que me pa-
rece que expresa nuestros ideales respecto al St. Christopher´s Hospice.
22
al menos por lo que yo conozco. Suele ser más fácil ir aprendiendo
en un entorno especializado y de esta forma ir construyendo lo que
pensamos que puede ser una unidad ideal, y confiamos en ser capa-
ces no solo de ayudar a nuestros propios pacientes, sino también de
desarrollar estándares y al mismo tiempo estimular a otros para que
piensen sobre todos estos problemas. Recuerdo ahora a una paciente,
una mujer joven, que me decía: “Usted parece entender el dolor desde
ambos lados”. Nuestro objetivo en el aprendizaje de esta comprensión
es poder dar ese tipo de alivio que describía otra enferma diciendo:
“Yo era todo dolor, pero ahora ese dolor se ha ido y me siento libre”.
Sin duda, tenemos que aprender qué es el dolor. Aún más, tenemos
que aprender lo que se siente al estar tan enfermo, al ir perdiendo
la vida y su actividad; al darte cuenta de que tus facultades te están
fallando y de que vas dejando atrás afectos y responsabilidades. De-
bemos aprender a sentir “con” los pacientes, sin sentir “como” ellos,
si queremos darles la clase de escucha y el apoyo firme que necesitan
para encontrar su propio camino.
Aquí surge de nuevo una frase clave que he citado a menudo: “Busco
personas que me miren como si estuvieran intentando comprender-
23
me”. Estos pacientes no buscan lástima ni indulgencia, sino que los
miremos con respeto desde una expectativa valiente, como resultado
de atender a personas como a aquella mujer que me dijo: “Puedes
decirles a todos que todo fue bien”. No estaba pasando por una ex-
periencia extraña, dramática o simplemente desafortunada que pu-
diera ser descrita con sentimentalismo o sensacionalismo, sino por
una experiencia absolutamente común, que afrontaba como la gente
corriente hace desde siempre y que de alguna manera logra superar.
Veremos pacientes que caminan por la senda que transita desde el ho-
nesto pero anhelante ruego de “no quiero morir, no quiero morir” a
la aceptación sosegada del “solo quiero que vaya bien”. No solo vere-
mos aceptación, sino también un gozo verdadero, el auténtico júbilo
de alguien que ha pasado a través de la duda, el miedo, el no querer y
ha conseguido salir al otro lado. Recuerdo alejarme de la cama de un
hombre que había pasado ese difícil camino justo una hora antes de
morir, diciéndome a mí misma “parecía divertido” y realmente daba la
sensación de estarlo. Sin duda, vamos a ver cosas duras, pero también
vamos a ser testigos de cómo nuestros pacientes reciben recompen-
sas, compensaciones e inspiración; y además veremos una cantidad
extraordinaria de verdadera felicidad e incluso alegría de espíritu.
Planificar una unidad ideal no basta para interpretar todos los sig-
nificados de la palabra “velar” si la docencia no es una parte vital
de lo que hacemos. Queremos que el St. Christopher´s Hospice sea
un lugar donde todo tipo de personas puedan acudir para aprender
con nosotros, de nuestros pacientes y de nuestra experiencia. Esto no
implica sobrecargar a los pacientes con las exigencias que supone la
24
formación continua a pie de cama. Significa implicarlos en algo que
me consta que ellos “disfrutan”, siempre que se haga de la forma ade-
cuada. También les puede servir para descubrir un nuevo significado
de lo que están pasando o de su comportamiento. Sin duda, no todos
van a ser santos. Algunos desde luego que sí, y nos sentiremos muy
honrados y será una ayuda para nosotros que hayan venido. Otros
serán espléndidamente exasperantes y no tengo tiempo para aludir
a todas las diversas crisis a las que vamos a tener que enfrentarnos.
Pero ¿quién sería capaz de decir quién lo lleva mejor?, ¿la persona
cuyas últimas semanas son la cumbre de una vida de devoción?, ¿la
joven que hace de la planta entera una fiesta de meses sin fin, y nunca
demuestra cuánto le cuesta?, ¿o el anciano que consigue al fin dejar
de quejarse sus últimos diez días de vida? Seguramente, nunca de-
jaremos de aprender de ellos, y algunas de las cosas que aprenderemos
sorprenderán a nuestro futuro equipo. Trabajar aquí no solo será so-
lemne, más bien yo diría que será real y la realidad es alegre y divertida
al tiempo que seria. Y, sobre todo, nunca será aburrido.
Estar ahí
25
taría nada bien si llegado este punto intentáramos olvidar que esto
es así y simplemente lo dejáramos pasar. Estaría mal si intentáramos
taparlo, negarlo y convencernos a nosotros mismos de que siempre
tendremos éxito. El hecho es que incluso cuando sentimos que no hay
absolutamente nada que podamos hacer, aun así tenemos que estar
preparados para estar ahí.
26
La comunidad de todos los hombres
27
mido y hecho verdad de una vez y para siempre en Cristo. Yo creo
que es muy importante que este mensaje se haga presente de todas las
maneras posibles en el St. Christopher´s Hospice, puesto que hoy en
día apenas tiene significado para la gran mayoría de las personas de
Gran Bretaña. Este hecho se refleja con triste intensidad en el estudio
de Geoffrey Gorer “Muerte, duelo y luto en la Gran Bretaña contem-
poránea”. Es una verdad que necesita ser reinterpretada en términos
que serán de suma importancia para todos aquellos que vendrán a no-
sotros, para los pacientes, sus familiares y todos los visitantes. Quizá
podamos hacer una contribución a la “nueva teología” si sencillamen-
te lo aprendemos, vislumbrando esa verdad, esa Persona, encontrán-
donos con la gente.
* Mateo 10:42: “Y cualquiera que como discípulo dé a beber aunque solo sea un vaso
de agua fría a uno de estos pequeños, en verdad os digo que tendrá su recompensa”.
