Introducción Al Derecho Internacional Humanitario
Introducción Al Derecho Internacional Humanitario
Introducción Al Derecho Internacional Humanitario
2. Derecho de la guerra
9. Observaciones finales
Lecturas de referencia
7. Observaciones finales
Lecturas de referencia
6. La situación de El Salvador
7. Observaciones finales
Lecturas de referencia
5. Observaciones finales
Lecturas de referencia
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1. NOTAS INTRODUCTORIAS
El desarrollo del derecho internacional moderno hace que esta cuestión sea superflua, ya
que este derecho, en la versión clásica vigente hasta hoy, al menos hasta 1945, delimita, en
el conjunto de sus reglas, dos grandes ámbitos prácticamente de la misma importancia. El
primero contiene las normas por las que se regían las relaciones entre Estados en
situaciones de paz; el segundo las que regían las relaciones en caso de conflicto armado.
Tanto el derecho de la paz como el derecho de la guerra configuraban el conjunto del
derecho internacional público. Viene al caso recordar que el Estado soberano tenía derecho
a recurrir a la fuerza en sus relaciones con otros Estados. Además, recurrir a la fuerza era el
atributo supremo de su soberanía, la expresión más cabal de su calidad de Estado.
2. DERECHO DE LA GUERRA
Aunque se suele considerar el año 1864 como la fecha de nacimiento del derecho
internacional humanitario -año en el que fue concertado el primer Convenio de Ginebra - es
evidente que las disposiciones de ese derecho ya existían, a nivel consuetudinario, mucho
antes. Según las fuentes que poseemos para conocer el derecho internacional, ya existían,
hacia el año 1000 antes de Cristo, reglas sobre los métodos y los medios para conducir las
hostilidades, por un lado, y por otro lado, algunas normas tendentes a la protección de
ciertas categorías de víctimas de los conflictos armados. Aun fuera del marco del derecho
consuetudinario, conviene recordar gran número de tratados internacionales bilaterales y
multilaterales que contienen normas de ese tipo. Nos referimos, sobre todo, a tratados de
paz, acuerdos internacionales de capitulaciones, rendiciones y ciertos acuerdos de cese de
hostilidades; como, por ejemplo, los tratados de armisticio.
Las ideas de Henry Dunant y la emoción que lograron suscitar entre sus contemporáneos
tras la publicación de su famoso libro " Recuerdo de Solferino " tuvieron, sin duda, una
gran importancia; pero no hicieron más que cristalizar la convicción ya existente de que la
guerra sólo permite, con respecto al ser humano, comportamientos compatibles con su
dignidad, sobre todo cuando ya no participa activamente en el conflicto; es decir, cuando ya
no se lo considera combatiente. El Convenio de 1864 es, desde el punto de vista del
derecho internacional, el otorgamiento de la protección del derecho internacional a toda una
categoría de víctimas como tal . Representa, además, la limitación de la soberanía del
Estado en la conducción de las hostilidades con respecto a los individuos que estén
implicados en las mismas. Se trata, en ambos casos, de medidas de protección, de las cuales
la primera es el deber que tienen los Estados en guerra de tomar disposiciones activas para
con las víctimas del conflicto armado, mientras que la segunda es una limitación de derecho
internacional público a la soberanía absoluta ratione personae, es decir, con respecto al
individuo.
Sin embargo, los años en que esta nueva orientación hacia el desarrollo del derecho
internacional ya se había iniciado, el derecho de la guerra contenía también otro cuerpo de
normas cuya finalidad era reglamentar el derecho a la guerra que aún tenía el Estado
soberano. Esta reglamentación de la guerra " lícita " se refería a los procedimientos para
recurrir a la fuerza y tenía como finalidad excluir del ámbito de las relaciones
internacionales el recurso abusivo a la guerra, con la finalidad de disminuir su frecuencia
como medio para solucionar las controversias internacionales. Este cuerpo de normas,
conocido como jus ad bellum (derecho a la guerra) completaba el conjunto del derecho de
la guerra como rama del derecho internacional público.
Sin avanzar más en la historia del derecho a la guerra, podemos concluir que hoy día esta
parte del derecho internacional público ha desaparecido prácticamente. De hecho, con la
prohibición de recurrir a la fuerza, refrendada definitivamente en la Carta de las Naciones
Unidas, los Estados se ven impedidos, en la actualidad, para resolver sus litigios por ese
medio, es decir, mediante conflictos armados.
Las excepciones a esta regla fundamental de la prohibición de la guerra son sólo tres:
La tercera excepción, que es sin duda la más seria amenaza para el respeto de la prohibición
de recurrir a la fuerza, es la que permite la guerra defensiva. Habida cuenta de las
dificultades que tiene la comunidad internacional para definir la noción de agresión y, por
lo tanto, la de agresor, así como de la politización a nivel mundial de todo litigio
internacional, dada la estructura actual de la comunidad internacional, esta excepción a la
prohibición general de recurrir al uso de la fuerza pone permanentemente en peligro la
observancia de su prohibición.
Así, de las reglas del derecho internacional clásico de la guerra sólo quedan las tendentes a
convertir el conflicto armado, ahora ilícito, en más humano, por lo que atañe a su
desenvolvimiento, mediante las prohibiciones del Derecho de La Haya y, mediante el
Derecho de Ginebra, las tendentes a proteger a sus víctimas. Las normas del derecho de la
guerra que permanecen aún en vigor son las que f orman actualmente el derecho
internacional humanitario .
Por ello, en 1906 se amplió y completó el Convenio de 1864 para adaptarlo a las nuevas
reglas de los Convenios de La Haya de 1899. Después de la Primera Guerra Mundial,
pareció necesario ampliar, una vez más, el ámbito del derecho humanitario y, en 1929, se
añadió a la nueva versión del Convenio relativo a los heridos y a los enfermos un nuevo
tratado para reglamentar jurídicamente el estatuto de los prisioneros de guerra. Por último,
en 1949, cuando la Segunda Guerra Mundial hacía sentir en la conciencia de la comunidad
internacional la urgencia originada por los sufrimientos de nuevas categorías de víctimas,
se aprobaron los cuatro Convenios de Ginebra que pasan a ser la codificación completa
del derecho internacional humanitario en vigor. En el primer Convenio se reglamenta la
protección de los heridos y de los enfermos en caso de conflicto armado internacional en
tierra; el segundo tiene como finalidad la protección de los heridos, los enfermos y los
náufragos en caso de conflicto internacional en el mar; por el tercero se rige el trato y el
estatuto debidos a los prisioneros de guerra, y en el cuarto -elaborado por primera vez en
1949- se protege a las personas civiles en los territorios ocupados y a los extranjeros en el
territorio del Estado beligerante.
Conviene destacar que 156 Estados son actualmente Partes en estos cuatro Convenios, lo
que equivale a la mayor comunidad convencional de Estados, si se exceptúa la que forman
los Estados Partes en la Carta de las Naciones Unidas; lo que n os autoriza a decir que se
trata de un derecho internacional universal .
