1 Aprendizaje, Saber y Poder
1 Aprendizaje, Saber y Poder
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Descubrir: observar las diferencias entre lo que uno experimenta (o pronostica) y lo que uno quisiera que
pase.
Inventar: analizar el sistema y diseñar soluciones que modifiquen lo que sucede o sucederá en el futuro.
Producir: poner en práctica estas soluciones.
Reflexionar: observar las consecuencias de la solución ensayada evaluando su efectividad.
El problema de esta definición académica de aprender es que olvida, en el tercer aspecto, que muchas veces,
cuando explicamos o estudiamos problemas que no tienen solución en el mundo real, nos convertimos en
simples teóricos, o cuando nos apresuramos a hacer algo sin analizar el problema ni considerar las
consecuencias de la acción.
Conocimiento es la capacidad de actuar efectivamente para producir los resultados que uno persigue
Aprendizaje es el proceso de incorporación de nuevo conocimiento
Aprender es aumentar la capacidad para producir los resultados que uno desea.
Definición Tradicional:
Aprender significa:
Operativamente, el incentivo que impulsa al hombre a actuar es siempre alguna insatisfacción y la visión o
expectativa que “eso” puede cambiar.
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Esta brecha de insatisfacción puede ser reactiva (responder a un problema) o puede ser proactiva (responder
a una aspiración). Los dos primeros motores de la acción humana, realidad insatisfactoria y visión deseadas,
se enfrentan y constituyen la “brecha” a partir de la cual se genera la energía para el circuito de la acción.
El tercer componente de la acción humana es la asunción de responsabilidad y la confianza del actor en su
capacidad para dirigir la realidad del mundo hacia su visión. Para actuar el ser humano debe verse como
protagonista de su destino, y no como víctima de sus circunstancias.
El aprendizaje es lo opuesto a la locura. El aprendizaje es una forma de actuar para corregir errores cometidos
en acciones anteriores. En el caso de querer alterar el curso de los acontecimientos infructuosamente, al
descubrir que los recursos utilizados son desproporcionados en relación con los resultados obtenidos, el
individuo puede detenerse a pensar o reflexionar sobre su conducta, a evaluar la efectividad de su acción.
El aprendizaje es un intento de sustituir una situación poco satisfactoria (falta de efectividad) por otra más
satisfactoria (efectividad).
El grupo no tiene la misma capacidad de acción que el individuo; en cierta forma el grupo es más que el
individuo solo. Un grupo es capaz de hacer cosas imposibles para cualquiera de sus miembros. Un equipo,
una compañía o cualquier grupo organizado alrededor de un propósito es un sistema que brinda coherencia a
las acciones de sus miembros.
Se presenta así la primera paradoja: para aprender se debe partir de la ignorancia, del no saber, pero admitir
que no sabemos es una amenaza para nuestra autoestima. Nuestra cultura aprecia el conocimiento más que
la voluntad de aprender. Somos elogiados y premiados por lo que sabemos, y pagamos un precio muy caro
por lo que no-sabemos: reprobaciones, vergüenzas, pérdida de autoestima, críticas, postergaciones laborales,
castigos, marginación e incomunicación. Ciertamente nadie es contratado por lo que no sabe, o por su
capacidad para decir que es incapaz de producir resultados. Obviamente, es mucho mejor ser “alguien que
sabe” que “alguien que no sabe”. El problema es que para ser “alguien que sabe” hay que admitir primero que
uno es “alguien que no sabe” y disponerse a aprender.
Dentro de la dinámica cultural, las personas quedan atrapadas en la trampa de parecer competentes o fingir
que saben, aun cuando no saben. A este perfil de personas las denominamos los sabelotodo, una
personalidad construida en torno al miedo y a la necesidad permanente de tener razón.
El sabelotodo es extremadamente frágil. Sin la certeza de que lo sabe, se siente expuesto y vulnerable.
El sabelotodo siempre tiene la razón, está en lo correcto y tiene la respuesta para lo que hay que hacer.
El sabelotodo necesita explicar todo el tiempo, como es que los resultados no se alcanzan, si él tiene todas las
respuestas.
El sabelotodo necesita una salida de emergencia para escapar de los problemas que amenazan su identidad y
su autoestima. Esta salida es la “explicación tranquilizante”.