28
pacientes a las cosas que contemplan cuando ya no pueden soportar
hablar. A menudo es muy importante que solo se hable lo indispensa-
ble, porque es fácil interrumpir el mensaje verdadero.
Creo que todos recordamos las palabras del Papa Juan cuando dijo:
“Mis maletas están hechas, y me puedo marchar con el corazón tran-
29
quilo, en cualquier momento”. Creo que esto es lo que pedimos para
todos los pacientes que acuden a nosotros. A algunos de ellos, les
recordamos que se encuentran frágiles, solos o desesperados, y que
rezamos por ellos ahora. Otros están distraídos y no tienen ninguna
sensación de catástrofe. Quizá sólo en la calamidad serán capaces de
encontrar el verdadero significado de todo el resto de sus vidas. Creo
que deberíamos rezar para que puedan hacer sus maletas con las cosas
adecuadas, con lo que importa, con lo que ellos necesitan, de forma
que mientras estén aquí puedan encontrar todo lo necesario para la
reconciliación, la realización, darle un sentido a su existencia, mien-
tras atraviesan esta última parte de sus vidas.
30
Fe *
* Publicado por primera vez en The Guildford Lectures en 1974 (The Guildford Ca-
thedral, 1974), pp. 1-7. Aparece aquí gracias al amable permiso del deán y el cabildo
de la catedral de Guildford.
31
pacientes nos han ido enseñando que tienen mucho que decir sobre
la vida ordinaria.
32
me donó 500 libras y el siguiente estímulo: “Yo seré una ventana en tu
Hogar”, y cuando dijo: “Lo único que busco es lo que hay en tu mente
y en tu corazón”, estaba hablando de sus esperanzas para la gente que
vendría después de él y de certezas que él no podría ver. A través de él
recayó sobre mí un encargo: tenía que aceptarlo y hacer algo al respec-
to, costara lo que costase.
33
puede ordenarnos más inexorablemente que una convicción interna.
La fe es reconocida, crece y se desarrolla en la acción.
34
quién era el predicador. Describió la fe que podía mover montañas y
arrojarlas al mar, de una forma, a mi entender, diferente. Una persona
que miraba una montaña desde un acantilado se convenció de que la
montaña debía ser arrojada al mar. Entonces cogió una carretilla y
una pala, y empezó, carretilla a carretilla, a arrojarla por el acantilado.
Durante un tiempo lo fue haciendo solo; después, uno o dos más,
en vez de burlarse de él, pensaron que era algo que había que hacer,
y se unieron a él. Más tarde, otros lo vieron como una posibilidad y
también se unieron. Al final no quedó montaña.
35
La fe se ha comparado con creer en cuentos de hadas. Los que hacen
esta comparación quizá no siempre se dan cuenta de cuánta verdad
hay en lo que dicen. Nos encanta la típica historia del viaje en que se
atraviesan innumerables peligros, se encuentran ayudantes inespera-
dos, y entonces, de repente, todo se resuelve bien, en lo que el profesor
Tolkien denomina la Eucatástrofe, un final feliz que supera todos los
males aparentemente invencibles y termina en un fructífero vivir feliz
por siempre jamás. Tanto Abraham como Moisés iniciaron cada uno
su viaje, sin saber adónde ni cómo iban, y se convirtieron en padres de
todos nosotros. Seguramente el atractivo de la trilogía El señor de los
anillos, de Tolkien, es el complejo y aterrador viaje de su hermandad.
A Tolkien no le gustaba que su historia se considerase una alegoría,
pero nosotros somos libres de encontrar en sus historias lo que que-
ramos. Los lectores recordarán la confusión de ambición y búsqueda
interior que subyace en alguno de los viajeros, y como la obediencia
sencilla de Frodo a una llamada que apenas entiende, y el amor since-
ro de Sam por Frodo, les lleva a los dos a completar la búsqueda por
sí mismos. La anhelada etapa final de su viaje es estremecedora, pero
su lectura resulta alentadora para aquellos que no vean señal de un
final feliz para ellos mismos; pero también es una descripción sutil de
la simplicidad de la fe, lo único que hay que hacer es aferrarse a ella…
“habiendo hecho todo, perseverar”. Aquellos que lleguen a este pun-
to podrán descubrir, al igual que Frodo, que la manera en que Dios
libera llega inesperadamente y al final todos parecen haber jugado un
papel.
36
do un amigo me dijo la semana pasada: “Haré cualquier cosa que me
diga el cirujano, me he sentido tan mal desde hace tanto tiempo, que
le dejo totalmente la decisión a él”. A veces es cuestión de estar prepa-
rado para recibir en lugar de ser siempre el que aporta. La última vez
que estuve aquí hablé sobre un cierto señor P que estuvo en el hospice
unos meses y que durante su estancia volvió a confiar en Dios. Cuan-
do le di unas fotografías en las que él salía, que habíamos tomado en la
fiesta del 26 de diciembre, él quería pagarme y yo se las quería regalar.
Ambos queríamos dar, ninguno recibir. Al final tendí mi mano y le
dije: “supongo que así es la vida, aprender a recibir”. Puso sus manos
junto a las mías, con las palmas hacia arriba y dijo: “Esto es lo que es
la vida, cuatro manos ofreciéndose juntas”. Los puños cerrados son
solitarios, implacables, encerrados en sí mismos (incluso en la agonía
de Pincher Martin, cuando con sus puños agarrados se resiste al oscu-
ro relámpago del amor de Dios, en la convincente novela de William
Golding).
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amarga? ¿Qué pasa con todas las dudas sobre la fe? ¿Por qué tiene esto
que sucederle a la persona que amo? O una pregunta más frecuente y
dura: ¿Por qué tiene que ocurrirme esto a mí? Y también, ¿qué pasa
con la miseria aparentemente aleatoria de la guerra, la codicia y el
materialismo? ¿Y por qué todos los desechos y penurias del mundo?
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tenemos una nube de testigos a nuestro alrededor, solo nos hace falta
ser capaces de reconocerlos y extender nuestras manos para recibir lo
que Dios tiene para darnos a través de ellos.