Efectivamente, desde 1945, entre los conflictos armados, en todo el mundo, los conflictos
no internacionales han sido mucho más frecuentes que la guerra entre Estados. Esta
situación, junto con el desarrollo de nuevos medios bélicos, originaron la necesidad de
completar la obra de los Convenios de Ginebra. Así, en Ginebra en el año 1974, por
iniciativa del CICR, el Gobierno suizo convocó una Conferencia Diplomática en la que,
durante tres años, los Estados elaboraron instrumentos adicionales a los Convenios de
Ginebra, que fueron aprobados en 1977: son los Protocolos Adicionales I y II. En el
Protocolo Adicional I se completan y se desarrollan las disposiciones de los Convenios de
Ginebra aplicables en caso de conflicto armado internacional; también se desarrollan y se
completan ciertas reglas del Derecho de La Haya acerca de los métodos y de los medios
pata la conducción de las hostilidades. En el Protocolo Adicional II se desarrollan y
completan, de conformidad con el artículo 3 común a los Convenios de Ginebra, las reglas
aplicables en caso de conflicto armado no internacional.
Aunque los Convenios de Ginebra sean tratados multilaterales elaborados por los Estados
en el ámbito de las Conferencias Diplomáticas, y si, desde el primer Convenio de Ginebra
de 1864, el Gobierno helvético es el que toma la iniciativa de convocar tales Conferencias,
hay un factor que no se debe olvidar cuando se consideran el desarrollo y la promoción de
está parte del derecho internacional humanitario. Ese factor es el Comité Internacional de la
Cruz Roja . Fundado en 1863, con el impulso de las ideas de Henry Dunant, el Comité
Internacional de la Cruz Roja, que junto con 133 Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y
de la Media Luna Roja y con la Liga de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna
Roja forman el Movimiento Internacional de la Cruz Roja , ha desempeñado en el proceso
de desarrollo de esta rama del derecho internacional público un cometido muy especial, por
no decir único. Esta Institución, fundada en Suiza por suizos, y que conserva hasta el día de
hoy su carácter uninacional, ha sido, por su acción y por las ideas que de ella resultaron, la
inspiración para todos los instrumentos del Derecho de Ginebra.
Paralelamente a la influencia que ejercía la acción del Comité Internacional de la Cruz Roja
sobre el desarrollo del derecho internacional humanitario, conviene subrayar el importante
cometido que desempeñó el CICR en la convocación de las Conferencias Diplomáticas que
aprobaron los instrumentos de Ginebra. Los trabajos preparatorios que precedieron a esas
Conferencias se inspiraron, en gran parte, en las ideas del Comité, que casi siempre tomó la
iniciativa de convocarlos y de auspiciarlos.
Por último, hay que destacar un hecho muy notable. En los Convenios de Ginebra, así como
en los Protocolos, se confirieron al CICR competencias internacionales en varios ámbitos
de la asistencia y de la protección a las víctimas de los conflictos armados. Es un caso único
en la historia del derecho internacional que a una institución privada se le asignen, en virtud
de tratados, competencias propias en el ámbito internacional. Junto con los Estados Partes,
a los que incumbe la responsabilidad primera de la aplicación de los Convenios de Ginebra
y de los Protocolos Adicionales, el CICR también es titular de varios derechos y
obligaciones. Así, no sólo en los hechos sino también en derecho, esta Institución es un
verdadero agente internacional de la aplicación y de la ejecución del Derecho de Ginebra.
En tal sentido, el CICR custodia los principios de esos Convenios y puede considerarse, en
gran medida, que veía porque la comunidad internacional los observe.
La cuestión del lugar que ocupa el derecho internacional humanitario en el conjunto del
derecho internacional público es particularmente compleja cuándo se trata de las relaciones
entre ese derecho y el sistema de la protección del individúo que resulta de los instrumentos
internacionales de los derechos humanos. Desde que, en 1948, se aprobó la Declaración
Universal de Derechos Humanos, y durante la elaboración de los instrumentos universales
de ese derecho -como los Pactos de 1966 y la entrada en vigor de los sistemas regionales de
los derechos humanos, por ejemplo, los sistemas europeo e interamericano- surgieron, con
frecuencia, controversias teóricas y, aun más a menudo, confusiones prácticas, acerca del
respectivo ámbito de aplicación de los derechos humanos y del derecho internacional
humanitario.
Esta contigüidad de derechos humanos y derecho internacional humanitario fue alabada por
unos y muy criticada por otros. Pero la relación entre ambas ramas del derecho
internacional no es sencilla.
La tesis separatista, que se basa en la idea de que se trata de dos ramas del derecho
totalmente diferentes y que toda contigüidad entre ellas puede provocar una nefasta
confusión para su respectiva aplicación. Acentúa la diferencia entre las finalidades de los
sistemas de protección de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario: el
primero, que protege al individuo contra lo arbitrario del propio orden jurídico interno, y el
segundo, que lo protege en situaciones en que el orden nacional ya no puede brindar/e una
protección eficaz, cuando dicho individuo es víctima de un conflicto armado.
Por último, la tesis complementarista que consiste en afirmar que los derechos humanos y
el derecho internacional humanitario son dos sistemas distintos que se complementan. El
derecho internacional humanitario está in te grado por el Derecho de La Haya, en el que se
establecen los derechos y los deberes de los beligerantes en la conducción de las
hostilidades y se limita su libertad de elección de los métodos y los medios para dañar al
enemigo, y por el Derecho de Ginebra, que tiende a proteger a los militares fuera de
combate, así como a las personas que no participan en las hostilidades. En cuanto a la
“legislación internacional" de los derechos humanos; que algunos llaman "derecho de los
derechos humanos" -puesto que se trata de un conjunto de reglas que rigen los derechos que
cada ser humano puede reivindicar en la sociedad- "tiene como objetivo garantizar, en todo
momento, a los individuos el disfrute de los derechos y de las libertades fundamentales y
protegerlos contra las calamidades sociales" (Jean Pictet).
¿En qué difieren los derechos humanos del derecho internacional humanitario?
En el derecho internacional humanitario ( lex specialis ), hay reglas más detalladas que en
los derechos humanos para la protección de las personas en situaciones de conflicto
armado, por ejemplo, las normas por las que se rige la conducción de la guerra marítima.
En cambio, en los derechos humanos figuran disposiciones que, en la práctica, son difíciles
de aplicar durante un conflicto armado, como la libertad de reunión y de asociación, así
como ciertos derechos económicos, sociales o culturales. Los mecanismos de aplicación de
estas dos ramas del derecho son diferentes, así como las instituciones encargadas de
desarrollarlos y promoverlos, como el CICR por lo que atañe al derecho internacional
humanitario, por ejemplo, y las organizaciones internacionales universales -como las
Naciones Unidas-, o regionales -como la Comisión y la Corte Interamericanas o la
Comisión y el Tribunal Europeos-, por lo que respecta a los derechos humanos.
Debemos, pues, concluir que el derecho internacional humanitario y los derechos humanos
son complementarios desde el punto de vista del respectivo ámbito de aplicación. Tampoco
se debe olv idar, en la perspectiva más amplia de la finalidad primordial común de esos dos
cuerpos de reglas, que ambos proceden de una misma preocupación de la comunidad
humana: el respeto de la dignidad humana.