Las explicaciones tranquilizantes son aquellas que atribuyen exclusivamente causalidad a factores que se
encuentran fuera del control de quien las explica.
El sabelotodo es crítico e irresponsable, está siempre dispuesto a levantar la bandera de su inocencia. Para
mantener su imagen, tiende a dar instrucciones en forma permanente. Se considera inimputable, ya que no
tiene responsabilidad alguna frente al problema, culpando a los demás. Pero al no verse como parte del
problema, tampoco puede verse como parte de la solución. El sabelotodo es un espectador por excelencia. Al
adjudicar el error a otros, puede seguir pontificando sobre lo que “habría que hacer”, quedando protegido de
toda falta. El problema es que queda incapacitado para modificar la situación indeseada en la que se
encuentra. El precio de su inocencia es su impotencia.
Por otro lado el aprendiz es aquel que privilegia las explicaciones generativas, reconociendo la importancia de
los factores que están fuera de su control, concentrándose en las variables que puede modificar. Comprende
que todo resultado es consecuencia de la comparación entre un determinado desafío del entorno y su
capacidad de respuesta frente a él. Si la capacidad es mayor al desafío, el resultado será positivo. El aprendiz
se ve como factor causal en cualquier problema que lo afecte. Cuando busca una explicación que le otorgue
posibilidades de mejora, siempre se coloca en el centro, tomando esta explicación y generar acciones
efectivas, y no para deslindar sus responsabilidades.
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Por ejemplo, el sabelotodo y el aprendiz se mojan por la lluvia, el sabelotodo le atribuye la culpa a la lluvia,
mientras que el aprendiz asume la responsabilidad de no haber traído paraguas. Las dos afirmaciones son
verdaderas, pero solo la segunda genera la posibilidad de modificar el efecto no deseado (mojarse) a pesar de
las circunstancias incontrolables (lluvia).
Mientras que el sabelotodo se considera víctima de las circunstancias, el aprendiz se ve como protagonista.
Cuando buscamos explicaciones tranquilizantes, quedamos a merced de la variable que no podemos
controlar.
Cuando buscamos explicaciones generativas, podemos modificar las situaciones con base en las acciones que
emprendamos.
Aprendiendo a aprender:
El núcleo de todo proceso de aprendizaje es la transformación de acciones inefectivas en acciones efectivas. El
punto de partida del proceso es la identificación de una área de incompetencia, de incapacidad que no
permite alcanzar el logro deseado. Es decir, la oportunidad de aprender se presenta cuando uno encuentra
una brecha entre lo que quiere lograr (su objetivo) y lo que puede lograr (su competencia). Esta brecha se
presenta como un “problema”, la consciencia de esa brecha se manifiesta en la declaración de “No sé”. Todas
las situaciones de insatisfacción son en si una oportunidad para aprender. Si observamos cualquier situación
de aprendizaje significativo en nuestra vida, veremos que la emoción manifestada es de temor, incomodidad,
ansiedad, preocupación, etc. Luego, al final del camino, las emociones difíciles desaparecen para convertirse
en satisfacción, confianza, alegría y paz.
Conciencia y competencia:
Peter Senge destaca la importancia de la “tensión creativa” generada entre habilidad y ambición, es decir
cuando se ve claramente dónde se quiere estar y se la contrapone con la realidad actual. Esta tensión creativa
puede solucionarse de dos maneras:
El aprendizaje es mucho más que solucionar problemas. En la resolución de problemas el esfuerzo es reactivo:
la energía para el cambio proviene del deseo de salir de algo indeseable. El aprendizaje es proactivo: la
energía para el cambio surge del deseo de alcanzar la visión.
Muchas personas y empresas solo se sienten motivadas al cambio por factores extrínsecos; esto hace que
para crecer primero tengan que sufrir reiteradas veces los golpes de la vida, generándoles dolor, ansiedad,
miedo, resentimiento y resignación. En cambio otras personas y organizaciones responden al deseo de
desarrollar su máximo potencial; esto no les asegura un salvoconducto frente a los desafíos, pero al
enfrentarlos como parte del aprendizaje, sus sentimientos son de serenidad, apertura, confianza, paz y
entusiasmo.
En el camino del aprendizaje, podríamos hacer una diferencia entre él ”ciego” y el “ignorante”. El ciego es aquel
que es incompetente para hacer una tarea y además ignora esa incompetencia. El ciego no solo no sabe, ni
siquiera sabe que no sabe.