39
todavía. Hay algunas enfermedades que derivan de nuestra forma de
vida, otras de sorprendentes pequeñas aberraciones de la increíble su-
tileza de las células de nuestro cuerpo. Puede ayudarnos a responder a
nuestras preguntas del ¿por qué? recordar estos hechos y aceptar que
la oportunidad y el accidente son parte del mundo que conocemos
y golpearán aparentemente de forma aleatoria. Pero aún no hemos
llegado muy lejos.
40
tan atroz particularidad. ¿Cómo, en toda la inmensidad del espacio
y el tiempo, en las complejidades de nuestra herencia en evolución e
incluso en todos nuestros propios malentendidos y particulares moti-
vaciones, puede esperarse que depositemos nuestra confianza “de una
vez por todas”?
Pero quizá aquí encontremos una similitud con el mundo que cono-
cemos, con la casa desde la que partimos. Algunos de vosotros pue-
de que hayáis visto el archivo Philpott del Hospital de Guy y hayáis
visto que los años de formación están resumidos en un solo acto: el
momento en el que el cirujano, en una operación a corazón abierto,
cose la válvula y después la enfermera retira el drenaje del pericardio.
Hemos visto cómo el conjunto de toda una vida de amor se concentra
en un momento de encuentro o despedida. Muchos de nosotros he-
mos tenido alguna experiencia pasajera, todavía incompleta de algún
tipo de eternidad en un acto de amor o en una visión. El mundo de la
naturaleza está lleno de momentos como estos, que recientemente me
fueron descritos por un amigo cuando de repente vio un escenario de
montañas nevadas mientras unos copos de nieve caían sobre un guan-
te de esquí oscuro. Sabemos que todo confluye en un punto. Vivimos
con la paradoja de la inmensidad y de lo concreto, ambos encerrando
en sí mismos la verdad. ¿No puede el “Más allá”, el Creador supre-
mo, el Significado último, Dios mismo, llegar a tal punto; el punto
del amor supremo? Cuanto mayor sea la inmensidad, más fino y más
intenso será lo concreto.
41
solo ilustran triunfos serenos; ambos son verdaderos, pero la oscuri-
dad finalmente no vence. A veces vemos atisbos de cómo puede ser
esto. Recuerdo unos momentos con una persona muy querida que se
estaba muriendo y un amigo que vino a visitarla le dijo: “Se les ve tan
mal cuando están tan enfermos, ¿verdad?”. Pero yo no vi nada de eso:
yo solo veía a alguien transparente y cercano al Dios a quien amaba y
en quien confiaba. Y eso fue un regalo de amor.
42
Enfrentándose a la muerte *
* Publicado por primera vez en The Way, en octubre de 1984 (pp. 269-304), se pre-
senta en este libro con el amable permiso del editor.
** Se refiere a los Talleres sobre la muerte y el morir inspirados en las enseñanzas de la
psicóloga suiza Elizabeth Kübler-Ross, muy populares en Estados Unidos.
43
cian muchas veces todos los que trabajan en un equipo de cuidados
paliativos y, de vez en cuando, también cualquier profesional dedica-
do a cuidar. Supone trabajo, a menudo duro, por parte de todos los
involucrados: el paciente, su familia y amigos, y todo el equipo que
trata de ayudarles. Aunque haya que enfrentarse a muchos problemas,
también se pueden lograr muchas cosas antes de partir finalmente.
44
Muchas muertes son repentinas y no dan ninguna oportunidad de
afrontar y llegar a una aceptación de lo que está ocurriendo. En el
pasado se temía terriblemente una entrada tan poco preparada en el
otro mundo y enfrentarse allí a un juicio. Hoy en día, muchas perso-
nas parecen haber perdido esa preocupación y reflexionan poco sobre
la idea de vivir preparándose cada día. Actualmente es frecuente la
ausencia de una creencia en cualquier cosa que esté más allá de este
mundo, aunque el personal del hospice se encuentra muchas veces
con familiares y amigos que tienen un atisbo de esperanza de que la
muerte no es el final de un ser querido. Puede que manifiesten una
vaga expectativa de “un mundo mejor” o se sientan como Wandor,
que escribió: “Pensándolo bien, no estoy seguro de si me iría mejor si
creyera en Dios; pero cuando murió mi madre, me di cuenta de que
me alegraba de que algunas personas creyeran todavía”1. Pero incluso
cuando no existe ninguna creencia en otra vida que exija alguna pre-
paración, hay todavía tiempo para terminar trabajos pendientes en
esta. A menudo se necesita tiempo para la recapitulación final de lo
que ha significado toda una vida y para reconciliaciones y encuen-
tros que pueden hacer muy distinto el proceso que la familia tiene
que hacer a través del duelo.
45
(Salmo 74:20)*. El sufrimiento y la muerte nos ponen frente a mucho
dolor y muchos interrogantes.
* Salmo 74:20: “Ten presente tu alianza, porque todos los rincones de la tierra están
repletos de violencia”.
46
“tantalizadoramente”* poco realista y provocar solo el dolor de la es-
peranza aplazada, pero también señala el dilema de cuándo dejar de
luchar por la vida y aceptar la aproximación de la muerte. Teilhard de
Chardin presenta este dilema desde el punto de vista cristiano:
Muchos temen que los efectos secundarios del tratamiento sean peo-
res que la enfermedad en sí, y aun así se sienten culpables si lo re-
chazan. Estas decisiones nunca son fáciles y los pacientes no siempre
tienen el apoyo que necesitan para tomarlas. Pero una vez que se ha
decidido que no se puede hacer nada más para detener el progreso
de la enfermedad, hay mucho que se puede ofrecer para aliviar sus
manifestaciones físicas. El objetivo del control del dolor y del alivio
sintomático es que el enfermo se sienta menos limitado por lo físico y
por sus necesidades, incluso cuando su actividad se vea cada vez más y
más restringida por la enfermedad. Nuestros cuerpos pueden mante-
47
ner su integridad esencial incluso en la debilidad y en la dependencia,
y podemos sentir que todavía es bien visto por otros cuando se pone
especial atención en la evaluación y el manejo de sus problemas. Se
puede afrontar y aceptar una imagen corporal cambiante y se puede
mantener un sentido de dignidad personal incluso con un gran dete-
rioro físico3.