9. OBSERVACIONES FINALES
No se puede pasar por alto la importancia que tiene actualmente el derecho internacional
humanitario. A pesar de la prohibición formal de recurrir a la fuerza, afectan
constantemente a la comunidad internacional conflictos que producen, cada vez más,
nuevas categorías de víctimas. Aunque pudiera parecer que el derecho internacional
humanitario legitima la existencia de conflictos armados, sólo se trata de una infundada
apariencia. Nadie tiene interés en que la fuerza empleada ilícitamente lo sea, además a
ciegas, al margen de toda regla o de todo control. La finalidad primordial del derecho
internacional humanitario es tratar de hacer escuchar la voz de la razón en situaciones en
que las armas acallan la conciencia de los hombres, y recordarles que un ser humano,
incluso enemigo, sigue siendo una persona digna de respeto y de compasión. Son, al mismo
tiempo, un reto y una profunda confianza en la sensatez del hombre que fundamentan este
derecho. En ese sentido, el derecho internacional humanitario emana de la solidaridad
humana, aunque se aplique en situaciones en que los seres humanos se olvidan de que todos
forman parte de la humanidad.
También en este sentido, el derecho internacional humanitario puede ser un factor de paz,
en la medida en que recuerda al género humano -aunque sólo sea catalogando las
situaciones que pretende reglamentar- cuáles pueden ser los sufrimientos y los desastres de
un conflicto armado.
Mientras "no exista una comunidad internacional y mientras los intereses políticos del
Estado oscurezcan los objetivos del poder" (Charles de Visscher), será necesario dar a
conocer y re spetar ese derecho.
LECTURAS DE REFERENCIA
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derecho " , " Revista Española de Derecho Internacional " (Madrid), vol. 4, Núm. 3, 1951,
págs. 1011-1025.
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A.J.S. Douma, The Hague M. Nijhoff, 1948, 195 págs.
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México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Derecho, 1966,157 págs.
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Suplemento Español " , vol. XVIII, Agosto-Diciembre 1966, págs. 117-121, págs. 193-204.
RAMOS GARCÍA, Alberto: “Guerra y derecho " , México D.F., Universidad Nacional
Autónoma de México, 1957, 71 págs.
VATTEL, Emer de: " The law of nations; or, Principies of the law of nature, applied to the
conduct and affairs of nations and sovereigns " , Philadelphia, T. & J.W. Johnson, 1894,
LXXI + 500 págs. (Traducido del francés por Joseph Chitty).
VITORIA, Francisco de: " Leçons sur les Indiens et le droit de la guerre " , Genève,
Librairie Droz, 1966, 250 págs. (Traducción. Comentarios y notas por Maurice Barbier).
EL DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO EN SITUACIONES DE
CONFLICTO ARMADO INTERNACIONAL
"se aplicará en caso de guerra declarada o de cualquier otro conflicto armado que surja
entre dos o varias de las Altas Partes contratantes, aunque el estado de guerra no haya sido
reconocido por alguna de ellas..."
" Todo litigio que surge entre dos Estados provocando la intervención de los miembros de
las fuerzas armadas es un conflicto armado -en el sentido del artículo 2 de los Convenios-
aun cuando una de las Partes impugne el estado de beligerancia. La duración del conflicto y
el hecho de tener o ele no tener efectos destructores no tiene, de por sí, importancia. El
respeto debido al ser humano no se mide por el número ele víctimas " (Comentario Pictet
I).
Llegamos, así, a la conclusión ele que el concepto ele conflicto armado internacional es, e n
el derecho humanitario vigente, más amplio que el concepto clásico de " guerra " . Sobre la
base de este concepto, todo el conjunto del derecho internacional humanitario,
convencional o consuetudinario, debe aplicarse a todas las Partes para las que esté en vigor.
En otras palabras, esto significa que los Convenios de Ginebra y sus Protocolos Adicionales
se aplican a los Estados que los han ratificado, y que el conjunto del Derecho de La Haya,
consuetudinario o convencional, se aplica a los Estados Partes en el conflicto.
se puede considerar, por supuesto, que corresponde a las Partes contendientes calificar el
conflicto;
se puede considerar que corresponde al CICR, como custodio de los principios del derecho
humanitario, la calificación del conflicto.
Ante esta situación y aunque la calificación del conflict o armado tenga importancia
decisiva en la amplitud de la aplicabilidad del derecho internacional humanitario, es
oportuno partir de un estado de facto para determinar esta amplitud, porque en los actuales
procedimientos de calificación en que se deberían tener en cuenta, ante todo, los elementos
jurídicos, se toman en consideración sobre todo, elementos políticos y resultan, por lo tanto,
inoperantes. Si llegamos a la conclusión de que son los hechos los que constituyen la
situación de conflicto armado internacional, sea cual fuere la calificación que se le atribuya,
por razones políticas, a este estado de facto, y si postulamos que el conjunto del derecho
internacional humanitario en vigencia es aplicable en tal caso, debemos examinar
brevemente cuáles son las principales instituciones de este derecho y en qué condiciones
pueden actuar.
3. POTENCIAS PROTECTORAS
Si nos referimos, una vez más, al ejemplo del conflicto del Atlántico Sur, podemos decir
que, prácticamente, todas las categorías de personas y de bienes protegidos se han
beneficiado de las disposiciones de los Convenios que les son aplicables. Señalemos,
además, que fue la primera vez que se aplicó el II Convenio de Ginebra, dado que por
primera vez, desde su elaboración, se trataba de un conflicto internacional que implicaba la
situación de la guerra marítima. En esas circunstancias, se evidenciaron algunas
dificultades en las modalidades prácticas de la aplicación del sistema previsto en el II
Convenio por lo que respecta a lo s buques hospitales y a su protección. De hecho, los
cuatro buques hospitales británicos y los dos argentinos (los S.S. " Uganda " , HMS "
Herald " , HMS " Hecla " , HMS " Hydra " y A.R.A. " Bahía Paraíso " , A.R.A. " "
Almirante Irízar'' ) tuvieron que aplicar, con ciertas dificultades, disposiciones del II
Convenio de Ginebra en materia de señalamiento, de comunicaciones y de identificación
que condicionaban la protección de que se podían beneficiar, de conformidad con este
Convenio. Fue también la primera vez que el artículo 30 del II Convenio pudo ser el marco
para la designación de una zona neutral en alta mar a fin de garantizar, del mejor modo
posible, la protección otorgada a los heridos, los enfermos y los náufragos.
El III Convenio de Ginebra de 1949, para ampliar y completar las disposiciones del
Convenio de Ginebra de 1929, tiene por finalidad proteger a otra categoría de personas: los
prisioneros de guerra . El estatuto de esta categoría de personas protegidas se completó más
tarde con las disposiciones del Protocolo Adicional I (arts. 43 y 44). En el sistema de los
instrumentos de Ginebra, es prisionero de guerra todo miembro de las fuerzas armadas de
una Parte en conflicto, es decir, todo combatiente, que caiga en poder de la Parte adversa.
Además, de los miembros de las fuerzas armadas regulares de las Partes en conflicto, tienen
derecho a este estatuto los participantes en un levantamiento en masa, es decir, la población
de un territorio no ocupado que, al acercarse el enemigo, toma espontáneamente las armas
para combatirlo, siempre que lleve las armas a la vista, las personas autorizadas a seguir a
las fuerzas armadas sin formar parte integrante de las mismas, así como los miembros del
personal militar que prest an servicios a las organizaciones de protección civil. Por
añadidura, en los instrumentos de Ginebra se otorga el trato de prisionero de guerra, sin
dárseles el estatuto, a las personas detenidas en los territorios ocupados por razón de su
pertenencia a las fuerzas armadas del país ocupado, a los internados militares en país
neutral y a los miembros del personal médico y religioso no combatiente que forman parte
de las fuerzas armadas. Cabe señalar, que en el III Convenio y, especialmente, en el
Protocolo I de 1977 se otorga protección a los periodistas que efectúan misiones
profesionales en zonas de conflicto armado, aunque esta categoría de personas sea
considerada como civil (art. 4A.4 del III Convenio, art. 79 del Protocolo I). El régimen de
protección de los prisioneros de guerra protege a estas categorías de personas por lo que
respecta a su seguridad, a las condiciones físicas y morales de su existencia, a sus derechos
y a su trato por parte de la Potencia detentora. Los prisioneros de guerra no deberán ser
expuestos inútilmente a peligros en espera de su evacuación fuera de la zona de combate.