En muchos casos se les perdonan ciertas acciones a estas personas, ya que “no saben” lo que están haciendo.
El ciego puede generar grandes sufrimientos. Su falta de conciencia combinada con su incompetencia, puede
ser muy destructiva para quienes lo rodean.
Un ejercicio interesante es preguntarse en qué áreas uno es “ciego”. Para buscar la respuesta se puede
observar el estado de ánimo de las personas que nos rodean, o mejor aún, preguntarles cómo se sienten. Si
uno advierte que existe sufrimiento en torno a ellas se podría profundizar más preguntando a las que sufren,
que podríamos hacer para reducir ese sufrimiento.
Todos los seres humanos tenemos un cierto grado de ceguera. Por lo tanto todos podemos encontrar
oportunidades de mejorar en las relaciones, mediante la observación del sufrimiento que nos rodea.
Cuando el ciego toma conciencia que no sabe, se convierte en ignorante; este “sabe que no sabe”
1- Puede convertirse en “ausente”, y abandonar por completo el camino de la acción. La decisión de “”ausentarse””
no genera competencia, evita la persistencia de los errores y el sufrimiento.
2- Puede decidir convertirse en “cretino”, y seguir realizando acciones sabiendo que no sabe, pero fingiendo saber. O,
consciente de su propia inhabilidad, insiste en no necesitar ayuda. El “cretino” sufre al tener que demostrar que sabe
cuando de hecho es consciente que no sabe. Cuando uno detecta áreas de su vida en las que está sufriendo, es muy
probable que se esté comportando como un “cretino”.
Por último señalamos que el saber útil es el “saber cómo”, no el “saber qué”. En un mundo donde la constante
es el cambio, lo más útil no es saber cómo hacer algo específico, ya que con el progreso del conocimiento
todas las prácticas van quedando obsoletas, sino saber cómo aprender nuevas disciplinas. Aprender a
aprender, volviéndonos maestros del aprendizaje, nos permitirá responder con efectividad a cualquier
cambio.
Señalamos que aprender es incrementar la capacidad de acción para obtener resultados deseados. Es por
esto que señalamos que el proceso de aprendizaje siempre comienza con una brecha entre lo que queremos
lograr y lo que podemos lograr. Muchas veces podemos cerrar esta brecha con acciones distintas. En otros
casos necesitamos expandir nuestras destrezas para hacer cosas que no podíamos hacer previamente.
En el aprendizaje recorremos el camino que va desde la toma de conciencia hasta la acción. En primer lugar
comprendemos el entorno a través de nuestros modelos mentales, seleccionando lo que nos parece relevante
y creamos un cuadro de la situación.
Luego evaluamos esta situación y establecemos acciones posibles. Comparamos los resultados proyectados
de esas acciones con nuestros objetivos y elegimos la acción que tenga la mayor posibilidad de obtener el
resultado que buscamos. Si los resultados obtenidos concuerdan con nuestros deseos, quedamos satisfechos
y no experimentamos la necesidad de modificar nuestra acción. Pero si el resultado no concuerda con
nuestros deseos, sentimos insatisfacción y experimentamos la necesidad de cambiar.
El aprendizaje 2, o de lazo doble, es un cambio en la definición del problema: una modificación en el conjunto
de acciones posibles, una modificación en la forma de interpretar la situación. Cuando el aprendizaje 2 resulta
inefectivo, podemos examinar nuestro modelo mental que condiciona las interpretaciones que somos capaces
de construir.
El aprendizaje 3, o de lazo triple, es un cambio en la forma de generar interpretaciones. Es salir del modelo
mental con el que operamos y considerar otros. Comenzamos entonces a examinar cómo nuestros modelos
mentales nos condicionan y crean una predisposición para interpretar el mundo en formas que nos hacen
infelices y nos ponen en estado de estrés.
Descubrimos que nuestras acciones presentes pueden modificar nuestro futuro. Ampliamos nuestra mirada al
evaluar las situaciones problemáticas, y nos permitimos modificar nuestros modelos mentales, abriendo
nuevas posibilidades.
Es entones cuando podemos trascender nuestro condicionamiento cultural y empezar a vivir en un marco de
aprendizaje mutuo.