48
mos toda una vida en tres semanas”). Para poder hacerlo bien, se debe
compartir al menos parte de la verdad de la situación. Las familias a
menudo sienten que deben proteger a la persona moribunda, pero
esto casi siempre es un mal enfoque. El paciente llega a saber por otros
medios y entonces se queda aún más aislado, incapaz de compartir su
preocupación por los demás y por sí mismo. Fingir continuamente
inhibe y es agotador para ambas partes.
Por muy duro que sea hacer frente a la despedida, compartir toda
la verdad que se pueda ayuda más a superar después la ansiedad y el
dolor que conlleva. Algunas familias han compartido poco durante su
vida en común; algunas personas han pasado su vida evitando realida-
des desagradables y no todas las familias lo conseguirán. No se debería
apresurar a nadie para que haga revelaciones duras, y es posible que
haya que esperar a que se acepten poco a poco verdades parciales,
pero compartir cierto grado de verdad ha demostrado repetidamente
facilitar, a menudo de modo sorprendente, el crecimiento familiar.
49
emocional. De hecho, el dolor mental puede ser el más irreductible de
todos. La ansiedad provocada por la enfermedad y sus tratamientos se
une a la depresión que provoca la pérdida de facultades. La mayoría
de nosotros tenemos motivos para sentir vergüenza al revisar nuestra
vida, pero esto es muchas veces un sentimiento confuso y se confun-
de, en los enfermos graves, con sentimientos vagos e irracionales de
culpa. Algunos sienten ataques de ira, perfectamente comprensibles,
o una desesperación terrible. Sin embargo, la depresión clínica es rela-
tivamente rara y el suicidio es poco frecuente en pacientes con cáncer.
50
demencia tranquila, que era como un sueño anárquico; la conciencia
vívida y la profundidad de sentimientos ya no estaban presentes y ya
no volví a sentir preocupación por su malestar”5.
51
un hospice y cómo la muerte y la separación pueden conducir final-
mente a un nuevo crecimiento:
Vivir la vida y vivir la muerte, pensé, era una cosa extraña. Aún
pienso que es una cosa extraña. Quiero intentar convertirlo en
un espacio en el que esté con todos los demás tanto muerto
como vivo, convirtiéndolo en un espacio que no va a cambiar.
No sé cómo va a pasar, pero sé que sucederá. No sé si voy a mo-
rir para siempre, pero sé que eso realmente no es importante,
porque voy a estar cuidado, y todo lo que Dios quiera que haga
lo haré de la mejor forma posible, y esto es todo lo que impor-
ta. Parece que estoy al comienzo de mi vida con Dios y esto es
asombroso7.
52
La sintaxis se había perdido, pero lo que intentó decirnos está claro.
Murió dos semanas más tarde, muy serenamente.
53
que ven como verdadero. Creemos que esto les hace llegar a alcanzar
“la Verdad”.
Pero ¿qué pasa con los que no tienen esta oportunidad o no la apro-
vechan? ¿Qué hay de los que solo sienten la ausencia de Dios en su
debilidad o de los que sienten que han perdido su fe? Algunos pueden
tomar las palabras de Nuestro Señor en la pasión, el “si es posible”
de Getsemaní y el “¿por qué me has abandonado?” desde la cruz y
sentirse sostenidos en la oscuridad. Otros, que no encuentran luz en
la vida, seguramente la encontrarán en la muerte:
54
Y podemos esperar con seguridad que tal amor sea plenamente reve-
lado a todos cuando mueran y se encuentren ante su Presencia.
Durante las dos décadas siguientes a que esto fuera escrito, el movi-
miento hospice, que afronta la muerte y la enfermedad de larga evolu-
ción y el duelo, ha progresado mucho y ha visto sus principios básicos
adoptados en muchos lugares, empezando a implantarse en el hospital
general y en la atención primaria. El hospice se ha esforzado en elimi-
nar la angustia terminal y el miedo a padecerla, combinando ciencia
clínica sólida y atención personal en los detalles. Se ha considerado a
toda la familia como la unidad de cuidado, y se ha tratado de ayudar
a cada grupo familiar a descubrir sus propias fortalezas, mientras in-
tentan compartir cuanta verdad de la situación les sea posible. Los
profesionales del equipo se han abierto a los enfados y temores que
hay en la angustia de algunos moribundos y de personas en duelo.
Han visto a muchas personas hacer un recorrido desde la incredulidad,
55
a través de una progresiva toma de conciencia, hasta la aceptación, y les
han ofrecido la mayor hospitalidad posible. Al hacerlo, a menudo
se han sentido más receptores que donantes, consiguiendo nuevas
fuerzas e inspiración de aquellos a los que querían ayudar. Hacer fren-
te a la muerte es afrontar la vida y llegar a aceptar aquella es aprender
mucho sobre esta. En el desempeño de su trabajo, el equipo ha apren-
dido también hasta qué punto necesitan compartir entre ellos sus
propias experiencias de pérdida y cambio. El equipo del hospice ne-
cesita ser como una comunidad. Ellos han visto a mucha gente darse
cuenta de que el Dios que también murió está junto a ellos dispuesto
a darles valor, y ellos mismos lo han visto más claramente:
56
cómo el llanto de Boecio clamaba desde el sufrimiento de la Edad de
las Tinieblas*. Nuestro propio lamento se hace hoy eco del suyo y la
respuesta es la misma: ¿Por qué me haces esto? Alfredo el Grande lo
traducirá, y después de muchos días nos traducirá la respuesta, que no
es una respuesta lógica sino luminosa:
57
Un camino terapéutico
personal *
* Este trabajo fue publicado por primera vez en el British Medical Journal (vol.