Pueden ser internados sólo en establecimientos situados en tierra firme y que ofrezcan toda
garantía de higiene y de salubridad. No podrán ser enviados a una zona de combate para
que, por su presencia, zonas o lugares queden protegidos contra operaciones bélicas. Los
prisioneros de guerra tienen derecho a que la Potencia detentora les proporcione todo lo
necesario para garantizarles su vida y su salud. La Potencia detentora debe garantizarles
alojamiento, alimentación y ropa; debe atender a sus necesidades higiénicas y de asistencia
médica. Los prisioneros de guerra tienen derecho a practicar su religión y a desplegar
actividades intelectuales y deportivas. La Potencia detentora no puede lucrarse de su trabajo
y debe, en cambio, proporcionarles ciertos recursos pecuniarios. Los prisioneros de guerra
tienen derecho a recibir y a enviar correspondencia, así también a recibir socorros. En el III
Convenio de Ginebra se reconoce, en cierta medida, el derecho a la evasión; se les reconoce
también el derecho a hacerse representar ante la Potencia detentora por hombres de
confianza elegidos entre los oficiales o los soldados detenidos. En cuanto a las sanciones
que se les puedan aplicar, los prisioneros de guerra están sometidos a las leyes y a los
reglamentos vigentes en las fuerzas armadas de la Potencia detentora, es decir que, en el
ámbito de las sanciones judiciales y disciplinarias, deben ser tratados del mismo modo que
los soldados y los oficiales de esta Potencia. Finalizadas las hostilidades, tienen derecho a
ser repatriados; los que estén enfermos o heridos pueden ser repatriados antes de que
finalicen las hostilidades, a condición de que no vuelvan a prestar servicio militar activo.
Por último, los prisioneros conservan algunas facultades de actuar por lo civil, por ejemplo
la de hacer testamento.
Al régimen de la protección de los prisioneros de guerra conviene añadir las disposiciones
del III Convenio de Ginebra, relativas a la Agencia Central de Búsquedas . En el artículo
123 del I Convenio se instituye, en efecto, un órgano internacional, fundado por el CICR,
cuya finalidad es proteger a los prisioneros de guerra de las consecuencias de la pérdida de
su identidad y que debe, en particular, transmitir sus datos personales al país de origen y a
la respectiva familia. Esta misión, modesta en apariencia, tiene, sin embargo, una
importancia primordial tanto por lo que atañe a la protección como por lo que respecta al
ámbito moral, porque garantiza a los prisioneros las relaciones con sus familiares y con su
patria.
Por último, podemos agregar que gran parte del sistema de la protección de los prisioneros
de guerra está garantizado por el derecho a recibir visitas de los representantes de la
Potencia protectora, cuando ésta existe en virtud del " mandato d e Ginebra " . En el III
Convenio se otorga también al Comité Internacional de la Cruz Roja el derecho a visitar a
los prisioneros de guerra ; y se determinan las modalidades de su aplicación (art. 126 del III
Convenio).
Durante el conflicto del Atlántico Sur, que hemos elegido como ejemplo, cerca de 1.200
prisioneros de guerra de ambas Partes fueron visitados y sus datos registrados por los
delegados del Comité Internacional de la Cruz Roja, del 13 de mayo al 14 de julio de 1982.
El CICR también participó activamente en la repatriación de los prisioneros de guerra
capturados durante ese conflicto, asumiendo prácticamente todas las tareas que le incumben
de conformidad con el III Convenio.
El número de víctimas civiles, es decir, las personas que no pertenecían a las fuerzas
combatientes y los sufrimientos que padeció esta categoría de la población durante la
Segunda Guerra Mundial hicieron necesario el establecimiento de un régimen especial del
derecho humanitario para esta categoría de víctimas de los conflictos armados
internacionales. Por ello, los Estados añadieron, en 1949, al régimen de la protección de los
heridos, los enfermos y los náufragos, y al de los prisioneros de guerra, un sistema de
protección de las víctimas civiles de un conflicto armado internacional, en la forma del IV
Convenio de Ginebra. Habiendo examinado rápidamente la protección que en el derecho
internacional humanitario se otorga a las categorías de personas protegidas por los tres
primeros Convenios de Ginebra, examinamos ahora la protección de esta categoría de
víctimas de un conflicto armado internacional, teniendo en cuenta que este régimen fue
recientemente completado y ampliado con las disposiciones del Protocolo Adicional I de
1977.
Las personas y los bienes civiles así definidos no pueden ser objeto de ataques ni de actos
de violencia, sean ofensivos o defensivos (arts. 49,51 y 52 del Protocolo I). En general, la
protección de la población civil prohíbe todo ataque indiscriminado contra ella. Esta
categoría de víctimas de un conflicto armado tiene derecho, en cualquier circunstancia, al
respeto a su persona, a su honor, a sus derechos familiares, a sus convicciones y prácticas
religiosas, a sus hábitos y costumbres. La persona civil deberá ser tratada, en todo
momento, con humanidad y protegida contra cualquier acto de violencia o de intimidación
(art. 27 del IV Convenio). La población civil tiene derecho a recibir los socorros que le sean
necesarios. Los miembros de la población civil más expuestos a los sufrimientos que
conlleva el conflicto, especialmente las mujeres y los niños, son objeto de un régimen de
protección particular. Las personas civiles afectadas por un conflicto armado que estén en
poder de una de las Partes en conflicto deben ser tratadas con humanidad en cualquier
circunstancia, y se benefician, sin discriminación alguna, de las garantías fundamentales.
Estas garantías fundamentales protegen a los miembros de la población civil de los
atentados contra la vida, la salud y el bienestar físico y mental, como el homicidio, la
tortura de cualquier clase, tanto física como moral, los castigos corporales y las
mutilaciones. Los protegen también de todos los atentados contra su dignidad, como los tr
atamientos humillantes y degradantes, o los atentados contra el pudor. Se prohiben la toma
de rehenes, los castigos colectivos e incluso la amenaza de cometer los actos precitados
contra la población civil. Estas garantías fundamentales aseguran a los miembros de la
población civil, con las disposiciones del artículo 75 del Protocolo I, un procedimiento
judicial : del cual son condiciones inderogables el principio a la información sin demora del
acusado acerca de los detalles de la infracción que se le atribuya, la presunción de
inocencia, la irretroactividad de las leyes, la ausencia de coacción para obtener confesiones,
la publicidad de los debates. Por último, queda también prohibido hacer padecer hambre a
la población civil (art. 54 del Protocolo I).
Los bienes civiles también están protegidos en virtud del IV Convenio y del Protocolo I.
Particular protección se otorga a los bienes culturales (art. 53 del Protocolo I). Se protege el
medio ambiente natural contra daños extensos, duraderos y graves, como los daños que
comprometen la salud y la supervivencia de la población civil (art. 55 del Protocolo I).