313, 21-28 de diciembre de 1996, pp. 1.599-1.601) y es reproducido en este libro con
el amable permiso de BMJ Publishing Group.
59
manera, pero teníamos poco que ofrecer excepto nuestra dedicación
como enfermeras. La osteomielitis llevaba a la amputación y las úl-
ceras gástricas a una dieta de leche. La penicilina apareció después
del día D, y entonces los soldados llegaron diciendo que no podían
enfrentarse a otra aguja despuntada. Teníamos morfina inyectable,
pero la utilizábamos esporádicamente.
Trabajábamos doce noches seguidas, con dos noches libres cada tres
meses, con jornada partida durante el día, y un día libre a la semana
desde las cinco de la tarde del día anterior. Estaba cansada pero pro-
fundamente feliz y satisfecha. Nunca perdí el contacto con los de mi
equipo: los miembros que todavía quedan se reúnen regularmente.
Cócteles de Brompton
60
De 1951 a 1957, una vez más en el St. Thomas, estudié Medicina.
En aquellos tiempos se produjo una revolución en los fármacos dis-
ponibles para el control de síntomas. Las primeras fenotiacinas, los
antidepresivos, las benzodiacepinas, los esteroides sintéticos y los an-
tiinflamatorios no esteroideos ya habían empezado a usarse cuando
llegué al St. Joseph’s Hospice en octubre de 1958. Una beca de in-
vestigación clínica del Departamento de Farmacología de la Escuela
de Medicina del Hospital de St. Mary, bajo la dirección del profesor
Harold Stewart, me permitió empezar a investigar el dolor terminal
y su alivio.
61
rias clínicas de 900 pacientes, que: “la tolerancia y la adicción no son
problemas para nosotros, incluso en aquellos pacientes con mayor
supervivencia”12.
Mayor confianza
Durante los siete años pasados en el St. Joseph’s Hospice, entre 1958
y 1965, aumentamos nuestra farmacopea, nuestras actividades con
los pacientes, el número de altas y las derivaciones a radioterapia.
Gautier Smith iba de vez en cuando para realizar bloqueos nerviosos.
Yo escribía y daba conferencias frecuentemente, y elaboré un folleto
sobre los medicamentos de uso común en St. Joseph Hospice y el St.
Christopher´s Hospice, que abrió sus puertas en 1967. El folleto fue
actualizado, ampliado y extensamente reproducido. Ahora se han su-
mado los libros y las publicaciones de Twycross y de tantos otros.
También tenemos el libro de texto de Medicina Paliativa de Oxford.
62
Pero los principios de la terapéutica creo que siguen siendo idénticos
a los que había escrito en 1963:
Creemos que en esta etapa hay unas pocas reglas cardinales del
manejo del dolor intratable. En primer lugar, hay que hacer
una evaluación lo más cuidadosa posible de los síntomas que
molestan al paciente. Esto no tiene por objeto hacer un diag-
nóstico y aplicar tratamientos específicos (del proceso), puesto
que eso ya se ha hecho antes, sino tratar el dolor y todo lo que
se añade y provoca una situación general penosa como si fuera
una enfermedad en sí misma14.
Pronto quedó claro que cada muerte era tan individual como la vida
que la precedió y que toda la experiencia de esa vida se reflejaba en el
proceso de morir de cada paciente. Esto condujo al concepto de “do-
lor total”, que se presentaba como un conjunto complejo de elemen-
tos físicos, emocionales, sociales y espirituales. La experiencia global
de un paciente incluye ansiedad, depresión y miedo; preocupación
por la familia que pasará por el duelo, y, a menudo, una necesidad de
encontrar algún sentido a la situación, alguna realidad más profunda
en la que confiar. Todo esto se tradujo en un mayor énfasis en muchas
conferencias y escritos sobre temas como la naturaleza y el manejo del
dolor terminal, y la familia como la unidad de cuidado15.
Nos dimos cuenta de que hacía falta dar apoyo antes y después de la
muerte del paciente, especialmente en la atención domiciliaria cuan-
do la familia es el cuidador principal. La Organización Mundial de la
Salud (OMS) ha publicado la definición siguiente:
63
Los cuidados paliativos son el cuidado activo e integral de los
pacientes cuya enfermedad no responde al tratamiento curati-
vo. La atención al control del dolor y a otros síntomas, y a los
problemas psicológicos, sociales y espirituales, es fundamental.
El objetivo de los cuidados paliativos es conseguir la mejor cali-
dad de vida posible para los pacientes y sus familias16.
64
siendo importante que sigamos escuchando, y que continuemos ha-
ciéndonos preguntas. Desde mi experiencia remarco que, por encima
de todo, la práctica de la medicina incluye algo más que tratamientos
específicos.
65
Los que trabajan en cuidados paliativos puede que tengan que darse
cuenta de que ellos también tienen el reto de afrontar esta dimensión
para sí mismos. Muchos, tanto los que cuidan como los pacientes,
viven en una sociedad secularizada y carecen de lenguaje religioso.
Algunos, por supuesto, seguirán en contacto con sus raíces religiosas
y encontrarán una práctica familiar, liturgia o sacramentos para ayu-
dar a su necesidad. Sin embargo, otros no. Para ellos, sugerencias no
delicadas hechas por profesionales bien intencionados no serán bien
recibidas. Sin embargo, si conseguimos presentarnos no solo desde
nuestra capacidad profesional, sino también desde nuestra común,
vulnerable humanidad, puede que por nuestra parte las palabras no
sean necesarias, y baste con nuestra escucha atenta. Aun para aquellos
que no desean compartir sus necesidades más profundas, el modo en
el que se les cuida puede penetrar hasta los lugares más recónditos.
Los sentimientos de miedo y de culpa pueden parecer a veces incon-
solables, pero muchos de nosotros a veces hemos notado cómo ha
tenido lugar alguna experiencia íntima y cómo alguna persona cerca-
na al final de la vida ha encontrado la paz. En esos momentos pueden
desarrollarse o resolverse relaciones importantes y puede descubrirse
un nuevo sentido del propio valor. Un estudio reciente demuestra
que esto puede ocurrir en las condiciones sociales actuales20.
66
en el que los pacientes y sus familias puedan abrirse con confianza ha-
cia lo que ellos ven como verdadero, y encontrar coraje y aceptación
para lo que les está sucediendo.
67
Fijaos en Él *
69
chos pacientes y familias en el St. Christopher´s Hospice, pero lo que
veo aún me alegra el corazón (la semana pasada fue un abrazo de
la esposa agradecida de un paciente). Hace poco estaba atendiendo la
recepción cuando un señor entró para encender una vela en nuestra
capilla. Al darme las gracias por los cuidados del hospice, añadió: “Mi
esposa fue muy feliz aquí”. El hospice es un lugar donde los sacramen-
tos del vaso de agua fresca y del lavatorio de los pies tienen lugar con-
tinuamente (a menudo por personas cuyo servicio es sencillamente
cuidar, sin ningún compromiso espiritual reconocido) y proporcio-
nan esa acogida extraordinaria a todos.
70
esperaba de mí hasta julio de 1947, cuando conocí a David Tasma,
un judío de Varsovia que padecía un cáncer avanzado. Después de su
alta hospitalaria, le hice el seguimiento en consulta externa, porque yo
sabía que al estar solo y vivir de alquiler, posiblemente tendría proble-
mas. En enero de 1948 fue ingresado en otro hospital y durante los dos
meses siguientes yo fui prácticamente su constante y única visitante.
* El Salmo 23 comienza asi: “El Señor es mi Pastor, nada me falta, en verdes praderas
me hace recostar, me conduce a fuentes tranquilas y repara mis fuerzas…”.
** El Salmo “Venite” es el Salmo 92, un Salmo de alabanza por la bondad de Dios, un
cántico para el shabbat o día de reposo de los judíos, que lo llaman también “Salmo
o cántico para la era venidera”, porque la nueva era será como un día de reposo toda
entera.
*** Se refiere al Salmo 123: “A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo…”.
**** El Salmo “De Profundis” dice así: “Desde lo hondo a ti grito, Señor, Señor es-
cucha mi voz…”.
71
días después. Su jefe y yo fuimos los únicos asistentes a su entierro, y
recitamos para él el Salmo 91*.
Dos días más tarde fui a una reunión de oración en All Souls. Empe-
zamos a cantar “Qué dulce suena el nombre de Jesús” y me dije a mí
misma: “Pero para él no fue así”. Entonces noté como un golpecito
en el hombro y que me decían: “Me conoce ahora mucho mejor que
tú”. Ese mensaje de esperanza para todos los que pasan al Paraíso,
por incrédulos que sean, ha permanecido conmigo desde entonces.
David había encontrado su camino a través de la libertad del espíritu.
Esto, junto con el reto de estar abiertos, simbolizado en la ventana,
la mezcla de toda la diligencia de la mente junto con la vulnerabili-
dad del corazón, fueron los principios sobre los que se fundaron el
hospice y los cuidados paliativos, y creo que hoy en día aún lo siguen
siendo. La ventana de David forma parte de la recepción principal del
St. Christopher´s Hospice y es una herencia maravillosa que envía un
mensaje alrededor de todo el mundo.
* El Salmo 91 termina así: “Él se entregó a mí, por eso, yo lo liberaré; lo protegeré,
porque conoce mi nombre; me invocará, y yo le responderé. Estaré con él en el pe-
ligro, lo defenderé y lo glorificaré; le haré gozar de una larga vida y le haré ver mi
salvación”.
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tantísimo que aprender sobre el dolor, que te sentirás siempre frustra-
da si no lo haces correctamente y, si no, no te escucharán”24.
73
extendió ampliamente entre ellos. Entre otros regalos, ella le dio al
St. Christopher su nombre: “¿Hospice?*, ¿un lugar donde los viajeros
hacen una parada? Entonces, tendrás que llamarlo St. Christopher,
¿verdad?”. Desde entonces, miles, incluso millones de personas alre-
dedor del mundo han recibido ayuda en su viaje personal.
74
En 1960, el comité directivo empezó a reunirse y, dos años más tarde,
constituimos un grupo mayor para reunirnos con el obispo y el doc-
tor Wyon, y así conocernos a medida que diseñábamos las bases del
futuro hospice. Empezamos ya antes de disponer del terreno. Parte
del personal actual ha recibido la herencia de aquellas discusiones y
debates que comenzó este grupo, y siguen reuniéndose periódicamen-
te para hablar sobre las necesidades espirituales de los pacientes. Debo
admitir que, con mucha frecuencia, el grupo resulta alegre y estimu-
lante mientras compartimos nuestras experiencias. Los “objetivos y
fundamentos” originales del hospice de 1965 se refieren al modo de
desenvolverse como “grupo de trabajo, abierto a nuevas luces y ex-
pansión, como guiado por el Espíritu Santo”. Un borrador, revisado
y abreviado en 1992 añadió: “La dimensión espiritual más amplia del
St. Christopher´s Hospice se ha construido gracias a la creatividad y
al crecimiento de muchos de sus pacientes y a innumerables familias
testigos del descubrimiento de sus propias fortalezas; también ha evo-
lucionado gracias a la experiencia de su personal, una comunidad de
individuos excepcionales”. Y añade que: “Se estableció y ha madurado
como una fundación cristiana, no simplemente en relación a los cui-
dados que proporciona, sino desde la creencia de que el Dios revelado
en Cristo compartió y comparte la oscuridad del sufrimiento de los
moribundos, y ha transformado la realidad de la muerte”. Muchos de
los que ahora trabajan aquí no suscribirían esta última declaración,
pero los fundamentos están ahí, aunque permanezcan escondidos. La
capilla está situada bajo las cuatro plantas y los familiares y amigos la
visitan con frecuencia, encienden velas, cogen estampas y dejan sus
peticiones de oración. El actual equipo de capellanía da respuesta a
innumerables consultas y solicitudes y, una y otra vez, la gente hace
referencia al hospice como un lugar de paz espiritual. Es también un
lugar de risas, donde gran parte del humor proviene de los propios
pacientes.