Están previstos en el IV Convenio procedimientos que tienen por objeto hacer que sean
operantes medidas que garanticen la mejor aplicación posible de las garantías de protección
de la población civil; por ejemplo, la designación de zonas de seguridad y de zonas
neutralizadas.
7. OBSERVACIONES FINALES
Así pues, el sistema de los instrumentos de Ginebra tiene por objeto hacer respetar la regla
del derecho, después que varias reglas de este mismo derecho ya han sido violadas. Esta
pretensión del derecho humanitario puede parecer ilusoria, pero es testimonio, una vez más,
de la convicción de que, aunque los hombres no acaten las normas de conducta que ellos
mismos se han dictado, sería inadmisible que de este comportamiento resultase una
situación de la cual otros seres humanos sean víctimas sin protección alguna. Hacer respetar
el derecho cuando ya se ha violado es, tal vez, ilusorio; pero sería aun más peligroso creer
que, en una situación en la que el orden jurídico interno no puede garantizar, a caus a de un
conflicto armado, el respeto al ser'humano, y en la que el orden internacional no puede
garantizarlo completamente, la esperanza de que el uso de la fuerza obedezca a estas
normas no debe abandonarse por completo. El cometido del derecha humanitario es
proponer tales normas en beneficio de los seres humanos y en el de la humanidad.
LECTURAS DE REFERENCIA
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Santos, 1932, XXXIII + 420 págs.
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Cuando, en 1949, se aprobaron los cuatro Convenios de Ginebra, los autores de esa
codificación del derecho humanitario ya tenían presente la importancia de un conflicto no
internacional. La preocupación por esta categoría de conflictos inspiró la disposición
común de los cuatro Convenios de Ginebra, que es el artículo 3, en el que se prevé
expresamente la aplicabilidad del derecho humanitario en la situación de conflictos
armados que no presente un " carácter internacional y que surja en el territorio de una de las
Partes contratantes " .
Las conmociones que sacudieron al mundo como resultado del proceso de descolonización
y como consecuencia de las crecientes tensiones ideológicas y políticas en muchos Estado s
han actualizado, de manera cada vez más candente, el problema de la aplicación del
derecho humanitario en una situación de conflicto armado no internacional. De hecho, una
de las principales razones para la convocación de la Conferencia Diplomática de 1974,
cuyo objetivo era adaptar el derecho internacional humanitario a las situaciones
contemporáneas de los conflictos armados, fue la preocupaci6n por completar este derecho
y por extenderlo, de manera más idónea, a las situaciones de conflictos no internacionales.
Como sabemos, esta Conferencia dio como resultado la aprobación de los Protocolos
Adicionales a los Convenios de Ginebra , el segundo de los cuales se aplica en la situación
de conflicto armado no internacional.
Es un conflicto que tiene lugar "... en el territorio de una Alta Parte contratante entre sus
fuerzas armadas y fuerzas armadas disidentes o grupos armados organizados que, bajo la
dirección de un mando responsable, ejerzan sobre una parte de dicho territorio un control
tal que les permita realizar operaciones militares sostenidas y concertadas y aplicar el
presente Protocolo”.
se oponen las fuerzas armadas de este Estado a fuerzas armadas o a grupos armados que no
reconocen su autoridad;
estas fuerzas y estos grupos armados deben estar bajo el mando de una autoridad
responsable;
deben ejercer un dominio sobre una Darte del territorio de dicho Estado que les permita
realizar operaciones militares sostenidas y concertadas, y aplicar las disposiciones de
derecho humanitario del Protocolo II.
El artículo 3, del que se dice, no sin razón, que es, de por sí, un " miniconvenio " dentro de
los grandes Convenios de Ginebra, se aplica en todos los casos de conflicto que no sean de
índole internacional y que surjan en el territorio de una de las Partes en el Convenio. Su
finalidad es integrar al derecho internacional convencional la mayor protección que el
derecho pueda otorgar a las víctimas de conflictos armados y, en todo caso, un mínimo de
trato humano , conceptuado como la protección mínima que se debe al ser humano, en
cualquier tiempo y lugar. Este mínimo de trato humano se garantiza a todas las personas
que no participan en la s hostilidades, incluso a los miembros de las fuerzas armadas de las
dos Partes que hayan depuesto las armas y a las personas que hayan quedado fuera de
combate, sin discriminación alguna, en la situación de conflicto armado caracterizada por
hostilidades en las que se enfrentan fuerzas armadas en el territorio de un Estado Parte en
los Convenios de Ginebra.
“En cuanto al contenido de este estándar mínimo de trato humano del artículo 3, las
disposiciones del artículo prohíben, en la situación de un conflicto armado no internacional:
los atentados contra la vida y la integridad corporal, especialmente el homicidio en todas
sus formas, las mutilaciones, los tratos crueles, las torturas y los suplicios;
la toma de rehenes;
las condenas dictadas y las ejecuciones efectuadas sin previo juicio, no emitidas por un
tribunal legítimamente constituido, con garantías judiciales reconocidas como
indispensables por los pueblos civilizados. "
Vemos, pues, que se trata realmente de un mínimo, porque más allá de las prohibiciones del
artículo 3, nos encontramos ya en una situación de barbarie calificada. No se debe olvidar
que el artículo 3 requiere que sean aplicadas a las víctimas de un conflicto no internacional
" por lo menos " sus disposiciones. Todas las otras disposiciones de derecho internacional
humanitario deberían poderse aplicar en la situación de tal conflicto. Por esta razón, en el
artículo 3 se invita también a las Partes a esforzarse por concertar acuerdos especiales que
pongan en vigor, entre ellas, la totalidad o, al menos, parte de las demás disposiciones del
derecho humanitario.
En el segundo párrafo del artículo 3, aparte de enunciarse de nuevo el principio de que los
heridos, los enfermos y los náufragos serán recogidos y atendidos, se confirma el derecho
que tiene el Comité Internacional de la Cruz Roja, en la situación de conflicto armado no
internacional, a ofrecer sus servicios. El ejercicio de este "derecho convencional de
iniciativa" no lo podrán considerar las Partes en conflicto como incompatible con el
principio de no injerencia en los asuntos internos del Estado, ni imposibilitar, con ese
pretexto, su aplicación.
Por lo que respecta a la población civil , no puede ser objeto de ataques (art. 13); no se le
puede hacer padecer hambre deliberadamente (art. 14), ni desplazarla arbitrariamente (art.
17). Las personas que no participan directamente en las hostilidades se benefician de las
garantías fundamentales . Se deben respetar su honor, sus convicciones y sus prácticas
religiosas. En el artículo 4 del Protocolo consta una lista de las garantías fundamentales
que, más allá de las prohibiciones relativas al trato previstas en el artículo 3 común a los
Convenios de Ginebra, las completa prohibiendo la aplicación de castigos colectivos , y se
añade que está expresamente prohibido recurrir a la amenaza de cometer actos que violen
estas garantías fundamentales (art. 4 del Protocolo II). En el Protocolo se otorgan a ciertas
categorías de personas regímenes específicos de protección, corno en el caso de los niños
(art. 4, párrafo 3, letras c y d) y de las personas privadas de libertad por motivos
relacionados con el conflicto armado, quienes, además de las garantías fundamentales y de
las que se reconocen a los heridos y a los enfermos, disfrutan de garantías -por lo que atañe
a la alimentación, a la integridad, a la higiene, a los socorros, a las condiciones de trabajo y
al ejercicio de sus convicciones religiosas- análogas a las que se otorgan, en el caso de un
conflicto armado internacional, a los prisioneros de guerra y a los internados civiles (art. 5
del Protocolo II). El Protocolo extiende también su protección especial a ciertas categorías
de bienes. Se trata de los bienes culturales y de los lugares de culto , que no deben ser
objeto de ataques ni ser utilizados en apoyo de la actividad bélica (art. 16), y de ciertas
obras e instalaciones que contienen fuerzas peligrosas cuya liberación pueda causar
pérdidas importantes para la población civil, como presas, diques, centrales nucleares, etc.
Tales instalaciones no deben ser objeto de ataque, aunque sean objetivos militares (art. 15
del Protocolo II). Por último, y como corolario a la prohibición de hacer padecer hambre a
la población civil se protegen los bienes indispensables para la supervivencia de la
población (art. 14 del Protocolo II).
Puesto que desarrolla y completa las disposiciones del artículo 3, común a los Convenios, el
Protocolo II es un útil progreso, por lo que respecta a la protección de las víctimas de un
conflicto armado no internacional, porque amplía las categorías de personas y de los bienes
protegidos, y porque establece regímenes más específicos para la protección de ciertas
categorías de víctimas.
Las disposiciones del artículo 3 y del Protocolo II son, juntas, el derecho convencional
humanitario aplicable en situación de conflicto armado no internacional. Además, a estas
disposiciones se añaden las disposiciones del Derecho de La Haya cuando hay
reconocimiento de insurgencia en la situación de tal conflicto.
Como ya lo hemos hecho, para ilustrar la aplicabilidad del derecho internacional, tomando
como ejemplo el conflicto entre Argentina y el Reino Unido en el Atlántico Sur, en el año
1982, nos serviremos de dos situaciones de conflictos no internacionales; por ejemplo: la de
Nicaragua en 1978/1979 y la de El Salvador.
El CICR visitó también los hospitales en los que había detenidos en tratamiento y recordó,
en repetidas ocasiones, al presidente Somoza y a los representantes del Gobierno sus
obligaciones al respecto, que se derivan del derecho y de los principios humanitarios. El
CICR intentó también desempeñar su cometido de intermediario neutral entre el " Frente
Sandinista de Liberación Nacional” y el Gobierno cuando se trató de liberar a miembros de
la Guardia Nacional detenidos por el Frente Sandinista. Tras la victoria del Frente, el CICR
hizo gestiones a fin de proteger a los miembros de las fuerzas armadas del antiguo régimen
y a sus familias, así como a las personas civiles que habían apoyado al régimen de Somoza.
El 23 de julio de 1979, las nuevas autoridades de Nicaragua comunicaron al CICR que
conferían el estatuto de prisioneros de guerra a esas categorías de personas. Los delegados
del CICR pudieron visitar a estas personas detenidas. Durante las jornadas del cambio de
régimen, los delegados del CICR se ocuparon del funcionamiento del hospital militar de
Managua, en el que se prestaba asistencia médica a los heridos en el conflicto, y procuraron
garantizarles protección y asistencia. Tras el cambio de régimen, el CICR prosiguió sus
visitas a los lugares de detención. Muchas acciones de protección y de asistencia fueron
emprendidas en favor de la población civil, como la distribución de socorros, la asistencia
médica y las actividades de la Agencia Central de Búsquedas.
Aunque, en esa situación, la calificación del conflicto interno en Nicaragua planteaba los
problemas políticos que todos conocemos, no se podía dudar, desde el punto de vista del
derecho humanitario, que eran aplicables las disposiciones del artículo 3 (común) de los
Convenios de Ginebra y que se debía observar el nivel mínimo previsto en las mismas,
incluso el derecho " convencional " de iniciativa del CICR, que se menciona en las
disposiciones de ese artículo.
6. LA SITUACIÓN DE EL SALVADOR
El Salvador ratificó los cuatro Convenios de Ginebra el 17 de junio de 1954, sin ninguna
reserva, y los dos Protocolos Adicionales de 1977, el 23 de noviembre de 1978, también sin
reservas. Así pues, está obligado por la totalidad del derecho humanitario convencional en
vigor.
Desde 1979, los violentos enfrentamientos entre las fuerzas de oposición y las fuerzas
gubernamentales originaron muchos heridos y prisioneros de las dos partes. Desde 1979 se
pueden observar, en ese conflicto, casos de desapariciones y de secuestros, así como, por
razón de los acontecimientos, aumento del número de personas detenidas por las
autoridades, a quienes el CICR se esfuerza por visitar. Simultáneamente, el CICR ha
intervenido en favor de los soldados de las fuerzas gubernamentales en poder del " Frente
Farabundo Martí de Liberación Nacional " .
Hay que destacar que, en 1982, los dirigentes del " Frente Farabundo Martí de Liberación
Nacional " hicieron declaraciones según las cuales se comprometían a observar los
principios del derecho humanitario, a pesar de que las Partes en conflicto nunca hayan dado
la calificación oficial y concordante del conflicto salvadoreño, también aquí por varias
razones políticas.
7. OBSERVACIONES FINALES
Posibilitan, al mismo tiempo, que los organismos humanitarios, como el CICR, sin atentar
contra el sacrosanto principio de no injerencia en los asuntos internos de un Estado,
emprendan y desarrollen sus actividades de protección y de asistencia en favor de las
víctimas.
El creciente número de situaciones que son, ya hoy, o que pueden fácilmente convertirse en
situaciones de conflicto interno, evidencia que la aplicación de esta rama del derecho
internacional humanitario merece particular atención por parte de la comunidad
internacional.
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De la definición del derecho internacional humanitario resulta que este derecho se aplica
sólo en situaciones de conflicto armado, es decir conflictos en que se enfrentan dos Estados
-conflictos internacionales- o conflictos en los que se enfrentan, en el territorio de un
Estado, las fuerzas gubernamentales y de la oposición -conflicto armado no internacional.
Como hemos dicho, la situación de conflicto se caracteriza por la existencia de dos Partes
que se enfrentan y que deben ser identificables; es decir, en la situación de conflicto armado
no internacional, quienes se oponen a las autoridades estatales deben haber conseguido un
grado de organización que les permita ser considerados como entidad constituida y, por lo
tanto, identificable ¿Quiere ello también decir que en las situaciones en las que las Partes
no cumplen con los requisitos del artículo 3 (común) de los Convenios de Ginebra o los del
artículo i del Protocolo Adicional II de 1977, pierde todo su significado el derecho
humanitario?
En el senti do formal, es verdad que los Convenios de Ginebra y sus Protocolos Adicionales
no se aplican directamente a las situaciones que no sean de conflicto armado. Sin embargo,
no se debe olvidar que el desarrollo del derecho humanitario siempre se ha caracterizado
por su adaptación, en la medida de las necesidades, a las situaciones en las que se debe
proteger a las víctimas. Hemos mencionado ya que en el desarrollo del derecho
internacional humanitario el hecho ha precedido al derecho y que la acción de quienes
velan por la protección de las víctimas ha forjado las reglas y los procedimientos que, más
tarde, se han refrendado mediante instrumentos internacionales.
sin que haya conflicto armado no internacional propiamente dicho, hay, dentro de un
Estado, un enfrentamiento que presente cierta gravedad o duración e implique actos de
violencia. Estos actos pueden ser de formas variables, desde actos espontáneos de rebelión
hasta la lucha entre sí de grupos más o menos organizados, o contra las autoridades que
están en el poden. En tales situaciones, que no necesariamente degeneran en una lucha
abierta en la que se enfrentan dos partes bien identificadas (conflicto armado no
internacional), las autoridades en el poder recurren a cuantiosas fuerzas policiales incluso a
las fuerzas armados para restablecer el orden, ocasionando con ello muchas víctimas y
haciendo necesaria la aplicación de un mínimo de reglas humanitarias.