75
Dios tuvo una forma inesperada de conferir autenticidad a esta bús-
queda. En febrero de 1960 ingresó en el St. Joseph un refugiado po-
laco ex militar del Octavo Ejército, Antoni Michniewicz, de 60 años,
que padecía un sarcoma. Durante cinco meses fue un paciente cortés
pero desafiante. Yo estaba grabando a pacientes que hablaban de su
dolor y sus sentimientos como parte de mi investigación. En la única
grabación que tengo de él, se ríe de la cocina inglesa. Pero en julio,
después de que su hija (él era viudo) aprobara sus exámenes, ella me
dijo algo sobre los sentimientos de su padre hacia mí que de repente
deshizo todo mi mundo. Durante las siguientes semanas vivimos toda
una vida en una habitación de seis camas. Lo que vino después quedó
anotado tanto en mi diario de oraciones como en una nota diaria que
yo escribía cada tarde, hasta que falleció tres semanas y media después.
76
frente, de repente dijo: “Puedo ver a mi Salvador” y yo le contesté: “Él
también es mi Salvador, así que donde quiera que estemos, estaremos
juntos. Cuando te hayas ido, Él aún estará aquí y todo irá bien”. Yo
iba al hospice todos los días, pero no podía llamar por teléfono antes
para saber si aún estaba allí. “Espero cada día hasta que vengas, pero
no puedo darte nada, nada más que pena”, dijo. Diez días antes de
que muriera dejé de pedirle a Dios un poco más de tiempo y lo dejé
marchar. Entonces Dios nos concedió serenidad de corazón y un mo-
mento eterno durante el cual Antoni finalmente se dio cuenta de que
él también estaba dando (no solo recibiendo). Estuve allí durante su
último día, aunque no en el momento de su muerte. Era la fiesta de
la Asunción, un día maravilloso para morir para un devoto católico
polaco. Lo incorporé para que pudiera ver el crucifijo, la única vez
que lo sostuve. Justo antes de que finalmente perdiera la conciencia,
me regaló lo que describí esa tarde en mi diario como “una verdadera
sonrisa celestial, cuando lo pienso, no estoy segura de entender todo
lo que había en ella. No había pena en absoluto, parecía completa-
mente feliz, sin duda había un brillo divertido, y de alguna manera
transmitía fortaleza. Y además, esa mirada de amor puro que había
percibido tan a menudo”. Murió una hora más tarde, acompañado
de su hija y la hermana de la planta junto a él (ellas no habían podido
estar antes ese día).
77
chos poemas escritos por los pacientes del St. Christopher´s Hospice.
Se trata de una búsqueda de sentido a través del sufrimiento26.
78
Una paciente del St. Joseph me lo resumió perfectamente cuando me
enseñó un poema sobre el sufrimiento con las siguientes palabras:
“Háblame de esto, doctor, yo sé que tú sabes”. Los pacientes de esos
años posteriores fueron, uno por uno, fundadores del movimiento
hospice moderno27.
79
Él, al final todo sería una Gran Ventura. Juliana, al tiempo que se
mantiene fiel a las enseñanzas de la Santa Iglesia, se aproxima también
hacia una visión universal esperanzadora, refiriéndose a todos los que
serán salvados.
80
remos todo lo que podamos, no solo para ayudarte a morir en paz,
sino también para ayudarte a vivir hasta que mueras”.
81
tra y ocurre en los cuidados del hospice. Me llegó un informe de un
estudio cualitativo sobre la experiencia existencial cuando empezaba
a preparar esta charla. Confirma la doctrina de Victor Frankl, y ade-
más añade que la búsqueda de significado no es un fin en sí mismo,
sino un catalizador para conseguir un nivel más elevado de conexión,
pero que llega en el momento presente, que es cuando tiene lugar la
sanación. He dicho a menudo que nosotros vemos la sanación de
la totalidad, y muchas pequeñas resurrecciones. Recuerdo a un hom-
bre que padecía una enfermedad de la neurona motora, y observando
a otro paciente que estaba más adelantado en ese camino de dete-
rioro motor comentó: “Si alguna vez llego a estar como ese hombre,
tomaré mis propias medidas”. Cuando él mismo llegó a ese punto,
dijo sencillamente: “No puedo ver lo que viene tras la siguiente curva,
pero sé que todo va a ir bien”. Aunque muchas personas expresan un
profundo sentido de balance al capellán, pocos pacientes hoy en día
usan abiertamente el lenguaje religioso. Al igual que ese paciente, em-
plean metáforas para expresar su camino espiritual personal (él había
denominado su experiencia como una “enfermedad del encuentro”);
y a menudo vemos llegar la reconciliación y la paz sin necesidad de
palabras.
82
palabras que con más claridad recuerdo son aquellas que el Salmo 132
me repetía unas semanas después de que muriera Antoni: “Entrare-
mos en su tabernáculo; nos postraremos de rodillas ante el estrado de
sus pies”. Cada mes las repito con agradecimiento.
No hay respuestas fáciles, hay muchos momentos en los que tan solo
un crucifijo puede sostenerte, cuando la única oración es “Jesús-Sal-
vador” y “Tú sabes, Señor”; cuando la única respuesta no son pala-
bras, sino una presencia. El hospice y los cuidados paliativos de hoy
en día se llevan a cabo por medio de muchas personas que encuen-
tran que las respuestas religiosas no les dicen nada. Sin embargo, ellos
proporcionan mucha ayuda espiritual. Cuando le pregunté a nuestro
capellán en qué se basaba realmente para su trabajo, simplemente me
dijo: “En el quebrantamiento (interior)”. Explicaba así que él no tenía
nada que decir salvo el darse en una actitud de escucha atenta. Sin
duda, las palabras “velad conmigo” no significan apartar o explicar
o incluso comprender, sino que significan simplemente “estar ahí”.