Las tensiones internas, que están a un nivel inferior con respecto a los disturbios interiores,
puesto que no implican enfrentamientos violentos, son consideradas por el CICR como:
toda situación de grave tensión en un Estado, de origen político, religioso, racial, social,
económico, etc.;
arrestos en masa;
suspensión de las garantías judiciales fundamentales, sea por razón de la promulgación del
estado de excepción, sea por una situación de facto;
alegaciones de desapariciones.
Por supuesto, la situación de tensiones internas puede presentar todas estas características al
mismo tiempo; pero basta que presente sólo una de ellas para que se la pueda calificar
como tal.
Esta base jurídica es el derecho de iniciativa humanitaria del CICR , cuyo ejercicio ha
dado origen a reglas y a procedimientos aceptados por gran número de Estados y
refrendados por textos que tienen cierto valor desde el punto de vista del derecho
internacional público.
Además de las disposiciones del artículo 3 común a los Convenios de Ginebra, en el que se
ratifica el derecho de iniciativa del CICR en situación de conflictos armados no
internacionales, se reconoce ese derecho actualmente al CICR en los Estatutos de la Cruz
Roja Internacional y, especialmente, en el artículo VI de los Estatutos.
"Toma todas las iniciativas humanitarias que corresponden a la misión que incumbe a su
institución como intermediario específicamente neutral o independiente, y estudio todas las
cuestiones cuyo examen se impone que haya una institución así."
Podemos comprobar que la definición del mandato del CICR, por lo que atañe a situaciones
que requieran intervención humanitaria, es extensa, y que las modalidades de su ejercicio -
"estudia todas los cuestiones cuyo exornen se impone"- están definidas de un modo
particularmente amplio.
Ahora bien, los Estatutos de la Cruz Roja Internacional son aprobados por la Conferencia
Internacional de la Cruz Roja . Esta Conferencia, que se celebra cada cuatro años, reúne,
junto a los representantes de todas las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media
Luna Roja (actualmente 133) y los representantes del CICR y de la Liga de Sociedades de
la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, a los representantes de los Estados Partes a los
Convenios de Ginebra, que disponen de un voto cada uno. Por consiguiente, las decisiones
de esa Conferencia no son sólo fruto de un órgano no gubernamental, ya que también son la
expresión de la voluntad de los Gobiernos de los Estados Partes en los Convenios de
Ginebra. Estos Estados Partes en los Convenios de Ginebra se han comprometido a
"respetar y a hacer respetar" los Convenios "en cualquier circunstancia" (art. 1 común a los
cuatro Convenios). Se puede, pues, afirmar que, confiriendo al CICR la competencia de
iniciativa humanitaria en situaciones que no están formalmente previstas en los Convenios
de Ginebra, los Estados consideraron que tal competencia es necesaria para la observancia
del derecho humanitario.
Además, las Conferencias Internacionales han aprobado varias resoluciones en las cuales se
solicita al CICR que intervenga en situaciones que, en el territorio de diferentes países, no
reúnen todas las características de un conflicto armado. Como estas resoluciones son
aprobadas en el marco de los mismos procedimientos que los Estatutos, podemos
considerar que en las mismas también se expresa la convicción de los Estados de que los
mandatos conferidos al CICR son necesarios, del mismo modo, para garantizar la
observancia del derecho humanitario. Los mandatos así establecidos para el CICR se
refieren a varias categorías de víctimas, como la población civil y sus diferentes
subcategorías, tales como los refugiados, las mujeres y los niños, las víctimas de torturas,
los detenidos o los desaparecidos. Debemos agregar que, mucho antes de que los Estatutos
de la Cruz Roja Internacional fueran aprobados por la Conferencia Internacional que se
reunió en La Haya, el año 1928, el CICR ya había ejercido el derecho de iniciativa que, en
numerosas situaciones, fue reconocido por los Esta dos, en ausencia de cualquier
disposición de un tratado internacional.
" . ..la Cruz Roja se esfuerza, bajo su aspecto internacional y nacional en prevenir y aliviar
el sufrimiento de los hombres en todas las circunstancias".
Y, a continuación, se dice que el CIGR tiene el deber de velar porque " se proteja la vida y
la salud, así como que se haga respetar a la persona humana...”
Cuando el CICR considera que las consecuencias directas de un conflicto armado o los
disturbios interiores que perduran tras el cese formal de tales conflictos requieren sus
actividades humanitarias, sigue ofreciendo sus servicios a los Estados afectados. Puede
ofrecer sus servicios por sí mismo, invocando su derecho de iniciativa humanitaria en
cualquier otra ocasión, y especialmente si se reúnen las dos condiciones siguientes:
El CICR decide, solo y con plena independencia, la conveniencia de ofrecer, o no, sus
servicios. Puede repetir su ofrecimiento cuantas veces y por el tiempo que juzgue que la
situación requiere su intervención. Su ofrecimiento se formula ante los Gobiernos, que
pueden aceptarlo o rehusarlo. Se hace al margen de toda consideración política, y no
califica la situación como disturbios interiores o tensiones internas, limitándose a señalar a
las autoridades la existencia de las categorías de víctimas que deben ser protegidas o
asistidas.
Proponiendo sus servicios, el CICR pone en conocimiento del Gobierno las condiciones del
ejercicio de su mandato, que siempre deben avenirse con sus principios de neutralidad y de
independencia. Por lo que atañe a asistencia alimentaria o médica, esas condiciones tienen
como finalidad garantizar que los socorros del CICR lleguen efectivamente a las víctimas a
las que están destinados. Cuando se trata de la actividad principal del CICR en una
situación de disturbios interiores y de tensiones internas, que es la de presta r protección a
la categoría más importante en estos casos, la de los detenidos por razón de los
acontecimientos, el CICR ha formulado una serie de condiciones cuya aceptación siempre
solicita al Gobierno. Le solicita, sobre todo, la posibilidad de ver a todos los detenidos de la
categoría a la que se le permite el acceso, de entrevistarse libremente y sin testigos con
todos los detenidos o con los detenidos que elija por sí mismo, y de poder volver, según las
necesidades, a los lugares de detención ya visitados . Los delegados del CICR solicitan
también a las autoridades la lista de nombres de las personas encarceladas o la autorización
para hacerla durante las visitas que efectúan a los lugares de detención. Se comunica
también a las autoridades del país que los delegados organizarán en caso de necesidad y en
la medida de lo posible, la transmisión de mensajes destinados a las familias de los
detenidos, la asistencia material para los detenidos, incluso la asistencia a sus familias.
Por su parte, el CICR garantiza a las autoridades de un Estado afectado por la situación de
tensiones internas o de disturbios interiores, que no pondrá en conocimiento de la opinión
pública todo lo que sus delegados hayan podido ver en los lugares de detención. Sus
delegados hacen constar los resultados de sus visitas a los lugares de detención en informes
que se remiten exclusivamente a las autoridades gubernamentales detentoras. El CICR
nunca publica tales informes, a menos que el Gobierno responsable de la detención decida
publicarlo él mismo parcialmente; en este caso el CICR se reserva el derecho de difundir
los informes de sus delegados en su totalidad. El principio de discreción y su observancia
por el CICR son ampliamente conocidos hoy por todos los Gobiernos. Derivado del
principio de neutralidad del CICR y por ser la expresión de su imparcialidad a nivel de la
acción en situaci ones de disturbios interiores y de tensiones internas, se debe a este
principio que tantos Estados acepten el ofrecimiento de sus servicios. Esta aceptación crea
entre los Gobiernos y el CICR una relación " contractual " , que se expresa en forma de
acuerdo bilateral de facto, en cuyo ámbito el CICR emprende sus actividades de protección
y de asistencia en favor de las víctimas de disturbios interiores y de tensiones internas,
tratando siempre de que, en la medida de lo posible, sea aceptado el máximo de reglas y
principios humanitarios en favor de las víctimas.
Cada vez más a menudo, este acuerdo que permite actuar al CICR en el territorio de un
Estado, en el caso de una situación de esta índole, tiene la forma de "acuerdo de sede” ,
por el cual las autoridades estatales confieren a los delegados del CICR y al material que
remitan para desempeñar sus tareas, inmunidades y privilegios análogos a los que se
confieren a los miembros de las misiones diplomáticas en virtud del Convenio de Viena
sobre los Privilegios e Inmunidades Diplomáticas de 1961. Actualmente, el CICR se
beneficia de tales acuerdos de sede en unos veinte Estados.
Cabe destacar que, las más de las veces, los Estados consideran esos acuerdos como
tratados internacionales y aplican, en el derecho interno, los procedimientos de ratificación,
publicación y promulgación que se reservan para los tratados internacionales. Sin
adentrarnos en la cuestión del estatuto del Comité Internacional de la Cruz Roja en derecho
internacional público, se puede interpretar esa actitud de los Estados como el
reconocimiento de la calidad de agente de intervención humanitaria del CICR, así como el
reconocimiento de su derecho de iniciativa y del mandato que le confiere la comunidad
internacional.
Señalemos que, en América Latina, hay actualmente tales acuerdos de sede entre el CICR y
Argentina (public ado el 21 de julio de 1978), Nicaragua (publicado el 12 de enero de
1981), El Salvador (publicado el 12 de febrero de 1981), Colombia (publicado el 12 de
julio de 1981) y Costa Rica (firmado el 24 de agosto de 1983). Sin haber concertado
acuerdo de sede propiamente dicho, el Gobierno de Venezuela otorgó, por decreto
presidencial del 10 de noviembre de 1971, a los delegados del CICR ciertos privilegios e
inmunidades diplomáticas.
Por último, conviene destacar que el ofrecimiento de servicios del CICR nunca puede ser
considerado por un Estado como un acto de injerencia en los asuntos internos, incompatible
con el principio de no injerencia refrendado por la Carta de las Naciones Unidas. Aún
cuando rechace estos servicios, el Estado no puede rehusarlos con el pretexto de tal
injerencia, lo que permite al CICR presentar nuevamente su ofrecimiento de servicios. En
la actual comunidad internacional, el CICR es prácticamente el único órgano internacional
que puede actuar de ese modo sin que se le acuse de atentar gravemente contra el principio
de no injerencia. Si tenemos presente que el ofrecimiento de servicios del CICR se hace
siempre en situaciones en las que el Estado es particularmente sensible a cualquier intento
de internacionalizar los disturbios o las tensiones que hay en su territorio, se debe
considerar este hecho como una prueba no sólo del reconocimiento internacional de la
neutralidad y de la independencia del CICR, sino también del reconocimiento de su calidad
para actuar en el ámbito internacional.
Si la práctica del CICR lleva, de facto , la aplicación de los principios del derecho
internacional humanitario más allá del ámbito formal de su aplicación, en situación de
disturbios interiores y de tensiones internas, siguen siendo aplicables, de jure , las
disposiciones de los instrumentos internacionales de los Derechos Humanos, ratificados por
los Estados. Del mismo modo, las disposiciones del Pacto Internacional de los Derechos
Civiles y Políticos de 1966, así como las disposiciones de los instrumentos regionales ,
como la Carta de Bogotá o el Pacto de San José de Costa Rica para América, surten efectos
de ley en esas situaciones. Es obvio que, la mayoría de los casos, tales situaciones van
acompañadas de medidas de urgencia tomadas en el orden interno del Estado, que
suspenden o limitan las garantías normales de protección otorgadas a las personas. Aún
cuando tales medidas se tomen en virtud del orden interno, el " núcleo inderogable " , en el
sentido del artículo 5 párrafo 2 del Pacto de los Derechos Civiles y Políticos, sigue
surtiendo efectos, con la plena fuerza de la ley. La simultaneidad de aplicación del derecho
internacional humanitario y de los derechos humanos parece tener una importancia tan
particularmente significativa en situaciones de conflicto armado no internaci onal y de
disturbios interiores y tensiones internas que merece ser destacada una vez mas.
La primera vez que el CICR ofreció sus servicios en situaciones de disturbios interiores y
de tensiones internas, fue en el año 1919, en Hungría. Pero un año antes, como
consecuencia de la situación en la Unión Soviética después de la Revolución, un delegado
del CICR efectuó, por primera vez en la historia, una visita a extranjeros civiles detenidos
por razón de los acontecimientos, en Moscú y Petrogrado. Desde esa época y hasta la
Segunda Guerra Mundial, el CICR asumió su competencia en ese tipo de situaciones en
muchos casos y en territorios de muchos Estados, como Rusia (1921-1922), Irlanda (1922-
1923), Polonia (1922), Italia (1931), Austria (1934), Alemania (1933-1938) y Lituania
(1937).
Bastan estos datos para demostrar la importancia que el CICR atribuye a este aspecto de sus
actividades; pero también se demuestra la actitud receptiva general que los Estados tienen
para con el ofrecimiento de servicios del CICR, lo que posibilita el cumplimiento de su
mandato de institución humanitaria, neutral e independiente en situaciones de disturbios
interiores y de tensiones internas.
Este reconocimiento es indispensable para poder tener acceso a las víctimas de tales
situaciones y prestarles la protección que les es debida.
5. OBSERVACIONES FINALES
Al final de este breve examen de la práctica y de los procedimientos capaces de ampliar los
efectos de los principios humanitarios más allá del ámbito formal de aplicación del derecho
internacional humanitario, es útil evocar, una vez más, la función del derecho humanitario y
de la acción del CICR.
La suprema finalidad de este derecho es proteger a las víctimas de situaciones en las que la
vida, la salud, la integridad y la dignidad humana peligran o están amenazadas. Sea cual
fuere la base formal, sean cuales fueren los límites de aplicabilidad de este derecho, en esa
finalidad se siguen inspirando, como lo han hecho en el pasado, el desarrollo y todas las
modalidades de aplicación del derecho internacional humanitario.
Mientras que, en situaciones de conflicto armado o en sit uaciones análogas, los hombres
hagan sufrir a otros hombres, es importante que haya reglas, procedimientos y mecanismos
que permitan al ser humano vivir o sobrevivir sin ninguna discriminación de nacionalidad,
de raza, de religión, de condición social o de credo político, que se fundamenten en el
respeto de su calidad de miembro de este gran conjunto al que todos pertenecemos: la
humanidad.