Junto a esto, el modo de cuidar alcanza lo más recóndito de la perso-
na. No es necesario tener el corazón roto como lo tenía yo (por lo cual
estoy tan agradecida), pero sí tienes que afrontar todas las “pequeñas
muertes” del vivir en este mundo libre pero a la vez tan peligroso.
Puede que te sientas desamparado y tan solo capaz de compartir el
dolor, pero este es el modo de conectar con el Cristo desamparado
que viene de incógnito para encontrarse con los miembros moribun-
dos de su familia. Como el padre Congeve escribió:
83
terio del amor de Cristo en la muerte puede entrar suavemente
en ese silencio, y llenar ese vacío supremo… A la hora de la
muerte y en el día del juicio, Buen Señor, líbranos34.
Entre los muchos que rezan por nosotros diariamente, están las mon-
jas del convento contemplativo anglicano de Tymawr, Monmouth.
De ellas es el poema Manantiales que conservo en mi antología y con
el que finalizo:
El amoroso tacto
De sus manos
Sana
Nuestros heridos corazones y espíritus
Dándoles su integridad.
Su paciencia amorosa
Con nosotros,
Su compasión por nosotros
84
Nos bendice
Con manantiales de amor:
Gozo indescriptible35.
85
Notas bibliográficas
1. M. Wandor, “Only half the story”, en J. Garcia and S. Maitland (eds.), Walking on
the water: women talk about spirituality (London: Virago, 1983, p. 103).
2. P. Teilhard de Chardin, Le milieu divin. An essay on the interior life (London:
Collins, 1960, pp. 72-73).
3. H. Y. Vanderpool, “The ethics of terminal care”, Journal of the American Medical
Association (vol. 239, 1978, pp. 850-852).
4. T. D. Walsh, “Pain relief in cancer”, Medicine in practice (vol. 1, 1983, pp. 684-689).
5. Anon., “Death of a mind. A study in disintegration”, Lancet (vol. 1, pp. 1.012-
1.015).
6. V. E. Frankl, Man’s search for meaning (London: Hodder & Stoughton, 1962).
7. S. Du Boulay, “Ramsey’s diary”, en Cicely Saunders, the founder of the modern hos-
pice movement (London: Hodder & Stoughton, 1984, pp. 204-205).
8. B. Clements, citado en The unity book of prayers (London: Geoffrey Chapman,
1969, p. 103).
9. C. Saunders, “Watch with Me”, Nursing Times (vol. 61, n.º 48, 1965, pp. 1.615-
1.617).
10. H. F. M. Prescott, The man on a donkey (New York: Macmillan, 1952, p. 1.537).
11. H. Waddell, Poetry in the dark ages (London: Constable, 1948, p. 26).
12. C. Saunders, “The treatment of intractable pain in terminal cancer”, Proceedings
of the Royal Society of Medicine (vol. 56, 1963, pp 195-197).
13. R. Twycross, “Choice of strong analgesic in terminal cancer care: morphine or
diamorphine?”, Pain (vol. 3, 1977, pp. 93-104).
14. C. Saunders, “The challenge of terminal care”, en T. Symington and R. L. Carter
(eds.), Scientific foundations of oncology (London: Heinemann Medical Books, 1976,
pp. 673-679).
15. C. Saunders, “The care of the dying patient and his family”, Contact (vol. 38, 1972,
pp. 12-18).
16. World Health Organization, Cancer pain relief (Geneva: WHO, 1996).
17. World Health Organization Expert Committee, Report, Cancer pain relief and
palliative care (Geneva: WHO, 1990, p. 11).
18. M. Kearney, “Palliative medicine –just another specialty?”, Palliative Medicine
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19. M. Mayne, Personal communication (1992).
20. C. Seale, “Heroic death”, Sociology (vol. 29, 1995, pp. 597-613).
21. D. Bonhoeffer, Letter and papers from prison (London: Fontana Books, 1959,
p. 122).
22. D. L. Sayers, The man born to be king (London: Victor Gollancz, 1943).
86
23. H. Waddell, Peter Abelard (London: Constable, 1933).
24. N. R. Barret, Personal communication (1951).
25. P. Teilhard de Chardin, Le milieu divin. An essay on the interior life (London:
Collins, 1960).
26. C. Saunders, Beyond the horizon (London: Darton, Longman & Todd, 1990).
27. D. Clark, “Originating a Movement: Cicely Saunders and the development of St.
Christopher’s Hospice 1957-1967”, Mortality (vol. 3, n.º 1, 1998, pp. 43-63).
28. Julian of Norwich, Revelations of Divine Love (New York: Doubleday, 1997, trans.
J. Skinner).
29. J. A. Baker, The Faith of a Christian (London: Darton, Longman & Todd, 1996,
p. 125).
30. J. A. Baker, The foolishness of God (London: Darton, Longman & Todd, 1970, p.
406).
31. C. Saunders, “The symptomatic treatment of incurable malignant disease”, Pres-
cribers Journals (vol. 4, 1964, pp. 68-73).
32. V. E. Frankl, Man’s search for meaning (London: Hodder & Stoughton, 1962,
p. 66).
33. P. S. Fiddes, The creative suffering of God (Oxford, Clarendon Press, 1988, p. 267).
34. Fr. Congeve, citado en O. Wyon, Consider Him: three meditations on the Passion
Story (London: SCM Press, 1956), citado en Saunders, Beyond the horizon (p. 45)
35. Dr. Gillian Mary S.S.C. (Society of the Sacred Cross), Fresh Springs, en Saunders,
Beyond the horizon (p. 79).
87
El papel utilizado en esta publicación es: Offset Coral book de 120 g,
para el interior y cartulina Trucard 1/c de 260 g, para la cubierta. Ambos
papeles ostentan la certificación FSC, marca de manejo forestal respon-
sable, que garantiza la sostenibilidad del proceso de fabricación.